93 LATERCERA Sábado 18 de octubre de 2014 LOS SOCIOS DE LA GALERIA Sociedad Cultura Daniel Budnik Constanza Sumar locura americana parcialmente encauzada por la TV y su impacto colectivo. De esta fábula, ha comentado Fincher, podía salir una “película de misterio”, un “thriller absurdo” o una “sátira”. “Es algo que nunca había visto y quise darle una oportunidad”. En paralelo al saludable desempeño en boletería, la crítica vuelve a aplaudirlo. Para Kenneth Turan, de Los Angeles Times, la película tiene un reparto soberbio, desde los protagonistas hasta el último papel, y está “impecablemente dirigida por Fincher y elaborada por su equipo habitual”, mostrando así “las cosas notables que pueden pasar cuando un cineasta y su material calzan así de bien”. “No hay lugar seguro” Más contenido que Turan, The Economist habló de una película “brillantemente glacial”, que “puede no ser un filme perfecto, pero sí una adaptación perfecta”. Lo que pone a lectores y espectadores a las puertas de las odiosas comparaciones, tema que a su vez conduce a eso de que las obras maestras literarias rara vez dan grandes películas… pero que con el resto de la narrativa puede pasar cualquier cosa. El bestseller de Flynn sigue las vías paralelas de Amy y Nick Dunne (Affleck y Pike). Ella, hija mimada e intelectual de una pareja de escritores; él, un ser más pedestre: un freelancer del periodismo, tocado por la crisis subprime de 2008. Ambos hicieron su vida en Nueva York, pero la cesantía persuade a Nick a convencer a su esposa de radicarse en su pueblo natal de Missouri, donde el hombre, junto con su hermana, van a instalar un bar. Y si las cosas ya estaban complicadas, se pondrán peor cuando, el día del quinto aniversario de matrimonio, Amy desaparece, intrigando a la policía local y, más tarde, a millones de televidentes. Pero la historia no está contada linealmente, ni en el libro ni en la película: hay viajes de ida y vuelta, se alternan los puntos de vista -y la voz en off- de uno y otro cónyuge. Desde cómo se conocieron y enamoraron, hasta el insólito desenlace, pasando por evocaciones varias y recuerdos intencionadamente falsos, llegado el caso. Y si bien la cinta puede seguir al libro en sus idas y venidas, deja de lado el tono listillo y el humor cultural pop/inteligente que abundan en sus páginas. Igualmente, da vida y discreto esplendor a personajes más bien ignorables en el papel. Contar mucho de la intriga de Perdida puede ganar enemistades. Pero contable es que Affleck, ambiguo y taciturno, tiene uno de los papeles de su vida. Que pocos filman con la sapiencia de Fincher ni crean sus atmósferas. O confirmar que el consagrado director se las bate exitosamente con literatura de muy distinto calado, de La chica del dragón tatuado a El curioso caso de Benjamin Button. Puede ser que la sicosis de ciertos personajes esté pasada de revoluciones. Pero nada le quita a Fincher lo comido ni lo filmado. Ni lo aparta de una convicción: “Allí donde asoma la naturaleza humana, ningún lugar es seguro”.b RR Sergio Parra en su nuevo espacio para las artes, en calle Merced 316. FOTO: JOSE LUIS MUÑOZ Metales Pesados Visual: Sergio Parra estrena galería de arte R El librero de 50 años abre a inicios de noviembre una sala en calle Merced, donde pretende difundir la obra de jóvenes talentos. Denisse Espinoza A. A simple vista parece un hombre de negocios convencional. Vestido siempre de estricto terno negro, camisa blanca y zapatos de charol, Sergio Parra (50) lidera una de las librerías más exitosas del circuito independiente santiaguino. Nadie pensaría que en los años 80 prefería la marginalidad, abrazarse a una botella de pisco y escribir, en el filo de la noche, los más sentidos poemas. “Te amo con tu barriga cervecera, con este vuelo de locura, con este mismísimo dolor que siento cada noche”, anotaba en La manoseada (1987), su primer libro con el que se inscribía dentro de la escena de artistas locales, que desde el margen hacía arte en dictadura. Claudio Bertoni, Diego Maquieira, Raúl Zurita y Pedro Lemebel eran los escritores con los que se codeaba por esos días. Y ahora también, claro que desde otra posición. Hasta fines de los 90, Parra trabajó en las editoriales Lom y Cuarto Propio, y siguió escribiendo poesía, pero en la década siguiente se decidió a emprender su propio negocio. Se rehabilitó definitivamente del alcoholismo y en 2003 abrió con su socia, Paula Barría, la li- brería Metales Pesados, en el barrio Bellas Artes, punto de encuentro obligado de los escritores locales y los que no también. Mario Vargas Llosa, J. M. Coetzee y Paul Auster han visitado la librería en su paso por Chile. En el recorrido, de poeta a empresario, Parra ha cultivado otra pasión más: el coleccionismo de arte. Desde los años 80 comenzó a reunir obras de sus amigos de esa época, los artistas del Cada (Lotty Rosenfeld, Zurita), Juan Pablo Langlois, Eugenio Dittborn, Carlos Leppe. Y en los últimos años ha adquirido piezas de artistas jóvenes, incluso dedicó un pequeño gabinete de su librería para mini exposiciones. El que ahora se amplía a un espacio de 600 m cuadrados, a unas cuadras de su centro de operaciones. En calle Merced 316, Sergio Parra inaugura ahora su primera galería de arte: Metales Pesados Visuales. No lo hará solo, lo acompañan dos socios jóvenes, el restaurador Daniel Budnik y la psicóloga Constanza Sumar, quienes se harán cargo de la producción y el funcionamiento de la sala, que abre sus puertas el 6 de noviembre, con una muestra curada por Gonzalo Pedraza. R Es el nuevo giro de Parra, quien llegó del sur a los 16 años, fue zapatero, poeta e integró la escena del arte local junto a Lemebel. A poco de comenzar a hablar sobre el proyecto aflora la nostalgia. El afán de Sergio Parra no sólo es vender arte, sino armar una nueva escena de arte contemporáneo, tal como la que él protagonizó en los 80. “Hoy hay mucha domesticación. Los artistas son intelectuales que deberían tener una opinión, pero hoy lo hacen poco. Han dejado de mirar la marginalidad, de mirar al otro, de denunciar. Me encantaría que mi galería fuese un espacio de reunión y debate, donde se cruce el arte con la escritura, así como cuando yo era joven”, dice. Una nueva escena Antes de los libros y los poemas, la bohemia y el arte, Sergio Parra tuvo otros oficios. Fue junior y vendedor de zapatos. Cual Carmela, llegó a los 16 años desde San Rosendo a Santiago, a buscar trabajo. A esa edad se compró su primer terno y adquirió ese estilo de vestir que, reconoce, es porque “así no tiene que pensar qué ponerse”. La literatura, las calles y las conversaciones de bares fueron su universidad. Hoy quiere traspasar todo eso a través del galerismo. “Los mejores poemas están en las obras visuales. Los poetas de- bieran mirar el arte y al revés”, dice Parra. ¿Qué le falta a la escena del arte chileno? Opinión y contexto. Se habla mucho del arte contemporáneo, pero ¿tenemos artistas contemporáneos? Me gustaría que el público sintiera que los artistas en mi galería le están hablando de lo que pasa hoy. También voy a invitar a teóricos del arte para que escriban sobre las obras, tal como Nelly Richard o Justo Pastor Mellado lo hicieron con la Escena de Avanzada. Parra y sus socios ya tienen una lista de artistas. Entre ellos, Arturo Duclós y Gonzalo Díaz como “voces de autoridad”, y jóvenes como Andrés Durán, Mariana Najmanovich y Gianfranco Foschino. “Queremos mostrar una nueva historia del arte y hacer cruces. El gran problema es que hoy arte y escritura no se conectan. Nos gustaría reunir un grupo de artistas que trabajen con los textos de Alejandro Zambra. Mi generación esperaba con ansias una performance de Leppe o una aeropostal de Dittborn. Quiero convencer a los artistas de que hoy es posible generar esa energía, ser más libres para crear y menos prisioneros del mercado”.b
© Copyright 2024