Los inicios de la historiografía: Tucídides

Tucídides
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Los inicios de la historiografía:
Tucídides
Tucídides
Bajo la rúbrica de logógrafos se agrupa un conjunto de escritores del Asia Menor griega que
anticipan a Heródoto y Tucídides con sus relatos de acontecimientos pasados en los que quiere
estar ausente el mito y la leyenda. El más conocido de ellos, Hecateo de Mileto (fines del siglo
VI a.C.) exponía así el propósito de su obra Genealogías:
“Escribo estas cosas en la medida en que me parecen verídicas; de hecho, las leyendas
de los griegos son numerosas y ridículas, por lo menos en mi opinión”
La subsecuente historiografía griega va a caracterizarse por ese enfrentamiento al mito en aras
de un relato racionalista, crítico, inmanentista y secular, resultado de la investigación y
averiguación personal por parte del autor, que pretende ser “verdadero” y no fabuloso ni
ficticio, ni imaginario. La Historia nace así como actividad instalada conscientemente en una
perspectiva de logicidad y racionalidad universal. Y surge como tal oponiéndose a las
narraciones de Homero y Hesíodo en cuanto que son mitos.
Se conoce relativamente poco de la vida de Tucídides, nacido en Atenas en el año 460 a.C. y
fallecido, según la mayoría de las fuentes, en Tracia en el 396 a.C. Su obra Historia de la Guerra
del Peloponeso narra la guerra que tuvo lugar en el siglo V a.C. entre Atenas y Esparta, y que él
vivió directamente. Durante este conflicto, en el año 424 a.C., Tucídides fue nombrado
estratego de la ciudad de Atenas, confiándosele el mando sobre una flota. Sin embargo,
fracasaría en su misión y, como castigo, sería condenado al exilio. Sería en estos años donde
escribiría su obra principal. Debido a este escrito, Tucídides está considerado como uno de los
“padres de la Historia”.
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Su narración se refiere a un crucial suceso recientísimo y se basa en la observación personal y
las fuentes orales fidedignas:
“Respecto a los hechos que tuvieron lugar en la guerra, no me pareció bien escribirlos
enterándome de ellos por cualquiera ni tampoco exponiendo mi propia opinión, sino
que busqué en todos los casos la mayor exactitud posible, tanto en aquellos que
presencié, como en aquellos de los que supe por otros. La investigación resultaba, no
obstante, laboriosa, porque los testigos presenciales de los acontecimientos daban
noticias diferentes sobre unos mismo hechos, según el interés personal o la memoria
que cada uno tuviera”
Desde un primer momento, Tucídides analiza los hechos buscando las razones profundas de
los mismos, intentando ir más allá de lo anecdótico para penetrar en las motivaciones
personales de los políticos, sus ambiciones y sus temores. En todo momento tratará de que
prime la objetividad.
Para dar una perspectiva política a su obra utiliza dos recursos: la crítica que hace a lo largo de
todas sus obras; y los discursos de los distintos dirigentes políticos de ambos bandos a cada
momento. Al mismo tiempo, busca en cada acontecimiento y en el conjunto de la guerra en sí
misma la causa profunda.
Relacionado con esta idea están todas las alusiones que Tucídides va haciendo sobre el poder:
su mayor preocupación como político y militar es analizar el fenómeno del poder, del
imperialismo y del hecho revolucionario. Para el historiador ateniense, la ambición de poder es
un impulso innato de la naturaleza humana y es éste es que, como motor de los impulsos
humanos, explica la conducta de los estados en la idea de que el débil está dominado por el
fuerte.
Como escritor Tucídides es heredero de la sofística ateniense y del espíritu de esta ciudad, así
como de las corrientes filosóficas y científicas del momento. Una tendencia del espíritu
filosófico y político ateniense es la preocupación por el presente, de ahí el giro total de la
concepción histórica de Tucídides respecto a la historiografía anterior. Al mismo tiempo, el
gusto ateniense por la preocupación humana como ser social, por su conducta privada (su
moral) y su conducta pública (su política) se traduce en la búsqueda de la historia política y
humana alejada de toda influencia divina y de la historia legendaria.
Por otro lado, la influencia sofística se plasma a lo largo de su obra en distintos puntos: en la
estructura y el estilo de su lengua, en el poder supremo de la razón, y el estudio de lo verosímil
como fundamento de la crítica junto a una oposición al relativismo.
Hay un aspecto en el que la obra de Tucídides difiere de la elaborada por Heródoto y Hecateo:
su relato elimina totalmente los aspectos etnográficos presentes en su antecesor y se
concentra en los aspectos políticos, militares y constitucionales de los avatares y sucesos
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humanos, sobre los cuales es posible una observación directa y fidedigna que permite una
narración intencionalmente veraz. Este giro de Tucídides marcará profundamente el desarrollo
posterior de la historiografía clásica greco-romana, que versará esencialmente sobre asuntos
de orden político, diplomático y militar. Y a ello se debe el gran prestigio de Tucídides en la
Antigüedad y, luego, entre los historiadores empirio-positivistas del siglo XIX, como superior en
fiabilidad y rigor a Heródoto, erróneamente acusado de crédulo o incluso embustero.
Si Tucídides recibió el apelativo de “padre de la Historia” fue, en gran parte, debido al enfoque
político que le dio a su obra. Cuando trazó el programa de su obra ya definió que no pretendía
narrar los acontecimientos de la guerra exclusivamente, sino que su idea era plasmar lo que
para él era lo más importante: las ideas políticas de ambos bandos, de los protagonistas de la
guerra.
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