MENSAJE DEL SECRETARIO DE HACIENDA HON. JUAN ZARAGOZA GÓMEZ EN LA CONMEMORACIÓN DEL 117mo ANIVERSARIO DEL NATALICIO DE LUIS MUÑOZ MARIN Fundación Luis Muñoz Marín 16 de febrero de 2015 Funes el memorioso, protagonista de un cuento del mismo nombre de Jorge Luis Borges, padecía del mal de no poder olvidar. Durante su vida, su mente absorbió y retuvo detalles, nombres, gestos y palabras de cada día que vivió. Tantos recuerdos no le permitían pensar en paz. Ejemplo viviente de una paradoja que por clara, deslumbra, “el pensar requiere la imperfección del olvido”. Paradoja que por profunda, permite su redefinición ante las circunstancias; el amar se alimenta de la imperfección del olvido o la paz reclama la imperfección del olvido. Funes estaba en el polo opuesto del hombre normal. Hombre cuyos recuerdos se convierten en niebla con el pasar del tiempo; hombre que ante los caprichos del corazón o los deseos de la razón sufre a diario para no olvidar. Hombre que lucha entre lo que debe olvidar y lo que quisiera olvidar. Este año, se cumplen 74 años de la llegada de Luis Muñoz Marín al Senado de Puerto Rico, 66 años de su primera victoria en la carrera para la gobernación y 50 años de su partida de Fortaleza. Y Puerto Rico, ¿qué recuerda de su vida, de su obra y de su legado? ¿Tendrá nuestra memoria colectiva la fragilidad del hombre normal o la fortaleza de Funes el Memorioso? Mis recuerdos de Luis Muñoz Marín son una mezcla de mis memorias pasadas, las de mis padres y las de mentores que he tenido durante mi vida profesional, que vieron sus vidas transformadas por él. Evito que se disipen como la niebla, alimentándolas con la lectura. Lectura que me ha permitido añadir dimensiones a la figura de Muñoz, que mis recuerdos no tenían. En el caso de mi hija su recuerdo de Muñoz es mucho más ligero, más de libros de historia y menos de experiencia personal. Más anécdotas, que vivencia. Tal vez tristemente, ese es al caso de muchos de los puertorriqueños. Todos cargamos con nuestro baúl de recuerdos. De él, como un botiquín sacamos recuerdos que nos ayudar a lidiar con la lucha diaria y a guiar nuestros actos. De ese baúl, en estos días he sacado el recuerdo de Muñoz como el Hombre que reconoció la necesidad de transformar a un pueblo, empezando por convencerlos de que tenían que comenzar transformando la manera en que nos veíamos a nosotros mismos. Con eso como plataforma, transformó nuestra forma de ver nuestro futuro, el voto, y el trabajo, entre tantas otras cosas. Dedicó su vida a convencernos de la necesidad de transformarnos y a darnos las herramientas para hacerlo. De hecho podría llamarse así, El Gran Transformador. Esa misma capacidad de Transformación es la que necesitamos al presente para encarar los retos a los que hoy se enfrenta nuestro pueblo. Contrario a Funes, nuestra transformación como pueblo no es posible con la imperfección del olvido. No podemos llevar a cabo la segunda gran transformación que necesitarnos, si nos olvidamos de lo que fuimos capaces de hacer ya durante medio siglo. Entre estos retos, uno que me toca muy de cerca, ya que es la encomienda que he aceptado en mi regreso al servicio público, está la Transformación del Sistema Contributivo de Puerto Rico. Por eso, en estos momentos en que nos proponemos emprender una transformación, grande y colmada de controversias y dificultades como esta, busco recordar, entender, aprender e indagar con más interés que nunca lo que le tocó enfrentar a Muñoz hace tres cuartos de siglo. Luis Muñoz Marín entendió que para poder transformar la miseria en la que estaba sumido Puerto Rico en la década del treinta había que atender con fuerza, valentía y con una creatividad extraordinaria el asunto de la triste situación económica en que estaba sumido nuestro país en esos años. Los años veinte habían resultado ser una década de relativa prosperidad, alimentada por el “boom” del azúcar que no solo benefició a los segmentos más pudientes de la población sino que tuvo efecto en la creación de una incipiente clase media en el país. El crecimiento de esos años también fortaleció la situación del gobierno permitiendo una inversión grande en infraestructura y en facilidades públicas de diversa índole, nunca antes vista en Puerto Rico. Pero el curso económico del país tomó un giro distinto y deprimente hacia fines de esa década. Cayeron los precios del azúcar. Esto, a su vez, afectó al gobierno y mermó su capacidad de emitir deuda. Se desaceleró la inversión pública en la isla. Luego se desplomó la bolsa de valores en los Estados Unidos causando 2 una severa crisis bancaria y el comienzo de la Gran Depresión en ese país. Y para colmo, en esos precisos momentos, Puerto Rico sufrió el azote de tres huracanes en cinco años, uno de ellos el más violento y dañino en su historia. Fue una serie de situaciones y desastres que causaron estragos en la población, arrasaron cosechas y propiedades, y dejaron un rastro lastimoso de destrucción y quebranto económico en su camino. Ciertamente, la situación de Puerto Rico a raíz de esos eventos no era esperanzadora. La miseria era evidente, tanto en el campo como en la ciudad. A la isla se le llegó a llamar despectivamente “la casa pobre del Caribe”. A través de sus contactos, Muñoz ayudó a gestar la visita de la entonces Primera Dama, Eleanor Roosevelt para que viera de primera mano las condiciones deplorables en el país. Pero ni gobierno ni la clase política parecía capaces de ayudar a cambiar el curso de las cosas. Es en esos años que Muñoz se desalienta con la función de los líderes del momento y con la discusión política estéril que predominaba entonces. Era un debate basado en supuestos “ideales” de status que no tomaban en cuenta ni las preocupaciones de la gente de carne y hueso, ni las aspiraciones de la gran masa de la población que luchaba a diario, contra viento y marea, para cubrir sus más básicas necesidades y poder sobrevivir, a los que él llamaba “los chavaos”. De ahí sale su convencimiento de que las soluciones a la crisis del país no estaban en alcanzar ninguno de esos alegados ideales de status, cada uno con sus buenas dosis de ilusión y fantasía, ni que esas soluciones estaban fuera del alcance de los puertorriqueños de entonces, como individuos y como pueblo. De ahí viene su profunda convicción de que las soluciones estaban dentro de cada uno de los que vivían en esta isla y en su capacidad individual y colectiva para tomar en manos propias las riendas de su futuro. Me parece bien interesante, y muy revelador de su filosofía humanista, que Muñoz pensaba que la costumbre en nuestro país de llamarle “ideales” solamente a aquellas aspiraciones relacionadas directamente con el status político era, y cito: “enjaular la palabra ideal en un concepto respetable pero estrecho”. Decía que la gama de ideales a las que un pueblo puede aspirar era mucho más rica y extensa. A juicio suyo, según le dijo a un grupo de jóvenes en Ponce en 1968, y cito: “Ideal es que no haya hambre ni pobreza. Ideal es que la oportunidad de educarse y de tener buena salud sea plena. Ideal es que la convivencia humana se lleve a cabo en un alto, variado y enriquecido 3 plano. Ideal es que haya máxima libertad para el individuo compatible con la máxima seguridad y calidad para la sociedad.” Su ideal en el momento en que se dio a la tarea de impulsar la gran transformación de Puerto Rico de la que les hablé al principio era desatar, en un momento de gran dificultad económica y de pobreza extrema, la capacidad de este pueblo para construirse un futuro distinto. Como dije, Muñoz comprendió claramente que las soluciones a la situación en que se encontraba la isla requerían una profunda transformación de nuestra visión de nosotros mismos, de nuestra actitud hacia los problemas que nos aquejaban y de nuestra determinación para cambiar el curso económico del país. Muñoz ayudó a los puertorriqueños de su época a encontrar las fuerzas en sí mismos para cambiar sus circunstancias. Los convenció de la importancia de la seguridad para emprender un cambio y los alentó a encontrar la confianza interna para tomar acción y seguir adelante. Los motivó en diferentes maneras a unir esfuerzos para trabajar y progresar juntos. Con la fuerza de su pasión por la transformación del país inspiró a una generación completa a utilizar el gobierno como una herramienta para adelantar sus aspiraciones de alcanzar justicia social y mayor bienestar para los puertorriqueños. Puerto Rico hoy enfrenta una crisis de una dimensión que las generaciones actuales nunca habíamos visto. Una crisis que exige otra transformación de igual o mayor profundidad que la que impulsó Muñoz. Pero toda gran transformación exige un convencimiento de la necesidad de actuar de manera concertada, de trabajar juntos, de zanjar diferencias y de echar a un lado intereses individuales para adelantar, en su lugar, aquellos asuntos que nos benefician a todos. Las grandes transformaciones requieren, por otro lado, la construcción de cimientos sólidos sobre los cuales sentar las bases necesarias para sostenerlas. Conllevan, asimismo, etapas difíciles de ajustes, provocan elementos de resistencia, exigen análisis y evaluación constante, y requieren procesos de evolución, armonización y adaptación. Esas grandes transformaciones, por su complejidad y su dificultad, son igualmente procesos que toman tiempo. Las crisis no surgen de un día para otro. Tampoco se arreglan o se solucionan sin la paciencia, la persistencia, la apertura al cambio y los meses o años necesarios para superarlas. Además, para resultar exitosas, necesitan voluntad de comunicar constantemente, disposición a informar y educar, así como abrir espacios de discusión e intercambios aleccionadores que 4 faciliten la comprensión, internalización y aceptación de parte de los que participan en la transición de un esquema a otro o que se sienten inseguros, intimidados o atemorizados por los cambios que les toca vivir. Como ya adelanté, uno de los asuntos más importantes que nos compete atender y transformar hoy en nuestro país es la necesidad inaplazable de transformar el sistema contributivo de Puerto Rico. Un robusto y confiable sistema para levantar, de manera justa y equitativa, los recursos necesarios de los distintos sectores de la población, para la operación del estado y para los servicios que éste les brinda a los ciudadanos constituye una herramienta indispensable en todas las sociedades adelantadas y prósperas. Es esencial también para una buena administración pública y para respaldar un desarrollo económico sustentable y sostenible. En ese sentido, y ante la compleja situación económica y fiscal en que nos encontramos, es impostergable. Contar con una base de recaudos estable y confiable para el gobierno, que se levanten de una manera que se perciba por los ciudadanos como una razonable y adecuadamente distribuida entre los diversos sectores, es un elemento indispensable, tanto para su legitimación por los que deben pagarla como para su aceptación y efectivo cumplimiento por los contribuyentes. Me parece que hay un consenso bastante amplio en Puerto Rico de que el sistema que tenemos actualmente no cumple con estas expectativas. No creo se perciba como uno justo, ni eficaz, ni equitativo, ni que guarde una relación lógica y entendible con la capacidad de los distintos sectores socioeconómicos para sostenerla. La distribución de la tributación que impone nuestro sistema actual no parece haber resultado, ni se percibe, como efectiva ni equitativa. El sistema actual no ha funcionado adecuadamente. Ha probado ser demasiado complejo. Y resulta crecientemente inefectivo. Por sus propias características ha redundado, además, en un alto nivel de evasión. El perfil actual de los contribuyentes en Puerto Rico resulta asombroso. No parece guardar relación con nuestra realidad. Refleja que el 85% de los contribuyentes que rinden planillas son asalariados. Solo 15% indican que trabajan por cuenta propia. Por otro lado, resulta aún más sorprendente que solo menos 13,000 personas, escasamente el 1% de la población, reporten planillas con ingresos de más de $150,000. Esto parece algo que no guarda proporción con el tamaño de nuestra economía y con los patrones de consumo en el país. Al mismo tiempo, la mayoría de las corporaciones reportan operaciones con pérdidas. ¿Cómo se explica esto? 5 Tampoco hace sentido que un gran número de profesionales en campos de práctica tradicionalmente exitosas reporten menos ingreso que maestros, enfermeras y policías. Evidentemente, tenemos un sistema que permite el abuso y la evasión. Es un sistema, además, que no ha permitido una adecuada fiscalización. El número tan grande de tratamientos preferentes o especiales a contribuyentes de distintos tipos que tiene la ley actual hace bien difícil, o casi imposible, su efectiva aplicación. Todo esto opera en contra de su eficacia para generar los ingresos públicos que necesita el país de manera constante y estable para la operación gubernamental a tono con el desempeño de la economía. El Departamento de Hacienda, con un grupo de trabajo limitado, ha tenido que dedicarse principalmente a contabilizar y evaluar más de un millón de planillas, de las cuales alrededor de la mitad reclama reintegro. Hacienda se ha convertido en una gran máquina de procesar planillas. Ciertamente tenemos un sistema defectuoso, ineficiente y obsoleto. No podemos negar que durante los pasados ocho años, la situación fiscal del Gobierno del Estado Libre Asociado de Puerto Rico ha presentado un cuadro de alarmante deterioro progresivo. Sus fuentes de recaudo no han logrado sostener efectivamente el funcionamiento del estado. Los cambios introducidos durante ese mismo periodo tampoco han logrado alcanzar las expectativas de ingresos esperadas, aún frente a las reducciones de gastos implementadas. Ni la implantación del Impuesto de Ventas y Uso (IVU) en el 2006, o los masivos recortes de personal implantados a partir del 2009, ni la Reforma Contributiva del 2011, ni las más recientes enmiendas al Código de Rentas Internas han logrado atender completa y definitivamente el fortalecimiento del fisco en la medida en que buscábamos, que esperábamos y que se necesita. Se ha propuesto un nuevo sistema que cambie el tipo de carga que hoy se basa mayormente en tributar el ingreso producto de la labor y el trabajo, así como de los negocios comerciales y empresas manufactureras, es decir sobre la productividad, a uno que ponga un mayor peso en tributar el consumo. Esto permite levantar notablemente la carga sobre los que trabajan y producen para ponerla en una mayor medida sobre la adquisición de bienes y servicios. Un Impuesto al Valor Añadido o IVA, por sus siglas, es la alternativa que han adoptado más de 150 países. Casi toda Europa se ha incorporado a este sistema. Algunos países tan distantes como Australia, Nueva Zelanda y Singapur también lo han adoptado. Otros menos distantes como Chile y México también han convertido a este sistema. Y aún otros, tan cercanos como la República 6 Dominicana, lo han adoptado. Es algo que ha funcionado bien en todos los países que lo han adoptado. Sería una transformación total que nos insertaría en las tendencias globales. Es notable que ningún país que ha adoptado el sistema ha dado marcha atrás para regresar al sistema anterior. Debo señalar que algunos lo han revisado a base de su experiencia con el tiempo, evolucionando para hacerlo más eficaz y más adaptado a sus jurisdicciones. Algunos han hecho ajustes, eximiendo algunos tipos de transacciones o incorporando otras que no lo estaban al inicio de su implantación. Unos pocos se apresuraron en su proceso de adopción porque emprendieron el cambio sin contar con todas las bases necesarias, encontraron dificultades y tuvieron que hacer un alto momentáneo para preparase adecuadamente y volvieron a proceder con su implantación. Pero ninguno ha dado marcha atrás hacia su sistema anterior. Es un sistema que funciona con pagos y créditos en cada escalón de la cadena de distribución. Por esta razón es mucho más más fácil de fiscalizar que un impuesto de ventas regular en el que se cobra solo al final de la cadena. Esto, puesto que comienza a pagarse desde los muelles. Luego cada comerciante que paga el IVA al que le vendió el artículo o servicio tiene que asegurarse que el comerciante al que le compró haya radicado la información y remitido el monto del IVA al gobierno para poder obtener del gobierno el crédito que le corresponde. Para poder tomar su crédito, cada comerciante en la cadena debe haber informado todas sus ventas y haber remitido los pagos a la entidad gubernamental. Se rige por un número fiscal único para cada comerciante con el que informa sus compras, ventas y pagos al gobierno, que a su vez le permite tramitar y hacer constar y lograr los créditos que le corresponden. Los proyectos de implantación del IVA funcionan a base de sistemas de información y programas sofisticados para los cobros por el gobierno, para la información completa de ventas por comerciante que se requiere y para los reclamos de crédito o reembolso que corresponda a los comerciantes a través de la cadena. Su implantación es compleja pero ya hay mucha experiencia con estos sistemas y la tecnología disponible para su operación adecuada. Puerto Rico no empezaría de una base cero y ya Hacienda está en conversaciones con algunas de las más experimentadas firmas en el campo que operan en distintas partes del mundo y que ofrecen servicios de implantación y operación de estos sistemas. El sistema permitirá eliminar el IVU actual, derogar la Patente Nacional, permitiría que unas 835,000 puertorriqueños no tengan que radicar planillas, además de viabilizar unas rebajas notables para casi todos los contribuyentes. 7 También permitirá un sistema de pagos en tres momentos del año para los consumidores más afectados por la regresividad de este mecanismo de tributación. En un sistema como el que proponemos, el contribuyente cumplidor y el evasor pagarían lo mismo por sus productos, por los servicios que tengan que adquirir. Pero el contribuyente cumplidor verá una reducción dramática en su contribución sobre ingresos. De igual manera el IVA vendría acompañado por créditos para los comerciantes. Un sistema contributivo que dependa mayormente del IVA ha resultado ser en todas partes un sistema más justo, menos complicado, que aplique a la mayoría de los bienes y servicios, que reduzca dramáticamente la evasión y uno donde la carga contributiva dependerá mayormente del nivel de consumo de cada contribuyente. Esto significa que cada uno podrá decidir su carga a base del nivel de su consumo. Un aspecto importante de un sistema tributario basado mayormente en un IVA es el asunto de la regresividad de un sistema basado en tributar el consumo. En casi todos los lugares donde se ha implantado un IVA este asunto se ha atendido mediante un sistema de pagos para amortiguar el impacto regresivo que pudiera tener el sistema. Estos esquemas de pagos en compensación a los consumidores se manejan generalmente con pagos en uno o en varios momentos del año. En la propuesta que se ha radicado se propone hacer tres pagos de este tipo distribuidos en tres ocasiones durante el año. Generalmente van dirigidos a los que más limitados recursos tienen, tales como personas de edad avanzada, retirados con ingresos fijos, personas de escasos recursos, personas con ayudas sociales, familias trabajadoras de menos ingresos. El Departamento de Hacienda está contratando a una experta en estos temas para diseñar el mecanismo que permita determinar los montos a remitirse a los que cualifiquen para lo que se conocerá como Pagos al Consumidor Elegible. Como en todas las transformaciones necesarias, hay resistencia a los cambios. Mucha de esa resistencia surge de la falta de información o conocimiento sobre cómo funcionan estos sistemas. El proceso de divulgación y educación que se ha comenzado busca atender este particular y atajar este problema. El curso de ese proceso educativo y de diálogo con los distintos sectores del país se acrecentará dramáticamente según avance el trámite de la medida. El mismo se acelerará una vez se apruebe el proyecto de ley para su implantación. Ese proceso educativo estará dirigido tanto al público para divulgar y entender su operación, como para usuarios potenciales del sistema, así como comerciantes, empresarios, funcionarios de gobierno y del sector privado. 8 La ignorancia sobre los pormenores de una transformación grande como ésta y las que sin duda debamos también emprender en tiempos venideros en el proceso de superar la situación en que se encuentra el país, puede contribuir a una incertidumbre que se traduce en una respuesta de rechazo al cambio, o de temor. En momentos de dificultad y crisis como el que vivimos al presente, donde lo que conocemos tiene que abrir paso a otras formas de ver y hacer las cosas, recuerdo la capacidad de Muñoz para fomentar el entendimiento que trae sosiego. Como le dijo Muñoz, en otro contexto, al grupo de jóvenes que mencioné anteriormente, ayudar a superar los retos del futuro y sobreponerse al temor producto de la incertidumbre, permitiría que un pueblo entero pueda, y cito: “…dedicar sus desencadenadas fuerzas productivas para liberarse de la pobreza y la ignorancia. De hecho, no podremos libertarnos nunca de algún sentido de la pobreza si no nos libertamos de la ignorancia. Sin sabiduría nunca se liberará el hombre de la pobreza, porque la superficialidad de entendimiento lleva a la insaciabilidad en el consumo. Donde el deseo de consumir es insaciable la sensación de pobreza nunca desaparece. Siempre se querrá más de lo que se tiene. Siempre habrá la sensación de estar desposeído de lo que no se tiene y se quiere. Pero, si al libertarnos de la pobreza nos hacemos de sabiduría humana; si sabemos poner los adelantos multiplicados de la ciencia y la tecnología al servicio de las quizás insospechadas potencialidades del espíritu humano, ahí alcanzaremos una gran civilización—quizás la única que merezca ese título en el largo trajín de la humanidad." Puerto Rico ciertamente ha vivido momentos difíciles de crisis en el pasado, ha superado desafíos grandes, se ha recuperado de eventos inesperados y lo ha podido hacer mediante la colaboración entre los puertorriqueños y la generosidad desplegada a nuestros compatriotas en momentos de carencia o dolor. Nos toca hacerlo nuevamente. Debemos traer lo mejor de nuestras voluntades, empeños y talentos para la labor que nos aguarda y superar cualquier escollo. Estoy seguro de que Muñoz ahora también confiaría, como lo hizo siempre, en esa enorme capacidad de nuestro pueblo. 9 10
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