EL VALOR HUMANO EN LA EMPRESA ¿Cómo se divierten los jóvenes? El Lic. Adrián Dall’Asta, director ejecutivo de la fundación Proyecto Padres, habló en el IAE sobre los peligros de la noche y el contexto cultural que los promueve. Cómo pueden los padres proteger a sus hijos. “ ¿Por qué toman los adolescentes? Para ser capaces de hacer las cosas que no harían estando sobrios; para ser ese modelo alegre y divertido que les impone la cultura.” Sin rodeos, y con frases como la anterior, analizó Adrián Dall’Asta los motivos culturales de las formas que adquiere en la actualidad la diversión de los más jóvenes. La charla tuvo lugar en el Ciclo de Familia que organiza el Departamento de Antiguos Alumnos del IAE. “El alcohol es una droga –aseguró–, no porque sea una droga en sí, sino por la búsqueda que se hace en la sustancia: lo utilizan para lograr desinhibirse sexualmente, divertirse a toda costa y ganar prestigio en sus grupos por medios violentos”. Dall’Asta es Lic. en Humanidades y Ciencias Sociales, cursó la carrera de Abogacía y es diplomado en Orientación Familiar. Como especialista en las problemáticas de los jóvenes, parte importante 82 de su labor en Proyecto Padres comprende ciclos de talleres y conferencias dirigidas a padres y adolescentes. La diversión, el presente y la nada Para el experto, es crucial entender que nuestros hijos crecen y viven dentro de una cultura muy particular: la posmoderna. Un contexto que, a su juicio, “impone un modo de ser” basado en la diversión, la exaltación del presente y la búsqueda del placer sensorial intenso. “Lo que importa es el presente, vivir el momento, el aquí y el ahora, pasarla bien. El mañana es la nada, está vacío”, explicó, citando al filósofo y sociólogo francés Gilles Lipovetsky. Asimismo, destacó que no es casual que la palabra “nada” haya terminado instalada como muletilla en el vocabulario de los jóvenes, como una forma de disimular su dificultad para poner en palabras lo que les pasa. “Lo central es el momento, y el moIAE mento se justifica desde lo divertido: si no es divertido, pareciera que no es válido. Todo tiene que ser divertido y también juvenil”, continuó Dall’Asta. Así, carente de proyectos y de sentido existencial, el sujeto posmoderno se aleja del que hacía de la conciencia y el cultivo forzado su mayor orgullo, según el director ejecutivo de Proyecto Padres. “No existe un contexto cultural donde se premie al que estudia y se estimule su esfuerzo. Por el contrario, la publicidad nos invita a adelgazar sin esfuerzo, a aprender un idioma sin esfuerzo, a dejar de fumar sin esfuerzo, ¡hasta a hacer gimnasia sin esfuerzo!”, exclamó. Los valores posmodernos y el alcohol ¿Cómo se relacionan los rasgos de la Posmodernidad con el ritual del “preboliche”, con el hábito de alcoholizarse de gran parte de los adolescentes y con los peligros que todo ello encierra? “Si lo más importante es el momento, si no hay proyectos ni objetivos a futuro, entonces la vida puede estar jugada en la diversión del momento, en pasarla bien aquí y ahora”, advirtió Dall’Asta. Y agregó: “En ese marco, los jóvenes se comportan en forma irresponsable, destructiva y autodestructiva: toman de más, conducen alcoholizados y generan peleas”. Según el especialista, los jóvenes consumen alcohol para “ser ese modelo alegre y divertido que les impone la cultura posmoderna”. Y existe una gran presión social de los grupos para que así sea: quien decide apartarse del modelo corre el riesgo de ser excluido, porque lo aburrido, lo serio, lo esforzado o lo comprometido no son cualidades que se consideren divertidas. “Entonces, el alcohol cumple un rol de mediador: transforma lo aburrido en divertido, desinhibe a las personas para que hagan lo que se considera divertido, aunque íntimamente no sientan la necesidad de hacerlo. En ese sentido, el alcohol es una droga”, aseguró Dall’Asta. La diversión sin felicidad Para el expositor, el problema de fondo es que esta cultura confunde la diversión con la felicidad. “La felicidad –explicó– está asociada a un proyecto. Hay momentos mejores o peores, más o menos plenos, pero la felicidad, esa búsqueda incesante de los corazones humanos, es lo que resulta de comprometerse con un proyecto de vida, de darle sentido a la propia existencia”. Por el contrario, Dall’Asta definió a la diversión como algo que se relaciona con la intensidad con la que se vive un momento, y que es siempre pasajera, fugaz. El problema es que la confusión de ambos conceptos resulta conveniente, y muy rentable, para distintos actores económicos. “Esta cultura está impulsada por muchas empresas que ven en ella una gran oportunidad de negocio, y que transfor- man los valores posmodernos en eslóganes publicitarios”, señaló el cofundador de Proyecto Padres. Paralelamente, el avance de la televisión y de las nuevas tecnologías hace que ciertos fenómenos, por mostrarse mucho y sin filtros, terminen pareciendo normales y ya no escandalicen a nadie. Así, ya puede ser algo de todos los días ver peleas entre jóvenes (grabadas por sus compañeros con los teléfonos celulares), observar cómo un alumno le quema el pelo a su profesora, saber que se vende alcohol a los menores… Se hace normal para los padres y para los mismos adolescentes, con lo cual, según Dell’Asta, todos La fama y la pérdida de la intimidad “Es muy propia de la posmodernidad cierta desesperación por alcanzar la fama, rápidamente y sin esfuerzo, aunque sea algo pasajero. Porque la fama está asociada al éxito. ¿Qué éxito? El que está mediado por la pantalla. Por eso, no es extraño que los chicos presenten su vida en una pantalla; que todo lo filmen y todo lo cuelguen en Internet, hasta la estupidez más grande. Lo toman como una forma de estar, de existir. Y hasta pierden el sentido de lo que significa la mediación, que implica siempre poner aspectos de la vida privada a la vista de cualquier persona, desde cualquier parte del mundo. Todo debe ser mostrado y, entonces, se pierden la intimidad y el pudor: aquella porción de la propia vida que es propia y debería estar reservada para pocos.” (Adrián Dall’Asta) IAE 83 EL VALOR HUMANO EN LA EMPRESA Fundación Proyecto Padres Tiene como misión apoyar a los padres en la tarea de liderar la educación de sus hijos, haciendo realidad el desafío: “Mejores padres, mejores hijos, mejores argentinos”. La entidad surgió en 2002, en plena crisis económica y política, por iniciativa de un grupo de amigos y padres profundamente preocupados por el futuro del país y de sus hijos. La idea fue “generar un movimiento de padres que comprendiera que la formación era una buena y necesaria excusa para la acción”. Para saber más: www.proyectopadres.org terminan acostumbrándose y perdiendo las defensas. Qué puede hacerse al respecto Luego de presentar el cuadro de situación, la charla se centró en todo aquello que un padre puede hacer para proteger a sus hijos. Acciones que, viviendo en comunidad, deben tener algún tipo de coordinación con otros padres para ser efectivas. “Todos los adultos podemos hacer algo, especialmente aquellos que ocupamos posiciones sociales importantes. En principio, contactarnos, por ejemplo, con los directivos de empresas que promueven esta cultura y llamarles la atención, preguntarles qué están haciendo con nuestros hijos”, dijo el experto. Luego, propuso distintas acciones que los padres pueden emprender, con resultados en el corto, mediano y largo plazo. En ese orden, se desarrollan a continuación: Corto plazo: conocer las leyes. Estar informado sobre las normas que regulan la noche, para luego utilizarlas y reclamar contra todo aquello que nos parezca inadmisible. “En este país, leyes no faltan; el problema es que no se conocen y no se cumplen”, dijo Adrián Dall’Asta. Entonces, ante cada irregularidad, recomienda hacer la denuncia correspondiente. Y afirma que, en ciertas ocasiones, sólo la repercusión mediática generada por la presentación de la acción civil sirvió para conseguir avances, aunque luego la acción no haya prosperado en términos judiciales. Mediano plazo: hacer las fiestas. Es decir, que los padres sean los organizadores de los encuentros de diversión adolescente, con el desafío de hacerlos al mismo tiempo divertidos, sanos y tenidos en cuenta por los jóvenes. ¿Misión impo- sible? No. Hay casos de éxito, apoyados por la fundación Proyecto Padres. “Uno es un grupo de madres que armó una suerte de normativa para las fiestas, donde los hermanos y las hermanas mayores actúan como cuidadores de los más chicos, por lo cual se les paga, y los padres esperan afuera. Es una experiencia que, luego de ciertas dificultades iniciales, demostró ser muy exitosa, porque logró ser tenida en cuenta por los grupos de adolescentes y evitar que se alcoholicen”, explicó el experto. Otro caso es el de padres que se propusieron competir con los locales nocturnos creando un “centro de entretenimiento”, donde los adolescentes pueden divertirse y pasar el tiempo sin exponerse a los peligros de la noche. Les ofrecen un ámbito donde pueden llevar a su banda y tocar, bailar y usar Internet, entre otras actividades. Largo plazo: apostar a un cambio cultural. Este tipo de iniciativa requiere un gran esfuerzo porque se trata de propiciar una modificación profunda en los modelos mentales dominantes. Se trata de arremangarse, involucrarse personalmente y trabajar a favor de la transformación social deseada. Dedicar tiempo a difundir el mensaje, a generar acciones concretas y a participar de ellas. Sobre ese punto, Dall’Asta concluyó: “Lo hacemos por nuestros hijos y por los hijos de toda la comunidad, en conjunto con los padres de esos hijos, que conviven con nuestros hijos. Estamos juntos en esta historia. O estamos juntos o estamos fritos. Eso es ser un padre socialmente responsable: actuar y no sólo opinar, quejarnos de lo que no hacen los políticos o escandalizarnos cuando sucede algún hecho más grave que el resto y sale en la televisión”. Los adolescentes y la conducta de grupo “Un cuento corto de Alejandro Dolina habla de un chico que, a la salida de la escuela, tiene un roce con otro y los amigos de ambos los incitan a pelear. Para no quedar como un cobarde, accede, pese a que no deseaba hacerlo. Los adolescentes, muchas veces, estando en grupo, hacen muchas cosas que solos no harían. Pero mucho más aún: hacen cosas con las que no se sienten bien. Hay una apariencia exterior en el adolescente de 84 sentirse piola con la transgresión, pero íntimamente no son felices, no están contentos. Cuando le pegan una trompada a otro, cuando vomitan, cuando les pasan cosas no deseadas, no están contentos, aunque ellos manifiesten lo contrario. Entonces, el grupo es muy importante en la generación de esas conductas que no terminamos de entender, y que incluso ellos no entienden demasiado”. (Adrián Dall’Asta) IAE
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