Hormonas, tacones, transformaciones identitarias y otras críticas al sistema sexo-género Hacia una etnografía de cuerpos disidentes: feminismos y experiencias transgénero Andrés García Becerra Estudiante: Maestría en Estudios de Género Universidad Nacional de Colombia – Bogotá Octubre de 2008 A finales del siglo XX –nuestra era, un tiempo mítico–, todos somos quimeras, híbridos teorizados y fabricados de máquina y organismo; en unas palabras, somos cyborgs. El cyborg es nuestra ontología, nos otorga nuestra política. Es una imagen condensada de imaginación y realidad material, centros ambos que, unidos, estructuran cualquier posibilidad de transformación histórica. Según las tradiciones de la ciencia y de la política «occidentales» –tradiciones de un capitalismo racista y dominado por lo masculino, de progreso, de apropiación de la naturaleza como un recurso para las producciones de la cultura, de reproducción de uno mismo a partir de las reflexiones del otro–, la relación entre máquina y organismo ha sido de guerra fronteriza. En tal conflicto estaban en litigio los territorios de la producción, la reproducción y la imaginación. El presente trabajo es un canto al placer en la confusión de las fronteras… Donna Haraway [1991]. Manifiesto para cyborgs: ciencia, tecnología y feminismo socialista a finales del siglo XX. p. 254. La risa frente a las categorías serias es indispensable para el feminismo. Judith Butler [1990]. El Género en Disputa. p. 28. ¿Por qué hablo desde el cuerpo? Esta ponencia se refiere a dos procesos incompletos, quizá interminables: mi propia experiencia trans en esta sociedad heterocentrada y binaria, y una etnografía que empiezo a plantear con la población transexual de Bogotá –de hombre a mujer, específicamente–, como investigación de Maestría en Estudios de Genero. Se trata de una etnografía comprometida, una participación observante, en palabras de Rosana Guber, pues me siento parte del sujeto que estudio, de tal modo, mi intención es cuestionar la dualidad sujeto – objeto en la investigación, aportando elementos a las prácticas y teorías de la etnografía decolonial. Es una etnografía sin fin, pues aquello que observo lo llevo en el cuerpo permanentemente y nunca, por más que quiera, podría alejarme de ello. Además, es un compromiso político que no termina, una ilusión de militancia desde mis prácticas teóricas. Mi estrategia teórica y metodológica se fundamenta en una mirada trans y etnográfica del género, una perspectiva desde los tacones en que me trepo para analizar las construcciones corporales e identiarias de transexuales y travestis, cuestionando las estructuras excluyentes de esta sociedad que nos violenta, margina, silencia y en muchas ocasiones nos asesina, simplemente por salirnos de una norma e insertarnos en muchas otras, asumiendo en el cuerpo múltiples esquemas de dominación y renunciando a los privilegios de lo masculino, que la naturalización de lo biológico y lo cultural nos pretenden implantar. ¿Será que podemos definirnos, retomando a Wittig, como cimarronas de la masculinidad? Bourdieu afirma que los dominados son dominados por su propia dominación. Las trans cuestionamos un patriarcado que se ha querido implantar desde nuestros cuerpos, por eso las hormonas, las siliconas, los tacones que usamos –pese a que reproducen estereotipos de lo femenino– podrían verse como elementos de rebeldía, de lucha y de liberación. Como no lo recuerdan múltiples posturas de los feminismos poscoloniales, antirracistas o subalternos: no todos los patriarcados son iguales, no todas las emancipaciones feministas pueden ser iguales. Mi etnografía está planeada como una observación participante acerca de la construcción de identidades y cuerpos trans en Bogotá, en diferentes contextos del espacio social, enfatizando en la diversidad de experiencias, con el objeto de cuestionar los estereotipos imperantes acerca de lo trans. Es muy distinta la experiencia de Leonela (una chica prostituta de la localidad de Mártires, quien asumió su identidad trans desde muy pequeña, lo que le significó el rechazo de su familia, la imposibilidad de acceder a educación y la confinación a las labores de prostitución) y la experiencia de Paula (hija de industriales antioqueños, diseñadora industrial, propietaria de una empresa de publicidad, quien empezó a tomar hormonas a los 35 años). También es diferente lo que le pasa a Andrea (estudiante de la maestría en género de la Universidad Nacional, antropóloga clase media, con delirios de activista e intelectual trans, quien solo pudo asumir su identidad después de los 25, después de experimentar y elaborar sus miedos a la marginación social, laboral, familiar y luego de leer algunos libros sobre género y feminismo… sin un sustento teórico, ella nunca lo hubiese podido asumir tranquilamente). De esta manera, mi investigación se pregunta por la clase social, su intención también es construir una suerte de neo-marximo transexual y feminista, sobre la producción de identidades. Acá, la categoría de lucha es transversal. Como mencioné al principio, mi etnografía es inconclusa, por lo cual en esta ponencia hablaré fundamentalmente de algunos postulados teóricos que guían mi observación, debido a que hasta ahora empiezo el trabajo de campo y no podría proponer, en este punto de la investigación, datos analizados y conclusiones sólidas sobre los procesos de construcción de cuerpos e identidades en las trans de Bogotá. Feminismos Encarnados Quizá lo que más amo del feminismo es que se trata de una teoría encarnada. Cuando hablas desde el feminismo, hablas también desde tu cuerpo, desde tus experiencias corporales primarias, y creo que no puede ser de otra manera. No importa si eres mujer, hombre, lesbiana, gay, trans, cyborg, cualquier cosa que seas, siempre que asumes el feminismo como teoría filosófica crítica, como forma de ver el mundo y como postura política, te haces conciente que tienes una perspectiva particular como ser humano y que eres un cuerpo donde confluyen todos los órdenes sociales, las normas de la cultura, los esquemas de opresión, las políticas sexuales y los estereotipos subjetivos que asumes conscientemente o aquellos contra los que luchas a muerte, los que te implantaron violenta y arbitrariamente, los que quieres desaparecer de tu interior, pero que permanecen en tus deseos, fantasías, placeres, sueños, identidades, proyectos, los que obstruyen tus ideales emancipatorios y te dejan siempre en una encrucijada. Por más teórica o abstracta o filosófica que sea tu elaboración discursiva feminista, ésta siempre se encuentra atada a tu cuerpo, anclada a tu carne. El feminismo es una teoría social rigurosa, que además de ideas, se conforma de carne, hueso y emociones. Y su objetividad, pienso yo, la logra mediante una subjetividad bien situada. Se trata de una enunciación que siempre es consiente de su lugar de enunciación. Pienso que la antropología y el feminismo posibilitan y obligan que mi cuerpo hable, por eso las dos son necesidades vitales en mi existencia. Alimento, adicción, trabajo, placer, ser, dolor, realización, vida, sentido. Todo eso, y mucho más, a la vez. Son impresiones preliminares de alguien que hasta ahora se está iniciando en el feminismo, pero que de ahora en adelante, jamás podrá prescindir de él. Creo que se realizó la encarnación y que se trata de un proceso continuo. Son múltiples los elementos del feminismo que me parecen útiles para desarrollar mi trabajo: las epistemologías del punto de vista feminista, de Harding y Fox Keller; los conocimientos situados, de Haraway; las políticas de la ubicación de Rich y Mohanty; las críticas a los destinos biológicos, psíquicos, económicos y culturales de la identidad femenina, inauguradas por de Beauvoir; el análisis del sistema sexo/género, propuesto por Rubin; el cuestionamiento de la heterosexualidad obligatoria, realizado por Wittig; el concepto de performatividad, en Butler; las experiencias fronterizas, hibridas y los mestizajes de géneros, como un mestizaje desde lo queer, propuesto por Anzaldúa. El objetivo acá es semejante al de Judith Butler en El Género en Disputa (obviamente mil veces más modesto y limitado): hacer también legítimos “los cuerpos que han sido vistos como falsos, irreales e ininteligibles”1. Como afirma Monique Wittig en El Pensamiento Heterosexual “los discursos que nos oprimen muy en particular a las lesbianas, mujeres y a los hombres homosexuales [a los y las trans, añadirá yo] dan por sentado que lo que funda la sociedad, cualquier sociedad, es la heterosexualidad”2. El materialismo histórico, el psicoanálisis, el estructuralismo, algunas vertientes conservadoras del feminismo, la escuela, la economía capitalista, nuestras familias y las lógicas de lo público nos obligan a ser heterosexuales, nos repiten constantemente que si tenemos vagina debemos ser y sentirnos mujercitas, que si tenemos pene debemos ser y sentirnos hombrecitos. Las experiencias de deseo, cuerpo e identidad que se salen de estos dictámenes son reprochadas. Nuestros cuerpos – diferentes son ubicados en las márgenes, en el silencio, en algunos andenes donde se ejerce la porstitución, en guetos – apartados – de, en salones de belleza, en lugares de espectáculo, en clínicas psiquiátricas, en consultorios médicos. Luego, si somos chicos y nos sentimos chicas o si somos chicas y nos sentimos chicos, la sexología y el doctor Harry Benjamin (quien dirigió el tratamiento de cambio de sexo de 1 BUTLER, Judith [1990]. El Género en Disputa. Paidós – Programa Universitarios de Estudios en Género – UNAM. México D. F. 2001 p. 23 2 WITTIG, Monique [1980]. El Pensamiento Heterosexual. En: Monique Wittig, El pensamiento heterosexual y otros ensayos. Editorial Egales. Madrid. 2006. p. 49 Christine Jorgensen en los años 50’s, reconocida como la “primera transexual oficial” del mundo) afirman que debemos encajar en los parámetros que definen a los “verdaderos transexuales” (depresiones constantes, brotes histéricos, intentos de suicidio, auto mutilaciones, adicciones a drogas y alcohol, malestar con el cuerpo, odio hacia nuestros genitales)3 para recibir tratamiento hormonal y practicarnos una cirugía de cambio de sexo; los estrógenos y el quirófano nos ayudarán a sentirnos realizadas, a ser felices y plenas, pero antes, el Test de la Vida Real, ósea, mínimo doce meses (bajo estricta vigilancia médica y psiquiátrica) viviendo como personas del “sexo” con el que nos sentimos identificadas y al que queremos pertenecer. La afirmación: “nací en el cuerpo equivocado” ¿se refiere siempre fundamental y exclusivamente a los genitales? en un contexto heterosexual y falocéntrico como el nuestro, parece que sí. Este interesante cuestionamiento lo plantea Sandy Stone: “No es extraño, por tanto, que gran parte de estos discursos giren en torno a la frase "cuerpo equivocado". De acuerdo con el mito fundacional de la falocracia que autoriza los cuerpos y sujetos occidentales, sólo es "correcto" un cuerpo para cada sujeto sexuado. Todos los demás cuerpos son errores” 4. Si la cosa no es tan radical, si el conflicto con nuestro cuerpo no es tan fuerte, si no odiamos a muerte nuestros genitales, pues podemos transformarnos de vez en cuando y hacer shows en bares gay o ser travestis y prostituirnos o tener un salón de belleza, eso si, siempre, siempre, debemos ser despampanantes, voluptuosas, llamativas, histriónicas, esto es casi innegociable. ¡Ay ¿qué será de mí?¡ Tan tímida, tan contenida, tan sobria. Sufro de pánico escénico. Prefiero leer a Simone de Beauvoir que imitar a Madona. No me gusta llamar la atención –aunque a veces no pueda evitarlo–. No puedo ser trans. Debo encarnar otra categoría ¿Debo buscarla o inventarla? Entre tantos ordenes implícitos, entre tantas normatividades sociales e institucionales, en ocasiones, sinceramente, no sé qué camino seguir. Este texto es para mí una necesidad existencial. En él no pretendo plantear una política o una ética transexual para un movimiento global o local. Ni siquiera aspiro a definir mi posición subjetiva de política corporal o de adscripción a una categoría trans de género, pues no tengo claro nada de esto y lo que deseo, precisamente, es explorar diversas posibilidades en los géneros y los cuerpos. No quiero reivindicar ni justificar el travestismo, la terapia hormonal, las intervenciones quirúrgicas o las cirugías de reasignación de sexo como manifestaciones transgresoras de autonomía y libertad en los cuerpos y géneros contemporáneos. Mucho menos las quiero criticar desde posturas moralistas, naturalistas o “realistas” ingenuas, pues como dice Baudrillar en Pantalla Total, todos somos transexuales5, yo soy transexual, tu eres transexual, o como afirma Haraway en su Manifiesto Para Cyborgs… “todos somos quimeras, híbridos teorizados y fabricados de máquina y organismo […] somos cyborgs. El cyborg es nuestra ontología, nos otorga nuestra política”6. Nadie se libra de las intervenciones quirúrgicas, de las operaciones que 3 BENJAMIN, Harry. [1966] The Transsexual Phenomenon. Disponible en: http://www.symposion.com/ijt/benjamin/index.htm 4 STONE, Sandy. El Imperio Contraataca: Manifiesto Psttransexual. Disponible en: http://www.estudiosonline.net/texts/stone_manifiesto.htm#_ednref48 5 BAUDRILLARD, Jean. Pantalla Total. Anagrama. Barcelona. 2000. 6 HARAWAY, Donna [1991]. Manifiesto para cyborgs: ciencia, tecnología y feminismo socialista a finales del siglo XX. En: Donna Haraway, Ciencia, Cyborgs y Mujeres: La reinvención de la naturaleza. Ediciones Cátedra – Universitat de Valencia – Instituto de la Mujer. Madrid. 1995. p. 254. realiza el orden clínico – social – legal en nuestros cuerpos. El que esté libre de constreñimientos, de hormonas, de castraciones y marcas en nombre de la ley social, de cirugías o modelaciones culturales, que tire la primera piedra. Discursos críticos sobre los géneros: itinerarios para una emancipación corporal y sensual: El sentido común, así como numerosas doctrinas filosóficas y científicas, parecen estar de acuerdo en afirmar que las diferencias entre lo masculino y lo femenino pertenecen a la “naturaleza humana”, que el orden binario de géneros es un orden anterior a cualquier normatividad, institución social o significado cultural. De este modo, las jerarquías, características, ámbitos, identidades y sexualidades femeninas y masculinas se implantan rígidamente, en palabras de Bourdieu, mediante la naturalización arbitraria de una estructura binaria que organiza el cosmos, el mundo social y los cuerpos7. Sin embargo, en esta implantación, casi monolítica, encontramos brechas, puntos de fuga o límites difusos, donde surgen posibilidades para la trasgresión, resistencia y cuestionamiento a dicho orden socialmente naturalizado. Las ciencias sociales contemporáneas siguieren que si existe una “naturaleza humana”, esta debe hallarse en las normas, lenguajes, instituciones, simbolismos y poderes que construimos socialmente. Pese a que las grandes teorías de las ciencias humanas (materialismo histórico, psicoanálisis, estructuralismo) son fundamentalmente patriarcales y heterosexuales, si las analizamos bajo una perspectiva feminista crítica, nos pueden otorgar elementos para identificar, describir y cuestionar aquellos aspectos de la vida social que fundamentan “la opresión de las mujeres, las minorías sexuales y algunos aspectos de la personalidad humana en los individuos”8. Fueron las mujeres quienes empezaron a cuestionar, desde hace mucho tiempo, este orden jerárquico que implica diversas formas de dominación, exclusión y violencias; posteriormente, las minorías sexuales y actualmente, algunos grupos de hombres que se han organizado en contra de la “masculinidad hegemónica”, para proponer otras formas de ser varón, se han sumado al proyecto feminista de critica a las estructuras opresoras de género. Las luchas emancipatorias femeninas, pretendieron, en sus inicios, la igualdad de derechos civiles y la autonomía de las mujeres, excluidas del proyecto ilustrado de ciudadanía (igualdad, libertad y fraternidad –sólo– para los hombres europeos, bancos, heterosexuales y burgueses), apartadas de las esferas públicas del poder y sin posibilidad de decisión sobre sus cuerpos y su trabajo reproductivo. Esta lucha se remonta a periodos como la ilustración y la revolución francesa9, tal genealogía evidencia que el feminismo tiene una historia 7 BOURDIEU, Pierre. La Dominación Masculina. Anagrama. Barcelona. 2000. RUBIN, Gayle [1975]. El Tráfico de Mujeres: Notas sobre la “economía política” del sexo. En: Revista Nueva Antropología. Vol. VIII, No. 30. Noviembre. Universidad Nacional Autónoma de México. México D. F. 1986. p. 97 9 AMORÓS, Celia y Rosa Cobo. Feminismo e Ilustración. En: Celia Amorós y Ana de Miguel (comp.), Teoría Feminista: De la Ilustración a la Globalización. Tomo I. Minerva Ediciones. Madrid. 2005. pp. 93 – 143. 8 extensa que no se reduce al surgimiento de una teoría crítica contemporánea y de un “nuevo movimiento social”. En la segunda mitad del siglo XX el feminismo arranca con la producción de teorías que critican el patriarcado, sus jerarquías, órdenes impuestos y violencias implícitas. Como sujetos oprimidos y a la vez libertarios, las mujeres empiezan, de manera sistemática, a producir discursos desde sus propias perspectivas, herederas de aquellas luchas que denunciaban la desigualdad, los agravios sufridos y que perseguían los derechos civiles que tenían negados; pero ahora el movimiento feminista parece tender también a la emancipación epistémica, proponiendo una relectura y reelaboración de los saberes establecidos solo desde las perspectivas masculinas, pues en ese momento, la voz de los hombres imperaba en la producción de conocimientos. La teoría feminista surge de las antiguas luchas femeninas, para cuestionar los destinos naturalizados de las mujeres y las valoraciones negativas que surgían de discursos patriarcales que monopolizaban el conocimiento. Posteriormente se empieza a establecer la categoría de género como núcleo del discurso y la reflexión feminista, abriéndose una brecha fundamental para pensar el tema de la construcción social y subjetiva de las identidades, los posicionamientos, las sexualidades, las características de hombres, mujeres y todas las demás manifestaciones de los géneros. El psicólogo Robert Stoller, en la década del 50, comienza a emplear la categoría de género en su trabajo clínico con personas transexuales10, para diferenciar los elementos culturales, psicológicos y socialmente aprehendidos (es decir, el género), de los rasgos biológicos de los sexos (genitales, hormonales, morfológicas, genéticas). Los estudios de género empezaron a proponer que lo masculino y lo femenino eran productos culturales, normatizados y posibilitados por una serie de instituciones encargadas de su producción. De este modo, surge la posibilidad de pensar la existencia de otras opciones corporales e identitarias, otras formas de articulación entre características sexuales, deseos, placeres e identidades de género. Pese a esta ampliación de perspectivas y a su potencial político (fundamentalmente para la reivindicación de las diversidades sexuales e identitarias), según la historiadora Joan Scott, el uso del concepto de género también implicaba una neutralización de las características subversivas de los “estudios de mujeres”, de tal modo que habar de “estudios de género” se insertaba de una manera menos problemática en la estructura académica vigente y tenía más credibilidad entre los y las científicas sociales11. Las propuestas teóricas del feminismo contemporáneo desarrollan un cuestionamiento sistemático de las estrategias sociales de producción, jerarquización y demarcación de las categorías sexo y género. Desde Simone de Beauvoir hasta Judith Butler y Donna Haraway, pasando por Kate Millett, Gayle Rubin y Monique Wittig (por solo mencionar algunas de sus principales representantes), la teoría feminista se ha encargado de criticar los determinismos, tanto biológicos como culturales, que postulan la jerarquía de lo masculino 10 CURIEL, Ochy. Los Límites del Género en la Teoría y en la Práctica Política Feminista. COLOQUIO: “El género. ¿Una categoría útil para las ciencias sociales?”. Escuela de Estudios de Género y Centro de Estudios Sociales. Universidad Nacional de Colombia. Bogotá. 11 SCOTT, Joan. [1986] El Género: Una categoría útil para el análisis histórico. En: Marta Lamas (comp.), El Género: La construcción cultural de la diferencia sexual. Programa Universitario de Estudios de Género – UNAM. México. 2000. pp. 275 – 302. sobre lo femenino, la demarcación estricta de los géneros binarios, la implantación de la heterosexualidad obligatoria y la idea de que únicamente pueden existir dos géneros que están “naturalmente” diferenciados. Muchos de los grandes textos de la teoría feminista (aquellas obras que quizá podrían denominarse emblemáticas) lo que precisamente hacen es una relectura critica, una deconstrucción y, posteriormente, una reelaboración de las meta–teorías de la ciencias humanas. Además de producir conceptos fundamentales para las disciplinas sociales, como patriarcado, heterosexualidad obligatoria, sistema sexo/género, división sexual del trabajo, clases de sexo (entre otros), la teoría feminista renueva las grandes teorías sociales, aportándoles importantes elementos y retomando de ellas herramientas epistemológicas, metodológicas y críticas. Obras como las de Simone de Beauvoir12, Gayle Rubin13, Monique Wittig14 y Judith Butler15 desarrollan una lectura analítica y crítica, con ojo feminista, de los principales postulados y representantes del materialismo histórico, el psicoanálisis y el estructuralismo16. Marx, Engels, Freud, Levi-Strauss, Lacan, ahora son leídos e interpretados por mujeres… y, también, por trans. Desde los principios de la denominada Segunda Ola del Feminismo, con la maravillosa obra de Simone de Beauvoir, El Segundo Sexo, se sientan las bases para el desarrollo de una crítica contundente de los ordenes naturalizados, jerárquicos y binarios de los géneros: “No se nace mujer: se llega a serlo. Ningún destino biológico, psíquico o económico define la figura que reviste en el seno de la sociedad la hembra humana; es el conjunto de la civilización el que elabora ese producto intermedio entre el macho y el castrado al que se califica de femenino”17. No se nace mujer: se llega a serlo… frase emblemática, lugar de origen, punto de partida, para los estudios de género contemporáneos, también, herramienta de lucha de actuales movimientos sociales feministas. Se devela lo que antes estaba bajo la mascara de lo “natural”. Después de esta idea, frase, aforismo, principio, sentencia o epitafio, cambiará drásticamente la manera como se piensan los sexos y los géneros en nuestra sociedad. Además de servir a los objetivos del movimiento de mujeres, este emblema beouvariano podría fundamentar las condiciones y búsquedas de los transexuales: No se nace mujer: se llega a serlo, de manera que las hormonas, las cirugías, el cambio de sexo y de nombre oficial, estarían justificados desde esta perspectiva ontológica, filosófica, sociológica, antropológica y política. En palabras de Judith Butler “Beauvoir afirma 12 De BEAUVOIR, Simone. [1949] El Segundo Sexo. Editorial Debolsillo. Buenos Aires. 2007. RUBIN, Gayle [1975]. El Tráfico de Mujeres: Notas sobre la “economía política” del sexo. En: Revista Nueva Antropología. Vol. VIII, No. 30. Noviembre. Universidad Nacional Autónoma de México. México D. F. 1986. 14 WITTIG, Monique [1980]. El pensamiento heterosexual y otros ensayos. Editorial Egales. Madrid. 2006. 15 BUTLER, Judith [1990]. El Género en Disputa. Paidós – Programa Universitarios de Estudios en Género – UNAM. México D. F. 2001 16 Las clases sociales, la lucha de clases, la división del trabajo productivo y reproductivo, las mujeres y las clases sociales, el complejo de Edipo, la configuración fálica de la sexualidad y la subjetividad, el lenguaje y el inconsciente en la formación de identidades generizadas, la matriz heterosexual que implica el complejo de Edipo, la identidad femenina como carencia, la prohibición universal del incesto, la división naturaleza/cultura, las mujeres como “objetos” de los intercambios simbólicos y materiales de los hombres. Son algunos de los elementos, de estas tres grandes teorías, revisados, cuestionados y reinterpretados por el pensamiento feminista. 17 De BEAUVOIR, Simone. [1949] El Segundo Sexo. Editorial Debolsillo. Buenos Aires. 2007. p. 207 13 claramente que una “llega a ser” mujer, pero siempre bajo la obligación cultural de hacerlo. Y queda claro que la obligación no proviene del “sexo”. No hay nada en su estudio que garantice que la “persona” que se convierte en mujer sea necesariamente del sexo femenino”18. Según esto, yo podría ser mujer, si quisiera y tuviera el dinero para todas las cirugías y tratamientos necesarios. Cumpliría, una vez más y por una vía diferente, la sentencia de Beauvoir: no nací mujer, me hice mujer, me convertí en mujer, gracias a los esquemas de género imperantes, a la biotecnología contemporánea y a una tarjeta de crédito con cupo de varios millones. Solo que esta manera de transexualidad representaría también un retorno teórico, biopolítico, tecnológico, clínico y subjetivo al binarismo sexual. Podrían plantearse otras posibilidades: no se nace ni hombre ni mujer: se puede llegar a ser cualquiera de los dos, simultánea o sucesivamente. Se puede ir y venir. Se puede ser otra categoría. Estaríamos, pues, comprometidos con la labor de encarnar estas otras – categorías, no tanto de definirlas, explicarlas o demarcarlas, sino de vivirlas, quizá proponiendo movimientos permanentes entre la excentricidad y el centro. Una nueva política corporal, descentrada, hibrida, creativa, alejada de cualquier esencialismo que se vea tentado a fijar identidades, una proliferación de posibilidades que conduzca a la “liberación gradual del genero de sus restricciones binarias” como firma Butler, a través de la relectura de Michel Foucault y Gayle Rubin19. Por su parte, siguiendo una línea teórico – política semejante, Beatriz Preciado postula la transformación de las minorías sexuales en multitudes queer y el cuestionamiento que esto implica para el orden social – heterosexual – binario – genital establecido; tales multitudes queer tienen la capacidad de trascender, sin negar completamente, la demarcación identitaria que implica el actual movimiento de la diversidad sexual o LGBT (que limita los cuerpos a esta cuatro siglas), a través de unas estrategias hiper – identitarias y post – identitarias, haciendo “un uso radical de de los recursos políticos de la producción preformativa de las identidades desviadas”20. De este modo, se esta renovando no solo el movimiento de la diversidad sexual, sino de manera más amplia, también la política general de las identidades. El movimiento queer podría impactar, al cuestionar sus estrategias de lucha, en aquellos movimientos sociales que se ven limitados a reivindicar o visibilizar identidades esencialistas que cada vez más se asimilan al sistema, insertándose como diferencias “exóticas” o “folclóricas” en el orden establecido, que no por esta inserción deja de ser desigual, racista y excluyente. Por lo anterior, el movimiento Queer no se limita a incidir exclusivamente en una “diversidad sexual”, limitada a ciertas prácticas sexuales e identidades de género específicas. Como propone Teresa de Lauretis, el sujeto del feminismo no lo representan las mujeres, sino los “sujetos excéntricos”; esta ruptura y ampliación del campo, evidencia los cruces que se pueden y deben establecer entre géneros, 18 BUTLER, Judith [1990]. El Género en Disputa. Paidós – Programa Universitarios de Estudios en Género – UNAM. México D. F. 2001 p. 41. 19 BUTLER, Judith. Variaciones sobre Sexo y Género: Beauvoir, Wittig y Foucault. En: Marta Lamas (comp.), El Género: La construcción cultural de la diferencia sexual. Programa Universitario de Estudios de Género – UNAM. México. 2000. p. 325. 20 PRECIADO, Beatriz. Multitudes Queer: Notas para una política de los anormales. En: Revista Multitudes, no. 12, París, 2003. Disponible en: http://multitudes.samizdat.net/rubrique.php3?id_rubrique=141 sexos, identidades, sexualidades, razas, etnicidades, clases sociales, migración21. De este modo, los maricas, las lesbianas, las mujeres, las travestis, las putas migrantes, las trans, las chicanas, los negros, las asiáticas–estadounidenses, los proletarios, los indígenas, las negras, los sudacas, las locas, etc, etc, etc, podemos formar un bloque crítico (sin que esto implique perder especificidades y autonomías) en contra de la heteronormatividad, la desigualdad social, el rasismo, la esclavitud, el sexismo, las violencias estructurales y la marginación social. Sin embargo, lo que acá pretendo no es proponer una ética o una manera “políticamente correcta” de ser trans como cuestionamiento al orden binario de géneros, simplemente busco la identificación de algunas experiencias corporales (tanto propias como ajenas) y propuestas teóricas feministas que cuestionan el continuum sexo/género/identidad/deseo y la institución política de la heterosexualidad obligatoria. Puede que las experiencias transgénero o transexuales reproduzcan el binarismo de género, que remarquen, en ocasiones, las distinciones sexuales, pero también es innegable que de allí emergen cuestionamientos prácticos a un orden social que sigue manteniéndose, en muchos aspectos, naturalizado. Además, considero que las manifestaciones trans critican la forma de producción de subjetividades institucionalmente implantada en nuestra cultura. Según Gayle Rubin el sistema de sexo/género está conformado por aquellos mecanismos de la vida social que “transforman la sexualidad biológica en productos de la actividad humana”, además dicho sistema sexo/género también sirve como sustento de la opresión de las mujeres y las “otras” sexualidades, no reproductivas ni heterosexuales,22 instituyendo una economía política que determina el uso de los cuerpos, los genitales, los placeres. Al expresar que las características “sexuales” no coinciden “naturalmente” con las construcciones de “género – correspondientes”, al afirmar que tanto el “sexo” como el “género” son categorías que se pueden intervenir y modificar, es decir, que no son estructuras rígidas, y al evidenciar que ambas –el “sexo” y el “género”– son construcciones que realizamos permanentemente en nuestros cuerpos, más que atributos “dados” e impuestos de antemano, creo que las personas trans estamos cuestionando dicho sistema que funciona mediante la naturalización arbitraria de aquella “economía política” del sexo de la que nos habla Gayle Rubin; al fin y al cabo, es esta naturalización lo que le permite implantar jerarquías y formas de dominación, que afectan principalmente a las mujeres y a aquellos cuerpos disidentes de la heterosexualidad obligatoria. En efecto, ya no se trata de reconocernos simplemente como sujetos anormales, cuerpos disidentes, identidades–otras, categorías patológicas creadas por las prácticas médicas y las instituciones jurídicas. Los poderes oficiales siempre producen aquellas subjetividades que aparentemente solo reprimen o representan (Foucalult, retomando el concepto de Nietzsche de la voluntad del poder, propone una critica de la hipótesis represiva: los poderes oficiales no reprimen los discursos y las prácticas de la sexualidad, éstos lo que hacen es precisamente producir una formas especificas de sexualidad). Múltiples funciones del 21 PRECIADO, Beatriz. Entrevista a Beatriz Preciado por Jesús Carrillo. 2004. Disponible en: http://www.ddooss.org/articulos/entrevistas/beatriz_preciado.htm 22 RUBIN, Gayle [1975]. El Tráfico de Mujeres: Notas sobre la “economía política” del sexo. En: Revista Nueva Antropología. Vol. VIII, No. 30. Noviembre. Universidad Nacional Autónoma de México. México D. F. 1986. p. 97 poder: producir, controlar, dominar, conocer, ubicar23… múltiples funciones de los sujetos: identificarse, des–identificarse, conocer–se, resistir, deconstruir–se, enunciar… Los movimientos deben moverse permanentemente, no estancarse, no oficializar ni unas prácticas limitadas ni unos discursos esenciales. Cuando el discurso es totalmente predecible quizá pierde su eficacia política. Hablar desde lugares impensados y con retóricas renovadas puede ser un acto revolucionario eficaz. La teoría, la política y la poética se entrecruzan, también el arte. La teoría queer es la voz de los que antes carecía de voz, de los que estaban definidos por los discursos del poder y sin posibilidad de una enunciación propia. Por eso, retomamos aquellos discursos oficiales, para luego deconstruirlos, y buscamos nuestras genealogías en los registros del poder (manuales psiquiátricos, protocolo quirúrgicos, historias clínicas, archivos oficiales), pero siempre tendiendo a construir nuestra propia narrativa, nuestras historias específicas. Parte de lo que se conoce como teoría queer es el acto político de hablar y movilizarnos desde nuestras propias experiencias24. ¿Se trata acaso de un momento pot-foucaultiano? “Ya va siendo hora de escribir La Muerte de la Clínica. Los métodos de la clínica requerían cuerpos y trabajos, nosotros tenemos textos y superficies. Nuestras dominaciones ya no funcionan mediante la medicalización y la normalización, sino creando redes, diseñando nuevas comunicaciones y gestionando el estrés”25. Experiencias trans y posibilidades de crítica al sistema sexo/género Muchas veces se afirma que la transexualidad reproduce los órdenes binarios del género y el sexo, al materializar en los cuerpos intervenidos características “biológicas”, formas estéticas y actitudes socialmente atribuidas a los hombres o las mujeres. En efecto, la transexualidad invierte las condiciones de los cuerpos, muchas veces sin salirse del binarismo, la polarización y el establecimiento de lo masculino y lo femenino como entidades discretas. Tales criticas tienen razón, pero también es cierto que la transexualidad (así como otras manifestaciones de lo transgénero) podría proponer fuertes cuestionamientos al continuum sexo/género/identidad/deseo y a la institución de la heterosexualidad obligatoria, aportando elementos críticos tendientes a la deconstrucción del patriarcado, colaborando, de tal modo, con este proyecto político amplio del feminismo, las mujeres, las multitudes queer y otros movimientos sociales contestatarios. Las narrativas sobre transexuales han estado estrechamente vinculadas a contextos clínicos (dicha institucionalización también ha sido, para los trans, una manera de adquirir visibilidad y validación social), lo cual ha generado un discurso biomédico imperante acerca de estas realidades: modificarnos el cuerpo para transformar nuestros géneros se muestra como una práctica institucional, como una serie de técnicas hormonales y quirúrgicas que devuelven el “orden” a unos cuerpos dislocados; estas técnicas se complementan con acompañamientos psiquiátricos y psicológicos que pretenden garantizar 23 FOUCAULT, Michel [1978] La Historia de la Sexualidad, I. La Voluntad del Saber. Siglo XXI Editores, México D. F. 1982. 24 SPARGO, Tamsin. Foucault y la Teoría Queer. Gedisa Editorial. Barcelona. 2007. 25 HARAWAY, Donna [1991]. Manifiesto para cyborgs: ciencia, tecnología y feminismo socialista a finales del siglo XX. En: Donna Haraway, Ciencia, Cyborgs y Mujeres: La reinvención de la naturaleza. Ediciones Cátedra – Universitat de Valencia – Instituto de la Mujer. Madrid. 1995. p. 259. un “procedimiento integral” de intervenciones, intervenciones que no se restringen a un cuerpo individual, sino que también aluden a un esquema binario de géneros social e institucionalmente implantado.26 Propongo salirnos de estas “crónicas clínicas”, quizá así, podremos reconocer manifestaciones que se salen del marco institucional de la práctica transexual y que nos acercarían a unas experiencias subjetivas y sociales que no se insertan en el orden binario de género, experiencias conflictivas, dolorosas, llenas de fantasías, invenciones, creatividades, tránsitos identitarios, movilidades ambiguas, vivencias de frontera, silencios, negaciones, marginación y exclusiones violentas, las cuales pueden tener implícita una critica al patriarcado. No solo nos operamos, esa no es nuestra única realidad, ni nuestra única forma de definirnos como sujetos en el mundo. Digamos que las trans somos personas inconformes con el orden socio–político–económico de los cuerpos, con las imágenes, roles, sensibilidades y deseos que debemos asumir con relación a este cuerpo “asignado”. Se trata de un malestar en la cultura, el cuerpo y el género que asumimos de múltiples maneras, algunas nos operamos para volvernos “totalmente mujeres”, otras nos lo callamos toda la vida y vivimos en la represión y el silencio, otras nos “trepamos” de vez en cuando para materializar esa feminidad reprimida, otras nos dedicamos a la teoría o a la militancia política. Todo esto tendría un potencial subversivo si con nuestras experiencias planteásemos una critica explícita al sistema represivo sexo/género, una critica amplia que puede tomar diferentes formas, desde exigir que queremos una vagina o un cambio de nombre y de “sexo oficial” en nuestro documento de identidad, hasta teorizar acerca de lo arbitrario que es el obligaros a sumir identidades fijas según algunas características anatómicas que poseemos. Todo esto es político, creo yo, y en cierta medida también es revolucionario. No solo se trata de afirmar que las trans nos operamos, que queremos cambiarnos de sexo, que nos encantan que nos miren y que estamos medio chifladas. No solo se trata de eso la experiencia trans, la cual ha sido reducida de esta manera con el objetivo de arrancarle todas sus posibilidades subversivas, mediante la institucionalización y normalización. Si se amplia el concepto de lo transgénero, podríamos observar múltiples prácticas que no se asimilarían tan fácilmente a las estructuras institucionales del poder. Las trans experimentamos numerosas situaciones de terror, imposibilidad, negación total y silencios, muchas no transformamos nuestros cuerpos por temor a la violencia, a permanecer marginadas como prostitutas en las calles de las ciudades, a perder nuestras familias y la compañía de personas que son importantes para nosotras, si me pongo senos seguramente no conseguiré trabajo de antropóloga y mi familia pues nada que ver 26 Berenice Bento desarrolla una interesante crítica del concepto biomédico de “Verdadero/a Transexual”, a través de su investigación antropológica y sociológica con personas que trasforman sus cuerpos en Brasil. Los protocolos clínicos, quirúrgicos y psiquiátricos, se ven acá confrontados por las experiencias propias y los relatos de los transexuales, quienes en muchas ocasiones juegan de manera estratégica con las lógicas binarias de las instituciones y con las definiciones oficiales de transexualidad. Sin destruir completamente el orden binario y genital masculino – femenino que impone la biomedicina para el tratamiento de la transexualidad, las personas, en su cotidianidad, deben reelaborar estas estructuras rígidas. Ver: BENTO, Berenice. ¿Quiénes son los/as Verdaderos/as Transexuales? Disponible en: http://www.iglhrc.org/files/spanish/documentos/QUI%C9NES%20SON%20LOS.doc, y BENTO, Berenice. Cuerpo, Performance y Género en la experiencia Transexual. Disponible http://www.carlaantonelli.com/articulo_Berenice_transexualidad.htm conmigo… y esto no es fácil, en ocasiones es una imposibilidad de ser, es una condena al silencio, a la no expresión, al constreñimiento en los ordenes de sexo y género que nos imposibilitan. Pero, como afirma Teresa de Lauretis, es necesario tener el valor para asumir la transformación y el deslizamiento: “En mi opinión, la transformación comporta un deslizamiento, un verdadero y propio deslizamiento: dejar o renunciar a un lugar que es seguro, que es “casa” en todos los sentidos –socio-geográfico, afectivo, lingüístico, epistemológico– por otro lugar, desconocido, en el que se corre un riesgo no solo afectivo sino también conceptual; un lugar desde el cual el hablar y el pensar son inciertos, inseguros, no garantizados (aunque marcharse es necesario porque en el otro lugar, de todas formas, no se podía seguir viviendo)”27. Todas estas imposibilidades que experimentamos las trans, estos silencios obligatorios, estas marginaciones, autoexclusiones y terrores, son producto de un sistema heterocentrado que nos oprime, que nos obliga a callarnos y a mantener eternamente un malestar, a someternos a intervenciones quirúrgicas violentas, a permanecer como prostitutas, marginadas de la familia, la educación y otros espacios laborales, a fin de cuentas, el asunto es que no podemos escoger. Las mujeres tienen su espacio, también los hombres, obviamente (quizá en la contemporaneidad los gays y algunas lesbianas, en cientos contextos, también lo tienen), pero las trans no tenemos espacio alguno de construcción en la sociedad, quizá, solo el de nuestras fantasías intimas y desoladas, en los cuartos privados y vacíos con closets con ropa de mujer, pero donde nadie nos observa o algunos espacios de prostitución y pornografía, ocasionalmente nos aceptan en nuestras casas, casi nunca en nuestras escuelas u oficios. Mostrar estas experiencias de opresión, de no lugar social, de vergüenza, de culpa, de silencio y de soledad, podría ser una manera de criticar la heterosexualidad obligatoria y las imposiciones que recaen sobre nosotras. Las trans no solo estamos en un consultorio siquiátrico, en un quirófano, en una calle dedicándonos a la prostitución, encima de unos tacones, no, también estamos confinadas dentro de nosotras mismas o enceradas en espacios privados, estamos sin voz y sin referentes claros de identidad, prisioneras de las cárceles impuestas por el orden heterosexual y el sistema sexo/género. Quizá hablar de nuestras experiencias y exigir ser escuchadas es un acto de crítica hacia estos sistemas opresores. Pero no sólo hablar como pacientes o como putas (como eso también, pero no sólo como eso), sino hablar como personas que experimentamos una relación particular con nuestros cuerpos y nuestros géneros. En ese sentido, lo trans no solo reproduce ordenes binarios, sino que cuestiona profundamente esos ordenes. Pede ser que la palabra, las experiencias angustiadas y felices, la búsqueda de una teoría y política trans (no únicamente la silicona, las hormonas, las lentejuelas, los tacones y el labial –aunque todo esto también sería parte, obviamente no podría desconocerse, de nuestro arsenal subversivo–), sean las encargadas de consolidar una critica trans al sistema patriarcal y a todo lo que éste implica: heterosexualidad obligatoria, sexualidades normativas, sistema sexo/género, imposición de roles, reproducción, organización binaria masculino – femenino). 27 De LAURETIS, Teresa [1987]. Sujetos Excéntricos. En: Diferencias: Etapas de un camino a través del feminismo. Editorial Horas y Horas. Madrid. 1999. p. 138. Este es un ejercicio de lucha. Es una propuesta de militancia muy pequeñita. Es ante todo una necesidad existencial, pues me reconozco como trans y he experimentado mucho de la opresión sexual y de géneros en mi vida. Quizá estoy respirando por mi herida, pero si muchos lo hacemos, si respiramos y hablamos y vivimos por nuestras heridas, podríamos pensar en movilizarnos políticamente. Y hacer de esa herida una fuerza política. De hecho, la militancia trans ha logrado muchos avances en el mundo, sobre todo en temas como: prevención de la discriminación y la violencia por identidad de género, inserción de los procedimientos médicos para las trans en los planes de salud y derecho de las personas a elegir su identidad de género oficial. Por ejemplo en España, en el 2007, se aprobó la Ley de Identidad de Género, que en el caso de las trans les permite asumir oficialmente la identidad deseada, es decir, ahora las trans pueden modificar su nombre y sexo en su documento de identidad, sin tener que haberse sometido antes a la cirugía de reasignación de sexo y sin procedimientos judiciales, sin embargo para hacer esto tienen que contar con el aval de la institucionalidad médica. Pese a los avances que implican estos logros, el movimiento trans en el mundo no ha logrado cuestionar elementos opresores de fondo, tales como el sistema sexo/genero, el sistema relacional de dominación racismo/sexismo/clasismo imperante, las políticas de la identidad (movimientos identitarios y lógicas sociales de producción de identidades), el binarismo sexual, el poder de las instituciones –médicas, jurídicas– en la definición del sexo y el género. Además de contrarrestar las violencias por identidad de género, de buscar la inserción en los planes de salud y de exigir reconocimiento jurídico del sexo con el que nos identificamos, las trans debemos también movilizarnos en contra de esos elementos opresores mencionados, para lograr una sociedad con múltiples posibilidades, una sociedad que no organice a sus miembros únicamente en categorías rígidas, esencialitas y jerarquizadas de sexo, género, raza, etnicidad, clase. Debemos, creo yo, reivindicar la emergencia de múltiples posibilidades de ser, de muchísimas identidades sin esencias, de movimientos y tránsitos permanentes entre categorías, de experiencias hibridas y de frontera. Debemos proliferar como sujetos excéntricos… proliferar de una manera tan radical que se pierda cualquier noción o posibilidad o intento de centro. Propongo una vida de creatividad infinita, de experiencias de frontera y de mestizajes sin fin, a la manera de Gloria Anzaldúa: “Lo que sufrimos es una absoluta dualidad despótica que dice que sólo somos capaces de ser uno u otro. Se afirma que la naturaleza humana es limitada y que no pude evolucionar hacia algo mejor. Pero yo, como otras personas queer, soy dos en un único cuerpo, tanto hombre como mujer. Soy la encarnación de los hierros gamos: la unión de contrarios en un mismo ser”28. “Y si ir a casa me es denegado entonces tendré que levantarme y reclamar mi espacio, creando una nueva cultura –una cultura mestiza– con mi propia madera, mis propios ladrillos y argamasa y mi propia arquitectura feminista”29 28 ANZALDÚA, Gloria [1987]. Movimientos de rebeldía y las culturas que traicionan. En: otras Inapropiables: Feminismos desde las fronteras. Traficantes de Sueños. Madrid. 2004 p. 76. 29 ANZALDÚA, Gloria [1987]. Movimientos de rebeldía… p. 79. 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