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ENTREVISTA A ISABEL MOLINA LLORENTE
Usted nació en Madrid. ¿Cómo fue su niñez?
No teníamos tantos juguetes, no había televisión, sólo había
radio, pero, lo pasábamos muy bien. Yo era la mayor de cinco
hermanos y con la hermana que venía después, con mi hermana
Pili, las dos jugábamos muchísimo. Además, es que desde muy
niña a mí me gustaba contar historias; cuando tenía tres ó
cuatro años, mi madre guardaba los botones en una caja del
tamaño de una carpeta, un poco más grande, de madera,
dividida en departamentos. Tenía una tapadera que entraba por una corredera, como
esos estuches de lápices, pero en grande, era del tamaño de una carpeta o un poco
más grande todavía. Y yo le decía: “Mamá, ¿me dejas jugar con los botones?”.
“Si no me los revuelves”. ¡Ya! Yo cogía la caja, la volcaba, todos los botones por el
suelo, y la ponía de pie, y se me convertía en una casa de pisos; le ponía la tapadera
debajo y era la plaza, y entonces, a jugar. Los botones de abrigo, eran los abuelos o
las abuelas, los botones de traje, padres y madres, los otros pequeños, los niños y los
de camisa, los bebés. Así que metía en cada departamento, en cada cajoncito, una
familia. Y ale, pues los chicos iban al colegio, los padres salían a trabajar, un abuelo
se ponía enfermo, el niño del segundo era muy amigo de la del tercero, pero se
llevaba fatal con la del primero. Esas cosas, ¿no?, y yo, jugaba. En cuanto mi
hermana pudo, también jugaba conmigo. Y luego, yo le oía a mi madre decirle a mi
abuela: “A mí esta niña me preocupa, ¡juega tan raro!, se sienta y habla, sólo
habla”. Claro, sólo hablaba: pensad que si yo lo que tenía era una caja de madera y
la plaza, que era la tapadera y botones, pues no tenía que correr por el pasillo, me
sentaba y allí ya tenía yo…, los niños iban de un extremo de la plaza a otro, pero
como los niños eran botones, enseguida se acababa. Y hablar, hablaba, pero bien es
verdad que hacía voces según fuera el padre o fuera el bebé chiquitito. Luego me
llamaban a comer, juntaba todos los botones, los metía en la caja y no me volvían a
dejar la caja lo menos en tres meses porque la había revuelto toda. Me encanta
contar historias, he pasado una infancia muy buena.
¿Le gustaba ya de niña escribir? , ¿destacaba en trabajos del colegio?
Pues verás, me gustaba escribir porque esas historias que me inventaba cuando
jugaba con los botones, en cuanto supe escribirlas, las escribía. Después de los
botones, recortaba las revistas, los catálogos de moda, para conseguir, pues, señoras,
señores y niños. Además, ya sabéis que los catálogos tienen un modelo repetido
varias veces, entonces, con un poco de suerte pues ya tenías la misma cara con un
vestido de fiesta, con un vestido de playa, con un vestido de diario.
En mi colegio había una clase que llamaban de estudio, en que juntaban a varios
cursos y nos vigilaba una profesora. Yo estoy convencida que esa profesora decía:
“Hay que ver, Isabel Molina lo que trabaja. Es que no levanta la vista del
cuaderno”. Y lo que no sabía es que yo estaba escribiendo, escribiendo historias o
escribiendo a lo mejor las cartas que un señor, un protagonista, le escribía a otro, e
igual que cuando era niña y jugaba con los botones cambiaba las voces según fuera
uno u otro, cuando ya tenía, pues eso, doce años, trece años, cambiaba la letra según
escribiera uno o escribiera otro. Siempre me ha encantado contar historias. Los
estudios… bueno, me gustaban mucho más las letras, pero cuando yo era niña, los
padres mandaban bastante, así es que yo he hecho una carrera de ciencias, Perito
Mercantil, que no os suena nada porque lo han cambiado, es lo que ahora llaman
Empresariales Técnica. En Madrid, en la escuela en que yo estudié, decía Escuela
Superior de Comercio y ahora dice Escuela Técnica de Empresariales. Lo único que
han cambiado son las letras, por dentro sigue siendo igual.
¿Qué oficio pensaba tener cuando era niña?
Cuando era niña me encantaba escribir, quería escribir. Luego he escrito, pero he
hecho otras cosas. Como os dije, yo estudié lo que ahora se llama Empresariales
Técnica y he trabajado, en la librería en que trabajo, llevando cuentas, llevando
números, o sea, de empresariales, no de escritora, trabajo de empresariales. El
escribir ha sido otro trabajo que he llevado, además. Pero de niña me encantaba ya
escribir: “Yo cuando sea mayor escribiré”. Sí, bueno, vale, vale, esas cosas que se
dicen, ¿no? Lo he hecho.
Aquí dice que con sólo dieciocho años ganó su primer premio, ¿de qué trató
ese libro?
Ese libro, que ya no se puede comprar porque la editorial
desapareció, cerró, era una colección de cuentos. Yo había
escrito siete cuentos, el libro se llamaba “El Arco Iris” y yo
había escrito siete cuentos, uno por cada color del Arco Iris.
¿Ganar un premio a los dieciocho años le produjo mucha
emoción? ,¿le cambió en algo su vida?
No, no me cambió la vida, lo que me dijo fue que no escribía mal del todo. Porque
lo que pasaba es que cuando yo tenía dieciocho años había en España cuatro
editoriales contadas: una, dos, tres, cuatro editoriales que publicaban libros para
infantiles y juveniles. Claro, las colas para publicar eran tremendas. Y yo no tenía
edad para pasar, ya os digo, iba a ir con mis folios y… “Muy bien, guapina, ya lo
leeremos…”, y, a lo mejor, cuatro o cinco años después… Entonces, una editorial
nueva que estaba haciéndose publicidad convocó un concurso y me dije: “Bueno, no
me lo van a dar…éste es un concurso para escritores hechos y yo solamente estoy
empezando a escribir, pero me lo van a leer… Esto es un jurado, esto es un premio,
aquí no tienen más remedio que leer todo lo que les llegue, lo van a leer y no me
van a dar el premio, pero si hay suerte, va a ser finalista…” y en estos casos,
además del premio, siempre hay una posibilidad de editar. El concurso pedía, como
piden también ahora los concursos y os lo explico por si alguno queréis presentaros
a alguno, los datos en lo que se llama plica: p, l, i, c, a. O sea, se manda el original
del libro escrito a dos espacios, en fuente de letra tamaño doce, con tres centímetros
en la mano izquierda y dos y medio en la derecha, escrito por una sola cara, que son
las normas, bien encuadernado al concurso, sin poner el nombre, sólo con el título y
si acaso, un lema, un pseudónimo, algo así. Y luego, en un papel aparte, se escribe
el título del libro, el pseudónimo, tu nombre, tu dirección, tu teléfono, tu mail, todo,
y ese papel se guarda en un sobre, el sobre se cierra y en el sobre se pone sólo el
título del libro. Esto es para que el jurado no sepa quién ha escrito ese libro y no se
sienta, pues no sé: “es que lo ha escrito Fulanito y le tengo mucha rabia…o lo ha
escrito el ilustre autor de no sé cuántos, ¡cómo no lo vamos a dar el premio si se
presenta a esto!.” Entonces, para que eso no ocurra, el jurado no sabe quién ha
escrito ese libro y sólo se abren los sobres del premiado y de los que interesan. Así
que yo pensé, no se lo digo a nadie, yo me presento al concurso y si abren el sobre
son buenas noticias y si no, va a ir todo derecho a la basura y no va a haber nadie
que te diga: “Vaya, pues te presentaste y habías escrito una birria y no te han dado
nada”, porque no se va a enterar nadie. Así que yo lo mandé. Ya os he dicho que era
una editorial que quería hacerse publicidad, entonces pues quisieron hacer el premio
como hace Planeta, una cena y a los postres el jurado se va y entre los tres o cuatro
que ya tiene seleccionados, elige el premiado y se lo anuncia a los otros que siguen
tomando café y pasteles. Bueno, pues a mi casa llamó a las doce y cuarto o doce y
media de la noche un señor que quería hablar conmigo, que estaba durmiendo.
Cogió el teléfono mi padre y dijo que yo estaba en la cama, que me llamaran al día
siguiente. Y el señor del teléfono dijo que no, que era urgente e importante que me
pusiera al teléfono. Mi padre pidió que le dieran el recado a él, que yo ya estaba
durmiendo y que al día siguiente tenía que madrugar para ir a la universidad. Y el
otro señor dijo que no le daba el recado a él, que me despertara y me llamara.
Estamos hablando del año 60, 61; en aquellos tiempos, cuando alguien llamaba por
teléfono o a la puerta con esas exigencias, había grandes posibilidades de que fuera
de la policía. O sea que mi padre me levantó diciendo: “A ver en qué lío te has
metido, hay un señor en el teléfono que exige hablar contigo. A ver en qué lío estás
porque lo que tú hagas no te compete solamente a ti, también nos estás implicando
a la familia, a ver, a ver… “Me puse al teléfono. Me habían dado el premio. Con
sorpresa para mi familia ya que no les había dicho nada, con sorpresa para el jurado
que creía que estaba premiando a un adulto. Habían hecho un premio de novela, un
premio de cuentos y un premio de biografía. El premio de novela era un poeta,
ilustre, ilustrísimo entonces, un señor muy mayor, muy alto, me parece como si lo
estuviera viendo, con una melena larga, blanca, hasta los hombros y el premio de
biografía era un periodista de los de columna de todos los días y entremedias del
ilustrísimo poeta y del conocidísimo periodista, allí estaba yo, que no tenía talla foca
como ahora si no que era muy delgadita, con una cola de caballo y esas faldas que
llevábamos con una enagua muy ancha. Porque además yo sé que nunca he
aparentado la edad que tengo, siempre he parecido menor. Ahora que soy vieja, me
encanta, pero entonces me fastidiaba muchísimo, entonces yo tenía dieciocho años y
no aparentaba más de catorce, una cría. Así pues, con sorpresa del jurado, que había
premiado a una niña y con sorpresa de mi familia a la que no había dicho nada.
Pero es que era la única manera de conseguir que te publicaran. Pero el segundo
libro tuve que volver a ganar otro premio porque es que si no, en lugar de esperar
cinco años hubiera esperado tres, pero de todas maneras había que esperar. O sea,
mis primeros libros tienen casi todos un premio detrás porque era la manera de
saltarse la cola.
¿Cuándo empezó a escribir libros profesionalmente?
Con ese concurso. Ese concurso, que era un concurso de adultos, que no era un
concurso de niños, a mí me dio la posibilidad de publicar ese primer libro, y dos
años después, repetí, con otro premio y otro libro. No tengo muchos libros para todo
el tiempo que llevo escribiendo, pero tengo horarios muy complicados y muy poco
tiempo para escribir, pero escribes para que te lean, o sea, profesionalmente. Ese fue
mi primer libro publicado. Escribir cuentos y cosas más cortitas lo había hecho antes
también.
En mi casa estaban suscritos a una revista, nos la traían todos los meses, y tenía un
espacio que era para publicar cuentos cortos de los lectores y yo mandé un cuento, a
ver qué pasaba, escrito a mano, entonces yo no tenía máquina de escribir siquiera y
cuando dos o tres meses después llegó la revista a casa, la abrí y encontré que mi
cuento publicado. Me dio tanta vergüenza que agarré la revista y la metí en la
cómoda debajo de las camisetas, y mi padre decía: “Este mes, ¿habéis visto esta
revista?, ¿nos la habrán quitado del buzón?, ¿alguno ha visto la revista?, ¿alguno
ha cogido…? Y yo miraba al techo porque me daba muchísima vergüenza que me
hubieran publicado un cuento…debía tener… pues no sé, catorce años, quince.
¿Tiene usted buenos recuerdos de su juventud?
Bueno, sí, por un lado buenos recuerdos y por otro lado, la juventud siempre es una
etapa complicada, ¿no? Uno quiere hacer muchas cosas, y no está muy seguro…
Además, pensad que es que yo, no sé cómo deciros… El otro día en mi casa
comentaba que yo durante muchísimos años he sido la más joven de todos los
grupos, porque empecé a publicar con dieciocho años, porque estaba casada dos
años después, porque enseguida tuve niños…Ahora ya soy la más vieja de casi
todos los grupos, porque sigo escribiendo pero los otros son más jóvenes. Ahora
vosotros sois jóvenes hasta casi los treinta, yo tenía cuatro hijos a los treinta…
entonces la juventud, era, no sé cómo deciros, más corta. Claro que era joven, tengo
muy buenos recuerdos, pero es una época de trabajo, de trabajar mucho.
¿Cuál fue el libro que escribió que más le gustó?
Eso no te lo puedo contestar, es como si dices a una madre que qué hijo quiere más.
Te puedo decir cuál se ha vendido más. Porque eso sí, claro, vosotros los compráis.
Pero que me guste a mí más…es que además, ¿sabéis una cosa?...es que al final,
todos me gustan poco. Yo termino el libro y termino diciendo:
“No está bien, tenías que haber corregido esto, tenías que haber cambiado este
diálogo, esto no está bien, pero bueno, mira, no lo toques más, que llevas ocho
meses con ello, se acabó, aquí, ya”. Luego me decís: “Me ha gustado mucho”.
“Caramba, pues no me había salido tan mal”. Pero no termino un libro diciendo:
“Pero qué tía grande eres, cómo te ha salido”. No, siempre quedo descontenta.
Además es eso, pues dices: éste tiene algunas cosas, éste tiene otras, éste parece que
me salió bien porque a los chicos les ha gustado mucho, esas cosas…pero yo,
convencerme, no.
¿Cuántos libros ha escrito?
Pues mira, con el último, me parece que son treinta y cuatro. No son demasiados
porque llevo muchos años escribiendo. Con el último, treinta y cuatro.
¿Cuál fue el libro que más se ha vendido?
El que más se ha vendido ha sido uno también de esta colección que se llama El
señor del cero, ya son treinta y ocho ediciones, pero el De Victoria para Alejandro
va detrás.
¿A usted le resulta difícil escribir sus libros?
Verás, se escribe porque tienes una historia y quieres
contarla. Entonces, eso no es difícil. La historia te ha
surgido, o la has inventado, pasas y dices, esto puede ser
una novela, voy a contarla. Pero luego eso tienes que
hacerlo vida, tienes que conseguir que las palabras sean las
que deben ser, expresen lo que quieres, tienes que conseguir que los protagonistas
tengan carne, que no sean monigotes, que no sean muñecos, que sean personas. A
mí me cuesta mucho trabajo, mucho, los veinticinco o treinta primeros folios; luego
ya, los protagonistas tienen carne, ya, cuando estás escribiendo un diálogo, ya sabes
que éste es más rápido y el otro es más borde, por lo tanto, en el diálogo, éste va a
contestar de un modo, porque ya tienes al personaje. Entonces, por un lado, es fácil,
te gusta, por otro lado, a veces te cuesta porque no encuentras la palabra especial, el
diálogo especial, lo que… es trabajo. Siempre es trabajo, cuando se te da bien y
cuando se te da mal. Lo que pasa es que a mí me encanta.
¿Qué libro le llevó más tiempo escribir y por qué?
Pues mira, el que me ha llevado más tiempo escribir fue El señor del cero, que
llegué a pensar que no sabía escribir, ¿por qué?, no lo sé, llegaba a la página
veinticinco y no sabía seguir.
¿Cuánto tiempo le puede llevar escribir un libro?
Aproximadamente un año, si no se me tuerce como El señor del cero.
¿Cómo se puede compaginar familia numerosa, trabajo y escribir libros?
Hijo, porque la noche es larga. Se escribe por la noche. Y os tengo que decir una
cosa, cuando era más joven, pues después de una noche, dos noches, tres noches
escribiendo, pues estaba así con ojeras, como cuando vosotros os vais una noche por
ahí de fiesta. Pero ahora que soy más vieja, después de pasarme una noche
trabajando o dos noches sin dormir, veo así como moscas en la habitación y no son
moscas, es el cuelgue que tengo, y además me duele este hueso de la nuca, donde le
meten la puntilla a los toros, pues me duele como si me hubieran clavado la puntilla.
Entonces, sigo escribiendo por la noche, pero no ya toda la noche, ya unos ratitos,
por eso no tengo más que treinta y cuatro libros, si no tendría muchos más.
¿Ha escrito libros para adultos?
Pues mira no, no, pero no porque no haya querido, es que cuando yo escribo algo,
me sale para vosotros. A veces me han pedido libros para niños más pequeños y
entonces tengo que rebuscar el vocabulario para hacerlo más fácil, pero cuando yo
escribo como me sale, me sale para vosotros. Sólo he escrito para vosotros y estoy
muy contenta, no echo de menos el libro de adultos.
¿Por qué siempre novela histórica?
No, no siempre novela histórica, lo que pasa es que las novelas históricas me las
publican más deprisa. Y claro, ganan las históricas a las no históricas por goleada.
¿Alguna vez se planteó escribir poesía?
Alguna vez, pero yo creo que la poesía depende mucho del oído musical y yo tengo
un oído musical fatal. Cuando yo era párvula, la profesora decía: “ahora vamos a
cantar todos”, ya sabéis a los niños pequeñitos, a los de Infantil, “menos Molina,
que se calle”. Claro, si tenía ya mal oído, ya lo decían los profes.
¿Aparte de todas las cosas que hace, tiene ganas de hacer otras cosas?
Todo el tiempo que puedo, hago muchísimas.
¿Qué le dicen sus amigas y su familia de su trabajo?
Que trabajo muchísimo.
La historia del libro “Un grito de libertad” sucede en México, ¿qué le inspiró?
Pues mira, a mí me pidieron un libro con motivo de la Independencia de las colonias
americanas, y como yo había escrito otro libro aquí sobre La Constitución, que se
llama “La Pepa”, pensé que la niña protagonista haber vivido ese momento allá.
¿Cómo nace la inspiración para escribir tantas obras?
Porque el mundo está lleno de historias, solamente hay que abrir los ojos. Pensadlo,
fíjate lo que le ha pasado a éste, lo que le ha pasado al otro…Está el mundo lleno de
historias.
¿En qué se inspiró para crear este libro (De Victoria para Alejandro)?
Pues verás, este libro… yo lo que leí un recorte de periódico en que decía que un
investigador, un señor mayor, ahora ya fallecido, que se llamaba O’Callaghan, había
encontrado en las cuevas de Qumrán, un trocito de pergamino, en el suelo, en el que
apenas se podía manejar, y que, metiendo en el ordenador las frases, las únicas letras
que se veían, él creía que correspondían a un fragmento del Evangelio de San
Marcos. En el periódico lo que venía era la noticia del posible descubrimiento y los
expertos alemanes que decían que no, que no era del Evangelio de San Marcos, que
era de otro trozo de la Biblia porque había dos renglones nada más y en los dos
renglones, pues las letras que había, este hombre leía, Genesaret, el lago de Galilea y
los otros decían que esas letras podían referirse a otra cosa. Bueno, había disputa en
los expertos, estaban discutiendo, pero yo empecé a pensar… “y si fuera el
Evangelio de San Marcos… ¿Quién lo habría llevado allí?” El Evangelio de San
Marcos era, bueno, no sé si lo sabéis, los Evangelios… no es que San Marcos
escribiera. Cuando se dice Evangelio de San Marcos o Evangelio de San Lucas o
Evangelio de San Mateo… son, por así decirlo, apuntes que alguien tomaba cuando
estos apóstoles, predicaban. Entonces, ¿quién lo pudo escribir? Si lo hubiera
escrito una mujer…, el evangelio, o sea, si las notas hubieran sido de una mujer…
El Evangelio de San Marcos tiene bastantes referencias a las mujeres y en aquellos
tiempos no se usaban y además hubiera tenido que venir de Roma hasta Jerusalén y
además, muy pronto, porque Qumrán se sabe cuando desaparece, en el año sesenta y
siete, ya no me acuerdo, pero vamos, tiene una fecha tope, setenta, me parece. y ya
os digo, ¿y si lo hubiera hecho una chica? De ese hilo yo empecé a tirar para
contaros esta historia.
Teniendo en cuenta los diversos temas que abarca la novela, ¿le fue muy difícil
recabar la información necesaria o necesitó mucho trabajo previo?
Tuve que buscar bastante, parte ya, en cierta manera, conocía, pero sí, tuve que
bastante trabajo. Veréis, esto es una aventura de una chica que se va a otro país y a
otra cultura. Si ahora mismo una chica nuestra, de nuestro entorno y de nuestra
cultura tiene que ir a Suecia, por ejemplo a conocer a otra familia de su madre, el
choque de culturas existe. Lo que yo hice fue poner a esta chica en un escenario del
siglo I, pero además tengo un especial convencimiento de que vosotros tenéis el
derecho y yo la obligación de que los personajes históricos sean verdad, verdad,
verdad. Claro, pues tuve que buscar información, tuve que conocer sobre las
costumbres, tuve que buscar datos… y como éste no es el único libro de corte
histórico que tengo, me pasa siempre lo mismo. De hecho yo, como tengo unos
horarios y una agenda muy difícil, suelo emplear el invierno para conseguir esos
datos. Busco libros, bajo información de Internet, busco en las bibliotecas… y
cuando ya tengo todo el bagaje de datos… qué comían, cómo se vestían, qué dirían,
cómo era el personaje histórico, si era simpático o no era simpático, si era gordo o
delgado…cuando ya lo tengo, en el verano, que tengo, no digo vacación total, pero
sí tengo horarios más cómodos porque la librería cierra un mes, pues es el momento
de sentarse al ordenador y empezar a tirar folios, pero sí, tiene todo una información
y un estudio previo. Mirad, yo he leído un libro de un autor español muy conocido,
histórico, y ése al final tenía una serie de notas. La reina Fulanita, pues en esa época
estaba divorciada de su marido y vivía en otro sitio, pero como a mí me interesa que
esté en la corte, la pongo en la corte. General no sé cuántos, en esa fecha ya se
había muerto, pero como a mí me interesa que se enamore de la reina lo pongo ahí.
Bueno, pues este autor había considerado que podía poner al final todas esas notas
con las libertades que se había tomado con la historia. Otros no lo hacen, suponen
que el adulto que está leyendo el libro histórico se conoce la historia lo suficiente
como para saber que él se está tomando todas las libertades que le parecen, que el
general que ya se ha muerto está vivo y que la reina que ya se ha divorciado, pues
vive en la corte con el marido… Yo creo que cuando se escribe para vosotros eso no
se puede hacer. Si yo elijo un escenario histórico, ese escenario histórico tiene que
ser verdad, no me puedo permitir ninguna libertad con la historia, sí con mis
personajes son míos y ya los pongo como quiero.
¿Cómo te sentías mientras escribías la historia?
Pues mira, fue una historia que escribí bastante rápido y me fue bastante fácil. Este
libro tiene unos antecedentes un poco… verás, yo estaba escribiendo otro, otro libro
que no me salía. Llegaba hasta la página veinticinco, treinta de folios y me quedaba
en blanco, no me salía, me desesperaba y volvía a empezar y me seguía sin salir…
Llegué a pensar que se me había olvidado escribir; yo llevaba muchos años
escribiendo, pero todo tiene un principio y un fin y pensaba que me había olvidado
cómo se contaba una historia. Y un poco para demostrarme a mí misma que no
había olvidado como escribir, aparté del otro libro y con ese recorte de periódico
que antes le comentaba a tu compañero que tenía… voy a escribir… y éste libro
salió. … no sé, en seis u ocho meses, incluida la documentación. Salió fácil. Cuando
estaba escribiendo este libro, buscaba cómo Victoria puede librarse de la boda con
su primo por sus propios medios; es una chica culta, sabe leer, en esa época que
muchas mujeres no sabían, o casi ninguna sabía, sabe escribir, es una mujer
decidida, es una chica muy válida, muy independiente. ¿Cómo podía ella librarse de
esa boda? Después de mucho pensar y de mucho darle vueltas, pues, para conservar
la verosimilitud de la historia, tuve que traer al padre, porque una mujer en aquellos
momentos no se podía librar de una boda, porque cuando se casaba nadie le
preguntaba: “¿Tú quieres a Fulanito?”, ni siquiera se lo preguntaban para contestar:
“Nooo” y que se organizara jaleo, no, no, es que no te lo preguntaban. Una vez que
el hombre que estaba a tu cargo, tu padre, en el caso de Victoria su tío, porque ha
conseguido una autorización rara, firma el contrato de matrimonio, ya no hay más
que preguntar, ya está todo dicho. A Victoria, de ese modo sólo la podía salvar su
padre que tiene más autoridad que su tío. Eso sí, estuve buscando otro tipo de
actuación, de respuesta, de posibilidad, de aventura. Pero si quería ser consecuente y
respetar la Historia y la cultura, no me quedaba más remedio que traer al padre. Así
que me costó estudiarme los tiempos de correo militar Jerusalén-Roma, y los
tiempos de velocidad a caballo de Roma a Jerusalén, para que la cosa cuadrara.
¿Por qué algunos personajes como la madre de Victoria no tienen nombre?
Porque no la nombran, efectivamente, le dicen tú eres la hija de… pero no la
nombran. En general es alguien a quién quisieron mucho… no sé si os ha pasado
alguna vez…, La familia de la madre de Victoria, o sea, tanto el padre de su madre,
tanto su abuelo, como su abuela, quisieron mucho a esta mujer que era muy
encantadora, muy alegre, muy simpática, muy guapa. Cuando llega Victoria, no se
parece en nada. Su madre era morena, con unos ojos preciosos; ella es rubia, los
ojos no son feos, pero son claritos… No sé si os ha pasado, a veces ocurre. Tú vas a
casa de tu abuela por parte de padre y te dicen: “Esta niña es igualita a su papá,
“es igualita que su papá” Tu abuela por parte de padre: “Tiene la misma sonrisa, es
que es igualita igualita”. Eso significa que a tu abuela por parte de padre le gustas.
Cuando tu abuela por parte de padre opina que no eres guapa: “Es que esta niña es
igualita a la familia de su madre”.
Yo os puedo decir que yo he vivido la experiencia en mi casa, porque la familia de
mi abuela decía que era igual que mi padre y la familia de mi padre decía que era
igual que mi madre, o sea, no les gustaba a ninguno de los dos. No significa nada,
porque hay cosas pues…no sé.
En la página diez, hay un dicho que le dice el tío José a Victoria, que es “No des
salida al agua ni a la mujer libertad de hablar”, ¿De dónde sacaste ese dicho?
Es del Libro de los Proverbios, en la Biblia. En la Biblia, en el Libro de los
Proverbios y el Eclesiástico, que son unos libros de consejos, recomendaciones s
para la vida, hay un montón de frases que a las mujeres no nos dejan muy bien. En
una cultura en que la principal tarea de la mujer es cuidar de la casa y de los hijos, lo
que viene de alabanza… “quién hallará mujer fuerte, desde el final del mundo no
podría encontrarla, vale más que los corales y su marido se fía de ella. Se levanta
cuando amanece para dar la ración a los criados. Si nieva no temen porque todos
en su casa llevan un vestido forrado y hace telas y las vende a los mercaderes y
consigue un dinero aparte y abre las manos al necesitado y auxilia al pobre. Se
levantaron sus hijos para felicitarla y su marido proclama su alabanza. Por sus
obras la alabaron en las plazas.”, ése es un trozo del libro de los Proverbios en que
alaba a las mujeres, pero si os dais cuenta está alabando a un ama de casa, que vigila
a sus hijos, gobierna su casa, y encima hace telas para sacarse un dinero extra fuera
de la economía de su marido. Tiene mérito y lo hace muy bien, pero la sujeta a la
casa y a los hijos y no necesita saber leer ni escribir, ni salir por ahí.
¿Por qué Victoria sufre tanto?
Bueno, sufrir, sufrir... Victoria sale de un ambiente, de una cultura, de una casa, y su
motivo es el amor. Victoria no se puede casar con Alejandro tal cual. Las bodas en
Roma eran de tres clases. Cuando la chica se casaba con un chico de su misma
categoría social o de categoría más alta, la llamaban boda cummano, porque se
daban la mano y se firmaba el contrato; (muchas de las cosas las seguimos
conservando) había una petición de mano y el padre de la novia entregaba la mano
de la novia al novio, o sea le daba la mano, la mano y la novia completa, pero el
gesto era darse la mano, y se hacía un gran pastel que se repartía entre todos los
invitados y la novia salía de su casa y pasaba a formar parte de la familia del novio,
sus apellidos eran ya los de la familia del novio. Luego había un segundo tipo de
boda, que era cuando el novio era de una categoría social más baja que la de la
novia, la novia era hija de alguien importante, de un senador, de un caballero y el
novio era, pues qué os diré yo, el hijo de un mercader, o de un marinero o de…, de
menos categoría social. Entonces, no había entrega de la mano, se firmaba el
contrato y se casaban, se comían el pastel y el novio pasaba a formar parte de la
familia de la novia, perdía su apellido y tomaba el nombre de familia de la novia,
porque la familia de la novia era de más categoría social. Y luego había una tercera
boda, que sería lo que hoy llamamos parejas de hecho, que solían hacer los
militares, o sea se iban a vivir con una chica y contaban: “estoy viviendo con ésta”.
Lo solían hacer mucho los militares porque los soldados cuando estaban fuera de
Roma, para casarse, tenían que pedir permiso al centurión o al que estaba por
encima del centurión, o sea, su jefe militar era como si fuera su padre, el que tenía
que dar permiso. Al casarse con un soldado romano se adquiría la ciudadanía
romana, que era un privilegio grande, porque había exención de impuestos, varios
derechos, una forma de juicio distinta…, era un gran privilegio. Claro, los jefes
militares no estaban dispuestos a que los soldados se casaran con la chica del pueblo
donde estaban y llenar de ciudadanas romanas para un ratito toda Roma, así es que
normalmente decían que no, y los soldados ya no se molestaban en pedir permiso,
iban al centurión y decían: “se haga constar, que estoy viviendo con ésta”.
Apuntaban y no había boda, era, lo que os digo, una pareja de hecho. Luego, cuando
el soldado se licenciaba y terminaba, pues si seguía con aquella chica, pues ya se
casaba, porque ya no dependía del Centurión, pero, el tercer modelo, ya os digo, es
el que solían emplear los soldados. Claro, ninguna de estas fórmulas contempla la
boda con un esclavo, porque un esclavo no era persona, un esclavo era un objeto de
su amo, entonces, si una mujer libre se casaba con un esclavo, pasaba a ser esclava,
y el dueño de ese esclavo la podía vender o hacer lo que quisiera, porque los
esclavos no eran personas, ya os digo, era como el que tiene una vaca, un caballo o
un perro. Victoria se ha enamorado de un esclavo, la única forma que tiene de
casarse con él aunque sea una boda de segunda clase, sin mano, es liberándole,
pagando lo que su amo quiere por venderlo, o sea, yo te compro este esclavo y
según lo tengo comprado, ya es mío, voy al juez que se encarga de estas cosas y
digo: ” este hombre desde hoy es libre”, y es lo que llamaban un liberto. Con un
liberto sí te puedes casar porque ya es persona. Es una boda de segunda clase, la hija
de un señor importante con un liberto, que es lo más bajo que se podía ser. Un ex
esclavo. Entonces Victoria, que está convencida de que si a su padre le dice que
quiere casarse con un liberto, su padre que la quiere mucho, va a decir que sí, sabe
que primero hay que liberarlo. Y no va a decir a su padre: “pon encima el dinero”,
porque su padre va a decir: “esta chica está loca, pero a quién se le ocurre casarse
con un esclavo”. Uno de los primeros problemas que tuvieron los cristianos, en
aquellos tiempos en que su religión no está todavía extendida, es que para los
cristianos los esclavos sí eran personas y ellos sí admitían el matrimonio, pero ese
matrimonio que se celebraba en la comunidad cristiana, legalmente no tenía papeles
y el jaleo era considerable. O sea Victoria viaja, sale de su casa y de su familia para
recoger el montón de dinero que le ha dejado su abuelo, fijaros que un talento ni
siquiera tenía moneda, no tenía representación, o sea era como si ahora dijéramos un
millón de euros, una cantidad que está ahí, pero que no te dan en un billete. El
talento no tenía moneda, era una unidad de contar, pero nadie había hecho una
moneda talento, redonda, cuadrada, o con el césar, no había moneda, era una unidad
de cuenta nada más. Su abuelo le ha dejado una millonada y con eso puede liberar a
Alejandro y Victoria está dispuesta a ir a recoger el dinero, con su tío que es el
hermano de su madre, a una familia que piensa distinto, habla distinto, se viste
distinto, es una cultura distinta, es un choque. Y Victoria está dispuesta a lo que sea
con tal de traerse el dinero para liberar a su Alejandro.
¿Por qué el padre de Victoria permite a Victoria casarse con Alejandro?
Porque la quiere mucho. Pensad que en aquellos tiempos los padres casaban a las
hijas, eso ha pasado hasta, bueno, en Europa hasta hace nada, hasta hará, pues que sé
yo, a lo mejor, cien años… En Marruecos sigue pasando, en China en muchos casos
sigue pasando, en Japón en muchos casos sigue pasando. El padre busca el marido
de la hija: “¿Quién va a saber mejor qué es lo que le conviene a mi hija que yo?”
Claro, no penséis que todo era obligación, pues en muchos casos la chica le decía a
su padre: “Me he tropezado con Marcos en la plaza, según iba a la fuente y es joven
y parece trabajador.”; el padre decía: “¿Qué te gusta, no? Bueno, ya hablaré yo con
el padre de Marcos.” E iba a hablar con el padre de Marcos: “Oye, que tu chico, el
caso es que…”. “Sí, mi chico ya me ha dicho que está lanzándole ojitos a tu hija”.
Y al final, la boda era de acuerdo porque Marcos y la otra se habían visto en la
fuente y estaban soltándose miradas, haciéndose los encontradizos y el otro le había
destapado el pozo para sacar el agua y ya era la tercera vez que le destapaba el
pozo…. O sea, no pensaros que siempre, siempre, siempre esto era: “Te casas con
éste porque a mí me da la gana”. No, la mayor parte de las bodas, cuando eran
bodas normales, pues eso, el chico del vecino de al lado, lo que normalmente se da,
los padres arreglaban las bodas, pero ya los hijos se conocían. Había casos en que
no, en que el padre le decía a la hija: “Te vas a casar con Fulano, porque es el
dueño de la tierra de al lado y así juntamos las dos tierras y mejor que te guste el
Fulano, porque si no de todas maneras te vas a casar…” Entonces, Victoria está
segura de que su padre la va a dejar casar con quien ella quiera, y no le va a imponer
al de al lado, al vecino, o al amigo, porque es la niña de sus ojos y la quiere mucho,
lo que a ella le guste lo va a hacer.
¿Por qué el padre no sabe lo del novio de Victoria y la madrastra sí?
Porque ella no se ha atrevido a decirle a su padre que está enamorada de un esclavo.
Es que aunque su padre la quiera mucho, es algo demasiado gordo, El padre está
dispuesto a que se case con quien ella quiera, pero está pensando en un chico, pues
como os diría yo, de su ambiente, de su gente, con los que se trata. Alguien que a lo
mejor no es de su misma categoría, si no un poco menos, pero un esclavo,
normalmente no se miraba a los esclavos… fregaban, conducían o llevaban un carro,
pero no se les miraba, ni siquiera te planteabas si era guapo o feo, no te ibas a casar
con él, pues era como una herramienta más de casa. Al padre de Victoria es que ni
se le puede pasar por la cabeza y ella tampoco se atreve a decírselo, claro, menudo
lío.
¿Va a haber continuación de este libro?
En cierta manera sí, Más rápido, más alto, más fuerte es como una medio
continuación, o sea, Victoria y Alejandro se han casado, tienen ya una niña y los
antiguos amos de Alejandro le piden que vaya con su hija a los Juegos Olímpicos.
No es una continuación, es una aventura de otras personas, pero están Victoria y
Alejandro. Más rápido, más alto, más fuerte, como el lema de los Juegos Olímpicos.
¿Cómo se llamará la hija de Victoria?
No me acuerdo, tendría que mirarlo, pero no me acuerdo cómo se llama el bebé. Me
parece que le han puesto el nombre del padre, me parece que Cornelia. Porque en
Roma, a los hijos se les ponía, a las hijas sobre todo, el nombre del padre. Habréis
oído hablar a lo mejor, en clase de Historia de Roma, de Agripina. Agripina es la
hija de un Agripa, o sea a las hijas se les ponía poner, a la hija mayor, el nombre del
padre o del abuelo. Tened en cuenta que la boda de Alejandro, ya os he dicho, es
una boda de segunda clase. Ahí el que sigue siendo el jefe de familia es el padre de
Victoria. Alejandro pasa a ser de la familia de Victoria, y la hija en lugar de llamarse
Alejandra, se llama Cornelia, como el padre de Victoria.
Nosotros en clase escribimos cuentos y es difícil de hacer, ¿nos puede dar algún
consejo?
Una idea para escribir cuentos, bueno, pues verás, primero, tener una historia que
contar, si no tienes una historia que contar aquí no hay nada que hacer. Segundo,
que conozcas esa historia, que conozcas a la gente. Mirad, independientemente del
escenario, yo, en Victoria para Alejandro utilizo un escenario de la antigua Roma, o
de Jerusalén, pero las personas, son siempre las mismas. Por ejemplo, Harry Potter,
que lo habréis leído todos, o habréis visto las películas. Harry Potter, si lo pensáis,
no es más que una historia de un grupo de niños en un colegio, punto. Hemos hecho
la Secundaria con Harry Potter, la serie tiene siete libros porque en Inglaterra la
Secundaria tiene siete años. Empezamos la secundaria con Harry y le dejamos en la
Universidad. ¿Qué ocurre? El escenario es mágico. En lugar de subir las escaleras a
la biblioteca como acabamos de subir nosotros, en el colegio de Harry Potter las
escaleras se mueven y son mágicas y en lugar de jugar a la pelota en el patio, la
pelota es voladora y juegan en escoba, pero sigue siendo el partido del patio y
siguen siendo los chicos del patio, o sea es un grupo de alumnos en un colegio y el
escenario es mágico. Quiere decirse que cuando queráis escribir, si escribís un tema
de un colegio os va mejor porque lo conocéis. Un escritor tiene que conocer
reacciones y tiene que conocer lo que escribe. Como no lo podemos experimentar
todo, hay que tener los ojos y los oídos abiertos para atender, para comprender. Por
ejemplo, hay una piedra en el patio y tropieza uno, y se hace muchísimo daño y se
queda en el suelo llorando, y llega otro y tropieza en la misma piedra y se hace
también muchísimo daño, pero lo que hace es enfadarse y liarse a patadas con la
piedra y llega otro que también se hace muchísimo daño, pero como si no se hubiese
dado, sigue andando. Es la misma piedra y hay tres reacciones. Quien quiere escribir
tiene que estar pendiente y decir, mira, cuando se tropieza con la piedra se puede
hacer, esto, esto y esto. Entonces, una vez que tienes la historia, que tienes los
personajes, que sabes cómo reaccionan, ya puedes poner el escenario que quieras,
antiguo o del futuro, mágico o realista, de ahora o de después. Pero para todo eso,
necesitas la herramienta y la herramienta son las palabras. Mirad, esto vale para
todos, para los que queréis escribir y para todos los demás. La palabra es importante,
la palabra es lo que nos hace personas. Somos personas porque hablamos; la palabra
es mágica. La palabra crea, la palabra es poder. Mirad, dicen los expertos que los
monos más sabios, más espabilados, que son los chimpancés, tienen trescientos
signos distintos para comunicarse con el grupo. Dicen estos mismos expertos que
con un vocabulario mínimo de seiscientas palabras se puede uno entender en
castellano, con sólo seiscientas palabras; muy poco, pero se puede uno entender en
castellano. Éste es el motivo por el que los jugadores de fútbol, éstos que contratan
en el extranjero, a los tres meses de estar en España ya saben insultar al árbitro en
castellano, porque se han aprendido las seiscientas palabras. Saben bajar a tomarse
un café, comprar el periódico, comprar el pan e insultar al árbitro. Para una
conversación normal hacen falta de mil quinientas a mil ochocientas palabras. Para
escribir un libro entre tres y cinco mil palabras. Necesitamos palabras, muchas
palabras. Buscad palabras, coleccionad palabras, encontrad palabras, apuntadlas.
Muchas veces se va a un pueblo, a un sitio, hay una palabra nueva, un trabajo
nuevo, apuntadlo. Os van a ser útiles, siempre. Siempre. Palabras, que os diría yo,
palabras para el estudio. Cuántas veces os sabéis el tema y como os faltan palabras,
el profesor o la profesora al corregir dice: “pues parece que ha estudiado, pero ha
dicho tan poco…, está tan mal expresado…, pero parece que lo sabe, le
aprobaremos”, pero que de verdad os lo sabíais, que lo teníais para sobresaliente y
sólo es un aprobado, o al revés, que no tienes ni idea, pero si tuvieras palabras, os
enrollabais de tal manera que el profesor diría: “pues mucho contenido no tiene, no
ha dicho mucho, pero está tan estructurado, está tan bien presentado. No tiene
mucho contenido, pero le aprobaremos”.Y caía el aprobado. Palabras para el amor.
En lugar de: “Jo, tía, me molas”... no hay chica que se resista a mil doscientas
palabras bien dichas: “Qué ojos más bonitos tienes, qué pelo tan bonito…”. “Jo , tía,
me molas…”, no. Palabras para el odio. Os sabéis cuatro insultos, cuatro. Cuando
habéis dicho ya los cuatro, ¿qué queda?, volver a llamarle lo del primero que se lo
has llamado hace cinco segundos y medio, lo que has tardado en soltarle los cuatro
insultos, pues como te faltan insultos, ¡puñetazo!. Si en vez de cuatro os supierais
cuarenta, antes de llegar al diez ya estaba el otro diciendo: “Jo, lo que me está
llamando”. Palabras. No me digáis como un chico en Madrid, a principio de curso:
“¿Y para qué quiero yo mil ochocientas palabras si el colega no me entiende?”
Pero quién te está diciendo a ti que tengas que soltarle las mil ochocientas palabras
al colega. Si tu colega está al nivel del chimpancé, pues tú tendrás que decirle: “Oye,
um, um, um” Y ya está. Yo no te digo que te separes de tu colega, que le quieres
mucho, y si tu colega es tu chica, (sonidos de besos), porque es tu chica, la quieres,
no se trata de regañar, pero si está a la altura del chimpancé tendrás que comunicarte
con él o con ella como chimpancé, con trescientos signos, pero tú tendrás, como el
que tiene una cuenta en el banco, mil ochocientas palabras para usar cuándo y cómo
quieras, en el momento que quieras, para escribir un cuento, o para hacer un
examen, para hablar con el profesor, para pedir un trabajo, para hablar con tu chica y
decirle que es lo más bonito del mundo, para enfadarte con quien sea e insultarle de
diecisiete maneras distintas. Es como tener un tesoro en el banco.
¿Tiene ya otro libro en la cabeza?, ¿Cómo se va a titular?
Sí, y en el ordenador. ¿Y cómo se va a titular? Eso es lo último que pongo, pero a lo
mejor, “El barco de la vacuna”. Con más tiempo os hubiera contado por qué.
¿Es aficionada a la lectura?
Uy por Dios, esto teníais que haberlo preguntado al principio. ¿Aficionada? Soy una
adicta. Una adicta. ¿Vosotros sabéis esas películas que vemos que el amigo del prota
tiene un problema con el alcohol y va a una reunión y dice: “Buenas tardes, soy
Johny, soy alcohólico” y los otros dicen: “Buenas tardes, Johny, te queremos.” ?
Bueno pues yo hoy debería haber venido aquí y dicho: Buenas días, chicos, soy
Isabel Molina y me gusta leer. Soy una adicta a la lectura.
Entrevista realizada por el alumnado del Col. José García Fdez y del CP Ramón
Muñoz (Luarca)
6 de abril de 2011