¿Cómo introducir la temática de la gestión del desarrollo local en un

¿Cómo introducir la temática de la gestión del desarrollo local
en un plan de estudios de trabajo social?
AUTOR: César A. Barrantes A.∗
Introducción
La presente comunicación tiene asignada la función práctica de servir de base de discusión a los interesados en estudiar y considerar la posibilidad de introducir la temática
de la gestión del desarrollo local (GDL) en un plan de estudios de licenciatura y, por
qué no de posgrado, en trabajo social.
En aras de lo anterior, comenzaremos por citar un texto ya clásico, de esos cuasiolvidados filósofos marxistas antidogmáticos y antiheterodoxos que, con su vida y su pensamiento, conmovieron los cimientos del estado autoritario prosoviético de la Checoeslovaquia anterior a 1968. Me refiero a Karel Kosic (1929- +2003) cuando dijo que "El
hombre no puede conocer el contexto de la realidad de otro modo que separando y aislando
los hechos de ese contexto y haciéndolos relativamente independientes. Aquí está el fundamento de todo conocimiento: la escisión del todo" (Kosic 1970:70).
Espero no traisoniar a Kosic pero me permito añadir mi comentario clásico de que luego
y al mismo tiempo de separar y aislar los hechos en su especificidad sus relaciones específicas adquieren sentido en relación con la contextualidad y ésta adquiere sentido en
relación con las singularidades a las que pertenece.
Es así que el orden de nuestra exposición está dada por la pregunta generadora que le da
sentido y significado al título de mi exposición: ¿cómo (estrategia) introducir un qué (la
GDL) en un dónde o lugar (un plan de estudios de trabajo social)? El cómo es una pregunta crucial que nos remite a la búsqueda de una doble vía de resolución: práctica, gerencial y teórico-epistémica que nos habilite para abordar las respuestas posibles, por un
lado, al qué, por qué y para qué introducir en un plan de estudios de trabajo social tales
o cuales contenidos, específicamente de la GDL, y, por otro, al qué, por qué, para qué
del perfil del trabajador social y de la trabajadora social que el sistema académico-
∗
Exprofesor asociado de la Universidad de Costa Rica. Profesor investigador de grado y posgrado de la Universidad Central de Venezuela y la Universidad del Zulia, República Bolivariana de Venezuela. Autor de más de
cuarenta publicaciones en revistas académicas de Costa Rica, Chile, Colombia, Venezuela y España.
profesional de trabajo social se propone lanzar al mercado (social, económico, político,
cultural, estatal-nacional) del trabajo societalmente creador.
Primeramente, abordaremos brevemente el significante gestión, que tiene que ver con
gerencia, gobierno, conducción, decisión, manejo, planificación. Luego veremos el significante desarrollo, que da cuenta de un proceso que se despliega o desenvuelve en
oposición –aparentemente superadora porque lo niega- a otro proceso que pareciera antagonizarlo: el subdesarrollo, no desarrollo y antidesarrollo. Aquí aludiremos al proyecto cepalino-estructuralista-desarrollista-industrialista que marcó la historia de América
Latina entre 1950 y1980. En tercer lugar esbozaremos una especie de genealogía de lo
social en el pensamiento latinoamericano para finalmente relacionarlo con el desarrollo
social, base para comprender la puesta en la escena continental de lo que hoy algunos
singularizan como gestión del desarrollo local. En el cuarto apartado nos abocaremos a
lo local que, en tanto significante relacional, tiene que ver con una gama de otros referentes que serán explicitados en el acápite correspondiente. En el último apartado, adelantaremos un esbozo de la concepción ético-geobiopolítica de un plan de estudios de licenciatura y, por qué no, de posgrado en trabajo social de siglo veintiuno.
Como verá el lector y la lectora, se trata de un conjunto de ideas –más bien diría un collage que no tiene nada de ortodoxia y sí mucho de incipiente conocimiento posmoderno
(¿socialista del SXXI?) y transdisciplinario a propósito de su incompletud- sobre una
diversidad de enfoques que no se propone plantear conclusiones, mucho menos contundentes, sobre el tema que nos convoca; esto por cuanto, si bien el autor se encuentra en
proceso de reflexión y búsqueda de síntesis plurales -que proponemos enriquecer con
los aportes de los lectores y las lectoras- no por ello carecemos de un campo de visión
de mundo que nos permita aportar brújulas intelectuales más que un mapa teórico en el
que todo está ya localizado y definido para siempre.
Ello a riesgo de no llegar a una meta conclusiva y, por lo tanto, tranquilizante, dado el
tiempo asignado a mi contribución. Es por eso que mi comunicación termina, casi inesperadamente y apenas, con la inminencia de una revelación que no se produce como
hecho científico sino, paradójicamente, como hecho estético” (Almeida, 1998:20).
Pero estamos seguros de que el camino que hoy insinuamos será continuado por quienes
queden atrapados por la temática que nos ocupa.
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Hemos omitido numerosas referencias bibliográficas y optamos por presentar, al final
del documento, las que consideramos que pudieran ser interesantes para los lectores.
1. ¿Gestión planificada, planificación gestionada?
El término gestión es un término de sentido operativo, instrumental que se refiere al
manejo de procesos de producción técnica, artesanal por lo general pero no siempre a
pequeña escala; asimismo, se refiere a un saber hacer que no reclama conocimiento especializado alguno, sino sólo uno práctico o instrumental que cada quien puede hacer
brotar de sí mismo observando, manipulando, sensorializando y reflexionando sobre los
objetos que le conciernen.
Gestor es el agente que se dedica a solucionar toda clase de situaciones singulares o
asuntos particulares especialmente en oficinas y unidades operativas públicas o privadas, pero también aquél que le soluciona problemas a otros haciendo de esto su modo de
vida1.
En un sentido progresivamente más amplio y relacional, gestión tiene que ver con administración, gerencia, gobierno, conducción, toma de decisiones, planificación estratégica
y operativa.
En fin, gestión nos remite a un determinado concepto de estado, visto no sólo como pacto de dominación y hegemonía de un sistema político sino también como organización o
maquinaria industrial-tecnoburocrática capaz de producir políticas que resuelvan las carencias y necesidades singular-colectivas de las sociedades integrantes de nuestra América.
Un estado que satisface -mediante respuestas inteligentemente expos pero especialmente
adelantadas- la diversidad de carencias y aspiraciones, es un estado con capacidad de
gobierno, de gobernación cuyo objeto de gobierno es gobernable. De allí el concepto de
gobernabilidad, gobernación o gobernanza y por lo tanto de legitimidad y legalidad
que, aunque no son lo mismo, unos no son viables sin los otros.
La legitimidad deriva de la capacidad del estado para gestionar, organizar, dirigir la sociedad y de proponer políticas (sociales, económicas, culturales, militares…) que atien-
1
Hay quienes siguen creyendo que el trabajador social y la trabajadora social son gestores y, por esta vía, agentes
del desarrollo de los demás para ante las agencias, entidades u organizaciones especialmente estatales
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dan cualitativamente las necesidades (carencias y aspiraciones) sociales que son traducidas en demandas reales.
La planificación como ciencia-técnica moderna “nació”, con sustento positivista e iluminista, en la antigua Unión Soviética con el proyecto societal de construcción de la sociedad comunista, y luego de haber sido adoptada crítica, discrecional y exitosamente
capitalistizada por la Europa que requería reconstruirse infraestructural y económicamente luego de la segunda guerra mundial, encontró un promisorio campo de “sembradío” en la América Latina, en pleno contexto internacional de la denominada guerra fría.
El estado en nuestra América de alguna manera se tornó estado productor e inversor ante la debilidad de las inversiones de los capitales privados; penetró en la sociedad a la
cual pertenece pero que nunca ha reconocido como campo de luchas por la hegemonía,
la democracia y las estrategias de vida.
En nuestro enfoque consideramos a la planificación no como un proceso exclusivamente
teórico, metodológico, técnico ni administrativo, sino, como un proceso social –mejor
dicho societal- integral atravesado por las relaciones de poder y por las correlaciones de
fuerzas sociales que ostentan intereses diversos, antagónicos y/o contradictorios.
Dentro de este campo de visión (política, estratégica, societal, ético-eco-geo-bio-política), la gestión o gerencia es apenas un momento crucial del proceso societal de dirimir
los intereses en aras de imprimir una orientación definida e integral al proyecto nacional
de la sociedad de que se trate. Si el gerente, tomador de decisiones o gestor es el conductor, la planificación es el artefacto dentro de cuya cabina de comando se ubica aquél.
Esta distinción es crucial para el abordaje de la tematización que nos ocupa. No se trata
de adoptar un enfoque gerencial-administrativo en detrimento de uno planificador ni viceversa. Plan, gerencia y gestión son dos dimensiones de un mismo proceso societalmente pensado y asumido. Plan que no se gerencia, que no se gestiona no es viable. Gerencia que no se planifica es un fracaso anunciado.
Ahora bien, la gerencia-gestión-ejecución no es el único momento del proceso societal
planificador. Ésta contiene otros momentos más si nos atenemos a la diversidad de enfoques teórico-metodológicos de la planificación estratégica y operativa: la concepción/construcción/producción misma del plan, la implementación, la ejecución, la tecnología organizacional, los dispositivos de control, seguimiento, evaluación, los sistemas
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de información, comunicación, producción y difusión de conocimientos, las estrategias
de negociación, la mercadotecnica social, pero fundamentalmente la investigación y la
sistematización pues el desiderato del proceso planificador no es el hacer por hacer, el
practicismo o el experimentalismo basado en un solucionismo inmediatista de problemas, sino la producción de saberes acerca del cambio cultural, el cambio de valores, la
modificación de las conductas de los actores involucrados en cada proceso históricosocial, la constitución de sujetos singular-colectivos dispuestos a apropiarse, potenciar y
soberanizar la trama societal de la que somos arte y parte. Conocer para actuar reflexivamente pero también actuar para mejor conocer, reconocer al otro y reconocerse en el
otro para que todos se reconozcan en cada quien desde y a partir de sus propios mundos
de vida. Accionar para reflexionar sobre la acción realizada, reflexionar para accionar
sobre lo reflexionado.
Pero más allá de los contenidos teórico-metodológicos y epistemológicos que nos pudieran suscitar los términos gerencia, gestión y planificación, que luego vincularemos al
desarrollo local, consideramos importante explicitar nuestra concepción de planificación
cálculo que precede y preside la acción general y singular de la actividad humana. Ésta,
centrada en la categoría de poder, se realiza en el espacio-tiempo de conflictos y consensos entre fuerzas sociales diferenciales y puede ser situada dentro de la familia de la planificación estratégica, situacional y fundamentalmente ético-geobiopolítica, uno de cuyos representantes más conspicuos en nuestra América fue Carlos Matus (1977, 1996).
Es a partir de este enfoque que presentaremos –aún a riesgo de abusar del tiempo asignado a
nuestra exposición y, por ello, no llegar a ser exhaustivo- una visión retrospectiva de los
procesos planificadores en nuestra América. Ello para poder comprender la razón de existencia del supuesto nuevo paradigma de la gestión del desarrollo local.
2. Del subdesarrollo al desarrollo del subdesarrollo. La planificación normativa
La planificación tiende cada vez más a ser cuestionada por algunos sectores, en especial
neoligárquicos neoliberales, sea mediante la postulación del revisitamiento a las antiguas posiciones del capitalismo liberal clásico, que no admite una planificación extramercado.
La planificación en América Latina tiene ya más de sesenta años de práctica gubernamental. Emergió a la vida pública como un constructo intelectual con todas las caractewww.ts.ucr.ac.cr
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rísticas propias de una tarea de investigación sobre el futuro y sólo en indirecta relación
con los problemas propios de la administración científica y de los procesos de toma de
decisiones, implementación, ejecución y control de las acciones gubernamentales. La
CEPAL y posteriormente el ILPES realizaron en este sentido una labor pionera y creativa.
Aunque planificación y futurología son cosas distintas, la propuesta original de la CEPAL se situó en un campo intermedio entre ambas, al hacer un despliegue intelectualmente interesante basado en la probabilística y las proyecciones a partir de diagnósticos
estructurales y sectoriales de la realidad económica latinoamericana.
El problema original de la CEPAL no era la planificación, era la exploración del futuro
de América Latina en sus capacidades y posibilidades de superar el subdesarrollo en la
perspectiva de instaurar un capitalismo autónomo latinoamericano. Por ello su reflexión
comenzó por realizar proyecciones económicas a largo y mediano plazo de acuerdo con
las tendencias vigentes, a fin de cotejarlas con la imagen -objetivo ofrecida por los países industriales considerados ya desarrollados y maduros. El resultado de ese cotejo fue
desfavorable para nuestros países pues las distancias entre el mundo desarrollado y subdesarrollado tendían –como en efecto lo fueron progresivamente, aún en el siglo veintiuno- a ampliarse.
La pregunta que surgió de inmediato fue la de bajo qué condiciones de crecimiento era
posible acortar distancias con los países ya desarrollados, pregunta que implicaba un
problema teórico trascendental, ya que si el subdesarrollo parecía ser corregible por la
vía del mayor crecimiento a mayor velocidad, entonces el problema de la dirección o
sentido del progreso económico-social surgía invertido y subordinado al problema de la
velocidad de crecimiento. El crecimiento más veloz, en vez de ser un aspecto de cambio
social dio pie para sostener una estrategia de eliminación de los denominados obstáculos
(los valores, la cultura, el modo de producción, las relaciones de poder, las relaciones
sociales primarias consideradas tradicionales o premodernas...) al crecimiento-desarrollo industrial-tecnológico con lo cual la finalidad del proceso social quedó fuera del
campo de la planificación (o de las proyecciones económicas).
Las grandes metas, las imágenes-objetivo estaban prefijadas por la continuidad del sistema social visto como sistema económico en la misma dirección que la determinaba, pewww.ts.ucr.ac.cr
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ro en magnitudes amplificadas. El cambio necesario fue considerado entonces como todo lo que se oponía al crecimiento más veloz. La redistribución del ingreso, la reforma
agraria, la reforma tributaria, y todas las llamadas reformas estructurales no aparecían
como requisito de otro estilo de vida o desarrollo, sino exigencias necesarias para ampliar los mercados internos, sustituir importaciones, reducir la marginalidad y modernizar el sistema productivo de cada país. Desde el punto de vista metodológico este enfoque tuvo importantes consecuencias: el método de planificación surgió para asegurar la
coherencia de las magnitudes económicas en el proceso de crecimiento hacia la sociedad capitalista central. Proyecciones y coherencia económica resultaron así dos aspectos
de un mismo problema central: la velocidad de crecimiento.
Ahora bien, la respuesta a la pregunta de cómo crecer más rápido y sin desequilibrios
significativos, obligó a otro tipo de proyecciones económicas más próximas al concepto
de plan. En efecto, se presentó como necesario ensayar tasas de crecimiento hasta encontrar una que resolviera los problemas más agudos en un plazo razonable y al mismo
tiempo fuera económicamente factible. Aquí, económicamente factible significaba que
no se generaran desequilibrios no financiables en el comercio exterior, en el presupuesto del Estado, y en general que en las contabilidades nacionales las cuentas cuadraran
sin desatar una inflación significativa.
La única forma de realizar tal ensayo era superando las proyecciones predictivas o tendenciales. Así surgieron las proyecciones normativas iluminadas por el debe ser, necesario e imperativamente capitalista –a imagen y semejanza de las sociedades altamente
desarrolladas- para todos nuestros países. Dichas proyecciones fueron muy útiles como
discurso crítico, pues indicaron a los pueblos y a los gobiernos el reto de realizar grandes esfuerzos sostenidos en el tiempo para superar el subdesarrollo. Buena parte del
prestigio de la CEPAL durante los años cincuenta y sesenta del siglo veinte se debió a
su discurso normativo, que elevó el nivel de conciencia sobre el atraso económico y
sentó las bases de lo que se llamó programación económica. No es fácil comprender sesenta años después –cuando las condiciones epocales marcan un nuevo tiempo-espacio
del imperio, la posmodernidad y la globalización- la importancia que este discurso
normativo tuvo para la época. Baste recordar que los prejuicios contra la planificación
eran tan fuertes que fue necesario usar la palabra programación, que la ciencia econówww.ts.ucr.ac.cr
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mica predominante era esencialmente el keynesianismo sincrónico, incapaz de captar
siquiera la mecánica del proceso de crecimiento y que el concepto de problema quedaba limitado a su manifestación fenoménica, real e inmediatista y no a su precisión en el
marco de proyecciones orientadas hacia una imagen-horizonte de integración nacional
y latinoamericana.
Es sobre esta base -importante, pero teórica y metodológica precaria- que se iniciaron
las primeras experiencias de planificación en nuestra América Latina a inicios de los
años cincuenta del siglo veinte. No había todavía un método de planificación sino una
técnica para hacer proyecciones. Origen que le imprimió un sello a la planificación en
nuestros países: enfatizó el largo o mediano plazo, ignorando la planificación anual operativa, de corto plazo y de coyuntura; ostentó una tendencia academicista y se organizó
no como un proceso societal sino como un equipo de investigación que debía producir
un plan-libro, es decir un documento tal cual, atemporalmente atrapado por el economicismo capitalista.
En el sentido anterior, desarrolló contradictoriamente una técnica de presupuestos por
programas que no pudo relacionarse adecuadamente con el plan de mediano y, mucho
menos, de largo plazo; tampoco se realimentó con el cotejamiento de la realidad cambiante; tuvo serias dificultades para dotarse de sistemas de información y comunicación
para formular, controlar y viabilizar el plan; se disoció de lo político porque se limitó a
afirmar una norma; se revistió de neutralidad técnica y administrar sin fundamento teórico; pretendió encontrar una técnica de evaluación de proyectos que dejó de lado la
evaluación sociopolítica y cultural de los mismos; se aferró a las categorías medibles de
la contabilidad nacional y no pudo tratar el problema de los cambios estructurales.
La experiencia histórica demostró que la planificación normativa impulsada por CEPAL-ILPES se puso de moda sin un desarrollo teórico-metodológico profundo. El paso
de la técnica de proyecciones a la programación normativa apareció no como opción
metodológica entre varias posibles, sino como la única posibilidad. Más adelante, cuando esos mismos organismos internacionales, enriquecieron y complejizaron la problemática del desarrollo-subdesarrollo en un esfuerzo más integrado entre economistas, sociólogos, historiadores y especialistas en varios campos de la ciencia y la tecnología, el
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problema se agravó, pues se hizo aún más patente el divorcio entre una técnica de planificación que permanecía aferrada a sus limitaciones teóricas y la variedad y complejidad
de la explicación que estaba adquiriendo el discurso teórico del desarrollo.
Es a partir de aquel divorcio creciente entre una técnica limitada y una realidad que problematizaba cada vez con más riqueza a la teoría, que surgió la necesidad de construir
una epistemología del método normativo y construir una nueva propuesta planificadora.
Pero eso no es todo: la planificación normativa no tuvo éxitos que merecieran aplausos
aclamatorios, especialmente en periodos de profunda transformación social. El balance
esencial hoy a inicios del siglo veintiuno es que nuestra América se encuentra dominada, subordinada y expoliada de manera tal que el proceso de desarrollo autónomo latinoamericano aún sigue siendo esperado por los pueblos y naciones latino-ibero-indoafro-caribeños.
Fue así que la norma dejó de ser una guía para la acción en la construcción de lo posible
y se convirtió en un mero discurso sin audiencia, especialmente étnico-popular. Si la
planificación normativa tuvo serias limitaciones para tratar con situaciones donde predominaba el conflicto social, resultó completamente inadecuada para servir a procesos
de transformación social, donde predominaba y sigue predominando el conflicto, hoy
más profundamente genoestructural como nunca antes.
La planificación normativa propuesta por CEPAL-ILPES fue, sin duda, una creación
original. Sin embargo, como ya vimos, en sus fuentes de inspiración se encuentran sus
propias limitaciones que la rebasaron y, finalmente, dejaron de ser cantera epistemológica creadora para ser constituida en simple tradición doctrinaria.
La resistencia al cambio en los enfoques de planificación y su aislamiento respecto de
otras influencias praxiológicas surgidas en los centros académicos mundiales, se expresó en la comprensión dislocada de CEPAL-ILPES en la comprensión del subdesarrollo
de América Latina.
La planificación normativa –en fin- se presentó como un enfoque principalmente económico. Ello determinó una división de la realidad entre lo económico y lo social por
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allá de los inicios a mediados del siglo veinte, separación que si ya presentaba problemas en la comprensión de la realidad, resultó ser aún más limitante en las acciones frente al proceso de trasnacionalización y reimperializacion.
Fue así que los planes tendieron a postular normas exigentes de difícil viabilidad política, social y cultural, en contraste con la profundidad y sostenibilidad de los cambios estructurales exigidos por la construcción de un supuesto capitalismo autónomo latinoamericano.
La audiencia de lo normativo dependió de la posibilidad de colocarse los planificadores
por encima del debate político y cultural y de las corrientes ideológicas, buscando siempre en la argumentación de la norma el peso de las ciencias y técnicas oficializadas, tal
cual se continúa persistiendo hoy en día revistiéndolas de una neutralidad valorativa
que, no es por casualidad, que beneficia a las políticas de los países angloeuroyanquicéntricos.
Recapitulando, si bien la planificación ostentó una imagen ideológicamente engañosa
ligada al comunismo dentro del marco de la guerra fría, hoy resulta incomprensible la
imposibilidad de la pretensión de elevar a postulado teórico-epistémico la idea de la
neutralidad política del método cartesiano de la planificación normativa. La época de
cambios que vivimos en nuestra América ha puesto sobre la palestra un nuevo concepto
de planificación, hoy centrado en los procesos étnico-populares y desarrollolocalistas
estratégicos y de la vida cotidiana así como de una nueva ciencia sociaal, especialmente
socialista en nuestra América.
3. Acerca de lo social2
De las notas anteriores podemos visualizar buenas razones por las que en el siglo veinte
se creyó en el proyecto económico-político de construir un capitalismo autónomo latinoamericano, cuya noria fue la integración final de los mercados local-nacionales integrados a las necesidades de la reproducción ampliada del capitalismo mundial.
Fue así que la necesidad de explorar el futuro –uno que ya estaba tecnológicamente
prestablecido- se abordó con métodos reduccionistas que dejaron amplias y numerosas
dimensiones de la sociedad humana fuera de todo marco de alumbramiento integral. Lo
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Apartado tomado y actualizado in extenso de Barrantes (1997).
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social, lo cultural, lo político, lo ideológico-simbólico, etc., no fueron considerados más
que como resistencias y obstáculos que había que arrasar en aras del progreso de la
ciencia y la tecnología y el libre flujo de los capitales privados ya trasnacionalizados.
En relación a lo social (ver anexo cuadro), varios términos fueron acuñados en el siglo
veinte, marcando hitos en la evolución del tratamiento dado al conjunto de las relaciones
societales: interhumanas, intersubjetivas, objetivas, interobjetivas.
No obstante su elaboración desde diversos referentes empíricos y disciplinarios, por lo
general se encontraron anclados al supuesto de la prexistencia de la economía -así fuera
ésta considerada de carácter cósmico, físico-sistémico, telúrico o teologal- que abordó el
sistema de relaciones DE y EN la producción social, reducido a la circulación ampliada
de mercancías mediante la cual Lo-Social se constituyó en el ancho campo abierto a las
inversiones del capital privado.
a) Lo-Social Como No-Vacío: Esta noción, de honda raigambre neoclásica, fue estratégicamente diseminada en el lenguaje economicista del pensamiento social latinoamericano. Ella se constituyó en referencia a un momento discontinuo, incomunicado -un
"algo" que contenía "algo" que no se sabía qué era- de uno anterior ubicado mucho más
allá del ya dado por una separación tan absoluta entre Lo-Económico y Lo-Social, que
este último carecía de toda posibilidad de existir como objeto de conocimiento.
Lo-Social como no-vacío fue una noción equívoca que pretendió solucionar las indeterminaciones abstractas de la metafísica de la presencia autorreferencial de Lo-Económico, según la cual éste era concebido como una entidad enclaustrada en sí misma, absolutamente autónoma de todo tipo de creación externa a su propia existencia; en consecuencia, el rango de su autoposicionalidad y autorreferencialidad era el de una
centralidad con características de economicidad inmanentes, autorreproducibles y
autorganizables por la estática misma de sus componentes. Evocando el pensamiento espinoziano, Lo-Económico sería la sustancia (materia, en lenguaje marxista), “aquello
que es en sí y se concibe por sí, esto es, aquello cuyo concepto, para formarse, no precisa del concepto de otra cosa” (Spinoza 1980:47). En este sentido, todo es Lo-Económico. Nada existe fuera de la Razón económica. Sólo el Vacío, la Nada.
En contraposición a la aporía del vacío ignoto, la terca realidad socialmente construida
fue obligando -no sin persistentes resistencias que aún hoy continúan prolongándose en
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los tiempos y espacios geobiopolíticos- a que Lo-No-Económico fuera creado como
portador de la simple negatividad de la sustancia esencializada de Lo-Económico, es
decir, un "algo", un no-vacío indiferenciado pero en vías de ser especificado y evidenciado que significó cualquier cosa o factor no económico y, hasta finales de los años `50
del siglo pasado, presumiblemente “social”, ya que no fue sino en los `60 que a LoSocial se le comenzó a reconocer “cuerpo” y una cierta identidad más o menos propia:
la socialidad de lo social cobró carta de ciudadanía de la misma manera que en los `70
se le comenzó a reconocer una cierta especificidad a Lo-Político y, en los `80 a Lo-Cultural (paradójicamente la tristemente célebre década decretada como perdida por
Naciones Unidas para los países subdesarrollados).
Pero reducido el no-vacío o, lo que es lo mismo, Lo-No-Económico a Lo-Social, dicho
término expresó un reduccionismo pletórico de carencias e imprecisiones por cuyo
medio se le asignó a Lo-Social un carácter meramente apendicular, es decir, accesorio y
residual, y una infeliz virtud: la de ser una caja de resonancia totalmente vulnerable y
desajustable en su interior mismo como consecuencia de los altibajos de la tasa de ganancia, al mismo tiempo que, por esa misma condición que, sin serle propia, aún hoy día
se le sigue asignando: Lo-Social es un estorbo inerte que sólo entorpece el libre crecimiento de la presencia eternizada de la cual supuestamente brota: Lo-Económico. Por
esta vía de argumentación se acepta sin más que la situación social mejora o empeora
por las propias carencias y frágiles potencialidades de la fuerza de trabajo asalariada y
no asalariada, pero fundamentalmente como consecuencia de los impactos de los
altibajos de la tasa de ganancia que fue postulada como deux ex maquina de la sociedad
misma.
El término Lo-Social, no menos genérico que el de cuestión social3, fue acuñado en los
años `40 del siglo veinte por la ONU para referirse a las medidas institucionales más
relacionadas con el bienestar humano, cuyos problemas acumulativos fueron vistos
como gastos financieros no recuperables: una carga onerosa que sólo permitía mitigar o
compensar la pobreza a la que se veían sometidos los agrupamientos populares. Esto en
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Desde los desarrollos primigenios de la ciencia social, esta denominación genérica tiene un indiscutido referente
empírico: las condiciones materiales de reproducción de las clases bajas (pobreza, desempleo) y sus secuelas
morales (prostitución, delincuencia, mendicidad) y sociales (contaminación de la parte "sana" de la sociedad,
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especial cuando las políticas para acelerar la tasa de crecimiento -decisión que dependía
de la voluntad de las clases dominantes- no se vieron precedidos, acompañados o
sucedidos por la mejoría de la calidad de vida ni por la distribución equitativa de los bienes tangibles e intangibles de cambio y de uso de las clases populares.
Recapitulando, los beneficios económicos, traducidos en indicadores de bienestar y
seguridad social, incremento de la producción, productividad y acumulación compulsiva
del capital no fueron sentidos ni creídos por amplias multitudes de nuestra América a lo
largo y ancho de nuestra América.
b) Lo-Social Como Entidad Interdependiente De Lo-Económico. Esta concepción se
contrapuso a la noción de separación prexistente y, por lo tanto, de incomprensión entre
las lógicas excluyentes de Lo-Económico y Lo-Social -que secularmente y en su versión
neoliberal viene siendo impuesto como argumento de autoridad a los países integrados
de manera subordinada al sistema financiero trasnacional- mediante la cual el
mejoramiento de la situación social era la máxima aspiración a la que los pueblos
podían aspirar mientras que la lógica de Lo-Económico continúa legitimando el
incremento exponencial de la tasa de ganancia privada.
Lo-Social como entidad interdependiente de Lo-Económico propuso que el mejoramiento de la situación social y, eventualmente, el desarrollo social, no era una carga onerosa
que sólo podía permitir realizar medidas paliativas para ayudar a los pobres y desheredados a sobrellevar las duras penas que los agobian y las vicisitudes a que se veían
sometidos por las inclemencias de la vida. Esto por cuanto para el decenio de los `40 del
siglo pasado, una serie de estudios económicos comenzaron a dar cuenta de la agudización y acrecentamiento de los problemas sociales a causa del lento ritmo de crecimiento económico; asimismo, de que, en una proporción muy grande, la generación del
crecimiento económico debía atribuirse a un "factor residual impreciso pero presumiblemente `social', más que a los insumos de capital y trabajo" (CEPAL 1969:153).
Por otro lado pero al mismo tiempo, por esos años fueron quedando al descubierto las
diferencias cualitativas y progresivas entre la situación de la periferia capitalista (LoSocial) y el centro industrializado (Lo-Económico) y con alto ingreso por habitante, así
violencia, revueltas y eventuales revoluciones) las cuales están al acecho de la seguridad y la estabilidad de las
clases gobernantes.
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como las deficiencias contenidas en las políticas de desarrollo económico y de comercio
internacional tanto en nuestra América como en otras regiones del mundo. Asimismo, se
comenzó a develar la presencia movilizadora de las masas populares en tanto sujetos de
la desintegración del sistema oligárquico latinoamericano -expresada por diversas vías
pero fundamentalmente por la presión de los llamamientos revolucionarios nacionalistas, al mal llamado populismo y a la lucha por la descolonización política. Todo ello
demostró que, a fin de alcanzar el objetivo económico de crecimiento autosostenido de
la producción por habitante, era necesario considerar factores no económicos indiferenciados, a los cuales, posteriormente, se les comenzó a reconocer alguna especificidad
“social”.
Comenzó así a sustituirse aquí sí y allá no la noción de mejoramiento de la situación
social -ligada a una visión más estática y diluida de Lo-Social-, por la de Desarrollo
Social -articulada a una connotación más dinámica de Lo-Social- aceptándose explícitamente la interdependencia funcional-formal entre Lo-Económico y Lo-Social. Esto
significó para la terminología de Lo-Social, una efectiva dependencia y vulnerabilidad a
los embates del decrecimiento económico y, por ello, al cumplimiento de una función
subordinada: prestar un compulsivo servicio al desarrollo económico en la medida en
que sus fronteras le fueron abiertas a las inversiones privadas del capital. De allí que las
nominaciones inversión social, inversión en infraestructura social e inversión en recursos
humanos, adquirieron carta de ciudadanía en el pensamiento social latinoamericano.
Estos, acuñados en los años `40 del siglo pasado, sólo ganaron legitimidad internacional
en los `60. El capital transformó las acciones aisladas de mejoramiento social en inversiones productivas sistemáticas al servicio del mejoramiento de la situación económica
de la población y, por esta vía, al incremento de la tasa de ganancia y a la acumulación
compulsiva del capital.
Ello estaba requiriendo de una racionalización que ideológicamente validara un cambio
en la programación económica de los gobiernos a fin de reorientar las inversiones hacia
sectores hasta aquel entonces considerados no productivos; es decir, se propuso la
maximización de las inversiones en actividades que, además de contribuir al Bienestar
Humano, ampliaran la relación salarial y maximizara la productividad de las economías
latinoamericanas. Estos objetivos parecían ser alcanzados a través de programas secto-
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riales ya establecidos (educación, salud, empleo, redistribución del ingreso, seguridad,
asistencia y bienestar social) que contaran con legislación pertinente, aparatos
administrativos eficientes y sistemas de capacitación profesional y técnica eficaces;
asimismo, mediante programas como vivienda, nutrición y recreación que tuvieran el
respaldo público.
Sintetizando esta vía de argumentación, Lo-Social y Lo-Económico fueron "LOS" dos
factores inseparables de un único y absoluto proceso que estaba siendo requerido por
amplias mayorías y, que en términos gubernamentales se postulaba como acciones económicas productivas, complementadas con medidas sociales concomitantes y eficientes
que irían a remover los obstáculos sicosociales y estrangulamientos, incentivando el
Desarrollo Social. No obstante el carácter esencialista asignado a Lo-Económico y el
suplementario a Lo-Social, ambos términos intercambiaron efectos desiguales que
fueron producidos por su propia diferenciación y, por ello, ventajas competitivas
(reminiscencia de las ventajas comparativas de la teoría clásica del comercio internacional); en fin, eran considerados interdependientes y, por ello, se les reconoció
persistentemente la dignidad de su estatuto: formalmente fueron colocados en pie de
igualdad gracias a la Declaración de los Derechos Humanos, haciendo falta solamente
su integración por la vía de una mayor articulación y expansión del mercado, la cual,
aún hoy, continúa siendo reputada como inminente.
En la lógica de esta argumentación, las interacciones de los desarrollos de ambas
entidades no se justificaban más que como coincidentes, conjugadas porque se trataba
de factores agregados desde afuera por una voluntad externa (individual, interdisciplinaria, económica, técnica, política, administrativa, imperial) a la que se le atribuía el poder
de armonizar, coordinar y equilibrar pesos y contrapesos y corregir efectos y defectos
tanto como asignar valores e identidades y utilizar procedimientos conducentes a
conductas finalistas pertinentes a la remoción de los obstáculos sicosociales y estrangulamientos, a la restauración dinámica del equilibrio general de la paz social y a la
mantención del óptimo funcionamiento del motor repotenciado de la economía.
Este fue el sentido dado a la integración homogeneizante de dos entidades reputadas
interdependientes. Al influjo del redespliegue de las inversiones de capital, como manto
protector de todo lo que pudiera alcanzar a cubrir con su expansiva racionalidad inma-
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nente, se trasfirió lo moderno a lo tradicional, lo urbano a lo rural, lo dinámico de una
estructura a lo estacionario de la otra, es decir, se comenzó a expandir la racionalidad de
Lo-Económico a Lo-Social, y en ese desplazamiento éste fue subsumido formalmente
en aquél como simple accesorio cual siervo a la gleba. Pero, he aquí que todo lo que
quedaba no sólo mal cubierto, sino, también, fuera del abrazo modernizador y civilizatorio de las inversiones de capital fue considerado "obstáculo estructural" al desarrollo
económico y social como variante del desarrollo económico-militar-industrial-tecnológico.
c) Lo-Social Como Obstáculo Al Desarrollo Económico. Articulada al discurso
estructuralista cepalino, la noción de los obstáculos estructurales tomó cuerpo en los `60
del siglo pasado cuando se hizo innegable que la industrialización sustitutiva de importaciones, asumida por los países latinoamericanos –algunos tardíamente- en condiciones externas e internas que provocaron su inefectividad sin haber producido
soluciones sistémicas a los problemas que aún hoy continúan descomponiendo los
cuerpos sociales subcontinentales y caribeños: baja productividad del aparato
empresarial privado, desempleo, subocupación, deterioro de los términos del
intercambio, dependencia, concentración progresiva de la tasa de ganancia y
distribución regresiva del ingreso, déficit fiscal escalonado, pobreza generalizada...
Ya en los inicios de los años sesenta del siglo veinte, especialmente al embate de la
Revolución Cubana, se adquirió una cierta conciencia de que la problemática del
desarrollo no debía seguir siendo reducida a Lo-Económico, sino, concebirse como la
sumatoria del crecimiento de éste más el progreso social. En este sentido, la nueva
noción globalizante del desarrollo económico y social integral significó el planteamiento
de una política de desarrollo y modernización de largo alcance y de cambio concatenado
de las reformas de las estructuras sociales, públicas, industriales, agrarias y comerciales;
ello con el afán de redistribuir el ingreso, modernizar al Estado e incorporar la idea de la
política social como término e instrumento mediante el cual se podría abordar de
manera planificada, los denominados sectores sociales: salud, vivienda, educación,
seguridad social, asistencia y bienestar social,...4.
4
Si bien este criterio demostró eficacia empírica, no fue así el tratamiento analítico dado a cada "sector": éstos
fueron descontextualizados y apropiados por ciencias individualizadas que, no obstante su autonomía
aislacionante, ofrecieron soluciones marcadas por el sesgo económico y economicista. En los años `60 una
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Pero veamos el significado que -aún hoy pero con lenguajes telematizados- sigue
teniendo Lo-Social como obstáculo estructural al desarrollo de Lo-Económico.
Un ente que es definido como obstáculo carece de proyecto propio; sólo tiene virtudes
que no le pertenecen; se le asignan atributos definidos externamente por quien tiene una
trayectoria que pasa exactamente por el sitio ocupado por lo que estorba el camino que
conduce ilusoriamente a un estadio final ideal. Este tipo de obstáculo fue el definido
como estorbo en virtud de su no dependencia de acción, que no necesariamente connota
independencia ni interdependencia ya que no porta movimiento alguno. Por ello, en el
discurso que nos ocupa, Lo-Social en el siglo veinte jugó el juego ya dado, normado por
la entidad que ya estaba presente: Lo-Económico, compulsivamente acicateado por el
acrecentamiento de sus inversiones y por la cruzada contra los obstáculos estructurales
de Lo-Social, que debían ser arrollados con más fuerza y profundidad por el tractor del
progreso capitalista.
La ambigüedad producida por la usurpación del sentido que la noción de no
dependencia
de
Lo-Social
respecto
de
Lo-Económico
hace
del
término
interdependencia, permitió no solo postular a Lo-Social como supuestamente autónomo
y con dinámica propia, equiparable a Lo-Económico, sino, también, proclamar la necesidad de su integración y fusión homogeneizante a través de modelos formalizados e
institucionalizados para tales efectos; asimismo, validar el trabajo en equipo interdisciplinario y legitimar la visión unitaria e integralizadora del desarrollo como proceso
social global con la que se esperó orientar la remoción de los obstáculos políticosicosoculturales y los estrangulamientos estructurales; todo ello con el afán de que, a
través de una política social racional, Lo-Social produjera integración por la vía del
consumo, integración nacional por la vía de los derechos ciudadanos, y apoyo popular
masivo para viabilizar el Bienestar Económico y Social de las grandes mayorías con las
que las clases hegemónico-dominantes siguen estando en deuda exponencial.
d) Lo Social Como Globalidad Societal. Hasta aquí hemos seguido una secuencia de
momentos progresivos que postularon, a lo largo del siglo veinte, Lo-Social como vacío:
una "nada" en virtud de la existencia absolutamente presente y totalizadora de Lo-
contrapropuesta de superación de la sectorización mediante la creación de equipos interdisciplinarios intentó,
sin lograrlo, suturar los vacíos teóricos anteriores acudiendo al uso de modelos integrales, intersectoriales.
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Económico y como un no vacío pletórico de imprecisiones que pudo ser llenado de
cualquier cosa no económica y, por lo tanto, irracional. Fue así que, a lo largo de la
segunda mitad del siglo veinte, Lo-Social pudo aparecer indiferentemente como una
situación ilógica que sólo ocasionaba gastos y desinversiones económicas dado su
carácter refractario a la tasa de ganancia. Otras veces el no vacío no brotaba de LoEconómico, sino que éste, en virtud de su fuerza expansiva y globalizante, se fue
topando con las resistencias de Lo-Social que ya venía presentificándose como un algo
ignoto que provenía de un misterioso más allá del mercado. A medida que la Mano
Invisible iba acercando la esencia de Lo-Económico a la in-escencia de Lo-Social se
comenzó a capistalitizar éste, sea, a darle una forma o presencia adecuada a la lógica del
mercado en proceso de trasnacionalización.
Primeramente se le dio una informidad que pudo ser llenada con cualquier contenido no
económico: algo a lo que no se le reconocía identidad propia; no obstante, en virtud de
su progresivo aumento de peso y volumen se le reconoció una capacidad de intercambios desiguales, dependencias encubiertas, no dependencias e interdependencias
ilusorias. Artificios mediante los que Lo-Social pasó a ser un algo absolutamente dependiente, apendicular y hasta inexistente respecto de Lo-Económico, hasta llegar a ser
constituido –no por sí sino por la autoridad económica y, por lo tanto, política de turnoen un órgano pletórico de resistencias que sólo obstaculizaban el Desarrollo Económico
y Social Integral de nuestra América.
Una vez vencidos ideológicamente estos estorbos, se supuso que quedaba abierta la
posibilidad real de que Lo-Social llegara a integrarse o, mejor dicho, fundirse a LoEconómico, así fuera por obra y gracia de las inversiones de capital o por la acción de
una voluntad tecnológica económica, política o militar externa a ambos.
Este paso en la evolución terminológica del pensamiento latinoamericano concibió a
Lo-Social ya no como lo que es no económico, no racional, no público y no privado,
sino, como TODO lo que pertenece a la sociedad, a lo colectivo, a lo societal. En
consecuencia, la economía a partir de allí ES una ciencia social y todos los aspectos del
cambio, desarrollo y crecimiento de las sociedades son parte de un proceso englobante,
globalizador: el desarrollo socioeconómico y político-cultural integral. Las instalaciones
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de uso colectivo, desde las alcantarillas hasta las escuelas y desde los ferrocarriles hasta
los hipódromos son, por lo tanto, SOCIALES.
e) Lo-Social Como Sinónimo De Pobreza. Esta nominación, antinómica del Bienestar
Humano, tomó cuerpo a propósito de la recesión mundial iniciada en 1967-68 y el
segundo redespliegue industrial que le siguió a éste en el decenio siguiente, en el transcurso del cual nuestras economías se reinsertaron al orden trasnacional hegemonizado
por el capital monopólico. El decenio de los `70 y, fundamentalmente, el de los `80,
fueron testigos del agotamiento de las políticas y de los modelos de desarrollo económico y social que intentaron servir de plataforma a los ensayos de instaurar un capitalismo nacional autónomo latinoamericano y a los proyectos de integración económica
sobre la base de la sustitución de importaciones. Ante el brutal embate de la crisis del
sistema monetario internacional, la persistencia de la agudización del deterioro de las
condiciones de vida de los agrupamientos populares y la recesión política impuesta por
los regímenes burocrático-autoritarios (O' Donnell 1982) o autoritario-modernizantes
(Graciarena 1984) del Cono Sur, obligaron la búsqueda de respuestas inéditas a los
fenómenos que no pudieron ser explicados por los enfoques de la marginalidad, la dependencia, el estructuralismo, el funcionalismo y la ortodoxia marxista.
La pobreza como objeto de estudio derivó, por lo tanto, de trabajos auspiciados por
ONU, CEPAL, BM, BID, PNUD, OIT y, en el decenio de los ´90, por las denominadas
–más por persistencia que por pertinencia- organizaciones no gubernamentales que
nosotros denominamos organizaciones civiles de desarrollo social (Barrantes 1998,
1999, 2003), interesadas en morigerar los impactos destructivos de la recesión económica en el modo de vida de los agrupamientos sociales más pobres.
Dichos estudios dieron cuerpo a un enfoque no sectorial de Lo-Social, interesado en darle un rostro humano al desarrollo capitalista (Cornia, Jolly, Stewart l987) y, justo es reconocer, algunos llamaron la atención sobre la necesidad de contar con soportes
prácticos, teóricos e institucionales más integrados y totalizantes que los utilizados por
el enfoque sectorialista. No obstante su preocupación genérica por la promoción social y
el énfasis dado al empleo y los ingresos -en tanto recursos de sobrevivencia y
satisfacción de necesidades asociadas a las condiciones mínimas de vida de los distintos
estratos de la pobreza- las limitaciones teóricas y metodológicas determinaron que
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dichos estudios se realizaran, al menos inicialmente, con una visión geoespacial de
economía cerrada centrada en comunidades rurales y áreas urbanas en las que las
condiciones de existencia eran muy restrictivas. Su sesgo tecnocratista y neoasistencialista como contracara del desarrollismo economicista, los llevó a atribuirle virtudes
sociales a las unidades territoriales locales y a ocultar las relaciones de poder, mediante
las cuales se articulan diferencialmente los sujetos individuales y colectivos que dinamizan los procesos sociales, políticos y económicos en una determinada formación territorial local.
Los numerosos estudios sobre la pobreza en América Latina, conformaron un heterogéneo espectro de investigaciones. Estas, abordadas desde muy diversas perspectivas
teóricas, disciplinas y referentes empíricos, intentaron desde medir los grados de pobreza hasta describir movimientos sociales de variada índole, pasando por el estudio de
las redes de la economía solidaria, el modo de vida marginal de los pobres, la segmentación del mercado y el llamado más por persistencia que por pertinencia sector informal
urbano, economía popular, Sector del Trabajo por Cuenta Propia y, más recientemente
economía social.
Enfoques alternativos al de las denominadas estrategias de sobrevivencia e informalidad, abordaron esta problemática relacional desde variadas ópticas, a saber: *) El
cambio no capitalista. *) El papel de la mujer y la unidad doméstica en la reproducción
social de la fuerza de trabajo. *) La empresarialidad de los sujetos populares articulada a
un modo de ser del pueblo y a un mercado democrático. *) La economía popular
solidaria, cuyos ejes subyacentes eran la satisfacción de necesidades humanas, el crecimiento endógeno, la autodependencia y la articulación creciente de las propias
comunidades. *) La acción política y la gestión económica desarrolladas dentro de una
matriz socioeconómica popular básica (Coraggio 1992). *) El modo de vivir y de hacer
economía las clases populares (Barrantes 1989; 1992; 1993).
Baste lo anterior para distinguir varios espesores de Lo-Social y dimensiones analíticas
estrechas, ampliadas y extensas que subyacen a las diversas concepciones de Estado y,
por lo tanto, de Política Social, las cuales, mediadas por relaciones de poder, ordenan y
dan sentido (direccionalidad y significado) a procesos y componentes reales,
imaginarios y simbólicos de corto, mediano y largo plazo local, regional, nacional y
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global: Estrechas: Asistencia, Bienestar, Promoción y Seguridad Sociales con referencia
a los subsidios directos, la educación, el empleo, la vivienda, la ayuda mutua, la
alimentación y la salud. Ampliadas: La suma de las anteriores al cooperativismo, el
desarrollo local, comunal, la reforma agraria, la delincuencia, los grupos etáreos, la
familia. Extensas: sumando todas al urbanismo, la ciencia, la tecnología, la comunicación, la cultura, el deporte, la recreación, el control del precio de la cesta básica,
la promoción del consumo colectivo y la defensa del consumidor.
Hoy el pensamiento social está demandando nuevas formas de aproximación al análisis
de las rearticulaciones de sentidos de las configuraciones sociales de nuestra América.
Pero no por ser la realidad inéditamente distinta a la de los diversos pasados que,
paradójicamente, se encuentran presentificados en el aquí y ahora de nuestras vidas
cotidianas.
El abordaje de la denominada gestión del desarrollo local no puede ignorar este pasado
político e intelectual que hemos esquematizado para los lectores y las lectoras que me
hayan seguido hasta aquí.
4. Acerca de lo local
Lo Local es un término tan ambiguo y, por lo tanto, tan rico y pluridimensional como su
referente empírico y como el lenguaje -que nos constituye en sujetos sociales en relación con el Otro en los ámbitos societarios que nos son constituyentes- en especial el
propio de las ciencias sociales y humanas.
De acuerdo con Collins (1981:174), “virtualmente todas las sociedades, no importa cuán
pequeñas o cuán aisladas sean en apariencia, existen en conexión siquiera laxa con
´sistemas intersocietarios´ más amplios”. En este sentido, la localización y regionalización de sociedades divididas en clases, por complicada que sea en detalle, se forma
siempre en torno a las conexiones de sentido, interdependencia, no dependencia, contradicción y antagonismo entre todos sus componentes, dimensiones, espesores y niveles
que pueden ser tanto determinantes como determinados (ver anexos correspondientes).
Comúnmente se concibe la relación global-local como si se tratara de un escalafón según el
cual lo global es más grande y contiene mayor número de habitantes que lo local. Asimismo, por lo general quienes ignoran la existencia de las instancias parroquiales en los países
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en donde estos colectivos barrial-vecinales ostentan importancia relativa, opinan que lo local
es la más pequeña unidad político-administrativa de un estado nacional o regional.
De lo antes dicho se deriva una consecuencia necesaria: los análisis de procesos locales cuentan con una imposibilidad ético-política si se realizan desvinculados de las mediaciones, variables contextuales o referentes imaginarios, simbólicos y reales que le son constituyentes: lo barrial-vecinal (que pasa a ser lo micro en relación a lo local), lo regional-nacional, lo nacional
(que pasa a ser considerado local en relación a la región latinoiberoindoafrocaribeña) y lo global (que también pasaría a ser local si imaginamos un cosmos de sociedades interplanetarias)
en que está inscrito.
Ni lo local ni lo global al igual que lo micro, lo macro y lo mega contienen por sí ni ante
sí la esencia de la realidad humana. Por ello cada uno por sí sólo no agota todo el análisis de la vida social. Ninguno es más prioritario que los otros. Lo global no es la simple
sumatoria de locales, ninguno es externo a los otros, sino que son dimensiones singulares
del conjunto de relaciones sociales. Tampoco por ello son necesariamente triviales aunque lo trivial sea uno de sus elementos temporales. La vastedad de sus alcances no es
atributo inmanente a ninguno de los dos.
Valga la ocasión para parafrasear a Wright et al. (1990:214), Lechner (1984:31-35) y
Giddens (1995:170-175) cuando intencionalmente coinciden en las afirmaciones siguientes: existen múltiples microfundamentos para una determinada macroexplicación;
no es posible reducir el macrofenómeno a los microfundamentos, los macrofundamentos
no son la determinación en última instancia de los microfenómenos ni a la inversa; el
descubrimiento de los procesos de micronivel a través de los cuales se posibilita la realización de fenómenos de macronivel, al igual que el develamiento de procesos de macronivel a través de los cuales se realizan fenómenos de micronivel, enriquece la comprensión y explicación teórica de la realidad socialmente construida.
Afinando la aproximación al abordaje del objeto de nuestra comunicación, nos parece
oportuno señalar que la problemática del desarrollo local advino a la discusión crítica de
los procesos de planificación señalados en el apartado trasanterior. Llegada la comunidad de intelectuales, políticos y organismos internacionales –pero fundamentalmente los
pueblos que sufrían en carne propia el brutal deterioro de sus condiciones de vida- a la
conclusión diferencial de que las inversiones de capital no habían producido impactos
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significativos en la lucha contra el subdesarrollo y la pobreza y que las heterogéneas
constelaciones de problemas humano-sociales –a contrapelo de las promesas incumplidas del proyecto modernizador y de la modernidad como condición epocal- más bien se
habían agravado, complejizado como indicador vergonzante de la profundización de la
abismal brecha social, económica, tecnológica y política existente no sólo entre los pocos que tenían mucho y los muchos que tenían poco o nada en cada uno de nuestros países, sino también entre el conjunto de nuestra América y los países centrales que en el
mismo periodo habían avanzado aceleradamente hacia estadios insospechados de bienestar social y económico.
Desde la perspectiva latinoamericana, el fracaso del proyecto de instauración de un capitalismo autónomo regional sustentado en grandes proyectos de inversión industrialtecnológicos de largo y mediano plazo, la sustitución de importaciones y la integración
de los mercados locales, había allanado los caminos para que los capitales trasnacionales y la propuesta neoliberal cabalgaran sobre el desprestigio del estado desarrollista e
intervensionista latinoamericano. La crisis fiscal, el megaendeudamiento externo, la elefantiásica burocracia estatal y la corrupción político-administrativa fueron tomados como banderas mediante las cuales los centros de poder mundial abonaron el terreno para
optimizar su ofensiva en el interior mismo de nuestras formaciones sociales.
Es en este contexto que tomaron cuerpo las propuestas centradas en lo micro, lo pequeño como hermoso, lo civil, lo privado y lo local en contraposición al centralismo, estatismo, oficialismo, burocratismo...
Se trató de un esfuerzo por plantear desarrollos alternativos que desembocaron en una diversidad de propuestas de nuevos modos de desarrollo: a escala humana, de base, autosostenido, autocentrado, y el ecodesarrollo entre otros. Las nociones de sociedad civil, organizaciones no gubernamentales e iniciativa local comenzaron a adquirir carta de ciudadanía al influjo del financiamiento de los organismos extranjeros e internacionales especialmente privados. En la nueva estrategia neoliberal del capital trasnacional, el estado y
la autoridad gubernamental que emanaba de él fueron constituidos en obstáculos que
había que erradicar para alcanzar el desarrollo local basado en la libre iniciativa privada,
desde ese entonces y en adelante, focalizada o localizada fuera de toda influencia oficial.
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Las oprobiosas dictaduras militares en los países conosureños sirvieron de cabeza de
tuerca para desarticular todo vestigio de soberanía, organización y resistencia popular y
sindical (no incluidas en el diccionario de quienes estaban interesados en configurar una
sociedad civil privatista, antiestatal, antigubernamental y antipartidista, reducida a un
acotado sector privado sin fines de lucro, de larga tradición norteamericana), a los efectos de rearticular los poderes de clase y de estado en función de los intereses ya no nacionales, sino, trasnacionales e imperiales.
Es así, que el término local no puede analizarse si no media una concepción de realidad
en la que todos los actores sociales planifican la realización de sus intereses en aras de
lo cual negocian la paz y la guerra creándole viabilidad a sus propios proyectos mediante alianzas más o menos inestables. En ausencia, debilidad, deslegitimidad o discapacidad de gobernación del estado nacional y todo proceso de decentralización o decentramiento de éste se traduciría sin más, en fragmentación no sólo territorial sino de las
identidades nacionales que se organizan en los ámbitos locales. Es la razón por la que la
estrategia de potenciar procesos locales al margen de toda representatividad del estado y
sus diversas instancias republicanas y regionales favoreció la intensificación de los procesos de expansión, penetración y control de los capitales trasnacionales en el corazón
mismo de nuestras configuraciones societales. De allí las producciones intelectuales de
un heterogéneo conjunto de intelectuales que se vienen interesando por el estudio de la
colonialidad del poder, el poder colonial y la diferencia (pos)colonial como contracara
de la posmodernidad, el imperio y la globalización (ver Barrantes 2004).
Por ello creemos que ningún abordaje de ninguna dimensión, espesor o nivel de la realidad socialmente construida, puede ser adecuadamente realizado al margen de las relaciones (o redes no siempre visibles) de poder (local, regional, nacional, internacional,
trasnacional), uno de cuyos efectos en estos tiempos de imperio, posmodernidad y globalización es la universalización artificial de determinados singularismos y particularismos
dentro de un contexto de desnacionalización, desautonomización y de exacerbación de la
ideología neoliberal.
Así se aliena la perspectiva histórica y se mediatiza, por un lado, la necesidad societal de
construir redes locales, regionales y nacionales de fraternidad y solidaridad, y, por otro, el
compromiso eticogeobiopolítico de encarnar cada quien el ser singular-colectivo de la sowww.ts.ucr.ac.cr
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cialidad, la culturalidad, la nacionalidad, la politicidad y la estaticidad de la configuración
social local-nacional de que se trate.
Entonces, la construcción de un abordaje crítico de lo local, tiene como condición de
realización la producción de una síntesis plural de carácter transdisciplinario en aras de
lo cual ofrecemos varios insumos epistémicos que es necesario seguir problematizando
o tematizando.
Primeramente, abocarnos desde el trabajo social con enfoque societal, a la construcción
de un concepto de totalidad, que no es un objeto filosófico, sino, una exigencia epistemológica del modo de organizar, por un lado, la producción, circulación y consumo del conocimiento y, por otro, la apertura a la realidad desde tres conceptos que no sólo a pesar sino
a propósito de que provienen de prácticas académicas muy distintas, se nos presentan como
recíprocamente alimentadoras: se trata de los conceptos de lo real, del habitus y de lo espacial-temporal los cuales pasamos a describir brevemente sin pretensiones analíticas sino
meramente descriptivas, a los efectos de estimular la reflexión y el debate fraterno pero sin
concesiones.
Dejando de lado su origen sicoanalítico, desde la socio-lógica o lógica social entendemos lo real como la realidad objetiva pero socialmente acotada, es decir, el mundo de
vida en relación al cual nos constituimos en agentes-actores-sujetos sociales, la circunstaneidad en proceso de redefinición, conceptuación, simbolización, intersubjetivación y
socialización. El momento de mayor cualificación de la praxis constituida como tal en
tanto productora de sentido (significados, intencionalidades y direccionalidades no
siempre concientes pero que nos implican y comprometen). Es el todo-posible, la racionalidad, total mas no absoluta, de la siempre inconclusa aproximación del sujeto al conocimiento, apropiación y potenciación de la realidad social singular que nos es dada, a
la que somos lanzados o a la que vamos a parar y en relación a la cual nos hacemos responsables.
Conceptualmente lo real tiene varias exigencias problematizadoras que paso a esquematizar:
1. Una perspectiva sociopolítica, entendiendo que es en las relaciones de poder entre
agentes-actores-sujetos individuales, colectivos y jurídico-institucionales donde encontramos la manera de antagonizar, dominar y competir unos con otros al mismo
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tiempo que, por otro lado, se resignifican y encarnan la diversidad, la pluralidad, la
cooperación, la tolerancia, la prudencia, la mesura y los consensos fraternos constructores de mundos y de futuros. Es aquí donde encontramos el punto de partida para abordar la cuestión del modo en que los contenidos y las formas de la política -y,
específicamente la política social y sus concreciones locales- están matizados por las
tendencias dominantes de las correlaciones de fuerzas con opciones de poder (político, económico, cultural, moral, cognocitivo, comunicacional...) en los momentos coconstitutivos de las configuraciones societales modernas: el estado, la sociedad, la
nación, el régimen político-económico-social-cultural y el escenario electoral trasnacional pero, también local, regional y nacionalmente sobredeterminados.
2. Afirmar la necesidad de los sujetos individuales y colectivos -entre éstos los trabajadores sociales y las trabajadoras sociales- de agregarle valor a la realidad social mediante la apropiación de los dinamismos que les es posible simbolizar, potenciar y
crear desde sus prácticas cotidianas, locales.
3. Pensar la realidad social desde las prácticas heterogéneas de los sujetos constitutivos
de la categoría pueblo y abrir la posibilidad –utópica mas no por ello irreal o inalcanzable- de encarnar un proyecto nacional (Venezuela mediante) que, permitiendo las
diferencias, guíe las tareas deseables, posibles y necesarias para resemantizar y redimensionar tanto al trabajo social –mejor dicho societal- como la sociedad localnacional que lo significa.
4. Superar las visiones reduccionistas basadas en enfoques doctrinarios y disciplinarios
de corte empirista, legalista, privatista y productivista dentro de las cuales se excluye
o se diluye el carácter comprehensivo y sustantivo de la categoría pueblo, y, por lo
tanto, se bloquea la puerta de entrada al conocimiento del modo en que los agrupamientos sociales especialmente étnico-populares viven, piensan, sienten y hacen economía, política y cultura en sus ámbitos constituyentes.
Siguiendo a Bourdieu (1980; 1990), con el concepto de habitus (en castellano habitáculo, C. B.) significamos un ámbito o campo de complejidades tangibles e intangibles y de
entornos íntimos y periféricos socialmente construidos; el habitáculo, el lugar en la vida
social misma en donde a los sujetos les toca vivir, luego de ser constituidos incompletamente en sujetos hablantes y vivientes; sujetos de la intersubjetividad y la incompletud
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tal como está establecida por la posicionalidad que les hace desear el deseo del otro; la
locación en y a través de la cual adquieren significados y sentidos no siempre intencionales las estrategias de inserción, posicionamiento y relacionamiento que los sujetos singular-colectivos realizan de conformidad con, al menos tres elementos cruciales:
1) Las distinciones o diferencias que su capital o patrimonio cultural les permite afirmar.
2) Sus registros imaginarios, simbólicos y reales. 3) Las distancias y discontinuidades
temporales y espaciales que conectan los múltiples componentes, espesores y dimensiones del sistema de relaciones sociales de poder que caracterizan a la configuración societal de que se trate y cuyos dispositivos causales y eficientes son, también, procesos
sociales dinámicos, desiguales y conflictivos.
Recapitulando, en nuestra concepción de realidad, lo local, lo real, el habitus se relacionan con lo singular, lo focal, lo micro, lo cotidiano, lo operacional, lo táctico, el día a
día y con el aquí y ahora de cada quien. Asimismo, se vincula con la política y lo político, con centralización, desconcentración, descentralización y decentramiento del estado
y la sociedad a la cual éste pertenece. Pero fundamentalmente con la conceptualización
relacional del espacio-tiempo en estos tiempos de imperio, posmodernidad y globalización.
Finalmente para ir cerrando este apartado, nos referimos brevemente a la relación categorial de tiempo-espacio. Como indica Bagú (1973:105), el espacio tiene una connotación física, vinculada a la noción de distancia. Pero por otra parte, no tiene correspondencia territorial precisa ya que sus límites, como es el caso de los espacios geopolíticos, imaginarios y simbólicos, son siempre indefinidos, discontinuos y cambiantes.
Dentro de esta concepción de espacio como sistema de relaciones o campo de fuerzas, se
inscriben los llamados espacios económicos, las áreas culturales, las regiones, las localidades,
los habitus, los reales, etc., que aparecen como generalizaciones y, en algunos casos, universalizaciones que tratan de expresar el radio de operaciones o las interrelaciones de los elementos
que intervienen en los hechos observados y socialmente construidos, en función de la posicionalidad relativa, hoy imperialmente determinada, que éstos presentan en una dada coyuntura histórica.
Como es sabido, Hegel –contrariando la clasificación kantiana del tiempo y el espacio
como dos categorías trascendentalmente diferentes y mutuamente independientes de la
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cognición humana, fue el primero en captar la subjetividad esencial del tiempo. Desde
entonces sabemos que la subjetividad es esencialmente temporal, que el espacio se expande y densifica con objetividad (Miller 2001:48) y que ambos, en la antigüedad fundidos en las labores vitales, se diferenciaron, separaron y distanciaron en el pensamiento
y la praxis humanos, al paso de la subordinación del tiempo al conocimiento científico y
a la capacidad de innovación tecnocientífica (Bauman 2000:121).
En la modernidad, tiempo y espacio dejan de ser –como lo fueron en el mundo cerrado
antiguo- un ser uno y lo mismo. Adquieren identidades propias pero siempre en tensa
relación. Por ello, el ahora temporal se activa en un aquí espacial socialmente determinados configurando el aquí y ahora históricos. Es el tiempo/espacio que deja de ser un
ser anónimo, un ser sin historia y sin fronteras para ser un ser tiempo/espacio con historia, la historia del tiempo/espacio, el tiempo/espacio de la historia, el mundo singular
que media entre lo posible y lo real, entre el saber y la demencia, entre la aspiración y
la utopía.
A partir del presente instantáneo contribuimos –para bien o para mal, entrópica y anatrópicamente- a moldear, direccionar, futurizar o pasadizar la realidad social que, aquí y
ahora, se nos presentifica ya no como una y única oportunidad, sino, como abanico de
oportunidades, probabilidades, posibilidades, opciones y alternativas, de nuevos comienzos, relanzamientos o saltos cualitativos proactivos o retroactivos que implican, en
los niveles, dimensiones y espesores del mundo de vida y de sentido que nos es dado, el
escenario en donde representamos la historia que nos es posible realizar bajo circunstancias que nos son dadas, que no podemos escoger a nuestro libre albedrío (Marx, s.f:9),
sino, en vinculación con la voluntad social y la producción de conocimientos, condición
imprescindible para la concreción de lo real (Zemelman, 1992:27-46).
En nuestra concepción el aquí y ahora, el presente, lo actual deviene escenario, lugar, site en donde el futuro apenas se premoniza, presiente, intuye como inminencia absolutamente azarosa, mientras que, evocando al Marx del Dieciocho Brumario, los espíritus
del pasado tienen el privilegio –en especial en circunstancias de profundas crisis societales- de presentificarse y futurizarse disfrazados de personajes venerables que –tomando prestados nombres, consignas, emblemas, ropajes, lenguajes adecuados a las nuevas
condiciones- se posicionan de cerebros y cuerpos vivos para representar –siguiendo
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guiones prestablecidos- escenas de la historia inédita que les corresponde perfomanciar
a las nuevas generaciones.
Finalmente, para concluir este apartado, nuestra aproximación al conocimiento de lo local, lo real, el habitus y el espacio-tiempo que los significa, está articulada a la tarea de
contribuir a pensar, entre otras, las siguientes problemáticas: *) La construcción-producción de la realidad social (mediada por lo local, lo real, el habitus) *) Las articulaciones
sociales. *) La constitución de los sujetos y las relaciones sociales. *) Las necesidades
(carencias y aspiraciones) societales y sistémicas. *) La producción social de sentido y
la apropiación de la realidad local-nacional hoy imperializada, posmodernizada y globalizada.
5. Acerca del currículo en trabajo social
Este apartado tiene un sentido más operativo que los anteriores, no obstante que obedece
a una concepción ético-geobiopolítica de la producción de conocimientos y a un concepto estratégico de currículo (ver gráfico anexo), mejor dicho de proceso formativo en trabajo social.
Formalmente, concebimos éste como una matriz de insumo (estudiantes), proceso (comunidad productiva), producto (licenciados en trabajo social) e impactos (inserción social, rentabilidad social, desempeño, efectos multiplicadores, capacidad de respuestas a
las necesidades de reproducción singular-colectiva, y de la sociedad concebida en su
conjunto más inclusivo), organizada modularmente y orientada por una política académica desagregada en estrategias de gerencia y gestión curricular, docencia, investigación y acción o extensión social.
Por lo general, los estudios de licenciatura están pautados para una duración de cinco
años contentivos de cursos o materias, áreas de contenido o talleres anuales y/o semestrales, un alto porcentaje de las cuales son propias del trabajo social y en menor cuantía
de otras disciplinas y tecnologías con carácter obligatorio y optativo, así como de actividades complementarias.
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Algunas escuelas subdividen su proceso en dos niveles, uno, de tres años al cabo de los
cuales el estudiante egresa con el título de bachiller o técnico superior universitario en
trabajo social, y, el segundo, de licenciatura tras dos años más de estudios.
Pilares de dichos estudios son las denominadas prácticas (pre)profesionales que pueden
iniciarse desde el primero hasta el último año lectivo, pero también abarcar sólo los dos
últimos con una dedicación en horas semanales muy variable y, en casos como el venezolano, cubrir sólo dos semestres con una intensidad de veinte horas semanales.
Desde hace muchos años cada vez más escuelas vienen planteando la necesidad de introducir mayor variedad en los requisitos de graduación: además de la tradicional tesis o
trabajo final de grado, pasantía o curso colegiado que culminan, tras uno o dos semestres, con una monografía o informe final por parte del estudiante.
¿Qué resultados tiene la disminución de las horas de práctica (pre)profesional y de los
requisitos de graduación, así como la tendencia a disminuir de cinco a cuatro años los
estudios de licenciatura?, pregunta que está íntimamente relacionada con la eficiencia y
eficacia de la gestión, gerencia o administración curricular según la cual se asegura o no
la coherencia horizontal y vertical, así como la dosificación de los contenidos en relación con el rendimiento estudiantil. He aquí un punto crucial de discusión que proponemos: calidad versus cantidad en el aquí y ahora históricosocial signado por cambios societal-culturales que vienen anunciando de manera innegable, el advenimiento de nuevas formas de relacionamiento social y de reconfiguración de nuestras sociedades, frente
a las cuales los procesos formativos de trabajadoras sociales y trabajadores sociales no
pueden quedar incólumes añorando tiempos idos o que pudieron haber sido y no llegaron a ser.
Decisiones práctico-gerenciales, teórico-epistémicas y apertura al diálogo, fraterno pero
sin concesiones, para visualizar con pensamientos estratégicos y geopolíticos de corta,
mediana y larga perspectiva, los nuevos porqué y paraqué del perfil del trabajador social
y de la trabajadora social que las nuevas realidades nos están demandando lanzar al
mercado (social, económico, político, cultural) para realimentar multidimensionalmente
y con efectos multiplicadores, los poderes creadores del pueblo en el nombre del cual el
trabajo social adquirió carta de ciudadanía, en cada uno de los países de nuestra América.
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Facultamiento-habilitación para abordar las respuestas posibles a los porqué y paraqué
introducir en un plan de estudios de trabajo social, tales o cuales contenidos de la GDL
pero no en abstracto sino en referencia orgánica a los momentos co-constitutivos (el estado, el régimen jurídico, el sistema político, la sociedad civil, la nación, el escenario internacional) de nuestras configuraciones societales.
Es la insinuación con la que queremos abrochar nuestra comunicación, dejando la palabra a quienes tengan a bien alimentar mi esfuerzo reflexivo.
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(comp.
1990):
Política.
Teoría
y
Práctica.
Educa-Flacso.
San
José.
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31
CÓMO INTRODUCIR LA GDL EN EL PROCESO FORMATIVO DEL TRABAJADOR SOCIAL
Plan de estudio
en Trabajo Social
GDL
INTRODUCCIÓN
¿Qué?
Definición
¿Cómo?
Intención
¿Dónde?
Efecto
Impactos
¿Modificaciones
parciales o totales?
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32
LO LOCAL Y LO UNIVERSAL CONCRETO
Debe ser
Racionalidad Total
Global
(macro-mega)
(leyes
Puede ser
de funcionamiento y organización del sistema social).
La razón última que
lo condiciona
(vgr., acumulación,
reproducción, legitimación).
Racionalidad par-
Política
Estrategia
Universal
concreto
Regional-sectorial
(intermedio)
Particular
Local
Singular
cial
(Proyectos que orientan, guían la acción y
la conducta de las
fuerzas sociales)
Lo que es, lo que Racionalidad instru- Administración,
está siendo
mental
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(micro)
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(relaciones medios- gestión,
fines) técnica, formal.
rencia
ge-
(táctico-operacional).
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34
PLAN DE ESTUDIO EN TRABAJO SOCIAL
(CONCEPCIÓN GEOPOLÍTICA)
ESTUDIANTES
1 2 3 4 5
Sociales
(productos)
INSUMOS
Prácticas integradas
ENTRADA
Política social
P-T
Culturales
Licenciados
PLANIFICACIÓN ESTRATÉGICA
Desarrollo Societal Endógeno
TESIS
IMPACTOS
EN T.S.
mercadistas
políticos
Institucionales
DOCENCIA
INVESTIGACIÓN
ACCIÓN INTERVENCIÓN IMPLCACIÓN SOCIAL
INTERDISCIPLINARIEDAD
TRANSDISCIPLINARIEDAD
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SOCIEDAD VENEZOLANA: ESTADO SOCIAL DE DERECHO Y DE JUSTICIA, SISTEMA POLÍTICO, RÉGIMEN JURÍDICO-INSTITUCIONAL, ORGANIZACIONES CIVILES
Y MOVIMIENTOS ÉTNICO-POPULARES, ESCENARIO INTERNACIONAL.
PROYECTO NACIONAL
Normativo
Estratégico
PLANIFICACIÓN (PROCESO SOCIETAL ÉTICOGEOPOLÍTICO)
Gobierno
Gobernación
Gobernabilidad
Conducción
Hiperdesarrollo
Nacional
Explicativo
Económico
SOCIAL
G
Cultural
Táctico
Operativo
estión
{
Concepción
Construcción
Producción
Gerencia
D
L
esarrollo
ocal
Político
Administración
Investigación
Participación
Movilización
Gestión
Subdesarrollo
Regional
Implementación
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36
Ejecución
Organización
Negociación
Evaluación
Control
Seguimiento
Sistematización
CORTO
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MEDIANO
LARGO PLAZO
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Estado
Teologal
Esencia,
epifenómeno
superestructura
Estado
Guardián de
noche
Sereno, vela por
el orden y
seguridad
general, la
educación, la
justic ia
a rb itro neutral,
restaura equilibrio económico y
de clase. Subsidiario.
Atenúa
contradicciones: ilusión reformista,
el capitalismo va al derrumbe . Dos
d ia g n ó stic o s o p u e st o s c o n
c o n se c u e n c i a s p o l í t i c a s
necesa ria s. Lenin acentua el
aspecto dominación de clase y la
destruc c ión del estado
Estado abstenc ionista, libre
competenc ia, liberalismo competitivo-individualista.
Sociedad abierta, democracia liberal
El mercado como cohesionador de la
sociedad
Caridad beneficencia
filantropia
asistencialismo
Estado
interventor en la
economía. Objeto,
instrumento,
plataforma de la
clase dominante
para ordenar y guiar
la política y la
economía
Estado de bienestar, planificador
social y económico. Burocratización
de las relaciones sociales. Liberalismo
constructivo. Capitalismo de estado
La cuestión
Social
Lo social
como no vacío algo no
económico indefinido
(Neoclásicos)
La situación
social , el mejoramiento
social
Estado
leviatán.
Totalitarismo.
Ausencia de
control
democrático de la
sociedad civil.
URSS: sociedad
cerrada.
Socialismo
de estado.
El estado como cohesionador ¿Qué tipo de
unidad produce en cada formación social?
keynesianismo
Quiebra de Wall Street
Primer redespliegue Industrial
Creación de la CEPAL
Lo social
como vacío.
Lo económico como
totalidad.
Economismo Clásico
Estado
productor o
empresario.
Compite con
otras fracciones
del capital.
Proteccionista
populismo desarrollismo
comunismo
Furia
Reforma de
Thacher,
neoliberal,
estructuras,
Reagan,
obstáculos del regresividad, Privatizaciones,
desarrollo, tras- c risis fisc a l
antiestatismo
nacionalización
Lo social
como apéndice
refractario
altibajos tasa
ganancia
Lo social: 1.
obstáculo no dependiente
2. Interdependiente con lo
económic o
La
situación y
mejoramiento
económico
Inversiones
Sociales en recursos
humanos.
Infraestructura social
Lo
social como
gobalidad
Todo es social
Des.
Social
Lo local
–
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