¿Cómo sabemos lo que sabemos? Aprendemos y enseñamos el movimiento de los planetas y de las piedras uniformemente aceleradas, la evolución de las especies, los secretos del átomo y los vericuetos de la célula. Pero, ¿cómo se descubrieron esas cosas? ¿Cómo hace la ciencia para descubrir algo o para saber si algo es verdadero? ¿Cuál es la evidencia detrás de lo que afirmamos? ¿Cómo hacen los científicos para confirmar o rechazar sus ideas? ¿Cuáles son los experimentos clave de la historia del conocimiento? En este espacio tratamos de dar respuesta a algunos de estos interrogantes tomando un caso por vez y tratando de sacarle el jugo. En el camino, esperamos descubrir un poco de cómo funciona la ciencia, cómo piensan los científicos y cómo hemos adquirido en la historia algunas de las joyitas del conocimiento que hoy vemos más o menos regularmente en la escuela. Nos mueven dos razones. La primera, poder compartir nuestra fascinación por descubrir cómo se descubrieron las cosas: el ingenio, el tesón, a veces la suerte con la que contaron quienes hicieron ese trabajo. La segunda, poder ofrecer a los docentes de ciencia ejemplos concretos de cómo se hace ciencia, cómo se piensan, resuelven e interpretan los experimentos, cómo se conciben, pulen y reformulan ideas, cuáles son los problemas con los que se topan los científicos cuando hacen lo que hacen y cómo tratan de resolverlos. Los episodios de la historia de la ciencia humanizan a sus protagonistas, pero hacen más que eso: nos enseñan a pensar. Los saltos de la carga eléctrica Hoy sabemos que existen partículas subatómicas y que, de ellas, los protones y los electrones tienen carga eléctrica. Los protones tienen una masa mucho mayor que los electrones, pero sin embargo ambos tienen la misma “intensidad” de carga eléctrica, aunque de diferente tipo: a la carga de los protones la llamamos positiva, y a la de los electrones negativa. ¿Pero cómo se pudo medir esta carga? ¿Cómo sabemos hoy que la carga eléctrica de cualquier objeto en el universo no puede tomar cualquier valor, sino que es múltiplo de un valor de carga mínima, y que no existen los valores intermedios correspondientes a, por ejemplo, un electrón y medio? A principios de 1900 esto no estaba nada claro. Ni siquiera estaban muy seguros de que existieran partículas subatómicas. Hasta que un físico norteamericano llamado Robert Millikan, entró en escena y, con un experimento ingeniosísimo, resolvió toda esta cuestión. Ideas buenísimas, pero sin evidencias convincentes La primera idea que tenemos que considerar es qué cosa es la electricidad. En esto, había dos ideas básicas a principios de 1900: o bien la carga es un “fluido” continuo que está mezclado con la materia, o bien se trata de “partículas” discretas en movimiento, cada una con su carga elemental. En el primer caso, la carga eléctrica puede tomar cualquier valor, dependiendo de la cantidad de “fluido” (y como puede tomar cualquier valor decimos que es continua, del mismo modo que la cantidad de agua en un recipiente puede tomar cualquier valor). En el segundo, la carga es la suma de las cargas elementales, y sólo puede tomar un conjunto de valores discretos (que es un múltiplo entero de la carga elemental). 1 Vale aclarar lo siguiente. Las expresiones “carga elemental” o “mínima carga posible” no se refieren a ningún impedimento de tipo tecnológico; no estamos hablando del mínimo valor de carga eléctrica que podía medirse en aquel momento. Se trata en cambio de una de las más profundas realidades de la física que conocemos (y lo sabemos, en gran parte, gracias a lo que se cuenta en este texto): la carga de cualquier objeto en el universo es la suma de todas las cargas elementales que lo componen, y no podemos encontrar ningún objeto que tenga carga de un valor menor a lo que llamamos “carga elemental” (salvo, por supuesto, que su carga total sea cero). Por más que mejoremos nuestros instrumentos, haciéndolos más precisos y exactos, la carga eléctrica elemental siempre va a estar ahí. Los avances tecnológicos pueden hacer que se mida su valor con mas precisión (y de hecho esto ha sucedido), pero no que descubramos otra carga. La idea de que existen partículas eléctricas era en realidad bastante vieja: Benjamin Franklin en 1750 separaba los conceptos de “materia común” y “materia eléctrica”, y dijo que “la materia eléctrica consiste en partículas muy pequeñas dado que pueden atravesar materia común, incluso la más densa, con tal libertad y facilidad que no reciben ninguna resistencia apreciable”. Esta idea teórica fue desarrollada luego por Wilhelm Weber en varios trabajos que escribió en 1871. No sólo estaba la idea en el aire de que podía haber una carga elemental, sino que hasta había algunas estimaciones sobre cuál debía ser aproximadamente su valor. El valor numérico de la unidad eléctrica fue estimado por G. Johnstone en 1881, y en 1891 este físico lo llamó el electrón. ¡Ojo! No se estaba refiriendo de esta manera a lo que hoy llamamos la partícula subatómica electrón, sino al valor de la carga elemental: la idea y las evidencias de que la carga eléctrica no puede tomar cualquier valor sino que es discreta es previa a nuestro conocimiento sobre la existencia de partículas subatómicas… Curioso, ¿no? Más tarde, cuando se comprobó la existencia de las partículas subatómicas, se vio que los protones y los electrones tienen carga eléctrica, cuyo módulo es de un electrón, pero de polaridad opuesta. Si bien no estaba del todo claro que existiera realmente esa carga elemental, las primeras estimaciones de su valor, obtenidas por métodos diferentes, se parecían entre sí, lo cual apoyaba muchísimo la idea de su existencia. Uno de estos métodos era realizar experimentos con electrólisis, donde la electricidad no pasa a través de un elemento metálico sino de un líquido que contiene iones. Y más evidencia sobre el valor de la carga elemental provino de un fenómeno que al comienzo parecía no estar relacionado con la electrólisis: la conducción de electricidad por un gas. Normalmente, los gases no conducen electricidad, pero si previamente se los irradia con rayos X, por ejemplo, adquieren la capacidad de transmitir una corriente, y se demostró que la razón por la que esto era posible era porque se formaban iones positivos y negativos de modo similar a lo que ocurre en una electrólisis. Pero para poder demostrar firmemente la existencia de esta unidad de carga, era necesario medirla fehacientemente, y no sólo estimarla por métodos indirectos. Los primeros intentos de medirla fracasaron. Hasta que Robert Millikan, con un abordaje más que ingenioso, logró dilucidar la cuestión. Vamos a ver cómo. La pregunta y la hipótesis ¿Existe realmente una partícula cargada, como postulaba Benjamin Franklin? Muchos pensaban que la electricidad estaba dentro del átomo, pero no había evidencias experimentales convincentes que lo demostraran. Millikan decidió abordar el problema y se preguntó si existía realmente una partícula eléctrica elemental, es decir, una 2 unidad de carga. No sólo quería comprobar si la carga elemental existía, sino calcularla. Estas dos cosas están mucho más relacionadas de lo que parece a simple vista. Es que calculando su valor, comprobamos que existe. Para probar esto, era necesario demostrar que, sin importar cómo se hubiera originado la electricidad (si por electrólisis, rayos X, radiación alfa, beta o gamma, etc.), esa electricidad aparece siempre como múltiplos enteros de alguna unidad. En otras palabras, era necesario medir la carga de un solo ión con tal precisión que permitiera afirmar que esa carga era siempre la misma. Era difícil, no había aún métodos para hacerlo, pero Millikan no se amilanó. Su hipótesis era que esta carga elemental existía, y que la carga eléctrica de cualquier objeto es un múltiplo entero de esta carga. En base a esto, empezó a trabajar. Pensando cómo diseñar el experimento ¿Cómo medir la carga eléctrica? Hasta el momento, el modo más sencillo de hacerlo era midiendo la fuerza eléctrica de un objeto cargado. Por ejemplo, la fuerza con la que se atrae o se repele ese objeto respecto de otro objeto cargado. Esa fuerza es proporcional a la carga, y eso estaba clarísimo. Pero si queremos medir la carga elemental, necesitamos la menor fuerza eléctrica posible, y la menor fuerza eléctrica posible es, si la hipótesis es correcta, la provocada por una sola carga eléctrica. ¿Cómo lograr experimentalmente tener un objeto cargado con una sola carga, o con muy poquitas de ellas? Hacía falta tener primero un objeto muy pequeño que se pudiera cargar muy poquito. Y que además se pudiera cargar de manera variable con distinto número de cargas elementales, pero siempre pocas. De lograr experimentalmente esto, ¿qué resultados validarían la hipótesis y qué resultados no? Para validarla, había que ver si las fuerzas que actúan sobre el pequeño objeto cargado y situado en un campo eléctrico constante tiene la tendencia de aumentar o disminuir en pequeñísimos pasitos unitarios. Si se observara eso, la única manera de explicarlo sería asumiendo que existe una carga eléctrica elemental. Pero si no se observara eso, no significaría necesariamente que no existe la carga elemental; todavía podría ser posible que existiera, pero que la incerteza en la medición fuera, en relación a ese valor, tan grande que no pudiéramos distinguir entre dos valores de carga cuya diferencia fuera sólo de una carga elemental. La fuerza eléctrica que actúa sobre objetos cargados con muy pocas cargas unitarias debería cambiar en pequeños pasos unitarios. Por eso, era fundamental diseñar una estrategia experimental que pudiera permitir esta medición con muchísima precisión. Teniendo en claro qué tipo de medición necesitaba, Millikan pasó a pensar en el diseño experimental que le pudiera permitir lograrla. Iba a medir la velocidad de un objeto cargado que se mueve en un campo eléctrico; esa velocidad sería un reflejo de la fuerza que el campo eléctrico le imparte, lo que a su vez sería el reflejo de la carga eléctrica que posee. ¡Simple! …¿simple? Veamos. Para poder hacer esto, la velocidad del objeto cargado debe ser constante. ¿Cómo lograrlo? La fuerza eléctrica no sería la única fuerza presente: para que el objeto cargado tenga velocidad constante es necesario incluir otra fuerza, bien caracterizada ya en aquel momento. Hablamos de la fuerza de “resistencia” que sentimos por ejemplo cuando tratamos de caminar dentro de la pileta de natación. A esa fuerza la llamamos “fuerza de arrastre” o “fuerza viscosa”, y aparece cuando un objeto se mueve dentro de cualquier fluido (como el agua o el aire). Esta fuerza no sólo podía ser útil a los propósitos de Millikan para lograr que su objeto cargado en movimiento tuviera una velocidad constante, ¡sino que también es muy 3 difícil de eliminar en realidad! Sobre todo en el caso de Millikan, que ya estaba pensando en objetos realmente pequeños, tan pequeños que, aún haciendo vacío en el recipiente, la fuerza viscosa provocada por el poco aire remanente sería perceptible. Esta fuerza viscosa era conocida sólo en un caso bastante particular: si el objeto en cuestión se trataba de una bolita, lo más esférica posible, lo más homogénea posible (es decir, que su densidad fuera la misma en distintos puntos) y cuya masa no variara. Por lo tanto, sólo en este caso Millikan podría calcular la fuerza viscosa. Era necesario que los objetos cargados fueran muy pequeños, homogéneos, de masa constante, y esféricos. Millikan necesitaba que la velocidad de la bolita variara exclusivamente en función del valor de su carga eléctrica. Dicho de otro modo, si queremos que la única variable que afecte nuestra medición sea la cantidad de carga, debemos asegurarnos de mantener todas las demás variables lo más constantes posibles, ya que si no no sabríamos si las diferencias observadas en los resultados se deben a cambios en nuestra variable de estudio o en otra. Los requisitos que debían cumplir estas bolitas cargadas eran entonces bastante estrictos. ¿Cómo obtenerlas entonces? Lo que a Millikan se le ocurrió fue utilizar un spray común y corriente para generar minúsculas bolitas de aceite. Usó un aceite cuya densidad conocía. Con esto generó bolitas casi perfectamente esféricas de aproximadamente una milésima de milímetro de diámetro. Además, con sólo el hecho de salir del spray, ya se cargaban eléctricamente debido a la fricción. Millikan utilizó un aceite que se evaporaba muy poco (tenía muy baja presión de vapor), y de ese modo garantizaba que el tamaño de cada gotita de aceite no disminuyera por evaporación a lo largo del experimento. Ya teníamos el pequeño objeto cargado. ¿Y cómo lograr la fuerza eléctrica? Esa fuerza debía ser constante y uniforme, para que no modificara la velocidad de las bolitas de aceite en una manera desconocida. Como dijimos antes, seguimos tratando de mantener todo lo más constante posible, para que la velocidad de las bolitas refleje la carga que poseen, y no otras posibles variables. Para medir con precisión la fuerza que actúa sobre la gotita de aceite cargada, era necesario darle más o menos un centímetro de camino a recorrer, en el que se pudiera medir la velocidad. Era fundamental también que el campo eléctrico fuera constante. Y también era necesario poder prender y apagar el campo eléctrico a voluntad, para poder realizar mediciones en las que hubiera fuerza eléctrica y en las que no. Además, el campo eléctrico debía ser lo suficientemente fuerte como para lograr contrarrestar la gravedad de una gota que cae por su peso y cuya carga fuera de una unidad elemental solamente. Teniendo todas estas necesidades en cuenta, Millikan diseñó su dispositivo. Puso dos placas de metal horizontales a muy corta distancia una de otra, cada una conectada a un polo distinto de una batería. Con un interruptor podía además cerrar y abrir el circuito cuando quisiera. Buenísimo, ya teníamos las gotitas de aceite, y la posibilidad de tener un campo eléctrico uniforme. Pero ahora había que poner esas gotitas entre las placas de metal, para medir la velocidad de su desplazamiento. ¿Cómo hacer esto? Lo que hizo Millikan fue realizar un pequeñísimo agujerito del tamaño del que deja un alfiler, en la placa de metal de arriba, y sobre esa placa generaba con el spray las gotitas minúsculas de aceite. En algún momento, alguna gotita lograba pasar a través del agujerito en la placa superior y empezaba a recorrer el camino hacia abajo. 4 Para efectivamente ver estas bolitas de aceite de un micrómetro de diámetro, recorriendo una distancia de poco más de un centímetro, Millikan colocó una especie de microscopio de costado y una fuente de luz, para poder observar entre las placas de metal. De esa manera, podía medir con un cronómetro cuánto tardaba la gotita en recorrer la distancia entre las placas. Gotitas en caída libre Millikan ya tenía todo el dispositivo listo, y podía empezar los experimentos. Se dispuso a medir la velocidad de una sola gotita de aceite en dos etapas: primero, con el campo eléctrico apagado (sin fuerza eléctrica, ya veremos por qué), y luego con el campo eléctrico prendido. Con el campo eléctrico apagado, la gotita cae en caída libre hasta la placa de metal de abajo. Las fuerzas que actúan sobre la gotita son el peso hacia abajo y, como se trata de una partícula cayendo a través de un fluido (el aire), existe también la fuerza viscosa de “resistencia" que discutimos antes, y el empuje de “flotación” producido también por el aire. El empuje es el mismo que, cuando se equipara con el peso, le permite a un barco flotar en el agua. En el caso de la bolita, es tan pequeña que el pequeñísimo empuje que realiza el aire es apreciable y debemos considerarlo también. La fuerza viscosa siempre se opone al movimiento, así que apunta hacia arriba porque la gotita cae hacia abajo. La fuerza de empuje siempre se opone a la gravedad, así que también apunta hacia arriba. El peso de la gotita es P = m . g, donde m es la masa de la gotita y g la aceleración de la gravedad. Y la masa puede expresarse como el volumen de la gotita por su densidad. Recordemos que el 3 volumen de una esfera es 4/3 π . r . Entonces, el peso de una gotita de aceite es: P= 4 " r 3 #aceite g 3 La forma más simple de incluir el empuje o flotación es considerar el peso “aparente” de la gotita y no su peso real. Esto se hace corrigiendo la densidad de la gota (aceite) con la densidad del fluido que provoca el empuje (aire), ! con lo cual el peso corregido (Pcorr) queda así: Pcorr = 4 " r 3 (#aceite $ #aire ) g 3 La fuerza viscosa o de resistencia al movimiento ( Fvisc1) se puede calcular, para esferas, según la Ley de Stokes. Esta fuerza depende del radio de la esfera (r), de la viscosidad del aire (η) y de la velocidad límite de caída ( v1) de esta manera: ! Fvisc1!= 6 " r # v1 ¿Qué hizo Millikan con todas estas expresiones y su experimento? Observó que, apenas la ! gotita ingresaba a la cámara, se aceleraba pero hasta cierto punto: muy rápidamente alcanzaba una velocidad ! constante. ¡Ahá! Si la gotita llega a tener velocidad constante, entonces en ese punto todas las fuerzas presentes deben estar equilibradas entre sí, o sea, ¡la suma de todas las fuerzas involucradas es cero! Las fuerzas presentes son el peso “corregido” (o sea el peso y el empuje), y la fuerza viscosa. Entonces: 5 Pcorr = Fvisc 4 " r 3 (# aceite $ # aire ) g = 6 " r % v1 3 Conocemos la viscosidad del aire, su densidad, y la densidad del aceite utilizado. Podemos medir la velocidad límite de caída midiendo cuánto tiempo tarda la gotita en caer determinada distancia, una vez que vemos que no se acelera más. Con todo esto, podemos ! entonces calcular el radio de la gotita de aceite porque, despejando, queda así: r= 9 " v1 2 g (#aceite $ #aire ) Así que ahora podemos realmente saber el radio de esa gotita que está cayendo y, con ese dato, también podemos calcular su peso. Parece un poco obsesivo porque, después de todo, las gotitas eran todas! casi del mismo tamaño. Pero no. En este caso, justamente, necesitamos saber con precisión el radio de las gotitas para la etapa siguiente. ¿Qué resultados obtuvo Millikan en esta primera etapa de caída libre sin campo eléctrico? Midió el tiempo que tardaban cientos y cientos de gotitas, en caer una distancia de 1,303 cm hasta la placa de abajo. Ese 1,303 cm era menos que la distancia que separaba las dos placas, y esto se debe a que Millikan debía esperar a que las gotitas alcanzaran su velocidad límite para empezar a medir. Ese tiempo no era tan corto como uno podría pensar. Era de decenas de segundos, porque las gotitas eran muy pequeñas. Como veremos después, una vez que la gotita llegaba a la placa de abajo, Millikan podía, al encender el campo eléctrico, hacerla subir otra vez. Por lo cual, al volver a apagar el campo eléctrico, la misma gota de antes volvía a caer en caída libre y, de este modo, podía medir la caída de la gota muchas veces, lo cual sumaba precisión a su medición. Para una misma gota, algunos de los valores que obtuvo fueron los siguientes (tiempo medido en segundos): 120,8; 121,0; 121,2; 120,1; 120,2; 119,8; 120,1; 120,2; 120,2; 119,9. Los valores que obtuvo son realmente todos muy parecidos entre sí, y el promedio de estos valores es de 120,35 segundos. Si pasamos los cm a mm, nos da que la velocidad es en promedio de 13,03/120,35 mm/s, es decir 0,10827 mm/s. Esta es la velocidad límite promedio de caída ( v1) para la gota en cuestión. Esto, a modo de ejemplo. Pero Millikan repitió este experimento con cientos de gotitas diferentes. Ahora nos queda una pregunta ¿Qué pasa si prendemos el campo eléctrico y observamos qué le pasa !a esta gota? Cambio de dirección Como dijimos, las gotitas se cargaban eléctricamente por la fricción misma del spray. Una vez que la gotita elegida llegaba a la placa de abajo, después de medir su velocidad límite como dijimos en la sección anterior, Millikan podía pasar a la segunda etapa del experimento y prender el campo eléctrico entre las placas. Si el campo era lo suficientemente fuerte, podía incluso lograr que la gotita que estaba cargada fuera atraída por la placa de arriba y empezara a subir. Era importante identificar una sola gotita y conservarla dentro de la cámara para realizar ambas etapas del experimento con la misma gotita. 6 ¿Qué fuerzas actúan sobre la gotita de aceite que sube debido a la fuerza eléctrica? Al igual que antes, el peso es una fuerza hacia abajo, y no varía respecto de lo que calculamos cuando la gotita bajaba. Tenemos también el empuje, que tampoco modifica su dirección ni su módulo porque la dirección de la gravedad es la misma, el aire dentro de la cámara es el mismo, y la gota es la misma que antes. Además tenemos la fuerza viscosa, pero en este caso, como la dirección del movimiento ahora es de abajo hacia arriba, esta fuerza es hacia abajo (siempre opuesta a la dirección de movimiento). Y, por último, ahora tenemos una fuerza adicional hacia arriba que es la fuerza eléctrica. Sabíamos de la primera etapa del experimento que el peso “corregido” por el empuje equivalía a la fuerza viscosa en caída libre sin campo eléctrico. Como el peso no se modifica porque se trata de la misma bolita, esta igualdad sigue valiendo: Pcorr = 6 " r # v1 La fuerza viscosa de la segunda etapa ( Fvisc 2 ), que ahora depende de una nueva velocidad límite que es la de subida ( v 2 ), se puede expresar como: ! ! Fvisc 2 = 6 " r # v 2 A su vez, la fuerza ! eléctrica es la que depende de la carga de la gotita de aceite (q), y también depende del campo eléctrico aplicado (E). Millikan podía controlar a voluntad el campo eléctrico y, como se ! trata de placas paralelas, se puede calcular como el cociente entre la diferencia de potencial aplicada V y la distancia entre las placas D, que son dos parámetros definidos por el experimentador: Feléctrica = q E = q V D Del mismo modo de lo que sucedía con el campo apagado, en este caso la gotita empieza a subir y su velocidad va aumentando. Pero muy pronto su velocidad no aumenta más: en este punto la bolita llegó a la velocidad límite de subida ( v 2 ) y, en ese momento, la suma de todas ! las fuerzas involucradas es cero. Entonces, ocurre lo siguiente: q E = Pcorr + Fvisc 2 = 6 "! r # v1 + 6 " r # v 2 = 6 " r # (v1 + v 2 ) q= 6" r# (v1 + v 2 ) E Millikan podía del mismo modo que antes medir la velocidad de la gotita subiendo ( v 2 ). Ya tenía la v1 medida en la situación de caída libre, y ya había calculado el radio de la gotita en la primera etapa del! experimento. También conocía la viscosidad del aire y el campo eléctrico. ! ! Por último, y no menos importante, Millikan podía cambiar la cantidad de carga eléctrica de la gotita por medio de algunos mecanismos: podía ionizar (cargar) el aire debajo de la gota mediante la emisión de rayos alfa, beta o gamma, y dejando que la carga pasara a través de esos iones a la gota, o podía iluminar las gotas con rayos ultravioletas o rayos X, etc. La cantidad de carga que la gota perdía o adquiría en cada operación no era muy controlable, pero alcanzaba con que cambiara un poco. Viendo la última ecuación, notamos que, si varía 7 la carga de la gota, debe variar su velocidad límite de subida, pero la velocidad límite de caída no debe variar porque en esa situación la carga no influye. Y tampoco varía la viscosidad del aire, el tamaño de la gota, o el campo eléctrico aplicado. Olvidémonos por un momento de todas las constantes (radio, viscosidad, campo eléctrico). Nos queda entonces que la carga q es proporcional a la suma de las velocidades límite. ¿Y qué velocidades límite midió Millikan con el campo eléctrico prendido y la gotita yendo de abajo hacia arriba? Repitió varias veces el experimento con la misma gotita, pero cada vez le cambiaba la cantidad de carga a la gota con alguno de los mecanismos que describimos recién. Miremos con muchísima atención los valores que obtuvo ahora para la misma gota que describimos en la primera etapa (tiempo medido en segundos): 26,2; 11,9; 16,5; 16.3; 26.4; 67,4; 26,6; 16,6; 16,6; 16,4; 68,0; 67,8; 26,4. Lo primero que notamos es que estos valores no son todos parecidos entre sí, como sucedía en el caso de la caída libre en Los tiempos de ausencia de fuerza eléctrica. ¿Qué otra cosa podemos notar de caída de una gota estos valores? Que, aunque no son todos parecidos entre sí, no cambian, pero parecen estar agrupados. Los valores más altos (que los tiempos de corresponden a menor velocidad) son los que están cerca de 67 y subida varían 68 segundos. Luego tenemos los que están cerca de 26 segundos. Luego los que son de aproximadamente 16 segundos dentro de valores y, por último, un valor de 11,9 segundos. Si los agrupamos en muy concretos. estos cuatro grupos, promediamos los valores que quedan en cada grupo, y calculamos las velocidades límite de subida correspondientes (con el mismo recorrido de 13,03 mm de antes), tenemos: 67,73 segundos, correspondería a una 26,40 segundos, correspondería a una 16,50 segundos, correspondería a una 11,90 segundos, correspondería a una v2 v2 v2 v2 de 0,19238 de 0,49356 de 0,78970 de 1,09495 mm/s mm/s mm/s mm/s ! ¿Y ahora? Curiosamente, a ! diferencia de lo que sucedía en el caso de la caída libre, cuando están bajo la acción de una ! fuerza eléctrica, las gotitas claramente no van a cualquier velocidad posible sino, aparentemente, a velocidades muy particulares. ! Hasta acá, los resultados experimentales. ¿Cómo los interpretamos? Las conclusiones del experimento Recordemos que la carga eléctrica que lleva cada gota en este experimento es proporcional a la suma de las dos velocidades límite medidas, es decir: q " (v1 + v 2 ) Como medimos ya las dos velocidades límite, estamos en condiciones de averiguar q para los 4 grupos de valores de v 2 . Dejamos de lado por un momento las constantes, y “calculamos” q como la suma!de las velocidades: Tiempo subida (s) ! 67,73 26,40 16,50 11,90 vel. límite de subida v2 (mm/s) 0,19238 0,49356 0,78970 1,09496 Carga como suma de vel. 0,30065 0,60183 0,89797 1,20323 8 ¿Qué concluimos de todo esto? Si analizamos los distintos valores de carga que pueden tener las bolitas, ¡vemos que todos son muy cercanos a múltiplos de 0,3! O sea, son aproximadamente 0,3; 0,6; 0,9; 1,2. Por lo tanto, ¿podría ser que el valor de carga elemental fuera de 0,3? En ese caso, si pensamos que la hipótesis de trabajo es cierta, la carga total debería ser un múltiplo de una carga elemental. Entonces podemos decir que: q=ne donde n es un número natural, y e es el valor de la carga elemental, que había sido bautizado como electrón. Bajo el campo eléctrico, las gotitas de aceite adquieren una velocidad (la correspondiente a ! 67,7 seg) que es reproducible, y que es la menor velocidad que el campo eléctrico puede comunicarle. Es lo que más tarda en ir de abajo hacia arriba. Y, viendo los resultados experimentales, y cómo las cargas son de 0,3; 0,6; 0,9 y 1,2, podemos concluir que las gotitas podían tener también, si habían adquirido más carga, una carga de 2, 3, 4, etc. veces la carga mínima, pero nunca las intermedias. Es decir, las bolitas que subían más lentamente tenían una sola carga elemental, un solo electrón. Las siguientes, dos. Las otras tres. Y, por último, el valor de 11,9 segundos correspondía a una bolita que tenía cuatro electrones. Como dijimos antes, este experimento fue realizado con muchas gotas distintas. Una gota un poco más grande o un poco más chica, daba valores de velocidades límite diferentes, pero al realizar el mismo análisis que hicimos recién, los resultados concordaban: el valor del electrón era siempre de 0,3 aproximadamente. Todo esto implicaba que cada gota había capturado una o más unidades de carga eléctrica, y que el valor de esta unidad era siempre el mismo, a pesar de que las gotas fueran distintas. De este modo, se pudo medir por primera vez la carga de dicha unidad. Durante muchos años de trabajo, Millikan midió miles de gotas de distintos tamaños, hechas de distintas sustancias, cargadas con diferentes métodos, rodeadas de distintos gases a distintas presiones. Estos cambios generaban cambios en los valores de las ecuaciones anteriores. Pero sin importar el método con el que cargara las bolitas, sin importar de qué sustancia fueran estas bolitas, o en qué gases se encontraran, siempre obtenía el mismo valor de electrón. Aquí el valor del electrón es de 0,3. En realidad, nos da un número que no tiene mucho sentido como magnitud absoluta, ya que no habíamos tomado en cuenta los valores de las constantes. Cuando Millikan hizo las cuentas con los valores y las unidades correspondientes de la viscosidad del aire, el radio de cada bolita, y el campo eléctrico, obtuvo que el electrón −19 era, en culombios, de 1,5924×10 C, dentro del 1% del valor aceptado actualmente de −19 1,602176487×10 C. Tan mal, no le había ido. Conclusión Mediante este ingenioso método experimental de gotas de aceite que suben y bajan, Millikan pudo medir el valor de la carga eléctrica elemental por primera vez. Y, al medirlo, la existencia de dicha carga elemental dejó de ser una mera hipótesis. Le llevó 10 años de trabajo, en varios laboratorios, evaluar la validez del método y de los resultados obtenidos en relación a los experimentos con gotas de aceite. Millikan demostró que la carga de una gotita, y en realidad de cualquier objeto cargado, es siempre n.e, donde n es un número entero y e es un valor constante. Lo interesante es que esto lo llevó a pensar que no hay una carga elemental menor que e, pero en realidad podría 9 ser que la carga elemental fuera ½ e, y que siempre estuviera viendo pares de cargas elementales. Hoy sabemos que Millikan tenía razón al asumir que la carga elemental era su valor de e, pero es importante notar que esto realmente no puede concluirse de este experimento. De todas maneras, Millikan dio evidencia muy fuerte que sugería que la electricidad consiste en unidades de carga iguales, y dio el valor que debería tener esa unidad de carga elemental. Esto fue de una importancia enorme para el desarrollo posterior de la física, porque permitió calcular muchas otras constantes físicas. Millikan obtuvo por primera vez el valor de la carga eléctrica elemental, pero después de él, muchos siguieron su camino para intentar calcular dicho valor con mayor precisión y exactitud. Al respecto, Richard Feynman, un físico que obtuvo el Premio Nobel en 1965 y que fue un activo divulgador de la ciencia, dijo lo siguiente en una charla que dio en 1974: “Aprendimos mucho de la experiencia acerca de cómo lidiar con algunos de los modos en los que nos engañamos a nosotros mismos. Un ejemplo: Millikan midió la carga de un electrón mediante un experimento con gotas de aceite, y obtuvo una respuesta que ahora sabemos que no era tan correcta. Estaba mal porque tenía un valor incorrecto para la viscosidad del aire. Es interesante mirar la historia de las medidas de la carga de un electrón luego de Millikan. Si las graficamos en función del tiempo, vemos que una es un poquito mayor que la de Millikan, y la siguiente un poco mayor que esa, y la siguiente un poco mayor que esa, hasta que se estabiliza en un número que es mayor. ¿Por qué no descubrieron que el nuevo número era mayor desde el principio? Es algo que avergüenza a los científicos. Aparentemente la gente hizo las cosas de esta manera: cuando obtenían un número que era mucho mayor que el de Millikan, pensaban que algo estaba mal, y buscaban y encontraban una razón por la cual algo podía estar mal. Cuando obtenían un número más cercano al de Millikan, no buscaban tanto. Y así eliminaban los números que eran muy lejanos, y hacían otras cosas como esas.” En la conferencia que brindó al recibir el Premio Nobel, Robert A. Millikan dijo que “la Ciencia avanza con dos pies: uno es el pie teórico y otro el pie experimental. A veces un pie hace el primer paso, y a veces el otro, pero para que el avance sea continuo, ambos deben caminar”. Una de las cosas más divertidas de la ciencia es que, justamente, no hay un único modo de llegar al conocimiento. No hay una receta infalible que si uno sigue al pie de la letra garantiza el “éxito”. A veces, alguien tiene una idea, y luego se evalúa si esa idea es acertada o no por medio de observaciones o evidencias experimentales. Otras veces, gracias a la experimentación se logra encontrar nuevas relaciones que se comprenden sólo al traer el pie teórico. Es el entramado entre estos dos puntos de vista el que logra que se avance en la ciencia, y se validen las ideas. En el caso de Millikan, las ideas ya estaban. Pero no eran mucha cosa hasta que Millikan logró comprobarlas experimentalmente y, de ese modo, dar prueba irrefutable de la existencia y del valor de la carga elemental. 10 En el aula En este artículo, además de describir los experimentos de Millikan, intentamos hacer énfasis en la ciencia como una actividad de pensamiento y como una forma de responder preguntas, es decir, miramos a la ciencia como proceso y no sólo como producto. Recorrer el camino, y ponernos en los zapatos de los investigadores que analizaron un problema por primera vez, nos permite, no sólo involucrarnos de otra manera con el conocimiento, sino participar de ese descubrimiento con el pensamiento. La historia de los descubrimientos científicos nos provee un muy buen material, ya que puede mostrar tanto algo que ya ahora sabemos, como el camino que permitió saber eso que ahora sabemos. Este texto puede ser usado para trabajar en el aula ambas caras de esta moneda llamada ciencia. En cuanto a la ciencia como producto, la historia del descubrimiento de la carga eléctrica elemental nos permite tratar temas como electricidad, fuerzas, campo eléctrico, partículas subatómicas, mecánica y dinámica de fluidos. Respecto de la ciencia como proceso, hay muchas posibles puntas de exploración, como por ejemplo las siguientes: - El aspecto empírico de la ciencia: Aquí vemos como la idea de que podía existir la carga eléctrica elemental no era nueva, pero fue sólo cuando Millikan pudo comprobar experimentalmente su existencia, que esa idea pasó a ser conocimiento científico. - El aspecto metodológico de la ciencia: Para poder responder experimentalmente una pregunta, es necesario tener en claro qué metodología es necesario utilizar para poder obtener evidencias experimentales adecuadas, que permitan responder dicha pregunta. En esta historia, se cuenta cómo fue el desarrollo del dispositivo que utilizó Millikan para su experimento: cuál era la función de cada parte, por qué era importante que fuera así y no de otro modo, y por qué era necesario poder realizar mediciones con alta precisión. El dispositivo está al servicio del problema que se desea resolver. - El papel de la medición. Precisión y exactitud: Es importante que nuestros alumnos desarrollen la noción de que midiendo varias veces lo mismo, con el mismo instrumento, no obtienen siempre el mismo resultado. Y que esto no implica (no necesariamente, al menos) que se “equivocaron”, en el sentido que tiene la palabra en la vida diaria. Toda medición implica un cierto grado de incerteza, que puede ser minimizado hasta cierto punto, pero del cual nunca nos libraremos del todo. Frente a esto, hay muchas estrategias posibles para fortalecer una medición. Alumnos más avanzados pueden ser capaces de calcular el error en una medición y expresarlo adecuadamente. Por ejemplo, Millikan repite muchas veces las mediciones para cada gota de aceite y, además, repite el experimento con muchas gotas diferentes y en distintas situaciones. Otro aspecto de las mediciones que es interesante llevar al aula, es el de trabajar con las ideas de precisión y exactitud, que muchas veces resultan confusas para los estudiantes. Puede ser útil hacer una analogía con tirar flechas a un blanco. Un valor medido con exactitud es un valor que se acerca mucho al valor “real”. Ese valor real puede ser representado como el centro de un blanco y nuestras mediciones como flechas que tiramos con arco a ese blanco. Si las flechas caen cerca del centro, es decir, si en promedio nuestras mediciones se acercan a ese centro que es el valor 11 real, hablamos de mediciones exactas. En cambio, cuando los valores que medimos difieren muy poco entre sí, estamos midiendo con precisión. En el ejemplo del tiro al blanco, estaríamos hablando de flechas que caen muy cerca unas de otras pero que no necesariamente se acercan al valor real, es decir, al centro del blanco. En general, en ciencia se necesitan ambas cosas: precisión y exactitud. Pero hay que estar muy alertas para darnos cuenta de que a veces podemos tener una medición precisa, pero que no es exacta. Del mismo modo, si en promedio las flechas caen muy cerca del centro, pero individualmente se alejan mucho, podemos tener mediciones exactas y no precisas. Muchas veces los alumnos mismos caen en lo que comenta Feynman más arriba, y descreen de un valor obtenido experimentalmente si se aleja mucho del valor que creen que “está bien”. Este es un tema importante para trabajar en el aula. - Diseño experimental: En esta historia se discute muy detalladamente el diseño experimental. Al llevar esto al aula, podemos trabajar con los alumnos aspectos inherentes a todo experimento: ¿qué resultados validarán mi hipótesis (es importante pensar en esto antes de realizar el experimento)?, ¿qué es lo que se va a medir?, ¿qué variable será modificada y cómo?, ¿qué variables deben permanecer constantes para poder sacar conclusiones claras? Por ejemplo, Millikan no podía hacer una medición de la velocidad de caída con una gotita de un aceite, y compararla con la velocidad de subida de una gotita de otro aceite. - Conclusiones de un experimento: La conclusión de un experimento es la respuesta a la pregunta formulada inicialmente, en base a la interpretación de las evidencias obtenidas. En este caso, Millikan concluye que efectivamente hay una carga eléctrica elemental, y calcula su valor. Algo muy interesante para discutir, es qué es válido concluir y qué no, a partir de determinadas evidencias. Por eso, en esta historia, mencionamos que los resultados experimentales de Millikan son tanto compatibles con la idea de que la carga eléctrica elemental se puede presentar en la naturaleza como un múltiplo entero de la misma, como con la idea de que se presenta siempre de a pares, por ejemplo (y, en este caso, el valor de la carga elemental sería de 0,15 en vez de 0,30). Sin embargo, más allá de esto, no hay duda de que es válido concluir que existe una carga eléctrica elemental. Cuestionario guía para trabajar el texto en el aula: 1. Realizá un diagrama que represente a las fuerzas involucradas como vectores tanto en la situación de caída libre, como en la del campo eléctrico encendido. 2. Realizá los cálculos que llevan al valor del electrón expresado en culombios. ¿Qué problema encontrás respecto de la viscosidad del aire? ¿Por qué puede haber sido esa la causa de que el valor calculado por Millikan se aleje un 1% del aceptado actualmente? 3. ¿Qué creés que habría pasado con las mediciones si no hubieran sido suficientemente precisas y exactas? ¿En qué aspecto eso era especialmente importante para este problema en particular? Discutí qué habría concluido Millikan si sus mediciones hubierna sido precisas pero no exactas, y qué si hubieran sido exactas pero no precisas. A modo de epílogo Robert Andrews Millikan nació en Illinois, Estados Unidos, en 1868, y pasó su infancia en el campo. Fue a la universidad en Ohio, donde sus materias preferidas eran griego y matemática. Recién luego de recibirse, en 1891, enseñó por dos años física elemental, y fue durante este período que comenzó a interesarse en la física como campo de estudio. Al completar su Master, fue a la Universidad de Columbia, donde se doctoró en 1895. En paralelo con su carrera en la investigación científica, Millikan se dedicó con muchísimo interés a enseñar física y escribió varios libros de texto para simplificar la enseñanza de 12 estos temas. Como científico, investigó en numerosas áreas, pero sus grandes aportes fueron en los campos de la electricidad, óptica, y física molecular. Su primer gran éxito como investigador fue lograr medir el valor (y de esto modo demostrar la existencia) de la partícula elemental de electricidad, mediante este experimento con gotas de aceite. Robert Andrews Millikan recibió el Premio Nobel de Física de 1923 por lo que contamos en esta historia, es decir, por su trabajo sobre la carga elemental de la electricidad. También lo recibió por su trabajo sobre el efecto fotoeléctrico. En la conferencia que dio al recibir el Premio Nobel, Millikan dijo: “inevitablemente todas las observaciones en todos los gases y con partículas de todas las sustancias convergen en el mismo valor del electrón”. 13 Bibliografía - Conferencia Nobel de Robert A. Millikan (Premio Nobel de Física, 1923): http://nobelprize.org/nobel_prizes/physics/laureates/1923/millikan-lecture.html Discurso de presentación del Premio Nobel de Física de 1923: http://nobelprize.org/nobel_prizes/physics/laureates/1923/press.html Autobiografía de Robert A. Millikan: http://nobelprize.org/nobel_prizes/physics/laureates/1923/millikan.html Artículo de Wikipedia sobre el experimento de Millikan (último acceso en octubre del 2010): http://en.wikipedia.org/wiki/Oil_drop_experiment ¿Qué te pareció este artículo? ¿Pensás que podrías usarlo en el aula? Mandanos tus comentarios, críticas, sugerencias o preguntas a [email protected] El link permanente a esta nota es http://www.educared.org.ar/enfoco/lapuntadelovillo/masvalepaperenmano/2010/10/como_sab emos_que_la_carga_elec_1.asp 14
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