INTRODUCCIÓN El cómo y el por qué de esta investigación Podría empezar diciendo que soy una mujer nostálgica y de alma vieja que riñe con los últimos avances de la tecnología y con todo lo que sabe a modernidad. Esa forma de ser con la que me defino es la razón principal para abrir esta primera puerta a indagar el pasado, la tradición, las cosas y los personajes viejos, que son quienes desde sus particulares formas de ser y ver el mundo fueron haciendo la historia de nuestros pueblos y ciudades. Este sentimiento tan arraigado en mi corazón se convirtió en un motor y me empujó a andar calles y caminos en busca de algunas respuestas; así descubrí en las calles, en las casas, en los balcones, en las ventanas, en las puertas, en los patios del Centro Histórico de Quito ese sabor que para mí era la razón de ser de las ciudades: los vestigios de una historia que fue construyendo los espacios que habitamos hoy y en los que guardamos un sabor a otros tiempos, y a unas formas olvidadas... Luego de cuatro años de bregar con un sinfín de teorías sobre la comunicación, la cultura, la diversidad, la identidad, el horizonte se amplió cuando encontré en la materia de Comunicación y Ciudad, -recién en octavo semestre- el indicio de lo que quería hacer, el comienzo de lo que quería descubrir... El tema vino solo. Descubrí que la ciudad además de ser el marco de la vida social es también el más exquisito escenario de comunicación. 1 Quise darle un toque personal y por eso se me ocurrió aquello del alma. Tenía que encontrar una respuesta ante tanto cambio dramático en las ciudades en general, y en Quito en particular. Me inundaron cantidad de preguntas: ¿cómo empezó todo esto? ¿quiénes habitaron antes que nosotros? ¿qué ha pasado en los últimos años? ¿cómo se fueron transformando las ciudades y con ellas sus habitantes...? ¿qué ha pasado en el Quito de hoy en el que conviven estilos de diversa índole producto de la modernidad? Se me ocurrió que todos esos cambios se debían a más de circunstancias históricas, políticas o económicas, a la falta de algo... quizá de sensibilidad, de memoria, de preocupación. Entonces llamé a la tesis: La pérdida del alma en la ciudad: con una mirada en la arquitectura, pero a lo largo del trabajo pude comprobar que el alma como el elemento esencial al que me refiero no se dice solo de la arquitectura. En torno a estas premisas propuse el cuerpo descriptivo de la tesis a partir de: • La comunicación que como un proceso totalizador articula una amplísima gama de significaciones en las que entran en juego la historia y la cultura para entenderla más allá de la visión instrumental/mediática. • La ciudad que como organismo vivo y espacio social conjuga todas las variantes culturales, económicas y políticas es el más importante escenario donde transcurre la vida cotidiana y fuente inagotable de comunicación. 2 • El alma como constitutivo de la sensibilidad humana y de la concomitante construcción de espacios, edificaciones y objetos con los que vive el ser humano. Elaboración que partió de la formulación de las siguientes preguntas: • ¿Cómo podemos trascender la visión instrumental/mediática de la comunicación y entenderla como un acto totalizador e integrador de sentidos en torno al cual se caracteriza y construye la vida de los pueblos? • ¿Qué sentido tiene la memoria, la historia, la tradición el tiempo y el espacio en la construcción de una casa, de un barrio, de una ciudad y que implicancias tienen estos elementos desde una óptica comunicacional? • ¿Constituye el alma una categoría únicamente espiritual o se la puede interpretar como elemento sustancial de la vida y de qué manera se manifiesta? La pérdida del alma en la ciudad y la arquitectura como tema de investigación parte de tres puntos de vista: 3 • Aborda lo comunicacional desde el momento en el que se abre la posibilidad de mirar al interior de la ciudad para categorizarla como espacio pluridimensional de significación en donde se hacen posible el intercambio, el contacto, el conflicto y la contradicción y en el que se construyen las formas de organización social y el conjunto de representaciones simbólicas, fuente de comunicación. • Desde el punto de vista social, un estudio de esta naturaleza nos sirve para conocer nuestra historia, valorar el pasado y proyectar el futuro. • En lo personal, pienso que las transformaciones manifiestas en la ciudad obedecen a la ansiada idea de progreso que a más de transformar la fisonomía de la ciudad y su carácter, repercuten en el espíritu de sus habitantes y por ende en la calidad de vida. Esta investigación se orientó en torno a los siguientes objetivos: Objetivo General • Demostrar como el deterioro estético de la ciudad expresa la pérdida del alma y, por consiguiente de la calidad de vida, cuestiones que van ligadas a la comunicación que como eje totalizador articula a la ciudad como espacio fuertemente simbolizado y al alma como constitutivo de la expresión humana. 4 Objetivos Específicos • O.E.1. Reconocer otras formas de comunicación como acto humano más allá de la concepción instrumental/mediática mediante la revisión de material especializado sobre las nuevas corrientes que versan sobre la comunicación como eje dinamizador y totalizante, las mismas que serán sustanciales al momento de construir nuevas lecturas de la sociedad. • O.E.2. Dimensionar a la ciudad como espacio comunicacional y escenario de la vida social partiendo del análisis y lectura de sus representaciones (en este caso de la arquitectura) en las que se integran la historia, la tradición, la memoria, el espacio y el tiempo como ejes a través de los cuales se construyen cuerpos de significación. • O.E.3. Interpretar el concepto de alma como un principio y elemento sustancial de la vida, a través de la confrontación y conclusiones obtenidas a lo largo de la investigación, de tal manera que nos sirva para entender la naturaleza humana y sus manifestaciones fundamentales, entre estas, la arquitectura y la comunicación. La elaboración previa de hipótesis sirvió de marco referencial para guiar la investigación acorde al tema propuesto y según los objetivos señalados: 5 • Los sentidos, sensibilidades, temporalidades, espacios, tiempos son elementos característicos de un proceso comunicativo en el que se ponen en común lenguajes devenidos de la cotidianidad y en donde a más del lenguaje verbal encontramos lo kinésico, lo proxémico y lo cronémico. • La ciudad de Quito se ha transformado y modificado especialmente en estos últimos años. Estas transformaciones son parte de un proceso natural que sufre todo organismo vivo que crece y se expande. Desde una óptica cultural e histórica vemos como estas transformaciones van poco a poco destruyendo la memoria y la tradición; elementos importantes en la construcción de una ciudad con alma. Desde la comunicación vemos como la ciudad al ser un gran relato, es un reflejo vivo que se muestra de múltiples maneras: una de ellas es la arquitectura que como arte, expresa y comunica. • La pérdida del alma en la ciudad deviene de la pérdida paulatina de la capacidad de conmoción de sus habitantes. Esta pérdida del alma se manifiesta en la falta de estética, de coherencia, de sensibilidad y en la poca valoración que los habitantes de la ciudad dan a la historia, a la memoria y a la tradición. 6 METODOLOGÍA Y TÉCNICAS DE INVESTIGACION Metodología Esta investigación partió de la ampliación de conocimientos previos en torno al tema sugerido teniendo como base ciertas lecturas y trabajos desarrollados en la cátedra de Comunicación y Ciudad departida en el octavo semestre de la carrera, llegando luego a la teorización, análisis e interpretación de datos, lo que posteriormente nos llevó a plantear la hipótesis central y a delimitar las líneas de trabajo que se desarrollaron a lo largo de la tesis. La fundamentación teórica deviene por un lado, de los postulados de la semiología francesa y la psicología de la comunicación de Palo Alto, en tanto la necesidad de investigar el campo de la comunicación desde distintas perspectivas e instancias, en las que nombran a los sentidos, sensibilidades, temporalidades espacios y tiempos como elementos característicos de un proceso comunicativo en el que se ponen en común lenguajes devenidos de la cotidianidad y que, a más del lenguaje verbal involucran lo kinésico, lo cronémico y lo proxémico. Aquí incluimos a la arquitectura que, como lenguaje de la ciudad, expresa y comunica, de ahí que optamos por la lectura de la ciudad-texto en tanto organismo vivo y escenario multisignificante que merece ser leído y descifrado. Por otro lado está la interacción simbólica o el actuar comunicativo planteado por Jürgen Habermas, quien expresa que el accionar comunicativo se da a más de la lengua en las acciones concretas de los sujetos o lo que él ha venido a llamar el mundo de la vida, entendida como el conjunto de patrones de interpretación transmitidos culturalmente y organizados lingüísticamente. 7 En cuanto a los métodos utilizados, nombramos dos: la hermenéutica y la fenomenología. La Hermenéutica En su sentido originario es la técnica y el arte para la interpretación de textos poéticos, religiosos, teológicos, etc. La Hermenéutica como método interpretativo es una disciplina que busca todos los posibles significados de los sistemas de símbolos creados para comunicar los distintos tipos de mensajes expresados mediante el lenguaje, el arte, la música. Su nacimiento como disciplina aparece entre los siglos XVIII y XIX. Proveniente de la tradición alemana de Schleiermacher, Boqueen, Droysen, Dithey, M. Weber, Jaspers, Gadamer, Habermas y Ditlthey. Su objeto de estudio son las acciones sociales motivadas por los individuos, mediante la explicación e interpretación como una búsqueda cuantitativa y cualitativa en la que entran además la actitud del investigador. La escuela de Frankfurt son los herederos de la vía hermenéutica. Algunos autores la definen como una filosofía de la comunicación social, mientras que otros la conciben como un modelo a reproducirse en los distintos ámbitos de la vida social. La interpretación hermenéutica proviene de tres momentos: de la semiótica a partir del significado textual, intratextual e incluso intertextual y que como primer paso presupone un significado sintáctico, sin el no puede haber semántica ni 8 pragmática. Luego viene la explicación semántica que dicho de otro modo es la conexión del texto con los objetos que la designa, y la aplicación que como parte de la pragmática no es otra cosa que traducir o trasladar a uno mismo lo que pudo ser la intención del autor. En cuanto interpretación de textos, parte de su contenido elaborado en torno a una intención, a una intencionalidad, a su connotación y denotación, a su extensión, su sentido y su referencia. El texto tiene sentido en cuanto susceptible de ser entendido y comprendido por quien lo lee, lo ve o lo escucha y referencia en cuanto apunta a un mundo, real o ficticio, indicado o producido por el texto mismo, y al que se llega, mediante la interpretación, en la que se emiten hipótesis interpretativas frente al texto.1 La Fenomenología La fenomenología es un movimiento filosófico del siglo XX fundada por el filósofo alemán Edmund Husserl (1859-1938) quien introdujo este término en su libro Ideas, Introducción general a la fenomenología pura (1913), y la definió como “el estudio de las estructuras de la conciencia que capacitan el conocimiento para referirse a los objetos fuera de si misma.”2 Husserl construye su método fenomenológico en diferencia a la actitud ingenua con la que el hombre se enfrenta a la vida cotidiana, a partir de lo que él llama la reducción fenomenológica, estudio que requiere reflexión sobre los contenidos de la mente para referirse a los objetos fuera de sí misma. El advirtió que la reflexión fenomenológica no presupone que algo existe con carácter material; más bien equivale a ‘poner en paréntesis la existencia’, es decir, dejar de lado la cuestión de la existencia real del objeto 1 2 Enciclopedia de consulta Encarta, 2005 Documento de internet; fortunecity.com/bucker4/fenómeno/html 9 contemplado, cuestión que se hace posible gracias a los actos que Husserl llamó significados o contenidos de la mente; actos como el recordar, el desear y el percibir, los cuales permitían a un acto ser dirigido en una apariencia concreta, en una así llamada intencionalidad, que es la esencia del conocimiento. El sugería el aprender de las cosas mismas y de aquello que reside en la experiencia común. Por ello Husserl acentúa el papel activo, creador, libre, intencional del sujeto; la vuelta a las cosas mismas; la defensa de la razón y de la filosofía, el mundo de la vida cotidiana, “mundo en el cual siempre vivimos, fuente básica de donde procede toda experiencia, humus del conocimiento y de la ciencia y marco del lenguaje ordinario”3. Los primeros seguidores de Husserl, como el filósofo alemán Max Scheler, influenciado por su libro anterior, Investigaciones lógicas (1900-1901), proclamaron que el cometido de la fenomenología es estudiar la esencia de las cosas y de las emociones. Aunque Husserl nunca renunció a su interés por las esencias, con el tiempo mantendría que sólo las esencias de ciertas estructuras conscientes particulares constituyen el objeto propio de la fenomenología. El concepto definido por Husserl ha sido desarrollado por algunos de sus discípulos, entre los que nombramos, aquellos que se inscriben en la Fase Alemana: Alexander Pfänder, Adolf Reinach, Moritz Geiger, Edith Stein, Roman Ingarden, Max Scheler, Martín Heidegger, Nicolai Hatman; en la Fase Francesa: G.Marcel, Jean Paul Sartre, M. Merlau-Ponty, Paul Ricoeur. Dentro del campo observable como condición para el análisis fenomenológico, Max Weber eligió el de la “acción social” (acción que en la mente 3 HUSSERL, Edmund, Ideas relativas a una fenomenología y una filosofía fenomenológica, FCE, México, 1997, p.10 10 del sujeto se orienta a otros), y Habermas, interesado también como Weber por el mundo de las realidades sociales, selecciona el ámbito de la “acción comunicativa”4 Técnicas de investigación Dentro de las técnicas, anotamos la revisión bibliográfica, de ahí que los criterios que se sustentan a más de corresponderse con las fuentes citadas son elaboraciones de propia autoría. En cuanto a la comunicación ha sido muy enriquecedor ahondar en este proceso al que nos hemos referido como un eje totalizador e integrador de sentidos y entender que más allá de la postura mediática hay todo un cúmulo de representaciones y manifestaciones que muchas veces ignoramos, porque, precisamente no son abordadas por los grandes medios. Fue un acierto descubrir la esencia de la ciudad en lo que hemos llamado sus manifestaciones más sensibles y la importancia que tiene en ella el trazado de calles, el emplazamiento de espacios simbólicos y la transformación de cada uno de ellos. Asistencia a conversatorios, (Quito, ciudad eterna como parte del Proyecto Quitológico, (Ver capítulo 3), a foros (Foro Barcelona 2004) y a mesas redondas (Colegio de Arquitectos de Quito) en las que se debatieron temas concernientes al tratamiento de ciudad como espacio para la socialización y la comunicación. Entrevistas a informantes calificados (comunicadores, sociólogos, escritores, arquitectos), y testimoniales (habitantes de algunos barrios, jubilados de la Plaza Grande, representantes barriales). En este punto es importante recalcar la fuerza que 4 RODRÍGUEZ DE RIVERA, José, fortunecity.com/bucker4/fenomenohtml un 11 amplio concepto de fenomenología, en cobra la palabra como elemento sustancial al momento de reconstruir la historia, de rescatar recuerdos, formas de vida, modos de socialización, evocar personajes y referentes históricos de la ciudad. Aunque ninguno de los consultados se refirió al alma como componente de la vida y de la ciudad, todos los entrevistados coincidieron, que la ciudad así como había ganado en asuntos como el reordenamiento vehicular, la recuperación de espacios públicos y otras mejoras, había perdido algo. Un algo quizá irrecuperable... Recorridos por el Centro Histórico y otros sectores de la ciudad. Anexo fotográfico Elaboración del documento Como veremos a lo largo de la investigación, los cambios de la ciudad a los que hacemos alusión obedecen a las tendencias que impone la modernidad y a las corrientes que de ella devienen. Por esta razón, ha sido muy difícil delimitar específicamente el tema o circunscribirse a una zona en particular. (a pesar de que sí consideramos importante conversar con habitantes de ciertos barrios) Decimos esto porque el momento en el que nos referimos a la pérdida del alma, no solo describimos a un sector de la ciudad. Creemos que si miramos detenidamente una calle ya sea del centro, de cualquier barrio, el mercado de Sangolquí, o cualquier otro lugar, encontramos situaciones similares: un sentido estético limitado (refiriéndonos con esto a una idea mínima de coherencia y ordenamiento en torno a materiales utilizados en espacios creados, a los usos de los espacios: basura por doquier, todo 12 tipo de construcciones sin un lineamiento fijo, asentamientos ilegales, cables tirados al azar, alto parlantes, malos olores) Con todo lo antedicho, el documento se construyó de la manera que sigue: En el primer capítulo se elaboran los criterios concernientes al recorrido de la comunicación a partir de las nociones de comunicación y desarrollo, dado que este ha sido el enfoque prioritario en el que se ha trabajado en América Latina hasta los años sesenta y el viraje propio hacia una óptica diversa. En este punto se tomó en cuenta la mirada de la comunicación en todas las expresiones humanas y en las que entran en juego la arquitectura como producto humano y expresión sensible. En el segundo capítulo partimos de la ciudad como espacio fuertemente simbolizado desde la conquista, hecho que marcó históricamente la vida de nuestras ciudades, pasando por los grupos originarios a la ciudad hidalga, la ciudad criolla, las ciudades patricias, las ciudades burguesas, las ciudades masificadas, la ciudad contemporánea y globalizada. En el tercer capítulo hacemos un recorrido histórico por la ciudad de Quito desde los comienzos de la ciudad hasta la ciudad actual y elaboramos testimonios recogidos de distintos habitantes de la ciudad. En el cuarto capítulo abordamos la arquitectura y la lectura de la ciudad texto. 13 Al final vienen las conclusiones Aquí se conjuga todo el análisis bibliográfico con la parte práctica y testimonial en la que anotamos las elaboraciones a las que hemos llegado. Se anexan además la lista de informantes, la guía de investigación bibliográfica, la guía de entrevistas a informantes, y material fotográfico. A más de saber cómo se elaboró y desde dónde se partió para esta investigación, esperamos que este trabajo académico constituya un aporte en el sentido de ampliar los horizontes de los comunicadores para así proponer nuevas lecturas de la realidad, de la cotidianidad y de la vida, no tanto desde la gran confrontación teórica, sino desde la sensación, la observación y el encantamiento. Solo así podremos decir que estamos haciendo una comunicación alternativa. 14 CAPITULO I Introducción La interdisciplinariedad de la comunicación sumada a la riqueza de su acepción ha hecho que muchos estudiosos se remitan a ella como `ciencia inacabada` y por lo tanto inserta en un campo de tratamiento ilimitado, lo cual muestra la amplitud de su campo de estudio y de la necesidad de aumentar su tratamiento para lograr articularla como una disciplina del quehacer social. No es sencillo el tratamiento en su totalidad, sin embargo, si buscamos un horizonte entre los múltiples campos que nos ofrece la comunicación, podemos direccionar hacia allá nuestro estudio. Es de esta manera que, en este primer capítulo, indagaremos aspectos como la naturaleza social de la comunicación y de los momentos en los que el paradigma informacional, -de amplio dominio en los estudios sobre comunicaciónha ido cediendo paso a otras propuestas devenidas de su propia dinámica, hacia la comprensión de la comunicación como eje totalizador y articulador de sentidos. En esta línea de trabajo que mantendremos a lo largo de la tesis intentaremos establecer ciertos ejes que nos permitan comprender la comunicación, que como proceso humano, es un componente fundamental de la realidad, cuestión que elaboraremos a partir de la contraposición de distintos enfoques, especialmente construidos a la luz de las corrientes latinoamericanas. El desarrollo se hará en base al criterio de selección de fuentes que son de elaboración propia, a partir de lecturas y conforme a los encuentros develados por la investigación. 15 Dado que el carácter totalizador de la comunicación, como lo fundamentamos en el presente trabajo, es el de servir de eje explicativo a las practicas cotidianas, nos urge tomar como referencia autores que están trabajando criterios sobre la cultura, la sociabilidad, la cotidianidad, la construcción de sentidos y saberes. En el camino haremos mención a Eliseo Verón, a María Crsitina Matta, a Jesús Martín Barbero, a Armando Mattelart, a Néstor García Canclini, a Armando Silva, a Renato Ortiz, a Mario Kaplún, a Efendi Maldonado a Sergio Capparelli, a Luis Martino, quienes desde sus perspectivas particulares nos ofrecen un caleidoscopio comunicacional. Estas cuestiones las trabajaremos con el objetivo de explicar que el paradigma informacional es solo una manera de existir de la comunicación y que a más de ella está su comprensión como un proceso totalizador en el que están implícitos el intercambio de sentidos. De esta manera, asumiremos una postura en torno a los distintos enfoques con los que se ha priorizado el trabajo de la comunicación. Los ejes a resolver son: enfoques comunicacionales desde los medios y el cambio de paradigmas que hizo que este aporte se ampliara a partir de la postura latinoamericana para asumir a la comunicación como acto social desde una práctica cotidiana concreta tomando en consideración aspectos como la cultura, la globalización, entre otros. Para llevar a cabo la presente investigación partimos de una revisión bibliográfica inicial, la misma que se fue ampliando conforme nuestras necesidades. Cabe anotar que como parte del proceso preliminar acudimos a la revisión de temas afines al nuestro. Al parecer, en los centros a los que acudimos (FACSO, Universidad Salesiana, Centro de Investigaciones Ciudad) no existe ningún trabajo 16 cuyo tema tome como eje a la arquitectura como comunicación. Los temas más o menos cercanos a nuestra propuesta no pasan de ser estudios sobre la arquitectura urbana y seguridad, sobre comunicación y participación ciudadana, sobre proyectos de desarrollo participativo y gestión local, así como comunicación y vida de barrio, o la imagen de la ciudad del ciudadano de Quito. Es de nuestro interés volver la mirada a la ciudad como espacio fuertemente simbolizado y, -mediante su lectura y comprensión-, proponer un acercamiento a su historia y sentido fundamental. Para que esta propuesta tenga asidero, debemos tomar como punto de partida, no sólo la mirada instrumental de la comunicación, sino su sentido totalizador. La comunicación entendida como un proceso humano, y, por ende, social es un acto cotidiano que se manifiesta de distintas maneras. Esta nace de la interacción de un individuo con la colectividad, es la parte fundamental de la construcción de la cultura y es a su vez un producto cultural. Es un sistema de signos que tiene que ver con la producción, transmisión y recepción de representaciones, valores y sentidos culturales y está, por lo tanto, implícita en cada estructura, en las instituciones, en sus individuos y en sus prácticas cotidianas. 17 1.1.- La comunicación como acto totalizador e integrador de sentidos Consideramos importante partir desde una concepción que nos permita dar una mirada a las condiciones y las coyunturas que permitieron enfoques variados sobre la comunicación a más de aquellos que dieron primacía al análisis de los medios, partiendo de la premisa inicial de que –mientras haya una intención expresa todo comunica-. La comunicación como proceso humano está presente en la vida de las sociedades mucho antes de que se escribieran teorías sobre ella y de la existencia de las tecnologías. Es preciso, sin embargo, aclarar que para que exista comunicación se necesitan de al menos dos personas inmersas en el proceso de interacción, reunidas por una necesidad de darse a conocer, de decir, de mostrar, de expresar, de compartir, de interpretar... Es así que la comunicación asume su rol primero, que es el de relacionar, el de tender puentes, el de intercambiar, el de ser un proceso en donde todo se convierte en un gran diálogo. Comparto con Mario Kaplún la definición de comunicación cuando dice:.. “la comunicación se deriva de la raíz latina communis que significa poner algo en común con otro, es también raíz de la palabra comunidad, relacionada con comunión o compartir, es decir, se tiene o se vive en común”5 y me aventuro a elaborar mi propia definición, en el sentido de ser un proceso a través del cual, al menos dos personas realizan un acto simbólico al nombrar, mostrar o expresar, de cualquier manera, aquello que está oculto en su espíritu. Es en este sentido que la comunicación se entiende como una síntesis de saberes diversos, como una relación, como nexo, como unión. 5 KAPLUN, Mario, El comunicador popular, CIESPAL, Quito, Ecuador, 1991, p 65. 18 Es por la comunicación que somos capaces de intercambiar subjetividades, reglas sociales, ideas, pensamientos, y cultura. Comunicación es sobre todo el soporte de los sentidos que se articulan en torno al pensamiento y a las formas de vida con la que los individuos se expresan. “La comunicación es una fuerza que está en la misma esencia de todo lo que evoluciona, de todo lo que es interdependiente, de todo lo que es vivo. Es un tejido infinito de correspondencias, una función dinámica, complementaria y totalizadora”6 Entender a la comunicación como acto totalizador implica develar el sentido comunicativo y que en lo humano envuelve la carga simbólica expresa en cada manifestación, en cada acto, en cada gesto, en cada palabra, puesto que todo lo que realiza el ser humano viene dotado de significado y que no es más que la carga de un valor particular y socialmente reconocido en un acto de comunicación, ya que todas las relaciones que se dan entre las personas y las cosas, no se dan por qué sí. Toda situación comunicativa está mediada por distintos factores entre las que intervienen los saberes diversos, la cultura, la cotidianidad y el sentido expreso que cada persona lo asume como propio. Así, la comunicación se manifiesta como un proceso que se cumple entre usuarios (emisores y preceptores) con el fin de producir, intercambiar y consumir mensajes en condiciones similares que permite al ser humano concebir y producir sentidos, es decir significados en un contexto concreto, a partir de expresiones que se encuentran en el mundo natural o cultural. Este enfoque que incluye lo natural y cultural corresponde a la corriente humanista cuya preocupación es la de rescatar al sujeto social como eje fundamental 6 COSTA, Joan, La imagen y el impacto psico-visual, Colección Punto Seguido, Barcelona, España, 1971, p32. 19 de la comunicación y que difiere del enfoque difusionista –transmisión de mensajesy en donde se ubican los clásicos modelos de la escuela norteamericana, que van de los mecanicistas, hasta los conductistas y funcionalistas. Es desde esta perspectiva humanista que trabajaremos nuestra propuesta con la intención de rescatar el sentido expreso de la comunicación. Asumir la forma simbólica supone, por sobre todo, darle un espacio a la cultura, que como manifestación característica de la especie humana resume ese cúmulo de saberes desde los cuales nosotros comprendemos y significamos el mundo. La naturaleza cultural y simbólica de la comunicación supone, de este modo, una mirada distinta frente al modelo informacional. Repensar la comunicación desde la cultura es romper la concepción instrumental de relaciones entre aparatos y empezar a mirarlas como espacios de constitución e interpretación de los sujetos mismos, en donde entran en juego la valoración y experiencia de los sujetos en cuanto a la competencia comunicativa hacia el descubrimiento de la naturaleza de toda comunicación a partir de la apropiación y socialización. La comunicación remite hoy a los diversos modos y espacios de reconocimiento social en cuanto utilización de medios y receptividad, lo que se traduce en las nuevas formas de sensibilidad, en los nuevos modos de mostrarse, de habitar, de relacionarse, y en los nuevos tipos de disfrute y apropiación de los espacios públicos de la ciudad. Desde esta perspectiva, ya no se define a la comunicación como ‘transmisión de información’ sino como un ‘participar en’, o ‘poner en común’. Esta concepción trasciende la noción de comunicación instrumental a la de proceso humano, y, por ende, social, que como tal es un acto cotidiano manifiesto de distintas maneras. 20 Esta posición es fuertemente apoyada por un grupo de investigadores norteamericanos de la Escuela de Palo Alto o el llamado Colegio Invisible7 que nace a partir de los años cuarenta (Bateson, Birdwhistell, Goffman, Watzlawick), quienes aportan al sentido de la comunicación al mirarla desde horizontes distintos como la antropología, la lingüística, las matemáticas, la sociología, o la psicología. Cuestionan la teoría matemática de la comunicación para hacer valer su propuesta en el sentido de que a la comunicación le hace falta una mirada desde lo humano, y debe, por lo tanto, ser entendida a partir de las complejidades de las situaciones en las que ocurre la interacción. Esta escuela parte de las siguientes hipótesis: La esencia de la comunicación reside en procesos de relación e interacción: los elementos cuentan menos que las relaciones que se instauran entre ellos. Todo comportamiento humano tiene un valor comunicativo (las relaciones que se corresponden y se implican mutuamente, pueden enfocarse como un vasto sistema de comunicación) observando la sucesión de los mensajes reubicados en el contexto vertical (la relación entre los elementos y el sistema, es posible extraer una lógica de comunicación). Los trastornos psíquicos reflejan perturbaciones de la comunicaron entre el individuo portador del sistema y sus allegados. 7 MATTELART, Armand, Historia de las teorías de la comunicación, Ediciones Paidós Ibérica, Barcelona, España, 1997, p. 47 21 Quizá el mayor aporte de esta escuela sea la importancia del ser social envuelto en un mundo social y cultural en medio de un contexto. A la noción de comunicación aislada como acto verbal consciente y voluntario, -que sustenta la sociología funcionalista-, se opone la idea de comunicación como proceso social permanente que integra múltiples modos de comportamiento: la palabra, el gesto, el espacio interindividual. Bajo este criterio se formula la hipótesis del presente trabajo -al decir que los sentidos, las sensibilidades, las temporalidades, espacios y tiempos son elementos característicos de un proceso comunicativo en el que se ponen en común lenguajes compartidos devenidos de la cotidianidad y en donde, a más del lenguaje verbal encontramos lo kinésico, lo proxémico y lo cronémico. Lo kinésico alude a la gestualidad y los movimientos corporales. La proxémica refiere al uso del espacio, organización o disposición que generalmente da cuenta de expresiones de intimidad y de poder. A través del uso del tiempo, la gente comunica interés, compromiso, status o jerarquía, entre otros aspectos. Lo paralingüstico se refiere a los usos de la voz, el timbre, el tono, el volumen, la velocidad con la que se habla, los silencios, y se comunican estados emocionales, veracidad, sinceridad. Los olores y el tacto, al igual que las otras dimensiones, tienen connotaciones culturales.8 Sabemos, sin embargo, que la comunicación por sí misma no existe. Esta vive en el intercambio continuo que surge de la relación permanente que se da entre las personas con el entorno natural y social e inmerso en una realidad concreta. Empero, vale aclarar que, al asumir el criterio de que todo comunica, como bien lo dice Luis Martino, ya no solo nos referimos a la comunicación en el sentido de designar a las relaciones humanas mediadas por la palabra, los gestos o las 8 GRIMSON, Alejandro, Interculturalidad y comunicación, Grupo Editorial Norma, Bogotá, Colombia, 2001, p. 61 22 imágenes, el término se aplica también a las relaciones entre animales y hasta entre las máquinas... De esta manera, la comunicación se dice, del hombre, pero también del animal y de la máquina. De la relación entre dos personas pero también del monólogo solitario y de la multitud. De la voz pero también del gesto y de la imagen. De los canales sensoriales pero también de los canales extrasensoriales, del intercambio de ideas y opiniones pero también del diálogo de sordos. De la novedad pero también de la redundancia. Del acto, del proceso, pero también del resultado. De las partes involucradas pero también del mensaje o del medio.9 La comunicación no es exclusiva del ser humano, sin embargo es menester que exista un ser humano capaz de percibir e interpretar lo comunicado. Desde esta forma de comprender la comunicación, asumimos una diferencia fundamental entre el modelo lineal que la define como ‘transmisión de información’ para dar paso a una comprensión mayor de un acto totalizador en el que se participa y se pone en común sentidos, significados y formas particulares de ver y sentir el mundo. La comunicación como un hecho interpretativo de la realidad se sirve de los símbolos para evocar experiencias en común, siendo para ello necesario la existencia de significantes comunes bajo un contexto social adscrito a una historia y a una cultura; de ahí que podemos decir que la comunicación es la base de la interrelación y socialización del ser humano. Al decir que la comunicación se convierte en un componente integral del desenvolvimiento humano asumimos el hecho de que tanto las relaciones sociales como el entorno y el medio social confluyen como elementos claves en el carácter comunicacional de toda la realidad social, (como ya lo expresamos en párrafos 9 MARTINO, Luis C., Elementos para una epistemología de la comunicación, en Comunicación, campo y objeto de estudio, Universidad de Brasil, Texto de apoyo, UPS, 2003, p.76 23 anteriores) de ahí que develar el sentido comunicativo de las prácticas que se dan en aquel entramado social significa adentrarnos en los sentidos que se comparten, en los lenguajes que se ponen en común y en las experiencias que se intercalan en todos los actos humanos y por ende en las situaciones de la vida cotidiana, que es donde la interacción humana fluye y se fundamenta. No es posible concebir la socialización sin remitirnos a la vida cotidiana como ese cúmulo de experiencias donde se sintetizan el actuar y el pensar. En ella son determinantes aspectos conductuales y preceptúales, los mismos que se codifican a través de la comunicación en general y de la comunicación no verbal en particular, ya que como lo sostenemos, en comunicación, nada es fortuito. En la interacción cotidiana están el lenguaje con todo su sistema de significaciones y que a la postre son interpretaciones de la realidad mediatizadas por signos; están también el escenario en el cual las personas y objetos se sitúan creando espacios de interrelación, así como las manifestaciones táctiles, la vestimenta, y los modos particulares que tiene cada persona para darse a conocer. 1.2.- De los instrumentos a los sentidos Resulta difícil marcar el comienzo de un pensamiento organizado que nos hable de comunicación, que a más de disciplina, la describimos como un arte, como un constructo expreso en la vida diaria de la gente. En este capítulo partiremos de un recorrido histórico por las distintas vertientes explicativas de la comunicación; desde el acercamiento clásico hasta las 24 rupturas para constatar el trayecto de la comunicación y su comprensión en los momentos actuales. Este acercamiento nos proporcionará una visión sobre las teorías y las críticas que se han elaborado al respecto. Anotaremos los aportes teóricos desde el enfoque informacional hasta encontrar cabida en las mediaciones sociales y culturales que surgen en respuesta a la crisis de los modelos tradicionales dado los distintos momentos y complejidades del proceso comunicativo. Empezamos el recorrido de los estudios de comunicación a partir de la relación implícita que se ha hecho con el tratado de los efectos hasta encontrarnos con estudios que han servido para dimensionar la comunicación desde otras perspectivas. Los primeros estudios de comunicación son productos marginales sobre ciertas teorías globales de la sociedad en donde la sociología, la antropología, la política tienen un papel central en el análisis pluridisciplinario del quehacer social. Aquí están el Mass Comunication Research, que nace de las experiencias mediáticas en la primera guerra mundial (1914-1918), y que en sus primeros estudios hace referencia al tratado de los efectos en el campo de los medios masivos en beneficio de la industria, frente a los estudios del Instituto de Investigación de Ciencias Sociales de la Universidad de Frankfurt en la que nace la teoría crítica o postestructuralista cuya base son el método marxista de interpretación de la historia, de la filosofía de la cultura, de la sicosociología y de la sicología de Freud. Esta teoría cuestiona la postura clásica de comunicación al fundamentar su posición en el sentido de entenderla, “ya no como ciencia, sino como un campo de estudio interdisciplinario, cuyos métodos de análisis no tienen ninguna especifidad y que 25 debe ser investigado en el marco de las teorías de la sociedad, donde todo fenómeno es cambiante”10 El carácter polisémico de esta disciplina, humana por excelencia, nos enfrenta a un nuevo mapa comunicacional, que de los modelos tradicionales transcurre hoy en medio de la emergencia de nuevos actores marcados por el desarraigo de referentes, el cambio de sentidos, la devaluación de la memoria histórica, y la intervención de la tecnología, hacia una nueva forma de comunicación social, en donde la propia comunicación está sujeta a transformaciones significativas a lo largo del tiempo y que transforman en sí, sus propios procesos. Estas situaciones nos obligan a repensar el sentido global de la comunicación, la misma que no se agota bajo una sola perspectiva. Es por la riqueza de su acepción que diversas corrientes, escuelas y posiciones han intentado su explicación y sus funciones. El pragmatismo de la corriente norteamericana devenido de la línea sicológico-conductista, de tendencia funcionalista basada en los efectos tanto como la semiótico-estructuralista con énfasis en el mensaje que por largos años marcaron el análisis de los medios de comunicación, -a los que se los consideraban como factores decisivos en la regulación de la sociedad-, va a ser fuertemente cuestionada por las escuelas de pensamiento crítico, especialmente los filósofos de la Escuela de Frankfurt, quienes se inquietan por el devenir de la cultura desde los años cuarenta. Entre sus pensadores anotamos a Max Horkheimer, Theodor Adorno, Walter 10 CAPPARELLI, Sergio, El campo académico de la comunicación, en Comunicación: campo y objeto de estudio, Texto de apoyo, UPS, 2003 26 Benjamín, Herbert Marcuse. Los dos primeros crean el concepto de industria cultural para referirse a la producción industrial de bienes culturales, como son los programas radiales, las películas, las revistas que proporcionan bienes estandarizados para un público estandarizado. “La propuesta cultural se torna seducción tecnológica e incitación al consumo, homogeneización de los estilos de vida deseables, arrumbamiento de lo nacional en el limbo anterior al desarrollo tecnológico e incorporación de los viejos contenidos sociales, culturales, religiosos a la cultura del espectáculo”11. Marcuse por su parte pretende desenmascarar las nuevas formas de dominación política que se expresan bajo la apariencia de un mundo cada vez más dominado por la tecnología y la ciencia, al decir que “la instrumentalización de las cosas acaba siendo la de los individuos”12. Por otro lado, Jurgen Habermas, en la Teoría de la Acción Comunicativa parte de que la categoría central de una teoría social crítica no es más el trabajo, sino la comunicación. Uno de los principios explicativos sobre la teoría de la sociedad se fundamenta en la teoría del lenguaje y en el análisis de las estructuras que conforman la acción, donde está implícita la cultura que como manifestación humana trae consigo un conjunto de símbolos y significados que al intercambiarse, por medio de la comunicación, identifican a los individuos dentro de la instancia particular que la identifica como tales. 11 MARTIN, Barbero, Jesús, De los medios a las mediaciones, Ediciones Tercer Mundo, Bogotá, Colombia, 1994, p.112 12 MATTELART, Armand, Op. Cit. p.57 27 La cultura es histórica puesto que ninguna sociedad está al margen de ella; aquí se sintetizan las prácticas cotidianas, los sentidos comunes, las señas particulares, los modos de ser, de sentir y de pensar, así como las experiencias compartidas que reafirman las formas de organización en las que coexisten las diferencias y afinidades de una sociedad. Este presupuesto inaugura una nueva forma de entender la comunicación y la cultura. Para Habermas: “la acción comunicativa es una interacción simbólicamente mediada que se orienta de acuerdo a normas intersubjetivamente vigentes que definen expectativas recíprocas de comportamiento y que tienen que ser entendidas y reconocidas por lo menos por dos sujetos agentes”13 Desde esta perspectiva, la sociedad se sustenta en actos de comunicación que producen un entramado de conexiones, porque “la comunicación está en lo implícito, es comprensiva y no técnica en tanto expresión humana, devenida de un saber común que funda acuerdos”14. Esta visión nos hace entender que la comunicación depende de contextos situacionales, que no es fragmentaria ni utilitaria. Es desde esta perspectiva que el análisis de los medios, que por muchos años dominaron los estudios sobre comunicación al considerarlos productos al servicio de la sociedad visualizados como elementos fundamentales para el cambio, resultó limitada puesto que la propia trayectoria de los estudios de comunicación divisaron nuevos frentes: el ser una comunicación alternativa, dialógica, grupal o participativa, e investigativa de manera que cuestionen el concepto clásico de comunicación devenido del pensamiento unilineal aristotélico que prevaleció hasta fines de la 13 Citado por Peralta, Francisco, en Habermas explicado a los amigos, en el curso de Teorías de la comunicación II, UPS, Quito, 1999. 14 Idem., p. 6 28 década de los sesenta, de manera que sirva para ampliar los horizontes hacia la comprensión misma de la comunicación y de lo que suceda al interior de esta practica social y cotidiana. Tomando en cuenta estos antecedentes, orientaremos nuestro trabajo con el fin de reconocer la trayectoria de la comunicación, de su relación con los medios y de las formas alternativas devenidas de su propia naturaleza a fin de encontrar un punto común. Para explicar este posicionamiento, se hace necesario volver sobre el criterio fundado en torno a las corrientes estructural/funcionalista en base a las cuales, se sustentan muchas teorías. En torno a la posición latinoamericana, desde los años 50, múltiples estudios sobre modernización admiten la función de los medios de comunicación como agentes innovadores por excelencia para superar todos los estados de ‘pobreza` y alcanzar el ideal occidental. Avanzar hacia la explicación de la ruptura de la visión instrumental/mediática de la comunicación merece, a nuestro modo de ver, un recorrido a partir de las nociones de comunicación y desarrollo y los paradigmas venidos de esta visión. Hasta los años sesenta, las conceptualizaciones sobre desarrollo se apoyan en tres tendencias principales respecto de la relación entre comunicación social y desarrollo nacional: comunicación de desarrollo; comunicación de apoyo al desarrollo; y comunicación alternativa para el desarrollo democrático. De ahí que el dominio de la visión instrumental mediática con gran énfasis en el papel de los medios aparezca como una explicación al manejo de la comunicación, la misma que 29 desde la experiencia latinoamericana hizo aportes novedosos en el campo educativo y de participación social. Esta visión plantea sus principios en torno a las funciones de la comunicación, especialmente desde el papel que juegan los medios de comunicación, a los que denominan “los nuevos instrumentos de la democracia moderna”. Desde el funcionalismo estos medios son vistos como instrumentos de circulación de símbolos eficaces frente a una audiencia que obedece al esquema estímulo-respuesta como mecanismo decisivo de la regulación de la sociedad, en cuyo caso la teoría del quién dice qué, por qué canal, a quién y con qué efecto otorga omnipotencia a los medios considerados instrumentos indispensables para la gestión gubernamental de las opiniones. Bajo este esquema, se consolidan en América Latina dos paradigmas: el paradigma del Cambio Social y el de Dominación/Subordinación.15. En un primer momento, el paradigma del Cambio Social de tendencia funcional/desarrollista, pasa por tres fases: invención (desarrollo de ideas) difusión (transmisión de ideas) y consecuencias o resultados. Mediante su aplicación las sociedades tradicionales darán su salto al progreso gracias al papel efectivo de los medios de comunicación, y de la función de los organismos de desarrollo con sus proyectos y programas. Se espera que la comunicación sea el componente fundamental en la alteración de la estructura social. Esta visión desplegada por Harold Lasswell, Paul Lazarfeld y Robert Merton parte de la sociología funcionalista, conductista y del modelo lineal de los medios de comunicación que centra su estudio en los efectos y aspira a la descripción objetiva sistemática y 15 Esta noción es trabajada por Dubravcic Martha, en el texto Comunicación Popular: del paradigma de la dominación al de las mediaciones sociales y culturales, Universidad Andina Simón Bolívar, Quito, 2002, p.15 30 cuantitativa del contenido manifiesto de las comunicaciones. La comunicación no es un proceso de interacciones es solo transmisión de información producto de un conjunto lineal de datos, donde el receptor es un desconocido incapaz de producir significados. El funcionalismo pone énfasis en la evaluación constante y con fines prácticos de los cambios que se operan en los comportamientos, actitudes y emociones, por lo tanto es importante la eficacia de las campañas de comunicación. Según Lasswell (1920-1978) tres son las funciones del proceso de comunicación: a) la vigilancia del entorno, revelando todo lo que podría amenazar o afectar al sistema de valores de una comunidad o de las partes que la componen; b) la puesta en relación de los componentes de la sociedad para producir una respuesta al entorno, y; c) la transmisión de la herencia social. En un segundo momento, y bajo el paradigma denominado Dominación/Subordinación, de tendencia semiótico/estructuralista/ideologista, la comunicación se centra en la manipulación a través del mensaje y se convierte en un instrumento de dominación ideológica a través del cual una clase con poder ejerce influencia sobre las demás. (DUBRAVCIC: 2002). En esta línea teórica Althusser definió a los medios de comunicación como “aparatos ideológicos del estado”, según la cual “estos aparatos tendrían la función de asegurar, garantizar y perpetuar el monopolio de la violencia simbólica bajo la apariencia de una natural legitimidad”16. 16 DUBRAVCIC, Op. Cit. p.25 31 Dentro de este esquema, la ideología como un sistema de representaciones penetra la experiencia cotidiana, las costumbres, los gustos, la cultura. Aquí la comunicación se entiende a partir de: El emisor (quién) es la clase dominante que influye y manipula al receptor. El mensaje (qué) que al ser susceptible de análisis se puede deducir el dominio ideológico. El receptor que construye este esquema es el oprimido a quien se manipula a través de los medios de comunicación. Los canales son fetiches, -entendiendo como fetichización a aquel proceso por el cual las cosas o los sujetos abandonan su dimensión real para adoptar otra-. Los medios de comunicación se tornan en fetiches en la medida en que se los considera como entidades dotadas de autonomía, voluntad y alma propias.17 1.3.- Lo que nos dice la cotidianidad Es a finales de los años 70 del siglo XX que la corriente de la teoría estructural de las relaciones sociales criticada por su visión mecanicista sobre el funcionamiento de la sociedad entra en crisis para dar paso al estudio del sujeto como actor fundamental. Es así que nos internamos en un tercer momento, al incorporar la comunicación, que desde su interdisciplinariedad abrirá espacios al estudio de la persona, de las experiencias cotidianas y del entorno. El receptor 17 Ibid, p.27 32 romperá su pasividad para constituirse en un agente diferenciado y reflexivo. Será de suma importancia el sujeto social culturalmente diferenciado quien construya sentidos desde su aprehensión y apropiación de la realidad en la que vive. En este momento se da un salto desde la concepción lineal y utilitaria, de la comunicación, a la de un proceso más bien ciudadano, culturalmente diverso y plural, y por ende se marca una ruptura entre la visión instrumental/mediática de la comunicación para dar paso a la concepción de comunicación como acto totalizador e integrador de sentidos. Mirar a la comunicación desde la función de los medios resulta un tanto limitado puesto que frescos enfoques comunicacionales han surgido de los propios procesos sociales como la necesidad que sean nuevos actores sociales quienes, a partir de sus experiencias, creencias, saberes y sentidos, aporten a la comunicación con novedosas formas de expresión. Nuevos enfoques comunicacionales intentan superar esta línea eminentemente funcional para entrar de lleno en la comprensión de la comunicación ya no solo como el manejo mediático de la información, sino como una interacción permanente que se enriquece en la cotidianidad donde día a día se intercambian historias, lenguajes y experiencias que ayudan a construir nuevas formas de escribir y leer la realidad. Al cobrar importancia lo social damos valor a los postulados de la sicología de comunicación de Palo Alto o Escuela Invisible, los mismos que parten de la esencia comunicativa en los procesos de relación e interacción, de donde deriva que todo comportamiento humano tiene un valor comunicativo. En este pensamiento se apoya el pensador argentino Eliseo Verón (1935) además de los aportes de la antropología 33 estructural y de la semiología francesa, para cuestionar el modelo funcionalista. Considera que el saber humano al ser tan enorme como ínfimo ofrece nuevos problemas y nuevas informaciones cada día, lo que obliga a construir nuevas rutas de investigación y en base a éstos y otros modelos pone a consideración propuestas innovadoras. Parte de la interdisciplinariedad de las ciencias en la investigación de la vida cotidiana y de la comprensión de la ideología no solo como contenido de mensajes sino como una dimensión central en la producción de sentidos y punto de partida de los análisis mismos. Está a favor de la investigación fenomenológica como elemento fundamental para cualquier interpretación teórica cuando dice: “las ciencias sociales tienen que estudiar al hombre y su realidad concreta; deben comprender los elementos básicos, que son parte del día a día social, procurando sistematizar los saberes acerca de las formas culturales de vida, como orientación incuestionable en el pensamiento metodológico serio”18 Otro pensador en la construcción de un método para la investigación en comunicación es Armand Mattelart19, uno de los más destacados historiadores de las teorías, métodos, estrategias, de las culturas, de las ideas y de las políticas, de los sistemas y de las tecnologías de la comunicación. Desde un enfoque marxista de análisis, cuestiona el papel que juegan los medios que como bastión de la clase dominante detentan el poder tecnológico, en tanto conlleva, en última instancia, un proyecto cultural proveniente de su ideología de dominación, de su función social, de 18 MALDONADO, Efendi, Reflexiones sobre la investigación teórica de la comunicación en América Latina, en Comunicación: campo y objeto de estudio, UPS, 2003, p 105 19 Armand Mattelart (Bélgica, 1936) Entre sus obras señalamos: Para leer al Pato Donald, La invención de la comunicación, La internacional publicitaria, Historia de la Utopía Planetaria. Actualmente preside el Observatorio de Medios de París. Desde esta instancia propone la consolidación de un contrapoder -a los medios- que en los momentos actuales tienen tanta trascendencia en la vida de la sociedades, con la intención de afinar el tratamiento informativo y confrontarlos como derecho fundamental de la democracia. Critica fuertemente el tratamiento que hoy se le da a la comunicación; de ser un proceso empresarial y no una construcción social de sentidos. 34 su modo de producción y que se expresa en el dominio de la dinámica de la información y de la cultura. Este pensador reflexiona sobre la necesidad de devolver el habla al pueblo y de la importancia de la producción de comunicación desde sus fuentes; la prensa popular, la comunicación alternativa. Propone una mirada hacia métodos antropológicos, sociológicos, históricos, políticos y económicos en el estudio de los procesos de comunicación para una mejor comprensión de los fenómenos comunicológicos de los diversos grupos, clases, comunidades, y sujetos. El análisis cultural, a pesar de ser incompleto para explicar los procesos de comunicación, aporta en la comprensión de las relaciones entre enunciados discursivos y comportamientos sociales. Para Mattelart la problemática de la comunicación se amplía al incluir lo cotidiano, es decir, de la existencia de un sujeto concreto, inserto en un grupo social, en un contexto histórico y en una vida familiar donde establece relaciones sociales que al entrelazar comportamientos, sentidos y saberes son fuente de múltiples significaciones. Por su parte, Jesús Martín Barbero, reconocido investigador de la comunicación, critica la concepción instrumentalista de los métodos funcionalismoestructuralismo-marxismo y abre un nuevo sendero hacia la comunicación, la misma que transciende la postura matemática de Wiener y Shannon, que sirvió de sustento a la teoría de la información bajo la cual la comunicación adquiere la condición de símbolo calculable, en donde el problema básico consiste en “reproducir en un punto dado, de forma exacta aproximada, un mensaje seleccionado a otro punto”20. Su aporte es decisivo cuando dice: “la comunicación nombra hoy a la vez uno de los 20 MATTELART, Armand, Op. Cit., pg, 42 35 más fértiles territorios de la investigación social y el espacio social más denso de ensoñaciones y pesadillas, a las que la propia investigación no ha podido sacarle el cuerpo”21. Es en este sentido que orienta su investigación hacia un desplazamiento teórico desde el quehacer científico de los países desarrollados frente a la aplicación y consumo de la que somos parte los países periféricos. Parte de un cuestionamiento al modelo informacional imperante para volcarse hacia las matrices culturales como base a su línea metodológica de trabajo. Su orientación metodológica propone el pensar históricamente la comunicación y la caracterización de los espacios cotidianos como puntos de encuentro de varios tiempos históricos. En su obra, De los medios a las mediaciones22 cuestiona los procedimientos tradicionales de investigación en comunicación y propone pensar la comunicación desde la cultura, una matriz que para él significa una honda comprensión de los procesos sociales y comunicacionales a partir de los mestizajes raciales, éticos, religiosos, políticos. Lo que implica un desplazamiento de la investigación, centrada en los medios, hacia las mediaciones. Desde esta postura, devenida de la teoría del espacio social de Pierre Bordieu y en la Teoría de la Acción Comunicativa de Habermas, cuestiona la racionalidad ilustrada como único paradigma capaz de explicar los fenómenos sociales. Así se explica el proceso comunicativo a partir de las cosas en la que las relaciones tienen esencias propias y determinantes. Propone la comprensión de fenómenos como la comunicación y la cultura que en su dimensión dialéctica nos permite constatar que los elementos del proceso comunicativo no son solo eso (E-M-R), sino que son 21 MARTIN, Barbero, Jesús, Nuevos itinerarios de la investigación en comunicación, en Comunicación, campo y objeto de estudio, Texto de apoyo, UPS, 2003 22 MARTIN, Barbero, Jesús, Op. Cit. p. 48 36 producto de procesos de interacción entre sujetos, informaciones, experiencias, razones, emociones y mensajes. Para Barbero23, entran en juego la consideración del tiempo en la comprensión de las transformaciones que la actual coyuntura histórica nos permite vivir, de ahí que el estudio de la realidad cotidiana se vuelve fundamental porque allí están presentes los modos de comunicarse de las personas, las formas de encuentros e intercambios y las formas de imaginar nuevas situaciones. Desde las mediaciones se propone estudiar los procesos comunicativos partiendo de la significación del proceso mismo que no puede ser fragmentado en sus elementos, ni aislados de un contexto social; por lo tanto, se debe tomar en cuenta la subjetividad como dato social y el sentido social de la historia, que no se abandonan una a otra. Barbero identifica entre las principales mediaciones las diferentes concepciones del tiempo que dan lugar a la coexistencia de procesos históricos simultáneos, a la fragmentación cultural urbana, en donde se diversifican los actos particulares de los sujetos. Para entender la mediación se hace necesario comprender cualquier proceso comunicacional desde una dimensión relacional o trueque simbólico. Son las mediaciones las articulaciones que se dan entre los medios, los emisores y los receptores: las instituciones, organizaciones y sujetos, las temporalidades sociales y las diversas matrices culturales desde donde los sujetos construyen sentidos. Incluso las formas cuantitativas de análisis de contenido, como técnica de investigación para la descripción objetiva, y sistemática del contenido manifiesto de la comunicación 23 MARTÍN, Barbero, Jesús, Op, Cit p. 62 37 ampliaron su espectro hacia la comprensión cualitativa al entender finalmente que “los mensajes son objetos simbólicos con un contenido manifiesto, que como formas codificadas se encaminan ideas, actitudes, comportamientos o mensajes a través de los cuales los grupos sociales intercambian /confrontan sus realidades y consolidan sus concepciones de hacer la realidad de la vida cotidiana”24. Así, cobra sentido la naturaleza simbólica de la vida social y la necesidad de análisis de los sistemas simbólicos y sus representaciones. Al decir de Bordieu: “ la sociedad está formada por un mosaico de espacios simbólicos en los que sus miembros inventan o reproducen códigos propios, discursos, mitos y rituales específicos en torno a ideas y valores.”25 Las mediaciones en un juicio amplio habrían de considerar varias situaciones comunicacionales como el análisis de los acontecimientos que se dan en el cotidiano y la importancia que tienen el contexto y las relaciones interpersonales que suceden a su interior. Esta cuestión nos lleva a reconocer que todo hecho social se inscribe dentro de un eje comunicacional porque trae implícito el intercambio de sentidos donde se cruzan intenciones, deseos, temporalidades y factores históricos que determinan su quehacer en un momento determinado. Dicho de otro modo, hay comunicación en todo acto cotidiano: en las celebraciones, en los ritos, en las fiestas, en el arte, en la música, en la arquitectura, puesto que todo lo que el hombre produce tiene significado. 24 RODRIGO, Mendizábal, Iván, Del análisis de contenido al análisis de discurso: aspectos metodológicos en relación a la Etnometodología, Universidad Andina Simón Bolívar, Quito, 1999 25 Comunicación, cultura y mediaciones, publicación del Centro interdisciplinario Boliviano de Estudios de Comunicación, La Paz, Bolivia, s/f 38 Para entender el universo comunicativo construido en torno a las mediaciones tomaremos en consideración dos momentos: la mirada a lo cotidiano, y el proceso de recepción26. Ya sabemos que cada acto, cada palabra, cada gesto o expresión hablan por nosotros, muestran un poco de lo que somos; es así que la cotidianidad con cada una de sus manifestaciones es, por sobre todo, un gran ejercicio comunicativo. Lo cotidiano es el espacio en el que se configura y reconfigura la historia de la existencia humana donde se expresan el deseo de ser de las personas a partir de sus múltiples manifestaciones. Aquí se contraponen los acontecimientos normales y frecuentes con lo inesperado y especial también expresados en el lenguaje. Todos los actos cotidianos remiten a un sentido de identidad en tanto cada individuo asume sus modos ya sea en el uso del espacio, en el manejo del tiempo, en la apropiación de los escenarios, cuestiones que lo llevan a elaborar sus propias proyecciones en torno a sus propias concepciones sobre asuntos como el trabajo, la familia, el tiempo, la vida misma. La caracterización de la cotidianidad debe incluir una mirada desde lo individual hacia lo grupal en donde entran en consideración factores sociales, económicos y políticos y, que determinarán en última instancia los modos de comunicarse de las personas. Esta mirada a lo cotidiano implica un despliegue desde el mediacentrismo27 (BARBERO: 1994) hacia la interacción social donde todo sucede. 26 Esta es una propuesta del Centro interdisciplinario Boliviano de Estudios de Comunicación de la Paz, Bolivia, s/f 27 para entender mejor este término es necesario volver sobre la perspectiva de análisis de los medios que fue de largo dominio en los estudios de comunicación, procedente de la epistemología psicológico-conductista con énfasis en los efectos cuyo objeto consistía en descubrir y denunciar la penetración ideológica desde los medios; o desde la línea semiótico- estructuralista , con énfasis en el mensaje, que terminaban por referir el sentido de los procesos a lo instrumental, más que a lo cultural, lo que Barbero llama abordar lo social y lo cultural; es decir mirarla como un intercambio de sentidos, como ya hemos referido en los párrafos que antecede. 39 Otro de los aspectos a tomarse en cuenta en el campo de las mediaciones es el de los estudios de recepción como lugar de producción de sentido. Desde la forma de los modelos tradicionales de comunicación, la recepción era el lugar en el que terminaba la comunicación. En esta propuesta es el lugar donde se produce el significado a partir de la interacción entre el mensaje recibido y las mediaciones del receptor porque es un aspecto más ligado a la emotividad que a la racionalidad, puesto que los mensajes, a más de la carga semiótica tienen un toque existencial que es el que generalmente le otorga el receptor y que al considerarse diverso genera nuevas interpretaciones. Es de esta manera que se producen variados sistemas de significación, ya que cada persona recepta de manera distinta los mensajes emitidos y, por lo tanto está dispuesto a contribuir con respuestas diferentes. En tanto las prácticas cotidianas van ligadas a otras prácticas y no solamente a la de los medios, es de pensar que el intercambio simbólico expreso en cada interacción, produce también formas diversas de recepción y que es en donde la comunicación se complejiza y enriquece. Durante la recepción la gente asimila ideas que además de compararlas y contrastarlas con sus referencias, las discute con sus semejantes. La comunicación es una cuestión histórica donde la realidad cotidiana se vuelve eje y fuente de toda comunicación. Allí están presentes los modos de comunicarse de las personas, las formas de encuentros e intercambios y las formas de imaginar nuevas situaciones. Son las mediaciones las articulaciones que se dan entre los medios, los emisores, los receptores: las instituciones, organizaciones y sujetos, 40 las temporalidades sociales y las diversas matrices culturales desde donde los sujetos construyen sentidos... Así entendida la comunicación, deviene más que en un proceso instrumental de medios masivos y de uso de tecnología en un proceso de prácticas sociales vividas y sentidas. Este proceso se forma en una situación de comunicación, que no es otra cosa que el momento y el espacio preciso en el que la interacción ocurre. Asumir el sentido totalizador de la comunicación a partir de las experiencias enmarcadas en la vida cotidiana, en la lectura de su simbólica, en la importancia que le demos a la historia impregnada en cada una de sus manifestaciones -como fuente certera que configura nuestro presente- son ejemplos de cómo la comunicación a más de ser un proceso que se sirve de las tecnologías implica por sobre todo una constante construcción de sentidos. La comunicación como producto histórico y relación social subyace en todo accionar humano donde se infieren intercambios y procesos por medio de los cuales, por un lado, nos damos a conocer al mundo y, por otro, aprehendemos del mundo circundante. De este modo queremos remitirnos a la arquitectura como comunicación, ya que al ser ésta un arte y una elaboración humana emerge con fuerza como un reflejo de la sociedad y de los tiempos en los que vivimos, al mismo tiempo que se constituye en elemento clave para la conformación física de la ciudad. El sentido comunicativo de la arquitectura radica en los símbolos que la componen, en la intención implícita en la que entran en juego aspectos sicológicos y culturales, tanto así que, podríamos decir que la arquitectura es la narración de la 41 historia de los pueblos, de las ciudades y de las sociedades en general. Esta visión o esta forma de entender el universo simbólico de la arquitectura podría ser aplicable a cualquier otro accionar de la vida social porque como lo sostenemos a lo largo de este trabajo, mientras haya una intención expresa, consciente o inconsciente, todo comunica. De esta manera estamos valorando los postulados teóricos del actuar comunicativo de Habermas, así como la del llamado Colegio Invisible, también conocida como la Escuela de Palo Alto, que reunía a autores muy diversos en torno a la idea de que la sociedad se organiza en los intercambios cotidianos.28 Si es así, la arquitectura como práctica social es per se un acto cotidiano y, por lo mismo, un acto de comunicación si tomamos en cuenta que es un intercambio de ideas, supuestos, e intenciones en torno a la práctica concreta de crear y contribuir, de esa manera a la construcción de áreas y espacios habitables para la vida. Asumir el universo comunicativo de la arquitectura es mirar el universo de su simbólica que parte de la concepción, de la percepción y del conocimiento de la realidad y de la historia, de tal manera que deviene en una actividad social en constante relación con la sociedad en la cual se inscribe. Los criterios concernientes a la arquitectura y comunicación se ampliarán en el capitulo cuarto. 28 BAYLON, Christian y MIGNOT, Javier, La Comunicación, Ediciones Cátedra, París, 1996, p. 223 42 CAPITULO II 2.- Ciudad: escenario de comunicacion En el capítulo anterior abordamos la comunicación desde una perspectiva totalizadora de tal manera que la entendamos como un constructo de sentido expreso, no solo mediante la lengua oral o escrita sino por toda una serie de manifestaciones en las que por medio de la interacción nos damos a conocer. Esta idea de comunicación nos permite remitirnos a cualquier ámbito del accionar humano dado que, como lo sugerimos en el capítulo anterior, toda acción humana está cargada de significado. Dicho de esta manera, en el presente capítulo tomaremos como referencia la ciudad: entidad social, espacio fuertemente simbólico y escenario de comunicación en donde se diversifican las prácticas sociales. En el actual contexto social, el estudio de la ciudad vista como el espacio donde mejor se articulan todas las variantes culturales, sociales, económicas y políticas se vuelve fundamental ya sea por la estrecha vinculación a los ámbitos sociales, o como también porque ésta, como espacio simbólico, constituye una gran fuente de riqueza contenida en la vida de sus habitantes, en sus expresiones sensibles, en sus múltiples manifestaciones, en sus fiestas y tradiciones, en sus códigos secretos, en sus lenguajes olvidados, en sus colorido, en sus canciones, en sus viejas y modernas edificaciones, en su arquitectura, en sus personajes en su entorno y en su historia. Al abrir el gran abanico de la ciudad como espacio comunicacional y seno de la diversidad, podemos ver que hay mil maneras de abordarla, ya sea desde la historia, la antropología, la sociología o la comunicación. Estos acercamientos a 43 partir de distintos ámbitos de las ciencias sociales nos dan a entender que la ciudad, así como la comunicación, al ser una entidad viva, trae consigo señas y marcas de diferenciación o identidad construidas en torno a un universo simbólico a partir del cual los imaginarios se estructuran. Cada ciudad es un cúmulo de la experiencia cotidiana enmarcada en aquel espacio público que lo define, por eso, muchas de las ciudades, guardan en su corazón -en la Plaza Mayor- indicios de sus orígenes, que van poco a poco transformando sus áreas rurales en poblados urbanos, en centros de comercio, cultura y desarrollo. Desde el punto de vista comunicativo, nos remitiremos a la ciudad-texto (ver capítulo cuatro) que como contenedor de símbolos y códigos se convierte en un texto descifrable, es como un libro que nos induce a la lectura, al pensamiento y a la reflexión. Nos ofrece un sinfín de mensajes los cuales dan cuenta de los cambios devenidos en el tiempo y de las influencias de las que ha sido objeto. Recorreremos el vasto camino de la ciudad desde sus orígenes mismos, pasando por los momentos históricos que la fueron determinando de tal o cual manera en el contexto latinoamericano, hasta llegar a tener una visión de la ciudad contemporánea reconfigurada a partir de fenómenos como la masificación, la fragmentación y la globalización. Formarán parte de nuestro recorrido los múltiples conceptos elaborados desde distintos ámbitos de las ciencias sociales, así como los enfoques que han servido para articular el espacio-ciudad; a saber: criterios geográficoambientales, ecológicos, urbanísticos y comunicativos, entre otros. Parte de esta exposición se basará también en la idea ciudad-urbanización-progreso como paradigma de la modernidad. 44 2.1.- Múltiples formas de leer la ciudad Las múltiples maneras de ‘ver’ y ‘leer’ la ciudad, han llevado a diversos autores a proponer formas de abordaje y maneras de entenderla mejor; podemos citar algunos autores quienes aportan de manera significativa al concepto de ciudad y de su papel en la vida de las sociedades. Al respecto tenemos el criterio de E.Pirenne, quien desde la economía, sostiene que “en ninguna civilización la vida ciudadana se ha desarrollado con independencia del comercio y la industria”29; desde la visión política, Aristóteles, apunta que “la ciudad es un cierto número de ciudadanos”30; así como para Mundford, desde la sociología, “la ciudad es la forma y el símbolo de una relación social integrada”31; desde el arte y la arquitectura Alberti expresa que “la grandeza de la arquitectura está unida a la de la ciudad, y la solidez de las instituciones se puede medir por la solidez de los muros que la cobijan”32, desde la comunicación, Reguillo dice, “la ciudad, estructura de significación socialmente establecida, es vista como el espacio desde y en el que se construyen códigos o se decodifican significados”33 Y desde el alma del poeta, Walt Withman afirma “la ciudad es la más importante obra del hombre, lo reúne todo y nada que se relacione con el hombre le es ajeno o indiferente”34. Desde los griegos sabemos que, alrededor de la ciudad se construyó la primera forma de participación ciudadana, para Aristóteles, la ciudad hacía referencia a la polis como el lugar en donde se hace la gran política. El filósofo 29 Documento de internet: http:// www. geocities.com/ciu.html Ibid 31 Ibid 32 Ibid 33 REGUILLO, Rosana, La construcción simbólica de la ciudad, Jalisco, México, 1999,p. 74 34 Documento en Internet: http://www.geocities.com/ciu/html 30 45 español Ortega y Gasset señala que “la ciudad es un ensayo de secesión -separarse de un total, parte de un territorio-, que hace el hombre para vivir fuera y frente al Cosmos, tomando de él porciones selectas y acotadas”35. En este punto vale la pena anotar los enfoques que sobre la ciudad nos presenta Adrián Gorelik36 en su ensayo Ciudad, las mismas que se elaboran a partir de una preocupación en el sentido de ver a la ciudad como germen de la problemática que se da con la modernidad. El primer enfoque de tinte biologista aplica a la ciudad la noción de adaptación, una categoría de género de vida formulada por el biólogo Patrick Geddes y compartida por Paúl Vidal de la Blanche, quien dice que “la naturaleza prepara el sitio, y el hombre lo organiza de tal manera que satisfaga sus necesidades y deseos”37 Este enfoque designa la relación activa entre los hábitos, las formas de hacer y los paisajes y será la que lleve la idea de ciudad nodo o punto de identificación cuyo fundamento viene de un desarrollo económico y territorial equilibrado a través de una red de centros regionales. La propuesta parte de criterios geográfico-ambientales de análisis interno de la ciudad y su relación con la naturaleza y la sociedad. Otro enfoque parte de la sociología, la filosofía y la crítica cultural en la que la noción de metrópoli, a decir de Georg Simmel se remite a “una configuración socioespacial que realiza, en forma cultural la estructura de la modernidad”38. La metrópoli supone un salto cualitativo respecto de la ciudad tradicional, marcado por 35 NAVARRO, Elio, Documento de internet, en clu.telepolis.com.universidaddecatamarca.ar. 2000 GORELIK, Adrián, Ciudad, en Términos críticos de la sociología de la cultura, Paidós, Buenos Aires, Argentina, 2002, p 17 37 Documento de Internet: http:// www.club.telepolis.com/geografo/urbano/ciudad/html 38 GORELIK, Adrián, Op. Cit. p.14 36 46 la generalización de la economía monetaria y a partir de la cual surge la noción de habitante consumidor e intelectual guiado por el cálculo racional. En el mismo ensayo de Adrián Gorelik y Oswaldo Sprengler en lo que ellos han llamado su morfología histórica, dicen que la metrópoli implica el más alto grado de civilización, no así de cultura. Estos autores, hacen una distinción al respecto, al decir que “lo que distingue a la ciudad de la aldea no es la extensión, sino la presencia de un alma ciudadana”39. Corrobora a este criterio Robert Park, quien desde las líneas de la sociología urbana, anota que la metrópoli es la expresión más exacta del mundo de la libertad y de fragmentación máximas. Un tercer enfoque es el de la urbanística y se refiere a los estamentos funcionales de la ciudad en donde se confronta la idea de ciudad como organismo productivo (fuente de acumulación capitalista e instrumento de producción) y su organización como servicio social. Aquí es preocupación la recuperación de los valores culturales tradicionales de las ciudades amenazadas por la modernización sustentadas por la urbanística y que se asienta en la idea de que el caos de la ciudad industrial se verá mejorado con la urbanística. A partir de los años 30 el debate sobre la ciudad se amplía. Desde entonces la noción de ciudad no sólo se remite a la problemática de ella a partir de la modernidad, sino plantea la necesidad de mirarla como un centro en donde se da la más íntima relación entre desarrollo industrial y los poderes centralizados. Es en este contexto que la planificación se vuelve urgente para cuestiones como el tratamiento espacial, el uso de los espacios y la dinámica social. 39 BONILLA, Omar, en revistamunicipalidades.org.ni 47 Frente a esta propuesta surgen los enfoques antropológicos, semiológicos, históricos y políticos. En este sentido está Kevin Lynch40 quien asume la ciudad desde la comunicación al remitirse a ella como texto vivo y por lo tanto como espacio histórico social de hechos y representaciones que necesitan ser leídas y descifradas. En 1979, Raymond Williams establece una vinculación entre ciudad y literatura lo que será decisivo para los estudios culturales. Por su parte, Michel Foucault41 produce la figura de espacio poder en la que mira a la ciudad como una máquina de producir y reproducir poder. Manuel Castells en La Cuestión Urbana pone a la ciudad como el lugar estratégico de la gestión estatal de los conflictos sociales, lo que define la existencia de los movimientos sociales urbanos42. A partir de los años 80 se vislumbra la ciudad escindida entre la hiperciudad/megalópolis extendida por un territorio de descontrol e inviabilidad que bajo los cánones contemporáneos aparece en forma de caos social y urbano; así, la crisis de este tipo de ciudad se demuestra en la deslocalización industrial, los flujos inversos entre la ciudad y el campo, la urbanización difusa, la proliferación de periferias internas, las viejas áreas industriales abandonadas y la obsolescencia de la infraestructura pública. Ante esta situación aparecen los cuestionamientos en torno a la ‘recuperación’ de la ciudad y de sus áreas más vulnerables. Una de estas preocupaciones copa el campo desde el análisis cultural y de consideración política de la ciudad como espacio público que se evidencia en la presencia de centros urbanos dinamizados en la gestión local y su competencia como nuevos agentes 40 LYNCH, Kevin, La imagen de la ciudad, Editorial Gili, Barcelona, España, 1960. FOUCAULT, Michel, El ojo del poder, entrevista con Michel Foucault, s/f, s/a, s/e,(fotocopias) 42 CASTELLS, Manuel, La cuestión urbana, Siglo XXI editores, México, 1997. 41 48 económicos. Parte de la mirada cultural retoma la ciudad como texto para servirse de referente hacia la interpretación de sus símbolos e imaginarios, en este plano anotamos cómo la cultura europea comienza a volver a su ciudad desde una perspectiva histórica y referente artístico, en tanto que la mirada norteamericana radicaliza su identidad urbana descentralizada y apoyada en la red y en la cultura de masas. Un giro similar ocurre desde la corriente latinoamericana, la que en sus inicios vivió la ciudad como el producto más genuino de la cultura occidental y en la que se agudizaron sobremanera las grandes contradicciones entre ciudad/campo propias de una perspectiva que privilegió el anclaje civilizatorio frente a la ‘barbarie’ de los pueblos americanos. La ciudad latinoamericana sirvió de escenario propicio para dar paso a la teoría de la dependencia43 a través de la cual, los pueblos llegarían al ideal de progreso al asimilar de mejor manera las matrices de la cultura europeizante en la que la urbanización sería la salida al retraso, y un mecanismo por medio del cual la dicotomía tradicional/moderno se rompería. Es a partir de las últimas décadas que la noción de ciudad se relaciona más bien con la idea de espacio público en la que los ciudadanos toman en sus manos la gestión local y por ende, se vislumbra un giro en torno a lo que es habitar y hacer ciudad. Aquí damos paso a la ciudad contemporánea que se muestra como un tapiz 43 La teoría de la dependencia como paradigma acerca de la comunicación alternativa responde a la línea semiótico estructuralista y en cuya visión de desarrollo se inscribe a partir de la relación de dominación entre los países centrales y los países latinoamericanos. Tomado de Dubravcic, Martha, Comunicación Popular: del paradigma de la dominación al de las mediaciones sociales y culturales, Quito 2002 49 multicultural y de rasgos tradicionales, la que a más de ser un espacio consagrado geográficamente para que un número de ciudadanos la habiten, emerge como un escenario social por excelencia en donde hay cabida a los imaginarios urbanos, a la comunicación y a la participación ciudadana. En esta concepción de ciudad está implícita la idea de sede donde ocurre la vida. Aquí se diversifican las prácticas sociales propias de la vida de los pueblos y en las cuales el hombre desarrolla tareas indispensables para la subsistencia, tales como el adscribirse a una actividad económica, a un espacio definido, o a un grupo social. La ciudad es aquel espacio público donde el individuo se muestra, se relaciona, se identifica y se distingue del otro. Entonces, al ser ésta un escenario social por excelencia está claro que cada una de sus manifestaciones son una muestra de la diversidad y heterogeneidad de quienes la habitan en los ámbitos culturales, económicos y políticos. De esta manera el concepto de ciudad supera la noción geográfica para remitirse a aquel lugar en donde mejor se conjugan la capacidad creativa del hombre con el entorno en el que se asienta, para dar lugar a un espacio de sociabilidad en donde el ser humano se desarrolla, vive y muere y que como una construcción social es producto de momentos históricos y eventos particulares que la caracterizan como espacio único e irreemplazable. En este escenario, sede donde ocurre la vida cotidiana, los ciudadanos le otorgan una particular significación al habitarla, al apropiarse de ella, al evocarla, al cubrirla de sus manifestaciones y poblarla de sus imaginarios. La ciudad se constituye así en el territorio que construye el hombre para vivir fuera de su casa y que se erige como el centro desde el cual el hombre traza los 50 límites de lo íntimo a lo social y desde lo público a lo privado; instancias diferenciadas que han sido vulneradas por las nuevas tecnologías y los medios de comunicación masiva. 2.2.- Del imaginario europeo a la configuración de la ciudad latinoamericana El proceso de formación de nuevas sociedades que se inicia con la conquista enfrenta a dos mundos: a una América aborigen estructurada a partir de su propia cultura de formación predominantemente rural y la presencia europea de carácter urbano/expansionista. A partir del siglo XVI, Latinoamérica se constituye como una proyección del mundo europeo, mercantil y burgués. El área hispánica rural con alta significación simbólica se constituyó como elemento económico dependiente de las comunidades congregadas en las ciudades cuyos grupos predominantes eran los beneficiarios de la explotación del mundo rural. La tendencia urbana que se dio desde la conquista imprimía, por lo tanto, una base a partir de un mundo ‘aparentemente’ vacío, en el que los hispánicos habrían de instaurar el nuevo modelo de sociedad. El sentido hispánico de vaciedad viene del tratamiento con el que los conquistadores iniciaron su camino; es decir, trataron como si la tierra conquistada estuviera vacía cultural y socialmente, poblada por individuos que podían y debían ser desarraigados de su trama cultural para ser incorporados al sistema económico que los conquistadores instaurarían. Con la fundación, la corona imaginó su imperio colonial como una red de ciudades que a más de lo físico, creaba una sociedad conformada por una ideología de dominación sobre una realidad inerte y amorfa, sustentada en dos premisas: a más de la inerte y amorfa sociedad existente, la decisión de que la sociedad preexistente 51 no debía tener un desarrollo autónomo y espontáneo. Para eso había que construir ciudades homogéneas compactas y adecuadas a un sistema político rígidamente jerárquico apoyado en la estructura ideológica de la monarquía cristiana, desde donde partiera la periferia del mundo metropolitano. A finales del siglo XVIII, las ciudades empezaron a asumir su papel ideológico, gracias a la historia de la que provenían como a su estructura preexistente para expresarse más allá de lo genérico. Las ciudades se fueron formando por los impactos socioeconómicos exteriores como los del mundo mercantil y las grandes corrientes de nuevas ideas que entrañaban visiones ideológicas de la realidad. A pesar de que procuraban adecuarse al modelo europeo, que -desde su visión instrumental buscaba crear ciudades para sus propósitos-, los sectores rurales al irrumpir en la vida pública de las ciudades introdujeron en las sociedades urbanas un aire vernáculo que marcó definitivamente el carácter de las ciudades e intensificó los problemas urbanos, el crecimiento demográfico, la diferenciación social e ideológica entre los grupos, las altas burguesías, los sectores agrícolas y la muchedumbre. El carácter conquistador urbano/expansionista basó su poderío en la sociedad feudoburguesa conformado por la nueva burguesía urbana y las viejas clases señoriales, la que se constituirá en el sustento del mundo moderno desde el siglo XVI hasta el XVIII. La clase burguesa nació en el seno de la estructura feudal y no al calor de la conquista como la clase señorial. Se emancipó por medio del dinero y creció a partir 52 de la economía monetaria, e invirtió el criterio feudoburgués: riqueza primero y poder después. Es una pequeña clase que empieza a constituirse a partir del siglo XI con hombres nuevos, de una nueva moral e ideales de vida y otras actitudes frente a la realidad, cuyo ámbito natural fue la ciudad. Empezaron la transformación de los lazos de dependencia económica y social hacia la formación de una economía mercantil. La feudoburguesía explora mercados, monta diversos tipos de organización mercantil y financiera. De este grupo surgen los patriciados locales que se constituyeron como grupos de riqueza que aceptaron encabezar la lucha de la nueva sociedad frente a la vieja estructura, con el fin de multiplicar el lucro y conquistar otros mercados. Las viejas clases señoriales poseedoras del poder y de la tierra, se mantenían fieles al fundamento sobrenatural para explicar el sistema vigente en el mundo; el del poder primero y el de la riqueza después. Fueron estas clases señoriales las que propusieron los fines trascendentes: la misión religiosa y la gloria que perseguían los guerreros. La expansión europea a la periferia es el primer eslabón en el desarrollo del capitalismo, proceso que desembocó, por un lado, en una definida política mercantilista: la ampliación del horizonte económico con la multiplicación de ganancias, apoyadas por el poder político, y por otro, en la emergencia de las ciudades como reales instrumentos del sistema y herramientas de expansión a la periferia; cada una con su función específica. En algunos casos, las ciudades fueron fuertes militares cuya función era la de ser baluartes de resguardo para sus caballeros. Nombramos aquí a la ciudad de Asunción fundada en 1537, a Buenos 53 Aires en 1536, a Río, en 1532. Nacieron también las ciudades de Valdivia y Concepción, en Chile, y Santa Cruz y Tarija en Bolivia. En otros casos fueron puertos comerciales, como Santo Domingo, La Habana, Panamá, Veracruz, Cartagena, Guayaquil (fundada en 1537), Salvador de Bahía, ciudades que al concentrar riqueza devenida del agitado intercambio portuario mercantil atrajeron a piratas y corsarios, por lo que se las dotó de murallas, castillos o morros, que, en algunas de ellas, se las conservan hasta hoy. Algunas ciudades se levantaron sobre templos u otras edificaciones como es el caso de México, que fue la admiración de su fundador, Hernán Cortés, quien, al no soportar semejante magnitud mandó a destruirla para emplazar otra en su lugar. La nueva México fue trazada como un cuadrilátero; se consagró el lugar del templo cristiano aproximadamente en el mismo sitio donde había estado el santuario indígena, y se echaron las bases del fuerte; luego se distribuyeron los solares, y poco a poco comenzaron a levantarse las nuevas construcciones con las viejas piedras de los monumentales edificios indígenas. La obra comenzó en 1523, según las órdenes de Cortés. Caso similar ocurrió en Quito, que se erigió según órdenes de Sebastián de Benalcázar en 1534 sobre el asentamiento indígena que dejara Rumiñahui, uno de los generales de Atahualpa. La ciudad del Cuzco, cabeza y asiento real del imperio de los Incas, fundada por Francisco Pizarro en 1534, conservó en parte la traza de la ciudad indígena. Sobre las ruinas del templo de Viracocha y, aprovechando sus cimientos, fue erigida la catedral, en tanto que sobre el solar del palacio de Guaina Cápac se levantó la iglesia de la Compañía de Jesús. 54 La ciudad minera de Potosí se consolidó como un gran centro de riqueza dado el comercio que se instauró a partir de la explotación minera. Esta ciudad fundada en 1545 ostentaba una estructura física de ciudad grande y opulenta, dice de su mercado Cieza de León... “ fue tan grande la contratación, que solamente entre indios, sin intervenir cristianos, se vendía cada día, en tiempo que las minas andaban prósperas, veinte y cinco y treinta mil pesos de oro, y días de más de cuarenta mil, cosa extraña, y creo que ninguna feria del mundo se iguala al trato de este mercado”.44 La fundación de las ciudades como el inicio de la expansión europea dejó una imborrable marca en las sociedades que nacieron a partir del siglo XVI en el que empezó el ciclo de las fundaciones. Este acto político formal se apoyó en una legislación homogénea como fueron los textos de las actas de fundación o los primeros actos institucionales de reparto de solares o establecimiento de cabildos; acto que sin embargo se diferenció fuertemente de los procesos sociales urbanos provenientes de la diversidad tanto geográfica como étnica, histórica y cultural de los lugares en los que se asentaron. La ciudad se erigió bajo formas jurídicas y físicas elaboradas en Europa e implantadas sobre tierra americana, a las que llamaron colonias por su semejanza con lugares de España. Fue así una formación europea en un mundo poblado por otras gentes y otras culturas. Esa otredad será el baluarte de las poblaciones originarias en tanto su diversidad e identidad. 44 ROMERO, José Luis, Latinoamérica, las ciudades y las ideas, Siglo XXI Editores, México, 1984,p.54 55 2.2.1.- Grupos urbanos originarios y la ciudad hidalga45 Las ciudades se organizaron como una red urbana regida por la autoridad centralizada de las metrópolis, de ahí que la implantación física de las mismas constituyó un hecho decisivo, a la par que significó un problema socioeconómico nuevo derivado de la confrontación entre nativos y conquistadores y de las perspectivas que se abrían en el nuevo escenario, donde comenzaba a actuar el grupo urbano originario. Un grupo heterogéneo conformado por aquellos convocados por el fundador, en donde predominaba la gente de condición humilde sin tierras ni nobleza, quienes buscaban, -de distintos modos-, ascender económicamente para poder alcanzar una posición social análoga a la de los hidalgos peninsulares forjada a la imagen de un hombre de rasgos feudales, varonil y caballeresca, de sentimiento monárquico, renacentista y decididamente urbano. El conquistador se transmutó en colonizador con una mentalidad e ideología del ascenso social; ideología que entrañaba una imagen de la sociedad que debía servir al señor, quien tenía el derecho de mandar, poseer y gobernar. En este ambiente, la ciudad constituía un instrumento específico de dominación, proyectaba la expansión mercantil con un estilo europeo que daba cabida a los grupos no europeos que se incorporaban, en tanto los campos conservaban los rezagos de formas de vida originarias. El acto fundacional se apoyaba en la fuerza de ocupación, y afirmaba el derecho de los conquistadores quienes –bajo un acto simbólico- dejaban sentado su 45 La clasificación de ciudades latinoamericanas que anotamos a continuación (de la ciudad hidalga a la ciudad masificada) es resumen del texto Latinoamérica, las ciudades y las ideas de José Luis Romero. 56 dominio: el conquistador arrancaba un pedazo de hierba con su espada, daba tres golpes en el suelo y retaba a duelo a quienes se le oponían. Este acto se complementaba con una misa, la entronización de una imagen y la redacción de un acta de fundación, en el cual se establecían las normas para la función administrativa, de la naciente ciudad. En lo físico se erigía el centro de lo que sería la Plaza Mayor y una picota, símbolo de la justicia. El núcleo de la ciudad se instaura, así, a partir de un damero y a su alrededor se construyen la iglesia, el fuerte o palacio para la sede de gobierno. Se reservan solares para las órdenes religiosas y el resto se reparte a los pobladores, según sus características y ocupaciones. A partir del acto fundacional que desde una perspectiva política significó el dominio -por la fuerza- del derecho de los conquistadores, deviene el despliegue de nuevas actividades económicas y la emergencia de nuevos grupos sociales. Es de este modo que se da la constitución efectiva de las ciudades, que en sus inicios se dio según las condiciones geográficas del lugar escogido, la misma que por diversos motivos se modificó hasta dar con el lugar de la fundación definitiva. La nueva ciudad nacería en medio de un sistema rural y marginal frente al de una Europa mercantil. La bien tramada organización política, administrativa y eclesiástica de las ciudades dio paso a otros planos de vida urbana que daba cabida a los grandes capitales, centros de poder y de elaboración de ideas que pronto surgieron sobre la ciudad aniquilada, la ciudad originaria. Es por eso que en la ‘nueva Europa`-como se 57 concibió a las tierras americanas- surgen sistemas burocráticos similares, con reflejos de las mismas formas de vida, réplicas de ceremonias civiles y en fin, un conjunto de prácticas sociales que pronto la definirán como una sociedad barroca escindida, en la que se evidencian la presencia de los peninsulares en constante relación con los grupos originarios. Alrededor de la ciudad creció y se organizó el sistema productivo y se intensificaron las actividades intermediarias con el crecimiento del mercado interno, producto de la fundación misma de las ciudades simbolizado en los centros distributivos de cada ciudad, lo que garantizaría la posterior conformación de redes urbanas y financieras. Este particular determinó que, hacia finales del siglo XVI las ciudades vayan poco a poco perdiendo su fisonomía primitiva para convertirse en ciudades burguesas y mercantiles, lo que confirmó -tarde o temprano- que América fuera considerada como una oportunidad para quienes buscaban asenso económico, social, tierras y nobleza. El éxito en tierra americana consistía en alcanzar una posición social análoga a la de los hidalgos peninsulares, posición a la que debía servir de fundamento la riqueza fácilmente adquirida y la numerosa población indígena sometida. Los grupos hidalgos fueron los primeros que siguieron a las fundaciones. En las metrópolis, como en toda Europa, las ciudades habían logrado un esplendor originario sobre la base de su desarrollo mercantil y del desarrollo de las incipientes burguesías. Con la conquista de Indias, se dibujó un mapa social en el que se distinguían fácilmente las clases sociales privilegiadas. Esta fue la tónica de las ciudades durante los dos primeros siglos que siguieron a las fundaciones, cuestión que se concretaría con la presencia de los señores urbano/cortesanos, de los habitantes privilegiados y no privilegiados. Lo que trajo como consecuencia la formación de ciudades duales. El carácter dual de éstas 58 ciudades provenía de dos vertientes: de un lado estaba la concepción épica de la vida que caracterizaba al grupo conquistador, que suponía un nuevo orden en una nueva sociedad, frente a la amplitud del nuevo mundo, sociedad en la que se instituía y en la que empezaba a vivir en medio de dos grupos contrapuestos; una sociedad dual sostenida por el estado y fortalecida por el sentimiento compasivo, en la que convivían grupos igualmente duales, como su otra vertiente. En esta sociedad urbana-dual, se auguraba la continuidad de las costumbres y el ejercicio de la vida noble, de quienes abandonaron el mundo peninsular en el siglo XVI, de manos de la hidalguía que pasó a constituir una oligarquía poderosa construida a partir de aristocracias y de las posibilidades que brindaban el comercio, de cuyos troncos nacieron vástagos criollos, herederos según la tradición. El título de hidalgos otorgaba el Rey Felipe II a la oligarquía poderosa “conformada por los hijos y descendientes legítimos de quienes se obligaron a hacer población y la hubieren acabado y cumplido”46 Las ciudades hidalgas eran el resultado del orden fundacional. Según Romero, aquí estaban las cortes virreinales, las sedes de gobierno, aquellas en que los encomenderos o los mineros ricos se apresuraron a consolidar su riqueza adoptando formas señoriales de vida que les permitieran ostentarla y además acentuar la separación entre clases. Estas ciudades marcaron su paso al tono de la vida urbana y de las cortes que se construyeron alrededor del poder, quienes alardeaban de un estilo de vida y de refinamiento dado el apego que mostraban a las artes, de un orgullo a sus antepasados, dedicados a la cortesía a la etiqueta, y a los ambientes refinados y elegantes. En mayor o menor 46 ROMERO, José Luis, Op. Cit., p.61 59 escala, todas las ciudades tenían su mercado con características semejantes; habían tiendas y comercios exclusivos en donde danzaban grandes sumas de dinero. El desarrollo de las ciudades se manifestó en su crecimiento y también en la adopción de formas de vida típicamente urbanas, así como en la aparición de nuevas preocupaciones culturales. Se construyeron casas privadas, edificios públicos, iglesias y conventos. Los hidalgos ricos obtuvieron minas y construyeron aristocracias en Guanajuato y Zacatecas, en México, Popayán y Cali, en Colombia Potosí, en Bolivia,- que fue la ciudad más grande y rica de entonces- Estos fueron lugares en los que los ricos encomenderos, ganaderos y mineros configuraron la sociedad de los siglos XVI y XVII bajo un barroquismo que se asemejaba mucho a la sociedad española, creando ambientes de distinción propios de las cortes, rodeados de esclavos y criados. La conquista constituyó en Indias -desde un comienzo- sociedades urbanas homólogas a las metropolitanas de su tiempo, ignorando la primera etapa del proceso de desarrollo urbano inseparable del mundo mercantil que progresaba. En la ciudad el mercado era el núcleo fundamental de la vida; allí se concentraba y circulaba la riqueza. En el gran mercado de Potosí, según Cieza de León47, se congregaron hasta unas cien mil personas, y podía llegar a circular de veinte y cinco a treinta mil pesos de oro en un comercio que incluía todo tipo de productos, entre los que se distinguían la coca y especialmente la plata. Las ciudades despedían un aire urbano dado por las clases altas que se hicieron fuertes en su condición señorial, en donde se distinguían grupos de ricos 47 ROMERO, José Luis, Op. Cit, p. 96 60 señores, de damas aficionadas a la poesía, rodeadas de prelados, juristas y funcionarios. Junto al varón aventurero, la mujer estabilizó las familias y ciudades y logró crearles una tradición que, -en poco tiempo- transformó a algunos de ellos en verdaderos linajes. La estirpe y el poderío de estas clases dominaban. Era un grupo constituido por quienes llegaban a ser lo que eran gracias a los títulos obtenidos. La clase hidalga era la clase que heredaba los privilegios de la conquista y todas las fuentes de riqueza. Eran quienes habitaban las mejores calles y alardeaban de un estilo de vida similar al de las cortes europeas. Así se consolidaron las grandes familias de raigambre y genealogía ancladas a un gran sentimiento de clase, hermandades y cofradías, que compartían sus gustos y afinidades en ambientes lujosos y atiborrados de adornos, mobiliario y etiqueta. Era propio de los hidalgos el placer estético, ellos disfrutaban de los paseos en carrozas en ‘las Alamedas’ que se empezaron a formar a las afueras de la ciudad. También asistían al teatro y a los centros literarios. De otro lado, los hidalgos sin fortuna fueron escándalo de las ciudades; era la subsociedad constituida de blancos-europeos, generalmente dedicados a los negocios o al comercio pequeño. Los mestizos desposeídos fueron el elemento detonante del orden formal de la sociedad barroca de Indias, los cuales se expresarían en la sociedad dual urbana que seguía creciendo contra el poder establecido en el mundo mercantil en el que adquirió autonomía un sector criollo blanco, lo que a mitades del siglo XVII provocaría la crisis de la sociedad hidalga. Con el furor del comercio que se acrecentaba, la vida de las ciudades se movía a pasos agigantados tanto en la ciudad 61 minera como en las ciudades puerto se congregaban grupos distintos a los que gobernaban en la hidalguía urbana; eran grupos de negreros y contrabandistas que forjaron un tipo de burguesía mercantil, a su propio estilo. Hasta bien entrado el siglo XVIII el desarrollo físico de las ciudades fue lento y no sobrepasó la traza de los fundadores. La Plaza Central continúo siendo el núcleo de donde nacían las principales calles y también los suburbios que se poblarían con los grupos marginales. Se cambió de lugar la picota y se instalaron los primeros sitios de retiro. A lo largo de los dos primeros siglos que siguieron a las fundaciones, el carácter de la arquitectura fue cambiando. Empieza el reemplazo de materiales: de adobe y carrizo a madera, y piedra. La arquitectura de ese entonces se concentró en las edificaciones religiosas (iglesias, conventos, colegios). A finales del siglo XVII ya tenían bellas catedrales Santo Domingo, Guadalajara, La Paz. El conjunto arquitectónico de San Francisco de Quito, edificada en 1534, con su plaza de casi 30.000 metros cuadrados, el convento, sus tres iglesias adyacentes: la de San Francisco, la de San Buenaventura y la de Cantuña, constituyen hermosos ejemplos. Las imponentes edificaciones religiosas develaban jerarquía en la ciudad hidalga al simbolizar el predominio religioso y los rasgos fundamentales de las clases altas en el seno de la sociedad. En las construcciones religiosas de la época se pudo comprobar la riqueza del sincretismo religioso peninsular con la imaginería indígena. 62 “Esta mixtura revelaba el intercambio y la simbología de una clase hidalga que al aceptar una virgen morena, -barroca, mestiza-, aceptaba también algunos elementos de las culturas vernáculas en otras manifestaciones cotidianas como la comida, el vestido, las celebraciones y las fiestas”.48 2.2.2.- La ciudad criolla Continuando con el texto de Romero, vemos como las ciudades entran en una nueva etapa con la instauración del comercio, la imposición de un nuevo ritmo de manos de una naciente clase burguesa, conformada por peninsulares ilustres y comerciantes atraídos por el progreso que prometía el creciente mundo mercantil. Las burguesías urbanas criollas constituyeron una élite social formada de criollos que crecieron y extranjeros que se establecieron como agentes de negocios en sus respectivos países. Esta sociedad era un conjunto híbrido entre lo urbano y lo rural con poder mercantil de gran vinculación al comercio y a las finanzas. Dichas ciudades florecen, en la segunda mitad del siglo XVIII, entre un aire urbano, más libres, abiertas y aburguesadas. Se mueven entre dos mundos dispares: el mundo rural que crecía rápidamente y el del mundo cosmopolita y extranjerizante de la naciente burguesía criolla que imprimió con sus rasgos la -hasta entoncessociedad tradicional, y que determinará, hacia las últimas décadas del siglo la nueva sociedad en campos y ciudades. La sociedad urbana como la rural cobró conciencia de esta sociedad informal, autóctona, con sentido de pertenencia y tradición, y fue poco a poco fijando las diferencias de clase, para, de alguna manera, determinarlas. 48 ROMERO, Op. Cit. p. 108 63 Estaban la clase alta vieja y nueva. La vieja conformada por criollos blancos y naturales adscritos a las funciones públicas, poseedores de minas o haciendas o vinculados al comercio libre. La nueva clase alta estaba conformada por criollos comprometidos con la tierra, señores de ingenios y plantaciones agrícolas, mineros, descendientes de encomenderos. Este grupo cuestionó fuertemente el carácter de la clase vieja, al considerar el ambicioso proyecto ibérico traducido en lucro. La burguesía criolla se constituyó a la sombra de las burguesías peninsulares, su arraigo era su condición natural, por haber nacido en esta tierra. Pronto se impuso como una minoría dirigente de la sociedad criolla influida por la ideología del mercantilismo. Un grupo que se consideraba como una sociedad étnica y culturalmente diferenciada e integrada a la sociedad blanca de la que aspiraba ser la cabeza. Era un grupo esencialmente urbano, constituido en las ciudades y amoldado a los halagos de la vida urbana, pues creían que las ciudades eran el centro de la hegemonía. Este sentimiento acentuó la mentalidad mercantilista que penetró en la sociedad urbana de entonces tal como sucedió en Inglaterra y Francia, para quienes el privilegio del grupo social al que se pertenecían era producto de la riqueza, de la eficacia y de la educación, según rezaba la filosofía de la Ilustración que aspiraba a lograr que fuera la razón y no las costumbres la que gobernara el mundo y que ellos la tomaron como suya. La burguesía criolla jugó el papel de nueva élite en la vida económica y política de aquella sociedad. Su presencia fue notoria también en la vida de la ciudad, la misma que al irse estructurando de acuerdo al uso que le dieron las clases sociales, 64 empieza a cambiar sus rasgos físicos. El autor hace mención a los usos de la ciudad al detallar las formas en las que la población se dispone en su interior. La población urbana creció, con lo que se hizo necesaria la regularización del trazado de calles, la delimitación de espacios públicos, el mejoramiento de plazas y la dotación de servicios básicos. Con la expansión urbana se fueron delimitando las áreas de ocupación por sectores; de la tradicional Plaza Central crecerían las áreas aledañas, donde empezaron a llamar la atención la formación de los suburbios, alineados al borde urbano-rural y en los que se distinguían los rancheríos, las pulperías, el mercado o el matadero. Los suburbios marcarían también la diferenciación de los barrios; están los aristocráticos que son más bien sitios de veraneo y los barrios de las clases populares. “Está el centro para los notables que provenían de la tradición hidalga y los alrededores para el pueblo; los cuarteles para los conspiradores, las tertulias para los murmuradores, los bufetes para los investigadores, la casa para las damas y la calle para los varones” (ROMERO: 1984,144). A la par de estos nuevos usos de la ciudad se diversifican los servicios públicos, la creación de hospitales, edificios públicos, cementerios y hospicios y el aparecimiento de los suburbios a veinte o treinta cuadras de la Plaza Mayor, lo que posteriormente marcaría el límite entre lo urbano y lo rural, el centro y las periferias. A la par de la burguesía criolla crecían también los grupos populares de variada extracción. La sociedad criolla es producto de la cruza entre criollos, blancos y naturales, de la que devienen mestizos y mulatos. Es la sociedad de la hibridación. 65 La convivencia en la sociedad criolla entre la clase alta de naturales, criollos y otros va tejiendo un interesante mapa de situaciones: fue preocupación de las clases altas mantener un modo de vida noble, a tono con el brillo del mundo mercantil, entonces se instalan los saraos, las tertulias literarias y se empieza a hablar de política, de economía. La sociedad empieza a politizarse; así se fraguan los movimientos revolucionarios urbanos encabezados por las burguesías criollas, quienes, más tarde forjarían los movimientos independentistas. En el plano educativo se propone inculcar nuevas ideas a través de la ampliación de bibliotecas, institutos superiores y periódicos. En lo económico el establecimiento del comercio libre fue decisivo para la economía de las ciudades. En el plano cultural la apertura de centros urbanos, teatros, jardines botánicos, conservatorios, bares, centros culturales diversificaron las actividades de los habitantes y sirvieron para satisfacer sus inquietudes intelectuales y culturales. Esta ola de nuevas ideas pronto verá sus frutos en los movimientos revolucionarios, como fue la Revolución indigna y rural del Perú de Túpac Amaru y la de Túpac Katari en Bolivia, en 1780. 2.2.3.- La ciudad patricia Consolidada la independencia se notó la presencia de una élite que se movía entre lo urbano y lo rural, entre lo iluminista y lo romántico, entre progresista y conservador; era la élite patricia49, que fue una nueva expresión los grupos dominantes, cuyo objetivo fue dirigir una nueva sociedad hacia las primeras décadas 49 proviene del latín patricius. Descendiente de los primeros senadores romanos establecidos por Rómulo, que formaban la clase social privilegiada, opuesta a los plebeyos. Diccionario de la Lengua Española, Tomo 8, vigésima segunda edición, Real Academia Española, 2001, p 1156 66 del siglo XIX. Fue una extracción de la burguesía criolla que se formó en la lucha por la organización de la nueva nacionalidad. Se consideraban herederos de arraigo, por ser hijos o nietos de quienes fundaron la nación. Esta nueva generación, conformada por nuevos militares, viejos y nuevos burgueses (son rezagos de las burguesías criollas que desplazaron a las aristocracias tradicionales) creció en medio de la bipolaridad entra campo-ciudad y bajo el ideal de adscribirse al desarrollo de las grandes potencias industriales. Así como la sociedad criolla marcó el mestizaje, la sociedad patricia se alzó a tono de la revolución industrial que marcó fuertemente la vida de las ciudades y de la sociedad en general. La sociedad rural fue territorio de la sociedad criolla que emergió con fuerza, demostrando que esa población arraigada podía hacer de cada ámbito una nación nueva y de fisonomía definida. El campo que sufrió los impactos del cambio industrial, -marcados por las posibilidades que ofrecía el mercado internacional, por la incorporación de técnicas innovadoras y la sustitución de la mano de obra, y por la comercialización y expansión de mecanismos de exportación,- afirmaba su papel de matriz de la nueva nación con la producción agrícola que pronto llenaría de productos los mercados extranjeros. Las ciudades, convertidas en centros de poder, en centros nacionales de distribución, en nodos de actividad comercial y financiera se constituyeron en el objetivo de todos quienes pretendieron imponer su autoridad sobre la sociedad de los nuevos países de entonces. Era evidente esta bipolaridad campo-ciudad; la ruralización de las ciudades selló durante algunas décadas del siglo XIX su destino y fisonomía, donde el comercio seguía siendo la actividad fundamental. 67 El ambiente predominante posterior a la Independencia se formó en torno a las clases en las que sobresalían los ricos banqueros, comerciantes y hacendados influyentes, quienes en sus ansias de poder estaban dispuestos a irse en armas para hacer prevalecer sus intereses y quienes más tarde encabezarían los movimientos regionales o federalistas anteponiendo sus intereses a los de la región al apoderarse de las capitales desde donde podían ensanchar sus dominios. Fue así como se conformaron los grupos conservadores y los liberales quienes buscaban apoyo en las masas populares tanto urbanas como rurales. De este entrecruzamiento surgió el patriciado entre urbano y rural que dominó la vida política en el largo medio siglo que le siguió a la Independencia. Se trataba de un grupo reconocido por la nueva sociedad como aristócrata y de élite y que paulatinamente se fue consolidando de generación en generación, gracias a la fortuna y al poder heredados, a la acción simultánea en diversos sectores de la sociedad, a las alianzas matrimoniales o económicas, lo que se constituyó en verdaderos linajes, quienes afirmaron su presunta excelencia al decir que de sus miembros de familia debería salir un presidente de la república y un arzobispo. La ciudad latinoamericana, que hasta promediar el siglo XVIII había mantenido su fisonomía, entra en un proceso de transformación con el siglo siguiente. Se mostraba a los ojos extranjeros como una especie de Europa un tanto más primitiva y exótica en cuyo trazado y arquitectura predominaban las líneas coloniales que a la vista de los nativos aparecían como centros sociales que jugaban un gran papel en la vida del país y del mundo. Fue de predominio el trazado irregular con ranchos aledaños aglomerados alrededor de la plaza mayor, del puerto principal o de la línea férrea, cuestiones que marcaron, -de algún modo- la posterior 68 delimitación de áreas habitadas, barrios y sectores. Algunas capitales y ciudades como Guayaquil, Callao, Buenos Aires y Río eran al mismo tiempo grandes puertos comerciales en donde se acentuó la centralización de la economía regional, y el surgimiento de otras capitales que presentarían otra fisonomía gracias a la iluminación a gas, a la introducción de los tranvías a caballo, a las mejoras en los servicios y en la seguridad. La estación de ferrocarril marcó el punto de desarrollo urbano en muchas ciudades, en Guayaquil y Quito, en Montevideo, Arequipa, Valparaíso o Lima, las mismas que empezaron a estabilizarse a la par de los procesos políticos económicos y el crecimiento de la riqueza. Al calor de la nueva economía se fundaron nuevas ciudades o se transformaron en ciudades viejas aldeas; fueron tales Bahía Blanca y Rosario en Argentina, Tampico en México, Colón en Panamá, Barranquilla en Colombia, por citar algunas. La transformación de las ciudades impulsado por las clases altas, los comerciantes y financistas empezó a dar sus señales: se fue poco a poco desvaneciendo la ciudad tradicional para dar paso a espacios con edificaciones en donde se notaba el predominio de estilos entre el neogótico, el morisco y, en general el eclecticismo afrancesado. Con la independencia se quiebran los lazos de la ciudad tradicional. Al ruralizarse las sociedades urbanas, se da también un acriollamiento de la sociedad en general. Se instaura, entonces, una sociedad de una clase dirigente, surgida y adecuada espontáneamente, donde había cabida ya no solo al mandato heredado o divino, sino de un grupo que entendía a la sociedad como un conjunto “que era inorgánico, inestable, fluido y en el que coexistían igualitariamente los individuos sin acepción de calidades: poseedores y no poseedores, letrados e iletrados, responsables 69 e irresponsables, la gente decente y la chusma”.50 De esta concepción, que fue una tendencia natural de las sociedades criollas, nacería la nueva ciudad, la ciudad burguesa. 2.2.4.- La ciudad burguesa Desde 1880, muchas ciudades latinoamericanas empezaron a vivir nuevos cambios, no solo en su estructura social, sino también en su fisonomía. Las ciudades iban dejando atrás sus rasgos aldeanos para ir, poco a poco, mostrando aires de ciudades que latían al ritmo que imponían los mercados, el consecuente comercio y la concentración de una variada población, que iban instaurando formas de vida modernas. La incursión de mercados locales en el ámbito mundial, la aparición de nuevas fuentes de trabajo y la constitución de un mundo industrial en torno a las periferias consolidada gracias a la diversificación y desarrollo zonal agrícola y a la emergencia de capitales extranjeros marcará un cambio definitivo en las ciudades hacia mediados del siglo XIX. En este contexto la ciudad se convierte en un gran espacio mercantil con grandes tiendas de comercios, negocios y oficinas financieras concentradas en el viejo casco urbano donde lucen señoriales las viejas casonas. El centro fungía como el gran espacio para los intermediarios, en tanto los puertos congregaban a la burguesía mercantil. La ciudad es un torbellino; aparecen anchas avenidas, parques y se extiende el boulevard, a donde los señores van a recorrer en carruajes. Es notoria la diferenciación entre el aire mundano de las metrópolis y las sociedades 50 ROMERO, José Luis, Op. Cit. p. 208 70 provincianas: una diferenciación que dividirá a las ciudades, entre aquellas que conservan su trazado típico y su aire colonial patricio, y las de la nueva economía, la de la nueva burguesía del mundo industrial. Entre 1880 y 1930 se vive el apogeo de la mentalidad burguesa que desde sus clases dominantes definirían el destino de regiones y países en un proceso expansionista industrial sustentado en la convicción generalizada de que no solo era correcto, sino necesario y obligatorio, por razones morales, continuar por esta línea de apego a la religión de la ciencia y el progreso, que como ideología se constituyó en una filosofía de vida, especialmente durante el siglo XVII y que se afianzará en los siglos posteriores bajo el axioma de que mediante la conquista de la naturaleza, de la producción de bienes y de riquezas se alcanzará el bienestar de las sociedades industrializadas. En este contexto se plasmó la mentalidad burguesa con la ideología del éxito económico y el ascenso social. Las nuevas generaciones burguesas lograron controlar el mundo de los negocios y el mundo de la política; fundaron bancos; crearon centros de operaciones financieras, regularon exportaciones y transacciones comerciales; organizaron ministerios y despachos. Se constituyeron como agrupaciones de socios comerciales, creando cuadros de relaciones polarizadas, lo que a la postre significó desequilibrios y diferencias sociales marcadas. Las clases dominantes de estas ciudades atraídos por las costumbres europeas conservaban con celo la tradición criolla en los vestidos, en la comida, en las devociones y fiestas en un mundo en el que necesitaban mostrarse incorporados al opulento mundo de las burguesías europeas, las mismas que se diferenciaban de las clases populares con quienes se encontraban en las fiestas 71 de la ciudad, en las corridas de toros, en las tabernas, en las picanterías y por sobre todo en su reino que eran el mercado y los suburbios. Las clases populares adquirieron significación con la expansión de las ciudades, fue determinante su presencia en toda la ola de ocupaciones emergentes que vinieron a configurar el nuevo mapa de relaciones económico-sociales a partir del cambio generacional y social. El movimiento en las ciudades generaba otro tipo de relaciones sociales, eran relaciones despersonalizadas, más unidas por la gestión laboral que por la cuestión humana, lo que modificó la fisonomía de los sectores marginales, generalmente alineados en los cinturones periféricos de las ciudades. Con este fenómeno surge, lo que el autor denomina ‘mentalidad de frontera’, lo que significa aquel quebrantamiento social devenido de los usos de la ciudad, determinada a su vez por las actividades laborales y el trastoque en las relaciones sociales. Con la sectorización de clases sociales los barrios van configurándose según las actividades de sus habitantes: nace así el proletariado industrial de fisonomía social definido, conformada por trabajadores nacionales, como obreros en fábricas textiles, de cigarrillos, trabajadores de la construcción, porteros, camareros, peones, operadores, choferes, empleadas domésticas, transportistas. Entre la clase privilegiada y las clases populares, estaba la clase media, una fracción que también fue creciendo a la par de los negocios y la movilidadad que revitalizaban las formas de vida entre los grupos tradicionales y los emergentes quienes empezaron a soñar con el ascenso social por la vía del dinero, con otras exigencias para la ciudad que daba cabida a la cultura urbana, al mundo de la ciudad y sus representaciones. 72 El principio de modernización fue la ruptura del casco antiguo para ensanchar calles y establecer comunicación con las áreas edificadas y los sectores periféricos. La arquitectura de la época era un ejemplo de buen gusto, predominando en edificaciones el barroco burgués, que se manifestaba en la preferencia por los edificios públicos colosales y de amplia perspectiva, monumentos emplazados en lugares destacados y edificación privada suntuosa y de aire señorial; así como también en el funcionamiento del hipódromo, de clubes de golf, de polo, en las grandes avenidas arboladas, paseos y boulevards. Como ejemplos anotamos el Teatro Colón de Buenos Aires, la Alameda de Lima, el paseo de la Reforma en México. La segregación social trajo consigo el ordenamiento urbano, el loteo, el tráfico de tierras, cuestión que llevó a la transformación de lo rural en urbano, a la especulación, al abandono y al deterioro. La arquitectura primaria, sin arquitectos generalizada en algunos sectores hizo del híbrido un estilo en los sectores populares, en contraposición con los barrios altos, (de clase media y clase alta) en los que se contrataba a arquitectos, de preferencia extranjeros que gustaban del art nouveau, del modelo victoriano londinense, donde relucían los pináculos, las estatuas en fachadas y cornisas, y las verjas de hierro como si fueran monumentos a la industria y al progreso. La transformación social signada en estas sociedades daba cuenta de una vida cosmopolita que rayaban entre el apego a la Francia de Napoleón, cuyo estilo de vida de las clases altas expresaran su condición (era menester mostrar y mostrarse en las 73 ceremonias civiles y eclesiásticas, en la función pública), y el gusto por los clubes de estilo ingles, exclusivamente segregacionistas. La vieja casona patricia y colonial se transformó en residencia moderna, en la que se instalaron esculturas, bibelots y otros elementos a tono con la sociedad que la habitaba. Después de la I guerra mundial (1914-1918) finaliza esta belle epoque para dar paso a la influencia norteamericana que entrará con fuerza, especialmente con el cine. A nivel social fue interesante el conglomerado de intelectuales que debatían sobre la política y la economía en medio de una sociedad que resistía la oprimente acción tanto del viejo patriciado como de las nuevas burguesías. En este contexto de debate social e ideas políticas surgirán los partidos políticos que se conformarán como factores de poder: los conservadores quienes se mantuvieron fieles al tradicionalismo de corte hispánico y los grupos emergentes de corte liberal alimentados ahora por las clases medias en ascenso, lo que generó polémicas entre partidarios del laicismo y de quienes defendían la tradicional influencia de la iglesia 2.2.5.- La ciudad masificada Un cambio notorio experimentarían las ciudades en los primeros años del siglo XX debido a la sobreproducción y falta de organización de organismos internacionales de control en cuanto al manejo del comercio exterior. Esto trajo como consecuencia la gran crisis de 1929 a partir de la cual los países latinoamericanos se verían reducidos a aceptar las condiciones de los mercados internacionales para 74 sobrevivir. Hubo cambios en la política económica, modificaciones sustanciales en los mecanismos financieros y monetarios y ajustes en las relaciones entre el capital y el trabajo. Vastos sectores caídos en la miseria vieron en la ciudad un horizonte de progreso, pero a pesar del desarrollo de ciertas industrias y de la aparente mejora en el área laboral, la vieja estructura socioeconómica no había logrado recuperarse. En algunas ciudades comenzaron a desarrollarse ciertas industrias, fuera para sustituir importaciones, fuera porque los capitales extranjeros habían comenzado a radicarlas, o porque el calor de esos primeros incentivos implicaba un despertar en los capitalistas locales a la tentación de prósperas inversiones. Las ciudades se convirtieron en polos de significación para su región al convertirse en focos socioculturales cada una con rasgos distintos. Como producto de la explosión social que fue la manifestación de la ofensiva campo-ciudad, se transformarían las perspectivas de Latinoamérica: por un lado asistimos al despliegue de cierto número de ciudades que alcanzaron el grado de metrópolis (Sao Paulo, Río, Buenos Aires, México) y la de otras que se agrandaron, (Bogotá, Caracas, Montevideo, Asunción, Quito). Empezaron, en las ciudades a constituirse esos imprecisos grupos sociales, ajenos a la estructura tradicional que recibieron el nombre de masas. Y allí donde aparecieron, el conjunto de la sociedad urbana comenzó a masificarse, con la consecuente masificación de la mentalidad y de las formas de vida. En las primeras décadas del siglo XX se produjo en casi todos los países latinoamericanos, con distinta intensidad, una explosión demográfica y social cuyos efectos no tardaron en advertirse. Éxodo rural y explosión demográfica se juntaron como elementos de un nuevo fenómeno que traía consigo cambios en la estructura familiar, en el crecimiento de la marginalidad y en la configuración de la ciudad que 75 aparecía como centro de consumo, fuente de nuevas posibilidades y también de graves problemas sociales. El crecimiento desmesurado de la población urbana intensificó las tensiones sociales y originó un círculo vicioso: mientras más crecía la ciudad, más expectativas creaba y en consecuencia más gente traía. La explosión urbana modificó, una vez más la fisonomía de las ciudades, que de ser lugares apacibles y disfrutables se convirtieron en monstruos, como bien lo expresa el peruano Sebastián Salazar Bondy en su libro Lima, la horrible... Hace bastante tiempo que Lima dejó de ser... la quieta ciudad regida por el horario de matinés y ángelus, cuyo acatamiento emocionaba al francés Radiguet. Se ha vuelto una urbe donde dos millones de personas se dan de manotazos, en medio de bocinas, radios salvajes, congestiones humanas y otras demencias contemporáneas, para pervivir. Dos millones de seres que se desplazan abriéndose paso... entre las fieras que de los hombres hace el subdesarrollo aglomerante. El caos civil, producido por la famélica concurrencia urbana de cancerosa celeridad, se ha constituido, gracias al vórtice capitalino, en un ideal: el país entero anhela deslumbrado arrojarse en él, atizar con su presencia el holocausto del espíritu.51 Esta cita resume claramente la convulsión urbana que experimentaron muchas ciudades latinoamericanas a partir de la masificación, y a pesar de que con este fenómeno parecen ahondarse los conflictos propios de la convivencia, nadie quiere renunciar a la ciudad puesto que ella encarna el ideal social. La masificación significó un cambio cualitativo dada la coexistencia de dos mundos al interior de la ciudad: estaba la ciudad tradicional o normalizada y el grupo de inmigrantes o grupo marginal que se consolidaría más tarde como el núcleo 51 ROMERO, José Luis, Op. Cit. p. 330 76 fundamental de la masa urbana después de la Segunda Guerra Mundial. Un conglomerado producto de la fusión entre los grupos de inmigrantes y los sectores populares de la pequeña clase media de la sociedad tradicional reconocida como un conjunto heterogéneo marginalmente situado al lado de la sociedad normalizada. La sociedad entera se masificaba al tiempo que las ciudades crecían en número y se expandían las barriadas y las áreas marginales en donde hombres y mujeres engrosaron los cordones de pobreza en un mundo dos veces marginal porque se situaban en los bordes urbanos y porque no participaban en la sociedad normalizada, la que la miraba como ‘la otra sociedad’. A esta otra sociedad pertenecieron también los jornaleros o peones de trabajo esporádico quienes constituyeron un proletariado industrial más o menos numeroso que más tarde sería parte de la clase obrera. En la sociedad industrializada y de consumo masivo, grandes grupos de personas se fueron insertando a la clase alta, la que ya no solo hacía gala de su linaje, eran ahora los clanes económicos quienes ostentaban el poder. Era inevitable que la aparición de una masa sometida a sucesivos cambios y operando de diversas maneras repercutiera sobre el resto de la sociedad urbana. En poco tiempo, aquellas ciudades donde se había constituido una sociedad escindida empezaron a revelar en sus estructuras físicas los rasgos de su estructura social; la explosión urbana como uno de sus tantos signos se manifestó claramente en la forma de habitar la ciudad; se hacía cada vez más difícil moverse en un espacio que iba poco a poco reduciéndose ante los grandes conglomerados que pugnaban por acceder a ciertas áreas urbanas. El número sobrepasó las posibilidades del transporte urbano, se reemplazó paulatinamente el tranvía por autos más rápidos y el subterráneo 77 y las autopistas se impusieron como novedosas soluciones de movilización. Se demolieron las casas tradicionales para instalar edificios de apartamentos y grandes edificaciones de cemento y hormigón armado. Empezó la lotización de áreas suburbanas, de fincas familiares, de sitios de retiro. Las necesidades se multiplicaron, los servicios básicos resultaron insuficientes y la gente empezó a moverse hacia las periferias como una necesidad de salir de un área cada vez más congestionada y difícil de transitar. El contraste fue decisivo entre la sociedad normalizada y la “otra sociedad”. La sociedad normalizada obedecía a un estilo de vida de marcada coherencia, era heredado y tradicional y sustentado en la experiencia cotidiana, pero los cambios fueron demasiado acelerados e insostenibles frente a las nuevas situaciones reales. Se iba paulatinamente fraguando una crisis ante la presencia cada vez más fuerte de esa otra parte de la sociedad, cuestión que generó una visión crítica y una actitud inconformista frente a una vieja estructura que ya no se podía sostener. Las clases medias y altas fueron las más celosas defensoras de la estructura, los sectores no tradicionales, en cambio, se manifestaron más ágiles hacia un estilo de vida que correspondía a la de una ciudad cosmopolita, de una capa común a muchas metrópolis que integraron el nuevo mundo urbano de Latinoamérica. Las clases populares se mantuvieron fieles a la sociedad normalizada y persistieron en su forma tradicional, sin embargo, fueron las más sensibles frente a las nuevas situaciones. Era una cultura propia de las metrópolis creadas bajo la seducción del modelo elaborado en las grandes ciudades de los Estados Unidos, de las torres modernas y el aluminio y de la economía multinacional. Un estilo de vida fundado en la dependencia 78 de una sociedad exigente, exterior y enajenadora. Fue la cultura del best seller, de los espectáculos que había que ver. En el seno de ese estilo de vida se reelaboró un nuevo sistema de normas, que reivindicaba, de alguna manera, ciertos valores antiguos. Fue un estilo amante del consumo de los productos culturales y de lo que se empezó a llamar ‘calidad de vida’ La masificación también suscitó una renovación de las ideologías que sustentaron las nuevas situaciones que operaban en la vida social, económica y política. La tendencia a la concientización creció y cada vez era mayor el cuestionamiento sobre las relaciones entre el individuo y la sociedad, sobre lo cual se plasmaron ideas contrapuestas. La ideología conformista mantenía su apoyo a una concepción liberal de la sociedad y proponía el camino del ascenso social individual por la vía del esfuerzo, capacidad y competencia. La ideología disconformista proponía un cambio estructural destinado a generar la participación: reforma social o revolución. Y un cambio estructural comprometería al Estado como la institución que garantizaría el buen destino de las sociedades bajo la práctica democrática. En este contexto se abre paso la nueva ideología del populismo que bajo un decidido paternalismo y un sentimiento reivindicativo auguraba un camino político para que las masas se incorporaran a la estructura. De esta manera se instaura la ideología de la justicia social, que debía ser puesta en práctica por un estado paternalista y benefactor, frente a los postulados del marxismo fundada en el principio radical de la socialización de los medios de producción. La masa ampara vehemente esta propuesta que crece en las Plazas públicas de muchas ciudades y que fue, finalmente acogida como una forma de beneficencia y de respaldo a una política demagógica. A la postre, fue la masa la que, al recibir los beneficios sociales fue insertándose en una estructura de la cual 79 resentía, con lo cual devino un vigoroso sentimiento nacionalista. Confusamente las dos ideas del populismo se fueron identificando y entraron en conflicto, una conducía al fortalecimiento de la estructura y otra la debilitaba. En esta fluctuación de los grupos sociales y de las posiciones ideológicas se exteriorizaba la magnitud y profundidad de la masificación urbana. Posterior a los años 40, la mayoría de los países latinoamericanos experimentaron una tendencia cada vez mayor a la concentración de su población en las ciudades. Visto desde distintos ángulos, la concentración urbana implica a la vez el debilitamiento de las formas de vida rurales y campesinas así como la idea de que en la ciudad ‘se vive mejor’, de que en ella hay mejores y mayores oportunidades en los campos de la salud, de la educación y la cultura, y que, por lo tanto el ideal de vida urbano debería ser la aspiración... En este caso, la migración, ya sea como estrategia de sobrevivencia, una salida a la crisis o una búsqueda de nuevas experiencias de vida se presenta como un fenómeno, que, dentro de la problemática urbana ha significado el aumento de las condiciones de pobreza, la tugurización, al crecimiento acelerado del sector informal urbano, y en lo cultural al aniquilamiento de las formas de vida comunitaria y de otras prácticas propias de la vida rural. El incontrolable peso de la masa urbana crece a la par de las grandes ciudades donde siempre hay estilos de vida que se ofertan a partir de grandes mercados que a nombre de bienes, de precios y de productos, modelan el sentido de vida, orientan los actos y establecen sutiles modelos de selección, exclusión y jerarquización entre las personas. En la modernización de las ciudades latinoamericanas se dan cambios en los modos de sentir, de juntarse, de vivir. Estas 80 nuevas formas se adscriben en lo que vendríamos a llamar la cultura urbana que se moldea frente a lo diverso que habita y complejiza cada vez más las ciudades. El trasfondo modernizador-urbanizador de nuestras ciudades responde a la presión de las mayorías por conseguir mejores condiciones de vida, por el deseo de parecernos a otros a partir de adquirir nuevos patrones y objetos de consumo, por adquirir un status, por ser ciudadanos del mundo. Estas cuestiones van ligadas al ‘ideal de progreso’ que se teje en torno al tener más que al ser, y que en gran medida son patrocinados por los mensajes que a diario difunden los medios de comunicación masiva y también a la noción que todavía mantenemos de que lo rural y campesino son sinónimos de pobreza y retrazo, sin detenernos a pensar que las ciudades altamente densificadas son espacios donde se reproducen los problemas sociales a gran velocidad.52 2.2.6.- Ciudad contemporánea, ciudad globalizada En el actual contexto donde el crecimiento desmesurado de las grandes ciudades es una constante y en torno al marco que impone la globalización, -entendida como un conjunto de ideas, estructuras de poder, patrones económicos y reglas que configuran las políticas internas y las relaciones internacionales de más países en más lugares simultáneamente-, producimos, gestionamos, comunicamos y vivimos de un modo distinto. Nuevas sensibilidades, nuevas situaciones y tendencias se fraguan en el imaginario en torno a la sociedad en general y a la ciudad en particular. Esta ciudad es un amplio tapiz multicultural contrastado por la modernización de formas estéticas, 52 hasta aquí resumen del texto Latinoamérica las ciudades y las ideas, de José Luis Romero. 81 por la mundialización de las economías, la mediatización de la sociedad y por la configuración del espacio público en torno a las identidades. Las ciudades de hoy construidas bajo los influjos de la migración, la desterriotrialización, la fragmentación, a más de asimilarse unas a otras, se recrean en territorios ajenos a los tradicionalmente adscritos. Si bien la tendencia globalizante nace en el ámbito de lo económico, entre el mercado mundial con sus tendencias homogenizantes, es en el ámbito de la cultura donde el despliegue de manifestaciones locales le hace el juego a este proceso. En medio de esta tendencia, la cuidad globalizada se pronuncia hoy en torno a una serie de comunidades transnacionales y simbólicas articuladas en espacios urbanos globales. Esto se da, por ejemplo, con la migración, que como fenómeno social implica el traslado de identidad, de costumbres y formas de vida, e incluso de formas de habitar la ciudad. La ciudad globalizada así como se mimetiza en la tendencia mundial a la homogenización es un espacio donde también se recrean formas de vida e imaginarios a diferencia de lo que ocurría en la ciudad frontera53, donde todo estaba más estructurado y organizado porque la unidad se construía en torno al espacio público. Con la globalización la noción de espacio público se fragmenta, deviene en áreas de circulación más que de encuentros y los sitios se vuelven ‘de unos’, ‘de otros’, ‘de los otros’. Una de las características de la ciudad globalizada es la privatización de casi absolutamente todo: se privatizan los servicios, la salud, la educación, las áreas públicas. Los pobres no se mezclan con los ricos porque estos han creado sus espacios diferenciados a fuerza de asociaciones, clubes, bares. 53 Se remite a una ciudad cerrada y organizada para reconstruir la unidad a partir de espacios definidos. Con la globalización deviene la segregación de espacios y la fragmentación. Ya no tenemos un sitio, hay varios. Es un espacio que trasciende al que conocemos clásicamente. CARRION, Fernando, en Ciudades en la Globalización, Foro Barcelona 2004, Quito, Ecuador, agosto, 2004. 82 Bajo estos signos, esta ciudad altamente densificada se define como un espacio propicio para la circulación rápida de bienes donde reinan la comunicación a distancia, y los trazados electrónicos. En un sentido figurado, podemos hacer una comparación entre el ordenador y las áreas de circulación de una ciudad moderna; en ésta fluyen vehículos a altas velocidades mientras un sistema electrónico desde alguna parte ordena... En las calles, los ciudadanos van cada vez más a prisa mientras desde su teléfono celular ordenan... A su vez, en el ordenador, -como todos sabemos- se ha reproducido una ciudad de manera virtual. La ciudad globalizada crece bajo patrones estandarizados de las grandes cadenas de almacenes de bienes y servicios, de restaurantes, de franquicias, de farmacias, de hospitales, de conjuntos habitacionales que al ser idénticas en todas las ciudades dan la sensación de ser ciudades ‘clonadas’ porque la tendencia así lo impone y porque para estar a tono con ello hay que ceñirse al lema de que ‘todo lo viejo’ debe ser reemplazado, y por lo tanto, destruido, derrocado, desaparecido... En esta ciudad de lo desechable, se privilegian cada vez más los espacios para la circulación de consumidores, clientes y usuarios del gran objeto de consumo que es la ciudad; los multifamiliares van poco a poco desplazando a las casas de barrio, y éste va quedando como un vestigio, como un recuerdo...El centro comercial, como espacio público cerrado54 convertido en el espacio que recrea una micro-ciudad- ha ido reemplazando al parque como sitio de encuentro, a la vez que los patios interiores que otrora ostentaron como hermosas áreas de descanso se volvieron locales comerciales. Las casas patrimoniales se volvieron ruinas u objetos decorativos y turísticos... Al centro 54 La ciudad colonial estaba articulada en torno a la plaza. Tenían un valor simbólico, además de una concentración de elementos de centralidad, usos ligados a poderes religioso, civil o ceremonial como fue el Tianguéz indígena. Con la globalización se privatizan los espacios públicos, se da paso al centro comercial que recrea una micro-ciudad. CARRION, 2004 83 histórico se lo ha ‘maquillado’. En casi todas las áreas de espacio disfrutable se edifican parqueaderos o se crean espacios para vallas publicitarias. La ciudad es un gran escaparate y se la promociona como una marca... Más que un lugar mismo, la ciudad global es un proceso “mediante el cual los centros de producción y consumo de servicios avanzados y sus sociedades locales auxiliares se conectan en una red global en virtud de los flujos de información, mientras que a la vez resta importancia a las conexiones con sus entornos territoriales.”55 Según Castells, hay un enfrentamiento entre la ciudad tradicional, la de los lugares definidos con una ciudad cuyo espacio es intangible: la ciudad que habita en el espacio de los flujos; de capital, de información, de tecnología, de interacción organizativa, de imágenes, sonidos y símbolos, lo que a la postre cambia las concepciones de la espacialidad y, por lo tanto, de la ciudad como construcción humana. En este espacio se recrea la ciudad vigilada56 o vallada y que la describimos como la ciudad de los conjuntos residenciales privados, los muros, las rejas, las cámaras de seguridad, las puertas con clave secreta y tarjeta de acceso de los edificios e instituciones, a los guardias privados y a los perros policías que se han convertido en los vigilantes del orden y la seguridad ciudadana. Estas son las ciudades de la segregación espacial donde las diferencias sociales están físicamente marcadas al establecerse áreas de residencias exclusivas, de conjuntos privados y urbanizaciones. Esta situación de habitar ciudades inseguras ha repercutido, sin duda en el imaginario colectivo; hay una constante sensación de inseguridad, de miedo, lo que hace que la 55 MAURICIO, Carlos y MARTINEZ, Nupia, en Las TICs y su relación espacial con las ciudades, en ciudadmetropoli/lenguajeysociedad/uviñadelmar/chile 56 GARCIA, Canclini, Néstor, Imaginarios Urbanos, EUEDA, Buenos Aires, 1997,p.42 84 gente busque formas de protección, las que van a la par de las formas de delitos –el así llamado secuestro express-los asaltos en restaurantes exclusivos, en clubes y fiestas privadas. Si la caída del muro de Berlín (1946-1989) simbolizó una apertura al mundo y si, aparentemente, las fronteras han sido borradas mediante la integración por medio de las nuevas tecnologías, -a nivel cotidiano y de manera figurada- la expansión de espacios fragmentados, diferenciados y distanciados está creando muros y fronteras, lo que marca un paisaje urbano que se desplaza en torno a barreras simbólicas. Resulta que hay ciertas áreas en las que el acceso es restringido y las áreas exclusivas son solo para aquellos que han pagado ‘el derecho de piso’ por habitar o frecuentar tal o cual lugar. En este contexto vale hacer alusión a lo que –sin ser de nuestra autoríallamamos la ‘ciudad, invisible’ (luego de la revisión bibliográfica encontramos que algunos autores hacen mención a ella)57 como aquella que se constituye en el reducto privado de quienes han construido su asidero en torno a las barriadas pobres, en áreas marginales, bajo un puente, o en algún edificio abandonado. Esta ciudad global se ve reflejada en la posible disminución o restricción de su uso espacial y en la pérdida de importancia de los lugares antropológicos: los que Marc Auge58 denomina los no lugares y a los que Castells llama los espacios de flujo, o una ciudad vista en el concierto del sistema mundial con sus características de organización del trabajo hacia el sector de los servicios y unas migraciones internas 57 Noción trabajada por Canclini, Italo Calvino, José Guillermo Anjel y otros El no lugar propone una ciudad compuesta por sitios que no son una centralidad desde el punto de vista tradicional y su relación con quienes la habitan: seres sin relación ni histórica ni identataria con el territorio, es un punto de encuentro, es lo transitorio, lo efímero; un complejo residencial, una intersección, a diferencia del lugar que se remite al espacio simbolizado, al concepto geométrico en sí mismo, a la idea de orden y espacio, en AUGE, Marc, Los no lugares, espacios del anonimato, Ed. Gedisa, Barcelona, 1996,p.57. 58 85 que valoran la estructura espacial pre-existente, para darle importancia a sectores como las periferias, o la ciudad dispersa, transformados en refugios de los nuevos grupos sociales...59 Como bien lo dicen Carlos Mauricio y Nupia Martínez60... “estas ciudades están sujetas a la existencia de una infraestructura costosa y al manejo de una serie de lenguajes que se constituyen en barreras culturales, fundamentales en la sociedad informacional.” La ciudad globalizada, como la vemos, es un reflejo de una sociedad que, aunque tendiente a la homogenización, propone espacios a la diferenciación. Este fenómeno ha hecho que al interior de la ciudad emerjan nuevas formas de ejercicio ciudadano. Es decir que, con todas estas nuevas formas de concebir, pensar y hacer ciudad, se genera el despliegue de una nueva forma de ciudadanía61 que viene dada por los procesos de la mundialización de la cultura y que en términos comunicacionales implica ricas y diversas expresiones. Así, al hablar de una economía global nos referimos a una estructura única pero no centralizada, subyacente a toda y cualquier economía, lo mismo sucede con la tecnología, cuyos usos son similares en todo el mundo. En la esfera de la cultura, en cambio el proceso de mundialización no implica necesariamente el 59 CASTELLS, Manuel, La sociedad red, Alianza Editorial, Madrid, España, 1998, p. 43. MAURICIO, Carlos y MARTINEZ, Nupia, Op.cit 61 En la modernidad pueden distinguirse dos tipos de ciudadanía: la primera relacionada con el espíritu republicano, con la sociedad política de la libertad y la igualdad, y hace referencia a los deberes que el ciudadano debe asumir para beneficio de la comunidad. Así, el ciudadano es miembro de un estado nacional, y es el artífice de la soberanía popular que otorga legitimidad a ese estado. La otra idea de ciudadanía afirma los derechos del individuo, no solo como miembro de una comunidad política, sino como hombre, con el sentido de universalidad que le otorga a este concepto la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano. Este enfoque brinda a los individuos garantías frente a los poderes y las instituciones. Apela al derecho natural y lo vuelve inalienable a los posibles abusos del derecho positivo. La idea de ciudadanía remite la acción del individuo al interés general, al beneficio colectivo y refiere su identidad a la condición de ser miembro de un colectivo: la sociedad, que coincida además con el estado nacional, delimitado por fronteras geométricas, lingüísticas, étnicas, y culturales. Enciclopedia de Consulta Encarta, 2004. 60 86 aniquilamiento de las otras manifestaciones culturales, más bien, convive y se alimenta de ellas ya que es imposible que exista una cultura global única, y en este ámbito, las expresiones culturales que dan reconocimiento a la quiteñidad –por ser nuestro caso- hablan por sí solas. Si por un lado se restringen ciertas áreas, las Plazas públicas convocan a miles de personas en actos masivos. En el caso concreto de la ciudad de Quito tenemos los programas de las fiestas de la ciudad, el 6 de Diciembre, los programas de peatonización del Centro, el ciclo paseo, los programas de Agosto, arte y cultura patrocinados por el Municipio del Distrito Metropolitano en cada una de sus administraciones zonales; las jornadas culturales del Consejo Provincial y muchos otros empujados por las Ligas Barriales, los colectivos ciudadanos, grupos de jóvenes, veedurías ciudadanas. Los modos de habitar e imaginar la ciudad se desbordan y manifiestan en el comportamiento urbano, de ahí que nuestras ciudades latinoamericanas o la ciudad de Quito en particular se impregnen de formas, estilos y características que le dotan de un carácter universal. A manera de comentario podemos añadir que la clasificación hecha José Luis Romero en cuanto a la conformación de las ciudades latinoamericanas a partir del ideario occidental trae implícito el sentido de similitud en tanto sociedades constituidas a imagen y semejanza europeas en un mundo aparentemente vacío, social y culturalmente. La clasificación elude a los grupos sociales que la fueron moldeando, de ahí que las ciudades hidalgas, patricias, criollas o burguesas como codificación 87 sugiere la conformación de una sociedad a tono con los ideales de esos grupos que moldearon la ciudad a su modo, y que a la vez se nutrieron de ella, de sus expresiones vivas, de sus gentes, y de su cultura. Aquella presencia europea que moldeó de forma indiscutible nuestras ciudades, construidas por fuerza, por dominio, por conquista o por lo que se llame constituyen hoy férreos referentes de lo que somos: sociedades mestizas cuya raigambre india tan o más fuerte que la ibérica sigue formando parte del colectivo urbano, suburbano, que en mayor o menor grado pueblan las Plazas, patios y calles de las ciudades todas. Esta matriz híbrida dio paso a ciudades híbridas, a masas humanas de campesinos que pasaron a ser mercaderes, obreros, artesanos, comerciantes, y que de modos distintos fueron dándole a las ciudades nuevos usos y apropiaciones. Las ciudades como reducto de lo social se iban ampliando en tanto que las sociedades iban creciendo en su dinamia y en sus problemas. Ya no se podía seguir hablando de la ciudad pequeña, de aquella que crecía al calor de la Plaza Mayor y que se expandía alrededor de cuatro manzanas. Las ciudades que con el tiempo fueron columnas de interminables avenidas, de miles y miles de personas llegaron a ser las ‘megaciudades’ o las metrópolis de hoy, aquellas donde habitan inmensos conglomerados humanos; ciudades que se parecen unas a otras porque sus habitantes han ido reproduciendo patrones similares en cada uno de los espacios que habitan y han ido creando sus territorios fuera del terruño natal, como lo anota Fernando Carrión, quien dice que Quito debido a su conformación, debería llamarse ‘los Quitus’ porque el Quito del Sur es muy distinto al del Centro, del Norte y de los Valles. Además, por los procesos de migración internacional, han surgido ‘quitos’ por fuera del espacio del cantón en ciudades como Nueva 88 York o Murcia, donde tiende a reproducirse una cultura quiteña o los imaginarios quiteños...62 Con lo anotado anteriormente, podemos concluir diciendo que las ciudades que hoy habitamos ya no solo se adscriben al territorio físico que conocemos, hoy se dibujan de distintos modos en el imaginario de quienes han ido viviendo las ciudades de incomparables modos, porque así como para unos la ciudad es sinónimo de nostalgia, es una ventana a un pasado que ya no existe, para otros es la proyección de lo que quisieran que fuera, a lo mejor una ciudad de aire provinciano o una de aire cosmopolita. Si tomamos en cuenta las perspectivas desde las que hacemos mención a la ciudad, vemos, que como estructura de significación elude a la comunicación, ya lo anota Kevin Lynch (Cfr. Supra) al presentarla como texto vivo para leerla y descifrarla, o desde el tinte biologista se acerca a la noción de adaptación y designa la relación activa entre los hábitos, las formas de hacer ciudad y su conformación, así como desde la morfología histórica se remite a los cambios urbanos en concreto. De todos modos, resulta un tanto complejo ‘dibujar’ un mapa de nuestras ciudades en el que se adscriban formas similares para esta construcción social, distintas cada una en su dinamia, en su historia, en su carácter. Al recorrer la ciudad latinoamericana hemos comprobado que su destino estaba trazado desde un imaginario que intentó recrear el sueño europeo, sin embargo, resulta difícil encarnar en ella un ideal de representación según las 62 CARRION, Fernando, Diversidad en las ciudades globales, Foro Barcelona 2004, Quito, Ecuador, agosto, 2004. 89 cualidades supuestas porque aquella matriz que la impregnó de particularismos devino luego en la fuerza de las culturas locales, las mismas que la fueron moldeando hasta convertirlas en las que son actualmente. A criterio de Adrián Gorelik63, la tarea de descifrar ciudades latinoamericanas pasa por algunos enfoques, que van desde la visión tradiciónmodernidad que hace alusión a la explosión urbana, a la ofensiva campo-ciudad, tal como ocurrió un siglo atrás en las ciudades europeas, y que tan bien lo describe José Luis Romero, en el texto Latinoamérica las ciudades y las ideas. Sin embargo, a diferencia de Europa, ni la ciudad formal, ni el trabajo industrial fueron capaces de absorber la corriente urbana generada, lo que dio como resultado los típicos paisajes urbanos de la región: una multitud marginal que se acomoda en barriadas, villas miseria o favelas donde se reproducen hábitos sociales distintos. Otro enfoque es la ‘modernización de superficie’, por nombrar así a un tipo de configuración urbana en que la sociedad y el estado viven un eterno presente, desentendiéndose tanto de los legados que podrían enriquecer las acciones urbanas como de sus consecuencias (renovaciones sin inversión en infraestructura, por ejemplo), o la de la ciudad como catástrofe, en donde se evidencian, como en ninguna otra, la superpoblación, superurbanización, inseguridad, miseria, contaminación, hacinamiento, contaminación, problemas sociales. Otro enfoque nombra a la planificación y sociología urbana y que se explican en el contraste entre grandes ciudades y vastos descampados, típico de la configuración urbana latinoamericana desde la colonización; o la llamada del marketing urbano, en la cual la ciudad se perfila como el tema fundamental de las agendas académicas y 63 GORELIK, Adrián, los espacios para la ciudadanía, en revistatodavia.com.ar 90 políticas, que a partir de los años 80 redescubrieron la extensión social de la valorización histórica de las ciudades adscritas a la preservación del espacio público y al concepto de ciudadanía. Considero finalmente que, la cuestión no es tanto definir una cualidad ontológica de la ciudad latinoamericana: es válido acercarnos a ella a partir de sus desafíos, sus problemas y sus cualidades diferenciadas. 91 CAPITULO III 3.- La ciudad de San Francisco de Quito El destino y la historia común que nos define y que, a su vez, nos une a las ciudades latinoamericanas proviene de la misma matriz: son ciudades surgidas en tierras americanas, en la así llamada ‘nueva Europa’; a cuya imagen y semejanza fueron creadas. La ciudad de Quito, cobijada por el Pichincha, su monte tutelar, es fruto de un mestizaje que la ha marcado históricamente. En el presente capítulo haremos un recorrido por su historia, su geografía, su arquitectura y sus costumbres para tener una referencia cierta sobre la ciudad, corazón de la nacionalidad ecuatoriana. Para dicho efecto nos basaremos en un amplio material bibliográfico e iremos ampliando nuestras nociones a partir de entrevistas con personas conocedoras de la ciudad. 3.1.- De la pequeña villa a los tiempos coloniales64 Quito una de las tantas ciudades latinoamericanas producto de la mixtura Europa-americana, se erigió como la unidad socio-política de la hoya de Quito en los dominios de la cuenca del Río San Pedro de Guayllabamba, territorios del Reino de 64 La reseña histórica de la ciudad de Quito es extraída de los documentos Quito milenario: evidencias arqueológicas aborígenes de Jozef Buys, Asesor Técnico del Instituto Nacional de Patrimonio Cultural, en el proyecto La preservación y promoción del patrimonio cultural del Ecuador; en Quito: las ideas de orden y progreso y las nuevas extirpaciones culturales de Eduardo Kigman y Ana María Goetschel. Quito aborigen: un balance de sus interpretaciones, de Ramón Valarezo, Proceso de desarrollo urbano arquitectónico de Quito, de Ruben Boada, Quito: cartografía y descripcaión urbana, y otros, según se anotan al pie de páginas respectivas. 92 los Shyris65, de la cual fue su cabeza. Base de su organización eran los cacicazgos66, siendo los principales aquellos que se ubicaron hacia el norte en las zonas de Cochasquí, Cayambe, Otavalo, Caranqui y hacia el sur las que se encontraban a la altura de Aloag y Machachi. Sobre los señoríos étnicos emplazados en el altiplano de Quito y compuestos por múltiples comunidades articuladas, incide la dominación inca modificándolas, en virtud de la configuración de un centro de intercambio conocido como el Tianguéz indígena, autentico mercado, centro residencial y ceremonial, que se ubicó -en la actual plaza de San Francisco- y estableció según Acta del Cabildo del 20 de Mayo de 1535. En este centro se ofrecían mercancías variadas desde oro, plata, piedras y perlas, coca, ají, algodón, que provenían de valles y lugares distantes, de las cuencas y de la tierra de los yumbos hasta maíz y raíces que traían de los valles circundantes. La plaza del Tianguéz se ubicaba estratégicamente, justo en un centro de articulación de varios caminos: entre Tacunga y Pimampiro (un reputado centro productor de coca); en el terminal del camino a Quijos y en un terminal de varios caminos yumbos... (RAMON 65 Existen varias hipótesis sobre los pueblos que habitaban Quito antes de la conquista incásica. Una señala la existencia de diversos señoríos étnicos no unificados políticamente que compartían afinidades culturales que habían creado en el núcleo de lo que más tarde fue ciudad en la colonia, un centro de articulación e intercambio inter-regional que desempeñaba un papel económico y de prestigio muy grande. La otra hipótesis presenta una de las respuestas más generalizadas sobre a historiografía ecuatoriana y señala que Quito era la cabeza del Reino de los Shyris, (según interpretación de Juan de Velasco), reino que poseía una connotación geográfica, con escasa base étnica, donde económica y quizá culturalmente influía un cacicazgo ciertamente importante: Quito señorío, que posteriormente dio su nombre a toda la región septentrional , por haberse convertido en cacicazgo de Quito durante la época de Túpac Yupanqui y parte de la de Huaina Cápac, en la frontera norte del imperio inca. Quito habría construido su capital en lo que fue luego el núcleo de la ciudad en la colonia, siendo al mismo tiempo la capital de la unidad sociopolítica que ocupaba toda la hoya del río San Pedro-Guayllabamba conformada por los “Quitus”, “Quilacos” o “Panzaleos”, es decir de un grupo indígena que habría unificado la zona. Según Velasco, el término Reino de Quito influyó en la división administrativa del imperio ordenado por Huayna Cápac al final de su vida a favor de sus dos hijos: Huáscar al Cuzco y Atahualpa a Quito. Tomado de RAMON Valarezo, Galo, Quito aborigen: un balance de sus interpretaciones, en Quito, una visión histórica. Dirección de Planificación del Distrito Metropolitano de Quito, Editorial Fraga, Quito, 1993. 66 Organización social basada en las pequeñas agrupaciones de familias gobernadas por un noble aborigen y sus dependientes. Tomado de AYALA Mora, Enrique, Nueva Historia del Ecuador, Vol. 2, Corporación Editora Nacional, Quito, 1993, pg. 26. 93 VALAREZO: 1993,39) Siendo así, el núcleo hispánico se asentó en un territorio en transición, en el que durante las primeras décadas, coexistieron dos culturas expresadas en la importancia de los asentamientos autóctonos conquistados y del Tianguéz. Los primeros fundadores de la ciudad indígena aprovecharon las defensas naturales que ofrecían las colinas circundantes de San Juan, Itchimbía, el Panecillo y las faldas del Pichincha para asentarse en el mismo sitio, en el que, años más tarde, los españoles -valiéndose de esta razón estratégica- establecerían la ciudad de San Francisco de Quito, el 6 de diciembre de 1534. Los españoles en América, ocuparon como plaza principal lo que había sido de los indígenas, no por respeto a esa cultura, sino en el afán práctico de utilizar sus construcciones y cañerías y por un sentido antipagano de levantar templos a Cristo donde estuvo antes el templo al dios sol67 La naciente ciudad empezaba a surgir en torno a la plaza principal con sencillas construcciones hispánicas en contraste con los espacios periféricos semirurales; nacía así la arquitectura colonial renacentista y barroca de iglesias y conventos. Los siglos XVII y XVIII muestran la ciudad consolidada y sin mayores cambios, hasta entrar en el siglo XIX, que es la época en la que se inician una serie de obras públicas basadas en el tributo y el trabajo subsidiario indígena, lo que marcaría profundos cambios y contrastes entre la arquitectura del área consolidada y la de la nueva modernidad que vendrá con el naciente siglo. 67 JURADO, Fernando, Plazas y plazuelas de Quito, Ediciones del Banco Central del Ecuador, Quito, Ecuador, 1999,p.23 94 De esta ciudad nos quedan grandes testimonios como el trazado conforme al típico damero español, las plazas y plazoletas, las iglesias, conventos y capillas y todas las obras de arte que ejercieron gran influencia en la América Colonial, como la escuela de Artes y Oficios, o la Escuela Quiteña, cuyas obras forman parte del patrimonio nacional. En 1978, la UNESCO, Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura “confirma el valor excepcional y universal de un sitio cultural o natural que debe ser protegido para beneficio de la humanidad”68, al nombrar a Quito como la primera ciudad Patrimonio Cultural de la Humanidad. En Febrero del 2003, Quito es galardonada por la Unión de Capitales Iberoamericanas como Capital Iberoamericana de la Cultura. “Esta designación es un reconocimiento a la ciudad por sus esfuerzos para conservar su patrimonio arquitectónico, monumental y cultural”, según palabras de Fernando Rokafull, secretario de la UCCI.69 La ciudad se edifica con la construcción del templo y la Plaza de San Francisco sobre el antiguo Tianguéz indígena. El 14 de marzo de 1541, dió el emperador Carlos V, en la ciudad de Talavera, el título de ciudad, a la villa de San Francisco de Quito. En 1563 por cédula de Felipe II, se crea la Real Audiencia.70 68 ORTÍZ, Alfonso, Quito: Patrimonio de la humanidad, en Revista de la Empresa de Desarrollo del Centro Histórico, Quito, 2003 69 Quito una ciudad multifacética, Diario EL COMERCIO, Quito, julio, 2004, p. 2 70 BRAVO, Bolívar, Quito, monumental y pintoresco, Editora Universitaria, Quito, Ecuador, 1965, p.41 95 Según consta en las primeras ordenanzas dictadas en 153571, se disponen el trazado de la Plaza Mayor que se constituyó en centro religioso, administrativo y comercial de la naciente villa compuesta por 204 vecinos. Junto a la instalación del Cabildo se erigieron: la Iglesia Mayor, (Catedral) en 1550, y el Tianguéz (mercado indígena). Adyacentes a ella se encontraban las plazas de Santo Domingo (1537) y San Francisco. A cierta distancia se establecen la reservación de los Ejidos de Iñaquito y Chillogallo al norte y sur de la ciudad, respectivamente, sitios destinados al pastoreo y la delimitación de áreas circundantes para que se construyan puentes sobre las quebradas del Tejar y de Jerusalén. Hacia el año de 1573 el área habitada de la ciudad alcanzaría unas 3.132 hectáreas, de las cuales, 96 estarían ocupadas en un diámetro de 52 manzanas edificadas. (BURBANO: 1999,193) El delineado de las calles, podemos decir, ha sido el mismo desde entonces. Cabe resaltar que la configuración de Quito, de sentido concéntrico inicial, siguió un sentido longitudinal, debido a la presencia de las quebradas que en gran medida han determinado su trazado. Según documentos consultados, podemos constatar que la traza original no ha sufrido modificaciones mayores. La conformación urbana en torno a un eje central reconfiguraría el casco colonial o centro histórico, el mismo que empezaba a sobrepasar los límites, tanto al norte como al sur, de la naciente ciudad que se expandía. 71 BURBANO, Luis, Quito: cartografía y descripción urbana, en Los planos de Quito a través de la historia, Dirección de Planificación del Municipio de Quito, 1999. 96 3.1.2.- Transformaciones en la ciudad colonial España intentó reproducir sus patrones arquitectónicos en las nuevas urbes. Con el típico trazado en damero, la ciudad edificada pronto adquirió connotaciones nuevas y se consolidó de manera definitiva en un paisaje urbano elaborado a partir de la monumentalidad de sus templos religiosos, que fueron los puntos de desarrollo, de los cuales surgirían los barrios y darían paso al actual casco colonial o centro histórico. El crecimiento urbano siguió un sentido concéntrico en torno a la Plaza Mayor y los espacios adyacentes que se ubicaron según su funcionalidad: marcaron los espacios para el comercio, la administración, la religión o el uso residencial. La mayoría de las viviendas eran, de una sola planta organizadas de acuerdo a niveles sociales y económicos diversos y basadas en la incorporación de elementos formales-decorativos que enriquecían los interiores y las fachadas. La arquitectura civil en América recibió el influjo de la religiosa, que de la mano de los frailes constructores, repiten las formas y estilos monásticos en muchas de las edificaciones, lo que evidencia el papel dominante que tenía la iglesia como protagonista y mayor consumidor de la obra –de temática religiosa-. Muchas viviendas emulaban al claustro al organizarse conforme a un patio interior y una huerta. Adobe, piedra volcánica y madera fueron los materiales más utilizados. Hacia mediados y finales del siglo XIX se amplía el uso de materiales, al hierro, el trabajo con piedra en serie, la mezcla de carrizo y tejas de barro cocido para las cubiertas. Muy clásico de esta época son las casas andaluzas, copiadas del modelo romano antiguo tan común en el mediterráneo con patio, traspatio y corral interior. 97 Es muy notable en Quito el sello andaluz en las construcciones domésticas, a pesar de que sus patios son más grandes de los que se ven en Sevilla... Es andaluza la costumbre de blanquear con cal las paredes interiores y exteriores de las casas, lo que influye notablemente para que la visión menos perspicaz repare en una de nuestras ciudades, en la enorme similitud con las andaluzas...72 Al igual que en los últimos lustros de la colonia, en los primeros de la Independencia se hicieron muy pocas obras públicas y edificaciones en general, debido a la permanente inestabilidad política y a la crisis económica generalizada, producida en especial por las contribuciones forzadas para las campañas militares y por el paulatino decrecimiento de la producción agraria y textil.73 En las pocas casas nuevas que se construyen, no se modifica de manera sustancial la planta tradicional de origen colonial, lo que si aparece son arcos rebajados, que es un elemento que, de alguna manera, crea un sentido moderno en la arquitectura del momento. Las edificaciones coloniales se visten de modernas como característica típica del siglo XIX; como ejemplos anotamos los edificios del Palacio Arzobispal y de la antigua Casa de Justicia de Quito, que copiaron el estilo de Juan Bautista Mendeville, el primer arquitecto de la época independiente que fue cónsul de Francia en el Ecuador en el gobierno de Juan José Flores (1830-1834). Así como el aspecto urbanístico instaura una nueva ciudad, las transformaciones cuantitativas y cualitativas dentro de la vida social, marcan el inicio del nuevo siglo. En cuanto a lo cualitativo señalamos la incursión de nuevos actores sociales, la redefinición de espacios, el desplazamiento de fronteras y las nuevas características de la ciudad: una capital en crecimiento y expansión que representa 72 OSPINA, Pablo, Arquitectura y urbanismo en la colonia, Departamento de publicaciones, Municipio del Distrito Metropolitano de Quito, 1999, p.111 73 AYALA, Mora, Enrique, Nueva Historia del Ecuador, Editorial Grijalbo, 1983, Quito, Ecuador, p.123 98 progreso y modernización. En lo cuantitativo, el crecimiento poblacional y su consecuente problemática. En cuanto a la incursión de nuevos actores sociales, anotaremos la clasificación que hace Fernando Carrión en tanto las capas medias, el subproletariado, y la fracción terrateniente urbana74. El desarrollo de las capas medias se asocia al desarrollo del aparato estatal y de los sectores bancario, financiero, comercial, industrial y de servicios (entre los años veinte y cuarenta). La categoría de subproletariado la conforman el conjunto heterogéneo de trabajadores por cuenta propia: artesanos, jornaleros, domésticos, pequeños comerciantes, la cual, según el citado autor, cambiaría de forma importante la composición social de la ciudad. El tercer grupo está integrado por terratenientes empresarios que actuaron activamente en el gobierno local. Entre los actores urbanos podemos nombrar a los empleados públicos, propietarios de grandes y medianos comercios, industrias, empresas de servicios. La redefinición de espacios está íntimamente ligada al aumento poblacional. Por esta razón, se vuelve emergente un ordenamiento territorial. Así nace el primer plano de desarrollo urbano de Quito (1942) llamado Plan Jones Odriozola, liderado por Jacinto Jijón y Caamaño, en cuya base teórica se establece un proceso de segregación espacial y residencial. Con este plan se ‘funda’ el así llamado Centro Histórico (entre 1920 y 1950) Se instaura la Capital como escenario de realización del progreso y la modernización, a la luz de la cual, se va construyendo dentro de la misma ciudad, de un mismo sector, un Quito antiguo y uno moderno, que se expresan en términos no solo físico-espaciales sino igualmente simbólicos. Esta determinación 74 CARRION, Fernando, Evolución de la forma de organización territorial en Quito: sus momentos históricos cruciales. Cultura 20, Revista del Banco Central del Ecuador, Quito, 1984 99 de espacios hace que las llamadas fronteras se desplacen; el eje longitudinal que caracteriza a la ciudad se expande y crecen áreas productivas adyacentes al norte y al sur. Una característica del Quito republicano es, precisamente, esa dispersión. Durante la época Garciana (1859-1875) se rompe el paradigma de ciudad tradicional con la incursión de profesores de la Politécnica, de los Jesuitas y de constructores como Francisco Schmidt, (alemán) Thomas Reed (inglés) o Antonio Russo (italiano) quienes desarrollarán una arquitectura de tipología al integrar los estilos europeos del neoclásico y del eclecticismo, los mismos que pronto se afianzarán como modelos especialmente en la arquitectura del estado, en contraposición al barroco tradicional quiteño que se había impuesto en los siglos XVII y XVIII. En esta época se construyen: el Panóptico (1869-1875 por los arquitectos Thomas Reed y Francisco Schmidt), el Observatorio Astronómico (1872 por los mismos arquitectos) la Escuela Politécnica (1870, Padre Menten), la escuela de Artes y Oficios (1884-1910, Francisco Schmidt) Hacia 1880 se inicia la construcción del Teatro Sucre (diseño del mismo arquitecto) y la portada de ingreso a La Alameda, obra del arquitecto Jacobo Elbert, actualmente desaparecida. En los primeros años del siglo XX se dan cambios fundamentales; de la forma radial concéntrica a la del crecimiento lineal. En esos años se construye el antiguo Hospital Militar (1917-1929, Augusto Ridder) que se llamó San Antonio de Rocafuerte, que fuera abandonado y el Hospital Eugenio Espejo (1920-1930, del mismo arquitecto). Son todos edificios de fábrica, es decir de muros soportantes de adobe o de cal y ladrillo, de madera y teja. 100 El plan regulador de 1941 propuso la ubicación de un centro cívico, fuera del casco histórico, el cual se extendió hacia el sector de la Mariscal, cuya conformación data de los primeros años del siglo XX. Ya en el plan de 1972, la ciudad se define en torno a un esquema radial que incluye a las áreas circundantes de los valles, al oriente de la ciudad y áreas de protección ecológica, hacia el oeste.75 Hacia 1930, Antonio Russo planificó para el Hotel Majestic, -ubicado actualmente en las calles García Moreno y Chile- una estructura funcional y compacta en la que se destacan sus amplios salones y la ausencia del típico patio hispano de origen romano. Adquirida por la Mutualista Pichincha, fue sede desde fines del siglo anterior de varias dependencias municipales. Una casa tipo de los años 20 -que generalmente pertenecía a la clase social más pudiente- se localizaba el norte de la ciudad, en lo que hoy se denomina La Mariscal. En estas casas se elimina el patio interior y se introduce el concepto de amplios jardines alrededor. La fachada principal tiene un acceso importante con gradas y columnas de tipo griego, con estatuas o jarrones en los pasamanos. Un ejemplo clásico es la Circasiana, construida hacia 1900 y que perteneció a la familia Jijón. Hoy funciona como sede del Instituto de Patrimonio Cultural, en la avenida Colón. Otros ejemplos de la época son la Villa Susana, hoy sede del Ministerio de Relaciones Exteriores en las calles Carrión y 10 de Agosto, al centro norte de la ciudad, y la Villa Helvetia, que estaba ubicada en la actual calle Cordero (ver anexo 4-7). 75 PERALTA, Evelia, Guía arquitectónica de Quito, Publicación del departamento de planificación del Municipio de Quito, Quito, Ecuador, 1991, p. 215 101 Los espacios que hasta los años veinte determinaron las áreas del centro fueron cambiando de ocupantes; se convirtieron en sectores medios y luego en zonas populares. Los propietarios de estos inmuebles parcelaron el espacio urbano, lo desocuparon y arrendaron. A estos cambios le acompañó el ideal habitacional individual, con lo cual se incorporarían tierras rústicas a la ciudad y se definirían los centros urbanos: por un lado está el Centro Histórico que sigue manteniéndose como tal en razón de su valoración simbólica y viene el primer desplazamiento hacia la Alameda, el Ejido, posteriormente, la ciudad se expande hacia los barrios Simón Bolívar, Guangacalle, la Larrea, la América, el Dorado, San Blas, la Vicentina, la Floresta, el Girón, el Batán, Bellavista, la Carolina hasta tomarse paulatinamente las restantes áreas periféricas en sentido norte-sur, este-oeste, e ir conformando los actuales barrios. La ciudad adquiere entonces un aire distinto. Es una capital en crecimiento y expansión, un espacio de progreso y modernización, especialmente por el gran cambio que suscitó la llegada del ferrocarril en 1908. Por cuya trascendencia puede fecharse a este año como el inicio de la historia moderna de Quito. Y si al concepto de modernidad va apareada la tradición edilicia, es de anotarse la fecha del primer edificio que se construye en Quito: el del Banco de la Previsora que data de 1935. (PERALTA: 1999,49) Una señal del vínculo mercantil quiteño con el sector agro exportador costeño. (ver anexo 4-9) 102 3.1.3 Quito de la modernidad La ciudad76 prácticamente no se modifica a lo largo de los siglos coloniales incluyendo el siglo XIX porque, de alguna manera, esa forma de habitar la ciudad responde a una mentalidad más o menos estable, que sin embargo se trastoca con la llegada de la modernidad, la emergencia de nuevas generaciones y nuevos actores y el efecto que tuvo en América, así como en Europa, la revolución industrial. En este sentido, hay tres factores importantes, según Ortiz, que marcan esa nueva etapa en la vida de la ciudad; por un lado está el mejoramiento de la calidad de vida que deviene de la oferta de servicios, de los cuales anotamos: En 1901, circuló el primer automóvil, en 1906 se constituyó la Quito Electric Light and Power Company, el servicio de agua potable se inicia en Quito en 1908, en 1909 el alcalde Francisco Andrade Marín efectúa en relleno de las quebradas de Jerusalén,-hoy Avenida 24 de Mayo- de la Plaza de Armas, -hoy la Marín-. En 1914 se inició el servicio urbano de tranvías eléctricos, en 1920 llegó el primer avión a la ciudad, en 1906 y 1913 iniciaron la circulación de los dos periódicos quiteños más importantes en la primera mitad del siglo XX, El Comercio y El Día, en 1910 nace el primer equipo de fútbol: el Club Sport Quito, cuatro años más tarde se inauguraron dos teatros: el Variedades y el Edén. Un segundo factor es el crecimiento explosivo de la población con grandes masas de jóvenes de recambio que proponen sus nuevos esquemas de vida. Lo que 76 La reseña de la ciudad de inicios del siglo XX hasta los momentos actuales son extraídos de la entrevista con el arquitecto Alfonso Ortiz, Director de la Fundación Caspicara. (mayo, 2004), del documento Quito: vida social y modificación urbana de Eduardo Kingman, publicado por la Dirección de Planificación del Distrito Metropolitano de Quito, 1992, y otros. 103 sucedió en Europa en el siglo XIX, (que hasta ese entonces consideraba a la tierra como fuente principal de riqueza y se basaba en el trabajo artesanal, se vio transformado por el comercio impulsado desde el descubrimiento de América, y por la revolución industrial que desplaza a la producción manual por la industria, modificación de fuentes de energía mediante el uso del carbón, máquinas a vapor, entre 1769 – 1780 y que trajo como consecuencia -a mediados del siglo XIX- la consolidación definitiva del modo de producción capitalista), sucede en Quito, a decir de Ortiz, a comienzos del siglo XX. El impacto de la revolución industrial comenzó a extenderse imponiéndose sobre el mundo rural: los cambios incidieron en el crecimiento demográfico, en el desarrollo urbano, en la extensión del comercio, en la acumulación de capitales y el flujo de inversiones es decir, se da un trastoque hacia una mentalidad mercantil de cara a nuevas posibilidades del mercado internacional con miras a una vida moderna. Y un tercer factor es el afianzamiento del estado laico a partir de la revolución liberal, que con un conjunto de cambios en los ordenes económico, social y cultural, tales como las leyes sobre el matrimonio civil, la abolición de la servidumbre y de la pena de muerte, el establecimiento de la libertad de cultos, de la enseñanza gratuita, entre otros, irán poco a poco transformando los rasgos de la -hasta ese entonces- sociedad conservadora.77 Con el crecimiento de la ciudad y el aparecimiento de todos estos elementos de la modernidad, aparecen también nuevos referentes de significado en torno a la ciudad; tenemos, por un lado, el cambio de valoración de los usos del suelo urbano (hasta el siglo XIX la propiedad urbana no estaba sujeta a tributación, a partir de entonces se realizan catastros urbanos), por otro lado está el abandono del Centro como espacio de residencia exclusiva para dar cabida a los locales comerciales. En la 77 ADOUM, Jorge Enrique, “Un huequito para mirar a Quito”, Edgar Freire (comp.) en, Quito, Tradiciones, testimonios y nostalgia, Nª 60 publicación del archivo histórico municipal, Quito, Ecuador, 1987, p.94. 104 ciudad se adoptan códigos europeos, avenidas, paseos o ‘boulevares’, parques públicos y alamedas. Es recién en la década de los 30 que los límites urbanos de la ciudad son desbordados hacia el norte por los efectos del naciente capitalismo. Diez años más tarde, el centro es visto como la ciudad colonial y para muchos representa la identidad perdida... Hacia las primeras décadas del siglo XX aparecen los primeros barrios del Norte, -en 1913 los hermanos César y Carlos Mantilla ceden parte de sus terrenos de la hacienda San José para la construcción de la Avenida Colón-, arteria principal circundante al barrio de la Mariscal- que en sus inicios se llamó barrio Simón Bolívar y que integró originalmente 110 manzanas distribuidas en 110 hectáreas. Este sector, -caracterizado por el uso residencial-, captó los distintos repertorios formales del eclecticismo que se plasmaron en villas, palacetes, chalets, castillos seudomedievales y palacios seudorenacentistas y prosiguiendo con la meta de ciudad jardín emplazaron las urbanizaciones modernas y los barrios circundantes. (un gran hito es la iglesia de Santa Teresita, 1938-1954). La Mariscal dio a la ciudad otra fisonomía, del todo distinta a la de ese Quito conventual y pacato que creció alrededor de la Plaza de la Independencia y que un día, quizás harto de tanta mojigatería, decidió expandirse hacia el norte, en busca de vientos más refrescantes que lo situaran de cara al mundo y lo pusieran frente al nuevo siglo que se avecina, aun a riesgo de contagiarse de todos los vicios y todos los excesos78 Y eso fue efectivamente lo que pasó en este barrio que irrumpe el paisaje urbano con casas aisladas, unifamiliares, con jardines, con calles anchas y avenidas arboladas. Son las residencias de corte europeo que imponen un paisaje 78 FEBRES, Cordero, Francisco, La Mariscal, la inocencia perdida., Edimpres, Quito, 1988, p. 52 105 completamente diferente al del Centro donde dominan las calles estrechas adosadas sobre línea de fábrica y con muy poco espacio verde. Este barrio se caracterizaría más tarde como el área en la que se dan cabida a las nuevas tendencias y materiales, nuevos códigos expresivos y funcionales que –a nivel arquitectónico- rompieron con la horizontalidad de la ciudad y produjeron edificios en altura que en esencia no lograron destruir el trazado urbano del centro, y que, -a nivel social- se instauraría como la zona predilecta de intelectuales, bohemios, escritores, estudiantes, y turistas en las consabidas tabernas, bares, cafeterías, salsotecas y otras esquinas, que florecen al ritmo del boom petrolero. Con este fenómeno crece la tendencia al mercado y al comercio, con lo que las casas cambian drásticamente su fisonomía. Empiezan a construirse villas aisladas que se consolidarán en los años 50 como los espacios de la nueva burguesía que reniega del Centro Histórico. Ya nadie quiere vivir en el Centro; éste es considerado incómodo, frío, poco práctico... Hacia los años 70, la Mariscal se convierte en centro urbano de uso múltiple, con diversas formas de ocupación del suelo y el consecuente caos. Años más tarde en este sector se repite lo del Centro Histórico: éxodo de familias a otros sitios y el consecuente desprestigio y desvalorización. Al otro lado de la ciudad, detrás del Panecillo está el sur, un sector diferenciado del norte y del centro quizá desde los años cuarenta, cuando el arquitecto uruguayo Jones Odriozola al hacer el Plan de Desarrollo de la ciudad, la sectorizó al establecer claramente áreas para los obreros (al sur), para lo para lo cultural y patrimonial, (en el centro) un centro cívico hacia la zona del norte, una zona universitaria entre la Floresta y La Vicentina y alrededor de eso un centro 106 deportivo79. Empero, esta sectorización tiene su data desde la histórica llegada del ferrocarril a Chimbacalle allá en 1908, lo que hizo que muchas fábricas florecieran en aquel sector. Alrededor de la estación nacieron importantes fábricas como “La Internacional”, “La Nacional” o “La Industrial” (que desaparecieron años después). Estas fábricas atrajeron a miles de ecuatorianos, especialmente de las provincias de la sierra central- como Riobamba, Ambato y Latacunga- en busca de trabajo y, fueron quienes, más tarde comenzaron a poblar barrios como la Ciudadela México y la Ciudadela Primero de Mayo. “El centro histórico era todavía La Ciudad hasta mediados del siglo XX y terminaba en la avenida 24 de Mayo, en el antiguo camino de salida de Quito por la Recoleta.” (BOTERO: 2005, 40) El sur creció rápidamente hacia los años 50, gracias al financiamiento que otorgaba la Caja del Seguro a los trabajadores. Ya para los años 70, este sector de la ciudad comenzó a expandirse y concentrar un sector industrial más diversificado: aquí encontramos fábricas madereras como la “Plywood”, la “Fosforera Ecuatoriana”, la tabacalera, la fábrica de electrodomésticos “Ecasa”, que dieron incluso nombres a los barrios que empezaban a conformarse. Las parroquias sureñas de Solanda, Quitumbe, San Bartolo y Turubamba, son algunos ejemplos de los sectores que se conformaron mediante la toma de antiguas haciendas y que más tarde serían absorbidos por la ciudad. Así, la ciudad se ha ido moldeando bajo estos parámetros y estas circunstancias. Surge la ciudad de la fragmentación o sectorización, la del norte, la del sur, la de los valles, cada una con sus problemas y habitantes. Se va articulando 79 BOTERO, Manuela y TRUJILLO, Ernesto, Del Panecillo para allá está el Sur, Revista Diners N· 72, Quito, Ecuador, enero, 2005, p.40. 107 como un mundo distante y diferente si lo comparamos con la ciudad histórica, la primera, la matriz, la originaria, la que va quedando detrás. La ciudad histórica, la ciudad vieja, es una ciudad colectiva, de experiencias colectivas, de vida colectiva, en donde el dueño de casa vivía en la planta alta y en la planta baja vivían los inquilinos o la servidumbre y había de todas maneras una convivencia mucho más estrecha. Era una ciudad de vida tranquila, que giraba en torno a la familia, a las tareas cotidianas, al barrio, a la iglesia y donde la gente tenía tiempo para la lectura, la música, la oración... (ORTIZ: 2004). Las casas de la época tenían elementos decorativos al interior y exterior, primaba el eclecticismo y el neoclasicismo francés, eran de adobe revestido de yeso o estuco blanqueado y pintado de colores pasteles. En las edificaciones públicas se usaban materiales más pesados (hierro, cemento, vidrio) (AYALA MORA: 1983, 218) Hay una necesidad de privacidad, de crear espacios para otros usos distintos a los de la ciudad vieja. Surge así una nueva forma de cultura y de relación que terminará en los multifamiliares en los que vive mucha gente hoy, sin una relación directa entre personas... Es decir, se inauguran nuevas formas de socialidad. Si recordamos al Quito de hace apenas cincuenta años y miramos al de este siglo XXI podríamos pensar que no es solo medio siglo transcurrido... ¿cómo explicar los cambios tan radicales tanto en la fisonomía de la ciudad como en la actitud y en el sentir de los ciudadanos? Que hubiese transformaciones en la ciudad, que se hubieran abierto zonas nuevas, que las colinas hayan sido reemplazadas por enormes edificios, tiene una lógica y un nombre: el progreso, y eso ha devenido en una ciudad sin alma, como lo dice Fabián Corral: 108 ...Alguna vez, las ciudades tuvieron alma y fueron, por eso, espacios para vivir, compartir y estar. Tenían aire y estilo. Eran algo parecido a un ser colectivo que juntaba a la gente, sostenía y alimentaba los vínculos humanos, y que hizo posible, por largo tiempo, que las aglomeraciones fueran vecindario y barrio, calle y cuadra, cada uno con su personalidad, con su modulación de identidad, con sus celos y sus cariños, son sus historias, tradiciones y prestigios. Las ciudades tenían imaginario. Soñaban sus gentes, amaban las calles y sabían descifrar lo que los balcones y atrios decían con sus gestos estáticos. Ese imaginario y esas costumbres sólo quedan en Quito en los pocos jubilados que sobreviven, tercos y nostálgicos, en las bancas de la Plaza Grande. Con ellos va muriendo la ciudad con alma, y queda esta otra, multitudinaria y espantosa. La ciudad es ahora eso: un espacio para el rencor, para la agresividad y la angustia. La ciudad del apuro, del atasco y el humo, del asalto y la grosería...80 El barrio desapareció y con él, el sentido de comunidad. La ciudad cambió de una pequeña porción que no tenía más de un kilómetro de largo a una ciudad de 50 kilómetros de largo, donde muy probablemente, más de la mitad de la población es de fuera. Quito pasó de cien mil habitantes en 1910 a ser una ciudad que actualmente cubre un área de 4.183 kilómetros. Alberga en todo el distrito metropolitano a 1’839.853 habitantes, lo que representa una densidad poblacional de 439,8 habitantes por kilómetro cuadrado, de los cuales el 70% habita en la ciudad. De esta población que representa el 15.13% de la población total del país, el 51.5 % es femenino y el 48.5% es masculino81. El Quito de hoy retrata un cambio en la idiosincrasia de una ciudad que guarda sus rasgos tradicionales en conjunto con el sueño de un cosmopolitismo en la que la migración y los nuevos actores sociales han marcado el pulso de una urbe que 80 81 CORRAL, Fabián, La ciudad sin alma, Revista Criterios, Nª 56, Quito, Ecuador, Abril, 2003, pg.38 datos tomados de quito.gov.ec/ciudad/c_q_moderno.html 109 crece acorde a las tendencias del mundo moderno. Las nuevas generaciones han ganado espacios y han hecho de la ciudad su territorio para dar cabida a sus expresiones como espacios de representatividad alternativa frente al vacío que ha significado la oficialidad. Si años atrás el barrio era el reducto social en el que los amigos y vecinos forjaron su imaginario, hoy ese espacio se ha diversificado; si bien quedan rezagos de ese espacio en ciertos actos como las fiestas de la ciudad, no cabe duda que ese imaginario construido en torno a ese pequeño territorio hoy se expresa en el mundo virtual, en una ciudad que ha ido poco a poco relegando su valor simbólico a las áreas así consagradas, a costa de otros espacios en los que se necesita una urgente intervención. Se podría decir que hay un trastoque simbólico, no son tanto los lugares como los sentidos que subyacen. 3.1.4 Quito en el imaginario colectivo: testimonios de habitantes de la ciudad Para remitirnos a los imaginarios citaremos al investigador colombiano Armando Silva, quien indaga aspectos en torno a la vida de la ciudad a partir de la conformación de lo que él denomina los imaginarios urbanos82. La elaboración de los imaginarios urbanos, -entendidos como una proyección de la fantasía, como un conjunto de manifestaciones colectivas y construcciones que dependen del espacio físico, del contexto y de los procesos históricos- tienen base en las narraciones ciudadanas, en lo que la gente cuenta, observa y vive día a día en una ciudad, los mismos que devienen de la relación de los individuos con el espacio, el tiempo y la historia, a partir del uso e interiorización de los espacios y que se da sobre todo en el intercambio social. La ciudad es vivida como un gran objeto simbólico y 82 SILVA, Armando, Imaginarios Urbanos, cultura y comunicación urbana, Tercer Mundo Editores, Bogotá, Colombia, 1997 110 como un espacio que se presta para que el individuo la imagine, la recree y la reinvente en base a los acontecimientos reales, para que, a partir de ellos, cree sus propias fantasías sobre el lugar en el que vive realmente y sobre aquel en el que le gustaría habitar... La representación de una ciudad, pues, no solo es una imagen urbana que se encuentra en cualquier esquina, es el resultado de muchos puntos de vista ciudadanos, que sumados, como se suman las cuentas imaginarias, alrededor de la imagen o representación crean sentidos simbólicos. Son estos mensajes los que dan vida a las fantasías y son también mediadores sociales (BARBERO: 1998) La construcción de aquel sitio en el que se quiere vivir se consigue a partir del reconocimiento de un espacio tanto real como ideal y de la forma en la que la gente lo use y lo aproveche para sus fines. Podemos decir que una ciudad no solo se reconoce en lo físico sino también en las expresiones invisibles que coexisten en cada uno de sus habitantes, como dice Mario Mendoza... cuando caminamos por una ciudad, estamos viajando a través de la historia humana, somos entidades que una y otra vez cruzamos zonas energéticas, territorios que nos pueden lanzar a aventuras insospechadas. Hombres y mujeres sin centro fijo, que han escapado de la rutina, que han caído en dimensiones desconocidas en la contemporaneidad pura, en la capa exterior de esa cebolla que es una ciudad83 Al hablar de los imaginarios urbanos estamos hablando de una nueva forma de percibir la ciudad, una percepción superior que no nos remite a ella únicamente en términos estadísticos sino que nos acerca a esa dimensión cualitativa necesaria que va de la mano de los asuntos cotidianos que sortea el individuo en su andar por la ciudad. Silva dice que “la ciudad es tanto lo palpable, lo visible, los carteles de propaganda, 83 MENDOZA, Mario, Una ciudad es como una cebolla, en El COMERCIO, Sección B7, Quito, Ecuador, 17 Octubre, 2004 111 los centros comerciales, los automóviles, los vendedores ambulantes, -como lo abstracto- las invenciones, los rumores, las fantasías que se viven a diario”84, de ahí que podemos decir que cada ciudad es lo que cada uno se imagina... Si partimos de la premisa de que los imaginarios se construyen a partir de un reconocimiento espacial, un contexto y un proceso histórico, podemos percibir la transformación que cotidianamente experimenta la gente ante la expropiación de su ciudad en la destrucción de sus señas, en la expoliación de su memoria, en el reemplazo de sus símbolos, en la reconversión de lo público y en la transformación de la comunicación. Al cambiar los símbolos, cambian las fantasías, cambia la ciudad y sus habitantes se transforman, puesto que “una ciudad desde la construcción imaginaria de lo que representa debe responder por unas condiciones físicas y naturales construidas y por sus usos sociales y modos de expresión”. (SILVA: 1997). Lo imaginario afecta y modela nuestra percepción de la vida y tiene gran impacto en la elaboración de los relatos de la cotidianidad, “...en la percepción de la ciudad hay un proceso de selección y reconocimiento que va construyendo ese objeto simbólico llamado ciudad; en todo símbolo o simbolismo subsiste un componente imaginario”85. Los testimonios en tanto relatos de la cotidianidad devenidos de la tradición oral se nutren de los imaginarios para ofrecernos ricas narraciones porque provienen de “la palabra que nos llega fresca, cargada de emoción y vitalidad, porque expresa el 84 85 SILVA, Armando, Op.Cit. p. 48 Ibid., p.91 112 sentido de lo vivido, es su reactualización y proyección en la historia, porque la tradición oral popular es producción cultural y memoria colectiva”86. Es así que al revitalizar la palabra, mediante los testimonios estamos reconstruyendo la historia, rescatando vivencias, volviendo sobre referencias, remitiéndonos a cambios, proyecciones e ideas. Los testimonios que anotamos a continuación son producto de distintas entrevistas, foros, mesas redondas, conversatorios, conversaciones formales e informales y otras narraciones descritas por habitantes de Quito, quienes -desde su experiencia personal y visión particular de la ciudad- han ido describiendo situaciones cotidianas, unas devenidas de su experiencia directa como habitantes comunes de distintos barrios capitalinos y otros desde su experiencia profesional y visión respectiva. Se tomó como punto de partida los distintos cambios que se han vivido en la ciudad, -que lo anotamos en el capítulo respectivo- y que van, como lo sabemos desde lo físico, en donde entra el aspecto arquitectónico, a los cambios en la cotidianidad, en las formas de comunicarse y relacionarse. Presentamos a continuación doce testimonios que corresponden a: dos arquitectos, dos periodistas, un escritor y promotor cultural, cinco jubilados de la Plaza Grande, un habitante de Guápulo, y un habitante de la Floresta. 86 Tradición oral y discurso popular andino, “Avances de investigación y perspectivas metodológicas”. Ponencia presentada en History Conference, Myth and History, Oxford, September 11-13, 1987. Tomado de AGUIAR, Nina, Brujos, mitos y milagros: Los rostros de San Gonzalo, Tesis UPS, Quito, 2003 p.100 113 Los dos primeros testimonios son elaborados a partir de conversaciones realizadas con dos arquitectos. El hilo conductor de estas conversaciones gira en torno a la noción de ciudad, -de Quito en particular- así como a las tendencias que han incidido de manera significativa en los cambios que ha vivido la ciudad con los resultados que conocemos y las proyecciones que desde la perspectiva profesional de estos dos arquitectos consultados pueden ser viables en nuestra ciudad. El tercero y cuarto testimonios son tomados de un conversatorio que se llevó a cabo como parte del Proyecto Quitológico87, en el que intervinieron dos periodistas que trabajan temas de Ciudad. El primero es un editorial al que el autor añade, -a más del componente nostálgico-, el papel de los medios en cuanto a temas de ciudad. El segundo es un relato en sentido testimonial sobre la experiencia personal de este periodista sobre la vida en el barrio de la Mariscal, al norte de Quito. El quinto testimonio es la trascripción de una conversación formal con el mentalizador y gestor del Proyecto Quitológico (que ya lo detallamos) cuya misión fundamental es trabajar los ejes de la educación y la cultura en programas con el fin de encausar hacia la construcción de una cultura ciudadana. El eje que guió esta conversación fue la construcción del sentido ciudadano a partir de una reflexión en torno a los imaginarios, la cultura, y la identidad en el mundo globalizado de hoy. 87 El proyecto Quitológico es un proyecto organizado por La Casa de la Cultura Ecuatoriana y su Cinemateca Nacional bajo la responsabilidad de Ulises Estrella, Director de la Cinemateca Nacional quien ha sustentado desde 1990 la cátedra de Quitología en diversos espacios de la ciudad. La Quitología concebida como una cátedra informal no académica es un acercamiento a la ciudad y a sus signos, símbolos, mitos, tradiciones, expresiones artísticas e historia de distintas épocas y culturas que se han fusionado en la actualidad y que necesitan ser entendidas para que el ciudadano pueda tener pautas para su noción de identidad. Se trata de dar los elementos conceptuales propiciando diálogos que tomen en cuenta la narrativa, el ensayo, el teatro, las artes plásticas, el cine, la danza, la fotografía y la poesía, que se ha realizado en y para la ciudad. 114 Del sexto al décimo testimonios son entrevistas realizadas a los jubilados de la Plaza Grande, a quienes se les indagó sobre los cambios que han vivido en la ciudad ya sea en el aspecto físico como social a partir de rememorar lugares, eventos y personajes que hicieron historia en Quito. El décimo primer testimonio es una entrevista con una moradora del barrio de Guápulo en el que nos cuenta un poco de su historia y de la labor a partir de los entes de gestión local, las formas de organización social, personajes y tradiciones del barrio. Como testimonio final presentamos el relato de un habitante de la Floresta. Informante 1 “Yo veo que, lamentablemente con el crecimiento acelerado de la ciudad, la municipalidad perdió el control sobre ella, la que al irse de las manos junto a la falta de recursos, hace difícil cualquier intento en el sentido de recuperación del control y de la ejecución de obras en tanto planificación vial, equipamiento comunitario, parques jardines y demás. Gran parte de la ciudad se ha construido por iniciativa privada y lo que se ha hecho es urbanizar el territorio y luego pedir que el municipio dote de servicios. Así es como se hizo la Mariscal. Primero se lotizaron terrenos que eran agrícolas, y quintas de recreo, luego se abrieron calles, se hicieron lotes, y después la municipalidad tuvo que venir en auxilio de los vecinos para poner agua potable, canalización, asfaltar las calles, tender redes eléctricas, poner teléfonos, y ofrecer servicios de vigilancia policial, de recolección de basura, etc. La municipalidad muchas veces ha ido a la saga del crecimiento de la ciudad. Cualquier plan que se ha hecho siempre ha sido rebasado por la realidad. Jones Ordiozola planteaba para el año 2000 una ciudad de setecientos mil habitantes, porque no tuvo las herramientas adecuadas para hacer un cálculo real. En ese entonces no sabíamos cuántos éramos ni cómo estaba distribuida la población, cuántos hombres, cuántas mujeres, que nivel educativo teníamos. El primer censo nacional se hace en 1950 y ya diez años más tarde la ciudad de Quito tendrá unos 175.00 o 200.000, no sabemos. En un estado nacional como el nuestro fuertemente centralizado, a pesar de ser la capital Quito no es necesariamente la ciudad más favorecida por el Estado y la recuperación del Centro Histórico se ha hecho gracias a los recursos generados por la propia ciudadanía. Son esfuerzos locales, no hay dinero nacional allí. Esto del 115 centralismo también es un poco una ficción y por otro lado, Quito es la ciudad más abierta del país, es la ciudad que acoge a todos, y claro eso también ha venido en contra del propio sentido de pertenencia. El Centro histórico fue el lugar que vaciaron de sus habitantes originales, recibió esta migración de gente de provincias que no se siente arraigada y que al no ser propietarios, tampoco tienen un interés vital en el espacio que viven y tampoco crean lazos permanentes o duraderos dentro de la población. El deterioro de la ciudad obedece a una falsa imagen de modernidad, que es lo que pasó cuando se derrocó el viejo Palacio Municipal en la Plaza Grande. Cuando Julio Moreno Espinosa y el Consejo Municipal de esa época, 1958, 1960 resolvieron derrocar el Palacio Municipal y las casas vecinas, lo hicieron con el firme propósito de contribuir al desarrollo de la ciudad. Estaban convencidos que botando esos vetustos edificios de tierra estaban contribuyendo al crecimiento y la modernización de la ciudad, porque se entendía que la modernización eran edificios de hormigón, de vidrio, y de aluminio... Se creía entonces que la modernización de la ciudad no significaba poner atención a los índices de escolaridad ni dar atención a madres y sus hijos. Se creía que la modernidad era esta cosa de brillo efímero... La imagen de barrio surgió en Quito a lo largo de su crecimiento y desarrollo, es decir, no se puede hablar del barrio de la Tola en el siglo XVIII porque no existía. Es un barrio que se consolida fundamentalmente a inicios del siglo XX, pero surge un sentimiento de pertenencia que es muy curioso en Quito. En Quito dicen yo soy quiteño, pero soy de San Marcos, soy de San Roque, soy de la Guaragua; hay ese sentido de pertenencia a ese pequeño grupo porque además había enfrentamientos entre los barrios, rituales a los que se acudía en ciertas fiestas y períodos del año. El componente indígena a pesar de que es minimizado es importante en la ciudad. Hay un gran esfuerzo desde inicios del siglo XIX e inicios del XX para hacer de Quito una ciudad respetable, que parezca ciudad y para eso se ha de borrar todos sus rasgos provincianos e indígenas que daban vergüenza a los quiteños de ese entonces... Por ejemplo Francisco Andrade Marín en eso fue uno de los promotores del desarrollo de la ciudad, del relleno de las quebradas. El Concejo Municipal de la época fue el que prohibió los balcones en celosía, tan típicos, coloniales, de herencia árabe que hoy son el orgullo de Lima. Esos balcones habían en todas las ciudades coloniales de América porque es herencia árabe y así como nosotros tenemos grandes artesonados mudéjares en nuestras iglesias, teníamos los balcones en celosía, pero eso se eliminó. Las cajoneras, la venta de las cajoneras en los portales, cuando desapareció la Casa Municipal desapareció todo... Muchas veces nos ha dado vergüenza de los nuestro. Creemos que esas manifestaciones son provincianas, son de mal gusto, que manifiestan retrazo y tenemos que parecernos a París o a New York y ahora, desgraciadamente a Miami y eso es lamentable. Detrás de este proceso hay intereses económicos: la mala calidad de la arquitectura que se ve en el Quito moderno producen en serie grandes firmas sin calidad estética, sin cuidado ni aportes a la calidad del ambiente. El Quito que yo conocí a mediados de la década del cincuenta, (que yo me acuerdo de chico en este barrio, viví hasta los 28 años en San Marcos) era una ciudad medio campesina donde cuando yo salía a las siete de la mañana me encontraba con el capariche barriendo con la escoba de retama y que hablaba quichua y que era descalzo y que venía del Inca o de Zámbiza o Nayón con su vestido típico. Ahora no encuentras ni uno solo, ni una sola persona a la manera como se vestían los indígenas hace cuarenta o cincuenta años. Ya no hay, se perdió todo eso. La ciudad absorbió 116 todo eso. Ahora todavía quedan por ahí algunas costumbres, algunas tradiciones en ciertos barrios como en Guápulo, en Chillogallo, en la Magdalena, en Cotocollao. Por ejemplo, en La Magdalena, la vieja iglesia colonial de la Magdalena marchó y construyeron una iglesia neogótica. En Chillogallo abandonaron la vieja iglesia colonial y construyeron una nueva. La vieja, probablemente del siglo XVII allí está, abandonada, en vías de extinción. La de Cotocollao que sigue siendo la vieja iglesia del siglo XVII está tan transformada que está absolutamente irreconocible. En Tumbaco abandonaron la vieja iglesia para construir una nueva horrible de hierro y eternit. Cumbayá está siendo transformada por las boutiques de la gente rica que está cambiando, además, esa arquitectura sencilla y pobre de antes, por ellos mismos, por los sencillos habitantes que querían ‘ser alguien más’ y ahora esas casas fueron compradas y ahora están transformadas con un lenguaje ‘popular’ que es la interpretación burguesa de lo popular... Igual al adefesio ese que hicieron en la Mitad del Mundo. Claro, arquitectura popular hecha por arquitectos y que resulta ser la mentira más grande... Una arquitectura hecha de hormigón armado, cuando la arquitectura popular es de adobe y es basura y es falta de servicios, entonces en lugar de arreglar el pueblo de Pomasqui o de San Antonio de Pichincha, se gastaron un montón de plata para crear un pueblo artificial al que nadie quiere regresar. (Es el sitio más visitado del Ecuador, es más visitado que Galápagos, más visitado que todo, creo que son quinientas mil personas al año que van) pero se ha hecho una encuesta y la mayoría de los visitantes no regresarían otra vez”. (ver anexo1.1). Informante 2 “Las ciudades te dan un montón de comodidades que no te da el vivir aislado como en el campo, por eso te juntas en la ciudad. Se supone que en la ciudad vas a estar más seguro, más comunicado, vas a tener acceso a la educación, a la salud y a todo eso. Los cambios políticos y sociales, se dan en las ciudades, básicamente y la población del mundo está en las ciudades. Entonces el punto ahí es el desarrollo y el subdesarrollo dentro de las ciudades. Existe un trazado, copiado, español o lo que sea, porque nosotros no tenemos una cultura de seguir un urbanismo planificado. Tenemos unas directrices generales de la planificación pero los cambios no obedecen tanto a eso. El crecimiento de las ciudades nuestras en el subdesarrollo es gigantesco, mucho más que en otros lados porque en los países más desarrollados tienes varias ciudades que tienen muchos habitantes, en cambio nosotros crecemos por una gran presión de las otras ciudades que tienen menos oportunidades y hacen crecer a las ciudades más grandes y en un gran porcentaje la ciudad es una ciudad no planificada y no construida por arquitectos. La diferencia entre planificar en Quito y en Sevilla es que aquí tú tienes que pensar que esto en los últimos cien años se quintuplicó y allá no... Sevilla sigue teniendo setecientos mil habitantes pero aquí que si las cosas siguen como están, pese a que del país sigue saliendo gente, posiblemente en Quito en unos años tengas un millón de gente más. Entonces no estás planificando para que la misma gente tenga más comodidades sino que estás tratando de ver como metes servicios básicos a todos los demás que siguen poblando. Cómo legalizas los tres mil barrios ilegales y eso, en cambio en un lugar desarrollado no es mayor problema. Hay una diferencia super marcada entre las ciudades de los países desarrollados y de los nuestros. No tienes casi el setenta por ciento de pobres, nuestra población, la del 117 Ecuador, por tanto la de Quito es joven y pobre. Esa es la característica principal de nuestra población. Entonces sitios como el Centro Histórico hasta hace diez, quince años se convirtió en el receptor de la migración pobre del país con todo lo que eso implica. Ahora es un poco menos porque hemos decrecido en población en el Centro. Esto se da porque es un sitio consolidado, que tiene todos los buses, agua, luz teléfono, buena o mala, es una vivienda barata que tiene todos los servicios y la gente busca eso. Ahora, hay otros sitios en Quito que cumplen la misma función, hacia el Dorado o más hacia el norte. Con el crecimiento desmesurado y la falta de planificación, se pierde la razón de la ciudad. Surgen problemas como la contaminación, la basura, la inseguridad, cuestiones que han transformado nuestra ciudad. Hoy en día hay cantidad de barrios vallados, con una cadena y la respuesta es aislémonos y protejámonos. Esos cambios urbanos son visibles, no te dejan usar la ciudad, entonces el espacio ya no es público, es un espacio que está allí, pero no puedes convivir. Si vemos lo que va pasando en la arquitectura, podemos ir viendo lo que pasó en la sociedad, hubo una conquista sobre lo incásico que estaba en el Centro y las casas de la época colonial quedan pocas y que son una copia de un modelo porque era una colonia en ese rato. Por ejemplo desde el punto de vista funcional no es tan bueno porque las casas que tenemos en el Centro son casas hechas más para Andalucía y en Andalucía hace cuarenta grados de calor y aquí nunca, por eso son tan frías. Después viene todo el modelo republicano y entonces como te cuesta mucho botar toda la casa quedan todos los patios y las cosas de la época anterior, pero las fachadas son fachadas planas y republicanas, francesas, neoclásicas y tu le ves por atrás de la fachada recta está la fachada inclinada porque lo que quieres es que se vea lo de afuera de otro modo. Similar y todo la diferencia se da por la gente que la hizo; aquí hubo cantidad de indígenas haciendo, lo hacías con el material de acá, en unas condiciones tecnológicas del momento de aquí, y entonces creo que la arquitectura es como si contaras la historia misma. En las partes de Quito es lo más impersonal, y el tipo de relaciones impersonales que produce este tipo de arquitectura, porque también es eso, aquí la gente se comunica metiendose al centro comercial, no como allá en la Plaza Grande, pero yo creo que convivencia en Quito hay en el Centro y en el Sur, quizá, pero esto no es eso. Aquí no importa nada, al ver el paisaje, los elementos urbanos, la relación estética no dice nada, no puedes decir que es bonito, aunque puede que esté allí como referente de una modernidad te haces la reflexión de si esto estará bien o estará mal, de si me gusta o no, estoy cómodo o no... para mí si es un choque, en el centro todo está más cerca. El contexto estético marca las relaciones, a lo mejor en un sitio donde no esté coherente no haya esas cosas. Las personas nos acostumbramos a lo que tenemos alrededor, hay un ejemplo de cuando hacíamos unas encuestas referentes al ruido en el centro, y al preguntarle a una señora ella decía ¿cuál ruido? (el nivel de decibeles que soporta el oído es de setenta y en el centro era de 85) Lo que se produce en la Plaza Grande es irrepetible, porqué, por el simbolismo, pero también por el espacio, por el contexto por el modo de ser diferente. La gente que es dueña en el centro no puede sostener eso y ahora quieren especular y tampoco se puede sacar a la gente de allí. En las capitales es difícil hablar de una identidad porque las capitales por norma general son las que reciben de todos lados. Un ejemplo: la señora que me vendió la casa se fue de ahí porque tenía unas nietas pequeñas que no querían que estén en ese medio, le pareció que el hijo y la 118 nuera querían que su mamá tuviera una mejor gente alrededor de sus nietas, como si tu te relacionaras con la casa de a lado en el norte, es bien relativo. Mi casa tiene 1450m cuadrados, -es de las más chiquitas del centro Histórico-. Nosotros la compramos y la arreglamos con la misma plata que en norte te podrías comprar algo de 90mts, que es como ella vive ahora. Ella se fue al Norte, cerca del aeropuerto, le aterrizan aviones al lado, vive en 90 mts cuadrados, no tiene la iglesia a lado y tiene 90 años. Eso es lo que cambió por la casa en la que yo vivo... La diferencia es la cultura del bienestar, de la comunicación, de los arquitectos porque si tienes un solo lenguaje, es tu responsabilidad lo que está pasando. Depende del gusto, de que necesidad de reconocimiento te viene eso... La fachada a la gente le fascina, igual si hay algo adentro o no... quieren hacerlo totalmente como aquí o como en otros lados. Nosotros copiamos más de los gringos que de Europa, entonces la comodidad nuestra está más en relación con ello, entonces, es preferible una ducha que se limpie bien a una hermosa tina antigua pero difícil de limpiar, así porque en el un lado está visto el mundo del bienestar y en el otro el de la practicidad. Copiamos más de allí y es una arquitectura de plástico y ejemplos abundan y sin embargo viene mi familia de Loja y les gusta un montón y mi casa les parece un lugar extraño... ese brillo del otro lado es más atractivo. Sobrepasaste un nivel y tienes que mostrar lo que tienes, lo que has llegado a hacer...Hay que mostrar. El paisaje se dejó de ver porque la urbe te arrastra por otro lado. (por ejemplo en los barrios que están en las lomas del Panecillo, allí hay como unas setenta mil personas que ya no se les puede bajar. Lo más maravilloso de allí es el paisaje, sin embargo, crees tú que la gente que está allí llega a ver...?” (ver anexo 1.2) Informante 3 “Una vez escribí un editorial sobre el Centro Histórico por dos razones: una, no se me olvidaba la sensación de cercanía que tuve en mi infancia con ese sector de Quito. Bajaba a pie desde San Juan casi todos los Domingos a comprar el diario en la Plaza del Teatro, lo hacía con un placer renacentista, con un orgullo de ser capaz de irme sin que la mano de mis padres, o tíos o primos me condujeran sin saber por donde virar. En ese paseo dominical la ciudad era plena, aireada y no había tanta bulla. Más adelante y cuando regresé después de siete años de ausencia de este país, ese espacio era intragable, pero sostenía por cualquier parte una memoria de mi vida en las tiendas de hilo, en las heladerías de la Plaza Grande, en la Plaza Ipiales, y en el terrorífico cuadro del infierno del templo de la Compania y en particular algo de todos nosotros. Me encontré a los personajes que lo habitan siempre, aunque cambien de nombre; el lustrabotas de la Plaza Grande, los vendedores de periódicos, los arranchadores también, sin desmerecer a los jubilados, a los héroes del 41 o a los empleados municipales. La segunda razón es que una vez leí una frase de ese filósofo de la vida, del maestro del humor más triste, con quien he sentido que si Marx lo hubiese conocido, no habría escrito tanto y tan aburrido. Se trata de Woody Allen. Al leerla quedé turulato, casi estupefacto como esa iluminación que tienen los que han vivido algún milagro. No sé si haya alguien, pero me imagino que así debe ser... Y la frase decía lo siguiente: por su puesto que existe un mundo invisible, el problema es a qué distancia del centro y hasta qué hora está abierto. Claro, nuestras ciudades se 119 medían por la cercanía o lejanía del centro y con el horario de las tiendas, y ahora con más bulla el centro ya no tiene horario ni siquiera de cierre. Esos dos hechos se cruzaron cuando experimentamos la euforia por la recuperación del Centro Histórico como un acontecimiento de la ciudad, todavía no muy estudiado, ni evaluado, analizado, pensado. Para cada uno la ciudad es lo que cada uno se imagina. Así es de simple, por eso a Quito no se la puede pensar solo desde una visión municipal, urbanística ni mucho menos solo artística. Para bien o para mal el Centro Histórico es todavía lo que los teóricos del urbanismo señalan como un principio: ‘ el espacio donde se articulan y representan los conflictos sociales’ El Centro Histórico está habitado en el sentido más poético y sustancial del término: o sea, ahí vive gente. Han crecido generaciones conviviendo con el neoclásico y el barroco. En sus retinas no hay postales. Se depositaron y vibran todavía los portales, la piedra, el adoquín, el adobe y la pared blanca, sin descontar el paso de los curas, las marchas de protesta, las tomas de Carondelet y hasta la caída de ceniza. De hecho, en las noches de ahora el Centro sirve para reconocerse y hasta escuchamos reiteradamente...¿ya fuiste al Centro? Que bacán, si ha sido plenazo el Centro... Lo que está pendiente es saber qué pasó con la gente que vive allí. Se sienten satisfechos, y si no lo están, de qué manera se puede hacer sentir su inconformidad de caer en el estigma de jodedores de la modernidad. Cualquier cambio no puede dejar de lado el modo de vida de las personas. Presiento que los periodistas no estamos haciendo bien nuestro trabajo sobre lo que en realidad ocurre con Quito. Carlos Fuentes dijo alguna vez sobre lo que está pasando en el mundo. Estamos en un cruce de caminos, tenemos que movernos de la identidad adquirida a la diversidad por adquirir... Y no estamos registrando los periodistas esa diversidad por adquirir. Las ciudades no leídas por los medios son una suma de microhistorias con ejemplos de valentía, amor por los demás y gente sentada en las bancas de un parque, soñando. Estas microhistorias también son dignas de ser contadas en calidad de información actual , es más, necesarias de ser conocidas porque ellas generan modelos a seguir y plantean una vía más fácil y atractiva para vivir, menos dura... ( Esto lo dice José Guillermo Anjel en su ensayo La ciudad que los medios no leen, un ensayo sobre la otra cara de la luna) Y él también escribió... durante un día acontecen muchos hechos importantes positivos; hechos que oxigenan la negritud de las malas noticias y lo que es más importante, que producen optimismo y le restan protagonismo a esto que nos asusta...” (ver anexo 1.3). Informante 4 “Voy a hablar de la Mariscal, un barrio que me marcó siempre. (yo vivía en La Floresta) Bajar a la Mariscal tenía un encanto irrepetible porque era el espacio de la ciudad donde iba creándose una forma de vida diferente, donde iban apareciendo cosas que antes no conocíamos, donde iban surgiendo personajes que dejaron una huella imborrable en la memoria y en el espacio de esos años, donde, de alguna forma la modernidad iba haciendo su ingreso a esta ciudad recoleta, pacata. Entonces, eso a los muchachos de entonces nos marcaba, nos daba nuevas pistas para vivir una nueva vida que trabábamos de entenderla... 120 Un barrio que surgió por un casualismo o por una visión mercantilista del terreno. Después de que el Señor Mantilla puso el hipódromo en la Avenida Colón y su vecino, el señor Miranda puso otro, al lado, se estableció una competencia equina... El señor Mantilla comienza a formar esta urbanización y comienzan a generarse las primeras edificaciones en la zona. Antes, más bien en el sector de la 12 de Octubre había quintas de veraneo a las que se llegaba en caballo o en coche... Esas quintas existían pero la urbanización trae una nueva forma arquitectónica y así va surgiendo este pedazo de la ciudad que poco a poco se vas integrando a Quito, todavía lejano, hacia el sur, pero este espacio se va ganando y hay una curiosa afluencia de gente de afuera que le da al barrio esa característica tan cosmopolita que hasta ahora no ha perdido. Vienen judíos, alemanes, extranjeros y se afincan en la Mariscal, médicos, como los doctores Di Cappua, el Dr. Otto Lenke, el Dr. Fisch. Llegan pintores e intelectuales y con ellos nuevas inquietudes y costumbres. Todo esto hace que este sector de la ciudad sea diferente, otras costumbres, otra cotidianidad... Se podría decir que se transforma la mentalidad, lo que atrae a una porción de la juventud... Se dan otras formas de comer, de alimentarse... por eso que hasta hoy en este sector encontramos comida de cualquier nacionalidad. Es un barrio cosmopolita de respeto hacia lo otro, hacia lo distinto, con una arquitectura modesta del país pre-petrolero en el que se evidencia un culto quiteño a las flores. La gente cuidaba su jardín, había poco tráfico, poca polución, casi nada de violencia y personajes a quienes se les reconocía fácilmente y que fueron quienes marcaban una impronta que retuvimos en la memoria. Los primeros restaurantes estaban en la Mariscal. Lamentablemente, con la aparición del petróleo y el dinero comienza a arrasarse con toda esta arquitectura y esta manera de respetar y respetarnos. Casas gráciles se arrasan brutalmente para construir edificios. La gente comienza a aislarse, a desconocerse, y el barrio comienza a transformarse. Dada la urgencia de la ‘civilización’ Quito y el barrio va dejando de ser un espacio para el peatón, para dar paso al automóvil, por ejemplo. El peatón es marginado, agredido, lo que se respeta es el derecho del automovilista, caminamos, estorbamos, molestamos... Comienza a surgir la violencia, tráfico de drogas, prostitución hasta que deviene en lo que ahora tenemos: un barrio que conserva lo que tuvo pero más caotizado, frío. Lo que nos queda ahora es la ardua tarea de reconvertir a la Mariscal en un lugar más humano, más digno, en el que se pueda vivir mejor...”(ver anexo 1.4) Informante 5 “Estamos viviendo un proceso muy complicado con esto de la despersonalización, en el sentido de un núcleo que tuvo y tiene la ciudad. Yo pienso que hay una sensación, una idea fuerte de que la ciudad no se va a perder. Y creo también que es importante analizar como se produce esta situación, sin nostalgia, sin añoranzas. Se trata de saber lo que era la ciudad y en lo que la quieren convertir. Esta situación se debe a todos los procesos de la llamada modernización, -entrecomillasque en verdad, es la globalización, y si es una verdad ese afán desmedido de recuperar la ciudad – no utilizaría esa frase equívoca manejada por el Municipio, porque la ciudad no necesita recuperación ni reconstrucción. Lo que la ciudad 121 necesita es una confirmación de lo suyo, de lo propio y no ceder a todas las presiones de lo que el negocio, el neoliberalismo, la ostentación, la trivialización, y el desmedro implican... Lo que significa lo propio a favor de una imagen extraña, turística, que aparentemente atrae a los mercados. Este juego equívoco como en el caso de Miss Universo y una decoración pensando en la cáscara y no en la esencia. Uno de los actos más absurdos y equívocos fue esa famosa danza de Cantuña donde unos bailarines acróbatas se trepaban a San Francisco. Hay una distorsión total del personaje, de Cantuña, que es uno de los elementos sensibles... Hablamos del trastoque de personajes que se tornan en imaginarios y en mitos así como de los valores; por ejemplo lo arquitectónico que con esta obsesión de dar circulación vehicular han destruido las áreas verdes de la ciudad. Se elimina el concepto de plaza, de espacio social, se privatizan los espacios y se da un objetivo netamente pragmático, comercial. Todo funciona a nivel del espectáculo, de esta cultura del supermercado. Si vemos como está la ciudad en este momento, deprime ir al Centro, no es lo mismo, no es el sentido de acercamiento directo a la gente, es el marginamiento con los costos. Alguien diría esto es inevitable, porque la tendencia mundial va hacia allá, pero nosotros como Quitólogos decimos que siendo inevitable hay que ver qué sucede y tratar de ver cómo conservar el sentido de valoración lo nuestro. En este aspecto cabe anotar lo que está pasando a nivel de plástica, en los distintos salones, como que creen que para estar en el mundo globalizado hay que arrasar con todo lo anterior, entonces aparece todo lo virtual, el video, la fotografía, el arte conceptual, etc. Hay un quiebre en los creadores- en cierto sector intelectualcomo que se quiere dar un salto a una universalidad sin recordar que la universalidad no se va a tener sino valorando lo nuestro, para de ahí, salir al mundo. Entonces hace falta primero reflexionar para entender los verdaderos valores y los verdaderos imaginarios y cómo desde esa propuesta nos ubicamos los quiteños como salvaguardas de la ciudad, del espíritu y del alma... Una convención de intereses para quitar el alma, es el vacío. Queda en Quito la metáfora del vacío -el hueco que dejó Cantuña- para que nosotros la llenáramos.” (ver anexo 1.5) Informante 6 “Dentro de los cambios de la ciudad, puedo decir que la han recortado. La entrada al Parque la Alameda, a San Blas ya no es lo que era. Antes había un mercado, hoy no existe. Al Ejido también le recortaron para hacer los pasos a desnivel y más allá la Carolina que en un principio estaba pensado que fuera desde la Avenida Colón. Aparentemente querían facilitar el tránsito, pero no de peatones sino desgraciadamente de vehículos, restando a la gente la posibilidad de andar más tranquilo. Los cambios han afectado en la vida de las personas en tanto se ha congestionado más. Ahora deambulamos las calles sin ninguna seguridad... Usted cree que a un viejo le hacen caso? Para nosotros es muy difícil pasar de un lado a otro de la calle. El tranvía ya no existe y con los parque recortados ya no tenemos adónde ir porque el parque Metropolitano es pagado... 122 Antes en Quito habían personajes. Me acuerdo del diablo ocioso que trajinaba por toda la ciudad, paraba en el Ministerio de Bienestar Social, que antes se llamaba Instituto Nacional de Previsión Social. Vendía tamales de gallina. Ya no hay personajes, el terrible Martínez y La Torera son almas benditas, y también el payaso Leiva que ya murieron... Antes la población era más llevadera en su conversación, en su trato, más humana y mejor. Era más sensible, ahora, a nadie le importa nada. Antes había alguna cosa y en seguida la gente estaba presta a ayudarle, usted salía de su casa, (estoy hablándole de hace 60 años) y se ponía en la puerta lo que se denominaba en quechua-guato-, un cordón en las armellas y salía a la tienda a comprar, a regresar de algún lado cercano. Ahora no pues, tiene que poner cuatro, cinco seguridades...” (ver anexo 1.6) Informante 7 “Si tendría que comparar la vida en la Plaza del Teatro de aquel entonces con la de hoy, pues empezaría por el medio social, no se puede comparar la Plaza del Teatro que era antes con lo que es ahora. Antes era centro de arte, de cultura, de baile, de deportes, de cines y también centro político. Más actividad política había allí que acá porque allí estaba un ícono que era la Casa del Obrero donde se reunía la gente del izquierda. Todavía soy activo del PCMLE. A mí me parece que la mayoría de cambios ha sido para mal. Antes el pueblo era más consciente de los problemas en el aspecto político, por cinco centavos que se subía en la leche salía la gente a protestar y no ve ahora nos pusieron el dólar y contentos nos quedamos... Ahora hay una tranquilidad, una pasividad, que matan... La Plaza está renovada en su contorno, pintadito, bonito, pero el área arquitectónica le dañaron porque no le conservaron, especialmente esos dos grupos de casas que hay en la Guayaquil entre, el teatro y la Calle Esmeraldas. Dañan el contorno, creo que ha sido tremendo. Ahora ya no hay personajes. Ni que hablar del chulla quiteño, que nació en la Plaza del Teatro mismo y que creció en las esquinas, de él se sabe que era aventurero, busca vidas y parrandero, como todo buen quiteño... Uno de los principales problemas es que antes no había tanta gente, ahora ya no se puede controlar. Nos conocíamos casi todos, era la cosa familiar, circular, los vecinos le ayudaban a dar viendo a los guaguas, por ejemplo...” (ver anexo 1.7) Informante 8 “Anteriormente, toda la ciudad estaba bautizada por los nombres de los barrios. Se hablaba de la Chilena, de la Loma, de Guangacalle, de la Tola, así, todos los barrios tenían su nombre específico, conocidos y muy fácilmente identificables porque la ciudad era pequeña. Entre los quiteños nos conocíamos casi todos, los quiteños un poco distinguidos y los otros no tanto. Todos eran conocidos en Quito. No era problema 123 dar con nadie, usted preguntaba donde está fulano de tal... si, en tal barrio, en tal casa, y ya. Ahora los sistemas de vida son otros. Antes eran las casas solariegas, casi familiares de una ciudad pequeña que comenzaba en la estación del ferrocarril y terminaba en la Colón. Ahora es tan grande que comienza en Cotocollao y va hasta Solanda que es un barrio más grande que Otavalo. En estos días cada uno vive su vida, ya no hay la unión que había, la fraternidad entre los diferentes familias y vecinos ha desaparecido... Con todo esto la gente se separa; se pierde la solidaridad humana, el afecto entre los hombres y la ayuda mutua. Ahora cada uno vive su vida. Ahora vivo en Cumbayá en un barrio que se llama La Primavera. Me decían que era un clima magnífico, pero es un barrio detestable porque ahí vive solo gente de harta plata, ellos van con sus carros, pitan, se hacen abrir, cierran la puerta y viven su vida, nunca sacan la cabeza para ver que pasa con los otros y ayudar. Ahí nadie ayuda a nadie. No hay nada que hacer, especialmente los domingos ahí usted no encuentra ni un lugar para tomarse un jarro de agua o una taza de café. Hay locales solo para los ricos. Todo el mundo vive a puertas cerradas. Tiene que salir a Quito a tomarse un café... En mi Quito muchos tenían sus apodos, pero nadie se enojaba con eso. No eran apodos detestables, me acuerdo del pelado Gándara, del batallón Plumas, del terrible Martínez, del diablo ocioso, de la balón patas, de la pastusa Regina, y cosas como esas... Éramos como de familia y usted sabe que en las familias no se pelea... Así era el espíritu de Quito. En esta Plaza de la independencia había retretas los jueves y los domingos en la noche y acá venían las familias, esto era lleno de varillas de acero, aquí la gente dialogaba, se reía, consumían dulces, golosinas... igual en Santo Domingo. Ahora todo es pagado y como ya no hay las tiendas de dulces, bueno, hay unas pocas, se exhiben en el Museo, para eso hemos quedado, para el museo. Los vendedores eran gente conocida en los portales, que no explotaba. Ahora todo el mundo, hasta para entrar a la iglesia hay que pagar... pero si usted recorre las calles ve a mucha gente pidiendo caridad, antes había pobreza, hoy hay miseria. Lo malo de todo es que la sociedad no evoluciona a la par intelectual y moralmente. Se ha evolucionado en la tecnología pero moralmente hemos involucionado. Hemos ido para atrás. Lo deseable sería que se evolucione paralelamente en estos dos aspectos...” (ver anexo 1.8) Informante 9 “Quito ha cambiado muchísimo especialmente en el aspecto físico. Del parqueadero para caballos que era la Plaza del Teatro pasó a ser para los taxis. Había una pila, ahora ya no... En San Blas había movimiento por los mercados y por el Camal. En el barrio se comunicaba y se vivía mejor. Ahora hay gente malvada que viene de las afueras y es gente sin costumbres que hay que tenerle miedo. Por eso hay que diferenciar entre los afuereños y los que son quiteños de cepa: un quiteño de cepa es el que ha nacido en los barrios tradicionales como San Juan, El Tejar, San Blas, San Diego, La Tola, San Marcos, debe saber jugar cuarenta, es galanteador, de buen baile y buen tome. Al costeño hay que tenerle temor. El serrano es un poquito más humilde. 124 Veo como ahora los niños en los colegios en las fiestas de Quito hacen las comparsas y representan a los personajes quiteños porque ahora ya no hay nadie. Desde que se murió la torera no hay ninguno que nos represente. Ahora ya nada les importa a las nuevas generaciones.” (ver anexo 1.9) Informante 10 “Tenía negocio propio de venta de abarrotes y aguas dulces que vendíamos de mañanita. Luego de muchos años y por presión de la familia nos fuimos a vivir al Norte, a la Florida, cerca del aeropuerto. Dizque porque era mejor, porque había más comodidades y más espacio, pero resulta que allá no se puede salir porque el ruido de los aviones es infernal, todo el día y toda la noche, pero como ya uno se acostumbra... A mí no me gusta vivir allá porque paso enrejado, hay rejas por todo lado y los vecinos que dejan los carros con las alarmas... Cuando vivíamos en la Caldas a veces dejábamos abierta la puerta y no pasaba nada, o si algo pasaba, algún vecino ayudaba. Era lo que se decía el buen vivir y la buena vecindad, ahora todos están ocupados y no hay tiempo para nada... Yo les traigo a mis nietos (tengo 6) acá para que vean cómo era, pero cada vez cambia algo que ya no se puede hablar de lo mismo. Diga usted el Palacio Municipal que era una joya, lo mismo de la Plaza Grande donde había retretas y reuniones de amigos, ahora aparte de mis amigos, los jubilados porque algunos son conocidos desde antes, ya no se ve a nadie. La ciudad cada vez está más llena de gente extraña.” (ver anexo1.10). Informante 11 “Guápulo se organizó en torno a cuatro familias, eran los Ninagualpa, Tipán, Vera, Bolaños. Con el paso de los años y la llegada de gente de los barrios aledaños, se hicieron otros apellidos. El barrio ha sufrido cambios sustanciales en sus aspectos físicos, psico-social, económicos e inclusive políticos. Guápulo a pesar de estar cercano a la urbe no tenía servicios básicos. Esto ha cambiado especialmente en los últimos años a partir de que es también declarado patrimonio de la humanidad y parte del Centro Histórico, por lo que el Municipio y los órganos de desarrollo local han incidido para darle otra imagen. En este aspecto incide la presencia de Embajadas y de ciertos sectores económicos que han escogido Guápulo para vivir. Aquí residen 4 embajadas: la de España; la de Gran Bretaña; la de Bélgica y un agregado de Alemania. La presencia de estos sectores ha hecho que haya más atención desde el Municipio especialmente. En los últimos años se está modificando el entorno físico. La dotación de infraestructura básica es completa. Hay un cambio también en el aspecto económico. La presencia de grupos de otra economía que se ha trasladado a la ciudad. A diferencia de lo que fue antaño. Guápulo fue un centro de cultivo de flores y también de hortalizas. (como actividad principal de la población en las mujeres y en los varones, la mecánica) pero en los 125 últimos años a partir de la profesionalización del recurso humano, la gente ya no se dedica a eso. Sus ocupaciones son otras, a nivel profesional, servicios, incluso de comercio. Todo eso ya no se realiza aquí. Hay un desarrollo ya no colectivo, sino individual. En cuanto a lo político, se está dando un giro. Se pretende volver a la organización básica del cabildo que era el ente organizativo cuando era parroquia rural dentro de la capital, con la característica de que, había una estrecha relación con la iglesia. Anualmente Guápulo nominaba su alcalde y una de las cosas interesantes era que el mando lo determinaba un elemento externo a la organización que era, una barra de oro. Eso recibía el alcalde nominado, así se identificaba a la autoridad hecha en torno a ese alcalde que eran quienes determinaban las normas sociales, las fiestas e inclusive la dinamia de la familia. Imperaba la fidelidad entre hombre y mujer... y el estilo de vida de la mujer supeditado al orden del marido. Otra característica era el respeto absoluto a los mayores (de quienes se recibía la bendición con una reverencia especial), se pedía permiso a los padres y se hacían los matrimonios a su elección Primaba el sentido de unidad en torno a la minga, el de la solidaridad, lo que se pierde con el crecimiento poblacional y el recambio de habitantes, la venida de otras gentes De ese tipo de organización se pasó a parroquia rural con la junta pro mejoras como organizador, la misma que era nombrada por la gente del barrio. Luego fue reconocida como parroquia urbana y finalmente, en estos últimos años se dio paso a un sistema de organización bastante interesante, regresar a la organización anterior, que es la implementación de cabildos representadas por todas las organizaciones conformadas en el barrio mismo. La parte social se mueve en torno a lo espiritual y cultural. Entre estas manifestaciones están las fiestas del barrio, la del 8 de Septiembre en honor a la Virgen María. Fiesta de orden folklórico religioso que ha ido transformándose por las personas ahora están dirigiendo, lo que ha hecho que ‘nuestra’ cultura no haya incidido directamente en las personas. Guápulo tiene magia, es mítico por lo humano que allí se practica. La gente guarda los valores: la amabilidad, la unidad. Son reconocidos como gente pacífica, reciben al visitante con mucho afecto. Todas las casas antes tenían a la entrada un corredor y allí empotrado unas bancas –poyos- y eso era para los visitantes, en Guápulo que era un paso hacia el Oriente y la gente le acogía al caminante, al visitante. Este es el atractivo principal. Curiosamente hay una relación distinta con los extraños, distinta a la que hay con la propia familia. Otro atractivo es el silencio que todavía mantiene. La presencia de la Universidad no tiene incidencia. Solo hacen uso del espacio. Ellos son de otro estrato, de otro grupo social. Se puede ver también que se ha modificado la actitud de los jóvenes especialmente por la influencia de quienes llegan a quedarse ( una de las características de Guápulo es que es reducto de muchos jóvenes extranjeros, de artistas, bohemios, etc) El aspecto que más ha cambiado es la individualización de su vida, ya no es el aspecto comunitario, esto se da en la fragmentación a nivel del mismo barrio y el hecho de que ya no se lleven entre ellos. Otro aspecto es la música nueva frente a la música popular que tocaba la banda tradicional. La juventud de ahora es una juventud sin visón... como producto de una estructura familiar dispersa. Hace falta la unidad, la solidaridad, la unión. El símbolo es el Santuario que para los mayores tiene una connotación religiosa en tanto que para las actuales generaciones más bien tiene un valor arquitectónico”. (ver anexo 1.11) 126 Informante 12 “La memoria es inexacta, acomodaticia. Ingenuamente tendemos a confiar en la precisión de la memoria, pensamos que los recuerdos quedan grabados de una manera mecánica y fiel como sucede en una instantánea, o en la grabación de una cinta o en un disco como en una película. Nada puede ser menos cierto: las fotografías, grabaciones películas no varían cuando se las repite, mientras que cada vez que repetimos una evocación suele haber una variación, a veces mayor, a veces imperceptible, pero siempre presente, dependiendo del estado de ánimo de la persona. El estado de ánimo es lo mismo que el estado del alma, por lo tanto, los recuerdos del barrio de mi infancia que estoy por desenterrar, obedecerán a una visión enteramente subjetiva, supeditada al estado actual de mi alma. Toda mi niñez y adolescencia viví en el barrio de la Floresta. Cuando nací, hablo del año 1940, vivíamos en la calle El Oro y Galicia en una casa arrendada a un señor Vega, cuencano, empleado de la empresa eléctrica municipal. La calle El Oro ahora se llama Mallorca y la calle Galicia, la calle principal del barrio, fue rebautizada con el nombre de Madrid. El terreno abarcaba media cuadra con un hermoso jardín lleno de vetustos árboles y palmeras, un sitio ideal para desarrollar un amor por la naturaleza y despertar la imaginación. En medio del jardín habían construido una casa con la arquitectura típica de los comienzos de los años treinta , la “casa grande” y en el lado sur la “casa de servicio” que años más tarde fue convertida en el “Cine Floresta” con su luneta y galería y sus cuatro funciones, muchas veces de programa doble, vermouth, matinée, especial y noche, sitio que tuvo acogida durante una serie de años, antes y después del incendio que lo devastó. Cuando se produjo el incendio, ya vivíamos en casa propia, en la calle Lugo 730, una bella casa de una sola planta, con un estilo muy europeo, que mereció el Premio Ornato en el año 1964. Al otro lado de la casa se hallaba –donde aún se halla ahorala lavandería “La Química”, cuyo fundador y socio principal fue mi padre. En mi niñez, La Floresta era un barrio nuevo y pese a ser muy cercano a “La Mariscal” , en ese tiempo se lo consideraba un arrabal muy apartado. Más de un amigo de mis padres no podía comprender porque ellos se habían decidido, descabelladamente, construir en esas lejanías. Pienso que en esa época (1946-1948) no debe haber habido más de cuarenta a cincuenta casas llamadas “buenas”. Entre ellas existían algunas casuchas y medias aguas con terrenos que hoy en día se considerarían como grandes, donde gente más humilde sembraba maíz, porotos, papas, verduras y criaban gallinas, patos, pavos, chanchos, cuyes, borregos, chivos y hasta una que otra res, uno que otro caballo, burro o mula. El ambiente todavía era un ambiente bucólico, un ambiente de campo. Muy cerca de donde vivíamos, tanto hacia el norte como hacia el sur, quedaban grandes extensiones de potreros y bosque. Si bien ya estaban trazadas la mayoría de calles que hoy conocemos, la plena mayoría eran calles de tierra, bastante polvorientas en la época seca y muy lodosa cuando llovía. La calle Galicia y la calle Toledo eran de las pocas calles empedradas. Solo en la calle Galicia existía alumbrado público, de tal manera que en las noches despejadas, aún era posible maravillarse con cielos estrellados. Muchas de las personas que vivían en este nuevo barrio eran extranjeros que habían llegado antes de que se desatara la segunda guerra mundial, la mayoría de origen judío que habían salvado sus existencias, acogidas por este generoso país. Pero también habían algunas personas venidas después de la guerra, nazis que temían ser acusados como criminales de guerra. Dicen que los Schwark, los Schrader y los 127 Raliff pertenecían a este grupo. De Walter (¿) Raliff, que luego emigró a Chile se supo luego que en verdad se llamaba Rauff, un criminal de guerra muy buscado por la justicia alemana y por Wiesenthal, el famoso cazador de nazis. Un buen número de amigos de mis padres vivían muy cerca, entre ellos los Weil, los Falk, los Köppel, los Lenk, los Östreicher, los Nasch, Richard Grünhunt, el viejito Adler, los Sober, todos inmigrantes, y también los Vásquez, los Tejada, los Ludeña, ecuatorianos, y los Rodríguez que venían de España. De vista conocía a varios “famosos” del barrio, entre ellos a la pintora Araceli Gilbert, a Pedro Jorge Vera, a Nela Martínez y el pintor Leonardo Tejada. La leche la comprábamos siempre fresca. Todas las mañanas pasaba una señora con su vaca y la ordeñaba junto a la puerta de nuestra casa. Así mismo, varios días a la semana venía el verdulero con su carreta tirada por un caballo. Los niños nos sentíamos muy libres en el barrio. Jugábamos casi todo el tiempo en los lotes vacíos, en la calle, en los potreros y en los bosques... Conocí la Mariscal, donde vivían algunos amigos, pero no la Vicentina. Conocía bien Guápulo, pues casi todos los domingos, temprano en la mañana, hacía una caminata con mi padre hasta la piscina. A mi padre le gustaba mucho ese paseo y siempre decía que algún día construiría una casa allí, sueño que se volvió realidad en 1963. El chaquiñán que nos conducía era lo que hoy es el “Camino de Orellana” hasta llegar al pueblo de Guápulo que en ese entonces contaba con su propia Tenencia Política y a donde el famoso doctor Fisch mandaba sus pacientes a cambiar de clima.” (ver anexo 1.12 Lo que nos dejan los testimonios Los relatos anotados en las páginas anteriores son un vivo ejemplo del Quito que cada individuo construye para sí desde su fantasía y su deseo, la lectura de ellos nos permite las interpretaciones que anotamos a continuación: Análisis del relato del informante 1 Este testimonio abarca la cuestión de la gestión municipal que como instancia organizativa parte del criterio de desarrollo urbanístico y de dotación de servicios a las distintas áreas de la ciudad. Se constata claramente que aspectos como la falta de planificación, sumado a la explosión demográfica, a la ocupación del centro por quienes llegan de zonas periféricas han afectado el sentido de ciudad; de ciudad colectiva e integrada en torno al barrio, de la ciudad histórica a la ciudad moderna, la 128 ciudad en la que se han reemplazado áreas verdes por grandes áreas encementadas, por los recortes que se ha hecho a la ciudad. La noción de pertenencia en torno al barrio está cambiando, ahora los referentes identatarios se mueven más bien en torno a la empresa en la que se labora, a la institución en la que se estudia, o al equipo de fútbol. El ideal de progreso como paradigma de la modernidad subsiste bajo el precepto de la obsolescencia de edificaciones y espacios de la ciudad para crear otros, más acorde a las tendencias del mercado. Análisis del relato del informante 2 En este caso se presenta la disyuntiva entre un desarrollo urbanístico desmesurado y la falta de planificación. Se ve que, al hacerse una ‘arquitectura sin arquitectos’ no se toman en cuenta las necesidades de la población y luego viene el caos por dotar de servicios básicos a los barrios ya, ilegalmente constituidos. La improvisación es una constante cuando se habla de construcción, lo que afecta la configuración del paisaje urbano que se hace de cables, altillos, terrazas contrapuestas, de áreas sin iluminación ni aireación adecuadas. A través de este testimonio podemos recalcar el valor cultural que encierra la arquitectura tradicional quiteña, la que al incorporar estilos y tendencias foráneas, enriqueció el entorno, y que hoy por hoy se muestra en el gran valor del patrimonio que poseemos. En cuanto al sentido comunicativo expreso en estas formas arquitectónicas habría que resaltar la percepción que cada persona tiene de los espacios en los que vive así como de aquellos que le rodean y el imaginario que se construye en torno a ellos al momento de optar por un lugar adecuado para vivir. 129 Análisis de los relatos de los informantes 3 y 4_ Por razones obvias, estos testimonios tienen un fuerte componente comunicacional. Al devenir de la experiencia cotidiana de escribir editoriales a diario, la memoria se convierte en un elemento indispensable para la reafirmación de la cultura y de la historia. El valor de estos testimonios es precisamente la evocación que se hace de aquella ciudad que ya no está pero que la recreamos y la reinventamos a través de la palabra. Valiosos son los personajes que con su trabajo y sus vidas simples fueron reconfigurando una ciudad distinta y otorgándole una impronta que hasta hoy la define, de algún modo, como son valiosos también los anónimos seres olvidados que habitan las ciudades y que desde sus circunstancias particulares inventan la ciudad a su manera. Con los personajes importantes o simples que habitan las ciudades podemos contar historias, escribir relatos, cuentos, leyendas, crear magia y poesía. Análisis del relato del informante 5 Para hacer ciudad es importante la creación de una cultura ciudadana más allá de mirar a la dinámica urbana como un hecho meramente físico y objetual. Una genuina construcción de ciudadanía como eje conceptual del desarrollo implica un despliegue de competencias en las distintas instancias, a partir de los barrios, los grupos organizados, e instituciones de gestión local. 130 Análisis de los relatos de los informantes 6 al 10. Elegimos a los personajes de la Plaza Grande porque siempre los hemos considerado una enorme fuente de experiencia y saberes. La conversación con ellos, a más de recrear una ciudad desconocida fue la prueba más certera de lo que verdaderamente sucede en la ciudad y en la sociedad. Si tendríamos que equiparar las categorías conceptuales que se manejan en al ámbito académico frente a lo que se dice en el lenguaje cotidiano, en el así llamado lenguaje vulgar, los testimonios hablan por sí solos... Esa fue una constatación de la riqueza del lenguaje por un lado y de la fuerza que cobra la cotidianidad como instancia comunicativa. En estos testimonios primó el componente histórico, el de la anécdota y el recuerdo, salpicados con vetas de humor propios de estos viejos quiteños. A más de las comparaciones propias que se anotaron en torno a la ciudad que los vio nacer, crecer y hacerse viejos, se rememoraron personajes, comidas, formas de vida, costumbres. Temas recurrentes en todos los informantes fueron la falta de seguridad, de solidaridad, de unidad, de compañerismo, así como la fragmentación social y familiar que se vive en Quito hoy. Análisis del relato del informante 11 A través de este testimonio pudimos constatar, desde una óptica comunicacional, el fuerte sentido de pertenencia, identidad y territorialidad que definen a esta Guapuleña de corazón. Ella hace una distinción entre ‘nosotros (al referirse a los habitantes antiguos del barrio) y a los ‘otros’ cuando habla de los 131 recién llegados o de los habitantes temporales, personas extrañas a quienes sin embargo se las trata como si siempre hubiesen habitado allí. En su testimonio también se hace mención a la fragmentación social y familiar, a la falta de unidad y solidaridad como características de la sociedad actual. Análisis del relato del informante 12 Con este relato queremos reafirmar el valor de la memoria en tanto registro vivo de lo que somos para acercarnos una vez más al alma, allí donde se guardan los recuerdos más queridos. Lo más rescatable de este testimonio es el valor que se da a la libertad, a la sensibilidad y a la belleza de los seres sensibles que crecen en contacto con la naturaleza y que son capaces de reproducir situaciones, encuentros y realidades con alma, a pesar de la gran despersonalización y el vacío que se vive hoy en nuestras ciudades. 132 CAPITULO IV 4.- El lenguaje del alma en la ciudady en la arquitectura Una de nuestras preocupaciones fundamentales en la presente investigación y que constituye uno de los ejes sobre los cuales venimos trabajando es tomar en consideración la presencia del alma en cada una de las manifestaciones sensibles del ser humano, partiendo de la comprensión de ella como una categoría espiritual, principio y elemento sustancial de la vida. Nuestra alma es inseparable del alma del mundo y tiene que ver con el cultivo de una vida expresiva y llena de sentido. Tiene que ver con la sustancia personal y con la profundidad y su cuidado requiere que se preste atención a todos los aspectos de la vida. El alma es la esencia de todo lo vivo que se traduce en emoción, sensación y pensamiento. Si la comunicación es el medio por el cual el hombre se ‘deja ver’, se hace entender y se da a conocer, la presencia del alma es el núcleo y misterio a través del cual el ser humano deja sus huellas en cada una de sus manifestaciones y representaciones. Podemos decir entonces que hay o no alma en las relaciones que se tejen en la vida cotidiana, en la ciudad, en la comunicación, en los encuentros, y en cada una de las manifestaciones simbólicas a través de las cuales el hombre se comunica. Para fundamentar lo dicho hacemos alusión a dos autores que basan sus investigaciones del alma y los sentidos en búsqueda de una respuesta a la problemática humana. James Hillman88, en su libro El cuidado del alma, se refiere al 88 James Hillman es analista fundador del Dallas Institute of Humanities. Director del Instituto Jung, en Zurich. 133 alma como una cualidad o una dimensión de la experiencia de la vida y de nosotros mismos. Usa la expresión anima mundi como esa chispa e imagen creadora visible en todas las cosas a través de sus formas, con lo que afirma que el mundo no es solo un conjunto de signos a ser decodificados, sino que es también un escenario para la contemplación. Se necesita despertar el corazón y trasladarlo a la vida cotidiana, a la sensibilidad y a los detalles, de tal manera que la vida cobre un significado profundo y duradero. Para él, el alma “tiene que ver con la profundidad, el valor, la capacidad de relacionarse, el corazón y la sustancia personal. Tiene que ver con la inmortalidad. Cuando decimos que algo o alguien tiene alma, sabemos a lo que nos referimos, pero es difícil especificar exactamente cual es ese significado”.89 Otro autor, Thomas Moore, al referirse al alma y a las formas de vida, se remite a la particularidad de los lugares que habitamos y visitamos. Para él, lo que da magia a la vida es el encantamiento de las cosas y eventos personales, que no es más que rodearnos de cosas reales e individuales. Recalca sobre la sensación que nos producen los lugares en los que se ‘siente’ la presencia del alma y dice: “No necesitamos una colección de comidas ricas y ropas exóticas, aunque esta sería forma de hacer magia en el hogar; nuestra magia puede provenir de un baúl de cosas heredadas, de recetas transmitidas a lo largo de generaciones”90. Afirma que si nos mostramos abiertos al encantamiento, éste podría despertar nuestras almas que para él significa la inclusión de los espíritus locales en nuestras leyes, costumbres, festejos, en la arquitectura, en la construcción, en la decoración... Cuando se refiere al cambio de áreas habitables, de pueblos y ciudades, dice: “si continuamos transformando todas las naciones del mundo en culturas del desencanto, 89 90 HILLMAN, James, El ciudado del alma., Ediciones Urano, Barcelona, España, 1998, p.27 MOORE, Thomas, El placer de cada día, Ediciones Folio, Barcelona, España, 1996, p 110 134 homogeneizadas en el campo tecnológico, puramente funcionales, nos quedarán solo unos pocos espíritus para nutrir nuestras almas” (MOORE:1996, 120) Para poner alma en la vida necesitamos recurrir a la imaginación, a la creación, a la magia y al encantamiento. Esta particular forma de entender la vida tiene que ver con el respeto al entorno, a nosotros mismos y al otro, con el valor histórico, la memoria y la tradición. 4.1.- La arquitectura, el lenguaje de la ciudad La ciudad como un gran universo simbólico es un espacio comunicacional donde la identidad cultural se forja a partir de las prácticas culturales insertas en un momento histórico determinado y en un espacio social específico. Este espacio social, el de la ciudad concentra, por lo tanto, un sinfín de símbolos, de signos, de nombres, de relaciones y demás particularidades que la van definiendo y dándole a cada una un carácter específico. La arquitectura en tanto producto humano, lenguaje de la ciudad y gran vehículo de significación como hecho cultural refleja y testimonia el quehacer histórico de los pueblos. Registra los rasgos del pasado, los diversos estilos, tendencias, formas y funciones del espacio social como instancia de una sociedad viva, creciente y cambiante que no solo comunica en el sentido más básico, sino que también organiza virtualmente todo en la vida. Es un reflejo no solo de las condiciones socioeconómicas sino también de las relaciones que los hombres establecen con el medio ambiente para crear las condiciones materiales para el desarrollo de la vida. 135 El producto arquitectónico es un fenómeno representativo, es decir es, un conjunto de manifestaciones simbólicas cuya función deviene de la significación que le otorgamos nosotros. Al detenernos a observar cada una de sus manifestaciones, al proponer construcciones de áreas físicas, conjuntos habitacionales, áreas verdes, parques o jardines. Estas representaciones obedecen a más del contexto físico, a cuestiones culturales como pueden ser el conocimiento, las creencias, los símbolos y los valores determinados por la tradición cultural, de tal manera que el objeto que se obtiene es el resultante de todo un conjunto de valores en los que entran en consideración el sentido estético, el gusto personal y los fines para los que son creados. Se toman en cuenta, el aspecto funcional, el ambiental y el psicológico, ya que el producto arquitectónico como producto social no sólo implica la construcción física de áreas habitables. Debe tomar en cuenta el sistema de valores y símbolos compartidos en el medio social en el que se adscribe. Como producto humano, la arquitectura tiene una particular capacidad para mostrar como nuestros valores y nuestras tradiciones determinan nuestra vida cotidiana...”Solo mediante la simbolización cultural puede la arquitectura expresar que la vida diaria tiene un significado que trasciende a la situación inmediata, y que forma parte de una continuidad histórica y cultural”91. Siguiendo las líneas de nuestro trabajo, cabe referirnos a ciertos aspectos de la arquitectura desde su dimensión comunicativa, o -acto totalizador- como lo hemos venido llamando-, y partir desde su comprensión como un signo visible y vehículo de simbolización, en tanto transmite tradiciones y formas de vida; denota tendencias; connota valores; pone en común ideas y percepciones que el habitante de la ciudad 91 NORBERG, Christian, Intenciones en Arquitectura, Gustavo Gilli Editores, Barcelona, España, 1998, p.63 136 experimenta en su relación con el medio ambiente en el que vive. La arquitectura crea sentido en tanto se ajusta a un terreno al buscar correspondencia con el entorno natural para crear un objeto representativo dotado de calidad y expresividad. “La arquitectura es comunicación y símbolo en el espacio, como la escritura es comunicación y símbolo gráfico sobre la infraestructura material”92 Es, como ya lo dice Habermas una acción simbólicamente mediada, en el caso de la comunicación verbal median la palabra, en la arquitectura median, los signos, los símbolos, la intención, la forma, la función que son de importancia en la simbolización cultural en el llamado mundo de la vida. (Cfr. Supra) Para asumir el carácter comunicativo de la arquitectura, sugerimos volver sobre los parámetros en los que se sustenta la Escuela de Palo Alto al relacionar el actuar comunicativo, la sucesión de mensajes, la significación del espacio, y de la proxémica, y sus representaciones como ejes simbólicos; así como también a los postulados de Luis Martino, quien apela al carácter polisémico de la comunicación al referirse al acto como tal, al proceso y a los resultados. (Cfr. Supra) En el campo de la arquitectura así como en cualquier otro acto humano en el que se infieren relaciones sociales está implícito el interactuar comunicativo, tal como lo propone Christian Norberg quien asume la arquitectura a partir de lo que él ha llamado el accionar social que surge de las relaciones entre los actores del proceso arquitectónico tal (arquitecto, cliente, entorno social y natural, estética y cultura) (Norberg: 2003); así como a la estructura de significación a la que hace mención 92 TESTA, Clorindo, en La arquitectura arquitectura.com/arquitectura/monografías/global1/global1.asp 137 en Latinoamérica, en Kevin Lynch al asumir la ciudad y la arquitectura como texto sensible de lectura y decodificación.(Cfr. Supra) Ligar los criterios de comunicación y arquitectura implica adecuar nuestro pensamiento así como nuestro actuar a la relación entre medio ambiente y sociedad, en donde los espacios, los individuos, la cultura y la socialidad construyen vehículos de simbolización que guardan relaciones entre sí. Eso es lo que pretendemos establecer y denotar con referencia a la arquitectura: que así como la sociología hace referencia a las formas de habitar la ciudad y la historia dibuja los mapas citadinos transformados en el tiempo, es la comunicación la que asume a la ciudad como texto vivo y por lo tanto a la arquitectura, su lenguaje esencial, como fuente de simbolización, desde donde se pueden hacer múltiples lecturas. Tan solo imaginemos un mundo reducido a la nada, sin espacios para la socialización, sin áreas habitables, sin sitios de reposo... imposible. Esto quiere decir que la vida por sobre todo necesita de espacios naturales y construidos que vayan acorde a las necesidades de las personas y que, de alguna manera, se correspondan con un momento histórico. Esta necesidad humana de adscribirnos a un espacio físico está ligada al sentido de territorialidad, de pertenencia e identidad que define a los seres humanos y los diferencia unos de otros. Sabiendo además que no solo el espacio físico determina al ser humano. Es el sentido simbólico lo que genera una relación implícita entre hombre, entorno social y natural. En este contexto, la noción fundamental de la arquitectura, como lenguaje y comunicación deviene del carácter de su simbólica, de lo que nos dice cada una de 138 sus formas, de sus colores, de sus elementos diversos, para lo cual partimos de la premisa de que “el símbolo como expresión colectiva, masiva y elemento emocional ocupa un espacio necesario en la practica comunicacional y organizativa de los pueblos”93. O como dice Handel Guayasamín... Nosotros tenemos una primera piel que es con la cual venimos al planeta, la que nos protege y además tiene un proceso de envejecimiento, nos acompaña durante la vida. Esa piel, digamos no solamente que nos protege sino que nos comunica porque pasa de un objeto que es necesario en su momento, a ser un elemento simbólico que establece jerarquías, estatus, posición social, económica, estilos, modas, e igualmente establece un tipo de relación con los demás. Creo que en esa misma progresión, -un tanto metafórica-, la arquitectura es una segunda piel que nos protege y cobija como colectividad, también te expresa quien eres, tu posición social, tus gustos, tu estética, etc...94 Sabemos, entonces, que nuestras acciones presuponen una organización del entorno a partir de signos, de tal manera que puedan ser descritos y ordenados en sistemas de significación, a los que designamos y damos nombres. Sabemos también que nos comunicamos mediante la construcción de sentidos a través de distintos tipos de códigos95, -sistemas de relaciones a las que se ha llegado a través de significaciones sucesivas- Dentro de estos códigos se incluyen, además de la lengua, diversos intercambios no verbales, señales, gestos, formas, espacios. 93 KAPLUN, Mario, El comunicador popular, CIESPAL, Quito, Ecuador, 1991, p 47 Estos criterios son extraídos de la entrevista con el arquitecto Handel Guayasamín, constructor, catedrático y Premio Ornato de la ciudad de Quito en el año 2000 con la Capilla del Hombre. (mayo 2004) 95 Los signos no son significativos cuando están aislados, solo lo son cuando se interpretan en relación los unos con los otros. Según ciertas convenciones los signos se organizan en cada texto en sistemas significativos, a los que los semióticos los denominan códigos. El significado de un signo depende del código dentro del cual éste está situado; los códigos proveen una estructura dentro de la cual los signos crean sentidos. Tomado de Chandler, Daniel, Semiótica para principiantes, Editorial Abya Yala, Quito, Ecuador, 2001, p.96 94 139 Umberto Eco en La estructura ausente96 hace una interpretación de la arquitectura como comunicación desde la semiótica. Sugiere, desde este enfoque, estudiar todos los fenómenos culturales como si fueran sistemas de signos. Dice que la arquitectura como un medio de participación en la sociedad está culturizada ya que se da a partir de la creación de contextos con funciones sociales y connotaciones simbólicas. Eco pone énfasis en la interpretación de las funciones del cometido arquitectónico y su relación con la comunicación desde la percepción, sensación inicial o entendimiento que surge de nuestra relación con el mundo que nos rodea. A partir de esta relación, el individuo -a través de una operación mental-, codifica lo percibido y lo comunica a partir de signos gráficos, (en este caso concreto). Desde este punto de vista, podemos ver cómo la arquitectura comunica ciertas maneras de habitar, de vivir, de crear sentido y de entender la sociedad. Los signos arquitectónicos como vehículos sígnicos capaces de ser descritos y catalogados pueden denotar funciones precisas en tanto la interpretación de ciertos códigos y significados sucesivos con los que esos vehículos sígnicos son capaces de ser llenados, y que puede ocurrir no solo por la denotación, sino básicamente por la connotación, donde empieza a asumir la función simbólica. Vemos que el objeto simbólico comunica a partir de la representación, del uso, de la forma y de la función, de ahí que los cambios de un mismo vehículo sígnico, interpretado por diferentes códigos, ha ido connotando cosas diferentes, lo que determina un juego entre usos, formas, historia, cultura y acontecimientos objetivamente descritas como formas significativas a lo largo del tiempo. En el nivel denotativo, el objeto arquitectónico se relaciona con su uso, es decir con su función; el mismo que se da 96 RIDER, Peter, Función y signo, la semiótica de la arquitectura, Resumen de la Estructura Ausente de Humberto Eco, Bompiani, Milán, 1968 140 en base al sistema de hábitos y expectativas establecidos, y en estrecha relación con un código. El nivel connotativo subyace al consumo de formas y obsolescencia de valores para la recuperación de formas y el redescubrimiento del sentido. Mientras la historia vacía y llena formas, sustrayéndolas significados y añadiéndoles otros nuevos, quizá no puede otra cosa por hacer más que resignarse y aferrarse a lo que ha de ser su sabiduría instintiva de los grupos y culturas, las que parecen capaces de encontrar y manipular formas y sistemas significativas, según lo necesiten o deseen97. 4.2.- La ciudad texto: lectura de la pérdida del alma en Quito La noción de ciudad-texto, como espacio desde y en el que se construyen códigos o se decodifican significados es una estructura en cuyo interior se infieren formas de comunicación en las que se integran la historia, la memoria, la tradición, el espacio, el tiempo. Esta noción obedece a elementos denotativos y connotativos, como lo anotamos en los párrafos anteriores. La simbolización como la representación de un estado de cosas supone la existencia de un signo que es percibido, nombrado y representado en tanto alude a la realidad. Charles Morris profundiza la importancia del signo, al decir que “éste es fundamental en las ciencias del hombre, como ha sido el concepto de átomo para la física, o el de célula para la biología”98... Y siguiendo esta lógica añade que el signo se expresa también en todo tipo de manifestaciones, es decir en todo aquello que nos rodea y que puede ser representado. Desde esta óptica, podemos decir que el signo nombra o percibe objetos, ideas, experiencias, pensamientos, creando así una base 97 98 Ibid,p.39 NORBERG, Christian. Op. Cit. p. 39 141 para la comunicación. En nuestro caso concreto, la lectura sígnica de la ciudad a partir de la arquitectura da cabida a la noción de ciudad-texto desde una perspectiva semiótica99. Al remitirnos a la simbolización como una representación de un estado de cosas, estamos asumiendo la existencia de un signo. Los signos de la ciudad son, entre otros: el conjunto urbano construido y representado en cada una de sus formas; el delineado de calles y avenidas, los puentes, las plazas, las casas, los edificios, los letreros, las señales de tránsito, el ruido generado por los vehículos, los sonidos diversos, la música, la publicidad; las actitudes y respuestas ciudadanas, etc. Vamos a partir del conjunto de signos que existen en la ciudad e intentar una lectura, para así referirnos, desde nuestra particular percepción, a la pérdida del alma. Las reflexiones que anotamos a continuación son producto de la observación directa del deterioro del lenguaje arquitectónico –sobre todo por la mal entendida influencia de la arquitectura racionalista propuesta por arquitectos como Le Corbusier, Frank Lloyd Wright, Ludwig Mies van der Rohe, y Walter Gropius, quienes promulgaban una concepción funcionalista y utilitarista-, de las conversaciones con diferentes personas a las que se les ha pedido sus criterios en cuanto a su percepción sobre la ciudad y su desarrollo, de los recorridos por distintos lugares de la ciudad y de la constatación de ciertas respuestas y actitudes ciudadanas ante situaciones cotidianas vividas en la urbe, (irrespeto a los peatones, 99 Dada la influencia de Saussure, y porque la lingüística es una disciplina mucho más consolidada que los estudios de otros sistemas de signos, la semiótica se sostiene profundamente en los conceptos lingüísticos. Mientras Saussure trató a la lingüística como una parte de la semiótica, Roland Barthes y otros semióticos han tratado a esta ciencia como si fuera sólo una parte de la lingüística. En la actualidad, los semióticos usualmente se refieren a las películas, a los programas de televisión y radio, a los carteles de anuncios y a otras manifestaciones por el estilo como ‘textos’, es decir, son tratados como lenguajes. Tomado de CHANDLER, Daniel, Op, Cit, p. 21 142 desacato generalizado a las instancias públicas, el desaseo de las calles y la contaminación del medio ambiente, a partir de las cuales fuimos elaborado nuestros criterios, para, finalmente ligarlos a aquello que hemos llamado la pérdida del alma. En el caso particular de Quito (como lo anotamos en el capítulo respectivo), los cambios devenidos con la modernidad que se han dado son: emergencia de nuevos actores sociales, variadas formas de redefinición de los espacios públicos y privados -con el consecuente cambio en la cotidianidad-, las formas de socialización, la utilización de nuevos materiales en la construcción, los nuevos usos que se da a la ciudad, la fragmentación, e incluso la nueva funcionalidad de las áreas habitables, junto al acelerado crecimiento y a la falta de planificación, así como el desplazamiento del centro hacia áreas periféricas y el recambio generacional, han ido trastocando el sentido primordial de ciudad, cuyo fin es el de constituir un espacio en el que se recreen las condiciones para una convivencia armónica entre sus ciudadanos. Esta tesis se titula la pérdida del alma en la ciudad porque para nosotros los cambios devenidos a lo largo de los años, han trastocado el sentido humano de ciudad. Hemos visto como las ciudades, al masificarse, modernizarse y globalizarse, han perdido su carácter, su fisonomía, su espíritu. Ya señalamos que el alma es la esencia de todo lo vivo que se traduce en emoción, sensación y pensamiento. Anotamos, además que el alma es el núcleo y el misterio a través del cual el ser humano deja sus huellas en cada una de sus manifestaciones. 143 Podríamos decir que el Quito de hoy, al igual que muchas otras ciudades, se ha constituido en una urbe fragmentada y vallada, en una urbe en la que la segregación espacial “ha dado paso a una modernización sin alma”100, perdiéndose el sentido colectivo de convivencia y de comunicación, que va paralelo a la tecnificación y a la realidad virtual, en detrimento de un acercamiento real, de persona a persona. Ya lo dice Armand Mattelart, (...) “creo que los centros de poder quieren virtualizar la vida para lograr la desmovilización social. Pero yo no cambio el contacto de la carne, la experiencia personal, el diálogo, por ningún escenario de la realidad virtual”101. Todos estos son signos de una ciudad sin alma. Vemos como el Quito de hoy es la ciudad, la misma ciudad que hasta los sesentas fuera tan solo una aldea colonial de iglesias opulentas y una década después conociera el esplendor petrolero, esa bella época que la agrandó y alargó dividiéndola en dos ciudades enemigas, la moderna y rica del Norte y la pobre y mugrosa del Sur; la misma ciudad que hacia el fin de siglo se había revuelto y desbordado ya, tomándose las colinas cercanas y los valles y los bosques de las laderas del gran volcán que, muy al estilo apocalíptico del fin siglo y luego de un silencio de 300 años, la amenazaba con erupciones y temblores, metiendo en el alma de sus habitantes miedos inmemoriales, incertidumbres y angustias...102 Al hablar del alma de la ciudad, estamos refiriéndonos al carácter cualitativo y mágico de la misma, en la cual el hombre, a más de recrear prácticas sociales, forjar ambientes de convivencia, lugares de trabajo y recreación, forma su imaginario y 100 UBIDIA, Abdón, La Madriguera, Ed. El Conejo, Quito, Ecuador, 2004, (comentario de Raúl Vallejo) 101 FLORES, Poveda, Iván, “Me siento un Quijote frente a la globalización”, en EL COMERCIO, Sección B12, Quito, 22 de Agosto del 2004. 102 UBIDIA, Abdón, Op. Cit. p. 107 144 reconfigura su identidad. En este sentido, diríamos que al perder la ciudad su cualidad esencial, su alma, ésta deja de ser un espacio humano, para convertirse en un sitio en el que el sentido de estética y los sentimientos de solidaridad, reciprocidad, ayuda mutua van poco a poco perdiendo vigencia para dar paso a un espacio práctico, funcional, frío, caotizado, peligroso, inseguro, poco humano, en el que se advierten fácilmente la falta de preocupación ciudadana, el quemimportismo, la desidia, y, en definitiva, la falta de amor por la ciudad. Nuestra ciudad ha ido perdiendo su alma por los drásticos cambios en la arquitectura, por la reducción de espacios verdes, por la poca o nula valoración de su historia y por el desinterés que los habitantes de la ciudad conceden a sus espacios patrimoniales. Podemos mencionar la falta de compromiso de sus habitantes, el poco respeto al espacio público como espacio comunitario, la pérdida de identificación de la población con su ciudad, la falta de identidad, el pobre sentido de pertenencia, integración y solidaridad, así como el deterioro de sus monumentos, la mala utilización de sus parques, plazas y calles, el cambio en el comportamiento de la sociedad quiteña devenida de factores como la migración y la globalización, la neurotización de su gente, la pérdida de valores que genera corrupción y deshonestidad y, por último, la falta de responsabilidad individual, endilgando ésta a la autoridad. Lo expuesto es lo que determina el afeamiento de la ciudad, la pérdida de su alma. La ciudad se afea por el mencionado concepto funcionalista y utilitario que se le ha endosado, al convertirla en escenario mercantil, íntimamente ligado a la obsesión por el lucro en torno la especulación de la tierra y otras concepciones 145 mercantilistas y la manía de adscribirse a las más variadas influencias foráneas, alejando lo idiosincrático, lo propio, aquello que refleja el alma particular de la ciudad, infravalorando la arquitectura tradicional y popular, más acorde a nuestra cultura y entorno natural. La imitación ha sido uno de los factores primordiales para que se genere la desaparición de la casa tradicional -junto con sus espacios verdes-, en muchas partes del casco urbano, siendo reemplazada por construcciones con un criterio estrictamente práctico. El criterio funcional está ligado a las tendencias introducidas por el mercado inmobiliario, asumiendo que el producto arquitectónico es nada más que un triste objeto más de consumo masivo, desprovisto de la magia que otorga una estética del alma. Es por esto que, hemos sido testigos de la trágica desaparición de hermosas casas, las que, en su momento, fueron parte de la historia de la ciudad para ser reemplazadas por esperpentos comerciales, los mismas que –en la mayoría de casos- no guardan relación a su entorno ni a su historia. Como producto de la especulación, también tienden a desaparecer las áreas verdes (jardines, parques y áreas de protección ambiental). Es más que evidente que el encarecimiento constante de la tierra es un factor importante para producir este lamentable hecho. La cercenación de los parques Alameda, El Ejido y La Carolina, nos sirven de ejemplos, así mismo, la voraz expansión de la ciudad, con la consabida escalada de precios por metro cuadrado de tierra, como en los casos de los valles de Tumbaco, Cumbayá o los Chillos, que –dada las condiciones de la tierra debían haber sido conservadas como áreas de producción agrícola-, o la zona fabril del sur que también podía haber sido mantenida como tal- han desembocado en 146 urbanizaciones que han cubierto grandes extensiones de cemento. Por último, el desplazamiento humano también ha generado graves problemas de hacinamiento, fealdad, contaminación, inseguridad y falta de servicios básicos. Si bien es cierto que en cuestión de gustos no es posible establecer reglas generales, pues como dice el dicho popular “entre gustos y colores no discuten los doctores”, inevitablemente se necesita recurrir a la estética, y la estética es un asunto del corazón, del alma, es decir, proviene del contacto profundo con lo bello. ¿Y qué es lo bello? Lo bello es aquello que es capaz de conmover desde la profundidad, de lo que se halla imbuido de espíritu. Es verdad, lo que conmueve a una persona no necesariamente conmueve a otra. Sin embargo, lo bello tiene una relación directa con la realidad del alma, con su vivencia más básica y fundamental. Todo lo que se aparta de esta realidad, todo lo que se vuelve superficial termina siendo cursi, Kitsch, banal o mediocre. Una casita popular, con toda su sencillez y pulcritud arquitectónica, comenzando por sus proporciones, puede ser conmovedoramente bella, mientras que una casa plagiada de una revista norteamericana por un arquitecto deshonesto para consumo de uno de nuestros migrantes “residentes”, como lo hemos visto tantas veces, resulta ser una blasfemia estética. En cuanto a la imitación, ésta la encontramos también en otros patrones de consumo como en los hábitos alimenticios, en el mobiliario, en las tendencias decorativas y en tantas otras formas que se repiten hasta el cansancio en los distintos espacios de la urbe. Podemos decir, que a nombre de la globalización y de la dolarización, nuestra ciudad ha cambiado drásticamente sus referentes: Quito se ha convertido en una ciudad fragmentada, múltiple, contradictoria, confusa, donde los referentes históricos se van esfumando paulatinamente para sus ciudadanos, quienes, en definitiva, deberían ser los artífices 147 del alma de la ciudad. En otras palabras, una ciudad sin ciudadanos conscientes, solidarios y comprometidos, ponen en peligro la democracia participativa que debe nacer en el alma de todo ciudadano. 148 Conclusiones En la misma forma en la que hemos trabajado el cuerpo teórico de la tesis, ponemos a consideración las conclusiones siguiendo las líneas de trabajo a las que nos hemos remitido, además de las conclusiones generales. Al iniciar este trabajo investigativo se presentaron una serie de inconvenientes, al considerar que el tema que estábamos proponiendo no se ceñía a lo comunicativo. Esta apreciación es un tanto limitada puesto que si miramos la realidad bajo una óptica comunicacional cualquier fenómeno puede ser observado, leído, descifrado. Pensamos que la así llamada comunicación alternativa se fundamenta en mirar `lo otro` en observar aquello que comúnmente lo dejamos de lado. Desde esta perspectiva, intentábamos buscar otras formas de comunicar, formas que están inmersas en los cotidiano, en lo gestual, en lo sígnico, en lo representativo, por eso aludimos a la arquitectura como comunicación y a la ciudad como espacio de simbolización. Tuvimos la impresión de que aquello que tiene que ver con el alma es raro o excéntrico y por lo tanto, asusta. Creo que hace falta trabajar desde las sensibilidades y desde la emoción para construir un mundo más humano, un mundo con alma. Lo interesante en este caso es que, a medida que avanzábamos en el trabajo, la manera de abordar la problemática como lo estábamos haciendo, no era ninguna locura, puesto que, -como lo pudimos comprobar- para hablar de ciudad hacía falta remitirnos al sentido humano, a lo cotidiano, a lo histórico 149 para develar lo profundo de sus cosas, de su gente, de sus lugares. Este sentido humano es el alma al que hacemos alusión y a la que se remitieron algunos de los informantes y autores citados. Estábamos convencidos de que un estudio de esta naturaleza nos ayudaría a valorar el pasado, la historia, la memoria y la tradición a partir de la valoración física al espacio, a la arquitectura popular, al sentido estético y al cuidado del medio ambiente como premisas para ‘hacer ciudad’, por eso es que quisimos acercarnos a la arquitectura como expresión sensible y lenguaje de la ciudad desde la historia porque creemos que solo el conocimiento certero de lo que somos nos lleva a valorar y reafirmar nuestra condición y a entender nuestra cultura. Además de la consideración histórica quisimos dotarle al trabajo de un carácter personal al introducir la noción de alma como aquel constitutivo esencial de la vida para entender mejor cada una de sus expresiones y manifestaciones. Y hablar del alma significa hablar del ser humano sobre quien descansa la responsabilidad de construir un mundo con o sin alma. Podemos admitir que cuando decimos que algo o alguien tiene alma sabemos a lo que nos referimos. Un ser con alma es sobre todo un ser preocupado de sí mismo, del otro, de su entorno, de su ciudad, de su país y de su mundo. Para la construcción de un mundo y de una ciudad con alma hace falta, a más de un ser sensible, contemplativo y crítico de sí mismo, un ser que guardase un respeto absoluto por los valores históricos y culturales de un pueblo en 150 tanto son manifestaciones del espíritu, testigos del tiempo e intangibles que merecen ser conservados. La pérdida del alma en la ciudad se refiere a la despersonalización e instrumentalización de la vida, al crecimiento del individualismo, al deterioro de los sentimientos de solidaridad, familiaridad, compañerismo y ayuda mutua, a la destrucción indiscriminada y creciente de elementos estéticos y del entorno natural, de la poca valoración que se da a la historia, a la memoria y a la tradición a nombre de que ‘todo lo viejo debe ser derrocado, destruido y reemplazado’ porque, supuestamente, todo lo moderno y lo nuevo es mejor, sin saber que ese menosprecio por la historia va poco a poco transformando nuestra visión de la realidad y de la historia que nos pertenece. Para hacer un abordaje desde lo sensible, hace falta trabajar el sentido de lo humano más allá de las cuestiones formales como son los miles de proyectos de desarrollo que se despliegan a diario en todo el mundo. Un trabajo que implique mirar la realidad no solo desde lo cuantificable, lo planificable o ejecutable, sino desde lo invisible para tener una idea de que el mundo, las ciudades, las instituciones sociales y las personas como seres individuales o colectivos a más de entes organizativos son conglomerados humanos inmersos en una realidad que va más allá de lo que ordinariamente conocemos. Hay un mundo infinito de situaciones que no conocemos porque no se los aborda, porque se los desconoce o porque no nos interesa. Y el alma es precisamente esa cualidad esencial que enriquece la vida en sus múltiples aspectos. 151 Fue muy enriquecedor descubrir la comunicación y remitirnos a ella como un eje totalizador y estructurador de sentidos a partir de la mirada que dimos a la ciudad, no solo como una instancia de gestión gubernamental y de problemática urbana, sino sobre todo como un espacio reflejo de situaciones sociales en las que se puede leer un sinnúmero de símbolos. La comunicación desde este punto de vista asume lo humano y no solo lo funcional, en donde toman significado todas las manifestaciones sensibles de la realidad, es por eso que la arquitectura forma parte de ese conjunto de representaciones simbólicas al ser un espejo de la realidad, de la sensación y percepción de quienes participan en ella y de la historia como uno de sus referentes. Desde el universo de lo sensible y de lo simbólico, podemos comunicar cualquier hecho, instancia, momento o manifestación y desde cualquier medio posible. Podemos comunicar aquello que parece trivial como aquello catalogado de sensacional o importantísimo. Comunicar lo oculto es un mérito porque de esa manera estamos aportando a un conocimiento mayor de la realidad. Se comunica lo visible pero también lo invisible. La ciudad como instancia social, -más allá de la implicancia organizativa gubernamental- representa a un cuerpo vivo compuesto de seres humanos que viven y se desarrollan en este espacio al que se adscriben por razones históricas y sociales. Es un complejo tejido de relaciones, de personas e historias conocidas y desconocidas, es sobre todo la instancia a la que cada uno de nosotros –sus habitantes- le damos una significación. 152 El espacio social de la ciudad pasa de ser un centro público para ser también el reducto de lo privado de aquellos que pululan por sus zaguanes y portales sin tener un asidero cierto. Es el centro de disputas de lo político como el escenario para miles de expresiones artísticas. El abordaje partió desde la ciudad colectiva, de la ciudad vieja, a la ciudad moderna, a la ciudad de las almas solas; una ciudad que sufre los estragos de toda ciudad en expansión: problemas en el tránsito vehicular, cada vez menos espacios verdes, ningún respeto por el peatón, grandes niveles de contaminación en donde los habitantes interactúan de manera virtual y cada vez con más prisa. Ciudad en la que ha crecido los niveles de delincuencia y se han multiplicado los problemas sociales. La ciudad como espacio de expresiones vivas guarda en su seno las experiencias de quienes la habitan, entonces el sentido ciudadano juega un papel fundamental si lo miramos como el hacedor de ese entorno en el que vivimos y que de alguna manera tiene que ver con el sentido de pertenencia, con la historia a la que está ligada y que en el caso de Quito parte de una matriz originaria-hispana. La identidad de la ciudad es difusa, es híbrida como ha sido su conformación. Es por eso que resulta difícil adscribirnos a una sola ciudad cuando la misma dinámica social ha hecho que ésta se bifurque, con lo que la noción de centro se expande como se expanden sus habitantes que le dan un nuevo uso y reinventan nuevas formas de apropiación. 153 Son estas nuevas formas de apropiación las que emergen en lo visual, quitando espacios, pero no desplazando la oralidad que es fundamental en la construcción de la memoria de las ciudades, de ahí la importancia que dimos a los testimonios. Por un lado desconocemos la ciudad reducto íntimofamiliar, nuclear y de experiencias colectivas para reconocerla como matiz multicultural y de conglomerados diversos adscritos en torno a sus intereses. En estos casos, el espacio ciudad es un escaparate que oferta un sinfín de productos para los habitantes-usuarios-consumidores, con lo que el valor de uso da paso al valor de cambio de este objeto de consumo que es la ciudad. Debido a la vorágine de la vida moderna hemos perdido poco a poco la capacidad de asombro, de contemplación y disfrute de las áreas naturales y los espacios circundantes, es así que los paisajes naturales pasan casi desapercibidos, como en el caso del mirador del Itchimbía y de Cruz Loma, que hasta hace algunos años no existían como posibilidad de disfrute. Eran catalogados como áreas deprimidas, contaminadas y peligrosas. La ciudad de Quito muestra en sus plazas, patios, casas, balcones un sinnúmero de estilos que van del barroco al neoclásico como parte de la herencia hispana de una ciudad construida sobre la otra ciudad. Estas representaciones arquitectónicas son muestra fehaciente del cambio de época, de los habitantes y de las necesidades del momento. Nos hemos remitido al Centro Histórico por cuestiones históricas y de forma aunque, cabe resaltar, que a lo largo del trabajo nos dimos cuenta que 154 resultaba difícil desarrollar el tema propuesto en una sola instancia física, ya que lo que denominamos el alma de la ciudad no es un elemento que sólo habita el Centro. Creo que aquel sentido humano que debe primar en las ciudades tiene que ver con el respeto al entorno, a los peatones, a la idea de ciudad para vivir, no es privativo solo de ciertas áreas. Por eso nos remitimos, no solo a la cuestión arquitectónica sino a las formas de socialización, así como a la comunicación, que de todas maneras, ha cambiado notablemente. La diferenciación territorial en áreas del norte, sur y centro en nuestra ciudad han sido estigmatizadas. Como criterio general mucha gente del centro ha ido a vivir al norte porque ‘supuestamente’ ésta es un área menos peligrosa y ofrece mejores servicios. Estas cuestiones no pasan de ser apreciaciones relativas ligadas a lo que cada persona considera como ‘calidad de vida’ y que tiene que ver con ideas y conceptos que cada uno tiene sobre el buen o el mal vivir. Quito está siendo reproducida en otros espacios del planeta con lo que la noción de mundialización de la cultura se explica como contraste a la tendencia homogenizadora que nos trae la globalización. Tenemos casos de la gestión municipal en algunas ciudades del país y de Quito en particular en las que se hace una revisión y se detallan las obras y las áreas recuperadas. Sin embargo, la mayoría de áreas de la ciudad continúan deprimidas. En estas áreas se conjugan todos los elementos que a los ojos de la modernidad aparecen como feas, poco atractivas y nefastas para el turismo. 155 Los cambios tanto físicos como sociales producto de la modernidad van dejando huellas en el mapa de la ciudad y en la memoria de sus habitantes. Para algunos estos cambios son imprescindibles, mientras que para otros son nefastos. Si bien los dos criterios son contrastantes, no cabe duda que en el imaginario del ciudadano común siempre se guarda ese sentido especial, ese algo que ha hecho de las ciudades lo que son. Si no fuera por esto, todas las ciudades del mundo serían iguales... Ese sentido especial, ese algo, es la que hemos llamado el alma. En cuanto a lo arquitectónico, hay un afán de mostrar lo que se es a partir de lo que se tiene, es así que muchos de los productos arquitectónicos son un ejemplo de ostentación. A la gente lo que le importa es la fachada, no lo que está en su interior. Se construyen casas con mínimo valor estético pero con un gran potencial funcional, es decir dan mayor importancia a lo que se pueda generar desde lo económico antes que aportar a la estética y a la simbólica. Si hay poca valoración estética, es menor el valor que se da a la historia como fuente para el reconocimiento de los pueblos. Esto se nota en le sinnúmero de edificaciones, casas, parques y otros espacios que constantemente se destruyen para edificar otras que son ‘más modernas y mejores’. La pérdida de la memoria histórica destruye los valores con los cuáles las sociedades en general y las ciudades en particular han sido construidas. Y sin un referente histórico es muy difícil construir un sentido identatario, un sentido de pertenencia. 156 La prioridad que ha dado el gobierno local al Centro Histórico deja entrever que éste es un espacio vulnerable pero al mismo tiempo de gran simbolismo y valor histórico, sin embargo es menester que las nuevas generaciones empiecen a trabajar en torno a la construcción de nuevos referentes desde lo urbano y lo cotidiano con miras a construir nuevos valores y referentes simbólicos. La arquitectura en tanto expresión sensible y por tanto portadora de significado entendida desde lo comunicativo no apela únicamente al criterio exclusivamente funcional, es decir ser pensada como una acción orientada a la construcción de áreas y espacios habitables. La tarea arquitectónica implica -por sobre todo- dar importancia al sentido general de la vida puesto que esta está comprometida con el desarrollo humano, con el entorno natural y social y con la creación de espacios disfrutables. Por eso consideramos que al decir la pérdida del alma en la ciudad, no solo debíamos hacer alusión al cambio físico del entorno sino también a los cambios síquicos, afectivos, ambientales, comunicacionales que esos cambios han ido generando en la población. Al hacer el recorrido histórico por las ciudades latinoamericanas en general y de Quito en particular, pudimos ver que los cambios tanto en los espacios públicos como en las áreas habitables (casas o edificios) en estas ciudades obedecen a situaciones similares y que en los momentos actuales al estar inmersos en la globalización suponen la existencia de ciudades tendientes cada vez más a la homogenización, especialmente en la diversificación de áreas físicas para el emplazamiento de áreas para estaciones de bienes y 157 servicios en las así llamadas franquicias, cadenas hoteleras, de alimentos y otros. Esta situación es fuertemente contrastada con lo que vendría a llamarse la glocalización que se evidencia en la gestión de los municipios locales (descentralización) y sus múltiples acciones tendientes a lo que los personeros de la administración actual han denominado ‘la recuperación de la ciudad’ Es precisamente la noción de recuperación la que está en debate, se recupera ¿qué? ¿para qué? ¿para quienes? Pensamos que el sentido ciudadano muy en boga en estos tiempos está más ligado a la cuestión gubernamental de participación en proyectos físicos –que habiendo estado destruidos, hoy están siendo recuperados- sin embargo, para nosotros, el sentido humano debe primar en la construcción del sentido ciudadano ya que éste ha sido vulnerado, siendo necesaria su restitución, su ‘recuperación’. De todos modos, si se habla de recuperación es porque evidentemente algo se ha perdido... ya vemos como algunos grupos de ciudadanos están influyendo en la movida urbana al proponer y gestionar espacios de debate en los que se pueda generar un espíritu solidario y una idea de ciudad ‘para vivir’. Estas propuestas son vivos ejemplos de que la sociedad civil pide a gritos un cambio de actitud en los ciudadanos. Lo que vemos en las ciudades (casas, calles, almacenes) son creaciones y copias elaboradas en torno al ansia de progreso, a la funcionalidad y a la practicidad. Hay una tendencia generalizada a la copia especialmente de los países del norte en cuanto a tendencias, gustos y estilos y que están presentes no solo en la arquitectura, sino también en los modos de vivir, de comer, de vestir, de hablar, de relacionarse. Por lo tanto, hace falta apropiarnos y reafirmar lo que somos. La 158 disyuntiva está entre saber si necesitamos construir más ciudad o crear una mayor conciencia ciudadana. Hoy la ciudad ha dejado de brindar un ámbito de convivencia vecinal; la sociabilidad general ha cedido paso al individualismo. Las últimas intervenciones en el centro histórico se enmarcan en un nuevo modelo cultural, ligado con la globalización, donde las transnacionales se han ido apropiando del espacio social practica y simbólicamente; dándose así el trastoque de sentidos que subyace la apropiación del espacio, el mismo que está ligado a la relación económica a nombre de favorecer el creciente negocio del turismo. Es urgente, por lo tanto, encontrar nuevas formas de enfocar el entorno físico de nuestras ciudades a partir de un restablecimiento del ambiente urbano, del paisaje y de la cultura para, de ese modo, enlazar las formas constructivas con los lugares en los que se ha de implantar. Las ciudades latinoamericanas se nos van desdibujando. Si viajamos a cualquiera de estas ciudades vamos a observar las mismas cosas, los paisajes urbanos, muchas veces idénticos porque muchas de ellas se han ido haciendo a partir de modelos de libros o revistas internacionales según el modelo norteamericano, apoyado fanáticamente en la tecnología y en las costumbres internacionales destinado a satisfacer el status del capitalismo multinacional, a diferencia de nuestros países donde los índices sociales y la forma de vida son significativamente distintos. 159 El componente nostálgico es fundamental al evocar la ciudad que se perdió, en tanto hace referencia a la construcción del imaginario colectivo. En los testimonios recogidos pudimos comprobar que todos los informantes coincidían al decir que se ha perdido el sentido de unidad, de solidaridad, de familiaridad y que la ciudad de hoy a más de ser insegura y violenta ha ido privatizando cada vez más sus espacios. 160 Bibliografía • ANJEL, José Guillermo. La ciudad que los medios no leen, en saladeprensa.org/art147html. • AYALA, Mora, Enrique, Nueva Historia del Ecuador, Editorial Grijalbo, Quito, Ecuador, 1983. • BAILÓN, Chrisitian, y MIGNOT, Javier, La Comunicación, Editorial Cátedra, Paris, Francia, 1996. • BOADA, Castro, Rubén, Proceso de desarrollo urbano y arquitectónico de Quito, Municipio del Distrito Metropolitano de Quito, Ecuador, 1999. • BONILLA, Díaz, Omar. revistamunicipalidades.org.ni. • BOTERO, Manuela y TRUJILLO, Ernesto, “Del Panecillo para allá, está el Sur”, Revista Diners, Nª 272, Quito, 2005. • BURBANO, Luis. Quito: cartografía y descripción urbana, en Los planos de Quito en la historia. CEDIMPLA, Municipio del Distrito Metropolitano de Quito, 1999. • BUSTOS, Guillermo. Quito en la transición: actores colectivos e identidades urbanas, en Quito a través de la historia, CEDIMPLA, Municipio del Distrito Metropolitano de Quito, 1999. • CARRION, Fernando. Diversidad en las ciudades globalizadas, Forum Barcelona 2004, Quito, agosto del 2004. • CARRION, Fernando. “Evolución de la forma de organización territorial, en Quito: sus momentos históricos cruciales”. Revista Cultura, Nª 20, Banco Central del Ecuador, 1984. • CAPPARELLI, Sergio. El campo académico de la comunicación. Texto de apoyo, UPS, 2003. 161 • CASTELLS, Manuel. La cuestión urbana, Siglo XXI Editores, México, 1997. • CASTELLS, Manuel. La era de la información: economía, sociedad y cultura, Editorial Alianza, Madrid, España, 1998. • CHANDLER, Daniel, Semiótica para principiantes, Editorial Abya Yala, Quito, Ecuador, 2001. • CORRAL, Fabián, “La ciudad sin alma”, Revista Criterios, Nª 56, Quito, Ecuador, Abril, 2003. • COSTA, Joan. La imagen y el impacto psico-visual. Colección Punto Seguido, Barcelona, España, 1971. • DUBVRACIC, Martha. Comunicación Popular, del paradigma de dominación al de las mediaciones sociales y culturales, Universidad Andina Simón Bolívar, Quito, Ecuador, 2002. • FEBRES, Cordero, Francisco. La Mariscal, la inocencia perdida, Edimpres, Quito, Ecuador, 1998. • GARCIA, Canclini, Néstor. Imaginarios Urbanos, EUEDA, Buenos Aires, Argentina, 1997. • FREIRE, Edgar, Quito, testimonios y nostalgia, Archivo histórico municipal, Quito, Ecuador, 1987. • GARCIA, Canclini, Néstor. Ciudades en la Globalización, en Consumidores y ciudadanos. Conflictos culturales de la globalización, Editorial. Grijalbo, México. 1998. • GORELIK, Adrián. Términos críticos de la sociología de la cultura, Editorial Paidós, Buenos Aires, Argentina, 2002. 162 • HILLMAN, James. El cuidado del alma. Editorial. Urano, Barcelona, España, 1998. • HILLMAN, James. El pensamiento del corazón, Editorial. Siruela, Madrid, España, 2000. • KAPLUN, Mario. El comunicador popular, CIESPAL, Quito, Ecuador, 1991. • KINGMAN, Eduardo. Vida social y modificación urbana, CEDIMPLA. Municipio del Distrito Metropolitano de Quito, 1992. • MALDONADO, Efendi. Reflexiones sobre la investigación teórica de la comunicación en América Latina, en Comunicación: campo y objeto de estudio. Texto de apoyo, UPS, 2003. • MATTELART, Armand y Michéle. Historia de las Teorías de la Comunicación, Editorial Paidós, Barcelona, España, 1998. • MARTÍN, Barbero, Jesús. Retos a la investigación de comunicación en América Latina. Texto de apoyo, UPS, 2003. • MARTIN, Barbero, Jesús. De los medios a las mediaciones, Editorial. Tercer Mundo, Bogotá, Colombia, 1994. • MOORE, Thomas, El placer de cada día. Editorial. Folio, Barcelona, España, 1996. • NAVARRO, Elio. en telepolis.comunivcatamarca.ar.2000. • NORBERG, Christian, Intenciones en Arquitectura, Gustavo Gilli Editores, Barcelona, España, 1998. • ORTIZ, Alfonso, “Quito; Patrimonio de la Humanidad”, Revista de la Empresa de Desarrollo del Centro Histórico, Quito, Ecuador, 2003. • PERALTA, Evelia, Guía arquitectónica de Quito, Editorial Fraga, Quito, Ecuador, 1991. 163 • PERALTA, Francisco. Habermas para los amigos, Teorías de la Comunicación II, UPS, 1999. • PEREIRA, Alberto. Semiótica y comunicación. Fundación Ecuatoriana de Educomunicación y Editores Científicos Agustín Álvarez, Quito, Ecuador, 2002. • REGUILLO, Rosana. La construcción simbólica de la ciudad. Jalisco, México, 1999. • RIDER, Peter, Función y signo; la semiótica de la arquitectura. Resumen de la Estructura Ausente, de Eco Humberto, Bompiani, Milán, Italia, 1968. • RODRIGO, Mendizábal, Iván. Del análisis de contenido al análisis de discurso, aspectos metodológicos en relación a la Etnometodología. Universidad Andina Simón Bolívar, Quito, Ecuador, 1999. • ROMERO, José Luis. Latinoamérica; las ciudades y las ideas, Siglo XXI Editores, Bogotá, Colombia, 1984. • SILVA, Armando, Imaginarios urbanos, cultura y comunicación urbana, Tercer Mundo Editores, Bogotá, Colombia, 1997. • TESTA, Clorindo, La arquitectura en Latinoamérica, en arquitectura.com/arquitectura/monografías/global. • VALAREZO, Ramón, Quito aborigen, un balance de sus interpretaciones, Municipio del Distrito Metropolitano de Quito, Ecuador, 1999. 164 ANEXOS ANEXO 1 Lista de informantes 1.1 Alfonso Ortiz Crespo. Quiteño. 57 años. Arquitecto, historiador, sociólogo estudioso de la ciudad. Coordinador del equipo de investigaciones históricas del Fondo de Salvamento, FONSAL. Presidente de la Fundación Caspicara. 1.2 Mónica Moreira. 39 años. Arquitecta lojana con especialización en Gestión Cultural para temas urbanos. Organizadora del Foro Ciudadano en el Colegio de Arquitectos y habitante del Centro Histórico. 1.3 Orlando Pérez. 45 años. Quiteño. Editorialista del Diario Hoy. 1.4 Francisco Febres Cordero. 57 años. Quiteño. Editorialista de Diario El Universo. Entre sus publicaciones están. La Mariscal, la inocencia perdida. 1.5 Ulises Estrella. 65 años. Quiteño. Escritor, cineasta y promotor cultural. Director de la Cinemateca Nacional y mentalizador del Proyecto Quitológico. 1.6 Luis Alfredo Ortiz Quevedo. 75 años. Quiteño. Nacido en la Loma Chiquita. Ex empleado del IESS. Desde hace cuarenta años vive en el Norte, en la América y San Gabriel. 1.7 Arturo Bolívar Guerra. 75 años. Quiteño. Nacido en San Blas. Empleado de los teatros Sucre y Casa de la Cultura. Vive desde hace veinte años en la Diez de Agosto y Carrión 1.8 Ricardo Sarzosa. 79 años. Quiteño. Nacido en la Loma. Educador. Ex profesor del Colegio Juan Montalvo y de la Facultad de Filosofía de la Universidad Central. Actualmente vive en Cumbayá. 165 1.9 José Félix Díaz. 76 años. Quiteño. Nacido en San Diego. Ex empleado de la Empresa Municipal de Agua Potable. Ahora vive en el Sur, en La Villaflora. 1.10 Manuel Ezequiel Zambrano. 76 años. Quiteño. Comerciante. 1.11 Guadalupe Vera. 47 años. Guapuleña de toda la vida. Psicóloga Consultora Particular en Desarrollo Organizacional. 1.12 Mario Müller Lewit. 64 años. Quiteño. Psicólogo Clínico y escritor. Hijo de inmigrantes judíos que llegaron a Quito a finales de los años treinta. ANEXO 2 Guía de investigación bibliográfica a) ¿Qué es la comunicación? b) ¿Qué es la ciudad? c) ¿Qué es el alma? d) ¿Es la arquitectura una forma de comunicación y en qué medida sirve de representación social? e) ¿Qué pasa cuándo los cambios arquitectónicos reemplazan el carácter histórico de una ciudad? f) ¿Cómo podemos trascender la visión instrumental/mediática de la comunicación y entenderla como un acto totalizador y articulador de sentidos? g) ¿Qué sentido tiene la memoria, la historia y la tradición en la construcción de una casa, un barrio, una ciudad y qué implicancias tienen estos elementos desde una óptica comunicacional? 166 h) ¿Constituye el alma una categoría únicamente espiritual o se la puede interpretar como elemento sustancial de la vida y de qué manera se manifiesta? ANEXO 3 Guía de entrevista a informantes Informantes del 1 al 5 a) ¿Cuáles cree usted que han sido los cambios más significativos que ha vivido la ciudad en los últimos años, y a qué cree que se deben esos cambios? b) A su criterio, ¿a qué cree usted que obedece el deterioro de la ciudad y en qué medida afecta a la calidad de vida de sus habitantes? c) Al cambiar los valores estéticos, cambian también los referentes identatarios de la ciudad, ¿cuáles nombraría aquí? d) ¿Qué pasa con la noción de barrio y con los personajes que en él se recrean? e) ¿Cuáles cree usted que son los problemas más graves que surgen con el crecimiento desmesurado de las ciudades? f) ¿En qué medida afectan los distintos cambios que se dan en las ciudades en las relaciones sociales y en las formas de comunicarse? g) ¿Qué significa para usted vivir en el Centro Histórico? h) ¿Para usted la copia de estilos es buena o mala? 167 Informantes del 6 al 10 i) ¿Nombre? ¿edad? ¿en qué barrio nació? ¿a qué se dedicaba? ¿dónde vive ahora? j) ¿Cuáles cree usted que han sido los cambios más significativos que ha vivido la ciudad en los últimos años, y a qué cree que se deban esos cambios? k) ¿En qué medida afectan los distintos cambios que se dan en las ciudades en las relaciones sociales y en las formas de comunicarse? l) ¿Podría enumerar usted algunas de las diferencias en las formas de vivir en el Centro y en el sector que vive ahora? Y ¿entre la ciudad de antes y la ciudad de ahora? m) ¿Recuerda algún personaje? Informantes 11 y 12 n) ¿Cuáles han sido los problemas que más han afectado al barrio? o) ¿Cuáles son los cambios más significativos que ha vivido el barrio en los últimos años? Y ¿de qué manera esos cambios han influenciado en la forma de vida y en las formas de comunicarse de las personas? p) Si tendría que nombrar tres elementos a partir de los cuáles se estructura la identidad del barrio, ¿qué me diría usted? q) ¿Cuál es la característica principal de Guápulo? ¿cuál es su símbolo? ¿quien su personaje? r) ¿Qué importancia tiene para usted la memoria en la construcción de la identidad ciudadana? s) ¿Cuáles son los mejores recueros que guarda de su barrio? 168 169
© Copyright 2025