NÚMERO ¿Cómo nos toca la guerra? Autor: Alipio Jaramillo Título: Masacre Pontificia Universidad Javeriana. Facultad de Estudios Ambientales y Rurales. Maestría en Desarrollo Rural I Semestre 2.011 Presentación Esta es la octava compilación de crónicas elaboradas por los estudiantes de primer semestre de la Maestría en Desarrollo Rural —en el marco de la asignatura Problemas Rurales— en torno a la pregunta ¿Cómo nos toca la guerra? Nos encontramos con nuevos testimonios de los múltiples y diversos impactos que deja a su paso la guerra. Con mayor o menor detalle, estas historias personales develan un contexto de orden local y regional, marcado por lógicas y prácticas de dominación que sobrepasan a los sujetos y que trascienden a muchas otras esferas y escalas pero que, sin embargo, los sitúa finalmente en la soledad infinita de los atropellos, las incertidumbres y los dolores de la guerra. Estas historias han sucedido en tiempos diversos y en muchos lugares de la geografía nacional. En su trasfondo es posible descubrir la articulación entre las violencias políticas y armadas con aquellas estructurales e históricas que se expresan en el empobrecimiento, el aislamiento, la desprotección y la impotencia. Algunas de estas historias nos recuerdan cómo la dominación, el despojo y la humillación se ensañan con fuerza contra las mujeres, no sólo desde actores armados externos, sino desde sus propios parientes, desde aquellos que dicen amarlas. Un reconocimiento para los estudiantes que quisieron escudriñar y elaborar un testimonio desde sus experiencias, contribuyendo así a la construcción de la memoria de nuestra guerra. Sabemos que no es fácil darle voz y hacer visibles las historias que nos marcan y dejan su huella en la forma como pensamos, analizamos y sentimos los conflictos que configuran nuestras realidades. Flor Edilma Osorio y Juan Guillermo Ferro ÍNDICE Página LA MUERTE Y EL LLANTO EN EL OLVIDO 1 DE TANTO SENTIRLA ME ACOSTRUMBRÉ A ELLA 4 LAS GUERRAS DE MARÍA 7 LA COMANDANTE SANDRA 9 VENCER O MORIR 11 SIMPLEMENTE MARÍA 11 A MÍ ME TOCÓ LA GUERRA, PERO NO ME DIJO NI PIO… 13 ENTRE RECUERDOS Y TIERRAS 15 LAS GUERRAS QUE NOS TOCAN: ARAUCA 18 DÍA DE LAS VELITAS, DÍA DE LUTO EN CASANARE 22 SAN VICENTE DE CHUCURI, MAGDALENA MEDIO 25 SANTANDEREANO REFLEXIONES 28 SUR DEL DEPARTAMENTO DE CÓRDOBA 29 ~1~ LA MUERTE Y EL LLANTO EN EL OLVIDO de su casa y cuando entraba dijo en un susurro: La boca en punta, apretados los labios, era la única parte que se arrugaba en su rostro con frecuencia. - Ya viene la parca, viejo man, yo sabía. Al día siguiente elaboró su testamento. La casa la dejó a su madre, el dinero a su mujer, los libros al muchacho, la música a la niña. Al volver de la notaria, con el testamento lleno de sellos color celeste, sentó a los dos hijos en sus piernas y les dijo que cuando él muriera cuidaran a la madre y no abandonaran a la abuela. Les ordenó, como acostumbraba con ellos, que no se rindieran frente a las dificultades, que lucharan, que no se dejaran consumir por el dolor. La niña comenzó a temblar abrazada a su torso. El muchacho tenía la misma mirada perdida que a veces tenía Ricardo. Los besó y, antes de pasar a tomar las medias nueves, le dijo al muchacho: La mirada concentrada, poblada de terigios, azul un ojo, marrón el otro, pasaba con frecuencia del brillo a la opacidad. Cuando su alma se apesaraba, desarrugaba la boca y la mirada se perdía en la nada, como ocurrió la noche que fuimos donde la gitana Luisa para que le leyera la suerte, una semana antes de su muerte. Luisa nos recibió en el cuarto vacío de su difunto esposo. Luego de mirar a Ricardo, prendió el tabaco, le pidió que fumara. Salió y volvió arrastrando dos sillas. Contempló largamente las cenizas, sentada en un mar de silencio. Cada vez que las vetas rojas se comenzaban a desvanecer en la punta del cigarro, soplaba suavemente sobre ellas. Cuando la última brasa cayó deshaciéndose contra el suelo, levantó la vista, le acarició con su mano larga y fuerte la mejilla izquierda y le dijo con voz entrecortada: - Hijo, aunque falta mucho tiempo para que me muera, cuando eso ocurra tienes que obedecer a tu madre y cuidar de ella y de tu hermana porque entonces serás el hombre de la casa. El niño lo miró con gesto de orgullo mientras le contestaba: —Ya viene, está cerca—, y le dio un beso. - Claro papá, yo las cuidaré. Y a mi abuela también. Entonces la mirada de él se apagó y no volvió a brillar en toda la noche. Nos despedimos de ella, apartamos las sedas rojas, azules, verdes, lilas y amarillas que servían de puerta a la habitación, y salimos de la casa. Esa semana asistió a todas las reuniones programadas, mantuvo la misma rutina diaria, fue a las sesiones del concejo municipal, pasó por el mercado, saludó al turco, conversó con el italiano, se carcajeó con el negro Martínez —el tipo más embustero de la comarca—, escuchó sin entusiasmo las teorías conspirativas que el bigotón de la calle 14 tejía en torno al gobierno municipal, las fuerzas políticas y sindicales, y su relación con las fuerzas guerrilleras. Al final le dijo: Recorrimos las calles sin mirarnos, abriéndonos paso por entre los cantos de los grillos, hasta llegar a Palo de Mango donde bebimos cerveza tras cerveza protegidos por su antiguo follaje y sus olores pegajosos. Durante el resto de la noche sus terigios se deslieron en lágrimas convertidos. No pronunciamos palabra. Antes del amanecer lo acompañé hasta la puerta - Tú si eres un perfecto. No te fías ni de tu sombra porque piensas que todo el mundo es malo. Hay que creer en algo, hay que confiar en la gente, no podemos andar por ahí señalando, ~1~ descalificando, sospechando. Que yo sepa, ni yo, ni tú, somos jueces, sacerdotes, o policías. constante de acidez estomacal, repugnancia, e incapacidad para razonar, para entender. A mitad de la última semana de su vida creyó por unas horas, quizás por un par de días, que podía ganarle la partida al destino. Luego de una lúgubre sesión de la Comisión Política del Frente Amplio del Magdalena Medio, se acordó sacarlo de la región y resguardarlo —por el tiempo que fuera necesario— en una vereda de los andes colombianos donde los sicarios no pudieran alcanzarlo. Se organizó el viaje para que saliera tres días después, antes de la madrugada, y todos juramos no contar a nadie nada de lo conversado. El día anterior a la partida, antes de las siete de la noche, cuando llegaba del concejo municipal, las balas le perforaron corazón, estómago, pulmones, frente a la puerta de su casa. Su hijo, que había salido a recibirlo, vio cuando caía para no levantarse nunca más. Contempló su cuerpo magullado y sus pupilas se inundaron con el charco de sangre que empapó la tierra de la calle. Ricardo se había reunido con varios integrantes de ese grupo, les había explicado por qué consideraba que la acción política debía ser legal y había solicitado verbalmente y por escrito, en distintas ocasiones, una reunión con el Comando Central de su antigua organización, para acordar el mutuo respeto entre el E.L.N. y el Frente Amplio del Magdalena Medio (F.A.M). Nunca obtuvo respuesta. El F.A.M., movimiento que con un grupo de paisanos había fundado años atrás con el propósito de desarrollar una acción política legal para conquistar hechos de democracia social y política, tomaba como base de su trabajo las necesidades expresadas por los movimientos cívicos de la región y los rasgos característicos de la cultura local, fuertemente influenciada por la forma de ser de los habitantes de la sabana de la costa caribe colombiana. Parecía raro y simpático, pero era verdad: el primer requisito para ingresar al F.A.M. era haber leído Cien años de soledad. El movimiento estaba integrado por un par de miles de ciudadanos y había generado en pocos meses una movilización social y política muy notable, que comenzaba a transformar las viejas y excluyentes estructuras del poder en Barrancabermeja. Con Ricardo y el Vitti —el otro concejal del F.A.M— las necesidades populares expresadas en la barricada cívica, la movilización campesina y la huelga petrolera, habían encontrado un nuevo espacio de manifestación en las instituciones del gobierno local y en los medios regionales y nacionales de comunicación. Aunque la gitana lo había vaticinado y sabíamos de dónde venían los tiros, su asesinato nos resultaba incomprensible. ¿Por qué querría alguien que se dijera de izquierda asesinar a un hombre que era una suerte de leyenda regional popular, que había repudiado la violencia, que clamaba por la paz, había estado siempre al lado de las luchas cívicas y campesinas, era querido y apoyado por los habitantes del Puerto Petrolero de Colombia, y tenía cordiales relaciones con las distintas fuerzas políticas y sociales de la región? Cuando se confirmó públicamente que los asesinos habían sido enviados por el Comando Central del E.L.N., el grupo guerrillero que él había ayudado a fundar en su juventud y en el cual había recibido y orientado al sacerdote español que había presidido la reunión en la que se ordenó su ejecución, el desconcierto se convirtió en una mezcla Unos días después, una persona que — según dijo— había estado en la reunión de ese comando central de la infamia, contó que habían decidido asesinarlo por temor. Temor a que Ricardo con su trabajo social y político, que comenzaba ~2~ a proyectarse nacionalmente a través de una decena de movimientos políticos regionales, produjera —así no se lo propusiera— un mayor desprestigio del E.L.N. Creían que eso podía suceder por mero efecto de contraste: él lograba conquistas concretas y hablaba el lenguaje de la gente común, mientras que el E.L.N. no tenía nada que ofrecer y hablaba un galimatías hecho de violencias. Repartieron panfletos: Ricardo Lara Parada, ajusticiado por traidor y degenerado sexual. Su pobreza mental no dio para más. Durante las semanas siguientes al entierro, que creíamos inolvidable, la desazón se veía compensada por la ilusión de fortalecer el F.A.M., de gestar una amplia alianza ciudadana con otros sectores para impulsar la democracia social y política y la paz, una alianza que tal vez pudiera reorientar la historia de sangre, injusticia y pobreza del Magdalena Medio. A medida que pasaron los meses y fue quedando claro, no sin asombro, que entre los directivos del F.A.M. pesaban más los intereses personales y las posturas ideológicas maniqueas, y que su predisposición a la intolerancia y al desacuerdo se imponía sobre el consenso y las motivaciones cívicas y culturales —fundamentos del movimiento— el dolor comenzó a divagar confundido como si fuera una chalupa desatada del muelle y abandonada a la corriente incierta de las aguas. La ilusión de las primeras semanas se evaporó y en su lugar se instaló una mezcla espesa hecha de tristeza y hastío. El entierro de Ricardo fue un cortejo multitudinario, una movilización popular como pocas veces se había visto en esa tierra heredada de los Yariguíes. La gente colmó las avenidas y siguió el largo camino que lo llevó de su casa a la iglesia, de la iglesia al concejo municipal y de allí al cementerio. En el recorrido cruzamos miradas con varios integrantes del E.L.N. que observaban la multitud con ojos de asombro y expresiones de vergüenza. Sus caras se ponían pálidolívidas o rojizas, como la carne del achiote. Algunos se acercaron a dirigentes del F.A.M. para soltar en voz baja frases cortas de disculpas o de desacuerdo con la decisión tomada por su organización. Alguno articuló un breve razonamiento sobre la incomprensión que en los campamentos rurales se tenía de los movimientos sociales urbanos. El F.A.M. se redujo y desapareció con la velocidad que tienen las brisas que anuncian lluvias en las riberas del Magdalena. Mi vínculo con Barranca se redujo a visitas esporádicas por razones de trabajo. Siempre que pasaba por allí visitaba a los amigos, a la madre de Ricardo, a su esposa, sus hijos, y, en especial a él, en su tumba. A pesar de la rabia, del dolor, del llanto sin pausa, sabíamos que no podíamos, no debíamos —de acuerdo a nuestras convicciones y a las de Ricardo— dar un salo paso, ni siquiera mental, por la senda de la venganza. La rabia quería explotar, pero tuvimos que contenerla. Pasábamos en segundos de la ira a la congoja, de la mente en blanco a las imágenes de la semana anterior — cuando aún vivía—, a las imágenes del día de su muerte, a las imágenes del velorio, y tratábamos de sofocar con los abrazos mutuos el inenarrable desconsuelo que galopaba por las venas. No sé por qué, durante los años siguientes a su muerte, siempre que hablaba de él, no importaba con quién lo hiciera, terminaba con los ojos aguados o con las mejillas surcadas de lágrimas. Quizás porque su muerte reunía sentimientos de frustración, repudio a la insuperable crueldad, a la potente imbecilidad humana, a la estupidez ideológica. También, y tal vez esto sea lo más importante, porque Ricardo no fue para mí un líder, ni un jefe, sino un ser humano extraviado y sincero, que luchaba a brazo partido por mantenerse ~3~ fiel a sí mismo, sabiendo que podía estar equivocado, que tenía la virtud de dudar, de preguntarse. antropófaga humanos. que tenemos los seres Una mañana llegué al muelle de Barranca con mi esposa y mi hijo. Viajábamos a lo largo del río, acariciando la geografía humana y el conmovedor paisaje del valle del Magdalena. Como siempre, al bajar, les pedí que me acompañaran a visitar a Ricardo. Al traspasar la puerta del cementerio, frenamos en seco: tumbas saqueadas, calaveras colgando como frutos podridos, floreros rotos, basura regada, pasto crecido, una selva de flores marchitas. La tumba de Ricardo lucía un abandono de meses, aunque alguien le había llevado flores uno o dos días atrás. No estaba saqueada. Tampoco lo estaba la del Mocho Rangel, primer alcalde popular de Barranca luego del 9 de abril de 1948 y fundador de la primera guerrilla liberal en el departamento de Santander. La primera conversación que tuve con él fue sobre la fragilidad de la condición humana y sobre lo absurdamente gélido que le resultaba el clima bogotano. Cuando no tenía que salir del apartamento en el que se alojaba, pasaba las horas envuelto en un cómico turullo de cobijas que no dejaba ni para leer, ni para caminar, ni para conversar. Me parecía un hombre un poco ingenuo, un poco iluso, un poco terco —aunque yo era todo eso y mucho más—, y bastante honesto. Nunca dejó de contestarme las preguntas que le hice sobre su pasado político y sus ideas presentes. Sus respuestas no eran lugares comunes, no trataba de convencerme de nada, ni de hacer elaboraciones ideológicas o discursos políticos. Sus respuestas eran simples y llanas. Más que contestar le interesaba compartir su ignorancia, su torpeza, su creatividad, su compromiso, y cómo estos defectos y virtudes lo habían condicionado a lo largo de los años. Por lo general colocaba una pizca de humor en la conversación, y a veces sus carcajadas se encontraban con las mías. La fuerza del olvido se me reveló esa mañana en toda su capacidad devastadora. Desde ese instante, tampoco sé muy bien por qué, dejé de llorar a Ricardo. Quizás mi alma tuvo la certeza de que mi dolor era insignificante en la vida de los hombres, y que en unos cuantos años nadie recordaría a Ricardo, ni al F.A.M., ni al E.L.N. Quizás fuera porque encarnaba una sinceridad desprevenida que durante años lloraba al hablar de él y de su muerte. Sentía con indignación que, una vez más, el fundamentalismo que no tolera la diferencia, que cree portar una verdad excluyente, que cabalga sobre razonamientos irracionales capaces de concebir ideas inhumanas y actos de barbarie, había asesinado a un hombre simple y bueno. Que una mentalidad seca y plana había segado un trozo de bondad en los campos del mundo. Tal vez fuera por ser este un dolor doble: el originado en la muerte de un hombre que trataba de servir a los demás con lealtad, y el que se desprende de constatar la irremediable condición DE TANTO SENTIRLA ME ACOSTRUMBRÉ A ELLA Siempre que pienso en el primer momento que me tocó la guerra, me veo sentada en esa silla de cuerdas de plásticos de colores, frente al viejo televisor Sony de marco de madera de 21‖ que había en casa. Recuerdo que a mis cortos 7 años veía los noticieros y ~4~ siempre escuchaba la palabra ―guerrilla‖; y aunque observaba esas imágenes de muertos, helicópteros y armas (creo que a esa edad nunca supe para que servían todas esas cosas), no tenía claridad de por qué se relacionaban con esa extraña palabra. Día tras día escuchaba esa palabra y seguía viendo esas imágenes que se iban conmigo a la cama. aguapanela de desayuno, simplemente porque sus padres no tenían qué darles de desayuno; o cuando viene a mi mente el día en que mi excelente profesora de inglés tuvo que irse del pueblo amenazada por los paramilitares, por el sólo hecho de haber sido exigente en una de las tareas con un niño que era hijo de un paramilitar, y de esta manera ―nos quitaron la oportunidad de seguir aprendiendo inglés‖; o a mi amiga llorando sobre el cadáver de su padre después de ser asesinado por paramilitares porque presuntamente él —quién tenía un pequeño almacén de ropa y variedades— le había vendido botas pantaneras a ―guerrilleros‖; o cuando veo la imagen de la amiguita de mi hermana asesinada, porque en una toma guerrillera se asustó y no se quedó acostada como nos lo habían enseñado, y al contrario, salió corriendo y una bala perdido topo con su cabeza y la mató instantáneamente; o cuando mi hermana fue secuestrada por el frente 53 de la FARC y duró 4 meses y 8 días metida en el monte y fue entregada como un ―ser diferente, aislado, y atemorizado‖ y dejó en mi familia el deseo de no querer recordar ese año 2.000, por ser peor de nuestras vidas, por llenarnos de odio, rabia, impotencia e incluso de venganza con quienes decidieron llevársela ese día y hacerle pasar las situaciones más difíciles y traumáticas que ha tenido en su vida, desde dejarla amarrada a una cama con un niño de 8 años que tenía un fusil en mano y en ese momento debía convertirse en su ―verdugo‖ para que ella no escapara, o en las noches que los helicópteros del ejército llegaban a bombardear los campamentos la soltaban y le decían ―corra hasta esa casa que se ve a lo lejos, mire como hace para guardarse allá, y la esperamos mañana aquí y ni se le ocurra escaparse‖; o cuando mi tío fue secuestrado por paramilitares y duró 8 días desaparecido y después de que mi tías caminaran hasta los campamentos de esta gente y con lágrimas en los ojos les pidieran su libertad, fue regresado Tuve miedo de preguntarle a mamá y papá qué o quiénes eran los guerrilleros y finalmente después de leer historias fantasiosas y ver mi serie favorita ―viaje a las estrellas‖ terminé por sacar mi propia conclusión: la ―guerrilla‖ eran extraterrestres que en algún momento vendrían al mundo a invadirnos y a exterminar a todos los humanos; con este concepto de ―guerrilla‖ seguí creciendo y viviendo en un pueblito, lejano, muy lejano para esa época —10 horas hasta Bogotá, en un carretera completamente destapada— donde sólo llegaba un bus diario a las 7 de la noche. Recuerdo que había una chiflada generalizada en el pueblo cuando a lo lejos se veían esas dos grandes luces de las farolas de la flota; mis hermanas y yo esperábamos desde las 5:30 de la tarde sólo para ver bajar a mamá y papá y abrazarlos después de una larga semana de ausencia. En este país a cualquiera que haya tenido contacto con un televisor, un periódico y más aún con un guerrillero, un paramilitar o un soldado lo ha tocado la guerra. Sin embargo, cuando recuerdo que a mi pueblo llegó la luz sólo hasta el año 86, y que gracias a esto, el año anterior sufrí quemadura de 2do grado por tener una vela prendida en mi mano; o cuando viene a mi mente ver llegar al hospital del pueblo a un enfermo tendido en hamacas después de que 4 valientes campesinos lo venían cargando desde la vereda que quedaba a 6 largas horas de camino; o cuando veo a esos dos niños que siempre llegaban tarde a clase, totalmente pálidos, delgados y pequeños y sin haber comido sino una ~5~ pero brutalmente golpeado, simplemente porque la guerrilla pasaba por su finca y le exigía preparar las gallinas que tuviera disponible para los hombres armados de los frentes ―del pueblo‖; o cuando frecuentemente mis clases en el colegio eran interrumpidas porque la guerrilla decidía tomarse el pueblo, y después cuando llegué a la universidad me sentía avergonzada porque mi nivel académico no era igual al de mis compañeros; o cuando en una tarde cualquiera se escuchó en el parlante del pueblo pedirle a la gente que se acercara al parque, donde yacían muertos dos jóvenes muchachos con impactos de bala en todo su cuerpo y al oficial del ejército decir ―los hicimos venir hasta aquí, para que vean que es lo que le pasa a todos aquellos que decidan volverse guerrilleros‖; o cuando aquella noche la guerrilla se tomó el pueblo desde las 7 de la noche y terminó a las 7 de la mañana del día siguiente, donde las interminables bombas del avión fantasma sacudían el suelo, los tiros y granadas no dejaban de golpear las calles, y nosotras con mis hermanas acostadas con todas las cobijas encima posibles, alcanzábamos a observar a través de las tejas plásticas las botas de un hombre que se había custodiado en nuestra casa para disparar estratégicamente a la estación de policía, fue una noche de total horror y a las 4 de la mañana recuerdo que papá nos dijo que con mucho cuidado viéramos por la ventana, cuando me asomé solo pude mirar la que en esa época era la ―caja agraria‖ y ―casa cultural‖ envueltas totalmente en llamas. Esa jornada de balas y muertos, terminó con un llamado a lista de cada uno de los policías combatientes por parte del teniente encargado de la estación, con un ―presente‖ por parte de todos ellos y con un grito de júbilo exclamaban ―victoria‖ y cantando el himno nacional de esta ―bella Colombia‖, como si realmente hubieran matado a los ―extraterrestres‖ y no a los 30 personas entre niños, hombres y mujeres, campesinos en su gran mayoría, pero con la etiqueta de ―guerrillero‖. Nunca olvidaré de esa noche, ver la cara de terror y las lágrimas de mi primito de tan sólo 7 años que se había venido del campo a estudiar al pueblo (porque la escuela de su vereda tan sólo tenía una profesora y mis padres decidieron darle educación completa) y decir al día siguiente ―yo no sabía que eso era así por aquí; tía yo me devuelvo para el campo así no vuelva a estudiar nunca más‖ y finalmente así fue, tan sólo hizo hasta quinto de primaria. El resto de la historia de mi primo es parecida a muchas... Hoy en día, cuando prendo mi nuevo televisor y veo las noticias y observo —al igual que hace 24 años— los mismos helicópteros, muertos, armas, y a oficiales del ejército hablando de la ―guerrilla‖, o al gobierno hablando de los ―paramilitares‖ o a estos hablando de los ―gobiernos corruptos‖ o a la gente del común hablando de los abusos de las ―fuerzas armadas‖; o cuando escucho los informes de instituciones internacionales sobre los ―pobres‖ en Colombia —que cada día son más— y la ―violación de derechos humanos‖ en Colombia; o veo en la editorial de una revista a Colombia como el ―país más desigual del mundo‖; y hoy en día, teniendo un concepto más claro de lo que es cada uno de esos personajes, y del ―efecto dominó‖ que genera cada una de las acciones que de manera individual hacemos como colombianos, he concluido que la guerra aún no me ha tocado, porque yo, al igual que muchos colombianos no he hecho nada distinto a ignorarla, tanto que decido cambiar el canal, porque “estoy cansada de tantas malas noticias”. Hoy en día entiendo que la guerra no me tocó porque me acostumbré a ella; creo que hablar con tanta naturalidad de lo que pasaba en mi pueblo me hizo indiferente a la guerra; creo que escuchar contar a papá las historias de la guerra civil en su época como si fueran una hazaña y no una experiencia cruel; o haber optado en mi familia ~6~ porque el tema de secuestro de mi hermana quedara totalmente vedado y nadie pueda volver a recordar o hablar de esa fea experiencia; o escuchar tantas y tantas historias y decidir que debía dejar eso atrás, y empezar mi vida basada en el ―trabajo‖ para poder comprar ―lo que me gusta‖ u optar por mejor ―pasarla bueno‖ con mis amigos y familia, o simplemente tratar de ―vivir en paz‖, me hizo olvidar que aún “estamos en guerra”. hablará con ―María‖ y le solicitará que me recibiera para que ella misma me contara todo esto que le había sucedido. Finalmente, María accedió previniéndome que ―eso no fuera para problemas con nadie‖ a lo que le respondí, ―que estuviera tranquila, que tan sólo quería escucharla e incluir su historia en un trabajo universitario‖. LAS GUERRAS DE MARÍA ―María‖ es originaria de la vereda de Soya, inspección de San Pedro de Jagua, Cundinamarca. Su historia la recuerda desde los 9 años, porque desde ese momento su vida empezó a cambiar; su historia comienza porque sus papás discutían constantemente, y por dicho motivo su mamá decidió que ella debía darle una parte de su cama a su padre, pues ella ―ya no soportaba una noche más al lado de ese señor‖. ―María‖ como la gran mayoría de niñas campesinas, es tímida y habla poco; puede incluso parecer grosera, pero simplemente no lo es, es tan solo su esencia, su poco deseo —a diferencia de gran parte de nosotros— de querer llamar la atención. Como de costumbre, en la Semana Mayor de este año viajé a mi pueblo a visitar a mis padres; en uno de esos días, una de las amigas de mamá se acercó a saludarnos; también quería aprovechar que mi hermana —abogada de profesión— se encontraba en casa para preguntarle de que manera su empleada del servicio podía acceder al programa de ―familias de acción‖, ya que esta era desplazada, tenía una hija y muy poco dinero. Argumentaba que aunque esta joven había pasado sus documentos en regla, una de las funcionarias de la alcaldía le negaba continuamente este beneficio por razones triviales y que por lo tanto estaban buscando alguien que les colaborara. Es así como su padre empieza de manera frecuente a abusar sexualmente de ella, hasta que ―María‖ cumplió los 13 años. Un día de esos en los que se enteró por el colegio que era una violación, llegó a casa, entró en llanto, y decidió contárselo a su mamá, quien aprovechando que para esos días eran los paramilitares los que daban orden en la zona le propuso a ―María‖ que fueran al campamento y pusieran la queja. Mi hermana le explicó todo el procedimiento para hacer la solicitud y queja respectiva que debía adelantar ante Acción Social. Mi mamá le preguntó a su amiga que de dónde era la joven y ella empezó a contarnos la historia de ―María‖. Una historia que probablemente se repite a diario, que ya había escuchado, pero que no sé por qué logró tocar algo en mí. Los paramilitares llegaron al día siguiente y se llevaron a su padre y después de dos días sin saber nada de él, sus tíos y abuelos le exigieron a esta niña y a su madre que para evitar la muerte de su padre, ―María‖ debía ir nuevamente donde el comandante y decirle que todo era mentira y ella lo había inventado. Después de saber de esta historia de vida, le pedí a la amiga de mamá que ~7~ ―María‖ sin saber que su padre ya había sido asesinado y presionada por su familia, emprendió el camino bajo una noche de lluvia fuerte y llegó al campamento y solicitó hablar con el ―comandante‖, este la atendió y ella dijo todo lo que su familia había exigido decir; este hombre se enfureció con ella, la maltrató verbalmente y le pidió que se ―largara‖ inmediatamente antes de que la mandara a asesinar. como si eso fuera normal en este país, como si ella fuera distinta al resto de mujeres que tiene acceso a la educación o simplemente a una tarde de diversión con amigos y familiares. Al final, me preocupa que a “María” la guerra la deje de tocar, cuando finalmente se haya acostumbrado y resignado a lo que según ella “le tocaba”. Hoy en día doy gracias a la vida porque me dio la oportunidad de tener una infancia de libertad, juego y alegría, en un pequeño pueblo, tranquilo, algo pobre, pero con una naturaleza y paz increíbles. El pueblo que para los años 80 y 90 llegó a ser uno de los más violentos del país y declarado zona roja, es decir, ―allá que no entre nadie‖, el mismo pueblo que es uno de los mayores aportantes de agua del país, que hace parte del parque natural nacional Chingaza, y el que tiene una de las imágenes más increíbles que he visto en mi vida: ―Los Farallones de Medina‖. Crecer en Medina, Cundinamarca, y vivir una pequeñísima parte de ―esta guerra‖ e incluso leerla y analizarla, me ha ayudado a escuchar a quienes detrás de un escritorio critican y analizan la guerra y a quienes la viven; me ha enseñado por qué no debo sesgarme en ninguna de mis opiniones sobre el conflicto en Colombia, siempre sabiendo que no hay que hablar de ―negro‖ ni ―blanco‖ sobre la guerra en Colombia, sino sobre las ―tonalidades grises‖. Hoy en día entiendo por qué ―Uribe sí‖ y por qué ―Uribe no‖, por qué ―la guerrilla sí‖ (como ejército del pueblo) y por qué ―la guerrilla no‖ (como terroristas, destructores de pueblos y secuestradores), por qué ―sí‖ a la organización interna de los ganaderos trabajadores y honestos por medio de grupos privados con armas para proteger sus fincas de la guerrilla, ya que el Estado no estaba presente en ese entonces, y por qué ―no a unos paramilitares sangrientos, desalmados, que con lista en mano iban asesinando al que les parecía pudiera ser guerrillero, a los que desplazaron y destruyeron Esa misma noche, ella tuvo que coger sus pocas pertenencias; coger un carro que la llevará hasta Medina y de ahí un bus a Bogotá donde una tía. Ella sólo la pudo ayudar un mes porque no tenía con qué mantenerla. Después, fue enviada a San José del Guaviare, donde otra tía que tenía una finca y necesitaba gente para que le trabajara. Allí ―María‖ vivió 5 años trabajando de sol a sol, sin recibir remuneración alguna, al contrario recibió golpes y humillaciones. Allí mismo, conoció a un hombre mayor, casado, del que quedó embaraza y al que no ha vuelto a ver. Finalmente, logró salir de San José y fue recomendada como empleada del servicio doméstico, y lleva con la amiga de mamá 6 meses de trabajo. Actualmente su hija tiene 3 años, gana mensualmente 200 mil pesos y de esos destina 70 mil para pagar una habitación. Cuando escuché esa historia me di cuenta que a “María” sí la tocó la guerra; a ella sí, a mí no, porque a ella le cambió su mundo totalmente, su rumbo, le marco su vida y no le dio la posibilidad de optar por el camino que le hubiese gustado tomar, sino por el que la guerra le imprimió, ―por el que le tocó.‖ A ―María‖ la guerra la tocó profundamente, aunque ella no lo sepa, sólo piensa que su vida era lo que le tocaba por haber nacido en el campo, por eso ―María‖ termina contando su historia con naturalidad como otra más, ~8~ territorios enteros‖; por qué ―sí‖ a un país donde la eliminación de la desigualdad social sea la principal bandera de cualquier gobierno, y por qué ―no‖ al proteccionismo del gobierno a quienes se consideran más pobres, que hace que decidan continuar albergados en la ciudad alimentando los cinturones de pobreza de estas y olviden por completo el campo y opten por una vida ―urbana‖ donde la “guerra ya no los toque más”. habían contratado para cocinarle a los técnicos de la comisión. Así que nos bajaron a todos del carro y me pusieron hacer un sancocho, mientras mis compañeros hablaban con ellos para que no nos retuvieran y nos dejaran trabajar; yo observaba a todos los guerrilleros y cocinaba también. Habían unos 200 hombres (bueno, entre hombres, mujeres y niños) así que lo que más me aterró fue observar cómo daban adiestramiento a unos niños. Repartí el sancocho y una niña de unos 13 años se me acercó para ayudarme a servir; era flaquita, muy flaquita, de ojitos cafés, cabello castaño largo hasta la cintura y con una voz muy sumisa me dijo que la habían enviado a que me ayudara; me dio mucho pesar de los niños que estaban allí, la gran mayoría se encuentran en las filas de la guerrilla por la fuerza. LA COMANDANTE SANDRA Llegué al Guaviare hace más de 14 años, después de terminar la universidad, con pocos años de experiencia en esta selva un tanto complicada pero con todo el entusiasmo de trabajar. En el año 1.998 éramos funcionarios del antiguo INCORA, es decir, que todo nuestro campo de acción siempre ha sido en la zona rural. Mis compañeros y yo salimos hacia San Luis de los Aires por la trocha ganadera, porque requeríamos hacer todo lo del proceso de titulación de terrenos baldíos en esa zona; siempre realizábamos las comisiones entre varios para estar acompañados cuando la guerrilla nos saliera en el camino. Como era de esperarse, nos salió la guerrilla nuevamente y pararon el carro. Los guerrilleros estaban armados hasta los dientes, el uniforme sucio y ya deshecho de tanto monte; el comandante se dirigió al ingeniero coordinador de la comisión quien estaba manejando el carro y le preguntó que quién era el coordinador, él sin nada de miedo le contesto que él simplemente era el conductor y que llevaba los técnicos a medir. Luego se dirigió a mí, que era la única mujer. De la misma manera y pensando rápido del miedo, yo le contesté que era la cocinera, que me Así que le hablé a la niña guerrillera, le pregunté que por qué estaba ahí, que esto no era un futuro para ella; me pudo algo así como el sentimiento de madre…es que era una niñita. Entonces Sandra me respondió que la habían sacado de la finca a empujones, que la tenían ahí para estar con los hombres y que ella no podía hacer nada, además que estaba embarazada y no quería que el comandante se enterara porque si no la hacían abortar y ella misma había visto cómo se habían muerto varias compañeras guerrilleras cuando les tocaba abortar. Me dio mucha lástima, casi me pongo a llorar con ella, pero yo no podía hacer nada, antes estaba rogando para que el ingeniero convenciera al comandante de que nos dejara ir, pues yo ya estaba muerta pero del miedo, de la angustia y del pesar de ver esos niños. El comandante se acercó a mí porque me vio hablar mucho con la niña y de un puño la sacó de mi lado, me temblaban las piernas…pero me hice la que no había visto nada y seguí sirviendo el sancocho, luego se llevo a la niña selva adentro…ella nos miraba llorando, con ~9~ cara de angustia, como pidiendo a gritos silenciosos que la ayudáramos y nosotros no podíamos hacer nada, ninguno de nosotros sabía qué hacer o cómo actuar al ver lo despiadados que son los guerrilleros; de inmediato el comandante nos dijo: ―Cuento hasta 10 para que se larguen, sapos hp y voy en 5‖ y luego se puso a disparar como loco un arma; nosotros como se dice piecitos para que sirven, salimos a correr y corríamos por la selva, duramos como media hora corriendo sin mirar atrás hasta que por fin llegamos a la sabana, cansados, con sueño, con hambre y sin carro porque nos quitaron todo lo que teníamos, de milagro nos dejaron la ropa puesta y gracias a Dios la vida. Luego en el año 2.007 ya en el nuevo instituto INCODER, fuimos por la trocha arriba de El Tablazo a una reunión de convocatorias y dictar unas charlas con varios de mis compañeros. En la vereda Colinas teníamos todo preparado para la reunión, según el presidente del interveredal contábamos con el permiso de la guerrilla, porque siempre hay que pedirle primero permiso a la guerrilla para que nos deje entrar y deje salir a la comunidad a recibir los servicios prestados por el Estado colombiano. Como el ejército ya tenía pistas de donde ubicar guerrilleros realizó un hostigamiento, quedando nosotros en medio de la balacera. La guerrilla se enojó muchísimo aludiendo que habíamos sido nosotros los informantes del ejército y que por culpa de nosotros sabían dónde estaban, como nos encontrábamos varios funcionarios de diferentes instituciones del Estado, nos amenazaron y nos llevaron caminando por la selva, apuntándonos con las armas y de una manera grosera… nuevamente estaba yo como única mujer en esas zonas, en ese trabajo, haciendo patria por lo más recóndito de la hermosa selva Colombiana y cada vez repitiéndome para mis adentros ―es que me pasa y no cojo escarmienta‖, pues no era la primera vez que me tomaba la guerrilla, pero si esperaba que fuera la última. Mis compañeros y yo estábamos muy asustados; esta vez fue la peor de todas porque el ejército estaba encima de nosotros y los guerrilleros azarados, eran muy groseros con nosotros, nos golpearon, nos trataron mal, nos amarraron y nos dejaron junto a los árboles, amenazándonos y gritándonos que dijéramos la verdad, que éramos informantes del ejército y que esta vez si nos iban a pelar para que no volviera nadie del Estado por allá. Por supuesto, mis amigos y yo estábamos asustados, no llorábamos de valientes porque era peor, entre más hablaban con ellos, menos entraban en razón, estaban furiosos, algunos heridos, otros de muy mal aspecto, todo confabulaba mal para nosotros. Groseros se acercaron a mí y me dijeron: ―ahhh con que la doctorcita sigue por aquí‖ al escuchar la doctorcita casi me desmayo, pero saqué fuerzas y les dije que éramos funcionarios públicos, que solo queríamos ayudar a la comunidad y que estábamos trabajando, que si no querían que estuviéramos allí pues que nos íbamos por donde vinimos, pero más me gritaba el guerrillero con palabras groseras, disgustado y me dijo: ―sabe qué…doctorcita, usted es la primera que vamos a pelar‖, yo le gritaba que no se molestara, que por favor lo pensara, que yo solo venía a trabajar y entre grito y grito, apareció la comandante callándonos a todos de un grito aún más tétrico: ―¿Qué pasa aquí? es que no se van a callar o me toca callarlos a las malas‖. Con su sola presencia y su voz terrible, todos —hasta los animales— hicimos silencio. Se me acercó y con el revólver recorría mi cara, era una señora gorda, feísima, con cicatrices en la cara, con un uniforme horrible, con botas de caucho de donde salía un olor hediondo, inspiraba tanto miedo que nadie hablaba, nadie decía nada y yo menos; me temblaban las piernas, me dije: ―ahora si me llegó la hora, Dios mío ayúdame por favor‖. La comandante se quedó mirándome a los ojos —yo casi ~ 10 ~ llorando del miedo— y luego ella gritó: ―Nadie, óiganlo bien, nadie se meta con la doctorcita ni sus amigos, ¿entendido? o ¿les hago entender?‖. Todos los demás guerrilleros se apresuraron a desamarrarnos y no dijeron nada, estaban quizá más asustados que nosotros. Yo no entendía nada, mis amigos menos, así que le dije simplemente, ―gracias, señora Comandante‖ a lo que me contestó con una sonrisa: ―no se preocupe que yo si la recuerdo a usted mucho y para que nunca se olvide de mí, yo soy la comandante Sandra. Aunque se asombre soy la misma niña de San Luis de los Aires‖. VENCER O MORIR Si definimos la guerra como un estado de caos donde existe la anarquía y se lucha por la toma del poder, podemos decir que la gran mayoría de nosotros —por no decir todos— hemos estado en situación de guerra, desde cuando éramos niños y peleábamos por banalidades con nuestros hermanos, primos, amigos, etc. Pero al observar la complejidad de la realidad, el estado de ―guerra‖ anteriormente descrito nos es nada relevante para situaciones en las cuales se colocan en riesgo la vida de miles de personas, como sucede en los grandes hechos históricos de las guerras mundiales. Pero tampoco vamos a ir tan al fondo de este tema, teniendo aquí no más en Colombia miles de situaciones iguales o más peligrosas; como sucedió con Don Aurelio, un campesino de la vereda Tunjuelito, quien con mucho coraje expresa que ―vivir en Colombia es una mierda y más si uno es del campo‖. Lo dice porque su vida tomó un rumbo inesperado cuando uno de los tantos grupos ilegales lo amenazó para que colaborara en la ―organización‖ y él se negó. Rechazo que ocasionó fuertes consecuencias para él y su familia; primero matándole las 4 vaquitas que tenía para mantener a sus 3 hijos y su esposa; al hacer caso omiso a la ―pequeña advertencia‖ y pensar que ya estaría a mano con estos delincuentes, fueron secuestrados uno de sus hijos y su esposa. Sin tener más opción —y para no poner en riesgo la vida y el bienestar de sus otros dos hijos— decidió enviarlos a donde un familiar en la ciudad, mientras él lograba conseguirse la plata para liberarlos; sin embargo, este grupo ilegal tenía otros planes: ya había asesinado a su hijo y esposa y quemado el ranchito, acabando así con todo lo que había construido con su familia por más de 30 años. Por esta razón a Don Aurelio lo encontré en la Unidad de Atención a la Población Desplazada, contándome con lágrimas su triste historia además de decirme que prácticamente sólo vive de lo que sus dos hijos producen en la informalidad. Antes sólo tenía que ir a ordeñar la vaca, recoger los huevos de los nidos de las gallinas, bajar un racimo de plátano y ya tenía la comida de toda su familia con la seguridad y tranquilidad que brindaba vivir en el campo. Ahora entiendo por qué sus palabras de ira y rencor, su vida cambió y se convirtió de una familia campesina humilde pero trabajadora, a una lucha del diario vivir con sus dos hijos y sin la oportunidad de trabajar en la ciudad, principalmente por su edad. SIMPLEMENTE MARÍA Son muchas las historias que escuchas, son muchas las historias que vives; el trabajar en el campo te permite compartir con mucha gente, los que aún están convencidos de la lucha armada y los que definitivamente creen que lo que ~ 11 ~ ha ocurrido en los últimos años es la solución. Tu vida y pensamientos también van cambiando y estás en la mitad de todo. Las historias de vida de todas las personas con quienes has tenido la oportunidad de compartir y tus propias historias con protagonistas de un bando y de otro, hacen que ahora seas otra persona, un extraño híbrido, que a pesar de la confusión aún sueña con un país mejor. Esta es la historia de María. Desde niña tuvo que lucharla para salir adelante, a pesar de las condiciones de entorno, sus ganas y su amor por la biología la llevaron a cumplir su sueño: estudiar en la universidad. Ella misma será quien nos cuente un pequeño capítulo de su vida. Era la primera vez que visitaba este pueblo El primer viaje para el reconocimiento de la zona fue programado para el sábado 15 de noviembre; en este pueblo alejado, el sábado es día de mercado. Para tomar el colectivo, debía estar a las 2 de la tarde en el sitio conocido como la ―Y‖, allí se cogía la chiva que me llevaría en una hora a la vereda. Según lo que me advirtieron, si no lograba estar a las 2 de la tarde, no me quedaría más remedio que caminar. La primera pregunta que me hicieron fue: ¿Y ese pueblo no que está plagado de guerrilla? Al poco rato de iniciar el recorrido en el colectivo, este paró a recoger una señora junto a una tienda, quien luego de subirse le comentó al conductor que había enfrentamientos en la zona, a lo que este no hizo ningún comentario. Lo que entendí, luego de escuchar varios diálogos entre los pasajeros, es que al parecer hay un acuerdo no hablado entre guerrilleros y ejército en el que, cuando hay enfrentamientos, respetan el paso de civiles. Al ver que el colectivo seguía su recorrido, uno de los pasajeros le preguntó nuevamente al conductor: ¿Bueno y no qué hay enfrentamientos en el camino?, y el conductor esta vez respondió: ―sí, pero nosotros estamos acostumbrados a pasar por un ladito, ellos paran su balacera, pasamos por un ladito y luego siguen la balacera‖, a pesar de todo se escuchaba con algo de lógica esta afirmación. Era una zona muy deforestada, muy pobre realmente, con algunas fincas que se caracterizaban por unos particulares cultivos agroforestales entre café, plátano, y coca, era la primera vez que veía la coca. De pronto llegamos a un punto sobre la carretera, que era reconocido por ser algo así como el primer control de la guerrilla para el avance del ejército. Era un punto estratégico, ya que desde arriba en la montaña, la guerrilla veía el ascenso a la zona del ejercito, es decir, la guerrilla se daba cuenta desde kilómetros, qué carros accedían a la zona. En este punto nos encontramos con dos tanquetas del ejército, una de ellas estaba varada, lo que impedía el paso del colectivo y efectivamente sí había enfrentamientos, el ejército y guerrilla estaban dándose bala, y yo por primera vez en medio de disparos. Al parecer los guerrilleros se habían dado cuenta de que la tanqueta estaba varada y decidieron aprovechar la situación para atacar al ejército, así que contra todos los pronósticos del conductor, la balacera no paró y la lluvia de bala comenzaba sentirse cada vez más cerca. Era un día y una hora de viaje especial, porque la mayoría de personas que viajaban en el colectivo eran mujeres y niños, cada mujer con dos y tres niños; esta es la otra parte de la historia, resulta que los sábados en la mañana al ser día de mercado, las señoras y sus esposos ~ 12 ~ bajan con sus hijos muy arreglados al pueblo; sin embargo, a esa hora sólo suben las señoras y los niños, ya que por lo general los señores suben hasta el día domingo y borrachos. El ruido de las balas comenzó a sentirse cada vez más fuerte y al ver que los disparos se sentían cada vez más cerca, que la tanqueta estaba varada y que no iba a darle paso al colectivo, no nos quedó más remedio que salir del colectivo y lanzarnos al barranco, al lado de una casa abandonada que había junto a la carretera; el reto era grande, tan sólo tres hombres contando al conductor —el cual, pese a su confianza se veía tan asustado como el resto de los pasajeros— ayudando a sacar a los niños y las mujeres; todo fue rápido, los niños se tomaban y se lanzaban como si fuesen pequeños bultos que caían al barranco y de ahí con prisa a refugiarnos todos juntos en la casa abandonada a la que logramos llegar sanos y salvos. Al cabo de una hora de miedo y desesperanza, entre rezos y groserías de aquí y allá, el ejército pudo prender la tanqueta y fue retrocediendo e hicieron un escudo con las dos tanquetas para que los soldados, camuflados detrás de la tanqueta, pudieran retirarse. Poco a poco, la guerrilla dejó de disparar; al rato se calmó la situación y de nuevo subimos al colectivo para seguir con nuestros respectivos rumbos. Fue el primer gran susto de mi vida en medio del conflicto armado, pero la vida continúa —y para muchos incluso— como si nunca hubiese pasado nada. Médico Veterinario en la Universidad Nacional de Colombia. En ese preciso momento empecé a sentir la angustia de la responsabilidad que significaba ser un hombre con la necesidad de producir y dejar de ser una carga para todos aquellos que hasta ese momento me habían apoyado. ¿Qué hacer ahora? Necesito una idea productiva ¿Seré capaz de salir adelante sin ayuda? Fueron algunas de las principales preguntas y pensamientos que empezaron a rondar mi cabeza después de este magnificente evento. Días después empezó mi travesía por el ejercicio profesional, recorriendo varios departamentos y corrales del país, incluso en Venezuela probé suerte a ver qué me deparaba el destino. Fue en esta búsqueda, en la que en el mes de noviembre de ese año (2.007) decidimos con mi compañera sentimental adentrarnos en la aventura más grande —hasta el momento—de nuestras vidas, endeudarnos hasta el cuello solicitando un ―motivador‖ crédito para adquirir una finca propia en el municipio de Guaduas, Cundinamarca, y también para tener un plante para empezar a producir alguito. ¡Lo logramos! —Pensamos— y hasta me llevé a toda la familia a conocer las nuevas tierras del ―doctor‖ y a comer sancocho. A MÍ ME TOCÓ LA GUERRA, PERO NO ME DIJO NI PIO… Era un viernes 16 de febrero del año 2.007 cuando recibía, lleno de expectativas y de sueños, mi título como ~ 13 ~ La Finca Un día cualquiera me encuentro con un titular en el periódico que decía: ―Raúl Reyes, ‗canciller‘ y miembro del Secretariado de las FARC, fue muerto en combate en Ecuador‖ Recorrido familiar por la finca De esta manera entre otras, se destinó una cantidad de recursos económicos importante a la modificación de un galpón de avicultura que había ya en ese entonces en la finca y a la construcción de dos galpones más, pensando en aprovechar el maravilloso clima y las condiciones favorables del mercado del pollo en aquella época. Pues sí, así empezó nuestra inolvidable incursión en el amargo mundo de la avicultura. Sin lugar a dudas era una noticia importante y, a pesar de tratarse de un compatriota y de un ser humano, trajo alegría eufórica a muchos colombianos. Yo nunca pensé que esta noticia que le daba la vuelta al mundo se iba a convertir para nosotros en nada más y nada menos que un verdadero dolor de cabeza. Mientras tanto seguían los preparativos para cerrar con éxito nuestra incursión en la avicultura. Lo siguiente que supimos relacionado con la muerte de Raúl Reyes, fue por otro aviso de prensa que decía: ―La muerte del 'número dos' de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), 'Raúl Reyes', ha desencadenado una grave crisis diplomática entre Bogotá, por una parte, y Quito y Caracas, por el otro, ya que el guerrillero murió en una operación del Ejército colombiano en territorio ecuatoriano. El presidente venezolano, Hugo Chávez, salió en defensa de Correa y ordenó movilizar a las tropas en la frontera y el cierre de la Embajada de Venezuela en Bogotá‖. Sin imaginar lo que pronto vendría, llenos de energía empezamos a preparar con nuestras propias manos toda la infraestructura y los preparativos para recibir nuestros 2.500 nuevos hijos. Recibimos el nuevo 2.008 casi que con la llegada de los pollos de engorde y todo transcurrió tal y como se había previsto, se adaptaron muy bien —―clima perfecto‖—, crecieron y engordaron. Habían transcurrido ya seis semanas y desde muchos días atrás se había negociado ya con el comprador; el camión ya estaba listo, mejor dicho todo estaba listo. Pues si señores, se ha cerrado la frontera entre Colombia y Venezuela y cientos de miles o mejor, millones de pollos de engorde que Colombia y más específicamente los santanderes exportaban al vecino país, se quedaron para el mercado interno, saturándolo y afectando los precios hasta bajarlos casi ~ 14 ~ a la mitad de lo que hasta hacía pocos días regía. Así, de esta triste y curiosa manera la guerra —que hasta ese momento era para mí de cierta manera indiferente— a pesar de mi profesión, nos tocó y marcó de manera permanente, ya que habíamos perdido tiempo, esfuerzos incalculables, y también una cantidad importante de dinero. Lo peor de todo es que el dinero era prestado. El banco nunca nos pregunto cómo nos había ido con esa plata, pero si lo hubiera hecho no le hubiéramos podido decir ni pio. ¿Qué si seguí en la avicultura?increíblemente sí, pero de manera diferente y buscamos la manera de adaptarnos al negocio sin depender de los precios del mercado y sin intermediarios, y para comprobarlo habría que preguntarle a nuestros familiares, amigos y conocidos a ver si no están diciendo que últimamente están comiendo tanto pollo que ya les van a salir plumas. ENTRE RECUERDOS Y TIERRAS A veces, entre tanto y tanto, evoco recuerdos de tiempos pasados, de mi tierra —mi tierra hermosa y acogedora—, cuánto me gustaría volver a esos momentos donde era tan feliz, se sentía una paz y una tranquilidad tan natural que ahora, después de tanto tiempo en otras tierras, me parece tan lejano que a veces creo que fue un sueño que tal vez inventé en mis ansias de un mundo mejor. Pero no estoy mal y me dejo llevar a mis tiempos de niña, por allá en los años ochenta; cierro mis ojos y traigo a mi mente eso días en familia viviendo en Quibdó, mi tierra natal, en los tiempos cuando podíamos ir en vacaciones hasta la zona del San Juan —Municipio al sur del departamento del Chocó, exactamente al corregimiento de Opogodó en Condoto— a bañar en las aguas de los ríos y quebradas que generalmente llevan su nombre y paseábamos por toda la zona; llegábamos a casa de familiares o conocidos —no importaba, la diferencia no era mucha— donde sea que llegaras te atendían como parte de la familia y eso sí, lo primero que te brindaban era el plato de comida bien grande y un lugar acogedor para descansar y después de charla y charla, de colocarse el día de los aconteceres de un lugar y el otro, regresaba el hambre y a montar la comida se ha dicho, para que todos comiéramos un buen sancocho de gallina con arroz volao y todo hecho en fogón de leña, la mejor delicia de mi tierra. Entonces, los muchachos buscábamos la madera en los alrededores mientras que los mayores organizaban las ollas y buscaban cual era más grande, para que la comida alcanzara para todos y el que quisiera repitiera, y se empezaba a preparar la comilona, el sancocho generalmente de pollo, que se conseguía por allá mismo y se mataba, se ahumaba en el fogón de leña; se buscaba yuca, plátano, banano; las hierbas de la huerta, cebolla de rama, poleo, albahaca, cilandro cimarrón; en la tienda se compraba el arroz, el aceite, las demás legumbres y hortalizas. Se montaba la olla al fogón, mientras tanto los niños jugábamos corriendo por todas partes, recorríamos toda la localidad, ~ 15 ~ jugábamos lazo o pelota o nos íbamos a recorrer los patios de las casas a ver qué fruta estaba en temporada para treparnos al palo y tumbarlo eso sí, generalmente con permiso de los dueños cuando estaban y si no estaban se le pedía permiso a algún vecino, si podíamos coger las frutas que generalmente eran abundantes y deliciosas. Comíamos marañón, guama, annona, caimito, chirimoya, almirajó, cacao verde —era delicioso y muy dulce, sacarle la cubierta blanca que trae la semillas era un manjar para mí en esos tiempos, otros la preferían madura y solo chumar la cubierta que ya se había vuelto gelatinosa y más dulce para chupar—, encontrábamos bacao —otra delicia de la naturaleza—, cada uno cogía un fruto y nos sentábamos a comer en la orilla de la carretera mientras reíamos y programábamos el próximo juego, generalmente era cacao u ollito, y a correr se dijo. Ya llegada la tarde y después que nos exigieran reposarnos, nos metíamos a bañar en las aguas cristalinas del rio Opogodó, el sancocho ya estaba pero quién iba a comer con toda la fruta que nos habíamos comido, pero los adultos no se preocupaban pues después de un buen baño siempre viene una gran hambre y así era, salíamos del agua después de 3 o 4 horas de bañar y bañar, cansados de bañar, meternos ese delicioso sancocho, quedaba como anillo al dedo —de solo recordarlo se me agua la boca— eran tan rico que usualmente pedíamos mas así fuera sin presa, no hay comida más rica que la hecha en fogón de leña. Ya llegada la noche nos sentábamos todos a escuchar las historias de los viejos, historias de duendes, brujas, madre agua, madre monte, la patasola, la viudita, el muhan, de diablo y toda clase de historias de terror que se venían a la memoria. Allí sentados frente a la lámpara y bajo la oscuridad de la noche, unos acurrucados al lado de los otros, nadie podía decir que tenía miedo, pues todos éramos valientes y esos cuentos no nos daban nada de miedo; pero cuando nos íbamos a acostar si no era con la lámpara en mano ninguno entraba al cuarto y eso sí tenía que entrar un mayor con nosotros porque si no, ni de riesgo entrabamos; lo más duro era ir al baño antes de acostarnos pues siempre quedaban en la parte de atrás de la casa, en el patio, salir allá con la oscuridad de la noche y uno solo sin saber quien le salía por allá y se lo llevaba, ni de riesgos, nos íbamos todos en patota acurrucaditos con la vela en el medio y pasa uno y el otro al baño cuando el último terminaba salíamos despavoridos corriendo y asunto el que se quedará atrás, después de todo eso a dormir ahora sí, mejor dicho nos acostábamos a seguir comentando lo que había pasado durante todo el día y recochando hasta cuando nos apagaban la vela o alguno de los mayores nos mandaba a dejar la bulla y a dormirnos porque entre tanto ya casi llegaban media noche. Así eran casi todas las vacaciones, nos íbamos para Tadó o Istmina o para Bahía Solano, al otro lado del rio Atrato, o a Tutunendo o a Guayabal, un corregimiento al norte de Quibdó de donde es mi querida madre —mi padre es de Condoto—, en un lado o en el otro siempre la pasábamos muy bien especialmente por las bañadas en el rio, por la cantidad de frutas que había y por las noches bajo la luna contando historias que aunque eran las mismas en cada parte tenían una variación, en esos tiempos no había nada que temer más que a los cuentos que contábamos en las noches. Durante mis épocas de colegio íbamos a muchos paseos; igualmente en el grupo juvenil de la catedral, donde empecé como integrante de un grupo juvenil y terminé como coordinadora de grupo, paseábamos mucho y hacíamos actividades con los más jóvenes, con los mayores de la tercera edad y muchas ~ 16 ~ otras actividades, la pasábamos muy rico. estaba en Quibdó estudiando trabajando, cuando todo eso pasó. Pero un día sin pensarlo, no sé exactamente cuándo, todo fue cambiando. Sólo escuchaba uno lo que decían los mayores, que ya no podíamos ir para el San Juan por que la cosa estaba maluca en la carretera, que había gente rara y mala andando por los montes, que habían entrado a varias fincas y matado a los dueños, que no podía uno andar por la carretera así no más; dejamos de ir al San Juan, se acabaron los paseos y las vacaciones. Tampoco se podía ir al Atrato, para el Baudó se volvió tan complicada que en los últimos 6 años no sé puede ir ni al corregimiento de Guayabal, a 20 minutos de Quibdó, ni a Tutunendo, otro corregimiento a más o menos una hora de viaje. Muy cerca a mi casa queda el coliseo cubierto de Quibdó, el sitio donde realizaban los campeonatos de básquet intercolegial, los conciertos, los reinados y otras actividades culturales y recreativas, un día se encontró invadido de desplazados de los diferentes municipios del Chocó por la violencia, especialmente de la zona del Atrato. Por casi un año estuvieron esas pobres personas hacinadas, sin condiciones dignas para vivir, sin agua, sin servicios sanitarios, sin alimento, sin espacio propio —más que el seleccionado en las gradas del coliseo o en el centro de la cancha no mayor a 3 metros cuadrados—, casi respirándose unos encima de otros. Tocaba aguantarlo todo pues no tenían a donde más ir; sus hijos, su familia completa, mendigando un poquito de comida, un poquito de agua, viviendo en condiciones infrahumanas porque los habían obligado a salir de sus tierras —a muchos sólo con lo que tenían puesto—. Se presentaron ataques de grupos armados al margen de la ley, donde murieron e hirieron a varios policías y civiles. En la actualidad no se puede viajar a ninguna parte del Chocó sin la colaboración de alguien de la zona y para poder entrar a las regiones tiene que estar la cosa calmada. Mucha gente se fue de las comunidades, la poca gente que queda se volvió celosa, reservada, desconfiada; después de la entrada de los grupos al margen de la ley, los desplazamientos, secuestros y muertos, se fue la tranquilidad de mi tierra. Aunque no he tenido una experiencia directa con los conflictos que se viven en mi tierra, he tenido que escuchar y ver a mis conocidos y amigos y sus familiares desplazarse por esa causa. Uno de mis mejores amigos oriundo de Bojayá, en el medio Atrato chocuano —donde una incursión guerrillera mató a cientos de personas en la iglesia del pueblo— tenía su familia allá; afortunadamente ninguno murió pero les toco duro, salieron desplazados hacia Quibdó, donde estaba él. Siendo uno de los mayores, y El coliseo, al igual que las casi 100 familias que vivían allí, se le notaba de lejos el deterioro; la gente de Quibdó que tenía sus casas, sus cuartos para cada miembro, su comida en la nevera, un baño donde asearse y una cama donde dormir a sus anchas, criticaba la situación de estas familias; muchas otras prestaron su casa para alojar a conocidos, como el caso de mi amigo; otros llevaban alimento y ropa a regalar; la Alcaldía, la Gobernación, la Universidad, hacían jornadas recreativas, educativas, de salud y hasta de limpieza; también se tuvo el apoyo de los misioneros claretianos, las Iglesia y la Asociación Campesina Integral del Atrato (ACIA). Por mucho tiempo permanecieron allí. Después de aguantar y protestar por más apoyo del gobierno para ayudar a solucionar su situación —ellos no habían pedido ser desplazados y sacados de sus tierra donde tenían lo necesario para vivir sin molestar a nadie; ellos no habían pedido ser sacados de su casa para irse ~ 17 ~ a amontonar a un sitio donde muchos ni siquiera conocían, pese a vivir relativamente cerca— casi al año estas familia fueron ubicadas a las afueras de la ciudad, en la zona norte, unos pocos regresaron a sus municipios cuando había mermado el conflicto, otras consiguieron trabajo y alquilaron viviendas y se quedaron en Quibdó de una vez. Es difícil ver cómo cambian tanto las cosas sin siquiera percatarnos, cómo cambian los momentos de tranquilidad y alegría por tristeza y zozobra; es duro ver cómo nos adaptamos tan rápido frente a los conflictos y se nos olvida, con nostalgia y resignación, lo que perdimos y nunca volverá; le echamos tierra y seguimos adelante, eso sí, sin dejar de volvernos duros, resentidos, desconfiados, agresivos con la vida y el prójimo, pues nos cambia todo nuestro horizonte y los sueños que un día se tuvieron, claros y prósperos, se desdibujan, volviéndose turbios e inciertos, y empezamos a arremeter contra todo y todos para salir adelante y ganarnos un espacio frente a esta dura realidad. Se nos fue todo y elegimos apoderarnos de lo que encontramos a nuestro paso como un día se apoderaron de lo que teníamos y empezamos a cuidarnos más, a guardar mejor nuestras cosas, a cerrar nuestras puertas, a mirar dos veces y hacer las preguntas del caso antes de proseguir, o a quedarnos callados cuando las cosas no se ven muy buenas y a explotar cuando nos llenamos de tanto injusticia e inseguridad —que antes no conocíamos—. Antes era tan diferente y distinto que no lo imaginábamos. Nos tocó vivirlo a las duras, a muchos más que otros, pero a todos afectaba porque lo que era de todos se fue; cuando podíamos andar sin preocuparnos se acabó, donde podíamos llegar y tener las puertas abiertas se acabó, las noches bajo la luna se acabaron, y nosotros sin querer nos fuimos y dejamos atrás lo que un día nos hizo felices. LAS GUERRAS QUE NOS TOCAN: ARAUCA La población de Arauca —digo población para referirme en la historia a la Arauca que yo conocí por allá por los años 70, cuando empecé a usar la razón— es muy diferente a la ciudad de Arauca de comienzos del siglo XXI y una de sus diferencias más anheladas era el ambiente de paz y de tranquilidad que se vivía por aquella época. Era una paz que venía consolidándose y afianzándose desde la Gesta Libertadora, pues salvo las revueltas de la Humbertera, en 1.917, y la época de la violencia en 1.950, nunca más se volvió a mencionar esa traumática y devastadora palabra. Arauca entonces era un verdadero remanso de paz, silencio y tranquilidad, hasta el tedio de predecir que allí no pasaría nada que no tuviera la armonía casi perfecta de los sistemas de sabana inundable: ganadería extensiva dispersa por esos bastos y deshabitados territorios binacionales; caballos y vacas pastando libremente en la inmensidad del llano, y llaneros cabalgando en el verso del joropo, pasajes y poemas, y toda la bucólica del folklore de Florentino, que a punta de coplas celestiales venció al propio satanás en una noche de invierno del mes mayo. La guerra en el hoy departamento de Arauca debería asociarse al significado del petróleo, porque justo cuando aparecieron los primeros hallazgos del oro negro de Caño Limón, aparecieron también los actores armados, de quienes se escuchaba que habían venido de allá, del piedemonte. De Saravena, de Arauquita, de Fortul, Tame, en fin, de todos esos territorios nacionales de la vieja intendencia que acogió por ~ 18 ~ Decreto del presidente Lleras Camargo en manos del Instituto Colombiano de Reforma Agraria, la titulación y colonización de estas prodigiosas tierras del Arauca Vibrador. Miles de campesinos y labriegos de distintas regiones del país, se desplazaron entonces hacia el Sarare Araucano, con la ilusión de establecerse allí con sus familias, tumbar la montaña, sembrar la tierra y producir. Y muchos lo consiguieron con éxito y fortuna. Hasta nuestros días son prósperos como el piedemonte, a pesar de la guerra. Otros que vinieron con la migración campesina fueron los violentos. De la misma procedencia que los campesinos (del interior) pero con diferente intención; se decía de estos que eran bandoleros, que venían huyendo de la justicia escondiéndose de la Ley, que habían sido compañeros de Sangre Negra, de Efraín González y hasta del mismo Tirofijo. Después de este corto preámbulo sobre los orígenes de la guerra en Arauca es posible abordar las formas en que nos toca la guerra, pues según este análisis los orígenes de la guerra son claramente dos; el petróleo y la guerrilla. Y todo sucedió en presencia nuestra. A lo largo de casi medio siglo. Se puede decir que soy testigo presencial de los dos cambios —ya que ambos se dieron durante ese periplo de la historia, en los que como ya lo afirmé soy testigo presencial con uso de razón y memoria para recordar paso a paso los cambios que se fueron dando— que no habían sido muchos desde 1.772, año en que el presbítero Juan Isidro Daboin fundó la Villa de Santa Bárbara, y don Juan Francisco Lara trajo los primeros ganados para fundar el hato El Lareño, origen de nuestro hato ganadero actual. La guerra comenzó para nosotros, nuestra comunidad llanera, cuando se tuvo noticia del primer secuestro realizado por las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, FARC, en el año de 1.977. Desde entonces no dejó de ser noticia que la guerrilla avanzaba desde los espacios rurales hacia los pequeños poblados. Desde la montaña, como se le denominaba a las espesas selvas del Lipa, hacia Las Bocas del Ele y otros caseríos aledaños. Después las selvas dejaron de ser espesas para ser claras y delgadas, hasta desaparecer casi por completo. Hoy la selva es una historia y la guerra una realidad. Luego se decía en broma que la guerrilla se tomaría a Arauca. Luego la broma parecía ser una posibilidad. Y esa posibilidad parece ser aceptada en nuestros días, porque la falta de seguridad, de garantías y de un Estado que resuelva, da nuevamente vida a ese evento. La nueva guerra, la del petróleo, comenzó poco después. Con los hallazgos de Caño Limón, en 1.983, se dio inicio a una guerra cruel contra el medio ambiente, pues además del erosivo proceso minero, se dio el de los atentados al oleoducto que producían derrames de crudo en las aguas del río Arauca, con la consecuente contaminación y puesta en peligro de extinción de todas las especies, tanto animales como vegetales, de una zona tan rica en biodiversidad como nuestra sabana virgen hasta ese triste momento. Pero la guerra del petróleo y de las guerrillas no para ahí. Cómo nos toca la guerra a partir de ese momento, cuando se fusionan las dos tenazas que oprimen y presionan hasta estrangular: la corrupción. El maldito mal que acelera el círculo vicioso de las anteriores. Con la aparición del petróleo en la economía araucana, aparecen también las famosas regalías petroleras, como contraprestación de las ventas de petróleo y para enmendar en parte el daño causado al suelo por el efecto de la extracción del crudo. Las regalías en sí, son un privilegio para los pueblos al entenderse la riqueza como tal. Sin ~ 19 ~ embargo el uso que a estas se le ha dado sólo ha servido para despertar la codicia de los más ambiciosos. Y así empezó el nuevo episodio de la guerra en el que se reconocía a sí mismo, como lo dijo públicamente un político de la época: ―somos ladrones de nuestras propias regalías‖, una frase lapidaria que traería como consecuencia la confirmación de la misma, hasta el entendido de que quien fuera un buen político tenía que ser un gran ladrón de regalías. Y la corrupción, como en cualquier otra parte del país y del mundo, ha sido y será por mucho tiempo la peor de todas las dinamizadoras de la guerra, la violencia y el atraso. La guerrilla, tanto de las FARC como del ELN intervino las regalías, en los gobiernos de turno, tanto departamental como municipal. En las asambleas y en los consejos de cada pueblo. Y no se puede afirmar que fuera la guerrilla propiamente. Es sencillo llegar a la conclusión de que si un político se compromete a entregar recursos de regalías a una comunidad que se dice de simpatías con la guerrilla, este político es guerrillero. Pues no. En la mayoría de los casos, estos personajes simplemente hicieron pactos de conveniencia, solo porque para acceder a una curul en el consejo, o llegar a una asamblea había que pedirles permiso a los comandantes guerrilleros, y estos autorizaban o rechazaban la propuesta de los aspirantes a cargos públicos o de elección popular. Había que comprometerse no con las comunidades, eso es lo de menos. El compromiso era con la guerrilla. Al político lo que le importaba era el manejo de las regalías, no la causa política, y mucho menos guerrillera. Seguramente a la guerrilla lo que le interesaba eran también los recursos de las regalías, no la causa maoísta o marxista leninista o cualquier otra causa o ―filosofía‖. Puro cuento. Nada de principios ni finales. La causa es la apropiación de los dineros públicos por parte de los actores mencionados, de uno y otro bando. La causa guerrillera y política termina en fincas, carros ostentosos y objetos lujosos como el Rolex de R. Reyes o el de Jojoy. La misma de la mayoría de los políticos corruptos. La guerra nos ha tocado una vez más al ver cómo esos recursos de las regalías van a parar en manos de personas naturales que hicieron propios esos dineros públicos. Cuando había necesidades básicas insatisfechas en las comunidades araucanas, más en la zona rural que en la zona urbana. Comunidades que hoy son más pobres que hace 20 o 30 años porque los recursos naturales han empezado a escasear debido a la sobreexplotación, como sucedió con la selva del Lipa, con la pesca artesanal o con la caza que ya no existe. Las masacres que se han presentado a lo largo de estos años en las veredas del piedemonte han sido en su mayoría causadas por los paramilitares o por la guerrilla, cuando descubren nexos o hay sospechas de ellos. Y lo confirman las declaraciones de los campesinos y ganaderos de la región al comentar que: ―en la finca mía se atiende a todo el que lleve fusil. A todo el que llegue armado hay que atenderlo, porque si no se pone bravo y hasta nos mata como ha pasado‖. El secuestro que se presenta esporádicamente, pero continúa en aumento para el caso de Arauca y puede obedecer a diferentes causas. La aparición de delincuentes comunes organizados es una de ellas. Una de las hipótesis que más fuerza tenía era que la guerrilla no secuestraba porque tenía controlada la contratación del departamento y del municipio. Y con eso se financiaba en todos sus programas y proyectos. Pero con la llegada del gobierno de Uribe todo vínculo de la guerrilla con el Estado fue borrado, so pena de ir a la cárcel por rebelión. Como ~ 20 ~ pasó con un grupo numeroso de funcionarios públicos y políticos en el año 2.004. Por lo tanto la guerrilla empezó a secuestrar y a pedir vacuna, porque ya no tenía las entradas de los recursos de regalías. La aparición de los delincuentes comunes como grupo secuestrador, la guerrilla y los ―boliches‖ venezolanos, tienen atemorizada a la frontera colombo-venezolana. Los habitantes de la región fronteriza solo piden a sus respectivos gobiernos una mayor presencia de sus instituciones de seguridad. Los gobiernos responden con el envío de mayor número de efectivos en el caso colombiano, pero desgraciadamente las restricciones y normatividad se aplica solo para las gentes de bien. La gente que trabaja. A los ganaderos y agricultores se les ha hecho imposible la vida con la aparición de retenes de control de la Policía Nacional y del Ejército, porque se les exige el cumplimiento de todas las normas y se les impide el uso de productos venezolanos ilegalmente adquiridos, a pesar de que estamos en una frontera, donde el comercio ha sido siempre binacional y de subsistencia. Y los resultados en el control y captura de bandidos siguen siendo pobres. Pareciera que los miembros de la fuerza pública están allí es para hostigar a los ciudadanos mientras que favorecen a los delincuentes. La guerra que nos ha tocado vivir en Arauca obedece más al recuerdo de la nostálgica época de tranquilidad y sensación de remanso de la vieja Arauca pobre pero segura. Buen vividero en el que la preocupación era conseguir el sustento y satisfacer las necesidades cotidianas. Tan pronto como fueron apareciendo las otras necesidades, las de la ostentación, la vanidad y el egoísmo de mostrar y demostrar lo que no tienen los demás, apareció la violencia con sus miles de rostros y formas. La tranquilidad desapareció y reina la inseguridad. Arauca sigue siendo pobre, a pesar de sus petrodólares. Los recursos no llegan a las comunidades más necesitadas. Tampoco llegan a las menos. El campo sigue siendo precario y desprotegido. Inseguro y violentado. Incomunicado como siempre, pero con la urgencia de los celulares que aceleran el paso del tiempo. Los sueños siguen siendo los mismos a pesar del paso del tiempo. Pasaron casi veinte años para poder llegar a la Maestría, pero llegó. Y tal vez a tiempo. A tiempo para proponer nuevas alternativas de sostenibilidad ambiental. Especialmente a favor del manejo del recurso hídrico en nuestra sabana. La mayor preocupación es el agua. Pues ha venido disminuyendo notoriamente en las veredas por donde pasaban los raudales. Hoy no hay raudales en ninguna parte de la sabana porque todos se secaron. Hay una asociación entre la extracción del crudo y la disminución de los cursos de los caños. De manera que otro gran daño ambiental causado por las petroleras ha sido el causado a los caños y ríos que ya no fluyen como en otros tiempos. Ahora nos toca la guerra por el agua. La preocupación más grande, la de la falta de agua. O lo que es peor aún, la que sobra. Nuestro ecosistema de sabana caracterizado por los dos extremos viciosos; verano intenso con sequías extremas e invierno intenso con inundaciones casi programadas, con las crecientes del río que producían damnificados, también casi programados. Con nostalgia se recuerdan esas épocas en las que se podía predecir a través de las cabañuelas, cuándo iba a ser invierno y cuándo iba a ser verano. La guerra por el agua en Arauca comenzó cuando las exploraciones petroleras de Caño Limón cambiaron los cursos de los caños y lagunas. Se secaron los raudales y humedales que habían permanecido como dormidos durante mucho tiempo. Habían guardado, al ~ 21 ~ abrigo de sus entrañas, celosamente todo lo que puede guardar el agua; la fauna endémica, riqueza de los ecosistemas de sabana. Especies hoy en vías de extinción, muchas de ellas, porque perdieron sus nichos ecológicos naturales y tuvieron que desplazarse a otros de mayor riesgo y exposición a los predadores. Hoy no saben ni los curitos, ni las babas, ni los galápagos u otras especies anfibias, cuándo estibar en los veranos, porque los cambios climáticos produjeron confusión en sus ritmos circadianos y en sus cronogramas biológicos. De manera que es incierto el futuro de estas especies víctimas de la guerra por el agua; como sucede con nosotros mismos, la guerra nos toca desde el boral, los raudales, los caños y todo los demás componentes de nuestra sabana. Cómo nos toca la guerra, puede ser una forma de vida. Un estilo de vida de los araucanos, de los colombianos y de otros ciudadanos de muchas otras latitudes que padecen a diario el mismo drama nuestro; violencia, cambio climático, destrucción de los ecosistemas y mucha, mucha lluvia por fuera de los pronósticos. O por dentro de estos, pero definitivamente por fuera del control, que se perdió mucho después de aparecer las necesidades del modernismo, del conocimiento y la ostentación, la vanidad, el egoísmo y los demás males del hombre de comienzos del siglo XXI. DÍA DE LAS VELITAS, DÍA DE LUTO EN CASANARE Mi padre el Dr. Emiro Sossa Pacheco es recordado como un médico y político de Casanare, fundador del movimiento político Integración Popular liberal de Casanare. Nació en Sogamoso, Boyacá, vecino del barrio la Florida y Mochaca; libre estudiante del Colegio Sugamuxi desde donde inició a formarse políticamente entreviéndose un liderazgo sobresaliente en su personalidad. Ingresó a la Universidad Nacional de Colombia destacándose por sus capacidades intelectuales y por sus cualidades como líder del activo movimiento estudiantil universitario que en esa época irradiaba una amplia discusión llena de principios, de ideología política y de romanticismo para comprometerse con la causa de los humildes. Durante su vida universitaria construyó su perfil político, personal y profesional al obtener el título de Médico Cirujano, una vocación que siempre dispuso para ayudar y confortar a las personas más necesitadas, principalmente a los sectores populares de Casanare. Contrajo matrimonio con la señora Lourdes Carrillo de Sossa con quien formó su hogar y familia de cuatro hijos: David Emiro, Lourdes Elena, Mildred Lucia y Melany Sossa quienes lo acompañaron hasta aquel nefasto diciembre en el que fue asesinado. Emiro se vinculó al llano Casanareño al iniciar la década de 1.980, realizando su práctica rural como médico en Villanueva y Maní, para luego vincularse al Hospital Regional de Yopal para ejercer su profesión. En aquella época fue de gran importancia su participación en la Liga de Ciclismo de Casanare, donde se destacó como líder de un sector de jóvenes profesionales que llegaban a Casanare en busca de oportunidades. Su compromiso de alto contenido social y humanitario y su papel como médico le brindó el reconocimiento popular, lo que ligó su vida definitivamente a la participación política en el municipio de Yopal. A finales de los años 80 se inicia la primera campaña por voto popular a la Alcaldía de Yopal, en el marco de la descentralización político administrativa del Estado colombiano, lo que fue un ~ 22 ~ impulso para la democracia local y el surgimiento de nuevos líderes. El liderazgo de Emiro Sossa Pacheco le permitió postularse a las segundas elecciones a Alcalde donde salió victorioso para ejercer las funciones de alcalde en el periodo 1.990-1.992. Su administración se realizó bajo los principios de honestidad y eficiencia como lema de campaña, principios que fueron inculcados por sus padres Carlos Sossa y Elena Pacheco, lo que le permitió destacarse como un recio gobernante que le cumplió al pueblo yopaleño, superando las expectativas principalmente con la construcción de varios barrios de vivienda de interés social basados en el trabajo comunitario con un esquema de autoconstrucción; también con la apertura de vías rurales para conectar a los campesinos con las oportunidades de las ciudades. Fundó varios colegios y escuelas veredales junto con puestos de salud en casi todos los corregimientos de Yopal. Su trabajo con honestidad, dedicación, y sensibilidad social marcó una gran diferencia en la manera de hacer política en el Departamento, rompiendo con el gamonalismo tradicional y demostrando el alcance del poder público en un momento donde Yopal no contaba con regalías petroleras. Luego de finalizar su gestión como alcalde, inicia una nueva campaña dirigida a la gobernación de Casanare percibiendo —de su visita a los municipios del departamento— el apoyo suficiente para ser el gobernador del departamento durante el periodo 1.9951.997. Su elección contundente fue vista de mal manera por aquellas personas que siempre han pretendido apropiarse de las riquezas petroleras en Casanare, por lo que se inició una persecución política y jurídica que termina con la derrota por una sanción referida a la participación indebida en política durante su alcaldía, durante una reunión en la vereda Aracal del municipio de Yopal que fue grabada de manera malintencionada, y en la cual los campesinos le pidieron que los guiara en su intención de voto para las siguientes elecciones, entusiasmados porque Emiro les había construido la vía hasta este lugar. La sanción lo obligó a separarse de su cargo tras un año como Gobernador de Casanare. En aquel periodo se inicia la inestabilidad política del departamento que nos ha llevado sucesivamente a tener un carrusel de gobernadores, aunque los últimos que han sido destituidos tienen razones de real gravedad como una alta corrupción o relaciones con grupos armados ilegales. Emiro cumplió a lo largo de 5 años una inhabilidad duramente sancionada a causa de un delito menor, como es haber participado en política durante su administración como alcalde, hecho que ahora resulta risible si se tiene como referente la intensión de reelección de nuestros gobernantes nacionales y locales. Durante este tiempo participó en los procesos políticos como una voz comprendida del sentir del pueblo, y al finalizar su inhabilidad nuevamente se perfilaba como máximo candidato a la Gobernación de Casanare para las elecciones de 2.003, cuando el 7 de diciembre del 2.001 fue abaleado por dos sicarios en su finca El Retorno ubicada en la vereda de Punto Nuevo del municipio de Yopal. Emiro desapareció físicamente el día de las velitas de diciembre de 2.001, aproximadamente a la 1:00 p.m. cuando fue abordado por dos sicarios de las Autodefensas Campesinas de Casanare. Los sicarios lo obligaron a bajar de su vehículo mientras iba acompañado por dos amigos indefensos, para luego propinarle cinco impactos de bala en la cara, demostrando su sevicia y falta de respeto por la dignidad y la vida humana. Vi en mi padre un hombre generoso y carismático, un constructor de utopías y forjador de principios. Ideaba el Departamento de Casanare basado en ~ 23 ~ la organización y participación popular, por lo que entró en permanente contradicción con quienes ostentaban el poder para beneficio personal; fue amigo de las causas justas y de los que nada poseen. Creía en lo público como un espacio de generación de igualdad y como el único mecanismo viable para solucionar la crisis social que vive Colombia manifestada en los altos niveles de pobreza y en la injusticia como aspecto de la cotidianidad ciudadana. Aunque Emiro durante toda su vida fue una víctima permanente de un sin número de injusticias; como un secuestro extorsivo por un grupo de las FARC a fines de 1.997, que se prolongó por más de dos meses en cautiverio; como las sanciones políticas dictaminadas por personas no calificadas, y posiblemente corrompibles, como lo fue el Gobernador ad hoc que determinó el periodo de inhabilidad con el propósito de desaparecerlo del plano político; y el más grave, su asesinato, siendo la única forma de extinguir su liderazgo popular reconocido por todos los sectores de Casanare, desde las comunidades indígenas y campesinas, hasta los habitantes de las ciudades y las diversas colonias del país que migraron al Departamento. La pérdida de Emiro ha generado consecuencias de todo tipo, que aún nueve años y medio después de su muerte, no se han borrado de nuestra mente y nos llenan de nostalgia e impotencia a familiares y amigos. Si bien su esposa, hijos y demás familiares hemos sufrido duramente su ausencia, las consecuencias más graves las ha sentido el pueblo de Casanare que cada día nos manifiesta las esperanzas que Emiro les despertaba, llenos de recuerdos melancólicos y tristezas producidas por la frustración colectiva que ocasionó aquel magnicidio. Definitivamente la pérdida de un líder popular como Emiro Sossa Pacheco transformó el panorama de la política en Casanare, donde tenemos un vacío de liderazgos democráticos y subordinada al clientelismo, la corrupción y la más lamentable dependencia de las personas humildes hacia las migajas que les dan los politiqueros a cambio de su voto, en el marco de una redistribución desigual de las regalías petroleras y de la amenaza constante que promulga el Gobierno Nacional para despojar de sus recursos a los entes territoriales. Seguramente Casanare sería un departamento muy distinto si Emiro hubiese tenido la oportunidad de gobernarlo, tal como el pueblo lo deseaba y exigía. La muerte de mi padre me dejó como el único hombre del hogar, por lo que tuve que asumir una serie de responsabilidades prematuras. En un momento me encontré al borde de la deserción universitaria por la inestabilidad que estos hechos produjeron en mi familia; además, hemos vivido el declive del patrimonio económico familiar construido por mis padres como única manera de mantenernos en una vida digna con posibilidades de estudio para mí y mis hermanas. El efecto sicológico y afectivo que mi madre y mis tres hermanas han sufrido por la ausencia de mi padre es irreparable y seguramente el hecho trágico las acompañará por el resto de sus vidas, al igual que a mí. A lo largo de estos años de reflexión, asumo como primera lección dolorosa el triste hecho de que en Colombia no existen garantías para participar en política desde una perspectiva popular, civil y democrática. La inmoralidad de las prácticas políticas colombianas desangra la patria y nos roba la esperanza representada en la vida de miles de colombianos y colombianas comprometidas con su país y con su pueblo. Sin embargo, la memoria de aquellas personas que nos han quitado violentamente, nos impulsa a continuar amando nuestro país y deseando una transformación estructural que permita la paz, la reconciliación y la restauración moral de nuestra nación. ~ 24 ~ Enmarcado en la memoria de mi padre y de muchos otros líderes casanareños asesinados como Luis María Jiménez, Segundo Gabriel Rivera, entre otros varios miembros activos del Movimiento de Integración Popular Liberal de Casanare, he decidido ligar mi vida a la participación política, impulsado principalmente por aquellas personas que siguieron a Emiro hasta su muerte y que no se cansan de manifestar el vacío de liderazgo que en Casanare ha provocado la desaparición de sus mejores hijos. Actualmente me desempeño como Concejal del Municipio de Yopal, con la pretensión de seguir trabajando para revivir el Movimiento de Integración Popular Liberal de Casanare, que fue debilitado duramente por el asesinato de mi padre; para asumir las posiciones democráticas que necesita Casanare en el despertar del siglo XXI, desde las posiciones políticas de participación popular, de integración de los humildes en los movimientos cívicos-democráticos, de solidaridad, de honestidad, transparencia y eficiencia. Los principios que Emiro Sossa Pacheco nos heredó a los hombres y mujeres de Casanare, y que son para nosotros una señal que nos muestra la senda por la que debemos cabalgar. Para concluir quiero manifestar que la paz en Colombia requiere de grandes actos de humanidad de acuerdo a los cuales, las víctimas del conflicto estemos dispuestas a perdonar a nuestros victimarios a cambio de la verdad, aquella verdad que no puede amañarse a los intereses políticos inmediatos de esos padres de la patria que están untados de la sangre de la nación colombiana. Mi padre decía que en nuestro país la justicia llegaba en periodos de 10 años, yo espero que al menos en este tiempo nos llegue la verdad. Este 7 de diciembre del 2.011 se conmemora el decimó aniversario de su fallecimiento, familiares y amigos elevaremos una plegaria para que se cumpla su palabra y se esclarezcan los hechos que oscurecieron a Casanare ese inolvidable día de las velitas. SAN VICENTE DE CHUCURI, MAGDALENA MEDIO SANTANDEREANO Era 1.987 cuando, recién retirado del Seminario Valmaría de Bogotá dirigido por los Sacerdotes Eudistas del Padre García Herreros, llego a San Vicente de Chucuri, Departamento de Santander, enviado por la Diócesis de Socorro y San Gil para acompañar un programa socio económico dirigido por la Diócesis de Barrancabermeja y coordinado por el Párroco Floresmiro López Jiménez. Era el tiempo de la Teología de la Liberación y muchos grupos sociales trabajaban las temáticas de los pobres, de las recuperaciones de tierras y de la reivindicación de los derechos de los desposeídos a la luz del Evangelio de Jesús. Acompañaba el proceso un grupo de profesionales del CINEP de Bogotá, amigos del sacerdote Floresmiro. También era el tiempo de los grupos armados de las FARC, ELN y M-19, entre otros. En la región del magdalena medio también operaba ya el Batallón Luciano D‘eluyer acantonado en el municipio. Para esa época ya se contaba con unos 30 Grupos de Comunidades Cristianas Campesinas a lo largo y ancho del municipio. Cada ocho días nos dábamos cita cada uno de los acompañantes en los diferentes grupos Eclesiales para dar instrucción social a la luz del Evangelio. Era importante para los desposeídos estar organizados y tener su pedazo de tierra para trabajar bajo el lema ―la tierra es p‘a quien la trabaja‖. Para 1.989 ya se habían parcelado unas 20 haciendas que inicialmente se ―habían recuperado‖, los propietarios habían ~ 25 ~ tenido que venderlas porque no podían ir a sus fincas. El Ejército también había quemado los cambuches y desalojado y encarcelado hasta algunos curas que acompañaban estos procederes, era lógico que al lado de los campesinos había muchos guerrilleros en el proceso. Para 1.990, una veintena de trabajadores junto con los de CINEP ya no estábamos en la zona y muchos de los líderes de las CCC (Comunidades Cristianas Campesinas) eran los comandantes de los grupos guerrilleros de la región, no quedaba otra alternativa posiblemente. También otras decenas de líderes de las CCC, habían sido masacrados entre ellos Vicente Rey, un líder cercano que encarnó profundamente los anhelos de los campesinos sin tierra, que luchó por tener tierra propia, pero cuando logró conseguirla fue masacrado junto con otros líderes por miembros de las F ARC. Para 1.990 me encontraba en otro lugar pero cercano del conflicto, porque para esa época ya contaba con un pedazo de tierra en la región de San Vicente de Chucurí, lo cual me permitía vivir de cerca el conflicto. A los propietarios, los guerrilleros nos cobraban una cuota, que en el caso particular correspondía —en 1.990— a la suma de $10.000 anuales; para los jornaleros consistía en aportar un día de trabajo. Para 1.992, el grupo MAS, instalado en San Juan Bosco de la Verde desde hacia tiempo y dirigido por Isidro Carreño y apoyado por la Móvil, desalojan desde la Verde pasando por El Carmen y siguiendo con San Vicente a los grupos guerrilleros, bajo la estrategia de todos aportan a la causa en contra de los grupos guerrilleros. Ambiguamente, en el contexto del debate mencionado en el que justificó de forma tácita la organización paramilitar, el General Landazábal Reyes afirmó: "Las Fuerzas Armadas de Colombia, señores, no están buscando un pueblo para el ejército, estamos construyendo un ejército para ayudar a ese pueblo (...) estamos llevando al campesino a la vida militar para no desarraigarlo del campo"1 A mí me correspondía, ya entrados en la dinámica de los nuevos escenarios, como propietario de la finca Balcondas —vereda La Colorada— pagar $30.000, patrullar personalmente o mandar al viviente. Escogí la primera opción. La situación no era la mejor cuando los anteriores grupos seguían presentes en la zona dada la condición boscosa, montañosa y zona del Río Chucuri. El tiempo más crítico de la época fue 1.990-1.992: los masetos bajaban del Carmen asentándose vereda por vereda y el Ejército subía en las tanquetas con toda su furia, humillando a todos los pobladores; por encima los helicópteros disparando al igual que los de las tanquetas. En 1.992 tuve tres vivientes; sin embargo, al final de año nadie quiso recolectar el café y el cacao, y se tuvo que vender la finca. Otro de las incomodidades presentadas era asistir a las reuniones mensuales coordinadas por el comandante de la zona, que era un miembro de la comunidad y que en la mayoría de las veces correspondía a un ex guerrillero que conocía toda la dinámica anterior. Este individuo sabía quién era el que colaboraba y quién no. Por esta situación murieron muchas decenas de labriegos. En el año 1.993, compro la finca Corrales, al frente de la vereda la Colorada y sobre la serranía de los yariguies, con el propósito de desarrollar un proyecto agroindustrial con doce profesionales más de diferentes áreas del saber para apoyar la planta procesadora de frutas ―La Chucureña‖. La finca había sido antes el centro de operaciones y adiestramiento militar de los Elenos; en esta región persisten muchas minas sembradas como límite que imponían 1 Diario El Tiempo, Bogotá, jueves 8 de septiembre de 1983. Pág. 9. 19C. ~ 26 ~ para su protección, pero fueron fuertemente bombardeados por el ejército y desplazados a la zona oriental de la cordillera de lo que hoy es el Parque nacional Serranía de los Yariguies en los municipios de Galán y El Hato. Esta vez nos correspondía el comandante ―Leon‖, que era el terror de la zona. Con este se solucionaba, al igual que en los escenarios anteriores, los límites de las fincas, los ―cachos‖ de los unos o los otros, los cobros del mercado en la tienda veredal, el pago de la carne al carnicero, entre otros. De este proceso quedaron algunas cosas que hoy las implementamos. Las vías, cada finquero tenemos un pedazo demarcado y debemos mantenerlo en buen estado siempre, como son las limpias, drenajes y otros arreglos a que haya menester; el mantenimiento de instalaciones públicas como el Puesto de Salud y la Escuela o Colegio Veredal. También se implementaban castigos; las peleas en la vereda se castigaban recolectando el material del rio para arreglo de las vías, la limpia y mantenimiento a las obligaciones donde les correspondía a los ―comandantes‖. En el caso particular, mi colaboración fue económica, pero nunca participé de otras actividades. Hoy, luego de varios años, la situación ha cambiado; no tenemos ni guerrilleros ni paracos, pero tenemos los desmovilizados, que como población civil debemos junto con las autoridades vigilarlos y tomarles revista permanentemente porque siguen delinquiendo en la región. Los ―comandantes‖, unos están encarcelados y otros fueron dados de baja gracias a uno de los comandantes del Ejército que tuvimos en el gobierno de Hugo Heliodoro Aguilar, que bajo el lema: ―ni un paraco en el pueblo‖, poco a poco los disminuyó. Anexo el testimonio de una pobladora de la región, que sintetiza cómo nos ha tocado vivir la guerra en la región del magdalena medio santandereano: ~ 27 ~ San Vicente de Chucurí, es un municipio de gente muy valiente, le ha tocado lidiar con muchas situaciones: para los años 60, nace el movimiento guerrillero los Elenos, su comandante máximo es Nicolás Rodríguez, alias ―comején‖. En esta zona muere en combate uno de sus comandantes, el padre Camilo Torres Restrepo. Uno de nuestros Colegios Públicos lleva su nombre. En el año 2.005 una avalancha daña la infraestructura de la vía hacia Bucaramanga, mueren varias personas y unas cien fincas son revolcadas, quedando inservibles por mucho tiempo. Hoy estamos sin el puente sobre el Rio Sogamoso, sobre la vía a Bucaramanga, en nuestra principal vía de acceso; la quebrada Las Cruces a este año lleva 5 avalanchas acabando con viviendas, fincas y mucha de la infraestructura disponible como vías, escuelas, parques. La leyenda dice ―que en la parte alta vivía una pareja de indios que un día, en la primera avalancha, la india se voló con otro indio dejándolo solo y que cada vez que baja enfurecido a buscarla montado en un tronco, baja con avalancha y todo‖ según los que la cuentan, son siete veces y en la última arrasaría con el pueblo. Hoy el municipio está paralizado: sus vías de acceso están limitadas: vía a Zapatoca, los derrumbes no dejan pasar; vía a Barrancabermeja, el sitio ―cola de pato‖ tiene restricción y sólo hay paso cuando hace sol; desde hace seis meses, por la vía a Bucaramanga, el puente sobre el Rio Sogamoso no se ha colocado. San Vicente sigue con violencia, esta vez es la naturaleza la que nos está castigando o haciendo un llamado de atención, no sabemos. Pero, San Vicente sigue siendo el mejor territorio para vivir. ¡Que viva San Vicente de Chucuri! REFLEXIONES Se considera que existe Guerra, cuando hay una afectación directa por el otro donde se genera malestar y se afecta la integralidad de las partes. La paz en Colombia sigue siendo muy esquiva. ―El problema está en que la guerra controla la política dentro de un esquema de conflicto armado interno y este conflicto ya pasa los 50 años‖2. Actualmente en Colombia se lucha contra las consecuencias de un fenómeno de desplazamiento forzado debido a la violencia y el conflicto armado. Por lo que se puede afirmar que el desplazamiento forzado en Colombia es una de las inmensas consecuencias del conflicto armado que se vive en Colombia, palpando varios aspectos económicos y sociales que a todos nos afectan y que en este documento se mencionan y analizan. Se ve que la información, las noticias y demás actos de publicidad están enfocados a dar mayor visibilidad a los grupos armados ilegales —guerrillas, grupos paramilitares— a las Fuerzas Militares e incluso a políticos. Los grupos más vulnerables del contexto del conflicto quedan relegados y visibilizados a su más mínima expresión ya que no cuentan con influencia política y pública. Como estadísticas generales y para hacernos una idea de la dimensión del problema: Cada tres horas eran obligadas a huir cuatro familias con vínculo Revista Semana ejemplar N° 41 año 2005. rural de su lugar de vivienda y trabajo, por acción o decisión de diversos actores armados y en desarrollo de múltiples estrategias políticas, económicas y sociales. Se estima que ente 1985 y 1994 fueron desplazados 58.854 familias con vínculos rurales3. Aquellas familias y personas que eran obligadas al desplazamiento tenían una residencia en una vereda, acceso a la tierra y una ocupación, de por lo menos uno de los miembros del hogar, en actividad agropecuaria como productor o asalariado. La población rural se caracterizaba antes de su desplazamiento por ser, en su mayoría, propietarios pobres y asalariados agrícolas, quienes aunque no poseían la tierra la trabajaban para otros en distintas formas. Como bien prioritario dentro de la población rural, la tierra era ya un recurso escaso en estos hogares a la llegada del desplazamiento forzado, que empobrece aún más el campo colombiano. La guerra buscó, con la ambición de las partes, concentrar los espacios productivos rurales y llegar a controlar los recursos naturales, posicionarse de las mejores tierras por su condición geoestratégica, que van más allá de la tradicional explotación agropecuaria, dominando territorios y pasos importantes para la comercialización de cultivos ilícitos. Las consecuencias recayeron en los pobladores rurales más pobres, que como productores y asalariados, contribuyen a la consolidación del mercado interno de alimentos y de los productos del sector para el mercado internacional, llevando a una pobreza en la economía rural y afectando la seguridad alimentaria en nuestro país. De otra parte las entidades del Estado que prestaban servicios a los campesinos han sido desecadas, desmanteladas y 2 3 ~ 28 ~ Conferencia Episcopal-CODHES varias definitivamente liquidadas. Es el caso del ICA que prestó un importante servicio al campesinado al transferirle tecnología en forma continuada. El crédito de fomento rural, desmontado paulatinamente, especialmente desde 1.987, para 1.997 ya solamente cubría al 7% de los productores. Liquidación de la Caja Agraria y el Himat (que adecuaba las tierras), y el INCORA y el DRI, desfinanciado. Actualmente una intervención en el INCODER y difíciles temas como El Programa Agro Ingreso Seguro. Todo lo anterior toca directamente a profesionales del sector agro ya que se cierran puertas al trabajo directamente en el campo con gente capacitada y profesional. Actualmente con las políticas de desarrollo rural se pretende impulsar de manera decidida la construcción de soluciones; sin embargo, estas deben ir más allá de programas, actividades y determinación de presupuestos, exigiendo la generación y dinamización de procesos que tiendan a dar esperanzas, reconstruir sociedades y dignificar la vida campesina. Se ha manejado el tema de la reinserción y de la desmilitarización de los grupos armados ilegales y esto ha implica temas como los indultos para los que se entreguen y reinserten a la legalidad. Pero la búsqueda de mecanismos de diálogo y negociación, debe tener como referente a la población desplazada. En cuanto a las políticas agropecuarias, se requiere un trabajo decidido de todos los ministerios para la adopción de medidas macro-económicas de apoyo a la economía campesina y al fortalecimiento de procesos de desarrollo rural; una atención urgente que incluya, de manera indispensable, el carácter integral; que supere la entrega de tierras e incluya crédito subsidiado, asistencia técnica y posibilidades reales de comercialización de sus productos. Pero más allá de las garantías posibles para el impulso y fortalecimiento de la actividad económica, exige las garantías sociales y políticas para que la tierra llegue a ser una solución y no signifique, como en muchos casos, el traslado de los conflictos y de las zonas de persecución. La atención de desplazados de procedencia rural que desean permanecer en su actual ubicación urbana, requiere de otro tipo de estrategia, que implica procesos de generación de empleo, previa capacitación en labores más vinculadas con el sector industrial o de servicios que con el sector agropecuario. Con esto, el gobierno debe asegurar el incentivo al trabajo en el campo, consolidar economías de minifundio y el aumento de la economía campesina para la consolidación del mercado interno de alimentos y de los productos del sector para el mercado internacional, llevando paulatinamente a una riqueza en la economía rural y garantizando la seguridad alimentaria en nuestro país. Una política clara de apoyo a la economía campesina será un apoyo, sin lugar a dudas, al sector agropecuario; brindando alternativas de trabajo profesional bien remunerado y con seguridad. SUR DEL DEPARTAMENTO DE CORDOBA Entre el año 2.008 y el primer trimestre del 2.011 la situación humanitaria en la región del sur del departamento de Córdoba se ha agravado debido a los brotes de violencia y a la reorganización de grupos armados ilegales conocidos en la actualidad como BACRIM4 y cuyo Nuevas Bandas Criminales – BACRIM; corresponde al nombre dado por el 4 ~ 29 ~ objetivo es controlar los territorios que son corredores del tráfico de droga, cultivos ilícitos en la región y la minería ilegal. Por otra parte, después del proceso de desmovilización de algún grupo paramilitares, la guerrilla de las FARC5 ha estado tratando de obtener el control de esta región. Esta situación ha impulsado una estrategia de terror según la cual la incursión de un grupo armado en un municipio es seguido por represalias contra la población civil por parte del grupo rival, provocando desplazamiento forzado, amenazas a los líderes civiles, asesinatos selectivos, masacres, confinamiento, la estigmatización de la población y sobre todo agravando la situación de la población más vulnerable; todo esto es ya una crisis humanitaria, sin sumar la afectación generada por las inundaciones en el segundo semestre del 2.010. recursos que ofrece para las actividades ilícitas que se convierten en la fuente de financiación de estos grupos. Estas actividades provocan el desplazamiento de familias rurales hacia los centros poblados cercanos y cabeceras municipales más importantes del departamento. Allí deben enfrentarse a problemas como la seguridad alimentaria, refugio, y servicios de protección que garanticen una salud física y mental. La falta de capacidad de las autoridades locales y la demora de las asistencias humanitarias prestada por los programas nacionales están poniendo en peligro la seguridad alimentaria de los grupos más vulnerables, que antes del desplazamiento eran predominante agricultores, a quienes les fue arrebatado el único medio productivo y de subsistencia. Varias organizaciones del ámbito nacional e internacional han reportado aumentos en las infracciones contra los derechos humanos en la región del sur de Córdoba (la Personería y OCHA: 2.011) informan que se mantiene la tendencia de desplazamientos ―gota a gota‖, como consecuencia de la disputa entre grupos surgidos tras la desmovilización paramilitar. Muchas personas de estas comunidades están en peligro de desplazamiento y/o confinamiento, aumentando la vulnerabilidad de las familias, especialmente de Puerto libertador, Ayapel, Montelibano, La Apartada, Planeta Rica, Buenavista y Tierralta, debido a que esta región es una zona estratégica para la movilización de los grupos al margen de la ley y por todo los En el 2.010 se reportaron oficialmente diez masacres y diez desplazamientos masivos en Córdoba, obligando a más de 280 familias a trasladarse a barrios peri-urbanos. De acuerdo a informaciones emitidas por la Defensoría del Pueblo Nacional, en 2.010, más de 9.000 hectáreas están en alto riesgo de entrar a ser propiedad de los grupos armados ilegales en Córdoba. Casi 900 familias están en riesgo inminente de desplazamiento y el número de personas desaparecidas es cerca de 750 (en su mayoría hombres). La incidencia delictiva es cada vez mayor, sólo en agosto de 2.010 las autoridades departamentales registraron 401 asesinatos, el número de accidentes causados por artefactos explosivos sin detonar y por las minas terrestres es mayor que años anteriores y las amenazas contras los jóvenes y las mujeres se han exacerbado en los últimos meses. Gobierno colombiano a nuevos grupos armados e ilegales que apoyan actividades relacionadas con el narcotráfico y la minería, las cuales son frecuentemente ubicadas en zonas donde anteriormente controlaban los paramilitares. 5 Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia – FARC. ~ 30 ~ En lo que va corrido de este año, según la Personería y OCHA6 a través del informe situacional Nº. 1, 2 y el Boletín humanitario Nº. 13 del 2011, 127 familias y 272 personas se han desplazado en forma masiva y a gota-gota, debido a enfrentamientos entre grupos armados ilegales; y se han asesinado miembros de estas poblaciones, entre ellos líderes comunitarios. Por los mismos móviles, según Acción Social, en la zona en donde se originó el desplazamiento no se ha reiniciado el calendario escolar por falta de maestros. Los campesinos manifestaron su voluntad de retorno si se garantizan las condiciones de seguridad. De igual forma, solicitaron mayor inversión en obras sociales, apoyo para proyectos productivos y maestros. están en alto riesgo de inseguridad alimentaria. La seguridad alimentaria es una de las brechas más preocupante a nivel humanitario, siendo esto remarcado en recientes y repetitivos informes emitidos por las sentencias del Tribunal Constitucional de Colombia y las oficinas del Procurador. La falta de cobertura del registro de los recientemente nuevos desplazados internos, en algunos casos debido al hecho de que las personas afectadas no declaran su condición o en otros casos por el rechazo de las instituciones de gobierno, representa un riesgo inminente de seguridad alimentaria teniendo en cuenta que, en muchos de estos casos, las posibilidades del gobierno para apoyar y prestar asistencia es limitada. Algunas comunidades están aisladas en las zonas rurales y el acceso a los mercados y a sus propios cultivos está bloqueado por los grupos armados y/o de las minas antipersonal. Estas comunidades también Oficina de Las Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios OCHA. http://www.colombiassh.org/site/IMG/pd f/110429_Sitrep_Desplazamiento_Puerto_L ibertador.pdf. http: //www.colombiassh.org/ 6 ~ 31 ~
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