Conservación y Desarrollo: ¿Cómo administrar nuestros 1 parques nacionales? Pablo Gutman Centro de Estudios Urbanos y Regionales (CEUR). Buenos Aires, Argentina I ¿Se puede agregar algo a lo dicho en el último decenio sobre la conveniencia de aunar conservación y desarrollo? 2 . De la reunión de Estocolmo a principios de los años setenta a la Estrategia Mundial para la Conservación, en circulación una década después, todo parece estar dicho 3 . La mayoría de las definiciones actuales de desarrollo incluyen algún comentario ambiental y, en cuanto a la conservación, las recientes interpretaciones que de ella 1 Una primera versión de este documento fue presentada en el Seminario-taller sobre estrategias nacionales de conservación de área y recursos, realizado por la Administración de Parques Nacionales argentinos del 15 al 20 de octubre de 1984 en Buenos Aires. 2 Más adelante se presentan varias definiciones de conservación, mientras tanto usamos el término aquí, un poco laxamente como sinónimo de manejo ambiental y no sólo como manejo de áreas o recursos protegidos. 3 Nos referimos aquí a la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Humano, realizada en Estocolmo en junio de 1972, y a la "Estrategia Mundial para la Conservación" realizada en 1980 por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), el Fondo Mundial para la Vida Silvestre (WWF) y el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA). AMB. y DES., VOL. I, N° 2, págs. 15-24, junio 1985 15 hace la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, (UICN) parecen casi una definición del desarrollo. Y sin embargo las insatisfacciones persisten. "La conservación y el desarrollo han sido combinados tan rara vez que frecuentemente parecen incompatibles", reconoce la UICN en 1980. ¿A quién responsabilizar? A los agentes del desarrollo —dirán los conservacionistas— por no incorporar realmente la conservación en sus acciones. Cierto, pero, ¿es qué los conservacionistas incorporan por su parte la preocupación por el desarrollo en sus iniciativas? En la mayoría de las reuniones donde coinciden conservacionistas, agentes de gobierno y empresas privadas, se cruzan las mejores declaraciones y votos de preocupación mutua (el tono político variará de acuerdo con los participantes). Lo más probable es que, pasado este encuentro, las oficinas de gobierno y los empresarios privados se dediquen a ver dónde es más rentable instalar un gran proyecto y los conservacionistas se vayan a hacer campaña por la protección del yacaré. Zapatero a tus zapatos, los promotores del desarrollo se olvidaron del ambiente y los conservacionistas del desarrollo. Podríamos agregar que, en el tercer mundo, el grueso de la población no llegará a ver los beneficios ni del gran proyecto ni de la conservación del yacaré. Una situación como esta, acordar en las declaraciones y desatenderse en las acciones, puede resultar muy beneficiosa para algunos agentes del desarrollo. Ganan respetabilidad ambiental, mientras acaparan recursos y deterioran el ambiente natural y social 4 . 4 Algunas de estas situaciones son realmente chocantes. Tal es el caso de la propaganda "conservacionista" de las grandes trasnacionales de la química y la petroquímica. Otras son directamente incomprensibles. Como la tendencia de los foros conservacionistas mundiales a enfatizar que los mayores problemas ambientales están en el tercer mundo. (Ver por ejemplo la propia Estrategia Mundial para la Conservación, o la reciente declaración The Global Possible, World Resources Institute, 1984). O esto es una mentira bien 16 Pero también es confortable para muchos voceros de la conservación que bajo el escudo de promover un mejor desarrollo, atienden mayoritariamente a la calidad de vida de las élites más ricas. Aquellos que creemos sinceramente en una posibilidad de mutuo enriquecimiento y potenciación del desarrollo y la conservación, debemos enfrentar esta realidad. Y aunque sus causas tienen mucho que ver con profundos conflictos de intereses dentro de la sociedad, es posible que avancemos algo hacia su resolución si somos capaces de reconocer que existen hoy varios tipos de desarrollo y varios tipos de conservación en juego, cuando hablamos de conservación y desarrollo. II Tal vez, a los que no frecuenten la literatura económica les resulte extraño comprobar que el desarrollo, como fenómeno perceptible, como futuro previsible y como objetivo elusivo son concepciones muy recientes en la historia de la sociedad humana. La comunidad agraria estaba mucho más preparada para una visión estática de la sociedad. Sea que no interpretara en términos de una reiteración cíclica, como en las culturas orientales (en clara correspondencia con el ciclo agrícola) sea que se presentara como un tránsito, como una antesala del reino de los cielos (en la tradición cristiana). El estancamiento demográfico y los rígidos sistemas de opresión social coayuvaban también a la imagen de inmovilismo. Los cambios, pues en mayor o menor grado siempre los hubo, buscaban rápidamente una justificación divina, para ganar la intemporalidad. Estaba escrito. En occidente, primero el renacimiento y luego el capitalismo derrumbaron esta imaintencionada para captar ayuda hacia los países subdesarrollados, o es una hipocresía de marca mayor que minimiza los problemas ambientales de la contaminación atómica, la dispersión de desechos tóxicos, la negativa a compartir los recursos del fondo marino y otros pequeños problemas ambientales responsabilidad de los países desarrollados. gen de la sociedad. El cambio, el crecimiento estaban en todas partes. El desarrollo era perceptible. Pero no sólo eso, los fundadores del pensamiento económico (desde el siglo XVII en adelante) también lo creían previsible. Era el destino al que se dirigían, más temprano o más tarde, todas las naciones civilizadas. Sin embargo, la ruptura conceptual con el pasado fue sólo parcial. Porque este desarrollo se creía espontáneo, respondiendo a leyes que la ciencia podía decir pero no alterar. El desarrollo económico era entonces un fenómeno natural... y finito. Hasta bien entrado este siglo, todas las escuelas económicas de occidente coincidían en suponer un techo, un límite al crecimiento. El estado estacionario, o la crisis 5 . Alrededor de la Segunda Guerra Mundial, y el largo período de crecimiento que le siguió, varias de estas creencias cambiaron profundamente. Por una parte, el papel asumido por el gasto público en la estabilización de la economía de los países industrializados y el rápido cambio tecnológico dieron lugar a una lectura optimista del auge de postguerra. Las escuelas postkeynesianas y neoclásicas y por supuesto los políticos, coinciden entonces en señalar un futuro de desarrollo económico permanente, apoyado en el cambio tecnológico, el consumo creciente y el estado benefactor 6 . Paradójicamente en este mismo período entra en crisis la confianza en el automatismo del desarrollo económico a nivel internacional. La comunicación creciente, los procesos de descolonización de Africa y Asia, acercan a dos tercios del mundo a la comprobación de que la brecha económica entre ricos y pobres se agranda en vez de disminuir. 5 Es interesante señalar que los argumentos esgrimidos han sido parcialmente reflotados por los voceros del ecodesastre. Agotamiento de recursos, sobrepoblación, rendimientos decrecientes, etc. Singer (1961) trata estos aspectos en forma muy sugerente. 6 Aunque Reynes mismo fue un convencido pesimista y el Estado benefactor gaste mayoritariamente en armamentos. Sin embargo, la experiencia de las políticas económicas del período de guerra, los logros de la Unión Soviética, los programas de reconstrucción de Europa, las propuestas anticíclicas keynesianas, indican hacia un nuevo camino. El desarrollo, objetivo elusivo, debe ser buscado planificadamente. La planificación del desarrollo en el tercer mundo toma su lugar entre las décadas del cuarenta y del cincuenta. Puesto que ahora el desarrollo será un objetivo buscado concientemente a través de la planificación, parece oportuno preguntarnos qué es y dónde está. Notablemente, en este período a nadie parece importarle dicha tarea. El desarrollo es lo que está allí enfrente. Cambios en el consumo, en el empleo, en la productividad. Lo importante es proponer políticas sectoriales que nos pongan en el camino del despegue7. La coincidencia en el objetivo abarca inclusive al bloque de países socialistas. No es de sorprender entonces que los historiadores económicos especulen que el grado de planificación estatal responde simplemente al carácter tardío de la industrialización (cuanto más tarde se desarrolla un país tanto más necesita del protagonismo del Estado), (Gerschenkron, 1962). O que el Premio Nobel Tinbergen (1965) plantee la confluencia de los sistemas económicos. Capitalismo y socialismo avanzan por diferentes vías hacia un mismo objetivo de desarrollo 8 . América Latina no escapa a esta situación. Sea en las propuestas de la CEPAL, (sustitución de importaciones y reforma agraria) o en los críticos de la dependencia, se discute sobre los caminos y su transitabilidad, no sobre el destino final 9 . 7 Resulta aleccionador hojear la literatura sobre desarrollo de principios de los años 60, y comprobar que no existe, casi ninguna definición sustantiva del término. 8 Esta interpretación no es sólo occidental sino que ha sido compartida también por los economistas rusos (ver Liberman, 1968) e incluso es rastreable entre los padres fundadores. 9 En medio de la actual avalancha liberal, resulta difícil recordar, por ejemplo, que la planificación del desarrollo en América Latina fue promovida en el decenio de 1950 por los Estados Unidos y el Banco Mundial. La mayoría de las Oficinas Nacionales de Planificación 17 Treinta años después la situación es mucho más complicada. El paradigma de desarrollo presentado por los países industrializados está en crisis (como también lo está el propuesto por el bloque socialista). Buena parte de las críticas han venido del interior de las metrópolis, y la preocupación por el deterioro ambiental y la deshumanización del consumismo han sido un componente importante. La crisis de los años ochenta ha agravado los cuestionamientos al sumarle la desocupación y la desconfianza en la capacidad de crecimiento permanente. Entre los voceros del sistema un fuerte movimiento neoliberal está dispuesto a seguir adelante con el desarrollo. Pero no para todos, en el camino deberán quedar los más débiles de la propia sociedad industrializada y, por supuesto, los más débiles del resto del mundo, la inmensa mayoría de la humanidad. Los grupos ligados al estado benefactor y regulador se encuentran a la defensiva; faltos de estrategias frente a la crisis. Tal vez las futuras orientaciones del desarrollo del mundo industrializado no surjan desde arriba sino que resulten de los intensos cambios que experimenta la sociedad civil de estos países. En el tercer mundo la crisis es también profunda, acaso más, están en juicio tanto las estrategias como los objetivos, puesto que ambos han resultado frustrantes. A grandes rasgos tres posiciones me parecen importantes aquí. En primer lugar, el liberalismo que llama a dimensionar nuestras sociedades de acuerdo con las demandas del mercado mundial. A principios de siglo, en una etapa de mucho menor desarrollo social y con el mercado mundial en expansión pudo ostentar algunos éxitos; en la actualidad, con el se crean en América Latina a propuestas de la Alianza para el Progreso y el BIRF y la AID asesoran los primeros planes de desarrollo de numerosos países. Existen también experiencias más antiguas e independientes como la protagonizada por la CORFO en Chile en las décadas del treinta y cuarenta, o los dos planes quinquenales argentinos a finales de la década del cuarenta. 18 peso mundial del capital financiero, la crisis económica y el crecimiento social de la postguerra, sus desastrosos métodos y resultados están tristemente a la vista. En segundo lugar, las tendencias desarrollistas. Incluyo aquí un espectro mucho más amplio que lo que normalmente se rotula de esta manera en Argentina o América Latina. Con el dominio a las tendencias que ven como estrategia central la acción del Estado para promover la industrialización del Tercer Mundo, tras el modelo de Europa y USA. Si ayer fue acero y automóviles, hoy será petroquímica y energía atómica. Sustituir importaciones es para ellos producir adentro lo mismo que nos venía de afuera y aumentar exportaciones es intensificar la producción en las áreas y con los recursos tradicionalmente de exportación. Así definido este grupo es muy amplio y permite numerosas divisiones internas, de acuerdo con la sensibilidad social, el peso del capital extranjero, el rol del Estado, etc. Y finalmente el conjunto de propuestas que agrupamos bajo el título de desarrollo alternativo. Aquí justamente es donde mayor cabida han tenido las consideraciones ambientales. Objetivos y estrategias del desarrollo se asocian entonces a: — Un uso de los recursos naturales y humanos sostenible en el largo plazo. — La atención preferente a las necesidades básicas del conjunto de la población, incluyendo las generaciones futuras. — Un uso creativo de la variedad natural y cultural. Tanto a nivel de los objetivos sociales como de los bienes que las satisfacen y de las técnicas con que se producen. — Un énfasis en la escala regional y local, en la participación y en la iniciativa en la base10. 10 No creo necesario abundar aquí en la literatura sobre desarrollo alternativo, que es hoy bien conocida Probablemente su vocero más actualizado sea la Fundación Internacional para las Alternativas de Desarrollo (IFDA), tanto en el proyecto del mismo nombre como en su publicación periódica. También los trabajos que regularmente publica Development Dialogue. Entre los Para ser honestos, nuestras simpatías se dirigen hacia la última de las variantes. Aunque somos los primeros en reconocer que los fracasos del liberalismo y el desarrollismo no garantizan el éxito de las propuestas de desarrollo alternativo, cuya práctica ha sido hasta hoy muy limitada. En definitiva las variantes y matices en las estrategias de desarrollo pueden dar lugar a numerosas clasificaciones. Nuestra intención con esta exposición es insistir sobre la falacia de hablar de desarrollo en general y destacar, al mismo tiempo, varias situaciones extremas con las que se enfrenta el conservacionismo 11 . Veamos ahora esto mismo desde el ángulo de este último. Ill "La idea del parque nacional, nació en un espectacular marco silvestre de los Estados Unidos. Durante la última acampada de la expedición de Washburn, Langford y Doane a Yellowstone la noche del 12 de septiembre de 1870, los exploradores decidieron buscar un mecanismo que garantizara la protección de las maravillas naturales de la zona contra la explotación destructiva y apartar estos recursos para el uso y disfrute del público..." "Es fácil imaginar su discusión alrededor de aquella hoguera. Muy probablemente serían parecidas a las que están teniendo lugar, de una u otra forma, en este momento en la patagonia, el amazonas, la tierras bajas de Centro América, las selvas andinas y las islas del Caribe..." (K. Miller, 1980, pág. 36). La imaginación poética de K. Miller nos juega aquí una mala pasada. Los parques nacionales no surgen de esa fogata de fin de siglo, sino que entroncan con una de las variantes más antiguas de la conservación autores que más se han interesado en precisar los alcances del ecodesarrollo, como una alternativa posible, Sachs (1973, 1974) es sin duda el más representativo. 11 Wolfe (1984) utiliza una clasificación de estrategias de desarrollo bastante similar, para indagar penetrantemente en las limitaciones de la participación de base, una de las banderas del desarrollo alternativo. en el mundo occidental. Porque es bueno decirlo, existen tantas o más variedades de conservación como de desarrollo. La conservación para los pueblos recolectores responde a su interés en preservar los ciclos naturales que cosechan. Y en algunos casos los conocimientos alcanzados superan todavía a los de la ciencia formal (Johansen, 1982). En las sociedades agrícolas altamente pobladas de Asia, por el contrario, la conservación fue desde siempre una cuidadosa administración de una naturaleza altamente artificializada, de cuya continuidad dependía en forma inmediata la vida de grandes contingentes de población. Siempre fue una conservación activa y transformadora. Este conservacionismo campesino perdura hasta nuestros días, aunque muchas veces sea incapaz de frenar el deterioro ambiental que resulta de la escasez de recursos y la falta de conocimientos o medios para enfrentar situaciones de brusco cambio. Y otras veces sucumbe ante cambios en la estructura social (marginalización, expulsión, subordinación). En Occidente, por el contrario, dominó la conservación del señor feudal. "Nulle terre sans seigneur". El coto de caza, el bosque real. El guardabosque, figura ominosa que persigue al cazador furtivo. La naturaleza conservada para solaz y diversión de la nobleza. La literatura de la época es un buen reflejo de esta situación dual. Para el campesino el bosque, la foresta, es el lugar de lo desconocido, de los temores, la guarida del lobo. Para la literatura galante el bosque es el lugar de las gestas caballerescas, de los encuentros misteriosos, de los combates singulares. Si es cierto, como afirma Le Goff (1967) que el progreso medieval europeo es una cruzada de desmonte, hay que constatar que este se hace salvaguardando las áreas de conservación de la nobleza o en el conflicto entre nobleza, clero y campesinos. El desarrollo del capitalismo transformó la naturaleza en un recurso, en un motivo de enriquecimiento, eclipsando temporariamente todo conservacionismo. Cuando éste 19 vuelve a tomar fuerza, en Estados Unidos, no lo hace de la mano de sus grandes libertarios naturistas (Toreau, Whitman) sino de la mano del más agresivo período de expansión de Norteamérica (recuérdese la asociación de Teodoro Roosevelt con los Parques Nacionales y con la política del Big Stick). No es de extrañar entonces que la figura reivindicada no sea la del conservacionismo activo del campesino, sino la mucho más pasiva del recolector primitivo (las poéticas declaraciones del cacique Seattle son ahora Best-seller). Pero la verdad marcha por otro lado. La continuidad entre el conservacionismo de principios de siglo y el coto feudal, aparece bellamente expresada en el parque "The Cloisters" en la punta norte de Manhattan. Una amplia extensión de terreno de precio incalculable que la familia Rockefeller dona a la ciudad de New York, con la condición de que se mantenga a perpetuidad en su estado agreste natural junto con un maravilloso castillo medieval enclavado en el medio del área "The Cloisters" hecho con retazos de milenarios conventos que la fortuna Rockefeller fue comprando, empaquetando y trasladando pacientemente desde todos los rincones de Europa. Por supuesto, de la aristocracia, a la monarquía, a la república, el coto de caza se ha vuelto democrático, abierto al público. Aunque muchos de los movimientos de defensa ambiental que se constituyen en los barrios residenciales de nuestras ciudades se desvelan por reivindicar un ambiente al que sólo pueden acceder los más ricos o los más privilegiados. Y finalmente existe un conservacionismo de más nuevo cuño, que acusa el impacto del movimiento ambiental de las últimas décadas. Que recoge tanto los aportes científicos de un mayor conocimiento ecológico, como las críticas sociales a los paradigmas consumistas y tecnicistas y se preocupa especialmente por las lamentables condiciones de vida de dos tercios de la población humana. Un conservacionismo de este tipo, tiene que ser necesariamente activo, tiene que regresar la mirada hacia el conservacionis20 mo campesino. Debe ser solidario, buscando prioridades naturales y sociales que favorezcan a los que más necesitan y también debe ser selectivo, en los métodos y alianzas porque no cualquier estrategia de desarrollo puede satisfacer las metas de este conservacionismo. A esta dirección apunta, aunque todavía con muchas lagunas a nuestro juicio, la Estrategia Mundial para la Conservación cuando dice: "La conservación se define aquí de la manera siguiente: La gestión de la utilización de la biosfera por el ser humano de tal suerte que produzca el mayor y sostenido beneficio para las generaciones actuales, pero que mantenga su potencialidad para satisfacer las necesidades y aspiraciones de las generaciones futuras. Por lo tanto, la conservación es positiva y abarca la preservación, el mantenimiento, la utilización sostenida, la restauración y la mejora del entorno natural... La conservación, como el desarrollo son para el hombre; mientras que el desarrollo intenta alcanzar las finalidades del hombre ante todo mediante la utilización de la biosfera, la conservación trata de lograrlas por medio del mantenimiento de dicha utilización..." (UICN,PNUMA,WWF, 1980, párrafos 1.4 y 1.5.). IV Podemos hacer a esta altura un breve ejercicio de correlación. Armamos una matriz de filas y columnas donde en una dirección ubicamos las estrategias de desarrollo (liberal, desarrollista, alternativas) y en la otra las diferentes orientaciones conservacionistas (aristocrática, campesina, ambientalista). Podemos anotar muchas cosas en las intersecciones. Cual tiene más afinidad con cual. Cuáles se rechazan en mayor medida. Cuáles se potencian, cuáles se neutralizan. También el juego del "dime con quién andas y te diré quien eres". Si usted es un conservacionista que se siente cómodo con una estrategia de desarrollo liberal ¿cuál tipo de conservacionismo practica? En algunos casos podríamos utilizarlos como cuaderno de estrategias. Ya que no podemos elegir la situación social en que debemos actuar, ¿cómo llevar mejor adelante nuestras propuestas si las estrategias de desarrollo dominantes son de este u otro tipo? Que los burócratas de gobierno, los partidos políticos y los agentes privados no se preocupen mucho por distinguir con qué tipo de conservacionismo dialogan, puede ser entendible, tal vez todos ellos les interesen muy poco 12 . Por otra parte tienen sus propias diferencias en cuanto a estrategias de desarrollo, si las hacen explícitas (aunque a veces en una forma que al público le resulta imposible ver dónde están esas diferencias). Que al movimiento conservacionista, le resulte tan difícil distinguir las diferencias al interior del desarrollo y al interior de la conservación, responde a mi juicio a otro motivo. Es que hasta hoy el conservacionismo toma frente a los problemas del desarrollo, en el mejor de los casos, el papel de un "consejero desde afuera". Se debería hacer esto o aquéllo, se nos debería llamar para que demos nuestros consejos sobre cómo hacer. Pero el problema del desarrollo es cuestión de otros, el nuestro es la conservación. Releamos la Estrategia Mundial para la Conservación. Después de haber argüido brillantemente que la conservación es una parte fundamental e inseparable del desarrollo, se nos muestra cómo esta conservación se podría conseguir cumplimentando unos requisitos prioritarios que—importantes como son— pueden perfectamente lograrse sin solucionar la mayoría de los graves problemas de desarrollo del mundo. Si queremos que el desarrollo se comprometa con la conservación, la conservación deberá comprometerse con el desarrollo. Ello no se logrará simplemente con que el primero incorpore algunas frases de circunstancia y con que el segundo descubra 12 Aunque sospecho que viendo a dónde se dirigen los subsidios y donaciones, se puede tener una buena idea de las distinciones que realizan los donantes. que entre conservación y desarrollo no hay diferencias. Si las hay, y no sólo según el estilo de desarrollo, también según el estilo de conservación. Debemos pasar de una percepción en que conservación y desarrollo no son incompatibles, —cada cual puede hacer lo suyo por su lado sin entrar en conflictos— a otra en que ambas son mutuamente necesarias. Pero si esto es cierto, y no simplemente un slogan, tiene que reflejarse tanto en las estrategias de desarrollo como en las estrategias de conservación. Sobre todo al nivel de las prioridades, tanto en los objetivos como en recursos movilizados y en métodos utilizados. Y llegados aquí veremos que no todas las propuestas de conservación y desarrollo están motivadas o capacitadas para esta tarea. V Volvamos ahora la mirada hacia nuestros Parques Nacionales, que son el motivo originario de este artículo. Lo primero que quisiera señalar es su situación paradojal. Los Parques Nacionales ocupan entre 2 y 4% de la superficie de nuestros países y son el resultado de un mandato legislativo muy general, orientado básicamente hacia la preservación en términos tradicionales. Sin embargo, en la mayor parte de América Latina la gestión ambiental es tan limitada en recursos y experiencias, que para el grueso de la opinión pública el representante más visible de la conservación es el sistema de Parques Nacionales. ¿Están los Parques Nacionales en condiciones de asumir por sí solos esa titularidad? Cuanto más limitemos el concepto de conservación, cuanto más nos acerquemos al tipo "feudal", más afirmativa será la respuesta, y más tradicional y alejado del desarrollo será el manejo que hagamos de nuestro sistema de Parques. Por el contrario, si postulamos por conservación un concepto abarcativo y activo (en la línea de las propuestas de la UICN, los Parques Nacionales deben ser componen21 tes de una estrategia de conservación más amplia que atienda al total de los ambientes nacionales y no sólo al 4 por ciento del país. Nueva paradoja, la humildad, lejos de reducir nuestras responsabilidades, plantea grandes desafíos. Convertirse en parte importante de una estrategia nacional de conservación implica, para nuestros Parques Nacionales, compromisos crecientes que son hoy cada vez más visibles. En palabras de Jofry Mc Neely: "las áreas protegidas deben adaptarse a las situaciones cambiantes. Evolucionando desde la idea de Parque Nacional, como área estrictamente protegida con fines turísticos, que tuvo su inicio en Yellowstone hace más de 100 años, las áreas protegidas deben ahora ser manejadas conscientemente para contribuir a las demandas actuales sociales, ecológicas y económicas." (J. Mc Neely, 1982, pág. 237). Esto demandará un esfuerzo de gestión ambiental, muy diferente al habitual, desde la concepción del papel de nuestros Parques Nacionales en los contextos nacionales, regionales y locales, hasta la administración diaria de las diferentes actividades que en ellos se realicen. Harrison, Miller y Mc Neely (1982) lo preveen al afirmar: "La expansión de las áreas protegidas va a requerir mucho más administración efectiva. Ya no será más una prioridad el poner un muro alrededor de un santuario natural y dejarlo en mano de los procesos naturales... Objetivos claros y concisos deberán ser definidos para cada área, y la administración deberá ser activa. Esto requerirá una inversión creciente en recursos humanos, en emprendimientos, en educación e investigación..." (pág. 245). —La selección de áreas a proteger. Basada durante el siglo pasado en gran medida en los valores paisajísticos del área, actualmente, a favor de nuestro mayor conocimiento ecológico responde a razones de representatividad del ambiente, riqueza biológica, estado de preservación y riesgos de 22 afectación. A todos estos criterios naturales, debemos agregar hoy los que surgen del diálogo ampliado de la conservación con el desarrollo. Qué emplazamiento entre varios posibles y con qué orden de prioridad, debe resolverse también en la consideración explícita de las situaciones sociales y económicas a escalas nacionales, regionales y locales. ¿Dónde un emplazamiento del área protegida refuerza las oportunidades de desarrollo local y regional, diversifica los usos de los ambientes naturales y crea flujos de interacción positivos entre el Parque y las áreas vecinas? Lejos de ser fuente de conflictos ambos aspectos pueden potenciarse mutuamente. Por ejemplo Charles Benett (1976) traza un paralelo entre la diversidad natural y la diversidad social. ¿Existe la posibilidad de aprovechar una naturaleza diversificada en una sociedad que marcha hacia la uniformidad? Y en este contexto ¿cuál puede ser el papel de los Parques Nacionales para proteger y aprovechar la diversidad cultural de los grupos sociales que les son cercanos? — La selección del régimen de protección del área. La variedad de figuras existentes (UICN, 1977) implican diferentes grados de intervención y distintas formas de manejo. Desde las estrictamente presérvacionistas, que suponen la total limitación de acceso humano al área (intangibilidad) hasta las orientadas hacia una ocupación productiva, sostenible en el largo plazo (reservas de uso múltiples o similares). Creo que existe aquí una herramienta de importancia central que puede actuar como puente entre el Parque Nacional, volcado mayoritariamente hacia la preservación y la investigación, y una estrategia nacional de conservación activa. Tradicionalmente se ha considerado las áreas de reserva, sea como un amortiguador pasivo de la presión externa sobre el parque (buffer zones) sea como un territorio que el Parque debe ceder frente a la presión de los usos económicos de la población vecina. Lejos de estas dos situaciones las reservas de uso múltiple pueden ser las áreas donde la producción y la preservación se den la mano en el desarrollo de métodos de aprovechamiento adecuados a la oferta natural y sostenibles a largo plazo. Por cierto esto no puede ni debe ser misión exclusiva de una Administración de Parques Nacionales, pues involucra a las instituciones nacionales y regionales encargadas de la producción rural y por supuesto a la población local. Una apertura a la colaboración que es parte misma del diálogo entre conservación y desarrollo 13 . El régimen de protección a promover debe estar siempre en relación con los objetivos buscados. Nada más lógico entonces que nuevos y más amplios objetivos exijan repensar nuestros criterios de selección y definición de áreas14. —¿Cómo organizamos la administración de nuestros Parques Nacionales, atendiendo a esta nueva perspectiva? Nos parece aquí que los siempre reclamados planes de manejo integrales de Parques, asumen también otras responsabilidades. En ellos se debería dar especial énfasis a los flujos entre el parque y el exterior. No sólo el conocimiento y la preservación de los flujos naturales bióticos y abióticos, también los flujos de información, de demostración, de investigación, pueden alimentar desde el Parque Nacional las oportunidades para un manejo ambientalmente adecuado en las reservas de uso múltiple y áreas vecinas y a través de ellas colaborar en la conservación activa de todos los ambientes nacionales. Cada plan de manejo será entonces específico, pero no sólo por las particularidades de sus ambientes naturales, sino también por las diversas potencialidades y demandas de su entorno físico, social y económico. Estas distintas formas de preservación de recursos y áreas protegidas deben conjugarse en una estrategia de conservación que apunte al total de los recursos—no sólo los silvestres, sino también a los que son la base de los esfuerzos productivos y de los asentamientos humanos— y sobre todo a la integración de todas estas tareas, con conservación activa de la población humana y con el desarrollo de la sociedad. De aquí deben surgir prioridades totalmente diferentes a las habituales. La conservación no puede ser lo mismo en Estados Unidos o Europa que en un país del Tercer Mundo, y no sólo por las diferencias naturales sino también por las diversas urgencias sociales15. VI Pero ¿no estamos pidiendo demasiado? Los problemas de la conservación son muchos y complejos. ¿Por qué adelantarnos a asumir las necesidades del desarrollo, si los encargados del desarrollo no hacen otro tanto con nosotros?. ¿No será de nuestra parte un exceso de omnipotencia?. ¿No co- 15 13 Este papel central que pueden jugar las reservas de uso múltiple, es en buena medida una propuesta de Miguel Pellerano (comunicación en el Seminario-Taller de Parques Nacionales, Buenos Aires, octubre, 1984). 14 lnclusive los objetivos de estricta preservación de una especie biótica o de un área pueden requerir soluciones heterodoxas. J. Jackson (comunicación en el seminario antes mencionado) señala que muchas especies faunísticas medran temporal o permanentemente en agrosistemas. La preservación de un área en forma silvestre no sería para ellas el nicho más adecuado. También se da el caso que muchos ambientes son el resultado de la prolongada coevolución de la naturaleza y la población local (o indígena). Tratar de preservar esa naturaleza erradicando la población puede resultar en abruptos cambios indeseables. En casos como estos la población local forma parte del ambiente a preservar. Lamentablemente, los ejemplos contrarios son los más abundantes. Mientras que los donantes internacionales saludan el aumento de la población de tigres y rinocerontes en el Parque Real Chitwan, Nepal, nos enteramos (Mishra, 1982) que la muerte de campesinos en las fauces de tigres y las pérdidas de cosechas en las patas de rinocerontes van en crecimiento. ¿Entonces no proteger a la vida silvestre? Sí, pero encontrar formas adecuadas también a las necesidades y posibilidades de protección de la población (que no son las mismas en Nepal que en Francia o Inglaterra). Pero la cuestión no queda allí, también pasa por las prioridades de conservación. Pues el problema ambiental número uno de Nepal es la erosión de suelos montañosos que está poniendo en colapso toda la economía del país. Sin embargo, obtiene menos interés nacional e internacional que los tigres de Chitwan. Tal vez porque detrás de la erosión existe un profundo conflicto social (véase el excelente trabajo de Blaikie, 1983). 23 r r e m o s el riesgo de enajenar nuestras v o luntades, de politizarnos?. Podríamos responder con m u c h o s arg u m e n t o s técnicos c o m o el carácter holístico del a m b i e n t e o la necesidad de una acción integrada. Al m a r g e n de t o d o s ellos, o m e j o r dicho conteniéndolos a t o d o s , la respuesta más profunda la adelanta el gran ecólogo norteamericano Barry C o m m o n e r , al decirnos: "... Así cuando cualquier problema a m biental es analizado hasta sus orígenes, revela una verdad incontrastable. Que la raíz de la crisis no se encuentra en la f o r m a en que los h o m b r e s interact ú a n con la naturaleza, sino en la forma en que ellos interactúan entre sí. Que para resolver la crisis ambiental deb e m o s resolver el problema de la m i s e r i a , de la i n j u s t i c i a racial y de la guerra. Que la deuda con la naturaleza, que es la m e d i d a de la crisis a m b i e n t a l , no p u e d e ser pagada persona a persona en botellas recicladas o hábit o s e c o l ó g i c a m e n t e razonables, sino en la vieja m o n e d a de la justicia social. Que en f i n , la paz entre los h o m b r e s debe preceder a la paz con la naturaleza" ( C o m m o n e r , B. 1973, pág. 24). BIBLIOGRAFÍA BENETT, CH. Cultural diversity in Central America and Panama: its relationship to conservation and planning, en Revista de Biología Tropical, 24 (Sup. 1), 1976. BLAIKIE, P. The political Economy of Soil Erosion, en Progress in Resource Management and Environmental Planning Vol. 4, Riordan and Turner Ed., John Wiley & Sons Ltd., London, 1983. 24 COMMONER, B. Ecology and Social Action, Univ. of Columbia Press, Berkeley, 1973. GERSCHENKRON, A. 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