Calendario - EFB Calafell

FRÉDÉRIC PELLION
Melancolía y verdad
MANANTIAL
Buenos Aires
Título original: Mélancolie et verité
Presses Universitaires de France
© Presses Universitaires de France, 2000
Traducción: Horacio Pons
Diseño de tapa: Estudio R
Cet ouvrage, publié dans le cadre du Programme d'Aide à la
Publication Victoria Ocampo, bénéficie du soutien du
Ministère des Affaires Etrangères et du Service Culturel de
l'Ambassade de France en Argentine.
Esta obra, publicada en el marco del Programa de Ayuda a la
Edición Victoria Ocampo, contó con el apoyo del Ministerio
de Asuntos Extranjeros y del Servicio Cultural
de la Embajada de Francia en la Argentina
150.195 Pellion, Frédéric
PEL
Melancolía y verdad.- 1ª. ed.– Buenos Aires :
Manantial, 2003.
344p. ; 23x16 cm.
Traducción de: Horacio Pons
ISBN 987-500-077-9
I. Título – 1. Psicoanálisis
Hecho el depósito que marca la ley 11.723
Impreso en la Argentina
© 2003, Ediciones Manantial SRL
Avda. de Mayo 1365, 6º piso,
(1085) Buenos Aires, Argentina
Telefax: 54 11 4383-7350/4383-6059
E-mail: [email protected]
www.emanantial.com.ar
ISBN: 987-500-077-9
Derechos reservados
Prohibida su reproducción total o parcial
ÍNDICE
Agradecimientos................................................................................
11
PRIMERA PARTE. LO VERDADERO Y LO FALSO EN LOS MELANCÓLICOS
1. Preliminares, problemática, situación ............................................
2. “Todo lo que digo es falso”...........................................................
3. Donde se acude una vez más a Descartes .......................................
15
31
43
SEGUNDA PARTE. VERDAD Y OBJETO
4. Adæquatio rei et intellectus ...........................................................
De la Encarnación a la firma ...................................................
Nicolás de Cusa: de un infinito al otro ....................................
El cuestionamiento spinozista ..................................................
69
71
74
78
5. Los criterios freudianos de la verdad .............................................
Verdadero y absurdo ...............................................................
Lo verdadero y la ciencia .........................................................
Verdad material, verdad histórica ............................................
87
88
90
91
6. Sobre algunas doctrinas modernas de la verdad ............................. 99
Verdad, olvido del ser.............................................................. 100
Referencia y denotación........................................................... 103
Des-cita [Décitation] ............................................................... 104
7. Las categorías lacanianas de la verdad........................................... 111
Verdad, saber y sujeto ............................................................. 111
8
MELANCOLÍA Y VERDAD
Verdad, enunciación y rasgo unario......................................... 113
Verdad, objeto y causa ............................................................ 117
TERCERA PARTE. EL OBJETO MELANCÓLICO
8. La pasión patológica .....................................................................
El objeto de la lipemanía .........................................................
La admiración entre saber y asombro ......................................
Pasión y afecto ........................................................................
125
126
127
131
9. El objeto freudiano........................................................................
Melancolía, libido y pulsión ....................................................
El objeto de la sombra .............................................................
Sustancias del objeto ...............................................................
137
138
141
151
10. Angustia y melancolía .................................................................
¿Más allá de “Duelo y melancolía”? ........................................
Algunas aporías freudianas concernientes a la angustia ...........
Angustia y objeto ....................................................................
171
171
174
177
11. La privación melancólica .............................................................
Algunas observaciones sobre la categoría
lacaniana de la privación ....................................................
El sueño de una melancólica ....................................................
El objeto en posición tercera....................................................
185
186
189
192
CUARTA PARTE. EL TEXTO MELANCÓLICO
12. De la melancolía en sus relaciones con la verdad .........................
Melancolía y conocimiento......................................................
El paradigma de la acedia ........................................................
Avatares inéditos del infinito ...................................................
197
198
200
202
13. La invención de Cotard ...............................................................
Contexto y apuestas ................................................................
El delirio de negaciones ...........................................................
La inflexión de Séglas ..............................................................
213
215
219
226
14. Fenómenos de lenguaje en la melancolía ......................................
La alucinación melancólica......................................................
Polifonía de la enunciación ......................................................
El guión de la réplica ...............................................................
241
243
245
247
ÍNDICE
15. La falta y el reproche...................................................................
Entre-dos-muertes ...................................................................
Amor y confesión ....................................................................
Proceso y culpa........................................................................
9
251
253
255
258
QUINTA PARTE. LA MIRADA MELANCÓLICA
16. Cuerpo y alma en la melancolía...................................................
El Problema XXX-1, o el après-coup melancólico ...................
Humor y temperamento, constitución y accidente ...................
Lo visible y lo legible ...............................................................
273
274
276
280
17. Melancolía de amor.....................................................................
Cortesía y melancolía: en torno del Lai de l’ombre ..................
Algunos dispositivos de la mirada en la Divina Comedia .........
Guy de Corvo y su viuda .........................................................
285
286
287
291
18. Fenómenos visuales en la melancolía ...........................................
El cuerpo de Cristo: encarnación, semejanza y similitud ..........
Melancolía y perspectiva .........................................................
Algunas observaciones en torno de El grito
de Edvard Munch ...............................................................
297
298
300
19. El uno y la mirada .......................................................................
“El icono circunscribe el Verbo de Dios”.................................
Unicidad e identidad................................................................
De la imagen al objeto, y vuelta...............................................
309
310
312
316
Conclusiones. La excepción melancólica............................................
La exclusión melancólica .........................................................
Universal y particular ..............................................................
Breve esbozo para una topología de la melancolía ...................
321
321
323
325
301
Bibliografía ....................................................................................... 331
Índice analítico .................................................................................. 355
Índice de nombres ............................................................................. 361
PRIMERA PARTE
LO VERDADERO Y LO FALSO
EN LOS MELANCÓLICOS
Capítulo 1
PRELIMINARES, PROBLEMÁTICA, SITUACIÓN
Cuando en su autocrítica exaltada [el melancólico] se
describe como un hombre pequeño, egoísta, insincero, falto
de autonomía, cuyos esfuerzos sólo tienden a ocultar las debilidades de su ser, bien podría ser, por lo que sabemos, que
se aproximara pasablemente a la verdad, y no nos preguntamos sino por qué debe enfermarse para tener acceso a una
verdad semejante.
SIGMUND FREUD1
Han transcurrido más de setenta y cinco años desde que el párrafo que
acabamos de leer se imprimió por primera vez. Estas palabras aparecen en
medio de un conjunto de textos lentamente madurados (la Metapsicolo gía), que apunta a sostener una ciencia joven, el psicoanálisis, en la doble
ambición de recapitular sus experiencias y estar en la primera fila de sus
avanzadas (al extremo de tener aún hoy, para algunos, el sabor de lo definitivo). Nos asombra mucho más encontrar en ellas la reprobación distante de las doctrinas morales de la época clásica, así como la abundancia de
pequeñas pinceladas que remiten al estilo de iluminación de los retratos
medievales del temperamento melancólico. Ese asombro puede ampliarse
incluso hasta el malestar, a punto tal de sentir acaso la tentación de desha cerse de la totalidad, relacionando las palabras con el carácter de su autor,
al que en estas circunstancias se supone desengañado, cínico e incluso misántropo.2
Pero atenerse a los albures eventuales de los humores freudianos sería
ocultar el verdadero alcance de la inversión que se efectúa en el pasaje ci tado. En efecto, al releerlo con atención surge que el proceso que sustancia
se resume en que la verdad, tras haber abandonado a mitad del camino las
16
MELANCOLÍA Y VERDAD
filas de un observador al que sin duda deja un poco desprovisto, ya que es
tributario de la incertidumbre inherente a un saber suspendido entre dos
comas –y tras haberlo abandonado, al parecer, para alinearse en definitiva
junto al propio enfermo–, cambia lisa y llanamente de bando, y quizá de
naturaleza. En suma, la verdad se vuelve incognoscible desde el momento
en que deja su lugar asignado junto al médico. El malestar se debe a ello, a
esa defección de la verdad tanto más escandalosa cuanto que sobreviene en
el momento mismo en que el esfuerzo de conclusión que implica la tentativa metapsicológica la requiere más directamente. Y se refuerza por el hecho de que Freud, en ese punto, registra sin perturbarse la existencia de
esa defección.
Durante esos setenta y cinco años, las depresiones médicas3 se extendieron por el mundo. Esta generalización de la depresión contribuyó a embrollar los títulos seculares de la coherencia conceptual que vivificaba la
melancolía freudiana; por otra parte, con la ayuda de la relativa inocuidad
de los tratamientos médicos, así como de la duración creciente de los “estados” depresivos –que puede aparecer por sí misma como un corolario de
esa inocuidad–, la depresión, al parecer, debe en definitiva sumarse lisa y
llanamente al abanico cada día más amplio de los “estilos de vida”.4
En ese contexto, la supervivencia misma del vocablo “melancolía” está
doblemente amenazada: según el DSM III-R, publicado en 1987, la palabra ya sólo vale como denominación de un conjunto de signos que indican
una afección del cuerpo y exigen un tratamiento principalmente psicofarmacológico;5 mientras que el ICD-10, en 1992, extrae de lo precedente la
consecuencia de invitar a los profesionales que todavía utilizan el término
a sustituirlo por el sintagma “síndrome somático”.6
Por eso, no podemos dejar de recordar a Émile Esquirol, autor del primer intento de eliminar la melancolía del vocabulario científico, que en
1820 escribía lo siguiente:
La palabra “melancolía”, consagrada en el lenguaje vulgar para expresar el
estado habitual de tristeza de algunos individuos, debe dejarse en manos de los
moralistas y los poetas, quienes, en sus expresiones, no están obligados a la
misma severidad que los médicos.7
Rebautizar la enfermedad es la primera tarea que Esquirol asigna a la
“severidad” médica. La lipemanía que propicia8 inaugura un esfuerzo termi nológico que se despliega regularmente desde el siglo XIX hasta nuestros
días, y del que el “síndrome somático” del ICD-10 no es, en el fondo, más
que el último avatar hasta la fecha. Recíprocamente, estos bautismos sucesi vos perseveran en el sentido del proyecto esquiroliano de cortar los lazos con
una historia que debe dejarse a los “moralistas” y los “poetas”; en este as pecto, se conjugan muy bien con la propensión melancólica a lo atemporal.
PRELIMINARES, PROBLEMÁTICA, SITUACIÓN
17
Sin embargo, al margen de ese movimiento que corre a la zaga de los
progresos de las ciencias del cuerpo, nos encanta también volvernos hacia
el espejo que tienden las antiguas melancolías,9 y buscar en ellas lo que
pueda fundar como razón, ya que no como destino, la complejidad y las
fracturas de la época. Una proliferación de estudios dedicados a obras tocadas por la vieja afección10 jalona esta investigación, como otros tantos
ecos de las piedras lanzadas por algunas individualidades geniales en las
aguas del lenguaje en que estaban sumergidas,11 y tan diestramente lanzadas que, cuando por nuestra parte nos detenemos al borde de ella, aún la
vemos agitada por las ondas de ese choque. Y ese ajetreo crítico también
hace resurgir intacta la agudeza de la cuestión abierta hace veinte siglos
por el autor de El hombre de genio y la melancolía, en la que se codean
héroes (Heracles y Belerofonte), políticos (Lisandro), guerreros (Áyax) y filósofos (Empédocles y Sócrates):12 a saber, cómo comparar entre ellas, como ocurre con las melancolías más vulgares, esas melancolías excepcionales y, por lo tanto, cuál es la posibilidad de extraer una enseñanza general
de su valor ejemplar.
Si quisiéramos omitir los resurgimientos del interés que acabamos de
mencionar –omisión que sería tanto menos culpable con respecto a la ciencia cuanto que esos resurgimientos surgen generalmente fuera de ella–,13 el
proyecto de Esquirol parecería muy cerca de consumarse. El pensamiento
del melancólico, una vez separado de su cuerpo y dejado, en los contados
mejores casos, en manos de los “moralistas” y otros “poetas”, ¿no perdura aún lo suficiente como para sólo desbrozarlo en la regla común de su
fatalidad biológica? Pero ya se habrá advertido el camino contrario elegido aquí: en primer lugar, maravillarse de encontrar en esos resurgimientos
no elegantes compendios de erudición, sino más bien el indicio más claro
de cierta permanencia, aunque sea subterránea, de la melancolía; a continuación, atribuir pertinencia a esa misma permanencia; y por último, apoyar la idea de que esa pertinencia puede seguir incumbiendo a una investi gación propiamente psicopatológica. De ello se deducirá también, desde
luego, la consecuencia de que es preciso examinar el status del melancólico para la ciencia contemporánea.
***
Tomar en serio la hipótesis de cierta permanencia del hecho melancó lico nos obliga a internarnos en un terreno epistemológicamente resbala dizo. ¿Decidiremos, en efecto, interpretar esa permanencia como la manifestación de una estabilidad material de la melancolía, vale decir, asumir
la idea de la unicidad de una enfermedad enclavada en el cuerpo del hombre considerado como especie? Esta posibilidad puede sostenerse, pues la
similitud de las descripciones trasciende sin duda la diversidad de las sín -
18
MELANCOLÍA Y VERDAD
tesis semiológicas que tal o cual época pudo producir: hay muchos puntos
en común entre la descripción hipocrática14 y el “espectro bipolar”,15 así
como entre la acedia,16 la “lipemanía”17 y el “delirio de autointoxicación”.18 Aunque estas descripciones hayan resultado de testimonios
espontáneos o hayan sido inducidas por tal o cual forma de interrogatorio, no deja de ser cierto que sus parentescos suponen, al menos, un relativo acuerdo, en cuanto a lo que se busca, entre quienes las recogen;
acuerdo que, a su turno, basta para atribuir cierta estabilidad al objeto en
cuestión.19
El carácter heteróclito de las líneas de fractura según las cuales se ordenan los síntomas dentro de las descripciones de las melancolías, desgranadas con el transcurso de los siglos, introduce no obstante una complejidad
complementaria. En efecto, en esas descripciones se codean, en mezclas
que terminan por parecerse a un popurrí de todas las discordias a las cuales está sometida la vida humana: 1) alteraciones de conducta, que hoy se
distribuyen entre esos dos lugares comunes de la melancolía que son sus
virtualidades suicidas20 y su riesgo de “homicidio altruista”;21 2) modifica ciones estéticas, de las que dan un testimonio elocuente los trabajos de la
escuela fenomenológica sobre el tiempo y el espacio melancólicos;22 3) al teraciones morales, cuyo valor causal se apreciará de distintas maneras según los puntos de vista, no obstante lo cual los avatares de la culpa dibujan con bastante nitidez un camino que lleva de la desvalorización de sí
mismo e incluso la autoacusación al “esquema depresógeno”;23 4) tomas
de posición con respecto a la realidad incluida en el proceso conducente de
la idea de incurabilidad al delirio de ruina y luego al síndrome de Cotard
consumado;24 5) por último, consideraciones siempre renacientes sobre los
misterios, fronterizos entre el alma y el cuerpo, del humor doloroso.25 In tentar captar un universal de la melancolía puede conducir, por lo tanto, a
perderse en las arenas movedizas de estados melancólicos que parecen tomar elementos de todas las posibilidades de conflicto inherentes al alma
humana.
¿Es preciso entonces tratar las semejanzas entre las melancolías de dife rentes épocas como simples coincidencias y deducir de ello que la única
melancolía accesible al estudio –y sobre todo a un estudio orientado, como
el presente, por los conceptos psicoanalíticos– es la contemporánea a la
construcción o, como mínimo, a la actividad de esos conceptos? En otras
palabras, ¿qué puede aprender el psicoanálisis de la abundancia melancólica de los siglos pasados? En efecto, tomar nota de la continuidad del uso
de la palabra “melancolía” desde la Antigüedad griega hasta nuestros días
no permite de ningún modo, en sí mismo, prejuzgar una misma continui dad de lo que encubre la utilización de esa palabra,26 y tal vez no sea pertinente postular en materia de melancolía una unidad referencial que, por lo
demás, nos costaría mucho objetivar.
PRELIMINARES, PROBLEMÁTICA, SITUACIÓN
19
De todas maneras, quedarse allí significaría no contar para nada con el
peso –que es fuerza de inercia, pero también poder de estructuración– propio de los efectos de sentido que se interponen entre los términos y su significación. La referencia más o menos indirecta hecha a la melancolía, en
todos los tiempos y por tantísimos textos –ya sea su inspiración primera literaria, moral, estética o filosófica, y ello aunque no pretendan tratar la
enfermedad misma e incluso quieran deslindarse de ella–,27 basta para advertir el valor del paradigma melancólico como orientador del sentido. La
mejor razón de la permanencia de la palabra habría que buscarla entonces
en la continuidad de esta generación de sentido, que guiaría los ajustes de
la significación de la categoría melancólica a los diversos discursos frente
a los cuales se ve llevada a situarse. En esta perspectiva, el psicoanálisis, en
cuanto “introducción de un orden de razón en la existencia humana en el
dominio del sentido”,28 parece bien equipado para contribuir a construir
la historia de ese sentido propio de la melancolía.
Esta manera de actuar con la historia, que no hace, por ende, más que
evitar pasar por alto el poder organizador, en cuanto a las cosas, de los
efectos de sentido, se funda en una relectura “reelaborativa” [“perlaborative”]29 de los documentos que, liberada del rastreo de la referencia, prefiere señalar en las rupturas de la significación otros tantos indicios de modificaciones del sentido cuyo alcance en cuanto al objeto efectivamente
considerado se encargarán eventualmente de precisar los acontecimientos
más o menos próximos. Se apoya, por lo tanto, en esta proposición pro gramática de Lacan:
El elemento esencial [...] del progreso analítico es la reconstitución comple ta de la historia del sujeto. [...] La dimensión propia del análisis es la reintegración, por parte del sujeto, de su historia hasta sus últimos límites sensibles, vale
decir, hasta una dimensión que supera con mucho los límites individuales. [...]
La historia no es el pasado. La historia es el pasado en la medida en que se his toriza en el presente. [...] Lo que cuenta es lo que [el sujeto] reconstruye de él.
[...] Al fin y al cabo, se trata menos de recordar que de reescribir la historia.30
***
La relativa fijeza de los síntomas melancólicos, así como la discontinui dad vital que caracteriza los momentos de ruptura en los que surgen, lan zan un triple desafío al psicoanálisis: desafío con respecto a una tendencia
cierta a la reducción de éste a una práctica del sentido animada por la esperanza de la “comprensión”, reto que no puede sino alentar al psicoanálisis a desistir de los sistemas hermenéuticos que lo preceden o que derivan
de él, y a los cuales siempre corre el riesgo de reducirse; desafío en contra
de las posibilidades de particularización en las que el psicoanálisis sigue
encontrando uno de los resortes más poderosos de su legitimidad; por úl-