¿CÓMO SE HA FORMADO EXTREMADURA?: LA EVOLUCIÓN

¿CÓMO SE HA FORMADO EXTREMADURA?: LA EVOLUCIÓN DEL RELIEVE EXTREMEÑO
Nuestra historia geológica tiene 600 millones de años. Al principio fuimos parte del fondo marino (los fósiles lo demuestran), hasta que los movimientos de los continentes nos elevaron por encima del nivel del mar, hace unos 300 millones. Después, formando parte de la Meseta, nuestra región ha sufrido una intensa erosión que lo arrasó todo, hasta que el empuje de África, hace menos de 40 millones de años, fragmentó la región creando bloques elevados (las cordilleras) y bloques hundidos (las depresiones).
Si observas el mapa de Extremadura, te parecerá hecho “de una sola pieza”, con zonas más altas (las montañas) y zonas más bajas (llanuras y valles de ríos). Sin embargo, Extremadura está formada, en realidad, con terrenos de dos piezas diferentes; dos de los "pedazos" que forman nuestra península, que es como un puzzle que se acabó de encajar hace muchos millones de años. Para entender esto es preciso que recuerdes que la corteza del planeta está formada por placas distintas. Esas placas se mueven, se rompen en trozos más pequeños o se unen para formar placas mayores. Por ello, comprenderás que las formas que vemos en un mapa actual no son estables y fijas, sino que han ido cambiando con el tiempo. Así, la Península Ibérica está formada por la suma de terrenos surgidos muy lejos unos de otros, y que se han acercado hasta unirse, formando así la Meseta y nuestra región. Esta es la historia de cómo ocurrió todo esto.
PRECÁMBRICO (4.600­542 millones de años)
Todo el territorio que hoy ocupa nuestra región se encontraría cerca de un gran continente que reunía por entonces a las actuales África, Suramérica, Australia, India y Antártida. Y estaría casi siempre sumergido bajo las aguas del mar, en cuyo fondo se acumulaba gran cantidad de sedimentos. A veces, se producían avalanchas submarinas que provocarían el desplazamiento rápido y masivo de esos materiales desde zonas menos profundas hasta otras a más profundidad. Así se depositaron, por ejemplo, los sedimentos que forman muchas de las rocas de la penillanura trujillano­cacereña o de La Serena (este de Badajoz). En otras ocasiones, hubo erupciones procedentes de volcanes submarinos que nos han dejado rocas volcánicas por ejemplo en el sur de Badajoz. Al parecer, sólo emergerían del mar ocasionalmente algunos terrenos en forma de islas.
Al final de todo este enorme periodo, hubo una orogenia de la que ya quedan pocos restos. Lo más importante es que, según algunos geólogos, fue entonces (hace algo menos de 600 m.a.) cuando se acercaron los terrenos que forman el suroeste de Badajoz (esas islas citadas antes) y los que forman el resto de Extremadura, que hasta entonces estaban separados. Ello supuso la desaparición del fondo oceánico que los separaba y el choque de ambos terrenos, llamados Zona de Ossa­Morena y Zona Centroibérica, una parte de los cuales se elevó por encima del nivel del mar. PALEOZOICO (542­251 m.a.) En los inicios de esta era geológica, la zona que ocupamos volvió a sumergirse por entero bajo el mar. En el vaivén de los continentes y las placas de entonces, nos movimos desde una posición tropical hasta el círculo polar antártico, y de ahí de nuevo hacia el norte hasta el ecuador. Este continuo viajar, unido a los cambios de profundidad del mar, ha provocado la sedimentación de distintos materiales que, con el tiempo, han dado lugar a rocas diferentes: calizas formadas a veces por arrecifes y, por ello, repletas de fósiles; cuarcitas procedentes de la arena cercana a las playas (también con fósiles de animales que reptaban sobre esa arena); pizarras que proceden de arcillas de zonas más profundas, e incluso pedazos de roca caídos sobre esas pizarras desde icebergs. Esta diversidad de rocas ha provocado, como se verá después, una gran variedad de paisajes en nuestra región.
Tampoco dejó de haber, en este periodo, erupciones volcánicas submarinas que nos han dejado las lavas por ejemplo de la zona de Zafra y Los Santos de Maimona.
En la parte final del Paleozoico, en un periodo denominado Carbonífero (359­299 m.a.), se produce un acontecimiento de especial importancia para nuestro relieve. Ese acontecimiento se llama Orogenia Varisca o Hercínica. Ya se ha dicho que estábamos cerca de las costas de un gran continente (los geólogos lo llaman Gondwana). Este supercontinente comenzó a moverse hacia otro llamado Euroamérica (porque incluía América del Norte y ciertas zonas de Europa). Cuando chocaron para formar un único continente (Pangea), todo lo que había en medio, por ejemplo los terrenos que ocupan hoy Extremadura o la Meseta entera, fue comprimido, deformado y elevado. Se formó así una enorme cordillera de miles de metros de altitud y unos 3.000 km. de longitud. En su extremo suroeste estaba nuestra región. El fondo oceánico que separaba ambos continentes desapareció literalmente debajo de nosotros, y los sedimentos que se acumulaban en su fondo fueron comprimidos y plegados en anticlinales y sinclinales cuyos restos aún son visibles en buena parte de Extremadura, y que suelen tener siempre dirección noroeste­sureste. Al tiempo, en ciertos lugares se incrustó magma desde zonas profundas de la Tierra, magma que no llegó a la superficie y que tardó cientos de miles de años en enfriarse. Hoy, ese magma frío es visible en forma de una roca muy común: el granito. Por si esto fuera poco, aquellas dos piezas que se unieron en el Precámbrico, la Zona de Ossa­Morena (ZOM) y la Zona Centroibérica (ZCI), siguen moviéndose: ZOM se desplaza hacia el sureste unos doscientos kilómetros hasta ocupar la posición actual respecto de ZCI.
Pero antes de que acabe el Paleozoico aún da tiempo para que ocurra alguna cosa más. En los últimos brazos de mar que van quedando mientras se eleva esa enorme cordillera, prosperan los arrecifes de coral; en sus orillas, la materia vegetal se va acumulando para quedar luego sepultada por sedimentos, formándose así las capas de carbón por ejemplo de Los Santos de Maimona. Por último, en esa cordillera recién surgida hubo valles cubiertos de bosques y por donde circulaban los ríos. Algunas veces, esos ríos arrastraban troncos de árboles que eran luego abandonados entre los cantos rodados de la orilla. Aún hoy podemos ver los restos de todo aquello.
Extremadura emerge así por encima del nivel del mar, que ya nunca volverá a cubrirla. Por entonces éramos un pequeño pedacito de Pangea, el único continente que había en el planeta en aquella época. MESOZOICO (251­65 m.a.)
En esta era geológica, Pangea se fractura en pedazos menores. Así, Europa y África se separan de América y nace el Atlántico. En otras palabras, la costa occidental de nuestra Meseta aparece ahora. Es más, toda ella queda aislada del resto de las tierras emergidas, convirtiéndose en una isla. Esta ruptura de continentes se refleja también en Extremadura con la aparición de una enorme falla que la atraviesa por completo y que es, de hecho, la fractura más grande de la Península: la falla de Plasencia. En realidad, la Meseta pudo partirse por aquí en dos pedazos que habrían quedado separados por un nuevo mar, pero el intento fracasó porque los dos trozos no llegaron a distanciarse.
Por otro lado, en toda esta era, la erosión fue muy intensa y atacó sin descanso la cordillera surgida en el Paleozoico. Sus relieves fueron rebajados y convertidos en una penillanura y las montañas desaparecieron. Esta erosión es la que ha evitado la presencia en Extremadura de sedimentos del Mesozoico y, por tanto, también de los fósiles típicos de esta era (los dinosaurios).
CENOZOICO (65 m.a.­Actualidad)
Es ahora cuando se produce el acontecimiento que crea el relieve actual de Extremadura: una nueva orogenia llamada Alpina. Los continentes se mueven ahora intensamente. África se desplaza hacia el norte, comprimiendo contra Europa esa isla que era nuestra Meseta. Sus viejos y endurecidos materiales han perdido ya su elasticidad, y ante ese empuje la Meseta se rompe en pedazos. Esos bloques a veces se elevan, formando las tres cordilleras que atraviesan Extremadura de este a oeste. Entre medio quedan los bloques que se hunden, que forman los valles del Tajo y del Guadiana. Lógicamente, los materiales erosionados de las sierras acabarán depositándose en los valles.
A.­ LAS CUENCAS SEDIMENTARIAS: Hasta entonces, la Meseta había estado inclinada hacia el este, de forma que los ríos discurrían en esa dirección. Con la Orogenia Alpina, la inclinación será ahora hacia el Atlántico, lo que provocará el nacimiento de nuevos ríos: los actuales Tajo y Guadiana. No obstante, durante un tiempo, los cursos de agua no tenían salida al océano, sino que desembocaban en lagos interiores donde el agua acababa evaporándose. En otras palabras, eran zonas endorreicas. Es ahí donde se van a acumular las arcillas y, ocasionalmente, las calizas que hoy vemos, por ejemplo, en Tierra de Barros. Desde que por fin el Guadiana y el Tajo abren su salida al mar, hace unos 2 millones de años, han ido encajándose en aquellos tramos en que atravesaban las duras rocas de eras geológicas antiguas (caso del Tajo en todo su recorrido extremeño o del Guadiana en su desplazamiento por La Serena). En cambio, en los sectores más hundidos, han sedimentado arenas y arcillas, como ocurre en las Vegas del Guadiana o en las de los afluentes del Tajo por su margen derecha. Es ahí, precisamente, donde quedan restos del lecho fluvial de épocas pasadas. Los cambios en el nivel del mar (relacionados con las glaciaciones) han hecho que los ríos hayan creado unos escalones en sus propios sedimentos, escalones que llamamos terrazas fluviales.
B.­ LAS CORDILLERAS
Los bloques elevados por la Orogenia Alpina forman las tres cordilleras que tiene Extremadura. En algunos casos, esos bloques han llegado a subir entre 1 y 2 km. respecto de los valles cercanos, por ejemplo Gredos respecto del valle del Tiétar, o la Sierra de Gata. En otros casos, sobre ese bloque elevado, la erosión ha creado un relieve muy típico de sierras alargadas (hasta decenas de kilómetros), coronadas frecuentemente por una cresta rocosa. Esto es lo que vemos, por ejemplo, en la Sierra de Villuercas, o en la Sierra de San Pedro, Sierra Morena, etc. En las cumbres más altas de estos bloques elevados, las glaciaciones de los últimos 2 millones de años han dejado también su huella. Así, en Gredos podemos ver los circos creados por el hielo perpetuo, algún valle de fondo plano (La Serrá, en la R. N. Garganta de los Infiernos), morrenas, etc. En las sierras de menor altitud, la huella del frío se limita a acumulaciones de piedras en las laderas, los canchales o pedreras, creados por la gelifracción. Las Villuercas, la Siberia o la Sierra de Hornachos son buenos lugares para observarlas.