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7 tesis
para
repensar
el
socialismo
JUAN BARRETO Y HÉCTOR SÁNCHEZ
REDES
Primera tesis|Aporte introductorio de J. Biardeau Retos y problemas en la construcción
de un partido revolucionario
9
Problematizaciones y provocaciones de Javier Biardeau a propósito de la
construcción del reto organizativo (partido-movimiento) que atraviesa la
discusión del socialismo del siglo XXI.
Segunda tesis Nuestra disyuntiva histórica
27
Resulta imprescindible tener claridad sobre los núcleos vitales del debate. En tiempos de
transición, el Estado se torna espacio crítico, muchas veces contradictorio en su devenir,
en tanto modo y condición de la producción. La vieja idea de “partido” no corresponde más a
ningún ideal emancipatorio. Los medios, como nuevos dispositivos de la lógica del capital.
El biopoder se refiere a que sólo puede alcanzar un dominio efectivo cuando empieza a
ejercerse sobre la vida y luego desde ella.
Tercera tesis Un nuevo socialismo
45
Deben abordarse las críticas de raíz contra todas las imposturas del marxismo soviético, que
sirvieron para silenciar el ideario profundamente libertario del socialismo revolucionario
de Marx y Engels. Hemos venido construyendo eso que llamamos un nuevo campo
socialista. El socialismo es también un estado individual, una subjetividad política que da
forma al deseo. El Socialismo del Siglo XXI y el ejercicio del Estado Comunal empiezan a
definirse.
Cuarta tesis Nueva hegemonía popular y revolucionaria
57
La construcción de un proyecto hegemónico es el primer problema a considerar en la
política. El problema no es cómo se accede al poder ni con quien se disputa su titularidad,
sino cómo se enfrentan y construyen los bloques hegemónicos. El desafío: construir el nuevo
bloque histórico de la Multitud. El proyecto de la Comuna no es uno, es multiplicidad de
multiplicidades, son líneas de fuga, campos de probabilidades.
Quinta tesis Desafíos del proceso revolucionario
73
El Poder Popular debe ser el verdadero músculo político de la transformación. No hay
revolución verdadera sin el ejercicio permanente del Poder Constituyente del pueblo. Se
debe favorecer el modelo de movimiento de movimientos, que integre las demandas de las
multitudes. El fortalecimiento de la potencia del pueblo junto con la transformación de las
estructuras del Estado son fundamentales para cualquier cambio revolucionario. Es necesario
reconstruir y renovar las izquierdas sobre bases amplias, flexibles y superadoras de dogmas.
Sexta tesis REDES y la materialización de las luchas
83
Una revolución consiste en una transformación profunda de los modos que producen la vida.
REDES somos un movimiento de movimientos, apostamos al permanente ejercicio del
Poder Constituyente y levantamos la consigna “El poder al pueblo”. Creemos en la
acumulación de fuerzas para que la multitud se haga visible en un proyecto hegemónico.
Séptima tesis|Epílogo Todo el poder a los Consejos
91
Material construido como propuesta al Presidente Maduro sobre los retos y oportunidades de
los Consejos Presidenciales del Poder Popular. Acá los socializamos íntegramente. 1) Seamos
audaces, tomemos la iniciativa dándole poder al pueblo. 2) Los Consejos Presidenciales: más
democracia y poder popular. 3) El Pueblo-Presidente a la constitución
A continuación desarrollamos los principales ejes temáticos que van
conformando al partido-movimiento REDES, en clave teórica y
programática.
Debemos leerlos como ejes temáticos conceptuales, agrupaciones que
no son compartimientos estancos sino que se entrecruzan, alimentan
y multiplican entre sí. Celebraremos y denostaremos, resistiremos
y crearemos, todo en este movimiento sin fin de hacer y pensar en
Revolución.
Acá nos exponemos, por supuesto, sin buscar consensos.
Hacemos nuestra una máxima popular china que reza:
“Acepta toda crítica como una advertencia.
Corrige los errores si los has cometido y guárdate de ellos si no has faltado”.
La crítica y la autocrítica es reflejo de una lucha ideológica que acumula
fuerzas para impulsar la transformación, si no las hubiera la práctica del
complejo partidario REDES tocaría a su fin.
REDES somos una estructura para el encuentro y
articulación de distintos movimientos sociales y que
nos impusimos la difícil tarea de ser un movimiento
de movimientos en movimiento que acumule
fuerzas para impulsar la transformación.
En el complejo partidario REDES apostamos
por la organización y articulación de la potencia
de las multitudes en su infinito movimiento de
empoderamiento constituyente, por eso hemos
levantado la consigna: el pueblo al poder, que no es
otra cosa que la síntesis de nuestra política.
[8 Segunda tesis]
PRIMERA TESIS | APORTE INTRODUCTORIO DE J. BIARDEAU
Retos y problemas
en la construcción
de un partido revolucionario
Problematizaciones y provocaciones de Javier Biardeau a
propósito de la construcción del reto organizativo (partido-movimiento) que atraviesa la discusión del socialismo
del siglo XXI.
En este apartado:
La revolución democrática permanente
La Cogollocracia
Diversidad de pensamientos contrahegemónicos
El “Inciso Sexto” y el Marcatismo Tropical
Raíz nacional-popular de Nuestra América
Impensar la cuestión del partido
Unidad en la diversidad
Fecundar la cultura del debate
[10 Primera tesis|Aporte introductorio de J. Biardeau]
“Una revolución radical solo puede ser la revolución de necesidades radicales
cuyos supuestos y cunas parecen precisamente faltar”. CMarx
“No queremos, ciertamente, que el socialismo sea en América calco y
copia. Debe ser creación heroica. Tenemos que dar vida, con nuestra propia
realidad, en nuestro propio lenguaje, al socialismo indoamericano. He aquí
una misión digna de una generación nueva”. JCMariátegui
Dado lo sustantivo de la agenda y la
estrecha interdependencia de todos
los temas que atraviesan la discusión del “socialismo del siglo XXI”,
es conveniente profundizar en estos
asuntos, para lograr comprender
los alcances histórico-políticos de la
nueva etapa que emerge en Venezuela. Para comenzar, indagaremos
algunos de los retos y problemas que
atraviesa la construcción de un partido revolucionario.
Allí está el reto, ¿cómo construir
mediaciones
político-institucionales que no enajenen la voluntad
popular? (Dussel; Veinte tesis sobre
política). Se trata de mediaciones y
articulaciones, no de instrumentos
o estructuras. Más allá de las estruc-
turas está la vida de los procesos, de
los movimientos. Una revolución que
estimula estructuras sobre-codificadas construye burocracias, jaulas de
hierro. Se requieren más bien estructuraciones, rotaciones, revocaciones,
direcciones compartidas, elecciones
por la base, mecanismos de consulta permanentes, construcciones
deliberativas de la voluntad común,
disminución de la separación entre
dirigentes y dirigidos, redes, compromisos de acción, responsabilidad
común y personal, democracia interna, libre expresión de corrientes de
opinión, allí está el reto organizativo.
Hay que evaluar la experiencia organizativa de las movilizaciones electorales exitosas, sin el fetichismo de
[Manifiesto por otra forma de poder 11]
los esquemas organizativos. Una organización partidaria tiene que prepararse para la batalla electoral, pero
no puede agotarse en estas tareas.
De allí que todo lo positivo de los
comandos electorales exitosos debe
aprovecharse como un saldo positivo. Pero hay que evitar el fetichismo
de las estructuras. Las estructuras
siguen a las estrategias y no a la inversa. Quien monta un organigrama
inflexible sobre el movimiento real,
acaba matando los procesos de articulación política.
La crisis de los partidos de izquierda,
la crisis de los referentes de izquierda y la crisis de los intelectuales de
izquierda van de la mano en Vene-
zuela, conformando no una vanguardia sino una retaguardia. Esta
debilidad se expresa brutalmente
con la ausencia de “cuadros revolucionarios”, “crisis ético-política”, “ausencia de dirección colectiva”. Aquí
se inscribe el debate y el cuestionamiento crítico de la revolución: burocratismo, corrupción, ineficiencia
y personalismo. No se trata de asuntos meramente procedimentales, en
estos mecanismos operan profundas
lógicas de sentido y significación,
profundas premisas que deben debatirse de manera rigurosa y sobre
todo abierta al pueblo, a ese pueblo
que desea cambios.
[12 Primera tesis|Aporte introductorio de J. Biardeau]
La liquidación de cualquier pensamiento de la liberación es un efecto
directo tanto del dogmatismo ideológico como del cesarismo en cuestiones de socialismo. Aunque el cesarismo revolucionario, en los términos
de Gramsci, puede analizarse como
un fenómeno transitorio que expresa la debilidad de una estructura de
dirección política, intelectual y moral
movilizada por una representación
política mucho más amplia y democrática; lo cierto es que sin una modalidad radicalmente democrática
en el seno de la vida política interna,
y además profundamente arraigada
en el movimiento social, conducen al
morbo del burocratismo y a la catástrofe del despotismo.
El “leninismo organizativo”, y cualquier figura de ultra-centralismo en
la estructura de mando de la organización partidaria, constituiría el
principal bloqueo para re-inventar
fórmulas verdaderamente democráticas que le aporten un horizonte de
factibilidad a cualquier propuesta
organizativa socialista:
“El socialismo que estamos planteando no está reñido con la democracia, como algunos creen o
pudieran creer. En otras épocas, las
cosas se plantearon en forma diferente. Eran otras realidades y otras
circunstancias. Sabemos que uno de
los planteamientos de Carlos Marx
es precisamente el de la dictadura del proletariado, pero eso no es
viable para Venezuela en esta época.
¡Ese no será nuestro camino! Nuestro proyecto es esencialmente democrático. Hablamos de democracia
popular, democracia participativa,
democracia protagónica.” (Chávez,
Discurso de la unidad, 33-34)
El socialismo es la revolución democrática permanente
La revolución democrática socialista o es una larga transición democratizadora que implica conflictos
de poder canalizados institucional y
electoralmente, poniendo a prueba
la dimensión persuasiva y la construcción de hegemonía simbólica, o
es una corta y trágica concatenación
de rupturas violentas, tanto progresivas como terriblemente regresivas.
Cualquier desvío del ideario democratizador y de la construcción de un
protagónico poder popular conduce
a cualquier revolución socialista al
fracaso.
La hegemonía histórica del “marxismo autoritario” y todos los regímenes de aparato que se han denominado “socialistas” han presentado
características regresivas desde el
punto de vista de la tradición democrática, si se comparan históricamente con las conquistas democráticas
que los regímenes de compromiso
liberal-socialdemócrata, con sus variedades de “Estado democrático y
social”, dando lugar a la garantía de
“derechos fundamentales” y luchas
por figuras cada vez más progresivas
de “ciudadanía” (cívica, política, social, cultural).
La tradición socialista ha mantenido
una defensa de la unidad orgánica
entre los valores de igualdad, libertad, justicia social y solidaridad, en
los procesos de liberación social,
contra las realidades históricas de la
explotación, la coerción, la hegemonía, la negación, la exclusión y cualquier figura de la opresión. Frente a
esta problemática, voces como la de
Rosa Luxemburgo en su análisis de la
revolución rusa nos lleva al quid del
asunto:
[Manifiesto por otra forma de poder 13]
“Y cuanto más democráticas sean
las instituciones, cuanto más vivaz y
enérgico sea el pulso de la vida política de las masas, tanto más directo
y exacto será el influjo ejercido por
éstas, por encima de rígidas etiquetas de partido, de listas electorales
envejecidas, etc. Cierto: toda institución democrática tiene limitaciones
e insuficiencias, cosa que comparte,
desde luego, con cualquier institución humana. Pero el remedio
que han hallado Trotsky y Lenin, la
eliminación de la democracia en
general, es peor que la enfermedad
que ha de curar: porque obstruye la
fuente viva de la que podrían emanar, y sólo de ella, los correctivos de
todas las insuficiencias inherentes
a las instituciones sociales. La vida
política activa, enérgica y sin trabas
de las más amplias masas populares.” (Rosa Luxemburgo)
Así mismo, la liquidación de las libertades democráticas es una obvia prolongación del imaginario jacobino:
“El presupuesto tácito de la teoría
de la dictadura en el sentido leninista-trotskista es que la revolución
socialista es una cosa para la que
existe una receta acabada que está
en el bolsillo del partido revolucionario y que solo basta con emplear la
energía para hacerla realidad” (Rosa
Luxemburgo).
Y en otro fragmento que para los pelos de punta ante la experiencia vivida en el siglo XX:
“(...) La libertad solo para los partidarios del gobierno, solo para
los miembros del partido, por muy
numerosos que puedan ser, no es
libertad. La libertad es siempre
únicamente la del que piensa de otra
manera. No es ningún fanatismo de
‘justicia’, sino porque todo lo que de
pedagógicamente saludable y purificador tiene la libertad política depende de esta condición y pierde esta
eficacia si la libertad se convierte en
un privilegio.” (Rosa Luxemburgo)
La revolución bolivariana ha despertado apoyos por su carácter fundamentalmente pacífico, electoral y de
movilización democrática, aunque
esto no implique ausencia de conflictos y antagonismos, lo cual se convierte en un valioso patrimonio a ser
defendido. El éxito ha sido la construcción de mayorías nacional-populares. Sin embargo, las estructuras
partidistas lucen anquilosadas.
Hay que enfrentar la crisis de representación
y legitimación de la forma-partido moderna en Venezuela:
La Cogollocracia
La crisis de representación y legitimación de los partidos políticos
modernos en Venezuela, tanto de la
izquierda anticapitalista como del
capitalismo reformista, manifestada
visiblemente desde los años 80, ha
dependido de la generalizada asunción mecánica y dogmática de los
postulados del “leninismo organizativo”.
El “centralismo burocrático” surge
a partir del predominio de las tendencias a la oligarquización en el
seno de las organizaciones políticas
(Robert Michels; 1915), que es posible encontrar tanto de la tradición
socialdemócrata alemana (partidos
de masas creados por Lasalle y consolidado por Kautsky) como bolchevique (partidos de cuadros organizado por una minoría de militantes
revolucionarios), generando una ló-
[14 Primera tesis|Aporte introductorio de J. Biardeau]
gica profunda que conduciría hacia
la concentración del poder en manos
de una camarilla de dirigentes que
pretendían ser los representantes
infalibles, ocupando una posición de
privilegio en la determinación de la
política. En Venezuela, existe un término que traduce esta situación: COGOLLOCRACIA.
La esterilización mecánica del movimiento social y político en la burocracia organizativa, la anulación
de las iniciativas de las bases desde
donde nacen los partidos, la carencia
de renovación y legitimación de dirigentes que surgen desde lo profundo
de lo social hacia las estructuras del
aparato de dirección, lo cual aseguraría la adecuación continua de la
forma-partido al movimiento real,
son aspectos que deben ser tomados
en cuenta en el debate del futuro. La
propia historia de la izquierda venezolana desde la fundación del primer
núcleo comunista, para rastrear la
gravedad del asunto, y evitar lo peor:
repetir el guión estalinista-autoritario de la radicalización revolucionaria.
Si, como lo expresa en su estudio
sobre el MAS, Steve Ellner (De la derrota guerrillera a la política innovadora; 1989, 43-54), la historia de
la izquierda venezolana plantea sin
lugar a dudas el peso del leninismo
organizativo hasta llegar a la propia
experiencia innovadora del MAS, que
pretendió superar esta tradición sin
grandes éxitos.
El reto organizativo de la forma-organización partido revolucionario
tiene una dimensión teórico-crítica,
de debate y deliberación insustituible e impostergable. Esta discusión
no solo compete a los simpatizantes
del proceso revolucionario, quienes
se verán afectados por cualquier decisión al respecto, sino a todos aquellos venezolanos y venezolanas que
reconocen que la constitución de los
partidos, el carácter de la competencia política entre múltiples partidos,
es el ABC de la democracia política.
Habría que rememorar que AD y COPEI, las organizaciones responsables
de construir el sistema democrático
representativo, y el pacto de conciliación entre elites que sirvió de
sustento al modelo de hegemonía y
dominación establecido desde 1958,
mantuvieron una clara posición a
favor del “centralismo democrático” en su dinámica interna, a pesar
de que antagonizaron a cualquier
formación partidaria con demandas
anticapitalistas y antiimperialistas.
Conclusión simple: la cogollocracia
es la expresión fundamental del “leninismo organizativo”.
La forma-partido es para la unidad de los socialistas
en Venezuela, reconociendo la diversidad
de pensamientos contra-hegemónicos
El “leninismo organizativo” se convirtió en un poderoso obstáculo
para recrear la posible unidad de la
izquierda socialista, intento permanentemente frustrado desde la liquidación del PDN en 1936. Un esfuerzo unitario de izquierda socialista
implicaría re-visitar las condiciones
y factores por las cuales se bloqueó
la construcción de un horizonte socialista, democrático y pluralista que
reconociera de entrada la superación del dogmatismo ideológico y del
pensamiento único frente al socialismo, rebasando la premisa autoritaria que afirma que solo con un pensamiento único es posible configurar
la unidad de voluntad y acción.
[Manifiesto por otra forma de poder 15]
La experiencia de los movimientos
alter-mundistas, populares, nacionales e indigenistas ha demostrado
que es desde la diversidad de las corrientes contra-hegemónicas desde
donde nace una democracia radicalmente participativa y un Socialismo
a Escala Humana. Más que un centralismo burocrático, se plantean el
poli-centrismo de los movimientos
sociales emancipadores y del Poder
Popular, así como la construcción de
la unidad de acción a partir de una
renovación radical de la relación entre los sujetos nacional-populares y
la representación política (Rauber;
Laclau).
Más que un “pueblo-nación” constituido homogénea y orgánicamente
desde arriba, se justifica la constitución de una síntesis contingente de
la multiplicidad en el sujeto popular
y en el seno de la multitud. Se trata
de evitar el populismo autoritario y
la burocratización desde arriba de la
revolución desde abajo.
Si se propone la incorporación de
las diversas corrientes de la izquierda venezolana debe reconocerse de
entrada el pluralismo de concepciones socialistas en el seno de la forma-partido, hecho inédito para la
izquierda venezolana; que fue fundamentalmente tributaria de la codificación estalinista del marxismo:
mejor conocida como “marxismo-leninismo”.
El centralismo burocrático es una
consecuencia directa de la racionalidad del dominio que codificó el socialismo “realmente inexistente” y el
estalinismo. Sin un debate sustantivo sobre la democracia participativa
y protagónica en el seno de la forma-partido, cualquier mensaje sobre
la democracia revolucionaria hacia
la sociedad en su conjunto, resulta ser una profunda incongruencia.
Razones justificadas tienen aquellos que desconfían de la potencia
revolucionaria de la forma-partido
si imita la tradición de la izquierda
histórica moderna (Rigoberto Lanz,
Edgardo Lander, Julio Escalona son
algunos de los que se han cuestionado esta vía) y plantean que el asunto
debe situarse en la cuestión sustantiva del Nuevo Socialismo y del Poder
Popular.
Hay que derrotar a las mentalidades de “Inciso Sexto”
y el Macartismo Tropical
En Venezuela se estableció una matriz político-cultural anticomunista
y antisocialista que tenía sus antecedentes en una restricción legal de
naturaleza ideológica que tuvo como
propósito impedir la formación y
vida activa de organizaciones anticapitalistas, sancionada por primera
vez en la reforma constitucional de
1928: el inciso sexto del artículo 32
constitucional.
Ya los vientos de transformación
social y demandas radicales de democratización se habían encendido
tempranamente en 1910 con la Re-
volución Mexicana, y llegaban voces
que informaban de la movilización
bolchevique de 1917. En Venezuela,
fueron hechos presos y torturados
cualquiera que propagara “literatura
marxista” y quienes fueran sospechosos de oponerse a la Dictadura
Oligárquica Gomecista.
El ministro Arcaya y Gómez decidieron poner cortapisas a las llamadas “doctrinas exóticas” en el nuevo
texto constitucional. El expediente de un supuesto plan de difusión
doctrinaria puesto en marcha por
la Tercera Internacional Comunista
[16 Primera tesis|Aporte introductorio de J. Biardeau]
fue utilizado para agregar a la nueva
Constitución el inciso sexto del artículo 32, mediante el cual se prohibía
la difusión de “propaganda comunista” en el territorio nacional:
“La disposición del inciso sexto del
artículo treinta y dos de la Constitución Nacional, introducida en la
Constitución de 1929 por el doctor
Pedro Manuel Arcaya y mantenida
en la Carta de 1936 (aunque modificada y concretada en cuanto a
las medidas aplicables) sirvió para
establecer un paréntesis de un año
en la lucha política encendida: la
orden de expulsión de un grupo de
importantes dirigentes políticos que
se aplicó a dirigentes de izquierda
que no eran comunistas, aunque de
una manera u otra habían mostrado
inclinación por el marxismo y habían
formado un frente común con los
que sí eran verdaderamente militantes disciplinados de esa corriente
internacional.” (Rafael Caldera; Los
causahabientes, http://www.convergencia.org.ve; p. 48)
De esta manera, la disposición legal
formalizó jurídicamente una matriz
ideológica anticomunista que generó importantes efectos políticos en
la coyuntura de 1936, momento de
irrupción de demandas anticapitalistas y antiimperialistas, que puede
llevar a plantear algunas analogías
con la situación actualmente presente en el país. En 1936, el inciso sexto
del artículo 32 de la Constitución Nacional sirvió de instrumento para decretar ejecutivamente la disolución
del Partido Único de las Izquierdas
(Partido Democrático Nacional) y
para dictar la medida de expulsión,
por un año, de cuarenta y siete líde-
[Manifiesto por otra forma de poder 17]
res políticos de la izquierda opositora al continuismo oligárquico de
López Contreras.
Aquí, la historia puede convertirse en un extraordinario revelador.
Desde 1936, la unidad de la izquierda anticapitalista y antiimperialista
fue bloqueada tanto por errores y
posiciones dogmáticas, justificadas
desde centros de poder mundial,
propias de la dirigencia de las diferentes organizaciones de izquierda,
como por acciones de los sectores
de derecha, incluidos importantes
miembros de la FAN, para impedir
cualquier esfuerzo unitario que levantara las banderas del Socialismo.
Con la liquidación del PDN (Partido Democrático Venezolano), y los
sucesivos enfrentamientos entre el
PCV, URD y AD, el campo de las izquierdas quedó mortalmente herido
de divisiones, fracturas, dispersiones
y resquemores. Con el Pacto de Punto Fijo, y la posterior persecución a
la oposición de izquierda, los esfuerzos unitarios de la izquierda fueron
liquidados tanto por graves desacuerdos internos sobre el programa
y la línea política a seguir, incluyendo los intentos de aplicar el modelo
de revolución cubana, como por la
efectividad de las llamadas “acciones
anti-subversivas” de Betancourt y
Leoni, con apoyo del Gobierno Norteamericano.
El proceso de sedimentación de
prejuicios y estereotipos en la cultura política venezolana contra el
Socialismo tiene un fuerte peso en
diferentes grupos, sectores y clases.
El propio Betancourt desde la liquidación de la experiencia del PDN
en 1936 cae preso de un anticomunismo ramplón para congraciarse
con la geopolítica norteamericana,
abriendo un abismo entre un populismo anticomunista de corte reformista y socialdemócrata, y cualquier
visión de Socialismo anticapitalista
y antiimperialista. De allí que sea la
izquierda subordinada a Washington el caballo de Troya de la izquierda anticapitalista. El ejemplo de la
“adequidad” es ejemplar para comprender que una cosa es la izquierda
liberal, que defiende y justifica el capitalismo como nuestro único futuro,
y otra cosa es la izquierda socialista.
Hay que reinventar el socialismo democrático
desde la raíz nacional-popular de “Nuestra América”
El socialismo, desde nuestra perspectiva, será la lucha por ampliar
los espacios de libertad, confrontando abiertamente las condiciones de
desi­gualdad, injusticia, explotación,
vulnerabilidad y exclusión que reproducen una “libertad real para algunos pocos” en “Nuestra América”.
Por esta razón, la estrategia socialista
depende de una “revolución democrática” y de una praxis contra-hegemónica de fuerzas nacional-populares, que junto a movimientos
anti-institucionales, anti-patriarcales, anti-autoritarios, eco-políticos y
de sensibilidades ecuménicas, planteen las bases de un nuevo espacio-tiempo de transformaciones
radicales de todos los espacios de
poder, moleculares y molares, como
los Estados-Nación y las instancias
de poder supranacionales.
No se trata de una revolución “color
de rosa”. Un socialismo democrático en la indo-afro-latinoamérica
profunda se enfrenta a adversarios
claros: las plutocracias capitalistas
y sus representantes político-ideológicos, y las “nomenclaturas” políticas
del colectivismo oligárquico, que han
[18 Primera tesis|Aporte introductorio de J. Biardeau]
gestionado diseños globales sin huella alguna del poder de las historias
locales y del protagonismo de los lugares-mundos de lo nacional-popular. En definitiva, será una democracia participativa, radical, pluralista y
protagónica la condición de posibilidad de los horizontes socialistas.
La revolución bolivariana ha levantado tres banderas inicialmente: una
bandera nacional-revolucionaria de
carácter anti-imperialista, una bandera igualitaria y justiciera que confronta al desorden neoliberal, y una
bandera democratizadora que desmonta el simulacro de la democracia
elitista con coro electoral. Allí confluyen la raíz indígena, afro-americana,
popular, mestiza subalterna, libertaria y emancipadora con otras cosmovisiones, otras formas de vida que
han resistido a los procesos de modernización capitalista dependiente,
con su carácter trunco y reflejo.
La introducción en “Nuestra América” de corrientes ideológicas como
el comunismo, el marxismo o el
anarquismo, implicaron la entrada
a una Modernidad sui generis, que
todavía hoy manifiesta un profundo
déficit de secularización, por el lado
de la izquierda, algo que aterra a las
mentalidades liberales, positivistas y
católicas reaccionarias. La izquierda
quedó presa del imaginario moderno-desarrollista-modernizador enfatizando unilateralmente un esquema
dogmático en la cual “las leyes de la
evolución social” y la “necesidad histórica” obviaron la situación de demandas radical-democráticas en el
seno del campo popular que ya desde 1890 tomaban claras expresiones
urbanas y agrarias.
Se requiere un nuevo ciclo político-ideológico para un nuevo socialismo democrático, pluralista y no euro-céntrico, que abra las compuertas
a una rearticulación democratizadora de los movimientos sociales con la
forma-partido. Hablamos de socialismos en el siglo XXI, porque sin esta
lectura no habrá posibilidad alguna
del “Socialismo del siglo XXI”. Para
que sea del siglo XXI tiene que situarse inevitablemente en el siglo XXI; es
decir abordar un talante contemporáneo, pluricultural y cosmopolita.
¿Qué significa en el presente histórico problematizar las experiencias
socialistas y las visiones socialistas
para el siglo XXI? Significa ni más ni
menos, realizar un verdadero balance de inventario, y levantar sobre las
huellas del siglo XIX y XX, los nuevos
horizontes socialistas, reconociendo
las limitaciones colonialistas y euro-céntricas de proyectos que idealizaron un mito de progreso articulado exclusivamente al industrialismo,
la burocratización de la existencia
y la lógica unidimensional de la racionalidad instrumental. Entre estas
huellas, es impostergable redefinir la
relación de cualquier programa político con la obra teórica y política de
Marx, por ejemplo, con todo el “socialismo y comunismo teórico”, y con
los “socialismos históricos”. Hoy es
inevitable analizar desde una perspectiva no euro-céntrica todas las
huellas del socialismo, y enfrentar
la impostergable interdependencia
entre nuevo socialismo (nueva economía mixta de estilo socialista con
un marcado acento popular-autogestionario) y la nueva democracia (con
marcado acento en la participación
y protagonismo del mundo popular
y de las escalas locales). Un nuevo
poli-centrismo democratizador y socializador a través de redes para un
mejor-vivir (Villasante).
La forma-partido vive una profunda
crisis de adecuación a la complejidad
de los procesos políticos contempo-
[Manifiesto por otra forma de poder 19]
ráneos. El cambio de condiciones y
circunstancias del siglo XXI cancela
la visión moderna de la forma-partido. Actualmente emergen tanto el
vital impulso que los movimientos
sociales, como nuevas modalidades
de gestión de la política y lo político,
la influencia de la media-cracia en la
estructuración de “matrices de opinión” y “atractores de sentido” que
nuclean los procesos de legitimación. Los grandes aparatos burocráticos vienen siendo desplazados por
la lógica de las redes y las organizaPara lograr la fusión de las izquierdas sociales en una poderosa mediación política, se trata no solo de
re-pensar el partido revolucionario,
se trata más bien de impensarlo. Por
impensar comprendemos una perspectiva que reconoce que dependemos de presunciones, premisas y
presupuestos dudosos, que apenas
se han debatido, y que anclados en
el fondo de nuestras formas de conciencia social y política, desaparecen
y reaparecen en mil formas distintas
cada vez que las realidades histórico-sociales nos revela su inadecuación. Y esta inadecuación exige una
praxis contra-hegemónica de desarticulación-rearticulación de nociones, conceptos y categorías políticas.
Entre ellas la herencia canónica del
“partido revolucionario”, el dogmatismo estalinista con su “centralismo
burocrático” y las limitaciones del
propio “leninismo organizativo” a la
luz de los retos del siglo XXI.
Sobre el estalinismo-burocrático hay
cierta conciencia social y política sobre lo nefasto de replicar un camino
semejante de revolución anticapita-
ciones de información, basadas en
nuevas tecnologías de comunicación
e información. Sería un error no adecuar los aparatos organizativos a las
nuevas lógicas sociales.
Se trata, finalmente, de la factibilidad
de un nuevo socialismo a escala humana, un eco-socialismo que permita una radical apertura al pluri-verso,
condición de posibilidad de una ética
de la liberación y de los pensamientos críticos contra-hegemónicos, por
la vida digna del género humano en
su condición plural.
Tiempo para impensar la cuestión del partido
lista. Este camino, sencillamente, ha
muerto, e implica error tras error,
fracaso tras fracaso. Sobre el “leninismo organizativo” hay una polémica
fecunda que debe ser asumida como
problemática de debate, de deliberación, como ejercicio de crítica radical, para evitar cualquier regresión
autoritaria, cualquier despotismo,
cualquier figura de barbarie política.
En gran medida, una parte importante de la izquierda anticapitalista
militante se ubica con facilidad en
el programa de investigación-acción
del marxismo revolucionario. Sin
embargo, bajo las aguas del marxismo revolucionario existen corrientes diversas de interpretación de las
ideas-fuerza que se desprenden de
este programa teórico revolucionario. Sin duda, sin Marx es imposible
pensar cualquier programa político
de transición al socialismo, pero hay
mucho más que Marx, un más allá
de Marx, que es indispensable para
enfrentarse a la inadecuación de la
teoría revolucionaria heredada con
las realidades histórico-sociales del
presente.
[20 Primera tesis|Aporte introductorio de J. Biardeau]
La unidad de la diversidad es algo más que una consigna
El esfuerzo de articulación de voluntades, pasiones y razones socialistas
pasa por el reconocimiento de que la
edificación de la organización política revolucionaria, es correlativa a los
esfuerzos por clarificar el horizonte
ideológico desde el cual se sustenta
el proyecto estratégico; y ya no basta con declararse marxista, leninista,
trotskysta, gramsciano, mariateguista, guevarista, martiano, bolivariano,
sandinista, etc.
El asunto es más complejo y requiere
un pensamiento complejo, consiste
en la articulación de la acción conjunta de enfoques revolucionarios
diversos a través de una metódica
democrática de debate, que edifique
en la praxis principios unitarios, criterios compartidos para la unidad
de acción revolucionaria. Existe un
atajo que simplificaría esta complejidad, intentar homogeneizar ideológicamente a la diversidad existente a
través de dispositivos disciplinarios,
pero este atajo de unidad sin diversidad es una réplica de la tradición
estalinista. Otro atajo es inhibir el
pensamiento crítico y el debate, y
alienar esta capacidad humana en
un cuerpo dirigente, esperando desprendernos de nuestras responsabilidades en el presente histórico. Y, finalmente, otro atajo es suponer que
el pensamiento revolucionario se ha
encarnado en un carácter individual,
en una personalidad histórica, y que
derivado de esta situación, simplemente seguimos la voz infalible del
mando sin someterlo a examen crítico. Estos tres atajos nos llevan a situaciones despóticas.
Construir unidad en la diversidad, lo
que implica reconocer que el punto
de partida es la diversidad; y los diferentes puntos de llegada, para cada
coyuntura, y para el debate permanente del horizonte estratégico, son
una diversidad de enfoques revolucionarios con unidad orgánica de
acción. En este proceso que afirma
como un valor positivo la existencia
de la diversidad, de la pluralidad de
corrientes y tendencias, de la multiplicidad de singularidades, de la
máxima variedad posible para lograr
la unidad de acción eficaz, se debate
la complejidad de la nueva situación
concreta de la organización política
revolucionaria. Se trata de democracia revolucionaria interna, de democracia contra-hegemónica.
La heterogeneidad social y cultural
del pueblo bolivariano implica una
forma de mediación política más
flexible, no reducida a la pura integración de aparatos militantes que a
la larga terminan generando conflictos implacables en la lucha por el poder interno del aparato. Ello, cuando
no está debidamente normado, y se
carece de una cultura política democrática deviene en la integración de
[Manifiesto por otra forma de poder 21]
aparatos autoritarios, intolerantes y
proclives a la manipulación corruptora. Estos comportamientos alejan
a la nueva ciudadanía socialista en
construcción de los partidos y alimentan la anti-política.
Las diferencias de enfoque sobre la
ideología revolucionaria, y sobre los
temas políticos de coyuntura entre miembros, militantes y actores
pertenecientes a diversas generaciones, a diversas experiencias socio-históricas, a diversas influencias
ideo políticas, no deben convertirse
en procesos de organización de facciones que luchan por monopolizar
la verdad revelada del primigenio
pensamiento revolucionario, sino
que deben constituir tendencias que
estén en permanente interacción, en
juego interno, es decir en sistemático
intercambio democrático de ideas,
interpretaciones y lecturas.
Mientras las fracciones se organizan
en torno a personas, a caudillos, las
corrientes y tendencias se organizan en torno a proyectos, a perspectivas y enfoques. El partido debe
constituirse en una organización de
corrientes históricas y tendencias
revolucionarias, donde los derechos
de las mayorías contingentes no avasallen a las minorías, pero donde las
minorías no sean ni desleales, ni sectaristas ni divisionistas. En ese sentido la libertad de manifestar diversas ideas revolucionarias debe ser
lo más amplia posible. Los derechos
de los militantes y miembros de la
organización no deben ser menores
a los derechos ciudadanos de acceso
al debate público y a la participación
[22 Primera tesis|Aporte introductorio de J. Biardeau]
establecidos en la Constitución Nacional. Pero ello implica deberes, el
más importante en una organización
política, el resguardo de la unidad
plural, la constante construcción de
acciones unitarias y el respeto entre
dirigentes, miembros y militantes.
Debemos reconstruir las formas de
la crítica constructiva y dejar de lado
el canibalismo político que destroza
la unidad real de las fuerzas revolucionarias. Y este no es un asunto
abstracto, examinando la historia del
movimiento socialista nos encontraremos que las situaciones con mayor
fecundidad revolucionaria fueron
aquellas donde se construyó una cultura de debate entre corrientes, enfoques y tendencias diversas con un
ánimo unitario. Nadie ha dicho que
este debate no contenga tensiones,
desgarramientos, conflictos, experiencias dolorosas; pero mientras el
objetivo superior sea la construcción
de una plataforma de acción unitaria
frente al adversario estratégico, la
fecundidad revolucionaria es incomparablemente superior a las situaciones donde se esteriliza el debate.
Vale decir, una nueva izquierda revolucionaria debe ser re-fundada
sobre muchas de las bases estratégicas y teóricas abordadas por Marx,
Engels, Luxemburgo, Lenin, Trotsky,
Mariátegui, Gramsci para nombrar
solo algunas referencias clásicas;
pero, y esto es fundamental, debe ser
una superación de las concepciones
arraigadas en la izquierda histórica
nacional. Lo que estamos diciendo
es que toda una tradición debe ser
re-pensada e impensada, y ambos
procesos implican la actividad de
pensar críticamente en comunidades de debate-acción.
No se trata entonces de repetir ciegamente aquella consigna de que
“sin teoría revolucionaria no hay
práctica revolucionaria”. Se trata de
reconocer que no hay UNA teoría revolucionaria en la situación presente. Que esta condición es un factum
de la actual situación. Que se trata
más bien de plantear que sin debate revolucionario entre enfoques
diversos no será posible construir
la praxis revolucionaria, y en ella, la
unidad de acción revolucionaria. Sin
debate revolucionario no habrá teoría crítica revolucionaria, y cualquier
mapa teórico revolucionario es un
momento interior del despliegue de
prácticas revolucionarias específicas
en el campo histórico. Sin debate, sin
reflexión, sin investigación, sin pensamiento crítico, sin elaboración de
enfoques y consignas, será muy difícil consolidar una praxis revolucionaria. No hay recetas para ser aplicadas, hay que elaborar mapas para
las nuevas situaciones sociales, para
cada uno de los casos nacionales, y
para momentos históricos específicos.
Fecundar la cultura de debate en la edificación del partido
Entonces, la cuestión del estilo y la
calidad del debate revolucionario es
parte del presente. Un debate que
construya unidad en la diversidad,
que fortalezca la unidad de la diversidad, lo que implica una madurez
política suficiente para abandonar
las prenociones, los presupuestos,
los prejuicios, las premisas cuando la
práctica así lo exija, cuando las tesis,
las razones, los argumentos se muestren inconsistentes e inviables. Se
trata de una diversidad de enfoques
y teorías abiertas a la refutación de la
práctica histórica, abiertas al aprendizaje de la práctica histórica, abiertas a su reformulación cuando así lo
exija la práctica histórica.
[Manifiesto por otra forma de poder 23]
No se trata entonces de repetir ciegamente aquella
consigna de que “sin teoría revolucionaria no hay práctica
revolucionaria”. Se trata de reconocer que no hay UNA
teoría revolucionaria en la situación presente.
JAVIER BIARDEAU
[24 Primera tesis|Aporte introductorio de J. Biardeau]
Se trata de razones incardinadas en
pasiones y voluntades, lo que implica
un tono emocional de la cultura del
debate en las filas de la diversidad de
las fuerzas revolucionarias. Un tono
emocional cuyo imperativo ético es
la articulación cuantitativa y cualitativa de la unidad de acción revolucionaria. No se trata solo de razones, se
trata de pasiones, de la construcción
de voluntades colectivas en el campo
histórico.
Por ejemplo, a algunos les dolerán
las siguientes palabras. Reciban
pues, con el espíritu abierto de una
crítica que pretende estimular el debate en función de la articulación de
tendencias y corrientes diversas, lo
siguiente. En primer lugar aquella
que ha hecho de Lenin un icono y un
dogma. ¿Es posible rescatar otro Lenin de aquel fosilizado por el ‘“leninismo ortodoxo”?
El dogma permite la tranquilidad de
la simplicidad intelectual, la certeza
de lo ya dicho, la apelación de la autoridad. Por otra parte, siempre una
buena fórmula es más reconfortante y fácil que, como decía Hegel, el
doloroso trabajo de lo negativo. Las
corrientes revolucionarias que se encontraban dispersas, se han reunificado gradualmente en la revolución
bolivariana, pero no existe hoy una
organización política revolucionaria,
y si lo hay solo existe embrionariamente. Esto tiene una base histórica:
el profundo retroceso de las ideas socialistas en la historia nacional y las
derrotas de las cuatro décadas pasadas, que solo fueron remontadas por
la conjunción de una crisis histórica
del bloque de poder capitalista y su
sistema de partidos, y la emergencia
de una rebelión cívico-militar de signo nacional-popular, que colocaron
en la retaguardia de ese proceso a las
izquierdas partidistas.
También existió una base espiritual:
el fracaso de los intentos de las diversas corrientes socialistas revolucionarias de constituir una organización unitaria. La tendencia no fue
elevar exponencialmente la unidad,
sino fracturar, dividir y debilitar a
la izquierda anticapitalista a partir
de complicados logaritmos que apelaban a la pureza de uno que otro
dogma. En vez de sumar, multiplicar
y elevar a la n potencia a las fuerzas
revolucionarias, se trató de restar, di-
[Manifiesto por otra forma de poder 25]
vidir y aplicar con extrema eficacia la
práctica de logaritmos que disiparon
las energías revolucionarias, hasta
llegar al punto límite: 1 / infinito =
cero. Ya lo decían algunos funcionarios de inteligencia del régimen de
Punto Fijo: la izquierda revolucionaria venezolana se divide sola. Se perdió de vista el numerador: la unidad
de la diversidad.
Actualmente, no tenemos recetas
universales para la unidad de las
fuerzas revolucionarias en distintos países y momentos históricos,
puesto que la construcción de cada
corriente depende de factores históricos y sociales concretos. Pero la
experiencia del pasado nos puede
enseñar lecciones fundamentales en
el presente. Si en el pasado se tomaron decisiones y se siguieron determinados cursos de acción, llevando
el esfuerzo al fracaso ¿por qué replicar esta experiencia? Tenemos ante
todo un espíritu crítico y abierto,
prerrequisito imprescindible para
construir positivamente sobre nuevas bases teóricas y políticas.
Una organización política revolucionaria debe reconocer la diversidad
de corrientes y tendencias internas,
de agrupaciones abiertas que fecunden el debate. Que no se confunda
esto con fracciones de poder ni con
sectas internas. Se trata del reconocimiento de la diversidad, del pluralismo socialista en el seno de una fuerza socialista, donde existirá un juego
democrático de mayorías y minorías,
un equilibrio de compromisos entre
tendencias para que una metódica democrática garantice la unidad
de acción. Porque una organización
política revolucionaria, si pretende
proyectar hacia afuera la democracia revolucionaria, participativa y
protagónica, debe practicarla internamente. Se trata no de una máquina de lucha trivial, con una unidad
de mando simple, con una jefatura
unilateral. Se trata de una unidad de
mando colectiva, donde el intelectual
colectivo, practicando la democracia
contra-hegemónica, genera mapas
de orientación/decisión para profundizar y consolidar el proyecto
estratégico del nuevo socialismo del
siglo XXI: un proyecto que pretende
luchar contra la dominación, la hegemonía, la coerción, la explotación, la
discriminación y la exclusión.
[26 Segunda tesis]
SEGUNDA TESIS
Nuestra disyuntiva histórica
Breve inventario
Resulta imprescindible tener claridad sobre los núcleos vitales del debate. En tiempos de transición, el Estado se torna
espacio crítico, muchas veces contradictorio en su devenir,
en tanto modo y condición de la producción. La vieja idea de
“partido” no corresponde más a ningún ideal emancipatorio. Los medios, como nuevos dispositivos de la lógica del
capital. El biopoder se refiere a que sólo puede alcanzar un
dominio efectivo cuando empieza a ejercerse sobre la vida y
luego desde ella.
En este capítulo:
Introducción
El Estado en el capitalismo
Partidos y articulación política
Capitalismo, medios y sociedad de control
Valor del trabajo y biopolítica
Capital y dispositivo tecnológico
El mercado como sujeto
¿Socialismo o barbarie?
Amenaza de catástrofe ecológica
El colapso actual
[28 Segunda tesis]
El nuevo tiempo histórico que
se abre construye constelaciones de momentos estelares que,
de no ser aprovechados por las
fuerzas sociales emergentes, quedarán subsumidos a favor de las
corrientes conservadoras visibles o
subterráneas. Las nuevas figuras políticas; léase por ejemplo, las comunas,
los consejos comunales, o los diferentes grupos con trabajo partidista o no,
en todo el territorio nacional, obligan a
pensar los dinamismos de la política desde
también nuevas configuraciones conceptuales.
Se abre un nuevo modo extenso, un conjunto
de interrogantes (un interregno histórico) desde el momento en que entra en crisis el poder
orgánico de las clases dominantes. Los tiempos
de crisis lo son también de tormentas, conflictos,
transiciones y cambios. Ello exige un tratamiento
conceptual abierto que se aleje de los socorridos
dogmatismos aun cuando éstos se trasvistan de revolucionarios.
[Manifiesto por otra forma de poder 29]
“En este momento, de ofensiva revolucionaria, es imprescindible tener claro
cuáles son los núcleos vitales del debate. A mi entender, éstos se refieren a
las formas concretas, de pleno ejercicio, del Poder Popular”. JBarreto
La Revolución Bolivariana, bajo la
guía de nuestro líder eterno Hugo
Chávez, rescató el sentido y el espíritu constituyente para la refundación
necesaria de la República, acelerando el movimiento de transformación
de la vida y de las cosas e impulsando
la Revolución como acontecimiento,
con profundas repercusiones nacionales e internacionales. Podemos
decir con orgullo que, de la mano
de Chávez, en Venezuela nació una
nueva esperanza y una experiencia
transformadora que hoy es referencia indiscutible para los movimientos y pueblos hermanos del mundo.
Sabemos que el momento que hoy vivimos es de reflujo, pero si queremos
salvar el legado tenemos que transformarlo en ofensiva revolucionaria,
una ofensiva que debe materializarse en la construcción de una política
organizativa concreta con la cual se
impulse, sin ambigüedades, un viraje
definitivo hacia la izquierda. Desde
allí el complejo partidario REDES:
una pluralidad de corrientes y organizaciones del pueblo, una forma de
articulación democrática por la base
de cientos de revolucionarios y revolucionarias que venimos de un largo
camino de acumulación de fuerzas y
experiencias, en el establecimiento y
la forja de complejas formas de rela-
ción desde donde nos ha sido posible
resistir, construir y soñar. Con Chávez crecimos y maduramos. Ahora la
tarea central del Movimiento Popular es continuar el legado de nuestro
Comandante Supremo y consolidar
el triunfo de la Revolución haciendo
de ella ejercicio de la democracia directa en el control del poder de decisión sobre la producción, el territorio, la seguridad, la comunicación y
la transformación de las estructuras
institucionales de la democracia representativa..
Resulta imprescindible tener claridad sobre los núcleos vitales del debate, que no son otros que aquellos
que tienen que ver con las formas
de concreción del Poder Popular.
Cuando leemos a Lenin en Las Tesis
de Abril, podemos constatar que él
hacía frente a unos compañeros que
actuaban bajo la tesis de que las condiciones objetivas no eran favorables
y defendían la tesis de “la transición”
por etapas. Lenin actuaba respondiéndoles que en el capitalismo tales condiciones sí estaban, de suyo,
dadas para hacer posible una revolución. Que hacía falta, más que
condiciones objetivas, el papel de la
voluntad política hecha acción. Lenin
se refería fundamentalmente a que
el capitalismo produce la miseria y
Introducción
[30 Segunda tesis]
la explotación del trabajo, de manera tal que las condiciones a ser creadas eran las subjetivas, porque las
objetivas estaban, y están, más que
presentes. Destaca Lenin que es la
voluntad política la que construye el
escenario y no al revés. De modo que
las condiciones objetivas y las subjetivas devienen en un mismo movimiento: la voluntad política materializada en acción revolucionaria como
simultaneidad de la multiplicidad de
las prácticas.
Con Chávez se abrió un periodo de
participación popular, y éste ha permitido la maduración de la conciencia y el relanzamiento de las luchas
del pueblo a una escala superior,
para avanzar hacia la constitución de
Comunas y otras formas de organización directa del Poder Constituyente
del Pueblo, que apuntan a renovadas formas y relaciones sociales. Sin
embargo, creemos importante que
iniciemos nuestra revisión por las
V A R I A S
C O N C E P C I O N E S
Mientras que Kant definió al Estado
como “unión de personas que se proponen vivir bajo el imperio de la ley”,
Marx negó que se tratara de ese “yo
común”, voluntariamente asumido.
Para él se trata más bien de condiciones históricas, independientes de las
voluntades individuales, que hacen
posible un modo de producción de la
materialidad de la vida.
disyuntivas históricas, del capitalismo hoy, importantísimas para evaluar tanto estas condiciones objetivas de las que hablaba Lenin, como la
voluntad política, subjetiva, que nos
esforzamos en construir.
No se trata de mantenerse atado a
una idea de manera religiosa. Debemos situarnos en las urgencias
emergentes que la hacen vía práctica. Cabe entonces preguntarse: ¿Es el
capitalismo una forma “natural” de
organización de la humanidad? ¿Se
mantendrá de manera indefinida? O,
por el contrario, ¿posee antagonismos suficientemente intensos como
para generar las fuerzas opuestas a
su reproducción? ¿Con qué cuenta el
capitalismo hoy? A la construcción
de respuestas estamos, y eso implica
el despliegue de experiencias, practicas y discurso alternativos.
D E
rasero legal, a aquello que es de origen diverso; que homogeniza y disciplina dentro de la norma obligatoria, a
lo que se pretende distinto”. Este dispositivo es en sí mismo, el monopolio
del uso legítimo de la fuerza física.
“Para ello creará todo un ejército de
burócratas también disciplinados, que
harán cumplir los fines de El Estado,
que se ha hecho fin en sí mismo, autónomo en sí y para sí”. Su propósito no
es otro que su propio mantenimiento.
“Los burócratas de cuando en cuando,
serán sustituidos o corregidos moralmente a fin de garantizar la eficiencia
de los fines últimos”.
Prestemos atención a Weber, quien
afirmó que la burocracia era el efecto
de superficie de la separación, jerarquización y centralización de las funciones por parte de una racionalidad,
ahora convertida en lógica, razón y
cultura. De allí, en Estado. “Una orga- Nosotros pensamos que dentro de la
nización política continua y obligato- “naturaleza” del Estado está el deber
ria que mantiene dentro de un mismo de enfrentar toda zona gris u opaca,
E S T A D O
que genere creencias distintas a sus
fines, pues éstas amenazan el principio de Estado; por eso va separando y
sustituyendo todo poder originario y
constituyente por el poder del representante y el funcionario: la democracia representativa. Este mecanismo de
extracción, obedece a la misma lógica
de mistificación y separación del trabajo de su valor que se da en el capitalismo.
Por eso Marx asegura que “decir Estado es decir capital”, puesto que un
modo de producción es también “una
forma Estado”, que garantiza condiciones de reproducción de la legitimidad de la estratificación social, que se
refleja también como forma de expresión del mismo Estado.
[Manifiesto por otra forma de poder 31]
“Debemos situarnos en el escenario actual para generar propuestas
y acciones para la transformación del Estado, de manera que los
cambios sean auténticamente revolucionarios”. JBarreto
En este momento, el capital en tanto
que formación social, es organización total de la vida material y espiritual, ya que deviene lógica de sentido
que cambia y combina el capital ya
socializado con las materializaciones
formales del poder de mando y las
redes institucionales de ello derivadas. Por eso Marx afirma que decir
Estado es otra forma de decir capital.
Algo para tomar en cuenta hoy, en
momentos en que se habla de Estado
global y se impone el conservadurismo de “extremo centro” en el orbe.
Al respecto, Pierre Bourdieu, nos
alerta: Siempre corremos el riesgo
de ser pensados por el Estado que
pretendemos pensar. Recomendamos, pues, uno de los últimos trabajo
de este pensador, Espíritu de Estado,
donde lo define como: Un dominio,
un punto de equilibrio entre fuerzas
concurrentes del capital como modo
extenso, y de allí como una relación
El Estado en el capitalismo
de mando delegado y monopolizado
por el resultado de un proceso físico
de concentración de diferentes especies y estratos o capas de capital,
materializado en formaciones institucionales eficaces para su auto-conservación (razón de Estado, trascendentalidad temporal del capital
consagrado en ritos asumidos como
universales, llamados al orden).
El Estado es a su vez, entonces, una
suerte de metacapital que da poder
de regular fuerzas a quien lo detenta,
por lo que cada una de las fracciones del capital, o de las clases, que es
otro modo de decirlo, luchan por su
control o negocian alrededor de su
monopolio, pues esto les garantiza
la obediencia colectiva alrededor del
capital y sus formas de clasificación,
ahora presentado como objetivo general y bien común.
Marx era tajante al afirmar que decir Estado
es decir Capital. Siguiendo esta tradición,
Gramsci matiza y agrega que se trata de
un lugar móvil al que las clases concurren
a resolver sus conflictos a la vez que se
afianza el pacto el interior del bloque social
dominante. Por eso, la composición de cada
bloque social, en cada contexto concreto,
queda marcada por las variantes y formas
de expresión del modo de la forma Estado;
a partir de la relación entre sociedad,
estado y mercado.
[32 Segunda tesis]
Aquí no estamos hablando de ningún Estado nacional en particular,
sino del Estado como artefacto social
fundado en unos saberes (una razón
lógico-lingüística arbitraria), de la
modernidad tardía, hipertecnológica, que opera simultáneamente en
distintos dominios de la vida, que regula demandas por medio de llaves
de paso de legitimidades y fronteras
de todo tipo.
Un Estado cruzado por nuevas lógicas, descentrado y desencantado
de su propio gran relato maestro,
desafiliado de cualquier sentido de
responsabilidad que no vaya más
allá del discurso justificador del día
a día y de la reificación del capital.
Un Estado que despliega nuevos dispositivos de control, coagulado en
granulaciones fractales. Es decir, con
presencia parcial en algunas zonas o
bolsones de lo social y ausente por
completo, desterritorializado, en lugares enteros, pues su territorio natural se encuentra consagrado a la
lógica de la mercancía, única forma
que hace visible el mundo como relación de mando y de control, expresado como un acumulado de este valor
cualitativo, más allá de cualquier uso
y actuando como regla organizadora
de la zona de visibilidad legítima del
deseo.
El Estado, como cualquier objeto
creado por el capital, se va ajustando a su metabolismo, por lo que su
régimen jurídico-político, más allá
de cualquier aplicación o uso, puede
ir variando o incluso prescindir de
él según adquiera nueva forma. Es
así mismo, interacción que organiza
la relación de cambio y hace valer
las equivalencias. Como todo objeto,
también es mercancía y, en ese sentido, se aferra a la ficción del tiempo
y a las modas que un día habla de re-
forma del Estado y otro día amanece
diciendo todo lo contrario.
El Estado es capital social acumulado
como relación de mando de la proliferación de formas de la imagen pura
y del simulacro, donde todo ocurre
como puesta en escena de un espectáculo que transcurre como producción concreta de sí mismo, en un
modo de ser abstracción de toda relación social concreta y, por ello, significante puro de la fuerza, en la medida
que se despliega como escenografía
asimilada al régimen del dispositivo
información-comunicación.
Pero en tiempos de sacudidas y cambios que se anunciaron como de
transición, el Estado se torna espacio
crítico, muchas veces contradictorio
en su devenir, en tanto modo y condición de la producción social toda, sus
lógicas e imaginarios. Se ve confrontado y cuestionado por “formas de
expresión” alternativas, que amenazan con convertirse en “modo” que
antagoniza con aquellas secularizadas. En la medida que van surgiendo
experiencias autónomas, singulares
en su pluralidad hegemónica; como
el poder obrero consejista y La Comuna, el Estado cruje su lógica. Se
socava el Estado burgués a favor del
poder popular-poder constituyente
permanente, embrión de un nuevo
Estado.. Una racionalidad otra se instala: La acción directa de las nuevas
identidades colectivas, se abre paso
desde la clandestinidad de las multitudes. Esta es la potencia plebeya,
de la que tan oportunamente habla
Álvaro García Linera.
En Venezuela, entonces, para que
este debate político sea efectivo tiene que pasar por la disyuntiva de
asumir el momento crítico y la fuerza
de los cambios que estamos viviendo.
¿De qué transición estamos hablando? Particularmente, necesitamos re-
[Manifiesto por otra forma de poder 33]
flexiones que nos permitan situarnos
en el escenario actual para derivar
propuestas y acciones orientadas a la
transformación del Estado que tenemos, de manera que los cambios sean
auténticamente revolucionarios.
El carácter petrolero de nuestro país
ha generado una distorsión fundante
en su estructura y composición. La
captación y el reparto de la renta de
la actividad petrolera han creado las
condiciones del rentismo y el clientelismo, que convive en ese Estado que
aún no termina de morir y cuya lógica recuperar para s, cualquier movimiento transformador.
El rentismo ha creado clases inproductivas y parasitarias del Estado
venezolano y generado lo que se conoce como economía de puerto. Allí
las principales actividades son la extracción de petróleo y otras materias
primas; además de la importación de
manufacturas acabadas e inacabadas
de las que el Estado, precisamente,
ha sido el principal comprador.
La disputa política en torno al control
de la administración del Estado llevó
a los partidos burgueses a diferentes
pactos (Punto Fijo, Tripartita.), para
que la captura de la renta petrolera
siempre recayera al interior del bloque dominante.
Entre las décadas del cincuenta y el
setenta se ensayó un modelo de sustitución de importaciones que permitió trasladar hacia América Latina
fases intermedias y finales del proceso productivo. Se trató de establecer
aquellas áreas menos rentables o
más contaminantes de cada proceso,
como por ejemplo el ensamblaje, el
acabado final, sin que esto implicara
el traslado total de las tecnologías y
mucho menos el de las fases estratégicas. De allí surgió una cierta burguesía industrial, subordinada a los
estamentos comerciales y usureros
Uno oye a compatriotas hablando de “políticas de Estado” y de “intereses de Estado”,
separándose de la fuente originaria del poder constituyente que es el pueblo, asumiéndose
subsumidos a una lógica. Esa es una contradicción en la que la fuerza constituyente se desgasta.
Por ello, o activamos el poder constituyente de la potencia generadora, o si no, tendremos un
Estado burgués con sentimiento de culpa y, en el mejor de los casos, una sociedad más justa
(¿“capitalismo con rostro humano”?) y “un Estado del Bienestar”.
[34 Segunda tesis]
de la economía o, en otros casos,
convertida en una suerte de agentes plenamente dependientes de las
transnacionales.
Por ello, Brito Figueroa llamaba al
bloque dominante burguesía nativa; porque no se trata de una clase
con intereses nacionales. Es una
burguesía nacida aquí, parásita a
la sombra del Estado rentista, pero
con una visión de clase asociada a
los intereses de los países productores de los cuales son subsidiarios.
Visto así, podemos identificar a amplias capas medias de intelectuales,
profesionales y técnicos, burócratas de Estado y del sector privado,
surgidos de las relaciones sociales
antes descritas que, más allá de la
inducción de los medios, expresan
y representan dicha relación clientelar.
A lo único que aspiran es a un Estado
que haga más eficiente e igualitario,
pero solo en relación a las capas medias, y su mundo de representaciones colectivas, el reparto de la renta.
Todo esto nos permite colocar a la
burguesía usurera, comercial importadora, como eje articulador de
una hegemonía local nacional, con
amplia repercusión e influencia en
gruesas capas medias de los diferentes estamentos sociales; así articula aparatos de captura desde el
sistema educativo, la mediática, las
organizaciones religiosas, los gremios y los partidos.
Un polo de fuerzas alternativas debe
considerar todos y cada uno de los
dinamismos del rentismo como lógica capitalista, gobernando la sensibilidad de distintos estamentos
sociales, para romper los anclajes
secularizados en distintas dinámicas y prácticas de la vida cotidiana.
Desarticular los aparatos de cap-
tura y alinearlos al nuevo proyecto
hegemónico, o construir otros que
desplacen a los anteriores y que derrumben lo que Gramsci llamara bases del estado ampliado, es una tarea
urgente de los revolucionarios. Sin
dar concesiones estratégicas, debemos, como un virus, sembrarnos en
sus tradiciones y costumbres y así
hacer deseable nuestro proyecto.
Creemos que en este momento estamos en un cruce de caminos. Y, así
como es reconocido por todos y todas que los sucesos del 27 y 28 de
febrero de 1989 abrieron una etapa,
hoy nos situamos en esa encrucijada que se dibuja así: si como revolucionarios no podemos erigir una
propuesta capaz de construir una
hegemonía, simplemente vamos a
dejar pasar la oportunidad histórica
de la Revolución Bolivariana.
¿Por qué decimos esto? Porque venimos de un proceso caracterizado
por la lucha un bloque de fuerzas
transformadoras enfrentando a la
reacción tradicional, a sectores reformistas y a un Estado burocrático.
Sabemos que ha existido una brecha
histórica entre el Estado y los ciudadanos y ciudadanas. Hay desconfianza entre el ciudadano funcionario que se siente Estado en cualquier
instancia, dimensión o capacidad, y
el ciudadano que no se siente Estado. Es la misma desconfianza que
existe entre quien se siente parte
del movimiento popular, cuando va
a hablar con quien se supone que
es representante de ese ciudadano
ante el Estado. La paradoja actúa
como que si el Estado fuera distinto a mí y yo tengo que lograr una
alianza con él. Esto es producto del
extrañamiento y la separación que
engendra la forma Estado en el capitalismo. Entonces, es un aparato
que actúa en correspondencia con
[Manifiesto por otra forma de poder 35]
sus propios intereses, consagrando
el hecho de que el Estado tiene in-
tereses distintos y separados de la
sociedad.
Hoy día existe una heterogeneización
creciente de las luchas sociales y ya
no se puede hablar de la clase obrera,
en el sentido clásico, como un todo
unificado; ya nadie piensa hoy en día
en la forma partido ortodoxo como
la única manera de articulación política. Hay otras formas mucho más
sutiles de construir esta articulación
partido-movimiento: plataformas de
colectivos y movimientos de base,
como las que nosotros defendemos y
aspiramos articular en REDES.
ha agotado su potencial subversivo, porque lo político entró en crisis
irreversiblemente. El Poder Popular
del que estamos hablando en esta coyuntura es justamente la negación de
la lógica estatal que ha secuestrado
históricamente la “representación”
del pueblo y de su excrecencia: El
Partido. Apostamos entonces por un
complejo partidario que desarrolle
las bases de una sociedad democrática, participativa y protagónica, multiétnica y pluricultural y de ahí a un
Estado de justicia. Es decir, otra forma de gestionar el paralelaje social,
otra valoración de los contenidos de
las nuevas prácticas y discursos.
“Ante los cuestionamientos de la lógica de ‘representación’ del
pueblo, apostamos por otro tipo de articulación distinta a la forma
partido-estado. Apostamos más bien, por la forma movimientosociedad-partido”. JBarreto
La vieja idea de “partido” no corresponde más a ningún ideal emancipatorio: porque han cambiado las
condiciones históricas, porque se
“Es fundamental para que identifiquemos cómo
es que el poder se está ejerciendo sobre nuestras
prácticas diarias, directamente desde nuestros
cerebros y cuerpos”. JBarreto
El dispositivo información-co­mu­­
ni­­ca­ción no sería debidamente
comprendido si ignoramos todo su
des­pliegue, esto es, sus distintas dimensiones y las multiplicidades que
esto comporta, es decir: las relaciones simbólicas que contiene, sus mitos fundacionales, los discursos y sus
regímenes de verdad.
En tal sentido, pensar el presente
implica atender la incorporación
de los sucesos y dramas del mundo
por parte de la mediática y su campo de efectos de superficie: los medios, como nuevos dispositivos de
la lógica del capital. Pues los medios
constituyen un elemento del nuevo
imaginario social de época, su espíritu actual. En mayor o menor grado,
Partidos y articulación política
Capitalismo, medios y sociedad de control
todo proceso comunicativo se da con
base en ciertas claves predeterminadas que organizan nuestras percepciones de conformidad con modelos
míticos, recortes nominales y clasificatorios fundamentados, inclusive
en nuestra memoria biológica.
Ya vemos como muchas categorías
usadas para entender al mundo se
han resquebrajado y parecen obsoletas ante la fuerza de estos cambios.
Me refiero a los cambios que involucra el paso de una sociedad disciplinaria a una sociedad de control. La
sociedad de control debería entenderse como aquella sociedad (que se
desarrolla en el borde último de la
modernidad) en la cual los mecanismos de dominio se vuelven aún más
[36 Segunda tesis]
[Manifiesto por otra forma de poder 37]
sutiles, aún más inmanentes al campo social, y se distribuyen completamente por los cerebros y los cuerpos
de los ciudadanos, de modo tal que
los sujetos mismos interiorizan cada
vez más las conductas de integración
y exclusión social adecuadas para
este dominio.
El poder se ejerce ahora a través de
maquinarias que organizan directamente los cerebros (en los sistemas
de comunicación) y los cuerpos (en
las actividades controladas) con el
propósito de llevarlos hacia un Estado autónomo de subsunción, de
enajenación del sentido de la vida.
En este movimiento la sociedad de
control podría caracterizarse por
una intensificación y una generalización de los aparatos normalizadores
del poder disciplinario que animan
internamente nuestras prácticas comunes y cotidianas.
“Cuando tiempo de vida y de producción llegan a ser lo mismo, el
trabajo se recalifica por completo, ya que el capital ahora organiza
todas las aptitudes físicas e intelectuales”. JBarreto
En la sociedad postmoderna el valor del trabajo se presenta en forma
biopolítica. ¿Qué quiere decir esto?
Quiere decir que el valor ya no se
puede analizar ni medir en modo
alguno según cantidades temporales simples ni tampoco según consecuencias complejas, el trabajo deviene un “cuantum”, una magnitud
abstracto-concreto que se pierde en
la subsuncion real y en cada movimiento de separación. Porque vivir
y producir llegan a ser lo mismo, y
tiempo de vida y de producción se
han hibridado cada vez más. Cuando
decimos biopolítico, significa que la
vida está completamente impregnada de condiciones y actos artificiales
de reproducción, y significa asimismo que la naturaleza se ha socializado y se ha convertido en una máquina productiva, en este escenario
el trabajo se recalifica por completo.
Esta idea involucra el cambio de
la tradicional sociedad de la dominación y sus distintos aparatos de
coerción, a un nuevo tipo de organización caracterizado por una red
que permite el ejercicio del poder
directamente desde el cerebro de las
personas. Se trata de la sociedad del
control: Intensificación de la norma-
Valor del trabajo y biopolítica
lización disciplinaria hasta alcanzar
las prácticas más íntimas de la vida
cotidiana, redes flexibles y fluctuantes que organizan los procesos de
subjetivación regulando la vida desde su interior, siguiéndola, interpelándola, absorbiéndola, permanentemente rearticulándola. El poder es
una lógica que solo puede alcanzar
un dominio efectivo cuando empieza
a ejercerse sobre la vida y luego desde ella. Es decir, cuando es garante
de las funciones vitales, al punto que
cada individuo le suscribe en forma
activa, voluntariamente.
En el caso de la sociedad capitalista,
el biopoder prolifera desde el dinero
y el lucro que actúa como Significante
Amo de toda relación, pues se trata de
una máquina instalada en las estructuras fundamentales de las formas
del lenguaje donde se establecen los
vínculos de reconocimiento y parentesco que se hunde en las profundidades de los cuerpos y las conciencias.
El poder metamorfoseado en biopoder, se expresa como relación de
mando y obediencia a ciertas órdenes
ahora impresas en el propio ADN del
cuerpo social. El concepto que celebramos hoy, fue ideado por Foucault,
parafraseando a Marx cuando anun-
[38 Segunda tesis]
ciaba al capital como “la fuerza bruta organizada que se ejerce sobre la
suma de todas las aptitudes físicas e
intelectuales que residen en la corporalidad”, transformando “…potencia y
sustancias en mercancía que en doble
movimiento también crea las condiciones de su propia realización”, de
manera que el cuerpo vivo es sustancia de todo valor. Al capital le interesa
saturar de control al cuerpo y para
ello coloca en el centro del asunto
al bios y a su subjetividad, para que
ella entre en máquina de esta lógica
y, así, pueda ser comprada, vendida y
siempre controlada desde dentro de
sí misma; haciendo de la subjetividad
su propia custodia. Es la estrategia de
un mapa contractual que no puede
ser trasgredido. En política siempre
se trata del poder y precisamente
por ello, para hacer política revolu-
cionaria, siempre se trata de articular
formas de lucha que sean asimismo
contestación y la formación de una
nueva hegemonía, un contrapoder.
Desmontar las estrategias contenidas
en los engramas profundos de las lógicas de sentido del poder del capital
va mucho más allá de la tarea necesaria de ganar una elección u ocupar
algún espacio de poder. Sería irónico
pretender el poder por el poder mismo, es decir, obtenerlo para reificarlo
y reproducirlo; con un discurso que
contradice las prácticas afirmadoras.
El deber revolucionario es minarlo y
debilitarlo hasta destruirlo para que
surja la libertad. Afortunadamente
tenemos a Foucault, como faro entre
la niebla y los arrecifes del biopoder,
anunciando caminos que impactan al
cuerpo y a su subjetividad.
Desde el momento en el que la civilización controló el fuego, el cambio
tecnológico ha sido el motor, “el ángel exterminador” dispuesto a anunciar la irrupción de nuevas fuerzas
destructoras y desintegradoras, a
partir de la creación e integración
del futuro del mundo. El impacto
tecnológico ha logrado en el pasado
reconfigurar el mapa social de clases
y todo el paisaje material de la vida
humana como ontología. De manera que el dispositivo tecnológico es
siempre máquina de destrucción
creativa.
contradicciones y fracturas molares,
reafirman el poder y la dominación.
Las rupturas institucionales asociadas a tales cambios son evidentes,
y de ello da cuenta la narrativa que
llamamos historia.
Capital y dispositivo tecnológico
“Este dispositivo borra las distancias entre vida pública y privada,
vida social y vida individual”. JB
Precisemos. El dispositivo tecnológico es una red de pliegue y repliegue,
en un mismo movimiento, que reconfigura la distribución de fuerzas
como materialización de momentos que se expresan como efecto de
superficie, como nuevas prácticas
y formas hegemónicas que en sus
El capital actúa, entonces, como estrategia organizadora de sí mismo,
más que como producción y circulación; pues éstas no son otra cosa que
la evidencia de su propia existencia
separada de la vida, tal cual lo demuestra la Teoría Crítica, al anunciar
la aparición de una nueva racionalidad: la razón instrumental, en donde
los imperativos sistémicos de conservación separan los medios de los
fines para los cuales fueron creados.
La lógica o razón burocrática denunciada también por M. Weber,
presente en todo momento de lo
real, como nueva racionalidad, también sufre hoy un nuevo momento
[Manifiesto por otra forma de poder 39]
de perfeccionamiento y readecuación: entra en máquina con lo social,
especializando la dominación como
forma de control del tiempo y sus
operaciones sobre el cuerpo. Ello
supone que, además de acelerar el
modo de acumular riquezas, el nuevo momento también perfecciona y
afina los aparatos de acumulación y
distribución de saberes y destrezas
asociadas a nuevos grupos sociales,
a veces fragmentarios y efímeros,
otras veces permanentes, impactando también en la composición
de clase, en su subjetividad y en sus
prácticas.
Este dispositivo de totalización actúa
borrando diferencias y aboliendo distancias entre vida pública y privada,
vida social y vida individual, adentro
y afuera de los procesos de subjetivación. Asimismo, organizando y
desestructurando los mercados por
impacto del dispositivo comunicación-información y sus múltiples
agenciamientos.
El capital-comunicación se impone organizando el tráfico del
tiempo libre, el mercado del gusto
y el consumo en todas sus formas,
estimulando el consumo de la materialidad que articula la solución
del deseo, e interviniendo todas
las destrezas de la existencia hu-
mana, cruzando al cuerpo y la corporeidad creadora de la máquina
deseante. Organizando, diría Foucault, “el uso de los placeres”, desterritorializando el cuerpo político
y su potencia, disolviéndolo en una
nueva forma de existir en relación
con la máquina total: El biopoder,
opuesto siempre a los brotes de
singularidades nómadas y a las
anomalías de la multitud.
Pero los cambios se operan a tal velocidad que, como el cáncer, dejan
zonas inconclusas, “imperfectas”, inacabadas, obsoletas o producciones
incompletas y débiles. Vacíos desérticos, lugares marginales fuera del
alcance de la lógica del capital. Todo
ello convertido en anomalías que
deben ser corregidas y recuperadas,
capturadas en la ortopedia del dispositivo dominante. Casi siempre lo
logran… Casi siempre.
Tales aceleraciones del espaciotiem­po de dicho dispositivo van imponiendo, por impregnación, un régimen de sentido en la producción
de la vida material. “Es la Razón Instrumental colonizando el mundo de
la vida”, diría Weber. Pero a su vez,
como movimiento inverso de resistencia o de recambio, donde siempre se producen desprendimientos
o desafiliaciones.
“Pensar a la sociedad y al Estado desde el mercado, es decir, desde las ‘leyes’
del mercado, imposibilita un pensamiento de lo social como lugar de
constitución del sujeto hegemónico”. JBarreto
Nosotros, sin apostar a los universalismos, nos situamos en el debate
planetario que cruza a las ciencias
sociales hoy; debate que se ubica entre el Estado, el Mercado y la Sociedad. Decía Pierre Bourdieu que los
liberales cuando piensan en el mercado hacen metafísica de lo social;
pues suponen al Estado como un
sujeto abstracto. Establecen a priori
El mercado como sujeto
que el mercado es el sujeto, de modo
que se sumergen en el estudio de dicho sujeto y de su subjetividad y en
el desprecio de cualquier otro evento
o acontecimiento.
Asimismo, piensan entonces al Estado desde el mercado y a la sociedad
desde el mercado. Así, no es posible
entender ni al Estado ni a la socie-
[40 Segunda tesis]
dad, si éstos quedan reducidos a las
leyes del mercado.
Entonces, ¿es posible resituarse
en América Latina en ese debate
que incita Bourdieu?, ¿es posible
un pensamiento que se reclame de
lo social más allá del Estado y del
mercado y que lo reivindique como
lugar de constitución del sujeto he-
¿Socialismo o barbarie?
gemónico, en la misma medida que
la sociedad se constituye y se despliega? Porque es allí desde y donde nosotros decimos que se puede
hablar de socialismo. ¿Podemos
crear zonas de poder popular que
generen estado y mercado pero
subordinados al nuevo modelo de
sociedad?
La crisis global del capitalismo apunta hacia el declive económico del
sistema financiero mundial. La formación social que empobrece a la
naturaleza y explota a millones de seres humanos a escala planetaria se
viene abajo. Hemos entrado de lleno a la disyuntiva socialismo o barbarie.
Imaginemos de una vez que se cumple la profecía. No cualquier profecía; más bien nos instalamos en los
linderos de una que fue olvidada por
los economistas y planificadores, conocida como la Teoría de los Picos
de Hubbert y estamos pensando qué
pasaría si la cruzamos con el llamado
“optimismo-pesimista” de Edgar Morin. ¿De todo esto que saldría?
A finales de los años 60, se puso de
moda la tesis del economista norteamericano Hubbert que predecía
el agotamiento del petróleo como
principal fuente de abastecimiento
energético mundial. Él aseguraba
que manejando y proyectando los
datos del momento sobre los niveles
de consumo de energía, las reservas
“Cuando llegue el mesías ya no será necesario porque
será muy tarde”. Así de sombrío veía el futuro Edgar Alan
Poe. Voces del pasado como los cantos Mapuches, la
carta del indio de Seattle o las famosas profecías mayas
también nos alertan. Desde que el presidente de Bolivia,
Evo Morales, instaló La Cumbre Mundial de Movimientos
Sociales sobre el Cambio Climático, es poco lo que hemos avanzado. No importa que vivamos evocando a los
ancestros y reivindicando los derechos de la madre tierra,
la Pacha Mama. Si no nos organizamos y movilizamos,
no lograremos descolonizar la atmósfera; garantizar los
de petróleo de EEUU se acabarían,
y las del resto del mundo lo harían
hacia el 2037. Para Hubbert, es necesario abandonar cuanto antes la cultura del crecimiento sobre la base del
consumo de energía fósil. De seguir
así, las fuentes se harían cada vez más
escasas, difíciles de extraer y en consecuencia más caras. Haciendo inútil
la expectativa de crecimiento dentro
del actual modelo de desarrollo. Este
modelo supone alzas y bajas drásticas que desajustan a productores y
consumidores. Nuevos nacimientos
podrían bajar los costos pero incrementando la crisis medioambiental.
Ahora la otra: Morin asegura que la
crisis medio ambiental se incrementa por dos, cada vez que aumenta-
derechos de todos al aire, al agua, los alimentos y la tierra. Hoy se trata de la vida. Por eso, el quinto objetivo del
Plan de la Patria debería ser el primero, ya que cualquier
proyecto que se reclame de la transformación, debe ser
en primer lugar ecologista. No son un pliego de peticiones negociables de un sindicato ante un patrón, son aspiraciones irrenunciables de este estrato superficial de la
tierra que llamamos vida. “O muere el capitalismo o muere la tierra”, dijo Evo Morales. La paradoja de esta frase
reside en que ambas partes ya están muriendo.
[Manifiesto por otra forma de poder 41]
mos el consumo energético en aproximadamente unos cinco millones de
barriles diarios. Lo que presiona a su
vez los precios y el consumo, al tiempo que hace obsoleta e inviable, por
costosa, contaminante y redundante
a la tecnología dominante. Abundemos. Todo parece indicar que estas
líneas proféticas ya se cruzan. Por
un lado, crisis energética y de crecimiento, aliñada con crisis económica
financiera; y por el otro lado recalentamiento global, oscurecimiento de
la tierra y todo lo demás cabalgando
a sus anchas como un espectro amenazador, al punto que muchos de los
especialistas y científicos del ambiente más optimistas dicen que ya
estamos a punto de cruzar la línea, el
umbral de no retorno.
Imaginemos ahora, por un momento-y luego sacudimos la cabeza para
alejar pensamientos malos-, que el
Krakatoa, el Etna u otro volcán caprichosamente estalla. Recordemos que
en 1841 eructó el Krakatoa y por siete
días oscureció al sol, bajando la temperatura global en dos grados. ¿Qué
ocurriría hoy con las actuales bajas
temperaturas que ya se están presentando en Europa, Asia y Norte América? Sin ser apocalíptico, créanme, me
anima el más entusiasta optimismo.
Llegamos al llegadero –que los expertos llaman disyuntiva histórica–, movimiento cero, que replantearía las
cosas en estos términos: socialismo o
barbarie. Desde los científicos hasta
los brujos más banales han convertido la crisis medioambiental en tema
de medios. El papel del científico y
del político, dijera Weber, es reconocer la falla, el punto de quiebre; leer
la irrupción, reconocer la emergencia cuándo salta una época; en qué
momento cambiar de lectura de los
procesos y los movimientos. La imagen de Marx, el topo, me viene a la
mente como metáfora, para definir
el propósito de una transformación
urgente. Un bichito miope pero con
gran olfato, capaz de oler los tiempos
de lluvia y turbulencia para ponerlos
al servicio de su planificación. Cuenta con gran paciencia, una tenacidad
que raya en la obstinación, pero que
nos invita a tener paciencia y sentido
del tiempo histórico. Cava y socava y
cuando menos se le espera sube a la
superficie para ver el sol. Yo soy miope, pero esto no me impide ver que
los tiempos que corren son anunciadores, cuál trompeta de arcángeles,
de la naturaleza y de los cambios
revolucionarios necesarios para la
transformación planetaria. Es tiempo de temporal, tiempo de no tiempo,
[42 Segunda tesis]
El colapso actual
es decir, de uno nuevo que ya llega y
se anuncia. Momento de actuar y de
transformar salvando a la madre tierra. Momento para estar preocupados, y obstinadamente luchando por
un nuevo devenir ecológico que de
alguna forma conduzca a una manera
de vivir un deseo distinto y también
cuerpos y sujetos alegres. Como dice
el Maestro Morin; ante la catástrofe
en cadena que persiste, exista también la posibilidad de una cambio de
rumbo en el planeta, así como ya lo
enuncian y practican numerosas comunidades organizadas en torno a la
producción.
La actual crisis, llamada Gran Recesión, ha afectado a más pueblos y
personas que ninguna anterior gran
crisis. Desde la Gran Depresión de
los años 20 a esta fecha, nunca antes
un sacudimiento tan profundo ponía
en peligro todo el andamiaje de una
economía que amenaza con venirse abajo, arrastrando las ilusiones y
sueños de millones de seres humanos y arrasando con la capacidad
de recuperación del sistema dentro
del mismo esquema. Así se expresa Joseph Stiglitz, premio Nobel de
economía, en su último libro, Caída
Libre. Que cuenta con un subtítulo
no menos conmovedor: El libre mercado y el hundimiento de la economía
mundial. El laureado intelectual no
duda al calificar el momento como
de desastre generalizado y a las administraciones de la crisis, como
inescrupulosos traficantes de beneficios particulares que han facilitado
la devastación sin importarles para
nada la gente.
Los únicos que parecen no comprender lo que ocurre son los magnates
del Primer Mundo, sus políticos globales y las tristes lacayunas expresiones locales. ¿Por qué no se puede salir
a corto plazo de la crisis? Se preguntan algunos distraídos liberales.
Hay una agenda de problemas acumulados que va desde el déficit fiscal
y la deuda de los países centrales,
pasando y tejiéndose en moño con
asuntos como el déficit energético y
la situación medioambiental; el cam-
[Manifiesto por otra forma de poder 43]
bio climático y la baja producción y
rentabilidad de las tierras cultivables; la falta de financiamiento de
sectores primarios e intermedios;
altas tasas de interés a pequeños y
medianos productores; endeudamiento familiar; desempleo galopante; puestos de trabajos inestables y
mal remunerados; caída de la productividad industrial y colapso de
los mercados; envejecimiento de la
población laboral e incapacidad de
los Estados para garantizar la seguridad social; mala calidad y privatización de los servicios y la educación;
transporte caro e ineficiente; burbuja inmobiliaria; escases e inflación;
todo un cuadro de estanflación, además del déficit comercial y financiero de los países centrales, para solo
enumerar algunos ingredientes que
configuran la actual crisis. El asunto
parece un cuero seco que si se aplasta a un lado se eleva al otro.
Mientras tanto, los gobiernos derrochan los recursos disponibles, el dinero de las pensiones y la seguridad
social, en auxiliar a los bancos. Así, la
deuda estadounidense pasó del 35%
del PIB, a casi 60% de 2008 a 2011 y
algunos economistas optimistas prevén que el endeudamiento tocará el
70% para 2017. Una sociedad se desmorona como galletas sobre la sopa y
los gobiernos todavía no se atreven a
reencontrar el papel del Estado.
La sombra de Thatcher y Reagan sigue primando sobre las conciencias
de los que tienen las decisiones en
sus manos y no cuentan con un New
Deal. Mientras tanto, los bancos norteamericanos ya “recuperados”, se
disponen a asaltar la menguada economía europea. Por su parte, la única política visible en el horizonte es
el guerrerismo imperial, remozado
ahora con el barniz de la protección
de los derechos humanos a nivel global; una política inspirada en la doctrina Bush de La Guerra Eterna, para
asegurarse de manera permanente
las fuentes de energía, agua y biodiversidad de que dispone el planeta.
Además de avanzar en el aniquilamiento por hambre de poblaciones
enteras. Lo que se conoce como “guerra a los pobres”.
De manera que ya no veremos las
clásicas guerras imperialistas que
enfrentaban a dos o más potencias,
o las tradicionales guerras delegadas como las ejecutadas por EEUU
o la URSS. Ahora veremos bloques
enfrentados e instituciones internacionales tipo OTAN, contra pueblos y
países. El neoliberalismo económico
se traduce políticamente en fascismo.
[44 Segunda tesis]
TERCERA TESIS
Un nuevo socialismo
Deben abordarse las críticas de raíz contra tod0s l0s dogmas
e imposturas del marxismo soviético, que sirvieron para silenciar el ideario profundamente libertario del socialismo
revolucionario de Marx y Engels. Hemos venido construyendo eso que llamamos un nuevo campo socialista. El socialismo es también una subjetividad política que da forma al
deseo. El Socialismo del Siglo XXI y el ejercicio del Estado
Comunal empiezan a definirse desde la potencia del cuerpo
individual y colectivo.
En este capítulo:
Introducción
El socialismo como práctica
La lógica del marxismo soviético y del socialismo burocrático
El Socialismo del Siglo XXI
¿Y cómo hacemos la práctica del Socialismo del Siglo XXI
y el Estado Comunal?
“Nada más poderoso que una idea cuyo tiempo ha llegado”
[46 Tercera tesis]
Introducción
“La alegría también debe ser un proyecto político. Decía Simón Bolívar que el mejor
gobierno es el que es capaz de producir la mayor suma de felicidad al mayor número
de ciudadanos. Es decir, es materialidad pura, un proyecto no es metafísico, no es un
discurso abstracto; la alegría como exterioridad de la pasiones que elevan la potencia
de existir es parte de nuestras primeras necesidades, parte de nuestra moral y luces:
generar los sujetos y los objetos, de la expresión de la potencia alegre, de la elevación
de la potencia alegre y el acorralamiento de las potencias tristes debe ser al horizonte
socialista”. JBarreto
La crisis económica que estalló, se va
convirtiendo en crisis política. Huelgas en toda Europa, acompañadas
de distintas formas de resistencia y
desobediencia civil; a lo que se suman pequeños estallidos aquí y allá.
Así como los medios desdeñaban,
minimizaban y ridiculizaban el cambio climático por considerarlo apocalíptico, ahora, producto de la contundencia de los acontecimientos,
se ven obligados a considerarlo. Del
mismo modo, la actual crisis comienza a impactar la conciencia universal
y reordena las visiones del mundo,
poniendo las cosas en su lugar. El debate se torna disyuntivo: remozar el
capitalismo o tomar una vía distinta.
Este debate actualiza la discusión sobre la pertinencia de la construcción
de un nuevo socialismo. Hace apenas
unos años, criticar las desregulaciones, las privatizaciones, así como sus
alcances y competencias, era herejía,
un disparate para la academia dominante y la mayoría de los grandes
medios. ¡Oh sorpresa!, en todas partes despiertan procesos y movimientos que apuntan en otra dirección
Hace un tiempo, luego de algunas
medidas tomadas en EEUU, para
controlar el mercado financiero,
Newsweek titulaba con ironía: “Ahora todos somos socialistas”, no sin
poner en tela de juicio la autoridad y
autonomía del capital financiero. El
“prestigioso” medio norteamericano, aceptaba la necesidad de adoptar
controles y regulaciones estatales
“de corte keynesianos o socialistas”.
Propiedad privada o estatal, decía
el comentario, “eso sí, sin llevar las
cosas demasiado lejos llegando a la
propiedad común. Eso sería comunismo”.
[Manifiesto por otra forma de poder 47]
“Hay una frase que hace tiempo subrayé, la voy a leer,
señores ministros, ministras, vicepresidente, hablando
de la economía, del desarrollo económico, hablando del
impulso social de la revolución: “El patrón de medición
–dice Mészáros– de los logros socialistas es: hasta qué
grado las medidas y políticas adoptadas contribuyen
activamente a la constitución y consolidación bien
arraigada de un modo sustancialmente democrático, de
control social y autogestión general”.
HUGO CHÁVEZ FRÍAS, Golpe de timón.
No es solo el cinismo, también la corrupción del lenguaje, que intentan
encubrir, el temor de los medios, a la
posibilidad de que las cosas cambien.
No contentos con envilecer términos
como “democracia”, “libertad”, “ciu-
dadano”, han convertido la idea de
comunismo, en una anti-frase. Especie de monstruo maldito al que hay
que exorcizar y persignarse al escupir, apenas pronunciada esa palabra.
» Las claves del socialismo están
presentes en las prácticas colectivas
cotidianas, la cooperación, el amor y
lo común. Pero no se trata tan solo del
ejercicio de una voluntad ético-política, el socialismo es, en primer lugar,
el resultado de las condiciones materiales “producto del movimiento de
lo real”.
formación socialista –más allá de la
negación de El Estado y las personificaciones de El Capital– solo puede
serlo el establecimiento de un orden
metabólico social alternativo autosuficiente”. Para Marx, el socialismo es
“el reino de la libertad que siembra
de comunismo a la vida cotidiana”.
Es tarea de los revolucionarios dar el debate ideológico en todos
los terrenos para detener las corrientes y tendencias acomodaticias
y reformistas al interior del proceso, que no creen en este camino
e intentan frenarlo o desviarlo. Tenemos que sembrar cada rincón
de experiencias socialistas. Solo una actividad práctica que parte
de asumir la transformación de las formas y modo de producción
de la vida, puede llevar al socialismo, hay que ir mas allá de la
compensación de las carencias.
Advierte István Mészáros que “la
revolución socialista no puede ser
concebida como un acto único. No
importa cuán radical es su intención.
Debe ser consistentemente autocrítica, es decir, una Revolución Permanente. Así, el objetivo real de la trans-
El socialismo como práctica
En su crítica a Lukács y su Historia y
conciencia de clase, István Mészáros
habla de un socialismo que sea abolición de la propiedad privada de los
medios de producción (refiriéndose
a las grandes empresas capitalistas y no a los pequeños y medianos
emprendimientos o a la propiedad
[48 Tercera tesis]
individual, como la ropa, la casa,
el carro); que sería “una adecuada
imagen de la totalidad” al liquidar
su efecto de superficie: la división
jerárquica del trabajo. Esto no se
logra por la creación de nuevas formas abstractas de propiedad, como
la propiedad estatal en donde los
trabajadores son meros acompañantes del proceso, sino apostando por
un nuevo modo de producción, aun
en lo concreto cada militante debe
ser a su vez un productor. Se aproxima a Gramsci, al postular la necesaria revisión de la experiencia de
las comunas y los consejos obreros,
entre los que destaca El Bienio Rojo
de Turín (1920-1923). El socialismo
es, para él, una visión de la totalidad
por medio de la acción directa de
los trabajadores, en la posesión de
la propiedad en términos de Marx;
además de la producción, el control
y la decisión a partir de la posesión
efectiva (que no la propiedad, ahora
en manos de la sociedad, léase bien)
de los medios de producción, para la
abolición progresiva pero inmediata
de las jerarquías y la división del tra-
Algunas preguntas: ¿Hay acaso una fórmula del
socialismo? ¿La planificación centralizada es antagónica a la autogestión y al control directo de los
obreros y las comunidades? ¿Hasta dónde se centraliza y qué se centraliza? ¿Qué se centraliza, la
planificación o el control? ¿Qué hacer con las relaciones de mando y control, con las jerarquías y la
burocracia al interior del proceso productivo? ¿Qué
hacer con el conocimiento y la toma de decisiones?
¿Se puede hablar de modo de producción sin hablar de relaciones sociales de producción? ¿Si la
producción es centralizada y el Estado propietario,
se garantiza que las relaciones sociales y el modo
sean socialistas? ¿Si por el contrario, la propiedad
es comunal, acaso hay una desviación y una perversión? ¿Si la propiedad no es directamente esta-
bajo. Esto quiere decir que requiere
de la generalización de las tareas, reducción de la jornada, planificación
centralizada, pero con participación
democrática directa por parte de los
trabajadores de La Comuna.
Mészáros advierte: “Un fracaso en
la puesta bajo control de las fuerzas que reproducen los inocuos parámetros estructurales del capital y
su régimen de toma de decisiones
jerárquica, condena al socialismo,
en el mejor de los casos, al estancamiento y al fracaso”. Se pregunta:
¿puede la fábrica ser vista bajo la
visión positivista de una supuesta y
pretendida “neutralidad técnica”?,
¿la empresa capitalista y su lógica,
puede producir en y para el socialismo?, ¿cambiar la propiedad privada
hacia propiedad estadal es garantía
de socialismo?, ¿la tecnología obedece a un principio metafísico de “libre
intercambiabilidad”?, ¿en qué consisten entonces las nuevas relaciones
sociales de producción?
dal, ya la planificación no puede ser centralizada y
la producción controlada? ¿No hay posibilidad de
mixturas o de experimentos múltiples en los que
proliferen experienciarios de nueva acción; en los
que se promuevan distintas formas de propiedad,
y de allí un modo de producción social alternativo
al capital, con participación directa e indirecta de
los productores inmediatos? ¿Desde dónde se construye el Estado? ¿Y la relación del trabajador con lo
que se produce, con la división técnica y social del
trabajo, con el tiempo de la producción y con la máquina? ¿Qué se produce, cuáles necesidades y de
qué modo se distribuye? ¿Y el mercado, y el capital, y su retorno, y sus formas de acumulación? ¿Y
el valor de uso y el valor de cambio, y su relación
con la producción y el productor? ¿Y con la sobre-
[Manifiesto por otra forma de poder 49]
La humanidad reclama un nuevo modelo que supere las mitologías y chantajes del
fracasado modelo estalinista. Necesitamos un ejemplo concreto que demuestre que el
socialismo no es una utopía, que es posible construir nuevas relaciones sociales, libres
y de democracia directa, basadas en la igualdad, la fraternidad y la libertad; donde la
democracia participativa y protagónica se ejerza día a día de manera absoluta.
Como parte de las respuestas a estas
interrogantes, Mészáros considera
que la lógica del socialismo soviético
es perversa y profundamente burocrática, ya que ésta asegura que la
transición se mantenga indefinidamente y que a su vez la lógica burocrática de la división técnica y jerárquica del trabajo quede intacta en el
mundo de la producción, al filtrarse
completa hacia el partido. Esto supone reinventar al socialismo.
La crítica de Mészáros se extiende
al texto de Lukács, Presente y futuro de la democratización, en donde,
según Mészáros, Lukács confina la
transformación revolucionaria del
modelo productivo “al asunto de
una categoría metafísica: la división
realista del trabajo entre Estado y
Partido. Este es el origen de las elites burocráticas en los socialismos
La lógica del marxismo
soviético y del socialismo
burocrático
fracasados del Bloque del Este. Allí
se puede ser capitalista en la producción y socialista en el reparto, en el
mejor de los casos aún no conocido;
garantizada la operación por la ética de los funcionarios y la dirección
vigilante del partido” y la cuota de
privilegios de la élite. La visión de la
lógica capitalista bajo el espejuelo de
una pretendida “neutralidad técnica” de las fuerzas productivas, hace
ininteligible la totalidad del proceso
y hace triunfar al particularismo ya
que reproduce a perpetuidad la división del trabajo, parte esencial de
la producción de Valor de Cambio,
la transición se convierte en freno y
opacidad.
Pero aludiendo más directamente
a la práctica política, el socialismo
burocrático se convirtió en la mayor estafa ideológica de las ideas de
determinación del lujo y la moda? ¿Los obreros qué
son, propietarios del Estado, asalariados del Estado al servicio de la producción social; obreros propietarios sin relación con el Estado; de abajo hacia
arriba solamente; de arriba hacia abajo nada más?
En la era de las multitudes, o sea, en el arco de
tiempo en el que predominan las llamadas nuevas
tecnologías de la información y la comunicación y
en donde la producción llamada inmaterial, supera
al momento del capitalismo de primera generación;
es decir, a la era de la producción fordista y tailorista, del obrero masa y del obrero técnico, directamente vinculado a la cadena operativa, ¿se puede
seguir hablando en los mismos términos de la III
Internacional, como si no ha pasado nada? ¿Qué
pasa sobre la abolición del valor de uso a favor del
valor de cambio? ¿Y el tránsito hacia la sociedad
de la comunicación y el giro estratégico del Estado
burgués, de un Estado coercitivo a un Estado del
control? ¿Hay algún síntoma del metabolismo del
capital que valga la pena tomar en cuenta a la hora
de discutir las nuevas formas y relaciones sociales
que se tejen desde la producción inmaterial; dirigidas al control productivo del ocio y el tiempo libre? ¿Omitimos alguna de estas preguntas o más
bien buscamos nuevas interrogantes que resolver?
¿Estamos preparados para el debate o perdemos el
tiempo en prejuicios y descalificaciones?
[50 Tercera tesis]
quienes construyeron la primera
Asociación Internacional del Trabajo a mediados del siglo XIX. Sin embargo, no se trata de presuponer que
Marx y Engels no se equivocaron en
muchos planteamientos o que algunas de sus ideas perdieran validez
de acuerdo a la modificación de las
circunstancias históricas. En el estalinismo, los planteamientos se transfiguraron, por una suerte de astucia
dialéctica de la voluntad de saber
de Stalin, en proposiciones completamente antagónicas a las de los
fundadores del llamado “socialismo
científico”.
Frente a los desafíos civilizatorios
del siglo XXI, deben abordarse las
críticas de raíz contra todas las imposturas del marxismo soviético,
que sirvieron para silenciar el ideario profundamente libertario del
socialismo revolucionario de Marx
y Engels, intensamente democrático en el más estricto sentido de una
revolución de mayorías, desde abajo,
autogestionario, desde los poderes
creadores de las clases trabajadoras
y del pueblo. Esta estadolatría no
logró diferenciar entre la propiedad
social y la propiedad estatal, entre la
socialización y la estatización. Tampoco logra diferenciar entre el re-
El Socialismo del Siglo XXI
conocimiento del pluripartidismo y
legitimidad de corrientes al interior
del socialismo, presente en las posiciones de Marx y Engels, aun justificando la centralidad del partido
comunista para el movimiento proletario, de los “sistemas políticos de
partido único”, que fueron los modos
de regimentación política del socialismo burocrático en todas las latitudes donde se ensayó. Esta visión
lleva a confundir partido-Estado y
sociedad. Se impone entonces el sectarismo religioso, la persecución y
el dogmatismo. Todos, síntomas de
atraso político y miedo a perder las
certezas.
Asimismo, el socialismo burocrático
y el marxismo soviético no lograron
diferenciar entre la “ética de la liberación” en Marx, de las modalidades
compulsivas y autoritarias de moral
burocrática que se instituyeron en
nombre de la “Revolución” y el “Estado Socialista”. La definición más
sencilla del colectivismo burocrático-despótico la dio Engels, cuando
habló de la “veneración supersticiosa del Estado”. A partir de ese momento, la lógica de los eventos de
la vida interna del partido, deberán
todo intento de vinculación con “lo
otro”.
“Nosotros somos del socialismo consejista y comunero, y creemos
que es hora de dar el poder al pueblo directamente e ir eliminando
las instituciones estatistas que estimulan la burocracia y corrupción.
‘El socialismo de lo concreto’, como lo llamó Chávez, surge en la vida
cotidiana”. JBarreto
Como puede sugerirse de párrafos
anteriores, algunas corrientes han
intentado la transformación de la
sociedad desde la intervención del Estado y sus instituciones. Han surgido
por ejemplo los socialdemócratas:
aquellos que creen que se pueden
intervenir las instituciones y que de
ese modo se transforma la sociedad.
Desde el marxismo hay corrientes
que así lo piensan; como la lógica
de que interviniendo la relación capital-trabajo, que es una relación de
mercado, se transforma entonces a
las instituciones y así también la sociedad.
Si nos ubicamos, por el contrario,
desde la sociedad –entendiendo
que la sociedad es un nuevo punto
[Manifiesto por otra forma de poder 51]
de partida, es un punto de vista que
abarca al Estado y al mercado– podríamos construir entonces una nueva línea de visibilidad que a su vez
sea un nuevo campo de producción
de vínculos.
Nosotros hemos venido construyendo
eso que llamamos un nuevo campo
socialista. Aunque en alguna medida
nos hacemos parte y reivindicamos
mucha de la experiencia de lo que
hasta ahora ha sido conocido como
socialismo, aunque nuestro punto
de referencia y de fundación no es
exactamente eso que se llama socialismo realmente existente. Es distinto,
es buscar, reconociendo el pasado,
una forma de hacer propia nuestra
historia indoamericana. Eso que José
Carlos Mariátegui llamó socialismo
de Nuestra América.
Por eso nosotros siempre instigamos
a un debate sobre un nuevo socialismo: el socialismo del siglo XXI, es
decir, no es el socialismo del siglo XX,
ni el socialismo del siglo XIX. Cuando decimos debate sobre el nuevo
socialismo del siglo XXI, estamos estableciendo en el enunciado un conjunto de rupturas que nos permiten
ir construyendo bandas y linderos de
una nueva lectura de lo que comenzamos a comprender como nuevo
socialismo.
Es decir, no es un capricho que hablemos del socialismo del siglo XXI,
porque podríamos seguir hablando
del socialismo y ya; estamos hablando de que existen las condiciones
para la construcción de un discurso
que en el tiempo se ubica en el nuevo siglo, que rompe con la tradición
socialista anterior y que tiene a lo
social como punto de partida para la
fundación discursiva de paradigma
e interpretación conservando, superando, replanteando, negando y afir-
mando lo que Marx llamaría el “dasein de la cosa”, aquí, ahí, ocurriendo.
¿Y cómo hacemos la práctica del Socialismo del Siglo XXI y el Estado Comunal?
El socialismo es una cuestión práctica. Ya en 1845 Marx escribía, en
sus Tesis sobre Feuerbach: “Es en la
práctica donde el hombre tiene que
demostrar la verdad, es decir, la terrenalidad y el poderío de su pensamiento”. Dijo que “el socialismo es el
futuro actual”. En esta disyunción se
juega la suerte de cualquier proyecto. En cada plano del instante-acontecimiento, de cada pequeña historia que se tuerce en el recorrido de
la vida cotidiana, en cada una de las
fibras y engramas microfísicos de
las decisiones, creencias, hábitos y
costumbres de cada individuo, se va
construyendo lo que tiene de hoy el
mañana.
Marx daba mucha importancia a esta
dimensión ontológica práctica de la
historia. En 1843, en carta a su amigo
Ruge, revelaba: “El comunismo no es
una fase superior. Para mí, no es otra
cosa que la realización particular y
solidaria, incluso unilateral, del principio socialista, es una práctica que
implica incluso la superación emocional de la mezquindad del otro; y en el
extremo, los utopistas que dejan para
mañana a La Comuna, es decir, lo que
se puede hacer hoy, de manera que
el comunismo no es ni programa ni
estrategia, es práctica, es táctica, es
tarea inmediata que organiza y garantiza desde hoy las formas de vivir
del mañana, el movimiento actual de
lo real, una suerte de programa mínimo, modelo material de la teoría, que
se puede llevar a cabo si dejamos de
lado el cálculo personal siempre mezquino”. De modo que en Marx se dibuja y prefigura la idea del comunismo
como “utopía concreta”.
[52 Tercera tesis]
Así pues, el socialismo es también un
estado individual. Una subjetividad
política que da forma al deseo. Vivir
como socialista es ir construyendo el
socialismo. La valoración del espacio,
del tiempo, de la calidad de las relaciones que se entablan, de la coherencia entre el discurso y lo que se hace;
teniendo al goce como principio de
todo y, como dijera Marx en su Grundrisse, “por consiguiente, el patrón de
la riqueza no será ya el tiempo de trabajo, sino de ocio”, porque no importa
lo duro de una jornada ya que, como
en cualquier deporte, nunca será vista como trabajo. La superación de la
idea misma de trabajo (tripalium, instrumento de tortura), por la de jornada, labor de vida, actividad creadora,
etc., ya sería un gran paso.
Pensando en cómo vamos hacia donde queremos, en cómo comenzar hacer la práctica en esto del socialismo
y el Estado comunal y revolucionario,
asumamos inicialmente varias cosas,
que no solo pasan por el “entender”
sino también por el “practicar”, es
decir, un poder constituyente permanente. En eso debe consistir la nueva
militancia y la lógica que de ahí se deriven deben dirigir “El partido”:
»» El socialismo y el Estado comunal y
revolucionario suponen un espacio
alternativo de construcción de una
ciudadanía otra, partícipe y activa;
espacio donde no haya distancia entre la potencia creadora de la Multitud, por una parte, y los discursos
institucionales y no institucionales,
por otra.
»» Todo ello implica la diferencia que
construye la nueva hegemonía de
la cultura constituyente, donde otra
habla y otra lengua hagan posible
el otro Estado. ¿Tarea imposible?
Apostamos a que lo político se seguirá fortaleciendo mediante referentes concebidos desde la nueva
subjetividad del poder constituyente, que permitirán además pensar
la política, pensar el Estado y, sobre todo, pensar el mercado desde
lo social. Es decir, desde un cuerpo
de problemas comunes a otra civilidad, cruzados por la necesidad
democrática de la formación de una
voluntad política que haga cuerpo
en la cultura cívica como práctica
cotidiana de un nuevo arte de vivir.
»» Otra cosa que debemos, es hacer
énfasis en la construcción de una
democracia sustentada en la diversidad y el disenso creador de nuevas
formas de socialidad, de nuevas formas de compartir juntos, desde una
nueva generación de valores que
haga coincidir principios y prácticas revolucionarias, todos los días,
lo que significa siempre nueva institucionalidad desburocratizada,
refundada una y otra vez.
»» También debemos hacernos cargo
de las irresolubles e irreductibles diferencias y tensiones que atraviesan
la forma de vivir juntos y romper con
la mitología de la comunidad idéntica a sí misma. Lo que invita a escarbar en una idea de comunidad amigable que pueda leer lo posible y lo
imposible, construyendo el devenir
como reivindicación de la potencia,
como interrupción del mito asociado al pensamiento de lo Uno, a
favor de la irreductible pluralidad.
Es de esa forma que el Socialismo del
Siglo XXI y el ejercicio del Estado Comunal empiezan a definirse.
[Manifiesto por otra forma de poder 53]
[54 Tercera tesis]
“Nada más poderoso que
una idea cuyo tiempo ha llegado”
Tiempo de la multitud y de un “general intelec”.
Tiempo de opresión y fascismo por un lado y de
emancipación y libertad que se le opone.
Michel Foucault advertía: ninguna
civilización produce ideas distintas a
la de su época, es decir, el tiempo y
sus propios límites. Por lo que solo en
el borde, en las fracturas, en el estallido de las crisis es donde se da el salto
que hace posible plegar, flanquear las
líneas de fuga que cruzan el cuerpo físico de los aparatos y sus máquinas.
Habría que establecer de qué manera el cuerpo maquinal del capital se
acomoda y se acopla a su nueva existencia metabólica. Para definir ahora
con más precisión el problema de la
separación y la unificación del trabajo en valor y en mercancía, tomando
como base su materia prima: el tiempo de una época y su excrescencia
institucional.
Recordemos que el espíritu de cada
pregunta es parte de la trama de problemas no satisfechos por los mitos
y relatos de cada construcción social.
La desmesura de algún fracaso en la
respuesta es parte de las marcas de
un tiempo. Cada respuesta es una
formulación, un conjunto de líneas
de fuga o de nuevos pliegues de la
pregunta sobre sí misma. Instaurar
una pregunta es instalarse en una
época, es cristalizar un bosquejo de
respuesta, es una pre-visión diagramática de trazas peligrosas en relación con la época misma y sus seguridades (nada más peligroso que las
certezas).
Toda época es el espacio-tiempo de
un puñado de preguntas que recurrentemente remiten a territorios y
momentos que construyen sujetos
de respuesta. Frente al espacio-tiempo absoluto y abstracto del mercado,
y a su ciclo temporal, caracterizado
hoy por la inmaterialidad de su espectrografía, surgen pequeños blo-
ques de otras temporalidades, arcos
de respuestas que, como el marxismo con todas sus escuelas e influencias de sus derivadas, cruzan campos
problemáticos creando nuevas interrogantes equipadas de zonas de respuestas. Equipamientos de sentido
que son materia prima para trances
e invitaciones para ir construyendo
universos de posibles respuestas
que ensamblen en la naturaleza de
los cambios y actualicen las aproximaciones a los devenires epocales.
“Nada tenemos, salvo el tiempo”, diría Baltasar Gracián. Somos tiempo
de la producción de todo lo existente
y de aquello que lo interpela. Tiempo de la mercancía y de su abolición,
si vamos construyendo también el
tiempo de la pregunta por la emancipación. Y como siempre nos recuerda Hugo Chávez, apelando a Los miserables de Víctor Hugo: “Nada más
poderoso que una idea cuyo tiempo
ha llegado”.
El régimen del capital no se desplomará por sí solo. No soñemos siquiera que el capital posea una intención
suicida. Puede proseguir reproduciéndose, al infinito, de manera obscena, es decir, rebasando sus propios
escenarios tradicionales; produciendo realidad-actualidad, por medio
del dispositivo información-comunicación, en la misma medida que coloniza los nuevos territorios de la subjetividad y crece ahora al interior de
otro límite desde otra re-territorialización del cuerpo. Hay que luchar,
impugnar, resistir con muchas más
fuerza y durante mucho más tiempo.
No nos llamemos a engaños.
Pero en el terreno de la teoría las cosas son de otro modo. Bastaría con
el esfuerzo por comprender en el
[Manifiesto por otra forma de poder 55]
capital, su lógica, su funcionamiento
y las condiciones de producción que
el deseo político concede en la subjetividad, para construir la necesaria
voluntad política otra, que haga pedazos todo lo existente, y pulverice la
subjetividad del régimen de mando
de la relación de dominio del Significante Amo del Capital. Esta es también una tarea de la teoría que toma
partido, por y desde las nuevas prácticas que se abren paso impugnando
los imperativos sistémicos de la civilización del capital y anunciando otro
mundo posible. El mundo del pueblo
en el poder, del poder popular consolidado, de las practicas solidarias,
socialistas que van haciendo piel día
tras día, desbaratando esa infame
tragedia ecocida que es el capital.
[56 Segunda tesis]
CUARTA TESIS
Nueva hegemonía
popular
y revolucionaria
La construcción de un proyecto hegemónico es el primer
problema a considerar en la política. El problema no es
cómo se accede al poder ni con quien se disputa su titularidad, sino cómo se enfrentan y construyen los bloques hegemónicos. El desafío: construir el nuevo bloque histórico de
la Multitud. El proyecto de la Comuna no es uno, es multiplicidad de multiplicidades, son líneas de fuga, campos de
probabilidades.
En este capítulo:
Hegemonía y “crisis orgánica”
Expresión de hegemonía: singularidad y multitud
Multitud: sujeto de la transformación hegemónica
La Multitud y nuevo(s) sujeto(s) de transformación
Pensar un programa desde la Multitud
Enfrentar y construir hegemonía en Multitud
El capital en La Comuna
La Comuna y el estalinismo
[58 Cuarta tesis]
Hegemonía y “crisis orgánica”
“La construcción de una nueva hegemonía no es fácil, pero
admitamos que ya hoy tenemos rato atravesados por lógicas
y prácticas que nos articulan desde un sistema de valores y de
lenguaje diferente”. JBarreto
Referirse a hegemonía es aludir a las
oportunidades del momento de una
“crisis orgánica” y los saltos y transiciones que pueden ser posibles; es
adentrarse en un campo de prácticas
y discursos que pueden o no permitir la inteligibilidad o lectura de
la sociedad desde un determinado
punto de vista y no otro. Estaremos
en un momento hegemónico cuando
la gran mayoría de los ciudadanos
vea como “neutral” o “natural”, por
ejemplo, el asumir la cotidianidad y
el punto de vista del socialismo sin
mayor discusión, tal como durante
siglos y siglos lo hizo el punto de vista esclavista y ahora el capitalista. El
momento hegemónico es, pues, una
suerte de aceptación alrededor de un
sistema articulante.
F O R M A C I Ó N
H E G E M Ó N I C A
Los contenidos discursivos de una dimensión hegemónica forman engramas de distintos tiempos, espacios y
ritmos que se acoplan como dispositivo. Es decir, máquina deseante que
organiza la subjetividad política individual y colectiva, lo que llamamos
biopoder. De manera que el poder no
es solamente el ejercicio potente de
una fuerza sobre un cuerpo cualquiera, es en primer lugar la expresión, el
efecto de superficie de la potencia in-
Y
De esto, tendremos que la relación
de fuerzas al interior de una hegemonía y entre un sistema hegemónico y su contrario viene dada por la
fuerza de la articulación de los sujetos al discurso que los constituye. Es
decir, a la mayor o menor afiliación
discursiva y a como esto se traduce
en pasiones prácticas, o sea, en una
puesta en escena política.
Por eso pensamos que la construcción de un proyecto hegemónico es
el primer problema a considerar en
la política. Luchamos por el establecimiento de una línea de demarcación empírica, concreta, a partir de
la cual se creen discursos, lenguajes
y sistemas de valores capaces de explicar, justificar, despreciar, desear, lo
P O D E R
terior de un cuerpo que habla desde
una formación hegemónica, en donde lo “natural”, “moral”, “legítimo”,
“correcto”, son piezas jerarquizadas
y discriminadas del dispositivo “orden”. Son funciones que sonríen,
jadean, almuerzan, respiran, sudan
y después se peinan. Son funciones
del cuerpo y de la carne humana, que
ocurren allí donde individuos y sujetos han entrado en máquina.
[Manifiesto por otra forma de poder 59]
que sucede a nuestro alrededor y lo
que queremos como porvenir.
Una nueva hegemonía no es fácil,
pues sus actores y discursos, más
allá de la buena voluntad, tienen que
enfrentar a la tradición y al peso de
la costumbre instalados en la vida
cotidiana y sus mentalizaciones. Esta
dificultad se acrecienta cuando se
trata de intervenir al interior de las
complejas y más que institucionalizadas sociedades del capitalismo
tardío mundializado, para asaltar
“las trincheras y fortificaciones de
la sociedad civil que pretende corporativizar a las clases subalternas”
(Gramsci).
Lo político, al decir de Gramsci, es el
momento que logra concretar la potencia de existir y de actuar en la realización práctica de la ideología. Esto
ocurre en permanente acoso, en una
combinatoria de maniobras entre
guerra de posiciones y guerra de movimiento, en distintos estratos y velocidades, desde variadas líneas de
inmersión y de visibilidad. En marchas y contramarchas se va construyendo un bloque social histórico.
La construcción de una nueva hegemonía no es necesariamente un
ejercicio puramente consciente de la
voluntad, es también fruto de azares
y, con Maquiavelo, de virtud, fortuna
y astucia. Un proyecto revolucionario
es la materialización de las condiciones de posibilidad de un discurso que
se hace carne y cuerpo del deseo cotidiano en la vida común, campo de
experiencias que hace metamorfosis
con el cuerpo biopolítico que arropa
un tiempo.
“Recordaba también a Antonio Gramsci y quiero recordárselo de nuevo, la crisis orgánica.
Como dice Antonio Gramsci: ‘cuando algo está muriendo pero no ha terminado de morir y
algo está naciendo pero no termina de nacer’. Esta propuesta [de Reforma Constitucional]
apunta en esa dirección de que siga muriendo y termine de morir la vieja hegemonía
oligárquica, conservadora, cuartorrepublicana, el viejo sistema capitalista, expoliador,
explotador y que nazca un nuevo sistema humanista, socialista.”
HUGO CHÁVEZ FRÍAS, 15 de agosto de 2007.
H E G E M O N Í A
E
I D E O L O G Í A
Cuando hablamos de hegemonía, no nos referimos a un gobierno o a un régimen político; es más bien un orden discursivo que toca la fibra profunda con la que se tejen los
enunciados, creando archivos, memorias y registros. Por
ejemplo, una religión: ella puede ser tan poderosa que cuando se instala en la subjetividad profunda, deviene represa y
válvula administradora de las experiencias y hasta del placer. Así, toda ideología, en cuanto práctica hegemónica, tiene carácter totalizador (que no necesariamente totalitario)
de un proyecto hegemónico.
[60 Cuarta tesis]
Expresión de hegemonía: singularidad y multitud
El lugar de condensación jurídico-político de las contradicciones de
un tiempo y la expresión de una hegemonía implica marcas y registros
que pueden ir variando; se pueden
establecer en un signo, en un ícono
o en cualquier otro plano referencial.
Así surgen los sujetos conceptuales,
nombres propios que impactan y
cambian de manera sustantiva las
relaciones de fuerza y de poder entre las clases. Discursos que cambian
para siempre el mapa, la arquitectura y la iconografía de una sociedad
dada.
Lo que cambió en un determinado
momento necesitó de un rostro inteligible. Así, Malcolm X, Che, Gandhi, Fidel, Mandela, son la textura y
la rostricidad sintética de muchos
rostros, cuerpo sin órganos, plano
de consistencia de distintos y contradictorios estratos en pugna desde
Multitud: sujeto de la
transformación hegemónica
encontradas líneas de fuerza y de
fuga de historias y tiempos políticos múltiples, hechos carne, huesos
y nombre. Son la combinatoria que
indica cuando estamos en presencia
de acontecimientos revolucionarios y
cuando no.
Algunos rostros los podemos calificar como singularidad de la multiplicidad de un pueblo, o su contrario.
Muchas veces, durante un cambio
social los procesos se precipitan, salta la legalidad y por un momento se
pulverizan instituciones que quedan
sustituidas por un rostro y un nombre que es la expresión de la fuerza
de La Multitud. Nombre que cubre el
arco de tiempo de una esperanza, un
sueño, unas demandas sociales; en
fin, la materialización transfigurada del deseo en deseo político, pues
es un tiempo-cuerpo que puede ser
nombrado desde su condición cualitativa.
La tarea central del Movimiento Popular es su autoconstrucción
como fuerza capaz de garantizar la nueva hegemonía de las clases
subalternas al capital. Acumular fuerzas para avanzar, para construir
los instantes acontecimientos de los saltos cualitativos. Nuevo
modo de producción, otra relación con la naturaleza, el espacio y el
territorio; control legítimo del uso de la violencia; difusión de otro
lenguaje y otro discurso y poderosas máquinas para enfrentar el
sistema de representación.
“Proletarios de todos los países,
¡uníos!”, fue la consigna que Marx
lanzó al viento desde la Primera Internacional. Requisitoria que cada
día se renueva y actualiza mientras
permanezca esta extraña formación
social, asociada al modo extenso de
producción y reproducción de la vida
material y espiritual, llamada capitalismo.
Marx y Bakunin sabían que no bastaba con las condiciones objetivas
siempre presentes en la naturaleza
misma del capitalismo para lograr un
cambio radical. Hacía falta el ejercicio de la voluntad en la construcción
de una subjetividad política, para “un
mundo por ganar”. Hoy, en el marco
de esta crisis financiera sin fin y de
un reajuste global, suenan campanas
de difunto para el capital y su nuevo
modo de expresión: El Imperio. Pero,
¿cuál es la agenda del debate, el programa mínimo y las consignas que
sintetizan la política hoy día? Que
el programa se vaya haciendo en la
“El proyecto de la multitud no es uno, es multiplicidad de multiplicidades, son líneas de fuga,
campos de probabilidades. Un lugar de y para
la diversidad, en donde
sin dejar de ser diferentes podemos estar juntos desde la simetría y
el paralelaje que entraña la identidad de nuestras luchas y, de allí, la
producción de nuestros
significados que permiten articular, pensar,
comunicarnos y actuar
juntos, en red común,
abierta y expansiva”.
JUAN BARRETO Y HÉCTOR SÁNCHEZ,
en el “Prólogo” a
Izquierda: gobierno,
política, poder y hegemonía.
[Manifiesto por otra forma de poder 61]
Nuestro tiempo constituyente se caracteriza por la emergencia de un sujeto, que podemos marcar, haciendo un corte arbitrario, desde el estallido
de febrero de 1989, hasta los días que corren, pasando por todas las turbulencias que nos ha tocado vivir; lleno de momentos instituyentes para
la emergencia de ese nuevo sujeto hegemónico, como ocurrió con el 4-F.
Momento de irrupción de un nuevo significante político que puso rostro
humano a todo el arco del proceso, materializando desde allí el imaginario que dio nombre al sujeto conceptual que recoge el momento político.
Los tiempos que corren, nos guste o no, tienen un nombre común: Hugo
Chávez Frías. Por eso mismo, todos, para bien o para mal, tenemos que
referirnos a él. Quien no lo asuma se aleja de manera metafísica de la
sensibilidad cualitativa de la subjetividad política dominante. “Chávez”,
nomenclatura que contiene la clave secreta que orienta los rumbos de
este tiempo.
misma medida en que surge la unidad del nuevo
proletariado mundial: La Multitud, en el marco
del más profundo y hermoso debate sobre lo que
debe ser una poética de la humanidad por venir; o
lo que es lo mismo, una ética política.
La revolución industrial, caracterizada por la acumulación originaria y en la que aparece del obrero
masa (apéndice de la máquina), cede paso a un segundo momento definido por la era imperialista y
caracterizada por el tailorismo y el fordismo que
transforman al obrero en técnico profesional acelerando la especialización y la fragmentación del
trabajo en su división. Luego viene un tercer momento, signado por la explosión de la revolución
de la informática y las nuevas tecnologías, la irrupción y predominio de la producción “inmaterial”
(información, espectáculo, etc.), y el surgimiento
paulatino del obrero social, que se expresa ya no
como masas, expresión molar de la explotación,
sino como la suma de espacios y discursos dife-
renciales que encuentra paralelaje y puntos de
articulación a nivel molecular. Es, a nuestro entender, la etapa que alcanza nuestros días.
Resaltemos que todo el marco relacional de la dominación política, la coerción ideológica y la explotación del trabajo, asume nuevas formas, a su vez
cruzadas por los efectos de la massmedia, la crisis
actual de los mercados y el impacto de la revolución cultural y tecnológica. De modo que pensar la
transformación social, así como sus máquinas-aparatos, supone de suyo, abandonar la comodidad de
la poltrona dogmática y aceptar la invitación al
debate fecundo en torno a la construcción de las
nuevas formas de dirección política. Buena parte
de las ciencias sociales fueron pensadas desde
modelos analógicos derivados de las ciencias “naturales” del siglo XIX. Los cambios ocurridos tanto
en la sociedad como en las ciencias, algo más están
diciendo sobre los procesos sustentables de auto-organización que se den tanto en la naturaleza
[62 Cuarta tesis]
como en la sociedad. Interacciones
de autosimilitud y patrones de ramificación de múltiples tiempos, espacios y dimensiones, sacan a la luz
descubrimientos maravillosos y experiencias inéditas que confrontan
las viejas formulaciones verticales y
autoritarias que hacen credo y acto
de fe del “cuadro” y “la vanguardia”.
Dimensiones humildes y todavía
ocultas de trayectorias periódicas de
tiempos discretos que podemos llamar emergencia de lo nuevo.
Esto implica caminar sin detenerse
en una revisión consistente y de fondo en torno a la experiencia histórica
de más de 500 años de lucha de los
sectores subalternos en América Latina y más de 200 años de combates
de la clase directamente productora del capital: El Proletariado. Pero
este término, temido por muchos y
despreciado por tantos, es un significante flotante que exige ser llenado.
Para nosotros, La Multitud es la nueva forma específica del proletariado
moderno en la fase del capitalismo
de la que recién hablamos.
En vistas a un programa político, la
idea-fuerza Multitud es un extraordinario punto de partida, porque remite directamente al resurgimiento
de la potencia que se despliega como
una relación dialéctica entre el pasado, el presente y el futuro. Se trata,
también, de una decisión teórica, o
dicho de otro modo, de una categoría
política conceptual y fácticamente
posible, que viene de la tradición que
podamos tener de las luchas obreras
proletarias y populares.
Multitud no es un grupo dado o una
población territorial, es un acto de
instauración constituyente de un actor, como demanda de la pluralidad
concreta, formado de elementos heterogéneos cristalizados en memorias y prácticas sedimentadas que
suponen de suyo lugares comunes y
espacios de articulación ampliada.
Su carga de memoria y tradición es el
sostén de las luchas que hoy se desatan y sería necio pensar a este nuevo
sujeto como muchedumbre o masa
solitaria, como si fuera el individuo
sin espacio, sin lugares, sin tiempos.
Todo lo contrario, la Multitud es realmente una nueva forma de existencia política y, en algunos sentidos,
hasta antropológica. Por eso es un
sujeto con suficiente potencia como
para incorporar muchos de los buenos recuerdos de las aspiraciones del
pueblo. Puede hacerse cargo de la
exigencia de libertad que se vive en
las luchas de clases, en las que la clase obrera se expresaba, y sobre todo,
se comportaba como pueblo, dando
lugar a una extensión del llamado sujeto histórico.
“Ya nadie piensa hoy en día en la forma partido como la única forma de articulación
política, hay formas mucho más sutiles de construir esta articulación, como por ejemplo
la que se da en los foros de Porto Alegre y en el Movimiento por la Alterglobalización.
Pero de todos modos este momento de articulación política, y es lo que la noción de
multitud no captura, y es por el contrario, en lo que se basa la concepción de pueblo, que
tanto Barreto como yo defendemos”.
Palabras de ERNESTO LACLAU en el bautizo del libro de Juan Barreto,
Crítica de la Razón Mediática. Caracas, 13 de noviembre de 2006.
[Manifiesto por otra forma de poder 63]
Entonces, ¿por qué no a ese gran
sujeto amorfo, móvil, flexible, que
llamamos multitud, simplemente
pueblo?, ¿pudiéramos establecer
un paralelismo entre el concepto de
multitud y el de pueblo? Nos lo preguntamos porque vemos entre ellos
varias similitudes, en el entendido de
que pueblo para nosotros no es necesariamente una construcción a partir
del Estado burgués y en función de
su representatividad política. Tampoco es para nosotros, por supuesto,
una entidad cerrada en oposición
a otra igual, en el sentido nacionalista, ni mucho menos una entidad
homogénea y reconducible a la unidad. Por lo menos en Venezuela y su
actual proceso político, pueblo no es
eso. Sin embargo, la multitud no puede ser aprehendida ni explicada en
términos de contractualismo. En un
sentido más general, la multitud desconfía de la representación, ya que
es ella una multiplicidad inconmensurable. El pueblo se ha representado
siempre como unidad, mientras que la
multitud no es representable, puesto
que es monstruosa para los racionalismos teológicos y trascendentales
de la modernidad.
El concepto de multitud es el de una
multiplicidad singular, un multiverso concreto. Del mismo modo que
la carne, la multitud es pura potencialidad, la fuerza no formada de la
vida, un elemento del ser. Al igual
que la carne, también la multitud se
orienta hacia la plenitud de la vida.
El monstruo revolucionario llamado multitud, aparecido al final de la
modernidad, quiere transformar de
manera continua nuestra carne en
nuevas formas de vida , y una de ellas
puede ser la dimensión constitutiva
de “ pueblo”, leído en clave de multitud. EL partido-masas o el partido
de cuadros ya no son una contradicción, si superamos este falso debate
y comenzamos a hablar de un movimiento de movimientos en movimientos como expresión emergente
de la multitud.
Pero si de lo que se trata es de reconocer ideas/fuerzas que se han sedimentado en los procesos revolucionarios y que los siguen impulsando
por cada vez más caminos, pues la
noción de pueblo es esencial, ya que
¿no es esta multitud, acaso, el pueblo
en Venezuela? Cuando decimos multitud decimos pueblo, y viceversa,
sin mucho enrevesamiento.
Por otro lado, distingamos también
que los territorios poblados no son
la multitud. Un gentío pegando gritos es una cosa, una comunidad sintiendo juntos es otra. Un río humano
desfilando en nombre de lo que sea
es una cosa, una revuelta subversiva de cualquier magnitud es otra.
La masa amorfa sirvió siempre para
cualquier cosa. La muchedumbre, el
circo, la gentarada son el prototipo
del gendarme: rebaños arreados por
capataces como típico modelo de la
gobernanza en el subdesarrollo, diría el maestro Rigoberto Lanz.
[64 Cuarta tesis]
“No se trata de prefijar un
‘sujeto’ a partir del cual
se asegura el lugar de la
transformación. Tal ‘sujeto’
se ha evaporado. Las viejas
centralidades no funcionan
para fundamentar nada. Por
tanto, el ‘sujeto’ adelgazado
deviene modestamente un
actor: nómada, evanescente,
transitorio, instantáneo,
performativo. Nada de
‘proletariado‘ como fuerza
motriz de la revolución y
leyendas parecidas.”
RIGOBERTO LANZ,
“Paradigma de la política”,
en Izquierda: gobierno,
política, poder y hegemonía.
El marxismo comenzó a principios del siglo XX como una corriente esencialista que afirmaba un núcleo, último, duro, de identidad clasista para constituir a los agentes sociales. Sin embargo, ya hace
un tiempo que este núcleo duro comenzó a desintegrarse, como parte del momento de transición.
Para Gramsci los agentes sociales ya no son las clases sociales, en el sentido fuerte del término, sino
lo que él llama voluntades colectivas, resultado de la articulación de una pluralidad de posiciones
de sujetos. Esto quiere decir que los espacios sociales se constituyen esencialmente con espacios
discursivos y tal es la dimensión semiótica de la producción revolucionaria del discurso. Es por esto
que hacemos hincapié en que lo nacional-popular debe desplegarse como discurso, siempre de raíz,
no como simple retórica, en el despliegue de voluntades colectivas, rehuyendo al encierro de convencidos ortodoxos.
[Manifiesto por otra forma de poder 65]
La multitud es una forma superior de
agregación colectiva, red de redes, en
la que se han roto las ataduras con la
racionalidad dominante. La multitud
jamás será el “partido”, el “sindicato”
o el “gremio”. Se trata de una forma
de gregarismo que se funda en el
reconocimiento, en las luchas. Movimiento de movimientos, en la irrupción y la discontinuidad de cualquier
lógica instalada. La multitud aparece
en los espacios de ruptura, en la sublevación, en los sacudimientos, en
las turbulencias. Es siempre constituyente, jamás será estatus. Solo en
las vibraciones subterráneas de la
vida colectiva es posible avizorar la
emergencia de la multitud.
La otra historia (con “h” minúscula) se construye precisamente como
memoria del acontecimiento, como
micro-relato de lo vivido por comunidades reales (no por lugares constituidos). Epopeyas, heroicidades
y “fechas patrias” se construirían
desde la cotidianidad, y desde el
avance de la revolución. La comunidad emancipada no requiere de ningún permiso ideológico. Las grandes “identidades nacionales” darán
paso a la conciencia planetaria de
“Tierra-Patria” (a lo Morin). Tendrá
sentido entonces la figura retórica
de “ciudadanos del mundo”. Un nuevo cosmopolitismo hará su entrada
triunfal en comunidades ecológicamente enraizadas, plenas de bio-diversidad y en expandida multiplicación de su diversidad cultural.
Entonces –y solo entonces– tendrá
sentido hablar de revolución. Una
racionalidad civilizatoria se habrá
trastocado, los discursos dominantes estarán deconstruidos, las viejas
prácticas habrán colapsado. Nuevos actores tomarán la palabra para
compartir el aura dionisíaca de otra
socialidad: una comunidad de mujeres y hombres realmente libres. ¡Viva
la multitud revolucionaria!
“La crisis en los partidos y organizaciones tradicionales en
América Latina trajo consigo una diáspora de fuerzas populares,
que poco a poco ha conseguido concreción y se ha ido
afirmando como voluntad y como lugar de resistencia y creación
político-cultural”. JBarreto
Creemos que, en alguna medida, la naturaleza de los procesos que se libran
y que se llevan a cabo hoy en América
Latina, así como los movimientos que
lo encarnan e impulsan, obedecen a
una lógica interior que tiene una naturaleza propia y que no puede ser
inmediatamente leída o entendida
con aquellos grandes trazos, aquellas
líneas de fuerza, aquellas líneas gruesas, que se correspondían con los modelos de pensamiento o teorías tradicionales.
El surgimiento de procesos y movimientos también supone, de suyo, un
nuevo pensamiento desde América
Latina, que acompaña al nuevo conjunto de eventos que solo puede ser
La multitud y nuevos sujetos
de transformación
interpretado desde la fundamentación
de su propia fenomenología. Desde
allí nos colocamos y humildemente
invitamos al debate. Creemos que una
interpretación que no dé cuenta de
nuestros procesos (desde su interior),
permitiría y se prestaría para algunas
incomprensiones.
Para instalarnos en dicha ocurrencia,
debemos librar un enfrentamiento
radical contra la fuerza de la costumbre, contra la mentalización planetaria
que cimentó raíz como matriz epistemológica de todo un pensamiento que
supone la organización binaria y predecible de los acontecimientos. No podemos seguir viendo a Latinoamérica
(ni a ninguna cultura de este mundo)
[66 Cuarta tesis]
como el resultado sintético de un todo
racional. Más allá del positivismo, día
a día surgen nuevas experiencias que
reclaman otras formas de aproximación, allí donde saber, poder, lenguaje y
subjetividad constituyen y despliegan
un modo inabarcable e inexpresable
de relaciones de dominio, pero también de resistencia y creación.
Uno de los debates que siempre se ha
dado particularmente al interior de
las izquierdas, es el que tiene que ver
con la naturaleza de los sujetos que
hacen posible las transformaciones.
En el caso de América Latina, cientos
de miles de militantes revolucionarios
y de izquierda tomaron caminos discretos y modestos, y paulatinamente
sembraron pequeñas experiencias de
base. Luego de la derrota política y militar de la izquierda en América Latina
durante tres décadas (60, 70 y 80) y
el derrumbe del bloque soviético, se
produce una crisis en los partidos y
organizaciones progresistas tradicionales que nos llevó a un gran debate y
trajo como consecuencia una diáspora
de fuerzas populares que poco a poco,
desde su reflexión interior, fueron consiguiendo y creando nuevos caminos.
Es en este punto o perspectiva en el
que nos colocamos. Para nosotros el
sujeto social y el escenario del sujeto so-
Pensar un programa
desde la Multitud
cial son lo mismo; no hay sujeto social
sin condiciones subjetivas para dicha
singularidad; el sujeto de la transformación es en sí mismo el proceso de
transformación. El sujeto social es de
suyo condición objetiva. De modo pues
que para avanzar en la construcción
del bloque social histórico que se erija como sujeto de la transformación,
hace falta una nueva subjetividad política; lo que Gramsci llamara un movimiento intelectual y moral, ingrediente
principal de toda hegemonía.
Desde allí parte la construcción de
un espacio-tiempo de subjetividades
que hacen posible la naturaleza de los
cambios, las transformaciones, que
poco a poco se hacen visibles. Así, la
trayectoria de esa singularidad, que es
el sujeto, consigue concreción, y así es
como toda corriente política tiende a
afirmarse como voluntad de saber-poder, lo que produce un éxodo de ideas
e individuos portadores de las mismas, tendentes a la territorialización
de ideas y prácticas. Esto quiere decir
que las ideas viajan y se impregnan
en nuevos espacios, desde donde los
pobladores asientan, no solo un lugar
para la sobrevivencia, sino, como ya
dijimos, un lugar de resistencia y creación político-cultural de su mundo de
vida.
“No hay que tenerle miedo al ejercicio constituyente. Éste fue el que nos dio esta
Quinta República y la Constitución azul de la República Bolivariana de Venezuela.
Nunca debimos abandonar el discurso constituyente porque el debate no puede ser
de espaldas al pueblo. El discurso constituyente debe ser constituyente del discurso”.
JBarreto
La tarea de cambiar un mundo que
no ha dejado de cambiar, pasa por
preguntarse por el rumbo y la naturaleza de ese cambio. En ese sentido,
la respuesta y la reformulación de la
pregunta la aportan miles de organizaciones sociales, multitud de colectivos revolucionarios dispersos a todo
lo ancho de este mundo; expresión
de un sujeto plástico, dúctil, flexible y
plural, cuya ubicuidad y característica
depende de la dimensión contextual y
de multiplicidad de variables en cada
momento, para adaptar así su práctica revolucionaria.
La unidad en la diversidad y la negociación de la diferencia, son la base
de la conexión y la sintonía de los colectivos, movimientos sociales y de
los partidos alternativos. Esta alteridad, allí donde ésta se da, es la expresión de clase de aquellos que luchan
contra todas las formas de coacción,
[Manifiesto por otra forma de poder 67]
explotación y dominación ideológica. Este sujeto plural y múltiple que
tiene en común su enfrentamiento al
capital y a sus lógicas y que hemos
llamado, para resumir, Multitud, no
es una y tampoco varias clases, es
más bien un momento de clase, es
decir, es el instante-acontecimiento
de aquello que se constituye como
práctica cotidiana revolucionaria,
meta estable o permanente y que actúa como clase, por diverso que ello
sea. Tenemos ejemplos de estos momentos: la presencia de la gente en la
calle en abril de 2002 derrotando al
fascismo golpista, o la irrupción popular de febrero de 1989 y que hoy
tiene una expresión máxima en la
ciudadanía organizada, consciente y
políticamente clara en la defensa de
la revolución bolivariana, en estos
meses del año 2014 de arremetida
fascista.
Naomi Klein, lo caracteriza de esta
manera: Las formas de resistencia
global deben estar basadas en la experiencia local de cada situación. No
tiene sentido que nuestras luchas
sean iguales en todos lados, empacadas y producidas en serie según un
manual, como un enlatado, por eso
hay que pensar global y actuar local,
incluso cuando se trata de los más íntimos intersticios de la vida cotidiana.
Esto significa que tenemos que reconocer las condiciones y manifestaciones concretas, la forma de expresión
del modo extenso del capitalismo
y la forma como éste afecta la vida
concreta de la tierra y de las personas. De manera que no hay luchas pequeñas y objetivos superiores. Estos
van apareciendo, se yuxtaponen o
complementan también según cada
circunstancia. De modo que el programa se va haciendo en la medida en
que las condiciones concretas hacen
la táctica y esta a su vez va transformando tanto a lo concreto como a la
estrategia. Así, la estrategia de poder
consiste en entender que el poder se
construye en lo concreto. Estas ideas
suponen tener siempre presente a la
gente como lo más concreto. Es decir,
que su devenir, su corporeidad, siempre estarán en juego, por lo que nunca serán utilizadas como objeto, como
masas, sino que serán siempre sujetos, siempre actores, razón de ser de
los colectivos y movimientos sociales.
Y las organizaciones que de este devenir surjan no pueden ser decretadas a
priori, ni en su forma o estructura ni
en la profundidad política-ideológica
Decir Multitud es decir también que el partido será construido en la medida que es repensado desde
una nueva perspectiva de clase, en la que el concepto masa es discutido en función de su superación
histórica, en tanto el centro de decisiones políticas se desplaza también hacia el reconocimiento de la
multiplicidad de experiencias que lograron territorializar y hacer cuerpo bio-político con los conceptos, haciendo realidad el viejo anhelo de una producción política de abajo hacia arriba hasta alcanzar
la horizontalidad.
Lenin lo decía: “El partido debe prefigurar a la sociedad que queremos. Cuando los intereses de las
masas choquen con el horizonte cerrado de la partidización, debemos optar por las masas”. Así, el
debate partido de masas-partido de cuadros, será sustituido por uno nuevo: ¿partido-movimiento?,
¿movimiento de movimientos?, ¿cómo construir un partido de la Multitud, del nuevo proletariado,
es decir, cómo constituir un pueblo? Responder a esta pregunta es crucial y determinará si el movimiento se subordina al partido o el partido es expresión del movimiento, si el partido expresa al
movimiento, o el partido aplasta al movimiento.
[68 Cuarta tesis]
de sus emprendimientos. Estas formas se harán partido, no por decreto,
sino en la medida en que generan articulaciones.
Esto significa también, servirse de
las luchas y no servirle a una lucha.
Así, nadie se inscribe desde afuera
en una lucha. Se es parte en la medida en que se participa. De modo que
la organización es aquello en donde
se lucha cada vez que prefiguramos
Enfrentar y construir
hegemonía en Multitud
la vida en nuevos mundos, para que
el mundo de la vida sea nuevo. Preguntar y debatir caminando sin perder la iniciativa haciendo de la duda
parte de la respuesta creativa, es la
topografía del camino recorrido de
aquellos que van alumbrando mundos nuevos, en el momento en el que
la crisis global del capitalismo parece
confirmar la profecía de Marx: cuando todo lo sólido se desvanece en el
aire.
Jamás debemos perder la brújula sobre la importancia de nuestras tareas
pendientes como Movimiento Popular y Revolucionario, que no son otras
que la rectificación y superación de nuestros errores para la profundización
y radicalización de la democracia directa, el impulso de formas asociativas y
productivas alternativas al modelo capitalista dominante, para la construcción
de una nueva hegemonía.
El Poder se refiere a preguntas fundamentales: ¿para qué y para quién
gobernar? En la sociedad capitalista, la convivencia se resuelve con la
imposición de hegemonía (manda el
que tiene) homogeneizando los valores y criterios del mercado. Entonces para nosotros el problema no es
cómo se accede al Poder ni con quien
se disputa su titularidad, sino cómo
se enfrenta o no a esa hegemonía y a
esa homogeneización.
Desde Chile, la experiencia del compañero Salvador Allende pudo llenar
de esperanza y alegría a un pueblo
que buscaba su camino. La amarga
derrota que le sobrevino ha permitido comprender que no se pueden
asumir las riendas de Estado desde
unas propuestas pacíficas, sin contar
con la participación del pueblo organizado en todos los terrenos, sin
maximizar la participación real del
pueblo en el nuevo Estado comunal
y sin tener resuelto el problema político del control, monopolio y uso
legítimo del poder de las armas.
Todos los movimientos contemporáneos que han tenido protagonismo
en la América Latina y aquellos que
han alcanzado el poder, como los casos de Venezuela, Ecuador, Bolivia,
Brasil, Argentina, etcétera, han sido
el producto de largos procesos de
acumulación de fuerzas y movilización de las multitudes.
La experiencia del sandinismo en
Nicaragua y la presencia del Farabundo Martí, fueron un viento fresco que sopló en las costas de las
extenuadas playas de la izquierda
latinoamericana, luego de las derrotas de las concepciones militaristas
de la lucha armada y de la domesticación reformista de muchos de sus
líderes históricos.
Estas experiencias lograron impactar en los niveles más profundos del
movimiento estudiantil latinoamericano radicalizado. Asimismo, cientos
de militantes revolucionarios y de
izquierda tomaron caminos más humildes y modestos, sembrándose en
pequeñas experiencias de base, confiando en el tiempo, la acumulación
de fuerzas y la combinación de formas de lucha. Abrazándose a la teología de la liberación, a movimientos
[Manifiesto por otra forma de poder 69]
ecologistas, cooperativistas, feministas, comunales, cocaleros, indigenistas, barriales, que desde los confines
más subterráneos de la América Latina profunda fueron conformando
una nueva textura para una subjetividad política otra, que recuperando la memoria y las formas de organización y lucha de los pueblos, fue
generando una visión heterogénea,
diversa y mestiza del proceso emancipatorio, reactivando el deseo político que hoy se expresa como línea
de superficie de las distintas formas
de expresión de la nueva izquierda
latinoamericana. Transversalizando
el tejido de luchas y demandas de los
pueblos, se ha ido forjando una trama que ha creado visiones de paralelaje, capaces de articular un discontinuo propio para la emergencia de
una nueva hegemonía continental.
Poco a poco se abre paso un espíritu
colectivo que ha acompañado a los
distintos liderazgos y movimientos
emergentes en nuestro continente.
Proceso abierto y en marcha que
aún no admite síntesis. Por eso, pensar a la Comuna hoy, soñar con gobiernos de fábrica y consejos obreros, es instalarse en la potencia de
las líneas de fuga de sus devenires libertarios. No es otra cosa que saldar
cuenta con la historia y la memoria
de las luchas obreras, campesinas,
de género, estudiantiles, de pobladores, partidos y movimientos, que
durante más de dos siglos han ocupado su suerte y destino, soñando
la emancipación de nuestro globo
de la ruina y la barbarie del dictat
del gobierno del capital. Este es el
marco contextual de la revolución
bolivariana y de la propuesta asumida por el compañero Chávez, en el
sentido de rescatar la Comuna como
forma concreta de la práctica socialista. A ella vamos. Comuna o nada,
es una versión renovada y sintética
de programa mínimo estratégico.
“La Comuna es un modo distinto de producir la vida material y espiritual de
la gente, basado en la producción y no en el mercado; esto supone haber
quebrado los elementos constitutivos de la división social jerárquica del trabajo”.
JBarreto
Para István Mészáros es central distinguir el “capital” del “capitalismo”,
ya que son fenómenos distintos, y
asegura que la identificación conceptual de ambos es lo que ha hecho que
las experiencias revolucionarias del
siglo XX se mostraran incapacitadas
para superar el “sistema de metabolismo social del capital”, es decir, el
sistema caracterizado por la división
jerárquica del trabajo, que subordina
sus funciones vitales al capital.
Éste, el capital, antecede y sobrevive al capitalismo, ya que el último
es solo una de las formas posibles
de realización del capital. Así como
existía capital antes de la expansión
del “sistema productor de mercan-
El capital en La Comuna
cías”, pues de igual forma para Mészáros se puede detectar al capital
después del capitalismo (a través de
la constitución del “sistema del capital postcapitalista” que tuvo vigencia
en la URSS y en los demás países de
Europa del este). Subrayemos con
Mészáros, que estos países no rompieron con el sistema de metabolismo
social del capital, ya que mantuvieron
intactos los elementos básicos constitutivos de la división social jerárquica
del trabajo.
Por el contrario, la Comuna es un
cambio de lógica, es otro registro y
eso supone otro modo de producir la
vida material y espiritual de la gente.
Si la comunidad es la base de la pro-
[70 Cuarta tesis]
ducción y no el mercado, entonces
el trabajo queda liberado porque se
realiza desde y para la sociedad y de
esta manera vuelve sobre sí mismo.
A cambio el trabajador no recibirá
un producto específico y particular
como el dinero únicamente, sino
también una cuota especial de la
producción comunal en primer lugar,
y podrían pensarse formas de intermediación abstractas para cubrir el
acceso a aquellos objetos producidos
más allá de la comuna, como tecnologías de la comunicación.
Éstos más adelante podrían a su
vez ser producidos por una poderosa red de comunas que planifique
la producción y colocación de estos
productos, “de cada cual según sus
capacidades, sus necesidades y su
trabajo”. De esta forma, el trabajo se
irá vaciando del contenido que tiene
ahora, asociado al valor de cambio,
las jerarquías y los privilegios.
[Manifiesto por otra forma de poder 71]
“Hemos tomado partido por saltar el obstáculo epistemológico que ha
representado el estalinismo, y apostamos por recuperar y recrear nuestras
luchas, a sabiendas de que están lejos de formar un proyecto, sino más bien
multiplicidad de multiplicidades”. JBarreto
Todos conocemos la dimensión del
problema que representó y sigue representando el estalinismo en cuanto obstáculo epistemológico para la
construcción de un proyecto emancipador. Al punto que algunos autores
colocan las cosas de esta forma: la
posibilidad de avanzar depende de la
posición que adoptemos en relación
a La Comuna y al estalinismo. Los
que tomamos partido por La Comuna, tenemos el deber y la responsabilidad de realizar una arqueología de
los conceptos desde donde construimos nuestras prácticas, desde donde
leemos el marxismo, el leninismo, el
bolivarianismo, y de lo que entendemos por chavismo. De eso se trata,
de una recuperación y recreación de
todas nuestras luchas. La reconstitución del imaginario libertario está
presente en la esperanza contenida
en cada idea, porque como dijera Sócrates frente a la cicuta, “nada se ha
logrado sin pasiones”.
En este marco nos interrogamos:
¿cuál es la suerte y la vida de los conceptos?, ¿no importa lo que ha pasado en la nueva naturaleza de nuestras
luchas, así como los cambios operados al interior de la lógica del capital? De ser así, la filosofía escaparía
al pensamiento crítico y no pasaría
de ser un ejercicio de aburrida memorización de textos, recitada desde
los pedestales de una vanguardia autoproclamada como preclara y atrincherada en las frías comodidades de
la poltrona de las seguridades.
De manera que las ideas pueden tener efectos reveladores, capaces de
La Comuna y el estalinismo
hacerse iluminadas líneas de fuga y
visibilidad, suerte de efecto de látigo,
que azota a las demás ideas y sensibilidades dormidas; látigo que atiza
a la fiera de las pasiones; y que hoy
parece estar presente al calor de las
luchas que en el autoproclamado
mundo desarrollado se libran en las
calles de Madrid, París, Roma, Manhattan, Dublín o Atenas. Desmintiendo “milagros” como el tailandés o el
chileno.
Entonces, ¿cómo conceptualizar hoy
el registro arqueológico de un estrato de historia como el 27-F de 1989?
¿Será que en la Venezuela de los 80,
los acontecimientos y sus protagonistas se vislumbraron a sí mismos
en la línea de articulación del nuevo
dispositivo de confrontación del capital, que hoy podemos llamar multitud? ¿Serían los caraqueños, acaso
precursores de los primeros indignados? En tal sentido, como anunciara Foucault, donde hay Poder hay
Resistencia. Por eso surge la posibilidad de un modelo de democracia
sin precedentes, directo, con base en
la voluntad de los productores libremente asociados, desde una comunidad conectada en una red global, de
una multitud subversiva y creativa
capaz de resistir y de generar una alternativa al actual orden. El proyecto
de la Comuna no es uno, es multiplicidad de multiplicidades, son líneas
de fuga, campos de probabilidades
en tornos y mapas que hacen la nueva arquitectura del poder.
[72 Segunda tesis]
QUINTA TESIS
Desafíos
del proceso revolucionario
El Poder Popular debe ser el verdadero músculo político de
la transformación. No hay revolución verdadera sin el ejercicio permanente del Poder Constituyente del pueblo. Se
debe favorecer el modelo de movimiento de movimientos,
que integre las demandas de las multitudes. El fortalecimiento de la potencia del pueblo junto con la transformación de las estructuras del Estado son fundamentales para
cualquier cambio revolucionario. Es necesario reconstruir y
renovar las izquierdas sobre bases amplias, flexibles y superadoras de dogmas.
En este capítulo:
Luchar contra el Estado burgués y su hegemonía.
Multitud constituyente, socialismo desde abajo
Luchar contra la dispersión y fragmentación.
Por un movimiento de movimientos
Luchar contra la unilateralización de la potencia:
constituir la doble direccionalidad
Luchar contra dogmas y sectarismos
Reconstrucción de la izquierda
Materializar la lucha por la construcción
de un nuevo bloque social hegemónico
[74 Quinta tesis]
De toda la discusión que hemos registrado en este documento, será bueno
que empecemos a listar los desafíos
que debemos encarar en nuestra lucha primaria por la construcción de
Luchar contra el Estado burgués
y su hegemonía
Multitud constituyente,
socialismo desde abajo
la corriente histórica para una nueva
hegemonía popular y revolucionaria.
Entendiendo que todo se entrecruza
y tiene incidencias recíprocas, nos
animamos a enunciar:
El ejercicio del poder desde un Estado Burgués estimula la
aparición de cúpulas y grupos que evitan los cambios
y erosionan las transformaciones. La ideología hegemónica crea
intereses refractarios a la Revolución. Asaltar y demoler esas
estructuras pasa por crear un poderoso movimiento popular
con una propia y renovada visión de la democracia directa y el
ejercicio del Poder Popular.
Una revolución que aspira al socialismo (que es más que un proyecto nacional, popular y democrático) debe
partir de la revisión honesta y sin
contemplaciones de la acción política
que responda definitivamente a las
demandas del pueblo constituyente para la construcción de un nuevo
bloque histórico de la Multitud, eso
pasa por desmontar los discursos
y las palabras para saber que significa poder popular y, así, armoniza
prédica y práctica de manera integral. Creemos que dicho movimiento
hace urgente la emergencia de muchas puertas y numerosos caminos
en los que converjan, en el mejor de
los escenarios y en igualdad de condiciones, la también multitud de corrientes revolucionarias, que desde
prácticas locales de carácter parcial,
aspiran a acariciar la totalidad.
La riqueza de estas experiencias podría languidecer ante el encierro, el
anonimato y la exclusión de los espacios legítimos del poder; o, por el
contrario, podrían desbordar estos
causes con el fin de encontrar su
propio camino. Ambas cosas indeseables. El líder, los liderazgos y el
partido deben conocer y calcular la
composición social y de clases de los
distintos modos de expresión de la
Multitud constituyente, así como su
necesaria relación con lo constituido,
para predecir lo que está por constituirse, para que la movilización social adquiera el sentido de ascenso
al conflicto y la confrontación con el
régimen del capital. Acumular fuerzas anticapitalistas implica un pensamiento de izquierda que se aleje
del institucionalismo reformista, que
sueña con estatizar y mediar todas
Construir, en lo concreto, el socialismo desde
abajo, permanentemente constituyente,
es consolidar lo que nuestro comandante
eterno Chávez llamó en su momento Nueva
Geometría del Poder; particularmente en lo
referido a las comunas, acompañando esto de
la proliferación de consejos de trabajadores y
otras formas organizativas de la Multitud. Una
tarea concomitante sería el relanzamiento de los
espacios de la mediática popular, teniendo como
ejemplo la experiencia de distintos colectivos y lo
logrado en todo este tiempo.
[Manifiesto por otra forma de poder 75]
las expresiones sociales y con el nocivo izquierdismo que reduce toda demanda social al conflicto
reactivo coyuntuvalista que evita toda acumulación de fuerzas y que quema a los movimientos
reduciéndolos a la confrontación.
Superar la inercia de la cultura política, de las lógicas inscritas en el ADN del Estado burgués venezolano, caracterizado por rentismo, clientelismo,
burocratismo antidemocrático, parasitismo, partidismo y muchas otras deformaciones estructurales, que hacen imposible avanzar hacia un proyecto socialista. Es la tarea pulverizar los obstáculos
y las trampa-jaulas del Estado burgués y con ello
su hegemonía, es deslastrarse de las formas de
participación que solo privilegian las mascaradas
de la democracia representativa y las prácticas de
aparato, la conservación de estratos de dirigentes
sin dirigidos ni inserción social real en las luchas
y los imaginarios de la gente, asumidos como fin
en sí mismo, como funcionariado tutelar, y en fin,
de todo lo que enfrenta cualquier expresión de
la democracia directa. Como de lo que estamos
hablando, en fin, es de la viabilidad concreta del
socialismo desde abajo, tenemos que acabar con
el aparato/Estado que actúa en correspondencia
con sus propios intereses, como que si él tuviese
intereses distintos y separados de la sociedad y de
la fuente originaria del poder constituyente que
es el pueblo. Esa es una contradicción en la que la
fuerza constituyente se desgasta. Por ello, o activamos el poder constituyente de la potencia generadora, o si no, tendremos un Estado burgués con
sentimiento de culpa y, en el mejor de los casos,
una sociedad más justa (¿capitalismo con rostro
humano?) y “un Estado del Bienestar”.
Hacemos hincapié en que el pueblo organizado es
sinónimo de potencia constituyente, de construcción social de lo común, de producción soberana
de nuevas formas de comunidad. El reto, que se
encuentra especificado en nuestra Constitución,
es idear un modelo sólido de democracia directa y auténticamente participativa; en el que cada
miembro de la comunidad se sienta artífice y protagonista de las aspiraciones y los logros colectivos. Se debe consolidar un modelo de Estado que
no excluya ni discrimine, sino que, por el contrario, sea una instancia que facilite el poder para
dar cumplimiento a las necesidades y demandas
colectivas.
¿Por qué se supone que estamos en una nueva
etapa del proceso? Porque, o de verdad rompemos con las instituciones de la vieja República y
construimos un nuevo Estado, o ese viejo Estado
se recompone, se regenera su lógica, nos aplasta
y volvemos a lo mismo, No hay revolución verdadera si no se rompe con el Estado, con su ejercicio
burgués, sus cánones, sus miserables injusticias,
el usufructo indebido de las tierras de las mayorías, su grotesco derroche energético en ciudades
golpeadas por campos de golf sostenidos por éticas bizarras, con la burocracia y con el modo de
producción capitalista en todas las esferas de la
vida social.
Repetimos: No hay revolución verdadera sin el
ejercicio permanente del Poder Constituyente
del pueblo. Esta tensión que existe entre el poder
constituido, que es representativo, y la posibilidad
de una nueva relación de poder, es la que nos estamos jugando. Así que cuando hablamos de Po-
[76 Quinta tesis]
der Constituyente y Poder Popular,
estamos hablando de un doble movimiento, de la posibilidad de articular un significante material (el Poder
Popular) que encarne la potencia del
Poder Constituyente. Potencia que
resitúa lo político y acelera el tiempo
social.
En esa perspectiva, el Poder Popular
podría ser la síntesis que resuelve la
fuerza impugnadora del movimiento
social versus la fuerza racionalizadora y organizadora (Weber) de la
institución. De la lucha que se produce entre estas dos fuerzas, puede
surgir algo nuevo: el poder popular;
los movimientos sociales, la multitud
insurgente, en términos de Lenin:
“Todo otro poder”que supere la dominacion, el control y la hegemonía
de los aparatos y la lógica burguesa.
Otro antídoto antiburocrático es el
de cuidar las dimensiones de las organizaciones y colectivos populares.
Como en un proceso revolucionario
la calidad de los sistemas decisionales es directamente proporcional a la
efectiva participación de la gente, entendemos que el tamaño de las orga-
Luchar contra la dispersión
y fragmentación
Por un movimiento de movimientos
nizaciones no debe escogerse caprichosamente. Las proporciones de una
organización política no son neutras
respecto a la calidad de la participación y su autonomía de gestión.
Lo mismo ha de plantearse en relación con los ámbitos en los que es
susceptible la organización de prácticas políticas. Tanto la vida interna de
las organizaciones como la riqueza
de sus articulaciones con los tejidos
sociales que les son pertinentes, tienen una directa relación con el tipo
organizacional que se adopta. Por
aquello de que “lo pequeño es hermoso” es menester cuidar las escalas
al punto de asegurar la participación
directa, los acuerdos bregados en el
diálogo, la negociación de conflictos
lidiados en caliente. Allí se logra un
poderoso antídoto anti-burocrático
que funciona eficazmente justo hasta el momento en que las grandes
escalas desdibujan el rostro de la
participación directa. Los ámbitos de
acción tampoco se eligen por capricho
porque las pequeñas organizaciones
y colectivos no están exentos de vicios y desviaciones.
“Desafortunadamente por nuestras vacilaciones, desaciertos
y errores, nosotros no hemos logrado someter a la oposición
reduciéndola a su mínima expresión y se ha ido fortaleciendo a un
punto de competir el poder al proceso de cambios en términos
peligrosos”. JBarreto
Creemos que las demandas sociales no se pueden desarrollar en este
proceso político revolucionario de
manera unilateral, vertical y ejecutiva, porque de esa manera se dispersarían y fragmentarían las fuerzas populares y se desvirtuarían los
objetivos políticos. Se crearía lo que
se denomina, dentro del campo de la
física, una entropía o caos de energía.
Por eso asentimos que las nuevas
instituciones y organizaciones debemos trabajar para favorecer el mo-
delo de movimiento de movimientos,
que podríamos llamar también de
Redes del Poder Popular, uno tal que
integre las demandas de las multitudes y consolide diversos espacios –físicos y virtuales– para el intercambio
de información, para la discusión y la
toma de decisiones en común.
Las tareas de cogestión deben ser
asumidas como una gran secuencia histórica, en la que desde todos
lados debemos interactuar permanentemente todos los actores socia-
[Manifiesto por otra forma de poder 77]
les del proceso. Sabemos que aún existen muchos
obstáculos y desafíos por superar, como la pesada
herencia burocrática de la IV República y la todavía más pesada herencia de siglos de capitalismo,
pero sólo marchando juntos, con tareas políticas
comunes y metas compartidas de forma expresa,
podremos alcanzar en la práctica una verdadera
transformación social.
La unión de la gente y de los grupos movilizados en
territorios definidos (físicos y virtuales) y la unión
de comunidades bajo demandas y exigencias similares obligan a establecer procesos fluidos de
comunicación: intercambio de información, cooperación y toma de decisiones (redes de producción y consumo, nuevas cadenas de distribución
que materialicen la democracia). El intercambio y
la interacción entre los distintos actores sociales
obligan no sólo al uso común de lenguajes, culturas y demandas, sino que, además, en la medida en
que se fortalecen estos espacios y estos vínculos,
Entendamos a los “movimientos sociales” en su
capacidad de moverse y fluir, circular, de modo que
su fuerza está en el constante desplazamiento de
espacios. Cuando se dice que debemos potenciar a las
organizaciones no nos referimos a su estructura sino a
su acción, en su proceso, en sus movilizaciones, a su
capacidad de floculación y aglutinación.
Creemos que la dispersión y disolución de las condiciones
de posibilidad de la participación social organizada es otra
de las características de la formación social capitalista.
Presentado como “participación social”, el modo de producción de valor unifica las prácticas sociales a través de la
dispersión del mercado y la homogenización de las prácticas de consumo. De esta forma, las manifestaciones culturales seculares son separadas y aisladas por la subjetividad
dominante y sólo logran sobrevivir si son subsumidas en la
recuperación que lleva a cabo la lógica de mercado, que las
hace inteligibles a la sensibilidad del consumo. La lógica
burocrática confunde el estar presente con la participación.
Son nuevas maneras de filiación social de las sensibilidades organizan el deseo, generando lo que Maffesoli llama
“tribus urbanas”. La moda, la intensidad efímera de estar
juntos alrededor de una forma de consumo, así como la
ocupación territorial en torno a una expresión musical, hábitos de habla, acompañada de toda suerte de puesta en
escena y gesto ritual, etc., caracterizan a este momento de
la lógica del capital, haciendo cuerpo y carne biopolítica en
la gente y separándola de la toma de decisiones.
[78 Quinta tesis]
se crean nuevos lenguajes y nuevos
propósitos políticos con carácter colectivo.
Tenemos que ser capaces de constituir, partiendo de las comunas, los
consejos obreros y campesinos, los
colectivos urbanos, un movimiento
de movimientos, y esto solo es posible si generamos dinámicas de interacción articulados en redes entre
todos los actores sociales, y así, crea-
Luchar contra la unilateralización
de la potencia
Constituir la doble direccionalidad
“Debemos construir el Estado comunal de democracia del
pueblo y los trabajadores, ese es el legado, es la nueva misión
que nos dejó el amigo, el compañero, nuestro comandante
eterno”. JBarreto
La articulación de los paradigmas
de participación popular y del poder
del Estado parte de la larga tradición
de las luchas sociales que ha tenido
la humanidad, de las luchas del pueblo y de las multitudes que han sido
excluidas de los sistemas de representación política, social y económica. Recuérdese, por ejemplo, que las
luchas obreras activaron nuevamente la participación del pueblo en la
toma de decisiones, para favorecer la
transformación radical del poder.
Podemos ubicar en Marx un planteamiento fundamental que va a resaltar
dos de los desafíos fundamentales de
cualquier proceso revolucionario: 1.
el fortalecimiento de la potencia del
pueblo mediante su movilización y
organización política; y 2. la transformación de las estructuras del Estado, para que sea un verdadero potenciador del Poder Popular.
Luchar contra dogmas y sectarismos
Reconstrucción de la izquierda
mos novedosas maneras de reunirnos, discutir, dialogar y, sobre todo,
tomar decisiones. Es lo que llamamos complejo partidario, red de relaciones productivas, territoriales, culturales y políticas. Esta es la forma
en que nosotros, la multitud-pueblo,
debemos ejercer el poder en el socialismo del siglo XXI. Una propuesta de
esta naturaleza es nítidamente revolucionaria y solo puede surgir de la
izquierda.
En este sentido y de forma actual, el
teórico político argentino Ernesto Laclau subraya la capacidad del pueblo
para constituir una potencia política
que supera lo que Gramsci llamaba
dominación y cohesión para que organice y estructure una hegemonía,
y que motorice los grandes cambios
sociales. Para él Venezuela es un
buen ejemplo de esta doble direccionalidad: este pueblo combina la dimensión vertical, que es la influencia
sobre el Estado, y la dimensión horizontal, que es el desarrollo de la protesta y la construcción social. Laclau
considera que la no unilateralización
de ninguna de estas dos dimensiones
es lo que permite la construcción de
formas estatales nuevas, que no es
simplemente la oposición completa
al poder del Estado, sino la posibilidad de consecución de objetivos que
potencien la acción política emancipadora y libertadora del pueblo.
“Para que avancemos, es impostergable el radical
renacimiento de nuestro imaginario crítico, en cuanto
superación de viejas limitaciones del socialismo real y
del marxismo burocrático”. JBarreto
El socialismo participativo de la democracia radical es mandar obede-
ciendo al pueblo, no mandar obedeciendo sobre el pueblo, hecho que las
[Manifiesto por otra forma de poder 79]
corrientes burocráticas y vanguardista en el seno
de la revolución han omitido completamente. Suponer que el poder constituyente, democracia participativa, reconstrucción de la izquierda, ir más
allá del metabolismo social del capital, proyectar
formas de una economía de transición post-capitalista, de una ética-política de la liberación, incentivando el protagonismo del Poder Popular, son
todas tesis contrarrevolucionarias, no es más que
una muestra de cerrazón mental, arcaísmo ideológico y necedad intelectual.
El proyecto de emancipación, justicia social e
igualdad sustantiva son parte de un horizonte libertario, no de una clausura despótica. Por tanto,
con dogmas y sectarismos no habrá praxis revolucionaria para el siglo XXI, así lo ha expuesto el
camarada Hugo Chávez y lo ha venido ratificando
el presidente Maduro adelantando la convocatoria de un bloque popular revolucionario, como
eje fundamental de reagrupamiento del Gran Polo
Patriótico en el proceso de re-politización, re-unificación y re-polarización mayoritaria de las fuerzas socialistas, democráticas y contra-imperiales
del país.
Una nueva izquierda tiene que armarse intelectualmente
para comprender, por ejemplo, las irrupciones socio-políticas del mundo árabe que dan al traste con todas las fórmulas tradicionales de interpretación del espacio público.
Esa voluntad de lucha de tanta gente, digamos en Egipto (sin aparatos, sin parafernalias, frente al poderío del
gobierno), contra la corriente, teniendo que negociar con
una Junta Militar que obviamente los defraudará, pero allí
están. Igual ocurre en Marruecos, una juventud lúcida que
tiene claro los límites de la Monarquía pero que sabe medir los tiempos para demandas más radicales. ¿Cómo entender la significación subterránea de los indignados de
Israel? Un amplio movimiento que descoloca la lectura
convencional de la política. Lo mismo con los indignados
españoles y sus ramificaciones europeas que están revolviendo la vieja agenda de la democracia representativa.
Otra izquierda tendría que hacerse de una nueva caja de
herramientas para entender la explosión de violencia que
conmueve a Inglaterra más allá de las socorridas fórmu-
Pero más allá de una convocatoria unitaria de las
fuerzas transformadoras, hace falta una crítica que
sea permanente. Un ambiente de debate fraterno
que destruya lo que hasta hoy ha significado la izquierda y el socialismo. Para ello es necesario reconstruir y renovar las izquierdas sobre bases amplias, flexibles, superadoras de dogmas, posturas
colonialistas, euro-céntricas y despóticas. Se trata
de un radical renacimiento del imaginario crítico
post-capitalista, post-colonialista y post-imperialista. De allí la importancia de la superación de viejas fronteras, distinciones y mapas del socialismo
real y del marxismo burocrático, hegemónicos en
el siglo XX.
Ser de izquierda hoy significa contar con una especial sensibilidad (ética, estética, afectiva) para dialogar con un tránsito epocal que ha colapsado las
viejas “cajas de herramientas”, las ópticas disciplinarias, los entusiasmos por el “desarrollo”, la confianza en las “leyes de la Historia”, las nociones rudimentarias de “libertad, igualdad y fraternidad”,
los mitos de un “Sujeto” ungido de trascendencia,
la ingenuidad de una “ciencia universal” y la “neutralidad” de la técnica, la tiranía de “La Razón” y el
terrorismo de “lo bello”, “lo bueno”, “lo verdadero”.
las de la “lucha de clases” y clichés del mismo tipo a los
que se apela de manera facilista y sin contemplaciones.
Londres en llamas es una escena de horror que muestra
en la superficie lo que existe cotidianamente debajo de la
alfombra: una maquinaria productora de exclusión que la
vocería oficial califica simplistamente de “delincuencia”.
¿Qué tienen en común estas manifestaciones extremas de
anomia social con la matanza en Noruega propinada por
un fanático ultraderechista, con aquellos incendios de automóviles en los suburbios franceses, con la revuelta griega contra el paquete neoliberal que viene a “rescatarlos” y
la ola latinoamericana de movimientos anti-imperialistas?
Esta brevísima muestra de eventos en la escena política
es ya suficiente para ponderar la magnitud del estremecimiento teórico que debe sacudir a la vieja izquierda, la
enormidad del esfuerzo por construir otra sensibilidad, el
desafío mayor de remontar la crisis de voluntad que da
cuentas de la fatiga histórica de toda idea de “vanguardia”.
[80 Quinta tesis]
Toda esta parafernalia formó parte
de la mentalidad del hombre moderno (de izquierda y de derecha). De
allí la enorme importancia de valorar
el momento negativo del pensamiento crítico. En el ejercicio mismo de la
crítica se genera una energía liberadora que es la fuente primera de toda
posterior positividad.
En cada campo del pensamiento observamos hoy una gran efervescencia
de búsquedas y experimentaciones
que hablan por sí solas de este potencial intelectual que no puede ser
comandado desde ninguna centralidad (sean los cascarones burocráticos del Estado o cualquier agencia de
instrumentación). El debate sobre el
rol del intelectual, el “compromiso”
de la mística y la práctica militante
con la transformación con las lógicas
reproductoras de los sistemas sociales imperantes, va tornándose hacia
otros linderos en atención a la irrupción de nuevas intersubjetividades.
Se abren así muchas compuertas
para la creación que apuesta fuerte
por la performatividad de la acción
misma, por la potencia de la palabra,
por el desenfado de las pulsiones
rebeldes, por la fuerza ética de la
voluntad que se compromete con el
vivir juntos.
Las derrotas de la izquierda en el
mundo (que son muchas) se deben
Materializar la lucha por la
construcción de un nuevo
bloque social hegemónico
básicamente a sus propias limitaciones. De ese catálogo de carencias
resalta con especial notoriedad la
enfermedad del burocratismo en los
modos de hacer y de pensar y la enfermedad infantil de los que no entienden el tiempo y quieren todo ya.
No hay nada más eficaz para la subcultura de aparato que la conveniente administración de la ignorancia.
Ese ha sido históricamente el magma ideológico que permitió por tanto tiempo la impunidad de un paradigma de la idiotez intelectual tenido
como “marxismo científico”, como
“vanguardia élite” y tantas otras imposturas.
La implosión del imperio soviético y
la consiguiente evaporación del socialismo estalinista han marcado la
frontera a partir de la cual se elaboran hoy las propuestas titubeantes
de “socialismo de mercado”, “socialismo posmoderno” y caracterizaciones del mismo tenor. El postcapitalismo plantea nuevos desafíos para
un pensamiento crítico. El talante de
una impugnación radical de todas las
formas de dominación es el punto de
inflexión para determinar dónde se
ubica cada quien. La apelación a una
denominación de “izquierda” sirve
frecuentemente para disimular visiones de derecha. Es en relación con
el poder como ha de medirse la calidad revolucionaria de una postura.
“Ahora comienza una nueva era que no tiene nombre propio,
es la continuidad de Chávez. Él deja un rumbo en su última
alocución donde habló de un golpe de timón y le dice a Maduro,
¡Comunas o nada!”. JBarreto
Como hemos aludido en la tercera
tesis de este documento: “Nueva hegemonía popular y revolucionaria”,
la construcción de un bloque social
histórico y su expresión hegemónica
es el primer problema a considerar
en la política, ya que no es producto
de la casualidad o del solo volunta-
rismo. Es el resultado de la acción
política dentro de unas condiciones
de posibilidad; es la síntesis de todas
las luchas de la Multitud, avances, retrocesos, aciertos y errores. Es la materialización misma de esas luchas
como solución a la “crisis orgánica”.
[Manifiesto por otra forma de poder 81]
En Venezuela, aún nuestras fuerzas sólo han logrado una suerte de equilibrio transitorio al interior de la lucha por la hegemonía, una correlación
de fuerzas a nuestro favor. Pero eso a su vez quiere
decir que apenas estamos en la construcción de
un bloque social con la suficiente capacidad de
hegemonizar a la sociedad toda, a fin de garantizar que el debate no sea ya, directamente, con las
fuerzas de la derecha más reaccionaria, sino más
bien con sectores afines con distintos matices. No
hemos reducido al fascismo a una mínima expresión inocua. La verdadera esencia de la revolución
se juega allí. Tenemos que romper el equilibrio
transitorio en el que nos encontramos y acelerar
el ritmo sin perder la iniciativa, pues si no avanzamos nos estancamos, a riesgo de retroceder. Es
decir, debemos romper con el inmediatismo tacticista de la pequeña política. Esto significa que
buena parte del movimiento popular se encuentra
disperso y que debemos entrar en una nueva fase
de acumulación de fuerzas.
Nosotros tenemos la ventaja de tener el debate
avanzado, que ya se ha traducido en materialidad
de prácticas. Es necesario entonces un plan de trabajo que nos permita concretar, en la medida en
que avanza el debate profundo en las comunidades sobre el devenir de la revolución en la construcción de nuevas prácticas socialistas, para que
eso a su vez se convierta en un germen político que
potencie la fuerza constituyente de los consejos
comunales y comunas organizados, de la juventud
organizada, de los trabajadores en consejos, en un
proletariado consciente de toda expresión de organización del pueblo para, así, decir que hemos
impulsado la articulación social y comunal para
que, ahora, esa sociedad organizada y articulada
demande un nuevo Estado. Es lo que Gramsci llamaba poder dual.
Estamos en un momento protagónico para comenzar a hacerlo. Ya tenemos unas coordenadas
trazadas por el Comandante Supremo (Plan de la
Patria, Golpe de Timón, etcétera) y sobre esa base
tenemos que poner la acción por delante, activar
la voluntad política, trabajando con la gente, en
función de los objetivos planteados.
Hay que discutir, hay que trabajar, hay que formarse. Tenemos que materializar con los colectivos,
las comunas obreras, campesinas, estudiantiles,
juveniles, profesionales y comunales, un plan de
trabajo ético-político que abarque lo más próximo
en función de concretar una estrategia revolucionaria que tenga al socialismo como horizonte, actuar de manera que seamos capaces de acabar con
la vieja institucionalidad y avanzar en la construcción del Estado comunal, germen del socialismo.
“La gran política comprende las cuestiones
vinculadas con la fundación de nuevos Estados,
con la lucha para la destrucción, la defensa, la
conservación de determinadas estructuras orgánicas
económico-sociales. La pequeña política, las
cuestiones parciales y cotidianas que se plantean
en el interior de una estructura ya establecida
por las luchas de preeminencia entre las diversas
facciones de una misma clase política. Es por lo
tanto gran política el tratar de excluir la gran política
del ámbito interno de la vida estatal y reducir todo a
pequeña política (…). Es, por el contrario, propio de
diletantes plantear la cuestión de tal modo que todo
elemento de pequeña política deba necesariamente
convertirse en cuestión de gran política, de radical
reorganización del Estado”.
ANTONIO GRAMSCI, Cuadernos de la cárcel.
[82 Segunda tesis]
SEXTA TESIS
REDES
y la materialización
de las luchas
Una revolución consiste en una transformación profunda
de los modos que producen la vida. REDES somos un movimiento de movimientos, que aspira a ser parte de la corriente histórica de la revolución; apostamos al permanente
ejercicio del Poder Constituyente y levantamos la consigna
“El poder al pueblo” para el control directo de la producción
y al territorio desde donde se ejerce la democracia directa.
Creemos en la acumulación de fuerzas para que la multitud
se haga visible en un proyecto hegemónico. Postulamos la
necesidad de un complejo partidario de REDES de participación que haga posible el nuevo poder.
En este capítulo:
¿Qué es la revolución?
REDES en instantáneas
REDES, el partido en lo social
REDES y la bisagra electoral
Nuestra consigna, nuestra política
[84 Sexta tesis]
Infinidad de veces hemos escuchado a connotados dirigentes opositores y fascistas hablando
de esta forma: “Nosotros, los venezolanos, el
país, rechazamos la situación actual”, o “Chávez dejó de lado la agenda social para imponerle al país una agenda política”, o bien “Chávez
dividió al pueblo venezolano”; y más, “Chávez
sembró la violencia y el odio entre los venezolanos”. Enarbolando discursos fundados en la
prepotencia excluyente y clasista más oscura.
Recordamos entonces una proclama de Buenaventura Durruti, por allá al inicio de la Guerra
Civil Española, cuando los franquistas pretendían secuestrar a su patria bajo el lema: “Rescate del sagrado pueblo español”; él les dijo:
“Sí, en efecto, ustedes entienden sagrado todo
aquello que les es útil. Todo aquello que ha sido
acumulado, luego de haber sido expoliado a los
campesinos y trabajadores. Entienden por pueblo al alto clero, a las cúpulas de empresarios
y terratenientes, los que pretenden eternizarse
en el control de todo lo contrario a la dignidad y
al reconocimiento de los derechos colectivos de
los humildes. Nosotros, porque, en efecto hay
un ustedes y un nosotros, somos la España que
ha sido excluida y postergada. Pero también,
la que se ha insurreccionado, ha levantado la
cabeza para no bajarla jamás, a menos que le
sea cortada. Para ustedes hay una sola España,
porque nunca reconocerán la vergüenza que
implica la existencia de la otra”.
El argumento de Durruti cabe en esta ocasión,
como anillo a la medida, ante el discurso
“unificador” de los dirigentes de la Venezuela
de los privilegios puntofijistas. Los que consumieron para sus fines, durante décadas, la renta
petrolera de todos; los que hicieron del país un
paraíso para algunos, los que añoran los tiempos en que ser pobre no solo era una desgracia,
sino también una vergüenza, porque desde el
poder se les trataba con desprecio. Ellos, los
arrogantes de siempre, los que creen que el
pueblo es solamente una referencia estadística,
hoy quieren mostrarse como una opción para el
país, pacífica, legítima y verdadera. Pero esto
choca con un problema, un escollo más sólido
que la roca de un muro: Nosotros.
[Manifiesto por otra forma de poder 85]
“Si estamos en una revolución, ¿por qué no empiezan a darle el poder al
pueblo y a los trabajadores? Conozco muchas empresas socialistas donde la
forma de trabajo y modo de producción es la misma que en el capitalismo.
El socialismo es poder directo y capacidad de decisión en manos del pueblo,
reducción de la división técnica y jerárquica del trabajo”. JBarreto
Desde REDES creemos que una revolución consiste en una transformación profunda de los modos que
producen la vida.
Para concebir revolución hemos pasado por varias preguntas. ¿Será que
cuando Marx habló de revolución
lo hizo simplemente porque quería
construir un modelo analógico y lo
que tenía más a mano era el maquinismo y la revolución industrial?,
¿será que Marx era tan ingenuo que
pensó que la naturaleza de la transformación podía ser resumida en la
explosión interior de un pistón que
produce un movimiento de un eje
que gira sobre sí mismo dando una
vuelta de ciento ochenta grados?; ¿o
será que Marx, agarrándose de esa
metáfora, intenta construir unidad
de movimiento?, ¿qué quiso decir
Marx cuando dijo revolución?, ¿quiso
describir la naturaleza de los cambios al interior de la sociedad capitalista a partir de la metáfora del maquinismo, u otra cosa?
La idea de revolución puede asimilarse a la de explosión e irrupción, producto de la síntesis de distintos mo-
¿Qué es la revolución?
vimientos. Más allá de la metáfora de
la máquina que produce y más allá
del proceso interior de la máquina,
significa ruptura con un ciclo. Marx
pretende conseguir en el movimiento y la irrupción frente al ciclo de
acumulación, los puntos de quiebre,
los momentos a partir de los cuales
pueden producirse líneas de fuga
que hagan posible la construcción de
algo nuevo. Por eso, nos parece que
tiene sentido y es sumamente necesario, para que otro mundo sea posible, seguir hablando de revolución.
Una revolución niega y afirma desde el movimiento, pues prolifera en
nuevas líneas de fuga. Esto lo vemos
cada vez que las multitudes roban la
calma al presente y desquician cualquier forma de buena conciencia.
Los que apostamos a las resistencias,
a la memoria que libera, a más de
500 años de luchas, a la emergencia
insurgente de sus proclamas ante
los obreros del mundo, sabemos que
Marx es enormemente oportuno
para una nueva interpelación al presente, como inspiración impugnadora, concretada en ocasiones políticas
y en distintos disturbios del devenir.
[86 Sexta tesis]
REDES en instantáneas
1
2
3
4
5
REDES somos una estructura para el encuentro
y articulación de distintos movimientos sociales.
No somos un partido en términos tradicionales.
Nos impusimos la difícil tarea de ser un movimiento de movimientos en movimiento, esto implica romper con la vieja concepción jerárquica y
burocrática del partido.
En REDES creemos que la salida es la organización y articulación de la potencia de las multitudes en su infinito movimiento de empoderamiento constituyente.
Hemos levantado la consigna: El pueblo al poder,
que no es otra cosa que la síntesis de nuestra política. Entendemos al poder como el espacio de la
toma de decisiones y control de las políticas, los
recursos y las acciones concretas. Entendemos
por pueblo, una pluralidad heterogénea, es multitud en movimiento, es el conjunto de las capas
y clases opuestas y enfrentadas al capital y sus
lógicas.
En REDES creemos que una política de acumulación de fuerza que restituya la potencia del poder
constituyente permanente del pueblo es garantía
de la hegemonía necesaria para profundizar el
proceso revolucionario y hacerlo irreversible. El
gran reto es construir una portentosa red de organizaciones sociales, partidos y movimientos de
la multitud-pueblo, que cree un espacio común de
objetivos y principios ético-políticos.
En REDES creemos que una revolución consiste
en una transformación profunda de los modos
que producen la vida. Para ello falta crear las nuevas instituciones de base que garanticen la democracia directa en lo económico y lo político, que
solo se logra interviniendo a fondo los procesos
productivos y poniéndolos hasta donde sea posible en manos del pueblo. Esta es la forma en que
nosotros, el pueblo, debemos ejercer el poder en
el socialismo. Es el movimiento de la multitud
que se hace visible como proyecto hegemónico.
[Manifiesto por otra forma de poder 87]
“Decidimos crear un partido que se nutre de nuestra vida cotidiana, y
luego evalúa el aspecto del socialismo de la mano de la conciencia y
espíritu de la gente. El socialismo debe tocar la fibra de la subjetividad
humana y no de un proyecto de arriba hacia abajo o que el Estado dé
solo prebendas al pueblo”. JBarreto
El quehacer político de REDES está
enfocado hacia la orientación y canalización de la potencia de las prácticas revolucionarias que hoy surgen
en el seno del pueblo. Esto significa, a
su vez, reorientar el espolón de proa
del partido hacia “los poderes creadores del pueblo”. Hay que extinguir
el partidismo en la misma medida
que surge un complejo partidario
que tributa su esfuerzo en poder
para el pueblo. La mayoría de los que
integran este proyecto-movimiento,
por ejemplo, deben ser entonces a su
vez líderes populares, con inserción
real y directa en el movimiento popular. El partido deberá ser la suma
organizativa de las pasiones humanas y un intelectual colectivo que
aprenda haciendo.
No pretendemos sustituir al movimiento popular ni dirigirlo imponiéndonos a su propio curso, debemos acompañarlo e impulsar sus
múltiples formas organizativas, haciéndonos parte del proceso de crecimiento y maduración. El partido
revolucionario, cualquiera que sea,
es una parte que aspira a la totalidad,
REDES, el partido en lo social
pero la totalidad se estructura desde
el bloque social, desde el complejo
partidario que reposa en el poder directo del pueblo, en nuestro caso, organizado en consejos y comunas, en
colectivos y movimientos sociales.
Pensamos que REDES no puede ser
asumido desde una relación de propiedad, si así se asumiera la militancia el resultado será el sectarismo.
También pensamos que el partido
es instrumento en la conformación
del bloque social histórico revolucionario, de lo contrario se convertiría
en un fin en sí mismo, el partido se
erigiría sólo como forma de acceder
a las ventajas del poder del Estado, lo
cual pervierte totalmente su papel y
conformación.
Los movimientos sociales no pueden
ser vistos como frentes o apéndices
del partido y sus lógicas, sino como
la sociedad que se hace a sí misma en
el despliegue eterno y permanente
de nuevas formas de existencia política, a partir de su poder constituyente como acontecimiento.
[88 Sexta tesis]
REDES y la bisagra electoral
“De las coyunturas electorales reconocemos la legitimidad que allí se
produce, pero entendemos que eso no nos lleva directamente a la
construcción de hegemonía”. JBarreto
En este contexto la vía electoral, considerada por muchos una ventana
táctica, devino movimiento estratégico para la acumulación de fuerzas,
el acceso al gobierno y la lucha por el
poder. Lo electoral se ha convertido
entonces, en cada momento, en suerte
de bisagra que marca y periodiza cada
momento y movimiento táctico. De
manera que no podemos subestimar
las coyunturas electorales, hasta que
no logremos salir de la forma y la legitimidad que desde allí se produce. Lo
electoral es un escenario y una forma
de lucha que arroja un mapa cuantitativo de la fuerza acumulada por cada
sector. Dota de legitimidad y permite
el acceso a formas tradicionales de poder. Debemos participar y utilizar este
escenario y esta forma de lucha, pero
sin sustituir al proceso-movimiento y
al poder popular, cayendo en la ilusión
reformista que privilegian lo electoral
por encima de otras áreas de acumulación.
Ahora bien, el voto y una mayoría
siempre precaria, temporal y circunstancial; no es una panacea que
nos conduce directamente a la construcción hegemónica, ni a la construcción revolucionaria. Hace falta
sobre todo, una nueva ontología
ético-política que funde y cualifique
una ciudadanía radical. Es decir, que
sirva a la autoconstrucción que gestiona modos diversos de una también nueva subjetividad política.
La propuesta electoral revolucionaria no puede parecerse ni en la forma, ni en el contenido a las opciones
tradicionales de la derecha. Esto
significa un esfuerzo por superar lo
subalterno a favor de lo programático y lo estratégico. Implica que aquellos finalmente encarnen el rostro y
la voz, dentro de las reglas del juego
de la representación, sean la síntesis
de una tradición, una experiencia y
un compromiso que garantiza la superación del momento representativo, a favor de cada vez más elevadas
formas de democracia directa.
Para que el pueblo deje de ser una
ficción de la metafísica discursiva del
ideario político burgués, éste tiene
que ser construcción hegemónica.
Para ello, lo electoral debe superar
“el voluntarismo sustantivo”, que
habla de pactos y alianzas que solo
interesan a los cenáculos partidistas.
Hay que entender que los pactos y las
alianzas tienen que ser, en primer lugar, de carácter social, apuntando en
la dirección de la unidad del pueblo,
por encima de los intereses grupales
o partidistas. Fundarse y postular la
estrategia electoral desde allí, implica valorar la fuerza del trabajo local
y en lo pequeño, llevado a cabo por
comunidades y luchadores de calle.
[Manifiesto por otra forma de poder 89]
“Apostamos por un plan de economía productiva con
metas y plazos, donde se produzca por ejemplo alimentos
concentrados para animales, cabillas y acero. ¿Qué van hacer
las Comunas y cómo pueden producir? Que no solo hagan
torrenteras y escalinatas, sino que desarrollen una economía
productiva con pequeñas y medianas empresas, y conviertan
a Venezuela en un país de productores primarios y de la
democracia directa. Es un esquema económico que va de la
pequeña escala a mediana escala y que sumadas proyectan
la gran escala económica”. JBarreto
Hemos levantado la consigna: El
pueblo al poder, que no es otra cosa
que la síntesis de nuestra política.
Lo hemos desarrollado en otras secciones de este material, igual queremos porfiar un tanto en estos dos
conceptos: pueblo y poder.
“Pueblo” no es una magnitud estadística, que define a una población
que ocupa un territorio; o un grupo
humano que logra el consenso para
fundar un estado burgués y que, en
función de su representatividad política pública, decide a un gobierno.
Tampoco es una entidad cerrada,
idéntica a sí misma, culturalmente
hablando, en oposición a otra igual
en el sentido nacionalista; ni mucho
menos una entidad homogénea y reconducible a la unidad.
Para nosotros, “pueblo” es un momento, un estado de conciencia de
la multitud, un momento de posición
del sujeto, es pluralidad heterogénea,
es multitud en movimiento, es el conjunto de las capas y clases opuestas y
enfrentadas al capital y sus lógicas.
Es un espacio humano que va más
allá de la representación burguesa.
Es el movimiento de la multitud que
Nuestra consigna, nuestra política
se hace visible como proyecto hegemónico. Suerte de cuerpo social que
deviene bloque histórico. Repensar
lo que entendemos por “pueblo”, nos
invita también a encontrarnos con
su movimiento en lo social y sus estados de lucha.
“Poder”, por otro lado, es el espacio
de la toma de decisiones y control de
las políticas, los recursos y las acciones concretas, así que el tema central
de cualquier proceso de cambio está
referido al poder y a la pregunta:
¿quién decide? Otra pregunta fundamental es: ¿para qué y para quién el
poder? En la sociedad capitalista, la
convivencia se resuelve con la imposición de hegemonía (manda el que
tiene) homogeneizando los valores y
criterios del mercado. Entonces para
nosotros el problema no es cómo se
accede al poder ni con quien se disputa su titularidad, sino cómo se enfrenta o no a esa hegemonía y a esa
homogeneización, y qué somos capaces de construir. Esto también plantea revisar los liderazgos, la relación
que entablan con el pueblo y a quien
tributan sus acciones.
[90 Segunda tesis]
SÉPTIMA TESIS | EPÍLOGO
Todo el poder
a los Consejos
Manterial construido como propuesta al Presidente Maduro
sobre los retos y oportunidades de los Consejos Presidenciales del Poder Popular.
• Seamos audaces, tomemos la iniciativa dándole poder
al pueblo
• Los Consejos Presidenciales: más democracia y poder
popular
• El Pueblo-Presidente a la constitución
“Las revoluciones no se hacen, se organizan”.
Lenin
“Los consejos presidenciales
son la fórmula de gobierno para la ofensiva
socialista”.
Presidente Nicolás Maduro
[92 Séptima tesis|Epílogo]
Esto es un fragmento de una carta que le envió Pedro Kropotkin a
Lenin. Vladimir Lenin era todavía el líder de la Revolución Rusa y
que lamentablemente murió poco después, en mayo de 1920. Voy
a leerlo completo, es una página nada más. Me parece vital tomar
esto como referencia de lo que comenzó a pasar en la Unión Soviética apenas inició la Revolución Rusa. Leo:
“Sin la participación de fuerzas locales, sin una organización desde
abajo de los campesinos y de los trabajadores por ellos mismos,
es imposible el construir una nueva vida. [Fíjense la frase que usa
el camarada Kropotkin, una nueva vida. ¿Cuál es esa nueva vida? El
socialismo]. Pareció que los soviets iban a servir precisamente para
cumplir esta función de crear una organización desde abajo. Pero
Rusia se ha convertido en una República Soviética sólo de nombre.
[1920. Eso comenzó mal, parece. Lo mismo dice el Che. Y lo que
comienza mal se pueda corregir a tiempo. Pero ellos no corrigieron
a tiempo. Detectar los males]. La influencia dirigente del ‘partido’
sobre la gente… [Vean que es“partido” entre comillas. No está
hablando realmente de un partido sino de un partido falso], “partido” que está principalmente constituido por los recién llegados
–pues los ideólogos comunistas están sobre todo en las grandes
ciudades–, ha destruido ya la influencia y energía constructiva
que tenían los soviets, esa promisoria institución. En el momento
actual, son los comités del partido, y no los soviets, quienes llevan
la dirección en Rusia. Y su organización sufre los defectos de toda
organización burocrática.
Para poder salir de este desorden mantenido, Rusia debe retomar
todo el genio creativo de las fuerzas locales de cada comunidad,
las que, según yo lo veo, pueden ser un factor en la construcción de
la nueva vida. Y cuando más pronto la necesidad de retomar este
camino sea comprendida, cuanto mejor será. La gente estará entonces dispuesta y gustosa a aceptar nuevas formas sociales de vida.
Si la situación presente continúa, aun la palabra ‘socialismo’ será
convertida en una maldición. Esto fue lo que pasó con la concepción de ‘igualdad’ en Francia durante los cuarenta años después de
la dirección de los jacobinos.”
Esto es un fragmento de la carta de Kropotkin a Lenin, ¡alertando!
Murió Lenin y después vino Stalin. Vino el estalinismo y la burocratización de todo.
HUGO CHÁVEZ, Aló Presidente Teórico, 11 de junio de 2009.
[Manifiesto por otra forma de poder 93]
Chávez llega al poder como expresión de la potencia de un movimiento
multitudinario, diverso y heterogéneo que contenía distintos niveles de
conciencia y descontento. Con lenguaje y propósito claro logró hilvanar un dispositivo ideológico capaz
de convertirse en un sentimiento nacional, “voz de los que no tienen voz y
rostro de los que no tienen rostro”, de
allí el Chavismo insurge como visión
que anuncia un poder transparente,
con un liderazgo fuerte y transformador de cara a la gente. El Bolivarianismo, uno de los imaginarios
mejor secularizados en El Pueblo,
consigue paralelaje y actualización
en el propio Chávez. Con las consignas: “Con Chávez manda el pueblo” y
“Chávez, un sentimiento nacional”, se
sintetizó lo afectivo-emotivo junto a
lo nacional-popular como centro de
la elaboración política del Chavismo.
Desde entonces, el Chavismo es rostricidad de un sentimiento nacional (una subjetividad política) que
se expresa más allá de los partidos.
Que no puede ser contenida y sujetada a una sola nomenclatura. Dijera
el maestro Derrida, “se trata de una
subjetividad proliferante” y en términos de E. Balivar, un magma. De
allí el surgimiento y la emergencia de
tantos y tan diversos movimientos
que bullen a borbotones reactivando
el tejido social en una mezcla. Pero el
Chavismo también va más allá de los
Movimientos, pues logró instalarse
en la dimensión espiritual del campo
Introducción
de representaciones ideológicas de
toda una comunidad de habla. A diferencia de las ideologías tradicionales
de la izquierda occidental, el Chavismo cruza otras fibras más allá de lo
racional-instrumental y moviliza a
distintas capas sociales, logrando la
visión de clases desde el nacionalismo radical de izquierda, superando
las viejas tesis ortodoxas. El Chavismo restituye la relación ético-política por encima de cualquier economicismo (Con hambre y sin empleo con
Chávez me resteo, dice una consigna).
Por eso el llamado de Chávez a Constituyente, para “romper los nudos
que nos encadenan al pasado” fue
una línea de fuga, un cambio de época, un cambio de registro que no fue
entendido por lo intelectuales cómodamente apoltronados en viejas
concepciones. Se podría decir, que
Chávez rediseña al sujeto político de
la izquierda latinoamericana, porque
baja hasta los sustratos profundos
del mito fundacional de lo popular
nacional. Chávez es entonces espesor
simbólico que opera desde el territorio de la corporeidad, organizando
el deseo desde las zonas a las que no
llegan las palabras. Su naturaleza de
clases es tan potente, que activa los
miedos más ocultos y recónditos de
las clases dominantes, quienes ven
en Chávez una polaridad sin traducción ni mediación posible. De ahí su
actualidad en tanto que “espíritu” de
La Multitud.
[94 Séptima tesis|Epílogo]
El chavismo es, y debe seguir siendo, poco más que una subjetividad
política. Es ante todo alteridad, redención y cambio. Es lo que llamaba
E. Laclau una posición del sujeto y
un momento de la subjetividad, entendiendo que El Sujeto es instante
acontecimiento leído desde La Multitud. Cuando el multi-todo se mueve
desencadena una potencia: El Poder
Constituyente. Ese entusiasmo, esa
potencia de existir y de actuar contenida en dicha subjetividad política,
¿cómo se hace poder? ¿Y si el sujeto
es existencialidad pura en el tiempo,
que existe en el tiempo y de allí logra
su espacialidad, cómo consigue su
realización y permanencia? Esas son
las preguntas: ¿Cómo hacemos para
prolongar el momento del sujeto que
ha devenido en voluntad política, en
voluntad colectiva? ¿Cómo sostenerla en el tiempo sin someterla y liquidarla; y como reactivarla si declina?
¿Cómo dar permanencia al movimiento transformador del Poder
Constituyente, haciéndolo permanente? Acercarse a estos problemas
y buscar respuestas es en sí mismo
parte del quehacer revolucionario.
Porque si la Revolución es permanente, entonces el movimiento del
Poder Constituyente también lo es.
Repiten la frase pero no se detienen
a pensar en cómo sería una institucionalidad que resuelva la contradicción entre lo constituyente y lo constituido, a favor de lo constituyente.
El presidente Chávez exploró varios
caminos para darle cause político organizativo al desbordamiento popular de las multitudes (una dimensión
social no estadística pues no cabe en
la noción de número, porque no es
matemática, sino del orden político
y de la fuerza. Lo que Hegel llamaría
dimensión inconmensurable, es decir una magnitud), y a la subjetividad
política que se expresa como Chavismo. Todo esto, en el marco de una
gran crisis mundial del partidismo y
de las formas de representatividad.
Uno de esos intentos fue el MVR,
organización que se definió a sí misma desde un comienzo, como un
Movimiento de Movimientos. Otro
ensayo fue el de los Círculos Bolivarianos, que se presentaban como
fórmula para articular al chavismo
mas allá de los partidos, una suerte
de centro de Movimientos; después
se plateó el Comando de la Revolución, para dotar al Movimiento de
una dirección política amplia y heterogénea; así fue ensayando, hasta
llegar el momento de la creación de
un Partido que actuara como núcleo
El cauce y los caminos
Sin embargo, muchos revolucionarios se quedan atrapados al interior
de la concepción doctrinalista del
contractualismo liberal, que supone
que el Poder Constituyente desaparece (convenientemente) con el acto
formal de elegir una asamblea y refrendar una Constitución. De manera
metafísica creen que se cierra el ciclo
del auge desordenado de las masas y
se resuelve el conflicto fundante de
una sociedad estructuralmente escindida. Piensan que al crear el nuevo poder constituido, se abre paso
a un largo período de institucionalización de los procesos que deja la
gobernabilidad en manos de representantes, expertos y especialistas,
surgiendo entonces una elite que se
entroniza en el poder en nombre del
Pueblo. La democracia occidental y
todo el marco representativo es heredero de esta ideología instalada
como programa corriendo y gobernando en las mentalidades.
[Manifiesto por otra forma de poder 95]
central del Chavismo. Es decir, el líder nunca se atascó estancándose de
manera terca en una sola posibilidad
político-organizativa. Apostaba a la
permanente revitalización del Movimiento.
Un Partido no es la totalidad, es una
parcialidad que aspira a la totalidad
desde una dinámica cerrada, es decir
lo que se conoce como lógica de Partido, desde donde se mira a la propia
parcialidad como si se tratara de la
totalidad; en esa lógica, desarrolla
fines en sí mismo de carácter instrumental, que podrían entrar en contradicción con la generalidad del movimiento que le trasciende. Dejando
fuera a estructuras y movimientos
que por su naturaleza no se alinean
al interior de un partido, pero que
son parte integral del proceso como
totalidad. Con la marcha del tiempo, Chávez reinterpreta el escenario
de construcción organizativa, y una
vez más, de manera audaz propone
la creación de un lugar desde donde
todo Partido o Movimiento del proceso se encuentre, y desde la heterogeneidad de la diferencia, construir
las coincidencias de una Corriente
Histórica para una nueva Hegemonía, un lugar para la totalidad, donde
las distintas parcialidades puedan
expresarse y hacer la totalidad independientemente de su tamaño.
Eso es el Gran Polo Patriótico. Para
que los Partidos no frenen el ímpetu
movimientario del Proceso, estos deben ser parte de una totalidad mayor,
si no se es parte de un Movimiento
mucho más grande, mucho más amplio, se habrá reducido la totalidad a
una sola expresión y esto será el fin
del Movimiento. Correríamos con la
suerte de otros procesos, como lo
ocurrido en el Bloque del Este. Llamar a la conformación del GPP retorna a la idea original del Chavismo
como Movimiento de Movimientos.
Pero Chávez no se queda en este
paso. Se lanza a la construcción de
La Comuna, para reactivar el Poder Constituyente Originario, como
punto de partida para la nueva institucionalidad, dúctil y permanentemente cambiante de una Revolución
Permanente. Ayudando a resolver el
[96 Séptima tesis|Epílogo]
enigma: La Comuna no es el viejo
Estado, no es El Partido o “los aliados” (aunque todos la impulsan), es
el lugar de lo que Marx llamara el
Movimiento real de las gentes y las
cosas, el Movimiento de Movimientos. Tenemos que atacar la tesis que
sostiene que el movimiento tiene un
solo partido hegemónico y que los
demás movimientos son aliados que
orbitan alrededor del centro como
satélites. Aliado viene de “aliens”, es
decir, extraño, extranjero. Este concepto entraña afirmación por exclusión y discriminación.
La idea del Presidente Maduro de
afianzar el espacio del GPP por medio de los Consejos Presidenciales
del Poder Popular, es un punto de
avance que reactivará la potencia
originaria del Poder Constituyente y
se proyecta como el reencuentro con
el pensamiento del Presidente Chávez. Esta medida le da continuidad y
concreción a lo que Chávez llamó El
Golpe de Timón.
El Pueblo-Presidente: Es pueblo constituyente. El pueblo se hace conductor de la política
Maduro y el Poder Popular
¿Cuál es la base o el fundamento de
esto? Chávez solía repetir: Donde
hay una necesidad hay un derecho,
donde hay un derecho debe haber
un Movimiento, donde hay un Movimiento deben estar los Partidos
subsumidos en el Movimiento, empujando, proponiendo, acompañando, impulsando, coadyuvando sin
[Manifiesto por otra forma de poder 97]
tratar de secuestrarlo o dirigirlo a la fuerza. El
Partido debe ser parte del Movimiento y no el Movimiento parte del Partido, porque apropiarse del
Movimiento es liquidarlo y tratar de dirigirlo a la
fuerza es vanguardismo, es confundir la necesidad
con la voluntad y esta inversión termina abortando el derecho y disolviendo al Movimiento en los
intereses de las vanguardias y del Partido. Como
dicen en el Movimiento de Los Sin Tierra de Brasil:
hay revolucionarios más interesados en construir
un Partido, aunque sea sobre las ruinas del Movimiento, que en levantar al Movimiento para hacer
la Revolución. Como resistencia a esta conducta
surge la mentalidad anti-partido, y la reserva que
mucha gente siente ante los dirigentes de Partido.
Llegando al extremo de poner a la gente a escoger
entre militar en un Partido, o ser parte del Movimiento Popular, como si se tratara de dos situaciones enfrentadas, yuxtapuestas y contradictorias.
Con el llamado a un GPP y a un El Golpe de Timón,
Chávez se sale de la camisa de fuerzas que piensa
que hay contradicción entre un Partido de masas
y uno de cuadros, por ejemplo. Él piensa en el Movimiento de la Multitud y en su organización en
términos gramscianos, un Movimiento contra-hegemónico que hace posible, desde su seno, prefigurar la hegemonía que soporta al nuevo Estado.
Sabe que no hay contradicción entre la formación
de un estado mayor y el surgimiento de formas inéditas de dirección colectivas y democráticas que
apunten hacia también inéditas formas de poder,
entiende que un GPP es un espacio en formación
permanente, acuerdo, crítica y encuentro de los
militantes revolucionarios, de los Chavistas, sean
o no de Partidos, con esta decisión democratiza y
resitúa el lugar de la política.
Por eso Chávez dice: “Chávez no soy yo”, porque
Chávez es una fuerza que late en el corazón de
un pueblo y desde allí, citando a Bolívar, llama a
la unidad, a esa unidad desde abajo, la unidad del
Pueblo y en torno a esta construcción todo lo demás. Ni gobierno partidista, ni gobierno de elites,
ni pacto de gobernalibilidad entre cúpulas de partidos. Los Partidos son órganos de síntesis de la
política e instrumentos motorizadores de los Movimientos que hacen la totalidad del Movimiento
general. Comunidades al mando, no partidos dirigiendo comunidades. Desde esta concepción el
gobierno debe ser la expresión del bloque social
histórico en el poder.
Por eso Chávez mantenía una permanente lucha
contra el sectarismo y los grupalismos. El sectarismo es una de nuestras principales debilidades
–decía Chávez–, que nuestras fallas y errores no
sean excusa para la intriga, para las guerras intestinas. Que el enemigo no saque partido de nuestras miserias y debilite nuestra unidad. La crítica
debe ser respetuosa, objetiva y oportuna; y debe
ser procesada con altura para elevarnos por encima de nuestras diferencias.
Chávez piensa al Movimiento como estado de conciencia y suma de prácticas, fruto de un conflicto
no resuelto, un movimiento contrahegemónico
que cree la dualidad de poder o contrapoder que
haga posible ir configurando, desde su seno, al
nuevo Estado. La concepción de conflicto en Chávez, implica la atención a las contradicciones propias de la situación que genera el Movimiento. Por
eso pensaba que a veces teníamos que estimular
el conflicto. “Avanzar de conflicto en conflicto”, tal
como hizo durante el golpe y el paro petrolero. Por
eso, piensa un GPP, como lugar heterogéneo, como
espacio de la diversidad, el lugar de los muchos
lugares y de los distintos tiempos, el sitio donde
se sintetiza y se visibiliza la complejidad del proceso de organización que el Pueblo se ha dado a sí
mismo, para dirimir sus diferencias, para ejercer
la crítica, para reactivar la potencia y construir la
“potestas”. Es decir, el punto de partida para avanzar hacia una nueva legitimidad movimientista.
Chávez imagina al GPP, como el deber ser de una
máquina política productora de hegemonía, un espacio político que integra a todo el Chavismo, es
decir, a la diversidad de corrientes, tendencias y
liderazgos que expresan la parcialidad en una totalidad. Mientras la lógica del capital organiza confiscando, cosificando, petrificando, coagulando,
gangrenando al Movimiento Popular en instituciones, en jerarquías y en funcionariados que expresan el monopolio de la fuerza y el uso vertical del
poder; reproduciendo en los partidos, la sociedad,
el estado y los movimientos, la división jerárquica del trabajo. Por eso, ante todo eso debe surgir
una nueva lógica que se manifieste como flujo de
relaciones, impulsada por lo que Gramsci llamaba
la corriente histórica.
[98 Séptima tesis|Epílogo]
¿Seremos capaces de articular el
poder de otra manera?: desconcentrándolo alrededor de un centro de
mando democrático, distribuyéndolo, devolviéndole la soberanía a todos y cada uno de los ciudadanos en
la medida y en el mismo movimiento
en que se logra el paralelaje alrededor de una voluntad política común,
para que así el poder se transforme
en instrumento de construcción, no
de coerción. Pensar el poder de esta
manera significa también intervenir
la lógica y la naturaleza de la forma-estado actual y sus relaciones de
fuerza y de poder. ¿Será esto lo que el
Presidente Maduro está planteando?
Imaginamos que la convocatoria del
Presidente Maduro a la reactivación
del GPP, desde sus bases populares
de Movimientos Sociales; y desde
allí, su llamado a la creación de los
Consejos Presidenciales (cuyas decisiones tienen rango ministerial,
como ha anunciado), obedecen a la
necesidad de salir del laberinto resituando las cosas, en sintonía con la
intención original del pensamiento
de Chávez. Gramsci decía que la Revolución redistribuía el poder tan
democráticamente que ya no era posible pensar en el “Estado de los Poderes Separados” de Rousseau.
Gramsci imaginaba una sociedad
donde economía, política, cultura y
guerra fueran recuperadas por una
nueva dimensión política del poder
que él llamaba La Sociedad. Fin del
discurso burgués que sustituye sociedad por mercado y que separa sociedad política y sociedad civil, dos
estancos escaños que en su interacción y tensión producen la opinión
pública burguesa, punto de sutura
que sustituye el conflicto orgánico
por el mito de la sociedad idéntica a
sí misma (Rancière), que dirime sus
opiniones libremente en el espacio
público burgués. Este es el cemento
ideológico desde donde se construyen las mayorías representativas del
momento de opinión, que dirigirá al
Estado. Gramsci pensaba que, por
el contrario, se trata de la confrontación entre dos bloques históricos
que genera una crisis orgánica, que
sólo puede ser resuelta a favor de
uno de los dos bloques. Y que aunque las elecciones logran paliar la
tensión de la refriega, no resuelve el
conflicto.
La burguesía imagina una sociedad
civil que levanta una corriente de
opinión pública que se hace dominante y desplaza a la fracción de clase en el control del Estado. Es decir,
se hace sociedad política y luego,
la anterior sociedad política que se
hace sociedad civil, repitiéndose el
ciclo al infinito. Es lo que llaman alteranabilidad. Ese perverso juego
de inversión y de metamorfosis es
la forma dominante del juego político de la sociedad del liberalismo
burgués. Gramsci, por el contrario,
creía que la democracia representativa y sus instituciones de mediación
debían ceder el paso a los Consejos
Obreros y a la Democracia Directa,
solución de la crisis orgánica. Suponía que una Revolución restituía a
los ciudadanos comunes el espacio
para el gobierno de la sociedad toda,
en un movimiento de unificación de
lo civil y de lo político que la burguesía logró separar.
Para Gramsci lo social se constituye
fundamentalmente desde el ámbito de la producción, porque sólo la
producción genera riquezas. Es decir, el trabajo es el punto de partida
que organiza a la sociedad alrededor
de la riqueza producida. De manera
que la democracia sólo será tal si es
democracia directa ejercida desde
las instancias de la producción, esto
[Manifiesto por otra forma de poder 99]
implica el fin de la democracia representativa. Dicho en términos de
Gramsci: la producción, la fuerza y
el consentimiento ya no se separan;
sino que vuelven a los productores
libremente asociados, que han sido
expropiados de la riqueza que producen, de la capacidad de decidir y
del uso legitimo de la fuerza. La lógica burguesa es la lógica del mercado, que organiza por fragmentación,
concentra el poder y fracciona a la
sociedad.
La lógica revolucionaria actúa al revés: organiza reconcentrando a la
sociedad pero desconcentrando el
poder. Entonces, entendemos la iniciativa de “El Pueblo-Presidente”,
como la condición de posibilidad
para recuperar la potencia del Poder
Constituyente Originario de una Revolución Permanente. Un Gobierno
del Movimiento, para pasar del Gobierno de calle, al Gobierno del Pueblo en la calle. Si es así, se ha creado
el espacio estratégico que recoge el
momento del sujeto para que “lo que
tiene que morir termine de morir y
lo que está por nacer termine de nacer”.
Decía Foucault, que la historia es
multiplicidad de devenires en donde
sólo cristalizan las persistencias. Es
histórico aquello que persiste mas
allá de su tiempo. El conjunto de
prácticas y de discursos que perseveran interpretando al movimiento
de lo real. Es la suma de fragmentos
y de hechos particulares que se hacen universales. Es lo que Bolívar
llamaba la trascendencia histórica,
es decir, lo que asciende en la historia. Como la llovizna que se convierte
en aguacero y después en temporal.
Por eso Chávez hablaba de no perder conciencia del tiempo histórico
y, citando a Víctor Hugo, decía: “Nada
más poderoso que la idea cuyo tiem-
po ha llegado”. Hay que tener la sensibilidad y la audacia para leer el
tiempo histórico y cabalgarlo.
Es histórica aquella parcialidad que
se totaliza y se hace universal, es
decir, que se hace hegemónica en el
momento de la conexión de aquello que hasta ahora no había tenido
conexión. Por eso el GPP debe ser la
síntesis conectiva de la persistencia
del Movimiento, de aquello que cruza
el tiempo histórico dándole permanencia y sentido al Proyecto Revolucionario. Cuando Rosa Luxemburgo
decía: “El Movimiento lo es todo”,
estaba hablando de la fisicalidad o
materialidad de lo que hoy llamamos
El Proceso. Un proceso no es más que
la descripción de un movimiento. Es
aquel lugar que conecta las distintas
líneas de fuga, materializándolas en
una subjetividad política que madura las condiciones objetivas. Un proceso es modo de territorialización
del poder en cada intersticio de la
vida secreta de las masas.
Estamos en un momento de crisis
y disyuntiva. O mandamos señales
claras de profundización de la Revolución o ésta languidecerá en el estancamiento y sucumbiremos aplastados por las dificultades. Tenemos
que poner en la calle una propuesta
audaz y de carácter político (como
hizo Chávez al llamar a Constituyente para salir de la crisis, pasándole
por encima al reivindicacionismo
economicista), alrededor de la cual
se repoliticen los sectores más avanzados del Pueblo, para que arrastren
tras de sí a las multitudes, a fin de
atajar y desmontar el descontento.
Una propuesta que sea leída en clave
de salida alternativa a la crisis, desde el pueblo empoderado. Tenemos
que demostrar que el descontento
y la desesperanza conspiran contra nosotros mismos y nos paraliza,
[100 Séptima tesis|Epílogo]
[Manifiesto por otra forma de poder 101]
alentando y fortaleciendo a nuestros
enemigos. Tenemos que elevar una
propuesta que prenda en la gente y
devuelva el entusiasmo y la mística.
Una propuesta que amplíe los derechos y le dé referencia normativa a la
organización revolucionaria del proceso, pues, siguiendo con Gramsci,
la norma legal es la concreción material de un derecho o una exclusión.
Una ley es la materialización del consenso en torno a un estado de la dominación que apunta en dirección de
una construcción hegemónica. Necesitamos una suerte de brújula o piedra roseta programática sencilla, que
sirva como bandera enarbolada por
todos y fortalezca el liderazgo del
Presidente Maduro, al mismo tiempo que enfrenta y derrota la matriz
que intenta colocar a Maduro como
dictador. ¿Qué dictador es aquel que
desconcentra el poder y lo distribuye
en su pueblo?
Esta iniciativa presentada por el Presidente, debe ser leída de este modo,
potenciará los movimientos sociales
para que abandonen los localismos,
el reivindicacionismo y las relaciones clientelares, elevándose a espacios de poder. Así mismo, es evitará
que las corrientes vacilantes tomen
el control. Es la oportunidad para
que los partidos abandonen el sectarismo y dejen de verse como parcelas que persiguen un poder que
está fuera de la sociedad y del movimiento, conducta que sólo ayuda a
la reificación del estado burgués. Si
esto cuaja estaremos presenciando
el surgimiento de un momento histórico, desde una transformación a
fondo de las formas de producir política, estaríamos generando modos
inéditos de democracia participativa, que comenzará la batalla a fondo
para la transformación del estado y
de la economía.
A partir de estos Consejos Presidenciales debe ir surgiendo una economía popular planificada que atienda
necesidades y combata con producción la escasez y los altos precios.
Debe irse instalando un nuevo modo
de producir basado en la solidaridad
eficiente y rentable. Debe surgir un
modelo económico de pequeña y
mediana escala, que vaya juntándose
y complementándose hasta completar en algunos casos la integración
vertical y la gran escala. Como ocurre con sectores de la agroindustria
europea, especialmente la vinícola,
la producción de mostaza, quesos,
whisky, embutidos, y muchas otras
variedades y líneas de producción.
Con la diferencia cualitativa de que
nuestro proceso parte de la fibra
nerviosa más íntima de nuestra sociedad: El Movimiento Popular. Si a
este proceso de empoderamiento
económico, lo dotamos de un instrumento financiero administrado
directamente por los movimientos
mejor constituidos, con la participación del Estado, estaremos dando un
salto cualitativo sin precedentes que
pueden disparar nuestra economía
diversificándola de abajo hacia arriba en un lapso de tiempo muy pequeño, alejándonos de una crisis que
se abrirá como oportunidad.
El modelo económico del Pueblo-Presidente
Es importante entonces, que se creen
experienciarios, bolsones productivos del poder popular, Zonas Especiales de Desarrollo Económico del
Poder Popular, potenciando todas
aquellas experiencias socio-productivas exitosas y, ya en marcha, que
existen a todo lo largo y ancho de
nuestra geografía y forman parte de
la reserva ético-política de nuestro
[102 Séptima tesis|Epílogo]
pueblo, que contra viento y marea,
trata de apuntalar un nuevo modo
de producción. Por ejemplo, estimulando la producción artesanal del
Cocuy de Penca, bebida ancestral de
nuestros Pueblos Aborígenes que ha
llegado hasta nuestros días a pesar
de prohibiciones y persecuciones. Si
le inyectamos recursos, tecnología y
apoyo financiero a estas industrias
artesanales de carácter familiar, podría surgir una gran industria, que
desde la pequeña escala haga la mediana escala y, de allí, a una embotelladora y distribuidora de carácter
mixto entre los productores directos
y el Estado, a fin de crear marcas que
sean competitivas en el mercado nacional e internacional. Esto crearía
una ley de protección y estímulo a
la producción del Cocuy. Los cubanos han dado muestra de que esto
se puede lograr en el corto plazo, tal
cual hicieron con las marcas de ron
Bacardi y Habana Club los primeros
años de la Revolución Cubana. En el
mismo sentido , potenciar experiencias exitosas que deben ser masificadas, como la de los camaradas del
Municipio Jacura, en el estado Falcón
quienes crearon una planta productora de detergentes, y hoy están produciendo 5 productos: cloro, cera,
suavizante, lavaplatos y desinfectantes, en una cantidad de 30 mil litros
mensuales por cada uno de estos
productos, abasteciendo a los sectores populares con mercancía de alta
calidad a bajo costo y beneficiando a
su vez a los productores directos.
El gobierno debe hacer bandera de
estos productos, para mostrar un
camino y una salida organizada a la
crisis y para demostrar que el Poder
Popular es una alternativa viable a la
solución de los problemas.
Por eso estamos planteando darle
piso y consistencia legal y constitucional a los Consejos Presidenciales
del Poder Popular, por la vía de una
enmienda constitucional. Así, esta
iniciativa dejará de ser coyuntural y
pasará a ser una política estratégica
en la construcción del nuevo Estado.
Debemos lograr dar un gran salto tal
cual lo hizo Chávez cuando se planteó las Misiones. Un momento que
abrió una brecha entre la vieja y tradicional forma de abordar y resolver
[Manifiesto por otra forma de poder 103]
los problemas desde la vieja estructura del Estado
tradicional. Será un nuevo episodio y una nueva
batalla a ganar que se convertirá en ejemplo para
América y el Mundo.
Tenemos que abrir un amplio debate sobre la necesidad de un salto cualitativo en las relaciones de
poder y en la alteración del orden actual. Lo cual
significaría poner las cosas en su real dimensión
para desenmascarar a los enemigos de la democracia directa del Pueblo. Señalaría con claridad
quiénes son los amigos y quiénes son los enemigos del Pueblo. Este debe ser el marco y el contexto del debate que oriente el proceso electoral
para la escogencia de diputados, esta debe ser la
bandera que nos permita tomar la iniciativa desde
un discurso audaz de democracia y poder directo
en manos del Pueblo; porque en tiempos de Revolución, la guerra económica y política se gana
dándole poder al Pueblo. Nosotros enarbolemos
este estandarte para darle profundidad al debate
político nacional. Habría que pensar si es el momento de hacer vinculante las decisiones de estos
Consejos con las políticas locales y regionales.
Debemos explicar que no se trata tan sólo de una
iniciativa política. Es ante todo, una resignificación
del momento político. La construcción de una línea unificadora capaz de romper con la inercia,
dotando al movimiento de un centro de acción. Se
trata también de un nuevo modelo económico que
descansará fundamentalmente en las manos del
“Pueblo Productor” logrando riqueza colectiva y
mejor calidad de vida. Que se trata de un “sacudón” de todo el ordenamiento jurídico, político y
económico de la sociedad como salida a una crisis que es estructural y orgánica. Pensamos que la
idea de un Pueblo-Presidente debe ser manejada
permanentemente y servir de base a toda campaña.
Nicolás Maquiavelo trabajaba su pensamiento
desde categorías asociadas a divinidades griegas,
decía que la audacia es un cristal que nos permite
ver a la diosa oportunidad, a veces invisible para
cualquiera, hay un refrán que dice: “la oportunidad la pintan calva y pasa rápido”. Esta idea nos
viene de la edad media. La Diosa Oportunidad
era una bella mujer calva con largas trenzas en la
parte de atrás de su cabeza. Se movía tan rápido
que apenas si podíamos verla, por eso había que
estar muy pendiente del paso de la oportunidad
para estirar rápidamente y de manera audaz las
manos y hacerse de las trenzas, porque como todos saben la oportunidad nos lleva a la fortuna.
No perdamos esta nueva oportunidad, coronemos
con éxito el año entrante iniciando una etapa que
abra las puertas del porvenir a la Revolución Bolivariana: la etapa de la consolidación definitiva del
Poder Popular y la Democracia Directa.