CÓMO LOGRAR LA EFICIENCIA Y EFECTIVIDAD FUNCIONAMIENTO DEL COMITÉ DE AUDITORÍA EN EL Existen varios requerimientos en la Ley Sarbanes Oxley que regulan las funciones y responsabilidades del comité de auditoría de una empresa que cotiza en los mercados de valores de los Estados Unidos. A partir de la promulgación de esta Ley de transparencia, aprobada en el año 2002 con el fin de fortalecer el gobierno corporativo y restaurar la confianza de los inversores, muchas prácticas que efectuaba un comité de auditoría que en algunas compañías se habían implementado en forma voluntaria, pasaron a ser prácticas obligatorias. La legislación de dicha ley es amplia y establece estándares para las Juntas de Directores y Comités de Auditoría, además de estándares para rendición de cuentas, penalidades por conductas de la gerencia, y estándares de independencia para los auditores externos, entre otros temas. Las tareas y responsabilidades que las compañías definen para los comités de auditoría presentan una columna vertebral que generalmente está compuesta de temas comunes que surgen de los requerimientos establecidos por las leyes y regulaciones bursátiles, y otros temas que cada compañía define y asigna a la medida de sus necesidades y expectativas internas. Veamos brevemente los requerimientos sobre el comité de auditoría que definen algunas secciones de la Ley Sarbanes Oxley: Definición de Comité de Auditoría Sección 205: Define al comité de auditoría como: Un comité (o cuerpo equivalente) establecido por y entre los miembros de la Junta de Directores de la empresa con el propósito de supervisar los procesos contables y de presentación de información financiera de la empresa, y sus estados financieros. La Ley también estipula que si no existe tal comité, entonces el comité de auditoría es toda la Junta de Directores. Independencia del Comité de Auditoria Sección 301: Cada miembro del comité de auditoría de la empresa, debe ser “independiente.” Para ser considerado “independiente,” el integrante del comité no debe: (1) aceptar ningún trabajo de consultoría, u otra compensación a modo de honorario por servicios a la empresa que no constituyen tareas propias del comité; o (2) estar afiliado con la empresa o alguna subsidiaria de la misma. (La SEC tiene autoridad para otorgar excepciones.) Nombramiento, Compensación, y Supervisión de los Auditores Externos Sección 202: El comité de auditoría, en su capacidad de comité de la Junta de Directores, es responsable por el nombramiento, compensación y supervisión del trabajo de los auditores externos empleados por la compañía (incluyendo la resolución de los desacuerdos entre la gerencia y el auditor externo sobre la información financiera) con el fin de preparar o emitir el dictamen de auditoría y trabajo subyacente. La firma contable reporta directamente al comité de auditoría. Pre-aprobación de los servicios de auditoría y de aquellos servicios que no constituyen la auditoria Sección 202: Requisitos de Pre-aprobación – Todos los servicios de auditoría y aquellos servicios prestados por la firma contable que no constituyen la auditoría son pre-aprobados por el comité de auditoría de la empresa. Cualquier aprobación del comité de auditoría de servicio de la firma contable que no constituya auditoría es informada a los inversores en las presentaciones regulares exigidas por la SEC. Denuncias Sección 301: Cada comité de auditoría debe establecer procedimientos para: (1) recibir, resguardar, y administrar denuncias; (2) y tratar la información proporcionada por el denunciante sobre prácticas de contabilidad y auditoría que pudieran resultar cuestionables. Veamos ahora un breve ejemplo de contenido de la carta de constitución del comité de auditoría que una conocida empresa de la industria automotriz americana ha presentado recientemente a la SEC. Propósito: La función principal de la integridad de regulatorios de la externos, y el del comité de auditoría es asistir a la Junta de Directores en la supervisión los estados financieros, el cumplimiento con los requerimientos legales y bolsa de valores, las calificaciones e independencia de los auditores desempeño de la auditoría interna y auditores externos. Con el fin de llevar a cabo dicha función, el comité debe supervisar en forma independiente y objetiva el funcionamiento del sistema de presentación de información financiera de la compañía y sistemas de presentación de revelaciones y controles internos; revisar y evaluar los esfuerzos de los auditores internos y externos de la compañía, garantizar una comunicación abierta para los asuntos inherentes y posición financiera entre la Junta y los auditores externos, la alta gerencia, y el departamento de auditoría interna; revisar las políticas de la compañía sobre la aplicación de procedimientos en relación a la ética y riesgos legales, preparar el informe anual del comité de auditoría para el informe anual a la bolsa, e informar regularmente a la Junta sobre el estado de avance y ejecución de las funciones del comité. Con el fin de cumplir con sus responsabilidades y funciones el comité de auditoría debe desempeñar en forma regular las siguientes tareas: Estados financieros Discutir con la gerencia y los auditores externos los estados financieros anuales y trimestrales, antes de la presentación a la SEC, incluyendo el documento de Discusión y Análisis de la Gerencia sobre la Condición Financiera y Resultados de las Operaciones de la Compañía (MD&A), los anuncios de ganancias de la compañía, la información financiera presentada a los analistas financieros y agencias de calificación, y los resultados de la revisión de los auditores externos; estas discusiones pueden ser generales. Revisar las políticas contables que resulten críticas para la compañía, la presentación de información financiera y los principios y normas contables aplicadas, como así también las estimaciones y decisiones contables que afecten los estados financieros. Revisar y aprobar según resulte necesario Cualquier compromiso para descontinuar o terminar con una línea o segmento de negocios, o terminación de servicios de los empleados. Cualquier determinación o conclusión de la gerencia sobre los principios de contabilidad generalmente aceptados US GAAP que requieran un cargo contable importante en el balance de la compañía, incluyendo la desvalorización de las inversiones o valor intangible de la compañía. Cualquier determinación o conclusión de la compañía sobre los estados financieros anuales o trimestrales emitidos con anterioridad que deban quedar si efecto debido a un error en dichos estados. Revisar el efecto en la compañía y los estados financieros de las iniciativas regulatorias y contables. Revisar la aplicación y cumplimiento de cualquier principio contable que afecte los estados financieros de la compañía. Auditores Externos Seleccionar, contratar, evaluar, terminar o reemplazar a los auditores externos de la compañía y de las subsidiarias directas e indirectas (donde la compañía posea más del 50% de las acciones o menos de esa cantidad aunque un control sustancial). El comité debe aprobar los honorarios de la auditoría y pre-aprobar cualquier servicio profesional que no constituya la auditoria. Asegurar que la rotación de los socios de la firma contable cumple con los requerimientos regulatorios, y establecer políticas claras sobre la contratación de empleados o ex-empleados de la firma contable. Discutir y revisar el alcance y plan de auditoría de los auditores externos. Auditoría Interna Revisar el desempeño del departamento de auditoría interna incluyendo la objetividad y autoridad del área, el programa de auditoría propuesto para el próximo año, y los resultados de las auditoría internas, como así también acordar la terminación o contratación del auditor interno principal de la compañía (Chief Audit Executive). Cumplimiento Legal, Regulatorio y Administración de Riesgos Establecer procedimientos para la revisión y administración de las denuncias y quejas recibidas por la compañía en relación con asuntos contables y de auditoría, o el control interno contable, incluyendo la implementación de las condiciones adecuadas para que los empleados puedan efectuar denuncias en forma anónima y confidencial, y revisar las revelaciones de la gerencia sobre el fraude que involucre a la gerencia u otros empleados que cumplan una función significativa en el control interno. Revisar los procedimientos de compliance sobre las políticas de ética y estándares de conducta. El comité desempeñará las funciones que considere necesarias de acuerdo con las leyes, regulaciones bursátiles, estatuto de incorporación de la compañía y las resoluciones pertinentes de la Junta. Podemos ver de este ejemplo que las funciones anteriormente definidas seguramente ocuparán más que unas pocas reuniones regulares en la agenda de un comité de auditoría que hasta el momento no ha sido concebido en las mejores prácticas ni regulaciones para desempeñarse full-time dentro de una compañía. Si vemos ahora algunos lineamientos definidos en las interpretaciones publicadas por el staff de la Junta de Vigilancia sobre las Firmas Contables Registradas (PCAOB) podemos encontrar que el PCAOB publicó el 22 de Noviembre de 2004 un documento, entre muchos otros, que ayuda a entender la Norma de Auditoría Nº 2. El mismo consiste de una serie de preguntas y respuestas que van desde la pregunta 30 hasta la 36, ya que se enumeran en forma correlativa partiendo desde el comienzo de publicación de estos documentos del tipo “Q&A” (preguntas y respuestas). El documento explica que el párrafo 207 de la Norma de Auditoría No. 2 sobre el control interno de la compañía en relación con la información financiera “An Audit of Internal Control Over Financial Reporting Performed in Conjunction with an Audit of Financial Statements”, emitida a comienzos del 2003 por el PCAOB, establece que el auditor externo debe comunicar por escrito a la gerencia y al comité de auditoría todas las deficiencias significativas y debilidades materiales identificadas durante la auditoría. El párrafo 214 sugiere que la oportunidad de esta comunicación debe ser inmediata y por lo tanto ocurrir en el transcurso de la auditoría y no esperar a finalizar la misma. Esto implica una responsabilidad en la comunicación de asuntos que deben ponerse en conocimiento de la compañía, y adicionalmente exige una atención adecuada y curso de acción (pronta respuesta), ya que el conocimiento de debilidades sin la respuesta oportuna por parte de la empresa pone en tela de juicio la efectividad con que se tratan, administran y resuelven dichos asuntos. Este requisito de comunicación se definió considerando varios objetivos en mente. Primero que nada, compartir con la compañía temas que ameritan atención y resolución con el fin de cruzar información que ambos, la compañía y el auditor externo debieron detectar y analizar primero, en forma separada. Podemos apreciar aquí la enorme cantidad y variedad de temas que pueden afectar la atención de un comité de auditoría, ya que cualquier asunto detectado por el auditor externo que considere una deficiencia significativa o debilidad material rápidamente ocupará la agenda del comité. A partir de la promulgación de la Ley Sarbanes Oxley, la principal tarea y casi diríamos cotidiana de un comité de auditoría, en cuanto a carga administrativa se refiere, lejos de parecer una sola tarea es en realidad la evaluación de las deficiencias significativas y debilidades materiales que tengan relación con el control interno sobre la información financiera que la compañía informa al mercado, y esto debe ser atendido, analizado y resuelto por dicho comité. Supongamos otro caso. ¿Qué sucede si la compañía carece o presenta serios defectos en el diseño e implementación de su código de conducta?. Son varios los puntos que podrían incluirse en un código de conducta, desde las transacciones internas de la compañía hasta el tratamiento de los asuntos que involucran a partes externas relacionadas con dichas transacciones. Existen también factores que deben considerarse para asegurar el cumplimiento de un código de conducta, que van desde una estrategia de comunicación interna al personal y externa a todas las partes interesadas, la documentación de la confirmación del conocimiento de dicho código, la implementación de sesiones de capacitación para responder y aclarar las dudas que se presenten, y por último, el involucramiento y supervisión del comité de auditoría sobre dicha práctica. Ahora podemos visualizar la magnitud del desafío que implica prestar servicios como miembro de un comité de auditoría. Han aumentado tanto las tareas y responsabilidades como los requerimientos y expectativas del mercado. Es la compañía que debe reconocer que las responsabilidades de los miembros de los comités de auditoría se han ampliado hacia áreas tradicionalmente consideradas como funciones de la gerencia. Por ejemplo, la designación y compensación del auditor externo ahora es una responsabilidad directa del comité de auditoría, lo cual implica una tarea que va más allá del tradicional role de supervisión. Además, como hemos mencionado antes, el comité de auditoría tiene ahora la responsabilidad de establecer procedimientos para el proceso de denuncias, entre muchas otras responsabilidades que antes eran consideradas como tradicionales. Los requerimientos impuestos sobre el comité de auditoría en el contexto regulatorio actual, han generado una importante carga de tareas asignadas. Con el fin de permitir que los comités de auditoría se desempeñen con los niveles de exigencia y calidad deseados, muchas de estas responsabilidades que no son exclusivas de su competencia podrían ser transferidas a otros comités. Los miembros de los comités de auditoría cumplen un role de supervisión e involucrarse en exceso en las tareas propias de la gerencia operativa puede resultar contraproducente. A pesar de esto, existen expectativas que provienen del mercado, incluyendo a los accionistas, entes reguladores, y la justicia. Cómo encarar el desafío constituye un tema a analizar para lograr la efectividad en el desempeño. Autor: Daniel Gustavo Chalupowicz FRAUDE EMPRESARIO Introducción Desarrollamos aquí algunas aristas relacionadas al conflicto de intereses del auditor interno como participante en la prevención de fraudes y la posibilidad de ser llamados a intervenir en juicios orales. Aceptada la invitación para deslizar algunas líneas destinadas a los colegas auditores internos, se impone realizar una metamorfosis mental para dar sentido concreto al ejercicio que nos proponemos. Cabe imaginar que si al auditor externo le resulta difícil tomar una clara posición frente al fraude, poseyendo una diversidad de clientes, imagino que más difícil e incómoda es la posición de un auditor interno, quien después de descubrir un fraude tiene que –tal vez- seguir conviviendo con el defraudador y sus compañeros de tareas. De hecho, existe una violenta situación a enfrentar que pone en la disyuntiva de llevar adelante una pista y coleccionar enemigos, o, por el contrario, mantener firmes los principios, sin importar las consecuencias. Desde ya que entre estos extremos puede haber variedad de matices. Anexo a todo ello, es posible que hasta la gerencia puede verse contrariada con nuestra actitud, que nos descoloque o desautorice en la organización, cuando el manual indica que debiera ser todo lo contrario. ¡Qué situación difícil! ¿Cuántos auditores internos están dispuestos a mantener sus principios, pase lo que pase, caiga quién caiga? Esta paradoja me recuerda cuando durante mi desempeño en el Poder Judicial me tocó investigar temas que rozaron a mi jefe y hasta el propio juez que llevaba la causa por presuntos delitos e irregularidades. La inconciencia y los principios me llevaron a seguir adelante, pero si las cosas no salieron demasiado mal, fue porque la suerte estuvo de mi lado y un sector no corrompido de la institución judicial y del cuarto poder, se apiadaron de mí. Lo cierto es que mi jefe administrativo quiso marcarme a fuego y hacerme escarmentar, mientras que el juez, cuando sintió que mi trabajo lo podía involucrar personalmente, aulló tan fuerte que se oyó en todo el edificio de tribunales. Pero, como el albur y la buenaventura se pusieron de mi lado, hoy puedo estar contando estas cosas, sin tapujos, pues quien supera el infierno queda inmune y ya hay pocas cosas a las que siente temor reverencial. Si extendemos un puente, no me imagino cómo un auditor interno que incrimine a su jefe, puede sobrevivir en una organización de la que espera que le siga pagando el sueldo. ¿No estaremos aludiendo situaciones imposibles, a casos que se dan solo en el laboratorio? Si esto es así, pues los auditores internos están en un serio problema, en el mismo problema en que estaría el auditor externo cuyo cliente le indica qué escribir en su dictamen, como condición para pagarle sus honorarios. Y entonces los compadezco. Pues bien, lo que sigue solo está dedicado a los atrevidos auditores dispuestos a todo, pase lo que pase. De lo contrario, estaríamos perdiendo el tiempo y llenando páginas tan bonitas como inservibles. El auditor interno (AI) ante el fraude No es mi propósito incursionar en el terreno propio del AI, allí tengo más para aprender que para señalar. Pero donde sí me siento en condiciones de avanzar es en la apreciación de lo que pueden hacer y frecuentemente no se hacen, o más aún, cómo continúa el camino que inició el AI, para no quedarse a mitad del recorrido. Tuve ocasión de ver numerosos informes elaborados en la etapa prejudicial, después de detectado el delito. Si tuviera que hacer algunas recomendaciones, le diría a los colegas AI´s que intervienen en la etapa administrativa, que se pongan en lugar del contador forense y del juez penal. El ejercicio de la empatía suele dar muy buenos resultados, en todos los órdenes de la vida, en especial cuando la intervención del AI se produce al comienzo de una cadena que pone en funcionamiento una investigación criminal. Si el AI tiene presente que probablemente harán uso de su informe - entre otros- gerentes, accionistas, abogados penalistas (querellantes y defensores), peritos, fiscales, jueces investigadores y tribunales juzgadores, es posible que los fundamentos y el lenguaje se adecuen a estos destinatarios. Si además toma conciencia que podrá ser llamado a explicar, documentar y testificar en relación a su trabajo, es casi seguro que el AI pondrá especial empeño y rigurosidad en la preparación de su informe. El trabajo del AI será relevante, en la medida que quienes harán uso de él, puedan apoyarse, por su solidez y porque no deja cabos sueltos. Las conclusiones deben ser autónomas, estar todas contenidas en el informe junto al análisis que las avalan, que se sostienen en un sistema de contabilidad que ha atravesado las distintas etapas de validación, pues el rigorismo extremo al que se lo someterá en la etapa judicial, será sin consideraciones. Las pruebas obtenidas deben estar expuestas más claras que el agua, pues el objetivo de la defensa suele ser embarrar la cancha, esto significa que cuando menos se entiende la maniobra delictiva pues mayor será la ventaja para el defraudador, principio que los juristas [1] denominan, in dubio pro reo . Y en materia de delitos económicos hay bastante de ello, por razones eminentemente lógicas; los abogados por lo general conocen mucho menos de contabilidad, finanzas y economía, que los contadores acerca del derecho. Son reacios, no les gusta, las aborrecen y en mayor medida aún, los penalistas. Pero no les queda más remedio que esforzarse por entender, pues el fiscal debe acusar y el tribunal dictar la sentencia. Frente a esta realidad, lo hacen fácil: si la cuestión no está clara, que traducido a lenguaje contable, a la altura de un iniciado de la escuela secundaria, pues en ese caso el tema lo tildan de “dudoso” y se absuelve al defraudador. Por eso es que los juristas denominan a ciertos delitos económicos como “delitos complejos”. Si bien en algunos casos las maniobras contienen atisbos que hacen complicada su interpretación, la realidad es que para los profesionales del derecho –salvo honrosas excepciones- estos delitos les resultan de difícil interpretación. Y mal un fiscal puede incriminar a un delincuente o un juez condenarlo, si no terminan de entender los vericuetos de las maniobras urdidas. Aquí es donde aparece como imprescindible la clara, precisa, inteligente y científica preparación de un informe de auditoría. Sistema de gestión para la prevención del fraude corporativo Bajo el N° 17450, IRAM materializó un conjunto de requisitos tendiente a la prevención e investigación de fraudes en las organizaciones. Esta disposición, si bien no es de carácter obligatorio, podrá servir para crear conciencia acerca de la existencia de delitos dentro de las empresas. En los últimos tres años, según una encuesta, una de cada cuatro empresas argentinas fue víctima de un fraude que alteró, en alguna medida, su rentabilidad. En el año 2005 el porcentaje del fraude sufrido sobre el total de la facturación de la empresa llegó hasta el 10%. Autor: Alfredo Popritkin PLANEAMIENTO, INNOVACIÓN Y CALIDAD. LOS DESAFÍOS DE LA NUEVA ADMINISTRACIÓN PÚBLICA. Indice: Introducción La nueva administración pública Planeamiento Innovación Calidad Conclusiones Introducción Los tiempos que corren en nuestro país y en muchos países de nuestra región ampliada (MERCOSUR y sus nuevos socios) nos llevan a pensar que una nueva dinámica integradora tarde o temprano deberá también traducirse en la consolidación de un nuevo eje Estado – Sociedad. No es posible pensar esta nueva energía puesta a favor de ampliar las fronteras de la integración comercial y hasta estratégica en términos de un mejor aprovechamiento mutuo de los recursos indispensables para consolidar el desarrollo regional (energía, telecomunicaciones, carreteras, vías navegables, etc.), sin pensar que es parte de este nuevo impulso replantear y, por lo tanto, recrear una nueva administración pública de cara a esos compromisos regionales y a los nuevos compromisos a generar con la ciudadanía. Por eso, es necesario ir articulando ideas y principios rectores sobre los cuales podamos ir anticipándonos (quizás adaptándonos mejor a experiencias que ya están consolidadas en los países centrales) a formas de encarar la gestión pública que se sostengan en pilares de consenso y que constituyan la base de una nueva administración pública. En ese orden de ideas, entendemos que hay ab-initio tres puntos de apoyo concurrentes para definir la reforma a encarar en el ámbito de la Administración Pública. Ellos son: i) el planeamiento, entendido como una manera necesaria de anticiparse racionalmente a los fenómenos futuros previsibles; ii) la innovación como actitud proactiva a favor de una mayor eficiencia de la gestión; iii) la calidad, bajo la concepción de que la ciudadanía en una democracia robusta es la que recibe, juzga y propone qué tipo de servicios necesita y pretende recibir de un administración (pública) a la que sostiene. En este aporte, abordamos estos tres pilares de la nueva administración pública, con el deseo de trasmitir ideas que induzcan a la reflexión y al consenso y que sirvan para una mayor legitimidad del rol del Estado en el siglo XXI. La nueva Administración Pública Los desafíos actuales de la Administración Pública no son menores. Primero porque ha sido muy expuesta su situación a la luz de los resultados fallidos de reformas de primera generación que se suscitaron a fines del siglo pasado en nuestro país y en muchas otras fronteras. Segundo porque los nuevos vientos “reformistas” empujan las naves hacia otros destinos en el cual, el timón dejaría de ser automático y pasaría a manos (otra vez) del Estado en términos de una mayor participación y un más definido rol en los asuntos de la sociedad civil. En primer lugar, es necesario reconocer que las debilidades del Estado de Bienestar gestado en el siglo pasado derivó en un cuestionamiento ideológico profundo dentro de un debate político que fue de a poco desgajando la robustez de ese Estado protector y regulador a ultranza. Los logros sociales alcanzados, que son innegables, fueron de a poco chocando con una maquinaria que dejó de ser proactiva y que comenzó a mostrar debilidades que afectaron su eficiencia global. Los problemas de financiamiento (crisis fiscal) que se fueron dando a posteriori en las finanzas públicas debido a un aumento del gasto sin una contrapartida equivalente a nivel de los ingresos (incluso por pérdida de productividad de la economía que no es necesariamente adjudicable a la “pereza” o a la “inercia” del Estado como instrumento de gestión) llevaron los problemas a niveles ya macroeconómicos con consecuencias manifiestas y visibles en mayores déficit fiscales, más endeudamiento, más inflación. En realidad, la inflación casi siempre es el reflejo de una tensión emergente en una pretendida y resistida por otra parte, distribución del ingreso. En segundo lugar, las reformas hechas como en la búsqueda de soluciones a semejantes problemas partieron de un diagnóstico exagerado en cuanto a los males provocados por un Estado que había perdido la brújula. Si bien se había incrementado la maquinaria pública como resorte necesario de un Estado más ambicioso en términos de nuevas responsabilidades, el cúmulo de regulaciones, imposiciones, controles, restricciones, condiciones y otros elementos propios del “intervencionismo” comenzaron a rozar la ecuación económica del capitalismo de la 2ª parte del siglo XX que llevaron a que los problemas de crecimiento y legitimidad del Estado para entonces se atribuyeran a un “macrocefalismo” ineficiente, distribuidor de riquezas aún no generadas, y detentador y distribuidor de excedentes a favor de grupos sociales no participantes en la generación de una mayor riqueza pero con una gran capacidad de “lobby” para penetrar los espacios de la maquinaria pública en búsqueda de prebendas. Tal el diagnóstico sintetizado de quienes siempre han entendido al capitalismo desde una sola vereda. Las reformas del Estado tienen una amplia grilla de antecedentes. En Europa se fueron dando a medida que la economía permitía también mantener la inclusión social. En América Latina, se hizo en detrimento de ésta considerando un falso diagrama de transferencias de ingresos (trickle down) por el cual, cuando el vaso estuviera lleno derramaría sus excesos de riqueza a favor de otras instancias sociales, fenómeno que no suele darse salvo que se interponga como instrumento facilitador de tal fenómeno un Estado regulador y distribuidor de la riqueza. Las reformas de 1ª generación desgajaron del Estado porciones relevantes de su poder de intermediación por medio de privatizaciones, cierres de empresas públicas, concesiones, despidos masivos, fusiones, etc. Los países más serios lo hicieron desde una postura de fuerza al instaurar políticas regulatorias directas o indirectas pero que hacían prever que las nuevas reglas de juego se llevarían a cabo no sobre la base de un Estado tonto o engañable. Los otros países dejaron en mano, a veces, de la improvisación, a veces de capitales con lógica cortoplacista y a veces con suerte y algo de criterio, la infraestructura de servicios del país sin una adecuada manera de control y regulación a pesar de la creación de agencias regulatorias sin antecedentes o capacidad de intervención en el tema de su materia. Las consecuencias están aún en debate y fuertemente cuestionadas hoy al prevalecer un encuadre distinto con respecto al análisis de la situación. El otro enfoque (el vigente) denosta por oportunista al anterior en términos de una apropiación de espacios económicos con asistencia gubernamental para hacer inversiones ya amortizadas en otros destinos, con tarifas altas en términos de divisas y con una captura cuasi – monopólica de los servicios públicos (telecomunicaciones, energía, transporte, vías navegables y puerto, correos, agua), que les permitió ingentes réditos en divisas fuertes sin que en paralelo se puedan precisar plataformas tecnológicas e inversiones sólidas que sustenten un desarrollo a futuro. Las reformas de 2ª generación fueron tomadas de los procesos de modernización del Estado en Europa fundamentalmente y ciertas experiencias del “new public management” y del “Consenso de Washington” que apuntaron a hacer de la gestión pública un instrumento asimilable a los procesos y criterios emergentes de la empresa privada, disimulando a través de ello las ambiciones de captura burocrática del Estado para imponer formas de acción proclives a la asistencia privada, muchas financiadas generosamente por organismos internacionales de crédito. Si bien algunas propuestas son aceptables e interesantes en términos de una nueva vinculación Estado – Sociedad, su traslado a-crítico a administraciones cerradas y duramente formalizadas hacen dudar de su efectividad como un nuevo modelo reformador. Los resultados de estas reformas en América Latina son parecidos: i) Políticas públicas debilitadas por falta de instrumentación orgánica; ii) Descapitalización en recursos humanos; iii) Debilitamiento de los derechos de los usuarios; iv) Controles escasos; v) Desregulación y re-regulación confusa; vi) Ausencia del Estado en aspectos estratégicos de la economía (energía, telecomunicaciones, transporte, defensa de mercados). En tal contexto, la nueva administración pública se debate entre la castración de los ´90 o el desafío de un resurgimiento no suficientemente acordado, definido o proyectado. De ahí que sea necesario para comenzar un debate necesario que la plataforma del despegue de la nueva administración pública se dé sobre al menos tres pilares: i) el planeamiento; ii) la innovación; iii) la calidad. El Planeamiento en la Nueva Administración Pública Planificar es prever, adelantarse y ganar de mano a las consecuencias directas o indirectas de nuestras actuales acciones o de terceros. Sin tener capacidad por conocer el futuro (al menos por el momento el ser humano no domina dicha materia adecuada o científicamente) es necesario advertir o intuir escenarios con distintos grados de probabilidad en su acontecimiento futuro. Dicha previsión debería prever opciones de comportamiento conforme se cumplan dichos escenarios teniendo siempre disponible el denominado genéricamente “plan B”. Estos es, prever opciones pero siempre y cuando se tenga en claro qué es lo que se quiere hacer a futuro. Eso es la VISION (“ata tu carro a una estrella”). Sin visión, sin capacidad de imaginarse qué tipo de organización se quiere en el horizonte de planeamiento que nos fijemos, nada tiene principio ni motivación de inicio. Por eso, quizás lo más importante a definir es la VISION porque en función de ella se alinean los esfuerzos que pretenderán materializarla. Esos esfuerzos se llaman ejes de gestión. Los ejes de gestión están sustentados en proyectos y en la consolidación de los programas (acciones permanentes) que se validen como necesarias. Ambos (programas y proyectos) se atomizan en actividades o acciones, lo que hacemos en el día a día pero ajustados a una racionalidad que les da coherencia y pretende resultados en el marco de acción propuesto. Todo esto no resulta familiar en el ámbito público por distintos motivos. Sólo nos remite a una imagen de los macro planes públicos en los cuales se definían profundas y complejas pretensiones de un Estado más proactivo (mediados de los ´50 del siglo pasado) y que tenía injerencia directa en la macro y en la microeconomía. Hoy la planificación de la administración pública que pretende nacer, debe ser estratégica en el sentido de definir cursos de acción que nos impulsen hacia concreciones sin las cuales puede peligrar nuestra existencia como organización o como sector. Esto casi pasa en lo ´90. Por eso, cuando se habla de estrategia, se debe entender capacidad de subsistir, de resistencia. Pero no es sobrevivir como un náufrago con suerte, es lograr aventar los desafíos con criterios propios que aprovecharon los “mejores vientos”. Henry Mintzberg nos habla de que al menos hay 10 escuelas o posturas respecto a qué entender por estrategia. De manera más sintética habría dos corrientes: i) la prescriptiva; ii) la descriptiva. La primera pretende ser una guía de cómo se deben encausar las acciones. La segunda, apenas pretende explicar cómo surge, se impone o prevalece una estrategia en las organizaciones ya sean públicas o privadas. Por donde se quiera mirar el tema o encararlo, la administración pública debe adquirir el hábito de la previsión, de saber qué hacer con sus organismos, de definir una visión, de saber comunicarla, de saber llevarla a cabo a través de políticas públicas, de medirla, de rehacerla en caso de fracaso. Se requieren líderes que asuman posiciones de cambio y que estimulen la concurrencia de trabajadores y pensadores para cooperar en un esfuerzo común. Es necesario contar con Planes Estratégicos (PE) sectoriales para que cada ámbito de acción del Estado tenga una política pública prevista, flexible, imaginativa, conmovedora. En nuestro país, a nivel nacional, contamos con muy pocos ejemplos (Turismo). Hay organismos que se han preocupado también por reflexionar y definir su planeamiento estratégico, muchas veces huérfanos de ámbitos más amplios de orientación sectorial (INTA, INTI, ANSES, AFIP). Si bien todo esto es encomiable, ¿alcanza con tener un documento PE para asegurarse el futuro?; ¿sirve congelarse en esquemas rígidos pensados con cierre en una fecha y dejados ahí como muestra de haber casi “llenado un formulario”?; ¿sirve tener un documento PE hecho por una elite y escasamente comunicado o hecho carne en la base de cada organismo? La respuesta a estos interrogantes es claramente un no, a pesar del esfuerzo que lleva documentar el futuro. No se trata entonces de documentarlo necesariamente como muestra del esfuerzo, se trata de imaginarlo, pensarlo y activarlo y anticiparse en la medida de lo posible a los desafíos en los que está en juego la credibilidad y la legitimidad del organismo público en particular y el Estado en general. Si no se logra esto último (verdadero eje de una VISIÓN nueva del Estado), si no se logra convencer de que el Estado sirve para algo y no sólo para cobrar impuestos, todo lo otro es efímero, fútil, evanescente. Hay que entonces legitimar al Estado y a los organismos administrativos que le dependen en relación a las necesidades de la gente y de lo que razonablemente se puede hacer por ella en el marco de las relaciones de poder que construyen el marco político de una Nación. La Argentina no ha carecido de instrumentos normativos para fomentar la planificación estratégica en la Administración Pública Nacional. Por caso, sirve citar al Dto. Nº 928/96 que en su momento pretendió dar un marco de referencia a los organismos públicos en este tema. Sin embargo, fue muy escasa su eficacia ya que no proliferó salvo algunos pocos organismos. Esta orfandad y displicencia tienen su razón de ser en un cultura de gestión no cuadrada en aspectos tales como análisis estratégico, identificación de escenarios, liderazgo para definir la visión, estructura gerencial para establecer los ejes de la gestión, unidades con capacidad de diseñar, formular e implementar proyectos, control de gestión, comunicación, capacidad de negociación, gestión del conocimiento, entre otras carencias. Esta enunciación de elementos que hacen a la capacidad de prever, definir y gestionar, constituye parte de la agenda actual para reconstruir la capacidad de gerenciar de nuestros organismos públicos y de los requisitos que se demandan a las instancias superiores para la explicitación de políticas públicas de largo plazo ensambladas en planes estratégicos ad-hoc. Las consecuencias de avanzar en esta lógica generarían entre otros efectos positivos: Previsibilidad en la gestión de gobierno Sensación de gobernabilidad Orientación del sector privado como socio, proveedor y beneficiario de las acciones del Estado Confianza en la ciudadanía Comunicación hacia el interior de los organismos públicos Materia de auditoría y control de gestión para el uso de los órganos de control Exigencias de gerenciamiento en la administración pública Evaluación de proyectos y programas (entre otros) Mejor capacidad de gestión en términos de las 3 Es Los requisitos ambientales (culturales) para que se propicien estas orientaciones: Conceptualizar a la APN como orientada a prestar servicios más que a ejercer el mando Crecer en transparencia en la toma de decisiones como forma de definir los actos públicos (administrativos) Abrirse a la participación interna (capital humano) y a la externa (beneficiarios, ciudadanos, “stakeholders”) Convicción en la rendición de cuentas y en la gestión por resultados como formas de auditabilidad permanentes La Innovación en la nueva Administración Pública Innovar es crecer desde lo viejo hacia lo nuevo. Es recrear y reinventar lo creado e inventado. Es resurgir con nuevos instrumentos, adaptarse a los cambios, aprovechar nuevas tecnologías, subirse a la ola de la transformación de las formas de trabajo, despojarse de modelos mentales atados a otras formas de hacer. Todo sin menoscabo de las personas que trabajan y a favor de ellas que serán recompensadas por el hecho de renovarse en sus tareas en función de nuevas tecnologías de gestión. El avance de las tecnologías de comunicación e información es apabullante e incesante. Se han masificado y ya no es posible gerenciar si no se las toma en cuenta. En los últimos 10 años los instrumentos de gestión de la oficina moderna han sido sustituidos por una creciente tendencia hacia la oficina sin papeles, lo que siempre fue el reaseguro de la burocracia weberiana. En este nuevo fenómeno que se reinventa a sí mismo año a año ya no caben distracciones en la A.P. O va al encuentro de ellas o la administración queda sepultada como museo o testigo de lo que no supo adaptarse a tiempo. En esta nueva dimensión de la gestión, los procesos ya no quedan inmunes al cambio ya que son replanteados permanentemente toda vez que surge una nueva forma de transitar desde un input a un output: Siempre más corta, más directa, más rápida, más barata, más sencilla. Aquí caben dos amenazas ciertas a dos gigantes de la burocracia del siglo XX, don síndromes - metáforas, el de la “Torre de Papel” y el de la “Torre de Babel.” La primera de las “torres” da cuenta de la acumulación de trabajo no procesado en innumerables expedientes que aguardan silenciosos y ocultos los actos administrativos que resuelvan peticiones ante la A.P. Es el símbolo de la inacción del estado cuando procesa por esa vía solicitudes de beneficios, información, pleitos, altas, bajas, modificaciones, peticiones, requerimientos, quejas, etc. y la acumulación visual de las actuaciones demuestra la incapacidad o la falta de interés de prestar mejores servicios. La segunda “torre” es la no disponibilidad del intercambio de información ad-intra el Estado, entre los organismos públicos cuyas bases de información son complementarias las unas de las otras. Esta carencia de diálogo entre los organismos obliga a que la ciudadanía deba demostrar ante la A.P. lo que ésta ya dispone, conoce o sabe dónde encontrar. Los distintos lenguajes de las bases de datos, la creencia insalubre de que la información (retenida) da poder, la falta de ejercicio de compartir información hace que se constituyen “silos” de información no procesables entre sí y que requiera de una acción externa (el ciudadano, el gestor, la empresa) para movilizarlo y ponerlo a disponibilidad. Innovar en la A.P es atacar estas dos torres, entre otras cosas y construir llanuras y ductos, por los cuales fluya la información de una manera más ajustada a las actuales posibilidades tecnológicas cuyos avances y amortización van haciendo más barata su implementación aunque pari passu, más rápida también la tasa de obsolescencia. Las referencias a las innovaciones actuales que ya son de uso múltiple en las empresas privadas son innumerables. Desde las opciones de telefonía fija y móvil hacia los call-centers y de éstos hacia aquéllos, los accesos a servicios web, la Internet, la Intranet, la Extranet, la interoperabilidad, la firma digital, el timbrado electrónico, los formularios electrónicos, el expediente electrónico, entre otras opciones ya disponibles, hacen que la A.P. se encuentre más que estimulada por el cambio sin mayores costos relativos. Claro es el impacto de los mismos en ambientes tributarios, de la seguridad social, en la seguridad de las personas, en el ambiente educativo, en la sanidad, en el registro de las personas, en los juzgados, por citar algunos de los ambientes en los cuales maduran con más rigor los proyectos de innovación. En nuestro país el Dto. 378 – 2005 (lineamientos para la definición del gobierno electrónico a nivel nacional) ha abierto la puerta y muestra la oportunidad de un cambio que será evolutivo de manera exponencial a medida que se integre a la gestión diaria. Así, se han contemplado desarrollos y desafíos a nivel de un site único que referencia todas las tramitaciones del Estado, la Guía de Trámites, el sistema de compras on-line, la firma digital, el timbrado y todas las derivaciones posibles de esta tecnologías. De todas maneras, la “brecha digital” es aún un condicionante y será necesario esperar a que madure la disponibilidad cultural y la capacidad económica de la mayoría de la población para que pueda y sepa usar estos accesos alternativos. A tal efecto, se requerirán actores facilitadores que permitan mediar entre sociedad y A.P. para que se vaya haciendo experiencia en el tema. Llevará su tiempo pero éste está maduro para recibir la semilla de la innovación y de esto se está tomando conciencia en las autoridades que deben afrontar el desafío de una reforma en las prácticas inducida desde afuera, casi por invasión más que por innovación tecnológica. La gestión de la calidad en la nueva Administración Pública Del Estado acostumbrado a mandar a un Estado que se acostumbre a servir. Probablemente estas 11 palabras tengan la capacidad de resumir el nuevo desafío cultural en relación a la construcción de un nuevo contrato Estado – Sociedad. Los ejes históricos sobre los cuales se ha organizado el Estado (coacción – cohesión) van abriendo también su espacio a otros, entre los cuales destacamos el de la “calidad”. Ésta, entendida como resultado de la satisfacción de una persona o de un colectivo de personas respecto a una necesidad o expectativa. En este sentido, para el Estado calidad será servir, satisfacer, cubrir expectativas, cumplir con lo pactado en torno a una sociedad más conciente de sus derechos ciudadanos y con capacidad de reclamar, peticionar de igual a igual. Si bien esta proyección de deseos podrá ser entendida como voluntarista, ingenua o romántica, cabe esperar que desde la sociedad civil los intereses sociales de cara al Estado sean defendidos por grupos de ciudadanos que aporten herramientas participativas que materialicen esta nueva opción frente al Estado. Esto ya sucede en las sociedades más maduras y falta que se instale más estructuralmente en las sociedades menos desarrolladas, en las cuales, un indicador de sub-desarrollo está vinculado a este eje Sociedad Participativa – Estado Servidor que tanto cuesta consolidar. Desde las organizaciones públicas, el inicio de este puente puede sostenerse en tanto y en cuanto haya conciencia de la responsabilidad social de las acciones públicas y de cuál es el verdadero detentador / beneficiario / receptor de las acciones gubernamentales y ante quién se deber rendir cuentas. Por eso, la gestión de la calidad en la administración pública moderna debe identificar claramente el objeto de sus actividades, si las mismas responden a las necesidades y expectativas, si hay satisfacción o no, si hay reclamos o sugerencias, si hay propuestas de mejoras desde la misma sociedad. En fin, deberá abrirse en relación a un nuevo eje de construcción de legitimidad, el cual sin deslindar a los otros ya citados (coacción – cohesión), será la garantía de una nueva gobernabilidad social. Los nuevos instrumentos de gestión de la calidad aportan orientaciones claras para quienes optan por mejorar la gestión de los organismos públicos. Por un lado está el enfoque hacia afuera cuyo objeto final es la satisfacción del ciudadano por los servicios que recibe, por el otro, está el enfoque hacia adentro de la organización misma cuyo objeto final es la integración del trabajador público a su entorno inmediato en términos de construir un espacio de trabajo estimulante. Si bien está claro por el momento que la calidad de los servicios que prestan los organismos públicos la define el ciudadano como lo hace el cliente ante la empresa privada, no está arraigada la idea principal que si hacia el interior de la organización pública no está identificado el núcleo principal del cambio que es el actor – trabajador público, será muy difícil lograr hacia fuera lo que no se consolida hacia adentro. En relación a lo expuesto, cabe necesariamente resaltar que el circuito más directo hacia la consolidación de políticas permanentes de gestión de la calidad parte del recurso humano (como recurso prioritario aunque no excluyente), progresa hacia la reingeniería de los procesos y culmina en la especificación concreta respecto a la prestación de los servicios a satisfacción de la ciudadanía. La consecución o no de los resultados pretendidos deberán buscarse en alguna de esas tres instancias clave de la gestión de la calidad lo que por otra parte necesariamente coincide con el enfoque de las 3Es (economía, eficiencia y eficacia), es decir; i) una adecuada asignación y preparación de los recursos (economía); ii) una adecuada utilización de los mismos (eficiencia); iii) un adecuado logro de los resultados propuestos (la satisfacción de la ciudadanía en lo que es el ámbito de la gestión de la calidad). Conclusiones Gestionar políticas públicas en el siglo XXI requiere de definiciones precisas en cuanto al ideal de país que se requiere construir. A tal fin, es requisito indispensable aprovechar la capacidad de innovación de la sociedad que debe necesariamente reflejarse en los organismos públicos para dejar de ser residuales y elevarse al rango de “facilitadores” de un cambio irreversible en el estilo de la gestión. El consenso y la aceptación social de los resultados de gobierno estarán finalmente condicionados por la “calidad de las políticas” y por la “calidad de la gestión” en término de mejoras irreductibles en los procesos internos de cada unidad operativa de la A.P. que concluya en bienes y servicios requeridos y auditados por la ciudadanía. En este último caso, los mecanismos de participación son inexcusables sin mengua de la responsabilidad final de la conducción política que cabe a cada funcionario o líder público. El espacio para crecer en este ámbito de competencias en enorme y en directa vinculación con un crecimiento económico que debe transformarse en desarrollo y en prosperidad para todos, comenzando por los más vulnerables. Las tecnologías de gestión (TICs) se han abaratado y ya no son limitantes en los presupuestos públicos. Las normas de calidad son conocidas y el acceso a modalidades operativas modernas es palpable y hasta ostentosa en los países más desarrollados que siempre han cuidado a su Estado como medio de transformación de la sociedad. Finalmente, es imprescindible reconocer el carácter de servicio social a las acciones de gobierno cuando le toca orientar a la sociedad con representatividad y con el tino adecuado de saber justificar el objeto de su existencia. Por eso, esta tríada (planeamiento, innovación, calidad) sustenta un plano de despegue hacia nuevas formas de gestión las cuales desafían permanentemente a la capacidad gerencial y al liderazgo del nuevo Estado que comienza a replantearse en los albores de este segundo milenio en gran parte de América Latina. Autor: Guillermo Malvicino
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