“Puesto está en mí el que ama mi alma, ¿cómo no le hallo ni le

“Puesto está en mí el que
ama mi alma, ¿cómo no le
hallo ni le siento?". La
causa
es
porque
está
escondido, y tú no te
escondes también para
hallarle y sentirle”
(Canción 1ª. Cántico espiritual, San Juan de
la Cruz)
Esta semana de adviento, se inicia el día de la Inmaculada. María, Madre de Jesús, que es
también nuestra Madre, nos quiere enseñar el camino para vivir esta semana preparando el
corazón. Con María nos ponemos en marcha para aprender a vivir el amor a Jesús y a los
hermanos. Con ella aprendamos a decir si a los proyectos de Dios. Este sí acompaña la dinámica
diaria de trato con Él. Solo desde ahí podemos vivir la comunión, el servicio. Ella nos dice, yo
quiero protegeros, ser ese abrazo materno en vuestras inseguridades, para que Jesús os de la
fuerza de amar como Él, para que Él sea un Tú, un amigo, el más cercano en tu vida.
María, nosotros como tú queremos que Jesús esté presente en esta humanidad, lo necesitamos.
Por eso, venimos a ti, y te presentamos nuestra vida y la vida de los que amamos. Muchos de
nosotros tenemos heridas que tiene que ver con la familia, con los amigos, con el trabajo que
desarrollamos, con la enfermedad. María, tú conoces nuestras vidas por dentro, lo que los otros
no ven, lo que sufrimos, a lo que somos sensibles. Conoces nuestra historia y todo lo que está a
nuestro alrededor, nos ponemos en tus manos de madre amorosa.
Frecuentemente centramos nuestra mirada en los límites, fragilidad e incapacidad. A veces,
creemos más en lo que no alcanzamos, en lo que nos parece imposible que en la fuerza del Dios
que puede hacer posible lo que para nosotros es impensable. Nos cuesta tener una visión
positivamente cristiana de lo que vivimos. Delante de Ti, surge está pregunta ¿Cuál es el camino
que tenemos que recorrer? María nos hace entender: solo déjate amar y abrazar por Jesús. Cree
que en lo que vives, Dios puede hacer cosas grandes, maravillas como Él realizó en mí.
Ahora Jesús quiero estar contigo, como tú deseas estar conmigo. Quieres entregarme tu amor, y
me dices como a la Virgen: “No temas” soy Yo quien te llamo y te capacito.
El hecho de la encarnación nos posibilita para esto. En la encarnación, Él nos pide a todos: recibe
mi vida, mi gracias, “abre tus manos que te las llene” ¿qué te falta? ¿Qué necesitas? No sabes
cuanto desee este momento, cuanto esperé que te hicieras consciente de mi presencia. Señor,
enséñanos a reconocer lo que ha significado este sí de la Virgen, el bien que nos ha traído, pero
sobre todo, que entendamos que deseas escuchar desde lo mas hondo de nuestro corazón: sí,
Señor, ven y quédate en mi.
Escuchemos a Aquel que nos dice: Te amo locamente a ti y a todos los seres humanos. Jesús
nos dice: quédate conmigo y disfruta de mi amor. Sí, Jesús tiene sueños y aspiraciones muy
grandes. Jesús queremos compartir tus sueños, hacer realidad eso que deseas cada día, que
todos vivamos despiertos a ti y recibiendo tu amor. Al vislumbrar un poco tu Amor nace en
nosotros el deseo de servirte, de anunciarte.
Jesús, Tú eres el amor más grande, el amor encarnado que se revela en lo más pequeño, en lo
escondido, en lo que a simple vista no se ve: en el trabajo cuando resulta más difícil la
convivencia, el entendimiento, en las circunstancias familiares de separación, de
desentendimiento, de disputas, cuando un amigo nos defrauda, en todo lo que nos bloquea, es
ahí donde surge el amor de Dios sereno y delicado. Dios viene a salvarnos del conformismo, o el
dejar las cosas así. Él nos hace dar pasos en el amor, para que seamos verdaderamente felices.
Es ahí donde podemos ser anuncio de la Buena Noticia. Esa Buena Nueva de que Él es capaz de
sacar de nosotros una nueva manera de comunicarnos con los otros, de hablar las cosas hasta el
final, de escuchar y abrirnos a lo que los otros nos quieren decir, de salir adelante cuando nos
desilusionamos en el camino de la comunión.
María, tú conoces el camino del amor, del respeto, del ir más allá en el amor a los otros, en el
perdón familiar, en el seguir cuando tiraríamos la toalla. Danos esa escucha amorosa, para
conectar con el corazón de Dios y con lo que Él ama cada persona. Que podamos como Tú,
sentir el palpitar de Jesús en nuestro corazón, que Él este vivo en nosotros, para que de nuevo se
haga presente en este mundo tan falto de Él.
Lunes
Lc 5,17-26 «Un día que estaba enseñando (…) unos hombres trajeron en una camilla a
un paralítico y trataban de introducirle, para ponerle delante de él. Pero no encontrando por dónde
meterle, a causa de la multitud, subieron al terrado, le bajaron con la camilla a través de las tejas,
y le pusieron en medio, delante de Jesús (…) dijo al paralítico -: "A ti te digo, levántate, toma tu
camilla y vete a tu casa".»Y al instante, levantándose delante de ellos, tomó la camilla en que
yacía y se fue a su casa, glorificando a Dios. El asombro se apoderó de todos, y glorificaban a
Dios. Y llenos de temor, decían: «Hoy hemos visto cosas increíbles.»
Señor, hoy queremos agradecerte la vida, la salud, la fe, el amor que recibimos de ti. También
queremos ofrecerte la vida de todos aquellos que se entregan cada día, para que tú seas
conocido. Que todos sintamos cómo tu mano nos protege, que podamos sentir tus manos
tocando nuestras enfermedades, no solo físicas sino también espirituales.
Gracias Señor, porque el amor entre hermanos abre caminos nuevos de sanación, de liberación
como sucede con este hombre paralítico, fue llevado por hermanos que creían en la fuerza
salvadora de tu amor y se obró el milagro. Hoy necesitamos seguir creyendo en los milagros que
puedes hacer a nuestro alrededor.
Ahora en el silencio de esta oración traemos a la mente todos nuestros hermanos, oramos por
ellos, convencidos que les llegarán la fuerza, el ánimo y todo lo que necesitan.
Martes
Mt 18, 12-14
“¿Qué os parece? Si un hombre tiene cien ovejas y se le descarría una de ellas, ¿no dejará en los
montes las noventa y nueve, para ir en busca de la descarriada? Y si llega a encontrarla, os digo
de verdad que tiene más alegría por ella que por las 99 no descarriadas. De la misma manera, no
es voluntad de vuestro Padre celestial que se pierda uno solo de estos pequeños”.
Jesús, Tu amas a cada hombre y a cada mujer hasta el punto de dejar todo lo que posees para
buscarnos. Ese es uno de los sentidos de tu encarnación: “deseando abrazarme todo un Dios me
esperaba, como yo no llegaba, ha salido a buscarme por pisadas humanas”. Somos esas perlas
preciosas por las cuales vendiste todo. Hoy te pedimos ese corazón sencillo para dejarnos
encontrar por ti, que nos descubramos amados, que en la fragilidad sintamos el perdón y la
reconciliación que nos ofreces.
Que seamos causa de tu alegría, por el gozo que te da al encontrar la oveja perdida. ¿Qué hay
en mí de perdido? ¿Dónde creo que el perdón, el amor, la misericordia de Dios no pueden entrar?
Es justamente ahí, donde somos causa de su gozo pleno, cuando nos encuentra.
Jesús también queremos salir contigo al encuentro de los otros y hablarles de esto. Hay muchos
que no han escuchado el amor que les tienes y andan perdidos, sin horizonte, sin luz y sufriendo
como hijos huérfanos teniéndote a ti que eres Padre de todos. Aquí estamos, envíanos.
Miércoles
Mt 11, 28-30
«Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso. Tomad sobre
vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso
para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera.»
En este momento de oración vas más allá de lo que nosotros podamos pensar, o desear. Tú, nos
lanzas la invitación a tratar contigo como un amigo, a descansar en Ti, en esta amistad. Aquí
estamos, queremos responder a esta llamada. Jesús, Tú que eres manso y humilde de corazón,
tú que sientes, que amas, que deseas darnos lo que necesita nuestro corazón, enséñanos a ser
como tu, enséñanos a descansar en ti todo lo que ha sido este año. Que podamos descansar en
ti lo que hemos sabido vivir y también en lo que hemos fallado. Necesitamos tu paz, esa paz que
nos da el sabernos en tus manos y que nuestra vida, historia, familia, trabajo, no se escapa de tus
manos. En este adviento, queremos hacer vivencial lo que nos has transmitido en la encarnación.
Te has dado del todo para rescatarnos de la tristeza, de la muerte, de la exigencia, de querer ser
perfectos a nuestra manera. Hoy queremos descansar en ti, Señor. Aquí estamos y no queremos
dejar de estar en tu presencia hasta sentirnos reconfortados por Ti, hasta que nos hagas ver este
tiempo vivido desde tu mirada.
Jueves Mt 11,11-15
«En verdad os digo que no ha surgido entre los nacidos de mujer uno mayor que Juan el Bautista;
sin embargo, el más pequeño en el Reino de los Cielos es mayor que él. Desde los días de Juan
el Bautista hasta ahora, el Reino de los Cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan. Pues
todos los profetas, lo mismo que la Ley, hasta Juan profetizaron. Y, si queréis admitirlo, él es
Elías, el que iba a venir. El que tenga oídos, que oiga.
Hoy nos hablas del Reino de los cielos. El Reino de amor que nos vienes a anunciar, pero nos
dices que solo los violentos lo arrebatan. Tal vez, nos llamas a reconocer que para amar como tú,
no tenemos que dejarnos llevar por nuestros gustos. Hay personas a las que nos es más fácil
amar, hay otras que nos cuestan por su forma de ser, por su manera de tratarnos, en fin, pero el
Reino es amor y los violentos son los que pasando por encima de las diferencias y se fijan en lo
mejor del otro. Muchas veces, nos es más fácil quejarnos de los otros, pero el Reino quiere surgir
y solo surgirá si vamos más allá de la queja y logramos ver lo bueno que el otro es, los valores y
lo que me puede enriquecer la diferencia.
Señor, queremos aprender a amar así, danos ese corazón como el tuyo y esos ojos limpios para
luchar por adelantar el Reino.
Viernes Mt 11, 16-19
« ¿Pero, con quién compararé a esta generación? Se parece a los chiquillos que, sentados en las
plazas, se gritan unos a otros diciendo: "Os hemos tocado la flauta, y no habéis bailado, os
hemos entonado endechas, y no os habéis lamentado." Porque vino Juan, que ni comía ni bebía,
y dicen: "Demonio tiene." Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: "Ahí tenéis un
comilón y un borracho, amigo de publicanos y pecadores." Y la Sabiduría se ha acreditado por
sus obras.»
Gracias Jesús, porque te diriges a nosotros y nos presentas tu Palabra. Gracias porque nos
enfrentas con nuestras dudas internas y nos quieres dar luz para el camino. Realmente te oímos
muchas veces, intuimos pasos de conversión en el amor, en la fe a ti, en la evangelización, pero
dejamos pasar esas intuiciones y nos acomodamos. Consciente o inconscientemente justificamos
nuestra apatía, nuestro desánimo.
Jesús, queremos poner en tus manos todos los momentos en que nos quedamos indiferentes
frente a nuestro compromiso cristiano y esperamos que los otros empiecen a actuar. Ven Señor y
recuérdanos quienes somos y la necesidad que tienes de que nuestro corazones se abran a ti.
Que esta generación que somos, que a veces, vivimos como la generación de tu tiempo,
sepamos discernir tu venida, que sepamos escuchar tus pasos, reconocer tu voz y responderte
con un sí, como lo hizo María. Que en nuestro corazón, pueda dar fruto tu Palabra.
Sábado
Salmo 80,15-16
Oh Dios, vuélvete ya, desde los cielos mira y ve, visita a esta viña, cuídala, a ella, la que plantó tu
diestra! ¡Los que fuego le prendieron, cual basura, a la amenaza de tu faz perezcan! Esté tu mano
sobre el hombre de tu diestra, sobre el hijo de Adán que para ti fortaleciste.
Jesús, que cuando nos sintamos cansados y abatidos, levantemos nuestra mirada, muéstraos tu
rostro. Te pedimos hoy por la ciudades dónde vivimos, por todas la comunidad cristiana en el
mundo, Señor, que podamos ser reflejo tu rostro, que al vernos, las personas que no tienen fe de
nuestro entorno, puedan intuir tu compasión, tu ternura, tu misericordia, tu amor incondicional. Te
pedimos especialmente por nuestros hermanos en la fe, para que por el amor que nos tengamos
muchos puedan ver tu rostro y encuentren sentido para sus vidas.