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LATERCERA Sábado 18 de octubre de 2014
LOS SOCIOS DE LA GALERIA
Sociedad
Cultura
Daniel Budnik
Constanza Sumar
locura americana parcialmente
encauzada por la TV y su impacto
colectivo. De esta fábula, ha comentado Fincher, podía salir una
“película de misterio”, un “thriller
absurdo” o una “sátira”. “Es algo
que nunca había visto y quise darle una oportunidad”.
En paralelo al saludable desempeño en boletería, la crítica vuelve a
aplaudirlo. Para Kenneth Turan,
de Los Angeles Times, la película
tiene un reparto soberbio, desde los
protagonistas hasta el último papel,
y está “impecablemente dirigida
por Fincher y elaborada por su
equipo habitual”, mostrando así
“las cosas notables que pueden pasar cuando un cineasta y su material calzan así de bien”.
“No hay lugar seguro”
Más contenido que Turan, The
Economist habló de una película
“brillantemente glacial”, que “puede no ser un filme perfecto, pero sí
una adaptación perfecta”. Lo que
pone a lectores y espectadores a las
puertas de las odiosas comparaciones, tema que a su vez conduce a
eso de que las obras maestras literarias rara vez dan grandes películas… pero que con el resto de la narrativa puede pasar cualquier cosa.
El bestseller de Flynn sigue las
vías paralelas de Amy y Nick Dunne (Affleck y Pike). Ella, hija mimada e intelectual de una pareja de escritores; él, un ser más pedestre: un
freelancer del periodismo, tocado
por la crisis subprime de 2008.
Ambos hicieron su vida en Nueva
York, pero la cesantía persuade a
Nick a convencer a su esposa de radicarse en su pueblo natal de
Missouri, donde el hombre, junto
con su hermana, van a instalar un
bar. Y si las cosas ya estaban complicadas, se pondrán peor cuando,
el día del quinto aniversario de
matrimonio, Amy desaparece, intrigando a la policía local y, más
tarde, a millones de televidentes.
Pero la historia no está contada linealmente, ni en el libro ni en la
película: hay viajes de ida y vuelta, se alternan los puntos de vista
-y la voz en off- de uno y otro cónyuge. Desde cómo se conocieron y
enamoraron, hasta el insólito desenlace, pasando por evocaciones
varias y recuerdos intencionadamente falsos, llegado el caso. Y si
bien la cinta puede seguir al libro
en sus idas y venidas, deja de lado
el tono listillo y el humor cultural
pop/inteligente que abundan en
sus páginas. Igualmente, da vida y
discreto esplendor a personajes
más bien ignorables en el papel.
Contar mucho de la intriga de
Perdida puede ganar enemistades.
Pero contable es que Affleck, ambiguo y taciturno, tiene uno de los
papeles de su vida. Que pocos filman con la sapiencia de Fincher ni
crean sus atmósferas. O confirmar
que el consagrado director se las
bate exitosamente con literatura
de muy distinto calado, de La chica del dragón tatuado a El curioso caso de Benjamin Button. Puede ser que la sicosis de ciertos personajes esté pasada de revoluciones. Pero nada le quita a Fincher
lo comido ni lo filmado. Ni lo aparta de una convicción: “Allí donde
asoma la naturaleza humana, ningún lugar es seguro”.b
RR Sergio Parra en su nuevo espacio para las artes, en calle Merced 316. FOTO: JOSE LUIS MUÑOZ
Metales Pesados Visual: Sergio
Parra estrena galería de arte
R El librero de 50 años abre a inicios
de noviembre una sala en calle
Merced, donde pretende difundir
la obra de jóvenes talentos.
Denisse Espinoza A.
A simple vista parece un hombre de negocios convencional.
Vestido siempre de estricto
terno negro, camisa blanca y
zapatos de charol, Sergio Parra (50) lidera una de las librerías más exitosas del circuito independiente santiaguino.
Nadie pensaría que en los años
80 prefería la marginalidad,
abrazarse a una botella de pisco y escribir, en el filo de la noche, los más sentidos poemas.
“Te amo con tu barriga cervecera, con este vuelo de locura,
con este mismísimo dolor que
siento cada noche”, anotaba en
La manoseada (1987), su primer libro con el que se inscribía dentro de la escena de artistas locales, que desde el
margen hacía arte en dictadura. Claudio Bertoni, Diego
Maquieira, Raúl Zurita y Pedro
Lemebel eran los escritores
con los que se codeaba por
esos días. Y ahora también,
claro que desde otra posición.
Hasta fines de los 90, Parra
trabajó en las editoriales Lom
y Cuarto Propio, y siguió escribiendo poesía, pero en la década siguiente se decidió a emprender su propio negocio. Se
rehabilitó definitivamente del
alcoholismo y en 2003 abrió
con su socia, Paula Barría, la li-
brería Metales Pesados, en el
barrio Bellas Artes, punto de
encuentro obligado de los escritores locales y los que no
también. Mario Vargas Llosa,
J. M. Coetzee y Paul Auster
han visitado la librería en su
paso por Chile.
En el recorrido, de poeta a
empresario, Parra ha cultivado otra pasión más: el coleccionismo de arte. Desde los años
80 comenzó a reunir obras de
sus amigos de esa época, los artistas del Cada (Lotty Rosenfeld, Zurita), Juan Pablo Langlois, Eugenio Dittborn, Carlos Leppe. Y en los últimos
años ha adquirido piezas de
artistas jóvenes, incluso dedicó un pequeño gabinete de su
librería para mini exposiciones. El que ahora se amplía a
un espacio de 600 m cuadrados, a unas cuadras de su centro de operaciones.
En calle Merced 316, Sergio
Parra inaugura ahora su primera galería de arte: Metales
Pesados Visuales. No lo hará
solo, lo acompañan dos socios
jóvenes, el restaurador Daniel
Budnik y la psicóloga Constanza Sumar, quienes se harán
cargo de la producción y el
funcionamiento de la sala, que
abre sus puertas el 6 de noviembre, con una muestra curada por Gonzalo Pedraza.
R Es el nuevo giro de Parra, quien
llegó del sur a los 16 años, fue
zapatero, poeta e integró la escena
del arte local junto a Lemebel.
A poco de comenzar a hablar sobre el proyecto aflora la
nostalgia. El afán de Sergio Parra no sólo es vender arte, sino
armar una nueva escena de
arte contemporáneo, tal como
la que él protagonizó en los
80. “Hoy hay mucha domesticación. Los artistas son intelectuales que deberían tener una
opinión, pero hoy lo hacen
poco. Han dejado de mirar la
marginalidad, de mirar al otro,
de denunciar. Me encantaría
que mi galería fuese un espacio de reunión y debate, donde se cruce el arte con la escritura, así como cuando yo era
joven”, dice.
Una nueva escena
Antes de los libros y los poemas, la bohemia y el arte, Sergio Parra tuvo otros oficios.
Fue junior y vendedor de zapatos. Cual Carmela, llegó a los 16
años desde San Rosendo a Santiago, a buscar trabajo. A esa
edad se compró su primer terno y adquirió ese estilo de vestir que, reconoce, es porque
“así no tiene que pensar qué
ponerse”. La literatura, las calles y las conversaciones de
bares fueron su universidad.
Hoy quiere traspasar todo eso
a través del galerismo. “Los
mejores poemas están en las
obras visuales. Los poetas de-
bieran mirar el arte y al revés”, dice Parra.
¿Qué le falta a la escena del
arte chileno?
Opinión y contexto. Se habla
mucho del arte contemporáneo, pero ¿tenemos artistas
contemporáneos? Me gustaría que el público sintiera que
los artistas en mi galería le están hablando de lo que pasa
hoy. También voy a invitar a
teóricos del arte para que escriban sobre las obras, tal
como Nelly Richard o Justo
Pastor Mellado lo hicieron con
la Escena de Avanzada.
Parra y sus socios ya tienen
una lista de artistas. Entre ellos,
Arturo Duclós y Gonzalo Díaz
como “voces de autoridad”, y
jóvenes como Andrés Durán,
Mariana Najmanovich y Gianfranco Foschino. “Queremos
mostrar una nueva historia del
arte y hacer cruces. El gran
problema es que hoy arte y escritura no se conectan. Nos
gustaría reunir un grupo de
artistas que trabajen con los
textos de Alejandro Zambra.
Mi generación esperaba con
ansias una performance de
Leppe o una aeropostal de
Dittborn. Quiero convencer a
los artistas de que hoy es posible generar esa energía, ser
más libres para crear y menos
prisioneros del mercado”.b