A+I Astillero(+60)

AXIS MUNDI
Nº 18
AXIS MUNDI
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AXIS MUNDI
AÑO 2 - Nº 18
OCTUBRE 2014
PUBLICACIÓN OFICIAL DE LA ESCUELA DE FILOSOFÍA INICIÁTICA
CONTENIDO
Canales del Ideal ...................................... 3
Por Phileas del Montesexto
El ideal de vida ......................................... 4
Por Ignacio Fernández
Y Jesús cantó y bailó ................................ 7
Por Phileas del Montesexto
Publicación de la Escuela de Filosofía Iniciática y el Programa
de estudios “Opus Philosophicae
Initiationis” (OPI)
Los conceptos vertidos en cada
uno de los artículos es de completa responsabilidad de sus
autores y no reflejan necesariamente la opinión de la Escuela
de Filosofía Iniciática.
Director responsable
Phileas del Montesexto
Articulistas de este número
Eduardo Ciotola Mosnich
José Rubio Sánchez
Manuel Arduino
Joan Almirall Arnau
Phileas del Montesexto
Articulistas externos
Ignacio Fernández
Mariana Caplan
Llewellyn Vaughan-Lee
Correctores
John Tyrson
Eladio Ortega
Página web
www.revistaaxismundi.com
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AXIS MUNDI
Estudio y cultura como fundamento ..... 11
Por Joan Almirall Arnau
El muro (II) ............................................ 13
Por Llewellyn Vaughan-Lee
El Tao de la Carretera (XII) ................... 18
Por José Rubio Sánchez
La llama no se apaga .............................. 20
Por el equipo de redacción
Enfermedades espirituales ..................... 23
Por Mariana Caplan
Bestiario del más allá (V) ...................... 25
Por Manuel Arduino
Post Tenebras Lux (III) .......................... 29
Por Phileas del Montesexto
Recortes de prensa ................................. 37
Por varios autores
El cuenco vacío (I) .................................. 43
Por Eduardo Ciotola Mosnich
Humor .................................................... 49
EDITORIAL
Canales del Ideal
En un mundo que ha perdido el rumbo y donde todas las cosas son relativizadas, hablar
de ideales puede parecer anacrónico. Sin embargo, para aquellos que transitan o desean
transitar el sendero iniciático, la adopción de un Ideal es de vital importancia porque éste
es el único que –ante los cambios y las fluctuaciones de la sociedad– puede permanecer
inmutable y marcar un Norte, un rumbo claro a seguir hacia la Unidad Primordial.
Hablamos de un Ideal Iniciático. ¿Y qué significa esto? Que existe un marco conductual
virtuoso conformado por ideas supremas como el Bien, la Justicia, la Belleza y la Verdad
que debe encarnarse (hacerse carne y sangre en nosotros), en un proceso que concilia en
armonía al recto pensamiento con la recta acción. En otras palabras: las enseñanzas espirituales no deben ser una mera acumulación de datos sino que deben INTERIORIZARSE
para luego EXTERIORIZARSE pues el Ideal Iniciático no puede ni debe aislarse de lo
cotidiano.
Este Ideal tiene como propósito la UNIDAD y, por lo tanto, todo lo que conduzca a esa
Unidad debe considerarse bueno, justo, bello y verdadero, y al mismo tiempo, todo lo que
nos aleje de ella será malo, injusto, feo y falaz.
Para que en el mundo reine el Bien, la Justicia, la Belleza y la Verdad somos nosotros quienes debemos promover y
encarnar este Ideal, convirtiéndonos en “agentes
de transformación”, buscando conscientemente
que nuestros actos cotidianos sean buenos, justos, bellos y veraces.
Usando a la Virtud como
piedra de toque, cada uno
de nosotros debe convertirse en un canal para la
plasmación en el mundo
de lo Bueno, lo Bello, lo
Justo y lo Verdadero, a fin
de consolidar la Vanguardia de un mundo nuevo y
mejor.
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El ideal de vida
Ignacio Fernández
Pocas personas declaran abiertamente contar con un ideal de vida. Parece una idea romántica
y algo ingenua para los tiempos presentes, marcados por el pragmatismo, el consumo, las relaciones humanas transaccionales y la búsqueda del éxito socio-económico.
Los filósofos antiguos compartieron una idea: el sentido de la vida humana es trabajar para
conquistar en los propios actos un ideal caracterizado por las mayores virtudes. Se buscaba que
los esfuerzos personales se orientaran a convertirnos en ese propio ideal, encarnando cada día
un poco más esa visualización de lo mejor de lo humano en mí.
El ideal está marcado por la construcción presente de las virtudes deseadas, generalmente la
bondad hacia los demás, el amor universal, la armonía emocional, el respeto a la vida, la paz en
las relaciones con otros, la humildad y el servicio como actitud en el quehacer práctico.
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AXIS MUNDI
La palabra ideal se asocia a utopía inalcanzable, a lo imposible de realizar. Es necesario que
resignifiquemos esa interpretación para concebir que el ideal es el horizonte de sentido existencial, la dirección hacia la que orientamos nuestras intenciones y nuestros esfuerzos creativos.
Es la búsqueda del estado deseado, la visualización respecto de lo mejor para mí y los demás.
Igual que para los Reyes Magos que seguían la estrella de Belén, el ideal de vida es la estrella que
está en mi horizonte, en mi cielo personal. Su poder es el de movilizarnos hacia ello, atrayendo
nuestros mejores esfuerzos. Es la estrella siempre seguida, aunque quizás nunca alcanzada. Eso
no es lo relevante. La vida se habita en el presente y en los procesos personales y sociales de
construirnos cotidianamente, por lo que de nosotros depende el foco en el proceso de concreción de sentido. Los resultados derivarán de esa búsqueda cotidiana del estado deseado.
La vida no es objetiva. La objetividad es para el mundo de los objetos, y la subjetividad es para
el mundo de las personas y las relaciones. Tratar a los objetos con subjetividad es patología (la
lámpara me mira y me cae bien) y también lo es tratar a las personas con pretensión de objetividad consolida relaciones de poder subyugante, pues “unos pocos” acceden, exigen y obligan
a otros a vivir “la verdad” de su paradigma de vida (por ejemplo, la frase “debes hacer lo que
digo pues es lo que corresponde”).
Vivimos en las propias historias, en los cuentos que nos contamos, en el relato de lo que nos
acontece y en las narrativas de logro y sufrimiento que nos construimos. Ahí no hay nada objetivo. Si bien existen hechos concretos que marcan nuestra biografía, nuestra vida la vivimos
en las narrativas subjetivas que nos contamos, en nuestras estructuras de valoración y significación del vivir la vida. Más que vivir en “los hechos”, habitamos la vida desde nuestros paradigmas, que a su vez son los que tiñen nuestra percepción de la realidad.
Reiteremos la pregunta del gran psicólogo Paul Watzlawick: ¿es real la realidad? Para la subjetividad humana la vida que habito es la que percibo, interpreto, visualizo, construyo y busco.
Desde mis modelos mentales soy y estoy en el mundo, por lo que nuestras palancas de evolución, crecimiento y cambio están en ampliar los límites de mis historias, mis creencias y mi
horizonte de sentido, el ideal buscado para mi vida.
De aquí se deriva la importancia de la construcción de imágenes positivas sobre el futuro de
nuestra vida personal y en comunidad. Tal como dice David Cooperrider, uno de los psicólogos estadounidenses creadores de la Indagación Apreciativa, “los seres humanos creamos nuestras propias realidades a través de procesos mentales y simbólicos. Por ello, consciente de que
la evolución futura es una opción humana,... el arte de la creación de imágenes positivas sobre
una base colectiva puede ser la actividad más prolífica en la que los individuos y organizaciones
pueden comprometerse, si su objetivo es ayudar a llevar a buen término un futuro positivo y
significativamente humano”.
Técnicamente, el poder de visualización está a la base del ideal de vida personal, pues diseña
la dirección buscada. El motor para el camino son las emociones positivas, el estado afectivo
de alta vibración y positividad que nos llevará al florecimiento humano. El cerebro diseña y el
corazón realiza.
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Algunas investigaciones de psicología positiva muestran que las personas más felices son aquellas capaces de amar de una manera más trascendente. El amor como horizonte de sentido.
El choque que se produce con la forma mayoritaria de ver la vida (lo instrumental, el éxito, el
consumo, las relaciones líquidas sin sustancia, la arrogancia como forma de vida, el individualismo como impulsor de trabajo) es fuerte. Hay un evidente desacople entre la visión del ideal
de vida que hemos descrito y los paradigmas dominantes en la vida de muchas personas. Es
clave tener una interpretación personal de ese desacople, que se hace evidente en las relaciones
con las personas y en el tipo de conversaciones que tenemos, pues los intereses son de escalas
diferentes y a ratos antagonistas.
Ante este desacople, ¿mi ideal de vida es el que está equivocado pues no se ajusta al de la mayoría? El ideal de vida remite a valores perennes y superiores. Esa es su normalidad, la de los
principios generales de la vida buena para todos. Si busca normalidad estadística (querer ser
como los otros) es el principio del final del propio horizonte de sentido trascendente.
Por lo mismo, hoy son pocos quienes se guían por un ideal de vida que busca la virtud de los
valores mayores. Se requiere certeza en ese ideal y fortaleza emocional para afrontar la soledad
de la automaestría, el desacople con las conversaciones cotidianas, el señalamiento de “lo raro”
de esa forma de mirar la vida y lo descontextualizado de lo bondadoso, sutil y humilde. El
camino para lograr el ideal de vida es la automaestría, inspirada en la certeza del sentido trascendente. Sus resultados derivarán del foco permanente en el autoconocimiento, desde adentro
hacia afuera.
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Y Jesús cantó y bailó
Phileas del Montesexto
“En el principio era la Danza, y la Danza era Ritmo. Y la Danza estaba en el Ritmo. En el principio era el Ritmo, todo ha sido hecho por él, y sin él nada ha sido hecho”
(Serge Lifar, bailarín ruso)
Las civilizaciones antiguas vivían en armonía con el Cosmos pues entendían que el ser humano
estaba indisolublemente ligado a los ritmos del Universo. En este contexto, los antiguos buscaron entrar en íntima comunión con este orden cósmico, y a través de danzas de naturaleza sagrada intentaron sintonizarse con los movimientos de los astros, representando corporalmente
el principio de correspondencia: “Así como es arriba es abajo”.
El primero en usar la palabra “Cosmos” fue Pitágoras, quien habló de un “orden universal”, postulando que éste podía plasmarse en la Tierra. En consonancia con esto, la escuela pitagórica
otorgó gran importancia a la música y la danza, pues consideraban que estas dos disciplinas
eran una forma sencilla de entrar en comunión con la armonía de las esferas.
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Este orden cósmico era bien entendido por los danzantes de la antigüedad que observaban en
el cielo el movimiento ordenado de los cuerpos celestes y luego buscaban imitarlos a través de
sus movimientos, convirtiéndose así en “pontífices” (puentes de la Belleza), es decir intermediarios entre el Padre Cielo y la Madre Tierra, para participar activamente en los ritmos y en el
orden cósmico de los cuales se sentían (y eran) parte.
Toda danza sagrada primordial era concebida entonces como un “espejo del firmamento”, una
forma válida de establecer una conexión con la Fuente Primordial a través de un cuerpo en
movimiento y una mente serena.
No es raro que –aún hoy– los bailarines experimentados afirmen que la danza sagrada es una
“meditación en movimiento” o bien hablen de una “oración corporal”, donde el parloteo de la
mente racional se va diluyendo poco a poco al mismo tiempo que el ejecutante accede a estados
de conciencia superiores.
Tal vez por esto, el gran místico Rumi (1207-1273) decía: “Varias son las sendas que conducen
a Dios y yo he elegido la senda de la danza y de la música”, y su ejemplo fue perpetuado por las
escuelas de los derviches, que consideran que todo en el cosmos danza (samâ) al son de una
melodía trascendente, desde los átomos a los planetas, y por eso danzar es trascender para participar del movimiento universal.
Una danza crística
En el Nuevo Testamento se dice al pasar que –tras la última cena– Jesús cantó un himno con
sus discípulos (véase Mateo 26:30 Marcos 14:26), que algunos investigadores relacionan con el
“Gran Hallel” (Salmo 136).
Sin embargo, esta alusión a Cristo cantando puede complementarse con otra que aparece en los
evangelios apócrifos, más precisamente en los “Hechos de Juan” donde el Maestro no solamente
canta sino que, además, dirige una danza circular sagrada con sus apóstoles proclamando que
“quien no baila, no conoce el camino de la vida. Así, responded a mí bailando. Contemplaos en
mí que hablo y, viendo lo que hago, guardad silencio sobre mis misterios…” (1)
Según este insólito relato gnóstico del siglo II, Jesús habría pedido a sus Hermanos que se tomaran de las manos para formar una ronda, colocándose él mismo en el centro, a fin de guíar
los pasos de un baile sagrado, y pidiendo a sus discípulos que replicaran sus palabras con el
mantram “Amén” (2):
Gloria a ti, Padre. Amén,
El número doce danza en las alturas. Amén.
El Todo en las alturas participa en nuestra danza. Amén.
El que no baila no sabe lo que va a pasar. Amén.
Max Pulver consideraba que esta danza crística remitía a una iniciación ritual de los primeros
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gnósticos (3), mientras que G.R.S. Mead sostenía que el texto mostraba “un misterio ritual y
quizás la liturgia cristiana más antigua que pueda rastrearse”. (4)
Según Luciano de Samosata (125-181 d.C.): “No es posible encontrar ningún antiguo rito de
iniciación sin danza, por supuesto los de Orfeo y Museo, y los más importantes bailarines de la
época que establecieron tales ritos, al disponer como algo bellísimo que la iniciación se hiciera
con ritmo y danza. Aunque las ceremonias son así, debo callarme por los no iniciados, pero
todos han oído decir que a los que anuncian los misterios la gente los llama “los danzantes”,
(5) y esto se hace evidente en la figura del laberinto que los antiguos no recorrían caminando
sino bailando, tal como declaran diversas investigaciones. Por esto, el estudioso Karl Kerenyi
aseguraba que “cualquier investigación sobre el laberinto debería basarse en la danza”. (6)
Si reflexionamos sobre la disposición del Cristo en el centro y sus doce discípulos girando a su
alrededor, queda en evidencia una naturaleza iniciática y solar de esta danza, donde el Salvador
representa al Sol y los discípulos a los doce signos zodiacales. El número doce nunca es casual
ya que –como bien indica Julius Evola– “el doce es un número solar que, de una u otra forma,
siempre apareció allí donde se constituyó, o intentó constituirse, un centro tradicional” (7), y
esto bien vale para las llamadas “mesas del Grial”: la de Cristo y sus apóstoles, la del Rey Pescador y sus vasallos, y la de Arturo y sus nobles caballeros.
Si Jesús realmente bailó con sus
discípulos es algo que nunca podremos saber. Sin embargo, lo más
jugoso del episodio es la imagen
que nos muestra del Cristo: celebrando la vida con sus discípulos,
cantando, bailando y riendo.
No obstante, esta imagen jovial del
Cristo como Maestro de Danza
nunca interesó a la Iglesia Católica, que prefirió mostrar a un personaje más solemne que se limitaba a sonreír con tibieza. El teólogo
francés Nicolas-Sylvestre Bergier
habló de esta prohibición: “Desde
que la Iglesia Cristiana tuvo libertad para celebrar con pompa su
culto exterior, los concilios prohibieron a los fieles danzar, aun bajo
pretexto de religión. El concilio de
Laodicea en el año 367, el tercer
concilio de Toledo en el año 589,
el concilio in Trullo en el año 692,
y muchos otros en la sucesión de
los siglos prohibieron absolutaAXIS MUNDI
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mente la danza, sobre todo en los días de fiesta. Los Padres de la Iglesia manifestaron los peligros de la danza con el ejemplo de la hija de Herodíades, cuya funesta habilidad fue causa de la
muerte de Juan el Bautista”. (8)
Más allá del expreso veto conciliar, las danzas nunca desaparecieron del todo y fueron el eje de
varias festividades cristianas, especialmente en la noche de San Juan donde era usual que los
participantes bailaran en torno a enormes hogueras.
Como disciplina artística, la danza nos invita a CONTEMPLAR (“mirar lejos” o “ver más allá”),
y puede considerarse un vehículo de conciencia a través del cual es posible encarnar la BELLEZA, por encima de los estímulos sensoriales (9).
Por esto, toda danza tradicional no es un mero divertimento (aunque sí pueda ser divertida)
sino una forma activa de oración y meditación, y también es un ritual para la conexión divina,
una vía virtuosa para despertar la conciencia y avanzar hacia la reintegración.
Notas bibliográficas
(1) “Hechos de Juan”, versos 64-67
(2) Yarber, Angela: “Dance in Scripture: How Biblical Dancers Can Revolutionize Worship
Today”
(3) Véase: “The Mysteries”, editado por Joseph Campbell
(4) Mead, G.R.S: “El Himno de Jesús”
(5) Luciano de Samosata: “Sobre la danza” (XV, 177)
(6) Kerenyi, Karl: “En el laberinto”
(7) Evola, Julius: “El misterio del Grial”
(8) Bergier, Nicolas-Sylvestre: “Diccionario de teología”, Vol. II
(9) La filosofía iniciática declara que la belleza es un estado interior. Coomaraswamy dice que:
“el secreto de todo arte ha de encontrarse en el olvido de sí mismo. Y sabemos que este estado
de gracia no se consigue en la búsqueda del placer; los hedonistas tienen su recompensa, pero
son esclavos de lo hermoso, mientras que el artista es libre en la belleza”.
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Estudio y Cultura
como fundamento del Trabajo interior
Joan Almirall
Mi primer consejo para aquel que quiera iniciar un trabajo metódico de búsqueda interior y
de meditación es que comience estudiando. El estudio nos aporta unos conocimientos que,
os aseguro, serán de mucha utilidad. Y ¿qué estudiar?
En primer lugar, me parece muy interesante repasar los textos sagrados de nuestra tradición
espiritual. Leer la Biblia intentando representarse las cosas tal como se narran, no tal como
nos las han explicado. Cada Evangelio, por ejemplo, presenta una historia con importantes
diferencias, así que se puede leer cada uno como si fuera una narración distinta. Los Libros
Proféticos y Sapienciales se encuentran en el origen del Cristianismo. Cualquier otro texto
sagrado, de cualquier tradición puede ser muy útil, pero sin duda, los textos que mejor y
más claramente abordan el tema de la meditación y las técnicas propias para meditar son los
Sutras Budistas y los Textos sobre Yoga de la India.
El Sutra Budista de la Atención o el Sutra sobre la Vacuidad tienen un gran interés, también
los Textos Budistas sobre la Vía del Bodhisattva (de los que ya hablaremos) son muy
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recomendables. Y los Yoga Sutra de Patañjali, el Bhagavad Gita, las Yoga Upanishad, el Hatha
Yoga Pradipika y el Gheranda Samhita son textos que se pueden encontrar fácilmente en
Internet y que serán de una gran utilidad, pues aportan muchas técnicas de meditación, a las
que vamos a llamar KRIYAS. Las kriyas son diversas técnicas yóguicas de meditación que
ayudan a desarrollar la SENSIBILIDAD INTERIOR, imprescindible para poder orientar la
mente hacia el interior, uno de los principales objetivos del meditador.
Por otra parte, una buena formación cultural permite establecer conexiones y relaciones
entre tradiciones espirituales y así poder aproximarnos a la experiencia interior de sabios y
filósofos de todas las épocas. Hoy en día es muy difícil encontrar un buen guía espiritual o
un grupo de personas consagradas a la búsqueda interior, que respeten la libertad individual
y la igualdad. La mayoría de movimientos espirituales están fuertemente jerarquizados por
lo que es muy fácil atentar no solo contra el principio de igualdad, sino también contra la
libertad individual. Es cierto que ni la libertad ni la igualdad son en esencia reales, pero en
mi opinión son una base indispensable para las modernas relaciones humanas. Occidente
desmanteló con muchos sacrificios el sistema aristocrático y los privilegios del clero, por
lo que es lógico que volver a un sistema de dependencia y privilegios de gurus, lamas o
maestros y otros sistemas jerárquicos sea algo difícil para el buscador de hoy.
Y por último, para explicar la
imagen que adorna este texto,
quisiera hacer alusión a que los
momentos en los que la cultura
ha sido más rica y fecunda han
sido las épocas donde ha habido
mayor intercambio cultural. Esto
ha permitido que aparecieran
formas nuevas de espiritualidad,
que no tienen porque asustar a
nadie, lo antiguo con los años
pierde su eficacia, así que el
Espíritu busca nuevas formas
de expresión con los elementos
que en cada momento están al
alcance de todo el mundo. Pues
el Espíritu no es una cosa extraña
al ser humano, es, simplemente,
el motor de su búsqueda interior
y el impulsor, en todo momento,
hacia las más elevadas metas de
realización.
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El muro (II)
Llewellyn Vaughan-Lee
Una luz para ver lo que es Real
Aunque ya nadie lo recuerda, la luz hace algo más que nutrirnos. Esta luz nos permite ver lo
que es real. Cuando solía brillar en el mundo, revelaba la verdadera naturaleza de las cosas,
su verdadero propósito y significado. En esta luz, cada uno de nosotros podíamos vivir de
acuerdo a nuestra verdadera naturaleza, y reconocer la verdadera naturaleza de los demás y
del mundo que nos rodea. Podíamos ver el mundo como realmente es, la creación divina de la
cual somos parte. El mundo visto de esta manera, en su verdadera naturaleza, es muy diferente
del mundo creado por nuestros deseos y proyecciones, por los patrones sin fin de la mente y el
reciclaje de nuestros recuerdos que llamamos existencia. Cualquiera que haya despertado por
un instante, que haya tenido un vislumbre de lo que los maestros Zen llaman satori, conocerá
esta experiencia sencilla de la verdad, cuando la mariposa se vislumbra como una mariposa, la
ciruela se degusta en su dulzura. Se trata de una realidad sin comparación o contradicción que
nos comunica su verdadera naturaleza directamente, en lugar de ser interpretada a través de
nuestra mente o psique. En esos momentos estamos realmente vivos, despiertos y no soñando.
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Hace mucho tiempo, en los albores de la conciencia, a la humanidad se le dio la capacidad
de reconocer y de relacionarse con la verdadera naturaleza de todas las cosas. Esta capacidad
forma parte del nombrar las cosas, porque todo lo que es creado por Dios tiene un nombre que
representa su verdadera naturaleza. En el Corán (2:31) está escrito que “Él enseñó a Adán los
nombres de todas las cosas”, lo que significa que a Adán se le enseñó la naturaleza interna y las
cualidades de las cosas (1). Y así, el primer ser humano tuvo conocimiento de los nombres de
la creación, que pertenecen a los divinos “secretos del cielo y la tierra” (Corán 3:33) (2). Este
conocimiento de la naturaleza interna y el verdadero propósito del mundo creado es parte de
nuestra herencia divina, nuestro Adán interior. Nos permite participar en la vida tal como es
realmente, como una revelación divina: el mundo creado por Dios y no el mundo creado por
la humanidad. Pero a este conocimiento sólo se puede acceder a través de la luz de nuestro yo
verdadero. Sin esta luz divina no podemos leer el libro de la vida. No sabemos qué es real, o
cuál es el verdadero propósito de nuestra vida. Hace mucho tiempo olvidamos los verdaderos
nombres de la creación. Permanecemos atrapados en los patrones superficiales de la ilusión,
en nuestras proyecciones y fantasías. Esta es nuestra difícil situación colectiva presente.
Siempre hay algunas personas que son capaces de despertar a la luz de su verdadero yo, de ver
lo que es real y la forma de vivir el sentido de su alma. Pero para nuestro colectivo occidental
esto es un mito lejano. La mayoría de nosotros deambulamos por nuestras vidas perdidos en
un mundo sin verdadero significado, incapaces de encontrar nuestro camino. Siempre hay
señales que apuntan hacia lo que es real, pero no podemos reconocerlas o leerlas. Es muy
fácil entonces que la dinámica de poder del mundo nos engañe, nos atrape y nos esclavice.
Sin ningún tipo de conocimiento real, ¿cómo podemos encontrar la manera de salir de este
laberinto en el que servimos a los señores de este mundo en lugar de a nuestro verdadero
Señor? Una vez que tenemos acceso a la verdadera luz, podemos ver cómo hemos sido
engañados, cómo hemos vendido nuestra alma por unas pocas piezas de plata. Pero sin la luz
no sabemos nada del mundo que nos rodea: sólo vemos las imágenes que se han hecho para
brillar. Estamos atrapados en las ilusiones que giran alrededor nuestro.
Esto es en parte por lo que los poderes de este mundo nos quieren negar el acceso a la luz,
quieren que permanezcamos en las sombras. Sin la luz somos más fáciles de engañar y de
controlar, y se nos puede vender baratijas sin valor. No sabemos nada y no vemos nada, y
creemos fácilmente lo que nos dicen.
Destruir el muro
Pero ahora la pregunta más profunda sigue planteada: ¿Tenemos que permanecer varados en
las sombras cuando la luz está tan cerca? ¿Es nuestro destino colectivo estar encarcelados en
el muro de separación creado por nuestros antepasados y reforzado por nuestro olvido? ¿O
podemos recuperar esta dimensión de la luz, la luz que nos permitirá ver el mundo que nos
rodea, un mundo de belleza y maravilla que es de Dios, donde la alegría haya vuelto y dejemos
de contaminar el medio ambiente con nuestros deseos insostenibles?
¿Cómo puede ser destruido el muro? Cuando miro el muro, no veo ninguna señal de intento
de atravesarlo. No hay ningún indicio de una rebelión real. No hay ejércitos de saboteadores
que ataquen el muro o ni siquiera escaleras apoyadas en él. Sus ladrillos están lisos y pulidos. El
muro parece intacto. Parece que hemos aceptado el muro sin discusión. Es lo suficientemente
alto para que no podamos ver la otra parte. Ha estado allí durante tanto tiempo y ha llegado
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AXIS MUNDI
a ser tan familiar que ni siquiera nos damos cuenta de él. ¿Quién está ahí para cuestionarlo?
¿Tenemos la voluntad o el poder de destruir esta barrera ante la luz? Estamos tan seducidos
y drogados por los juguetes de este mundo que no cuestionamos lo que nos ha sido negado.
Y sin embargo, nuestra propia alma y el alma misma del mundo claman por la luz. Sin ella no
podemos curar o rescatar nuestro mundo agonizante; lo sagrado y el recuerdo de los nombres
no pueden regresar. Sólo con la luz puede volver a aparecer un significado real.
Leonard Cohen escribió una vez: “Hay una grieta en todo, y es ahí por donde la luz entra”. Tal
vez necesitemos tan sólo hacer una grieta en el muro a través de la cual la luz puede entonces
comenzar a fluir. Muchas veces, han aparecido grietas en nuestras defensas colectivas, como,
por ejemplo, en el movimiento de los setenta “flower power” con su visión de paz y amor.
Sin embargo, estos heraldos de la luz no parecen durar. Se autodestruyen, destruidos por
las drogas, por ejemplo, o son engullidos de nuevo por el colectivo, vendidos a los valores
materialistas. Lamentablemente, gran parte de la espiritualidad de la Nueva Era que trajo
la luz y las prácticas de las tradiciones espirituales de Oriente pronto se volvió corrupta y
egocéntrica, utilizando la energía de la luz por dinero y para los deseos del ego. Las fuerzas de
la oscuridad conocen nuestras debilidades muy bien, y las grietas se cubren rápidamente con
argamasa antes de que suficiente luz pueda pasar para cambiar algo realmente. Tal vez una
grieta en la pared no sea suficiente.
Si la Tierra misma necesita esta luz, ¿puede rebelarse la Tierra? (3) ¿Pueden las fuerzas
primigenias que están presentes dentro de la creación despertar y destruir lo que la humanidad
ha creado? Esta es una posibilidad, aunque sería muy destructiva. Es posible que hayamos
negado y olvidado los poderes del dragón de la creación, las energías arquetípicas que subyacen
a toda la vida, pero esto no quiere decir que ya no existan. La mayoría de ellas están durmiendo,
pero esto no significa que no puedan despertar, y como los dioses de antaño reaccionar con
poder y violencia. La ira de los dioses no es sólo un mito.
¿Qué pasaría si las energías de la Tierra recuperaran su conexión con la luz? ¿Cuánta parte
de la humanidad y sus imágenes de la civilización sería devastada en el proceso de destruir el
muro de separación? La luz podría volver, pero ¿quién estaría aquí para darle la bienvenida?
¿Quién estaría aquí para recordar los nombres de la creación y las formas sagradas de trabajar
con la luz? La aceleración actual de nuestro desequilibrio ecológico podrían ser señales de un
mundo cansado de esperar a que la humanidad dé un paso. Ahora quizá podemos reconocer
que hay una crisis ecológica mundial, pero ¿quién, aparte de unos cuantos chamanes, sabe
cómo esto se relaciona con las fuerzas dentro de la creación? Nuestros modelos científicos
no pueden entender lo que forma parte de las profundidades o la forma en que esto podría
interactuar con nuestra vida en la superficie. Por lo común nos mantenemos en nuestra
ignorancia arrogantemente, y sin embargo, también hay ahora una profunda ansiedad presente
a nivel colectivo que cuenta otra historia, como si el propio colectivo supiera que va a llegar
una tormenta, para la que sus políticos no pueden prepararse.
Hay además otra posibilidad, más maravillosa y sobrecogedora de todo lo que podemos
imaginarnos. ¿Qué pasaría si el muro fuera destruido desde el otro lado, por la energía de la
luz misma y por los seres que están al servicio de esa luz? El mundo de la luz es más poderoso
que todo en este mundo. Esta es una de las razones por las que la luz nos ha sido velada: nos
abrumaría fácilmente con su poder y su gloria. Todo aquel que se haya topado con esa luz lo
sabe: cómo unos momentos de luz es todo lo que uno puede soportar, cómo un vislumbre
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siquiera puede cambiar la vida para siempre. Y esto es sólo una partícula del mundo de luz. Si
los poderes de la luz fueran a retornar a este mundo, sería como pasar de un lugar oscurecido
a la radiante luz del sol –cegador y hermoso.
Habiendo vivido en este mundo de luz, conozco su belleza y fuerza, su sencillez y amor. Es una
dimensión de claridad, sin las distorsiones y confusiones de nuestro mundo. Y es gobernado
directamente por la voluntad divina y la ley divina, sin intersección de la voluntad humana
con todos sus errores y dinámicas de poder. Los sufíes llaman a esta dimensión “el mundo del
mando divino” (‘âlam al-amr), a diferencia del “mundo de la creación” (âlam al-khalaq) que
experimentamos por medio de los sentidos y los velos del ego. En el mundo del mando divino
todo se postra ante Dios. Es la esfera de los ángeles y otros seres de luz, que solamente saben
que deben postrarse ante Dios, y solamente pueden poner en práctica el poder de Dios y la
voluntad divina.
¿Qué sucedería si el poder de la luz y el ejercicio del poder divino fueran a retornar directamente
a este mundo con todos sus dramas de poder terrenal y fantasías de empoderamiento de sí
mismo? ¿Cómo responderíamos? ¿Sabríamos que debemos postrarnos ante Esta gloria o nos
rebelaríamos y lucharíamos, trataríamos de agarrarnos a nuestras imágenes de poder del ego
y quedaríamos atrapados en una batalla entre la luz y la oscuridad? ¿Aparecería en nuestra
conciencia colectiva un profundo conocimiento interior de la realidad de la voluntad divina,
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o veríamos ese poder como otro agresor contra el que tendríamos que luchar para mantener
nuestra independencia? ¿Sabríamos incluso cómo postrarnos ante Dios y los mensajeros de la
luz o son demasiado importantes nuestras imágenes de libertad personal?
Hace tanto tiempo que la luz estuvo aquí que casi no tenemos recuerdos ni siquiera en
nuestra conciencia ancestral de cómo vivir en la luz. Hemos aprendido cómo vivir en las
tierras sombrías de nuestra cultura, cómo manipular y engañar, cómo protegernos a nosotros
mismos y nuestras posesiones. Pero en la luz no puede haber ni manipulación ni engaño:
hay demasiada luz. Tenemos que aprender de nuevo a ser honestos y veraces, a ser sinceros y
abiertos. Y a asumir responsabilidad real. Es la única manera de vivir en la luz.
Si es la voluntad de Dios, el muro podría ser destruido por la luz. Podría ser deshecho en un
instante. Pero, ¿cómo podría la humanidad soportar la luz si conoce sólo sombras? ¿Cómo
podría lidiar nuestra conciencia con un mundo de luz? Sé por propia experiencia lo difícil que
es contener la luz mientras vives en el mundo físico. Tiene que haber velos entre los mundos,
pero velos que filtren la luz, no muros que detengan la luz.
Si fueran a quitar el muro, ¿sería más fácil que lo destruyeran lentamente, de manera que la luz
pudiera entrar en este mundo paulatinamente? ¿O se movilizarían las fuerzas de la oscuridad
y del poder terrenal para reparar el muro y detener el fluir de la luz? Son preguntas que no
podemos responder. Pero podemos reconocer que hay un mundo de luz que no pertenece
solamente a un cielo inalcanzable o un estado espiritual elevado. Está aquí, justo detrás de
un muro que hemos construido con nuestras ideologías y patrones de control. Y en nuestras
entrañas sabemos que la humanidad y el mundo mismo no pueden sobrevivir mucho más
tiempo sin la luz que viene directamente de la fuente. Todo lo demás se ha vuelto demasiado
contaminado y corrupto. El corazón del mundo está sangrando y el alma de la humanidad
está clamando. Necesitamos esta luz para ver nuestra verdadera naturaleza y la verdadera
naturaleza de la vida. Y la vida necesita esta luz para sanar y transformarse, de modo que
podamos hacer el paso siguiente en nuestra evolución.
Notas del texto
(1) En la Biblia, Génesis 2:20, Adán fue autorizado por Dios a dar a las criaturas de la creación
sus nombres -- “Y dio Adán nombre a todos los ganados, y a todas las aves del cielo, y a todas
las bestias del campo”. En hebreo, Adán significa “humano”, y en el sufismo Adán es el ser
humano esencial.
(2) Según Ibn ‘Arabi, este conocimiento de los nombres se transmitió a través de la sucesión de
seres humanos perfectos. “Los seres humanos perfectos nunca cesaron de recibir unos de otros
los nombres hasta que los nombres llegaron a Mohammed. (Chittick, “The Self Disclosure of
God, p.154)
(3) La Tierra es un ser vivo, espiritual, con su propia alma, conocida en la Antigüedad como
el Anima Mundi.
Publicado con la autorización de Alex Warden del Golden Sufi Center
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El Tao de la Carretera (XII)
José Rubio Sánchez y José Miguel Cuesta
Orden y Caos
Cuántas veces uno circula por la carretera y ve las líneas pintadas en el suelo, simples, dobles,
continuas o discontinuas, a veces para dos carriles, otras para cuatro o cinco.
Mientras esas líneas están a la vista, hay cierta seguridad, uno sabe por dónde va él y por dónde los demás, reconoce su espacio, su límite, y el de los otros. El que conduce más rápido sabe
cuál es su carril y lo mismo el que va más lento. Y las distancias laterales se respetan, al menos,
porque hay una referencia para todos.
Sin embargo, cuando, debido a obras de asfaltado, desvíos u otros motivos, las líneas del suelo
desaparecen, es como si desapareciese el orden y surgiera el caos: perdemos las referencias, nos
acercamos o se nos acercan otros coches peligrosamente, sentimos un poco de miedo y, sobre
todo en las curvas, la falta de indicaciones nos puede provocar salirnos de la carretera. Hay más
incertidumbre, más nerviosismo, estamos más perdidos.
Del mismo modo –siguiendo nuestras comparaciones con el peregrinaje del Alma–, cuando
hablamos de organizar la vida, planificarla, dirigirla por unos u otros carriles, siempre surgen conflictos. En realidad, la disciplina o la organización, como las líneas indicadoras de la
carretera, no son ni más ni menos que eso: “Indicadores”, referencias, medios y no fines en sí
mismos, con el objetivo de guiarnos en el camino. Permiten, como cuando hablamos de la libertad, saber dónde termina la nuestra y empieza la del vecino. Se asemejan, construyendo otro
paralelismo, a las normas de cortesía tan necesarias para la convivencia en sociedad.
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El Cosmos es un maravilloso ejemplo precisamente de eso. El Sol, por no irnos muy lejos –solo
varios millones de kilómetros–, no dice: “¡Eh!, Humanidad. Sí, vosotros, los del planeta Tierra.
Me voy de vacaciones. Solo una o dos semanas. Ya nos veremos”. Y un carajo, si se va el Sol no
lo volveremos a ver, porque moriremos todos congelados.
El orden que vemos en las reglas de tráfico no son para castigar a los hombres, para hacerlos
sufrir, para constreñirles. Todo lo contrario. ¿Qué ocurre si se estropean los semáforos de un
cruce? El caos. ¿Y si viene la policía a sustituirlos? Más caos todavía… Es broma.
Del mismo modo, siguiendo uno de los aforismos más importantes de la Filosofía Hermética:
Como es arriba es abajo. Las Leyes de la Naturaleza que nos rodean no están para esclavizarnos, sino para ayudarnos, para que conociéndolas, como conocemos el código de circulación
–quien lo conozca–, podamos “viajar” por la vida con más comodidad.
La atención
El conductor, es natural, puede estar cansado –algo muchas veces inevitable–, pero no puede
abandonarse a ese cansancio. Cuando se conduce, cuando se circula por la carretera, hay que
estar muy despierto, lo suficiente para ver las señales, para seguir en nuestro carril, para poder
observar a los otros conductores y viandantes.
Siguiendo con nuestras analogías, hay un concepto en la Sabiduría Antigua que afirma lo siguiente: El “Alma debe estar siempre despierta”. Es decir, el Ser Humano en esencia es un Alma
que habita un cuerpo, no un cuerpo que tiene un Alma. Esa Alma puede encontrarse aletargada, dormida dentro de su manto de carne, o puede estar despierta. Lo que defiende la Tradición
es que el Alma debe estar despierta para ser plenamente consciente de la Realidad. El hombre
no es el violín, es el músico que hace vibrar el violín.
El Alma despierta puede controlar el cuerpo y ponerlo a su servicio, para poder viajar por la
vida cumpliendo su destino. De la misma manera que cada conductor viaja por un motivo distinto, cada ser humano tiene su destino individual y, todos, uno colectivo
Es importante el concepto de estar despierto porque, tanto al conducir como en cualquier
circunstancia de la vida, estar atentos es fundamental. Ese estado de atención, volviendo a la
Tradición y, en este caso a la budista, es una de las cualidades que debe adquirir un monje para
conocer, comprender y dominar el mundo de la acción, y es una de las verdades expuestas por
el Buda en el Noble Óctuple Sendero: “Concentración Perfecta”. No hace falta ser budista, para
que esta forma de encarar la vida nos beneficie.
Mientras conducimos podemos ir recreándonos con la belleza del variopinto paisaje de nuestra tierra, con una música de fondo que nos conforte. Podemos ir hablando cordialmente con
el resto de los ocupantes del vehículo, o podemos seguir inmersos en nuestros pensamientos.
Habrá personas que, según su grado y dominio de sí mismas, podrán hacer más o menos cosas
a la vez; pero todas estas cosas deben de estar supeditadas a la más importante: la carretera, y
que nunca perdamos de vista el horizonte, la meta, el fin.
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La llama no se apaga
Arriba: Salida del grupo de Tegucigalpa (Honduras). Abajo: El Círculo de Toluca (México)
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Arriba: Recorriendo el laberinto en Pereira (Colombia). Abajo: Conferencia “Nigredo, muerte
mística y metanoia” de Phileas del Montesexto en la ciudad de Rivera (Uruguay)
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La joven artista colombiana Diana Londoño Salinas posando con la obra que pintó para la tapa
del libro de Phileas del Montesexto titulado “Laberintos y Dragones”, aparecida en este año 2014.
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Enfermedades de transmisión espiritual
Mariana Caplan
1. Espiritualidad de Comida Rápida
Mezclar la espiritualidad con una cultura que celebra la velocidad, la multitarea y la
gratificación instantánea y el resultado es probable que sea espiritualidad de comida rápida.
La espiritualidad de comida rápida es un producto de la fantasía común y comprensible que el
alivio del sufrimiento de nuestra condición humana puede ser rápido y fácil. Una cosa es clara:
la transformación espiritual no se puede tener en una solución rápida.
2. La espiritualidad de imitación
La espiritualidad de imitación es la tendencia a hablar, vestirse y actuar como nos imaginamos
que una persona espiritual, lo haría. Se trata de un tipo de espiritualidad que imita la realización
espiritual en la forma en que la tela de piel de leopardo imita a la piel real de un leopardo.
3. Motivaciones confusas
A pesar de que nuestro deseo de crecer es genuino y puro, a menudo se mezcla con otras
motivaciones, entre ellas el deseo de ser amado, el deseo de pertenecer, la necesidad de
llenar nuestro vacío interior, la creencia de que el camino espiritual nos liberará de nuestros
sufrimientos, y la ambición espiritual (el deseo de ser especiales), ser mejor que, y ser “el
elegido”.
4. Identificarse con las experiencias espirituales
En esta enfermedad, el ego se identifica con nuestras experiencias espirituales y las toma
como propias, y empezamos a creer que estamos encarnando ideas que han surgido dentro de
nosotros en determinados momentos. En la mayoría de los casos, no dura indefinidamente,
aunque tiende a perdurar por largos periodos de tiempo en los que se creen iluminados y/o
que funcionan como maestros espirituales.
5. El Ego Espiritualizado
Esta enfermedad ocurre cuando la propia estructura de la personalidad del ego se mezcla
arraigada y profundamente en conceptos espirituales e ideas. El resultado es una estructura
del ego que es “a prueba de balas.” Cuando el ego se espiritualiza, somos invulnerables a la
ayuda, nueva información o retroalimentación constructiva. Nos convertimos en seres
humanos impenetrables y estancamos nuestro crecimiento espiritual, todo ello en nombre de
la espiritualidad.
6. La producción en masa de los maestros espirituales
Hay una serie de tradiciones espirituales de moda en la actualidad que producen personas que
se creen estar a un nivel de iluminación espiritual, o maestría, que está mucho más allá de su
nivel real. Esta enfermedad funciona como una cinta transportadora espiritual: ponte en este
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resplandor, consigue aquella visión, y bam! Estás iluminado y listo para iluminar a otros en
forma similar. El problema no es que estos profesores instruyan sino que se presentan como si
hubiesen alcanzado la maestría espiritual.
7. El orgullo espiritual
El orgullo espiritual se produce cuando el practicante, a través de años de esfuerzo, en realidad
ha alcanzado un cierto nivel de sabiduría y usa ese logro para justificar el cierre a más
experiencias. Una sensación de “superioridad espiritual” es otro síntoma de esta enfermedad
de transmisión espiritual. Se manifiesta como una sutil sensación de que “yo soy mejor que
otros, más sabio, y por encima, porque yo soy espiritual.”
8. La mente del grupo
También se describe como pensamiento de grupo, la mentalidad de culto, la mente de grupo
es un virus insidioso que contiene muchos elementos de la codependencia tradicionales. Un
grupo espiritual tiene acuerdos sutiles e inconscientes con respecto a la forma correcta de
pensar, hablar, vestirse y actuar. Los individuos y los grupos infectados con “mente de grupo”
rechazan los individuos, las actitudes y circunstancias que no se ajusten a las normas a menudo
no escritas del grupo.
9. El complejo del pueblo elegido
Es la creencia de que “Nuestro grupo está más evolucionado espiritualmente, es más potente,
inteligente y, en pocas palabras, mejor que cualquier otro grupo”. Existe una importante
distinción entre el reconocimiento de que uno ha encontrado el camino correcto, el profesor
adecuado, o la comunidad correcta para sí mismos, y el haber encontrado “al elegido”.
10. El virus mortal: “Yo He Llegado”
Esta enfermedad es tan potente que tiene la capacidad de ser terminal y mortal para nuestra
evolución espiritual. Esta es la creencia de que “he llegado” al objetivo final de la senda
espiritual. Nuestro progreso espiritual termina en el punto donde se concreta esta idea en
nuestra mente, porque el momento en que comenzamos a creer que hemos llegado al final del
camino, un mayor crecimiento se detiene. “La esencia del amor es la percepción”, de acuerdo
a las enseñanzas de Marc Gafni, “por lo tanto, la esencia del amor propio es la percepción de
uno mismo. Sólo te puedes enamorar de alguien a quien puedes ver claramente (incluido a ti
mismo). Amar es tener ojos para ver. Es sólo cuando tú puedes verte claramente que puedes
comenzar a amarte a ti mismo”. Es en el espíritu de la enseñanza de Marc que yo creo que
una parte fundamental del aprendizaje de discernimiento en el camino espiritual es descubrir
la enfermedad del ego y auto-engaño que está en todos nosotros. Ahí es cuando necesitamos
sentido del humor y el apoyo de los verdaderos amigos espirituales. Cuando nos enfrentamos
a nuestros obstáculos para el crecimiento espiritual, hay ocasiones en que es fácil caer en una
sensación de desesperación y disminución y perder la confianza en el camino. Debemos
mantener la fe en nosotros mismos y en otros, con el fin de hacer realmente una diferencia en
este mundo.
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Bestiario del más allá
Capítulo V - Los deplorables globos vivientes de los mítines políticos
Manuel Arduino
Por la mañana marché caminando al trabajo. Iba distraído y ensimismado con la experiencia
interna que estaba teniendo lugar en mi vida. En el cruce de dos calles peligrosas, debido a mi
ensimismamiento no me detuve a observar el semáforo: una mano firme e invisible me tomó
por el hombro y de esa manera evitó que sufriera un accidente.
Los días anteriores había experimentado una ampliación del poder de la atención, algo así
como si avanzara en medio de un túnel de luz dentro del cual todo era numinoso y profético.
La mente se exaltaba con esas vivencias feéricas y únicas y de alguna manera todo ello me
insinuaba que existía un reino escondido, no exactamente el plano astral, en que la tensión de
la conciencia alcanzaba una total plenitud y todo se vivía con la forja de la eternidad.
Pero esta mano en mi hombro fue seguramente la materialización de la voluntad de mi
mentor, para evitarme un accidente terrible. Me di cuenta entonces que no estaba solo, y que
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además el hecho de que controlara mis movimientos podía indicar que el proceso, la travesía
en la que me había embarcado, tenía que ver con una misión, con una forma de trabajo que
habría de procurarme luz y pruebas nuevas para colaborar con los otros servidores abocados
al trabajo de erigir firmemente el Templo de Salomón, tantas veces derrumbado, tantas veces
abandonado a merced de las alimañas y de todo tipo de criaturas residuales y sin ningún
carácter constructivo.
Durante la jornada de trabajo y aun después, el tema recurrente entre los compañeros de
oficina no era otro que la inminente campaña política. Se acercaban las elecciones nacionales
y quien más quien menos todos tenían cifradas sus esperanzas en el desempeño de una nueva
administración para la nación.
En muchas ocasiones habíamos discutido sobre la venalidad del sistema republicano actual,
sosteniendo a políticos profesionales inescrupulosos. Pocas veces habíamos coincidido en que
se requería de algún tipo de regulación, ética y legislativa, para evitar que la clase política se
enriqueciera a expensas de la comunidad y en el ejercicio de sus funciones discrecionales.
Siempre había percibido lo terriblemente conservadores que somos los seres humanos cuando
se trata de debatir sobre cambios estructurales y profundos al sistema democrático republicano
prevaleciente en la mayoría de las naciones de la tierra. Existe cuanto menos el miedo a
retroceder hasta prácticas totalitarias o elitistas, a crear una nueva aristocracia.
Esta concepción pasa por alto el hecho incuestionable de que los políticos profesionales ya
constituyen esa nueva aristocracia planetaria a la que tantos temen y que no hace otra cosa más
que sino estimular y pronunciar las diferencias con el resto de la población.
En fin, nunca había estado satisfecho con las manifestaciones masivas, con los mítines y actos
públicos, con las arengas y toda suerte de excesos verbales e imponentes que ostentaban estos
privilegiados mercenarios del dinero y del poder.
Esa noche, curiosamente, el señor Leadbeater me invitó a asistir astralmente a un mitin político
en una región del norte de Asia que ya bien conocía, por haber residido en ella durante unos
años.
Las multitudes que rodeaban el estrado se movían al unísono, como un gran animal, gigantesco
y colectivo, y daba la impresión de que todos ellos constituían una sola fuerza, una sola forma
de vida.
Alarmado comprobé como sobre el estrado la figura astral del orador asumía dimensiones
gigantescas.
Tenía el aspecto de un globo con mil bocas, de un inmenso globo lleno de bocas y de brazos que
expulsaba todo tipo de rayos y centellas, generalmente de una tonalidad rojiza, por momentos
con listones negros y grises: cólera, poder personal y utilización del temor y la desconfianza
propias de las grandes masas humanas, de una forma espuria, malévola e interesada.
Este enorme globo, que era la forma mental que había construido el político que daba el recital
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de promesas, ejercía una visible influencia sobre la masa uniforme de almas sometidas a la
credulidad y a la devoción más supersticiosa. Desde ese globo vivo y repugnante salían cadenas,
líneas de fuerza o una suerte de lianas que movían a pensar en las cadenas. Estas prolongaciones
del poder del orador eran incontables, parecía un erizo ese gran globo, si se lo contemplaba
desde una cierta perspectiva. Las lianas o cadenas mantenían conectados, interconectados y
atrapados a cada uno y a todos los ciudadanos comparecientes al mitin político. Como una
inmensa y pegajosa red de fuerza, como una camisa de fuerza inmensa capaz de reducir a la
nada toda capacidad de juicio propio.
-Ese es el resultado de la manipulación verbal, mi amigo –me dijo el señor Leadbeater–. Observe
usted de cerca a los integrantes de la masa humana informe.
Me acerqué, naturalmente por medio de una técnica que consiste en dirigir concentradamente
la visión hacia el objetivo, algo similar al empleo de las lentes de las antiguas cámaras fotográficas
y filmadoras que la mayoría de los integrantes de mi generación utilizó en alguna oportunidad.
Con este procedimiento alcancé a percibir que, flotando sobre las cabezas de la multitud
hechizada, había innumerables globos más pequeños, con centenares de ojos cerrados, de
párpados sellando ojos invisibles y sin energía propia luz alguna. Parecían globos aletargados y
estúpidos, como adormecidos por la falaz canción de cuna que el político de marras canturreaba
tenaz e insistentemente sin medir en ningún momento las terribles consecuencias que habría
de acarrear con sus actos de ostentación de poder personal.
-Trate de escuchar el sonido de las palabras del orador –me sugirió mi mentor.
Con el mismo procedimiento anterior, pero aplicando una extensión y definición del órgano
de la audición psíquica, alcancé a escuchar un bramido semejante al de un gran animal
antediluviano. Es el ejemplo más significativo que puedo ofrecer.
-¿Qué significa ese alarido espantoso?
Leadbeater me respondió algo indulgentemente:
-Estos individuos sólo piensan en concentrar poder en sus manos, en manejar la voluntad
de las masas, de las naciones. Sólo piensan en ellos mismos, y para la naturaleza escondida
pensar únicamente en uno mismo, la actividad egoísta por excelencia, suena como un ruido
distorsionado y brutal. Es la ley que tarde o temprano esa disonancia recaiga sobre el emisor
de la nota de cruel desarmonía. Que caigan los que alcanzaron la altura y que asciendan los
que fueron expoliados antes, en un subir y bajar de los rayos de la gran rueda que parece nunca
acabar.
Rayos y truenos, fulguraciones de matices feos, muy desagradables y feroces, surgían de la
masa informe, del gran animal anestesiado y dirigido que componía la multitud. Sucedía que
la misma multitud evocaba los sentimientos, los odios y las elecciones del político encaramado
sobre el gran retablo. Estaban siendo hipnotizados por el poder de la voluntad de deseos de
un individuo artero e inescrupuloso, por alguien que probablemente ejerciera en unos meses
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la primera magistratura de una nación asiática, de una gran nación que mi corazón amaba
y ama profundamente. Triste historia la de los pueblos más urgidos de respuestas felices, de
soluciones radicales, de comprensión, compasión y auxilio.
-Estos globos erizados inundan como miasmas la atmósfera emocional de todo el planeta desde
hace por lo menos un siglo y medio, cada vez con mayor incidencia, y crean las condiciones
propicias para atrofiar la capacidad de pensar por sí mismo con que cuenta en alguna medida
la opinión pública y hasta el ciudadano más y mejor informado. Es una verdadera epidemia,
una pandemia de espejismos y de sofistería repudiable que ha terminado por asolar al mundo
de las almas que se encolumnan tras la fuerza y la ostentación de un líder civil o militar que
carece del menor de los escrúpulos.
Con los ojos psíquicos algo organizados, con los oídos psíquicos abiertos al menos en un
orden incipiente, la apariencia de las cosas revela por momentos una sordidez espantosa, una
condición miasmática, como si todo estuviera flotando sobre un gran basurero sutil, creado
por nuestra propia vida de deseos.
Un inmenso basural astral del que difícilmente podríamos deshacernos, individual y
colectivamente hablando, de seguir insistiendo con nuestra actual forma de vivir. Se requiere
de un cambio radical, urge un cambio muy profundo en cada uno y en todos nosotros que
termine por disolver esas regiones ilusorias y miasmáticas, que lamentablemente subsumen la
conciencia humana a niveles increíblemente primitivos y por momentos altamente destructores.
Realmente era algo deplorable, triste y por demás reprochable la forma cómo estos
manipuladores de las masas crédulas y llenas de razonable esperanza, forzaban decisiones
colectivas y terminaban por imponer su propia forma de absolutismo ciego y maloliente.
Una verdadera lacra para la humanidad, para la pobre viuda, un estigma del alma grupo propia
de los animales, de las especies y familias de los animales más inferiores en la escala evolutiva.
Una negra señal de nuestros tiempos: los globos de la estupidez y de la perversidad. Los globos
oprobiosos de la política profesional exaltada por los adláteres del poder material, por las
mismas Fuerzas Materialistas, por los egrégores del mal.
PALABRAS DE SAN AGUSTÍN
“Es mejor cojear por el camino que avanzar a grandes pasos fuera de él. Pues quien
cojea en el camino, aunque avance poco,
se acerca a la meta, mientras que quien va
fuera de él, cuanto más corre, más se aleja”.
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Post Tenebras Lux
Parte III - Testimonios griegos y romanos sobre la sociedad primordial
Phileas del Montesexto
Tal como hemos visto en los artículos anteriores, la Filosofía Perenne –en consonancia con las
enseñanzas tradicionales de Oriente y Occidente– habla de un tiempo cíclico, donde se suceden
cuatro períodos o “edades” que suponen un alejamiento progresivo de la Fuente Primordial.
La Tradición afirma que –en el tiempo primigenio o Edad de Oro– el ser humano vivía en paz
y en comunión con la Divinidad, pero también nos revela que ese estado idílico finalmente se
quebró en un suceso que usualmente es llamado “la caída” y que los occidentales conocemos
bien a través de la Biblia (Génesis 3:21-23), cuando Adán y Eva son expulsados del Edén.
La nostalgia del Paraíso Perdido no es exclusiva del judeo-cristianismo sino que puede considerarse una enseñanza universal, común a todos los pueblos del globo, una reminiscencia de
un pasado remoto que puede rastrearse tanto en Oriente como en Occidente.
Hesíodo y los griegos
El “teólogo de los griegos” Hesíodo (siglo VII a.C.) (1) es el primer autor occidental en describir la Edad de Oro primordial en su obra “Los trabajos y los días”, donde dice: “Al principio los
Inmortales que habitan mansiones olímpicas crearon una dorada estirpe de hombres mortales. Existieron aquellos en tiempos de Cronos, cuando reinaba en el cielo; vivían como dioses,
con el corazón libre de preocupaciones, sin fatiga ni miseria; y no se cernía sobre ellos la vejez
despreciable, sino que, siempre con igual vitalidad en piernas y brazos, se recreaban con fiestas
ajenos a todo tipo de males. Morían como sumidos en un sueño; poseían toda clase de alegrías,
y el campo fértil producía espontáneamente abundantes y excelentes frutos. Ellos contentos y
tranquilos alternaban sus faenas con numerosos deleites. Eran ricos en rebaños y entrañables a
los dioses bienaventurados”. (2)
En el siglo V a.C., el filósofo presocrático Empédocles retomó el tema de la inocencia primordial del género humano e interpretó la historia en función de dos fuerzas raíces: el Amor (la
concordia) y el Odio (la discordia), que al buscarse y rehuirse, ponen en movimiento a los
cuatro elementos.
Según Empédocles, la reina de esta época áurea era la diosa Afrodita (el Amor), que mantenía a
los cuatro elementos unidos en una gran esfera que formaba el Todo, hasta que apareció Neikos
(el Odio) que, envidioso, desintegró la esfera (3). Como consecuencia de este acto, Afrodita
se retiró al centro y los cuatro elementos se dividieron y diferenciaron. Desde ese momento,
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Afrodita busca que el mundo retorne a la armonía primordial y al Reino del Amor, mientras
que Neikos intenta que el hombre sea su aliado en la tarea de desintegración total.
En este duelo eterno, quedan determinados cuatro tiempos sucesivos: el primero donde predomina el Amor y la concordia, el segundo de transición hacia la discordia, el tercero de total
discordia y el cuarto de transición de la discordia hacia la concordia.
Al describir la Edad de Oro, Empédocles dice: “Todos eran dulces y amables con los hombres,
las fieras y los pájaros, y brillaba la amabilidad. (…) Entre ellos no se hallaba el dios Ares, ni el
Combate, ni era rey Zeus, ni Cronos, ni Poseidón, sino que era reina Cipis, –que es la Amistad–.
Y ganaban los favores de ella con piadosas ofrendas, con pinturas de animales, con bálsamos
de delicada fragancia, con sacrificios de mirra pura, con perfumado incienso, y derramando en
el suelo libaciones de rubia miel, lo que aún ahora es conservado por parte de algunos como
vestigios de cosas que fueron ciertas, pero el altar no era regado con la violenta sangre de los
toros. Pues creo que al predominar totalmente la Amistad y el sentido de la afinidad, nadie
daba muerte a nadie por considerar que el resto de los animales eran sus familiares. Pero cuando arribaron Ares, el Combate, toda batalla y el principio de la guerra, entonces nadie, por vez
primera, consideró a nadie como su afín”. (4)
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En los escritos de Platón (ca. 427-347 a. C.) el recuerdo del glorioso pasado aparece citado en
varias ocasiones, como en el “Cratilo”: “Pues que pienso yo que Hesíodo llama «de oro» a esta
raza, no porque naciera del oro, sino porque nació «noble y hermosa». Y la prueba es, para mí,
que también afirma que nosotros somos una raza de hierro”. (5)
O en “Leyes”: “La tradición nos ha transmitido una leyenda de la vida feliz de los hombres de
aquel entonces, que lo poseía todo en abundancia y de manera espontánea”. (6)
Y en “Político”: “Si los retoños de Cronos, al tener tanto tiempo libre y la posibilidad de trabar
conversación no sólo con los hombres sino también con las bestias, usaban todas esas ventajas
para la práctica de la filosofía, hablando tanto con las bestias como entre ellos y preguntando a
uno y otro si advertía que alguno de ellos, por poseer una capacidad propia especial, presentaba
alguna superioridad sobre los demás para enriquecer el caudal de su saber, fácil es decidir que,
comparados con los de ahora, los hombres de entonces eran muchísimo más felices”. (7)
En sus diálogos, Platón repasa este pasado esplendoroso y propone su restauración a través
de un modelo político ideal, virtiendo sus conclusiones principalmente en la magnífica obra
“La República”, que es la primera del genéro utópico (u-topos: en ninguna parte), desarrollado
siglos más tarde por los rosacruces (Campanella, Pico della Mirandola, Bacon) y por los socialistas utópicos (Fourier, Saint-Simon, Owen).
En Platón se bosqueja el concepto fundamental de una política de corte iniciático, vinculada
a los arquetipos y en función de un retorno al orden natural, esto es: la reconstrucción de la
comunidad primordial.
Dicearco de Messina (355 a. C. - 285 a. C.), discípulo de Aristóteles, también habló de una edad
dorada, afirmando que en este tiempo axial el hombre vivía en conexión con la Tierra y el Cielo, y también en armonía con los otros seres vivos. El neoplatónico Porfirio, en su obra “Sobre
la abstinencia” habla de las concepciones de Dicearco y dice que este filósofo “expone la vida
antigua de Grecia y asegura que los antiguos, no sólo estaban próximos a los dioses y eran por
su naturaleza mejores que nosotros, sino también que habían pasado una vida maravillosa, de
suerte que se estima consituyen la edad de oro, comparados con nosotros, que somos de una
materia falsa y deficiente; y tampoco, añade, daban muerte a ningún ser animado”. (8)
Ovidio y los romanos
Entre los romanos, fue Ovidio (43 a. C. - 17 d. C.) quien habló largamente de esta humanidad
primigenia, reduciendo las cinco razas de Hesíodo a cuatro edades (oro, plata, bronce, hierro),
en perfecta consonancia con los Yugas de la India:
“Primero surgió la edad del oro, en la que de forma espontánea, sin defensores y sin leyes, se
respetaban la rectitud y la lealtad. No existían el castigo y el miedo, no se leían palabras de
amenaza grabadas en tablas de bronce, no temía las palabras del juez una muchedumbre de
suplicantes: sin que nadie los defendiera estaban protegidos. El pino, talado en sus altas monAXIS MUNDI
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tañas, todavía no había descendido a las líquidas olas para recorrer y explorar el mundo, y los
mortales no conocían más costas que las suyas. Las ciudadelas todavía no estaban rodeadas
por profundos fosos, y no existían ni la recta trompeta ni el corvo cuerno de bronce, ni el casco
ni la espada: las gentes vivían seguras sumidas en el blando ocio, sin tener que recurrir a los
soldados. Y la misma tierra también, sin que el rastrillo la tocara ni la hiriera el arado, producía por sí misma todas las cosas; y contentándose con los alimentos que nacían sin que nadie
los forzara, recogían los frutos del madroño y las fresas de monte, las ciruelas del cornejo y las
moras adheridas a las zarzas espinosas, y las bellotas que caían del gran árbol de Júpiter. Era
una eterna primavera, y plácidos céfiros mecían suavemente con su tibio soplo flores nacidas
sin semilla; además, la tierra producía sus frutos sin ser arada, y los campos estaban rubios de
espigas cargadas de trigo sin que hubiera que alternar los cultivos. Corrían ríos de leche y de
néctar, y la miel dorada goteaba de la verde carrasca.
Cuando Saturno fue enviado al tenebroso Tártaro y el mundo quedó bajo el poder de Júpiter,
nacieron los hijos de la edad de la plata, inferior a la del oro, pero más valiosa que la del rojo
bronce. Júpiter redujo la duración de la antigua primavera, y con inviernos, veranos, irregulares
otoños y breves primaveras dividió el año en cuatro estaciones. Por primera vez, entonces, el
aire se volvió incandescente, abrasado por secas bocanadas de calor, y témpanos de hielo colgaron condensados por el viento. Por primera vez los hombres se refugiaron en casas: fueron sus
casas cuevas, arbustos espesos y ramas entrelazadas con cortezas; por primera vez se sembraron en largos surcos los frutos de Ceres, y los novillos mugieron oprimidos por el yugo.
La tercera, después de ésta, fue la edad del bronce, de índole más violenta y más proclive al uso
de las salvajes armas, pero sin llegar a la depravación. La última es la del duro hierro. En esta
época de peor talante irrumpieron desde el principio todo tipo de delitos: desaparecieron la
vergüenza, la sinceridad y la lealtad, y en su lugar surgieron el fraude, el engaño y las insidias, y
el insano deseo de poseer. Desplegaban las velas a los vientos, que los navegantes aún no conocían bien; las quillas de madera, que tanto tiempo habían permanecido en las altas montañas,
desafiaban mares desconocidos, y el prudente agrimensor marcaba con largas líneas la tierra
que antes había sido común, como el aire y la luz del Sol. Y no sólo se le exigían al rico suelo
alimentos y mieses en abundancia, sino que se penetró en las vísceras de la tierra y se excavaron
las riquezas, estímulo de todo crimen, que ésta guardaba cerca de las sombras estigias. Y apareció el peligroso hierro, y el oro, más nocivo que el hierro. Apareció la guerra, que con ambos
se combate, y manos ensangrentadas blandieron armas estridentes. Se vivía del robo: no hay
huésped a salvo de su anfitrión ni suegro a salvo de su yerno, e incluso entre hermanos es raro
el perdón. El hombre busca la muerte de su esposa y ésta la de su marido, horribles madrastras
mezclan inmundos venenos, y el hijo echa cuentas de los años del padre antes de tiempo. La
piedad yace vencida, y la virgen Astrea abandona, última de los inmortales, la tierra empapada
de sangre.
Y para que el éter sublime no estuviera más a salvo que la tierra, cuentan que los Gigantes anhelaron poseer el reino celeste, y que apilaron las montañas para alcanzar las estrellas. Entonces el
padre omnipotente lanzó un rayo con el que quebrantó el Olimpo y derribó al Pelio del monte
Osa. Cuando aquellos feroces cuerpos yacían destrozados, arrollados por la caída de la mole
que ellos mismos habían construido, dicen que la Tierra, bañada por la mucha sangre de sus
hijos, se empapó de ella y le dio vida mientras estaba aún caliente, y para que quedara algún
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AXIS MUNDI
testimonio de su progenie, le dio forma humana. Pero también ésta fue una estirpe irrespetuosa
con los dioses, avidísima de crueldad y de matanzas, y violenta: se veía que había nacido de la
sangre”. (9)
Los poetas latinos Virgilio y Tibulo –contemporáneos de Ovidio– reducen las edades a dos:
una de oro gobernada por Saturno (el Cronos griego) donde los hombres y las mujeres vivían
en fraternidad, eran buenos y felices, y otra de hierro gobernada por Júpiter (el Zeus griego)
donde reinaban la infelicidad y la maldad.
“La edad de oro”, obra de Pietro da Cortona
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Albio Tibulo (54 a. C. - 19 a. C.), al hablar del dorado pasado se refería a él con nostalgia: “¡Qué
bien vivían bajo el reinado de Saturno, antes de que la tierra fuera abierta en largos caminos!
Todavía el pino no había surcado las azuladas aguas y no había entregado su vela desplegada
al viento, ni errante, buscando ganancias en tierra extraña, el marinero había cargado su barca
con mercancía extranjera. En aquel tiempo el vigoroso toro no se sometió al yugo ni el caballo
mordió el freno con hocico domado. Las mismas encinas daban miel y las ovejas ofrecían espontáneamente sus ubres de leche a la pacífica gente. No hubo ejército, ni ira, ni guerras, ni el
cruel herrero había inventado la espada con su funesta arte. Ahora, bajo los auspicios de Júpiter,
siempre hay muerte y destrucción, ahora el mar, ahora de repente mil sendas de muerte. (…)
¿Quién fue el primero que blandió las terribles espadas? ¡Cuán cruel y, en verdad, de hierro fue
aquél! Entonces tuvo su origen la perdición del género humano, entonces surgieron las guerras, entonces más breve se abrió el camino de la cruel Muerte. ¿Acaso no mereció nada aquel
desdichado? Nosotros convertimos en nuestro perjuicio lo que él nos entregó contra las crueles
fieras. Esto es el mal del rico oro: no hubo guerras mientras una copa de haya acompañaba los
manjares. No había fortalezas, ni vallados y el pastor conciliaba el sueño, tranquilo, entre las
dispersas ovejas de su rebaño. ¡Ojalá hubiera vivido entonces! No habría conocido las funestas
armas del vulgo ni habría oído la tuba con el corazón en un puño. Ahora soy arrastrado a la
guerra y ya algún enemigo lleva los dardos que habrán de clavarse en mi costado”. (10)
Virgilio (70 a. C. - 19 a. C.) concordaba con sus colegas y en sus “Geórgicas” plasmó sus pensamientos sobre la “aurea seacula”: “Antes de Júpiter ningún labrador cultivaba la tierra, ni era
lícito tampoco amojonar ni dividir un campo por linderos; disfrutaban en común la tierra y
ésta producía por sí misma de todo con más liberalidad sin pedirlo nadie Él fue quien puso la
ponzoña venenosa en las negras serpientes y ordenó a los lobos hacer presa y a removerse el
mar y sacudió la miel de las hojas y ocultó el fuego y secó los arroyos de vino, que corría por
doquier, con el fin de que la necesidad, por el continuo ejercicio, originase poco a poco variedad de artes y en los surcos buscase la planta del trigo e hiciese brotar de las venas del pedernal
el escondido fuego. Entonces los ríos, por primera vez, sintieron sobre sí los troncos excavados
del aliso, entonces el marinero redujo a número los astros y les dio los nombres de Pléyades,
Híades y la brillante Osa, hija de Licaón. Entonces se inventó cazar a lazo las fieras, engañar los
pájaros con liga y cercar de perros las espesas selvas. Ya un segundo, escudriñando el hondo,
hiere con la red el anchuroso río y otro arrastra por el mar los mojados linos. De entonces data
el hierro rígido y la sierra de sonido agudo, pues los primeros hombres hendían con cuñas la
fibrosa madera. Entonces aparecieron los variados oficios. Todo lo venció el extremado trabajo
y la necesidad que aprieta en circunstancias duras”. (11)
El filósofo estoico Séneca (4 a. C. - 65 d. C.) fue otro romano que destacó la Edad de Oro como
un tiempo donde reinaba la Virtud y la Fraternidad entre los hombres: “Los tiempos dichosos
en que los dones de la naturaleza estaban a disposición de todos para que los usasen sin distinción, antes de que la avaricia y el lujo hubiesen desunido a los mortales y les hubiesen enseñado
a pasar de la convivencia al pillaje: no eran sabios aquellos hombres aun cuando realizaban lo
que conviene a los sabios.
Nadie, en verdad, imaginaría una condición mejor para el género humano, ni hombre alguno
a quien Dios permitiese regular las cosas terrenas y dirigir las costumbres de los pueblos elogiaría una situación distinta a aquella en la que, según cuentan, vivieron los hombres, entre los
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AXIS MUNDI
cuales “ningún colono removía la tierra; ni se permitía poner mojones en el campo o dividirlo
con linderos: cosechaban en común, y la propia tierra lo producía todo con más largueza de
lo que cualquiera le pedía”. ¿Qué generación humana hubo más feliz que aquélla? Gozaban en
comunidad de la naturaleza; ella se bastaba como madre para proteger a todos; ella constituía
la posesión segura de la riqueza pública. ¿Por qué no consideraré el más rico aquel linaje humano en el que no se podía encontrar a un pobre? En una situación tan felizmente organizada
irrumpió la avaricia y, mientras deseaba separar una parte para transferirla a su dominio, lo
puso todo en manos ajenas, y de la suprema abundancia terminó en la estrechez. La avaricia
introdujo la pobreza y por su desmesurada ambición lo perdió todo. (…) Ni el más fuerte había puesto todavía su ley al más débil, ni el avaro, ocultando lo que para él era superfluo, había
privado todavía a otros de lo necesario: era idéntica la solicitud por los otros que por uno mismo. Las armas estaban quietas y las manos, sin mancha con sangre humana, dirigían toda su
hostilidad contra las fieras.
Ellos, en verdad, no buscaban el oro, ni la plata, ni las brillantes piedras en las entrañas cenagosas de la tierra, y perdonaban, además, la vida a los mudos animales: faltaba mucho para que un
hombre, sin ira, sin temor, matase a otro hombre, sólo para darse un espectáculo. No disponían
todavía de vestidos bordados, aun no se hilaba el oro, ni siquiera se extraía del yacimiento”. (12)
En la obra apócrifa de Séneca titulada “Octavia”, un desconocido autor latino que imita el estilo
del célebre filósofo dice: “Yo creo que sin duda vivieron de esta forma aquéllos a los que, mezclados con los dioses, dio a luz la edad primera. No tuvieron ellos ninguna ciega pasión por el
oro; ninguna piedra sagrada, como árbitro para los pueblos, separó en la llanura los terrenos.
Todavía no surcaban el ponto temerarias las naves, cada cual conocía sus propios mares. No habían ceñido su costado las ciudades con amplio parapeto y con frecuentes torres. No empuñaba
en su mano armas crueles el soldado, ni, disparada, la ballesta había roto con pesada piedra las
puertas cerradas; ni la tierra, obligada a soportar un dueño, se sometía a la esclavitud de una
yunta de bueyes, sino que los campos, fecundos por sí mismos, daban pasto a los pueblos, sin
que ellos nada les pidieran. La selva les tenía ofrecidos sus recursos naturales y las umbrosas
cuevas sus viviendas naturales. Rompieron este pacto la impía locura del lucro y la ira sin freno
y la pasión que arrastra las almas con su fuego. Vino una sangrienta sed de dominio, se convirtió en presa del más grande el más pequeño, la fuerza quedó como ley.
Se empezó entonces a guerrear a manos limpias y convirtieron en armas las piedras y los troncos sin labrar. No existía el ligero cornejo armado de afilado hierro, ni espada que ciñera el costado con su larga hoja, ni cascos que ondearan a lo lejos la cabellera de su penacho. Las armas
las iba fabricando el rencor. Inventó nuevos artificios el belicoso Marte y mil formas de muerte.
Desde entonces la sangre derramada tiñó todas las tierras y el mar se puso rojo. Entonces los
crímenes, derribadas las barreras, fueron desfilando por todas las moradas y no hubo impiedad
que quedase sin modelo”. (13)
Años más tarde, el poeta Babrio (I-II a.C.), en el prólogo de sus Fábulas, relató: “Al principio
había una raza de hombres justos, Branco, hijo mío, a la que llaman edad de oro; después de
ésta dicen que vino otra de plata, y ahora estamos en la tercera, la de hierro. En la edad de oro
también los otros animales tenían voz articulada y conocían las palabras con las que nosotros
hablamos unos con otro; y celebraban asambleas en medio de los bosques. Hablaba incluso el
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pino y las hojas de laurel y el pez nadador conversaba con el marinero amigo, y los gorriones
trataban con el campesino de cosas inteligentes. La tierra producía de todo sin pedir nada a
cambio y entre mortales y dioses reinaba la camaradería”. (14)
A principios del siglo V d.C., y como enlace entre la filosofía romana y el cristianismo, Boecio
(llamado “el último de los romanos”) proclamó en su “Consolatio philosophiae”: “¡Feliz edad
la de aquellos hombres que sabían contentarse con el fruto de los campos feraces, que vivían
robustos lejos del lujo enervador, que en la simple bellota encontraban alivio a su ayuno prolongado! No conocían la mezcla de los dones de Baco con la fluida miel, ni sabían teñir en la
púrpura de Tiro el espléndido tejido de sedas orientales. El césped les brindaba mullido lecho
para un sueño reparador, en las rápidas corrientes de los ríos encontraban su bebida y bajo la
sombra de elevados pinos su descanso. No habían surcado el océano, ni jamás abordaran playas
remotas en busca de exóticas mercancías. Las trompetas guerreras seguían en silencio, y no se
habían enrojecido los campos con la sangre derramada a merced de implacables odios. ¿Por
qué despertaría el furor de la guerra para llevar las armas contra el enemigo sin que horrorizaran las atroces heridas, sin que se viera el premio de la sangre vertida? ¡Ojalá volviésemos a las
sencillas costumbres de antaño! Pero... ¡más furiosa que las llamas del Etna nos avasalla la ardiente pasión de la codicia! ¡Ah! ¿Quién sería el primero que sacara de las entrañas de la tierra
el tesoro maldito del oro y la pedrería?” (15)
En el próximo artículo continuaremos haciendo un repaso a las múltiples fuentes de la Edad
de Oro y la sociedad primordial, pasando de los grecolatinos a los sumerios, persas, judíos y
cristianos.
Notas bibliográficas
(1) El nombre de “teólogo de los griegos” se lo dio a Hesíodo el neoplatónico Proclo
(2) Hesíodo: “Los trabajos y los días”
(3) Compárese con el Tikún Olam de la Cábala
(4) Citado por Nicandreo y Porfirio
(5) Platón: “Cratilo”
(6) Platón: “Leyes”, IV
(7) Platón: “Político”
(8) Porfirio: “Sobre la abstinencia”
(9) Ovidio: “Las metamorfosis”
(10) Tíbulo: “Elegías”
(11) Virgilio: “Geórgicas”
(12) Séneca: “Epístola XC a Lucilio”
(13) Seudo-Séneca: “Octavia”
(14) Babrio: “Fábulas”
(15) Boecio: “La consolación de la filosofía”
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Recortes de prensa
La telepatía a miles de kilómetros de distancia ya es posible
Un equipo de científicos de Barcelona ha conseguido transmitir un mensaje de cerebro a
cerebro desde Estrasburgo hasta una ciudad de la India
“Hola”. Ésta fue la primera palabra que un equipo de científicos ha conseguido transmitir
mediante telepatía. Y lo ha hecho, nada más y nada menos, desde Estrasburgo hasta la localidad
india Thiruvananthapuram.
Los 7.700 kilómetros que separan estas dos ciudades no han supuesto ningún problema para
que los catalanes Carles Grau, Alejandro Riera y Giulio Ruffini –en colaboración con tres
científicos más empleados de Axilum Robotics– consiguieran por primera vez que dos cerebros
se enviaran un mensaje de forma consciente.
Los sistemas sensoriales y motores humanos son los que proporcionan los medios naturales
para el intercambio de información entre las personas. Según explica el equipo de científicos en
el portal plosone.org, el reciente desarrollo de interfaces cerebro-ordenador (BCI) y ordenadorcerebro (CBI) han hecho posible la creación de un sistema de comunicación que funcione de
cerebro a cerebro.
El estudio, financiado por Starlab Barcelona, logró la transmisión consciente de información
entre dos cerebros humanos a través del cuero cabelludo, sin necesitar la intervención del
sistema motor o los sistemas sensoriales periféricos.
El equipo de científicos asegura que el éxito del experimento abrirá nuevos espacios de
investigación en neurociencia cognitiva, social y clínica, y contribuirá al estudio científico de
la conciencia. “Esperamos que la tecnología hyperinteraction tenga un profundo impacto en la
estructura social o nuestra civilización y plantee cuestiones éticas importantes”, declaran.
Tomado de “La Vanguardia” (España), 3/9/2014
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Entrevista a Ramiro Calle
“Hay un supermercado espiritual con los peores mercaderes”
El señor menudo, delgado, frágil como un pelo de su barba que abre la puerta de un céntrico
piso de Madrid ha vencido a la muerte, conocido el amor y comprendido el sentido de la vida.
Son tres hipérboles, por supuesto, pero no demasiado exageradas. En 2011 estuvo 23 días
en la UCI con escaso margen para la supervivencia tras contraer la bacteria de la listeria en
Sri Lanka. Con algunas de las cuatro mujeres con las que ha compartido vida cree haberse
acercado a eso que llama almor o amor del alma. Y en los más de 50 años que lleva camino del
autoconocimiento dice haber llegado a «instantes de hiriente lucidez».
Ramiro Calle (Madrid, 1943) pasa por ser dos cosas, el introductor del yoga en España y, en
la prensa, el profesor en esta disciplina de Rodrigo Rato. También de Gabino Diego, Fernando
Verdasco y, asegura, otras 500.000 personas desde que, en 1971, abriera en Madrid el centro
Shadak. Autor de 250 libros, los dos últimos son Viaje al fondo de mí mismo y La dicha del
alma. Aún practica y enseña yoga, cualquiera lo puede comprobar en Facebook (www.facebook.
com/pages/Ramiro-ACalle). Y mira el mundo con cuanta serenidad y desapego puede.
Pregunta. Según un informe de la Comisión Europea, uno de cada cuatro euros de las
contrataciones públicas se queda en manos de los corruptos. Tres de cada cuatro europeos
creen que la corrupción está generalizada. ¿La meditación y el yoga nos salvarán de esto?
Respuesta. Yo lo llevo diciendo 50 años: la corrupción es inevitable si no cambia la mente del
ser humano. La gente cree que solo haciendo reformas externas va cambiar el mundo. No; si
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el reformador no cambia y reforma su mente, ¿qué reforma va a hacer? Si los políticos que nos
dirigen son ciegos conduciendo a otros ciegos, al final, todos al barranco.
¿Y lo son, lo somos? ¿Ciegos conducidos por otros ciegos?
Sí. Los poderosos explotan nuestro instinto del borreguismo, nos manipulan. Si no hay
reacción es porque la gente no sabe cómo reaccionar: ciegos ante otros ciegos más poderosos.
Lo dijo Krishnamurti: «Los políticos no son gente de fiar».
Pero no es un problema solo de políticos. ¿O sí?
No, entre las insanías y discapacidades de esta sociedad, está esa perseverante reafirmación del
ego. Todo es envanecerse. La ostentación ha llegado a tales grados de exceso en ciertas capas
sociales que es una continua afrenta, un juego de insultantes oropeles. Pero esta sociedad
enferma no nace gratuitamente. Nace de unos políticos enfermos y unos subordinados
también enfermos.
¿Más que cuando usted abrió su centro de yoga, en 1971?
Estamos más enfermos de codicia, de envanecimiento, de esa necesidad compulsiva de alardear
y apuntalar nuestra imagen, sí.
La pregunta, así formulada es sencilla, incluso cándida, pero, ¿por qué si podemos ser
buenos somos malos?
Por inseguridad, por miedo, porque no estamos interiormente completos. Hay un impulso
sagrado en nosotros hacia la dicha, pero tenemos que abrirle camino. El sentido de lo cósmico
se ha perdido, esta sociedad es una fábrica de narcisistas.
A usted, como instructor de yoga, habrá acudido mucha gente con ese pecado del
narcisismo.
He dado clase a más de 500.000 personas y he tenido sesiones privadas con gente en este
mismo sofá en que usted está sentado. Grandes magnates. Y alguno me ha dicho: «Ramiro,
conozco gente superrica y la mayoría son unos desgraciados». Son triunfadores fracasados.
Han triunfado en sus metas externas, pero están vacíos de sí mismos.
¿Cómo descubrió usted el yoga?
Tenía 15 años y escuché que era «un método para el dominio de la mente». Desde la infancia
a mí no me gustaba la vida, no quería vivir. Mi mente era un desorden fabuloso, así que
empecé a buscar libros, a trabajar intensamente en el descubrimiento del yoga... Y hubo la
gran fortuna de que se radicó en Madrid un maestro venido de la India. Mi madre iba a sus
clases y un día me llevó.
¿Es ese maestro que menciona en «Viaje al fondo de mí mismo» (ed. Kailas, 2014), a quien
nunca vio hacer una postura?
Exacto, je, je, je, je...
¿Abundan ese tipo de personas?
Los hay, y hay que desenmascararlos. De unos años a esta parte el yoga es un gran negocio.
Salen profesores como tornillos de una fábrica, sin preparación, porque les engañan. Y hay
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tantos que se les explota. Algunos están dando clases por siete, por ocho, por 10 euros la
hora. Yo pago a mi señora de la limpieza 18 euros a la hora y a un profesor de yoga se le están
pagando siete...
¿El yoga se ha desnaturalizado?
Sí. Muchas veces se ha convertido en puro fitness en los gimnasios: el yoga bikram, a 40
grados..., cualquier persona con sentido común sabe que hacer yoga a 40 grados es como
ponerse a correr a las tres de la tarde en Sevilla... El yoga unido a pesas; el yoga unido a artes
marciales... El occidental es tan promiscuo en todo, necesita tanto el consumismo, incluso
espiritualmente, que ha surgido el supermercado espiritual: hoy hago este yoga, mañana este
otro, luego este tai chi...
¿Vivimos, entonces, tiempos de consumismo espiritual?
Sí, ha surgido un supermercado espiritual extraordinario que ha dado a lugar a los peores
mercaderes, los mercaderes del espíritu. Uno sabe cómo es un banquero, un hombre de
negocios, un tiburón de la Bolsa. Pero estos mercaderes del espíritu, estos falsarios, son
terribles. Hay que desenmascarar este juego de la formación de profesores que luego no van a
tener seguridad social, ni nómina, ni un sueldo decente. Y ahora quieren federar el yoga, que
se regule y que sólo puedan ser maestros quienes ellos digan, que es algo vergonzoso. Es como
si a Buda, a Jesús, a Ramakrishna, a san Francisco de Asís les dijeran: «No, ustedes no valen
nada, porque no tienen título...».
Sé que me va a decir que no aunque me engañe, pero, ¿es su caso? ¿Superaría su centro una
inspección de Hacienda o de Trabajo?
Es que las ha superado. Ahora mismo tengo una secretaria y tres profesoras, todo legalizado.
Le puedo decir hasta lo que les pago: se está pagando, a veces, siete euros y yo les pago 37
euros la hora.
De los llamados líderes espirituales mundiales ni hablamos...
Eso ya es el gran negocio. Ayer me comentaba un amigo que va a hacer un congreso combinando
música y espiritualidad en unas carpas y que lo quiere hacer muy económico: a cinco euros la
entrada. Entonces cogió y llamó a Deepak Chopra [un conocidísimo gurú estadounidense].
A su secretaria, claro, él no se pone. Preguntó si podría venir a dar una conferencia. Le
pidieron 350.000 euros. Por una conferencia. Y cuando este amigo dijo que lo querían hacer
barato, para todo el mundo, le contestaron: «Bueno, es que cuando él da una conferencia se
pueden cobrar 1.500 euros por entrada, porque la gente los paga». Hay un lado siniestro en
esta seudoespiritualidad. De eso se han aprovechado muchos gurús indios. Han visto que en
occidente pagamos cerrando los ojos, sin discernir, como mentecatos, y han venido a hacer
su agosto.
¿Cuánto dinero ha ganado usted con el yoga?
¿Con el yoga? Nunca oculto que soy una persona acaudalada y que eso me permite, además,
compartir con los demás. Siempre lo digo: después del éxtasis, la colada. Con la mente en el
cielo, pero con los pies en la tierra. Nunca busqué dinero, pero el dinero me vino. En primer
lugar por las herencias de mi padre [próspero agente inmobiliario fundador de Exclusivas
Ramiro] y de mi tío [el escritor Frank Yerbi, autor de best sellers como Mientras la ciudad
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dormía]. Y luego, tengo 250 libros publicados, el centro de yoga, las clases particulares... Pero
nunca busqué el dinero. De hecho, mi padre le dijo a mi hermano: «Miguel Ángel, tenemos
que mentalizarnos en la familia de que siempre tendremos que mantener a tu hermano».
Ha mencionado a san Francisco de Asís. ¿Qué opinión le merece el Papa Francisco?
A toda persona que esté en el intento de desmontar el boato de la Iglesia, hay que darle la
bienvenida y un voto de confianza.
Comentaba antes que fue con su madre a su primera clase de yoga y suele decir de ella que
fue muy importante en su vida. ¿Cómo era?
Mi madre era un personaje único: escritora, poetisa espiritualista... Me tuvo con 17 años y
era como mi amiga íntima, mi maestra. desde el principio me dio a leer Los ojos del hermano
eterno, de Stefan Zweig, Siddhartha, de Herman Hesse, La vuelta al mundo de un novelista,
de Blasco Ibáñez... Ella me empezó a hablar de la India.
¿De dónde le venía esa vocación? En la España de entonces debía de ser una entre un
millón...
Era así, simplemente, una librepensadora... Era hija biológica de un poeta bohemio muy
famoso en quien Joaquín Sabina dice siempre haberse inspirado, Emilio Carrere, pero no le
venía de ahí. Era una niña muy inquieta. Siempre fue una librepensadora y nos supo transmitir
a sus tres hijos su afán por los libros.
Su padre, en cambio, ha dicho alguna vez, aprendió a leer de adulto.
Sí, fíjese qué curioso. Ella, una niña con una formación intelectual enorme y él, hijo de una
familia de campesinos superpobres que se fueron del pueblo a Francia a vendimiar, porque
eran superpobres.
¿De qué pueblo?
De Gumiel de Izán, en Burgos. Al volver de Francia los del pueblo empezaron a decir que eran
los afrancesados, los de izquierdas, y al comienzo de la Guerra Civil a mi abuelo y a mi tío los
fusilaron. Mi padre logró salvarse porque cogió un tren de mercancías a la desesperada y se
vino a Madrid sin nada, sin saber escribir. Aprendió con un diccionario y sobrevivió vendiendo
por Madrid latas de conservas y chorizos. Luego llegó a montar un pequeño imperio, creó los
APIS, los colegios de agentes de la propiedad inmobiliaria. Se dedicó a los negocios toda su
vida.
En «Viaje al fondo de mí mismo» dice que los colegios a los que usted acudió de niño eran
«campos de concentración».
Totalmente. Yo no encajaba en los parámetros estudiantiles de la época.
¿Lo siguen siendo?
La educación es nefasta, la asignatura pendiente, entre otras muchas, del ser humano. El niño
recibe toda clase de mensajes contradictorios. Por un lado se le dice: «Sé bueno», pero por
otro se le invita a competir atrozmente con sus compañeros.
¿Cómo debería ser un colegio?
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Un colegio debería ser humano. Pero también debería ser humano el trato a los profesores. No
sabe la de profesores que vienen al centro de yoga con depresiones profundas. Es terrible. Hoy
los niños reciben la educación más perversa que puede haber. Los de clases acomodadas son
insoportables, caprichosos, antojadizos. Pero volvemos a lo mismo: si los que hacen las leyes
educativas son ellos mismos un desbarajuste interior, ¿qué va a salir de ahí? Si los padres son
unos neuróticos, ¿cómo no lo van a ser los hijos?
Preparando la entrevista he leído un artículo muy duro que publicó cuando se supo que el
Rey había estado cazando en Botsuana...
Sí. Es que, como decía en ese artículo, los elefantes también lloran. Matar a criaturas inocentes
por diversión es atroz, lo haga un monarca o un mendigo.
Más allá del lance de la caza, ¿diría que el Rey es una persona en equilibrio interior, en paz
consigo, con un cierto grado de felicidad?
No, yo no creo que el rey sea en absoluto feliz. Ser socarrón, dicharachero, dar esa imagen no
quiere decir, en absoluto que sea feliz. Ni el rey ni la reina, a la que sí he conocido y me pareció
una mujer con una gran sensibilidad y un gran amor a los animales. Qué curioso que su
marido vaya a masacrarlos... Pero, bueno, en los matrimonios cada uno tiene sus diferencias,
lógicamente.
Los matrimonios... Una institución, le cito, «aberrante y antiamorosa»...
Hay que ser muy prudente para no herir sensibilidades, pero el matrimonio a menudo se
vuelve matricomio. Nos vemos obligados a pasar por un contrato matrimonial solo por
conveniencia, pero en cuanto escarbamos un poco, el 90% de los matrimonios se asienta en
vínculos afectivos insanos, no nos engañemos.
Y sin embargo, usted ha «caído» dos veces, la última el pasado mes de junio...
Sí, así es. Sabiendo que es una situación aberrante, la asumí libremente. Después de haber
pasado por una grandísima enfermedad, y con 70 años, 24 más que Luisa, pensé que era lo
mejor para no complicarle las cosas si me pasaba algo.
¿Alguna vez ha alcanzado instantes de consciencia plena?
He llegado a instantes de hiriente lucidez.
Desde esa lucidez, ¿tiene respuesta a la gran pregunta: qué hacemos aquí?
Un maestro mío, Ramesh Balsekar, decía: «Qué egocéntrico el tornillo de un portaaviones
que quiera comprender al portaaviones, qué egocéntrica la célula que quiera comprender al
cuerpo». Son el egocentrismo y el antropocentrismo occidentales. No somos nada en realidad.
Y lo importante no es comprender para qué estamos, sino comprender que, ya que estamos en
el camino, lo mejor es recorrerlo con algo de amor, compasión y generosidad.
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El cuenco vacío (I)
Eduardo Ciotola Mosnich
Dedicado a Ursula Piaggio que inspiró esto.
El Escribiente había llegado temprano a la cita. El cibercafé fijado como punto de encuentro
bullía de gente muy diversa, por lo que encontrar la mesa ideal era simplemente utópico pero
había aprendido a no perder la Esperanza, por lo que musitó unas cuantas palabras en la confianza que le sería provisto el lugar adecuado para conversar con alguien a quien nunca había
visto antes, y de quien solamente tenía las referencias ambiguas que el Facebook podría dar.
-Si es mío, vendrá a mí – pensó esperanzado en que le sería proveída la mesa idónea para la
reunión.
Y efectivamente, una pareja de universitarios despreocupados se levantaron de una mesa que
no era la ideal, pero era mucho mejor a nada.
El Escribiente se apoderó del lugar tirando sobre la mesita su Agenda negra de la cual, como
buen periodista que era, jamás se desprendía y en donde apuntaba todo lo que le ocurría. Era
más que una Agenda. Era su Bitácora. Y junto a la Bitácora, el libro que recién había comprado
y que lo tendría atrapado un par de días más: “La ladrona de libros”.
-Buenísimo, pensó tanto por el libro como por la mesa libre. Gracias, Padre-Madre, terminó
pensando.
Por lo menos las primeras páginas de la novela que traía ya le habían, literalmente, robado la
atención y eso hacía al libro, doblemente bueno, en principio porque ese solo hecho le hacía
ya, honor al título de la obra.
Miró el reloj y quedaban cerca de media hora para el encuentro. Buscó de ubicarse mirando
hacia la puerta de ingreso y sabía que no podría avanzar en la lectura. Le molestaban los revoloteos y había mucha gente zumbando a su alrededor e ideas haciendo lo mismo en su mente,
pero la que más distracción le causaba era la posibilidad de ensimismarse en la lectura y no
darle atención a la llegada de una interlocutora a la cual nunca había visto.
Acarició el libro más como disculpa que con intención de leerlo. Igual era una compañía y
mientras iba pensando en cómo llevar la entrevista miraba atento a quienes ingresaban al café.
Cualquiera de las mujeres que entraban podía ser. ¿Cualquiera?
A la hora exacta entró una dama y El Escribiente dedujo que era ella porque salvo algunos detalles mínimos, correspondía al estereotipo que se tiene de una mujer dedicada plenamente a
actividades espirituales. La Mensajera, pensó.
La Mensajera paseó su mirada por encima del bullicio y le atrajo la mirada de El Escribiente.
Por el estereotipo, debe ser él, pensó la Mensajera. Tiene toda la apariencia del buscador que
pregunta y escribe, se dijo.
Y no se equivocó.
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El Escribiente hizo un gesto con la mano intentando un saludo entre tímido y audaz. La Mensajera le devolvió el saludo con una sonrisa y una pregunta en la mirada:
-¿Tú? ¿Eres tú? Debes ser tú. – le dijo la mirada.
El Escribiente la llamó por su nombre y ella se acercó con paso firme. El Escribiente se dio
cuenta por su forma de caminar, que era una mujer de decisiones y acostumbrada a dar instrucciones.
Se saludaron e intercambiaron apretones de mano, nombres, sonrisas y protocolares besos en
la mejilla.
-¿Te tomas un café o algo? – preguntó El Escribiente.
-Sí, un café viene bien. Sin azúcar. Yo uso estevia y siempre llevo algo de eso conmigo.
El Escribiente trajo dos vasos de cartón con la aromática bebida mientras la Mensajera terminaba de reordenar su gran bolso luego de sacar un frasquito con pequeñas pastillas del endulzante.
¿Estevia? – preguntó El Escribiente – qué bueno que hayas traído. Ya dejé el azúcar y hasta prefiero tomar el café puro antes que ponerle azúcar.
Intercambiaron opiniones sobre el tema hasta que la Mensajera aprovechó un breve silencio y
enrumbó la reunión de manera categórica:
-Y bueno ¿cómo hacemos el programa?
El Escribiente se relajó porque no quería ser descortés entrando de frente al tema y esa tarea la
asumió la Mensajera.
Efectivamente, El Escribiente le explicó el tono del programa radial que venía conduciendo
desde hacía dos años. Siempre los viernes, siempre al final de la noche, siempre en directo,
siempre contento al final de las entrevistas.
-¿Y cómo se animaron a escribirme? Preguntó la Mensajera sosteniendo la pregunta con el
brillo de sus ojos claros y transparentes que dieron más tranquilidad a El Escribiente quien
siempre pensó que son las ventanas del Alma.
-Bueno, siempre tuve una gran inquietud sobre el tema de los Milagros. Tuve la oportunidad de
seguir el famoso “Un curso de Milagros” y la verdad es que me fue difícil navegar dentro de él.
-Sí, dijo la Mensajera. Ese libro tiene sus particularidades. No es fácil de entender.
-Y de aceptar, interrumpió El Escribiente, tiene varias afirmaciones que no son totalmente
convincentes a mi entender, y tampoco encontré a nadie que me guiara en el tema. Lo dejé llevándome lo mínimo para saber de qué se trataba y me dije: más adelante lo retomo...
El Escribiente calló dejando implícita la invitación para que la Mensajera se pudiera despachar
como quisiera sobre el tema. Ella, de manera puntual le disparó un:
-Qué es lo que no te queda claro ¿el libro o los milagros?
-Los milagros…
-¿Y qué hay con ellos? ¿no crees en milagros?
El Escribiente se acomodó en el sillón y se inclinó hacia la mesa que lo separaba de la Mensajera. Su comunicación no verbal se adelantó a decir que haría una confesión.
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La Mensajera se adelantó hasta sentarse al borde de su sofá, manteniéndose erguida y laxa
mientras daba vueltas a su café. Su comunicación no verbal se adelantó a decir que escucharía
una confesión. Una sonrisa con atisbos de autosuficiencia cruzó su rostro y se dispuso a escuchar.
-Creo en los milagros, sé lo que significan y qué alcances tienen. Creo también que los seres
humanos ya estamos en condición de hacer milagros y de hecho creo que los hacemos a diario.
Lo que no sé es cómo se hacen y porqué no son tan frecuentes como uno espera. O llegan tarde
o no llegan.
-Llegan y nunca tarde…
El Escribiente calló ante afirmación tan categórica. Nuevamente la Mensajera le estaba diciendo quién era la entrevistada y quién el entrevistador aún antes de que el programa se hiciera
porque el objetivo de la reunión era preparar la entrevista que realizaría en un par de días.
Y El Escribiente entendió varias cosas; entre otras, que el programa que vendría ese viernes,
prácticamente no iba a ser técnicamente conducido por él y en segundo lugar, que le faltaría
tiempo para atender plenamente el tema de la entrevista.
-A propósito, preguntó la Mensajera ¿cuál va a ser el título de la entrevista?
El Escribiente no dudó.
-Aprendiendo a hacer milagros.
El Escribiente dudó.
-¿Te parece… bueno el título?
La Mensajera no dudó:
-Pero claro, si es eso lo que hacemos… ¿no? Hacemos milagros y en este Seminario los enseñamos a hacerlos.
La Mensajera cambió de dirección su mirada y se puso a hurgar en su mente.
-No. No enseñamos a hacerlos. Les rememoramos cómo hacerlos. La gente ya lo sabe pero lo
ha olvidado…
-Ah, como el ser dioses…
-Sí, como el famoso “sois dioses…”. Tienes razón.
El Escribiente pasó al ataque:
-Dime ¿Qué es un milagro para ti?
La Mensajera lo miró con paciencia. Sabía de antemano por dónde iría la estocada y de modo
tranquilo pero directo la desvió:
-Creo lo mismo que San Agustín.
El Escribiente se reacomodó aguardando en silencio.
-Los milagros no ocurren en contra de la Naturaleza. Ocurren en contra de lo que nosotros
sabemos de la Naturaleza.
-Entonces… eso quiere decir…
-Que todos podemos hacer milagros.
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El Escribiente respiró aliviado y retrocedió en su asiento buscando una mejor posición para
disfrutar lo que había recibido. La respuesta no sólo era contundente. Decía mucho de la Mensajera y lo tranquilizó al percatarse que no estaba hablando con una santona newage. Intentó
otra estocada:
-Pero eso ¿no es algo un tanto… new age?
-¿Qué es new age?
El Escribiente hurgó en su mente hasta que la Mensajera rasgó el silencio:
-Mira, para comenzar es fácil ser anti new age, pero si se le pregunta a cualquiera de ellos en
contra de qué están? Te darán respuestas distintas. Los mismos anti new age no saben contra
quién ni contra qué están. Son tan diversos y dispersos como lo que combaten.
-De otro lado, continuó la Mensajera, el anti new age se ha convertido en una vidriera de piscianos kamamanásicos que, como todo lo ven difícil, terminan no haciendo nada. Salvo leer a
Blavatsky, no entenderla y criticar a Coelho…
El Escribiente estalló en una gran carcajada. A la Mensajera le gustó. Alguien que se ríe así es
confiable, se dijo.
-Escribiente, los tiempos ya han cambiado. Aunque los piscianos antinewage digan lo contrario por apego. No han cambiado totalmente, pero han cambiado. Y esto ya fue advertido hace
miles de años. Un Maestro dijo alguna vez: “De cierto, de cierto os digo: el que en mí cree, las
obras que hago, él las hará también; y aun mayores hará…”. Y ¿podemos decir que Cristo es
new age? Él ya advirtió que haríamos lo mismo que él y que haríamos más… la diferencia es,
querido Escribiente, que ya son los tiempos. Y cuando gente de buena intención quiere poner
esto y todo lo que esto significa e implica, en práctica, los critican y hasta los combaten.
-Bueno, me ha pasado. Gente que incluso dice militar en organizaciones filosóficas que le siguen teniendo miedo a sus propias facultades latentes, y hasta algunas sostienen que su religión
no se lo permite…
-Pero sí se lo permiten a sus gurúes y a sus pastores… ¡eso no es creíble! Eso no es aceptable…
¿Te das cuenta?
El Escribiente se dio cuenta.
-Lo que pasa, Escribiente, es que esas posiciones intelectualonas y kamamanásicas son las nuevas cavernas… las del Mito platónico… ¿sabes lo que significa todo eso para aquellos que hablan mal de los siddhis?
-No
-¡¡Que tendrían que dejar su zona de confort!! Y eso les molesta. Prefieren la espiritualidad
libresca.
La Mensajera bajó la vista y con ello el tono de voz que se hizo más pausado, reflexivo y compasivo…
-De ellos… sólo será el reino de las sectas.
El Escribiente ensayó otra estocada:
-Hace un rato hablaste de Blavatsky.
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-Sí… ¡Maestra! Oh maestra, maestra cuántas sectas se cometen en tu nombre…
Rieron de la ocurrencia, extraña mezcla Corday y HPB, le pareció ingenioso y creativo. La entrevista radial de esa semana prometía y mucho. El Escribiente se entusiasmó.
-Pero Blavatsky hizo serias advertencias sobre los Siddhis…
-Y no es la única que lo advirtió.
Hizo una pausa sorbiendo tranquila y segura un sorbo del café casi tibio. Y continuó diciendo:
-Mira, ¿sabes cuándo nace un sectario? Cuando alguien empieza a mirar el texto fuera del contexto. Una señal más de que los kamamanásicos antinewage son unos sectarios, es que piensen
así, porque se lo han dicho. Pero no comprenden el contexto histórico en el cual se dijo, ni para
quién se dijo. Fue en la época más densa de la era pisciana y a comienzos del siglo pasado. Para
los hombres de esa época. Pero… ¿no crees que hemos evolucionado?
-Algunos sostienen que no, por las cosas que vemos…
La Mensajera tomó su celular y se lo mostró…
-¿Ves este celular? ¿Es igual al que tuviste hace uno o dos años atrás?
-Evidentemente que no… los de ahora tienen más funciones, más atributos y más beneficios,
más productividad…
-Y si este celular ha podido evolucionar…. ¡¡¿por qué el Ser Humano no?!!
¡Touché! Contundente, pensó El Escribiente e hizo un breve silencio para disfrutarlo…
-Se acusa a la técnica que uso para trabajar milagros, que es facilismo. Error. Facilismo es creer
que todo puede cambiar y que ha cambiado, menos la capacidad del Ser Humano para hacer
nuevas cosas. La mezquindad de esa gente intoxicada de separatas ochenteras es negarle al Ser
Humano, lo que sí le conceden a las cosas que usan… ¡¡¡y dicen combatir el materialismo!!!
Buenísimo, pensó El Escribiente. La entrevista de esta semana será nutrida. Hay tema y mucho
y como periodista, El Escribiente se mostró satisfecho y más. Entonces decidió cambiar el tono
de la conversación.
-Mensajera dime: ¿por qué no hay milagros en nuestras vidas?
-Los hay y todos los días. Pero si no los vemos o tenemos, no es por culpa ni responsabilidad de
Dios o el Padre Madre o el Gran Arquitecto o la Fuente Primordial o como deseen llamarlo….
es por nuestra propia y única responsabilidad. Y no digo culpa, porque no me gusta usar esa
palabra. Ya hablaremos de eso.
-Entonces…
-Escribiente, desde ya te invito a que vengas con nosotros este fin de semana. Ahí entenderás
que la Fuente, el Inmanente o Dios es simple…los complicados somos nosotros que hemos
terminado creando un dios a nuestra imagen y semejanza.
La Mensajera se entusiasmó. Continuó:
-Lo primero que tenemos que hacer es ir más allá del Conocernos a nosotros mismos. E ir más
allá no sólo significa Conocernos sino sobre todo Re-conocernos. Y cuando eso ocurre te das
cuenta que somos como Cuencos que deben estar siempre vacíos.
-¿Somos Cuencos vacíos?
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-No. Pero deberíamos serlo.
-¿Vacíos?
-Sí. Vacíos.
-Pero ¿existe el vacío?
-No. Es una manera de decirle a nuestra mente concreta, a nuestro Intelecto, a nuestro kamamanas, lo que debe permitir y lograr. En realidad un Cuenco nunca está vacío. Está lleno de
Sonido en potencia, un Sonido latente. De eso hablaremos mucho.
El Escribiente entendió que estaba ante un umbral de posibilidades. No podía abarcarlo todo.
Intentó abordar algo nuevo.
-Mensajera, hay algo que me inquieta aclarar. Los milagros ¿son enigmas o misterios?
-Son misterios porque la palabra misterio proviene del latín Mystes que significa Silencio. Por
eso no entendemos los milagros. Porque tenemos el Cuenco lleno de ruido y densidades, entonces el Vacío y el Silencio, que son fundamentales en la comprensión y realización de los
milagros, nunca pueden darse.
Clarísimo, se dijo El Escribiente en silencio.
Miró los ojos transparentes de la Mensajera y se lo agradeció desde el Alma. La Mensajera lo
entendió.
-Mira, ven este fin de semana con nosotros. Ahí, en directo y no por mi palabra, sino por tu
propia y directa vivencia, entenderás todo esto y más. Recuerda que otra condición importante
para que en tu vida se obren los milagros, es entender que eres esencialmente milagroso. Pero
esto tendrás que comprenderlo desde el Silencio luego de que termines de hacer Vacío en tu
Cuenco. Así empieza todo. Así se hacen y nacen los Milagros.
El Escribiente se sumió en el confort del silencio.
-No te angusties. No es new age. Lo dicen las Escrituras y en el antiguo testamento.
Y luego la Mensajera terminó recitando:
-“Es potestad de Dios ocultar la Verdad…y privilegio de los Reyes descubrirla” Y ya son los
tiempos, Escribiente. Ya son los tiempos.
El Escribiente se despidió de la Mensajera y marchó enrumbando sin rumbo aspirando el perfume que la Mensajera había impregnado en su mejilla al despedirse. La marca del perfume era
Sprit Espoir.
Espíritu de Esperanza. Nunca mejor puesta una marca.
Ese fin de semana, El Escribiente decidió ir al reencuentro. Y fue.
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Humor
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