¿Cómo nos toca la guerra? - Problemas Rurales

NÚMERO
¿Cómo nos toca la
guerra?
Autor: Alipio Jaramillo
Título: Masacre
Pontificia Universidad Javeriana.
Facultad de Estudios Ambientales y
Rurales.
Maestría en Desarrollo Rural
I Semestre 2.011
Presentación
Esta es la octava compilación de crónicas elaboradas por
los estudiantes de primer semestre de la Maestría en Desarrollo
Rural —en el marco de la asignatura Problemas Rurales— en
torno a la pregunta ¿Cómo nos toca la guerra?
Nos encontramos con nuevos testimonios de los múltiples y
diversos impactos que deja a su paso la guerra. Con mayor o
menor detalle, estas historias personales develan un contexto
de orden local y regional, marcado por lógicas y prácticas de
dominación que sobrepasan a los sujetos y que trascienden a
muchas otras esferas y escalas pero que, sin embargo, los sitúa
finalmente en la soledad infinita de los atropellos, las
incertidumbres y los dolores de la guerra.
Estas historias han sucedido en tiempos diversos y en muchos
lugares de la geografía nacional. En su trasfondo es posible
descubrir la articulación entre las violencias políticas y armadas
con aquellas estructurales e históricas que se expresan en el
empobrecimiento, el aislamiento, la desprotección y la
impotencia. Algunas de estas historias nos recuerdan cómo la
dominación, el despojo y la humillación se ensañan con fuerza
contra las mujeres, no sólo desde actores armados externos,
sino desde sus propios parientes, desde aquellos que dicen
amarlas.
Un reconocimiento para los estudiantes que quisieron
escudriñar y elaborar un testimonio desde sus experiencias,
contribuyendo así a la construcción de la memoria de nuestra
guerra. Sabemos que no es fácil darle voz y hacer visibles las
historias que nos marcan y dejan su huella en la forma como
pensamos, analizamos y sentimos los conflictos que configuran
nuestras realidades.
Flor Edilma Osorio y Juan Guillermo Ferro
ÍNDICE
Página
LA MUERTE Y EL LLANTO EN EL OLVIDO
1
DE TANTO SENTIRLA ME ACOSTRUMBRÉ A ELLA
4
LAS GUERRAS DE MARÍA
7
LA COMANDANTE SANDRA
9
VENCER O MORIR
11
SIMPLEMENTE MARÍA
11
A MÍ ME TOCÓ LA GUERRA, PERO NO ME DIJO NI PIO…
13
ENTRE RECUERDOS Y TIERRAS
15
LAS GUERRAS QUE NOS TOCAN: ARAUCA
18
DÍA DE LAS VELITAS, DÍA DE LUTO EN CASANARE
22
SAN
VICENTE
DE
CHUCURI,
MAGDALENA
MEDIO
25
SANTANDEREANO
REFLEXIONES
28
SUR DEL DEPARTAMENTO DE CÓRDOBA
29
~1~
LA MUERTE Y EL LLANTO EN EL OLVIDO
de su casa y cuando entraba dijo en un
susurro:
La boca en punta, apretados los
labios, era la única parte que se
arrugaba en su rostro con frecuencia.
- Ya viene la parca, viejo man, yo sabía.
Al día siguiente elaboró su testamento. La
casa la dejó a su madre, el dinero a su
mujer, los libros al muchacho, la música a
la niña. Al volver de la notaria, con el
testamento lleno de sellos color celeste,
sentó a los dos hijos en sus piernas y les
dijo que cuando él muriera cuidaran a la
madre y no abandonaran a la abuela.
Les ordenó, como acostumbraba con
ellos, que no se rindieran frente a las
dificultades, que lucharan, que no se
dejaran consumir por el dolor. La niña
comenzó a temblar abrazada a su torso.
El muchacho tenía la misma mirada
perdida que a veces tenía Ricardo. Los
besó y, antes de pasar a tomar las
medias nueves, le dijo al muchacho:
La mirada concentrada, poblada de
terigios, azul un ojo, marrón el otro,
pasaba con frecuencia del brillo a la
opacidad.
Cuando
su
alma
se
apesaraba, desarrugaba la boca y la
mirada se perdía en la nada, como
ocurrió la noche que fuimos donde la
gitana Luisa para que le leyera la suerte,
una semana antes de su muerte.
Luisa nos recibió en el cuarto vacío de su
difunto esposo. Luego de mirar a Ricardo,
prendió el tabaco, le pidió que fumara.
Salió y volvió arrastrando dos sillas.
Contempló largamente las cenizas,
sentada en un mar de silencio. Cada vez
que las vetas rojas se comenzaban a
desvanecer en la punta del cigarro,
soplaba suavemente sobre ellas. Cuando
la última brasa cayó deshaciéndose
contra el suelo, levantó la vista, le
acarició con su mano larga y fuerte la
mejilla izquierda y le dijo con voz
entrecortada:
- Hijo, aunque falta mucho tiempo para
que me muera, cuando eso ocurra tienes
que obedecer a tu madre y cuidar de
ella y de tu hermana porque entonces
serás el hombre de la casa.
El niño lo miró con gesto de orgullo
mientras le contestaba:
—Ya viene, está cerca—, y le dio un
beso.
- Claro papá, yo las cuidaré. Y a mi
abuela también.
Entonces la mirada de él se apagó y no
volvió a brillar en toda la noche. Nos
despedimos de ella, apartamos las sedas
rojas, azules, verdes, lilas y amarillas que
servían de puerta a la habitación, y
salimos de la casa.
Esa semana asistió a todas las reuniones
programadas, mantuvo la misma rutina
diaria, fue a las sesiones del concejo
municipal, pasó por el mercado, saludó
al turco, conversó con el italiano, se
carcajeó con el negro Martínez —el tipo
más embustero de la comarca—,
escuchó sin entusiasmo las teorías
conspirativas que el bigotón de la calle
14 tejía en torno al gobierno municipal,
las fuerzas políticas y sindicales, y su
relación con las fuerzas guerrilleras. Al
final le dijo:
Recorrimos las calles sin mirarnos,
abriéndonos paso por entre los cantos de
los grillos, hasta llegar a Palo de Mango
donde bebimos cerveza tras cerveza
protegidos por su antiguo follaje y sus
olores pegajosos.
Durante el resto de la noche sus terigios
se deslieron en lágrimas convertidos. No
pronunciamos
palabra.
Antes
del
amanecer lo acompañé hasta la puerta
- Tú si eres un perfecto. No te fías ni de tu
sombra porque piensas que todo el
mundo es malo. Hay que creer en algo,
hay que confiar en la gente, no
podemos andar por ahí señalando,
~1~
descalificando, sospechando. Que yo
sepa, ni yo, ni tú, somos jueces,
sacerdotes, o policías.
constante
de
acidez
estomacal,
repugnancia, e incapacidad para
razonar, para entender.
A mitad de la última semana de su vida
creyó por unas horas, quizás por un par
de días, que podía ganarle la partida al
destino. Luego de una lúgubre sesión de
la Comisión Política del Frente Amplio del
Magdalena Medio, se acordó sacarlo de
la región y resguardarlo —por el tiempo
que fuera necesario— en una vereda de
los andes colombianos donde los sicarios
no pudieran alcanzarlo. Se organizó el
viaje para que saliera tres días después,
antes de la madrugada, y todos juramos
no contar a nadie nada de lo
conversado. El día anterior a la partida,
antes de las siete de la noche, cuando
llegaba del concejo municipal, las balas
le
perforaron
corazón,
estómago,
pulmones, frente a la puerta de su casa.
Su hijo, que había salido a recibirlo, vio
cuando caía para no levantarse nunca
más. Contempló su cuerpo magullado y
sus pupilas se inundaron con el charco
de sangre que empapó la tierra de la
calle.
Ricardo se había reunido con varios
integrantes de ese grupo, les había
explicado por qué consideraba que la
acción política debía ser legal y había
solicitado verbalmente y por escrito, en
distintas ocasiones, una reunión con el
Comando Central de su antigua
organización, para acordar el mutuo
respeto entre el E.L.N. y el Frente Amplio
del Magdalena Medio (F.A.M). Nunca
obtuvo respuesta.
El F.A.M., movimiento que con un grupo
de paisanos había fundado años atrás
con el propósito de desarrollar una
acción política legal para conquistar
hechos de democracia social y política,
tomaba como base de su trabajo las
necesidades
expresadas
por
los
movimientos cívicos de la región y los
rasgos característicos de la cultura local,
fuertemente influenciada por la forma de
ser de los habitantes de la sabana de la
costa caribe colombiana. Parecía raro y
simpático, pero era verdad: el primer
requisito para ingresar al F.A.M. era haber
leído Cien años de soledad. El
movimiento estaba integrado por un par
de miles de ciudadanos y había
generado
en
pocos
meses
una
movilización social y política muy
notable, que comenzaba a transformar
las viejas y excluyentes estructuras del
poder en Barrancabermeja. Con Ricardo
y el Vitti —el otro concejal del F.A.M— las
necesidades populares expresadas en la
barricada
cívica,
la
movilización
campesina y la huelga petrolera, habían
encontrado un nuevo espacio de
manifestación en las instituciones del
gobierno local y en los medios regionales
y nacionales de comunicación.
Aunque la gitana lo había vaticinado y
sabíamos de dónde venían los tiros, su
asesinato nos resultaba incomprensible.
¿Por qué querría alguien que se dijera de
izquierda asesinar a un hombre que era
una suerte de leyenda regional popular,
que había repudiado la violencia, que
clamaba por la paz, había estado
siempre al lado de las luchas cívicas y
campesinas, era querido y apoyado por
los habitantes del Puerto Petrolero de
Colombia, y tenía cordiales relaciones
con las distintas fuerzas políticas y
sociales de la región?
Cuando se confirmó públicamente que
los asesinos habían sido enviados por el
Comando Central del E.L.N., el grupo
guerrillero que él había ayudado a
fundar en su juventud y en el cual había
recibido y orientado al sacerdote
español que había presidido la reunión
en la que se ordenó su ejecución, el
desconcierto se convirtió en una mezcla
Unos días después, una persona que —
según dijo— había estado en la reunión
de ese comando central de la infamia,
contó que habían decidido asesinarlo
por temor. Temor a que Ricardo con su
trabajo social y político, que comenzaba
~2~
a proyectarse nacionalmente a través de
una decena de movimientos políticos
regionales, produjera —así no se lo
propusiera— un mayor desprestigio del
E.L.N. Creían que eso podía suceder por
mero efecto de contraste: él lograba
conquistas concretas y hablaba el
lenguaje de la gente común, mientras
que el E.L.N. no tenía nada que ofrecer y
hablaba un galimatías hecho de
violencias. Repartieron panfletos: Ricardo
Lara Parada, ajusticiado por traidor y
degenerado sexual. Su pobreza mental
no dio para más.
Durante las semanas siguientes al
entierro, que creíamos inolvidable, la
desazón se veía compensada por la
ilusión de fortalecer el F.A.M., de gestar
una amplia alianza ciudadana con otros
sectores para impulsar la democracia
social y política y la paz, una alianza que
tal vez pudiera reorientar la historia de
sangre,
injusticia
y
pobreza
del
Magdalena Medio.
A medida que pasaron los meses y fue
quedando claro, no sin asombro, que
entre los directivos del F.A.M. pesaban
más los intereses personales y las posturas
ideológicas maniqueas, y que su
predisposición a la intolerancia y al
desacuerdo se imponía sobre el
consenso y las motivaciones cívicas y
culturales
—fundamentos
del
movimiento— el dolor comenzó a
divagar confundido como si fuera una
chalupa
desatada
del
muelle
y
abandonada a la corriente incierta de
las aguas. La ilusión de las primeras
semanas se evaporó y en su lugar se
instaló una mezcla espesa hecha de
tristeza y hastío.
El entierro de Ricardo fue un cortejo
multitudinario, una movilización popular
como pocas veces se había visto en esa
tierra heredada de los Yariguíes. La gente
colmó las avenidas y siguió el largo
camino que lo llevó de su casa a la
iglesia, de la iglesia al concejo municipal
y de allí al cementerio. En el recorrido
cruzamos miradas con varios integrantes
del E.L.N. que observaban la multitud con
ojos de asombro y expresiones de
vergüenza. Sus caras se ponían pálidolívidas o rojizas, como la carne del
achiote.
Algunos se acercaron a
dirigentes del F.A.M. para soltar en voz
baja frases cortas de disculpas o de
desacuerdo con la decisión tomada por
su organización. Alguno articuló un breve
razonamiento sobre la incomprensión
que en los campamentos rurales se tenía
de los movimientos sociales urbanos.
El F.A.M. se redujo y desapareció con la
velocidad que tienen las brisas que
anuncian lluvias en las riberas del
Magdalena. Mi vínculo con Barranca se
redujo a visitas esporádicas por razones
de trabajo. Siempre que pasaba por allí
visitaba a los amigos, a la madre de
Ricardo, a su esposa, sus hijos, y, en
especial a él, en su tumba.
A pesar de la rabia, del dolor, del llanto
sin pausa, sabíamos que no podíamos,
no debíamos —de acuerdo a nuestras
convicciones y a las de Ricardo— dar un
salo paso, ni siquiera mental, por la senda
de la venganza. La rabia quería explotar,
pero
tuvimos
que
contenerla.
Pasábamos en segundos de la ira a la
congoja, de la mente en blanco a las
imágenes de la semana anterior —
cuando aún vivía—, a las imágenes del
día de su muerte, a las imágenes del
velorio, y tratábamos de sofocar con los
abrazos
mutuos
el
inenarrable
desconsuelo que galopaba por las
venas.
No sé por qué, durante los años
siguientes a su muerte, siempre que
hablaba de él, no importaba con quién
lo hiciera, terminaba con los ojos
aguados o con las mejillas surcadas de
lágrimas. Quizás porque su muerte reunía
sentimientos de frustración, repudio a la
insuperable crueldad, a la potente
imbecilidad humana, a la estupidez
ideológica. También, y tal vez esto sea lo
más importante, porque Ricardo no fue
para mí un líder, ni un jefe, sino un ser
humano extraviado y sincero, que
luchaba a brazo partido por mantenerse
~3~
fiel a sí mismo, sabiendo que podía estar
equivocado, que tenía la virtud de
dudar, de preguntarse.
antropófaga
humanos.
que
tenemos
los
seres
Una mañana llegué al muelle de
Barranca con mi esposa y mi hijo.
Viajábamos a
lo
largo
del
río,
acariciando la geografía humana y el
conmovedor paisaje del valle del
Magdalena. Como siempre, al bajar, les
pedí que me acompañaran a visitar a
Ricardo. Al traspasar la puerta del
cementerio, frenamos en seco: tumbas
saqueadas, calaveras colgando como
frutos podridos, floreros rotos, basura
regada, pasto crecido, una selva de
flores marchitas. La tumba de Ricardo
lucía un abandono de meses, aunque
alguien le había llevado flores uno o dos
días atrás. No estaba saqueada.
Tampoco lo estaba la del Mocho Rangel,
primer alcalde popular de Barranca
luego del 9 de abril de 1948 y fundador
de la primera guerrilla liberal en el
departamento de Santander.
La primera conversación que tuve con él
fue sobre la fragilidad de la condición
humana y sobre lo absurdamente gélido
que le resultaba el clima bogotano.
Cuando no tenía que salir del
apartamento en el que se alojaba,
pasaba las horas envuelto en un cómico
turullo de cobijas que no dejaba ni para
leer, ni para caminar, ni para conversar.
Me parecía un hombre un poco ingenuo,
un poco iluso, un poco terco —aunque
yo era todo eso y mucho más—, y
bastante honesto. Nunca dejó de
contestarme las preguntas que le hice
sobre su pasado político y sus ideas
presentes. Sus respuestas no eran lugares
comunes, no trataba de convencerme
de nada, ni de hacer elaboraciones
ideológicas o discursos políticos. Sus
respuestas eran simples y llanas. Más que
contestar le interesaba compartir su
ignorancia, su torpeza, su creatividad, su
compromiso, y cómo estos defectos y
virtudes lo habían condicionado a lo
largo de los años. Por lo general
colocaba una pizca de humor en la
conversación, y a veces sus carcajadas
se encontraban con las mías.
La fuerza del olvido se me reveló esa
mañana en toda su capacidad
devastadora.
Desde
ese
instante,
tampoco sé muy bien por qué, dejé de
llorar a Ricardo. Quizás mi alma tuvo la
certeza de que mi dolor era insignificante
en la vida de los hombres, y que en unos
cuantos años nadie recordaría a Ricardo,
ni al F.A.M., ni al E.L.N.
Quizás fuera porque encarnaba una
sinceridad desprevenida que durante
años lloraba al hablar de él y de su
muerte. Sentía con indignación que, una
vez más, el fundamentalismo que no
tolera la diferencia, que cree portar una
verdad excluyente, que cabalga sobre
razonamientos irracionales capaces de
concebir ideas inhumanas y actos de
barbarie, había asesinado a un hombre
simple y bueno. Que una mentalidad
seca y plana había segado un trozo de
bondad en los campos del mundo. Tal
vez fuera por ser este un dolor doble: el
originado en la muerte de un hombre
que trataba de servir a los demás con
lealtad, y el que se desprende de
constatar la irremediable condición
DE TANTO SENTIRLA ME ACOSTRUMBRÉ
A ELLA
Siempre que pienso en el primer
momento que me tocó la guerra, me
veo sentada en esa silla de cuerdas de
plásticos de colores, frente al viejo
televisor Sony de marco de madera de
21‖ que había en casa. Recuerdo que a
mis cortos 7 años veía los noticieros y
~4~
siempre
escuchaba
la
palabra
―guerrilla‖; y aunque observaba esas
imágenes de muertos, helicópteros y
armas (creo que a esa edad nunca supe
para que servían todas esas cosas), no
tenía
claridad
de
por
qué
se
relacionaban con esa extraña palabra.
Día tras día escuchaba esa palabra y
seguía viendo esas imágenes que se iban
conmigo a la cama.
aguapanela de desayuno, simplemente
porque sus padres no tenían qué darles
de desayuno; o cuando viene a mi
mente el día en que mi excelente
profesora de inglés tuvo que irse del
pueblo amenazada por los paramilitares,
por el sólo hecho de haber sido exigente
en una de las tareas con un niño que era
hijo de un paramilitar, y de esta manera
―nos quitaron la oportunidad de seguir
aprendiendo inglés‖;
o a mi amiga
llorando sobre el cadáver de su padre
después
de
ser
asesinado
por
paramilitares porque presuntamente él
—quién tenía un pequeño almacén de
ropa y variedades— le había vendido
botas pantaneras a ―guerrilleros‖; o
cuando veo la imagen de la amiguita de
mi hermana asesinada, porque en una
toma guerrillera se asustó y no se quedó
acostada como nos lo habían enseñado,
y al contrario, salió corriendo y una bala
perdido topo con su cabeza y la mató
instantáneamente;
o
cuando
mi
hermana fue secuestrada por el frente 53
de la FARC y duró 4 meses y 8 días
metida en el monte y fue entregada
como un ―ser diferente, aislado, y
atemorizado‖ y dejó en mi familia el
deseo de no querer recordar ese año
2.000, por ser peor de nuestras vidas, por
llenarnos de odio, rabia, impotencia e
incluso de venganza con quienes
decidieron llevársela ese día y hacerle
pasar las situaciones más difíciles y
traumáticas que ha tenido en su vida,
desde dejarla amarrada a una cama
con un niño de 8 años que tenía un fusil
en mano y en ese momento debía
convertirse en su ―verdugo‖ para que
ella no escapara, o en las noches que los
helicópteros del ejército llegaban a
bombardear
los
campamentos
la
soltaban y le decían ―corra hasta esa
casa que se ve a lo lejos, mire como
hace para guardarse allá, y la
esperamos mañana aquí y ni se le ocurra
escaparse‖; o cuando mi tío fue
secuestrado por paramilitares y duró 8
días desaparecido y después de que mi
tías caminaran hasta los campamentos
de esta gente y con lágrimas en los ojos
les pidieran su libertad, fue regresado
Tuve miedo de preguntarle a mamá y
papá qué o quiénes eran los guerrilleros y
finalmente después de leer historias
fantasiosas y ver mi serie favorita ―viaje a
las estrellas‖ terminé por sacar mi propia
conclusión:
la
―guerrilla‖
eran
extraterrestres que en algún momento
vendrían al mundo a invadirnos y a
exterminar a todos los humanos; con este
concepto de ―guerrilla‖ seguí creciendo
y viviendo en un pueblito, lejano, muy
lejano para esa época —10 horas hasta
Bogotá, en un carretera completamente
destapada— donde sólo llegaba un bus
diario a las 7 de la noche. Recuerdo que
había una chiflada generalizada en el
pueblo cuando a lo lejos se veían esas
dos grandes luces de las farolas de la
flota; mis hermanas y yo esperábamos
desde las 5:30 de la tarde sólo para ver
bajar a mamá y papá y abrazarlos
después de una larga semana de
ausencia.
En este país a cualquiera que haya
tenido contacto con un televisor, un
periódico y más aún con un guerrillero,
un paramilitar o un soldado lo ha tocado
la guerra. Sin embargo, cuando recuerdo
que a mi pueblo llegó la luz sólo hasta el
año 86, y que gracias a esto, el año
anterior sufrí quemadura de 2do grado
por tener una vela prendida en mi mano;
o cuando viene a mi mente ver llegar al
hospital del pueblo a un enfermo tendido
en hamacas después de que 4 valientes
campesinos lo venían cargando desde la
vereda que quedaba a 6 largas horas de
camino; o cuando veo a esos dos niños
que siempre llegaban tarde a clase,
totalmente
pálidos,
delgados
y
pequeños y sin haber comido sino una
~5~
pero
brutalmente
golpeado,
simplemente porque la guerrilla pasaba
por su finca y le exigía preparar las
gallinas que tuviera disponible para los
hombres armados de los frentes ―del
pueblo‖; o cuando frecuentemente mis
clases en el colegio eran interrumpidas
porque la guerrilla decidía tomarse el
pueblo, y después cuando llegué a la
universidad me sentía avergonzada
porque mi nivel académico no era igual
al de mis compañeros; o cuando en una
tarde cualquiera se escuchó en el
parlante del pueblo pedirle a la gente
que se acercara al parque, donde
yacían muertos dos jóvenes muchachos
con impactos de bala en todo su cuerpo
y al oficial del ejército decir ―los hicimos
venir hasta aquí, para que vean que es lo
que le pasa a todos aquellos que
decidan volverse guerrilleros‖; o cuando
aquella noche la guerrilla se tomó el
pueblo desde las 7 de la noche y terminó
a las 7 de la mañana del día siguiente,
donde las interminables bombas del
avión fantasma sacudían el suelo, los tiros
y granadas no dejaban de golpear las
calles, y nosotras con mis hermanas
acostadas con todas las cobijas encima
posibles, alcanzábamos a observar a
través de las tejas plásticas las botas de
un hombre que se había custodiado en
nuestra
casa
para
disparar
estratégicamente a la estación de
policía, fue una noche de total horror y a
las 4 de la mañana recuerdo que papá
nos dijo que con mucho cuidado
viéramos por la ventana, cuando me
asomé solo pude mirar la que en esa
época era la ―caja agraria‖ y ―casa
cultural‖ envueltas totalmente en llamas.
Esa jornada de balas y muertos, terminó
con un llamado a lista de cada uno de
los policías combatientes por parte del
teniente encargado de la estación, con
un ―presente‖ por parte de todos ellos y
con un grito de júbilo exclamaban
―victoria‖ y cantando el himno nacional
de esta ―bella Colombia‖, como si
realmente hubieran matado a los
―extraterrestres‖ y no a los 30 personas
entre
niños,
hombres
y
mujeres,
campesinos en su gran mayoría, pero
con la etiqueta de ―guerrillero‖. Nunca
olvidaré de esa noche, ver la cara de
terror y las lágrimas de mi primito de tan
sólo 7 años que se había venido del
campo a estudiar al pueblo (porque la
escuela de su vereda tan sólo tenía una
profesora y mis padres decidieron darle
educación completa) y decir al día
siguiente ―yo no sabía que eso era así por
aquí; tía yo me devuelvo para el campo
así no vuelva a estudiar nunca más‖ y
finalmente así fue, tan sólo hizo hasta
quinto de primaria. El resto de la historia
de mi primo es parecida a muchas...
Hoy en día, cuando prendo mi nuevo
televisor y veo las noticias y observo —al
igual que hace 24 años— los mismos
helicópteros, muertos, armas, y a oficiales
del ejército hablando de la ―guerrilla‖, o
al
gobierno
hablando
de
los
―paramilitares‖ o a estos hablando de los
―gobiernos corruptos‖ o a la gente del
común hablando de los abusos de las
―fuerzas armadas‖; o cuando escucho
los
informes
de
instituciones
internacionales sobre los ―pobres‖ en
Colombia —que cada día son más— y la
―violación de derechos humanos‖ en
Colombia; o veo en la editorial de una
revista a Colombia como el ―país más
desigual del mundo‖; y hoy en día,
teniendo un concepto más claro de lo
que es cada uno de esos personajes, y
del ―efecto dominó‖ que genera cada
una de las acciones que de manera
individual hacemos como colombianos,
he concluido que la guerra aún no me
ha tocado, porque yo, al igual que
muchos colombianos no he hecho nada
distinto a ignorarla, tanto que decido
cambiar el canal, porque “estoy
cansada de tantas malas noticias”.
Hoy en día entiendo que la guerra no me
tocó porque me acostumbré a ella; creo
que hablar con tanta naturalidad de lo
que pasaba en mi pueblo me hizo
indiferente a la guerra; creo que
escuchar contar a papá las historias de
la guerra civil en su época como si
fueran una hazaña y no una experiencia
cruel; o haber optado en mi familia
~6~
porque el tema de secuestro de mi
hermana quedara totalmente vedado y
nadie pueda volver a recordar o hablar
de esa fea experiencia; o escuchar
tantas y tantas historias y decidir que
debía dejar eso atrás, y empezar mi vida
basada en el ―trabajo‖ para poder
comprar ―lo que me gusta‖ u optar por
mejor ―pasarla bueno‖ con mis amigos y
familia, o simplemente tratar de ―vivir en
paz‖, me hizo olvidar que aún “estamos
en guerra”.
hablará con ―María‖ y le solicitará que
me recibiera para que ella misma me
contara todo esto que le había
sucedido. Finalmente, María accedió
previniéndome que ―eso no fuera para
problemas con nadie‖ a lo que le
respondí, ―que estuviera tranquila, que
tan sólo quería escucharla e incluir su
historia en un trabajo universitario‖.
LAS GUERRAS DE MARÍA
―María‖ es originaria de la vereda de
Soya, inspección de San Pedro de
Jagua, Cundinamarca. Su historia la
recuerda desde los 9 años, porque desde
ese momento su vida empezó a
cambiar; su historia comienza porque sus
papás discutían constantemente, y por
dicho motivo su mamá decidió que ella
debía darle una parte de su cama a su
padre, pues ella ―ya no soportaba una
noche más al lado de ese señor‖.
―María‖ como la gran mayoría de niñas
campesinas, es tímida y habla poco;
puede incluso parecer grosera, pero
simplemente no lo es, es tan solo su
esencia, su poco deseo —a diferencia
de gran parte de nosotros— de querer
llamar la atención.
Como de costumbre, en la
Semana Mayor de este año viajé a mi
pueblo a visitar a mis padres; en uno de
esos días, una de las amigas de mamá se
acercó a saludarnos; también quería
aprovechar que mi hermana —abogada
de profesión— se encontraba en casa
para preguntarle de que manera su
empleada del servicio podía acceder al
programa de ―familias de acción‖, ya
que esta era desplazada, tenía una hija y
muy poco dinero. Argumentaba que
aunque esta joven había pasado sus
documentos en regla, una de las
funcionarias de la alcaldía le negaba
continuamente
este
beneficio
por
razones triviales y que por lo tanto
estaban buscando alguien que les
colaborara.
Es así como su padre empieza de
manera frecuente a abusar sexualmente
de ella, hasta que ―María‖ cumplió los 13
años. Un día de esos en los que se enteró
por el colegio que era una violación,
llegó a casa, entró en llanto, y decidió
contárselo
a
su
mamá,
quien
aprovechando que para esos días eran
los paramilitares los que daban orden en
la zona le propuso a ―María‖ que fueran
al campamento y pusieran la queja.
Mi hermana le explicó todo el
procedimiento para hacer la solicitud y
queja respectiva que debía adelantar
ante Acción Social. Mi mamá le
preguntó a su amiga que de dónde era
la joven y ella empezó a contarnos la
historia de ―María‖. Una historia que
probablemente se repite a diario, que ya
había escuchado, pero que no sé por
qué logró tocar algo en mí.
Los paramilitares llegaron al día siguiente
y se llevaron a su padre y después de dos
días sin saber nada de él, sus tíos y
abuelos le exigieron a esta niña y a su
madre que para evitar la muerte de su
padre, ―María‖ debía ir nuevamente
donde el comandante y decirle que
todo era mentira y ella lo había
inventado.
Después de saber de esta historia de
vida, le pedí a la amiga de mamá que
~7~
―María‖ sin saber que su padre ya había
sido asesinado y
presionada por su
familia, emprendió el camino bajo una
noche de lluvia fuerte y llegó al
campamento y solicitó hablar con el
―comandante‖, este la atendió y ella dijo
todo lo que su familia había exigido
decir; este hombre se enfureció con ella,
la maltrató verbalmente y le pidió que se
―largara‖ inmediatamente antes de que
la mandara a asesinar.
como si eso fuera normal en este país,
como si ella fuera distinta al resto de
mujeres que tiene acceso a la
educación o simplemente a una tarde
de diversión con amigos y familiares. Al
final, me preocupa que a “María” la
guerra la deje de tocar, cuando
finalmente se haya acostumbrado y
resignado a lo que según ella “le
tocaba”.
Hoy en día doy gracias a la vida porque
me dio la oportunidad de tener una
infancia de libertad, juego y alegría, en
un pequeño pueblo, tranquilo, algo
pobre, pero con una naturaleza y paz
increíbles. El pueblo que para los años 80
y 90 llegó a ser uno de los más violentos
del país y declarado zona roja, es decir,
―allá que no entre nadie‖, el mismo
pueblo que es uno de los mayores
aportantes de agua del país, que hace
parte del parque natural nacional
Chingaza, y el que tiene una de las
imágenes más increíbles que he visto en
mi vida: ―Los Farallones de Medina‖.
Crecer en Medina, Cundinamarca, y vivir
una pequeñísima parte de ―esta guerra‖
e incluso leerla y analizarla, me ha
ayudado a escuchar a quienes detrás de
un escritorio critican y analizan la guerra
y a quienes la viven; me ha enseñado
por qué no debo sesgarme en ninguna
de mis opiniones sobre el conflicto en
Colombia, siempre sabiendo que no hay
que hablar de ―negro‖ ni ―blanco‖ sobre
la guerra en Colombia, sino sobre las
―tonalidades grises‖.
Hoy en día
entiendo por qué ―Uribe sí‖ y por qué
―Uribe no‖, por qué ―la guerrilla sí‖ (como
ejército del pueblo) y por qué ―la guerrilla
no‖ (como terroristas, destructores de
pueblos y secuestradores), por qué ―sí‖ a
la organización interna de los ganaderos
trabajadores y honestos por medio de
grupos privados con armas para
proteger sus fincas de la guerrilla, ya que
el Estado no estaba presente en ese
entonces, y por qué ―no a unos
paramilitares sangrientos, desalmados,
que con lista en mano iban asesinando
al que les parecía pudiera ser guerrillero,
a los que desplazaron y destruyeron
Esa misma noche, ella tuvo que coger sus
pocas pertenencias; coger un carro que
la llevará hasta Medina y de ahí un bus a
Bogotá donde una tía. Ella sólo la pudo
ayudar un mes porque no tenía con qué
mantenerla.
Después, fue enviada a San José del
Guaviare, donde otra tía que tenía una
finca y necesitaba gente para que le
trabajara. Allí ―María‖ vivió 5 años
trabajando de sol a sol, sin recibir
remuneración alguna, al contrario recibió
golpes y humillaciones. Allí mismo,
conoció a un hombre mayor, casado,
del que quedó embaraza y al que no ha
vuelto a ver.
Finalmente, logró salir de San José y fue
recomendada como empleada del
servicio doméstico, y lleva con la amiga
de mamá 6 meses de trabajo.
Actualmente su hija tiene 3 años, gana
mensualmente 200 mil pesos y de esos
destina 70 mil para pagar una
habitación.
Cuando escuché esa historia me di
cuenta que a “María” sí la tocó la guerra;
a ella sí, a mí no, porque a ella le cambió
su mundo totalmente, su rumbo, le
marco su vida y no le dio la posibilidad
de optar por el camino que le hubiese
gustado tomar, sino por el que la guerra
le imprimió, ―por el que le tocó.‖ A
―María‖
la
guerra
la
tocó
profundamente, aunque ella no lo sepa,
sólo piensa que su vida era lo que le
tocaba por haber nacido en el campo,
por eso ―María‖ termina contando su
historia con naturalidad como otra más,
~8~
territorios enteros‖; por qué ―sí‖ a un país
donde la eliminación de la desigualdad
social sea la principal bandera de
cualquier gobierno, y por qué ―no‖ al
proteccionismo del gobierno a quienes
se consideran más pobres, que hace que
decidan continuar albergados en la
ciudad alimentando los cinturones de
pobreza de estas y olviden por completo
el campo y opten por una vida ―urbana‖
donde la “guerra ya no los toque más”.
habían contratado para cocinarle a los
técnicos de la comisión. Así que nos
bajaron a todos del carro y me pusieron
hacer un sancocho,
mientras mis
compañeros hablaban con ellos para
que no nos retuvieran y nos dejaran
trabajar; yo observaba a todos los
guerrilleros y cocinaba también. Habían
unos 200 hombres (bueno, entre
hombres, mujeres y niños) así que lo que
más me aterró fue observar cómo daban
adiestramiento a unos niños. Repartí el
sancocho y una niña de unos 13 años se
me acercó para ayudarme a servir; era
flaquita, muy flaquita, de ojitos cafés,
cabello castaño largo hasta la cintura y
con una voz muy sumisa me dijo que la
habían enviado a que me ayudara; me
dio mucho pesar de los niños que
estaban allí, la gran mayoría se
encuentran en las filas de la guerrilla por
la fuerza.
LA COMANDANTE SANDRA
Llegué al Guaviare hace más de
14 años, después de terminar la
universidad, con pocos años de
experiencia en esta selva un tanto
complicada pero con todo el entusiasmo
de trabajar. En el año 1.998 éramos
funcionarios del antiguo INCORA, es
decir, que todo nuestro campo de
acción siempre ha sido en la zona rural.
Mis compañeros y yo salimos hacia San
Luis de los Aires por la trocha ganadera,
porque requeríamos hacer todo lo del
proceso de titulación de terrenos baldíos
en esa zona; siempre realizábamos las
comisiones entre varios para estar
acompañados cuando la guerrilla nos
saliera en el camino. Como era de
esperarse,
nos
salió
la
guerrilla
nuevamente y pararon el carro. Los
guerrilleros estaban armados hasta los
dientes, el uniforme sucio y ya deshecho
de tanto monte; el comandante se
dirigió al ingeniero coordinador de la
comisión quien estaba manejando el
carro y le preguntó que quién era el
coordinador, él sin nada de miedo le
contesto que él simplemente era el
conductor y que llevaba los técnicos a
medir. Luego se dirigió a mí, que era la
única mujer. De la misma manera y
pensando rápido del miedo, yo le
contesté que era la cocinera, que me
Así que le hablé a la niña guerrillera, le
pregunté que por qué estaba ahí, que
esto no era un futuro para ella; me pudo
algo así como el sentimiento de
madre…es que era una niñita. Entonces
Sandra me respondió que la habían
sacado de la finca a empujones, que la
tenían ahí para estar con los hombres y
que ella no podía hacer nada, además
que estaba embarazada y no quería que
el comandante se enterara porque si no
la hacían abortar y ella misma había visto
cómo
se
habían
muerto
varias
compañeras guerrilleras cuando les
tocaba abortar. Me dio mucha lástima,
casi me pongo a llorar con ella, pero yo
no podía hacer nada, antes estaba
rogando
para
que
el
ingeniero
convenciera al comandante de que nos
dejara ir, pues yo ya estaba muerta pero
del miedo, de la angustia y del pesar de
ver esos niños.
El comandante se acercó a mí porque
me vio hablar mucho con la niña y de un
puño la sacó de mi lado, me temblaban
las piernas…pero me hice la que no
había visto nada y seguí sirviendo el
sancocho, luego se llevo a la niña selva
adentro…ella nos miraba llorando, con
~9~
cara de angustia, como pidiendo a gritos
silenciosos que la ayudáramos y nosotros
no podíamos hacer nada, ninguno de
nosotros sabía qué hacer o cómo actuar
al ver lo despiadados que son los
guerrilleros; de inmediato el comandante
nos dijo: ―Cuento hasta 10 para que se
larguen, sapos hp y voy en 5‖ y luego se
puso a disparar como loco un arma;
nosotros como se dice piecitos para que
sirven, salimos a correr y corríamos por la
selva, duramos como media hora
corriendo sin mirar atrás hasta que por fin
llegamos a la sabana, cansados, con
sueño, con hambre y sin carro porque
nos quitaron todo lo que teníamos, de
milagro nos dejaron la ropa puesta y
gracias a Dios la vida.
Luego en el año 2.007 ya en el nuevo
instituto INCODER, fuimos por la trocha
arriba de El Tablazo a una reunión de
convocatorias y dictar unas charlas con
varios de mis compañeros. En la vereda
Colinas teníamos todo preparado para la
reunión, según el presidente del
interveredal contábamos con el permiso
de la guerrilla, porque siempre hay que
pedirle primero permiso a la guerrilla para
que nos deje entrar y deje salir a la
comunidad a recibir los servicios
prestados por el Estado colombiano.
Como el ejército ya tenía pistas de
donde ubicar guerrilleros realizó un
hostigamiento, quedando nosotros en
medio de la balacera. La guerrilla se
enojó
muchísimo
aludiendo
que
habíamos sido nosotros los informantes
del ejército y que por culpa de nosotros
sabían dónde estaban, como nos
encontrábamos varios funcionarios de
diferentes instituciones del Estado, nos
amenazaron y nos llevaron caminando
por la selva, apuntándonos con las armas
y de una manera grosera… nuevamente
estaba yo como única mujer en esas
zonas, en ese trabajo, haciendo patria
por lo más recóndito de la hermosa selva
Colombiana y cada vez repitiéndome
para mis adentros ―es que me pasa y no
cojo escarmienta‖, pues no era la
primera vez que me tomaba la guerrilla,
pero si esperaba que fuera la última.
Mis compañeros y yo estábamos muy
asustados; esta vez fue la peor de todas
porque el ejército estaba encima de
nosotros y los guerrilleros azarados, eran
muy
groseros
con
nosotros,
nos
golpearon, nos trataron mal, nos
amarraron y nos dejaron junto a los
árboles, amenazándonos y gritándonos
que dijéramos la verdad, que éramos
informantes del ejército y que esta vez si
nos iban a pelar para que no volviera
nadie del Estado por allá. Por supuesto,
mis amigos y yo estábamos asustados, no
llorábamos de valientes porque era peor,
entre más hablaban con ellos, menos
entraban en razón, estaban furiosos,
algunos heridos, otros de muy mal
aspecto, todo confabulaba mal para
nosotros. Groseros se acercaron a mí y
me dijeron: ―ahhh con que la doctorcita
sigue por aquí‖ al escuchar la doctorcita
casi me desmayo, pero saqué fuerzas y
les dije que éramos funcionarios públicos,
que solo queríamos ayudar a la
comunidad
y
que
estábamos
trabajando, que si no querían que
estuviéramos allí pues que nos íbamos
por donde vinimos, pero más me gritaba
el guerrillero con palabras groseras,
disgustado
y
me
dijo:
―sabe
qué…doctorcita, usted es la primera que
vamos a pelar‖, yo le gritaba que no se
molestara, que por favor lo pensara, que
yo solo venía a trabajar y entre grito y
grito,
apareció
la
comandante
callándonos a todos de un grito aún más
tétrico: ―¿Qué pasa aquí? es que no se
van a callar o me toca callarlos a las
malas‖. Con su sola presencia y su voz
terrible, todos —hasta los animales—
hicimos silencio.
Se me acercó y con el revólver recorría
mi cara, era una señora gorda, feísima,
con cicatrices en la cara, con un
uniforme horrible, con botas de caucho
de donde salía un olor hediondo,
inspiraba tanto miedo que nadie
hablaba, nadie decía nada y yo menos;
me temblaban las piernas, me dije:
―ahora si me llegó la hora, Dios mío
ayúdame por favor‖. La comandante se
quedó mirándome a los ojos —yo casi
~ 10 ~
llorando del miedo— y luego ella gritó:
―Nadie, óiganlo bien, nadie se meta con
la doctorcita ni sus amigos, ¿entendido?
o ¿les hago entender?‖. Todos los demás
guerrilleros
se
apresuraron
a
desamarrarnos y no dijeron nada,
estaban quizá más asustados que
nosotros. Yo no entendía nada, mis
amigos
menos, así
que
le
dije
simplemente,
―gracias,
señora
Comandante‖ a lo que me contestó con
una sonrisa: ―no se preocupe que yo si la
recuerdo a usted mucho y para que
nunca se olvide de mí, yo soy la
comandante
Sandra.
Aunque
se
asombre soy la misma niña de San Luis
de los Aires‖.
VENCER O MORIR
Si
definimos la guerra como un
estado de caos donde existe la anarquía
y se lucha por la toma del poder,
podemos decir que la gran mayoría de
nosotros —por no decir todos— hemos
estado en situación de guerra, desde
cuando éramos niños y peleábamos por
banalidades con nuestros hermanos,
primos, amigos, etc.
Pero al observar la complejidad de la
realidad,
el
estado
de
―guerra‖
anteriormente descrito nos es nada
relevante para situaciones en las cuales
se colocan en riesgo la vida de miles de
personas, como sucede en los grandes
hechos
históricos
de
las
guerras
mundiales. Pero tampoco vamos a ir tan
al fondo de este tema, teniendo aquí no
más en Colombia miles de situaciones
iguales o más peligrosas; como sucedió
con Don Aurelio, un campesino de la
vereda Tunjuelito, quien con mucho
coraje expresa que ―vivir en Colombia es
una mierda y más si uno es del campo‖.
Lo dice porque su vida tomó un rumbo
inesperado cuando uno de los tantos
grupos ilegales lo amenazó para que
colaborara en la ―organización‖ y él se
negó. Rechazo que ocasionó fuertes
consecuencias para él y su familia;
primero matándole las 4 vaquitas que
tenía para mantener a sus 3 hijos y su
esposa; al hacer caso omiso a la
―pequeña advertencia‖ y pensar que ya
estaría a mano con estos delincuentes,
fueron secuestrados uno de sus hijos y su
esposa. Sin tener más opción —y para no
poner en riesgo la vida y el bienestar de
sus otros dos hijos— decidió enviarlos a
donde un familiar en la ciudad, mientras
él lograba conseguirse la plata para
liberarlos; sin embargo, este grupo ilegal
tenía otros planes: ya había asesinado a
su hijo y esposa y quemado el ranchito,
acabando así con todo lo que había
construido con su familia por más de 30
años.
Por esta razón a Don Aurelio lo encontré
en la Unidad de Atención a la Población
Desplazada, contándome con lágrimas
su triste historia además de decirme que
prácticamente sólo vive de lo que sus
dos hijos producen en la informalidad.
Antes sólo tenía que ir a ordeñar la vaca,
recoger los huevos de los nidos de las
gallinas, bajar un racimo de plátano y ya
tenía la comida de toda su familia con la
seguridad y tranquilidad que brindaba
vivir en el campo. Ahora entiendo por
qué sus palabras de ira y rencor, su vida
cambió y se convirtió de una familia
campesina humilde pero trabajadora, a
una lucha del diario vivir con sus dos hijos
y sin la oportunidad de trabajar en la
ciudad, principalmente por su edad.
SIMPLEMENTE MARÍA
Son
muchas las historias que
escuchas, son muchas las historias que
vives; el trabajar en el campo te permite
compartir con mucha gente, los que aún
están convencidos de la lucha armada y
los que definitivamente creen que lo que
~ 11 ~
ha ocurrido en los últimos años es la
solución.
Tu vida y pensamientos también van
cambiando y estás en la mitad de todo.
Las historias de vida de todas las
personas con quienes has tenido la
oportunidad de compartir y tus propias
historias con protagonistas de un bando
y de otro, hacen que ahora seas otra
persona, un extraño híbrido, que a pesar
de la confusión aún sueña con un país
mejor.
Esta es la historia de María. Desde niña
tuvo que lucharla para salir adelante, a
pesar de las condiciones de entorno, sus
ganas y su amor por la biología la
llevaron a cumplir su sueño: estudiar en la
universidad. Ella misma será quien nos
cuente un pequeño capítulo de su vida.
Era la primera vez que visitaba este
pueblo
El primer viaje para el reconocimiento de
la zona fue programado para el sábado
15 de noviembre; en este pueblo
alejado, el sábado es día de mercado.
Para tomar el colectivo, debía estar a las
2 de la tarde en el sitio conocido como
la ―Y‖, allí se cogía la chiva que me
llevaría en una hora a la vereda. Según
lo que me advirtieron, si no lograba estar
a las 2 de la tarde, no me quedaría más
remedio que caminar.
La primera pregunta que me hicieron
fue: ¿Y ese pueblo no que está plagado
de guerrilla?
Al poco rato de iniciar el recorrido en el
colectivo, este paró a recoger una
señora junto a una tienda, quien luego
de subirse le comentó al conductor que
había enfrentamientos en la zona, a lo
que este no hizo ningún comentario. Lo
que entendí, luego de escuchar varios
diálogos entre los pasajeros, es que al
parecer hay un acuerdo no hablado
entre guerrilleros y ejército en el que,
cuando hay enfrentamientos, respetan el
paso de civiles.
Al ver que el colectivo seguía su
recorrido, uno de los pasajeros le
preguntó nuevamente al conductor:
¿Bueno y no qué hay enfrentamientos en
el camino?, y el conductor esta vez
respondió: ―sí, pero nosotros estamos
acostumbrados a pasar por un ladito,
ellos paran su balacera, pasamos por un
ladito y luego siguen la balacera‖, a
pesar de todo se escuchaba con algo
de lógica esta afirmación.
Era una zona muy deforestada, muy
pobre realmente, con algunas fincas que
se caracterizaban por unos particulares
cultivos
agroforestales
entre
café,
plátano, y coca, era la primera vez que
veía la coca.
De pronto llegamos a un punto sobre la
carretera, que era reconocido por ser
algo así como el primer control de la
guerrilla para el avance del ejército. Era
un punto estratégico, ya que desde
arriba en la montaña, la guerrilla veía el
ascenso a la zona del ejercito, es decir, la
guerrilla
se
daba
cuenta
desde
kilómetros, qué carros accedían a la
zona.
En este punto nos encontramos con dos
tanquetas del ejército, una de ellas
estaba varada, lo que impedía el paso
del colectivo y efectivamente sí había
enfrentamientos, el ejército y guerrilla
estaban dándose bala, y yo por primera
vez en medio de disparos. Al parecer los
guerrilleros se habían dado cuenta de
que la tanqueta estaba varada y
decidieron aprovechar la situación para
atacar al ejército, así que contra todos
los pronósticos del conductor, la
balacera no paró y la lluvia de bala
comenzaba sentirse cada vez más
cerca.
Era un día y una hora de viaje especial,
porque la mayoría de personas que
viajaban en el colectivo eran mujeres y
niños, cada mujer con dos y tres niños;
esta es la otra parte de la historia, resulta
que los sábados en la mañana al ser día
de mercado, las señoras y sus esposos
~ 12 ~
bajan con sus hijos muy arreglados al
pueblo; sin embargo, a esa hora sólo
suben las señoras y los niños, ya que por
lo general los señores suben hasta el día
domingo y borrachos.
El ruido de las balas comenzó a sentirse
cada vez más fuerte y al ver que los
disparos se sentían cada vez más cerca,
que la tanqueta estaba varada y que no
iba a darle paso al colectivo, no nos
quedó más remedio que salir del
colectivo y lanzarnos al barranco, al lado
de una casa abandonada que había
junto a la carretera; el reto era grande,
tan sólo tres hombres contando al
conductor —el cual, pese a su confianza
se veía tan asustado como el resto de los
pasajeros— ayudando a sacar a los niños
y las mujeres; todo fue rápido, los niños se
tomaban y se lanzaban como si fuesen
pequeños bultos que caían al barranco y
de ahí con prisa a refugiarnos todos
juntos en la casa abandonada a la que
logramos llegar sanos y salvos.
Al cabo de una hora de miedo y
desesperanza, entre rezos y groserías de
aquí y allá, el ejército pudo prender la
tanqueta y fue retrocediendo e hicieron
un escudo con las dos tanquetas para
que los soldados, camuflados detrás de
la tanqueta, pudieran retirarse.
Poco a poco, la guerrilla dejó de
disparar; al rato se calmó la situación y
de nuevo subimos al colectivo para
seguir con nuestros respectivos rumbos.
Fue el primer gran susto de mi vida en
medio del conflicto armado, pero la vida
continúa —y para muchos incluso—
como si nunca hubiese pasado nada.
Médico Veterinario en la Universidad
Nacional de Colombia.
En ese preciso momento empecé a sentir
la angustia de la responsabilidad que
significaba ser un hombre con la
necesidad de producir y dejar de ser una
carga para todos aquellos que hasta ese
momento me habían apoyado. ¿Qué
hacer ahora? Necesito una idea
productiva ¿Seré capaz de salir adelante
sin ayuda? Fueron algunas de las
principales preguntas y pensamientos
que empezaron a rondar mi cabeza
después de este magnificente evento.
Días después empezó mi travesía por el
ejercicio profesional, recorriendo varios
departamentos y corrales del país,
incluso en Venezuela probé suerte a ver
qué me deparaba el destino.
Fue en esta búsqueda, en la que en el
mes de noviembre de ese año (2.007)
decidimos
con
mi
compañera
sentimental adentrarnos en la aventura
más grande —hasta el momento—de
nuestras vidas, endeudarnos hasta el
cuello solicitando un ―motivador‖ crédito
para adquirir una finca propia en el
municipio de Guaduas, Cundinamarca, y
también para tener un plante para
empezar a producir alguito. ¡Lo logramos!
—Pensamos— y hasta me llevé a toda la
familia a conocer las nuevas tierras del
―doctor‖ y a comer sancocho.
A MÍ ME TOCÓ LA GUERRA, PERO NO
ME DIJO NI PIO…
Era
un viernes 16 de febrero del
año 2.007 cuando recibía, lleno de
expectativas y de sueños, mi título como
~ 13 ~
La Finca
Un día cualquiera me encuentro con un
titular en el periódico que decía:
―Raúl Reyes, ‗canciller‘ y miembro
del Secretariado de las FARC, fue
muerto en combate en Ecuador‖
Recorrido familiar
por la finca
De esta manera entre otras, se destinó
una cantidad de recursos económicos
importante a la modificación de un
galpón de avicultura que había ya en
ese entonces en la finca y a la
construcción de dos galpones más,
pensando en aprovechar el maravilloso
clima y las condiciones favorables del
mercado del pollo en aquella época.
Pues sí, así empezó nuestra inolvidable
incursión en el amargo mundo de la
avicultura.
Sin lugar a dudas era una noticia
importante y, a pesar de tratarse de un
compatriota y de un ser humano, trajo
alegría eufórica a muchos colombianos.
Yo nunca pensé que esta noticia que le
daba la vuelta al mundo se iba a
convertir para nosotros en nada más y
nada menos que un verdadero dolor de
cabeza.
Mientras tanto seguían los preparativos
para cerrar con éxito nuestra incursión en
la avicultura. Lo siguiente que supimos
relacionado con la muerte de Raúl
Reyes, fue por otro aviso de prensa que
decía:
―La muerte del 'número dos' de
las
Fuerzas
Armadas
Revolucionarias de
Colombia
(FARC),
'Raúl
Reyes',
ha
desencadenado una grave crisis
diplomática entre Bogotá, por
una parte, y Quito y Caracas, por
el otro, ya que el guerrillero murió
en una operación del Ejército
colombiano
en
territorio
ecuatoriano.
El
presidente
venezolano, Hugo Chávez, salió
en defensa de Correa y ordenó
movilizar a las tropas en la
frontera y el cierre de la
Embajada de Venezuela en
Bogotá‖.
Sin imaginar lo que pronto vendría, llenos
de energía empezamos a preparar con
nuestras
propias
manos
toda
la
infraestructura y los preparativos para
recibir nuestros 2.500 nuevos hijos.
Recibimos el nuevo 2.008 casi que con la
llegada de los pollos de engorde y todo
transcurrió tal y como se había previsto,
se adaptaron muy bien —―clima
perfecto‖—, crecieron y engordaron.
Habían transcurrido ya seis semanas y
desde muchos días atrás
se había
negociado ya con el comprador; el
camión ya estaba listo, mejor dicho todo
estaba listo.
Pues si señores, se ha cerrado la frontera
entre Colombia y Venezuela y cientos de
miles o mejor, millones de pollos de
engorde
que
Colombia
y
más
específicamente
los
santanderes
exportaban al vecino país, se quedaron
para el mercado interno, saturándolo y
afectando los precios hasta bajarlos casi
~ 14 ~
a la mitad de lo que hasta hacía pocos
días regía.
Así, de esta triste y curiosa manera la
guerra —que hasta ese momento era
para mí de cierta manera indiferente— a
pesar de mi profesión, nos tocó y marcó
de manera permanente, ya que
habíamos perdido tiempo, esfuerzos
incalculables, y también una cantidad
importante de dinero. Lo peor de todo es
que el dinero era prestado. El banco
nunca nos pregunto cómo nos había ido
con esa plata, pero si lo hubiera hecho
no le hubiéramos podido decir ni pio.
¿Qué si seguí en la avicultura?increíblemente sí, pero de manera
diferente y buscamos la manera de
adaptarnos al negocio sin depender de
los
precios
del
mercado
y
sin
intermediarios, y para comprobarlo
habría que preguntarle a nuestros
familiares, amigos y conocidos a ver si no
están diciendo que últimamente están
comiendo tanto pollo que ya les van a
salir plumas.
ENTRE RECUERDOS Y TIERRAS
A
veces, entre tanto y tanto,
evoco recuerdos de tiempos pasados,
de mi tierra —mi tierra hermosa y
acogedora—, cuánto me gustaría volver
a esos momentos donde era tan feliz, se
sentía una paz y una tranquilidad tan
natural que ahora, después de tanto
tiempo en otras tierras, me parece tan
lejano que a veces creo que fue un
sueño que tal vez inventé en mis ansias
de un mundo mejor.
Pero no estoy mal y me dejo llevar a mis
tiempos de niña, por allá en los años
ochenta; cierro mis ojos y traigo a mi
mente eso días en familia viviendo en
Quibdó, mi tierra natal, en los tiempos
cuando podíamos ir en vacaciones
hasta la zona del San Juan —Municipio al
sur del departamento del Chocó,
exactamente
al
corregimiento
de
Opogodó en Condoto— a bañar en las
aguas de los ríos y quebradas que
generalmente llevan su nombre y
paseábamos
por
toda
la
zona;
llegábamos a casa de familiares o
conocidos —no importaba, la diferencia
no era mucha— donde sea que llegaras
te atendían como parte de la familia y
eso sí, lo primero que te brindaban era el
plato de comida bien grande y un lugar
acogedor para descansar y después de
charla y charla, de colocarse el día de
los aconteceres de un lugar y el otro,
regresaba el hambre y a montar la
comida se ha dicho, para que todos
comiéramos un buen sancocho de
gallina con arroz volao y todo hecho en
fogón de leña, la mejor delicia de mi
tierra.
Entonces, los muchachos buscábamos la
madera en los alrededores mientras que
los mayores organizaban las ollas y
buscaban cual era más grande, para
que la comida alcanzara para todos y el
que quisiera repitiera, y se empezaba a
preparar la comilona, el sancocho
generalmente
de
pollo,
que
se
conseguía por allá mismo y se mataba,
se ahumaba en el fogón de leña; se
buscaba yuca, plátano, banano; las
hierbas de la huerta, cebolla de rama,
poleo, albahaca, cilandro cimarrón; en
la tienda se compraba el arroz, el aceite,
las demás legumbres y hortalizas. Se
montaba la olla al fogón, mientras tanto
los niños jugábamos corriendo por todas
partes, recorríamos toda la localidad,
~ 15 ~
jugábamos lazo o pelota o nos íbamos a
recorrer los patios de las casas a ver qué
fruta estaba en temporada para
treparnos al palo y tumbarlo eso sí,
generalmente con permiso de los dueños
cuando estaban y si no estaban se le
pedía permiso a algún vecino, si
podíamos
coger
las
frutas
que
generalmente
eran
abundantes
y
deliciosas.
Comíamos marañón, guama, annona,
caimito, chirimoya, almirajó, cacao
verde —era delicioso y muy dulce,
sacarle la cubierta blanca que trae la
semillas era un manjar para mí en esos
tiempos, otros la preferían madura y solo
chumar la cubierta que ya se había
vuelto gelatinosa y más dulce para
chupar—, encontrábamos bacao —otra
delicia de la naturaleza—, cada uno
cogía un fruto y nos sentábamos a comer
en la orilla de la carretera mientras
reíamos y programábamos el próximo
juego, generalmente era cacao u ollito, y
a correr se dijo. Ya llegada la tarde y
después que nos exigieran reposarnos,
nos metíamos a bañar en las aguas
cristalinas del rio Opogodó, el sancocho
ya estaba pero quién iba a comer con
toda la fruta que nos habíamos comido,
pero los adultos no se preocupaban pues
después de un buen baño siempre viene
una gran hambre y así era, salíamos del
agua después de 3 o 4 horas de bañar y
bañar, cansados de bañar, meternos ese
delicioso sancocho, quedaba como
anillo al dedo —de solo recordarlo se me
agua la boca— eran tan rico que
usualmente pedíamos mas así fuera sin
presa, no hay comida más rica que la
hecha en fogón de leña.
Ya llegada la noche nos sentábamos
todos a escuchar las historias de los
viejos, historias de duendes, brujas,
madre agua, madre monte, la patasola,
la viudita, el muhan, de diablo y toda
clase de historias de terror que se venían
a la memoria. Allí sentados frente a la
lámpara y bajo la oscuridad de la noche,
unos acurrucados al lado de los otros,
nadie podía decir que tenía miedo, pues
todos éramos valientes y esos cuentos no
nos daban nada de miedo; pero cuando
nos íbamos a acostar si no era con la
lámpara en mano ninguno entraba al
cuarto y eso sí tenía que entrar un mayor
con nosotros porque si no, ni de riesgo
entrabamos; lo más duro era ir al baño
antes de acostarnos pues siempre
quedaban en la parte de atrás de la
casa, en el patio, salir allá con la
oscuridad de la noche y uno solo sin
saber quien le salía por allá y se lo
llevaba, ni de riesgos, nos íbamos todos
en patota acurrucaditos con la vela en el
medio y pasa uno y el otro al baño
cuando el último terminaba salíamos
despavoridos corriendo y asunto el que
se quedará atrás, después de todo eso a
dormir ahora sí, mejor dicho nos
acostábamos a seguir comentando lo
que había pasado durante todo el día y
recochando
hasta
cuando
nos
apagaban la vela o alguno de los
mayores nos mandaba a dejar la bulla y
a dormirnos porque entre tanto ya casi
llegaban media noche.
Así eran casi todas las vacaciones, nos
íbamos para Tadó o Istmina o para Bahía
Solano, al otro lado del rio Atrato, o a
Tutunendo
o
a
Guayabal,
un
corregimiento al norte de Quibdó de
donde es mi querida madre —mi padre
es de Condoto—, en un lado o en el otro
siempre la pasábamos muy bien
especialmente por las bañadas en el rio,
por la cantidad de frutas que había y por
las noches bajo la luna contando
historias que aunque eran las mismas en
cada parte tenían una variación, en esos
tiempos no había nada que temer más
que a los cuentos que contábamos en
las noches.
Durante mis épocas de colegio íbamos a
muchos paseos; igualmente en el grupo
juvenil de la catedral, donde empecé
como integrante de un grupo juvenil y
terminé como coordinadora de grupo,
paseábamos
mucho
y
hacíamos
actividades con los más jóvenes, con los
mayores de la tercera edad y muchas
~ 16 ~
otras actividades, la pasábamos muy
rico.
estaba en Quibdó estudiando
trabajando, cuando todo eso pasó.
Pero un día sin pensarlo, no sé
exactamente
cuándo,
todo
fue
cambiando. Sólo escuchaba uno lo que
decían los mayores, que ya no podíamos
ir para el San Juan por que la cosa
estaba maluca en la carretera, que
había gente rara y mala andando por los
montes, que habían entrado a varias
fincas y matado a los dueños, que no
podía uno andar por la carretera así no
más; dejamos de ir al San Juan, se
acabaron los paseos y las vacaciones.
Tampoco se podía ir al Atrato, para el
Baudó se volvió tan complicada que en
los últimos 6 años no sé puede ir ni al
corregimiento de Guayabal, a 20 minutos
de Quibdó, ni a
Tutunendo, otro
corregimiento a más o menos una hora
de viaje.
Muy cerca a mi casa queda el coliseo
cubierto de Quibdó, el sitio donde
realizaban los campeonatos de básquet
intercolegial, los conciertos, los reinados y
otras actividades culturales y recreativas,
un día se encontró invadido de
desplazados de los diferentes municipios
del
Chocó
por
la
violencia,
especialmente de la zona del Atrato. Por
casi un año estuvieron esas pobres
personas hacinadas, sin condiciones
dignas para vivir, sin agua, sin servicios
sanitarios, sin alimento, sin espacio propio
—más que el seleccionado en las gradas
del coliseo o en el centro de la cancha
no mayor a 3 metros cuadrados—, casi
respirándose unos encima de otros.
Tocaba aguantarlo todo pues no tenían
a donde más ir; sus hijos, su familia
completa, mendigando un poquito de
comida, un poquito de agua, viviendo
en condiciones infrahumanas porque los
habían obligado a salir de sus tierras —a
muchos sólo con lo que tenían puesto—.
Se presentaron ataques de grupos
armados al margen de la ley, donde
murieron e hirieron a varios policías y
civiles. En la actualidad no se puede
viajar a ninguna parte del Chocó sin la
colaboración de alguien de la zona y
para poder entrar a las regiones tiene
que estar la cosa calmada. Mucha
gente se fue de las comunidades, la
poca gente que queda se volvió celosa,
reservada, desconfiada; después de la
entrada de los grupos al margen de la
ley, los desplazamientos, secuestros y
muertos, se fue la tranquilidad de mi
tierra.
Aunque no he tenido una experiencia
directa con los conflictos que se viven en
mi tierra, he tenido que escuchar y ver a
mis conocidos y amigos y sus familiares
desplazarse por esa causa. Uno de mis
mejores amigos oriundo de Bojayá, en el
medio Atrato chocuano —donde una
incursión guerrillera mató a cientos de
personas en la iglesia del pueblo— tenía
su familia allá; afortunadamente ninguno
murió pero les toco duro, salieron
desplazados hacia Quibdó, donde
estaba él. Siendo uno de los mayores,
y
El coliseo, al igual que las casi 100 familias
que vivían allí, se le notaba de lejos el
deterioro; la gente de Quibdó que tenía
sus casas, sus cuartos para cada
miembro, su comida en la nevera, un
baño donde asearse y una cama donde
dormir a sus anchas, criticaba la situación
de estas familias; muchas otras prestaron
su casa para alojar a conocidos, como el
caso de mi amigo; otros llevaban
alimento y ropa a regalar; la Alcaldía, la
Gobernación, la Universidad, hacían
jornadas recreativas, educativas, de
salud y hasta de limpieza; también se
tuvo el apoyo de los misioneros
claretianos, las Iglesia y la Asociación
Campesina Integral del Atrato (ACIA).
Por mucho tiempo permanecieron allí.
Después de aguantar y protestar por más
apoyo del gobierno para ayudar a
solucionar su situación —ellos no habían
pedido ser desplazados y sacados de sus
tierra donde tenían lo necesario para vivir
sin molestar a nadie; ellos no habían
pedido ser sacados de su casa para irse
~ 17 ~
a amontonar a un sitio donde muchos ni
siquiera
conocían,
pese
a
vivir
relativamente cerca— casi al año estas
familia fueron ubicadas a las afueras de
la ciudad, en la zona norte, unos pocos
regresaron a sus municipios cuando
había mermado el conflicto, otras
consiguieron
trabajo
y
alquilaron
viviendas y se quedaron en Quibdó de
una vez.
Es difícil ver cómo cambian tanto las
cosas sin siquiera percatarnos, cómo
cambian los momentos de tranquilidad y
alegría por tristeza y zozobra; es duro ver
cómo nos adaptamos tan rápido frente
a los conflictos y se nos olvida, con
nostalgia y resignación, lo que perdimos
y nunca volverá; le echamos tierra y
seguimos adelante, eso sí, sin dejar de
volvernos duros, resentidos, desconfiados,
agresivos con la vida y el prójimo, pues
nos cambia todo nuestro horizonte y los
sueños que un día se tuvieron, claros y
prósperos, se desdibujan, volviéndose
turbios e inciertos, y empezamos a
arremeter contra todo y todos para salir
adelante y ganarnos un espacio frente a
esta dura realidad. Se nos fue todo y
elegimos apoderarnos de lo que
encontramos a nuestro paso como un
día se apoderaron de lo que teníamos y
empezamos a cuidarnos más, a guardar
mejor nuestras cosas, a cerrar nuestras
puertas, a mirar dos veces y hacer las
preguntas del caso antes de proseguir, o
a quedarnos callados cuando las cosas
no se ven muy buenas y a explotar
cuando nos llenamos de tanto injusticia e
inseguridad
—que
antes
no
conocíamos—. Antes era tan diferente y
distinto que no lo imaginábamos. Nos
tocó vivirlo a las duras, a muchos más
que otros, pero a todos afectaba porque
lo que era de todos se fue; cuando
podíamos andar sin preocuparnos se
acabó, donde podíamos llegar y tener
las puertas abiertas se acabó, las noches
bajo la luna se acabaron, y nosotros sin
querer nos fuimos y dejamos atrás lo que
un día nos hizo felices.
LAS GUERRAS QUE NOS TOCAN:
ARAUCA
La
población de Arauca —digo
población para referirme en la historia a
la Arauca que yo conocí por allá por los
años 70, cuando empecé a usar la
razón— es muy diferente a la ciudad de
Arauca de comienzos del siglo XXI y una
de sus diferencias más anheladas era el
ambiente de paz y de tranquilidad que
se vivía por aquella época.
Era una paz que venía consolidándose y
afianzándose
desde
la
Gesta
Libertadora, pues salvo las revueltas de la
Humbertera, en 1.917, y la época de la
violencia en 1.950, nunca más se volvió a
mencionar
esa
traumática
y
devastadora palabra. Arauca entonces
era un verdadero remanso de paz,
silencio y tranquilidad, hasta el tedio de
predecir que allí no pasaría nada que no
tuviera la armonía casi perfecta de los
sistemas
de
sabana
inundable:
ganadería extensiva dispersa por esos
bastos
y
deshabitados
territorios
binacionales; caballos y vacas pastando
libremente en la inmensidad del llano, y
llaneros cabalgando en el verso del
joropo, pasajes y poemas, y toda la
bucólica del folklore de Florentino, que a
punta de coplas celestiales venció al
propio satanás en una noche de invierno
del mes mayo.
La guerra en el hoy departamento de
Arauca debería asociarse al significado
del petróleo, porque justo cuando
aparecieron los primeros hallazgos del
oro negro de Caño Limón, aparecieron
también los actores armados, de quienes
se escuchaba que habían venido de
allá, del piedemonte. De Saravena, de
Arauquita, de Fortul, Tame, en fin, de
todos esos territorios nacionales de la
vieja intendencia que acogió por
~ 18 ~
Decreto del presidente Lleras Camargo
en manos del Instituto Colombiano de
Reforma
Agraria,
la
titulación
y
colonización de estas prodigiosas tierras
del Arauca Vibrador.
Miles de campesinos y labriegos de
distintas regiones del país, se desplazaron
entonces hacia el Sarare Araucano, con
la ilusión de establecerse allí con sus
familias, tumbar la montaña, sembrar la
tierra
y
producir.
Y
muchos
lo
consiguieron con éxito y fortuna. Hasta
nuestros días son prósperos como el
piedemonte, a pesar de la guerra.
Otros que vinieron con la migración
campesina fueron los violentos. De la
misma procedencia que los campesinos
(del interior) pero con diferente intención;
se decía de estos que eran bandoleros,
que venían huyendo de la justicia
escondiéndose de la Ley, que habían
sido compañeros de Sangre Negra, de
Efraín González y hasta del mismo Tirofijo.
Después de este corto preámbulo sobre
los orígenes de la guerra en Arauca es
posible abordar las formas en que nos
toca la guerra, pues según este análisis
los orígenes de la guerra son claramente
dos; el petróleo y la guerrilla.
Y todo sucedió en presencia nuestra. A lo
largo de casi medio siglo. Se puede decir
que soy testigo presencial de los dos
cambios —ya que ambos se dieron
durante ese periplo de la historia, en los
que como ya lo afirmé soy testigo
presencial con uso de razón y memoria
para recordar paso a paso los cambios
que se fueron dando— que no habían
sido muchos desde 1.772, año en que el
presbítero Juan Isidro Daboin fundó la
Villa de Santa Bárbara, y don Juan
Francisco Lara trajo los primeros ganados
para fundar el hato El Lareño, origen de
nuestro hato ganadero actual.
La guerra comenzó para nosotros,
nuestra comunidad llanera, cuando se
tuvo noticia del primer secuestro
realizado por las Fuerzas Armadas
Revolucionarias de Colombia, FARC, en
el año de 1.977. Desde entonces no dejó
de ser noticia que la guerrilla avanzaba
desde los espacios rurales hacia los
pequeños poblados. Desde la montaña,
como se le denominaba a las espesas
selvas del Lipa, hacia Las Bocas del Ele y
otros caseríos aledaños. Después las
selvas dejaron de ser espesas para ser
claras y delgadas, hasta desaparecer
casi por completo. Hoy la selva es una
historia y la guerra una realidad. Luego se
decía en broma que la guerrilla se
tomaría a Arauca. Luego la broma
parecía ser una posibilidad. Y esa
posibilidad parece ser aceptada en
nuestros días, porque la falta de
seguridad, de garantías y de un Estado
que resuelva, da nuevamente vida a ese
evento.
La nueva guerra, la del petróleo,
comenzó poco después. Con los
hallazgos de Caño Limón, en 1.983, se dio
inicio a una guerra cruel contra el medio
ambiente, pues además del erosivo
proceso minero, se dio el de los
atentados al oleoducto que producían
derrames de crudo en las aguas del río
Arauca,
con
la
consecuente
contaminación y puesta en peligro de
extinción de todas las especies, tanto
animales como vegetales, de una zona
tan rica en biodiversidad como nuestra
sabana virgen hasta ese triste momento.
Pero la guerra del petróleo y de las
guerrillas no para ahí. Cómo nos toca la
guerra a partir de ese momento, cuando
se fusionan las dos tenazas que oprimen
y presionan hasta estrangular: la
corrupción. El maldito mal que acelera el
círculo vicioso de las anteriores.
Con la aparición del petróleo en la
economía araucana, aparecen también
las famosas regalías petroleras, como
contraprestación de las ventas de
petróleo y para enmendar en parte el
daño causado al suelo por el efecto de
la extracción del crudo. Las regalías en
sí, son un privilegio para los pueblos al
entenderse la riqueza como tal. Sin
~ 19 ~
embargo el uso que a estas se le ha
dado sólo ha servido para despertar la
codicia de los más ambiciosos. Y así
empezó el nuevo episodio de la guerra
en el que se reconocía a sí mismo, como
lo dijo públicamente un político de la
época: ―somos ladrones de nuestras
propias regalías‖, una frase lapidaria que
traería
como
consecuencia
la
confirmación de la misma, hasta el
entendido de que quien fuera un buen
político tenía que ser un gran ladrón de
regalías.
Y la corrupción, como en cualquier otra
parte del país y del mundo, ha sido y será
por mucho tiempo la peor de todas las
dinamizadoras de la guerra, la violencia
y el atraso.
La guerrilla, tanto de las FARC como del
ELN intervino las regalías, en los gobiernos
de turno, tanto departamental como
municipal. En las asambleas y en los
consejos de cada pueblo. Y no se puede
afirmar
que
fuera
la
guerrilla
propiamente. Es sencillo llegar a la
conclusión de que si un político se
compromete a entregar recursos de
regalías a una comunidad que se dice
de simpatías con la guerrilla, este político
es guerrillero. Pues no. En la mayoría de
los casos, estos personajes simplemente
hicieron pactos de conveniencia, solo
porque para acceder a una curul en el
consejo, o llegar a una asamblea había
que pedirles permiso a los comandantes
guerrilleros, y estos autorizaban o
rechazaban la propuesta de los
aspirantes a cargos públicos o de
elección
popular.
Había
que
comprometerse
no
con
las
comunidades, eso es lo de menos. El
compromiso era con la guerrilla. Al
político lo que le importaba era el
manejo de las regalías, no la causa
política, y mucho menos guerrillera.
Seguramente a la guerrilla lo que le
interesaba eran también los recursos de
las regalías, no la causa maoísta o
marxista leninista o cualquier otra causa
o ―filosofía‖. Puro cuento. Nada de
principios ni finales. La causa es la
apropiación de los dineros públicos por
parte de los actores mencionados, de
uno y otro bando. La causa guerrillera y
política termina en fincas, carros
ostentosos y objetos lujosos como el Rolex
de R. Reyes o el de Jojoy. La misma de la
mayoría de los políticos corruptos.
La guerra nos ha tocado una vez más al
ver cómo esos recursos de las regalías
van a parar en manos de personas
naturales que hicieron propios esos
dineros
públicos.
Cuando
había
necesidades básicas insatisfechas en las
comunidades araucanas, más en la zona
rural
que
en
la
zona
urbana.
Comunidades que hoy son más pobres
que hace 20 o 30 años porque los
recursos naturales han empezado a
escasear debido a la sobreexplotación,
como sucedió con la selva del Lipa, con
la pesca artesanal o con la caza que ya
no existe.
Las masacres que se han presentado a lo
largo de estos años en las veredas del
piedemonte han sido en su mayoría
causadas por los paramilitares o por la
guerrilla, cuando descubren nexos o hay
sospechas de ellos. Y lo confirman las
declaraciones de los campesinos y
ganaderos de la región al comentar que:
―en la finca mía se atiende a todo el que
lleve fusil. A todo el que llegue armado
hay que atenderlo, porque si no se pone
bravo y hasta nos mata como ha
pasado‖.
El
secuestro
que
se
presenta
esporádicamente, pero continúa en
aumento para el caso de Arauca y
puede obedecer a diferentes causas. La
aparición de delincuentes comunes
organizados es una de ellas. Una de las
hipótesis que más fuerza tenía era que la
guerrilla no secuestraba porque tenía
controlada
la
contratación
del
departamento y del municipio. Y con eso
se financiaba en todos sus programas y
proyectos. Pero con la llegada del
gobierno de Uribe todo vínculo de la
guerrilla con el Estado fue borrado, so
pena de ir a la cárcel por rebelión. Como
~ 20 ~
pasó con un grupo numeroso de
funcionarios públicos y políticos en el año
2.004. Por lo tanto la guerrilla empezó a
secuestrar y a pedir vacuna, porque ya
no tenía las entradas de los recursos de
regalías.
La aparición de los delincuentes
comunes como grupo secuestrador, la
guerrilla y los ―boliches‖ venezolanos,
tienen atemorizada a la frontera
colombo-venezolana. Los habitantes de
la región fronteriza solo piden a sus
respectivos
gobiernos
una
mayor
presencia de sus instituciones de
seguridad. Los gobiernos responden con
el envío de mayor número de efectivos
en
el
caso
colombiano,
pero
desgraciadamente las restricciones y
normatividad se aplica solo para las
gentes de bien. La gente que trabaja. A
los ganaderos y agricultores se les ha
hecho imposible la vida con la aparición
de retenes de control de la Policía
Nacional y del Ejército, porque se les
exige el cumplimiento de todas las
normas y se les impide el uso de
productos
venezolanos
ilegalmente
adquiridos, a pesar de que estamos en
una frontera, donde el comercio ha sido
siempre binacional y de subsistencia. Y
los resultados en el control y captura de
bandidos
siguen
siendo
pobres.
Pareciera que los miembros de la fuerza
pública están allí es para hostigar a los
ciudadanos mientras que favorecen a los
delincuentes.
La guerra que nos ha tocado vivir en
Arauca obedece más al recuerdo de la
nostálgica época de tranquilidad y
sensación de remanso de la vieja Arauca
pobre pero segura. Buen vividero en el
que la preocupación era conseguir el
sustento y satisfacer las necesidades
cotidianas. Tan pronto como fueron
apareciendo las otras necesidades, las
de la ostentación, la vanidad y el
egoísmo de mostrar y demostrar lo que
no tienen los demás, apareció la
violencia con sus miles de rostros y
formas.
La tranquilidad desapareció y reina la
inseguridad. Arauca sigue siendo pobre,
a pesar de sus petrodólares. Los recursos
no llegan a las comunidades más
necesitadas. Tampoco llegan a las
menos. El campo sigue siendo precario y
desprotegido. Inseguro y violentado.
Incomunicado como siempre, pero con
la urgencia de los celulares que aceleran
el paso del tiempo. Los sueños siguen
siendo los mismos a pesar del paso del
tiempo. Pasaron casi veinte años para
poder llegar a la Maestría, pero llegó. Y
tal vez a tiempo. A tiempo para proponer
nuevas alternativas de sostenibilidad
ambiental. Especialmente a favor del
manejo del recurso hídrico en nuestra
sabana. La mayor preocupación es el
agua. Pues ha venido disminuyendo
notoriamente en las veredas por donde
pasaban los raudales. Hoy no hay
raudales en ninguna parte de la sabana
porque todos se secaron. Hay una
asociación entre la extracción del crudo
y la disminución de los cursos de los
caños. De manera que otro gran daño
ambiental causado por las petroleras ha
sido el causado a los caños y ríos que ya
no fluyen como en otros tiempos. Ahora
nos toca la guerra por el agua.
La preocupación más grande, la de la
falta de agua. O lo que es peor aún, la
que sobra. Nuestro ecosistema de
sabana caracterizado por los dos
extremos viciosos; verano intenso con
sequías extremas e invierno intenso con
inundaciones casi programadas, con las
crecientes del río que producían
damnificados,
también
casi
programados.
Con nostalgia se
recuerdan esas épocas en las que se
podía predecir a través de las
cabañuelas, cuándo iba a ser invierno y
cuándo iba a ser verano.
La guerra por el agua en Arauca
comenzó cuando las exploraciones
petroleras de Caño Limón cambiaron los
cursos de los caños y lagunas. Se secaron
los raudales y humedales que habían
permanecido como dormidos durante
mucho tiempo. Habían guardado, al
~ 21 ~
abrigo de sus entrañas, celosamente
todo lo que puede guardar el agua; la
fauna endémica, riqueza de
los
ecosistemas de sabana. Especies hoy en
vías de extinción, muchas de ellas,
porque perdieron sus nichos ecológicos
naturales y tuvieron que desplazarse a
otros de mayor riesgo y exposición a los
predadores. Hoy no saben ni los curitos, ni
las babas, ni los galápagos u otras
especies anfibias, cuándo estibar en los
veranos, porque los cambios climáticos
produjeron confusión en sus ritmos
circadianos y en sus cronogramas
biológicos. De manera que es incierto el
futuro de estas especies víctimas de la
guerra por el agua; como sucede con
nosotros mismos, la guerra nos toca
desde el boral, los raudales, los caños y
todo los demás componentes de nuestra
sabana.
Cómo nos toca la guerra, puede ser una
forma de vida. Un estilo de vida de los
araucanos, de los colombianos y de otros
ciudadanos de muchas otras latitudes
que padecen a diario el mismo drama
nuestro; violencia, cambio climático,
destrucción de los ecosistemas y mucha,
mucha lluvia por fuera de los pronósticos.
O
por
dentro
de
estos,
pero
definitivamente por fuera del control,
que se perdió mucho después de
aparecer
las
necesidades
del
modernismo, del conocimiento y la
ostentación, la vanidad, el egoísmo y los
demás males del hombre de comienzos
del siglo XXI.
DÍA DE LAS VELITAS, DÍA DE LUTO EN
CASANARE
Mi
padre el Dr. Emiro Sossa
Pacheco es recordado como un médico
y político de Casanare, fundador del
movimiento político Integración Popular
liberal
de
Casanare.
Nació
en
Sogamoso, Boyacá, vecino del barrio la
Florida y Mochaca; libre estudiante del
Colegio Sugamuxi desde donde inició a
formarse políticamente entreviéndose un
liderazgo
sobresaliente
en
su
personalidad. Ingresó a la Universidad
Nacional de Colombia destacándose
por sus capacidades intelectuales y por
sus cualidades como líder del activo
movimiento estudiantil universitario que
en esa época irradiaba una amplia
discusión llena de principios, de ideología
política y de romanticismo para
comprometerse con la causa de los
humildes. Durante su vida universitaria
construyó su perfil político, personal y
profesional al obtener el título de Médico
Cirujano, una vocación que siempre
dispuso para ayudar y confortar a las
personas
más
necesitadas,
principalmente a los sectores populares
de Casanare. Contrajo matrimonio con
la señora Lourdes Carrillo de Sossa con
quien formó su hogar y familia de cuatro
hijos: David Emiro, Lourdes Elena, Mildred
Lucia y Melany Sossa quienes lo
acompañaron hasta aquel nefasto
diciembre en el que fue asesinado.
Emiro se vinculó al llano Casanareño al
iniciar la década de 1.980, realizando su
práctica
rural
como
médico
en
Villanueva y Maní, para luego vincularse
al Hospital Regional de Yopal para
ejercer su profesión. En aquella época
fue de gran importancia su participación
en la Liga de Ciclismo de Casanare,
donde se destacó como líder de un
sector de jóvenes profesionales que
llegaban a Casanare en busca de
oportunidades. Su compromiso de alto
contenido social y humanitario y su papel
como
médico
le
brindó
el
reconocimiento popular, lo que ligó su
vida definitivamente a la participación
política en el municipio de Yopal.
A finales de los años 80 se inicia la
primera campaña por voto popular a la
Alcaldía de Yopal, en el marco de la
descentralización político administrativa
del Estado colombiano, lo que fue un
~ 22 ~
impulso para la democracia local y el
surgimiento de nuevos líderes. El liderazgo
de Emiro Sossa Pacheco le permitió
postularse a las segundas elecciones a
Alcalde donde salió victorioso para
ejercer las funciones de alcalde en el
periodo 1.990-1.992. Su administración se
realizó bajo los principios de honestidad y
eficiencia como lema de campaña,
principios que fueron inculcados por sus
padres Carlos Sossa y Elena Pacheco, lo
que le permitió destacarse como un
recio gobernante que le cumplió al
pueblo
yopaleño,
superando
las
expectativas principalmente con la
construcción de varios barrios de
vivienda de interés social basados en el
trabajo comunitario con un esquema de
autoconstrucción;
también
con
la
apertura de vías rurales para conectar a
los campesinos con las oportunidades de
las ciudades. Fundó varios colegios y
escuelas veredales junto con puestos de
salud en casi todos los corregimientos de
Yopal. Su trabajo con honestidad,
dedicación, y sensibilidad social marcó
una gran diferencia en la manera de
hacer política en el Departamento,
rompiendo
con
el
gamonalismo
tradicional y demostrando el alcance del
poder público en un momento donde
Yopal
no
contaba
con
regalías
petroleras.
Luego de finalizar su gestión como
alcalde, inicia una nueva campaña
dirigida a la gobernación de Casanare
percibiendo —de su visita a los
municipios del departamento— el apoyo
suficiente para ser el gobernador del
departamento durante el periodo 1.9951.997. Su elección contundente fue vista
de mal manera por aquellas personas
que siempre han pretendido apropiarse
de las riquezas petroleras en Casanare,
por lo que se inició una persecución
política y jurídica que termina con la
derrota por una sanción referida a la
participación
indebida
en
política
durante su alcaldía, durante una reunión
en la vereda Aracal del municipio de
Yopal que fue grabada de manera
malintencionada, y en la cual los
campesinos le pidieron que los guiara en
su intención de voto para las siguientes
elecciones, entusiasmados porque Emiro
les había construido la vía hasta este
lugar.
La sanción lo obligó a separarse de su
cargo tras un año como Gobernador de
Casanare. En aquel periodo se inicia la
inestabilidad política del departamento
que nos ha llevado sucesivamente a
tener un carrusel de gobernadores,
aunque los últimos que han sido
destituidos tienen razones de real
gravedad como una alta corrupción o
relaciones con grupos armados ilegales.
Emiro cumplió a lo largo de 5 años una
inhabilidad duramente sancionada a
causa de un delito menor, como es
haber participado en política durante su
administración como alcalde, hecho que
ahora resulta risible si se tiene como
referente la intensión de reelección de
nuestros gobernantes nacionales y
locales. Durante este tiempo participó en
los procesos políticos como una voz
comprendida del sentir del pueblo, y al
finalizar su inhabilidad nuevamente se
perfilaba como máximo candidato a la
Gobernación de Casanare para las
elecciones de 2.003, cuando el 7 de
diciembre del 2.001 fue abaleado por
dos sicarios en su finca El Retorno
ubicada en la vereda de Punto Nuevo
del municipio de Yopal.
Emiro desapareció físicamente el día de
las velitas de diciembre de 2.001,
aproximadamente a la 1:00 p.m. cuando
fue abordado por dos sicarios de las
Autodefensas Campesinas de Casanare.
Los sicarios lo obligaron a bajar de su
vehículo mientras iba acompañado por
dos amigos indefensos, para luego
propinarle cinco impactos de bala en la
cara, demostrando su sevicia y falta de
respeto por la dignidad y la vida
humana.
Vi en mi padre un hombre generoso y
carismático, un constructor de utopías y
forjador de principios. Ideaba el
Departamento de Casanare basado en
~ 23 ~
la organización y participación popular,
por lo que entró en permanente
contradicción con quienes ostentaban el
poder para beneficio personal; fue
amigo de las causas justas y de los que
nada poseen. Creía en lo público como
un espacio de generación de igualdad y
como el único mecanismo viable para
solucionar la crisis social que vive
Colombia manifestada en los altos
niveles de pobreza y en la injusticia como
aspecto de la cotidianidad ciudadana.
Aunque Emiro durante toda su vida fue
una víctima permanente de un sin
número de injusticias; como un secuestro
extorsivo por un grupo de las FARC a fines
de 1.997, que se prolongó por más de
dos meses en cautiverio; como las
sanciones políticas dictaminadas por
personas no calificadas, y posiblemente
corrompibles, como lo fue el Gobernador
ad hoc que determinó el periodo de
inhabilidad
con
el
propósito
de
desaparecerlo del plano político; y el
más grave, su asesinato, siendo la única
forma de extinguir su liderazgo popular
reconocido por todos los sectores de
Casanare, desde las comunidades
indígenas y campesinas, hasta los
habitantes de las ciudades y las diversas
colonias del país que migraron al
Departamento.
La pérdida de Emiro ha generado
consecuencias de todo tipo, que aún
nueve años y medio después de su
muerte, no se han borrado de nuestra
mente y nos llenan de nostalgia e
impotencia a familiares y amigos. Si bien
su esposa, hijos y demás familiares hemos
sufrido duramente su ausencia, las
consecuencias más graves las ha sentido
el pueblo de Casanare que cada día nos
manifiesta las esperanzas que Emiro les
despertaba,
llenos
de
recuerdos
melancólicos y tristezas producidas por la
frustración colectiva que ocasionó aquel
magnicidio. Definitivamente la pérdida
de un líder popular como Emiro Sossa
Pacheco transformó el panorama de la
política en Casanare, donde tenemos un
vacío de liderazgos democráticos y
subordinada al clientelismo, la corrupción
y la más lamentable dependencia de las
personas humildes hacia las migajas que
les dan los politiqueros a cambio de su
voto, en el marco de una redistribución
desigual de las regalías petroleras y de la
amenaza constante que promulga el
Gobierno Nacional para despojar de sus
recursos
a
los
entes
territoriales.
Seguramente
Casanare
sería
un
departamento muy distinto si Emiro
hubiese tenido la oportunidad de
gobernarlo, tal como el pueblo lo
deseaba y exigía.
La muerte de mi padre me dejó como el
único hombre del hogar, por lo que tuve
que
asumir
una
serie
de
responsabilidades prematuras. En un
momento me encontré al borde de la
deserción
universitaria
por
la
inestabilidad
que
estos
hechos
produjeron en mi familia; además, hemos
vivido
el
declive
del
patrimonio
económico familiar construido por mis
padres
como
única
manera
de
mantenernos en una vida digna con
posibilidades de estudio para mí y mis
hermanas. El efecto sicológico y afectivo
que mi madre y mis tres hermanas han
sufrido por la ausencia de mi padre es
irreparable y seguramente el hecho
trágico las acompañará por el resto de
sus vidas, al igual que a mí.
A lo largo de estos años de reflexión,
asumo como primera lección dolorosa el
triste hecho de que en Colombia no
existen garantías para participar en
política desde una perspectiva popular,
civil y democrática. La inmoralidad de las
prácticas
políticas
colombianas
desangra la patria y nos roba la
esperanza representada en la vida de
miles de colombianos y colombianas
comprometidas con su país y con su
pueblo. Sin embargo, la memoria de
aquellas personas que nos han quitado
violentamente, nos impulsa a continuar
amando nuestro país y deseando una
transformación estructural que permita la
paz, la reconciliación y la restauración
moral de nuestra nación.
~ 24 ~
Enmarcado en la memoria de mi padre y
de muchos otros líderes casanareños
asesinados como Luis María Jiménez,
Segundo Gabriel Rivera, entre otros varios
miembros activos del Movimiento de
Integración Popular Liberal de Casanare,
he decidido ligar mi vida a la
participación
política,
impulsado
principalmente por aquellas personas
que siguieron a Emiro hasta su muerte y
que no se cansan de manifestar el vacío
de liderazgo que en Casanare ha
provocado la desaparición de sus
mejores
hijos.
Actualmente
me
desempeño
como
Concejal
del
Municipio de Yopal, con la pretensión de
seguir
trabajando
para
revivir
el
Movimiento de Integración Popular
Liberal de Casanare, que fue debilitado
duramente por el asesinato de mi padre;
para asumir las posiciones democráticas
que necesita Casanare en el despertar
del siglo XXI, desde las posiciones
políticas de participación popular, de
integración de los humildes en los
movimientos cívicos-democráticos, de
solidaridad,
de
honestidad,
transparencia y eficiencia. Los principios
que Emiro Sossa Pacheco nos heredó a
los hombres y mujeres de Casanare, y
que son para nosotros una señal que nos
muestra la senda por la que debemos
cabalgar.
Para concluir quiero manifestar que la
paz en Colombia requiere de grandes
actos de humanidad de acuerdo a los
cuales, las víctimas del conflicto estemos
dispuestas a perdonar a nuestros
victimarios a cambio de la verdad,
aquella verdad que no puede amañarse
a los intereses políticos inmediatos de
esos padres de la patria que están
untados de la sangre de la nación
colombiana. Mi padre decía que en
nuestro país la justicia llegaba en
periodos de 10 años, yo espero que al
menos en este tiempo nos llegue la
verdad. Este 7 de diciembre del 2.011 se
conmemora el decimó aniversario de su
fallecimiento,
familiares
y
amigos
elevaremos una plegaria para que se
cumpla su palabra y se esclarezcan los
hechos que oscurecieron a Casanare
ese inolvidable día de las velitas.
SAN VICENTE DE CHUCURI,
MAGDALENA MEDIO
SANTANDEREANO
Era
1.987
cuando,
recién
retirado del Seminario Valmaría de
Bogotá dirigido por los Sacerdotes
Eudistas del Padre García Herreros, llego
a
San
Vicente
de
Chucuri,
Departamento de Santander, enviado
por la Diócesis de Socorro y San Gil para
acompañar
un
programa
socio
económico dirigido por la Diócesis de
Barrancabermeja y coordinado por el
Párroco Floresmiro López Jiménez. Era el
tiempo de la Teología de la Liberación y
muchos grupos sociales trabajaban las
temáticas de los pobres, de las
recuperaciones de tierras y de la
reivindicación de los derechos de los
desposeídos a la luz del Evangelio de
Jesús. Acompañaba el proceso un grupo
de profesionales del CINEP de Bogotá,
amigos
del
sacerdote
Floresmiro.
También era el tiempo de los grupos
armados de las FARC, ELN y M-19, entre
otros. En la región del magdalena medio
también operaba ya el Batallón Luciano
D‘eluyer acantonado en el municipio.
Para esa época ya se contaba con unos
30 Grupos de Comunidades Cristianas
Campesinas a lo largo y ancho del
municipio. Cada ocho días nos dábamos
cita cada uno de los acompañantes en
los diferentes grupos Eclesiales para dar
instrucción social a la luz del Evangelio.
Era importante para los desposeídos estar
organizados y tener su pedazo de tierra
para trabajar bajo el lema ―la tierra es
p‘a quien la trabaja‖. Para 1.989 ya se
habían parcelado unas 20 haciendas
que
inicialmente
se
―habían
recuperado‖, los propietarios habían
~ 25 ~
tenido que venderlas porque no podían ir
a sus fincas. El Ejército también había
quemado los cambuches y desalojado y
encarcelado hasta algunos curas que
acompañaban estos procederes, era
lógico que al lado de los campesinos
había muchos guerrilleros en el proceso.
Para 1.990, una veintena de trabajadores
junto con los de CINEP ya no estábamos
en la zona y muchos de los líderes de las
CCC
(Comunidades
Cristianas
Campesinas) eran los comandantes de
los grupos guerrilleros de la región, no
quedaba otra alternativa posiblemente.
También otras decenas de líderes de las
CCC, habían sido masacrados entre ellos
Vicente Rey, un líder cercano que
encarnó profundamente los anhelos de
los campesinos sin tierra, que luchó por
tener tierra propia, pero cuando logró
conseguirla fue masacrado junto con
otros líderes por miembros de las F ARC.
Para 1.990 me encontraba en otro lugar
pero cercano del conflicto, porque para
esa época ya contaba con un pedazo
de tierra en la región de San Vicente de
Chucurí, lo cual me permitía vivir de
cerca el conflicto. A los propietarios, los
guerrilleros nos cobraban una cuota, que
en el caso particular correspondía —en
1.990— a la suma de $10.000 anuales;
para los jornaleros consistía en aportar un
día de trabajo. Para 1.992, el grupo MAS,
instalado en San Juan Bosco de la Verde
desde hacia tiempo y dirigido por Isidro
Carreño y apoyado por la Móvil,
desalojan desde la Verde pasando por El
Carmen y siguiendo con San Vicente a
los grupos guerrilleros, bajo la estrategia
de todos aportan a la causa en contra
de los grupos guerrilleros.
Ambiguamente, en el contexto del
debate mencionado en el que justificó
de
forma
tácita
la
organización
paramilitar, el General Landazábal Reyes
afirmó: "Las Fuerzas Armadas de
Colombia, señores, no están buscando
un pueblo para el ejército, estamos
construyendo un ejército para ayudar a
ese pueblo (...) estamos llevando al
campesino a la vida militar para no
desarraigarlo del campo"1
A mí me correspondía, ya entrados en la
dinámica de los nuevos escenarios,
como propietario de la finca Balcondas
—vereda La Colorada— pagar $30.000,
patrullar personalmente o mandar al
viviente. Escogí la primera opción. La
situación no era la mejor cuando los
anteriores grupos seguían presentes en la
zona dada la condición boscosa,
montañosa y zona del Río Chucuri. El
tiempo más crítico de la época fue
1.990-1.992: los masetos bajaban del
Carmen asentándose vereda por vereda
y el Ejército subía en las tanquetas con
toda su furia, humillando a todos los
pobladores; por encima los helicópteros
disparando al igual que los de las
tanquetas. En 1.992 tuve tres vivientes; sin
embargo, al final de año nadie quiso
recolectar el café y el cacao, y se tuvo
que vender la finca.
Otro de las incomodidades presentadas
era asistir a las reuniones mensuales
coordinadas por el comandante de la
zona, que era un miembro de la
comunidad y que en la mayoría de las
veces correspondía a un ex guerrillero
que conocía toda la dinámica anterior.
Este individuo sabía quién era el que
colaboraba y quién no. Por esta situación
murieron muchas decenas de labriegos.
En el año 1.993, compro la finca Corrales,
al frente de la vereda la Colorada y
sobre la serranía de los yariguies, con el
propósito de desarrollar un proyecto
agroindustrial con doce profesionales
más de diferentes áreas del saber para
apoyar la planta procesadora de frutas
―La Chucureña‖. La finca había sido
antes el centro de operaciones y
adiestramiento militar de los Elenos; en
esta región persisten muchas minas
sembradas como límite que imponían
1
Diario El Tiempo, Bogotá, jueves 8 de
septiembre de 1983. Pág. 9. 19C.
~ 26 ~
para su protección, pero fueron
fuertemente bombardeados por el
ejército y desplazados a la zona oriental
de la cordillera de lo que hoy es el
Parque nacional Serranía de los Yariguies
en los municipios de Galán y El Hato. Esta
vez nos correspondía el comandante
―Leon‖, que era el terror de la zona. Con
este se solucionaba, al igual que en los
escenarios anteriores, los límites de las
fincas, los ―cachos‖ de los unos o los
otros, los cobros del mercado en la
tienda veredal, el pago de la carne al
carnicero, entre otros.
De este proceso quedaron algunas cosas
que hoy las implementamos. Las vías,
cada finquero tenemos un pedazo
demarcado y debemos mantenerlo en
buen estado siempre, como son las
limpias, drenajes y otros arreglos a que
haya menester; el mantenimiento de
instalaciones públicas como el Puesto de
Salud y la Escuela o Colegio Veredal.
También se implementaban castigos; las
peleas en la vereda se castigaban
recolectando el material del rio para
arreglo de las vías, la limpia y
mantenimiento a las obligaciones donde
les correspondía a los ―comandantes‖.
En el caso particular, mi colaboración fue
económica, pero nunca participé de
otras actividades. Hoy, luego de varios
años, la situación ha cambiado; no
tenemos ni guerrilleros ni paracos, pero
tenemos los desmovilizados, que como
población civil debemos junto con las
autoridades vigilarlos y tomarles revista
permanentemente
porque
siguen
delinquiendo
en
la
región.
Los
―comandantes‖,
unos
están
encarcelados y otros fueron dados de
baja gracias a uno de los comandantes
del Ejército que tuvimos en el gobierno
de Hugo Heliodoro Aguilar, que bajo el
lema: ―ni un paraco en el pueblo‖, poco
a poco los disminuyó.
Anexo el testimonio de una pobladora
de la región, que sintetiza cómo nos ha
tocado vivir la guerra en la región del
magdalena medio santandereano:
~ 27 ~
San Vicente de Chucurí, es un
municipio de gente muy valiente,
le ha tocado lidiar con muchas
situaciones: para los años 60,
nace el movimiento guerrillero los
Elenos, su comandante máximo
es
Nicolás
Rodríguez,
alias
―comején‖. En esta zona muere
en
combate
uno
de
sus
comandantes, el padre Camilo
Torres Restrepo. Uno de nuestros
Colegios Públicos lleva su nombre.
En el año 2.005 una avalancha
daña la infraestructura de la vía
hacia Bucaramanga, mueren
varias personas y unas cien fincas
son
revolcadas,
quedando
inservibles por mucho tiempo. Hoy
estamos sin el puente sobre el Rio
Sogamoso, sobre la vía a
Bucaramanga,
en
nuestra
principal vía de acceso; la
quebrada Las Cruces a este año
lleva 5 avalanchas acabando
con viviendas, fincas y mucha de
la infraestructura disponible como
vías,
escuelas,
parques.
La
leyenda dice ―que en la parte
alta vivía una pareja de indios
que un día, en la primera
avalancha, la india se voló con
otro indio dejándolo solo y que
cada vez que baja enfurecido a
buscarla montado en un tronco,
baja con avalancha y todo‖
según los que la cuentan, son
siete veces y en la última arrasaría
con el pueblo. Hoy el municipio
está paralizado: sus vías de
acceso están limitadas: vía a
Zapatoca, los derrumbes no dejan
pasar; vía a Barrancabermeja, el
sitio ―cola de pato‖ tiene
restricción y sólo hay paso
cuando hace sol; desde hace seis
meses, por la vía a Bucaramanga,
el puente sobre el Rio Sogamoso
no se ha colocado. San Vicente
sigue con violencia, esta vez es la
naturaleza la que nos está
castigando
o
haciendo
un
llamado
de
atención,
no
sabemos. Pero, San Vicente sigue
siendo el mejor territorio para vivir.
¡Que viva San Vicente de
Chucuri!
REFLEXIONES
Se
considera que existe Guerra,
cuando hay una afectación directa por
el otro donde se genera malestar y se
afecta la integralidad de las partes.
La paz en Colombia sigue siendo muy
esquiva. ―El problema está en que la
guerra controla la política dentro de un
esquema de conflicto armado interno y
este conflicto ya pasa los 50 años‖2.
Actualmente en Colombia se lucha
contra las consecuencias de un
fenómeno de desplazamiento forzado
debido a la violencia y el conflicto
armado. Por lo que se puede afirmar que
el desplazamiento forzado en Colombia
es una de las inmensas consecuencias
del conflicto armado que se vive en
Colombia, palpando varios aspectos
económicos y sociales que a todos nos
afectan y que en este documento se
mencionan y analizan.
Se ve que la información, las noticias y
demás actos de publicidad están
enfocados a dar mayor visibilidad a los
grupos armados ilegales —guerrillas,
grupos paramilitares—
a las Fuerzas
Militares e incluso a políticos. Los grupos
más vulnerables del contexto del
conflicto quedan relegados y visibilizados
a su más mínima expresión ya que no
cuentan con influencia política y pública.
Como estadísticas generales y para
hacernos una idea de la dimensión del
problema:
Cada tres horas eran obligadas a
huir cuatro familias con vínculo
Revista Semana ejemplar N° 41 año
2005.
rural de su lugar de vivienda y
trabajo, por acción o decisión de
diversos actores armados y en
desarrollo de múltiples estrategias
políticas, económicas y sociales.
Se estima que ente 1985 y 1994
fueron desplazados 58.854 familias
con vínculos rurales3.
Aquellas familias y personas que eran
obligadas al desplazamiento tenían una
residencia en una vereda, acceso a la
tierra y una ocupación, de por lo menos
uno de los miembros del hogar, en
actividad agropecuaria como productor
o asalariado. La población rural se
caracterizaba
antes
de
su
desplazamiento por ser, en su mayoría,
propietarios
pobres
y
asalariados
agrícolas, quienes aunque no poseían la
tierra la trabajaban para otros en
distintas formas. Como bien prioritario
dentro de la población rural, la tierra era
ya un recurso escaso en estos hogares a
la llegada del desplazamiento forzado,
que empobrece aún más el campo
colombiano.
La guerra buscó, con la ambición de las
partes,
concentrar
los
espacios
productivos rurales y llegar a controlar los
recursos naturales, posicionarse de las
mejores tierras por su condición geoestratégica, que van más allá de la
tradicional explotación agropecuaria,
dominando territorios y pasos importantes
para la comercialización de cultivos
ilícitos.
Las consecuencias recayeron en los
pobladores rurales más pobres, que
como
productores
y
asalariados,
contribuyen a la consolidación del
mercado interno de alimentos y de los
productos del sector para el mercado
internacional, llevando a una pobreza en
la economía rural y afectando la
seguridad alimentaria en nuestro país.
De otra parte las entidades del Estado
que prestaban servicios a los campesinos
han sido desecadas, desmanteladas y
2
3
~ 28 ~
Conferencia Episcopal-CODHES
varias definitivamente liquidadas. Es el
caso del ICA que prestó un importante
servicio al campesinado al transferirle
tecnología en forma continuada. El
crédito de fomento rural, desmontado
paulatinamente, especialmente desde
1.987, para 1.997 ya solamente cubría al
7% de los productores. Liquidación de la
Caja Agraria y el Himat (que adecuaba
las tierras), y el INCORA y el DRI,
desfinanciado.
Actualmente
una
intervención en el INCODER y difíciles
temas como El Programa Agro Ingreso
Seguro.
Todo
lo
anterior
toca
directamente a profesionales del sector
agro ya que se cierran puertas al trabajo
directamente en el campo con gente
capacitada y profesional.
Actualmente con las políticas de
desarrollo rural se pretende impulsar de
manera decidida la construcción de
soluciones; sin embargo, estas deben ir
más allá de programas, actividades y
determinación
de
presupuestos,
exigiendo la generación y dinamización
de procesos que tiendan a dar
esperanzas, reconstruir sociedades y
dignificar la vida campesina.
Se ha manejado el tema de la
reinserción y de la desmilitarización de los
grupos armados ilegales y esto ha
implica temas como los indultos para los
que se entreguen y reinserten a la
legalidad. Pero
la
búsqueda
de
mecanismos de diálogo y negociación,
debe tener como referente a la
población desplazada.
En cuanto a las políticas agropecuarias,
se requiere un trabajo decidido de todos
los
ministerios para la adopción de
medidas macro-económicas de apoyo a
la
economía
campesina
y
al
fortalecimiento de procesos de desarrollo
rural; una atención urgente que incluya,
de manera indispensable, el carácter
integral; que supere la entrega de tierras
e incluya crédito subsidiado, asistencia
técnica y posibilidades reales de
comercialización de sus productos. Pero
más allá de las garantías posibles para el
impulso y fortalecimiento de la actividad
económica, exige las garantías sociales y
políticas para que la tierra llegue a ser
una solución y no signifique, como en
muchos casos, el traslado de los
conflictos y de las zonas de persecución.
La
atención
de
desplazados de
procedencia
rural
que
desean
permanecer en su actual ubicación
urbana, requiere de otro tipo de
estrategia, que implica procesos de
generación
de
empleo,
previa
capacitación en labores más vinculadas
con el sector industrial o de servicios que
con el sector agropecuario.
Con esto, el gobierno debe asegurar el
incentivo al trabajo en el campo,
consolidar economías de minifundio y el
aumento de la economía campesina
para la
consolidación del mercado
interno de alimentos y de los productos
del sector para el mercado internacional,
llevando paulatinamente a una riqueza
en la economía rural y garantizando la
seguridad alimentaria en nuestro país.
Una política clara de apoyo a la
economía campesina será un apoyo, sin
lugar a dudas, al sector agropecuario;
brindando
alternativas
de
trabajo
profesional bien remunerado y con
seguridad.
SUR DEL DEPARTAMENTO DE
CORDOBA
Entre
el año 2.008 y el
primer trimestre del 2.011 la situación
humanitaria en la región del sur del
departamento de Córdoba se ha
agravado debido a los brotes de
violencia y a la reorganización de grupos
armados ilegales conocidos en la
actualidad como BACRIM4
y cuyo
Nuevas Bandas Criminales – BACRIM;
corresponde al nombre dado por el
4
~ 29 ~
objetivo es controlar los territorios que son
corredores del tráfico de droga, cultivos
ilícitos en la región y la minería ilegal. Por
otra parte, después del proceso de
desmovilización
de
algún
grupo
paramilitares, la guerrilla de las FARC5 ha
estado tratando de obtener el control de
esta región. Esta situación ha impulsado
una estrategia de terror según la cual la
incursión de un grupo armado en un
municipio es seguido por represalias
contra la población civil por parte del
grupo rival, provocando desplazamiento
forzado, amenazas a los líderes civiles,
asesinatos
selectivos,
masacres,
confinamiento, la estigmatización de la
población y sobre todo agravando la
situación
de
la
población
más
vulnerable; todo esto es ya una crisis
humanitaria, sin sumar la afectación
generada por las inundaciones en el
segundo semestre del 2.010.
recursos que ofrece para las actividades
ilícitas que se convierten en la fuente de
financiación de estos grupos. Estas
actividades provocan el desplazamiento
de familias rurales hacia los centros
poblados
cercanos
y
cabeceras
municipales
más
importantes
del
departamento. Allí deben enfrentarse a
problemas
como
la
seguridad
alimentaria, refugio, y servicios de
protección que garanticen una salud
física y mental. La falta de capacidad de
las autoridades locales y la demora de
las asistencias humanitarias prestada por
los
programas
nacionales
están
poniendo en peligro la seguridad
alimentaria
de
los
grupos
más
vulnerables,
que
antes
del
desplazamiento
eran
predominante
agricultores, a quienes les fue arrebatado
el único medio productivo y de
subsistencia.
Varias
organizaciones
del
ámbito
nacional e internacional han reportado
aumentos en las infracciones contra los
derechos humanos en la región del sur
de Córdoba (la Personería y OCHA:
2.011) informan que se mantiene la
tendencia de desplazamientos ―gota a
gota‖, como consecuencia de la disputa
entre
grupos
surgidos
tras
la
desmovilización
paramilitar.
Muchas
personas de estas comunidades están en
peligro
de
desplazamiento
y/o
confinamiento,
aumentando
la
vulnerabilidad
de
las
familias,
especialmente de Puerto libertador,
Ayapel, Montelibano, La Apartada,
Planeta Rica, Buenavista y Tierralta,
debido a que esta región es una zona
estratégica para la movilización de los
grupos al margen de la ley y por todo los
En el 2.010 se reportaron oficialmente
diez masacres y diez desplazamientos
masivos en Córdoba, obligando a más
de 280 familias a trasladarse a barrios
peri-urbanos.
De
acuerdo
a
informaciones emitidas por la Defensoría
del Pueblo Nacional, en 2.010, más de
9.000 hectáreas están en alto riesgo de
entrar a ser propiedad de los grupos
armados ilegales en Córdoba. Casi 900
familias están en riesgo inminente de
desplazamiento y el número de personas
desaparecidas es cerca de 750 (en su
mayoría
hombres).
La
incidencia
delictiva es cada vez mayor, sólo en
agosto de 2.010 las autoridades
departamentales
registraron
401
asesinatos, el número de accidentes
causados por artefactos explosivos sin
detonar y por las minas terrestres es
mayor que años anteriores y las
amenazas contras los jóvenes y las
mujeres se han exacerbado en los últimos
meses.
Gobierno colombiano a nuevos grupos
armados e ilegales que apoyan
actividades relacionadas con el
narcotráfico y la minería, las cuales son
frecuentemente ubicadas en zonas
donde anteriormente controlaban los
paramilitares.
5 Fuerzas Armadas Revolucionarias de
Colombia – FARC.
~ 30 ~
En lo que va corrido de este año, según
la Personería y OCHA6 a través del
informe situacional Nº. 1, 2 y el Boletín
humanitario Nº. 13 del 2011, 127 familias y
272 personas se han desplazado en
forma masiva y a gota-gota, debido a
enfrentamientos entre grupos armados
ilegales; y se han asesinado miembros de
estas poblaciones, entre ellos líderes
comunitarios. Por los mismos móviles,
según Acción Social, en la zona en
donde se originó el desplazamiento no se
ha reiniciado el calendario escolar por
falta de maestros. Los campesinos
manifestaron su voluntad de retorno si se
garantizan las condiciones de seguridad.
De igual forma, solicitaron mayor
inversión en obras sociales, apoyo para
proyectos productivos y maestros.
están en alto riesgo de inseguridad
alimentaria.
La seguridad alimentaria es una de las
brechas más preocupante a nivel
humanitario, siendo esto remarcado en
recientes y repetitivos informes emitidos
por
las
sentencias
del
Tribunal
Constitucional de Colombia y las oficinas
del Procurador. La falta de cobertura del
registro de los recientemente nuevos
desplazados internos, en algunos casos
debido al hecho de que las personas
afectadas no declaran su condición o en
otros casos por el rechazo de las
instituciones de gobierno, representa un
riesgo
inminente
de
seguridad
alimentaria teniendo en cuenta que, en
muchos de estos casos, las posibilidades
del gobierno para apoyar y prestar
asistencia
es
limitada.
Algunas
comunidades están aisladas en las zonas
rurales y el acceso a los mercados y a sus
propios cultivos está bloqueado por los
grupos armados y/o de las minas
antipersonal. Estas comunidades también
Oficina de Las Naciones Unidas para la
Coordinación de Asuntos Humanitarios OCHA.
http://www.colombiassh.org/site/IMG/pd
f/110429_Sitrep_Desplazamiento_Puerto_L
ibertador.pdf.
http: //www.colombiassh.org/
6
~ 31 ~