VIERNES 17 de octubre de 2014 Montevideo, Uruguay · viernES 17 de octubre de 2014 · Nº 33 [edición especial] día del FUTURO 1 2 VIERNES 17 de octubre de 2014 Puede servir Vida útil: de las cosas, de las personas. Cuándo se es útil o no, para qué, para quién y por qué. Cuando se puede tirar algo, aunque todavía ande mucho, poquito o nada, entonces queda en evidencia que la utilidad es relativa al entorno, a la oportunidad, al deseo y a la necesidad. ¿Es un joven que busca empleo un inútil con referencias?, ¿cuándo deja de ser inútil y cuándo joven? ¿Y cuándo se es viejo; para qué, para quién, por qué? ¿Es un preso una perso- na inútil socialmente?, ¿por qué?, ¿para quién? ¿Cuál es la utilidad de un niño…? ¿Y la de un menor? ¿Por qué prefiero o necesito comprar zapatos más seguido? ya hasta el de zapatero parece ser un oficio en retirada. Cuando un oficio deja de ser útil, ¿qué más se pierde, quién lo decide y por qué? Una vieja vuelve a ser joven porque ya es inútil para trabajar: ¿dónde?, ¿cuándo?, ¿cómo? Sobran respuestas para estas preguntas, bucear entre ellas y pretender conciliarlas puede conducir a la conclusión inevitable, como tantas veces, de que el sistema es así, de consumo, de vidas útiles e inútiles, y que salirse de él es imposible, o que en todo caso el costo sería por lo menos tan terrible como las actuales circunstancias. La obsolescencia programada es el eje de esta propuesta periodística del equipo de cobertura del Día del Futuro, que se fue construyendo y nutrien- do en paralelo a la cobertura en sí misma de esta cuarta edición de este espacio de pensamiento, de sus temáticas, de sus asistentes, de sus convocantes, de los que fueron invitados a pensar y a aportar conocimiento en las distintas actividades, una suerte de ejercicio explícito del oficio más viejo y útil del mundo, y a su vez el más joven e inexperto, siempre lleno de interrogantes. El oficio de saber cuestionar para poder preguntar y analizar desde el presente una realidad que viene dada y que empuja su propia inercia, en la búsqueda de anticiparse a la que vendrá. Para pensarla con tiempo, sin fecha de vencimiento. Que lo disfruten. Ojalá que sí, incluso en el caso de que su contenido no les parezca útil, o, lo que ya sería mucho peor, que directamente lo consideren inútil. Ojalá que no. eFeGe Leer al dorso Obsolescencia programada, el origen y el fin Benito Muros es un empresario catalán que dice haber inventado la lamparita de luz eterna, que puede ser reparada. Dice que lo logró tras investigar los componentes de una que está prendida desde 1901, cuando Dennis Bernal, con su empresa Livermore Power and Light Co., la instaló como luz nocturna en un antiguo garaje que servía tanto de comisaría de Policía como de estación de bomberos. Desde su invención han pasado ya 113 años, y se ha mudado varias veces de instalación hasta situarse definitivamente en la Estación Uno de bomberos de Livermore, California, Estados Unidos. Muros dice que lo amenazaron cuando sacó su producto al mercado, y que su fin no es el lucro, sino el cuidado del ambiente. Aspira a convertirse en referente mundial de los grupos que se oponen a la obsolescencia programada, mediante la creación de una plataforma virtual que reúna los distintos movimientos nacionales. Otros dicen que es un chanta, un fraude, y que sus bombillas en realidad son similares o iguales a la tecnología led, y que para saber si duran tanto como ésas (60.000 horas o, mejor, “toda la vida”) falta mucho aún. Muros argumenta que al poder abrirse es reparable. Incluso sus ex compañeros de activismo, de quienes se abrió para crear su empresa OEP Electrics, lo acusan de haber empezado a perseguir el lucro con su grupo Sin Obsolescencia Programada y su correlato empresarial Word SOP Corporation. Incluso, según el portal Informativos.net (que aporta un documento: http://www.informativos.net/public/images/2014/1008_sop/ industria_edited.html), el gobierno de Cataluña le ordenó recientemente, el 2 de octubre, que presentara documentación que demuestre que su producto cumple con la normativa de seguridad vigente, luego de que el desarrollador de ese objeto, y ex socio de Muros, lo denunciara por estafa. Asegura que, cuando los clientes le mandaban unidades para reparar, directamente les enviaba una nueva. Él contesta que lo día del FUTURO quieren desacreditar porque está poniendo en jaque a la industria que está señalada como el origen de la práctica de la obsolescencia programada. Se sabe. Las empresas Osram, Philips y General Electric conformaron en 1924 el primer cártel empresarial, que duraría formalmente 15 años y que incluía a otras compañias menores, que se repartieron el mercado mundial, estandarizaron la producción y fijaron en 1.000 horas la duración de las bombillas incandescentes, la misma que tienen actualmente. El cártel existió hasta que una firma escandinava logró no sólo fabricar una lamparita más económica, sino también romper el monopolio e introducirla con éxito en el mercado, obligando al monopolio que lo dominaba de hecho a replantearse su estrategia. Según varias fuentes de información, el término obsolescencia programada fue creado en 1932, cuando Bernard London, un comerciante poderoso que proponía terminar con la Gran Depresión, propuso hacer obligatoria la Laboratorio de Fotometría en la Facultad de Ingeniería de la Universidad de la República. / foto: alessandro maradei obsolescencia programada con el fin de reactivar la economía. En 1932, London desarrolló este concepto en su libro The New Prosperity. El tema quedó picando y, aunque sumó varios adeptos, nunca llegó a convertirse en ley. No sería hasta 1954 que el término se popularizaría, esta vez por el diseñador industrial estadounidense Brooks Stevens, quien brindó una conferencia sobre publicidad en Minneapolis bajo ese título. De aquel pacto entre los fabricantes de lámparas, que se bautizó Phoebius, a la actualidad, muchas cosas han cambiado, y en la lógica de los hechos y de las tecnologías no siempre lo duradero es bueno, ni lo fugaz corto. El punto parece radicar en la intencionalidad y en la información que se le brinda al usuario sobre las características de las cosas que compra y le venden. En Uruguay, desde hace un lustro se viene poniendo énfasis desde distintos organismos en la calidad de la luz que se consume en el país: desde la Dirección Nacional de Energía y UTE se alienta un cambio en la matriz de lám- paras, que incentiva el ingreso al mercado de las fluorescentes compactas, que utilizan la misma tecnología que los tubos fluorescentes, más conocidas como de bajo consumo, cuya duración es de entre 6.000 y 8.000 horas. En mayo de este año, el Instituto de Ingeniería Eléctrica de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de la República y la Dirección Nacional de Energía del Ministerio de Industria, Energía y Minería inauguraron las ampliaciones del Laboratorio de Eficiencia de Lámparas, que aumentó su capacidad de testeo e incorporó nuevos aparatos para verificar que la vida útil anunciada se cumpla. El mecanismo, según lo explicó el director del laboratorio a la diaria, Nicolás Rivero, consiste en una prueba efectiva de encendido sobre una muestra de una partida de lámparas que quiere ingresar al mercado. Para el caso de las incandescentes, es de 100 horas. Quedan prendidas durante ese lapso, luego son medidas en fotómetros y, según el procentaje de respuesta positiva, se aprueba o no el producto. Para el caso de las fluorescentes la prueba insume 2.000 horas reales para establecer si la durabilidad promocionada es real. Para Rivero, la historia de la bombilla centenaria en el cuarto de bomberos de Livermore resume la contradicción entre duradero y bueno, en el entendido de que la tecnología disponible en aquellos años no necesariamente se ajusta a ciertos parámetros que actualmente tienen un peso específico mayor, como la contaminación ambiental o la propia calidad de la luz. Rivero cree que pensar que lo bueno sería que todas las lámparas de ahora fueran como ésa, con luz en apariencia eterna, puede terminar en un sinsentido en pocos años, ante la aparición de nuevos conocimientos que permitieran mejorar la eficiencia, reducir la contaminación o mejorar la calidad lumínica. Federico Gyurkoivts Redactor responsable: Lucas Silva / Editor: Federico Gyurkovits / Diagramación: Martín Tarallo, Jessica Stebniki y Pablo Paredes / Edición gráfica: Fernando Morán / Producción periodística y textos: Natalia Calvello, Vanina Di Blasi, Elisa González Carmona, Florencia Pagola, Lucía Pedreira, Laura Rey y Stephanie Demirdjian / Fotos: Alessandro Maradei / Corrección: Maura Lacreu, Silvia Rodríguez y Karina Puga / Coordinación Día del Futuro: Lucía Pardo, Irene Rügnitz y Agustina Santomauro / Comerciales: Pablo Tate / Coordinación operativa: Antonieta Giannarelli / Logística: Alessandro Maradei / Distribución: Martín Álvez. VIERNES 17 de octubre de 2014 3 4 VIERNES 17 de octubre de 2014 Camino al andar Especialistas desarman la madeja de la obsolescencia programada La sociedad de consumo, el sistema capitalista, el neoliberalismo, el mercado. Los individuos, el bienestar, la calidad de vida, la conciencia, la solidaridad. Con estos conceptos como punto de partida , dos economistas, un especialista en desarrollo y un sociólogo tiraron líneas para desentrañarlos y analizar cómo repercuten en la vida de todo ser humano, de las comunidades y del mundo entero. Algunas alternativas sistémicas ya comenzaron a mostrar sus primeras hojas, pero el árbol es alto, y quiere llegar al cielo. La obsolescencia programada es una herramienta más del sistema capitalista mediante la cual se producen bienes y servicios sin limitaciones. Se crea un nuevo producto y una nueva necesidad, se lo vende como una comodidad de última generación; el consumidor lo compra, se le rompe, lo tira y lo vuelve a comprar. Los costos sociales y ambientales son menores para un sistema basado en el lucro y en una sociedad que ha mercantilizado hasta la vida de las personas. El secreto de esta herramienta es que los productos tengan fecha de vencimiento. Ya no existe más la heladera que la abuela se compró cuando se casó y la heredaron los hijos. Tampoco arreglar el lavarropas, remendar las sábanas rotas o tejerse un buzo; es más práctico y económico comprar el producto nuevo. El consumo es el motor del sistema: permite tener las fábricas activas, los obreros con trabajo y los comercios con ventas; en contraste, se va destruyendo o erosionando el ambiente, y la brecha de desigualdad entre ricos y pobres se amplía cada vez más. Las políticas neoliberales son la bandera de la economía occidental, que mediante los patrones de consumo controlan la vida de las personas. La explotación laboral y la depredación de los bosques y los océanos son algunas de las consecuencias más extremas que se le endilgan a este sistema. Sin embargo, los expertos señalan que la obsolescencia programada trae aparejadas innovación en ciencia y tecnología, y renovación y especialización de productos. Para muchos no se puede volver atrás: el capitalismo, el consumismo y el neoliberalismo son un hecho, pero sí se pueden desarrollar alternativas. ¡Compre ya! Existen dos tipos de obsolescencia: la programada y la percibida. La primera es la manera en que las empresas producen sus bienes con una fecha de vencimiento calculada y deliberadamente impuesta. Uno de los ejemplos más notables es el de las impresoras: mediante un chip se determina la cantidad de copias durante las que van a funcionar. También están los productos que por su mala calidad duran poco. Otro caso es el de bienes que funcionan, pero una nueva versión los deja obsoletos, como pasa, por ejemplo, con los productos electrónicos. Descartar celulares que todavía tienen vida útil porque salió una versión con nuevas aplicaciones es una práctica más que extendida. En lo que respecta a la obsolescencia percibida, se puede decir que es más sutil, pero no menos intencionada. En este caso, la atención recae en la construcción simbólico-cultural de cada producto. Mediante el fenómeno social del consumismo, la publicidad y la creación de deseos, se condiciona a las personas a comprar nuevos bienes cada cierto tiem- po por más que no tengan necesidad de hacerlo. Este es el caso de renovar el ropero cada temporada según lo impone la moda, o el estatus que genera tener el último modelo de auto. Así, el valor simbólico de los bienes sobrepasa al valor de uso, generando que el tener sea una condición exclusiva del ser humano. Andrés Rius es economista investigador del Instituto de Economía de la Facultad de Ciencias Económicas y de Administración de la Universidad de la República (CCEE-Udelar). Si bien la obsolescencia de los bienes no es objeto de estudio de los economistas uruguayos, Rius sostiene que el concepto es “relativamente conocido” para quienes estudian el fenómeno del consumo. Para el especialista, “es probable que muchas de las empresas practiquen deliberadamante” la obsolescencia programada, aunque corran riesgos, ya que no es totalmente seguro y puede que les salga “el tiro por la culata”. Uno de los ejemplos es Microsoft. La productora multinacional de software informático y equipos electrónicos tuvo que sacar de circulación sistemas operativos “porque la gente no los quería”. “Eran malos y obviamente estaban hechos para hacerte comprar una versión nueva que no aportaba nada”, relató Rius. Muchas son las prácticas que utilizan las empresas para estimular el consumo, o incluso para tomar las riendas del mercado frente a sus competidores. En lo que respecta a la telefonía celular, Rius comentó que sería mucho más beneficioso y práctico para los usuarios que todos los cargadores sirvan para cualquier celular, pero ninguna empresa va a dejar que el cliente, una vez que rompió o perdió el suyo, pueda reponerlo con cualquier marca. Las lógicas de mercado y el poder de las empresas generan situaciones de las cuales el consumidor muchas veces sale perdiendo. De todas formas, el economista también reconoció que hay otros casos en los que el consumidor es favorecido. Rius residió un tiempo en Estados Unidos y allá se compró una computadora. Le costó 1.500 dólares, pero vio en algún cartel del comercio que si en otro lado encontraba el mismo producto por menor precio, con la boleta, se le devolvería la diferencia. No encontró precio más barato, pero sí reclamó por otro asunto. Unos días después de efectuada la compra, pusieron la computadora en oferta; la política del comercio era que no tenía por qué pagar más que quienes la compraron unos días después con el precio rebajado. Así fue que le devolvieron 200 dólares. Ésta es una competencia mucho más agresiva; “no es que las empresas se ponen de acuerdo con los precios, sino que realmente se están quitando mercado entre ellas todo el tiempo”, reconoció Rius. Más allá de los tira y aflojes propios de la competencia entre empresas, el Werba, empresa dedicada al reciclaje de metales. / foto: alessandro maradei profesional contó que algunos colegas entienden que esta “renovación permanente de los bienes y servicios estimula la innovación y el cambio”. Existen casos en los que tecnologías que tienen un uso importante en la salud o la educación son resultados de investigaciones realizadas por empresas que buscan mejorar la producción de sus bienes de consumo. Por ejemplo, la investigación que se requiere para fabricar televisores más sofisticados y visión tridimensional, según Rius, está hermanada con la búsqueda por mejorar las imágenes en medicina, o los “programas que se usan para asistir a personas con discapacidad”. “Algo que empieza con una finalidad recreativa termina teniendo una finalidad productiva social”, especificó el investigador. Orejón Por sus dimensiones, el mercado uruguayo cuenta con lo que Rius llamó “capitalismo periférico”, ya que “nos llegan versiones desvirtuadas de las normas y funcionamientos del mercado del norte”. Muchas veces las empresas transnacio- nales no tienen repuestos para sus productos en Uruguay, sin embargo, para un mismo bien no se le puede decir que no al cliente estadounidense porque es obligatorio tener stock suficiente, contó el economista, y agregó que esa empresa en Estados Unidos compite con otras cuatro o cinco de grandes dimensiones por la calidad del servicio. Una de las mayores problemáticas que detecta Rius en el mercado local es que está poco regulado, lo cual determina que el Estado “no tiene mucha capacidad de hacer cumplir sus propias leyes de competencia”. El Estado debe mantenerse alerta a los casos de abuso de las empresas hacia los consumidores, siempre respaldado por investigación y con la certeza de que la situación de desajuste sea veraz. Para Rius esto es difícil de aplicar, porque en el caso de que se sancione a una empresa de forma indebida, se abre espacio a la judicialización. “La idea es aplicar reglas mínimas que impidan los abusos”, opinó Rius. Para las economías abiertas a empresas extranjeras también hay otros de- VIERNES 17 de octubre de 2014 safíos a enfrentar. Rius dio el ejemplo del mercado cervecero en el país, dominado por una empresa multinacional con base en Brasil que es dueña de todas las marcas que se comercializan dentro de fronteras. Si bien “no se ha podido probar que abuse de su poder, ya que podría poner el precio a tope porque no tiene competencia, somos muchos los que creemos que la calidad y la variedad empeoró”, confesó Rius. Esta situación obliga a los consumidores a ofrecer resistencia y plantearse alternativas. Así es que de la mano de clubes cerveceros se formó un pequeño circuito de cerveza artesanal, que supera ampliamente en calidad a la industrial. Otra de las consecuencias de ser periféricos y chicos es tener una capacidad negociadora limitada. “Muchas veces las empresas te dicen: ‘en estas condiciones me voy’ y efectivamente se van, y alguno de esos querías que se vaya, pero otros no”, relató Rius, para quien no sólo las transnacionales cometen abusos, sino que hay “una lógica común económica” que también rige para las empresas nacionales. En este entramado social donde el consumo es el leitmotiv, ¿qué ocurre con los sectores más bajos de la sociedad? El hecho de que grupos de individuos con pocos recursos imiten a referentes con más dinero, por ser íconos populares o por considerarlos exitosos, desvela a muchos de los académicos. Bertoni dejó en claro la contradicción: “Existe una percepción de privación por parte de algunos sectores sociales, a quienes se les pide que se conformen con lo que tienen; sin embargo, las señales de las empresas y el gobierno les indican que la falta de acceso a un bien es un síntoma de exclusión”. En el terreno de la economía de estudio, Rius indicó que esta problemática ha demostrado que es una buena justificación para poner impuestos a quienes consumen mucho. Hay un grupo de personas de altos niveles de ingresos y consumo, y otro que trabaja más horas, se endeuda, y deteriora su calidad de vida. En definitiva, unos viven peor que otros por tratar de imitarlos. Para Rius, con los impuestos se consumiría menos, bajaría el despilfarro, y se achicaría la brecha; “habría menos esfuerzos infructuosos por tratar de conseguir un nivel más alto”. Sin embargo, el economista advierte un inconveniente: “¿Cómo hacés para explicarle al grupo de abajo que éste no es un buen estilo de vida? […] Por un lado, son fenómenos que se podrían corregir, pero por otro son decisiones individuales de la gente que deben ser respetadas”, diferenció. Por su parte, Bertoni va más allá del planteo economista: “No alcanza con limitar a los que tienen para que no consuman tanto si la sociedad entiende que el prestigio está asociado exclusivamente al tener”. Y si bien reconoce que “los impuestos pueden ayudar como un desestímulo”, necesariamente deben ir acompañados de un “cambio cultural muy fuerte”. ¿Tener o no tener? “El consumo se transformó en un factor cultural de primer orden en todo el mundo”, destacó el sociólogo Eduardo Morás. En la sociedad de consumo, los individuos siguen un “determinado patrón de comportamiento acorde a lo que occidente entiende que es el bienestar y mejores formas de vida”, completó Reto Bertoni, coordinador de la Licenciatura en Desarrollo de la Facultad de Ciencias Sociales de la Udelar. En este sentido, para estar legitimado e incluido socialmente, se deben compartir los patrones de consumo que se imponen. Para Bertoni, la visión negativa de la obsolescencia es porque tiene detrás “la idea de acumulación”. “No es que tener algo mejor sea malo, el problema es que te impongan la necesidad de tenerlo”, profundizó el especialista. Yabba Dabba Doo Partiendo de la base de que el sistema capitalista tiene el objetivo del crecimiento por el crecimiento, y que la producción económica actual trae aparejados costos sociales y ambientales notorios, se vislumbran cada vez más caminos alternativos a los tradicionales. Uno de ellos es el “decrecimiento”. Esta corriente de popularidad creciente en Europa, con fundamentos teóricos de pensadores del siglo XX, rechaza principalmente el crecimiento económico, el liberalismo, y el productivismo. Thomas Marois, economista inglés que estudia temas de desarrollo y neoliberalismo y que visitó Uruguay a principios de setiembre para participar en el Seminario de Empresas Públicas organizado por Antel y Trasnational Institute en el marco del Día del Futuro, contó a la diaria que no es adepto a esta corriente, porque “tiene muchos riesgos sociales”. Entre otras cosas, dijo, implica principalmente que los individuos “pierdan su trabajo”, mientras que “al pueblo no le importa la estrategia política, sólo necesita pan y agua”. Desde el ángulo del desarrollo, y sin referirse al decrecimiento, Bertoni “no tiene una visión naif”: “Todos somos hijos de determinado entorno y pautas culturales que nos trascienden, entonces parece fundamentalista plantearse que se puede vivir mejor sin luz eléctrica o sin computadora. No podemos volver a la edad de piedra”, insistió el especialista. “Una alternativa real tiene que empezar fuera del mercado. Es lo más poderoso que podemos hacer para superar el neoliberalismo”, planteó Marois, abriendo la puerta a lo que puede ser un recorrido diferente. Su apuesta es a que los principios de la vida estén fuera del mercado, y no bajo la influencia del consumo; concebir una justicia diferente, en la que “se incluya el pensamiento de la comunidad, 5 la posibilidad de trabajar y decidir juntos de manera productiva. Poder plantearnos si necesitamos más juguetes de plástico u otras maneras de mejorar la calidad del agua”, se explayó Marois. La obsolescencia programada es interpretada por el economista como “una estrategia poderosa del capital, que tiene una implicación muy profunda para la sociedad”; por esta razón, insistió, la solución está fuera del mercado. El mismo hincapié hizo en la eliminación de los commodities. Además, para Marois, el cambio debe ser “sistémico, no particular”: “Generar juntos nuevas maneras de producir cosas, con una idea diferente que no sea sólo ganar”. Una “economía solidaria”, con “ideas verdes, […] igualdad de género […] y sin racismo” son las “ideas sociales” que propone para reestructurar los principios que rigen a las sociedades. Un lugar especial ocupan las finanzas: “El control de la moneda es muy importante para crear alternativas”. El economista inglés aclaró que el dinero no es exclusivo del sistema capitalista, y que “el capital financiero es tan poderoso que cualquier alternativa al sistema va a fallar si no hay opciones financieras para combatirlo”. En este sentido, destacó la creación por parte del gobierno uruguayo del Fondo para el Desarrollo (Fondes), y de toda iniciativa que estimule “fines progresivos”. El control de la moneda es un tema del que “debemos hablar más”, enfatizó el entrevistado. Nuevas alternativas surgen para un sistema que muchos consideran obsoleto. Nuevas voces plantean el descontento y reflexionan sobre cuál es el mejor porvenir de la sociedad. Falta generar más instancias de discusión y reflexión, y que cada individuo tome conciencia y se cuestione qué camino prefiere transitar. Florencia Pagola Joven se busca La búsqueda de empleo y la acumulación de conocimientos Mientras un diseñador gráfico de entre 21 y 30 años podrá integrarse a una agencia digital en crecimiento, mujeres de entre 23 y 27 años son posibles candidatas a asistente de ventas de productos de informática. Estos son sólo algunos de los perfiles que los empleadores buscan y cuyos avisos pueden verse en un diario de circulación nacional publicado la semana pasada. ¿Existe fecha de vencimiento para integrarse a determinados empleos? “Lo primero que aprendí a usar es el Lotus 123. Un día cambiaron a Excel y pasé de ser una especialista a una analfabeta”, cuenta Gabriela Pintos Trías, quien dicta clases sobre comportamiento organizacional en la Licenciatura en Administración de Empresas de la Universidad de la República, al tiempo que trabaja como consultora en diseño organizacional. Éste es sólo un ejemplo de algunos conocimientos que se vuelven obsoletos y pierden sentido ponerlos en un currículum. Por otra parte, aunque para algunas profesiones es más políticamente correcto buscar un determinado rango de edad, esto no sucede en todos los casos. Si bien difícilmente se cuestione que en primera división de fútbol los jugadores de mayor edad pisen como máximo los 35 años, podría ser mal visto que una persona de 50 años no sea seleccionada para atender la barra de un boliche únicamente por su edad. Según Pintos, no se trata de que las personas tengan una “fecha de vencimiento”: las decisiones de los empleadores así como las trayectorias laborales se ven atravesadas por varios factores. Desde el punto de vista del empleado, seguramente, los factores que lo motivaban para la realización de una tarea al ingresar a un empleo luego de 20 años ya no representan un incentivo, “y, si lo sigue haciendo de igual manera, va a rendir menos”, asegura Pintos. Por tanto, algunas tareas terminan siendo propias de un momento específico de la trayectoria laboral de una persona, lo que no significa que hayan perdido la capacidad para realizarla. Es claro, por ejemplo, en una carrera como medicina, en la que tomar la presión puede ser una tarea relevante para un practicante que se inicia en la actividad, mientras que para un médico de años será un elemento muy básico en su rutina. Según Pintos, a eso se le suma la falta de costumbre por parte de las empresas de planificar carreras, y el cambio mismo que se da en el desarrollo de actividades dentro de un trabajo, ya sea por cambio de tecnología, por la tendencia del mercado o por la necesidad de parecerse y generar empatía con el cliente. Esta empatía está directamente vinculada a la capacidad de consumo y al público al que se dirige el mercado. Los locales de indumentaria femenina para jóvenes difícilmente sean atendidos por hombres mayores de 40 años, ya que parecerse al cliente resulta entonces una necesidad para asociar la marca a un determinado estilo. Por otra parte, Pintos entiende que puede existir una suerte de “mitología” según la cual se considera que si el candidato es joven entonces será innovador, proactivo, “sin mañas”, cuando en realidad son rasgos de la personalidad que no se determinan por la edad. En diálogo con la diaria, el sociólogo Eduardo Morás expresó que una de las problemáticas principales de Uruguay vinculadas a la juventud es lo que llama la “persistencia de la desigualdad estructural”. Entre otros aspectos, los jóvenes siguen siendo los más afectados en términos de desempleo, empleo de mala calidad e informalidad. Y peor aún, se trata de una condición estructural de la sociedad, no es una coyuntura ni un mal arrastrado de unas pocas décadas. “Los jóvenes son los primeros en perder el trabajo en la época de crisis y los últimos en recuperarse en la época de alto económico”, aseguró. En la actualidad el desempleo es históricamente bajo, con una tasa que ronda el 6,9%. Sin embargo, hay una constante y es que “si querés saber de cuánto es el desempleo en los jóvenes menores de 24 años, multiplicalo por tres”, expresó Morás. Para el caso del trabajo informal, una regla también sencilla puede apli- carse duplicando la cifra cuando se trata de jóvenes de ese rango de edad. “El trabajo se ha hecho precario y en los más jóvenes los porcentajes de informalidad son sumamente elevados”, expresa Morás, quien cita uno de los fascículos del Atlas sociodemográfico y de la desigualdad del Uruguay, donde se da cuenta de que las personas de entre 15 y 17 años tienen una informalidad de 93,2%, y en los menores de 24 alcanza a la mitad de esta población. Esta condición implica falta de cobertura, de seguridad social y, seguramente, un menor salario. A ello se le suma otra realidad y es que la educación, según Morás, ha perdido valor instrumental para la inserción laboral, en la medida en que encuestas del Instituto Nacional de la Juventud muestran que nueve de cada diez experiencias laborales de jóvenes entre 15 y 17 años se dan por redes de contacto y no por razones de formación. Sobre este aspecto, la investigación presentada a fines de setiembre por Paula Carrasco, del Instituto de Economía de la facultad pública de Ciencias Económicas y Administración, revela que las condiciones de ingreso de los jóvenes en el mercado influye fuertemente en lo que será el resto de su trayectoria. Por tanto, el haber carecido de cobertura social en el empleo inicial aumenta las probabilidades de que esa condición se traslade a lo largo de su carrera. Elisa González Carmona 6 VIERNES 17 de octubre de 2014 Es una ciencia Las tecnologías y sus consecuencias desde una mirada filosófica Fernando Flores Morador es uruguayo, pero vive en Suecia desde 1982, cuando se fue del país como exiliado político tras haber pasado cinco años preso, desde 1972 a 1977, por su militancia contra el régimen militar que se instalaría en 1973. Entonces era todavía un estudiante de filosofía, disciplina en la que finalmente se diplomó. Desde 1998 es docente de la Universidad de Lund, desde donde se proyecta y relaciona con el mundo. Es autor de varios libros acerca de uno de sus principales objetos de estudio: las tecnologías y el rol de las ciencias humanas en la constitución de las culturas y sus relaciones mutuas. La entrevista fue vía skype y estará separada en tres partes (páginas 6, 8 y 11), ya que aborda, discute, contradice algunas y reafirma otras de las perspectivas que se reflejan en esta edición especial de la diaria. “La filosofía que yo practico, que ahora se conoce como posfenomenología -porque todo es pos ahora- es bastante nueva, aunque arranca con Heidegger. Un profesor americano, Don Ihde, de 80 años, hace una síntesis entre fenomenología y pragmatismo, que es lo que yo desarrollo con mi trabajo sobre tecnologías rotas y otros libros. He tratado mucho el posmodernismo en relación con otros temas, y la gente que toma contacto se da cuenta del potencial enorme que hay en esta metodología, que tiene la posibilidad de darnos una perspectiva totalmente nueva respecto a cosas que se vienen discutiendo hace mucho tiempo y en general se dan siempre las mismas respuestas, clichés. Se dan por sentadas cosas que muchas veces contradicen la lógica del sentido común, pero no se puede explicar muy bien por qué. Este sistema nos permite penetrar mucho más a fondo en cuestiones como la obsolescencia programada, si es posible, en qué casos, cómo...” –¿Se – discute la obsolescencia programada (OP) en la Filosofía? Yo lo discuto y lo estudio porque tiene que ver con las tecnologías rotas, pero en general se sigue discutiendo en escenarios tradicionales: en economía, el pensamiento que domina las universidades hoy tiene una metodología positivista que intenta calcular si hay pérdidas o ganancias, y “Las tecnologías son parte de la vida, son seres vivos, no son seres muertos”. por otro lado en la tradición marxista, ecologista-marxista, se diaboliza el capitalismo. En general, la economía positivista defiende el derecho a la OP como una medida económica lógica del mercado, mientras que la tradición marxista la condena por su responsabilidad medioambiental, por su consumismo. Tenemos una tradición muy importante de la Escuela de Frankfurt con [el filósofo Herbert] Marcuse, en los años 60, construida sobre la crítica al consumismo. De ahí viene un poco ese tema que es muchísimo más complejo de lo que se pinta y tiene que ver con, entre otras cosas, la capacidad o no de la sociedad humana de planificar el futuro, aunque parezca mentira. Creo que está muy relacionado con el proyecto comunista de planificar la economía, que termina fracasando, y el estudio de por qué fracasa nos aporta muchísimo para entender por qué la OP es en realidad imposible. Es un fenómeno del monopolio económico, es negativo a veces y otras, positivo, a veces se logra y otras no. En realidad no existe, se inventa. Es un tema muy interesante, se relaciona con la planificación económica y la previsión del futuro. Pero en principio la exageración con la que se ma- neja y se asegura es totalmente traída de los pelos, no se puede argumentar. –¿Exageración? – Hay sectores, como el ambientalista, que son verdaderamente militantes en este tema, insisten en que hay manipulación, que el circuito de circulación de capital es muy intenso, que nos impulsa al consumismo, etcétera. Que tenemos que ir a una ética, y ¿cómo definís esa ética?, que se pregunte: ¿qué es lo que no vas a consumir y de qué vas a prescindir? Si los ordenadores PC de Microsoft son mucho más baratos y tienen más o menos el mismo servicio técnico, ¿por qué no suprimimos los productos de Apple que son más caros y en general sólo venden diseño? Pero la mente humana no funciona solamente con base en lo que es práctico y hay otros elementos, como la belleza, que impulsan el consumo. Por otro lado, la intensidad del circuito de capital genera trabajo y riqueza. La riqueza, el querer mejorar, el querer trabajar, es parte de la naturaleza humana, no se puede restringir. La Unión Soviética es el mejor ejemplo de eso: cuando lo intentaron con su política económica realista, continúa en página 8 VIERNES 17 de octubre de 2014 7 Mundo del revés Derechos del consumidor sobre tela de juicio El ser de consumo se pasa la vida consumiendo. Y aunque sea una de sus actividades principales, según los especialistas, en Uruguay poco se respetan sus derechos ni se ataca fuertemente uno de los problemas que más padece: el sobreendeudamiento. A la vez, le falta organizarse con sus pares y ser más crítico. El mercado está constituido por las empresas, el Estado y los consumidores. En esta tríada, quien corre con desventaja es el consumidor, porque está solo. “Te vendieron una cosa que duró menos de lo estipulado, y por eso no hacés una marcha”, expresó el economista Andrés Rius. En este sentido, Estado y consumidores deben trabajar juntos. El primero, a través de la incorporación de técnicos que investiguen el tema, además de regular el mercado y fijar reglas a las empresas para que no incurran en prácticas abusivas. Los segundos, por su parte, deben tomar conciencia de sus derechos y fortalecer las organizaciones sociales que los representen. Para Rius, “muchos de los logros que hay en países más avanzados respecto a la protección de consumidores surgieron de los movimientos sociales”. Si bien “hemos agotado este modelo para vivir, admite muchas modificaciones, no es rígido”, afirmó. Uno de los ejemplos es Brasil. Un referente en la región que ha logrado grandes cambios gracias a una organización social muy fuerte y un Estado que la respalda. Así es que Uruguay tiene el ojo puesto permanentemente en el desarrollo que el vecino ha tenido en la materia, tomando como ejemplo y adaptando muchos de sus avances. Otro pasito Dentro del Ministerio de Economía y Finanzas (MEF) está constituida el Área de Defensa del Consumidor. Su encargada, Ana María Sánchez, contó a la diaria los pasos a seguir cuando llega una denuncia. Se recepciona el reclamo, se notifica al proveedor y este tiene diez días para responder, puede que prefiera arreglar el problema directamente con el denunciante, que no responda o que no se haga cargo. En este último caso se realizan audiencias en el edificio de la dependencia. Existen dos grandes sectores que evidencian de qué trata la mayor cantidad de denuncias: productos y servicios, y finanzas. El rol de la defensoría es negociar para que ambas partes salgan beneficiadas. Según la encargada, la mayoría de los casos se resuelve antes de pasar a audiencia. De los 26.000 reclamos que tuvo el área en 2013, la mayoría tuvo respuesta satisfactoria. En el caso de que no se llegue a un acuerdo, se pasa a la vía judicial. El área ya extendió oficinas a los departamentos de Salto, Maldonado y Canelones, y tiene convenios con las intendencias de Río Negro y Flores. Su aspiración es llegar a todo el país. Una de las herramientas que tienen las diversas oficinas conectadas entre sí es el Sistema Nacional de Defensa del Consumidor, importado de Brasil. Les sirve para saber cuántos reclamos hay en cada departamento y de qué tratan. Sánchez también cuenta con orgullo los avances de los vecinos. En Brasil ya tienen Secretaría de Defensa del Consumidor, lo que les da más jerarquía e independencia a los derechos de los consumidores; en Argentina, lo mismo, y en Paraguay se está por formar. En Uruguay, dar este paso de independencia es decisión del Poder Ejecutivo, de todas formas, Sánchez cree que “hay un determinado camino a seguir”, que es el mismo que “el de los países que nos rodean”. Si bien el Área de Defensa del Consumidor ha mejorado mucho en los últimos años, queda camino por recorrer, hacen falta consumidores más organizados, conscientes y demandantes. Es necesario que no estén totalmente dominados por las empresas y que les hagan contrapeso en el mercado, “esto justifica que el Estado intervenga y ayude a que el movimiento de consumidores crezca”, enfatizó Rius. Según el economista, el mismo apoyo debe darse a las asociaciones, ya que en este momento “son chicas y poco visibles”. Consumidores y Usuarios Asociados (CUA) es una asociación civil creada en 1998 que defiende el derecho de los consumidores y que ha luchado mucho desde su inicio, contó su directora general, Yandira Vega. “Uruguay es el único país de la región que no apoya a las asociaciones de defensa del consumidor, a pesar de que la ley lo exige”, lamentó Vega. Por esta razón, a pesar de sus 1.200 socios, CUA “está muy sola”, enfatizó. Sin código En agosto de 2000 fue promulgada la Ley de Relaciones de Consumo Nº 17.250. Esta ley de orden público regula las relaciones de consumo y resguarda los derechos de los consumidores. Según Vega, esta legislación fue aprobada “porque el Mercosur lo exigió”, principalmente Brasil, que “tiene la mejor ley del mundo”. De todas formas, insiste en que en Uruguay no es respetada. Mirta Morales trabajó muchos años como abogada en el Área de Defensa del Consumidor del MEF. Además, integra el Centro Interdisciplinario de Relaciones de Consumo de la Facultad de Derecho de la Universidad de la República. Según Morales, a pesar de los años que tiene la ley, “tiene poco marketing”. Al no estar en conocimiento de los consumidores, estos no conocen sus derechos y, por lo tanto, no exigen. Tampoco los proveedores están informados, “por lo que no cumplen como deberían; y lo que a veces asusta un poco es que no está en conocimiento de los mismos decisores, nos sorprenden algunos fallos judiciales que no toman en cuenta la ley”, declaró la abogada. Morales cuestionó que los jueces hagan primar el uso del Código Civil de 1868 por sobre la Ley de Relaciones de Consumo, más reciente y específica. Además, muchas veces cuestionan la “calidad del consumidor”, y “se ponen más formalistas, a pesar de que la ley no es tan formal como el código”, agregó. Para Morales esto ocurre en parte porque en Uruguay la formación de los abogados carece de una materia sobre relaciones de consumo, “se dan como coletazos, te dicen que es una ley como otras tantas”, relató. Entre los bienes y servicios más reclamados en la repartición del MEF se encuentra la telefonía celular: An- tel es quien encabeza el ranking de los 20 proveedores con más reclamos en 2013, con 1.736; Claro está en segundo lugar, con 733. “Hay que tener en cuenta el volumen que tiene Antel”, especificó Sánchez. Los reclamos se basan principalmente en los celulares que se rompen enseguida; incumplimiento del contrato, de la garantía o de la prestación de servicio; no se entrega el producto; productos en garantía que con más de tres entradas al servicio técnico deberían ser cambiados; vicios aparentes y ocultos; servicio no solicitado; falta de información; publicidad engañosa; no hay cobertura en la zona y cláusulas abusivas. Según Vega, de CUA, el problema de Antel “es que tiene que asegurarse de que las empresas que trabajan para ellos deben hacer las cosas bien”, porque “la tercerizarión no le sirve al consumidor”. Otra de las categorías más reclamadas, tanto en Defensa del Consumidor como en CUA, son los préstamos: “Gente que saca un crédito y después no lo puede pagar; pide en otro lado y se forma la famosa calesita”, contó Vega. Para Morales, éste es un problema de toda Latinoamérica, pero en Uruguay parte de la base “del aluvión de préstamos que se dan sólo con la cédula”, y sin ningún tipo de control. Según las especialistas, actualmente en el país hay un sobreendeudamiento importante de la población. Morales entiende que está bien darles la oportunidad a quienes no acceden a cierta calidad de vida, mediante créditos, pero que “sean razonables”. Necesariamente se debe chequear el sueldo de las personas, si tienen casa propia o cuenta en el banco hipotecario, “porque eso influye”, ilustró la abogada. Lo ideal sería que los préstamos los den sólo los bancos, pero las personas con menor poder adquisitivo no acceden allí, por lo que terminan sacando “préstamos de los supermercados o de una zapatería”. “Incluso, una vez que las personas están en el clearing, se les sigue dando préstamos a sola firma”, agregó Morales. FP Hipervínculos La psicóloga Sylvia Montañez aportó ideas sobre los nuevos modos de relacionarse “Si la existencia singular se abre al mundo y, en vez de encontrar la completud, se constata la separación con los otros que nos permite acercarnos y, en el mismo momento, nos distancia de nosotros mismos, la búsqueda de ‘comunión’ y/o la búsqueda de unión es un anhelo que no encuentra una ficción reparadora que pueda mediar para el logro de una comunidad cultural colectiva y configuradora de la subjetividad, ¿qué nos queda? ¿El desarrollo tecnológico puede ocupar el lugar de mediación? ¿Son los vínculos sociales la fuerza productiva principal o lo es la tecnología?”, se pregunta la psicóloga Sylvia Montañez en su artículo “Mediación y conciencia. Hegel y el presente de la comunicación”. “¿Cómo influye el cambio tecnológico en las relaciones humanas?” fue el punto de partida para el diálogo con la diaria. En tiempos de continuos cambios tecnológicos y de imposición de la cultura del “úselo y tírelo”, es muy probable que se generen nuevas subjetividades. Según el pensador Umberto Galimberti, citado por Montañez durante la entrevista, el ser humano ya no usa la tecnología como un medio ni la domina, sino que se ha sumergido en un mundo tecnológico, que denomina poshumanista, porque la tecnología “nos habita, forma parte de nuestra vida”. Montañez sostiene que vivimos una etapa de transición en que las categorías alguna vez entendidas como “sustantivas” actualmente adquieren el apellido de “zombis”. La familia, la escuela, el trabajo y las ideologías, que en su momento tuvieron un “horizonte de sentido, que conformaban creencias, va- lores, hoy han cambiado y colapsado y ya no significan nada”. Asimismo, si bien esos espacios generaban pertenencia, también eran coercitivos. Por eso, la docente adjetiva esta época como más liberadora en este sentido. Montañez mencionó a Martin Heidegger, que en su libo El Ser y el tiempo explica la diferencia entre el miedo y la angustia, entendiendo al primero como un temor a algo concreto, mientras que el segundo supone desconfianza a lo nuevo y desconocido. “La sociedad se angustia porque no sabe y porque nada dura”, explicó. Sin embargo, antes había ilusiones o creencias establecidas que actuaban como puntos de apoyo y ahora ya no. Las ventanas hacia la intimidad que permitió la tecnología han provo- cado dificultades para discernir entre las fronteras de lo público y lo privado. Según Montañez, en la modernidad, el ámbito privado era un refugio del ámbito público, hostil y de difícil participación. Hoy los blogs y otras tecnologías han llevado a un cambio en esas fronteras. Los blogs se posicionan como espacios de mera narración personal en los que se comparte públicamente información privada. “Hay una exacerbación del yo donde estalla el espectáculo, es un espacio público que no dice nada o casi nada”. Aunque los rostros ya no se busquen y ahora miren pantallas, la psicóloga sostiene que “hay un anhelo de encontrarse y en esa búsqueda probablemente media la tecnología”. Laura Rey Gonnet 8 VIERNES 17 de octubre de 2014 te daban casa, trabajo, educación, salud y no alcanzaba, la gente no era feliz. Eso lo corrigen los chinos hoy, con el mercado socialista que tienen. En verdad no es un invento chino, ya lo había probado Lenin en Rusia, pero sin querer -no creía mucho en eso, que dio resultados fabulosos durante unos años y después lo abandonaron-. –¿Sin – monopolio no hay OP? No, porque la competencia, si empiezo a producir con menor calidad, saca algo mejor y me tira para afuera del mercado. –En – general pareciera que los productos de ahora son de menor calidad... ¿Qué es la calidad? Suponete que comprás un refrigerador que dura 50 años. ¿A qué empresa le puede convenir construir refrigeradores? Lo más probable es que los eliminemos porque no va a haber un mercado. Para que haya un mercado tiene que haber trabajadores que cobren todos los meses y tiene que haber accionistas que cobren todos los años su capital de retorno. ¿Quién decide eso? Lo decide la sociedad mediante mecanismos muy complejos que son imposibles de describir racionalmente. Eso ya es bastante claro en el caso paradigmático de las lamparitas eléctricas. Fue un monopolio que duró unos 15 años; el monopolio cuando dura poco generalmente es bueno porque genera estándares, en ese caso concreto abarató la producción y todo el mundo pudo acceder a las lámparas. La obsolescencia sacó al mercado una bombilla que duraba 1.000 horas cuando en aquel entonces ya se podía producir una que duraba 20.000. Ahora, ¿de dónde se saca que la duración es igual a la calidad, calidad de qué? ¿Porque es físicamente más resistente? Pero la física en la economía no tiene nada que ver, y en el gusto de las personas tampoco. El mercado humano de comercio es antropológico, no físico. –Sin – embargo, hay una tendencia a asociar la calidad de las cosas con su tiempo de vida útil. Hay que ver también de qué artefacto hablamos, si es una casa y a los diez años se te hace agua es un desastre. Hay un mínimo de duración de las cosas; puede que haya productos que estén por debajo de lo que la sociedad acepta. Es muy probable que sea así, y hay compañías que desaparecen, el mercado las elimina. Siempre hubo y va a haber productos inferiores a la norma. Pero los estudios de mercado que hacen las empresas más establecidas arrojan el mismo cálculo que haría cualquier persona con sentido común. Un ordenador después de cinco años no me interesa que viva porque va a estar anticuado. Ahora con las tablets, que son pantallas sensibles, los sistemas operativos que no son sensibles a las pantallas ya son obsoletos. En los refrigeradores no es tan así, pero los de ahora consumen muchísima menos energía, no con- taminan, entonces, ¿para qué querés un refrigerador de hace 50 años que contamina, consume mucha energía y encima enfría poco? –¿Qué – son las tecnologías? Las tecnologías son parte de la vida, son seres vivos, no son seres muertos. Tienen existencia en tanto la sociedad les da vida, y tampoco son fijos, puedo usar un refrigerador para guardar libros, el hecho de que lo use como refrigerador es lo que lo hace refrigerador. Las cosas no tienen una vida independiente de la nuestra, son lo que nosotros queremos que sean, la duración es un aspecto físico, como las moléculas, los átomos. La máquina de vapor dura, está entera ahí. La podríamos seguir usando, pero ¿por qué no la usamos? Porque la sociedad donde creció no existe más, pasa a ser un objeto de museo. Un ecologista podría decirte “usémosla, es mucho más sana que los motores eléctricos”, sí, pero porque sea más sana no podemos volver a la edad de piedra. Eso quedó atrás, la sociedad de la edad de piedra eran 20 personas, nosotros somos miles de millones para alimentarnos y educarnos, no podemos volver a tecnologías de aquellas épocas. –¿Qué – pasa con el costo social? La gente padece mucho por el sobreendeudamiento. Y cuando dijo que en la Unión Soviética con determinado régimen la gente no era feliz, yo me pregunto si con este sistema consumista sí lo es. En Uruguay, como en todas partes, hay una clase media muy competidora, eso genera muchísimo estrés. Y eso lo provoca la propaganda comercial. Es un problema muy difícil de resolver porque existe en todos lados. No veo una solución simple, porque el tema de los grupos sociales y del prestigio ante la competencia es incluso anterior al capitalismo, existió en todas las sociedades. Sobre todo en las clases medias, que quieren progresar económicamente, que viven tratando de cambiar el auto, hacer un viaje, tener la ropa de moda. Eso es un problema grave. Probablemente deba resolverse con grandes discusiones, la participación de partidos políticos, los sectores civiles, las religiones, la iglesia; son procesos muy lentos, muy largos. Que la gente esté endeudada se podría controlar mediante medidas económicas que el gobierno puede tomar para limitar el endeudamiento privado, eso se puede hacer. Que la gente deje de tener ese estrés del consumo, eso es algo que solamente se puede poner a discusión. –¿Es – ética la OP? Cuando hablamos del análisis filosófico de la OP, dejamos de lado la parte ética y hacemos un análisis por el análisis en sí, para encontrar, describir el fenómeno, analizar las ideas que aparecen, más allá de tomar posición a favor o en contra. continúa de página 11 VIERNES 17 de octubre de 2014 9 10 VIERNES 17 de octubre de 2014 La heladera, el auto, la televisión y unos cuantos artefactos más nunca se les rompieron a los abuelos. Pero ya no es así. No importa la marca ni el precio, a veces los aparatos duran menos de lo esperado y no vale la pena arreglarlos, mejor comprarse uno nuevo. Otras veces, aunque no se rompan, los nuevos modelos que salen al mercado invitan al recambio. Aunque este tipo de producción parece moverse por otra órbita, Uruguay no escapa a esta realidad. Tampoco escapa al dilema ético de los ingenieros y fabricantes cuando se enfrentan a la obsolescencia programada. “Últimamente no conviene arreglar nada porque las cosas están diseñadas para que eso sea así”, contó Gianfranco Premuda, mientras su reloj de 1870, que encontró en la feria de Tristán Narvaja, no cumple con esta premisa. Lo reparó unas semanas atrás y ahora se mueve al compás del tiempo. Premuda es ingeniero industrial y, entre otras cosas, fue pionero de la producción automotriz en Uruguay, en 1967. Aunque no compra un auto “por la pinta”, considera que ya no vale la pena fabricar uno que dure varias décadas: “Ahora todo el mundo quiere uno con airbag. Los autos rusos duraban 60 años, nadie los quería, pero andaban”. Carlos Gera, gerente de la Asociación de Informáticos del Uruguay, coincide con el ingeniero y agregó que “la durabilidad ya no es tan importante para el consumidor”. El astrónomo Santiago Roland, quien investigó sobre la temática en su época de estudiante, entiende que hay una “obsolescencia psicológica”, ya que “se le da valor al objeto como si fuera diez veces mejor que el otro”. A Roland siempre le interesó la obsolescencia, a tal punto que prefiere buscar objetos que le duren más antes que guiarse por las tendencias. Por eso se arma sus computadoras: “En vez de comprarme una que sale 200 dólares y a los dos años la tengo que cambiar, prefiero gastar 800 y que me dure cuatro veces más”. Algo similar ocurre con su celular a prueba de todo: caídas, agua, suciedad. Roland no quiere “forzar su mente” a darle a la obsolescencia un celular cada dos años. Made in Uruguay Según Premuda, los fabricantes uruguayos no toman en cuenta la obsolescencia: “Cuando hacemos una máquina, un producto o algo, tratamos de que dure lo más posible”, expresó. Fernando Silveira, director del Instituto de Ingeniería Eléctrica de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de la República, coincide: “A nadie se le pasa por la cabeza que dejen de andar, el desafío es que no fallen”, ya que la mayoría de los ingenieros trabaja en sistemas que así lo requieren, como en su caso, que diseña equipos médicos. Premuda contó que en los comienzos de la producción automotriz en Uruguay la Fiat era una “industria modelo”. Se fabricaba un “paragolpes en serio”, así que cuando el italiano Gianni Agnelli, presidente de la compañía, vino a Uruguay, le preguntó al ingeniero cómo se fabricaba una matriz tan cara: “Le expliqué que estaba hecha en partes, con artesanos, y que había mucho ingenio pero poco costo”. No obstante, cuando Agnelli supo el precio de cada auto, él y los demás italianos se empezaron a reír: “Gli uruguaiani sono tutti matti! Questa porquería más caro que un Ferrari?”. Uruguay también cuenta con la particularidad de ser uno de los pocos países que fabrica calefones de cobre, contó Premuda, y añadió que este tipo de material dura “para toda la vida” y es más caro. Gianfranco Premuda, ingeniero, en su domiicilio con su reloj de péndulo de procedencia alemana. / foto: alessandro maradei En punto La ética profesional y la producción uruguaya “Un fabricante no puede pensar en que no va a seguir vendiendo, salvo en países como el nuestro, donde competimos en calidad”, señaló. Holanda es uno de los países que los sigue fabricando con este material. En ese país hay una reglamentación que descuenta de los impuestos, durante cinco años, todos los artículos que se compren para el hogar. Aunque el calefón de cobre dure más tiempo, “ellos igual lo tiran porque no les cuesta”, aseguró. Sin embargo, el ingeniero contó que el cobre se recicla, los holandeses logran que se tire menos y que su industria funcione. “No sé si es ética o es inteligencia del sistema”, expresó. No obstante, para Premuda, Uruguay todavía no es un país industrial. Expresó que “la industria nuestra decayó con la china”, ya que “los chinos decidieron ganar 30 dólares por mes y que un kilo de pan cueste medio dólar, entonces no se puede competir”. A su vez, “cuando vamos a China a comprar las partes de las motos para armar, nos ofrecen cuatro amortiguadores iguales, pero uno cuesta el doble que el otro, la diferencia está en la obsolescencia”, aseguró y sostuvo que los compradores eligen la calidad según su propio mercado. Hacer o no hacer Algunas impresoras tienen un contador de páginas programado para que dejen de funcionar tras determinada cantidad de copias. Este es uno de los tantos ejemplos que conlleva un dilema ético dentro del campo de la ingeniería. Por un lado están los ingenieros de la vieja escuela que consideran que “sus creaciones son intelectuales y que tienen que ser cada vez mejores”; por otro, están los de la nueva escuela, a quienes “se les paga para hacer cierto trabajo y eso puede implicar fabricar una cosa débil”, ilustró Roland. No obstante, Gera sentenció que “no pasa por la ética ni por los ingenieros, es un tema comercial” y agregó que el fabricante tendrá mayores ganancias en la medida en que se vendan más productos. En este sentido, “el ingeniero se encarga de diseñar un aparato según los requerimientos comerciales”. En contraposición, para Roland no hay que pensar sólo en el mercado, ya que “si no tenés planeta tampoco vas a tener mercado”. El astrónomo indicó que no vivimos en un planeta de recursos infinitos, por lo cual comprar un celular por año implica contaminar el planeta doblemente: cuando se fabrica y cuando se tira. “Cada vez que uno habla de obsolescencia, mete el dedo en el sistema capitalista, entonces ahí la discusión es casi política, más que técnica y más que moral incluso”, sentenció Premuda. Roland agregó que el capitalismo se mueve en una lógica de recursos ilimitados: “El ingeniero puede trabajar en uno o en otro sistema, pero al planeta le sirve uno de esos dos. Capaz que muevo menos plata, pero la ganancia se ve reflejada en otras cosas, en algo más a largo plazo”. Para Silveira, la evolución de la tecnología de las comunicaciones es la más acelerada, por eso los aparatos son cada vez más potentes. Las consecuencias de esto son industrias más costosas, que exigen un mercado mayor y, al tratarse de tecnologías de punta, la confiabilidad es cada vez menor. Según él, se sobreentiende que las nuevas tecnologías se aplicarán en productos con una vida útil de pocos años, como celulares, tabletas y computadoras. Si bien “recortarle la vida útil deliberadamente a un equipo es un dilema ético al que los profesionales deberían resistirse”, Silveira considera que la escasa durabilidad de un producto está más vinculada a bajar los costos de producción según las reglas del mercado. La ética profesional es un tema que preocupa al ingeniero químico Raúl Prando. Para él la tecnología no es neutra, por eso en la toma de decisiones se debe responder a un “cuadro de valores que depende del valor máximo que tenga cada persona”. Según Prando, hay un dilema ético si de obsolescencia programada se trata y además falta información veraz para el consumidor: “Si sabemos que tal artículo tiene una vida útil de cinco años, deberían decirlo”. Para el filósofo Fernando Flores, el dilema ético afecta no sólo al fabricante sino también al consumidor: “Todo tiene una dimensión ética, pero debe colocarse en términos de lo que es realista”. Ejemplificó que “no se puede cerrar una fábrica y dejar a la gente sin trabajo”, ya que hay cosas que “serán muy éticas, pero son utópicas”. No obstante, ante un caso personal, Prando considera que “hay ciertos valores que no se pueden claudicar”: “No sé si corresponde que el profesional siga conservando el trabajo o que busque otros horizontes. Lo que digo no es teoría, yo lo viví en determinado momento y esa fue la decisión que tomé”. Con el paso de los años, la tecnología avanza y el tiempo entre el descubrimiento y su aplicación es cada vez menor. Por eso, en 2060 “el tiempo se vuelve cero y el hombre podrá resolver cualquier problema”. Así resumió Premuda un artículo de su colega Juan Grompone y agregó que “en un mundo de locos como éste, y al mismo tiempo maravilloso, la obsolescencia es absolutamente necesaria”, aunque se trata de una “cadena maléfica”: “Es un mundo sin moral, no podemos ni hablar de moral, porque ya no existe. No se puede tener algo que no existe”. Natalia Calvello VIERNES 17 de octubre de 2014 Las posiciones éticas tienen que ver con los sentimientos o ideas. Los marxistas tienen determinadas ideas, los liberales otras, y pueden tener éticas irreconciliables. Pero ambos pueden coincidir en la descripción de un fenómeno, aunque después los sentimientos frente al fenómeno sean distintos. Es eso lo que creo que hace mucha falta. Hay mucha pasión, mucha ética y poco análisis. Cuando decimos “la OP es un hecho porque se producen cosas que no duran”, ahí ya estamos promoviendo la superficialidad, es decir, ¿que no duran en qué sentido? ¿Socialmente, físicamente? Una lámpara vieja es como no tener lámpara, entonces que prenda no nos ayuda. Hay que empezar a entender que no es un problema para químicos y físicos, sino que es un problema para sociólogos, antropólogos y psicólogos. La lámpara va a seguir dando luz, pero en una sociedad que no es la nuestra, sino la de nuestros abuelos o padres. ¿Y dónde está la diferencia? Eso es lo que tenemos que estudiar, y hay que promover el estudio. –¿Qué – son las tecnologías rotas? Las tecnologías no se reducen a los artefactos. Hay tecnologías sociales, políticas. Votar, por ejemplo, es una tecnología. Muchas no las vemos, es necesario reflexionar e ir descubriéndolas. Empezaron para cubrir ciertas necesidades. Éste es el tema central de mi estudio de las tecnologías rotas; las tecnologías son interesantes de estudiar porque son como pedazos de sociedad coagulados, están ahí, fáciles de observar, sobre todo las rotas. El último Iphone es difícil de analizar porque estamos enamorados del objeto, pero después de que queda viejo lo podés empezar a estudiar y analizar. Es necesario que haya una cierta perspectiva para estudiar las tecnologías. –¿La – teoría económica del decrecimiento es una alternativa al capitalismo? Si lo que se quiere decir con esto es que se abandona este capitalismo rapaz que sólo produce ganancia, creo que vamos en camino a eliminarlo, porque la sociedad en su complejidad le pide desarrollarse más. Una de las cosas que hay que tener en claro es que el capitalismo no es el Diablo o Dios, porque a veces se dice que es el responsable de todas las cosas, como si fuese casi imbatible. El capitalismo es un conjunto de tecnologías humanas que surge por una necesidad, y desaparecerá el día en que no tengamos más esa necesidad. Mientras nos siga dando resultado va a seguir siendo usado. Como el martillo, mientras no encontremos un método mejor, seguiremos usándolo. Creo que se va a ir llegando a un decrecimiento y se va a ir dejando de buscar el crecimiento. Pero hay un problema, en la medida en que la población aumenta, hay un crecimiento que es inevitable, que es el de abastecer a esa gente. Cuando nací, en 1950, existía en el mundo la mitad de las personas que hay hoy; en mi vida, la sociedad mundial ha tenido que alimentar al doble de personas. Si mirás estadísticas, la gente vive mejor hoy que hace 50 años, incluso en los países más pobres. Esto no es gracias al capitalismo, es gracias al socialismo, a la guerra fría, a los movimientos de liberación nacional, a las iglesias, a la experiencia acumulada, a la conciencia de que la pobreza genera guerras, y por ese camino vamos. Yo soy muy optimista, tremendamente optimista. –¿En – qué casos es claro que no es útil consumir sólo por el hecho de consumir? Hay muchas cosas que lo están mostrando claramente, en primer lugar, si vamos a las tecnologías del cuerpo humano, hoy somos conscientes de que fumar, beber en exceso, estar muy gordo o muy flaco no es bueno; hacer ejercicio es positivo. Son todas tecnologías. Exigen una disciplina, un control, motivarse permanentemente, y vemos que ya no alcanza: a mí la propaganda de cigarrillos ya no me entra, estoy inmune. Y como éste hay muchos otros ejemplos. Hay propagandas que ya no calan. ¿Hasta qué punto me puede influir a mí cierto tipo de propagandas que están destinadas a la moda o la ropa? En Europa se preguntan mucho si hay trabajo infantil detrás de esto, y si la tal Zara emplea a niños o no, y dónde los compran y qué sueldos pagan. Se sigue consumiendo, pero eligen a la empresa que trata mejor a sus obreros y que no emplea mano de obra infantil, y eso es 11 un cambio de consumo importante. Si me compro un coche que es híbrido estoy tratando de no contribuir con los gases; hay una serie de cosas que se están imponiendo. Las empresas están tratando, en su comercialización, de imponerse como verdes. En Uruguay siguen dando muchas bolsas en los súper. Eso es una cuestión concreta, se pueden usar biodegradables y si las cobran capaz que te acordás de llevar la tuya. Muchas veces son pequeñas cosas que son tecnologías también. Eliminar la bolsa no se puede, pero si es biodegradable, mejor. –¿La – sociedad de consumo es fruto de la posmodernidad? El consumismo voraz tiene su momento más alto en los años 50 y 60. Como producto del posmodernismo nace el ecologismo. El ecologismo nace en Estados Unidos en esos años, como reacción al consumismo voraz, más voraz en aquella época. El consumismo más peligroso es aquel que no es consciente de las consecuencias económicas, sociales, políticas y ecológicas. En ese sentido hay que trabajar: mucha educación, círculo de estudio, investigación, muchos programas de radio, tv y revistas; que no sea sólo el análisis superficial de las cosas. Ir transmitiendo ese saber. Dejar los lugares comunes, esas cuestiones fáciles que se repiten una y mil veces y que no aportan mucho y, a veces, son totalmente erróneas. Florencia Pagola 12 VIERNES 17 de octubre de 2014 Vida inútil Trabajadores recicladores de desechos electrónicos. / foto: alessandro maradei Los residuos tecnológicos tras la obsolescencia programada “Uno tira el celular y se desentiende, pero si lo tira en el fondo de su casa, mediría muy distinto cómo hacerse cargo de las cosas”, sentenció el astrónomo Santiago Roland, estudioso de la obsolescencia programada. Las máquinas se vuelven obsoletas cada vez más rápido y por esto se generan más residuos tecnológicos. En un escenario mundial en el que falta conciencia y medidas concretas sobre la disposición final de los aparatos eléctricos y electrónicos, toneladas de basura terminan en países como Ghana, India, Nigeria, Vietnam, Bangladesh y China. Estos residuos llegan desde Europa y Estados Unidos, muchas veces en forma de “donaciones solidarias” y son destruidos a través de quemas a cielo abierto, lo que genera gases que contaminan el entorno. Mientras estos países son los vertederos del mundo, en Uruguay varios actores no están ajenos a la problemática y exigen aprobar un proyecto de ley que está estancado desde hace años. Cuando un aparato eléctrico o electrónico deja de funcionar se puede separar una parte del equipo que sea reutilizable, pero hay otros componentes que no son tan fáciles de reciclar. Cromo, cadmio, plomo y mercurio son algunos de los metales contaminantes que se ubican en las placas de las computadoras o en los tubos de los monitores. Estos últimos, aunque están obsoletos, se siguen vendiendo en el mercado local. Estos aparatos rotos o en desuso terminan generalmente en los vertederos municipales, se rompen y liberan los metales nocivos, contó Carlos Gera, gerente general de la Asociación de Informáticos del Uruguay (Asiap). Por eso se trata de un asunto de salud pública, más que medioambiental, señaló. Para el reciclaje de los materiales tóxicos se requieren instalaciones especiales que eviten la contaminación. Esta tecnología no está aún disponible en el país y su exportación hasta las plantas de reciclado europeas, que es “cara y complicada”, se realiza por intermedio de empresas locales. Alternativas clasificadas Desde hace nueve años, Raúl Rodríguez está vinculado a los residuos electrónicos a través de lo que empezó siendo la cooperativa Crecoel, en la organización San Vicente. Surgió como un experimento, cuenta Rodríguez. En la organización había que tirar una computadora, él se la llevó y la desarmó: “Vi que era un comienzo, un residuo que le vas sacando un jornal”. Con los años varió mucho el emprendimiento; lo cierto es que desde entonces han aportado una solución para las empresas que quieren deshacerse de sus equipos obsoletos. “Cuando se le termina la vida a una computadora, cuanto más rápido se recicle es menos contaminante; he entrado a empresas que hacía tres o cuatro años que [las computadoras] estaban guardadas y había un olor ácido muy fuerte en esa habitación”. Una vez que tienen los equipos comienzan a desguazar y a clasificar entre materiales ferrosos y no ferrosos. Los primeros, conocidos como chatarra, se llevan a Laisa, una empresa fundidora de estos elementos. Los materiales no ferrosos son llevados a otra empresa, Werba, donde además reciben los monitores de rayos catódicos para exportar a Alemania, explicó Rodríguez. Actualmente la microempresa aguarda la habilita- ción de un espacio para realizar las tareas de desguace; sin embargo, se encargan del traslado de aparatos que generalmente vienen clasificados por las propias empresas. Por ejemplo, Direct TV cada dos meses renueva las antenas y decodificadores y es uno de los clientes estables de Rodríguez. El trabajador reflexionó que “la renovación tecnológica está bien, pero no en forma tan acelerada”. Además alertó sobre la necesidad de controlar la tecnología que entra a Uruguay: “Ahora está entrando basura de Estados Unidos y China que se termina más rápido; es tanta la cantidad de desechos que tienen, que tratan de cambiarlo y mandarlo para acá como la gran novedad, pero en realidad es residuo lo que estamos comprando”. Otra oportunidad Cada mes, la Intendencia de Montevideo (IM) retira entre 15 y 30 ordenadores, aunque en el organismo se utilizan máquinas por más tiempo del estimado, contó Pablo Damseaux, coordinador de Microinformática de la IM. Según Damseaux, hace unos años los desechos se remataron, se procesaron y los restos volvieron a la usina; a partir de ahí se decidió empezar a trabajar de otra manera. La idea es comenzar una preclasificación del estado de los equipos, quitarles las partes útiles, como discos y memoria, y embalarlos para aislar los materiales tóxicos. El paso siguiente será una licitación y quien retire el material deberá detallar el procesamiento final de los residuos. Damseaux agregó que también se están donando máquinas al programa Antel Integra. Además, el organismo adquirió 400 equipos nuevos que gastan menos energía y se está explorando la “virtualización de escritorio”, para conectar las máquinas viejas a un servidor que realice el procesamiento de información, de forma de “centralizar recursos para alargar la vida útil”. Por su parte, el programa Antel Integra recibe computadoras y celulares en desuso. Mediante un equipo conformado por funcionarios del organismo y estudiantes de UTU, las computadoras se reacondicionan y se distribuyen entre quienes lo necesiten. La presidenta de Antel, Carolina Cosse, explicó a la diaria que “el proyecto parte de tomar varios problemas de la realidad”, como el medio ambiente y el acceso, para “generar conocimiento y habilidades”. Además, se sumó el deseo de Antel de “investigar, trabajar y promover el software libre y la investigación tecnológica dentro de la empresa”, indicó Cosse. Ya se recibieron 4.000 equipos que fueron reciclados; no obstante, la presidenta indicó que se necesitan más donaciones. En el caso de los celulares y monitores de tubo, estos van a parar a un contenedor que se lleva al exterior para su reciclaje. Las computadoras reacondicionadas tienen el respaldo de Antel y durarán algunos años más. Cosse aseguró que hasta el momento no ha pasado que las computadoras presenten problemas “porque tienen software libre y muy buena imagen, además las recibe gente que recién empieza, entonces no van a poner un Matlab ni un Autocad”. La ingeniera explicó que el objetivo del programa está en darle una computadora a alguien que nunca la tuvo: “Yo propongo darle una en buenas condiciones, con software libre, buena capacidad, al mismo tiempo que el país está teniendo una realidad de telecomunicaciones como muy pocos países del mundo”. En este sentido, estimó Gera, “cualquier iniciativa que tomes para alargar la vida útil de un aparato es una actitud ambientalmente responsable”. Aunque esto no resuelve completamente el problema de qué hacer con los residuos tecnológicos en el futuro. Una forma de mitigar los daños de la contaminación tecnológica se lleva adelante desde el Servicio de Evaluación y Control de Calidad Ambiental de la IM. Su directora, Gabriela Feolla, contó que se está estudiando el suelo de los asentamientos a través de una nueva tecnología que permite evaluar en el momento la concentración de metales. Esta contaminación se debe a un manejo informal de residuos, como la quema de chatarra electrónica. Sin receta Los involucrados en la temática coinciden en la necesidad de una reglamentación sobre la manipulación de estos desechos. Para Gera no es un tema fácil, ya que “ningún país del mundo lo tiene completamente resuelto”. El gerente de Asiap considera que si existiera una regulación se les podría decir a las empresas qué hacer: “Hay empresarios que nos han dicho en confianza que tenían un depósito lleno de equipos, contrataron una volqueta, sacaron las cosas y pasaron los carritos a llevárselas”. Además se les podría exigir determinados controles a las empresas recicladoras. Federico Souteras, jefe del Departamento de Residuos Sólidos y Sustancias de la División de Planificación Ambiental de la Dirección Nacional VIERNES 17 de octubre de 2014 de Medio Ambiente (Dinama), consideró que, si bien existieron algunas propuestas del Poder Legislativo para la normativa, éstas tenían “algunas fallas”, “no desde lo que está escrito, sino de cómo lo podés aplicar después”. Explicó que el problema tiene dos partes: tener qué hacer con los residuos y que la población tenga a dónde llevarlos. Una de las carencias que identifica era que “se decía que había que llevar el aparato a la casa donde lo compraste, ponían restricciones que en la práctica es complicado de cumplir, por eso fue quedando un tanto congelada, no porque no sea relevante, esos intentos tuvieron limitaciones y quedaron ahí”. Desde la Dinama se generó un grupo de trabajo en 2012, con la finalidad de hacer un programa piloto sobre residuos electrónicos, que finalmente no se pudo concretar. Igualmente, Souteras cuenta que la experiencia fue positiva porque “par- ticiparon una cantidad de empresas que empezaron a bajar a tierra en qué consiste hacerse cargo de los residuos electrónicos”. Pero no se llegó a realizar la experiencia piloto “porque partimos de una base de que las empresas estaban un tanto más lejos del problema que lo que pensábamos originalmente”, indicó. El técnico expresó que en la Dinama el problema de los residuos electrónicos “nos importa, pero en la 13 agenda también empezaron a pesar otros temas que tenían que ser atendidos”. En este sentido consideró que avanzando en otras reglamentaciones respecto a los residuos “de todas formas se está contribuyendo a la parte de residuos electrónicos”. También aseguró que es uno de los temas de la agenda para conversar con la próxima administración. Vanina Di Blasi, Natalia Calvello Pocos pero buenos Sobre los oficios en vía de extinción “Buenos eran los de antes”. ¿Cuántas veces hemos escuchado decir eso? ¿O afirmar que lo nuevo es tan malo que, cuando se rompe, es preferible tirarlo y comprar otro que mandarlo a remendar? Pensemos en los oficios tradicionales que emergieron de la necesidad de arreglar lo que se rompió. Parecería que, a medida que la obsolescencia invade las lógicas de consumo, algunos oficios empiezan a desaparecer. No es fácil contactar a un afilador. Sin embargo, con Juan Carlos Ramos fue bastante sencillo: alcanzó con buscar por internet. Nunca se puede saber por qué barrio anda, pero es sencillo reconocerlo gracias al clásico sonido de su flauta dulce. Ramos ejerce hace ya un cuarto de siglo. “Afiladores verdaderos seremos cuatro en Montevideo”, señaló mientras ponía a punto unas tijeras. Contó que la mayoría de las veces “hay que buscar el trabajo” y que es un oficio fluctuante en tanto depende “del tiempo, de si la gente tiene plata y de las costumbres de los uruguayos, que por ahí prefieren ponerse un champión de marca pero no afilar un cuchillo”. En cuanto a la obsolescencia de su empleo dijo que el mundo está hecho “de cosas descartables”, lo que fomenta el usar y tirar más que el reparar. Además, señaló que “la gente busca lo práctico, compra la carne cortada, entonces no usa el cuchillo”. Mirta estaba sentada, cosiendo con la máquina el cierre de una campera roja de nailon. Modista desde hace diez años, admite que “ya vamos quedando pocas” y que “en los barrios ya no existen”. “Hoy en día la vida es muy rápida, entonces nadie quiere esperar a que le arreglen las cosas”, expresó. Otra de las razones que para ella influyen en que haya cada vez menos modistas es la venta de prendas “muy baratas y de mala calidad”, y mencionó que esto se comprueba, por ejemplo, por el hecho de que “hay gente que te trae las prendas y no las viene a buscar nunca más y tú las llamás y te contestan que consiguieron algo más barato y es nuevo, por lo que no van a pagarte lo mismo por el arreglo”. El caso de Antonio es muy similar. Sentado en un banquito de madera y escondido bajo la visera de su gorro azul, mira a la gente pasar por la plaza Cagancha. La distancia de cada herramienta de trabajo -el banco, la silla para el cliente, el cajón de lustrar- parece estar meticulosamente calculada. “Cuando yo arranqué, hace 30 años, éramos diez lustrado- muchas cosas. Ya no es más aquello de sólo arreglar zapatos”. Sin embargo, coincidió con los demás en que ha disminuido el número de personas que ofrecen este servicio, porque “no hay quien quiera seguir con los oficios” y porque “la gente arregla lo que realmente vale la pena arreglar”. Si hay un oficio que uno no se espera encontrar en Montevideo es el del guasquero, que trabaja con el cuero “crudo y fresco” de forma natural, sin químicos, tal como aseveró José Andrés Acuña, mejor conocido como el Guasquero de Nuevo París. Este caso es peculiar, porque si bien no es común dar con alguien que tenga este conocimiento en Montevideo, donde hay “tres o cuatro” según contó Acuña, sí es habitual en el interior del país. De todas formas, los objetos que fabrica -el apero completo para los caballos, los elementos de uso personal del gaucho y otros como cinturones, materas, posa mates y llaveros- compiten también con lo sintético, y los interesados en el oficio lo hacen más bien por hobby que como medio de vida. res; hoy somos tres o cuatro”, afirmó a la diaria. Dijo también que “antes había zapateros y taller de zapatos por todos lados” y “hoy hay pocos porque la gente no los lleva a arreglar, están los chinos que son baratos, no vale la pena pagar el arreglo”, salvo que “sean unos muy buenos”. Consultado acerca del futuro del oficio consideró que es probable que desaparezca, sobre todo porque “en las casas que venden calzado, zapatos de cuero hay pocos” y todo lo que se vende es “sintético”. María es zapatera y, desde atrás de su mostrador, comentó que su rubro no se ve afectado por las nuevas tendencias de consumo, aunque aseguró que para mantener el negocio a flote es necesario asociar otros servicios: “Venta de artículos para calzado, reparación de carteras, cierres de camperas; se complementa con Marmolejo, afilador y paragüero minuano, 24 años en el oficio. / foto: fernando morán Otra juventud Muchos de los entrevistados se refirieron a la ausencia de jóvenes interesados en aprender aquellos oficios que supieron ser claves socialmente hasta no hace mucho tiempo, pero que han perdido peso y mercado al impulso del desarrollo tecnológico. Para María, hoy la juventud prefiere estudiar que dedicarse a un oficio. En este sentido, indicó que “antes ponías un aviso y tenías un montón de gurisada que quería venir, pero hoy buscan preparación por otro lado, no se empieza de abajo hacia arriba”. Y si bien “estudiar y prepararse” le “parece divino”, remarcó que saber “un oficio también es bueno en la vida porque nunca te deja sin comer”. Según opinó Juan Carlos, hay jóvenes que aprenden el oficio de afilador “pero lo toman como una cosa momentánea, sin seriedad, no es algo a lo que se dedicarían de por vida”. Por su parte, Acuña brinda cursos de guasquería desde hace una década y afirmó que la mayoría de los alumnos tiene más de 30 años, aunque a veces concurren “jóvenes de 18 a 25 años”, generalmente alumnos de las facultades de Agronomía o Veterinaria, que lo hacen como complemento para su carrera. Muchos, sin embargo, se inscriben atraídos por la posibilidad de aprender a crear sus propias herramientas, en vez de comprarlas. Stephanie Demirdjian 14 VIERNES 17 de octubre de 2014 Todo se transforma Alternativas al sistema de consumo Algunos intentos por alejarse de ese sistema de consumo llevan a personas como Elda Villalba a recorrer un camino hacia la permacultura, una filosofía de vida que, según ella, es posible de ser extendida a la sociedad, tanto en el campo como en la ciudad. Este modelo también es un sistema, según explicó la maestra permacultora Villalba. Está diseñado para lograr un hábitat humano sostenible, con sus bases en la ética respecto al cuidado de la tierra y de las personas. Es una cultura sostenible que parte de la creencia de que todo está interrelacionado, “mis acciones tienen una repercusión: lo que me pasa incide en las personas que me rodean, las plantas, los animales y en la tierra”, enfatizó. Una de las premisas que motivaron a Villalba a acercarse a este modo de vida hace unos 20 años fue la necesidad de cerrar círculos. “Si será una alternativa al consumismo, uno toma sólo lo que necesita estrictamente y trata de devolver siempre a la tierra de alguna manera, sea en energía, tiempo, conocimientos o materia orgánica”, expresó. De todos modos, la permacultura no significa ponerle fin a la sociedad de consumo, sino más bien un límite que parte de la toma de conciencia. “No quiere decir que no vayas a comprar nada, no somos autosuficientes ni vamos a serlo”, afirmó la maestra. Igualmente plantea alternativas incluso para el comercio, como por ejem- plo el trueque o las “gratiferias” que se desarrollan en distintos barrios de Maldonado. En estas ferias las personas llevan los objetos que les sobran y estos quedan a disposición de quien los necesite; del mismo modo ellos pueden tomar los objetos de otros sin tener que pagar con dinero. Esta experiencia también se realizó alguna vez en Montevideo. Otra manera de librarse del consumo es produciendo sus propios alimentos, cuenta Villalba, que con sus 72 años mantiene un bosque de alimentos en la Sierra del León, donde vive. “Cualquier persona, aunque no tenga recursos, puede tener su propio bosque de alimentos, es muy sencillo”. Sobre los cultivos en la ciudad señaló que puede plantarse en un balcón, con huertas verticales, una terraza o en las huertas comunitarias: “no hay límites, va en la creatividad de cada uno”, comentó. Otro asunto que está contemplado es el uso de energía eléctrica, esto va relacionado también con la bioconstrucción y el diseño bioclimático de la vivienda. “Trato de vivir con el mínimo gasto energético, no puedo reducirlo del todo porque cuando tienes que viajar no hay más remedio que gastar combustible”. Sin embargo, cuenta que para calefaccionar su casa o calentar el agua utiliza el sol, a través de un panel solar, o ramas caídas que encuentra. Además, utilizan baños secos para reutilizar hasta los desechos humanos, que sirven como fertilizantes naturales. La maña no quedó obsoleta “Tengo que comprar herramientas antiguas en la feria porque las de ahora se rompen todas, no duran nada”, lamentó Villalba. En tanto desde la Escuela Universitaria Centro de Diseño (EUCD), Rosita de Lisi, encargada del área Proyectual, indicó que “las acciones desde el diseño deberían incluir la sustentabilidad como algo innato y en realidad no ha sido así”. En este sentido, agregó que mundialmente se está haciendo una revisión respecto a que “la sustentabilidad, tanto ambiental como económica y social tendría que estar presente desde el vamos”. Villaba cree en la obsolescencia programada e incluso le preocupa “si no estarán programando también la obsolescencia del ser humano, porque con tanto consumir comida chatarra terminás por pensar eso”, reflexionó. “Los aparatos se descomponen y casualmente todo es efímero, y ¿con qué viviría la industria si no fuera así?”, se pregunta. Sobre esto, De Lisi indicó que se da un choque entre el diseño sustentable y los intereses comerciales, que “ha llevado a que los empresarios quieran que se rompa el producto para que compren uno nuevo”. Ahí también entra en juego la ética del diseñador e insistió en que hace falta una reeducación por parte de los empresarios: “Que no se engañe al consumidor sino alertarlos sobre las distintas gamas de productos” que durarán más o menos dependiendo de la calidad de los materiales. De Lisi explicó que uno de los mandamientos de la sustentabilidad en el diseño es alargar la vida útil del producto o de los materiales. En el área textil, se pueden generar nuevas prendas usando telas de otra ropa; con los objetos, se busca que los distintos materiales sean pocas piezas y fácilmente desarmables para poder reciclarlos y reutilizarlos. La permacultura también implica reparar, reciclar y reutilizar los objetos, la ropa o los desechos. En tanto, las tecnologías que utilizan son apropiadas a su realidad, al poco gasto de energía y a la poca inversión. En este sentido, Diego Veiga, uno de los alumnos de Villalba, encontró alternativas a los electrodomésticos. Con un poco de ingenio desarrolló bicimáquinas como lavadoras, molinos o licuadoras utilizando materiales fuera de circulación, como una bicicleta vieja y un tanque de lavadora antiguo. También con las cámaras de las ruedas de bicicleta o de auto, con poca inversión y tecnología, una chica egresada de la EUCD fabrica bolsos y accesorios. Otro emprendimiento es el proyecto de dos jóvenes que confeccionan prendas con los excedentes de stock como forma de darle nueva vida a los productos. Con el nuevo plan de la EUCD se generó un observatorio sobre diseño y sustentabilidad con el fin de monitorear este tipo de emprendimientos; asimismo, es el primer año que se dicta una materia optativa específica sobre el tema. Vanina Di Blasi VIERNES 17 de octubre de 2014 15 cualidades en cuanto a la salud, la magia del aspecto térmico -logra espacios frescos en verano y cálidos en invierno-, entre otras. Mientras los participantes terminan de presentarse, el anfitrión sigue yendo a la ruta cada vez que lo llaman ya que se sigue sumando gente. Durante la mañana, Cristina realizó una presentación con imágenes sobre las distintas formas de construcción en barro y experiencias realizadas tanto en el exterior del país como otras que se encuentran a la vuelta de la esquina. En el televisor se mostraba un depósito de lavatorios que estarán muchísimo tiempo tirados allí antes de que la tierra logre terminar con ellos “y la mayoría están intactos, pero no son modernos”, dice indignada, a la vez que asegura que hay que priorizar siempre la función. En esta línea, no es casualidad que minutos antes expresara “perdón por el color [de la imagen], es que el televisor está por hacer caput y quedó medio alilado, pero hasta que no se agote no se compra otro, así que lo van a tener que ver en este color”. Actividad Construyendo futuro: Jornada de bioconstrucción. En La Bitácora, sábado 13 de setiembre, Punta Ballena, departamento de Maldonado. / foto: alessandro maradei Acariciando lo áspero La bioconstrucción en Uruguay y el sueño de la casa de barro Más que para terminar siendo expertos en construcción, la jornada de ese sábado estaba pensada para que los participantes salieran transformados desde otro lado. Esto implicaba, antes que nada, querer conocer una práctica no tan difundida y, por otra parte, vencer los prejuicios que pesan sobre ella para poder apreciarla. Con estas premisas como base, los colectivos La Bitácora y Uruguay Alternativo organizaron un taller de bioconstrucción en Punta Ballena, que incluyó desde un abordaje informativo hasta la propia experiencia de entrar en contacto con el material. Llegar hasta el local de La Bitácora, donde se realizaría el taller, no sería tan simple; la organización se encargaría de llevarnos desde la ruta. Éramos tres los que esperábamos en la parada de ómnibus cuando llegó en su moto Ántony Da Rosa, más conocido como Tony. “¿Vienen al taller?”, preguntó. Asentimos mientras continuábamos buscando otro vehículo, a lo que Tony, disfrutando el silencio, dijo: “los llevo”. Pero no pudo contener la carcajada y nosotros tampoco. Detrás de él venían sus padres en camioneta para trasladarnos hasta La Bitácora mientras comentaban sus expectativas sobre la jornada. Para ellos había implicado más que un madrugón para venir desde Melo: era parte del proceso de conocer “eso en lo que anda Tony”, su hijo. Luego de seguir el camino que Tony marcaba en su moto, La Bitácora aguardaba nuestra llegada y la de otros participantes. Reconocimiento A diferencia de un jugador de fútbol, que antes del partido entra a la cancha a hacer el correspondiente reconocimiento del terreno, luego de los primeros pasos sobre el césped y la mirada atónita de quienes iban llegando ante la belleza de los espacios, espontáneamente nos encontramos con Cristina, la dueña de casa, que nos hizo un recorrido por el lugar. Alrededor de la casa, árboles y plantas de distintas especies habían sido plantadas por quienes viven allí. Mientras nosotros recorríamos, el nieto de Cristina jugaba en una mini cantera de pasto formada al fondo de la casa por la diferencia de altura del terreno entre frente y fondo. Un quincho perfectamente recortado con formas redondeadas oficiaba de techo de la casa hecha en barro. Más de uno tocaba la pared exterior sin dar crédito a que esa belleza y prolijidad estuviese confeccionada en dicho material, y allí es donde latía el primer prejuicio que Cristina nos propondría derribar. Puertas adentro, una amplia estufa a leña calentaba el espacio, intentando dejar atrás el rocío y humedad que reinaban en el ambiente. Luego de reconocer el espacio, la presentación de cada uno de los participantes fue ineludible, aunque ya se palpaba una sensación de complicidad, mezclada con bienestar, en un grupo de personas que no se conocen pero están allí atraídos por lo mismo. Así fue que Antony comenzó a contarnos sobre Uruguay Alternativo, surgido en 2012, que no sólo lo ha llevado a recorrer el país en bicicleta, como otra forma de hacer turismo, sino también a crear una red de personas que trabajan en proyectos que buscan modalidades alternativas a las existentes. Así es que casi todos los participantes habían llegado por contacto con otro, algunos más vinculados a la permacultura, algunos por ser conocidos o familiares de otros que, impulsados por la curiosidad, decidieron participar de la jornada y embarrarse las manos en lugar de seguir “balconeando” en el tema. En este sentido, la mamá de Tony confiesa estar muy agradecida de que su hijo le haya insistido para que asistiera y asegura seguir creciendo con cada propuesta que él le trae. “Yo estoy en esto desde que resolvimos hacer la casa de barro”, aseguró Cristina, si bien reconoce que en realidad fue Ricardo, su marido, quien comenzó. Cristina tuvo que luchar con algunos preconceptos asociados a la construcción en barro, como la connotación de pobreza, de mugre, de bichos como la vinchuca “y de a poco se me fueron cayendo cada uno de los prejuicios”, asegura. También confiesa que el hecho de que el esposo de la arquitecta a cargo del proyecto fuera médico y hubiese hecho la casa de terrón le hizo pensar -suelta risas al recordarlo- que “si el médico está adentro, vinchuca no debe haber”. Cristina es escribana y vivía en Montevideo, y, si bien la casa está hecha hace 18 años, confiesa que no sabe exactamente cuándo decidió radicarse allí. Asegura que fue una transición, intentaba acumular tareas en la capital en pocos días para pasar el resto en Maldonado, hasta que terminó mudándose junto a su marido. Desde entonces tomó la difusión de su experiencia como un compromiso, en la medida en que entiende que existen muchas formas de mejorar el hábitat de la gente con elementos que no cuestan nada y están al alcance de la mano. Pero además de la difusión puertas afuera, Cristina logró también una transformación hacia adentro, y de ello habló su hija Cecilia al presentarse en el grupo. “Tener a mi mamá viviendo en una casa de barro desde hace tanto tiempo para mí ha sido una oportunidad maravillosa que me dio la vida de tomar contacto con lo que significa la bioconstrucción”. En este sentido, destaca las bondades que encierra una casa de barro: la belleza, sus Se puede Relevamientos de la UNESCO establecen que el barro es utilizado actualmente para las viviendas de más de 40% de la humanidad, cuenta Cristina, quien reivindica este material no sólo por tratarse del más antiguo, sino por ser de manejo sencillo, duradero, adaptable, abundante y resistente. Y asegura que la construcción “tradicional” tiene fecha de vencimiento, en la medida en que se gasta mucha energía y el petróleo se agota. Cristina expuso experiencias de casas muy modernas y finas hechas en barro. En el caso de la arcilla, ésta puede colorearse, pero además, el amoblado y diseño interior puede permitir contrastes de diseño único. En el caso de su casa, cuenta que todas las aberturas provienen de una demolición. “Para variar, tres casas hermosas que iban a demoler para hacer un edificio”, expresa, por lo que las puertas de placares originales de aquellas casas son ahora la puerta del dormitorio y del baño de Cristina, mientras que la mesada de la cocina era una viga que obtuvo por 300 pesos. Para reivindicar estas técnicas de construcción con elementos naturales, Cristina asegura que los antecedentes siempre son vitales. Por eso exhorta a que “los que vayan a construir en tierra háganlo prolijo, háganlo bien. Tomen conciencia de que son el referente para otros que vienen atrás”. Su casa fue levantada en nueve meses, aunque fueron exactamente seis de trabajo y asegura que, por defecto profesional, se ha empecinado en tener todos los papeles en regla. Esta parte del trabajo también ha servido de antecedente, ya que más de una vez ha prestado su expediente de inscripción de la construcción en el BPS cuando un proyecto o un permiso no fueron aceptados por tratarse de construcción “no tradicional”. Por la tarde, todos los participantes pudieron darse el gusto de meter las manos en aquella pileta de barro que nos esperaba en la mañana. Unos lo colaban, otros revolvían, otros humedecían la pared mientras otros ya iban “revocando” el frente de la casa de Cristina. Ni la lluvia ni el miedo a ensuciarse fueron obstáculos. Unos más prolijos que otros, pero todos probaron la experiencia de, con sus propias manos, aportar a la construcción en barro, sentir su textura y conectarse con la tierra. Elisa González Carmona 16 VIERNES 17 de octubre de 2014 Los propios Talleres de rap y hip hop en cárceles Cual producto que se descarta, las personas privadas de libertad, según el imaginario social, han perdido también su vida útil. La cárcel oficia de vertedero. Sin embargo, tienen muchas historias para contar, muchas ganas de cantar, de bailar y de sentirse humanos. Músicos, DJ y raperos; integrantes de Proderechos, de Educación en Contextos de Encierro y de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República se organizaron para brindarles un espacio de expresión a los reclusos del COMCAR, Punta de Rieles y Femenino. Las chicas no paran de bailar y de plasmar sus sentimientos en el papel; en Punta de Rieles, la discusión ya está planteada: la baja de edad de imputabilidad preocupa. “Bo, ñeri, va paí”, retumba desde una de las ventanas del imponente edificio del Centro de Rehabilitación Femenino (CRF). Las ventanas, una al lado de la otra, se multiplican. La ansiedad traspasa la ropa colgada, traspasa las rejas; las caras jovencitas se apoyan en los barrotes, preguntan quiénes somos y a qué venimos. Dos grupos de mujeres descansan en el pasto mientras toman sol y mate; nos miran fijo, no disimulan. En un pequeño salón, los talleristas conectan parlantes, micrófono y acomodan las sillas. “No le duele el VIH, le duele tu discriminación”, versa un afiche pegado en las monótonas paredes; la palabra realidad se destaca en un pizarrón blanco. Percy López llega agitada y se detiene en la puerta. Tiene mucha bronca. Usa el pelo, con rulos, atado, piercing en la cara, camperita fucsia, calzas y championes deportivos: como dicta la moda de la cárcel y la de la calle. Tiene bronca porque los operadores penitenciarios la “descansan”, porque tiene que “ladrar como un perro” detrás de las rejas para que la dejen participar del taller. Se prende un cigarro, así nomás. De los cinco pisos del CRF, ella está en el primero, el de máxima confianza. Le “costó mucho esfuerzo llegar” a ese nivel en un sistema gradual de beneficios que aumentan en la medida en que se bajan pisos. Ésta es la segunda vez que está en la cárcel y espera que “sea la última”. “Esto es una cárcel, no un parque de diversiones” y “la guerra no te la hacen las presas, te la hace la Policía”, se quejó Percy. Se escuchan gritos que retumban en las escaleras. Lo que parecería ser la hinchada de algún cuadro de fútbol viene cantando desde los pisos de arriba. La energía contenida en cuatro paredes empieza a expandirse por los pasillos, impacta. Por fin llegó el momento de expresarse, de ver caras nuevas, de reír, de soñar, de sentir que por dos horas no están encerradas. Sus caras irradian alegría. Nos saludan a cada uno con un beso y se presentan con su nombre. Una vez dentro del salón, todo es flow. Mientras intercala pasos de hip hop, Maira (de unos 25 años) le muestra a uno de los talleristas las marcas del encierro. Uno de sus tatuajes representa el nombre de su hijo, Teo. Cuenta que se los hace con la tinta de las lapiceras o con el hollín que raspa de una gillete diluido en agua; pero no le duran más de dos meses. Fuma como si cada pucho fuera el último de su vida y no para de bailar. Si la cámara la filma, canta y le dedica mensajes a sus seres queridos: “¡Ñeri, te quiero una banda!”. Natalia escribe su nombre abreviado Taller de Rap en el Centro de Rehabiltación Femenino. / foto: alessandro maradei en el pizarrón, no disimula su cara de preocupación. Le pide a las operadoras que vayan a buscar a su tía al cuarto piso, pero no tiene suerte. Las reclusas de los pisos de más arriba, los de máxima seguridad, no pueden ser parte del taller. La asistencia al taller no supera las 15 mujeres. La mayoría son del primer piso, alguna del segundo. Por ser de máxima confianza “andan solas”, y “tienen patio” todos los días de 14.00 a 18.00. También disponen de un gimnasio y de talleres de teatro y de yoga, sin embargo, una de ellas se prepara mentalmente: “Me tengo que ir acostumbrando, tengo unos años más acá adentro”. Se juntan en grupos. La propuesta de los talleristas es que escriban tres o cuatro versos que rimen. Misión imposible. Ninguna escribió menos de dos páginas. El feedback de Maira con los talleristas siempre es positivo, “con tal de que avancen, cualquier cosa”; al igual que sus compañeras, tiene una ansiedad incontenible, una energía avasallante para descargar en estos 120 minutos. Una bolsa de nailon blanca se muda de falda en falda; allí está el tabaco, el gran aliado del encierro. Tanto olor a humo de cigarro marea, pero a ellas ni las afecta. No todas se animan a rapear; agarrar el micrófono no es para cualquiera, pero Maira no se inhibe. En un cuaderno tienen canciones escritas en la celda y en talleres anteriores. El repertorio es largo. Le cantan a la libertad como un sueño con el que se despertaron más de una vez, tan palpable como los barrotes, tan lejana como el barrio que las vio crecer. El amor por la familia, la soledad, el respeto que se merecen, el sufrimiento, la calle, el querer progresar y la inocencia perdida son temas que se repiten en sus letras. De los hijos jamás se olvidan: “Si tuviera otra oportunidad, volvería a mi barrio a demostrar, que con mis hijos voy a estar”, cantan con pasión. Mientras se entretienen con el micrófono, la Tana toca la guitarra. Sigue la música, o por lo menos lo intenta; cada rasgada es como una descarga de rabia contenida. Denisse, una de las talleristas, cuenta que una vez en la cárcel muchas son olvidadas por sus maridos: “Tenemos hijos y una historia, no abrazamos sólo por bobas”, escribe una reclusa en el Pres y Diario del COMCAR, un periódico producido por los internos de ese establecimiento. Se termina la jornada. Las operadoras las tienen que ir a buscar una por una; no se quieren ir. Se sacan fotos con los talleristas, preferentemente con los hombres. Las entristece la idea de volver a la celda, a la vez que se alegran de que todavía tienen un taller más por delante. La necesidad de expresarse no se agota. Como un baraja Para Jonhatan, alojado en la Cárcel de Punta de Rieles, los talleres de rap “te dan fuerzas para seguir adelante”. Sorprende la organización de este centro, es como un mini pueblo: tiene parrillada, confitería, dos almacenes, una tienda, una radio comunitaria, un huerto, gallinero y conejera. Los emprendimientos son gestionados por los mismos reclusos; en Punta de Rieles la mayoría trabaja. Daniela Rodríguez, educadora social del centro, contó a la diaria que la discusión sobre la baja de la edad de imputabilidad está instalada entre los presos y se extiende a las visitas. “Está de menos que haya botijas chicos acá ¿qué les vas a enseñar? ¿A pelear?”, se cuestiona uno de los asistentes al taller, algunos de los cuales integran un grupo de murga, y una de sus canciones versa sobre la baja. Los motivó “el tiempo presente”, tratar el tema del momento, ese que los toca tan de cerca. “No a la baja, no tienen esperanza, si a la juventud no le dan importancia, de poder progresar, de dejar la vagancia, la joda, y la sustancia”, rimaron más tarde. Mauricio lleva dos novelas escritas en la cárcel y va por la tercera; ya averiguó por los derechos de autor, porque cuando salga quiere publicar. Junto con Fabián escribieron sobre la baja: “No se molesten en juntar firmas para encerrar a los gurises, mejor encierren a los que en los 70 implantaron la maldad, y a niños como a los que hoy quieren encerrar, los dejaban sin papá”. Algunos presos no conocen el hip hop, pero de a poco empiezan a tomar confianza. Los reyes de la cárcel son la cumbia y el reguetón. Sin embargo, el Pana la tiene clara y rapea una canción con una historia que “suele pasar en el barrio de nosotros”, exclama. Más tarde, improvisará cual tallerista. Pocos se animan con el micrófono, pero los valientes tienen una buena hinchada. De los cerca de 30 internos, algunos están en la de ellos, conversando; otro muchacho no para de caminar ida y vuelta en la misma dirección. Los que se comprometen tratan de escribir con perfección, comienzan a rapear y si algo no rima, vuelven a arrancar. Siempre tienen un amigo que hace la percusión con la voz. Cuando Mauricio agarra el micrófono, se excusa porque no es raper, pero se toma unos cuantos minutos para desmentir el discurso sobre el centro de rehabilitación manejado por las autoridades; su canción se llama “Una mentira disfrazada de realidad”. “No creas lo que ves, no creas lo que dicen. Te muestran una cara, pero sólo les importa el salario. Si te meten para la casa de comando te harán creer en sus engaños. Te pintarán el paraíso para que no veas nada extraño, sabiendo que esto huele peor que la mierda de los caños”. En este sentido, otro recluso advierte: “Por eso hay que mirar dónde vas a parar, la vida de la calle tiene un rápido final, el que no termina muerto, termina en el penal”. FP
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