CRONICA DE LA MUSICA DE LOS CUERPOS Una historia acerca de la música trance y el discurso de la soledad Por: Jaime Coaguila La muchacha atraviesa la calle como una estela luminosa o una melodía y su ropa apretada estalla en medio de la gente decodificando sus colores fosforescentes y su piel trigueña. Es viernes sangriento por la noche y su mirada alegremente se posa en unas luces de neón que parecen repetirle algo al oído, la música de la discoteca revienta en el aire y un sonido electrónico aletarga sus sentidos. De pronto de un par de ticos emerge un grupo de compañeras de viaje, la noche ríe enardecida y luego de los saludos rituales ya todas están entonadas para arrancarle una aventura a este minucioso relato. El local es pequeño y más diminuto aún el espacio de baile, los crudos ríen estruendosamente y algunos bailan desintonizados; pero la fiesta recién comienza y ese ruido eléctrónico apenas está penetrando la piel, el grupo de muchachas piden unas cuantos cubalibres y unos cigarrillos, la música llama al cuerpo y tras unos minutos de charla intrascendente la pista de baile se vuelve un mar enardecido de gentes, mientras un ruido monótono e incontenible atrapa a la carne como a una telaraña, adelante, tienes que olvidarte del cuerpo, solamente existe tu mente, y la libertad de tus pensamientos desconoce cualquier oprobiosa censura, olvídate de ti misma, destruye lo material, lo único que importa es sentir la música, que viva la vida, entonces la dinámica de mi cuerpo cambia, ya he perdido mi identidad y me encuentro en medio de la nada, alejada de las pastillas y fuera de las elecciones, déjame, mi alma se revela como un aeroplano de papel arrojado al espacio, sin sexo y sin la brutalidad de tus manos, tienes que olvidarte de todo, no te detengas, el sintetizador ha encontrado tu ritmo y ahora está aferrándose a tu garganta, mueve la cabeza y agita las manos, así como si estuvieras en el espacio, el ruido complaciente de las máquinas es tu única compañía, las voces no interesan solamente prolongan el éxtasis de tu cuerpo, no mires a la gente, olvídate de la compañía, la pareja es un simple artificio, una invención literaria, tú eres el corazón de este sintetizador que arremete limpiándote la mente de tanta estupidez proletaria, necesito olvidar muchas cosas, mis manos sienten el aire caliente, cierro los ojos y el trance ya se ha adueñado de mi mente, afuera mis problemas personales, ahora lo único importante es prolongar la agonía del cuerpo, no existe el sudor, ni las palabras ruidosas de los crudos, el sintetizador ha reemplazado a mis sentimientos, levanto las manos excitada, vuelve a mí, imposible hablar de comunicación cuando mi mente está en blanco, las voces solamente existen en mi mente, todo es un diálogo en mi interior, una discusión sobre la libertad que siempre termina en una discoteca; ahora debo volver, el piano electrónico está terminando su discurso, esa canción para mi mente sin protagonistas y sin escenarios. El proceso de alienación ha terminado, las muchachas dejan la pista de baile, sus cuerpos sudorosos se despliegan en diferentes direcciones, la penumbra sirve muy bien a sus propósitos, y los cigarrillos se agotan en unos segundos, alguien sugiere continuar el tono en otro lugar, un asentimiento tímido y seis miradas decididas, la ropa apretada brilla nuevamente pero esta vez con un destello moribundo, tras unas monedas, el grupo renace a la luz de la calle plagada de autos mal estacionados, la muchacha del principio se distancia un tanto de las demás, alguna le increpa con unos ojos desafiantes, su cuerpo alejado de la música ha perdido habilidad y destreza, otra vez aparece el par de ticos y el grupo se desvanece luego de un soez monosílabo, la protagonista de esta historia, todo cuerpo, toda carne, desaparece también por la misma calle como una ilusión, tan o igualmente arbitraria que esta historia.
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