Taller Nº 1 ¿CÓMO EDUCAR EN LA LUZ Y LA VERDAD? Hna. Elfi de María Pozo Aguilar Procuro con esta disertación ¿cómo educar en la luz y la verdad? volver a las fuentes de nuestro ser como educadores DIC y lo hacemos sabiendo que en una perspectiva actual nos encontramos con algunas particularidades que me permito señalar: Nos alarma observar cómo de manera indiscriminada corremos el riesgo en nuestros centros educativos de ser presa fácil de visiones sesgadas de educación que tienen un carácter reduccionista del hecho educativo. El que educa no es un facilitador, pues el educar supone plasmar una forma en otro, dar con esfuerzo lo mejor de sí y sacar del educando lo mejor de sí mismo. El educando no es un cliente, no es un producto, no es un ser sin más que puede o no estar en nuestras aulas. El alumno es el motivo central, la persona, el corazón de la educación, centro y protagonista del proceso educativo, esto es, principal constructor de su propio aprendizaje. Volviendo la mirada sobre la educación no queremos visiones reduccionistas que la consideren como una mera transmisión de contenidos, por esto, creemos oportuno volver a nuestras fuentes dominicas. Decía sobre la Educación Santo Tomás de Aquino: “La Educación es la conducción y promoción de la prole (los hijos) al estado perfecto de hombre en cuanto hombre, que es el estado de virtud”1 Desde la visión del santo patrono de las escuelas y universidades católicas sobre la educación queremos tener una mirada sólida y coherente sobre lo que buscamos. Nos urge dar a conocer que en nuestra tarea educativa tenemos presente un fin por alcanzar: El desarrollo integral de la persona. No es exagerado concluir que debemos mirar en nuestro tiempo como urgente y convencernos que necesitamos educadores virtuosos, desde aquí es apremiante que padres (primeros educadores de sus hijos) y docentes tengamos claro que nadie da lo que no posee. El egresado de cada uno de nuestras instituciones educativas debe definirse por el enorme logro de haber adquirido virtudes y hábitos buenos que al caer la tarde de la tarea educativa podamos decir: no hemos educado en vano. I. EL HOMBRE CREADO A IMAGEN Y SEMEJANZA DE DIOS Para la comprensión de la persona humana partamos desde el libro del Génesis en su capítulo uno versos 26 y 31 cuando dice: “Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza. Vio entonces Dios todo lo que había hecho y todo era muy bueno”2 El hombre siempre se ha preguntado sobre su origen, pero no se trata de saber solo el cuándo y el cómo si no descubrir el sentido que tiene tal origen, si lo preside el caos o el bien. Efectivamente en el mundo existe el mal y el hombre se pregunta de donde proviene y si existe una esperanza de liberación. 1 2 III Suma Teológica q. 41, a.1. Gén. 1, 26.31 Biblia de América 1 La revelación cristiana manifiesta una extraordinaria riqueza acerca del misterio de la creación signo muy conmovedor de la ternura de Dios, que en los momentos más angustiosos de la existencia humana, y por tanto en sus orígenes y en su futuro, ha querido hacerse presente con una palabra continua y coherente EL HOMBRE, CREADO A IMAGEN DE DIOS. El hombre creado a imagen de Dios es un ser al mismo tiempo corporal y espiritual, es decir un ser que desde un punto de vista está vinculado al mundo exterior y desde otro lo trasciende. Es una unidad y al mismo tiempo una dualidad (alma y cuerpo) El hombre es una unidad: es alguien que es uno consigo mismo. Pero en esta unidad está contenida una dualidad. La sagrada escritura presenta tanto la unidad (la persona) como la dualidad (el alma y el cuerpo) En virtud de esta imagen el hombre no solo está llamado a transformar el mundo, no solo está llamado a la comunión de personas y consiguientemente con la sociedad; sino que también está llamado a la Alianza con Dios, a la unión con Él. La criatura humana no es solo criatura de su Creador sino también imagen de su Dios. El hombre ha sido creado a imagen de Dios, en el sentido de que es capaz de conocer y amar libremente a su propio Creador. El Catecismo de la Iglesia nos dice: “Es la única criatura sobre la tierra a la que Dios ama por sí misma, y a la que llama a compartir su vida divina, en el conocimiento y en el amor. El hombre, en cuanto creado a imagen de Dios, tiene la dignidad de persona: no es solamente algo, sino alguien capaz de conocerse, de darse libremente y de entrar en comunión con Dios y las otras personas”3. “El hombre ha sido creado para conocer, servir y amar a Dios, para ofrecer en este mundo toda la Creación a Dios en acción de gracias, y para ser elevado a la vida con Dios en el cielo. Solamente en el misterio del Verbo encarnado encuentra verdadera luz el misterio del hombre, predestinado a reproducir la imagen del Hijo de Dios hecho hombre, que es la perfecta imagen de Dios invisible”.4 II. CRISTO COMO MODELO PARA UN NUEVO HUMANISMO Se lee en el texto conciliar: En realidad, el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado. Cristo, el nuevo Adán, en la misma revelación del misterio del Padre y de su amor, manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le descubre la sublimidad de su vocación. Todas las verdades encuentran en Cristo su fuente y su corona. El que es imagen de Dios invisible (Col 1,15) es también el hombre perfecto, que ha devuelto a la descendencia de Adán la semejanza divina, deformada por el primer pecado. En él, la naturaleza humana asumida, no absorbida, ha sido elevada también en nosotros a dignidad sin igual. El Hijo de Dios con su encarnación se ha unido, en cierto modo, con todo hombre. Cristo manifiesta plenamente el hombre al propio hombre, lo que significa que la plenitud del ser humano, sus mejores posibilidades, sólo se conocen verdadera y plenamente desde Cristo. Todo otro conocimiento del hombre es parcial, reductivo e insuficiente. Sólo desde Cristo se puede conocer todo lo que el hombre puede ser, lo que puede lograr y puede alcanzar; se trata de algo que va mucho más allá de cualquier realización concreta que no sea la existencia histórica de Jesús de Nazaret. Desde Jesús de Nazaret se entiende la vocación del hombre, la misma que es 3 4 Catecismo de la Iglesia Católica # 355-357 Catecismo de la Iglesia Católica # 358-359 381 2 vocación divina y se concretiza en la propia existencia. Jesucristo revela plenamente el ser del hombre pues Él es el hombre perfecto, quien ha devuelto a la humanidad la semejanza divina perdida por el pecado original. El Concilio invita también, en el texto citado, a descubrir la grandeza de la Encarnación como elevación de la naturaleza humana a una dignidad sin igual, pues mediante la encarnación el Hijo de Dios se ha unido, en cierto modo, a todo hombre. El ser humano ha sido creado a imagen de Cristo y en él ha sido predestinado (Ef 1, 3-10). En la literatura paulina se presenta con claridad que el ser humano es llamado a la configuración con Cristo (Rom 8, 29; 1 Cor 15, 49). Y si el hombre es llamado a la configuración con Cristo, de ello se sigue que sólo se puede contemplar la perfección de la humanidad gracias a la encarnación. Pero antes de ir adelante conviene preguntarse: ¿es posible alcanzar el ideal que Jesús propone? ¿Vale la pena mirar a Jesús como ideal? La cultura actual, profundamente marcada por un subjetivismo que muchas veces desemboca en el individualismo extremo o en el relativismo, lleva a los hombres a convertirse en la única medida de sí mismos, perdiendo de vista otros objetivos que no estén centrados en el propio yo, convertido en el único criterio de evaluación tanto de la realidad como de las propias opciones. El hombre tiende a replegarse cada vez más en sí mismo, a cerrarse en un microcosmos existencial asfixiante, donde no hay cabida para los grandes ideales, abiertos a la trascendencia, a Dios. Por el contrario, el ser humano que supera su individualidad y no se cierra en el angosto recinto de su egoísmo, es capaz de mirar con autenticidad a los demás y a la creación. De este modo, toma conciencia de su característica esencial de criatura en continuo devenir, llamada a un crecimiento armonioso en todas sus dimensiones, comenzando precisamente por la interioridad, para llegar a la realización cumplida de ese proyecto que el Creador ha impreso en su ser más profundo. Algunas tendencias o corrientes culturales tienden a dejar a los hombres en un estado de minoría de edad, de infancia o adolescencia prolongada. La Palabra de Dios, por el contrario, nos lleva decididamente hacia la madurez y nos invita a comprometernos con todas nuestras fuerzas con un concepto elevado de humanidad. Los verdaderos discípulos del Señor, lejos de quedarse en el estado de niños zarandeados por cualquier viento de doctrina se esfuerzan por llegar "al estado de hombre perfecto, a la madurez de la plenitud de Cristo" (Efesios 4, 13). Por tanto, Jesucristo, Hijo de Dios, entregado por el Padre a la humanidad para restaurar la imagen desfigurada por el pecado, es el hombre perfecto, con el que se mide el auténtico humanismo. Con él tiene que confrontarse todo ser humano y hacia él —con la ayuda de la gracia— debe tender con todo el corazón, con toda la mente, con todas las fuerzas, para realizar plenamente su existencia y responder con alegría y entusiasmo a la altísima vocación inscrita en su ser. El hombre por vocación está llamado a ser luz y verdad. Queridos colegas como educadores dominicos tenemos la tarea de volver a proponer con la competencia que nos corresponde la belleza, la bondad, la verdad del rostro de Cristo, en el que todo hombre está llamado a reconocer sus rasgos más auténticos y originales, el modelo que debe imitar cada vez mejor. Promovamos con entusiasmo y pasión, la edificación de este nuevo humanismo, presentemos a Cristo al hombre de hoy como la auténtica medida de la madurez y de la plenitud humana. 3 III. EDUCAR EN LA VERDAD Y LA LUZ ¿Cuál es la verdad del hombre?: La verdad de nuestro ser es que Dios nos ha creado y que Él es nuestro camino. “Cuando hablamos de educación cristiana, por tanto, entendemos que el maestro educa hacia un proyecto de ser humano en el que habite Jesucristo con el poder transformador de su vida nueva” 5 Verdad es una palabra muy querida por Cristo. Él es la verdad, la verdad de cada hombre; Él es lo que yo soy y lo que yo debo ser. Es el sentido de nuestra propia vida. Antonio Machado decía: “¿Tu verdad? /No; la Verdad, /y ven conmigo a buscarla./ La tuya guárdatela”6. La mentira se ha hecho hábito social y ha carcomido nuestro sistema nervioso, nuestros mecanismos psicológicos y nuestras expresiones mentales, es entonces cuando conviene descubrir que la Verdad se hizo carne, que la Verdad vino un día al mundo. Esta verdad hermosa y esplendida fue capaz de realizar una metamorfosis radical en la joven maestra de piano, educada en el buen gusto y en el amor a los demás, Eduviges Portalet que se encontró con la belleza de la Verdad, que es Cristo. Que como Eduviges nos dejemos fascinar por el esplendor de la Verdad porque una vez que ha brillado en el corazón del hombre, se produce un cambio radical, una revolución, que hace que ya se viva con la mentalidad del enamorado, del convencido, del entusiasta (y entusiasta en griego significa poseído por la divinidad), del apasionado por la Verdad. Leamos el Evangelio y las enseñanzas de la Iglesia y busquemos esa luz y esa fuerza que es capaz de hacernos santos. Si como maestros católicos no logramos que en el corazón de nuestros alumnos habite Jesucristo y Él mismo transforme los corazones de los educandos fracasamos. Por esta misma razón, reafirmamos: “si la ordenación (de valores) tiene como fundamento y término a Cristo, entonces esta educación está recapitulando todo en Cristo y es una verdadera educación cristiana; si no, puede hablar de Cristo, corre el riesgo de no ser cristiana. Podríamos, explicitar entonces que desde el Magisterio de la Iglesia no es posible educar sin poner en el centro de nuestro proyecto educativo a Cristo. Pues, Él es el hombre perfecto, es fundamento, en quien todos los valores humanos encuentran su plena realización, y de ahí su unidad. El revela y promueve el sentido nuevo de la existencia y la transforma, capacitando al hombre y a la mujer para vivir de manera divina; es decir, para pensar, querer y actuar según el Evangelio. Jesucristo, eleva y ennoblece a la persona humana, da valor a su existencia y constituye el perfecto ejemplo de vida. Un colegio de las DIC es un centro de evangelización y promoción del hombre en su integridad. Benedicto XVI dice al respecto: “La Iglesia tiene una misión de verdad que cumplir en todo tiempo y circunstancia en favor de una sociedad a medida del hombre, de su dignidad y de su vocación. Sin verdad se cae en una visión empirista y escéptica de la vida, incapaz de elevarse sobre la praxis, porque no está interesada en tomar en consideración los valores —a veces ni siquiera el significado— con los cuales juzgarla y orientarla” 7 5 Benedicto XVI Cooperadores de la Verdad n 336 www.sabidurias.com - Antonio Machado 7 Benedicto XVI, Cooperadores de la Verdad, p13 6 4 Es menester recordarlo, no solucionamos los problemas de la persona humana a través de una cuantificación técnica. De repente hasta podríamos decirlo: nuestros colegios adolecen de computadoras para todas las personas pero todos tienen presente el anuncio fiel a la verdad. Tenemos que ser fieles a la verdad, la fidelidad al hombre exige la fidelidad a la verdad, que es la única garantía de libertad. (cf. Jn 8,32) Hemos sido creados por Dios a imagen y semejanza suya y esto significa que el hombre tiene un alma espiritual e inmortal, dotada de inteligencia y de voluntad; es libre y es principio y dueño de sus actos, esto es lo primero que tiene que reconocer y defender el hombre: la verdad de su condición, la verdad de su ser. Vamos a verlo con todo detalle. 3.1. Verdad del ser: Aquello que uno es, que uno debe ser. Hay verdad del ser cuando me comporto como persona inteligente, libre y responsable. Vivo en la verdad de mi ser cuando sé y me comporto con lo que me exige mi origen, mi fin como persona humana, cuando tengo trascendencia y sentido. Cuando uno vive la verdad de su ser vive realizado, feliz, digno y se eleva sobre todo el universo. Lo contrario a la verdad del ser es la inautenticidad, la falsedad. 3.2. Verdad del pensar: Nuestra mente está hecha para percibir el ser de las cosas. Mi mente tiene que respetar la verdad de las cosas: la verdad del trabajo, del dinero, del matrimonio, del estudio, de la carrera. ¡Cuánta formación necesitamos para descubrir la verdad de las cosas y pensar así con veracidad de ellas. Lo contrario a la verdad del pensar es el error. 3.3. Verdad del hablar: Nuestras palabras deben ser vehículo leal de lo que pensamos. Por medio de la palabra hacemos partícipes a los demás de lo que llevamos dentro. La palabra es puente que hace transparente a los demás el corazón y la intimidad de la persona. Lo contrario a la verdad del hablar es la mentira. 3.4. Verdad del obrar: es la verdad del comportamiento y de la vida. Vivir como se cree, coherencia de vida entre lo que se cree, lo que se predica y lo que se vive. Lo contrario a la verdad del obrar es la incoherencia, el fariseísmo, la hipocresía. Tener una conciencia recta y bien formada es la exigencia para vivir en la verdad, decir la verdad, hacer la verdad en la vida. Si soy una persona honesta, sincera… podré leer en mi corazón estas normas de ley natural, con las que todos nacemos: Hay que decir siempre la verdad No hagas a los demás lo que no quieres que te hagan No mates Respeta a tus padres Respeta las cosas ajenas, etc. Acudamos nuevamente a Benedicto XVI: “El hombre tiene la inequívoca capacidad para reconocer la verdad. Es lo más adecuado a su esencia, su auténtica vocación: para ella ha sido creado por Dios. Sin ese elemento, del que vive y se nutre, se hunde en el suelo sobre el que se asienta su existencia. Si el hombre no fuera “el ser que se mueve en la verdad”, su misma dimensión moral resultaría inexplicable, sin verdad no se puede obrar rectamente”8. 8 Ibidem, p14 5 Hoy más que nunca buscando el sendero para no equivocarnos en el seguimiento de Cristo escuchemos su voz: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida” 9 y recordemos lo que decía Santo Tomás de Aquino: “La pasión de Cristo basta para servir de guía y modelo a toda nuestra vida. Pues todo aquel que quiera llevar una vida perfecta no necesita hacer otra cosa que despreciar lo que Cristo despreció en la cruz y apetecer lo que Cristo allí apeteció. En la cruz hallamos el ejemplo de todas las virtudes”10. La verdad que debemos al hombre es, ante todo, una verdad sobre él mismo. Como testigos de Jesucristo somos heraldos, portavoces, siervos de esta verdad que no podemos reducir ni olvidar ni traicionar. La Constitución Pastoral Gaudium et spes toca el fondo del problema cuando dice: “El misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo Encarnado”11. Para conseguir en el educando hábitos que dispongan convenientemente al conocimiento de la verdad o a la práctica del bien es necesario ejercitar su entendimiento en el descubrimiento de juicios verdaderos y no sólo en la adquisición de conceptos. La verdadera educación pretende que el alumno alcance a formular juicios; y no sólo esto, sino que dichos juicios sean verdaderos. Por eso trata que sea él mismo el que llegue a la conclusión, y no que ésta le venga impuesta por la voluntad de otro. De ahí la admirable propuesta metodológica de Santo Tomás de Aquino: 1. “Ayudar el entendimiento del educando para que pueda llegar por sí mismo, desde sus conocimientos previos, a la conclusión; o, cuando éste no se vea capaz, fortalecer su entendimiento mostrándole las conexiones entre los principios y la conclusión, facilitando el raciocinio, proporcionando ejemplos sensibles, ayudando al entendimiento en su actividad abstractiva”. 2. “Suministrándole algunos medios o ayudas que pueda su entendimiento adquirir la ciencia, tales como ciertas proposiciones menos universales, que el discípulo pueda fácilmente juzgar mediante sus previos conocimientos, o dándole ejemplos palpables, o cosas semejantes, o cosas opuestas a partir de las que el entendimiento del que aprende es llevado al conocimiento de algo desconocido”. 3. “Fortaleciendo el entendimiento del que aprende en cuanto que se hace ver al discípulo la conexión de los principios con las conclusiones, en el caso de que no tenga suficiente poder comparativo para deducir por sí mismo tales conclusiones de tales principio” 4. “Y si la educación tiene como alimento la verdad, será también misión suya desterrar el error en la mente del educando. Es la verdad entendida primero en plenitud por el docente y propuesta después al alumno, de manera que él mismo pueda descubrirla”12. IV. LUZ Y VERDAD CLAVES EN LA PEDOGOGÍA EDUVIGIANA 9 Jn. 14, 6 Summa Theologiae I-II, q.1, a.4 in b 11 Conc. Vat. II Gaudium et Spes n° 22 12 [1] Cfr. Summa Theologiae I-II, q.1, a.2 in c. [2] In IV Sent. d.26, q.1, a.1 in c. [3] De Veritate q.11, a.4 in c. [4] De principiis naturae c.1. 10 6 Hoy les propongo que miremos a la madre Eduviges Portalet como pedagoga de la Verdad y de la Luz. Los rasgos de su vida y la experiencia de la gracia en el tiempo que le tocó vivir nos servirán de guía para que seamos fieles a su herencia. Hablemos de su vida; tal vez lo que más debiéramos destacar sea: 4.1. Su búsqueda de la Verdad: La primera condición que se aplica madre Eduviges para reconocer la verdad fue escuchar los desafíos de su tiempo. Escucha al ciego de las buhardillas con quien habla y se esfuerza por poner en su sitio todos sus sentidos y sentimientos, para percatarse de qué es en realidad lo que la mueve. La verdad requiere afinar el oído con humildad, a fin de hacer justicia a las cosas. Para conocer la verdad hemos de girar y mirar a la luz. Nuestra acción debe remitir a la verdad, en último término a Dios, que es la auténtica Verdad. No basta con conocer la verdad, inmediatamente tenemos que realizarla. Darle expresión en nuestra conducta. Lo verdadero no son las preposiciones que formula una persona, sino su vida, siempre y cuando realice en ella la verdad y la ponga en práctica en el amor. La auténtica Verdad es Dios. Y conocer la verdad significa someterse humildemente al Ser, despertar para escucharlo. Esto implica fe. Por eso es que Eduviges se despoja de sus sentimientos para ir a la hondura de su alma donde brilla fuertemente la luz y la verdad que es Dios. El concepto de verdad tiene especial relevancia en el Evangelio de Juan. En Cristo la Palabra de Dios se ha hecho carne. La verdad de Dios se revela y los seres humanos contemplamos en Jesús esta verdad de Dios. Accedemos a esta verdad sobre todo por la fe. En la fe miramos con ojos nuevos al hombre Jesús y también al prójimo. Para Juan vivir en la verdad es sinónimo de “vivir en la luz”. “Quien me siga no caminará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida”13. La verdad no es solo algo que conocemos, sino un espacio en el que habitamos, en el que somos y permanecemos. Esto requiere como ya dije de la fe, porque la fe es luz, sin la fe el hombre queda en la oscuridad. Un dominico necesariamente tiene que abrazarse a ella, para que sus potencias queden iluminadas y se abra a la Verdad, como lo hizo nuestra amada fundadora. Quien habita en este espacio de la verdad es libre. “serás realmente discípulo mío, entenderás la verdad y la verdad os hará libres”14 Lo contrario de ello sería vivir en el espacio de la mentira, vivir en la mentira quiere decir; vivir en el engaño, vivir en la apariencia. La realidad propiamente dicha es Dios y Dios significa vida verdadera. Quien vive en la verdad se experimenta a sí mismo como interiormente libre. Quien vive en la mentira –en la tiniebla– está muerto; pero ser en la verdad exige realizar la verdad, vivir en consonancia con Jesucristo y su verdad conforme a su mensaje y la verdad más profunda que Él nos anuncia es que Dios es el Amor. De ahí que ser en la verdad signifique siempre ser en el amor y vivir el amor. La verdad es una persona, Dios es la verdad, Cristo es la verdad, en la medida en que seguimos a Jesús y vivimos según su espíritu participamos de su verdad y nuestra vida florece y descubrimos la gloria, el amor y la ternura con que Dios ha agraciado a la criatura humana en la creación y en la redención por medio de Jesucristo. Entonces ¿Cómo educar en la luz y la Verdad? Debemos conquistar la virtud de la veracidad, que tiene varias dimensiones: Decir y amar la verdad. Quien cultiva esta virtud alcanza claridad y firmeza interior. Eduviges siempre fue vinculada a la experiencia existencial y al respeto por la dignidad de los demás, así como al amor y la bondad. De ahí que el decir la verdad deba estar siempre 13 14 Juan 8,12 Juan 8,32 7 determinado por el tacto y la bondad. Para poder decirle al otro la verdad, necesito sensibilidad para él y la situación en la que se encuentra. Sin el amor no es posible la veracidad. El amor nos preserva lanzarle al otro la verdad a la cara, dejándolo herido; pero al mismo tiempo nos impide acomodarnos. El amor no distorsiona la verdad, pero la reviste de tal forma que resulta atractivo al amigo. Ser verdadero frente a mí mismo. No debo auto engañarme en nada. El veraz es quien se halla en armonía con su propia esencia y expresa tal armonía en su forma de hablar y actuar, así como en sus gestos, es también coherente, honrado y fiable. Podemos fiarnos de él. Está asentado en sí. Vive en paz consigo mismo. El veraz es honesto y al mismo tiempo íntegro. No se acomoda a las personas con el fin de satisfacer sus expectativas, es verdadero, es auténtico. Ha experimentado en Dios su verdadero valor. ¿Cómo ejercitar esta virtud de la veracidad? Un camino pasa por la atención a lo que digo, a mi conducta hacia los demás y me pregunto ¿Concuerda lo que hablo con mi verdad más interior? ¿Está bien mi vida tal como la vivo? Las voces interiores me muestran si vivo en armonía si estoy en consonancia con mi esencia. Otro camino concreto para ejercitar la veracidad interior sería el siguiente ejercicio que se remonta a un dicho de Jesús en el Evangelio de Lucas cuando se encuentra con los discípulos después de resucitar y estos se asustan al verlo, Jesús les dice: “Soy Yo”. Que expresa el santuario interior de la persona, recinto santo en el que la persona es ella misma, no determinada por los propios afectos, sino puramente ella misma. Podemos decir como Jesús a todas las imágenes y pensamientos que afloran en nosotros “soy yo”. Si esto se lo digo a mi trabajo, a las relaciones con mis amigos, a mis alumnos, me percataré de que con cuánta frecuencia no soy yo mismo. Me adapto a las expectativas ajenas, me pongo máscaras, causo buena impresión… pero si digo estas palabras a todas las situaciones de mi vida poco a poco mis máscaras se caerán, mis roles pasarán a segundo plano, todo lo amoldado se diluirá… y mi verdadero yo tomará la palabra. Este yo verdadero intuye que está envuelto por Dios, que Dios es el fundamento auténtico de nuestra esencia. 4.2. Su confianza en la Providencia: Madre Eduviges puso su confianza total en la Providencia Divina y se abandonó totalmente a la bondad del Padre Dios. Cuanto más arreciaban las necesidades, llegaba una respuesta, la Providencia Divina nunca faltó, siempre se multiplicaba. Comparto esta experiencia de su vida: “El invierno comenzaba y el frío se hacía sentir, lo veía con terror, pues los pequeños no tenían con que cubrirse, sino unos pedazos de tela que nos habían regalado y que nosotras habíamos arreglado del mejor modo posible; para el verano podían servir, pero para el invierno imposible. Este pensamiento me inquietaba y me repetía sin cesar: ¿Cómo podré comprar frazadas de lana?, deben ser muy caras y es necesario conservar el dinero para comprar el pan. ¡Dios mío, ven en mi socorro!… Este socorro no tardó, Monsieur de Tournamille, Vicario de San Nicolás, nos hizo una visita y al despedirse me dijo: “hermana quisiera decirme qué es lo que más necesita? Me apresuré en hacerle mi pedido. La respuesta no se hizo esperar, en la tarde de ese día, las camitas de mis pequeños estaban 8 calientitas con las frazadas nuevas, con que la Divina Providencia atendía amorosamente a nuestras necesidades”15. Me animo a sugerirles a ustedes y a mí, en primer lugar: ¿no nos falta muchas veces en nuestra labor educativa católica darnos con generosidad a las manos de la Divina Providencia? ¿No es triste ver cómo muchas veces las personas y las obras se cierran a la autosuficiencia, creyendo que todo depende de ellas? Sigamos siempre el ejemplo de nuestra querida Madre Eduviges Portalet, como guía y maestra en la confianza y en la entrega a la Divina Providencia. 4.3. Su amor a la Eucaristía: Este rasgo tiene un matiz particular en la vida de nuestra Fundadora y de toda nuestra Congregación, pues la confianza en la Divina Providencia se hace realidad en la verdadera adoración a Cristo Eucarístico. Recordemos que, “Madre Eduviges no toma decisiones, sino después de largas horas al pie del Sagrario. Tampoco lo hacía sola, consultó, analizó con su asistenta, Madre Francisca. No se lanzaba, no se precipitaba, procedía con calma… Acepta la Obra de Saintes, que tiene por finalidad “adoración al Señor”, pero extendiéndola y completándola con la participación de personas de fuera. Esta resolución responde a las dos facetas de la espiritualidad de Madre Eduviges: contemplación y Apostolado.” 16 Como buenas hijas e hijos del carisma de Eduviges Portalet, los exhorto a que nos preguntemos a diario: ¿Cuántas decisiones de nuestra congregación, de nuestros colegios y comunidades religiosas las hemos puesto al pie del Sagrario? ¿Cuántas decisiones de nuestra familia ponemos al pie del tabernáculo donde reside el mismo Cristo? Debemos convencernos que no debemos dejar de ponernos de rodillas ante el Señor para vislumbrar los caminos que estamos llamados a transitar para no traicionar el ideal y el carisma que hemos heredado. Una y otra vez insisto, mirando a cada uno de los presentes de nada vale todo lo que estamos predicando si no nos vamos reconfortados por Dios y con Dios en nuestros corazones. La vida de Madre Eduviges y su testimonio debe ser también el nuestro: misericordia y Eucaristía como claves de vida de una comunidad educativa DIC. 4.4. El sentido de la Cruz en su vida: Cuan provechoso es saber que al igual que nosotros los santos han tenido sus cruces y cuanto debemos aprender de su entereza para cargarlas. Dice la biografía de nuestra querida sierva de Dios: “Ambas tenían que retroceder el camino y empezar “de cero”, una etapa inicial en la nueva Congregación. A Francoise le quitaron el hábito y vistió la vestimenta que debió ser de postulante; un vestido, una pelerina, un gorro. Ella decía entre sonrisas y lágrimas: “expío mis pecados de vanidad”. A Eduviges le quitaron la cruz de su profesión. “la entregué enseguida, dice, porque otra cruz la reemplazaba… o mejor, jamás faltarán cruces”.17 “Nos arrodillamos ante la cruz. ¿Acaso no es ella nuestra fortaleza, nuestra única esperanza”.18 Hoy les sugiero, mis queridos amigos, no renegar por las cruces cotidianas que nos presenta la vida. Si verdaderamente nos confiamos a su Divina Providencia y somos capaces de adorar al 15 De las Tinieblas a tu Admirable Luz. Pág. 63 De las tinieblas a tu admirable Luz. Pág. 146 17 Ibidem. p.87 18 Ibidem, p. 252 16 9 Cristo Eucarístico, quien nos revela su amor en la entrega de la Cruz, cuánto más nosotros debemos crucificarnos también con el Señor. Repitámoslo una y otra vez, la Cruz engendra vida, no creamos en los éxitos vanos y en las propuestas de triunfos efímeros que nos proponen los falsos parámetros que nos presenta el mundo. Allí donde hay cruz se manifiesta la voluntad de Dios. ¿Qué es un colegio, una comunidad de las DIC, sino un hermoso conglomerado de hombres y mujeres, de niños y niñas que han entendido que la única escala para llegar al Cielo es acompañar con la propia cruz a Cristo que nos invita a seguirle? Madre Eduviges ayúdanos a cargar la Cruz. 4.5. Su amor a María Inmaculada: Se acogió a Ella como a su verdadera MADRE, desde que ingresa a la Congregación de María Inmaculada de Marsella, jamás abandona su patrocinio en toda evolución de su Familia Religiosa, hasta llegar a ser “Dominicas de la Inmaculada Concepción. En la capilla, por pobre que ésta sea, no pueden faltar dos elementos; el Sagrario y una imagen de María Inmaculada. Acoge en tu corazón, Madre Inmaculada a tus hijas, que caminarán bajo tu blanca bandera. En los momentos cruciales, en las grandes decisiones suele ir a “consultarle” a la Virgen María Inmaculada, en el Santuario de la inmaculada de Lourdes. Compuso el acto de Consagración a María Inmaculada, que la Congregación no ha dejado de rezarlo cada año, el 8 de Diciembre, por más de cien de años. Repite varias veces: bajo los auspicios de nuestra buena y tierna Madre, María Inmaculada. Qué importante es convencernos que la fidelidad a nuestro carisma se sostiene gracias a la fidelidad de María Santísima. Aprendamos de nuestra Madre el modo como debemos ser fieles a Cristo. Cuántas veces hemos encontrado claustros que olvidan o son indiferentes al dulce amor a María Santísima en nuestras comunidades educativas. Estoy segura de que si hiciéramos de la Eucaristía y la tierna devoción a la Inmaculada el pilar de nuestras vidas, la realidad personal y comunitaria sería otra. Sepan todos que el Santo Rosario es una exigencia de amor para nosotros, he aquí la dulce cadena de amor, como decía el Beato Juan Pablo II, que le da cohesión a nuestra plegaria como Congregación. 4.6. Su búsqueda permanente de Cristo en el rostro de sus contemporáneos: Desarrollar este aspecto luego de haber visto los rasgos de su espiritualidad (Amor y confianza a la Divina Providencia, un profundo amor a la Eucaristía, el sentido de la Cruz en su vida y un amor tierno y devoto a María Inmaculada) expresan el deseo de invitarlos a conocer la gracia especial que recibió nuestra Madre como Fundadora. Gracia que Dios da a muy pocas personas y que en la realidad de un carisma se hace Iglesia cuando lo suscitado por el Espíritu Santo se encuentra con la aprobación de los sucesores de San Pedro y los Apóstoles. Pero cómo se suscitó el Carisma del cual cada uno de nosotros participa desde su especial estado de vida, como religiosas o laicos, escuchemos lo que nos dice la biografía de nuestra fundadora: “Eduviges, una mujer que se enfrentó con lo difícil de la vida, con la más dura carencia humana (ceguera, pobreza, orfandad, soledad callejera, ignorancia, dolor), alguien a quien le tocó fundar una obra y desarrollarla en una casa inhóspita, vacía y hasta repugnante… pero, así y todo, una mujer feliz, capaz de reconocer a cada instante la bondad de la gente y encontrarse con el rostro de Dios a quien ve sonreír, tras el velo de las lágrimas. Una 10 mujer consagrada al Señor y llena de capacidad para descubrir en cada momento la razón de ser de toda su vida”.19 Luego de ser testigos de cómo Madre Eduviges hizo esta experiencia de Cristo entre sus contemporáneos no dudamos en afirmar, que ella supo ver en los otros el rostro de Cristo. Ya lo hemos reflexionado en otras ocasiones, pero no está mal repetirlo, debemos aprender de la experiencia hecha por nuestra fundadora para buscar todos los días el rostro del Cristo sufriente en nuestros hermanos. Postular la pedagogía Eduvigiana de educar en la Verdad y la Luz, nos compromete a salir a caminar en nuestras instituciones educativas teniendo plena conciencia que ellos son y deben ser todos los días comunidades eclesiales donde cada miembro se nos presenta como una oportunidad magnánima para la práctica sincera de la caridad. Les pregunto: ¿acaso en nuestros colegios no tenemos adultos que están ciegos porque no han hecho la experiencia de iluminar sus vidas con la luz de Cristo? ¿Acaso no vemos en nuestros padres de familia, en nuestros docentes, en nuestro personal administrativo y de apoyo como en nosotras religiosas a veces la falta de coherencia y de verdad?. Y cuando digo verdad, digo plenitud y transparencia como la pide Dios, no como la ofrece el mundo! Qué actual resulta el Carisma de las DIC como una gracia para seguir edificando la Iglesia, para seguir iluminando tantas realidades y personas ciegas y necesitadas de Dios. Hoy y siempre tendremos la tentación de querer dejar que los ciegos guíen a otros ciegos, sepan pues, que es muy fácil mostrarse indiferentes. Tengamos claro esto en la misión que Dios nos ha confiado: No podemos desentendernos de la salvación de las almas que nos ha puesto en el camino el Señor. No queremos laicos muertos espiritualmente, queridos maestros déjense educar y conducir por el Maestro de las Almas, Nuestro Señor Jesucristo, Él es la Verdad y la luz. Somos la expresión creíble del mensaje siempre nuevo de Cristo y la Iglesia. No nos vaya a suceder que terminemos midiendo lo que hacemos con los criterios del mundo. Y nos digamos: Hemos cumplido los planes, los proyectos educativos institucionales, hemos completado un año académico, hemos tenido tantos egresados, hemos aprobado balances y al final de nuestras vidas Cristo nos diga pero no has salvado a nadie. Este es el desafío para los educadores dominicos, enamorarnos de la misión de hacer una verdadera educación católica para las almas que necesitan a Dios. A veces vivimos ensimismados en pedagogos contemporáneos de moda, que nos impone la sociedad. Contemplemos a Cristo quién nos da la respuesta a través de su palabra: “Nadie va al Padre sino por mi”.20 Sepamos mirar a nuestra Fundadora, quien en la fidelidad al único Maestro y a la Iglesia, nos enseña a estar a la altura de las circunstancias para seguir haciendo visible y real la propuesta magnánima de la educación católica. Eduviges Portalet nos marca el rumbo para actualizar los modos de presentar el Evangelio. Volvamos a su biografía: “Encontramos dos signos que resalta su pluma: una campana y un templo. Ella buscaba la magia del lenguaje simbólico, para que sus queridos ciegos puedan “ver lo que no pueden ver”. Uno de sus constantes empeños es que ellos se encuentren con Dios, hablen con Él, 19 20 De las tinieblas a tu luz admirable. Pág. 64 Juan 14,6 11 “intercambien miradas” con Él. Es la maravillosa visión interior, que la ceguera física no puede impedir. Todo lo contrario, quizá nosotros los videntes, caminemos atrofiados por “cegueras” más tenebrosas, que nos impidan “ver a Dios” encontrarnos con Él. La capilla, el templo, es lo primero que ella arregla en las casas de su itinerancia. Los ciegos, llevados de su mano, experimentan el asombro de entrar en “un espacio de Dios”. Y en la voz de la campana, escuchan la voz del mismo Dios que los convoca, los reúne, los acoge. ¡Hermoso símbolo! “Oyen a Dios”21 Que el ejemplo siempre vivo de Madre Eduviges Portalet sea motivo e impulso para que cada uno de nosotros nos vayamos con el corazón henchido del amor a Dios y con el compromiso de hacer que este carisma DIC, sea todos los días un fuerza para decirle a todos los hombres: en Cristo se halla la Verdad y la Luz para la Vida. CONCLUSIONES. 1. El hombre ha sido creado a imagen de Dios, tiene la dignidad de persona es capaz de conocerse, de darse y de entrar en comunión con Dios y con el prójimo, es la única criatura sobre la tierra a la que Dios ama por sí misma, y a la que llama a compartir su vida divina, en el conocimiento y en el amor. 2. Cristo manifiesta plenamente el hombre al propio hombre en el misterio del Verbo encarnado encuentra verdadera luz el misterio del hombre, predestinado a reproducir la imagen del Hijo de Dios. Sólo desde Cristo se puede conocer todo lo que el hombre puede ser, lo que puede lograr y puede alcanzar; Él es el hombre perfecto, quien ha devuelto a la humanidad la semejanza divina perdida por el pecado original. 3. Jesucristo, Hijo de Dios, es el hombre perfecto, con el que se mide el auténtico humanismo. Con él tiene que confrontarse todo ser humano y hacia él —con la ayuda de la gracia— debe tender con todo el corazón, con toda la mente, con todas las fuerzas, para realizar plenamente su existencia y responder con alegría y entusiasmo a la altísima vocación inscrita en su ser. El hombre por vocación está llamado a ser luz y verdad. 4. Como educadores dominicos tenemos la tarea de volver a proponer con la competencia que nos corresponde la belleza, la bondad, la verdad del rostro de Cristo. Promovamos con entusiasmo y pasión, la edificación de este nuevo humanismo, presentemos a Cristo al hombre de hoy como la auténtica medida de la madurez y de la plenitud humana. 5. Que como Eduviges nos dejemos fascinar por el esplendor de la Verdad porque una vez que ha brillado en el corazón del hombre, se produce un cambio radical, una revolución, que hace que ya se viva con la mentalidad del enamorado, del convencido, del entusiasta, del apasionado por la Verdad. Busquemos esa luz y esa fuerza que es capaz de hacernos santos. 6. Como maestros católicos logremos que en el corazón de nuestros alumnos habite Jesucristo y Él mismo transforme los corazones de los educandos. Que la educación DIC esté recapitulado todo en Cristo. 21 De las Tiniebla a tu luz admirable. Pág. 112 12 7. Madre Eduviges experimentó el amor pleno de Dios la Verdad y la Luz que es Cristo, por eso supo llegar como ofrenda viva a los ciegos de su tiempo y su tarea cotidiana la vistió del esplendor de la Verdad, obtenida en sus largas horas de oración al píe del Sagrario y en su confianza a la Señora Inmaculada, Madre de la Luz. 13
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