FRANCISCO RUBIO LLORENTE, presidente del Consejo de Estado Nº 93/Agosto 2011 Entrevista La solemnidad que imponen las históricas estancias del Palacio de los Consejos queda rápidamente matizada por el cordial recibimiento de su presidente y la calidez de su trato. Es uno de los juristas con más prestigio de nuestro país, gracias a su labor docente e institucional dentro y fuera de nuestras fronteras. Actor importante en el proceso de elaboración de la Constitución, es una de las autorizadas voces que advierten de la necesidad urgente de corregir errores y poner al día nuestra norma fundamental. 18 “No sé cómo vamos a poder seguir retrasando la reforma de la Constitución” Procuradores –Al recoger el premio concedido por el Colegio de Procuradores de Madrid al Consejo de Estado aseguró usted que era un galardón muy merecido. Estoy seguro de que esa aparente inmodestia, en lo que le toca como presidente, esconde una reflexión más profunda, ¿me equivoco? –No se trataba de un premio personal, sino a la institución. Si hubiese sido personal no hubiera dicho ese disparate, porque tengo conciencia de no merecer premio alguno, sobre todo los que me dan. Pero la institución sí merecía un premio, porque tiene méritos particulares. En primer lugar, el de su singularidad. Es una institución prácticamente única en el mundo. Hay muchos consejos de Estado en Europa desde comienzos del XIX a imitación del francés, que fue el modelo de todos, pero son órganos jurisdiccionales. Sólo el nuestro es únicamente consul tivo, y desde hace un par de años el de Luxemburgo, porque ha perdido sus funciones jurisdiccionales. El Consejo de Estado español fue también Tribunal Supremo en lo contenciosoadministrativo, es decir, tuvo funciones jurisdiccionales hasta 1904, con la Ley Maura. Pero esas funciones jurisdiccionales pasaron al Tribunal Supremo y quedó sólo como Consejo consultivo. Una distinción entre lo consultivo y lo jurisdiccional que algunos amigos míos franceses querrían que en Francia se hubiera llevado también a cabo. –Y también es un órgano singular en cuanto a su composición y funcionamiento. –El Consejo de Estado, que trabaja en pleno o en comisiones, tiene su núcleo en la Comisión Permanente, que tiene la peculiaridad de ser el único ór gano del Estado español, aparte de la Corona, cuyos miembros son vitalicios; esto es algo que va más allá de lo puramente anecdótico, porque ese carácter vitalicio contribuye, aunque no es el único factor, a dotar de un alto grado de independencia al órgano. Y el Consejo de Estado es también singular en cuanto a su función, por ser consultiva, y que consiste en hacer un examen crítico de los asuntos que se le someten, con deseos de ayudar; no en hacer una crítica negativa, sino positiva, señalando qué defectos se ven y qué remedios se les podrían poner. Y todo eso lo ha conseguido manteniéndose neutral en el debate político. Así como hay otros órganos del Estado a los que continuamente se acusa de estar muy politizados, al Consejo de Estado no se le ha hecho nunca esa acusación. Es un Consejo políticamente neutral, que intenta ayudar siempre al Gobierno, sea cual fuere este Gobierno, por un sentido puramente institucional. Estos son los méritos que a mi juicio justificaban el premio que le dieron los procuradores. –Confieso también que me llamó mucho la atención cuando dijo que, afortunadamente, los dictámenes del Consejo de Estado no son vinculantes. ¿No otorgaría más relevancia pública a la institución que sus recomendaciones o sugerencias fueran de obligado cumplimiento para los poderes públicos? –Evidentemente tendría mucha más relevancia. A la opinión pública le resulta un poco “pobretón” que un órgano pueda aconsejar, pero que sus consejos sólo tengan que ser oídos. Pero si tuvieran que ser atendidos ya no sería un órgano consultivo, sería un órgano codecisor, al nivel del Gobierno o de las Cortes, algo completamente distinto. Sería muy difícil mantener la neutralidad, o hacer un examen crítico desapasionado de los asuntos que se le someten. Hay una función que realizar como órgano que puede dar su juicio pero sin pretender nunca imponerlo. Para ser lo que es, el Consejo de Estado Procuradores Entrevista Nº 93/Agosto 2011 Francisco Rubio Llorente nació hace 81 años en Berlanga (Badajoz). Es catedrático emérito de Derecho Constitucional de la Universidad Complutense y fue director del Departamento de Estudios Europeos del Instituto Universitario Ortega y Gasset. Ha sido secretario general del Congreso de los Diputados y director del Centro de Estudios Constitucionales. Entre 1980 y 1989 fue magistrado del Tribunal Constitucional, y su vicepresidente entre 1989 y 1992. Es director de la Revista Española de Derecho Constitucional, y miembro del Consejo Científico del Annuaire International de Justice Constitutionnelle y del Instituto Euroregions de Friburgo (Suiza). Está en posesión de la Orden de Isabel la Católica y la Gran Cruz de la Orden del Mérito Civil. Desde abril de 2004 es el presidente del supremo órgano consultivo del Gobierno. El Consejo de Estado es una de las instituciones más antiguas de España. Se fundó en 1522, y desde entonces, aunque con cambios profundos en su composición y en sus funciones, se ha mantenido hasta hoy. Tradicional órgano de asesoramiento del monarca, en 1845 pasó a ejercer también algunas funciones jurisdiccionales que perdió de modo definitivo en 1904. Tiene su sede en el antiguo Palacio de Uceda, en la calle Mayor de Madrid. Su función principal es emitir dictámenes, estudios, informes o memorias a petición del Gobierno. Una labor que los procuradores de Madrid acaban de premiar con su Balanza de Oro de la Justicia. 19 Entrevista Nº 93/Agosto 2011 20 tiene que emitir dictámenes que no vinculen a quien los solicita. –Y aunque no sean vinculantes, ¿en qué porcentaje se atienden las recomendaciones que emanan del Consejo de Estado? –En un porcentaje muy alto. Esto tiene un reflejo muy tenue en la publicación de las normas: si no se ha atendido la recomendación, se dice “oído el Consejo de Estado”, y si se ha aten dido, se dice “de acuerdo con el Consejo de Estado”. Estas recomendaciones se formulan además en dos niveles dis tintos: como simples observaciones, o como observaciones de carácter esencial. Son sólo estas últimas las que tienen que ser tenidas en cuenta por el autor de la norma si quiere publicarla “de acuerdo con el Consejo de Estado”. El porcentaje de normas que se aprueba “de acuerdo con el Consejo de Estado” es muy alto, desde luego superior al 90 por ciento. ¿Por qué? Sin duda, hay un mérito intrínseco en las opi niones del Consejo: están bien fundamentadas, son sólidas y constructivas. Y en segundo lugar porque un real decreto, por ejemplo, que es objeto de un recurso contencioso-administrativo y va al Tribunal Supremo, llega muy debilitado si se ha publicado “oído el Consejo de Estado”; corre más riegos de ser anulado o revisado. –¿Está ya cómodo con la actual regulación funcional y organizativa del Consejo de Estado, tras la reforma de 2004? –Se han hecho cambios para dismi nuir el número de asuntos, pero también, por otro lado, para elevarlos. A mi juicio hay un tipo de asuntos, bastante numerosos, en los cuales la participación del Consejo de Estado no es decisiva; lo fue en otras épocas de nuestra historia, pero no actualmente, con una jurisdicción contenciosa muy potente, como son las reclamaciones de indemnización por daños produ cidos por el funcionamiento de la administración pública o el anormal funcionamiento de la Administración de Justicia. Se ha elevado el nivel de entrada de estos asuntos en el Consejo de Estado, primero a 6.000 euros y luego a 50.000, mientras que antes daba igual cuál fuera su cuantía. A medio Procuradores “Así como hay otros órganos del Estado a los que continuamente se acusa de estar muy politizados, al Consejo de Estado no se le ha hecho nunca esa acusación. Es un Consejo políticamente neutral” plazo, esta medida reducirá el número de asuntos que llegan al Consejo. Pero también en la reforma de 2004 se le dio una competencia nueva, inédita hasta entonces, que es la de hacer estudios, informes o proyectos de ley de reforma constitucional. A esos fines se creó una comisión de estudios, que ha tenido una labor muy importante en temas como la reforma constitucional, la inserción del derecho europeo en el español, la reforma electoral, la distribución de competencias sobre fondos marinos y especies protegidas, o sobre el problema de la pesca no regularizada o no legalizada que se descarga en puertos españoles. Se han elaborado una serie de informes, algunos de los cuales han sido publicados en forma de libro. Cuantitativamente son muchos menos los asuntos que han venido por esta vía que los que se han quitado por la otra, pero también son de un peso y complejidad muy diferentes. –¿Y cree que serían necesarias aún más reformas para optimizar el funcionamiento del Consejo de Estado? –Sí, todavía habría que hacer reformas en el Consejo, y espero que en el futuro se acometan. Habría que darle una estructura un poco distinta a la Comisión de Estudios y dotarla de mayor permanencia. Y otra vía que habría que explorar es la de darle participación al Consejo de Estado en lo que se llama la fase ascendente del derecho europeo, para que pudiera conocer las directivas, reglamentos europeos, etc., cuando se están todavía elaborando, cuando todavía no se han convertido en normas vinculantes. Creo que sería buenísimo para la inserción del derecho europeo en el español, que es una tarea decisiva para nuestro Estado de Derecho. Yo no la veré ya, pero esta sería una reforma muy bonita de la Ley Orgánica del Consejo de Estado que valdría la pena hacer. –Hace cinco años le ponía un 8 a nuestro Estado de Derecho. Vistos los acontecimientos posteriores, ¿mantiene esa nota? –Visto lo que ha pasado en estos últimos años, sin culpar a nadie por ello, yo rebajaría un poco la nota. El funcionamiento de algunas instituciones, y de otras en relación con ellas, no ha sido brillante. Vamos a dejarlo en un 7. –Al hablar de acontecimientos posteriores me refería, por ejem- “Cometí un error de bulto, del que estoy profundamente arrepentido: haber dotado de legitimación a las minorías parlamentarias para el recurso directo ante el Tribunal Constitucional” Procuradores Entrevista “Recuerdo una ocasión en la que de manera sorprendente, y en un tema crucial, un miembro del Consejo General del Poder Judicial se abstuvo. En un órgano cuyo dictamen es vinculante no cabe hacerlo” a las minorías parlamentarias para el recurso directo ante el Tribunal Constitucional. Eso, que existe en pocos lugares, y que yo tomé del modelo alemán, aquí se ha traducido inevita blemente en que para la opinión pública el Tribunal Constitucional sea una especie de tercera cámara donde se continúa el debate que se había mantenido entre el partido mayoritario y la oposición. Si tuviera que hacer de nuevo la Constitución, ese punto lo suprimiría. –¿Por qué cuesta tanto, o al menos es la impresión que se puede dar a veces, mantener engrasados los mecanismos del Estado? –No se puede forzar a los partidos a ponerse de acuerdo para los nombramientos, eso es obvio, pero quizás se pueden crear mecanismos que los empujen en ese sentido. Los alemanes utilizan una técnica que les da algún resultado, aunque no soluciona todos los problemas, y es que al comienzo de cada legis latura se establece una lista de candidatos para cubrir las vacantes que eventualmente se produzcan en el Tribunal Constitucional. Esa es una solución; después hay un plazo, agotado el cual es el propio Tribunal el que elige a los nuevos magistrados. Incluso se podría pensar volver a la vieja idea griega del sorteo, establecer al comienzo de la legis latura una lista de posibles candidatos para cubrir vacantes del Tribunal Constitucional, que fueran personas de prestigio en el mundo del derecho, y que llegada la hora de la verdad se hiciera un sorteo. Los partidos participarían en la determinación de las listas, pero después actuaría el azar. No sé, no quiero que suene a propuesta definitiva, habría que darle más vueltas a la idea, pero hay que buscar soluciones para evitar que se reproduzcan estas situaciones de bloqueo de los órganos. –¿Qué le ha parecido la decisión de tres magis Nº 93/Agosto 2011 plo, a las disfunciones que el sistema parece presentar. Por ejemplo, cuando toca renovar el Consejo General del Poder Judicial, o el Tribunal Constitucional. ¿Falla el modelo, o los actores? –Uno de los problemas que ambas instituciones suscitan es el de las dificultades que encuentran las dos cámaras de las Cortes para hacer los nombramientos. Son dificultades que crean o alimentan una imagen de politización de órganos que debían estar políticamente neutralizados, dilatan el momento de la renovación de mane ra que se produce en algunas ocasiones hasta tres años después de la expiración de los mandatos, y hace que de cara a la opinión pública se vea a los distintos miembros de uno y otro órgano, si no como representantes, al menos como personas muy dependientes de la opinión de los distintos partidos políticos. Y al mismo tiempo creo que se han producido errores en el funcionamiento de ambas instituciones. Recuerdo una ocasión en la que de manera sorprendente, y en un tema crucial, un miembro del Consejo General del Poder Judicial se abstuvo, algo que en el Consejo de Estado no hubiera podido hacer. En un órgano cuyo dictamen es vinculante no cabe hacerlo. Y en el Tribunal Constitucional también se han producido errores que no quiero mencionar. Probablemente hay un defecto de modelo, más que en las personas. Cuando se hizo la Constitución, el derecho constitucional que sabíamos era por los libros, no teníamos experiencia ninguna de vida constitucional, como es obvio, y la práctica ha evidenciado que en al gunos asuntos nos equivocamos. –Efectivamente, usted participó de forma muy directa en la ela boración de la Constitución. –Cuando digo nos equivocamos es porque en alguno de esos asuntos me equivoqué. Yo era simplemente asesor de la ponencia, pero como se suponía que sabía más derecho constitucional que otros, me hacían mucho caso. Y concretamente, en el caso del Tribunal Constitucional, cometí un error de bulto, del que estoy profundamente arrepentido: haber dotado de legitimación 21 Entrevista Nº 93/Agosto 2011 22 trados del Tribunal Constitucional de presentar su dimisión? –La comprendo, moralmente la aplaudo, pero desde el punto de vista técnico tiene un problema: no es una dimisión. Se puede renunciar a los derechos, pero no se puede renunciar a las obligaciones. Estos magistrados agotaron sus mandatos hace unos meses, y ahora están ejerciendo sus funciones por imperativo legal. Técnicamente lo que han pedido es una dispensa del cumplimiento de las obligaciones que la ley les impone. El presidente del Tribunal Constitucional me parece que ha dicho que no aceptaba las renuncias; yo creo que debería haber dicho que no puede conceder esa dispensa, que es cosa distinta. Dicho esto: el efecto que ha tenido me parece estupendo, aplaudo la decisión de quienes han tomado esta iniciativa, y ojalá sirva para activar el proceso de sustitución. –Cito una reflexión suya: “Como estudioso me intriga el hecho de que los españoles hayamos sido capaces de violar las constituciones o sustituirlas por otras, pero jamás reformarlas”. ¿Le encuentra alguna explicación? –Y está ocurriendo ahora. A mi juicio nuestra Constitución debería ser reformada. Parece que los españoles tenemos una tendencia a sacralizar las constituciones; se convierten para nosotros en una especie de tótem, de objeto o realidad sacral casi intocable. Tú puedes decir destruirla, pero no se puede modificar. Pasó con la Constitución de 1869, y con la de la II República. Las constituciones monárquicas, como la de 1837, aunque se presentaba como una Constitución nueva, era una reforma de la de 1812; y la de 1845, era realmente una reforma de la de 1837. En esa concepción de las constitucio nes era el poder legislativo el que podía cambiarlas. Pero después sí se ha dado eso de “totemizar” la Constitución. Se podría decir que cuando ha sido impuesta por un partido, el otro partido no quiere reformarla sino destruirla; pero la Constitución actual no ha sido impuesta por un solo partido. Y la de 1876, la de la Restauración, se quiso reformar, y si se hubiera hecho caso al Partido Reformista de don Mel- Procuradores quíades Álvarez, quizás nos hubiera evitado todas las tragedias posteriores, pero nunca se llevó reforma alguna a término. Y con la Constitución de 1931 hubo también dos o tres proyectos de reforma que tampoco se tomaron en consideración, ya que unos la juzgaban intocable, y a otros les parecía que aquello no tenía remedio y había que destruirlo. No lo sé, es posible que la raíz de todo esto se encuentre en una actitud profunda de nuestra cultura. –Es conocida su postura favorable a una importante reforma de la Constitución, en la línea del informe que el Consejo de Estado aprobó en 2006. Parece que ten- “Los alemanes utilizan una técnica que les da algún resultado, aunque no soluciona todos los problemas, y es que al comienzo de cada legislatura se establece una lista de candidatos para cubrir las vacantes que eventualmente se produzcan en el Tribunal Constitucional” drá que quedar para la próxima legislatura. ¿Siente alguna frustración porque no haya sido posible en este periodo legislativo? –Sí, pero sólo una cierta frustración. La existencia de este informe ha contribuido a acentuar la conciencia de la necesidad de la reforma; creo que es un punto de partida importante para cualquier reforma de futuro. Lo que pasa es que en el momento actual la reforma de la Constitución tiene que ir mucho más lejos de lo que se decía en el estudio del Consejo de Estado. –No parece tarea fácil. Hace falta un gran acuerdo político, dos legislaturas, un referéndum… –Sí, pero imagínese desde el punto de vista político lo que supondría que los dos grandes partidos se pusieran de acuerdo en algo, y en algo trascendental. Yo no sé cómo vamos a poder seguir retrasando esta reforma de la Constitución, porque el tema del derecho europeo es cada vez más acuciante. Si los proyectos que hay de control de la Unión Euro pea sobre los presupuestos naciona les se llevan adelante, y yo creo que se debe hacer, ¿cómo podemos, sin una base constitucional, permitir esta participación de la Unión Europea en la decisión soberana por antonomasia, como es la fijación del presupuesto? O en el tema del control del déficit: actualmente, el Gobierno no tiene instrumentos eficaces para impedir el déficit de las comunidades autónomas. Puede no autorizar emisiones de deuda, pero esa es una medida más bien de represalia que de control previo. Los alemanes han re- para decirlo de manera sintética estoy a favor de lo que se ha hecho. –Los procuradores quieren asumir más funciones, en materias como los actos de comunicación y la ejecución. ¿Cree que es un colectivo suficientemente aprovechado con sus actuales competencias? –Yo sé poco de procuradores. En mi infancia hubo la figura de un procu rador, que era amigo de mi familia y que venía periódicamente a casa de mi pobre abuela a recordarle un problema litigioso que tenía con el Banco Hipotecario, y algunos familiares son procuradores; una sobrina a la que quiero mucho es procuradora en Madrid. Todo lo que se pueda hacer para insertar en la Administración de Justicia a profesionales privados que actúan por lo general con mayor dinamismo que el burócrata, por muy encomiable que sea la labor del burócrata –yo he sido toda mi vida burócrata–, está bien. El procurador tiene una actitud de mayor distanciamiento respecto de la postura jurídica del cliente que el abogado; es un profesional liberal al que se le puede exigir una responsabilidad, porque depende de su relación con la Administración de Justicia. –¿Cree que los procuradores pueden aumentar su papel de colaboradores de la Administración de Justicia, y ayudar así a su agilización? Por ejemplo, si se les reconociera cierta capacidad de dotar de fuerza legal a sus actos. –Probablemente cosas de este tipo contribuirían mucho a afirmar la figura del procurador, de una parte, y a incre mentar su utilidad para el funcionamiento de la Administración de Justicia, de la otra. Pero repito, es un tema que conozco muy de lejos y no me atrevo a formular una opinión. No me parece que haya obstáculos para ello, porque de alguna manera es potenciar lo que ya se está haciendo. –El presidente Zapatero ya ha dicho que no se presentará a las próximas elecciones. Cuando alcance la condición de expresidente, será consejero nato vitalicio del Consejo de Estado. ¿Le ha dicho ya si tiene la intención de tomar posesión del cargo, como sí hicieron en su momento José María Aznar, aunque luego cesó por ser incompatible con sus otras actividades, y Leopoldo Calvo Sotelo? –No lo sé. Espero que venga, y que se quede más tiempo del que el expresidente Aznar estuvo con nosotros. q Entrevista “No me parece que haya obstáculos para dotar de fuerza legal a los actos de los procuradores” RAÚL DE ANDRÉS Nº 93/Agosto 2011 formado su Constitución precisamen te para eso. Con la dependencia de nuestra política económica respecto de la europea, hará falta hacer algunos cambios constitucionales. –Según tengo entendido, el ministro Francisco Caamaño es discípulo suyo. –Yo lo conocí cuando me lo recomendó un catedrático de Derecho Administrativo de Santiago de Compostela para que le pusiera el prólogo a un libro que le había premiado el Congreso de los Diputados, que era su tesis doctoral, sobre el mandato parlamentario. Lo leí, me pareció que estaba bien, y le puse un prólogo como he hecho en otras ocasiones disintiendo en parte de sus tesis, pero Francisco Caamaño me lo agradeció mucho. Desde entonces comenzó a asistir a un seminario que yo he mantenido desde 1980 en la Uni versidad Autónoma de Madrid con sucesivas generaciones: mis discípulos, los discípulos de mis discípulos… Es un seminario del que estoy especialmente orgulloso porque se ha mantenido sin recibir un céntimo de subvención de ningún órgano público; lo único que hace la Universidad Autónoma es prestarnos un aula. Simpaticé con él, es un excelente jurista. Yo poco le he enseñado, pero estoy muy orgulloso de que él se considere discípulo mío, por supuesto. –¿Qué le parece el plan de modernización de la Justicia emprendido durante su mandato en el Ministerio en estos últimos dos años? –Toda mi vida he sido jurista, no he hecho otra cosa, pero tengo muy poco conocimiento de la vida forense, de manera que mi opinión seguramente en esta materia no vale mucho. Visto desde fuera todo lo que ha hecho parece aceptable, y ha hecho mucho. La oficina judicial, los estudios sobre la nueva planta, las reformas procesales, algunas culminadas y otras no… Caa maño ha hecho un esfuerzo notable de modernización del sistema judicial que merece todo el aplauso. Algunas cosas quizás tengan defectos que a mí se me escapan, o quizás sus proyectos han encontrado obstáculos que han impedido su plena realización, pero Procuradores 23
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