CÓMO PREPARAR LOS EXÁMENES CONSIDERACIONES GENERALES Hay que evitar en lo posible los agobios de los últimos días y semanas Para ello lo mejor es empezar a preparar los exámenes desde comienzo de curso. Procurar estar al día en todos los temas y trabajarlos de forma organizada confeccionando esquemas, resúmenes, utilizando apuntes, fijando los conocimientos que se resisten a ser aprendidos. Los repasos frecuentes de los contenidos recién estudiados facilita enormemente la comprensión y el aprendizaje de los sucesivos contenidos, ya que la comprensión firme y estable del material que precede es una buena base para los nuevos conocimientos que has de incorporar. Anota las dudas que tengas y trata de resolverlas cuanto antes con el profesor o con los compañeros. Aunque el estudio y el repaso es algo personal, un buen complemento es reunirse alguna vez por semana con los compañeros de curso para repasar, preguntarse y aclarar dudas en equipo. En ese afán de aclararse y por aclarar a los demás las dudas, se consigue mayor atención e interés, se fijan mejor los contenidos más difíciles y se reduce la ansiedad ante los exámenes. Hacerse preguntas sobre los temas estudiados. Trata de redactarlas por escrito, simulando el examen que vas a hacer. Conseguir información sobre los exámenes que suele poner, la forma que tiene de calificar, contenidos que da mayor importancia el profesor de la materia. De todo ello te puedes informar por alumnos de cursos anteriores. QUÉ HACER LOS ÚLTIMOS DÍAS: LOS REPASOS Conviene que tengas prefijado un tiempo diario de repaso de la materia para evitar nerviosismos y desasosiegos de última hora. El repaso debe hacerse en sesiones cortas, cuando has empezado con suficientes días de antelación, con descansos intermedios. Los repasos finales se pueden alargar más. Interesa, sobre todo, repasar, y no estudiar -salvo excepciones- material nuevo: de otro modo existe el peligro de confundir las ideas al querer aprender cosas nuevas a última hora. En los repasos hay que dedicarse a: Preguntas fundamentales que se considera que saldrán en el examen. Esbozar mentalmente o por escrito la contestación que debe darse a esas preguntas. Comprobar las respuestas con ayuda de esquemas, apuntes, textos... Temas respecto de los cuales se conoce una especial inclinación del profesor. Repasar con los resúmenes esquemáticos que nos hemos hecho. Puede ser aconsejable, para evitar la aridez, un autoexamen en solitario. Pero siempre después de un repaso personal. Si has estudiado siguiendo un método de trabajo adecuado, preparar un examen es, en gran parte, una cuestión de repaso. En este momento es cuando realmente vas a darte cuenta de que tu trabajo durante la evaluación no ha sido en vano: tienes el libro subrayado entresacadas las ideas principales y cuentas con un resumen que te evitará tener que acudir de nuevo al libro. Con todo este trabajo realizado lo primero que debes hacer, nada más conocer el día o los días de los exámenes, es planificar el tiempo de repasos. Al hacerlo, deja siempre unos días para posibles imprevistos que pudieran surgir durante esos días (una enfermedad breve, la dichosa gripe que todos terminamos padeciendo al menos una vez al año, la visita inesperada de un familiar...) Es conveniente además que revises bien tu planificación con el fin de asegurarte el repaso de todos los temas del examen y no encontrarte al final con agobios de última hora. Por supuesto, la preparación para un examen deberá ser un repaso y no un intento apresurado y desesperado de aprender lo que aún no has estudiado. Aunque quizás, a fuerza de robar tiempo de descanso, por suerte o gracias a una gran capacidad memorística, salgas del paso, ten por seguro que habrías realizado el examen mucho mejor, te agobiarías menos y obtendrías un conocimiento mucho más profundo y duradero si hubieras subrayado, hecho esquemas y resumido los temas. El estudio puramente repetitivo de los últimos días antes de un examen es solamente eso, estudiar para el examen, pues la materia no puede ser asimilada, en muchos casos ni siquiera comprendida, y al cabo de unos días no recordarás prácticamente nada de lo estudiado. Sin embargo, la preparación, el repaso antes de un examen no tiene por qué ser una actividad extenuante. Los períodos de repaso deben ser más bien cortos, de una hora o de hora y media, intercalando periodos de descanso entre ellos. Durante estos días en que el esfuerzo mental va a ser máximo no descuides la actividad física: el ejercicio, el deporte, la distracción contribuyen a evitar, o por lo menos a aminorar, la tensión y la ansiedad. Al repasar para un examen, debes limitar al mínimo la relectura y dedicar la mayor parte de tu tiempo a la recitación de los temas. Al repasar una lección, primero trata de recordar las ideas principales sin consultar tus notas. Luego, para comprobar si las recuerdas adecuadamente, acude a los esquemas. Si hay algo que recuerdas con dificultad o que no comprendes del todo, consulta el libro y vuelve a leer ese apartado. Esto es lo único que debes releer del libro durante todo el repaso: las dudas. Un ejercicio que puedes realizar también durante el repaso es la simulación del examen. Esta actividad te ayudará a familiarizarte con la situación, además de darte una buena muestra de tu nivel de recuerdo y aprovechamiento del tiempo (hazlo con el reloj delante, como si fuera el examen de verdad y para de escribir cuando transcurra el tiempo de la prueba). Verás algunos fallos o errores que será más difícil de volver a cometer en la situación real. Otra actividad que puedes realizar en este momento es intentar predecir las preguntas que te pueden hacer en el examen. Piensa un poco, recuerda las clases, pues la mayoría de los profesores suelen dar pistas, directa o indirectamente, de las posibles preguntas de examen (mayor énfasis en ciertos apartados, tiempo dedicado a un tema...). Puede ser conveniente organizar un repaso en compañía de un amigo del curso que tenga un nivel similar al tuyo para revisar los puntos más débiles y difíciles del programa. Hacer un bombardeo de preguntas y centrar la atención en las respuestas incorrectas, defectuosas o contestadas a medias. Estudiarlas a fondo y comprobar de nuevo si todo ha quedado comprendido. También pueden orientarte los exámenes de evaluaciones y años anteriores. Sobre estas posibles preguntas insiste más pero,-no por ello, dejes de estudiar el resto de los temas ya que algunos profesores, conociendo este truco de las adivinanzas y la circulación por las clases de pruebas de años pasados, cambian siempre las preguntas. Pero, además de esta preparación exclusivamente mental, es conveniente que cuides también el aspecto físico, especialmente si el examen es oral. Por lo que respecta a tu alimentación, huye de comidas ricas en grasas, azúcares, dulces y alimentos en conserva. Por el contrario, tu alimentación debe de contener proteínas, vitaminas, especialmente las A, B, C y D, y sales minerales como el hierro, el calcio y el fósforo (alimento para tu memoria). No hagas comidas copiosas. Es mejor poca cantidad de alimentos, para favorecer la digestión, pero repitiendo las comidas más a menudo. Tampoco es conveniente que estudies inmediatamente después de las comidas porque el adormecimiento dificultará tu concentración. Si eres de esos consumidores de café "sólo en fechas de exámenes", has de saber que la cafeína tomada en pequeñas dosis (dos o tres tazas como mucho al día) no parece tener efectos negativos en un organismo sano. Pero tomado en dosis mayores, dificulta el sueño, la concentración en el estudio y el rendimiento de la memoria, además de incrementar la irritabilidad, justo lo contrario de lo que tú querías conseguir atiborrándote de café. Durante los días de preparación de tus exámenes, no te olvides del cuidado de tu cuerpo: "mens sana in corpore sano". El ejercicio físico aumentará tu relajación, disminuirá tu ansiedad y te ayudará a concentrarte mejor en el estudio, después de haberte distraído durante un rato. En contra de la creencia generalizada, durante estos días no debes cambiar tus hábitos de sueño. El tiempo que se roba al sueño se paga en el examen con nerviosismo, confusión, cansancio e incluso bloqueo mental. QUÉ HACER LA NOCHE ANTERIOR Acuéstate a la hora normal y no trates de estudiar afanosamente hasta altas horas de la noche. Deja preparado todo el material del examen con el fin de que te acuestes tranquilo. Practica al acostarte alguna técnica de relajación. Puedes repetir la misma operación antes de dirigirte al colegio. QUÉ HACER DURANTE EL EXAMEN El estado emocional previo a un examen es determinante. Para lograr la calma ve convencido que el inicial nerviosismo desaparece al transcurrir los primeros minutos. No conviene estar demasiado pronto en el lugar del examen, pues participarías del nerviosismo y ansiedad de tus compañeros, que contagiarán su propia inseguridad. Lee atentamente las instrucciones y preguntas del examen y procura estar bien seguro de haberlas entendido. Después distribuye racionalmente el tiempo con arreglo a la dificultad y extensión que presente cada pregunta. Procura reservar unos minutos al final del examen para repasar las respuestas que has dado, revisar la puntuación, acentos y las posibles faltas de ortografía y si has omitido algo esencial en las respuestas. Cuida las expresiones y las palabras. Si es una pregunta amplia, haz en un papel aparte un esquema de los puntos esenciales que deseas exponer guardando un orden lógico. Vete al "grano", no divagues ni pretendas dar la impresión al examinador de que sabes mucho por la cantidad de hojas que escribes. Contesta con orden, con la mejor letra posible, sin tachaduras, ni borrones. Si no recuerdas la respuesta adecuada a una pregunta, intenta relacionarla con otros contenidos semejantes que tengas almacenados en tu mente y con los que guarde alguna relación. Formúlate la pregunta desde otros ángulos y con tus propias palabras. Es posible que te venga la inspiración. Guarda un orden en las respuestas. Lo más práctico es comenzar por las que se saben mejor, ya que así se pierde el miedo y se adquiere confianza en uno mismo. Las preguntas que peor se dominan se deben contestar hacia el medio, y dejar alguna pregunta que dominas bien para el final, para que el profesor se quede con buena impresión. Exposición clara y bien diferenciada. Las ideas deben aparecer de manera bien clara y precisa. Las ideas principales debes completarlas con las secundarias y los detalles. Toda exposición clara tiene: Introducción: demuestra que comprendes globalmente la pregunta que te han formulado. Argumentación: enumera hechos y aporta razones que prueben lo expuesto anteriormente. Conclusión: sintetiza en un par de frases el contenido básico de lo expuesto, indicando al mismo tiempo si es posible alguna aplicación práctica. Trata de no dejar ninguna pregunta en blanco. Ya sabes que una pregunta en blanco se puntuaría con 0. Lo más razonable es que intentes centrar la atención en el significado de la pregunta y trates de encontrar relaciones lógicas con otras cuestiones. Intenta decir algo que sea coherente y tenga relación más o menos directa con la cuestión. QUÉ HACER DESPUÉS DEL EXAMEN Hacer una serena autoevaluación de cómo ha ido. Descubrir los propios errores no para lamentarse sino para aprender de ellos. Saca a la luz los errores, las imprecisiones, los olvidos, las lagunas. Algunas preguntas orientativas pueden ser: ¿Entendí lo que se me pedía en cada pregunta? ¿Supe desarrollar las ideas importantes o me perdí en datos secundarios? ¿Olvidé conceptos secundarios que mantenían relación con las ideas principales? ¿He cuidado el orden en la exposición y he cometido faltas de ortografía. © Ministerio de Educación y Ciencia Centro Nacional de Información y Comunicación Educativa
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