Sildenafil And Tadalafil And Vardenafil (Viagra) Sildenafil Citrate

ASü XXIV.
SUPLEMENTO
AL NÚMERO
XLIV
NOVIEMBRE. —1880.
BELLAS ARTES.
UN ARMERO MARROQUÍ.
C U A D R O
DE
V I L L E G A S . -
( D E F O T O G R A F Í A
D E I.A U K E N T . )
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LA ILUSTRACIÓN ESPAÑOLA Y AMERICANA.
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DON JUAN EUGENIO HARTZENBUSCH (i).
ARECE que lo estoy viendo todavía; enjuto de carnes, rubicundo de color, cano
^ e Pe^°' pequeño de estatura, corto de
vista, vivo de genio, nervioso de complexion, sencillo de costumbres, afable
de trato; en el comienzo de todas sus
fi conversaciones, balbuciente, y en el fin, animadísimo; escondiendo á las primeras miradas
en la intimidad de su ser, con el pudor de delicada sensitiva, sus méritos cual si fueran faltas,
y entregándolos luego sin deliberación á la amistad
y á la confianza; con el pecho cargado de distinciones, la frente de laureles, el nombre de dignidades
académicas, y tan modesto como al presentar sus
primeros manuscritos en el teatro, y tan humilde
como al tornear sus últimas sillas en la carpintería;
candoroso como un niño, sensible como una mujer;
y del pensamiento elevadísimo y de la voluntad enérgica que pone Naturaleza en los primeros entre los
hombres, entre los elegidos para embellecer los horizontes del alma y avivar la llama del ideal en la vida.
Nació Hartzenbusch el sexto año de nuestro siglo,
entre el fin de la monarquía absoluta y el comienzo
de la guerra nacional. Pocas veces nuestro caloroso
cielo ha estado tan encendido, nuestra volcánica
tierra tan subvertida, nuestros guerreros ánimos tan
encrespados como en los dias del nacimiento y de la
niñez de Hartzenbusch, cuando acababa la sociedad
histórica y surgía la tonante y sangrienta alborada
del espíritu de nuestro siglo. Aquellos jardines de
Aranjuez, á los cuales no dejaban llegar, algunas
veces, en dos leguas á la redonda los déspotas hastiados las sombras de sus vasallos opresos; aquellos jardines, sostenidos y engalanados tan sólo para recreo
y deleite de los reyes, vieron morir la monarquía
antigua, personificada en indigno favorito, entre las
esteras de empolvado desván y al son de las carcajadas despedidas por los petimetres, las majas,
los toreros y los chulos, que componían la corte del
imbécil Carlos IV y su proterva mujer, María Luisa.
Año y medio tenía el poeta, en la cuna estaba tendido el g de Setiembre de igog, y las incidencias
de esta terrible tragedia le privaron de su próvida
madre y lo redujeron á los horrores y tristezas de
la orfandad. Entregábase á las faenas de su hogar
la pobre mujer, y oyó uno de esos discordes voceríos compuestos por los gritos de una muchedumbre enfurecida. Invencible sentimiento de caridad le advirtió que algo espantoso pasaba por la calle y la arrojó á uno de los balcones de su casa. En
efecto, el pueblo arrastraba ensangrentado, espirante,
hecho una Haga, el cuerpo de cierto espía de Godoy
de este favorito destronado, más aborrecido entonces que en los tiempos de su fortuna, por haber acón
sejado á sus reyes la cesión y venta del pueblo español á Bonaparte. La generosa madre de Hartzenbusch
no conocia, ni le importaba, la gravedad del crimen;
lo que conocia y le importaba era la crueldad del
castigo. Un semejante suyo padecía, y se lanzó á
impetrar, á interceder, á exigir que le dejaran la
vida. Aseméjanse las muchedumbres, en esos momentos de exaltación, á los rios que salen de madre,
á los terremotos que sacuden las profundidades del
terreno, á las nubes que llueven duros granizos y
chispas eléctricas, á los huracanes que desarraigan
los árboles; y así, no sólo escucharon sin moverse á
compasión los clamores de la pobre madre, sino que
estuvieron á punto de castigar su humano interés
por aquel hombre como una complicidad con el delito. Á las miradas airadísimas, á las voces discordantes , á los rostros furiosos, á las amenazas horribles , á la vista de aquel infeliz herido, desfigurado,
deforme, magullado, escupido, próximo ya á la
muerte y todavía insultado, objeto de aquel furor insaciable, víctima sacrificada por los crímenes de otro,
la pobre mujer, feliz en su hogar, adorada de su esposo, bendecida por el nacimiento de su hijo, perdió
primero la razón y luego la vida. Quedó, pues, Hartzenbusch huérfano de madre, y al cuidado de su padre, entristecido por la soledad de una viudez inesperada y las estrecheces de una posición precaria.
Ignoro por qué accidentes de la vida se trasladaría
el fundador de la familia desde Colonia á Madrid y
en Madrid se instalaría. Declaro, sí, que su hijo, el
poeta, mostraba en las dotes del ingenio la raíz de
su estirpe. Si nervioso de complexión, si inquieto de
ánimo, si exaltado de natural, si ardiente de fantasía por su madre, ¡ah! era por su padre, en verdad,
meditabundo, silencioso, amigo del estudio y enemigo de toda improvisación , en sus sentimientos tan
vago y en sus ideas tan genial, que revelaba con
clara revelación todo cuanto en él había de su raza
paterna. En efecto; Hartzenbusch es un aleman-español como Heine un aleman-frances. Muchas veces,
leyendo sus cuentos á los niños, he creido sorprender algo del candor de Grímm y del naturalismo de
(i) Tublicado este artículo en alemán á raíz de la muerte del
poeta, na había visto la luz pública en español, ni en Kspaña.
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Gesner. Lo cierto es que el comercio con nuestra sociedad, tan dispuesta á malgastar el tiempo por la
imprevisión meridional, que nos hace imaginarnos
eternos en el seno de nuestra naturaleza, la cual nos
llama fuera del hogar, á la vida externa, á la comunicación perpetua con el cielo azul y con la luz espléndida y con el aire embalsamado; entre las emociones de una capital como Madrid, donde la política
diaria tiene aspecto tan dramático, y los debates al
aire libre interés tan vivo, Hartzenbusch aparecía
ciertamente cual una abstracción, por capaz de aislarse en su personalidad y de departir con su pensamiento, recluyéndose en su Biblioteca y contando
sus diptongos lejos del mundo y sus combates á guisa de cualquier erudito de las regiones del Norte.
Sin embargo, la reacción del veintitrés le tuvo,
como á todo cuanto habia de ilustre en España, entre sus víctimas, pues á sus golpes la familia de
Hartzenbusch perdió sus escasos ahorros; y el renacimiento liberal de mil ochocientos treinta y cuatro
le contó entre sus más ardientes partidarios, pues
llegó á figurar en las huestes del partido progresista,
y no recuerdo si en las filas de la Milicia Nacional.
Su padre le matriculó en el Colegio de San Isidro
con deliberado propósito de hacerlo sacerdote, ignorando, sin duda, el sacerdocio natural que recibiera
de los cielos : el sacerdocio de poeta. Las angustias
de su situación, las estrecheces de su vida, las exigencias de su familia, volvieron á recluirlo en su
taller de carpintería y á impulsarlo á su trabajo de
oficial. Nunca olvidó aquel tiempo, ni aquel oficio.
Recuerdo una tarde en que estábamos reunidos para
desempeñar cierta comisión artística, confiada por el
Estado, en un salón del Escorial, cuyos muebles
pertenecían á los últimos dias de Fernando VII, y
como yo cogiera un taburete para sentarme cerca de
él, díjome : «Trabajé tanto para la corte en mis mocedades, que creo haber torneado los pies del mueble
mismo en que ahora va V. á sentarse.» Quien haya
tenido desde sus primeros años esmerada educación
literaria, no comprenderá cómo escritor tan limado
y académico tan sabio pudiera formarse entre las fatigas de un trabajo manual, capaz de absorber toda su
existencia y embargar todas sus fuerzas. Las inclinaciones democráticas de nuestra raza compensarán con
creces las tristezas de la infancia de Hartzenbusch,
pues el poeta debió una gran parte de la acogida que
tuvo entre sus compatriotas y del entusiasmo que
despertó con sus obras, á la humildad misma de su
origen y á las penalidades de sus trabajos.
¡ Cómo robaría el infeliz al sueño su natural tributo para pensar en los proyectos que pasarían por su
cerebro; para leer los autores que contribuirían á su
cultura; para escribir á hurtadillas en sus instantes
de vagar algún borrador ó ensayo, y allegarse así
los conocimientos indispensables á las vocaciones de
su inteligencia, henchida de ideas, y á la noble ambición de gloria que retozaba en su pecho, y que le
descubría, entre dudas é incertidumbres, todo su destino! Este combate perpetuo á que vivia condenado, combate de las facultades superiores de su alma
con las exigencias materiales de su trabajo, dióle,
desarrollándose en su interior, la virtud para presentar los conflictos dramáticos que demostró luego en
toda su vida literaria. El Teatro, por representar la
guerra de las almas , nace siempre después de las
grandes crisis guerreras de los pueblos: el griego,
tras la lucha con los persas; el español, tras los descubrimientos de América ; el francés, tras los disturbios civiles de la Fronda; el inglés, tras la revolución religiosa; el alemán, tras las guerras de la última centuria. Todo autor dramático aparece como un
combatiente. Lope ha luchado entre sus vocaciones
de militar y sus vocaciones de sacerdote y entre su
amor á la literatura erudita y su amor á la literatura popular; Shakespeare entre sus ensueños de genio y sus penalidades de palafrenero ; Moliere entre
la grandeza nativa de su alma y la humillación continua de su oficio; Schiller entre sus aspiraciones al
idealismo poético y sus fatigas materiales de cirujano
y practicante; Hartzenbusch entre los vuelos de su
alma inspírala y la servidumbre de su oficio penoso ;
porque todos han de combatir con perseverancia en
la vida para expresar los combates con verdad en el
Teatro, que es intensa y perdurable lucha.
Con tal vocación, imaginaos las emociones que despertaría en su alma la primer fiesta escénica vista en
su vida. Quince años contaba ya y no habia ido á
ningún teatro. La austeridad de su padre le vedaba
toda suerte de fiestas y le imponía en sus mocedades
las tristezas de la ancianidad y los lutos de la viudez.
Pero con motivo de una ausencia fortuita de aquél,
y empleando algunos cuartos recibidos para comprar
juguetes, vio el año veintiuno variada función dramática.-Todo el mundo sabe cómo sintió Correggio
palpitar en las sienes sus inspiraciones de pintor
cuando surgió un cuadro de Rafael ante sus ojos.
Pues en lo porvenir se contará también cómo Hartzenbusch sintió sus vocaciones de poeta dramático
viendo un drama. Opera, comedia, pantomima, bai-
Inicio
SUPLEMENTO AL NÚM.
le, sainete hubo en escena, como si la casual"H
quisiera reunir todos los géneros con presteza • i
consideración del joven que debía cultivarlos
gloria. Sus ojos se deslumhraron á la vista del tear
su atención se fijó en cada accidente- su cabeza • '
tió co.no vértigos al levantarse la cortina y Hef""
bnrse las decoraciones; toda la emoción que pret
dian producir las incidencias del argumento agol '
base á su pecho, ahogado por el empeño de reteñí
la respiración para no desperdiciar ni una palab
sus oídos no se cansaban de recoger acentos n' *'
idea de calcar sobre todo lo presenciado sus'pl an SU
para lo porvenir ; temblaba unas veces como azoaf
do, reia otras como loco, saltaba casi de su asiento "
cada sacudida de sus nervios; salia al eco de los v e a
sos y de la música como de sí mismo, porque aqu^lí"
ocasión representó el contacto entre el ensueño y 1*
realidad, entre su genio ardiente y el objeto único á
que debia consagrarlo en lo porvenir, para determi
nar su suerte definitiva y fijar en tierra la rueda de
su destino. Hartzenbusch se sintió poeta dramático
en aquel supremo instante, y Hartzenbusch fue lo
que entonces sintiera, escuchando así la voz sobrenatural de sus vocaciones y siéndoles fiel hasta la
hora misma de su muerte.
No lo dudéis : el drama de Los Amantes de Teruel
resuelve el problema entero de su vida. Antes de
esta obra, pasaba de oficial de carpintero á tornear
sillas; de tornear sillas á escribir taquigrafía; de escribir taquigrafía á verter dramas franceses al español ; de verter dramas franceses al español, á urdir
arreglos de las comedias antiguas para el Teatro
moderno ; de urdir arreglos en ajenas obras á idear
alguna suya, presentada con recelo y admitida con
desden. Después de Los Amantes de Teruel ya teneis al poeta popular, y al dramático aplaudido, y
al académico laureado, y al autor de los prólogos para los libros nuevos, y al médico de las consultas literarias, y al oráculo de los jóvenes, y al
socio honorífico del Ateneo, y al bibliotecario de
Madrid, y al comentarista del Quijote, y al colector
de la dramática española, y al respetado por todos y
de todos querido, como una de las más gloriosas
personificaciones de nuestro ingenio y como uno de
los más ilustres renombres que hayan brillado en los
anales de nuestra historia contemporánea.
En efecto; Los Amantes de Teruel todo lo merecen. El romanticismo, que á la sazón reinaba, presentará este drama como una de sus obras capitales.
Europa entera sabe la poética historia de los infelices jóvenes muertos de amor, cuyos cadáveres momificados conserva Teruel hoy en el claustro de la
iglesia de San Pedro, juntos en la tumba, ya que un
adverso hado separó en vida sus dos corazones, consumidos del mismo sentimiento. El joven se despide
¡ay! de su amada para granjearse un nombre que
ofrecer á su familia y un escudo con que blasonar su
matrimonio; y cautivo en sus correrías por el Asia,
menosprecia la mano de hermosa sultana y la cima
de poderoso trono, por fidelidad á la ausente, mereciendo los resplandores de poesía que lo circundan
hoy en nuestra memoria y las lágrimas de ternura
que ha arrancado á todas las almas doloridas por las
tristezas infinitas y los desengaños acerbos del amor.
Aquella pob're Isabel, nueva hija de Agamenón ó de
Jepté, se inmola por el honor de su madre, y se
casa, bien contra su voluntad, con quien desamaba,
después de haber creido en la muerte ó el abandono
de su amador, no llegado á la ciudad en el dia que
de antemano señalaran á la conclusión de sus antiguos compromisos y á la mutua libertad de sus recíprocas y empeñadas palabras.
El interés de la doble acción se encuentra en los
esfuerzos del héroe Marsilla para llegar á Teruel antes de que termine el plazo fijado á su regreso, al
cual se opone con todo género de industrias la enamorada Reina mora; y en los incidentes terribles que
obligan á Isabel á casarse para salvar el limpio nombre de su noble familia y la fama de su madre. ¡Oh
fatalidad! El amante llega después que la Iglesia ha
bendecido el matrimonio y antes de que los novios
hayan entrado en la cámara nupcial. ¡ Oh! Al oír las
campanas de la torre que repican de júbilo, al presenciar los festejos de la boda, que deslumhran con
su esplendor, al cerciorarse, porque la misma Isabel
se lo dice, de su desgracia, muere el joven como herido de un rayo, muere de dolor; y al verlo muerto,
muere también su amada sobre el cadáver del esposo
verdadero, á quien la unieran los mandatos de la
Naturaleza y de quien la separara la crueldad de los
hombres.
La escena en que Marsilla, ceñido á un árbol á que
lo maniatara una cuadrilla de bandidos, enviada por
la Sultana á cerrarle el paso é impedirle la llegada,
oye la alegre campana que anuncia la victoria de s
envidiado rival y los funerales de su propio amor; e
encuentro de los dos amantes, él cubierto de polvo
y de sudor y de sangre, y ella vestida de boda, e
que el sentimiento de su mutuo cariño los acerca y
el sentimiento de su mutuo honor los separa; la c
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SUPLEMENTO AL XÚM.
XLIV
tástrofe súbita de la muerte de ambos preparada con
tanto arte y cumplida con tanta naturalidad, quedarán en lo porvenir entre los mejores fragmentos de
nuestro imperecedero Teatro. Y con decir esto, se ha
dicho de una vez todo el respeto que en pueblo como
el nuestro ha merecido la vida de Hartzenbusch, y
todo el duelo que ha causado su muerte.
EMILIO CASTKLAR.
LA INAUGURACIÓN DE LA CATEDRAL
DE
COLONIA.
C Conclusión.)
»AI,ESPUES de trascurrido un minuto, la cabalgata representaba una época que distaba de la anterior cuarenta años, la
época más gloriosa para la ciudad, en
la que las estirpes nobles alcanzaron la
independencia de Colonia, y en la que el
' carro en que combatían los héroes de Wor/-j-, ringen se hizo el símbolo de la victoria floréis' ciendo la coalición anseática. Una banda de
música á caballo, vistiendo trajes fantásticos, precede á veinte y ocho vigorosos y alegres ballesteros vestidos de rojo, que llevan el arma sobre las
espaldas, en sus semblantes la confianza, y en su
bandera la secular divisa: Alaaf Koln (¡Viva Colonia !). Un heraldo, que lleva un bastón de oro y cuyo caballo luce verdaderas plumas de avestruz, y dos
porta-estandartes preceden á los héroes colonienses,
á los más soberbios de los soberbios, á los Matías
Overstolz, Pedro Jude, Heinmann von dem Ahren,
Juan von Vrechen , que, llevando en su frente el laurel déla victoria, se presentan en la cabalgata acompañados de lindos pajes. Vióse también á Gerardo
Overstolz, al conquistador del Bayenthurm, Rutgerio
Overstolz, y precedidos de dos carros de artillería, tirados por vigorosos rucios, siguió el carro de la famosa batalla de Worringen, recordando el carociiim
de los milaneses, y constituyendo una verdadera fortaleza llena de valientes hombres de armas. Flotaba
en el carro la bandera de la ciudad, y en las paredes
se veian las llaves de Colonia en señal de que en ese
carro se decidirían los destinos déla ciudad. Los hombres que iban en el carro-llevaban trillos, y les servían de complemento veinticinco ballesteros. Al cuadro imponente de la guerra recordando la batalla de
Worringen, que tuvo lugar en 1288) siguió un brillante cuadro de la paz, apareciendo damas nobles
llevando un halcón sobre el puño, no faltando en la
espléndida cacería una famosa cuadrilla de perros podencos. En medio de los caballeros y de las damas,
los Overstolz, Scherffgyn, Von der Aducht, Hirtzelin , Cleyngedank, Overstolz von Efferen, Birkelin,
Lyskirchen y Van Ghyre, que desplegaban en la cabalgata una riqueza indescriptible, siendo representados por los Rothschild de Colonia; iban hombres de
armas, llevando dos caballos del freno, y una dama
fue acompañada por un genuino moro, anunciando
cuan extendido ya entonces era el comercio de Colonia. Los riquísimos grupos de las estirpes nobles los
concluyó la heroica figura del valiente burgomaestre
Von Gryn, cuya lucha con un león celebran los relieves de las Casas Consistoriales de Colonia. Este
noble personaje fue representado de la manera más
digna por mi íntimo amigo Sr. Gilbert. Detras de la
cacería y de la cuadrilla de perros llegaba el majestuoso buque anseático, siendo tirado por seis caballos y excitando una inmensa admiración por haber
representado con el mayor esplendor una de las páginas más brillantes de la historia coloniense. En el
buque está sentada, en un trono de estilo gótico,
una bellísima mujer, simbolizando á la alianza anseática, rodeada de dos lindísimas jóvenes , que representan á las ciudades más importantes de dicha
coalición, á saber: Brema y Lübeck. Se vieron en el
buque mercaderes, patricios y marineros, y un gran
león, figurado, como mensajero de las remotas tierras con las cuales tuvo relaciones comerciales la coalición anseática, mientras en la proa están cautivos
algunos piratas, llamando entre ellos la atención una
encantadora dama, la señorita Neuss. Las armas de
Hamburgo, Lübeck, Brema, Danzig y Bergen forman en el magnífico buque una riquísima guirnalda,
y flotan en el viento las banderas de la ciudad de los
tres Reyes Magos y de Santa Úrsula y de sus legendarias once mil vírgenes. Siguió al buque otro testimonio del poder de la alianza anseática, una galera
llena de sacos y bultos, custodiada por hombres de
armas que llevaban todavía el polvo en sus vestidos.
Por fin, llega la parte que todos llamaban la más
poética del cortejo. Cuarenta niños de coro vestidos
de blanco, llevando zapatos rostrados, cantan bellísimas melodías, dando las gracias al Altísimo por la
inauguración del coro de la Catedral, que se celebraba
en 1322 bajo los auspicios del arzobispo conde Enrique cíe Virneburg. Sonaban las notas, y todas las almas se estremecian, como en la margen de un rio
las fiorecillas silvestres al tenue rumor de la corrien-
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331
LA ILUSTRACIÓN ESPAÑOLA Y AMERICANA,
te. Efectivamente, la música es la ternura de Dios,
derramada en el alma por medio del sonido. Por eso
cuando se esparce alguna de sus notas en la extensión del firmamento viene un ángel y la recoge en
sus alas para llevársela hasta el cielo. Lo que cantaban aquellos niños colonienses, como representantes
del siglo xiv, eran sencillas, humildes palabras mias,
siendo el autor de la música el célebre Sr. Fernando
de Hiller. « ¡ Jamas he oido cosa más tierna ! », exclamaba el Emperador, y dichosa llamrré siempre á la
musa mia por haber cantado á la sombra de la maravillosa catedral de mi patria.
Mientras los niños continuaban vertiendo sus cadencias, que arrancaban lágrimas á los ojos, se acercaba el representante del arzobispo Enrique de Virneburg, vistiendo armaduras de oro, llevando pajes
los atributos de su poder y rodeándole los donadores de las magníficas vidrieras del coro, á saber : los
Duques Jülich, detras de los cuales iba un paje llevando en la mano el histórico yelmo de cis/ie de sus
señores; los Duques de Berg y de Cleve; los Condes
de Holanda y de Moers; las estirpes colonienses Hardefuyst, Cleyngedank, Von der Salzgassen; los nobles de Berg : los Schoenrode, de Bottelnberg y Von
Tongeren , acompañados de sus mujeres y pajes, llevando todos las insignias de su poder y dignidad. A
ellos seguia el gran carro, en el que iba colocado un
facsímile del coro terminado, levantándose éste, que
forma un verdadero bosque de torrecillas, por encima de un gigantesco dragón, para anunciar que la
peña del Dragón , que se refleja en las ondas del
Rhin, ha ofrecido sus piedras para la construcción
de la catedral. Vese en el carro al maestro Juan, que,
teniendo en la mano los planos del templo, sigue
animando á sus compañeros. Detras del carro iba un
heraldo llevando sobre una almohada de terciopelo
negro la Magna Charta libcrtatum de los ciudadanos de Colonia, el Vcrbundbrief, que fue promulgado el 14 de Setiembre de 1396, y los pacíficos gremios, entre los cuales se distinguían por su gordura
los cerveceros, y á quienes seguían lansquenetes,
! concluían aquel grupo del cortejo. Entre los gremios
habían de aparecer también los célebres pintores de
Colonia, los maestros Guillermo y Esteban Lochner,
lo cual no hubiera extrañado á nadie, pues sabido es
que los artistas de la Edal Media, incluso Alberto
Durero, no se desdeñaban de considerarse cual menestrales. Pero en vano hemos buscado en el cortejo
las venerables figuras de los dos divinos maestros.
Continuemos la descripción de la cabalgata. Un magnífico cuerpo de lansquenetes precede á una banda
de música montada, en la cual se ve un gigantesco
timbalero negro, vistiendo un turbante y un traje
oriental. Seguían heraldos y porta-estandartes llevando la bandera de los Hohenzollern, rodeada de
caballeros que vestían el traje de la época del Gran
Elector. Vióse después, rodeada de canteros, la altiva bandera de la Asociación Central para concluir
la Basílica coloniense. Hé aquí un carro que lleva la
grúa histórica que, quedándose inmoble durante el
espacio de tantos años, era para Colonia un objeto
de tristeza; pero hoy, al celebrar la fiesta de la conclusión de la obra, la miramos con alegría, como un
recuerdo histórico. El carro en que se admiraban las
figuras alegóricas de la Arquitectura, Pintura, Escultura, Poesía y Música, representadas por hermosas hijas de Colonia, ostentaba la bandera llevando
la inscripción Protectorien honor del primer protector Federico Guillermo IV, y contenia los nombres
de los que dedicaron su talento, su genio y sus fuerzas á la catedral, ó que le ofrecieron sus dones. ¡Honor á todos aquellos hombres beneméritos, que no
olvidará la Historia! ¡Honor á los rey Luis I de Baviera y cardenal Juan de Geissel; á los Ahlert,
Zwirner, Everardo de Groóte, los hermanos Boisserée, Federico de Schlegel, Jorge Forster, José Górres,
Wallraf, de Wittgenstein, Rolshausen, Esser, Haas,
Bachem, Prosper Duque de Aremberg, Conde de
Fürstenberg-Stammheim, Busso de Hagen , Blómer,
Francisco Weber, Abraham de Oppenheim, Kreuser, Alberto Heimann y Ennen!
Pero ¡qué solemnidad tan bella, qué escena tan
conmovedora, qué homenaje tan tierno y delicado
tiene lugar de improviso delante del Emperador en
vista del busto colosal del rey Federico Guillermo IV,
que el Comité de la cabalgata histórica había colocado junto á la catedral y al pabellón imperial, en la
noche del 15 de Octubre ! Los veinte gallardos pajes,
de todos los Estados alemanes, representados por los
miembros de la Asociación de Gimnasia de Colonia,
vistiendo pintorescos trajes verdes como musgo, llevando en la mano los escudos de sus respectivos países
y coronas de laurel adornadas con cintas blancas,
abandonaban sus puestos, inclinaban sus banderas
delante del Emperador y depositaban las coronas en
el pedestal del busto del generoso rey Federico Guillermo IV, mientras todas las Sociedades corales de
Colonia, formando un coro de más de ochocientos
cantantes, entonaban un himno en obsequio del ReyProtector. El autor del himno fue el que escribe estas
Inicio
pobres líneas: lo escribí para que se cantase al compás de la melodía conmovedora Iníeger vitae. Una
sin par sensación se apoderaba del anciano héroe,
nuestro Emperador, al escuchar aquellos acentos consagrados á la memoria de su difunto hermano, aquellos sonidos hijos del sentimiento de todos; abundantes lágrimas inundaban sus mejillas; su corazón
destilaba llanto, arrancado por las emociones delamúsica, y el himno en obsequio del Rey difunto se convertía en un homenaje espontáneo al Emperador vivo.
Verdaderamente que aquel himno y aquel homenaje fueron la solemnidad más memorable que jamas se
vio en Alemania , exclamaban todos, deshaciéndose
en entusiasmo; verdaderamente que la música es el
himno de la vida, que estremece hasta las tumbas. Al
escuchar el piadoso himno, cantado por los mejores
cantantes de Alemania, el Emperador descubria su
cabeza, y todos, descubriéndose también, se levantaban de sus asientos, rindiendo un homenaje mudo
al Rey difunto, mientras los cañones saludaban al
Emperador vivo, derramando el sol sobre la escena
sus rayos más brillantes.
El grupo final consistia en un gran carro triunfal,
en que se veian cuatro hermosas mujeres representando á los Estados del Rhin, á saber : Prusia, Baviera, Badén y Hessen, y en que iba colocado un
facsímile de la basílica terminada, y estaba coronado por una Germania colosal, que tendía su mano
protectora sobre la fábrica más majestuosa del mundo. Esta estatua estaba rodeada de soldados de las
diferentes armas del ejército alemán, coronados con
hojas de encina y de laurel, y entre los que se notaban bávaros, sajones y wurtembergueses. Estos soldados eran los que en 187o y igyi contribuyeron á
alcanzar la unidad alemana bajo los auspicios del
Emperador, y lo que cantaban, desfilando delante
de éste, eran también versos mios, que el público
repetía, lleno de entusiasmo.
Para aumentar el triunfo del Comité de la cabalgata , el Emperador mandó desfilar otra vez el cortejo
histórico por las calles de Colonia, que llamaban la
atención por la elegancia del decorado y por el primor de la ornamentación, y daba á todos sus gracias
más expresivas. Ya al tomar puesto el Emperador en
el pabellón imperial, el Presidente del Comité había
ofrecido á los Emperadores y á los Soberanos un
escrito relativo á la cabalgata, que tiene por autores
al profesor Eckertz y á mí, y que contiene todas mis
poesías relativas á las fiestas de la inauguración de
la Catedral, y especialmente al cortejo. Pero mi amigo Eckertz y yo casi envidiríamos á nuestro malogrado compañero el doctor Enneu por haberse encerrado su opúsculo relativo á la catedral, su testamento literario, en el chapitel de la piedra que
corona la Basílica sublime.
Concluyóse la solemnidad con un brindis del Burgomaestre á los Emperadores, que á la una volvieron
á Brühl.
La ciudad obsequió á los príncipes con un banquete, que tuvo lugar en la gran sala del Gürzenich,
á que asistieron más de 500 personas, teniendo yo
también la señalada honra de pertenecer al número
de los convidados. El burgomaestre de Colonia, doctor Becker, dedicó un entusiasta brindis al que pudiéramos llamar arquitecto del Imperio y de la Catedral, nuestro Emperador, contestando el Príncipe de
la Corona de Prusia y del Imperio germánico con
un inspirado discurso, cuya esencia se resume en
estas breves palabras : «¡Ojalá que la catedral continúe siendo un símbolo de la fe y unidad alemanas !»
No puedo menos de publicar á continuación el
memorable discurso que el Emperador pronunció el
primer dia de la fiesta, el 15 de Octubre:
«¿Quién no recuerda en estos momentos el dia en
que el difunto rey Federico Guillermo IV vino al
mundo? ¿Quién no recuerda aquel dia 4 de Setiembre de 1842, en que mi real hermano, que descansa
en Dios, anunció pública y solemnemente en este
mismo sitio su resolución de terminar los trabajos de
la cúpula de Colonia, por concluir durante siglos
enteros ?
» El regio arquitecto colocó, en recuerdo de su grande empresa, y con la ayuda de esa grúa ya histórica,
la primera piedra, que nos domina hoy cercada de
flores. La Providencia todopoderosa no ha permitido
que aquel Rey, cuyo recuerdo es imperecedero, viese
terminar su obra, tan grande como atrevida, y en la
cual habia trabajado con cariño y valor.
»Las palabras regias que pronunció en este mismo
sitio, con motivo de la fiesta que se celebró hace
treinta y ocho años, fueron acogidas con entusiasmo,
no solamente en Prusia, sino en todos los Estados
alemanes. Los soberanos fueron los primeros en abrazar tan grandiosa idea, lo cual sirvió desde entonces
de lazo nacional.
»Ya Federico Guillermo III, de gloriosa memoria, salvó en 1325, por su intervención enérgica, de
una destrucción segura el coro que entonces existia
solamente. En la actualidad, la cúpula de Colonia,
uno de los mayores trabajos de todos los tiempos, se
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ha terminado, y es para nosotros como el monumento de la piedad, de la inteligencia, de la previsión
humana, de un trabajo común, de una infatigable
energía y de un espíritu de sacrificio sin límites.
Puedan las torres que se levantan hacia el cielo recordar que, sin auxilio de Dios, nada puede tener
buen éxito sobre la tierra. Por eso lo primero que
todos debemos hacer es dar gracias al Todopoderoso,
que ha protegido y permitido concluir esta empresa
atrevida, y llena de peligros. Después nuestra gratitud debe dirigirse á aquel Real arquitecto, cuyo espíritu creador nos ha valido esta obra, que hará valer
su nombre á través de los siglos.
»Cumplo también en este lugar con otro deber de
dulce gratitud á mi corazón al manifestar á los augustos y altos soberanos, así como á las ciudades libres, unidas nuevamente á la patria alemana, mi profundo agradecimiento por las palabras y los hechos
con que ayudaron, al frente de sus Estados, á la terminación de tan grandiosa construcción. Que todos
los dones particulares, de donde quiera que hayan
venido, encuentren aquí el más sincero agradecimiento. Mi reconocimiento se dirige especialmente
á mi patria particular, la Prusia ; á esta noble ciudad, así como á la Asociación Central para la construcción de la cúpula y su terminación, por los esfuerzos de todas las clases de la población, que han
coadyuvado á adelantar la obra gigantesca de su
Rey. Enfin,recordemos con el más vivo agradecimiento á los hombres que consagraron á este edificio
su ciencia y su arte, y sacrificaron en su construcción fuerzas que han producido este inmenso resultado. Saludemos, pues, todos este espléndido monumento , y pueda él constituir, por la gracia del Todopoderoso, una piomesa de paz en todos los dominios,
en honor del Altísimo y para nuestra salvación.»
La noche del 16 de Octubre se repitió el espléndido espectáculo de la iluminación de la Catedral, de
los edificios públicos y de las casas de Colonia, pareciendo aquella noche una noche veneciana ó de Las
Mil y tina noches de los cuentos orientales.
¡ Colonia amada ! ¡ Cuan ufana te presentaste á tus
augustos huéspedes! Tú eres la joya más rica en la
diadema brillante del Emperador. ¡ Ojalá que la Catedral sea un emblema de paz, y que el valle del
Rhin, en cuyas ondas se reflejan infinitos monumentos de la fuerza, de la perseverancia, de la paciencia
y de la piedad del pueblo alemán, constituyendo
una verdadera corona las catedrales de Basilea, Strasburgo, Espira, Worms, Maguncia, Aquisgran y Colonia, continúe siendo la Via triumphalis del arte
alemán , y la guardia de la fe!
Una palabra, y concluyo. La memoria del cortejo
histórico se perpetuará en Colonia, para honra de los
eminentes pintores de Dusseldorf, los señores Camphausen, Baur, Lerche, hermanos Rober y señor
Beckmann, pues los que formamos el Comité para
organizar la cabalgata hemos encargado á dichos artistas pinte cada cual el grupo que dirigió en la sala
del Gürzenich, formando el cuadro un friso.
El banquete más alegre nos reunió á los miembros
del Comité pocos dias después de trascurridas las fiestas. Lo empecé yo con un prólogo en verso, consagrado á éstas, que el mismo Emperador llamó el 23
de Octubre, por boca de su representante, el Conde
Othon Stolberg de Wernigerode, en el proemio del
discurso de inauguración del Congreso de Diputados,
fiestas que lian de enaltecernos. El excelentísimo señor de Cranach, gobernador militar de Colonia, descendiente de un héroe de mi Wallialla, el ilustre
pintor Lúeas Cranach, brindó por el Emperador, y
yo tuve el gusto indecible de brindar por los artistas
de Dusseldorf; el Sr. de Bernuht, gobernador civil
de Colonia, y los pintores Camphausen y Baur pronunciaron discursos entusiastas, y el excelentísimo
Sr. de Cranach me obsequió de una manera inesperada, brindando por el poeta del Comité, de la Catedral y de las inolvidables fiestas de Colonia; por el
vate que tejió una flor al laurel frondoso de Federico Guillermo IV.
do poético.» Como en tan breve definición de sus cualidades está hecho el retrato de quien de tal manera suspende
y encanta á todo el que estime lo bello, lo digno y lo sublime, así le ofrecemos en el lugar que le corresponde
entre los dramáticos que honran la antigua escena de
nuestra patria.
Dificilísimo propósito es, sin duda, hacer un estudio de
quien ejerce el dominio de nuestro teatro en su edad de
oro, por lo ocasionado á incurrir en repetición de juicios
y apreciaciones ya emitidos, en ideas análogas á las ya expuestas sobre su mérito, después de lo mucho que se debe
á la crítica de estimables escritores, tanto de España como
de otros países. Fundado es el temor y disculpable el desaliento del que, al coincidir acaso en sus opiniones con las
ya enunciadas, sea juzgado con ligereza seguidor inconsciente de las mismas, ya que no por la malicia ó suspicaz
desconfianza, engalanado de ajena erudición y engreído
con la trabajosa pero deslucida tarea del recopilador. ¿Cómo no conocer y estimar los juicios que ha merecido nuestro gran poeta de ilustres literatos que le han rendido el
tributo de su admiración y apreciado sus extraordinarias
dotes? ¿Cómo no ampararse alguna vez con la autoridad
de estos mismos para dar mavor tuerza á las opiniones propias ? Tanto para llevar á cabo el examen del ingenio á que
ahora nos referimos, comí) el de los demás que son objeto
del presente estudio, hemos inspirado nuestras apreciaciones en el de sus obras, y aunque gratísima pero larga tarea, no nos ha faltado constancia para realizarla, invirtiendo en ella algunos años y recorriendo con detención el no
escaso repertorio de nuestro antiguo teatro. Si las observaciones producidas por este examen son débiles y desautorizadas , culpa será de nuestra insuficiencia, culpa de un
anhelo audaz y entusiasta. Es un estudio el nuestro, sin
duda, muy inferior á los que ya se conocen, algunos excelentes; pero nos cabe la satisfacción de deberlo á un asiduo
trabajo , gustoso en verdad, como estimulado por una vehemente afición, y sostenido, por tanto, sin tregua hasta su
término.
Habian llegado los dias de mayor gloria para la escena
patria. Paso á paso hemos seguido los ensayos, los progresos del arte dramático, y señaladamente en su período
histórico, cuando apareció el genio colosal de Lope de
Vega. Ninguno de los que, siguiendo su escuela, recibían
entonces su inspiración de la Talia española, aun entre los
más dignos, llegó á alcanzar su popularidad, ni á conseguir
sus mismos lauros. Lope eclipsaba á los demás; suvos eran
los aplausos de todos. Iban apareciendo sucesivamente:
Tirso, con su cómico gracejo, su vena epigramática, su facilidad poética y su inspiración creadora ; Alarcon, con su
esmerado lenguaje, sus fines moralizadores y dogmáticos;
Moreto, con su estilo natural, su fluidez, su discreción y
buen gusto ; Rojas, con su portentosa imaginación v con la
doble y no común propiedad de ser vehemente poeta en lo
trágico y agudo y festivo en lo cómico, y á la vez otros
autores muy estimables, considerados como de segundo
orden, aunque entre ellos se ofrecían algunos merecedores
de competir en determinadas obras con los ya nombrados;
pero ninguno de éstos, á pesar de sus brillantes dotes, lograba sobreponerse en popularidad al Fénix de los ingenios. Sólo un precoz autor dramático, soldado primero y
sacerdote después, como el mismo Lope, estaba llamado á
obtener las preferencias del público, á heredar su fama y
el glorioso renombre de Príncipe de la escena española.
Este varón privilegiado era D. Pedro Calderón de la Barca.
¿ En qué se fundaba tan apasionada predilección y por qué
ese entusiasta aplauso de las gentes, que así oscurecía á
los que se adelantaban en la escena patria adornados de tan
valiosas prendas, que en su conjunto podían ofrecer la perfección del arte? ¿Porqué considerarle como el legitimo heredero tlel dominio de nuestra dramática? ¿Cuál era su superioridad ? ¿Aventajaba á tan notables ingenios en todas
sus cualidades? ¿Tenía las de todos juntos para dar cima á la
difícil empresa de Lope, reformador ú su vez de nuestro
teatro? No , ciertamente : hállase la explicación de este hecho en que Calderón supo aprovechar todos los elementos
que le ofrecía el drama ya formado, para trazar el que su
época le exigía y darle más regularidad y perfección ; en que
su espíritu observador, su profundo talento y su mimen vigoroso unió á las bellezas del arte las ¡deas y los principios
(liic dominaban los corazones españoles, asi como á la forma novelesca el pensamiento filosófico. Unas veces y otras,
en su deseo de deleitar con la fábula amena, interesante y
bien conducida, donde sobresaliesen la galantería española
y los rasgos caballerescos de época, que con admirable
instinto aprovechaba como tema constante é indispensable
resorte de todos sus poemas escénicos, comprendió que
sus ideas sobre la honra y la fe inextinguible arraigada en
su alma, correspondía al espíritu del pueblo á quien dedicaba los frutos de su inspiración. Así es que los sentimientos de la fe y el honor, encarnados en el carácter nacional
y en su altivez de raza, dominan en sus obras de todo género, ya sea el profano, va el religioso. A estos sentimienJUAN FASTENRATH.
tos, eminentemente españoles, juntábanse en tan admiraCo'.onia, 31 de Octubre de 1880.
ble ingenio otros que, aunque á primera vista contradictorios, alentaban de igual manera en nuestro pueblo; el
monárquico, expresión de respeto á la autoridad, cuyo
CARACTERES GENERALES Y DISTINTIVOS
prestigio es el de la ley, y el democrático, fundado en la
dignidad personal, pero nunca rebelde y descomedido, leal
D E LAS OBRAS D E CALDERÓN ( i ) .
siempre, y sólo oponiéndose á la arbitrariedad y la injusticia, como protesta del proceder honrado contra las inCapítulo de un libro inédito.
dignidades del poder despótico y abusivo. Estos mismos
caracteres distinguen no pocas acciones dramáticas anterioI.
res á Calderón; pero en este poeta son constantes. El senUn distinguido escritor, cuva pérdida, no muy lejana, es timiento del honores tema sostenido en todos sus dramas;
irreparable para las letras españolas, familiarizado con las si se quiere, exagerado algunas veces, pero siempre plausiobras de D. Pedro Calderón de la Barca, de quien era de- ble en su esencia; y este principio, caballeresco y moral en
votísimo (2), llama á este insigne poeta «su doctor en hon- sus fines, variado en sus incidentes, lo mismo sobresale en
ra , su bello ideal y su tipo inimitable del español del mun- el galán de capa y espada que en el príncipe ilustre, en el
humilde villano y en el dios mitológico. El discreto rendi(I) Las obsci aciones sobre los caracteres d/st.Altivos de las obras de Cal- miento á la belleza ; la galantería, que es el tributo de resderon forman pa te de un estudio, llevado ya á érmino, de nuestro anticuo
peto y admiración que se debe á las prendas y virtudes
Teatro. Su auti se propone publicar, en tiempo portuno, el que se refiere á
femeniles, son asimismo otros de los elementos que diseste insigne dr; [ático, con motivo de su secundo •ntenario, en un libro continguen todas las invenciones de nuestro poeta sobre las
sagrado á su mi noria. YA artículo que hoy se de na á la prensa es el primer
capítulo de diel- trabajo, concluido del todo. — (.V. di la K.)
<2) L). Patricio de la Kscosura.
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SUPLEMENTO AL NÚM. XLIV
de los demás. Nótase en éste, á la vez, <
oci
condiciones que adornan á los que ocupan
alto luo-,JC
r•
rárquico en el arte. Se diferencia del que
él
que' como
comcféY'oht
*
l ^ T ^ . 6 8 ? 6 " ^ 6 ' P
p o«entoso^Lop
Lope,
e, nno
o ' ee
n la fe.
cundidad, porque fecundísima era la fantasía de amh
aunque en el número de obras tanto Lope le exc'ed '
sino en que la copiosa inventiva de éste es superior a l
suya. La del Fénix de los ingenios, no sujeta á la reflexin
precisa para producir obras ordenadas y preconcebir'un
acción metódica y regular, sin saber adonde va, v conocien
do sólo de dónde parte, halla recursos al pasó para sal
airosa de su empeño, y no le faltan para llegar á un térmi*
no feliz. Pero en este mismo vuelo indeciso se detiene
los episodios, encariñándose con sus detalles, innecesarios
tal vez, aunque gratos y novelescos, y luego sigue su-camint,
a la ventura, vertiendo raudales de poesía, sencillo, tierno
espontáneo en la expresión de sus pensamientos^ y c u ¡ '
dando, en medio de la vaguedad de su marcha, de'revestir
de distintivas formas los caracteres que crea, haciendo á
sus galanes pundonorosos, á sus damas tiernas, apasionadas y prontas á los más nobles sacrificios, y consigue por
último, que el auditorio embelesado, sobre quien ejerce
maravillosa fascinación, le aplauda con entusiasmo. Alcanza aun mayor triunfo : que la más severa critica de todos
los tiempos reconozca su poderosa iniciativa en la reforma
del drama español, único posible en su tiempo y en consonancia con el carácter nacional, y el solo que acaso podia prevalecer, por su forma, con las" modificaciones de época, en la escena patria, con general aceptación.
El autor de La Vida es sueño regulariza los planes de sus
fábulas escénicas, los medita anticipadamente y se concreta más á su asunto. Su genio emprende el camino con mayor seguridad y firmeza, porque conoce de antemano los
senderos que ha de seguir para llegar alfiná que se dirige
por más que éstos sean tortuosos y enmarañados, porque'
es dado á suscitarse dificultades para vencerlas; pero al
cabo, sorprendiendo por sus medios inusitados, da término
á una acción novelesca, haciéndose admirar por sus hábiles recursos y sus ingeniosos artificios, v ofreciendo un
imprevisto y lógico desenlace. Acompaña á esto, si no la
naturalidad de Lope, ni su fluida expresión poética, laque
tanto le distingue, mas grave, más entonada, bella también , pero innecesaria y sensiblemente adornada á veces
de un lirismo culto, impuesto por el gusto extraviado y
anti-estético de sus contemporáneos. Los errores de Lope
son hijos de su espontaneidad : los que pueden hallarse en
Calderón no tienen este carácter, porque en él domina el
juicioso y prudente cálculo, la reflexión y la profundidad
de miras : obedece, más que á la fantasía, á la razón. Nace
de esta desigualdad que Lope, en sus naturales arranques,
sigue los tiernos impulsos de su corazón, y los refleja en
su encantador lenguaje con verdadera sencillez. Calderón
es poeta más artificioso, pero lo es también más filosófico,
más grandilocuente, más observador de la humanidad. Tan
buen intérprete de sus afectos y pasiones, idealiza como
él ; como él, ofrece las escenas de la vida positiva; como
él, es cómico con agudeza, y usa la discreta sátira, y es
trágico cuando traza cuadros de sublime romanticismo,
análogos á La Estrella de Sevilla; es correcto, vigoroso en
la expresión ; engalana el idioma con las riquezas de su
siempre digno lenguaje, y se hace admirar en los sobresalientes rasgos de galante cortesanía, de su espíritu caballeresco, y en los portentosos de su profunda fe católica, estos últimos tan frecuentes en sus poemas escénicos, y no
menos apreciados por la crítica, más dada hasta ahora al
estudio de sus obras profanas.
(Se continuará. )
ÁNGEL LASSO DE LA VEGA.
CANTO FÚNEBRE DE BION.
( IDILIO DE MOSCO DE SIRACt.'SA. )
Undosos rios, plácidas colinas,
Llorad la muerte de mi dulce amigo;
Llorad, dóricas fuentes cristalinas,
Al amable Bion, llorad conmigo.
Selvas espesas, árboles robustos,
Doloridos gemid : gemid, arbustos;
Y vuestros tristes cálices ¡ oh flores !
Exhalen, en señal de amargo duelo,
Suavísimos olores.
Cándidas rosas , frescas amapolas (3),
En púrpura teñid vuestras corolas.
¡ Jacinto ! (4), los cruentos caracteres
Que en tus hojas grabaste en negro dia ,
Proclamen hov que de amargura mueres;
Y el ¡ay! que conmemora tu agonía,
Mil veces en tus pétalos escribe :
i El preclaro poeta ya no vive !
Unidas prorumpid enflébilcoro,
Trinacrias (5) musas, prorumpid en lloro.
Canoros ruiseñores,
Que entre el follaje de la selva umbría,
Con lúgubre armonía,
Lloráis de Filomena (6) los amores,
A las límpidas ondas de Aretusa (7)
riojas es ei íjnto ae Apolo, ambicio por su muerte, i ;
ac.spues ac
después
de su sumuio,
suicidio, rué
fue eamuiauo
cambiado en tu
la misma nor,
flor i
sus
sus pétalos
pétalos las
las dos
dos primeras
primeras letras
letras del
del nombre
nombre del
del héroe.
héroe.
(5) Uno de los, muchos nombres de Sicilia fue Trinacria, y sus habitantes
se llamaron trinacrios. Este retornelo, en que se invita á las musas de la i s ' a
habitada por Bion y sus alumnos á prorumpir en llanto por el gran bucólico,
es graciosísimo en el original.
(6) Filomena, perseguida de muerte por su padre á causa de sus amores con
Tereo, para escapar al furor de aquél ru^'ú á los dioses la convirtieran en pajaro, y fue trasforruada en ruiseñor.
(7)' Aretusa , ninfa ruñada de Al feo , fue trasforniada por Diana en una célebre fuente de Sicilia.
fí 1 ciciu.^i^iinu e n vi
uii^iiiiii.
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SUPLEMENTO AL NÚM.
XLIV
LA ILUSTRACIÓN ESPAÑOLA Y AMERICANA,
Decid : Yace Bion cadáver yerto,
Y la dórica musa (i)
Y el canto pastoril con él han muerto.
Unidas prorumpid enflébilcoro,
. Trinacrias musas, prorumpid en lloro.
¡ Cisnes del Estrimon ! (2), en las riberas
p e vuestro ameno rio, enviad al viento
Mil notas lastimeras,
Y con el triste acento
Con que Bion en tiempos más felices
Cantó por vuestros labios melodiosos,
Junto á sus claras linfas
Himnos funéreos entonad llorosos ,
Y á las eagrias (3) y bistonias ninfas
Decid, lanzando lúgubre gemido :
¡Av! El dórico Orfeo ha perecido.
Unidas prorumpid en flébil coro,
Trinacrias musas, prorumpid en lloro.
Aquel pastor de inspiración divina,
Que las delicias fuera del ganado,
Ko canta ya, de solitaria encina
Bajo la verde sombra recostado ;
Mas de Pluton en la morada oscura
Entona con tristura
Un cántico infernal junto al Leteo.
Ya no resuenan plácidos, como antes,
Los montes y collados ;
Con los mugientes toros van errantes
Las vacas por los prados ;
Y gimen, y se quejan ,
Y el pasto olvidan y la hierba dejan (4).
Unidas prorumpid en flébil coro ,
Trinacrias musas , prorumpid en lloro.
Tu subitánea muerte
Lamenta el mismo Apolo : el Fauno (5) hirsuto,
Por ti ¡oh Bion! amargo lloro vierte,
Y visten los Priapos negro luto.
Los Panes doloridos
Con fúnebres gemidos
Tus armoniosos cánticos reclaman ;
Y en vez de frescas aguas , en las fuentes
De la floresta lágrimas ardientes
Las afligidas Náyades derraman.
Entre las breñas ásperas oculta,
Silenciosa sepulta
Eco sus profundísimos pesares,
Y sumergida se halla en hondo duelo,
Que remedar no puede tus cantares.
Los árboles doquier, en tu agonía,
Sus frutos esparcieron por el suelo,
Las flores marchitábanse, y la leche
De las tristes ovejas no fluia.
La miel en los panales
En la cera se heló; que fuera agravio
Gtra libar, ya secos los raudales
Que destilaban de tu dulce labio.
Unidas prorumpid enflébilcoro,
Trinacrias musas, prorumpid en lloro.
De la playa del mar sobre la arena
El piadoso delfín (6) no gime tanto;
Xi tanto Filomena
Entre las rocas lastimosa trina :
Jamas la golondrina
Sobre los montes moduló su canto
Con voz tan lastimera; ni Alciona (7)
De Céis por la muerte
Cantilenas tan lúgubres entona ;
Xi en el cerúleo mar la voz suave
Eleva tanto Cérilo doliente,
Ni de Memnon (8) el ave,
En los remotos valles del Oriente,
Al hijo de la Aurora,
Sobre su tumba revolando, llora,
Cual hoy en su amargura,
Con diferentes voces y cantares,
i Dulce Bion ! tu muerte prematura
Lamentan en la tierra y en los mares.
Unidas prorumpid enflébilcoro,
Trinacrias musas, prorumpid en lloro.
Los ruiseñores todos
Y golondrinas dóciles, que un dia
Tu hermoso canto deleitar solia,
Y á imitar enseñabas de mil modos
La voz humana y tu armonioso acento,
Antes que de tus cánticos se olviden,
En la selva en dos grupos se dividen
Para entonar el fúnebre lamento.
Triste desde una rama
El primer coro clama;
Y de la rama opuesta
El otro coro lúgubre contesta ;
Y entrambos con unísonos gemidos
Replican : «¡ Oh palomas ! (9) sin consuelo
(1) El dialecto dórico fue usado de preferencia por los bucólicos griegos. Por
eso se habla tanto en este idilio de la Musa dórica , del cantar dórico, de las
fuentes dóricas, etc.
(2) El Estrimon era un rio de Tracia en que abundaban los cisnes.
(3) El Eagro era también rio de Tracia, y los traces se llamaban también
bistonios. En estas regiones fue donde Orfeo , después de la pérdida de su esposa Eurídice , recibió muerte cruel á manos de las Bacantes.
(4) Este hernioso pasaje ha sido imitado por Virgilio en la Égloga v.
(5) Los Faunos ó Sátiros, los Priapos y los Panes eran divinidades campestres, protectoras de los pastores ; las Náyades eran ninfas que reinaban sobre
las fuentes, rios y manantiales de agua dulce.
(6) Alude problablemente al delfín que sacó á la playa el cadáver del poeta
Hesiodo , cruelmente asesinado y arrojado al mar.
(7J Alciona ó Alcinoa, esposa de Céis, se afligió tanto con la muerte de
*Rte, acaecida en un naufragio, que se arrojó al mar; los dioses, por compañón , la trasformaron en el pájaro conocido con el nombre de alción ó Martin
ttscador. Cérilo fue también trasformado en un pájaro marino, que muchos
confunden con el alción.
(8) Memnon, rey de Abidos, fue muerto por Aquiles delante de Troya.
Sus cenizas fueron cambiadas en pájaros llamados memnonidts.
(9) Es graciosísima esta invitación á las palomas, animal consagrado á
"¿ñus, á quien Biun liabia dedicado varias de sus composiciones.
Anterior
Unid vuestro clamor á nuestro duelo.»
Unidas prorumpid enflébilcoro,
Trinacrias musas, prorumpid en lloro.
i Oh nunca bien llorado
Pastor enamorado !
¿ Quién habrá ya que cante
Con tu dulce zampona en adelante ?
A tu sonora caña
¿Quién llevará sus labios? ¿Quién tamaña
Osadía tendrá, cuando el aliento
De tu sabrosa perfumada boca
Respira aún el músico instrumento ;
Cuando Eco todavía
Dentro la caña, lastimera evoca
De tu apagada voz la melodía ?
Tu incomparable flauta
A Pan mi mano vacilante lleva ;
Mas, por temor quizá de no igualarte (10)
En el difícil arte ,
A tocarla tal vez ni Pan se atreva,
Y de sus labios trémulo la aparte.
Unidas prorumpid en flébil coro ,
Trinacrias musas, prorumpid en lloro.
La hermosa Calatea (11)
Inconsolable gime;
¡ Ay ! ¡ Cuál en otro tiempo
La deleitaba tu cantar sublime !
En la orilla del mar, hora tras hora,
Junto á tí reclinada muellemente,
La ninfa seductora
De tus labios estábase pendiente.
Tu cantar incesante
No era al de Polifemo semejante.
Los rústicos amores
Del ciclope procaz dábanle enojos ;
A ti ¡ oh Bion ! calmando sus furores
Miraba desde el mar con tiernos ojos.
El piélago ha olvidado ;
En la desierta arena ahora se sienta,
Y el huérfano ganado
Que tuyo fue, tristísimo apacienta.
Unidas prorumpid en flébil coro,
Trinacrias musas, prorumpid en lloro.
i Dulce poeta ! De las Musas bellas
Contigo han muerto los divinos dones.
De candidas doncellas
Huyeron los hechizos virginales ;
Ya no arderán los tiernos corazones
De jóvenes gallardos ; á raudales
Amargo lloro los amores vierten
En derredor de tu funérea losa,
Y la Ciprina diosa
En esta hora fatal muy más te ama,
Y más pregona su dolor profundo
Que sobre el mismo Adonis moribundo.
i Oh rio entre los rios clamorosos !
Nuevo dolor te oprime, nueva pena
De tus desdichas la medida llena,
¡ Oh Méles caudaloso ! (12).
Muerte cruel te arrebató primero
A tu divino Hornero ,
Vate fascinador, labio elocuente
De la diva Calíope ; y la Fama,
Que lloraste con lúgubre corriente,
A tu hijo gloriosísimo proclama,
Y al entrar en el piélago inclemente,
Con la solemne voz de tus pesares
La inmensidad llenaste de los mares.
Mas hoy otro hijo lloras
Y nuevo luto á contristarte viene :
Entrambos fueron gratos á las almas
Fuentes inspiradoras ;
Aquél bebió las aguas de Hipocrene;
Éste apagó su sed en Aretusa :
Aquél, la hermosa Helena y los Atridas
Sublime celebró , y el grande Aquiles ;
Éste ignoró las guerras fratricidas ;
Sólo entonó canciones pastoriles,
Y al fragor de las armas siempre extraño,
Cantando apacentaba su rebaño ;
Y ya sus caras vacas ordeñaba ;
Las flautas y zamponas fabricaba;
Del campo celebraba los placeres,
Y los tiernos amores
Cantaba de los candidos pastores,
Siempre á Cupido grato y á Citéres.
Unidas prorumpid enflébilcoro,
Trinacrias musas, prorumpid en lloro.
No hay ínclita ciudad que no te llore ;
No ha}' ¡ oh Bion ! un pueblo ni una villa
Que tu temprana muerte no deplore.
Que á Hesiodo muy más Ascra te siente,
Y la beocia gente
Por tí más que por Píndaro suspira.
Menos lloró la pérdida de Alceo
La amurallada Lésbos ; y la lira
De su afamado vate
Menos que tu zampona extraña Ceo (13).
De Arquíloco en la muerte no se abate
Tanto cual hoy la montañesa Paros,
Y á su Safo querida ,
Por lamentarte, Mitilene olvida.
Cuantos pastores á las Musas caros (14)
(10) Esta hipérbole fue imitada por Virgilio en la Égloga iv.
f u ) Los amores de Polifemo y Galatea eran tema favorito de los poetas
bucólicos. Aquí parece que se hace alusión á algún idilio de Bion, que se ha
perdido.
(12J El Méles, hoy rio de Esmirna , fue padre de Hornero, por lo cual éste
se llamó también Mclesigenes.
(13) Ceo ó Ceos, una de las Cicladas, fue patria de Simónides.
(14) Se cree que los once versos siguientes fueron añadidos por Marco Musuro de Candía, para llenarla laguna que nos deji') la perdida de los versos
originales.
Inicio
335
Saben cantar, su dulce poesía
Consagran á tu lúgubre memoria.
Sicélides, de Sámos honra y gloria,
Entona tierna , ñébil elegía.
De la Cidonia en medio á los poetas,
Sus sólitos concentos
Trueca el alegre Lícida en lamentos,
Y del viejo Filetas
Llora por tí la dolorida musa
Al margen del Halentes cristalino.
También en Siracusa
Te lamenta Teócrito divino ;
Y yo , cuitado , en tanto ,
Te ofrezco un funeral ausonio (15) canto;
Yo, no del todo extraño á la armonía
De los metros bucólicos, que diestro
¡ Oh llorado maestro 1
A tus alumnos enseñaste un dia.
De la dórica musa y de sus dones
Gloriosos herederos nos hiciste;
Tus ricas posesiones
A otros legaste en codiciada herencia;
A mi, de tus cantares la cadencia.
I Tnidas prorumpid en flébil coro ,
Trinacrias musas , prorumpid en lloro.
i Triste de mí ! Cuando en el seco huerto (16)
El apio verde-claro se marchita;
Cuando las malvas lánguidas perecen
Y el encrespado hinojo cae muerto,
Renacen al otro año y reflorecen.
Mas ¡ ay ! cuando una vez nos precipita
En la tumba la muerte inexorable,
A nosotros, los grandes, vigorosos,
Sabios varones, sueña imperturbable,
Largo, infinito, eterno,
De la tierra en los senos tenebrosos
Fuerza nos es dormir; y mientras yace
Tu cadáver ¡ Bion ! en honda fosa ,
Mudo y sin notas, á las Parcas place
Que cante sin cesar la rana (17) odiosa
i Canta , rudo animal! Sin miedo canta
De que te turbe la palabra mia.
¿A quién se los darás? ¿A quién no hastía
El graznido sin fin de tu garganta ?
Unidas prorumpid en flébil coro,
Trinacrias musas, prorumpid en lloro.
Llega el veneno á tu canora boca,
Y en el cáliz ¡ Bion ! bebes la muerte.
¿ Cómo tu labio toca
Y en dulcísima miel no se convierte?
¿ Quién, de tus bellos cantos
Insensible á los mágicos encantos,
Quién, de tu grata pastoril zampona
Sordo á la voz divina ,
Mortífera ponzoña
Con alevosa mano te propina ?
Unidas prorumpid enflébilcoro,
Trinacrias musas, prorumpid en lloro.
A todos ¡oh dolor! sin esperanza
La merecida pena nos alcanza.
Yo, desdichado , en el común quebranto
Al duelo universal uno mi llanto,
Y tu muerte deploro. ¡ Oh ! si pudiera,
Cual Orfeo (18) y Ulises elocuente,
Y que ambos antes, Hércules valiente,
Al infierno bajar, yo descendiera
Con alma fuerte y con veloces plantas
Al reino de Pluton, á ver si cantas
En el Orco también , y qué canciones.
A la real doncella (19)
Que triste impera en la región umbría,
Canta una siciliana melodía
Y un himno pastoril ; que también ella
La zampona tañer alegre supo,
Y el dórico cantar la deleitaba
Cuando la suerte plácida le cupo
De vivir libre en el trinacrio suelo
Del rojo Mongibelo (20),
Mirando siempre la encendida lava.
No sin la recompensa merecida
Tu canto quedará. Si el tracio Orfeo,
Desde la negra margen de Leteo
A Eurídice volver pudo á la vida
Con la dulce influencia
De su mágica lira armoniosa,
Hécate poderosa
Del canto cederá á la omnipotencia,
Y olvidando otra vez su injusta saña,
Te volverá de nuevo á tu montaña,
j Lamentado Bion ! Y si yo mismo
Templar supiera el músico instrumento,
¡ Cómo entonara en el oscuro abismo,
Ante Pluton, armónico concento,
Hasta traerte, á fuerza de canciones,
De nuestra dulce vida á las regiones !
IPANDRO ACAICO.
(De México.)
(15) Ausonia era uno de los nombres de Italia.
Ció) Este pasaje fue imitado por Horacio, 1. 4, Oda 7.
(17) Algunos han tachado de pueril este concepto. A mí me parece uno de
esos lamentos muy naturales cuando nos hallamos afligidos por la pérdida de
una persona ilustre y querida.
(18) Orfeo, hijo de Apolo y de la Musa Calíope, pulsaba la cítara con tal
perfección , que, por oirle , los árboles dejaban sus puestos, los rios detenían su
curso, y las fieras se reunían en torno suyo. Sintió tanto la muerte de su esposa
Eurídice, que bajó al Averno á buscarla, y ablandó á los jueces infernales con
la dulzura de su voz, hasta el grado que le concedieron su extraordinaria petición. Sobre el descenso de Ulises á los infiernos, véase la Odisea.
(19) Proserpina, llamada también Hécate, era una ninfa siciliana que fue
robada por Pluton y constituida reina del infierno. Los griegos continuaron
llamándola KÓpT] (en dórico Küjpoc), la Doncella, por antonomasia.
(20) He preferido el nombre moderno de Mongibelo al de Etna, por parecerme más sonoro en castellano.
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