Alta Suciedad y Calamaro

ALTA SUCIEDAD
Calamaro y la moneda que cayó por el lado de la soledad
Por: Jaime Coaguila
La música descubre las raíces del amor y Calamaro aparece de pronto
con sus clásicos anteojos negros y el cabello ensortijado. Flaca no me claves
los puñales en la espalda, tan profundo, mientras una suave trompeta nos
aprisiona el alma recién despierta después de una noche fatal llena de trago y
risas. Un vaso de agua para aclarar las cosas de una sola vez y la grabadora
repite no sé que quiero, pero sé lo que no quiero, sé lo que no lo quiero, pero
no lo puedo evitar, aunque la verdad, es que es demasiado tarde para romper
la rutina febril de los pasos perdidos o solamente para caminar solito y
sentarme en un parque a fumar un porrito. Vana esperanza. La televisión
encendida avisa que el país sigue en marcha a pesar de la crisis y un par
guitarrras me informa que es mejor vivir bien de prisa para aprender a ladrar.
Calamaro me apunta al corazón y luego esboza una media sonrisa mientras se
pierde entre las calles de la vieja Madrid. Media Verónica está rota, no tiene
muchos años pero le hicieron daño, la noches de amor son un eficaz tormento
para apagar la sed y preparar las maletas para salirde viaje dejando atrás las
sensaciones amargas. Sin embargo las mañanas no son tan fáciles como
cuando eramos dos perfectos desconocidos y la Verónica Mitad está en la flor
de la edad pero está cansada de esperar. Entonces recuerdo el retrato
irónicamente atesorado en los cajones del ropero y mis manos recorren labio
sobre labio y la península mía, beso sobre beso y tu bahía, a la vez que la
música se pone romántica y Calamaro cierra los ojos y baja la cabeza
sumergiéndose en la oscuridad. El amor es una inagotable fuente de
inspiración al parecer me dice sin decirmelo en medio del silencio mientras me
meto a la ducha para apagar el fuego que me quema, que me quema saber
que no vas a volver. La música se anima al final pero el otro lado nos depara
un triste comienzo y la nostalgia atormenta las palabras dejando a un lado todo
lo demás. Después un respiro saludando al nuevo día para acomodarse la
ropa, ponerse los zapatos y cargar algo de billete para salir del ahujero. De
pronto los crímenes perfectos atraen mi atención y Calamaro me pregunta si
alguna vez sentí lo que es tener el corazón roto y vaticina que todo lo que
termina, termina mal, entonces pierdo la noción del tiempo y aún no termino de
abotonarme la camisa. Calamaro advierte mi pena, deja a un lado el amor y me
cuenta comprensivo la divertida historia del tío Elvis y su vejez reposada en
una casona solariega. Una breve sonrisa para comenzar el desayuno aunque
no me guste la comida china y no sepa quién alzó la manteca, el ritmo se
aletarga y parece que con Joaquín Sabina la cosa está mejor; pero estoy
perdido otra vez y el mate se termina en medio de un folk un tanto disparejo.
Calamaro me avisa que es la última canción ya que el tercio de los sueños se
ha terminado para mí y creo que me estoy haciendo viejo muy rápidamente.
Alta suciedad cierra el círculo y Calamaro se despide arrojando el regalo en el
mar como quien arroja una canción al lado de la soledad.