Doctorado en Filosofía con mención en Estética y Teoría del Arte Facultad de Artes Universidad de Chile Universidad de Chile Facultad de Artes Escuela de Posgrado Estética y Producción en Karl Marx Tesis para optar al grado de Doctor en Filosofía con mención en Estética y Teoría del Arte presentada por Carlos Casanova Pinochet Licenciado en Filosofía Universidad ARCIS Profesor patrocinante Rodrigo Zúñiga Santiago, noviembre de 2012 Esta investigación fue realizada con una Beca para estudios de Doctorado Nacionales (CONICYT). Doctorado en Filosofía con mención en Estética y Teoría del Arte Facultad de Artes Universidad de Chile Universidad de Chile Facultad de Artes Escuela de Posgrado Estética y Producción en Karl Marx Tesis para optar al grado de Doctor en Filosofía con mención en Estética y Teoría del Arte presentada por Carlos Casanova Pinochet Licenciado en Filosofía Universidad ARCIS Profesor patrocinante Rodrigo Zúñiga Santiago, noviembre de 2012 Esta investigación fue realizada con una Beca para estudios de Doctorado Nacionales (CONICYT). ÍNDICE Dedicatoria y agradecimientos………………………..…………………….…….4 Resumen…………………………………………………….………………………...5 Introducción……………………………………………………..……………………6 Primera parte: el joven Karl Marx: un humanismo dividido........................44 I. LA PRAXIS DE LOS SENTIDOS….…………………………………………………….45 I. 1. El supuesto humanismo del joven Marx………………………………….45 I. 2. Historicidad de los órganos…………………………………………………67 I. 3. El “humanismo real”………………………………………………………….79 I. 4. El joven Marx y Schiller: sobre la “actividad pasiva”…………………111 II. LA ACTIVIDAD IMPURA….………………………………………………………....128 II. 1. Sobre la noción de “riqueza” en el joven Marx……………................128 II. 2. El concepto de “actividad sensible”…………………………………….154 II. 3. Comunismo…………………………………………………………………..184 Segunda parte: tecnologías de la producción………………………………223 III. FUERZA DE PRODUCCIÓN……………………………………………………...…224 III. 1. Trabajo y fuerza de trabajo…………….…………………………………224 III. 2. “Trabajo vivo” y “trabajo muerto” ……………………………………...246 III. 3. Valor y subjetividad: fin del Hombre……………………………………268 IV. TECNOLOGÍAS DEL CAPITAL……………………………..……………………....315 IV. 1. Nota preliminar sobre la técnica en Marx…..……………………........315 IV. 2. La industria de los hombres……………………………………………..341 V. OBRA DE ARTE Y PRODUCCIÓN…...………………………………………………401 V. 1. Fin de la filosofía, fin del arte. Acerca del “Espíritu” en Marx…..….401 V. 2. Nudo, pacto, techné………………………………………………..……….434 V. 3. Arte y técnica…………………………………………………………….…..451 V. 4. La humanidad infante………………………………………………………474 BIBLIOGRAFÍA….…………………………………………………………………516 RESEÑA CURRICULAR….…………………………………………………….…538 Dedicatoria: A mi padre, que me enseñó a no añorar el éxito, sino a buscar lo que afirma la libertad, y que sólo se alcanza eso que la expresa recorriendo con paso lento el más largo de los caminos, el que no conduce a ninguna parte. Agradecimientos: Esta tesis fue escrita en soledad, pero fue una soledad poblada de la gente que quiero, de los amigos en quienes pensé y que me acompañaron sostenidamente durante estos años de estudio. Nunca dejé de pensar en ellos, con ellos. Todos y cada uno tiene algo que ver con mi tesis, directa o indirectamente. A ellos les agradezco: a Sergio, a Miguel y al otro Miguel, al que conozco de más años y el que vino a mi encuentro más recientemente; a Willy, a Federico, a Sebastián, a Diego, a mis queridas Nati y Aicha, a Eli, a María Laura y especialmente a mi compañera Marce. Esta última ha sido crucial durante estos años, por su generosidad, su paciencia, su inteligencia. A ellos mis agradecimientos; a ellos que son la memoria que en mí ha hecho cuerpo. El cuerpo con el que he escrito esta tesis. 4 Resumen La presente tesis explora la relación entre la “estética” y el concepto de “actividad productiva” en Karl Marx, atendiendo a los aspectos más relevantes de su obra temprana y madura. Este trabajo de investigación se propone, en primer lugar, exponer el contexto en el que emergen las categorías marxianas de “actividad sensible” (sinnliche Tätigkeit), de “relación práctica” (praktische Verhältnis) y de “fuerzas humanas esenciales” (menschlichen Wesenskräfte), para a partir de aquí presentar el modo en que ellas se traman a un pensamiento de lo “común” o del “comunismo”, inseparable de la idea de una “emancipación plena de todos los sentidos humanos (vollständige Emanzipation aller menschlichen Sinne)”. Respecto a esto último, nuestra investigación, en segundo lugar, se plantea el problema de los posibles vínculos entre la primera fase de la obra de Marx y la estética del idealismo alemán, particularmente el lazo entre la concepción marxiana de una revolución estética más profunda que la revolución política y la idea en Schiller de una “revolución de la sensibilidad”. Se trata, finalmente, de indagar sobre las relaciones de continuidad y de discontinuidad que hay entre aquel conjunto de categorías en la obra marxiana temprana y la emergencia de los conceptos de “fuerza de producción” y de “división del trabajo”, con el objetivo de esclarecer la problemática de la obra de arte en el marco general de una crítica de la economía política. Abstract This thesis explores the relationship between the "aesthetic" and the concept of "productive activity" in Karl Marx, based on the most relevant aspects of his early and mature work. This research proposes, first, provide the context in which they emerge Marxian categories of "sensitive activities" (sinnliche Tätigkeit) of "practical relationship" (praktische Verhältnis) and "essential human strength" (menschlichen Wesenskräfte ), from here to present how they hatch a thought "common" or "communism" is inseparable from the idea of a "complete emancipation of all human senses (Vollständige Emanzipation aller menschlichen Sinne) ". Regarding the latter, our research, secondly, there is the problem of the possible links between the first phase of the work of Marx and aesthetics of German idealism, particularly the link between Marx's conception of a deeper aesthetic revolution political revolution and Schiller idea of a "revolution of sensibility." It is, finally, to investigate the relationship of continuity and discontinuity between the set of categories in the early Marxian work and the emergence of the concepts of "forces of production" and "division of labor", with the aim to clarify the issue of the work of art in the general framework of a critique of political economy. 5 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx INTRODUCCIÓN I ¿Hay estética en Marx? Esta es una pregunta que inmediatamente se impone a quien lee el título de esta tesis. La respuesta es no, si por estética entendemos una disciplina filosófica a través de cuyos predicados sobre lo bello, lo sublime y el arte, se discierne un peculiar tipo de juicio o experiencia subjetiva sobre los fenómenos. Lo que no significa que una tal experiencia sea completamente ajena a la reflexión marxiana. Sin embargo, es difícil sostener que en Marx hay la elaboración consciente de una teoría que inquiere por los principios o reglas que rigen la experiencia estética. Lo estético en Marx lejos está de constituirse en un dominio teórico autónomo. Podríamos decir en ese sentido que, junto con el intento de una “salida” de la filosofía (y precisamente a través de ella), tiene lugar asimismo el intento por parte de él de una “salida” de la “estética filosófica” o “especulativa”. No hay estética en Marx, al menos no en el sentido de un régimen de visibilidad y de inteligibilidad, de discernimiento, de los fenómenos de la belleza natural y artística. Pero que en la obra marxiana no sea posible reconocer una estética en ese particular sentido, no implica necesariamente que, en un sentido más general, no podamos identificar en ella cierta dimensión de lo estético. Es más, nuestra tesis al respecto es la siguiente: la concepción antropológica en Marx es indivisible de una determinada concepción estética del hombre. Es aquí, a nuestro parecer, donde se debate la cuestión del “humanismo” y, ligada a esta, la cuestión del “comunismo”. A la concepción del hombre, en tanto viviente que existe en el modo del poder-hacer, que actúa manteniéndose, cada vez, en relación con su propia capacidad de uso (y de no uso) de sus fuerzas activas, se vincula la concepción de los órganos de los sentidos como productos históricos y formas metamórficas de práctica social, como las formas de exteriorización a través de las que el hombre viene sensiblemente a la presencia. Es, en otras palabras, porque sólo existe en el modo de la potencia, de una potencia en acto que es, simultáneamente, acto de potencia, que se conserva y perdura, que insiste y resiste como tal potencia en el acto, que el hombre es, según Marx, ese ser que sólo existe en el modo de las praxis de 6 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx sus sentidos, extrañado o apropiado, y confinado a lo posible en esas praxis de sí. Por otro lado, independientemente de si es posible o no y a las precauciones que debemos tomar, de hecho se ha hablado de estética en los escritos marxianos. Autores de diversas líneas y corrientes han defendido la tesis de un pensamiento estético en Marx. Las opiniones estéticas de este último –nos dice Mijail Lifshitz en su clásico libro La filosofía del arte de Karl Marx–, dispersas a través de los fragmentos de sus pensamientos sobre el arte, están intrínsecamente vinculadas a su visión revolucionaria del mundo1. Así, pues, el importante lugar que ocuparon los problemas estéticos en la biografía intelectual de Marx, desde sus días de universitario (1835-1841), serían el testimonio, no sólo de una particular curiosidad por la historia de la literatura –principalmente la literatura antigua– o por la estética alemana clásica (en la Universidad de Bonn, a la que ingresó en otoño de 1835 como estudiante de derecho penal, Marx se dedicó, junto al estudio de la jurisprudencia, a la historia del arte y de la literatura; asistió a las conferencias de August Wilhelm Schlegel sobre la literatura antigua; estudió arte moderno. En el verano de 1837 estudió las Lecciones sobre la estética de Hegel, también leyó el Laocoonte de Lessing e Historia del arte antiguo de Winckelmann. Y, mientras él mismo se dedicaba a escribir poesía, leyó atentamente a Schiller, a Fichte y Schelling, entre otros), sino, más fundamentalmente, de una manera de concebir la crítica de la mercantilización y el proceso de emancipación humana que le debía seguir. Según M. Lifshitz, el discurso de la estética marxiana, bajo la inspiración de Schiller (y del romanticismo en general), apunta a resolver la alienación entre los sentidos y el espíritu, el deseo y la razón, la libertad y la necesidad, enraizada en la naturaleza de la misma sociedad de clases. Su visión estética está vinculada al intento de reunir estas esferas sociales divididas. En las notas preparatorias de su tesis doctoral, Marx, indirectamente, a través de la descripción del desgarro que se produce en el mundo antiguo, critica el “principio atómico” de la sociedad civil burguesa. “La formación – escribe– de combinaciones de átomos, su repulsión y atracción, es ruidosa. 1 M. Lifshitz (1981: 14). 7 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx Clamorosas luchas y hostil tensión llenan los talleres y oficinas del mundo. El mundo está desgarrado por el tumulto hasta lo más profundo”. Esa “sonora lucha de los átomos”, que tan vívidamente refleja la decadencia del mundo antiguo, es también la que de algún modo sufren las sociedades modernas2. Sin embargo, como advierte Lifshitz, la “poesía política” de una “sociedad civil” que presupone la existencia de ciudadanos-átomos uniformes e independientes teme la vida porque cualquier movimiento real, cualquier expresión de fuerzas e intereses vivientes, amenaza su equilibrio abstracto. La contradicción en el “principio atómico” es que la independencia y la unidad de lo “indivisible” desaparecen apenas el átomo declina en el movimiento de la vida material. “La individualidad abstracta –escribía Marx– es la libertad de la existencia, no la libertad en la existencia. No puede brillar a la luz de la existencia: en ese medio pierde su carácter y se vuelve material”3. La unidad del átomo no es sino la de unas relaciones, de unos contratos. De modo que como unidad el individuo se convierte en elemento de toda la riqueza del mundo exterior. Este es el verdadero medio de su libertad real, de la efectiva unidad entre los sentidos y el espíritu, entre necesidad y libertad. También G. Lukács en “Introducción a los escritos estéticos de Marx y Engels” (texto concebido sobre la base de la edición alemana Marx und Engels über Kunst und Literatur realizada por M. Lifshitz) identifica una teoría estética en la obra de Marx y Engels. “En la doctrina del materialismo histórico –nos dice él– hallamos los principios más comunes de la Estética y de la Historia de la Literatura marxistas”4. Según Lukács, el arte, desde el punto de vista del materialismo histórico, no tiene una “Historia” particular, inmanente, exclusivamente alimentada por su dialéctica interior. Su evolución está determinada por la marcha de la “Historia total” de la producción social; “sólo sobre esta base –escribe él– se pueden explicar de forma verdaderamente científica los cambios y evoluciones” que se realizan en el campo estético5. Pero que la historia del arte y de la literatura sean dependientes de la “Historia 2 Cfr. op. cit., 27-28. 3 Citado por M. Lifshitz, op. cit., 29-30. 4 G. Lukács (1989: 207). 5 Op. cit., 206. 8 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx total” de la producción social, no significa –según Lukács– que carezcan de consistencia propia y de una “evolución relativamente independiente”. “Marx y Engels –escribe– niegan únicamente la posibilidad de explicar el desarrollo de la ciencia o del arte exclusivamente o primariamente a partir de sus relaciones inmanentes. Tales relaciones inmanentes existen, pero únicamente como momentos del conjunto histórico, de la totalidad de la evolución histórica”6. Que sea un momento de la totalidad de la evolución histórica, “dentro de la cual el factor económico, esto es, el desarrollo de las fuerzas productivas, desempeña el papel principal”, no significa que el arte carezca de una esencia y un valor estéticos. ¿Dónde reside esta “esencia” y “valor” del arte? “La esencia estética y el valor estético de las obras literarias –dice Lukács– constituyen una parte de aquel proceso social por el cual el hombre se apropia del mundo mediante su conciencia”7. El valor del arte y de la literatura reside, por tanto, en su capacidad para “reproducir poéticamente” la realidad, aprehender la esencia de esta, y despertar así la conciencia crítica y emancipatoria. Mediante su “reflejo”, el arte “simboliza” las contradicciones de la realidad, reconociendo en esta “la verdadera violación del principio humano, la desmembración y el atrofiamiento de la integridad del hombre, necesaria consecuencia de la estructura económica de la sociedad”8. Más recientemente, Terry Eagleton en su libro La estética como ideología inscribe a Marx como uno de “los tres pensadores ‘estéticos’ más importantes de la era moderna –Marx, Nietzsche y Freud–: Marx con el cuerpo que trabaja, Nietzsche con el cuerpo como poder y Freud con el cuerpo del deseo”9. Según Eagleton, la vida estética aparece en Marx, al igual que el arte, como “un excedente radical de la necesidad”. “Sólo cuando los impulsos – escribe– hayan sido liberados del despotismo de la necesidad abstracta, y el objeto haya sido restaurado, de modo similar, de la abstracción funcional hasta convertirse en un valor de uso materialmente individual, será posible vivir 6 Ibid. 7 Ibid., 207. 8 Ibid., 228-229. 9 T. Eagleton (2011: 266). 9 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx estéticamente”10. En ese sentido, Marx “es más profundamente estético” cuando cree que el empleo de los sentidos, poderes y capacidades humanas “es un fin absoluto en sí mismo”, sin necesidad alguna de una justificación utilitaria”. Lo “práctico”, desde este punto de vista, sólo existe gracias a lo “estético”11. Aunque, en otro sentido, al reubicar la “subjetividad corporal” como dimensión de una historia industrial en desarrollo, Marx liga lo “estético” y lo “práctico” de “forma indisoluble”. Lo “práctico” para Marx incluye ya la apertura “estética” a “la riqueza sensual de la cosas”12. Tenemos, por lo tanto, según Eagleton, que de un lado Marx hereda el ideal estético schilleriano del desarrollo humano pleno, multifacético, y, al igual que hacen los pensadores estéticos idealistas, sostiene firmemente que las sociedades humanas son, o deberían ser, fines en sí mismas. “Como teórico estético –escribe Eagleton–, Marx se siente ofendido por la instrumentalización de los placeres humanos”13. Desde este punto de vista, la gratuidad del arte, su trascendencia respecto a la sordidez de la utilidad, contrasta con el trabajo forzado en la misma medida en que el deseo y goce humanos difiere de la mera necesidad. Es decir, en otras palabras, Marx homologa la idea de autorrealización de las capacidades humanas con el carácter “autotélico” de la actividad artística. Pero, de otro lado, “Marx deconstruye la oposición entre lo práctico y lo estético”. Para él la contemplación placentera de las cualidades materiales de un objeto es “un proceso activo en el seno de nuestras relaciones funcionales con él”. En este mismo sentido, Marx descubre las líneas básicas de la comunidad “estética” “justo en el corazón de lo políticamente instrumental”14. Eagleton sigue aquí la tesis de Margaret Rose, según la cual 10 Op. cit., 272. 11 Ibid., 273. 12 Ibid., 275. 13 Ibid., 300. 14 Eagleton cita, a propósito de este punto, un párrafo de los Manuscritos económicosfilosóficos de París: “Cuando los obreros comunistas –escribe Marx– se asocian, su motivo principal es, en principio, la instrucción, la propaganda, etc. Pero al mismo tiempo adquieren con ello una nueva necesidad, la necesidad de la solidaridad, de modo que lo que aparecía en un primer momento como medio se convierte en un fin en sí mismo. Donde puede observarse este desarrollo práctico de manera más llamativa es en las reuniones de los trabajadores socialistas franceses. Fumar, comer y beber, etc., no son ya puros medios para crear vínculos entre la gente. La compañía, la asociación, la conversación, que a su vez tienen la solidaridad como su meta, les bastan. Entre ellos la fraternidad del hombre no es una frase vacía, sino una 10 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx Marx invierte el planteamiento de Schiller al concebir la libertad humana más como un problema de la realización de los sentidos que como una liberación de ellos15. La realización completa de las capacidades humanas “se cumplirá no pasando de largo ante los intereses sociales específicos, sino atravesándolos totalmente y saliendo por el otro lado”, más allá de las motivaciones pragmáticas por las que ha surgido inicialmente una sociedad humana16. De hecho se ha hablado de un pensamiento estético en Marx, y de hecho hay autores que han relacionado a este con el ideal estético schilleriano y con el romanticismo. Aparte de los ya mencionados, D. McLellan17, W. J. T. Mitchell18, J. Rancière19 y G. Agamben20 han señalado dicho vínculo. Asimismo, con el propósito de individuar una teoría del arte en Karl Marx, diversos estudiosos de su obra publicaron extensas antologías de los escritos marxianos y engelsianos dedicados directa o indirectamente a cuestiones relativas al arte y a la literatura. La primera empresa de este tipo fue llevada a cabo originalmente en 1933 (ampliada luego en 1937) por el crítico soviético – mencionado anteriormente– Míjail Lifshitz21. En 1936 esta empresa fue continuada en Francia a través de la selección presentada y traducida por Jean Fréville22. Más tarde en Italia por Valentino Gerratana, quien en 1954 publica una compilación con el título original Sull’arte e la letteratura23. Luego esta empresa fue retomada por Carlo Salinari, bajo el título Karl Marx, F. Engels. realidad. En sus rostros, endurecidos por el trabajo, resplandece la nobleza del hombre”. Ibid., 274-275. 15 Cfr. M. Rose (1989: 74). 16 T. Eagleton (2011: 277). 17 D. McLellan. (1972: 243-244). 18 W. J. T. Mitchell (1987: 188). 19 En diversos escritos Rancière ha establecido –lo veremos– una relación entre la estética de Schiller y la obra temprana de Marx. Sólo por mencionar uno de esos textos, véase “Políticas de la estética”, en J. Rancière (2011: 37-51). 20 G. Agamben (1998: 113-153). 21 Selección que fue traducida al castellano por Héctor Rossi bajo el título Sobre el arte (1967). La edición castellana corresponde a una selección de Alfredo Varela a partir de la edición de M. Lifshitz. 22 Traducida del francés por Geoffroy Rivas bajo el título Sobre la literatura y el arte (1938). 23 Traducida en 1964 por George Falconet. 11 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx Scritti sull’arte24. Y, también en Italia, ella fue llevada a cabo bajo el cuidado de Giuseppe Prestipino, con el título Arte e lavoro creativo: scritti di estetica25. Más recientemente, en nuestra lengua, Miguel Vedda realizó una selección de textos de Marx y Engels bajo el título Escritos sobre literatura26. Estos son algunos de los principales esfuerzos por reunir los escritos dispersos de Marx y Engels en torno a las nociones generales de “arte” y “literatura”. Sin embargo, más o menos completas, más o menos acotadas y exhaustivas en su propósito, esas selecciones se confrontan con una dificultad ineludible: “arte” y “literatura” no son en Marx objetos autónomos de reflexión, sino prácticas que, como cualquier otra, se entrelazan de manera compleja con las otras diversas esferas de una formación social. Aquél ha señalado que lo que está a la base de esas diversas esferas son, por un lado, las fuerzas de producción en una determinada fase de desarrollo histórico, y, por otro, las relaciones sociales en las que esas fuerzas se han organizado. Las dos cuestiones fundamentales que se imponen, en este sentido, son las de la relación entre “estética” y “producción”, y entre “arte” y “producción”. Partamos por esta última. En La sagrada familia Marx y Engels impugnan el idealismo de los jóvenes hegelianos y toda tentativa por parte de estos de convertir la actividad de los hombres en una mera actividad del espíritu. Marx escribe: “En su simpleza crítica, el señor Bruno Bauer separa ‘la pluma’ del sujeto que escribe, y a este, concebido como ‘escritor abstracto’, del hombre histórico viviente que escribía”27. Es precisamente a este sustrato o base material del “hombre histórico viviente” (lebendigen geschichtlichen Menschen) al que en primera instancia queda remitido, como reflejo suyo, el arte. No sólo la pluma literaria depende del particular sujeto que escribe, sino también, a la vez, este escritor, su propia conciencia como autor literario, son la expresión y reflejo del proceso material de vida que lo determina, “proceso – dirán más tarde los autores de La ideología alemana– empíricamente 24 C. Salinari (1964). Traducida del italiano como Escritos sobre arte (1969). 25 G. Prestipino (1976). 26 M. Vedda (2003). 27 K. Marx & F. Engels (1967: 166). 12 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx registrable y sujeto a condiciones materiales”28. En La ideología, esa impugnación del idealismo asume rasgos aun más precisos: los autores expresan allí su determinación de no partir de “lo que los hombres dicen, se representan o se imaginan, ni tampoco del hombre predicado, pensado, representado o imaginado, para llegar, arrancando de aquí, al hombre de carne y hueso”, sino, a la inversa, partir “de su proceso de vida material” y exponer, a partir de aquí, “el desarrollo de los reflejos ideológicos y de los ecos de este proceso de vida”29. Algo similar dirá Marx en El Capital: Es mucho más fácil encontrar, mediante el análisis, el núcleo terrenal de las imágenes nebulosas de la religión, que proceder al revés, partiendo de las condiciones de la vida real en cada época para remontarse a sus formas divinizadas. Este último método es el único que puede considerarse como el método materialista y, por tanto, científico30. Es cierto, Marx se refiere aquí exclusivamente a la religión. Sin embargo, no hay que olvidar que en La ideología la religión aparece, junto a la moral, la metafísica y cualquier otra ideología, como una de esas “formaciones nebulosas que se condensan en el cerebro de los hombres” y que “son sublimaciones necesarias de su proceso material de vida”31. Por lo tanto, de acuerdo a esto, el único que puede considerarse como el método materialista y, por tanto, científico, es aquel que parte, no de lo que los sujetos dicen, escriben con su pluma, representan o imaginan, para a partir de aquí descubrir su núcleo material, sino al revés, de esta base material para desde aquí remontarse a sus reflejos ideológicos o imágenes cerebrales. Es sobre la vía de este “método materialista” anunciado por Marx que el marxismo elaborará su concepción del arte alrededor de la noción de “reflejo”. El arte, al igual que los demás elementos de la superestructura (Überbau), resulta de las condiciones materiales y sociales de una época determinada. Por ello explicar el arte objetivamente consiste en conducirlo de vuelta a la realidad que “refleja” y a la cual se “corresponde” del modo en que un efecto se 28 K. Marx & F. Engels (1971: 26). 29 Ibid. 30 K. Marx (2004a: 453). 31 K. Marx & F. Engels (1971: 26). 13 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx corresponde con su causa32. Una concepción como esta nos lleva a la pregunta: ¿De qué modo el arte refleja la realidad? Pregunta que no es sino una modulación de esta otra: ¿Cuál es la relación entre arte y producción? Veremos que Marx no tiene una respuesta unívoca para esta interrogante. Hay dos direcciones abiertas por la interpretación marxiana del arte. Una de ellas es la que se volvió hegemónica en la literatura marxista. Según la teoría realista del arte que esta última defiende, la obra existe sólo para ofrecer la imagen de un contenido objetivo que se encuentra fuera de ella. La realidad objetiva es presentada por esta teoría como un “orden” al que la producción artística se conforma necesariamente como su reflejo mecánico33. Realismo que converge aquí con el platonismo: en tanto que representación, el arte “expresa” la realidad social; y es de ese modo como debe ser interpretado o desmitificado. Por detrás de la copia hemos de saber (esta ciencia es la que debe contener el programa de una hermenéutica) cómo recuperar el original, el modelo, el contenido de verdad dentro de la forma. Si el lenguaje artístico es una especie de envoltura formal que “traduce” idealmente la realidad, entonces él mismo debe poder ser traducido, y su secreto descifrado34. A la estética que ve el arte como una imagen de la realidad se vincula una noción de reflejo que es a la vez abstracta y subjetiva. Abstracta –nos dice Macherey– porque con el fin de plantear una correspondencia entre arte y realidad, comienza separándolos: situado en contraposición al modelo que supuestamente reproduce, el arte se convierte en un eco debilitado de la 32 Cfr. Pierre Macherey (2011: 130). 33 Si bien es cierto G. Lukács hace una crítica, similar a la que hace Macherey, de la concepción mecánica de la causa material, sostenida por parte de los que llama “marxistas vulgares” (y en este sentido la crítica de Macherey no se aplica a los escritos estéticos de Lukács), por otra parte, pese a esto, sigue preso de las conceptos de “esencia” y “apariencia”, y sigue pensando la relación entre estos términos desde el punto de vista de la “fidelidad” y de la “autenticidad” que debe siempre mantener la apariencia en relación a la esencia. La configuración literaria –dice él– debe ser “fiel imagen” de la realidad que “refleja”. E insiste: “el marxismo prosigue y sigue desarrollando la opinión de los verdaderos grandes de la Literatura universal sobre lo que es auténtico arte: la opinión según la cual la misión del arte es la representación fiel y verdadera de la totalidad de la realidad”. Y cuando escribe que “el marxismo no acepta la contradicción exclusiva de apariencia y esencia, sino que busca la esencia en la apariencia, y la apariencia en su relación orgánica con la esencia”, no repara en el hecho de que es precisamente esta “relación orgánica” la que forma parte de la dialéctica de la imagen desde Platón a Hegel. Cfr. G. Lukács (1989: 218-223). 34 Cfr. Op. cit., 133. 14 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx realidad con la que se compara y de la cual ofrece una representación “semejante”, artificialmente idéntica. Llevando siempre la marca de esta artificialidad, prisionero del cuerpo de su techné, el arte adopta el status de una realidad o semirealidad35. Esta concepción mecánica del reflejo supone igualmente la separación entre contenido y forma, que sólo pueden unirse una vez que han sido presentados como externos el uno respecto del otro. Es precisamente la integración del contenido y la forma en la construcción estética lo que proporciona para la tradición marxista el índice de “fidelidad” u “objetividad” de la obra de arte. Según Eagleton, esa integración de la forma y el contenido en la obra de arte es homóloga a la construcción estética de la sociedad democrática, “artefacto ideal” donde, de acuerdo a lo que Marx afirma en La crítica de la filosofía del Estado de Hegel (1842-1843), “el principio formal es […] idéntico al principio material”. “La sociedad emancipada –escribe Eagleton–, tanto para Marx como para Rousseau, de quien él ha aprendido esta lección, es una fusión estética entre forma y contenido”36. Sociedad emancipada y obra de arte responden, por tanto, a un mismo “ideal estético” de unidad. Ahora bien, esa unidad debe ser construida sobre el supuesto de la existencia de un hiato entre forma y contenido, significante y significado. Para Eagleton, lo que, por ejemplo, en El 18 Brumario plantea Marx “no es otra cosa que la propia idea de la representación estética”. Las revoluciones previas –se dice allí– han sido formalistas, insertando una “frase” o forma artificial en su contenido. La consecuencia de esto es una reducción del contenido objetivo de la historia, de su significado, en manos del significante. Mientras que el contenido de la revolución socialista, por contraste, excede toda forma, sobrepasa por adelantado su propia retórica37. “Allí –escribe Marx– la frase desbordaba su contenido; aquí el contenido desborda la frase”38. Por un lado, desde el punto de vista del desborde del significado respecto a su envoltura significante, del contenido respecto a la forma que la envuelve, la frase retórica –así como toda 35 Ibid., 138. 36 T. Eagleton (2011: 281). 37 Op. cit., 286. 38 K. Marx (2003a: 37). 15 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx forma de arte o artificio– aparece únicamente como la imagen en la que una realidad se proyecta fugazmente. La verdad –cuyo lugar es la historia– no se reduce a las formas con que pasajeramente se reviste y que son, por la propia lógica de la historia, la marca de una irremediable caducidad. Por otro lado, sin embargo, el ideal estético revolucionario busca que el contenido de verdad de la historia, su sentido, encuentre su propia forma inmanente, que –como dice Marx en un artículo de 1842– la forma sea “forma del contenido”, es decir, “la estructura de una incesante autoproducción”39 donde forma y contenido son uno solo. Eagleton escribe: “Como el artefacto romántico, el contenido de la sociedad comunista debe generar su propia forma desde dentro, encontrar su propio nivel y medida”40. Decíamos unas líneas atrás que la noción de reflejo en la estética marxista es a la vez abstracta y subjetiva. Subjetiva –nos dice Macherey– porque, para dar a la actividad estética una ubicación, un agente, requiere de la salvaguardia de un sujeto. Vale decir: en la medida en que los productos estéticos son intrínsecamente inconsistentes (o son sólo consistentes “relativamente”, por relación a una realidad desde donde les viene su consistencia), “imaginarios”, carecen en sí mismos de realidad histórica, en que su consistencia se encuentra fuera de ellos, en la realidad objetiva que ellos meramente expresan, requieren de un sujeto del cual extraer una realidad o modelo, encontrar un punto de aplicación o conciencia, y hallar un principio o fundamento. Primero, el arte encuentra un sujeto, un punto de aplicación o de efectividad, en la conciencia en la que se realiza, es decir, en el público al que se dirige. El público es la conciencia o sujeto en cuya cabeza la imagen estética toma forma y se hace efectiva. Segundo, el arte-imagen encuentra también su sujeto en la realidad que refleja o copia, y en la que busca un sujeto o inspiración. La representación artística está organizada para un sujeto, el público al que se dirige, y acerca de un sujeto, la realidad que expresa o en la que se inspira. De hecho, nos señala Macherey, esta función de sujeto que desempeña la realidad no es diferente del tipo de sujeto anterior, sino que lo perpetúa: la realidad se refleja en el arte y, a través de esa mediación, se 39 T. Eagleton (2011: 286). 40 Op. cit., 287. 16 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx refleja en la conciencia de su público, en la medida en que este es por sí mismo un sujeto, capaz de descubrirse y manifestarse (ser imagen de sí) autoconscientemente41. Por último, la estética marxista requiere un tercer tipo de sujeto: el autor o creador de la obra. Dado que arte y realidad, la imagen y el modelo, la forma y el contenido son externos unos respecto al otro y deben ser ajustados e integrados, entonces un intermediario o intérprete debe intervenir mediante la creación para conseguir esta adecuación42. Mediante la figura del artista se funden la realidad como sujeto y el público como sujeto, de manera que en esta fusión se unen la forma y el contenido de una obra. Pero ocurre que hay una segunda dirección abierta por la estética marxiana. La primera, según acabamos de ver, se define por un concepto realista-platónico, pseudo-materialista de reflejo. En este primer caso, la función del reflejo es simple: el reflejo es una imagen que se define por medio de un único rasgo, a saber, su relación de semejanza con el modelo; en tanto que semejanza o copia, la noción de reflejo se halla controlada por la categoría de identidad o de presencia. ¿Es pensable en Marx un concepto distinto de reflejo? Para responder a esta pregunta creemos que es necesario detenerse antes en la otra cuestión que anunciamos: la de la relación entre estética y producción. El arte, además de ser un reflejo, imagen o ideología, es una especie de lo que Marx llama “actividad sensible”. En ese sentido, él es un “uso” de la potencia, una praxis de las capacidades o habilidades humanas. El arte, por lo tanto, desde este punto de vista, posee una materialidad que es inherente a su 41 P. Macherey (2011: 139-140). Luego de citar una carta de Engels a Miss Harkness (enviada a comienzos de abril de 1888), donde escribe: “Realismo significa, en mi opinión, aparte de la fidelidad del detalle, la fiel reproducción de unos caracteres típicos bajo circunstancias típicas”; luego de esto, Lukács explica: “El tipo se caracteriza por el hecho de que en él concurren todos los rasgos predominantes de aquella unidad dinámica en la cual la auténtica Literatura refleja la vida, de que estas contradicciones, las más importantes contradicciones sociales, morales y espirituales de una época se conjugan en una unidad vital […]. En la representación del tipo, en el arte típico se unen lo concreto y lo legal, lo eternamente humano y lo históricamente determinado”. Esta “unidad dinámica” de lo “eternamente humano” y lo “históricamente determinado” se realiza, según Lukács, en la conciencia del público –del lector– como sujeto. Cfr. G. Lukács (1989: 220-221). 42 P. Macherey, op. cit., 140. 17 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx devenir histórico: se trata de la materialidad estética de los “órganos sociales” del hombre, de aquello que Marx piensa en términos de una “industria de los sentidos”. Es decir: ¿puede existir la música al margen de la historia de los órganos de la escucha? Es la cuestión a la que nos confronta el autor de los Manuscritos económico-filosóficos de 1844. ¿Puede existir la pintura al margen de la historia de la mano? Es otra de las cuestiones a la que nos someten los autores de La ideología alemana (1845-46). El sentido de la escucha o la mano que pinta, como cualquier otro sentido, forma parte de la inmemorial “industria de los órganos”. Pero, por eso mismo, estos órganos no son simplemente las facultades o habilidades de un individuo virtuoso; como si se tratase, por ejemplo, de la mano del pintor Rafael, o de las prodigiosas capacidades auditivas del joven Mozart. Lo que los autores de La ideología ponen en cuestión aquí es un proceso de producción especializado dirigido por un individuo “único” e irremplazable, el artista en tanto que genio de su obra. La pintura de Rafael es, según Marx y Engels, un proceso de producción especializado que depende del fundamento histórico de la división del trabajo del que forma parte, es decir, del funcionamiento de un aparato productivo específico, el taller, fuera del cual no sería posible ese particular tipo de práctica pictórica. La mano de Rafael de algún modo antecede a Rafael, es más vieja que él, y lo constituye como la mano de muchos a la vez; es una forma de disposición de una capacidad social, entrelazada a unas condiciones tecnológicas de producción. Digamos: muchos, innumerables son la mano que Rafael es. Ahora bien, ligados a unas tecnologías del presente, los órganos son a su vez portadores de una memoria. El sentido que el individuo es, tiene lugar cada vez como la reproducción creadora –generativa– de un predecesor remoto. Los oídos que el oyente porta consigo a todos lados son más viejos que él. El oyente no es propietario, dueño o inventor de las techné de sus sentidos auditivos, de ese cuerpo de leyes que determinan sus órganos; más bien es su heredero. Si el individuo presta oído a tal partitura es sólo en tanto que precedido por los innumerables oyentes que le prestan oído; el individuo escucha, presta oído, porque recibe en préstamo el sentido cuya herencia e invención él es. 18 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx Se complejiza, entonces, la relación entre forma y contenido. En los Manuscritos del 44’, Marx nos dice que la materia sonora deviene musical para un oído que, al mismo tiempo, deviene musical para esa materia en la que se exterioriza auditivamente. La escucha es una praxis que consiste en ese mutuo devenir. Desde este punto de vista, la materia no es simplemente el contenido de una forma, es, en cuanto materia que se materializa, la forma misma como proceso metamórfico de formación, la potencia como “uso” o praxis, la forma como acto de potencia. Punto de vista este que tendrá un efecto directo sobre la noción de “reflejo”. En La ideología alemana, en un texto diverso al que referimos más arriba, Marx señala que el “poder material” en una sociedad es, “al mismo tiempo”, su “poder espiritual”. Y “la clase que tiene a su disposición los medios para la producción material dispone con ello, al mismo tiempo, de los medios para la producción espiritual”. A lo que añade: “Las ideas dominantes no son otra cosa que la expresión ideal de las relaciones materiales dominantes, las mismas [destacado es nuestro] relaciones materiales dominantes concebidas como ideas”43. En consecuencia, el arte es una determinada formación de los sentidos, una “actividad sensible”, o determinado régimen estético de producción material. Al mismo tiempo que es una determinada formación discursiva, un determinado régimen de producción intelectual. Esta formación espiritual –dice Marx– no es otra cosa que “la misma” praxis productiva de los sentidos “expresada” intelectualmente como determinada forma de pensamiento. En otras palabras, los “sentidos” se forman expresándose, a su vez, “idealmente” como “sentido”. Sentido que es “efecto” del devenir metamórfico de los sentidos. Lo que hay, en otros términos, es el entrelazamiento de dos prácticas, la material y la intelectual, en el que el “reflejo” no es sino la imagen de una sola y misma realidad, concebible desde dos planos diversos. Marx –creemos– no confunde inmediatamente la formación intelectual o espiritual con el reflejo ideológico. Ideología, por el contrario, es el efecto de endurecimiento de la imagen, de sustancialización de la producción intelectual e imaginativa. Por efecto de este endurecimiento, la “expresión ideal” de la producción material se vuelve la realidad de una conciencia que se imagina separada del mundo, del “ser-consciente”, 43 K. Marx & F. Engels (1971: 50-51). 19 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx independiente de su afuera inmanente, es decir, de las propias condiciones materiales de producción que la hacen posible. Sin embargo, la cuestión de la relación entre estética y producción encierra una dificultad. Esta ha sido destacada por Terry Eagleton. En efecto, según este, “existe una notable dificultad en los escritos marxistas respecto a la relación entre las fuerzas productivas como técnicas materiales y las capacidades y habilidades humanas que forman una parte central de ellas”44. Y es que en diversos lugares Marx agrupa las dos categorías, haciendo que las fuerzas productivas y las fuerzas humanas aparezcan como indisolubles. Así, por ejemplo, en los Grundrisse señala: “el desarrollo superior de las fuerzas de producción […] lleva consigo también el desarrollo más fructífero de los individuos”45. Mientras que en otros lugares Marx destaca, por el contrario, la relación inversamente proporcional que hay entre el desarrollo de las capacidades humanas y el de las fuerzas de producción. Entre las dos, no sólo no habría sincronía entre sí, sino que habría además una completa contradicción. Un ejemplo de ello lo hallamos en el capítulo sobre la “Maquinaria y gran industria” de El Capital, donde Marx muestra que el progreso ininterrumpido de las fuerzas tecnológicas de producción trae consigo la atrofia y la reducción de ciertas capacidades del trabajador. El arte es otro ejemplo extraordinario de esta asincronía entre ambas categorías. Nos lo señala Marx en la introducción a los Grundrisse. Según su planteamiento, el arte griego floreció en condiciones socialmente inmaduras en lo que respecta a su fuerza productiva. La capacidad creadora del pueblo griego, infancia de la historia de la humanidad, no se condice con el precario desarrollo de sus medios técnicos y materiales. Como reconoce Lukács (tal como más tarde lo reconocerá Althusser), no constituye ninguna necesidad que todo auge económico y social origine necesariamente un auge de la literatura, del arte, de la filosofía, etc.; así como, a la inversa, no es indispensablemente necesario que una sociedad más incipiente en su desarrollo económico y material haya de tener necesariamente una literatura, un arte, una filosofía menos desarrollada que una sociedad más avanzada. 44 T. Eagleton (2011: 292). 45 Citado por T. Eagleton, ibid. 20 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx Pareciera que ocurre algo similar a lo que sucede con la relación entre la forma y el contenido. Habría, al igual que entre estos dos, una contradicción dentro de las condiciones de las sociedades capitalistas entre las fuerzas productivas y las capacidades creadoras e intelectuales humanas, pero que sería resuelta en una futura unidad dentro de las nuevas condiciones del socialismo. “En esa medida –dice Eagleton–, el desarrollo de las fuerzas productivas y el de las capacidades humanas terminan siendo al final sinónimos”46. Pero he aquí, justamente, donde surge la dificultad. Pues, como advierte Eagleton, si las capacidades humanas son consideradas como intrínsecamente positivas, y son vistas como parte de las fuerzas productivas, podría deducirse entonces que la expansión de esas fuerzas es un bien en sí mismo. El pensamiento de Marx sería en ese caso asimilable al progresismo. Si, en cambio, el desarrollo de las fuerzas de producción es visto como instrumental para la realización integral de las capacidades humanas, entonces surge inevitablemente la cuestión de cuál puede ser la mejor forma de desarrollo material para cumplir este objetivo. Dada la primera hipótesis, se considera la expansión de las fuerzas productivas como un valor en sí mismo, y se considera el socialismo simplemente como la apropiación liberadora de esas fuerzas por el bien general. En ese caso surge el problema siguiente: si el modo de producción capitalista ha sido capaz de producir riqueza humana subjetiva, también ha fomentado y fortalecido las capacidades de explotación, de dominación y de destrucción “que ningún socialista –escribe Eagleton– querría sencillamente ver ‘liberados’”. Dada la segunda hipótesis, se considera que las fuerzas de producción no deben simplemente ser liberadas tal cual han sido desarrolladas por el capitalismo, sino que deben desarrollarse bajo las condiciones más favorables para la “autorrealización” humana. En ese caso surge el problema de cuáles serán los criterios de evaluación para discriminar estas condiciones47. Es una dificultad que no se puede simplemente eliminar, pero que sí puede ser abordada. Todo depende de cuáles son los términos con los que se la enfrenta. En relación a la primera hipótesis: Marx –hasta donde conocemos– 46 Ibid., 293. 47 Cfr. Ibid., 294-295. 21 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx no dice en ninguna parte que las capacidades humanas son “intrínsecamente” positivas. Al ser su “naturaleza” esencialmente histórica, no hay nada en ellas que las predisponga en un sentido “positivo” o “negativo”. Las capacidades del hombre pueden volverse, según cuál sea el dispositivo de producción del que son parte, tanto un poder que se ejerce sobre los hombres y los domina, como un poder-hacer cuya condición consciente es el estar-en-común. En ese sentido, la expansión de las fuerzas productivas no tiene en sí misma valor alguno, ni positivo ni negativo. No se trata de una cuestión de “expansión” o de “desarrollo” simplemente (ya que no hay para Marx “desarrollo” sin violencia originaria), sino de “apropiación liberadora” del conjunto de las capacidades humanas en su esencial entrelazamiento con los medios técnicos y materiales. Ahora bien, creemos que Eagleton –al igual que anteriormente Margaret Rose– introduce una falsa alternativa entre “liberación” y “realización” de las fuerzas. Para Marx estos no son términos antinómicos. No hay liberación que no sea al mismo tiempo una realización de las fuerzas. Pero, a su vez, esta “realización” es en sí misma una transformación, una mutación liberadora de las fuerzas. Marx polemiza abiertamente contra aquellos que creen que la “realización” lo es de algo previamente dado como “posible”, que simplemente pasa al acto. En otras palabras, cuestiona la manera tradicional de concebir la relación entre la potencia y el acto. Este no es, según él, aquello que vuelve “real” o efectivo eso que era “en-potencia”. No se trata de la realidad como efectuación de un “actoen-potencia”. Más bien, lo que hay son potencias en acto, que como acto o praxis se conservan en su carácter de potencia. La cuestión, entonces, es liberar esta potencia a su “uso” o praxis común, realizarla como “acto” común de potencia. Este “acto”, esta forma-de-potencia que se forma, y que es la praxis, el movimiento de una forma en formación, en mutación, sin figura acabada, que no deja de transformarse, de deformarse; esta forma o acto, es liberada como “uso” común, ya no hipostasiado o separado en un “podersobre”, que como “uso” es, a su vez, la apertura de una nueva posibilidad, abierta en el borde externo de las condiciones de posibilidad dadas. Liberar las capacidades creadoras del hombre es, para Marx, romper y transformar la distribución dada de los posibles, pasar de lo real y su imagen a lo posible que se abre en el seno de la invención y formación de lo nuevo. 22 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx En relación a la segunda hipótesis: las fuerzas de producción no son para Marx simplemente el medio o instrumento cuya causa final es el desarrollo integral de las capacidades humanas. El problema que plantea Eagleton –y también, lo veremos luego, Jon Elster– sólo tiene sentido si interpretamos la “autorrealización” de las facultades del hombre en clave teleológica. Sólo si la realización de las fuerzas humanas es vista como la causa final del desarrollo de las fuerzas productivas, tiene sentido preguntarse por los criterios de selección de los medios materiales y técnicos más adecuados para este fin. Pero para Marx las fuerzas productivas, materiales y técnicas, no son simplemente un medio o instrumento del hombre; son más bien una potencia no-humana co-constituyente de lo humano. Son, en otras palabras, una potencia que se actualiza de acuerdo a la unidad técnica “Naturaleza-Hombre”. La cuestión, entonces, que se plantea Marx es la siguiente: debemos liberar y potenciar el poder-hacer inmanente de los individuos en condiciones en que la autorrealización individual tenga lugar a través y en medio de la libre realización “equivalente” de los demás. Lo que supone una norma de igualdad y de justicia. Sin embargo, no podemos confundir, como lo hace Eagleton, esa norma o criterio con lo que este denomina “los fundamentos de una ética comunista”. Marx dirá en El Capital y en Crítica del Programa de Gotha (1875) que esto aún forma parte del “reino de la necesidad” y, en consecuencia, aún se inscribe dentro del marco de la racionalidad científico-técnica moderna. Allende ese “reino” –nos dice él– comienza el “reino de la libertad”. Ese “equivalente” como norma de igualdad y de justicia constituye el límite o medida de la racionalidad moderna, pero también, al límite de ella, constituye el umbral de transformación donde se precipita el conjunto de las categorías del capital. El sistema económico moderno sólo es posible sobre la base de que haya una masa de participantes cuya aportación al mercado no es otra que su propia fuerza de trabajo. Esto supone en el análisis marxiano que la estructura económica de ese sistema, que pone como parte de su concepto políticorepublicano el postulado de igualdad, base del derecho, comporta a su vez estructuralmente una determinada y central desigualdad. El principio de equivalencialidad comporta una no equivalencia entre propietarios y no- 23 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx propietarios de mercancías. Sucede entonces que el Estado defiende el derecho de todos por igual, pero el derecho de todos por igual sólo tiene lugar en cuanto forma jurídico-política proyectada por una estructura que exige una muy determinada desigualdad48. Simultáneamente, el postulado de la igualdad universal supone el postulado de que no hay límite absoluto a la productividad y dominabilidad de las cosas. Sin embargo, Marx muestra que la necesidad que el modo de producción capitalista tiene de lanzar el progresivo incremento de la productividad, la creciente racionalización científico-técnica, va estructuralmente acompaña de la necesidad que esa misma racionalización tiene de ser axiomáticamente frenada para que la estructura económica no se vea amenazada. Pues bien, el proletariado, esto es, la clase no-clase de la sociedad civil, cuya aportación al mercado es su propia fuerza de trabajo, no tiene qué perder en que esos rasgos distintivos del concepto de la sociedad capitalista se desplieguen con toda consecuencia, al límite de sí. Lo que sólo se podrá llevar a cabo desarticulando la propia estructura económica que proyectó como concepto esas marcas o sellos (las marcas de la equivalencia y de la racionalización productivista). Eso que tempranamente Marx denominó “emancipación humana general”, es la revolución que tensiona en su interior a la revolución político-democrática, abriéndola entre dos formas disimétricas del cambio: la de la revolución como negación propia de la sociedad moderna (“cambio” que es su única forma posible de “conservación”) y la de la emancipación como forma de mutación otra. Digamos: para Marx no se trata del “reino de la libertad” o comunismo como porvenir de la transformación revolucionaria, sino del comunismo como transformación porvenir. II Jon Elster en su libro Una introducción a Karl Marx, sostiene que la alienación es el concepto “más importante” de “la teoría normativa” marxiana. 48 Cfr. Felipe Martínez Marzoa (2003: 240-241). 24 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx Es ella la que, por oposición, ofrece el criterio principal de lo que debe ser una sociedad futura. “Marx –escribe Elster– valoraba el comunismo, sobre todo, porque aboliría la alienación, en los distintos sentidos de este término”49. ¿Cuáles son, según él, estos distintos sentidos del término “alienación”? Este concepto, según el autor, designa siempre una doble falta; no sólo designa un sentido faltante, sino también “la falta de percepción del sentido” que falta. “Como tal –dice–, no implica la percepción de una falta de sentido”50. Pues bien, esos diversos sentidos del término “alienación” son: el de la “falta de autorrealización”; el de la “falta de autonomía”; el del “dominio del capital sobre el trabajo”. Alienación sería, por una parte, la falta de sentido de “autorrealización” de los individuos; la falta de sentido de “autonomía” o “autocontrol” sobre las propias acciones y sus consecuencias; la falta de sentido de libertad frente al “dominio fetichista” del capital. Por otra parte, sería la falta del sentido de percepción de la falta de cada uno de esos sentidos. Falta del sentido, en el doble sentido de la palabra. “Puede –sostiene Elster– describirse la alienación, a grandes rasgos, como la falta de percepción del sentido”. Esto, no obstante, encierra para él una dificultad: si la alienación toma la forma de un deseo insatisfecho de “autorrealización”, de “autonomía”, de “emancipación”, podría motivar a los individuos para crear una sociedad en la cual el deseo pudiera ser satisfecho. Sin embargo, si los individuos no tienen siquiera el deseo –precisamente porque están alienados, es decir, porque no alcanzan a percibir eso que constituiría el objeto del deseo–, “el hecho de que este pueda ser satisfecho en una organización social alternativa no tiene ningún poder explicativo”51. A partir de aquí, el autor deriva la serie de dificultades y aporías que envuelve la “utopía” de una humanidad desalienada. Según Elster, el “ideal de autorrealización”, cuya falta es una de las formas principales de alienación, “puede definirse como la actualización y exteriorización plenas y libres de las capacidades y habilidades del individuo”52. Los dos aspectos esenciales en que se descompone la “autorrealización” son, 49 J. Elster (1992: 44). 50 Ibid. 51 Ibid. 52 Ibid., 46. 25 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx por consiguiente, la “autoactualización” y la “autoexteriorización”. La primera “implica un proceso de transformación de una potencialidad en actualidad”. Este proceso se realiza en dos pasos: el primer paso es el desarrollo de una capacidad potencial hasta convertirla en actual; el segundo es el despliegue de la capacidad. La “autoexteriorización”, por otra parte, es “el proceso mediante el cual la capacidad del individuo se hace observable por otras personas. Actuando y hablando en presencia de otros, la persona sitúa sus capacidades en el dominio público”53. A partir de este concepto de “autorrealización”, Elster separa, por un lado, la “autoactualización” de la “autoexteriorización”. La primera, nos dice, no implica necesariamente a la segunda. Pues se puede desarrollar una capacidad sin que el ejercicio de esta sea estimado y públicamente evaluado por unos observadores externos. Por otro lado, desata el nudo que supuestamente habría entre el “dominio capitalista sobre el trabajo” y las trabas que impiden el cumplimiento de la “autorrealización” y de la “autonomía” de los individuos. “Marx –escribe Elster– concluyó demasiado rápido que todos los males que observaba en el capitalismo eran debidos al capitalismo. En realidad, algunos se deben a la naturaleza del trabajo industrial, otros a hechos biológicos relativos a los seres humanos y aun otros a problemas inherentes a la coordinación de actividades complejas”. Y añade: “La creencia en que todo lo bueno va junto y el rechazo a considerar que los valores admiten transacciones entre sí son características del pensamiento utópico”54. Pero nuestra tesis, como ya señalamos –y este es uno de los puntos esenciales que desarrollaremos en nuestra investigación–, es que Marx pone en tela de juicio precisamente la manera tradicional de concebir la relación entre potencia y acto. Elster nos dice que, en correspondencia con sus dos fuentes, Aristóteles y Hegel, la “autorrealización” implica, en primer lugar, la transformación de una capacidad potencial hasta convertirla en actualidad, y, en segundo lugar, el libre despliegue o desarrollo de esa capacidad actualizada. Si Aristóteles es la fuente de la “autorrealización” como proceso en el que se pasa de la potencia al acto, Hegel es la fuente de aquella como 53 Ibid., 47. 54 Ibid., 57. 26 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx proceso dialéctico de autodespliegue de la fuerza realizada. Sin embargo, y sin desmerecer la importancia para Marx de esos dos autores, por lo demás estrechamente imbricados entre sí, creemos que la cuestión para este último no es la transformación de la potencia en acto, el devenir forma de lo que es en potencia, sino el acto de transformación de formas siempre en devenir; un acto desde siempre habitado por la posibilidad de su dislocación, de su interrupción como presencia, por la originaria imposibilidad de ser clausurado como forma. Con respecto a la “autoexteriorización”, debemos decir que la definición que de ella ofrece Elster nos parece del todo antojadiza. “Exteriorización” es un término que equivale a “uso” o praxis de las capacidades humanas. La expresión o manifestación de estas no son, para Marx, simplemente la puesta en escena pública de unas habilidades individuales. De otro modo, como pareciera creerlo Elster, se trataría solamente de socializar aquello que en sí mismo conserva un estatuto privado. Justo lo que Marx cuestiona. No se trata de actuar y hablar en presencia de otros para socializar las capacidades que pertenecen al individuo, sino de otra cosa: actuar y hablar son actos de la potencia de obrar y de hablar, pero ahí donde hay una potencia de hablar y de obrar, no puede –según lo destaca Marx en La ideología y luego en los Grundrisse– haber sólo un ser que hable una lengua o actúe. Ahí donde un individuo puede, allí siempre hay muchos, una “masa” incontable de hombres. “Poder-hacer” y “ser-con”, “potencia” y “comunidad”, se identifican sin fisuras. Es el círculo que Marx traza en los Manuscritos del 44’: es en tanto que “sergenérico” que la vida de los individuos es una vida de la potencia55, y, a la inversa, es en tanto que ser-de-potencia que el individuo está originariamente declinado como “individuo social”. Por consiguiente, creemos que Agamben está plenamente en lo cierto cuando sostiene que el intelecto como “potencia social” en Marx sólo adquiere su sentido en la perspectiva de lo que Dante afirma en el De monarchia, esto es, la inherencia de una multitudo a la potencia misma del pensamiento56. Es porque la vida de los individuos está originariamente asignada a una potencia, a un hacer y pensar que guardan en sí su carácter potencial, que ellos a su vez confinan en la simultaneidad de un 55 La expresión la tomamos de Giorgio Agamben (2010: 18). 56 Cfr. Op. cit., 18-20. 27 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx ser-común. Actuar y hablar es venir a la presencia, estar expuesto, comunicado en la exterioridad de un lazo o contrato entre muchos. Marx en Sobre la cuestión judía habla –contra el contractualismo rousseauniano– de un contrato originario “entre” los hombres. Hay otro aspecto de lo que afirma Elster que nos parece cuestionable. Aquél guarda relación con la desatadura del nudo que habría entre el “dominio capitalista sobre el trabajo” y las trabas que impiden el cumplimiento de la “autorrealización” y de la “autonomía” de los individuos. Elster nos dice que las trabas para dicho cumplimiento no siempre se deben al imperio capitalista, sino a razones que son constitutivas de la naturaleza de los hombres y de la forma en que estos naturalmente se han organizado. Entre esos obstáculos están, nos dice él, los “hechos biológicos relativos a los seres humanos”. Ahora bien, de ser cierta la investigación arqueológica que Agamben hace de la potencia genérica en Marx (y, en consecuencia, no sólo Dante, sino también Spinoza, como lo han destacado Balibar, Negri, Deleuze, y más recientemente Fischbach, figura como otro de los nombres de esta arqueología de la potencia), entonces para este último las acciones y las formas del vivir humano no son prescritos en ningún caso por una vocación biológica específica ni impuestos por una u otra necesidad57. Es cierto que para Marx el hombre es también un individuo biológico, determinado por unas necesidades biológicas. Pero resulta que estas necesidades, al igual que las que son habituales, reproducidas y socialmente impuestas, conservan en todo momento el carácter de una potencia que las abre a una posibilidad y que impide que se conviertan en meros actos o hechos prescriptivos. Nuestra tesis al respecto es la siguiente: la praxis marxiana define una vida –la vida humana– que es inseparable de la Potencia, es decir, define una vida en que las formas de ser, los actos y procesos singulares del vivir no son nunca meramente hechos, sino siempre y sobre todo posibilidad, siempre y sobre todo un acto-de-potencia que interrumpe toda forma dada. Vale decir, la praxis en Marx nos pone de golpe ante la cuestión siguiente: para el hombre no ser más que en sus “formas-de- 57 Cfr. Ibid., 14. 28 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx ser” es ser de otro modo que la presencia. Significa que esas formas conservan el carácter de una posibilidad, de una potencia. No obstante lo anterior, permanece el problema de la “autorrealización”. ¿No se vincula esta de manera esencial al “mito” de la comunidad? ¿Y este “mito” no se refiere acaso a “esa estetización final –según la expresión de Eagleton– de la existencia humana que llamamos comunismo”58? Mientras Elster se pregunta si realmente es compatible el valor de la “autorrealización” con el de la comunidad, viendo más bien entre estos dos “valores” una “colisión frontal” (y esto porque Elster presupone que la “autorrealización” sólo tiene sentido respecto a las capacidades y habilidades individuales, en claro conflicto con los intereses sociales y criterios comunes), Eagleton, por el contrario, percibe una identificación entre ambos. Eagleton, al igual que Nancy, al igual que Esposito, piensa que el “valor” –es decir, lo que estos autores llaman “mito”– de la “autorrealización” se corresponde con “la idea de comunismo como autoproducción inmanente de la comunidad según su propia esencia”59. En la relación que Eagleton insinúa entre el pensamiento marxiano y el programa “estético-político” del romanticismo temprano está implícito el vínculo entre lo que Esposito llama “mito romántico de la Obra”60 y el mito marxiano de la “Comunidad”. Esposito, de hecho, destaca “la presencia de conjunto de la mitopoiética romántica dentro del marco conceptual marxiano”, e identifica, en “el desenfrenado prometeísmo apropiativo” de Marx, “las raíces románticas del pensamiento marxiano”61. Este aspecto del pensamiento marxiano es innegable y, por tanto, ineludible como problema. Se trata de un aspecto que, destacado más recientemente por Nancy y Esposito, nos lleva a sopesar lo que realmente está en juego en el “humanismo” marxiano. Vale decir, entre lo que Esposito y Nancy denominan el mito de “la consumación de obra”, o bien, en otras palabras, entre eso que llaman “obra en común” y “comunidad en obra”, por 58 T. Eagleton (2011: 301). 59 Cfr. Roberto Esposito (2012: 267). 60 Op. cit., 148. 61 Ibid., 149. 29 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx una parte, y lo que, por otra, Heidegger y Althusser designaron como “ideología” o “metafísica” del “humanismo” en Marx. Pareciera que lo que realmente está en juego en el término “humanismo” es “el nexo sinonímico de obra y mito en la absolutez del sujeto”62. Margaret A. Rose, en su libro Marx’s lost aesthetic, sostiene que los Manuscritos del 44’ de Marx en general no pueden ser comprendidos sino no se reconoce su vínculo con las teorías idealistas. Y, a partir del trabajo de David McLellan63, destaca, al igual que este, la presencia de Schiller en los Manuscritos. Precisamente en la idea marxiana de que la “superación” de la propiedad privada, bajo cuya forma la apreciación del valor artístico de los objetos es dominada por el sentido del “tener”, equivale a “la solución de la alienación de todos los sentidos (tanto en sus funciones físicas como estéticas)”; precisamente en esta idea, decimos, Rose reconoce el “idealismo de Schiller”64. En Marx, según esta tesis, la crítica de la economía política (sobre la base, no sólo de la filosofía de Feuerbach, sino también del “utopismo” de Saint-Simon y del concepto de “alienación” de Moses Hess) envuelve la idea de una emancipación de “los sentidos estéticos” del hombre, que se identifica con la “superación” de la propiedad privada. Según Rose, dicha liberación estética es concebida en los Manuscritos en el marco de la oposición que Marx establece entre la objetivación (tal como ocurre en la labor humana) en cuanto que “alienación” y la objetivación que ha vuelto a ser una “producción creadora y artística”, en la que el objeto ha vuelto a ser propiamente “humano” (y por tanto también “bello”) y “la apreciación del valor artístico ha dejado de estar dominada por el sentido del “tener”65. En este contexto, Rose cita a McLellan: “La idea de alienación de los sentidos del hombre encontrando objetos apropiados para ellos, el intento de establecer una 62 Ibid., 182. 63 D. McLellan escribe: “Pasajes [como los que encontramos en los Manuscritos] han sugerido plausiblemente a ciertos comentaristas que el modelo de actividad humana presente en Marx era un modelo artístico y que gran parte de su visión la obtuvo de fuentes románticas y, particularmente, de Schiller”. Cfr. D. McLellan (1977: 143). 64 M. Rose (1989: 72-73). 65 Cfr. Op. cit., 72. 30 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx conexión entre libertad y actividad estética, la pintura del hombre total –todo esto figuraba en las Cartas de Schiller”66. ¿No hay en esa “pintura del hombre total” una copertenencia entre ontología y antropología a partir de la cual “se pone en movimiento –como dice Esposito– una poderosísima maquinaria mitológica”67? Entonces, visto desde este punto de vista, lo “bello” de la “actividad estética”, esto es, de la producción y objetivación emancipada de los “mecanismos alienantes de la subjetividad burguesa”, no se presenta sino como la forma de “reunificación del Yo con su propia esencia común”68. Es decir, que el objeto –como afirma Rose– sea “humano” (por tanto también “bello”) significa que la humanidad del hombre objetivado, autorrealizado como obra, es “directamente proporcional a la participación del individuo en el carácter universal de su propia esencia, en la tipología común de su propia especie”69. En ese sentido, el objeto “humano”, el objeto “bello”, es asimismo también “obra de comunidad” y comunidad “puesta en obra”. En la Carta sobre el humanismo Heidegger no sólo sostiene que “todo humanismo se basa en una metafísica” y que “lo específico y propio de toda metafísica se revela en el hecho de que es ‘humanista’”70, también sostiene que esta metafísica “humanista” adquiere en la ontología moderna la forma del “colectivismo”. Este, en tanto que “nacionalismo” o “internacionalismo”, es, “metafísicamente”, un “antropologismo” y, como tal, un “subjetivismo”. El “humanismo” de la metafísica moderna en la que, según Heidegger, también se basa el pensamiento de Marx, es “colectivista” y “subjetivista”. En este contexto, el “humanismo” es “colectivismo” en tanto que “autoafirmación incondicionada” de la “subjetividad del hombre llevada al plano de la totalidad”71. Aquí reside para Heidegger la verdadera “esencia del materialismo”. La esencia de este no consiste en la afirmación de que todo es 66 Ibid., 74. 67 R. Esposito (2012: 156). 68 Op. cit., 153. 69 Ibid., 145. 70 Martin Heidegger (2001: 265). 71 Op. cit., 280. 31 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx materia, sino, más bien, “en una determinación metafísica según la cual todo ente aparece como material de trabajo”. “La concepción metafísica moderna de la esencia del trabajo –escribe– ha sido pensada ya con antelación en la Fenomenología del espíritu de Hegel como el proceso que se dispone a sí mismo de la producción incondicionada, es decir, como objetivación de lo efectivamente real por parte del hombre, experimentado este como subjetividad”72. He ahí lo que para Esposito constituye la esencia del mito moderno: la “objetivación” o “puesta en obra” que es a su vez “el proceso que se dispone a sí mismo de la producción incondicionada”. Mito “mitificante”, autopoiético, es decir, como aparato de ficción en el sentido fuerte, “en el sentido activo de formación”, según la expresión de J.-L. Nancy y LacoueLabarthe73. Sin desatender lo relevante de esta cuestión y sin desmerecer cada una de las lecturas que, al menos desde Heidegger, han insistido en el “humanismo” (y en el “esteticismo”) de los textos tempranos de Marx, nos parece, sin embargo, que no podemos reducir lo que podríamos llamar una “no resuelta” relación con el humanismo por parte de este a la unidad homogénea de un sistema de pensamiento anudado a una sola clave de interpretación. Tradicionalmente esta clave ha sido encontrada, a partir de su publicación, en los Manuscritos del 44’. En polémica con esta tradición, Althusser –como veremos en los capítulos que vienen– establece un “corte” entre la obra temprana del joven Marx y su obra de maduración y de madurez. Habría así, según la partición de este “corte” o “ruptura”, un Marx “humanista” y un Marx que desplaza la centralidad “teórica” del “Hombre” como sujeto del trabajo y de la historia. Pero cuando hablamos de una relación por parte de Marx “no resuelta” con el “humanismo”, lo hacemos en un doble sentido. En primer lugar, “no resuelta” porque sus escritos –muchos de ellos “borradores” y anotaciones– no están marcados por la “superación” (ni por el “corte”) de la metafísica “humanista”. Si esta es indivisible del “mito de Obra”, del obrar como 72 Ibid., 279. 73 Cfr. P. Lacoue-Labarthe y J.-L. Nancy (2002). 32 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx “comunidad operante”, entonces no podemos hablar de una “superación” del “humanismo” en Marx. En segundo lugar, “no resuelta” en el sentido literal de que su humanismo no se resuelve simplemente (y unívocamente) en una “metafísica humanista”. Vale decir: lo que hay en Marx –y está será una de las tesis centrales de la primera parte de nuestra investigación– es un pensamiento del límite, no del fin del humanismo, un pensamiento de lo humano que consiste en un pasaje al límite del humanismo donde este se verá menos suprimido que suspendido, desfondado en su “raíz”. Digamos que, utilizando una expresión de Esposito y de Nancy, lo que hay en el pensamiento de Marx es más bien una “división/interrupción” del mito del humanismo. Ni los Manuscritos del 44’ ofrecen por sí solos una clave de lectura del resto de la obra marxiana (ellos deben ser leídos a la luz de otros textos, tanto anteriores como posteriores), ni es posible encontrar en ellos una sola clave para interpretarlos internamente (ya que son heterogéneos y no responden a ninguna unidad). La clave desde la que se los ha leído es, precisamente, la de la metafísica “humanista”. Ella se ha vuelto hoy casi un lugar común. Sin embargo, hay diversas lecturas contemporáneas que van en una dirección distinta. Resumámosla en la siguiente tesis: “Los Manuscritos nos ofrecen la ocasión –no la clave– de leer qué es lo común en el comunismo”. Ahora bien, si la crítica marxiana de la economía política es, en lo más profundo, una crítica de la propiedad, si como escriben Marx y Engels en el Manifiesto la teoría de los comunistas “puede resumirse en una única frase: la abolición de la propiedad privada”, o sea, si la cuestión (como lo advierte Marx desde los Manuscritos a El Capital) del comunismo es la cuestión de la propiedad –a saber, la cuestión no de la propiedad colectiva ni de la propiedad privada, sino de la “propiedad individual” (es la curiosa expresión que encontramos en El Capital) tanto como de la “propiedad común” (a la que en los Manuscritos su autor opone la “propiedad colectiva”)–, surge entonces –según J-L. Nancy– una doble pregunta: 33 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx 1. ¿Qué significa ser tanto “individual” como “común”? ¿Cómo debemos entender “la individualidad de nuestra condición común” y la “comunidad de nuestra individualidad”? 2. ¿Cómo debemos pensar en la riqueza y la pobreza en la esfera de la propiedad común-individual?74. Detengámonos en la pregunta: ¿Cómo debemos entender “la individualidad de nuestra condición común” y la “comunidad de nuestra individualidad”? Una respuesta posible es la que nos dice que se trata aquí del mito de la “inmanencia absoluta del individuo y de la comunidad” en la que aquél se “autoidentifica” con su propia esencia común75. Pero otra respuesta posible es la que nos dice, por el contrario, que aquí lo común, “la individualidad de nuestra condición común” y la “comunidad de nuestra individualidad”, es lo que enviste al sujeto con una alteridad que lo sacude y lo entrega a una exterioridad imposible de clausurar dentro de la lógica de “consumación” de una “Obra” de comunidad. Lo común, en otras palabras, es la diferencia que abre al individuo distanciándolo de sí mismo, vaciando su plenitud; interrumpiendo/dividiendo su obra. Esta es la respuesta, la lectura hacia la que señala J-L. Nancy en una cita de Marx a la entrada de su libro Ser singular plural76. Que el “ser social” sea “el ser de cada individuo”, su “propia actividad”, su “propia vida”, su “propio goce”, su “propia riqueza”, significa que ese “Ser”, como verbo, es el reparto que divide al “Ser”, retirando de él toda presencia. La lectura anterior no zanja, sin embargo, la cuestión de lo común del comunismo. Digamos que (y esto es muy claro en el texto citado por Nancy) a la cuestión de la comunidad le es inherente el problema de la obra. No hay pensamiento de lo común que no implique de algún modo un pensamiento de la obra. Recordemos la famosa frase marxiana que habla de: “la verdadera apropiación de la esencia humana a través del hombre y para el hombre”. Hay, 74 J-L. Nancy (2010: 151). 75 Cfr. R. Esposito (2012: 163). 76 La cita dice así: “Siendo la naturaleza humana la verdadera comunidad de los hombres, estos producen al afirmar su naturaleza la comunidad humana, el ser social que no es una potencia general, abstracta frente al individuo aislado, sino el ser de cada individuo, su propia actividad, su propia vida, su propio goce, su propia riqueza. Decir que el hombre está en sí alienado es decir que la sociedad de este hombre alienado es la caricatura de su comunidad real”. Cfr. J-L. Nancy (2006: 15). 34 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx qué duda cabe, un nexo fuerte y directo entre la operabilidad del mundo y la centralidad del hombre como sujeto suyo. El hombre que adopta su “ser social” como su propia naturaleza es el hombre productivo, el hombre “operativo”. Por ello el mundo pertenece a la Obra. Esta pareciera ser insuprimible en cuanto tiende a coincidir con el principio vital mismo. Marx concibe este principio como “fuerza de producción” o “fuerza creadora”. Por tanto, ahí donde hay vida hay “obrar”, operatividad. ¿Tiene sentido simplemente negar la “Obra”? ¿Cómo evitar que esta negación cobre la forma del “hacer”, como ocurre con el nihilismo stirneriano según Marx? La inoperancia no es lo que se opone al obrar, es la potencia que en el seno de este lo “destrabaja”, interrumpiendo la obra. Nuestra tesis es que la “fuerza de producción” o “fuerza creadora” del hombre debemos entenderla en el sentido de esta potencia. Hay un doble filo de esa “fuerza”. Uno de ellos la vincula a la “fuerza creadora”, “formadora”, del romanticismo. F. Schlegel pregunta: “Y ¿qué filosofía le ha de quedar así al poeta? La creadora, aquella que parte de la libertad y de la fe en sí misma, y que muestra así cómo el espíritu humano impregna a todas las cosas con su ley, y cómo el mundo es su obra de arte”77. Desde este “filo” la “fuerza creadora” es concebida como “la fuerza formadora de sí misma de la humanidad” (die sich selbst bildende Kraft der Menschheit)78. Pero hay otro filo de esa fuerza. Digámoslo de esta otra manera: se trata del doble filo de la potencia spinoziana. De la metafísica de Spinoza como espectro del idealismo romántico y de Spinoza como espectro del pensamiento “materialista” de la Potentia existendi. Desde este segundo “filo” la “fuerza de producción” es interpretada como la “virtud” o la “capacidad” en que consiste el “existir”. Potentia existendi, vis existendi, es –como lo ha hecho notar Diego Tatián– “una expresión misteriosa y fundamental que hace de la existencia una fuerza productiva”79. Entonces existir se define por una potencia sin más, como puro “acto de existir” que “requiere pensar la actualidad como actividad”. Así concebida, la existencia –señala Tatián– “deja designarse, tal vez, no tanto por la palabra enérgeia como por el antiguo vocablo stásis –término anfibio del que 77 F. Schlegel (2005: frag. 168). 78 Op. cit., frag. 352. 79 Cfr. D. Tatián (2012: 17). 35 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx no sólo deriva “estado” sino también “estallido”. Es decir, “fuerza que se sustrae y retorna según una temporalidad del imprevisto”80. Vista así, la “fuerza creadora” posee un carácter metamórfico; la creatividad es al mismo tiempo “ruptura”, “discontinuidad”, es formación en transformación y, a la vez, fuerza de estallido de la forma. Existir es “actividad” y, en ese sentido, es un “obrar”; existir implica una operatividad productiva. No obstante, se trata del operar de una obra finita, sustraída del humanismo de la consumación, “fijada –como dice Esposito– en su nuda índole creatural”81, en su indestructible finitud. Obra sin redención, que permanece ligada a la existencia sin trascenderla en esencia. De eso se trata en Marx (al menos en uno de los “Marx” posibles), no del “Hombre” sino de las “fuerzas creadoras” del hombre: eso que en el hombre –la fuerza de existir– es lo inapropiable mismo que descentra la soberanía del sujeto. A partir de aquí, Marx apunta hacia un pensamiento otro del “humanismo”. Michel Foucault es quien, a contrapelo de la lectura comúnmente aceptada de los Manuscritos, traza la dirección para otra interpretación de estos. Como bien lo ha destacado recientemente Michael Hardt, Foucault aprecia toda la extrañeza y la riqueza de la línea de pensamiento de Marx que lleva a la conclusión de que “el hombre produce al hombre”. “Y nos advierte que no deberíamos entender la frase como una expresión de humanismo”82. M. Foucault interpreta aquella frase en el sentido siguiente: “Para mí, lo que debe producirse no es el hombre tal como lo diseña la naturaleza ni como lo prescribe su esencia; debemos producir algo que aún no existe y que no podemos saber qué será”. Se trata, en consecuencia, de la creación como “destrucción de lo que somos”, de una “total innovación” para la que no hay naturaleza que realizar, ni esencia que cumplir83. Se trata, en otras palabras, de lo que Marx llamará “reino de la libertad”. Reino sin reino, sin soberanía, lo 80 Ibid. 81 Cfr. R. Esposito (2012: 178). 82 Cfr. M. Hardt (2010: 142). 83 Cfr. M. Foucault (1994: 41-95). 36 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx “abierto”84 o el afuera “disutópico” allende las categorías de lo “humano”, de lo posible dado. III Lo anterior nos lleva a tener que afrontar la “dimensión de lo estético” de acuerdo a un doble eje. Vimos que el primer eje guarda relación con el “humanismo” y, por consiguiente, con el vínculo entre “estética” y “Obra” (esta última inseparable de la cuestión de la “comunidad”). El segundo se refiere a la relación entre “régimen estético” y “técnica”. Esta última, a su vez, será abordada desde la perspectiva de una doble matriz. A la primera podríamos llamarla “matriz foucaultiana”, a la segunda “matriz deconstructiva”. Por la primera entendemos aquella matriz teórica desde la cual la técnica es pensada como determinado dispositivo histórico de subjetivación. Se trata aquí de la técnica como eso que en Vigilar y castigar Foucault denominó “tecnología de la actividad humana”85. Una de las modalidades de esta “tecnología” es, según Foucault, el régimen fabril de trabajo como “funcionamiento de poder que se ejerce sobre aquellos a quienes se sujeta a un aparato de producción y se controla a lo largo de toda su existencia”86. Concebida así, nos parece que la técnica puede ser entendida como un determinado régimen estético (o, si se prefiere, aiestético) de producción o disposición de la experiencia sensible. Lo estético, desde este punto de vista, estaría referido a “la técnica específica de un poder que fabrica individuos, disponiéndolos a la vez como objetos y como instrumentos de su ejercicio”87. En el libro antes mencionado de Margaret Rose, esta propone una tesis que creemos fundamental: “Marx por supuesto –escribe– ha dado en sus 84 Lo “abierto”: esta es la expresión que Oscar del Barco –hace varias décadas ya– utiliza para referirse a la escritura paralela a la “obra édita” de Marx, a esa escritura que señala “hacia el otro Marx”. Valga la cita como homenaje a este texto. Cfr. Oscar del Barco (2008: 21-41). 85 M. Foucault (1990: 158). 86 Op. cit., 36. 87 Ibid., 175. 37 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx Manuscritos una “torsión” materialista al idealismo de Schiller”. Para este último, “los sentidos, a través de los cuales el hombre percibe el mundo físico que lo rodea, no eran parte del campo de la libertad, sino de la necesidad [a la que se opone el impulso de la razón]”88. Para Marx, en cambio, es el “mundo sensible” –sin que exista otro– el campo de lucha mismo donde se juega la libertad de los hombres; la “vida sensible” es, a la vez, el campo de combate por la liberación y el medio en que se ejerce el poder de mando sobre los individuos. Creemos que esa “torsión” materialista de la que habla Rose nos remite necesariamente a la cuestión de la técnica en Marx, o, según la afortunada expresión de Susan Buck-Morss, a la problemática de la “tecnoestética”89. Cuando Jonathan Crary señala que su investigación “parte de la base de que el modo en que escuchamos, miramos, o nos concentramos en algo con atención tiene una naturaleza profundamente histórica”90, no está partiendo sino sobre la misma base de la que parten los Manuscritos de Marx. Añadamos a esto (cuestión, por lo demás, que es desarrollada por la investigación de Crary) que esta historia es inseparable de la historia misma del Capital. Marx – es necesario destacarlo– escribe: Además de esforzar los órganos que trabajan, se requiere del obrero, durante todo el transcurso del trabajo, la voluntad orientada a un fin, la cual se manifiesta como atención. Y tanto más se requiere esa atención cuanto menos atrayente sea para el obrero dicho trabajo, por su propio contenido y la forma y la manera de su ejecución; cuanto menos, pues, disfrute el obrero de dicho trabajo como de un juego de sus propias fuerzas físicas y espirituales91. La aparición de la atención como problema “coincide –escribe Crary– con la organización específica de los sistemas de trabajo y producción en el capitalismo industrial”92. Es decir, “el problema de la atención no trataba de una actividad neutral y atemporal –como respirar o dormir–, sino de la aparición de un modelo específico de conducta dentro de una estructura histórica, una 88 M. A. Rose (1989: 74). 89 Cfr. S. Buck-Morss (2005: 196). 90 J. Crary (2008: 11). 91 K. Marx (1988a: 216). 92 J. Crary (2008: 39). 38 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx conducta articulada en base a normas socialmente determinadas que formaba parte de la configuración de un ambiente tecnológico moderno”93. En ese sentido, se puede advertir que la atención “es mucho más que un problema de la mirada, del mirar, del sujeto sólo como espectador”; ella está, dentro del nuevo “ambiente tecnológico moderno”, entrelazada a las diversas capas o estratos “de un cuerpo susceptible de ser capturado, modelado o controlado por toda una serie de técnicas externas”94. Hay, no obstante, una segunda matriz de comprensión de la técnica. A esta la hemos llamado “deconstructiva”. ¿Por qué este nombre? Porque creemos que la técnica en Marx no sólo designa un determinado régimen de captura, modelación o control, de subjetivación de los individuos, sino también es eso que, co-constitutivamente entrelazado a las fuerzas productoras del hombre, designa la ausencia de naturaleza o de obra de lo humano. Que en la “industria” Hombre-Naturaleza haya una relación “co-constituyente” (tomamos esta expresión –como veremos más adelante– de Bernard Stiegler) entre la vida de los individuos y la técnica, significa que hay para Marx una pasividad irreducible, que es inherente a lo que él llama “actividad sensible”. Esa pasividad es lo que le retira a la potencia de los hombres la presencia de un puro “poder constituyente”. De ahí nuestras aprensiones con esta última categoría utilizada por Toni Negri (y que este ha usado no sólo como clave de comprensión de la filosofía de Spinoza, sino también del pensamiento de Marx)95. El poder-hacer de los hombres es poder constituyente y poder constituido, esencialmente condicionado en su hacer productivo por los soportes técnicos y materiales de producción. Por la irreducible pasividad que implica su condicionamiento material, la potencia de los hombres es eso que, expuesto al devenir metamórfico de los medios técnicos, está sustraído del principio del autos, es decir, del presupuesto de una “presencia a sí” implicada en la idea de un “sujeto constituyente”. Según Marx, el régimen fabril de 93 Op. cit., 37. 94 Ibid., 12-13. 95 Cfr. T. Negri (1994: 394-408). Aquí Negri afirma que “el tema propuesto por Marx es el de la creatividad omniexpansiva del trabajo vivo”. En este proceso –escribe– “el trabajo vivo se transforma antes que a nada a sí mismo. Su proyecto sobre el mundo es ontológico […] el primer resultado de este indefinido proceso es la construcción del sujeto […]. El sujeto es el punto sobre el cual se fija la constitución de potencia” como “poder constituyente”. Ibid., 397. 39 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx producción industrial es lo que ha develado la “industria” como unidad técnica – no natural– entre Hombre-Naturaleza, en la que el primer término de esta relación deja de ser, frente al segundo, el “rey de la creación” y pasa a ser el elemento descentrado de un proceso donde el productor es también lo producido. Es lo que, a partir de la lectura de los Manuscritos que hace Gerard Granel, plantean Deleuze y Guattari a la entrada de El Anti-Edipo96. Por esta razón creemos que la “técnica” no sólo es abordable desde el punto de vista de la “reificación” como lo piensa Lukacs, ni desde la perspectiva de la “racionalidad instrumental” como predominantemente lo interpreta la tradición frankfurtiana. La técnica, en tanto que tecnicidad originaria por la que el hombre es originariamente un “ser histórico”, es también eso que deconstruye el mito de “Obra” del “humanismo”. La técnica no es simplemente la tecnología como máquina de captura de la vida, tampoco es meramente un instrumento a través del cual el hombre impera como centro de creación sobre la naturaleza; es asimismo, y, más fundamentalmente, la techné que en su origen retira a la vida de su presencia, interrumpiéndola como obra. Vista así, la técnica es lo que nos da a pensar la “forma” en su constitución metamórfica, por lo tanto, nos la da a pensar como no-presencia. ¿Hay alguna relación entre esta matriz de comprensión de la técnica y la estética de lo sublime? Antes de esto: ¿Se puede hablar de un pensamiento de lo sublime en Marx? Lyotard, precisamente, sitúa este pensamiento “en eso que [Marx] llama fuerza de trabajo”: “Esto –escribe Lyotard– es una noción metafísica. Y en el seno de la metafísica, hay una idea que designa lo que no está determinado. Lo que no está presente y soporta la presencia […] Toda la 96 Cfr. G. Deleuze & F. Guattari (1985: 14); G. Granel (1972: 185-209). Lo que plantean los autores de El Anti-Edipo a propósito de los Manuscritos de Marx va en la línea de lo que sostiene Granel cuando escribe: “cuando parece que la realidad pertenece al hombre de una parte, y de otra a la naturaleza, cada uno según su esencia, es preciso hacer un esfuerzo de lenguaje totalmente explícito para sobreponerse a esta aparente distributividad del ser”. Este esfuerzo es el que, según Granel, está contenido en la frase de los Manuscritos que dice: “…el hombre… es para el hombre la existencia de la naturaleza, y la naturaleza… es para el hombre la existencia del hombre”. Es aquí donde, tanto para Granel como para Deleuze y Guattari, está contenida la idea de una relación del hombre con la naturaleza en la que estos no son simplemente dos términos abstractos, uno frente al otro, como dos realidades distintas. Cfr. G. Granel, op. cit., 186. 40 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx teoría de la explotación descansa sobre esta idea, que es sublime”97. Es, por consiguiente, en la noción de “fuerza de trabajo” donde Lyotard reconoce una metafísica, esto es, una estética de lo impresentable, que, en tanto que metafísica, está aún fuertemente marcada por el motivo de la “obra” o de la presencia. A contrapelo de esta tesis, nosotros pensamos que en el seno de la noción marxiana de “fuerza de trabajo”, no es la presencia ni lo impresentable lo que está en juego, sino lo que podríamos llamar unas “políticas del ser”, de la presencia (tomamos esta expresión, como veremos más adelante, de Gilles Deleuze). Por tanto, no metafísica, sino política, praxis, es decir, ausencia de ser. Y en el seno de esta ausencia: el ser o la presencia como efecto de las máquinas de captura de la vida, de la fuerza (de esta no sólo como actividad, sino también como pasividad), así como las formas en que esta fuerza interrumpe esas máquinas y produce el estallido de las formas de ser. La fuerza como stásis en el corazón de la captura. Nuestra tesis es la siguiente: la “fuerza de trabajo” es, por un lado, fuerza capturada por el régimen estético (o aiestético) del trabajo; pero también es, por otro, trabajo que es fuerza, potencia de transformación (y en transformación) que “destrabaja” el obrar productivo –capitalizador– de la actividad laboral. En otras palabras, los cuerpos están primariamente en el esfuerzo del trabajo, pero no sin que este esfuerzo sea a su vez primeramente “fuerza”, potencia que se despliega produciendo múltiples conexiones. Que los cuerpos estén primeramente en el trabajo significa que el trabajo es un determinado modo, una determinada modulación y disposición de las capacidades del cuerpo; una particular manera de anudar la fuerza como esfuerzo, de amarrar el lazo de una conexión. El trabajo es una cierta puntuación espacio-temporal de los ritmos y movimientos de cuerpos que se tejen, se hilvanan al ritmo del capital, de la constitución de valor. El capital teje, dice Marx en los Grundrisse. Sin embargo, no hay modulación que no envuelva una modificación, y no hay conexión que no sea también un desenlace y una desarticulación. Sólo hay –como advierte Nancy– lazo incesantemente relanzado a través de la interconexión de cuerpos que se 97 Cita extraída de T. Eagleton (2011: 284). 41 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx reanudan finitamente sin fin. Vale decir: los cuerpos no son trabajados por el trabajo sin que esos cuerpos, en la inmanencia de su “fuerza”, desarticulen y desencadenen lo que por otro lado el trabajo une y enlaza. La cuestión, entonces, no es la presencia (o de la metafísica de la presencia, o de la estética de lo impresentable), sino de la operación de unas formas de poder que trabaja puntuando los nudos, cristalizándolos en identidades (la identidad del trabajador, la identidad del burgués); enlazando el sentido de la historia que se escribe y se hace (y que hace a los hombres) al nudo de un sentido dado (como origen o telos). En los capítulos que siguen analizaremos la íntima conexión que Marx establece entre el fin de la política como el fin de un régimen de sentido anudado y el fin del trabajo determinado por la necesidad. Si una “política del ser”, entonces también una techné de los lazos, nudos y desanudamientos. ¿Qué relación puede haber entre esta techné y lo sublime? Gerald A. Cohen señala que “quizá la verdadera cuestión sea esta: en el comunismo la actividad, dentro y fuera de la economía, no sólo está desestructurada sino que además no está preestructurada. No le es impuesta una forma social, lo que no significa que no tenga una forma. Se podría decir que la forma es ahora tan sólo el límite creado por la propia materia”98. Toda la cuestión, quizá, reside en cómo entender este “límite” del que habla Cohen. Terry Eagleton lo vincula a la estética de lo bello y a lo que él llama “una cierta sublimidad” que resulta de la forma kantiana –presente en Marx– de la belleza99. Pero podríamos, asimismo, relacionarlo con lo que Nancy nombra “La ofrenda sublime”. Cohen habla de “límite”, e igualmente de “contorno”, de “bosquejo” de la actividad. ¿No será que esa “materia” por la que es creado el límite, trazado el skema, bosquejado el contorno, levantada la figura, no es lo que se opone a la forma, al límite, sino esa potencia que es el levantamiento mismo de la forma, su trazado, contra el cual, en el movimiento mismo de su bosquejo, no cesa de palpitar el levantamiento de lo ilimitado: “esta infinita apertura rítmica –según la expresión de Nancy– que se produce continuamente 98 G. A. Cohen (1986: 144-145). 99 T. Eagleton (2011: 289). 42 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx en el trazado del menor contorno”100 ? Entonces ya no se trataría de lo impresentable, sino de la presentación misma de la forma, que, en su misma presentación sensible, finita, se levanta y se desborda en la ausencia de obra. En su libro Iconology, W. J. T. Mitchell escribe: “Los términos que usa Marx para caracterizar a la mercancía son extraídos de la estética romántica y de la hermenéutica. Una mercancía es una entidad figurativa, alegórica, poseída de una vida misteriosa y un aura, un objeto que, si se lo interpreta adecuadamente, podría revelar el secreto de la historia humana”101. Pero, ¿no podríamos, tal vez, decir de la retórica marxiana lo mismo que Philippe LacoueLabarthe y Jean-Luc Nancy dicen de la retórica del romanticismo? ¿No es posible, quizás, sostener que así como “la fragmentación nunca habrá cesado de trabajar desde adentro al romanticismo”, así tampoco habrá cesado de trabajar desde adentro al pensamiento marxiano? Marx –su voluntad, la voluntad con la que quiso que lo leyeran, con la que se pretendió a sí mismo como autor de una nueva ciencia, con la que quiso al lector fiel de su obra–, nunca habrá podido preservarse de la “inoperancia”; como el romanticismo, nunca habrá podido preservarse “del incontrolable: del acabamiento inacabable”102. 100 Cfr. J-L. Nancy (2002a: 132). 101 W. J. T. Mitchell (1987: 188). 102 Cfr. P. Lacoue-Labarthe & J-L. Nancy (2012: 227). 43 inacabamiento incalculable e PRIMERA PARTE EL JOVEN KARL MARX: UN HUMANISMO DIVIDIDO Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx I LA PRAXIS DE LOS SENTIDOS I.1. El supuesto humanismo del joven Marx Varias décadas atrás Louis Althusser defendió la tesis de que el marxismo, desde un punto de vista estrictamente teórico, no es un humanismo. Desde la perspectiva de la ciencia que funda y en virtud del “corte epistemológico” (coupure epistemologique) que lo fundamenta, el marxismo más bien se caracteriza –según esta tesis– por un “antihumanismo” o, mejor dicho, por un “a-humanismo”1. ¿Qué es lo verdaderamente en juego en una afirmación como esta? En 1972, en un recorrido autográfico de sus textos anteriores, Althusser destaca su pretensión de mostrar la “novedad revolucionaria” del marxismo a través de la “prueba” de que este “es antagónico a la ideología burguesa”, contra cuyos “asaltos” sólo puede sostenerse a condición “de un corte radical y continuo”2. El “acontecimiento” de esta ruptura lo localiza Althusser “a partir de La ideología alemana”, momento en el que tiene lugar –según él– una revolución teórica “sin precedentes” y que “no tendrá retorno”. Un acontecimiento histórico en el sentido fuerte, pero que concierne a la teoría, y en la teoría; “lo que mediante una metáfora –escribe– he llamado la ‘apertura del Continente Historia’”3. Lo que se revoluciona en la aurora de este nuevo “territorio” teórico recién descubierto es la estructura y el modo de funcionamiento, el “dispositivo” conceptual que había anteriormente regido en la obra temprana de Karl Marx. Revolucionado este “dispositivo” teórico, el supuesto “ideológico” del “Hombre” deja de ser válido como fundamento en la comprensión de los procesos históricos. Es decir, no obstante las “ambigüedades” y las “vacilaciones” de La ideología alemana, se puede constatar a partir de aquí: “la existencia de un agenciamiento de conceptos 1 Cfr. L. Althusser (1998: 130). 2 L. Althusser (2008: 173-174). 3 Op. cit., 175. 45 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx teóricos básicos, que se buscará en vano en los textos anteriores de Marx, que presentan la particularidad de que pueden funcionar de un modo totalmente distinto de como lo hacían en su prehistoria”4. Con la apertura del “Continente Historia” es el concepto “científico” de “Proceso” el que desplaza de manera decisiva la noción “ideológica” de “Sujeto”. “Si se me pidiera –escribe Althusser– que resumiese en algunas palabras la Tesis esencial que he tratado de defender en mis ensayos filosóficos, diría: Marx ha fundado una ciencia nueva, la ciencia de la Historia. Y añadiría: este descubrimiento científico es un acontecimiento teórico y político sin precedentes en la historia humana. Y precisaría: este acontecimiento es irreversible”5. Se trata entonces, ante todo, de levantar acta de un hecho: de la apertura de un nuevo dominio antes ocupado por concepciones que Althusser califica de “ideológicas”. El advenimiento de ese hecho tiene una fecha, una inscripción temporal, que marca un antes y un después en “la historia humana”, cuya “prehistoria”, desde un punto de vista teórico, está determinada por un conjunto de categorías pertenecientes a la filosofía “premarxista”6. A partir del reconocimiento de este quiebre (coupure) en el desarrollo del pensamiento marxiano se vuelve posible el trazado de una línea de demarcación entre la “ciencia” marxista y las formas de “subjetivismo” propias de lo que Althusser llama “idealismo humanista”. El objeto de dicha demarcación es poder designar “la unidad específica de una formación teórica”7. Aquí –en este objeto– es donde según el autor reside el “punto esencial”8. La cuestión no es solamente terminológica, sino que toca el fondo 4 Ibid. 5 L. Althusser (1974: 71). 6 La tesis de Althusser es, en este sentido, la opuesta de la que defiende Georg Lukács, quien ve contenido en los primeros textos periodísticos del joven Marx “el germen para la determinación materialista histórica del papel de la religión y de la ‘falsa conciencia’ en general”. Lukács, a diferencia de Althusser, no defiende la idea de un “corte” entre dos disposiciones del pensamiento o dispositivos teóricos, sino de una “evolución filosófica” en el joven Marx “que conduce desde la tentativa de una continuación revolucionaria radical de la dialéctica hegeliana, hasta la inversión materialista de esta”. Véase G. Lukács (2005: 130-131). 7 L. Althusser (1968: 23). 8 Ibid., 36. 46 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx de la problemática filosófica9, es decir, el elemento mismo en que se mueve un pensamiento. ¿Cuál era el terreno en el que se había movido Marx durante su obra de juventud? El elemento, según Althusser, la sustancia misma en la que se enfiló la serie de nociones utilizadas por el joven filósofo durante el período que va de 1842 a 1845, fue la problemática planteada por la “filosofía antropológica” de Feuerbach. “Todas las fórmulas del ‘humanismo’ idealista de Marx –escribe– son [durante este período] fórmulas feuerbachianas”10. Si – teóricamente hablando– no es legítimo hablar de “marxismo” en el período de las “obras de juventud” de Marx es porque en esa primera etapa este no hace más que “repetir” nociones pertenecientes a un “terreno” (ideológico), que no proviene precisamente de la filosofía inaugurada por él mismo, sino del “humanismo” feuerbachiano. En Pour Marx, evidentemente influenciado por la presentación de Bottigelli a la traducción francesa (hecha por este mismo) de los Manuscritos del 44’11, Althusser señala que el encuentro de Marx con la economía política a partir de la redacción de estos manuscritos es “todavía” un encuentro desde la filosofía, o sea de “una filosofía” cuyo “sentido filosófico” gravita en un concepto clave: “el concepto de trabajo enajenado”. Un concepto que, como lo habría destacado Bottigelli, está todavía profundamente marcado por la problemática feuerbachiana12. Althusser escribe: “un sentido todavía filosófico, digo bien: filosófico, tomando esta palabra en la acepción misma que Marx condenará sin apelación más tarde”13. “Mas tarde”, esto es, en La ideología alemana. Texto en el que el significado que su autor le da a la palabra “filosofía” es aquel que designa bajo el término ideología. Respecto de esta él se propondrá una salida (Ausgang) y la elaboración de un nuevo lenguaje: el de la crítica de la economía política. Lo que exigirá para Marx la ruptura y el abandono de aquel sentido dominante en el que aún estaban cautivas las categorías con las que 9 Ella se expresa en la forma de esta pregunta: “¿Qué puede ser una posición teórica que ha roto con la problemática filosófica tradicional de la que Hegel fue el último teórico y Feuerbach intentó, desesperadamente pero en vano, liberarse?”. Ibid., 38. 10 Ibid., 35. 11 Es la misma edición y traducción que utilizaremos en nuestra tesis. 12 L. Althusser (1968: 129). 13 Ibid. 47 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx hasta ese momento trabajaba. A partir de 1845 –siempre según la tesis de Althusser– Marx romperá con aquella constelación “humanista” de nociones tales como: “esencia humana”, “naturaleza humana”, “desalienación”, “apropiación de la esencia del hombre por el hombre”, “hombre total”, “sujetopredicado”, “creación del hombre por el hombre”, “hombre genérico”, “individuo íntegramente desarrollado”, etc.14 No nos transformaciones detendremos aquí terminológicas, en los oscilaciones emplazamientos, y revisiones diversas críticas – reconocibles a lo largo de la trayectoria intelectual de Althusser– respecto de su propio sistema teórico15. Sólo nos interesa destacar el hecho de que –al menos en la década de los sesenta y de los setenta– este autor lee en el marxismo un “a-humanismo”, consistente en el complejo teórico de una serie de tesis que transforman según él el “terreno” ideológico sobre el que se sostenían las categorías del humanismo propias de la filosofía idealista. Dentro de este contexto nos interesa poner de relieve el corte que aquél establece entre un período de juventud y un período de maduración y de madurez en la obra marxiana, sobre la base de la división entre una ideología premarxista “humanista” (que incluye al propio Marx en su juventud) y una teoría marxista “a-humanista” (teoría que estaría agenciada por la lectura althusseriana de la “obra fundamental” de Marx). De modo que textos tan ricos conceptualmente como Crítica de la filosofía del derecho de Hegel, Sobre la cuestión judía o los Manuscritos económico-filosóficos de 1844, son situados dentro de una primera etapa de “improductividad estrictamente teórica”, es decir, científica y filosófica. Frente a esa lectura sería completamente inconducente oponer el argumento contrario, a saber: que es posible reconocer –sin más– una concepción no idealista en la obra temprana de Marx y que, en consecuencia, el momento de ruptura respecto de la tradición metafísica es posible localizarlo ya en su crítica temprana a Hegel; que, en ese mismo sentido, Feuerbach, lo 14 L. Althusser (1971: 172). 15 Como bien advierte Alain Badiou, es imposible introducirse en la obra de Althusser –tomada en toda su complejidad– si se la considera simplemente como el testimonio (inacabado) o un caso más de la “filosofía marxista”. “Para introducirse en Althusser, hay que considerar la singularidad de su empresa y sus objetivos completamente particulares”. Cfr. Alain Badiou (2009: 51 ss). 48 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx mismo que algunos autores modernos como Spinoza, le sirven para tomar distancia precisamente de la dialéctica idealista y radicalizar el punto de vista de una filosofía materialista. No tendría sentido oponer simplemente al idealismo una visión materialista, como tampoco oponer meramente al humanismo un antihumanismo, o de extender el corte entre uno y otro hacia una fase previa a La ideología alemana. Althusser tuvo ciertamente una respuesta para todo esto. Se trata, por el contrario, de mostrar un cierto “humanismo” (el que será precisado más adelante) en los escritos tempranos de Karl Marx, en el que no obstante la noción misma de “hombre” hace zozobrar, hundirse en el fondo de sí el fundamento de una “naturaleza humana”; de mostrar cómo opera lo excesivo de sí del hombre, que lo retira del asiento de un concepto dado de Hombre o de Humanidad16. En este sentido, se trata de cuestionar la noción misma de un corte en la obra de Marx. ¿No será que –tempranamente–, y siempre de acuerdo a una cierta herencia de la filosofía (de la que Marx nunca 16 Adelantemos (cuestión que desarrollaremos en la segunda parte de nuestra tesis) que la filosofía temprana de Marx se desenvuelve alrededor de algo que ya no es el “animal racional”, tampoco la “conciencia de sí”, sino la Menschenwesen (esencia del hombre). Ahora bien, a nosotros nos parece, al contrario de lo que piensa Althusser, que hay desplazamientos importantes entre estos distintos términos, más que la continuidad de una misma “ideología humanista”. Esa “esencia” (Wesen) es pensada por el joven Marx no sólo como una crítica de la concepción clásica de hombre (en tanto que animal racional o viviente que posee logos), o de la filosofía moderno-cartesiana de la conciencia, sino más fundamentalmente de la concepción (que Marx identifica con el humanismo de la “sociedad civil”) del “individuo” en tanto que persona de derechos, propietaria de sí y de los bienes que se deducen de esta soberanía. Esta última concepción es abordada por Marx desde el punto de vista de sus propias condiciones (histórico-prácticas) de imposibilidad (nos detendremos sobre este último punto igualmente en la segunda parte de nuestra tesis). A diferencia de las otras definiciones del hombre, el individuo tal como lo interpreta la economía política no se define estrictamente por la razón o la autoconciencia, sino por la propiedad del conjunto de facultades del cuerpo y de la mente, y a partir de aquí de los bienes que estas facultades producen. Esta concepción conlleva la reflexión sobre las condiciones materiales y técnicas de producción. Por un lado, el discurso económico político sobre la riqueza es correlativo del discurso liberal de la individualidad. Pero precisamente es respecto a la riqueza y a las condiciones sociales de su producción que el “individuo viviente” (categoría medular de la economía política) no puede sino pensarse en el marco de unas relaciones que lo sobrepasan y que determinan el sentido de su actividad. A partir de aquí es que Marx piensa la “esencia del hombre”. No en el sentido de un “ser natural” a partir del cual se determina el principio o la ley de nuestras posibilidades, sino en el sentido del conjunto de “fuerzas” o capacidades a través de las cuales el individuo no sólo produce sino a la vez se produce, transformando sus propias condiciones históricas de existencia. Para Marx son estas “fuerzas” las que originariamente dividen al individuo, constituyéndolo en un “ser social” o “ser común”: eso “común” que lo desapropia de la propiedad por la que él pretende definirse. Ni con la representación del hombre como “animal racional”, ni con la de sujeto como “autoconciencia”, sino con la de “individuo viviente” es posible introducir la categoría de “industria”, central –como lo veremos– en la antropología marxiana. 49 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx acabó de salir17), el humanismo marxiano carece de sustrato en la medida en que en sí es hundimiento de una naturaleza del Hombre? ¿No será que el “materialismo práctico” de La ideología alemana es más bien una consecuencia –y no una ruptura– de ese cierto “humanismo” en el pensamiento de Marx? Nuestra hipótesis de lectura es la siguiente: la relación de la llamada “obra de juventud” con la llamada “obra madura” de Marx, no es ni de ruptura ni de homogeneidad. Más bien su relación es siempre de continuidad en la discontinuidad y de discontinuidad en la continuidad. Según el sentido indicado por esta serie de interrogantes, nuestra discusión con la tesis althusseriana parte por el cuestionamiento de algunos de los supuestos de su interpretación de la obra marxiana (a la que le corresponde una determinada clasificación, división y reordenamiento, y por esto mismo, reinvención de esta “obra”). Primero: cuestionamos el supuesto de una unidad teórica de los textos “maduros” de Marx, articulada a partir de una lectura selectiva que divide lo fundamental de lo no fundamental. Pues una lectura así desatiende la multiplicidad irreducible, la dispersión y el carácter esencialmente inconcluso de sus diversos manuscritos. Se tratará en lo que sigue de mostrar un cierto “humanismo” en los escritos de Marx, los cuales serán abordados no desde el punto de vista de un bloque teórico unitario, sino de la pluralidad irreducible de líneas anudadas en ellos a través de la aventura (la del propio Marx, pero también la de sus lectores) de unos enlazamientos que no responden a “obra” alguna. Nos parece que, en la nervadura de algunas de esas líneas, la noción marxiana de Mensch (Hombre) produce una suerte de desfondamiento o precipitación en el abismo de la concepción sustantiva o sustancial de Hombre. Nos proponemos, en este sentido, explorar la dimensión relacional y práctica del individuo en tanto que wirklichen Menschen (hombre real). Considerando que para Marx nunca lo “real” de este hombre posee otra esencia que la praxis. Segundo: cuestionamos la indistinción de la “antropología” marxiana dentro de una misma ideología humanista: ¿Es realmente esta ideología 17 Sobre Marx “saliente” –cuyo pensamiento está marcado por la “salida de la filosofía”– véase Gérard Bensussan (2007). 50 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx idéntica en la totalidad de la filosofía moderna (la cual Althusser en ocasiones califica de “burguesa”)? ¿Qué significa el adjetivo “burgués” en el contexto de la obra temprana de Marx? Pareciera que no se trata de cualquier adjetivo. Ya que frente a este el filósofo alemán intenta desmarcarse del “humanismo” que está a la base de la sociedad civil y de su disposición jurídico-política. El adjetivo bürgerlich sirve para designar –en un mismo sujeto– tanto al que, en cuanto ciudadano (Bürger), es frente al Estado un sujeto de derechos, por lo tanto, miembro de una comunidad política, como al que, en cuanto capitalista, es un individuo poseedor de propiedad privada, un elemento atomizado dentro de una sociedad marcada por las inclinaciones“anti-sociales”, es decir, una sociedad constituida por la separación entre sus elementos. En la palabra alemana –en sintonía con el discurso de mediados del siglo XVIII y, a partir de aquí, con la fenomenología hegeliana del concepto de derecho dentro del marco de la “sociedad burguesa”18– Marx engloba el doble sentido –que es también el doble aspecto– del sujeto miembro de la bürgerliche Gesellschaft (Sociedad civil). Ante el supuesto antropológico contenido en el término bürgerlich, Marx opone el humanismo comunista. ¿Se trata en verdad de uno solo y mismo humanismo? Tercero: cuestionamos la simple identificación de la filosofía temprana de Marx con la antropología feuerbachiana, y de esta con lo que Althusser llama genéricamente filosofía “idealista”. Hay aquí varios puntos a reparar. En primer lugar, debemos atender al hecho de que así como hay en el concepto marxiano de “actividad” (Tatigkeit) una dimensión sensible de la producción, por lo tanto una pasividad inherente a la acción (una dimensión que tiene su deuda con la teoría de lo sensible en Feuerbach), así también hay una 18 En Principios de la filosofía del derecho Hegel define a la “sociedad civil” en los siguientes términos: “La sociedad civil es la diferencia que aparece entre la familia y el Estado, aunque su formación es posterior a la del Estado. En efecto, por ser la diferencia supone el Estado, que ella necesita tener ante sí como algo independiente para existir. La concepción de la sociedad civil pertenece por otra parte al mundo moderno, que es el primero que hace justicia a todas las determinaciones de la idea […] En la sociedad civil cada uno es fin para sí mismo y todos los demás no son nada para él. Pero sin relación con los demás no puede alcanzar sus fines; los otros son, por lo tanto, medios para el fin de un individuo particular. Pero el fin particular se da en la relación con los otros, la forma de la universalidad, y se satisface al satisfacer al mismo tiempo el bienestar de los demás […] La particularidad, limitada por la universalidad, es únicamente la medida por la cual cada particularidad promueve su bienestar”. G. W. F. Hegel (2004: §182. Agregado). 51 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx dimensión productiva de lo sensible. Por lo que ese concepto envuelve en él la concepción de una “industria de los sentidos” (y con ella la perspectiva de una historicidad) que le retira al hombre la presencia de una naturaleza dada. Es esta última dimensión de lo sensible la que distancia tempranamente a Marx (al menos a partir de los Manuscritos de 1844) del “antropoteísmo” feuerbachiano. En segundo lugar, no podemos desconocer la severa crítica que Feuerbach dirige contra la filosofía idealista alemana que le precede. Por otro lado, el mismo Marx utilizará las “armas” del idealismo para marcar sus diferencias con el “materialismo sensual” de Feuerbach, al mismo tiempo que utilizará las “armas” de este materialismo para criticar a la filosofía idealista. En tercer lugar, si por filosofía “idealista” entendemos –como pareciera ocurrir en Althusser– la filosofía del “sujeto”, resulta muy problemático identificar sin más al “hombre” de Feuerbach con el “sujeto” de la filosofía moderna (nos detendremos más adelante en cada uno de estos puntos). A la luz de esta serie de alcances cabe reconsiderar dos importantes escritos tempranos de Marx: uno de ellos lleva por título original Zur kritik der Hegelschen rechtsphilosophie. Einleitung (Crítica de la filosofía del derecho de Hegel. Introducción), redactado entre finales de 1843 y enero de 1844, y publicado este mismo año en los Deutsch-Französische Jahrbücher (Anales franco-alemanes). El otro se titula Zur Judenfrage (Sobre la cuestión judía)19, 19 El contexto de este escrito es, como bien se sabe, la polémica de Marx con algunas de las tesis contenidas en el artículo que en 1843 había publicado su hasta entonces amigo Bruno Bauer. Sobre la cuestión judía es una respuesta a Die judenfrage. ¿Cuál es la cuestión aquí? Lo que aquí está en juego es la cuestión del reconocimiento de los derechos políticos y cívicos que los judíos habían perdido, tras la derrota de Napoleón, en 1815. El problema de la “emancipación política” tiene para Bauer por asunto el problema judío, en la medida en que a los judíos se les ha negado la condición –constitutiva de las sociedades modernas, es decir, de sociedades en las que se ha disuelto el “ancien régime”, basado en un orden estamental– de sujetos de los derechos ciudadanos. Tras la cuestión judía lo que se juega entonces para Bauer es la relación entre el Estado y la religión, en un contexto de crisis en el que lo viejo debe morir para que nazca lo nuevo. Contra el Estado confesional que impera aún en Alemania, la tarea debe consistir en la “emancipación política” del judío. “Emancipación política” es un término que significa –en la perspectiva de Bauer– liberación de la “exclusión” esencial a todo Estado “religioso”. Todo Estado religioso es un Estado basado en privilegios, de modo que un Estado confesional, como era el Alemán, tiene necesariamente que excluir a lo no-cristiano. En ese sentido, la solución al problema no puede consistir meramente en una integración de los judíos dentro de la esfera del Estado imperante porque en ese Estado es imposible, en estricto rigor, que tengan lugar los ciudadanos como entidades igualitarias. Ante esto, la única vía posible es que el judío, al igual que el cristiano, se integre como subjetividad humana libre capaz, más allá de todo credo religioso, de convertirse en sujeto de los derechos cívicos. Esta posibilidad la ve Bauer en una política laica: “En modo alguno puede haber lugar para derechos cívicos allí donde el Estado no es todavía Estado, cuando todos sus esfuerzos 52 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx escrito igualmente para los Deutsch-Französische Jahrbücher, a fines del verano y durante el otoño de 1843. Ambos, por lo tanto, muy próximos a dos textos inéditos en vida de Marx: a los Manuscritos de 1843 (conocidos, a partir de 1927, bajo el título Kritik des Hegelschen Staatsrechts, comúnmente traducido como Crítica de la filosofía del Estado de Hegel) y a los Manuscritos de 1844 (conocidos, a partir de 1932, como Ökonomisch-philosophische Manuskripte). Todos ellos englobados por Althusser dentro de la segunda fase del primer período de la obra de Marx (es decir aquella fase más próxima a la antropología de Feuerbach que a la filosofía de Fichte y de Kant. Esta última correspondería, según Althusser, a una primera fase en la producción temprana de Marx). En Crítica de la filosofía del derecho de Hegel, su autor pone uno al lado del otro, a un mismo nivel, los términos Proletariat (proletariado) y wirklichen Menschen (hombre real). De manera que cuando hablamos unas líneas atrás de un cierto “humanismo” nos referíamos precisamente a ese humanismo implícito en la noción de proletariado, que entra en polémica con el supuesto antropológico de otro tipo de humanismo: el del individuo de la sociedad civil. Queda pendiente la pregunta por el estatuto de lo “real” de ese hombre. Digamos por el momento que al “humanismo” del “hombre real” Marx lo distingue de ese otro “humanismo” inherente a la sociedad moderna: ambos se diferencian en términos de una oposición entre la abstracción del individuo – separado de la comunidad– y la realidad (la consistencia social) del “hombremasa”20. apuntan a no convertirse en un Estado, es decir, en un negocio común a todo el mundo”. Esta realización histórica de la “idea de Estado” no es posible más que a través de “la religión disuelta”: “Si los judíos quieren ser libres, no deben convertirse al cristianismo, sino al cristianismo disuelto, a la religión disuelta, es decir, a la Ilustración, a la crítica y a su resultado, la humanidad libre”. Cfr. Bruno Bauer (2009: 90-125). 20 El hombre-masa comporta, según Marx, el potencial de una emancipación radical respecto a la concepción moderna del individuo (en el fundamento de lo que Marx llama –lo veremos luego– emancipación meramente política), tal cual ella surge hacia los siglos XVII-XVIII, y que va a concretarse en la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano. Esta concepción fue forjada por los primeros liberales y, en particular, por quien será reconocido como uno de los padres fundadores del liberalismo: John Locke (autor que por lo demás fue atentamente estudiado por Marx durante el período en que redacta sus primeros escritos filosófico-políticos). Locke es uno de los primeros –si no el primero– en desarrollar una teoría del individuo a partir de una determinada teoría de la apropiación. El hombre, según este autor, es alguien que apropia y que transforma la naturaleza por medio del trabajo, que deviene así 53 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx En este texto Marx afirma que la “teoría” se convierte en “fuerza material” (materielle Gewalt), es decir, en un poder (Gewalt) de las “masas” (Massen), tan pronto ella se hace “radical”. Y ser “radical” –explicita– “es atacar el problema por la raíz”. Para “el hombre la raíz es el hombre mismo” (Die Wurzel für den Menschen ist aber der Mensch selbst)21. Aquí es donde justamente se sitúa la radicalidad de una teoría crítica: en su capacidad para orientarse hacia el fondo del problema mismo del hombre, para quien “la esencia suprema (höchste Wesen) es el hombre”22. Ir al fondo de sí, a la raíz (Wurzel) de lo humano, hasta el hombre mismo en tanto que ser del hombre, es para Marx la única forma de abordar el problema político del Estado y del derecho en toda su radicalidad revolucionaria. El “humanismo” es en este artículo incuestionable. Queda sin embargo por esclarecer el uso que da Marx a ese conjunto de categorías, que a primera vista lo aproximan a la antropología feuerbachiana. Luego de cumplida la crítica de la religión23, Marx se propone pensar las condiciones para la liberación de la “autoalienación humana” (menschlichen propietario, y que a través de dicha apropiación se vuelve capaz de existir por sí mismo como individuo, es decir, como entidad autónoma. En términos de Locke: “el hombre –al ser amo de sí mismo y propietario de su persona y de sus acciones y trabajo– tiene en sí mismo el gran fundamento de la propiedad”. Cfr. John Locke (2003: 34). A lo que añade: “Por propiedad es necesario entender aquí, al igual que en otros lugares, esta propiedad que los hombres tienen sobre sus personas tanto como la que tienen sobre sus bienes”. Cfr. J. Locke, op. cit., 129. Propiedad de sí y propiedad de bienes son indisociables, precisamente en la medida en que es deviniendo propietario como el hombre puede acceder a la propiedad de sí, al tiempo que es en esta propiedad sobre su persona y sus acciones, en su independencia, donde él encuentra el principio de apropiación de los bienes. O bien, en otras palabras, es como propietario que el hombre es soberano de sí, y es como amo de sí que se constituye en propietario. Esta definición del individuo como “propietario de sí mismo”, esto es, que puede disponer de sí como sujeto autónomo, se hará patente en la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, donde el hombre aparece como “propietario único de su persona”, siendo “esta propiedad inalienable”. Véase, en lo concerniente a los discursos de la Declaración, Christine Fauré (1996), y, respecto de la génesis del concepto moderno de individuo, Louis Dumont (1987). Será este presupuesto antropológico, que está a la base del concepto de propiedad, el que cuestionará el joven Marx. Véase lo abordado en el segundo capítulo de nuestra tesis (II. 1); véase también el tercer capítulo (segunda parte) de nuestra tesis. 21 K. Marx (1979: 100). 22 Ibid. 23 Marx escribe: “Para Alemania, la crítica de la religión ha llegado, en lo esencial, a su fin, y la crítica de la religión es la premisa de toda crítica (die Kritik der Religión ist die Voraussetzung aller Kritik)”. Cfr. K. Marx (1979: 93). La ilustración alemana –la Aufklärung entendida en el marco general de la crítica filosófica de la religión– es vista por el joven Marx como una herencia ineludible, en cuanto ella constituye la “condición previa” (Voraussetzung) o el “supuesto” de la crítica del derecho y de la política. Esta última forma de la crítica no hace sino conducir a la crítica filosófica hasta el extremo de su propio desborde, al límite en el que la 54 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx Selbstentfremdung), que persiste aún en sus “formas no santas”, con el fin de que el hombre gire “en derredor de sí mismo”24. Lo que Marx sostiene durante este período es que una “emancipación cívica” no puede –estructuralmente hablando– cumplir ese fin. La revolución en su forma política, es decir, en la forma del derecho y del Estado, no va –y no puede ir– a la raíz del “hombre real”. Precisamente porque ella representa aquella “forma no santa” y terrenal de la “autoalienación”. Vale decir: la “emancipación política” (que tiene lugar en el marco de un Estado en el que las libertades de los hombres están representadas –y en ese sentido relevadas, conservadas pero al mismo tiempo negadas; conservadas sólo en cuanto que simultáneamente son negadas como tales libertades) es ella misma la que se opone a una emancipación de los hombres en la medida en que traza el contorno que le impide ir al fundamento de sí, a la “raíz” (Wurzel) donde ella encuentra su fondo: la existencia misma de los hombres abandonada a la praxis de la libertad. Es en este sentido que Marx opone “la revolución radical”, esto es, “la emancipación humana general” (die allgemein menschliche Emanzipation)25 a lo que en ese momento denomina como “la revolución meramente política” (die nur politische Revolution), o sea, a la revolución “que deja en pie los pilares del edificio”26. Si bien en ambos casos razón ilustrada se ve inquietada por el movimiento que provoca su inversión (de lo celestial a lo terrenal, de lo sagrado a lo profano, de lo teológico a lo político), pero reconociéndola a su vez como la premisa desde la cual es posible su superación. 24 Ibid., 94. 25 Ibid., 103. 26 Ibid., Es evidente que, al menos en un enunciado como este, el “humanismo” marxiano se corresponde de alguna forma con el cartesianismo (el cual no sólo está presente en estos escritos de juventud, sino igualmente en una obra posterior –concebida entre diciembre de 1851 y marzo de 1852– titulada El dieciocho Brumario de Luis Bonaparte. Donde escribe: “El principiante que ha aprendido un idioma nuevo lo traduce siempre a su lengua materna, pero sólo se ha apropiado del espíritu de la nueva lengua y sólo podrá producir libremente en ella, cuando se mueva dentro de ella sin remembranza, cuando la use olvidándose de su lengua materna”. Cfr. K. Marx [2003a: 33]. Según este texto –así como para la metafísica cartesiana– lo nuevo no es posible más que a través de la borradura de lo antiguo, la que sólo se puede cumplir mediante una mudanza de lengua. Ya que –tal como le ocurre al principiante de un nuevo idioma– si esa novedad es traducida a lo viejo, comprendida desde el idioma natal, inevitablemente es asimilada por el lenguaje de la tradición, es decir, por las reminiscencias de un conjunto de opiniones que retornan revistiéndolo con el ropaje de lo antiguo. Cfr. Willy Thayer [1996: 96-98]). En sus Meditaciones, en efecto, Descartes utiliza también la metáfora de la destrucción para enfatizar la necesidad de una demolición que vaya a la raíz, esto es, al basamento mismo en donde se funda el edificio del saber regular: “por cuanto la ruina de los cimientos lleva necesariamente consigo la de todo el edificio, me dirigiré en principio contra los fundamentos mismos en que se apoyaban todas mis opiniones antiguas”. Dejar en pie los pilares del edificio equivaldría a actuar como ese principiante que no aprende un idioma nuevo más que traduciéndolo siempre a su lengua materna. Cfr. René Descartes (2005: 130). Para el 55 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx es la liberación del hombre la que está en juego27, su diferencia, su partición y hasta oposición, está en que mientras una tiene por tarea ir al fondo del hombre, a lo hondo donde no es posible distinguir cualidad alguna que pueda ser fijada como propiedad o naturaleza de lo humano, la otra en cambio se propone la emancipación humana general, pero sobre la base de un determinado presupuesto de lo que “es” el hombre en cuanto a su concepto o idea (concepto que estaría dado al modo de un dispositivo, a partir del cual se determina el telos de la comunidad como condición de pertenencia de los hombres). Este presupuesto –eminentemente moderno– es según Marx un presupuesto de Klasse28. El concepto de “clase” designa la contradicción por la cual “toda” la sociedad es a la vez sólo una “situación especial” (besonderen Situation) de joven Marx, no obstante, la filosofía cartesiana no habría sido capaz de remover uno de esos pilares fundamentales, es decir, no habría ido verdaderamente a la raíz en la medida en que seguiría creyendo en un supuesto, esta vez subjetivo: el supuesto de la individualidad del “yo”. Esto tiene una consecuencia política inmediata: Descartes –a diferencia de Marx– se niega a la posibilidad de reformar un Estado cambiándolo todo desde los fundamentos y derribándolo para volverlo a levantar sobre nuevos cimientos. Pues esos “grandes cuerpos son harto difíciles de volver a levantar una vez derribados, o aun a apuntalar cuando se tambalean, y sus caídas sólo pueden ser muy violentas”; violencia que precisamente debemos evitar según él, ya que, esos grandes cuerpos “son casi siempre más soportables” de la situación que resultaría de su destrucción. Por eso Descartes explicita cuál fue su verdadera intención: “Mi intención no fue nunca más lejos que tratar de reformar mis propios pensamientos y de edificarlos sobre unos cimientos totalmente míos”. El “edificio” del que habla más tarde en las Meditaciones, no es entonces más que la metáfora de la casa particular: “Bien es verdad que no vemos que se echen abajo todas las casas de una ciudad con el solo propósito de rehacerlas de otro modo y de hacer las calles más hermosas; pero sí se ve que muchos hacen derribar las suyas para reconstruirlas y que aun a veces se ven obligados a hacerlo cuando están en peligro de caerse por sí mismas y cuando los cimientos no son muy firmes”. Cfr. R. Descartes (2004: 83-84). 27 Al reconocer en la crítica de la religión el presupuesto de toda crítica, Marx no hace sino reconocer el hecho de que su propia crítica del derecho y de la política se encuentra de algún modo regida por el principio ilustrado de la liberación del hombre. Este es un principio básico ineludible que lo sitúa en el límite de una época. Situado aquí, Marx se plantea sin embargo la cuestión de una emancipación ni meramente “filosófico-conceptual” (tal como existe en “la cabeza de los alemanes”), ni simplemente política (tal como ella aconteció en las revoluciones modernas). Por lo tanto, en el borde externo de ese límite el planteamiento de la liberación del hombre no es pensado ya en el horizonte de la racionalidad y de la autonomía como lo constitutivo de la humanidad (y dignidad) de aquél, así como tampoco esa emancipación es presupuesta desde la perspectiva del “sujeto de derecho-sujeto económico” de la sociedad civil; sujeto dividido y compuesto entre hombre viviente y ciudadano. 28 Marx no da con el término proletariado sino una vez que se ha planteado teóricamente el problema de la “clase” (a pesar de que, en este texto, Marx oscila entre el término Klasse y el término –tomado de la filosofía del derecho– Stand, reservando el uso de este último principalmente para remarcar la posición de una categoría especial de la sociedad) como lo específico de la “sociedad civil” (bürgerlichen Gesellschaft), por consiguiente como lo que condiciona las proyecciones ideales del derecho y del Estado modernos. 56 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx ella: aquella situación que caracteriza a la burguesía. Esta emprende el proceso de emancipación humana haciendo valer la “parte” que es –en tanto que fracción de la sociedad, con sus intereses particulares– como el “todo” que representa. ¿Cómo es posible –se pregunta Marx– que una parte ocupe el lugar del todo? Pues –efectivamente– la clase burguesa es la “representante general” (allgemeiner Repräsentant) de la sociedad civil, del principio de su “libertad social”. La pregunta marxiana apunta a lo que da razón de la identificación de los objetivos de un sector particular con los intereses emancipadores del pueblo (Volk) en su totalidad. Marx al plantear esa interrogante busca explicar la articulación entre dos elementos a su vez escindidos: entre el carácter especial de una fracción –con sus intereses estamentales– y el carácter universal de la emancipación que ella encarna. La identificación entre la “parte” y el “todo” sólo es posible, según Marx, en la medida en que una clase particular (en este caso la clase burguesa) hace de “equivalente general” de la liberación social, por contraposición a otro estamento que a su vez personifica para la comunidad el acto de un “crimen general”29. Escribe: ¿Sobre qué descansa una revolución parcial, la revolución meramente política? Sobre el hecho de que se emancipe solamente una parte de la sociedad civil e 29 Sobre este punto del artículo de Marx, véase la interpretación de Ernesto Laclau (2003: 5061). Laclau señala que en este punto Marx concibe el pasaje por la particularidad como la “condición de emergencia de efectos universalizantes”. Por consiguiente, piensa aquí la universalidad no como esencia dada, corporizada en un sujeto, sino como el resultado de una mediación política, a través de la cual un determinado sector asume, al convertir su mera particularidad en el locus de una relación de equivalencia, el rol hegemónico de la emancipación general. Sin embargo, Laclau contrapone otro pasaje del texto donde supuestamente Marx presenta la universalidad de la comunidad como corporizada sin fisura en el proletariado. De manera que si, en un caso, los efectos universalizantes dependen de la exclusión antagonista de un sector opresor –lo cual significa que el poder y la mediación política son inherentes a toda identidad emancipadora universal–, en el otro, la emancipación conduce a una plenitud sin mediación, es decir, a la recuperación de una esencia que no requiere externalidad alguna para ser lo que es; una sustancia a través de la cual el Estado (y con este la política), como instancia separada, pierde toda razón de existencia. Según Laclau, el advenimiento de una comunidad –la sociedad comunista– para la que la división Estado/sociedad civil se torna superflua coincide con el momento en que la política (y las relaciones de poder que esta comporta) se vuelve irrelevante para Marx. Pero la pregunta aquí, en primer lugar, es si a caso en Marx se trata de la resolución dialéctica del conflicto entre contenido particular y universalidad, o bien se trata del desmontaje mismo de la lógica equivalencial que rige la relación entre estos términos. En segundo lugar, la cuestión es si este desmontaje crítico tiene o no como reverso el “esencialismo” de una comunidad en la que no hay ya hiato alguno entre forma y contenido. Todo está en qué entiende Marx por “esencia” y por “comunidad”. Veremos que la lectura de Laclau adolece de un punto de vista sesgado. 57 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx instaure su dominación general; sobre el hecho de que una determinada clase emprenda la emancipación general de la sociedad, partiendo de su especial situación. […] Para que la revolución de la nación y la emancipación de una clase especial de la sociedad civil coincidan, para que un estrato sea reconocido como el Estado de toda la sociedad, se necesita, por el contrario, que todos los defectos de la sociedad se condensen en una clase, que esta determinada clase resuma en sí la repulsa general, sea la incorporación de los obstáculos generales; se necesita que una determinada esfera social sea considerada como el crimen manifiesto de la sociedad toda, de tal modo que su liberación se considere como la autoliberación general. Para que una clase de la sociedad sea la clase de la liberación por excelencia, es necesario que otra sea manifiestamente el Estado de sujeción30. Para tomar por asalto esta posición emancipadora, por tanto para que una cierta condición “valga” por la condición de la sociedad entera, “no bastan por sí solos –escribe Marx– la energía revolucionaria y la conciencia espiritual de sí mismos”31. Es necesario además que una determinada esfera (por ejemplo, la nobleza y el clero en el contexto de la Revolución Francesa) denote el “crimen manifiesto” contra toda la sociedad. La emancipación (liderada por la burguesía) respecto de esta esfera “aparece” así (apariencia real) como la autoliberación de todos los hombres; una clase, la burguesa, es “reconocida” como la clase de la comunidad entera. La transformación de los intereses particulares de un sector de la sociedad civil en discurso emancipador universal, la conversión de sus propias exigencias y derechos en los derechos y las exigencias de la sociedad misma, se produce por efecto de la “significación negativa general” (negativ-allgemeine Bedeutung) que adquiere otro sector, políticamente antagónico. Por contraposición a la “significación negativa” que en la aurora de la sociedad moderna posee la nobleza y el clero, la otra clase particular, la burguesa, es investida de una “significación positiva general”, bajo la cual se presenta su capacidad para abolir el “crimen” condensado en aquellos. En la revolución política, sin embargo, solamente una parte de la sociedad civil se emancipa realmente, de tal modo que su liberación genera las condiciones especiales para la “dominación general”. Es en este sentido que la pregunta de Marx acerca de cómo es posible que la “parte” ocupe el lugar del “todo”, valga por él, es convertible en la pregunta spinoziana acerca de cómo 30 K. Marx (1979: 103-104). 31 Op. cit., 103. 58 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx es posible que el conjunto de la sociedad perciba su más preciada libertad en la “dominación” (Herrschaft) que una clase (ein Teil der bürgerlichen Gesellschaft, “una parte de la sociedad civil”) ejerce sobre ella. El efecto de una conversión lógica se transforma así en el efecto de una relación de fuerzas. Universal y particular no son simples términos lógicos, sino los elementos de una determinada relación de poder. Marx analiza una determinada situación en la que la libertad no tiene lugar más que en las condiciones del mando (Herrschaft) que una fuerza social ejecuta sobre otras. Esta clase (la burguesa) –escribe él en un pasaje del texto que Laclau se salta– emancipa efectivamente a toda la sociedad, “pero sólo si toda la sociedad se encuentra en la misma situación de esta clase, es decir, si posee, por ejemplo, el dinero y la cultura (Bildung), o puede adquirirlos a su antojo”32. Unos años más tarde, en 1847, Marx escribirá que la burguesía obliga a todas las sociedades a adoptar el modo burgués de producción, las constriñe a introducir la llamada civilización, “esto es, a convertirse en burguesas. En una palabra: se forja un mundo a su imagen y semejanza”33. ¿Hay una forma de emancipación más allá de la libertad determinada por el deseo y la posesión de dinero, y por la cultura (burguesa) que la enmarca? ¿De qué carácter sería esta emancipación? Al igual que la “clase burguesa”, el “proletariado” habla y actúa a “título” (Titel) –en nombre– de los “sufrimientos universales” del hombre. Sin embargo, si en el caso del “humanismo”, que está a la base de la “emancipación cívica” (staatsbürgerliche Emanzipation), la universalidad de lo humano es sólo por efecto de una identificación con una porción particular de la sociedad, a través de lo que esta representa; en el caso del “humanismo”, que está implicado en el movimiento de la “emancipación humana general”, la universalidad es por el contrario la totalidad indefinida de posibilidades. Se trata de la universalidad de una humanidad, que no es el ideal en el que se cumple el ser verdadero del hombre, sino la virtualidad o potencia del conjunto de fuerzas esenciales que – en la praxis– hace el ser genérico del hombre. Universalidad, en consecuencia, que no es producto de ninguna identificación, pues no hay nada –ni título ni 32 Ibid. 33 K. Marx (2007a: 160). 59 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx propiedad–, ningún nombre propio, o alguna vocación histórica especial34, con qué identificarse. Humanidad –para la “revolución radical”– no designa la pertenencia a una categoría especial que pueda ser representada por una condición histórica particular35; es más bien la apertura o espacio que deja “la pérdida total del hombre” (völlige Verlust des Menschen), y que sólo puede ser apropiada por el proletariado en cuanto clase que es la disolución (Auflösung) de toda categoría social36. Humanidad en este sentido es lo que resta tras la zozobra de toda condición dada de pertenencia; la ausencia de obra del hombre que el proletariado proclama como su propio título en la medida en que puede apropiarse a sí mismo (en el mismo acto de su propia disolución), no como tal o cual posibilidad determinada, sino como totalidad –indefinida– de posibilidades: la potencia inoperosa que hace el ser común del hombre o el “afuera”, lo “abierto” con que cada individuo confina en su ser. No es que –como lo piensa Laclau37– el proletariado sea el “cuerpo lleno” que cubre la distancia entre forma y contenido, sellando el espacio de inadecuación estructural que se abre entre universal y particulares; más bien él es el cuerpo expuesto, el lugar de una fractura entre dos modos de la 34 Cfr. Karl Marx (1979: 105). En un texto posterior, escrito entre septiembre y noviembre de 1844, y publicado en febrero de 1845, Marx sostiene: “El proletariado en cuanto que proletariado está obligado a destruirse a sí mismo y con él a su antítesis condicionante, que lo hace ser tal proletariado, es decir, a la propiedad privada […] La clase poseedora y la clase del proletariado [son los dos polos de la contradicción], la primera se complace en su situación, se siente establecida en ella sólidamente […], la segunda, en cambio, ve en ella su impotencia y la realidad de una existencia inhumana […]. [Sin embargo] al vencer el proletariado, no se convierte con ello, en modo alguno, en el lado absoluto de la sociedad, pues sólo vence destruyéndose a sí mismo y a su parte contraria. Y, entonces, habrán desaparecido tanto el proletariado como su antítesis condicionante, la propiedad privada”. Cfr. K. Marx (1967: 100101). 35 En Crítica de la filosofía del derecho de Hegel (Introducción), Marx –como es sabido– define al proletariado como una “clase no-clase” que, en cuanto tal, no reclama para sí “ningún derecho especial” (kein besonderes Recht), y en ese sentido “no puede invocar ya un título histórico (historischen Titel), sino sólo el título humano (menschlichen Titel)”. Cfr. K. Marx (1979: 105). A diferencia de la burguesía, el proletariado no puede, en nombre de los derechos generales de la sociedad (im Namen der allgemeinen Rechte der Gesellschaft), reivindicar para sí la dominación general (allgemeine Herrschaft), puesto que no actúa a título de derecho alguno, sino como la exigencia absoluta de justicia, y porque esta justicia no puede llegar a tener lugar más que a través de la anulación de las condiciones mismas en que existe el proletariado como determinada relación de clase. Propiedad y no-propiedad son los dos términos contradictorios que envuelve la violencia del derecho, aunque de la no-propiedad el proletariado recoge el don de la justicia allende la dominación general que comporta dicha violencia. 36 Ibid. 37 Véase nota 29 del presente capítulo. 60 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx emancipación, que son asimismo dos formas de relación a lo universal: entre la relación a la universalidad del “derecho general” como “dominación general” (lo cual implica la mediación de unos intereses particulares) y la relación al “sercomún” como apertura a lo impropio del hombre, donde se abisma toda posición de dominio. Dos maneras de relacionarse a lo universal, que son asimismo dos formas de relación al poder: como potentia, potencia y “uso”, y en cuanto potestas, dominio y mando. En este sentido la contradicción entre los dos modos de concebir la “emancipación” se presenta en Marx como la antinomia entre la clase poseedora y la clase no-propietaria, que divide en su interior el “mundo de la propiedad privada”. El proletariado es la no-propiedad de la propiedad, el concepto de un límite negativo que escinde a esta precipitándola hacia su disolución. En Sobre la cuestión judía (texto concebido unos meses antes) Marx no habla de “proletariado”. Este, había escrito en Crítica de la filosofía del derecho de Hegel, es la pérdida total del hombre. El proletariado, en otras palabras, es las “manos vacías”38 de una humanidad radicalmente empobrecida, pero de donde asimismo es posible recoger el don de una liberación radical –es decir, de una emancipación que va a lo hondo del hombre, a su raíz. En Sobre la cuestión judía, a pesar de la completa ausencia del término “proletariado”, Marx profundiza en el sentido de esta “emancipación”. En una misiva (fechada el 30 de noviembre de 1842), que Marx dirige a su entonces amigo Arnold Ruge –a propósito de la razones de su ruptura con los neohegelianos–, escribe: “deseaba más criticar la religión en la crítica de las circunstancias políticas que las circunstancias políticas en la religión, pues la religión, que en sí carece de contenido, no vive del cielo, sino de la tierra, y se derrumba por sí sola en cuanto se disuelve la realidad invertida, cuya teoría es la religión”39. De ahí la necesidad –expresada entre fines de 1843 y principios de 1844– de plantearse el problema de las relaciones de la religión con el Estado, de la aparente contradicción entre las ataduras religiosas y la 38 Véase Giorgio Agamben (1996: 43-44). 39 Carta citada por G. Lukács (2005: 130). 61 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx emancipación política. Plantearse de forma adecuada este problema implicaba, no obstante, un desplazamiento en el punto de vista sobre la religión: La religión –escribe Marx– no constituye ya, para nosotros, el fundamento, sino simplemente el fenómeno, la apariencia de la limitación secular […] No afirmamos –añade– que [los ciudadanos] deban acabar con su limitación religiosa, para poder destruir sus barreras seculares. Afirmamos que acaban con su limitación religiosa tan pronto como destruyen sus barreras temporales40. Sólo planteado así, el “problema de las relaciones de la emancipación política con la religión se convierte –para Marx– en el problema de las relaciones de la emancipación política con la emancipación humana”41. Si, por un lado, la religión es sólo el “fenómeno”, la forma de manifestación de la limitación secular, por otro, las “barreras temporales” de las que ella es expresión son inherentes a la “emancipación política”: esas barreras sólo se dejan develar a partir del punto de vista de la confrontación de la liberación cívica con la “emancipación humana general”. Hay, desde esta perspectiva, un hiato infranqueable entre libertad política y libertad humana. La primera no agota la segunda. No porque más allá de la política haya una instancia (apolítica) que la agote definitivamente, sino porque, allende los cimientos de una fundación política, la libertad humana permanece excesiva respecto de cualquier presupuesto acerca del hombre, desasida de cualquier instancia que proponga constituirse en fundamento de la naturaleza humana. En un sentido, la emancipación política debe postular la universalidad del hombre, independientemente de su posición social, de su cultura, de su credo religioso o de su condición patrimonial. La comunidad política –basada en el derecho y el Estado– implica la disolución de todo contenido vinculante externo. Por lo que la religión deja efectivamente de ser el espíritu del Estado, ajustado al cual, a su concepto, el hombre debe comportarse ateamente como “ser genérico”, en comunidad con otros hombres, y no separado por los elementos especiales que lo cualifican en cuanto miembro particular de la sociedad civil42. Es precisamente lo que destaca Hegel en su fenomenología de 40 K. Marx (2004b: 16). 41 Ibid. 42 Ibid., 21. 62 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx la sociedad civil. En esta el concepto de “Humanidad” es la base para que el reconocimiento de derechos civiles despierte en cada individuo la conciencia de sí como “persona universal, en lo cual todos somos idénticos. El hombre vale porque es hombre y no porque sea judío, católico, protestante, alemán o italiano”43. La conciencia –advierte Hegel– de este “valor del pensamiento” es de una infinita importancia para la existencia del derecho. Pero, en otro sentido, esa universalidad no se constituye sino a partir –y cómo– la diferencia, la dislocación (y a su vez la articulación) del hombre en el hombre público y el hombre privado. La diferencia entre el hombre religioso y el ciudadano, es la diferencia correlativa que hay entre el comerciante y el ciudadano, entre el jornalero y el ciudadano, entre el terrateniente y el ciudadano, es decir, en primera instancia, entre el individuo viviente y este último44. La religión es, por consiguiente, un fenómeno del divorcio secular entre la comunidad política y la sociedad civil, en donde cada uno se comporta como hombre privado. El ser social del hombre, su vida genérica, aparece entonces como una potencia general, abstracta, frente al individuo aislado – separado de las “relaciones” (Verhältnisse) en las que está inmerso–, como si el ser real y efectivo de este consistiese, frente a la persona jurídico-moral, en su propia actividad, en su propia vida, en su propio goce, en su propia riqueza, en cuanto actividad, vida, goce y riqueza privados. La política produce de este modo su propio margen. El Estado deja que la propiedad, la cultura y la profesión actúen a su manera, es decir, como propiedad, como cultura y como profesión privadas, y hagan valer su naturaleza especial, en una esfera distinta de la esfera pública. Política y apolítica son en este sentido aspectos de una misma estructura. Tenemos, consiguientemente, que el supuesto antropológico de la emancipación cívica es el hombre en tanto que individuo viviente, que es además un ciudadano. Este es el supuesto necesario del derecho. El joven Marx muestra que, en verdad, es la propia política la que –implícitamente– nos 43 G. W. F. Hegel (2004: §209. Obs.). 44 K. Marx (2004b: 20). 63 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx dice que no puede identificarse con la naturaleza del hombre, que su liberación no es la del hombre, pues la naturaleza humana está en su individualidad, por encima de la cual se eleva el derecho público. No existe generalidad del derecho sin los “elementos epeciales” por encima de los cuales ella se eleva, teniéndolos a su vez como sus presupuestos. Es necesario al funcionamiento del Estado que el hombre lleve una doble vida: la vida en la comunidad política, en la que se considera como ser genérico, y la vida en la sociedad civil, en la que actúa como particular. Es esencial al derecho la brecha abierta entre el “hombre” y la “libertad del hombre” para que el Estado cumpla el rol de mediador, a través del cual el individuo releva y desplaza su ausencia de libertad en la “no-servidumbre humana”45. Tal partición de la vida del hombre implica una división del derecho en el que se distinguen los “derechos del hombre” (droits de l’homme) de los “derechos del ciudadano” (droits du citoyen). Lo que quiere decir que la “hipótesis” del derecho en general es el “hombre”. ¿Cuál es el homme –se pregunta Marx– a quien aquí se distingue del citoyen? Sencillamente – responde– ese hombre es el miembro de la sociedad civil, esto es, el individuo aislado, separado de los otros hombres y de la comunidad. Es, en otras palabras, el “burgués” que se identifica con “el hombre por antonomasia” y le da a sus derechos el nombre –el título– de “derechos humanos universales”. Estos derechos, imprescriptibles por referirse al hombre “mismo”, son: la 45 Marx escribe: “El Estado suprime a su modo [es decir, conservando] las diferencias de nacimiento, de clase, de educación y de ocupación cuando declara privadas de valor político las distinciones de nacimiento, de clase, de educación y de profesión, cuando sin tomarlas en consideración proclama a todo miembro del pueblo como copartícipe por igual de la soberanía popular y cuando trata a todos los elementos de la real vida popular desde el punto de vista del Estado. No obstante, el Estado deja que la propiedad privada, la educación y la ocupación ejerzan a su modo su acción […] Muy lejos de suprimir esas diferencias efectivas, el Estado existe más bien sólo en la hipótesis de esas diferencias”. K. Marx (2004b: 18-19). ¿Puede – legítimamente– exigírsele otra cosa al orden jurídico-político? Vale decir: ¿tiene el punto de vista de la emancipación política derecho a exigir del hombre en general la abolición de la religión o de cualquier otra condición especial suya? Respuesta de Marx: No. Puesto que la descomposición del hombre en el judío y en el ciudadano, en el protestante y en el ciudadano, en el hombre religioso y en el ciudadano, esta descomposición, no es una mentira contra la ciudadanía, no es una elusión de la emancipación política, sino la emancipación política misma, su verdad acabada. Por eso –dice Marx–, ella es la “forma última” de la emancipación humana dentro del orden –o sea, dentro de las categorías– del mundo moderno. Aquí, “libertad” o “no servidumbre humana” tienen un significado puramente jurídico-político. 64 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx igualdad, la libertad, la seguridad y la propiedad46. De manera que si, por un lado, es esencial para la operación del Estado la descomposición de la vida del individuo en “vida colectiva” y “vida particular”, por otro, es necesario que esa “particularidad” –la del individuo como miembro de la sociedad civil– no aparezca como tal, sino como idéntica a la naturaleza del hombre mismo. Bajo esta condición, los derechos cívicos se representan como la forma jurídicopolítica que da garantías de cumplimiento de los derechos elementales de la persona. Si desde el punto de vista de la emancipación política no se tiene derecho a suprimir la religión –independientemente de su contenido doctrinario– es sencillamente porque no se puede violar el derecho a la libertad que tiene todo sujeto de elegir y de practicar su credo, siempre y cuando no perjudique la libertad que tiene cualquier otro de hacer lo mismo; si se debe dejar que judíos, protestantes y católicos estén uno al lado del otro, sin que se les imponga una religión que sea la del Estado, es porque judíos, protestantes y católicos son igualmente hombres, y como tales tienen tanto derecho a “ser” (judío) como a “ser” (católico). El sustrato –el sujeto– de estos derechos es el hombre concebido como “individuo” replegado sobre sí, en su interés especial y en su propio arbitrio. Ahora bien, es sobre la base de este sustrato que los derechos de igualdad y de libertad son denotados bajo las categorías económico-políticas de propiedad y de seguridad47. De estos últimos, “la seguridad –escribe Marx– es el supremo concepto social de la sociedad civil, el concepto de la policía, 46 Ibid., 31. 47 Esta resignificación de la libertad a partir del concepto fundamental de seguridad, al punto de una identificación entre esta y la “libertad política”, la encontramos –como uno de sus antecedentes históricos– en Del espíritu de las leyes (1750) de Montesquieu. En el libro XII, en efecto, el autor francés señala que, en su relación con el ciudadano, la libertad “consiste en la seguridad, o al menos en la opinión que se tiene de la propia seguridad”. Para dar garantía de esta última es necesario un perfeccionamiento de las leyes criminales, ya que “un hombre a quien se procesa y que debiera ser colgado al día siguiente sería más libre [de la arbitrariedad] en un Estado donde existiesen las mejores leyes posibles”. Según Montesquieu la libertad política se ve favorecida –respecto de los posibles abusos de poder– por la naturaleza de las penas y su proporción. “Cuando se quebranta la seguridad –escribe–, respecto de los bienes, pueden existir razones para que la pena sea capital; pero sería quizá mejor y estaría más conforme con la naturaleza, que la pena de los delitos contra la seguridad de los bienes se castigase con la pérdida de los bienes; así debería ser si las fortunas fuesen comunes o iguales. Pero ocurre que los que atacan más gustosamente los bienes de los demás son los que no los tienen, y por eso la pena corporal tuvo que suplir a la pecuniaria”. Cfr. Montesquieu (1997: 137-139). Véase la nota 6 del tercer capítulo (segunda parte) de nuestra tesis. 65 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx según el cual toda la sociedad existe solamente para garantizar a cada uno de sus miembros la conservación de su persona, de sus derechos y de su propiedad”48. La propiedad se ordena conforme a la figura del individuo, cuyo derecho social fundamental –“el derecho de su egoísmo”– es el de la sûreté. Esta es representada como la “seguridad de la propiedad” en la que se expresa el dominio del sujeto sobre su persona y los bienes vinculados a ella. Significada a partir de aquí, la libertad49 aparece como el derecho “de la 48 K. Marx, op. cit., 33. Esta afirmación la sostiene Marx sobre la base de la declaración de la Constitución del 24 de Junio de 1793, donde en su artículo octavo se dicta: “La seguridad consiste en la protección que otorga la sociedad a cada uno de sus miembros para la conservación de su persona, de sus derechos y sus propiedades”. Cfr. Christine Fauré (1996: 377). Es en este sentido que Marx –a pesar de haber elogiado la obra de Proudhon– se distancia del punto de vista sobre los derechos fundamentales del hombre contenido en ¿Qué es la propiedad?. En este libro –publicado en 1840– Proudhon critica el derecho de propiedad desde la perspectiva de su alienabilidad práctica dentro de la sociedad, que está en contradicción con el carácter inalienable de los demás derechos de libertad, de igualdad y de seguridad personal. Proudhon muestra la incompatibilidad de la propiedad con la declaración de esta como derecho natural y universal de los hombres. “La libertad –escribe– es la condición primera del estado del hombre; renunciar a la libertad equivaldría a renunciar a la cualidad de hombre […] Del mismo modo, la igualdad ante la ley no admite restricción ni excepción […] Lo mismo puede afirmarse respecto al derecho de seguridad personal. La sociedad no ofrece a sus miembros una semiprotección, una defensa incompleta; la presta íntegramente a sus individuos, obligados a su vez con la sociedad […] ¡Cuánta diferencia en la propiedad! Codiciada por todos, no está reconocida por ninguno […] Nos encontramos en este punto muy lejos del derecho de propiedad absoluto e inalienable. ¡Así están el pobre y el rico en constante situación de desconfianza y de guerra! […] La libertad y la seguridad del rico no estorban a la libertad y a la seguridad del pobre; lejos de ello, pueden fortalecerse recíprocamente. Pero el derecho de propiedad del primero tiene que estar incesantemente defendido contra el instinto de propiedad del segundo. ¡Qué contradicción!”. ¿Qué relación –se pregunta Proudhon– hay entre mi derecho natural e imprescriptible de propiedad y el hambre que atormenta a diez millones de desgraciados?. Cfr. Pierre Joseph Proudhon (2005: 46-48). Mientras el autor de ¿Qué es la propiedad? ve una contradicción en el derecho de propiedad, Marx en cambio no percibe contradicción alguna. Primero: puesto que el derecho de propiedad no está en contradicción respecto de ninguna naturaleza universal del hombre. Más bien esta “naturaleza” es el postulado del derecho en el contexto de una determinada situación especial (la situación del individuo de la sociedad civil). En el derecho de propiedad no se trata del hombre sino del “burgués”. Segundo: por esta misma razón la libertad, la igualdad, la seguridad y la propiedad, no son realidades objetivas a las cuales se refiere –más o menos coherentemente– el discurso del derecho, sino que son términos cuyo sentido –en el contexto de la sociedad moderna– depende por entero de ese discurso. Tercero: desde este mismo punto de vista, la libertad, la igualdad y la seguridad pertenecen a la misma constelación de la que es parte el concepto de propiedad. Por eso la seguridad es un derecho que no tiene sentido alguno para el no propietario, del mismo modo que la libertad es inexistente sin seguridad, la cual a su vez da garantías de la igualdad respecto al derecho. Si bien el joven Marx no argumenta explícitamente contra la concepción de Proudhon acerca del derecho de propiedad, sí entrega todos los elementos para la construcción de este argumento, que más tarde (a partir de Miseria de la filosofía) se hará explícito. 49 Marx señala que la institución moderna del derecho de libertad se sanciona a través del ejercicio del derecho de la propiedad privada. ¿En qué consiste este derecho? Marx para responder a esta pregunta recurre al artículo decimosexto de la Constitución del 24 de Junio de 1793, donde se dicta: “El derecho de propiedad es aquel que posee cualquier ciudadano de disfrutar y disponer a voluntad de sus bienes, sus ingresos, los frutos de su trabajo y de su industria”. Cfr. Christine Fauré (1996: 378). Lo que une esencialmente ambos derechos es el 66 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx separación del hombre con respecto al hombre. Es el derecho de esta separación, es el derecho del individuo limitado de limitarse a sí mismo”50. El derecho de “ser” (católico, judío, comerciante, etc.) es el derecho como “límite”, que marca –enmarcando lo humano– la justa distancia entre el hombre y el hombre, y entre el hombre y la comunidad. El límite que traza el contorno de lo humano, más allá del cual el individuo se precipita en lo hondo de sí y toca su propio fondo. I. 2. Historicidad de los órganos Toda emancipación (Alle Emanzipation) es humanista, en el sentido de que toda emancipación –escribe Marx en Sobre la cuestión judía– es la reducción (Züruckführung) del mundo humano (der menschlichen Welt), de las relaciones (der Verhältnisse), al hombre mismo (auf den Menschen selbst)51. La emancipación se dice siempre del hombre y no se dice sino del “hombre mismo”. Sin embargo esta entidad llamada “hombre” no puede ser concebida al margen del “mundo de los hombres” y de sus “relaciones”. El hombre no es presupuesto de la voluntad como principio fundamental de la libre disposición sobre las facultades y sobre lo que se sigue del uso de estas. Véase, respecto del lugar central que ocupa la voluntad en relación con el individuo, el tercer capítulo de nuestra tesis (segunda parte). 50 K. Marx (2004b: 32). Marx está mucho más próximo del argumento de Moses Hess que del de Proudhon. En efecto, Hess escribe (en un ensayo –titulado Über das Geldwesen– redactado a finales de 1843 o a comienzos de 1844, el cual, a pesar de no ser nunca publicado, fue leído por Marx ejerciendo sobre este una fuerte influencia): “Ahora nos encontramos en la cumbre, en el punto culminante del mundo animal social. Nosotros somos entonces ahora bestias sociales de presa, conscientes egoístas completamente desarrollados, que sancionan en la libre competencia, la guerra de todos contra todos, y, en los llamados Derechos del Hombre, los derechos de los individuos aislados, de las personas privadas, de la ‘personalidad absoluta’, y, en la libertad de comercio, la mutua explotación, la sed de dinero”. Cfr. Moses Hess (www.marxists.org/archive/hess/1845/essence-money.htm). La relevancia de este texto radica, por un lado, en lo determinante que fue en la redacción de los Manuscritos del 44’ (tanto así que el propio Hess reconoció su influencia sobre estos últimos), y, por el otro, en su proximidad con algunas de las tesis de Sobre la cuestión judía. A diferencia de Proudhon, ambos autores sostienen que los Derechos del Hombre, en su conjunto, son proclamados como los derechos de los hombres aislados, y, por lo tanto, como los derechos a la independencia de unos hombres de otros. De modo que la única hipótesis factible en esos derechos universales es la de “la separación e individualización” como “esencia de la vida y de la libertad”. Por cierto, lo que hacen tanto Hess como Marx es desarrollar el concepto de “reino de la necesidad”, tal cual aparece en el capítulo dedicado a la sociedad civil en Principios de la filosofía del derecho de Hegel. 51 K. Marx, op. cit., 39. 67 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx otra cosa que menschlichen Welt y, en consecuencia, su “ser” no es otro que el de las relaciones entre los hombres. El ser de estos sólo existe como la praxis del lazo, como el acto de anudamiento sin fin y sin otra estructura que la de la interconexión mundial entre los individuos. “Reducir” el mundo humano al “hombre mismo”, como si este fuese una entidad aislada, separada de sus enlazamientos y contratos, es reducir al hombre al “individuo egoísta independiente”, enfrentado a su condición de “ciudadano del Estado”, de “persona moral” (moralische Person). Es precisamente esta reducción la que estaría implicada en la emancipación política, la cual según Marx no se ha llevado a cabo de otra forma que desglosando del hombre su “fuerza social”. De modo que, separado de esta, ha sido convertido por el discurso en que se sostiene aquella forma de emancipación en un mero individuo viviente replegado sobre sí, sobre su presupuesta individualidad. Marx, al final de la primera parte de Sobre la cuestión judía, escribe: Sólo cuando el hombre individual real (wirkliche individuelle Mensch) recobra en él mismo al ciudadano abstracto (abstrakten Staatsbürger) y deviene en tanto que individuo un ser genérico (Gattungswesen), en su vida empírica (empirischen Leben), en su trabajo individual (individuellen Arbeit) y en sus relaciones individuales (individuellen Verhältnissen); sólo cuando el hombre ha reconocido y organizado sus “forces propres” como fuerzas sociales (als gesellschaftliche Kraft) y cuando, por tanto, no desglosa ya de sí la fuerza social bajo la forma de fuerza política (politischen Kraft), sólo entonces se lleva a cabo la emancipación humana52. Ir a la raíz del hombre, al fondo de sí: el hombre mismo como “esencia suprema” (höchste Wesen) para el hombre (für den Menschen); ir a lo que a su vez es lo más alto de sí, al hombre que –desde el fondo– se eleva por encima de sí como lo “sumo” para sí –la liberación llevada a fondo– es ir hasta las “fuerzas propias” que constituyen el ser del individuo como “vida genérica” (Gattungsleben). Un poco más tarde, en los Manuscritos del 44’, Marx acuñará para esas forces propres el término Wesenskräfte (fuerzas esenciales). 52 Ibid. Marx utiliza literalmente el término forces propres, en lugar del término alemán eigene kräfte, puesto que está aludiendo a un pasaje del Contrato social de Rousseau, donde según el filósofo alemán se describe certeramente “la abstracción del hombre político”. Allí, en efecto, el ginebrino señala que para la institución de un pueblo es necesario que este quite al hombre sus fuerzas propias (Il faut qu’il ôte á l’homme ses forces propres) para darle otras que le sean extrañas (pour lui en donner qui lui soient étrangéres). Cuanto más muertas y aniquiladas – escribe– estén las fuerzas naturales del individuo –“que por sí mismo es un todo perfecto y solitario”–, más grandes y duraderas son las adquiridas y más sólida y perfecta es la institución política. Cfr. J. J. Rousseau (2003: 72-73). 68 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx En su defensa ante la Corte de Audiencias, el 12 de Enero de 1832, Louis-Auguste Blanqui (el mismo al que Marx –en El Capital– tildará de “revolucionario”) exclamó: “Se me acusa de haber dicho a treinta millones de franceses, proletarios como yo, que tenían el derecho de vivir. Si eso es un crimen, me parece que debería responder por él menos a una corte que a todos los hombres, aunque no fuesen ni jueces ni parte en la cuestión”53. Los proletarios, las “masas laboriosas” privadas “de todos los derechos de la ciudad”, tienen el único “derecho de vivir”, que no es ningún derecho en especial, sino más bien la declinación de todo derecho por la demanda de justicia sin más. Marx por su parte define a ese “proletariado” como una “claseno clase de la sociedad civil”, cuyas condiciones de existencia son a su vez el desenlace (Auflösung) de toda condición determinada de pertenencia de aquél como miembro identificable (con sus derechos especiales) de la sociedad. El proletariado no dispone de identidad alguna que hacer reconocer, ni de lazo de pertenencia social que hacer valer por título histórico. En la medida en que es “una categoría (Stand) que es la liquidación (Auflösung) de todas las categorías (Stände)”, el proletariado no reclama para sí más que el título de hombre (el que habiendo alcanzado la más absoluta inhumanidad carece ahora de toda especificidad, contenido u obra). Marx ata así el nudo que une el término “hombre” con el término “proletariado”. ¿Desatará alguna vez ese nudo? ¿No será que ellos permanecen tan unidos, que Althusser se sentirá mucho más cómodo en El Capital donde el término “proletariado” prácticamente brilla por su ausencia?54 Jacques Rancière ha destacado que proletario no es puntualmente un oficio; la raíz latina proletarii (siempre en plural) sólo quiere decir: los que simplemente viven y se reproducen sin poseer ni transmitir un nombre, sin ser contados como parte en la constitución simbólica de la Polis. En tal sentido, proletario no es el nombre de un grupo sociológicamente identificable, sino el término de un 53 A. Blanqui (2003: 97). 54 Etienne Balibar repara en la “casi” total ausencia del término “proletariado” en El Capital (Libro I): “Todo procede –escribe– como si el proletariado no tuviese nada que ver, en cuanto tal, con la función positiva que la fuerza de trabajo explotada desenvuelve en la esfera de la producción, en tanto que ‘fuerza productiva’ por excelencia”. Esa “ausencia” contrasta por otra parte con la dedicatoria que hace Marx en la edición de 1872 a Wilhelm Wolff: “el intrépido, fiel, noble paladín del proletariado”. Cfr. E. Balibar (2001: 124). 69 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx “fuera-de-cuenta” en el orden de los distintos estamentos de la comunidad política, y por eso mismo es la disolución virtual de este orden55. Entonces, si él se identifica con el solo título de hombre, si su nombre se vuelve en cierta forma indiscernible del término “hombre real”, no es porque él sea la categoría que representa –a través de la emancipación radical que lleva a cabo– la actualización de lo “propio” de la naturaleza humana56. El proletariado no representa el cumplimiento de un ideal o fundamento del ser del hombre: sólo es, por el contrario, el lugar vacío de una fractura57. Lo “real” de ese hombre con el que se identifica el proletariado es, por un lado, el compendio de “todas las inhumanas condiciones de vida de la sociedad actual”, la condensación de “una penuria absolutamente imperiosa”, que es “expresión práctica de la necesidad”. Por otro, es la consistencia social, relacional de esta “necesidad”, la potencia de lo humano que resta tras su total desapropiación. El proletariado es el cuerpo que exhibe y padece la herida de la humanidad, el daño de una fisura, de una partición entre la humanidad y la inhumanidad, entre las fuerzas sociales (separadas en la forma de fuerzas políticas) y su negación, entre el ser genérico y el individuo viviente. Es la “clase no-clase” que, en lugar de representar la situación especial de una injusticia particular (besonderes Unrecht), expone la situación de una injusticia sin más, lisa y llanamente (Unrecht schlechthin), intratable por el derecho58. Totalmente antitética a los presupuestos (Voraussetzungen) mismos de la estructura política moderna, ella ostenta la contingencia histórica de toda figura y de toda condición social de 55 Cfr. J. Rancière (2006: 21). 56 Es justamente en este punto donde nos separamos de la lectura de Laclau (cfr. nota 29). 57 En La sagrada familia, Marx escribe: “Y cuando los escritores socialistas asignan al proletariado ese papel histórico-mundial [de supresión de la propiedad privada], no es, ni mucho menos, como la Crítica crítica pretexta creer, porque consideren a los proletarios como dioses. Antes al contrario […] en las condiciones de vida del proletariado se condensan todas las condiciones de vida de la sociedad actual, agudizadas del modo más inhumano; por haberse perdido a sí mismo el hombre en el proletario, pero adquiriéndose, a cambio de ello, no sólo la conciencia teórica de esta pérdida, sino también, bajo la acción inmediata de una penuria absolutamente imperiosa –la expresión práctica de la necesidad–, que ya en modo alguno es posible esquivar ni paliar, el acicate inevitable de la sublevación contra tanta inhumanidad: por todas esas razones, puede y debe el proletariado liberarse a sí mismo. Pero no puede liberarse a sí mismo sin abolir sus propias condiciones de vida. Y no puede suprimir sus propias condiciones de vida, sin abolir todas las inhumanas condiciones de vida de la sociedad actual, que se resumen y compendian en su situación”. K. Marx (1967: 101-102). 58 K. Marx (1979: 105). 70 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx pertenencia, en esa medida es también la única que puede abolir la división en clases para emanciparse a un tiempo a sí misma y a la sociedad entera59. La herida –o la injusticia– que exhibe el proletariado en cuerpo propio es la herida de un mundo que es la producción de los hombres pero que también es su alienación. Desarraigados de su Gattungwesen, los hombres están separados, divididos respecto de sus “forces propres” como “fuerzas sociales”; alienados de las potencialidades de su vida común y enfrentados a ellas como ante un poder que les es extraño. Sin embargo, lo expropiado –esto es, la humanidad de los hombres, su esencia genérica– envuelve, en la forma misma de su expropiación, la posibilidad del ser-común (Gemeinwesen). El poder que nos enfrenta como algo extraño implica una posibilidad, que no es de tal o cual sino de todos, y que, en esa misma medida, tiene por condición de realización la aniquilación de la propiedad y de cualquier derecho particular. Pero, ¿en qué consiste esa “esencia genérica” o “naturaleza” de la cual sólo hemos tenido la experiencia en su forma invertida o alienada (y cuya forma última es, según Marx, la política)? Es una cuestión que quedará abierta y a la que Marx intentará responder entre 1844 y 1845. Frente a un término (el de “esencia genérica”) que toma de Feuerbach, él se propondrá entre esos años la tarea de definirlo en un sentido diverso al que este último autor le había dado. Esa “esencia” será concebida a partir de la redacción de los Manuscritos del 44’ –en un sentido que habrá que precisar luego– como el conjunto plurimorfo y plástico de las facultades o “fuerzas esenciales del hombre”. Lo que hace la humanidad del hombre es la totalidad –sin forma dada predeterminada y sin función previamente especificada o sin fin específico alguno– de esas capacidades o fuerzas, que son a la vez de cada uno, en singular, y de todos, en común. Vale decir –y este, sin duda, será uno de los puntos esenciales sobre los que reflexionará Marx en los Manuscritos del 44’– cada vez que un individuo piensa, produce o crea, siente, desea, imagina o contempla, experimenta a través del ejercicio (de la praxis) de sus facultades una potencia o fuerza (de pensar, de producir o crear, de sentir, de desear o de 59 Cfr. Agamben (2006: 38). 71 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx imaginar, etc.) que lo asigna a una posibilidad, la cual no es su posibilidad puramente individual, sino el espacio de apertura de una comunidad. Sus capacidades o fuerzas están esencialmente comunicadas, expuestas en comunidad, precisamente porque donde el individuo puede (pensar, imaginar, sentir, actuar, etc.), allí siempre hay muchos, una “masa” innumerable (que piensa, imagina, siente, actúa, etc.). Pero no como un simple agregado de individuos que hacen una misma cosa, sino como la simultaneidad sin la cual nadie, ningún individuo, podría nada. Entre seres que fueran ya siempre esta o aquella sustancia o identidad y en ellas hubieran agotado enteramente sus facultades, no podría haber comunidad alguna, ni tampoco facultad alguna. Nada comunicaría con nada. Marx sostiene que representarse el pensamiento, la sensibilidad o la acción como la actividad separada y solitaria de uno solo en uno solo es tan absurdo como creer que puede haber un único ser que habla el lenguaje. Allí donde hay potencia o facultad de hablar, allí necesariamente hay una multitud de hombres que pueden hablar. Este poder nunca es de uno solo, es siempre la fuerza y el uso de una potencia genérica. Si para Marx “la realidad inmediata del pensamiento es el lenguaje”60, si este es ante todo “la conexión práctica, real, de los hombres entre sí”, condicionada por la necesidad determinante del “comercio” entre los individuos61, y si al mismo tiempo no hay actividad humana que no sea una actividad pensante62, entonces no hay 60 K. Marx (1971: 534). 61 Ibid., 31. Para “comercio” Marx utiliza el término alemán Verkehr, con el cual destaca la dimensión práctico-comunicativa y relacional de los flujos de intercambio entre los hombres. 62 K. Marx (1968: 61-63). Que no haya una actividad humana (es decir, no reducida a la animalidad o a la monstruosidad por efecto de una violencia) que no sea a la vez una actividad pensante significa, en el contexto de los Manuscritos económico-filosóficos, que en toda actividad “el hombre se comporta ante sí mismo como ante el ser genérico, por ende, libre”. Cfr. K. Marx, op. cit., 61. Es decir, se comporta –y el pensamiento no es sino esta forma de “comportarse” (en ese sentido constituye una ética)– respecto de cada una de sus actividades –incluyendo las más primarias como comer, beber y engendrar– no aislándolas del ámbito restante de la actividad humana. Cfr. Ibid., 61. El pensamiento designa la experiencia del nexo de las actividades en el contexto inseparable de la vida humana. En otra parte de los mismos Manuscritos, Marx escribe: “El hombre no es sólo ser natural, sino ser natural humano, es decir, un ser que es para sí, que por ello es ser genérico, que en cuanto tal tiene que afirmarse y confirmarse tanto en su ser como en su saber”. Ibid., 138. Sin embargo, como advierte Marx en La ideología alemana, a su vez la realidad inmediata de ese pensamiento, por lo tanto, del nexo de la vida humana, es el lenguaje, es decir, la relación práctica, real, condicionada por las necesidades del comercio, entre los hombres. Es una manera de decir (volveremos sobre ello) que el pensamiento es la experiencia de la historicidad de la actividad, o sea, de la vida de los hombres. De ahí entonces que él escriba: “Como conciencia genérica afirma el hombre su real vida social y no hace más que repetir en el pensamiento su existencia real, así como, a la 72 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx ejercicio de las facultades que no sea praxis social (lo que significa también que toda práctica o actividad es al mismo tiempo pensamiento, es decir, vida inseparable del ser común). Los individuos sólo pueden comunicar con otros a través de lo que en ellos, en su propia individualidad, como en la de los demás, ha permanecido en común. O sea, sólo pueden compartir –y gozar en común– lo que resta como impropio. El hombre a través de la “actividad productiva” se singulariza en el uso de sus “fuerzas esenciales”, sin que estas facultades le pertenezcan como sujeto aparte, separado de los otros. La actividad o uso de las fuerzas –en el movimiento mismo de singularización del individuo o de individuación por el que este viene a la presencia (se exterioriza o se manifiesta, produciéndose a sí mismo)– es siempre ya el uso de un común, que hace del individuo un serotro (bin ich ein andres. Escribe Marx63). Si el individuo humano no fuese otro de sí, no sería; él comienza por la incompletud y la alteridad de sí. Marx sabía – como lo supo Hegel, aunque de otro modo– que un ser sustancial, que es en sí y no está dividido, no puede ser común, nada puede comunicar. Y un ser que no está esencialmente comunicado, no es, se identifica con la pura nada. Sabía, como Hegel, que la plenitud de lo absoluto, clausurada en la interioridad total de la sustancia, es la del vacío; vacío de un origen o fuente absoluta que no comienza nada, pues en la plenitud de su ser propio, al que nada le falta, agota ya toda posibilidad de movimiento, por lo tanto, de actividad64. Cada vez inversa, el ser genérico se afirma en la conciencia genérica y es para sí, en su universalidad, como ser pensante”. Ibid., 90. 63 Ibid., 137. 64 En una bella página de la Ciencia de la lógica, en “La Doctrina del Ser”, Hegel escribe: “se representa el ser de cierto modo con la imagen de la luz pura, como la claridad del ver no enturbiado, mientras que la nada se representa como la noche pura, remitiendo la diferencia entre ellos a esa diferencia sensible, bien notoria. Pero de hecho, si este ver es representado más precisamente, se concibe entonces fácilmente que en la claridad absoluta se ve tanto y tan poco como en la absoluta oscuridad, esto es, que uno [de los dos modos de] ver, exactamente como el otro, es un ver puro, vale decir un ver nada. La pura luz y la pura oscuridad son dos vacíos que son la misma cosa. Sola y primeramente en la luz determinada – y la luz se halla determinada por medio de la oscuridad– y por lo tanto en la luz enturbiada, así como sola y primeramente en la oscuridad determinada –y la oscuridad se halla determinada por medio de la luz– y por lo tanto en la oscuridad aclarada, es posible diferenciar algo, porque sola y primeramente la luz enturbiada y la oscuridad aclarada tienen la diferencia en ellas mismas y, con ello, son ser determinado, estar”. Para la lectura de este pasaje hemos tomado en cuenta las dos versiones al castellano existentes, la de Mondolfo: G. W. F. Hegel (1993: Libro I, 121); y la de Felix Duque: G. W. F. Hegel (2011: 232). Volveremos en la última parte de 73 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx que uno piensa, crea, imagina, etc., son muchos –un número innumerable– los que lo hacen. El hacer es el acto de apertura de un espacio –una extensión– (y la esencia del espacio es –como también lo supo Hegel, antes de Marx– el tiempo65) que se abre entre más de uno. Lo que significa que el hacer es el ser insustancial, la existencia misma de los hombres, el espaciamiento de uno a otro, de unos con otros. Hay que evitar –escribe Marx–, ante todo, que se vuelva a fijar la “sociedad” como una abstracción contrapuesta al individuo. El individuo es el ser social. La manifestación (Äuβerung) de su vida –aun cuando no aparezca bajo la forma inmediata de una manifestación vital comunitaria, realizada simultáneamente con otros– es entonces una manifestación y una afirmación de la vida social. La vida individual y la vida genérica del hombre no son diversas […] El hombre así, por más que sea en cualquier grado un individuo particular –y su particularidad hace de él precisamente un individuo y un ser social individual real– es, en la misma medida, la totalidad, la existencia subjetiva para sí de la sociedad pensada y sentida, así como la existencia singular en cuanto goce real de la existencia social, en cuanto totalidad de manifestaciones de la vida humana66. Marx en este texto no hace otra cosa que exponer el sentido de la emancipación humana radical, de la que en sus escritos anteriores había hablado, en tanto que apropiación de las fuerzas que constituyen el ser del hombre. Esas “fuerzas vitales” son la vida misma, el “impulso” (Trieb) o inquietud de la exteriorización (Äuβerung), el dinamismo de la totalidad de manifestaciones de sí. La “esencia genérica” de los hombres, su Gattungwesen, no es otra cosa, así pues, que la vida en tanto que apariencia, en tanto que potencia originariamente ofrecida al goce y uso común. Movida por una tensión que la empuja a comunicarse, a manifestarse y a exponerse en esta comunicación suya, como su propio conato y goce, la vida es el ser común e insustancial: la simultaneidad del estar-juntos de los individuos o la Humanidad como el “mundo de los hombres”. El uso o praxis de ese común es lo que constituye la historicidad esencial de estos. Será en 1844, el mismo año de publicación de Crítica de la filosofía del derecho y de Sobre la cuestión nuestra tesis a esta identificación –común a Schelling, Hegel y Marx– entre la sustancialidad de un ser clausurado en sí y la nada, el vacío de ser. 65 Cfr. G. W. F. Hegel (2000: §254 a § 259). 66 K. Marx (1968: 90). 74 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx judía, cuando Marx formule explícitamente la cuestión de la “historicidad” de las fuerzas o capacidades que constituyen al hombre. A partir de aquí, en consecuencia, lo que Marx llama “emancipación humana radical” adquiere el sentido siguiente: ella es la apropiación, el devenir propio de lo impropio (del ser genérico), al mismo tiempo que es la desapropiación, el devenir impropio (ser común), de lo propio. Doble movimiento de la emancipación a través del cual acontece la aprehensión del “ser histórico” de los hombres, de su historicidad constituyente. Es en los Ökonomisch-philosophische Manuskripte (Manuscritos económico-filosóficos), como adelantábamos, donde Marx escribe que “la formación (Bildung) de los cinco sentidos es un trabajo de toda la historia mundial habida hasta ahora (eine Arbeit der ganzen bisherigen Weltgeschichte)”67. Este enunciado no sólo articula la sensibilidad humana, es decir, el conjunto de los órganos (sinónimo de lo que él llama aquí “fuerzas esenciales”), a su constitución histórico-mundial, sino además enlaza el concepto de “historia” al de “trabajo” (Arbeit) y, con este, al concepto de “producción”. Es en el horizonte de este triple vínculo, que anuda “sensibilidad”, “historia” y “producción”, donde se articula la noción marxiana de “actividad sensible” (sinnliche Tätigkeit), central en textos inmediatamente posteriores (como La sagrada familia, las Tesis sobre Feuerbach o La ideología alemana). La esencia –lo que hace el ser del hombre (Wesen)–, su naturaleza como su “ser genérico”, se define en su “uso” precisamente por lo que Marx denomina “actividad sensible”; noción para la cual –en sus Manuscritos del 44’ (y en textos que inmediatamente lo preceden)– algunas veces utiliza el término “praxis”68. La actividad, la propia naturaleza de los hombres, es decir, la relación práctico-sensible consigo y los demás (con las cosas y los otros 67 Ibid. 94. 68 El término “praxis” –como se sabe de larga data– si bien es posible –en sus diversos usos– remontar a la ética aristotélica, tiene sin embargo en el caso de la filosofía temprana de Marx su fuente más directa en un texto escrito por August von Cieszkowski, publicado en 1838, que lleva por título Prolegomena zur Historiosophie. En este libro el autor concibe dicho término fundamentalmente como la unidad superior de pensamiento y de acción, que brinda al hombre el medio para transformar el mundo. Cfr. August von Cieszkowski (2002); véase asimismo David Mc Lellan (1971: 21-22). 75 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx hombres), es la producción histórica de estos –de su ser–, por consiguiente es la formación del conjunto de los sentidos del individuo, no sólo en tanto que agente –con sus múltiples órganos o facultades– de producción, sino también en tanto que “objeto” (Gegenstand) o producto histórico de esa actividad. El devenir de las formas de lo sensible en el hombre –y con ellas, su propia objetividad– constituye la larga historia de la humanidad, el movimiento o generación productiva del género humano. Es por la historicidad de los órganos (Organe) que la “esencia genérica” se articula o forma como el “ser histórico” de los hombres. Esos órganos o sentidos son, en otras palabras, la naturaleza del hombre como historia, en consecuencia, como no-naturaleza o “industria”. Los órganos no sólo son las “fuerzas esenciales” de la actividad productiva, las potencias de un impulso vital activo, pasivas de su propia actividad, son también los “medios de vida” (Lebensmittel), los instrumentos de la actividad productiva o las “herramientas” que hacen del cuerpo y la mente unos medios de producción de la existencia, que por ende hacen del cuerpo y del espíritu los instrumentos históricos mediante los cuales se produce el ser de los hombres. Pero además de ser facultades e instrumentos de producción, esos órganos son el producto y objeto (Gegenstand) de una exteriorización (Äuβerung) que hace el mundo de los hombres69. Los órganos humanos son tanto las capacidades desarrolladas, esto es, el poder-ser actual de los individuos, como los medios o instrumentos a través de los cuales esas mismas facultades se ejercen, como también los productos, el mundo objetivo del trabajo de toda una historia pasada; son los sentidos de una actividad 69 Mundo que, en sus Manuscritos económico-filosóficos, Marx denomina “mundo exterior sensible” (sinnliche Auβenwelt). Cfr. K. Marx (1968: 58). Aquí escribe: “El trabajador no puede crear (schaffen) nada […] sin el mundo exterior sensible. Este es la materia en que su trabajo se realiza, en la que se ejerce, a partir de la cual y por medio de la cual él produce”. Mientras en este texto Marx utiliza, para hablar de “creación”, el verbo de Schaffung (schaffen), más tarde, en La ideología, en un pasaje central de la obra (en el que nos detendremos más tarde, en el próximo capítulo), utiliza el plural de Schöpfung (Schöpfungen). Veremos la centralidad de este último concepto. Cabe destacar en el texto de los Manuscritos el hecho de que para Marx el “Mundo” aparece como la materia del trabajo, es decir, el objeto sobre el que este se ejerce y, a la vez, el medio de su actualización. Es el medio material en el que se ejerce el trabajo, a partir del cual se realiza y por medio del cual tiene lugar. Siendo el medio del trabajo (Arbeit) es al mismo tiempo el medio de existencia del trabajador. No pudiendo crear nada sin el “mundo exterior sensible”, es el propio trabajador el que no existe sin mundo. 76 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx productiva entendida como “la relación histórica real de la naturaleza (el “mundo sensible”) con el hombre”70. Son, en otras palabras, los órganos de la industria del hombre71. En el contexto de los Manuscritos de 1844 –según ya vimos– las “fuerzas esenciales del hombre” designan al conjunto de los órganos de su individualidad: no sólo la vista, el olfato o el tacto (Fühlen), sino también el pensamiento (Denken), la contemplación (Anschauen), el ser activo (Tätigsein), el deseo (Wollen) o el sentimiento (Empfinden), son considerados por Marx “órganos sensibles”. Por consiguiente, estos sentidos (Sinne) son concebidos por él como unas capacidades genéricas, y al mismo tiempo como unos productos históricos que resultan de la transformación del hombre por el trabajo; son el objeto y a la vez la actividad en el proceso de constitución práctico-sensible de los individuos. Por un lado, la naturaleza no existe para el hombre, o sea, carece de sentido para los sentidos de este, si no ha sido formada como el mundo o la exteriorización de una “actividad sensible”. Por otro, sin mundo tampoco el individuo existe (este carece entonces del medio mundano a través del cual se producen sus sentidos). Es decir, sin actividad no hay sentido del mundo, sin mundo no hay actividad, y tampoco sentido alguno. Se trata del círculo de la praxis en Marx. El hombre sólo existe en tanto que exteriorización, vale decir, en la relación práctica, productiva, con la naturaleza. Y esta, en tanto que sinnliche Auβenwelt (mundo sensible), no es nada al margen de la industria de los hombres. Estos producen y son producidos a la vez en la inmanencia del devenir Naturaleza-Historia, Historia-Naturaleza. En sus Manuscritos escribe: Es precisamente en el hecho de la elaboración del mundo objetivo que el hombre se prueba realmente en cuanto ser genérico. Esta producción es su vida genérica activa. Gracias a ella, la naturaleza aparece como su acto y su realidad. El objeto del trabajo es entonces la objetivación de la vida genérica 70 K. Marx (1968: 95). 71 En La ideología alemana, Marx y Engels definen la “industria” –en términos muy próximos a su definición en los Manuscritos del 44’– como la unidad productiva del hombre con la naturaleza (unidad en la que la naturaleza viene a la presencia en tanto que “mundo sensible”. Se trata del mismo concepto [sinnliche Welt] utilizado en los Manuscritos); la “unidad del hombre con la naturaleza –escriben– ha consistido siempre en la industria”. Cfr. K. Marx & F. Engels (1971: 47). 77 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx del hombre: pues este se desdobla no sólo intelectualmente, como en la conciencia, sino activa, realmente, y se contempla a sí mismo en un mundo creado (geschaffnen) por él72. Habría en el joven Marx –como bien ha hecho ver Agamben en un texto dedicado a estos manuscritos parisinos– una “ambigüedad esencial” en la consideración del ser del hombre como “actividad humana sensible” (determinada en tanto que producción y praxis). De un lado, Marx afirma – como en el texto recién citado– que el carácter de la producción es el de constituir al hombre como ser capaz de un género. Sin embargo, en otros pasajes de la misma obra nos dice que el hombre no sería un Gattungswesen (ser genérico) por ser productor, sino que, por el contrario, sería su cualidad de ser genérico la que hace de él un productor73. Según Agamben nos encontraríamos así delante de “un auténtico círculo hermenéutico”: es por la “actividad vital” productiva como medio de su existencia, que el hombre es “un ser que pertenece a un género”, pero, por otra parte, es sólo su capacidad de tener un género la que hace de él un “ser activo”74. Dicho en otros términos, no hay ser común (Gemeinwesen) sin producción, en la medida en que es esta la que produce la extensión que se abre entre unos y otros. O mejor dicho aún, no hay comunidad dada: la comunidad es la apertura misma de una creación (Schaffung) del hombre; es la capacidad desarrollada que complica a las potencias (del cuerpo y del espíritu) en una totalidad mayor, siempre dinámica, llamada mundo. A la inversa, no hay producción que sea la actividad de uno solo, toda producción implica ya un ser común o genérico. Lo que construye una comunidad de singulares es, ante todo, un conjunto variable de cualidades (Eigenschaften) y fuerzas (del cuerpo y del espíritu), sin el cual no podría haber actividad alguna. No hay comunidad que no sea creada (y en tal sentido ella presupone la producción) así como no hay creación sin comunidad (y en esa medida esta es la condición de toda actividad). Ella en cierto modo preexiste como lo que a la vez debe ser creado. En este círculo de la actividad humana no hay –como lo enfatiza Agamben– contradicción ni inconsistencia alguna, sino la recíproca pertenencia de praxis y de “vida de género” (Gattungsleben): 72 Op. cit., 64. 73 G. Agamben (1998: 130-131). 74 Op. cit., 131. 78 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx ambas se pertenecen en un círculo, en el interior del cual la una es origen y fundamento de la otra75; praxis y vida común, en otras palabras, mantienen una relación co-constituyente. I. 3. El “humanismo real” Es igualmente en los Manuscritos económico-filosóficos de 1844 donde Marx se identifica explícitamente con un “cierto” humanismo. No es entonces en lo absoluto casual que Althusser haya tomado las formulaciones de esos manuscritos para a partir de ellos comprender el conjunto de la obra temprana, previa al corte, del “filósofo de Tréveris”. Luego de su publicación póstuma en 193276 diversos intelectuales encontraron en ellos la clave hermenéutica privilegiada para el reconocimiento de un pensamiento filosófico en Marx, a la base de sus escritos posteriores. El mismo Siegfried Landshut en la introducción a Die Frühschriften sostiene que “después de esta época, no aparece en él [en Marx] ningún pensamiento fundamentalmente nuevo, que no se encontrase contenido en las obras compuestas durante esos años”77. Marcuse, por su parte, el mismo año en que se publican los manuscritos marxianos dice encontrar en estos “el origen y sentido originario del materialismo histórico” y “del socialismo científico”78. Justo lo contrario de lo que intentará demostrar Althusser. Los Ökonomisch-Philosophische Manuskripte representarán un lugar central, desde el punto de vista de las diversas corrientes teóricas marxistas, para la reinterpretación de la obra madura de Marx y de su relación con la tradición filosófica moderna. Frente a la discusión que suscitó aquella publicación, Althusser se ocupa precisamente de despejar la unidad entre “humanismo” y “materialismo 75 Ibid., 132. 76 La publicación de los Manuscritos del 44’ tuvo lugar ese mismo año en dos series distintas. De una parte, en un conjunto de textos que llevaban por título Der historische Materialismos. Die Frühschriften, editados por Landschut y Meyer, dos estudiantes de Heidegger; y, de la otra, en la primera serie de volúmenes de los MEGA, al cuidado de Adoratskij. 77 Citado por Miguel Vedda (2004: XI). 78 Herbert Marcuse (2004: 213). 79 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx histórico”, tal como está implícita en la edición realizada por los estudiantes de Heidegger, y de esa manera mostrar que el “descubrimiento” de la nueva ciencia “materialista histórica” no se confunde con la “filosofía” contenida en los escritos tempranos de Marx. En una Nota sobre el “humanismo real”, y en el contexto más general de una Polémica sobre marxismo y humanismo79, Louis Althusser se hace cargo de la específica relevancia teórica de los Manuscrito del 44’ y particularmente del tipo de “humanismo” presente en ellos. En esa Nota él sostiene que respecto de la palabra “humanismo” la diferencia específica se encuentra en el adjetivo real, por oposición al humanismo ideal(ista), abstracto, especulativo, etc., que hallamos en textos anteriores a dichos manuscritos. Ahora bien, ese adjetivo –advierte– debe tener más un valor indicativo que conceptual o teórico. Althusser dice que si queremos encontrar el contenido, el objeto del nuevo “humanismo no especulativo”, debemos buscarlo en la realidad, esto es, en las relaciones sociales, en el Estado, etc. La palabra “real” desempeña en este sentido, en la lectura althusseriana de la obra marxiana, un doble papel. Por un lado, hace aparecer en el antiguo humanismo su carácter idealista y abstracto (función negativa del indicativo “real”). Mientras que, por otro, apunta hacia aquella realidad exterior en la que el nuevo humanismo encontrará su contenido u objeto (función positiva de lo “real”). La tesis central de este texto de Althusser es que en la expresión “humanismo real” el adjetivo posee el sentido específico de una indicación práctica. Su límite está en que la función positiva que cumple consiste en el acto de designar un desplazamiento del dominio teórico por efectuar, sin que el adjetivo mismo realice ese desplazamiento. O sea, el término “real” se limita a ser el equivalente de una señal que nos dice qué movimiento es necesario realizar y en qué dirección, a qué lugar es necesario trasladarse. Sin que esto quiera decir que él nos proporciona el “concepto adecuado” de la realidad a la que apunta. Con ese término “nos aproximamos a la frontera y un letrero indicador nos señala un más allá: una dirección y un lugar”80. Nos indica que es necesario “pasar a la sociedad” y ponerse a analizar 79 Es el título de la edición española (1971) de una Polémica sobre el humanismo en la que participa Althusser y que este tilda en un comentario de junio de 1967 como “un hecho sintomático de la coyuntura teórica e ideológica del marxismo contemporáneo”. 80 L. Althusser (1971: 52). 80 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx el conjunto de relaciones sociales. Pero sólo entonces “descubrimos que el conocimiento de los hombres concretos (reales), es decir, el conocimiento del conjunto de las relaciones sociales, no es posible más que a condición de prescindir completamente de los servicios teóricos del concepto de hombre”81. Según Althusser lo “real” –ni más ni menos– apunta a un más allá del humanismo. El error consistiría en tomar eso que tiene un valor puramente transitivo como si fuese el predicado de un sujeto que está en el fundamento del conocimiento. He ahí una tesis central en el debate que emprende Althusser. Nos interesa permanecer aquí, en ese carácter indicativo de lo “real” más allá de la filosofía humanista. No sin embargo para transitar –como lo sugiere él– hacia un nuevo dominio del saber, ni para oponer una doble fase en la obra de Marx –una dominada por la ideología “idealista” y otra que sienta las bases para una nueva ciencia–, sino para ahondar en ese “materialismo” que, dentro de una perspectiva que sigue siendo en cierto modo humanista, no obstante señala lo excesivo donde se desfonda el concepto de una naturaleza humana. Es en los Manuscritos –decíamos– que Marx habla explícitamente de “humanismo”, identificándolo con el “comunismo”, es decir, con la “sociedad sin clases”, o con aquello que más tarde llamará “reino de la libertad”. De modo que ese “cierto” humanismo reconocible en su obra temprana (que se extiende de alguna forma en sus escritos posteriores, como un resto que insiste en el propio pensamiento de la “sociedad sin clases”, y en esa medida en la idea misma de “revolución”) no es otro que el “humanismo comunista”. Él escribe: El comunismo en tanto que superación (Aufhebung) positiva de la propiedad privada, o sea de la auto-alienación humana, y por consiguiente en tanto que apropiación real (wirkliche Aneignung) de la esencia humana a través del hombre y para el hombre (des menschlichen Wesens durch und für den Menschen); es el retorno (Rückkehr) del hombre a sí en tanto que hombre social, es decir, humano, retorno total y consciente, cumplido dentro de toda la riqueza desarrollada hasta hoy. Este comunismo es, en cuanto naturalismo acabado = humanismo, en cuanto humanismo acabado = naturalismo (Dieser Kommunismus ist als vollendeter Naturalismus = Humanismus, als vollendeter Humanismus = Naturalismus); él es la verdadera resolución (wahrhafte Auflösung) del conflicto (Widerstreites) del hombre con la naturaleza, del 81 Ibid., 51. 81 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx hombre con el hombre, la verdadera resolución de la lucha (Streits) entre la existencia y la esencia, entre la objetivación y la afirmación de sí, entre la libertad y la necesidad, entre el individuo y el género82. El comunismo se presenta aquí en términos de un “humanismo integral”, idéntico al “naturalismo” cumplido de una “naturaleza sensible” (sinnliche Natur), que es apropiada y liberada como la “creación del hombre por el hombre”. Esta idea de “creación” debemos sopesarla con lo que Marx dice en otra parte. En su Crítica de la filosofía del derecho de Hegel había afirmado que “la relación de la industria, del mundo de la riqueza en general, con el mundo político es un problema fundamental de los tiempos modernos”83. Problema – dice él– que se da bajo la forma de una disyuntiva abierta en el seno de las sociedades modernas, entre por un lado la “economía política y, [por otro], el imperio de la sociedad sobre la riqueza”84. Es decir, en otras palabras, entre la economía, en tanto que gestión privada y nacional de los bienes, por una parte, y la producción mundial de la riqueza socializada, por otra. Disyuntiva que da pie según Marx a la oposición o conflicto entre la industria en cuanto relación entre “trabajo” y “propiedad privada”, de una parte, y la industria humana en cuanto goce común de la riqueza en general, de otra. Emanciparse de los límites de la política (en su doble aspecto: jurídico-político y económico-político) significa entonces resolver aquel conflicto que define a los tiempos modernos, esto es, aquellos en los que se enmarca la relación de los hombres por respecto a la riqueza como propiedad, con su presupuesto antropológico: el individuo egoísta de la sociedad civil. Marx ha llegado a la noción de un “humanismo cumplido” o “comunista” a partir de su crítica del doble paradigma o racionalidad en los que se funda la política, el jurídico-constitucional y el económico-policial. A la revolución fundada en un –llamémoslo así– “humanismo civil” debe seguirle la emancipación que da lugar al acto de un “humanismo comunista”. Respecto al legado que deja en Alemania la crítica “teórico-especulativa” de la alienación religiosa, lo que verdaderamente interesa al autor de los 82 K. Marx (1968: 87). 83 K. Marx (1974: 97). 84 Ibid., 98. 82 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx Manuscritos es la relación esencial entre política y religión, pero bajo la forma moderna del problema del vínculo de la industria, esto es, del mundo de la riqueza en general, con el orden jurídico-económico-político de la seguridad y de la propiedad (eso que Marx nombra bajo el término policía). La política moderna –advierte Marx– es por definición atea. Pero este ateísmo convive con la religiosidad privada de los individuos de la sociedad civil85. Esta forma de alienación religiosa, que tiene el carácter privado de la vida religiosa del individuo, no es sino una expresión del carácter privado que afecta a una parte de la existencia –“la concreta y efectiva”– de los hombres separados de su ser social. Ella, en otras palabras, es la manifestación de una realidad que se funda enteramente en la propiedad privada y, por lo tanto, en el trabajo alienado. La crítica meramente “intelectual” de la religión (eso que un poco más tarde Marx va a llamar sarcásticamente “Crítica crítica” de los intelectuales miembros de la Sagrada Familia) había visto en esta un simple obstáculo para el desarrollo de las libertades públicas, por lo tanto para la institución definitiva de un Estado de derecho86. Ve por consiguiente una contradicción ahí donde Marx por el contrario percibe una relación estructural. Sin embargo, mientras esa crítica 85 Una de las referencias fundamentales durante el período de juventud de Marx es La democracia en América, libro que aparece en 1835, mientras M. Gustave de Beaumont – compañero de viaje por América de Alexis Tocqueville– trabajaba aún en su libro titulado María, o la esclavitud en los Estados Unidos (algunas de cuyas partes ya eran conocidas por el autor de La democracia en América). Aquí, Tocqueville escribe a propósito de la sociedad americana emergente: “En vano busco entre mis recuerdos; nada encuentro tan doloroso y lamentable como lo que sucede ante nuestros ojos; es como si en nuestros días se hubiera roto el lazo natural que une las opiniones a los gustos y los actos a las creencias […] Todavía se encuentran entre nosotros cristianos llenos de celo […] Al lado de estos hombres religiosos, descubro otros cuyas miradas se dirigen más hacia la tierra que hacia el cielo; partidarios de la libertad no sólo porque ven en ella el origen de las más nobles virtudes, sino principalmente porque la consideran como la fuente de los más grandes bienes, desean sinceramente asegurar su imperio y hacer que los hombres disfruten de sus beneficios. Creo que estos hombres van a apresurarse a llamar en su ayuda a la religión, pues deben saber que no se puede establecer el imperio de la libertad sin el de las costumbres, ni establecer las costumbres sin las creencias”. Cfr. A. Tocqueville (1984: 33-34). Lo que aparece aquí como una opinión personal del autor, Beaumont –citado por Marx– lo presenta como una opinión generalizada del pueblo norteamericano: “En los Estados Unidos no se cree que un hombre sin religión pueda ser un hombre honesto”. Citado por K. Marx (2004: 15). Este último no dejará de insistir en la no contradicción entre liberalismo político y religiosidad particular. 86 Esta era, por ejemplo, la visión de Bruno Bauer. Para este la secularización de la política, la crítica de la religión (autoconciencia) y la emancipación humana general, se identifican plenamente. Escribe: “El movimiento histórico que reconocerá la disolución del cristianismo y de la religión como un hecho consumado y que le garantizará a la humanidad la victoria sobre la religión no puede tardar en producirse, ya que la autoconciencia de la libertad se ha sustraído a todas las situaciones existentes, está en contradicción total con ellas y las medidas torpes e impotentes que lo existente toma contra ella sólo le proporcionan nuevas victorias y conquistas”. Cfr. B. Bauer (2009: 125). 83 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx “filosófico-especulativa” no sea capaz de comprender dicho vínculo esencial entre alienación religiosa y alienación política, no podrá rebasar su “ateísmo ideal” y por lo tanto su humanismo crítico e ilustrado estará imposibilitado para llegar a ser efectivamente ateo87. Su humanismo no alcanzará a ser “naturalismo acabado”. El ateísmo de la crítica filosófica pone, según Marx, al “yo autoconsciente” en el lugar de Dios sin ser por eso la ausencia efectiva y real de este: al no lograr consumarse como crítica de la economía política ella deja intacta las condiciones mismas en que Dios subsiste, esta vez como presencia dispersa a través de la vida religiosa particular de los individuos, retirada y nuevamente presente en el corazón mismo de estos. La supresión de la alienación religiosa sólo puede hacerse efectiva mediante la supresión de los supuestos de la propiedad capitalista o de la sociedad dividida en clases. Al ser efectivamente ateo, el “humanismo comunista” hace que todo ateísmo teórico-crítico se vuelva inútil. Ausente Dios, el hombre se afirma como inmanente “creación del hombre por el hombre”88. Para ese humanismo realmente ateo la muerte de Dios no representa ya un verdadero problema. Al menos por dos razones. Porque, en primer lugar, desde el punto de vista de la crítica de la religión ya cumplida en Alemania, esa muerte no ofrece más que la condición que hay que considerar como adquirida para el planteamiento de lo que constituye el verdadero problema para Marx: la cuestión de la crítica de la política, de sus límites y supuestos. Y porque, en segundo lugar, precisamente desde el punto de vista de estos límites y supuestos, ya no es el Dios teológico 87 La crítica de la religión, como juicio crítico, esto es, como acto de autoconciencia, es para Marx idealista. En el sentido de que la religión es considerada como un objeto que ha sido puesto por la conciencia misma, pero como exterior, extraño a ella, a su actividad. Basta entonces su reconocimiento como producto, como objeto del espíritu, para que la religión, lejos de poder someterlo, sea subordinada al yo autoconsciente. En este sentido Bauer escribe: “El tiempo de la desilusión ha llegado, porque la potencia, el perjuicio religioso, que hasta aquí nos engañaba o que era nuestra propia ilusión, es interpretado, comprendido, descifrado y despojado de su despotismo. Hasta aquí creíamos que el perjuicio religioso era una potencia del más allá, situada fuera de nuestro poder. Regía nuestras condiciones, las determinaba, las gobernaba. Y no es otra cosa que una expresión particular, una fórmula de las relaciones que nosotros mismos nos hemos creado”. Op. cit., 94. Cuestión que en La sagrada familia Marx expresa en los términos siguientes: “el señor Bauer sólo comprende la esencia religiosa del judaísmo, pero no el fundamento profano (weltliche Grundlage), real, de esta esencia religiosa. Combate la conciencia religiosa como una esencia autónoma (selbständiges Wesen)”. “El señor Bauer –añade unas líneas después– trata, pues, la cuestión religiosa y teológica de un modo religioso y teológico”. K. Marx (1967: 175-176). 88 Cfr. Jean-Yves Calvez (1966: 594-598). 84 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx (el Dios de la teocracia) o de la religión en su forma más evidente, sino los nuevos trascendentales (“Espíritu” o “Crítica”, “Estado”, “Derechos del Hombre”, entre otros) los que deben ser desmontados para devolverlos a la inmanencia de la praxis sobre los que han sido proyectados –haciendo de esa praxis la capacidad de vencer a los hombres, alienarlos, expropiarlos y también ilusionarlos. Al identificar “humanismo” y “comunismo”, Marx establece un vínculo entre el problema del “hombre” y el problema de la “comunidad”. En Sobre la cuestión judía, él sostiene que toda emancipación se refiere al hombre. Por consiguiente –en cuanto el hombre está esencialmente vinculado a la noción de comunidad– en toda emancipación se juega un cierto sentido de lo que significa esta. Tanto la religión como la política parecen llevar en su seno el motivo comunitario, de tal suerte que no habría comunidad hasta ahora que no remita a una de esas dos formas (por lo demás estrechamente relacionadas). En su fundamento religioso, la comunidad está ligada por un vínculo trascendente o místico, y el vínculo mismo es pensado como asunción en una unidad superior, fuente de todo ser y principio de todo anudamiento entre los hombres. Una vez que el fundamento se vuelve cívico y terrenal, el cuerpo social asume la función del cuerpo místico, y el soberano (la voluntad general del pueblo) asume el lugar de la unidad superior y trascendente de la comunidad. Ambas formas representan para Marx el ser comunitario como el misterio o enigma de una unión entre elementos que se presuponen a la vez separados: el individuo viviente frente a su ser genérico. Para él la resolución de esta contienda entre el individuo y su género, es decir, el comunismo como emancipación humana radical, es al mismo tiempo “la solución del acertijo de la historia” (das aufgelöste Rätsel der Geschichte)89. El enigma resuelto de la historia se presenta como el desenlace y superación de la pugna entre existencia y esencia, entre objetivación y autoafirmación, entre libertad y necesidad, entre individuo y vida genérica. Resolución que sólo es posible mediante la emancipación comunista, 89 K. Marx (1968: 87). 85 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx concebida por Marx en 1844 como “la emancipación plena de todos los sentidos”90. Escribe: En cuanto la propiedad privada no es más que la expresión sensible del hecho de que el hombre deviene a la vez objetivo para sí y un objeto inhumano, extranjero a sí; que la manifestación de su vida es la enajenación de su vida; que su realización es su pérdida, una realidad ajena; por esto mismo la abolición positiva de la propiedad privada –es decir, la apropiación sensible de la vida y del ser humanos, del hombre objetivo, de las obras humanas– no debe ser comprendida en el sólo sentido del goce inmediato, parcial, en el sentido de la posesión, del tener. El hombre se apropia su naturaleza universal de una manera universal, o sea en tanto que hombre total. Cada una de sus relaciones humanas con el mundo, ver, entender, sentir, gustar, tocar, pensar, contemplar, querer, actuar, amar, en suma, todos los órganos de su individualidad, como los órganos que, en su forma, son inmediatamente unos órganos sociales, son, en su comportamiento hacia el objeto, la apropiación de éste: este comportamiento y esta apropiación son la afirmación de la realidad humana91. Vale decir, lo que Marx llama también “propiedad capitalista” no es sino la “expresión sensible” (sinnliche Ausdruck), la plasmación estética del hecho de la “separación” del hombre que deviene para sí mismo un extranjero (ein fremder), una realidad ajena (eine fremde Wirklichkeit). Lo que significa que la propiedad, en el mismo momento en que se presenta como el objeto específico de un régimen económico-político, aparece en lo esencial como un determinado dispositivo social de organización y de división de los sentidos del hombre, de los órganos de su individualidad (Organe seiner Individualität). La Privateigentum (propiedad privada) es en sí misma el término que se dice de una determinada configuración de lo sensible. En esta configuración “todos los sentidos físicos y espirituales” (aller physischen und geistigen Sinne), cada una de las “relaciones humanas” (menschlichen Verhältnisse) con el mundo, son alienados y privatizados, es decir, reducidos al mero sentido de la posesión (Besitzens) y del consumo. El “trabajo” (Arbeit) y la “capitalización” (Kapitalisierung), los dos elementos de la propiedad privada (Privateigentums), transforman los órganos en simples “medios de vida” (Lebensmittel) para la “vida de la propiedad” (Leben des Privateigentums). De modo que ordenada y dispuesta así, la exteriorización de la vida (Lebensäuβerung) se vuelve 90 Op. cit., 92. Literalmente: “Die Aufhebung des Privateigentums ist daher die vollständige Emanzipation aller menschlichen Sinne und Eigenschaften”. 91 Ibid., 91. 86 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx enajenación de la misma (Lebensentäuβerung), al mismo tiempo que su realización (seine Verwirklichung) deviene contradictoriamente privación o ausencia de realidad (Entwirklichung). ¿Cómo entender esta ausencia de realidad? Hay que entenderla no simplemente como lo opuesto de la realidad. Pues esta ausencia es a la vez un cierto modo de presentarse y de constituirse la realidad, la forma bajo la cual se articulan las relaciones sociales entre los hombres. Privación de realidad significa aquí negación del hacer social mediante la privatización, separación de la común potencia de obrar. No sin que, simultáneamente, esta privatización sea la única forma en que se da la existencia social y práctica de los individuos. El ser común de estos no existe sino en la forma de su negación. A partir de esta premisa, la emancipación comunista se propone como tarea “la superación positiva de la propiedad” (die positive Aufhebung des Privateigentums), esto es, la “apropiación sensible” (die sinnliche Aneignung) del conjunto de las “relaciones prácticas” (praktische Verhältnis) del individuo con el mundo, sin que estas relaciones u órganos de su individualidad se constituyan en posesión privada. En rigor, no es el hombre en tanto que sujeto el alienado, sino esas prácticas que hacen el sentido (siempre plural) del mundo de los hombres. De lo que se trata, en consecuencia, es de la liberación de ese sentido separado, desanudado de su potencia, y clausurado en el orden de la significación del mero “tener” (Habens). Lo que Marx llama con el término Polizei (policía) tiene por presupuesto incuestionable al individuo en tanto que efecto determinado de un régimen económico-político de lo sensible. Este constituye el límite de la revolución política: una de las formas históricas (la más definitiva) en que se expresa el misterio de un vínculo entre términos que se presuponen en conflicto. Por esta razón, la revolución comunista debe ser pensada, más que como una emancipación civil, como una revolución radical de los sentidos, una transformación en el régimen de lo sensible. La propiedad capitalista –nos dice Marx– es la manifestación sensible del hecho de la “apropiación sensible”, por y para el individuo (egoísta), de la vida y del ser humanos, de las obras humanas, es decir, de la riqueza social, en el mero sentido de la posesión 87 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx privada. Los sentidos del hombre están organizados en vista del puro sentido del tener (Habens)92; este y no otro es el sentido de los sentidos. Bajo dicha organización cada una de la relaciones humanas (o sea aquello que Marx llama praxis), ver, entender, sentir, gustar, tocar, pensar, contemplar, desear, actuar, amar, en suma, todos los actos de su individualidad, son, en su 92 Cabe destacar que cuando en los Manuscritos del 44’ Marx utiliza el término Habens (él escribe: An die Stelle aller physischen und geistigen Sinne ist daher die einfache Entfremdung aller dieser Sinne, der Sinn des Habens getreten), lo hace tomándolo de uno de los artículos de Moses Hess publicado en las Einnundzwanzig Bogen aus der Schweiz, revista editada durante 1843. Marx sólo refiere el nombre de la revista sin especificar, no obstante, el título del artículo. Sin embargo, el término es tomado del escrito Philosophie der Tat (Filosofía de la acción). Este era el segundo ensayo de Hess publicado en aquella revista luego de su artículo titulado Sozialismus und Kommunismus. Allí, Hess señala que las revoluciones del pasado “han dejado subsistir el dualismo” “entre lo que piensa y lo que es pensado, entre el sujeto y el objeto”, de modo que “la vida real y el yo vivo, la identidad consciente de sí, en tanto que hasta el día de hoy lo pensante y lo pensado están separados, aparecen como externos el uno al otro”. Tanto “la Revolución alemana como la francesa, la espiritual como la social [es decir política], han dejado todo, verdaderamente, como estaba”. “El puente, el estrecho pasaje de lo que piensa a lo pensado está roto, la arteria vital cortada”. La consecuencia de este dualismo no resuelto por las revoluciones anteriores es que “la propiedad material, que es el ser-para-sí del espíritu, deviene idea fija”. Entonces “el devenir de lo viviente muta en ser muerto y la conciencia de sí en conciencia teológica, que debe por tanto inventarse la mentira de un pasaje de la negra nada al ser macilento. El reino de las sombras se instaura”. Reino en el cual el hombre “no aprehende el trabajo, la constitución o la manifestación exteriores de sí mismo mediante el trabajo, como su acción libre, como su propia vida, sino como algo materialmente diferente”. “Vida exteriormente representada” que se vuelve por eso mismo tan sólo “un reflejo vacío del vacío yo, la sombra de una sombra”. Para Hess, como para el joven Marx, lo que conduce por efecto a la “sed de tener”, correlativa del “ansia de ser” del individuo, es la teleología de una existencia reducida al “deber insatisfecho”. “Es justamente –escribe Hess– la sed de ser, la sed de subsistir, como individualidad determinada, como yo limitado, como esencia finita, la que lleva a la sed de tener”. Cfr. Moses Hess (1985: 173-197). En el artículo anterior –Sozialismus und Kommunismus– su autor había escrito: “Toda política, sea ella absolutista, aristocrática o democrática, debe necesariamente, a fin de su auto-conservación, mantener la oposición de la dominación y de la servidumbre; si está interesada en esa oposición es porque a ella debe su existencia –de la misma manera que la servidumbre de espíritu está necesariamente ligada a la política celestial, a la religión, no a tal o cual religión, sino a la religión en tanto que tal […]. Mientras que el estado de antagonismo y de dependencia es reconocido en el mundo objetivo, mientras que la política domina el mundo, su liberación de las cadenas de la política celestial no es pensable. La religión y la política viven y mueren conjuntamente, pues la política celestial, la servidumbre interior de los espíritus sostiene a la exterior, y recíprocamente”. Cfr. M. Hess (1985: 153-161). En otro de sus escritos, titulado Über das Geldwesen (el cual, como vimos, ejerció una fuerte influencia sobre el autor de los Manuscritos del 44’), Hess aplica el concepto de alienación religiosa a las esferas de la vida económica y social. Aquí, él escribe: “El divorcio entre hombre privado y comunidad, entre vida privada y vida pública, siempre ha existido de hecho, porque no es más que el divorcio entre la persona y la propiedad. La ‘personalidad’ separada y alejada de todos sus medios de existencia, este fantasma sin cuerpo o vida, ha perseguido a su cuerpo perdido desde el comienzo de la historia y buscado, algunas veces más allá en lo celestial, en Dios, el donador de la eterna, lejana y nunca accesible dicha, otras veces en el dinero, el otorgante de la eterna, lejana, y nunca accesible felicidad de este mundo. Este divorcio entre persona y propiedad es un hecho que se extiende en el tiempo mientras religión y política son un hecho […] La santidad de la ‘propiedad’ separada y abstraída de la persona, del hombre, presupone la santidad de la desnuda, vacía ‘personalidad’ separada y abstraída de su propiedad, y viceversa. Esta abstracta, exteriorizada, externa y alienable ‘propiedad’ sólo puede aparecer en su santa pureza separada de todos los hombres”. Cfr. Moses Hess (www.marxists.org/archive/hess/1845/essence-money.htm). 88 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx comportamiento hacia el objeto, la apropiación de este. Pero este comportamiento y esta apropiación, en lugar de ser la afirmación de la realidad humana, esto es, la apropiación de la riqueza social de una manera universal, son el goce privado de lo que se posee particularmente. Goce que por lo demás implica el no goce y la no posesión, ya que al goce privado le es esencial la privación del mismo (por eso, advierte Marx, es siempre y necesariamente un goce parcial). La propiedad privada es en tal sentido la expresión de un determinado comportamiento hacia el objeto (el propio “ser objetivo” del hombre). Contra este comportamiento se alza la emancipación comunista de los sentidos del hombre. La actividad o praxis del hombre, esto es, el ejercicio de la suma de las capacidades que determinan su naturaleza como devenir histórico, constituye la inmanencia de la vida de los individuos en la que la división del trabajo ejerce su operación de poder (económico, político y estético). La práctica de este consiste fundamentalmente en una división y organización de la sensibilidad, según la cual los órganos o “fuerzas esenciales del hombre” son conducidos en dirección a la productividad de la riqueza en tanto que propiedad privada y capital (productora a la vez en el seno de la sensibilidad de necesidad y carencia). Según lo advierte Marx un año más tarde, la principal división en esta organización sensible de la producción es la separación entre el trabajo físico y el intelectual93. Esta división fundamental implicada en el concepto de trabajo (división que opera –operación en la cual consiste el poder de mando que ejerce la propiedad sobre la vida de los hombres– en la inmanencia de la actividad) envuelve una partición y separación en la sensibilidad y de lo sensible, que compromete la constitución misma de la subjetividad. La propiedad privada no sólo es riqueza producida por el hombre, sino, como toda riqueza producida, es también un producto que a su vez produce al hombre; ella produce un sujeto para el cual un objeto sólo es suyo cuando lo posee, es 93 En La ideología alemana, sus autores escriben: “La división del trabajo sólo se convierte en verdadera división a partir del momento en que se separan el trabajo físico y el intelectual. Desde este instante, puede ya la conciencia imaginarse realmente que es algo más y algo distinto que la conciencia de la práctica existente, que representa realmente algo sin representar algo real; desde este instante, se halla la conciencia en condiciones de emanciparse del mundo y entregarse a la creación de la teoría ‘pura’, de la teología ‘pura’, la filosofía y la moral ‘puras’, etc.”. Cfr. K. Marx & F. Engels (1971: 32). Más adelante insistiremos sobre este último punto (véase Cap. 3. Segunda parte). 89 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx decir, cuando existe para él como capital o cuando es inmediatamente consumido, comido, bebido, vestido, habitado, en resumen, utilizado por él. En lugar de todos los sentidos físicos y espirituales ha aparecido así la simple alienación de todos esos sentidos, el sentido del tener. El efecto (sensible) de la propiedad privada que Marx describe es complejo. Por un lado, la “vida” –en tanto que actividad– es separada y convertida en un objeto o finalidad abstracta (aislada del conjunto de la praxis humana). Lo que, por otro lado, tiene un efecto en la propia actividad: esta es transformada en simple medio para la existencia del hombre (la vida queda así sacrificada a su propia conservación). Pero el efecto no termina allí. Según Marx, comer, beber, engendrar, etc., no sólo son la prueba de una potencia activa –de una existencia activa del hombre histórico– sino también son la prueba de la pasividad, de un pathos –es decir, de la existencia pasiva de un ser natural inherente a la actividad del ser histórico–, y, por lo tanto, de la finitud de la existencia humana; son actividades sensibles que expresan la pasión del hombre en la relación con la naturaleza y con los otros hombres. En circunstancias que cuando esas actividades vitales son separadas y convertidas en un fin (al cual es sacrificada la vida del trabajador), es asimismo la pasividad la que se convierte en el puro acto obtuso de una materia abstraída y, por efecto, animalizada: ella es separada del conjunto de la actividad de los hombres y transformada en una relación de dependencia y necesidad (de comer, de beber, de vestirse, etc.). El capital no sólo despoja al trabajador de su praxis (al ejercer el mando sobre su actividad), además de eso –o mejor dicho, por esta misma razón– lo desapropia de su pasividad constitutiva y lo reduce a esta, al separarla de las relaciones humanas por las que el ser natural de los hombres deviene vida sensible, esto es, el acto siempre singular que confina con una posibilidad indefinida. Marx escribe: La superación de la propiedad privada es entonces la emancipación total de todos los sentidos y cualidades humanas; pero ella es esta emancipación precisamente porque estos sentidos y cualidades han devenido humanos, tanto subjetiva como objetivamente. El ojo ha devenido ojo humano de la misma 90 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx manera que su objeto ha devenido objeto social, humano, creado por el hombre y para el hombre94. El comunismo, la superación de la propiedad privada, es la emancipación radical en tanto que devenir humanos, sociales, o sea históricomundiales, de los órganos y sus objetos; es una liberación de la unilateralidad y de la estupidez de los sentidos, producidas por el sentido de la propiedad (y de su correlato: lo que Hess llamó el fantasma de la “personalidad absoluta”)95. Como hizo notar Jean-Yves Calvez en su clásico libro La pensée de Karl Marx, el comunismo no es la definición de la “Sociedad” a la que se subordinaría el hombre individual, ni constituye el advenimiento de un ideal de Comunidad, superior y externa respecto al individuo. El comunismo es la realización del hombre como hombre social. Lo que sólo es posible mediante el despliegue del conjunto de sus virtualidades; condición para la realización del individuo en todas las dimensiones de su género. En cuanto tal, la revolución comunista es el acto decisivo de la historia que da nacimiento al hombre como acto de producción y creación de sí96. Digamos entonces que hay un “humanismo” en la filosofía temprana de Marx. En 1843, en los manuscritos inéditos –e inconclusos– donde él se propone una crítica de la filosofía del Estado hegeliana, ese humanismo se expresa en la idea del hombre como fondo de la democracia, que está a la base de toda constitución política97. Un poco más adelante, en sus artículos Crítica de la filosofía del derecho de Hegel (Introducción) y Sobre la cuestión judía, ese “humanismo” se manifiesta como crítica del presupuesto antropológico que está a la base de los discursos del derecho y de la economía. Lo que hace la universalidad del hombre y de sus derechos 94 K. Marx (1968: 92). 95 En un manuscrito inédito descubierto por D. Riazànov, Marx escribe: “La humanidad se ha enseñoreado de la naturaleza, pero el hombre se hizo esclavo del hombre o de su propia vileza. Incluso la pura luz de la ciencia sólo puede irradiar, según parece, sobre el oscuro fondo de la ignorancia”. Citado por Alfred Schmidt (1977: 11). 96 Cfr. Jean-Yves Calvez (1966: 596). 97 Marx en esa fecha se expresa en los siguientes términos: “Soberanía del monarca o del pueblo: ‘that is the question’ […]. Sólo que entonces no se trata de una y la misma soberanía presente en dos partes, sino de dos concepciones de la soberanía radicalmente opuestas, la primera sólo realizable en un monarca, la otra en el demos […]. Aquí la Constitución toca siempre fondo en su fundamento real, el hombre real, el demos real, y esto en una forma subjetiva, real y no sólo objetiva, de suyo”. Cfr. K. Marx (2002: 98-99). 91 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx naturales es velar la división de clases sobre la que se estructura la sociedad. En 1844, esta división aparece como un determinado régimen social de partición de lo sensible entre forma y materia, teoría y práctica, naturaleza e historia, individuo y comunidad, actividad y pasividad. El “humanismo” se expone en este caso como liberación de los sentidos, que rompe con las formas instituidas de la experiencia sensible, apropiándose de la unidad entre existencia y esencia, objetivación y autoafirmación, libertad y necesidad, e individuo y ser genérico. La emancipación humana, allende los límites de la emancipación política, tiene como condición la revolución en las formas de aprehensión sensible. Si la cuestión fundamental en 1843 se juega para Marx en la disyunción entre soberanía del monarca o soberanía del demos, en 1844 esta cuestión deriva en la disyunción entre dos formas radicalmente opuestas de apropiación (volveremos más tarde sobre este asunto). Hasta aquí, consiguientemente, retomamos en lo grueso la tesis althusseriana. Sin embargo, Althusser no desarrolla suficientemente el sentido preciso del “humanismo” marxiano. Al menos dos cosas nos parecen sumamente problemáticas. En primer lugar, él no especifica en qué medida “humanismo” y “esencialismo” se identifican en la filosofía de los jóvenes hegelianos de izquierda. Pues ya en Hegel hay un severo cuestionamiento de todo “sustancialismo”98, que será repetido y ahondado luego por la crítica del “espiritualismo especulativo” en los hegelianos menos ortodoxos. Según se colige de algunos textos de Feuerbach, este se encarga expresamente de 98 Basta leer el Prefacio de la Fenomenología del espíritu para visualizar hasta qué punto Hegel cuestiona la posición que ocupa el sujeto, en tanto que “instancia fija y sólida”, dentro de la estructura tradicional de la proposición (consistiendo esta estructura enunciativa en la división sujeto, cópula y predicado). Para Hegel la relación entre sujeto y predicado, implicada en toda proposición lógica o filosófica, es decir, en todo acto de predicación en que consiste el conocimiento o experiencia, no es meramente una relación externa; el sujeto no es una instancia substancial que recibe desde afuera sus accidentes o sus predicados, sino que es una “instancia plástica”; esto es, a la subjetividad le es inherente, en el proceso mismo de constitución de identidad, la empresa –siempre inquieta– de formación y transformación. Para tal pensamiento (cumplido como tal) de la subjetividad (que “revierte como un contragolpe sobre la relación entre sujeto y predicado tal como habitualmente se concibe”), el predicado no es sino el modo de ser, el surgimiento de una forma de la que esa subjetividad es siempre receptiva y donadora a la vez. Cfr. G. W. F. Hegel (2010: 123-131); cfr. también Catherine Malabou (2010: 90-91). Recordemos que, por lo demás, antes de Hegel, la “inteligencia” es para el idealismo de Fichte un actuar sin ser propiamente dicho ni subsistencia (Bestehen) alguna. Por esta razón a esa inteligencia en que consiste el Yo ni siquiera debe llamársele un “ser activo”, ya que “por esta expresión se denota algo subsistente dotado de actividad”. Cfr. J. G. Fichte (1997: 26-27). 92 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx criticar la visión sustancialista del yo al concebir su existencia en el marco de una relación de co-determinación con el otro; la esencia del hombre es comprendida –al menos hasta cierto punto–, no como ser substancial, sino como unidad relacional entre el “yo” y el “tú”99. Y si este esencialismo es de algún modo sustituido por el fundamentalismo de la “comunidad del amor” basada en un “sensualismo abstracto”100, Marx por su parte cuestiona tempranamente la tendencia de Feuerbach a deshistorizar el cuerpo sensible del hombre (volveremos sobre esto). Pues no debemos desatender que otras de sus influencias importantes es Moses Hess, para quien “La vida es el comercio de la actividad productiva”; comercio que tiene para este un carácter “histórico-social”. En segundo lugar, Althusser –como ya hicimos notar– identifica rápidamente “humanismo” y “filosofía burguesa”, esto con la clara intención de establecer un corte teórico entre marxismo y premarxismo. Pero, ¿qué es lo que hace de una filosofía propiamente una filosofía “burguesa”? También respecto de este punto hay que advertir que el mismo Hegel expone los límites de las categorías de la sociedad civil, por lo tanto, los límites de la autoconciencia moderna o la finitud de la experiencia constitutiva de la conciencia burguesa. Si hay algo así como una “filosofía burguesa” esta no deja de estar interiormente en tensión por un pensamiento del fin o de la superación del “reino de la necesidad” que impera en la sociedad civil (fin del Estado y de su economía, fin de su concepto de hombre, fin de su filosofía, etc.)101 . Por otro lado, Marx señala –ya en 1843– que las categorías de la 99 En Principios de la filosofía del futuro, § 59, Feuerbach escribe: “El hombre aislado para sí no tiene en él, ni como ser moral ni como ser pensante, la esencia (Wesen) del hombre. La esencia del hombre está contenida únicamente en la comunidad, en la unidad del hombre con el hombre –pero una unidad que se basa únicamente en la realidad de la diferencia del yo y del tú”. Cfr. L. Feuerbach (1969: 151). 100 Cfr. Karl Löwith (2008: 113-116). 101 Recordemos que para Althusser el propio Marx en su juventud se asienta dentro de esta “filosofía burguesa”. Pero la cuestión es que la idea misma de una “emancipación radical del hombre” se inscribe en el marco de una tradición de pensamiento de la “libertad”, “más alta” o “más elevada” que la revolución política, y que deja abierta la posibilidad de un “más allá” de la sociedad burguesa –y de su “Estado-Máquina”– como “reino de la necesidad” o “de la animalidad”. Cuando Kant, por ejemplo (en el curso de este capítulo veremos otros ejemplos. Véase las notas 128-129), escribe en la Crítica de la razón pura (B 374) que “nadie puede ni debe determinar cuál es el supremo grado en el cual tiene que detenerse la humanidad, ni, por tanto, cuál es la distancia que necesariamente separa la idea y su realización”, porque “se trata precisamente de la libertad, la cual es capaz de franquear toda frontera predeterminada”; 93 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx modernidad (que son las de la política y de la economía) es lo único que hay. La revolución humana radical no hace más que apuntar –en la penumbra de la cuando así escribe ¿no está invitando a pensar en un fin del hombre más allá, por encima, del concepto meramente “burgués” del individuo y de la sociedad civil, cuya libertad ha franqueado siempre ya la organización política que pretende incorporarla o presentarla en una forma determinada? En el parágrafo 83 de la Crítica de la facultad de juzgar Kant señala que, en el hombre al menos, hemos de poner el fin último de la naturaleza en la cultura (y no simplemente en la felicidad, es decir, en el goce o suma de los placeres), esto es, en la “producción de la aptitud de un ser racional” para “proponerse en general fines a sí mismo, y (con independencia de la naturaleza en su determinación de fines) para hacer uso de la naturaleza como medio en conformidad con las máximas de sus fines libres en general”; lo que implica, por un lado, el “desarrollo de las disposiciones naturales en el género humano” mediante la “cultura de la habilidad” (que utiliza las fuerzas sensibles de los individuos, movilizándolas principalmente a través del esfuerzo del trabajo), y, por otro, el sometimiento de nuestras inclinaciones, que libra a la voluntad del despotismo de los apetitos, mediante la “cultura (negativa) de la disciplina”. Sin embargo, la cultura es asimismo el lugar y el índice de un perfeccionamiento que nos predispone para “fines más altos” de los que la propia naturaleza puede proporcionarnos. Vale decir, el progreso de la cultura es un “fin de la naturaleza” sin que “nuestro fin” se agote en él. En otras palabras, del hecho de la cultura (dentro de cuyos límites el filósofo alemán piensa el todo de la sociedad civil y la división de clases que le corresponde, entre una “clase inferior” y una “clase superior”) Kant destaca un doble aspecto: que entre ella y la idea de fin final o supremo no hay común medida, y que precisamente por esta desmedida sigue siendo un “fin último de la naturaleza” y no de la razón. La diferencia entre fin último (letzter Zweck) y fin final o supremo (Endzweck), es decir, un fin tal que la naturaleza no basta para efectuarlo (bewirken), puesto que es incondicionado, señala la desmedida entre historia de la cultura (en cuyo orden Kant concibe la relación del individuo con la sociedad) y libertad (para la cual en estricto rigor no hay pedagogía posible). Pues el “fin final” no es una meta a alcanzar, sino el exceso de sentido o, lo mismo, el vacío que queda cuando ante la pregunta “¿qué es el hombre?” ya no le conviene ninguna respuesta desde la biología o desde la historia. Cfr. I. Kant (1991: §§ 83-84); G. Lebrun (2008: 477-502). Es a partir de este parágrafo 83 que Fichte en 1793, en sus Consideraciones destinadas a rectificar el juicio del público sobre la Revolución Francesa, define la cultura en los siguientes términos: “La cultura (Kultur) es el ejercicio de todas las facultades en vistas de la libertad absoluta, de la absoluta independencia por relación a todo aquello que no somos nosotros mismos, nuestro Yo puro (reines Selbst)”. Y añade: “Nuestro verdadero fin final (letzter Endzweck) nos es asignado por y en la forma de nuestro Yo puro”. Según Fichte la esencia de este Yo es la libertad. La cultura es el criterio bajo el que podemos juzgar el valor de todas las cosas, comenzando por el valor de las instituciones políticas (en este sentido, estas no son sino un medio subordinado al valor de la cultura como fin último del hombre en tanto que “ser sensible”). Sin embargo, este “fin último”, desde el punto de vista del “mundo sensible”, de todo aquello que es siempre susceptible de ser formado (alles was bildsam ist), no es a su vez el fin final del hombre, sino el último medio para alcanzar su “supremo fin final”: la libertad. A pesar de que el planteamiento de Fichte está atravesado de un individualismo moral que no es kantiano, aquél tiene consecuencias políticas que inmediatamente se dejarán sentir en sus contemporáneos. El Yo puro, cuya esencia es la libertad, se convierte en el fundamento para defender el derecho inalienable de la revolución, y el derecho de resistir activamente contra todo Estado que se instituya como definitivo. De lo que su amigo Bagessen extrae la conclusión siguiente: “Una tal teoría de la revolución no se ha expuesto jamás en un club jacobino: pues el principio de una revolución universal lleva al mundo entero a la destrucción de toda sociedad humana”. Incluida la sociedad “burguesa”. Lo que se pone en riesgo, según la sentencia de Bagessen, es el sujeto mismo al que debe corresponder ese derecho a la revolución, y el establecimiento de cuándo y cómo ese derecho estaría bien usado para no destruir las bases de la sociedad civil. Los contemporáneos de Fichte adivinan el anarquismo que se sigue de su argumentación, el cual será más tarde un componente ideológico central en la crítica de la sociedad burguesa. Cfr. Franck Fischbach (1999: 20-37); José Luis Villacañas (2001: 76-82). 94 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx hora matinal– a un más allá, pero que permanece como categorialmente indeterminado. Hay entonces una herencia filosófica de la que es inseparable el pensamiento de Marx. La cuestión, sin embargo, es cómo este hace trabajar dicha herencia. Decíamos que la ruptura revolucionaria de las formas establecidas de la experiencia sensible, abre al mismo tiempo la posibilidad de una nueva forma de vida en común. Jacques Rancière ha mostrado las conexiones entre esta concepción y aquella que está contenida en la teoría estética de Schiller. En las nueve primeras de sus Cartas sobre la educación estética del hombre (1795) Schiller aborda –como es sabido– el escenario histórico de la “sociedad ilustrada”, tal cual él se impone en el contexto de la Revolución Francesa102. La escena de la época moderna que él describe es el de una escisión de la naturaleza humana, que opone razón a sensibilidad e individuo a género (Gattung)103. En la Carta VI, escribe: “Fue la propia cultura la que infligió esa herida a la humanidad moderna […] se fue desgarrando la unidad interna de la naturaleza humana, y una pugna fatal dividió sus armoniosas fuerzas”104. 102 Ese escenario histórico es para Schiller la tragedia moderna de una división y lucha. Al confrontar las Cartas con sus textos literarios anteriores (correspondientes a su etapa prekantiana), se percibe una cierta continuidad en el diagnóstico del presente. En sus poemas habla de una Tierra deshabitada por los dioses, donde los hombres experimentan la pérdida dolorosa de una unidad originaria. Se trata del mundo moderno como “campo triste y despoblado”, en el que “ninguna divinidad se ofrece a la mirada”. Conforme a esta visión, la ilustración es algo así como el síntoma de una sociedad intrínsecamente perversa, en la cual lo que se presenta como solución al mal (la unidad de la razón) no produce sino un mayor mal (una escisión más profunda aún). Cfr. José Luis Villacañas (1990: 127-134). 103 En la cuarta de sus Cartas, Schiller escribe: “El hombre puede oponerse a sí mismo de dos maneras: o bien como salvaje, si sus sentimientos dominan a sus principios; o bien como bárbaro, si sus principios destruyen a sus sentimientos. El salvaje desprecia la cultura y considera la naturaleza como su señor absoluto; el bárbaro se burla de la naturaleza y la difama”; y en la Carta V, continúa: “El hombre se refleja en sus hechos, y ¡qué espectáculo nos ofrece el drama de nuestro tiempo! Por un lado salvajismo, por el otro apatía: ¡los dos casos extremos de la decadencia humana, y ambos presentes en una misma época! […] En las clases más bajas y numerosas de la sociedad se advierten impulsos [Triebe] primitivos y sin ley que, una vez deshechos los lazos del orden social, se desencadenan y apresuran con furia indomable a satisfacer sus impulsos animales […] Por otra parte, las clases cultas nos proporcionan la imagen todavía más repulsiva de una postración y de una depravación de carácter que indigna tanto más cuanto que la cultura misma es su fuente […] La ilustración de la que se vanaglorian, no del todo sin razón, las clases más refinadas, tiene en general un influjo tan poco beneficioso para el carácter, que no hace sino asegurar la corrupción valiéndose de preceptos”. Friedrich Schiller (2005: 135-139). 104 Op. cit., 147. 95 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx Vemos así que el espíritu de la época vacila entre la perversión cultural y la tosquedad de los impulsos materiales, entre lo antinatural y la naturaleza pura y simple, entre la superstición y el escepticismo moral. Según Rancière este desgarro de la naturaleza humana se evidencia en la división sensible entre humanidades diferentes, entre las masas dominadas por el salvajismo de los instintos y las clases ilustradas que tienen el poder económico y político, ávidas de poder y de acumulación (“El provecho –escribe Schiller– es el gran ídolo de nuestra época”105). De manera que los preceptos de la ilustración, en lugar de significar una mayor libertad para el hombre, se han traducido por el contrario en un poder de la clase de la inteligencia formal sobre la clase de la sensación, de los hombres de la cultura sobre los hombres de la naturaleza, que se traduce a su vez en el poder político del Estado sobre la masa de ignorantes106. La ilustración ha significado así la mera violencia represiva sobre la naturaleza, la cual, no pudiendo ser superada por la cultura, retorna por el contrario bajo una forma renovada de barbarie. Para Schiller el hombre temporal y finito y el hombre puro e ideal107 , que cada hombre en particular lleva en sí, en virtud de su disposición y 105 Ibid., 117. 106 J. Rancière (2005: 25). 107 Schiller distingue en sus Cartas (particularmente en la Carta XI) dos conceptos últimos en el hombre ante los cuales ha de detenerse la abstracción: lo que él llama el “estado sensible” y la “persona”. De acuerdo a estos conceptos, Schiller diferencia en el hombre algo que permanece, correspondiente a la persona (Person) que hay en él, y algo en incesante transformación, su estado (Zustand) físico. Mientras este último cambia, aun a pesar de la persistencia de la persona, esta permanece, aun a pesar de todos los cambios de estado sensible en el hombre. Desde el punto de vista del movimiento, la persona representa la quietud del Yo idéntico a sí mismo, y el estado sensible representa la actividad de sus determinaciones: indiferencia y emoción, acuerdo y contradicción son los dos polos de un doble aspecto en el hombre. Ahora bien, en el ser finito, persona y estado físico deben estar divididos, es decir, ni el estado sensible puede fundarse en la persona, ni la persona en dicho estado. Si ocurriese esto último, la persona tendría que cambiar (lo que es imposible); mientras que si ocurriera lo primero, el estado físico debería permanecer (lo que también es un absurdo). Si en el hombre “estado sensible” y “persona” no fueran dos polos de fuerzas heterogéneas, si uno se fundara en el otro, desaparecería o bien la personalidad del hombre, o bien su finitud y diversidad sensibles. Recordemos que estas Cartas (1795) tienen como antecedente la publicación en 1793 de La religión dentro de los límites de la mera Razón, donde Kant distingue, respecto de la disposición para la Animalidad del hombre como ser viviente, esa otra disposición para la Personalidad del mismo como ser racional, entendida como la susceptibilidad de un sentimiento de respeto por la ley moral como de un motivo impulsor, suficiente por sí mismo, del albedrío. Según añade el filósofo de Königsberg, la sola idea de esta ley de la razón “es la personalidad misma (la idea de la humanidad considerada de modo totalmente intelectual)”. Cfr. Immanuel Kant (2001: 45). Ese mismo año se publica otro texto de Schiller titulado De lo sublime (Vom Erhabenen), donde el autor señala que “sólo 96 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx determinación, pueden llegar a coincidir de dos maneras distintas, las mismas por las que el Estado se afirma en relación a los individuos: o bien el “hombre puro” somete al “empírico”, es decir, el Estado suprime a los individuos; o bien el individuo se convierte en Estado, es decir, el hombre temporal se ennoblece convirtiéndose en hombre ideal108 . El Estado –en cuanto representante del “hombre puro”– encarna la exigencia de unidad ante la diversidad de los individuos, en términos análogos a la unidad de la “forma inteligente” frente a la exigencia de variedad de la naturaleza. Ambos, principio de la unidad y de la diversidad, son legislaciones (la del impulso de la razón y la del impulso natural) que solicitan al “hombre concreto” que somos109. En el caso de que el es sublime aquel objeto frente al cual sucumbimos como seres de la naturaleza, pero del cual nos sentimos absolutamente independientes como seres racionales, como seres no pertenecientes a la naturaleza”; “lo que no es naturaleza en nosotros (y esto no es sino la razón pura)” es también lo que nos eleva por encima de nuestro “ser sensible”. Según Schiller – siguiendo en esto a Kant (véase, por ejemplo, lo que señala este en las importantes páginas de la primera crítica [A 540-541 / B 568-569])– aquello que en nosotros no es naturaleza, debe distinguirse de la parte sensible de nuestro carácter, y debe llegar a tener conciencia de su autonomía, lo cual implica el concepto de una libertad “absolutamente moral, y no física” del hombre en cuanto “yo inteligible” (intelligibles Selbst), vale decir, no condicionada por “la afección del instinto de conservación”. Este “instinto” o “impulso de conservación” (Erhaltungstriebs) es muy similar a lo que en Kant es la disposición para la animalidad “en orden a la conservación de sí mismo”. Más allá del conato como impulso que determina nuestro estado sensible, y en ruptura con este, “nuestra libertad –escribe Schiller en sintonía con Kant– sólo debe consistir en no considerar nuestro estado físico, que puede ser determinado por la naturaleza, como inherente a nuestro yo, sino en contemplarlo como algo externo y extraño que no tiene influencia alguna sobre nuestra personalidad moral”. Cfr. Schiller (1947: 31-45). 108 F. Schiller (2005: 131). 109 Recordemos que hacia el final de la primera Crítica (1781-1787), en la Sección primera de El canon de la razón pura, Kant escribe que “una voluntad que no puede ser determinada más que a través de estímulos sensibles, es decir, patológicamente, es una voluntad animal (arbitrium brutum). La que es, en cambio, independiente de tales estímulos y puede, por tanto, ser determinada a través de motivos sólo representables por la razón, se llama voluntad libre (arbitrium liberum) […] la voluntad humana no sólo es determinada por lo que estimula o afecta directamente a los sentidos, sino que posee la capacidad de superar las impresiones recibidas por nuestra facultad apetitiva sensible gracias a la representación de lo que nos es, incluso de forma remota, provechoso o perjudicial. Estas reflexiones acerca de lo deseable, esto es, bueno y provechoso, en relación con todo nuestro estado, se basan en la razón. De ahí que ésta dicte también leyes que son imperativos, es decir, leyes objetivas de la libertad, y que establecen lo que debe suceder, aunque nunca suceda, matiz que las distingue de las leyes de la naturaleza, las cuales tratan únicamente de lo que sucede”. I. Kant (1994: A 802-B 830). Si bien Schiller, por un lado, según señalamos en la nota anterior (véase nota 105), se basa en la distinción kantiana entre naturaleza sensible y personalidad moral, él, por otro lado, cuestiona la “reducción” del “hombre” –tal cual pareciera ocurrir en la formulación del imperativo categórico– al puro elemento de su “racionalidad” o “personalidad”. Ahora bien, en la misma expresión del texto de Kant recién citado (“la voluntad humana no sólo… es determinada por lo que afecta directamente a los sentidos”) está contenida la idea de que lo humano propiamente tal no se agota en el elemento de la “racionalidad”. Así, pues, en la tercera Crítica (1790), justo en el momento en que habla de lo específico del “hombre”, Kant utiliza la expresión zugleich (“a la vez”) para referirse a la singularidad de lo humano, más allá de su mera animalidad y más 97 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx carácter racional (por ende moral) sólo pueda afirmarse mediante el sacrificio del carácter natural (por ende sensible), se evidenciará un grado de formación en el hombre aún deficiente. Y una constitución política que sólo sea capaz de llevar a cabo la unidad suprimiendo la variedad será aún muy imperfecta110 . Ahora bien, según la descripción schilleriana del escenario histórico dieciochesco, la revolución política no ha sido capaz de resolver el conflicto entre el doble impulso, formal y material, que moviliza a la naturaleza humana. Más bien la exigencia de unidad que representa el Estado moderno ha operado hasta ahora en desmedro de las particularidades, afirmando de ese modo la división entre individuo y género. La revolución estatal moderna aparece como la manifestación histórica del poder de una razón que introduce su unidad moral en la sociedad física, violentando la diversidad de la naturaleza sensible111 . De ahí que debamos, según Schiller, ser capaces de restablecer en nuestra naturaleza humana esa totalidad que la cultura ha destruido, mediante otra cultura más elevada112 . ¿Podríamos acaso –se pregunta el pensador alemán– esperar esta acción por parte del Estado? De ninguna manera, pues el Estado del que tenemos experiencia ha sido la causa del mal, es decir, de la división113. La necesidad “más apremiante” de la época es entonces la educación de la sensibilidad, y no sólo –advierte Schiller– porque sea un medio para hacer efectiva en la vida de los hombres una inteligencia concebida como más perfecta, sino también porque contribuye a perfeccionar esa misma acá de su inscripción dentro del ser racional en general. Escribe: “El agrado vale también para los animales desprovistos de razón; la belleza sólo para los hombres, es decir, para seres de [naturaleza] animal y, sin embargo, racionales aunque no sencillamente como tales (espíritus, por ejemplo), sino a la vez (zugleich) como de índole animal; lo bueno, en cambio, para todo ser racional en general” (1991: 127). Este texto será clave en el pensamiento estético de Schiller, y para la antropología contenida en él. Respecto de la expresión kantiana “a la vez”, véase la tesis de Juan Manuel Garrido (2012: 52 ss). 110 Schiller (2005: 131). 111 Señalamos en la nota 102 que para Schiller la unidad de la razón ilustrada (unidad moral), en lugar de restablecer una armonía que en la actualidad está ausente, pone de manifiesto –en toda su violencia– la ruptura de la misma que es inherente a la sociedad civil moderna. Si en unos de sus poemas Schiller canta nostálgico para que vuelva la “amable primavera de la naturaleza”, cuya “huella fabulosa sólo habita (como “la sombra que resta de esta imagen cálida de vida”) en el país de la dulce poesía”, en 1795 percibe por parte de la Aufklärung una pura violencia ejercida contra esa “naturaleza sensible”. 112 Op. cit., 159. 113 Ibid., 161. 98 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx inteligencia. Dicha educación no puede ser cumplida por el poder político. Precisamente este ha intentado imponer en la naturaleza un orden intelectual, pero sin ocuparse antes de los medios o instrumentos que contribuyen a perfeccionar el espíritu: ideal sólo alcanzable por medio de la unidad de la razón con la sensibilidad. El instrumento de la educación estética no lo brinda la política sino el arte. En otras palabras: el conflicto de la época es político, pero su resolución es estética114 . En el estado físico la determinación es sensible, una fuerza externa apremia a la acción; en el estado lógico-moral la determinación es racional, una fuerza interna coactiva imprime necesidad al pensamiento y a la voluntad115. Ambos estados, constitutivos de la naturaleza del hombre, implican unos impulsos que coaccionan, pues, al ánimo: el primero mediante leyes naturales, el segundo mediante leyes racionales. La escisión de aquella naturaleza es una discordia entre dos legalidades, la de la sensibilidad y la de la razón, que, en el escenario de la historia política, produce –en cuanto hecho de la cultura– una división del hombre respecto de sí mismo. Cualquier intento que busque satisfacer unilateralmente la ley coactiva de la naturaleza o de la razón y del deber no hace más que agravar esa división, ya sea excluyendo del sujeto sensible toda autonomía y libertad, ya sea excluyendo del sujeto racional toda determinación sensible. Escindido el sujeto, se cierra la vía para el cumplimiento de lo que es una exigencia trascendental de la razón, a saber, que haya una comunión (Gemeinschaft) del impulso formal con el material116. Es la propia razón la que proclama que ha de existir una humanidad. Pero esta conlleva la idea de unidad de un doble impulso, activo y pasivo a la vez. La vía de realización de esta unidad no es ni meramente lógico-moral ni puramente material, sino estética, es decir, la vía de un estado cuyo impulso o fuerza completa el concepto de humanidad mediante la síntesis de la realidad con la forma, de la contingencia con la necesidad, de la pasividad con la libertad. A ese impulso Schiller lo llama Spieltrieb (“impulso de juego”). 114 Cfr. Pablo Oyarzún (2010: 37-40). 115 Cfr. Gastón Molina (2007: 133). 116 F. Schiller (2005: 233). 99 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx Lo que el libre impulso del juego estético suspende es ni más ni menos que la división de lo sensible, que identifica al orden del poder político con la fractura –en la naturaleza del hombre– entre dos tipos de humanidad (ambos incompletos): el del salvaje inculto (figura de la masa de individuos vulgares que están –dominados por la superstición– bajo los preceptos de la autoridad) y el del bárbaro ilustrado (figura de las clases dominantes que hacen uso de sus libertades en provecho del poder y de la acumulación). Ante los ojos de Schiller la Revolución Francesa fracasó en su intento por encarnar los valores universales de la libertad y de la igualdad en el imperio de la ley, ya que este imperio no era sino el de la forma lógico-moral sobre la materia sensible, o sea, del Estado sobre las masas. Precisamente porque obedeció a la imposición del poder intelectual activo sobre la naturaleza sensible pasiva, la Revolución desembocó según Schiller en la barbarie. Frente a este fracaso (que no es sino –en su forma extrema– el de la revolución política) el arte representa el instrumento de una revolución más profunda, una revolución de la existencia sensible misma, que suspende las formas de la experiencia en las que se identificaba la división de las funciones sociales y de los lugares con una oposición de las naturalezas117. Schiller escribe: …Donde encontramos indicios de una apreciación libre y desinteresada de la pura apariencia, podemos deducir también una revolución de este tipo [es 117 Cfr. J. Rancière (2005: 26). En otra parte Rancière escribe: “Al final de la decimoquinta de las Cartas sobre la educación estética del hombre, Schiller enuncia una paradoja y hace una promesa. Afirma que ‘el hombre sólo es plenamente hombre cuando juega’. Y, para los que piensen que bromea, anuncia que esta paradoja es capaz de ‘sostener todo el edificio del arte estético y, del más difícil aún, arte de la vida’. Afirma entonces que existe una forma específica de la experiencia sensorial, la experiencia del juego estético, y que esta experiencia bien comprendida lleva consigo la promesa de un nuevo mundo del arte y de un nuevo mundo vivido […]. El mismo juego funda lo específico del arte y una forma nueva de vida. Para comprender la paradoja y la promesa, en primer lugar hay que entender lo que este juego quiere decir. El juego es por excelencia la actividad que no tiene otro fin que ella misma, que no se propone ningún dominio real sobre las cosas y las personas. En el contexto en el que Schiller lo invoca, esta significación general de la noción está, por supuesto, relacionada con el análisis kantiano de la experiencia estética. En efecto, Kant la caracteriza mediante el ‘libre juego de las facultades’, es decir, a través de una doble suspensión: suspensión del poder cognitivo del entendimiento que determina los datos sensibles según sus categorías, y del poder de la sensibilidad que impone sus objetos de deseo. Esta doble distinción, este ni… ni…, suspende a la vez una actividad y una pasividad en provecho de un estado neutro: ese libre juego donde la facultad normalmente activa –el entendimiento– y la facultad normalmente pasiva –la sensibilidad– se relacionan entre sí sin concepto”. Cfr. J. Rancière (2010: 91-92). 100 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx decir, una revolución total de la sensibilidad] en la naturaleza humana, y el verdadero comienzo de la humanidad118. Esa “pura apariencia” (reinen Scheins) es la de la “Forma viva” (lebende Gestalt), un término que sirve para designar todas las cualidades estéticas de los fenómenos y, en una palabra, aquello que Schiller denomina belleza (Schönheit) en su más amplia acepción: El objeto del impulso sensible, expresado con un concepto general, se denomina vida en su más amplio sentido; un concepto que significa todo ser material y toda presencia sensible inmediata. El objeto del impulso formal, expresado en un concepto general, se denomina Forma (Gestalt) […] concepto éste que encierra en sí todas las cualidades formales de las cosas y todas las relaciones de las mismas con el pensamiento. El objeto del impulso de juego, expuesto en un esquema general, se denominará entonces Forma viva119. Que un ser humano –al igual que un Estado– viva y tenga Forma (un Estado con vida es un “Estado dinámico”, y un Estado con Forma es un “Estado ético”), no significa aún, ni con mucho, que sea una “Forma viva” (un Estado que sea una Forma viva es un “Estado estético”). Para que llegue a ser tal, se requiere que “su Forma sea vida, y que su vida sea Forma”. “Mientras únicamente –escribe Schiller– pensemos su Forma, esta carecerá de vida, será 118 F. Schiller (2005: 361). El autor de las Cartas remonta a su vez ese “comienzo de la humanidad” a la cultura griega como su floreciente “infancia”. Siguiendo en esto a Herder, Schiller sostiene que los elementos en la formación del espíritu griego confluyen de tal modo que la cultura de esta sociedad constituye un paso decisivo hacia una verdadera ampliación de la humanidad. Él está –conjuntamente con Herder– pensando en la cultura griega cuando escribe: “en esas felices circunstancias y en ese ámbito privilegiado, donde sólo la actividad conduzca al placer y sólo el placer a la actividad, donde el orden sagrado brote de la propia vida, y de la ley del orden sólo se desarrolle la vida, donde la imaginación escape siempre a la realidad, y, sin embargo, no se aparte nunca de la simplicidad de la naturaleza, sólo aquí podrán desarrollarse los sentidos y el espíritu, la facultad receptiva y la creativa, en ese feliz equilibrio que es el alma de la belleza y la condición de la humanidad”. Cfr. Op. cit., 345. Herder, en Ideas para una filosofía de la historia de la humanidad (1784), escribe que es “la feliz constelación de circunstancias que favorecieron la cultura griega” donde se produce “la génesis del carácter sin igual de la lengua griega […] hija de la música y de la danza, inspirada en el canto, enriquecida por las gestas de la historia que gracias al libre y elocuente trato social de muchas tribus y colonias iba tomando cuerpo cual forma viviente de la madre naturaleza”. Un pueblo de esta mentalidad –según Herder– “tuvo que elevarse naturalmente en todas las artes de la vida de lo necesario a lo bello y ameno; los griegos lo lograron a la perfección en todos los órdenes de su mundo”. Su religión, sus constituciones políticas, su clima y sistema de vida, su intensa actividad, opulencia y vanidad, hacían indispensable el cultivo de las artes, de modo que es –asevera– imposible separar las esferas de la religión, de la política e incluso de las ciencias de la esfera del arte poético, nacido de la música, cuya afición fue “un rasgo dominante del carácter griego”. Cfr. Herder (1959: 403-415). Notemos que esta perspectiva de lo griego se prolongará a través de Hegel, y más allá de este. Cfr. al respecto, Philippe LacoueLabarthe (2002: 76-115). 119 F. Schiller (2005: 231). 101 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx una mera abstracción; mientras únicamente sintamos su vida, esta carecerá de Forma, será una mera impresión. Sólo será Forma viva, si su forma vive en nuestro sentimiento y su vida toma forma en nuestro entendimiento, y ese será siempre el caso en que lo consideremos bello”120. Sólo la representación bella completa el ser del hombre. Si bien la necesidad natural hace que los hombres se reúnan en sociedades (lo que constituye al “Estado dinámico”), y si bien la razón implanta en cada uno de ellos principios sociales (lo que constituye al “Estado ético”), es única y exclusivamente la belleza, es decir, la libre apariencia del juego estético, la que puede dar al hombre un carácter social121; es sólo en este “reino de la apariencia estética” donde se puede cumplir el ideal de igualdad122: “sólo la bella comunicación unifica la sociedad, porque se refiere a lo que hay en común en todos y cada uno de los hombres […] Sólo la belleza la disfrutamos a la vez como individuos y como género”123. 120 Loc. cit. 121 Ibid., 375. 122 Ibid., 379. 123 Ibid., 377. Esta afirmación de Schiller se basa por cierto en una interpretación de la tercera crítica de Kant, particularmente de los parágrafos dedicados a lo Bello como objeto del juicio de gusto. En efecto, en su Crítica de la facultad de juzgar (1790) Kant, al definir lo Bello como “lo que place universalmente sin concepto”, escribe: “La universal comunicabilidad subjetiva del modo de representación en un juicio de gusto, dado que debe tener lugar sin suponer un concepto determinado, no puede ser otra cosa que el estado de ánimo en el libre juego de la imaginación y el entendimiento (en la medida que éstos concuerdan entre sí como es requerible para un conocimiento en general)”. Cfr. I. Kant (1991: 134). Si, por un lado, la comunicación cognitiva está siempre mediada por conceptos universales que reducen la singularidad a “casos de”, en la determinación moral, por otro, el sujeto no reconoce a los otros más que como sujetos ideales postulados por la obediencia a la ley moral. En esta perspectiva, lo relevante en el juicio estético de gusto reside en que aquí se trata de un juicio singular, que expresa directamente un sentimiento individual, y, sin embargo, universalmente comunicable. Se trata, en otras palabras, del supuesto de una “comunicabilidad del sentimiento” (sin intervención de un concepto determinado), que se funda, pues, en el de una libre concordancia subjetiva de las facultades, en tanto esta concordancia constituye una especie particular de “sentido común”. Kant emplea justamente la palabra “juego” para referirse a la libre actividad de la imaginación y su armonía con la facultad del entendimiento, no sometidas a las exigencias de un conocimiento específico, sino relacionadas con la posibilidad de un acuerdo (indeterminado) entre sí. Pues bien, el sentimiento de armonía de las actividades genéricas de la imaginación y del entendimiento, de “acuerdo” en sí mismo libre e indeterminado entre las facultades del sujeto, experimentada ante lo bello y expresada en el juicio de gusto, es asimismo según Kant la experiencia del sentido de “lo que es”, para todo ser humano, como “sentido común” (sensus communis) necesario para un conocimiento en general. Ese acuerdo espontáneo, sin legislación, interés o predominio de una facultad sobre otra, es el fondo y condición de cualquier otro acuerdo; así como el sentido común estético es el fondo y la condición presupuesta por la posibilidad misma del sentido, por lo tanto que ha de presumirse en lo profundo de la comunicabilidad y sociabilidad. El juicio de gusto es “una especie de sensus communis”, que se diferencia del mero sentido propio al “sano entendimiento”, y que podría ser designado según el filósofo de Königsberg como sensus communis aestheticus 102 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx Schiller opone revolución a revolución: a la revolución política que refuerza la separación de las humanidades, opone la revolución de la experiencia sensible como el “salto” decisivo en el proceso de formación estética del hombre. Por un lado, la “apariencia libre” es el objeto de una experiencia singular, que implica el impulso de una sensibilidad heterogénea respecto de las divisiones dadas de lo sensible entre forma y materia, actividad y pasividad, individuo y género. Por otro, la singularidad de esa experiencia estética lleva la huella de una humanidad plena del hombre, y, por lo tanto, la promesa de una comunidad futura de iguales, no escindida en humanidades diversas (donde no existe, en consecuencia, la escisión –denunciada por Schiller al comienzo de sus Cartas– entre las esferas de la política y del arte). En el poder suspensivo del juego el autor de las Cartas localiza, con la especificidad de un estado estético, la virtualidad de un mundo nuevo del arte y de una forma nueva de vida124 . La experiencia del objeto bello se transforma así en la realidad vivida de una humanidad asociada a la plenitud de su ideal125: experiencia estética de la obra de arte que contiene la marca de una promesa de emancipación radical. Esto que plantea Schiller es –de acuerdo a la interpretación de Rancière– lo que se halla asimismo contenido en la fórmula matricial resumida por el célebre Programa más antiguo de sistema del idealismo alemán, supuestamente redactado en común (hacia 1796) por Hegel, Schelling y Hölderlin. De manera similar a lo que se propone el autor de las Cartas, la tarea de la “autoformación estética” preconizada por aquel Programa consiste en “la formación igual de todas las fuerzas, tanto del individuo particular como de (“digo –escribe Kant– que el gusto puede ser llamado sensus communis con más derecho que el sano entendimiento; y que la facultad de juzgar estética puede, antes que la intelectual, llevar el nombre de un sentido a todos común”). Es en el juicio estético “donde la imaginación, en su libertad, despierta al entendimiento y éste, sin conceptos, pone a aquélla en un juego regular”, de modo que allí “comunícase la representación no como pensamiento, sino como sentimiento interior de un estado del ánimo conforme a fin”. De este libre acuerdo tenemos que decir que define un sentido común propiamente estético. Cfr. I. Kant, op. cit., 206. Cfr. también Gilles Deleuze (2005: 77-95). Véase, además, Jean-Marie Schaeffer (1999: 8-23), y, a propósito de la relación entre el sentido común estético y la filosofía política en la tercera crítica, Hannah Arendt (2003: 121-134). 124 J. Rancière (2010: 92). 125 Cfr. J. Rancière (2005: 28-29). 103 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx todos los individuos”126, sin que fuerza alguna sea ya reprimida, con el fin de que reine “la libertad general y la igualdad de los espíritus”127, y de que se tiendan “la mano ilustrados y no ilustrados”128 . Para acabar de una vez con el mecanismo muerto del Estado129 es necesario hacer estéticas, es decir, mitológicas las ideas mediante “la idea que todo lo unifica, la idea de la belleza”: “la mitología ha de devenir filosófica para hacer razonable al pueblo, y la filosofía ha de devenir mitológica para hacer sensibles a los filósofos. En ese momento reina una unidad eterna entre nosotros. Nunca más la mirada de 126 Cfr. F. W. J. Shelling / F. Hölderlin / G. W. F. Hegel (1994: 230). 127 Op. cit., 231. 128 Ibid., 230. Dentro de esta misma atmósfera Friedrich Schlegel en uno de sus Fragmentos del Lyceum (1797) escribe: “La poesía es un discurso republicano; un discurso que es su propia ley y su propio fin, en el que todas las partes son ciudadanos libres y tienen derecho al voto” (frg. 65). Cfr. F. Schlegel (1994: 56). Sin embargo esta poética republicana, que sólo es posible a través de la unidad de entendimiento y sensibilidad, de poesía y filosofía, es un discurso que ha de alzarse más allá de las fronteras de la Revolución Francesa. F. Schlegel escribe en los Fragmentos del Athenaeum: “Se puede considerar a la Revolución Francesa como el fenómeno más grande y notable de la historia política, como un sismo casi general, una desmedida inundación en el mundo político: o bien como el arquetipo de las revoluciones, como la revolución por antonomasia. Estos son los puntos de vista habituales. Pero se los puede considerar también como el punto central y la cima del carácter nacional francés, donde se vienen a acumular todas las paradojas del mismo; como la más temible figura grotesca de la época, donde los más profundos prejuicios y las más violentas sospechas del mismo se hallan mezcladas en un caos horrible y entretejidos de una forma tan bizarra posible en una monstruosa tragicomedia de la humanidad” (frg. 424). En lugar de concebirla como arquetipo de toda revolución, Schlegel por el contrario la lee como el punto de vista que expresa un carácter nacional, desplazándola así de su condición de universal. Lo que no significa que para el autor de los Fragmentos la Revolución Francesa no marque efectivamente la tendencia de una época: “La Revolución Francesa, la “Doctrina de la Ciencia” de Fichte y el “Wilhelm Meister” de Goethe son las grandes tendencias de nuestra época” (frg. 216). La cuestión es si nos ubicamos a medio camino, dentro de “las barreras convencionales” del presente y en el marco “de todas las consideraciones y limitaciones históricas”, o bien dejamos que la “energía actuante” de una “fantasía liberada” –“mediante la cual se configura y actúa el hombre entero” (frg. 375)– nos “indique a cada instante [sin resistirnos al destino] una forma de ampliar [nuestra] existencia cada vez más” (frg. 428). Cfr. Friedrich Schlegel (2005: 65-175). 129 Los autores del Programa (aunque aquí pareciera dejarse oír la voz singular de Hölderlin) escriben: “…quiero mostrar que no existe una idea del Estado, puesto que el Estado es algo mecánico, lo mismo que no existe idea de una máquina. Sólo lo que es objeto de la libertad se llama idea. ¡Hemos de ir, pues, más allá del Estado! –Dado que todo Estado tiene que tratar a los hombres libres como un engranaje mecánico, y esto es lo que no debe hacer, tendrá, por tanto, que acabar”. Op. cit., 229. El poner fin al Estado se identifica en cierto modo con el fin del hombre. Así como la autoaniquilación de la filosofía (annihiliert sich selbst) es su renacer siempre de nuevo “como un ave fénix, desde sus propias cenizas” (Schlegel), así también la humanidad ha de aniquilarse a sí misma, morir, para dar lugar, a través de “una cadena ininterrumpida de revoluciones interiores” (Schlegel) al devenir de una “humanidad infinita”, al fin sin fin de un acercamiento al infinito (“La muerte –escribe Schlegel en el Athenaeum (frg. 292)– es una conquista sobre sí mismo, la que al igual que cualquier superación de sí mismo (Selbstüberwindung), se procura una existencia nueva más ligera (leichtere)”). Novalis por su parte habla en sus fragmentos de la vida como una economía más allá de la economía. Cfr. F. Schlegel (2005: 63 y 253) y Novalis (1976: 373-374). 104 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx desprecio, nunca más el ciego estremecerse del pueblo ante sus sabios y sacerdotes”130. Para Rancière, “sin haber tenido la ocasión de leer ese borrador olvidado, Marx podía, cuarenta años después, aplicar palabra por palabra al escenario de la revolución no ya política sino humana” este programa “estético” de una comunidad “metapolítica”131. El pensador italiano Giorgio Agamben, por su parte, vincula esta “metapolítica” en la obra temprana de Marx – particularmente en los Manuscritos del 44’– con algunas de las categorías medulares desplegadas en los Fragmentos de Novalis. El proyecto de Novalis –escribe Agamben– es la superación del idealismo de Fichte, que reveló al hombre la potencia del espíritu pensante. Pero esta superación –prosigue– Novalis la sitúa (tal y como hará Marx cincuenta años después) al nivel de la práctica, y de una práctica entendida como unidad superior de pensamiento y de acción, que proporciona al hombre el medio para transformar el mundo y reintegrar la edad de oro132. Novalis había precisamente escrito en uno de sus Fragmentos: “Fichte enseñó –y descubrió– la utilización activa del órgano mental. ¿Descubrió Fichte acaso las leyes de la utilización activa de los órganos en general?”133. Para Novalis “el yo de Fichte –es un Robinsón– una ficción científica –destinada a facilitar la exposición y el desarrollo de la teoría de la ciencia”134 , es decir, sólo válida en el plano del conocimiento. Sin embargo, en el plano de la práctica el “yo” es cuerpo y alma a la vez, el entrelazamiento entre dos sistemas de sentidos, uno de los cuales, el cuerpo, depende de los estímulos externos (“a cuyo conjunto –escribe– denominamos naturaleza”), y el otro, el alma, depende originariamente del conjunto de los estímulos internos (“al que damos el nombre de mundo espiritual”). El acto por el cual se realiza la unidad superior entre estos dos mundos, entre naturaleza y espíritu, teoría y práctica, 130 F. W. J. Shelling / F. Hölderlin / G. W. F. Hegel (1994: 230). 131 J. Rancière (2005: 31). 132 G. Agamben (1998: 128). Recordemos que, a propósito de esta “edad de oro” de la que habla el filósofo italiano, Schlegel en el Athenaeum había escrito: “La imagen engañosa de una edad de oro ya pasada es uno de los más grandes obstáculos para la proximidad de la edad dorada que ha de venir. Si la edad de oro hubiese pasado, no habría sido, entonces, verdaderamente, una edad dorada” [frg. 243]). 133 134 Cfr. Novalis (1976: 407-408). Novalis, op. cit., 83. 105 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx pensamiento y acción, es el de la poesía como “uso activo y productivo de nuestros órganos” en general135. Al igual que para el Programa más antiguo de sistema del idealismo alemán, para Novalis la separación entre poeta y pensador es sólo aparente –y se realiza en desventaja de ambos. “Es síntoma –como escribe él– de una enfermedad y de una constitución enfermiza”136 . Por el contrario, en tanto que “grado supremo” del hombre sensible, el arte poético es una misma cosa que el pensamiento como “armonía libre” de naturaleza y espíritu; él es el principio práctico de la unidad de nuestra inteligencia con nuestro mundo exterior, a través del cual “en el pensamiento los sentidos aplican la riqueza de sus impresiones a una nueva clase de impresiones”137. La poesía es “la llave de la filosofía, su finalidad y su significado”138 . Por medio de ella “surgen la mayor simpatía y la coactividad más intensa, la comunidad íntima de lo finito y lo infinito”139. Es a través de esta comunión poética como el hombre –va a sostener Agamben– se eleva a una práctica superior, constituyéndose en “el mesías de la naturaleza”140. ¿Qué hay en lo que dice efectivamente el joven Marx que vuelve factible una tesis como la de Agamben o la de Rancière? Según ambos autores la crítica marxiana frente a la revolución política moderna da lugar –en correspondencia con el proyecto inicial del idealismo alemán y con el romanticismo temprano– a un discurso que aboga por una especie de “humanismo estético” del “hombre total”. Al establecer la distinción entre Arbeit y Tätigkeit, entre actividad alienada del trabajo y actividad libre, el joven Marx plantea la necesidad de una “vuelta (Rückkehr) del hombre desde la Religión, la Familia, el Estado, etc., a su existencia humana, es decir, su existencia social”141 . Este giro (Rückkehr) del hombre desde las distintas formas de manifestación de su existencia alienada a su esencia como ser genérico y 135 Ibid., 327. 136 Ibid., 84. 137 Ibid., 327. 138 En sintonía con Novalis, Schlegel en el Athenaeum escribe: “El poeta puede aprender muy poco de los filósofos, éstos empero mucho de él” (frg. 131). Cfr. F. Schlegel (2005: 77). 139 Novalis (1994: 136). 140 G. Agamben (1998. 130). 141 K. Marx (1968: 88). 106 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx como unidad de naturaleza e historia, sensibilidad y pensamiento, bien puede ser interpretado en el sentido de un movimiento de retorno sobre el círculo de la actividad, que mediante una revolución estética de los sentidos lleva a cabo la síntesis superior de la praxis, más allá de la división del trabajo en trabajo material y trabajo intelectual. Lo que, interpretado así, da pie a tesis como las de Rancière o de Agamben, las cuales en alguna medida vienen a reconsiderar la idea de un “humanismo” en la obra temprana de Marx142. En concordancia con lo que Marx había sostenido en los Manuscritos del 44’, en La sagrada familia sus autores escriben: El humanismo real no tiene en Alemania enemigo más peligroso que el espiritualismo o el idealismo especulativo, que pone, en lugar del hombre individual y real, la ‘Conciencia de sí’ o el ‘Espíritu’ y dice, con el Evangelista: ‘El Espíritu vivifica, la carne embota’. Huelga decir que este Espíritu sin carne sólo en su imaginación tiene espíritu143. 142 En el caso de la lectura de Rancière ese “humanismo” se vincula a lo que él denomina “hombre estético” para referirse al proyecto común que comparte el joven Marx con Schiller y con el contenido programático de los “jóvenes idealistas” alemanes. Habría que ver –cosa que no nos compete hacer aquí– hasta qué punto esta interpretación guarda relación con aquella que desarrollara el mismo Rancière hace ya varias décadas, en el momento en que redacta junto a Althusser y otros discípulos suyos el libro Lire le Capital (1967); en qué medida ese ideal del “hombre estético” se relaciona con la metafísica “humanista” que él por esos años identifica en la primera fase de la obra marxiana. Cfr. J. Rancière (1974: 14-45). Por otra parte, en el caso de la lectura de Agamben el “humanismo” se vincula a lo que él reconoce como el dominio de la “metafísica de la voluntad” aún presente en la filosofía de Marx. Si bien es cierto Agamben está lejos de seguir la tesis de Althusser (siendo su influencia más directa –en el momento en que redacta El hombre sin contenido– la interpretación arendtiana de la obra marxiana), es igualmente cierto que él fue un discípulo de Heidegger, y que este había planteado en 1946 la existencia de un vínculo esencial entre “humanismo” y “metafísica”: “Todo humanismo –escribe Heidegger en un conocido pasaje de Carta sobre el ‘Humanismo’– se basa en una metafísica […] Por eso, y en concreto desde la perspectiva del modo en que se determina la esencia del hombre, lo particular y propio de toda metafísica se revela en el hecho de que es ‘humanista’. En consecuencia, todo humanismo sigue siendo metafísico”. Cfr. Martin Heidegger (2001: 265 y ss). Heidegger retoma de esta manera una tarea que ya había dejado planteada al inicio de Ser y tiempo, donde señala: “La coseidad misma tiene que ser previamente aclarada en su procedencia ontológica, para que se pueda preguntar qué es lo que debe entenderse positivamente por el ser no cosificado del sujeto, del alma, de la conciencia, del espíritu, de la persona […]. No es, pues, un capricho terminológico el que nos lleva a evitar (vermeiden) estos términos, como también las expresiones ‘vida’ y ‘hombre’, para designar al ente que somos nosotros mismos”. Cfr. M. Heidegger (1997: 71). Bien se puede sostener, a partir de aquí, que cuando Agamben habla de “metafísica de la voluntad” en la filosofía de Marx, está vinculando (aunque no lo haga explícito) de manera esencial esta metafísica al “humanismo”. 143 K. Marx & F. Engels (1967: 73). 107 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx La fractura entre espíritu y cuerpo, propia a la filosofía de la “conciencia de sí” (e inscrita en el horizonte más vasto de la Aufklärung), traduce el divorcio que separa la vida práctica y la vida espiritual, la teoría y la praxis. En la “nación alemana” –dice Marx– la vida práctica tiene tan poco de espiritual como la vida espiritual tiene de práctico. ¿Dónde está entonces la posibilidad de una unión entre cuerpo y espíritu, entre vida práctica y vida espiritual? No ciertamente en la revolución política –de la que Alemania por lo demás ni siquiera tiene la experiencia–; pero tampoco en la filosofía como actividad puramente especulativa. A la “cabeza filosófica” de la emancipación (es decir a la Aufklärung) le hace falta el pálpito de un corazón no filosófico; a la actividad de la razón autónoma le es imprescindible la pasión amorosa de un impulso material. La filosofía debe ponerse en relación con un exterior –con un cuerpo no filosófico– para que se cumpla su imperativo del hombre como “esencia suprema para el hombre”. En los escritos fragmentarios del joven Hegel, la esperanza de un cambio y la posibilidad de un proceso revolucionario son comprendidos como inherentes a la obra de la filosofía; a la puesta en obra que sólo tiene sentido, al menos en Alemania, en tanto que radicalización práctica de los principios del sistema kantiano144 . Hacia 1795, en el Programa más antiguo de sistema del idealismo alemán, el primer postulado práctico de dicha puesta en obra de la filosofía es la concepción de sí mismo por parte del sujeto como un ser absolutamente libre145; idea de la razón que no es posible realizar sino mediante lo que constituye “la mayor obra de la humanidad”, a saber, la formación (Bildung) universal del género humano. El joven Marx pareciera no estar muy distante de este programa. Para este, igualmente, hay un apremio epocal (el apremio de la libertad) que exige como tarea la puesta en acto de la filosofía. El postulado de esta filosofía –que constituye el principio de “la única liberación prácticamente posible de Alemania”146– proclama al hombre como 144 Cfr. Gonzalo Portales (2001: 40 ss). 145 F.W.J. Schelling / F. Hölderlin / G.W.F. Hegel (1994: 229). 146 K. Marx (1974: 106). 108 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx “höchste Wesen für den Menschen” (“esencia suprema para el hombre”), por lo tanto, como un ser absolutamente libre, que, como tal, es fin en sí147. Sin embargo, a pesar de su proximidad en este punto con la filosofía moral kantiana, Marx –al igual que Schiller, y que Hegel más tarde (aunque en un sentido diferente)– cuestiona la suficiencia de la Aufklärung como condición de posibilidad para la constitución de una subjetividad libre. Él transforma el argumento kantiano: si para Kant el valor del hombre reside en su naturaleza racional, la cual no debe fundarse en una antropología, para Marx, por el contrario, la dignidad de lo humano se funda en la naturaleza del hombre como esencia suprema de sí148 . Mientras esta naturaleza no se agota para Marx en la naturaleza racional, pues el ser racional deriva de la praxis productiva del hombre, para Kant es el ser racional el que no se agota en una naturaleza antropológica. Lo que aproxima el argumento del joven Marx a la perspectiva de un pensador como Schiller, es precisamente el hecho de que para aquél el hombre como esencia (del hombre) consiste en la praxis entendida en cuanto unidad de vida espiritual y vida sensible. Su libertad y dignidad no están 147 En Fundamentación de la metafísica de las costumbres (1785), Kant, recordémoslo, escribe que el hombre, y en general todo ser racional, existe como fin en sí mismo (Zweck an sich selbst), no meramente como medio (nich bloβ als Mittel). Es por el “valor absoluto” (absolutem Werte) de esta existencia racional que los hombres se denominan personas, porque su naturaleza ya los distingue –y los dignifica– como “fines en sí mismos”. Precisamente es en esta “dignidad” de lo humano donde el principio práctico supremo para la razón encuentra su fundamento; de forma que sobre la base de este fundamento el imperativo de la razón moral será: obra de tal modo que uses la humanidad tanto en tu persona como en la persona de cualquier otro siempre a la vez como fin, nunca meramente como medio. Cfr. I. Kant (1999: 187-189). Habrá que ver en el transcurso de este estudio en qué medida Marx sigue siendo aún heredero de este pensamiento de la “dignidad” de lo humano, y en qué sentido –en Marx– el pensamiento del hombre como “fin en sí” es el pensamiento del “sentido de la inminencia inagotable del sentido” de lo humano, o de la praxis del sentido como venida del mundo al “mundo de los hombres”. O bien, así como para Kant “el fin de la naturaleza misma tiene que ser buscado más allá de la naturaleza”, en qué medida el fin del hombre –ese fin que es el hombre– ha de ser buscado allende el mismo, sin que exista un “más allá” de este mundo. Precisamente lo que más arriba nombramos –en la estela del pensamiento kantiano– como “afuera”. 148 Para Kant el valor de la existencia humana se deduce, no de las cualidades de la naturaleza de esta existencia, sino de una naturaleza que se dice en general de “todo ser racional”. Por esta razón, la ley del concepto de moralidad tiene que valer no meramente para los hombres, sino para todos los seres racionales en general, y de modo absolutamente incondicionado. Por su incondicionalidad, no se puede pretender derivar la realidad del principio práctico de la propiedad especial de la naturaleza humana. Cfr. I. Kant, op. cit., 145 y 181. Véase además Jacques Derrida (2008: 158-159). Ahora bien, si es cierto que Marx –a diferencia del filósofo de Königsberg– fundamenta la dignidad en una antropología, es igualmente cierto que esta no constituye ninguna “propiedad especial”, pues de lo que se trata precisamente es de la esencia de sí de lo humano como praxis productiva. 109 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx simplemente en su ser inteligible sino en esa unidad de pensamiento crítico y de sensibilidad. La realización de la filosofía, su obra, requiere entonces de otra cosa que la filosofía; para que se cumpla verdaderamente el postulado filosófico del hombre como esencia suprema del hombre, se necesita de “otro” que el filósofo, de una alteridad que sufre en cuerpo propio las contradicciones de una humanidad que el filósofo –por sí solo– sólo puede aprehender en el pensamiento. Ese “otro” es el Proletariado. En este, según Marx, la filosofía encuentra sus “armas materiales”149. Concebido así, el proletariado bien puede ser interpretado como el hombre sensible, que sólo puede emanciparse de sus sufrimientos radicales si encuentra en el pensamiento crítico las armas intelectuales de su lucha; mientras que el filósofo sólo puede emprender la lucha de su pensamiento humanista si encuentra a su vez en el sujeto sensible las armas materiales para la realización de ese humanismo, a través de la revolución radical de los sentidos del hombre. La realización de la filosofía humanista tiene lugar por la emancipación (por ende la abolición) del proletariado, al mismo tiempo que la abolición del proletariado acontece por la realización de la filosofía humanista. Al realizarse, la filosofía deja de ser mera filosofía y es transformada en revolución de las masas, y, transformadas estas, el proletariado es abolido como clase aparte y convertido en “hombre total”. Ahora bien, la vía de esta mutua transformación no es –como vimos– la revolución meramente política, sino la revolución estética de la experiencia común de lo sensible y de su división de clases. Allende los límites de la política moderna, pero también más allá de las fronteras del pensamiento crítico de la Aufklärung, la emancipación humana lleva a cabo la filosofía suprimiéndola y poniendo al hombre en posesión de la totalidad de las fuerzas esenciales con las que se forma a sí mismo como hombre productor, al mismo tiempo que produce los objetos y las relaciones sociales en las que se producen estos150. 149 K. Marx (1974: 106). 150 Cfr. J. Rancière (2005: 31). 110 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx I. 4. El joven Marx y Schiller: sobre la “actividad pasiva” Sin embargo, las diferencias del joven Marx con el romanticismo temprano y con los jóvenes idealistas alemanes son por otra parte notables. Nos ocuparemos ahora en mostrar sus principales diferencias con las Cartas de Schiller. Ante todo, por el mismo hecho de que es en estas donde se percibe una gran proximidad, en muchos aspectos151 , con lo que más tarde desarrollará el autor de los Manuscritos del 44’. En primer lugar, hay una razón política de la diferencia entre ambos pensadores. Schiller está mucho más cerca de Hegel que de Marx cuando se refiere a la dialéctica entre lo particular y lo universal, entre la unidad del Estado y la diversidad de los individuos empíricos. Para Schiller, en efecto, las contradicciones entre lo particular y lo universal, tal como estas se dan en su manifestación política, se reducen a dos posibilidades: o bien son los apetitos e impulsos naturales de los individuos atomizados los que, tan pronto falta la autoridad del Estado, doblegan bajo su tiránico yugo a la humanidad envilecida, o bien es el Estado el que se impone violentamente sometiendo a los individuos y suprimiendo sus particularidades. La otra posibilidad, en la que se resuelven ambas formas de contradicción política, es que el individuo ennoblezca su particularidad subjetiva, elevándola a la unidad objetiva del Estado. Realizada esta posibilidad, el “invisible reino de la moral” es poblado por el “reino de los fenómenos”, volviéndose, mediante la unidad concreta del Estado, una experiencia sensible152. Ciertamente aquí, en este punto, Schiller anticipa la dialéctica de lo universal y lo particular tal cual es concebida por Hegel. Así, por ejemplo, en Principios de la filosofía del derecho su autor muestra que en la sociedad civil 151 Paradigmática en este sentido es la Carta VI, donde Schiller –de manera similar a cómo lo hará el joven Marx– cuestiona la división del trabajo, que desgarra la unidad de la naturaleza humana y fragmenta las fuerzas que la constituyen. Por efecto de esta división –según Schiller– “el placer se desvincula del trabajo, el medio de su finalidad”, y las fuerzas parceladas del hombre, en lugar de depender “de formas que ellas se dan a sí mismas”, se vuelven las meras partes de un mecanismo muerto. Cfr. F. Schiller (2005: 148-149 ss). 152 Cfr. F. Schiller (2005: 131). 111 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx particularidad y universalidad se presentan como dos momentos que se relacionan de manera independiente. Ambos polos se contraponen en el interior de la sociedad moderna como momentos que surgen de dos tradiciones filosóficas diversas: aquella proveniente del platonismo, con su ideal de unidad por sobre el principio de la particularidad autónoma, y aquella que tiene su fuente en el cristianismo y, exteriormente, en el mundo romano, momento histórico de afirmación del “principio de la personalidad independiente y en sí misma infinita del individuo, es decir, de la libertad subjetiva”153. Pero lo que para la conciencia individual aparece como la contradicción de un doble momento, no es sino, en verdad, una relación de mediación en la que lo universal y lo particular “sólo son por medio del otro y para el otro, y se convierten entre sí recíprocamente”. Pues, tal como destaca Hegel, “promoviendo mi fin promuevo lo universal, que promueve a su vez mi fin”154. Otra es la perspectiva del joven Marx. Este crítica tanto la visión liberal del individuo, en cuanto entidad originariamente aislada que se reúne en sociedad, como la de la totalidad orgánica, según la cual los individuos son las partes que la unidad del todo integra como los factores de su diferenciación interna. La cuestión para Marx no es el conflicto entre lo universal y lo particular. Es decir, el verdadero problema no es el de la conciliación de la existencia individual con la universal, sino en qué sentido tiene lugar lo universal, si como universal hegemónico, esto es, como el lugar virtualmente vacante (el concepto de humanidad) para un contenido particular dominante (la clase burguesa)155 ; o bien como el espacio práctico de producción de la naturaleza del hombre en tanto que existencia común. En el primer caso lo universal se convierte en una prerrogativa especial y, en cuanto tal, implica una expropiación del ser genérico del individuo. En el segundo caso, en cambio, lo universal es el producto común de lo comúnmente producido, la propia esencia 153 Cfr. G.W.F. Hegel (2004: 184-185). 154 Op. cit., 184. 155 Es en este tipo de “universal” en el que se detiene Marx en textos como Crítica de la filosofía del derecho de Hegel (Introducción) o Sobre la cuestión judía. Lo que –en términos de Laclau– llamamos “universal hegemónico” es lo que Marx en Crítica de la filosofía del Estado de Hegel concibe en términos de un “universal lógico”. Cfr. K. Marx (2002: 84-86). 112 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx histórica del hombre, siempre ya dividida –esto es, compartida– en la individualidad singular de cada uno. En La sagrada familia Marx afirma que es sólo una ilusión creer que la esencia general del Estado consiste en la tarea de mantener en cohesión a los individuos atomizados –y divididos por sus intereses– de la sociedad civil. Él escribe: Solamente la superstición política puede imaginarse todavía en nuestros días que la vida burguesa debe ser mantenida en cohesión por el Estado, cuando en la realidad ocurre al revés, que es el Estado quien se halla mantenido en cohesión por la vida burguesa156. El Estado es el que se mantiene unido por la vida burguesa, y no a la inversa. Esta última es la forma bajo la cual aquél se articula políticamente. Vale decir: el Estado nacional moderno es la forma de unidad política, históricamente constituida, que se funda en la situación especial de una clase en particular. De manera que disuelta esta clase, se disuelve asimismo dicha constitución. El Estado según el joven Marx no es –como lo cree Schiller– la forma objetiva que representa al “hombre puro e ideal” (“que se da a conocer con mayor o menor claridad en todo sujeto”), sino más bien la constitución finita de una subjetividad empíricamente condicionada. Esta subjetividad se define – como vimos– por un determinado conato: el conato de la propiedad privada, que halla su satisfacción en sí misma y que se esfuerza por conservar su propia existencia157. Deseo de propiedad que tiene, no obstante, un carácter paradójico. Él implica, como todo conato, una “relación” sin la cual sería imposible la producción de un lazo social. Aunque –por tratarse de un conato de apropiación privada– dicha relación es interesada y conflictiva. No es por consiguiente el Estado el que debe mantener cohesionado bajo su unidad ideal a los individuos empíricos, por el contrario, es el Estado el que se mantiene materialmente articulado por el ser social –modernamente marcado por la división– de unos individuos temporales. El interés presupone la comunidad de los hombres, pero esta comunidad está prácticamente objetivada en tanto que relación determinada por la apropiación egoísta (modo de apropiación que no 156 K. Marx & F. Engels (1967: 187). 157 Cfr. K. Marx & F. Engels, op. cit., 100. 113 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx es sino la vida genérica de los hombres en su forma alienada). Si el interés tiene por objeto la propiedad, el ser común en cambio –esto es, la existencia misma de los hombres– sólo puede tener lugar –ser liberado como tal existencia común– a través de la acción que sobrepasa los límites de la relación política entre el Estado y la sociedad civil. Acto que Marx llama en 1843 “emancipación humana general”. Ciertamente hay –como advierte Rancière– varios elementos en común entre esta idea de “emancipación” y la idea schilleriana de “revolución estética”. Esta última define un estado de doble anulación donde espontaneidad de pensamiento y receptividad sensible entran en una nueva relación, constituyendo así una especie de nueva región del ser –la de la apariencia y del libre juego–, que hace teleológicamente pensable una igualdad que la Revolución Francesa nunca fue por sí misma capaz de materializar158. Ambos pensadores convergen de algún modo en la idea de que dominación y servidumbre son formas de una partición sensible de la comunidad a las que corresponden una división metafísica entre espíritu y cuerpo, hombre y naturaleza, pensamiento y materia, teoría y práctica. Los dos coinciden en que la formación de un mundo de los hombres capaces de vivir en una comunidad política libre –un modo específico de habitar el mundo sensible–, sólo es pensable a partir de una revolución más allá de los límites de la revolución política burguesa, como puesta en obra sensible de la humanidad del hombre. Ahora bien, es aquí justamente –en este punto de coincidencia– donde se perciben asimismo diferencias sustanciales entre los dos. La diferencia radica en la matriz kantiana de la operación de suspensión que según Schiller lleva a cabo el “juego estético”. La operación de anulación estética de la desigualdad que produce el sistema de la cultura tiene como sujeto privilegiado al artista, quien, no estando ni del lado de la masa de ignorantes ni del lado de la clase dirigente dominante, sería el sujeto capaz de suspender la división de las posiciones sociales mediante la presentación sensible del ideal de libertad aún latente del hombre. Lo que sin embargo no se cuestiona en esta perspectiva es el presupuesto de la libertad como actividad incondicional del pensamiento 158 Cfr. J. Rancière (2009: 30-31). 114 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx puro. Sobre este presupuesto lo que hay es la idea de la modernidad como tiempo consagrado al cumplimiento de la actividad de la razón, a través de su manifestación estética en una nueva forma de vida y en una nueva organización social. Para Marx, por el contrario, la actividad no proviene de un yo autoconsciente, no es “libre espontaneidad”, es más bien la modalidad de una relación material respecto de la cual el hombre no preexiste. La actividad de los hombres es la forma que proviene de una pasividad constitutiva de estos, por la cual toda configuración de la conciencia es siempre la de un “ser consciente” o la de una “conciencia-fuera-de-sí”. Actividad y pasividad no son dos impulsos diversos, uno referido a la naturaleza física, el otro al pensamiento, sino las dos formas en que se presenta todo hacer. Hay, al mismo tiempo, una pasividad en toda actividad, del cuerpo y del espíritu, y una actividad en toda pasividad, del cuerpo y del espíritu. Hay una pasividad irreducible en la actividad del espíritu, ya que este está siempre condicionado materialmente; y hay una actividad en la pasividad de los sentidos, puesto que el cuerpo es siempre ya, en la forma de su composición sensible, una modalidad de la praxis productiva. De ahí, en consecuencia, una diferencia fundamental entre ambos autores: el ideal de libertad es concebido por Schiller como el telos de la razón, cuyo medio de realización es la “educación” estética del hombre. Esto presupone una desigualdad de facto (la existente entre la masa de ignorantes y la clase intelectual), que sólo puede ser superada mediante la formación del género, y cuya meta es precisamente la igualdad. Para Marx, en cambio, no hay igualdad que producir a través de la educación, sólo que hacer acontecer mediante el acto liberador de la emancipación. Si esta no puede tener por vía de realización la educación de la humanidad, es porque para Marx dicha vía es necesariamente una función de la división social del trabajo. Concebir la emancipación en términos de una “educación” es, por tanto, concebirla dentro del marco de la separación del hombre respecto a su común poder-hacer. Lo constitutivo es el ser-común de los hombres, su ser-social originariamente compartido. Toda igualdad que deba ser alcanzada mediante el proceso “teleológico” de una educación estética del hombre presupone, según Marx, el 115 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx ideal de una humanidad que se asienta en la desigualdad, la cual es producto de una división de las inteligencias. Lo anterior conlleva, en segundo lugar, una razón ontológica de la diferencia entre Marx y Schiller. El hombre –para este último autor– no es ni simple materia sensible ni mera forma intelectual, sino más bien el impulso hacia ambas naturalezas. Él es el ser finito que para actuar necesita la pasividad, pero que al mismo tiempo implica en su pasividad una actividad, ya que sin esta no habría mundo que sentir: en su puro estado físico no puede haber un mundo para el hombre. Mientras sólo siente, el hombre no es nada más que mundo, idéntico a este (lo que significa que todavía –desde el punto de vista de la pura sensibilidad, considerada por sí misma y separada de toda actividad autónoma del espíritu– no se ha vuelto un sujeto para el cual existe un mundo); idéntico al mundo, él es una sola y misma cosa que el contenido informe del tiempo. Para que haya algo que sentir, y para que el hombre pueda recibirlo percibiéndolo como objeto que está fuera de él en el espacio (y que cambia dentro de él en el tiempo), la materia ha de poder unirse con el hombre. Lo que la sensibilidad, considerada por sí sola, de ninguna manera puede realizar. La unidad –por la que existe experiencia– requiere de que el hombre sea otra cosa que mero estado físico. En otras palabras, aquella unidad de la materia sensible con el hombre tiene por condición la distancia entre este y el mundo. La sensibilidad, abstraída de toda actividad, no es capaz de otra cosa que de convertir al hombre en simple materia sin forma159. En el mero estado físico, no hay hombre no hay mundo, hombre y mundo se confunden con el puro contenido informe del tiempo, con la multiplicidad del devenir que se lleva consigo toda posibilidad de unidad. Carente de esta el hombre “no es él (Er ist nich), porque su personalidad 159 “Mientras sólo siente –escribe Schiller en la undécima de sus Cartas–, sólo desea y actúa movido por su mero apetito, no es nada más que mundo, entendiendo por mundo el puro contenido informe del tiempo. Sin duda, es únicamente su sensibilidad la que hace de su capacidad una fuerza activa [en la medida en que es por aquella que esta fuerza recibe una materia], pero su personalidad es la única que convierte su actividad en algo propio. Así pues, para no ser mero mundo, el hombre ha de darle forma a la materia [“da forma a la materia volviendo a suprimir el tiempo, afirmando la persistencia en la variación, y sometiendo la variedad del mundo a la unidad de su yo”]; para no ser mera forma, tiene que dar realidad a la disposición que lleva en sí [de lo contrario, mientras el hombre no intuye ni siente, esta disposición no es nada más que “forma y capacidad vacía”]”. Cfr. F. Schiller (2005: 197-199). 116 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx desaparece mientras le dominen las sensaciones y el tiempo lo arrastre consigo”160. Si el impulso sensible se hace determinante, los sentidos imponen su ley y el mundo somete a la persona. Entonces –según Schiller– “el mundo deja de ser objeto en la misma medida en que se transforma en un poder (que no es sino el poder del tiempo). Si el hombre es sólo contenido del tiempo, entonces no es él, y por consiguiente tampoco tiene contenido. Con su personalidad se suprime también su estado (sensible), porque ambos son conceptos recíprocos”161 . En una palabra: “sólo en tanto el hombre es autónomo (personalidad libre), hay realidad fuera de él, es receptivo; sólo en tanto es receptivo, hay realidad en él”162, es una fuerza intelectual activa, vale decir, es una forma formadora de mundo y no una mera disposición vacía. Para explicar lo anterior, Schiller introduce en la decimonovena de sus Cartas una distinción en el hombre entre dos estados diferentes de “determinabilidad”, uno pasivo y otro activo; así como dos estados de determinación, igualmente uno pasivo y otro activo. Por un lado, el ánimo es determinable sólo en la medida en que no está determinado en absoluto; de modo que el estado del espíritu humano, previo a toda determinación que le proporcionan las impresiones de los sentidos, es una “determinabilidad ilimitada”. En este estado el espíritu no es más que el “amplio reino de lo posible”, que por eso puede denominarse “infinitud vacía” (leere Unendlichkeit), donde no hay nada asentado, y por consiguiente tampoco se excluye nada163. Se trata de la determinabilidad como pura y simple carencia de determinación, es decir, como pura negatividad. Por otro lado, sin embargo, el ánimo también es determinable mientras no sea objeto de ninguna determinación exclusiva. En otras palabras, mientras la limitación que conlleva toda determinación no sea un obstáculo para el libre despliegue de lo posible en el hombre. Al estado de infinitud vacía Schiller lo llama estado pasivo de determinabilidad. Al segundo lo llama estado activo, puesto que aquí no se trata de mera indeterminación, sino de un estado “de máxima realidad” (der höchsten 160 Op. cit., 203. 161 Ibid., 217. 162 Ibid., 221. 163 Ibid., 267. 117 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx Realität), donde la ausencia de limitaciones y la suma de las fuerzas, que actúan conjuntamente en la disposición del espíritu, convergen dando lugar a una “infinita plenitud interior”; o bien, en otros términos, donde la determinabilidad no excluye simplemente la determinación (pues ella implica en este sentido la determinación activa del espíritu libre), al mismo tiempo que lo determinado (el espíritu humano) permanece siendo infinito en su determinabilidad. A la infinitud vacía se contrapone la “infinitud plena” (erfüllte Unendlichkeit)164. Ahí donde el espíritu aún no ha sido limitado, lo que hay es indeterminación por defecto; mientras que –una vez que ya hay límite– el espíritu sólo a través de su autoformación estética logra conquistar la libertad de determinaciones y la plena infinitud. Lo mismo ocurre en cuanto a la determinación. Por un lado, el ánimo está determinado pasivamente en la medida en que está sólo limitado sensiblemente; pero también está determinado –esta vez activamente– en tanto se limita a sí mismo en virtud de la capacidad propia y absoluta del pensamiento. Así pues –afirma Schiller– “lo que es el pensamiento con respecto a la determinación, lo es la constitución estética con respecto a la determinabilidad; el pensamiento es limitación por una infinita fuerza interior, la constitución estética es negación (de toda limitación exclusiva) por una infinita plenitud interior”165. Hay una gran proximidad –en muchos sentidos– entre ambos autores. Así, por ejemplo, también en Marx –como ya señalamos más arriba– toda actividad humana implica pasividad, al mismo tiempo que la pasividad de los sentidos envuelve una actividad de las fuerzas o impulsos constitutivos de esos mismos sentidos; la sensibilidad humana envuelve una actividad y esta es “actividad sensible”. También para él la limitación que conlleva toda determinación de la actividad productiva no es un obstáculo para el libre despliegue de lo posible en el hombre. Antes bien, toda actividad determinada es un acto de la potencia como posibilidad indefinida. Como tal “acto”, la 164 Ibid., 289. 165 Loc. cit. 118 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx constitución de los sentidos es negación de toda limitación exclusiva de las facultades humanas. No obstante esta proximidad entre Schiller y Marx, el primero está mucho más cerca de Kant que del segundo en lo que se refiere al fundamento ontológico del argumento recién desarrollado. Schiller escribe, en efecto, que la materia sensible –que el hombre recibe como lo que cambia dentro de él en el tiempo– “acompaña a su yo invariable”. De modo que lo que “le prescribe su naturaleza racional es permanecer él mismo en todo cambio” y reducir toda percepción –transformada en experiencia– “a la unidad del conocimiento”166. Salta a la vista cuál es el texto kantiano de donde Schiller pudo extraer una afirmación como esta. En La originaria unidad sintética de apercepción (en el contexto de la primera de sus Críticas), Kant escribe: El Yo pienso (Ich denke) tiene que poder acompañar todas mis representaciones. De lo contrario, sería representado en mí algo que no podría ser pensado, lo que equivale a decir que la representación, o bien sería imposible o, al menos, no sería nada para mí […] Toda diversidad de la intuición guarda, pues, una necesaria relación con el Yo pienso en el mismo sujeto en el que se halla tal diversidad167. La diversidad de representaciones, que se dan bajo la forma del sentido interno en el sujeto (es decir la forma del tiempo), guarda una necesaria relación con la unidad trascendental del Yo pienso, pues de otra manera esas representaciones carecerían de sentido para el sujeto o, en otras palabras, no podrían constituirse en representación alguna para el mismo. A esa “unidad” – que no es sino la “unidad trascendental de la autoconciencia”– Kant la concibe como el acto de la espontaneidad de una apercepción pura u originaria. Para que las diferentes representaciones dadas en una intuición –escribe el filósofo alemán– lleguen a formar conjuntamente mis representaciones, para que estas me pertenezcan (y las condiciones de su pertenencia son asimismo las condiciones de su existencia como tales representaciones), han de conformarse forzosamente a la condición que les permite hallarse juntas en una autoconciencia general, esto es, han de conformarse al acto o síntesis de la apercepción originaria del Yo pienso. 166 Schiller (2005: 197). 167 Immanuel Kant (1994: B132). 119 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx Ahora bien, del pensamiento de que todas esas representaciones dadas en el sujeto me pertenecen (y por el mismo hecho de que las llamo mías) se sigue la conciencia que tengo de la “identidad del yo”168 (lo que “equivale a decir que tengo conciencia a priori de una ineludible síntesis de esas representaciones, síntesis que recibe el nombre de unidad sintética originaria de apercepción”)169. Si el sujeto ha de ser consciente de la diversidad de representaciones dadas en él para que estas tengan sentido, y si ha de ser consciente a su vez de estas como constituyendo conjuntamente una unidad, entonces también debe ser posible que este Yo llegue a ser consciente de su propia identidad como sujeto respecto del pensamiento de cada una de esas representaciones. Dadas las representaciones A, B y C en un sujeto, el Yo que piensa A debe ser –con conciencia de ello– idéntico al Yo que piensa B, C, etc. Como afirma Kant, todas mis representaciones en cualquier intuición dada deben estar sujetas a la única condición bajo la cual puedo adscribirlas a las representaciones de mi yo idéntico y, consiguientemente, reunirlas, como ligadas sintéticamente en una apercepción, mediante la expresión general “Yo pienso”170. Más allá de si la lectura que hace Schiller respecto de esta cuestión es o no correcta (o más o menos coherente), lo que nos interesa son las consecuencias que, a partir de esta lectura, se siguen en las propias Cartas (y, por cierto, principalmente nos interesan aquellas consecuencias que nos posibiliten esclarecer sus diferencias con el pensamiento marxiano). Una de esas consecuencias es que lo que “permanece” (la persona, esto es, “lo que se manifiesta en el Yo que permanece eternamente, y sólo en ese Yo”) ha de ser su propia causa, dado que –a diferencia del estado físico– no puede surgir de la variación. En la medida en que la persona es causa 168 De cuál sea el carácter de la “identidad del yo” lo aclara Kant varias páginas más adelante, en Paralogismos de la razón pura, cuando señala que la proposición que afirma “la identidad de mí mismo en medio de la multiplicidad de las cosas de las que tengo conciencia se halla, igualmente, contenida en los conceptos mismos y es, por consiguiente, analítica. Pero tal identidad del sujeto, de la que puedo adquirir conciencia en todas mis representaciones, no se refiere a una intuición del sujeto mediante la cual este sea dado como objeto”. Op. cit., B 408. 169 170 Ibid., B 135. Cfr. Henry E. Allison (1992: 227). 120 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx invariable de sí, “somos porque somos” y no porque pensemos, sintamos o queramos171 . Si bien sólo pensamos, queremos o sentimos porque somos en relación a una alteridad (“sentimos, pensamos y queremos, porque hay algo distinto fuera de nosotros”), sin embargo esa “relación” sólo es posible (como tal relación) por la identidad de nuestro ser que es en relación a la espontaneidad de la propia causalidad interna. No pensamos, queremos ni sentimos, por lo que hay de permanente en nosotros, sino porque hay variación. Pero, inversamente, no es por esta variación que somos, sino por causa de la persona que hay en nosotros. De lo que se sigue que, “para que se produzca un cambio, algo ha de cambiar, pero ese algo no puede ser él mismo un cambio”172 ; lo que cambia, cambia en eso que en sí mismo permanece invariable. La persona se autofundamenta como “la unidad absoluta e indivisible” que, a través de la multiplicidad de sus manifestaciones, se afirma en todos los cambios de estado173 . Pensar, querer, sentir, se reducen a expresiones relativas a eso que se manifiesta sólo en el Yo que permanece eternamente; lo que a través de la diversidad variable de sus manifestaciones se expresa en el “Yo puro” es la libertad de la persona. De lo que se desprende una segunda consecuencia: esta guarda, en cierto sentido, relación con el concepto de enajenación. En una nota Schiller escribe: La lengua tiene una expresión muy acertada para definir ese estado de enajenación (Zustand der Selbstlosigkeit) bajo el dominio de las sensaciones: estar fuera de sí (ausser sich seyn), es decir, estar fuera del propio yo […] puede decirse que todo aquél que sólo siente está fuera de sí. Cuando cesa ese estado y se recupera el juicio, decimos también correctamente: volver a sí (in sich gehen), es decir, volver al propio yo, restablecer la personalidad174. Literalmente, para referirse a esa especie de “estado de enajenación”, Schiller habla de “estado de pérdida de sí” (Zustand der Selbstlosigkeit) y no de Entäuβerung (enajenación) ni de Entfremdung (alienación). Como “pérdida de sí” el “estar fuera de sí” (alienación) es concebido en términos de merma de la 171 Schiller (2005: 195). 172 Loc. cit. 173 Ibid., 205. 174 Ibid., 203. 121 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx personalidad, de ausencia de juicio; estar fuera de sí es para Schiller estar sacado del propio yo, fuera del poder de “volver a sí” en que consiste la subjetividad. Recuperado el juicio, el yo puede en cada uno de sus estados de variación relacionarse consigo como personalidad idéntica, sin perderse en la multiplicidad de sus exteriorizaciones sensibles. Es por esta razón, es decir, porque en la presencia de la personalidad (o en términos negativos: la no pérdida del yo) se juega la posibilidad misma de toda experiencia (incluida la experiencia de lo bello), que Schiller se ve forzado a mantener la diferencia entre esa doble naturaleza o impulso en el hombre: la doble tendencia hacia la variación sensible y hacia la unidad formal. Lo que ha hecho la cultura es dividir en el hombre (produciendo una escisión política de su humanidad) lo que debe (desde el punto de vista de la finalidad de la razón) estar en armonía. Pero, a su vez, esa armonía sólo puede ser asegurada mediante una cultura cuya tarea consiste en vigilar esos dos impulsos, que agotan el concepto de humanidad, y garantizar el ámbito de cada uno. La cultura (estética) debe hacer justicia a ambos impulsos por igual y tiene que afirmar no sólo el impulso racional frente al sensible sino también el sensible frente al racional, asegurando así el principio de acción recíproca entre los dos: pues no hay materia sin forma, ni forma sin materia. Garantizar el ámbito de cada uno significa dos cosas a la vez: respetar la diferencia irreducible en la tendencia de esos dos impulsos, ya que el uno insiste en la variación y el otro en la invariabilidad, y no hacer de esa diferencia un antagonismo. A la contradicción se opone no la uniformidad (que implica necesariamente subordinación del impulso sensible por el racional) sino la armonía. Schiller nos dice que cuando impera la sensibilidad sobre la razón, el hombre nunca llega a ser él mismo (Er selbst), y cuando impera la razón, no puede ser nunca algo distinto (etwas Anders). El hombre es entonces aquel que siendo algo distinto permanece él mismo. Según vimos ese “algo” ha de cambiar, sin que pueda ser él mismo un cambio. Si bien la belleza como objeto de la cultura estética une esos dos estados contrapuestos, superando así la oposición en un tercer estado, la distancia que existe entre materia y forma, 122 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx entre pasividad y actividad, entre sensación y pensamiento, es infinita175. Es por esta distancia que los hombres no nos confundimos con el tiempo ni nos identificamos simplemente con el ser absoluto, sino que existimos como los entes sensibles finitos que llevan en sí el impulso de lo divino. Otro es el problema que se plantea el joven Marx. No es por cierto el de la suspensión estética de la distancia que separa pasividad y actividad, sensación y pensamiento, sino el de la superación de la división del trabajo que ha producido la ilusión de una distancia entre ambos. El presupuesto de esa ilusión es precisamente el que cuestiona Marx: que hay “algo” en nosotros que permanece como invariable. No “somos porque somos”, sino que somos porque pensamos, sentimos, queremos, etc., lo que significa que somos la diversidad de esas cosas, por ende somos porque estamos “fuera de sí”, cada vez. Vale decir: es en la pluralidad de apariciones sensibles donde se juega el sentido de nuestra existencia y se configura nuestra historia, conforme a una exterioridad de las cosas –su presencia misma– en la que el sentido del aparecer, la conciencia práctica, no se deja disociar más del aparecer del sentido (de aquello que Marx llama la exteriorización sensible). Por un lado la presencia de las cosas, su aparecer, es indisociable de la forma misma en que el hombre se lo apropia (apropiación, Aneignung, que el pensador alemán denomina praxis o actividad sensible), lo integra –o no– a una experiencia mediante esta praxis. Por otro lado, sin embargo, el sujeto de esta experiencia no está presupuesto; él está hecho, históricamente producido y culturalmente investido en relación a lo que produce (el único sentido, Sinn, de los sentidos, Sinne, que hacen el ser del hombre es el sentido histórico). Adviniendo del hombre –y al hombre– algo (el sentido), en su relación práctica con las cosas, algo le acontece, teniendo lugar él mismo a través de esta experiencia. Su única naturaleza se declina como tal experiencia. Por lo que en relación a la presentación de las cosas, a su venida al mundo, el sujeto no es de derecho anterior al objeto, ni goza de una evidencia superior a partir de la cual condiciona el sentido pensable de este último. No hay horizonte de inteligibilidad que anteceda a los fenómenos, en cuanto el sentido (en el doble 175 Ibid., 261. 123 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx sentido de esta palabra) viene con y como el aparecer (el “aparecer” que es el hombre, su presentación sensible)176 . Lo que cuestiona el joven Marx es precisamente la anterioridad de derecho de un sujeto constituyente de sentido; el individuo humano, corpóreo, es por el contrario el pathos del acontecimiento del sentido, del que se apropia mediante su composición sensible con el mundo. Y así como no hay –según Marx– la unidad de una conciencia productora de la inteligibilidad de los fenómenos –que aparecen para un sujeto–, así tampoco hay la unidad objetiva de los objetos de la experiencia. No hay, en estricto rigor, objeto en general. Lo que hay más bien es una pluralidad de objetos para una pluralidad de sentidos u órganos sensibles. No sólo es evidente –según escribe Marx– que el ojo humano goza de modo distinto que el ojo bruto, inhumano, que el oído humano goza de manera distinta que el bruto, etc., sino además cada órgano posee su singularidad (Eigentümlichkeit), conforme al modo de su exteriorización sensible: “Un objeto (Gegenstand) –escribe– es distinto para el ojo que para el oído y el objeto del ojo es distinto que el del oído. La peculiaridad (Eigentümlichkeit) de cada fuerza esencial (Wesenskraft) es precisamente su ser singular (eigentümliches Wesen), luego también el modo singular de su objetivación”177. Afirmar que no sólo el objeto para el ojo no es el mismo que el objeto para el oído, sino además es diverso el del ojo y el del oído, es lo mismo que decir que no hay objeto –y tampoco sujeto– en general, sino modos singulares de exteriorización, praxis diversas de sentido, y que el hombre, sus objetos y sus relaciones con ellos, no es más que la praxis de esta presentación diversa. 176 El planteamiento de Marx se inserta en la línea del pensamiento “acontecial” explorada –en una perspectiva fenomenológica– por Claude Romano. Si bien es otra la tradición filosófica que el autor refiere es reconocible en Marx muchos de los aspectos que aquél describe en uno de sus artículos, sobre todo si tomamos en cuenta la “lógica de los encuentros” a la que inexorablemente está ligado el “sentido” en su carácter acontecial. Hay una evidente proximidad entre el recorrido de Romano y la línea de pensamiento perteneciente a lo que el último Althusser llama “la corriente subterránea del materialismo aleatorio”. Desde el punto de vista de la lógica de los encuentros o de lo que más recientemente Balibar denomina “ontología de la relación”, el nombre de Marx se remonta a una tradición más vasta (que va desde el materialismo antiguo hasta Spinoza, pasando por Maquiavelo). Cfr. Claude Romano (2008: 2553); L. Althusser (2002: 31-71); y Etienne Balibar (2000: 35-39). 177 K. Marx (1968: 145). 124 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx El hombre no sale de sí mediante la actividad hacia el exterior de su personalidad, más bien se exterioriza a través de la actividad sensible en cuanto su naturaleza está originariamente fuera de sí. El hombre se agota en su ser sensible: no es otra cosa que la exteriorización, la abertura y la salida que son los sentidos de aquél (su existencia misma), es decir la exteriorización que hace lo propio del hombre en tanto que pasión de la alteridad, en tanto que ser paciente178; el único ser es el “ser sensible” y el único mundo de los posibles es el “mundo de los sentidos”. Que el hombre sea un ser paciente significa que los objetos de sus impulsos vitales, de sus capacidades activas, existen en el exterior de sí; exterioridad que sin embargo le es constitutiva. “Ser sensible” quiere decir no sólo que el hombre –como el animal y la planta– tiene “objetos sensibles fuera de sí”, también significa que ese “fuera de sí” es la pasión que hace el ser del hombre: “La pasión –escribe Marx– es la fuerza esencial del hombre que tiende enérgicamente hacia su objeto”179. La pasión es el para sí del hombre, la venida a la presencia por la cual no es simplemente un ser natural, sino “ser natural humano”, esto es, la presencia de lo que no se da más que como la franquía de sí, que no accede a nada más que al movimiento de su propia praxis, sin origen ni telos180: la exteriorización, la apertura y la salida que son los sentidos del hombre (su existencia misma). Vale decir: no la exteriorización como salida de lo propio de una presencia, sino la exteriorización que hace lo propio del hombre en tanto que pasión de la salida; no la exteriorización del hombre por tanto, sino el hombre que es la exteriorización misma, su pasión, su sentido. 178 “Sinnlich sein ist leidend sein” (“Ser sensible –escribe Marx– es ser paciente”). Op. cit., 138. 179 Loc. cit. 180 Movimiento sin origen, pues la cuestión del origen o fundamento trascendentes sólo es posible desde la perspectiva de un concepto abstracto del hombre y de la naturaleza. Desde el punto de vista del “individuo social”, toda la así llamada “historia universal” no es otra cosa que la producción del hombre a través de la industria humana, como “la prueba irrefutable de su nacimiento” a partir de “su proceso de constitución”. No hay origen sino “proceso”, “devenir” del hombre a sí mismo. Cfr. K. Marx (1968: 98). Y proceso sin telos porque “toda experiencia sensible y, en general, toda experiencia real, es aquella de la que nunca se sabe de antemano ‘de dónde’ viene ni ‘adónde’ va”; ella carece de “pasaporte dialéctico” precisamente por carecer “de un desarrollo interior”. El hombre es, desde el punto de vista de su experiencia sensible, de su pasión, un “indocumentado”. Cfr. K. Marx (1967: 87-88). 125 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx Esta es la premisa fundamental que acompañará el conjunto de la obra marxiana: la sensibilidad no es el atributo de un sujeto que se define por la acción (y cuyo principio es la voluntad)181 , sino que, a la inversa, la actividad sólo se dice de un ser paciente; si los individuos humanos actúan es porque ellos necesitan actuar, y esa necesidad es la prueba de la pasión por un otro de sí182. Décadas más tarde, en 1875, Marx afirma que la actividad de producción no es otra cosa que “la exteriorización de una fuerza natural”, la “fuerza humana de trabajo”, en unidad con todos los objetos y medios materiales que le son apropiados para su realización183. Definida así, esa actividad deja de ser la cualidad esencial que se refiere al hombre, como si este fuese el sujeto del que ella se predica. La actividad es más bien concebida como la industria productora de los hombres, la praxis que media la relación transformadora de estos con su propia existencia. No se trata por consiguiente del hombre, sino de la industria de los sentidos que hacen el sentido como el efecto humanidad del hombre. Se trata en otras palabras de la fuerza humana como lo que nace viniendo al aparecer y modificándose en el movimiento de esta venida. Si bien la “fuerza humana” es “fuerza natural”, esta se caracteriza en el hombre por no ser otra cosa que el movimiento de una exteriorización. La presentación o actualización de la fuerza ya no son del orden de una presencia natural: ellas son ese “acto de nacimiento” en que consiste nuestra esencia, la de nuestro ser como “ser histórico”184. En cuanto devenir histórico, la “fuerza de trabajo”, 181 Es justamente lo que –contra lo que plantea Agamben– distancia a Marx de Novalis. Para este –al menos según lo destaca el mismo filósofo italiano– lo que define al hombre es la voluntad, principio de la acción conformadora: “El mundo –escribe Novalis– posee una aptitud original para ser animado por mí –está animado a priori por mí– es una misma cosa conmigo. Yo poseo una tendencia y una capacidad originales para animarlo. No puedo entrar en relación con nada que no se oriente de acuerdo con mi voluntad o que no concuerde con ella. Es, pues, necesario que el mundo tenga las disposiciones originarias para orientarse a mi manera –para conformarse a mi voluntad”; “Yo me sé a mí mismo como me quiero y me quiero como me sé – porque quiero mi voluntad, porque quiero de una manera absoluta. Por lo tanto, en mí, saber y querer están perfectamente unidos”. Cfr. Novalis (1976: 404). 182 Marx en los Manuscritos del 44’ pone el caso del hambre para ejemplificar lo que es toda relación de exteriorización: “El hambre es una necesidad natural; necesita, pues, una naturaleza fuera de sí, un objeto fuera de sí, para satisfacerse, para calmarse. El hambre es la necesidad objetiva que un cuerpo tiene de un objeto que está fuera de él y es indispensable para su integración y exteriorización esencial. El sol es el objeto de la planta, un objeto indispensable para ella, confirmador de su vida, así como la planta es objeto del sol, como exteriorización de la fuerza vivificadora del sol, de la fuerza esencial objetiva del sol”. K. Marx (1968: 137). 183 Cfr. K. Marx (1972: 19). 184 Cfr. K. Marx (1968: 138). 126 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx en unidad con los objetos y medios materiales de producción, es indiscernible de la techné de la presentación de los hombres. 127 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx II ACTIVIDAD IMPURA II. 1. Sobre la noción de “riqueza” en el joven Marx Entre septiembre y noviembre de 1844, Marx escribe: Proletariado y riqueza son términos antagónicos (Proletariat und Reichtum sind Gegensätze). Forman, en cuanto tales, un todo. Ambos son modalidades del mundo de la propiedad privada (Sie sind beide Gestaltungen der Welt des Privateigentums). De lo que se trata es de la posición determinada que uno y otra ocupan en la antinomia. No basta con decir que se trata de los dos aspectos de un todo. La propiedad privada en cuanto propiedad privada, en cuanto riqueza, se halla obligada a mantener su propia existencia, y con ella la de su antítesis, el proletariado. Es éste el lado positivo de la antinomia, la propiedad privada que se satisface a sí misma (das in sich selbst befriedigte Privateigentum). Y, a la inversa, el proletariado en cuanto proletariado está obligado a destruirse a sí mismo y con él a su antítesis condicionante, que lo hace ser tal proletariado, es decir, a la propiedad privada. Tal es el lado negativo de la antítesis, su inquietud en sí, la propiedad privada disuelta y que se disuelve (seine Unruhe in sich, das aufgelöste und sich auflösende Privateigentum)1. Mientras la clase poseedora se complace en su situación, representa el conato de conservación de la forma de la propiedad que se satisface en su propia reproducción y acumulación, la clase proletaria por el contrario es esa misma forma pero plasmada en el deseo de su propia destrucción. Ella es, en otras palabras, la formación (Gestaltung) del mundo de la riqueza pero como configuración fatigada de inquietud, descompuesta y en vías de disolución. En el marco de esta antinomia el propietario privado constituye, pues, la “parte conservadora” (konservative Partei) y el proletariado la “parte destructiva” (destruktive Partei). “Aquél –escribe Marx en ese mismo texto– obra para mantener la antítesis, este último para destruirla” (Von jenem geht die Aktion des Erhaltens des Gegensatzes, von diesem die Aktion seiner Vernichtung aus)2. El proletariado no es, en suma, otra cosa que una configuración del 1 K. Marx & F. Engels (1967: 100). 2 Op. cit., 101. 128 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx mundo de la propiedad privada, aunque bajo el aspecto de su negatividad destructora, es decir, de una deflagración de la forma en que ella se presenta. Él es la presencia dislocada, el dominio disjunto, inquieto en sí de la propiedad entre posesión e indigencia. No siendo la forma más radical y extrema de la emancipación humana, la emancipación política es no obstante “la forma última de la emancipación humana dentro del orden del mundo actual”3. Este “orden” de carácter mundial es el de la “Privateigentum” (propiedad privada), transformada ahora en la disposición esencial de acuerdo a la cual se anuda la existencia misma de la sociedad moderna. En los llamados Manuscritos económico-filosóficos (1844), Marx –el “Moro”– señala que la oposición entre carencia de propiedad y propiedad es una oposición “todavía indiferente”, “no captada aún en su relación activa, en su conexión interna, no captada aún como contradicción”, mientras no se la comprenda como “la oposición de Trabajo y Capital”. Impensada desde el punto de vista de tal oposición, esa “carencia de propiedad” no aparece “como puesta por la propiedad privada misma”4. Trabajo y Capital constituyen los dos polos de la riqueza “como una relación desarrollada hasta la contradicción” entre desapropiación y apropiación. El orden temporal de la época del Capital, esto es, la nueva disposición de las fuerzas del mundo moderno dentro del que se da la forma política (como “forma última”) de la emancipación humana, es el de una “conexión interna” y antinómica entre términos de una totalidad desgarrada, entre propietarios y nopropietarios, entre burgueses y proletarios. Los lectores de Marx –entre esos Laclau– muchas veces olvidan que para el autor alemán se trata siempre de una universalidad –la del Capital– como forma dislocada en su interior por una doble lógica de lo universal: la de lo universal abstracto (correspondiente a la división entre el hombre y el ciudadano) y la de lo “común” como espacio abierto que resta tras la pérdida de toda pertenencia a la sociedad civil. Que la universalidad no se reduzca a una sola, a la unidad de una presencia que coincide consigo misma, con su propia 3 K. Marx (1979: 117). 4 K. Marx (1968: 84). 129 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx forma, sino que esté dividida por una lógica que es doble, significa que su forma está excedida, trabajada por aquello otro –el proletariado, la nopropiedad– que la vuelve –desde su origen– una forma-otra, no coherente consigo, separada de sí, amenazada desde su interior, acechada, parasitada. Marx muestra que el universalismo burgués, es decir, el correspondiente a lo que llama “hombre abstracto”, sujeto de la comunidad formal de derecho, es el producto de la separación de toda situación particular, de la abstracción que necesita –para afirmarse como universal– elevarse por encima de lo concreto – el individuo propietario de la sociedad civil. Pero resulta que ese formalismo lleva en la operación misma de su abstracción la huella o remanente de aquello de lo que pretende separarse. Este universalismo exhibe aquello que debe separar de sí para constituirse como universal: la situación particular de la que se desprende. La abstracción es –dice Marx– dependiente de la condición social particular de la que se separa, y que, en la operación misma de la separación, permanece adherido a ella como su contaminación necesaria: como el materialismo de su forma, o la estructura económica sobre la que ella se articula. Esta es la lógica de lo universal que puede reconocer Laclau en su lectura de uno de los textos tempranos de Marx. Ahora bien, que esta lógica sea frecuentada por la situación de clase de la que depende inevitablemente, trae como consecuencia una duplicación espectral de la universalidad: la “voluntad general” no sólo es el significante que en su pretensión de universalidad fracasa por la impureza del contenido particular que se le adhiere, también es la presencia duplicada por el espectro de la comunidad de los desposeídos que ella incluye, pero que debe a un tiempo excluir como la posibilidad íntima de su disolución. En suma, al formalismo de la igualdad “democrático-burguesa” no sólo se le adhiere el particularismo de las voluntades individuales, con sus intereses privados, también se le incrusta la negatividad de eso que –como “no propiedad”– lo amenaza espectralmente con la venida de otra lógica de lo común y universal. Digamos (a modo de anticipación de una cuestión que desarrollaremos en lo sucesivo) que la comunidad de lo común en la filosofía marxiana desfonda la distinción – mediante la rasgadura de la frontera– existente entre lo universal y lo particular. 130 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx En las líneas que siguen nos detendremos –según la partición de esta doble lógica (la cual está esencialmente enlazada a la división del discurso “humanista” y a la dislocación de la metafísica que este “humanismo” envuelve)– en el concepto, igualmente dividido, de “riqueza” en la obra temprana de Marx. Si la crítica de la filosofía del Estado debemos remontarla a los manuscritos de Kreuznach5, la cuestión de la determinación de la riqueza como propiedad hemos de remitirla a los artículos periodísticos concernientes a “Los debates sobre la Ley acerca del Robo de leña”, publicados en la Gaceta Renana entre el 25 de octubre y el 3 de noviembre de 1842. Estos artículos sobre el robo de leña y sobre la situación de los viñadores del Mosela se pueden considerar –según lo advierte Bensaïd– “como el punto de partida, en la obra de Marx, de una crítica radical de la propiedad privada de los medios de producción y de cambio”6. Si en Sobre la cuestión judía su autor parte –en su crítica del derecho moderno– de la base de una propiedad ya establecida, la problemática abordada en 1842 es aquella de su proceso de institución. Se trata ahora de exponer la escena de una violencia originaria. El asunto del robo de leña le ofrece a Marx la oportunidad para cuestionar la institución jurídica de la posesión en un momento en que esta aún no está plenamente consolidada como derecho universal (de clase). Él se centra en el contexto de un período de transición, que constituye una fase histórica decisiva en la redefinición de las relaciones de propiedad. La polémica desatada en el instante en que Marx comienza a escribir sus artículos responde a las deliberaciones de la Dieta renana de junio de 1842 acerca de un “informe relativo al robo de leña y otros productos del bosque”, el que se había incrementado en el último tiempo como consecuencia del pauperismo rural. Se trataba de sancionar, mediante una propuesta de ley presentada ante la Dieta, la apropiación ilegal de leña y otros productos forestales por parte de campesinos masivamente empobrecidos, y esto 5 Nos referimos, por cierto, a los manuscritos inéditos, conocidos a partir de 1927 como Kritik des Hegelschen Staatsrechts (Crítica del derecho de Estado hegeliano), redactados por el joven Marx en Kreuznach durante el verano de 1843. 6 Cfr. Daniel Bensaïd (2007: 123-124). 131 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx teniendo en cuenta que dicha apropiación no sólo apuntaba al consumo inmediato sino también a su venta como mercancía7. Al mismo tiempo que un dispositivo de sanciones penales institucionalizaba nuevas formas de delincuencia y de criminalidad social, la nueva legislación lo que buscaba era hacer valer el derecho de propiedad, distinguiendo rigurosamente sus títulos legales de toda otra forma de apropiación. La que debía a partir de ahora ser sancionada como acto delictivo. Vale decir, era necesario despejar de manera definitiva, y para evitar todo tipo de equívocos al respecto, las aún subsistentes formaciones “híbridas y fluctuantes de la propiedad”, que llevaban a confundir (o a no distinguir suficientemente) los derechos consuetudinarios de uso y de ocupación (así por ejemplo de ciertos productos naturales del bosque) y el derecho positivo sobre la riqueza. Confundir ambos derechos significaba una poco certera división social entre la clase de los que poseen y la clase de los desposeídos, entre propietarios y no propietarios. Desde el punto de vista de un derecho estrictamente privado, se trataba de la existencia de una clase que debía afirmarse hegemónicamente frente a otra radicalmente excluida de la riqueza8. Marx no deja de remarcar aquí la tensión que originalmente polariza en su interior al discurso moderno sobre el derecho de apropiación. Así, por ejemplo, en el argumento de Locke el derecho sobre la propiedad está fundado en el derecho natural y universal de ocupación y uso material de los bienes mediante la labor del cuerpo y el trabajo de las manos9. Por lo tanto ese derecho se ejerce a través de la actividad inherente a la vida de los individuos, 7 Op. cit., 100-101. 8 “El entendimiento [de Estado] –escribe el joven Marx– eliminó, pues, las formas híbridas y fluctuantes de la propiedad, aplicando las categorías ya existentes del derecho privado, cuyo esquema se encontraba en el derecho romano. El entendimiento legislador se creía aun más autorizado a eliminar las obligaciones que tenía esta propiedad oscilante con las clases más pobres por el hecho de eliminar también sus privilegios estatales; se olvidaba, sin embargo, de que, aun considerado exclusivamente desde el punto de vista del derecho privado, existía un doble derecho, el derecho privado del propietario y el del no propietario”. K. Marx (2007b: 37). 9 “Dios –escribe Locke– “ha dado la tierra a los hijos de los hombres”, es decir, ha dado la tierra a la humanidad en común […]. La tierra y todo lo que hay en ella fueron dados a los hombres para sustento y comodidad de su existencia […], sin embargo como fueron dados para uso de los hombres, necesariamente debe haber algún medio de apropiarse de ellos antes de que puedan ser utilizados […]. La ‘labor’ de su cuerpo y el trabajo de sus manos, podríamos decir que son suyos por propiedad. Cualquier cosa, entonces, que saque del estado en que la naturaleza la ha producido y dejado, modificándola por su labor y añadiéndole algo que le es propio, de tal forma se ha convertido en su propiedad”. Cfr. John Locke (2003: 23). 132 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx a sus necesidades biológicas. En el discurso de Locke el derecho civil sobre la propiedad, es decir, su institución jurídico-política, está superpuesto sobre el fondo de un derecho que es indiscernible de la condición vital de las personas. Por lo que nadie, absolutamente nadie, ningún individuo o gobierno, puede negar ese derecho sin violentar ilegítimamente la vida misma de los hombres. El autor inglés presenta esto como un límite infranqueable de la acumulación y de la privatización de la riqueza10. Cualquier cosa entonces que sea sacada de su estado primigenio de naturaleza, modificada por la labor y aumentada por medio del trabajo, se ha convertido en propiedad: “Quien se alimenta con las bellotas que recogió bajo un roble, o con las manzanas que cosechó de los árboles del bosque, sin duda se ha apropiado de ellas. Nadie puede negar que el alimento es suyo”11. Según esta visión, al estatuto natural de los objetos que no han sido aún mediados por la labor o el trabajo de otro le corresponde un derecho natural de utilización por parte de cualquiera, basado en el estatuto inviolable de la existencia humana. Locke traza así el círculo que va de la apropiación al hombre y de este a la apropiación. De tal modo, la piedra de toque de dicha apropiación es el originario derecho de la vida, del cual depende el valor intrínseco de las cosas. Esto por una parte, por otra sin embargo, en el mismo momento en que la privatización de la riqueza es definida, por respecto a la vida de los hombres, como propiedad personal, defender los derechos de la persona –junto con los de la posesión privada que ellos implican– vuelve necesario su redoblamiento jurídico y la extensión hegemónica de su dominio a nuevos campos de aplicación. Lo que va ligado a la creciente penalización de las prácticas consuetudinarias del derecho de uso y ocupación. Al golpe de fuerza inicial de 10 “La misma ley de la naturaleza –escribe el filósofo británico– que por este medio nos da la propiedad, también pone límites a ella. “Dios nos ha dado todas las cosas en abundancia” ¿Es la voz de la razón confirmada por la inspiración? ¿Pero cuánto nos ha dado El “para que lo disfrutemos”? Tanto cuanto cada uno pueda usar para beneficio de su vida antes de que se eche a perder, tanto cuanto pueda apropiarse por medio de su trabajo. Todo lo que excede la parte que puede utilizar pertenece a los demás. Nada fue creado por Dios para que el hombre lo eche a perder o lo destruya”. De ahí sus reparos con respecto a los riegos que conlleva la invención del dinero, pues con éste se extiende “el deseo de tener más de lo que los hombres necesitaban”, con lo que tiende a peligrar “la misma regla de propiedad, a saber, que todo hombre debería tener tanto como lo que es capaz de utilizar […] sin perjuicio de nadie”. Cfr. J. Locke (2003: 25-29). 11 John Locke (2003: 23). 133 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx este último debía oponérsele el golpe de fuerza de la ley: esta debía tener por función el garantizar jurídicamente el derecho soberano de los propietarios, sobre sí mismos y sobre sus bienes. Es como si Marx contrastara dos corrientes de pensamiento relativas a la conservatio vitae; dos modulaciones de un mismo deseo: el conatus sese praeservandi de Hobbes y el desire of selfpreservation de Locke. En la medida en que la propiedad es percibida como la precondición de la permanencia en la vida, y en cuanto el deseo de conservación con el que esa vida se identifica es –en términos hobbesianos– el conatus de una apropiación ilimitada (que paradójicamente atenta contra la posibilidad misma de la conservatio vitae)12, se hace imprescindible, para una efectiva autopreservación, el aseguramiento de la posesión mediante leyes. Vale decir: la propiedad de la persona, de la cual Locke deduce el derecho sobre los bienes que derivan de ella, no es posible al margen de la institución civil y de las garantías legales. La persona –según advierte Hobbes– es ella misma, al igual que la propiedad, una categoría jurídica. Es Kant quien va a desarrollar (y a fundamentar trascendentalmente) el argumento hobbesiano. Él, en efecto, señala que quien desee afirmar que tiene una cosa como suya ha de estar en posesión del objeto, sin que esto sea posible más que “de modo meramente jurídico”13. “Lo jurídicamente mío (meum iuris) –escribe– es aquello con lo que estoy tan ligado, que cualquier uso que otro pudiera hacer de ello sin mi consentimiento, me lesionaría”. ¿De qué índole es esta ligadura? El autor de Königsberg añade: “algo exterior sería mío sólo si puedo suponer que el uso que cualquier otro hace de una cosa puede lesionarme, aunque yo no esté, sin embargo, en posesión [material] de ella”14. 12 En De Cive (1642) Hobbes escribe: “como todo hombre tiene el derecho de preservarse a sí mismo, debe también permitírsele el derecho de usar todos los medios y realizar todos los actos posibles, sin los cuales no puede preservarse a sí mismo […] es manifiesto que por derecho natural todo hombre puede hacer y poseer esas cosas que necesariamente conducen a la protección de su vida y de sus miembros, de ello se sigue que en el estado de naturaleza tenerlo todo y hacerlo todo es legítimo para todos […]. Pero el menor beneficio que pueden sacar los hombres es el de tener un derecho en común a todas las cosas. Pues los efectos de un derecho así son casi los mismos que si no hubiera habido ningún derecho en absoluto. Pues aunque cualquier hombre puede decir de todas las cosas esto es mío, no podrá, sin embargo, disfrutarlo, por razón de que su vecino, el cual tiene el mismo derecho y el mismo poder, puede también decir que esa misma cosa es suya”. Cfr. Thomas Hobbes (2000: 60-62). 13 Cfr. I. Kant (2008: 58-59). 14 I. Kant, op. cit., 55-56. Sobre esta estrecha vinculación –propia al pensamiento moderno– de los conceptos de “sujeto de derecho”, de “libertad” y de “personalidad” con aquel de 134 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx El vínculo jurídico con el objeto es del tipo de una relación no sensible e inmaterial con lo que se posee. Kant distingue, por consiguiente, la “posesión inteligible” –la única por la cual puedo afirmar de una cosa que es mía–, esto es, la “posesión sin tenencia (detentio)”, de aquella meramente “física”. A una la llama possessio noumenon a la otra possessio phaenomenon. La “definición real” del concepto de propiedad dice que he de poder llamar mío a una cosa aún cuando “no sea tenedor del objeto”, por lo tanto, prescindiendo de las condiciones sensibles (espacio-temporales) de la posesión empírica. O sea, el modo de tener algo exterior al sujeto como suyo es el que corresponde al enlace puramente jurídico de la voluntad de ese sujeto con el objeto, independientemente de la relación espacio-temporal con el mismo, y según el concepto de una posesión intelectual15. Es decir que para poder salvarse, mantenerse a resguardo, la posesión privada –a la par de la libertad de la persona– necesita desincorporarse, espiritualizarse y constituir un punto de trascendencia respecto a su propio contenido, más allá de la tenencia corporal de los objetos físicos, dispuestos en el tiempo y en el espacio en que habitan los individuos empíricos. En este redoblamiento de la propiedad respecto de sí misma ha de ubicarse la brecha que separa un significado y otro de la posesión: entre tenencia material y propiedad en sentido estricto16. En Locke el dominio sobre el objeto no se funda –como en Kant– en la distancia que lo separa del sujeto17, sino en el movimiento de su incorporación mediante la labor del cuerpo y el trabajo de las manos. Basta en este sentido “propiedad”, véase el trabajo de Pietro Barcellona (1987: 40-113). En estas páginas el autor italiano muestra en qué términos, dentro del contexto de la tradición moderna, el concepto de propiedad es una determinación necesaria al proceso de individuación del yo y del desarrollo del hombre como “individuo autónomo”. 15 Ibid., 67. 16 Esta brecha que introduce Kant se corresponde con la distinción que había establecido antes Rousseau en su Contrato social (1762) entre la mera posesión (“que es tan sólo el efecto de la fuerza o el derecho del primer ocupante”) y la propiedad (“que no puede fundarse sino en un título positivo”). En el fundamento de esta distinción está la partición que introduce el ginebrino entre la voluntad general y la voluntad particular. Cfr. J. J. Rousseau (2003: 48-52). 17 Kant distingue entre dos modos de entender la exterioridad del objeto: “La expresión: un objeto está fuera de mí, puede significar: o bien que se trata sencillamente de un objeto diferente de mí (del sujeto), o también que se encuentra situado en otro lugar (positus) espacial o temporalmente. Sólo en el primer sentido puede pensarse la posesión como posesión racional”. Cfr. I. Kant, op. cit., 56. En el sentido de una posesión racional, es decir, meramente jurídica, la exterioridad del objeto es concebida desde un punto de vista trascendental y no empírico. Cfr. Roberto Esposito (2006: 104-105 ss). 135 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx que la manzana que cuelga de un árbol –en un terreno que aún no ha sido ocupado por nadie– sea arrancada mediante la actividad de un individuo, dueño de sí, para que esa manzana sea por derecho suya. Mientras que para Kant “no puedo llamar mío a un objeto en el espacio (una cosa corporal), a no ser que, aunque yo no lo posea físicamente, pueda afirmar, sin embargo, que lo poseo efectivamente de otro modo (por tanto, no físicamente)”. Así, no llamaré mía a una manzana porque la tenga en mi mano (la posea físicamente), sino sólo cuando pueda decir: “yo la poseo, aunque la haya alejado de mí, dondequiera que sea”18. A diferencia de Locke, Kant piensa que la propiedad privada no es posible más que cuando se instituye como una posesión a distancia. Entonces he de poder decir que la manzana es mía, incluso cuando esta permanece intocada por mis manos, fuera del alcance de este órgano físico y, no obstante, aferrada por la voluntad del sujeto de derecho que me constituye en propietario. Todos los derechos consuetudinarios –escribe el joven periodista de la Gaceta Renana– de lo pobres se basaban en que cierta propiedad “tenía un carácter fluctuante” que no hacía de ella con claridad una propiedad privada, pero tampoco con claridad una propiedad pública, “una mezcla de derecho privado y de derecho público que se nos presenta en todas las instituciones de la Edad Media”19. Pero el “entendimiento legislador” lo que hace es “petrificar la esencia fluida” de la propiedad, dándole “una determinación fija” a favor de los privilegios sobre ella por parte de privados. Pues para ese entendimiento – escribe Marx– “cada cosa tiene que aislarse y ser aislada para ser algo”20. Desde el momento en que la potestad jurídica sobre la cosa asegura, mediante su aislamiento y privatización, la posesión de la misma, estableciendo su enlace con la voluntad de la persona, independientemente de la tenencia restringida a las condiciones sensibles, se delinea con claridad el ámbito del derecho más allá de la apropiación corporal, uso, consumo o aprovechamiento actual de un objeto. Es destruido, en consecuencia, todo argumento ambiguo que dé pie a la legitimidad de la recolección de árboles caídos en medio del 18 I. Kant, op. cit., 58. 19 Cfr. K. Marx (2007: 36). 20 K. Marx, op. cit., 37. 136 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx bosque. Aún cuando estos no sean utilizados ni traficados por los presuntos propietarios de la tierra, recolectarlos pasa a ser inequívocamente un delito. Esa práctica es penalizada y transformada en robo. Si anteriormente, frente a la propiedad que tenía “en todos sus aspectos una naturaleza híbrida, dualista y ambigua”, la clase empobrecida, que en la sociedad civil ocupa una posición de no pertenencia a los derechos civiles, poseía no obstante un margen de derecho relativo a la ocupación, actualmente, ante la nueva legislación sobre el robo de leña y otros productos del bosque, es definitivamente marginada de toda propiedad21. Una vez que la propiedad es definida por relación a la persona, se produce una torsión del derecho por la cual aquella deviene el sujeto de un interés especial. Entonces “el interés del derecho puede hablar mientras sea el derecho del interés, pero debe callarse apenas entra en conflicto con este principio sagrado”22. Vale decir, el derecho está facultado de dictar leyes sólo ahí donde “el interés privado dicta leyes al derecho”23. El único principio que se reconoce es “el sentimiento del derecho y la justicia para la protección del interés del propietario forestal”, que se opone directamente “al sentimiento del derecho y la justicia para la protección del interés del propietario de la vida, del propietario de la libertad, del propietario de la humanidad”24, es decir, a todo eso que un pensador como Locke supuestamente debió defender. Desde ahora, ni la distancia física de los dueños del suelo, el no uso ni venta de la leña, va en desmedro de su condición de propietarios, ni su apropiación por parte de campesinos empobrecidos que necesitan vivir, su recolección e incorporación a través de las manos de estos, los legitima para declararse dueños de esos bienes. Este conjunto de artículos periodísticos de 1842 constituyen no sólo un elemento central en la genealogía de los llamados “intereses materiales”25, sino 21 Ibid., 38-39 ss. 22 Ibid., 74. 23 Ibid., 76. 24 Ibid., 68. 25 De esta genealogía se ocupa el propio Marx en 1859, cuando en el conocidísimo Prólogo de Contribución a la crítica de la economía política escribe: “Durante los años 1842-1843, en mi 137 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx también del concepto marxiano de proletariado, tal cual aparecerá a partir de 1844 (año de publicación de la Crítica de la filosofía del derecho de Hegel. Introducción). Si la existencia de una “naturaleza híbrida, dualista y ambigua” de la propiedad conllevaba a su vez el “carácter fluctuante” de unos pobres que oscilaban en un espacio intermedio entre la propiedad privada y la propiedad pública, con las nuevas legislaciones y con el consecuente endurecimiento del derecho de apropiación privada (así como las exclusiones y restricciones de los derechos consuetudinarios de los pobres que son el corolario obligado de dicho endurecimiento), lo que tenemos es aquello que Marx destaca en 1844 como “la pobreza producida artificialmente”, en contraposición a “la riqueza objetiva”. No hay un salto de la crítica de la política a la esfera de lo económico, pues en la cuestión política está implicado el problema de la propiedad. Y es a propósito de esta que Marx se plantea la exigencia de la “emancipación humana radical”. En la medida en que es dicha exigencia la que envuelve la tarea de otra forma (no privada) de la apropiación, Marx habrá de plantearse a su vez el programa político de una “emancipación de los sentidos”. Si en Schiller, por ejemplo, esta “emancipación” se inscribe en el horizonte26 de una carácter de director de la Neue Rheinische Zeitung me ví por vez primera en el compromiso de tener que opinar acerca de lo que han dado en llamarse intereses materiales. Los debates de la Dieta renana acerca del robo de leña y el parcelamiento de la propiedad de la tierra, la polémica oficial sobre la situación de los campesinos del Mosela, iniciada por el señor von Schaper, a la sazón gobernador de la provincia renana, con la Rheinische Zeitung, y por último los debates sobre el libre comercio y los aranceles proteccionistas, me brindaron una primera ocasión para ocuparme de problemas económicos”. Cfr. K. Marx (2003: 3). 26 Ese “horizonte” en el que se inscriben las Cartas de Schiller se refiere al ideal de una “educación del género humano” propuesto en 1780 por Lessing. Para este: “La educación tiene su meta […]. Lo que se educa, para algo se educa”. Ese “para algo”, ese telos al que se dirige la educación del género, no sólo constituye su “meta”, el ideal hacia el que se orienta teleológicamente, sino que es lo que a su vez sólo se deja revelar mediante el progresivo desarrollo pedagógico de los individuos y de los pueblos; es fin y proceso a la vez. Por un lado la pedagogía depende de un sentido, un para qué hacia el que se desarrolla, pero, por otro, este sentido o ideal depende de la educación del hombre para tener lugar y saberse como tal ideal de la historia del género. Tenemos así la concepción de una meta que se anticipa potencialmente a su proceso de desarrollo y que al mismo tiempo es producto final de éste: su cumplimiento (“llegará, seguro que llegará el tiempo del cumplimiento, cuando el hombre, a medida que su inteligencia se vaya convenciendo de que el futuro es cada vez mejor –“cuando la inteligencia llega a su completa ilustración y alumbra esa pureza de corazón que nos permite amar la virtud por sí misma”–, no tenga ya necesidad de recabar de ese mismo futuro motivos para sus acciones; el tiempo en que el hombre hará el bien porque es el bien y no porque se establezcan premios arbitrarios […] llegará ese tiempo de cierto, el tiempo de un nuevo Evangelio eterno, que se nos promete a nosotros en los libros elementales del Nuevo Testamento”). El sentido, por lo tanto, sólo se alumbra y sólo se constituye en cumplimiento de la historia, en verdad redentora, cuando dejamos de ver en la virtud un simple medio para otra cosa que el bien interno; cuando el sentido, el “para que” de la historia, constituye el “por sí 138 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx “Educación estética del Hombre”27, en aquél ella forma parte del proyecto de una liberación de la totalidad de los órganos humanos respecto de los dos polos que constituyen a la riqueza en su organización moderna: el Trabajo y el Capital. Para Marx se trata de la abolición de aquella disposición de la actividad que tiene la forma de la propiedad privada. Y esta tarea está orientada por la pregunta siguiente: ¿Qué significaría mirarnos y mirar nuestro mundo, sentirlo con todos nuestros sentidos, como el lugar –el único– de pertenencia, que ya no poseemos, y que ya no obedece a la condición –la dominante– que lo determina como propiedad?28 Ahora bien, ¿cuál es esa temprana noción marxiana de riqueza, que posibilita una articulación de la crítica de la política y de la economía con el pensamiento de una revolución sensible (vinculado este pensamiento a la concepción de una industria de los sentidos)? Si lo tuviésemos que resumir en pocas palabras –y en una fórmula que anticipara lo que debemos desplegar atendiendo a cada uno de los elementos en juego– diríamos que ellos se articulan desde el punto de vista de los sentidos u órganos humanos, concebidos estos como fuerzas o impulsos vitales, como medios o instrumentos de producción en los que se involucran las condiciones materiales misma” de la acción virtuosa como puro bien inmanente. El horizonte del ideal pedagógico de la humanidad, según este último escrito de Lessing, pertenece a la construcción de una filosofía de la Historia en términos de gradación de las capacidades de conocimiento y de despliegue de la razón mediante sucesivas revelaciones. Cfr. G. E. Lessing (1990: 627-658); cfr. asimismo la introducción de Agustín Andreu (1990: 84-157).. 27 Esta “educación” de la humanidad sólo se cumple a través de la resolución estética del conflicto entre sensibilidad e intelecto. Ahora bien, Marx se distancia de este programa estético en la medida en que está vinculado a una teleología o filosofía de la historia. Así al menos ocurre en Lessing y un poco más tarde en Herder. Para este, en efecto, la historia de la humanidad tiene como idea filosófica rectora el principio de la formación de la especie humana como sentido inmanente al “arte de la naturaleza” hacia el cual están enderezadas las fuerzas de lo viviente, y con estas, el conjunto de los órganos del hombre. De manera que “nuestra capacidad racional debe formarse para la razón, nuestros sentidos más primorosos para el arte, nuestros impulsos para la auténtica libertad y belleza, nuestras fuerzas motoras para el amor al prójimo”. Cfr. Johann Gottfried Herder (1959: 145). “Todas las pasiones –escribe– que bullen en el corazón [del hombre] son instintos salvajes de una potencia que aún no es consciente de sí misma pero que de acuerdo con su naturaleza tiende siempre al bien”. Op. cit., 495. Ese “bien” supremo es la propia humanidad del hombre: “La humanidad es el carácter de nuestro género, el que, aunque es en nosotros innato, sólo está como proyecto y, en realidad, tiene que ser formado”. Cfr. Gonzalo Portales (2001: 28). La estética es de algún modo inseparable del sentido de un ideal de humanidad, el cual es inherente al proyecto de educación de la especie. Vimos de alguna manera (cuestión que seguiremos desarrollando) que para Marx no hay tal ideal. 28 Cfr. Michael Hardt (2010: 138-139). 139 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx de existencia de los hombres, y a su vez como productos histórico-sociales de unas fuerzas heredadas. Concebidos así, esos órganos necesariamente están comprometidos en el trabajo que media la relación de los hombres con la naturaleza y consigo mismos. A través del trabajo, son los mismos hombres productos de la modificación histórica de sus sentidos. Así, pues, siendo el trabajo –según lo advierte el propio Marx– uno de los aspectos de la relación moderna de la propiedad, no es posible una liberación radical respecto de esta (que es presupuesto necesario de la política en tanto que parte del orden del Capital) sin una revolución que implique una transformación radical de los órganos del hombre. Cuando Marx habla de “la pobreza producida artificialmente”, esta artificialidad guarda relación con una determinada producción y composición orgánica de los sentidos en las que la apropiación privada de la riqueza obra a través de la operación contraria de desapropiación masiva. Se trata, en otras palabras, de la industria de la riqueza que produce carencia; de la riqueza como industria de la pobreza de los sentidos. Desde el punto de vista del imperio de la propiedad, “el hombre que nada tiene nada vale”, “se halla al margen de la existencia en general y, más aún, de una existencia humana”29. La no-posesión es el estado en que el hombre se encuentra totalmente divorciado de su “ser objetivo”, es decir, de la riqueza en tanto que “existencia del hombre para el otro hombre” o “actitud social del hombre ante el hombre”30. La “reapropiación del mundo objetivo”, por lo tanto de “la relación humana (social) del hombre con otro hombre”, no puede según Marx continuar siendo considerada “en la forma que la propiedad posee en la economía política”31. Si la “reapropiación” continuase teniendo esta forma, ella reproduciría la “no-posesión” y con esta “la tenencia del hambre, del frío, de las enfermedades, de los crímenes, de la humillación, del embrutecimiento”, o sea de todo lo que pertenece a “una irrealidad total del hombre” (eine völlige Unwirklichkeit des Menschen)32. No puede tratarse simplemente de la apropiación por parte de “unos” de la riqueza (y de su concepto) que tienen 29 K. Marx & F. Engels (1967: 107). 30 Ibid. 31 Ibid. 32 Ibid. 140 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx otros. Suprimir la no-posesión (y con ella las “condiciones de existencia” del proletariado) conlleva necesariamente la supresión del “antiguo modo de propiedad”; equivale a suprimir “el estado de cosas en que el hombre ha devenido prácticamente extraño a su esencia objetiva”, a superar “la expresión económica de la autoenajenación humana”33. La “reapropiación” de la riqueza en tanto que “mundo objetivo” de los hombres es concebida por Marx, en 1844, como la “real transformación de las condiciones reales de existencia” de estos (wirkliche Veränderung der wirklichen Bedingungen ihres Daseins)34. La “propiedad”, el “capital”, el “dinero”, el “trabajo asalariado”, etc., son formas de la riqueza y en ese sentido son expresiones de la existencia social y objetiva de los individuos; son modos de una “relación social”. Pero en cuanto tales son también, y al mismo tiempo, “productos reales y prácticos de su propia expoliación”35. No basta entonces con la mera (re)apropiación de estos “productos”, sino que es necesario (y esto es precisamente lo esencial en juego en la categoría de “emancipación radical”) su supresión; lo que no puede acontecer más que “de un modo práctico y material, para que, no sólo en el pensamiento, en la conciencia individual, sino en el ser multitudinario (massenhaften Sein), en la vida práctica, el hombre se convierta en hombre”36. Todo esto lo escribe Marx en Die Heilige Familia (La sagrada familia). El texto (o mejor dicho el conjunto de textos) es más o menos contemporáneo de los Manuscritos económico-filosóficos de París. Él fue publicado en febrero de 1845, y redactado –como ya lo señalamos– entre septiembre y noviembre de 1844. Pero para su redacción Marx utilizó fundamentalmente notas que había preparado en Kreuznach durante el verano de 1843, así como algunas notas hechas en París a fines de 1843 y principios de 1844, es decir, en fechas muy próximas al momento de preparación de sus Manuscritos económicofilosóficos. Entre septiembre y noviembre de 1844, Marx –repitámoslo– escribe: 33 Loc. cit. 34 Ibid., 118. 35 Ibid. 36 Loc. cit. 141 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx “para que, no sólo en el pensamiento, en la conciencia individual, sino en el ser masivo, en la vida, el hombre se convierta (devenga) en hombre (der Mensch zum Menschen werde)” es necesaria una “transformación real de las condiciones reales de su existencia”. La (re)apropiación de la riqueza ha de tener lugar como el devenir mismo en el que el hombre viene a la presencia, y viene a sí más allá de toda presencia dada. ¿Qué tipo de apropiación es esa que constituye el acontecimiento “hombre”, al hombre como el evento que tiene lugar en el cada vez de la existencia, tanto en el pensamiento como en su vida material? En La ideología alemana, sobre la estela de este mismo problema, Marx y Engels escriben: Las cosas, por tanto, han ido tan lejos, que los individuos necesitan apropiarse la totalidad de las fuerzas productivas existentes, no sólo para poder ejercer su propia actividad, sino, en general, para asegurar su propia existencia. Esta apropiación se halla condicionada, ante todo, por el objeto que se trata de apropiarse, es decir, por las fuerzas productivas […] La apropiación de estas fuerzas no es, de suyo, otra cosa que el desarrollo de las capacidades individuales […], de una totalidad de capacidades en los individuos mismos. Esta apropiación se halla, además, condicionada por los individuos apropiantes. Sólo los proletarios de la época actual, totalmente excluidos del ejercicio de su propia actividad, se hallan en condiciones de hacer valer su propia actividad, íntegra y no limitada, consistente en la apropiación de una totalidad de fuerzas productivas y en el consiguiente desarrollo de una totalidad de capacidades37. Es necesario destacar que esa actividad que el proletariado se halla en condiciones de hacer valer, a contrapelo de su exclusión –por parte del Capital– del ejercicio de la misma, no consiste en otra cosa –según los autores de La ideología– que en el acto de apropiación de una totalidad de fuerzas productivas. Apropiación que es en sí misma una transformación de las condiciones de existencia y desarrollo de esas capacidades individuales. El único objeto de apropiación para el proletariado es el mismo ejercicio de apropiación en que consiste el despliegue de unas fuerzas apropiadas y transmutadas. En cierto sentido, ya no se trata de una actividad determinada por una función específica que cumplir (tal o cual obra, tal o cual profesión). La actividad del proletariado –en tanto que nueva fuerza de la época actual– es más bien el acto de una potencia indefinida, que no está limitada a tal o cual uso o ejercicio productivo, sino que está enmarcada en los límites 37 K. Marx & F. Engels (1971: 79). 142 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx constantemente desplazados del puro hacer productivo en general. De este hacer está precisamente excluido el proletariado en la medida en que pertenece al Capital; su productividad está dispuesta como tal para el Capital, en cuanto ha sido previamente apropiada como fuerza del Capital. La actividad del proletariado vale por cuanto este ha devenido de antemano obrero de aquél. Apropiársela entonces significa para el proletariado liberarse de su condición obrera de existencia, es decir, de ese tipo de obra que es ahora –en las condiciones del Capital– la pura acción de obrar de y para la acumulación indefinida de riqueza. ¿Qué sería una apropiación –cuyo único objeto es el mismo ejercicio de apropiación– no previamente caída en la acumulación ilimitada de propiedad? En otro lugar de La ideología, sus autores afirman: Es del todo un dato empírico de la historia transcurrida que, con la extensión mundial de las actividades, los diferentes individuos se han puesto cada vez más al servicio de un poder que les es extraño (opresión que toman algunas veces por una vejación del Weltgeist, del Espíritu del mundo, etc.), de un poder que se vuelve cada vez más masivo, para aparecer finalmente como mercado mundial [Weltmarkt]. Pero, asimismo, está fundado empíricamente que este poder, tan misterioso para los teóricos alemanes, se desvanecerá luego del derrocamiento del orden social existente por la revolución comunista y por la abolición concomitante de la propiedad privada. Será entonces que la liberación de cada individuo se realizará en la medida misma en que la historia se habrá transformado completamente en historia mundial. Es evidente, por lo expuesto más arriba, que la verdadera riqueza espiritual del individuo depende enteramente de la riqueza de sus relaciones reales. Sólo así los individuos son liberados de las diversas barreras nacionales y locales, puestos en contacto práctico con la producción (comprendida en ella la del espíritu) del mundo entero, capaces de adquirir la facultad de gozar de esta producción multiforme del globo entero (creaciones de los hombres [Schöpfungen der Menschen])38. A partir de este texto se comprende mejor en qué sentido la apropiación de las fuerzas productivas “no es, de suyo, otra cosa que el desarrollo de las capacidades individuales”. Pues, en efecto, dicha “apropiación” se define como la “capacidad” de los individuos de “adquirir la facultad de gozar” de la “producción multiforme del globo entero”. Goce que es, en consecuencia, concebido por Marx como la puesta “en contacto práctico” de esos individuos con las “creaciones de los hombres”. Y si el proletariado “se halla en condiciones de hacer valer su propia actividad, íntegra y no limitada, 38 Op. cit., 39. 143 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx consistente en la apropiación de una totalidad de fuerzas productivas”, es en la medida en que esta “apropiación” no tiene el sentido de la mera “propiedad” sino de la relación de la potencia consigo misma, con su propio “uso”: se trata de la facultad de gozar de la multiplicidad de “la producción del mundo entero”, como el incremento de una potencia –que se extiende con “la extensión mundial de las actividades”– referida al goce de la totalidad de las capacidades en el individuo. Ya no hay nada que apropiar más que lo inapropiable –el libre uso común de las fuerzas de producción– de una apropiación no capitalizable, es decir, excesiva respecto del marco económico-político de la productividad. El “devenir hombre del hombre” es, consiguientemente, si seguimos el argumento de los autores de La ideología, indiscernible del devenir mundial del mundo. Pues la “humanidad” se define como el “contacto práctico”, sensible, de cada uno con la producción del globo entero, y, en ese mismo sentido, con la propia “riqueza espiritual”, que depende enteramente de “la riqueza de sus relaciones reales” (en las que los individuos se producen mutuamente tanto según el pensamiento como según el cuerpo). De una parte, Marx asimila el fenómeno de la “mundialidad” con el poder globalizado del mercado. De manera que mundialización y dominación del capital concuerdan en el espacio de juego del intercambio universal. Pero, de otra, a través del fenómeno del Weltmarkt, se manifiesta la interconexión de todos en la producción (social) del hombre por el hombre, es decir, en la creación del mundo en el seno del cual cada uno es producto y productor, según el reparto y riqueza de sus relaciones reales. En tales circunstancias, el “comunismo” se presenta como el movimiento real de la historia que ha devenido –a través de la mundialización del mercado– “mundial”, y que alcanza en este proceso el umbral de una revolución, en la que el sentido de la dominación se metamorfosea en goce de cada uno de “este” mundo, absolutamente. Hemos llegado a un punto crucial –que es, por eso mismo, el punto de una “toma de partido”39– en el argumento de Karl Marx. Su carácter decisivo 39 Es Derrida en Espectros de Marx quien habla de una herencia, de Marx y del marxismo como los nombres y el “espíritu”, cierto “espíritu”, de una herencia, inseparable a su vez, como en todo legado, de una “toma de partido” (volveremos sobre este libro). Pero he aquí también, 144 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx radica precisamente en que en él se juega la cuestión del “humanismo” que hemos venido despejando hasta aquí. Althusser –como vimos– identifica a este con el “antropologismo” feuerbachiano y engloba su crítica dentro de un cuestionamiento general de la “metafísica del sujeto”40. Frente a este planteamiento, cabrían –según lo expuesto hasta aquí– a lo menos dos observaciones: la primera de ellas es si acaso es posible identificar sin más ese en esto que él plantea, la huella, el espectro del “maestro” Althusser, que (re)aparece sobre la marca de Derrida como una “visitación” que vuelve allí donde apenas se lo ha citado, muy de pasada, y a propósito de otro nombre (el de Blanchot). Y es que Althusser parece retornar varias veces sin que Derrida pueda controlar plenamente sus idas y venidas. En una de esas vueltas, pareciera (re)aparecer en la figura del scholar que, según Derrida afirma, se caracteriza por su firme creencia en “la distinción tajante entre lo real y lo no-real, lo efectivo y lo no-efectivo, lo vivo y lo no-vivo, el ser y el no-ser”, en “la oposición entre lo que está presente y lo que no lo está, por ejemplo bajo la forma de la objetividad”. Más allá de esta oposición – dice– no hay para el scholar “sino ficción teatral, literatura, especulación”. Pero frente a este “scholar clásico”, al “sabio”, al “intelectual instruido” (¿Al “maestro” Althusser?), se ve venir la venida de otro scholar: “éste sería –escribe Derrida– por fin capaz, más allá de la oposición entre presencia y no-presencia, efectividad e inefectividad, vida y no-vida, de pensar la posibilidad del espectro, el espectro como posibilidad”. ¿Será quizás Derrida este scholar, el alumno aventajado de Althusser? Cfr. J. Derrida (2003: 25-26). Para este scholar, siempre en relación a una herencia sobre la que no tiene pleno control, abierta como posibilidad absoluta, se trata en todo momento de una “toma de partido” en un campo de fuerzas determinado. Nuestra hipótesis sobre este punto es que el scholar Derrida “toma partido” por respecto a la “toma de partido” althusseriana, esto es, a la relación de Althusser con la filosofía (y por lo tanto a la relación de los enunciados filosóficos con “las tomas de posición filosóficas de Lenin” registradas en estos) entendida como “una sola y única lucha de tendencias (ese Kampfplatz del que hablaba Kant)” que se enfrentan a través de la pareja “materia / espíritu”. Una “toma de partido”, por consiguiente, respecto de esa división misma entre idealismo y materialismo (en la que al interior de la filosofía está implicada una determinada relación entre política y ciencia). Althusser afirma en Lenin y la filosofía que “el marxismo no es una (nueva) filosofía de la praxis, sino una práctica (nueva) de la filosofía”. La “toma de partido” en Derrida es indisociable de la (nueva) lógica espectral, por ende de un pensamiento (por venir) de la práctica de la filosofía, o, mejor dicho, de la performance involucrada en esa praxis filosófica. Y es que la lógica espectral es de facto una lógica de lo preformativo, que “se impone sobre lo teórico, lo constatativo, el saber, el cálculo y lo programable”. Lógica que a su vez “es de facto una lógica deconstructiva”, que deslinda los límites que se quieren establecer entre lo fenoménico y no fenoménico, entre ciencia e ideología, entre idealismo y materialismo. Cfr. L. Althusser (1972: 52-60); J. Derrida (1998: 147-153).... 40 Esta identificación del “antropologismo” con la centralidad ontológica del Sujeto como principio y fin del mundo, es clara cuando en su texto ¿Es sencillo ser marxista en filosofía? Althusser señala: “[El hombre en Feuerbach] es el centro de su mundo donde está como en el centro de su horizonte absoluto, de su Umwelt. En su mundo no existe nada que no le pertenezca: o más bien no existe nada en su mundo que no sea él, porque todos los objetos de su mundo sólo son sus objetos en la medida en que son la realización y la proyección de su esencia. Los objetos de su percepción sólo son su modo de percibirlos; los objetos de su pensamiento sólo son su modo de pensarlos; los de su afección sólo son su modo de ser afectado. Todos estos objetos son esenciales en la medida en que lo que ellos le presentan nunca es otra cosa que su propia esencia proyectada en ellos. De este modo el hombre es Sujeto y sus atributos esenciales, objetivados en forma de objetos, nunca le devuelven otra cosa que su propia esencia. El hombre está siempre dentro del hombre, el hombre nunca sale del hombre, porque el mundo es el mundo del hombre y el hombre es el mundo del hombre. […] el Sujeto absoluto que es el hombre […] centro de su mundo, en el sentido filosófico del término, esencia originaria y fin de su mundo, he aquí lo que cabe denominar un humanismo teórico en el sentido fuerte”. Cfr. L. Althusser (1977: 161-163). 145 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx “antropologismo” con la “metafísica del sujeto”, considerando que en Feuerbach hay una evidente crítica de la llamada “filosofía de la identidad”, la cual se funda –según él mismo lo muestra– en lo “absoluto” de la idea como “Sujeto” (volveremos más adelante sobre esta crítica); la segunda, guarda relación con la posibilidad de reducir el pensamiento del joven Marx al “naturalismo antropológico” que está en el fundamento de la filosofía feuerbachiana (posibilidad que nos ha parecido hasta ahora problemática)41. Y, sin embargo, es innegable un “cierto” humanismo en la filosofía marxiana. Vimos también que aquél es inseparable del término “comunismo” y, junto al deseo de este, del concepto de “proletariado” –en tanto que, como el agente de una “emancipación radical”, es indiscernible de dicho deseo. Jean-Luc Nancy ha destacado el hecho de que “la palabra ‘comunismo’42 emblematiza el deseo de un lugar de la comunidad” como 41 En cierto modo, también en la perspectiva marxiana (y en este punto hay una fuerte relación entre los Manuscritos del 44’ y La esencia del cristianismo [1841]) para el hombre los objetos de su percepción son su modo de percibirlos, los de su pensamiento su modo de pensarlos, etc. En este sentido, Marx no sólo hace eco de la filosofía de Feuerbach, sino asimismo de una filosofía más antigua, a saber, la de la Ética spinoziana. Recordemos lo que el filósofo de Ámsterdam escribe en su obra póstuma: “El apetito no es otra cosa que la esencia misma del hombre, de cuya naturaleza se siguen necesariamente aquellas cosas que sirven para su conservación, cosas que, por tanto, el hombre está determinado a realizar […] Así pues, queda claro, en virtud de todo esto, que nosotros no intentamos, queremos, apetecemos ni deseamos algo porque lo juzguemos bueno, sino que, al contrario, juzgamos que algo es bueno porque lo intentamos, queremos, apetecemos y deseamos (E, III, pr. 9, esc.)”. Cfr. Baruj Spinoza (2000: 134). Vale decir: el objeto de nuestras percepciones o imaginación no es otra cosa que el modo en que lo percibimos o imaginamos, y esta modalidad de la percepción no es sino una modalidad de lo que constituye nuestra esencia: el conatus o deseo como naturaleza del hombre. Ese conatus es para Spinoza la fuerza o el impulso vital de la apetencia con que cada ser persevera en su existencia. Esto es muy próximo a la noción marxiana de la esencia (Wesen) del hombre como fuerza o impulso activo. Pero, al igual que para Spinoza, en Marx esa fuerza es una potencia común en todos los hombres, sin que por eso deje de ser a su vez –en su misma generalidad– la esencia actual de cada individuo, en su singularidad. Para Marx –así como para Spinoza– el poder productivo de la vida de los hombres en cuanto conatus está relacionalmente dispuesto, por lo tanto la esencia del hombre está siempre entretejida complejamente, dispuesta mundanamente, en el plano en que se va urdiendo (y también deshaciendo) la relación de unas ideas con otras, de unos cuerpos con otros. No hay aquí, en suma, una visión “esencialista” de la esencia. En el caso específico de Marx, los objetos son para el hombre su modo de percibirlos y, en ese sentido, son una exteriorización de su esencia. Sin embargo, al modificarse históricamente esta esencia, dispuesta según la intriga de sus relaciones de producción, se modifica también necesariamente su objeto, es decir, su percepción o concepción. Y, a la inversa, en la medida en que los objetos son el producto de la industria humana, al producirse nuevos objetos, o al variar la relación objetiva en la que ellos entran, cambia también necesariamente la esencia, es decir, los órganos del hombre. Esta perspectiva es la que comienza a desarrollar Marx en sus Manuscritos económico-filosóficos, tan pronto introduce en ellos la tesis de la historicidad de los sentidos. Cfr. K. Marx (1987).. 42 J-L. Nancy reflexiona en uno de sus textos en torno a la palabra “comunismo”, en tanto que noción y agente histórico, cuya significación, no obstante, no agota nunca su sentido. Pero aun 146 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx “comunidad de seres que producen por esencia su propia esencia como su obra, y que además producen precisamente esta esencia como comunidad”43. Es, en efecto, “la inmanencia del hombre al hombre, o bien el hombre mismo, absolutamente, considerado como el ser inmanente por excelencia”, lo que constituye el “escollo” del “humanismo” como “pensamiento de la comunidad”, esto es, como el pensamiento de “una inmanencia absoluta del hombre al hombre y de la comunidad a la comunidad –un comunismo”44. Nancy precisa entonces lo que sería el verdadero obstáculo del “humanismo”: este no sería sino la comunidad (su pensamiento y deseo) presupuesta como debiendo ser la obra de los hombres, que es ella misma la realización de la esencia del hombre. En Marx, el “hombre” permanece implícitamente –escribe Nancy en otra parte– “como un término teleológico o escatológico, si se lo entiende bajo una lógica donde el telos y/o el eschaton desempeñan la posición y el papel de la realización sin resto”45. Entendido de esta manera, el “hombre” de Marx se mantiene –consciente o inconscientemente– en la posición de una metafísica “humanista”, es decir, en el presupuesto del “hombre” como autoimitación de su Idea, o de la forma misma del hombre como configuración de sí. El “pensamiento de la comunidad” queda así prisionero del “esquema ontoteológico” de la “configuración” del “hombre-imagen”, del “hombre” como imagen sometida a la ley o principio de ser “figura” o impronta de su propia Idea, modelo o forma46. En otras palabras, la comunidad presupuesta como debiendo ser la obra de los hombres, que es ella misma –en tanto que “obrada”– la realización –sin resto– de la esencia del hombre, es el cuando la historia de esta noción –que según el autor se remonta a lo menos al siglo XII– no sea suficiente para explicar “su destino”, hay en ella una connotación positiva: la palabra “comunismo”, que envuelve en su significación los valores de la comunidad, la koinônia o la communitas, emerge en momentos de profundas transformaciones sociales y/o trastornos, hasta la destrucción, del orden social. Ella, en tales circunstancias, connota el impulso hacia la comunidad, es decir, el deseo de presencia de aquello que a su vez convoca, nombra o designa lo que no está dado o ya no está dado. Como tal impulso o deseo la palabra comunismo ha implicado de hecho un sistema de representación (una forma, una estructura) y un tipo de ideologización. Cfr. J-L Nancy (2010: 145-153); del mismo autor (2007: 53-105). 43 Jean-Luc Nancy (2000: 20-21). 44 Ibid., 21. 45 Cfr. J-L. Nancy (2002b: 22-23). 46 Cfr. J-L. Nancy (2008: 132-133). 147 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx pensamiento del “comunismo” como “forma” que se da a sí mismo el individuo (en cuanto “Sentido” o “Verdad” del “hombre”) y de la que este es su “figura”. Nancy remarca el carácter decisivo de esta lectura de Marx, y por eso escribe: “En realidad, es de la figura del ‘hombre’ y, con ella, de la configuración del ‘humanismo’, de la que nosotros sabemos apartarnos o desvincularnos”47. No obstante, el mismo Nancy señala que, por otra parte, nada determina en el texto de Marx (al menos en el texto citado de La ideología) que la “producción de los hombres por sí mismos” conciba “un cumplimiento bajo otro modo que no sea el esencialmente abierto y sin fin de una libertad (trabajo libre) y de una ‘propiedad individual’ (la propia de cada uno en el intercambio de todos)”48. La “producción del hombre por el hombre” (y esto es algo que está anticipado en los Manuscritos del 44’) es “la humanidad produciéndose al producir objetos” pero como “la producción de unos por los otros, todos por cada uno y cada uno por todos”49. Por lo tanto, preguntarse por “¿qué es la humanidad? ¿Qué es el mundo como obra del hombre? ¿Qué es el hombre en tanto que está en el mundo y en tanto que obra este mundo?” equivale según Nancy a plantearse –con respecto al doble filo del discurso marxiano– la cuestión de “un pensamiento que presupone la insuficiencia del concepto de ‘hombre’ frente al ‘valor absoluto’ de una ‘creación del hombre’ (de una humanidad creándose al producir)”. Contra un humanismo que presupone el “valor humano”, se plantea la cuestión del goce de la riqueza como “infinitud en acto de los fines propios” (actualidad de una potencia que permanece indefinida; fines propios que son las modalidades finitas de una potencia – infinita – en acto), vale decir, del “valor (absoluto, sin equivalente) humano” pensado a “una altura a la que el ‘humanismo’ no alcanza”50. El punto crucial del que hablamos antes –punto de una disyunción– se divide en dos posibilidades (dos maneras de interpretación que han de ser reconsideradas siempre según una pura toma de partido): es posible ver en 47 J-L. Nancy (2002b: 22-23). 48 Ibid., 27-28. 49 Loc. cit. 50 Ibid., 30. 148 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx esos “fines propios” del hombre, que son los fines de la –y como– “creación”, la causa inmanente de un mundo que existe en sí mismo en tanto que “producción de la propia humanidad representada como el cumplimiento final y total de la autoproducción” (donde por tanto la producción final determina un “fin verdadero” como la autoconcepción del hombre y del mundo)51. Pero es también posible interpretar esa “producción final” de otra manera: pues, si la producción del “hombre total” no es más que la creación de la “esfera de la libertad” –esfera de la libre circulación y goce, cada vez singular, de la riqueza de las “relaciones reales” que hacen el espíritu (el sentido, como pensamiento y como cuerpo) de los hombres–, no teniendo esta libertad otro ejercicio más que el de gozar –más allá de la productividad misma– de “la producción multiforme del mundo entero”, entonces los “fines propios” no determinan ningún fin verdadero, ni telos ni eschaton52. O bien la realización sin resto, o bien el goce –infinitud o potencia en acto– de lo que Marx llama “Schöpfungen der Menschen” (“creación de los hombres). Esta es una cuestión a la que sólo se puede responder políticamente, es decir, según una opción tomada en un campo diferencial de fuerzas en lucha, ya que ambas posibilidades caben –como lecturas verosímiles– en la obra (más aún en la obra temprana) de Karl Marx. La riqueza, en tanto que creación y goce, es decir, en tanto que sentido del mundo hecho sensible, vuelto “contacto práctico” con la producción del globo entero, no es sino la obra de este mundo cuyo trazo porta un valor ni finalizado ni simplemente autoequivalente, precisamente por tratarse de una creación y goce multiformes. Hay obrar, y esto es importante subrayarlo (y en la medida en que “hay obrar”, nos enfrentamos necesariamente a la posibilidad de un pensamiento “humanista”), pero es el obrar de “este” mundo, de lo que así nos pone en el mundo no sin a la vez repartirlo y de ese modo destituirlo de toda unidad primera o última. Y es que ese reparto –en que consiste la riqueza más allá de la propiedad– ha de ser pensado en el sentido del espacio de apertura a las múltiples modalidades del “bien”, sin que exista una instancia 51 Ibid., 41-42. 52 Loc. cit. 149 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx superior, la referencia de un “bien supremo” o “destinación” (“Mundo” designa desde ahora la ausencia de una tal instancia o referencia; para decirlo en términos deleuzeanos, el “este” de este mundo designa “La inmanencia: un mundo…”53). Hay “obra” en el sentido de que no hay reparto sin una operación de reparto que siempre habrá precedido la existencia singular y genérica, una comunicación o circulación sin los cuales no hay mundo ni presencia, pues cada uno de estos términos implica una co-pertenencia, el comercio (Verkehr) de una “cooperación”. Se trata de la inoperancia que hace lo común mismo como la obra de comunidad sin obra. “Este” mundo (su) inmanencia, o –como lo dice Marx– su devenir mundial, es el propio goce o cuerpo de cada uno en cuanto “esto” que siente: un “mismo” cuerpo que se dice de una pluralidad de sentidos (un mismo cuerpo 53 Cfr. G. Deleuze (2007: 347-351). En ¿Qué es la filosofía? Deleuze señala que “cada vez que se interpreta la inmanencia como ‘de’ Algo, se produce una confusión del plano y el concepto, de tal modo que el concepto se convierte en un universal trascendente y el plano en un atributo dentro del concepto. No reconocido de este modo, el plano de inmanencia relanza lo trascendente”. Mientras que “la inmanencia sólo lo es con respecto a sí misma […] y no permite que subsista nada con respecto a lo cual podría ser inmanente. En cualquier caso, cada vez que se interpreta la inmanencia como inmanente a Algo, se puede tener la seguridad de que este Algo reintroduce lo trascendente”. Pero Deleuze no se detiene en esta constatación, a saber, él muestra de qué manera en la filosofía moderna, a partir de Descartes y con Kant y Husserl, ya no se trata de la trascendencia de un Algo, o de un Uno superior a todo (contemplación), sino de la de un Sujeto al que se atribuye el campo de inmanencia. Así pues, en la época moderna según Deleuze “ya no nos basta con vincular la inmanencia a un trascendente, queremos concebir la trascendencia dentro de lo inmanente, y es de la inmanencia de donde esperamos una ruptura”; deseamos ahora que sea la inmanencia la que nos devuelva lo trascendente, que lo reproduzca, que lo fabrique en su propio seno. “En realidad –escribe Deleuze– no resulta difícil, basta con detener el movimiento. En cuanto el movimiento del infinito se detiene, la trascendencia baja, aprovecha para resurgir, reaparecer, resaltar”. Cfr. G. Deleuze & F. Guattari (1994: 49-51). Deleuze establece un vínculo entre el efecto “trascendencia” y la “detención del movimiento”. Ahora bien, la época del capital ¿no se caracteriza por el proceso de desarrollo indefinido, es decir, por el movimiento sin límite de valorización? Sin embargo, este proceso indefinido de producción de valor es el de una inmanencia que no deja de reproducir en su propio seno la trascendencia de un Algo al cual queda referida como su atributo. Este Algo no es otro que el Sujeto-Capital, del cual Marx habla en algunos pasajes de los Grundrisse. Decir que la inmanencia se vuelve inmanente a algo, equivale en este sentido a afirmar que el Proceso de producción se convierte en proceso del Capital (y este, no otro, es el sentido de la mundialización mercantil como Inmanencia del Mundo). Es así como se espera que sea la inmanencia de ese proceso productivo la que nos devuelva en ella misma lo trascendente. Lo que se logra deteniendo el movimiento, es decir, fijándolo por referencia a otra cosa. ¿En qué consiste esa interrupción que opera el régimen de producción moderno? Ella no puede consistir en una detención simple. Se trata de una interrupción que debe tener el modo de un movimiento: el del aplazamiento; el valor no se valoriza sino en la forma de un aplazamiento sin fin. El Capital es la hipóstasis del “fin sin fin” del valor. Pero, ¿qué es lo que ese movimiento interrumpe del movimiento? Lo que detiene es el movimiento de precipitación en el no-valor, en el goce como la existencia efectiva de lo que no responde ya a la instancia de una razón de sí o finalidad: he ahí el verdadero fantasma que recorre el planeta..... 150 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx ve, escucha, toca, gusta, siente deseo, alegría o expansión de sus capacidades, etc., pero a la vez como la dispersión sensible del tacto, de la visión, de la audición, del deseo, etc.). Un cuerpo que toca, ve, escucha y que en el sentir no toca lo que ve, no escucha lo que toca, que es “uno” pero a su vez como la diferencia de sí y de sus sentidos; que se siente como la separación misma entre color y sonido, entre cosa tocada y cosa gustada, y que en esta separación se apropia cada vez de la totalidad abierta e indefinida de las posibilidades ofrecidas, de sentido en sentido54. El cuerpo gozoso –en la distancia que se abre cada vez de sentido en sentido– es “este” cuerpo, dividido como el sentir que hace a “cada uno” (lo que Marx llama “individuo”); al mismo tiempo que es un cuerpo común (lo que Marx llama en los Manuscritos del 44’ “individuo social”). Vale decir, dividido por los sentidos, el cuerpo no se repliega sobre sí mismo en una instancia individual, más allá o por debajo de esa pluralidad. En esa misma medida un cuerpo no es “individuable”, esto es, reconducible a una unidad idéntica, sino que es de por sí genérico, concerniente a un género; siempre distinto de cada uno (al igual que un sentido de otro sentido) pero al mismo tiempo constitutivamente impropio, y por ello común e impersonal. Cada órgano, cada sentido, escribe Marx, es un “órgano social”. Esto que siento al tocar o al ver, le co-pertenece a “esto”: que no es un “yo”, sino un cuerpo que consiste en una variada y múltiple serie de relaciones con los demás cuerpos. El goce del que Marx habla en La ideología tiene su antecedente inmediato en los Manuscritos económico-filosóficos. En estos, él piensa el goce como lo que se sostiene más allá del tener y del ser, y que en cuanto tal se experimenta más allá o más acá de la actividad y de la pasividad, en tanto que 54 “Un objeto –escribe Marx (y esto es algo que ya destacamos en el primer capítulo)– es distinto para el ojo que para el oído y el objeto del ojo es distinto que el del oído”. No sólo se trata de un mismo objeto que cambia en su respecto: en relación al ojo o en relación al oído, respectivamente (lo que significaría que la diferencia es relativa y que sólo se dice de lo mismo). Sino que se trata de objetos efectivamente diversos (pues su única naturaleza –como la del sujeto– reside en la relación práctica): el objeto del oído no es el mismo que el objeto del ojo. La singularidad de cada sentido es precisamente el modo singular de su objetivación, de su “ser objetivo real”. Por esto el hombre se afirma en el mundo objetivo no sólo en el pensamiento o en el trabajo manual, sino con todos los sentidos. Cfr. K. Marx (1968: 93). 151 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx puro espacio de juego de la libertad y de su apropiación común-singular. En La ideología, sus autores hablan de un goce de la producción mundial que es excesivo respecto del sentido de la productividad, de su valor, así como de la propiedad, del provecho (en la acumulación) que genera la ley del capital. Ese goce de la producción mundial es lo que en los Manuscritos Marx expresa como las “relaciones humanas con el mundo” en que consisten “todos los órganos” del individuo, “que son inmediatamente comunes en su forma”55. Órganos no son –en estricto rigor– la “vista”, el “oído”, el “olfato”, el “gusto” o la “voluntad”, sino el “ver”, el “oír”, el “oler”, el “gustar”, el “desear”, es decir, no son “facultades” sustantivas o meras funciones orgánicas sino “fuerzas” o “impulsos vitales” que se dicen a través del verbo (o bien, “vista”, “oído”, “olfato”, etc., no son más que “relaciones”). Los sentidos son “relaciones con el mundo” que, en su “comportamiento hacia el objeto” (el “ver”, el “oír” como tales “comportamientos”), son “la apropiación de éste”56. Apropiarse del objeto ha dejado de tener el sentido de la mera posesión o dominio personal (o colectivo) sobre él, de su provecho o consumo, y se ha metamorfoseado en el espacio de juego del sentir multiforme, como relación gozosa con la producción mundial de los hombres (la relación de ver, olfatear, pensar, tocar el mundo). Sólo porque el goce ha perdido con ello su “naturaleza egoísta”, “los sentidos y el goce de los otros hombres se han convertido en mi propia apropiación”57. Cada uno de esos sentidos es –escribe Marx– “la apropiación de la realidad humana”, el “autodisfrute” de esa realidad (del propio ser genérico), que es tan “polifacética” como múltiples son los sentidos y actividades del hombre58. Devenir hombre del hombre significa para Marx realidad humana incrementada como “riqueza espiritual del individuo”, esto es, como “contacto práctico” o goce de las creaciones múltiples del globo entero. Pues “sólo a través de la riqueza objetivamente desarrollada del ser humano es, en parte cultivada, en parte creada, la riqueza de la sensibilidad humana subjetiva”59. 55 Cfr. K. Marx, op. cit., 91. 56 Ibid. 57 Ibid., 92. 58 Ibid., 91. 59 Ibid., 93. 152 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx Sólo, por ejemplo, con la producción (social) de la música y con el contacto práctico de esta con el individuo es, en parte cultivado, en parte creado, el “oído musical”. Este es –en su devenir musical– el goce (la peculiaridad del acto de una potencia) de “las creaciones de los hombres”. La “capacidad de adquirir la facultad de gozar” de la producción musical, es decir, la creación y cultivo del sentido auditivo humano, depende de la existencia del objeto musical como su objeto, o sea, como la riqueza apropiada de una “relación real”, efectiva. Entonces tiene sentido decir que la música de Mahler es mi objeto, la de todos aquellos que pueden gozosamente escucharla. Crear “sentidos capaces de goces humanos” tiene por condición “la emancipación plena de todos los sentidos”, por ende, la liberación de la potencia (humana) a su propio poder o capacidad. Y es que escuchar ópera o ver un cuadro no es poseerlo, tenerlo como propiedad o consumirlo, sino usarlo, es decir, ser afectado por la propia capacidad de escucharlo o verlo: esta es –para decirlo en términos spinozianos60– la beatitud del goce. Una de las cuestiones fundamentales de los Manuscritos de París – según adelantamos en nuestro primer capítulo– es la pregunta por el modo de “una apropiación de la vida del hombre” que no tenga por condición la propiedad privada (“Die positive Aufhebung des Privateigentums, als die Aneignung des menschlichen Lebens”61). Pero ¿qué tipo de “apropiación” (Aneignung) no estaría condicionada por la propiedad (Privateigentums)? No se trataría de la mera apropiación de unos productos (por eso para Marx –como lo enfatiza en los Manuscritos– no tiene sentido oponer simplemente a la propiedad privada una propiedad colectiva, hacer de un mismo producto, antes privado, un producto común), tampoco de la apropiación de un ser, una sustancia o naturaleza perdida (como si hubiese un ser verdadero del hombre que rescatar tras su alienación). Nada que apropiar en el hombre más que la potencia de una exteriorización (Äuβerung): la relación práctica con la producción mundial como la existencia efectiva misma de los hombres. Esa “exteriorización” debemos entenderla –por los ejemplos mismos que pone 60 Sobre la relación entre los Manuscritos del 44’ y la Ética de Spinoza, véase Franck Fischbach (2005: 33-47 ss). 61 “La superación positiva (Die positive Aufhebung) –escribe Marx– de la propiedad privada (Privateigentums) como apropiación (Aneignung) de la vida humana”. Cfr. K. Marx (1968: 88). 153 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx Marx62– como una relación de composición, como la práctica de un “entre”. Así, por ejemplo, el oído deviene un sentido humano cuando el objeto sonoro deviene a su vez sentido musical. El devenir musical de la materia sonora es precisamente una relación de composición que ocurre entre dos cuerpos (el oído y la materia), sin que los términos de la relación subsistan a esa composición. No es el hombre el que mediante uno de sus sentidos escucha música, sino que hombre es lo que se individua en relación a otro cuerpo, que al mismo tiempo se singulariza como sonoridad musical. La materia sonora es música para el hombre –y no mero ruido– porque simultáneamente el hombre ha acontecido para ese objeto singular. El hombre es la existencia de la música, no sin que la música sea la existencia del hombre. ¿Qué es el oído humano? Marx dice: es un órgano (Organ) o fuerza esencial (Wesenskraft) del hombre. Esta capacidad o potencia es un sentido (Sinn) que se extiende con la extensión del sentido (Sinn) de las cosas. Así, el sentido de la música sólo posee sentido (Sinn) para un oído (un sentido) acorde (entsprechenden) con él (que un sentido posea sentido para un órgano sensible acorde con él: eso es justamente lo que el joven Marx llama apropiación o goce de la riqueza humana). El sentido –dice Marx en sus Manuscritos– llega hasta donde se extiende mi sentido. Ver, oír, olfatear, gustar, mirar, tocar, querer y pensar, etc., son la extensión del mundo, su riqueza espaciada, su sentido. ¿Hasta dónde llega ese “hasta donde”? Él se extiende como el límite de la apropiación y como el movimiento de traspaso de ese límite, como la potencia de la apropiación libre: libertad de la apropiación que es asimismo apropiación de la libertad63. II. 2. Sobre el concepto de “actividad sensible” 62 Cfr. Op. cit., 93-94. 63 El goce de una “actividad libre”, opuesta al mando del trabajo como relación de propiedad, está referida –según los ejemplos que expone Marx en sus Manuscritos– a una “actividad sensible” (sinnliche Tätigkeit) concebida en términos más de “composición” que de labor productiva. Así, pues, escuchar música, por ejemplo, sería una praxis, que no obedece a la lógica del proceso de elaboración transformadora de un material mediante el trabajo, sino que se define más bien por una pasión de exteriorización. Él escribe: “así como es la música la que despierta el sentido musical del hombre, así como la más bella música no tiene sentido alguno para el sentido no musical […] así también sólo puede existir de esa manera para mí […] porque el sentido de un objeto para mí (sólo posee sentido para un sentido acorde con él) llega justamente hasta donde llega mi sentido”. Ibid., 94. 154 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx Michel Vadée, en un extenso comentario de la obra de Marx, y particularmente en un capítulo dedicado al concepto de “actividad”, se pregunta si acaso debemos pensar la actividad en general a partir de la práctica de producción material, o bien, al contrario, debemos pensar esta a partir del concepto general de actividad. El autor se inclina por la segunda opción, en cuanto “la actividad es –según él– un concepto esencial” del materialismo marxiano64. Sin embargo, para Vadée la actividad no es en Marx –a diferencia de la praxis65– privativa del hombre, sino que constituye el ser mismo de la totalidad de lo que es. En ese sentido, él sostiene: “las raíces de toda actividad humana se encuentran en la vida: la producción presupone unos seres vivientes; la existencia de seres humanos vivientes es la “primera presuposición” de toda historia”66. El hombre es, por esta razón, un ser activo sólo en la medida en que primariamente es “un ser natural viviente”. No obstante ser esta una interpretación verosímil (nos detendremos más adelante en qué medida es sostenible una lectura como esa67), ella posee la desventaja de sustantivar el concepto de actividad, es decir de reducirlo a una categoría o predicado del ser, al punto que se la identifica con el concepto general de vida. Vadée percibe en la “Naturaleza” a la cual pertenecen los hombres el verdadero sujeto de la actividad, y a esta como eso que está (mediante el concepto general de vida) implicado en ellos en tanto que “seres naturales vivientes”. Ella trazaría así el círculo de una dialéctica donde “actividad y ser se implican y pasan de uno a otra, recíprocamente”68. La actividad, al objetivarse, se convierte en ser (“La tesis –escribe Vadée– de los Manuscritos de 1844 según la cual la actividad se vuelve ser”), a la vez que este se vuelve la realidad efectiva de un ser activo: “La actividad –afirma– no puede existir más que en un ser, pertenecer a un ser, y todo ser real es 64 Cfr. Michel Vadée (1998: 313-314 ss). 65 Contra una “filosofía de la praxis” (propuesta –como se sabe– por la interpretación gramsciana), el autor piensa en una “filosofía de la actividad”, en cuanto la primera presenta según él la desventaja –a diferencia de la segunda– de no permitir pensar la filosofía de la naturaleza de Marx. Cfr. Op. cit., 314 ss. 66 Ibid. 67 Véase el tercer capítulo de nuestra tesis (segunda parte). 68 Ibid., 315. 155 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx activo”69. Lo que significa que, mediante el término “Tätigkeit” (actividad), Marx habría pensado la doble relación según la cual la actividad es un acto del “ser”, perteneciente a una presencia cuya esencia es la actividad, a través de la cual a su vez el ser –la vida misma– se presenta efectivamente, se hace realidad objetiva. Luego tendremos la oportunidad de reconsiderar la idea de naturaleza que necesariamente presupone una concepción como esta de actividad y que Marx se encarga de criticar. Por el momento conformémonos con mostrar gruesamente algunas de las debilidades de la interpretación propuesta por Vadée (interpretación que por lo demás repite una tesis que se ha vuelto casi un lugar común). Dicha lectura posee algunas desventajas para la comprensión del concepto marxiano de “actividad sensible”. La primera de ellas es que tiende a indiferenciar –incluyéndolas dentro de un mismo marco– la filosofía marxiana y la tesis engelsiana de una “dialéctica de la naturaleza”. A partir de esta tesis Engels piensa al hombre –en tanto que ser activo y productivo– como el momento final de un proceso natural-histórico, en el que gradualmente –a través de una serie de contradicciones– logra revertir su dependencia respecto a las fuerzas naturales que lo dominaban, hasta transformarse por último en amo y señor de la naturaleza70. Pero a diferencia de Engels, Marx no deja de enfatizar la dimensión irreductiblemente pasiva, sensible, por ende natural o material de toda actividad humana. Así también, por esto mismo, no deja de insistir en el hecho de que nunca se trata del imperio del hombre sobre la naturaleza, sino de la Industria como Inmanencia o devenir Hombre- 69 Ibid. 70 “Las fuerzas activas en la sociedad –escribe Engels en Anti-Dühring– obran exactamente igual que las fuerzas de la naturaleza –ciega, violenta, destructoramente–, mientras no las descubrimos ni contamos con ellas. Pero cuando las hemos descubierto, cuando hemos comprendido su actividad, su tendencia, sus efectos, depende ya sólo de nosotros el someterlas progresivamente a nuestra voluntad y alcanzar por su medio nuestros fines. […] Esta es la diferencia entre el poder destructor de la electricidad en el rayo de la tormenta y la electricidad dominada del telégrafo y del arco voltaico; la diferencia entre el incendio y el fuego que actúa al servicio del hombre. [Mediante el “salto de la humanidad desde el reino de la necesidad al reino de la libertad”] el cerco de las condiciones de existencia que hasta ahora dominó a los hombres cae ahora bajo el dominio y el control de éstos, los cuales se hacen por vez primera conscientes y reales dueños de la naturaleza”. Cfr. F. Engels (1968: 276-280). 156 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx Naturaleza71. El concepto de una “actividad sensible” se refiere en este sentido, más allá de la distinción y oposición de los términos “hombre-naturaleza”, a la unidad práctica entre el conjunto de las fuerzas naturales de producción y las modalidades histórico-sociales, técnicas, en que esas fuerzas se componen, ejercen y re-producen, trans-formándose cada vez; se trata de la actividad como proceso Homo historia y Homo natura, o de la industria como el proceso que los produce a uno y otro en una relación de inmanencia. Por esta razón no se sostiene la distinción que hace Vadée entre lo que llama “la actividad en general” y “la producción material”, como si la primera estuviese en el fundamento de la segunda. Tampoco se sostiene la diferenciación que él hace entre actividad y praxis. A estas últimas las opone por el hecho de haber presupuesto la vida como sustrato que está a la base de la actividad productiva de los hombres. Sin embargo no es posible, primero, pensar en Marx una actividad que no sea una “actividad productiva”; segundo, tampoco es pensable poner a esta ni del lado de la “Vida” o de la “Naturaleza” ni del “Hombre”, pues ella es el proceso que los produce a uno y otra dentro de una relación práctica. Tercero, una vida por fuera de esta relación, es decir, una vida separada de su praxis, sería una vida como pura pasividad, alienada del acto capaz de realizarla como potencia o posibilidad. Si la actividad no está del lado de la vida, en el fundamento de los seres naturales vivientes, es porque la vida ha de devenir “vida activa”. Y este devenir no es sino la praxis que constituye al hombre como ser capaz de género (Gattung). A su vez, en cuanto para Marx no hay actividad que no sea sensible, una vida no activa es asimismo una vida incapaz de devenir “vida sensible”, es decir, que ha perdido toda singularidad en la medida que no puede prolongarse en una relación de 71 Cfr. G. Deleuze & F. Guattari (1985: 13-14 ss). Leyendo a Marx, estos autores escriben: “ya no existe la distinción hombre-naturaleza. La esencia humana de la naturaleza y la esencia natural del hombre se identifican en la naturaleza como producción o industria, es decir, en la vida genérica del hombre. La industria ya no se considera entonces en una relación extrínseca de utilidad, sino en una identidad fundamental con la naturaleza como producción del hombre y por el hombre. Pero no el hombre como rey de la creación […pues] hombre y naturaleza no son como dos términos uno frente al otro, incluso tomados en una relación de causa, de comprensión o de expresión (causa-efecto, sujeto-objeto, etc.). Son una misma y única realidad esencial del productor y del producto. La producción como proceso desborda todas las categorías ideales y forma un ciclo que remite al deseo en tanto que principio inmanente”. 157 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx exteriorización por fuera o más allá del círculo reproductivo del ser natural biológico. El hombre no sólo vive, antes lucha –en medio de lo sensible– por hacer de esta vida una vida humana. En este mismo sentido –Marx nunca lo olvida– el hombre no sólo actúa y produce, también siente. Es por su dimensión “sensible” que la actividad de los hombres no se agota en la “actividad productiva material”, y es asimismo por ella que aquellos no se limitan a su condición de meros “seres naturales vivientes”. Si no fuésemos sensibles, si vivir no significara para nosotros sobre todo mirar, olfatear, escuchar, tocar, componerse singularmente con el mundo, ser-en-el-mundo-sensible72, no habría con qué ni dónde producir, pues para Marx la producción presupone a los otros y a un mundo de los hombres. Pero es también por esta consistencia sensible, la materia misma de la totalidad de lo que creamos y producimos, que nuestra actividad de producción no se agota en la productividad de unos medios para nuestra vida como seres naturales biológicos73. Hay que entender, 72 Sobre esta relación esencial de la vida con su apariencia sensible, véase el bello texto de Emmanuel Coccia (2011). 73 En la primera de las Tesis sobre Feuerbach (1845), Marx escribe: “Hasta aquí, el defecto principal de todos los materialismos anteriores (incluido el de Feuerbach) es que el objeto (Gegenstand), la realidad efectiva (Wirklichkeit), la sensibilidad (Sinnlichkeit), sólo se capta en la forma del objeto (Objekt) o de la contemplación (Anschauung); pero no como actividad humana sensible, como práctica (Praxis), no subjetivamente. Por eso el lado activo (die tätige Seite) fue desarrollado de manera abstracta, en oposición al materialismo, por el idealismo, que naturalmente no conoce la actividad real, sensible, como tal”. Cfr. Karl Marx (1982a: 232). Un poco antes, en los Manuscritos del 44’, había escrito que como “ser sensible”, o sea, como un “ser natural”, “corpóreo”, “objetivo”, el hombre es, “al igual que el animal y la planta”, un “ser paciente”, “condicionado y limitado”. Cfr. K. Marx (1968: 136). Es necesario contraponer estos dos textos que nos hablan de la sensibilidad en niveles u órdenes distintos. En el primero, Marx cuestiona la concepción –para él defectuosa, insuficiente– de la Sinnlichkeit por parte de “los materialismos anteriores”, entre los que destaca –el único mencionado– el nombre de Feuerbach. Su defecto residiría en la reducción de lo sensible como figura o presencia objetiva de la percepción, en la que el objeto y por lo tanto el sujeto están dados y presupuestos, uno frente al otro. Figura sin formación, presencia sin venida a la presencia de lo que se presenta, objeto sin exteriorización. He ahí lo que le falta a la concepción materialista tradicional de la sensibilidad. Pero lo que le falta al materialismo lo tiene de algún modo el idealismo: este sí habría captado el lado activo de lo sensible. No obstante, la actividad la ha entendido abstractamente como la pura autoposición de un sujeto o “yo”, que descansa “en sí”, y que así tiene la capacidad de reunirse y reapropiarse infinitamente en el proceso de una presentación siempre acordada con ella misma, con su propia unidad formal. Sujeto sin verdadero límite (o que no toca verdaderamente el límite: su ser en lo sensible, su ineludible paciencia), sin real exterioridad. He ahí la abstracción de la que peca la concepción idealista de la actividad. En el segundo texto, Marx iguala “ser sensible” con “ser natural” o “ser corpóreo”: se trata de la vida del homo natura que, en tanto que tal, el hombre comparte con el animal y la planta. Aquí por lo tanto Marx no habla más que de uno de los aspectos de la actividad humana sensible, el que concierne a la pasividad del ser biológico separado, no incluido en la unidad de la Industria 158 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx entonces, la praxis en el estricto sentido en que Marx lo piensa: ella es el devenir activo del “ser natural”, “corpóreo”, del hombre. Vale decir: es el acto de extensión o prolongación de los potenciales, o conjunto de fuerzas, en una materia dada hasta el entorno de otras, por el cual ese “ser corpóreo” se vuelve a su vez sensible, o sea, se vuelve inseparable del modo en que nos damos al mundo, de la forma o el medio en el que somos, de un límite a otro, en el mundo. La praxis es el medio sensible en el que la vida, el ser natural, se da un mundo, y de ese modo deviene, en el espaciamiento de un punto a otro de unas relaciones humanas prolongables, vita activa. La sensibilidad no es sólo lo que la sensación despierta en nosotros, es antes que todo producción de unos medios sensibles. Pero por esto mismo, la actividad productiva es siempre ya en un medio sensible, en un mundo cuyo medio es la actividad sensible de los hombres. Varios años más tarde, en sus Manuscritos de 18571858, Marx sostendrá: “la actividad sin objeto no es nada”74. En otras palabras, la actividad sin sensibilidad, sin materia, sin cuerpo, incondicionada, esto es, sin la paciencia del otro, no es. Conocida es la frase de la Política de Aristóteles que dice: “la vida es acción (praxis), no producción (poíesis)”75. Esta frase se relaciona con lo que escribe en la Ética Nicomáquea, donde afirma: “la vida se define por una facultad de sensación en el caso de los animales, y por una facultad de sensación y de pensamiento en los hombres; pero la facultad se refiere a la correspondiente actividad, y la actividad es lo principal”76. La vida es para Aristóteles praxis, en la medida en que a su potencia le es inmanente el principio de la actividad o puesta en obra de las facultades que la constituyen. ¿Cómo entender esta relación esencial entre vida y acción? Esclarecedoras en Hombre-Naturaleza. Resulta entonces que este ser es tan abstracto como el “yo” del idealismo. Si relacionamos por consiguiente los dos textos recién citados, nos queda lo siguiente: la verdad del materialismo –desde el momento en que capta la sensibilidad en la forma del objeto (Objekt)– está en el idealismo, ya que no hay objeto o figura sin la actividad de un sujeto. Pero el idealismo a su vez –por no lograr pensar el ser sensible del hombre en toda su radicalidad– tiene como correlato necesario la vida abstracta y alienada de un “ser natural” separado de la praxis. Uno y otro, el ser biológico y el yo activo, son según Marx las abstracciones de una .. sensibilidad insuficientemente pensada. 74 K. Marx (2001: 207). 75 Cfr. Aristóteles (2007: 1254ª 7). 76 Cfr. Aristóteles (2003: 1170ª 16-19). 159 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx este sentido son las páginas de la Metafísica donde el Estagirita señala que la vida en tanto que actividad –diversa del mero movimiento (kínesis), siempre imperfecto– es el proceso que se dice de lo que “vive y ha vivido” simultáneamente, por lo tanto de lo que no encuentra un término fuera de su propia operación. Como tal, dice Aristóteles, la actividad es, pues, el existir de la cosa, distinta a “como cuando decimos que está en potencia”77. Si fuese una pura facultad o potencia, que no tuviese en ella misma el principio de la actividad, la vida dependería de un término o fin externo a su propia operación o proceso. No sería posible en consecuencia diferenciar la acción por la que ella se define de la kínesis, movimiento siempre imperfecto (imperfección de la kínesis que, a diferencia de la actividad, está encaminada a un fin: “como, por ejemplo, del adelgazar es fin la delgadez, y las partes del cuerpo mientras adelgazan están así en movimiento, no existiendo aquellas cosas a cuya consecución se ordena el movimiento”). En cuanto la vida es el existir mismo de la cosa como acción, “ser es para los vivientes el vivir”78. En Marx, sin embargo, la actividad, la praxis, no sólo no se diferencia – como en Aristóteles– de la producción, de la poíesis, sino que tampoco se distingue del movimiento. Al no ser concebida desde el punto de vista de la primacía del “ser-en-acto” –y desde la perspectiva de una naturaleza autotélica–, la actividad en Marx designa el movimiento de lo esencialmente inacabado, sin confundirse por eso –como en Aristóteles– con lo imperfecto, sino con lo perfectamente incumplido; lo que no le falta nada para su consecución y, no obstante, está inacabado: lo ilimitado en lo finito, este último abierto, desbordado en su límite o forma por eso ilimitado. Pero pese a esta sustantiva diferencia, hay entre ambos pensamientos una íntima relación que los comunica. En cierto modo Marx radicaliza una cuestión que ya está en Aristóteles. Al menos en cierto pasaje de su obra, que no pudo pasar desapercibido para aquél. En la Física el Estagirita define el movimiento (kínēsis) en los siguientes términos: “Y puesto que distinguimos en cada género lo actual y lo potencial, el movimiento es la actualidad de lo 77 Cfr. Aristóteles (1998: 1048ª 30-31; 1049b 25-35). 78 Es lo que dice Aristóteles en su tratado Acerca del alma (2000: 415b 13). 160 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx potencial en cuanto tal; por ejemplo, la actualidad de lo alterable en tanto que alterable es la alteración […]; la de lo generable y lo destructible es la generación y la destrucción; la de lo desplazable es el desplazamiento”79. Unas líneas más adelante explicita: Que esto es el movimiento se aclara con lo que sigue. Cuando lo construible, en tanto que decimos que es tal, está en actualidad, entonces está siendo construido: tal es el proceso de construcción; y lo mismo en el caso de la instrucción, la medicación, la rotación, el salto, la maduración y el envejecimiento […] El movimiento es, pues, la actualidad de lo potencial, cuando al estar actualizándose opera no en cuanto a lo que es en sí mismo, sino en tanto que es movible […] Es claro, entonces, que esto es el movimiento, y que una cosa se mueve cuando está en actualidad de esta manera, ni antes ni después80. El movimiento, según esta definición, opera no en cuanto a lo que es en sí mismo, sino en tanto que actualidad de lo potencial como potencial. No hay movimiento más que de lo movible y nunca de lo que está presente. Así, por ejemplo, la actualidad de lo producible en tanto que producible (y no del producto como ser-en-acto) es el proceso de producción (En Marx sería la identidad misma del producto y del producir). Así también, Aristóteles dice que sólo se construye lo que es construible, no lo que es en-acto. Por ejemplo, sólo el poder-ser casa en movimiento, su ser-construible, constituye la actualidad del proceso de su construcción. Proceso que es interpretado como el movimiento de realización de la potencia en tanto que potencia, o sea, de cumplimiento de lo que, en el acto mismo de realización, conserva su carácter de poder-ser. Se trata para Aristóteles de un tipo de movimiento: el de un cumplimiento de lo que no está plenamente cumplido, o de una actividad de lo que no es en-acto. Esta kínēsis es “una cierta actualidad”, por eso un cierto acto, aunque incompleto, que se cumple pero como un acto inconcluso. ¿Será que esta incompletud de lo que se cumple como incompleto, no le sobreviene accidentalmente al acto, sino que lo constituye, haciéndolo fracasar como pura presencia en el movimiento mismo en que él tiene lugar? No obstante dar pie a una cuestión como la que plantea esta pregunta, Aristóteles por otro lado defiende pese a todo la distinción entre la presencia de lo que es en-obra y la 79 Aristóteles (1995: 201ª 10). 80 Aristóteles, op. cit., 201ª 15-30; 201b 5-10. 161 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx actualidad de lo que sólo es en-potencia (“puesto que –escribe en la Física– distinguimos en cada género lo actual y lo potencial”). Es sobre la premisa de esta diferencia que Aristóteles piensa el poder-ser de una cosa en los términos de un todavía-no, es decir, de una presencia futura por cumplir. Así, pues, la actualidad del que está sanando no es la del sano, y mientras está en proceso de curación ya no está enfermo, aunque todavía no está curado. Por eso, dice Aristóteles, el movimiento es algo indefinido81. Una tal indefinición es la que precisamente no puede ser asumida por él sin algunos resguardos, ya que con ella lo que se arriesga es la posibilidad misma de pensar la naturaleza en tanto que entelequia. De ahí el firme argumento de Aristóteles: es porque, según la “entelequia”, el todo es anterior a sus partes, que podemos determinar lo construible como tal construible, siempre por respecto a lo construido. Al igual que la media línea sólo es determinable por relación a la línea entera. En otras palabras, es según el producto acabado que podemos determinar el proceso como tal proceso82. Marx radicaliza la cuestión dejada abierta por Aristóteles, por cuanto el movimiento es para él la praxis como producción del hombre, en tanto que ser viviente que sólo se cumple como lo esencialmente irrealizado. Ahora bien ¿qué es una naturaleza esencialmente incumplida sino ausencia originaria de naturaleza, techné, historia? Es en dirección a esta cuestión que avanza el pensamiento de Marx. En este ya no se trata del todavía no de un proceso teleológicamente orientado hacia una presencia futura, aún no realizada, sino de la actualidad de una potencia-en-acto que es a un tiempo – indiscerniblemente– un acto-en-potencia. No hay futuro para Marx, en este sentido no hay plenitud ideal que debamos cumplir; sólo hay actualidad más la inactualidad del poder-ser que la bordea. A través de la praxis, el medio sensible en el que somos, en cada uno de los actos que realizamos, en cada 81 Ibid., 201b 25-30. 82 “Y, puesto que ‘ser’ se dice en varios sentidos –escribe Aristóteles en la Metafísica–, en primer lugar es anterior el sujeto, por lo cual la substancia es anterior; después, son anteriores de distinto modo las cosas que son según la potencia y según la entelequia. Unas, en efecto, son anteriores según la potencia, y las otras, según la entelequia; por ejemplo, según la potencia, la media línea es anterior a la línea entera, y la parte, anterior al todo, y la materia, anterior a la substancia; pero, según la entelequia, son posteriores”. Cfr. Aristóteles (1998: 1019ª 5-10). 162 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx obra, exhibimos nuestra propia inactualidad, la no-presencia como el modo más propio de la existencia de todo hombre: su propia e íntima impropiedad. Sólo así la potencia deja de ser pensada por relación a lo que todavía no es, y, a la inversa, se la concibe como lo que acompaña y circunda al acto allende su realización: poder-ser de lo que Marx llama “fuerzas de producción”, las cuales no se deben a alguna obra, sino que en el límite de una puesta en obra son aquello que indetermina los límites de la misma. En la primera de las Tesis sobre Feuerbach, antes referida (véase nota 73), Marx habla de la sensibilidad (Sinnlichkeit) como realidad efectiva (Wirklichkeit), entendida en tanto que “actividad humana sensible”. Es en esta perspectiva que utiliza en alemán dos términos para designar la palabra objeto: la primera vez hace uso del término Gegenstand (es decir el mismo que utiliza en los Manuscritos del 44’); la segunda del término Objekt (el que explícitamente rechaza en La sagrada familia). Con esta diversa designación, Marx quiere distinguir la objetivación, como el acto de exteriorización de una relación práctica (Gegenstand), por un lado, del objeto de una intuición sensible (Objekt), frente al cual el sujeto se limita a mantener una relación de representación, por otro. Según esta dualidad sujeto-objeto, este último es captado simplemente del lado de lo dado a la intuición. En este caso, la sensibilidad no es percibida como actividad sino como mera receptividad. Marx quiere destacar –contra la tradición del pensamiento materialista (incluida la de Feuerbach)– el carácter práctico de la sensibilidad. De lo que se sigue a su vez que el “ser corpóreo” es –en tanto que capacidad productiva– no simplemente el ser natural del hombre como criatura viviente, sino ser natural humano, o sea, existencia mediada por la industriosidad. Contra el materialismo abstracto (abstrakter Materialismus), Marx destaca lo activo en el pensamiento idealista. El objeto –la naturaleza– no es lo en sí subsistente, dado al sujeto cognoscente bajo la forma de una imagen sensible, sino el producto de la industria y, en ese sentido, el mundo práctico (praktischen Welt) de una relación práctica (praktische Verhältnis). El mismo año de anotación de las Tesis sobre Feuerbach, en 1845, durante la redacción de los manuscritos de La ideología, sus autores escriben: 163 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx “No ve [Feuerbach] que el mundo sensible que lo rodea no es algo directamente dado desde toda una eternidad y constantemente igual a sí mismo, sino el producto de la industria y el estado social, en el sentido de que es un producto histórico, el resultado de la actividad de toda una serie de generaciones, cada una de las cuales se encarama sobre los hombros de la anterior, sigue desarrollando su industria y su intercambio y modifica su organización social con arreglo a las nuevas necesidades. Hasta los objetos de la ‘certeza sensorial’ más simple le vienen dados solamente por el desarrollo social, la industria y el intercambio comercial”83. En contraposición al materialismo –llamado– “tradicional”, el idealismo sí ha visto y desarrollado el lado activo, el modo subjetivo de la existencia del objeto84. Para la concepción idealista del conocimiento, en efecto, lo que se aprehende mediante la experiencia no son objetos dados, en sí, sino los productos de la actividad del sujeto que conoce; la experiencia es para ella una construcción. Marx reconsidera la filosofía tal cual es refundada críticamente por Kant, autor que destruye la noción de una naturaleza esencial y sustancial, es decir, de una naturaleza cuyo ordenamiento interno se basaba, o constituía, el decreto creador de la bondad y la inteligencia divina (es, como sabemos, esta la crítica que en sus Recensiones Kant dirigirá contra Herder). Para el filósofo de Königsberg, que se ha alejado definitivamente del modelo spinoziano de Natura Naturans (esto es, como poder de la naturaleza siendo el mismo poder de Dios en cuanto Sustancia o Causa sui), la naturaleza no es – 83 K. Marx & F. Engels (1971: 47). 84 Marx no podía sino reconocer este “mérito” de la filosofía idealista, de la que él mismo en cierto modo proviene y con la que tiene una deuda confesa. Su deuda es para con la crítica de la religión, la cual, según advierte en Critica de la filosofía del derecho de Hegel, en lo sustancial está ya realizada para Alemania (véase nota 23 del Cap. 1. Primera parte). Ahora bien, hay un íntimo lazo entre esta crítica y el idealismo alemán (véase nota 87 del Cap. 1. Primera parte). Si bien en la Sagrada Familia su autor marca una distancia en relación a la concepción “idealista” de la crítica filosófico-especulativa de la religión, no se puede desconocer por otro lado que Marx en algún momento asentó su crítica sobre los principios de esa filosofía, en el instante mismo en que realizaba un giro hacia el materialismo. En Critica de la filosofía del derecho de Hegel, Marx dice: “El fundamento de la crítica religiosa es este: es el hombre el que hace la religión, no es la religión la que hace al hombre”. Algo similar había dicho, respecto de la Constitución política, en su Crítica de la filosofía del Estado de Hegel. Este fundamento no es sino el del idealismo, es decir, el de la conciencia de sí como origen y principio creador de las representaciones religiosas. El mismo Marx en el Prefacio de su tesis Diferencia entre la filosofía de la naturaleza de Demócrito y Epicuro había escrito: “La filosofía no oculta esto. La profesión de fe de Prometeo: ‘En una palabra, ¡yo odio a todos los dioses!’, es la suya propia, su propio juicio contra todas las deidades celestiales y terrenales que no reconocen a la autoconciencia humana como la divinidad suprema”. A lo que agrega en las páginas finales de esta tesis: “Por tanto, las pruebas de la existencia de Dios no son nada más que pruebas de la existencia de la autoconciencia esencial del hombre, explicaciones lógicas de ésta. Por ejemplo la prueba ontológica. ¿Cuál es el ser que es inmediatamente desde el momento en que es pensado? La conciencia de sí”. K. Marx (2004c: 9 y 92). Cfr. Michel Henry (2011: 85-88).. 164 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx en el contexto de la Crítica de la razón pura– más que el resultante objetivo del “deletrear la existencia dada a la intuición, según las reglas de lectura de los principios del entendimiento”85. Vale decir: la naturaleza es ante todo el producto de la actividad ordenadora y objetivadora del entendimiento humano; nada inmediato en consecuencia, sino algo intelectualmente construido en tanto que natura formaliter86. En Hegel, por otra parte, la naturaleza está comprendida bajo uno de los momentos del presentarse de la verdad, expuesta como el objeto de la experiencia que hace la conciencia (experiencia que es el desgarro o la inquietud de la sustancialidad, de la presencia dada e inmediata de la naturaleza). Ella es, pues, potencialmente ya Espíritu, por lo tanto inmediatez negada (o sida)87. Es en este mismo sentido que Hegel afirma en la Fenomenología del Espíritu (1807) que la cosa misma es en verdad aquello que viene a la presencia “no como sustancia, sino asimismo también como sujeto”88, es decir, que en su comparecer como cosa “no se la puede concebir y 85 Cfr. José L. Villacañas Berlanga (1990: 15). 86 “El que la naturaleza –escribe Kant– tenga que regirse por nuestra base subjetiva de apercepción, es más, el que tenga que depender de ella en lo referente a su regularidad [a su conformidad a leyes], suena ciertamente a cosa extraña y absurda. Sin embargo, si se piensa que esta naturaleza no es, en sí misma, más que un compendio de fenómenos, que no es, pues, una cosa en sí, sino una mera pluralidad de representaciones del psiquismo, entonces no causará extrañeza el que la veamos sólo desde la facultad radical de todo nuestro conocer (esto es, desde la apercepción trascendental), desde una unidad que es la que permite que la llamemos objeto de toda experiencia posible, es decir, naturaleza (A 114)”. I. Kant (1994: 140141). 87 La naturaleza –escribe Hegel en su Enciclopedia– no es otra cosa que “la Idea en la forma del ser-otro”; es la exterioridad que constituye “la determinación en que está la idea como naturaleza”. Por lo que, si bien la Idea (o Espíritu) se encuentra ahora toda ella bajo la determinación general o elemento de la exterioridad (Äuβerlichkeit), en la naturaleza no hay otra cosa a conocer que la idea misma: aquella existe para –mediante el trabajo de lo negativo (que no es sino el dinamismo específico de la subjetividad o del ser para sí)– producir Espíritu: “La naturaleza es en sí un todo viviente; el movimiento a través de su proceso escalonado consiste, más concretamente, en que la idea se ponga como aquello que es en sí o, lo que es lo mismo, que desde su inmediatez y exterioridad (que es la muerte) vaya a sí (in sich gehe), al fondo de sí, para ser primeramente como [algo] viviente; después empero supere también esta determinidad bajo la cual es meramente vida y se produzca (sich hervorbringe), se lleve a sí misma fuera y más allá de sí, hasta [alcanzar] la Existencia del espíritu, el cual es la verdad y el fin último de la naturaleza, y es la verdadera realidad efectiva de la idea”. Cfr. Hegel (2000: §§ 248-251); John Niemeyer Findlay (1969: 277-279 ss); Luis Mariano de la Maza (2004: 86 ss). 88 “Según yo veo las cosas –escribe Hegel–, forma de ver las cosas que habrá de justificarse mediante la exposición del sistema mismo, lo importante no es entender y expresar lo verdadero como sustancia sino asimismo también como sujeto […] Pues la sustancia viva no es sino el ser (Seyn) que en verdad es sujeto, o lo que es lo mismo, que es en verdad real en la 165 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx expresar simplemente como esencia, esto es, como sustancia inmediata o como la pura autointuición de lo divino, sino también y en la misma medida en cuanto forma y en toda la riqueza de la forma desarrollada”89. A la naturaleza ha de concebírsela como aquello –el espíritu– que es esencialmente el devenir de sí mismo hacia su opuesto (negación de su unidad sustancial), hacia el concepto90. Marx reconoce el mérito del idealismo por haber señalado –más allá del materialismo tradicional– el papel activo del entendimiento, la actividad del concepto o la actividad pensante que media en la relación sujeto-objeto. Pero es la primacía del sujeto reflexivo, esto es, la determinación de la actividad como perteneciente a la autoconciencia de un sujeto pensante, la que a su vez Marx critica91. El idealismo ha dejado la enseñanza irrevocable de que no es posible volver a una actitud realista ingenua: no se conoce –según dice Kant– sino lo que a su vez es puesto por el entendimiento conforme a una regla del pensar (que introduce orden en lo múltiple); o bien, no se conoce –según explica Hegel– otra cosa que la propia experiencia que la conciencia hace sobre sí misma, a través de los diversos momentos y figuras de su (no)verdad desplegada. Punto –como escribe el mismo Hegel– en el que la conciencia aprehende su propia esencia y depone “su apariencia de estar gravada con medida en que es el movimiento de ponerse a sí misma o la mediación de su devenir otro consigo misma”. Cfr. Hegel (2010: 15). 89 Op. cit., 16-17. 90 “La exposición de la sustancia –escribe Hegel en la Ciencia de la lógica– […] que lleva hasta el concepto es, por ende, la única y verdadera confutación del spinozismo. Es el descubrimiento de la sustancia, y este descubrimiento [su ex-posición] es la generación del concepto […]. Por consiguiente, en el concepto se ha abierto el reino de la libertad. El concepto es lo libre, porque la identidad existente en sí y por sí, que constituye la necesidad de la sustancia, está al mismo tiempo como superada o sea como un ser-puesto”. Cfr. Hegel (1993: 254-255). 91 En La sagrada familia Marx plantea esta crítica en los términos siguientes: “Todas las representaciones religiosas descansan, según el señor B. Bauer, en la conciencia de sí. Ese es, según él, el principio creador de los Evangelios. ¿Por qué, entonces, las consecuencias del principio de la conciencia de sí han sido más fuertes que el principio mismo?” A lo que se responde a la alemana: “Porque la conciencia de sí es el principio creador de las representaciones religiosas, pero es una conciencia que devino exterior a sí misma, contradictoria en sí, alienada y desposeída de sí misma. La conciencia de sí que se reencontró, que se comprende y que aprehende su propia esencia, es entonces la potencia que reina sobre las creaciones de su autoalienación”. Citado por M. Henry (2011: 87). Para Marx la representación religiosa no puede ser explicada por la simple conciencia, por la pérdida y la toma de ella; por lo que se hace necesario según él situar el problema de la representación por fuera de esta, en un ámbito distinto del de la conciencia. 166 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx algo extraño que sólo es para-ella pero que es otro que ella (sacudiéndose así la apariencia de una diferencia entre el serle manifiesto algo y ese algo que se manifiesta)”92. Otra manera de decir que la esencia de la conciencia es autoconciencia. No obstante lo irrevocable de esta enseñanza, la emergencia de la economía política le ha dejado a Marx, el “Moro”, otro precepto más: que lo que Kant llama “conciencia discursiva” (“la pura apercepción de la acción del propio espíritu”)93, en realidad se urde materialmente según las condiciones sociales y técnicas de desarrollo de las capacidades humanas; que la actividad no es la de la pura espontaneidad del espíritu (que es inmediatamente apercepción, o conciencia de la acción en que consiste el pensar), sino que más bien ella depende de unos medios o condiciones materiales de realización y de circulación. El pensamiento por el contrario es el espíritu o sentido que se extiende con la extensión de los sentidos de un cuerpo, el cual a través de su devenir histórico se va componiendo y transformando tecnológicamente. Pero la economía política (por la que comenzó a interesarse a partir de unos Esbozos publicados por Engels en febrero de 184494) no sólo le permite a Marx replantear el problema de la actividad desde la noción de Industria, y retraducir así la cuestión de la modalidad subjetiva del objeto, sino también le posibilita replantear el concepto de sensibilidad a partir de los condicionamientos (históricos y sociales) a los que está –en su misma definición– sujeta una “fuerza de trabajo”95. Desde el momento en que –según lo enfatiza el propio Marx en sus Manuscritos– la economía política descubre el trabajo como esencia subjetiva de la riqueza, no es posible ya (al igual como lo 92 Cfr. Hegel (2010: 161). 93 Cfr. I. Kant (2004: 44-45). 94 Cfr. Engels (2004: 3-39). 95 Esta es una noción que está presente en los Esbozos de Engels. Considerando la influencia que ellos ejercieron sobre Marx, y la motivación que despertaron en éste para el estudio de la economía política, es muy probable que la categoría de “fuerza de trabajo” esté implícita en el concepto de “fuerzas esenciales” utilizado en los Manuscritos del 44’. Por lo demás, este concepto responde a características muy similares a las de aquella categoría económica: también es pensado por Marx como la suma de capacidades en el hombre que éste despliega mediante la actividad productiva. Siendo esto así, bien se puede concluir que su noción feuerbachiana de “sensibilidad” y de “hombre sensible”, está ya en estos manuscritos mediada por la noción de “fuerza de trabajo”. 167 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx había planteado el “idealismo”) afirmar la inmediatez de una naturaleza en sí. Sin embargo, junto con este descubrimiento, esa esencia subjetiva aparece ahora limitada por los medios de existencia –partiendo por el propio cuerpo del individuo– de los que depende enteramente y sin los cuales no es nada (ninguna actividad posible). Se vuelve factible entonces releer a Feuerbach y pensar no sólo la sensibilidad como actividad sino igualmente la actividad –en cuanto tal– como esencialmente sensible, y no simplemente referida a la sensibilidad. En los Manuscritos económico-filosóficos, Marx remarca su proximidad y deuda con la filosofía de Feuerbach. Un poco más adelante –en menos de un año– destaca por el contrario su distancia con la misma filosofía (que entonces califica de “materialista tradicional”). ¿Significa ello que cuando declara su cercanía, no hay distancia alguna que separe a Marx de Feuerbach? Y, a la inversa, ¿Significa que cuando hace explícita su diferencia, Marx ha dejado atrás para siempre su deuda con Feuerbach? Pero resulta que en la primera de sus Tesis –antes citada– él habla de Gegenstand en lugar de Objekt, es decir, habla en los mismos términos en que antes lo había hecho Feuerbach para criticar la filosofía especulativa. Y contrapone al materialismo tradicional la noción de una “actividad humana sensible”, o sea, hace uso de una noción que ya está contenida en los Manuscritos del 44’, precisamente cuando Marx aún declara su amor (esa palabra tan cara al marxismo) por Feuerbach96. Para entender esto, es necesario volver a lo que dice Engels en 1888, en su librito que lleva por título Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana. En efecto, allí él sostiene dos cosas a la vez. Al comienzo del texto escribe: “fue entonces [en el momento en que dominaba la filosofía hegeliana] cuando apareció La esencia del cristianismo de Feuerbach […]. Con qué entusiasmo saludó Marx la nueva concepción y hasta qué punto se dejó influir por ella – pese a todas las reservas críticas–, puede verse leyendo La sagrada Familia”97. 96 Su amor, eso es lo que Marx le declara abiertamente a Feuerbach en una misiva enviada desde París el 11 de agosto de 1844. Cfr. K. Marx (1969: 19-24). Cuarenta y cuatro años más tarde, Engels escribe: “¡Pero el amor! Sí, el amor es, en Feuerbach, el mago que ayuda a vencer siempre y en todas partes las dificultades de la vida práctica; […] volvemos a la vieja canción: amaos los unos a los otros”. Cfr. F. Engels (1975: 56). 97 F. Engels (1975: 25-26). 168 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx Y hacia el final de ese texto, escribe: “Pero el paso que Feuerbach no dio, había que darlo; había que sustituir el culto del hombre abstracto, médula de la nueva religión feuerbachiana, por la ciencia de los hombres reales y de su desenvolvimiento histórico. Este desarrollo de las posiciones feuerbachianas, más allá de Feuerbach, fue iniciado por Marx en 1845, con La sagrada Familia”98. Primero, Engels destaca el impacto e influencia que ejerce la filosofía de Feuerbach en el joven Marx. El libro que según él da testimonio de aquello es el que escribieron juntos. Luego, subraya más bien el momento de alejamiento, de superación por parte de Marx respecto del punto de vista feuerbachiano. Lo curioso es que Engels refiere el mismo libro que ahora, sin embargo, sirve de prueba para demostrar, no ya la cercanía entre ambas filosofías, el entusiasmo por el que se ve afectado Marx al leer la obra de Feuerbach, sino al contrario el momento de un necesario distanciamiento por el que el joven filósofo da un paso “más allá”. Un mismo libro da testimonio de ambas cosas a la vez. Pese, como dice Engels, “a todas las reservas críticas”, en el primer caso hay la prueba escrita de una proximidad; y, según expresa él mismo, dentro del “desarrollo de las posiciones feuerbachianas” hay en el segundo caso la evidencia de un quiebre. Doble prueba, entonces, de una lejanía en la proximidad y de una cercanía en la distancia. Doble prueba presentada por un mismo texto. Engels pone 1845 como fecha de un paso decisivo en Marx. Pero no debemos olvidar que La sagrada familia fue concebida y escrita por el “Moro” en 1844 (a partir, incluso, de manuscritos que había elaborado durante un año atrás). Es un libro, por lo tanto, contemporáneo de los Manuscritos económicofilosóficos. Es muy probable que Engels no conociera estos últimos, y es por eso que no los refiere a modo de testimonio de la influencia que la filosofía de Feuerbach ejerce sobre los escritos tempranos de Marx, pues en ellos es donde más evidente es la deuda –explícitamente declarada– que éste siente por el primero. Siendo ambos textos contemporáneos, bien se puede hablar en relación a los Manuscritos de una proximidad, “pese a todas las reservas críticas” que ya existen entre uno y otro pensador. 98 Ibid., 57. 169 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx Veamos cuáles son los puntos que los une y cuáles los que tempranamente los separa. Lo primero que debemos advertir es que –como es bien sabido– Marx ve en los apuntes y tesis de Feuerbach la posibilidad de un respiro frente a la voluntad de “Sistema” que impera en su actualidad. La crítica que este último emprende contra la “filosofía especulativa” y, particularmente, contra aquella que en esa época reina en Alemania, la filosofía hegeliana, le brinda un motivo a Marx para principiar su propia crítica de lo que Feuerbach llamara “Filosofía de la Identidad”. Un texto clave en este sentido serán los Apuntes para la crítica de la filosofía de Hegel, de 1839. Básicamente, Feuerbach observa aquí –como más tarde en otros lugares– que dicha filosofía –cuyo máximo exponente es Hegel– reduce la diferencia a mera diferencia pensada, según la cual es la razón la que se contrapone a ella misma, sin que exista nada fuera del pensamiento que realmente lo contradiga. Es una “diferencia”, consiguientemente, que no produce comunidad, comunicación o dia-logo, ya que la razón o la Idea está aquí sola consigo, centrada en sí misma dentro del círculo dialéctico de una “conversación interna”. En cuanto tal, la “Filosofía de la Identidad” no hace otra cosa que llevar a cabo en el dominio de la especulación conceptual lo que constituye la esencia de la teología: mientras esta es un pensamiento de lo absoluto (Dios), aquella hace de este objeto un predicado de la razón. La filosofía especulativa transforma al dios trascendente de la teología en la esencia divina del pensamiento. Si no hay nada fuera de la razón o Espíritu, o si la diferencia le pertenece como su determinación interna, entonces el pensamiento es lo Absoluto. Feuerbach escribe: “La idea absoluta –la idea de lo absoluto– está infaliblemente segura de ser en sí misma la verdad absoluta; ella se presupone a sí misma como verdadera; lo que pone como lo otro, presupone ya por esencia la idea. La prueba [por la que debía pasar] no es así más que una prueba formal”99. Tempranamente Marx se ve motivado por la necesidad de una relación de la filosofía con la exterioridad. Feuerbach le ofrece entonces los primeros elementos para pensar esa relación, y esto mediante una crítica que le interesa 99 Ludwig Feuerbach (1974: 40). 170 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx particularmente desde que decide abocarse al estudio del materialismo antiguo y moderno: la crítica de la onto-teología. Según la reconstrucción de la historia de la filosofía moderna que hace Feuerbach, el intento de Hegel consistió en alcanzar una auténtica síntesis, más allá de la filosofía del espíritu y de la naturaleza, del idealismo y del naturalismo. En este sentido, en su Lógica menor Hegel había efectivamente escrito: Pero la absoluta libertad de la idea no consiste solamente en que la idea se eleve a la vida, ni aun en que se deje aparecer en ella la vida como conocimiento finito, sino en que la absoluta verdad de sí misma se decida a sacar libremente de sí misma el momento de su existencia particular, o de su primera determinación y en aparecer de nuevo como idea inmediata; en una palabra, en ponerse como naturaleza. Hemos vuelto ahora a la noción de la idea por la cual hemos comenzado. Pero este regreso al comienzo es al mismo tiempo un progreso. Aquello por lo cual hemos comenzado era el ser, el ser abstracto, y ahora tenemos la idea en cuanto ser. Este ser de la idea es la naturaleza”100. Si Fichte –según Feuerbach– permanece en una unidad subjetiva de sujeto-objeto, mientras que Schelling al contrario se detiene en una unidad objetiva de sujeto-objeto, Hegel pretende no comenzar ni con la naturaleza ni con el intelecto, sino ubicarse de entrada en el punto de vista del “Absoluto”, para desde aquí exponer el surgimiento y desarrollo de todas las categorías de lo real, tanto subjetivas como objetivas. Sin embargo, según Feuerbach, es precisamente este intento el que fracasa y, con él, el sistema completo de la filosofía especulativa. La unidad entre pensamiento y ser, naturaleza y espíritu, es estéril para esta filosofía porque indefectiblemente termina por anular la diferencia –aquello que constituye el límite infranqueable de la razón– e inclinarse al polo de la subjetividad. En Hegel, así pues, el “Absoluto” termina identificándose con el “Espíritu”, de modo que su sistema se confunde finalmente con un idealismo de carácter teológico: Justamente por eso –escribe Feuerbach–, repito, la prueba, la mediación de la idea absoluta, no es más que formal. La idea se produce y se atestigua, no por medio de un otro realmente distinto, se produce a partir de un contrario formal y aparente. En sí el ser es la idea. Si el ser está probado, la idea también lo está […] La prueba tenía a la vez un significado esencial e inesencial […]: la idea 100 Cfr. Hegel (2001: 190). 171 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx debía probarse, pues no es tal sino probándose, pero simultáneamente esta prueba era superflua para la certeza interna de su verdad […]; por eso el ser es ya la certeza de la idea101. Hegel “comienza no por el ser otro del pensamiento, sino por el pensamiento del ser-otro del pensamiento en el que el pensamiento está naturalmente seguro por anticipado de su victoria sobre el adversario”102 . La filosofía hegeliana es finalmente “mística racional”103 . Pero para Feuerbach es “la materialidad sensible” u “objetividad en general” la que constituye el verdadero límite de la razón o Espíritu; ella es el auténtico ser-otro del pensamiento, que no se deja reducir al pensamiento del ser-otro del pensamiento; el ser sensible o pasivo no es simplemente, como la naturaleza o sustancia hegeliana, ser pensado. Lo que no significa que no se deje racionalizar: él no es lo impensado o irrepresentable, sino el borde resistente y heterogéneo del pensamiento; el ser sensible constituye la alteridad real por cuya prueba debe pasar el espíritu, confrontado esta vez a su verdadero límite. He aquí, por cierto, la médula de una filosofía que servirá de herramienta al joven Marx para su crítica de la estructura (teo)Lógica de la universalidad del Derecho. Vimos de hecho en nuestro primer capítulo que para Marx, en el marco de su Crítica de la filosofía del derecho de Hegel (Introducción), la realización del postulado filosófico del “hombre como esencia suprema del hombre” necesita de otra cosa que la filosofía, de un “otro” del pensamiento, que padece en cuerpo propio la violencia de una justicia intratable. Ese “otro” es justamente el proletariado. En cierta forma este viene a ocupar así el lugar del “hombre sensible”, del “corazón” que late irradiando de sangre a la cabeza pensante. Recordemos lo que a propósito de esto último escribe el propio Feuerbach: “El filósofo tiene que acoger en el texto de la filosofía lo que en el hombre no filosofa, lo que antes bien está contra la filosofía y se opone al pensar abstracto; por tanto, lo que en Hegel es rebajado únicamente a anotación. Sólo así llegará a ser la filosofía una fuerza universal, irrefutable e irresistible. Por 101 L. Feuerbach (1974: 41). 102 Op. cit., 46. 103 Ibid., 54. 172 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx eso, la filosofía no tiene que comenzar consigo misma sino con su antítesis, con la no-filosofía”104. Esta concepción de que la filosofía debe comenzar por el ser (Wesen) distinto del pensar, no-filosófico, absolutamente antiescolástico, según la expresión de Feuerbach, se arraiga intensamente en los escritos tempranos de Karl Marx. E incluso, cuando en 1845 apunta sus Tesis para remarcar su posición frente al materialismo feuerbachiano, sigue de algún modo aún en la estela de ese mismo materialismo del que anteriormente se había declarado legatario, en el momento en que escribe: “Las querellas sobre la realidad o irrealidad del pensamiento –aislado de la práctica– constituyen un problema puramente escolástico”105. El problema –escribe Marx contra Feuerbach y a la vez en la línea de lo que este mismo había trazado– de saber si el pensamiento humano puede aspirar a la objetividad no se resuelve sino en los márgenes de la teoría; ya que es en el lugar de litigio respecto de lo que se diferencia de la filosofía, en la querella con el “no-ser pensado”, donde el hombre tiene que demostrar la “realidad y el poder”, el “aquí-abajo” (Diesseitgkeit), la mundaneidad de su pensamiento. Esta crítica a la escolástica, Feuerbach ya la había formulado a su modo: “La demostración no es, pues, la relación del pensador o del pensar encerrado en sí mismo, con ellos mismos, un monólogo de la especulación consigo misma […]. Sin comunicación, la demostración 104 Op. cit., 41. El texto, la escritura filosófica del “idealismo absoluto” debe borrarse, no aparecer como la textualidad de un pensamiento finito, que como tal debe acoger la nofilosofía, a favor de la Lógica como forma pura de la verdad. Pues es en su forma lógica que “la idea absoluta […] resume en sí misma su proceso y suprime la realidad de la exposición [su expresión textual], revelándose allí como lo primero y lo último, como lo uno y el todo”. Cfr. Feuerbach (1974: 26). Se trata –como lo recuerda Patricio Marchant– de la oposición entre concepción y expresión , en la que se privilegia a la primera, “con todos los sentidos que resuenan en ella”, en detrimento de la segunda. Marchant cita –en una nota– precisamente un pasaje de la obra de Feuerbach Apuntes para la crítica de la filosofía de Hegel, donde escribe: “…la filosofía no sale de la boca o de la pluma sino para retornar inmediatamente a su propia fuente; no habla por hablar, de ahí su antipatía a las frases hermosas, sino para no hablar, para pensar”. El filósofo chileno traduce del original en alemán, en una versión que difiere mínimamente de la edición castellana. Cfr. P. Marchant (2009: 128); L. Feuerbach (1974: 27). Pero al no hablar por hablar, al hablar para dejar de hablar, la filosofía anula al otro con el que necesariamente comienza a pensar, deja, por lo tanto, de pensar, pues “sucede que ya en el pensar mismo expresamos y exponemos nuestros pensamientos”; “empezamos, como quien dice, por hacer comparecer ante nosotros, por exponernos, por representarnos, por enseñarnos a nosotros mismos”, lo que necesariamente supone “la relación del pensador con otros hombres”. L. Feuerbach (1974: 30-31). 105 Este texto corresponde a la segunda de las Tesis sobre Feuerbach (1845); según la versión de Maximilien Rubel (1982a: 233). 173 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx carece de sentido”106. Al sostener esto, Feuerbach hace eco de otra filosofía que influyó fuertemente en él: la de Kant. Particularmente de lo que este sostiene en ¿Qué significa orientarse en el pensamiento? (1786), donde escribe: “Por cierto, se dice: la libertad de hablar o de escribir nos puede ser arrebatada por un poder superior, pero ese poder no puede quitar la libertad de pensar. Sin embargo ¡cuánto y con qué exactitud pensaríamos si no pensásemos, por así decirlo, en comunidad con otros a quienes les comunicamos nuestros pensamientos así como ellos lo hacen con nosotros! Por tanto, se puede decir que aquel poder exterior que arrebata a los hombres la libertad de comunicar abiertamente sus pensamientos, también le sustrae la libertad de pensar107. Esa “piedra de toque” en que consiste la necesidad esencial del pensamiento de comunicarse, la va a replantear Feuerbach en el sentido de una necesaria relación del pensador con un “otro” de sí. Cuestión que no puede ser cumplida desde el pensamiento, sino sólo a partir de la sensibilidad: “La prueba –escribe– de que algo existe no posee otro sentido sino que este algo no es sólo lo pensado. Pero esta prueba no puede ser obtenida del pensar mismo […], hay que agregar algo distinto del pensar al pensar mismo”108 . Ese “algo distinto” es justamente el “ser sensible”. “En el pensar como tal –enfatiza Feuerbach– me encuentro en identidad conmigo mismo, soy el amo absoluto; nada me contradice; soy juez y parte a la vez”109. Mientras que: “El ser sensible desautoriza al ser lógico; uno contradice al otro y viceversa. Para resolver esta contradicción sería menester probar la realidad del ser lógico, probar que no es una abstracción, tal como actualmente lo es para el entendimiento”110. Y no se puede probar su realidad (la del entendimiento) más que desde el padecer que 106 L. Feuerbach (1974: 30-38). 107 Cfr. I. Kant (1999: 179). Y más tarde, en su Antropología (1798), insiste: “El egoísta lógico tiene por innecesario contrastar el propio juicio apelando al entendimiento de los demás, exactamente como si no necesitase para nada de esta piedra de toque (criterium veritatis externum). Pero es tan cierto que no podemos prescindir de este medio para asegurarnos de la verdad de nuestros juicios, que acaso es ésta la razón más importante por la que el público docto clama tan insistentemente por la libertad de imprenta […]. Al egoísmo sólo puede oponérsele el pluralismo, esto es, aquel modo de pensar que consiste en no considerarse ni conducirse como encerrando en el propio yo el mundo entero, sino como un simple ciudadano del mundo”. Cfr. I. Kant (2004: 27-29). 108 L. Feuerbach (1969: 106). 109 Ibid. 110 L. Feuerbach (1974: 38). 174 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx “precede al pensar”111 : “Sólo desde la negación del pensar, desde el ser (Sein) determinado por el objeto, desde la pasión, desde la fuente de todo deseo y necesidad, se origina el pensamiento verdadero y objetivo”112 . En los Manuscritos económico-filosóficos de 1844, el joven Marx resume lo que para él es la “gran hazaña” de la filosofía feuerbachiana, en los siguientes términos: “1) La prueba de que la Filosofía no es sino la Religión puesta en ideas y desarrollada discursivamente; que es, por tanto, tan condenable como aquélla y no representa sino otra forma, otro modo de existencia de la enajenación del ser humano. 2) La fundación del verdadero materialismo y de la ciencia real, en cuanto que Feuerbach hace igualmente de la relación social ‘del hombre al hombre’ el principio fundamental de la teoría. 3) En cuanto contrapuso a la negación de la negación, que afirma ser lo positivo absoluto, lo positivo que descansa sobre él mismo y se fundamenta positivamente a sí mismo”113. Marx no renunciará a los elementos de esta “hazaña”, más bien los relativizará en función de unas categorías que exceden el marco en el que pensó Feuerbach. Esos tres puntos que destaca Marx serán rápidamente sacados de contexto. Veamos. De acuerdo al primer punto, Feuerbach escribe: La esencia de la filosofía especulativa no es nada más que la esencia del Dios racionalizada, realizada y actualizada […]. Dios como Dios, como ser espiritual o abstracto, es decir, no humano, no sensible, accesible y objetivo sólo para la razón o la inteligencia, no es más que la esencia de la razón misma que, por su parte, la teología común o el teísmo representan por medio de la imaginación en la forma de un ser independiente, distinto de la razón. Por ello es una necesidad interna, sagrada, identificar finalmente con la razón la esencia de la razón diferenciada de la razón […]. Sobre esta necesidad reposa la gran significación histórica de la filosofía especulativa114. La significación histórica del idealismo alemán consiste por tanto en la asimilación y disolución racional o teórica del dios trascendente de “la religión 111 L. Feuerbach (1969: 36). 112 Op. cit., 42. 113 K. Marx (1968: 126-127). 114 L. Feuerbach (1969: 57-58). 175 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx del más allá”. Pero resulta que la filosofía moderna si bien es la negación racional de la teología, es a su vez la restauración de esta mediante la “negación de la negación”: ella “es la negación de la teología desde el punto de vista de la teología, o la negación de la teología que es de nuevo teología”115. El idealismo, en otras palabras, “no es más que el teísmo racional o racionalizado”. Lo que significa que dios en general no es otra cosa que el entendimiento, pero separado “de las determinaciones reales que en una época determinada constituyen los límites del hombre”. Separado de las condiciones del tiempo y del espacio, el entendimiento replica a dios como el “puro espíritu” de una “actividad pura”: “La filosofía especulativa –escribe Feuerbach– es este espíritu puro, esta pura actividad, realizada como acto de pensar; el ser absoluto en tanto que absoluto pensar”116. De ahí entonces que “quien no abandone la filosofía hegeliana no abandona la teología”. La crítica la dirige Feuerbach, por un lado, contra la “teología común”, entendida esta última como “religión del más allá”, y, por el otro, contra la “teología especulativa”, que transforma ese “más allá” en el “espíritu absoluto” de un acto puro del pensar, separado del hombre finito. Por cierto, esta doble crítica Marx la acoge como fundamental. Pero, ¿hay en Feuerbach una verdadera crítica de la Religión? Marx conocía muy bien los escritos de aquel autor como para no saber que en Feuerbach, al igual que antes en Spinoza, la crítica del discurso teológico (en cuanto retórica de la autoridad en la que se funda el poder teocrático, o bien en cuanto esencia del entendimiento filosófico separada de la pasión del “corazón cristiano”) no alcanza realmente a afectar a la Religión. Tras esta, es decir, de su conformación histórica como institución teológica, hay todavía una “verdad” o “esencia” que rescatar: el propio hombre como ser religioso. En 1841, en La esencia del cristianismo, Feuerbach escribe que “la religión es la relación que el hombre sostiene con su propia esencia –en esto consiste su verdad y su fuerza moral de salvación”117. Aunque en ella este hombre se comporta frente a su propia esencia “no en cuanto suya sino como la de otro ser diferente de él y hasta opuesto –en esto consiste su falsedad, sus 115 Op. cit., 95. 116 Op. cit., 67-70. 117 L. Feuerbach (2009: 243). 176 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx límites, su contradicción con la razón y la moralidad; la fuente perniciosa del fanatismo religioso”118. En este sentido el pecado original de la religión radica en el hecho de ser “la escisión del hombre consigo mismo”119. Ella atenta así contra su verdad o esencia, pues en lugar de religare al hombre con el hombre, al yo y el tú, lo divide y contradice, poniendo lo finito y lo infinito, la inteligencia y la pasión, el cuerpo y el espíritu, en dos planos diversos. Realizar esta verdad de la religión es para Feuerbach precisamente el objetivo de la “nueva filosofía”. A esta le compete la tarea de restablecer –en tanto que su principio supremo y último– la unidad superior del hombre con el hombre. Dios es esta unidad: el objeto fundamental de una filosofía que es “en verdad religión”120. Marx, al igual que Feuerbach, piensa que “la esencia del hombre está contenida sólo en la comunidad”121. Pero a diferencia de este, no concibe dicha comunidad en términos de una unidad religiosa o esencia divina. Desde sus primeros escritos Marx realiza una crítica radical de toda forma de religión, desplazándola –según vimos en nuestro primer capítulo– hacia una crítica de la política. Los límites de aquella deben ser abordados a partir de un cuestionamiento de fondo de las “barreras temporales”, en la medida en que para las sociedades modernas la religión no constituye el fundamento sino simplemente el fenómeno de la limitación secular122. Mientras Feuerbach deriva el término religio de religare y desde esta derivación etimológica concluye lo que para él es el verdadero fundamento de lo que liga y une lo humano y lo divino, Marx por el contrario resalta en dicho término lo que esencialmente separa y desune al hombre. No es posible en su perspectiva una religión sin separación, así como toda forma de alienación conserva en sí un núcleo religioso. La crítica que en Sobre la cuestión judía lleva a cabo contra los límites de la política, por lo tanto contra la religión en su forma secularizada, necesariamente involucra a Feuerbach. Si para este último el “espíritu 118 Ibid. 119 Ibid., 85. 120 “La unidad del yo y del tú, es Dios”; “El principio supremo y último de la filosofía es por eso la unidad del hombre con el hombre”; “La nueva filosofía […] posee dentro de sí la esencia de la religión, ella misma es en verdad religión”. Cfr. L. Feuerbach (1969: 151-152). 121 Op. cit., 151. 122 K. Marx (2004b: 16). 177 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx absoluto” es el “espíritu difunto” de la teología “que aún como fantasma ronda en la filosofía hegeliana”, para el joven Marx ese “espíritu fallecido” de la religión todavía merodea como espectro en el Estado policial y en su inseparable supuesto de la propiedad. De acuerdo al segundo punto destacado por Marx, Feuerbach escribe: “Se requieren dos hombres para la generación del hombre, tanto del hombre espiritual como del hombre físico: la comunidad del hombre con el hombre es el primer principio y criterio de la verdad y de la universalidad”123 . En lo grueso Marx ciertamente comparte esta tesis. Pero esa comunidad se funda para aquél en el sentimiento amoroso entre el yo y el tú que, elevado al entendimiento mediante su comprensión filosófica, deviene la unidad racionalpasional del “humanismo” en tanto que “antropoteísmo”124 . Feuerbach habla en términos de una “esencia del hombre al hombre”, que se da a conocer mediante la intuición sensible en su “verdadero ser”. Por lo que la “ley suprema de la filosofía, su más alta misión, consiste en pensar y conocer las cosas y seres (Wesen) tales como ellos son”125. Se trata, en consecuencia, de una comunidad de los hombres en la que lo que se comunica es el “ser” de estos, su verdadera “esencia” o “naturaleza”. Sólo así tiene sentido hablar –como lo hace Feuerbach– de “filosofía del hombre”. ¿Lo tiene para el joven Marx? Yo y Tú constituyen una comunidad sentimental, elevada a autoconciencia, una unidad superior –religiosa– de ser y pensar, sobre la base de una misma esencia en la que ambos participan (“Ser [Sein] –escribe Feuerbach– es algo en lo cual participan no sólo yo sino también los otros”126). No es entonces una misma esencia que está originariamente compartida, dividida como relación, como el reparto mismo entre los individuos singulares, sino la dualidad de dos términos (yo y tú) que participa de algo común que los unifica, divinizándolos en esta unidad. Marx tempranamente, ya en 1843, y con mayor fuerza entre 123 L. Feuerbach (1969: 133). 124 “El antropoteísmo –escribe Feuerbach– es el corazón elevado al entendimiento; sólo expresa en la cabeza de manera inteligible lo que el corazón dice a su manera […]. Por eso, la nueva filosofía, como negación de la teología, la cual niega la verdad de la pasión religiosa, es la posición de la religión. El antropoteísmo es la religión autoconsciente, la religión que se comprende a sí misma”. Op. cit., 44. 125 Op. cit., 37. 126 Ibid., 107. 178 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx 1844 y 1845, piensa la comunidad en términos de una “relación social”. Con toda claridad, en 1844, concibe esta “relación” en términos no de una “esencia del hombre al hombre” sino de una “producción (social) del hombre por el hombre”. Lo que tendrá una consecuencia fundamental: para Feuerbach el mundo es un predicado del hombre; este es el sujeto del mundo, su principio. Para Marx, por el contrario, el hombre no es más que “el mundo de los hombres”, repartido en el mundo, como el sujeto que es a su vez un producto, una creación –siempre plural– de ese mundo en (y como) el que existe singularmente. Para Feuerbach la nueva filosofía no es otra cosa que el propio hombre “que es y sabe que él es la identidad real (no imaginaria), absoluta, de todos los antagonismos y las contradicciones, de todas las cualidades activas y pasivas, espirituales y sensibles, políticas y sociales”127. En este mismo sentido, y de acuerdo al tercer punto, lanza sus dardos contra la dialéctica hegeliana: “Indubitable, inmediatamente cierto, es solamente lo que es objeto (Objekt) de los sentidos, de la intuición y del sentimiento. Sólo es verdadero y divino lo que no necesita comprobación alguna, lo que inmediatamente es cierto por sí mismo […]. Pero claro como el día es solamente lo sensible; sólo donde comienza la sensibilidad cesa toda duda y disputa […]. Corresponde a la escolástica hacer de la mediación una necesidad divina y una propiedad esencial de la verdad […]. La verdad que se mediatiza es la verdad afectada todavía de su antítesis. Se comienza con la antítesis pero después es suprimida (aufgehoben). Ahora bien, si hay que suprimirla, si hay que negarla, ¿por qué debo comenzar con ella, por qué no comenzar en seguida con su negación? […]. ¿Por qué no comenzar inmediatamente por lo concreto? ¿Por qué, pues, no es superior lo que es cierto y es probado por sí mismo que lo que es cierto por la nulidad de su contrario? ¿Quién puede, por tanto, erigir la mediación en necesidad, en ley de la verdad?”128. Es la filosofía especulativa la que erige la mediación en ley de la verdad, en la medida en que ha decidido comenzar por el ser puramente indeterminado, idéntico a la nada: “La filosofía que deriva lo finito de lo infinito, lo determinado de lo indeterminado, nunca llega a una verdadera posición de lo finito y determinado. Derivar lo finito de lo infinito significa: lo infinito, lo indeterminado es 127 Ibid., 49. 128 Ibid., 129-130. 179 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx determinado, negado; significa que se admite que nada es lo infinito sin determinación; es decir, sin finitud; significa, por tanto, que se coloca a lo finito como la realidad de lo infinito. Pero el negativo no-ser (Unwesen) de lo absoluto permanece subyacente y, por esta razón, la finitud colocada, será siempre suprimida (aufgehoben) de nuevo. Lo finito es la negación de lo infinito y de nuevo lo infinito es la negación de lo finito129. Si lo finito es la realidad de lo infinito, la determinación de su ser, entonces ¿por qué no comenzar –se pregunta Feuerbach– por lo determinado y concreto? Comenzar por aquí sería partir no del ser puramente pensado, puesto por la Idea, sino del ser-sensible, real, que precede al pensamiento. Más como para Hegel el comienzo es lo indeterminado, el desarrollo de la dialéctica de la verdad tiene la significación de la determinación mediatizada. Sólo en el curso de “la exposición Lógica fenomenológica” se determina y se revela lo que es, aquello mismo por lo cual ha comenzado el filósofo idealista. Por ello es “que [para él] la progresión es una regresión –regreso al punto de partida, aunque transformado”130. Marx comparte sólo parcialmente esta tesis. También para él el ser indeterminado es un punto de partida puramente especulativo. Todo ser es un ser determinado, finito. El comienzo del acto determinado de pensar es siempre e inevitablemente la finitud de lo existente. En este mismo sentido, el pensar es –como lo señala el propio Feuerbach– una actividad plenamente afirmativa. Sin embargo, si bien el ser sensible y finito no es lo puesto por la Idea o Espíritu como su realidad, esto no quiere decir –en la perspectiva de Marx– que no sea algo producido, puesto; de ninguna manera significa –como lo cree Feuerbach– que ese ser sensible sea la certeza de lo que es inmediatamente evidente por sí mismo. Para Feuerbach es la razón la que debe pasar por la prueba de lo sensible; es este el que contradice al “ser lógico”, cuya verdad sólo puede ser demostrada a través de esa realidad concreta que la funda. Pero esta, según él, no necesita a su vez de prueba alguna; constituye por el contrario la certeza no mediatizada, no basada en comprobación alguna acerca de su verdad, ya que es en ella misma donde descansa la lógica de la demostración. El ser 129 Ibid., 33-34. 130 Cfr., L. Feuerbach (1974: 25). 180 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx sensible es lo no puesto, por eso es naturaleza131: “La esencia (Wesen) del ser en cuanto ser (Sein als Sein) es la esencia de la naturaleza”132. Lo que implica, desde el punto de vista de la antropología feuerbachiana, que el hombre es la presencia, “evidente por sí”, “dada a sí misma a través de los sentidos”, cuya certeza se funda en estos (“Sólo es verdadero y divino lo que no necesita comprobación alguna, lo que inmediatamente es cierto por sí mismo […]. Pero claro como el día es solamente lo sensible”). Vale decir: la “esencia del hombre al hombre” se manifiesta en su verdad sólo a partir de la “intuición sensible del hombre por el hombre”133. Feuerbach se conforma con sustituir –por efecto de una inversión filosófica– simplemente un contenido vinculante externo o trascendente (Dios para la teología, relevado luego por el Espíritu en el pensamiento especulativo) por un contenido vinculante interno: el propio Hombre. Sin embargo, según Marx, dicha inversión ya ha sido de algún modo llevada a cabo por la revolución política moderna. De ahí su temprana sospecha: “¿de qué hombre se trata?”. La política en su estructura jurídica y económica ha instalado precisamente el principio antropológico como su presupuesto. Admitirlo acríticamente, sería por tanto asentir la modalidad subjetiva que está a la base de aquella. Entre 1842 y 1843, particularmente en su Crítica de la filosofía del Estado de Hegel, Marx aún piensa al hombre real como el verdadero fundamento de la constitución política. Esta, al igual que en Feuerbach, es simplemente un predicado de dicho sujeto. Cercano a este autor, Marx se mantiene asimismo próximo a la teoría spinoziana de la verdad. Spinoza en su Ética había escrito: “¿Qué puede haber más claro y cierto como norma de verdad que la idea verdadera? Ciertamente, la verdad es norma de sí misma y de lo falso (Verum index sui et falsi), al modo como la luz se revela a sí misma y revela las tinieblas”134. El filósofo de Ámsterdam señala que la idea verdadera 131 Cfr., Op. cit., 63. 132 L. Feuerbach (1969: 48). 133 Op. cit., 132. 134 Cfr. B. Spinoza (2000: 110). 181 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx se relaciona con la falsa “como el ser con el no ser”. Lo que significa que se puede decir del ser lo mismo que se afirma de la idea verdadera: esta “implica la máxima certeza”. Pues bien, entre 1842 y 1843, la frase spinoziana Verum index sui et falsi cobra en Marx un manifiesto tinte político: así como la verdad en términos de la Ética es la luz que se manifiesta a sí misma en su propia luminosidad (el ser que es “claro como el día” según la expresión de Feuerbach), así también el “hombre real”, el “pueblo real” es comprensible –en tanto que fundamento último de todo régimen político– a partir de sí mismo, desde su propia realidad; si la verdad spinoziana es la propia medida de su certeza, el “hombre real” marxiano es el depositario de la certeza, desde la que se descifra el “enigma de la política”135 . Pero a partir de Sobre la cuestión judía, Marx repara en el hecho de que no se trata tan sólo del Ser de la política, sino más fundamentalmente de la política del ser136 . Será este un paso decisivo para concluir que, si bien el hombre es un “ser paciente”, que se compone sensiblemente, todo depende de cómo sea socialmente organizada esa sensibilidad. Modernamente, las “fuerzas esenciales del hombre” están organizadas bajo el régimen productivo del trabajo, por lo tanto, bajo el poder de la Propiedad. El efecto de poder de dicho régimen es el hombre-burgués, es decir, el propietario; y la negación de todas las condiciones de humanidad, dentro de los límites de ese mismo régimen (o sea, la ausencia de propiedad), es el proletario. Siendo así, válida es la pregunta: “¿de qué hombre se trata cuando se habla de él?” Con esta sospecha Marx se distancia tempranamente de Feuerbach. Desde 1844, con los Manuscritos, Marx recoge la tesis de la economía política según la cual el trabajo es la esencia subjetiva de la riqueza. En la perspectiva de la interpretación marxiana esto equivale a sostener que la esencia de la naturaleza es la industria. Vale decir: el ser del hombre es el producto de una actividad productiva que la ha puesto de golpe en la dimensión de la historia, de la no-naturaleza. No existe en consecuencia realidad de un 135 Cfr. K. Marx (2002: 98-99); véase asimismo, K. Marx (1983: 25-48). 136 Véase, acerca de esta idea de una “política del ser”, el tercer capítulo (segunda parte) de nuestra tesis (III. 3). 182 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx ser natural en sí, pues toda naturaleza está mediada por la Industria. Otra manera de decir que el ser sensible, objetivo, es actividad. En cuanto producto de la industria, la naturaleza es la no-presencia de lo que sólo existe como lo puesto (la dinámica de lo puesto que nunca tiene una posición dada), es decir como el devenir de una exteriorización. Por esta razón le criticará a Feuerbach el uso que le da a la palabra alemana Gegenstand para referirse al objeto, pues con este término lo que hace es estabilizar la “exteriorización” en la “estancia” (stance) de un stehen, fijarla en la presencia permanente de lo que se mantiene en su posición, anudado en la relación a sí. Mientras que para Marx siempre se trata de la yección originaria de aquello que no puede estabilizarse absolutamente, que está descentrado de su posición, pues permanece como no-estable, nunca fijado en sí como sustancia o presencia idéntica a sí misma, sino siempre precariamente estabilizado. Al aseverar que la sensibilidad es actividad, praxis, Marx se aleja de Feuerbach137. Pero inmediatamente se acerca a este cuando dice que, inversamente, la actividad no es el “acto puro” del espíritu o pensamiento, la espontaneidad de un sujeto pensante, sino actividad pasiva, materialmente condicionada, praxis de un ser corpóreo. Y se vuelve a distanciar de aquél, en cuanto le atribuye al ser activo aquello que Feuerbach sólo adjudicó al “ser sensible”: su dependencia de una alteridad. Si para este únicamente un ser pasivo necesita para su existencia de algo exterior a él, o sea, en sus propias palabras: “no puedo pensar un ser que respire sin el aire, un ser que vea sin luz”, aunque sí “puedo concebir al ser pensante aislado, para sí”138, para Marx en cambio el hombre, en su propio ser activo, no puede ser concebido más que en relación a lo que está fuera de él (en la inmanencia de la producción), a una alteridad que expone su actividad a las condiciones materiales de su puesta en obra. Y es que ver, pensar, escuchar, son relaciones prácticas, sociales e históricas, que, al igual que el acto de respirar, son pasivos de una exterioridad, 137 Feuerbach también habla de “actividad sensible”. Esta es una expresión que Marx toma literalmente de aquel. No es aquí, en consecuencia, donde reside la diferencia y el distanciamiento entre uno y otro pensador. Insistamos en el hecho de que Marx reinterpreta dicha expresión desde el punto de vista de la Industria. En este sentido aparece en él un problema que no está en el horizonte de la filosofía feuerbachiana, a saber, la cuestión de las condiciones histórico-sociales y tecnológicas de producción y transformación de la sensibilidad. 138 Cfr. L. Feuerbach (1969: 61). 183 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx sin que sea concebible un ser pensante apartado, ab-soluto139. Otra manera de decir que no existe el Yo, como tampoco el Tú (siempre restituible a su yoidad), sino la “relación” que originariamente divide a los hombres. II. 3. Comunismo Feuerbach (y a ratos el joven Marx)140 se mueve, equívocamente, entre dos posibilidades ontológicas. Afirma por un lado que el Ser es existencia. Al hacer esto transforma la existencia en lo predicable del hombre. Con lo que – sin quizás proponérselo– reintroduce la unicidad sustancial de este último. Pero deja entrever, por otro lado, que no hay ser más que de las existencias singulares141. En la medida misma en que las singularidades se constituyen en y como pura “relación” (plural), la Presencia (en este caso el Hombre) se retira de ellas y deja de ser pensada como la sustancia o sustrato que está tras sus múltiples determinaciones. De acuerdo a la primera posibilidad es el ser unitario del Yo el que está en relación con el Tú. La “relación” es determinada como el relacionarse del hombre con el hombre, como si se pudiese hablar de un vínculo establecido 139 Para Feuerbach, finalmente, el ser sensible al elevarse a entendimiento, al volverse autoconsciente, se transforma en el ser para sí del hombre, idéntico a sí mismo. Y esto en la misma medida en que concibe al pensamiento del lado de la actividad. Desde el momento en que es la propia actividad la que deviene pasiva, no hay ser pensante cuyo acto se funde en sí; todo pensamiento requiere de otro (y no sólo, como en Kant y Feuerbach, para comprobar la verdad de su tesis, sino en su misma esencia); o bien, como Marx dirá en La ideología alemana, el espíritu nace siempre ya tarado de materia. 140 Debemos tener en cuenta que los Manuscritos del 44’ (dividido en tres), al tener la estructura de un borrador, no sigue la secuencia de una línea argumentativa plenamente coherente, sino que presenta evidentes discontinuidades entre uno y otro manuscrito, entre los que Marx varía fuertemente los basamentos de su construcción teórica. Algunos de estos remiten a una etapa previa, mucho más próxima a la filosofía feuerbachiana, otros por el contrario anticipan un pensamiento que será desarrollado posteriormente en su obra más madura. Digamos que cuando Marx apunta en uno de sus cuadernos las Tesis sobre Feuerbach, no está sino ejercitando términos menos imprecisos para decir justamente un pensamiento. 141 Como lo destaca Michel Henry, este “movimiento de pensamiento existe en el propio Feuerbach”, especialmente cuando escribe en La esencia del cristianismo: “Una infinita plenitud o multitud de predicados que son realmente diversos… sólo se realiza y confirma en una plenitud o una multitud infinita de seres diversos o individuos […] Sólo en la sensibilidad, en el espacio y el tiempo, tiene lugar un ser infinito, realmente infinito, rico en determinaciones”. Cfr. M. Henry (2011: 96). 184 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx entre dos sujetos constituidos (ahistóricos en este sentido), que anudan, secundariamente, esa relación. Mientras que de acuerdo a la segunda posibilidad, en la “relación” el hombre no está nunca dado; es ella por el contrario lo único que puede darle a este su “humanidad”, en la retirada de todo ser esencial y como la posibilidad que es también la posibilidad de la inhumanidad. Esas dos posibilidades de la ontología son, pues, las dos posibilidades del pensamiento contemporáneo –de cuya historia forma parte la filosofía de Marx142. Hay diversos pasajes de los Manuscritos del 44’ en los que este pareciera estar hablando de la “relación” como lazo fundado en el hombre. Y hay, en este sentido, varios pasajes en los cuales la “comunidad” es representada como la sustancia común, según la unidad Hombre-Naturaleza de una “naturaleza humanizada”. Mientras que en La ideología alemana Marx es más explícito en la crítica que dirige contra Feuerbach, particularmente cuando este tiende a convertir al “hombre común” en una cualidad que se predica “del” hombre143. Se trata en esta crítica de desmontar toda posibilidad de reproducción del esquema (propio según Marx del idealismo) de la permanencia de un substrato al que se adhieren –como sus predicados– las cualidades sensibles que determinan la “esencia del hombre” (Wesen des Menschen), sin afectarla en su identidad consigo misma. Es lo que precisamente está en entredicho cuando los autores de La ideología escriben que la “suma de fuerzas de producción” (Summe von Produktionskräften) es “el fundamento real de lo que los filósofos se representan como la ‘substancia’ (Substanz) y la ‘esencia del hombre’ (Wesen des Menschen)”144 . A partir de aquí, Marx cuestiona el “modo especulativo-idealista”, es decir, “fantástico”, de concebir el “ser social” del hombre como la “autocreación del género” 142 Cfr. Jean-Luc Nancy (1996: 79-86). 143 Cfr. K. Marx & F. Engels (1971: 45): “Cuán equivocado está Feuerbach –escriben aquí sus autores– cuando se declara comunista al calificarse como ‘hombre común’, convirtiendo esta cualidad en un predicado ‘del’ hombre […]. Toda la deducción de Feuerbach en lo tocante a las relaciones entre los hombres tiende simplemente a demostrar que los hombres se necesitan los unos a los otros y siempre se han necesitado. De lo que se trata para él es de establecer la conciencia en torno a este hecho; Feuerbach aspira, pues, como los demás teóricos, a crear una conciencia exacta acerca de un hecho existente, mientras que lo que al verdadero comunista le importa es derrocar lo que existe”. 144 Op. cit., 41. 185 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx (Selbsterzeugung der Gattung); concepción que representa “la serie sucesiva de los individuos relacionados entre sí como un solo individuo que realiza el misterio de engendrarse a sí mismo”145 . Meses antes, en su Tesis sexta (de las Tesis sobre Feuerbach) había escrito: “La esencia humana no es algo abstracto inherente a cada individuo. Es, en su realidad, el conjunto de las relaciones sociales”146. En una especie de mixtura francoalemana –como bien destaca Balibar– Marx, contra el concepto de “esencia” en cuanto cualidad general (Allgemeinheit), interna y muda, que une naturalmente a los diversos individuos, afirma que “en su realidad efectiva” (in seiner Wirklichkeit) el ser humano es “das ensemble der gesellschaftlicher Verhälnisse”147. Según advierte el mismo Balibar, Marx recusa, en primer lugar, la noción de “esencia” o “naturaleza” como lo que está idealmente “alojado” (inwohnend) en los individuos del mismo género, ya sea en tanto que cualidad, o bien en tanto que forma o poder que los precede y les da existencia. Y declina, en segundo lugar, la noción del individuo como realidad primera, que podría definirse por sí misma, según la mera particularidad de su existencia sensible. Es decir, contraría a la vez el punto de vista individualista, según el cual el individuo es una realidad biológica, psicológica, o bien una realidad definida en términos de comportamiento económico, y el punto de vista organicista, según el cual habría una primacía de la sociedad, considerada como una unidad indivisible de la que los individuos no serían sino los miembros funcionales (o destinales)148. De acuerdo a como ya hemos señalado, los conceptos de Gattungswesen o de Gattungssein ocupan un lugar central en la filosofía del joven Marx. Giorgio Agamben ha reparado en el hecho de que la palabra “género” (Gattung) tiene aquí un sentido más profundo que el habitual sentido naturalista, un sentido que sólo puede entenderse en su propia sonoridad si se lo enlaza con lo que la filosofía occidental ha designado con esta palabra149. El 145 Op. cit., 39. 146 Según la versión de Maximilien Rubel (1982a: 234). 147 Cfr. Étienne Balibar (2000: 36). 148 Op. cit., 37-38. 149 Cfr. G. Agamben (1998: 132ss). 186 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx autor italiano remonta dicho término al libro quinto de la Metafísica, donde Aristóteles escribe: “Hablamos de género (génos), en un sentido, cuando es continua la generación de los que tienen la misma forma. Así se dice ‘mientras exista el género de los hombres’, que equivale a decir, mientras sea continua la generación de ellos”150 . Agamben señala que en el sintagma “generación continua” debemos entender “generación” en su significado más amplio de “origen” y la palabra “continuo” en el sentido de “lo que mantiene unido”. El género en tanto que “generación continua” significaría, consiguientemente, “origen que mantiene unido en la presencia”151. Lo que presupondría (traducido el término aristotélico génos al concepto feuerbachiano-marxiano Gattung) la tesis de una pertenencia original del hombre a sí mismo, o bien, en lenguaje aristotélico, presupondría la idea de una continua generación de lo que se mantiene unido a través de ella en una misma forma. Sin embargo, Marx se interroga por el carácter de esta “pertenencia”, y se cuestiona acerca del sentido de la “presencia” que ella involucra, con el objetivo de evitar la concepción “especulativo-idealista” de la generación en tanto que “autocreación del género”. Como vimos antes, los autores de La ideología sostienen que el mundo sensible (sinnliche Welt) “no es algo directamente dado desde toda una eternidad y constantemente igual a sí mismo”, sino el “producto de la industria”, en el sentido de que es un “producto histórico”, el “resultado de la actividad de toda una serie de generaciones”. El mundo, esto es, aquello que no sólo constituye el entorno de lo humano, la objetividad que le rodea, sino también la exterioridad por la cual él existe, que es el ser mismo del hombre como “exteriorización”, su venida a la presencia, su fenómeno o realidad sensible, no es –escriben Marx y Engels– eternamente igual a sí mismo. El mundo y, en consecuencia, la naturaleza del hombre, su misma pertenencia, no es idéntico a sí, sino siempre diverso respecto de sí mismo, siempre plural: no hay un solo mundo, hay pluralidad de mundos en transformación. A esto se añade que el mundo en el cual vivimos los hombres nunca es enteramente la creación de estos como sujetos contemporáneos de lo que producen, sino un mundo heredado, no creado (en tiempo presente) y 150 Aristóteles (1998: 1024ª 30). 151 G. Agamben (1998: 133). 187 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx con el que nos encontramos al modo de un ya-sido. Él necesariamente nos remonta a eso pasado que no hemos creado y que por el contrario nos produce. Lo que significa que la generación de los individuos es una heterogeneración. Los hombres comienzan por la herencia, a partir no de sí mismos sino ya viniendo de los otros; ellos vienen a la presencia comenzando por venir desde un pasado heredado. Vienen al mundo al nacer en él, pero de tal modo que los otros y los otros mundos están siempre ahí de manera inmemorial. Es lo que justamente está contenido en una de las misivas de Marx: Es innecesario añadir que los hombres no son libres de escoger sus fuerzas productivas –base de toda su historia–, pues toda fuerza productiva es una fuerza heredada, producto de una actividad pasada. Por lo tanto, las fuerzas productivas son el resultado de la potencia práctica de los hombres, pero esta misma potencia se halla determinada por las condiciones en que los hombres se encuentran colocados, por las fuerzas productivas ya heredadas, por la forma social anterior a ellos, que ellos no han creado y que es producto de las generaciones pasadas152. El mundo de los hombres es un “producto de la industria” en el sentido de que es un “producto histórico”. He aquí otro punto a destacar: la industria es entendida como la “actividad de toda una serie de generaciones”; designa, ante todo, una potencia genérica que no pertenece a ningún sujeto en particular, ni individuo, sociedad, grupo o colectividad. Las generaciones pretéritas son ellas mismas una “fuerza heredada”. ¿Por quién? Por nadie particularmente: la industria es el ser de cada individuo, su potencia histórico-social, ella misma determinada por las condiciones legadas en que los individuos se encuentran colocados. En tal sentido, la industria en tanto que la actividad práctica y productiva de los hombres, la praxis de su ser, expresa precisamente la imposibilidad de la autogeneración de un sujeto que se hace a sí mismo. Ella es la generación de los individuos, como origen (originariamente) dividido por la temporalidad ya-sida y por-ser de la creación; es la potencia que no pertenece a forma específica alguna, o bien, cuya especificación histórica sólo existe como forma en transformación. 152 Carta de Marx dirigida a P. V. Annenkov, redactada el 28 de diciembre de 1846. Incluida en K. Marx (1987: 133). Esta idea la vuelve a formular más tarde en 1852, en El dieciocho Brumario de Luis Bonaparte, donde escribe: “Los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen a su libre arbitrio, bajo condiciones elegidas por ellos mismos, sino bajo aquellas con que se encuentran, ya existentes y heredadas”. K. Marx (2003: 33). 188 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx Moses Hess, en un opúsculo publicado en 1845, dedicado a los “últimos filósofos” (Die letzten Philosophen), cuestiona la tentativa de Stirner y Bauer por conciliar los conceptos de “género” y de “individuo”; por unificar la universalidad del concepto de “hombre genérico” con el viviente “de carne y hueso”. Y escribe: …a los ojos de nuestros últimos filósofos alemanes, el hombre singular (Der einzelne Mensch) que tiene el conocimiento de la naturaleza y la historia debe ser el “Género”, el “Todo” (die “Gattung”, das “All” sein). Todo hombre, se puede leer en el manual de Buhl, es el Estado, la Humanidad (ist der Staat, die Menschheit). Todo hombre es el Género, la Totalidad, la Humanidad, el Todo (Jeder Mensch ist die Gattung, das Ganze, die Menschheit, das All), escribió hace poco el filósofo Julius. “Así como es la totalidad de la Naturaleza ((Wie der Einzelne die ganze Natur), el individuo es también la totalidad del Género”, dice Stirner. Luego del nacimiento del cristianismo, se trabaja en suprimir la diferencia entre el Padre y el Hijo, lo Divino y lo Humano, es decir entre “el Hombre genérico” y el hombre “de carne y hueso” […] Todas aquellas tentativas por suprimir teóricamente la diferencia entre el hombre individual y el género humano han fracasado porque el hombre individual, pudiendo conocer el Mundo y la Humanidad, la Naturaleza y la Historia, no es y no permanece en realidad más que un hombre aislado, en tanto que el aislamiento de los hombres no habrá sido prácticamente suprimido153. Marx no podía sino compartir esta crítica de Hess, la que extiende contra las tentativas del propio Feuerbach. Los esfuerzos de este por conciliar los conceptos de “género” y de “individuo” le parecen a Marx insuficientes. Según lo que este mismo insinúa, Feuerbach pareciera oscilar entre dos perspectivas contrapuestas: cuando convierte al “hombre común” o “genérico” en una cualidad que se predica del hombre, cae en la visión idealista conforme a la cual el concepto de “esencia” es una “generalidad (Allgemeinheit), interior y muda, que liga de manera natural la multitud de los individuos”154. Mientras que cuando hace de la particularidad del Yo viviente y sensible el fundamento incuestionable de todo pensamiento, cae en “la teoría (Anschauung) de los individuos aislados y de la sociedad civil”155. Pero, ¿se trata en verdad de dos 153 Según la versión de Gérard Bensussan (1985: 198-199). Cfr. asimismo G. Agamben (1998: 135-136). 154 Es lo que dice Marx en la sexta de las Tesis sobre Feuerbach. Según la versión de Maximilien Rubel (1982a: 234). 155 Es lo que escribe Marx en la novena de las Tesis sobre Feuerbach: “El resultado supremo a que llega el materialismo contemplativo –es decir, el materialismo que no concibe lo sensible 189 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx visiones contrapuestas, o bien ambas comparten un mismo presupuesto? En la sexta de sus Tesis, Marx escribe: “Feuerbach reduce la esencia de la religión a la esencia humana. Pero la esencia humana no es una cosa abstracta, inherente al individuo aislado. Ella es, en realidad, el conjunto de las relaciones sociales. Al no abordar la crítica de esta esencia real, Feuerbach está obligado: 1º a hacer abstracción del proceso histórico y a fijar el sentimiento religioso para sí, suponiendo un individuo abstractamente –aisladamente– humano; 2º a no concebir la esencia más que como ‘género’, como generalidad interior, muda, que liga de manera natural la multitud de los individuos”156. Justamente porque se percibe la esencia humana como una cosa abstracta, inherente al individuo aislado, se supone a la vez un individuo abstractamente –aisladamente– humano. El presupuesto de la comunidad como lazo natural vinculante de los diversos individuos es al mismo tiempo el presupuesto de la individualidad como entidad aislada, que existe para sí. En este sentido la misma crítica que Marx dirige aquí contra el punto de vista feuerbachiano de la esencia de la religión, la había dirigido en 1843 contra la perspectiva moderna de la esencia de la política. En ambos casos lo que hay es una “reducción” (Reduktion) del mundo humano al hombre mismo, separado en su individualidad de ese mundo y de las relaciones que lo constituyen. Así como la esencia de la religión es reducida a la esencia o naturaleza abstracta del hombre, así también ocurre con la esencia de la política moderna (al mismo tiempo que el hombre es reducido a la abstracción de sí mismo, ya sea en la forma de la religión o en la de la política)157. Ahora bien, ¿en qué sentido ambas visiones –la del ser genérico como comunidad o lazo natural de unión entre los hombres y la del individuo como entidad aislada que existe para sí– coinciden bajo un mismo presupuesto, cuando en realidad parecieran decir cosas contrapuestas? Marx atiende al como actividad práctica–, es la teoría de los individuos aislados y de la sociedad civil”. Op. cit., 235. 156 Op. cit., 234. 157 Cfr. K. Marx (1974: 131). 190 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx hecho de que, cuando sus contemporáneos hablan de una generalidad interior, no se puede tratar ya de una comunidad dada realmente, de un vínculo natural existente de facto, contrapuesto a la individualidad que se afirma en su autonomía, pues la modernidad industrial irremediablemente ha roto con la posibilidad misma de un tal lazo natural. La institución de la sociedad civil es por cierto la disolución de toda forma de comunión esencial. Más bien lo que está en juego en ese concepto de “generalidad” es una determinada filosofía de la comunidad, como pensamiento abstracto y especulativo del género, que tiene por punto de partida el presupuesto de la individualidad abstracta y aislada del ser del hombre. No se trata simplemente, en consecuencia, de una comunidad presupuesta, tal cual ocurre en las formaciones sociales premodernas que el mismo Marx analiza en textos posteriores (lo veremos más tarde), sino del presupuesto de un pensamiento de la comunidad, que es afín con aquel otro del Individuo y que se levanta con la representación (moderna) de una disolución de la comunidad o corrupción de esta158. No es casual entonces que Marx en la sexta de sus Tesis prefiera el término francés “ensemble” para referirse al “conjunto” de la “relaciones sociales” que constituyen la esencia del hombre. Al hacer uso de esa palabra 158 El deseo de una restitución de la comunidad disuelta o rota está presente en algunos pensadores socialistas franceses que preceden a Marx. Es, por ejemplo, el caso de Babeuf, en quien la idea de una fundación de “la República de los Iguales” implica, para su realización, una recomposición de la comunidad natural de los hombres que ha sido escindida por la violencia de los poderosos entre patricios y plebeyos, ricos y pobres. Se trata para él de revolucionar (acabadamente ahí donde la Revolución Francesa ha dejado una tarea pendiente) pero para retornar al “estado de comunidad”. Cfr. F. Babeuf (1961: 22-32). Es también, de algún modo, el caso de Saint-Simon, para quien la reorganización social debe basarse en una comunidad de “productores” en general, es decir, de todos los que realizan un trabajo de “utilidad positiva” para la sociedad (sabios, artistas, artesanos). Esta comunidad de trabajadores (físicos y morales) se funda para él en un orden que discrimina lo necesario y esencial de lo superfluo y prescindible; lo fundamental de lo derivado. Reorganizar significa, así pues, restituir el orden natural y objetivo de “un mundo que está al revés”. Al igual que F. Schlegel, aunque en un sentido diverso, Saint-Simon sitúa “la edad de oro del género humano” no detrás de nosotros sino delante, en una sociedad futura. Escribe: “La imaginación de los poetas ha situado la edad de oro en los albores de la especie humana, en medio de la ignorancia y la barbarie de los primeros tiempos, allí donde habría más bien que colocar la edad de hierro. La edad de oro del género humano no está tras nosotros, está delante, en la perfección del orden social; nuestros padres no la han visto, nuestros hijos la alcanzarán algún día; nos corresponde a nosotros abrirles camino”. Sin embargo, en el nuevo sistema –dice Saint-Simon– la sociedad estará gobernada no por el arbitrio de los hombres sino por unos principios “derivados de la naturaleza misma de las cosas”. Se trata, entonces, de un orden objetivo de cosas que preexiste de algún modo, pero que ha sido violado e ignorado por una mala organización y jerarquización de las funciones sociales (“Las decisiones –escribe– sólo pueden ser resultado de demostraciones científicas absolutamente independientes de toda voluntad humana”). Cfr. Saint-Simon (1961: 34-60).. 191 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx extranjera a su lengua evita la utilización de la expresión alemana das Ganze, el “todo” o la “totalidad”, que ese mismo año Moses Hess cuestiona de sus coterráneos. Al mismo tiempo que sortea la concepción meramente individualista de unos hombres atomizados. La palabra extranjera “ensemble” designa pues la multiplicidad constitutiva de relaciones, que son otras tantas transiciones o pasajes históricos en los que se hace y deshace el vínculo de los individuos entre sí, en los que se anuda y se desanuda la relación (Verhältnis) que produce su ser común159. Comparemos, a propósito de esto último, dos textos absolutamente próximos en un punto, pero que guardan entre sí una diferencia fundamental. El primero corresponde a los Principios de la filosofía del porvenir (1843) de Feuerbach; el segundo a los Manuscritos del 44’ de Marx: “El hombre no tiene el olfato de un perro de presa ni el de un cuervo, pero solamente porque su olfato es un sentido que abarca toda especie de olores y por eso es un sentido libre e indiferente respecto a olores especiales. Pero donde un sentido se eleva por encima de la barrera de la particularidad y de su sujeción a la necesidad, allí se eleva a significación y dignidad autónomas y teóricas […]. E incluso el estómago del hombre, aun cuando lo despreciemos despectivamente, no es un ser animal sino humano, universal, no limitado a determinadas especies de alimentos. Precisamente por eso, el hombre es libre de la voracidad furiosa con la que el animal se abalanza sobre su presa. Déjale al hombre su cabeza pero dale el estómago de un león o de un caballo: seguramente dejará de ser hombre. Un estómago limitado se aviene también únicamente a un sentido limitado, es decir, animal”160. “Comer, beber y engendrar, etc., son igualmente auténticas funciones humanas. Pero en la abstracción que las separa del ámbito restante de la actividad humana y las convierte en fin único y último son animales […]. El sentido que es presa de la grosera necesidad práctica tiene sólo un sentido limitado. Para el hombre que muere de hambre no existe la forma humana de la comida, sino únicamente su existencia abstracta de comida; ésta bien podría presentarse en su forma más grosera, y sería imposible decir entonces en qué se distingue esta actividad para alimentarse de la actividad nutritiva animal”161. Como se puede apreciar, para Feuerbach existen los órganos que son esencialmente humanos en su función, de manera que si le sustituimos al hombre su estómago por uno perteneciente a una bestia, seguramente dejará de ser tal individuo humano. Habría, así pues, un sentido que determina 159 E. Balibar (2000: 38). 160 L. Feuerbach (1969: 148-149). 161 K. Marx (1968: 61 y 94). 192 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx teleológicamente a los sentidos y que hace de estos unos órganos específicos del género. Para Marx, en cambio, los órganos se definen por una capacidad práctica, de modo que al variar esta y la relación que la compone, varía también su función y sentido. Mientras Feuerbach da por sentada la libertad del hombre respecto de la voracidad furiosa con la que el animal se abalanza sobre su presa, Marx por el contrario se pregunta: ¿en qué condiciones prácticas el hombre es libre del hambre bestial, en qué condiciones, inversamente, deviene apetito animal? Si no existe ser sustancial del hombre entonces se vuelve legítima la pregunta por la posibilidad de la inhumanidad del mismo. Su ser práctico, no esencial, su devenir, es lo que hace de él – esencialmente– una posibilidad, que es siempre y cada vez la posibilidad contraria, la imposibilidad en la que aquél puede hundirse. Si un estómago limitado –como escribe Feuerbach– se aviene únicamente a un sentido limitado, este límite es para Marx inmanente a la producción práctica del hombre: “el medio gracias al cual se opera la alienación es él mismo un medio práctico”162. Así como no existe respecto del hombre lo limitado en sí, tampoco existe lo en sí ilimitado y libre de trabas: tanto lo uno como lo otro, el extrañamiento que produce el sentido limitado de los sentidos como la conquista de la libertad de los sentidos en todos los sentidos, se desenvuelven igualmente en un medio práctico. Marx se ve forzado a repensar el “ser genérico”, lo “común”, el “comunismo”, desde el momento en que cada uno de estos términos lo devuelven a aquello que se ha propuesto combatir desde hace tiempo: el humanismo de “la teoría de los individuos aislados y de la sociedad civil”. Es desde el punto de vista de esta necesidad de repensar aquel conjunto de términos, que cobra especial relevancia el texto de Max Stirner El único y su propiedad (1844). El opúsculo de Hess –referido unas líneas atrás– fue concebido como una respuesta al libro de Kaspar Schmidt (el nombre del autor que firma con el seudónimo Max Stirner), sumándose así a una serie de otras réplicas, entre 162 “Das Mittel –escribe Marx–, wodurch die Entfremdung Vorgeht, ist selbst ein praktisches”. Op. cit., 66. 193 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx ellas las de Bauer y de Feuerbach163. Marx y Engels no se marginaron al respecto. El libro de Stirner terminó de ser escrito en abril de 1844 y fue publicado hacia fines de octubre de ese año, siendo temporalmente sacado de circulación por unos días y repuesto finalmente el 2 de noviembre. En marzo del año siguiente, cuando redacta sus Tesis, Marx aún no había leído la obra de Schmidt. Lo lee, convencido por su amigo Engels, inmediatamente después. Si El único y su propiedad resulta ser determinante en la trayectoria del pensamiento marxiano es porque ese libro contiene una fuerte crítica del humanismo feuerbachiano, y porque en esta medida es el propio Marx el que se ve comprometido por ella. En el momento en que es publicada la obra de Stirner, Marx sólo era conocido por sus artículos periodísticos en la Gaceta renana y por sus publicaciones en los Anales franco-alemanes, es decir sus dos ensayos Sobre la cuestión judía y la Introducción a la Crítica de la filosofía del derecho de Hegel, donde la centralidad del “Hombre” da la impresión –a los propios contemporáneos de Marx– de una fuerte influencia de la antropología de Feuerbach. En las Tesis (no conocidas públicamente sino varias décadas más tarde), el “Moro” ya se había desmarcado del concepto feuerbachiano de Sinnlichkeit (sensibilidad), en la medida en que este estaba ligado aún a un materialismo estático y contemplativo. Aquella noción es pensada allí por Marx en unidad con el concepto de praxis. Lo que ciertamente era una consecuencia de cuestiones que habían sido desarrolladas anteriormente en sus Manuscritos del 44’ (otro texto inédito) y en La sagrada Familia (impresa cuando el libro de Stirner ya había salido a la luz pública). Era necesario entonces para Marx explicitar esta diferencia, enfatizar su distancia con Feuerbach y así responder a las críticas de Stirner. Para eso era forzoso revisar la propia terminología usada hasta entonces. Al respecto nuestra tesis es la siguiente: la sustitución del concepto de “ser genérico” por el de “comunismo”, así como aquel de “fuerzas esenciales del hombre” por el de “suma de las fuerzas de producción”; y del universal “Hombre” por el plural “hombres”; en fin, el mayor énfasis en una “ontología de la producción” y de la “relación” más que en una “ontología del 163 Cfr. David Mc Lellan (1969: 146-147 ss). 194 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx ser genérico”. Esta serie de sustituciones, decimos, guarda relación con la necesidad –por efecto de la lectura de El único y su propiedad– de ahondar la diferencia con Feuerbach, y de conjurar el espíritu del humanismo que pesa sobre él, vinculado tanto a la filosofía de la comunidad como a la ideología del individuo. En El único y su propiedad, Stirner bosqueja la historia del mundo “antiguo” y “moderno”, representados por el paganismo y el cristianismo respectivamente, a partir de la premisa de que con este último comienza el reino del espíritu o del pensamiento, que en sus distintas versiones llegará – con la entrada de la época moderna– a convertirse en pensamiento puro o verdad suprasensible. De modo que, en este sentido, el último vástago de la historia “espiritual” del mundo cristiano está en el “liberalismo”, a través de sus diversas formas y fases: el liberalismo “político”, “social” y “humano”164. Lo común a cada una de estas formas de liberalismo es para Stirner el principio del Hombre165. Este es, en la era moderna, el nuevo “Ser Supremo” que nos impone a los individuos “servicio y deber”, consagrándonos a la “libertad espiritual” (que no es mí libertad) del Dios que se ha hecho terrenal, y convirtiéndonos en apóstoles de la esencia divina que habita en nosotros. El Hombre es, así pues, el “Espíritu” cuyos espectros son el “buen ciudadano” (El hombre del liberalismo político), el “trabajador” (el hombre del liberalismo socialista o comunista), y el “crítico” (el hombre del liberalismo humanitario), consecuencia última de las anteriores figuras. Si –como lo dice Stirner– el espíritu necesita siempre de unos nombres, es el nombre de “Hombre” el que “debe elevarse radiante por encima de todos los demás nombres”166 ; el “Hombre”, con “la era de la burguesía” (que es la era del protestantismo)167 , se alza como el espíritu supremo de los espíritus del Estado, de la Sociedad, de la Humanidad, con sus fantasmas respectivos: la libertad, la igualdad, la universalidad. 164 Cfr. Karl Löwith (2008: 142-143). 165 Cfr. Max Stirner (2003: 164 ss). 166 Op. cit., 170 ss. 167 Op. cit., 146 ss. 195 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx Stirner afirma en consecuencia tres cosas: primero, dice que el liberalismo pertenece a la historia del cristianismo. En el horizonte de esta historia, el protestantismo se divide en dos fases: la primera es la de la “libertad religiosa”, basada en la comunicación directa e inmediata del fiel con la religión o con Dios; la segunda es la de la “libertad política”, fundada en el vínculo, sin intermediario que se interponga, entre el individuo y el Estado. Segundo, dice que el comunismo es un tipo de liberalismo: en él es la Sociedad la que se pone en el lugar del Estado, pero como una consecuencia de las premisas de la “libertad política”. Tercero, dice que el liberalismo es un humanismo, y todo humanismo es “teológico”. Ciertamente, los nombres de Bauer, Hess, Feuerbach, entre los más conocidos, se ven comprometidos por estas afirmaciones, en sus distintos niveles. ¿Será el caso de Marx? Según Stirner, Feuerbach permanece, a pesar de toda su hostilidad contra Hegel y la filosofía especulativa, hundido “hasta el cuello” en la abstracción del Ser del hombre. De manera que “no sabe más que disfrazar el materialismo de su ‘filosofía nueva’ con los harapos que hasta el presente eran propiedad de la ‘filosofía de lo absoluto’”168. Vale decir: si bien por un lado Feuerbach abandona cierto aspecto de la religión, principalmente el que tiene que ver con el Dios-Sujeto de la Teología e, inversamente, el Sujeto-Dios de la filosofía especulativa, no hace por otro lado más que reformularla por el nuevo punto de vista de la moral humanista169 . Por ejemplo, no dice ya “Dios es el amor”, pero sí sostiene “el amor es divino”; de modo que hace de este sentimiento un “bien supremo” para el hombre, divinizado a través de él, realizado en su verdadera “humanidad”. En otras palabras, si bien invierte al sujeto transformándolo en predicado, y viceversa, no por eso deja de permanecer en la perspectiva moral de una verdadera esencia de lo humano. Feuerbach liberó al individuo de la alienación religiosa sólo para sustituir el imperio de Dios por el del Hombre en su aspecto universal. Con la transmutación del predicado en sujeto logra “desalojar al dios de su cielo” y arrebatarlo a la “trascendencia”, pero sólo para llegar a concluir: “lo divino es lo verdaderamente humano”. Al tomar el Hombre el lugar que ocupaba Dios –dice 168 Ibid., 376-377. 169 Ibid., 92. 196 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx Stirner–, se lo ha convertido a él mismo en un ente divino (“‘Dios se ha hecho hombre’, os dará ‘el hombre se ha hecho Dios’, etc… y ahí tenéis una nueva religión”170). Feuerbach representa para Stirner la victoria de la moralidad, que conduce simplemente a un cambio de dinastía; la especie humana en tanto que esencia del hombre, hasta aquí subordinado a un Ser supremo, se eleva a la altura absoluta. En circunstancias que nosotros somos en relación con nuestra especie o género lo que éramos a los pies de ese Ser supremo: es decir, religiosos. Su “antropología”, en suma, repone el punto de vista de la “teología”. Si Feuerbach le critica a Hegel el haber privado de realidad a los hombres concretos y sensibles, considerándolos como manifestaciones del espíritu universal, él por su parte priva asimismo de realidad a los individuos humanos, imaginándolos como “ejemplares” de una especie a la que cada uno se debe y está consagrado. No es distinta –según Stirner– la situación de Baüer. Pues para este, en efecto, se trata de la nueva fe en la libertad y en la humanidad, como única fuerza capaz de movilizar una emancipación política radical, que tiene por objeto principal “el derecho humano en general”171. Una emancipación “radical” es para Baüer una movilización tal que, en la dirección que sigue “la evolución histórica de la idea de Estado” (cuyo principio es la “causa de la humanidad”)172, no se basa simplemente en el cambio de un privilegio por otro173. La causa de la emancipación sólo puede ser llevada a buen término si, y en la medida en que, se una a la causa de la humanidad y de la historia aquella fe que “probará por fin un día su ardor –un ardor que será justamente tanto mayor e insuperable cuanto el hombre está situado por encima del privilegio y del monopolio”174. Pero (y esto es lo que observa Stirner) al situarlo 170 Ibid., 101. 171 Bruno Baüer (2009: 62-63). 172 Cfr. Op. cit., 88-90. 173 Ibid., 62. 174 Ibid., 63. A propósito de la cuestión judía, Baüer escribe: “El judío, como el cristiano en tanto que cristiano, es incapaz de un interés teórico y de un comportamiento científico, porque considera toda tentativa de descubrimiento de su esencia como una ofensa personal, como un ataque, como un toqueteo impúdico. Su divisa es: ¡Noli me tangere! Efectivamente, todo conocimiento de su esencia es un ataque a su privilegio, un atentado contra su felicidad, un motivo de irritación para ellos, pues su esencia es satisfacer su necesidad personal; ella es su propiedad personal, nunca es, por lo tanto, considerada como esencia, como esencia libre y 197 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx por encima de toda forma de privilegio, el hombre es transformado en una “esencia general” y en el “verdadero ser” al que estamos consagrados como tarea histórica175. Ella es el ideal que sólo alcanzamos a través de la conquista y realización de los “derechos del hombre”; ideal en relación al cual –como escribe el realizados” 176 mismo Baüer– “no somos todavía verdaderos hombres . Según Stirner, al deber hacer suya “la causa general de la humanidad”, el individuo es dividido respecto de su ser y puesto en relación con aquello que se convierte en objeto de una fe. Baüer no sale en este sentido de la religión. Tanto en este último como en Feuerbach “el fantasma ha tomado un cuerpo”177, el Dios se ha hecho hombre, pero no sin que el hombre mismo –por un efecto de encantamiento– se haya vuelto un aparecido, “un fantasma oscuro y engañoso”, bajo cuyo hechizo se convierte en el Espíritu al que el individuo está abandonado y consagrado178. ¿Qué significa que el hombre sea Espíritu? Quiere decir que cada uno es verdaderamente lo que debe ser, el ideal pensable que aún no es y que ningún individuo en particular puede ser. Razón por la cual su posibilidad es separada de su realidad. Bajo el poder del Espíritu soy determinado por una “vocación”, esto es, por la “llamada” del “Ser que tenemos que hacer vivir en nosotros”, no pudiendo emplear la vida a nuestro gusto sino debiendo “regularla por él y conformarla a él”: “Todo en mí, pensar, sentir, querer, todos mis actos, todos mis esfuerzos son del [Ser]”179 . Significa, por tanto, que soy poseído por un “Pensamiento” que, habitando en mí y dominando sobre mí por encanto, me desposee y me desquicia. Poseído por él, le debo culto: este es el precio de “la libertad del espíritu” que es al mismo tiempo “mi servidumbre”: “Ese espíritu –escribe Stirner– sobre el cual no tengo universal para sí, separada del temor y de la necesidad imperiosa del mantenimiento de la identidad. Nunca son libres, porque no dejan libre a su esencia”. Op. cit., 88. 175 Bauer escribe: “Sólo como hombres pueden los judíos y los cristianos comenzar a considerarse y a tratarse mutuamente, si abandonan la esencia particular que los separa y los obliga a la ‘separación eterna’, sólo así pueden reconocer la esencia general del hombre y considerarla como su verdadera esencia”. Ibid., 22. 176 Ibid., 92. 177 M. Stirner (2003: 86). 178 Ibid. 179 Ibid., 361. 198 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx ningún poder, puede tomar las formas más diversas, puede llamarse Dios o llamarse espíritu del Pueblo, Estado, Familia, Razón, o también Libertad, Humanidad, Hombre”180. Que el hombre sea Espíritu implica, en consecuencia, una determinada relación moral (soy por relación a un “deber ser”); una determinada relación al tiempo (soy llamado por lo que “todavía” no soy: se trata –como advierte Stirner– de una concepción según la cual “yo soy mi fin”, por lo tanto, “me busco”, no siendo mi vida más que “una larga y apasionada espera”); e implica el efecto de una fascinación fantasmagórica (los individuos modernos –dice Stirner– están poseídos de “el Hombre”). De estas tres cosas que envuelve el hecho de ser Espíritu, es la relación al tiempo futuro (como posibilidad) la decisiva. Pues lo determinante de aquel hecho es para Stirner “la dualidad de un yo postulante y de un yo postulado” (de un yo “imperfecto” y de un yo “perfecto” o Ideal)181. A partir de ella nuestros cuerpos se vuelven “el trono de un extraño, de un intruso: Hombre, Dios, Estado o Moral”182 . Tampoco, al menos en parte de su obra, Moses Hess escapa de esta crítica. Este había hecho del socialismo un ideal, el orden de una “religión universal”, más allá de las religiones trascendentes habidas hasta ahora, que como tal cumple el trayecto de la humanidad hacia una forma inmanente de salvación183 . Si por un lado el comunismo conserva las ideas originales del cristianismo –amor y humanidad–, por otro las devuelve del más allá a su realización en este mundo mediante la institución revolucionaria de la sociedad comunista. Forma de sociedad en la que Dios, es decir lo absoluto, se hace plenamente patente como la “raza humana” o la “humanidad unida en el amor”; y en la que somos liberados de la falsa creencia de que Dios está fuera de nosotros y más allá de este “mundo dominado por el Diablo”, es decir, por el mal184. Lo absoluto existe y se realiza, según Hess, por medio del avance de la 180 Ibid., 369. 181 Ibid., 191. 182 Ibid., 192. 183 Cfr. Yirmiyahu Yovel (1995: 282-283). 184 Ibid. 199 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx especie humana hacia la redención, pero no en la forma del Estado liberal, instrumento de explotación capitalista que divide el mundo a través de la lucha de todos contra todos, sino en la del Estado socialista, cuyas instituciones realizan la forma religiosa suprema del comunismo: sociedad libre e igual basada en el amor mutuo y la comunidad de bienes185. Stirner critica precisamente este ideal del comunismo como religión. Si bien para Hess esta no necesitará ya de sacerdotes e iglesias, de dogmas o de una deidad trascendente, como tampoco de la creencia en la inmortalidad ni de la educación por el miedo, ella permanece como la forma en que Dios se manifiesta en los hombres mediante la espontaneidad del principio del amor, que está en el fundamento de una transformación de los espíritus186. En Hess se trataría, según Stirner, precisamente de una “libertad del espíritu” y no de los individuos. Como en todo el humanismo moderno, heredero del espíritu del cristianismo, en él se seguiría tratando (contra esta acusación responderá Hess en Los últimos filósofos) del ideal de una “Libertad” sólo pensable y nunca realizable, que en tanto que potencia espectral domina contra la unicidad de mí libertad, la del propio “yo” como individualidad irremisible. En la óptica de Stirner aquél no hace más que sumarse a la lista de los que esperan abnegadamente una libertad que los despoja de sí mismos, del acto único de su poder egoísta. Marx no podía sino sentirse aludido, ya que en 1844 aún sigue estando próximo a autores como Feuerbach y Hess (y bien podríamos sospechar –por el mismo hecho de lo inconfesado que guarda toda confesión187 – que más de este último que del primero). Y si bien, por otro lado, ese mismo año había 185 Cfr. Leszek Kolakowski (1985: 114). 186 “La esclavitud social y moral –escribe Hess– deriva sólo de la esclavitud espiritual; y, al contrario, la emancipación legal y moral sólo será fruto de la liberación espiritual”. Citado por Kolakowski, op. cit., 115. 187 Al confesar su adherencia a algunos de los puntos que destaca del pensamiento de Feuerbach, Marx deja inconfesada (o sólo tímidamente enunciada) su proximidad con la filosofía de Hess. ¿Será que esta proximidad es tan estrecha, al punto de que amenaza con la confusión, que Marx no se atreve a declararla? ¿Será que, por el contrario, prefiere confesarla con respecto a ese otro autor (Feuerbach), en realidad en ese momento un poco más lejano, para no tener que hacerlo con respecto a un autor mucho más cercano, al punto que con este a ratos no se sabe bien quién es el que firma? Althusser, nos parece, se tomó muy al pie de la letra esta confesión de Marx. Con respecto a la relación de Marx con Hess, véase G. Bensussan (1985: 132-149). 200 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx hecho público su distanciamiento con la tesis del libro de Baüer, eran muchos los términos que compartía con este, tanto así que en algunas de las líneas de La cuestión judía es difícil no confundirlos. Ambos plantean como cuestión fundamental de nuestro tiempo la necesidad de una emancipación radical, que vaya a la raíz del mal (son los términos que utiliza Baüer) que divide a los hombres; ambos hablan de una emancipación del hombre por encima de toda forma de privilegio; y en este sentido los dos son críticos de los intereses egoístas de la clase burguesa, y de los límites de una política que tan sólo vela por los privilegios de esta última. Para un contemporáneo de Marx era fácil identificar sus posturas. Con respecto a Feuerbach más evidente aún era su complicidad con este. Stirner en su libro refiere tangencialmente a Marx y lo cita como el autor de una Introducción a la Crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel. Texto en el que su autor –recordémoslo– formula una frase que claramente proviene de La esencia del cristianismo. La frase dice: “La crítica de la religión desemboca en la doctrina de que el hombre es la esencia suprema para el hombre”188. Stirner a la entrada de la primera parte de su libro hace uso a modo de epígrafe de aquella locución, seguida inmediatamente de una cita de Baüer: “‘El hombre es para el hombre el Ser Supremo’, dice Feuerbach. ‘El hombre acaba de ser descubierto’, dice Bruno Baüer. Examinemos desde más cerca ese Ser Supremo y ese nuevo descubrimiento”189. Ambas citas marcan así el objetivo principal de toda la primera parte de El único y su propiedad. Ellas destacan a la luz de la apertura de la segunda parte, titulada “Yo”, donde Stirner escribe: El más allá exterior es barrido, y la obra colosal de la filosofía está cumplida; pero el más allá interior ha venido a ser un nuevo cielo, y nos incita a nuevos asaltos: el Dios ha tenido que dejar el sitio al Hombre y no a nosotros. ¿Cómo podéis creer que el Hombre-Dios haya muerto durante todo el tiempo que en él, aparte del Dios, no haya muerto el Hombre también?190. 188 K. Marx (1974: 100). 189 M. Stirner (2003: 55). 190 Varios han insistido, entre esos Löwith y Kolakowski, en la relación del pensamiento de Stirner con la filosofía de Nietzsche, particularmente en el punto en que ambos anuncian la muerte de Dios como acontecimiento que envuelve la retirada del Hombre. Y, sin embargo, mientras Stirner remite la voluntad, cuya esencia es el poder, a la unicidad del Yo propietario de sí, Nietzsche, nos parece (al menos a la luz de las lecturas contemporáneas), piensa la voluntad como potencia de descentramiento del poder, nunca reducible a la unidad de un Yo. 201 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx Feuerbach (pero también el autor de una Introducción a la Crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel) al afirmar que “el hombre es el ser supremo para el hombre” no se dio cuenta –en la perspectiva de Stirner– que el hombre no ha matado a Dios más que para convertirse a su vez en “el solo Dios que reina en los cielos” del más acá. Marx se ve forzado a responder ante esta crítica. Así pues, desde la primera parte de La ideología alemana, supuestamente dedicada a Feuerbach, Marx en realidad prepara una respuesta al autor de El único y su propiedad. Desde sus primeras líneas esos manuscritos están marcados por la exigencia de tener que confrontar el espíritu del humanismo en su triple vínculo con la moral, con la posibilidad de un tiempo futuro y con una historia poseída por fantasmas. Insistir en cosas que ya había dicho, pero de una manera más explícita; desplegar algunas de sus tesis, reinsertándolas en un nuevo contexto teórico; relevar viejos términos por unos nuevos: es lo que se ve conminado a hacer para soslayar la crítica demoledora de Stirner. Para mostrar que su concepción del “comunismo” no es la de Hess ni tampoco la de los “Socialistas”, Marx al comienzo de La ideología escribe: “Para nosotros, el comunismo no es un estado de cosas que debe implantarse, un ideal al que la realidad debe conformarse. Nosotros llamamos comunismo al movimiento real que anula y supera al estado de cosas actual. Las condiciones de este movimiento resultan de circunstancias previas existentes en el presente. Por lo demás, la masa de los simples obreros –de la fuerza de trabajo excluida en masa del capital o de cualquier satisfacción, por limitada que ella sea- y, por lo tanto, la pérdida no puramente temporal de este mismo trabajo como fuente segura de vida, presupone, a través de la competencia, el mercado mundial. Por tanto, el proletariado sólo puede existir en un plano histórico-mundial, lo mismo que el comunismo, acción del proletariado, no es concebible más que como realidad ‘histórica y mundial’; existencia histórica y Al respecto, sólo a modo de ejemplo, cabe destacar el texto de El crepúsculo de los ídolos, donde Nietzsche escribe que tras la eliminación del mundo verdadero y con este del mundo aparente hace su entrada en escena el pensamiento de que al ser humano nadie le da sus propiedades, “ni Dios, ni la sociedad, ni sus padres o antepasados, ni él mismo”. Cfr. F. Nietzsche (1993: 69). “Ni él mismo”, con este enunciado el filósofo alemán liquida también la posibilidad de que el hombre sea clausurado bajo la figura de lo humano o de la forma de un sujeto autárquico. Aquí, nos parece, es posible establecer una diferencia fundamental entre ambos pensadores. 202 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx mundial de los individuos, es decir, existencia de los individuos directamente vinculada a la historia universal”191. El comunismo, definido en estos términos, está lejos para Marx de ser el ideal moral de una nueva sociedad entre los hombres. Él retoma en esta perspectiva lo que había planteado (pero que ninguno de sus contemporáneos tuvo la oportunidad de leer) en la sexta de sus Tesis sobre Feuerbach, y que tímidamente estaba ya dicho en Sobre la Cuestión Judía, a saber, que así como no existe el “Hombre” en cuanto entidad aislada, tampoco existe la “Sociedad” en tanto que sujeto universal por sobre los individuos. Lo que hay son relaciones prácticas en las que los individuos se constituyen y transforman cada vez, en la inmanencia de este mundo. Mientras que lo que hace Stirner es convertir a la sociedad en una “persona”, para luego sobre esta base construir su argumento contra lo que llama “liberalismo social” (que él identifica con el comunismo). A lo que Marx responde: “Por medio de un par de comillas, Sancho [Stirner] convierte aquí a ‘todos’ en una persona, la sociedad como persona, como sujeto = a la sagrada sociedad, a lo sagrado. Ahora, nuestro santo sabe ya donde está y puede dar rienda suelta a su entusiasmo contra ‘lo sagrado’, con lo que, naturalmente, queda destruido el comunismo”192 . En esta respuesta está contenida la crítica que Marx –en directa relación con el cuestionamiento de la concepción “fantástica” de la “autocreación del género”– ya desde el inicio de La ideología había dirigido contra la interpretación “especulativo-idealista” de la “sociedad como sujeto”193. En una misma crítica Marx enlaza así la puesta en tela de juicio de la ideología de la “Sociedad” con el cuestionamiento de la concepción idealista del “género”. Es en este contexto que escribe el texto antes citado (que nosotros comentamos extensamente en relación a la interpretación que hace de él Nancy), donde piensa el comunismo como el “contacto práctico” y el disfrute “de la producción multiforme del globo entero (creaciones de los hombres [Schöpfungen der Menschen])”. Ese goce no es posible según Marx más que en el plano “de la cooperación histórica y mundial de los individuos”, cuya “dependencia total” se 191 K. Marx & F. Engels (1971: 37-38). 192 K. Marx & F. Engels (1971: 236). 193 Op. cit., 39. 203 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx transformará gracias a “la revolución comunista” en la apropiación del conjunto de las capacidades subjetivas que –nacidas “de la acción de unos hombres sobre otros”– “hasta ahora han venido imponiéndose a ellos”194. Stirner sostiene en su libro que el obrero, “en su conciencia de que lo esencial en él es el obrero”, se mantiene alejado del egoísmo y se somete a “la autoridad superior de una sociedad de obreros”, lo mismo que el ciudadano se “entregaba con devoción” al Estado. Marx vuelve a enfatizar –contestando a esta afirmación– que no hay más ser que el de la “relación”. Y entonces escribe: En “Stirner”, el “comunismo” comienza por fijarse en “la esencia”; como un buen “joven” sólo pretende ver “lo que hay detrás de las cosas”. A nuestro santo le tiene, naturalmente, sin cuidado el que el comunismo sea un movimiento extraordinariamente práctico, que persigue fines prácticos con medios prácticos y que, a lo sumo, solamente en Alemania y frente a los filósofos alemanes puede detenerse por un momento en “la esencia” […]. Pero el obrero se atiene, a lo sumo, a la conciencia de que lo esencial en él para el burgués es el obrero, el cual puede hacerse valer por ello mismo en cuanto tal contra el burgués195. 194 Ibid. Que esta “apropiación” no tiene nada que ver con el “disfrutar –como dice Stirner (citado por Marx)– de los eternos derechos humanos”, lo aclara remitiendo al lector a los antiguos textos publicados en los Anales franco-alemanes, donde –según recuerda Marx– se concibe “el derecho a poseer en común como una premisa imaginaria del derecho de propiedad privada”, y donde se vincula de manera esencial el “derecho en general” con “la competencia” y “la libre propiedad privada”. Es la manera en que Marx desvincula al comunismo de la tradición “liberal”. Escribe en respuesta a la afirmación de Stirner: “Por lo que al derecho se refiere, nosotros hemos puesto de relieve, entre muchos otros, la contraposición entre el comunismo y el derecho, tanto el político como el privado y bajo la forma más general de todas, la del derecho humano”. Cfr. Op. cit., 240. Esta contraposición destacada por Marx tiene su antecedente en la distinción que él mismo hace en los Manuscritos del 44’, donde establece la diferencia entre la “propiedad privada” y la “propiedad pública”, por un lado, y lo “común” en el comunismo, por otro. 195 Op. cit., 247-249. Lo que aquí escribe Marx no dista en lo absoluto de lo que sostiene en La sagrada familia y antes en los Manuscritos del 44’. En estos, según vimos, había escrito que “la relación de la propiedad privada contiene latente en sí la relación de la propiedad privada como trabajo, así como la relación de la misma como capital, y la conexión de estas dos expresiones entre sí”. En tal sentido la propiedad es, de una parte, la producción de la actividad humana como trabajo, es decir, la subjetivación del individuo que depende de ella como trabajador. La esencia del obrero, en tanto que obrero, no es por consiguiente otra cosa que la plasmación (Ausdruck) de una determinada relación de producción: “El trabajador –escribe– sólo existe como trabajador en la medida en que existe para sí (für sich) como capital, y sólo existe como capital en cuanto existe para él un capital”. Este es la subjetividad, el para sí del hombre como obrero. Pero incluso la categoría misma de ‘Hombre’ es en algún sentido cuestionable para el joven Marx, puesto que es el economista político (“del mismo modo –afirma– que la política en sus Derechos del hombre”) quien “reduce todo al hombre, es decir, al individuo, del que abstrae toda determinación para fijarlo (zu fixieren) como capitalista o como obrero”. Cfr. K. Marx (1969: 72-73 y 111). 204 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx No es que el obrero posea –como lo cree Stirner– una conciencia referida a un ser esencial y preexistente respecto del cual está en deuda; su esencia como trabajador no existe más que por relación al “burgués”, quien por lo demás no es a su vez más que la expresión o la plasmación de una “relación de propiedad”. Por esta misma razón, el comunismo no puede ser determinado como una “sociedad de obreros”, a la cual los individuos sacrifican devotamente su vida, sino más bien ha de ser concebido como la destrucción de las condiciones y formas de vida según las cuales ellos se constituyen en sujetos “trabajadores” (destrucción que está implicada en la revolución y transformación de las bases sobre las que se sostiene aquella relación de propiedad): “San Max –escribe– cree que los comunistas tratan de ‘hacer sacrificios’ ‘a la sociedad’ (y asimismo “cree que los proletarios comunistas que revolucionan la sociedad […] siguen siendo ‘los mismos de antes’”196), cuando lo que tratan es, a lo sumo, de sacrificar la sociedad existente”. Puesto que no existe La ‘Sociedad’, tampoco puede existir más que en la “fantasía” una “sociedad de obreros”, ya sea porque la sociedad es una determinada relación en la que el trabajador no es más que un término relativo a la existencia del capital (y en este sentido sólo se puede hablar de “sociedad capitalista”), ya sea porque tan pronto revoluciona esa relación social el obrero deja de ser “lo que era antes”197 . Así pues, si en La ideología Marx nos dice que el comunismo es el movimiento real que anula y supera el estado de cosas actual, en los Manuscritos del 44’ concibe este movimiento como la práctica de una 196 Marx escribe: “los proletarios comunistas […] al cambiar las circunstancias, dejarán de ser ‘los mismos de antes’, y por eso están resueltos a hacer que estas circunstancias cambien en la primera ocasión”. K. Marx & F. Engels (1971: 245). 197 Marx escribe: “En la actividad revolucionaria, el cambiarse coincide con el hacer cambiar las circunstancias”. Ibid. Esta afirmación no hace más que insistir en algo que ya había escrito en La sagrada familia. Aquí, en efecto, retoma la tradición del pensamiento materialista según la cual las circunstancias exteriores, la industria, la experiencia y el desarrollo de las costumbres determinan la existencia misma de los hombres. De manera que, en este sentido, escribe: “si el hombre adquiere todo conocimiento, sensación, etc., del mundo sensible, y de la experiencia en el seno de este mundo, aquello que importa entonces es organizar el mundo empírico de tal modo que el hombre haga la experiencia y contraiga el hábito de lo verdaderamente humano, que él haga en el mundo la experiencia de su cualidad de hombre […]; si el hombre es formado por las circunstancias, [entonces] él ha de formar las circunstancias humanamente”. Texto citado por Franck Fischbach (2005: 15). Cfr. K. Marx (1967: 197). Para Marx no existe “lo verdaderamente humano” sino como la experiencia que el hombre hace de su ser en el mundo, según esa actividad formadora en la que la humanización del mundo tiene por condición previa la mundanización de los hombres. No hay un ‘Ser’ de lo humano, este es simplemente un hábito contraído. Es, en otras palabras, el habitus del mundo. 205 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx “apropiación”, que no recurre a alguna esencia humana preexistente o eterna, así por ejemplo la “esencia del obrero”, sino que es la emancipación productora de una nueva subjetividad, de nuevas formas de la sensibilidad: unas prácticas de ver, de oír, de pensar, de amar, etc., liberadas al uso de su potencia genérica. La “libre actividad” es para los “comunistas” –afirma Marx– “la manifestación creadora que emerge del libre desarrollo de todas las capacidades”198 . La emergencia de esta creación de los hombres es la apertura sin finalidad del goce, que abre su ser más allá de su significación humanista, y que excede toda sumisión a un fin, sea este la “Comunidad”, la “Propiedad”, el “Estado”, el “Hombre”, o el “Único” de Stirner. La praxis de la producción de mundo es la pura inmanencia que no deja ya que ningún pensamiento o visión reabsorba su práctica transformadora. La riqueza, que no produce sino el goce de cada uno y de todos como el goce de este mundo, no puede tampoco fundarse en la propiedad stirneana del “Yo”. Ella implica necesariamente según Marx la exposición del cuerpo individual al contacto de todos los cuerpos, su nexo sensible y productivo, la apertura que lo comunica con los otros. El comunismo es lo común de la riqueza apropiada que crean las fuerzas de producción, dividiendo originariamente a los individuos y poniéndolos en relación entre sí. No hay riqueza que no implique la producción, y no hay actividad productiva que no envuelva una relación. Concebido así, el comunismo no es sino el despliegue de una relación entre los hombres desanudada en sus múltiples sentidos. A partir de aquí Marx muestra cómo piensa él la relación de lo actual con lo posible. En este vínculo es donde, por su parte, Stirner ha situado uno de los aspectos esenciales del “Espíritu”, que según él impera sobre la historia europea: aquél en el que está implicada una determinada relación al tiempo. Según lo señalamos más arriba, Stirner sostiene que en el corazón del ser espiritual que anima a sus diversos fantasmas está la idea de la “vocación”. Esta “llamada” del hombre es precisamente la que lo divide, poniéndolo en relación con un posible, separado de la realidad, que él todavía no es y con el 198 K. Marx & F. Engels (1971: 259). 206 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx que está en falta permanente. Desde este punto de vista la “historia de los espíritus” es por definición una historia teleológica. El telos de esta historia es el “sentido” que la vida de cada uno debe tener para ser verdadera: “¡Lo que soy –escribe– no es más que un poco de sombra y de espuma; lo que seré, será mi verdadero yo”199. El sentido es a lo que se consagra la vida, afectada por él de tal suerte que su única pasión es la espera: “durante siglos se ha suspirado por el porvenir y vivido de esperanza. Es cosa muy distinta vivir de goce”200. ¿Cómo Marx responde a esto? La crítica de una visión teleológica de la historia estaba ya formulada en La sagrada familia, donde escribe: “Nadie sabía de dónde vino, no había nacido en la Aldea, y al despedirse la muchacha, se borró por siempre su huella”. Para la abstracción, el amor es “la muchacha que ha venido del extranjero”, sin pasaporte dialéctico (ohne dialektischen Paβ) y a la que la policía crítica (kritischen Polizei) expulsa, por tanto, del país, como indocumentada. La pasión del amor no puede pretender el interés de un desarrollo interior, puesto que no puede ser construido a priori, porque el suyo es un desarrollo real, que ocurre en el mundo de los sentidos y entre individuos reales. Y el interés fundamental de la construcción especulativa gira en torno al “de dónde” y al “adónde”. El de dónde es, cabalmente, la “necesidad de un concepto, su prueba y su deducción” (Hegel). El adónde, la determinación “por medio de la cual todo eslabón concreto del ciclo especulativo, como animado por el método, es al mismo tiempo el comienzo de un nuevo eslabón” (Hegel). Por tanto, el amor sólo sería acreedor al “interés” de la Crítica especulativa si fuera posible construir a priori su de dónde y su adónde201. Eso que dice de la pasión del amor202, cuyo desarrollo no obedece a la interioridad del círculo especulativo donde cada momento particular anticipa su propio fin, lo afirma Marx de toda vida sensible, de toda pasión por la que somos en el mundo de los sentidos; en suma, lo dice de “toda la experiencia material cuyo origen y cuyo fin nunca se pueden establecer por adelantado”203. Lo que sostiene en este texto hace eco de la noción de praxis tal cual es 199 M. Stirner (2003: 358). 200 Ibid. 201 K. Marx & F. Engels (1967: 87-88). Véase la nota 180 del primer capítulo (primera parte) de nuestra tesis. 202 Acerca del lugar del amor en los Manuscritos del 44’ y su rol en relación al pensamiento de una “humanidad liberada”, véase el bello texto de Aïcha Liviana Messina (2011). 203 K. Marx & F. Engels (1967: 87-88). 207 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx abordada en los Manuscritos económico-filosóficos. En estos Marx piensa la praxis de los hombres como dimensión originaria de la temporalidad histórica, que en cuanto tal abre la dimensión social de la vida singular de los individuos, haciendo de cada uno, en su propia existencia singular, aquí y ahora, un ser común, sin que este “ser” sea el telos de su actividad, sino la potencia genérica que acompaña en todo momento su constitución presente. El “ser social” en este sentido más que un “ser” o presencia es la praxis de una potencia, el uso de un común, que constituye en cada instante la experiencia vivida y actual de los hombres. Pero, ¿no es esta crítica de una finalidad histórica la que se ve sustituida a partir de La ideología, donde es repuesta –con la idea de un “desarrollo de las fuerzas productivas” (Entwicklung der Produktivkräfte)– una cierta forma de “teleología”? No hay ciertamente una respuesta simple a esta cuestión. Sin embargo, decisivos al respecto son los pasajes donde Marx replantea la noción de “poder”, así como aquellos donde aclara lo que entiende por “desarrollo” (Entwicklung). Stirner sostiene la tesis de la existencia irreducible e irremisible de un “yo” cuya individualidad no se debe a nada, que se autoafirma como individuo en su condición de “propietario” de sí y de la totalidad de lo que puede tener. Es en el ejercicio presente del “poder” como voluntad del yo donde se funda lo que llama la “unicidad de lo uno”: “poder” es para Stirner “tener” lo que “uno” “quiere”204 , sin por qué y sin para qué. Según Stirner la propiedad no consiste en otra cosa que en la “unicidad” como lo propio de cada uno. No hay más realidad de aquella que la que reside en el “querer” como el puro poder de “tener”. De ahí que, como bien lo destaca Kolakowski, él sustituya el término “der Einzelne”, es decir, al “individuo” de la filosofía liberal, por el otro término “der Einzige”, “el único”205. Sustitución que lleva a cabo por referirse el primero a un tipo de sujeto social que tiene por “deber” a la “ciudadanía”, o sea, que en tanto que miembro del Estado está 204 M. Stirner (2003: 198-199). 205 L. Kolakowski (1985: 168). 208 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx vinculado al “ser ideal”. A diferencia del segundo que presenta la ventaja de remitir al individuo a su propia unicidad “egoísta”. Si el “individuo” burgués es para Stirner un egoísta en deuda consigo, relevado por sus propios fantasmas, remitido por eso mismo a una “vocación”, el “único” en cambio marca el inicio de una nueva era, en la que el “egoísta” no toma ya su ser por un deber, sino que es para sí mismo “todo”. Siendo todo para sí, reducido al propio yo, el mundo no es ahora más que la nada de las cosas que se reducen a su “Voluntad”206. En respuesta a esta tesis, Marx escribe: Los individuos siempre y en todas las circunstancias “han partido de sí mismos”, pero como no eran “únicos” (einzig) en el sentido de no necesitar mantener relación alguna los unos con los otros, como sus necesidades (sexualidad, comercio, división del trabajo) y, por tanto, su naturaleza, y el modo de satisfacerlas, son tales que los hacen mutuamente dependientes entre sí, estaban obligados a entrar en relación. Y como, además, no entraban en intercambio como puros Yo, sino como individuos en una determinada fase de desarrollo de sus fuerzas productivas, y en un intercambio que, a su vez, determinaba la producción y las necesidades, tenemos que era cabalmente su comportamiento mutuo como individuos lo que creaba y recreaba nuevamente las relaciones existentes […]. En una palabra, se revela que se opera un desarrollo y que la historia de un individuo no puede en modo alguno desligarse de la historia de los individuos precedentes y contemporáneos, sino que, por el contrario, se halla determinada por ésta207. Desde el punto de vista de la ciencia moderna del Estado o de la filosofía del derecho, la individualidad del sujeto sólo puede afirmarse como derecho real y efectivo sobre la base de una división de sí, de una separación respecto del poder que define su naturaleza. Vale decir: no es posible la soberanía del individuo (modernamente hablando) sin que esta se funde en la producción de una distancia (de una mediación) entre el poder y el poder, entre unos y otros individuos, y entre la voluntad de aquél, su propio conatus, y el poder civil del Estado (mejor dicho: este último sólo existe en la forma de tal espaciamiento, que media el conflicto de fuerzas por las que se define un individuo). Paradójicamente, entonces, el individuo sólo puede hacerse valer renunciando en cierto modo a sí mismo. De esta renuncia depende la 206 Escribe: “lo que debe ponerse en primera línea no son las cosas y su aspecto, sino Yo y mi voluntad”. Cfr. M. Stirner (2003: 373). 207 K. Marx & F. Engels (1971: 524-525). 209 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx subsistencia y reproducción de la relación social (el contrato o pacto) en la que él puede existir como tal individualidad soberana. Al mismo tiempo que es ella (la relación social) la que, volviéndolo posible como sujeto de derecho, condiciona no obstante su soberanía. Ahora bien, precisamente es contra este discurso que Stirner lanza una de sus críticas. Él se ha propuesto establecer una diferencia definitiva entre este individuo moderno y el “Yo” como “Único”. Cree poder así pensar una nueva figura, esta vez concreta, plenamente individual, y no fantasmagórica como la burguesa. Como si el “Único” pudiese ser representado al margen y liberado, empoderado por tanto, respecto de ese espíritu que es el Estado. Pero a pesar de este esfuerzo, Stirner sigue pensando en términos de una “voluntad libre”, sin advertir que al contrario de lo que imagina esta no se contradice en absoluto con el derecho del Estado, sino que, sobre una misma base histórica, lo implica. En este sentido Marx sostiene: Como el Estado es la forma bajo la que los individuos de una clase dominante hacen valer sus intereses comunes y en la que se resume toda la sociedad civil de una época, se sigue de aquí que todas las instituciones comunes tienen como mediador al Estado y adquieren a través de este una forma política. De ahí la ilusión de que la ley descansa sobre la voluntad y, lo que es más, sobre una voluntad libre, separada de su base concreta208. No es que –como lo cree Stirner– el poder de cada uno esté fundado en la propia voluntad, más bien es esta la que se funda en un determinado régimen de poder. En el marco del régimen moderno de Estado no es posible desligar la voluntad del derecho. De suerte que ahí donde este impera, la voluntad está indefectiblemente consagrada al “deber ser”, en deuda respecto al imperativo de su ley. Con la intención de liberar el poder, emanciparlo del poder de la voluntad que lo enmarca disponiéndolo para el derecho, para la confirmación del poder de este, Marx se pregunta por la economía en la que se funda esa voluntad, por su “base real” (realen Basis). Mientras la voluntad libre –freien Willen– es aquella voluntad que se quiere separada, autónoma de la base material que la condiciona, que surge como la ilusión misma de esa libertad, Marx por el 208 Ibid., 72. 210 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx contrario muestra el vínculo esencial que existe entre esta ilusión y el poder del Estado, dando cuenta a su vez de la economía sobre la que este se estructura. Stirner ha visto en el poder político al fantasma que escinde al individuo de su propio poder. Marx en cambio se interesa por lo que hace que el poder sea poder, por las fuerzas sociales y sus relaciones en las que él se basa. Lo que llama “base real” o concreta, “estructura económica”, designa en este sentido la potencia que es cada uno de nosotros, la suma de las fuerzas o capacidades, y el régimen de producción, de distribución y de intercambio en el que estas se organizan. Aquí es donde se sustenta la crítica de Marx a Stirner: un individuo que estuviese simplemente anudado al poder de sí, no teniéndose más que a sí mismo, como el goce y la libertad de apropiación del yo, un individuo así, en estricto rigor, no podría poseer nada. La propiedad es siempre un modo social de apropiación de la riqueza. En esta siempre está implicada una relación de fuerzas que se componen y comercian productivamente. No hay riqueza, en este sentido, que no comporte la potencia de una fuerza social. Ahora bien, ¿cómo piensa Marx, en esta crítica que dirige contra Stirner, la relación del individuo con el poder? En La ideología él señala que los individuos de la sociedad civil no entran en una relación de comercio entre sí “como puros Yo”. El “oscuro egoísmo”, “mezclado con carne y sangre”, de aquellos contrasta “con el puro egoísmo del Yo fichteano”209. Escribe en esos mismos manuscritos: “Los individuos han partido siempre de sí mismos, aunque, eso sí, dentro de sus condiciones y relaciones históricas dadas, y no del individuo ‘puro’, en el sentido de los ideólogos”210. Marx en una misma crítica incluye al “yo” del idealismo fichteano y a la ideología del individualismo de la que de algún modo forma parte el anarquismo stirneano. La relación entre ambos no es completamente arbitraria si se consideran los muchos puntos que Stirner comparte con la filosofía de Fichte. Aunque a pesar de sus semejanzas, el autor de El único y su propiedad destaca sus diferencias con aquél. Escribe: Cuando Fichte dice: “El Yo es todo”, eso parece perfectamente en armonía con mi teoría. Sólo que el Yo no es todo, sino que destruye todo, y sólo el Yo que se descompone él mismo, el Yo que no es jamás el Yo final, es realmente Yo. 209 K. Marx & F. Engels (1967: 186). 210 K. Marx & F. Engels (1971: 88) 211 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx Fichte habla de un Yo “absoluto”, en tanto que yo hablo de mí, del Yo perecedero211. Stirner pretende contraponer su yo finito, concreto y particular, distinto de cualquier otro yo, del “Yo absoluto” de la filosofía fichteana. Este Yo, según él, al ser absolutum, sigue siendo concebido como un fantasma desligado, separado de mí, que por tanto me divide del propio poder212. “Pero –escribe– Yo que soy y Yo solo, no soy puramente una abstracción”213. Así quiere él zanjar su diferencia fundamental con Fichte. En el meollo de esta pretendida distinción lo que está justamente en juego es la relación misma del “yo” con el poder214. Sin embargo, no es para nada obvia la diferencia entre ambos autores. Por un lado, Stirner pareciera descuidar el hecho –al que sí atiende Marx– de que es precisamente de la premisa que dice “Yo es todo” de donde se puede seguir la consecuencia de que “Yo destruye todo”. Es una consecuencia que, por ejemplo, percibe Hegel en la ironía romántica215. Por lo demás, en el propio 211 M. Stirner (2003: 222). 212 Op. cit., 244. 213 Ibid., 376. 214 “Lo que me permite mi poder –escribe– nadie más tiene necesidad de permitírmelo, él me da la sola autorización que me hace falta […] La fuerza soy yo mismo, yo que soy poderoso, que soy poseedor del poder”. Ibid., 249. 215 En Lecciones sobre la estética Hegel determina histórico-filosóficamente lo que a su juicio debe ser entendido como dos vías que derivan de la teoría de la subjetividad de Fichte. Uno de esos caminos es el que sigue Schelling, el otro es el representado por la “ironía romántica” de Friedrich von Schlegel. Hegel escribe: “[La ironía] encontró su fundamento más profundo, por uno de sus lados, en la filosofía de Fichte, en la medida en que los principios de esta filosofía fueron aplicados al arte […]. Ahora bien, en lo que atañe a la más estrecha conexión de las propuestas de Fichte con una de las tendencias de la ironía, basta con destacar a este respecto el siguiente punto: como principio absoluto de todo saber, de toda razón y conocimiento, Fichte establece el yo, y ciertamente el yo que permanece completamente abstracto y formal”. G. W. F. Hegel (2007: 50). Para Hegel, como hizo notar Paolo D’Angelo, “la ironía romántica consiste en la reducción de todo contenido, de toda seriedad, al arbitrio del sujeto que, sintiéndose, como sucede en Fichte, origen de todo saber, cree que puede poner y quitarlo todo; se trata de una genialidad arbitraria, que disuelve todos los valores, una fatuidad que sólo juega con sí misma y deja que perezca toda realidad”. P. D’Angelo (1999: 125 ss). Hegel, en efecto, escribe en sus Lecciones: “Por una parte, en el [yo] se niega toda particularidad, determinidad, todo contenido –pues todo se hunde en esta libertad y unidad abstractas– y por otra, todo contenido que deba ser válido para el yo sólo es como puesto y reconocido por el yo. Lo que es, es sólo por el yo, y lo que es por mí, puedo igualmente aniquilarlo […]. Pero entonces también el yo puede permanecer dueño y señor de todo, y ni en la esfera de la eticidad, ni de la legalidad, ni de lo humano ni de lo divino, ni de lo profano ni de lo sagrado, hay nada que no haya de poner primero el yo y que, por tanto, no pueda igualmente ser destruido por el yo. Por eso todo lo-que-es-en-y-para-sí es sólo una apariencia, no verdadero y efectivamente real por sí mismo y a través de sí mismo, sino un mero aparecer 212 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx Stirner está la idea de que sólo porque lo es “todo” el “Yo” posee el poder de “destruir todo”216. Entre ambas proposiciones pareciera no haber contradicción sino una relación complementaria. Por otro, el mismo Fichte –al igual como lo hace Stirner– había distinguido el “Yo” del mero ser sustancial. El “Yo” –sostiene– “es lo que es en el actuar”, a diferencia del objeto que “es en el ser” y que “está determinado de una vez y para siempre”. Mientras “el Yo está continuamente en devenir, no hay nada permanente en él; el objeto es para siempre como es, fue y será”217. ¿Cómo distinguir este texto de lo que dice Stirner? Además –como bien lo recuerda Paul de Man218– desde el punto de vista de su “auto-génesis” (Thathandlung) el “Yo” en Fichte es indiscernible del acto performativo que lo postula radical y absolutamente en tanto que tal. El “Yo” en este sentido es esa misma actividad (Handlung) que “pone originalmente (setzt ursprünglich) su propio ser (sein eignes Sein)”219. Él es a un tiempo “el actuante y el producto de la acción, lo activo y lo producido por la actividad” que lo postula como “Yo”. “Por esto: ‘Yo soy’ –dice Fichte– es la expresión de una autogénesis”220. Cuando Stirner intenta marcar su distancia con la filosofía de Fichte, lo hace sin embargo recurriendo a la idea –compartida por Fichte– de un “Yo” cuya unicidad no puede estar condicionada por el ser, y cuya fuerza no puede sino a través del yo, a la libre disposición de cuyo poder y arbitrio permanece”. De manera que – como lo advierte igualmente Walter Benjamin– la ironía romántica “tiene como su fundamento la fuerza negativa de la subjetividad”. En este sentido, ella es heredera de una subjetividad que, mediante el acto infinito de la reflexión, no hace más que profundizar en la “profundidad del vacío” (Tiefe der Leerheit), hasta el punto de la “aniquilación de todo lo objetivo” (Nichtigkeit alles Objektiven). Acerca del vínculo esencial entre “ironía romántica” y “reflexión”, véase W. Benjamin (2000: 41-67); Paul de Man (1998: 231-260); Sergio Rojas (1999: 61-77). Sin embargo, Paul de Man y Paolo D’Angelo leen la “ironía” en Fr. Schlegel en un sentido distinto al de la interpretación que de ella hacen Hegel y Benjamin. La ironía, según ellos, no tiene lugar simplemente en la ausencia de límite, sistema o regla; no es la mera arbitrariedad vacía e incondicionada. Es más bien la unidad paradójica de lo condicionado e incondicionado, de libertad y necesidad, de autolimitación y arbitrio.. 216 “Yo que soy y Yo solo, no soy puramente una abstracción, soy todo en todo, y por consiguiente, soy hasta abstracción y nada, soy todo y nada […] En cuanto soy Yo, devoro lo que es mío, soy su dueño; el pensamiento no es más que mi opinión, opinión que puedo a cada momento cambiar, es decir, aniquilar, hacer volver a mí y consumir”. M. Stirner (2003: 376). 217 Johann Gottlieb Fichte (1994: 125). 218 Cfr. Paul de Man (1998: 243-250). 219 J. G. Fichte (1975: 18). 220 Op. cit., 16. 213 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx fundarse en el propio individuo activo. De tal manera, es incapaz de establecer en qué medida el postulado del “Único” no replica en cierta forma al “Yo fichteano” del que habla Marx221. Stirner escribe que “sólo el Yo que se destruye él mismo, el Yo que no es jamás el Yo final, es realmente Yo”. Pero es a través de este acto destructivo que el “Yo” vuelve a afirmar su poder. En este –al igual que ocurre en Fichte– “reside el último fundamento de su acción”222. El lenguaje de la destrucción de la identidad sigue siendo el lenguaje del sujeto, cuyo “principio lógico fundamental” –como lo advierte el mismo Fichte– es “el principio de identidad”223. Este es el que rige la lógica de la proposición: “Yo soy Yo”, como “lo absolutamente puesto y fundado en sí mismo, que es fundamento de toda acción del espíritu humano; o sea que es el puro carácter de la actividad en sí: prescindiendo de sus condiciones empíricas particulares”224. Es contra este lenguaje que Marx intenta pensar la finitud radical de lo humano, es decir, el acto siempre impuro, contaminado de materia, de unos espíritus singulares. 221 Hay que tener en cuenta que la lectura marxiana de la obra de Fichte (por consiguiente el objeto de la crítica implicado en la formulación utilizada por Marx de un Yo puro y egoísta) estuvo fuertemente marcada por la recepción que esta tuvo por parte de Jens Baggesen. Este, en efecto, luego de haber leído la Grundlage de 1794, comenta: “[El principio superior de su filosofía] es el siguiente: yo soy porque soy. En el yo se contrapone un no-yo al yo. Es extraordinario: el hombre quiere siempre más de lo que puede. Desde un punto de vista práctico moral tiene razón, pero es una locura transferir la libertad a lo que está forzado, la eternidad a lo que es finito, lo suprasensible a lo que es sensible. Quiere más de cuanto puede; quiere satisfacerse perfectamente a sí mismo. Éste es su error. Quiere comprender perfectamente a Dios o ser Dios mismo […] Esta falta de moderación es lo que encuentro en el sistema fichteano. Su primer principio es de hecho un principio divino, no humano. Yo soy porque soy. Esto sólo puede proclamarlo el yo puro. Pero el yo puro no es Fichte, ni Reinhold, ni Kant. El yo puro es Dios. Bajo este primer principio sólo puede elaborarse una filosofía del creador de todas las leyes, el sueño de todos los sueños metafísicos”. Citado por José Luis Villacañas Berlanga (2001: 70). Importantes son también las líneas que Hölderlin (a propósito de Fichte) dirige en una misiva a Hegel el 26 de enero de 1795: “Su Yo absoluto (=substancia de Spinoza) contiene toda realidad, lo es todo y fuera de él no es nada. Por lo tanto, para este Yo absoluto no hay objeto alguno, pues, de lo contrario, no toda realidad estaría en él; sin embargo, una conciencia sin objeto no es concebible, y si yo mismo soy este objeto, como tal estoy necesariamente limitado y también tendría que estar solamente en el tiempo, y en consecuencia, no sería absoluto. Por consiguiente, en el Yo absoluto no es concebible ninguna conciencia, como Yo absoluto yo no tengo conciencia alguna, y como no tengo conciencia alguna, soy nada (para mí) y, por tanto, el Yo absoluto no es nada (para mí)”. Carta extraída de la Correspondencia Completa Schelling –Hegel, reunida y traducida por Raúl Gutiérrez y Hugo Ochoa (1995-96: 18). Este “Yo puro” que es todo y que a la vez es nada por carecer de objeto alguno, que es el “acto puro” sin relación, pues la relación conlleva limitación, “sueño de todos los sueños metafísicos”, es el que tempranamente pone en cuestión Marx.. 222 J. G. Fichte (1994: 125). 223 J. G. Fichte (1975: 37). 224 Op. cit., 16. 214 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx Por un lado, Stirner cuestiona la distinción en el Yo entre un yo originario y un yo finito; un yo sin limitación y un yo limitado; un yo operativo –tético– anterior a la conciencia intencional y un yo consciente; un yo puramente activo y un yo determinado al que se le opone un “no-yo”. La cuestiona puesto que implica el postulado –anterior a la distinción misma de yo y no-yo– del “Yo absoluto” como lo originariamente incondicionado. En este punto ciertamente Marx coincide con Stirner. Para Marx, al igual que para Stirner, no hay división entre un yo originario y un yo finito; todo yo es radicalmente perecedero. Así como para este, para aquél, en la medida misma en que no hay tal escisión, el hombre no es, ni ha de ser o realizar ninguna naturaleza, ninguna vocación histórica o espiritual; no hay “Espíritu”, en el sentido de que el hombre es ese ser mortal para el que no hay ideal que cumplir. Pero, por otro lado, como vimos, Stirner cuestiona dicha distinción sin poder pensar en otros términos que no sean los del “Yo”. Por lo que no queda suficientemente claro hasta qué punto su pensamiento –pese a las expresiones declaradas– se diferencia del de Fichte. No se logra discernir en qué medida el encuentro entre nihilismo y voluntarismo en Stirner no se basa en una premisa próxima a la de la doctrina fichteana, al menos de acuerdo a la recepción crítica que algunos de los contemporáneos de Fichte hicieron de sus lecciones de 1794-95, y que –como hemos señalado– parecieron ser determinantes en la recepción de las mismas por parte de Marx. Bien se puede sostener que la crítica de Stirner al “Yo” fichteano parte de un suelo que lo aproxima más que lo aleja de Fichte. Y así lo percibió el propio Marx. Stirner, en efecto, critica el “Yo” como fantasma o “deber ser” del individuo, como postulado hacia el que estamos tensionados, pero lo hace sobre la base de la oposición –presente en Fichte– entre dos fundamentos posibles: el “ser” o el “obrar”. Al elegir este último (elección hecha igualmente por Fichte), Stirner no hace sino traducir la proposición fichteana: “Obrar no es ningún ser, y ser no es ningún obrar”225. Y lo traduce en el sentido siguiente: obrar es negar activamente todo lo que lo niega y se le resiste, de manera que es el propio yo el que se destruye a sí mismo en cuanto “ser”. 225 Cfr. J. G. Fichte (1997: 48). 215 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx Al cuestionar el principio del “Único”, Marx se distancia asimismo de las consecuencias que de él extrae Stirner. A diferencia de lo que cree este, que no exista ideal o postulado que cumplir, que el “Hombre” no sea la exigencia práctico-moral que los individuos tienen por tarea, no significa que no haya promesa, que el hombre no sea ni tenga que ser alguna cosa, que esté simplemente consignado a la nada (donde nihilismo y voluntarismo se encuentran). Hay espíritu(s), en el sentido mismo en que hay cuerpo(s): espíritu es eso que tiene lugar cada vez como la praxis productiva de sí, como la relación misma de unos cuerpos con otros cuerpos. Los individuos no están simplemente entregados a la voluntad que todo lo consume. Ellos, para poder ser unos individuos singulares y libres, han de apropiarse de esos cuerpos que son. Prometidos en esta necesidad ellos han de liberarse de la individualidad como presupuesto (metafísico) de sí mismos y de su lazo con los demás. Tal vez la frase soy mi cuerpo226 permita pensar mejor esa “necesidad”. ¿Qué podría significar esta expresión en Karl Marx? “Mi cuerpo” no es la expresión de un posesivo, referida como tal al sujeto propietario de un cuerpo; sujeto que mediante la voluntad impera sobre él como objeto de sí. “Soy mi cuerpo”: es decir estoy expuesto en él, originariamente desapropiado como esa diferencia que soy, respecto de la cual no puedo sobreponerme, distanciar mi ser como ser-separado (soberano en esta separación). “Soy mi cuerpo”: no soy otra cosa que el “uso”, la praxis metamórfica o devenir que (es) mi cuerpo. Soy ese invento, acumulación y memoria, de eso que no he inventado yo, no he hecho, y que me condiciona. Y he de “llegar a ser” eso como “mi cuerpo”: la “hechura de sí”. Soy mi cuerpo es la expresión de una conquista de la libertad en medio del determinismo. ¿Cómo entender en este sentido el vínculo del poder con el individuo? Marx se aleja de la posición de Stirner tan pronto este recae en la idea de una voluntad absoluta, que es todo y nada, y que es la asimilación destructiva de todo lo que no es el querer o la fuerza del yo. Se distancia de 226 Tomamos la expresión del libro de Judith Butler y Catherine Malabou, dedicado a la Fenomenología del espíritu de Hegel, particularmente a la dialéctica amo-esclavo. J. Butler & C. Malabou (2010). 216 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx ella en la medida en que esta fuerza así concebida destruye aquella relación (la relación entre los hombres) que la hace posible como tal fuerza. No hay “Espíritu”, decíamos, en el sentido de que nosotros, los individuos de “carne y huesos”, no nos debemos ni estamos en falta respecto de una plenitud ideal que realizar. Más bien es nuestra presencia como hombres la que está en falta consigo misma, y en eso consiste nuestra más plena libertad: la posibilidad que somos. No es, para decirlo con otras palabras, que cada uno de nosotros esté en deuda con el “Ser” al que nos debemos, al contrario, es nuestro ser el que careciendo de sí, de presencia o sustancia, falta en un cierto sentido a sí mismo, y esa es nuestra máxima potencia. Pero hay espíritus, siempre en plural, decíamos también, en el sentido de que somos esos cuerpos que existen como posibilidad y potencia, y que debemos apropiárnoslos como tal. La fórmula “soy mi cuerpo” significa para Marx, por lo pronto, que somos, cada uno y cada vez, una multiplicidad de fuerzas de producción en devenir. Ellas son el poder común cuyo uso o praxis singular hace al individuo que somos. “Soy mi cuerpo” es la fórmula que designa la apropiación de dicho “uso”. Ahora bien, no hay uso que no implique la relación del cuerpo con otros cuerpos. Al ser el potencial de un conjunto de capacidades, el individuo –por el hecho mismo que “la historia de un [hombre] no puede en modo alguno desligarse de la historia de los individuos precedentes y contemporáneos”– es también el compuesto de una relación social de fuerzas, esto es, una formación subjetiva en “una determinada fase de desarrollo de sus fuerzas productivas”. ¿Cómo entender aquí la idea de “desarrollo” (Entwicklung)? En La ideología alemana sus autores sostienen que “el que las fuerzas productivas obtenidas en una localidad, y principalmente las invenciones, se pierdan o no para el desarrollo ulterior (spätere Entwicklung), dependerá exclusivamente de la extensión del comercio”227 . En los “inicios de la historia”, todos los inventos tecnológicos debían hacerse cada vez de nuevo y en cada 227 K. Marx & F. Engels (1971: 61). 217 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx localidad, con independencia de las otras, y en consecuencia el desarrollo de las fuerzas de producción era muy limitado en el tiempo y en el espacio. Tanto así, que bastaba un simple accidente fortuito, como la irrupción de pueblos extranjeros o una guerra, para “reducir las fuerzas productivas y las necesidades de un país a un punto en que se veía obligado a comenzar de nuevo”228. La “permanencia de las fuerzas productivas obtenidas” sólo es posible –sin que se halle permanentemente amenazada de “una destrucción total”– sobre la base de la “gran industria””, por lo tanto “al adquirir el comercio una extensión mundial”229. Sin la mundialización y el espaciamiento territorial que envuelve la universalización del mercado; sin la extensión espaciotemporal de la comunicación sostenida de las tecnologías, más allá de las fronteras locales, que acompaña al incremento de la gran industria, no hay suma acumulable de las capacidades humanas y extrahumanas de producción, por ende no hay posibilidad de “desarrollo” por comercio y herencia de las mismas. Cuando Marx habla por tanto de “Entwicklung der Produktivkräfte”, esta afirmación no debe ser entendida –al menos en el texto La ideología– como un principio teleológico o ley de la historia, puesto que dicho desarrollo, Entwicklung, está más bien condicionado por las posibilidades materiales, es decir, técnicas, o antropo-tecno-lógicas de “asimilación” y “transformación” de las habilidades que se han recibido y comunicado mediante la circulación y el legado de las invenciones. De lo contrario, estas están condenadas a disiparse indefectiblemente en el olvido, sin posibilidad de conservación y de reinvención, y sin posibilidad de transmisión intergeneracional, según la inseparable relación “ecotécnica” (término que tomamos de Nancy, pero que, nos parece, es absolutamente pertinente para pensar lo que Marx deja planteado230 ) entre medios e individuos, del conjunto de las destrezas o capacidades humanas. De una parte, no hay comunicación –Verkehr231– que no sea la relación de una actividad del hombre con el hombre; que no sea ella misma la praxis, la 228 Ibid. 229 Ibid., 62. 230 Es precisamente por su pertinencia que Daniel Bensaïd ha hecho uso de ese término en su libro Marx intempestivo (2003). 231 Cfr. E. Balibar (2000: 54). 218 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx techné de unas relaciones inventivas o creativas. Pero, a la inversa, no hay actividad que no sea a su vez comunicación. Ambas, producción y comunicación, constituyen en Marx una unidad indivisible. Es por su aspecto esencialmente comunicativo que la producción material de la vida posee una dimensión inmaterial, y es por su aspecto productivo que la comunicación (y en este sentido la conciencia de los hombres, su lenguaje) posee una dimensión material232. Sin la extensión de los medios comunicativos a través de los cuales circulan las creaciones de los hombres no es posible un “desarrollo” sostenido, en el tiempo y en el espacio, de sus fuerzas productivas. El Entwicklung es, así pues, un concepto que, lejos de designar un principio o ley teleológica de la historia, está supeditado por el contrario a las condiciones históricas y técnicas en que producen y crean los individuos. No hay desarrollo sin el despliegue de unas potencias inventivas, y estas son inconsistentes sin la producción de lo que podríamos llamar –con Stiegler– una “memoria artefactual”. Memoria que no es posible a su vez más que a través del espaciamiento y extensión de las relaciones del hombre con el hombre. Decir entonces que el individuo es una formación subjetiva en “una determinada fase de desarrollo de sus fuerzas productivas” es afirmar que él tiene lugar como aquello que está esencialmente comunicado; es sostener que, al envolver una fase de desarrollo de las fuerzas sociales de producción, ese individuo comporta una memoria. Este no sólo tiene memoria, además –y más fundamentalmente– es una memoria, un legado, el pasado de una invención y el porvenir de una herencia. Al depender esta de unas condiciones no sólo subjetivas sino también materiales de conservación y de circulación, el individuo es asimismo aquel que no sólo puede olvidar, además es ese espíritu, esa memoria, que bien puede esfumarse al desaparecer el soporte técnico de su existencia. “La historia –escribe Stirner– no ha sido hasta el presente más que la historia del hombre espiritual”. Esta es “la historia propiamente dicha, es decir, 232 Por esta doble dimensión material e inmaterial del lenguaje es que todo poder dominante de la sociedad es simultáneamente una potencia material dominante y una potencia espiritual dominante. Toda estructura de poder es asimismo una estructura de pensamiento. Cfr. K. Marx & F. Engels (1971: 50-51). Volveremos sobre esta cuestión. 219 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx de la edad de la inteligencia, de lo espiritual, de lo suprasensible, de lo ideal, del no-sentido. El hombre se pone entonces a querer ser algo”233. En el comienzo de la historia en su más propio sentido está el individuo cuya voluntad es hacer de sí mismo lo que no es, un “verdadero hombre”: el “Hombre” es su objeto, su imperativo, su deber, su destino, su vocación, su ideal, su más allá. En la entrada de La ideología –anticipando el punto de vista crítico de esa “historia imaginada” por Stirner– sus autores sentencian el proceso de putrefacción del Espíritu absoluto (Verfaulungsprozeβ des absoluten Geistes)234. Ella hace eco de algún modo de lo que Marx anotara hacia el final del tercero de los Manuscritos del 44’: “Un ser inmaterial es un monstruo” (Unwesen: literalmente “inesencial”, y que algunas versiones traducen también como “absurdo” o como “no-ser”)235 . Se trata, por una parte, de una frase que sentencia el final de una época: aquella en que los filósofos creían en la autonomía del pensamiento y en este como el poder soberano más propio del hombre. Por otra, ella habla de la muerte y descomposición de lo que nunca tuvo lugar (al menos no como mera existencia espiritual). Si ese caput mortuum pudo entrar en un proceso de pudrición; si en él se apagó la “última chispa de vida” (letzten Lebensfunkens), no dejando más que restos de sí, es porque en verdad nunca fue un ser puramente espiritual. El espíritu, como lo señalan Marx y Engels varias páginas adelante, nace de antemano (vornherein) aquejado (behaftet) de materia, afectado por la maldición (Fluch) de una existencia material236. El Espíritu absoluto falleció porque, en tanto que espíritu, de alguna manera nació ya muerto, es decir, como un no ser (Unwesen), o bien, como un ser imposible, sin sentido o monstruoso237 . 233 M. Stirner (2003: 367-368). 234 “Se trata, sin duda –escriben Marx y Engels–, de un acontecimiento interesante (ein interessantes Ereignis): del proceso de pudrición del Espíritu absoluto”. K. Marx & F. Engels (1971: 15). 235 Citado según la versión francesa de Maximilien Rubel (1982: 209). 236 K. Marx & F. Engels (1971: 31). 237 Vimos que para Stirner la “historia del hombre espiritual” es un no-sentido. En los Manuscritos del 44’, Marx anticipa esta tesis cuando sostiene que el “ser inmaterial” es un absurdo, algo que desde el punto de vista del mundo de los hombres es un sin sentido. Y, sin 220 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx Sólo puede pudrirse lo que se descompone, y sólo puede descomponerse lo que existe como relación. Y un espíritu que existe como relación es siempre ya un ser mundano, afectado por “la desdichada realidad sensible” (Die unselige sinnliche Wirklichkeit), que lo fuerza, a través de cada uno de los sentidos del hombre, a creer “en el sentido del mundo” (an den Sinn der Welt)238 . En el tercero de los Manuscritos de París, en la parte dedicada a la crítica de la Fenomenología del espíritu, Marx había escrito que “el sí abstraído y fijado para sí es el hombre como egoísta abstracto, el egoísmo elevado a su pura abstracción, al pensamiento”239. Sin embargo, los sentidos de ese individuo –elevado en la imaginación (Einbildung) al puro pensamiento, a la abstracción del “Espíritu” o del “egoísmo divino”– originariamente le obligan a salir de sí y a existir mundanamente. Tan pronto él pretende elevarse como espíritu abstracto, este nace ya aquejado por las condiciones materiales que lo hacen posible, desde siempre extravertido en el mundo, en la práctica sensible: el propio peso de su ser. Las contradicciones de un espíritu aquejado de materia, de un espíritu que puede morirse y descomponerse, dejando oler a la distancia su putrefacción, son, asimismo, las contradicciones del individuo afectado por la “desdichada realidad sensible”. Marx retoma de esta manera aquello que había constituido un problema central de ocupación en su tesis de doctorado sobre el materialismo antiguo: el clinamen epicúreo en tanto que “potencia de transformación”, que “se manifiesta en el cuerpo de lo viviente como deseo”, como “principio de todo movimiento combinatorio” (volveremos más tarde sobre esta cuestión). La ideología del individuo, desde este punto de vista, no sería más que “un atomismo inconsecuente”, pues no hay individuo que no esté interesado, inclinado por este interés y desviado como la “apertura radical del uno hacia el otro”, “del deseo de uno por el otro”, de “uno con el otro”. En este mismo sentido el joven Marx piensa lo que define en rigor la esencia del átomo: todo individuo, desde el punto de vista de su consistencia y realidad, está embargo, a partir de La ideología, sacará de esa tesis consecuencias distintas a las extraídas por Stirner. 238 Cfr. K. Marx (1967: 187). 239 K. Marx (1968: 134). 221 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx originariamente inclinado en el juego combinatorio con otras individualidades por la apertura radical de un “encuentro”, incluso allí donde él se quiere como mera individualidad aislada y prepotente240. 240 Sobre la relación de Marx con el materialismo epicúreo véase K. Marx (2004c); L. Althusser (2002: 31-71); J-M. Gabaude (1970); Miguel Ruiz Stull (2009: 42-43). Cabe añadir además el libro de Jean-Luc Nancy La comunidad inoperante, principalmente aquellas páginas que vinculan la cuestión de la comunidad a la del clinamen. Nos atrevemos a afirmar que cuando Nancy escribe que “no se hace un mundo con simples átomos. Hace falta un clinamen”, no está haciendo otra cosa que citar –fuera de comillas– a Marx, al menos al Marx que piensa la relación como declinación de los individuos fuera de sí mismos, del uno hacia el otro o del uno al otro. El Marx retomado por el último Althusser y más recientemente por Balibar. Cfr. J-L. Nancy (2000: 22-23). Acerca de la cuestión del clinamen como “clave decisiva” para la interpretación de La comunidad inoperante, véase la presentación de Pablo Oyarzún (2010: 178-181). 222 SEGUNDA PARTE: TECNOLOGÍAS DE LA PRODUCCIÓN Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx III FUERZA DE PRODUCCIÓN III.1. Trabajo y fuerza de trabajo En La ideología alemana Marx compara lo que dice Stirner en su libro El único y su propiedad y lo que años atrás había sostenido en una de sus publicaciones el ideólogo francés Destutt de Tracy. Allí él afirma que antes de San Max (Stirner) –“e incluso mejor que éste”– Destutt de Tracy trató de demostrar que propiété, individualité y personnalité son cosas idénticas y que en el yo (moi) va implícito también lo mío (mien)1. Para este último, en efecto, – siguiendo una línea argumentativa similar a la del anarquista alemán– “ponerse a discutir si no sería mejor que ninguno de nosotros tuviese nada propio equivaldría a preguntarse si no sería de desear que fuésemos seres totalmente distintos de lo que realmente somos, e incluso a indagar si no valdría más que no existiésemos”2. Si Stirner, mediante el juego de palabras con Mein (mío), Eigentum (propiedad) y Eigenheit (cualidad), identifica la propiedad privada y la personalidad, de manera que destruir una significa destruir la otra, Destutt de Tracy, por su parte, encuentra –a través del juego de palabras con propiété (propiedad) y propre (propio)– el fundamento de la propiedad privada en el hecho de que “la naturaleza ha dotado al hombre de una propiedad inevitable e inalienable, que es la de su individualidad”3. Desconocer la propiedad equivale según él a ignorar totalmente nuestra naturaleza. Marx cita el párrafo siguiente: [El individuo] ve claramente que este yo es propietario exclusivo del cuerpo por él animado, de los órganos a los que infunde movimiento, de todas sus 1 Cfr. K. Marx & F. Engels (1971: 262-263). 2 Op. cit., 264. Esta es una afirmación que encontramos expresamente formulada por Desttut de Tracy en el primer volumen de su Tratado de economía política. En su versión española se lee: “...el ventilar si no valdría más que nada fuese propio de ninguno de nosotros [...] es preguntar si no sería más deseable que fuésemos otros enteramente de lo que somos; y aun es indagar si no valdría más que no existiésemos absolutamente”. Cfr. Desttut de Tracy (1824: 43). 3 Se trata de un texto citado por Marx que, según este, corresponde a la obra titulada Traité de la volonté (1815). Cfr., K. Marx & F. Engels, op. cit., 263. Sin embargo, ese texto lo hallamos igualmente en el Tratado de economía política, donde su autor escribe: “…la naturaleza le ha dotado [al hombre] con una propiedad inevitable e inalienable, la de su individualidad”. Desttut de Tracy, op. cit., 32. 224 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx capacidades, de todas sus energías, de todos los resultados producidos por ellas, de todas sus pasiones y de todos sus actos, pues todo ello termina y comienza con este yo, existe sólo gracias a él, se mueve solamente por medio de su acción; y ninguna otra persona podría manejar estos mismos instrumentos ni verse afectada por ellos de igual modo […]. La propiedad existe, si no precisamente dondequiera que existe un individuo dotado de sensaciones, por lo menos dondequiera que existe un individuo dotado de voluntad4. El mismo año de publicación de El manifiesto del partido comunista, en 1848, sale a la escena pública la defensa De la propiedad de Thiers. Es de destacar que este hace uso de un argumento muy próximo al utilizado por Desttut de Tracy, ubicándose de esta forma en la línea de continuidad trazada primeramente por John Locke. Al igual que este último y que el autor de Tratado de economía política, Thiers concluye a partir del principio de la propiedad indivisible del yo la propiedad sobre todo lo que es producto del ejercicio de las facultades del hombre y de que es fuente el trabajo. Al carácter sagrado de la persona le sigue la inviolabilidad de la propiedad privada. Vale decir: del dominio del yo sobre su propia existencia, sobre su cuerpo y su mente, es deducible la posesión individual de la totalidad de sus facultades físicas e intelectuales, de las cuales es a su vez posible inferir la propiedad privada como objeto único y recompensa indispensable de la labor. Atentar contra ella es hacerlo contra la misma humanidad del hombre. Thiers escribe: Voy a comenzar desde mucho más cerca todavía el examen de lo que me pertenece o no me pertenece, y me detengo a considerar mi cuerpo, y en éste el principio vivificador que lo anima. Yo siento, pienso, quiero: estas sensaciones, estos pensamientos, esta voluntad se refieren a mí mismo, porque siento que pasan dentro de mí, y me considero como un ser separado de lo que le rodea, distinto de ese vasto universo que alternativamente me atrae o me rechaza, me seduce o me espanta. […] La primera de mis propiedades soy yo mismo… Verificado este reconocimiento, me distancio un poco de este interior, de este centro de mi ser; salgo de él, y sin ir muy lejos, miro a mis pies, a mis brazos y a mis manos […]: estos pies, estas manos y estos brazos son míos, incuestionablemente míos. […] He aquí, pues, una primera especie de propiedad, que no será tachada de usurpación: en primer lugar, yo, después mis facultades físicas o intelectuales, mis pies, mis manos, mis ojos, mi cerebro; en una palabra, mi alma y mi cuerpo. Esta es la primera propiedad incuestionable, indivisible, a la que nadie ha pensado jamás aplicar la ley agraria5. 4 Ibid. Cfr. Desttut de Tracy (1824: 32 y 44). 5 A. Thiers (1848: 22-26). 225 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx Esta es –dice Thiers– la primera propiedad incuestionable e indivisible: la propiedad del yo y de sus facultades. Es entonces por medio del método de “la exacta observación de la naturaleza humana” que es posible colegir el “derecho sagrado” de la propiedad, tanto como lo es el derecho de “la libertad de ir y venir, de pensar y de escribir”. Tan indispensable por lo tanto a la existencia del hombre como la misma libertad6. Y en la medida en que estos brazos, estas manos (que acompañan a estos ojos y este cerebro) son míos, incuestionablemente míos, todo cuanto utilizo, realizo o construyo con ellos, primero el arco y las flechas, después la tierra, la casa o el palacio, es instituido en propiedad inalienable “como premio necesario del trabajo”. Habría así una inclinación universal del hombre –en todo tiempo y lugar– a “apropiarse del pescado que ha cogido, o del pájaro que ha cazado, o del fruto que ha hecho nacer, o del campo que ha regado mucho tiempo con el sudor de su frente”. El hombre tiene una primera propiedad en su persona y en sus facultades, y una segunda propiedad la tiene a partir de aquí “en el producto de estas facultades, que abrazan todo lo que se denomina bienes de este mundo”7. La fuente primera de este producto es la labor. Es “a fuerza de trabajo” –escribe Thiers– que “el hombre existe al fin, existe regularmente”, y es sólo bajo esta condición que él ha pasado de su estado salvaje y primitivo a la civilización. Serge Latouche al analizar el campo semántico de la “invención de la economía” distingue –en sus diversos niveles– una serie de elementos 6 A. Thiers, op. cit., 13-14. Recordemos que en Sobre la cuestión judía Marx señala que –en el marco de la sociedad civil– el derecho de libertad se aplica al derecho de propiedad y, por esto mismo, él es resignificado bajo la categoría de seguridad. Al implicar el atentado contra la propiedad un delito contra la misma libertad del individuo, esta última pasa a ser –de derecho– identificada con la garantía de seguridad. Es Jeremy Bentham quien representa en este sentido un paso decisivo en la reconversión de un término por otro: “Donde no hay coerción –escribe–, tampoco hay seguridad […] Lo que tanto se magnifica bajo el nombre de Libertad, como obra inestimable e inalcanzable de la Ley, no es la Libertad, sino la seguridad”. Citado por Roberto Esposito (2006: 118). “El propósito constante –afirma Bentham– y la ocupación de cada individuo en toda nación civilizada es la de aumentar su propia existencia particular, y sumar, en cada parte del tiempo, más de lo que, por el uso o en otra forma, se le quita en ese mismo tiempo; éste es, con muy pocas excepciones, el fin de todos”. El significado de la libertad se reduce finalmente al aseguramiento de las condiciones indispensables para la realización de este propósito. Por este motivo “lo que los hombres necesitan del gobierno es, no el estímulo para el trabajo, sino la seguridad contra las perturbaciones; seguridad para cada una de las partes de la materia de riqueza, mientras trabaja para adquirirla, o se ocupa en disfrutarla”. ¿Qué significa “seguridad” en este contexto? Ella consiste en el cuidado que incumbe al legislador “de que la línea de conducta seguida por toda la comunidad, sea la más conducente al fin general en perspectiva: al máximo de bienestar”. Cfr. J. Bentham (1978: 260-269). 7 Ibid., 32. 226 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx correlativos, que en su conjunto constituyen el “universo mental” adecuado al “funcionamiento de la economía como práctica”. Así pues, a la idea (tal cual la desarrolla el utilitarismo de Jeremy Bentham) de que el comportamiento humano –inherente a la naturaleza del hombre– obedece básicamente al principio que lo determina a la persecución del placer y a la evitación del dolor le corresponde –a un nivel “socio-político”– el “productivismo”, o sea, la idea de que la asociación de los hombres está movilizada por el interés fundamental en la obtención del máximo de bienestar posible. Y a un nivel “físico-técnico”, le corresponde “el tecnicismo” y “el laborismo”, esto es, la idea de que “el hombre debe utilizar su fuerza física y su ingenio para sacar provecho de los medios de los cuales puede disponer (la tierra, la materia prima, las fuerzas naturales)”; así como también la idea de que “sólo mediante el trabajo nos apropiamos de la naturaleza y la transformamos, adaptándola a nuestras necesidades” según el cálculo estadístico para “la mayor felicidad posible”. Según Latouche a este conjunto de elementos le corresponde a su vez “el privatismo”, o bien “la idea de que el hombre sea propietario de sí mismo y de la naturaleza, por lo tanto de que sea dueño y señor de esta, de acuerdo a la famosa fórmula de Descartes”. Lo que se traduce, entre otras cosas, “en el reconocimiento jurídico de la propiedad privada, o apropiación privativa, como fundamento del Estado de derecho y fuente de toda riqueza (Locke)”8. Algo de cartesianismo hay ciertamente en el escrito de Thiers. No obstante lo que en verdad hay en este autor es un argumento más bien pseudo-cartesiano. En su texto se prescinde de la figura del “Genio maligno” y, por esto mismo, se elude el momento de la “duda hiperbólica” (“Pregúntense los filósofos –escribe Thiers– que tratan de inquirir la realidad de nuestros conocimientos si todo este espectáculo del universo es real y efectivo, o bien si no lo es, si Dios se burla o no de mi credulidad colocando a mi alrededor espectros que me engañan y no tienen nada de verdadero. ¿Qué importa esto para el asunto que trato?”). Si en Descartes el pensar reflexivo en que consiste el “yo” implica la suspensión de la totalidad de los sentidos (“Cerraré ahora – escribe Descartes– los ojos, me taparé los oídos […]; hasta borraré de mi 8 Cfr. S. Latouche (2010: 25-30). 227 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx pensamiento toda imagen de las cosas corpóreas, o, al menos, como eso es casi imposible, las reputaré vanas y falsas”), en Thiers la evidencia del yo es inmediatamente la certeza del cuerpo como suyo. Estos pies y estas manos, de los que tengo inmediatamente la convicción que son mis pies y mis manos, son asimismo los que me ponen en contacto con el mundo mediante su ocupación y a través de la apropiación de la riqueza que forma parte de él. Para Thiers la realidad de las cosas no es un correlato de la conciencia sino del ejercicio apropiador de las fuerzas, que tiene su fundamento primero en la propiedad natural del individuo y de sus capacidades. Experimentándome como propio experimento las cosas exteriores como reales tan pronto estas son incorporadas en el esfuerzo del trabajo. Es a través de la actividad laboral que el mundo se me presenta, sin duda alguna, como real, en la medida misma en que no hay realidad alguna para el sujeto que no sea la de la actividad apropiadora y la de su producto: la propiedad privada. Es momento entonces de profundizar en la concepción económicopolítica del hombre en tanto que individuo viviente (al que le es inherente un conjunto de facultades), que está implícita en la idea de persona de derechos, propietaria de sí y de los bienes que se deducen de esta soberanía (véase nota 16 del Cap. 1. Primera parte). Cuando John Stuart Mill en su libro Sobre la libertad (1859) se pregunta por el límite de la soberanía del individuo sobre sí mismo, esto es, qué tanto de la vida humana ha de consignarse para la individualidad y qué parte corresponde a lo que incumbe a la autoridad social9, y contesta diciendo que “la única parte de la conducta de cada cual por la que está obligado a responder ante la sociedad es aquella que afecta a los demás. En lo que sólo a él concierne, su independencia es, por derecho, absoluta. Todo individuo es soberano de sí mismo, de su propio cuerpo y de su propio espíritu”10; cuando responde de esta forma, Stuart Mill parte del supuesto de la individualidad como eso que en cada uno de nosotros permanece unido a sí mismo e indiviso, 9 J. S. Mill (2004: 171). 10 Op. cit., 53. 228 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx por la misma línea que separa de todos los demás, instituyendo ese margen negativo que lo hace ser no-otro11. No es otra cosa la que Thiers, un poco más de una década atrás, había defendido. Recordemos que él, en el texto antes citado, escribe: “me considero como un ser separado de lo que le rodea, distinto de ese vasto universo que alternativamente me atrae o me rechaza, me seduce o me espanta”. Si así me puedo considerar es porque siento que “estas sensaciones”, “estos pensamientos”, “esta voluntad”, “pasan dentro de mí” y en esta misma medida “se refieren a mí mismo”. Con lo que Thiers confirma una tesis ya planteada anteriormente por Desttut de Tracy. Para este, en efecto, la idea de propiedad no puede fundarse más que en la de personalidad: “porque si un individuo no tuviera la cierta ciencia de su existencia distinta y separada de cualquier otra, no podría poseer nada, ni tener cosa ninguna que le fuese propia”12. A lo que añade: “el único hecho de la sensibilidad nos da la idea de la personalidad; es decir, que nos hace percibir que somos un ser, y que constituye para nosotros nuestro yo y existencia”13. Vemos así la intrincada relación que hay entre individuo y propiedad: así como la idea de esta última “es privativa y exclusiva, y encierra la de que la cosa poseída pertenece a un ser sensible, y a él solo con exclusión de cualquier otro”14, así también la idea de personalidad por la que un individuo se constituye como tal implica la de la “oposición y distinción de otros entes”15. Ahora bien, ¿en qué sentido ese individuo es concebido a su vez en tanto que viviente? De un lado, la vida –en el orden de este discurso– es individualizada, por el mismo hecho de que se la personaliza. Pasa a ser entonces lo propio de cada cual, lo no-común, lo que para conservarse ha de dejarse sentir como la necesidad que cada uno tiene y que nadie puede tener del mismo modo, y que nadie puede satisfacer más que a partir de su propio 11 Cfr. R. Esposito (2006: 98-99 ss). 12 Cfr. Desttut de Tracy, op.cit., 10-11. 13 Ibid., 24. 14 Ibid., 30. 15 Ibid., 29. 229 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx esfuerzo (El ideólogo francés lo propone en términos de la división entre derechos y obligaciones, equivalente a la partición y unidad entre necesidades y medios. Ellos son según él los dos elementos de la sensibilidad inmediatamente referida al yo, idéntica a su existencia). Cada uno a través del conjunto de sus percepciones está ligado a sí mismo, a su propio sentimiento (siento porque existo –escribe Desttut de Tracy– pero al mismo tiempo que existo porque siento), dentro de los límites del propio cuerpo. A través de su personalización y privatización la vida está implicada en el yo, del mismo modo como la posesión lo está en la persona, o la cosa sentida en el individuo que siente. De otro lado, es en su condición de viviente que el individuo está permanentemente expuesto a la dinámica de una vida cuyo peso se hace sentir en su inmediata intensidad física, material. La “vida” es esa materia que se presenta al modo de un elemento no personal, el cuerpo del que el individuo es inseparable, y sobre cuyo fondo este ha de erigir su dominio como sujeto soberano mediante el trabajo de producción y apropiación de todo lo necesario para la conservación de su vida. Ya sólo el hecho que deba conservarla pone de manifiesto que lo propio está constantemente arriesgado por la amenaza de la pérdida de sí. En el esfuerzo del aseguramiento de la vida se va la existencia del individuo16. Locke en su Segundo ensayo escribe: “vemos que someter o cultivar la tierra y tener dominio son cosas que van juntas. Una daba derecho a la otra. De manera que Dios, al ordenar al hombre que sometiera la tierra, le dio autoridad para apropiarse de ella. Y la condición de la vida humana, que exige trabajo y bienes materiales en los cuales trabajar, necesariamente da lugar a 16 En este mismo sentido, Foucault en Las palabras y las cosas muestra que el homno oeconomicus no es aquel que simplemente se representa sus propias necesidades y los objetos capaces de satisfacerlas; es el que como “ser radicalmente finito pasa, usa y pierde su vida tratando de escapar a la inminencia de la muerte”. De manera que la determinación económica del hombre encuentra, a partir de ahora, su principio por el lado de esta región peligrosa en la que la vida, expuesta a una situación perpetua y fundamental de escasez, se enfrenta a la destrucción. Pues la situación en que se encuentra el hombre es la de cualquier ser vivo que se arriesga a no encontrar en la naturaleza que lo rodea con qué asegurar su existencia. Cfr. Michel Foucault (1997: 251-252). 230 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx que haya posesiones privadas”17. Si en otra parte del mismo ensayo el filósofo inglés remarca el fundamento de la “propiedad” en la propia persona, sobre la que nadie tiene derecho alguno sino él18, aquí en cambio deriva la propiedad de un derecho que está condicionado por la vida de los hombres, los cuales bajo esta situación están forzados a trabajar. La “penuria de su condición – escribe Locke– así lo exigía”19. Lo mismo va a plantear más tarde Thiers: mientras en Descartes el ego es lo que ha de recuperarse de sus distracciones a través de la vía interna de la “duda metódica”, para poder así retomar su relación soberana con el mundo, en aquél por el contrario el yo existe inmediatamente en la urgencia mundana de tener que ganarse la vida mediante la rutina de la labor. El hombre no puede ser de otra forma, ya que es a fuerza de trabajo que él “existe regularmente”; sin la actividad de la labor el individuo, su propiedad, no dura, no persevera en la existencia (la “duración” – tal como lo destacaron Hobbes y Spinoza– es la temporalidad específica que envuelve el conatus como fuerza inherente a la vida de los individuos en su voluntad o deseo de mantenerse contra la destrucción o muerte). Si por una parte el cuerpo es el instrumento que posee el individuo, la cosa a su disposición para la apropiación y dominación de todo lo que se sigue del trabajo como actividad de la que ese cuerpo es sólo un medio (dominio que lo vuelve una persona), por otra el hombre sólo es un individuo existente –que dura– porque tiene un cuerpo al que está ligado y debe forzosamente mantener y reproducir (existencia que lo condiciona en su carácter de viviente). Es el doble aspecto de la persona como sujeto económico-político: de un lado la cosa apropiada depende del sujeto que la produce y la posee (“esencia subjetiva de la riqueza”), de otro, la persona –indiscernible de su condición de propietaria de sí– se vuelve tal sólo en virtud de la cosa que le pertenece, de la riqueza que está forzado a producir. Por tanto, ella misma depende de la cosa (“ser objetivo del trabajo”). Vale decir: el sujeto domina la cosa en el sentido de que la pone bajo su señorío mediante el proceso de producción o transformación apropiadora. Aunque no sin que la cosa domine a su vez al 17 J. Locke (2003: 28). 18 J. Locke, op. cit., 23. 19 Ibid., 26. 231 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx sujeto, en la medida en que ella constituye la tensión de un impulso que es inherente a la fuerza de la conservatio vitae del hombre. Sin sujeto productor y apropiador no hay riqueza apropiada (este es el individuo propietario como verdadero sujeto de derecho dentro del orden jurídico-político), pero sin riqueza producida y apropiada no hay propietario, ya que este no subsiste al margen de la relación constitutiva con aquella20 (es el individuo viviente que requiere de la industria para su autopreservación; que en este sentido depende de la economía política, cuyo “máximo objetivo” es “incrementar la riqueza y el poder de una nación”, pues –según lo destaca Smith– “el poder depende de la riqueza”21). Si bien en su condición de “individuo viviente” el hombre pareciera ver amenazada la soberanía de su persona, esto es, verse expuesto por una inversión del dominio, que va del poder del sujeto al de la cosa, la manera en que el discurso liberal pretende recuperar dicha soberanía es mediante la categoría de la voluntad22. Es a través de esta que, lo que parecía precipitarse en una relación de dependencia con el cuerpo y sus necesidades, recobra su individualidad, es decir, la posibilidad del sujeto de ser él mismo y no otro, absolutamente dueño de sí, sin que nada se interponga entre él y su propia libertad. En otras palabras, el concepto de voluntad es el que anuda lo privado y privativo con el yo. Desttut de Tracy escribe que la propiedad existe “por lo menos dondequiera que existe un individuo dotado de voluntad”, y Thiers dirá que es a través del “principio vivificador”, la fuerza que anima al cuerpo, que el sujeto se relaciona consigo como un “Yo” al que están referidos las sensaciones, el pensamiento, el querer como suyos. Ese principio no es otro que la propia voluntad. Al respecto, Desttut de Tracy había sido claro en su argumentación: el hombre –dice– es un ser sensible y como tal es un ser con 20 Cfr. Roberto Esposito (2006: 107 ss). 21 Cfr. Adam Smith (2010: 335). Smith define los objetivos de la economía política en los siguientes términos: “La economía política, considerada como uno de los ramos de la ciencia del legislador o del estadista, se propone dos objetivos distintos: el primero, suministrar al pueblo un abundante ingreso o subsistencia, o, hablando con más propiedad, habilitar a sus individuos y ponerles en condiciones de lograr por sí mismos ambas cosas; el segundo, proporcionar al Estado o República de rentas suficientes para los servicios públicos. Procura realizar, pues, ambos fines, o sea enriquecer al soberano y al pueblo”. Op. cit., 377. 22 Véase la nota 49 del primer capítulo (primera parte) de nuestra tesis. 232 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx necesidades. Estas constituyen sus derechos, y los medios a través de los cuales estos se realizan son las “obligaciones” de cada cual. Necesidades y medios, derechos y obligaciones, son el doble aspecto de lo humano. Ahora bien, esos dos elementos “dimanan pues de la facultad de querer”23. En tanto proceden de la voluntad, derechos y obligaciones son cosas que se tienen. Por lo tanto son ideas que suponen la de propiedad. Además, añade él, “no puede fundarse esta idea de propiedad más que en la de personalidad”24. El círculo se cierra: en la idea de voluntad se funda la de personalidad, en la que se basa a su vez la de propiedad, que está en el supuesto de donde dimanan los derechos y obligaciones, las necesidades y medios, como eso que posee el hombre. Desttut de Tracy remata diciendo que “no llamamos nuestro yo a nuestro cuerpo cual él es y parece a los demás”, tampoco a “ninguna de las facultades particulares que poseemos”; ni el cuerpo ni sus facultades particulares son “para nosotros la misma cosa que nuestro yo”25. No podemos en cambio decir lo mismo de nuestra “facultad de sentir”. Mi existencia y sensibilidad –sostiene– “son dos seres idénticos”. Sin embargo, la mera sensibilidad –como receptividad– no permite establecer una justa distancia entre el yo que posee y la cosa poseída, es necesario para esto que la sensibilidad esté acompañada de la voluntad. Desttut de Tracy nos advierte que esta no es distinta de la facultad de sentir; es esta misma pero modificada, de manera “que [la voluntad] la hace capaz de gozar o sufrir, y de resistir a nuestros órganos”26. Por lo tanto, la idea de personalidad no nacería en nosotros de nuestra sensibilidad en el caso de no estar investida por la “facultad de querer”. Es por esta que “yo que poseo es una cosa distinta de la poseída”; es por ella que soy individuo, por consiguiente un ser sensible pero bajo la modalidad del “pensamiento de querer”. Sólo mediante el poder de la voluntad existen “tuyo y mío”, “inseparables de la idea de mí y de lo otro que yo”27. El círculo se vuelve a cerrar. Desttut de Tracy escribe: 23 Dettut de Tracy, op.cit., 9. 24 Ibid., 10-11. 25 Ibid., 21. 26 Ibid., 25. 27 Ibid., 35-36. 233 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx No tendríamos la propiedad de cualquiera de nuestros bienes, si careciéramos de la de nuestras necesidades, la que no es otra cosa sino la de nuestros sentimientos; y todas estas propiedades se derivan inevitablemente de la idea de personalidad, y conciencia de nuestro yo28. El poseer necesidades, es decir, derechos a los que se vinculan unos medios u obligaciones, es tener dominio subjetivo respecto a los propios sentimientos, es en otras palabras no dejarse exponer o desposeer por ellos. Dominio que se funda a su vez en la propiedad del yo como voluntad. Sólo mediante la facultad de querer me constituyo en propietario de mis sentimientos y sensaciones, y así, en sujeto que impera sobre sus necesidades y su cuerpo. Esta es la manera en que el discurso liberal traza una zona liminar de lo humano, que marca el límite y el tránsito entre el régimen de lo viviente y el de la cosa apropiable29. Vale decir: la persona sólo es tal si es capaz de reducir el cuerpo al dominio de un conjunto de fuerzas disponibles para la producción, transformación y apropiación, esto es, si es capaz de convertirlo en el objeto del cual se destaca por su propio estatus racional-voluntario30. La 28 Ibid., 42. 29 Cfr. Roberto Esposito (2009: 135 ss). Esta zona liminar, que marca el límite y el tránsito entre el régimen de lo viviente y el del cuerpo como objeto de dominio soberano, la constituye el poder económico-político del gobierno, tal cual es descrito por Rousseau en su Discurso sobre la economía política (1755). Si en el Contrato social (1762) el ginebrino destaca al cuerpo político como Persona moral dotada de una voluntad soberana, en su Discurso lo hace aparecer como una especie de individuo viviente, como “un cuerpo organizado, vivo y similar al del hombre”. Allí “el poder soberano representa la cabeza”, cuya voluntad, en relación a ese cuerpo vivo, “tiende siempre a la conservación y bienestar del todo y de cada parte”; “el comercio, la industria y la agricultura son la boca y el estómago que procesan la substancia común, mientras las finanzas públicas son la sangre de una sabia economía que, desempeñando las funciones del corazón, distribuye por todo el cuerpo el alimento y la vida; los ciudadanos son el cuerpo y los miembros que hacen que la máquina se mueva, sobreviva y trabaje, de modo que cualquier herida que ésta sufra en una de sus partes llevaría de inmediato una impresión dolorosa al cerebro si es buena la salud del animal”. Cfr. J. J. Rousseau (1985: 8-9). “Máquina”, “Organismo”, “Animal”, son los diversos nombres con que el ginebrino designa al cuerpo político, “individualmente considerado”. Gobierno o “economía pública” son percibidos como la “fuerza ejecutora” del orden, que articula según Rousseau el “cuerpo” con el “alma”, es decir, con el soberano o Persona pública, haciendo de él una parte o función de la voluntad general, cuyo fin es el bienestar del todo y de cada miembro: “la fuerza pública –escribe– necesita un agente propio [el gobierno] que la reúna y la ponga en acción según las orientaciones de la voluntad general […], un cuerpo intermediario establecido entre los súbditos y el soberano para su recíproca correspondencia, encargado de la ejecución de las leyes y del mantenimiento de la libertad, tanto civil como política”. Cfr. J. J. Rousseau (2003: 89-90). 30 Este estatus racional-voluntario del sujeto, distinto del mero objeto, es el que –como señalamos en el capítulo anterior– destaca Fichte justamente para pensar la relación del hombre con la propiedad. Precisamente –argumenta– porque es en el propio Yo –que sólo es en el actuar– donde reside el último fundamento de su acción, que él se diferencia del simple objeto como lo determinado, diverso de la actividad del sujeto que es (auto)determinable al 234 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx voluntad, en estos términos, es lo que permite identificar dentro del hombre un núcleo extracorporal, en relación al cual el cuerpo es empujado hacia la dimensión de lo meramente apropiable31. Señalamos antes que la concepción “burguesa” de individuo es abordada por Marx desde la perspectiva de sus propias condiciones (históricoprácticas) de imposibilidad. Según el discurso liberal –como ya vimos– el individuo se define por la propiedad y disposición egoísta del conjunto de las facultades del cuerpo y de la mente, de modo que a partir de este dominio el sujeto se constituye en propietario de todos los bienes que estas facultades, inherentes a su yo, producen. Sin embargo, esta concepción conlleva la necesidad de reflexionar sobre las condiciones económico-políticas de producción de la riqueza. Es precisamente por respecto a estas que el individuo no puede sino pensarse en el marco de unas relaciones sociales que lo determinan, imposibilitándolo como esa entidad aislada según la cual pretende definir su esencia (supuestamente vinculada con los demás individuos sólo a través de la línea de disociación que la separa de todo otro ser). Pero sin riqueza no hay propietario, al mismo tiempo que aquella requiere de la industria social. Como parte de esta el “burgués” está necesariamente constituido en un sujeto histórico-universal, por ende en un individuo condicionado y infinito y que no se reduce nunca a aquél. Fichte instituye así el nuevo punto de partida de la filosofía, a partir del cual reconsidera el derecho de propiedad. Este nuevo principio –según lo destacará Moses Hess más tarde– no es “sé que soy”, sino “sé que pienso”: ahora bien, “sé que pienso” –advierte el mismo Hess– quiere decir que “soy activo y no que soy”; así, pues, “no es el ser, sino la acción (Tat) lo que constituye el comienzo y el fin”. Cfr. Moses Hess (1985: 173). Sobre esta base, Fichte elaboró a partir del Fundamento del derecho natural, y luego en El Estado comercial cerrado, su teoría de la propiedad. Escribe: “En el derecho de propiedad es asignada con exclusividad a cada particular una parte determinada del mundo sensible como esfera de su acción”. J. G. Fichte (1994: 273). Lo que quiere decir que esa parte del mundo sensible le es atribuida en propiedad a cada individuo no simplemente como el derecho sobre unos objetos en tanto tales, sino como el dominio legal sobre unos medios para la afirmación del propio espíritu en tanto que actividad. En otras palabras: lo que mediante el derecho de propiedad se le reconoce al individuo es un derecho a ser activo por sí mismo respecto de una parte del mundo sensible como esfera para el desarrollo de su libertad. En este sentido Fichte sostiene: “Esta esfera contiene ciertos objetos que [el individuo] determina por la libertad que le es concedida. En consecuencia, hasta donde se extienda la libertad que le es concedida, hasta allí y no más, se extiende su derecho de propiedad sobre los objetos”. Más tarde, en El Estado comercial cerrado, Fichte insiste en esta misma idea: “He descrito el derecho de propiedad como el derecho exclusivo a acciones, y de ningún modo a cosas […] El derecho de propiedad sobre el objeto de la libre acción emana y se deduce solamente del derecho exclusivo a la libre acción”. J. G. Fichte (1991: 18). Véase además Franck Fischbach (2009: 91-99). 31 R. Esposito (2009 134-135). 235 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx esencialmente expuesto por las relaciones de producción y de comercio mundial. Si, por un lado, la soberanía de la persona se identifica con la institución del principio de disociación sobre el que se funda la propiedad, por otro, ella está condicionada como una parte entre partes (no soberana por tanto), determinada por las relaciones histórico-mundiales implicadas en la industria de la riqueza. Como tal, ella no puede pensarse ya según el presupuesto metafísico del individuo encerrado en su absolutez32. En El manifiesto comunista sus autores enfatizan el hecho de que el individuo burgués es ya de por sí fruto del proceso de desarrollo de la gran 32 En La sagrada familia, Marx había escrito: “En rigor y hablando en un sentido prosaico, los miembros de la sociedad burguesa no son átomos. La cualidad característica del átomo consiste en no tener ningunas cualidades y, por tanto, ninguna clase de relaciones con otros entes fuera de él, condicionadas por su propia necesidad natural. El átomo carece de necesidades, se basta a sí mismo; el mundo fuera de él es el vacío absoluto; es decir, este mundo carece de contenido y de sentido, no dice nada, precisamente porque posee en sí mismo toda la plenitud. El individuo egoísta de la sociedad burguesa puede, en su representación insensible y en su abstracción sin vida, inflarse hasta convertirse en átomo, es decir, en un ente bienaventurado, carente de relaciones y de necesidades, que se basta a sí mismo y está dotado de absoluta plenitud. Pero la desdichada realidad sensible hace caso omiso de su representación; cada uno de sus sentidos le obliga a creer en el sentido del mundo y de los individuos fuera de él, e incluso su estómago profano le recuerda diariamente que el mundo fuera de él no es un mundo vacío, sino lo que en rigor tiene que llenarlo. Cada una de sus actividades esenciales y cualidades, cada uno de sus impulsos vitales se convierte en necesidad, en imperativo, que incita a su egoísmo a buscar otras cosas y otros hombres, fuera de él […] la vida burguesa y no la vida política es su lazo real. No es, pues, el Estado el que mantiene en cohesión los átomos de la sociedad burguesa, sino el que sean esto, átomos, solamente en la representación, en el cielo de su imaginación, y en la realidad, en cambio, entes enormemente distintos de los átomos, es decir, no egoístas divinos, sino hombres egoístas”. K. Marx & F. Engels (1967: 187). Cada uno de sus sentidos –escribe Marx– le obliga, lo fuerza a creer en el sentido del mundo y de los individuos fuera de él: jeder seiner Sinne zwingt es, an den Sinn der Welt und der Individuen auβer ihm zu glauben. Marx retoma en estas páginas dos conceptos medulares de la obra hegeliana. Cuando señala, por ejemplo, que el individuo burgués no es un átomo, es decir un ente cuya única cualidad consiste en no tener cualidad alguna, sino un ser cualificado y, por eso mismo, finito; cuando dice esto, está reconsiderando aquel pasaje de la Lógica objetiva donde Hegel sostiene que la cualidad es la naturaleza determinada de algo, pero no como “una naturaleza en reposo dentro de sí”, sino como “naturaleza dispuesta”, esto es, como la unidad inquieta de un “ser-en sí” que es también “ser-para-otro”. “Cuando se dice, acerca de las cosas, –escribe Hegel– que ellas son finitas, con esto se entiende que no sólo tienen una determinación, no sólo tienen la cualidad como realidad […], sino que antes bien el no-ser constituye su naturaleza y su ser”; “Estar –añade– es ser con un no ser […] Es ser como referencia negativa a sí mismo; ésta constituye su ser”. Cfr. las dos versiones castellanas de la Ciencia de la lógica, la de Mondolfo y la más reciente de Felix Duque: Georg Wilhelm Friedrich Hegel (1968: 165-166); G. W. F. Hegel (2011: 249253). Asimismo, cuando Marx afirma que son las necesidades las que incitan a los individuos a salir y a buscar por fuera de sí, y a establecer relaciones con otros, es también Hegel quien está a la vista. En Principios de la filosofía del derecho Hegel dice, en efecto, que la satisfacción de la particularidad subjetiva se cumple como finalidad “en la relación con las necesidades y el libre arbitrio de los otros”: “Resulta –escribe– sobre todo digno de señalarse este recíproco relacionarse en el que en un primer momento no se cree, porque todo parece abandonado al criterio arbitrario de lo singular”. Cfr. G. W. F. Hegel (2004: 188-189). 236 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx industria y, junto con esta, de la creación de un mercado mundial33. La burguesía como nueva clase social –escriben– sólo fue posible por la extensión del comercio y por el desarrollo de las nuevas vías de comunicación, transporte e intercambio, por lo tanto, por el espaciamiento de conexiones entre los individuos y las sociedades cada vez más vastas. La burguesía –escriben Marx y Engels– necesita anidar en todas partes, establecerse en todas partes, crear vínculos en todas partes. […] En lugar del antiguo aislamiento de las regiones y naciones que se bastaban a sí mismas, se establece un intercambio mundial, una interdependencia mundial de las naciones. Y esto se refiere tanto a la producción material como a la intelectual […]. La estrechez y el exclusivismo nacionales resultan de día en día más imposibles; de las numerosas literaturas nacionales y locales se forma una literatura universal34. No es posible, por una parte, la emergencia de la clase burguesa, es decir la formación de la subjetividad moderna como “individuo de clase”, más que a través del proceso de universalización del comercio y de la ilimitación de los circuitos comunicativos, cuyas fronteras nacionales se presentan a la producción industrial como “barreras a salvar”35. En tanto que personificación del capital, el individuo burgués encarna una potencia que sobrepasa los límites de su mera individualidad y que revoluciona incesantemente sus formas tradicionales de vida. Él es por tanto el efecto y a la vez condición de una industria que tiene al intercambio mundial “como supuesto y momento 33 Podríamos aventurarnos a sostener que el individuo –al representarse como una entidad aislada– olvida la memoria o herencia que él es. En efecto, vimos hacia el final del capítulo anterior cómo para los autores de La ideología alemana “la permanencia de las fuerzas productivas obtenidas” sólo se asegura mediante la comunicación y circulación de las creaciones y medios técnicos, que extienden sus posibilidades más allá de las fronteras de cada región sobre la base de la “gran industria” y con la extensión misma de un “mercado mundial”. El hombre –la pluralidad de hombres– es un cúmulo de capacidades y habilidades adquiridas o heredadas, un conjunto de fuerzas de producción; es, en este sentido, la memoria de una invención legada y prometida a la vez, susceptible de transformación. Por esta misma razón sus órganos –como lo dice Marx en los Manuscritos del 44’– son “órganos sociales”. Los fenómenos, por consiguiente, de la mundialización y espaciamiento territorial que acompañan al incremento de la gran industria no hacen sino potenciar una memoria –digamos teletecnológica– extendida en sus posibilidades, ampliando así las capacidades inventivas de los hombres. Lo que no significa que no pueda también depotenciarla a través de los mecanismos destructivos que conlleva la expansión territorial de un mercado que impera incorporando todas las naciones “a la lucha de la competencia”. Se trata en este último caso de la lógica del mercado, que tiene por sujeto precisamente al individuo que se representa –por tanto se comporta efectivamente– como entidad aislada. 34 K. Marx & F. Engels (2007a: 159-160). 35 K. Marx (2001: 360). 237 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx esencialmente universales de la producción misma”36. Es por consiguiente el “producto social” de “la producción fundada en el capital”, que representa asimismo la condición subjetiva de “un sistema de necesidades cada vez más amplio y copioso”37. Marx escribe: La gran industria […] por medio de la competencia universal, obligó a todos los individuos a poner en tensión sus energías hasta el máximo. Destruyó donde le fue posible la ideología, la religión, la moral, etc., y donde no pudo hacerlo, la convirtió en una mentira palpable. Creó por vez primera la historia universal, haciendo que toda nación civilizada [léase capitalista] y todo individuo, dentro de ella, dependiera [el destacado es nuestro] del mundo entero para la satisfacción de sus necesidades38. Eso mismo que por medio de la competencia universal tensa sus energías al máximo es lo que descentra al individuo de su individualidad, lo expone más allá de sí, poniéndolo en una relación de dependencia con el mundo entero. En circunstancias que el “interés de clase” sólo lo puede cumplir el individuo perteneciente a esta en la medida en que es capaz de adaptar dicho interés a unas condiciones que son “transindividuales”. De otro modo deja de pertenecer a esa clase y, en consecuencia, pierde las garantías mismas por las que existe como individuo. No obstante, es por esta pertenencia de clase que el “hombre social”, producto social de la “industria universal”, que tiene como supuesto y momento esencial al comercio mundial, por tanto que está atravesado por unas relaciones sociales que trascienden todo límite personal y regional; es por esa pertenencia de clase, decimos, que él está por otra parte replegado en su propia individualidad, amparado en la posición de clase, contenido bajo la categoría económico-política que lo separa como individuo de cualquier otro. De manera que si como “hombre social” el burgués personifica una potencia “que tiende sin cesar a la universalidad”, como “individuo de clase” en cambio representa el interés egoísta que tiene por único objeto la propiedad privada. Universalización y privatización constituyen así la doble tendencia contradictoria de un mismo sujeto. La cuestión, sin embargo, es que para Marx 36 Ibid. 37 Ibid., 361. 38 K. Marx & F. Engels (1971: 69). 238 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx aquella categoría de clase es de por sí un producto histórico-social. He aquí la paradoja. Es relevante en este sentido la perspectiva defendida por el autor del Ensayo sobre la historia de la sociedad civil (1767), antecedente de La riqueza de las naciones (1776) de Smith. Allí Ferguson afirma que “el hombre es, por naturaleza, miembro de una comunidad”. A lo que agrega: Considerado desde este punto de vista, no parece estar hecho para sí mismo […]. [El hombre] es sólo una parte de un todo y cualquier elogio que merece su virtud se reduce a la alabanza que dedicamos, en general, a un miembro de cualquier cuerpo, a la parte de un edificio, a la pieza de una máquina, cuando decimos que están bien hechos para el lugar que ocupan y por los efectos que deben producir39. Desde esta perspectiva el autor escocés extraerá una consecuencia crucial: la distinción entre lo natural y antinatural en el hombre no tiene sentido alguno, ya que, en cuanto este es originariamente un “ser colectivo”, no podemos separar del ejercicio de sus talentos y de la actividad por medio de la cual transforma lo que lo rodea eso que se dice de su naturaleza. “Entonces – escribe– si nos preguntan dónde está el estado de naturaleza, contestamos que está aquí […] en cualquier lugar”, por la misma razón de que tanto “en la condición salvaje como en la del civilizado se atestigua la invención humana”40. Es porque no hay naturaleza humana que sea disociable del hecho mismo de la sociedad que esa naturaleza es inseparable de la invención y del arte por medio de los cuales se presenta. Si el estado de naturaleza está aquí, en cualquier lugar donde el hombre ejerce su actividad, es porque ella no es otra cosa que lo que tiene lugar a través del artificio: no hay estado de la naturaleza humana donde no se perciban “las huellas del arte”41. “Si el palacio –añade– está lejos de la naturaleza, también lo está la choza; y los refinamientos políticos más elaborados, los sistemas de moral más elevados no son más que un artificio como las primeras demostraciones de la razón y del sentimiento”42. Pero si el palacio está tan lejos de la naturaleza como lo está la choza, el 39 Adam Ferguson (2010: 102). 40 Op. cit., 49. 41 Ibid. 42 Ibid. 239 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx argumento se puede igualmente invertir diciendo que el primero está tan cerca de esa naturaleza como la segunda. Ambos –como destaca Ferguson– son parte de los esfuerzos de la invención humana, sin que “ninguna etapa sea definitiva”, sólo “un momento diferente que el hombre debe recorrer”. No hay estado de naturaleza desnudo y simple: lo social forma parte de lo natural al mismo tiempo que la naturaleza está originariamente vehiculizada por la invención social43. En Ferguson dos son los enunciados que están esencialmente vinculados. Uno es el que dice que en el hombre “la sociedad se revela tan antigua como el individuo”; el otro es el que afirma que “el hombre es, en cierta medida, el artífice de su modo de ser y de su fortuna”. Ciertamente, estos dos enunciados los encontramos también de alguna manera en Marx. Lo que dice el autor escocés en su Ensayo respecto a las relaciones histórico-sociales entre naturaleza y artificio es casi idéntico a lo que el “filósofo de Tréveris” viene diciendo desde los Manuscritos del 44’. A lo anterior hay que añadir que Marx comparte en general la concepción económico-política del hombre en tanto que individuo viviente (al que le es inherente un conjunto de facultades). Esta última expresión la encontramos literalmente formulada en La ideología alemana, donde sus autores hacen uso de los términos “lebendigen Individuum” y “wirklichen lebendigen Individuen”44. Estas expresiones aparecen en el momento en que Marx y Engels sostienen que “la conciencia no puede ser nunca otra cosa que el ser consciente (bewuβte Sein)” de los hombres, cuyo ser (Sein) no es otro que “su proceso de vida real” (wirklicher Lebensprozeβ)45. Este es, por tanto, el ser mismo del individuo en tanto que lebendigen Individuum, “individuo viviente”. Aquel proceso es lo que desde los Manuscritos del 44’ Marx llama “actividad productiva”. Años más tarde, en el primer libro de El Capital (1867), su autor dirá que dicha actividad es, en primer lugar, “un proceso (ein Prozeβ) entre el hombre y la naturaleza, un proceso (ein Prozeβ) en que el hombre 43 Cfr. Michel Foucault (2007: 340-341). 44 Karl Marx & F. Engels (1971: 26-27). 45 Op. cit., 26. 240 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx media, regula y controla su metabolismo (Stoffwechsel) con la naturaleza”46. Que ella se presente –“primeramente” (zunächst)– como relación de mediación con el metabolismo humano significa, desde el punto de vista de La ideología alemana, que: …la primera premisa de toda existencia humana y también, por tanto, de toda historia, es que los hombres se hallen, para ‘hacer historia’, en condiciones de poder vivir. Ahora bien, para vivir hace falta comer, beber, alojarse bajo un techo, vestirse y algunas cosas más. El primer hecho histórico es, por consiguiente, la producción de los medios indispensables para la satisfacción de las necesidades47. La premisa de la que parten los autores del manuscrito La ideología pareciera no ser muy distinta de aquella de la que parte Thiers. Sobre el mismo supuesto de la historia (o de la “civilización” como la prefiere llamar el autor francés) este piensa que el estado en que ha sido arrojado el hombre sobre la tierra (“arrojado desnudo sobre la tierra desnuda”) es el de la necesidad imperiosa de producir los medios para procurarse su alimento y proveerse de lo imprescindible para la vida. Partiendo de la base de que el hombre es un individuo viviente, tanto Marx y Engels como el autor de la defensa De la propiedad presentan la actividad productiva del trabajo como indivisible de la propia existencia de aquél, por lo tanto, como la condición subjetiva de la conservación y reproducción de la vida. Para uno y otros la única propiedad con la que cuenta el individuo –al margen de los bienes que produce mediante la labor– es la del conjunto de sus capacidades, las cuales sin embargo se desvanecen, y en consecuencia el hombre mismo deja de existir, si no son ejercidas y reproducidas a través de su uso productivo. Es importante de destacar que en el mismo contexto en que aparece la definición del hombre como wirklichen lebendigen Individuen, y el ser de este en cuanto wirklichen Lebensprozeβ, Marx introduce por primera vez en su jerga el término Produktivkräfte (“fuerzas productivas”). Antes –como vimos– había hecho uso, primero, de la noción rousseauniana “forces propres”, luego, del término “menschlichen Wesenskräfte” (“fuerzas esenciales del hombre”). A partir de la redacción de La ideología alemana Marx incorpora el concepto 46 Karl Marx (1988a: 215). 47 K. Marx & F. Engels (1971: 28). 241 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx “fuerzas productivas”. No obstante, es a partir del momento en que –hacia 184948– distingue explícitamente entre trabajo (Arbeit) y fuerza de trabajo (Arbeitskraft), que Marx podrá diferenciar a la vez entre “fuerzas productivas” y “fuerzas humanas de producción”. En el primer libro de El Capital estas son definidas con las siguientes palabras: Por fuerza o capacidad de trabajo entendemos el conjunto de facultades físicas y mentales que existen en la corporeidad, en la personalidad viviente de un ser humano y que él pone en movimiento cuando produce valores de uso de cualquier índole49. En relación a estas fuerzas humanas de producción, es decir, al conjunto de las facultades que son inherentes a la vida misma del hombre, la labor es definida como “el uso de la fuerza de trabajo”50, o sea, como la “puesta en movimiento” o “actualización” de “las fuerzas naturales que pertenecen a la corporeidad [del hombre], los brazos y las piernas, la cabeza y las manos”, “a fin de apropiarse de los materiales de la naturaleza bajo una forma útil para su propia vida”51. Por consiguiente, el ser del hombre en tanto que individuo viviente es el proceso de la vida real como puesta en obra del conjunto de sus fuerzas naturales, mediante la cual él se apropia de los materiales de la naturaleza necesarios para su existencia; proceso de apropiación que es entendido como actividad de realización, regulación y control, es decir, de racionalización del intercambio orgánico o metabolismo entre el hombre y la naturaleza. En Trabajo asalariado y Capital escribe: “la fuerza de trabajo en acción (Die Betätigung der Arbeitskraft), el trabajo mismo, es la propia actividad vital (Lebenstätigkeit) del obrero, la manifestación misma de su vida (seine eigne Lebensäuβerung)”52. Pero Marx añade en La ideología que el Lebensprozeβ debe ser comprendido en el sentido de un “proceso histórico de vida” (historischen Lebensprozeβ). Al igual que para Ferguson, para Marx lo histórico forma parte 48 Es decir, a partir de la redacción de Lohnarbeit und Kapital (Trabajo asalariado y Capital). Cfr. K. Marx (1988b: 75-90). 49 K. Marx (1988a: 203). 50 Op. cit., 215. 51 Ibid. 52 K. Marx (1988b: 88-89). 242 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx de lo natural al mismo tiempo que la naturaleza está originariamente vehiculizada por el desarrollo histórico de las fuerzas productivas en el hombre53. En consecuencia, el metabolismo entre el hombre y la naturaleza, la relación misma entre el individuo y su vida, está desde siempre mediada por unas condiciones sociales y por lo tanto técnicas de producción. “Comer”, “beber”, “alojarse bajo un techo”, “vestirse” “y algunas cosas más para poder vivir” son, así pues, originariamente un hecho histórico. O, mejor dicho, constituyen la “prehistoria” que acompaña en todo momento a la historia de los hombres, es decir, que le es coextensiva, y que no está antes, en un lugar remoto, en el tiempo. A diferencia de Thiers, para Marx las facultades del hombre –el conjunto de sus fuerzas humanas de producción– no son simplemente unos instrumentos para producir los bienes derivados de una naturaleza primera, sino que son ellas mismas el producto de unas modificaciones históricas en la dinámica “eco-técnica” (Nancy) de “la producción de la vida”. El Lebensprozeβ se manifiesta inmediatamente como una doble relación: relación natural y relación social a su vez54. Los hombres tienen historia porque se ven forzados a producir lo necesario para poder vivir (en este punto Marx coincide con la premisa de la que parte Thiers), pero precisamente porque esta vida es inmediatamente producción de la vida – existencia mediada por el trabajo–, no hay instancia primera (ni biológica ni sobrenatural) que preceda al devenir histórico de los individuos (aquí Marx se aleja de Thiers y se aproxima a la tesis de Ferguson). Vimos que uno de los enunciados centrales en la obra del autor escocés es el que dice: “La sociedad se revela tan antigua como el individuo”55. En términos marxianos esto quiere decir que la historia, esto es, la técnica, el artificio, son tan antiguos como el individuo. Por lo tanto el conjunto de las facultades físicas y mentales del hombre no remite al sustrato indivisible del yo, a la unidad de una presencia como fundamento de lo viviente, sino a la potencia de un ser-común cuyo acto o uso envuelve unas condiciones, que nunca son las de una entidad subsistente y meramente individual, sino más 53 Cfr. K. Marx & F. Engels (1971: 26). 54 Cfr. Op. cit., 30-31. 55 A. Ferguson (2010: 46). 243 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx bien las de unas relaciones prácticas que originariamente dividen al hombre, lo hienden en su propia individualidad, abriéndolo, según el movimiento de una apertura esencial, a una existencia social. Ahora bien, hay un segundo enunciado al que pareciera aproximarse Marx. Este dice: “el hombre es, en cierta medida, el artífice de su modo de ser y de su fortuna”56. En El Capital, escribe: El hombre se enfrenta a la materia natural misma como un poder natural. Pone en movimiento las fuerzas naturales que pertenecen a su corporeidad, brazos y piernas, cabeza y manos, a fin de apoderarse de los materiales de la naturaleza bajo una forma útil para su propia vida. Al obrar por medio de ese movimiento sobre la naturaleza exterior a él y transformarla, modifica a la par su propia naturaleza. Desarrolla las potencias que dormitaban en ella y sujeta a su señorío (Botmäβigkeit) el juego de fuerzas de la misma57. Al operar sobre la naturaleza exterior a él por medio de la puesta en movimiento de sus facultades, el hombre se apropia de los materiales de aquella al mismo tiempo que transforma su propia vida, incorporándola dentro de un proceso mediante el cual somete a su poderío el juego de fuerzas de la misma. El individuo entonces no sólo efectúa un cambio de forma de lo natural: en lo natural, simultáneamente, realiza su propia finalidad consciente58. Con una afirmación como esta Marx pareciera reponer en este texto a la actividad del hombre como instancia a través de la cual este recupera su soberanía sobre la naturaleza, transformando su vida en objeto de la voluntad. Visto desde esta perspectiva la frase de Ferguson se lee en el siguiente sentido: como artífice de su modo de ser el individuo posee la capacidad –que dormitaba en él y que sólo esperaba ser despertada o activada mediante el esfuerzo del trabajo (Er entwickelt –escribe Marx– die in ihr schlummernden Potenzen)– de ejercer el control sobre su propia fortuna o destino. La vida se transforma de esta manera en el objeto del proceso de racionalización de una actividad consciente, que regula –según unas leyes objetivas59– el intercambio 56 Op. cit., 47. 57 K. Marx (1988a: 215-216). 58 Cfr. Op. cit., 216. 59 En El Capital, Marx escribe: “Al consumarse el proceso de trabajo surge un resultado que antes del comienzo de aquel ya existía en la imaginación del obrero, o sea idealmente. El obrero no sólo efectúa un cambio de forma de lo natural; en lo natural, al mismo tiempo, efectiviza su propio objetivo, objetivo que él sabe que determina, como una ley, el modo y 244 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx vital del hombre con la naturaleza. “Tan pronto como se expone este proceso activo de vida –escriben los autores de La ideología–, la historia deja de ser […] una acción imaginaria de sujetos imaginarios, como para los idealistas”60. La piedra de toque –dice Marx– de la especulación es la “vida real”, en esta termina aquella y comienza “la ciencia real y positiva”61. Cuestión que no es muy distinta a lo que afirmará en el famoso Prólogo de 1859, donde advierte que debemos distinguir entre “las condiciones económicas de producción”, “fielmente comprobables desde el punto de vista de las ciencias naturales”, y “las formas jurídicas, políticas, religiosas, artísticas o filosóficas, en suma, ideológicas”62. Lo que viene a repetir de algún modo eso que el joven Marx ya había sostenido en los Manuscritos del 44’: aquí él dice que “la naturaleza en devenir dentro de la historia humana –acto de nacimiento de la sociedad humana– es la naturaleza real del hombre”. Razón por la cual “dar una base a la vida y otra a la ciencia es, pues, de antemano, una mentira”63. Pues tanto en una como en otra se trata de un mismo fundamento histórico-antropológico: las bases materiales de producción racional de la naturaleza biológica del hombre. La ciencia no tiene otro objeto que la vida material de los individuos, al mismo tiempo que la vida de estos, al estar mediada por la industria, es inmediatamente saber-poder sobre las relaciones de comercio con la naturaleza. “La industria –escribe– es la relación histórica real de la naturaleza, y por consiguiente, de las ciencias de la naturaleza, con el hombre”64. De lo que Marx concluye: “La realidad social de la naturaleza y las ciencias naturales humanas o las ciencias naturales del hombre son expresiones idénticas”65. La historia –no ideológica– es, según este discurso, el proceso de la vida real como saber-poder sobre sí misma; es la vida en tanto que ciencia. Este tipo de discurso ¿acaso no inscribe a Marx dentro del marco general de la manera de su accionar”. Se trataría, por consiguiente, de la ley como regla práctico-técnica de la habilidad. Cfr. K. Marx (1988a: 216). 60 K. Marx & F. Engels (1971: 27). 61 Ibid. 62 K. Marx (2003b: 5). 63 K. Marx (1968: 95-96). 64 Op. cit., 95. 65 Ibid., 97. 245 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx economía política? ¿No lo vuelve por esto mismo presa de la “ideología burguesa” del trabajo? Según él, el desarrollo de la industria es la objetivación del mundo como producto del trabajo. A través de esta objetivación tiene lugar la ciencia, que corre el velo que hasta ahora cubría la operación-mundo, develándolo como el producto de una transformación práctica (transformación que es la vida misma en tanto que existencia histórica). El texto-mundo sólo se deja leer en la medida en que se lo retrotrae hacia su operación productiva, y de ninguna manera a través de eso que han hecho los filósofos hasta ahora, es decir, simplemente interpretarlo con actitud contemplativa66. Y es que, desde el momento en que el mundo se presenta como el objeto de una “actividad vital consciente”, el hombre tiene mediante la ciencia –al menos virtualmente– el dominio sobre las leyes de su propio artificio. Él sólo puede conocer –siguiendo la antigua máxima de Hobbes– aquello que es artefacto suyo67. Mientras en el mundo –en tanto que puro objeto de interpretación– supuestamente había un orden de sentido dado que condicionaba la sensibilidad, haciendo de esta un sentido contemplativo, en el mundo en cuanto transformación productiva se supone que tendría lugar la certeza de que, privado del ideal de un sentido vinculante, es el hombre el sujeto que hace el sentido mediante la creación del mundo. III.2. “Trabajo vivo” y “trabajo muerto” En la onceava de las tesis (curiosa coincidencia) Sobre el concepto de historia, Walter Benjamin cita al marxista autodidacta Josef Dietzgen, quien escribe: “Trabajo es el nombre del mesías del tiempo nuevo…En el…mejoramiento…del trabajo…estriba la riqueza que ahora puede realizar lo que hasta ahora no pudo ningún salvador”68. La cita hace eco de la frase contenida en el Programa del Partido obrero alemán, destacada por Marx en 66 Es lo que –como sabemos– sostiene Marx en su onceava tesis de las Tesis sobre Feuerbach. 67 Sobre este punto en la obra filosófica de Thomas Hobbes, véase la investigación de Carlos Balzi (2008). 68 Citado por Walter Benjamin (sin fecha: 56-57). 246 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx 1875. Ella dice: “El trabajo es la fuente (Quelle) de toda riqueza y de toda cultura”69. A lo que Benjamin replica: Este concepto que el marxismo vulgar se hace de lo que sea el trabajo, no se detiene largamente en la pregunta de cómo han de contar los obreros con el producto del trabajo mientras no puedan disponer de él. Sólo quiere percibir los progresos de la dominación de la naturaleza, y no los retrocesos de la sociedad. Ya exhibe los rasgos tecnocráticos que más tarde enseñará el fascismo […] El trabajo, tal como se lo entiende de ahí en adelante, se resuelve en la explotación de la naturaleza, que se opone con ingenua satisfacción a la explotación del proletariado70. Por lo tanto habría una abierta complicidad entre el concepto marxista “vulgar” de trabajo y la concepción de la naturaleza como objeto de dominio técnico, que no obstante se niega a percibir el sistema de explotación generalizada –no sólo de las propiedades naturales sino también de las humanas71– sobre el que se sustentan la supuesta soberanía del hombre y la idea de progreso. Ambos, marxismo vulgar y capitalismo, compartirían según Benjamin un mismo postulado sobre el trabajo: este es representado como fuente absoluta de la riqueza y del poder del individuo sobre la naturaleza –que de acuerdo a la expresión de Dietzgen “está gratis allí”. La “ingenua satisfacción” que sella la secreta alianza entre los dos apenas se detiene en el hecho de que el trabajo es el dispositivo de producción y de organización de un espacio-tiempo, en el que una violencia es ejercida cotidianamente sobre los cuerpos y las mentes de los obreros. La celebración acrítica de esa “ideología del trabajo” hace abstracción del hecho de que, dentro del sistema capitalista, el trabajo no es sino un elemento del régimen de la propiedad privada, cuya condición fundamental de posibilidad es el empobrecimiento material y subjetivo de los obreros que laboran. 69 K. Marx (1972: 19). 70 W. Benjamin, op. cit., 57. Lo que no hace ver esa ingenua oposición en la que se resuelve el concepto “vulgar” de trabajo es precisamente aquello que Benjamin remarca en Poesía y capitalismo a través de una cita de El Capital: “Es común –escribe aquí Marx– a toda producción capitalista [...] que no sea el obrero el que se sirva de las condiciones de trabajo, sino al revés, que estas se sirvan del obrero; pero sólo con la maquinaria cobra esta inversión una realidad técnicamente palpable”. Cfr. Susan Buck-Morss (2005: 189). En nuestro próximo capítulo volveremos a esta cita. 71 Cfr. Daniel Bensaïd (2003: 464 ss). 247 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx El mundo como producción de mundo es asimismo, en el contexto de pérdida de todo sentido vinculante, de profanación de todo lo que era sagrado, el mundo en que reaparece el culto de la actividad creadora bajo la forma de la ideología de la productividad y de la industria. En él una nueva creencia nace: aquella que deposita su confianza en la sincronía entre progreso técnico y desarrollo de las libertades individuales. Al desencantamiento frente a una naturaleza antiguamente divinizada, le sucede un reencantamiento en el poder mesiánico del trabajo. Culto de la modernidad que impulsa la fe en los poderes ilimitados del hombre. ¿Participa el pensamiento de Marx de esta concepción vulgar de trabajo? La respuesta a esta pregunta no puede ser unívoca. Sin embargo la crítica marxiana de dicho concepto es en diversos lugares bastante explícita. En sus Glosas marginales al Programa del Partido obrero alemán (Randglosen zum Programm der deutschen Arbeiterpartei), Marx impugna la frase que dice “Die Arbeit ist die Quelle alles Reichtums”, al sostener por el contrario que “El trabajo no es la fuente de toda riqueza”. Añadiendo que la naturaleza es tanto la fuente (ist ebensosehr die Quelle) de los valores de uso (que como tales constituyen la riqueza material) como lo es el trabajo, “el cual a su vez no es más que la expresión (die Äuβerung) de una fuerza natural (einer Naturkraft): la fuerza humana de trabajo (der menschlichen Arbeitskraft)”72. Si el texto de Marx merece ser destacado es porque en él hallamos todos los componentes que en textos anteriores –incluido Das Kapital– definen la actividad productiva del hombre como mediación del individuo viviente con la naturaleza. Encontramos allí, en efecto, el término Äuβerung, expresión, manifestación o exteriorización, cuando dice que el trabajo no es más que la expresión (die Äuβerung) de una fuerza natural. Una noción –lo vimos– que fue absolutamente central en los Manuscritos del 44’. La misma que utiliza en Trabajo asalariado y Capital para definir “la fuerza de trabajo en acción”, el Arbeit, como la propia manifestación de la vida del obrero (seine eigne Lebensäuβerung). También nos topamos con el concepto “valores de uso” (Gebrauchswerte), el que –de manera similar a lo que ocurre en El Capital– es 72 K. Marx (1972: 19). 248 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx concebido como objetivación o materialización (en sus Glosas Marx utiliza el enunciado sachliche Reichtum, literalmente riqueza objetiva o real) de la fuerza de trabajo cualificado. A su vez que esta capacidad o fuerza es interpretada en el sentido de una Naturkraft, de una fuerza natural. Lo que da por consecuencia que el trabajo es pensado como la “misma actividad vital” del hombre. Pero en sus Glosas Marx aclara que si el trabajo no es la fuente de toda riqueza, die Arbeit ist nicht die Quelle alles Reichtums, esto se debe a que el trabajo no es nada en sí mismo, un poder independiente. Sólo puede devenir una tal potencia autónoma por efecto de su reducción a un factor separado de los medios y de los objetos de producción. Es decir, por efecto de una división social entre poseedores de los medios de trabajo y quienes sólo cuentan con su fuerza humana de producción. “Los burgueses –escribe aquí– tienen muy buenos motivos para atribuir falsamente al trabajo una potencia sobrenatural de creación (übernatürliche Schöpfungskraft)”73. De ahí que un programa socialista no debiera permitirse esta “fraseología burguesa” (bürgerlichen Redensarten) y “guardar silencio sobre las únicas condiciones que pueden darle sentido”74. Marx se dirige precisamente a aquellas condiciones, Bedingungen, que hacen posible la creencia en la omnipotencia de la actividad creadora de la riqueza. ¿Qué es lo que la locución burgués-socialista, capitalista-marxista vulgar silencia cuando dice que “el trabajo es el manantial de toda riqueza”? Enmudece, en primer lugar, el hecho de una división según la cual la potencia del trabajo, separada de sus medios y objetos, lejos de designar una fuerza sobrenatural de creación, se refiere a una capacidad radicalmente empobrecida, completamente dependiente de una actividad cuyas condiciones de ejercicio no le pertenecen. El trabajo se vuelve –al constituirse en un factor de la producción escindido– una pura relación de sometimiento que tiene por objeto una vida atada a su sobrevivencia. En segundo lugar, esa fraseología guarda silencio sobre una situación en la que el trabajo se constituye en un dispositivo social de gobierno, representado no por los trabajadores, sino por quienes no laboran, la clase propietaria. El trabajo en este escenario es un 73 Op. cit., 20. 74 Ibid. 249 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx engranaje del capital, una función de su conservación y de su reproducción a una escala siempre ampliada. Por último, al estar el sentido de la locución inseparablemente unido a un contexto histórico particular, ella oculta su significado tan pronto calla las circunstancias en que este tiene lugar. Al hacerlo convierte al trabajo en una condición natural (Naturbedingtheit): [De donde] se deduce precisamente que el hombre que no posee otra propiedad que su fuerza de trabajo, se verá obligado a ser en todas las etapas de la sociedad y de la civilización, esclavo de los otros hombres que se hayan hecho propietarios de las condiciones materiales del trabajo. Sólo puede trabajar con su permiso (Erlaubnis) y en consecuencia sólo con su consentimiento (Erlaubnis) vive75. Hay dos razones, entonces, por las que el trabajo no es fuente omnipotente de la riqueza. La primera de ellas es porque su existencia en general, en tanto que capacidad humana actualizada, no depende de sí, de un poder autosuficiente, sino que originalmente depende de una potencia externa –de la naturaleza como fuente de los medios y materiales de realización de la fuerza de trabajo. Él es una actividad cuya fuente de producción no proviene enteramente desde sí misma. Y la segunda razón se debe a que el trabajo en un sentido específico, esto es, según la modalidad moderna de producción, tampoco se caracteriza por ser un principio originario y prepotente de donde mana la totalidad de los bienes, sino el elemento de una relación de producción, en la que la efectuación de las capacidades productivas del obrero depende por entero de su ingreso al proceso industrial de producción, mediante una relación de compra-venta de la fuerza de trabajo. Esas potencialidades del obrero no son nada al margen de su movilización, la cual está enteramente condicionada por el mando capitalista de los propietarios o no-trabajadores. El poder del trabajo tampoco en este caso proviene de su propia fuente, sino de quienes poseen un capital primario acumulado. Sean cuales fueren las formas sociales de la producción –escribe Marx en el segundo libro de El Capital–, sus factores son siempre los trabajadores y los medios de producción. Pero unos y otros sólo lo son potencialmente si están separados. Para que se produzca, en general, deben combinarse. La forma especial en la que se lleva a cabo esta combinación distingue las diferentes épocas económicas de la estructura social. En el presente caso la separación del trabajador libre con respecto a sus medios de producción es el punto de 75 Ibid. 250 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx partida dado, y ya hemos visto cómo y bajo qué condiciones ambos se combinan en las manos del capitalista: a saber, como modo de existencia productivo de su capital76. En consecuencia, no es el trabajo el que produce por sí mismo: la producción es el efecto de unos factores combinados. La modalidad en la que esta combinación tiene lugar es lo característico de una determinada estructura económica. De una parte, la fuerza humana no posee en sí misma el poder de producir riqueza alguna al margen de su agenciamiento con unos elementos heterogéneos –originalmente pertenecientes a las fuentes de una naturaleza no humana. De otra, en el marco de la sociedad capitalista, el trabajo es el medio de control, explotación y dominio de las fuerzas de producción, sin que estas puedan ser empleadas por el hombre por fuera de ese medio. Es por relación a este que las capacidades humanas son previamente dispuestas como “fuerza de trabajo”. “En la medida en que el hombre –señala Marx en sus Glosas– se sitúa de antemano como propietario frente a la naturaleza, primera fuente de todos los medios y objetos de trabajo, y la trata como posesión suya, su trabajo llega a ser fuente de valores de uso, y por consiguiente, fuente de riqueza”77. El trabajo necesita –desde el inicio– de la naturaleza para existir como tal, es decir, como fuente de la riqueza material, al mismo tiempo que aquella requiere de la actividad productiva del hombre para efectuarse en tanto que origen y medio material de producción. Él utiliza el verbo “Llega a ser” –lo que también podría traducirse como “se vuelve”, “se convierte” (Marx hace uso de una conjugación del verbo werden) en “fuente de riqueza”– para afirmar que aquello que es origen acontece como el producto de un devenir, siendo a su vez lo que se torna principio. Pero no sólo el trabajo es lo que “llega a ser” “trabajo útil” (“¿Y qué es trabajo ‘útil’?” Se pregunta el autor de las Glosas. A lo que responde: “No puede ser más que el trabajo que consigue el efecto útil propuesto. Un salvaje –y el hombre es un salvaje desde el momento en que deja de ser mono– que mata a un animal de una pedrada, que amontona 76 K. Marx (1991a: 43). 77 K. Marx (1972: 20). 251 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx frutos, etc., ejecuta un trabajo ‘útil’”78), sino también la naturaleza es lo que “deviene” “fuente primera” de valores de uso a partir de una relación de apropiación, en la que el hombre se comporta frente a ella como ante una posesión suya. En el ejemplo de Marx, el hombre se sitúa de antemano como propietario frente al animal, desde el momento en que representándolo como objeto de alimentación lo persigue y caza para tal fin, ejecutando así un trabajo útil. Por lo tanto si hay dominio del hombre sobre la naturaleza (y lo hay desde el momento en que esta se vuelve un medio de consumo) es en la medida en que se da una relación de fuerzas entre factores combinados, en la que la naturaleza es por relación a la fuente productiva –la actividad del hombre–, que a su vez es por relación a esa otra fuente productiva –los medios y objetos naturales. Una y otra sólo son “fuentes” según la relación entre dos principios no-originarios, que se condicionan mutuamente. Hombre y Naturaleza son –en determinadas condiciones– fuerzas productivas. Pero para que ellos lleguen a constituirse como tales fuerzas deben entrar en una relación de propiedad –de apropiación material. Esta se define primariamente como la actualización de una combinación entre los medios de producción (de los que forman parte los instrumentos de producción o medios técnicos y las materias primas u objetos naturales) y la fuerza de trabajo, es decir “el conjunto de las capacidades psíquicas y físicas de un cuerpo humano”, previamente ordenadas o dispuestas para el cumplimiento de un fin (lo que significa que ciertas habilidades intelectuales, el conocimiento, la inventiva, el lenguaje, etc., sólo devienen labour power en la medida en que han sido previamente dispuestas y desarrolladas en conformidad al trabajo). No hay “valor de uso” en el que no esté implicada la propiedad. No sólo porque en todo trabajo útil producimos, capturamos o aprehendemos un objeto para su utilización o consumo, sino además porque ese trabajo presupone un “uso” sin el cual no puede llevarse a cabo. Lo que entrama a los diversos elementos constituidos en fuerzas productivas es el hecho de que cada uno de ellos es utilizado –por tanto apropiado– por los agentes productores para la ejecución 78 Op. cit., 21. 252 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx de un fin. Los instrumentos de producción son eso con qué trabajan los agentes; las materias primas son eso en qué producen; y la fuerza de trabajo es lo qué les posibilita trabajar con los instrumentos en cierta materia79. Desde el punto de vista de la producción y apropiación de bienes usuarios, las fuerzas productivas se limitan sólo a lo que se consume utilitariamente –en determinado contexto– para producir cosas. En este sentido todo aquello de la naturaleza que incluya la fuerza de trabajo es fuente de un valor de uso para la producción. El resto es naturaleza muerta. Asimismo, la fuerza (humana) de trabajo debe incorporar y movilizar las fuerzas productivas no humanas (naturales) para poder llevarse a efecto. Es –como lo advierte Cohen– la fuerza de trabajo –Arbeitskraft– del hombre, y no el hombre, lo que constituye una fuerza productiva (Produktivkraft)80. Pero ella no se constituye en tal más que cuando el hombre –conforme a una determinada relación de poder– se adueña de una parte de la naturaleza, la que a su vez sólo deviene fuente productiva mediante esta apropiación (o bien mediante la predisposición para su consumo productivo o reproductivo). En un artículo escrito en 1876 Engels vuelve a la frase destacada un año antes por Marx en su Crítica del Programa de Gotha. Allí señala: El trabajo es la fuente de toda riqueza, afirman los especialistas en Economía política. Lo es, en efecto, a la par que la naturaleza, proveedora de la materia que él convierte en riqueza. Pero el trabajo es muchísimo más que eso. Es la condición básica y fundamental de toda la vida humana. Y lo es en tal grado que, hasta cierto punto, debemos decir que el trabajo ha creado al propio hombre81. Engels pareciera no reparar en que, al introducir el punto de inflexión respecto de la primera parte de la afirmación, inmediatamente la confirma, reproduciendo así la locución antes criticada por su amigo Marx. Vale decir: la inflexión está dada por la tesis de que no sólo el trabajo es la fuente de toda riqueza, sino que lo es pero “junto a la naturaleza” (neben der Natur). Sin embargo, al sostener a continuación que esta es la proveedora (liefert) de la 79 Cfr. Gerald A. Cohen (1986: 30-68). 80 Op. Cit., 47. 81 F. Engels (2000: 1) 253 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx materia (Stoff) que el trabajo convierte (verwandelt) en riqueza, Engels retorna a la afirmación inicial según la cual “el trabajo es la fuente de toda riqueza”. Pues la naturaleza, en efecto, se reduce a ser simplemente la suministradora de un material disponible como reserva para ser transformado en verdadera riqueza por medio de su única fuente: la actividad productiva de los hombres. Ella, en otras palabras –y según el dicho de Dietzgen–, es tan sólo la que ofrece la materia que “está gratis allí” para su explotación industrial. Para Marx, por el contrario, la naturaleza no es simplemente un objeto pasible de transformación por la labor humana, sino que es además un medio de exteriorización de la fuerza a través del cual se realiza el trabajo; una relación (Naturaleza-Hombre-Naturaleza = hombre y naturaleza modificados) en la que actividad y medio existen –y sólo existen– en unidad. No sólo la naturaleza es el objeto pasible de una modificación productiva por medio de la labor, también la actividad de los hombres y su propia naturaleza son la materia susceptible de una transformación por intermedio de su relación con la naturaleza. Por consiguiente, el verdadero punto de inflexión en el texto de Engels está en el enunciado que dice que el trabajo no sólo produce riqueza material sino también es la condición básica y fundamental de la vida humana, que en cierto grado ha creado al propio hombre. Pero cuando sólo percibe en la naturaleza un prodigio de materia convertible en riqueza, Engels la está reduciendo a la fuente de una materia prima u objeto de antemano dispuesto para su consumo productivo. Punto de vista desde el cual ella no es más que eso en que unos agentes producen, a través de eso con que trabajan, de acuerdo a una finalidad determinada y con las habilidades o destrezas que poseen. La naturaleza es de este modo lo previamente inscrito como valor usuario relativo a un conjunto de capacidades ya organizadas como “fuerza de trabajo”. No repara, en consecuencia, en el hecho de que comprendidas de esta manera, tanto la naturaleza como las capacidades humanas, son ya el producto de una determinada organización de las fuerzas materiales y subjetivas de producción. Inadvertidamente las naturaliza, universalizándolas. A una (la naturaleza) como materia consumible, y a las otras (las fuerzas humanas) como fuerza de trabajo. Sin embargo, una 254 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx tal energía humana es tan explotable y explotada como lo es la naturaleza en tanto que “fuerza productiva”. He aquí, a nuestro parecer, la clave marxiana del texto benjaminiano: es una ingenuidad creer que las condiciones de explotación de la naturaleza (convertida de esta manera en recurso o reserva) pueden ser abstraídas de las de explotación del hombre por el hombre. Recordemos que a esta situación de explotación generalizada Marx la llama “injusticia absoluta”. Es decir que el trabajo sería precisamente el lugar de una injusticia irredimible, intratable por las instituciones de derecho. Debemos, en este sentido, volver a las páginas de Formaciones económicas precapitalistas, para intentar dilucidar en qué medida la naturaleza como propiedad obedece según Marx a un modo de inscripción y explotación social o comunitaria de las fuerzas humanas. En este texto Marx distingue tres formas generales de la propiedad que preceden a su formación moderna: la oriental o asiática, la greco-romana, es decir la antigua clásica, y la del medioevo o germánica. Cada una de estas formas son a su vez condiciones presupuestas de pertenencia del individuo a una unidad natural común. En todas ellas la relación del hombre con la naturaleza es una relación de propiedad donde el uso de aquella –en tanto que material, medio de trabajo y fruto– está previamente mediado por la ocupación, pacífica o violenta, de la tierra por la comunidad. Por lo tanto, la naturaleza no deviene propiedad, vale decir fuente y medio de producción de valores de uso para los individuos, sin antes devenir el espacio territorial –el suelo como superficie económica y a la vez territorio de poder– de ocupación de una instancia superior –humana y divina– en la que se inscriben los diversos elementos –subjetivos y objetivos–, que son organizados como fuerzas – internas y externas– de producción y reproducción. Las tres formas comparten según Marx lo siguiente: en todas ellas la actividad está condicionada – previamente organizada– para la producción de valores de uso, cuya finalidad es la reproducción del individuo en unas relaciones determinadas con la comunidad (por lo que producción de valores de uso, reproducción de los individuos y conservación-reproducción de la comunidad constituyen una unidad indivisible). En esas formas las condiciones objetivas o materiales del 255 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx trabajo se presentan, además, como naturaleza inorgánica o como territorio, o sea como el supuesto de la labor –como sustancia no histórica o suelo del Estado, o bien como la extensión territorial para un uso común– y no como el producto mediado por la actividad (que tiene al trabajo como su fundamento subjetivo). Esto en la misma medida en que la “comunidad” conquista para sí la posición inmanente o trascendente de principio de enlazamiento natural o espiritual entre los hombres –y entre estos y lo divino. La naturaleza es –dentro de este marco definido– la tierra como existencia natural del individuo y de su actividad, que constituye –en tanto que tal existencia natural– el lugar de inscripción del hombre –de su propia vida y de sus condiciones de reproducción– como miembro de una entidad comunitaria natural o divina. Por un lado, no habría riqueza –en el sentido de una condición objetiva de la existencia– sin una relación mediada por el metabolismo del hombre con la naturaleza. Por otro, no obstante, el que esa riqueza sea determinada como algo realizado en productos materiales para su utilización y consumo, a los cuales se contrapone el hombre como sujeto o agente de producción, depende de su previa denotación social como valor de uso. Y resulta que este valor no existe por fuera de una primera división del trabajo –coextensiva a la partición entre hombre y naturaleza, entre lo terrenal y lo divino. En las formas que preceden a la formación económica capitalista el objetivo de la producción no es sino la reproducción de la vida de los hombres, a través de la cual se reproducen, a su vez, las relaciones presupuestas entre el individuo y su comunidad. El valor de uso implica en ellas un cierto grado de control sobre trabajo ajeno, en vista de la reproducción de los miembros y de su unidad comunitaria, junto con las relaciones de propiedad en que esta se basa82. Cuando Marx habla de forma oriental, forma antigua clásica y forma germánica, como formas que anteceden a la economía moderna, se está refiriendo a modalidades distintas de la riqueza y, por consiguiente, a regímenes diversos de valor de uso, en los que están implicadas necesariamente formas variadas de organización de la existencia en comunidad. En la primera de ellas tenemos según el autor de Formaciones la 82 K. Marx (2004d: 82-83). 256 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx riqueza natural que se expresa como propiedad comunitaria. “Natural” puesto que aquí el valor usuario está determinado dentro de los límites de una relación con la tierra como “naturaleza inorgánica” del “individuo viviente”, que está en el supuesto y es condición de su labor. “Comunitaria” porque en esta forma la propiedad del individuo –su posesión– es inmediatamente y de por sí propiedad de la comunidad. La tierra –escribe Marx– es el gran laboratorium, el arsenal, que proporciona tanto el medio de trabajo como el material de trabajo, como también la sede, la base de la entidad comunitaria. [Los hombres] se comportan con ella ingenuamente, [tratándola] como propiedad de la entidad comunitaria que se produce y reproduce a través del trabajo viviente. Cada individuo se comporta como propietario o poseedor sólo en tanto miembro, member, de esta comunidad. La apropiación real a través del proceso de trabajo ocurre bajo estos supuestos, los cuales […] aparecen como los supuestos naturales o divinos de éste83. Marx señala que en la mayor parte de las formas fundamentales asiáticas, las diversas entidades naturales particulares –colectividades tribales– están bajo el poder de una unidad omnicomprensiva que se realiza en la figura del déspota, único propietario real y supuesto efectivo de la propiedad colectiva. La posesión está mediada aquí por una franquicia que la unidad global –encarnada en el déspota– otorga al individuo por intermedio de la comunidad particular a la que pertenece (comunidad de sangre, de idioma, de costumbres, etc.). La colectividad tribal es “el primer supuesto de la apropiación de las condiciones objetivas de su vida y de la actividad de autoreproducción y de objetivación de ésta”84, por encima de la cual se eleva la unidad personificada en el gobierno despótico. El trabajo vivo en el que se realiza el conjunto de las capacidades productivas del hombre está orientado a la producción y reproducción de la comunidad, no sin que la vida de esta –la totalidad de su riqueza – esté concentrada en una unidad superior a la que pertenece como obra suya el “plusproducto” del trabajo. En la forma greco-romana –“producto de una vida histórica más dinámica, de los avatares y de las modificaciones de las tribus originarias”85– 83 Op. cit., 69. 84 Ibid., 68. 85 Ibid., 71. 257 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx tenemos, según Marx, la riqueza comunitaria que se manifiesta como propiedad estatal, separada de la propiedad privada. En este caso sigue siendo presupuesto para la apropiación del suelo el ser miembro de la comunidad. Aunque ahora el individuo, en tanto que miembro de la comunidad, existe como propietario privado. La propiedad de este no es aquí –como en la forma anterior– inmediatamente y de por sí propiedad comunitaria. Así, por ejemplo, en la forma romana “la tierra es ocupada por la comunidad y es suelo romano”: una parte corresponde al Estado, “en cuanto diferente de sus miembros”, la otra “es dividida y cada parcela es romana en cuanto es la propiedad privada, el dominio, de un romano, la parte que le pertenece del laboratorio” (siendo que a su vez “él sólo es romano en cuanto posee derecho soberano sobre una parte de la tierra romana” a la que pertenece como su miembro86). La propiedad es romana y el propietario privado de la tierra sólo lo es en tanto que romano, por lo tanto como miembro del suelo. A la inversa, en tanto que romano es, simultáneamente, propietario privado de una parcela de la tierra. La unidad en la que se reúnen los individuos deja de aparecer como sustancia – despótica y divina–, de la cual ellos “son meros accidentes o con respecto a la cual sólo constituyen componentes naturales”. Tampoco la tierra es ya la “naturaleza inorgánica” del trabajo vivo, mero cuerpo increado de la subjetividad viviente: ella es ahora el territorio de cultivo del centro de la ciudad (sede de los campesinos propietarios del suelo). Esta aparece como sede de la vida rural, domicilio de los trabajadores de la tierra e igualmente centro de la conducción de la guerra. Pero a pesar de esto, es decir, de que la comunidad existe en la presencia de la ciudad misma y de los funcionarios que están a su frente (de modo que el ager publicus aparece como la existencia económica particular del Estado en su forma doble: como propiedad estatal y como propiedad privada mediada); a pesar de que aquella comunidad se presenta aquí como un “producto histórico” (una unidad que se la representa con un origen o fundación); no por eso –sostiene Marx– deja de ser “supuesto de la propiedad del suelo, es decir de la relación entre el agente que trabaja y los presupuestos 86 Ibid., 75. 258 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx naturales del trabajo”. Toda condición de pertenencia es mediada por el “ser del Estado”, “y por lo tanto por un supuesto que es pensado como divino”87. Marx señala que, bajo este supuesto, la comunidad compuesta de familias se organiza en primer término para la guerra (esta es una de las condiciones esenciales de la existencia de la comunidad como sujeto de propiedad). La perduración de la comuna se basa en la reproducción de todos los miembros de la misma como campesinos autosuficientes, cuyo “plustrabajo” es principalmente el “trabajo de la guerra”: este pertenece a la comunidad bajo la figura del Estado. Las dificultades que encuentra la comunidad sólo pueden provenir de otras comunidades, que ya han ocupado la tierra o que molestan a la comunidad en su ocupación. La guerra es entonces la gran tarea común, el gran trabajo colectivo, necesario para ocupar las condiciones objetivas de la existencia vital o para proteger y eternizar la ocupación de las mismas88. Una tercera forma de la propiedad por parte de los individuos que laboran, es la germánica. En la forma germánica la propiedad del individuo no aparece mediada por la comunidad. La existencia de esta y de la propiedad comunitaria se presenta más bien como la relación recíproca de unos sujetos autónomos. Por consiguiente, entre los germanos el ager publicus aparece como “una ampliación de la propiedad privada individual y sólo figura como propiedad en cuanto posesión común de una tribu por la cual hay que luchar contra tribus enemigas (“Se trata de la tierra de caza, de praderas, reservorios de leña, de aquella parte de la tierra que no puede ser dividida”)”89. En cuanto la comunidad no es en este caso la sustancia con respecto a la cual el individuo aparece sólo como accidente, ni tampoco la unidad general existente como presencia del Estado –centro de convergencia de los individuos propietarios–, sino que sólo existe en la relación recíproca entre propietarios individuales de la tierra, la propiedad de estos no se manifiesta ya como forma contrapuesta a la propiedad comunitaria, ni como riqueza mediada a través de esta. 87 Ibid., 72-73. 88 Ibid., 71. 89 Ibid., 78. 259 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx Entre los germanos, entre quienes los cabezas de familia se establecen en los bosques, separados por grandes distancias, la comunidad solamente existe, considerada sólo externamente, en virtud de cada acto de reunión de sus miembros […]. La comunidad aparece en consecuencia como una reunión, no como una unión, como acuerdo entre sujetos libres que son los propietarios de la tierra, no como unidad. Por ello la comunidad no existe in fact como Estado, como entidad estatal, tal como ocurre entre los antiguos, porque no existe como ciudad.90 Sin embargo, esto no quiere decir que no exista la unidad supuesta de una entidad natural como lazo trascendente que reúne a las diversas tribus dispersas por el bosque. Si bien la comunidad sólo se da en la reunión efectiva entre los propietarios que se juntan para objetivos comunes, su constitución sigue remitiendo, no obstante, al supuesto de una “comunidad en sí” como “comunidad en la lengua, en la sangre, etc”; cada acto de reunión de sus miembros remite a la unidad existente en sí misma, previamente puesta “en la ascendencia, la lengua, el pasado y la historia comunes, etc.”91. Antes de la propiedad privada en su forma capitalista, está entonces: en primer lugar, el “valor uso” como relación a la propiedad natural o propiedad común inmediata, donde el poseedor está en unidad directa con la comunidad y no se diferencia de ella. En segundo lugar, está el “valor uso” como aprovechamiento privado y autónomo de las condiciones objetivas del trabajo, donde el propietario es miembro del suelo del Estado y sólo como miembro de la comunidad es propietario. En tercer lugar, está el “valor uso” como utilización de la tierra por parte de los “cabezas de familia” que son propietarios libres de la misma, prolongada por la “tierra comunitaria” o “tierra del pueblo”. Son las tres formas en que se presenta la naturaleza en tanto que fuente ensamblada al trabajo. En cada una de ellas la naturaleza “llega a ser” fuente junto a la labor bajo la condición de una apropiación que tiene por origen una ocupación comunitaria. A través de esta ocupación, que puede ser pacífica o violenta, no sólo la naturaleza deviene tierra o suelo, esto es, fondo de unas fuerzas y materiales para la producción y reproducción de la vida (del individuo y de la entidad comunitaria), sino también la “fuerza humana”, el conjunto de 90 Ibid. 91 Ibid., 78-80. 260 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx sus órganos o sentidos, es organizada y dispuesta para el trabajo y el plustrabajo. En la primera de las formas esa fuerza laborante, o trabajo vivo, está organizada para y desde el cuerpo despótico increado; en la segunda esa fuerza o capacidad está organizada bajo la mediación del Estado y parte de ella es dispuesta para la conservación de este, es decir para proteger mediante la guerra el centro del territorio, desde el cual se puede a su vez asegurar la propiedad privada de los individuos. Y en la tercera esa fuerza laboral está organizada para la apropiación privada pero en el marco de la reproducción de una tradición común, por lo tanto de una comunidad natural de la lengua y de la historia. Para que haya valor de uso y para que la naturaleza sea fuente del mismo el hombre ha de comportarse frente a esta como de su propiedad. Esta –escribe Marx– significa originariamente la relación del hombre con las condiciones naturales de producción como con condiciones que le pertenecen, que son suyas, pero que sólo posee primitivamente en la forma de una inscripción comunitaria –unidad sustantiva a la que él mismo pertenece en cuanto miembro de la comunidad– de la tierra, “cuerpo inorgánico” – “presupuesto natural increado”– de los individuos, de sus propias existencias92. El hombre, entonces, no es propietario sin ser él mismo de la “sociedad natural” a la que pertenece. La naturaleza –la tierra o el suelo– no se presenta como la “condición inorgánica natural” del sujeto más que en la medida en que la propia entidad comunitaria se presenta a su vez como el fundamento unitario al que está anudada la vida misma de los individuos. La naturaleza es poseída por los hombres pero sólo en tanto que propiedad presupuesta de una unidad comunitaria trascendente. ¿Puede ser visto el trabajo, en estas formas precapitalistas de la propiedad, como única fuente de la riqueza? Ciertamente no. En Formaciones Marx señala que mientras en la sociedad moderna la producción aparece como objetivo del hombre, en las sociedades que le anteceden es el hombre el que aparece siempre como objetivo de la producción93. Que él sea la finalidad de 92 Ibid., 89. 93 Ibid., 83. 261 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx esta significa que el fundamento de la actividad laboral no está precisamente en la mera productividad, sino en la reproducción de la vida de unos individuos (verdadero criterio o medida dada del trabajo vivo), que han sido previamente determinados como órganos o miembros de un cuerpo –la sociedad natural, el Estado-ciudad, la comunidad de tradición– situado por fuera de la producción misma –en cuanto que el sustrato de un enlazamiento que supuestamente le preexiste y la condiciona externamente. Por consiguiente, los órganos o fuerzas humanas no están aún –tal como sucede en la sociedad industrial– ordenas en función de la producción de la riqueza en tanto que “valor” o capital. Para que esto último ocurra la producción debe estar dirigida a sí misma, sin tener ningún criterio o principio exterior a ella. Si en las formas precapitalistas el trabajo no aparece como única fuente es porque este se presenta como el medio condicionado y limitado de un fin trascendente al proceso de producción. Vale decir: la labor no puede ser representada como fuente única de la riqueza porque en ellas la actividad del trabajo es referida en última instancia a una “génesis extraeconómica” de la propiedad: En tanto el sujeto que trabaja [es] individuo natural, existencia natural, esta primera condición objetiva de su trabajo aparece como naturaleza, como tierra, como su cuerpo inorgánico; él mismo no es sólo cuerpo orgánico sino también esta naturaleza inorgánica en tanto sujeto. Esta condición no es su producto, sino algo dado previamente: le está presupuesta como existencia natural fuera de él94. Es esa “génesis extraeconómica” la que deja de estar supuesta una vez que la propiedad se vuelve el producto inmanente al proceso de la “producción social”. Para que el trabajo sea percibido como el manantial de donde mana la riqueza, desde la que la humanidad supuestamente podrá extraer su potencia redentora, ya nada debe “valer por sí mismo”, “ser superior-en-sí” o “estar justificado-para-sí-mismo”, por fuera de la producción basada en lo que Marx llama “sistema de la utilidad general”95. Es en el marco de este sistema que la tierra deja de ser el presupuesto de una existencia natural –miembro natural de una comunión dada– para convertirse en el objeto de la explotación desplegada “en todas direcciones”: 94 Ibid., 85. 95 K. Marx (2001: 362). 262 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx [Con] la explotación de la Tierra en todas direcciones –escribe Marx– […] Por primera vez la naturaleza se convierte puramente en objeto para el hombre, en cosa puramente útil; cesa de reconocérsele como poder para sí; incluso el reconocimiento teórico de sus leyes autónomas aparece sólo como artimaña para someterla a las necesidades humanas, sea como el objeto del consumo, sea como medio de producción96. La transformación de la naturaleza en objeto de dominio para el hombre, alimenta la ilusión del individuo como “sustancia constituyente” y de su actividad –esto es, la industria o el trabajo– como fuente universal de la riqueza. De ahí no sería más que cuestión de tiempo: el trabajo –se cree– contiene el secreto de la liberación respecto de sí, de su propia indignidad, de todo aquello que aún –obstáculo persistente de los anacronismos– lo subyuga. Por lo tanto, guarda en sí la íntima posibilidad de la emancipación del trabajo (donde el genitivo indica al trabajo como objeto y a la vez sujeto de la liberación). Es en la perspectiva de esta ilusión general –que no sólo compete a los “liberales”– que los autores de La ideología escriben en 1845: Los filósofos se han representado como un ideal, al que llaman “el hombre”, a los individuos que no se ven ya absorbidos por la división del trabajo, concibiendo todo este proceso que nosotros acabamos de exponer [es decir el desarrollo de la industria moderna] como el proceso de desarrollo “del hombre” […], presentándolo como la fuerza propulsora de la historia97. En un análisis llevado a cabo por Hannah Arendt, de eso que Marx denomina “sistema de la utilidad general”, la autora realza el hecho de que allí, dentro de la “cadena interminable de fines y medios”, no sólo la naturaleza (“tratada por la fabricación como casi el ‘material sin dignidad’ sobre el que laborar y al que atribuir un valor [como dijo Locke]”) sino “también las propias cosas ‘valiosas’ se convierten en simples medios” para satisfacer “necesidades subjetivas”98. Este análisis coincide en gran medida con el diagnóstico que los autores del Manifiesto hacen del presente. Conocidas son las páginas donde Marx y Engels señalan que lo que distingue la época burguesa es que en ella toda cosa ha sido despojada de su “santa aureola”, y todo aquello que antes se tenía por venerable y digno de piadoso respeto ha perdido su carácter sagrado y convertido en simple valor mercantil: 96 Ibid. 97 K. Marx & F. Engels (1971: 80). 98 Hannah Arendt (1999: 101). 263 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx La revolución continua de la producción, la incesante sacudida (die ununterbrochene Erschütterung) de todos los estados sociales, la eterna inseguridad y movimiento (die ewige Unsicherheit und Bewegung), distinguen la época burguesa de todas las demás. Todas las relaciones arraigadas y enmohecidas, con su cortejo (mit ihrem Gefolge) de creencias y de ideas veneradas desde antiguo, quedan disueltas, mientras todas las recién formadas pasan de moda (alle neugebildeten veralten) antes de poder osificarse (verknöchern können). Todo lo estamental y establecido se evapora (Alles Ständische und Stehende verdampft), todo lo sagrado es profanado (alles Heilige wird entweiht)99. Ese acto de profanación del que hablan los autores no se refiere exactamente a una difamación (Schändung), deshonra o mancha (Schandfleck), de eso que queda marcado por la vergüenza (Schande), sino a la devaluación (Entwertung) de lo que pierde su valor de uso tan pronto se lo incluye en la cadena sin fin del “sistema de la utilidad general”. Arendt ha prestado especial atención a este fenómeno. Mientras –advierte la autora– en el sistema de la utilidad basado en el orden dado de unas necesidades limitadas la producción de objetos se organiza bajo la categoría “medios-fin”, en el proceso automático de la producción industrializada en cambio “no es el esfuerzo con propósito determinado del hombre, ni el producto que desea, sino la noción del proceso mismo y el ritmo que impone a los laborantes” la que gobierna el sentido de la actividad del trabajo100. En un mundo estrictamente utilitario –escribe Arendt– “todos los fines están forzados a tener corta duración; son transformados en medios para fines ulteriores. Una vez logrado, el fin cesa de ser un fin y se convierte en un objeto entre objetos […] sin llegar nunca a ningún principio que pueda justificar la categoría, es decir, la utilidad misma”101. Si se produce la explosión de esta categoría a través de la generalización de su sistema es porque a partir de ahora ella se inscribe en el proceso interminable de ampliación de las necesidades, de diversificación de la producción y de explotación e intercambio universal de las “fuerzas naturales y espirituales”. La paradoja entonces es la siguiente: justo en el momento en que “la naturaleza se convierte en puro objeto para el hombre, en cosa puramente útil, y cesa de reconocérsele como poder para sí” –por consiguiente, en el preciso 99 K. Marx & F. Engels (2007a: 159). 100 H. Arendt (2005: 165 ss). 101 H. Arendt (1999: 100-101). 264 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx instante en que ella aparece como un simple medio para satisfacer “necesidades subjetivas”–, son estas necesidades las que dejan de ser la medida y el criterio establecidos de la productividad. Mientras en las sociedades precapitalistas la explotación estaba basada en una relación personal de dependencia y de poder dentro del orden de la comunidad, bajo cuya forma de propiedad la producción servía de manera inmediata para cubrir necesidades (las necesidades simples de los trabajadores y las extensas necesidades suntuarias y bélicas de la clase dominante), en la época burguesa, por el contrario, el fin inmediato de la producción no es ya la satisfacción de necesidades, sino la valorización del capital y la acumulación de riqueza indefinida102 . Las necesidades se han vuelto un producto siempre “desterritorializado” en el proceso perpetuo de producción de valor. Y así como la actitud festiva frente a la explotación de la naturaleza no repara en el hecho de que ella no es posible más que en “el sistema de explotación general de las propiedades naturales y humanas”103 , así también la concepción del hombre como “fin último” de unas “necesidades subjetivas” desatiende el hecho de que en estas ya no se trata más del hombre sino del capital, y que el trabajador no es más que una pieza en la máquina de producción de plusvalor. Sin embargo, algo de verdad hay en la representación del trabajo como fuente única de la riqueza. Marx repara en el hecho de que la locución no habla del “trabajador”, ni del “hombre” o “individuo” como agente productor, sino específicamente del “trabajo”. Es aquí donde justamente reside la verdad de la expresión. La producción fundada sobre el capital crea la “industria universal”, 102 Cfr. Michael Heinrich (2008: 34-35 ss). 103 K. Marx (2001: 362). En los Grundrisse Marx escribe: “Así como la producción fundada sobre el capital crea por una parte la industria universal –es decir, plustrabajo, trabajo creador de valor–, por otra crea un sistema de explotación general de las propiedades naturales y humanas, un sistema de la utilidad general; como soporte de ese sistema se presentan tanto la ciencia como todas las propiedades físicas y espirituales, mientras que fuera de esa esfera de la producción y el intercambio sociales nada se presenta como superior-en-sí, como justificadopara-sí-mismo […] Hence the great civilising influence of capital (de ahí la gran influencia civilizadora del capital) […] El capital, conforme a esta influencia suya, pasa también por encima de las barreras y prejuicios nacionales, así como sobre la divinización de la naturaleza; liquida la satisfacción tradicional, encerrada dentro de determinados límites, de las necesidades existentes y la reproducción del viejo modo de vida. Opera destructivamente contra todo esto, es constantemente revolucionario, derriba todas las barreras que obstaculizan el desarrollo de las fuerzas productivas, la ampliación de las necesidades, la diversidad de la producción y la explotación e intercambio de las fuerzas naturales y espirituales”. Ibid. 265 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx es decir, “trabajo creador de valor”. Es aquí, y en ningún otro lugar, donde está puesto el real interés en la época burguesa. Al inicio de la primera sección del primer libro de El Capital, se lee: “La riqueza de las sociedades en las que impera el modo de producción capitalista se presenta como una ‘gigantesca acumulación de mercancías’, y la mercancía, como la forma elemental de esa riqueza”104. Que en la sociedad capitalista la riqueza adquiera de un modo general la forma de mercancía, significa que ella no tiene existencia social alguna sino en cuanto adquiere el carácter de un enorme cúmulo de cosas, valores de uso, que son “valor” y que se presentan en la forma de un valor cambiario. Por lo tanto, decir que la productividad en este contexto se mide por relación a la actividad laboral “creadora de valor” equivale a afirmar que el trabajo es fuente universal de la riqueza. Esta, en la medida en que es determinada como “valor” que sólo se expresa en la forma de unas relaciones de intercambio, no puede por esta misma razón tener otra fuente constituyente que el “tiempo de trabajo”, dispuesto en las condiciones de la producción fundada sobre el capital. Allí donde la mercancía ha devenido la “forma elemental” de la riqueza, allí el “trabajo en general” se presenta como fuente universal de esta (volveremos más adelante sobre esta cuestión). En Formaciones económicas precapitalistas Marx muestra que el proceso de desarrollo de la industria moderna lleva consigo la disolución “de las relaciones en las cuales los trabajadores mismos, las capacidades vivas de trabajo están aún inmediatamente incluidas entre las condiciones objetivas de trabajo”105. Si en el marco de esas relaciones “el trabajador mismo aparece entre las condiciones naturales de la producción para un tercer individuo o entidad comunitaria”106, y como tal él es apropiado, con su disolución “el capital no se apropia ya del trabajador sino de su trabajo, no inmediatamente, sino mediado por el intercambio”107. Vale decir: ni el hombre ni la naturaleza importan ya, en sí mismos han perdido su valor, su dignidad o aspecto sacro; 104 K. Marx (1988a: 43). Literalmente, Marx escribe: “Der Reichthum der Gesellschaften, in welchen kapitalistische Produktionsweise herrscht, erscheint als eine ungeheure Waarensammlung”. 105 K. Marx (2004d: 97). 106 Op. cit., 94. 107 Ibid., 97. 266 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx sólo cuentan desde el punto de vista de su inclusión como elementos dentro de la “industria universal”. Lo que ahora importa realmente es el trabajo, o sea el uso –a través de una relación cambiaria– que el capitalista hace de las “capacidades vivas” del obrero para la puesta en obra del capital. Al margen de este “uso” o “consumo productivo” de las fuerzas de trabajo, el trabajador no es nada, nada vale para el capital, ya que separado, desnudo respecto de las condiciones objetivas, él es, enfrentado al valor, mera potencia subjetiva, carente de realidad –material y social. Es, por consiguiente, en la sociedad capitalista –y sólo en ella– que el trabajo es la fuente de toda riqueza. Pero esto equivale a decir que él no es sino la operación del propio capital que se valoriza a sí mismo. En otras palabras, el trabajo productivo o “trabajo vivo”, la fuerza laborante, es –una vez apropiado– el capital como fuente de sí mismo, de la propia riqueza como valor. Marx toma de los clásicos de la economía política, como Adam Smith y David Ricardo, la idea de que la labor es el origen del valor, y en este sentido de toda riqueza, aunque la acota diciendo que, como tal, el trabajo sólo puede tener lugar en la época burguesa. Es sólo en tanto que fuente viva de valor que el trabajo deviene fuente universal de la riqueza. Ahora bien, el trabajo así determinado sólo es la “posibilidad universal” de la riqueza en cuanto esta se le enfrenta a su vez como un poder ajeno. A este él se opone como “la pobreza absoluta”: La disociación entre la propiedad y el trabajo se presenta como ley necesaria de este intercambio entre el capital y el trabajo. El trabajo, puesto como nocapital es, en cuanto tal: 1) Trabajo no-objetivado, concebido negativamente. En cuanto tal, es no-materia prima, no-instrumento de trabajo, no-producto en bruto: el trabajo disociado de todos los medios de trabajo y objetos de trabajo, de toda su objetividad; el trabajo vivo, existente como abstracción de estos aspectos de su efectividad (igualmente no-valor); este despojamiento total, esta desnudez de toda su objetividad, esta existencia puramente subjetiva del trabajo. El trabajo como pobreza absoluta: la pobreza, no como carencia, sino como exclusión plena de la riqueza objetiva […]. 2) Trabajo no-objetivado, no valor, concebido positivamente, o negatividad que se relaciona consigo misma; es la existencia no-objetivada, es decir inobjetiva, o sea subjetiva, del trabajo mismo. El trabajo no como objeto sino como actividad; no como valor en sí, sino como la fuente viva del valor […]. No es en absoluto una contradicción afirmar, pues, que el trabajo por una lado es la pobreza absoluta como objeto, y 267 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx por otro es la posibilidad universal de la riqueza como sujeto y como actividad108. III. 3. Valor y subjetividad: fin del hombre Sostuvimos hacia el final de nuestro primer capítulo (primera parte), que la esencia de los hombres no es otra cosa que fuerza natural humana que nace viniendo al aparecer, y que se modifica en el movimiento de esta venida. Pero he aquí un problema que se nos plantea: el concepto de aparecer no se deja disociar del concepto de forma, de sentido, de evidencia, de esencia, por tanto él inevitablemente –al menos en principio– nos reenvía al tema de la presencia en general. Con mayor razón si –como vimos– esa fuerza mantiene un íntimo vínculo con el concepto de “trabajo vivo”, y, a partir de este, con el concepto de actividad como condición de existencia de unos individuos humanos vivientes. Viniendo al aparecer, presentándose y actualizándose en ese movimiento que es el de un paso al acto, es la vida misma de los hombres la que –mediante la labor– regula la posibilidad de sus cambios, de sus metabolismos. Su presencia, su acto o actividad, su forma, parecieran constituirse entonces en la evidencia de un foco de sentido –el principio de inteligibilidad– desde el que Marx delimita el campo de las diversas disputas imaginables (entre lo orgánico y lo inorgánico, entre lo vivo y lo muerto, entre lo presente y lo pasado, entre trabajo y capital, etc.). La vida en tanto que presencia pareciera ser el núcleo de sentido de este sistema de oposiciones. El objeto –escribe Marx en 1844– que produce el trabajo, su producto, se enfrenta al trabajo como un ser ajeno, como una fuerza independiente del productor. El producto del trabajo [vivo] es el trabajo que se ha fijado, que se ha materializado en un objeto, es la objetivación del trabajo. La actualización del trabajo es su objetivación. Esta objetivación del trabajo aparece, a nivel de la economía política, como pérdida para el trabajador de su realidad, como pérdida del objeto o como sometimiento servil a él; por ende la apropiación se presenta como alienación, como enajenación […]. La apropiación del objeto aparece a tal punto como alienación que, cuantos más objetos produce el trabajador, tanto menos puede poseer, y tanto más se encuentra sometido al dominio de su producto, del capital […]. Ocurre lo mismo con la religión. Cuanto 108 K. Marx (2001: 235-236). 268 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx más pone el hombre en Dios, tanto menos retiene en sí mismo, tanto más poderoso se torna aquél, y tanto más pobre deviene él mismo109. Lo mismo dirá Marx unos años más tarde en La ideología alemana, donde escribe que en la situación actual las fuerzas productivas “aparecen como fuerzas totalmente independientes y separadas de los individuos, como un mundo propio al lado de estos”. Esas fuerzas, “que adoptan, en cierto modo, una forma material y que para los mismos individuos no son ya sus propias fuerzas, sino las de la propiedad privada y, por tanto, sólo son las de los individuos en cuanto propietarios privados”, se les enfrentan como una potencia desgarrada de ellos. Los hombres –enfrentados a esta potencia que se ha vuelto independiente– se encuentran así “despojados de todo contenido real de vida”110 . En los Grundrisse (1857-1858) esta confrontación será presentada en términos de la oposición entre “trabajo vivo” y “trabajo muerto”. Marx señala en uno de sus Cuadernos que el “valor de uso” que el obrero ha de ofrecer al capital “no está materializado en un producto”, por lo tanto no hay riqueza objetiva alguna por fuera de la actividad que él pueda ofrecer en venta; el obrero no posee nada que tenga para negociar al margen de su capacidad. Su valor de uso frente al capital, en consecuencia, “no existe realmente”, sólo está disponible “como posibilidad”, como la potencia (¿presencia pura?) que no se objetiva “hasta tanto el capital no lo solicita, no lo pone en movimiento”. Tan pronto esa “posibilidad” es, mediante su “consumo productivo”, puesta en acto por el capital, se convierte “en la actividad productiva determinada del obrero”, en trabajo vivo111. Este último, según Marx, se diferencia del capital en tanto este es “trabajo objetivado”, distinto del que “aún se está objetivando”, del trabajo como “subjetividad” que “crea valor”112. Pero esta actividad “que sólo puede existir como sujeto vivo”, como el acto en el que se conserva el movimiento vital de su fuerza, no se diferencia del capital más que en la forma de una oposición interiorizada, incorporada como función suya. En el momento 109 K. Marx (1968: 57-58). 110 Cfr. K. Marx & F. Engels (1971: 78). 111 K. Marx (2001: 207). 112 Op. cit., 213. 269 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx en que existe como trabajo productivo, esto es, “como actividad creadora de valores”, él ha sido ya incluido como la fuerza –la vida– “que mantiene y reproduce al capital” y que, con ello, “se transforma en fuerza productora y reproductora del capital, en una fuerza perteneciente al propio capital”113. Como valor de uso el trabajo existe únicamente para el capital, y es el valor de uso del capital mismo, es decir, la actividad mediadora a través de la cual el capital se valoriza. El capital, en la medida en que reproduce y aumenta su valor, es el valor de cambio autónomo (el dinero) como proceso, como proceso de valorización […] la fuerza creadora [del trabajo del obrero] en cuanto fuerza del capital, se establece frente a él como poder ajeno. Enajena el trabajo como fuerza productiva de la riqueza; el capital se lo apropia en cuanto tal […] El trabajo mismo sólo es productivo al incorporarse al capital114. Según lo especifica en el capítulo sexto inédito de El Capital, los “valores de uso” que entran en el proceso laboral se escinden en dos elementos antitéticos: por una parte los medios de producción objetivos, las condiciones objetivas de producción; por la otra la capacidad obrera de trabajo, la fuerza de trabajo que al manifestarse se orienta a un fin, la condición subjetiva de la producción. A diferencia de los primeros, esta última no aparece a la manera de un ser en acto, como un producto terminado que tiene tras sí su proceso de formación –que ingresa por tanto en un nuevo proceso de producción pero habiendo sido expulsado (como cosa acabada, en obra) de un proceso anterior. Ella por el contrario es la “fuerza impulsora” de una “capacidad de trabajo en acción”, un valor de uso del capital que existe, no obstante, como el movimiento mismo de “transformación de cosas –de valores de uso”115. Es en tanto que tal factor productivo, antitético a los medios de trabajo objetivos, que la labor del obrero deviene uno de los elementos constitutivos del proceso de producción del capital. “O en otras palabras, el proceso entero de trabajo, en cuanto tal, en la interacción viva de sus elementos objetivos y subjetivos, se presenta como la forma total del valor de uso, esto es, [como] la forma real del capital en el proceso de producción”116 . 113 Ibid., 215. 114 Ibid., 248-249. 115 K. Marx (1990a: 8-9). 116 Op. cit., 9. 270 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx Marx utiliza dos formulaciones que sólo aparentemente se contradicen. En los Grundrisse afirma que el trabajo vivo –en tanto que mera subjetividad– es pura potencia, una capacidad que sólo existe como posibilidad “hasta tanto el capital no lo pone en movimiento”. Pareciera entonces que la labor envuelve una fuerza viviente, cuya animación sin embargo depende de un poder ajeno que se le contrapone, y de donde le viene el movimiento sin el cual no podría existir ni manifestarse como tal fuerza. Al comienzo del capítulo sexto inédito de El Capital Marx dice lo inverso: Trabajo vivo –escribe– “es aquel que el obrero da al capitalista”, es “el gasto de su fuerza vital, la realización de sus capacidades productivas, su propio movimiento, no el del capitalista”117 . Desde este punto de vista, por consiguiente, pareciera que es la labor la que insufla de vida al capital, la que lo anima desde el momento en que el trabajador provee de movimiento a quien en sí mismo no lo posee. Los dos textos hablan así de movimientos que siguen una doble dirección: la que va desde el capital al trabajo e, inversamente, la que va desde este al capital. Las consecuencias de esta inversión de una dirección en otra son fundamentales. Le permite a Marx defender la idea de una anterioridad del trabajo respecto no sólo del capital sino también de toda forma social e histórica, y en este sentido defender la tesis de una independencia de la capacidad laboral como presencia universal que se confunde con la vida misma de los hombres, más allá y más acá de su puesta en forma como capital. Le permite en último término oponer presente y pasado, trabajo vivo y trabajo muerto u objetivado (“El trabajo –sostiene Marx en este mismo contexto– es una condición natural eterna de la existencia humana [destacado es nuestro]”118 ). Ahora bien, la doble formulación marxiana no comporta contradicción alguna. Marx advierte, en efecto, que todo depende de la perspectiva en que nos situemos. Si nos ubicamos desde el punto de vista del capital en lo que se refiere a su “proceso real de trabajo”, esto es, del capital como “proceso que por medio del trabajo crea con valores de uso nuevos valores de uso”, lo que 117 Ibid., 11. 118 Ibid., 29. 271 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx aparece es la actividad en cuanto manifestación vital desde la cual el obrero moviliza, pone en funcionamiento –mediante el “consumo productivo”– el objeto e instrumentos de producción del capitalista. Si bien los medios de producción son propiedad privada de este y en cuanto capital se enfrentan al trabajo, en “el proceso laboral efectivo” es el obrero quien los emplea y los consume como vehículo de su actividad. Desde la perspectiva del proceso de valorización, no obstante, “las cosas –dice Marx– se presentan diferentemente”119. No es el obrero quien aparece empleando, consumiendo los instrumentos de producción, son por el contrario estos últimos los que se presentan empleándolo, consumiéndolo a él. Miradas las cosas desde el punto de vista de este proceso “no es el trabajo vivo el que se realiza en el trabajo material como en su órgano objetivo”, es el trabajo objetivado “el que se conserva y acrecienta por la succión del trabajo vivo”. “Los medios de producción aparecen ya únicamente como succionadores –chupadores de sangre– de la mayor cantidad posible de trabajo vivo”120 . En la medida en que el proceso de producción es nada más que un proceso de trabajo, el obrero consume en el mismo los medios de producción. Por cuanto, sin embargo, el proceso de producción es al mismo tiempo proceso de valorización, el capitalista consume en su transcurso la capacidad laboral del obrero o se apropia del trabajo vivo como del alma y nervio del capital121. Vale decir: conforme al aspecto material en el que existe, el capital sólo puede consistir en las condiciones objetivas del trabajo mismo –respecto de las cuales el obrero se comporta como agente que hace uso de ellas–; mientras que con arreglo a su “aspecto formal” estas condiciones deben contraponerse como valor –trabajo objetivado– al trabajo vivo. Este se presenta bajo dicho aspecto tan sólo como el medio de valorización de valores existentes y, por consiguiente, de autovalorización del capital. Así es como, apenas ingresa al proceso de producción, la labor se transforma en un modo de existencia del 119 Ibid., 17. 120 Ibid. 121 Ibid., 40. 272 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx valor del capital, una función de la “dominación del trabajo pasado y muerto sobre la capacidad viva del obrero”122 . La materia prima, en suma el objeto de trabajo, sirve tan sólo para succionar trabajo ajeno, y el instrumento de trabajo únicamente sirve de conductor, de transmisor en ese proceso de succión. Al incorporarse la capacidad viva de trabajo a los componentes objetivos del capital, éste se transforma en un monstruo animado y se pone en acción “cuál si tuviera dentro del cuerpo el amor”123. Vuelto una “cosa” muerta animada –como un vampiro124, un monstruo– por la sangre del trabajo obrero del que se alimenta, el capital una vez que ha incorporado la vida ajena como su propio impulso vital, la fuerza que lo pone en acción, se transforma en la potencia que pone en movimiento la capacidad laboral, haciendo pasar al acto lo que de otro modo permanece como pura posibilidad indeterminada. De cosa re-animada el capital pasa, simultáneamente, a ser el acto motor, la presencia motora, y, en este sentido, la causa final del proceso de producción en su conjunto125 . Por una parte, una máquina o un instrumento de producción cualquiera, un producto o materia prima, que permanece inmóvil, sin uso o en desuso, sin prestar servicio alguno, es “inútil”. Cae además bajo la fuerza destructiva del metabolismo natural. Corresponde al trabajo vivo “apoderarse de esas cosas, despertarlas –dice Marx– del mundo de los muertos, transformarlas de valores de uso potenciales en valores de uso efectivos y operantes”. Han de ser “lamidas por el fuego del trabajo” para que lo pretérito que hay en ellas sea animada por la presencia viviente de la actividad laboral126. Por otra, sin embargo, la “fuerza viva de trabajo” sólo incorpora lo pasado, lo consume productivamente, en la medida en que es antes incorporada por el capitalista 122 Ibid., 18. 123 Ibid., 40. 124 “Su alma [el del capitalista] es –escribe Marx– el alma del capital. Pero el capital tiene un solo impulso vital, el impulso de valorizarse, de crear plusvalor, de absorber, con su parte constante, los medios de producción, la mayor masa posible de plustrabajo. El capital es trabajo muerto que sólo se reanima, a la manera de un vampiro, al chupar trabajo vivo, y que vive tanto más cuanto más trabajo vivo chupa”. K. Marx (1988a: 279-280). 125 “El capital –escribe Marx refiriendo una vez más un verso del Fausto de Goethe– es ahora una cosa, pero en cuanto cosa es capital. El dinero tiene ahora dentro del cuerpo el amor”. Cfr. K. Marx (1992: 502). 126 K. Marx (1988a: 222). 273 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx como factor subjetivo a “la objetividad muerta” de “los factores materiales del proceso laboral”. Es así como transforma “valor, trabajo pretérito, objetivado, muerto, en capital, en valor que se valoriza a sí mismo”. Marx remarca: “en un monstruo animado que comienza a ‘trabajar’”127 . ¿Quién consume a quién? ¿Quién trabaja a quién? ¿Quién ha comenzado antes a trabajar? Todo ocurre como si el trabajador consumiera unos productos que han sido ya endemoniados, poseídos, envenenados. De manera que creyendo devolverle el alma a las cosas en realidad son estas las que le han quitado el alma, la vida, para entregársela de vuelta, a cambio, como la vida del capital, del valor que se autovaloriza. Como una especie de vampiro que succiona la sangre de su víctima, no para quitarle la vida, para matarla simplemente, sino para sellar con ella una nueva alianza. Pareciera, no obstante, que para Marx hay una presencia (la del trabajo vivo) antes de la presencia (como valor o capital); una puesta en forma más primitiva y originaria que la forma dineraria (en cuanto proceso capitalístico de valorización). Como si la economía de la acumulación de la riqueza, de la circulación e intercambio del valor, no tuviese más que un carácter derivado, dependiente de un proceso laboral que le antecede y que es más antiguo que la formación social en la que finalmente cristaliza; como si por lo tanto esta forma sólo fuese el revestimiento pasajero de eso que permanece transhistóricamente como condición natural e irreducible de la vida humana, a saber: “la condición general del metabolismo entre el hombre y la naturaleza”128 . De ahí que podamos presumir que para Marx el colmo de lo “antinatural” está en lo que llama capital usurario. Pues en este –según advierte– ha desaparecido por completo la figura del trabajador. En él la fórmula D – M – D’ se abrevia, reduciéndose a dos extremos carentes de término medio, D – D’, dinero que se intercambia por más dinero. No es casual, por tanto, que –justo en el momento en que se detiene en esta forma de capital– Marx recurra al texto donde Aristóteles129 divide la crematística en dos clases: una fundada en la economía, 127 Op. cit., 236. 128 Ibid., 223. 129 Véase la Política de Aristóteles (2005:1258b). 274 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx esto es, en la administración de lo necesario para la reproducción y conservación de la vida, y la otra en la circulación donde el dinero deja de ser un medio y se transforma en fuente y fin de sí mismo. Aquí “el dinero pierde la función para la que se lo inventó” y de medio para el intercambio de mercancías “se convierte en puro interés (τόχος) que hace del dinero más dinero”130. Bajo este aspecto “el capital –en palabras de Marx– adquiere su forma fetichista pura”; “trátase de una forma en la cual el valor –y, en este caso, el capital– existe como valor de cambio autónomo”131. Cobra, así pues, plena vigencia la frase donde Aristóteles señala que en la usura “los nacidos son similares a los progenitores”, es decir, “el interés (τόχος) es dinero de dinero, y, por tanto, de todas las formas de adquisición, [ella es] la más contraria a la naturaleza”132. Es precisamente esa relación de semejanza, en la que debe guardarse – para garantizar los parecidos filiales y evitar las promiscuidades– la justa distancia entre la fuente u origen (el padre) y los que vienen o descienden de esa fuente (los hijos); es, decimos, esa relación la que se ve amenazada por la monstruosidad de una identidad donde uno y otros, padre e hijos, coinciden en el círculo perverso de la convertibilidad absoluta. Marx destaca el doble sentido del nombre griego τόχος, su doble significado de “interés” (en el sentido de dinero que se reproduce como más dinero) y de “lo nacido” (en el sentido de la generación biológica)133. El colmo del capital usurario radica en el colapso de la semejanza, por lo tanto de la relación mimética entre lo natural y lo artificial, el origen y lo originado, lo modélico y la copia, etc., debido a la completa conversión entre lo puramente especular y la generación. Al extremo que ya no podemos saber de qué lado está la apariencia: “Así como el crecimiento de los árboles –escribe Marx– parece algo propio de éstos, así el generar dinero (τόχος) parece propio del capital en esta forma de capital dinerario”134. 130 K. Marx (1988a: 200). 131 K. Marx (1992: 502). 132 K. Marx (1988a: 200). 133 Ibid. 134 K. Marx (1992: 502). 275 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx Lo “antinatural” es que el valor sea padre de sí mismo e hijo de sí mismo. Vale decir: la perversión de la naturaleza está –paradójicamente– en la consumación de la presencia –es decir de lo que designa la naturaleza como fuente de sí misma. Ella reside en la absoluta proximidad –sin distancia– de sí a sí. En su consumación como tal presencia está su simulacro. Pues la presencia vuelta “valor”, o, a la inversa, el valor dinerario vuelto naturaleza – presencia que es origen de sí misma, infinita proximidad de lo que circula como su propio progenitor–, naturaleza pervertida, naturaleza contra natura, es presencia vuelta simulacro. En el sentido en que lo señala Platón en el libro décimo de la República. La potencia mundial del capital, clausurada dentro de los límites de su propio círculo expansivo, opera al modo de ese “maestro maravilloso” que gira como un espejo hacia todos lados, produciendo cada cosa como su reflejo y reflejándose a sí mismo135 . Platón habla en este diálogo de una especie de artesano “que produce todas aquellas cosas que hace cada uno de los trabajadores manuales”; que por tanto trabaja como ellos, pero también en lugar de ellos, sustituyéndolos, con la capacidad de producirlos a ellos mismos junto con las cosas que producen, y más maravillosamente aún, en cuanto obra lo que esos trabajadores no pueden obrar con sus manos: “fabrica la tierra y el cielo, los dioses y cuanto hay en el cielo y en el Hades bajo 135 “-Mira ahora qué nombre darás a este artesano. -¿A qué artesano? -Al que produce todas aquellas cosas que hace cada uno de los trabajadores manuales. -Hablas de un hombre hábil y sorprendente. -Espera, y pronto dirás más que eso. Pues este mismo artesano es capaz, no sólo de hacer todos los muebles, sino también de producir todas las plantas, todos los animales y a él mismo; y además de éstos, fabrica la tierra y el cielo, los dioses y cuanto hay en el cielo y en el Hades bajo la tierra. -¡Hablas de un maestro maravilloso! -¿Dudas de lo que digo? Dime: ¿te parece que no existe un artesano de esa índole, o bien que se puede llegar a ser creador de estas cosas de un cierto modo, y de otro modo no? […]. -No es difícil […], si quieres tomar un espejo y hacerlo girar hacia todos lados: pronto harás el sol y lo que hay en el cielo, pronto la tierra, pronto a ti mismo y a todos los animales, plantas y artefactos, y todas las cosas de que acabo de hablar. -Sí, en su apariencia, pero no en lo que son verdaderamente”. Cfr. Platón (2006: 596 b-e). 276 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx la tierra”. Del mismo modo que ese “monstruo animado que comienza a ‘trabajar’”136 . Pero pareciera que Marx, al igual que Platón, insiste en la necesidad de un corte entre la verdadera y la aparente producción, justo allí donde la artesanía espectacular y especulativa del que fabrica cosas inasibles e intangibles, sin un “átomo de materia”, amenaza con disolver la distinción entre lo real y su reflejo. Justo allí existe la necesidad de guardar las apariencias, de mostrar que ese artesano es un falso trabajador, un fabricador de ilusiones, alguien que produce todas las cosas y a sí mismo “en su apariencia, pero no en lo que son verdaderamente”. Hay que guardar las apariencias, lo que significa que hay que custodiar la distancia que separa la presencia de su imagen y de lo que es reflejo de esta. Pues sin esta distancia no hay semejanza, y sin semejanza no hay relación a la presencia. La presencia ha de estar a cierta distancia –como la que existe entre el progenitor y sus “retoños”– para que haya relación a ella, y para que de esta forma se cuiden las apariencias – impidiendo así que estas se tornen meros simulacros. No obstante, ¿qué sucede cuando la artesanía del valor, dinero que fabrica, que genera dinero, no es ya como en el diálogo de Platón “un cierto modo” de producir las cosas, sino el modo de producirlas? Sucede, entre otras cosas, que ya no podemos distinguir entre Dios y el monstruo, entre lo divino y lo “antinatural”. Si Aristóteles advierte que el interés (τόχος) es, de todas las formas de adquisición, la más contraria a la naturaleza, por tratarse de dinero nacido de dinero, retoño (τόχος) de su progenitura, Marx pone – homologándolos– al Dios de la teología cristiana del lado de esa forma contra natura. El valor necesita ante todo una forma autónoma, en la cual se compruebe su identidad consigo mismo. Y esa forma sólo la posee en el dinero […] El valor aquí se presenta súbitamente como una sustancia en proceso, dotada de movimiento propio […] Como valor originario se distingue de sí mismo como plusvalor –tal como Dios Padre se distingue de sí mismo en cuanto Dios Hijo, aunque ambos son de una misma edad y en realidad constituyen una sola 136 K. Marx (1988a: 236). 277 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx persona– […], así que el Hijo es engendrado y a través de él el Padre, se desvanece de nuevo su diferencia y ambos son Uno137. En la medida en que se ha vuelto “Sujeto de su propio movimiento” el valor –escribe Marx– adquiere la “cualidad secreta” de agregar valor. Es –al igual que Dios– Padre que se engendra como Hijo para a través de este volver a nacer como Padre. Círculo que se abre como proceso y proceso que se cierra nuevamente como círculo. Aquí Padre e Hijo son uno solo. Es precisamente en este movimiento de autogeneración que lo que se presentaba bajo el aspecto de un Dios adquiere el semblante de un engendro. El obrero no puede saber ya si “poniéndose por entero en Dios” (según la fórmula de los Manuscritos del 44’) no está poniéndose como el alma del capital, como el impulso vital de un muerto que se mueve por sí mismo. Sucede, además, que tampoco podemos distinguir nuestra naturaleza, la esencia del hombre, nuestra humanidad, de su reflejo o imagen. Nos hemos vuelto un espejo de nosotros mismos. No sólo porque eso que constituye la esencia de los hombres, las fuerzas de producción que son inherentes a su constitución psíco-física, ha devenido con el Capital una mercancía alienable, sino también porque el hombre se comporta con respecto a sí mismo y a los demás de manera similar a como se comporta la mercancía en la relación de intercambio. Marx escribe en una nota: En cierto modo, con el hombre sucede lo mismo que con la mercancía. Como no viene al mundo con un espejo en la mano, ni tampoco afirmando, como el filósofo fichtiano, “yo soy yo”, el hombre se ve reflejado primero sólo en otro hombre. Tan sólo a través de la relación con el hombre Pablo como igual suyo, el hombre Pedro se relaciona consigo mismo como hombre. Pero con ello también el hombre Pablo, de pies a cabeza, en su corporeidad paulina, cuenta para Pedro como la forma en que se manifiesta el genus (género) hombre138. Es decir, en este texto Marx habla, no simplemente de la “fuerza de trabajo” como mercancía ofertada al capitalista, sino del hombre mismo, de su relación de identificación y reconocimiento, ante sí y ante los demás, como si fuese una mercancía; como si el lenguaje con que esta se expresa en relación con las otras mercancías fuese el mismo con que se expresa el hombre. Así 137 K. Marx, op. cit., 189. 138 Ibid., 65. 278 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx como el valor de la mercancía lienzo es, dentro de la esfera del intercambio, expresado en el cuerpo de la mercancía chaqueta, el valor de una mercancía en el valor de uso de la otra, igualándose en esta relación una y otra, y haciendo que la forma natural de la mercancía chaqueta, su “apariencia abotonada”, devenga la forma de valor equivalencial de la mercancía lienzo; así también, de un modo similar, Pedro sólo se vincula consigo mismo como hombre relacionándose con el hombre Pablo y haciendo que este, en su corporeidad paulina, devenga –en relación con Pedro– la forma en que se manifiesta el género humano, o sea el ser común de uno y otro. De manera semejante a cómo el cuerpo individual de la mercancía chaqueta se convierte para la mercancía lienzo en “espejo de su valor”139 , Pedro “se ve reflejado” en otro hombre, en cuyo cuerpo (inconsistente como un espejo) reconoce la expresión de su humanidad. Y así como el lienzo en su corporeidad sensible es una cosa sensorialmente distinta de la chaqueta, así también entre los individuos Pedro y Pablo. Diferencia sensible que, no obstante, en ningún caso es un obstáculo para su igualación. Así como la “apariencia abotonada” de la chaqueta no es impedimento para que el lienzo reconozca en ella “un alma gemela”, “el alma del valor”, así tampoco la “apariencia rubia” de Pablo es obstáculo para que Pedro se conduzca ante este como ante el titular del género hombre, y para que reconozca en su apariencia individual “un alma afín”. ¿Puede una cosa tener valor, expresarse en cuanto tal, por lo tanto tener existencia social como tal valor, sino es en una relación cambiaria con otra cosa que hace de equivalente? Lo mismo: ¿puede un individuo ser hombre, manifestarse en cuanto tal, por lo tanto verse socialmente representado como “igual”, sino es a través del efecto especular de una relación en la que otro hace de equivalente suyo? La mercancía, nos dice Marx, “niveladora y cínica desde la cuna, está siempre pronta para intercambiar no sólo el alma sino también el cuerpo por cualquier otra mercancía”140. El riesgo de ir a pérdida, de llegar a perder no sólo el alma sino también el cuerpo, de perderlos como precio de una nivelación completa, sin la cual, por otra parte, no hay igualdad, 139 Ibid. 140 Ibid., 104. 279 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx no hay posibilidad de reconocimiento de una comunidad, de una humanidad compartida (como si no pudiésemos compartir nada en común sino es al costo de un completo vaciamiento del que no queda más que el reflejo de nosotros mismos), no sólo se debe a la nivelación de una mercancía con otra, a la economía del intercambio mercantil, también se debe –y más profundamente– a la posibilidad de nivelar esta lógica mercantil con aquella de la política, esto es, con lo que tradicionalmente se había entendido por el sentido mismo de comunidad entre los hombres. Este es al menos el peligro que perciben autores como Moses Hess y Feuerbach. El último escribe: Sin duda, nuestro tiempo […] prefiere la imagen a la cosa, la copia al original, la representación a la realidad, la apariencia al ser […]; porque lo que es sagrado para él, es sólo ilusión, pero lo que es profano, es la verdad. Mejor todavía, lo sagrado crece a sus ojos en la medida que decrece la verdad y crece la ilusión, de tal manera que el colmo de la ilusión es para él el colmo de lo sagrado141. Para Feuerbach, la ilusión, la copia, la imagen, la apariencia, tienen el carácter potente y activo de lo que ilusiona, reproduce desrealizando su modelo, fantasea y aparenta; son la “verdad profanada” e invertida en su doble sacralizado. Lo que significa que no sólo hemos –por una suerte de equívoco o ignorancia– tomado la imagen por la verdad, sino que –más fundamentalmente– hemos convertido efectivamente a la primera en la segunda, produciendo una inversión total del orden ontológico de lo real. No sólo es que prefiramos la representación a la realidad, como si esta subsistiese indemne a pesar de nuestra preferencia. Más esencialmente, es la realidad la que se ha vuelto una pura representación, vaciada de cualquier objeto que no sea la fantasía que provoca en nosotros. De tal manera que el colmo de la ilusión es para nuestro tiempo (la fase histórica de dominio del “señor dinero” para Moses Hess, la “época del capital” para Marx) el colmo de lo sagrado. “La apariencia –escribe Feuerbach– es la esencia de esta época: apariencia nuestra política, apariencia nuestra religión, apariencia nuestra ciencia”142 . Y 141 Ludwig Feuerbach (2009: 44). 142 Op. cit., 35-36. 280 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx apariencia por tanto el hombre, convertido en “la materia que la especulación saca de sí misma”143. ¿Será que Marx (no sólo el “joven” sino también el “maduro”, o como tal vez lo diría Althusser, el maduro acechado por una juventud que vuelve como los restos ideológicos allende la “ruptura”) al igual que Feuerbach, pretende rescatar a la verdad que ha sido profanada por su imagen, a la vida como presencia primera que ha sido relevada por la representación, en suma, al “más real de los seres”, el hombre, que nuestro tiempo ha reducido a “esencia inhumana”? Este pareciera ser al menos el deseo de algunos de los contemporáneos de Marx, ahí donde según ellos la “cabeza” ha aprisionado el ser sensible de los hombres. Si los autores de La ideología alemana afirman que “no es la conciencia la que determina la vida, sino la vida la que determina la conciencia”144, antes Feuerbach había escrito: “no engendro el objeto a partir del pensamiento, sino a la inversa, el pensamiento a partir del objeto”145. Objeto que es para él “la actividad sensible”, única realidad en que consisten los hombres: objeto concreto y real “que existe fuera de la cabeza”146. Según esto, liberar en términos marxianos ese “fuera del pensamiento”, esa presencia vital que precede a la conciencia y la determina, implicaría emancipar el trabajo del trabajo, es decir, el trabajo como actividad de la vida, que media la relación de transformación entre el hombre y la naturaleza, del trabajo como sustancia del valor que se autovaloriza. Pero una manera tal de entender la emancipación presupondría que hay –contra lo que dice Marx en algunos pasajes de los Manuscritos del 44’ y en La ideología alemana– un “trabajo libre”, liberado a su única condición de producción y reproducción de la vida, sin otro fin que ella misma y más allá del condicionamiento de las necesidades. ¿Qué forma de vida sería esa que está más acá o más allá de la forma de valor, y más allá o más acá del trabajo como forma de explotación de las fuerzas físicas y mentales de un cuerpo humano? 143 Ibid., 39. 144 K. Marx & F. Engels (1971: 26). 145 L. Feuerbach (2009: 39). 146 Ibid. 281 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx Feuerbach en el Prólogo a la segunda edición de La esencia del cristianismo (1843), afirma que no es su “modesta persona”, sino la religión misma quien dice: Dios es hombre, el hombre es Dios. Así lo expresa por lo menos –añade– “la religión misma”, no en su “envoltura exterior”, sino en “su fondo”, no en “su opinión y su imaginación”, sino en “su corazón”, en “su verdadera esencia”. Es ella, y no su imagen o apariencia, la que cree en la “divinidad del ser humano”147. Sin embargo, la cuestión es que –como lo ha mostrado Marx, y antes Moses Hess– en la época del Capital Dios es dinero, el dinero es Dios. Por lo tanto la religión, su santa alianza, en su fondo, en su corazón y verdadera esencia, se ha vuelto la envoltura en la que está implicada la forma más monstruosa de adquisición: una especie de vampiro que succiona todo lo vivo y que convierte al hombre, al conjunto de sus capacidades, en una mercancía. Nos ubicamos aquí en el punto de cruce entre metafísica y humanismo, metafísica y capitalismo. Stirner, recordémoslo, criticando a Feuerbach (y de pasada al autor de Sobre la cuestión judía), principalmente su idea de que “el hombre es el ser supremo para el hombre” (de lo que se sigue, según Feuerbach, que el hombre es Dios para sí mismo), escribe: “El fantasma ha tomado un cuerpo, el Dios se ha hecho hombre, pero el hombre es ahora él mismo el aterrador fantasma […] El hombre mismo ha venido a ser un aparecido, un fantasma oscuro y engañoso”148. Lo mismo ocurre según Marx con el dinero: “La propiedad del dinero de ser mercancía universal frente a todas las otras, corporización de su valor de cambio, lo convierte al mismo tiempo […] en la forma de aparición siempre válida del capital”149. Dios se hace hombre, el capital se hace dinero. Uno y otro, hombre y dinero, al convertirse en la corporización de lo que los dobla como su “esencia suprema” o como su “valor cambiario” se vuelven un “aparecido” o “fantasma engañoso”. Y por una suerte de inversión dialéctica el hombre se hace Dios, el dinero se hace capital. Stirner se interroga: “¿Si yo no tuviese al hombre en ti, qué tendría que respetar? En verdad, tú no eres el hombre, no eres su verdadera y adecuada figura, no eres más que la cubierta perecedera que el hombre –ese ser general 147 Ibid., 41. 148 Max Stirner (2003: 86). 149 K. Marx (2001: 71). 282 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx y superior– reviste por algunas horas”150. No muy distinto a lo que Marx escribe respecto del dinero: “De su figura de siervo en la que se presenta como simple medio de circulación, se vuelve de improviso soberano y dios en el mundo de las mercancías. Representa la existencia celestial de las mercancías, mientras que estas representan su existencia terrena”151 . Dios entre las mercancías al que rendimos culto152 , el dinero se vuelve “la forma universal de la riqueza” a la que se le contrapone “todo el mundo de las riquezas reales”153. Al igual que el hombre: ser supremo entre los individuos al que nos sacrificamos, él deviene “Espíritu” frente a todo el mundo de las existencias “únicas y concretas”. Marx insiste: “El dinero es la pura abstracción de esas riquezas, y por ello, fijado de esta forma, es una pura ilusión […] el dinero existe puramente en mi mente, es una pura quimera”154. Como quimera e ilusión es según Stirner el “HombreDios”. Werner Hamacher en un bello comentario a Espectros de Marx de Jacques Derrida toma atención sobre aquella nota de El Capital (1867) donde Marx homologa el modo en que se comporta una mercancía y el comportamiento de un hombre frente a otro, de Pedro frente a Pablo. Es – subraya Hamacher– conforme a la lógica del lenguaje de la mercancía y en su medio especulativo, según su específica gramática, su pragmática y semántica, que Pedro y Pablo aparecen iguales –por lo tanto en su ser común como hombres– porque la igualdad misma aparece en ellos, de manera que llegan a ser ellos mismos en tanto que especimenes del genus homo. De acuerdo a ese lenguaje, ellos no son, no vienen al mundo, si no es a partir de la génesis especulativa del ser humano. “Así pues –escribe– el lenguaje de la mercancía es la pauta de la humanización”155. Pedro debe “verse y reconocerse” como ser humano en Pablo y cobrar su “forma en la que se manifiesta” como Pedro sólo 150 M. Stirner (2003: 87). 151 K. Marx (2001: 156). 152 Op. cit., 168. 153 Ibid., 169. 154 Ibid. 155 Werner Hamacher (2002: 203-204). 283 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx identificándose como “la encarnación de su reflejo generalizador”156. Que la dialéctica especulativa de la autoconstitución del yo siga la pauta del lenguaje especulativo de la producción de mercancías y de capital, significa según Hamacher que “yo, hombre, cosa y mercancía sólo aparecen apareciendo como elementos de la forma del valor y como formados por la forma del valor”157. La mercancía habla y es en su mismo idioma que Pedro y Pablo, los apóstoles de la humanidad y la igualdad generales, se reconocen y se identifican. Sólo vienen al mundo como siendo de un mismo género, en tanto que se reconocen como hablando un mismo idioma, el cual sin embargo está enmarcado dentro del límite gramatical-sintáctico del lenguaje del intercambio y de la valorización. Vale decir: el idioma en el que Pedro y Pablo se entienden, el único en el que pueden comunicarse, forma proposiciones de igualdad cuya gramática está restringida por el horizonte de la equivalencia y la convertibilidad generalizadas. En los límites de este horizonte, ocurre con el individuo Pedro lo mismo que ocurre con la mercancía tela: uno y otra, Pedro y la tela, para expresar la diferencia entre su valor y su cuerpo sensible tienen que expresar su igualdad con algo más. Se forman a sí mismos como valor, y sólo se transforman en una cosa-valor (diríamos en una persona), haciendo caso omiso de sí mismos en tanto que cosa (o cuerpo particular), postulándose como valor mediante su ecuación abstracta y especulativa con otra cosa (o individuo). Cuando una cosa –la tela, por ejemplo– o un hombre (sea el caso de Pedro), socializa con otra en la forma de la igualdad (la equivalencia, la simetría y la convertibilidad) esta cosa o individuo –la tela o Pedro– se da lo que le faltaba con anterioridad, se da un valor y por tanto aparece por primera vez en el mundo de la sociedad y aparece por primera vez158. El lenguaje que habla no sólo la tela con el traje sino también Pedro con Pablo, les da forma de mercancías. En consecuencia –advierte Hamacher– la tela o Pedro son mercancías –por ende aparecen socialmente, existen como ser-en-el-mundo– sólo en virtud de este lenguaje y sólo este lenguaje los habilita, sintagmatizándolos 156 Op. cit., 204. 157 Ibid. 158 Ibid., 203. como mercancías 284 e interpretándolos / Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx ejecutándolos, produciéndolos como mercancías. Los identifica y “les da forma”, escribe Hamacher. El lenguaje de la mercancía es, por esta razón, un lenguaje dominado por la ontología de la presencia. Es Derrida precisamente quien nos dice que “la forma es la presencia misma”. “La formalidad –prosigue– es lo que, de la cosa en general, se presenta, se deja ver, se da a pensar”, y por tanto ella es indisociable de “la evidencia de un foco de sentido” cuyo medio “sólo puede ser la lengua de la metafísica”159. Ambos lenguajes –el de la mercancía y el de la metafísica– tendrían en común que le dan forma a las cosas y a los hombres y de este modo le dan presencia, lo dejan ver y lo dan a pensar, en cuanto –como escribe Derrida– la forma “nunca se ha dejado disociar del concepto de aparecer, de sentido, de evidencia, de esencia”160 . Sólo en una “forma” la cosa y el hombre se presentan como tal. En la perspectiva de Hamacher esa ontología de la presencia que envuelve el lenguaje de la mercancía no sólo es –modernamente– una “ontología de la subjetividad”, antes bien, es la lengua de la “ontoteología”. Refiriendo un pasaje de El Capital, él señala que el cristianismo celebra el “culto del hombre abstracto” del mismo modo que el lenguaje de la mercancía celebra el culto del trabajo humano abstracto. De modo que este lenguaje no es sólo un lenguaje de la economía burguesa, no es simplemente el lenguaje de la constitución del sujeto burgués abstracto; es, al mismo tiempo, el lenguaje de la teología, de la ontoteología161. Ahora bien, en la medida que en ese lenguaje se trata para Marx (pero también de algún modo para Stirner) de una presencia ideal, retirada y abstraída de la presencia del “hombre real y concreto”, que habita en los cuerpos desrealizándolos, convirtiendo toda cosa en un espectro “oscuro y engañoso”; en la medida en que “la fenomenalidad de la mercancía”, su hacer aparecer una cosa como tal mercancía, transforma misteriosamente a esta cosa en un aparecido, por lo tanto en una presencia fantasmática; en cuanto hay una espectralidad en esta fenomenalidad que acecha como lenguaje del 159 Jacques Derrida (2008: 196). 160 Ibid. 161 W. Hamacher (2002: 205). 285 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx “hombre abstracto” y de la “sublime objetividad de valor”; en esta medida, se vuelve necesario –de acuerdo al “sistema de oposiciones” que según Derrida constituye lo propio a todo concepto de forma– liberar la actividad de una formación, de una venida a la presencia, de un aparecer y de un presentarse más originario y connatural a la vida de los hombres, que está antes y más allá –como promesa– del capital. Pero –escribe Derrida– desde este momento, es decir, desde el momento en que nos servimos del concepto de forma –“aunque sea para criticar otro concepto de forma”– somos reconducidos una vez más “al tema de la presencia en general”162 . Es lo que de algún modo ocurre con Marx, al menos en uno de sus lenguajes, y atravesado por el lenguaje de la deconstrucción, y a la vez según el recorrido de Los tres lenguajes de Marx de Maurice Blanchot163. En uno de sus lenguajes, ya que hay (“debe haber”) más de uno, y siempre según el lenguaje de la deconstrucción164, Marx creyó, es decir intentó convencerse a sí mismo, se esforzó y trabajó pacientemente, para asegurar “lo que debería estar asegurado, tendría que estarlo”; intentó producirse la seguridad y la convicción de que, entre un espectro y una realidad efectivamente presente, entre un espíritu y una Wirklichkeit, la frontera estaba asegurada; intentó creer en la existencia de esa frontera, como límite real y distinción conceptual165 . Según la performance de este acto de fe él habría trazado la línea que separa y distingue el trabajo dominado por la quimera del 162 J. Derrida (2008: 195-196). 163 Maurice Blanchot (2007: 94-96). En Espectros Derrida escribe: “No hay porvenir sin Marx. Sin la memoria y sin la herencia de Marx: en todo caso de un cierto Marx: de su genio, de al menos uno de sus espíritus. Pues ésta será nuestra hipótesis o más bien nuestra toma de partido: hay más de uno, debe haber más de uno”. J. Derrida (2003: 27). 164 Si es cierto lo que señala Lyotard en Discurso, Figura, a saber, que hay una visibilidad del pensamiento, un esquematismo o imagen que opera en el corazón de la idea, en el sentido de que esa visibilidad es el “ojo en el borde del discurso” –ojo que lo bordea como la mirada originariamente inscrita en la palabra–, entonces bien podemos afirmar que el lenguaje de la deconstrucción, como cualquier otro lenguaje, no carece de este ojo propiamente discursivo. Sin embargo, también podemos decir que este ojo, como cualquier otro ojo, es un ojo tuerto, es decir, un ojo que sólo ve a condición de dejar de ver (afectado por su propia homonimia, la del ojo muerto, no vidente); que ve pero manteniendo siempre un punto ciego. Pues así como hay una visibilidad del pensamiento, que no es la mía, no es la vuestra, no es la de ningún sujeto, así también habría una ceguera del discurso. El lenguaje de la deconstrucción por tanto ve a condición de dejar de ver; en el caso particular de su lectura de Marx dejará de ver una cierta tradición materialista de la que forma parte Marx, y a la que pertenece el conjuro de los fantasmas y la crítica contenida en él de las diversas formas de mistificación, sin que esto signifique necesariamente –lo mostraremos– una recaída en la llamada metafísica de la presencia. Con respecto al “ojo del discurso” y a lo figural en Lyotard, véase Catherine Malabou (2008:133-139). 165 J. Derrida (2003: 51-52). 286 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx valor cambiario del trabajo como presencia emancipada. En este sentido – enfatiza Hamacher, leyendo a Derrida– el trabajo libre sería “el verdadero sí mismo del ser humano, realizado únicamente en sí mismo y ya no en formas objetivas y, por ende, no encarnándose ya, no ocultando un secreto”166. Marx habría intentado dar una “respuesta ontológica”167 a la cuestión del fantasma y del espíritu que lo anima, mediante el esfuerzo por identificar y localizar el cuerpo de los espectros y así poner fin a una historia dominada por estos. Aquí, en este esfuerzo, es donde residiría el trabajo del duelo (presente en toda ontologización de los restos) que él emprende168. Pero para identificar y localizar el cuerpo del fantasma, analizar críticamente la realidad efectiva contenida –como su secreto– en la “desencarnación espectralizante” de lo que aparece –se encarna– como un “aparecido”, antes ha de llevarse la cuenta de los fantasmas, contabilizarlos y clasificarlos, imponerles una medida para que se presenten y para que de esta forma –pasando por la “laboriosa prueba del rodeo” del análisis teórico, atravesando y trabajando las sólidas mediaciones de la “efectividad empírica”– podamos “reapropiarnos de la vida en un cuerpo propio”169, el del trabajador libre. La cuestión es que la promesa del discurso marxiano o marxista, movilizado por esta “compulsión jerarquizante” y clasificatoria, comparte un mismo deseo que el de las potencias del Capital y de la “vieja Europa”. “En una palabra, y volveremos –escribe Derrida– continuamente a ello, a Marx no le gustan los fantasmas más de lo que gustan a sus adversarios”170 ; cree al igual que ellos en la diferencia entre lo que nombra la ausencia, la no-presencia, la inefectividad, y la actualidad de un presente vivo. Cuestión grave, pues esto significaría –nuevamente según Hamacher– que esa promesa sigue siendo necesariamente la promesa del Capital, la promesa de que el trabajo es de suyo Capital, una sustancia que se autoproduce y se autoreproduce. 166 W. Hamacher (2002: 212). 167 J. Derrida (2003: 44). 168 Op. cit., 23. 169 Ibid., 147. 170 Ibid., 60. 287 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx Significaría que “el porvenir sería sólo un presente prolongado del Capital”, o lo mismo, que no habría ningún porvenir en absoluto, sino sólo, una vez más, un presente: “El comunismo, pues, sólo sería la ideología del capitalismo que declara que su desarrollo ulterior culminaría en el verdadero descubrimiento de sus secretos económicos: del sacramento del trabajo”171. Promesa que prescribe el fin de toda promesa, que promete callar, cerrar la boca. Pues – como lo dice Derrida– tan pronto abro la boca, aquí y ahora, abro el futuro, estoy comprometido en la abertura de una promesa que lo deja abierto. Dimensión performativa de la promesa que pertenece a todo lenguaje: por ella es que el futuro no es simplemente un presente-futuro sino porvenir, el porvenir de un tiempo dislocado172. Desear dar muerte al fantasma, por consiguiente, es desear, compulsivamente, reunir ese tiempo, centrarlo en la unidad de un presente en el que toda promesa ha sido sellada. Derrida nos dice que el comunismo siempre ha sido y permanecerá espectral: siempre está por venir y se distingue, como la democracia misma, “de todo presente vivo como plenitud de la presencia a sí, como totalidad de una presencia efectivamente idéntica a sí misma”173. Como presencia fantasmática el comunismo –contra lo que desearían las potencias del capitalismo– no muere jamás, siempre está por aparecer y por (re)aparecer. En relación a este fantasma se imponen dos tipos de discursos, aparentemente antagónicos, que no obstante se cruzan en un mismo deseo de presencia: el discurso de Marx y del marxismo y el discurso de las sociedades capitalistas. Mientras estas últimas expresan el deseo de que el comunismo esté acabado, muerto antes de haber incluso existido realmente, los primeros manifiestan el deseo de que él sea algo efectivo, de que por fin tenga lugar como la presentación de una realidad viva. Doble procedimiento en consecuencia: el que opera de forma que, en el futuro, ese espectro sea cosa del pasado, algo bien enterrado, y el que obra de manera que, en el futuro, ese fantasma se convierta en una realidad. Doble relación a la presencia como doble relación al fin, como cumplimiento y como muerte. Marx, el marxismo y las sociedades 171 W. Hamacher (2002: 212). 172 J. Derrida (1998: 160-161). 173 J. Derrida (2003: 115). 288 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx capitalistas, confluyen en una misma intención que tiende hacia el telos de la plenitud. La que al ser alcanzada –por la estructura misma de su telos– provocaría la parálisis, inmovilización o muerte de la intención174. Desear la muerte del fantasma es desear la presencia, la que de cumplirse conllevaría la muerte del deseo; desear la plenitud de la presencia a sí es desear la muerte, la desaparición de sí mismo, de la vida y su movimiento. El deseo de dar muerte, poner fin a lo espectral, es el deseo del otro; el deseo del otro en uno mismo; el deseo del capitalista de dar muerte al fantasma del comunismo que es el deseo en Marx y el marxismo de cumplirlo como presencia. Se trata de la lucha de una intención contra otra, que tiene lugar, no obstante, como el combate del “yo vivo autoinmune”, que dirige a la vez hacia sí mismo y contra sí mismo las defensas inmunitarias, aparentemente destinadas al no-yo, al enemigo, al opuesto, al adversario175. Siendo autoinmune –dice Derrida– ese yo necesariamente ha acogido al otro dentro de sí, en una relación de hospitalidad y de hostilidad a la vez, y según una economía de las fuerzas que están orientadas a proteger la propia vida contra sí misma, contra el “intruso” en que él mismo se ha convertido. Derrida afirma: “Marx (“vuelto una especie de fantasma de sí mismo. Al que querría alejar, distinguir: oponerse”) se da miedo”176. Y desde el momento en que el hombre se ha vuelto un fantasma de sí mismo, fantasma-hombre –según lo enfatizan Stirner y los autores de La ideología–, un poseso o encarnación espectral, cuyo lenguaje es el de las cosas que han cobrado vida propia (según el relato de El Capital); desde ese momento, es el hombre en general el que “se da miedo”. El hombre ha devenido el objeto de un conjuro autoinmune, visitado, doblado por su propia aparición. “El hombre –escribe Derrida– se convierte en el miedo que él mismo 174 En Limited Inc, Derrida escribe: “Ella [la intención] puede y debe, necesariamente, no alcanzar la plenitud, hacia la que sin embargo tiende inevitablemente. La plenitud es su telos, pero la estructura de su telos es tal que si ella lo alcanza, desaparece con él, se paraliza allí, se inmoviliza o muere. La relación al telos es, entonces, necesariamente doble, dividida, partida. Es necesario, luego, pensar de otro modo aquello que se entiende por telos. Y es porque la relación al telos está de este modo plegada, complicada, dividida, que en esta misma medida, hay movimiento, vida, lenguaje, intención, etc.”. Cfr. J. Derrida (1990: 233). 175 J. Derrida (2003: 159). 176 Op. cit., 157. 289 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx inspira”. De ahí las contradicciones que hacen que el humanismo resulte insostenible177. Miedo a los fantasmas en el medio de un lenguaje espectral en que humanismo, metafísica, capitalismo y comunismo entran en una siniestra relación de convertibilidad: convertidos unos espectros en otros, ellos circulan a través del deseo común de (auto)conjuro y trabajo de duelo. Se trata del lenguaje espectral que comparten –según Derrida– Marx y Stirner. Para el primero, recordémoslo, este último repite sin darse cuenta la ideología del liberalismo burgués, al identificar al yo con la propiedad. Para el segundo, aquél no es sino otra versión del humanismo, al estilo de Bauer y Feuerbach. Por lo tanto, una expresión más de “antropoteismo”. Por otra parte, Marx no dejará de homologar el lenguaje de la teología con el lenguaje del Capital. Lo que conlleva –mirado así– que Stirner está tan siniestramente próximo al lenguaje teo-capitalista como lo está el hombre en general al fantasma de sí (el fantasma del humanismo). Uno y otro, Marx y Stirner (lo que significa también uno y otro contra sí mismo, contra el otro que es y al que teme), se acusan mutuamente de estar dominado por el lenguaje fetichista. Aunque un mismo deseo (esta es la tesis de Derrida) los mueve en esta recíproca imputación: ambos apuntan “a una cierta reapropiación de la vida en un cuerpo presente”. Lo que Stirner y Marx –escribe– parecen tener en común es la crítica de lo fantasmal. Ambos –como el humanismo (en contradicción consigo mismo), como el capitalismo– quieren acabar con el (re)aparecido, ambos esperan, se prometen lograrlo178. Veamos a continuación hasta dónde se sostiene en pie la tesis de Derrida. Para tal efecto quisiera destacar y comentar las siguientes piezas de La ideología alemana: Las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes en cada época; en otras palabras, la clase que ejerce el poder material dominante en la sociedad es, al mismo tiempo, su poder espiritual dominante. La clase que dispone de los medios de producción material dispone con ello, al mismo tiempo, con los 177 Ibid., 163. 178 Ibid., 147. 290 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx medios de producción intelectual, de manera que, si juntamos una cosa y la otra, las ideas de aquellos a quienes se niegan los medios de producción espiritual están sometidas a la vez a esa clase dominante. Los pensamientos dominantes no son otra cosa que la expresión ideal de las relaciones materiales dominantes, son esas mismas relaciones materiales captadas en la forma de ideas y, por lo tanto, la expresión de las relaciones que hacen que una clase sea dominante […]. Es por eso que, en cuanto [los individuos que forman la clase dominante] dominan como clase y en cuanto determinan todo el ámbito de una época histórica, se comprende de suyo que lo hagan en toda su extensión y, por tanto, también como pensadores, como productores de ideas, que regulen la producción y distribución de las ideas de su tiempo179. La división del trabajo sólo se convierte en verdadera división a partir del momento en que se separan el trabajo físico y el intelectual. Desde este momento, puede ya la conciencia imaginarse realmente que es algo más y algo distinto que la conciencia de la práctica existente, que representa realmente algo sin representar algo real; desde este instante, se halla la conciencia en condiciones de emanciparse del mundo y entregarse a la creación de la teoría ‘pura’, de la teología ‘pura’, la filosofía y la moral ‘puras’, etc.180 La producción de las ideas y representaciones, la producción de la conciencia, aparece al principio directamente entrelazada con la actividad material y el comercio material de los hombres, se presenta como el lenguaje de la vida real […]. La conciencia no puede ser nunca otra cosa que el ser consciente, y el ser de los hombres es su proceso de vida real. Y si en toda ideología los hombres y sus relaciones aparecen invertidos como en una cámara oscura, este fenómeno responde a su proceso histórico de vida, como la inversión de los objetos al proyectarse sobre la retina responde a su proceso de vida físico […]. La moral, la religión, la metafísica y cualquier otra ideología y las formas de conciencia que a ellas corresponden pierden, así, la apariencia de su propia sustantividad. No tienen su propia historia, ni su propio desarrollo, sino que los hombres que desarrollan su producción material y su comercio cambian también, al cambiar esta realidad, su pensamiento y los productos de su pensamiento. No es la conciencia la que determina la vida, sino la vida la que determina la conciencia181. El primer texto que leemos pareciera decir cosas bastante distintas a las que dice el último. Primera diferencia: en el primer texto Marx destaca el paralelismo entre “producción material” y “producción espiritual”; lo que es una cosa lo es la otra, tomadas en planos diversos. Son lo mismo pero desde puntos de vista distintos, que mantienen sus diferencias. Vale decir: lo que es la producción material y sus relaciones es al mismo tiempo lo que se expresa en el plano de la producción intelectual, la cual, no obstante, posee su propia consistencia 179 K. Marx & F. Engels (1971: 50-51). 180 Op. cit., 32. 181 Ibid., 26. 291 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx práctica, con unos medios de creación y de distribución que son diversos a los de las relaciones materiales. En el último texto en cambio el paralelismo es sustituido por la primacía de la producción material del “proceso de la vida”, como causa determinante de la conciencia y sus representaciones. En este marco es que aparece el término “ideología”. Segunda diferencia: en el primer texto lo espiritual aparece como teniendo un desarrollo histórico en unidad con el desarrollo de los procesos de producción material. Las ideas dominantes de una clase dominante, inscritas en una división y antagonismo social, por lo tanto inscritas como las marcas de un diferencial de poder, poseen una estructura temporal y finita irreducible. El último texto, por el contrario, pone el énfasis en la “ausencia de una historia propia” de las ideas y representaciones. O bien, mejor dicho, ese texto destaca el hecho de que la historia le viene a las ideas o pensamientos desde fuera, desde otra parte distinta del espíritu. El espíritu sólo por añadidura es histórico. A lo que se debe una tercera diferencia: en el primer texto nos encontramos con la idea de la producción del pensamiento como producción de la verdad, esto es, como producción, en una época dada, del conjunto de las formas de saber dominantes. Marx, por otra parte, no dice que estas formas sean el producto de la conciencia en tanto que “conciencia de clase” – expresión que no es utilizada por él–, sino que ellas mismas son, en el plano de la producción de subjetividad, las constitutivas de una estructura de clase de la conciencia. Ahora bien, si esta conciencia –como lo sostiene Marx en varios lugares de La ideología– es inmediatamente lenguaje (volveremos luego a este punto), y si este constituye la dimensión comunicativa, el “comercio” como esfera intelectual, que es al mismo tiempo la esfera práctica en la relación constitutiva entre los individuos; si esto es así, entonces en la producción de subjetividad, en cuanto producción de la verdad, es decir, en la producción y control sobre los medios de producción espiritual, con sus efectos de poder dominante, no se trata de la mera manipulación deliberada sobre una masa de ignorantes, ni del adoctrinamiento de sus conciencias, cuanto de una división sensible de las inteligencias, entre inteligencias pensantes e inteligencias receptivas y 292 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx reproductivas, entre inteligencias especulativas e inteligencias prácticoinstrumentales, al interior de una misma clase dominante, así como entre inteligencias dominantes e inteligencias dominadas, entre inteligencias directivas e inteligencias manuales, coincidente con la división social de clases182. Si desde este punto de vista el espíritu posee una historia es en la medida en que esta es la historia de la división del trabajo. Otra es la perspectiva que encontramos en el último texto referido. Aquí no se trata de la producción de la verdad cuanto de la producción de ilusión y de la inversión imaginaria de la realidad. Y así como Marx contrapone lo en sí histórico y lo que en sí carece de historia, así también opone la verdad de la ciencia, cuyo objeto es el proceso material de la vida, a la fantasía con sus “fantasmas cerebrales”. Marx pareciera destacar sobre el trasfondo del vitalismo del “individuo viviente” lo real imaginario y ahistórico como efecto de una inversión ideológica. Mientras en el primer texto la producción de conciencia es al mismo tiempo la producción de la relación o comercio entre los individuos, determinados según el reparto sensible de las posiciones sociales entre inteligencias diferenciadas, en el último texto citado lo espiritual se identifica con lo ideológico en tanto que existencia alienada de los individuos. Pero entre la primera y la última cita, hay una segunda que nos permite aclarar de algún modo la diferencia que hay entre una perspectiva y otra en lo que se refiere a la relación entre lo material y lo espiritual. Marx insiste en el hecho de que la dominación está ya incluida desde siempre en la producción de los conceptos. No hay –en el marco de la división del trabajo– producción de ideas que no envuelva una dominación de clase y, a la inversa, no hay dominación que no implique una producción y un control sobre los medios de producción y de distribución de las ideas. Esta relación de dominación, esta división en el reparto de lo sensible, por tanto, este diferencial de poder que envuelve toda producción intelectual, son los que develan la dimensión propiamente política del espíritu. Como lo enuncia Deleuze en una de las probablemente más bellas páginas escritas en alusión a los Manuscritos del 44’ “no hay psicología, sino una política del yo. No hay metafísica, sino una política 182 Ibid., 51. 293 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx del ser (el destacado es nuestro)”183. Derrida reconoce ciertamente la dimensión política de la dominación en Marx, pero esta según él debe ser sometida a una “herencia crítica”: “así, por ejemplo, se puede hablar de discurso dominante o de representaciones e ideas dominantes, y referirse, así, a un campo conflictual jerarquizado sin suscribir necesariamente el concepto de clase social”. Se puede, por consiguiente, en la perspectiva de Derrida, seguir hablando de dominación en un campo de fuerzas que se disputan la hegemonía “suspendiendo la referencia a ese soporte último que sería la identidad y la identidad consigo misma de una clase social”184. Lo que planteado así significa que el concepto de clase en Marx participaría de la ontología de la presencia, en consecuencia participaría del deseo de reducir la “irreducible génesis de lo espectral” que implica el concepto mismo de idea y de representación ideal. Pensar que la presencia es una determinada “política del ser” es pensar que esa presencia está incardinada en un sistema de dominación, y por tanto inmersa en un campo de fuerzas en conflicto. Ahora bien, en Marx el concepto de clase no es sino el concepto de una división, de una partición en disputa que afecta al deseo mismo de presencia, a la política implicada en él, y en este sentido al concepto mismo de forma. Derrida –nos parece– elude una pregunta marxiana fundamental, inscrita en una larga tradición de pensamiento materialista: ¿Quién desea la presencia; cuáles son los mecanismos específicos de poder y de dominación que encuadran el deseo como deseo de presencia? Pregunta a la que podemos añadir: ¿Es posible separar la crítica de la ideología y del fetichismo en Marx de su crítica a estos mecanismos de poder que enmarcan el deseo produciendo un determinado tipo de subjetividad? Por último: ¿Podemos abstraer dicha crítica de otro pensamiento de la forma y del aparecer? Marx en La ideología alemana está discutiendo principalmente contra dos frentes, frente a frente: por una parte, contra los miembros de La sagrada familia, o sea contra los representantes de una crítica sacralizada, y, por otra, 183 Gilles Deleuze (1989: 8). 184 J. Derrida (2003: 69). 294 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx contra el “egoísmo” anarquista, según lo expone Stirner en El único y su propiedad. Contra los primeros, argumenta diciendo que la crítica es en ellos, por el mismo hecho de ser concebida como el dominio de un sujeto intelectualmente autosuficiente, separado de las masas, la función de una división de las inteligencias. Contra Stirner, Marx se propone criticar el esquema de oposiciones simples en que aquél aún está inmerso. Pues si bien Stirner desmonta los presupuestos del humanismo feuerbachiano, y si bien cuestiona el esfuerzo teórico de Feuerbach por restituir la verdad sagrada del hombre, argumentando que esta verdad es una de las tantas ilusiones que espiritualizan al hombre, ¿no comparte, sin embargo, con ese humanismo una misma lógica binaria? Al menos esta es la sospecha de Marx. No se trata entonces simplemente de oponer lo real y concreto a lo aparente e imaginario, o una presencia viva del hombre, el yo y su propiedad –vida que se afirma en el goce irremontable y único de todo lo que es “Mío”–, a las proyecciones fantasmáticas de unos objetos puramente mentales. Hay, a mi parecer, una pregunta fundamental que orienta los manuscritos de La ideología, a saber: ¿cómo es que la conciencia abstracta, es decir separada de la inmanencia de su ser práctico, de su consistencia material y relacional como lenguaje, llega junto a sus objetos y representaciones a ser poderosa, al punto que puede – dice Marx– imaginarse efectivamente que representa realmente algo sin representar algo real? Y antes de eso, la pregunta es: ¿cómo es que la conciencia misma es separada y abstraída de su “ser consciente”? De acuerdo al segundo texto que hemos citado, lo que responde a esta interrogante es el hecho de la división del trabajo entre trabajo físico y trabajo intelectual. Esa realidad que imaginamos representar no sólo es el efecto de la autonomización del pensamiento, producto de una división de la actividad productiva, es también –como lo señala Marx– una sustantivación del estado de cosas, el efecto de un encuadramiento y fijación de la dimensión metamórfica de la realidad y de su devenir. Ante esta cuestión, Marx le responde a Feuerbach: esa separación y fijación no es una operación que sea explicable desde el fenómeno de la conciencia, ya que esta misma es el producto de la separación. Y a Stirner le contesta: esa abstracción tampoco puede ser explicada a partir del mero contraste entre lo especulativo y la presencia viviente de un cuerpo vivo individual. Al primero le responde nietzschianamente diciéndole que le 295 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx concede demasiado poder a la conciencia misma; esta es mucho menos poderosa de lo que ella misma cree185. Al segundo le responde hegelianamente diciéndole que le ha arrebatado el cuerpo al espíritu para dárselo en propiedad al individuo “único” y anarquista, que sólo obedece a su “yo”, y que como tal no existe más que en su “cabeza”. Pero ¿puede tener cuerpo un individuo absoluto? ¿No es el cuerpo –como advierte Marx una y otra vez– lo que originariamente divide al “yo”, sacándolo de sí, haciendo –como dice en los Manuscritos del 44’– de su ser un “ser-otro”? ¿Puede existir un cuerpo sin que sea al mismo tiempo una producción del espíritu? Y a la inversa ¿puede haber producción del pensamiento sin producción de un cuerpo?186 Una de las tesis fuertes de Espectros es que sobre el fondo de un acuerdo fundamental, el desacuerdo entre Stirner y Marx se produce sobretodo en relación a las vías para poner fin a lo fantasmal y a la mejor solución posible frente al poder del espectro. Por lo tanto, más allá de lo que los separa (y Derrida se detiene con paciencia en estas diferencias), ambos tendrían en común la voluntad de una cierta reapropiación de la presencia en un cuerpo propio. Pero he aquí nuestra discrepancia con la tesis de Derrida. Vimos en la primera parte de este capítulo que la institución del “cuerpo propio” no es más que la función de un determinado dispositivo de poder: el de la propiedad en tanto que propiedad privada. Dispositivo que, ensamblado a una determinada forma de subjetivación y de presencia, está ligado al principio de la voluntad de un “yo-consciente” que tiene dominio y propiedad sobre su cuerpo y sobre todo aquello que se sigue de sus facultades. En este sentido, no podemos abstraer la crítica marxiana de la propiedad privada de la de aquella forma de presencia, que está implicada en la institución del cuerpo como cuerpo propio. Por otro lado, en La ideología alemana Marx señala que “todo el problema de pasar del pensamiento a la realidad y, por tanto, del lenguaje a la 185 Sobre la crítica spinozista-nietzschiano-marxiana del concepto metafísico de conciencia, véase Remo Bodei (1995: 161-168). 186 Sobre la cuestión del cuerpo en Hegel, particularmente en la Fenomenología del espíritu, véase el libro de Judith Butler y Catherine Malabou, Sois mon corps. Une lecture contemporaine de la domination et de la servitude chez Hegel (2010). 296 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx vida sólo existe en la ilusión filosófica, es decir, sólo tiene razón de ser para la conciencia filosófica”187. Esta nombra aquella conciencia que se ha emancipado de la vida sensible y mundana, y que se ha entregado a la creación de la teoría ‘pura’, de la filosofía y la moral ‘puras’, etc. Que cree que el mundo es una proyección y correlato del alma del sujeto, y que la vida “espiritual” humana depende de una conciencia que puede existir con independencia de las actividades de producción de formas sensibles. No es que Stirner diga y afirme explícitamente esto último que señala Marx, pero lo hace al decir lo que dice. El “yo” stirniano según Marx es el producto de la “conciencia filosófica”. No se trata, entonces, de proponer otra vía de solución para un mismo problema, el de pasar del pensamiento a la realidad, del lenguaje a la vida. Pues este paso no es más que la reposición de la separación y “divorcio aparente de la vida”188 . Este problema para Marx es parte de la ilusión. ¿En qué consiste esta? La cuestión de pasar del pensamiento a la realidad, a la presencia de un cuerpo vivo, es la de encontrar una palabra que, en cuanto tal palabra, produzca la transición que se buscaba; que deje –escribe Marx–, como palabra, de ser una simple palabra; que de modo misterioso y supralingüístico, se salga como palabra de los límites del lenguaje para hacer su entrada triunfal en la vida corpórea189. Marx afirma: “Este nombre maravilloso, esta palabra mágica, que en el lenguaje es la muerte de éste, el puente de los asnos hacia la vida y el más alto escalón de la escalera china hacia el cielo, es: el Único”190. Esta es la palabra que presupone la separación de la palabra y de la vida, que produce la ilusión de una vida separada del lenguaje; y que, al producir el tránsito hacia la realidad, es el fin de todo lenguaje: “Sancho –sostiene Marx– ha encontrado el tránsito de lo expresable a 187 K. Marx & F. Engels (1971: 538). 188 Ibid. 189 Loc. cit. 190 Op. cit., 536. 297 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx lo inexpresable, ha encontrado la palabra que es a un tiempo algo más y algo menos que una palabra”191. La vida como presencia sin lenguaje, inexpresable, es una vida que ya no se presenta, que no aparece, que es el puro presente sin venida a la presencia; impresentable porque es pura presencia no sensible, sin la mediación de las actividades de producción de formas sensibles. Esta vida no es más que el otro polo del “reino propio y soberano del lenguaje”192; el efecto correlativo de un pensamiento autonomizado; la presencia sustantivada de una palabra vana que nombra abstractamente lo que no ha sido producido, que una vez que ha abierto un abismo entre la vida y el lenguaje se propone la tarea histórica de la mediación y del tránsito que va del pensamiento al ser. No hay, por tanto, tránsito alguno que cumplir. La tarea política para Marx es romper con el hechizo de la separación entre vida y lenguaje. No para enmudecerlo en la unidad sustancial de lo viviente, sino para que el lenguaje como “expresión de la vida” devenga el fuera-de-sí del logos, la distancia y espaciamiento de un pensamiento ex-puesto. Y para que a un tiempo la vida, en el medio del lenguaje, devenga lo que aparece como el fuera-de-lugar del cuerpo; como la venida a la forma de su ser no sustancial. Volvamos, a partir de lo dicho, a la cuestión de la forma en Derrida. Vimos que para este ella reconduce necesariamente a ese “núcleo de sentido” que es la presencia. Contrariamente a la forma, la huella, al igual que lo espectral193, “no pertenece ya –según él– al horizonte del ser”194. En Espectros la disyunción de lo que comienza prometiéndose, o sea de lo fantasmal, es pensada como la posibilidad de “la relación excesiva o excedida con el otro”195; de la venida de “lo que viene antes que yo, antes que todo presente”, pero 191 Ibid., 538. 192 Ibid., 534. 193 Ambos obedecen, según Derrida, a la lógica de la iterabilidad. Tanto en el fantasma como en la huella se trata de la cuestión de la repetición, de la iterabilidad como estructura de lo finito, es decir, de lo que empieza por retornar como différance. 194 J. Derrida (2008: 57). 195 J. Derrida (2003: 36). 298 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx también, por eso mismo, “viene del porvenir”196; que como “la singularidad absoluta e inanticipable del y de lo arribante”197 es la différance “irreductiblemente requerida por el espaciamiento de toda promesa”198. Años atrás, en su texto La différance, la huella había sido pensada por Derrida como lo “que en sí misma no puede nunca presentarse: aparecer y manifestarse como tal en su fenómeno”; estar “nunca como tal en presentación de sí”199 . Si la huella, como el espectro, no pertenecen ya al horizonte del ser, y si la forma es siempre la de la presencia, entonces –tal como lo destaca Malabou– la huella y el fantasma son inconvertibles en formas200. Lo que tiene el correlato siguiente: la forma es a su vez disociada definitivamente del devenir que la constituye. Al disociarlos, Derrida sólo puede pensarla desde el punto de vista de una relación aporética a la presencia; sólo puede concebirla de acuerdo, como sostiene en Limited Inc, a “una especie de telos” sin teleología (véase nota 174), o a “una estructura mesiánica” sin mesianismo, según lo formula en Espectros. ¿Pero si la forma como presencia no fuese sino el efecto de un encuadramiento de la potencia migratoria y metamórfica de la alteridad que ella envuelve? La lucha entre propiedad y no-propiedad, entre lo universalparticular por un lado y lo común-singular por otro201, es asimismo la lucha entre una y otra forma, es decir, entre el pensamiento o el deseo de esta como forma de la presencia y un pensamiento otro de la forma. ¿Cuál sería este pensamiento? A él no es posible aproximarse más que por medio de un rodeo. 196 Op. cit., 41. 197 Ibid., 42. 198 Ibid., 44. 199 J. Derrida (2008: 57). 200 C. Malabou (2008: 100). 201 Esta es la tesis de Luca Basso en lo que concierne al concepto marxiano de “individuo”. Él defiende la idea de que en Marx hay un pensamiento de la singularidad de individuos que se individuan a través de procesos históricos y contingentes de socialización. De manera que surge así –según Basso– la oposición entre dos interpretaciones distintas de la sociedad. Una –la marxiana– que la interpreta a partir de la “multiplicidad de relaciones que median entre singulares”, la otra –la correspondiente a la sociedad civil– que la interpreta a partir de “la idea, aparentemente paradojal, de una sociedad antisocial, que está apoyada sobre individuosátomos en separación absoluta el uno del otro”. El antagonismo entre una concepción y otra de individuo, entre una idea y otra de sociedad, conlleva por tanto una oposición entre dos modos diversos de entender lo común. Cfr. Luca Basso (2008: 35-93). 299 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx Él necesariamente pasa por la cuestión de la comunidad, por tanto pasa por esa otra noción resistida por Derrida, por cuanto ella –según este– de algún modo también alude a un valor y deseo de presencia. “Dudaría –escribe Derrida en una entrevista con Bernard Stiegler– en utilizar la palabra ‘comunidad’. Es una palabra a la cual siempre me resistí”202. También Rancière en cierta medida se resiste a ella. Al menos a la comunidad en el sentido que él reconoce –por ejemplo– en el romanticismo alemán o, también, en el joven Marx. Vale decir: a la idea de la “comunidad viviente” que –a partir de aquél– tiene lugar con el pensamiento del drama como forma de la constitución estética de la colectividad, y a la idea del cuerpo colectivo en acto que –tanto para el romanticismo como para el joven Marx– se opone y precede al simple aparato formal de las leyes e instituciones políticas. Si en el romanticismo alemán, según Rancière, se le concedió a la escena teatral el privilegio de vitalidad y de potencia comunitaria, en la que los espectadores se reconocen en la acción, se reconstituyen como colectividad y participan en un poder encarnado en la comunidad; en Marx, el sujetamiento a la ley del Capital fue percibido como la consecuencia de una sociedad cuya unidad había sido desgarrada, cuya riqueza había sido alienada. La emancipación no podía sobrevenir, entonces, sino como el final del proceso global que había separado a la sociedad de su verdad. Tanto en el teatro romántico como en el joven Marx se trató, en suma, de una concepción de la liberación estética, que estuvo ligada a la reconquista de una unidad perdida. En uno y otro predominó – siempre según Rancière– la idea de la emancipación “como reapropiación de una relación consigo mismo perdida en un proceso de separación”203. 202 J. Derrida & B. Stiegler (1998: 86). En Políticas de la amistad Derrida había manifestado sus aprensiones con respecto a la noción de “comunidad”. En una nota se dirige a Blanchot y a Nancy, a propósito de esos dos libros sobre la comunidad sin comunidad o comunidad negativa, y a propósito de esa doble lectura cruzada sobre la comunidad en Bataille. Escribe: “Sigue habiendo quizás alguna fraternidad en Bataille, Blanchot y Nancy, sobre la que me pregunto, desde el fondo de mi amistad admirativa, si no merece algún desapego, y si debe seguir orientando el pensamiento de la comunidad, aunque sea de una comunidad sin comunidad, o de una fraternidad sin fraternidad. Cfr. J. Derrida (1998b: 56). Fraternidad que por cierto también de algún modo habría orientado el pensamiento del comunismo, tanto más cuanto –dice el joven Marx– este se identifica con el humanismo. Fraternidad del hombre “burgués” que compartiría –según la crítica de Stirner– con el humanismo feuerbachianobaueriano-marxiano una misma premisa: la del “Hombre” como espíritu que nos domina. 203 Cfr. J. Rancière (2010: 15-47). 300 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx Rancière, por consiguiente, levanta –a pesar de las sustantivas diferencias– la misma sospecha que Derrida levantara contra la función estético-poiética o política de la comunidad como presentación del ser o de la presencia bajo el modelo de la obra. Y ambos se interrogan acerca de un mismo fenómeno, a saber: si acaso todos los que tienen acceso simultáneamente o casi simultáneamente a la –por ejemplo– misma secuencia de espectacularización de una obra, la misma película o el mismo concierto, constituyen realmente una comunidad204. Pero es a propósito del fenómeno de la mundialización que Marx se tiene que confrontar, igualmente, a la cuestión de la comunidad. En estricto rigor, para Marx no hay un tener o ser en común, lo que hay es producción de un común (al mismo tiempo que un estar-común de la producción) que sólo se dice –por el mismo hecho de no ser una esencia o sustancia, o un concepto predicable– del “reparto” de las singularidades, relacionadas a lo largo del espacio mundial en el que están telecomunicadas y a la vez espaciadas por la extensión que las disocia y separa. Lo que no quita que Marx hasta cierto punto pida, demande unidad, algún grado de coherencia y homogeneidad, en esa especie de “red” mundial. Aunque –lo sabemos– el pensamiento de un autor es lo que también traiciona su intención o voluntad. El pensamiento de Marx se debe confrontar, en efecto, con el fenómeno de la gran industria y por tanto con nuevas redes de cooperación en la esfera del trabajo, así como con nuevos circuitos de circulación e intercambio en la esfera de un mercado universal. En ese contexto Marx –a partir de la redacción de El manifiesto comunista– será muy enfático en el diagnóstico que hace del presente. Una revolución continua en la producción, una incesante conmoción de todas las condiciones sociales de vida, una inquietud y un movimiento constantes, características de la época burguesa, abren una forma inédita de coinscripción en el espacio, muy distinta de las formas de inscripción comunitaria en la tierra o “cuerpo inórgánico” de la 204 Cfr. J. Derrida (1998: 87). Rancière por su parte pregunta: “¿qué es exactamente lo que pasa, entre los espectadores de un teatro, que no podría tener lugar en otra parte? ¿Qué hay de más interactivo, de más comunitario entre esos espectadores que en una multiplicidad de individuos que miran a la misma hora el mismo show televisivo? Ese algo, creo yo, es solamente la presuposición de que el teatro es comunitario por sí mismo […] Pero en un teatro, ante una performance, como en un museo, una escuela o una calle, jamás hay otra cosa que individuos que trazan su propio camino en la selva de las cosas, de los actos y de los signos que se les enfrentan y que los rodean”. Cfr. J. Rancière (2010: 22-23). 301 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx naturaleza, propias a las formaciones sociales precapitalistas. Se trata ahora de un espacio desterritorializado, que ya no obedece a los mismos modelos culturales o nacionales que antes, y que forzosamente ha implicado una disolución de la comunidad. Ese espacio desterritorializado de industrialización, de cooperación y de circulación cambiaria, envuelve una forma de coinscripción o de ser-juntos que ya no es la del lazo comunitario, entendiendo por este una unidad estatal, territorial o nacional de lenguas, de horizontes étnicos y religiosos. Ante este panorama Marx muestra las contradicciones que son inherentes a la constitución de la subjetividad moderna. Muestra la contradicción del individuo burgués, que se autorepresenta como un elemento separado de la sociedad, autónomo y soberano, y que concibe su relación con esta a través de la mediación del Estado. Individuo que en el marco de su relación mediada con el derecho, es decir, en el marco de la propiedad privada, se autorepresenta a su vez como miembro de clase, por ende como “individuo de clase” propietaria, que como tal ocupa una posición de interés hegemónica dentro de la sociedad. Que, por consiguiente, se articula como una doble representación –en apariencia contradictoria: como una entidad en sí misma aislada, atomizada, y al mismo tiempo como la posición de una relación social de clase. Esta contradicción en cierta forma ya la había percibido y expuesto Hegel, y luego Marx insistirá en ella en sus textos tempranos. Sin embargo, esa contradicción envuelve otra, que es fundamental y no aparente, puesto que, en lugar de estar articulada como la anterior, provoca la desarticulación de la relación de clase que media el vínculo de los individuos con la riqueza. Esta contradicción es la que precisamente tiene lugar entre la posición de clase y la desterritorialización. En efecto, mientras la primera presupone una determinada división de lo sensible, es decir, una división de las inteligencias en la que se da un acuerdo entre unas ocupaciones definidas y unas capacidades sensibles e intelectuales; vale decir entre los espacios-tiempos de entrada y salida de la industria ocupados por los cuerpos trabajadores, y el conjunto de sus facultades disponibles como pura fuerza de trabajo; o entre el espacio-tiempo 302 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx de la creación teórica o artística, o el de la dirección y administración, y las capacidades de decir, de sentir, de imaginar, adecuadas a esas funciones. Mientras, decimos, la posición de clase presupone una conveniencia de naturaleza entre esta posición que un individuo ocupa, la actividad que realiza y las facultades de las que está dotado, la desterritorialización en cambio –vía proletarización y liberación de los flujos– implica una potencia que tiende a desestabilizar el orden de esa división de lo sensible. Recordemos que Marx en La ideología nos dice que “es del todo un dato empírico de la historia transcurrida” el hecho de “la extensión mundial de las actividades”, que pone en contacto práctico unas fuerzas con otras, más allá de las fronteras regionales. Surge así, por efecto mismo de la desterritorialización, una potencia social que entraña ya, al mismo tiempo, una existencia –la de los trabajadores– que está implicada en un plano histórico-universal, y no simplemente en la vida puramente local de los hombres205. La fuerza de producción multiplicada, que nace por obra de la cooperación universal, y el comercio universal que lleva aparejado, produce, en otras palabras, “a individuos histórico-universales, empíricamente mundiales”206. Son estos los que entran en conflicto con el orden dado de las posiciones entre propietarios y no-propietarios. El contacto práctico de unas fuerzas con otras a nivel mundial, puestas en contacto práctico con la producción (comprendida en ella la del espíritu) del mundo entero, capaces de adquirir la facultad de gozar de esta producción multiforme del globo entero, produce en cierto modo un efecto de desnaturalización del desposeimiento. Surge entonces la posibilidad de la emancipación. La potencia de cooperación se vuelve posibilidad de organización política. En el Manifiesto, sus autores escriben: La industria, en su desarrollo, no sólo acrecienta el número de proletarios, sino que los concentra en masas considerables […] Los obreros empiezan a formar coaliciones contra los burgueses y actúan en común para la defensa de sus salarios. Llegan hasta formar asociaciones permanentes para asegurarse los medios necesarios, en previsión de estos choques eventuales […] A veces los obreros triunfan; pero es un triunfo efímero. El verdadero resultado de sus luchas no es el éxito inmediato, sino la unión cada vez más extensa de los obreros. Esta unión es propiciada por el crecimiento de los medios de 205 K. Marx & F. Engels (1971: 36). 206 Op. cit., 36-37. 303 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx comunicación creados por la gran industria y que ponen en contacto a los obreros de diferentes localidades […] Esta organización del proletariado […] vuelve sin cesar a ser socavada por la competencia entre los propios obreros. Pero resurge […]. El progreso de la industria, del que la burguesía, incapaz de oponérsele, es agente involuntario, sustituye el aislamiento de los obreros, resultante de la competencia, por su unión revolucionaria mediante la asociación207. Tan pronto potencian y desarrollan la capacidad para organizarse políticamente, los obreros dejan de ser meros trabajadores, ocupan un espaciotiempo que no es el de la labor, tampoco el de descanso, ni menos el privado que les corresponde como miembros de una familia o como precarios consumidores; y ejercen un conjunto de capacidades que ya no están dispuestas para la productividad del capital. Se produce en consecuencia un espacio-tiempo común de desalienación, y en ese sentido de reformulación – mediante la reapropiación o uso de las fuerzas– de las relaciones establecidas entre hacer y hablar, desear y pensar. Temporalmente se ha producido por tanto el borramiento de la frontera entre aquellos que actúan y obedecen, y aquellos que miran y dirigen. La desalienación es pensada por Marx como una forma de apropiación, que es de por sí el uso o praxis de un común que trastorna la división de clases, de sus maneras admitidas de ser y de sus formas de acción. Esto en la medida en que la relación de propiedad es, para Marx, inmediatamente una relación de poder sustentada en la alienación de la riqueza. Alienación que, sin embargo, no sólo significa la separación de la riqueza, su proyección por encima o enfrente de la sociedad como un poder extraño e independiente, sino también una división en la distribución de lo sensible entre propietarios y nopropietarios, entre clase y no clase de la sociedad. La alienación de la riqueza, en otras palabras, es una división de las potencias subjetivas según el “buen reparto” (Rancière) en la relación de clase entre lo individual y lo colectivo, lo activo y lo pasivo, lo sensible y lo racional, lo natural y espiritual, etc. Desalienación en este sentido quiere decir para Marx, no recuperación de una unidad perdida, sino ruptura de la división de clases como determinado orden o régimen de lo sensible. Compartimos por tanto con Ranciére la idea de 207 K. Marx & F. Engels (2007a: 164-167). 304 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx que la emancipación social en Marx ha sido concebida al mismo tiempo como una emancipación estética, esto es, como una ruptura con las maneras de sentir, de ver y de pensar según las cuales se organizó la identidad obrera en el orden jerárquico industrial y dentro de la organización de las relaciones de propiedad. Pero no compartimos con él la idea de que esa solidaridad de lo social y lo estético en Marx –particularmente en el joven– estuvo sometida a la dialéctica de la dominación y de la liberación, que ligaba la primera a la alienación y la segunda a la restauración de una comunidad perdida. Desalienación y apropiación no quieren decir necesariamente –es decir bajo todo punto de vista– reconquista de una unidad desgarrada. Puede significar, por el contrario, liberación de un uso, una praxis, el acceso –que hace al sentido– de un común no apropiable. Desalienación puede significar apropiación de las condiciones de existencia –un lugar, un cuerpo, una actividad, una fuerza, unos instrumentos, una memoria, unas necesidades, etc.– que han sido expropiadas a través de la división de lo visible, lo pensable y lo posible; puede querer decir desmantelamiento de este “buen reparto” que ha hecho de la fuerza humana el puro instrumento o el objeto de una producción, de una historia, de un proceso, siempre de antemano deportada del uso o praxis de sí, siempre y solamente en el más allá de la sobrevivencia, del salario, del ahorro, de la pobreza, de la acumulación, de la felicidad prometida. En el Prólogo a Contribución a la crítica de la economía política (1859), Marx aclara que “las relaciones de propiedad”, dentro de las cuales se han movido hasta ahora “las fuerzas de producción materiales de la sociedad”, “sólo constituyen la expresión jurídica” de “las relaciones de producción existentes”. Unas y otras, son una misma cosa pero expresada en términos distintos208 . Esta aclaración es sumamente importante puesto que da cuenta del hecho de que la relación de producción es indiscernible del marco de la propiedad, dentro del cual –y sólo dentro de sus límites– las “fuerzas humanas” devienen “fuerzas productivas” dispuestas en un cierto orden de lo sensible. La contradicción, en consecuencia, que Marx describe entre, por un lado, el 208 Cfr. K. Marx (2003b: 5). 305 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx despliegue (Entfaltung) de las fuerzas sociales y, por otro, las formas de desarrollo dentro de las que se han movido hasta ahora, no es sino la contradicción que en un momento crítico se produce entre el devenir de las fuerzas humanas y el marco económico-político, estético-jurídico, que las contiene. ¿Significa eso un conflicto desatado entre lo informe de la potencia y la forma como determinado régimen de presentación? Pero la dicotomía entre forma e informe pertenece más bien a lo que podemos llamar la forma-marco de las relaciones modernas de producción. En El manifiesto sus autores escriben que todas las clases o estamentos que en el pasado lograron hacerse dominantes trataron de consolidar la situación adquirida sometiendo al conjunto de las fuerzas productivas sociales “a las condiciones de su modo de apropiación”209. Modernamente, “la condición esencial de la existencia y de la dominación de la clase burguesa es la acumulación de la riqueza en manos de particulares, la formación y el acrecentamiento del capital”210. Las condiciones del modo capitalista de apropiación son al mismo tiempo la condición esencial de existencia de la clase burguesa como “posición social” dominante. Son ellas las que constituyen actualmente la forma-marco de las relaciones de producción en tanto que determinada relación de propiedad. Esta relación es un determinado “modo de apropiación” en el que se articulan dos procesos que van en direcciones opuestas: el proceso de formación y acrecentamiento de Capital, es decir, de riqueza o fuerza social acumulada en manos de privados, y el proceso de trabajo necesario a través del cual es adquirida la suma de los medios de subsistencia indispensables al obrero para conservar su vida y para reproducir su fuerza laboral (dispuesta esta última tan sólo como un medio de incrementar el trabajo acumulado). Se trata del doble proceso como antagonismo entre el Capital y el trabajo asalariado. Este último, organizado como movimiento de la fuerza que crea Capital, es decir “la propiedad que explota al trabajo asalariado”211 . Aquel, desarrollado como la potencia “que no puede 209 Cfr. K. Marx & F. Engels (2007a: 166). 210 Op. cit., 167. 211 Ibid., 169. 306 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx acrecentarse sino a condición de producir nuevo trabajo asalariado, para volver a explotarlo”212. Por consiguiente, la relación del trabajador asalariado con la propiedad no es la de la posesión, dominio o soberanía, sino la del sometimiento a un poder que lo domina. De manera que sometido al imperio de este, lo que él produce cuando produce la propiedad no son más que las condiciones de su propia extorsión como fuerza productiva. Dentro de este marco, esa fuerza – como ya dijimos– se opone al Capital como una potencia desnuda, carente de toda forma de exteriorización, en consecuencia falto de toda realidad que no sea la de ese “modo de apropiación” en el que está enmarcada como una determinada relación de propiedad. Lo informe de la subjetividad desnuda de la labor se opone a las formas de su objetivación, pero se le opone dentro de la forma-marco del Capital. Es contra esta forma que se manifiesta el conflicto político, es decir, contra la relación misma de oposición entre lo informe y la forma que ella necesariamente involucra. En la medida en que se manifiesta políticamente, ese antagonismo implica una forma otra, que ya no es la de la propiedad (la cual –como hemos visto– no sólo es una relación económico-jurídica; ella comporta además una cierta antropología, la metafísica de una vida individual y unitaria, fundada en la propiedad de sí, en la que se funda a su vez toda otra propiedad). ¿Cuál es esa forma otra, esa otra manera de pensar la forma? Marx –no es difícil advertirlo– de ninguna manera es un pensador de lo informe o de lo irrepresentable. Pero no deja al mismo tiempo de ser un profundo crítico de las formas como presencias endurecidas, fijadas y separadas como universales. Para Marx toda forma es –como bien lo sostuvo Althusser– una relación compleja, sobredeterminada. No hay por tanto presencia pura y originaria. Ahora bien, esto no implica la mera ausencia de forma, sino la posibilidad de pensar la forma sin que esta remita necesariamente a forma invariante alguna y sin que sea clausurable en una forma dada. La forma como relación es forma 212 Ibid. 307 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx en devenir. Esta expresión –aunque no pertenece literalmente a Marx– nos permite pensar (tal como lo ha hecho Malabou en relación a Hegel213, pero que puede asimismo ser pensado en relación a Marx) la dimensión metamórfica del devenir, al mismo tiempo que nos posibilita pensar la metamorfosis desde el punto de vista, no de la forma o presencia, sino precisamente del devenir como movimiento no reducible a presencia o forma alguna. Marx –lo veremos inmediatamente– no sólo concibe los procesos de formación social, el devenir forma por el que una cosa tiene lugar (un cuerpo, un ser cualquiera, un hombre, un Estado o estructura económica), sino, más radicalmente, también concibe la forma misma como forma en devenir. El devenir de lo que viene a la presencia y que en ese movimiento de la venida deja venir lo que se presenta como una obra, o como una creación cualquiera, como un objeto o producto cualsea, y que al presentarse deviene, no obstante, otra cosa que presencia. Se trata de la forma que no tiene otro ser que el tomar forma: ser-en-devenir que es nuestra carencia originaria de forma, pero que es asimismo, y simultáneamente, nuestro tomar forma. La forma: artificio de presencia; ausencia originaria de presencia por la que debe ser siempre y cada vez producida la forma. En El manifiesto comunista Marx y Engels escriben que “todas las relaciones de propiedad han sufrido constantes cambios históricos, continuas transformaciones históricas”214 . Toda formación por tanto –una vez desaparecida– ha develado su condición esencialmente metamórfica, mutante. Allí reside su irredimible historicidad. ¿Es el comunismo una formación entre otras, una nueva relación de apropiación en la que unas formaciones sociales pasadas han cambiado y desaparecido por una nueva? ¿O más bien es la apropiación –sin forma definida– de la historicidad en cuanto tal? En Formas 213 En L’Avenir de Hegel, Malabou se propone desarrollar las consecuencias que implica la introducción del término plasticidad en la Fenomenología del Espíritu, a partir del reconocimiento en él de una estructura de transformación y de destrucción de la presencia y del presente; esto es, de un concepto que puede significar a la vez el cumplimiento de la presencia o forma y su deflagración, su surgimiento y explosión: “El nacimiento [en Hegel] conjuga disrupción y explosión. Proceso de formación y de disolución de la forma, la plasticidad, lugar de todos los nacimientos, debe ser pensada esencialmente como deflagración ontológica que libera la doble posibilidad de la aparición y de la aniquilación de la presencia”. Cfr. C. Malabou (1996: 249). 214 K. Marx & F. Engels (2007a: 169). 308 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx que preceden a la producción capitalista, Marx señala que si se despoja a la riqueza de su limitada forma burguesa, es decir, de toda forma histórica dada, la riqueza deja de ser propiedad privada o del Estado, propiedad de la comunidad o tribal, y queda liberada como la universalidad de las “necesidades”, “goces”, “fuerzas creadoras” de los individuos. ¿Qué es la riqueza –se pregunta Marx– sino la formación de las disposiciones creadoras de los hombres “sin otro presupuesto que el desarrollo histórico previo”, que ha devenido “plenitud total del desarrollo”, es decir “desarrollo de todas las fuerzas humanas en cuanto tales, no medidas con un patrón preestablecido? “¿Qué, sino una formación como resultado de la cual el hombre no se reproduce en su carácter determinado sino que produce su plenitud total? ¿Como resultado de la cual no busca permanecer como algo devenido sino que está en el movimiento absoluto del devenir (destacados son nuestros)?”215 La apropiación de la historicidad, es decir, la apropiación de acuerdo a la cual no hay forma que sea presupuesta, ya que más bien es la forma misma la que no tiene otro presupuesto que su propia historicidad, su propio devenir metamórfico; dicha apropiación, decimos, aparece, se presenta, en tanto que pleno desarrollo de las “fuerzas humanas”, sin medida o patrón, sin ley o valor de desarrollo, en consecuencia como desarrollo que se transforma en otra cosa que desarrollo. Cuya plenitud no se mide ya por presencia o forma devenida alguna. De manera que lo que produce el hombre, no sólo las cosas que produce, sino también él mismo, toda forma, incluso la producción “hombre”, está en el movimiento absoluto de la transformación. ¿Continúan siendo las fuerzas, en este movimiento metamórfico, fuerzas dispuestas dentro del marco de la productividad? ¿Siguen siendo las fuerzas del hombre fuerza de trabajo, o más bien se transforman en fuerzas humanas “en cuanto tales”, sin medida de productividad, sin patrón o ley que determine el uso productivo de los medios y la reserva de las fuerzas en relación a ese uso? En el libro tercero de El Capital, en el capítulo XLVIII, Marx escribe en un conocidísimo pasaje: 215 K. Marx (2004d: 84). 309 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx De hecho, el reino de la libertad sólo comienza allí donde cesa el trabajo determinado por la necesidad y la adecuación a finalidades exteriores; con arreglo a la naturaleza de las cosas, por consiguiente, está más allá de la esfera de la producción material propiamente dicha. Así como el salvaje debe bregar con la naturaleza para satisfacer sus necesidades, para conservar y reproducir su vida, también debe hacerlo el civilizado, y lo debe hacer en todas las formas de sociedad y bajo todos los modos de producción posibles. Con su desarrollo se amplía este reino de la necesidad natural, porque se amplían sus necesidades; pero al propio tiempo se amplían las fuerzas productivas que las satisfacen. La libertad en este terreno sólo puede consistir en que el hombre socializado, los productores asociados, regulen racionalmente ese metabolismo suyo con la naturaleza poniéndolo bajo su control colectivo, en vez de ser dominados por él como por un poder ciego […] Pero este siempre sigue siendo un reino de la necesidad. Allende el mismo empieza el desarrollo de las fuerzas humanas, considerado como un fin en sí mismo, el verdadero reino de la libertad216. Este es probablemente uno de los textos filosóficamente más contundentes de la obra de Marx. Son muchas las afirmaciones que llaman la atención de él. En 1847, en Miseria de la filosofía, Marx señala que “en el transcurso de su desarrollo, la clase obrera sustituirá la antigua sociedad civil por una asociación que excluya a las clases y su antagonismo”217. Sin embargo, no dice absolutamente nada acerca de cómo entender esa “asociación” carente de “un poder político propiamente dicho” que la presida. Ahora, en el pasaje de El Capital recién citado, aclara que se trata de una asociación de productores, que mediante la socialización de las fuerzas productivas han desarrollado la capacidad de regular racionalmente el metabolismo suyo con la naturaleza, poniéndolo bajo su control colectivo. Pero –he ahí el punto a destacar– esa “asociación” no se entiende aquí como equivalente de una sociedad comunista. En ella sigue tratándose del “reino de la necesidad” y de la libertad dentro de los límites de este reino. Vale decir: el marco continúa siendo el del gobierno o economía, aunque se trate ahora de un auto-gobierno. Por tanto, esa asociación sigue siendo entendida dentro de los límites modernos del cálculo o gestión racional de las fuerzas productivas en la relación de intercambio con la naturaleza. Sólo allende ese “reino de la necesidad” –dice Marx– comienza el “verdadero reino de la libertad”. Llama la atención que aquí Marx vuelve a 216 K. Marx (1991b: 1044). 217 K. Marx (1987: 121). 310 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx utilizar el término “desarrollo de las fuerzas humanas”, en lugar de “desarrollo de las fuerzas productivas” o de “fuerzas humanas de trabajo”. Como si reservara la categoría de fuerza productiva tan sólo para lo que llama “reino de la necesidad”. Pareciera que en el borde externo de los límites de este reino las fuerzas humanas se han liberado del marco mismo de la producción y se han transformado en lo que en 1858 Marx denominó “plenitud total del desarrollo” de las “capacidades creadoras” de los individuos. Pero hay otra cosa que igualmente sorprende del texto de Marx. Él representa un giro fundamental respecto a textos anteriores. Vimos que en La ideología alemana sus autores presentan como premisa de toda existencia humana y también, por tanto, de toda historia, la producción de los medios indispensables para la satisfacción de las necesidades de los hombres, o sea de lo necesario para que estos se hallen en condiciones de poder vivir218. Lo que quiere decir que en esos manuscritos Marx concibe eso que llamará “reino de la necesidad” como un dominio irreducible, que es coextensivo a la totalidad de las civilizaciones, independientemente de cuáles sean sus formas sociales y modos de producción. Y así como el salvaje debe lidiar con la naturaleza para satisfacer sus necesidades, para conservar y reproducir su vida, también debe hacerlo el civilizado, y lo debe hacer en todas las relaciones sociales y bajo todas las modalidades de producción posibles. El presupuesto universal que se instala allí es el de la “producción material”, entendida como relación de mediación del “metabolismo con la naturaleza”, más acá y más allá “de cualquier forma y carácter sociales”, como “mera existencia natural independiente de la sociedad y como exteriorización y confirmación vitales comunes al hombre”219. Presupuesto que dará pie a la afirmación –ya revisada por nosotros– del capítulo sexto inédito de El Capital: “El trabajo es una condición natural eterna de la existencia humana”220. Como eterna lo es, mutatis mutandi, la naturaleza en tanto que valor de uso. Que no haya más allá del trabajo significa también que no hay más allá de la 218 K. Marx (1971: 28). 219 K. Marx (1991b: 1039). 220 K. Marx (1990a: 29). 311 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx naturaleza concebida en tanto que poder externo con el que los hombres deben bregar, luchar cuerpo a cuerpo para poder dominar, someter y convertir en medio de satisfacción de unas necesidades más o menos extendidas. La historia, desde este punto de vista, representa el paulatino triunfo del hombre sobre la naturaleza y sobre todo poder externo que lo domina. Sin embargo, a la luz del texto que aparece en el tercer libro de El Capital, se puede sostener que una libertad entendida así, como dominio del hombre mediante el trabajo sobre la naturaleza, es una libertad todavía comprendida en los límites internos al reino de la necesidad. Allende este se liberaría un nuevo comienzo, en los márgenes de la libertad como “reino”, en el límite en que la metabolé se transforma ella misma, como un cambio del cambio en que la necesidad, el trabajo, el valor de uso, se metamorfosean en uso de las fuerzas, del “lado de allá” de la “producción material”. Lo anterior significa que Marx no sólo está pensando en un “trabajo liberado”, es decir, en una autogestión libre y socializada de la necesidad en la relación de intercambio orgánico con la naturaleza. Pareciera estar pensando más radicalmente en una liberación de la forma-trabajo por parte de una potencia humana no-productiva, abandonada a sí misma como su propio fin. Cuestión que nos reenvía ciertamente al problema planteado por Hamacher: la promesa del “reino de la libertad” puede ser la promesa del propio capital, cumplido finalmente como la sustancia del trabajo en tanto que causa sui, sustancia que se autoproduce y se autoreproduce como el verdadero sí mismo del hombre; o bien puede ser la promesa de una ruptura del trabajo con la producción, consigo mismo como generación de los medios de subsistencia, pero también consigo mismo como potencia autoteleológica. De tal suerte, que su liberación no sólo sería respecto a la necesidad, sino también “de sí mismo en tanto que necesidad incuestionable”221. La cuestión fundamental a nuestro juicio se juega en lo que entiende Marx por cese, “fin del trabajo determinado por la necesidad y la adecuación a finalidades exteriores”; qué entiende por la metamorfosis de este trabajo en un 221 W. Hamacher (2002: 212-213). 312 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx “desarrollo considerado como fin en sí mismo”. ¿En qué está pensando Marx cuando habla de fin del trabajo, en el doble sentido de “fin”? De acuerdo a la primera alternativa expuesta por Hamacher, el “reino de la libertad” no representa para Marx una salida fuera de la esfera y de la categoría del “trabajo”. Y así pareciera darlo a entender el propio Marx en Crítica del programa del partido obrero alemán (1875). Donde escribe que en “una fase superior de la sociedad comunista”, cuando haya desaparecido la avasallante sumisión de los individuos a la división del trabajo, y con ella, por tanto, el antagonismo entre el trabajo intelectual y el trabajo manual, el trabajo devendrá trabajo liberado, esto es, dejará de ser sólo un “medio de vida” y se convertirá “en la primera necesidad de la vida”222. El antagonismo, en consecuencia, se desata al interior de la esfera del trabajo entre el trabajo considerado como “medio” y el trabajo considerado como “fin”. Razón por la cual pasar del trabajo por necesidad al trabajo liberado, no libera –como diría Hamacher– de la necesidad del trabajo mismo. ¿Significa esto que la metamorfosis de la necesidad en libertad no es sino la necesidad universal del trabajo auto-finalizado, extendido a través de un generalizado devenir-laboriosa de la existencia social? Esta es, por cierto, la conclusión de una interpretación como la de Hannah Arendt223. Pero el “reino de la libertad” puede significar también potencia humana liberada a su propio uso inmanente, sin causa final que la determine. Reino sin reino, decíamos. Reino en el que el trabajo deviene otra cosa que trabajo. Surge entonces la pregunta: ¿En qué se transforma el trabajo ahí donde este se ha vuelto “la primera necesidad de la vida” (das erste Lebensbedürfnis), pero de una vida que ya no está determinada por la necesidad224? Pregunta a la que acompaña esta otra: ¿En qué se convierte la vida cuando ha dejado de tener por premisa incuestionable “la esfera de la producción material”, 222 K. Marx (1972: 33). 223 Cfr. H. Arendt (2007: 13-66). 224 Quizás esa necesidad de la que Marx habla a mediados de los setenta tenga que ver con lo que dice en el tercero de los Manuscritos del 44’, donde escribe: “Se ve cómo en lugar de la riqueza y la miseria de la Economía Política aparece el hombre rico y la rica necesidad humana. El hombre rico es, al mismo tiempo, el hombre necesitado de una totalidad de exteriorización vital humana”. Cfr. K. Marx (1968: 97). 313 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx concebida esta en tanto que medio de conservación y reproducción biológica de los individuos? Sabemos que no hay respuesta para estas interrogantes. Pero es justamente en su no-respuesta que ellas contienen la promesa abierta, anunciadora de un puro atopos; un futuro otro que el futuro de la metafísica, o del trabajo en tanto que “reino de la necesidad”. Aunque, por otro lado, ese nolugar no es una mera ausencia de forma o impresentable, sino más bien el afuera de las formas en devenir, la inmanencia de su puro estar en la absoluta transformación. 314 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx IV TECNOLOGÍAS DEL CAPITAL IV. 1. Nota preliminar sobre la técnica en Marx Al inicio de La filosofía de Marx, Étienne Balibar dice al lector que en su libro querría defender una tesis “un poco paradójica”: “independientemente – escribe– de lo que se haya pensado al respecto, no hay ni habrá jamás filosofía marxista; en cambio, la importancia de Marx para la filosofía es más grande que nunca”1. Vale decir: la gran importancia de su pensamiento no está en el hecho de haber sido el autor de la doctrina de organización de un movimiento social. Su relevancia filosófica, en otras palabras, no se debe a que fue el mentor del marxismo como nuevo sistema ligado a la “concepción del mundo” del movimiento socialista. No es aquí donde radica la grandeza2 de Marx; allí por el contrario reside la ilusión e impostura de una vieja creencia. La conclusión que dice: no hay ni habrá jamás filosofía marxista, significa que la potencia del pensamiento marxiano está precisamente en su carencia de una doctrina filosófica. “Paradójicamente –escribe Balibar–, esta conclusión negativa, lejos de anular o disminuir la importancia de Marx para la filosofía, le otorga una dimensión mucho más grande”3. La tesis de Balibar habla del sentido mismo del título de su libro, dirigiéndose a un lector que, perteneciendo a un tiempo distinto del que le tocó vivir a Marx, sin embargo está ahora quizás más que nunca en condiciones de compartir con este la inquietud de una serie de interrogantes que su pensamiento le plantea actualmente al discurso filosófico. La relevancia de una afirmación como esta, está en que de algún modo nos permite concluir que no es en una “filosofía de la praxis”, ni en una 1 E. Balibar (2000: 5). 2 Dos años más tarde de la publicación del libro de Balibar (originalmente publicado en 1993), alrededor de 1995, Deleuze preparaba un libro sobre Marx que pensaba titular La grandeza de Marx. Sólo un par de manos tuvo acceso al borrador. 3 E. Balibar, op. cit., 6. 315 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx “filosofía de la historia”, ni en una “filosofía del hombre” o “filosofía de la técnica” donde se halla la fuerza pensante de la obra de Marx. Historicidad, praxis, “tecnicidad originaria” del hombre, son por el contrario eso que en Marx da a pensar, en la medida misma en que ponen en cuestión la serie de presupuestos de la historia de la metafísica (acerca de lo humano, el arte y la naturaleza, el lenguaje, la cultura, etc.), incluida la marxista. En una entrevista con Bernard Stiegler, Derrida dice que el pensamiento de Marx está dividido “en una filosofía y otra cosa que una filosofía”, y por eso mismo está “trabajado por movimientos contradictorios”4. No hay por tanto una “filosofía de Marx”, sino un pensamiento filosófico habitado y reclamado por otra cosa, que se le opone y resiste; que lo divide, desajustándolo de las categorías metafísicas en las que él de algún modo aún se organiza. Esa “otra cosa que una filosofía” se refiere, según Derrida, a la capacidad de Marx para pensar –“sin duda mejor que cualquier otro en su época”– “la irreductibilidad de lo técnico en la ciencia, el lenguaje, la política, y hasta la irreductibilidad de los medios”5. Hasta cierto límite, como lo señala en Espectros, Marx es, sino el primero, “uno de los primeros pensadores de la técnica”6. A partir de aquí, y volviendo a la tesis de Balibar, podríamos sostener que es a eso otro de la filosofía a lo que está prometido el pensamiento de Marx. Como eso que, a su vez, no le puede ser completamente ajeno a la filosofía, pues la hace responder de lo otro, ante lo otro; la afecta contrariando sus presupuestos, desquiciándola y abriéndola a un pensamiento porvenir. Marx mismo contradicho por lo otro que él, lo otro que la filosofía en él. Marx más allá de Marx. Por esto mismo, no filosofía marxista, sino lecturas de Marx. Vimos que de acuerdo a una de estas lecturas eso otro que se promete en la filosofía de Marx, dividiéndola, abriéndola a lo porvenir, tiene que ver con lo que a su vez excede, escindiéndola, desquiciándola, la filosofía humanista. El hombre desbordado, desfondado, precipitado en sus presupuestos por un pensamiento que va a la raíz de lo humano. También comunidad de los 4 J. Derrida & B. Stiegler (1998: 156). 5 Ibid. 6 J. Derrida (2003: 190). 316 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx individuos que no se puede pensar ya –luego de haberse roto todo lazo comunitario– más que como comunidad producida, abierta y también prometida como praxis histórica de un común. Lo “otro” de la filosofía de Marx igualmente guarda relación con lo que el pensamiento contemporáneo ha llamado –a partir de la deconstrucción– “tecnicidad originaria”. Techné irreducible de lo humano y asimismo de su vida en común. Ahora bien, ¿es factible hablar de “tecnicidad originaria” en Marx? Arthur Bradley ha planteado en un libro reciente que es posible reconocer el desarrollo de una teoría de la tecnicidad originaria, que en cierta medida comienza con Marx –“el primer pensador de la técnica”– y que alcanza su expresión definitiva con Derrida. Así, pues, según él, “la crítica radical que el materialismo histórico propone al concepto aristotélico de techné como prótesis esencialmente inerte, neutral, sobrevive hasta llegar a la deconstrucción”. “Para Marx –escribe Bradley–, nosotros no podemos oponer simplemente lo humano a la técnica al modo como Aristóteles opuso la causa eficiente a la prótesis”7. Es en la crítica de dicha oposición donde la deconstrucción de alguna forma encuentra su “piedra de toque”8. La imposibilidad de oponerlos simplemente está, según Bradley, contenida en lo que Marx define conocidamente en El Capital como “proceso de labor”, y que no es otra cosa que una originaria interfaz entre humanidad y tecnología donde cada una inventa y constituye a la otra a través del tiempo. Bradley no hace, en este sentido, sino retomar la tesis de Bernard Stiegler, según la cual la relación del hombre con lo protético es concebida por el autor de El Capital como una relación “co-constituyente”, donde ninguno de los dos términos subsiste al otro. Marx, según Stiegler, –en parte como resultado del desarrollo industrial que viene a conmocionar tanto el orden del saber como la organización social– “esboza un nuevo punto de vista” acerca de la técnica, que rompe en gran medida con la visión tradicional para la que el producto protético no tiene en sí mismo el principio de su movimiento, sino que lo tiene en otro. Apoyándose en algunos textos como el Libro II de la Física o la 7 Arthur Bradley (2011: 16). 8 Ibid. 317 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx Ética Nicomáquea de Aristóteles, así como en la biología moderna de Lamarck, Stiegler escribe: El análisis de la técnica en términos de fines y medios se refiere a la teoría de las causas material, final, formal y eficiente. [Según] la interpretación tradicional de las cuatro causas […] el producto técnico no es un ser natural, no tiene su causa final en sí mismo. La causa final, que aparece como exterior al producto, está situada en el productor que, al tiempo que es una causa eficiente, se transforma en portador de la causa final, dotado del fin, al no ser el objeto más que el medio9. Reconsiderando la lectura heideggeriana de Aristóteles, principalmente de la Física, Stiegler advierte que en la visión antigua el hombre, en tanto que causa eficiente, es portador de la causa final pero no se identifica con esta. “Y eso significa –escribe– que la causa final no es el operador eficiente sino el ser como crecimiento y despliegue: physis y ser son sinónimos, el despliegue de la physis es verdad del ser en tanto que crecimiento y producción (póiesis)”10. Por lo tanto, la techné como póiesis está sometida a la causa final que es physis. Vale decir: el análisis de la producción protética en términos de fines y medios no ha caído aún –como en la visión moderna– en la concepción antropológica de la técnica, en la que se confunden causa eficiente y causa final. Sólo con ella –y no antes– se termina por consolidar una interpretación meramente instrumental de la técnica al servicio del dominio de la naturaleza. Esta pasa a ser la materia que recibe accidentalmente la marca de la actividad vital humana, y el ente técnico pasa a pertenecer esencialmente a la mecánica, “testimoniando sin más el comportamiento vital del que él no es más que una huella desprovista de espesor”11. Pero con el desarrollo de la gran industria el hombre –que antes “era portador de herramienta”– ve “profundamente alterada” “su relación con el objeto técnico”12. “El hombre de la edad industrial –escribe Stiegler– es él mismo dependiente del sistema técnico –que como sistema ha dejado de ser un simple medio–, y lo sirve más que se sirve de él; el hombre es él mismo el 9 B. Stiegler (2002: 24). 10 Op. cit., 25. 11 Ibid., 14. 12 Ibid., 44. 318 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx subalterno, el auxiliar, incluso el medio de la técnica como sistema”13. Atento a este nuevo fenómeno, es decir, a la técnica como sistema y no como medio, Marx habría sido el primero en enunciar la posibilidad de una “teoría de la evolución” en términos de algo así como una “tecnogénesis”, o “una historia crítica de la tecnología”, en relación co-originaria con la “antropogénesis”14. De tal manera, que él habría esbozado la posibilidad de un análisis “de la dinámica técnica”, no reducible ni a la mecánica, ni a la biología, ni a la antropología, donde por el contrario cada uno de estos elementos son partes agenciadas de una potencia protética. Es sólo a partir de un tal análisis teórico que se abre la vía para poder pensar –dice Stiegler– la idea de una “tecnicidad originaria”15. Aunque Marx sólo la habría esbozado sin ir al fondo de la misma. Stiegler, y luego Bradley, creen que –pese a todo– un “humanismo residual”16 se adhirió al pensamiento marxiano de la técnica. Retomando la idea – desarrollada por Daniel Bensaïd en Marx intempestivo, especialmente en el capítulo que lo abre, “Una nueva escritura de la historia”17– de que “la filosofía de Marx es toda ella y primordialmente una filosofía del tiempo”18, Stiegler – contra lo que piensa Bensaïd– sostiene en una nota que “la técnica en Marx finalmente sigue siendo concebida como un medio de producción en la medida en que la comprensión metafísica del tiempo, que no se cuestiona, domina todavía este pensamiento de la técnica”19. Si Bensaïd aprecia que lo que hay en Marx es el pensamiento de unas “temporalidades desacordes”20, asociado a un pensamiento otro de la ciencia21, y a otra interpretación de la relación entre técnica y naturaleza22, Stiegler, por su parte, cree que el filósofo alemán –pese a su denuncia de toda “teleología destinal”– sigue pensando las herramientas 13 Ibid., 46. 14 Ibid., 49. 15 Ibid., 35. 16 A. Bradley (2011: 22). 17 Véase D. Bensaïd (2003: 29-71). 18 B. Stiegler (2004: 139). 19 Op. cit., 205 (nota 11). 20 D. Bensaïd (2003: 49). 21 Cfr. Op. cit, 301-351. 22 Cfr. Ibid., 455-522. 319 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx de trabajo “bajo la categoría de los medios de producción”, siendo, por esto mismo, incapaz de analizarlas convenientemente como “soportes protéticos de la memoria”23. Vale decir: “aunque los Grundrisse piensan la máquina como exteriorización de los saberes”, su autor no puede, sin embargo, pensar el “proceso de exteriorización” como proceso de temporalización técnica. Lo que equivale a decir que en Marx el esbozo de “una teoría de la evolución técnica” continúa siendo una teoría de la técnica en el tiempo, imposibilitada por esta razón de comprender lo protético como lo que “constituye propiamente el tiempo”24, es decir, la forma misma de la subjetividad. Bradley refiere justamente aquella nota de Stiegler. En el momento en que lo hace se pregunta si el más claro indicio de la inhabilidad de Marx para pensar la técnica de otro modo que como medio diferenciado del hombre no se encuentra tal vez en su crítica del estadio maquinal del capital, tal cual es expuesta en los Grundrisse, donde se sigue apelando a un “sujeto humano colectivo”, aparentemente “pre-tecnológico”, que modernamente ha sido alienado a partir de la subsunción formal del trabajo bajo el proceso de su industrialización, pero que comporta a su vez la potencia de una liberación posible. De lo que se trataría, en este sentido, es de la restitución de la máquina a su lugar subordinado como instrumento humano de producción de sí mismo y de su mundo25. Las observaciones de Stiegler y Bradley replantean de alguna forma lo que en los setenta dijeran Deleuze y Guattari en El Anti-Edipo sobre la oscuridad de las tesis de Marx en lo concerniente a las fuerzas productivas y las relaciones de producción. Este pareciera –escriben ellos– “haber proyectado una línea evolutiva abstracta que se considera que representa la relación aislada del hombre y la Naturaleza, en la que se capta a la máquina a partir de la herramienta y la herramienta en función del organismo y de sus necesidades”26. Entonces es forzoso que los regímenes maquínicos parezcan 23 B. Stiegler (2004: 140). 24 B. Stiegler (2002: 49). 25 Cfr. A. Bradley (2011: 22). 26 Cfr. G. Deleuze & F. Guattari (1985: 409). 320 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx exteriores a la vida de los hombres y a sus relaciones de producción. Un esquema clásico, biológico y evolutivo, inspirado por la herramienta como medio, sigue de algún modo operando en este pensamiento: “la herramienta prolongación y proyección de lo viviente, operación instrumental por la que el hombre se libera progresivamente, evolución de la herramienta a la máquina, cambio en el que la máquina se vuelve cada vez más independiente del hombre….”27. El resto es historia conocida. Este esquema –sostienen Deleuze y Guattari– es “humanista y abstracto”, aísla las fuerzas productivas de las condiciones sociales de su ejercicio al invocar una “dimensión hombrenaturaleza común a todas las formas sociales”. Marx, en efecto, había escrito: Herramientas simples, acumulación de herramientas, herramientas compuestas, puesta en movimiento de una herramienta compuesta por un solo motor manual, el hombre; puesta en movimiento de estos instrumentos por las fuerzas naturales; máquina; sistema de máquinas con un solo motor; sistema de máquinas con un autómata por motor: he aquí la evolución de las máquinas28. Es esta visión “humanista” de la técnica la que para estos autores orientará la crítica marxiana de la máquina en la era de la gran industria. Stiegler, y antes Deleuze y Guattari, pero también Toni Negri29 y Paolo Virno30, por nombrar a algunos de los autores más populares, así también Bradley, muestran que en los Grundrisse el sistema de las máquinas, esto es, la exteriorización protética del intelecto social, se presenta fundamentalmente como “capacidad científica objetivada”, y en este sentido como capital social fijo vuelto contra la existencia vital de las fuerzas productivas del hombre. Lo percibido por Marx es que de hecho –como lo dice él– la unidad colectiva en la cooperación, la combinación en la división del trabajo, el empleo de las fuerzas naturales y de las ciencias, de los productos de los trabajos como maquinaria, todo esto se contrapone a los obreros individuales autónomamente, como un ente ajeno, objetivo, preexistente a ellos. 27 Op. cit., 396. 28 K. Marx (1987: 92). 29 Véase T. Negri (2004: 193-217). 30 Véase P. Virno (2003a: 62-67). 321 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx Reaparece, por tanto, como las distintas modulaciones de una misma cuestión, lo que expone Derrida en Espectros de Marx. Tanto en los autores antes mencionados como en este último, podemos reconocer un cuestionamiento al presupuesto metafísico del ser vivo como presencia a sí, inverso a la espectralidad del mundo mistificado por el capital. Así, pues, cuando sostiene que Marx no cuestiona la concepción metafísica del tiempo, Stiegler insiste en lo que Derrida ya había leído en Espectros: en la interpretación marxiana del tiempo impera aún, al menos en uno de sus espíritus, una ontología de la presencia como sistema que organiza la serie de oposiciones entre lo vivo y lo muerto, entre el tiempo cualificado de la fuerza viva de trabajo y el tiempo abstracto del trabajo en general, entre el pasado automatizado, esto es, la máquina del Capital como la fuerza encarnada de la labor, que apresa a los vivos, y la actividad de estos en el tiempo como presente viviente, “presentemente presente”. En Miseria de la filosofía (1847) Marx, anticipando lo que desarrollará más tarde en El Capital (1867), escribe: El hecho de que sólo sirva de medida del valor la cantidad de trabajo independientemente de la calidad […] supone que los diferentes trabajos han sido nivelados por la subordinación del hombre a la máquina o por la división extrema del trabajo; que los hombres desaparecen ante el trabajo; que el péndulo del reloj ha pasado a ser la medida exacta de la actividad relativa de dos obreros como lo es de la velocidad de dos locomotoras. Por eso, no hay que decir que una hora de trabajo de un hombre vale tanto como una hora de otro hombre, sino más bien que un hombre en una hora vale tanto como otro hombre en una hora. El tiempo lo es todo, el hombre ya no es nada; es, a lo sumo, la encarnación del tiempo [die Verkörperung der Zeit]. Ya no se trata de la calidad. La cantidad lo decide todo [Die Quantität allein entscheidet alles]: hora por hora, acto por acto; pero esta nivelación del trabajo no es obra de la justicia eterna [ewiger Gerechtigkeit] de Proudhon, sino simplemente un hecho de la industria moderna31. Die Quantität allein entscheidet alles, la cantidad lo decide todo, escribe Marx. Tal es, en última instancia, el estado de cosas en la industria moderna (Das ist in letzter Instanz der Stand der Dinge in der modernen Industrie). En la fábrica, el tiempo de “trabajo automático”, Maschinenarbeit, es asimismo el tiempo de la igualación de las diversas actividades; de la nivelación de las diferencias en la labor de los obreros según una misma medida cuantitativa. El 31 K. Marx (1987: 21). 322 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx concepto de tiempo en Marx es, en este sentido, indiscernible de su concepción de la técnica. Y es que para él la máquina no designa otra cosa que la inmanencia del trabajo en el cuerpo del Capital, es decir, la subsunción del hombre y la herramienta como piezas u órganos de una instancia automatizada que los maquina y los distribuye sobre ese cuerpo. Nivelada por su subordinación a la máquina, la actividad del hombre es indiferenciada como puro gasto de fuerza productiva, cuya única realidad es la de una cierta magnitud de tiempo. Es, en otras palabras, por su proceso de automatización que el trabajo deviene a su vez una actividad mensurable según unidades temporales homogéneas y lineales. Según la tesis de Stiegler, es precisamente porque no fue capaz de elaborar un concepto otro de tiempo que Marx estuvo inhabilitado para pensar la técnica de otro modo que no sea en términos metafísicos. Un humanismo se filtra a través de las rendijas del análisis marxiano del valor. Respecto de esto último, Stiegler va –lo dijimos– en la línea de lo que dice Derrida. Para uno y otro, en el centro de la división que Marx establece entre el valor de cambio y el valor de uso, lo que se juega es la cuestión de la técnica y, con ella y su espectralidad, el tiempo. Si la cuestión del fetichismo, como la de la ideología, está –según Derrida– en el meollo del debate sobre la espectralidad, la incapacidad de Marx –según Stiegler– para acoger en su pensamiento lo fantasmal –inhabilidad que se manifiesta en el carácter de su crítica del fetichismo y la ideología32– es al mismo tiempo, de manera indisociable, su incapacidad para pensar la técnica como tecnicidad originaria. Y es que la técnica para Stiegler da el tiempo, como tiempo diferido, como différance o traza, o espectro; como temporalización o estructura de la aparición y de la iterabilidad de todo acontecimiento. 32 El carácter de esta crítica lo expresa Derrida en los términos siguientes: “[Marx] comparte con todos los filósofos y tal vez con todos los hombres de ciencia lo que no sé si atreverme a llamar una creencia, pero en todo caso sí el axioma a la vez ingenuo y de sentido común de que el fantasma no existe. No debe existir, por lo tanto hay que desembarazarse de él, por lo tanto hay que terminar con él […] (la cuestión del fetichismo, como la de la ideología, está en el centro de ese debate sobre la espectralidad). Todo esto actúa desde un punto en que Marx recuerda que el fundamento último sigue siendo la experiencia viviente, la producción viviente que debe borrar toda huella de espectralidad. En última instancia hay que referirse a una zona en la que la espectralidad no es nada. Por consiguiente, me parece que Marx contradice o limita el movimiento que habría debido llevarlo a apreciar la importancia de la tecnicidad, de la iterabilidad, de todo lo que hace irreducible la espectralidad”. Cfr. J. Derrida (1998: 157). 323 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx Ahora bien, la expresión que dice que Marx habría sido le premier penseur de la technique es del filósofo griego Kostas Axelos. Bradley, quien retoma literalmente la frase, nos recuerda a su vez que ella concuerda con la expresión utilizada por Derrida en Espectros: one of the first thinkers of technics, “uno de los primeros pensadores de la técnica”. Asimismo, Stiegler escribe: “Marx es ante todo quien piensa por primera vez filosóficamente la técnica”33. En 1961 Kostas Axelos escribe, precisamente, Marx penseur de la technique. Texto que presenta la peculiaridad de leer a Marx a partir de una matriz heideggeriana, desde la cual el autor organiza la totalidad del corpus escritural marxiano en torno a un solo asunto: el de la relación de la técnica con el destino de la metafísica. Es en la perspectiva de interrogar la cuestión de la técnica en el pensamiento de Marx que dicha lectura despierta un especial interés para los autores antes mencionados. Por esta razón, se hace necesario detenerse en la principal tesis del libro de Axelos, en el desarrollo de esta y en las consecuencias que de él es posible extraer. Marx –según sostiene Axelos en sus conclusiones– “niega precisamente toda ontología y toda metafísica, aunque no pueda desembarazarse de una cierta ‘ontología’ implícita ni llegue a negar la metafísica sino realizándola – ¿metafísicamente?– en la técnica”34. Sin embargo, lo que aquí tiene el carácter de una interrogante posee en el corazón del libro el carácter más bien de una tesis: el pensamiento de Marx, inscrito en la historia de la metafísica, no la rebasa más que a través de su cumplimiento en la verdad realizada de lo que hasta ahora era “el secreto de las fuerzas motrices de la historia”, a saber, “la técnica productiva” como fundamento develado del ser de los hombres35. Superación y negación dialéctica de la metafísica, por una parte, puesto que la técnica del porvenir habrá superado la automatización y el atomismo (por ende las formas de alienación que están implicadas en toda idealización metafísica e ideológica) gracias a su desarrollo integral, el que permitirá a los hombres 33 B. Stiegler (2004: 205). 34 K. Axelos (1969: 263). 35 Op. cit., 268. 324 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx desarrollar íntegramente sus fuerzas esenciales, su energía. “La gran técnica – escribe– de los tiempos futuros será el contraveneno que nos curará de los males de la técnica subdesarrollada y, por tanto, alienante”36. Pero, por otra parte, realización metafísica de la metafísica que se quiere negar, ya que dicho desarrollo integral de las fuerzas esenciales del hombre sólo es posible mediante el reemplazo de la filosofía “por la ciencia técnica y la técnica científica, que persiguen sus propios fines”37. Ciencia que, lejos de estar al margen de todo fundamento metafísico, descansa por el contrario –como fundamento impensado por Marx– en la metafísica de la subjetividad moderna. La filosofía que se suprimirá para realizarse se llevará a cabo en “el mundo del naturalismo humanista”, en la sociedad comunista, que “lleva a su apoteosis el reinado del sujeto objetivo –es decir de la voluntad práctica y transformadora– que produce y consume objetos”, una vez que “todo lo que es se ha convertido en práctico y material”38. Axelos, en efecto, escribe: El sujeto absolutamente productivo, los sujetos que se abandonan a la praxis social total constituyen el fundamento metafísico del marxismo y de la técnica planetaria, en el curso de la cual todo lo que es aparece cada vez más como un producto, como el resultado de una producción; el mundo mismo no es más que aquello que se descubre a través de la actividad humana […] el pensamiento de Marx consuma un movimiento y sigue estando afectado e infectado por aquello mismo que radicalmente niega39. ¿Cuál es ese movimiento que supuestamente viene a consumar Marx como “el despliegue ilimitado de la voluntad de poder, de la ratio, y de la conciencia del hombre, que se transmutan en ciencia, en técnica y en actividad productiva”? Ese movimiento es el de la historia de la metafísica, que Axelos divide en tres grandes épocas: el pensamiento griego, la tradición judeocristiana y el pensamiento europeo y moderno. 36 Ibid. 37 Ibid., 258. 38 Ibid., 253. 39 Ibid., 250. 325 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx En la primera fase de este movimiento el mundo es interpretado como la unidad de la totalidad, como “physis iluminada por el Logos, Logos que anima el lenguaje y el pensamiento de los mortales”40. En la segunda, el mundo ha dejado de ser unidad de la physis, es ahora Creación ex nihilo, es decir es la totalidad sacada de la Nada por el acto creador de Dios, el ser por excelencia. “Toda la creación y todas las criaturas permanecen subordinadas al Creador; este mundo no es más que una etapa pasajera que debe conducir al otro mundo, el verdadero”41. Por último, en la tercera, se instituye el ego del sujeto humano en tanto que res cogitans, opuesto al mundo (objetivo) de la res extensa. “La representación y la ratio, la conciencia y la ciencia fundan la posibilidad de la aprehensión del mundo infinito y emprenden la ruta en cuyo curso desplegará velas la voluntad de poder de la conciencia, de la ciencia y de la técnica”42. Según Axelos, en el pensamiento moderno el hombre es ese sujeto (casi absoluto) que, en conexión con los demás hombres, la Sociedad, pone en movimiento “las terribles potencias de la técnica, empeñada en el combate contra la naturaleza y destinada a ser la palanca que pondrá en movimiento la totalidad del planeta”. De esta historia forma parte la filosofía de Marx. Esta es la que, finalmente, lleva a su extremo el proceso de “movilización total” en que se consuma la metafísica como dominio planetario de la Técnica. Las tres fases del pensamiento occidental se resumen en dos modos históricos de relacionarse el hombre a la técnica. En una primera fase, el hombre “es un ser de la physis” o de la creación divina, que obedece al ritmo cósmico y que está asido por un orden natural o providencial que él mismo no ha creado. Empleando “una techné coesencial a la physis”, los humanos no se constituyen nunca en dueños del Cosmos; sus obras no pretenden en modo alguno “transgredir el orden cósmico”. 40 Ibid., 11. 41 Ibid. 42 Ibid., 10. 326 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx En una segunda fase, aquella que constituye la metafísica moderna, la técnica es, a la inversa, creación del movimiento cósmico mismo e impugnación del orden establecido de lo existente. Dentro de este cuadro interpretativo, se vuelve claro en qué sentido Marx es entendido por Axelos como la culminación de la metafísica moderna: a través de la persecución de unos fines prácticos (la satisfacción plenaria de las necesidades reales de los hombres, móviles de la acción) con medios prácticos (la técnica total y planetaria, la movilización de todas las fuerzas productivas) es la subjetividad humana socializada la que se impone, esta vez como el movimiento de desarrollo de la actividad técnica “que marcha hacia la apropiación total y práctica de todo lo que existe realmente”43. El humanismo marxiano, cuya dimensión metafísica es desconocida por el propio Marx44, es para Axelos la generalización del poder del ego del hombre, que se convierte aquí en el fundamento de todo lo que es, en dueño del planeta; en sujeto que “señorea la totalidad por medios prácticos, consciente de lo que hace y sin zozobrar en la falibilidad”45. “Una gran época de la metafísica occidental – griega, judeo-cristiana y moderna– se acaba con Marx”46. Prolongando su historia, y principalmente su tercer período, el pensamiento europeo y occidental, la filosofía marxiana de la subjetividad pensante y actuante quiere rebasar radicalmente la filosofía, pero bajo esta voluntad no hace sino universalizar la subjetividad humana, puesto que ella ve todo lo que es desde el ángulo de la objetividad y de la realidad como un producto actualizado “de la actividad práctica y realizadora (Wirkung, Aktion, Praxis, Verwirklichung) del hombre”47. Una vez que ha suprimido todas las alienaciones materiales e ideológicas, el hombre debe llegar a expresar su ser (natural, humano y social) “imprimiendo a todo lo que es las señales de su praxis técnica”. 43 Ibid., 245. 44 Ibid., 206. 45 Ibid., 47. 46 Ibid., 224. 47 Ibid., 225. 327 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx El acabamiento de la metafísica occidental coincide así –según la lectura de Axelos– con la generalización de la metafísica del hombre como voluntad de poder y dominio técnico de la totalidad de lo que es. En nombre del “naturalismo realizado y consumado”, la naturaleza está destinada a dejar de ser tal para convertirse únicamente en producto de la técnica humana. La “resurrección de la naturaleza” en Marx significa por tanto supresión total de la naturaleza, “tecnicización completa de lo que es ‘natural’”48. Vittorio Morfino ha hecho notar que hay una unidad esencial que, según Axelos, sostiene la totalidad de los escritos de Marx, más allá de su evidente diversidad. Ella está contenida en el subtítulo mismo de la obra de Axelos: De la alienación del hombre a la conquista del mundo (subtítulo que no aparece en la edición castellana). La unidad está dada por el concepto de alienación, situado por Axelos en el centro del pensamiento marxiano. Es desde el punto de vista de ese concepto que el movimiento de desalienación del hombre es presentado como el sentido de la historia hacia “el despliegue desalienado y total del poder de la técnica”49. Axelos deja ver, de este modo, la clave de su interpretación: para “comprender filosóficamente los presupuestos metafísicos del pensamiento de Marx” es necesario, en primer lugar, situarlo “en el horizonte histórico y mundial del pensamiento”. Esto en la medida en que su filosofía es la desembocadura de la historia de la metafísica, en relación a la cual ella constituye un momento enteramente peculiar. Situado allí, ha de comprenderse, en segundo lugar, “el eje central del pensamiento de Marx”: este está dado justamente por el concepto de alienación. A partir de aquí es posible, según Axelos, comprender la peculiar relación del “materialismo histórico” con el todo de la historia del pensamiento occidental. Escribe: Marx es ante todo un técnico del análisis de la alienación que acompaña al esplendor de la técnica; quiere ser también técnico de la desalienación y de la transformación de la historia mundial. La técnica, que constituye el secreto de la época moderna y toma diversos aspectos, opera también en la obra de Marx, y el esfuerzo de este sólo apunta a un despliegue desalienado y total del poder de la técnica50. 48 Ibid., 224. 49 Ibid., 20. Cfr. V. Morfino (2006: 48). 50 K. Axelos (1969: 20). 328 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx Nos topamos una vez más, por consiguiente, con el concepto de alienación enlazado a un pensamiento “humanista”. Este perseguiría como su telos el (re-)encuentro del sentido original de la esencia de lo humano a través del proceso de desalienación técnica. Axelos dice: “Marx forja su perspectiva de la desalienación total partiendo de una interpretación metafísica de la verdadera naturaleza del hombre”51. ¿Cuál sería esta interpretación? La de la esencia del hombre como “voluntad”. Sobre la base de una matriz heideggeriana, el autor griego afirma que la filosofía se habría cumplido en su raíz, negativamente hablando, en cuanto sustitución-transformación planetaria de lo ente en total en signos manipulables técnicamente, estructurados y clasificados mediante el lenguaje de la Técnica, que se ha impuesto por la violencia de una movilización total que lo subsume todo en la lógica del hacer productivo; lógica que está regida a su vez por la brutal exasperación de la “voluntad de voluntad”, la voluntad de poder52. Dos son los puntos que, respecto a lo anterior, quisiera destacar. Primero: la sorprendente proximidad entre la tesis de Axelos y la de Agamben, tal cual es expuesta en su primer libro –ya referido– El hombre sin contenido (1970). Ambos, ciertamente, comparten una misma matriz en su interpretación del pensamiento de Marx. Desde ella, los dos autores enlazan la filosofía marxiana con el devenir de la metafísica, como historia que desemboca en el primado de la voluntad, a través de la interpretación de la praxis como impulso de un obrar mediante el cual el ser vivo se produce a sí mismo y se asegura el dominio de la tierra. Según Agamben, en efecto, a lo largo de la modernidad la póiesis terminó siendo eclipsada por la praxis, al punto de que esta –con la economía política– llegó a ser identificada con la “actividad productiva”, al 51 Ibid., 208. 52 A propósito de esta “voluntad de voluntad”, Axelos escribe hacia el final de su libro: “Hay en Marx lo que nadie se atrevió a ver: una extraordinaria pasión de la nada, una voluntad desatada de rebasamiento. Todo el propósito de Marx se concentra en este punto: suprimir, aniquilar, negar. Se propone la supresión de todo lo que es, el aniquilamiento de todo lo que existe, puesto que lleva una existencia alienante y alienada, el rabasamiento de todas las trabas que allane el camino a la praxis y a la técnica venideras […] A través del movimiento comunista, el porvenir tiene la palabra, y el comunismo mismo será suprimido, aniquilado y rebasado en el proceso de su realización […] Forma avanzada de un grandioso nihilismo, de un nihilismo planetario, la visión marxiana interpreta (por vía de consecuencia) la técnica planetaria como la única palanca que puede poner en movimiento el mundo, ese astro errante”. Ibid., 266. 329 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx mismo tiempo que esta actividad devino el puro proceso de trabajo del hombre como animal laborans. Al igual que Axelos, Agamben piensa que “Marx no ha considerado la esencia de la producción más allá del horizonte de la metafísica moderna”53. Es decir, al haber interpretado todo “hacer” como “actividad productora concreta”, y a esta a partir de la labor, Marx sitúa como fundamento de la “fuerza de trabajo” (Arbeitskraft) la naturalidad misma del hombre entendido como “ser natural activo”, esto es, dotado de voluntad o “impulso vital” práctico. Posicionada bajo la óptica de una interpretación heideggerianoarendtiana, la tesis de Agamben presupone –del mismo modo que la de Axelos– una continuidad en la obra de Marx. Entre “fuerza de trabajo”, tal como será elaborada conceptualmente por el filósofo alemán hacia fines de los cuarenta, y “esencia genérica” (Gattungswesen), tal cual es concebida en los Manuscritos de París, no hay en la perspectiva de Agamben y Axelos más que la secuencia conceptual de un solo pensamiento unitario. También para Axelos un único pensamiento domina, a pesar de su heterogeneidad, todos los escritos de Marx: “Un pensamiento unitario – escribe– inspira y domina de un extremo a otro todos estos textos, en los que el desarrollo de los múltiples temas vela la unidad que los sostiene”54. La unidad de este pensamiento en el que se sostiene –según Axelos– la totalidad de la obra de Marx se identifica con lo que Agamben llama “metafísica de la voluntad”, cuyo proyecto es el dominio del mundo por y para el hombre, entendido este como viviente que trabaja. Se trata –en palabras de Axelos– de aquella filosofía que desemboca “en la previsión técnica de la reconciliación universal, reconciliación del hombre con la Naturaleza y su naturaleza: conquista del mundo por y para el hombre, despliegue ilimitado de las fuerzas de la técnica”55. 53 G. Agamben (1998: 138). 54 K. Axelos (1969: 7). 55 Op. cit., 8. 330 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx Pero hay otra cosa que vincula a ambos autores. Para uno y otro los conceptos de alienación y desalienación ocupan un lugar central en el pensamiento marxiano. Morfino ha sostenido que una interpretación de este género para un lector de Marx de principios del Novecientos es, a lo menos, sorprendente. En aquellos años este es conocido más bien por la concepción materialista de la historia y por los análisis económicos del capitalismo, o bien, como dirigente del movimiento obrero internacional. Morfino se pregunta: “¿Qué cosa ha ocurrido entonces entre la mirada del lector de inicio del Novecientos y la mirada de Axelos?”56. A lo que responde: entremedio lo que ha acontecido es la publicación de los Manuscritos del 44’ y de La ideología alemana. Una vez publicados, Axelos primero, luego Agamben (con una diferencia de nueve años), encuentran en ellos, principalmente en los Manuscritos, la clave hermenéutica privilegiada para el reconocimiento de una filosofía en Marx. Según Axelos, los Manuscritos del 44’ tienen una “importancia particular”, por el hecho de que “expresan el pensamiento global de Marx”57; “libro de génesis de la teoría y piedra de toque del pensamiento de Marx”58. No menor centralidad tendrán en el capítulo octavo de El hombre sin contenido. Sobre la base de ese libro de Marx, publicado póstumamente en 1932, tanto Axelos como Agamben ven una continuidad en la obra marxiana, dada por el eje central de la “metafísica de la voluntad”, cuyos conceptos fundamentales son los de la alienación y desalienación de la naturaleza del hombre. En el polo opuesto –como vimos– se sitúa la tesis althusseriana. Althusser no ve una continuidad sino un corte entre los escritos de juventud de Marx y los textos posteriores. Los Manuscritos del 44’, en este sentido, no ofrecen para él la clave de interpretación de la totalidad del pensamiento marxiano, la piedra de toque desde la cual es posible reconocer una unidad en su obra. Que haya “corte” y no continuidad, significaba, en esos mismos años 56 V. Morfino (2006: 48-49). 57 Cfr. K. Axelos (1969: 43). 58 Ibid., 24. 331 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx en que Axelos publica su libro, un desmontaje de cada una de las hipótesis del humanismo: a) La hipótesis del concepto alienación como categoría fundamental de la filosofía de Marx. Este sería más bien un concepto feuerbachiano y no marxista. b) La hipótesis del hombre como sujeto de la historia. El hombre no es ese sujeto o voluntad que pone en movimiento “las terribles potencias de la técnica”, destinada a “ser la palanca que pondrá en movimiento la totalidad del planeta”. c) La hipótesis de la inversión metafísica. La inversión en Marx no permanece dentro del terreno de la metafísica, sino que se ubica en un plano teórico que rompe con sus presupuestos idealistas. d) La hipótesis de la reconciliación. El comunismo no es el ideal de un momento final de la historia en que el hombre se apropia de su propia esencia alienada. Estos dos polos, el que defiende la tesis de la homogeneidad y el que defiende la tesis del corte, son a nuestro parecer las dos interpretaciones que – a grandes rasgos– han predominado y se han debatido respecto a la relación de la llamada “obra de juventud” con la llamada “obra madura” de Marx; relación en la que lo que se juega es el lazo de este con la historia del pensamiento moderno. Para Balibar, sin embargo, no hay clave hermenéutica privilegiada que permita reconocer una doctrina filosófica en Marx. Ni los Manuscritos ni tampoco la concepción materialista de la historia, como sistema de pensamiento de un movimiento social, ofrecen esa clave. Balibar implícitamente rechaza tanto la lectura de los autores marxistas de comienzos del Novecientos como aquella que reduce la obra marxiana a los textos del 44’. Por lo tanto, no hay en Marx la continuidad de un pensamiento que conserva su unidad. O, dicho de otro modo, no hay un principio que gobierne la pluralidad de sus escritos y que los reúna en un todo homogéneo. 332 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx A lo que habría que añadir lo siguiente: tampoco hay mero “corte”. Más bien, como dice Derrida, la obra marxiana está dividida “en una filosofía y otra cosa que una filosofía”, y por eso mismo está trabajada “por movimientos contradictorios”. Esto, para nosotros, no quiere decir sino que el “humanismo” en Marx está dividido, desbordado y excedido en sus presupuestos por el movimiento de un pensamiento otro que lo contradice. Sin embargo, a pesar de las diferencias entre las tesis de Axelos, Agamben y Althusser, ellas convergen en el modo en que interpretan el concepto alienación en Marx. Aquí convergen también las lecturas de Ranciére, Derrida y Stiegler. Todos estos enlazan, como lo hizo Althusser, la hipótesis de dicho concepto con las hipótesis restantes, es decir, con la “metafísica del sujeto”, con la idea de una “inversión” en la que los presupuestos humanistas de una naturaleza del hombre siguen operando y, a partir de aquí, con la idea de la (re-)apropiación de una “unidad perdida” y enajenada. Ninguno de esos autores cuestiona siquiera la posibilidad de otra lectura del concepto marxiano –no feuerbachiano (pues hay una diferencia, y esta es la que no ha sido suficientemente enfatizada)– de alienación. No es admitida, por tanto, la posibilidad de un doble borde en ese concepto: un borde interno y otro externo al humanismo. Es Nancy (a diferencia de todos los autores antes mencionados, con excepción tal vez de algunos pasajes de la obra de Stiegler, principalmente cuando este se propone una nueva crítica de la economía política) quien mejor plantea el problema: hay para él “una gran diferencia”, a decir verdad “una oposición”, entre designar la “inapropiación del sentido”, la ausencia de presencia como imposibilidad de clausura del sentido o de acabada presentación de un sentido en verdad, imposibilidad que es “la más propia posibilidad de la finitud”, y expropiar lo existente de “sus condiciones de existencia”. Escribe: “en otros términos, no es cuestión, a partir del pensamiento del sentido faltante, de concluir en el abandono de la crítica de eso que se llamaba, con Marx, la alienación”59. Lo que significa que la crítica marxiana de la alienación no necesariamente se realiza en nombre de la verdad de un sentido pleno. Significa también que la deconstrucción de la 59 Jean-Luc Nancy (2002a: 22). 333 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx metafísica de la presencia no puede, como si se tratase de una circunstancia prescindible y exterior a su ejercicio, eludir la condición material, económica y social de los hombres. Un pensamiento del sentido finito es, en consecuencia, necesariamente un pensamiento de las condiciones denominadas “materiales” de existencia. Para Marx estas son siempre unas condiciones técnicas. Si es cierto lo que dice Nancy, a saber, que la condición denominada “material” es, cada vez, eso que hace el “cada vez”, y si es cierto lo que afirma Marx, a saber, que los sentidos que hacen al hombre son indivisibles del devenir de la técnica, entonces se puede concluir, como lo hace Stiegler, que la técnica es lo que da el tiempo, es la tecnicidad como temporalización originaria del ser. En términos marxianos, significa que las condiciones técnicas de producción de lo sensible, que la techné del sentido, que es a su vez la praxis de los sentidos, constituyen la historicidad misma de la historia, el infundamento mismo del hacer del hombre. Historicidad que hace que la materialidad de la vida de los individuos sea espaciamiento originario de unas formas en devenir. Techné de la vida, de la satisfacción, reproducción y producción de las necesidades; techné de las relaciones entre los hombres, de su sexualidad, de sus modos de asociación y cooperación; techné de la circulación e intercambio, del comercio en general. Son las condiciones primarias o factores de toda existencia humana y también, por tanto, de toda historia. Por eso Marx puede escribir que “la historia de la humanidad” “debe ser estudiada y tratada en conexión con la historia de la industria y del intercambio”, ya que desde un principio se deja ver “una conexión materialista de los hombres entre sí”, ein materialistischen Zusammenhang der Menschen untereinander60. Segundo: he aquí, sin embargo, otro punto frente al cual quisiéramos llamar la atención. Dos son las interpretaciones sobre la técnica que se confrontan entre Derrida, Nancy, Stiegler, por un lado, y Axelos por otro. Desde matrices de lectura distintas, y hasta contrapuestas, estos autores interpretarán en un sentido u otro la cuestión de la técnica en Marx. 60 K. Marx & F. Engels (1971: 30-31). 334 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx Axelos, por una parte, interpreta la técnica como despliegue planetario del poder de la ratio moderna, que deviene, en la era de la economía mundial, puro pensar calculador que pide y da cuentas61. De manera que la ciencia, “gobernada por la técnica moderna”62, tiene por principio fundamental el principio de la calculabilidad de todo aquello que bajo su dominio es anticipado y plenamente dispuesto para la “continua y renovada” “labor de aseguramiento de la vida”, cuyo lenguaje es el de la información63. ¿No es todo esto a caso lo que para Axelos designa en Marx el total desencadenamiento de la productividad técnica? Leída así, la técnica pareciera, por consiguiente, estar más bien del lado de la onto-teología o de la ontología como metafísica de la presencia. Para Axelos, en efecto, la técnica en el pensamiento de Marx es la metafísica como voluntad de realización de la filosofía en el mundo, como realidad efectuada y plenamente presente en tanto que realidad efectiva. En el momento de su consumación técnica, “la filosofía se realiza; se inscribe en la realidad; forma cuerpo con lo real. La filosofía se hace realmente realidad verdadera, real verdad”64. Pareciera que Axelos, en este sentido, estableciera una analogía entre la lectura heideggeriana de Nietzsche y su propia lectura de Marx. Como si el lugar que ocupa la figura de Nietzsche en Heidegger fuese –de acuerdo a un juego de equivalencias– relevable por la figura marxiana. Al igual que Heidegger con Nietzsche, Axelos se ve enfrentado a la necesidad de una localización (Erörterung) de la filosofía de Marx en el curso de la historia 61 Cfr. Martin Heidegger (1991: 183-200). Heidegger, en unas páginas que serán cruciales en la interpretación de Axelos, escribe: “el materialismo es la figura del espíritu más amenazadora, porque de la manera más fácil y duradera perdemos aquí de vista el modo capcioso de su violento prevalecer”. ¿En qué consiste este “violento prevalecer”? Heidegger sostiene: “Sabemos hoy, sólo que sin entenderlo a derechas, que la técnica moderna impele incesantemente al impulso emprendedor de sus instalaciones y productos, en pos de la perfección omniabarcante de la mayor perfección posible. Esta consiste en la completud del emplazamiento asegurador, calculable, de los objetos, del calcular con ellos y del aseguramiento de la calculabilidad de las posibilidades de computación […] La técnica moderna impulsa emprendedoramente a la mayor perfección posible. La perfección reposa en la omnímoda calculabilidad de los objetos. La calculabilidad de los objetos presupone la validez ilimitada del principium rationis”. Este principio, dice Heidegger, es la proposición fundamental suprema de la razón, en la medida en que la razón, en tanto que ratio, es decir, cálculo, sólo a través de ella “llega al pleno despliegue de su esencia como razón”. Op. cit., 188-191. 62 Ibid., 192. 63 Ibid., 193. 64 K. Axelos (1969: 296). 335 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx acontecida del ser. Situada aquí, se trataba para él de mostrar que toda voluntad de superación de la metafísica está esencialmente inscrita en ella, condenada por tanto de antemano al fracaso, en cuanto deja sin pensar la esencia de su historia, su constitución onto-teo-lógica. Si Nietzsche, según Heidegger, en su voluntad de inversión y superación de la experiencia central del nihilismo, está situado en el interior de la historia de la metafísica y constituye el momento de su consumación (Vollendung), en cuanto determina ontológicamente al ser como voluntad de poder, y piensa teológicamente la existencia del ser en su totalidad como eterno retorno de lo mismo65; Marx, según Axelos, en su voluntad de superación de la historia de la alienación, está igualmente inscrito en la metafísica y no es sino una variedad extremada y acabada de esa misma historia que había querido rebasar, en cuanto determina ontológicamente al ser como fuerza productiva, y piensa teológicamente la existencia del ser en su totalidad como despliegue técnico, histórico-universal, de las fuerzas esenciales del hombre. Nietzsche para Heidegger, Marx para Axelos, continúan pensando al ser en función del ente como presencia y consistencia, como realidad-efectiva, a su vez mentada como teniendo fundamento en una realidad suprema, también ella entificada, sustantificada, presentificada66. Lo que escribe Heidegger sobre la filosofía de Nietzsche es en muchos aspectos plenamente aplicable a lo que escribe Axelos sobre la filosofía de Marx. Heidegger afirma: “En el curso de pensamiento nietzscheano que conduce a la voluntad de poder no sólo llega a su consumación la metafísica de la edad moderna sino la metafísica occidental en su totalidad”67. Exactamente lo mismo dirá Axelos, pero no respecto de Nietzsche sino de Marx. Ahora bien, ¿qué significa en este contexto “consumación de la metafísica”? Es Heidegger quien lo aclara: 65 Cfr. Diego Tatián (1997: 244). 66 Op. cit., 243. 67 M. Heidegger (2001: 523 [Vol. 1]). 336 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx Consumación significa que todos los poderes esenciales del ente que se acumulaban desde hace tiempo se desplieguen sin restricciones para llegar a lo que exigen en su conjunto. La consumación metafísica de una época no es la simple continuación hasta su fin de algo ya conocido. Es el establecimiento por primera vez incondicionado y de antemano completo de lo inesperado y que no cabía esperar jamás. Respecto de lo anterior, la consumación es lo nuevo68. En la medida en que Axelos no ofrece una clara definición de lo que entiende por “acabamiento de la metafísica”, simplemente se conforma con presuponerla a partir de la interpretación heideggeriana de la voluntad de poder como forma de la técnica que pone de manifiesto –en el punto culmine en que la impronta científico-técnica se instituye como única pauta de residencia del hombre sobre la tierra– el nexo esencial, hasta entonces oculto, entre dominio y racionalidad69. Axelos presupone así la definición de la técnica como voluntad de voluntad, y en este sentido como la más acabada figura de la ratio en tanto que cálculo y organización de todas las cosas, aplicándola ciegamente al problema de la técnica en Marx. Este pasa a representar la figura decisiva que lleva a cumplimiento el impulso de la filosofía moderna. Impulso que Heidegger describe en los siguientes términos: La lucha por el dominio de la tierra y el completo despliegue de la metafísica que lo sustenta llevan a su consumación una era de la tierra y de la humanidad histórica; aquí se realizan, en efecto, posibilidades extremas de la dominación del mundo y del intento que emprende el hombre por decidir sobre su esencia puramente desde sí70. Reiner Schürmann sostiene que “[los textos de Heidegger sobre Nietzsche] hablan formalmente de Nietzsche, pero materialmente de la tecnología; describen la tecnología como clausura de un campo en la historia de la presencia, como ‘el desencadenamiento del ser en la maquinación’”71. ¿Será posible decir lo mismo del texto de Axelos sobre Marx? Frente a una pregunta como esta, Morfino es enérgico en su juicio. Dice que, a diferencia de Heidegger, no encontramos en la lectura de Axelos de la obra marxiana una precisa conceptualización de la técnica moderna y de su diferencia con la 68 Op. cit., 387. 69 D. Tatián (1997: 16). 70 M. Heidegger (2001: 212 [Vol. 2]). 71 Citado por D. Tatián (1997: 16). 337 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx técnica griega72. Al inscribir a Marx en un cuadro interpretativo heideggeriano, Axelos –según Morfino– no sólo habría borrado la singularidad de los textos marxianos, sino además no habría aportado un claro concepto de técnica más allá de las categorías generales de alienación y desalienación de la esencia humana. Como sea, a partir de ese cuadro interpretativo el autor griego opone la técnica a la técnica: la técnica como una función dentro de los sistemas sociales de alienación ideológica, fetichista o reificante, denunciados por Marx, versus la técnica en el comunismo –y más allá de este– como pleno despliegue del sujeto práctico desalienado. Oposición que adquiere según Axelos la forma de una aporía: Marx sigue siendo –infinitamente más de lo que él piensa y quiere- tributario de una “metafísica” que, puesta sobre los pies, continúa sin embargo operando, lo cual le impide tener una visión clara en cuanto al destino de las ideologías y de la producción ideológica y espiritual, tras la supresión de la alienación ideológica […] El reinado de la técnica sucede al reinado de las ideas. La técnica misma constituye el secreto de la producción material, el motor del devenir real. Ante todo, debe realizarse, en profundidad y en amplitud. ¿Será rebasada, a su vez? ¿Habrá un más allá de la técnica, de la técnica global y universal? Dejemos abierta la cuestión. No podemos hacer otra cosa, al menos por el momento73. Lo interesante a destacar aquí es que para Axelos la técnica opera como una potencia de autoconjuro de lo fantasmal e ideológico, como voluntad de rebasamiento de lo ideal del pensamiento a través de su concreción en un cuerpo real. La técnica es la actividad de lo que se quiere activo y efectivo, plenamente presente, de lo que se desea como el movimiento de actualización de la “lógica de la cosa” (des-reificada), en vez de la abstracción en la “cosa de la lógica” (alienada). En otras palabras, para Axelos la oposición misma entre lo efectivo y lo imaginario o ideológico, lo concreto y lo abstracto, lo espectral y lo plenamente vivo y presente, lo ideal y lo real, pertenece al movimiento de la técnica, es ella misma técnica. Y es en ese sentido que esta se opone a sí misma. Pues la técnica sería esa fuerza que sirve tanto para producir 72 V. Morfino (2006: 53). 73 K. Axelos (1969: 295-297). 338 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx fantasmas y realidades ilusorias como para conjurar esos espectros e invertirlos en una realidad completamente efectiva. Mientras que la técnica para la interpretación derridiana, en lugar de operar como el sistema de oposiciones impulsado por la metafísica de la voluntad (voluntad de voluntad que se quiere como actividad y presencia realefectiva), es en cambio la tecnicidad como origen diferido, siempre ya repetido como différance de la diferencia que desedimenta la univocidad del límite entre lo interior y lo exterior, lo ideal y lo concreto, lo vivo y lo muerto, lo presente y lo ausente, lo efectivo y lo no efectivo, etc. Por lo tanto, según esta lectura, Marx es un pensador de la técnica cada vez que al mismo tiempo es un pensador de lo fantasmal, de la ideología y del fetichismo, es decir, del automatismo y autonomía de lo que, no estando ni vivo ni muerto, está inscrito como un efecto de sobrevivencia en el corazón mismo de la sincronía supuesta de unos presentes vivientes; “cada vez –como dice Derrida– que le importa respetar la originalidad y la eficacia propia, la autonomización y la automatización de la idealidad como procesos finitos-infinitos de la différance (fantasmática, fantástica, fetichista o ideológica)”74. Al contrario, no es un pensador de la técnica, al menos no en el sentido de una protetisidad originaria, toda que vez que Marx intenta localizar al fantasma, ponerlo en la mira para evitar ser acechado por su mirada, heteronomizado por esta, por eso visible invisible que hace ley. Toda vez que quiere fundamentar su exorcismo del simulacro espectral en una ontología crítica, él asocia el acontecimiento con la producción viviente que debe borrar toda huella de fantasmalidad; como si la condición para que haya acontecimiento fuese precisamente la desaparición del espectro, la desaparición del desparecido. Con ello, según Derrida, Marx deja sin pensar la impronta técnica de todo evento, la teletecnología como la distancia que lo difiere en el momento mismo de su registro, que lo virtualiza, prohibiéndonos contraponer simplemente la presencia a su representación, el “tiempo real” al “tiempo diferido”, la efectividad a su simulacro, lo vivo a lo no vivo. 74 J. Derrida (2003: 190). 339 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx Sin embargo, frente a la lectura de la deconstrucción, las cuestiones que dejamos planteadas son las siguientes: ¿La separación del acontecimiento de lo espectral-ideológico, o de la espectralidad fetichista, implica necesariamente en Marx una purificación del acontecimiento de la tecnicidad? Y ¿es cierto que lo acontecimental en Marx está separado de toda espectralidad? A su vez, ante la interpretación de Axelos, la pregunta que abrimos es esta: ¿Se agota el concepto de técnica en Marx a la potencia de la metafísica de la ratio moderna? A la que habría que añadir esta otra: ¿Es verdad que la técnica para Marx es la potencia desplegada como filosofía hecha mundo, vuelta realidad efectiva de una voluntad universal de dominio; la consumación del humanismo moderno? En cierta forma ya hemos respondido a esta serie de interrogantes en los capítulos anteriores. En el acápite que viene abordaremos el problema de la técnica en Marx distinguiendo tres niveles de análisis. En primer lugar, nos detendremos en la relación que él percibe entre el “valor”, esto es, la “objetividad no física” o “la ausencia de límite en cuanto a la posible diversidad cualitativa de las cosas que entran simultáneamente en el juego del cambio”75, y el Capital como nueva tecnología que reivindica para sí “la potencia genérica de producir”76. En segundo lugar, analizaremos las tecnologías del Capital desde el punto de vista de la recomposición y organización de los órganos humanos y, por tanto, de la reconfiguración de los sentidos, que alteran el sentido mismo de la relación hombre y técnica. En tercer lugar, y a partir de lo anterior, abordaremos dichas tecnologías desde la perspectiva de las formas de subjetivación y de producción de necesidades vinculadas a unos usos o prácticas de consumo. En otras palabras, situaremos el problema de la técnica en Marx a partir de tres puntos de vista. Primero: del vínculo de la técnica con el “valor”: 75 Felipe Martínez Marzoa (2008: 16). 76 Paolo Virno (2003b: 168). 340 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx “substancia” –como dice Marx– que sólo se presenta en la forma de una relación cambiaria entre cosas. Segundo: de su vínculo con la transformación del régimen de lo sensible (en el que los hombres ven metamorfoseada su condición de agentes de producción). Y, tercero, de su relación con los “valores de uso”, es decir con la mutación de los sentidos, no desde el punto de vista de la producción, sino del consumo o régimen de utilidad. La técnica en Marx posee a lo menos estos cuatro aspectos: el de la tecnicidad, vinculada al fetichismo de la mercancía, y en este sentido a la espectralidad de lo sensible insensible (tema de la deconstrucción); el de la tecnología capitalista como despliegue de la ratio moderna, que en principio lo vuelve todo calculable, cuantificable, y cuya esencia es la Ge-stell, “la estructura de emplazamiento” que hace de los entes Bestände, “fondo de reserva” (tema heideggeriano implícito en el libro de Axelos); el de la industria de los hombres, la producción técnica de los sentidos como piezas, junto con las herramientas, de la máquina social fabril (tema al que se aproximan Deleuze-Guattari y Stiegler); y el de la artefactualidad de las cosas, la nonaturaleza de una materialidad histórica en la relación co-constituyente Hombre-Naturaleza. IV. 2. La industria de los hombres ¿Cuál es la relación entre valor y técnica? Esta relación ha sido por lo general presupuesta cada vez que se interroga por la teoría marxiana del valor. La pregunta se vuelve relevante si consideramos que para Marx la praxis es un término dinámico que indica el pasaje metamórfico de un estado a otro, el movimiento de una exteriorización sensible y de transformación técnica de los sentidos en esta exteriorización de las fuerzas en uso. La praxis, en otras palabras, indica el volverse cosa –de acuerdo a la unidad producción-producto– del conjunto de las capacidades o potencialidades de los hombres. Volverse cosa de la potencia que, sin embargo, no debe ser entendida como mera reificación, sino como uso o techné de las fuerzas. 341 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx Lejos de ser la sustracción de lo que pertenece íntimamente al hombre en el momento en que deviene cosa exterior, la exteriorización sensible corresponde a la misma existencia social, a la comunicación de un común del pensamiento, de la imaginación, de la volición, de los sentidos en su totalidad. Mediante esa exteriorización –ese volverse cosa– los hombres, según Marx, se apropian prácticamente de la totalidad de sus facultades como las fuerzas del Gattungswesen. Un yo “fuera de sí” no es lo mismo que la reificación. Digamos que esta última es el “fuera de sí” del yo, pero en la forma de la separación, inherente a la mercancía, de lo producido respecto del flujo social del hacer, es decir, en la forma de un poder que es expresión de la “falta de libertad en el sentido de la autodeterminación colectiva”77. ¿Cuándo ese “fuera de sí” deviene desposeimiento alienante? Es una manera de formular esta otra pregunta: ¿Cuándo la techné se vuelve reificación? Fuente de alienación para Marx es, ante todo, eso que en las facultades humanas se presenta como presupuesto inalcanzable, fuera de uso, pero vinculante, que ejerce un insondable despotismo sobre nosotros. Si la exteriorización sensible consiste en poner en evidencia el aspecto cósico de las facultades físicas e intelectuales, la existencia artefactual, y en ese sentido técnica, de las capacidades humanas; por contra, el fetichismo consiste en asignar a una cosa cualquiera, potencialidades espirituales que adquieren una forma sacralizada, separada de las relaciones prácticas. En otras palabras, la exteriorización expone el carácter cósico, material y técnico de la mente, y en esa medida muestra también el carácter mental, espiritual de una cosa. La fetichización se produce allí donde esta relación se vuelve unilateral, es decir donde la cosa sola, independientemente de las relaciones prácticas entre los hombres, adquiere las prerrogativas de lo mental. Para decirlo en términos kantianos, la diferencia entre exteriorización y reificación reside en que 77 John Holloway (1992: 152). En los Manuscritos del 44’ Marx es muy explícito al establecer la diferencia entre, por una parte, la “exteriorización”, en tanto que objetivación de las capacidades creadoras del hombre, y, por la otra, la “enajenación” del trabajo: “La enajenación del trabajador en su producto significa no solamente que su trabajo se convierte en un objeto, en una existencia exterior, sino que existe fuera de él, independientemente, extraño, que se convierte en un poder independiente frente a él; que la vida que ha prestado al objeto se le enfrenta como cosa extraña y hostil”. K. Marx (1968: 58). Este significado de la enajenación seguirá siendo expresado por Marx en textos posteriores, tanto en los Grundrisse como en El Capital. Cfr. John Holloway, op. cit., 145-169. 342 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx mientras en la primera se trata de una especie de “esquematismo”, o sea, de actividad de producción de unos objetos en la experiencia que son la presentación sensible de unos actos de la mente, la sensibilización o el acceso mismo de unas fuerzas espirituales; en la segunda, en cambio, se trata de la operación por medio de la cual se hace pasar lo empírico por trascendental, al atribuírsele a los fenómenos representados las prerrogativas pertenecientes a las categorías de las que depende la representación78. El fetichismo vuelve inescrutable, misterioso, inasequible, esto es, un presupuesto trascendental inaferrable, a un objeto sensible. En esta justa medida hace de él un objeto “sensible insensible”, “sensorialmente suprasensible”, “rico en sutilizas metafísicas”. A diferencia de la exteriorización, que muestra la realidad espacio-temporal irreducible en la que deviene la abstracción en cuanto tal, es decir la misma potencia genérica de los hombres. Otra manera de concebir lo “insensible sensible”: ya no como abstracción de lo sensible, sino como sensibilización técnica de lo abstracto en cuanto tal. Se entiende mejor a partir de aquí en qué sentido Marx dice en El Capital, en una nota donde cita un pasaje de Miseria de la filosofía, que “los economistas tienen una singular manera de proceder”: al mismo tiempo que reconocen todo lo existente hasta ahora como un producto de la historia, como un artificio, naturalizan –reifican– las instituciones del propio presente. Actúan, por lo tanto, de modo similar a los teólogos que distinguen entre dos clases de religiones. “Toda religión que no sea la suya –escribe– es invención de los hombres, mientras que la suya propia es, en cambio, emanación de Dios… Henos aquí, entonces, con que hubo historia, pero ahora ya no la hay”79. La historia es asunto del pasado, está referida a lo sido pero sin que ella afecte a la actualidad: esta constituye, por el contrario, lo presentemente presente de una forma de sociedad que trasciende la historicidad de todo lo que ella ha dejado atrás. Señalamos unas líneas atrás que el fetichismo consiste en asignar a una cosa cualquiera potencialidades espirituales que adquieren una forma 78 Cfr. Paolo Virno (2004: 125-126). 79 K. Marx (1988a: 99). 343 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx sacralizada. Esta cosa podía ser la propia naturaleza o un objeto sobrenatural. Como sea, en las formas precapitalistas de producción el fetichismo estaba referido a un elemento extraeconómico, externo al ámbito de la actividad productiva. Mientras que en la actuales sociedades capitalistas, el fetichismo es inmanente a la estructura económica. La cosa a la que se le asignan unos atributos intelectuales es un artefacto, un producto técnico mediado por el trabajo social. En ese nuevo contexto resulta, por un lado, ineludible la desnaturalización de las cosas, que pasan a ser reconocidas como los efectos técnicamente mediados de la producción. Se produce entonces una suerte de desustancialización, de desauratización de los objetos. Estos –tal como lo enfatizan los autores de El manifiesto– se vuelven intrínsecamente caducos. Es en este texto, precisamente, donde Marx y Engels, inmediatamente después de decir que “todo lo estamental y estancado se esfuma; todo lo sagrado es profanado”, agregan: “y los hombres, al fin, se ven forzados a considerar serenamente sus condiciones de existencia y sus relaciones recíprocas”80. Dondequiera que ha conquistado el poder, la burguesía ha desgarrado “sin piedad” las “abigarradas ligaduras” que ataban al hombre a sus “superiores naturales”; ha destruido y profanado el conjunto de valores supremos que ordenaban el mundo, haciendo que la única experiencia válida del hombre moderno sea la del sentido de un mundo privado de sentido trascendente. La época moderna es aquella en la que la historia –la radical historicidad de todo lo que “es”– se hace visible como transformación irreversible, como un cambio (Veränderung) incesante en el que lo que acontece deja de tener un sentido o valor dado por fuera de la inquietud que lo trabaja inmanentemente, fluidificándolo antes incluso que llegue a osificarse. La famosa onceava tesis de 1845 bien se la puede leer desde este punto de vista: sólo porque hay transformación del mundo (como constitutiva de la época moderna) es que aparece a su vez el mundo en tanto que interpretación. El mundo pierde entonces su carácter de “universalidad” y se deja ver en tanto que modalidad finita de producción. Presentado así el mundo, como formación 80 K. Marx & F. Engels (2007: 159). 344 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx transformadora de los hombres, estos se ven obligados a discurrir sobre sus propias condiciones de existencia. El individuo burgués está constantemente asistiendo a un mundo en el que lo que poseía el estatuto de lo real o válido yano es. Si él está forzado a preguntarse por las condiciones materiales de producción de los efectos de sentido del mundo es porque está de antemano vuelto hacia un mundo “por venir”, incesantemente abierto a partir de la experiencia de la muerte de lo que sólo se presenta en el movimiento de su retirada. Se trata de lo que para Hegel constituye la experiencia misma de la negatividad de que está hecho el sujeto, cuya experiencia de sí o autoconciencia no es otra que la de la finitud o irreversibilidad del tiempo. Lo negativo del tiempo es lo que surca el paso de la presencia a la presencia: “la infinita negatividad del presente”81. Cuando Marx anota su última tesis sobre Feuerbach, esto es, cuando señala que “Los filósofos no han hecho más que interpretar el mundo de diversas maneras”82, su crítica es principalmente contra el pseudohegelianismo de sus coterráneos. A diferencia de estos, Hegel al menos habría tenido la lucidez de comprender que el mundo no deviene racional más que cuando a su vez lo racional deviene mundo. Lo que para Hegel significa que el mundo, no es un mero objeto de contemplación, sino el espíritu como la inquietud misma de las cosas, su transformación. La obra de Marx, como antes la de Hegel, está –para decirlo en términos de Nancy– “penetrada y motivada por la conciencia y por la emoción de tener que habérselas con una inflexión decisiva en el curso del mundo, y por lo tanto en el curso de la filosofía. El sentido ya no se propone como el vínculo religioso de una comunidad, y el saber no se ordena ya en pos de la totalidad de un sentido”, sino como la retirada de la que queda en su lugar: “un desplazamiento sin fin de un término a otro, sin apoyo ni recogimiento en una identidad de sentido”83. 81 Véase la lectura que hace Nancy de la negatividad en Hegel (2005: 16 ss). 82 K. Marx (1982a: 235). 83 Jean-Luc Nancy (2005: 9 ss). 345 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx Engels es plenamente consciente de que el pensamiento de Hegel representa una inflexión decisiva en el curso de la filosofía y, a través de esta, en el curso del mundo. Cuarenta años después de la primera publicación de El manifiesto, en 1888, Engels escribe: Y así, en el curso del desarrollo [histórico], todo lo que un día fue real se torna irreal, pierde su necesidad, su razón de ser […]. De este modo, la tesis de Hegel [que dice que “Todo lo real es racional y todo lo racional es real”] se torna, por la propia dialéctica hegeliana, en su reverso: todo lo que es real, dentro de los dominios de la historia humana, se convierte con el tiempo en irracional; lo es ya, por consiguiente, por su destino, pues lleva en sí de antemano el germen de lo irracional […]. La tesis de que todo lo real es racional, se resuelve, siguiendo todas las reglas del método discursivo hegeliano, en esta otra: todo lo que existe merece perecer. Y en esto precisamente estriba la verdadera significación y el carácter revolucionario de la filosofía hegeliana (a la que habremos de limitarnos aquí, como remate de todo el movimiento filosófico desde Kant): en que de una vez y para siempre asestaba un golpe mortal al carácter definitivo de todos los resultados del pensamiento y de la acción del hombre84. E inmediatamente después de decir esto, Engels homologa la dialéctica de la historia en Hegel con la revolución burguesa: Del mismo modo que la burguesía, por medio de la gran industria, la competencia y el mercado mundial, acaba prácticamente con todas las instituciones estables, consagradas por una venerable antigüedad, esta filosofía dialéctica acaba con todas las ideas de una verdad absoluta y definitiva y de estados absolutos de la humanidad, congruentes con aquélla. Ante esta filosofía, no existe nada definitivo, absoluto, sagrado; en todo pone de relieve su carácter perecedero, y no deja en pie más que el proceso ininterrumpido del devenir y del perecer85. Homologación que, no obstante, es posible prolongar más allá. Al igual que Engels identifica un aspecto “conservador” en la dialéctica hegeliana (coaccionado por la necesidad de construir un sistema filosófico, Hegel habría tenido que consumar el proceso lógico –y a la vez histórico– en una “verdad absoluta”, alcanzada por el paso hacia la plenitud espiritual: el Geist en tanto vollendet), los autores de El manifiesto reconocen un lado conservador en la revolución burguesa. El sistema capitalista de producción mismo no cambia, lo que se transforma cambia dentro de ese sistema, como determinado régimen de apropiación que mediante la incesante revolución de los instrumentos de 84 F. Engels (1975: 15-16). 85 Op.cit., 17. 346 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx producción, de sus tecnologías, y con ello de todas las relaciones sociales, no sólo se conserva como tal, sino además se extiende, se masifica, ramifica e intensifica su dominio. Él se despliega como la potencia que a través de sus diversas modificaciones permanece inmutable, inalterable. Como el DiosSustancia-Inmanente de Spinoza. Para decirlo una vez más en términos kantianos: así como para Kant el cambio no afecta al tiempo mismo, sino sólo a los fenómenos que son en el tiempo86, así también para el capitalismo la transformación no afecta a su proceso mismo, sino sólo a los medios y relaciones que son producidos en ese proceso. El cambio revolucionario se vuelve interno al proceso de capitalización mundial. No otra cosa significa, para Marx, el concepto subsunción. Este designa la inmanentización de la producción como proceso histórico universal. A su vez, es de este mismo proceso inmanente que esperamos que resurja lo trascendente, que lo fabrique en el seno de su propio movimiento, de modo que este quede fijado, referido a él como su atributo. Cuando esto ocurre –dice Deleuze– la inmanencia se vuelve inmanente a “Algo”87. Este “Algo” –como vimos– no es otro que el Sujeto-Capital. Decir que la inmanencia se vuelve inmanente a algo equivale, en este sentido, a afirmar que el proceso de producción se convierte en proceso del Capital, en proceso indefinido de producción de valor. Una cosa parecida sucede con la figura hobbesiana del Estado. A este se lo reconoce como una máquina producida por los hombres, un artificio que ha de ser instituido. De ahí su carácter finito, mortal. Sin embargo, tan pronto se lo reconoce como un artefacto, se lo reifica, se lo proyecta como una suerte de infundado que surge de la inmanencia misma del pacto civil, que se eleva por encima de este, como ab-soluto88. Así como el contrato social (si este quiere perdurar) tiene que borrar en cierta forma el artificio del propio pacto, borrar el anudamiento de un vínculo que es efecto de un enlazamiento coyuntural y político; así también, el trabajo tiene que olvidarse de sí como 86 Cfr. I. Kant (1994: B226 / A183). 87 Véase la nota 53 del segundo capítulo de nuestra tesis. 88 Cfr. Carlo Altini (2005: 89-117). 347 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx fuerza social de producción y de creación, como formación transformadora de mundo (en la que los agentes se producen y devienen mediante esta producción), para constituirse en el “medio” natural, transhistórico, de una vida esencialmente dispuesta para la productividad. Modernamente, entonces, se reconoce el carácter artefactual, industrial de las cosas. Estas son un producto tecnológico, y en este sentido no-natural, histórico y social. Son estas cosas, y no otras, las que por otra parte son sacralizadas, reificadas, fetichizadas, en el momento mismo en que reaparece un algo trascendente del seno de la techné, de su inmanencia. Digámoslo rápidamente: el fetichismo en las relaciones sociales capitalistas –justamente porque tiene por objeto a la mercancía– sólo lo puede ser de productos tecnológicos, producidos industrialmente; tiene lugar en relación a la riqueza que tiene como medio universal al trabajo en general. Marx en El Capital es explícito al respecto: la cosa Mercancía ha de cumplir con tres requisitos imprescindibles para poder constituirse como tal. Ninguna cosa puede ser portadora de valor si no representa un “valor de uso social”, una utilidad desde el punto de vista de una “necesidad social” determinada, independientemente si la naturaleza de esta “procede del estómago o de la fantasía”89. Por lo tanto, el primer requisito para que una cosa devenga mercancía es que represente un valor usuario. Una cosa considerada socialmente inútil no podría jamás constituirse en tal mercancía. Sin embargo, no basta con ese requerimiento. Esa cosa debe, más allá de la utilidad social que pueda representar, estar previamente mediada por una actividad productiva; ha de ser el producto incorporado dentro del proceso de trabajo. Mercancía es toda cosa que ha pasado previamente por el metabolismo industrial90. Una mercancía ha de ser un valor de uso y además un valor de uso producido por el hombre, o apropiado como la materia mediada técnicamente y consumida como elemento del trabajo. La mercancía, en este sentido, necesariamente tiene que ser un artefacto. 89 K. Marx (1988a: 43). 90 Op. cit., 50. 348 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx Pero tampoco es suficiente con esta exigencia. Una cosa –dice Marx– puede ser útil, y además producto del trabajo humano, y no ser mercancía. Quien, con su producto, satisface su propia necesidad, indudablemente crea un valor de uso, pero no una mercancía. Quien, por otra parte, produce para satisfacer la necesidad ajena, como el campesino medieval producía para el señor feudal el trigo del tributo, y para el cura el del diezmo, tampoco crea mercancías por el hecho de que el trigo del tributo o el del diezmo fuesen producidos para otros. “Para transformarse en mercancía, el producto ha de transferirse a través del intercambio a quien se sirve de él como valor de uso”91. Es mercancía, por consiguiente, toda aquella cosa que presentándose como un producto de la industria humana posee un valor social que, a su vez, se verifica por medio de una relación cambiaria. De ahí el círculo en el que se mueve toda cosa devenida mercancía: “Las mercancías, pues, tienen primero que realizarse como valores antes que puedan realizarse como valores de uso”. Por otra parte, “tienen que acreditarse como valores de uso antes de poder realizarse como valores”. La labor empleada en un producto sólo cuenta si se la emplea en una forma útil para otros. Pero que el producto del trabajo humano “satisfaga necesidades ajenas, es algo que sólo su intercambio puede demostrar”92. De aquí se sigue una caracterización general de la cosa Mercancía: esta es una cosa doble, “algo bifacético”, que tiene lugar con una doble cara, nunca de manera simple, siempre compuesta según un aspecto doble, como “valor de uso” y como “valor de cambio”. Lo que dice Marx de la mercancía, no lo olvidemos, se dice de esa cosamercancía que es asimismo la fuerza-de-trabajo. También esta es un producto técnicamente mediado93. Para Marx –como lo recuerda Engels– el trabajo no 91 Ibid. 92 Ibid., 105 93 En los Manuscritos del 44’, Marx señala que “el trabajo no sólo produce mercancías; se produce también a sí mismo y al obrero como mercancía, y justamente en la proporción en que produce mercancías en general”. K. Marx (1968: 57). Vale decir: “lo que el trabajador aporta en el intercambio con el capitalista es un producto y, por tanto, una mercancía poseedora de un valor de cambio determinado por la cantidad de trabajo que se ha necesitado para producirla. Las fuerzas y las facultades de trabajo vendidas por el trabajador –en cuanto mercancías– intervienen, por tanto, en el intercambio como trabajo ya objetivado: lo que el trabajador vende es el resultado objetivado de un proceso pasado […]: es esta cantidad de trabajo pasado, acumulado y objetivado en estas facultades y fuerzas la que ahora determina su valor de 349 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx sólo produce riqueza, también ha creado en cierta forma al propio hombre (volveremos a esta idea que está en el centro de lo que hemos denominado la industria de los hombres). Como tal, ella es el producto de una división del trabajo, que como valor de uso satisface unas necesidades sociales (las del propio capital) mediante una relación de intercambio. Desde este punto de vista, la fuerza de trabajo es “un no-valor-de-uso para sus poseedores (los trabajadores), un valor de uso para sus no-poseedores (los capitalistas)”. El obrero supuestamente posee la pura capacidad para ser vendida a quien no la posee, el “señor capitalista”. Pero ¿la posee realmente? ¿Qué significa poseer algo que no se puede usar, que está destinada al uso para otro? Desde el momento en que ella es una mercancía, la posee quien no la posee, el capitalista que ya dispone de ella antes de consumirla, y no la posee quien la posee, el obrero que nunca pudo hacer uso de sus propias facultades. Aunque, más rigurosamente, habría que decir –puesto que modernamente se trata del trabajo como “trabajo libre”– que la fuerza de trabajo la consume otro sin que la posea, y la posee uno sin que pueda usarla. Para el obrero su fuerza laboral sólo tiene directamente la utilidad de ser portadora de valor cambiario. La circulación mercantil –dice Marx– “es el movimiento en el que la enajenación general se presenta como apropiación general y la apropiación general como enajenación general”94. La fuerza de trabajo es una mercancía que sólo es realizada como tal en cuanto es enajenada para otro que hace uso de ella. El obrero vende su fuerza como mercancía que es cambiada por dinero. Pero vende para, a su vez, poder comprar, es decir, volverse consumidor de todo lo necesario para su subsistencia y su recreo. Ambos, cambio”. Véase Franck Fischbach (2012: 100-101). Esto que Marx desarrolla en El Capital, y antes en los Grundrisses, se condice absolutamente, sin embargo, con lo que afirma en los Manuscritos del 44’, donde –según vimos en nuestro primer capítulo– las capacidades esenciales del hombre aparecen, no sólo como unos instrumentos o medios subjetivos de producción, sino también como los productos de unas actividades pasadas. De ahí el carácter esencialmente técnico e histórico de eso –las propias facultades– que constituye el ser del hombre. Ahora bien, la mercancía que el trabajador vende al capitalista no es simplemente un producto, cantidad de trabajo objetivado; es además, y fundamentalmente, un valor de uso para el capital, que, como valor de uso para este, no se reduce a ser una cosa. Si el trabajador intercambia el trabajo entendido como “trabajo objetivado” y pasado, como “magnitud o medida dada” de una cantidad de trabajo “determinada por un proceso anterior”, por su parte “el capital lo adquiere, en virtud de un intercambio, como trabajo vivo, como fuerza productiva universal de la riqueza; [como] actividad acrecentadora de la riqueza”. K. Marx (2001: 248). 94 K. Marx (2001: 131). 350 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx entonces, tanto el obrero como el capitalista, compran para poder consumir, para pasar de no-poseedores a poseedores en una relación de enajenación de la mercancía: la mercancía-fuerza-de-trabajo, en un caso, la mercancía-dinero, en el otro. Sin embargo, he ahí la disimetría de poderes, la no equivalencia en la relación equivalencial misma. La desigualdad de la igualdad en cuanto tal. Mientras el obrero obtiene dinero, o sea poder de compra, que se gasta en unas mercancías que son consumidas y sustraídas definitivamente de la circulación95. Es decir, mientras él gana dinero como simple medio de intercambio, cuyo fin u objetivo es al mismo tiempo su fin, su muerte como dinero, su transmutación en una cosa que se gasta y se desgasta, se elimina en el proceso de su consumo vital; en el caso del capitalista, por el contrario, se trata de un dinero que no es simple medio, sino poder de compra de una “fuente de valor”, la propia fuerza de trabajo creadora de valor. Esta capacidad humana de producción es una mercancía que, en lugar de anularse en el proceso de su consumo, hace del valor dinerario un fin que “permanece en la circulación como rueda de esta”, que “recomienza siempre desde el principio su circulación como perpetuum mobile”96. Mientras para el obrero la producción no se presenta como “un fin en sí misma, sino como medio”97. Su trabajo es un medio para obtener otro medio. A diferencia del capitalista, para quien el proceso de labor es el medio de consumo de la fuerza de trabajo en cuanto tal, cuyo principio y telos es el valor dinerario. El obrero cambia mercancía por mercancía, intercambia lo que es un producto acumulado de la historia, su fuerza productiva, la capacidad que es asimismo la memoria producida de una serie indefinida de generaciones pasadas, por un medio de cambio de mercancías. Al contrario del capitalista, que cambia dinero por una fuente productiva de más dinero, que por tanto hace de la mercancía-fuerza-detrabajo el medio entre el dinero que se gasta y el dinero que retorna pero convertido, acrecentado, virtualizado como proceso de valorización. Bajo esta forma, “el dinero –escribe Marx– no vale ni sólo como medida, ni como medio 95 Op. cit., 136. 96 Ibid. 97 Ibid., 130. 351 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx de cambio, ni como una y otra cosa solamente, sino que posee también una tercera determinación. Él aparece aquí ante todo como fin en sí mismo, y el mercado y el cambio sirven simplemente para su realización”98. ¿Cómo entender el fetichismo a partir de aquí? En el modo capitalista de producción, la actividad finalizada para la realización de un valor de uso específico, tal o cual cosa, mesa, casa, hilo o chaqueta, no es más el fundamento, ni el criterio motivador, del proceso laboral. Al interesarse por el valor y no por la cosa (con tales o cuales propiedades), o por esta sólo en tanto que valor, el capitalista convierte en prioritario ya no el trabajo concreto, cualitativamente distinto, sino el elemento abstracto que une todas las actividades particulares finalizadas: el simple gasto de fuerza humana en general, la energía físico-mental por parte del trabajador. Marx escribe: Salta a la vista que es precisamente la abstracción de sus valores de uso lo que caracteriza la relación de intercambio entre las mercancías […] Nada ha quedado de [los productos] salvo una misma objetividad espectral (gespenstige Gegenständlichkeit), una mera gelatina (Gallerte) de trabajo humano indiferenciado, esto es, de gasto de fuerza de trabajo humana sin consideración a la forma en que se gastó la misma. Esas cosas tan sólo nos hacen presente que en su producción se empleó fuerza humana de trabajo […] En cuanto cristalizaciones (Als Kristalle) de esa sustancia social común a ellas, son valores: valores mercantiles99. Ya no es prioritaria tal o cual techné, tal o cual arte o actividad finalizada, tal o cual función, érgon u obra específica. Como si el capitalismo tuviese su propia respuesta ante la pregunta aristotélica: “¿Acaso existen funciones y actividades propias del carpintero, del zapatero, pero ninguna del hombre en tanto que hombre, sino que este es por naturaleza sin obra?”100. Como si más allá de cualquier actividad particular aún se le reservara al hombre una función, una obra que le es propia más allá de toda obra específica: la función del hombre –responde la metafísica del Capital– consiste en una “cierta vida”, la vida productiva. Como si el capitalismo hiciera de la ausencia de obra del hombre su propia obra, su propio poder o potencia. Este poder no es otro que la fuerza de trabajo, que el capitalismo distingue precisamente de todo trabajo 98 Ibid., 137. 99 K. Marx (1988a: 47). 100 Aristóteles (2003: 1097b 25-30). 352 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx efectivo. Este sólo secundariamente, derivadamente le interesa. Lo principal está en la primera, esto es, lo que verdaderamente importa al capitalista es adquirir la facultad de producir en cuanto tal y no ya unas prestaciones determinadas. Si se prescinde del valor uso de los cuerpos de las mercancías, no les queda más que una propiedad: la de ser productos del trabajo. Pero si se prescinde de la utilidad ligada a las características particulares de una cosa, a las propiedades que determinan su naturaleza, entonces el trabajo a su vez deja de ser simplemente trabajo útil que produce cosas para la satisfacción de unas necesidades. ¿En qué se transforma la labor cuando lo que produce son mercancías y no simplemente valores de uso? Marx responde: Si se prescinde de la determinación de la actividad productiva y, por lo tanto, del carácter útil del trabajo, aún queda en ella el hecho de ser un gasto de fuerza de trabajo humano. Sastrería y tejido, aunque actividades productivas cualitativamente diversas, son ambas gasto productivo del cerebro, los músculos, los nervios, las manos, etc., del hombre, y en ese sentido son ambas trabajo humano [abstracto]101. Es el “trabajo humano igual” o “trabajo abstractamente humano” el que, según Marx, constituye “el valor de la mercancía”102. Si hacemos abstracción del valor de uso de un producto, abstraemos también –dice Marx– los componentes y formas corpóreas que hacen de él un valor de uso. Ese producto ya no es una mesa, una casa, o un hilo, o cualquier otra cosa útil. “Todas sus propiedades sensibles se han esfumado”103. Y con ellas se han desvanecido asimismo las formas materiales del propio trabajo, el carácter sensible de su exteriorización, reduciéndose en su totalidad a “trabajo humano indiferenciado”. Ahora bien, Marx aclara que unos productos nunca son “valores en general”, sino valores de una “magnitud determinada”. En cuanto valores de uso se trataba del cómo y del qué del trabajo; mientras que en lo que respecta a su magnitud de valor se trata del cuánto, de la duración temporal del gasto de 101 K. Marx (1988a: 54). 102 Op. cit., 57. 103 Ibid., 47. 353 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx energía físico-mental por parte del trabajador. Tela, casa o mesa pasan a ser, desde el punto de vista de su objetividad, de su sustancia común o valor, sólo magnitudes mensurables, calculables según el tiempo de trabajo social medio contenido en ellas. Decíamos, entonces, que la mercancía es un producto técnico, un artefacto. Mercancía no podría serlo una cosa –si es que existe algo así– natural. Por eso no es casual el ejemplo –ejemplar– del artefacto mesa cuando Marx se refiere al “carácter fetichista de la mercancía y su secreto”104. Esa conocida mesa que hace su entrada al comienzo del parágrafo es –como lo recuerda Derrida– “el ejemplo de una aparición”; una aparición de cuya fantasiosa cabeza de palo brotan a su vez caprichosas quimeras. Es también – como lo destaca igualmente Derrida– el ejemplo de “un cuerpo artefactual”, de una especie de autómata, de “muñeca mecánica y rígida”, tiesa como lo es una mesa de madera, “cuya danza obedece a la rigidez técnica de un programa”105. Lo que perturba de esa desquiciada mesa es la contradicción capital que surge de la conjunción, en el cuerpo mismo de la cosa, de una autonomía automática, de una libertad mecánica, de una vida técnica. Pues la mesa, tan pronto hace su entrada en escena como mercancía, parece moverse por sí misma, autónoma y automáticamente, y de ese modo parece animarse, animalizarse, espiritualizarse. Lo que perturba de ella es precisamente la conjunción de términos que parecían totalmente incongruentes para la tradición. Basta traer a la memoria el famoso Programa más antiguo de sistema del idealismo alemán, donde sus autores (aunque aquí pareciera dejarse oír la 104 Al inicio de este parágrafo se lee el conocidísimo texto: “A primera vista, una mercancía parece ser una cosa trivial y comprensible de por sí. Pero de su análisis resulta que es un objeto muy intrincado, lleno de sutilezas metafísicas y de resabios teológicos. En cuanto valor de uso, nada de misterioso se oculta en ella, ya la consideremos desde el punto de vista de que gracias a sus propiedades satisface necesidades humanas, o de que obtiene dichas propiedades solo como producto del trabajo humano. Es de claridad meridiana que el hombre con su actividad altera las formas de las materias naturales de una manera que le sean útiles. Se modifica la forma de la madera, por ejemplo, cuando de ella se hace una mesa. No por eso la mesa deja de ser madera, una cosa ordinaria y perceptible por los sentidos. Pero no bien entra en escena como mercancía, se transforma en cosa sensorialmente suprasensible. No sólo se mantiene tiesa apoyando sus patas sobre el suelo, sino que se pone de cabeza frente a todas las demás mercancías y de su cabeza de palo brotan quimeras mucho más caprichosas que si, por libre determinación, se lanzara a bailar”. K. Marx (1988a: 87). 105 J. Derrida (2003: 172-173). 354 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx voz singular de Hölderlin) escriben que “no existe una idea del Estado, puesto que el Estado es algo mecánico, lo mismo que no existe idea de una máquina. Sólo lo que es objeto de la libertad se llama idea”106. Habría, por consiguiente, una contradicción esencial, insuperable entre una máquina, algo mecánico, y la idea de libertad. Algo así como una “libertad mecánica” o un espíritu técnico designa para dicho Programa un absurdo. Al preguntarse de dónde deriva el carácter místico de la mercancía, Marx señala que él no procede del hecho de que esta sea un producto del trabajo. En esa medida, su secreto o enigma no radica en la condición artefactual de la cosa-mesa. Ella es perceptible y reconocible con “meridiana claridad”. Acerca de este particular producto de la techné, cualquiera comprende que el hombre con su actividad modifica técnicamente la forma de la madera, por ejemplo, cuando de ella se hace una mesa. No por eso –dice Marx– la mesa deja de ser madera, una cosa ordinaria y perceptible por los sentidos. La transformación de la forma en que consiste la actividad productiva, la relación de exteriorización sensible de las fuerzas vitales del hombre, se deja ver y ella misma no encierra secreto alguno. Pero, en tanto que mercancía, esa techné se vuelve una teletecnología, es decir, un producto técnico que, a primera vista, no se puede ver, que como el cuerpo sin cuerpo de una invisible visibilidad escapa a la percepción primera. Ella es, por tanto, una técnica que se transfigura, se metamorfosea en cosa “sensiblemente suprasensible” (verwandelt er sich in ein sinnlich übersinnliches Ding), intangible, inaudible e inodora, que se toca allí donde no se toca, que se siente allí donde no se siente; que se mantiene a distancia de los sentidos107. El artefacto mesa es una formación y un cambio de forma que se metamorfosea, y que al transfigurarse disloca la vista, la mirada fenomenológica, y esa mirada con la que el joven Marx parecía haber percibido los sentidos y las expresiones sensibles de lo humano. 106 Véase la nota 129 del primer capítulo (primera parte) de nuestra tesis. 107 Cfr. J. Derrida (2003: 169-170). 355 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx ¿Dónde reside, en consecuencia, lo misterioso de la forma mercantil? Marx responde: Obviamente, de esa forma misma. La igualdad de los trabajos humanos adopta la forma material de la igual objetividad de valor de los productos del trabajo […] Lo misterioso de la forma mercantil consiste sencillamente, pues, en que la misma refleja ante los hombres el carácter social de su propio trabajo como caracteres objetivos inherentes a los productos del trabajo, como propiedades sociales naturales de dichas cosas, y, por ende, en que también refleja la relación social que media entre los productores y el trabajo global, como una relación social entre los objetos, existente al margen de los productores […] Lo que aquí adopta, para los hombres, la forma fantasmagórica de una relación entre cosas, es sólo la relación social determinada existente entre aquéllos […] A esto llamo el fetichismo que se adhiere a los productos del trabajo no bien se los produce como mercancías, y que es inseparable de la producción mercantil108. Las mercancías, que son depositarias de la igualdad de los trabajos humanos, se presentan finalmente, ante los mismos productores, como los auténticos sujetos de la vida social; el ser-genérico de los individuos aparece ante estos como una propiedad inherente a las cosas que produce. En esto consiste el fetichismo que se adhiere a la techné. La transformación de esta techné en la forma fantasmagórica de una relación teletecnológica entre cosas, se refiere a la metamorfosis de la relación social entre los hombres, su vidagenérica, en una relación de intercambio entre cosas en general, como si el “valor-de-cambio” perteneciera a la naturaleza misma de esas cosas. Es –dice Marx– por medio de este quid pro quo (tomar una cosa por otra) como los productos del trabajo, los artefactos, se convierten en mercancías, en cosas sensorialmente suprasensibles o sociales109. Se trata, en suma, de una metamorfosis fetichista de la relación de exteriorización, es decir, de la actividad práctico-poiética a través de la cual los hombres se constituyen en sociedad. ¿Habría una coseidad o exteriorización sensible no fetichista, una forma no reificada del nexo social? La reificación implica a la propia relación, a la preposición “entre”, cuya transformación fetichista la convierte en una relación cambiaria entre productos de cualidades 108 K. Marx (1988a: 88-89). 109 Op. cit., 88. 356 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx diversas. Atendiendo a esto, nos es legítima la pregunta: ¿Cuál es, desde este punto de vista, la diferencia entre exteriorización y reificación? La preposición “entre”, es decir, la apertura de un enlazamiento en que tiene lugar un nexo social, la praxis de un común, compete a eso que en cada individuo es precisamente atinente al género. Pues bien, la exteriorización no concierne tanto a los hombres que entran en relación entre sí como al “entre” en cuanto tal. Es esta preposición la que se exterioriza sensiblemente mediante la praxis de los hombres. La techné, en este sentido, es la coseidad de una relación, de un nexo, en que se expresa el ser genérico o el estar en común de los individuos. El acto-de-potencia –en Marx– no es sino la forma-de-larelación, el “entre” que está siempre exteriorizado, cosificado, actualizado como un determinado uso o praxis de las fuerzas humanas. Ese acto o forma es la actividad de una potencia que precede a los individuos, en la medida en que estos devienen a partir del nexo que los constituye; al tiempo que los trasciende, en cuanto es exteriorizada como el fuera-de-sí de los individuos. Mientras que –como ya advertimos– la reificación convierte la forma-dela-relación en una mera relación-entre-cosas, cuyo doble fetichizado es la forma-mercancía. Esta forma encarna ahora la relación social misma, proyectándola como una cualidad inherente a cada cosa. Según Marx –como bien dice Postone–, la cualidad general y objetiva de las relaciones sociales esenciales del capitalismo “es que constituyen una totalidad que puede desplegarse a partir de una forma estructurante única, la mercancía”110. De manera que la única presencia posible, la forma de expresión o el lenguaje en que se expresa el valor de una cosa, su objetividad no física o espectral, es el de la relación de intercambio. El “valor de cambio” es la forma universal de aparición o de presentación del valor u objetividad de las cosas. Esta objetividad o valor es cristalización de “trabajo humano igual”, que sólo comparece en la forma de una relación mercantil. Para decirlo en los términos en que lo afirma Martínez Marzoa: “Materialmente, el valor no aparece de ninguna manera, pues no es ningún carácter ‘real’ de las cosas. Socialmente, aparece, pero sólo en la forma de cierta relación social (no material) que se da 110 Cfr. Moishe Postone (2006: 223). 357 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx entre unas y otras cosas materiales, relación a la que llamamos ‘valor-decambio’”111. Vale decir: la “sustancia de valor”, “trabajo humano igual”, no se da directamente, sólo aparece bajo el lenguaje mercantil; el “modo de expresión” o “forma de manifestación”, que es el valor-de-cambio o “forma de valor”, es su única y esencial presencia. El trabajo abstracto es constituyente de valor, el cual no tiene otro ser social más que la relación cambiaria. Sólo bajo esta condición se puede decir que el trabajo es fuente de riqueza, ahí donde la forma elemental de esta es la mercancía, es decir, la cosa portadora de un valor que sólo existe socialmente en tanto que valor-de-cambio. Mercancía en este sentido es, de una parte, la palabra que designa el concepto de la cosa “en cuanto puesta ahí para el cambio”, o en cuanto “cambiable por otras cosas en general”, esto es, “cambiable por en principio cualesquiera otras cosas, lo cual implica que también las otras cosas (en principio cualesquiera de ellas) sean en principio cambiables”112. No hay cosa, presencia alguna, por fuera de esta relación. Lo que significa –como bien remarca Martínez Marzoa– que la relación social en su totalidad está configurada como “sistema de intercambio de cosas en general entre particulares en general”. Las cosas en la sociedad moderna son en cuanto mercancías, este es el específico modo de ser de la totalidad de lo que hay; “lo que hay” es “lo que es”, y el ámbito de “lo que es” se define por lo que Marx llamó la “inmensa reunión de mercancías”. En este mismo sentido, la mercancía es, de otra parte, una forma de mediación que “se desarrolla en una especie de sistema objetivo por encima y en contra de los individuos, y [que] determina de manera creciente los objetivos y medios de la actividad humana”. La mercancía es un sistema constituido por el trabajo abstracto que, en cuanto tal, “encarna un nuevo modo de dominación social”, esta vez de carácter “impersonal, abstracto y objetivo”113. En otras palabras, la mercancía designa tanto un nuevo régimen ontológico de las cosas, un nuevo régimen o marco de lo sensible, como, en esta misma medida, un nuevo régimen de poder. Ahí donde –como dice Negri– “la circulación es tendencialmente la totalidad de la sociedad”114, ahí mismo el capital se instituye 111 Felipe Martínez Marzoa (1983: 44 ss). 112 Felipe Martínez Marzoa (2008: 14 ss). 113 M. Postone (2006: 224). 114 Toni Negri (2001: 134). 358 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx en “poder de mando” sobre el tiempo y el espacio115. O bien, como Holloway sostiene con extrema economía, “la teoría del valor es una teoría del fetichismo y la teoría del fetichismo es una teoría de la dominación”116. La racionalidad específica de las técnicas modernas de producción (su tecno-logía) posee precisamente la peculiaridad de la lógica del concepto de la cosa en cuanto dispuesta ahí para el intercambio. En suma, la lógica de la producción, por ende la lógica misma del proceso de trabajo, está gobernada por la racionalidad productiva mercantil. Cuestión que implica, a su vez, que el “mercado” capitalista deja de ser la esfera del mero “comercio” para constituirse en una determinada “relación social” de producción. Sin embargo, sigue en pie la pregunta: ¿qué es lo que de la cosamercancía no se ve a primera vista, permanece misterioso, enigmático para la percepción corriente? A menudo –la lectura deconstructiva hasta cierto punto no está ajena a ello– el fetichismo de la mercancía es caracterizado diciendo que las relaciones sociales aparecen como relaciones de cosas, como si las relaciones sociales se convirtieran sólo aparentemente, para una mirada no crítica, en propiedades naturales y objetivas de las cosas mismas. Volvemos, por tanto, al viejo esquema de la oposición entre lo real versus la ilusión óptica. De acuerdo a este esquema, las personas atribuirían propiedades falsas a los productos de su trabajo, sin ser capaces de ver que detrás de las relaciones entre cosas hay en realidad relaciones entre personas. El fetichismo sería, en consecuencia, una forma de “falsa conciencia” frente a las “relaciones reales y concretas”. No obstante, como bien lo ha enfatizado Jacques Bidet, hay dos niveles distintos en el análisis marxiano de la mercancía. Por un lado, el tema central del fetichismo es el de una inversión: las relaciones entre productores son invertidas en relaciones entre cosas. Esta inversión ocurre al nivel de lo representado (la relación social entre los productores se refleja o se proyecta – escribe Marx– en la forma de unas relaciones entre cosas al margen de los 115 Op. cit., 136. 116 J. Holloway (1992: 152). 359 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx productores, como una especie de imagen que ha adquirido autonomía). Es la perspectiva que en cierto modo encontramos en el “capítulo del dinero” de los Grundrisse, correspondiente a la futura Sección 1 del Libro I, de la primera edición de El Capital117. En ese capítulo, en efecto, Marx afirma: “El intercambio general de las actividades y de los productos, que se ha convertido en condición de vida para cada individuo particular y es su conexión recíproca [con los otros], se presenta, aparece ante ellos mismos como algo ajeno, independiente, como una cosa”118. Perspectiva que dará pie a que en El Capital (Sección 1, Libro I) su autor establezca una analogía entre el “mundo de las mercancías” y el “mundo religioso”: “En este –escribe– los productos de la mente humana parecen figuras autónomas, dotadas de vida propia, en relación unas con otras y con los hombres. Otro tanto ocurre con el mundo de las mercancías”119. Pero, por otro lado, el tema central de la forma mercantil, como forma que en general adquieren los productos del trabajo, es el de una transformación efectiva: las relaciones entre productores han devenido – escribe Marx– relaciones entre cosas. Esta metamorfosis ocurre, ya no al nivel de lo meramente representado, sino de lo real (la relación social que media entre los productores y el trabajo global se presenta efectivamente, en el plano no de la conciencia sino de la praxis entre los hombres, como una relación cambiaria entre cosas, en la medida en que estas son portadoras de valor cuantificable). Es el nivel de análisis que ha sido destacado por autores como Étienne Balibar, Martínez Marzoa, o Michael Heinrich. Desde este punto de vista, el qué es de la cosa consiste justamente en su ser disponible para el intercambio en general, como una cifra previamente calculable dentro de una equivalencialidad generalizada entre productos de cualidades indefinidas. Es la consideración –en el hacer práctico de los hombres– de las cosas como mercancías, lo que exige prácticamente que las cosas sean cantidades de magnitudes. Es decir, sin ser cantidades de distintas magnitudes, tampoco 117 Cfr. Jacques Bidet (2007: 109-110 ss). Sobre la relación entre los Grundrisse y la primera edición de El Capital, véase Roberto Fineschi (2008: 86-120). 118 K. Marx (2001: 84-85). 119 K. Marx (1988a: 89). 360 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx podrían las cosas ser valores-de-cambio. En otras palabras, es por el hecho mismo de que las cosas han de poder ser mercancías, que todos los entes tienen que ser a su vez cantidades de magnitudes. El qué es de la cosa, su estar dispuesta ahí para el cambio, exige que ya no pueda tratarse del trabajo que hay en esta pieza, sino de cuánto trabajo hay en general en una pieza como esta; “la pieza es reconocida sólo como un ejemplar de su clase, como indefinidamente repetible, o, lo que es lo mismo, las cosas son entendidas como cantidades de cosas”; cantidades de un tipo que porta tiempo de “trabajo humano igual”120. Desde este mismo punto de vista, el fetichismo –tal como lo sostiene Balibar– no es un fenómeno subjetivo, una percepción falseada de la realidad, como lo sería, por ejemplo, y según la analogía del propio Marx con el “mundo religioso”, una creencia supersticiosa, o una ilusión óptica, el producto de la mente humana que es proyectado como una figura autónoma. “Constituye antes bien –escribe Balibar– la manera en que la realidad (una cierta forma o estructura social) no puede dejar de aparecer”121. Y ese modo de presentarse la realidad (a la vez Schein, un “brillo” fascinante como el oro, pero también una “apariencia” engañosa, y Erscheinung, una “aparición” o “fenómeno”) representa una mediación o función necesaria sin la cual, en el marco de la sociedad civil, la relación entre los hombres, y sus mismas condiciones de vida, serían sencillamente imposibles122. El mecanismo del fetichismo es, consiguientemente, una constitución del mundo social, estructurado por las relaciones de intercambio en que viven, piensan y actúan los individuos del presente. En este sentido, Marx escribe que “las categorías de la economía burguesa” son “formas del pensamiento socialmente válidas, por tanto objetivas, para las relaciones de producción que caracterizan este modo de producción social históricamente determinado: la producción de mercancías”123 . Estas categorías o formas del pensamiento, son 120 F. Martínez Marzoa (1983: 108). 121 E. Balibar (2000: 69). 122 Ibid. 123 K. Marx (1988a: 93). 361 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx ante todo formas de constitución de lo sensible, o modos de subjetivación, es decir, expresan una percepción determinada de fenómenos, la manera en que las cosas son-ahí. Ellas son las categorías –diría el Marx de los Manuscritos del 44’– de un modo de comportarse los hombres. En la interpretación “simplificada” –sostiene por su parte Michael Heinrich– del fetichismo de la mercancía como una forma de “falsa conciencia” que simplemente oculta las “relaciones reales”, se pierde de vista el hecho de que el mecanismo del fetichismo funciona en el análisis marxiano no como mera ilusión a nivel de lo representado, sino “también como una fuerza material”124. “Si el fetichismo –escribe– se ‘adhiere’ de hecho a las mercancías, tiene que tratarse de algo más que de una falsa conciencia, tiene que estar expresando un estado de cosas real”125. Ilusión, en consecuencia, sólo la puede haber respecto a “lo que es”. La apariencia, es siempre la apariencia correlativa de unos fenómenos. Pues efectivamente los productores –bajo las condiciones de la producción mercantil y de la división del trabajo que esta implica– no se relacionan entre sí de manera inmediatamente social126 , y, por esa razón, se relacionan sólo a través del intercambio de los productos de su trabajo. El que las cosas aparezcan ante los individuos como con unas propiedades sociales, no es simple ilusión, obedece, por el contrario, al fenómeno de la producción de mercancías, bajo cuya lógica la actividad de los hombres “es puesta como trabajo social sólo mediante el cambio”. El valor-decambio, dice Marx, hace de médium que intermedia la participación del individuo en la producción general127 . Es decir, como los productores no entran en contacto social hasta que intercambian los productos de su trabajo, los atributos específicamente sociales de sus “trabajos privados” –“ejercidos independientemente los unos de los otros”– no se manifiestan sino “en el marco de dicho intercambio”. De hecho, los “trabajos privados” no alcanzan realidad como partes del “trabajo social en su conjunto”, del “trabajo social 124 M. Heinrich (2008: 88). 125 Op. cit., 87. 126 K. Marx (2001: 101). 127 Op. cit., 100. 362 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx global”, sino es por medio de las relaciones que el intercambio establece entre los productos del trabajo y, a través de los mismos, entre los productores128 . A estos, por ende, las relaciones sociales entre sus trabajos privados se les ponen de manifiesto como lo que son, vale decir, no como relaciones directamente sociales trabadas entre las personas, en sus trabajos, sino por el contrario como relaciones propias de cosas entre las personas y relaciones sociales entre las cosas129. El trabajo –sólo existente en el marco de la división moderna del trabajo como actividad laboral privada– supone, sobre la base de la relación cambiaria, que ni la labor del individuo ni su producto sean inmediatamente universales, y que este último obtenga su forma social sólo a través de una “mediación objetiva”130. Frente a esta realidad, no se trata de una conciencia que ve algo distinto de lo que “es” y que por eso se engaña. La conciencia ve lo único que hay por ver, “lo que hay”; la conciencia ve las cosas tal como “son”. Por lo tanto, como bien lo subraya Heinrich, el fetichismo no consiste en que los productos del trabajo sean considerados como objetos de valor, ya que en la sociedad burguesa los productos de la labor tienen, en tanto que mercancías, efectivamente objetividad de valor. El fetichismo consiste, por tanto, no simplemente en la representación de una “falsa conciencia”, sino en la forma de una conciencia espontánea que, al ver “lo que es”, percibe eso que “hay” como la naturaleza misma de las cosas: ella actúa como si las cosas fuesen esencialmente valor, sin ver que esto que ellas son es un modo práctico de relacionarse los hombres con las cosas, una determinada manera de referirse las personas a los entes, a saber, como mercancías. No percibe, percibiendo lo único que hay para percibir, que se trata de un comportamiento, una praxis, o modo de configuración sensible de la relación social. Para la conciencia espontánea, “las formas que ponen la impronta de mercancías a los productos del trabajo” poseen ya “la fijeza propia de formas naturales de la vida social”131. El fetichismo consiste, así pues, en una forma de la experiencia en la que la objetividad de valor es experimentada 128 Cfr. E. Balibar (1984: 220-221). 129 K. Marx (1988a: 89). 130 K. Marx (2001: 96). 131 K. Marx (1988a: 92). 363 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx como una “necesidad natural evidente”, inmutable. Henos aquí, entonces, con que hubo historia, pero ahora ya no la hay. El “ser” de las cosas es un “modo de ser”, una determinada configuración de la realidad que tiene lugar en el marco de las relaciones de producción “de ese modo de producción social históricamente determinado – destaca Marx– que es la producción de mercancías”. El mecanismo del fetichismo es, por una parte, la propia constitución del mundo histórico moderno; y es, por otra, la borradura de la historicidad de ese mundo histórico que ya no es patente como tal para ese mundo mismo. Martínez Marzoa no lo puede resumir mejor: Pues bien, tocamos el punto esencial cuando observamos lo siguiente: esa dependencia del modo de presencia de las cosas con respecto a la constitución del mundo histórico del que forman parte no aparece como tal para ese mismo mundo histórico, el cual, por el contrario, da por supuesto aquel modo de presencia de las cosas como perteneciente de manera “natural” y “en sí” a las cosas mismas132. Nada que ver detrás de las apariencias. Ningún misterio que develar, como si hubiese que redimir mediante la explicación la realidad que aquellas ocultan. Lo misterioso reside en el modo de presentarse mismo de las cosas: por qué, se pregunta la crítica de la economía política, la cosa adopta la forma de mercancía; “por qué, pues, el trabajo se representa en el valor y la medida del trabajo según su duración se representa en la magnitud de valor del producto del trabajo”. Que las cosas sean como son: eso es lo que debe ser interrogado. El análisis crítico pregunta: cómo es que las cosas han devenido mercancías; cómo es que el sujeto ha sido subjetivado de tal modo que se comporta con las cosas como siendo mercancías. Pues las cosas no tienen por qué ser como son actualmente y, por ende, tampoco las relaciones sociales que las sustentan. Como bien mostró Balibar133 , el análisis del fetichismo entrelaza tres temas principales fácilmente distinguibles. En primer lugar, las mercancías, en tanto cosas (Dinge), aparecen dotadas de una propiedad inmediata: el valor. 132 F. Martínez Marzoa (1983: 109). 133 E. Balibar (1984: 220-223). 364 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx Tienen un valor de cambio determinado. En virtud de esta propiedad natural con la que aparecen inmediatamente, ellas entran en relación entre sí, o sea, se intercambian en una proporción determinada. De modo que las variaciones de valor de las cosas se presentan con el carácter de un movimiento autónomo al cual están sometidos los hombres. Si estos están sometidos es en la medida en que ese movimiento de fluctuación determina las condiciones en que los individuos tienen acceso a las mercancías. En segundo lugar, esta apariencia objetiva se presenta como un determinado lenguaje. “Si las mercancías pudiesen hablar…”, dice Marx, utilizarían el lenguaje del economista. Hablando por ellas, siendo la voz de las mercancías, prestándole la palabra, el economista habla el lenguaje de las mercancías. Al hacer uso de la palabra, habla en lugar de eso que no habla, al mismo tiempo que quien habla propiamente por medio del discurso del economista es la mercancía. Lenguaje que se quiere borrar como mero lenguaje, que aparece como lenguaje de la objetividad. Es decir, lenguaje de la forma del valor que se olvida como una forma social, históricamente determinada. Es, dice Marx, el lenguaje de las robinsonadas del que ni siquiera Ricardo estuvo exento134. En tercer lugar, el desarrollo de la circulación cambiaria y la transformación de la mercancía en la forma elemental de la riqueza, destruyendo poco a poco las formas sociales tradicionales, destruyen también las ilusiones religiosas, pero crean la ilusión de la forma mercancía, el fetichismo. Este se adhiere ahora a la misma forma del valor, esto es, se adhiere al lenguaje mismo de la objetividad. El fetichismo (y, consiguientemente, la estructura de la religión que le es constitutiva) no se contradice, por tanto, con la racionalidad tecnológica. Tal como en su momento hizo hincapié Georg Lukacs en Historia y conciencia de clase (1923), la reificación o cosificación (Verdinglichung) es el fenómeno fundamental de la “estructura económica” como “estructura de la relación mercantil”, y como tal 134 K. Marx (1988a: 93). También Ricardo, según Marx, incurre en el anacronismo de creer que el pescador y el cazador primitivos se relacionan con cosas dotadas de magnitudes mensurables en proporción al tiempo de trabajo objetivado en ellas, y según un principio universal de computación. 365 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx sirve de modelo o prototipo “de todas las formas de objetividad y de todas las correspondientes formas de subjetividad que se dan en la sociedad burguesa”135. Es –según advierte el mismo Lukacs– la universalización de la categoría mercancía, en tanto que “forma que influye decisivamente en todas las manifestaciones de la vida”, la que tiene por fundamento el principio de la calculabilidad: principio de racionalización creciente del proceso de trabajo136. Escribe: “lo específico del capitalismo moderno frente a las formas arcaicas de negocio capitalista es la organización racional del trabajo sobre la base de la técnica racional”137 . La “forma-mercancía” está vinculada, en consecuencia, a una tecno-logía, esto es, su lenguaje es el de la disposición calculante de la totalidad de lo que hay en vista de su pre-visión y aseguramiento138. Es sólo bajo la lógica de este lenguaje, a la vez como un presupuesto y un efecto de ella, que los productos aparecen como cantidades de magnitudes de trabajo abstracto, igual, comparable, medible en cantidades de tiempo continuo y descualificado. Sin esa tecno-logía niveladora e igualadora, sin esa condición del tiempo como perteneciente al ser mismo de las cosas, estas no podrían ser cantidades de distintas magnitudes, tampoco podrían, en consecuencia, ser valores-de-cambio. El qué es de la cosa, su estar dispuesta ahí para el cambio, hace de ella, de su ser, tiempo único e igual, infinitamente divisible en puntos (cortes) abstractos. Temporalidad específica del ser de las cosas como 135 Lukacs escribe: “La mercancía no es conceptuable en su naturaleza esencial más que como categoría universal de todo el ser social. Sólo en este contexto cobra la reificación producida por la relación mercantil una importancia decisiva, tanto para el desarrollo objetivo de la sociedad como para la actitud de los hombres respecto de ella”. Cfr. G. Lukacs (1985: 11-13 [vol. 2]). 136 “El trabajo propio –escribe Lukacs– de la división capitalista del trabajo –el trabajo abstracto, igual, comparable, medible con exactitud siempre creciente por el tiempo de trabajo socialmente necesario– surge a la vez como producto y como presupuesto de la producción capitalista, en el curso del desarrollo de esta; y sólo en el curso de esta, por tanto, llega a ser una categoría social, la cual influye decisivamente en la forma de la objetividad tanto de los objetos cuanto de los sujetos de la sociedad así nacida, de su relación con la naturaleza y de las relaciones en ella posibles entre los hombres”. Op. cit., 13. 137 Ibid., 23. 138 Sobre las relaciones entre Lukacs y Heidegger, véase Lucien Goldmann (1975). 366 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx mercancías que es efecto y presupuesto a la vez de la división tecnológica del trabajo139. Marx escribe: Un inmenso progreso se operó cuando Adam Smith rechazó todo carácter determinado de la actividad creadora de riqueza considerándola simplemente como trabajo; ni trabajo manufacturero, ni trabajo comercial, ni agricultura, sino tanto uno como otro. Con la universalidad abstracta de la actividad creadora de riqueza, se da al mismo tiempo la universalidad del objeto determinado como riqueza, como producto en general, o, una vez más, [como] trabajo en general […] La indiferencia frente a un género determinado de trabajo supone una totalidad muy desarrollada de géneros de trabajos, ninguno de los cuales predomina sobre los demás […] Entonces, deja de poder ser pensado solamente bajo una forma particular. Por otra parte, esta abstracción del trabajo en general no es solamente el resultado intelectual de una totalidad concreta de trabajos. La indiferencia hacia un trabajo particular corresponde a una forma de sociedad en la cual los individuos pueden pasar fácilmente de un trabajo a otro y en la que el género determinado de trabajo es para ellos fortuito y, por lo tanto, indiferente. El trabajo se ha convertido entonces, no sólo en tanto categoría, sino también en la realidad, en el medio para crear la riqueza en general y, como determinación, ha dejado de adherirse al individuo como una particularidad suya. Este estado de cosas alcanza su máximo desarrollo en la forma más moderna de la sociedad burguesa, en los Estados Unidos. Aquí, pues, la abstracción de la categoría “trabajo”, el “trabajo en general”, el trabajo sans phrase, que es el punto de partida de la economía moderna, resulta por primera vez prácticamente cierta140. La abstracción, no sólo intelectual sino también real, de la categoría “trabajo”, la indiferencia hacia la actividad creadora bajo un género particular, es decir el paso por parte de los individuos de una actividad a otra de manera fortuita, sin que esta esté adherida a su personalidad, supone –dice Marx– la realización de la gran industria por medio del reparto maquínico del trabajo entre diferentes individuos, independientes los unos de los otros, relacionados teletecnológicamente entre sí como instrumentos parciales de producción, junto al instrumento de producción mismo de la maquinaria industrial. La primera premisa del desarrollo de la gran industria es “el sistema automático”. Sobre la base de ella es que todas las relaciones naturales o personales entre los individuos son reducidas a “relaciones basadas en el dinero”141, es decir, a un nexo social basado en la relación de intercambio. En los Manuscritos del 44’ Marx había sostenido: 139 Cfr. K. Marx (2004a: 513-514). 140 K. Marx (2003b: 304-305). 141 K. Marx & F. Engels (1971: 69). 367 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx El Capital es, pues, el poder de Gobierno sobre el trabajo y sus productos. El capitalista posee este poder no merced a sus cualidades personales o humanas, sino en tanto es propietario del capital. El poder adquisitivo de su capital, que nada puede contradecir, es su poder. Veremos más tarde, primero, cómo el capitalista por medio del capital ejerce su poder de gobierno sobre el trabajo, y después el poder de gobierno del capital sobre el capitalista mismo142. Mientras en las formaciones sociales premodernas el “poder que ejerce el propietario sobre quienes no lo son” descansa en “relaciones personales”, en “una especie de comunidad natural”; en las sociedades industrializadas, por el contrario, el poder del propietario “tiene necesariamente que haber cobrado forma material en un tercer objeto, en el dinero”143. El propietario moderno es poderoso no merced a sus cualidades personales o humanas, tampoco en razón de su posición divina o sobrenatural dentro de la comunidad, sino en virtud del “poder adquisitivo” de su capital. El dinero es el sujeto que encarna este poder; el objeto no-natural, impersonal, no humano, que intermedia en la relación entre el propietario y quienes no lo son. Ese poder –indirecto, artificial, pero no por eso menos efectivo– es el producto, dice Marx, del trabajo, “particularmente del trabajo acumulado, del capital”144. El trabajo, entonces, no sólo produce unos bienes, ni solamente produce –como lo señala Engels– hasta cierto punto a los hombres mediante su transformación práctica; produce además poder, exteriorizándose como “fuerza social”145 y exponiéndose como techné e historia acumulada. Pues bien, es precisamente esa “fuerza social” la que es reificada, fetichizada en el cuerpo del dinero, a la vez símbolo y sujeto del poder. Mientras el obrero sólo posee mediante el dinero el poder adquisitivo de una serie siempre limitada de mercancías, el capitalista, en cambio, posee a través de él, en tanto que “individuo de clase”, la fuerza de gobierno sobre el trabajo y sus productos; en esa medida posee, en tanto que personificación del capital, un poder dinerario sobre una serie en principio ilimitada de mercancías, incluida 142 K. Marx (1968: 22). 143 K. Marx & F. Engels (1971: 76). 144 Ibid. 145 K. Marx & F. Engels (2007a: 169). 368 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx la fuerza laboral (la que ha sido previamente dispuesta para el cambio). Vale decir: “como el dinero no se cambia por una cualidad determinada, ni por una cosa o una fuerza esencial humana determinadas, sino por la totalidad del mundo objetivo natural y humano”, desde el punto de vista de su poseedor él representa la fuerza de absoluta convertibilidad de “toda cualidad por cualquier otra y también por cualquier otro objeto, incluso los contrarios”146. “Objeto por excelencia”, ya que posee la cualidad de apropiarse de todos los objetos, el dinero es también el poder de todos los poderes; no tal o cual fuerza por ende, sino la capacidad en general de convertir una fuerza en otra contraria. El “burgués” no se relaciona con él como un simple medio de consumo, sino ante todo como un medio de ejercicio de la fuerza por excelencia, a través de la cual lo que adquiere es el poder de apropiación en cuanto tal. El dinero, por tanto, no sólo es un medio de intercambio, es también y principalmente la materialización de un poder de Gobierno, que se ejerce –a través del diferencial de poderes entre capitalistas y trabajadores, propietarios y no propietarios– como una economía distributiva de los lugares y jerarquías de las diferencias. Implica asimismo (este es justamente el énfasis del acápite sobre el “Dinero” hacia el final de los Manuscritos del 44’) una transformación de la manera de sentir, una mutación de nuestro ser-en-lo-sensible. Dicho en los términos de Lukacs: “La transformación de la relación mercantil en una cosa de ‘fantasmal objetividad’ […] imprime su estructura a toda la consciencia del hombre […]. Y, como es natural, no hay ninguna forma de relaciones entre los hombres, ninguna posibilidad humana de dar vigencia a las ‘propiedades’ psíquicas y físicas, que no quede crecientemente sometida a esa forma de objetividad”147. Poder de todos los poderes, lo que el dinero puede comprar “eso soy yo”; “mi fuerza es tan grande como lo sea la fuerza del dinero”, escribe Marx citando un pasaje del Fausto de Goethe148. El dinero, en suma, representa una transformación de la propia subjetividad. 146 K. Marx (1968: 123) 147 G. Lukacs (1985: 28 [Vol. 2]). 148 Op. cit., 120-121. 369 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx El mecanismo del fetichismo es, al mismo tiempo, un mecanismo de poder. Pero no de un poder meramente represivo, sino ante todo de un poder constitutivo de mundo: el mundo estructurado por las relaciones de intercambio, en el que un nuevo modo de ser de lo sensible tiene lugar. Su primera premisa es –advierte Marx– “el sistema automático”149. De ahí que sólo transitoriamente sea el individuo-capitalista el que por medio del capital ejerce su poder sobre el trabajo. Luego, con el desarrollo de la gran industria, se tratará –tal como lo deja anunciado Marx en 1844– del poder de gobierno de la máquina del capital sobre el capitalista mismo. Ese “sistema automático” (estamos aquí ante el segundo aspecto vinculado al punto de vista marxiano sobre la técnica) se caracteriza por lo que podríamos llamar una “organo-tecno-logía”, es decir, una tecnología de los cuerpos en tanto que órganos o instrumentos productivos del capital. En cuanto sistema de funcionamiento de un poder maquínico (Marx habla específicamente de la nueva forma de una “explotación maquinizada”150 ) que se ejerce sobre aquellos cuyos órganos son ensamblados a un aparato de producción, la maquinaria industrial se estructura a través de la combinatoria concertada de órganos individuales que son las piezas elementales de que está compuesta. El cuerpo singular se convierte en un elemento que se puede colocar, mover, anexar sobre otros. Su fuerza no se define ya por las habilidades del hombre como agente de actividad, sino por el lugar que ocupa como engranaje en relación al conjunto del sistema técnico; se define por el intervalo que cubre dentro de una serie, y entre una serie y otra, la regularidad y ritmo según los cuales lleva a cabo sus movimientos, o mejor dicho, la proporción de movimientos y reposos. El hombre de supuesto sujeto de la acción se transforma en un fragmento de espacio móvil entre series distintas de funciones automatizadas. Marx escribe en sus Manuscritos de 1861-1863: ¿En qué se diferencia la máquina del instrumento? Apenas el instrumento es puesto en movimiento por un mecanismo autónomo, de herramienta del obrero –de instrumento cuyo rendimiento está condicionado por la habilidad del obrero y que exige el trabajo como intermediario en el proceso de elaboración– se transforma en herramienta del sistema técnico y la máquina sustituye al 149 K. Marx & F. Engels (1971: 69). 150 K. Marx (2004a: 549). 370 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx instrumento […] Para elaborar como se debe el material, o sea para alcanzar el fin deseado, la máquina produce con su mecanismo el movimiento de los órganos instrumentales, movimiento que antes producía el hombre151. Hay –tal como lo señala Marx en el conocido capítulo de El Capital, “Maquinaria y gran industria”– una diferencia esencial entre la “herramienta” como mero “instrumento de trabajo”, manipulado por un número limitado de “instrumentos naturales de producción”, “los propios órganos corporales” del hombre, y la “máquina-herramienta” compleja, en la que la herramienta pasa de manos del hombre a “pieza de un mecanismo”. Si observamos –afirma Marx– más en detalle la máquina-herramienta veremos cómo reaparecen, “en líneas generales aunque en forma muy modificada”, los aparatos e instrumentos con los que trabajan el artesano y el obrero manufacturero, “pero ya no como herramientas del hombre sino de un mecanismo, como herramientas mecánicas”. Las herramientas se han vuelto el número –ya no restringido a las “barreras orgánicas” del obrero– de funciones automáticas “con que opera simultáneamente una máquina-herramienta”152 . La máquina, de la que arranca la revolución industrial, reemplaza al obrero que manipula un instrumento de trabajo por un mecanismo que funciona simultáneamente “con una masa de herramientas” y que es movido “por una fuerza motriz única”153. Marx insiste en que la productividad del trabajo depende –a lo largo de toda su historia– de un “fundamento técnico”; ella “no sólo depende del virtuosismo del 154 herramientas” trabajador”, sino además “de la perfección de sus . De hecho, no podemos separar el desarrollo de las habilidades del hombre que realiza una actividad del desarrollo de los instrumentos técnicos con que trabaja. Sus fuerzas (sociales) de trabajo se componen históricamente, se entrelazan en una relación co-constituyente con las fuerzas técnicas de producción. Su devenir es inseparable del devenir de la técnica. La cuestión, entonces, respecto al desarrollo de la gran industria, es qué lugar ocupan dentro del sistema automático las habilidades del obrero. 151 K. Marx (1982b: 145-147). 152 K. Marx (2004a: 454-455). 153 Op. cit., 457. 154 Ibid., 415. 371 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx En el marco de la gran industria –dice Marx– las destrezas o capacidades del obrero, esto es, la composición técnica entre las herramientas y los órganos humanos, pasan a ser los elementos móviles en el reparto de operaciones que ejecuta ahora, de una forma autónoma, “completamente emancipada de las barreras inherentes a la fuerza humana”, el “sistema de máquinas de trabajo parciales”155. Los órganos del obrero se convierten, así pues, en órganos de las “máquinas-herramientas” o “máquinas de trabajo”, las cuales se vuelven, a su vez, órganos del sistema automático fabril. Un sistema de máquinas “propiamente dicho”, sólo reemplaza –escribe Marx– a la máquina autónoma individual allí donde “el objeto de trabajo recorre una serie conexa de procesos graduales y diversos, ejecutados por una cadena de máquinas heterogéneas pero complementarias entre sí”. Las herramientas específicas de los diversos obreros parciales se transforman ahora “en las herramientas de máquinas de trabajo que se han vuelto específicas, cada una de las cuales constituye un órgano particular destinado a una función particular en el sistema del mecanismo combinado de herramientas”156. La máquina combinada de trabajo, “que ahora es un sistema organizado compuesto por diversas clases de máquinas de trabajo individuales y de grupos de las mismas”157, traza un continuum maquínico en el que se ensamblan los diferentes procesos parciales de formación del producto, que como material transita ininterrumpidamente de una fase a otra de producción dentro del “proceso total”. Al quedar suprimido el “principio subjetivo de la división del trabajo” por efecto de ese continuum maquínico, la mano humana es sustituida, según Marx, por el mecanismo de un proceso, que constituye “en sí y para sí” un gran autómata. Automatismo cuyo impulso lo recibe de un primer motor que “se mueve a sí mismo”158. El asunto para Marx, sin embargo, a propósito de este último punto, no es simplemente el de la oposición entre “vitalismo” y “automatismo”, o entre “mecanismo” y “organismo” humano; no es el de la antinomia –que vendría a replicar la oposición entre “trabajo vivo” y “trabajo 155 Ibid., 460-461. 156 Ibid., 461. 157 Ibid., 463. 158 Ibid. 372 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx abstracto”– entre “cuerpo viviente” y “máquina mecánica”, entre “el tiempo de la vida” y “el tiempo del artificio tecnológico”159. El asunto para él es, principalmente, el de determinar cuál es el fundamento técnico sobre el que, en cada caso, se basa el régimen de división de los sentidos, y, a propósito de esto, cuáles son las transformaciones en el rol o función que juegan los órganos del trabajador, cuál es su centralidad por respecto a las otras facultades. En el marco de la división tecnológica del trabajo –sobre la que se funda la gran industria– es concretamente la mano humana160 la que pierde toda centralidad, siendo sustituida finalmente por los “órganos homogéneos de un mismo mecanismo motor”161. Pero la revolución operada en el medio de trabajo –medio de trabajo revolucionado que adquiere su figura más desarrollada en el sistema de máquinas organizado, imperante en la fábrica– implica, al mismo tiempo, un mayor protagonismo del órgano visual, cuya función de supervisión del mecanismo en su conjunto está destinada a que se cumpla la aplicación de “las potencias intelectuales” (tecno-lógico-científicas) en el proceso de producción, a las que deben estar “subordinados técnicamente” cada uno de los movimientos parciales que opera el trabajador162. Ojo que vigila, que calcula, como el órgano policial de una planificación decidida y supervisada, las relaciones de movimiento y de reposo, o sea la velocidad del cuerpo obrero en tanto que “accesorio de una máquina parcial”, con el fin de adaptarlas a la regularidad de “un movimiento uniformemente continuo”163. Ese órgano visual cumple la función de incorporación de los obreros como “apéndices vivientes” de “un mecanismo inanimado (muerto pero que se mueve por sí mismo) independiente de ellos”164. Ya no es la fuerza físicomuscular del individuo la que se calcula o mide en su nivel de desarrollo, tampoco el virtuosismo creativo e intelectual, “semiartístico”, del trabajador, 159 Es la tesis de una tal antinomia en Marx la que, por ejemplo, aparte de los nombres mencionados en la nota preliminar de este capítulo, defiende Fulvio Papi (2006: 17). 160 K. Marx (2004a: 468). 161 Op. cit., 461. 162 Ibid., 516-517. 163 Ibid., 513. 164 Ibid., 515. 373 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx sino la agilidad de sus miembros165 , la flexibilidad de sus órganos físicos y su adaptabilidad para el paso de una fase productiva a otra, propias a la elasticidad correspondiente al modo de producción de la gran industria166. Marx escribe: La industria moderna nunca considera ni trata como definitiva la forma existente de un proceso de producción. Su base técnica, por consiguiente, es revolucionaria […] La industria moderna, mediante la maquinaria, los procesos químicos y otros procedimientos, revoluciona constantemente, junto con el fundamento técnico de la producción, las funciones de los obreros y las combinaciones sociales del proceso laboral. Con ello revoluciona permanentemente, asimismo, la división del trabajo en el interior de la sociedad […] La naturaleza de la gran industria, por ende, implica el cambio de trabajo, la fluidez de la función, la movilidad universal del obrero167. No es la rigidez o inmovilidad la que interesa, el nudo demasiado estrecho entre la actividad y la habilidad del sujeto que la realiza, la singularidad de la labor que desempeña el artesano, o el obrero especializado, en el manejo de la herramienta. Lo que importa –y lo que debe vigilar el ojo supervisor– es que, por una parte, los miembros del trabajador sean lo suficientemente flexibles y elásticos como para que puedan adaptarse al cambio de trabajo que exige el reemplazo de las funciones y la incesante mutación tecnológica de la máquina fabril168. Por otra, que esos miembros sean 165 Ibid., 480-481. 166 Ibid., 549. 167 Ibid., 593. 168 Como bien han hecho notar Franck Fischbach y Moishe Postone, en el contexto de la revolución tecnológica permanente sobre la que el capitalismo basa su poder no es posible – como Lukacs creyó poder hacer– oponer simplemente al tiempo espacializado, coagulado, inmóvil, del capital la dinámica temporal de la historia. Pues si bien, por un lado, “el valor – como dice Postone– es una expresión del tiempo como presente”, es decir, como añade Fischbach, “el tiempo del valor y de la valorización”, esto es, del capital, “es el de un presente perpetuo que actúa como una norma y que presenta la particularidad de imponerse a los agentes de manera coercitiva”; por el otro, “la existencia misma de un flujo histórico continuo está intrínsecamente ligada al dominio social que ejerce el tiempo abstracto”, es decir, el perpetuo presente del valor. M. Postone sostiene: “Por otro lado, el tiempo histórico en el capitalismo implica un proceso único de transformación social constante y está relacionado con los cambios permanentes en el nivel histórico de la productividad”. A lo que añade: “Más aún, el proceso dialéctico inscrito en el corazón de la dinámica inmanente del capitalismo implica la constitución, difusión y transformación permanente de modalidades de subjetividad, interacciones y valores sociales históricamente determinados […] tiempo concreto que es constituido socialmente y expresa una transformación cualitativa permanente del trabajo y la producción, de la vida social y, más generalmente, de modalidades de conciencia, valores y necesidades”. En consecuencia, no basta con equiparar el capitalismo con las relaciones burguesas estáticas y situar la totalidad dinámica, la dialéctica histórica, como el punto de vista de la crítica al capitalismo. Precisamente porque esa dialéctica es interna al proceso capitalista, “no sólo hay que decir que el valor se expresa en el presente, sino que define normativamente 374 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx los “órganos conscientes” coordinados como piezas anexas a los “órganos inconscientes” del “autómata mecánico”, subordinados con estos a “la fuerza motriz central”. El ojo ha de controlar que, pese a la variedad y mutación de funciones y mayor complicación de la maquinaria, los órganos del obrero puedan reducirse a la observancia de “unas pocas formas fundamentales del movimiento”169 . Calculadas estas “formas fundamentales”, los niños y mujeres están listos para ponerse a laborar. Se trata, con el cambio del dispositivo técnico de producción, de una recomposición de la relación entre la máquina y “los órganos corporales” del individuo, en la que está implicada una redistribución de lo sensible. Marx, luego de haber leído El origen de las especies (1859), señala que “trastocar el modo de producción en una esfera de la industria implica trastocarlo en las demás”170. Lo mismo pasa con los órganos: la transformación de unas operaciones orgánicas involucra la mutación en las demás. Así, pues, la “mano habilidosa” del artesano, o la “mano fuerza-motora” del obrero parcial, son mutadas por la mano que simplemente ajusta las piezas del mecanismo o mantiene las máquinas-herramientas frente a su natural deterioro. Transformación que está co-implicada en el cambio de la operación visual: de la “agudeza visual” que exige la labor “semiartística” se pasa al “ojo vigilante” del policía industrial como función centralizada dentro del sistema de máquinas. Mutación que, a su vez, conlleva una metamorfosis del conjunto de los miembros corporales del trabajador. Estos dejan de ser musculatura y destreza para convertirse en el despliegue orquestado de unos movimientos elementales y repetitivos. Simultáneamente, el “cerebro” releva su función creativa por la lo que es el presente”. Esta unidad normativa del tiempo es un límite que se va desplazando de acuerdo a una dinámica histórica que le es inherente. Cfr. M. Postone (2006: 383-385); F. Fischbach (2012: 114-115). 169 K. Marx (2004a: 592). 170 Esta afirmación guarda relación con una de las ideas centrales de Darwin en El origen de las especies, la que probablemente tuvo un fuerte impacto en Marx y Engels. A saber: la idea – que contiene una crítica a la idea de creación– de que los efectos acumulados de “la selección continuada de ligeras variaciones” en el organismo son dependientes de “variaciones correlativas”. Cfr. Charles Darwin (2002: 68 y 157). Volveremos, en el capítulo que viene, a la relación Marx-Darwin. 375 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx operación tecno-lógica, es decir, de aplicación planificada y sistemáticamente particularizada de las ciencias naturales. Redistribución de lo sensible que, simultáneamente, envuelve una transformación en la división del trabajo. Se produce una rejerarquización en las relaciones entre trabajo intelectual y trabajo corporal. En La ideología alemana –según vimos171– sus autores señalan que hay una división de los espíritus, entre espíritus intelectuales, creativos o pensantes, y espíritus reproductivos o técnicos, al interior de una misma clase dominante. En el capítulo sobre “Maquinaria y gran industria”, Marx dirá que es también posible percibir una división del trabajo, entre inteligencias inspectoras –que manejan y gestionan un saber planificado– y operadores corporales –que cumplen una función física anexa al “cerebro social”–, al interior de la clase obrera. La “subordinación técnica del trabajador” sólo se cumple mediante la constitución de “un régimen fabril” de “división de los obreros”, entre quienes realizan el “trabajo de supervisión” y quienes llevan a cabo el “trabajo manual” “adaptado a las necesidades y a la velocidad del sistema automático”172. Marx sostiene que si en la manufactura y el artesanado el trabajador “se sirve de la herramienta”, en la fábrica, por el contrario, “sirve a la máquina”. “Allí parte de él el movimiento del instrumento de trabajo; aquí, es él quien tiene que seguir el movimiento de este”173. Pero que el instrumento técnico sea un medio inanimado del que “se sirve” el hombre y luego sea un sistema del que el individuo es una pieza al que debe adaptarse, depende de cuál sea el “fundamento técnico de la producción”174. Por lo tanto, el devenir de la técnica está vinculado a las transformaciones de las disposiciones técnicas de los órganos del hombre en su relación de composición con los medios protéticos de trabajo. Se trata siempre y cada vez de unos regímenes técnicos de la relación de los órganos humanos con la técnica. 171 Véase el tercer capítulo (segunda parte) de nuestra tesis (III. 3). 172 K. Marx (2004a: 517). 173 Op. cit., 515. 174 Ibid., 593. 376 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx La especificidad del régimen fabril en su forma consumada está, según Marx, en el hecho de que con él la máquina se vuelve autónoma, es decir, produce su propio principio de fundamentación como principio “autocrático” de producción de máquinas; la máquina deviene con él máquina productora de máquinas. Bajo ese fundamento, la gran industria “suprime tecnológicamente” las modalidades anteriores de división del trabajo. Aunque no sin reproducir esa división “de manera aun más monstruosa”175 . En la fábrica propiamente dicha, el obrero se vuelve un “accesorio con conciencia” de una máquina parcial dentro de un sistema de máquinas que producen otras máquinas. La división del trabajo, entre trabajo intelectual y trabajo físico, se produce, ante todo, bajo la forma de una escisión entre las “potencias intelectuales del proceso de producción” materializadas en la maquinaria industrial y el “trabajo manual” del obrero176. Este se convierte con el arribo de la gran industria en una “cosa accesoria e insignificante” de la tecno-ciencia, en la pieza de un cerebro automatizado que se le enfrenta, durante el proceso mismo de trabajo, como capital, como trabajo que domina y succiona su “fuerza de trabajo”. La máquina es, en otras palabras, la realidad “técnicamente tangible”177 de la división entre saber y trabajo corporal. Y es que la ciencia no está ya directamente personificada en la figura del “burgués”, sino que está corporizada y desplegada como potencia en el medio maquinal de trabajo. Desplegada así, la tecno-ciencia se presenta como una potencia intelectual con varios rostros: uno de ellos, aquel más inmediatamente visible para el trabajador manual, es el del “suboficial” de la industria, encargado de vigilar cada uno de los movimientos del obrero. Patrón, oficiales y suboficiales, “directores asalariados”, capataces y obreros, son las distintas delegaciones de poder en el marco de la división entre capitalistas y trabajadores, entre obreros supervisores y obreros ejecutores. 175 Ibid., 589. 176 Ibid., 516. 177 Ibid. 377 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx Contra la hipótesis de Aristóteles178, la máquina no ha liberado al hombre del trabajo. Más bien, ocurre lo contrario: ella, empleada a la manera capitalista, se ha convertido “en el medio más infalible de transformar todo el tiempo vital del obrero y de su familia en tiempo de trabajo disponible para la valorización del capital”179 . Pero esto ocurre, no porque la técnica haya fracasado en su cometido de liberar al obrero del trabajo, sino porque, en tanto que dispositivo de mando del capital sobre la labor, la invención mecánica ha cumplido plenamente su objetivo: que el trabajador lo sea a tiempo completo, es decir, que el obrero esté atado por entero al trabajo liberado de su contenido180, por lo tanto al trabajo en general, al trabajo abstracto. Finalidad que puede realizar en la medida en que reduce la parte de la jornada laboral que el obrero necesita para sí, prolongando, de esta suerte, mediante la intensificación de la fuerza productiva del trabajo, la otra parte de la jornada laboral, la que el obrero cede gratuitamente al capitalista. La máquina, dice Marx, es un medio para la producción de “plusvalor”181 . Vimos que en los Manuscritos del 44’ su autor distingue entre dos fases del “poder de gobierno” sobre el trabajo: una primera fase en la que el capital es tan sólo un medio a través del cual el capitalista ejerce su poder sobre la labor; otra en la que el propio capital deviene sujeto de mando. En cierta forma esta distinción se corresponde con la que Marx establecerá más tarde entre subsunción formal y subsunción real del trabajo en el capital. Entre 1861 y 1863, él escribe en unos de sus manuscritos: Históricamente, se observa que, en el comienzo de su formación, el capital no sólo pone bajo su control (subsume) al proceso de trabajo en general, sino a formas particulares de procesos reales de trabajo en el estado tecnológico en que las encuentra y tal como se han desarrollado sobre la base de condiciones de producción no capitalistas. El proceso de producción real […] es algo que el 178 En la Política el estagirita, luego de afirmar que “todo subordinado es como un instrumento (animado) previo a los otros instrumentos”, imagina una situación en la que cada uno de los instrumentos (técnicos) pudiera realizar por sí mismo su trabajo; en la que, por ejemplo, “las lanzaderas tejieran solas y los plectros tocaran la cítara”. En ese caso –dice él– “para nada necesitarían ni los maestros artesanos de sirvientes ni los amos de esclavos”. Cfr. Aristóteles (2000: 1253b 2-3). 179 K. Marx (2004a: 497). 180 Marx escribe: “la máquina no libera del trabajo al obrero, sino de contenido a su trabajo”. Cfr. Op. cit., 516. 181 Ibid., 451. 378 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx capital encuentra dado y que él subsume al principio sólo formalmente sin cambiar nada de su concreción tecnológica182. Vale decir: subsumir formalmente al proceso de trabajo, ponerlo bajo el control del capital, consiste en que el trabajador pasa a estar bajo la vigilancia y el mando del capitalista, pero sin que las condiciones del trabajo hayan cambiado. El capitalista gobierna sobre la labor, aunque en el estado de “concreción tecnológica” en que la encuentra. De modo que si el capital se torna capacidad de mando sobre el trabajo es en el sentido de que el obrero como trabajador, o sea, dentro de la jornada laboral, pasa a recibir órdenes del capitalista, las cuales tienen un único fin: cuidar de que el trabajador labore realmente y trabaje el quantum “normal” de tiempo, cuya medida normativa ha sido previamente fijada por convención. El capitalista es, fundamentalmente, un agente de disciplinamiento que busca extraer plusvalor en un máximo de tiempo posible (posibilidad cuyo único límite, dice Marx, son las capacidades orgánicas del trabajador) por sobre el “tiempo de trabajo necesario” que el obrero dedica para la reproducción de su fuerza. Tan pronto el capital en el curso de su desarrollo transforma al proceso real de trabajo, dándole una figura nueva y una concreción tecnológica adaptada a sus condiciones específicas de producción, pasa a subsumirlo realmente y no sólo formalmente. La subsunción es sólo formal en la medida en que el trabajador individual comienza a laborar como capacidad de trabajo sometida al mando y vigilancia del “señor capitalista”. Hay aquí un “cambio histórico” en la medida en que la labor del trabajador se presenta ahora como medio de valorización, es decir, de “consumo productivo” de los medios de trabajo para el capital. Pero este cambio es formal en cuanto puede darse sin que sean transformados “en lo más mínimo ni el modo de producción ni las condiciones sociales en las que tiene lugar la producción”183. Mientras que la subsunción deja, al menos en un primer grado, de ser formal cuando se transforma el modo de producción mismo a partir de la cooperación, “la fuerza productiva del trabajo social”. Con la cooperación aparece el capital como una modalidad específica de producción: el trabajo ahora se cumple “en 182 K. Marx (2005: 18). 183 Op. cit., 26. 379 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx condiciones que se presentan como una relación que domina sobre el individuo, como una cuerda que el capital ajusta en torno a los trabajadores individuales”184. Marx escribe: En la medida en que mantienen con el capitalista una relación como personas independientes, como vendedores, se trata de una relación de trabajadores aislados, independientes unos de otros; de trabajadores que están, uno a uno, en relación con el capitalista, pero que no mantienen ninguna relación entre sí. En la medida en que entran en relación entre sí como capacidades de trabajo lo hacen en tanto que incorporadas al capital, y tal relación se presenta ante ellos como una relación del capital, y no como propia de ellos. En cuanto a ellos, están simplemente amontonados. Su interrelación y su unidad no están en ellos sino en el capital185. La fuerza productiva social de su trabajo se presenta ante los trabajadores como “fuerza productiva del capital”, y no como la potencia de su ser común. La relación de cooperación se les aparece como una unidad que los domina y cuyo portador y director es el propio capital. La cooperación se presenta, pues, como el poder del capital frente a los trabajadores aislados. Marx dice que el capitalista paga, uno a uno, 360 trabajadores, pero no paga la cooperación de los 360 obreros. Es decir, paga la suma de los trabajos individuales, dejando impaga la intensidad de la fuerza productiva que resulta de la cooperación. Esa intensidad se convierte en la condición misma de producción capitalista, su modalidad específica; la nueva “concreción tecnológica” de un “mecanismo vivo”186 del que los obreros son sus miembros colaboradores. Mecanismo vivo de la cooperación antes del “mecanismo automático” de la máquina industrial. El devenir de la técnica, en tanto que devenir del capital, es asimismo el paso de unas modalidades a otras de producción de la simultaneidad. Está, a la base de la gran industria, la simultaneidad de un “mecanismo vivo” que se corresponde, según Marx, con la producción manufacturera. Aquí se trata de la simultaneidad como efecto de una combinación, cuyas distintas partes son obreros individuales previamente 184 Ibid. 185 Ibid., 24-25. 186 K. Marx (2004a: 515). 380 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx subsumidos bajo unas “funciones aisladas”. En la manufactura no es el trabajo el que se reparte entre los trabajadores; estos son los distribuidos entre las distintas operaciones, separadas unas de otras como procesos independientes, e imbricadas como fases en la simultaneidad de un mismo mecanismo. Ya no se trata, consiguientemente, como en la “cooperación simple”, del mero actuar conjunto y simultáneo del obrero con muchos otros, con quienes a un mismo tiempo realiza el mismo trabajo. Pues en este caso no hay más que una conexión pasajera y circunstancial, en la que la cooperación responde más bien a exigencias excepcionales “durante períodos especiales y pasajeros”187. En la manufactura, en cambio, el trabajador ha dejado de ser el productor, individual o colectivo, de una obra; se ha vuelto una mera función viviente de una parte del mecanismo global. Convertido en un “componente vivo” de la manufactura, el trabajador es ahora “únicamente productor de una operación parcial que, de ser el caso, sólo produce algo en interconexión con el todo constituido por el taller”188. El trabajador individual ha devenido con el advenimiento de la manufactura el eslabón de un mecanismo que, enfrentado a él, es la “existencia objetiva” del capital. Ahora bien, ¿cuál es la diferencia entre este “mecanismo vivo” y el “mecanismo automático”? Básicamente la diferencia consiste en que, mientras el primero se caracteriza por “un mecanismo global que está compuesto de seres humanos”, el segundo se caracteriza por un “mecanismo global que está compuesto de las propias máquinas diferenciadas”189. En la manufactura los trabajadores están repartidos entre operaciones separadas y jerarquizadas según la división de capacidades de trabajo especializadas. En ella el “mecanismo vivo” constituye la simultaneidad de las funciones especiales de obreros individuales que se sirven “del instrumento especializado con virtuosismo”. En el “sistema automático”, en cambio, el mecanismo global constituye el “funcionamiento simultáneo” de máquinas especializadas, entre las que se reparten como piezas suyas grupos de trabajadores. Ya no son las capacidades de trabajo del obrero virtuoso las 187 Cfr. K. Marx (2005: 32). 188 Op. cit., 33. 189 Ibid., 42. 381 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx especializadas, sino las propias máquinas a las que el trabajador tiene que adaptar sus movimientos. Tal como lo hemos señalado, no se trata aquí de una capacidad de trabajo especialmente desarrollada que se sirve del instrumento especial con habilidad; se trata del “instrumento autoactuante” que necesita servidores acoplados a él de manera especial y continua. Ya no es la simultaneidad de la cooperación, primer grado de la “subsunción real” del trabajo al capital, la que impera como condición de producción empleadora del trabajador, de su fuerza de trabajo. Ahora, es la simultaneidad del “trabajo maquinizado”, fase más avanzada de la subsunción capitalista, la que se impone, no sólo como condición empleadora del obrero, sino además como condición de posibilidad de su propia capacidad de trabajo. El capital dentro de esta fase no es sólo condición constitutiva del tipo y modo de la labor, sino también es condición para que la fuerza de trabajo sea efectivamente tal190. No se entiende nada de nada del “régimen específico de producción capitalista” cuando se lo reduce a algunas de las frases consagradas del Manifiesto; esto es, cuando se lo concibe simplemente como un régimen de expropiación de los instrumentos de producción. Marx distingue a lo menos tres momentos en el proceso de formación del capital. El primero de ellos es el de la violencia que marca al acto primitivo de expropiación de los medios y materiales de producción. Es la fase que Marx designa con el nombre “acumulación originaria”191. Dentro de este momento inicial está el uso de la fuerza y luego la legitimación, la incorporación como derecho de esa fuerza violenta. Él nombra, por tanto, el proceso de proletarización, imprescindible a la génesis de la relación capitalista como nueva relación de mando. Presupuesto 190 Ibid., 33-37. 191 Marx introdujo el concepto de “acumulación originaria” al final del Tomo I de El Capital para establecer (en polémica con Adam Smith, quien, según Perelman, habría verdaderamente acuñado el término) que el capitalismo se forma a partir de una reestructuración económica y social que jamás podría haber tenido lugar sin una concentración previa de capital y de medios de trabajo. De manera que la separación violenta de los trabajadores de los medios de producción, y no la abstinencia de los ricos, su moral de ahorro, es la verdadera fuente de la riqueza capitalista. No es –como la “así llamada” acumulación primitiva podría hacer creer según el relato de la economía política– por el esfuerzo del trabajo individual, ni por el ahorro paciente y la buena inversión, sino “chorreando sangre” como el capital emergió sobre la faz de la tierra. Cfr. K. Marx (1995: 891-954); S. Federici (2011: 99-103); y M. Perelman (2000: 25-26). 382 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx esencial de la subsunción formal. Sin embargo, la proletarización por sí sola no implicaba más que la liberación del flujo de fuerzas humanas, su desamarre de los condicionamientos sociales a los que estaban sometidas. Vista en sí misma, esa liberación de las antiguas ligaduras comporta un potencial de antagonismo respecto a las nuevas formaciones sociales, en la medida en que envuelve la posibilidad de que el proletario se niegue a trabajar y a valorizar el capital. De ahí la necesidad de anudar esa libertad para volverla paradójicamente dependiente, no de tal o cual patrón, sino del capital mismo. Marx dice, en este sentido, que el trabajador ha de ser libre y, al mismo tiempo, no tener más alternativa que la de venderse192. No basta con la “expropiación”. Es necesario que el capital se erija él mismo en un poder del que unas fuerzas liberadas dependen. Este poder tiene lugar con el proceso de “subsunción formal” (segunda fase de formación del capital) como poder de “compra-venta” de la fuerza de trabajo. Se trata de un poder que constriñe al proletario a entrar en una relación contractual –por ende “libre”– en la que lo que vende es el acceso al consumo productivo de sus capacidades, la disponibilidad para ingresar en la transacción. Pues de lo contrario, es decir si no trabaja, no vive. Vuelto disponible en la relación “compra-venta”, el proletario se constituye en “clase obrera”193. En la “subsunción formal” los materiales y medios de trabajo son condiciones que no sufren ninguna otra modificación que la de pasar a manos del capitalista, quien se las apropia tal como las encuentra. Es mediante esta capacidad de apropiación, corporizada en el poder dinerario, que el capital deviene poder de gobierno sobre las fuerzas proletarias, las cuales se vuelven previamente disponibles como fuerza de trabajo. Pero el “trabajo asalariado” no se consagra más que cuando se desarrolla el “taller automático”. Un rasgo común –escribe Marx– de toda la producción capitalista, en tanto no se trata sólo de proceso de trabajo, sino a la vez de proceso de valorización del capital, es que “no es el obrero quien 192 Marx dice lo siguiente: “el trabajador […] no puede desprenderse de toda la clase de los compradores, es decir, de los capitalistas, sin renunciar a su existencia. No pertenece a tal o cual capitalista, sino a la clase capitalista en conjunto”. Cfr. K. Marx (1988b: 90). 193 Cfr. Yann Moulier-Boutang (2006: 388-391). 383 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx emplea a la condición de trabajo, sino, a la inversa, la condición de trabajo al obrero”194. En la “subsunción formal”, la condición de trabajo emplea su fuerza de trabajo volviéndola disponible como tal. Pero siempre de acuerdo a la concreción tecnológica en que la encuentra. En la “subsunción real”, en cambio (tercera fase de formación del capital; momento en que este se constituye en un nuevo régimen de producción), no sólo la vuelve disponible, también la transforma dándole un nuevo fundamento técnico. Mediante la revolución tecnológica la fuerza de trabajo deviene efectivamente potencia del capital que se le enfrenta al trabajador. La mercancía es la huella y a la vez la borradura de la huella de una violencia originaria. Es también el cuerpo sedimentado, sensible insensible, de varias capas arqueológicas coexistentes. ¿Quién la produce? No el hombre, pues este no es más que el apéndice de procesos parciales automatizados dentro de un sistema de máquinas. Sus facultades no son ya capacidad de obrar, sino la fuerza que consiste en “pasar de una máquina a otra”, en el menor tiempo y sin mucha preparación195. Por lo demás, antes de la máquina, con la cooperación, ya no se trata de la disponibilidad individual del asalariado para la producción, sino de la “fuerza social”, colectiva, para poner en marcha la “relación de capital”. Por ende, la mercancía es en este contexto el producto que resulta de un entrelazamiento de fuerzas en cooperación. Es, en otras palabras, siempre ya el producto de un mecanismo social. La “mercancía-mesa” es, en rigor, sólo el ejemplo utilizado en el marco de una retórica pedagógica. Sigue siendo, sin embargo, un ejemplo demasiado apegado a una economía artesanal, preindustrial; ligado como tal a las habilidades desarrolladas del productor que es sujeto de un saber-hacer. La mesa es una “obra”, cuando en realidad la mercancía como elemento capitalista no es tal; es más bien el “resultado” de un proceso en que el productor no es más que una operación en interconexión con el todo de un mecanismo. Cuando este devenga un “sistema automático”, la mercancía 194 K. Marx (2004a: 516). 195 K. Marx (2005: 43). 384 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx devendrá a su vez el autómata de un complejo de máquinas. La mesa ya no es una mesa, es a lo sumo la unidad de una serie. No es el trabajador, entonces, quien produce la mercancía como forma elemental de la riqueza, allí donde impera el modo de producción capitalista. Son las máquinas, el sistema de máquinas, quienes la producen. La mercancía es la “unidad” de la tecnología de trabajo y de la valorización automática del capital. En cierto modo, la revolución tecnológica implicada en la constitución de “valor” (como “proceso” de valorización indefinida) rompe con los lazos tradicionales de “necesidad” que ataban una ocupación a una forma de inteligencia, de saber o de capacidad. A partir de ella, no va más la “aptitud” específica del artesano según el “buen reparto” de la comunidad platónica196. Lo que no significa que deje de haber división del trabajo. Esta persiste, eso sí, de acuerdo a una nueva distribución de los sentidos. Ahora, las fuerzas productivas del hombre (“productivas” sólo en la medida en que han sido constituidas como piezas adaptables de un sistema de máquinas-herramientas) deben ejercitarse en la “especialización en pasividad”197, esto es, en la supresión, dentro de lo posible, de todo virtuosismo, a favor de la adaptación y subordinación de los órganos humanos a las operaciones y movimientos de las máquinas mismas. La supresión de toda especialidad exige una especie de especialidad nueva: la agilidad de las manos, la rapidez en la vigilancia y, en general, la atención concentrada, son exigencias que provienen del hecho de que la velocidad del servicio que se presta a la máquina debe correr paralela con la velocidad de esta. Agilidad, rapidez, atención, son, pues, tipos de destrezas que requieren de la anulación de la fuerza como competencia del 196 En cierta forma ya no se trata más del “buen reparto” (Rancière) del que Platón habla en el Libro IV de la República: “la excelencia del Estado consiste, tanto en el niño como en la mujer, en el esclavo como en el libre y en el artesano, en el gobernante como en el gobernado, en que cada uno haga sólo lo suyo, sin mezclarse en los asuntos de los demás”. Cfr. Platón (2000: 433d). Marx sostiene que la frase “¡Zapatero a tus zapatos!”, “límite insuperable de la sabiduría artesanal”, se convirtió “en tremebunda necedad” a partir del momento en que el relojero Watt hubo inventado la máquina de vapor, el barbero Arkwright el telar continuo, y el orfebre Fulton el barco de vapor. Cfr. K. Marx (2004a: 594-595). Sobre la Jenny (máquina-herramienta de múltiples brazos) como “alegoría” de la mutación tecnológica capitalista “en su despliegue planetario”, véase Willy Thayer (2010: 101-107). 197 Cfr. K. Marx (2005: 45). 385 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx trabajador para poder “servir simultáneamente a varias máquinas y a varios puntos de efectividad en cada una de ellas”198. Antes, con la subsunción formal, era el capitalista el que vigilaba que la fuerza de trabajo estuviese bajo el mando del capital; ahora, con la subsunción real, es un obrero el que vigila a otro como una función en relación a otra función del “trabajo automatizado”. Ahora bien, si la mercancía es, en el estricto rigor de su definición, la unidad de “valor de uso” y “valor”199, en tanto que la unidad de “proceso tecnológico de trabajo” y “proceso de valorización”200, ¿cómo entender en Marx la oposición entre “uso” y “cambio”, correspondiente con la distinción entre “trabajo concreto” y “trabajo abstracto”? Una de las lecturas más habituales es aquella que ve en la oposición entre “uso” y “cambio” una antinomia entre lo “natural” de una cosa, la materialidad de que está hecha, y el aspecto que esa “naturaleza” cobra en una determinada relación social de producción. Esta es, por ejemplo, la interpretación de Baudrillard, quien lee en la teoría marxista del valor de uso el fundamento antropológico de una “idealización del proceso de trabajo concreto cualitativo”, que responde a la ideología económico-política de la producción racional de la naturaleza201. En clave althusseriana, esto quiere decir que en el primer capítulo de El Capital se filtran aún elementos del 198 Op. cit., 44. 199 En uno de sus últimos manuscritos de crítica de la economía política, es decir, en sus Notas marginales al Tratado de economía política de Adolph Wagner (escritos probablemente entre la segunda mitad de 1879 y noviembre de 1880 e incorporado a las Werke de Marx y Engels, vol. 19, Berlín, 1962), Marx aclara contra las interpretaciones del “señor Wagner” que nunca se trató, como se podría haber creído, de la descomposición del concepto general de “valor” entre “valor de uso” y “valor de cambio”, en cuanto este último es sólo “una simple forma de aparecer” del valor de una mercancía en su relación con otra. La mercancía no se divide en “valor de uso” por una parte y “valor de cambio” por otra, sino en valor usuario y “valor”. De manera que se presenta como ese ente dual que es cuando su valor posee “una forma de manifestación propia” –la del valor de cambio–, distinta de su naturaleza como objeto para el uso. Desde este punto de vista lo que hay es una unidad indivisible, según la cual no podemos separar el valor de utilidad de una mercancía del “valor” que está contenido en ella y que en la relación de producción capitalista necesariamente se expresa como “valor cambiario”. Cfr. K. Marx (1982c: 48-49). 200 En los manuscritos de 1861-1863, Marx señala que el “proceso de producción real” es la unidad de “proceso de trabajo” y “proceso de valorización” y que el resultado de este proceso es la mercancía. Bien podemos sostener, por todo lo que dice Marx en esos manuscritos, que dicha unidad es una unidad maquinal o tecnológica. Cfr. K. Marx (2005: 17-18 ss). 201 Cfr. Jean Baudrillard (1980: 49-50 ss). 386 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx “humanismo” procedentes de los Manuscritos del 44’202. La oposición entre “uso” y “cambio” sería, entonces, la misma que hay entre “naturaleza” e “historia”, entre “vitalismo” y “cultura tecnológica”. Es cierto que hay formulaciones algo equívocas en El Capital que se prestan para malos entendidos. Sin embargo, debemos tener en consideración el hecho de que la noción marxiana de “uso” posee más de un sentido. En primer lugar, el significado más general de “uso”, tal cual lo encontramos a partir de los Manuscritos de París, es el de praxis. Entendida esta como actualización expresiva de unas fuerzas sensibles. El “uso”, desde este punto de vista, es un acto-de-potencia que no se reduce necesariamente a la “productividad” del trabajo; antes bien, él se caracteriza por unas relaciones singulares de composición, en las que los órganos del individuo devienen junto con el devenir de los objetos de sus sentidos. Relación de exteriorización por la que el hombre viene a la presencia como hombre. Hemos visto que, pensado así, el “uso” involucra una historicidad de los órganos, esto es, una configuración histórico-social de la sensibilidad, a través de la cual los hombres producen y son producidos de acuerdo a la Industria Hombre-Naturaleza. A partir de aquí, nos enfrentamos a otra de las dimensiones de la técnica desarrolladas por Marx. A la idea de una “industria de los órganos sensibles” se vincula aquella de unas formas de subjetivación y de producción de las necesidades, ligadas a unos “usos” o prácticas sociales de consumo. La palabra “uso” tiene, en segundo lugar, el significado de una relación de determinación práctica de las cosas como “útiles” para el hombre. De un lado, no se puede confundir (pero tampoco separar) la “forma natural” de la que habla Marx para referirse a la materialidad de que está hecha una cosa (así, por ejemplo, si esta es de madera o de hierro) con el “uso” de la misma. De otro, debemos distinguir el valor socio-cultural de “utilidad” que posee una cosa (la que varía según el tipo de formación social o cultural) del “uso” como praxis o ejercicio de unas capacidades o fuerzas en el hombre. 202 Cfr. L. Althusser (2003: 149-156). 387 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx Pero que se distingan no quiere decir que no estén íntimamente relacionados. La modalidad en el uso de las capacidades sociales del individuo está entrelazada con el carácter que posee la utilización o apropiación de las cosas, es decir, las necesidades mismas que buscan ser satisfechas. Una cosa –dice Marx– nunca es útil en sí misma; no hay función alguna que esta deba cumplir por naturaleza. Vale decir: los hombres de ninguna manera empiezan por “estar en una relación teórica con las cosas del mundo exterior”, de modo tal que estas se le presentan bajo el aspecto de la utilidad. No es que las cosas porque son útiles satisfacen unas necesidades, sino a la inversa, porque satisfacen unas necesidades llegan, luego, a ser representadas como útiles203. Ante todo, los hombres “se comportan activamente para apoderarse de ciertas cosas del mundo exterior mediante la acción y con el fin de satisfacer sus necesidades”204 . La necesidad es, por consiguiente, un “comportamiento práctico” con las cosas del mundo exterior, a partir del cual los individuos aprenden, “mediante la repetición”, a distinguir teóricamente aquellas cosas exteriores que sirven para satisfacer sus necesidades de todas las demás. Por eso, y sólo de manera derivada, ellas aparecen para unos sujetos con “la propiedad de ser necesarias”. Los diversos niveles en el análisis de Marx pueden, por lo tanto, ser distinguidos en los siguientes: está el “cuerpo” como comportamiento activosensible con unas cosas exteriores. Tenemos aquí, a este nivel, la forma de una pura relación de exteriorización, sin sujeto, porque lo precede y lo constituye, y sin presencia dada, pues lo que se presenta con unas propiedades es posterior y correlativo a ese sujeto; está el sujeto de una experiencia, como segundo nivel, para el que “toda una clase” de cosas se le presentan teniendo la propiedad de satisfacer sus necesidades. Este sujeto se constituye a partir de la memoria o repetición, en el marco de la experiencia de que ciertas cosas le sirven; por último, en un tercer nivel de análisis, está el lenguaje o expresión mediante el que un ser consciente distingue lingüísticamente unas cosas de otras bautizándolas bajo un nombre particular (genérico). “Unas veces –escribe Marx– quizá las llaman ‘bienes’, otras de otra 203 Cfr. K. Marx (1982c: 41). 204 Ibid. 388 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx manera, lo que denota […] que esas cosas les son útiles, y consideran propio de las cosas ese carácter de utilidad”205 . Marx añade, en esas mismas Notas marginales, que los hombres “empiezan por la producción”. Los hombres perciben y nombran en medio de las cosas algunas que son útiles. Pero esta percepción y expresión lingüística son los efectos de unas necesidades que son a su vez el producto de “cierta relación social” en la que viven las personas. Es, desde este punto de vista, que habría que diferenciar también la “utilidad” con que se presenta una cosa y el mero “consumo” de las cosas necesarias para la reproducción biológica de la vida. El hombre –lo vimos– necesita actuar. Esta necesidad nombra la irreducible pasividad de la acción, la pasión de una exterioridad. No obstante, las formas de satisfacción que median la necesidad transforman su forma natural, incorporándola inmediatamente en la dimensión metamórfica de la historia. Desde entonces las necesidades vitales de los hombres son indiscernibles de su devenir histórico. Tradicionalmente, la filosofía opuso las necesidades de la vida, siempre apegadas a los límites de la naturaleza, a lo excesivo de un deseo inducido por el artificio del dinero o la convención. Desde Platón a Rousseau, se piensa la necesidad como inclinación acorde con las fronteras que la contienen dentro del orden natural. Sólo lo que es por convención debe autoconjurar por medio de la cultura o educación eso que la amenaza en su corazón: lo desbordante, el fondo sin fondo de un deseo que va más allá de las necesidades naturales. El dinero, se dice, sustituto de la naturaleza, artificio que sólo existe en virtud de un acuerdo o convención, que como tal ocupa el lugar de la necesidad206, sirve, en tanto que producto de la ley, de principio económico de conmensurabilidad; al mismo tiempo que en su calidad de medida suplente amenaza con inducir un deseo que apetece más de la cuenta. Medida o ley suplementaria que, en su carácter de artificio, comporta la fuerza de lo desmedido, el riesgo inminente de despertar esa parte del alma que –según la 205 Loc. cit. 206 Es la opinión que Aristóteles recoge en el Libro I de la Política (1257b 11) y que él mismo ha hecho suya en la Ética Nicomáquea (1133a 28). 389 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx expresión de Platón– es como un “tonel agujereado y podrido” incapaz de retener el liquido que sobre él es vertido207. Peligro que pudo intuir Locke cuando en su Segundo Ensayo señala que el dinero es una invención, una convención de los hombres destinada al intercambio, pero que bien puede, desde el momento en que provoca un deseo desmesurado de acumulación, corromper el estado de naturaleza208. Necesidad, en consecuencia, de distinguir entre el suplemento complementario y el sustituto que, poniéndose en el lugar de la naturaleza, amenaza con desencadenar una fuerza contraria a ella, contranatura. El dinero es un artificio, pero también el arte de una especie de artista (el propio dinero) embaucador. Su arte no es cualquiera, pues él consiste en extralimitar los límites mismos que separan lo artificial de lo natural. De modo similar al arte de la imaginación, que según Rousseau “tan destructivo es entre nosotros”209 , y que en la perspectiva de Kant pone al hombre como al borde de un abismo210 . Este abismo es el de la libertad, pero también constituye el “estado de injusticia” o de incontinencia de la razón que, previo a las reglas básicas de su propia constitución crítica, es acosada por su misma naturaleza a ir más allá de sus límites211. No hay tal oposición en Marx entre las necesidades naturales de la vida y el deseo que quiere artificialmente más de lo necesario212. ¿Qué es para él 207 Cfr. Platón (2007: 493d-e). 208 Cfr. J. Locke (2003: 29-39). 209 Rousseau en su Discurso escribe: “La imaginación, que tan destructiva es entre nosotros, no habla a corazones salvajes; cada uno espera apaciblemente el impulso de la naturaleza, se libra a ella sin elección, con más placer que furor, y una vez satisfecha la necesidad, todo el deseo se apaga”. Cfr. J. J. Rousseau (2002: 54). 210 Así escribe Kant en 1786: “Resulta ser una cualidad de la razón que, con ayuda de la imaginación, puede provocar artificialmente nuevos deseos, no sólo sin necesidad de un impulso natural que a ello le empuje, sino hasta en contra de tales impulsos […] Se pudo presentar de este modo la primera ocasión a la razón para empezar a porfiar con la voz de la Naturaleza […]. A la satisfacción momentánea que el descubrimiento de esta ventaja debió producirle [al hombre], pronto le seguirían el miedo y el temor […] Se encontraba como al borde de un abismo: porque, sobre los objetos concretos de sus deseos, que el mismo instinto le señalaba, se le abría ahora una serie infinita en cuya elección se encontraba perplejo”. Cfr. I. Kant (2009: 71-73). 211 Cfr. I. Kant (1994: A 752 / B 780). 212 Debemos tener en cuenta que –tal como lo destaca Ágnes Heller– la interpretación “naturalista” del concepto de necesidad en Marx presupone la interpretación “naturalista” de su concepto de valor de uso. Pero interpretaciones como estas descuidan el hecho –igualmente destacado por Heller– de que “Marx insiste más de una vez en la historicidad de estas 390 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx una necesidad satisfecha? Satisfacer una necesidad no es acabarla; no es dejarla atrás, dejar de necesitar. Satisfacerla es hacer de ella la potencia de un cuerpo de transformar una porción ajena del mundo en el lugar de la propia exteriorización sensible. Es sólo mediante los modos de su satisfacción que la necesidad deviene un hábito, la forma de un comportamiento que configura sensiblemente los diversos rasgos de nuestro bios. La satisfacción no es sino, según Marx, la práctica de mediación de unas necesidades que son convertidas en la forma –transmisible, heredable– de una apropiación sensible. La contradicción, por consiguiente, se bate no entre necesidad natural y artificio del deseo, sino entre la incesante reproducción de la carencia en el seno de la necesidad, de un lado, y la necesidad como “uso” de lo apropiable por cualquiera, de otro. En el primer caso, lo que se produce indefinidamente es una necesidad insatisfecha, siempre postergada por relación a un inapropiable. En el segundo, la necesidad se reproduce siendo capaz de existir más allá de sí misma, de multiplicarse como el goce común en relación a lo infinitamente apropiable213. El individuo viviente humano no está sujeto de modo meramente pasivo a lo sensible, más bien se materializa activamente en él; lo produce. La nutrición no ofrece, por tanto, una imagen adecuada de aquello en que consiste la satisfacción de la necesidad. Esta es siempre ya la relación mediada por las actividades de producción de formas sensibles. Transformadas estas, es transformada la propia necesidad. Si esta es “espíritu”, y no mera animalidad, no es porque esté sublimada o interiorizada en una “vida espiritual” separada del mundo, sino, al contrario, porque ella sólo se hace real en las formas de existencia de lo sensible en que el espíritu se objetiva y se constituye a sí mismo. En 1755, en sus Discursos, Rousseau escribe que “en tanto los hombres se contentaron con sus cabañas rústicas” “vivieron libres, sanos, buenos y necesidades, en su dependencia de la costumbre, del grado de cultura, etc”. Cfr. A. Heller (1986: 22-36). 213 Es en tanto que necesidad satisfecha, rica en necesidades, que ella es indiscernible de la producción liberada a sí misma, a su libre creación. Es quizás a lo que se refiere Marx cuando en el primero de los Manuscritos del 44’ escribe que “el hombre produce incluso libre de la necesidad física y sólo produce realmente liberado de ella”. Cfr. K. Marx (1968: 64). 391 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx felices”214 . La cuestión es, como escribe diecisiete años más tarde Adam Ferguson, que la choza está tan lejos de la naturaleza como lo está el palacio más lujoso. No es posible separar en el hombre la naturaleza del arte215 . En esa misma medida, no es posible separar la necesidad, y por lo tanto las formas de manifestación de lo útil, de la historicidad que le es constitutiva. La naturaleza es, en tanto que objeto de una necesidad humana, originariamente hábito o costumbre, es decir ethos, un modo de estar en el mundo. Así, pues, la cuestión para Marx no es qué tan próxima está la caverna de la naturaleza respecto de los artificios de la civilización, sino hasta qué punto esa caverna se ha transformado o no en el objeto de una apropiación sensible para el hombre que encuentra en ella un modo de habitar. “El salvaje –escribe en 1844– en su caverna (ese elemento natural que se le ofrece para su goce y protección) no se siente extraño, o, mejor dicho, se siente tan a gusto como un pez en el agua”216. Mientras que “la cueva del pobre” es una “vivienda hostil” que “se resiste como una potencia extraña, que no se le entrega hasta que él no le entrega a ella su sangre y su sudor”217. La cuestión aquí no es si la caverna está fuera de la historia, en su antesala, como el objeto de necesidad del hombre salvaje que vive en estado de naturaleza. Más bien la cuestión es en qué medida ella, como la forma de existencia sensible de un comportamiento práctico, como el “uso” inseparable del devenir del hombre, se diferencia de otras modalidades históricas de apropiación, particularmente de aquella que define a la propiedad privada. Dentro del marco de la apropiación capitalista la necesidad aparece bajo una doble figura: están las “necesidades físicas” e “imprescindibles” del trabajador (las cuales se presentan como límite de la riqueza). Al mismo tiempo que está “la necesidad que se manifiesta en forma de demanda solvente”218, esto es, como el medio subjetivo de realización del desarrollo industrial (volveremos luego sobre este punto). Se trata del doble artificio del concepto de 214 J.J. Rousseau (2002: 66). 215 Cfr. A. Ferguson (2010: 49). Véase el tercer capítulo (segunda parte) de nuestra tesis (III.1). 216 K. Marx (1968: 108). 217 Ibid. 218 Ágnes Heller (1986: 24). 392 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx necesidad como “necesidad económica”. Doble tecnología del capital: la máquina de producción de la necesidad como “mi deseo [que] es la posesión inaccesible de otro”219 y la máquina de producción de necesidades que puedan cubrir a los objetos puestos en circulación (“De modo –escribe Marx– que la producción no solamente produce un objeto para el sujeto, sino también un sujeto para el objeto”220). En el marco de dicha tecnología hace su entrada en escena la mercancía como forma elemental del dispositivo económico-político. La mercancía como categoría de la sociedad civil. Esta, según tempranamente la define Marx, es la sociedad tal como se presenta bajo el dispositivo conceptual de la economía, esto es, como aquella esfera “en la que cada individuo es un conjunto de necesidades y sólo existe para el otro, como el otro sólo existe para él, en la medida en que se convierten en medio el uno para el otro”221. El economista –dice Marx– “lo reduce todo al individuo”, o sea, a ese conjunto de necesidades con el que este se identifica, borrando de él toda determinación que no sea la de capitalista u obrero222. Este último es “el individuo que ha sido reducido él mismo a un sujeto natural”223, fijado al “concepto límite” de unas “necesidades naturales”224. En circunstancias que, ligado a estas, su deseo no se le aparece más que como “la posesión inaccesible de otro”. En relación a él, la mercancía se presenta como el propio cuerpo de eso inaccesible. Mientras que “el capitalista industrial goza”. Aunque, eso sí, “su placer está subordinado a la producción”; su goce, en consecuencia, es un “placer calculado”, “conforme a la economía”, sujeto a la lógica de la necesidad del 219 K. Marx (1968: 109). 220 K. Marx (2001: 13). 221 K. Marx (1968: 111). Permaneciendo en la misma línea en que Hegel piensa la sociedad civil, Marx define a esta en los Elementos fundamentales de manera muy próxima a como ya lo había hecho anteriormente en los Manuscritos del 44’ o en La ideología: “Solamente –escribe allí– al llegar el siglo XVIII, con la ‘sociedad civil’, las diferentes formas de conexión social aparecen ante el individuo como un simple medio para lograr sus fines privados, como una necesidad exterior”. K. Marx (2001: 4). Cfr. asimismo el capítulo sobre la “Sociedad Civil” de los Principios de la filosofía del derecho. G.W.F. Hegel (2004: 183-226). 222 K. Marx, op. cit. Véase la nota 195 del segundo capítulo (primera parte) de nuestra tesis. 223 K. Marx (2001: 17). 224 Cfr. A. Heller (1986: 33). 393 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx propio capital: la de valorizarse en cuanto tal. “El placer –escribe tempranamente Marx– queda subordinado al capital y el individuo que goza subordinado a esa parte de él que capitaliza”225 . La mercancía en relación al capitalista es el objeto de deseo como “hambre” del propio capital226 . La mercancía, por consiguiente, no sólo es bicéfala por el hecho de estar dividida en “valor de uso” y “valor”, tiene además un doble cuerpo: su propio valor de uso lleva la marca de una división de clases. Las mercancías –escribe Marx– “ingresan en el consumo individual de la clase de los capitalistas y de la clase obrera”, pero lo hacen de manera diversa, en cuanto al volumen y al tipo así como “en lo tocante a la calidad y al valor”227 . De un lado, está el obrero cuyas necesidades básicas topan con el límite al que ha sido reducido en tanto que sujeto natural de unas “necesidades físicas”. De otro, está el capitalista industrial cuyo goce se estrella con los límites que le impone la propia productividad. En ninguno de los dos casos se trata, no obstante, de límites fijos. Con respecto a las “necesidades naturales” de los trabajadores, los límites varían y se extienden por sobre su mínimo (el mínimo con el que el trabajador puede vivir) –según las sociedades y tipos de cultura– a medida que se modifica el consumo de lo requerido como indispensable. En cuanto al placer del burgués, la medida de su goce carece ella misma de toda medida dada: no tiene otro límite que la propia medida del valor dinerario. Marx escribe mucho antes de la redacción de El Capital: La necesidad de dinero es así la verdadera necesidad producida por la Economía Política y la única necesidad que ella produce. La cantidad de dinero es cada vez más su única propiedad importante. Así como él reduce todo ser a su abstracción, así se reduce él en su propio movimiento a ser cuantitativo. La desmesura y el exceso es su verdadera medida228. 225 K. Marx (1968: 110). 226 Marx en El Capital habla de “voracidad canibalesca” de plusvalor, o de “hambre” de plustrabajo. Cfr. K. Marx (1988a: 282-292). 227 Cfr. K. Marx (1990b: 484-493). 228 K. Marx (1988a: 100). 394 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx La necesidad, esto es, “los medios de subsistencia que habitualmente necesita el obrero medio”229, es producida junto con el placer del dueño de la industria; como un límite consuetudinario que se reproduce con el límite del goce del burgués y, a través de este, con la extensión de la medida relativa de unas necesidades abstractas, vaciadas de contenido (la necesidad de dinero)230. De modo que cuando Marx habla en los Manuscritos del 44’ de “la cueva del pobre” que ha retornado de algún modo a la caverna, “envenenada ahora por el aliento pestilente y mefítico de la civilización”231 , se está refiriendo al mínimo representable en que puede vivir un individuo (más acá del cual no habría reserva de fuerza de trabajo disponible), por sobre cuyo límite se erige la riqueza en un estadio determinado de productividad del capital. Hay, por tanto, un devenir “sujeto natural” del pobre, reducido a un mínimo de lo físicamente imprescindible, en el corazón mismo de la civilización industrial. Y hay un devenir histórico del hombre de las cavernas, tan pronto este habita un mundo a través de la exteriorización de su actividad sensible. Devenir naturaleza de un sujeto histórico, devenir historia de un sujeto natural. En todo momento del devenir histórico de los hombres se entrelazan estos tres elementos que componen la techné de los “usos”: “el objeto de consumo”, “el modo de consumo” y “el impulso al consumo”. Son tres de las condiciones de toda producción del hombre por el hombre. En ese sentido, no debemos confundir lo que Marx llama “necesidad física”, esto es, el conjunto de necesidades vinculadas al mantenimiento de la vida humana, con la “necesidad animal”. La zoè en el hombre es inmediatamente bíos. Comer, beber, 229 K. Marx (2004a: 629). 230 Es en este límite dividido que el capitalismo no deja de producir constantemente nuevas necesidades insatisfechas. En El Capital Marx vuelve a un pasaje de Miseria de la filosofía, donde había escrito: “Cada día se vuelve más claro, pues, que las relaciones de producción en las que se mueve la burguesía no tienen un carácter unitario, un carácter simple, sino dual; que en las mismas relaciones en que se produce la riqueza se produce, asimismo, la miseria; que en las mismas relaciones en que se opera un desarrollo de las fuerzas productivas, se desarrolla una fuerza productiva de represión; que estas relaciones sólo producen la riqueza burguesa, es decir la riqueza de la clase burguesa, al aniquilar continuamente la riqueza de ciertos integrantes de esta clase y al producir un proletariado en crecimiento constante”. Basta leer un pasaje como este para reparar en la crítica implícita a la idea de progreso que está contenida en el pensamiento marxiano. Cfr. K. Marx (1995: 805); véase asimismo K. Marx (1987: 79). Varios años más tarde Engels insiste en esta perspectiva crítica hacia el final del último capítulo de su libro El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado. Cfr. F. Engels (2008: 322-323). 231 K. Marx (1968: 101). 395 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx reproducirse sexualmente –como ya señalamos en la primera parte de nuestra tesis– son actividades que no corresponden a la parte animal del hombre, son por el contrario modalidades de una biología originariamente trabada con la producción histórica de sí. Lo que Marx denomina “necesidad física” es una necesidad socialmente producida, en la que –según el desarrollo de la fuerzas de producción– la modalidad de la satisfacción modifica la necesidad misma232. Una vez que la industria se constituye en un sistema automático de máquinas, el capital se vuelve él mismo el sujeto de producción del consumo: “1) creando el material de este; 2) determinando el modo de consumo; 3) provocando en el consumidor la necesidad de productos que ella ha creado”233. La llamada “necesidad natural” se vuelve, entonces, el “límite mínimo” de una función variable del automatismo. Pero he ahí también la contradicción que se genera, según Marx, entre el incremento de las “necesidades sociales”234 de los trabajadores y “los límites dentro de los cuales la necesidad de mercancías es representada en el mercado –o sea la demanda”235. Como bien lo muestra Lebowitz, las necesidades de los obreros en el análisis marxiano se mueven entre dos umbrales distintos, entre un mínimo y un máximo socialmente posible. Es decir, entre el “mínimo fisiológico” representado por “el valor de los medios de subsistencia físicamente indispensables” al trabajador, de una parte, y el “límite superior” representado por las necesidades socialmente desarrolladas de valores de uso en su forma de mercancía236, de otro. Entre esos dos umbrales 232 Cfr. A. Heller (1986: 32-33 ss). En El Capital Marx es suficientemente claro al respecto: “Las necesidades naturales mismas –escribe–, como alimentación, vestido, calefacción, vivienda, etc., difieren según las peculiaridades climáticas y las demás condiciones naturales de un país. Por lo demás, hasta el volumen de las llamadas necesidades imprescindibles, así como la índole de su satisfacción, es un producto histórico y depende por tanto en gran parte del nivel cultural de un país, y esencialmente, entre otras cosas, también de las condiciones bajo las cuales se ha formado la clase de los trabajadores libres, y por tanto de sus hábitos y aspiraciones vitales”. Cfr. K. Marx (1988a: 208). 233 K. Marx (2001: 13). 234 Sobre este concepto confrontar el texto antes citado de A. Heller (1986: 77-85); y el libro más reciente de Michael A. Lebowitz (2005: 86-91). 235 K. Marx (1989: 239). 236 Cfr. M. A. Lebowitz (2005: 86 ss). 396 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx se interpone el límite de las “necesidades consuetudinarias”237, que incluye los valores de uso que entran habitualmente en el consumo de los obreros. Ahora bien, por el mismo hecho de que el capital produce el consumo “provocando en el consumidor la necesidad de productos” que él ha producido, se genera un incremento crítico de necesidades sociales que exceden el nivel de las necesidades imprescindibles (cuya realización es habitual). Lo que se traduce en la reproducción de una brecha entre las necesidades de mercancías en el mercado en un momento dado, la cantidad de mercancías demandada, y la “necesidad social real”, o sea el “volumen de consumo” o “la cantidad que se demandaría si las mercancías tuviesen otro precio dinerario o si los compradores estuviesen en otra situación en materia de dinero o de condiciones de vida”238. Marx escribe: Parece, pues, que del lado de la demanda hay cierta magnitud de determinada necesidad social, que requiere, para su satisfacción, una cantidad determinada de un artículo en el mercado. Pero la determinación cuantitativa de esa necesidad es totalmente elástica y oscilante. Su carácter fijo es aparente. Si los medios de subsistencia fuesen más baratos o el salario en dinero más alto, los obreros comprarían mayor cantidad de esos artículos, y se presentaría una mayor “necesidad social” de esa clase de mercancías239 Por un lado, cada capitalista –si bien exige a sus propios obreros “austeridad”, en la medida en que se le contraponen como trabajadores asalariados– incita a consumir “al resto del mundo de los obreros” que se “le contraponen como consumidores”, por todos los medios disponibles, prestándole a sus mercancías nuevos atractivos “para hacerles creer que tienen nuevas necesidades”240. Pero, por otro, desde el punto de vista de una sociedad en la cual “el fin del capital no es la satisfacción de las necesidades”, sino su valorización241, el capitalista ha de restringir la capacidad de consumo 237 En relación a estas “necesidades consuetudinarias” Marx señala, en el Libro II de El Capital, que ellas entran en el consumo de la clase obrera como el rubro de los medios imprescindibles, “siendo aquí totalmente indiferente que tal o cual producto, como por ejemplo el tabaco, sea o no un medio de consumo necesario desde el punto de vista fisiológico; bastará con que lo sea por la fuerza de la costumbre”. Cfr. K. Marx (1990b: 493). 238 K. Marx (1989: 239). 239 Op. cit., 238. 240 K. Marx (2001: 230). 241 K. Marx (1989: 329). 397 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx de sus obreros (restricción que está dada por el valor de su fuerza de trabajo) para salvar el límite impuesto inmanentemente “por el impulso de acumular, de acrecentar el capital y producir plusvalor”242. Si se modificase –escribe Marx– el valor de mercado, si el valor de mercado bajase, se ampliarían en promedio las necesidades sociales con capacidad de pago, pudiendo absorber, dentro de ciertos límites, mayores masas de mercancías. Lo que hace el capital a través del dispositivo-dinero es precisamente relativizar esa capacidad de pago, es decir, volver el “principio de la demanda” inmanente a su proceso de valorización. Volverlo inmanente, esto es, inmanentizar el límite histórico de aquello que regula el principio de la demanda, significa ajustar las necesidades sociales a las condiciones de unas relaciones (antagónicas) de distribución, por lo tanto a “la relación recíproca entre las diversas clases” y a “su respectiva posición económica”243. Significa, en otras palabras, condicionarlas sobre la base de la jerarquización del poder adquisitivo, en el marco establecido de una división social del trabajo. Bajo esta condición, esas necesidades son contenidas (y que sean contenidas significa que aparecen) en la esfera del mercado bajo la forma de demanda solvente. En el Libro III de El Capital, Marx dice que las “necesidades sociales” son necesidades “históricamente desarrolladas”, que “se convierten en segunda naturaleza” de los hombres244. En ese sentido, tal como lo había expresado en los Manuscritos del 44’, esas necesidades constituyen la modalidad ontológica de los individuos, su propio modo de subjetivación. En 1844 había escrito, en efecto, que “la necesidad de una cosa es la prueba más evidente de que la cosa pertenece a mi esencia”245. Lo que, dicho así, implicaría que, en las sociedades en las que impera el régimen de producción capitalista, la “cosa-mercancía”, como toda cosa deseada, comporta el mecanismo de producción del sujeto de su necesidad. En tanto que necesidad, 242 Op. cit., 313-314. 243 Ibid., 230. 244 K. Marx (1991b: 1091). 245 K. Marx (1968: 122). 398 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx la mercancía constituye la esencia del individuo, el tejido ontológico de su subjetividad. Ese tejido está, no obstante, atravesado por el conflicto de unas necesidades insatisfechas (aquellas de un sujeto internamente conflictuado por la división entre la capacidad más o menos limitada por su poder actual de compra de mercancías en el mercado, en un momento dado, y “las necesidades de los seres humanos socialmente desarrollada” por la propia tendencia de la producción246). Dentro de los márgenes de la productividad, de la realización de la ganancia, el capital ha de poder producir esa insatisfacción y a la vez controlar, mediante el dispositivo del “capital dinerario”, su potencial estallido masivo. Ese dispositivo cumple la función de un mecanismo de control del conflicto latente entre la esfera productiva del capital industrial y la esfera de la circulación y consumo mercantil. El mercado como esfera de la libre circulación. Aquí todos somos iguales en medio de la diversidad ofertada; y el mercado como esfera de la relación social de producción. Aquí el mercado es la forma misma de vida que determina la relación entre los individuos como posiciones económicas y de poder. Ambas, que en realidad operan como una sola, están, según Marx, condicionadas por el automatismo del capital, el nuevo fundamento tecnológico en “la relación técnica entre la fuerza de trabajo empleada y la masa de los medios de producción”247. Aquí, en esta relación, reside el otro sentido de “valor de uso”. Entendido como “consumo productivo” de la fuerza laboral en su lazo maquínico con las herramientas. En el momento histórico en que le tocó escribir a Marx es este tipo de “consumo” el que condiciona a todos los demás. Condición de todas las demás formas de consumo, el consumo maquínico de la fuerzas subjetivas del trabajador es la forma esencial bajo la que tiene lugar, en la sociedades industrializadas, la alienación. Si esta, según Marx, debe ser combatida, no es en el sentido de un retorno al origen, de una restauración mítica de la humanidad perdida, sino en el sentido de una emancipación del trabajo obligado. En este sentido, como bien afirma Negri, no se trata de ningún 246 K. Marx (1989: 331). 247 Ibid., 195. 399 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx concepto de trabajo que se deba restaurar, liberar, sublimar, sino únicamente un concepto y una realidad de trabajo que debe suprimirse248. 248 Cfr. D. Bensaïd (2006: 29); T. Negri (2001: 23). 400 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx V OBRA DE ARTE Y PRODUCCIÓN V. 1. Fin de la filosofía, fin del arte. Acerca del “Espíritu” en Marx El espíritu está podrido, putrefacto. Es un muerto en estado de descomposición. Esta es –según vimos– la sentencia de Marx y Engels al comienzo de La ideología1. Vimos también, a propósito de ella, que si el “Espíritu” ha entrado en un proceso de pudrición es porque él es esencialmente mortal, finito. Por ende nunca fue “Espíritu absoluto”. Al morir y al descomponerse ha dejado en evidencia que como tal espíritu absoluto es en verdad un ser monstruoso, imposible, inesencial, Unwesen. Ha muerto entonces lo que por otro lado nunca estuvo presente, nunca existió como tal. Al inicio de otro texto escrito por ambos, el primero redactado entre los dos, ellos expresan la inexistencia del “Espíritu” en los términos siguientes: este Espíritu inmaterial –dicen– sólo en la imaginación del idealismo especulativo alemán tiene espíritu, es decir sólo en ella tiene vida, presencia. Por fuera de esa imaginación el espíritu absoluto carece él mismo de espíritu2. Este espíritu inmaterial, sin carne (fleischlos), “espíritu desencarnado” (fleischlose Geist), es, en tanto que tal, sólo un producto de la Einbildung, de la imaginación. 1 Véase el final del segundo capítulo (Primera parte) de nuestra tesis, II. 3. Marx, al igual que el hombre frenético de Nietzsche, declara la muerte de Dios, y, como él, piensa que “también los dioses se descomponen”. “¡Dios ha muerto! ¡Y nosotros lo hemos matado!”, sentencia el personaje nietzschiano. Ahora bien, para el oído del burgués, como para el del feriante, “este acontecimiento inaudito aún está en camino y peregrina […]. Este hecho les es todavía más lejano que la más lejana estrella -¡y sin embargo, ellos mismos lo han hecho!”. Cfr. F. Nietzsche (1999: § 125). Ahora bien, ante ese tipo de hombre, falto de tímpano para dicho acontecimiento, el estadio que sigue a la muerte y a la descomposición del cadáver es el de una espectralidad que Agamben recientemente ha llamado “larval” o “larvada”. Un tipo de espectralidad “que nace de no aceptar la propia condición, de removerla para fingir a toda costa que se tiene un peso y una carne. Estas son las larvas que no viven solas, sino que buscan obstinadamente a los hombres cuya mala conciencia las ha generado, para habitarlos como íncubos o súcubos, para mover desde el interior sus miembros exánimes con hilos de mentira […], las larvas deben inventarse un futuro para dar lugar, en verdad, a un tormento sobre su propio pasado…”. Cfr. G. Agamben (2011: 55-61). 2 K. Marx & F. Engels (1967: 73). 401 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx A la inversa, lo que le da vida, espíritu al espíritu, es asimismo lo que constituye la prueba de su finitud radical. Sin vida el espíritu no es espíritu, carece de sí mismo, de toda presencia espiritual, es por tanto un mero ser “inesencial”. Pero con vida el espíritu deja de ser simplemente espíritu y se vuelve exterior a sí, presencia escindida, retirada de toda presencia. La vida del espíritu es –como lo expresan Marx y Engels en La ideología– la de un espíritu aquejado, tarado de materia. Se lo puede imaginar como espíritu sin cuerpo y absoluto, no obstante, precisamente porque se lo imagina, él es ya el producto finito de una presentación sensible, encarnado en un lenguaje, en el medio de un comercio entre los cuerpos que lo ha retirado originariamente de la absolutez. El espíritu es un muerto en estado de putrefacción. ¿Quién lo ha matado? Curiosamente lo ha matado el “espíritu” del capitalismo. La sentencia de muerte del “Espíritu” es, como antes señalamos igualmente, la sentencia del final de una época: aquella en que los filósofos creían en la autonomía del pensamiento y en este como el poder soberano más propio del hombre. La frase del comienzo de La ideología está, en ese sentido, íntimamente enlazada al diagnóstico del Manifiesto. Todo lo que aparecía con un “valor espiritual”, un “valor sagrado” ha sido –“dondequiera que [la burguesía] ha conquistado el poder”– ahogado “en las aguas heladas del cálculo egoísta”; ha sido convertido en “un simple valor de cambio”. Todo lo que se tenía hasta entonces como obra del “Espíritu” ha sido “despojado de su aureola”. Al “jurisconsulto”, al “sacerdote”, al “poeta”, al “hombre de ciencia”, la burguesía los ha convertido en sus “servidores asalariados”3. Lo que hacen estas diversas profesiones ha devenido trabajo que se ofrece como mercancía que produce mercancía. Espíritu que mata al espíritu, que lo despoja de su espiritualidad, que desgarra su presencia, desacralizándolo, devaluándolo del “valor religioso” que aún le restaba. El capitalismo es esa especie de “espíritu” que mata el espíritu. Al mismo tiempo que se comporta como un “Espíritu”: como este, él es devenir, génesis y telos de sí, valor que se autovaloriza, traspaso de su propio límite y a la vez límite de sí, proceso y círculo dialéctico, límite interno que se traza en el 3 K. Marx & F. Engels (2007a: 158). 402 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx movimiento mismo de su rebasamiento, “negación de la negación”. No es casual por tanto, tal como lo muestra Lebowitz, que Marx aplique al Capital la distinción que Hegel estableció en la Ciencia de la lógica entre límite o frontera (Grenze) y barrera (Schranke). Según la distinción hegeliana, la flor, por ejemplo (veremos luego que para Hegel este no es cualquier ejemplo), en tanto que flor, o el fruto en tanto que fruto, poseen un límite, y este es lo que constituye la finitud de eso que “debe perecer”4. En contraste con el cual está la barrera, que por definición puede ser negada, traspasada por el movimiento del “nacer y el perecer”, que en sí no nace ni perece y “que constituye la realidad y el movimiento de la vida de la verdad”5. Marx va a emplear esta distinción para definir la lógica misma del Capital. Para este, al igual que para el Espíritu, “cada límite (Grenze) es y debe ser una barrera (Schranke) que debe ser superada”6. Sin embargo, es precisamente ese proceso y ese círculo de autogénesis del valor el que, comportándose a la manera de un “Espíritu”, por otro lado provoca la expiración de este, su partida en tanto que espíritu y su precipitación en el movimiento de la mercantilización, de la pura convertibilidad donde el intercambio no deja de producir en cada cosa, en cada producto o acto el efecto de un indiscernible entre espíritu y artificio, entre artificio y simulacro. Transformando cada frontera en la barrera interna que debe ser negada, no es la tendencia e impulso de lo finito a lo infinito de la libertad lo que se manifiesta en el círculo del valor; no es la tensión de un movimiento del yo hacia la acción absoluta del “Yo”, hacia la pura espontaneidad de este como postulado de lo que Fichte en su Doctrina llamó “historia pragmática del espíritu humano”7. ¿Qué es lo que cuenta esta historia en tanto que “historia del espíritu”? En ella el “Absoluto” (se) cuenta una historia (la suya). Se trata de la historia de lo in-finito como movimiento de autonegación de lo finito y limitado8. 4 Cfr. G. W. F. Hegel (1993: 166). 5 “Por el hecho mismo –escribe Hegel– de estar algo determinado como barrera (Schranke), ya por eso se halla superado”. Cfr. Op. cit., 171. Véase, además, G. W. F. Hegel (2010: 107). 6 Cfr. Michael A. Lebowitz (2005: 57-58). 7 Cfr. J. G. Fichte (1975: 96). 8 Cfr. Felix Duque (1998: 204-214). 403 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx Movimiento a su vez de génesis en el que finalmente la presuposición absoluta de un “Yo” “absolutamente agente y sólo agente” deviene, desde el punto de vista práctico, “impulso que se produce a sí mismo absolutamente”, “ley por mor de la ley”, en la cual impulso y acción, determinado y determinante, “son ahora uno y lo mismo”9. La historia como “historia del espíritu” es, por consiguiente, movimiento autotélico de sí a sí. Es este “impulso por mor del impulso”, esta libertad que se expresa como “ley absoluta”, la que expira como Geist, como expresión de la elevación de lo finito en lo infinito e incondicionado. El “espíritu absoluto” desfallece desde el momento en que ese impulso se vuelve mecanismo, autonomía y a su vez automatismo de un “sistema de máquinas”: nuevo fundamento tecnológico sobre el que se consolida el Capital como régimen específico del proceso de valorización del valor. En el punto de cruce entre metafísica y humanismo, metafísica y capitalismo, “Dios”, “Sujeto”, “Espíritu”, se vuelven los nombres que designan la potencia del valor dinerario, el verdadero sujeto universal de la circulación mercantil. Potencia que es asimismo Máquina, una nueva “relación técnica entre la fuerza de trabajo empleada y la masa de los medios de producción”10. Es decir, potencia que se presenta como el poder de un nuevo régimen tecnológico de producción, en el que lo que se conocía como “espíritu humano” se vuelve ahora una mera pieza o engranaje del automatismo, la fuerza productiva en el sistema de una división maquinal del trabajo. El espíritu ha sido liquidado desde diversos frentes: ya sea porque por efecto de la mercantilización de todo, de la conversión de cualquier cosa en mercancía, lo que tenía un valor sagrado ha perdido su santa aureola; ya sea porque la era del Capital es también aquella en que eso que se identificaba con el espíritu mismo, es decir la vida (“espíritu y vida son una misma cosa”, había escrito Fichte11), se presenta como insoslayablemente sujeta a las condiciones materiales de su reproducción. Es por la vida así sujeta, y aventurada sobre el fondo de la necesidad, que el espíritu está necesariamente condicionado, 9 Cfr. J. G. Fichte (1975: 164-165). 10 K. Marx (1989: 195). 11 Cfr. J. G. Fichte (2007: 157). 404 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx determinado siempre como conciencia originariamente vuelta hacia el exterior de sí, expuesta en el comercio entre los individuos y las cosas. Si bien para Marx hay una unidad entre vida y espíritu, se trata no obstante de una unidad disjunta. La vida es lo que divide al espíritu de sí, introduciendo una distancia irreducible entre él y su presencia. Su venida a la presencia es precisamente esa distancia a través de la cual él deviene a lo largo de la historia. Condicionado por una vida materialmente determinada, el espíritu es lo que deviene históricamente junto con el cambio y transformación de las condiciones materiales de producción de la vida de los individuos. Ahora bien, esa historia es asimismo la de una división social del trabajo. Se trata de otro de los frentes desde los que el espíritu ha sido aniquilado como “Espíritu”. El denominado “espíritu humano” no es más que el producto, el efecto de una división del trabajo. No hay entonces, en estricto rigor, “espíritu”, sino el efecto histórico y cambiante de unos mecanismos de subjetivación. El espíritu ha muerto igualmente porque en el marco de esa división, y en el momento de consumación tecnológica del Capital, el espíritu del hombre se ha convertido en un órgano elemental en el sistema de órganos técnicos. En ese sistema es la máquina la que dicta la economía de las capacidades intelectuales del obrero. El espíritu se devela allí tan sólo como un medio, como la función determinada de unos medios técnicos. Espíritu que mata el espíritu. El espíritu en tanto que mercancía, el espíritu como conciencia del individuo viviente que trabaja, el espíritu en cuanto efecto de una división de lo sensible, el espíritu como el producto histórico de un modo de socialización, el espíritu como el órgano de un automatismo cuyo sujeto es la máquina: son las diversas modalidades en que se presenta el espíritu que, en la era del Capital, del espíritu del capitalismo, pone fin al “Espíritu absoluto”. Volvamos, a partir de lo dicho, al libro de Kostas Axelos dedicado al pensamiento de Marx, particularmente al capítulo titulado “El arte y la poesía”12. Aquí, en este texto, Axelos propone la tesis de una muerte del arte en Marx, de 12 Kostas Axelos (1969: 160-177). 405 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx una muerte después de la muerte, de una muerte doble, repetida: de una muerte sentenciada después de la sentencia de muerte del arte en Hegel. Pero de ser cierta la tesis de Axelos –y por fuera de los propios presupuestos de este autor– esta vez no se trataría de una muerte como “negatividad determinada”, como negación mediada de un momento o figura en el devenir del espíritu. La muerte del arte, su fin, aquella anunciada por Marx, coincidiría con la muerte del “Espíritu” mismo. La de Marx sería una muerte a secas, una que no trabaja en dirección a la superación, la elevación hacia una forma superior, más compleja y concreta de la Idea, sino que trae consigo el fin de la filosofía y la muerte de la historia concebida filosóficamente en tanto que “historia del espíritu”. Vale decir: para Hegel el arte es un momento interno del pensamiento, una figura de transición que media la brecha abierta por el espíritu entre lo “exterior, sensible y pasajero” y lo interior, inteligible y eterno del “pensamiento puro” y “conceptual”13; una figura que, no obstante, sigue siendo insuficiente para satisfacer nuestra “necesidad suprema”, para constituir en el presente, “el nuestro”, el “modo supremo de ser consciente de lo absoluto”14. Momento interno de una relación del espíritu consigo mismo, lo bello del arte es para Hegel la “apariencia sensible de la Idea”15, que en cuanto tal apariencia envuelve un pensamiento, que la supera como manifestación sensible y que la declara para sí, de acuerdo a los intereses espirituales más esenciales, como “algo del pasado”16. Para Marx, en cambio, son precisamente estos intereses esenciales del espíritu los que se presentan en la actualidad como caídos en la irreducible temporalidad de unos intereses materiales y contingentes. Pues el único interés universal, el interés por el dinero, ha introducido en el mundo del capitalismo una irreparable convertibilidad en todo lo que es. Este mundo es también el de una finitud insalvable. 13 G. W. F. Hegel (2007: 11). Véase además el artículo de Sergio Rojas (2004: 7-20). 14 G. W. F. Hegel, op. cit., 13. 15 Ibid., 85. 16 En la introducción a sus Lecciones sobre la estética Hegel sostiene: “Considerado en su determinación suprema, el arte es y sigue siendo para nosotros, en todos estos respectos, algo del pasado. Con ello ha perdido para nosotros también la verdad y la vitalidad auténticas…”. Ibid., 14. 406 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx La creación artística, según Hegel, se presenta a través de la apariencia estética como la “realidad y el movimiento de la vida de la verdad”; al mismo tiempo que, manifestación sensible de esta, ella comporta la muerte de sí a favor de la especulación filosófica, que la contiene como su verdad o esencia y la realiza en su concepto. Mientras que para Marx, al contrario, son las categorías de la especulación filosófica las que ya no alcanzan, las que se muestran como impotentes e insuficientes para explicar las potencialidades desencadenadas por la economía política. De ahí la necesidad, según él, de una “salida” (Ausgang) de la filosofía, consignada justo en el momento en que en La ideología declara el fin del espíritu como “Espíritu inmaterial”17. En “forma de una crítica a la filosofía poshegeliana”, según Marx lo recuerda en el prólogo de 1859, y más tarde Engels en su opúsculo de 1888, estos intentan en 1845 –mediante la redacción conjunta de unos manuscritos que permanecerán inéditos hasta 1927– aclarar su relación con la filosofía de Hegel, su salida (Ausgang) y su separación respecto a ella. Esta “salida” consigna el fin de la filosofía y con este la muerte del espíritu. Sin embargo, no son ellos los que provocan su muerte, sí la declaran, la acreditan, y en este sentido la producen, hacen que tenga lugar eso que ya ha acontecido, al modo de un médico que acredita, y así produce, la muerte de un fallecido. El espíritu de la especulación filosófica ha muerto y se ha podrido por efecto de la propia lógica del Capital. El lenguaje de la metafísica, que es también de algún modo –según lo afirman Hess, Feuerbach y Stirner, antes de Marx– el lenguaje de la religión y de la teología, ha sido relevado por el lenguaje de la mercancía. De manera que cuando Stirner escribe que la historia no ha sido hasta el presente 17 Tal como lo ha destacado Bensussan, en el prefacio a su opúsculo de 1888, Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana, Engels vuelve al prólogo de Contribución a la crítica de la economía política, donde Marx refiere cómo en 1845, mientras ambos se encontraban en Bruselas, resuelven elaborar conjuntamente la oposición entre su propia “visión de las cosas y aquella, ideológica, de la filosofía alemana” y a partir de ahí “ajustar cuentas” con su “antigua conciencia filosófica”. Cuestión que, según lo recuerda Marx, llevan a cabo en la “forma de una crítica a la filosofía poshegeliana”. Marx –citado luego por Engels en dicho prefacio– escribe en ese prólogo de 1859: “El manuscrito, dos gruesos volúmenes in octavo, ya había arribado desde mucho tiempo atrás al lugar donde había de editarse, en Westfalia, cuando se nos notificó que circunstancias imprevistas impedían su publicación. En vista de ello, entregamos el manuscrito a la crítica roedora de los roedores, muy de buen grado, pues nuestro objetivo principal, esclarecer nuestras propias ideas, estaba ya alcanzado”. El manuscrito al que se refiere es el de La ideología alemana, publicado póstumamente por primera vez en 1927. Cfr. G. Bensussan (2007: 8 ss); K. Marx (2003b: 6); F. Engels (1975: 910). 407 Carlos Casanova. Estética y Producción en Karl Marx más que la historia del “hombre espiritual”, la historia de la “edad de la inteligencia”, de lo “suprasensible”, de lo “ideal”: imperativo, destino y vocación a los que está sometida la voluntad del individuo18; cuando así escribe, él está en realidad construyendo la narración acerca de un relato. Y es el propio lenguaje del Capital el que se ha encargado de develar esa historia del “hombre espiritual” como un relato. Es ese lenguaje el que se expresa a su modo diciendo: la historia como “historia del espíritu” no ha sido nunca otra cosa, el producto de la fantasía. Es decir que cuando Marx en La sagrada familia afirma que el “individuo burgués” sólo “en el cielo de su imaginación”19 se autorepresenta como un egoísta absoluto, atomizado como una unidad independiente de toda relación al otro, autosuficiente, siendo que en realidad su egoísmo es interesado, está condicionado por la necesidad que req
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