CÓMO SE VIVE EN LOS ECOSISTEMAS

R ECURSOS
M UNDIALES
CAPÍTULO
3
CÓMO SE VIVE
EN LOS
ECOSISTEMAS
En este capítulo se trazan las historias de varios ecosistemas y de la gente cuya vida depende de ellos; aunque son sus
propias acciones las que los han degradado, en sus manos también está la capacidad de restaurarlos. Aparecen las praderas y
tradiciones del pastoreo de Mongolia; un bosque gestionado por la
comunidad en la India; cuencas hidrográficas de montaña y áreas
urbanas río abajo en Sudáfrica; el altiplano agrícola de Machakos
en Kenia; y los humedales y tierras de cultivo del sur de Florida
en Estados Unidos. Son lugares en los que sus habitantes se esfuerzan y luchan para salvaguardar su futuro, el cual depende
claramente de la salud de sus ecosistemas.
Estos estudios de caso pormenorizados se complementan con
cinco historias breves sobre Cuba, el Caribe, Filipinas, la ciudad
de Nueva York y la cuenca hidrográfica del río Mekong en Asia.
Muchos de estos casos e historias comprenden ecosistemas múltiples, pero en aras de la simplicidad se encuentran agrupados en
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este capítulo según aquél que se considera más crítico en términos del desafío que implica su gestión.
En su conjunto, estos casos e historias captan diversas experiencias de varias partes del mundo, con distintas escalas espaciales, tamaños y densidades
de población, y grupos étnicos. Asimismo ilustran las fuerzas que han conducido a la degradación y sus impactos, y ejemplifican el análisis que se hizo
de las condiciones de los ecosistemas en los capítulos anteriores. También reflejan la variedad de contraprestaciones que se presentan y frente a las cuales hay que elegir como habitantes y administradores de los ecosistemas. Por
ejemplo, los sudafricanos sembraron especies de árboles generadoras de ingresos, aunque no nativas e invasoras, por lo que tuvieron que pagar el
precio manifiesto en la disminución del suministro de agua en ciudades y poblados. El drenaje de parte de los Everglades y su conversión a actividades
agrícolas alimentó el crecimiento de la industria azucarera de Florida, pero
redujo la capacidad de retención y filtración de agua del ecosistema, amenazando además su biodiversidad. En Dhani, India, el gobierno estatal logró
intensificar la extracción de madera entre los años cincuenta y setenta, pero
a expensas de los medios de sustento de las poblaciones locales a largo plazo.
Individualmente, algunos de los casos e historias abordan muchas cuestiones de manejo, mientras que otros tratan sólo unas pocas. Ninguno ofrece soluciones prefabricadas para los ecosistemas que han sido degradados,
pero todos conminan a la exploración de varias cuestiones que son cruciales
para la productividad futura de los ecosistemas:
■ ¿Cuáles son las causas de que un ecosistema decline? ¿Quién aprovecha
los beneficios que arroja el uso de los ecosistemas y quién paga los costos
de su degradación?
■ ¿Bajo qué condiciones puede lograrse que se reconozca que el mal uso y el
abuso de los ecosistemas debe ser reemplazado por esfuerzos que conduzcan a aliviar las presiones y a asegurar la productividad a largo plazo?
¿Bajo qué circunstancias la gente se preocupa y actúa?
■ ¿Cómo podemos crear la voluntad pública y política para que se em-
prendan acciones encaminadas a restaurar los ecosistemas?
■ ¿Cuáles son los mecanismos y políticas que pueden ayudar a prevenir el
deterioro de los ecosistemas o a asegurar su sostenibilidad a largo plazo?
■ ¿Hasta qué punto y en qué lapso de tiempo pueden ser restaurados los
ecosistemas y sus servicios?
La búsqueda de respuestas para estas preguntas subraya las complejidades del cambio de los ecosistemas, esto es, tanto su dinámica natural
—muchas veces sorprendente— como los desafíos de manejo que confrontan
los humanos. A través de estos estudios de caso podemos examinar los ecosistemas y las gentes que los habitan como grupos con derechos y deberes en
áreas geográficas y contextos sociales muy amplios. Ningún ecosistema —ni
siquiera las lejanas praderas de Mongolia o un bosque en una pequeña comunidad como Dhani— está gestionado por una sola persona o institución
con capacidad de actuar unilateralmente. La gestión de los ecosistemas es la
suma de muchos individuos e instituciones —públicas y privadas, formales e
informales—, y de factores políticos y económicos. Y su gestión se ve complicada por una red de conexiones cada vez más amplia y compleja. Muchos
de los problemas de los ecosistemas tienen raíces locales y sus consecuencias
también son locales o regionales. Pero los problemas como la lluvia ácida, el
adelgazamiento de la capa de ozono, la invasión de especies y el calentamiento de la Tierra, se originen en el país vecino o en el último confín, nos
afectan a todos.
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RECONQUISTAR LA CIMA: REVIVEN LAS LADERAS DE MACHAKOS
EN KENIA
n Machakos, la necesidad es la madre de la conservación. Dado que el
agua es escasa y las lluvias impredecibles, los agricultores han aprendido a
manejarla con prudencia en este distrito fundamentalmente semiárido al suroeste de Nairobi: recogen la que se acumula en sus tejados, canalizan la escorrentía de los caminos hacia sus terrazas, la extraen de arroyos temporales o de ríos
perennes y cavan zanjas para recoger aguas de lluvia. Con el fin de minimizar la erosión del suelo, los agricultores han adoptado un sistema de conductos, siembra de árboles y terrazas que no se encuentra en ningún otro lugar de Kenia. «Estas [medidas]
son el salvavidas de la gente aquí en Machakos», como bien declaró Paul Kimeu, el
funcionario encargado de la conservación del suelo y el agua en el distrito.
E
Los esfuerzos de conservación, unidos a la persistencia y al trabajo
duro, han ayudado a la gente de Machakos —los akambas— a sobrevivir
los embates de la sequía, la pobreza y la degradación del suelo. En la década de los años treinta, el 75% del área habitada estaba gravemente
afectada por la erosión, y se decía que los akambas «se estaban precipitando aceleradamente hacia un estado de desesperanza y miseria total» y
que su tierra «se estaba convirtiendo en un desierto parcheado de rocas,
piedras y arena» (Tiffen et al. 1994:3,101). Hoy, las entonces erosionadas
laderas se han convertido en terrazas intensivamente cultivadas y productivas. El área sembrada aumentó de un 15% del distrito en los años
treinta, a entre el 50 y el 80% en 1978; esa tierra mantiene a una población que como mínimo se ha quintuplicado, pasando de 240.000 personas
en la década de los treinta a cerca de 1,4 millones en 1989 (Tiffen et al.
1994:%; Mortimore y Tiffen 1994:11). A esta transformación ambiental
se le ha denominado «Milagro de Machakos» (Mortimore y Tiffen 1994:
14, citando a Huxley 1960).
(continúa en la pág. 156)
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Cuadro 3.1
Panorámica de Machakos
nnovación, tradiciones culturales, acceso a nuevos mercados y trabajo duro son algunos de los elementos por medio de los cuales
los agricultores del distrito de Machakos en Kenia han transformado unas tierras de ladera que estuvieron muy erosionadas en terrazas productivas e intensamente cultivadas. Sin embargo, el estancamiento económico, el crecimiento demográfico, una escasez
progresiva de tierra y una brecha de ingresos que continúa abriéndose plantean una pregunta: ¿es sostenible la agricultura de Machakos?
I
Problemas de los ecosistemas
Agricultura
Desde los años treinta, el pueblo akamba de Machakos ha cavado terrazas en cerca del 60-70% de sus campos cultivables para protegerlos de la erosión. Las condiciones de la tierra y la producción agrícola también
se han beneficiado de mantener el ganado en corrales, la siembra de árboles, el uso de abono orgánico y
otras medidas. Y aun así, con la disminución de la cantidad de tierra per cápita y un desarrollo económico
lento, la pobreza sigue siendo un problema para algunos, especialmente en épocas de sequía. A su vez, la
pobreza disminuye la capacidad de los agricultores de invertir en manejo y tecnologías sostenibles.
Agua dulce
La mayoría de los arroyos de Machakos son estacionales, la pluviosidad es variable y el agua subterránea
limitada. Los proyectos hídricos y las actividades de conservación han expandido el riego, reducido el riesgo de pérdida de cosechas, facilitado la siembra de cultivos de más alto valor, y liberado mano de obra de
la tarea de conseguir agua. Pero cerca de la mitad de la población carece todavía de agua potable, factor
que limita el crecimiento industrial y urbano.
Bosques
Al contrario de lo que se podría esperar, las fotografías aéreas sugieren que el distrito es ahora más boscoso, y no menos, de lo que era en 1930. Los esfuerzos de reforestación a pequeña escala han sido beneficiosos; los agricultores siembran árboles para estabilizar los suelos y para producir fruta y madera. Los
akambas minimizan la deforestación usando como leña madera muerta, desperdicios agrícolas y lo que
queda de la poda de los setos.
Desafíos de gestión
Equidad y derechos
de propiedad
Parte de la degradación más severa de los ecosistemas de Machakos se produjo durante las décadas en
que el gobierno colonial privó a los akambas de sus derechos sobre la tierra y restringió su acceso al mercado. En contraste, un mayor control de los akambas sobre las técnicas de labranza, las tierras y los medios de sustento ha coincidido con el surgimiento de innovaciones y esfuerzos de conservación iniciados
y financiados por ellos de forma independiente.
Economía
Un mejor acceso a los mercados, la expansión de áreas urbanas como Nairobi y Mombasa, y el derecho a
sembrar cultivos lucrativos se constituyeron en incentivos para que los agricultores implantaran nuevas
tecnologías y maximizaran la productividad. Sin embargo, el acceso a los mercados sigue siendo difícil y
el crecimiento económico lento; la reducción del tamaño de las fincas y la escasez de trabajo representan
obstáculos adicionales para la intensificación agrícola.
Grupos de interés
Durante varias décadas, los funcionarios del gobierno y los agricultores no lograron ponerse de acuerdo
sobre los objetivos y métodos de la producción. En una atmósfera de desigualdad y desconfianza, los funcionarios promovieron o regularon tecnologías que los akambas no aceptaban o percibían como poco viables. El mayor progreso ambiental ha ocurrido desde que los agricultores akambas comenzaron a tener
más voz en las decisiones sobre el manejo y los métodos agropecuarios.
Información
y supervisión
Las ONGs, los delegados del gobierno, investigadores y grupos de autogestión han mejorado enormemente la base de información y recursos que está a disposición de los agricultores, aunque ésta debe continuar ampliándose. Por ejemplo, los investigadores han hecho énfasis en la debilidad de los datos con los
cuales sería posible analizar el cambio en extensión y condición de los ecosistemas de Machakos, incluyendo información sobre la salud del suelo, cambios en el uso de la tierra y su vegetación, y en la producción.
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Cronología
1600s-1700s Los akambas ocupan las tierras altas de Machakos.
1889 Llegan los europeos.
1895 Se establece el Protectorado Británico de África Oriental.
1897-99 Sequías consecutivas producen una hambruna devastadora; entre el 50 y el 75% de los akambas perece.
1906 El gobierno colonial británico designa las áreas más fértiles de Machakos como «tierras altas para blancos», destinadas a los
colonizadores europeos; a los akamba se los circunscribe a las «reservas nativas». Los únicos que pueden sembrar cultivos de exportación de alto valor como el té y el café son los europeos.
1928-29 La sequía y la hambruna golpean fuerte.
1930s El crecimiento de las poblaciones humanas y de animales, sin que haya espacio para esa expansión, conduce al deterioro de
las tierras agrícolas de las «reservas nativas». Los akambas emigran de sus asentamientos en las reservas y se marchan en busca de
trabajo o a ocupar otras tierras de forma ilegal.
1933-36 Se presentan sequías sucesivas. Los funcionarios reconocen el «problema de Machakos» cuando el 75% de la tierra no habitada se ve afectada por la erosión.
1937-38 El gobierno colonial crea el Servicio de Conservación de Suelos e intenta imponer medidas de conservación a los akambas,
incluyendo la reducción obligatoria de su ganado. Los akambas protestan.
1940-45 Durante la segunda guerra mundial, tanto los fondos para medidas de conservación como el número de trabajadores agrícolas son limitados; se necesita auxilio a causa de la hambruna.
1946 El gobierno hace inversiones significativas en desarrollo y conservación de la tierra en África, y en particular en Machakos. Se
hace hincapié en el trabajo comunitario obligatorio, incluyendo la aplicación de sistemas de terrazas seleccionados por el régimen
colonial.
1949-50 Se producen temporadas sucesivas de sequía.
1950s El crecimiento de las áreas urbanas aumenta la demanda de productos agrícolas, lo que hace que las terrazas y la conservación del agua sean atractivas y rentables.
1952 Entre los akambas comienza a circular la noticia de que los cultivadores que hacen terrazas más anchas (y no las angostas que
ordena el gobierno), están obteniendo ganancias significativas, lo cual ha incitado a su construcción voluntaria.
1954 El Plan Swynnerton para revolucionar la agricultura hace hincapié en la producción de bienes agrícolas de exportación. Por primera vez, a los akambas se les garantiza el derecho a cultivar café, otro incentivo para hacer terrazas y fuente de efectivo con el cual
comprar insumos para la finca.
1959-63 Los akambas se dedican a la actividad política para la independencia de Kenia (1963). Disminuye el ritmo de los esfuerzos de
conservación, pues se los asocia negativamente con las autoridades coloniales.
1962 Aparecen akambas en las antiguas «tierras de la Corona». En algunas áreas, las tasas de crecimiento poblacional oscilan entre el 10 y 30% al año, a medida que la gente busca escapar de la escasez de tierra en otras áreas.
1965-70s Reconociendo el potencial que existe para obtener rendimientos más altos, los agricultores renuevan sus esfuerzos de conservación de suelos y agua, y lo hacen casi sin ninguna ayuda del gobierno. Se construyen nuevos caminos que facilitan el acceso
a Nairobi, y el crecimiento de fábricas de alimentos enlatados incentiva tanto la producción de frutas y vegetales como la construcción de terrazas.
1974-75 Regresa la sequía.
1975-77 Los elevados precios del café hacen que la producción se triplique y se invierta seriamente en conservación de suelos.
1978-80s Numerosos proyectos impulsados por las iglesias y ONGs nacionales e internacionales suministran apoyo al desarrollo comunitario, incluyendo auxilio en tiempo de hambruna, producción de alimentos y abastecimiento de agua e irrigación.
1983-84 La sequía golpea nuevamente. Se la llama «muerte con dinero en mano», debido a la aguda escasez de alimentos. Después
de la sequía comenzaron a hacerse más terrazas a un ritmo acelerado.
1996-98 Períodos de sequía, seguidos de las fuertes lluvias causadas por El Niño, acaban con los cultivos de subsistencia y obligan
a los agricultores a vender su ganado a cambio de alimentos.
2000 Hay terrazas en casi el 65% de las fincas y muchos agricultores usan medidas adicionales de conservación.
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Pero los beneficios del milagro no han llegado a todo el mundo. Quienes poseen las tierras menos fértiles por lo general carecen de los recursos necesarios para captar el agua que allí subyace. Los que poseen mejores condiciones de vida parecen ser
aquellos hogares que tienen acceso a ingresos ajenos a los de la
finca, aunque el crecimiento de la población y el estancamiento
económico contribuyen a la escasez de empleo en pueblos y ciudades. Para aquellos agricultores sin acceso a un ingreso distinto al de la actividad agrícola, la falta de capital o crédito limita
su capacidad de ulilizar prácticas innovadoras.
Es así como Machakos también ofrece un ejemplo claro de
cómo el conocimiento, la innovación y el respeto por los servicios
vitales que prestan el agua y el suelo han permitido que la gente
restaure e incluso aumente la productividad de terrenos gravemente degradados. Por otra parte, Machakos también ilustra la
continua vulnerabilidad tanto de la gente como de los ecosistemas frente a los cambios culturales, económicos y ambientales.
Tierra de colinas y planicies secas
M
achakos está ubicado en una altiplanicie inclinada
gradualmente de 1.700 a 700 metros de elevación
hacia el sudeste, recortada por grupos de colinas altas. La lluvia siempre ha sido muy valiosa en Machakos; la pluviosidad anual oscila entre 1.200 mm en las tierras
altas y menos de 600 mm en las tierras bajas del sudeste y las
planicies secas del extremo noroeste (Mortimore y Tiffen
1994:12; Tiffen et al. 1994:18). Menos de la mitad del distrito
tiene más del 60% de posibilidades de recibir suficiente lluvia
como para producir maíz, el cultivo alimentario preferido por los
akambas (Mortimore y Tiffen 1994:12, citando a Jaetzold y
Schmidt 1983). Casi todos los años, las tierras altas son la única
región que puede sostener cosechas agrícolas fiables sin necesidad
de riego.
Se cree que los akambas se establecieron en las tierras altas de
Machakos en los siglos XVII y XVIII, cuando la mayor parte del
área era una tierra deshabitada leñosa y espinosa. Las tierras húmedas altas estaban coronadas de pinos, mientras que las tierras
más secas estaban alfombradas con praderas. Los akambas tenían reses, cabras y ovejas, y cultivaban granos, legumbres y camotes en las colinas húmedas. Cerca del agua irrigaban pequeñas
parcelas de vegetales, banano y caña de azúcar. Se convirtieron
en diestros comerciantes, suministrando marfil, miel, cerveza, ornamentos y armas a los kikuyos y a los masai a cambio de alimentos. Sus vidas cambiaron drásticamente en la última década
del siglo XIX, después de que el sarampión, el colera y la peste bovina diezmaran las poblaciones humanas y de animales, y la sequía devastara la tierra. En el año 1900, entre el 50 y el 75% de
los akambas había perecido en varias áreas; se cree que en el distrito quedaron apenas 100.000 personas (Tiffen et al. 1994:44,
citando a Lindblom 1920; Tiffen 1995:4).
Más o menos al mismo tiempo, la nueva administración colonial británica obtuvo el poder suficiente para deslindar las tierras
de los akambas y otros pueblos de Kenia. Fue así como crearon
varias «reservas indígenas», reteniendo para sí algunas de las
mejores tierras de cultivo en «áreas programadas» o «tierras altas para blancos». Aunque los akambas conservaron la mayor
parte de sus territorios tradicionales, la política oficial bloqueaba
cualquier posibilidad de expansión, dado que había ranchos y
haciendas europeas en dos lados, y «tierras de la Corona» controladas por la administración en los otros dos.
Tradicionalmente los akambas habían respondido a la sequía,
a la disminución de la fertilidad del suelo y al crecimiento poblacional deplazándose hacia nuevas tierras y praderas. Sin embargo,
sin esta movilidad la agricultura migratoria dio paso a cultivos
permanentes. Si bien las poblaciones humanas y de ganado en la
reserva akamba aumentaron, el gobierno colonial hizo respetar
con rigor sus linderos para mantener el control político. Hacia
1932, cerca de 240.000 akambas vivían en Machakos, es decir, el
doble de la población que existía a comienzos del siglo XX (Mortimore y Tiffen 1994:11). Dentro de las reservas, los suelos se
agotaron y los rendimientos de las cosechas cayeron.
La llegada de una sequía muy grave en 1929 fue catastrófica
para unas gentes y ecosistemas que ya sufrían enormes tensiones.
Los akambas se refirieron a esa sequía como «Yua ya nzalukaangye» o «veamos dónde encontramos comida» (Tiffen et al.
1994:5). Posteriormente, entre 1933 y 1936, se produjeron sequías durante seis de las ocho temporadas de cultivos semianuales: las lluvias prolongadas que se presentan de marzo a
mayo, y las cortas de octubre a diciembre. La langosta invadió
los debilitados cultivos de maíz, mientras que los voraces pájaros
quella se comieron el resto. El ganado «desnudó» las colinas y
luego comenzó a ser golpeado por la hambruna, lo mismo que los
propios akambas. Cuando regresaron las lluvias, los suelos rojos
altamente erosionables sangraron en torrentes por las empinadas
colinas. Las fotografías históricas muestran un paisaje de colinas
sin árboles, barrancos profundos, faldas desnudas y campos privados de su capa de tierra arable.
Actitudes cambiantes:
de la conservación obligatoria
a la innovación akamba
E
n informes que se escribieron entre 1929 y 1939, los
funcionarios coloniales agrícolas arguyeron que el rápido crecimiento poblacional, el exceso de ganado, la
deforestación y los métodos poco científicos de cultivo
estaban conduciendo a la degradación masiva de los recursos naturales de la región. Los akambas también reconocieron una
crisis ambiental que amenazaba con empeorar. «Este lugar se estaba convirtiendo en un desierto», reflexionaba en 1938 Joel
Thiaka, un agricultor de Muisuni (Tiffen et al. 1994:44).
Fueron varios los factores que impulsaron al gobierno colonial
a invertir en el desarrollo de la tierra: un movimiento mundial
antierosión, el «Tazón de Polvo» (Dust Bowl) en Estados Unidos
operó como elemento catalizador; el crecimiento poblacional en
África; y el gasto que implicaba proporcionar asistencia alimentaria de emergencia para evitar la hambruna masiva en tiempos
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de sequía (Tiffen et al. 1994: 179). En 1937, el gobierno colonial
creó un Servicio de Conservación de Suelos dirigido por Colin
Maher, entre cuyas tareas iniciales figuró la confiscación y sacrificio del «exceso» de ganado de los akambas. La protesta de
estos últimos en Nairobi puso fin a esas iniciativas (Tiffen et al.
1994:181-182).
Acto seguido, Maher lanzó «proyectos obligatorios de conservación de suelos». En éstos se exigía que los akambas plantaran
pastos y construyeran las terrazas usadas durante siglos en África y Asia para la agricultura en laderas empinadas. El lento
progreso de esas actividades llevó a que Maher ordenara construir estructuras de conservación con los tractores gubernamentales y cuadrillas de jornaleros pagados. Los akambas protestaron otra vez, temerosos de que el gobierno fuera nuevamente a
despojarles de sus tierras. Según la tradición akamba, cualquiera que desmonte o cultive la tierra tiene derechos permanentes de
usuario sobre ella, y fue así como algunos akambas se lanzaron
frente a los tractores. Finalmente acordaron mandar a un miembro de cada familia a trabajar dos mañanas a la semana con las
cuadrillas asignadas a trabajo obligatorio en la construcción de
terrazas y proyectos de conservación de agua, y en la siembra de
cultivos para pienso.
Las terrazas que Maher requería que los africanos construyeran durante ese período eran angostas y se conocían como acequias a nivel. La construcción de esas estructuras pequeñas requería que los trabajadores cavaran acequias poco profundas y
que lanzaran la tierra cavada colina abajo para crear una pequeña berma que captara la escorrentía. Aunque fáciles y rápidas
de construir, las terrazas angostas se desplomaban y requerían
un mantenimiento significativo. Por ello quedaron desprestigiadas ante los akambas, pero no ante Maher.
Si bien los esfuerzos de conservación de suelo languidecieron
durante la segunda guerra mundial (1940-1945), después de
ella fueron renovados con vigor por un Departamento de Agricultura en expansión, cuando la erosión a gran escala y la sequía
retornaron a Machakos. Hubo una marcada oposición por parte
de los africanos a estos proyectos de «mejora». Aun así, en las décadas subsiguientes surgieron varias innovaciones akambas a
partir de aquellos controvertidos programas, con las cuales se colocaron los cimientos del «Milagro de Machakos», si bien pocos lo
En esta terraza de ladera bien definida es posible observar sembrados de maíz, cereales y árboles de mango y banano.
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La agricultura
de Machakos
Cuadro 3.2
Los resultados de un estudio realizado en 1998-99, del que tomaron parte cientos de agricultores y 484 parcelas de tierra, sugieren que los esfuerzos invertidos en la conservación del suelo y el agua en Machakos han sido muy bien recompensados. El
estudio muestra que, con un amplio margen, las terrazas son la
medida de conservación más popular. Los agricultores que las
utilizan por lo general incorporan medidas adicionales (Zaal
1999). Otras investigaciones sugieren que se ha dado un incremento sustancial en la productividad por hectárea en el distrito
de Machakos entre los años treinta y los años noventa (Tiffen et
al. 1994:95-96).
Medidas de
conservación de suelos
y agua en Machakos
Cerca de la mitad de las parcelas
con terrazas también incorporaban otra medida de conservación:
Porcentaje de terrenos con…
Beneficios de las
terrazas
El estudio muestra que los agricultores que utilizan terrazas obtienen muchos beneficios.
Porcentaje de agricultores que disfruta de…
Terrazas
65,7
Tierras valorizadas
97
Franja de pasto
14,0
Mayores rendimientos
94
10,7
Mayor estabilidad
en los rendimientos
94
Franja de pasto en el
borde de la terraza
Hojarasca
8,5
Menos erosión
76
Agrosilvicultura
2,3
Disminución de fertilizantes
75
Cultivos de cobertura
1,0
Menor cantidad de mano
de obra para la siembra
53
Crestas abiertas
0,6
Terraza de piedra
0,4
Menor cantidad de mano
de obra para desherbar
43
Zanja de drenaje cortada
0,2
Fuente: Zaal 1999.
Fuente: Zaal 1999.
reconocieron en ese momento. Una de ellas fue el experimento
que hicieran los trabajadores con la construcción de una terraza
en forma de banco a la que se dió el nombre de fanya juu.
Las terrazas fanya juu se construyen cavando una zanja a lo
largo de la ladera y lanzando la tierra excavada colina arriba
para formar un campo con una pendiente suave y un terraplén
que recoge la lluvia y hace más lenta la escorrentía. Aunque su
construcción requiere bastante trabajo, estas terrazas se estabilizan rápidamente y sólo necesitan el mantenimiento periódico
de la berma. Sin embargo, Maher estaba convencido de que exigían un uso muy intensivo de mano de obra, y en consecuencia
ordenó angostarlas.
Pero los akamba tienen un dicho: «use la vista porque el
oído engaña» (Tiffen et al. 1994: 152). Muchos de los akambas
formaron parte de las fuerzas británicas en el extranjero, donde
tuvieron oportunidad de ver cómo funcionaban otras prácticas
agrícolas. En 1949, uno de estos veteranos construyó una terraza terraplenada y moldeada según una que había visto en India,
y en esa estación recogió una buena cosecha de cebollas de la que
obtuvo ganancia. Muy pronto otros agricultores del área siguieron su ejemplo. Después de que Maher se jubilara en 1951, a los
agricultores se les permitió elegir si querían construir acequias de
contorno o fanya juus en los programas de mejoramiento obligatorio; cada vez más y más personas escogieron estos últimos.
Durante los años cincuenta se construyeron terrazas en más
de 40.000 hectáreas en Machakos (Mortimore y Tiffen 1994:14
citando a Peberdy 1958). Uno de los incentivos que impulsó
este cambio masivo hacia las terrazas fue la decisión adoptada
por el gobierno en 1954 en cuanto a permitir que los agricultores
akambas sembraran café por primera vez, decisión ésta que se
basaba en el énfasis que ponía el Plan de Swynerton en producir
cultivos comerciales lucrativos para la exportación. Los akambas
estaban más que dispuestos a apropiarse de los beneficios económicos que dejaba la siembra del café, pero este cultivo sólo
prospera en las pendientes si hay terrazas, lo cual asegura la retención de los nutientes y la humedad esenciales para su crecimiento. Otros agricultores usaban las terrazas para cultivar tomates y otros vegetales destinados a la ciudad de Nairobi,
entonces en plena expansión.
Otro avance que promovería la innovación y conservación
gestadas por los propios akambas tuvo lugar en 1956. El nuevo
Servicio Comunitario de Desarrollo —cuyo personal era fundamentalmente africano y dirigido por un jefe nombrado por el
gobierno— entró a reemplazar las cuadrillas de trabajo obligatorio que los akambas detestaban por la mwethya, un grupo de trabajo tradicional cuyos miembros se escogen entre ellos así como al
jefe. Normalmente las familias convocan a una mwethya cuando
hay algún proyecto especial como la construcción de un «bohío»,
y los vecinos ayudan a cambio de alimentos. Con la asistencia técnica del gobierno, muy pronto se organizaron numerosas mwethya fanya yuu para construir terrazas y otros proyectos en todo el
distrito.
Dado que muchos hombres akambas trabajaban fuera de
Machakos, la mayor parte de los trabajadores vinculados a los
proyectos de conservación en las primeras mwethyas fueron mu-
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jeres. Era la primera vez en la historia de los akambas que se elegían mujeres para que ocuparan posiciones de liderazgo, con lo
cual aumentó su posición y poder político, además de que se reforzó el valor de la educación para las hijas. Los grupos tradicionales de trabajo también evolucionaron, y se convirtieron a la
postre en grupos de autoayuda que hoy en día juntan tanto trabajo como dinero y están conectados con organizaciones que
proporcionan servicios de desarrollo comunitario, extensión agrícola y alfabetización.
La independencia de Kenia del régimen colonial en 1963
hizo que muchas familias akambas se asentaran en las antiguas
tierras de la Corona. El nuevo gobierno puso fin a toda la financiación destinada a la conservación de suelos, y durante varios
años las terrazas perdieron las simpatías de los akambas, quienes
consideraban que los esfuerzos conservacionistas estaban contaminados de régimen colonial. Sin embargo, muy pronto los agricultores que habían visto los beneficios de las fanyu yuus —en
los rendimientos de cultivos alimentarios como granos y frijoles,
producción de cultivos comerciales y capacidad de supervivencia
durante la sequía— comenzaron a construirlas nuevamente por
su propia voluntad, bien fuera a través de mwethyas o de trabajo contratado. De hecho, entre 1961 y 1978 se construyeron
más terrazas de las que se hicieron en los años cincuenta, y sin
ninguna ayuda por parte del gobierno (Tiffen y Mortimore
1992:363). El período de 1960 a 1980 también se caracterizó
por una fase de marcado crecimiento en la productividad de la
tierra en Machakos (Tiffen y Mortimore 1992:365). Entre 1981
y 1985 se construyeron anualmente 8.500 km adicionales de
terrazas, la mitad de ellas sin ninguna asistencia externa. A mediados de la década de los años ochenta los estudios aéreos mostraban que el 54% de la tierra arable de Machakos estaba protegida de la erosión, y más del 80% en áreas de pendiente (Tiffen
et al. 1994:198). Un estudio realizado en 1998-1999 sobre 484
campos de cultivo en Machakos indica que cerca del 60% de
ellos tienen terrazas, y que muchos agricultores también utilizan
medidas adicionales de conservación (Zaal 1999:5).
En total, se estima que entre 1930 y 1990 se ampliaron —o
se extendieron— en el distrito 76 tecnologías de producción, incluyendo 35 variedades de cultivos, cinco prácticas de labranza y
seis métodos para manejar la fertilidad del suelo (Mortimore y
Tiffen, 1994:16). Muchos de estos mecanismos de conservación
y desarrollo del suelo se lograron con innovaciones akambas.
La expansión de las oportunidades de mercado afectó claramente a la popularidad de las medidas de conservación. El auge
del café en los años setenta, por ejemplo, aumentó la demanda de
mano de obra en las fincas, en los centros de procesamiento y en
el transporte hacia los mercados. Los precios del café cayeron a
finales de los años ochenta, pero las grandes firmas internacionales de horticultura radicadas en Nairobi animaron a los agricultores de Machakos a que podujeran habichuelas como cultivo
de exportación. Los cítricos, las papayas y los mangos también
han tenido un éxito similar, con el ascenso de la industria de los
enlatados en Kenia, la expansión de las ciudades y el comercio
turístico. Según un estudio realizado en 1981-1982, el 41% del
ingreso rural se originaba entonces en empresas y salarios no
agrícolas (Mortimore y Tiffen 1994:16). Durante muchas décadas este ingreso, generalmente obtenido por los hombres akambas en empleos localizados fuera del distrito, ha sido invertido en
mejoras en las fincas como la construcción de terrazas o de tanques de almacenamiento de agua, y en la siembra de árboles y
setos vivos.
Los agricultores también comenzaron a invertir en la siembra
y protección de árboles. A través de fotografías que permiten
comparar los paisajes en 1937 y 1990 se nota un aumento sustancial en la densidad y tamaño promedio de los árboles en las
fincas (Tiffen et al. 1994:218). Dado que los agricultores, particularmente las mujeres, gastaban cada vez más tiempo buscando
leña una vez desmontadas las laderas, desarrollaron la práctica
de plantar arboledas para facilitar su recolección. Por lo general
sembraban los árboles en el fondo de sus parcelas para minimizar la sustracción de agua por parte de sus propios cultivos,
maximizando al mismo tiempo la de sus vecinos; esa ubicación
ofrecía la ventaja adicional de ayudar a conservar el suelo de las
colinas en su lugar. Las mujeres agricultoras han favorecido la
En Machakos, el riego tradicional a pequeña escala depende de los
arroyos de temporada.
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Cuadro 3.3
Clasificación de los desafíos a los que se enfrenta Machakos
n un taller de conservación apoyado por WRI en Machakos en 1999, los agricultores fueron unánimes en señalar la
escasez de agua como su mayor preocupación, seguida
del tamaño de las propiedades y la escasez de tierras. A medida
que la población aumenta, las propiedades se han ido dividiendo entre los herederos hasta tal punto que el promedio de tamaño de una propiedad es apenas de un poco más de una hectárea. Las tierras con alto potencial ya tienen dueño, así que la
gente está cultivando tierras cada vez más marginales, sea en la
planicie o sea en las tierras más inclinadas donde el gobierno
prohibe la actividad agrícola.
La falta de capital para invertir en mejoras de las fincas y en
tecnología, así como la escasez de mano de obra también fueron mencionadas como obstáculos significativos para la conservación. Dado que ahora hay más niños que asisten a la escuela o que están emigrando hacia las ciudades, las mujeres
conforman la mayor parte de la mano de obra agrícola en Machakos, aunque además siguen cumpliendo con sus responsabilidades tradicionales como la crianza de los hijos, las labores
domésticas y la obtención de leña y agua.
E
La erosión del suelo no figuró en la lista de desafíos, aunque
todavía es un problema. Lo que ocurre es que el factor principal
de la erosión del suelo en Machakos hoy en día no es la agricultura sino más bien los caminos mal construidos o en mal estado, así como la extracción de arena de los lechos de los ríos por
parte de la industria del hormigón, que ha florecido como resultado del auge de la construcción en Nairobi. Muchos caminos
han sido trazados en barrancos con precipicios, los cuales han
empeorado con las lluvias torrenciales traídas por El Niño; sin
embargo, su reparación requiere recursos públicos o comunitarios en una escala tal que simplemente supera la capacidad de
la gente de Machakos. El mal estado de las vías también aumenta el precio de los alimentos importados y el del transporte
requerido para sacar los bienes que produce Machakos a mercados minoristas como Nairobi y Mombasa. Durante la estación lluviosa, el estado de las vías hace muy difícil para los agricultores sacar sus vegetales y frutas al mercado antes de que se
dañen. Dado que no hay electricidad en todo el distrito, el procesamiento o refrigeración de los alimentos no siempre es posible.
Este camino conecta al pueblo de Machakos con las zonas de ladera del distrito. A la izquierda se ve un desaguadero al lado del camino. Al fondo
se ven cultivos de maíz y cereales, así como árboles de mango, banano y eucalipto.
160
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Un ejemplo de terrazas mal mantenidas en Machakos. Éstas muestran
sólo una gestión mínima para reducir
la erosión de las bermas expuestas.
Más arriba de la ladera, este agricultor ha sembrado maíz, frijoles, mandioca, y árboles de mango y banano.
siembra de frutales porque ofrecen un
suministro de alimento para la familia
y una fuente independiente de ingresos (Tiffen et al. 1994:221).
Al éxito de los agricultores akambas también han contribuido ciertos
cambios en la gestión del ganado y la
adopción del arado con bueyes tanto
para desherbar como para la labranza. Dado que ya no quedan tierras
comunitarias de pastoreo, los animales ahora se alimentan en la finca.
Más del 60% del ganado del distrito
se alimenta en establos o amarrado
durante una parte del año, lo cual
exige alimentarlo con pienso; simultáneamente los animales son fuente
de estiércol para las parcelas (Mortimore y Tiffen 1994:19, citando a
African Development and Economic Consultants 1986). Entre
las ventajas adicionales de los sistemas de «pastoreo cero» figuran un mayor rendimiento en la producción de leche, menor
destrucción de la vegetación como resultado del sobrepastoreo,
menor incidencia de enfermedades y ahorro de mano de obra.
La transición a los piensos también ha colocado el cuidado del
ganado en el territorio de la mujer, lo que le confiere mayor poder. Por ejemplo, a través del ordeño muchas mujeres obtienen
ahora un ingreso útil para sí mismas y para la finca. La siega de
forraje por parte de las mujeres fomenta su vinculación a la
construcción de terrazas.
El éxito agrícola de Machakos no llegó libre de costes ambientales. A medida que la superficie cultivada se expandía del
15 al 80%, las poblaciones nativas de plantas y animales disminuyeron drásticamente, incluyendo algunas de las especies más
raras de Kenia como el rinoceronte. La caza furtiva y las invasiones de tierras en el Parque Nacional Tsavo y otras áreas protegidas continua siendo un problema (Kenya Web 1999).
Machakos hoy
«H
oy en día en Machakos la gente está construyendo estructuras de conservación sin que nadie les obligue», afirma George Mbate, un economista que trabaja con USAID (entrevista, 19
de febrero de 1999). «Han terminado relacionando la producción
de cultivos con una gestión apropiada del suelo».
El efecto de la sequía no es tan dañino en la actualidad,
gracias a las inversiones que se han hecho en las terrazas, acequias de retención que promueven la filtración del agua hacia el
área cultivada, y desaguaderos cerrados que recolectan el agua
y la descargan cuidadosamente en la finca sin causar erosión. El
estiércol que los agricultores aplican a los frutales no sólo fertiliza el suelo sino que además mejora la infiltración del agua, con
lo que disminuye la escorrentía. Las variedades de maíz que se
plantan en la temporada corta, y su siembra temprana para
tener tiempo suficiente de preparar la tierra para los cultivos en
la temporada de «lluvias prolongadas», también ofrecen beneficios. Estas técnicas, junto con la diversificación del ingreso
proveniente de las labores urbanas, han hecho posible reducir
las importaciones de alimentos y los auxilios en tiempos de
hambruna, incluso durante la sequía (Tiffen y Mortimore 1992:
373).
Pero los cultivos sembrados en terrazas todavía siguen siendo
vulnerables, y los problemas de Machakos están lejos de resolverse. Las sequías de 1996 y 1997, seguidas de las lluvias prolongadas a causa de El Niño en 1998, arruinaron los cultivos de
subsistencia y forzaron a algunos agricultores a vender su ganado para comprar alimentos. En las áreas semiáridas se lograron
buenas cosechas, pero las lluvias golpearon particularmente fuerte las áreas empinadas de la división de Mwala, lo que hizo que
las cosechas se arruinaran, desaparecieran los nutrientes del suelo, y se destruyeran terrazas, viviendas y letrinas. «La mayoría de
las veces se trata de un área con deficiencia de alimentos», admite A.M. Ndambuki, funcionario agrícola del distrito (entrevis-
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ta realizada el 1 de marzo de 1999), para añadir: «En un buen
año hay suficientes alimentos para esa temporada. Este año
[1998] no cosechamos nada con la sequía. Ahora casi todos los
alimentos que estamos consumiendo vienen de fuera del distrito».
La importación de alimentos versus su producción no sería un
problema si hubiera suficientes oportunidades para obtener ingresos; pero en Machakos no las hay. Muchos de los agricultores
más pobres deben buscar alternativas para alimentar a sus familias, y por lo general se trata de empleos rurales con jornales
muy bajos.
A los agricultores que mejor les va son aquéllos como Samuel
Milo, quien cultiva tomates, maíz, frijoles y caña de azúcar en
tierras de pendiente en su finca de 16 hectáreas. Él maximiza
sus terrazas plantando un pasto más grueso para pienso en los
terraplenes de sus terrazas, y una hilera de árboles de banano en
los barrancos como protección contra la erosión y para que lo
abastezcan de frutos. También siembra árboles como rompevientos entre los cultivos, y tiene un bosquecillo del que extrae
madera para vender y la leña que consume. Sus 4.200 cafetos
producen un grano de muy alta calidad que él mismo selecciona,
procesa y vende. Al tener sus cinco reses amarradas y alimentadas con el pasto grueso que cultiva en la terraza, en vez de
permitir que se desplacen, ahorra espacio y tiene abono para el
suelo.
Pero el señor Milo no es sólo emprendedor y orientado a la
conservación, sino que además es afortunado. Su finca es excepcionalmente grande y hay un arroyo que la cruza, por encima del
cual ha construido un canal de riego. Gracias a los cultivos que le
generan ingresos ha podido colocar un tubo que va desde otro
arroyo a un tanque de almacenamiento subterráneo construido
en su propiedad, con lo que asegura un abastecimiento regular
de agua.
Otros agricultores no han corrido con tanta suerte. Para muchos de ellos, las adaptaciones y técnicas de conservación como
las que aplica el señor Milo son muy costosas y requieren un uso
intensivo de mano de obra. Para un agricultor con recursos limitados para contratar jornaleros, la construcción de terrazas
puede llevar años. En un poblado de Machakos, los investigadores encontraron que sólo el 57% de los agricultores tenía el capital necesario para producir cultivos comerciales destinados al
mercado o para comprar insumos como fertilizantes. En la mayoría de los casos se trataba de agricultores cuyos familiares
tenían ingresos no agrícolas en las áreas urbanas (Murton 1999:
40).
Otro cambio económico que puede socavar la capacidad de
los agricultores pobres para aplicar mejores prácticas es la polarización entre riqueza y tierra. En 1965, el 20% de los hogares
más pobres en Mbooni poseía el 8% de la tierra; en 1996, esa
proporción había descendido al 3%. En cambio, el 20% más
rico era dueño del 40% de la tierra en 1965, y del 55% en 1996
(Murton 1999:41). Esto crea un grupo de fincas grandes viables,
pero deja a las más pequeñas luchando en la pobreza. La concentración de la tierra se produjo cuando los agricultores más ricos, y quienes contaban con ingresos originados fuera de sus
fincas, compraron a los propietarios medianos y pequeños. Al-
gunos de los que vendieron sus fincas migraron hacia las antiguas tierras de la Corona, es decir, las más frágiles y en las
áreas de frontera más secas. A medida que se ampliaban las
propiedades aumentó la cantidad de insumos requeridos para
producir el mismo ingreso.
¿Por qué la gente aguanta la dureza de mantener una finca en
condiciones difíciles?, o ¿por qué se apega a una propiedad minúscula en las tierras altas? Porque para los akambas, poseer tierra «es parte de su identidad, de su valor, de su cultura», según
el Dr. Samuel Mutiso (entrevista, 25 de febrero de 1999), un
akamba que dirige el departamento de geografía de la Universidad de Nairobi y representa a Kenia en la Convención de las Naciones Unidas contra la Desertificación. «Nos debatimos entre
esos dos mundos», afirma.
¿Continuará el «milagro»?
«L
os cambios en Machakos no ocurrieron de la
noche a la mañana», dice Mutiso. Impulsados
por la necesidad, y finalmente libres de los constreñimientos impuestos por políticas dictatoriales de tierras, los akambas lograron intensificar el uso del suelo
mediante la selección y adaptación de nuevas tecnologías provenientes de varios lugares. Se cambiaron a mejores cultivos alimentarios y a otros más rentables, a fertilizantes a base de estiércol, y a sistemas de cultivos múltiples, de siembra de árboles
y de pastoreo menos intenso. El liderazgo y la planificación comunitarios mediante mecanismos como la mwethya, así como sus
preferencias en materia tecnológica y de cultivos, aumentaron la
fertilidad del suelo y disminuyeron la erosión de manera mucho
más efectiva que los programas de conservación obligatorios.
Cuando los agricultores tienen incentivos económicos para conservar el suelo —mayores rendimientos, la oportunidad de plantar cultivos más rentables y acceso a los mercados— están dispuestos a invertir más capital y mano de obra en la construcción
de terrazas. En una muestra de cinco zonas, la proporción total
de superficie tratada con medidas de conservación de suelo
aumentó del 52 % en 1948 al 96% en las áreas de asentamientos
más antiguas en 1978. Estas áreas también presentaban ganancias sustanciales derivadas de la disminución de la erosión del
suelo, de la infiltración de la lluvia, y de la capacidad del suelo
para retener humedad (Tiffen y Mortimore 1992:368).
La migración a las áreas urbanas produjo un flujo de remesas
que aumentó el capital destinado al desarrollo agrícola. Estos ingresos y la experiencia en empleos no agrícolas se aunaron a los
esfuerzos de extensión del gobierno para facilitar notablemente la
transferencia de conocimientos, tecnología y capital a las fincas.
Otro cambio importante fue la transición desde una toma de
decisiones centralizada sobre los temas relacionados con los ecosistemas hacia una mayor participación a nivel de distrito, incluyendo la vinculación directa de los líderes locales en seminarios sobre temas afines. Este enfoque creó una oportunidad para
trabajar con los akambas y aprovechar el íntimo conocimiento
que tienen de los problemas de la tierra y sus métodos agrícolas
162
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preferidos, en vez de hacerlo a contracorriente. También fue
posible capitalizar su respeto por la tierra. «[El motivo] no es solamente económico», dice María Mullei (entrevista, 17 de marzo
de 1999), una funcionaria agrícola que trabaja con USAID y
quien también cultiva la tierra en Makueni. «El amor que se le
tiene a la tierra nos conduce a protegerla». De hecho, la mayor
parte de los incentivos y del capital que hicieron posible alejarse
de un desastre ecológico que parecía inminente provino de la
misma gente de Machakos.
La reducción del tamaño de las fincas, la creciente escasez de
tierra frente al crecimiento poblacional, y la pérdida de los derechos comunitarios de pastoreo también han ejercido presión
para que los akambas usen su tierra y sus recursos hídricos con
la máxima eficiencia posible. Y aun así nadie ha sugerido que el
crecimiento de la población fomente la conservación, la intensificación del uso del suelo y la productividad. Actualmente las tasas de crecimiento demográfico en Machakos son de cerca del 3%
anual (Mortimore y Tiffen 1994:13). Sin embargo, con el aumento de la densidad de población y los elevados costos que
entraña la crianza de los hijos, las tasas de natalidad están comenzando a disminuir.
Pero hay otros signos menos optimistas, y es que sin capital
algunas de las tecnologías de conservación de suelos y agua no se
pueden adoptar incluso si se sabe que van a mejorar la tierra.
Por ejemplo, cada vez son más los agricultores que quisieran
poseer tanques de almacenamiento de agua pero tienen el problema de la limitación de recursos financieros. En algunas de las
fincas ladera arriba no hay suficientes bueyes para tirar del arado, y las terrazas son muy pequeñas como para permitir que se
les pueda dar la vuelta fácilmente.
También es posible que se produzca una pobreza cíclica, tal
y como lo constató Murton (1999) en Mbooni, zona que formaba parte del distrito de Machakos antes de 1992. Aquéllos con
empleos fuera de las fincas, suelos más fértiles y fuentes de
agua les va mejor. Y a los que les va mejor y pueden aumentar
su productividad tienen una mayor capacidad para cambiarse a
cultivos de mayor valor como los frutales y las habichuelas y
para aprovechar los mercados comerciales. Pero otros abandonan la agricultura o migran hacia tierras marginales. Y aunque
todos los niños llegan a completar la escuela primaria, las familias más pobres no cuentan con los medios para enviarlos a la
escuela secundaria, lo cual les niega la posibilidad de conseguir
aquellos empleos no agrícolas que les permitirían tener ingresos
personales.
El futuro de la innovación agrícola y la productividad de la
tierra en Machakos también depende de la economía más amplia en la que opera el distrito. Aunque las tecnología para proteger la tierra están funcionando, el verdor actual de los campos
no le garantiza a nadie el sustento. La sostenibilidad económica
y ambiental está determinada por el precio de los alimentos, la
existencia de empleos urbanos y la disponibilidad de recursos
externos para mejorar las vías de acceso o la electrificación, de
manera que los agricultores puedan aprovechar los mercados
comerciales.
Aun frente a estos retos, la historia de Machakos sigue siendo
esperanzadora, pues se trata de un lugar donde el avance aparentemente inevitable hacia una mayor degradación ambiental
no se ha producido, y donde son fincas, y no desiertos, lo que florece. Pero sólo el paso del tiempo determinará si estas recompensas y el crecimiento son sostenibles.
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LA
REVOLUCIÓN AGRÍCOLA EN
CUBA:
DE REGRESO A LOS BUEYES Y A LA MATERIA ORGÁNICA
A
unque la caída del muro de Berlín en 1989 y la desaparición subsiguiente del comunismo en la Unión Soviética fueron hechos acaecidos muy lejos de Cuba, las
repercusiones de esa revolución afectaron directamente al suelo cubano. Y lo hicieron en el sentido de que transformaron las tierras agrícolas de la isla, forzando un cambio radical
hacia insumos y métodos de cultivo orgánicos en una escala sin
precedentes en el mundo.
La gestión de los agroecosistemas
cubanos desde 1959 hasta 1989
D
esde 1959 y hasta la década de los años ochenta, la integración de Cuba en el bloque socialista influyó de
manera significativa en el desarrollo económico y en el
manejo de los agroecosistemas de la isla. Aunque se
trataba de un país altamente industrializado que producía fármacos y computadoras al igual que bienes agrícolas, la caña de
azúcar era el principal producto de la economía cubana.
En 1989, las plantaciones estatales de caña cubrían tres veces
más superficie agrícola que los
cultivos alimenticios (Rosset
1996:64). El azúcar y sus derivados constituían el 75% del
valor total de las exportaciones
cubanas, y eran adquiridos casi
en su totalidad por la Unión
Soviética, Europa Central y del
Este, y China (Rosset y Benjamin 1993:12). Los altos rendimientos se lograban mediante métodos agrícolas más
mecanizados que los de cualquier otra nación latinoamericana y el uso generalizado de
plaguicidas, fertilizantes y riego a gran escala.
A cambio de sus exportaciones de azúcar, tabaco, cítricos, minerales y otros productos, Cuba
importaba del bloque socialista casi el 60% de sus alimentos,
petróleo crudo y otros derivados refinados con términos de intercambio favorables. De allí importaba igualmente el 48% de los
fertilizantes, el 82% de los plaguicidas y buena parte del combustible requerido para la producción de azúcar, lo mismo que el
36% del pienso para ganado (Rosset y Benjamin 1993:10, 15).
Este régimen de intercambio —si bien altamente dependiente de las importaciones— permitió que 11 millones de cubanos
lograran equidad económica, una industrialización acelerada y
mejoras en la calidad de vida. En los años ochenta Cuba sobrepasaba a la mayoría de los países latinoamericanos en nutrición, esperanza de vida, educación y PNB per cápita. El 69% de
la población habitaba en los centros urbanos y el desempleo era
virtualmente inexistente (Rosset y Benjamin 1993:12). El 95%
de los cubanos tenía acceso a agua potable y la tasa de alfabetización de adultos llegaba al 96% (FAO 1999:20).
La llegada de la agricultura
alternativa
E
l colapso del bloque de comercio socialista en 1989-91
convulsionó la economía cubana y su modelo convencional de producción agrícola. Cuba perdió el 85% de
su comercio (Murphy 1999). Estados Unidos hizo aún
más estricto su bloqueo contra Cuba, lo cual creó dificultades
adicionales para la isla. Cuba vio gravemente amenazado su acceso a los alimentos, y sus importaciones en este aspecto cayeron
a la mitad. De ahí que el consumo de calorías disminuyera
en un 22%, el de proteínas en
un 36%, y el de grasas en un
65% (Bourque 1999). Según
la FAO, Cuba sufrió el aumento más radical en el número de
personas desnutridas de todos
los países de América Latina
en los años noventa: un salto
de menos del 5% de la población a casi el 20% (FAO 1999:
8). Asimismo, las importaciones de plaguicidas, fertilizantes y pienso se redujeron en un
80%, mientras que las de insumos de petróleo destinados a
la agricultura se redujeron a la
mitad (Rosset 1996:64).
Para evitar una hambruna generalizada, Cuba tuvo que
buscar la manera de doblar su
producción de alimentos con sólo la mitad de los insumos agrícolas. El resultado es que Cuba está viviendo actualmente la
conversión más grande de que se tenga noticia en la historia de la
humanidad, pasando de una agricultura convencional con un
alto contenido de insumos químicos, a una agricultura orgánica
y semiorgánica (Rosset 1996:64). Los agricultores cubanos están
tratando de producir la mayor parte de su abastecimiento de alimentos sin agroquímicos.
La inversión previa que Cuba había hecho en desarrollo científico y agrícola, educación e investigación fue de gran utilidad
164
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durante el período de grandes
dificultades económicas. En
los años ochenta, la preocupación por la vulnerabilidad de
Cuba en su calidad de plantaLos alimentos importados repreción azucarera del bloque del
sentaban el 57% del consumo de
Este, llevó a los dirigentes cucalorías de los cubanos.
banos a invertir US$12.000
Alimento
% importado
millones en capacitar científicos en biotecnología, salud, inFrijoles
99
formática y robótica (Rosset
Aceite y manteca
94
1996:65). Aunque Cuba tiene
únicamente el 2% de la poblaCereales
79
ción de América Latina, cuenArroz
50
ta con el 11% de los científicos
de la región (Rosset y BenjaLeche y derivados
38
min 1993:4).
Pienso
36
Influenciados por el movimiento ambientalista internaCarne
21
cional de los años setenta, los
Frutas y vegetales
1-2
científicos agrícolas habían
Raíces y tubérculos
0
comenzado a preocuparse por
la dependencia de Cuba de los
Azúcar
0
insumos extranjeros y por los
Fuente: Rosset y Benjamin
graves efectos que las técni1993:10.
cas convencionales de cultivo
estaban teniendo en los agroecosistemas de la isla. Cuando comenzaron a notar el aumento
progresivo de la resistencia de las plagas a la acción de los
agroquímicos y la creciente erosión del suelo, muchos concentraron sus esfuerzos investigadores en los años ochenta a estudiar métodos alternativos de producción agrícola y, particularmente, de control biológico de plagas (Rosset y Benjamin
1993:21).
Lo más importante fue que Fidel Castro apoyó plenamente el
«modelo alternativo» durante este «período especial». El gobierno hizo énfasis en la importancia de utilizar el conocimiento
científico cubano en vez de tecnologías importadas. «Los científicos cubanos crearán recursos que algún día tendrán un valor
superior al de la caña de azúcar», declaraba Castro en 1991.
«Nuestros problemas deben ser resueltos sin pienso, fertilizantes
o petróleo» (Rosset y Benjamin 1993:24).
Dependencia de Cuba
de la importación de
alimentos antes de los
años noventa
Acceso de Cuba a importaciones seleccionadas en
1989 y 1992
Artículo
1989
1992
Disminución
de porcentaje
Piensos
1.600.000 tm
475.000 tm
70
Fertilizantes
1.300.000 tm
300.000 tm
77
13.000.000 tm
6.100.000 tm
53
US$80.000.000
> US$30.000.000
63
Petróleo
Plaguicidas
Fuente: Rosset y Benjamin 1993:17.
Claro que del dicho al hecho hay un gran trecho. Si bien los
científicos cubanos habían desarrollado varias técnicas agrícolas
alternativas durante los años ochenta, hasta el momento apenas si
se las había puesto a prueba. Además, la transición de la agricultura química a la orgánica requiere un tiempo, el cual se estima
entre tres y cinco años, mientras el suelo recupera su fertilidad y
reestablece su control natural de las plagas y enfermedades que
afectan a las plantas (Rosset y Benjamin 1993:25). Cuba no se
podía dar el lujo de esperar entre tres y cinco años.
El primer reto fue la fertilidad del suelo. Después de 1989 la
disponibilidad de fertilizantes cayó en un 80%. Para llenar ese
vacío, los agricultores cubanos han empleado una gran variedad
de «biofertilizantes» y mejoras del suelo, incluyendo desperdicios
animales, cultivos de cobertura, turba, minerales de cantera,
humus de lombrices y bacterias fijadoras de nitrógeno. Aunque
desde hace mucho tiempo se sabe que las bacterias Rhizobium
ayudan a los cultivos de legumbres a obtener nitrógeno de la atmósfera, los científicos cubanos también han usado Azotobacter
—una bacteria que está en el aire y también fija nitrógeno—
para aplicarla a cultivos diferentes a los de leguminosas. Azotobacter ofrece ventajas adicionales como ciclos de producción
más cortos y reducción de la caída de las flores, lo que ayudó a
los cubanos a lograr un aumento de entre el 30 y el 40% en los
rendimientos del maíz, la mandioca, el arroz y otros vegetales
(Rosset y Benjamin 1993:43). De la misma manera, la sustitución de fertilizantes químicos por humus de lombriz de tierra aumentó los rendimientos de varios cultivos entre un 12 y un 46%
(Monzote s.f.:9).
Los cultivos intercalados, que una vez fueron una rareza en la
agricultura a escala comercial, están siendo fomentados para
diversificar la producción y mejorar la fertilidad del suelo. Otro
componente clave de los esfuerzos de Cuba en el campo del manejo de suelos es la reforestación; después del triunfo de la revolución en 1959, muchos bosques fueron cortados a tala rasa
para sembrar caña de azúcar y abastecer de combustible a la
manufactura de la misma. En 1989-90 se reforestaron más de
200.000 ha (Rosset y Benjamin 1993:50).
El país está reciclando sus residuos masivamente; esto incluye las basuras domésticas y los desechos humanos, así como los
del ganado convertidos en abono vegetal. Las aguas residuales se
usan para irrigar los sembrados de caña. Filter press cake, un
subproducto con un alto contenido de fósforo, potasio y calcio,
sirve como fertilizante. El bagazo o pulpa seca se usa para alimentar al ganado y se quema para generar la electricidad que requiere la maquinaria en muchos complejos azucareros.
El historial de Cuba en materia de utilización de control biológico de plagas data de 1928, cuando los cultivadores comenzaron a liberar en los cañamelares moscas parasíticas (Lixophaga diatraeae) criadas masivamente para controlar algunas de sus
plagas. Sin embargo, desde que se comenzó a presentar la escasez de alimentos se ha intensificado el uso de los controles biológicos. Los cultivadores han empezado a liberar hormigas depredadoras (Pheidole megacephala) para controlar el gorgojo de
la batata (Cylas formicarious), un método que ha probado ser
efectivo en un 99% (Rosset 1996:66).
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Los investigadores cubanos se han centrado en el uso de entomopatógenos, es decir, bacterias, hongos y virus que afectan a
las plagas pero no son tóxicos para los humanos. El Bacillus
thuringiensis —el primer bioplaguicida producido comercialmente por Cuba— es una bacteria que se encuentra en los suelos
y se usa ampliamente para controlar plagas lepidópteras en pastos, coles, tabaco, maíz, mandioca, calabaza y tomates, así como
una larva de mosquito que transmite enfermedades humanas. El
hongo Beauveria bassiana también ha sido utilizado con éxito
contra los gorgojos que atacan la batata y el plátano (Rosset
1996:67). En contraste, hasta 1989 el plaguicida más comunmente usado en Cuba era el metil paratión, uno de los más toxicos en el mundo (Gellerman 1996). A finales de 1991, se estima
que el 56% de las tierras de cultivo en Cuba estaban siendo tratadas con este tipo de controles biológicos, lo cual representaba
para el país un ahorro de US$15,6 millones al año (Rosset y Benjamin 1993:27).
En términos generales, el control no químico de malezas ha
tenido menos éxito que el de plagas, tanto en Cuba como en
otras partes. Aun así, los investigadores continúan desarrollando
métodos prometedores como son la rotación de cultivos basada
en modelos matemáticos, métodos relacionados con la densidad
de la maleza, y métodos tradicionales utilizados por los campesinos antes de que los herbicidas hicieran su aparición.
Quizás el cambio más radical en el paisaje agrícola ha sido el
regreso de los bueyes y el arado a los campos donde los tractores
rusos, sin repuestos y sin gasolina, estaban parados. Aunque
más intensiva en mano de obra, la tracción de los bueyes ofrece
en realidad varias ventajas a los agricultores cubanos. Su manejo es menos costoso, no compactan los suelos, se pueden usar en
En los años ochenta, Cuba utilizaba métodos agrícolas altamente mecanizados. Después de la crisis económica, los tractores fueron sustituidos
por equipos de bueyes tanto en las fincas grandes como en las pequeñas. En la última década el número de equipos de bueyes se ha triplicado.
También existe una red cada vez mayor de pequeños talleres que producen herramientas necesarias para el arado con bueyes.
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la estación húmeda mucho
antes que los tractores, y
además proporcionan el fertilizante orgánico que tanto
se necesita. Se han desarrollado nuevos arados, plantadores y cultivadores tirados
por bueyes, y el gobierno ha
fomentado programas de
cría de bueyes para ampliar
las manadas.
Fomento de las
fincas pequeñas
y huertos
urbanos
P
or sí solos, estos métodos alternativos
no hubieran podido
sacar a Cuba de su
crisis agrícola. Las enormes
fincas estatales al estilo soviético ocupaban el 80% de la tierra agrícola de Cuba. En aquellos extensos monocultivos de caña de azúcar, piñas, cítricos y
otros productos que en su momento se produjeron con fertilizantes y plaguicidas químicos no fue posible desarrollar los controles de plagas naturales o el nivel de fertlidad del suelo que sí se
podían lograr en sistemas orgánicos más pequeños y dinámicos.
En consecuencia, las fincas estatales se volvieron extremadamente vulnerables a las plagas y otras enfermedades (Rosset 1996:65,
69).
En cambio, los campesinos lograron adaptar rápidamente las
nuevas tecnologías y su productividad se disparó. Muchos eran
descendientes de generaciones de pequeños agricultores con profundas tradiciones agrícolas familiares y comunitarias caracterizadas por un uso limitado de insumos, y fue así como recordaron
las técnicas que sus padres y sus abuelos utilizaban, incluyendo
los cultivos intercalados y la aplicación de estiércol. Aun antes de
que en el país se produjera el regreso generalizado a la agricultura orgánica en los años noventa, los pequeños productores habían
probado su eficiencia: aunque sólo trabajaban el 20% de todas las
tierras de cultivo del país, abastecían el 40% de los alimentos para
el consumo doméstico (Rosset 1996:65, 68-69).
En 1993 el gobierno cubano dividió las fincas estatales improductivas en Unidades Básicas de Producción Cooperativa, es
decir, en cooperativas propiedad de sus trabajadores con 80
hectáreas cada una. Aunque el gobierno aún es el dueño de la
tierra y fija cuotas de producción para los cultivos claves, los socios de las cooperativas son dueños de todo lo que producen
por encima de esas cuotas y pueden venderlo en los nuevos mercados de agricultores. A mediados de 1995 las ventas en esos
mercados habían florecido y la escasez de alimentos más grave
ya había pasado (Rosset 1996:69-70).
La agricultura intensiva en surcos elevados es el modelo de producción urbano. Estas fincas, a las que se denomina organopónicas, son
de aproximadamente una hectárea y producen, en promedio, 20 kilos
de vegetales por metro cuadrado (Bourque 1999). Los agricultores
aplican grandes cantidades de fertilizantes orgánicos provenientes
de fuentes locales y sólo utilizan control biológico de plagas cuando
es absolutamente necesario.
Otro factor que contribuyó a evitar la hambruna fue el fomento de la agricultura urbana por parte del gobierno, tanto en
tierras privadas como estatales, las cuales pueden ser utilizadas
por los horticultores sin costo alguno. Hoy en día, sólo en La Habana hay más de 26.000 huertas destinadas al autoconsumo
(Moskow 1999:127), que en 1998 se estima produjeron 541.000
toneladas de frutas y vegetales orgánicos para el consumo local.
Algunos barrios estaban produciendo el 30% de sus alimentos.
La desrregulación de precios constituyó otro incentivo, y permitió que los agricultores urbanos ganaran entre dos y tres veces
más que los profesionales urbanos (Murphy 1999).
¿Será derrocada la revolución
orgánica?
E
n la cosecha de 1996-97 , Cuba registró los niveles de
producción más altos de su historia para 10 de los 13
alimentos básicos de la dieta de los cubanos, gracias
principalmente a las pequeñas fincas y a los huertos urbanos (Rosset 1998). Pero los datos de la FAO sugieren que en
1996-98 la producción agrícola total de Cuba era todavía un
40% inferior a la de 1989-91 (Banco Mundial 2000:122), lo
cual se debe quizás a que los rendimientos de la caña de azúcar
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todavía no se han recuperado. Más aún, sigue habiendo brotes
epidémicos de plagas y enfermedades. Muchos de los bioplaguicidas requieren ser aplicados en el momento preciso para que
funcionen, y la cantidad y calidad de los materiales producidos
por las cooperativas varía ampliamente. En un momento dado, la
escasez de frascos de vidrio para cultivar esporas fúngicas retrasó la producción (Rosset 1996:72).
Estos obstáculos han llevado a los observadores externos a especular sobre la posibilidad de que la revolución orgánica en
Cuba se disuelva después de que la economía se recupere y se eliminen las barreras comerciales. Éste es también tema de discusión entre los científicos agrícolas cubanos y los administradores
de las fincas, muchos de los cuales siguen comprometidos con la
agricultura de altos insumos químicos que es común en Occidente (Mueller 1999).
Sea cual sea el resultado final, el experimento cubano con
agricultura alternativa ha dejado una marca profunda. Aun
cuando hoy en día La Habana está mejor abastecida de alimentos, la agricultura urbana es más fuerte que nunca (Murphy
1999). En un estudio reciente, el 93% de los horticultores entrevistados reafirmó su compromiso de seguir produciendo alimentos en las áreas urbanas y en parcelas que alguna vez estuvieron vacías, aun después de que concluya el «período especial»
(Moskow 1999:133). Los científicos cubanos ya están exportando sus conocimientos y trabajando conjuntamente con México, Bolivia, Brasil, Laos y otros países en desarrollo y aplicando
controles biológicos para el gorgojo del café y otras plagas (Bourque 1999). Más aún, Cuba ha logrado alimentar a su pueblo sin
los altos insumos requeridos por la agricultura convencional, y
ofrece así un modelo que otros países puedan imitar.
168
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ECOSISTEMAS COSTEROS
NUEVA
TUBERÍA PARA LOS
EVERGLADES:
RESTAURACIÓN
FLORIDA
uando se mira hacia abajo sobre el sur de Florida desde una altitud suficiente, el
problema es obvio. El lago Okeechobee —el corazón líquido de la cuenca gigantesca que cubre el tercio más meridional del estado— aparece encerrado detrás de
unos diques a prueba de inundaciones. Los cambios masivos que ha sufrido el paisaje alteraron claramente el flujo del agua a través del área. Más abajo del lago Okeechobee,
es casi imposible reconocer la forma original de los Everglades, que se arquean hacia el sur
en 160 km desde el lago hasta los bajíos de manglares de la bahía de Florida.
A GRAN ESCALA DE LOS HUMEDALES DEL SUR DE
C
Como casi ningún otro lugar en América del Norte, el ecosistema del sur de Florida está dominado por el agua. Los Everglades fueron alguna vez una gran extensión pantanosa ininterrumpida, de pastos dentados e islas de árboles pequeños, alimentada
por una capa de agua poco profunda que se desplaza hacia el sur
desde el lago Okeechobee. Ahora esa unidad se encuentra partida
en pedazos de pantanos separados por diques y drenada por una
red de canales grandes y pequeños. El área total del tercio más
septentrional de los Everglades actualmente se encuentra cubierta de tierras de cultivo, principalmente de caña de azúcar; sólo la
punta más meridional permanece en un estado relativamente natural, configurando el Parque Nacional Everglades y la Reserva
Nacional Gran Ciprés.
Los beneficios de estos cambios —y sus destinatarios— aparecen tan claros como los cambios mismos. Al este de los Everglades, y protegido detrás de un dique, está el gran Miami, una
mar de residencias alineadas y elevados rascacielos que alberga a
6 millones de personas, además de ser centro boyante de turismo,
(continúa en la pág. 172)
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Cuadro 3.4
Panorámica de los Everglades de Florida
En lo que podría ser el esfuerzo más ambicioso emprendido hasta el momento para restaurar un ecosistema, agencias del gobierno de
Estados Unidos, empresarios y ambientalistas han aunado fuerzas y US$7.800 millones para revertir un siglo de drenaje y construcción
de diques en los Everglades de Florida. Esta enorme ciénaga continental alberga un rico entramado de plantas y fauna silvestre, además de ser la fuente de agua de los 6 millones de residentes del área de Miami y del muy lucrativo sector agrícola del sur de Florida.
Problemas del ecosistema
Agua dulce
La cuenca Kissimmee-Okeechobee-Everglades de 23.000 km2 fue una vez un sistema hidrológico único compuesto por ríos, lagos y pantanos. Las estructuras para el control de inundaciones y abastecimiento de
agua han reconfigurado radicalmente el flujo anteriormente libre de este sistema, reduciendo el volumen de
agua e interrumpiendo los ciclos naturales de inundación y sequía. Casi la mitad de sus humedales ha desaparecido, mientras que las invasiones de agua salada y la contaminación proveniente de la agricultura intensiva constituyen problemas adicionales.
Costa
Los cambios en el flujo natural de agua de los Everglades han reducido sustancialmente la cantidad de
agua dulce que llega a la costa de la bahía de Florida, lo que ha alterado los niveles de salinidad del estuario y causado mortandad de praderas submarinas y turbiedad en la bahía. Las colonias tradicionales de
aves han abandonado los pantanos salobres y los bosques de mangle vecinos.
Agricultura
Las tierras de cultivo han desplazado cerca de una tercera parte de los Everglades, pero al mismo tiempo
han convertido a los condados del sur de Florida en productores importantes de caña de azúcar, frutas
subtropicales y vegetales de invierno. Sin embargo, en la actualidad esta producción está siendo amenazada: la superficie agrícola en el sur de Florida está dando paso a la expansión suburbana y al hundimiento
del suelo.
Desafíos de gestión
Económicos
Aunque la cuenta que habrá que pagar por la restauración es enorme, el costo que entrañaría permitir que
los Everglades continúen degradándose sería mucho mayor, especialmente para los residentes y empresas locales. Por ejemplo, si la salud de la bahía de Florida continúa declinando, las pérdidas anuales por
concepto de disminución del flujo turístico y de la captura comercial de peces podrían llegar a US$250 millones. El sector agrícola del área, que produce cerca de US$2.000 millones al año, depende aún más del
control de las inundaciones y del suministro fiable de agua que proporcionan las estructuras existentes.
Hasta ahora nadie le ha asignado un valor económico a las muchas especies cuyas vidas dependen de la
restauración.
Grupos de interés
Para mantener el esfuerzo de restauración se necesita continuar las negociaciones y lograr el compromiso
de todo un abanico de grupos de interés, incluyendo los gobiernos federal, estatal y municipal; la agroindustria; los grupos ecologistas, así como los de ocio y pesca deportiva; y las tribus de nativos americanos.
Dado que la restauración está íntimamente ligada a los patrones regionales de uso de la tierra y los recursos, y a la expansión económica del sur de Florida, los 6 millones de residentes del área se verán afectados tarde o temprano.
Información
y supervisión
Hasta el momento no se había emprendido un esfuerzo de restauración de semejante magnitud; sus
efectos en los aspectos biológicos y sociales del sistema no se conocen plenamente. Estas incógnitas hacen que la verificación de la salud y productividad del ecosistema sea particularmente importante, tanto
para asegurar la máxima efectividad de la inversión de US$7.800 millones, como para proporcionar retroalimentación a los grupos de interés, orientar los cambios en el proceso de restauración, y servir de
fuente de información para otros procesos similares que se emprendan en otras partes.
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Cronología
S. I Tribus de nativos americanos —los tequestas y los calusas— migran al sur de Florida.
1513 El conquistador Ponce de León toma posesión de Florida en favor de España.
1820s Colonos de diversas partes de Estados Unidos comienzan a migrar hacia el sur, en dirección a Florida.
1821 Estados Unidos le compra a España el territorio de Florida.
1835-42 y 1855-58 «Guerras seminoles»: los indios seminoles escapan hacia el interior de los Everglades huyendo de las tropas del
gobierno de Estados Unidos.
1845 Al territorio de Florida se le garantiza la estadidad como parte de la Unión Americana.
1848 Por primera vez el gobierno de Estados Unidos recomienda drenar los Everglades para destinarlos a actividades agrícolas.
1855 Comienza la caza de cocodrilos en pos de sus pieles; entre 1870 y 1965 se eliminaron por lo menos 10 millones.
1881 Hamilton Disston financia el primer gran experimento destinado a desecar los Everglades con fines agrícolas.
1907 Se funda el Distrito de Drenaje de los Everglades para financiar grandes canales de drenaje.
1917 Se completan cuatro grandes canales de drenaje desde el lago Okeechobee hacia el océano Atlántico.
1926 y 1928 Huracanes matan a 2.500 personas y causan daños por más de US$75 millones.
1928 Se concluye el sendero Tamiami (el primero en cruzar los Everglades).
1947 Torrenciales aguaceros que rompen todas las marcas previas mantienen inundado por seis meses el 90% del sudeste de la Florida. Se crea el Parque Nacional Everglades.
1948 Se autoriza el Proyecto para el Centro y Sur de Florida (C&SF).
1954-59 Se crea el Área Agrícola de los Everglades, mediante drenaje y construcción de diques en su parte norte.
1963-65 Los administradores de recursos hídricos del proyecto C&SF bloquean el flujo libre del agua hacia el Parque Nacional Everglades con el fin de llenar las nuevas áreas de conservación de agua.
1970 Grave sequía.
1973 Concluye la construcción de los principales elementos del proyecto C&SF.
1980-81 Grave sequía.
1983 El gobernador Robert Graham inicia el programa «Salvemos nuestros Everglades».
1986 Una extensa proliferación de algas en el lago Okeechobee hace que el estado actúe para disminuir la cantidad de contaminación por fósforo que entra al lago.
1988 Comienzan las mortandades de praderas marinas y las extensas proliferaciones de algas en la bahía de Florida. El gobierno federal entabla una demanda contra la el Distrito de Manejo Hídrico del Sur de la Florida por liberar agua contaminada con escorrentía
agrícola en los Everglades.
1991 Florida aprueba el Decreto de Protección de los Everglades mediante el cual ordena el control de la contaminación por nutrientes.
1992 El Cuerpo de Ingenieros del Ejército de Estados Unidos comienza a revisar el proyecto C&SF para determinar la forma de reducir el daño causado al ecosistema.
1993 El gobierno federal establece la Fuerza de Tarea para la Restauración del Ecosistema del Sur de Florida.
1994 Florida aprueba el decreto-ley «Everglades para Siempre» mediante el cual se establece un programa amplio para restaurar porciones significativas de los Everglades. Se crea la Comisión del Gobernador para un Sur de Florida Sostenible.
1997 Comienza la restauración del río Kissimmee. Se inicia la construcción del primero de los seis humedales de filtración para eliminar el fósforo de la escorrentía agrícola que sale de los Everglades.
1998 El Cuerpo de Ingenieros del Ejército de Estados Unidos lanza un plan de US$7.800 millones dirigido a reconfigurar el proyecto C&SF para tratar de retornar a un ciclo hidrológico más natural.
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comercio, inversiones internacionales y residentes jubilados. El
dique y los canales protegen el corredor oriental habitado de
posibles inundaciones y convierte efectivamente a la mayoría
de las áreas remanentes de los Everglades en embalses para
abastecimiento de agua. La agricultura, o sea el otro uso del
suelo predominante en el área, depende aún más del control de
las inundaciones y del suministro fiable de agua que trae esta red
de estructuras de control.
Pero los beneficios derivados de someter el ciclo hidrológico
natural a las necesidades humanas han producido una serie de
cambios en el ecosistema que no ha sido tan celebrados. Los Everglades y todo el ecosistema del sur de Florida dependen de manera
clara y definitiva del patrón de flujo de agua típico de ese ecosistema. Cuando la gente comenzó a perturbar ese patrón, la salud del
ecosistema empezó a deteriorarse, primero a un ritmo lento, y más
aceleradamente en las dos últimas décadas. Las poblaciones de
aves zancudas han disminuido drásticamente, los lechos de praderas marinas de la bahía de Florida han muerto, la pesca deportiva y
comercial se ha visto adversamente afectada, y se han producido invasiones de plantas y peces no nativos, entre otros efectos. Además,
la certeza sobre un abastecimiento abundante de agua se ha ido
evaporando a medida que las poblaciones urbanas crecían y la capacidad de almacenamiento de los Everglades disminuía.
¿Será posible devolverle la salud al ecosistema del sur de Florida? Los agentes del poder y el público así lo creen, y por ello han
destinado más de US$2.000 millones a este esfuerzo durante la última década. Recientemente han acogido un nuevo plan de restauración de los Everglades por un importe de US$7.800 millones, que
fue propuesto por el Cuerpo de Ingenieros del Ejército de Estados
Unidos. Se trata del plan más ambicioso de restauración de un
ecosistema del que se tenga noticia en el mundo. Guiados por la
meta de duplicar, tanto como sea posible, los patrones originales de
flujo de agua de la región, los ingenieros se han propuesto arrancar
ciertos diques, rellenar algunos canales y redistribuir el agua en
toda el área. No hay garantías de éxito, y aun si se produce una recuperación parcial, los científicos no están seguros de cuánto va a
mejorar la salud del ecosistema a largo plazo, dado que la región de
Miami continúa desarrollándose aceleradamente. Con todo, el esfuerzo de restauración ha generado mucho entusiasmo a nivel local,
además de contar con el apoyo de los gobiernos estatal y federal. La
historia sobre cómo fue posible que un grupo con intereses tan diversos conformado por agencias gubernamentales, empresarios y
grupos ecologistas y de pescadores deportivos lograra ponerse de
acuerdo en torno a un proyecto tan costoso y difícil, muestra cuán
convincente —y amenazante— puede ser el agotamiento de un
ecosistema.
Drenar el pantano, contener la
inundación
E
l agua siempre ha sido un impedimento para el desarrollo de asentamientos humanos en la región de los
Everglades. Antes del siglo XIX sólo había unos cuantos
poblados de indígenas americanos a lo largo de la costa, pero el interior pantanoso del Territorio de Florida continuó
despoblado hasta que bandas de indios seminoles y miccosukee
que huían de las tropas del gobierno de Estados Unidos se establecieron en los Everglades en los años treinta del siglo XIX.
Los primeros colonizadores blancos consideraron a los Everglades y otros territorios con inundaciones estacionales como
tierras desperdiciadas e indeseables para el comercio, la producción de alimentos, el transporte y la seguridad personal, cuya
única posibilidad era ser desecados y «mejorados». El primer
foco de estos esquemas fue la agricultura. Con una población
muy reducida, y sin ninguna ciudad o base industrial importante, Florida comenzó a mirar hacia estos suelos pantanosos pero
fértiles como alternativa para su futuro.
EL COMIENZO DE LA AGRICULTURA EN FLORIDA
En 1881, el millonario Hamilton Disston, originario de Filadelfia, financió el primer intento real de desecar y cultivar las tierras
pantanosas del sur de Florida en un terreno de 20.000 hectáreas
en la parte alta de la cuenca del río Kissimmee. Su éxito con el
arroz y la caña de azúcar en las tierras recuperadas mostró su
productividad potencial. Sus canales —los primeros del área—
abrieron una ruta fluvial desde el lago Okeechobee hasta la Costa del Golfo. A finales de la segunda década del siglo XX la agricultura había echado raíces alrededor del lago y en otras partes
de la cuenca, al tiempo que se había excavado un sistema de drenaje rudimentario compuesto por cinco canales principales desde el lago Okeechobee hasta el Atlántico (Light y Dineen
1994:53-55; Light et al. 1995:120-122).
Pero los canales y diques iniciales no fueron suficientes para
proteger a la región de las desastrosas inundaciones ocasionadas
por los periódicos huracanes que azotaban la región. En 1926 y
1928, los huracanes ocasionaron más de 2.500 muertes y US$75
millones en daños cuando las crecidas rompieron el dique bajo
que protegía las áreas agrícolas localizadas al sur del lago Okeechobee. Estos desastres hicieron que se intensificaran los esfuerzos por contener el lago dentro de sus límites. El dique fue elevado y se crearon dos rutas para dar paso a las crecidas, una en
el este y otra en el oeste, con el fin de ayudar a conducir esas
aguas directamente hacia las costas del golfo y el Atlántico, en
vez de permitir que se desplazaran hacia el sur siguiendo su
curso normal (Light y Dineen 1994:55).
Desafortunadamente, cuando en 1947 y 1948 los Everglades
volvieron a ser golpeados por fuertes huracanes que inundaron el
90% del sudeste de Florida durante seis meses, se hizo evidente
que la protección contra las inundaciones era si acaso parcial.
Los representantes locales y del estado, con el respaldo de los
muy poderosos intereses de los agricultores y grupos urbanos,
presionaron para que el gobierno federal interviniera y financiara una solución duradera para el problema de las inundaciones
en esa área (Light y Dineen 1994:58; USACE 1998:I-22).
EL PROYECTO PARA EL CENTRO Y SUR DE FLORIDA
(C&SF)
Los funcionarios federales respondieron con un gran programa de
obras públicas: el Proyecto para el Centro y Sur de Florida (C&SF
por sus iniciales en inglés). Éste comenzó en 1950 y tardó 20
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años en ser concluido. El proyecto C&SF consta de un gran sistema entrelazado de canales, diques, bombas, esclusas para el control de las aguas y áreas de almacenamiento. Los diques separan a
los Everglades del corredor urbano oriental, al cual protegen de las
inundaciones potenciales originadas en la crecida de las aguas del
lago Okeechobee. Uno de los subproductos de estas obras (canales
de drenaje y bombas) ha sido que los niveles freáticos del área al
este del dique han descendido en más de 1,5 m, y han dado paso a
la urbanización (Light y Dineen 1994:58-76).
Lo que se proponía con el proyecto C&SF no era simplemente hacerle frente a las inundaciones, sino también asegurar
que el abastecimiento de agua para los usuarios urbanos y agrícolas fuera adecuado. En realidad, en ocasiones la escasez de
agua era un problema tan recurrente como el exceso de la misma. Los años de sequía eran comunes y propiciaban la entrada
de aguas salobres hacia los sectores locales de pozos, así como incendios en los suelos de turberas secas (USACE 1998:I-7).
Para asegurar un abundante suministro de agua, los ingenieros del proyecto C&SF dividieron los Everglades centrales en tres
enormes zonas confinadas en diques de perímetro. Éstas son las
Áreas de Conservación de Agua, que actúan como embalses gigantescos en los que se almacena el agua de la cuenca del Kissimmee y del lago Okeechobee, y que a la vez sirven como áreas
principales de reposición del acuífero que abastece de agua al litoral oriental urbanizado.
Otro elemento muy importante del proyecto C&SF fue la creación de una zona agrícola especial en los ricos suelos que están
justo al sur del lago Okeechobee. El Área Agrícola de los Everglades, como se le llama, convirtió cerca del 20% de las ciénagas
originales a la agricultura intensiva. La mayor parte de las
300.000 hectáreas dentro de esa zona se encuentra sembrada de
caña de azúcar, lo cual ha convertido a la industria azucarera en
un fuerza económica significativa en esa área (Light y Dineen
1994:60-66).
Otra de las metas del proyecto era abastecer el Parque Nacional
Everglades con agua suficiente para mantenerlo saludable. En
realidad, ésta fue una prioridad mucho menos importante que la
de mantener a la comunidad libre del peligro de las inundaciones
y con un buen suministro de agua, y en ese sentido se convirtió en
un punto de discusión después de que el proyecto hidrográfico masivo cobrara protagonismo. Desde el principio, quienes respaldaban el Parque Nacional Everglades cuestionaron el grado en que se
estaba planeando alterar el flujo natural del agua bajo el proyecto
C&SF, pero el fervor que despertó el control de las inundaciones
acalló esas objeciones (Light et al. 1995:126-131).
Contraprestaciones: un ecosistema
en transición
E
n general, el proyecto C&SF ha traído enormes beneficios sociales y económicos a la región. Desde su comienzo en 1950, la expansión urbana del corredor
Miami-Palm Beach ha traído consigo muchas fuentes
de sustento y barrios nuevos que albergan a 4,5 millones de
personas más (USACE 1998:V-12). Este proceso ha robustecido
la expansión de las industrias de servicios y del sector del comercio internacional, que en la actualidad representa más de la
mitad de la economía del sur de Florida (GCSSF 1995: Regional
Overview p.2).
La agricultura, que en lo fundamental es el resultado del
drenaje de los humedales y de las obras para el control de las
inundaciones, aporta por lo menos $2.000 millones anuales a las
arcas locales. Y ésta es sólo una pequeña parte, aunque políticamente significativa, de la economía y la cultura locales (SFERTF
1998a:9).
Los condados del sur de Florida lideran la producción de
caña de azúcar, naranja, pomelo y castaña, además de producir
otras variedades de vegetales de invierno y frutas tropicales que
no se pueden cultivar en ninguna otra parte de Estados Unidos.
Incluso la industria de los centros vacacionales y hospedajes,
vital para la economía turística de la región (que en 1995 produjo US$ 14.000 millones), se apoya en el suministro de agua
garantizado por el proyecto C&SF (SFERTF 1998a:9-10).
Pero los cambios en el ciclo hidrológico y en los patrones de
uso del suelo en el sur de Florida han impedido de varias maneras el funcionamiento natural del ecosistema, degradado los servicios que tradicionalmente ha suministrado y amenazado con
menoscabar la economía de la región.
PÉRDIDA DE CAPACIDAD HÍDRICA
El cambio físico más crítico para el ecosistema es que ya no tiene la capacidad de almacenar y liberar suficiente agua como
para satisfacer la demanda de las comunidades humanas y de la
(continúa en la pág. 176)
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Cuadro 3.5
El ecosistema del sur de Florida
llegar al lago Okeechobee, que operaba como un embalse gil ecosistema del sur de Florida ocupa una cuenca única y
gantesco. Cuando subían las aguas durante la estación de lluextensa —la Kissimmee-Okeechobee-Everglades— que
vias, el lago desbordaba sus orillas en la parte sur, derivando
cubre casi todo el tercio inferior del estado y sus áreas
agua hacia los Everglades en una extensa manta —aunque de
costeras, una superficie de aproximadamente 23.000 km2 (McPunas pocas pulgadas de profundidad— sobre la mayor parte
herson y Halley 1996:16). Dentro de esta enorme región se endel pantano. Esta capa de agua convierte a los Everglades cencuentran varios entornos diferentes, incluyendo pantanos de
trales en un río poco profundo cubierto de vegetación; un «río
agua dulce, praderas húmedas, ciénagas de cipreses, bosques
de pasto», como comunmente se conoce a los Everglades.
de pinos en el interior; praderas costeras, playas y bosques de
Dado que la pendiente es tan suave, con elevaciones que desmangle bordeando las costas; y arrecifes de coral y lechos de
cienden apenas 6 metros entre el lago Okeechobee y la bahía de
praderas submarinas en las aguas más tibias de las bahías de
Florida, el agua tarda 12 meses en atravesar los Everglades hasFlorida y Biscayne y en los estrechos de Florida.
ta llegar a la costa (Jones 1999; USACE 1998:II-3).
El agua fluye a través de la región, y en las zonas costeras es
el hilo dinámico que entreteje a
esas comunidades en un ecosistema único y extenso: una
alfombra interconectada de humedales, mesetas y áreas marinas y costeras (USACE
1998:II-2).
En el centro mismo de este
ecosistema se encuentran los
Everglades, que originalmente
cubrían una extensión de
11.650 km2 desde el lago Okeechobee hasta la bahía de Florida (McPherson y Halley
1996:16). Actualmente los Everglades han quedado reducidos
a casi la mitad de su extensión
original; el Parque Nacional
está en el sur y preserva sólo
una quinta parte de las tierras
pantanosas nativas (USACE
1998:5-4).
La dinámica del ecosistema
del sur de Florida ha estado y
está impulsada por un ciclo estacional de inundación y desecación. La mayor parte de los
100-165 cm de lluvia que recibe
la región anualmente cae entre
mayo y octubre y, bajo su régimen natural, casi toda la tierra
quedaba inundada durante
esta estación hasta que se secaba gradualmente entre finales del otoño y comienzos del
invierno (McPherson y Halley
1996:8). El agua fluía naturalmente de norte a sur pero de
forma lenta debido a lo llano
del terreno. El agua originada
en la cuenca del Kissimmee en
el norte, donde las elevaciones
son un poco más altas, fluía
gradualmente hacia el sur a
través de humedales que bor- Fuentes: Birbeck 1990; Davis y Ogden 1994;WSRI 1993; Florida Department of Environmental Protection
dean el río Kissimmee hasta 1996a, 1996b. La imagen LandSat (página opuesta) es de SFWMD, 1994.
E
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Imagen LandSat del ecosistema del sur de Florida
Área urbana
Caña de azúcar
Pantanos
de pastos dentados
e islas arboladas
Pantano de cipreses
Bosque de pino
Bosque de mangle
Extensión histórica
de los Everglades
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fauna silvestre de la región, particularmente en los años de sequía. La conversión de grandes extensiones de los Everglades y
otras áreas pantanosas en tierras agrícolas y suburbios ha reducido la capacidad de la cuenca para retener agua en la estación
lluviosa y liberarla durante la seca. Según algunas estimaciones,
cerca de la mitad de los humedales complementarios del sur de
Florida se han perdido, y con ellos la capacidad de almacenamiento (SFERTF 1998a:3).
PÉRDIDA DE CAPACIDAD DEL SUELO
El drenaje y disminución de los niveles freáticos en la mayor parte de la cuenca han causado el hundimiento generalizado del suelo, que en muchas áreas se ha perdido, con la consecuente amenaza al futuro de la agricultura de la región. En algunas partes de
las zonas agrícolas de los Everglades, la pérdida de la capa cultivable del suelo por secamiento y oxidación excede los dos metros,
es decir, casi la mitad de su profundidad original (Davis 1998).
Debido a ello son varios los terrenos que corren peligro de quedar
inservibles, lo cual ha convencido a algunos observadores de que el
futuro agrícola del área ha quedado reducido a unas pocas décadas
más (Snyder y Davidson 1994:107-108; Davis 1998).
PÉRDIDA DE LA CALIDAD DEL AGUA
La escorrentía de las áreas agrícolas y urbanas ha contaminado
el ciclo hidrológico y disminuido la calidad del agua en toda la
región. El problema más serio es la contaminación por fósforo,
cuyo nivel en el lago Okeechobee y algunas zonas de los Everglades está muy por encima de la tolerancia natural de los ecosistemas, con lo que se altera así el equilibrio de la comunidad
biológica. Por ejemplo, en el lago Okeechobee los niveles de fósforo se han duplicado en los últimos 20 años como resultado de
la escorrentía de estiércol proveniente de los ranchos ganaderos y
fincas lecheras; esto ha causado repetidas proliferaciones de algas
y por lo menos una mortandad de peces significativa en los años
ochenta (USACE 1998:III-21).
La contaminación por fósforo en las Áreas de Conservación de
Agua y en el Parque Nacional Everglades es tan preocupante
como la del lago Okeechobee, aunque en los dos primeros sitios
proviene de una fuente un tanto distinta. La exposición de las
turberas a la acción del aire en el Área Agrícola de los Everglades
durante el cultivo libera naturalmente fósforo a medida que los
suelos se oxidan. Las aguas de riego enriquecidas con fósforo que
se bombean desde el Área Agrícola de los Everglades ya han
permitido que las cattails —que prosperan en condiciones donde
el contenido de fósforo es alto— comiencen a desplazar la vegetación de pastos dentados que ha sido dominante en algunas
partes de las Áreas de Conservación de Agua. A los científicos les
preocupa que esa cantidad excesiva de fósforo pueda ahora alterar el balance de la vida animal y vegetal en el Parque Nacional Everglades (Armentano 1998; SFWMD 1998b:3-6).
PÉRDIDA DE DIVERSIDAD BIOLÓGICA
Las poblaciones de muchas especies de fauna silvestre y peces
han disminuido de forma drástica, a medida que sus fuentes de
alimento o sus sitios para anidar y desovar se han ido degradando o han desaparecido. La interrupción del ciclo hidrológico
también ha alterado el patrón estacional de inundaciones y secamiento del cual dependen muchos ciclos de vida de las especies
que habitan en los Everglades. Actualmente hay 68 especies en el
ecosistema del sur de Florida que han sido listadas por el Servicio Piscícola y de Fauna Silvestre de Estados Unidos como en peligro o amenazadas de extinción (SFERTF 1998a:3).
Las poblaciones de aves zancudas, incluyendo garzas, garcetas, cigüeñas y espátulas, han sido particularmente afectadas.
176
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M U N D I A L E S
Cuadro 3.6
Indicadores del deterioro de los Everglades
Pérdida de islas arboladas en el Área de Conservación 3
La salud de las tres islas es uno de los mejores indicadores sobre
la condición hidrológica general de los Everglades. Estos paraísos de biodiversidad sostienen más especies que cualquier otro
hábitat en los Everglades centrales, son los primeros en sufrir
durante la sequía y los menos tolerantes a las inundaciones
anormales.
Año
N.º de islas
arboladas
Área total
(ha)
Pérdida de área
1945-95 (%)
1940
1.041
8.907
—
1995
577
3.433
62
Fuente: SFWMD. 2000a:2-32-2-34.
Pérdida de poblaciones de aves zancudas que anidan en los Everglades
Desde que se comenzaron a llevar estadísticas y se iniciaron los esfuerzos de restauración, la gran garceta es la única de las aves zancudas de los Everglades que
no solamente ha satisfecho, sino incluso excedido, las metas de restauración.
Las cifras correspondientes a otras aves siguen en descenso.
Especies
Gran garceta
Garceta nevada
y garza tricolor
Ibis blanco
Cigüeña de bosque
Total
1931-46
1974-81
1982-89
1997-99
Meta de restauración
5.000-8.000
6.500
4.200
5.084
4.000
20.000-30.000
16.000
5.000
1.862
10.000-20.000
175.000-225.000
29.000
12.500
5.100
10,000-20,000
5.000-8.000
2.650
750
279
1.500-2.500
205.000-271.000
54.150
22.450
12.325
25.500-36.500
Fuente: Ogden 1994:542; Ogden 1999:16.
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Cuadro 3.7
Restauración significa más agua y agua limpia
n la actualidad, el proyecto C&SF desvía la mayor parte
del flujo natural de los Everglades con el objeto de controlar las crecidas. Y para ello se vierte en el océano Atlántico
entre 3 y 4 veces más agua de la que pasa a través de los Everglades hasta llegar a la bahía de Florida. Esa agua que se libera
en el Atlántico se pierde en términos de su uso potencial para
humanos y fauna silvestre. Los planes de restauración tratan
de captar nuevamente parte de este caudal perdido.
La restauración también requerirá un esfuerzo grande encaminado a eliminar la contaminación por fósforo originada en la
escorrentía agrícola, filtrándola a través de 16.000 ha de humedales artificiales antes de vertirla en los Everglades. Estos pantanos de filtración reducen el fósforo a 20 partes por mil millones (ppb) o menos. Desafortunadamente, los científicos creen
que el umbral en que el fósforo comienza a ocasionar daños a
los Everglades es de 11 ppb, lo cual significa que será necesario
hacer una filtración adicional.
E
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Los científicos estiman que en 1870 había cerca de dos millones
de aves zancudas en los pantanos y estuarios del sur de Florida.
En la década de los años setenta esa cifra había disminuido a
algunos cientos de miles, esto es, al 10% de su nivel histórico. Estas poblaciones siguen declinando hoy en día (De Golia
1997:45).
La pérdida de diversidad biológica en el área es preocupante tanto desde el punto de vista de la conservación como económico. Los conservacionistas de todo el mundo han destacado el
sur de Florida, y especialmente el Parque Nacional Everglades, por su riqueza biológica. El Parque es uno de los tres lugares en el mundo que han sido declarados simultáneamente Sitio
de Patrimonio Mundial, Reserva Internacional de la Biosfera y
Humedal Ramsar de Importancia Internacional. El Parque es
también un destino turístico importante que atrae a un millón
de visitantes al año. Si continúan los patrones actuales de deterioro del Parque, los funcionarios del área han advertido que el
impacto económico podría ser sustancial. En un estudio gubernamental se estimó que si la salud de la bahía de Florida en el
extremo sur del parque continúa declinando al ritmo actual,
las pérdidas económicas podrían ascender a más de US$250 millones al año provenientes de la reducción del turismo y de las
capturas comerciales de camarón, langosta, pargo y mero
(GCSSF 1995:Introduction p.2).
PÉRDIDA DE ESPECIES NATIVAS
Las especies de plantas y animales exóticos han invadido más
de 3,7 millones de hectáreas en el sur de Florida y amenazan
con desplazar a muchas de las especies nativas, especialmente
en el Parque Nacional Everglades (SFERTF 1998a:3). Los
cambios en el ciclo hidrológico natural han fomentado la propagación de especies como la Melaleuca, la pimienta brasileña
y un helecho trepador del viejo mundo, los cuales prosperan en
condiciones más secas (SFWMD 1998b:7). El sistema de canales, que provee rutas no naturales hacia las áreas naturales,
también ha sido una vía importante para la propagación de
plantas invasoras como el jacinto de agua y la anguila de pantano asiático, una especie introducida relativamente nueva
cuyo voraz apetito podría amenazar a los peces nativos (Armentano 1998; SFWMD 1998a:24).
Un cambio de actitudes
T
ranscurrió un buen tiempo antes de que se notara el deterioro de rasgos claves del ecosistema, e incluso cuando el daño ambiental comenzó a ser obvio, pasaron
varios años antes de que se llegara a un consenso sobre
cómo abordar el problema. Sin embargo, varios eventos y crisis
graves contribuyeron a acelerar el proceso. Como siempre fue el
agua —o su escasez— el elemento clave para explicar a la gente
que las alteraciones que se habían introducido en el sistema natural eran todo menos perfectas.
Desde 1963 hasta 1965, los administradores de recursos hídricos del proyecto C&SF habían impedido que el agua fluyera
hacia el Parque Nacional Everglades en el sur, con el fin de llenar
las Áreas de Conservación de Agua recientemente creadas. Pero
la sequía de esos años hizo que el parque se quedara sin agua suficiente. Durante tres años consecutivos dejaron de formarse colonias reproductivas de garzas e ibis en sus lugares tradicionales.
Las cámaras de televisión llevaron a las audiencias nacionales los
problemas del parque y les hicieron ver que los conflictos en
torno al agua tienen el potencial de volverse más comunes a
medida que aumenta la demanda del líquido en las áreas urbanas. Posteriormente, el Congreso de Estados Unidos ordenó que
los administradores de recursos garantizaran un suministro adecuado de agua para el parque, aunque la discusión acerca del
significado de la palabra «adecuado» consumiría muchos años
más y eventualmente orientaría el diseño del plan de restauración
(Light et al. 1995:127, 129).
En 1970 la sequía volvió a golpear. La escasez de agua que
afectó al sur de Florida fue tan intensa que los políticos del estado decidieron actuar aprobando leyes históricas que ordenaban
la adopción de un enfoque regional para el manejo de los recursos hídricos (Light et al. 1995:133). En 1983, el gobernador Robert Graham lanzó el programa «Salvemos nuestros Everglades»; se trataba del primer intento de abordar el problema de los
ecosistemas a una escala regional, y de la primera iniciativa pública para fijar la meta de restaurar componentes del ecosistema
de manera tal que se aproximaran a su estado natural (Light et
al. 1995:142).
Pero en vez de mejorar, las condiciones de todo el ecosistema
continuaron empeorando. En 1988, las trompetas de los heraldos
ecológicos anunciaron el precario estado de salud del ecosistema.
La bahía de Florida es un estuario tropical poco profundo localizado en la punta meridional de la península; en ese momento se
produjo una rápida mortandad de praderas marinas y una disminución muy notoria en la claridad del agua, fenómeno éste que
se prolongó varios años. El canal de navegación se vio plagado de
proliferaciones de algas, mientras que las capturas de la pesca
tanto comercial como deportiva disminuyeron (Armentano 1998;
USACE 1998:III-23).
Al mismo tiempo, Dexter Lehtinen, un impetuoso procurador
al servicio del gobierno federal, puso una demanda contra la
autoridad regional responsable del servicio del agua (South Florida Water Management District) por vertir en los Everglades
agua contaminada con escorrentía agrícola. La demanda del gobierno federal, basada en los estudios realizados por el propio
distrito, aseguraba que el exceso de fósforo proveniente del Área
Agrícola de los Everglades estaba amenazando el Parque Nacional Everglades y el Refugio Nacional de Fauna Silvestre Loxahatchie, ubicado cerca del parque. El objetivo inmediato de la
demanda era obligar al distrito a que exigiera a los agricultores
tratar sus efluentes antes de liberarlos. Pero el efecto más amplio
de la demanda fue revelar las contradicciones inherentes entre el
servicio tradicional que el distrito le presta a la comunidad de
agricultores —abastecerles de agua de riego y eliminar la escorrentía— y su responsabilidad de suministrar agua limpia al
Parque Nacional Everglades (Aumen 1998; Light et al.
1995:144-146).
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En un principio el distrito peleó contra la demanda, pero en
1991 el nuevo gobernador Lawton Chiles hizo que la agencia admitiera que sí había un problema y que comenzara a colaborar
con las autoridades federales en vez de seguir desperdiciando recursos contestando la demanda. Esto dio lugar a un proceso encaminado a redefinir la misión del distrito para que incluyera la
custodia del ecosistema del sur de Florida. Eventualmente el
distrito se convertiría en uno de los principales promotores de la
idea de restaurarlo (Aumen 1998).
En 1993, el gobierno federal formó el Destacamento para la
Restauración del Ecosistema del Sur de Florida, que se ha convertido en un actor fundamental en el desarrollo de un plan coherente de restauración para el ecosistema completo. El Destacamento ha actuado como organismo convocante para traer a la
mesa de negociación a todos los grupos con intereses legales en la
restauración, en cuya lista figuran 10 agencias federales y estatales, varios gobiernos locales (condados), la tribus indígenas
miccosukee y seminole y el Distrito de Manejo Hídrico del Sur de
Florida. Los grupos de interés agroindustriales, los ecologistas y
los representantes de actividades recreativas y deportivas también participan en las audiencias públicas donde se toman decisiones sobre cuestiones relativas a la restauración (SFERTF
1998a:7).
Tan significativo como lo anterior es el hecho de que, en
1994, el estado creó la Comisión del Gobernador para un Sur de
Florida Sostenible, la cual ha afirmado categóricamente que
los problemas con el ecosistema de esa región están íntimamente ligados a los patrones regionales más amplios de uso de
la tierra y otros recursos, y a los de expansión económica. Si no
se abordan estos aspectos, advierte la Comisión, las actividades
de restauración no serán efectivas a largo plazo (GCSSF 1995:
Resumen p.1).
Restaurar el flujo, revitalizar el
ecosistema
¿Q
ué significa realmente restaurar el ecosistema del
sur de Florida? Una década de estudios científicos,
debates y negociaciones ha conducido a forjar un
amplio consenso en torno a aquéllo que es necesario
reparar y por dónde se debe comenzar. Actualmente los planes
incluyen 200 proyectos encaminados a restaurar hábitats, manejar el crecimiento urbano, realinear las prácticas agrícolas y reconfigurar las estructuras de control hídrico del proyecto C&SF.
Tres metas principales subyacen a estos esfuerzos (SFERTF
1998a:1, 8-10):
■ Restaurar los patrones hidrológicos naturales del área hasta
donde sea posible, meta que se conoce como «que el agua
funcione como debe ser».
■ Aumentar la salud y la extensión de los hábitats de vida sil-
vestre, de manera que las especies que se han ido agotando
puedan recuperarse.
■ Disminuir la presión sobre los ecosistemas controlando el cre-
cimiento suburbano y fomentando una economía que busque
equilibrar las necesidades humanas y los límites biológicos del
sistema natural.
QUE EL AGUA FUNCIONE COMO DEBE SER
La primera meta —restaurar un patrón hidrológico más natural— es la base sobre la cual se levantan todos los demás aspectos de la recuperación del ecosistema. Asimismo constituye el
foco del plan de US$7.800 millones que lanzó en 1998 el Cuerpo de Ingenieros del Ejército de Estados Unidos para rediseñar el
proyecto C&SF. La estrategia básica para este ambicioso plan es
aumentar la capacidad de almacenar agua dentro de la cuenca.
Esto hará que los administradores de recursos hídricos dejen de
liberar tanta agua —cuando está alta— desde el lago Okeechobee para que llegue directamente a los estuarios costeros, y la dirijan más bien hacia los Everglades en los momentos más apropiados y en las cantidades suficientes. También se aumentará el
agua disponible para el abastecimiento urbano y la agricultura
(SFERTF 1998a:8; USACE 1998:I-ix).
Los modelos informáticos del flujo hídrico de la región predicen que si no se reconfigura el sistema para que almacene una
mayor cantidad de agua, a medida que las poblaciones e industrias continúen creciendo durante los próximos 30 años podría
presentarse escasez de agua cada segundo año en promedio en la
mayor parte de las áreas urbanas de la región (USACE 1998:iv).
Este sería un golpe muy fuerte para la estabilidad económica y la
calidad de vida del área, y enfrentaría a los usuarios urbanos con
los agricultores, y a éstos dos con los ecologistas. Actualmente la
cantidad de agua que se descarga directamente en la costa es tres
veces mayor de la que se permite pasar para que continúe su flujo natural a través del Parque Nacional Everglades y hacia la bahía de Florida (McPherson y Halley 1996:39). Desde el punto de
vista de las necesidades humanas y ambientales, esta agua en lo
fundamental se pierde.
Para crear más capacidad de almacenamiento en el sistema, el
plan de restauración hace una llamada para que se combinen
(a) nuevos embalses de superficie, algunos de los cuales se pueden
crear en canteras de roca existentes; (b) pantanos; y (c) una técnica innovadora de bombear agua hacia abajo en los pozos hasta
los acuíferos poco profundos durante la estación de lluvias, para
almacenarla allí temporalmente y luego recuperarla durante la estación seca. Estos tres elementos se combinarán en un sistema interconectado a lo largo del lado oriental de los Everglades, que a
la vez servirá como mecanismo de amortiguamiento contra la
invasión de los suburbios (USACE 1998:v-vi). En el Área Agrícola de los Everglades, los terrenos convertidos a la agricultura
también actuarían como embalses de superficie. Para ejecutar
esta estrategia, en 1999 funcionarios federales y estatales compraron una extensión sembrada de caña de azúcar de 259 km2, la
cual será retirada de la producción y eventualmente se destinará a
que reciba las aguas excedentes de las inundaciones (McClure
1999b). En otras partes, la instalación de plantas de tratamiento
de aguas residuales permitirá que los administradores de recursos
hídricos puedan reutilizarlas para recargar los acuíferos.
180
R E C U R S O S
M U N D I A L E S
Los planes de restauración también requerirán que los agricultores descarguen agua más limpia en los Everglades. El acuerdo legal surgido de la demanda federal de 1988 contra el distrito hídrico obliga a los agricultores a utilizar prácticas de cultivo
que reduzcan el fósforo que liberan en su escorrentía. Al mismo
tiempo, los agricultores del Área Agrícola de los Everglades deben pagar un tercio de los costos de construcción de 16.000
hectáreas de pantanos especiales para eliminar el fósforo —los
humedales artificiales más grandes del mundo—, a través de
los cuales pasarán los efluentes agrícolas antes de llegar a los
Everglades. Con el fin de cumplir las nuevas restricciones sobre
calidad del agua que entrarán en vigencia en el 2003, los agricultores tendrán que eliminar aún más fósforo de sus efluentes.
Los investigadores aún no han decidido cuál es la mejor manera
de hacer esto a un coste razonable (Aumen 1998).
Otro componente esencial de la restauración de un patrón
hidrológico más tradicional en la región es la eliminación de las
barreras que obstaculizan el flujo de la capa hídrica a través de
las Áreas de Conservación de Agua y hacia el Parque Nacional
Everglades. Los planes actuales piden que se eliminen aproximadamente 800 km de canales y diques en las áreas de Conservación de Agua y que se rediseñe una porción de la vía principal
que atraviesa los Everglades; a lo largo de esa ruta se instalarán
esclusas y alcantarillas para recuperar el flujo de agua interrumpido por la carretera desde que fue construida en 1928
(USACE 1998:vi).
RECUPERAR LA FAUNA SILVESTRE
La reconfiguración del proyecto C&SF para restaurar un ciclo
hidrológico más natural debería contribuir a lograr la segunda
meta de restauración, a saber, mejorar la calidad del hábitat y recuperar las poblaciones de fauna silvestre. El sistema original era
enorme y estaba interconectado hidrológicamente. En condiciones
naturales, los animales por lo general encontraban un suministro
adecuado de alimentos y áreas de reproducción en alguna parte del
sistema. El drenaje y la construcción de diques en la cuenca interrumpió la conectividad del sistema e impidió que muchos de los
animales encontraran hábitats apropiados que funcionaran de
forma sincronizada con su ciclo de vida (USACE 1998:vii-viii).
Al eliminar los diques internos y permitir la liberación de
una mayor cantidad de agua con una mejor dirección y sincronización, los administradores de recursos hídricos esperan recrear
muchas de las condiciones que favorecían a la fauna silvestre.
Ellos esperan que las especies que están en todos los niveles de la
cadena trófica —desde pececillos hasta cocodrilos, garzas y nutrias— comiencen a recuperar su densidad y distribución de población originales. Los biólogos del distrito hídrico tienen la esperanza de que las poblaciones de aves zancudas renazcan; estas
aves son quizás las más sensibles a la condición de los hábitats de
toda la cuenca (USACE 1998:vi-ix).
Hasta qué punto —y en qué lapso de tiempo— se recuperarán
los elementos vivos del ecosistema es algo que todavía no se sabe.
Los científicos han definido criterios biológicos para juzgar si el
sistema se está recuperando verdaderamente, aunque todavía
hay controversia y preocupación en torno a lo que se puede espe-
rar, especialmente si se considera el elevado precio que hay que
pagar por ello. Algunos críticos creen que el plan de recuperación
no recreará lo suficientemente los patrones hidrológicos como
para permitir una recuperación a gran escala y que rendirá beneficios mucho menores a la fauna silvestre de lo que se proclama
(McClure 1999a; Santaniello 1998; Santaniello 1999; Stevens
1999). Incluso los biólogos del gobierno se muestran cautelosos.
Ellos han trabajado intensamente en el diseño de una estrategia
integrada cuya meta sea asegurar que el plan de restauración
beneficia a la mayor cantidad posible de especies en peligro del
área, pero no esperan que todas las afectadas sobrevivan.
FRENAR EL DESARROLLO
Quizás la meta más desafiante de todas sea la de modificar el desarrollo y las actividades económicas en el corredor urbano de
Miami, para que sean menos destructivas del medio ambiente.
Los biólogos y los planificadores de recursos hídricos saben que
si no se logra progresar en este aspecto, tarde o temprano sus esfuerzos por restaurar el ecosistema del sur de Florida terminarán
ahogados en el creciente desarrollo que todavía está surgiendo en
el corredor urbano de Miami. Cada año llegan a la zona 29.000
nuevos jubilados para disfrutar de su clima, belleza natural y
economía en expansión (SFERTF 1998b:iii). Para el año 2010,
se espera que la población de la región llegue a 8 millones, mientras que algunos proyectan que para el año 2050 podría casi triplicarse hasta sobrepasar los 15 millones (GCSSF 1995:Regional
Overview p.1).
Los planes para manejar el influjo esperado consideran una serie de pasos para detener la expansión urbana. Un programa regional llamado «Eastward Ho!» está animando a los gobiernos
para que fijen límites a la urbanización y reorienten el nuevo crecimiento hacia las áreas ya urbanizadas construyendo en los espacios
no utilizados, reparando lugares deteriorados, y limpiando terrenos
contaminados para recuperarlos. El segundo paso esencial por el
cual presionan a los gobiernos del área los abogados de la restauración es modificar las normas de construcción para requerir que se
eleve la densidad de viviendas en las nuevas urbanizaciones de los
suburbios. Otro componente importante del esfuerzo general para
reducir el impacto del crecimiento futuro es el mejoramiento del sistema de transporte, de manera que fomente un patrón de urbanización más denso y menos dependiente del automóvil.
Ninguno de estos pasos es fácil; todos requieren que se adopten decisiones sobre el uso del suelo que involucran a una gran
cantidad de gobiernos locales cuyos planes de ordenamiento territorial carecen en la actualidad de una coordinación regional
significativa y se encuentran sometidos a intensas presiones políticas (GCSSF 1995: Resumen pp.1-7).
Más allá de los Everglades
E
s imposible saber todavía si el esfuerzo por rejuvenecer
el ecosistema del sur de Florida será finalmente exitoso.
Por un lado, el esfuerzo de restauración ha tenido un
comienzo impactante y su lista de logros y ventajas
presenta un escenario esperanzador, en la medida en que cuenta
181
C a p í t u l o
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l o s
e c o s i s t e m a s
con un apoyo popular y político generalizado que se origina en el
conocimiento básico que se tiene sobre el estado actual del ecosistema, su vulnerabilidad frente a un deterioro continuado y la
aceptación del principio de que se requiere que el ecosistema tenga un mínimo de salud para sostener la economía local y la calidad de vida que la gente disfruta. Esto por sí solo ya representa
un enorme paso adelante. Al mismo tiempo no se puede subestimar la dificultad que implica hacer que regresen a la zona poblaciones saludables de aves zancudas, que la bahía de Florida
recobre su productividad original, o lograr recuperar aunque
sea una de las 68 especies en peligro cuya supervivencia pende
de un hilo.
Aun así, y sea cual sea el resultado, el esfuerzo en los Everglades ya ha dejado varias enseñanzas. Primero, que todo muestra cuán vulnerables son los ecosistemas ante enfoques de gestión
de objetivo único, especialmente cuando los administradores no
están bien familiarizados con el funcionamiento interno de aquéllos. Sin saber de qué manera los cambios en la hidrología del
área prodrían afectar el ecosistema del sur de Florida era imposible que el Cuerpo de Ingenieros de Estados Unidos pudiera
prever las contraprestaciones que iban a surgir cuando construyó el proyecto C&SF. E incluso si hubiera tenido ese conocimiento, poco hubiera podido hacer al respecto, dado que su
meta fundamental era controlar las inundaciones y mejorar el
abastecimiento de agua.
La experiencia de los Everglades también ofrece un argumento plenamente convincente sobre la necesidad de evitar que
el ecosistema se degrade desde un comienzo. El precio de
US$7.800 millones —que es apenas la cuota inicial de lo que se
considera la primera etapa de un proceso general de recuperación— no deja duda de que un esfuerzo de esta magnitud requiere enormes inversiones; inversiones que pueden ser varias ve-
ces superiores a los gastos en que se ha incurrido para alterar el
ecosistema. Aun así, es posible que el precio que se deba pagar
no sea tan oneroso cuando se lo compara con los beneficios que
se perderían si el ecosistema continúa degradándose o falla totalmente. Sólo el comercio turístico asciende a US$14.000 millones anuales, de los cuales se lucra cada año la economía del
sur de Florida; el éxito general de esta industria está directamente relacionado con la salud del ecosistema.
Pero quizás la enseñanza más importante es que la idea de
restaurar un ecosistema resulta enormemente atractiva. El hecho
de que tanto el público como los políticos aceptaran un programa
de restauración de semejante magnitud y nivel de gasto muestra
cómo una visión bien articulada de lo que puede ser un ecosistema reparado puede convertirse en un fuerza muy potente de
consenso y cambio. Al mismo tiempo, la experiencia de los Everglades no deja ninguna duda de que la cristalización de esta visión requiere paciencia y compromiso. Lleva tiempo saber cómo
y por qué un ecosistema está fallando y cómo recomponerlo
para que funcione de nuevo; lleva tiempo negociar en torno a las
controversias inevitables que surgen sobre la mejor manera de
gastar los preciosos dólares disponibles para lograr el máximo
grado de recuperación posible. La maduración de los esfuerzos
para restaurar los Everglades ha consumido casi tres décadas, y
no cabe la menor duda de que la curación prevista tardará mucho más de tres décadas.
Por último, una recuperación apenas parcial del ecosistema
no será suficiente, porque el examen final será precisamente
mantenerlo de manera tal que no vuelva a fallar. Y esto requerirá que surjan buenos resultados de una visión mucho más ambiciosa sobre una economía regional, para que a través de sus
impactos no vuelva a asfixiar la vida que con tanto cuidado ha
sido renovada.
182
R E C U R S O S
M U N D I A L E S
LA
GESTIÓN DEL MANGLAR DE
MANKÒTÈ
A
lgunos los llaman «las raíces del mar». Los manglares
son bosques de árboles nudosos tolerantes a la sal que
crecen en zonas intermareales y estuarios donde coinciden el óceano, la tierra y el agua dulce. Se agarran a
los suelos de arena y barro a través de un laberinto de raíces entrelazadas capaces de resistir el golpe de las olas y la erosión. Estas plantas sin igual y altamente adaptables, de las cuales existen
cerca de 60 especies, se encuentran a lo largo de la mayoría de
los litorales tropicales y subtropicales del mundo.
Para algunos residentes costeros los manglares son «las raíces
de la comunidad». Los bosques, pantanos y humedales donde
prosperan son ecosistemas de alta diversidad y productividad.
Los habitantes de la costa utilizan los manglares como fuente de
leña, materiales de construcción, alimentos, medicinas y taninos.
Para los pescadores, los manglares son vitales pues sirven como
área de reproducción para muchas especies de vida marina. Las
hojas, las ramas pequeñas, los propágulos y las frutas que caen de
esos árboles contribuyen a la producción de detrito, del cual se
abastecen en abundancia los peces y otras especies de fauna silvestre. Los manglares son también utilizados para anidar y como
estaciones migratorias por miles de especies de aves. En su calidad
de amortiguadores a lo largo de la costa, los bosques de mangle
protegen el litoral, las cosechas y los poblados de las inundaciones
durante las tormentas, aparte de prestar abrigo a los botes de los
pescadores y proteger a los arrecifes de coral de la contaminación
por partículas sólidas en suspensión. Además, los manglares controlan la sedimentación y la erosión costera.
Pero su capacidad de resistencia y adaptación, así como su
valor, no les sirven para protegerse del número cada vez mayor de
amenazas antropogénicas que se ciernen sobre ellos, como bien
lo comprendieron las comunidades e instituciones de la costa sudeste de la isla caribeña de Santa Lucía en la década de los años
ochenta. Este discernimiento les condujo a diseñar un programa
innovador para permitir que los residentes obtuvieran beneficios de
Mankòtè, el bosque de mangle más grande de Santa Lucía, sin degradar los servicios del ecosistema y su viabilidad a largo plazo.
En busca de un cambio
en las prácticas comunitarias
M
ankòtè fue parte de una base militar de Estados
Unidos durante la segunda guerra mundial. Cuando
la base cerró y el área se convirtió en propiedad pública en 1960, este bosque de mangle de 63 hectáreas —20 % del área total de manglares del país— todavía se encontraba poblado de árboles muy bien desarrollados (Geoghegan
y Smith 1998:1). En su calidad de recurso de acceso abierto,
muy pronto se convirtió en objeto de usos variados y a veces destructivos que oscilaban desde pesca de temporada, caza de aves
y recolección de cangrejos, hasta vertido de desperdicios y aspersión de insecticidas para erradicar los mosquitos (Smith y
Berkes 1993:123-124).
Sin embargo, la presión más grande que soportaba el manglar
era la tala indiscriminada por parte de los residentes, destinada a
la producción comercial de carbón de leña. A principios de la década de los años ochenta, la producción de carbón se había convertido en una fuente esencial de sustento y en una industria artesanal de importancia. El uso de la madera de mangle para
producir carbón es popular por su bajo coste en comparación con
el de los carburantes de petróleo, además de que puede ser fácilmente transportado y su combustión es lenta. Mankòtè se
convirtió en la fuente principal de abastecimiento de carbón
para los aproximadamente 15.000 residentes de Vieux Fort, una
comunidad aledaña, y para otras asentadas en la zona sudeste de
la isla. Aunque no se dispone de datos concretos, los residentes
más antiguos del área observaron que durante esos años se estaban aprovechando árboles de mangle cada vez más pequeños
ante la escasez de árboles maduros (Smith 2000).
Por esa época, el Instituto Caribeño de Recursos Naturales
(CANARI por sus siglas en inglés) identificó el manglar de
Mankòtè como una prioridad de conservación. CANARI muy
pronto se dio cuenta de que los propios productores de carbón
eran un elemento clave en la protección del manglar. Y aunque
ellos mismos estaban creando la tensión, paralelamente aplicaban una serie de medidas sólidas de manejo. Por ejemplo rotaban
la corta, permitiendo que los árboles se regeneraran antes de
talar de nuevo, y dejaban aquellas especies de mangle que producen un carbón de deficiente calidad pero que al mismo tiempo
operan como cubierta para impedir la evaporación de la ciénaga.
CANARI propuso una estrategia de manejo que era a la vez
innovadora y controvertida para esa época. El instituto abogaba
porque el manglar fuera manejado conjuntamente con quienes lo
aprovechaban, un grupo de personas pobres sin tierra y sin derechos legales a utilizar el recurso, que a la vez era la gente que
más dependía de él y la que le hacía más daño. Con la aprobación tácita del gobierno, CANARI lanzó lo que se ha convertido
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Tal y como se concibió inicialmente, la parcela sembrada de árboles
iba a ser gestionada por el grupo como un todo, y a éste también se
destinarían los beneficios. Sus miembros se organizarían para realizar
el aprovechamiento y otras actividades. La producción de postes en
el manglar iba a ser también una actividad grupal. Sin embargo, ha resultado más fácil para la gente continuar utilizando el manglar y la
zona arbolada sin que en realidad exista una coordinación estricta
de las actividades. Las extracciones se realizan individualmente o
en pequeños equipos y se las registra mensualmente.
en un esfuerzo permanente encaminado a probar diferentes maneras de salvar el manglar y mantener los ingresos de los productores de carbón (Geoghegan y Smith 1998:4, 7).
Entre los pasos clave que dio CANARI figura la organización
de los productores en una cooperativa informal de 15 personas
más o menos; la cooperativa se llama Grupo de Productores
Agrícolas y de Carbón Aupicon (GPACA). CANARI trabaja con
el grupo para supervisar y hacer un seguimiento a las tendencias
de la producción de carbón y a la condición del manglar. El
GPACA se ha comprometido a aplicar una serie de prácticas de
aprovechamiento sostenibles, lo cual incluye la prohibición de
cortar los árboles que bordean las vías navegables, la preservación de los árboles grandes, y cortar al sesgo el tocón del árbol.
Para reducir las presiones sobre el manglar, las agencias gubernamentales, ONGs y los usuarios buscaron crear una nueva
fuente de madera que alimentara la producción de carbón. Entre
1983 y 1985, en un terreno cercano a Mankòtè el Departamento
de Bosques y Tierras sembró 62 hectáreas de árboles de madera
dura de rápido crecimiento, principalmente Leucaena y una especie de palma que los miembros de la cooperativa utilizan para
hacer escobas. El gobierno también cedió a los productores, en
calidad de préstamo, un terreno bastante grande para que sembraran allí productos agrícolas comercializables.
Aunque los esfuerzos iniciales de los productores de carbón en
las tareas agrícolas y de siembra de árboles estuvieron plagados
de problemas —desde incendios hasta los derivados de la falta de
experiencia agrícola, de mercadeo y de trabajo en equipo— recientemente se ha producido un buen aprovechamiento comunitario del terreno arbolado. Aunque el bosquecillo todavía está lejos de poder reemplazar al manglar como fuente de bienes
comercializables, las estrategias de manejo y las nuevas oportunidades para diversificar el ingreso continúan evolucionando.
Por ejemplo, en 1993 los productores de carbón comenzaron a
operar como guías de grupos de turistas y escolares en el área del
manglar, lo cual se convirtió en una nueva oportunidad de ge-
nerar ingresos. Las ONGs del área les han capacitado y han donado asistencia técnica para hacer los signos del sendero interpretativo, un paseo entablado y una torre de observación; al
mismo tiempo han ayudado en la promoción y organización de
las excursiones (Smith 2000; Brown 1996).
Para limitar las amenazas externas, las instituciones locales
realizaron una protesta exitosa contra el programa de erradicación de mosquitos del Departamento de Salud, el cual estaba
ocasionando daños a las funciones hidrológicas y a la fauna silvestre del manglar; asimismo hicieron que Mankòtè fuera designado como reserva marina en 1986. Esta designación le ofrece al
manglar completa protección contra cualquier uso extractivo sin
el permiso escrito del Jefe de Pesquerías, lo cual ha puesto fin a
años de vertidos ilegales de basura. Los productores de carbón
son los únicos que tienen derechos legales para aprovechar los recursos madereros del manglar (Smith 1999).
Al igual que muchos otros enfoques participativos para el
manejo de ecosistemas, la estrategia de Mankòtè ha tardado más
de una década en lograr muchos de sus objetivos. En los años noventa, la tendencia general hacia la degradación había sido invertida. Entre 1986 y 1992, la vigilancia del desarrollo de cuatro
especies de árboles en cuatro de los cortes transversales mostraron un aumento significativo en el número de troncos de mangle
con más de 25mm/m2, pasando de 0,10 a casi 2 (Smith y Berkes
1993:126-127). El área basal, esto es, el área total de troncos, se
había incrementado cuatro veces. Dado que 1991 fue un año en
el que la producción de carbón fue particularmente abundante,
la creciente regeneración de los manglares registrada en el estudio de 1992 es especialmente digna de mención. Tanto las observaciones en el terreno como las entrevistas llevadas a cabo indican que prevalecen los métodos de preservación sobre la tala
indiscriminada (Smith y Berkes 1993:126-127). Aunque los datos son todavía limitados, la investigación realizada durante los
últimos años sugiere que la densidad y el tamaño de los árboles
han continuado aumentando, mientras que la producción de
carbón se había promediado en dos toneladas/mes a principios
de 2000, apenas un poco menos de lo que había sido en los últimos 15 años (Smith 2000).
El futuro de Mankòtè sigue siendo incierto. Un tropezón económico en Santa Lucía podría poner nuevamente al manglar
bajo presión. El gobierno recibe continuamente propuestas para
urbanizar el manglar y los terrenos circundantes; afortunadamente varias agencias claves se preopupan por identificar qué
clase de desarrollo sería posible sin que se invada el manglar y se
pongan en peligro sus funciones. Actualmente se están llevando a
cabo investigaciones para determinar otras presiones potencialmente significativas para los manglares, incluyendo los impactos
de la extracción de cangrejos y de la pesca, y para poner a prueba la efectividad de algunas prácticas silvícolas en el manglar,
con la esperanza de mejorar los rendimientos de la regeneración.
Con todo, las partes interesadas coinciden en que este esfuerzo
colaborativo informal en Mankòtè proporciona actualmente más
protección al manglar que cualquier agencia del gobierno o institución por sí sola. Este modelo también ha permitido que las familias rurales disfruten de sus beneficios económicos.
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M U N D I A L E S
BOLINAO
RECUPERA SU ARRECIFE
C
on sus hermosas caídas de agua, suaves colinas, playas
blancas y espectaculares puestas de sol, Bolinao ha sido
llamada la «obra maestra de la naturaleza». Pero quizás el bien más valioso que poseee esta municipalidad
sean sus 200 km2 de arrecifes de coral. Cerca de una tercera parte de los 30 poblados y 500.000 habitantes de Bolinao dependen
de la pesca artesanal (McManus et al. 1992:43), y el complejo
coralino Bolinao-Anda sirve como área de desove para el 90% de
la pesca de captura del área. En este arrecife se aprovechan más
de 350 especies de vertebrados, invertebrados y plantas, que se
comercializan en los mercados de Bolinao cada año (Maragos et
al. 1996:89).
Por todo lo anterior es fácil imaginar la consternación de residentes, investigadores marinos y ONGs cuando en 1993 se enteraron de que un consorcio internacional quería construir la que se
anunciaba como la fábrica de cemento más grande del mundo, y
justo en el litoral cubierto por el arrecife. La industria del cemento
figura entre las tres principales contaminadoras de las Filipinas
(Surbano 1998), y los planes para el complejo de Bolinao incluían un cantera, una planta eléctrica y un muelle. La producción de una tolenada de cemento acabado puede consumir 3.500
libras de materia prima; entre los contaminantes que libera esta
industria —que además consume energía de forma intensiva— figuran el dióxido de carbono, el dióxido de azufre, el óxido nitroso y el polvo, arrojando cerca de 360 libras de partículas por
cada tonelada de cemento producida. Otro subproducto del proceso es un agua altamente alcalina, tóxica para los peces y otras
formas de vida acuática (Environmental Building News 1993).
El debate que se dio en torno a la construcción de la planta le
dio un carácter de urgencia e importancia a los esfuerzos locales
por garantizar la viabilidad a largo plazo de los recursos costeros
de Bolinao. Enfrentados a un poderoso consorcio empresarial
con intereses políticos y económicos, los residentes lograron echar
abajo la idea de que los beneficios a corto plazo de la planta de
cemento compensarían el riesgo de arruinar el ecosistema a largo plazo. Semejante resultado es un logro poco usual y significativo, particularmente en los países en desarrollo donde la acción ciudadana y la participación amplia en el manejo de los
recursos naturales probablemente se van a enfrentar a enormes
obstáculos, incluyendo un acceso limitado tanto a la información
ambiental como al proceso político.
Un ecosistema marino amenazado
E
n muchos círculos, la fragilidad ambiental de Bolinao
fue reconocida mucho antes de que el grupo empresarial taiwanés Tuntex anunciara sus planes de construir
su enorme complejo destinado a la producción de cemento. Por ejemplo, un estudio realizado en 1986 por el Instituto de Ciencias del Mar de la Universidad de las Filipinas documentó el daño significativo que ya ha sufrido el sistema de
arrecifes de coral de Bolinao. Los investigadores determinaron
que cerca de un 60% de los corales de la región ha muerto,
principalmente como resultado de prácticas pesqueras destructivas como el uso de dinamita y cianuro para mejorar las capturas (McManus et al. 1992:44). En 1992, la industria de los erizos
de mar, cuyo auge fue significativo en cierta época, tuvo que cerrar definitivamente porque los erizos habían sido explotados
casi hasta el punto de extinción para satisfacer la demanda de
huevas (Talaue-McManus y Kesner 1995:229). Tanto los pescadores como los vendedores de pescado y los artesanos que trabajan con conchas marinas habían notado la disminución de
las capturas, así como cambios en las especies dominantes y reducción del tamaño de los ejemplares maduros.
Pero fue la posibilidad de que la fábrica de cemento fuera a
deteriorar aún más los recursos marinos del área lo que hizo que
se intensificara la acción en pro del ecosistema. «Lanzamos una
vigorosa campaña educativa centrada en los efectos ambientales
potenciales de la planta de cemento», explica Liana Talaue-McManus, una investigadora del Instituto de Ciencias del Mar (Talaue-McManus 1999). Esta era la primera vez que muchos de los
residentes entendían plenamente la extensión y riqueza de los
recursos naturales de la comunidad, así como su vulnerabilidad.
El complejo industrial cementero estaría localizado justo en el
punto medio del sistema del arrecife, a tres kilómetros del centro
municipal. Desde el punto de vista de los inversionistas, se trataba del sitio ideal, dada la cantidad de piedra caliza, la existencia de un canal profundo de navegación y la proximidad entre
Bolinao y Taiwan. Los inversionistas argüían que el complejo de
producción de cemento no causaría ninguna contaminación,
pero los residentes muy pronto comenzaron a sospechar lo contrario. Con el apoyo de los investigadores de la Universidad de
Filipinas, una ONG local —el Movimiento de Ciudadanos Preocupados por Bolinao— desafió al consorcio Tuntex. Esta ONG
desempeñó un papel crítico en la lucha de dos años contra la
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planta de cemento, canalizando oposición y creando conciencia
sobre los impactos potenciales del complejo de cemento. Tal y
como lo reveló la investigación, esos impactos podrían incluir, entre otros, contaminación atmosférica, erosión povocada por la extracción de piedra caliza de la cantera, daño a los arrecifes cuando se ampliara el canal de navegación, contaminación por
petróleo proveniente de los barcos, y la amenaza de que se limitara el abastecimiento de agua dulce.
Sus esfuerzos fueron recompensados. En agosto de 1996, el
Departamento de Medio Ambiente y Recursos Naturales de Filipinas negó «de forma definitiva» la solicitud de permiso ambiental, citando para ello los peligros que la producción de cemento creaba para la vida acuática y los arrecifes de coral, y los
conflictos que surgirían en torno a los usos actuales tanto terrestres como marinos (Ramos 1996).
Diseño de un plan de gestión
a largo plazo
E
l duro trabajo de proteger el ecosistema no terminó
con la pelea contra la planta de cemento. De hecho,
para los residentes y ONGs de Bolinao, la parte más difícil del manejo del ecosistema estaba por resolverse.
Las ONGs locales todavía están trabajando para lograr una meta
más amplia: desarrollar un plan de manejo de recursos costeros
que potencie a los pescadores y otros miembros de la comunidad
para que participen en la toma de decisiones a largo plazo sobre
el manejo y la salud de sus recursos.
Sin embargo, no se ha llegado todavía a un consenso sobre
cuál es la mejor manera de preservar y proteger las áreas marinas.
Desde principios de los años noventa, un equipo de manejo costero compuesto por representantes de la Fundación Haribon, así
como del Instituto de Ciencias del Mar y del Colegio de Trabajo
Social y Desarrollo (ambos de la Universidad de Filipinas) se propuso movilizar a los poblados de Bolinao en favor de la protección
marina. Pero varios de los temas polarizaron a la comunidad:
■ La mayoría de los pescadores de Bolinao son pobres y el
arrecife es su única fuente de alimento y sustento. A medida
que las tierras de cultivo se fueron deteriorando, muchos
agricultores migraron hacia las áreas del arrecife, lo que agudizó la competencia por los recursos marinos. El aumento
de la población en las áreas costeras incrementó la cantidad
de contaminación orgánica; ésta, a su vez, redujo la resistencia y capacidad de adaptación de los ecosistemas coralinos de
Bolinao. Debido a la pobreza, al agotamiento de los recursos,
a las tradiciones y a la falta de capacidad para hacer cumplir
las prohibiciones se siguieron usando aquellos métodos de
pesca que ya se sabía que eran destructivos.
■ Los líderes de Bolinao carecían de información adecuada
acerca del ecosistema marino y requerían asistencia técnica
para tomar decisiones sabias sobre el uso de los recursos.
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■ En Bolinao, el acceso a los diversos tipos de pesca estaba re-
gido por un sistema tan poco equitativo como arraigado.
Quienes lograban las concesiones del gobierno local —a través
de un proceso de licitación muchas veces corrupto— ganaban
privilegios exclusivos para pescar en el área. A quienes pescaban para la subsistencia se les prohibía entrar en el área o
se les forzaba a vender su captura a los dueños de la concesión a precios inferiores a los del mercado. La consecuencia de
todo esto fue la pesca ilegal y la falta de incentivos mínimos
para regular el aprovechamiento, aunque el gobierno local sí
obtenía un ingreso significativo.
■ Un estudio encontró que el número de estanques de acuicul-
tura en el canal Caquiputan, entre el Bolinao continental y las
islas de Santiago y Anda, había aumentado de 330 en diciembre de 1996 a 3.100 en julio de 1997 (Talaue-McManus
et al. 1999); y aunque producían ganancias para la élite económica y política de la ciudad, al mismo tiempo reducían
las áreas de pesca y navegación, lo que causaba una pérdida
de la calidad del agua y una mortandad de peces.
■ Los dueños de los centros vacacionales querían que la playa
quedara abierta y libre de actividades, mientras que los pescadores tanto artesanales como comerciales necesitaban vías
de navegación y áreas para atracar sus embarcaciones.
El desafío de encontrar un equilibrio entre estos actores, y entre los diferentes usos de los recursos costeros, hizo que la tarea
de las ONGs fuera aún más loable cuando, en 1997, estas organizaciones lograron plasmar «una visión colectiva para la viabilidad de los recursos costeros vivos de Bolinao» (Talaue-McManus et al. 1999). Este plan de desarrollo costero se apoyó en más
de dos décadas de investigación científica del Instituto de Ciencias del Mar y fue preparado en talleres y reuniones comunitarias
por 21 representantes del gobierno municipal, el sector religioso,
miembros de la industria pesquera, operadores de ferry y defensores del medio ambiente.
De acuerdo con este plan, las aguas municipales de Bolinao se
dividen en cuatro zonas con diferentes designaciones: «pesca de
arrecife», «ecoturismo», «usos múltiples» (que incluye estanques y jaulas para peces) y «comercio y navegación». Una zona
incluye un área marina protegida. Los próximos pasos consistían
en determinar exactamente qué tipo de actividades iban a ser
permitidas o prohibidas en cada zona, con el fin de asegurar que
el área marina permaneciese realmente protegida y, por supuesto, poner en práctica el plan, cuya ejecución todavía no se ha
puesto en marcha.
La mayoría de quienes han participado coincide en que el
aporte local ha sido uno de los rasgos definitorios del proceso de
manejo del ecosistema de Bolinao. Éstos sostienen que ha sido el
proceso participativo lo que ha garantizado que el plan de desarrollo costero de Bolinao haya logrado mucha más aceptación por
parte del público de la que hubiera habido mediante un proceso
tradicional en que por lo general los planes son formulados rápidamente por consultores externos, con muy poco o ningún
aporte local. Igualmente, al incluir a los usuarios directos de los
recursos —pescadores artesanales, vendedores de pescado y funcionarios del gobierno local— en el proceso de ordenamiento
marino, existen mayores posibilidades de lograr las metas de
conservación. Después de todo, los actores locales son los que al
final respetarán o ignorarán y evadirán las nuevas reglas y regulaciones. Un programa continuo, como el que lleva a cabo el
Instituto de Ciencias del Mar, es un complemento importante al
esfuerzo de planificación. Sirve como fuente de conocimiento y
datos en los que pueden apoyarse los representantes del público
para tomar decisiones bien informadas.
Pero quizás la mejor noticia es que Bolinao es parte de un número cada vez mayor de comunidades, organizaciones y sectores
del gobierno en las Filipinas que están usando un enfoque «de
abajo hacia arriba», y no al contrario, para el manejo de los recursos naturales, apoyándose en una larga tradición de promoción ciudadana. Y aunque el plan de desarrollo costero de Bolinao todavía está siendo moldeado, hay una cosa que parece ser
cierta: a medida que el plan vaya siendo ejecutado, más y más
gente se vinculará a él. Y ahora que la historia sobre la experiencia de Bolinao se ha difundido, otras municipalidades han
acudido al equipo de la Universidad de Filipinas-Haribon para
que les ayuden a formular sus propios planes de desarrollo costero. Esto ofrece la posibilidad de llevar a cabo investigación y vigilancia continua sobre el estado del arrecife, de generar nuevas
estrategias y modelos para su protección y de desarrollar nuevas
capacidades de manejo en las comunidades locales.
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