Hacia una sexualidad Responsable y Feliz 1 2 PARA LA FAMILIA 3 4 ÍNDICE A NUESTROS LECTORES /7 FAMILIA Y SEXU ALID AD SEXUALID ALIDAD DRA. MAYDA ÁLVAREZ SUÁREZ /11 LO QUE OCURRE AL INTERIOR DE NUESTRAS FAMILIAS DR. PEDRO LUIS CASTRO ALEGRET /19 AUTOESTIMA Y ADOLESCENCIA MSC. ELSA NÚÑEZ ARAGÓN /35 LA COMUNIC ACION EN LA F AMILIA COMUNICACION FAMILIA MSC. ANA ROSA PADRÓN /45 SITUACIONES GENERALES DE CONFLICTOS EN LAS F AMILIAS FAMILIAS ¿COMO EVIT ARLAS Y ENFRENT ARLAS? EVITARLAS ENFRENTARLAS? DRA. AURORA GARCÍA GUTIÉRREZ EL SEXISMO EN LA VIDA COTIDIANA MSC. SILVIA CASTILLO SUÁREZ LA F AMILIA EN LA EDUC ACION Y FORMACION FAMILIA EDUCACION DE V AL ORES VAL ALORES DRA. ESTHER BAXTER PÉREZ PADRES NUEV OS, P ARA HIJOS NUEV OS NUEVOS, PARA NUEVOS DRA. PATRICIA ARES MUZIO /51 /63 /71 /79 5 Edición, realización, diseño e ilustración: Creativos DEW La presente publicación ha sido auspiciada y financiada por el Gobierno cubano y el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA), el cual ha aportado los fondos requeridos para la impresión de los materiales previstos en el proyecto “Educación Formal para una Conducta Sexual Responsable”, que se desarrolla por el Ministerio de Educación como parte del Programa Nacional de Educación Sexual. Directora del Proyecto: Dra G. María Antonia Torres Cueto Coordinadora del Proyecto: Lic. Margarita Mc Pherson Sayú Ministerio de Educación: 2001 ISBN: 959-13-0600-8 6 A NUESTROS LECTORES Se desarrolla en nuestras escuelas secundarias un Proyecto educativo a largo plazo con el objetivo de ayudar a las y los adolescentes a que crezcan con una mejor preparación para la vida sexual y reproductiva, sean felices en su vida de pareja, en la familia que constituirán algún día no lejano. Nos preocupa a todos que algunas muchachas interrumpen sus estudios en secundaria por motivos de matrimonio muy temprano, o por embarazos en su adolescencia. También es inquietante la cantidad de abortos provocados en las edades más jóvenes, así como los casos de adolescentes que contraen enfermedades de transmisión sexual. Una educación integral debe preparar a los jóvenes de nuestro país para la vida plena, útiles a sí mismos y a los demás. Esto significa desarrollar sus personalidades, que manifiesten en la adolescencia un comportamiento sexual adecuado para nuestra sociedad. Deseamos, padres y educadores, que nuestras hijas e hijos, nuestras alumnas y alumnos adolescentes maduren, que lleguen al amor en su momento adecuado, sin prisas o presiones, sin quemar etapas; en fin, que hagan su propia vida con dignidad y felicidad. Es muy frecuente que en nuestros hogares no hablemos de los temas de la sexualidad con las hijas y los hijos. Es hora de hablar francamente del amor y de la sexualidad con nuestras muchachas y muchachos. Tendremos que explicar a nuestros hijos y alumnos que el embarazo de una adolescente siempre es responsabilidad de 7 un joven y una jovencita; y que cuando están físicamente maduros y maduras les puede ocurrir desde la primera relación sexual. Un embarazo o un parto tan temprano les traería muchas complicaciones en sus vidas, que es incluso riesgoso para la salud de la muchacha y también la del hijo que pudiera nacer. Al igual de peligroso es el aborto provocado para interrumpir la gestación, y eso deben escucharlo nuestros hijos de boca de nosotros, los padres. ¿Qué podemos hacer juntos, profesores y padres? A todos nos interesa el futuro de nuestros hijos y alumnos. Tenemos que ayudarlos a conquistar ese futuro, a que sean responsables y felices. Desde hoy aseguramos ese mañana. En cada escuela el Proyecto responde a lo que necesitan los padres. Es imprescindible el protagonismo de la familia: en la escuela debe hacerse la Educación Sexual que padres y educadores deseen, y entre todos tienen que discutir cómo llevarla adelante. O sea, es necesario acordar entre los padres y los profesores las acciones a realizar. Pueden ser escuelas de padres, otro tipo de conferencias, o proyecciones de películas y su debate, etc. También pueden incluirse conversaciones con las familias que tienen problemas específicos con las hijas y los hijos. Con este material se pueden realizar grupos de discusión en donde conversemos entre todos sobre estas cosas para aprender unos de otros, plantear alguna duda, preocupación, o hasta los problemas particulares que necesitemos resolver. También sería bueno que los familiares que lo deseen acudan a los educadores individualmente para aclarar las dudas que puedan tener, hacer las preguntas que quieran sobre las manifestaciones de sus hijos. La lectura y estudio de los diferentes temas que se incluyen en este libro ayudarán a conocer y comprender las características fundamentales de la sexualidad en al etapa adolescente. Las temáticas seleccionadas por los autores se corresponden a aspectos de interés común para los padres y educadores, quienes apoyarán su lectura a través de las escuelas de padres y otras modalidades de orientación a la familia. Ha sido redactado por psicólogos y pedagogos que comprenden lo hermoso y complejo que resulta educar. Los autores encargados de cada capítulo, en el orden que fueron de presentados en esta obra, son Maida Alvarez Suárez, Pedro Luis Castro Alegret, Elsa Núñez Aragón, Ana Rosa Padrón, Aurora García Gutiérrez, Silvia Castillo Suárez, Esther Baxter Pérez y Patricia Ares Muzio. Trabajamos en la docencia, la investigación y la labor de orientación a la familia; hemos tratado de sintetizar en cada uno de los 8 temas nuestra experiencia, así como el resultado de estudios e investigaciones realizados durante años hasta el presente. Como observará el lector, en cada capítulo presentamos una sinopsis final de las ideas o temas sobre los que desean llamar la atención. Estas ideas pueden guiar un debate con padres; servir de mensajes en las variadas formas de la comunicación social, tanto en la escuela como en la comunidad. También se dan ideas para continuar la reflexión, desde nuestra práctica cotidiana. Tenemos ante nosotros una tarea compleja, pero hermosa. Ayudar a los adolescentes de hoy a que se conviertan en los ciudadanos del mañana, las madres y los padres del futuro: ¡que sean como nosotros, y mejores aún! 9 10 TEMA 1 FAMILIA Y SEXU ALID AD SEXUALID ALIDAD La familia es el grupo social que se constituye a partir de la unión voluntaria de un hombre y una mujer, quienes deciden hacer una vida en común. A partir de esta unión se crean relaciones permanentes entre los esposos, entre ellos y sus hijos y con otros parientes o personas afines. La formación de una familia debe estar basada en el amor, la igualdad de derechos de todos los miembros, la responsabilidad compartida y el respeto recíproco. Por supuesto, en la familia como en todo grupo social se producen conflictos, contradicciones entre sus miembros. No siempre los intereses y deseos de todos coinciden: lograr la armonía y la estabilidad de la familia es un proceso que requiere del esfuerzo de cada miembro. Constituir una familia significa también adquirir un conjunto de derechos y responsabilidades. 11 Las funciones de la familia Muchas personas piensan que la familia es solamente un espacio privado, exclusivo de sus miembros y que por lo tanto la sociedad no tiene obligaciones para con la familia, ni la familia para con la sociedad. Esto es un error. Familia y sociedad están en constante interrelación, y cuando la familia cumple sus funciones, es decir, cuando realiza sus actividades cotidianas y sus miembros se relacionan entre sí, brinda importantes aportes no sólo a las personas que la integran sino también a la sociedad en su conjunto. La familia cumple una función biosocial a partir de la actividad y las relaciones sexuales y efectivas que la pareja establece. Gracias a estas sus miembros satisfacen sus necesidades sexuales y también de cariño y apoyo, nacen los hijos y con ellos no sólo se amplía la propia familia, sino que se reproduce o crece la población de un país. Las más importantes decisiones acerca de en qué momento y con qué frecuencia se tienen los hijos, se toman en la familia. De ahí la importancia de que desde muy jóvenes se esté bien orientado acerca de las edades más adecuadas para tener los hijos y de la responsabilidad que implica dicha decisión. De la misma forma, es en la familia donde se trasmiten determinados modelos de comportamiento sexual masculino y femenino. Nuestros hijos e hijas nos observan y aprenden a comportarse en la vida como hombres o como mujeres a partir no sólo de lo que les decimos, sino también a partir de lo que ven diariamente en su hogar. Si las relaciones entre padre y madre son de amor, respeto y consideración, estos serán los modelos de comportamiento sexual que las hijas y los hijos asimilarán. Si por el contrario, conductas como la violencia y el no respeto a la pareja imperan, esas serán formas de comportarse que con mayor probabilidad predominarán en ellos y ellas en el futuro. La familia cumple también una función de carácter económico: cuando realiza algunas actividades económico-productivas, como puede ser el cultivo de la tierra, o cuando realiza las conocidas tareas domésticas (cocinar, limpiar, lavar, planchar, etc.) Estas últimas garantizan que las personas se alimenten, se aseen, descansen y estén listas para una nueva jornada. La realización de dichas tareas no sólo asegura la existencia física y el desarrollo de todos los miembros, sino que la familia contribuye a la reposición de la fuerza de trabajo, aporte económico que es casi siempre invisible para la sociedad. 12 Al distribuir en la familia las tareas del hogar, se trasmiten también los modelos femeninos y masculinos para el trabajo doméstico. Casi siempre es la mujer la máxima responsable de realizar esas tareas, y el hombre no participa o participa poco. También ocurre que cuando tenemos hijas les damos responsabilidades hogareñas y no a los hijos. La familia se convierte entonces en la principal transmisora de un modelo de distribución de tareas domésticas basada en la desigualdad entre los hombres y las mujeres. Por último, la familia cumple un papel esencial en la formación de niños y jóvenes, en su integración social. Es deber de los padres educar a sus hijos e hijas en los principios de la solidaridad humana, el respeto a las demás personas y a sí mismos, el amor a la patria, la honradez, la responsabilidad en el cumplimiento de los deberes, en la identidad cultural de su país, el amor al trabajo y otros valores. Algunas veces se piensa que cuidar y educar a las hijas y los hijos es sólo satisfacerles sus necesidades materiales, que no pasen trabajo, complacerlos en todo lo que desean. Otras personas consideran que educar a un hijo o una hija es que nos obedezca en todo, que no nos contradiga y que cuando viole algunas de las reglas establecidas sea castigado o golpeado, para que respete y aprenda. Estos conceptos, tanto de excesiva complacencia como de autoritarismo y violencia, son negativos. En el proceso de educación de los hijos por padres y madres desempeña un papel fundamental la comunicación que se establece entre ellos, es decir, la forma en que se relacionan, la forma en que se dicen las cosas, la manera en que se demuestran los sentimientos, el clima de confianza y seguridad de ser comprendidos La comunicación con nuestros hijos e hijas es adecuada cuando es abierta, directa, precisa, sincera; cuando podemos hablar con ellas o ellos de diferentes aspectos, sin considerar que existen temas prohibidos. En las investigaciones realizadas sobre la familia se ha comprobado que uno de los temas con más frecuencia considerado como prohibido es el de la sexualidad. Este tema es poco conversado y generalmente se habla de él sólo para advertir los peligros de tener relaciones sexuales, de cómo evitar embarazos y enfermedades de transmisión sexual y muy pocas veces se valora el papel de las relaciones sexuales en la salud física y psíquica de las personas, ni los aspectos éticos de las relaciones entre personas. En algunas familias los hijos o hijas no pueden decirles a sus padres que tienen novia o novio, no pueden preguntarles las dudas que tienen sobre la sexualidad ni consultarles qué hacer para solucionar un conflicto con su pareja; tampoco contarles sus vi13 vencias o sentimientos, a veces confusos y contradictorios, que estas relaciones les provocan. Por otra parte, casi siempre son las madres las que conversan con sus hijos sobre estos temas y no los padres. No importa que sea hijo o hija, es a las madres a quienes se les atribuye la responsabilidad de hablar de sexo y educar los sentimientos. Los padres y madres a veces piensan que los hijos o hijas son demasiado pequeños para conversar sobre sexualidad, y hacerlo puede estimularlos sexualmente demasiado pronto. Realmente las inquietudes y dudas acerca de la sexualidad se presentan a edades muy tempranas. Es necesario escuchar a nuestros hijos y brindarles la confianza imprescindible para que nos pregunten y encuentren en nosotros la respuesta o la orientación adecuada. Un libro que trate sobre estos aspectos no sólo puede prepararnos, sino que su comentario puede ser un magnífico pretexto para iniciar una conversación con nuestras hijas e hijos. Otro aspecto esencial en la educación -particularmente de la sexualidad- es la expresión, directa y franca, de nuestros sentimientos, alegrías y tristezas, de nuestros temores, gustos y satisfacciones -siempre que sean positivos- en las relaciones con nuestros hijos e hijas. Tal como veremos en temas posteriores, debemos expresarles el cariño de manera verbal, y con un beso y un abrazo u otros gestos efectivos; reconocerles de modo expreso las cosas bien hechas; acercarnos a ellos o ellas para saber qué piensan, qué les gusta, cuáles son sus preocupaciones, no para controlarles excesivamente ni criticarles los errores intrascendentes, sino para captar su atención y educarlos para una vida plena y satisfactoria. Sexualidad y familia Cuando en una familia no se satisface a los hijos e hijas la necesidad de afecto, cariño, confianza y comprensión que como seres humanos necesitan, lo que con mayor seguridad ocurrirá será que busquen esta satisfacción en otra parte, y una de las vías para obtenerla pudiera ser el inicio de relaciones sexuales tempranas sin la suficiente preparación. En estudios realizados se ha podido comprobar, en muchachas que han salido embarazadas a edades muy tempranas, la insatisfacción de afecto en sus hogares y la ausencia de contacto emocional con sus padres; es decir, nunca se les ha demostrado cariño, ni con palabras ni con gestos y acciones. 14 En conversaciones con los mismos adolescentes, hemos conocido de otros problemas que influyen en el inicio a edades muy tempranas de las relaciones sexuales sin suficiente preparación, y que constituyen causas también de los embarazos tempranos. Uno de ellos es la presión del muchacho sobre la muchacha para que tenga relaciones sexuales como una prueba de amor. Las muchachas muchas veces temen que si no les entregan dicha prueba a sus novios, estos las dejen, y como están enamoradas, ceden a esta presión aunque no lo deseen, y esto les provoca desagrado y culpa. Otras veces las presiones proceden del grupo escolar o del grupo de amigos. Los argumentos son: Si no tienes relaciones, eres un bobo (o una boba). No estás a la moda. Aquí todo el mundo tiene relaciones sexuales, tú no vas a ser la única (o el único). Demuestra que eres hombre, haz tu papel Eso es un momentico y ya sales de eso y otras razones que colocan a los jóvenes de ambos sexos en situaciones de conflicto entre lo que ellos sienten y piensan y lo que el grupo opina. Es necesario que los padres y en general los educadores formen en niños y niñas, desde muy pequeños, conceptos claros de responsabilidad y la capacidad de tomar decisiones por sí mismos, que les permitan rechazar la manipulación del grupo o la insistencia de la pareja en tener relaciones sexuales. Hay que evitar que tengan la primera relación sexual sin ninguna protección y se produzca un embarazo no deseado. 15 Algunos jóvenes confiesan tener miedo de utilizar anticonceptivos, porque han oído decir que se van a quedar estériles, que no van a poder tener hijos, es decir, se tejen mitos alrededor del uso de los anticonceptivos, y no buscan orientación ni en su casa ni en el médico, pues tienen pena o temor de que se sepa que tienen relaciones sexuales y de que otras personas del barrio se enteren. En el caso de los muchachos también existen prejuicios acerca del uso del condón, y no lo usan también por machismo: Eso es problema de ella. Ella es la que tiene que cuidarse, que se lo ponga ella. Los resultados casi siempre son los mismos: insatisfacción sexual, embarazo no deseado, y en muchos casos, abortos. Mediante la cultura se nos ha transmitido un modelo en el cual para ser mujer hay que ser madre, hay que complacer al hombre aunque no se tengan deseos. A veces las muchachas quieren comprobar si pueden ser madres, si no son estériles; tienen entonces relaciones, quedan embarazadas y como no tienen condiciones para tener el niño o su pareja no lo acepta, recurren al aborto. Educación de la sexualidad Se habrán dado cuenta que educar la sexualidad no es sólo hablar de sexo con los hijos e hijas. Educar la sexualidad significa formar una actitud ante la vida, con las demás personas y consigo mismo. Es hablar de sexo, sí, pero también de esa hermosa relación humana que es el amor; qué aspectos deben tenerse en cuenta para seleccionar una pareja; cómo aprovechar la etapa de noviazgo para conocerse mejor antes de iniciar una relación sexual; cómo el inicio de las relaciones sexuales es un acto de autonomía y no debe ser en modo alguno el resultado de la presión de otra persona o el grupo, y cómo la decisión de tener un hijo debe ser valorada después de una profunda reflexión acerca de la responsabilidad que ello implica. Todas las personas -entre ellas nuestros hijos e hijas- tienen derecho a una sexualidad plena y responsable. Ese derecho consiste en: Desarrollar la capacidad de sentir amor y ser amado, de dar y recibir, respetar para ser respetado, y valorar la calidad y belleza de las relaciones sexuales en una correspondencia profundamente humana. Asumir su sexualidad, estar satisfecho o satisfecha con ella y establecer relaciones con las demás personas de manera enriquecedora, placentera y responsable. 16 Poder establecer los límites de su sexualidad. Esto significa que se le respete su intimidad y su derecho a tomar las decisiones relativas a en qué momento tener relaciones sexuales, con quién y cuándo tener hijos. Las personas también tienen derecho a establecer relaciones con seres del otro sexo sobre la base de la amistad, la colaboración y la solidaridad; a participar equitativamente en todas las esferas de la vida social, y a continuar su desarrollo personal -sin obstáculos ni privilegios, prejuicios o discriminaciones- por el camino de lo justo, lo legal y lo aceptado moral y socialmente. La sexualidad no debe ser desarrollada sobre la base de modelos educativos rígidos y estereotipados, que contrapongan los sexos ni fomenten relaciones de subordinación de la mujer, sino que permita el desarrollo pleno, integral y armónico de cada uno de los integrantes de la familia. , La salud sexual y reproductiva también constituye un derecho; y para disfrutarlo, nuestros hijos e hijas necesitan conocer las medidas y los medios para prevenir infecciones y enfermedades de transmisión sexual u otras que puedan afectarlos. Requieren, además, de información, medios y orientaciones adecuadas para poder decidir de manera libre y responsable el momento, el número y el espaciamiento de los hijos. Es preciso brindar a los adolescentes de ambos sexos toda la preparación necesaria para que puedan vivir su sexualidad de forma plena y responsable, con capacidad de control de la reproducción, que conozcan todos aquellos métodos anticonceptivos a los cuales pueden recurrir y disponer de informaciones adecuadas sobre los riesgos de un embarazo no deseado. Tener una familia es otro derecho, pero las relaciones que en ella se establezcan deben fomentar el crecimiento y desarrollo personal de todos sus miembros. La decisión de tener hijos no puede desvincularse de la capacidad de ofrecerles atención, cuidado, educación y amor. Todas estas son premisas necesarias para poder asumir el compromiso y la responsabilidad que implican para la sociedad y para, con las demás personas, constituir una familia. 17 I DEAS QUE INVIT AN A REFLEXIONAR EN FAMILIA INVITAN 1) El amor entre los miembros de una familia, la igualdad de derechos, la responsabilidad compartida y el respeto recíproco, constituyen la base para la formación de una sexualidad sana y responsable. 2) El comportamiento de padres y madres en el hogar y Ia forma en que se distribuyen las tareas de la casa contribuyen a formar en nuestros hijos e hijas los modelos de comportamiento sexual masculino y femenino. 3) Conversar sobre sexualidad y educar los sentimientos de nuestros hijos e hijas es responsabilidad de madres y padres. 4) Educar la sexualidad es formar una actitud ante la vida. 5) Constituir una familia y tener hijos es asumir un compromiso y una responsabilidad para con la sociedad y para con las demás personas. 18 TEMA 2 LO QUE OCURRE EN EL INTERIOR DE NUESTRAS F AMILIAS FAMILIAS Qué dicen las hijas e hijos adolescentes de sus familias ¿Qué piensan hoy en día las jovencitas de secundaria básica sobre el amor y la pareja? ¿Y qué conversan esos alumnos adolescentes que se reúnen lejos de los profesores, para hablar “del sexo” entre 19 gestos y risas? ¿Qué inquieta en el presente en nuestros hogares sobre el comportamiento sexual de las y los más jóvenes? Al cierre del pasado curso escolar pudimos conversar con varios cientos de adolescentes de secundaria básica gracias a reuniones grupales desarrolladas en numerosas escuelas del país. También contestaron nuestras preguntas varios cientos de madres y padres. Si tratamos de sintetizar lo que sienten, piensan y expresan estas muchachas y muchachos sonrientes, a veces bromistas, tendremos un cuadro de las inquietudes no resueltas en nuestras familias y escuelas en torno a la sexualidad de la joven generación. Podemos descubrir que los jóvenes de hoy no se diferencian mucho de nuestra propia adolescencia, están en el mismo dilema de tratar de alcanzar su espacio de independencia. Ellas y ellos tratan de ganar seguridad en sí mismos. Como suelen tener sus propios sueños, quieren que se les respeten en esas aspiraciones y las decisiones que tomen. Algunos nos dicen que quieren que les dejen un poco “ser ellos” en lugar de comportarse como los adultos les pretenden imponer. También apreciamos una diferencia de trato hacia la muchacha y el muchacho en el hogar. A ellas les prohiben salidas, les cuestionan amistades, o les restringen el horario; a ellos les permiten “más libertad”. Presumimos que los varones se lo saben todo; además, no pensamos en orientarlos porque no son los que están en peligro. No nos preocupa cuándo comienzan su experiencia de relación sexual, más bien nos alegra que les sea “fácil”. Lo que nos alarmaría es que no supieran cuidarse, que se enfermaran. En cuanto al embarazo “después de todo, es un peligro para ellas”. Las hijas cambiaron a ojos vista, se convirtieron muy rápido en mujeres. Tienen ya un sueño romántico que no nos dejan conocer, a diferencia de sus gustos anteriores, que no eran un secreto para los miembros de la familia. Las muchachas de secundaria básica piensan ya en el amor, ¡y mucho! Nos dicen que desean una relación segura, estable, pero opinan que sus compañeros de la secundaria están pensando en otras cosas.... por eso ellas buscan a otros jóvenes de mayor edad. Las y los adolescentes siguen diciéndonos que no se les entiende, que no pueden hablar con los padres. Aquí expresan el sentimiento de que todavía no ocupan un lugar importante en las decisiones que se toman en casa. Tienen que pedir permiso para todo; en ocasiones los regañan o abochornan como si fueran niños. Encontramos todavía algún que otro ejemplo del maltrato o abuso de 20 los mayores contra los más jóvenes; lo más sorprendente es que se hace con el mejor deseo de que los hijos aprendan a comportarse bien, que no comentan errores. Es necesario entender qué ocurre con nuestros hijos y alumnos al pasar de la primaria a la secundaria, cuando llegan al fascinante pero complejo mundo de la adolescencia. Ellos experimentan grandes cambios, no sólo físicos, - que vemos a simple vista en su crecimiento y desarrollo -; sino sobre todo psicológicos: se enriquece mucho su mundo emocional, descubren nuevos sentimientos. Les preocupa mucho quiénes son, quieren afirmar su independencia, necesitan ganar seguridad en sí mismos. Apreciamos una y otra vez que las y los adolescentes se sienten inseguros respecto a los adultos, pues por un lado les piden responsabilidades como si fueran grandes, pero por otra parte no les dan independencia, argumentando que todavía son muy niños. La hija o el hijo adolescente quieren que le respeten, le consideren sus gustos e intereses, sus cosas, sus amigos. Quiere que los padres tengan confianza en el o ella, que los entiendan, les comprendan sus ideas y opiniones. Muchos jóvenes nos han valorado que atravesaron la pubertad con poca comunicación y comprensión de sus padres en estas temáticas de la vida de pareja y la sexualidad. Nadie duda que una etapa candente en la educación sexual de los hijos comienza con la pubertad y se extiende a lo largo de la adolescencia de los hijos, hasta que alcanzan un comportamiento más autónomo y responsable. ¿Qué es la adolescencia? La adolescencia consiste en el período biológico, psicológico y social que va desde el inicio de la pubertad (alrededor de los 11 ó 12 años) hasta los 16 ó 17 años aproximadamente; momento de la vida en que se manifiesta una mayor estabilidad en la personalidad del hijo o de la hija, y su papel en la sociedad determina el inicio de la juventud. Suele dividirse la adolescencia en dos períodos: temprano y tardío, que pudiera considerarse hasta los 18 años o más. De hecho se han incrementado las personas de estas edades que siguen estudiando y por tanto dependen en lo fundamental de sus familias. La pubertad y la adolescencia son tal vez las etapas de más bruscos cambios en la formación de la persona. Las principales transformaciones en estas edades ocurren siempre en conexión con la familia, es decir, deben su origen, pero también repercuten de una u otra forma en la vida y el sistema de relaciones familiares. 21 Si bien la gran mayoría de las y los adolescentes cubanos están en la escuela, y por tanto dedican su mayor parte del tiempo, sus principales fuerzas, a las tareas de la educación; se ha hecho tradición que los padres asisten menos a la escuela. La escuela secundaria básica es responsable de la educación de alumnas y alumnos, pero resulta claro que la familia debe asegurar muchas cosas para que la hija o el hijo sean buenos escolares, durante un tiempo más o menos largo, hasta su incorporación al trabajo. Realmente los padres y madres mantienen el control sobre la vida escolar del hijo adolescente, pero lo hacen a mayor distancia y a veces se les escapan los sentimientos los motivos y el comportamiento complejos de estos años hermosos pero en algunos aspectos años difíciles de la vida de todo ser humano. No es una edad difícil ni de crisis La adolescencia no es especialmente un período de crisis. Realmente las diferentes etapas de la vida son de crecimiento, y el aprendizaje siempre cuesta trabajo; se requieren ajustes, los conflictos se manifiestan frecuentemente. Lo que ocurre es que en nuestras familias hay obstáculos reales que dificultan ese crecimiento de la adolescencia. Es como si tuviéramos un desconocimiento de las nuevas necesidades que manifiestan las hijas y los hijos. Es frecuente ver una contradicción entre las expectativas y exigencias de las familias y los deseos y posibilidades de los hijos. Queremos mantener la autoridad en los adultos, como si estuviéramos todavía en la infancia de los hijos. La familia se resiste a una reestructuración que coloque en su justo lugar a las y los adolescentes. A veces no comprendemos que ellas y ellos sufren buscando explicaciones para las transformaciones que experimentan sus cuerpos y sus sentimientos, todo eso les genera angustias. Es natural que las y los adolescentes tengan etapas de inestabilidad emocional. Están aprendiendo cómo son sus nuevos sentimientos, descubriendo sus contradicciones, sufriendo lo que dejan atrás, y preocupados por lo nuevo que se le avecina. Hay que comprender sus períodos de mayor intranquilidad e irritabilidad, su gran sensibilidad emocional, sus bruscos cambios de estado emocional; pero no deben conceptuarse peyorativamente como difíciles . El problema al que tienen que enfrentarse tanto padres como hijos es a la realidad del crecer. El crecimiento de los hijos es una 22 aspiración común de los padres, y el propio hijo tiene una progresiva autoconciencia de ello. Pero el sentimiento de los padres es ambivalente; también les duele lo que están perdiendo con el desarrollo de su niño. Ya pasó la etapa de la infancia, y no tendrán más a la hija o el hijo dócil y cariñoso que los obedecía y acompañaba siempre. Ahora el hijo está más tiempo fuera del hogar, no se interesa por igual en las cosas de la familia. Cuando los padres salen el fin de semana o de vacaciones, prefiere no acompañarlos; va haciendo sus planes independientes. El adolescente manifiesta una mayor autonomía, parece como si pensara más en las amigas o los amigos que en su propia familia, evidencia como un alejamiento del hogar. Tal vez lo veamos como un doloroso desprendimiento, como si nos arrancaran un pedazo del pasado de la familia, de manera irreversible, pues el hijo o la hija se nos alejará cada vez más. En definitiva, con su mayor madurez, con su acceso exitoso a la juventud, él o ella nos podrá aportar muchas otras satisfacciones como padres. Es la hora de realizar un inventario de las pérdidas, pero también de las ganancias. Cómo reaccionamos ante los cambios físicos y ante los nuevos intereses de las hijas e hijos Los padres suelen sorprenderse y hasta temer por las manifestaciones de la sexualidad de las y los hijos adolescentes. En parte este desconcierto se debe a que la sexualidad se desbordará más allá del marco familiar, se escapará del control de los padres; el hijo se encaminará por un mundo hasta ahora desconocido, que puede ser fuente de grandes placeres, pero también pudiera traer grandes complicaciones o hasta sufrimientos. El afecto infantil hacia los padres cambia debido a las nuevas manifestaciones de la sexualidad. En cuanto ellas o ellos se enamoran y comienzan sus experiencias sentimentales con las y los amigos de edades semejantes, parece disminuir la atención o el cariño hacia los padres. Los padres, inconscientemente, se ponen celosos, tratan de evitan que se les escapen los afectos de los hijos. En cuanto a los cambios en el cuerpo de los hijos, los padres en parte sienten orgullo, pero también tienen sus preocupaciones. Primero se preguntan si crecerán lo debido, si desarrollarán a tiempo, etc. Luego les inquieta si se podrán “desviar”. También les angustian las posibles consecuencias de la utilización de ese nuevo 23 cuerpo. Todo esto les causa ansiedades y pueden darse situaciones que perturben las relaciones hogareñas. Pudiéramos decir, metafóricamente, que las y los adolescentes viven una ambivalencia: crecer o no crecer. Les resulta tentador la conquista de los nuevos espacios sociales, de los ampliados derechos de independencia; pero a la vez miran hacia atrás, hacia el refugio del hogar, y temen alejarse. O sea, se debaten entre los afectos familiares, que los atan, y las posibilidades de ser atractivas o atractivos a otras y otros jóvenes: sufren así fuertes conflictos de lealtades. Los temores de los padres En la familia no sólo están presentes las ansiedades del adolescente ante esta nueva faceta de su vida, sino también los temores legítimos de los padres a que el hijo se traumatice, sea objeto de manipulaciones emocionales o del abuso por parte de otras personas. También se teme a que se accidente cuando está lejos del control paterno. Realmente se puede pensar que alguien tan joven se desconcierte ante situaciones desconocidas y difíciles de manejar para su edad. En la infancia los peligros estaban más controlados por los padres, y se referían a otro tipo de cuestiones, todas cercanas al ámbito hogareño, de la vecindad, o de la escuela. Esos peligros podían someterse a determinada vigilancia por parte de los padres, y nos bastaba cierta dosis de advertencia para obtener la obediencia del hijo. Los padres suelen tener temores fundamentados, pero no pueden mantener para toda la vida al hijo en una campana de cristal: deben admitir los riesgos. No es posible prevenir todas las situaciones emocionales, ni se tiene la seguridad de reaccionar bien desde la primera vez en las experiencias de pareja. Comprendamos que en este campo, como en otros, es humano equivocarse, tomar una decisión errónea. Nuestros hijos adolescentes tienen el derecho a fallar y a volver a intentarlo. Todos quisieran evitar el dolor a las hijas y los hijos, esto es natural; pero en su crecimiento ellas y ellos pasarán sus propios trabajos, y tendrán que aprender a superar dificultades por sí mismos. Los padres pueden darles todas sus experiencias, pero las y los adolescentes debe acumular sus propias experiencias. La vida de todos ha tenido momentos en que las advertencias previas, o los consejos, no valieron lo suficiente. Lo esencial es asegurarle al hijo que tendrá todo el apoyo en la adquisición de sus propias experiencias. Demostrarle que hay confianza en que están ya prepa24 rados (aunque suponemos que no lo están del todo) hacerles ver que sus posibles dificultades, o hasta sus errores, serán comprendidos por los padres en lugar de criticados. La adolescencia es una gran experiencia de aprendizaje, tanto en el mundo familiar como en la comunidad. Debe verse en la adolescencia una etapa de eclosión de fuerzas y de posibilidades; algo de desorden y de locura, pero sobre todo un gran aprendizaje. Es un continuo descubrimiento, una curiosidad por todo, y a la vez un gran sentimiento de libertad. Hay mucho de goce y felicidad en ese tránsito tumultuoso hacia la adultez. ¿Es difícil entender a las y los adolescentes? Cuando conversamos en reuniones de jóvenes, nos impacta lo desinformados que están las chicas y los chicos sobre la vida de pareja y la sexualidad en general. Pero aún más, lo inseguros que se sienten en cuestiones esenciales de la vida afectiva. Sabemos que las fuentes principales de información que tienen los adolescentes de secundaria básica sobre cuestiones de la sexualidad son los padres, sólo en segundo lugar consideran a la escuela, los amigos, los profesores. Frecuentemente la mamá aporta más información, en cualesquiera de los dos sexos. Particularmente la madre sirve de intermediaria entre el papá y la hija cuando es necesario orientarla en alguna decisión. Por otra parte, se evidenció que la información que se brinda a los hijos en el seno del hogar está diferenciada: a las muchachas se les pide moderación y a los varones audacia. En nuestra cultura hay una censura social en torno a la comunicación de determinadas cuestiones sobre la sexualidad. A los niños se les prohíbe referirse a los genitales o a la práctica sexual con términos populares; se les ha expresado de diversa manera que ciertos temas no deben conversarse, o al menos no es correcto hacerlo en público. Los miembros de la familia pueden haber manifestado tal sorpresa ante ciertas preguntas infantiles, que trasmitieron al niño alarma por el diálogo abierto sobre la vida sexual. La escuela también contribuye a este silenciamiento social, al evadir el tratamiento de estos aspectos en las edades en que más lo necesitan los niños. Por otra parte, cuando no se ha preparado a la hija o al hijo para los cambios anatómicos y fisiológicos que va a experimentar su organismo en la pubertad, le sorprenden sensaciones nuevas, transformaciones en su cuerpo, emociones desconocidas, que ella o él mismo no sabe cómo expresar en palabras. 25 A los padres les toca alentar esta comunicación, facilitando “entrar en materia”. El hijo debe entender, con las primeras experiencias comunicativas sobre las temáticas de la sexualidad, que en su familia esos asuntos no están vedados al diálogo. La comunicación le puede resultar difícil también al hijo o a la hija. Los padres deben entender que a veces ellas o ellos rehuyen hablar sobre el tema precisamente por las perturbaciones que le provoca. Aunque se converse en familia sobre algunos temas, y los padres busquen explicaciones con sus razonamientos, se mantiene en el o la adolescente una angustia que no puede explicitar. Muchas veces las madres llegan a entender más que lo padres lo que sienten las hijas y los hijos, y logran con más éxito acercarse a ellas y ellos hasta hacer posibles las confidencias. Advertimos que no es bueno violar la intimidad de la hija y exigirle que nos cuente lo que ha pasado - ¿pasó algo realmente o son sólo preocupaciones nuestras? -. Sería más saludable respetar sus deseos, cuando crea necesitarlo, se franqueará con sus padres u otro familiar, porque espera encontrar confianza y comprensión. En la comunicación sobre temáticas sexuales es conveniente comenzar por indagar realmente qué sabe el hijo púber y en dónde radica su duda, confusión o desconocimiento. Esta comunicación debe adecuarse al tono juvenil, no se trata de discursos moralistas, ni de explicaciones científicas, sino de esclarecer inquietudes humanas. Es conveniente aprovechar ejemplos de la vida cotidiana, del círculo familiar o de los conocidos. Hay que evitar las exageraciones dramáticas sobre supuestos problemas que el adolescente podrá encontrar en la vida sexual y de relación. Se le deben dimensionar justamente las dificultades, sin disminuir las posibilidades del hijo o la hija para enfrentarlas. Puede ocurrir que el padre no se considere cercano al hijo para orientarlo en el momento oportuno. Es válido que busque alternativas para que las dudas se ventilen con otra persona de confianza. También suele suceder que el padre se sienta desinformado en algunos aspectos. Es conveniente presentar como natural ante el hijo que no todas sus preguntas o dudas son fáciles de responder; que a veces es necesario consultar a algún especialista. En la familia hay que aprender a dialogar en forma nueva al llegar los hijos a la adolescencia. Los padres deben facilitar las condiciones, buscar el espacio y el momento para que el adolescente se sienta dispuesto a conversar. La comunicación en la adolescencia descansa en el sistema de relaciones familiares que existía desde antes, en la infancia. Si nunca 26 se estableció la necesidad de escuchar al hijo, ahora será más difícil. Si siempre se aceptó con confianza la expresión de sus opiniones, eso facilita mantener el diálogo en la adolescencia. La confianza en el hijo abre las puertas a la comunicación. Nunca es tarde para crear un espacio y una tradición de conversaciones sobre temas importantes para la vida de la familia, en interés de cualesquiera de sus miembros. Sin embargo, muchas veces se mezcla la conversación con el reproche, tanto de los padres hacia el hijo, como a veces a la inversa. Aunque se encuentra una madre o un padre dispuesto a conversar, el hijo siente en seguida que en el fondo lo están criticando, o que tienen dudas sobre su comportamiento. Algunas veces hay un franco “doble mensaje” cuando le dicen “no tiene importancia”, “puedes hacerlo”, “si, estoy de acuerdo”, etc, pero se expresa en un tono que indica todo lo contrario. En otras ocasiones los padres, preocupados o hasta irritados, usan las “indirectas”, como expresiones disimuladas de crítica. A veces ocurre lo opuesto, algunos padres le restamos importancia a las cuestiones de la vida afectiva que le preocupan o le suceden al hijo o a la hija. Cuando los hijos adolescentes sienten que sus problemas son muy grandes, realmente para ellas o ellos así lo son. Si los padres creen que no es tan grave, si dicen que no es importante, o piensan que pueden dejar para después la atención a las conversaciones con la hija o con el hijo; los muchachos se sienten incomprendido. También hay que saber manejar el humor en la comunicación con el o la adolescente. La broma, el buen humor, favorece mucho el diálogo en un clima de tolerancia. Así, el adolescente puede “someter a prueba” las posiciones de los padres ante determinadas cuestiones sin llegar a un enfrentamiento. A veces resulta mejor tomar como un juego sus desafíos, sus intentos de oposición; en lugar de expresar irritación, enfado, o reproche. La dosis de humor en el momento apropiado facilita también el aprendizaje del adolescente. En resumen, el problema central de la comunicación con los hijos en esta esfera no es realmente la cantidad de información que les demos sobre el funcionamiento sexual, o los anticonceptivos, o las enfermedades de transmisión sexual. Tampoco lo difícil es encontrar la etapa en que lo necesitan, o buscar el momento en que lo puedan asimilar. Lo más importante es la aceptación humana de la edad, con sus dudas y ansiedades. El hijo necesita más que respuestas verbales, la seguridad de que sus emociones son comprendidas y aceptadas como naturales por sus padres. 27 Autoridad versus independencia Tal parece que el o la adolescente se rebela ante las antiguas imposiciones adultas en el seno de la familia. Lo que antes cumplía con deseos ahora se resiste a hacerlo; lo que antes aceptaba dócilmente, ahora lo ve como una privación de su derecho a la independencia. A la vez, quiere reafirmar sus derechos a decidir sobre su persona en su espacio de actividades, y trata de imponer un límite a los derechos de los adultos sobre él o ella. Durante la infancia, los padres son enaltecidos en la familia, significan “lo más grande” para los hijos, y nuestra cultura estimula esta dedicación cariñosa y responsable. Sin embargo, las cosas van cambiando al llegar a la adolescencia. Los padres no quieren o no saben bajarse de su “pedestal”. Ellos se erigieron en las principales figuras autoritarias de la familia. Durante la infancia de los hijos, realmente las decisiones de la familia estaban en manos de los padres. Pero al llegar a la adolescencia las cosas cambiaron: los hijos están cada vez más en condiciones de desear y decidir un comportamiento autónomo, así como tener una opinión propia. Sin embargo, cuando los padres deben encarar las motivaciones propias del hijo, a menudo no le conceden su derecho como persona a sentir, desear y esforzarse por sus propios objetivos. La familia debería adoptar una postura tolerante y reconocer cuáles son las posiciones de los distintos miembros en las cuestiones sobre la sexualidad, el amor, la pareja, etc. Incluso los padres pueden expresar que no entienden o que no les parece clara la posición del hijo sobre determinado asunto, pero admitir que él tiene el derecho a formular su opinión y a “someterla a prueba” asumiendo sus consecuencias. Es posible expresar un desacuerdo, pero dejar la impresión clara de que no se rechaza al hijo o a la hija por lo que piensa. A veces existen desacuerdos entre los miembros de la familia en cuestiones de gustos, intereses, opiniones sobre terceras personas, o de otros aspectos. Hay que comprender y admitir la heterogeneidad de los gustos y de las concepciones en torno a muchos aspectos. En la misma familia, las distintas generaciones han pensado diferente. Por encima de todo, el adolescente tiene que sentirse aceptado por sus padres. No se trata de imponer el código moral adulto ante cualquier opinión o experiencia del hijo, hay que estar abiertos a entender sus razones desde su lógica y desde sus motivaciones y vivencias previas. Tampoco se trata de una aceptación incondicional. Sería más claro hablar de una aceptación razonable. 28 En la adolescencia es necesario flexibilizar las reglas que se tenían en el hogar. Las reglas anteriormente estaban en función del niño que ya no es; de la familia que funcionaba organizada sobre otras bases. Tradicionalmente las reglas familiares las implantan los adultos, así que el adolescente arriba a esta nueva edad y se encuentra que su vida está organizada y regulada por otros, sin haberle pedido permiso a él. Parece natural que trate de comprobar la vigencia de las reglas infantiles, y que se las cuestione cuando afecten mucho a su recién estrenada independencia. Sin embargo, la familia, durante la adolescencia, no es exactamente una democracia participativa, en donde todos tienen igual autoridad. Los padres ocupan un status superior como fundadores de la familia, responsables de su seguridad económica, y personas de mayor experiencia en la vida. Aunque no son los dueños del hijo adolescente, el principio de su autoridad no debería perderse. Parece conveniente mantener la vigencia de las reglas y las normas de autoridad en aquellas cuestiones realmente decisivas, pero en las que no tienen importancia, tal vez los padres deban ceder, asumiendo que el adolescente es responsable de sus asuntos. Debe mantenerse la vigilancia en el terreno que resulte nuevo y difícil en las experiencias vitales del joven, pero hacerlo sin osten- 29 tación de autoritarismo, es decir, ejercer un control discreto y a distancia. Se trata de un proceso muy sutil de depositación de confianza en el hijo, de aliento a sus comportamientos responsables; unido a cierto control en las situaciones grupales y ambientales en donde él se desenvuelve. A la vez se necesita capacidad para percibir cuándo han resultado satisfactorios los intentos de autonomía de los hijos. Brindar en todo momento la oferta de ayuda; y ante sus evidentes logros -siempre los hay- entonces incrementar progresivamente esa confianza y autonomía. Cómo se educan ellas y ellos en el seno del hogar Se nos ha revelado en nuestros estudios cómo el hombre deviene padre, con cuáles expectativas de rol respecto a su conducta y a su comportamiento, y en consecuencia, cómo educa a sus hijos de acuerdo con este rol aprendido. No sólo ocurre con el sexo masculino: encontramos la ejemplificación de cómo la niña se hace jovencita con actitudes y estereotipos propios de sus desempeños de rol genérico, y cómo se prepara para ocupar una posición en el futuro hogar que fundará, para devenir en madre. Las formas de educar al hijo para que se convierta en varón, son bastante comunes de un hogar a otro. Los roles que se lleva a la niña a practicar, desde los juegos infantiles, la ayuda en las tareas de la casa, hasta las formas de relacionarse con amistades de distintas edades, también tienen muchas cosas en común de u hogar a otro en el seno de cada comunidad. Es que la manera en que el padre y la madre reaccionan ante las manifestaciones tempranas de los hijos también guarda gran similitud, pues los padres se educaron en esos mismos roles desde pequeños y el medio social se los refuerza de una u otra forma cada día. Resulta evidente que las personas no desempeñan estos roles en el seno de sus hogares porque quieran deformar a sus hijos. Esto no se hace conscientemente, ni en un momento determinado. Más bien se trata de que generación tras generación nos educamos en determinadas formas de relación entre hombre y mujer que condensan estos ejercicios de roles. Esto hacen los padres con los hijos, cada día, pudiéramos decir, casi desde el momento del nacimiento. Tal vez sea el centro de la educación sexual que damos a los hijos, así educamos, cotidianamente, las formas de manifestación de sus roles de género, y también sus opiniones sus 30 sentimientos acerca de lo que es bueno y lo que es malo para su sexo en cada edad. Los valores de la cultura nos penetran a todos, las normas de comportamiento tradicionales, que abarcan la esfera psicosexual nos rodean en la vida cotidiana, en el hogar, pero también en la comunidad, entre los vecinos y amigos, en los centros de trabajo y a través de los mensajes de la cultura audiovisual. Las sociedades pasadas mantuvieron a las mujeres en una posición subordinada al hombre. En nuestra sociedad se han producido reconocidos cambios en la posición social de la mujer, y nos dirigimos sin dudas hacia una vida más plena tanto de mujeres como de hombres. En nuestras ideas morales más progresistas propugnadas por los mejores ejemplos sociales, por las más apreciadas manifestaciones de la cultura, y refrendadas en nuestras leyes, se abre paso un verdadero reconocimiento de la igualdad social de la mujer y un respeto adecuado a cada sexo. Sin embargo, parece que seguimos pensando en algunos aspectos de la moral familiar y personal como en el pasado reciente, no logramos un cambio tan rápido como habíamos imaginado al principio, en parte porque estos estereotipos morales están muy arraigados, pero también porque no somos conscientes de ellos y no nos hemos planteado cómo transformarlos en el diario vivir. En la vida hogareña a veces mantenemos el refugio de la tradición. Cuando investigamos de cerca la cuestión, apreciamos que las relaciones afectivas entre los padres, los fundadores de cada nueva familia, mantienen aún vínculos de poder y sumisión, sobrecargas injustas de tareas, etc. Parece ser que la familia trasmite, casi sin proponérselo, estas formas de relación entre los sexos, así como las normas morales correspondientes, que son fiel reflejo de las tradiciones. Tal vez una buena parte de los malestares emocionales, tanto de mujeres como de hombres, sus insatisfacciones en la vida de pareja, sus conflictos con los hijos adolescentes, etc., obedezcan a la lucha interna entre la tradición familiar y una nueva exigencia social que nos reclama el cambio de los roles en la búsqueda de una posición más humana para la mujer, esposa y madre. Al debatir ciertos temas con los padres, nos sorprende que presumen que el hijo varón debe saberlo todo respecto al sexo, pero realmente nadie se lo explica en como es debido. Especialmente, los papás presumen que el hijo es tremendo, pero no se cuidan de ayudarle en su aprendizaje emocional. En contraste, a las muchachas se les asocia, aún en el presente, la idea de que pasa algo malo 31 si no se cuidan, si se aprovechan de ella, si tienen relaciones antes de tiempo, etc. Se trata una vez más del ejercicio de roles tradicionales: se asume como estereotipo cultural que el hombre es el conquistador, el que toma la iniciativa, mientras que la mujer es la que debe protegerse. El jovencito debe lograr bien pronto la relación sexual, no se insiste en sus sentimientos, en su desarrollo emocional, sino en la rápida y clara demostración de que “es hombre”; mientras que a ella se le insiste en que debe saber cuidarse para ser una muchacha decente. Afortunadamente, los adolescentes llegan al amor, a pesar de que no los preparemos, o que sólo les alertemos de los “peligros”, o que únicamente les establezcamos prohibiciones. Otro aspecto que interesa a padres y educadores es el de la identificación sexual. Se ha demostrado que los padres son la referencia principal que los hijos imitan en la formación de su identidad sexual, pero el asunto es muy complejo. Desde los tres años aproximadamente, el hijo se reconoce claramente como perteneciente a uno u otro sexo, tiene un esbozo inicial de la identidad sexual, que se mantendrá en lo adelante con notable estabilidad. Es por ello que las relaciones afectivas hogareñas en los primeros años influyen grandemente en la formación de este núcleo inicial de la identidad. Así, poco apoco, se van manifestando desempeños de rol ajustados al padre o familiar del mismo sexo con el cual se va identificando el niño, que ya está en posibilidades intelectuales de compararse con ellos. Lo esencial consiste en que las actividades y relaciones intrafamiliares hacen al pequeño desempeñar cada día su papel de niño o de niña. Los padres juegan además un papel importante ratificando o rechazando los distintos comportamientos de rol que el hijo va construyendo. De acuerdo con nuestra experiencia clínica, el papá más que la madre desempeña un papel de confirmación o de sanción a estos comportamientos, tanto si es el hijo como si se trata de la hija. Pero el afecto del padre es esencial. Si el varón se encuentra en un clima de cariño que estimula su cercanía con el padre, y el deseo de imitarlo se ve reforzado por todos, no deben presentarse problemas. ¿Qué podrá ocurrir entonces si falta el papá? ¿o si la madre desvaloriza su figura tras un divorcio? En el caso opuesto, cuando un niño ve que le riñen por determinadas conductas en el juego, o que le critican manifestaciones de su identidad que él no entiende, le puede surgir la angustia de cómo quedar bien ante sus familiares, obstaculizándose el sano ejercicio de los roles que le corresponden. 32 El comportamiento sexual responsable La familia cubana debe enfrentar una nueva realidad: las actuales generaciones de niños llegan a la pubertad en una edad más temprana. La primera menstruación, las primeras poluciones nocturnas o eyaculaciones, se han adelantado. La edad de los primeros noviazgos “serios” asimismo se ha anticipado. Los adolescentes también han adelantado la edad de sus primeras relaciones sexuales íntimas. Estas primeras experiencias sexuales ocurren a una edad tan temprana que sus personalidades posiblemente no estén adecuadamente desarrolladas para asumir las consecuencias de su comportamiento. Se ha debatido si las muchachas y los muchachos manifiestan distintas motivaciones, buscan diferentes satisfacciones en estas primeras experiencias de pareja. Las investigaciones sugieren que ellos buscan más el sexo, que les reafirme su rol masculino, según la opinión tradicional. Pero ellas parecen tener más idealización y fantasía, se mueven más por el romanticismo y por aspectos estéticos. Los muchachos y las muchachas no son emocionalmente diferentes, opuestos, sino que la cultura los hace así. Es obvio que el varón en estas edades también tiene necesidades emocionales de ser aceptado y querido por el otro sexo; se altera la formación de su persona si las presiones grupales o familiares destacan solamente su eficacia sexual con las amigas o las novias. En general, no debe creerse que el inicio precoz de las relaciones sexuales, que se manifiesta como una tendencia marcada de la época, significa necesariamente promiscuidad o pérdida de valores mortales. Se trata para muchos adolescentes de una especie de reto de la edad, que están imponiendo las circunstancias de la mayor independencia y del crecimiento físico y personológico de los púberes y adolescentes de hoy. La cuestión consiste en prepararlos mejor para esta etapa, no en negar su realidad. 33 I DEAS 1) QUE INVIT AN A REFLEXIONAR EN FAMILIA INVITAN ¿Es difícil entender a las y los adolescentes? 2) Los padres suelen tener temores fundamentados, pero no pueden mantener para toda la vida al hijo en una campana de cristal: deben admitir los riesgos. 3) Queremos mantener toda la autoridad de la familia en manos los adultos, como si estuviéramos todavía en la infancia de los hijos. 4) Lo más importante es la aceptación humana de la edad, con sus dudas y ansiedades. El hijo necesita más que respuestas verbales, la seguridad de que sus emociones son comprendidas y aceptadas como naturales por sus padres. 5) Debe mantenerse la vigilancia en el terreno que resulte nuevo y difícil en las experiencias vitales del joven, pero hacerlo sin ostentación de autoritarismo, es decir, ejercer un control discreto y a distancia. 6) La familia cubana debe enfrentar una nueva realidad: las actuales generaciones de niños llegan a la pubertad en una edad más temprana. Los adolescentes también han adelantado la edad de sus primeras relaciones sexuales íntimas. 34 TEMA 3 AUTOESTIMA Y ADOLESCENCIA Cuando hablamos de la adolescencia, el tema de la autoestima es una reflexión obligada, pues los efectos de los cambios que se producen pueden influir positiva o negativamente en su inquieto y complicado mundo interior. ¿Qué es la autoestima? La autoestima se sustenta en el conocimiento que toda persona debe tener de sí misma, lo que determinará una valoración y apre35 ciación de sí. Es decir, no es más que la estima y consideración que se siente hacia uno mismo. Es el punto de partida para apreciar, amar y aceptar a los demás. Por eso, desde el punto de vista individual y social es importante este tema, pues una persona que no se acepte a sí misma, que no se valore y se ame, difícilmente pueda valorar, aceptar y amar a las personas que lo rodean, incluidos por supuesto, familiares, compañeros de trabajo y vecinos, y hasta su entorno ambiental. Una persona que tenga una autoestima positiva estará en mejores condiciones de convivir con los demás, y presentará una tendencia permanente hacia su mejoramiento personal. La autoestima, como sentimiento hacia uno mismo, determina la aceptación o rechazo que una persona siente hacia sus cualidades, características y habilidades personales. Aquí queremos llamar la atención sobre un aspecto muy importante de nuestro quehacer cotidiano: en las diferentes actividades que realizamos, los demás evalúan y aprecian nuestro desempeño personal; estas evaluaciones y valoraciones son determinantes en el desarrollo positivo o negativo de nuestra autoestima. Como se infiere de lo dicho, este es un asunto con un doble carácter: personal y social. Personal, porque implica aceptarse y estimarse como se es, con los defectos y virtudes, sin renunciar, por supuesto, al necesario mejoramiento personal; pero también es indudable el papel que desempeñan los demás en la conformación de la propia autopercepción y autovaloración, punto de partida de la autoestima. Cualquiera tiene un amigo o amiga que a la hora de autoevaluarse exagera sus propias virtudes y cualidades; o por el contrario, siempre se siente disminuido en este sentido. En esos casos se habla de una autoestima alta o de una autoestima baja respectivamente. Todos tenemos autoestima: alta, baja, negativa o positiva, como quiera calificarse. Tener una autoestima alta o positiva significa reconocer y apreciar nuestras cualidades y valores, no importa cuáles estos sean, digamos: Soy una excelente cocinera o ¡Verdad que nadie opera esta maquinaria como yo!, y aceptarse y sentirse responsables de sus actuaciones y decisiones en ese sentido. Asimismo se habla de una autoestima baja o negativa cuando la persona no sabe valorarse realmente, y cree que no tiene algo de lo cual pueda sentirse satisfecha. Son personas que con frecuencia piensan: No sirvo para nada, Nada me queda bien, o frases similares. Esto no es posible, todos tenemos algo de que enorgullecemos, aunque sea muy sencillo; pero eso es lo de menos, lo importante es que lo sabemos, y disfrutamos de sentirlo así. 36 ¿Cómo se forma la autoestima? El proceso de formación de la autoestima, comienza desde las más tempranas edades, a través de los sentimientos, ideas y vivencias que se van recogiendo de uno mismo a lo largo de la vida, a través de los resultados de nuestra experiencia práctica. Es la familia, sobre todo padres y madres, la primera fuente de trasmisión de ideas y sentimientos: estos van conformando la autoestima en los hijos de ambos sexos. Más tarde, también influyen los demás familiares, amiguitos del barrio y el círculo infantil, y más adelante los maestros y compañeros de aula, quienes van reforzando estas ideas y conceptos. Todas estas influencias irán conformando un sentimiento de autoaceptación o autorechazo en la persona. Desde edades tempranas empezamos a acumular una serie de conocimientos sobre nosotros mismos y el mundo que nos rodea. A partir de estos conocimientos se empieza a comprender quiénes somos y cómo es el mundo. Los principales mediadores entre los hijos e hijas y la sociedad en este proceso, son los padres y las madres; de ahí lo importante del trato, amor o y consideración hacia los hijos e hijas adolescentes. En este proceso los primeros 5 o 6 años en la vida del niño son muy importantes, dependen absolutamente de los padres, madres y otros adultos, pues su validisimo es muy precario. En estas edades la formación de ideas sobre qué son y cómo son dichos hijos e hijas depende de los padres y madres y los demás adultos que los rodean. Los elogios, regaños, gestos, miradas, estímulos y castigos le estarán trasmitiendo mensajes positivos o negativos, según la forma e intención con que se los trasmitan. Estos mensajes serán portadores de sentimientos de seguridad, de aceptación y cariño; o por el contrario, de rechazo, inseguridad o desánimos. Ante dichos mensajes el niño o la niña está desprotegido, sin posibilidad alguna de defenderse o de entender por qué se actúa así; el o ella está ahí, recibiendo lo bueno y lo malo. Es grande la responsabilidad que se asume en este sentido. Si por sentimos mal le miramos con mala cara; si discutimos con nuestra pareja en su presencia y levantamos la voz, el pequeño o la pequeña sentirá la angustia y temor de recibir vivencias negativas de quienes representamos todo para él: su apoyo, seguridad y confianza. Por eso es tan importante la convivencia familiar adecuada y armónica. El niño, en la medida en que crece, va percibiendo lo que se siente hacia él. Las expresiones verbales y no verbales se lo irán 37 indicando. Frases como: ¡Qué bien lo hiciste!, Tú puedes hacerlo, Ya te quedará mejor, no te preocupes y ¡Cuánto te quiero! o ¡Qué líndo(a) eres!, le ayudarán a formarse un concepto de sí positivo y de valor, base necesaria para el desarrollo de una autoestima adecuada o positiva. Si en las primeras edades predominan en la familia estas vivencias de seguridad, amor, respeto y aceptación, estaremos fomentando un sentimiento de autovaloración fuerte y de seguridad y confianza en sí mismo. Por eso se afirma que la familia es la primera escuela del adolescente; y los padres, los primeros maestros. Son los padres y madres los primeros encargados de enseñar a los hijos lo que son como personas, y todo lo que valen en la familia. ¿Qué sucede en la adolescencia? La adolescencia es una etapa muy peculiar en la vida de los hijos e hijas. Algunas de las características más típicas del adolescente son su necesidad de autoafirmación e independencia. Ambas están muy identificadas entre sí, y se relacionan a su vez con el desarrollo de la autoestima en estas edades. Pero ante todo se debe reflexionar en algo que es premisa en este sentido. Los hijos e hijas llegarán a la adolescencia en mejores o peores condiciones y con mayores o menores posibilidades según la infancia que hayan tenido. Por eso hemos explicado todo lo referido al desarrollo de la autoestima en la infancia. Ahora, en la adolescencia ya hay todo un camino recorrido, y en los hijos e hijas ya se han sentado las bases fundamentales de su autoestima. Sin embargo, las nuevas características de esta etapa del desarrollo son también muy importantes. El adolescente o la adolescente es muy susceptible e irritable. Su difícil situación de ya no ser niño, ni tampoco adulto, lo desubica constantemente de posición, y lo más lamentable es que sus padres y madres a veces contribuyen a ello, pues les prohiben hacer algunas cosas: Recuerda que tú no te gobiernas, ¡tan chiquillo como estás! Esto les hace sufrir la real dependencia afectiva y económica que aún tienen. 0 en otros casos: Recuerda que ya casi eres un hombre, no seas tan infantil ¿Qué sentirá un muchacho o muchacha que apenas se asoma al mundo adulto ante estas demandas ambivalentes?, ¿cómo sentirá que es él o ella?, ¿cómo percibirá sus potencialidades personales?, ¿cómo andará su estima personal? No se trata de no regañar, o no llamar la atención. De ningún modo, pues el papel de padres o madres lo requiere en su momento. El problema está en cómo hacerlo. 38 Otra característica de la adolescencia es el crecimiento abrupto, a saltos, y no de manera gradual como en la infancia. Esto hace que las extremidades de los muchachos crezcan de manera tan rápida que no tengan tiempo de adaptar sus movimientos a nuevas dimensiones. Es entonces que en las casas comienzan a desaparecer búcaros, vasos, macetas. Los rompen con tremenda facilidad. La reacción generalizada de madres, padres, abuelos y abuelas y cuanto adulto rodee al muchacho o muchacha podría ilustrarse en frases como estas: Todo lo que tocas, lo rompes; ¡Tienes mantequilla en los dedos!, ¡Qué torpe eres, chica! Y bueno, es cierto que duele que se rompa algo, a veces cosas irreparables, o que son un valioso recuerdo, pero no es algo intencional en estas situaciones ni mucho menos. También el hijo o la hija adolescente tiene otra dificultad: se cansa con mucha facilidad. Sí, contrariamente a lo que muchos piensan, en esos cuerpos espigados y juveniles les sobreviven períodos de cansancio muy frecuentes, y deben entonces ‘parar’ para recuperar fuerzas. Pero eso, si no lo sabemos, entonces cuando los vemos acostados o sentados con frecuencia, empezamos: Oye, estás hecho un vago, ¡a ver si te levantas. También, Hija, ¡como te gusta remolonear, no sirves para nada! Por último queremos llamar la atención sobre otras características de esta edad: la constante preocupación por la apariencia personal, por gustar al otro, por llamar la atención. Pero contra esto conspira la propia configuración física que a veces se tiene a esa edad: son desgarbados, a veces larguiruchos, con granitos o acné en el rostro. Hay algunos que se acomplejan mucho, no desean que se les mire, y mucho menos que se haga referencia a estas cosas, sobre todo en son de burla, como: Oye, ¡tienes la cara como un guayo! o ¡A esta niña nada le queda bien! Reflexionemos un poco sobre las siguientes frases: Recuerda que tú no te gobiernas, tan chiquillo como eres; Recuerda que ya casi eres un hombre, no seas tan infantil; Todo lo que tocas, lo rompes; ¡Tienes mantequilla en los dedos!- ¡Qué torpe eres, chica! Estas hecho un vago, ¡a ver si te levantas! ¡Como te gusta remolonear, no sirves para nada! ¡Tienes la cara como un guayo!,- ¡A esta niña nada le queda bien! Estas frases conllevan en si mismas una crítica y una descalificación hacia el o la adolescente. A veces les decimos un poco ‘al paso’, sin pensar en su trascendencia ni en el efecto que pueden causar: ... ese ‘feo muchacho en que se ha convertido aquel lindo niño que tuvimos hasta hace poco. 39 Pero, los padres se han preguntado alguna vez ¿cómo sentirá el o la adolescente que lo ven los demás?; ¿cómo pensará que es él en realidad?; ¿cómo evaluará sus potencialidades reales?; ¿cómo influirán estas frases dichas sin pensar mucho en su estima personal?, ¿se sentirán heridos, disminuidos, incapaces, inferiores?. ¿Qué creen Ustedes? Autoestima y sexualidad El desarrollo psicosexual es una de las facetas más importantes de esta etapa. Es un aspecto muy delicado, pues surgen los primeros enamoramientos ‘serios’ entre muchachas y muchachos, y se produce el verdadero despegue del encuentro con el otro sexo. Es frecuente que en el hogar se hagan bromas, comentarios o preguntas sobre la noviecita o el noviecito, aunque generalmente hay un trato diferenciado a esta problemática respecto a si es muchacha o muchacho. Estas bromas deben evitarse, pues aunque no sea la intención, a veces llevan implícita una burla, humillación o una indiscreción, cosa que puede herir en algo tan privado como es el sentimiento de amor hacia el otro, algo muy importante y valorado por las hijas e hijos adolescentes. En caso del muchacho es algo que quisiéramos analizar aparte. Por nuestra propia idiosincrasia, se le somete a ciertas presiones psicológicas con el fin de asegurar su adecuado desempeño sexual, y la hombría y virilidad tan altamente valorados en nuestra cultura. 40 A veces olvidamos que esas presiones se hacen sobre muchachos que sienten muchas angustias e inseguridades en su encuentro con el otro sexo, y lo que necesitan es comprensión, ayuda y conocimientos, pero conocimientos desde una educación sexual adecuada, no de presiones por mostrar una hombría a destiempo, ni por estimularlos a ‘anotarse” una más, para satisfacer nuestro orgullo de padres. Un tratamiento inadecuado de esta problemática puede desarrollar sentimientos de minusvalía, que afecten seriamente la autoestima en el varón, origen posiblemente de futuras disfunciones sexuales. El respeto a los sentimientos de los adolescentes, a su privacidad y a su elección de pareja deben ser divisa de la actitud de padres y madres. Si se piensa que su elección es errónea, conversemos, argumentemos, esperemos, pero dentro del mayor respeto a su vida privada. Invadir la privacidad o el mundo íntimo del adolescente es algo que debe evitarse, aunque tampoco debe dejárselas solos en esto. Un control discreto y a distancia es conveniente en este caso, que sepa que estás a su disposición para ayudarle en lo necesario, aconsejarle en el momento oportuno: esa es la mayor contribución de los adultos. En el caso de las adolescentes es frecuente que estas presiones psicológicas provengan del propio grupo, de sus coetáneas, pues la familia generalmente no se comporta de igual forma que con el hijo varón en este sentido. Los padres deben estar atentos con las hijas, pues también sienten las mismas angustias y presiones que los varones en situaciones de este tipo. Para ambos sexos la opinión del grupo de su edad es muy importante, en muchos casos más importante que la de los padres y madres, y por eso debemos estar atentos a su vida emocional, y promover un ambiente de confianza y respeto que les permita acudir a nosotros ante situaciones tan delicadas e importantes en la vida de todo adolescente. Como puede apreciarse, las pautas culturales de la educación familiar son diferentes para las adolescentes y los adolescentes; sin embargo, el grupo también presiona a ambos. Cabe entonces reconocer que la sexualidad de los adolescentes, aunque es algo bello y esperado, es a la vez difícil para ellos. 41 Autoestima y familia Evidentemente la influencia de la familia en el desarrollo de la autoestima es decisiva. Esta influencia determinará que se llegue a la adolescencia con una autoestima positiva o alta, o una autoestima negativa o baja. Generalmente cuando en la familia reina un estilo de autoridad democrático, pero con exigencias claras y objetivas, y las relaciones son basadas en el respeto mutuo y la confianza, los hijos e hijas desarrollan un sentimiento de aprecio y consideración hacia ellos mismos, pues saben que son valorados, queridos, que resultan importantes para su familia. Este es el primer paso para formar una autoestima positiva. La aceptación de los hijos tal y como son, con sus defectos y virtudes, es otra premisa importante en el desarrollo de la autoestima, puede que no sean tan lindos o inteligentes como se esperaba pero son nuestros hijos a pesar de eso, y seguramente tendrán otros encantos que, debidamente destacados podían hacemos sentir, a ellos y a nosotros, muy orgullosos y felices. Por supuesto que nuestro deber es ayudarles a superar sus defectos y hacerlos mejores, pero sin que esto constituya algo vergonzoso o humillante. Por otra parte, es importante que las relaciones familiares se basen en el establecimiento de límites claros y consistentes; es decir, fijar de manera explícita cuáles son las obligaciones, derechos y deberes de padres e hijo, cuáles son los espacios físicos y psicológicos de cada uno y respetarlos. Esto garantizan que en la familia cada quien sepa qué debe hacer, y qué se espera de cada uno, entre otras cosas. Igualmente, una comunicación amplia facilita este proceso. La autoestima es un sentimiento muy íntimo de cada persona, de sentirse valioso, respetado, capaz, valorado positivamente por los demás y por mismo. Nosotros podemos contribuir a que nuestros hijos e hijas sean personas que experimenten estos sentimientos y vayan por la vida felices y orgullosos de ser como son, y con una disposición permanente al mejoramiento personal. Será algo que nos agradecerán eternamente. 42 I DEAS QUE INVIT AN A REFLEXIONAR EN FAMILIA INVITAN 1) La autoestima es un sentimiento hacia uno mismo, y determina la aceptación o rechazo que una persona siente hacia sus propias cualidades, características y habilidades personales. 2) El proceso de formación de la autoestima comienza desde las primeras edades; y la familia, como fuente primera de trasmisión de ideas y sentimientos, la va conformando. 3) La adolescencia es una etapa muy peculiar en la vida de nuestros hijos e hijas ¿Cómo sentirán que los ven los demás? ¿Cómo evaluarán sus potencialidades? 4) Al hijo varón, en ocasiones, se le somete a presiones psicológicas en Ia familia con el fin de asegurar su adecuado desempeño sexual. A la hija las presiones suelen llegarle de parte del grupo de amigas. Debemos ser muy vigilantes y comprensivos a ambos casos. 5) El respeto a los sentimientos de los y las adolescentes y a su privacidad debe ser divisa de la actitud de padres y madres. 6) Cuando en la familia reina un estilo de autoridad democrático pero con exigencias claras y objetivas, los hijos e hijas desarrollan un sentimiento de aprecio y consideración hacía ellos mismos. 43 44 TEMA 4 LA COMUNIC ACIÓN EN LA F AMILA COMUNICACIÓN FAMILA Las circunstancias tan variadas de la vida actual exigen que todos los miembros de la familia, en particular los padres, se esfuercen por ampliar y lograr al máximo una adecuada comunicación con sus hijos, sin distinción de sexos. ¿Se logra dicha comunicación en todas las familias? ¿Cómo funciona la comunicación al interior de la familia? ¿Mantenemos una comunicación basada en el intercambio de sentimientos? ¿Cómo podemos forjar una relación de cercanía con nuestros hijos e hi45 jas? ¿Es la sexualidad un tema que ya no se silencia en casa? Estas y otras interrogantes se convierten en continuo asunto de discusión, de reflexión no sólo en el terreno de profesionales interesados en el tema, sino de muchos adolescentes y también de familias empeñadas en evitar las rupturas que innecesariamente se producen a veces en la comunicación. Debe quedarnos claro que el gusto por la comunicación se educa en el intercambio de sentimientos, alegrías, preocupaciones y disgustos de cada uno de los integrantes de la familia. Las actitudes comunicativas que en ella se producen influyen positiva o negativamente en los hijos desde las edades más tempranas y sus resultados se reflejan en la adolescencia con especial intensidad. Las relaciones de comunicación en el marco de la convivencia deben basarse cada vez más en el diálogo verbal y extraverbal, así como en las relaciones más abiertas, cálidas y espontáneas de los miembros de la familia, que posibiliten a los hijos adolescentes mantener con sus padres una relación de horizontalidad, de igualdad y de confiabilidad para encarar las dudas y preocupaciones que suelen acompañar el desarrollo psicosexual de muchachos y muchachas. En ocasiones los adultos para referirse a los hijos o hijas adolescentes, utilizan frases como estas: “a esta muchacha no hay quién la entienda”, “este muchacho siempre está en las nubes”, “sólo le interesa su mundo”, “no habla ...” Sin embargo, no se percatan que si los adolescentes perciben alguna demostración de indiferencia, falta de comprensión o burla, esto puede afectar su autoestima, se inhiben, lo cual hace que comiencen a encerrarse en sí mismo, porque creen que lo que dicen no lo consideran importante, es decir, comienzan a sentir que son insignificantes. Cuando en la familia no se propician espacios para hablar con naturalidad sobre la sexualidad u otras problemáticas, los padres pierden una gran posibilidad de adquirir junto a los hijos nuevos aprendizajes a través de las relaciones que se pueden y deben establecerse. Los adolescentes requieren que sus padres se comuniquen con ellos, se interesen por sus necesidades, que conozcan sus expectativas sobre su vida sexual, en fin, que sientan la sensación de que se les escucha con atención, que nos mostramos interesados en lo que nos dicen, pues aunque los y las adolescentes demandan a toda costa independizarse de los adultos y elaborar su propia concepción de la vida, también es cierto que necesitan de las orientaciones de los adultos para conducirse en el mundo y comprender 46 con mayor claridad los acontecimientos a los que se enfrentan cotidianamente. ¿Cómo lograrlo si muchas veces la comunicación se afecta, si no tratamos de conciliar con ellos nuestros criterios, si no tocamos sin el velo del misterio un tema como el de la sexualidad, sin valoraciones inquisitivas ni discursos carentes de contenidos o largos consejos por el derecho de la experiencia vivida y acumulada por los años? No podemos pretender que nuestros hijos piensen igual a nosotros, lo importante es saber qué y cómo piensan para ayudarlos, procurando una comunicación respetuosa, sincera y sin dobles mensajes, no basada sólo en el control y en la regulación de cómo actuar, sino estableciendo una comunicación con y desde el afecto. Así los acompañamos en ese inevitable camino de dudas, interrogantes y emociones de la adolescencia que tanto necesitan compartir con alguien. No siempre esto se hace con personas de su misma edad; suelen ser a veces los padres u otro miembro adulto de la familia los elegidos para contarles su secreto, su curiosidad sobre el sexo, la sexualidad, la alegría del primer amor, o la angustia que le causa una decepción amorosa. En la familia ¡hoy se habla de sexualidad! Con alegría y satisfacción ya demuestran algunas investigaciones sobre tan controvertido tema de la comunicación padres hijos, que se operan progresos, es decir, ya los asuntos referidos a la sexualidad no constituyen grandes tabúes en la conversación diaria, en el diálogo y en la escucha. De manera que las puertas de las familias se abren para permitir su entrada como incuestionable reclamo de los tiempos que transcurren. Poco a poco se evidencia la preparación pedagógica y psicológica que padres y madres reciben mediante diferentes vías, que les permite asumir la educación de hijas e hijos desde una posición más humana y con mayor seguridad. La mayoría de los y las adolescentes con los que trabajamos en nuestras investigaciones refieren a los padres como principales fuentes de comunicación ante preocupaciones y dudas sobre su sexualidad; fundamentalmente, y en primer lugar, a la madre. Ello corrobora la necesidad de que la familia se encamine hacia la eliminación de las barreras que en ocasiones se levantan sobre estereotipos, prejuicios e ignorancia para evadir el diálogo acerca de la sexualidad; lo cual puede impedir el disfrute de un clima de confianza para contar sin temor a ser reprimidos las grandes o pequeñas interrogantes que surgen en adolescentes acerca de la sexualidad. 47 Erróneamente, hay adultos que asocian la calidad de la comunicación con los hijos o hijas con la cantidad de horas dedicadas a hablar, a aconsejar, sin embargo, no siempre es así. Podemos hablar mucho y no ser entendidos, vivir juntos, pero estar separados. Al establecer distancia en la comunicación con los hijos por nuestro rol de padres, corremos el riesgo de atravesar frecuentes desencuentros generacionales, sobre todo por la evidencia de la falta de aceptación de sus criterios, por la negativa a escuchar puntos de vista diferentes. Estas actitudes no nos acercan, todo lo contrario, nos alejan considerablemente. Cuánta alegría manifiestan los adolescentes cuando reciben de su familia y en particular de los padres frases como estas: “Te estoy escuchando” “Me interesa lo que me cuentas” “¿En qué te puedo ayudar?” “¿Qué problemas tienes?” “Puedes contar conmigo” “No sientas pena” “Trataré de entenderte” “Dime lo que sea” “Eres mi hijo ... “ De esta manera facilitamos que se sientan cómodos para tratar con la familia cualquier asunto por difícil que sea. En definitiva de lo que se trata es de “andar juntos”, lo cual significa atender a tiempo sus reclamos, la disposición para dialogar con palabras sencillas y claras, que denoten deseo de comunicarnos. ¿ Cómo lograr entendernos? Podemos dedicar largas horas y agotar todos los esfuerzos en conversar con los hijos e hijas, y al final sentir que no hemos logrado entendernos. Es necesario desarrollar habilidades para: Dialogar. Significa que todos y todas contamos; expresamos nuestros criterios e intereses; escuchamos y somos escuchados. Escuchar. Es un requisito del diálogo, mantenerse atentos a lo que se dice, guardar silencio en cuando corresponde. Escuchar atentamente, saber cuándo se necesita ayuda, es esencial. Expresar. Es decir nuestros sentimientos libremente, aunque puedan no ser aprobados o haya quien no esté de acuerdo. Al expresar lo que se siente, partiendo de la primera persona, se 48 promueve cercanía. Por ejemplo, “Yo siento...”, “Me parece que sería mejor...”. Comprobar que sí nos estamos comunicando es un factor decisivo en la educación de las hijas y los hijos; debe sentir que las palabras son claras, precisas sinceras. Evitemos frases ásperas o hirientes. A veces, por estar cansados, corremos el riesgo de cometer errores la hacer una observación brusca, gritar, castigar e incluso pegar; así no hay entendimiento. Es preferible aplazar para un momento más oportuno, explicándoles la situación: “No te molestes, quiero que me comprendas, ahora no te puedo atender; sé que es importante lo que me vas a decir, ya te atenderé.” Esta forma de responder a las demandas de comunicación a que nos convocan nuestros hijos o hijas, son acertadas si en ellas se refleja la seguridad de que en un nuevo encuentro se realizará en mejores circunstancias. Un ambiente de comprensión y disfrute para la comunicación es esencial para el sano desarrollo de los miembros de la familia. ¡ NO!, no debo hacer con mi hijo lo que me hicieron a mi ... Nos comentan algunos padres que recuerdan todavía la forma en que se les educó su sexualidad. Los temores infundados sobre su cuerpo y los cambios operados en el mismo; las preguntas que quedaban sin respuestas o respuestas que el tiempo no permitía. Sirvan estas ideas para ilustrar los distintos matices con que el tema de la sexualidad ha sido vivido tanto en la familia como a nivel de toda la sociedad. No se trata de someter a la familia a fuertes e inmerecidas críticas, pues de la manera en que se trasmite amor, seguridad y confianza también aprendemos y trasmitimos experiencias, estilos y modos de crianza. Damos por sentado que los padres y las madres tratan de educar lo mejor posible a su prole, aunque no siempre lo logren, o a veces carezcan de los recursos educativos para lograrlo. Lo cierto es que al mismo tiempo, padres y madres requieren ser educados. Muchas familias sostienen el deseo de no educar a los hijos como lo hicieron con ellos y experimentan cambios favorables para ponerse a tono con los nuevos tiempos que vivimos para afrontar la educación sexual de hijos e hijas. Se preocupan y buscan vías para salir de la ignorancia, para ser más tolerantes y aceptan la ayuda que en este sentido brindan las instituciones y los profesionales entendidos en esta sensible esfera de la personalidad. 49 I DEAS QUE INVIT AN A REFLEXIONAR EN FAMILIA INVITAN 1) Padres y madres deben procurar un diálogo hábil y amoroso con los hijos. 2) La forma de convivir en la familia y el estilo de comunicación entre sus miembros debe facilitar el intercambio y la educación de los sentimientos. 3) En nuestra comunicación debemos ser sensibles a las consecuencias de las palabras y sus acciones. 4) El grito es el mayor síntoma de incomprensión en las relaciones humanas, nos aleja, nos incomunica. 5) Saber escuchar y ser escuchados posibilita un acercamiento más humano y de respeto entre quienes se comunican. 6) Es necesario que la familia se esfuerce por encarar con gusto cualquier tema de comunicación por difícil que sea. 50 TEMA 5 SITU ACIONES GENERADORAS DE SITUACIONES CONFLICTOS EN LA F AMILIA FAMILIA ¿CÓMO EVIT ARLAS Y ENFRENT ARLAS? EVITARLAS ENFRENTARLAS? Transita el hombre por el camino hacia el perfeccionamiento humano entre vaivenes y avances de diferentes matices. En su mayoría estos transcurren o se reflejan en la vida familiar. 51 El desarrollo de una sexualidad sana, feliz en cada etapa de la vida del ser humano y responsable, en correspondencia con el alcance de la madurez, forman parte de ese perfeccionamiento humano. Actualmente ese proceso se conduce entre corrientes extremas y opuestas: Una, referida a la regulación moral de la sexualidad, penetrada por creencias, mitos, prejuicios y estereotipos que segregan y marginan, reprimen y culpabilizan y la otra que se mueve desde la manipulación de la sana liberalización del sexo hasta el liberalismo sin medida, que deteriora al hombre como valor supremo, utilizando a la sexualidad como forma de control y de poder de unos sobre otros. Aunque no debemos estar contentos con lo alcanzado en nuestro país, en ese camino hacia el perfeccionamiento humano, sentimos cierto alivio con que las cosas no son tan extremas como se han descrito anteriormente. Sin embargo, buscando las aristas por donde seguir, encontramos la presencia de factores que generan conflictos en el funcionamiento familiar y entorpecen el desarrollo de la personalidad de los pequeños, los cuales están asociados a los métodos y formas con que educamos su sexualidad. Enumeremos algunos factores sostenedores de clima conflictuado que afecta la educación de la sexualidad de adolescentes: De tipo emocionales y sentimentales: (resentimientos, enojo, autoestima dañada, temores, inseguridad, rechazos, desaprobación) Percepciones distorsionadas Expectativas inadecuadas Atributos negativos resaltados Mecanismos de negación ¿En qué medida están presentes en nosotros? ¿Hasta dónde nos dañan? ¿Qué nos puede decir el análisis detallado de cada uno de estos factores?. En el primero se agrupan una serie de estados psicológicos, de fenómenos que invaden toda nuestra persona y se manifiestan ahí en el desempeño de nuestros roles familiares: como padre, madre o tutor, como abuelo o abuela, tías, hijos o esposos. Me detendré en uno que con frecuencia hemos encontrado en las investigaciones realizadas en la región oriental de nuestro país. Los temores ante el desarrollo de la sexualidad de nuestros hijos e hijas. El temor es la expresión de sentir el miedo y el miedo es una sensación de angustia que tiene ante un peligro real o imaginario. Temo a algo y siento miedo por eso. 52 ¿Cuáles son nuestros temores como padres y madres de hijos adolescentes?. ¿A qué nos impulsa el temor?. Realmente nuestros temores determinan en alguna medida el modo en que nos comportamos con nuestros hijos. Ellos nos conducen a las prohibiciones que les planteamos. Queremos compartir con ustedes algunos de los temores y prohibiciones encontrados en nuestras investigaciones; usted analizar la relación existente entre ellos y tal vez hasta encontrar los suyos. Temores que expresan padres y madres Que frecuente ciertos lugares. Las malas compañías, amistades peligrosas. Que tengan novios. Que tengan relaciones sexuales íntimas a temprana edad. A las fiestas a donde van. A que salgan embarazadas. Que no desarrollen a tiempo A que se desvíen Que se emborrachen. Contraer una ITS. (infecciones de transmisión sexual).Que dejen los estudios Que tengan accidentes en bicicleta. Que fumen o se acerquen a la droga. Que se junten con homosexuales. Ver películas pornográficas. Que vayan a salir homosexuales o blanditos, y más terrible en las muchachas que vayan a ser lesbianas Prohibiciones que reciben hijos e hijas Hay quienes no prohiben nada. A mi edad no puedo tener novio. No tener relaciones sexuales. No relacionarme con personas que roben, que tomen, ni con muchachitas u hombres "malas cabezas" No ponerme cosas llamativas, provocativas, ni andar exhibiéndome en público. No ver películas eróticas ni pornográficas. No salir sola.Que no me afeite las piernas. No fumar ni tomar mucho. No llegar después de las 11:30 PM. Que se acerquen a la droga Que no me masturben, ni me toquen, ni me esté mirando tanto Que no tengamos juegos de manos ni nos dejemos tocar. ¿Qué tienen en común y qué hay en la base de estos temores? En ellos subyacen, por un lado, la preocupación que emana de la experiencia de lo vivido, del conocimiento del mundo donde sabemos que existen influencias negativas, por otro lado, el desconocimiento de las características de las necesidades básicas crecimiento; y junto a ese desconocimiento, también se encuentran nuestros prejuicios y estereotipos, que nos llevan a no saber cómo tratarlos o a educarlos como a nosotros. Estudios realizados sobre la preparación de los padres para la educación sexual de los hijos (Con padres casados y divorciados, en zona urbana y rural), reflejan un conocimiento parcial de la sexualidad humana y desconocimiento del desarrollo psicosexual del adolescente, unido al predominio de la función reguladora de la comunicación y de estilos y métodos educativos inadecuados que dificultan la comprensión del adolescente. El tema sobre la sexualidad está casi ausente en las conversaciones familiares; influyen negativamente los prejuicios discriminantes y la educación sexista. Los mayores prejuicios se reflejan en cuanto a la virginidad, la conducta masturbatoria, los méto53 dos anticonceptivos y el desarrollo y disfrute de la sexualidad. La sexualidad no es percibida como algo natural y necesario, no se reconoce su importancia para el desarrollo de la personalidad. Existe la creencia de que al no hablar de estos temas se logra reprimir los deseos sexuales y se aspira a que de ese modo no se manifiesten. La comunicación intrafamiliar es mucho más amplia; el modo en que acontece para otros contenidos educativos puede o no coincidir con la forma en que se da para este tema y ser o no funcional. Se puede apreciar que el modo en que acontece como medio de educación para otros contenidos no resulta funcional para este, aunque no llegue a afectar significativamente el clima emocional o el estilo educativo general. Los padres nos encontramos sorprendidos por la adolescencia de los hijos y preferimos seguir percibiéndolos como “niños“. La mayoría de las dudas, temores, preocupaciones, se refieren fundamentalmente a la salud sexual y reproductiva; es frecuente actuar para impedir el embarazo, el matrimonio temprano y otras conductas de riesgo asumiendo conductas evasivas, estereotipadas, acorde con nuestros patrones. Muchos muchachos y muchachas en ocasiones experimentan sentimientos de soledad, timidez, inseguridad, reprimen las necesidades de hablar con sus padres sobre sus problemas y aspiraciones, no se sienten orientados y terminan acudiendo a terceras personas que frecuentemente son sus propios amigos (igualmente desorientados), y los profesores con quienes pueden comunicarse; asumiendo roles paternos. Los padres también sufren estas situaciones y lamentan su incompetencia. 54 La educación de la sexualidad durante al adolescencia se convierte en uno de los contenidos de prioridad de la etapa a ser atendidos debidamente por los dos sistemas que más influyen en su formación: la familia y la escuela; corresponde a la familia el papel protagónico y a la escuela la función de orientar a padres y madres para el ejercicio de sus roles familiares durante esta etapa del ciclo de vida familiar. La falta de afirmación de algunos padres y su incapacidad para lanzarse a tomar de sus vidas y de la de sus hijos lo mejor, se debe, principalmente porque en ellos opera la “Filosofía de la vida absolutista”, basada en el sentido de la obligación, además de una baja tolerancia al fracaso; no se acepta a sí mismo tal y cual es y tiene una gran necesidad de controlarlo todo, con el fin de garantizar sus éxitos como padre. Existen padres que piensan en términos de obligación y de forma absoluta, como debo, debería o tengo que que, en vez de hacerlo en términos de preferencias: me gustaría, no me gustaría, desearía desearía. La obligación viene desde afuera, impuesta por la presión social, como inherentes a los roles, (en este caso los paternos); valores sociales asociados a estos roles, faltando la elaboración personal, la interpretación subjetiva, la implicación personal en primer orden. El pensamiento del deber ser ser, estrechamente relacionado con las demandas sociales, hace que los padres crean ilógicamente que deben ser siempre perfectos; que los demás deben ser siempre correctos y darles el apoyo que necesitan, y que el mundo debe proporcionarles las condiciones o circunstancias favorables a sus objetivos. Todo ello se expresa en las expectativas de los adultos hacia los más pequeño. Buscan incluso, en algunos casos la realización personal a través del hijo o la hija, es decir que sus hijos lleguen a ser lo que ellos no pudieron ser. Por el temor a fracasar algunos padres renuncian al derecho a fallar, dando al fracaso una importancia que no la tiene; fallar como padres no equivale a equivocarse, sino a fracasar. Esta creencia unida a la falta de conocimientos ante la tarea educativa, a los estereotipos de roles, provoca ansiedad y temor, frente a la necesidad que tienen los hijos, (y más en la adolescencia), de crecer, de construir su propia vida, la necesidad que tienen de elaborar y realizar su propio proyecto de vida. La ansiedad y el temor no anima a enfrentar la realidad de un modo más sano y humano, por el contrario puede ocasionar aislamiento, demora y elevar las acciones de control sobre los hijos de forma inadecuada. Por otro lado pensar en estos términos no ayuda a obtener las metas deseadas de forma hedonística, debilitando el gozo que pue55 de proporcionar la tarea de educar a los hijos. Se centran más en las exigencias constantes, - en las críticas, en las demandas hacia los más pequeños donde subyacen los temores y las expectativasque en el placer compartido y en la estimulación positiva. La falta de tolerancia y aceptación de las fallas que se pueden haber cometido durante la crianza y educación de los hijos, daña la autoestima de los padres, sobretodo en personas que encuentran su valía en los éxitos o fracasos que obtengan. Esto trae aparejado una baja tolerancia a la frustración, lo que llega a desorganizar toda su vida, afectándose el desempeño de sus restantes roles. El padre que valora su efectividad a partir de los éxitos o fracasos de sus hijos estará siempre como en una “cuerda floja”, pues sitúa su valor en factores externos que les resultan difíciles de controlar. En cambio si se evalúa a partir de sus propios valores, de sus funciones como padre, si examina sus capacidades, sus posibilidades, le será más fácil reajustarlas, adecuarlas a las necesidades educativas de su hijo en cada etapa y podrá sentirse valioso, independiente. Es necesario que se acepte a sí mismo, y a su hijo o hija, sin que depende del grado de aceptación que tenga en los demás. Esto le permitirá cobrar confianza en sus posibilidades positivas y favorecerá las condiciones para la educación de los hijos. Sin embargo, es preciso alertar para no caer en el otro extremo, de negligencia y abandono, de superposición de otros roles, o de jerarquización inadecuada de los roles. En algunos padres se fusiona el temor con la incertidumbre ante los posibles fracasos de los hijos, rebelando la impotencia que sienten por no saber orientarlos; se tornan inflexibles, rígidos, sintiendo la incertidumbre como una amenaza, no pueden dejar espacio a la espontaneidad, necesitan tenerlo todo bajo control, etc. Entonces interviene la autoridad paterna desmedida, la lucha por el control absoluto de la vida de los hijos generando dependencia. Conducta semejante, fundamentalmente durante la adolescencia de los hijos, conduce a que la contradicción dada por la necesidad de independencia en busca de la adultez, de su propia identidad y de la autoafirmación y el control desmedido, genere un conflicto en las relaciones padre – hijo, difícil de resolver. Los padres necesitan poseer mucha valentía para asumir sus propios retos y los que va imponiendo a sus hijos el mundo cada vez más cambiante y complejo que le ha correspondido vivir. El valor que culturalmente se ha asignado a la paternidad y a la maternidad responsables y la existencias de determinados meca56 nismos sociales y jurídicos han condicionado el ideal de padre y madre donde se concede un alto valor al altruismo. En algunos se manifiesta de forma nociva, con el respectivo miedo a la crítica y la aparición de expectativas negativas. Es preciso quitar al fracaso el manto negro que lo cubre y revelar su valor como fuente de aprendizaje, minimizar lo bochornoso y resaltar su lugar como experiencia útil, como un comportamiento tan propio del ser humano como el éxito, ambos deben ser compartidos en familia. Enseñar a los padres a aprender de sus errores los ayudará a reajustar su ideal de persona y a ser más comprensivos ante los fracasos del hijo. El proverbio popular “No somos perfectos”, por los padres como formal, como externo. Por lo general cuando se pone en “tela de juicio” la forma en que se ha educado, sobrevienen los mecanismos de defensa, se apela al carácter privado de la familia y al derecho de respeto a la intimidad. A los padres les resulta doloroso recibir críticas de su propio hijo por el temor a que se resquebraje su autoridad y por ser juzgado por “quien tanto se desvive”. Sin embargo en el fondo está la forma de pensar del deber ser y el temor al fracaso. La esperanza El temor puede tener un valor positivo si este es sano o normal. El miedo implica la presencia de un peligro conocido. Su intensidad debe ser proporcional al grado del peligro, nos pone alerta, nos conduce a examinar con qué cuentan nuestros hijos e hijas para enfrentarlos; qué necesitan para ello, en qué podemos ayudarlos para que aprendan a enfrentarlos. Siendo así resulta una emoción deseable que conduce a algo útil como es evitar el peligro. Lo difícil radica en mantener la medida en que se debe expresar ese temor pues nunca nos debe llevar a limitar el crecimiento de nuestros hijos e hijas; de modo que debemos aceptar el reto que nos impone la necesidad que tienen de ser independientes. Por eso debemos preguntarnos ¿Qué hacer con nuestros temores? ¿Inculcarles miedos a nuestros hijos o prevenirlos para evitarlos?. Lo más frecuente es prevenirlos para evitarlos mediante consejos; sólo que a veces lo hacemos como si estuviéramos “peleando” o “dándoles un sermón”. Se necesita la conversación franca, donde expresemos abiertamente nuestras preocupaciones, para que reflexionemos juntos con qué condiciones cuenta para enfrentar esos peligros, sus posibilidades para evitarlos, donde nos pongamos de acuerdo en lo que necesita 57 aprender para enfrentarlos. Y el mayor éxito estará cuando nos solicite ayuda, cuando nos pregunte con tanta franqueza, con tanta confianza ¿Qué hacer si el novio le pide tener relaciones sexuales íntimas, cómo enfrentar eso? O ¿Cómo enfrentar a los amigos si lo invitan a fumar o a tomar algo inapropiado sin perder la amistad de ellos?... Siempre será necesario establecer límites razonables que pueden quedar plasmados en nuestras normas y reglas, a las cuales llegamos y aprobamos en familia, de mutuo acuerdo. Estos límites se irán reajustando, adaptando a la edad de nuestros hijos o hijas, al ritmo de su crecimiento, de su madurez; a las condiciones y circunstancias, de modo que serán permeables, flexibles. Los peligros siempre existirán. Es normal que nos generen cierto grado de ansiedad; pero debemos aprender a regularla. ¡A combatir la ansiedad!: No se muestre evitativo, evasivo, ni ansioso ante su hijo, eso les aleja, puede separarlos y complicar la comunicación con ellos. No se deje atrapar, mantenga un estilo cálido y cercano en sus conversaciones, coherente con el amor que siente hacia su hijo o hija. Reconozca sus virtudes, estimule sus cualidades positivas de manera natural, en el momento en se expresen. Nada sustituye al diálogo! Para que las charlas con nuestros hijos sean eficaces, se necesita tiempo, paz y soledad. Es muy importante elegir adecuadamente el momento del día, el lugar donde conversemos, la ocasión esperada. Analice y busque sus “mediadores afectivos” (aquellos modos de quererle a su edad, de acercársele, aquellas caricias que le gustan y le hacen sentirse bien, aquellos modos suyos a través de los cuales reconoce que le quiere bien y que es muy importante para usted). Al examinar con grupos de adolescentes los temores y prohibiciones de sus padres/madres hemos recogido las demandas que ellos les plantean a sus padre y madres: Que tengan más confianza en nosotros. Que no se olviden de que son nuestros padres y queremos que sean amigables. Que no tengan prejuicios. Que se informen más sobre cómo educar en la actualidad. Que tengan en cuenta nuestras necesidades. 58 Que respeten nuestros derechos y opiniones. Que respeten nuestra intimidad. Que no nos amenacen, pues la amenaza nos lleva a mentir. Los padres y madres de estos adolescentes quedaron sorprendidos ante estas valoraciones por su grandeza y exactitud. De modo que podemos examinarnos y reflexionar juntos cuáles temores son sanos para mantenernos alertas, cuáles debemos controlar, cuáles debemos evitar que se manifiesten y en correspondencia con ello que normas debemos establecer. El adolescente puede llegar a conflictos de roles entre los roles sociales y los hogareños. Como todo miembro de la sociedad él pertenece a distintos grupos, en los cuales tienen diversas tareas que cumplir, para lo cual establece diferentes relaciones; ambas cosas: Tareas y relaciones, exigen de él determinado comportamiento; a menudo los roles sociales les resultan ya exigentes, mientras que el rol familiar continúa siendo infantil. El conflicto también puede sobrevenir porque los roles resulten muy fijos o rígidos. Cuando no se cambian las tareas, responsabilidades o encomiendas de acuerdo a la edad, a la circunstancias (estado de salud o de ánimo, responsabilidades asignadas en otros grupos que resultan impostergables, cuando no existan las condiciones necesarias o no se cuente en determinado momento con los recursos suficientes). Entonces pueden sobrevenir notables trastornos, pérdidas de estabilidad emocional, generando conflictos con los consiguientes estados emocionales de insatisfacción. Tengamos en cuenta que la disparidad entre lo deseable y lo posible, entre lo que se apetece y lo que es realmente accesible, es decir entre las cosas apetecidas y lo alcanzado, engendra, indefectiblemente sentimientos de frustración, de descontento e irremediabilidad (sentir que algo es irremediable); estos sentimientos pueden conducir a la apatía y la pasividad o a la rebeldía constante. Un ejemplo de lo que sucedió: F amilias Familias buscadoras de soluciones: Familia de segundas nupcias por divorcio, ocurrido durante la infancia del adolescente, que ahora tiene 13 años. Durante la infancia vivió con la abuela y la madre. El padre tenía una paternidad lejana; por lo que le faltaba la figura masculina. Su madre y abuela le sobreprotegían y temían por su orientación sexual y la educación de su masculinidad. 59 Estrategia adoptada: Buscaron apoyo en un vecino de confianza. Asistieron a un taller de orientación familiar donde aprendieron a conocer mejor al adolescente, a mejorar la comunicación con el padre, a preparar al hijo para su inserción en la familia paterna. Testimonios de la madre y del hijo:: Madre: “Nos hemos puesto a pensar a darle valor al adolescente, le hablo a mis compañeros. Al inicio me decía: - ¿Qué voy a aprender si yo doctora, creía lo sabía todo? , me di cuenta que no, eso me motiva bastante a venir aquí. Ahora su padre y yo conversamos sobre diferentes temas, entre todos, incluyendo a mi actual esposo nos ponemos de acuerdo sobre cómo educarlo. Él se relaciones muy bien con su padre, comparten actividades y pasa fines de semana en su casa” Hijo: “Siempre me trataban como a un niño; ahora puedo salir, ir a fiestas, me visitan más amigos... ya tengo novia, al principio me daba miedo que se fueran a burlar de mí, ya no.” Un segundo ejemplo: Familia adoptiva, hija única. Muchacha de 13 años. Se asume la adolescencia con temores multiplicados, algunos heredados de etapas anteriores, reflejado en muchas restricciones para actividades sociales y hogareñas. Control excesivo. Incomunicación sobre temas de sexualidad. Desconfianza. Se manifiestan además mecanismos de negación al desarrollo psicosexual, pues la percibían como una niña, los sorprende su adolescencia. Estrategia adoptada: Habían recibido ayuda con relación al tratamiento de la adopción, lo cual tuvo buen manejo familiar. En la primaria estudió en el mismo centro de trabajo de la madre. Al inicio de esta etapa la acompañaban a diferentes actividades y les rechazaron un novio. Solicitaron ayuda cuando la situación se empezó a complicar a la psicopedagoga de la escuela. Recibieron varias consultas de orientación individual y familiar y la madre asistió a un taller de orientación familiar para padres y madres. Testimonios de la madre y del hijo: Madre: “Es importante adecuar las relaciones entre los muchachos de ambos sexos, creo que las necesitan, pero ella es muy enamorada, la complazco pero con medida. Ella ahora me lo cuenta todo lo que le pasa, me dice: ¡Mami!, ¿pero tú no te pones contenta.? Tiene confianza conmigo Hija: “Las relaciones amorosas comienzan con una amistad, por conocerse mejor, cuando se da la oportunidad nos manifestamos 60 con besos, abrazos, pero no me gusta en lugares públicos, ni en el parque, ni eso de estar en la calle sentados con las piernas abiertas. Nos vemos en el receso, a la entrada de la escuela y en las fiestas. Que lo sepan mispeor que yo y decidimos pelearnos; ahora es diferente” I DEAS QUE INVIT AN A REFLEXIONAR EN FAMILIA INVITAN Ahora le invitamos a reflexionar sobre los diferentes factores que pueden generar conflictos en su familia y que pueden afectar la educación de su hijo o hija y a encontrar la vía más mejor, pero no eso de pedidos. Lo bueno es que ellos lo conozcan que así no tienes que esconderte, no tienes el temor a que te vean.... La primera vez que llevé a un muchacho a la casa eso fue terrible.... pobrecito la pasó 61 62 TEMA 6 EL SEXISMO EN LA VIDA COTIDIANA En nuestro proyecto social y en el cuerpo de legislaciones que concretan su accionar, constituye una prioridad el fortalecer el papel de la familia en la sociedad, proteger a todos sus miembros y lograr que las relaciones familiares se basen en el amor, el respeto mutuo, la ayuda recíproca y la responsabilidad compartida. No obstante los propósitos y acciones realizadas en todos estos años para favorecerlo, investigaciones sobre nuestra realidad social han mostrado junto a los notables cambios en la institución familiar, la existencia de modelos inadecuados de masculinidad y femineidad pautados desde una educación sexista y trasmitidos en el medio hogareño, a través de los juegos infantiles, las formas de comunicación, la distribución desigual de las tareas domésticas y las pautas de crianzas diferentes con elementos discriminantes hacia las niñas y las adolescentes. 63 ¿ P or qué resulta tan difícil y complejo el Por logro de una equidad de géneros y una educación no sexista al interior del hogar? ¿Por qué sucede esto; es esta problemática exclusiva de nuestro país? Durante los últimos decenios, la familia ha experimentado una evolución notable sobre todo en los países desarrollados. Esta evolución ha producido modificaciones en la atribución de roles a sus miembros por un conjunto de factores económicos, ideológicos, políticos y culturales que afectaron a la familia y las relaciones entre los géneros. Los modelos femeninos y masculinos actuales y el tipo de relaciones entre mujeres y hombres, están condicionados, entre otros factores, por la división del trabajo en el cuidado de la descendencia, la organización del trabajo doméstico, la incorporación progresiva de las mujeres al trabajo asalariado e incluso con altos niveles de calificación y la incorporación temprana de los menores a las instituciones educacionales. Estos factores están vinculados entre sí y de hecho constituyen aspectos de un sistema de relaciones sociales, estructuradas por el género. Cuando hablamos del ¨género¨ destacamos aquí el modo como se organizan las relaciones según el sexo de las personas. Los estudiosos de la sexualidad humana establecen los términos sexo y género para facilitar la distinción entre los aspectos biológicos y las condiciones sociales. Ser ¨mujer¨ u hombre no es simple consecuencia de ser biológicamente hembra o macho. Los modos específicos acorde a los cuáles mujeres y hombres se interrelacionan responden a patrones construidos socialmente y son, por ello, históricos y cambiantes. Sobre el condicionamiento social del género los estudiosos de esta temática señalan que desde el nacimiento; se inicia un proceso de ¨tipificación del sexo¨ mediante el cual cada género desarrolla el comportamiento, las respuestas emocionales, las actitudes, en fin la personalidad característica, que la cultura y la sociedad a la cual pertenece considera adecuadas para su condición femenina o masculina. Por esta tipificación tradicional del sexo, los niños se visten de azul y juegan con pistolas y las niñas se visten de rosado y juegan a las muñecas; los varones son regados y de la calle, aprenden que no deben llorar, que no deben jugar con los juguetes de las niñas, aunque en nuestras instituciones infantiles juegan a ser papá y compartan con las niñas en los juegos de roles. Las niñas son tranquilas, de la casa, aprenden que tienen que prestar 64 atención a su presencia y tratar de ser bonitas, presumidas y hacendosas. Muchas de estas actitudes sobre el comportamiento femenino y masculino pueden ser dañinas para la salud emocional de las personas; tal es el caso del énfasis en la prohibición rotunda de que los niños expresen ciertas emociones; no deben llorar, no deben ser sensibles y no deben expresar inseguridad. De hecho esto puede dañar la capacidad de expresar afecto y limitar sus habilidades comunicativas hacia su pareja y sus hijos cuando sea un adulto. Las verdaderas diferencias entre la mujer y el hombre están dadas por las características de sus órganos sexuales y la función que desempeñan en la reproducción y en la respuesta sexual y no en estos condicionantes sociales. Se requiere un cambio de mentalidad, una toma de conciencia en todos los agentes socializadores para revertir esta situación y asumir una intencionalidad educativa para garantizar una sexualidad plena y feliz. ¿Cada uno hace en casa lo que le corresponde? La función económica de la familia tiene lugar a través de la convivencia en el hogar y la administración de la economía doméstica. Comprende las actividades de abastecimiento y consumo, las cuales permiten la satisfacción de las necesidades individuales y familiares. Incluye las tareas o quehaceres domésticos, así como el cuidado de los hijos y las vías y contactos con las instituciones de educación y salud. En investigaciones realizadas en nuestro país a finales de los años 80 se encontró un predominio de familias que mantienen un modelo de distribución de tareas domésticas desigual, llamado ¨modelo tradicional¨, en el que la mujer es la responsable máxima de las tareas domésticas. Este comportamiento no fue homogéneo en las familias estudiadas era mayor en los hogares de mujeres de bajo nivel cultural, en las amas de casa, en las mujeres trabajadoras obreras y en las del sector rural. La distribución desigual del trabajo doméstico entre la madre y el padre influye negativamente en la reproducción de un patrón negativo en cuanto a la participación de los hijos y las hijas en estas tareas. Hay una tendencia generalizada en los adultos, padres, madres u otros familiares a no adjudicar a hijos e hijas responsabilidades y tareas en el hogar, no se les hace participar con intencionalidad 65 educativa en la solución de los problemas cotidianos; se les mantiene ajenos, sólo dedicados a estudiar. Tal comportamiento negativo es más generalizado con los hijos varones, pues a las hijas sobre todo en la adolescencia se les asignan algunas responsabilidades para ayudar a las madres u otras mujeres en el hogar ¨porque les corresponde¨ por su sexo. En nuestras pautas de crianza se manifiesta una mayor intencionalidad educativa hacia las niñas y adolescentes en cuanto a su preparación para la vida cotidiana que les garantiza un mayor autovalidismo y mayor sentido de responsabilidad. Esto se hace más evidente en el medio escolar, las niñas son más responsables, organizadas y cuidadosas que los varones; cuando llegan a la secundaria están más preparadas para tener la llave y hacerse o calentarse la comida. A los varones no se les prepara para ser esposos y padres responsables; esto les acarrea problemas en su vida de parejas. De la misma forma que en el ejercicio de la función económica, como tendencia es la mujer quién desempeña el papel más importante en el desarrollo de las actividades y el tipo de relaciones correspondientes al proceso de educación. Las madres conversan más frecuentemente con sus hijos e hijas que los padres; también son las que ejercen mayor control y regulación sobre sus conductas y las que mayoritariamente le expresan afecto en las relaciones interpersonales. Cuando se indaga en hijos e hijas la visión que tienen de sus padres, como tendencia señalan que las madres utilizan métodos más adecuados en su educación, que son más persuasivas, flexibles y analíticas que sus padres; que son más coherentes en la política de 66 sanciones y en la existencia de una mayor y sistemática comunicación. Si bien es cierto que resulta positivo que la mujer esté desempeñando como madre un importante papel en las actividades y en las relaciones vinculadas a la formación de su descendencia, el hecho de ser prácticamente ella la máxima responsable de las mismas, tiene un aspecto muy negativo, porque condiciona y propicia la poca implicación del hombre en la crianza de sus hijos e hijas y en general en el cumplimiento de las tareas domésticas. A la mujer por su condicionamiento biológico, le corresponde el embarazo y la lactancia de sus hijos/as y al dar a luz, resulta muy necesario para él o la bebé el vínculo afectivo muy estrecho durante los primeros meses. Sin embargo, podemos afirmar que a partir del nacimiento, salvo la lactancia, el padre esta, en plenitud de posibilidades de asumir la atención de los hijos; tiene el deber y el derecho de asumir una paternidad responsable, a mantener una estrecha comunicación afectiva con las y los hijos. La equidad y el respeto mutuo entre un hombre y una mujer que constituyen un hogar se expresa en un conjunto de aspectos; en la igualdad de derechos y deberes en la vida social, en la igualdad de oportunidades, en el mantenimiento del hogar y en la crianza y disfrute de los hijos. Con frecuencia es la misma mujer la responsable de no involucrar a su compañero en las tareas domésticas y en las tareas educativas de los hijos, por considerarlo no suficientemente capaz para hacerlo, porque pierde tiempo y recursos al involucrarlo y generalmente por la fuerza, de la tradición. En la actualidad en los hogares viven varias generaciones, y los hijos son educados con la influencia de los abuelos, y los jóvenes parejas viven con los y las suegras. Esta situación de convivencia a veces es un factor importante en el reforzamiento de los papeles tradicionales entre el hombre y la mujer en el seno del hogar. Los adultos de otra generación, no siempre comprenden la necesidad de un cambio y a veces obstaculizan las acciones dirigidas a este propósito. Otras veces sucede que la pareja recarga a los abuelos con las responsabilidades del hogar eludiendo asumir lo que les compete. La dinámica de pareja de la madre y el padre y las pautas de crianza con los hijos constituyen un modelo positivo o negativo para las hijas e hijos que con bastante frecuencia tiende a imitarse y a replicarse cuando estas constituyen sus hogares. Tengamos, esto siempre presente, la familia debe preparar a las y los adolescentes para la vida, para su futura vida de pareja. Ello 67 implica encargarlo de las tareas hogareñas; y sobre todo, el contribuir con el ejemplo personal de cada miembro en el hogar, a desarrollar el respeto y solidaridad hacia los otros, que propicien un clima de afecto y buena comunicación en igualdad de condiciones para cada sexo. A ser padre y madre se aprende en el acto mismo de educar a las hijas y los hijos. También contribuye la convivencia comunitaria, y puede ser enriquecida esta experiencia con la literatura existente al respeto, así como con la orientación que aportan los medios de comunicación en espacios televisivos, radiales e incluso en publicaciones de prensa y revistas. Pautas educativas sexistas Con relación a los métodos educativos, hay grandes diferencias en el control de la conducta, en el grado de permisividad, tolerancia, en la estimulación y sanciones en dependencia del género de los hijos. A los varones se les sanciona más que a las niñas con métodos no persuasivos, empleando el castigo físico y las agresiones verbales. Sin embargo, con ellos son más permisivos en cuanto al orden higiene, horario de vida, estudio y presencia en el hogar. A las muchachitas se les controla más en los aspectos formativos pero se les limita más la independencia. Al estimular o sancionar a las niñas y niños y las y los adolescentes, se aplican patrones y reglas de conducta diferentes que discriminan a uno u otro sexo. La equidad en las medidas educativas debe conllevar a que lo que es justo o válido para un género también lo sea para el otro. Con los varones se conversa menos y se le brinda menos información que a las niñas y a los adolescentes. Aquí sigue primando la concepción de que el varón debe obtener la información por sí mismo en la calle y a las adolescentes se le debe suministrar más consejos o advertencias para protegerla. El sexismo también se refleja en las exigencias durante la edad escolar Facilitar a las niñas y adolescentes el derecho a la educación, fue la primera medida para neutralizar la discriminación por razón de género, que pone en peligro sus demás derechos. No obstante, en la vida cotidiana también se reproducen pautas educativas sexistas a pesar de la coeducación existente en todos los niveles de enseñanza. 68 En la asignación de responsabilidades en la escuela o en la selección para cargos en la organización pioneril, las niñas y adolescentes tienen ventajas sobre los varones, porque la crianza hogareña las ¨ha hecho¨ más responsables y organizadas y estudiosas. Esta situación tiende progresivamente a mejorarse en la enseñanza media superior y en la enseñanza universitaria. Con bastante frecuencia en el rendimiento escolar y en la disciplina, las niñas y los adolescentes obtienen mejores resultados que los estudiantes del sexo masculino. Esto no se debe a un problema de menor capacidad intelectual, sino a una mayor dedicación, sistematicidad y desarrollo de hábitos y habilidades para el estudio de parte de los las niños y las adolescentes, que las privilegia en su preparación. Este comportamiento, no es obra de la casualidad; es la consecuencia como ya señalamos anteriormente, de pautas educativas diferenciadas acorde al sexo, que se forman y desarrollan a largo plazo, que conllevan a que sobre las niñas y las adolescentes se ejerza en el hogar un mayor control, que se les asigne más responsabilidades, y se les regule mas las salidas que a los varones. Como tendencia los escolares cuando llegan a sus casas salen a jugar o a recrearse a la calle y dedican poco tiempo al estudio individual y a la realización de otros deberes domésticos; ello contribuye al finalismo a la falta de responsabilidad en el estudio y por ende a los malos resultados docentes. Que la familia tome conciencia de esta situación es extraordinariamente importante, pues aunque la influencia de la escuela es determinante en la formación de hábitos de estudios y en el desarrollo de intereses cognitivos; la influencia del hogar es decisiva en favorecerla u obstaculizarla. La preocupación por el estudio individual y colectivo, asegurar el orden y tranquilidad para realizarlo, y la ayuda requerida por ambos padres, son indispensables para garantizar a las y los adolescentes el éxito en a educación general, la continuidad de estudios y su formación profesional. 69 I DEAS QUE INVIT AN A REFLEXIONAR EN FAMILIA INVITAN 1) Compartir equitativamente las tareas y responsabilidades en el hogar y la escuela evita el reparto tradicional de los papeles masculinos y femeninos, propicia la asimilación, en la práctica, de los principios de ayuda mutua, respeto e igualdad entre los géneros. 2) Todavía muchos padres y madres no son conscientes que la atribución de roles tradicionales a sus hijas e hijos condiciona una situación de desigualdad, que más adelante incide en toda su vida social, incluida la participación en la vida escolar. 3) El hogar aporta una socialización primaria de gran impacto, por la carga emocional de los hijos hacia los valores y comportamientos de los padres. 4) Desde el nacimiento, los niños y las niñas reciben un tratamiento diferenciado y están condicionados a aceptar modelos de comportamiento, entre ellos los lúdicos, de los que dependen, más adelante, muchos rasgos de los valores actitudes y aprendizajes en la escuela. 5) El análisis de los papeles o roles desempeñados por cada sexo en el seno del hogar y la reflexión sobre las limitaciones que imponen la dinámica de la pareja y a la relación con los hijos, permiten modificar las propias actitudes y creencias sobre los sexos y consolidar un estilo de vida más igualitario para todos sus miembros. 6) El sistema de relaciones sociales marcado por el género puede modificarse. En el ámbito familiar, los cambios deben posibilitar el ejercicio de la maternidad y la paternidad para que sea compatible con el derecho de los hombres y de las mujeres a participar en la vida cultural, educativa y laboral en igualdad de condiciones. 70 TEMA 7 LA F AMILIA EN LA EDUC ACIÓN Y FORMAFAMILIA EDUCACIÓN CIÓN DE V AL ORES VAL ALORES La problemática en la que incursionamos no resulta nada fácil ya que de hecho, tanto los términos que sirven de presentación, como la naturaleza del contenido, es un reto para cualquier especialista que se proponga comunicar en un lenguaje sencillo y asequible su mensaje. Muchas serían las interrogantes a efectuar, pero... no es posible en unas cuantas líneas, satisfacer todas y cada una de las que puedan surgir. Tal vez algunos de los lectores, al finalizar queden insatisfechos. Mediten o se pregunten ¿por qué no analizó esto? ¿cuál es la esencia o la verdadera respuesta para mí problema o conflicto? ¿por qué no hizo referencia a los hijos que no nos comprenden cuando le damos un consejo? Si mi pareja en ocasiones, es exigente, egoísta y no entiende el no poder atenderlo o complacerlo cuando quiere, porque estoy ayudando a mi hijo(a) ¿Qué debo hacer? 71 Nuestro propósito es más sencillo: que puedan leer, analizar, valorar e interpretar lo que exponemos y que cada cual pueda sacar sus propias conclusiones; para incorporar y actuar en su quehacer cotidiano con un conocimiento más profundo de los aspectos abordados, tratar de utilizarlos en aras de poder lograr propósitos superiores en la educación hogareña. Si hablamos de la familia en la educación y formación de valores, estamos en la obligación en alguna medida de definir al menos lo que entendemos por cada uno de estos términos y sus necesarias interrelaciones. La familia y los valores La mayoría de los autores reconocen que es la primera institución socializadora, y la más estable de la sociedad, que ha perdurado durante siglos y en todas las formaciones económicas, políticas y sociales existentes. Su adecuado funcionamiento será sin dudas una garantía para todos los miembros que conviven en ella, y en la formación moral y social de niños, adolescentes y jóvenes es vital, tomando en consideración que su responsabilidad es propia y privada. Nos atreveríamos a expresar que como no hay dos personas iguales (aunque muchas son sus semejanzas, más que sus diferencias) no hay dos familias iguales. Esto sin dudas es así porque, cada cual individual o colectivamente asimila, toda la experiencia que le ha sido legada en su tránsito por la vida; la significación que cada situación o actividad le ha aportado y tiene una representación positiva que ha hecho suya. En la actualidad al hablar de familia nos estamos refiriendo a diferentes tipos de familia, que pueden variar según su estructura, es decir el grado de parentesco que tienen sus miembros entre sí: La constituida por mamá papá e hijos; (familia nuclear) La que además de existir los miembros anteriores también conviven otros (abuelos, tíos, primos, etc.); (familia extendida) Donde sólo conviven mamá e hijos; (familia nuclear monoparental) Donde conviven mamá, hijos y abuelos; (familia extendida monoparental ) Donde además de mamá e hijos hay un padre o madre sustituto, con hijos (a) de su matrimonio anterior (familia ensamblada). En todos los casos, estos diferentes grupos de personas, cons72 tituyen una familia y es imprescindible que todos se acepten y toleren como tal. La familia está considerada como una de las fuerzas más poderosas en la educación y formación de la personalidad y de los valores como estructura compleja de esta pues es la primera fuente de vivencias emocionales y aprendizajes básicos para niños y niñas . Es por ello importante que en el seno del hogar se respire un clima emocional positivo, cargado de afecto, respeto, comunicación y tolerancia mutua. Aunque en la literatura se señala que no hay un programa único para educar en la familia, que esta educación resulta más espontánea y asistemática, existen normas, tradiciones, costumbres, principios éticos que los padres a diario tratan de enseñar y controlar en sus hijos. Es reconocido por toda la sociedad que en el seno de la familia es donde se aprende, interioriza y se incorpora por primera vez todo aquello que posteriormente va a guiarnos en el decursar por la vida. La responsabilidad compartida de las tareas hogareñas entre todos y cada uno de sus miembros, el apoyo constante para que las cosas salgan mejor, el análisis colectivo de las decisiones que se tomen, sin dudas son premisas para lograr en los más jóvenes, la formación de sentimientos, cualidades, actitudes, valores y convicciones que irán haciendo suyo. Esto les permitirá enfrentar y transformar el mundo que les rodea, y transformarse a sí mismo de una manera adecuada. Con frecuencia decimos: es igualito a su padre, o a su madre (u otro miembro de la familia), fíjense que cuando se pone bravo o se ríe, hace los mismos gestos, o dice las mismas palabras. Efectivamente, el niño en las primeras edades aprende por imitación, además de lo que trae por herencia biológica, (de mamá o papá). A medida que crece quiere parecerse a uno u otro, tal vez al abuelo(a), tío(a) hermano(a) en fin con el que se identifica, quiere y admira. Es por ello que el ejemplo personal personal, en las relaciones y las actuaciones diarias, (en particular de los adultos) cobra tanta importancia en la educación familiar. Si constantemente le decimos a nuestras hijas e hijos no hagas esto, pero nosotros lo hacemos; si los alertamos que mentir y robar son expresiones o conductas negativas, pero delante de ellos lo hacemos. ¿Entonces... qué estamos enseñando? A que prediquen el viejo refrán: haz lo que yo digo pero no lo que yo hago” hago”. Indiscutiblemente y sin temor a equivocarnos, así no es posible educar y formar valores en el seno familiar. 73 La educación y los valores En este material asumimos que la educación es un fenómeno social producto del desarrollo histórico alcanzado, en un momento determinado, y como núcleo del proceso socializador, ejerce una influencia decisiva en la formación del hombre a lo largo de toda su vida, y debe prepararlo para el disfrute y plenitud de todo aquello que se derive de la misma, acorde a la sociedad en que viva y se desarrolle. José Martí, Héroe de la República de Cuba, escribió: “ Educar es depositar en cada hombre, toda la obra humana que le ha antecedido: es hacer de cada hombre resumen del mundo viviente, para que flote sobre él y no dejarlo debajo de su tiempo con lo que no podrá salir a flote”. (Martí J. 1961 página 281) ¿ A quién corresponde la responsabilidad de educar? ¿ Es privativo de padres y maestros? ¿ Cuándo y cómo educar en valores? Pensamos que la responsabilidad recae en todos los miembros de la sociedad, pero indiscutiblemente padres y maestros han de marchar de la mano en este empeño, buscando siempre comunidad de actuación. A veces los padres quieren que sea el maestro quien elimine en sus hijos aquellas actitudes o comportamientos negativos que posee, y expresan: ” mire a ver que hace con él porque yo no puedo” o lo contrario. El maestro los cita o los visita en el hogar, reclamando un aprendizaje y comportamiento adecuado y que ellos son los responsables de lograrlo. Serían interminables las expectativas mutuas y en ocasiones contradictorias que aparecen entre padres y maestros. Alertamos de lo planteado y consideramos que sólo mediante un trabajo sistemático y coherente en el accionar de ambos será posible lograr una educación adecuada. El concepto de valor valor, la educación y formación de ellos, así como su jerarquía, resulta una problemática un tanto difícil, esto es así porque se trata de incursionar en el ser humano, que resulta la maquinaria más perfecta, pero también la más compleja en el globo terráqueo. Los pedagogos, al analizar este concepto, lo hacemos tomando en consideración que esta es un contenido de la educación y que al hablar de educación y formación de valores, nos estamos refiriendo al desarrollo de la personalidad, donde estos cobran una vital importancia. 74 Con frecuencia surgen interrogantes en esta dirección entre las que se encuentran: ¿ Se educan, forman o se trasmiten los valores? ¿ De quién es la responsabilidad: familia, escuela , sociedad? ¿ Qué valores educar y formar? ¿ Cuál es la labor a desarrollar en el hogar, en la escuela? El dar una respuesta detallada, a todas y cada una de estas interrogantes en nuestra opinión no sería posible aquí, sólo queremos reflexionar en la característica socio-histórica que estos poseen. Además la época que vive un sujeto es única e irrepetible, y lo que pudo haber tenido un gran valor para los abuelos, ya no lo es tanto para los hijos y puede resultar muy lejano para los nietos. Por otra parte, el decir que se ha adquirido un determinado valor es el resultado de un conjunto de influencias a las que están sometidos los más jóvenes. Ellos asimilan y hacen suyo aquello que cobre significación en un sentido o en otro, entonces es bastante complejo en nuestra opinión trasmitir dosis de honestidad, justicia, responsabilidad, patriotismo, solidaridad (por sólo citar algunos) Lo anterior nos lleva a la consideración de que es necesario trabajar en una Educación en Valores, partiendo de que esta la desde propiciar la familia en primera instancia, y posteriormente en unión de la institución educacional donde el hijo o la hija esté, sin obviar el barrio o zona donde vive. Conociendo el carácter objetivo de cada uno de los valores, es necesario e imprescindible poner a los niños, adolescentes y jóve- 75 nes en situaciones de experimentar en lo personal los valores adquiridos, que los vivencien y hagan suyos. En el hogar se debe propiciar la conversación, análisis y reflexión de lo que acontece a diario en lo público y privado, mediante un diálogo abierto y franco de comunicación adecuada entre sus integrantes; donde se ponga de manifiesto la confianza y seguridad, basados en el respeto a la dignidad de cada uno por pequeño que este sea. El conocimiento de necesidades e intereses, tanto individuales como colectivas, son premisas necesarias y diríamos también imprescindibles para educar en los valores que la sociedad sustenta y tiene institucionalizados, lo que cada vez más debe coincidir con los valores que cada cual posee. Esto requiere sistematicidad, y congruencia de vida en el hogar. Finalmente y para ser consecuente con todo lo planteado, pensamos que en los valores a educar y formar, estarían en primer lugar aquellos que la sociedad promueve y trabaja en la formación ciudadana. Esto hace que serían indispensables los siguientes: El trabajo, la laboriosidad como fuente y satisfacción de las principales necesidades vitales del hombre. La solidaridad, como característica elemental hacia cualquier ser humano. El patriotismo, la identidad nacional, el amor y la defensa en todo momento del suelo que lo vio nacer. La responsabilidad, como algo consustancial y exclusivo del ser humano. La honestidad, como aquello que permite ser respetado incondicionalmente por todos los que le rodean. 76 I DEAS QUE INVIT AN A REFLEXIONAR EN FAMILIA INVITAN Probablemente, algunos o muchos de los que lean estas páginas pudieran pensar en otros, o tal vez coincidan con los expuestos. Alertamos que los valores no se dan aislados, lo que hace que cuando estamos jerarquizando uno, también se está trabajando en la formación de otros y concluimos preguntando: ¿ Es posible ser responsable y deshonesto a la vez? 77 78 TEMA 8 PADRES NUEV OS, P ARA HIJOS NUEV OS NUEVOS, PARA NUEVOS A medida que se va aproximando la adolescencia, las relaciones con nuestros hijos e hijas se van transformando, comienza a darse una nueva relación, porque ellos y ellas van cambiando y nosotros también. Se ha definido la adolescencia como un período de transición entre la infancia y la adultez. Es el lapso en que se produce el largo y difícil paso de la dependencia al período de adulto independiente y autónomo. Existe la idea de que este es un período negativo por los conflictos, roces y discusiones que se producen entre padres e hijos, cuya causa se atribuye generalmente a la rebeldía de los jóvenes en esta etapa. Sin embargo, la dificultad no solo puede existir por los procesos que el joven o la joven está viviendo, sino también por lo que ambos padres están enfrentando en este período de sus vidas, que los afecta como individuos, como padres y como pareja. Entonces tendríamos que hablar de una relación que 79 ha de ser reconstruida sobre bases nuevas. Nada de lo que hacíamos cuando eran pequeños (nuestros métodos de control, reglas, prohibiciones y permisos) ahora funciona. Lo que antes se asumía como ley y se obedecía, ahora comienza a ser cuestionado. Nuestra autoridad y supremacía en cuanto a las decisiones en relación con sus vidas empiezan a ser fuertemente rebatidas y en ocasiones descalificadas. Esta confrontación es un proceso difícil para los adolescentes de ambos sexos. Los lazos de afecto y dependencia que los unen a sus padres son muy intensos, pero necesitan desprenderse para poder crecer. Para ambos padres también es muy difícil aceptar este nuevo estilo de relación. Es duro el hecho de que el control sobre la conducta del hijo o de la hija es cada vez menor. Otras influencias, la de su grupo de amigos, aparecen como decisivas. Todo ello produce desconcierto en los adultos e incluso temor e inseguridad. No cabe duda que para la familia es un proceso doloroso. El hijo o la hija cuestiona al padre o a la madre, deja de mirarlo con admiración. Los padres son fácilmente juzgados y culpados. Para ambos padres también cambia la visión que tienen de su hijo o hija, ya que se transforma repentinamente en alguien nuevo que cuesta reconocer, que toma posiciones, que critica, desobedece y se comporta de forma diferente. En su intento por liberarse de los lazos de la niñez y alcanzar autonomía, el adolescente, a menudo, se enfrenta a sus padres. Estos han representado hasta este momento las figuras de autoridad más importantes, le han determinado en gran medida los límites, tanto del mundo físico como del mundo de las ideas. Cuando los hijos crecen, ya tampoco nosotros somos los mismos.. Comenzamos a acercarnos a la llamada crisis de la edad media o de la mitad de la vida, la cual es reforzada por nuestros propios hijos. A la edad en que un padre o una madre en Cuba tiene un hijo o una hija adolescente, por lo general se es todavía joven, aunque por supuesto, ya no tan joven. Ambos padres viven una etapa en que han culminado el desarrollo profesional o técnico y ya consolidaron un grado de autorrealización personal o frustración de aspiraciones. Es el tiempo en que al fin lograron una relación satisfactoria o ya existe un divorcio y/o una nueva relación por ambas partes. Por otro lado nuestros padres ( los abuelos) no son ya tan ágiles y saludables; más bien comienzan un proceso natural de decadencia que implica una preocupación más por nuestra parte, por 80 lo cual debemos asumir una cierta «paternidad’ de nuestros propios padres. Todo ello exige tiempo, dedicación y sacrificio. En tal sentido todo lo que para los hijos e hijas adolescentes está en el ámbito de las futuras realizaciones, opciones y oportunidades, para los padres son hechos ya vividos y algunos consumados. En el período en que se tienen hijos o hijas adolescentes, los padres comienzan a sentir apremio con su propio tiempo, porque aún queda mucha vida por delante (porque la esperanza de vida aumenta en nuestro país), pero el tiempo de las decisiones y realizaciones importantes va pasando. El aumento de estas presiones psicológicas son incrementadas por los y las adolescentes: ¿Tú qué has hecho con tu propia vida para exigirme tanto?¿Para qué te ha servido tanto sacrificio? Estas son muestras de cosas que nos dicen nuestros hijos adolescentes. No resulta fácil sobrellevar con ecuanimidad estos reclamos, porque nos tocan puntos vulnerables y nos remiten a nuestras propias insatisfacciones, pero no somos infalibles. El problema no es que hayamos cometido o no errores, sino hacernos responsables de estos y asumirlos e integrarlos a nuestra experiencia en la vida. Los adolescentes también ayudan a reflexionar y hacer madurar a sus padres, aunque esto sea difícil de aceptar por parte de los adultos. Pero los padres deben retener la autoridad y conservar su sensación de dignidad. La adolescencia es una etapa de transición de difícil manejo; precisamente por eso, los padres están más vulnerables y presionados y los hijos comienzan a tener nuevas necesidades, para las cuales deben, paulatinamente, irse preparando, pues requieren de nuevas reglas y de nuevas formas de comunicación familiar. Los padres tienen que enfrentar una nueva contradicción. Es una edad en que aumentan los riesgos (ya que cualquier problema comienza a tener una trascendencia y repercusión mayor en sus vidas), al mismo tiempo que se debilita la posibilidad de control e influencia por las propias necesidades de independencia y de separación del adolescente. Es característico de esta etapa la necesidad de pasar por vivencias y experiencias que pueden ser riesgosas, ensayándolas activamente, actuándolas para conocer sin escarmentar por cabeza ajena. Es así como algunos adolescentes quieren probar las relaciones sexuales, la ingestión de alcohol, el cigarrillo, el desafío a la autoridad, como fuente de experiencia propia. Sin embargo, en la medida en que estas conductas se vuelven estables, y se asumen irresponsablemente, ellas estarán reflejando una alteración o formación precaria de su personalidad. Riesgos tales como el emba81 razo precoz, actividades delictivas, malas influencias, relaciones sexuales prematuras sin los debidos cuidados y precauciones, la tendencia a crear ciertos hábitos dañinos para la salud, son problemas asociados a la llegada de la adolescencia y que exacerban con toda razón las ansiedades y temores de los padres. Los adolescentes de ambos sexos, que en esta etapa viven un proceso de maduración y de búsqueda de identidad, están al mismo tiempo desarrollándose sexual y emocionalmente para poder establecer una relación de pareja. En este proceso ellos y ellas necesitan sentirse capaces de encontrar su camino por sí mismos, luchan por parecer adultos autosuficientes. Pero también sienten a veces miedo de lo que significa ser adulto, necesitan actuar como niños y volver a los brazos paternos o maternos cuando se sienten débiles. He escuchado a muchos padres decir que a esa edad buscan ser libres e independientes sólo cuando ellos quieren serlo y les conviene. Se puede decir que lo que quieren es gozar de los privilegios del adulto, sin tener que asumir ninguna de sus responsabilidades. Para ambos padres, este ir y venir de los y las adolescentes es frustrante y desorientador, lo que a veces los hace actuar de forma controladora y rígida, y luego permisiva y flexible. Se establece en este período una relación padres-hijo(a) con características diferentes, el o la adolescente siente que no necesita a sus padres y estos quieren ser necesitado. El joven o la joven en el proceso de búsqueda de su identidad, a menudo no tiene claro lo que quiere ser, pero sí tiene claro lo que no quiere ser: no quiere ser copia de la imagen de sus padres, no quiere transformarse en un «don nadie». La rebelión transitoria es importante para comenzar a vivenciar la propia autonomía e identidad. Por ello es tan importante trabajar con los adultos encargados de la educación de los adolescentes, atendiendo a tres cuestiones fundamentales: La necesidad de poner claros los límites y renegociar las reglas familiares. La necesidad de ensayar nuevas formas de comunicación. La necesidad de aprender las vías que garanticen la formación de valores. El problema de los límites y las nuevas reglas Para ambos padres es difícil redefinir la relación con sus hijos cuando estos se inician en nuevas experiencias de vida, tratando de sobrepasar los límites de lo que les ha sido permitido. Aun cuando reconozcan lo importante que es el crecimiento de sus hijas e hijos, la 82 conducta del adolescente, les puede hacer vivir mucho temor, inseguridad o también gran exasperación e impaciencia. Un problema común que hemos podido detectar en nuestro trabajo con padres es saber dónde fijar los límites de la disciplina. Básicamente ambos padres en esta etapa se ven enfrentados a un conflicto entre permisividad y autoritarismo, lo que en la práctica significa una redefinición de los límites. Los límites constituyen la vía a través de la cual un adulto ejerce autoridad. La autoridad es nuestro modo de influir, ejercer control y jerarquía sobre nuestros hijos e hijas. Las reglas cumplen funciones directivas firmes; por ejemplo: establecer horarios para llegar a la casa por la noche, prohibir ciertas conductas y aprobar otras. En la adolescencia es necesario reformular los límites y crear un nuevo sistema de reglas, pero de forma gradual y no de manera abrupta y represiva. En la convivencia diaria, a menudo se cuestiona: ¿dónde comenzar a preocuparse seriamente?, ¿hasta dónde correr riesgos?, ¿hasta dónde ver al hijo o a la hija como un adulto(a) o como alguien frente al cual todavía se debe ejercer autoridad y con el cual aún hay responsabilidades y deberes parentales?, ¿cómo hacerle comprender al o a la adolescente los peligros de una sexualidad poco responsable? Padres y madres suelen sentirse muy inseguros. Con frecuencia esta desorientación los lleva a proceder de manera persecutoria y altamente emocional, con mucha desconfianza. La interacción con los hijos e hijas se vuelve cada vez más difícil al asumir ambos posiciones más y más extremas, lo que genera sentimientos de hostilidad y resentimientos muy intensos especialmente en los adolescentes. Los límites definen la frontera entre las necesidades del adolescente y las necesidades del adulto. Para elaborar un límite que conllevaría el establecimiento de una regla es necesario tomar en cuenta ambas partes de la relación. De ahí que, si sólo son consideradas las necesidades del adolescente o quizás sus demandas, podríamos caer en una indulgencia extrema o un sometimiento por parte de los padres a las exigencias de aquel, lo que afecta su propio desarrollo y la relación con el adulto. Por otra parte, el sólo contar con las necesidades adultas (de no perder el control del hijo(a), de no asumir las ansiedades que nos producen los riesgos de la edad) estaríamos entonces ante un exceso de autoridad o autoritarismo, lo cual también trae consecuencias nefastas. Por tanto, las regias y por consecuencia los límites de la relación, implican procesos de negociar ambas necesidades y de crea83 ción de opciones. Por ejemplo: el(la) adolescente quiere quedarse en la fiesta hasta las 2:00 a.m., pero nos parece que regresar a esa hora puede ser riesgoso y no podríamos esperar con tranquilidad, lo cual afecta también nuestro descanso. Se hace necesario negociar, proponer soluciones intermedias, pensar en otras opciones (quedarse a dormir en casa de la amiga o amigo si conocemos la familia), que la o lo traiga un padre, etc. Si esos acuerdos son violados deben estar claras las consecuencias. Esto debe ser conveniado, negociado, y debe ser respetado por adolescente y adulto. En el mejor de los casos las reglas deben ser acordadas con ellos (o ellas), discutidas y negociadas. Existen ocasiones en que esto no es posible y el (o la) adolescente ofrece mucha resistencia. La resistencia es de esperar, en tanto los adolescentes de ambos sexos no siempre están de acuerdo con nuestras reglas. Existen ocasiones en que no podemos contar con el acuerdo, el que se hace necesario frustrar si pensamos que puede ser una situación riesgosa o que no nos ofrece confianza. En esos casos también tenemos que estar preparados para la extraordinaria habilidad que tienen los y las adolescentes para manipulamos y destruir nuestros recursos. Ejemplo: la resistencia pasiva (no querer hacer nada de lo que se les pide), o que nos retiren el afecto, la comunicación con recriminaciones culposas o chantajes. Todas estas reacciones son las formas de mostrarse y de vengarse por lo que les parece injusto. Pero si nos mantenemos firmes y nuestra exigencia responde a un sentido de justeza y de realidad, finalmente terminan aceptándola. Los adultos deben aprender la capacidad de mostrarse firmes y a la vez flexibles. No debemos, por tanto, renunciar por impo- 84 tencia, a la necesidad de control sobre el o la adolescente. Cambiar la forma de controlar no quiere decir que dejemos de hacerlo. Existen formas discretas de ejercer control que no es igual que el control infantil. Estas formas tienen que ver con el conocimiento de con quién andan, aunque no le caigamos detrás; con la posibilidad de acceder a las amistades, conocerlas, propiciar que vengan a la casa, intercambiar con ellos, conversar con los maestros, intentar ganamos la confianza de quienes rodean a nuestros hijos e hijas. En esta etapa ya no les podemos exigir que nos lo cuenten todo (tampoco es necesario), simplemente tenemos que mostrarnos receptivos enviándoles mensajes tales como: Al parecer no quieres contarme lo que te pasa, pero sabes que cuando lo quieras hacer, siempre te voy a escuchar y darte mi opinión, que no quiere decir que tengas que hacer lo que yo te diga. Las reglas son cuestiones siempre sujetas a negociarse y renegociarse. Para ello es necesario el diálogo (que ambas partes aclaren sus necesidades) y el compromiso mutuo: el adulto, de mantenerla, y el o la adolescente de cumplirla. Es muy importante el análisis de las circunstancias: no tienen que ser rígidas e inflexibles; en situaciones concretas pueden variar bajo el análisis previo de situaciones particulares. Las reglas también pueden irse flexibilizando en función de la responsabilidad que vaya expresando el joven o la joven. La libertad hay que aprenderla a usar, y también hay que conquistarla; no es un permiso para la irresponsabilidad. Mientras más se vaya expresando un sentido de responsabilidad y madurez, con mayor seguridad se pueden ir incrementando los permisos y las libertades. Los padres de adolescentes, precisamente por las dificultades de manejo que trae aparejada la edad y por la propia presión de sus problemas adultos; con mucha frecuencia se sienten impotentes, sin recursos, y van de un extremo a otro, o son extremadamente permisivos, dando libertades que ellos no saben responsablemente usar o, cuando sienten que están ante un problema, se vuelven restrictivos, imponen castigos severos o toman medidas extremas que generalmente tienen reacciones contraproducentes. Lo que precisa el o la adolescente no es sino un desarrollo gradual de su autonomía. Es muy importante tener en cuenta que la autoridad no solo se ejerce de forma consciente, voluntaria, por parte de los adultos; también existe una autoridad involuntario, que se impone no tanto por lo que los padres hacen, transmiten, sino más bien por lo que los padres son. La coherencia entre el sistema de exigencias y los propios modelos adultos hace más factible la influencia en los y 85 las adolescentes. Si el ejemplo que dimana de nuestra vida es un descrédito total de lo que le pedimos a nuestros hijos (no quiere decir que sea imposible ejercer autoridad), aquella se hace más difícil, por carecer de la moral necesaria para exigir. Al tratar de fijar los límites de la disciplina no basta recalcar a los hijos o las hijas la importancia de comprometerse, de ser honestos y leales. Ambos padres deben demostrar que ellos también ponen en práctica estos valores (Hagan lo que digo y lo que hago), que para ellos estos valores están vigentes. No es que no tengamos derecho a desear que nuestros hijos sean mejores de lo que fuimos nosotros, ni que aceptemos los errores que hemos cometido; tenemos que estar conscientes que educar implica - y si es adolescente, más - una cierta consistencia ética en nuestro hacer y decir. Aquellos padres que disfrutan una sólida unión de pareja tienen menos dificultades en el ejercicio de la autoridad hacia sus hijos e hijas. Cuando, sin embargo, el hijo o a la hija es el único proyecto vital importante que define la autorrealización, es mucho más difícil llenar el vacío que deja la independencia de los hijos e hijas, por lo que estos tienden a ser retenidos y controlados excesivamente. Transmisión de valores En la adolescencia ya no resulta tanto sentar a nuestros hijos e hijas y decirles: Hijo: mis valores son éstos, esta es mi versión de la vida y el mundo, para mí lo bueno es esto, y lo malo es lo otro, y tú debes pensar como yo. Muchas veces se piensa que sólo con la intencionalidad de transmitir valores se logra sean asimilados. Los y las adolescentes son hijos e hijas también de su tiempo y circunstancias. La escuela, las relaciones informales tienen una fuerte incidencia. Sin embargo, la influencia de la familia nunca deja de estar presente: las lealtades invisibles a los padres, las identificaciones con quienes los criaron, mediatizan todo el sistema de influencias. Hemos observado - las investigaciones lo demuestran - que cuando en los padres ocurren fenómenos tales como embarazo precoz, alcoholismo o violencia, los hijos tienden a reproducir el patrón de comportamiento de sus padres. De ahí que muchas influencias de los padres no son transmitidas intencionalmente en forma de valoraciones dichas verbalmente, sino que son captadas por los y las jóvenes o inducidas indirectamente a través del comportamiento y otras formas de evaluar la vida y de actuar. Esta influencia temprana va a marcar decididamente los valores, la concepción que se tiene del amor, la pareja, la sexualidad, 86 las relaciones humanas e interpersonales, la amistad, la ideología. Por eso decimos que existe una transmisión consciente y otra involuntaria, igual que una autoridad ejercida y otra conquistada. Cuando existen marcadas contradicciones, se hace verdaderamente difícil la tarea de educar. Esto tiene mucho que ver con todo lo que los adolescentes de ambos sexos van presentando como problemas en el curso de su desarrollo. Cuando hablamos de educación y de transmisión de valores, necesariamente nos estamos refiriendo a estas dos formas de influencia. Las narraciones o valores de hechos que ocurren incidentalmente son formas indirectas de transmitir nuestros valores. En la orientación a padres, en los talleres de reflexión o consulta de orientación psicológica y como resultado de la experiencia, aparecen muchos temas específicos de interés, pero el análisis de cualquier tema específico requiere tener claros algunos presupuestos psicológicos que están relacionados con el proceso de ser padres hoy. Estos presupuestos ayudan al aprendizaje de la difícil tarea de la paternidad. La creencia de que una buena madre es una madre sacrificada, que el hijo o la hija se desarrolla a expensas de la madre, es un mito que tarda en desaparecer. A su vez, los hombres actuales tienen un modelo de paternidad que quizás fue útil y verdadero para sus propios padres, pero que ya no tiene eficacia posible en la sociedad moderna. Los papás y las mamás están retados hoy a construir un papel paterno sobre bases inéditas y originales, que incluya solicitudes de cercanía, amor, ternura, presencia física y dedicación. El tiempo nuevo exige de padres nuevos, para hijos nuevos. 87 I DEAS QUE INVIT AN A REFLEXIONAR EN FAMILIA INVITAN 1) Podremos sentir inseguridades, insatisfacciones en el proceso de crianza, temores y dudas, pero por muy difícil que sea la tarea, lo único que no es legítimo hacer es abandonarla. 2) Debemos saber que nuestro hijo o hija no es perfecto, al contrario. se equivoca, comete errores y no es como quisiéramos que fuera, simplemente es él mismo. 3) Todo padre quiere que su hijo crezca, se haga autónomo, se vuelva independiente, pero también hace resistencia porque los cambios nos producen una pérdida de seguridad y control, porque cada etapa nos reta a asumir actitudes nuevas y desconocidas. 4) Por lo tanto, todo proceso de crecimiento de nuestro hijo o hija nos remite a tener que crecer nosotros mismos, a elaborar pérdidas. 5) Aprender a ser padres es aprender a elaborar contradicciones entre: querer que nuestro hijo o hija crezca y no quererlo desde el susto que nos produce; el deseo degenerar autonomía e impedirla aludiendo a razones de economía, del tiempo, ahorro de recursos; lo que sabemos se debe o es adecuado hacer y sentimientos contradictorios que sentimos como tensión, culpa, enojo; las necesidades del hijo y nuestras propias necesidades; los criterios de padre, madre u otros adultos en relación con la educación. 6) Elaborar esas contradicciones exige poderlas identificar, elegir lo que nos parece adecuado, negociarlo y renegociarlo con otros adultos y el propio hijo o hija, elaborar el duelo de lo que se pierde. 7) Todo padre debe entonces, en relación con los hijos o hijas, ser un traductor de la realidad, no dístorsionarla, sino traducirla tal cuales: difícil, contradictoria a veces. Por lo tanto, mentir, chantajear, culpar, descalificar, ocultar son formas de manipular la realidad y no de expresaría tal cual es. 88 8) Para educar hay que frustrar, poner límites, tener la posibilidad de decir SI o NO, o dialogar con criterio de realidad, teniendo en cuenta las necesidades de los hijos y las hijas y las necesidades de los adultos. 9) Los adolescentes de ambos sexos necesitan ser aceptados, requieren pactar nuevas reglas a través del diálogo y no como resultado del autoritarismo, comprometerlos con la lealtad y la confianza, a través del afecto y la legitimidad y coherencia de lo que son los padres para ellos y ellas. 10) Los valores de los padres son captados más que transmitidos, a través de mensajes indirectos, anécdotas, o valoraciones de los hechos. Desde esos mensajes indirectos los hijos conocen más a sus padres que desde lo que se les dice de manera directa en forma de consejo o exigencia. 11) Es necesario revisar nuestros modelos de maternidad, paternidad, hombre, mujer, pareja, pautas de crianza ‘y estilos educativos, que muchas veces los hemos incorporado como modelos culturalmente naturalizados, por lo tanto poco cuestionados y considerados como buenos. 89 90 BIBLIOGRAFÍA Ares, Patricia. Metodología de intervención familiar. Ciudad de La Habana. 1994. (Folleto.) ________: Mi Familia es así. Editorial Pueblo y Educación. La Habana 1996. Báxter, Esther. La formación de valores. ¿Una tarea pedagógica? Editorial Pueblo y Educación. La Habana. Cuba. 1989. Báxter, Esther y otros. La escuela y los problemas de la formación del hombre. Instituto Central de Ciencias Pedagógicas. La Habana. Cuba. 1994. Castro, Pedro Luis. Cómo la familia cumple su función educativa. Editorial Pueblo y Educación, Ciudad de La Habana, 1997. 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