HOMENAJE BEATRIZ LINAREZ CANTILLO Palabras de Paula Gaviria Directora General de la Unidad para la Atención y Reparación Integral a las Víctimas Hablar de Beatriz sin ella acá es para mí casi un acto de irreverencia. Perdóname donde quiera que estés. Te pido permiso para hacerlo. Pero también creo que eres cómplice de este momento. Espero que te sientas honrada como yo me sentí siempre de conocerte y de saber que me querías y cuidabas. Eres la primera amiga que se va. Hoy hablo en nombre de muchos y muchas que te extrañamos en cada instante que la vida avanza. El vacio es certeza de que lo que aprendimos lo aprendimos, lo que reímos, lo reímos, lo que soñamos lo soñamos, lo que compartimos, lo compartimos y que ya no hay un mañana contigo, solo un ayer. Beatriz, el poder de tu existencia, la fuerza de tu alma, de tus certezas, de tus claridades y posiciones; la belleza de tu generosidad; tu risa e irreverencia frente a la falsedad y la injusticia pero sobre todo frente a ti misma, te hacen permanente. Recuerdo tus manos, tus brazos y tu cuello. El color de tu piel. Siempre jugando con los colores. Piedras, pulseras, relojes, todos te lucían y hacían siempre brillar más de lo que brillabas ya sin ellos. Rosado, amarillo, naranja, azul claro, todos los pasteles y fluorescentes. ¿Por qué esa obsesión por los colores? ¿Por la vida? ¿Por la justicia? ¿Por los niños y las niñas? ¿Por qué? Se podría decir que Beatriz, en el ámbito profesional, se caracterizó por buscar diferentes ángulos para entender los problemas sociales del país. Tal vez eso la hizo una abogada muy particular, capaz de entender los múltiples y diversos problemas sociales desde las teorías legales y jurisprudenciales hasta las realidades locales. Una abogada que contaba con esa habilidad o fortaleza de comprender las directivas y lineamientos mundiales construidos desde Ginebra y la Haya, pero al mismo tiempo con la capacidad para aplicarlos de manera hábil e inteligente en lo más profundo de los Montes de Maria Sus enseñanzas permitieron a la institucionalidad, con especial atención en el trabajo que Beatriz lideró en la Defensoría del Pueblo, en la Vicepresidencia de la República y en la Agencia Nacional para la Superación de la Pobreza, impulsar políticas tendientes a la especial protección constitucional de las poblaciones vulnerables, pero particularmente de los niños, niñas y adolescentes, a través de programas e iniciativas relacionadas, por ejemplo, con la prevención en su reclutamiento. Como sabemos, los derechos de éstos prevalecen sobre los nuestros y Beatriz, siempre, desde sus diferentes roles y liderazgos, los promovió, protegió y garantizó por una razón fundamental: ellos, los niños, niñas y adolescentes, son nuestro presente. En el entorno familiar, Beatriz era la Cuca. Un apodo que desde chiquita le pusieron para decir “lo cuca” que era. En ámbitos sociales, ya de una manera más “formal”, la llamaban “la Cuca Linares”. Y de ahí derivaron apodos como “Kiuks” y “Cuquita”, como la llamaba su esposo, Andrés Mariño. Ella, la Cuca Linares, fue una mamá consentidora y amorosa, y también se desvivió por su gente siendo alcahueta con los niños y adultos. Así, esta mamá, hija, tía, tía putativa, hermana, cuñada y finalmente abuela, se fue pensando en sus personas cercanas, pero sobretodo en su nieta Isabella que venía en camino. Y esta chiquita, que no ha cumplido ni su primer mes, seguramente ya ha sentido ese amor y cariño de su abuela, pues ella se aseguró en dejarle varias madrinas nombradas que siempre le recordarán a Isabella el amor y el cariño de su abuela. Seguramente Isabella crecerá con el recuerdo de una abuela que no pudo disfrutarla en la vida, pero que gozará en oír todas las historias maravillosas que los que tuvimos la posibilidad de conocerla, sabemos y le contaremos. En palabras de su gran compañero de camino de los últimos 21 años, Cuca, como ella misma lo manifestó en su momento, vivió la vida al mejor estilo de la Vida es Bella. Su infinita bondad, su profunda inteligencia, su generosidad sin límites, su persistencia, su tenacidad, su reconocimiento y respeto por las diferencias, su irreverencia, la fuerza, la risa, la alegría, marcaron en Cuca un estilo muy propio y particular, que la hicieron acreedora del respeto de la gente, pero sobre todo, del amor y del cariño. Sí, realmente Cuca hechizaba, era mágica, era extremadamente carismática, era en esencia, simplemente amorosa. Ese centro de atención, vital, sincero, noble, responsable y comprometido, hará mucha falta en todas las esferas familiares, profesionales e institucionales pues, y hay que reiterarlo hoy y siempre, Beatriz era punto de encuentro, de creación y de cariño. Por eso, por Isabella, y por las iniciativas que lideró, el mejor homenaje que le podemos hacer a Beatriz es recordarla siempre. Beatriz eres irrepetiblemente hermosa. Hiciste de la vida una fiesta, y como ese toro enamorado de la luna nos enamoraste de tu sensata locura, de tu amor por la vida y finalmente de tus ganas de vivir. Gracias por tu vida. Hoy y siempre la honraremos. Que capacidad tuviste de hacernos creer que vivirías para siempre. L ib ertad y O rd e n
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