Siglo nuevo Cuarzo Rosa Cecilia Lavalle Siempre acompañadas Mujeres alrededor del fuego Yo he tenido muchos ‘fuegos’ en mi vida. Algunos muy gozosos, otros profundamente dolorosos. Pero en todos sin excepción ha habido mujeres conmigo, alrededor de mi fuego H ace algún tiempo mi amiga Lydia me dijo que la vida nunca nos dejaba solas, que siempre nos ponía enfrente a las personas que necesitábamos. Y en todos los casos ha habido mujeres que me han acompañado de manera muy cercana. Ahora sé que esas mujeres han estado junto a mí alrededor del fuego. La metáfora del fuego la leí un texto que me llegó por Internet y que se le atribuye a una mujer uruguaya de nombre Simone Seija Paseyro. De su escrito titulado Cuando las cabezas de las mujeres se juntan alrededor del fuego, les comparto algunos párrafos: Cuando las cabezas de las mujeres se juntan alrededor de ‘un fuego’, nacen fuerzas, crecen magias, arden brasas que gozan, festejan, curan, recomponen, inventan, crean, unen, desunen, entierran, dan vida, rezongan, se conduelen. Ese fuego puede ser la mesa de un bar, las idas para afuera en vacaciones, el patio de un colegio, el galpón donde jugábamos en la infancia, el living de una casa, el corredor de una facultad, un mate en el parque, la señal de alarma de que alguna nos necesita o ese tesoro incalculable que son las quedadas a dormir en la casa de las otras. Cambiamos. Crecimos. Nos dolimos. Pa10 • Sn rimos hijos. Enterramos muertos. Amamos. Fuimos y somos amadas. Dejamos y nos dejaron. Nos enojamos para toda la vida, para descubrir que toda la vida es mucho y no valía la pena. Cuidamos y en el mejor de los casos nos dejamos cuidar. Nos casamos, nos juntamos, nos divorciamos. O no. Pasamos noches en blanco, noches en negro, noches en rojo, noches de luz y de sombras. Noches de miles de estrellas y noches desangeladas. Hicimos el amor y, cuando correspondió, también la guerra. Nos entregamos. Nos protegimos. Fuimos heridas e, inevitablemente, herimos. Somos más sabias, más hermosas, más completas, más plenas, más dulces, más risueñas y por suerte, de alguna manera, más salvajes. Porque cuando las cabezas de las mujeres se juntan alrededor ‘del fuego’ que deciden avivar con su presencia, hay fiesta, hay aquelarre, misterio, tormenta, centellas y armonía. Como siempre. Como nunca. Como toda la vida (hasta aquí las letras de Simone). Yo he tenido muchos ‘fuegos’ en mi vida. Algunos muy gozosos, otros profundamente dolorosos. Pero en todos sin excepción ha habido mujeres conmigo, alrededor de mi fuego. Ahí estaba por ejemplo Mariu cuando aprendí a descubrir quién era yo. Ahí estaba Elsa cuando salí al mundo a estrenar independencia. Ahí estaba mi abuela cuando decidí estudiar en la gran ciudad. Ahí estaba mi madre cuando parí a mi hijo y a mi hija. Ahí estaba Beatriz cuando la vida sonrió y cuando se puso gris. Ahí estaba Regina cuando comencé a tejer letras. Ahí estaban Lydia y Lucía cuando comencé a entender los derechos de las mujeres. Ahí estaban Lía y María cuando se me rompió el corazón. Ahí estaban Maru, Ana Gabriela y Tere ayudándome a construir mis sueños. Ahí estaban muchas celebrando conmigo un día o abrazándome mientras lloraba la muerte de mi padre. Yo también he acompañado a otras alrededor de su fuego. A mi abuela, a mi madre, a mi hija, a mis sobrinas, a mis amigas y, también a desconocidas. Entonces entiendo lo que quiere decir Simone: nunca estamos solas, nunca lo estaremos. Y cuando las mujeres nos reunimos alrededor de un fuego, el mundo -al menos el nuestro- se transforma, como siempre, como toda la vida. Apreciaría sus comentarios. § Correo-e: [email protected]
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