CÓMO REALIZAR LA ORACIÓN DE LOS FIELES Desde que se restauró la oración universal en la misa romana, ha habido varias maneras de entender esta parte de la celebración, y esto ha llevado a realizaciones también diferentes. El llamarla “oración de los fieles” pone de relieve la activa implicación de la asamblea en esta oración. Pero la forma clásica de las intercesiones, en forma de letanía, sugiere que la implicación activa de la asamblea en esta oración se limita a una respuesta -idealmente cantada- después de cada intención, que tradicionalmente es anunciada por el diácono. Oración de toda la comunidad Enfocar las intercesiones como “oración de los fieles” ha propiciado que algunos formulen las intenciones como oraciones ya dirigidas a Dios, cuando los ejemplos del Misal las formulan como invitaciones o sugerencias para que la comunidad las haga suyas y dirija su oración a Dios. Ha favorecido también que las intenciones las anuncien diversas personas, o incluso que cada uno de los presentes formule en voz alta su propia petición. Como quiera que el Misal (IGMR 45-47) y el Leccionario de 1981 (OLM 30-31) dan pocas indicaciones al respecto, esta parte de la liturgia admite cierta variedad: pero habría que respetar su naturaleza y su forma tradicional. A veces, en las misas presididas por el Papa, cada intención es anunciada por una persona distinta, en diferentes lenguas, como representando la diversidad de pueblos que forman la comunidad. Pero cada intención se concluye con la misma invitación cantada a la oración, y la misma respuesta cantada por parte de toda la comunidad reunida. ¿Intenciones espontáneas? La instrucción de 1969 para misas con grupos, Actio Pastoralis, orienta sobre la realización de este momento en grupos pequeños. Dice, por ejemplo, que “no hay inconveniente en que los participantes añadan alguna intención especial que ellos mismos hayan preparado de antemano”, pero con la condición de “no omitir nunca las intenciones generales por la Iglesia, por el mundo, por los hermanos necesitados y por la asamblea reunida” (Núm. 6 h: cf. A. Pardo, Enchiridion n. 908). Este es precisamente el orden en que el Misal (IGMR 46) sugiere que se digan las intenciones generales, aunque no pone explícitamente límites al número de intenciones. Un inconveniente de invitar a cada fiel a anunciar una intención en grupos mayores (suponiendo que los demás oigan lo que dice, que es mucho suponer) es que se suele producir un desajuste en la identidad de la oración universal. Idealmente, las intercesiones son el momento en que la comunidad local trasciende conscientemente sus propias necesidades y problemas y ejerce el ministerio sacerdotal, intercesor, por la comunidad universal y el mundo. En algunos lugares, cuando, en las misas diarias, se ha hecho costumbre ofrecer intenciones por parte de los presentes, ya han aprendido estos a formular la petición en dirección universal. Pero en otros, estas intenciones espontáneas se convierten en un momento muy bajo de la liturgia, sobre todo si son complicadas y repetitivas. Cuando hay demasiadas intenciones espontáneas y además se restringen a las necesidades individuales y personales, se altera la identidad de esta oración universal. Ya no es el ejercicio del ministerio sacerdotal de los bautizados que interceden por todos los hombres (así lo define IGMR 45), y se convierte en el ejercicio de autoexámen y aucocomplacencia. Tendríamos que revisar cómo se realiza en nuestras comunidades este momento de la oración universal. Hay muchas maneras que favorecer la participación activa de la asamblea sin cambiar la identidad de esta oración. Sobre todo, hacer que la respuesta sea cantada después de cada intención. En grupos más pequeños, incluyendo las misas diarias, que los presentes puedan anunciar intenciones bien preparadas puede ser un momento lleno de gracia, especialmente cuando la asamblea experimenta la fe de los presentes que rezan por los que pasan necesidad, tanto en la comunidad local como en la comunidad eclesial universal y en el mundo entero. 1 DENNIS C. SMOLARSKI 1 Cf. Centre de Pastoral Litúrgica, Misa Dominical, Nº 11 Año XXXVII, 2000, Barcelona.
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