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CINE | JULIA SOLOMONOFF
Solomonoff va a dirigir
la adaptación para cine
de Las grietas de Jara,
de Claudia Piñeiro
Cómo contar el fin
de la inocencia
La directora y guionista estrenó su segundo largometraje,
El último verano de la Boyita, basado en una anécdota de
su infancia. Una historia sobre las diferencias sexuales,
narrada desde el punto de vista de una niña de diez años
POR NATALIA BLANC
De la Redacción de La Nacion
M
ucho antes de ser una película, El último verano de la Boyita
fue un cuento. Julia Solomonoff lo escribió en 2003, mientras buscaba financiación para filmar Hermanas, su
primer largometraje. La historia la rondaba desde la infancia, cuando por casualidad oyó hablar de un caso médico
que atendía su madre en Rosario.
“Mi mamá es ginecóloga y el tema se
coló en mi casa cuando yo tenía diez
años. Me impactó lo suficiente como para seguir resonando en mí mucho tiempo. En aquel momento, ni siquiera sabía
que iba a hacer cine”, recuerda la directora durante la entrevista en un bar de
Palermo. La había conmocionado un caso de intersexualidad: un chico (en la ficción se llama Mario) que a simple vista
parece un varón, pero que tiene genitales femeninos. En la pubertad, comienza
a sentirse distinto de los demás. “Creo
que es muy difícil vivir con una diferencia, pero la película trata de no hacer una
tragedia. Muchas veces, el drama está en
los padres que no quieren ver lo que le
pasa a su hijo. Por eso, el énfasis no está puesto en el diferente sino en los demás”, explica Solomonoff, también autora del guión del film que se presentó
en el Bafici en abril y llegó a las salas
comerciales el jueves pasado, después
de proyectarse en el Festival de San Sebastián. Coproducida por El Deseo, de
Pedro y Agustín Almodóvar, El último
verano de la Boyita va a estrenarse en
España y Francia en febrero.
La trama, que se desarrolla en la década de 1980, comienza en Rosario y luego
se desplaza al campo. Protagonizada por
Jorgelina (Guadalupe Alonso), una nena
de diez años hija de un médico, y Mario
18 | adn | Sábado 7 de noviembre de 2009
(Nicolás Treise), integrante de una familia rural, la historia está narrada desde
el punto de vista de la niña, intrigada y
confundida por los cambios que experimenta su compañero de aventuras. La
elección de la perspectiva narrativa fue,
según la directora, el punto más conflictivo que debió enfrentar durante la escritura del guión.
–Creo que el mayor error que cometí al principio, y por el cual perdí mucho tiempo, fue tratar de contar la historia desde Mario. Como la nena tiene
muchas cosas en común conmigo (yo
también viví en Rosario, veraneaba en
el campo, jugaba con una casa rodante
que parecía una boyita), le escapaba a
esa mirada. Hasta que un día me di cuenta de que no podía narrar a partir de él
porque me parecía muy artificial. Hoy
estoy segura de que fue lo mejor para
la película porque hablar desde un lugar que conocía bien le aportó naturalidad al relato.
Solomonoff consultó a especialistas
y psicólogos para saber cómo tratar el
tema y qué información dar a los niños
que actúan en la película. “No quería reflejar un caso clínico ni reducir el tema a
una curiosidad científica. Liliana Ongaro, psiquiatra del hospital Garrahan, fue
clave para el trabajo con los chicos. Me
explicó que hay que contarles en la medida en que demuestran interés por saber. Eso hicimos junto con María Laura
Berch, responsable del casting y el entrenamiento actoral. El resultado fue
bueno porque Jorgelina habla desde la
confusión y Mario, desde el desconocimiento, que es la situación real de los
personajes.”
–Su película anterior tomaba la dictadura militar como punto de partida
para hablar sobre los que se quedaron
en el país y los que vivieron ese período
SEBASTIAN SZYD
en el extranjero. En El último verano...,
el caso de Mario es el disparador para reflexionar sobre cómo se reacciona frente al diferente. ¿Qué le interesa
cuando elige un tema para filmar?
–No me interesa hablar sobre un tema
sino dar una mirada. No creo que haya
maneras correctas o incorrectas de reflejar algo; hay maneras propias. Investigar
un tema sirve para aprender a tratarlo,
pero no sirve para filmar porque un director no hace una monografía, cuenta
una historia. Me gustan las aproximaciones periféricas a los temas. Es algo que
descubrí desde que empecé a hacer cine
y que se vincula con mi manera de trabajar y de ver las películas de otros. No leo
libros por sus temas: elijo escritores, miradas, tonos. Creo que, cuando un tema
está bien tratado, no es lo más evidente,
sino que está por debajo.
–¿Cómo fue el paso del cuento al
guión una vez que había definido al
narrador?
–Tuve mucho tiempo la historia en la
cabeza y la primera versión fue un relato de veinte páginas. Comencé a escribir el guión en una chacra de Uruguay
en febrero de 2007, mientras mi hija Nina, que era una beba de meses, dormía
la siesta. Soy bastante lenta, no soy de
las personas que escriben un guión en
veinte días, pero esa situación me dio
impulso. En esas semanas le di forma cinematográfica y después hubo varias reescrituras. En marzo fui a un festival de
“No me interesa hablar
sobre un tema sino dar
una mirada. No creo que
haya maneras correctas
o incorrectas de reflejar
algo; hay maneras propias”
cine en Miami y me encerré en el hotel
para terminar una nueva versión. En octubre y noviembre hice una residencia
para guionistas en Madrid, becada por la
Fundación Carolina, y me aboqué a terminarlo. Después, lo llevé a la productora de Almodóvar y unos meses más
tarde me llamaron para decirme que les
había gustado.
Además de un productor, Solomonoff necesitaba protagonistas. Al chico
que interpreta a Mario, que no es actor
y nunca había ido al cine, lo encontró
por azar. “En una muestra en el Centro
Cultural Recoleta vi al pasar unas fotos
de la comunidad alemana en Entre Ríos
y descubrí que era justo lo que buscaba.
Gracias al fotógrafo, Sebastián Ingrassia, pude conocer a Nicolás y su familia.
Él estableció una relación única con la
cámara. Como no podía desterrarlo para filmar, rodamos cerca de Urdinarrain,
donde viven.”
Solomonoff está instalada en Nueva
York desde septiembre. Fue convocada
por la Universidad de Columbia para
dictar un curso de dirección en el programa de posgrado de cine, del que ella
egresó en 2001. De visita en el país para acompañar el estreno de la película,
cuenta que para el año próximo tiene
dos proyectos: un programa de trece capítulos para el Canal Encuentro sobre el
río Paraná (“La idea es remontarlo desde Asunción del Paraguay hasta Buenos
Aires junto con un grupo de artistas, antropólogos e historiadores”, adelanta). El
otro es dirigir la adaptación para cine de
Las grietas de Jara, la última novela de
Claudia Piñeiro. “Me interesa hablar de
las transformaciones urbanas y la pérdida de los espacios públicos en clave policial, un género que siempre me atrajo
y que todavía no he indagado.”
© LA NACION