(TEXT OF A REPLY TO A REVIEW OF MY BOOK CÓMO

(TEXT OF A REPLY TO A REVIEW OF MY BOOK "CÓMO SURGIERON
LOS FARAONES" (HOW THE PHARAOHS CAME TO BE), MONTEVIDEO,
2009, WHICH APPEARED IN THE JOURNAL ANTIGUO ORIENTE 8
PUBLISHED BY THE ARGENTINE CATHOLIC UNIVERSITY, FOR THE
BENEFIT OF THOSE INTERESTED WHO WILL NOT HAVE ACCESS TO
THE PRINTED VERSION SUBMITTED TO THAT JOURNAL SINCE THEY
DECLARED THEY DO NOT PUBLISH REPLIES TO REVIEWS)
Estimado Augusto Gayubas:
Recibí hoy el ejemplar de Antiguo Oriente 8 donde se publica una larga crítica de mi
reciente libro sobre cómo surgieron los faraones.
Pienso que cuando se hace una recensión de una obra ajena que implica severas críticas y
muy pocos elogios, lo menos que se puede esperar de quien la hace es una cuidadosa lectura
del texto así como una buena familiarización con las fuentes mencionadas allí, de otro modo
se puede cometer una injusticia y afectar no sólo la reputación académica del autor criticado
sino también las ventas de la obra, dando quien procede de esa forma una impresión de
ligereza en su proceder.
Aprecio que se haya ocupado de evaluar las ideas y las conclusiones que presento allí,
aunque al finalizar la lectura creo que al lector no le queda claro si vale la pena leer mi libro o
no, si los puntos de vista expresados en él merecen consideración o si sus múltiples
discrepancias con ellos hacen desaconsejable su lectura, ya que al final nada se dice al
respecto.
Como parto del seguro hecho que ambos estamos interesados en descubrir la forma en que
ese proceso tuvo lugar en el Alto Egipto predinástico, tomé su publicación como una crítica
constructiva y como tal me inspiró los siguientes comentarios que quizás le resulten útiles
para clarificar algunos puntos.
Detallo a continuación sus objeciones y mi respuesta a ellas.
1) La ortodoxia en la orientación de los cuerpos en el período Naqada I como implicando una
fuente de poder que impone esa norma de conducta aunque es posible que se trate de una
cosmovisión compartida, especialmente en ausencia de un estado que sea capaz de intervenir
en la fijación de esas prácticas.
A lo que respondo que me parece que se ha malinterpretado mi posición al respecto. En
primer lugar, jamás negué y en realidad estoy de acuerdo que pueda tratarse de una
cosmovisión compartida, ya que desde el badariense, aunque con menos rigurosidad, se
manifiesta en los cementerios. O sea que jamás dije o sugerí que fuera una norma impuesta a
la comunidad, sino que solamente fue llevada durante Naqada I a un nivel de ortodoxia muy
marcado. No se trató de un cambio drástico sino de una extensión de una práctica ya presente
en forma mayoritaria. Si ya existe un jefe hereditario con autoridad permanente sobre la
comunidad, muy probablemente aliado a los representantes de la religión en esa época dentro
de ella, no veo la necesidad de la presencia del estado como condición necesaria para que
determinadas costumbres no puedan ser llevadas un paso más allá de lo ya existente. De otro
modo estaríamos ante una mera coincidencia en tal cambio, que sería entonces espontáneo, en
esas prácticas funerarias, en el contexto de muy fundamentales modificaciones en la
estructura económica, social, política y religiosa de esas comunidades predinásticas, algo que
me parece poco creíble.
2) La teoría del aggrandizer ha recibido importantes críticas por considerarla anacrónica por
remontar a un pasado remoto el individualismo típicamente capitalista y malinterpretar los
mecanismos restrictivos a la acumulación individual e interesada de recursos.
A lo que respondo que de acuerdo a mis lecturas de la literatura académica especializada, de
la que hay abundantes referencias en las notas al pie de página en mi libro, el individuo y sus
diversos intentos por imponerse en su grupo y conquistar liderazgo, ha estado siempre
presente en los grupos sociales humanos prehistóricos y es detectable aún entre los grandes
simios. Denominar capitalista tal individualismo primitivo sí que me parece una expresión de
un anacronismo interesado para quizás desprestigiar concepciones que no nos agradan. No
está de más recordar que en la iconografía predinástica de esta época de transición hacia
jefaturas hereditarias en Egipto quien aparece dominando o dando muerte con recursos
sobrehumanos a temibles animales como expresión quizás de imponer orden sobre el caos en
la naturaleza (ver por ejemplo láminas en páginas 106-108 de mi libro en cuestión) son
individuos, no grupos de miembros de esas comunidades. El registro etnográfico muestra
numerosos ejemplos de tales individuos procurando conquistar espacios dominantes en
comunidades de cazadores-recolectores y otras en diversas épocas y partes de nuestro planeta,
con distinto éxito en sus pretensiones, y brindé referencias bibliográficas en mis notas al pie
de página. En lo que respecta a malinterpretar los mecanismos restrictivos existentes en
comunidades básicamente igualitarias, esas referencias también muestran que se trata de
limitaciones necesarias para la supervivencia del grupo dadas las condiciones de vida que
deben afrontar, que el aggrandizer podrá ver quizás como expresión de envidia, celos,
estrechez de miras, por impedir su afán de llevar a buen puerto sus inclinaciones personales,
pero que obedecen a razones mucho más válidas. La interpretación en base a aggrandizers si
bien ha recibido críticas, algo común para toda nueva interpretación, las ha resistido con
éxito y en la antropología y la arqueología contemporánea es utilizada por muchos
investigadores como marco interpretativo de sus hallazgos. La cuestión, como digo en mi
libro, es si es aplicable al Egipto predinástico o no, para lo que estoy seguro que los resultados
de los futuros trabajos arqueológicos en Egipto darán respuesta.
3) Uno de los argumentos más notables en contra de la teoría del aggrandizer es la
imposibilidad de que un jefe se abstraiga de dicha cosmovisión social y de los lazos de
parentesco que articulan la sociedad que integran.
A lo que respondo que más allá de las incertidumbres que lo incompleto de todo registro
arqueológico implican sobre estas cuestiones, otra vez la evidencia etnográfica muestra
ejemplos de tales individuos logrando sus propósitos sin que los lazos de parentesco o la
cosmovisión existente puedan interferir impidiendo el logro de sus metas. Me remito otra vez
a las notas al pie de página en mi libro (algunas de ellas en páginas 30-36). El caso del
nacimiento y expansión del reino zulú en África y las tácticas empleadas por esos jefes y
luego reyes para trascender los vínculos de parentesco y generar nuevos lazos de lealtad (ver
fuente en nota al pie de página 49) puede ser una lectura provechosa.
4) En la aplicación específica que hace Castillos de dicha teoría [aggrandizers] ............. no se
entiende como la estratificación social aparece en Naqada I y no anteriormente [por ejemplo,
¿en el badariense?].
A lo que respondo que la "abundancia de recursos" o el factor demográfico o la abundancia de
territorio que usted menciona como factores que justifican su pregunta de por qué la
estratificación social no apareció antes de Naqada I en Egipto involucran una mezcla poco
organizada de factores que puede llevar a confusión al lector. En primer lugar, ha quedado
bastante bien establecido que cierto grado de estratificación social ya existía en el badariense
(ver nota 13, página 20 de mi libro), aunque en páginas 21-22 de mi libro (además de los
resultados de mis investigaciones publicadas anteriormente sobre estudios aplicando métodos
de la sociología cuantitativa de la desigualdad social en esa época en Egipto) brindo
información y referencias sobre lo limitado de esa estratificación social y las probables causas
(e indicadores) de tal situación. Hasta hace poco contábamos con muy poca evidencia sobre
los asentamientos badarienses en Egipto.
Por fortuna recientemente se ha publicado información al respecto que torna muy poco
verosímil que tales comunidades pudieran haber llegado a altos niveles de estratificación
social, especialmente por estar fijadas no muy firmemente a territorios y emprender
migraciones estacionales (ver fuente en nota 15 de la página 22 en mi libro). En segundo
lugar, la relación entre territorio, demografía y "abundancia de recursos", a lo que cabría
agregar la existencia de cierto grado de sobreproducción (surplus) en las comunidades, es más
compleja de lo que puedo exponer aquí, pero está presente y tratada extensamente en las
fuentes que cito en mi libro.
5) La teoría del aggrandizer piensa sociedades no estatales del pasado en los términos de
racionalidad económica moderna.
A lo que respondo que tal afirmación podría ser plausible si sólo contáramos con la evidencia
arqueológica y si no contáramos con la evidencia etnográfica que muestra ejemplos de
situaciones en muchas partes del mundo que pueden ser comprendidas mejor de acuerdo a esa
teoría. A otros aspectos de esta objeción (ver item 2) ya he respondido.
6) Quizás un estudio más cercano al "modo de producción doméstico" enriquecería el
abordaje del problema.
A lo que respondo que en cierto modo eso ya está presente en mi libro, ver páginas 77-80,
donde en trabajos arqueológicos recientes dentro del marco interpretativo involucrando
aggrandizers aparece en esos trabajos una transición a dicho modo de producción doméstico,
generalizado en la comunidad pero que beneficiaba a quienes lo realizaban aspirando a
objetivos más ambiciosos.
Debo confesar que me sorprenden estas omisiones y probablemente usted modifique algunas
de sus críticas si lee nuevamente mi libro con más detenimiento y consultando las fuentes que
cito.
Finalizo puntualizando que un artículo del que soy autor, con las mismas ideas que usted
critica y rechaza en mi libro, en su versión inglesa, titulado The development and nature of
inequality in early Egypt, fue publicado por el Museo Británico en su serie British Museum
Studies on Egypt and Sudan
http://www.britishmuseum.org/research/online_journals/bmsaes/issue_13.aspx
y los expertos egiptólogos de larga trayectoria académica internacional de ese museo
consideraron tal artículo con mérito suficiente para incluirlo en esa serie de trabajos
académicos de investigación. Quizás usted ha descubierto cosas que ellos ignoran y que lo
habilitan para comentar tan negativamente mi libro y los conceptos expresados allí. Si así
fuera, lo felicito sinceramente.
Atentamente:
Juan José Castillos
Instituto Uruguayo
de Egiptología