Yo sola me represento. De cómo el empleo femenino transformó las

Edición: Orisel Santiesteban
Corrección: Denise Ocampo
Diseño de cubierta: Claudia Méndez
Diseño interior para ebook: Yadyra RG
Diagramación: Enrique García Martín
© Núñez Sarmiento, Marta, 2013
© Sobre la presente edición:
Ruth Casa Editorial, 2013
ISBN: 978-9962-697-63-3
Publicación realizada con la colaboración
de la Fundación Heinrich Böll de Alemania
Ruth Casa Editorial
Calle 38 y ave. Cuba,
edif. Los Cristales, oficina no. 6
apdo. 2235, zona 9A, Panamá
[email protected]
www. ruthcasaeditorial.org
ÍNDICE
SIGLAS
INTRODUCCIÓN
MUJERES EN EMPLEOS NO TRADICIONALES
LA DISCRIMINACIÓN Y LA AUTODISCRIMINACIÓN / 24
LAS MUJERES EN EL TEJAR / 26
AVANCES EN EL DESARROLLO DE LA MUJER / 27
LAS OBRERAS EN EL TEJAR SON DISCRIMINADAS / 33
CONCLUSIONES / 40
LAS MUJERES DE LA CARRETA
INTENTANDO UN ENFOQUE DE GÉNERO / 41
SOBRE ESTA INVESTIGACIÓN / 44
EL CONTEXTO SOCIAL DE LO QUE SIGNIFICA
SER MUJER PARA LAS OBRERAS AGRÍCOLAS
DE GUANÍMAR / 45
LA COMUNIDAD / 49
EN GUANÍMAR LA GENTE VIVE “LIBRE” Y “ABIERTA” / 57
GUANÍMAR ES “MUY FAMILIAR Y TRANQUILO” / 59
LA PLAYA ERA UN LUGAR MUY POBRE / 62
EL CENTRO DE TRABAJO / 67
3
LAS CONDICIONES DE TRABAJO DE LAS OBRERAS
EN LA ACTUALIDAD / 70
LAS NORMAS, LOS SALARIOS, LA DISCIPLINA Y LOS
RECURSOS HUMANOS DE ESTAS OBRERAS / 74
CÓMO PIENSAN LAS OBRERAS SOBRE ELLAS / 88
SEGUIR PENSANDO A LA MUJER CUBANA / 108
ESTRATEGIAS CUBANAS PARA EL EMPLEO
FEMENINO EN LOS NOVENTA: UN ESTUDIO
DE CASO CON MUJERES PROFESIONALES
LA MUESTRA Y LOS MÉTODOS / 114
¿Quiénes son estas dieciocho mujeres? / 115
EL EMPLEO DE LAS MUJERES Y LAS POLÍTICAS
SOCIALES EN LOS NOVENTA. REAJUSTES Y NUEVAS
MEDIDAS / 117
¿Por qué se ha comportado este fenómeno
de esta manera? / 119
ESTRATEGIAS PARA SOBREVIVIR DURANTE EL
PERÍODO ESPECIAL / 126
¿Por qué se mantuvieron empleadas, en su mayoría
como profesionales? / 126
¿Qué hicieron las entrevistadas? / 128
LAS CONDICIONES QUE PERMITIERON QUE ESTAS
ESTRATEGIAS FUNCIONARAN / 132
LA INFLUENCIA DE LA CAPACITACIÓN PARA TOMAR
DECISIONES / 135
CÓMO EL EMPLEO FEMENINO TRANSFORMÓ LAS
ACTITUDES DE LOS HOMBRES / 140
4
LA INFLUENCIA DE LOS ESTUDIOS
EN LAS RELACIONES FAMILIARES Y SOCIALES / 145
Relación de pareja / 145
Relaciones con los hijos / 146
Relaciones con los padres / 148
Relaciones con los colegas / 149
MÁS SOBRE LA IDEOLOGÍA DE GÉNERO
DE ESTAS PROFESIONALES Y TÉCNICAS / 151
Nadie se me mete en la cocina / 151
Hay que ser primero madre antes que mujer
y trabajadora / 153
La mujer necesita tener a un hombre a su lado para
que la represente / 154
CONCLUSIONES / 157
UN MODELO “DESDE ARRIBA”
Y “DESDE ABAJO”: EL EMPLEO FEMENINO
Y LA IDEOLOGÍA DE GÉNERO EN CUBA
EN LOS ÚLTIMOS TREINTA AÑOS
TRANSFORMACIONES GENÉRICAS EN LA SOCIEDAD
CUBANA: UN MODELO “DESDE ARRIBA”
Y “DESDE ABAJO” / 160
EL EMPLEO FEMENINO: LO POSITIVO
Y LO NEGATIVO / 164
LAS CUBANAS SE MANTUVIERON EN LA FUERZA DE
TRABAJO DURANTE EL PERÍODO ESPECIAL / 167
TOMAR DECISIONES Y OCUPAR CARGOS
DE DIRECCIÓN / 169
IDEOLOGÍA DE GÉNERO EN EL EMPLEO / 174
5
IDEOLOGÍA DE GÉNERO EN LAS RELACIONES
DE PAREJA / 181
CONCLUSIONES / 185
LOS ESTUDIOS DE GÉNERO EN CUBA
Y SUS APROXIMACIONES METODOLÓGICAS,
MULTIDISCIPLINARIAS Y TRANSCULTURALES
(1974-2008)
LA MUESTRA Y EL MÉTODO / 191
CONTEXTOS SOCIALES Y PERSONALES DE 1980-2010 / 194
EL ENFOQUE DE GÉNERO QUE EMPLEAN
EN SUS INVESTIGACIONES / 200
SUS MOTIVACIONES PARA ESTUDIAR TEMAS
SOBRE EL GÉNERO / 205
INFLUENCIAS FORÁNEAS EN LA METODOLOGÍA
DE LAS Y LOS ENTREVISTADOS / 209
CONCLUSIONES / 216
ESTRATEGIAS CUBANAS DE DESARROLLO
ECONÓMICO Y LAS RELACIONES
DE GÉNERO
POLÍTICAS ECONÓMICAS Y SOCIALES
QUE INFLUYERON EN EL EMPLEO FEMENINO
(1959-1989) / 221
CRISIS, REAJUSTES Y EMPLEO FEMENINO:
DE 1990 HASTA LA ACTUALIDAD / 228
LA MUJER EN LA ECONOMÍA Y LA POLÍTICA SOCIAL / 239
CONCLUSIONES / 244
6
UNA MIRADA DESDE EL GÉNERO
A LA MIGRACIÓN CUBANA RECIENTE
CARACTERÍSTICAS DE GÉNERO DE LA EMIGRACIÓN
CUBANA / 251
Feminización de las migraciones / 251
Empleo y segunda jornada / 253
Remesas / 255
Nupcialidad / 258
Natalidad / 260
Roles de género para mantener tradiciones cubanas / 261
CONCEPCIONES CUBANAS DE DESARROLLO,
CRISIS DE LOS NOVENTA Y SUS INFLUENCIAS
EN LAS RELACIONES DE GÉNERO / 264
CONCLUSIONES / 272
BIBLIOGRAFÍA
ANEXOS
LA AUTORA
ENLACES
7
para Andrés y Yepe
SIGLAS
CAME: Consejo de Ayuda Mutua Económica
CEE: Comité Estatal de Estadística
CEDEM: Centro de Estudios Demográficos
CENESEX: Centro Nacional de Educación Sexual
CEPDE: Centro de Estudios de Población y Desarrollo
CETSS: Comité Estatal de Trabajo y Seguridad Social
CIEM: Centro de Investigaciones de la Economía Mundial
CIPAF: Centro para la Investigación y la Acción Femeninas
DAU: Dirección de Arquitectura y Urbanismo
FMC: Federación de Mujeres Cubanas
IIET: Instituto de Investigaciones y Estudios del Trabajo
JCP: Junta Central de Planificación
ONE: Oficina Nacional de Estadísticas
ONU: Organización de Naciones Unidas
PCC: Partido Comunista de Cuba
PNUD: Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo
UBP: Unidad Básica de Producción
UBPC: Unidades Básicas de Producción Cooperativa
UNEAC: Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba
UNPF: Fondo de Naciones Unidas para la Población
UPEC: Unión de Periodistas de Cuba
URSS: Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas
9
INTRODUCCIÓN
Este
es un libro muy comprometido con la revolución en la
que hemos participado las cubanas y los cubanos—ya sean heterosexuales o de otras orientaciones sexuales—en poco más de
medio siglo. Así que sugiero que no pierdan su tiempo leyéndolo
quienes piensen que los siete ensayos son el resultado de indagaciones “objetivas”.
Mi sensibilidad hacia los temas de la mujer se formó siendo
muy joven, cuando trabajé entre 1962 y 1966 en la Dirección
Provincial de La Habana de la Federación de Mujeres Cubanas
(FMC) e integré su primera Brigada Sanitaria (1961-1966). Durante mi permanencia como experta en el Consejo de Ayuda Mutua
Económica (CAME) en Moscú participé en la Conferencia del Decenio sobre la Mujer de las Naciones Unidas (Copenhague, 1980).
Cuando regresé a Cuba, la FMC me invitó a integrar la delegación
cubana a la Conferencia del Decenio sobre la Mujer de las Naciones
Unidas (Nairobi, 1985) y al Congreso Mundial de Mujeres (Moscú, 1987). En estos eventos conocí a las pensadoras feministas
latinoamericanas que influyeron en mi manera de visualizar los
problemas de la mujer en un país subdesarrollado como el mío, a
los que añadí la complejidad de que Cuba intentaba transformar
totalmente la sociedad—y no solo a las mujeres—con un proyecto
socialista. Pero para mí lo más relevante ocurrió cuando la FMC
me incorporó a su equipo de investigadoras para participar en
dos estudios que me marcaron profesionalmente. En el primer
caso la antropóloga norteamericana Helen Safa solicitó a esa organización su colaboración para emprender un estudio de las
obreras en la textilera Ariguanabo, con el fin de compararlo con
los resultados de sus indagaciones entre obreras de la República
10
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
Dominicana y Puerto Rico.1 Luego, la entonces presidenta de
la FMC, Vilma Espín, nos encargó a las integrantes cubanas de
ese equipo que estudiáramos a las trabajadoras de la textilera
Celia Sánchez Manduley, de Santiago de Cuba, entre 1986 y 1987
para conocer con precisión cómo había influido su condición de
ser mujeres asalariadas de primera generación en sus formas de
actuar y de pensar. En este segundo estudio ahondamos, mucho
más que en el anterior, sobre las nuevas actitudes de esas obreras y técnicas santiagueras en un real procedimiento de investigación-acción en el que practicamos la observación participante.
En este camino aprendí qué significa “ser mujer cubana y no
morir en el empeño”, como diría Luisa Campuzano.
II
Además de las motivaciones personales recién confesadas, a
mediados de los años ochenta escogí estudiar, escribir y enseñar sobre cómo se habían transformado las cubanas desde 1959
y, unos años después, ahondé en las relaciones de género porque—aunque las luchas por la plena emancipación de las mujeres
siempre existieron a lo largo de la historia nacional previa—quería probar que estas ansias de equidad solo se habían ido convirtiendo en realidad como parte de esta revolución poscapitalista
y socialista.
Desde entonces privilegié el estudio del empleo femenino en
Cuba porque a través de este tema pude comprender la verdadera complejidad de este proceso y su papel para cambiar
las conductas y las ideologías de las mujeres. Además, el hecho
de que la incorporación de las mujeres al trabajo asalariado ocurriera lentamente en la década de los sesenta como consecuencia de la práctica de varios experimentos, permitió que quienes
1 Véase los trabajos de Helen Safa de 1989, 1995 y 1998 que aparecen en la
bibliografía.
11
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
impulsaban este empeño aprendieran de los errores cometidos,
intentaran enmendarlos una y otra vez para solo así lograr que
desde inicios de los setenta las cubanas comenzaran a incorporase al empleo a ritmos crecientes y se mantuvieran en ellos a
pesar de las enormes dificultades que comenzaron a confrontar
en sus centros laborales y en sus hogares.
Este fenómeno del empleo femenino en Cuba en los últimos
cincuenta y tres años lo he denominado como un modelo “desde
arriba” y “desde abajo” porque ha sido un proceso muy diverso y
nada lineal, que ha conjugado las directrices elaboradas por los
niveles más altos de la dirección del país con los “reflujos” que
han emanado al aplicarlos en las realidades concretas de cada
momento histórico. Esta interrelación ha producido resultados
positivos en las áreas propiamente económicas y, más que nada, ha
cambiado las ideologías de las cubanas y de los cubanos en lo que
a las relaciones de género se refiere. Por supuesto los obstáculos
han sido enormes y la mayoría de ellos se ha ido rectificando, pero
persisten muchos. De esto tratan mis trabajos.
Estaba convencida que los cambios en la sociedad cubana y
en las mujeres han estado íntimamente entrelazados desde inicios de los sesenta hasta lograr un entramado social que asegura
la sobrevivencia y sostenibilidad de la revolución. Mi “imaginación sociológica” quería desentrañar qué significaba esa idea
que Fidel Castro lanzó en 1966 cuando dijo: “… si a nosotros nos
preguntan qué es lo más revolucionario que está haciendo la
revolución, responderíamos que lo más revolucionario que está
haciendo la revolución es precisamente esto; es decir, la revolución que está teniendo lugar en las mujeres de nuestro país”
(Castro 1966, en FMC: 2006: 112). Por tanto me propuse indagar
los aciertos y desaciertos de las estrategias cubanas para alcanzar la igualdad de género como parte de las estrategias para
12
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
lograr una sociedad independiente, justa, sin discriminaciones y
que aspira a asegurar el bienestar de todos y todas. Mis reflexiones tienen la legitimidad de que he investigado estos cambios en
la sociedad, en las cubanas y en las relaciones de género a la vez
que los experimentaba en mi cotidianidad.
Cuba demostró que las mujeres solo serán capaces de luchar
por su plena equidad social y alcanzarla si toda la sociedad se
transforma simultáneamente con ellas. Si los cambios poscapitalitas en la sociedad se hubieran detenido y las mujeres hubieran
intentado desmontar la cultura patriarcal, a la larga hubiera sobrevenido un retroceso en este empeño. Y si los programas para
revolucionar la sociedad hubieran desconocido la necesidad de
cambiar a la vez las discriminaciones que sufren las mujeres y,
en general, las relaciones de género, o la hubiera postergado
por considerar que no era una prioridad, entonces no sería una
revolución verdadera.
La experiencia cubana demostró igualmente que las transformaciones en la sociedad y en las mujeres no son un proceso lineal porque están sometidas a presiones externas (el bloqueo es
la más fuerte), a las urgencias (debido a las exigencias de toda la
población de suplir sus necesidades) y por la necesidad de rectificar en todo momento los errores propios de este enorme experimento socialista en un país latinoamericano y subdesarrollado.
Esta “no linealidad” se tradujo en lo que ocurría —a grandes
rasgos— con los cambios en las condiciones de ser cubanas en las
diferentes etapas de la transición socialista cubana.
Así a mediados de los sesenta se discutieron diferentes modelos económicos vigentes en otros países para su posible aplicación
en Cuba. El debate se concentró en el sistema presupuestario
(propuesto por el Che), en la gestión económica nacional (tomada del josraschet soviético) y en la autogestión (vigente en Yu-
13
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
goslavia y en otros países). Entre 1968 y 1969 se estudiaron vías
para eliminar las relaciones mercantiles dentro del país. Durante
esta década la FMC y diferentes ministerios organizaron varios experimentos para incorporar a las mujeres al empleo asalariado en
la agricultura, en la industria y en los servicios. Algunos fueron
exitosos y otros sirvieron para aprender de sus insuficiencias.
A la vez se inauguraron los primeros círculos infantiles en todo
el país, las mujeres accedieron a la educación, a los servicios
de salud, al deporte, a las actividades culturales. Se instituyó
la planificación familiar, que sentó las bases para que, en un
futuro, las mujeres pudieran separar el goce de la sexualidad de
los embarazos no deseados.
Desde los inicios de los setenta y hasta finales de 1984 se
instituyó en el país el sistema de dirección y planificación de
la economía, prácticamente calcado del sistema de dirección
soviético. Fue desde 1970 que las mujeres se incorporaron de
manera sostenida y en números crecientes al empleo. La Ley
de Maternidad se promulgó dentro del Código de Trabajo. Se
discutió en todo el país y se aprobó el Código de Familia. La
Constitución declaró la igualdad plena y sin discriminaciones
de todos los ciudadanos y ratificó el principio de salario igual
a trabajo igual. Se evidenció con todo su peso negativo que las
trabajadoras cargaban con las tareas domésticas en la llamada
segunda jornada. Incluso dos de los artículos del recién aprobado
Código de Familia que se leía en el acto notarial para legalizar
los matrimonios exigía que los cónyuges debían apoyarse entre sí
en todas las tareas de la cotidianidad. La participación femenina en la fuerza laboral siguió aumentando en todos los sectores
económicos, a pesar de no contar con las condiciones necesarias para suplir sus necesidades durante la jornada laboral. A
partir de 1978 las mujeres representaron más de la mitad de
14
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
los profesionales y técnicos cubanos, proporción que continuó
incrementándose gracias a, entre otros factores, la feminización
de la educación, sobre todo la universitaria y la de técnicos medios
profesionales. De 1985 a 1990 se produjo la rectificación de errores y de tendencias negativas en la economía para comenzar a
enmendar las introducciones acríticas de los modelos soviéticos.
Y aunque fue un período sumamente breve que se vio tronchado
por el derrumbe de la URSS y de los países socialistas de Europa
del Este, se hicieron más acciones por las mujeres trabajadoras
que en los años anteriores. Ello se evidenció en la construcción
acelerada de círculos infantiles, instituciones estatales para los
infantes hasta los cinco años, y de viviendas. El III Congreso del
Partido Comunista de Cuba (PCC) celebrado en 1986 proclamó la
necesidad de promover a cargos de dirección a mujeres, negros
y jóvenes, acción que no fructificó plenamente en esos años. La
participación femenina en la fuerza de trabajo nacional alcanzó
sus niveles más altos. Además, ellas representaron las dos terceras partes de la fuerza laboral técnica y los niveles educacionales de las asalariadas cubanas fueron más altos que los de los
trabajadores.
El 8 de marzo de 1990 Fidel Castro anunció en la clausura del
Congreso de la FMC que se aproximaban tiempos duros y prolongados debido a la desaparición del campo socialista y a futuros
reforzamientos del bloqueo norteamericano a Cuba. Comenzaba
la crisis de los noventa conocida como Período Especial. Se emprendieron medidas urgentísimas para sobrevivir, continuar el
desarrollo y no perder las conquistas socialistas. Se insistió en
que no se desmontaría la transición socialista. Cuba, por primera vez, no tuvo un solo socio comercial y económico externo
sino que abrió sus puertas a capitales de diferentes países. El
turismo se desarrolló con vistas a que sus ganancias se invir-
15
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
tieran rápidamente en el presupuesto nacional, para promover
otros sectores que también nos sacarían de la crisis y mantener los
“espacios de igualdad”. Las desigualdades sociales se agravaron
quizás como nunca antes porque las personas más privilegiadas
eran las que tenían acceso a las divisas libremente convertibles.
En estos años las mujeres se mantuvieron empleadas porque
entre ellas una tercera parte encabezaba sus hogares y eran
las principales contribuyentes al presupuesto familiar. Además,
si vivían con sus parejas necesitaban más de un salario. Como
eran el 66% de los profesionales, no abandonaron sus empleos
porque estaban presentes como fuerza calificada en aquellos
sectores que debían acelerar la salida de la crisis. Eran en su
mayoría trabajadoras de una segunda generación de asalariadas, acostumbradas a ocuparse fuera de sus hogares. Pero la
segunda jornada en estos años se tornó más violenta y las mujeres inventaron las más inimaginables estrategias para que sus
familias sobrevivieran y, de esta manera, ayudaron a que el
país también lo hiciera.
Como en toda crisis, en la cubana de los noventa afloraron los problemas sociales no resueltos y ocultos hasta el
momento. Así ocurrió con las desigualdades sociales ya mencionadas, pero también con las discriminaciones raciales y
de género, sobre todo hacia las personas de diversas práticas sexuales no heterosexuales. La emigración hacia otros
países se incrementó sobre todo entre personas jóvenes que
consideraban imposible realizar sus proyectos de vida en las condiciones cubanas y decidieron marcharse para hacerlo en el exterior.
El 8 de marzo de 2005 Fidel Castro aprovechó otro Congreso
de la FMC para anunciar que ya se podía afirmar que salíamos de
la crisis. Con ello confirmó la importancia de las mujeres para
mantener la trama social de la revolución.
16
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
En la actualidad se están introduciendo cambios radicales en el
modelo económico cubano para continuar superando la crisis sin
provocar traumas sociales y sin desmontar el socialismo. Entre los
lineamientos nuevos está lograr que la economía nacional sea eficiente y que eleve su productividad para poder elevar los salarios,
una de las vías más importantes para eliminar las desigualdades
agravadas por la crisis. Esto implica la reducción de las plantillas en los empleos estatales y la ampliación de los empleos por
cuenta propia. También se hace hincapié en combatir la corrupción y las concepciones igualitaristas. Esta es una etapa nueva
de la transición socialista cubana. Todos los científicos sociales
cubanos estamos estudiando estas nuevas condiciones e intentando pronosticar el futuro. En el caso del empleo femenino y de
las transformaciones en las relaciones de género que provoca en
todos los ámbitos sociales —mi objeto de estudio— estimo que la
dirección estatal y partidista de este proceso debe asegurar que
no se utilicen medidas discriminatorias de ningún tipo cuando se
proceda a aplicar los lineamientos económicos y sociales. Habría
que evitar varios riesgos a la hora de reducir las plantillas: las
plazas de profesionales y técnicos deberían tener pocas afectaciones y en ellas la mayoría de las personas empleadas son
mujeres, pero en el caso de las categorías de “administrativos”
y de “servicios”, la mayoría está cubiertas por mujeres y estas sí serán objeto de reducción por considerar que hay muchas
plazas innecesarias. En el caso de los dirigentes, considero que
serán también objeto de reducción porque son uno de los ejes
de la burocracia; aquí las mujeres constituyen la minoría. Pero
no puede persistir la “cultura patriarcal de dirección”, que es la
que pesa en las mentes de mujeres y de hombres cuando dirigen. En cuanto a las personas que han quedado desempleadas y
podrían acudir al “cuentapropismo”, por mis observaciones y por
17
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
conversaciones con expertos sobre el tema —hasta el momento no hay cifras oficiales disponibles— hay mujeres que se han
inscrito como las figuras principales de las distintas actividades
privadas admitidas hasta el momento. Aun así persiste el peligro
de que se las utilice en ocupaciones tradicionalmente femeninas
o que las personas “dueñas” de los negocios prefieran emplear a
hombres y pagar menos a las mujeres. Estimo que los derechos
laborales de las mujeres se mantendrán. Hombres y mujeres tendrán que adaptarse a las nuevas demandas de los empleos que
asuman y tendrán que practicar el pluriempleo para asegurar
los ingresos necesarios para sus hogares. El peso de la segunda jornada seguirá pesando entre las trabajadoras mayores de
cincuenta años porque se agregará el cuidado de sus familiares
ancianos. En cuanto a las menores de esta edad considero que
reaccionarán muy diversamente según sus edades, el número de
sus hijos y que promoverán de manera sumamente diversa la
participación de todos los miembros de sus familias en las tareas
del hogar, incluso si ello implica separaciones conyugales.
Otra enseñanza que emana de todas estas experiencias para
cambiar la sociedad cubana, a las mujeres y las relaciones de
género es que todo programa de transformación social, socialista
en nuestro caso, tiene que asumir los signos de las identidades
nacionales. No se puede admitir que algunos Estados impongan
recetas a otros como las más recientes de “transición hacia la
democracia”. En el caso cubano, Estados Unidos ha pretendido
imponer varios programas de este tipo desde 2004, con la intención de borrar el socialismo y aplicar recetas neoliberales.
Todos ellos omiten el papel jugado por la mujer y las relaciones
de género en la sociedad cubana hasta el momento y lo ignoran
en sus proyecciones para una futura “Cuba democrática”. Como
todas las recetas foráneas desconocen las realidades cubanas,
18
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
proyectan sus intereses y, además, intentan ejecutar los cambios
de manera casi inmediata, sin prever las desgracias locales que
provocarían.
De aquí se infiere una recomendación para los científicos sociales que estudiamos los procesos de transformaciones en la
sociedad cubana, en las mujeres y en las relaciones de género:
es preciso reconocer las diversidades que afloraron a lo largo de
todos estos cambios. El caso cubano incluye diversidades en términos de raza, género, clases sociales, generaciones, zonas geográficas de procedencia, ocupaciones y niveles educacionales,
entre otros muchos. Si aceptamos que estudiamos un proceso a
lo largo del cual se intenta eliminar las desigualdades, entonces
aceptamos que no podemos obviar las diversidades. Ejemplificaré con el caso de los intentos de promover a cargos de dirección
a mujeres, jóvenes y negros. Como dije antes, en 1986 no se
logró este propósito porque, a mi parecer, ni la sociedad ni estas
personas estaban preparadas para realizar estas justas promociones. Veinticinco años después, la dirección del país retomó
esta línea de trabajo en situación bien distinta a la anterior: ya
hay mujeres, negros y jóvenes dirigiendo actividades laborales
en todos los niveles y a lo largo del país. En el Parlamento, por
primera vez el 43% de sus miembros son mujeres, en el Comité
Central del PCC el 42% son mujeres y el 31% son negros y mestizos. Pero esto no significa que las discriminaciones de todo tipo,
sobre todo las que están marcadas por el género, el color de la
piel y las desigualdades sociales, se hayan eliminado. Sobre todo
la cultura patriarcal está vigente y metida hasta los tuétanos en
las actitudes de los cubanos y las cubanas. Por eso se afirma que
lo más difícil de cambiar en toda revolución son los problemas
de la conciencia.
Las académicas y los académicos de Cuba tenemos el deber
de pensar crítica y constantemente las transformaciones pos19
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
capitalistas del último medio siglo sin olvidar la historia previa, con el fin de develar los errores que se han cometido a lo
largo de estos años y contribuir a los análisis de las puestas en
práctica de los nuevos lineamientos o estrategias de desarrollo
para seguir saliendo de la crisis de los noventa, sobrevivir en
las actuales crisis del mundo y mantener el socialismo. Es vital,
por tanto, actuar como los intelectuales orgánicos que propuso
Antonio Gramsci o como los intelectuales comprometidos con la
revolución de quienes habló Haydée Santamaría.
En el caso de las investigaciones más recientes de género,
Ruth Casa Editorial y el Instituto Cubano de Investigación Cultural Juan Marinello publicaron recientemente Convergencias en
Género, que compila estudios muy serios de sociólogas jóvenes
sobre temas tan diversos como la racialidad, la diversidad sexual,
las mujeres en los cargos de dirección, las amas de casa, la literatura y la salud. Hay muchos otros ejemplos, pero este me llegó
de cerca porque también soy socióloga y pude apreciar aproximaciones bien distintas a las mías, que han estado marcadas por
sus vivencias cotidianas y académicas por ser las autoras treinta
años más jóvenes que yo.
III
Compilé estos estudios de caso porque están entre mis más
recientes investigaciones, las que realicé desde 1988—casi treinta años después de iniciarse para las cubanas lo que Fidel calificó
de “revolución en la Revolución”—hasta el 2010. Fue un período que se inició en los años previos a la crisis de los noventa
en Cuba, que transcurrió a lo largo del llamado Período Especial y que continuó con los experimentos que aún subsisten para
20
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
reajustar la economía y la sociedad cubanas. En ellos las lectoras
y los lectores notarán cómo mi pensamiento sobre las relaciones
cubanas de género evolucionó a la vez que vivía en carne propia
estos cambios en la sociedad.
En los tres primeros trabajos analicé cómo se habían transformado las actitudes de las mujeres, tanto obreras como profesionales, empleadas en actividades no tradicionalmente femeninas.
Son mujeres que irrumpieron en relaciones laborales que solían
ser preferentemente masculinas: obreras de una fábrica de ladrillos, agrícolas y profesionales. Ellas, por lo tanto, enfrentaron
enormes obstáculos y resistencias, que les llevaron a inventar
vías para permanecer empleadas, a la vez que acarreaban simultáneamente el peso de la doble jornada. En este proceso
transformaron sus representaciones ideológicas sobre el género
y sobre todos los ámbitos de la sociedad, quizás más que las
mujeres que se mantuvieron en empleos tradicionalmente femeninos. El título del libro lo extraje de lo que me confesó una de
las profesionales que entrevisté en 2000, pero lo hubiera dicho
igualmente cualquiera de las obreras con quienes conviví y de
quienes aprendí antes.
El cuarto trabajo sobrepasa el estudio de las mujeres trabajadoras y analiza cómo el empleo femenino ha influido en la
ideología y en las relaciones genéricas de un grupo de mujeres y
hombres profesionales, todo ello enmarcado en las estructuras
y en las políticas sociales cubanas que, como ya he expresado,
califiqué como un modelo “desde arriba” y “desde abajo”.
El quinto texto resume las reflexiones epistemológicas vinculadas a los enfoques de género de un grupo de científicos y científicas sociales cubanas desde mediados de los setenta hasta inicios
del siglo xxi en sus estudios sobre mujeres (que son los más numerosos), sobre hombres y sobre homosexuales. Recapitula lo
21
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
que podría calificarse como las formas cubanas de emplear la
perspectiva de género.
La sexta investigación recogida en este libro sistematiza las
estrategias cubanas de desarrollo antes y después de la crisis de
los noventa y las vincula con el desarrollo del empleo femenino
y su influencia en lasrelaciones de género.
La compilación culmina con las características genéricas de
la emigración cubana más reciente, con el fin de entender cómo
se manifiesta en Cuba el fenómeno global de la feminización de
las migraciones externas.
Los conocimientos que contienen todas las investigaciones
están condicionados por los años en que fueron escritos: inmediatamente antes del Período Especial, durante los años de la
crisis y en la etapa de la recuperación que llega hasta nuestros
días. Los resultados hay que entenderlos también por las peculiaridades de la situación del empleo femenino cubano en cada
uno de estos momentos. Son estudios de caso que nunca aspiraron
a generalizar sus hallazgos sino solo a crear hipótesis que deberían
ser confirmadas en investigaciones posteriores. Como los trabajos se presentan cronológicamente, las lectoras y los lectores
verán que pude comprobar algunas de ellas pero otras quedan
por corroborarse, sobre todo las de los últimos trabajos.
A lo largo de mis estudios utilicé la metodología y los métodos cualitativos —observación participante, entrevistas a
profundidad, observación, análisis de documentos y análisis de
contenido. Siempre vinculé mis hallazgos con las tendencias sociodemográficas y económicas globales en Cuba que nos proporciona la estadística, para comprobar cuánto se alejaban o
se acercaban de las características sociológicas genéricas que
afloraban en mis indagaciones.
Excepto “Las mujeres de la carreta”—que es el más extenso,
porque siempre quise publicarlo solo— todos los trabajos han
22
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
sido editados en español e inglés. Para esta compilación modifiqué las versiones castellanas con el fin de actualizarlas y evitar
repeticiones.
Por supuesto que la vitalidad transformadora permanente del
proyecto cubano nos obliga a los y las científicas sociales cubanas a inquirir cómo continuarán evolucionando las relaciones de
género durante los cambios radicales que auguran los lineamientos del VI Congreso y de la Conferencia del PCC.
He intentado insertarme en la política de Ruth Casa Editorial
de socializar el pensamiento crítico de los científicos sociales
cubanos sobre las realidades que han investigado y en las que
han vivido. Espero haberlo logrado.
Marta Núñez Sarmiento
La Habana, 12 de octubre de 2011
23
MUJERES EN EMPLEOS NO TRADICIONALES*
LA DISCRIMINACIÓN Y LA AUTODISCRIMINACIÓN
¿Cuánto ha avanzado la igualdad de la mujer en la vida cotidiana
de una fábrica donde hasta hace pocos años ellas no trabajaban
como obreras? ¿Cómo discriminan a estas mujeres en su centro
de trabajo, en su hogar, y cómo se autodiscriminan?1
Este trabajo resume una investigación realizada entre finales
de 1988 y de 1990. También intenta responder a estas preguntas
para conocer los logros reales en el desarrollo de la mujer, específicamente, con el fin de que hombres y mujeres ejerzan con
plena igualdad sus derechos y deberes en esta fábrica, y, sobre
todo, para detectar los obstáculos que entorpecen la práctica de
estos derechos y contribuir a solucionar las causas que los crean.
Se inscribe en la investigación-acción, porque ayudó a tomar
decisiones encaminadas a que las mujeres permanecieran en el
centro y se promovieran en él. También porque propuso acciones
para eliminar las manifestaciones de discriminación que significan las desigualdades de hombres y mujeres en el empleo.
No pretendo generalizar ideas acerca de la mujer en ocupaciones no tradicionales, porque solo es mi primera aproximación
empírica a este tema. Mi propósito es estudiar cómo las mujeres
y los hombres de una fábrica viven su proceso de trabajo cotidiano, qué piensan sobre él y la mujer, y vincular estas vivencias y
* Publicado en 1991 por la Editorial Ciencias Sociales.
1
Mientras estudiaba la Licenciatura en Sociología, Maité Montalvo fue
coautora de la primera de las dos investigaciones en que se basa este
trabajo.
24
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
representaciones con las transformaciones que ocurren en toda
la sociedad cubana. He tratado de analizar cuánto han cambiado sus actitudes en un sentido socialista, y qué contradicciones
permanecen en ellas y en ellos.
Estos trabajadores han incorporado ideas y conductas que
demuestran respetar la especificidad de ser mujer y ser hombre, y que los enriquece mutuamente. Pero también en ellos hay
ideas y acciones que niegan este derecho o lo ignoran.
Estas reflexiones integran un estudio más amplio sobre el “proceso derectificación” en esta fábrica. Iniciada a fines de 1984 y
emprendida de manera más enfática en 1986, este proceso analiza y enmienda los errores cometidos al construir el socialismo
en Cuba. Significa meditar acerca de nuestros propios problemas, no solo aquellos enraizados en el capitalismo, sino también
los surgidos durante la experiencia cubana de la transición socialista, para actuar sobre ellos y solucionarlos.
En este estudio de caso me propuse conocer cómo se manifestaban las tendencias negativas que la rectificación persigue
superar: qué opinaban los trabajadores de estos obstáculos, y
qué proponían para remediarlos. Esta investigación, que tiene antecedentes en otras realizadas acerca de la mujer y la
rectificación desde 1986, contribuyó a tomar decisiones con el
fin de perfeccionar el proceso productivo y a realizar acciones
para rectificar la discriminación de la mujer, así como mejorar
la comunicación entre obreros, la dirección de la fábrica y de
la empresa.
Las investigaciones referidas a la mujer se hicieron en centros de la industria textil, donde las ocupaciones femeninas
son tradicionales: una en la textilera de Ariguanabo entre 1986
y 1989 y otra en la Celia Sánchez Manduley entre 1986 y 1987.
Ambas fueron patrocinadas y organizadas por la FMC. El equipo
25
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
que realizó la primera estuvo encabezado por Helen Safa, y la
segunda la emprendió un equipo de investigadores cubanos.
El equipo de investigaciones sobre el desarrollo, de la Universidad de La Habana, realizó los estudios acerca de la rectificación: “Cómo perciben los estudiantes el pensamiento económico
de Ernesto Che Guevara” (1987), “Las microbrigadas I y II” (1988),
“Santiago de Cuba”(1988) y “El contingente de la construcción
Blas Roca” (1989).
El presente estudio de caso también tuvo el objetivo metodológico de utilizar principalmente procedimientos cualitativos de
las investigaciones sociológicas —la observación participante y la
entrevista— y reflexionar sobre su aplicación. Las ideas acerca
de los resultados metódicos de este experimento, así como los
hallazgos referentes a la rectificación en el proceso concreto de
la producción y de la dirección, no integran este trabajo.
LAS MUJERES EN EL TEJAR
El tejar Ángel Guerra se fundó hace sesenta y cinco años en el
municipio capitalino Marianao, y hasta hace poco fue el mayor
productor de ladrillos de Cuba (alrededor de doce millones de
unidades anuales). A mediados de los noventa en esta fábrica
trabajaban ciento sesenta personas, y de ellas, el 89% estaba
vinculado directamente a la producción. La edad promedio de
estos trabajadores era de treinta y cinco años y su escolaridad
de séptimo grado.
Las mujeres constituían la tercera parte de los obreros de la
fábrica. Esta proporción resulta alta al compararla con el 19% que
representaban las mujeres entre los obreros de la nación en 1988,
y con el 29% de las mujeres entre los trabajadores de la industria (Comité Estatal de Estadísticas [CEE], 1989: 200-202). No se
encontró el dato para la industria de materiales de la construc26
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
ción, a la cual pertenece el tejar, pero debe ser inferior a estos
índices.
Esto se debe a que hace aproximadamente diez años, el PCC
y la FMC establecieron en la fábrica una brigada de obreras para
promover su inclusión en ocupaciones no tradicionalmente femeninas. Desde entonces, y aunque quedan pocas de las trabajadoras originales, la proporción de mujeres en la fuerza de
trabajo se mantiene alta.
AVANCES EN EL DESARROLLO DE LA MUJER
1. Todos los trabajadores reconocen que la fábrica no puede producir sin las obreras. El hecho de que la proporción
de mujeres entre los obreros resulte alta en una fábrica de
un sector con ocupaciones no tradicionalmente femeninas,
es un avance en la concepción de promoción definida por
las Estrategias de Nairobi. Según esta concepción, la mujer
debe estar presente en todos los sectores de la economía y
en todas las categorías ocupacionales.
2. Las entrevistadas han experimentado una movilidad social ascendente con relación a sus madres en lo laboral y
educacional. Su escolaridad promedio es de secundaria sin
concluir o terminada, mientras que sus madres aprobaron
cuarto grado. Todas ellas son obreras en un sector económico no tradicional para mujeres. Entre sus madres, un 40%
trabajaba o trabaja, pero en sectores en los cuales el empleo femenino resulta usual. Las madres del resto del 60% de
las obreras eran o son amas de casa.
3. En la esfera de la conciencia, las entrevistadas conocen cuáles son los problemas de su centro de trabajo, sus
causas y cómo solucionarlos. Se trata de cuestiones tecno27
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
lógicas, de escollos en la cadena productiva, de la calidad
de los ladrillos, de los costos, de las normas y los salarios, de
las relaciones entre subordinados y jefes, de la disciplina
laboral, de las condiciones de trabajo, de la identificación
con el tejar y de la solidaridad entre los trabajadores.
No hay diferencias entre sus observaciones respecto a las dificultades de la producción y sus soluciones y las que perciben
los hombres. Además, estas apreciaciones coinciden en muchas
cuestiones con las conclusiones a las que han llegado los dirigentes de la fábrica, de la empresa y del PCC. Esto significa que
las mujeres forman un grupo activo de trabajadores que tiene
inculcado un sentido de participación.
Así, para mencionar un ejemplo de avances en la conciencia
de mujeres y hombres, al evaluar a sus jefes, las y los tejareros
demostraron tomar actitudes formadas por la revolución con un
sentido socialista. Critican la burocracia cuando se oponen al
exceso de jefes en su centro, proponen reducir su número y obligar a quienes encabezan brigadas o determinados aspectos de la
producción a participar también en ella. Consideran que el jefe
debe, en primer lugar, ser exigente y justo. En segundo lugar,
plantean que debe tener experiencia en el trabajo que dirige,
ser humano, tratar bien a los obreros y preocuparse por ellos. En
tercer lugar, debe escuchar a los trabajadores en lo concerniente a la producción, los cuales demandan participar en la toma de
decisiones. Reclaman que quienes los dirijan sientan apego por
su centro. Rechazan la fluctuación de los administradores y exigen dirigentes comprometidos con el centro, que sean ejemplos
para los demás. Critican el distanciamiento de la unidad administrativa y de la empresa con los problemas cotidianos del tejar.
Estas concepciones de cómo debe ser un dirigente resultan
muy distintas de las que generan las relaciones entre jefes y su-
28
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
bordinados en otras sociedades. En el tejar no hay sentimientos
de dependencia ni de sometimiento hacia los jefes. Tampoco
tienen miedo a perder su empleo al enfrentar a sus superiores
por injusticias. Demandan que dirijan de manera racional, justa,
y que se impongan por el respeto.
4. El 75% de las entrevistadas dice estar dispuesta a ocupar cargos para dirigir la producción del tejar. Quizás este
deseo no rebase las intenciones, pero constituye un hecho
que, cuando se estaba investigando, dos mujeres dirigían
las brigadas de obreras. En contraste, solo el 26% de los
hombres afirmó estar preparado para dirigir.
5. Cuando las mujeres están casadas o unidas, toman las
decisiones en sus hogares de acuerdo con sus parejas. Este
resultado es similar al de las investigaciones en las dos textileras antes mencionadas.
6. A pesar de padecer la doble jornada, la cual obstaculiza que las tejareras ejerzan a plenitud su derecho a la
igualdad, en ellas persiste el interés por permanecer como
trabajadoras. Esto hace pensar que tienen un sentimiento
de independencia respecto a su pareja, y autoestima. Razonan que, mientras trabajen, aseguran su independencia
económica, bien como principal sustento de sus familiares,
o como aportadoras al presupuesto familia.
7. Por esto, las obreras fijas o “en plantilla” permanecen
en el tejar, e incluso las contratadas que se marchan del
centro buscan otros empleos. También se manifiesta en su
ideología como trabajadoras cuando alegan que no rehusarán responsabilidades de dirección en la fábrica.
29
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
8. Aunque la mayor parte de las tareas domésticas recae
sobre las obreras, existe una tendencia a compartir las tareas del hogar con su pareja entre las entrevistadas más
jóvenes, con un nivel de instrucción mayor; ya sea que vivan independientemente con su compañero (también trabajador) como familia nuclear, bien en la situación ideal
de habitar una vivienda propia, o bien si han logrado delimitar sus vidas —quehaceres domésticos, atención a los hijos, administración del presupuesto— dentro de las familias
extendidas en que estas están insertadas. Esto surgió como
hipótesis en la investigación de las textileras de Ariguanabo.
Estas constituyen actitudes nuevas formadas por la revolución. Estas ideas y conductas, a veces conscientes y a veces inconscientes, hablan de los avances logrados en la realización
plena de la mujer y en la eliminación de toda discriminación en
las esferas pública y privada de la sociedad. Estas actitudes se
han gestado en un proceso muy contradictorio en el cual han
interactuado decisiones “desde arriba” con los cambios en el
quehacer cotidiano de los hombres hacia las mujeres y en las
propias mujeres.
En el proyecto cubano, los cambios para asegurar que las mujeres ejerzan en igualdad de condiciones sus derechos y deberes,
nunca han esperado como prerrequisito crear una base material
que garantice socializar la reproducción de la fuerza de trabajo.
Si se hubiese esperado a ello, entonces se habría actuado con
una concepción que forjaría un futuro en el cual tocaría a las
mujeres apretar los botones de los equipos electrodomésticos.
Pero como se trata de las condiciones cubanas, en las cuales el
socialismo se construye desde el subdesarrollo y donde las condiciones materiales para reproducir la vida son aún insuficientes, y
en las cuales se sabe que la carga de las tareas domésticas recae
30
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
por completo sobre las mujeres asalariadas o las amas de casa,
suscribir esta concepción economicista condenaría a las mujeres
a una larguísima etapa en la cual ellas solas confrontarían las
durísimas tareas de la reproducción.
Por eso, la concepción cubana crea, con dificultades, la infraestructura material para reproducir la fuerza de trabajo en
forma socializada y, a la vez, insiste en que estas tareas deben
compartirlas todos los miembros de la familia —incluidos los hijos— desde ahora.
Podría enumerarse cómo en lo político, legal, ideológico y
económico existen referencias en programas y acciones encaminadas a cumplir esta concepción. Poco podría ejemplificarse con
hechos recientes ocurridos en el Período Especial y que tienen
relación con este estudio de caso. Al pedir a los encuestados
que enumeraran los impedimentos de las obreras para trabajar
normalmente, ellos y ellas se quejaron de que los sábados laborables las madres con niños en edad escolar de primaria tenían
que llevarlos al tejar, porque esos días las escuelas estaban cerradas. Cuando a fines de agosto de 1990 se decidió reducir en
todo el país la semana laboral a cinco días, manteniendo los
salarios como si continuaran trabajando cuarenta y cuatro horas
semanales, esta queja desapareció de la fábrica. Asimismo, esta
reducción posibilitó que hombres y mujeres tuvieran más tiempo
para recuperar sus fuerzas, sin haber resuelto la doble jornada
de la mujer en sus hogares.
¿Por qué traer a colación esta reflexión? Porque al analizar
los decretos y las resoluciones que reordenaron la vida laboral,
desde el inicio del Período Especial a finales de agosto de 1990
hasta abril de 1991, no se hallan sesgos discriminatorios hacia
la mujer. En condiciones tan difíciles, en que hubiera sido más
fácil conminar a las asalariadas a regresar a sus hogares, racio-
31
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
nalizando de manera sensible la fuerza de trabajo del país, todos
los trabajadores han recibido el mismo trato. Incluso en el reglamento para el tratamiento laboral y salarial a los trabajadores
sobrantes, hay aclaraciones explícitas para atender a las trabajadoras gestantes según lo dispuesto en la Ley de Maternidad
(Comité Estatal de Trabajo y Seguridad Social [CETSS], 1991).
Al analizar los logros y los obstáculos para ejercer cotidianamente la igualdad de la mujer entre las obreras del tejar, aparecieron los mismos atrasos presentes en otros centros fabriles
ya investigados. Pero entre los avances surgieron algunos descubiertos en esos lugares.
La disposición a dirigir en la fábrica podría no rebasar manifestaciones verbales de las entrevistadas, o podría ser un espejismo para la investigadora, en el sentido de querer encontrar
algo inexistente. Pero esta disposición también puede resultar
un deseo no satisfecho (una aspiración) en mujeres que, primero, no son necesariamente asalariadas de primera generación en
sus familias, porque sus padres y el 40% de sus madres estaban
empleados de alguna manera. Esto podría explicarlo el hecho
de que nacieron en la capital. Es decir, en sus hogares tienen
referentes empíricos de asalariados, como no fue el caso de
muchas de las textileras de la Celia Sánchez Manduley investigadas años atrás.
También podría estar motivado por el hecho de que están
necesitadas de elevar sus ingresos, porque, además de que una
tercera parte de ellas son jefas de hogar, hay muchas que se declararon unidas, pero tienen tipos de relaciones ocasionales, en
las cuales su pareja itinerante no es precisamente el padre de
sus hijos (Catasús, 1991). O, quizás, puede constituir un deseo
de ascender en la escala de satisfacción personal en el trabajo,
por vía de participar directamente en la toma de decisiones.
32
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
Hay que estudiar con más profundidad la forma en que estas
trabajadoras deciden aspectos de su vida personal; desde buscar
una nueva pareja, permanecer como asalariada, hasta determinar qué hacer con sus ingresos.
Estos posibles indicios de avances en la igualdad de la mujer conviven con actuaciones pasivas de ellas en las asambleas,
en las cuales todos los trabajadores discuten los problemas del
centro, en sus aspiraciones a ocupar puestos tradicionales en las
oficinas, en el comedor o fuera del tejar, en la gastronomía, y
con el peso de la doble jornada.
LAS OBRERAS EN EL TEJAR SON DISCRIMINADAS
Aunque en la fábrica practican el principio de “a igual trabajo,
igual salario”, de acuerdo con la nómina de abril de 1991, las
obreras recibieron un salario promedio de ochenta y nueve pesos
con setenta y nueve centavos, mientras que los obreros ganaron como promedio ciento sesenta y cuatro pesos con noventa
y dos centavos. La diferencia fue de setenta y cinco pesos con
trece centavos. No se trata de que paguen más a los hombres
cuando ocupan el mismo puesto de trabajo que las mujeres, porque esto está penado por la Constitución. Sucede que los puestos
ocupados por ellas tienen asignados salarios inferiores a los ocupados tradicionalmente por los hombres.
Cuando en octubre se le preguntó al administrador por qué
no había mujeres en otros puestos mejor retribuidos, respondió:
“esos son los puestos aprobados por la empresa para ellas, y los
otros no son aptos, porque las afectan”. En agosto, la empresa
alegó que, “atendiendo a la intensidad y gastos energéticos en
el puesto de trabajo, los cargos que consideramos pueden ser
desempeñados por las mujeres son: colocadoras de ladrillos en
33
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
tableros, entongadoras2 de campo y ayudantes de producción”.
“El resto de los cargos no pueden ser ocupados por mujeres dado
el esfuerzo físico que tienen que realizar, además de la exposición a altas temperaturas” (CETSS, 1976).
Esta resolución se abolió hace años. En el Informe Central al IV Congreso de la FMC, celebrado en 1985, Vilma Espín
explicó: “La realidad demostró que aquellas antiguas resoluciones (47, 48 y 40), con la buena intención de reservar con exclusividad para las mujeres algunas plazas, generalizaba para
toda persona del sexo femenino la prohibición de ocupar algunos
puestos de trabajo considerados rudos, insalubres y peligrosos,
sin mediar investigaciones científicas que fundamentaran los criterios expresados en ellas”. Además, “resultan irreales los motivos aducidos para tal prohibición, pues hay mujeres que tienen
la fortaleza física por encima del promedio de sus congéneres, y
también hombres con capacidades físicas menores a la generalidad de su sexo”.
El puesto de colocadoras de ladrillos, uno de los que la empresa asigna a las mujeres, requiere esfuerzos físicos muy intensos.
Según lo normado para ocho horas, deben cargar entre 45 920
libras y 62 400 libras.3
En el tejar, la realidad se impuso. Resulta un trabajo agotador, pero las mujeres continúan haciéndolo. Son puestos de
mucha fluctuación entre las mujeres, porque el salario es muy
bajo y porque, con el tiempo, quienes lo realizan —incluso los
hombres— sufren deformaciones óseas. Los puestos no aptos
para mujeres serían el de hornero, expuesto a muy altas tem2
Mujeres en la fábrica que apilan en grupos los ladrillos secos (N. de la E.).
3
Estos cálculos se basan en las normas publicadas en el mural del centro de
trabajo en abril de 1990. Para estimar el peso se consultó a los trabajadores,
quienes informaron que al salir de la máquina el ladrillo pesa once libras,
y ocho cuando está listo para el horno.
34
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
peraturas, y que implica colocar alrededor de siete mil ladrillos
diarios, y el de operador de montacargas. Cuando los “campos” por donde cruzan los montercagas están sucios, los saltos
que provocan en estos equipos también afectan de seguro a
los hombres. Otros puestos en los que nadie ha pensado para
las mujeres son las de operaria de la máquina productora de ladrillos, mecánicas, electricistas y soldadoras. Todos ellos tienen
asignados salarios más altos que los puestos admitidos para las
mujeres; y las mujeres pueden trabajar en ellos.
Otra razón de por qué las mujeres, en su conjunto, ganan menos que los hombres es que faltan más a la fábrica. En los cálculos
de ausencias del mes tomado como muestra, las obreras representaron casi el 80% de quienes faltaron injustificadamente, y
el 90% de los justificados. Las causas de estas ausencias, según
los entrevistados de ambos sexos, son enfermedades personales y de sus hijos, se cansan mucho, atienden su casa y hacen
colas para comprar los alimentos, están insatisfechas con su
trabajo y confrontan dificultades con el transporte. Las obreras, y no los obreros, apuntaron otra razón: hay irresponsables
entre ellas.
La insatisfacción y el cansancio pueden aliviarse con una buena formación que incluya el reajuste de los salarios, y con una
solución definitiva a las malas condiciones de trabajo del tejar.
Ambas soluciones son realizables con los recursos humanos y materiales existentes en el centro, en la empresa, en el ministerio
y en el municipio. Ya se implantaron varias medidas encaminadas
a resolver estos problemas.
Las decisiones acerca de las normas y los salarios están en
manos del Comité Estatal de Trabajo y de Seguridad Social, y
también deviene uno de los problemas que se ha propuesto resolver la rectificación del país. Existen variantes para solucionar
35
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
el transporte. La más factible, vender bicicletas, se analizó desde inicios del Período Especial.
En Cuba hay, como quizás no haya en ningún otro país, una
base legal y una voluntad política que apoyan la igualdad de
derechos de hombres y mujeres. Pero las dificultades de la doble jornada, otra causa de insatisfacción, no pueden resolverse
totalmente ni en un plazo mediato ni inmediato, pues en esta
sociedad, la doble jornada está condicionada por varios motivos.
La infraestructura social de servicios para aliviar las tareas de
reproducir la fuerza de trabajo resulta aún insuficiente. Esto persiste a pesar de los esfuerzos desplegados entre 1987 y 1988 para
construir más de ciento veinte círculos infantiles en La Habana,
como una de las primeras acciones de la rectificación4 y a pesar de
los seminternados de primaria, las becas para estudiantes secundarios y preuniversitarios, los comedores obreros, las lavanderías
populares y el equipamiento electrodoméstico de los hogares.
Además, prevalecen con mucha fuerza los atrasos en la
conciencia de hombres y mujeres, que frenan a los primeros a
compartir los trabajos del hogar. Mientras entrevistaba con un
equipo de la FMC a las obreras y técnicas de la textilera Ariguanabo, la investigadora norteamericana Helen Safa se percató
que entre ellas predominaba la actitud de demandar más acciones al Estado para resolver los problemas del hogar, y presionar
menos a sus compañeros, quizás para evitar conflictos con ellos
(Safa y FMC, 1989).
Estos factores conviven con los violentos cambios que ha provocado la revolución en las vidas cotidianas de estas mujeres,
como son: propiciar que se incorporen al empleo remunerado,
que rompan las fronteras del hogar y no deseen regresar a este
4
Entre 1975 y 1986, período en el cual la mujer se incorporó progresivamente
a la fuerza de trabajo, solo se construyeron ciento noventa y seis círculos.
Esta cifra representó el 30% de lo construido entre 1961 y 1975. Calculado
según el Anuario Estadístico de 1986.
36
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
ámbito que empobrecía su visión del mundo, que participen en
el quehacer político de su trabajo y de su comunidad. Estos
son avances a los cuales no quieren renunciar. Están presentes en
ellas otros dos factores que constituyen regularidades en otros
países, y que también influyen en la doble jornada: la maternidad temprana y el alto número de jefas de hogar.
Las entrevistadas, como otra manifestación de discriminación, expresaron de manera mayoritaria la autolimitación. Su
aspiración a mejorar en puestos de trabajo dentro del tejar se
limita a trabajos en la cocina y en la oficina. Aducen que allí
trabajan en condiciones más limpias, el trabajo resulta menos
pesado, y se gana un salario estable, independientemente de los
nudos de la cadena productiva.
Aunque las tres cuartas partes de las entrevistadas declaró
estar dispuesta a ocupar cargos para dirigir la producción del tejar, y dos mujeres dirigen brigadas directamente vinculadas con
la producción, los cuatro cargos de dirección de la fábrica están
en manos de hombres. En los últimos dos años los ocho administradores también han sido hombres.
Cuando se compara cómo argumentan las mujeres y los hombres entrevistados las causas que impiden a las mujeres dirigir
en la fábrica, como administrador y jefe de producción, se advierte menos realismo en las percepciones masculinas. Por ejemplo, prácticamente todos los hombres estiman que las mujeres no
pueden dirigir porque poseen niveles educacionales inferiores a
los de los hombres. Los datos acerca de la instrucción de los trabajadores de los dos sexos contradicen esta apreciación: ambos se
concentran en la secundaria terminada o por terminar. En verdad,
la proporción de hombres que estudian el preuniversitario o que
lo han concluido, resulta superior a las mujeres, pero también su
proporción excede a la de las mujeres con menos de sexto grado.
37
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
Cuadro 1
Escolaridad de los encuestados por sexo en el taller
Nivel de escolaridad
Mujeres
(# absoluto)
%
Hombres
(# absoluto)
%
Primaria sin terminar
-
-
1
2.6
Primaria terminada
2
5.3
3
7.9
Secundaria sin terminar
1
2.6
2
5.3
Secundaria terminada
9
23.6
6
15.6
Preuniversitario o
equivalente sin terminar
2
5.3
6
15.8
Preuniversitario o
equivalente terminado
2
5.3
4
10.5
Subtotal
16
42.2
22
57.9
Total
38-100%
Fuente: Informaciones de los cuestionarios aplicados en octubre de 1989. Estos
datos no existen en los controles del tejar.
Las mujeres demuestran más realismo cuando interpretan
por qué no dirigen en su fábrica, y subrayan factores subjetivos
que operan en quienes deciden esto: se prefiere a los hombres
para dirigir, y no se valoran las condiciones de las trabajadoras para ellos. Reconocen que la doble jornada limita a las mujeres
para desempeñarse como dirigentes, y en esto coinciden con sus
compañeros del tejar.
Cuadro 2
Causas que impiden a la mujer ocupar puestos de dirección en el taller
Mujeres
(# de orden)
%
Hombres
(# de orden)
%
Se prefiere a los hombres
1
75
3
57
Doble jornada
2
70
2
70
No valoran las condiciones de
las mujeres
3
44
5
28
No les gusta dirigir
4
25
4
38
Inferiores niveles educacionales
y de calificación
5
10
1
85
Fuente: Investigación sobre una muestra de treinta y ocho trabajadores, octubre de
1989. Las preguntas admitían más de una respuesta y los porcentajes se calcularon
entre los hombres y las mujeres, por separado. Las entrevistas a profundidad
realizadas entre abril y mayo de 1990 arrojaron resultados similares.
38
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
La discriminación también se hace palpable cuando se analiza la hoja de contrataciones. De los treinta y ocho obreros
contratados o en la llamada plantilla suplementaria, las mujeres
representan las dos terceras partes. La fábrica puede prescindir
de este personal cuando se cumpla el plazo convenido, y las más
perjudicadas con esta inseguridad son las mujeres.
Antes de la asambleas de trabajadores de octubre de 1989,
cuando se discutió el primer informe de esta investigación, estas
compañeras no tenían derecho a que se les concedieran círculos infantiles ni a poseer carné de trabajadoras para adquirir
productos industriales racionados. Tampoco acumulaban vacaciones. Después de esta asamblea, les concedieron el derecho al
círculo infantil y el carné para comprar. No tienen derecho a las
vacaciones pagadas, pero esto solo se solucionará cuando analicen la plantilla del tejar y decidan cuántos contratados hacen
falta.
A pesar del número elevado de mujeres en esta fábrica, no
han existido acciones de la administración, del PCC, de la Unión
de Jóvenes Comunistas ni del sindicato de la fábrica dirigidas
a que las mujeres permanezcan como obreras en un sector no
tradicionalmente femenino como este, y que promuevan en él.
Así opinaron las dos terceras partes de las entrevistadas acerca
de la gestión del sindicato del tejar hacia las mujeres. Más de
la tercera parte de los entrevistados en estas dos oportunidades
consideraba que el núcleo del PCC tampoco se preocupaba específicamente por las trabajadoras.
Aquí, las percepciones se alejaron de las acciones que realizaron el PCC y la administración entre octubre de 1989 y mayo
de 1990 para mejorar las condiciones de trabajo de la mujer.
Esto se debe a que la dificultad principal —salarios bajos para
normas altas— no se había resuelto.
39
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
CONCLUSIONES
Este estudio de caso con obreras en ocupaciones no tradicionales
revela que muchos de los logros y los obstáculos para ejercer con
plena igualdad sus deberes y derechos en su centro de trabajo y
en su hogar, son similares a los que subsisten entre obreras entrevistadas en industrias donde el trabajo femenino es habitual.
Las actitudes discriminatorias más relevantes están enraizadas en la ideología de hombres y mujeres —explicadas por siglos
de desigualdad de clase, género y raza— y en las insuficiencias
materiales de las condiciones de trabajo para reproducir diariamente la vida. Estos dos factores están agravados por el subdesarrollo del que partimos para emprender las transformaciones
socialistas, y que aún nos lastra.
También revela que es posible emprender acciones para mejorar las condiciones de trabajo de la mujer y para asegurar su
promoción. Estudios de este tipo han continuado en el país y
deben profundizarse, siempre con el sentido de introducir mejoras en la vida cotidiana y en las regulaciones más generales.
Y deben continuar sobre todo en las condiciones actuales del
Período Especial y ante la posibilidad de implementar la llamada
“opción cero”, la cual significa que el país funcionará prácticamente sin importaciones de combustible y de insumos fundamentales para la producción. Incluso en estas condiciones
dificilísimas, los investigadores sociales que estudian la mujer
trabajadora tienen la responsabilidad de buscar las soluciones
que contribuyan a mantener la lucha por la igualdad de la mujer.
Porque los avances en la igualdad de género hablan de cuánto se
han impregnado estos principios del proyecto socialista cubano
en el pensamiento y en las acciones cotidianas de los trabajadores, hombres y mujeres, entrevistados.
40
LAS MUJERES DE LA CARRETA1
Para Eduardo, quien aprendió a ser menos machista.
Para Andrés, quien casi no lo es.
INTENTANDO UN ENFOQUE DE GÉNERO
Emprendí este estudio por una insatisfacción que sentía con las
investigaciones sobre la mujer cubana y el empleo en las que
había participado desde 1985. Cada una de ellas enfatizaba solo
una de las áreas de la cotidianidad de las trabajadoras: su empleo (como con las textileras de Santiago de Cuba y con las tejareras de La Habana) o su hogar (las textileras de Ariguanabo).
Decidí, entonces, observar unidos estos dos espacios y añadirle
otro: el de su comunidad.
Hubo otra insatisfacción con estos trabajos. A medida que
terminaba cada investigación reconocía que muchos resultados
repetían los hallazgos de estudios hechos en Cuba y en otros países, sin aportarle las peculiaridades cubanas. Esto sucedía con
la distribución de las tareas en el hogar y la doble jornada, la
maternidad adolescente, el creciente número de jefas de hogar,
y el hecho de que el monto salarial de las mujeres fuera inferior
al de los hombres.
Tenía que buscar una forma de acercarme más a las realidades de
las obreras tal y como ellas las viven, con toda su diversidad y riqueza. Y tenía que ahondar en su subjetividad. Esto es lo que he
intentado hacer con las obreras agrícolas que viven en Guanímar.
1
Investigación no publicada. Ganó el Premio a la mejor investigación en la
Facultad de Filosofía e Historia, 1992.
41
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
Con ellas me planteé estudiar cómo viven y piensan estas
mujeres la cotidianidad del Período Especial en su centro de trabajo, en su comunidad y en su hogar, y de manera más amplia
comprender cómo se ha producido socialmente su subjetividad,
su ideología. Sobre todo me interesaba conocer el entorno social en que esta ideología se ha formado. Para ello he intentado
comprender cómo ha influido en ellas la revolución, sin perder
de vista las influencias de instituciones y figuras sociales como la
familia, los amigos y los vecinos.
Igualmente me interesaba entender el papel activo que han
jugado estas mujeres en el proceso de formación de su subjetividad. ¿Cómo han reaccionado ideológicamente ante los muy
cambiantes contextos sociales que les han tocado vivir? ¿Cómo
estas mujeres transformaron su subjetividad, sus actitudes, sus
condiciones materiales de vida (en lo laboral, familiar y comunitario) a medida que toda la sociedad cubana se transformaba
con el proyecto socialista?
Me propuse comprender a estas obreras agrícolas tal y como
ellas son, evitando proyectarles mi ideología de género. Es decir,
traté de practicar la vigilancia epistemológica en el sentido de
no hacerlas hablar con mis propias palabras e ideas. Además, he
intentado reconstruir su actuar y pensar con sus inconsecuencias
y sus contradicciones, con la convivencia de lo viejo y lo nuevo.
La sociedad en que viven también es así.
Utilicé interpretaciones de científicas sociales feministas de
lo que significa ser mujer según estudios teóricos e investigaciones concretas para beneficiarme de ideas muy pensadas y
estructuradas, y para practicar lo heurístico de los estudios comparativos. Los trabajos que siento más cercanos a esta investigación están recogidos en la bibliografía. De estos enfoques, utilicé
los siguientes:
42
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
• Estudiar la vida cotidiana como un elemento clave para
entender lo macrosocial y producir conocimientos científicos sobre una y otro. Atribuir importancia sociológica
a lo personal, lo afectivo, lo minúsculo, lo olvidado y lo
relegado.
• Entender la realidad que investigo en su diversidad.
Esto implicó captar todas las manifestaciones del ser y del
pensar de estas mujeres, y contextualizarlas en la singularidad de las realidades individuales y sociales que han
vivido. Significó también diferenciar la realidad macrosocial cubana de otras experiencias de países exsocialistas
y no socialistas.
• Analizar el desarrollo de la revolución con un enfoque
de género. Ubico el tema de mis investigaciones —la mujer
y el empleo— en el desarrollo cubano y, específicamente,
en el de la fuerza de trabajo, reconociendo que un estudio
riguroso de Cuba en los últimos treinta años no puede excluir la presencia de la mujer en las fuerzas productivas.
Otro propósito de este trabajo es investigar el desarrollo de estas mujeres con sentido de historicidad. ¿Cuánto se diferencian de
sus madres en “ser mujer”? Específicamente quiero comprobar
las transformaciones sucedidas en ellas en el transcurso de una
generación en sus condiciones materiales de vida, en sus formas
de pensar sus vidas en tanto trabajadoras, habitantes de una
comunidad y como mujeres. Persigo comprobar cómo la política
de desarrollo del proyecto socialista cubano busca desarrollar
a todo el país y no solamente a determinados polos urbanos.
Traté de construir interpretaciones propias de lo que sucede en Cuba con la subjetividad y con las actitudes de obreras
43
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
similares a estas. No pretendo generalizar estas ideas a toda la
sociedad, porque es solo un estudio de caso. Sí quiero trascender el espacio estrecho de estas dieciocho mujeres para generar
ideas e hipótesis, que surgieron no solamente de este estudio,
sino que han ido corporizándose a medida que avanzaba en las
investigaciones con obreras, y que podrían guiar estudios posteriores. Para realizar este propósito me resultó útil participar en
las sesiones de la Cátedra de la Mujer, de la Universidad de La
Habana, y vincular los conocimientos que extraía de mi estudio
con los de otros científicos sociales que investigan a la mujer
cubana desde sus disciplinas.
SOBRE ESTA INVESTIGACIÓN
Este es un estudio de caso con dieciocho obreras agrícolas que
trabajan en una granja estatal de la Empresa de Cultivos Varios de
Alquízar, a sesenta kilómetros al sur de La Habana. El pueblo donde
viven se llama Guanímar, y está a cinco kilómetros más al sur, en
la costa.
Escogí la rama económica agrícola porque sus ocupaciones se
consideran no tradicionalmente femeninas. En Cuba, del total de
personas ocupadas en este sector, solo el 23% son mujeres, proporción muy por debajo del 39% que representa la mujer en la
fuerza de trabajo total en el momento de la investigación. Entre
las trabajadoras del país, solo el 7% está ocupado en este sector,
en comparación con el 21% en la educación, el 21% en la industria,
el 14% en el comercio y el 12% en la salud (CEE, 1990: 118). Además, la agricultura es una rama priorizada en el Período Especial
por la importancia concedida al programa alimentario.
Seleccioné a Guanímar porque lo conozco desde los años cincuenta, y puedo inferir cuánto se ha desarrollado y los beneficios
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Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
que ha tenido la población de la zona por la movilidad social
promovida en estos años por la revolución.
El estudio se realizó de enero a agosto de 1992, con visitas
al lugar hasta marzo de 1993. El método fundamental fue la observación participante: trabajé con ellas en el campo y conviví
en su comunidad durante sesenta días a lo largo de esos meses.
Anoté en un diario mis observaciones sobre lo que veía, así como
también lo que yo pensaba y sentía acerca de esta experiencia.
Realicé entrevistas a profundidad a las mujeres y a los llamados
informantes claves en la granja y en la comunidad. Como guía
utilicé partes del cuestionario que apliqué en el tejar y partes de
otro cuestionario para obreros agrícolas que redactó el equipo
de investigaciones rurales del Departamento de Sociología de la
Universidad de La Habana. Por último, analicé documentos para
comprender la realidad actual y su historia. (Véase el Anexo 2).
EL CONTEXTO SOCIAL DE LO QUE SIGNIFICA
SER MUJER PARA LAS OBRERAS AGRÍCOLAS
DE GUANÍMAR
Cuando pregunté a estas mujeres qué significaba para ellas ser
mujer, muchas respondieron inmediatamente: “¡Eso es algo de
madre!”. Este “de madre” es un modismo contemporáneo muy
cubano que significa experiencias duras y difíciles. A la vez, quizás por el significado implícito de desafío que contiene, representa algo importante, que no puede pasar inadvertido, que es
preciso enfrentar y al que hay que ganar.
Con sus infinitas interpretaciones psicológicas y lingüísticas,
este “de madre” es para mí, como socióloga, una manera con
que la sociedad feminiza las cosas que tienen partes buenas y
otras malas, pero que no se pueden eludir. Quizás proyecte mis
45
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
percepciones cuando digo que implica, asimismo, algo que requiere acciones o respuestas. Así ha sido el proceso de ser mujer
en Cuba para quienes han vivido los años de la revolución. De
este proceso quiero identificar algunos aspectos como referencias globales para comprender quiénes son las obreras agrícolas
de Guanímar.
En términos del discurso político e ideológico, uno de los objetivos del programa de transición socialista ha sido eliminar todas las formas de explotación y de discriminación, entre ellas,
la de género. Este discurso sustenta que todos los ciudadanos
tienen derecho a la plena igualdad. La Constitución, el Código de
Familia, el Código de Trabajo, entre otros, refrendan legalmente
este principio. El acceso de la mujer al empleo es uno de los derechos amparados en este principio, y constituye una de las claves
para comprender cómo la sociedad vive este derecho.
Hay estudiosos de la revolución que alegan que las altas tasas
de la participación de la mujer en la fuerza de trabajo en Cuba
emergieron puramente de necesidades económicas. Concretamente argumentan que esa incorporación se debió a la necesidad que el Estado tenía de ampliar la fuerza laboral.
Esto es cierto, pero no es la única razón. Además, hablando
solamente en términos económicos, los servicios socializados para
apoyar el trabajo en el hogar que reproduce la fuerza de trabajo, más las medidas jurídicas de seguridad social que el Estado
creó para facilitar la incorporación y permanencia de la mujer
en la fuerza de trabajo, aumentaron los gastos globales. Tengo en mente los círculos infantiles, los seminternados de primaria con sus almuerzos gratuitos, los internados para estudiantes
de enseñanza media y media superior, los comedores obreros,
las licencias de maternidad y las pensiones por viudez a las mujeres
trabajadoras (Safa y FMC, 1989: 2-4).
46
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
Por tanto, y así lo he explicado en otros trabajos, hay razones
económicas, políticas e ideológicas que, en el caso cubano, han
promovido la incorporación de la mujer a la fuerza de trabajo,
sobre todo desde hace veintitrés años.
La proporción de mujeres en la fuerza laboral cubana ha crecido constantemente y sin retrocesos desde los inicios de los
setenta: 18.5% en 1970 (Junta Central de Planificación [JCP],
1975: 13; 1976: 511, 513); 25.3% en 1974 (FMC, 1985: 27); 32.8%
en 1981 (CEE, 1987: 202); 37.3% en 1985 (CEE, 1986: 193) y 39% en
1990 (Catasús, 1992). Entre 1959 y 1970 estimo que la incorporación femenina al empleo fue más lenta, porque se eliminó el
desempleo, concebido hasta ese momento como masculino; porque las grandes obras económicas de esos años (construcciones,
azúcar) solicitaban fuerza de trabajo masculina. No obstante,
en esos años ocurrieron varios experimentos interesantes para
incorporar a la mujer a la fuerza de trabajo.
De estos últimos experimentos recuerdo los que promovió
la FMC: la incorporación de las extrabajadoras domésticas en
cursos que las entrenaban para trabajar en bancos, taxis y en plantas telefónicas; las brigadistas sanitarias convertidas en técnicas
de la salud; los planes agrícolas que implicaban, en unos casos,
trasladar diariamente a las asalariadas urbanas a los campos; en
otros, las albergaban cerca de donde trabajaban; y en otros, se
trataba de mujeres de zonas rurales empleadas en granjas cercanas a sus hogares.
Los servicios de apoyo al trabajo en el hogar y muchos otros
elementos de la infraestructura (como la vivienda), que benefician a toda la población y especialmente a las trabajadoras,
nunca han podido cubrir la demanda. En las condiciones subdesarrolladas de la sociedad cubana en los últimos tres decenios, ha
sido imposible esperar a socializar estos servicios que alivian las
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Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
tareas del hogar para asegurar a la mujer la plena igualdad de
derechos en el empleo, en sus familias y durante esa práctica
política. Por esta razón, en Cuba han insistido tanto en que esta
es también una cuestión ideológica. Es preciso crear una nueva
moral tanto en hombres como en mujeres, que conciba que las
responsabilidades en el hogar para reproducir la fuerza de trabajo
deben ser compartidas por todos los miembros de la familia y,
parcialmente, por las instituciones sociales.
Las transformaciones en materia de ideología de género que
promueve la incorporación de la mujer al trabajo no solo la incluyen a ella, sino a toda la sociedad. Es un proceso muy rico, lleno
de nuevas acciones e ideas, y a la vez es un proceso muy complejo,
contradictorio, traumático y con satisfacciones, que enfrenta nuevas y viejas concepciones sobre el papel de la mujer en la sociedad.
Esta investigación la hice durante el Período Especial. No
daré cifras que diagnostiquen la crisis económica por la que atravesamos, porque son conocidas, pero sí referiré cómo traducen
las obreras agrícolas la consigna de “resistir y desarrollarnos”,
popularizada en estos años. Aparte de las angustias que este Período Especial genera en la cotidianidad, resistir lo comprendieron como la necesidad de “aguantar” por un período de tiempo
bastante largo, pero que tiene un fin. Este período terminará
con los esfuerzos de todos dentro del país y con cambios en las
relaciones de Cuba con otros países. Así fue como yo traduje lo
que ellas respondieron: “vendiendo más para afuera”, “no desperdiciar lo poco que podemos vender en otros países”, “si no
nos quieren los rusos, venderles a otros”.
El fin del Período Especial, que es como ellas interpretan el desarrollo, sucederá cuando el programa alimentario obtenga resultados. Esto significa para ellas sembrar
todo el año y que los productos lleguen a los “puestos”.
48
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
Quiere decir cuando “se venda el PPG”,2 y también los
medicamentos y equipos que casi salvan la vida del soldado Pérez Quintosa;3 cuando el turismo “dé para todo el país”; si descubren petróleo en Cuba, y el país encuentra gobiernos que nos
vendan sus materias primas y su petróleo. A este sentimiento
de salir del Período Especial con esfuerzos propios añaden que
todos en Cuba tienen que “aguantar parejo” y “no volver atrás”.
Tampoco quieren pasar por lo que ocurre en Rusia: las guerras,
el empobrecimiento, las diferencias sociales. Casi todas hablaron de la comparación con Rusia, en el sentido de no querer
llegar a “eso”. Esto se debe a que están informadas a través de
la televisión y la radio. E igualmente cada una de ellas conoce
a alguien que estudió o trabajó allá, que viajó a la URSS, o ellas
mismas conocen rusos que trabajaron por la zona, a soldados
apostados en las cercanías del pueblo, o a las rusas casadas con
cubanos. Estas vivencias más personales que las que proyectan
las imágenes televisivas o los mensajes radiales les permiten “vivificar” con ejemplos concretos qué significan las carencias en
un país donde antes todos tenían lo necesario para vivir.
LA COMUNIDAD
Guanímar es un pueblo de la costa sur habanera, ubicado a sesenta y cinco kilómetros de La Habana y a dieciocho de Alquízar.
2
Medicamento de producción cubana que se utiliza para reducir el colesterol
y mejorar la circulación (N. de la E.).
3
El soldado Rolando Pérez Quintosa fue herido a principios de 1992 en
un encuentro armado mientras patrullaba las costas cubanas. Durante
semanas un equipo de médicos cubanos intentó salvarle la vida, pero murió.
A las obreras les impresionaron los medicamentos, los equipos médicos, las
técnicas quirúrgicas y de terapia intensiva que se emplearon. De ahí que
se mencione este suceso como ejemplo de la tecnología de avanzada que
Cuba podría exportar.
49
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
También lo conocen como Playa de Guanímar, para distinguirlo
del barrio con el mismo nombre que incluye el caserío el Ojo del
Agua.
Este es un lugar que mencionan las crónicas históricas desde
1508. Pero solo en los años de la revolución ha logrado tener
comodidades y características de un asentamiento urbano. Las
primeras referencias sobre este lugar en las fuentes históricas españolas datan de fines del siglo xv, y refieren que Colón desembarcó por la zona en su segundo viaje. Se conoce también que
en 1508 o 1510 la expedición de Pánfilo de Narváez encontró a
tres náufragos —un hombre y dos mujeres—, quienes habían llegado a tierra por Guanímar (Le Riverend, 1959). En Caminos para
el azúcar (1985), Alejandro García y Oscar Zanetti comentan que
a principios del siglo xix la primera vía férrea de la Isla debió pasar cerca de Guanímar.
En los censos cubanos de este siglo, Guanímar aparece como
uno de los barrios de Alquízar. Una referencia consultada dice
que “...este caserío, fundado en 1842 y conocido por Playa
de Guanímar, forma una especie de balneario, y es bastante
frecuentado en verano y de tiempo inmemorial por sus baños.
En 1846 había treinta y nueve habitantes, ocho casas y dos tiendas mixtas; en 1858, cuarenta y dos habitantes y ocho casas. Su
playa es la más extensa y limpia de todo el golfo de Batabanó”
(Roldan, 1940). Se cuenta que los mambises curaban aquí sus heridas, porque el fango de esta zona, rico en azufre, es medicinal.
Es actualmente un pueblo de poco menos de un kilómetro
de largo, construido a lo largo de la carretera que desde Alquízar viene a parar al mar. A ambos lados de la carretera, y a
cien metros uno del otro, están el canal y el río, que también
desembocan en el mar. Ellos son “la vida de la Playa”, según los
guanimeros.
50
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
En el paisaje de Guanímar casi no hay fronteras entre lo marino costero y lo campestre. Existe un punto, a dos kilómetros de
la costa, donde crecen juntas palmas reales y palmas canas, sin
que ni unas ni otras traspasen sus predios. En el mar, cerca de la
orilla, cualquier bañista puede sentir brotar agua fría y dulce del
fondo fangoso. Las gomas de los tractores y de los camiones y las
botas de quienes trabajan en la agricultura trasladan la tierra
roja a la Playa. Los hombres de todas las edades visten shorts,
pero se guarecen del sol con sombreros de yarey. Por todo esto y
por mucho más, esta es una playa guajira.
Hoy en la Playa viven cuatrocientas veintitrés personas, y en
el Ojo del Agua, ciento cuarenta (Marquetti y Urraca, 1992). La
proporción de mujeres es ligeramente inferior a la de los hombres, similar a lo que ocurre en la provincia de La Habana4 y en
el municipio de Alquízar (CEE, 1989: 59). Es una población más
joven que la de la provincia La Habana. En Guanímar el 50% de
los habitantes tiene veinticuatro años o menos, mientras que en
la provincia el 44% tiene veinticinco años o menos. El 42% de los
guanimeros tiene entre veinticinco y cincuenta y nueve años,
y en La Habana, el 44% de la población de la provincia está en
este rango de edades. Por último, solo el 8% de los guanimeros
sobrepasa los sesenta años, y en La Habana el 14% tiene sesenta
años o más (Marquetti y Urraca).
En la Playa hay ochenta y ocho núcleos familiares con un promedio de 4.8 personas por núcleo. En el Ojo del Agua hay veintiséis núcleos con un promedio de 5.4 personas por núcleo. El
número de personas por vivienda en ambos casos es superior al
4
En 2010 la Asamblea Nacional del Poder Popular aprobó una nueva
modificación ala división política administrativa. Se crearon dos provincias,
a partir del territorio deLa Habana y de la incorporación de los municipios
Bahía Honda, Candelaria y San Cristóbal, pertenecientes a Pinar del Río.
Las nuevas provincias se nombran Mayabeque y Artemisa (N. de la E.).
51
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
que aparece en el censo de 1981 para la provincia La Habana. La
médica de la familia de la zona estima que hay hacinamiento, y
lo explica, sobre todo, por los inmigrantes de otras provincias y de
otras zonas. El hacinamiento podría explicarlo también el hecho
que la Dirección de Arquitectura y Urbanismo (DAU) del Poder
Popular prohibió construir nuevas viviendas desde 1987.
Existe una población flotante considerable de “temporadistas” y visitantes, que se mudan a las casas en los meses de verano, y que van y vienen los fines de semana desde los pueblos
y caseríos, fundamentalmente de Alquízar, Artemisa, Güira de
Melena, San Antonio de los Baños y de la capital. En la Playa hay
alrededor de trescientas casas, y los playeros ocupan noventa
de ellas.5 Aproximadamente unas doscientas casas permanecen
cerradas todo el año, y solo las habitan en los meses veraniegos.
La mayoría de estas viviendas son bohíos de paredes de madera, techo de guano y piso de cemento. Suelen tener un portal,
una sala-comedor dividida por un medio punto de listones y cartón
tabla; casi siempre tienen dos dormitorios, una cocina, un baño
y un cuarto de desahogo en el patio. Las únicas dos puertas
son la de entrada y la del fondo. Los cuartos se independizan
con cortinas, igual que la entrada del baño. Las paredes que
separan las habitaciones no llegan al techo. Hay siempre una
barbacoa para almacenar y subir las colchonetas, la ropa y todo
lo que debe permanecer a salvo durante los “llenantes”. Estos
ocurren cuando el viento del sureste sopla tan fuerte que el mar
5
En la empresa eléctrica de Alquízar hay registrados trescientos diecisiete
relojes contadores. Explicaron en esta oficina que hay relojes en los
llamados “garajes” de embarcaciones, y, además, hay playeros que toman
la electricidad de otros relojes. Decidí tomar esta información sobre el
número de casas de esta fuente, porque el comprobante de la luz es la
forma más segura de identificar cuántas viviendas hay. En Marquetti y
Urraca (1992) aparecen ochenta y ocho viviendas.
52
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
“represa” las aguas del río y del canal; estas desbordan su nivel
e inundan las calles y casas.
Los materiales con que los guanimeros construyen sus casas
son ligeros (los obtienen en la zona: pencas de guano, tablas de
palma y maderas rústicas), porque se hunden menos en los suelos
pantanosos de la Playa. Muchas casas construidas en los patios son
los antiguos “agregos” con que algunos han evadido la prohibición de construir nuevas viviendas.
Las obreras agrícolas y, en general, quienes viven y conocen
la Playa, la describen como un lugar sano, tranquilo, familiar
y libre, con todo lo necesario para vivir “con las comodidades
de un pueblo”, sin dejar de ser una playa guajira. Esas mismas
personas desmitifican esta versión idílica cuando la llenan con
defectos más reales. Descifraré cada calificativo, los positivos y
los negativos, con las palabras que usaron.
Guanímar es sano por el aire limpio del mar y de la tierra,
porque no hay polvo en las calles, no hay que hervir el agua del
acueducto, los baños de mar y el fango curan las enfermedades
de los huesos y de la piel, y lo que comen allí es sano—pescado,
viandas y, últimamente, más vegetales, frutas y hortalizas. Estas
razones las explican las obreras, otros guanimeros y la médica
de la familia. La doctora opina que esta es una población saludable, y que los guanimeros se enferman menos que los alquizareños. En el último diagnóstico de salud que ella preparó en
febrero de 1992, aparece que el 12% de la población de la Playa
y de Ojo del Agua está “dispensarizado”. Esto quiere decir que
estas personas padecen enfermedades que el Ministerio de Salud
Pública considera de riesgo: la hipertensión arterial, el asma, la
diabetes mellitus y las llamadas “otras”. La médica de la familia
y la enfermera controlan a estos pacientes semestralmente en
la consulta y más regularmente en visitas de terreno. Entre los
53
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
“dispensarizados” hay muy pocos en fases críticas de sus enfermedades. No hay casos de enfermedades transmisibles como la
blenorragia, el paludismo y el SIDA.
Mientras que los alquizareños acuden al cuerpo de guardia
del policlínico por neumonías, anginas, ataques de asma agudos;
los guanimeros consultan al médico de la familia por dolores de
muelas, catarros, alergias, etcétera.
La doctora afirma que las depresiones y las ansiedades han
aumentado mayoritariamente entre las mujeres. Ellas consumen
probablemente tantos psicofármacos como las mujeres de la capital. Las empleadas de la farmacia confirman esta impresión. La
médica apunta varias razones de esto: mala dinámica del funcionamiento familiar, hacinamiento, inestabilidad escolar y laboral
de los hijos y bajos ingresos. Quizás sociológica y antropológicamente este hecho se explique porque estas personas, consideradas como un grupo social, han vivido una movilidad social
ascendente en un período relativamente corto; pero aún están
cercanos a los hábitos asociados a la pobreza. Esta es solo una
hipótesis.
En la Playa hay un consultorio del médico de la familia, una
ambulancia y una farmacia. Durante la temporada de verano trabaja un segundo médico. Ellos atienden las especialidades de
pediatría, ginecología y medicina general. Una psicóloga consulta cada quince días. Ella atiende de manera especial a las
embarazadas, sobre todo a las adolescentes y aquellas con alto
riesgo obstétrico. A las personas que necesitan consultar otras
especialidades las remiten al policlínico de Alquízar, al hospital
de San Antonio de los Baños o a los hospitales de La Habana.
La médica considera que entre las enfermedades más comunes predominan la otitis y la amigdalitis, así como las lesiones de
la piel, debido a que muchos se bañan en el canal y el río, o usan
54
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
sus aguas contaminadas en los hogares. En el río desaguan los
residuos albañales de las casas que no tienen fosas, y en los dos
(el canal y el río) los pobladores botan la basura que la Dirección
de Comunales no recoge. Otras razones son los malos hábitos de
higiene que hay en las viviendas, la suciedad de las calles, las fosas rebosadas y las aguas estancadas que rodean los hogares; las
aguas del canal casi no corren. Los pobladores afirman que han
aumentado los mosquitos por las aguas estancadas de la sabana
a consecuencia del dique sur.6
En las reuniones del Poder Popular de la Playa y en las del
policlínico de Alquízar, el personal médico del consultorio ha denunciado las malas condiciones higiénicas, todas con soluciones
si se hace un esfuerzo por parte del municipio o de la Playa:
ubicar latones de basura, decidir cómo eliminarla (con transportes de Alquízar o hacerlo en la Playa); controlar el trabajo
del barrendero de la Playa; promover la cultura sanitaria en la
población y decidir qué medidas tomar para disminuir los efectos
nocivos del dique sur en el equilibrio ecológico de la zona.
Guanímar está en una zona pantanosa como es toda lo costa
sur, y a ella están asociados los mosquitos “a prima” (al caer la
noche) y los llenantes del verano. Hay quienes explican que por
eso lo pueblos principales de la actual provincia se establecieron
tierra adentro, excepto Surgidero de Batabanó.
Pero es cierto que después que construyeron el dique sur las
aguas del subsuelo a uno y otro lado del dique subieron su nivel.
El 24 de enero de 1991, en un informe sobre las incidencias del
dique sur en la inundación del poblado de Guanímar, ingenieros
del complejo hidráulico, dirigentes de la Defensa Civil de Al6
El dique sur es una obra hidráulica construida en 1987 a lo largo de la costa
sur de la provincia La Habana, con el fin de detener la penetración del mar
en el subsuelo. Tiene igualmente el propósito de reforzar los volúmenes de
reservas de agua en la zona.
55
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
quízar y de la presidencia del Poder Popular de ese municipio,
constataron que, después de construido el dique, las aguas subterráneas elevaron su nivel, no solo por efecto de los vientos
del sureste, sino también a consecuencia de las lluvias. Sugerían
dragar el río y el canal. Al subir el nivel de las aguas subterráneas,
crece el nivel de las fosas y se mezclan con las aguas que inundan
los patios, las calles y las casas. Las aguas estancadas han contaminado en varios puntos la potable, al penetrar en las cañerías del
acueducto que se parten cuando los camiones y otros vehículos
pesados rompen estos tubos colocados “a flor de tierra”. Según
el censo del consultorio del médico de la familia, el 80% de las
viviendas está rodeado en alguna medida de aguas estancadas.
Los guanimeros y los “temporadistas” resuelven esta dificultad de manera individual y arbitraria. Quien puede, rellena los
alrededores de sus casas con varias cargas de “mejoramiento”; y
hay quienes “levantan” sus bohíos con distintas técnicas, incluso con gatos hidráulicos. Los más perjudicados son las personas
de más bajos ingresos, que no pueden incurrir en estos gastos
(en 1992 un camión de “mejoramiento” costaba ciento veinte
pesos),7 y que padecen las consecuencias de convivir con casas
más altas que las suyas, que empeoran las aguas estancadas, y
que tienden a hundir o desnivelar sus casas. Varias personas que
viven en el lado izquierdo del canal construyeron puentes con
tubos, colocados perpendicularmente a la corriente del agua;
esto tupe y empeora el estancamiento del agua del canal. En
resumen, el lado sano y natural de Guanímar está agredido por
las acciones de las personas (puentes, dique sur, rellenos arbitrarios de las casas, falta de higiene personal y ambiental) cuyos
efectos negativos pueden controlarse.
7
En ese momento, el salario promedio mensual de los trabajadores cubanos
era de 188 pesos (CEE, 1989).
56
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
Las lluvias intensas ocurridas a fines de junio de 1992 comprobaron los efectos negativos de estas acciones. Los guanimeros
tuvieron el agua hasta la rodilla durante nueve días. Muchos se
enfermaron los pies, y todo ello trastornó la vida cotidiana de los
pobladores. El litoral del “arenal” (donde se encuentra el fango
medicinal) se modificó porque la orilla se hundió, y está atravesada por corrientes de agua dulce que salen de la sabana. Unos
dicen que se debe a las roturas del dique; otros porque las aguas
subterráneas “explotaron”.
“Fue una suerte”, dijeron muchos guanimeros, “que el mar
no siguiera entrando. Lo que se metió en Guanímar fue el agua
de la sabana. El agua corría con mucha fuerza por la calle y no
por el canal, que seguía tupido”. “La próxima vez cuando entre
el mar con más fuerza, acaba con la Playa”, enfatizaron. En marzo de 1993, quizás influidos en cierta medida por el artículo de la
periodista Mirta Rodríguez titulado “Las mujeres de la carreta”
que apareció publicado en Bohemia, y también por el informe
del estudio del dique sur, las brigadas del Poder Popular de Alquízar y del contingente César Escalante, constructor del dique,
limpiaron ambas vías fluviales.
EN GUANÍMAR LA GENTE VIVE “LIBRE” Y “ABIERTA”
Esto quiere decir, según la opinión popular, que siempre pueden
ver el cielo, el mar y la vegetación. Antes (hace tres años), agregan, las aguas del canal corrían libremente a todo lo largo del
poblado, y eran “la vida de la Playa”. Disfrutan la vida con un
alto grado de sensualidad, en el sentido que la poetisa Marilyn
Bobes concede a este concepto; es decir, sienten intensamente
todo lo que perciben los cinco sentidos.
Libre es la forma de vestir de la gente: en trusas y shorts.
Los hombres andan sin camisa; los niños y jóvenes caminan des57
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
calzos; las mujeres se quitan los zapatos para baldear los pisos
y caminar por las casas recién limpiadas. Las puertas de entrada
de las casas y las posteriores siempre están abiertas, lo que permite atravesar con la vista las viviendas y observar sin barreras
cómo son los patios.
La forma de comunicarse también es abierta, mezclando “lo
público y lo privado”. Cuando se encuentran en la calle o cuando
sentados desde sus portales ven pasar a la gente, los guanimeros
intercambian saludos, comentarios jocosos, piropos que todos
los que están alrededor escuchan y, casi siempre, comparten.
Existe también un sistema de “intercomunicadores” naturales
por el cual se comunican a gritos de un patio a otro, o de una
acera a la otra, a veces con códigos que solo ellos descifran.
Dicen a viva voz: “¡Llegó la luz brillante!”. O “Fefa dice que le
mandes lo que tú sabes”. Y “¡apúntame tres a la tiñosa!”. Los
niños no juegan dentro de las casas, sino en los portales y en las
calles.
Los empleos de la mayoría de los que trabajan en Guanímar
también los describen como “libres” y “abiertos”: la pesca, la
agricultura, el plan forestal, el porcino y las vaquerías. Incluso
las maestras “sedan” a sus alumnos de primaria con juegos en el
patio de la escuela, en la calle o en el “puente del baño”, que es
un muelle de madera que penetra doscientos metros en el mar.
Pero cuando empieza la noche, los guanimeros se encierran
en sus casas para defenderse de los mosquitos. “Cierra pronto la puerta para que no se cuelen los mosquitos”, le dicen a
quien entra a la casa. Los médicos del pueblo se quejan porque
los playeros no ventilan bien sus casas, pues permanecen a veces durante el día con las ventanas cerradas. Esto lo observé en
las casas de varias obreras. Ellas argumentan que, además de
protegerse de los mosquitos, se cuidan de los “mirahuecos” por
58
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
las noches. Podría añadir otra razón: las casas suelen estar muy
unidas y los vecinos cierran las ventanas para construirse alguna
privacidad.
A los guanimeros no les gusta estar encerrados ni en las guaguas8 de La Habana, ni en los apartamentos del pueblo, ni en
las becas, ni en el Servicio Militar. Quizás por eso hay tantos
muchachos fugados del Servicio, y que terminan por cumplir sus
dos años en prisiones.
GUANÍMAR ES “MUY FAMILIAR Y TRANQUILO”
En la Playa y en el Ojo del Agua todos se conocen y muchos están
emparentados. Los Molano, los Doval, los García, los Alzamora
y los Serrano son apellidos viejos en la Playa. Entre la generación más joven de los guanimeros hay quienes emigraron a las
“fincas” (que es como denominan a las casas de tierra adentro,
donde los moradores han desplazado las fronteras de sus patios
para ganar espacio y poder sembrar; o a las pequeñas parcelas
de los agricultores pequeños), a los poblados entre Guanímar y
Alquízar, a Isla de Pinos, a La Habana e incluso a Estados Unidos.
Pero muchos permanecen en Guanímar. Antes de la prohibición
de construir nuevas viviendas, quienes se casaban y se quedaban
en la Playa construían sus casas en los patios de los padres, o el
Poder Popular les asignaba terrenos. Ahora agregan cuartos a las
casas y prolifera el hacinamiento.
A pesar de que los guanimeros o los playeros “de verdad” demuestran su regionalismo cuando hablan de los “palestinos” (así
denominan a los inmigrantes de las provincias orientales del
país), los pinareños, los habaneros y los “temporadistas”, muestran su apertura cuando aceptan a los inmigrantes, porque se
8
Un ómnibus en el argot cubano (N. de la E.).
59
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
casan con ellos o se convierten en sus vecinos. Ellos aceptan a
quienes quieren y vienen a vivir a la Playa, siempre y cuando no
obstaculicen el ritmo de la vida de los playeros.
A quienes menos aceptan son a los “temporadistas”. “Antes”, dice una guanimera de más de sesenta años, “todos nos
poníamos contentos cuando llegaba la temporada, porque la
Playa vivía y nosotros comíamos. Ahora vienen a emborracharse y a poner las grabadoras altas todo el día y la noche”. Los
“temporadistas” usan la playa, la disfrutan, pero muy pocos se
integran a la población. A los guanimeros les gusta conversar sin
prisa, y los “temporadistas” están muy apurados en divertirse.
Cuando los playeros ven pasar los camiones y los vagones tirados
por tractores que llaman “vikingos” con refrigeradores, balones
de gas, cunas, sillones, colchones, grabadoras y televisores, es
decir, con las llamadas “mudadas de los ‘temporadistas’”, comentan con el orgullo de quienes viven permanentemente en
el paraíso: “¡Ahí vienen! Aunque haya llenante y mal tiempo,
llegan todos los años”.
La forma de identificar a una persona o de ubicar un lugar es
relacionándolo con personas. “Vicente, el marido de la Polaca”.
“Raúl, el hijo de Pepe y Julia”. “Mi casa está al fondo de la de
Cheo y Polda”. “La parada de la guagua está frente a casa de Lorenzo”.
El ritmo de la vida de la Playa es muy tranquilo. Dentro del
pueblo nadie camina con prisa. Todos sus pobladores conversan
de asuntos muy cercanos y cotidianos, sin rebuscar palabras o
ideas. Conocen las variaciones del tiempo por el olor del aire y
la forma y dirección de las nubes. Comen lo que produce la naturaleza cada temporada: “la época del mango”,“la del maíz”;
60
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
“ahora hay plátano microjet9 todo el año”; “la biajaiba10 está
desovando”; “la langosta se perdió”.
Pero las tensiones de la vida moderna llegaron a Guanímar.
La televisión les hace acostarse después de las once de la noche,
aunque tengan que levantarse temprano. Las grabadoras y los
radios sintonizados a toda voz de día y de noche alteran la tranquilidad de quienes no quieren oírlos. Salir de la Playa les obliga
a enfrentar las dificultades del transporte. La movilidad social
ascendente que provocó la revolución en el transcurso de una
generación fomentó expectativas que no siempre pueden satisfacer. Por ejemplo, quieren que sus hijos se gradúen de obreros
calificados, técnicos medios y que lleguen a ser universitarios.
Quieren vestirse, peinarse y maquillarse como en las películas
y en las telenovelas. Las personas se casan, separan y divorcian
con más frecuencia que sus padres y madres. No solo los hombres se parecen menos a sus padres, sino, a la vez, las mujeres
se diferencian muchísimo de sus madres.
En la Playa la violencia se manifiesta de manera explosiva en
discusiones en la calle, dentro de la familia, contra la mujer, el
hombre y los niños, entre los vecinos y entre las personas que
visitan la Playa. El ron, la cerveza, el aguardiente, el “chispa de
tren” y la “pata de tigre”11 atizan los ánimos. Los motivos son
tan pequeños como discusiones entre niños o tan grandes como
el alcoholismo. Ingerir bebidas alcohólicas y producirlas caseramente no es algo nuevo en la zona. En La Habana…, Le Riverend
apuntaba que los alambiques caseros proliferaban en los campos
desde hacía siglos. Lo nuevo en Guanímar es que el Poder Popular
9
Plátanos de gran tamaño a causa de haber sido cultivados con el sistema de
regadío conocido como microjet (N. de la E.).
10
Tipo de pescado (N. de la E.).
11
Tipos de bebidas alcohólicas de producción casera (N. de la E.).
61
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
envía las pipas12 de cerveza, ron y aguardiente hasta dos veces
por semana. Y, entonces, desaparece la escasez de combustible,
porque fluyen caravanas de tractores, camiones, jeeps y motos,
que llegan a tomar y a cargar cualquiera de estas bebidas, en
variadísimos envases.
Otros motivos de las tensiones son similares a los que existen
en el resto del país: problemas de transporte, alimentos y ropa.
Después del noveno grado comienza para los varones la inquietud
del Servicio Militar; el embarazo en la adolescencia en las muchachas; preocupaciones por el rendimiento escolar de los niños,
por posibles retrasos en su desarrollo, con las consiguientes visitas al psicólogo, al dentista, al logopeda y al ortodoncista. Hay
razones más locales: los apagones (no los “programados”, que
casi los aceptan como “un mal necesario”, sino los que, a juicio
de los guanimeros, se repiten o prolongan por negligencias o
dificultades de quienes trabajan en el “carro de la empresa eléctrica”); la falta de agua, cuando quien debe operar el motor no lo
hace; las aguas estancadas; los llenantes; los bajos ingresos.
Guanímar, por tanto, tiene ya más de asentamiento desarrollado y moderno que del pueblo “primitivo” y tranquilo que se
vanaglorian los playeros. Guanímar, dicen las obreras y los demás, tiene todo lo necesario para vivir, sin tener los problemas
de una ciudad.
LA PLAYA ERA UN LUGAR MUY POBRE
En la década de los cincuenta el pueblo tenía “como cuarenta
casas”. Había una “escuelita rural”, un puesto de la Marina de
Guerra, dos bares, tres bodegas y la “empresa” para procesar
12
Camiones que dispensan bebidas alcohólicas a la población durante las
fiestas populares (N. de la E.).
62
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
langosta. No había ni agua corriente ni electricidad. Un aguador
vendía las latas de agua a cinco centavos y, a veces, no encontraba compradores para toda su carga. Las casas se alumbraban
con chismosas y, quienes podían, lo hacían con faroles Coleman.
No había refrigeradores en las viviendas. Había neveras de “luz
brillante” en los dos bares, y en la empresa refrigeraban las langostas con hielo.
Hasta 1945 a la Playa se llegaba en chalanas que navegaban por
el canal haladas por bueyes desde las orillas. Entre 1945 y 1948
construyeron cuatro kilómetros de carretera desde el Ojo del
Agua hasta la Playa. Entre 1956 y 1957 varias personas recolectaron dinero para arreglar esta carretera y rellenar con piedras
y asfaltar la calle principal del pueblo. Había una guagua que
venía de Alquízar dos veces al día.
La Playa revivía con los “temporadistas”, porque era una de
las posibilidades de los guanimeros para “hacer algunos trabajitos”. Los únicos empleos posibles eran la pesca (sin compradores
seguros) y la “costa”. Esto último significaba hacer carbón, cortar leña y pencas de guano.
En 1992 los guanimeros trabajan en la pesca, la agricultura,
la actividad forestal, la textilera, la gastronomía, la administración, el comercio, el transporte, la educación, las vaquerías, el
plan porcino, la construcción y la salud. Hay desempleados que
buscan trabajos “que les convengan”, otros que no los buscan, y
quienes se dedican abiertamente al “bisnes”.13 El jefe del sector
de la policía dedica buena parte de su tiempo a buscarles trabajo a los más jóvenes.
En 1961 llegó a Guanímar el primer médico a cumplir su servicio social rural. Desde entonces existió una posta médica en
13
Se refiere al término inglés business (negocio) que los cubanos suelen
emplear con pronunciación y ortografía incorrectas (N. de la E.).
63
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
la Playa. Ahora hay un consultorio del médico de la familia, una
farmacia y una ambulancia, que hasta fines de 1991, en pleno
Período Especial, prestaba servicios las veinticuatro horas del
día. Desde entonces hasta abril de 1993, la ambulancia permanecía en la Playa por las noches para casos de urgencia.
Hay una escuela primaria que cubre desde el preescolar hasta el cuarto grado. Tiene una guagua Girón para trasladar a los
niños que no viven en la Playa, y ofrece servicio de seminternado. A partir del quinto grado, los niños estudian becados en
una escuela primaria fuera de la Playa. Después estudian en las
secundarias de Alquízar, viajando todos los días, o se becan en
escuelas secundarias internas en el campo. Todas las opciones
para continuar los estudios a partir de décimo grado son en régimen de becas. Aquí se producen los casos de deserción escolar
más serios.
En Guanímar hay una bodega, una tienda de ropa, calzado y
artículos de ferretería. También existe un agromercado. El antiguo Bar de Borgita se convirtió en un restaurante-cafeteríapizzería, pero todos le dicen “el Bar”. Al lado está un local para
vender cerveza y ron y la casa del círculo social, que ahora ocupa la farmacia.
La gente se baña en tres lugares: el bañito de Nivaldo, el
puente y el arenal. En el área del puente (que es un muelle que
se adentra doscientos metros en el mar) hay un merendero, un
parqueo techado para bicicletas y espacio con sombrillas de
hormigón.
Todas las calles están asfaltadas y tienen aceras. Además de
la carretera vieja, hay otra conocida como “el desvío”, que también conecta la Playa con Alquízar y la acerca a Artemisa.
A Guanímar entran diariamente seis guaguas de a diez centavos y varios camiones particulares “de a peso”. Por las maña-
64
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
nas y por las tardes llegan a Guanímar los transportes obreros
del plan porcino, el de las obreras agrícolas y, hasta hace unos
meses, la guagua de la textilera Alquitex. Todo el día trasiegan
los tractores, los camiones y los jeeps de la Empresa de Cultivos
Varios, de la pesca, de acopio y del dique sur. Debido a la escasez de combustible, todo esto se trastocó, y Guanímar sufre las
dificultades y las penurias de todo el país. Pero los guanimeros
inventan formas de llegar a Alquízar y a La Habana, pidiendo
“chance” o “botella”14 y con la colaboración de los “amarillos”.15
El pueblo tiene luz eléctrica desde 1981, y hace siete u ocho
años que el acueducto bombea el agua desde el caserío de Cataluña. El combustible para cocinar es, ante todo, la luz brillante,
y en segundo lugar el “gas de balón”. Con el Período Especial han
incrementado el uso del carbón y de la leña.
Prácticamente todas las casas de los habitantes permanentes
de la Playa tienen televisor, radio y refrigerador. En los techos
hay antenas de televisión, muchas de ellas improvisadas con
bandejas de aluminio de los comedores escolares y de obreros.
En la desembocadura del río está la cooperativa de pesca y el
puesto de guardafronteras. Cerca está el local de la policía, que
solo abre los fines de semana.
Los guanimeros casi no leen periódicos ni revistas, porque
solamente llega un ejemplar del Granma al puesto de guardafronteras. Cuando desean conocer lo que sucede más allá de los
límites de la Playa, escuchan la radio o ven el Noticiero Nacional
de Televisión de las ocho de la noche. No me propuse en esta
ocasión estudiar cuán informadas están las obreras, pero percibo
14
En Cuba se refiere a cuando las personas piden a los autos que les lleven
hacia su destino (N. de la E.).
15
Inspectores de transporte con uniforme color mostaza, surgidos en el
Período Especial, y cuya función es detener a los vehículos estatales para
que lleven pasajeros.
65
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
que su nivel de información, proveniente de los mensajes trasmitidos por los medios nacionales, es muy limitado y bastante
desactualizado.
Es impresionante, sin embargo, la capacidad que tienen de
asimilar las informaciones sobre cosas que les “llegan de cerca”.
Así ocurrió con las informaciones en torno a la Conferencia Mundial ECO 92. Inmediatamente las vincularon con la necesidad de
dragar el canal y el río.
Guanímar tiene un delegado del Poder Popular, que conoce
muy bien los problemas de sus electores, pero que tiene pocas
posibilidades de tomar decisiones para resolver la mayoría de
ellos.
Las obreras tiñen en ocasiones sus conversaciones con el
sentimiento de “cualquier tiempo pasado fue mejor”. Pero esa
fantasía no la respaldan los hechos de los últimos treinta años.
Es posible que con esas ilusiones pretendan borrar el recuerdo
de haber sido muy pobres, o que sean incapaces de identificar
cuánto la revolución ha mejorado sus vidas. Sí recuerdan las “caridades” que hacían algunas personas, quizás porque recibían
esos beneficios de manos directas de quienes las entregaban.
Cabría preguntarse, ¿es posible que la revolución no tenga una
“cara” cercana, estable, identificable con beneficios directos
para ellas? Estas razones hay que pensarlas más. Sí recuerdan en
los últimos treinta y tres años a personas como Cundo Ortega,
quien mandó a construir un muro de contención a lo largo del
mar, y que ha evitado que el agua penetre como antes lo hacía,
y varias obras más.
Al contar sus recuerdos de niñas pobres, destapan sus frustraciones y odios. Por ejemplo, una de ellas recuerda el color
azul de la única bicicleta que vio de niña, que pertenecía a una
“temporadista”, y en la que ella aprendió a montar. También
66
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
recuerda hasta el último detalle de los zapatos blancos que le
regalaron en una “jaba de Navidad”.
Otra relató cómo, cuándo muy niña, el hombre que vendía
“mariquitas” en la bodega le dio un bofetón a su amiguita (también obrera agrícola hoy) y aplastó con el pie la “mariquita” que
había caído al suelo, y que ella quería coger para comerla.
Insisten en que el Poder Popular de Alquízar siempre ha olvidado la Playa. Lo que más desean solucionar aquí es dragar el
canal y el río; mantener el pueblo limpio, sin aguas estancadas;
que todo el año mantengan los seis viajes de las guaguas y los camiones particulares, como en la temporada; y que abastezcan al
bar con los productos que cosecha la Empresa de Cultivos Varios
de Alquízar, y con otros que se pueden producir en el municipio
o en Guanímar. Dicen que la Playa está “completica”, es decir,
tiene de todo. Lo que hace falta es más atención del Poder Popular para utilizar bien los pocos recursos que hay.
De estos deseos cumplieron uno. El nuevo administrador de
la cooperativa pesquera y los pescadores limpiaron el fango de la
desembocadura del río con la hélice de un barco, maniobrándolo
en retroceso. Esto fue en julio de 1992, después del llenante de
los nueve días. Dicen los guanimeros que eso ayudó a que el agua
dulce acumulada en la Playa pudiera drenar por el río hacia el
mar. Ahora los barcos navegan por el río y pueden guarecerse en
él cuando hay mal tiempo.
EL CENTRO DE TRABAJO
En 1992 las obreras trabajaban en la UBP no. 21 de la granja 4 de
la Empresa de Cultivos Varios de Alquízar. Esta unidad básica era
un eslabón de la estructura organizativa empresarial del Ministerio de la Agricultura, que se implementó en abril de 1991, y
comprendía los niveles de empresa, granja, UBP y finca.
67
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
La Empresa de Cultivos Varios de Alquízar se formó en 1976,
en las tierras donde antes existían los denominados planes agrícolas de plátanos y vegetales. Su área total en 1992 era de 240.6
caballerías, de las cuales 234.7 eran cultivables. Las producciones fundamentales eran las viandas y hortalizas, sobre todo la
papa, el plátano, el boniato, el tomate, la cebolla, el ajo, el
maíz y las hortalizas menores.
Esta unidad está situada a doce kilómetros al sur de Alquízar y
comprende 18.02 caballerías, de las cuales 17.70 son cultivables.
Representa la tercera parte del área total de la granja y prácticamente el 40% de todas las tierras cultivables de esa entidad.
En la nómina de esta UBP con fecha del 5 al 20 de junio de 1992
aparecían registrados ochenta y tres trabajadores a mediados
de año. Los dirigentes constituían el 6% de los trabajadores y los
obreros representaban el 94%. No había personal en las categorías administrativa ni técnica.
Las mujeres representaban el 40% de los trabajadores en general, de los obreros y de los dirigentes. La jefa de la UBP era
una mujer. La edad promedio de los trabajadores era de treinta
y cinco años. Las mujeres son mayores que los hombres: ellas
promediaban treinta y ocho años y los hombres treinta y dos.
Hasta 1959 las tierras de esta UBP eran propiedad de un terrateniente de la capital. Según informaciones a confirmar por
documentos y por versiones cruzadas, en estas tierras cultivaban
básicamente plátano, papa, caña y productos varios, pero nunca
produjeron tanta cantidad y variedad de cultivos como en los últimos años. La población vivía en caseríos que fueron los núcleos
de los asentamientos actuales de La Europa, La Estrella, Breto y
Cataluña.
No pude reconstruir con el rigor necesario lo que fue esta UBP
hasta 1959, pero un informante clave, Manuel Hevia Cosculluela,
68
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
pariente muy cercano del dueño de la finca, con edad suficiente
para recordar sus experiencias de niño y adolescente rico en
estas tierras, con la capacidad de análisis que le da su profesión
y el hecho de haber escrito un testimonio de parte de su vida,
me contó cosas que brotaban a borbotones de sus recuerdos.
Estos tienen un valor testimonial muy parcial, pero decidí incluir
algunas descripciones de cómo transcurría la vida cotidiana. Pretendo ayudar a desmitificar eso de que “cualquier tiempo pasado
fue mejor”, que está presente en muchas de mis entrevistadas.
El dueño conocía a todos los que vivían en sus tierras y los
trataba con familiaridad. Quizás esto explique por qué fantasean
cuando recuerdan el pasado como una época de cordialidad entre ricos y pobres en la zona.
Mi informante recuerda a un capataz de la finca que aplicaba el “plan de machete” y el “plan de la ceiba” para asegurar
el orden. El primero consistía en golpear con la parte plana del
machete, mientras que el segundo significaba ahorcar de los árboles a quienes robaban. Había pocos trabajadores contratados
para todas las faenas agrícolas durante el año. Cuando estos no
cultivaban o cosechaban, los ponían a limpiar los campos de piedras, para construir cercas o simplemente para sacarlas de las
zonas de cultivo.
El bacalao y el tasajo que ahora añoran las más viejas de las
obreras y también las más jóvenes por lo que les cuentan sus
padres, los comían algunos pobladores de estas tierras, porque
eran baratos y podían mantenerse largo tiempo sin refrigeración. Esta persona confirma las informaciones de la dieta de los
trabajadores agrícolas que describió la Agrupación Católica Universitaria y que abordo más adelante.
Este informante clave recuerda cómo en los años cuarenta
Eduardo Chibás, máximo dirigente del Partido Ortodoxo, se opo-
69
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
nía a los planes que pretendían deshidratar el sur de la provincia
La Habana para nutrir con agua a la capital, sin construir obras
hidráulicas que evitaran la salinización de las tierras y la penetración del mar en el manto freático. El actual dique sur, dice, está
concebido para detener ese proceso.
Los pobladores de la zona eran muy limpios, y la poca ropa
que tenían la lavaban a diario (la llamada “paloma”), para estar
“presentables” y “decentes”. Confirmé esta impresión cuando
leí “Investigación sociocultural de analfabetos: resultado provisional” realizada por el Instituto Cubano de Opinión Pública y
Psicología Aplicada en 1960. Los habitantes del campo, refiere
este estudio, usaban mucho jabón “de lavar” e incluso detergente.
Los habitantes de la finca no parecían profesar la religión
católica, porque la iglesia más cercana estaba en Alquízar y llegar hasta allí costaba dinero. Sí existía un pequeño local de una
secta protestante que llamaban “el culto”. Allí asistían algunas
personas. Estaban muy extendidas las creencias vinculadas a la
santería, sobre todo la afición a Santa Bárbara y San Lázaro.
LAS CONDICIONES DE TRABAJO DE LAS OBRERAS
EN LA ACTUALIDAD
Ellas se trasladan diariamente a la zona donde trabajan en una
carreta cubierta tirada por un tractor, que sale de Guanímar a
las 6:30 a.m.y regresa a las 5:00 p.m. Conocida como la “carreta
de las mujeres”, tenía cuando yo laboré con ellas un cartel que
decía: “no montar personas agena” (sic). Recoge a las obreras
en la carretera desde la Playa hasta La Europa, y a todas las personas que piden que los lleven y que encuentran espacio en su
interior. Este transporte comenzó a funcionar en 1988 o 1989, y
se mantenía en 1993.
70
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
Cuando pregunté a varias de ella qué beneficios les había
dado la revolución, respondieron: “la carreta”. Para ellas tiene
un significado muy especial. Las obreras sienten que la carreta
les pertenece a ellas y a la granja. Es algo que usan en común
para satisfacer necesidades muy directas: llegar a tiempo al trabajo, regresar a sus casas, ir al comedor, trasladar comida para
sus animales, descansar, guarecerse de la lluvia, merendar, y,
sobre todo, conversar. Sobre ellas ejercen decisiones colectivas:
a quiénes dejan montar; a qué hora se van; qué paradas hacen;
qué pueden acarrear en su interior y qué está prohibido. Son
acuerdos tácitos o reglas discutidas a viva voz. La carreta les
permite vivir la experiencia de un grupo y las cohesiona. Es una
especie de condominio que existe entre ellas y la granja, que es
la representación del Estado más tangible.
Las obreras almuerzan en el comedor de la granja situado
en Concordia, caserío fuera de los límites de la UBP, y donde se
encuentra el “parqueo” de los tractores de la granja. Este comedor cocina diariamente para alrededor de doscientas personas.
Las viandas, hortalizas y vegetales que consumen sus usuarios
son de la granja y de la empresa.
Durante los quince días que trabajé y almorcé con ellas entre enero y junio de 1992, un día no hubo almuerzo, porque la
cocina estaba rota, y los trabajadores regresaron a sus casas a
las 11:00 a.m. El resto de los días siempre hubo arroz, frijoles,
ensalada y vianda. En diez de los catorce días sirvieron algún
tipo de proteína animal: huevos, pescado, pollo, puerco. Doce
días hubo postre. Un día vendieron jugo.
Las comidas que sirvieron en estos días fueron nutritivas, pero
es cierto lo que dicen las obreras, que en tres ocasiones fue muy
poca la cantidad, teniendo en cuenta que trabajan muy duro.
Ellas estiman que deben mejorar la calidad de lo que preparan.
71
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
Por ejemplo, varias veces los frijoles necesitaron más tiempo de
cocción y tenían poca sazón. Opinan que si la mayor parte de lo
que cocinan lo produce la granja, y si son productos de calidad,
que incluso mandan a comedores seleccionados de La Habana,
entonces las comidas podrían ser mucho mejores.
La comida la sirven en platos de loza muy limpios. En las mesas
hay jarras con agua fría y manteles de hule. Los platos con la comida los llevan a las mesas en unos carritos. Cuidan mucho la higiene.
Las mujeres meriendan “a media mañana”. Los alimentos los
traen de sus casas: un pan con azúcar, salsa, mantequilla o cualquier cosa que los “moje”; jugo de naranja, esencia de refresco
o azúcar mezclados con agua fría. Casi siempre hay quien lleva
café. Este es un rito que todas comparten en la carreta. Uso
la palabra compartir porque funcionan como una cooperativa:
cada una lleva su alimento básico y un sobrante para ofrecer al
grupo, bien para que lo prueben o para que nadie se quede solamente mirando a las demás.
También es el momento de fumar. Los cigarros son algo más
que bienes de consumo cooperados. Organizan a las fumadoras
en una especie de hermandad en la que todas dan y reciben, y en
la que quien fuma sin avisar a las demás y sin pasar el cigarro,
transgrede una ley no escrita.
Las obreras descansan en la carreta durante la merienda,
mientras se agrupan para salir al comedor, después de almorzar
y cuando termina la jornada del día. El descanso más largo, que
dura casi una hora después de almorzar, también lo hacen en la
carreta. En ese tiempo algunas duermen y otras conversan, y no
se sientan al aire libre. Quizás esto se debe a que en la zona del
“parqueo” y del comedor de la granja no hay espacios para descansar, porque no hay árboles con sombra ni corredores techados. Quizás no quieren renunciar a la intimidad de “su carreta”.
72
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
Mientras trabajé con ellas observé que durante las casi diez
horas que estaban en el trabajo, las mujeres no tenían baños a
donde ir. En los campos iban a las zanjas o donde quiera que encontraran algo que las cubriera. En el comedor había dos baños:
en uno la taza estaba tupida y en otro había sido arrancada.
Estaban cada vez más sucios. En marzo de 1992 había dos baños
nuevos, con condiciones para que los usaran muchas personas.
Estaban muy limpios.
Las obreras visten pantalones de trabajo (que son los de caqui
gris), de milicia (verde olivo) o los que llaman “de vestir” viejos
(generalmente de lástex). Llevan pulóveres viejos o blusas sin
cuellos ni mangas, y encima usan camisas de mangas largas para
protegerse del sol. Todas se cubren la cabeza con un pañuelo y
varias usan sombreros. Muy pocas calzan botas “cañeras” o de
“milicias”: usan tenis y zapatos viejos y rotos. Dos de ellas usan
botas altas de goma que se usan en el plan porcino o en los barcos de pesca. Llevan guantes de goma que les vende la granja
para protegerse del sol, de la tierra y de la savia de las plantas.
Las botas, los guantes y las camisas de mangas largas, los pantalones, los pañuelos y los sombreros son elementos importantes
entre las condiciones de trabajo de estas mujeres.
En 1991 la granja les dio bonos para comprar camisas y pantalones, pero los distribuyeron tan tarde que no los encontraron en
las tiendas. En la primera mitad de 1992 en la UBP repartieron
algunos pantalones de tallas grandes. Lo más deficitario son las
botas. Muy pocas veces las venden a los obreros, en cantidades
reducidísimas, y las tallas siempre han sido grandes. Las obreras
han quedado prácticamente marginadas de esta distribución, aunque constituyen casi la mitad de la fuerza de trabajo de la UBP.
Cargan siempre una lata vacía de aceite de cinco galones que
usan para acarrear los productos que cosechan en el campo y,
73
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
además, para cargar el agua de tomar —que llevan en pomos que
congelan en sus casas—, guardar la merienda y llevar sus cosas.
Las condiciones de trabajo son rudas porque trabajan bajo el
sol, con calor, polvo o fango, lluvia, insectos y cargando grandes pesos. Constantemente se quejan de esto. Pero entre las
respuestas de qué es los que más les gusta de su trabajo, varias
mencionaron “ver crecer y recoger lo que una siembra”, y, además, porque se sienten dichosas por trabajar al “aire libre”.
Estas son características de la agricultura que no están presentes en las instalaciones cerradas de las industrias. Pocas veces los obreros ubicados en los distintos puntos de la cadena
productiva perciben el ciclo completo de la producción hasta
“tocar” el producto final, como sí pueden hacerlo estas mujeres.
Esta motivación, que las lleva a identificarse con lo que siembran
y cosechan, se troncha cuando el transporte no llega a tiempo y
los productos se pudren en las cajas que aguardan en la entrada
de los surcos. La rabia de estas mujeres es muy grande cuando
ven que perdieron lo que crearon.
LAS NORMAS, LOS SALARIOS, LA DISCIPLINA
Y LOS RECURSOS HUMANOS DE ESTAS OBRERAS16
En los seis primeros meses de 1992, en la UBP trabajaron, además de los obreros agrícolas, trabajadores movilizados procedentes de organismos de la capital, profesores y estudiantes de
la Universidad de La Habana, presos y estudiantes de secundaria
16
Para calcular las informaciones sobre fuerza de trabajo, normas y salarios,
me basé en la nómina de la UBP de Alquízar de 1992. Decidí presentar
tres estimaciones del número de asalariados, basadas en la definición
del “promedio de trabajadores total”. Esta definición se calcula “...
deduciendo del número de trabajadores en el registro, aquellos a los que
no se les paga el salario directa ni indirectamente por la empresa o unidad
presupuestada a que pertenecen, aun estando incluidos en el citado
registro (excepto aquellos trabajadores que se encuentren enfermos,
74
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
básica movilizados por treinta días. También laboraron por un
día trabajadores de Alquízar. A los obreros agrícolas y a los presos
siempre les asignaron las tareas más complejas, por su destreza.
Los movilizados se encargaron principalmente de mantener los
campos libres de hierbas.
En la nómina de la UBP no. 21 de la primera quincena de enero de 1992, aparecían ochenta y tres trabajadores. De ellos, setenta y tres devengaron salarios en esa oportunidad, y tres más
no lo hicieron por estar de licencia de maternidad o enfermos.
De estas setenta y seis personas, el 38% eran mujeres y el 62%
eran hombres. Esta proporción de mujeres en la fuerza de trabajo agrícola era mucho más alta que el 23.6% que representaban
las mujeres en la fuerza de trabajo del sector agropecuario del
país, y que es una de las razones que lo clasifican como sector
ocupacional no tradicional femenino. Era, sin embargo, similar
o igual al 38% que representaban las mujeres en la fuerza de
trabajo del país.
La brigada de mujeres se creó entre 1988 y 1989. Desde entonces, las mujeres forman un grupo relativamente numeroso,
con un núcleo fijo en torno al cual fluctúan quienes entran y
salen del registro de trabajadores. Antes de 1988 había mujeres
con licencia de maternidad u otro tipo de licencia) y adicionando los que
sin estar incluidos en el registro de trabajadores de la empresa o unidad
presupuestada donde realizan el trabajo, se les paga salario directa o
indirectamente por dicho centro” (CEE, 1990: 107). Una cifra representa
a los ochenta y tres trabajadores registrados en la nómina; otra incluye a
las setenta y tres personas que devengaron salario en esa quincena, y, por
último, los setenta y seis trabajadores incorporan a una mujer con licencia
de maternidad y otras dos con certificados médicos. Para calcular el
promedio salarial utilicé a los setenta y tres trabajadores que devengaron
salario. No incluí a las personas con licencia de maternidad o enfermas,
porque no percibieron ningún tipo de erogación por la empresa en esa
quincena. En los cálculos de distribución de la fuerza de trabajo por sexo
sí consideré a esas tres personas con licencias, porque su inasistencia al
trabajo fue temporal, y se reincorporaron días o semanas después.
75
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
que trabajaban en el campo, pero lo hacían de forma dispersa.
Muchas comenzaron como guías de los alumnos de las escuelas
en el campo y de las movilizaciones de las escuelas al campo.
¿Cómo piensan estas obreras su trabajo? La primera reflexión
sobre su subjetividad está relacionada con estas dos preguntas:
¿Por qué trabajan en la agricultura? ¿Por qué se mantienen aquí?
Estas mujeres se incorporaron a la agricultura porque necesitaban los ingresos, y porque en la zona no había otros empleos que
se adecuaran a su baja escolaridad (de séptimo y noveno grados
oficialmente, pero en realidad con un nivel inferior).
Precisaban de los salarios para incrementar los ingresos de
sus hogares y mejorar sus condiciones materiales de vida. Todas
las obreras de la brigada comenzaron a trabajar en la agricultura
una vez que tuvieron hijos, como una forma de asegurar o reforzar el mantenimiento de estos, de independizar sus gastos de sus
parejas o de asegurarlos, en los casos en que estuvieran solas.
El ciclo vital en que se incorporaron a trabajar en el campo
varía a medida que son más jóvenes. Las que son mayores de
treinta o treinta y cinco años y vivían con sus madres o suegras
que les ayudaban en las casas, se incorporaron al campo cuando
sus hijos iniciaron la escuela primaria con acceso garantizado al
seminternado o, de no tenerlo, cuando los niños se acercaban
al sexto grado. Las más jóvenes comenzaron a trabajar con hijos
en edad preescolar, y les pagan a familiares o personas que les cuidan, o los llevan al campo con ellas. En la zona no hay círculos
infantiles.
Dicen que trabajan porque “la vida está muy cara” y porque
cada vez crean nuevas necesidades ellas y sus familias. Trabajar
forma parte de su modo de vivir. Ya no es el mismo sentimiento
de seguridad ciega que tenían las obreras entrevistadas en las
textileras Ariguanabo y Celia Sánchez Manduley entre 1986 y 1987
76
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
en cuanto a no perder sus empleos. Comentan que los trabajos
están difíciles, pero saben que la agricultura es “segura”.
Diez de las dieciocho obreras comenzaron a trabajar cuando tenían nuevos vínculos conyugales (estaban unidas a quienes
no eran los padres de sus hijos), o cuando estaban solas. Esto
induce a pensar que buscaban ingresos seguros para sus hijos y
para ellas. La otra opción laboral para su nivel escolar es el plan
porcino, que no les conviene porque tienen que trabajar los domingos. Tienen una expresión que resume por qué trabajan, al
menos en lo que concierne a sus hijos: “¡Al hijo mío lo parí yo,
y ningún hombre me puede sacar en cara que me lo crió! ¡A este
lo crié yo con mi trabajo!”.
Ellas han organizado su asistencia al trabajo de una manera
flexible, que les permite calcular cuándo faltarán para ir al médico, comprar, ir los sábados a pasear a La Habana, visitar a un
hijo preso. Ellas comunican a las demás cuándo faltarán al trabajo, calculando que serán días en los que no perderán mucho
dinero (porque son jornadas en las que trabajarán por el salario
básico, por ejemplo). Esto ocurre generalmente una vez al mes.
En sus casas, con sus maridos y parientes, “negocian” quiénes
asumirán las diferentes tareas del hogar, escudándose en lo duro
del trabajo que realizan, cosa que es cierta. Y la mayoría lo ha
logrado.
Las mayores de cuarenta y cinco años que se mantienen trabajando (y aquellas menores de esta edad, pero con hijos ya casados), lo hacen, dicen, para asegurar el retiro y para mantener su
nivel de vida. Afirman que ya están acostumbradas a ganar lo suyo
y a trabajar. Esto podría descodificarse como evitar la rutina de la
casa, mantener relaciones de amistad, buscar viandas y otros productos que cosechan, mantener la autoridad de quien trabaja para
tomar decisiones en la casa, en el barrio y en el centro laboral.
77
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
La segunda reflexión sobre la subjetividad que genera en estas
mujeres el hecho de trabajar, tiene que ver con sus percepciones
de la discriminación a las mujeres en el empleo. La primera forma de discriminación que perciben es con relación a las mujeres
dirigentes. En la UBP, en el momento en que las estudiaba, dos
de los cinco dirigentes eran mujeres. Una era técnica y la otra,
lo que se denomina “cuadro”.17
Las obreras dijeron que esta relativamente alta proporción
de mujeres dirigentes es reciente. Las mujeres representan el
38% de los obreros de la UBP. Esta proporción duplica el 19% que
representan las mujeres en el total de los obreros del país.
Con la proporción de las mujeres entre los dirigentes, lo que
ocurrió en la granja y en menor medida en la UBP ilustra lo que pasó
en el país con el proceso de “idoneidad”. En 1991 se decidió seleccionar o designar a los jefes de finca entre las personas con
más experiencia de trabajo de dirección o entre los técnicos
egresados de los centros de enseñanza media superior y universitaria. Las mujeres estaban altamente representadas entre estos
últimos en la granja. Por esta razón se convirtieron en la fuente
obligada para seleccionar a los dirigentes de base. En el país,
en 1991, las mujeres pasaron de ser el 26% de los dirigentes para
convertirse en el 34% de ellos. Este salto coincidió con una disminución de las mujeres entre los técnicos: de un 58% a un 54%
(Catasús, 1992). Es posible que lo que sucedió en la UBP ayude
a pensar lo ocurrido en el país, esto es, que de la categoría de
“técnicas” salieron las “dirigentes” en el llamado proceso de idoneidad.
Las obreras dicen que estas jóvenes técnicas de la granja convertidas en cuadros de dirección “vienen desde abajo con su
título de graduadas”. Para ellas esto quiere decir que comienzan
su vida laboral con derecho a dirigir porque han estudiado, y así
17
Término que se usa en Cuba para referirse a un dirigente (N. de la E.).
78
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
se lo han ganado. Pienso que este es un motivo que contribuye a
elevar la autoestima de estas mujeres.
Este proceso recién comienza y es interesante observarlo. Estas jóvenes mujeres no han interiorizado aún su papel de jefas,
porque no han recibido entrenamiento para ello, y porque lo
que está estipulado que hagan les aleja de sus carreras. Dicen:
“Nada más hay que llenar papeles y más papeles”. Aquí pueden
comenzar los fracasos. Hasta ahora, explican las obreras, solo
dejaban a los hombres pasar cursos para ser jefes, pero ahora es
diferente con las nuevas, las que vienen “de abajo”.
El segundo motivo que ellas perciben de cómo se expresa la
discriminación laboral hacia ellas, es en la diferencia salarial
entre obreros y obreras. El salario promedio quincenal para las
setenta y tres personas que cobraron entre el 5 y el 20 de enero
de 1992 fue de ciento diez pesos con setenta y dos centavos.
Calculando esta cifra para un mes, fue de alrededor de doscientos veinte pesos. Este estimado es superior al promedio salarial
de Cuba para 1989, que fue de ciento ochenta y ocho pesos; es
superior que el promedio salarial del sector agropecuario en 1989,
que fue de ciento ochenta y seis pesos, y superior al salario promedio de la provincia de La Habana para ese año, que fue de
ciento noventa y dos pesos (CEE, 1990: 116).
Las mujeres recibieron salarios menores que los hombres: su
salario promedio quincenal fue de ochenta y seis pesos con veintitrés centavos, mientras que el de los hombres fue de ciento
veintiún pesos con treinta y dos centavos. Lo que ellas recibieron
representa el 70% del promedio que ganaron los hombres. En la
primera quincena de enero de 1990 ellas devengaron ochenta y
cuatro pesos con cuarenta centavos como promedio, es decir,
un 80% del salario de los hombres (ciento cinco pesos con veinticuatro centavos). No dispongo de estimaciones similares para
79
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
hombres y mujeres asalariados en el país hechas por el CEE u
otros organismos. Por esta razón, no puedo comparar.
Para la UBP no. 21 la razón de esta diferencia es que las mujeres ocupan puestos menos remunerados que los hombres. Aunque en la nómina unas y otros son “obreros”, las mujeres cobran
un salario básico de cuatro pesos con noventa y seis centavos al
día, que es el salario mínimo de la agricultura. Los hombres cobran
salarios básicos más altos, correspondientes a trabajos considerados más duros que los que realizan las mujeres: chapeadores,
cargadores, guataqueadores18 de zanjas y canales, bueyeros,
domadores de bueyes y tractoristas. Por ejemplo, los bueyeros
ganan nueve pesos con treinta y ocho centavos de salario básico
al día, mientras que el domador gana diez pesos diarios. Cuando
pregunté al jefe de personal de la granja por qué las mujeres
no hacen algunos de estos trabajos, respondió que debía ser “por
la cultura de los cubanos”. Dudo, además, que la labor que realizan las obreras sea menos dura que la de los hombres. Durante la
cosecha de tomate, cada una de ellas acarreaba diariamente mil
setescientas libras de este producto para cumplir dos normas.
En este estudio, los índices de asistencia al trabajo de mujeres y hombres no difieren tanto como en los centros que antes
investigué, y, por tanto, no puedo señalarlo como una razón para
la diferencia salarial.
El trabajo fuerte que realizan estas mujeres es un elemento
para elevar su autoestima como trabajadoras. Incluso diría que
los hombres de la granja también hablan de “lo duro que trabajan las mujeres”. En su comunidad los vecinos suelen decir que
“las mujeres de la carreta” son “unas salvajes trabajando”,
que “pegan como los hombres o más que ellos”, y que “el di18
Hombres que aran la tierra y limpian los surcos con un instrumento parecido
al rastrillo pero que no posee pinchos (N. de la E.).
80
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
nero se lo ganan de verdad”. Este hecho repite lo observado en
las investigaciones de las textileras Ariguanabo y Celia Sánchez,
así como en el tejar Ángel Guerra. Esta es una regularidad que
hay que enmendar por justicia, y porque en la zona de Alquízar hay cada vez más mujeres estudiando para trabajar como
obreras y técnicas agrícolas. Una vía para enmendar esta discriminación salarial es promover a las mujeres a los puestos mejor
remunerados. Otra vía, que puede complementar la anterior, es
elevar los salarios de los puestos que ocupan las obreras, como
parte de los estímulos que la dirección del país ha planteado
para los obreros agrícolas.19
Obreras y obreros comparan sus salarios con los de los “movilizados”, quienes devengan doscientos veinticinco pesos, “hagan
lo que hagan”. Estas son las personas que permanecen un año o
más en los campamentos. También los comparan con los de los
jefes de finca (doscientos sesenta y cinco pesos) y los de la UBP
(doscientos noventa y cinco pesos), a quienes subieron los sueldos en el último año. Dicen que “no ven que estimulen a los obreros
de la producción”.
Hay mucha irregularidad con las normas. Mientras hacía la
observación participante, las mujeres trabajaron jornadas enteras cortando bejucos de boniato, escardando berenjenas, recogiendo ajos y deshojando matas de plátanos sin saber cuánto les
pagaban.
Ellas dicen que los jefes de finca les tienen que comunicar
cuál es la norma en cada paso, pero pocas veces lo hacen. Esto
ocasionó inconformidades con los salarios. Las obreras estiman
que todos los obreros agrícolas deben cobrar por las normas,
19
En octubre de 1993 el gobierno cubano resolvió implantar las UBPC
como parte de las medidas para restablecer la economía cubana y salir
de la crisis. Consisten en unidades autónomas dentro del sector estatal
agropecuario con facultades para decidir la mayor parte de sus actividades
productivas y de comercialización.
81
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
para que así “se interesen por cumplir”. Por ejemplo, durante la
cosecha de tomate, ellas, que sí estaban normadas y deseaban
cumplir cada día dos normas para recibir al menos diez pesos,
hacían funciones que debían cumplir otros obreros no normados.
Buscaban las cajas de madera por todo el campo, y las llevaban
hasta sus “sangrías” (espacios que cortan transversalmente los
surcos a determinadas distancias), que son tareas de los bueyeros, quienes tienen salarios fijos, y de los cargadores.
Durante los meses de junio, julio y agosto, los obreros agrícolas ganan un extra de un 30% por el calor excesivo. Ninguna de
las obreras coge sus vacaciones en estos meses para trabajar y
acumular más ingresos. En septiembre asisten poco al trabajo,
al parecer porque se recuperan de los calores del verano. Para
estas obreras el derecho a disfrutar de un mes de vacaciones al
año es algo natural. Todas ellas descansaron un mes el año anterior. Las que son de Oriente y Pinar del Río visitaban en esos días
a sus familiares en esas provincias. Ahora, con las dificultades
del transporte, utilizan esos días para “quedarse en la casa, ver
televisión y resolver cuestiones personales”.
La tercera reflexión acerca de cómo influye en su subjetividad
su condición de trabajadora tiene que ver con cómo piensan su
trabajo. A continuación expongo varias ideas. Ellas no conocen
claramente quién controla cada detalle de las tareas en las que
ellas participan. Consideran que las responsabilidades se diluyen
entre varias personas, a diferentes niveles y en estructuras distintas. Por ejemplo, durante la recogida de tomate varias veces
los camiones que traían las cajas vacías para recoger los tomates
y trasladarlos hacia los consumidores se demoraron en llegar a
los campos.
“Acopio es responsable”, decían. O “la empresa dijo que estarían aquí con seguridad”. También comentaban que “el jefe
82
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
de la finca y la jefa de la UBP no están aquí para exigir a la
empresa que vengan los camiones”. O sencillamente, “no están
aquí cuando más hacen falta”. Todos estos comentarios estaban
respaldados por acciones que habían ocurrido. Podría resumirse
con otra expresión de ellas: “¡Aquí hay demasiadas manos!”.
Ellas consideran que los jefes no toman en cuenta sus opiniones
de cómo organizar el trabajo, sobre todo en asuntos que ellas
conocen por experiencia.
Esto las enajena de tareas que desean cumplir. Están interesadas en hacerlas por el salario, “porque si el trabajo estuviera
organizado podrían cumplir mejor las normas con los requisitos
de calidad” y porque conocen lo necesarios que son los productos para la población, a la que pertenecen. Repetían frases como
esta: “¡Ojalá al agromercado de la Playa llegaran estos tomates
que recogemos!”.
Comparan esta indefinición de responsabilidades con el celo
de los “dueños de fincas”, “campesinos” o “pequeños agricultores”. “Como ellos son los dueños, se preocupan porque los
campos estén sin yerbas”. “Recogen a tiempo”. “Es verdad que
pagan hasta veinte pesos diarios a las personas que trabajan para
ellos, pero si no trabajan, les dicen que al otro día no vengan”.
Comparan porque la UBP está rodeada de campesinos y porque
muchas de ellas han trabajado para estos pequeños propietarios.
Desde la carreta se ven los campos limpios de los dueños de fincas y los no tan limpios del Estado. Las comparaciones saltan a
la vista. En la UBP dicen: “No hay dueño”, “a nadie le duele el
bolsillo”. O “el Estado no tiene cara”. Estas son formas de diluir
a los responsables de las tareas.
Ellas no tienen un sentimiento de propiedad social sobre los
medios de producción y sobre la tierra. “Eso es del Estado”, manifiestan cuando les preguntaba a quién pertenecían las tierras
donde cultivaban, las maquinarias y las instalaciones de la gran83
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
ja. Pero sí sienten que pertenecen a un grupo, a un colectivo: el
de las “mujeres de la carreta” y el de los obreros agrícolas. Ellas
ven y tocan lo que producen, desde que lo siembran hasta que lo
cosechan. Así ocurrió con el tomate, el ajo y el boniato.
Se sienten muy útiles socialmente, incluso indispensables. “Por
primera vez reconocen de verdad al obrero agrícola”, expresaban.
“Sin nosotras no hay quien coma en La Habana”. En ellas funciona
una suerte de compulsión social que obliga a la exigencia social.
“¡Que me exijan a mí, pero también que les pidan cuentas a los
demás en la empresa, en Acopio y en las guaguas!”.
No conocen los planes de producción de la UBP ni los de la
granja, y tampoco su cumplimiento. Dicen que casi no se reúnen
con los obreros en asambleas de producción. Van comprendiendo
lo que cuesta producir cada producto en la agricultura, porque
sobre esto hablaban los trabajadores, hombres y mujeres, en el
campo, en el comedor y en la carreta. En Guanímar, cuando por
última vez reabrieron el agromercado, subieron los precios de
los productos y los guanimeros “refunfuñaron”. Ellas explicaban
en las colas del agro y de la bodega que “eso era justo”, porque
ellas sí sabían lo que había que gastar en los movilizados y, últimamente, en productos químicos y en mochilas que la empresa
compró “afuera”. Parece que reaccionan así porque les llega de
cerca, como consumidoras, pagar más por las viandas, vegetales
y hortalizas y, además, porque conocen lo que se gasta en la
agricultura. Son cosas que “tocan” como trabajadoras y consumidoras, y que interconectan.
En ellas opera la vergüenza. “No me gusta que me llamen la
atención en el trabajo por haber hecho las cosas mal”. También
evalúan altamente el tiempo que dedican a trabajar. Dicen: “Si
vengo a trabajar, no quiero perder mi tiempo ni el dinero que
puedo ganar”. Así decían cuando empezaban la jornada con re-
84
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
traso o les cambiaban la tarea por desorganización. Insisto en
este sentimiento, porque es la primera vez que yo participaba en
un colectivo que laboraba en la agricultura, y que odiaba la lluvia durante la jornada de trabajo. Como yo siempre había trabajado en el campo con grupos de voluntarios, quienes tenían sus
salarios asegurados, la lluvia era una bendición, porque permitía
que permaneciéramos en los albergues. Pero para estas mujeres,
un día perdido es un día de menos ingresos.
Poseen mucho sentido común y realismo. Por ejemplo, durante la cosecha de tomate había “de todo” en el campo: fuerza de
trabajo, tractores, bueyes, tomates buenos y cajas para recogerlos, pero faltaba la organización. Las cajas se demoraban en
llegar al campo y, cuando las desmontaban del camión, se demoraban los cargadores en acercarlas a las mujeres. Los tomates ya
recogidos y seleccionados permanecían en “la punta del campo”
hasta dos días, porque los camiones de Acopio no venían. En varias ocasiones que esto ocurrió, hubo que “apartar” nuevamente
los tomates verdes de los maduros, y con ello se perdió la tercera parte de lo que se había recogido.
Otro ejemplo. Ellas piensan que la granja podría vender viandas, hortalizas y vegetales al restaurante de la Playa. La administradora de esa unidad gastronómica gestionó esto con su
empresa y le dijeron que no se podía hacer. Las obreras opinan
que esta es una muestra de burocracia, porque los productos se
pierden y los podrían trasladar a la Playa en camiones de Acopio
o en la propia carreta.
Un tercer ejemplo. En Breto había dos campos de tomate
“empalado”. Las matas del primer campo las empalaron a tiempo y se cosecharon tomates de buena calidad. Pero en el segundo campo colocaron las varas fuera de tiempo, cuando las matas
ya estaban crecidas, y les tumbaron las flores. Según las obreras
85
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
los tomates de este campo fueron pocos y raquíticos y parte de
su trabajo fue en vano debido a los descuidos de quienes organizaron el proceso de siembra y de mantenimiento de los cultivos.
No existe entre ellas un sentimiento de dependencia hacia
sus jefes, en el sentido que dependen de ellos para mantener sus
empleos. Hablan con ellos los problemas de organización del trabajo, las decisiones de cuándo sembrar, limpiar y recoger, los
errores en los pagos y prácticamente todo.
Su ideal del jefe es que esté calificado para desempeñar su
función, que sea exigente, que dé participación a los trabajadores en la toma de decisiones y que sea un “ejemplo”. Agregan
que sea “legal”, es decir, que no sea arbitrario, voluntarioso y
que se rija por las leyes. Distinguen como dirigentes buenos a
personas que eran muy estrictas y que les hacían trabajar muchísimo; pero que aprendían de ellos cómo trabajar mejor, escuchaban las opiniones de ellas sobre el trabajo y estaban al tanto de
sus “problemas personales”. Y algo muy importante: las defendían. Con menos fervor hablaron de otros dirigentes que saben
trabajar, pero que no se acercan a ellas.
Sienten que no están solas porque las respalda el Estado. Suelen decir: “Si veo que algo está mal hecho, lo digo; y si no me
oyen, voy a ver a Rafaelito (quien es el director de la Empresa de
Cultivos Varios de Alquízar). O “¡Llego hasta el Comité Central!”.
Y “si tengo que hacerlo, hablo con Fidel”. Confían que las arbitrariedades que se cometen en la UBP o en la granja, esto es, en
su círculo más cercano, se resuelven cuando ellas las denuncien
fuera de este ámbito estrecho. El problema es que así hablan las
trabajadoras cumplidoras y las que no lo son.
Poseen un sentimiento de justicia con las cosas que les tocan
más cerca (la distribución de botas y guantes, el pago de sus
salarios); y con lo que sucede en el país (“la ley tiene que ser
pareja para todos”). Se indignaron cuando escucharon comenta86
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
rios de que en Güira de Melena en enero y en Alquízar en mayo,
personas que cuidaban los campos mataron a dos jóvenes. Dijeron que era injusto matar a quienes se llevan unas pocas frutas y
viandas, y, sin embargo, a los de Acopio no les pasa nada cuando
dejan podrir los productos en el campo.
Son muy solidarias entre ellas, con el requisito de que les
retribuyan sus ayudas. Así sucedió con las mujeres que se enfermaron durante la jornada y no pudieron cumplir sus normas, o
con las que trabajaron en surcos enyerbados o con pocos frutos.
Las demás ayudan, pero solo cuando saben que esas personas
no abusan de esa colaboración. La solidaridad la expresan también cuando forman cuartetas y dúos para trabajar, y dividen entre ellas lo que hacen cada día. Igualmente cuando entre todas
atienden a las niñas y a los niños pequeños de las obreras que los
llevan al trabajo, porque no tienen quien los cuide.
Interpretan rápidamente las ideas que trasmiten los medios
de difusión masiva sobre su trabajo. Por ejemplo, vincularon las
informaciones de la Conferencia Mundial de Ecología Eco 92 con
el hecho que en la granja casi no usan productos químicos como
pesticidas y herbicidas. Piensan que así es mejor para ellas, porque no “hacen alergias” ni se dañan la piel. Y también porque los
productos que cosechan son más sanos. Vincularon Eco 92 con el
dique sur. Comentaron que el lado bueno consiste en mejorar el
abasto de agua en el subsuelo. El lado malo les afecta directamente en su vida cotidiana: tiene “encharcada” la Playa; el río
y el canal están tupidos, y todo esto “acabó” con los fangos de
los baños medicinales. “Todo esto lo tenían que saber los que
hicieron el dique”.
Otra muestra de cómo ellas “operacionalizan” las informaciones que reciben por la radio y la televisión es lo que ocurrió a
principios de 1992. Hubo una penetración del mar en La Habana
87
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
y vientos fortísimos azotaron las zonas del sur de la provincia.
Los medios de difusión no alertaron sobre esto y las obreras se
molestaron mucho “porque la agricultura no se preparó”.
CÓMO PIENSAN LAS OBRERAS SOBRE ELLAS
Intentaré reconstruir la riqueza con que estas dieciocho obreras
agrícolas viven cotidianamente sus vidas en los ámbitos de sus
empleos, sus familias, la comunidad en que viven y en el país.
Me interesa conocer cómo se interpenetran en sus casos las condiciones materiales en que viven y las relaciones sociales en que
están inmersas con su subjetividad, con su manera de apropiarse
espiritualmente de la realidad, sobre todo a través de su ideología de género. Deseo atrapar lo que verbalizan conscientemente, e inferir lo latente de sus actuaciones y expresiones, con el
propósito de entenderlas tal y como ellas son, y no como yo las
pienso, aunque esto será muy difícil.
En resumen, quiero estudiar la producción social de sus ideologías referidas a las relaciones de género como una de las claves
para entender las transformaciones que ellas han experimentado
en los últimos treinta años. Para cumplir este propósito debo
responder a cuatro preguntas: ¿Quiénes son ellas? ¿Cuánto se
diferencian de sus madres, de la generación que las precedió?
¿Qué elementos nuevos han surgido en la manera de ser y pensar
en estas obreras? ¿Cuánto ha cambiado la sociedad en que ellas
viven, y cómo han influido estos cambios en estas mujeres?
Rondan los treinta y ocho años, similar a la edad de las obreras de toda la UBP. Tienen dos hijos como promedio, mientras
que sus madres tenían entre cuatro y cinco. Este promedio de
dos hijos por mujer es ligeramente superior al de 1.8 hijos por
mujer en Cuba en 1990 (Catasús, 1992). Quizás esta sea una de
las razones que explica por qué la población de Guanímar tien88
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
de a ser más joven que la del país en su conjunto y que la de la
provincia de La Habana.
Catorce de las dieciocho mujeres (77%) están casadas o unidas. De las cuatro restantes hay dos divorciadas, una viuda y una
soltera. La proporción de casadas y viudas es mayor que el 63%
que representaban las mujeres de estas categorías en la Encuesta Nacional de Fecundidad de 1987 (CEE, 1990: 106). Entre las
casadas y las unidas de Guanímar, la mitad se ha casado más de
una vez. ¿Estarían aquí influyendo las migrantes de las provincias
orientales, mestizas en su mayoría y con posibles historias de
visiting unions en sus familias? (Catasús, 1991).
Tenían dieciocho años o menos cuando parieron por primera
vez, comportamiento similar al del resto de las mujeres cubanas. De las dieciocho mujeres, una tercera parte vive en familias
nucleares y el resto en diferentes variantes de familias extendidas. La mitad de ellas es blanca, siete son mestizas y una es
negra. Seis son migrantes de las provincias orientales. Emigraron
adultas con sus parejas, sus padres o hermanos para buscar trabajo. Parece que esta es una zona de inmigración positiva, por la
percepción de varios informantes claves y por la mía.
Pertenecen a una primera generación de mujeres asalariadas agrícolas identificadas con el medio rural, que nacieron y se
criaron en él. Sus padres y posiblemente las generaciones anteriores a ellos vivieron en zonas rurales. Han sufrido los cambios
y choques que sufren todas las mujeres que son una primera generación de asalariadas. Esto sucedía entre las textileras de la
Ariguanabo y de la Celia Sánchez, y menos entre las del tejar,
quienes tenían antecedentes familiares de mujeres empleadas
fuera de sus hogares. Las guanimeras constituyen una primera generación que habita una comunidad con características urbanas.
89
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
En el transcurso de una generación, vivir en revolución ha
provocado en ellas una movilidad social ascendente como nunca
antes había ocurrido en sus familias, y como posiblemente no
vuelva a suceder en mucho tiempo. Y ha generado en ellas expectativas muy diferentes a las de sus madres y sus padres.
Compararlas con la generación anterior a ellas aportará un
enfoque de historicidad al interpretar sus vidas, y explicará su
movilidad social ascendente con referencias empíricas concretas. Trataré con ello también de desmitificar la idea que aflora
en ellas a ratos en sus conversaciones de que “cualquier tiempo
pasado fue mejor”. Y también trataré de sacarlas de las depresiones que provoca estar sumergidas solamente en lo coyuntural,
sobre todo en las condiciones duras del Período Especial.
Para inferir cómo vivía la generación anterior a estas mujeres,
utilicé la “Encuesta a los trabajadores rurales 1956-57” de la
Agrupación Católica Universitaria de Cuba (1972) y la “Investigación sociocultural de analfabetos: resultado provisional” realizada por el Instituto Cubano de Opinión Pública y Psicología
Aplicada en los meses de octubre y noviembre de 1960. Ambos
estudios describen aspectos de las condiciones materiales de
vida de dos estratos sociales cubanos de menores ingresos, los
asalariados agrícolas y los analfabetos, a fines de los años cincuenta e inicios de los sesenta. En ese momento los padres de
estas obreras probablemente estaban constituidos como parejas
y/o ellas tendrían al menos dos años.
La forma en que vivían sus padres podría ser similar a la de
los grupos referidos en estas investigaciones, de acuerdo a lo
que ellas declararon en las entrevistas a profundidad acerca de
la escolaridad de sus padres (analfabetos o con segundo grado);
sus ocupaciones (padres temporeros en la costa, la pesca y en el
campo; las madres, amas de casa y muy pocas ocasionalmente
90
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
trabajaban en las escogidas de tabaco); dónde residían (zonas
rurales). Estas impresiones concuerdan por los comentarios que
hicieron durante la observación participante. La encuesta a los
trabajadores rurales sintetizaba así la vida de estas personas:
• El ingreso promedio mensual para una familia de seis
personas era de cuarenta y cinco pesos; es decir, siete pesos con cincuenta centavos para cada persona en un mes.
• Su régimen alimenticio presentaba un déficit de mil
calorías.
• El 4% de los trabajadores entrevistados declaró comer
carne; el 1% mencionó ingerir pescado; el 11% tomaba leche; el 2.17% comía huevos; el 3%, pan; el 22%, viandas; el
24% mencionó el arroz y el 23%, los frijoles. No consumían
vegetales verdes y las frutas no formaban parte de su dieta
habitual. “En el campo”, resumieron los autores, “no se
consume lo que se produce... Es que con gran frecuencia
se dificulta realmente producir, o hay que deshacerse de los
productos para venderlos y adquirir otros más vitales, que
resuelvan el problema pavoroso del tener que comer cada
día” (Agrupación Católica Universitaria de Cuba, 1972).
• El 14% de los encuestados había padecido o padecía tuberculosis; el 13% había padecido tifus; el 36% tenía parásitos, y el 31% se había enfermado de paludismo.
• El 80% recibía auxilios de médicos “pagos”, y el 8% se
había atendido en instalaciones del Estado.
• Una cuarta parte de las medicinas indicadas a los asalariados agrícolas por sus médicos estaban constituidos por
91
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
medicamentos “chiveros” inservibles, elaborados a un costo de producción reducidísimo, y que tributaban a los médicos que los recetaban la mitad de las utilidades.
• El 43% de los encuestados eran analfabetos y el 44% no
asistió a la escuela. Las aulas rurales eran escasas y los
maestros también. Quienes trabajaban en esas escuelas las
utilizaban con frecuencia a modo de trampolín para alcanzar el traslado a la capital. “Es un hecho común en el campo”, concluyen, “que el maestro que inicie un curso no lo
termine, ya que obtuvo su traslado a La Habana” (Agrupación Católica Universitaria de Cuba, 1972).
• El 64% de las viviendas carecía de inodoro y letrina; el
83% no tenía baño ni ducha; solo el 7% tenía alumbrado
eléctrico; el 89% sacaba agua de un pozo.
La investigación de los analfabetos también explicaba qué
significaba ser pobre:
• El 18% de la muestra estaba ocupado en la agricultura
y presentaba las características descritas en la encuesta
anterior.
• En las zonas rurales, los salarios de los analfabetos rondaban los treinta y cinco pesos mensuales.
• En estas zonas los que trabajaban lo hacían solamente
durante treinta y cinco horas a la semana.
• El 50% declaró trabajar todo el año, mientras que el 28%
dijo no trabajar nunca.
• El 44% de los empleados en el campo se trasladaba a sus
ocupaciones caminando.
92
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
• La mitad de ellos escuchaba la radio en sus hogares; la
tercera parte lo hacía “en otros lugares”, y el 18% no la oía.
• Casi la mitad no veía televisión, y solo el 7% la veía en
sus hogares.
• El 84% no tenía neveras ni refrigeradores.
• El 73% cocinaba con leña y carbón.
• Las cosas que más deseaban para el lugar donde vivían
eran calles, electricidad, escuelas, casas y tener acceso al
agua.
• Las tres cosas que más deseaban eran salud, casa y
trabajo.
• El agua llegaba por “cañerías del acueducto” a las casas
en el 28% de los casos.
• El 19% de los entrevistados tenía inodoros en sus hogares.
• Cuando se enfermaron, el 46% no vio al médico, y el 32%
no adquirió medicinas.
Este era el cuadro aproximado de cómo vivían los padres de
las obreras agrícolas que estudié. En el transcurso de una generación, ellas experimentaron una movilidad social ascendente
muy evidente y fuerte. Mejoraron sus condiciones materiales de
vida en la esfera de su familia, de su comunidad y del país como
posiblemente no vuelva a repetirse en un período tan breve,
lo que ha generado en ellas expectativas diferentes a la de las
madres. Explicaré por qué.
Las mujeres de la brigada están contratadas establemente. Su
salario promedio mensual en enero de 1992 fue de ciento seten-
93
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
ta y dos pesos con cincuenta y dos centavos, que representaba
un 91% del salario promedio mensual de los trabajadores cubanos en 1989 (CCE, 1989). Aunque en algunos casos ellas son las
aportadoras fundamentales de ingresos a sus hogares, también
hay otros aportadores.
Trabajan todo el año en semanas de cuarenta y cuatro horas.
Tienen derecho anual a un mes de vacaciones retribuidas, que
todas disfrutaron el año anterior. Las inasistencias al trabajo se
deben a decisiones propias y no a recortes de la empresa.
Se trasladan diariamente al trabajo en la carreta y almuerzan
en el comedor de la granja. El centro de trabajo distribuye entre
ellas bonos para comprar ropa y calzado de trabajo, aunque en
el último año esto fue muy irregular.
Todas dicen que trabajarán hasta retirarse. Sus padres (y también las madres, en el caso en que hayan trabajado) disfrutan
de retiros. Ellas piensan mantener sus empleos en la agricultura
porque el salario es seguro, y no tienen suficiente preparación
para tener ingresos similares en otros empleos que demandan
calificación alta.
A las preguntas, ¿ha estado enferma en el último año?, ¿de qué
enfermedad?, y ¿a dónde acudió?, respondieron que por alergia,
para quitarse un anticonceptivo, por embarazo, aborto, quiste
en un seno, para hacerse la prueba citológica, por anemia, los riñones, migraña y parásitos. Acudieron al médico de la familia, al
policlínico de Alquízar, al hospital de San Antonio de los Baños y
a hospitales de La Habana. Diez de las dieciocho mujeres fueron
al dentista a los servicios de exodoncia y para hacerse limpiezas.
Todas tenían actualizados sus carnés de salud. Una, que está
embarazada, se vacunó, y asistió regularmente a la consulta del
obstetra. Ocho de las dieciocho fueron al médico de la familia a
“hacerse un chequeo”.
94
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
Las entrevistadas declararon tomar solamente las medicinas
que les receta el médico y usar la medicina verde para curarse
en casa. Ninguna mencionó haber padecido tifus, paludismo o
tuberculosis, ni ellas ni personas de su núcleo familiar.
La escolaridad promedio de estas mujeres es de séptimo
grado. Sus madres tenían entre primero y segundo grados. Cuatro
declararon que sus madres eran analfabetas. Sus hijos o hijas
mayores de dieciocho años tienen noveno o doce grados.
En los casos en que sus hijas e hijos no han concluido los doce
grados, y no han ascendido socialmente por la vía educacional,
dicen que “ha sido por culpa de ellos”, que no han sabido aprovechar las oportunidades que ellas no tuvieron para estudiar.
También por las “malas juntamentas” que llevan a las muchachas
a embarazarse, parir jóvenes y abandonar los estudios; mientras
que a los muchachos les conduce a no querer seguir becados tantos años, ni a estudiar, ni a trabajar, y “se los lleva el Servicio”.
Este es uno de los motivos más serios de los fracasos en las aspiraciones de las obreras agrícolas con relación a sus hijos.
Las casas de las dieciocho obreras tienen radio, luz eléctrica,
agua corriente y cocinas de keroseno. Usan leña y carbón vegetal como combustible para hervir la ropa. Tienen inodoro o
letrina y baño o ducha. Quince de las dieciocho tienen televisor y
lavadora. Catorce tienen refrigerador. Trece tienen ventilador y
plancha. Doce tienen batidora. Todas escuchan radio y ven televisión diariamente. No leen periódicos ni revistas porque los pocos
ejemplares que llevan a Guanímar no llegan a sus manos. Quisieran
que colocaran un ejemplar del periódico Granma diariamente en
la bodega, como si fuera un mural.
Para conocer los hábitos nutricionales de estas mujeres pregunté cuántas veces comen al día, qué comieron ellas y sus familiares el día anterior, y anoté lo que sirvieron en el comedor
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Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
los días que trabajé con ellas en el campo. Comen cuatro veces al
día: desayunan, meriendan, almuerzan y comen “por la tarde”.
Toman jugo, refresco o café cuando llegan del trabajo. Once desayunaban café con leche y café. Quienes no tomaban leche era
porque “no tenían costumbre”. Esto fue así hasta mayo de 1992,
cuando restringieron en todo el país la distribución de la leche
a la población. Merendaban en la carreta “a media mañana” un
pan al que añadían cualquiera de las siguientes variantes: tomate
con sal, aceite con ajo y sal, mantequilla, queso crema casero,
azúcar, tajadas de mango, salsas de las comidas del día anterior.
Además, comían frutas de estación: plátanos (siempre los hubo),
naranjas, toronjas y mangos. Tomaban zumos de naranja, toronja
y limón con azúcar; esencias de refresco con agua y azúcar o simplemente tomaban el agua con azúcar. Algunas llevaban café. Casi
todas comían azúcar cuando terminaban de merendar.
Los almuerzos del comedor los describí en la parte referida al
centro de trabajo: siempre hubo arroz, frijoles, ensalada verde y
viandas; en diez de los catorce días que almorcé con ellas sirvieron
proteína animal (huevo, pescado, pollo y puerco); doce días hubo
postres (natilla, dulces de fruta y de hortaliza en almíbar).
Todas declararon haber comido por la noche arroz, pastas
alimenticias o viandas; diez de las dieciocho comieron algún tipo
de proteína animal y ensalada verde u hortaliza. La mitad tomó
sopa y ninguna dijo comer frijoles por la noche. Las dos terceras
partes tomó café. No comieron pan porque lo guardan para el
desayuno o la merienda.
Los alimentos hortícolas “exóticos” los pasan por azúcar
cuando los incorporan a su dieta diaria. Así hicieron con las zanahorias, las berenjenas y las remolachas. Parece que en la dieta
de estas personas el azúcar “bendice” a los nuevos productos
o les “registra” oficialmente. Además, los engendros culinarios
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Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
de estas combinaciones siempre los bautizan con nombres de
comidas ya conocidas: “los coquitos de zanahoria”, “el dulce
de fruta bomba de berenjena” y “la mermelada de guayaba de
remolacha”. Los etnólogos y los antropólogos tienen aquí una
fuente de estudio riquísima.
Los comestibles no ocupan los primeros rubros de sus gastos,
como sí sucedía con los trabajadores agrícolas de 1956-1957, o
como ocurre hoy día en la capital. Ellos gastan, ante todo, en
ropa y calzado (que pagan a sobreprecio), jabón (también fuera
de la red estatal) y en cigarrillos. Entre los alimentos gastan mucho en café y grasa.
Después de este recuento, ¿tiene validez el comentario que
escuché varias veces entre ellas y entre guanimeros, dirigido a
personas mayores de sesenta años, que dice “Tú sí comiste bien”?
Estas mujeres han vivido un período de treinta años en el cual
las personas de menores ingresos del país experimentaron una
movilidad ascendente “en flecha”, favorecida por la política de
desarrollo de la revolución. Esto quiere decir que muchos de los
avances se debieron no solamente a los esfuerzos individuales,
sino principalmente a un proceso global que alcanzó a toda la
sociedad, y que movilizó a todos en una dinámica de cambios
“desde arriba” y “desde abajo”. Estas obreras agrícolas ascendieron en la escala social sobre todo porque vivieron en una sociedad que la revolución transformó. Aunque también influyeron
sus aspiraciones personales y sus esfuerzos individuales, solo con
la revolución lograron lo que sus madres y las mujeres de generaciones anteriores añoraron y no tuvieron.
Reconozco que debo trabajar más esta idea, sobre todo en
lo que concierne a la creencia enraizada en la población y en
muchos medios de difusión masiva de concebir la revolución de
forma casi mítica, a la hora de atribuirle a ella —entendida como
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Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
una entelequia separada y por encima de las personas— el don
de generar por sí sola todos los beneficios que disfruta la población. Se diluyen así los aportes individuales que la propia población incorpora al producto social global, que es la fuente de
donde salen los recursos para materializar el proyecto socialista.
Vivir estos últimos treinta años ha generado en estas mujeres
necesidades diferentes a las de sus madres e ideaciones de sus
vivencias. Mencionaré algunas de ellas.
Viven con muchas seguridades, que, aunque “recibidas”, ya
son parte de sus necesidades. El hecho de tener las necesidades
básicas cubiertas (por vía de su trabajo o del Estado), y de contar con ellas desde mediados de los sesenta, les ha fomentado
un sentimiento de seguridad que no experimentaron sus madres
y padres. Ellas todavía guardan la capacidad de compararse con
la generación anterior, pero sus hijos carecen de ella.
Tener las necesidades básicas cubiertas permite que ellas desarrollen más sus vidas y su cultura, porque no piensan angustiosamente y “sin salida” en sus necesidades primarias. Su ideología
del bienestar tiene un lado que viven de manera prácticamente
inconsciente. Es el de las necesidades cubiertas de manera casi
incuestionable, por derecho, que disfrutan de forma natural: la
educación, la salud, las seguridades sociales para ellas, sus hijos
y padres, el empleo, la alimentación distribuida por la libreta,
el vestuario y el calzado, la vivienda, aunque casi siempre con
estrecheces; el equipamiento electrodoméstico, las facilidades
urbanas de la comunidad, el amparo legal como mujeres ciudadanas. No anhelan estas cosas porque ya las tienen. Lo que
anhelaban personas que se parecían a sus padres para ellas y sus
comunidades, ya ellas las disfrutan.
Está el lado de la ideología del bienestar que desean muy
conscientemente, porque no lo disfrutan. Aquí tienen expectati-
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Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
vas, creadas en gran parte por los medios de difusión masiva, por
el nivel de instrucción que tienen, por el sentimiento de igualdad enraizado en su forma de ver la vida, y por tener cubiertas
las necesidades básicas.
¿Qué desean para ellas y para los lugares donde viven? Un
empleo más “suave”, no tan “duro”, tener círculos infantiles
para los niños más chiquitos, crear lugares para que la juventud
y ellas se recreen “sanamente”, que arreglen el canal y el río,
que resuelvan las consecuencias dañinas del dique sur para la
comunidad y que Guanímar esté limpio otra vez. Piensan sobre
todo en eliminar las aguas estancadas y el agua que sube en
los patios y en las calles más que antes. Poder comprar zapatos
para su familia y, principalmente, para los niños y jóvenes. Que
les vendan botas de trabajo. Que llegue a la bodega el “jabón
de olor”, el de lavar y el detergente, además de la grasa. Que
mantengan abierto el agromercado. Que los apagones cumplan
los horarios programados, y que no sucedan por negligencias.
Que sus hijos estudien y que no se reúnan con “malas compañías”. Que el transporte entre Alquízar y la Playa, que funcionó
durante toda la temporada de verano, se mantenga todo el
año (se refieren al llamado “refuerzo” de las guaguas y a los
camiones de “a peso”). Que el transporte en general se vuelva a arreglar para ir a La Habana y a otros pueblos. Tener una
arrocera eléctrica, como la que venden en las “shopping” o
tiendas de dólares. Tener lugares a donde ir para “arreglarse”
y ponerse ropas bonitas.
El mito de haber “recibido” los beneficios, de no saber lo
que costaron, ha creado en ellas ideaciones de tener derechos
prácticamente por antonomasia, sin razonar por qué los ejercen.
Asociadas a estas representaciones están las frases como “lo que
toca” o “me dieron” tal cosa.
99
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
Otro efecto es que se separan de muchos problemas. Consideran que no tienen responsabilidades de lo que sucede en el
país, porque ellas no “lo inventaron”. Suelen decir: “Ese no es mi
problema” para referirse a cosas del trabajo o a dificultades de la
comunidad. Este también es el efecto de haber opinado sobre un
problema, haber aportado soluciones, haberse “fajado”20 por ellas,
y no existir una respuesta activa de quienes tomaron las decisiones.
Estas mujeres, como dije antes, han generado necesidades
diferentes a las que debieron experimentar sus madres. En el
plano económico, ellas necesitan trabajar para mantenerse a
sí mismas, a sus hijos (sobre todo cuando no son de los maridos
con quienes conviven), y para contribuir al presupuesto de sus
hogares (en ocasiones como las aportadoras más fuertes). Tienen
la necesidad de independizarse casi de quien sea, de asegurar
sus vidas por sus esfuerzos, ya sea independizándose de sus maridos, de sus padres, del propio Estado (“porque yo me gano mi
sueldo”). Trabajan para asegurar un salario y con él mejorar sus
condiciones materiales de vida. Trabajar también ha creado en
ellas habilidades para organizarse en su cotidianidad, ante todo
por tener una segunda jornada en el hogar. Asimismo, ha influido
en que ellas decidan con sus parejas cómo administrar los gastos
hogareños y pensar sus proyectos de vida. Ser asalariadas les
hace sentirse útiles y relevantes socialmente.
Por ejemplo, en la granja hablan de “lo duro” que trabajan
las mujeres; muchos dicen que “pegan más que los hombres”. En
Guanímar las identifican primero como “obreras de la carreta” y,
después como “la(s) mujer(es) de Fulano”, que es la forma más
usual de identificar a cada quien.
En el plano político, estas mujeres han generado la necesidad
de participar en la vida de su centro de trabajo, en su comunidad
20
En este contexto significa esforzarse para lograr algo (N. de la E.).
100
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
y en su familia. Ser trabajadora les da derecho al plan jaba, al
carné de trabajadora, al seminternado de primario, y si existiere, al círculo infantil. Son necesidades-derechos que en el país
conceden a las mujeres por su condición de asalariadas. Participar en el colectivo laboral, por ejemplo, les crea un sentimiento
de pertenecer a un grupo, y la necesidad-derecho a compulsar
a los demás a hacer las cosas “bien”, no solo en el ámbito de su
centro de trabajo, sino más allá de este.
Tienen necesidades culturales relacionadas con la sociedad
en que viven. Conocen nuevas personas; mantienen amistades;
visitan a sus amigos y a sus familiares, incluso en otras provincias; regalan a quienes cumplen años, a sus parejas, a sus padres; reciben regalos y atenciones especiales el Día de la Mujer
y el de las Madres; organizan cumpleaños, bodas y bautizos para
sus hijos; conversan sobre novedades de la televisión y de la radio. Sus casas no son el límite de su atención. Hace rato que las
trascendieron, y eso se nota en su forma de vivir.
Me detendré en tres ejemplos. Las necesidades asociadas a
la salud pública son inmensas, y pienso que son muy diferentes
a las de las mujeres de generaciones anteriores en sus familias.
Consultan constantemente los servicios médicos, desde el médico de la familia hasta los hospitales de La Habana, en busca
de las especialidades más diversas: logopedas, ortodoncistas,
psicólogos, odontólogos, gineco-obstetras, dermatólogos, etc.
Estas mujeres frecuentemente acuden a especialistas fuera de
su comunidad y de su municipio para confirmar o rectificar diagnósticos de sus padecimientos.
Un segundo ejemplo de sus necesidades nuevas es la de diferenciarse del resto de las mujeres y de los hombres de la Playa.
Cuando mencioné por primera vez en Guanímar que trabajaría
con estas mujeres, me preguntaron: “¿Vas a trabajar con las
101
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
Candiñas?”. Candiña era un personaje de la telenovela brasileña
Doña Beija. Era la dueña del prostíbulo y la presentaban como
un personaje muy poderoso. Yo pensé que ese nombre se lo habían puesto en el pueblo para burlarse de ellas, pero resultó
que ellas se bautizaron así. Confronté con algunas de ellas este
nombre y me dijeron que se lo habían puesto “por el bonche”;
o “¡para que sepan quiénes somos!”. También alegaron que era
“...porque en la novela esas mujeres andaban siempre juntas”.
Un último argumento fue “porque eran las únicas mujeres que
trabajaban en la novela”.
¿Reto? ¿Necesidad de diferenciarse de las demás y de identificarse con un personaje fuerte? Esto admite muchas reflexiones, no
solo para desentrañar las ideaciones de sí mismas, sino también para comprobar cómo las investigadoras erróneamente imponemos nuestras formas de pensar el mundo a otras personas
distintas a nosotras.
Lo cierto es que en Guanímar, donde dicen que los hombres
mandan, las mujeres que estudié ejercen un poder tan grande
como el de ellos o quizás mayor.
El tercer comentario sobre las nuevas necesidades de estas
mujeres tiene que ver con las más vinculadas directamente al
vivir en la revolución. Ellas tienen necesidades de equidad, de
participación, de reconocimiento social, creatividad e independencia, de justicia. Sienten vergüenza porque las critiquen por
haber hecho las cosas mal. Son rebeldes ante las injusticias y lo
mal hecho. Exigen el ejemplo en quienes las dirigen.
La enorme socialización promovida por la revolución determinó que ellas se incorporaran a la vida pública para suplir las
necesidades nuevas. Así, por ejemplo, sucedió que ellas comenzaron a trabajar para sumar un nuevo salario a sus hogares o
para asegurar el principal o el único (en el caso de las jefas de
102
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
hogar), y con ello contribuir a mejorar las condiciones de vida
de sus familias. Esto no difiere de lo que ocurre en otros países.
Lo que sí es distinto es que estas mujeres tienen un respaldo
global, a nivel de toda la sociedad, en el Estado y en las instituciones políticas, legales y sociales, para desarrollarse como
seres humanos y como mujeres. Aunque suele existir una enorme
distancia entre lo que está legalmente establecido, o políticamente planteado y lo que realmente sucede en la práctica de
todos los días, existe, está ahí y puede utilizarse en beneficio de
las mujeres.
También es distinto el caso de Cuba, porque las mujeres
tienen cubiertas las necesidades básicas de ellas y de sus familias. Y porque ellas han cambiado enormemente en relación a
sus madres, pero también ha cambiado la sociedad toda. Pienso
que al analizar el desarrollo cubano en los años de la revolución,
es preciso hacerlo con un enfoque de género, junto al clasista,
al de la raza y al generacional. Desconocer cuánto ha cambiado
la mujer y cuánto ella ha influido en transformar a toda la sociedad, sería un error científico.
Por ejemplo, la incorporación masiva, establemente en ascenso y sin retrocesos de la mujer a la fuerza de trabajo del
país a partir de 1970, es una clave para explicar mucho de lo
sucedido en estos últimos años en el desarrollo social y económico cubano en su conjunto. Otro ejemplo en el que hay que
pensar es la alta participación de la mujer en la fuerza de trabajo técnica y profesional, como resultado de los egresos de la
educación técnica y profesional. Otro ejemplo son los avances
y retrocesos en la política social vinculada a lo laboral y económico en general. Los círculos infantiles que el Estado dejó de
construir durante varios años, los mismos en que las mujeres
se incorporaron a la fuerza laboral porque no tenían significado
103
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
económico, se convirtieron en uno de los primeros objetivos de
la rectificación entre 1987 y 1988, en cuya construcción se involucró toda la población. Fue un buen proceso de concientización
social a favor de la mujer. Otro ejemplo es el incremento de
las mujeres entre los dirigentes en 1992, posiblemente como
resultado de aplicar la llamada idoneidad, que no es más que
designar en cargos de dirección a las personas más capacitadas.
Son ejemplos de interconexión entre los cambios de la mujer y
los de toda la sociedad. La subjetividad de estas obreras ha sido
sometida a cambios provocados por la revolución, a experiencias
socialistas. Su conciencia ha sido despertada de tal manera que
difícilmente podrá adormecerse o borrarse.
Los elementos positivos y valiosos que la revolución ha generado en estas mujeres en algunos casos están fuertemente
enraizados y en otros están germinando, pero están ahí. Estos
elementos positivos del pensar y del actuar de estas mujeres se
oponen, viven luchando contra los peores aspectos generados
por el capitalismo y por la propia revolución. Tengo en mente los
ejemplos siguientes: la actitud creadora y de renovación vs. el
dogma y la pasividad; el sentimiento de equidad y justicia vs. la
desigualdad; y el sentimiento de actuar independientemente vs.
el de dependencia.
¿Cómo se presentan en estas mujeres de la UBP las actitudes
contradictorias que mencioné? En las cuatro ideas que presento
hay verbalizaciones conscientes de ellas y también manifestaciones inconscientes que he reconstruido al observarlas en el
trabajo, en sus hogares y en su comunidad.
Primera idea. Las mujeres conocen cuáles son los problemas
de su centro de trabajo, cuáles son sus causas, cómo solucionarlos y están dispuestas a participar en las soluciones. No hay diferencias esenciales entre sus percepciones y las de los hombres.
104
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
Su disposición a participar en las soluciones muchas veces
choca con mecanismos burocráticos en la UBP.
Segunda idea. En las relaciones entre jefes y subordinadas no
predomina en estas últimas un sentimiento de dependencia ni de
sometimiento hacia quienes las dirigen. Las obreras demandan
que las dirijan de forma racional, justa, y que los jefes se impongan por su conocimiento, por sus relaciones humanas y por el
respeto que generen. No temen estas mujeres perder el empleo
al enfrentarse a sus superiores por injusticias. En las condiciones
actuales del Período Especial, entre estas mujeres constato que
este sentimiento se mantiene.
Tercera idea. Aquí veo una “reevaluación de los estereotipos
tradicionales femeninos”, según palabras de María del Carmen
Caño (1992). Varias mujeres de la brigada o “de la carreta” dijeron estar dispuestas a ocupar cargos para dirigir la producción.
Apunto algunas causas de esto, y subrayo que debo pensarlas más:
• Necesitan aumentar sus salarios, bien porque son jefas
de hogar, por tener nuevas uniones con hombres que no son
los padres de sus hijos, o porque quieren mejorar sus condiciones materiales de vida.
• Buscan el reconocimiento social; y me pregunto: ¿ensayan una nueva esfera de poder, alternativo al poder que
ellas ejercen en sus hogares?
• En sus condiciones de trabajo pueden dirigir a otras mujeres y a hombres.
A pesar de estos deseos, en la UBP y en la granja la mayoría de los dirigentes son hombres. Sin embargo, en 1992 varios
técnicos fueron promovidos a jefes de finca, y entre ellos, hay
muchas mujeres.
105
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
Cuarta idea. También está relacionada con la reevaluación
de estereotipos sexuales tradicionales. A pesar de padecer la
doble jornada, en ellas está presente el interés por permanecer
como trabajadoras. Enumero algunas razones que podrían explicar este proceder:
• Necesitan el salario para depender menos de sus parejas, aportar ingresos al hogar y, en el caso de las jefas de
hogar, porque así aseguran el ingreso básico.
• La socialización que se produce en el centro de trabajo
promueve nuevos elementos de subjetividad que no los genera la experiencia de vivir solamente como amas de casa.
• La politización que se produce en sus hogares provoca que estos ya no sean solamente focos de vida privada,
menos en el Período Especial, donde los desafíos del país
para subsistir pasan por el hogar todos los días. La mujer en
estas condiciones juega un papel fundamental en la sobrevivencia de su familia. Esto constituye una nueva fuente de
poder para ellas, ya que se ejercitan en la toma cotidiana
de decisiones aparentemente triviales, pero de hecho muy
vinculadas a los llamados del discurso político nacional de
sobrevivir y desarrollarse.
En la investigación de las textileras de Ariguanabo (Safa y
FMC, 1989) surgió la hipótesis de que tienden a compartir las
tareas del hogar aquellas parejas en las que ambos cónyuges
trabajan, su nivel de instrucción es relativamente alto, y han
logrado organizar su proyecto de vida de manera independiente,
bien porque habitan una vivienda solo para ellos o porque han
logrado constituirse en una familia casi nuclear dentro de la familia extendida con la que conviven.
106
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
Al estudiar a las obreras agrícolas añado una nueva reflexión:
¿este modelo más participativo de compartir las tareas domésticas se inicia porque la mujer está dispuesta a ceder parte de
su poder en el hogar, porque comienza a encontrar ejercicios
alternativos y complementarios de poder en el empleo y en la
esfera pública?
Como dije antes, en Guanímar las mujeres que entrevisté
ejercen un poder tan grande como los hombres o quizás mayor.
En sus casas los hombres comparten la cocina; algunos lavan y
otros ayudan a cuidar a los niños. Estas mujeres han demostrado
tener capacidad para aprender a adaptarse a condiciones cambiantes, han demostrado ser flexibles en la cotidianidad. Ellas
organizan en sus hogares las estrategias para resolver diariamente la sobrevivencia que demanda el país: qué cocinar, con
qué lavar y fregar, cómo bañarse. Algunas han decidido cuándo
separarse de sus parejas. Y lo hacen sin dejar de trabajar como
asalariadas.
Este actuar es inconsciente en ellas, aunque lo practican.
Lo hacen con las necesidades básicas cubiertas y con el apoyo
global del Estado. Esta situación es bien diferente a la de las
mujeres que practican estrategias de sobreviviencia en países
latinoamericanos en crisis. Valdría la pena profundizar en esta
comparación.
Las “mujeres de la carreta” en sus conversaciones atribuyen
las dificultades de la vida cotidiana a “dirigentes insensibles”,
“esa gente que no pasa los problemas que pasa el pueblo” o,
en abstracto, al descontrol. Por ejemplo, esas son las causas de
que falte el agua en la Playa; a las irregularidades en los pagos
de la granja; al cierre repetido del agromercado en Guanímar; a
la falta de ropa y zapatos; “el olvido en que tienen a la Playa”;
los robos en el bar y en la bodega sin encontrar a los ladrones.
107
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
Fueron pocos los “chispazos” en que reconocieron lo que la revolución ha hecho en sus vidas. Y realmente ha hecho mucho.
A pesar de que como he reiterado varias veces, las obreras
suelen decir frases equivalentes a “cualquier tiempo pasado fue
mejor”, y que se deslumbran por el bienestar material de Estados Unidos, no quieren perder las seguridades y el bienestar que
tienen en las manos y que asocian con la revolución y con Fidel.
Muchas veces, al terminar una de las discusiones frecuentes
en la carreta de cómo arreglar el mundo, dicen: “La culpa de
muchas de estas cosas las tenemos nosotros mismos”.
SEGUIR PENSANDO A LA MUJER CUBANA
Estas son más bien reflexiones que pueden convertirse en problemas de nuevas investigaciones o en sus hipótesis. Las he pensado a medida que discutía este trabajo con otras colegas, y
cuando he intentado aplicar a mis investigaciones conceptos de
científicas sociales que trabajan el tema de la mujer.
Primero. Considero que este incompleto inventario de necesidades nuevas, diferentes a las de sus madres, las ha generado
la enorme socialización que la revolución provocó en ellas cuando las llevó a incorporarse a la vida pública, y las infinitas formas
de adaptarse a esta nueva vida que construyeron las mujeres
mismas. También lo explica el hecho que la vida privada se ha
politizado intensamente, y todo ello ha contribuido a romper las
fronteras entre lo público y lo privado—o al menos a iniciar este
complicado proceso.
En otros países de América Latina la vida privada se ha politizado. Lo que es distinto en el caso de las obreras agrícolas que
estudié, y estimo que en el caso de todas las mujeres cubanas,
es que ellas tienen un respaldo global, a nivel de toda la sociedad, en el Estado y en las instituciones políticas, legales y so108
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
ciales, para desarrollarse como seres humanos y como mujeres.
Aunque suele existir una enorme distancia entre lo legalmente
establecido o políticamente planteado y lo que realmente sucede en la práctica de todos los días, existe, está ahí, y las mujeres
lo pueden usar en su beneficio.
Es distinto el caso de Cuba, porque estas mujeres tienen las
necesidades básicas cubiertas para ellas y para sus familias, y porque ellas han cambiado enormemente en relación a sus madres.
Pero igualmente ha cambiado toda la sociedad. Para profundizar
en esta reflexión considero que es útil emplear el concepto de
revolución estancada (stalled revolution), que trabajó la norteamericana Arlie Hochshilde en su libro The Second Shift. Para
esta autora, en su país el aumento del empleo femenino ha condicionado cambios reales en las mujeres sin que cambie mucho
el resto de la sociedad. “El éxodo de las mujeres hacia la economía no ha sido acompañado por una comprensión cultural del
matrimonio y del trabajo que hubiera hecho que esta transición
transcurriera de manera suave”. “Esta tensión entre los cambios
en las mujeres y la ausencia de cambios en lo demás, me lleva a
hablar de una ‘revolución estancada’”. Y agrega: “Una sociedad
que no sufriera de esta detención sería una sociedad adaptada
humanamente al hecho que la mayoría de las mujeres trabajan
fuera de sus hogares” (Hochschild, 1989: 12).
Segundo. Las transformaciones en su “ser mujer” que han
experimentado las “mujeres de la carreta” y posiblemente otras
trabajadoras cubanas similares a ellas, han conmocionado los valores tradicionales de la ideología de género de toda la sociedad
cubana y no solo de las mujeres.
Además de propiciar que se vayan esfumando las fronteras
entre lo público y lo privado, como expuse en el punto anterior,
en Cuba se revolucionaron y se continúan revolucionando los pa-
109
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
trones de subordinación de la mujer al hombre. Esto se advierte en el plano del discurso oficial con la crítica al machismo y
con su expresión en las relaciones de género en la vida diaria.
Asimismo lo comprueba la ausencia cada vez más fuerte de un
sentimiento de dependencia de la mujer hacia sus jefes, sean
mujeres u hombres.
Otro valor nuevo en la ideología de género de las obreras
agrícolas guanimeras, que podría extrapolarse a otras trabajadoras como ellas, es el que emana de la forma en que ejercen el
poder, de la manera en que toman decisiones en su familia, en
su comunidad y en su trabajo. En un futuro esto se extendería a
todo el país.
La relevancia que ha cobrado la cotidianidad en el Período
Especial para reproducir la fuerza de trabajo, la vida y para sobrevivir, y las habilidades que han desplegado las mujeres en
este proceso, ha ponderado la importancia social de las mujeres,
sobre todo de las trabajadoras. Estas conmociones en la ideología de género de la sociedad y de las mujeres apuntan a elevar
su autoestima, que es un elemento vital para que la mujer no
detenga su desarrollo.
No idealizo la existencia de estos nuevos valores. Todos ellos
conviven al nivel de toda la sociedad y al interior de cada una
de las mujeres con sentimientos de dependencia, que se manifiestan de formas variadísimas. Afloran en expresiones como las
siguientes: “El hombre tiene que representar a la mujer”; “a mí
me gusta que el hombre me domine; no me gustan los blandengues”; “no quiero ser jefa, porque no estoy preparada”. Pero,
como apunté antes, los cambios están ahí.
Tercero. Insisto en que al analizar el desarrollo cubano en los
años de la revolución y para adelantar algunos pronósticos, es
preciso asumir un enfoque de género. Un enfoque de este tipo
110
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
permitiría responder a una pregunta muy en boga en estos días
de crisis: ¿se mantendrá en Cuba la mujer en la fuerza de trabajo
activa o retornará a sus hogares?
Estudiar a las obreras agrícolas y compararlas con tendencias de
la fuerza laboral femenina en Cuba me provocaron las reflexiones
siguientes. Pienso que en el caso cubano hay realidades que empujan a las mujeres a permanecer en la fuerza de trabajo y posiblemente a continuar promoviendo en ella, en el sentido de ocuparse
de empleos más complejos, que requieren más conocimientos, en
todas las esferas de la economía y en todas las categorías ocupacionales. Enumero las razones que estimo más importantes:
1. Desde hace años las mujeres constituyen la fuerza de
trabajo más calificada del país. Al menos desde 1978 representan más de la mitad de esta (CCE, 1988: 205).
2. Entre la masa de estudiantes, las muchachas sobrepasan
a los muchachos e incursionan cada vez más en carreras
antes solo masculinas.
3. Un país como Cuba, que busca cambiar las estructuras de
exportación con renglones más modernos, no puede prescindir de los técnicos, y entre ellos la mayoría son mujeres.
4. Entre las trabajadoras, según informaciones de diversos
estudios empíricos, casi la tercera parte de ellas son jefas
de hogar y, por tanto, no pueden separarse del empleo,
porque son las únicas aportadoras a los hogares.
5. Ya la fuerza de trabajo femenina del país tiene que estar
integrada por mujeres que son de una segunda generación
de mujeres trabajadoras en sus familias, con lo que esto
significa de contar con un patrón de madre trabajadora.
111
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
6. En estos años de Período Especial, calificados como una
crisis de reinserción en el mercado mundial sin desocialización (Alonso, 1993), el Estado no ha tomado medidas para
hacer lo que ocurre en otros países donde las mujeres son
las primeras en ser despedidas.
Cuarto. Las formas de concientización de género que han existido en Cuba, utilizando la concepción de la profesora norteamericana Ann Ferguson, no evitan que en el país estén ocurriendo
prácticas discriminatorias hacia las mujeres en sectores mejor
remunerados o más atractivos para la fuerza de trabajo joven.
Si en otros países los hombres ocupan puestos que antes eran
femeninos, porque se convirtieron en empleos mejor remunerados, ¿por qué no pensar que esto está sucediendo ahora en el
sector del turismo? No creo que esto se extienda a los centros de
investigación científica ni a los de producciones de alta tecnología (biotecnología, industria farmacéutica, equipos médicos),
porque allí es más difícil sustituir fuerza de trabajo altamente
calificada, que requirió largos años de capacitación y entrenamiento, como lo que ocurrió en Cuba con la fuerza de trabajo
técnica y profesional y la presencia de la mujer en ella. No es así
en los servicios turísticos, donde el entrenamiento es más breve.
Quinto. Quienes se especializan en metodología de las ciencias sociales (mujeres y hombres) tienen que tomar en cuenta
las ideas metodológicas, metódicas y de procedimientos que se
infieren de los estudios sobre las relaciones de género
112
ESTRATEGIAS CUBANAS PARA EL EMPLEO
FEMENINO EN LOS NOVENTA: UN ESTUDIO
DE CASO CON MUJERES PROFESIONALES
1
En
este artículo contribuyo a explicar por qué considero que
Cuba ha enfrentado la crisis de los noventa con un proyecto alternativo al neoliberalismo, en su condición de país subdesarrollado y con un programa socialista, que enfatiza eliminar todas
las formas de discriminación contra la mujer. De todos los argumentos posibles para esclarecer esta hipótesis, sintetizo los que
extraje de un estudio que realicé sobre mujeres profesionales y
técnicas en Cuba en los noventa, como parte del empleo femenino cubano. De esta manera intento demostrar cómo no se detuvo
ni el fenómeno de la incorporación y permanencia de la mujer
en el empleo en el país, ni todos los cambios en la ideología de
género que ello ha provocado en los últimos cuarenta años.
Para este trabajo he utilizado los conocimientos acumulados
en los estudios de caso con obreras cubanas en empleos tradicionales y no tradicionales femeninos, así como en investigaciones
más generales sobre la mujer y el empleo en Cuba, que realicé entre 1985 y 1998. Decidí aplicar estos conocimientos para
desentrañar el fenómeno de la alta participación de las mujeres entre los profesionales y técnicos cubanos y también su alta
proporción entre las mujeres cubanas ocupadas desde hace más
de veinte años. El hecho de que esta tendencia no se detuvo en
* Publicado en la revista Caminos del Centro Martin Luther King Jr. La Habana,
2000.También apareció como “Cuban Strategies for Women’s Employment
in the Nineties: A Case Study with Professional Women” en Socialism and
Democracy en 2001.
113
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
los duros años de crisis y reajustes de los noventa, necesita una
explicación por parte de las ciencias sociales cubanas.
El análisis lo hago en dos planos.
Uno es el plano macro, donde estudio las informaciones estadísticas sobre empleo femenino en Cuba y, en especial, sobre las
mujeres profesionales y técnicas, y las políticas sociales que han
promovido este movimiento desde la década de los sesenta. Por
ser este aspecto el más conocido, le dedico un espacio menor.
El segundo plano, al que dedico más atención, lo construí con
un estudio de caso que realicé entre fines de 1999 y principios
de 2000, en el que entrevisté a profundidad a dieciocho mujeres
profesionales y técnicas de la capital del país. En él intento reconstruir aspectos de la ideología de género de estas mujeres en
base a los cuatro cuestionamientos siguientes:
¿Cuáles fueron las estrategias que ellas aplicaron durante los
noventa para mantenerse ocupadas activamente y reproducir las
vidas de sus familias?
¿Cuánto ha influido ser profesional y técnica en su capacidad
para tomar decisiones? ¿Se sienten capacitadas para ocupar cargos de dirección? ¿Los han ocupado? ¿Desean hacerlo?
¿Estiman que el fenómeno del empleo femenino en Cuba, sobre todo en el caso de las mujeres profesionales y técnicas, ha
modificado las actitudes de los hombres cubanos?
¿Qué ha significado para las entrevistadas ser profesionales
y técnicas en su vida personal? ¿Cómo ha influido su condición
laboral en sus relaciones de pareja, en sus relaciones con los
padres e hijos y en su entorno laboral?
LA MUESTRA Y LOS MÉTODOS
Escogí a las dieciocho profesionales y técnicas para que representaran a distintos grupos de edad entre los veintiocho y sesen-
114
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
ta y seis años; que hubieran estudiado sus carreras o las hubieran
concluido después de 1959; que hubieran iniciado su vida laboral
también durante los años de la revolución; que ejercieran profesiones diferentes; que fueran de diferentes razas y tuvieran
estados civiles diversos. En cuanto a los hijos, me interesó tener
en la muestra a mujeres sin hijos y a otras que tuvieran uno y
más de uno. Como desconozco la distribución estadística de las
profesionales cubanas según estas categorías sociodemográficas,
no puedo afirmar que ellas sean representativas del resto de sus
colegas del país ni de La Habana. Esto, por supuesto, limita las
posibilidades de extrapolar sus opiniones y vivencias personales
a una población mayor.
Otro elemento que impide esta generalización es que escogí
a las dieciocho mujeres porque me conocían. Decidí hacerlo de
esta forma porque consideré que así resolvía la cuestión de cómo
lograr su confianza para hacer las entrevistas. Estimo que este es
un estudio exploratorio para una investigación más amplia que
proyecto para un futuro mediato con profesionales y técnicas en
actividades consideradas no tradicionales fuera de Cuba: economistas, abogadas y médicas.
¿Quiénes son estas dieciocho mujeres?
Dos son mayores de sesenta años; siete están entre los cincuenta y
cincuenta y nueve años; cuatro están entre los cuarenta y cuarenta
y nueve años; cuatro tienen entre treinta y treinta y nueve años,
y una tiene veintiocho. Quince son profesionales en medicina, estomatología, economía, arquitectura, cibernética, pedagogía,
idiomas, información científico-técnica, sociología, ingeniería
civil y piano. Las tres técnicas trabajan en odontología, servicios de lavandería y hay una secretaria ejecutiva con cargo de
técnica. Hay nueve blancas, cinco negras y cuatro mulatas. Diez
115
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
están separadas, divorciadas o viudas; seis están casadas y hay
dos solteras. Catorce tienen hijos (con un promedio de 1.5
hijos por entrevistada, prácticamente idéntica a la tasa global de fecundidad calculada para las cubanas entre 1990 y
1995, que fue de 1.6) (Oficina Nacional de Estadísticas [ONE],
1999: 50) y cuatro no tienen hijos. De las que tienen hijos, la
edad promedio al tener el primero fue de veintisiete años, que
resulta ser nueve años por encima del promedio de las cubanas.
El salario promedio de las entrevistadas es de trescientos veintiocho pesos, superior al salario promedio de los trabajadores
cubanos en 1999, que fue de doscientos siete pesos. Durante los
noventa todas tuvieron que atender a padres y familiares cercanos ancianos. De las dieciocho, once tenían o tienen madres
trabajadoras, y las madres de las siete restantes eran amas de
casa. Entre las madres que trabajaban, solamente una ejerció
como profesional y dos como técnicas.
Los métodos que utilicé en este estudio fueron básicamente
dos: una entrevista a profundidad y el análisis de documentos.
La entrevista, que fue el procedimiento básico, me sirvió para
conocer cómo piensan las seleccionadas lo que significa ser mujer, trabajadora y, específicamente, profesional y técnica en las
condiciones concretas que han vivido. Intenté que reflexionaran
sobre la trascendencia de ser mujer en Cuba, sobre todo en los
años de la crisis y reajustes de los noventa, y que lo hicieran
con ejemplos concretos. Estas conversaciones fueron fluidas y
profundas porque, como anoté antes, todas me conocían, y yo,
igual que ellas, soy una profesional que he vivido en Cuba estos
años duros.
Los documentos que analicé fueron anuarios estadísticos cubanos, textos de leyes y resoluciones que ilustran la política social cubana con relación a la mujer, materiales elaborados por la
116
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
FMC e investigaciones sobre relaciones de género en Cuba, realizadas por científicas sociales cubanas y colegas de otros países.
EL EMPLEO DE LAS MUJERES Y LAS POLÍTICAS
SOCIALES EN LOS NOVENTA. REAJUSTES
Y NUEVAS MEDIDAS
La proporción de las mujeres en la fuerza de trabajo total del
país se incrementó establemente entre 1959 (13%) y 1970 (19%).
Entre 1970 y 1989 el crecimiento mantuvo su estabilidad, pero
los incrementos fueron mucho más acentuados que en los once
años anteriores: del 19% en 1970 (Núñez, 1988) llegó a un 38.7%
en 1989 (ONE, 1997: 116). Su número absoluto también subió. De
1989 a 1996 esta tendencia se detuvo: los índices de participación femenina en la fuerza de trabajo oscilaron, y en los años en
que se comenzó a salir de la crisis sus valores fueron levemente
inferiores al de 1989: 1995 (37.6%) y 1996 (37.2%) (ONE, 1997:
116). Este comportamiento se repite en otros cálculos. La participación de la mujer en la ocupación en 1989 fue de 35.5%, mientras que en 1995 y 1996 fue de 35.1%; según datos aportados por
el Ministerio del Trabajo. Solo los índices de participación de
la mujer en el sector estatal civil mostraron un ligero ascenso:
41.3% en 1989 y 42.3% en 1997 (Mujer, economía y desarrollo
sostenible, 1998).
En los noventa las mujeres se readaptaron a nuevas formas de
empleo. Al iniciarse el Período Especial, la casi totalidad de la
fuerza de trabajo del país pertenecía al sector estatal civil. Con
la reestructuración económica iniciada alrededor de 1995 que,
entre otras cosas, abrió y/o amplió otros sectores no estatales,
muchas mujeres cambiaron su orientación ocupacional. Así, en el
sector privado, la participación femenina ascendió de un 15.1%
en 1989 a un 22.9% en 1997, y en el sector de empresas mixtas
117
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
y sociedades mercantiles, las mujeres representaron el 34.3% de
todos los trabajadores en 1997, según el Ministerio del Trabajo.
La distribución al interior de las mujeres trabajadoras por sectores ocupacionales en 1989 y 1997 confirma esta reorientación laboral femenina. Del total de mujeres ocupadas en 1989, un 89%
trabajaba en el sector estatal civil; en 1997 lo hizo un 81.3%. Es
decir, un 8% menos. En el sector cooperativo trabajaba en 1989
un 0.8% de las ocupadas, mientras que en 1997 lo hacía un 5.2%
de ese total. Los índices para el sector privado fueron de un 1.5%
en 1989 y un 2.8% en 1997. El sector mixto no existía en 1989;
en 1997, del total de mujeres ocupadas, el 2.5% lo hacía en este
nuevo sector. La categoría “otros” se mantuvo estable: 8.7% en
1989 y 8% en 1997.
Esta readaptación de las mujeres al redimensionamiento de
la economía en la esfera del empleo tiene una lectura positiva
en el sentido que las mujeres flexibilizaron su ubicación en la
estructura laboral. Pero aún falta por ver si, al hacerlo, se incorporaron a actividades de menor calificación, y si existen ya o se
manifestarán en un futuro cercano signos discriminatorios hacia
ellas en los sectores privados (especialmente entre los “cuentapropistas”), en el mixto (indirectamente beneficiado con las
divisas) y en el cooperativo.
Desde 1977 la mujer constituye más de la mitad de la fuerza laboral profesional y técnica del país, y la tendencia ha
sido a incrementar paulatinamente esta proporción hasta alcanzar el 65.5% en 1997. Entre las mujeres ocupadas cubanas,
las profesionales y técnicas han sido desde 1978 la categoría
ocupacional que agrupa a la mayor proporción de trabajadoras,
y la tendencia, desde entonces, ha sido a incrementar esta proporción. Ninguna de estas dos tendencias se detuvo en los años
de crisis y reajustes de los noventa.
118
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
¿Por qué se ha comportado este fenómeno
de esta manera?
En Cuba ha existido una feminización de la educación, sobre
todo en los niveles medio, superior y universitario. Cito lo que
concluyó el Perfil estadístico de la mujer cubana en el umbral
del siglo xxi: se evidencia que
...cada vez se matriculan más hembras por cada cien varones en
los niveles secundarios y preuniversitarios, llegando a ser en este
último el doble. En ello influyen diversos factores, entre ellos el
interés de los varones por matricular preferentemente en cursos de
la educación técnica y profesional con el objetivo de acceder más
rápidamente al mercado de trabajo y al mismo tiempo adquieren
un nivel de instrucción de hasta doce grado. A partir de la década
de los ochenta comienza en Cuba un proceso paulatino de feminización de la enseñanza universitaria o superior, ya que alcanza
en el curso 1996-1997 el 60% de la matrícula del país en este nivel
(ONEa, 1999: 116).
En 1996 las mujeres constituyeron el 65% de los egresados de
los preuniversitarios y de la enseñanza técnica y profesional, y
el 58% de los graduados de los centros de la educación superior
(Mujer, economía y desarrollo sostenible, 1998).
La fuerza de trabajo femenina, en comparación con la masculina, posee niveles educacionales más altos. Este comportamiento
se mantiene desde 1978. Ese año, el 4.9% de las mujeres trabajadoras tenía nivel universitario, mientras que entre los hombres
trabajadores esta proporción era de un 3.5%. En 1996 el 16.1%
de las trabajadoras tenía nivel superior, mientras que entre los
trabajadores, este índice era de un 10.9% (CEE, 1989: 202). En
1978 el 23% de todas las trabajadoras tenía instrucción media
superior en comparación con un 13.3% de los trabajadores. En
119
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
1996 el 44.95% de todas las trabajadoras tenía instrucción media
superior en comparación con un 32.2% de los trabajadores (CEE,
1989: 202).
Las mujeres han ido ocupando plazas en todos los sectores
de la economía, tanto en los tradicionalmente femeninos como
en los que no lo son. En 1996 el 72% de las trabajadoras cubanas
se concentraron en los sectores de la educación, la industria,
la salud pública, el deporte, el turismo y el comercio. El resto
se distribuyó en los sectores de la construcción, el agropecuario, el transporte, comunicaciones y otros. En cuanto al total de
ocupados en cada sector, el mayor predominio femenino está
en educación (61.5%), salud pública, deporte, turismo (62.1%) y
finanzas y seguros (60.7%) (ONE, 1997: 141).
También están ocupadas en sectores no tradicionalmente femeninos en Cuba. Por ejemplo, constituyen el 19% de todos los
ocupados en la industria azucarera y el 21% en la agricultura,
entre otros. También han estado presentes en sectores no tradicionales para las mujeres en otros países. Así, en 1994 ellas eran
el 55.4% de los fiscales y el 47% de los miembros del Tribunal
Supremo. Eran, asimismo, el 51% de los médicos, el 62% de los
médicos de la familia y el 45% de los científicos (La mujer cubana
en cifras, 1995).
La explicación más global para este comportamiento del empleo femenino cubano está en el conjunto de políticas sociales
dirigidas a eliminar todo tipo de discriminación contra la mujer, del marco legal que se desprende de ellas y de las medidas
concretas derivadas de estas políticas. Ellas han estado funcionando desde los años sesenta, y modificándose constantemente
para adecuarse a las realidades y necesidades cambiantes de la
sociedad y de las mujeres. He calificado a este proceso del empleo femenino cubano como un modelo “desde arriba” y “des-
120
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
de abajo”. Todas las instituciones del país han participado en
diferentes grados en este proceso, pero ha sido la FMC la que
ha constituido una especie de “conciencia a favor de la mujer”
desde su fundación en 1960.
Mencionaré solamente once acciones generadas en los últimos
cuarenta años, que han beneficiado a las mujeres trabajadoras
y, especialmente, a las profesionales y técnicas. En los noventa
ninguna de ellas dejó de operar, y algunas se reajustaron.
1. Ley de Maternidad (1974) dentro del Código Laboral,
que regula la licencia de maternidad para las trabajadoras.
En 1993 se modificó para alargar el período que se les otorga para cuidar al recién nacido.
2. Código de Familia (1975).
3. Educación gratuita desde el nivel preescolar hasta el
postgraduado (desde 1961).
4. Círculos infantiles para niños desde cuarenta y cinco
días de nacidos hasta los cinco años (1961).
5. Comedores escolares en las escuelas primarias para las
madres trabajadoras.
6. Becas para los estudiantes que las requieran en todos
los niveles de enseñanza.
7. Ubicación laboral asegurada por el Estado para quienes
se gradúen de técnicos medios o nivel universitario.
8. Exigencia a los padres a pagar una pensión alimenticia a
sus hijos una vez que se divorcian o separan de sus parejas.
121
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
9. Seguridad social que incluye pagar pensiones y/o jubilaciones. De estas medidas se beneficiaron los padres de
las mujeres trabajadoras y las propias trabajadoras ante la
muerte de sus cónyuges.
10.Derecho a disfrutar de un mes de vacaciones una vez al
año.
11.Un conjunto de servicios de la salud pública que ha inculcado hábitos en las trabajadoras y sus familias: planificación familiar, pruebas citológicas y de cáncer de mama,
vacunación, acceso a los distintos niveles de los servicios
de salud, desde el médico de la familia hasta los hospitales
e institutos especializados.
Al comenzar la crisis en 1989-1990, las mujeres incorporadas al
empleo se habían beneficiado de estas medidas. Como parte de la
población cubana habían vivido décadas de crecimiento económico sostenido, durante los cuales todos, y en especial las mujeres,
habían tenido acceso a una distribución más equitativa del ingreso
y a niveles decorosos del desarrollo humano. Al comenzar la crisis,
por tanto, las reservas humanas, en cuanto a calidad de vida, eran
superiores que las de cualquier país del Tercer Mundo.
Expongo tres argumentos que explican por qué la mujer cubana se mantuvo empleada en estos años de crisis y reajustes:
• Entre las asalariadas cubanas alrededor de una tercera
parte son jefas de hogar. Estas mujeres son la única fuente de ingreso de sus hogares, o son las aportadoras más
fuertes. Agrego a esta proporción a las mujeres que llevan
a sus nuevas uniones maritales a sus hijos de matrimonios
anteriores. Estas trabajadoras suelen, por lo general, responsabilizarse con la manutención de sus hijos.
122
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
• Como dije antes, las mujeres son en la actualidad las dos
terceras partes de los profesionales y técnicos cubanos. En
un país como Cuba, cuya estrategia de desarrollo se basa
en promover actividades económicas que requieren de alta
tecnología y eficiencia, la fuerza laboral altamente calificada es imprescindible; y en ella, las mujeres son la mayoría.
• En tanto las asalariadas cubanas se incrementaron sustancialmente en la fuerza laboral total en las últimas tres
décadas (a partir de 1970), entonces puede inducirse que
ya hay una considerable proporción de trabajadoras, sobre
todo entre las más jóvenes, que son asalariadas de segunda generación por la vía materna. El hecho de contar con
referentes empíricos de trabajadoras en sus familias es importante para explicar la permanencia.
El marco legal y político que propició la incorporación y permanencia de las cubanas en la fuerza laboral se mantuvo y adecuó a las características de la crisis y de los reajustes. Menciono
algunos ejemplos de las nuevas medidas instauradas en los noventa para proteger el empleo femenino:
• Redistribución gradual y ordenada de la fuerza de trabajo que resulte en exceso debido a los procesos de redimensionamiento y reestructuración empresarial en aras de
buscar una mayor eficiencia económica.
• Protección a los trabajadores que no sea posible redistribuir cuando sus centros de trabajo interrumpen su producción. Ellos reciben el equivalente al 60% de sus salarios.
Asimismo, se aplican subsidios a casos como las madres solas,
único sostén de sus hogares, a las discapacitadas mientras no
tienen ocupación y a las mujeres en período de gestación.
123
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
• Incorporación al trabajo socialmente útil de los segmentos más vulnerables de la población femenina (discapacitadas y madres solas, entre otras).
• Continuación de la incorporación al trabajo de las y los
egresadas de nivel superior y atención a las y los técnicos
de nivel medio.
• Revitalización de las comisiones coordinadoras del empleo femenino, integradas por la FMC, la Central de Trabajadores de Cuba y el Ministerio del Trabajo.
• Ampliación de las opciones de empleo en el sector
cooperativo (UBPC y cooperativas de producción agropecuarias) y en el sector privado, particularmente con la consolidación y desarrollo del trabajo por cuenta propia, así
como la entrega de tierras ociosas en usufructo a unidades
familiares.
En 1997 el Consejo de Estado aprobó el Plan de Acción Nacional de Seguimiento a la Conferencia de Beijing, que es un documento legal que recoge todas las recomendaciones aprobadas
en la Conferencia Mundial de las Naciones Unidas sobre la Mujer,
celebrada en la capital china en 1995. Este documento resume
la voluntad política del Estado cubano y pone en vigor noventa
artículos de un programa para seguir propiciando el progreso de
las mujeres cubanas, que son de obligatorio cumplimiento para
todas las instituciones estatales cubanas. Se controlaron en un
seminario celebrado en 1999 por la FMC y al que asistieron representantes de los organismos estatales.
Las mujeres profesionales y técnicas padecen desigualdades
en su cotidianidad que las afectan física y psíquicamente, al igual
que sucede con todas las trabajadoras cubanas. Mencionaré tres
124
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
de ellas. Una encuesta de la ONE realizada en 1996 concluyó que
las trabajadoras cubanas invertían como promedio algo más de
treinta y cuatro horas a la semana al trabajo del hogar, mientras
que la participación del hombre era de alrededor de doce horas,
y fundamentalmente en labores de apoyo (1997: 148).
Las trabajadoras cubanas, consideradas en su conjunto, reciben salarios que representan entre un 80% y un 85% de los salarios
de los hombres. Esta diferencia no se debe a que en Cuba se discrimine a la mujer salarialmente. La Constitución refrenda salario igual por trabajo igual. De lo que se trata es que los hombres
constituyen la mayoría absoluta de los ocupados en los sectores
económicos que cuentan con los salarios más altos: la minería y la
construcción, por ejemplo. Sobre este cociente hay apreciaciones diversas en los cálculos macrosociales: para 1996 los autores
de una investigación sobre el desarrollo humano en Cuba señalan en una nota que “...el cociente entre los salarios femenino
y masculino debiera ser igual a 1.00, en lugar de 0.75” (Centro
de Investigaciones de la Economía Mundial [CIEM] y Programa de
Naciones Unidas para el Desarrollo [PNUD], 1997: 107). En ese
mismo trabajo aparece el cociente entre los salarios femenino y
masculino con un valor de 0.75.
Las mujeres participan en el 31% de los cargos dirigentes, muy
por debajo de las capacidades de instrucción y experiencia laboral que significa constituir las dos terceras partes de los profesionales y técnicos, y tener niveles de educación comparativamente
superiores al de sus colegas.
Hasta aquí he expuesto en síntesis los datos estadísticos sobre
el comportamiento del empleo femenino en Cuba, con énfasis
en los de las profesionales y técnicas, así como las condiciones
políticas y legales que lo propiciaron. Estas consideraciones introducen y explican el objetivo principal de este trabajo: aproxi-
125
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
marme a cómo las mujeres profesionales se piensan a sí mismas
como mujeres que se han transformado en sus acciones y subjetividades, y que han contribuido a cambiar la sociedad en que
viven.
ESTRATEGIAS PARA SOBREVIVIR DURANTE EL
PERÍODO ESPECIAL
En materia de trabajo, todas se mantuvieron empleadas y asumieron, simultáneamente, otras labores que les generaran ingresos adicionales. Dieciséis se mantuvieron trabajando en sus
profesiones (quince con el Estado y una pasó a ser free lancer)
y dos cambiaron de profesión: una pedagoga decidió trabajar
como vendedora en una tienda de artículos que se venden en
divisas y una abogada empezó a trabajar de secretaria en una
empresa extranjera.
¿Por qué se mantuvieron empleadas, en su mayoría
como profesionales?
Escogí algunas respuestas que ejemplifican la necesidad que sintieron de reafirmar su identidad laboral, que tanto esfuerzo les
había costado alcanzar, y que las dignificaba en su centro de
trabajo, su familia y su barrio, en un momento tan crítico de sus
vidas. “Mi profesión era el sentido de mi vida”. “El mecanismo
de defender mi profesión no se puede argumentar económicamente. Estaba defendiendo el papel que yo me había asignado a
mí misma, y que no quise abandonar. Era una fidelidad hacia lo
que me hace como ser humano”. “Para todas las profesionales
llegó a ser defender una aspiración de años, un ideal que costó
mucho trabajo construir”. “Hay dos dimensiones: el salario y
la profesión. Esta última ha sido para mí más importante que
el salario. El salario perdió su sentido como estimulante en los
126
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
noventa. La profesión sí se mantuvo como algo que tenía que
resistir en ella y desarrollarme”. “No dejar de trabajar como
profesional me hizo sentirme plena. Me revestí de una coraza
para que en ella rebotaran las angustias del Período Especial”.
“Había cultivado mi cerebro, mi forma de vida, mi presencia
física durante tantos años, y esto no lo podía perder”. “Salía del
embotamiento de la casa”.
El empleo, además, les aseguraba un salario mensual que,
aunque deprimido en su valor real, era una entrada estable, y
considerablemente superior al promedio salarial cubano.
Argumentaron todas que la crisis tenía que terminar, y las
plazas las mantendrían para cuando el dinero recuperara su valor y/o aumentaran sus salarios. Asimismo, si se hubieran alejado de sus profesiones, se habrían descalificado.
Entre las alternativas para asegurar un segundo ingreso, las
más mencionadas fueron: el alquiler de cuartos, la venta de
efectos personales, impartir clases particulares, mecanografiar
tesis para los aspirantes a graduarse de la universidad o de la
enseñanza tecnológica media superior, alquilar su auto por períodos de tiempo o utilizarlo como taxi (sus familiares o ellas
mismas), elaborar alimentos y venderlos a dueños de establecimientos particulares o venderlos ellas directamente, coser, viajar al extranjero y ahorrar las dietas que les asignaban y criar
pollos para vender huevos.
Las estrategias para cuidar a los padres y otros familiares
ancianos en los noventa coincidieron con un momento en que la
población cubana que rebasaba los sesenta y cinco años representaba casi el 10% de la población (ONE, 1999: 55). Además,
en Cuba los pocos asilos que existen se destinan a ancianos sin
amparo familiar, y la tradición del país critica a quienes mandan a sus padres ancianos a estas instituciones. Lo aceptado es
127
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
que convivan con sus hijos y nietos. En las condiciones de Cuba,
donde el peso de las tareas domésticas recae sobre las mujeres,
son las mujeres mayores de cuarenta y cinco años las encargadas de ocuparse de los adultos mayores en sus familias. En los
noventa este fue el caso de todas las dieciocho profesionales y
técnicas entrevistadas.
Al iniciarse la crisis en Cuba existían políticas sociales, programas e instituciones que se ocupaban de mantener una calidad de vida digna para los adultos mayores: la seguridad social,
los servicios de geriatría en policlínicos y hospitales, los médicos de la familia que residen en el barrio (uno por cada ciento
veinte familias), círculos de abuelos y las llamadas “casas de
día” (adonde acuden las personas de la tercera edad de 8 a.m. a
5 p.m.), y programas de TV y radio dirigidos a toda la población
para promover comprensión y respeto hacia los ancianos. Si todo
esto se hubiera mantenido en los noventa, y se hubieran adecuado a las necesidades reales de las personas de la tercera edad,
habría sido un apoyo para la mujer trabajadora en las cohortes
de cuarenta y cinco años y más. Pero la crisis afectó esos planes:
el valor real de las pensiones y de las jubilaciones se deprimió,
los alimentos y las medicinas escasearon, los círculos de abuelos
prácticamente cesaron, y no abrieron nuevas casas de abuelos.
El médico de la familia y los servicios de geriatría se mantuvieron, pero con enormes limitaciones materiales.
¿Qué hicieron las entrevistadas?
Todas pensaron cómo organizar diferentes alternativas con escasos recursos, o como lo conceptualiza Ofelia Schutte (1998),
emprendieron acciones cognoscitivas para desarrollar una “ética
del cuidado”. Todas sufrieron desgastes físicos y psíquicos en
este proceso.
128
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
Las dieciocho entrevistadas se propusieron mantenerse empleadas, porque no podían perder sus ingresos. Ninguna pensó
en recluirlos en asilos, pero sí adecuaron las condiciones de sus
viviendas a las nuevas necesidades de personas que vivían con
ellas y perdían sus facultades físicas y mentales. Trece se plantearon involucrar a todos los miembros de sus familias nucleares
y extendidas para relevarse en este proceso de atención a los
ancianos: hijos, primos, tíos, amigas y amigos de la trabajadora
y de los ancianos. Sobre todo solicitaron esta participación con
el anciano mientras transcurría la jornada laboral de la mujer
profesional y técnica. También pagaron en ocasiones a personas
no familiares, cuando sus ingresos se lo permitían.
Dos cambiaron de casa para acercarse a los ancianos, si estos vivían solos. Llevaron a hijos e hijas de ellas a convivir con
ellos para cuidarlos y heredar la vivienda. Lo hicieron porque las
distancias entre sus casas y las de sus familiares ancianos eran
grandes, y el transporte público casi no existía. Se veían obligadas a caminar o a montar bicicleta.
Priorizaron los gastos para asegurar la alimentación de los niños
y ancianos, generalmente con ingresos provenientes de actividades económicas alternativas. Ellas se afectaron nutricionalmente.
Los ancianos a su cargo recibieron básicamente la atención
de los médicos y enfermeras de la familia, y solo en situaciones extremas acudían a los hospitales, por el difícil acceso al
transporte. Emplearon medicamentos provenientes de donaciones
que llegaban a las farmacias, o los que les enviaban familiares y
amigos residentes o trabajando en el extranjero. Comenzaron a
usar productos de la medicina verde. Como dijo una de las entrevistadas: “Es un logro que muchos viejos sobrevivieran estos
años con todo tipo de enfermedades y tan pocos recursos. Las
mujeres tuvimos que ver mucho con esto”.
129
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
Las formas de emplear el tiempo libre se transformaron. Dejaron de salir a comer en restaurantes, porque los de moneda
nacional cerraron y los que ofrecían servicios en dólares eran
muy caros, y comenzaron a organizar reuniones en casas de amigos. También se quedaron en sus casas a mirar la TV y comenzaron a pasar más tiempo en sus barrios.
Varias insistieron en que reanudaron las visitas a las amistades y a los familiares: en los primeros años del Período Especial
nadie visitaba en los horarios de los almuerzos y comidas, porque
la comida alcanzaba con trabajo para quienes vivían en las casas
visitadas. Tampoco esperaban que les brindaran la tradicional
taza de café, y estas las sustituyeron por cocimientos de cortezas de naranjas, hojas de cítricos, hierbas y flores. Ahora, que
las condiciones materiales de vida han mejorado, la taza de café
retornó.
Una doctora muy observadora dijo: “En el Período Especial se
acabó de perder todo afán de apariencia: la gente se demostraba como era. Como todos carecíamos de todo, fuimos perdiendo
la vergüenza de no tener lo que otros tenían”.
Los estilos de vida de las dieciocho mujeres cambiaron de
varias maneras. En cuanto al transporte, y teniendo en consideración que entre 1992 y 1998 los llamados “transportes obreros” de prácticamente todos los centros de trabajo cesaron,
de las dieciocho entrevistadas cinco montaron bicicleta, una
pudo mantener su auto vinculado a su centro de trabajo, y las
doce restantes caminaron, pidieron botellas” y montaron los
“camellos”2. Dos confesaron que al menos dos o tres días a la
semana caminaban hasta doce kilómetros.
2
Ómnibus públicos de carrocería irregular que asemejaba dos jorobas y
una depresión entre ambas. Tenían capacidad para transportar un alto número
de personas, por lo que asumían una parte importante del escaso servicio de
transporte público. Estuvieron en uso en Cuba durante dos décadas (N. de la E.).
130
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
Trece de las dieciocho entrevistadas empezaron a ahorrar
en los bancos, con una asiduidad que antes no hacían. Antes
vivían “al día”, porque los salarios cubrían sus gastos. Quienes
ahorraban, lo hacían para gastarlo todo en las vacaciones o para
ampliar sus viviendas. Ahora lo hacen para prepararse para cualquier enfermedad que las aleje de sus trabajos o de familiares
que requieran atenciones adicionales a las habituales.
Infiero que todas pasaron por cuatro momentos en estos años
de crisis. El primero fue de sorpresa ante la caída del campo socialista y el descenso del nivel de vida personal, que se abalanzó
sobre todos en menos de un año, a pesar que la más alta dirección
del país había prevenido sobre la inminencia del empeoramiento
de las condiciones materiales de vida a inicios de los noventa,
precisamente en un congreso de la FMC.
El segundo fue un momento de depresión, angustia y aturdimiento, porque los niveles de la vida material continuaron
decreciendo en todos los aspectos (alimentación, transporte,
combustible doméstico, electricidad, insumos para los centros
de trabajo, cierre de los centros de trabajo, medicamentos),
en comparación con la elevación en la calidad de la vida y del
proceso de una movilidad social ascendente desde los sesenta,
promovidos por la revolución. Era la etapa en que “no se veía la
salida del hueco”.
En el tercero ocurre una suerte de decisión de salir de la depresión por vías hasta el momento insospechadas. Fue el momento de asumir decisiones personales: cambiar de empleo o asumir
uno adicional, venderlo todo, emigrar o quedarse, mudarse de
casa, de pueblo, de provincia, divorciarse o mantener su pareja. Todo ello se hizo para cubrir los gastos en alimentos básicos
para niños y ancianos, así como ropa y calzado para los niños y
jóvenes que crecían. Y después de muchos años de estar acos-
131
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
tumbrados a vivir bajo la protección casi total del Estado, fue un
momento en que todas aprendieron a redefinir sus proyectos de
vida individual con poca ayuda estatal. En este momento se torna cada vez más la mirada hacia la comunidad, hacia el barrio.
Y una cuarta etapa, en la que se vive hoy día con la experiencia
de las tres anteriores, es la de no volver atrás a las calamidades
de los primeros años de la crisis.
Durante todos estos momentos, las profesionales y técnicas
entrevistadas se dedicaron mucho a preparar a sus hijos para enfrentar cualquier tipo de vicisitudes, y lo han hecho insistiendo
en que se mantengan estudiando. También se han ocupado de
su salud personal para enmendar las enfermedades que fueron
provocadas por las carencias alimentarias y las tensiones que
vivieron cotidianamente por un período que duró casi siete años.
LAS CONDICIONES QUE PERMITIERON
QUE ESTAS ESTRATEGIAS FUNCIONARAN
Primera condición. Las políticas sociales, los marcos legales y
las medidas derivadas de ambos para incorporar a las mujeres al
empleo y para que permanecieran en él no se abolieron. Como
se explicó en la primera parte de este trabajo, se trató de ajustarlas y de poner en vigor otras nuevas.
Segunda condición. Se introdujeron medidas económicas
nuevas para enfrentar las condiciones cambiantes en la economía interna y en las nuevas relaciones económicas externas.
Mencionaré solo siete de ellas (Lapidus et al., 1999). Las mujeres entrevistadas elaboraron sus estrategias en el contexto creado
por estas medidas, entre otras.
• En septiembre de 1995 se estableció la Ley 77 de la inversión extranjera que sustituyó el Decreto Ley 50 de 1982.
132
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
Su objetivo es el de promover asociaciones con entidades
extranjeras que tengan posibilidad de asegurar mercados para las exportaciones, tecnologías y recursos financieros complementarios a la parte cubana. Admite crear
empresas mixtas, contratos de asociaciones y empresas de
capital totalmente extranjero.
• En 1992 se autorizaron modelos empresariales autofinanciados en divisas. Son empresas y organismos estatales,
que comercializan su producción en moneda libremente
convertible y que pueden disponer parte de sus ingresos
para cubrir sus egresos en la misma medida que crean los
fondos de estimulación para los trabajadores.
• Despenalización de la tenencia de divisas en 1993 por el
Decreto Ley 140. Autorizó el envío de remesas, la apertura
de las casas de cambio y extendió las tiendas de ventas de
artículos en divisas.
• Expansión del sector privado en 1993. Autorización del
arrendamiento de habitaciones en 1997.
• Reestructuración de las organizaciones de la administración central del Estado en 1994, que por el Decreto Ley 147
suprimió quince ministerios, institutos y comités estatales.
• Apertura de los mercados agropecuarios y de los mercados artesanales en 1994.
• Establecimiento del nuevo sistema empresarial en 1998.
Tercera condición. La vida en el barrio y en la comunidad ha
tomado más relevancia en la cotidianidad de todas las personas.
Las entrevistadas reconocieron que en estos años pasaron más
133
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
tiempo que antes en estos entornos porque acercaron sus empleos a sus zonas de residencia; porque han buscado más el apoyo de sus vecinos; porque parte de sus estrategias para buscar un
segundo ingreso la han realizado con o a través de sus vecinos;
porque se han acostumbrado a acudir al médico de la familia y a
su policlínico, en vez de a los hospitales.
Cuarta condición. Durante las décadas de los sesenta, setenta y ochenta la movilidad social ascendente que ocurrió en todo
el territorio nacional, y que no se concentró solo en la capital
del país ni en las capitales provinciales, generó en prácticamente toda la población niveles de instrucción, salud, alimentación
y seguridad social más altos que los que prevalecían en los cincuenta, y mucho más equitativos que los existentes en otros países del Tercer Mundo. Esto constituyó un aspecto positivo, en el
sentido de que contribuyó a que las mujeres entrevistadas tuvieran ciertas “reservas” para enfrentar la crisis. Pero tuvo el lado
negativo que ellas sintieron mucho más cuánto habían perdido
con la caída del nivel de vida que sufrió toda la población.
Quinta condición. Las acciones y las ideas para enfrentar
la discriminación de la mujer no se detuvieron en los noventa.
Las mujeres jugaron un papel visible e imprescindible para que
sobreviviera su familia y la economía del país, y esto, considero,
elevó la autoestima de las mujeres a nivel nacional. La crisis,
además, hizo más visible tanto las desigualdades aún existentes
entre mujeres y hombres, como las potencialidades, fortalezas
y capacidades de las mujeres cubanas para salir de la crisis en
lo individual, familiar, comunitario y del país. Considero que la
mujer ha salido de este proceso más fortalecida, como lo pronosticaron Collette Harris y Luisa Campuzano.
134
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
Sexta condición. Las características de la psicología social
cubana de no dogmatismo, flexibilidad, capacidad para asimilar
cambios y emprenderlos contribuyó a la creatividad de las mujeres entrevistadas.
Séptima condición. Estas mujeres tuvieron que construir sus
estrategias viviendo en una sociedad aún patriarcal en la cual
ellas llevan el peso de la doble jornada, son los hombres quienes
predominan en los cargos de dirección y, a pesar que por la ley
cada quien recibe su salario según el cargo que ocupe sin deferencias de sexos, los salarios de las mujeres, considerados en su
totalidad, promedian alrededor de un 80% del promedio de los
hombres.
LA INFLUENCIA DE LA CAPACITACIÓN
PARA TOMAR DECISIONES
¿Cuánto ha influido ser profesionales o técnicas en su capacidad
para tomar decisiones? ¿Se sienten capacitadas para ocupar cargos de dirección? ¿Los han ocupado? ¿Desearían hacerlo?
Trabajar como profesionales o técnicas ha requerido que todas hayan adquirido conocimientos y experiencias a través de
procesos más o menos largos y complejos. Ello ha contribuido,
opinan todas, a que se hayan acostumbrado a asumir decisiones
en sus puestos de trabajo, tanto en aquellos en los cuales han
permanecido más años como en otros nuevos hacia los que se
trasladaron temporal o definitivamente.
Ellas tomaron decisiones cuando “construyeron” sus especialidades. Así lo hizo una que quiso ser una buena pianista acompañante y pedagoga en vez de ser una concertista que no estuviera
entre las mejores del país. También lo decidió otra que eligió ser
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Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
una cibernética en lugar de ser una matemática pura, o la socióloga que dejó atrás ser profesora de filosofía. Estos son algunos
ejemplos que explican cómo todas tuvieron que estudiar en cursos académicos o hacerlo de manera autodidacta a fin de elevar
sus calificaciones y/o reorientar sus especialidades. El hecho es
que todas manifestaron que aún continúan estudiando para “no
quedarse atrás”.
Igualmente asumieron decisiones quienes reorientaron sus
ocupaciones en el Período Especial: de pedagoga a vendedora,
de abogada a secretaria, de trabajadora estatal a free lancer.
Explicaron que también deciden cotidianamente en su esfera
laboral cuando construyen sus planes de trabajo anuales, mensuales y diarios. Muchas han tenido que aprender a decir “no” a
tareas que no caben en sus planes de trabajo o que no les interesan. Aquellas que aún no han incorporado esta cualidad a sus
vidas laborales, se ven obligadas a cargar con actividades que no
les interesan.
Nueve de las dieciocho entrevistadas optaron por alguna forma de cambio de actividad laboral durante el Período Especial,
siempre buscando vías para mejorar sus condiciones de vida.
Todas estiman que ellas asumen decisiones constantemente
en cuestiones de sus especialidades, sobre todo en las esferas
más cercanas de sus ámbitos laborales. Por ejemplo, lo hacen
cuando proponen temas a investigar, cuando introducen cambios
en la materia docente que imparten y cuando seleccionan nuevos recursos materiales para sustituir los deficitarios.
A todas les gusta tomar decisiones y participar en llevarlas a
cabo, para comprobar que adoptaron las decisiones adecuadas y
para aglutinar a otros que las ejecutarán junto a ellas. Les gusta
“dar el ejemplo”, aunque no sean jefas.
136
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
Toman decisiones cuando distribuyen las tareas. Tres confesaron que les ha costado trabajo aprender a delegar y/o a compartir
aspectos de la ejecución de las tareas con otras personas, porque esas personas podrían interpretar que ellas están “zafando
el cuerpo”. Han cometido errores de centralizar excesivamente
las responsabilidades y han sido criticadas fuertemente por ello.
Quince dijeron que no desean asumir cargos de dirección.
Expongo ocho de las razones que trasmitieron.
1. Porque les gusta ser “sus propias jefas”, en el sentido de
organizar sus proyectos de trabajo a lo largo de un período largo o de una jornada laboral. Esto no significa que no
deseen rendir cuentas a un superior jerárquico, ni que tengan vocación de indisciplinadas. Incluye generar tareas que
saben que pueden ejecutar, aunque resulten mucho más
complejas que las que originalmente aparecían incluidas en
sus planes de trabajo.
2. El valor real del “plus” salarial que recibirían por ocupar
un cargo de dirección resulta muy pequeño por la depresión
real actual de los salarios en moneda cubana (CUP).
3. Sería un agobio adicional a la doble jornada, que no
pueden eludir. A los hombres les resulta más fácil aceptar
cargos porque no tienen tantas responsabilidades en sus
casas. “Ellos tienen sus retaguardias cubiertas”.
4. La cultura de dirección en Cuba está diseñada por los
hombres y para ellos. No es porque los hombres sean más
capaces que las mujeres para dirigir. Por ejemplo, a ellos
no les cuesta trabajo convocar a reuniones después de concluida la jornada laboral. O ellos prefieren imponer sus
ideas, y no tratan de consensuarlas con las personas que
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Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
ellos dirigen. Estas expresiones coinciden con las conclusiones a las que ha llegado la colega Lic. Graciela González en
su estudio sobre mujeres dirigentes en empresas cubanas
realizado en el 2000.
5. Estas mujeres no quieren fracasar como dirigentes. Les
costó mucho trabajo llegar a ser buenas profesionales y les
avergonzaría si llegaren a demoverlas de sus cargos de dirección. Eso no sucede con los hombres cuando fallan en
los cargos dirigentes, porque a ellos los cambian para otros
cargos diferentes. La gente se metería en sus vidas privadas
si llegan a ser dirigentes.
6. Ser dirigente es una labor meramente burocrática. “Max
Weber ya lo explicó en el siglo xix”, anotó una de ellas.
7. “Cuando una es dirigente se busca problemas, sobre
todo si propone soluciones que otros estiman que no resuelven nada. Y una sabe que ha dado soluciones inteligentes,
aunque sea difícil implementarlas y te busques enemigos”.
“Es más fácil demostrar que una tiene la razón al aportar
soluciones cuando una está en un puesto de profesional”.
Ser profesionales y técnicas les ha permitido tomar decisiones en sus vidas personales. Por ejemplo, todas las que tienen
hijos les compulsan a que estudien, para que en el futuro encuentren buenos trabajos. Esto ha sido más duro para siete de
las entrevistadas, quienes han encabezado sus hogares mientras
sus hijos estudiaban.
Simultanear la jornada laboral con la doméstica y la política
ha creado en estas mujeres habilidades para tomar decisiones
a “cada minuto”: desde optar por qué cocinar hasta organizar
el horario de su jornada personal cada día (que incluye lo labo-
138
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
ral, lo doméstico, lo político y lo recreacional). Se sienten más
preparadas que sus madres para la toma de decisiones, tanto en
cuestiones “trascendentales” como en las de “todos los días”. Y
lo hacen casi automáticamente.
Las reflexiones de las entrevistadas sobre su acceso a los
puestos de dirección y sus capacidades para tomar decisiones se
corresponden con las habilidades que estimo tienen ya las mujeres profesionales y técnicas cubanas hacia el empoderamiento,
así como con las condiciones que se han creado en la sociedad
cubana para ello.
En primer lugar, se dice que cuando las mujeres alcanzan el
saber que antes le era negado como parte de la estrategia de
la subordinación patriarcal, entonces poseen una condición imprescindible para ejercer el poder. Las trabajadoras cubanas han
“asaltado” el saber de varias formas: por la feminización de la
educación en todos los niveles, sobre todo en el universitario y
en el preuniversitario, donde son el 58% y el 65%, respectivamente, de los egresados; por su presencia entre los científicos
(son el 45% de ellos) y entre los profesores de los centros de la
educación superior (alrededor del 60%); porque representan las
dos terceras partes de los profesionales y técnicos cubanos y
porque con relación a los hombres trabajadores poseen niveles
de escolaridad más altos.
Además, las profesionales y técnicas se han entrenado para
tomar decisiones, que es un requisito del ejercicio del poder. Tienen obligatoriamente que tomar decisiones, consciente o inconscientemente, para organizar sus tareas en la jornada laboral,
en la “segunda” jornada y en la de los quehaceres políticos y
sociales.
Por otra parte, las asalariadas cubanas, tomadas en su conjunto e incluyendo a las profesionales y técnicas, han crecido
139
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
laboralmente porque están presentes en todas las categorías
ocupacionales (incluida la de dirigentes); desempeñan actividades complejas; incursionan en todas las esferas de la economía
(comprendidos empleos no tradicionalmente femeninos) y tienen niveles educacionales más altos que los de los hombres.
Sin obviar que a lo largo de los más de cuarenta años de revolución, cada vez se han visibilizado más los aspectos de discriminación contra la mujer y, junto a esto, la necesidad de luchar
contra toda forma de discriminación (García y Lutjens, 1998).
Por último, las profesionales entrevistadas reconocen que poseen las habilidades para tomar decisiones, y las ejercen, pero la
mayoría no desea ejercer el poder “formal”.
CÓMO EL EMPLEO FEMENINO TRANSFORMÓ LAS
ACTITUDES DE LOS HOMBRES
Las entrevistadas respondieron que los hombres cubanos han
aprendido a respetar más a las mujeres. Este “respeto” a las
mujeres ha sido siempre uno de los valores intrínsecos de la psicología social cubana. Su significado de caballerosidad ha tenido
mucho contenido patriarcal, en el sentido que a la mujer se le
respeta porque es la “madre”, “esposa”, el “ser débil al que
hay que cuidar”. Cuando las entrevistadas dicen que los hombres “respetan más a las mujeres” están incorporando significados nuevos. Esto es, los hombres respetan más a las mujeres
porque ellas trabajan y ganan sus salarios; porque son más independientes; porque están tan preparadas como los hombres para
desempeñar profesiones; porque hay mujeres dirigentes, quienes tienen a hombres subordinados bajo su mando; porque los
hombres escuchan y aceptan las opiniones de las mujeres con
quienes trabajan; porque hay hombres que aceptan que su pareja gane más que ellos; porque algunos aceptan que sus mujeres
140
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
lleguen del trabajo a la casa después que ellos; porque ya las
mujeres trabajadoras no aceptan que los hombres sean violentos
con ellos, y los hombres lo saben.
Podría resumir que las entrevistadas consideran que los hombres cubanos han aprendido a ser un poco menos machistas, y
las mujeres también. En este proceso las mujeres han jugado un
papel mucho más activo que los hombres. Ha sido, además, una
evolución que ha ocurrido a nivel de toda la sociedad, guiada por
una política que persigue que la mujer construya su identidad,
reconociendo sus individualidades con relación a los hombres,
pero sin que se promueva un enfrentamiento con estos.
Todo este proceso de las mujeres trabajadoras ha llevado a
que los hombres realicen públicamente tareas que antes solo
hacían las mujeres. Por ejemplo, pararse en las colas con jabas
en las manos para comprar alimentos. Una entrevistada dijo que
hay hombres que compran almohadillas sanitarias en las farmacias para sus hijas y esposas, y a veces salen con ellas exhibiéndolas por las calles cuando no han podido envolverlas.
La pianista me ayudó a comprender lo que está sucediendo
en el mundo de la música con relación a las relaciones de género. Explicó que hay un movimiento para rescatar la calidad de
los textos de las canciones de la música popular y en la propia
melodía. A los salseros se les ha criticado mucho por la baja
calidad artística de sus composiciones, teniendo en cuenta que
la mayoría de los músicos en la actualidad son egresados de las
escuelas de arte. Y como parte de estas críticas está la forma
de degradar la imagen de la mujer. Pienso en estribillos de canciones que todos bailan en Cuba, que discriminan a la mujer
madura, como “A gallina vieja, que le den candela”; o a otras en
que, posiblemente por un despecho amoroso, se grita a la mujer
“eres una bruja”.
141
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
A la vez, hay letras que visibilizan las contradicciones que
tienen los hombres en sus relaciones con mujeres que se han
tornado cada vez más independientes. Por ejemplo, está la canción “El negro está cocinando”, que relata cómo un hombre,
divorciado y que vive solo, se ve obligado a “cocinar”, en una
encubierta alusión al acto sexual, y tiene que parar a sus vecinas, quienes quieren probar “su sazón”.
La entrevistada continuó reflexionando sobre las potencialidades que existen entre los músicos cubanos para solucionar
este rasgo discriminador. Expresó que los músicos cubanos tienen
habilidades para improvisar, tanto en las letras de las canciones
como en la ejecución musical. Lo que habría que hacer, continúa
la pianista, es encaminarles a que interpreten letras no sexistas.
Añadió que las mujeres han incursionado con éxito en espacios
de la música que antes eran cotos cerrados de los hombres. Se
refirió a la explosión de conjuntos musicales femeninos, incluso
tocando instrumentos de las religiones afrocubanas que antes
solo podían ejecutar los hombres.
Continué indagando sobre los cambios en los hombres cubanos, esta vez en la relación de pareja. Las entrevistadas estiman
que hay muchos hombres que no se han adaptado a que sus mujeres trabajen. Esto causó divorcios en dos de las entrevistadas.
Sin embargo, sus exmaridos se unieron o casaron con mujeres
trabajadoras. Opinan que ellos necesitaban el salario de su nueva pareja, y que ellas, las primeras esposas, les sirvieron como
una especie de “entrenamiento” o “aprendizaje” para aceptar
convivir con mujeres trabajadoras.
Todas las entrevistadas opinan que los hombres cubanos han
cambiado de una u otra forma bajo la influencia de lo que una
de ellas describió como la “revolución de las mujeres”, y que los
cambios variaron en intensidad según las edades: los más viejos están más reticentes a los cambios, mientras que los jóvenes
142
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
los aceptan con más naturalidad. Pero todas coinciden en que
“todavía vivimos en una sociedad machista”.
Puedo ilustrar esto último con lo que escuché decir a un hombre de unos treinta y tantos años en la calle recientemente:
“Yo sé hacer todo lo de una casa; pero si mi suegro ni friega ni
limpia, entonces yo tampoco lo hago, porque él no es más macho que yo”. En Cuba esta reacción debe estar muy extendida,
porque por la escasez de vivienda conviven bajo un mismo techo
hasta tres generaciones. Mantengo, además, la hipótesis que
surgió en la investigación sobre las textileras de Ariguanabo
en 1987: los hombres tienden a compartir las tareas del hogar
con su pareja cuando ambos trabajan, y logran crear condiciones
de vivir en una familia nuclear, incluso cuando viven dentro de
una familia extendida.
De esta rica argumentación de las mujeres de la muestra
puedo inferir que los hombres han cambiado en sus quehaceres y pensares con relación a la mujer, y que en ello ha influido
el fenómeno de las mujeres trabajadoras. Diferentes formas de
discriminación contra la mujer se han hecho visibles para toda
la sociedad, aunque no se hayan solucionado ni a nivel macro ni
microsocial.
Expongo sintéticamente algunos de los valores nuevos en la
ideología de género de los hombres cubanos en relación con las
trabajadoras.
• Aceptan, con sentimientos paradójicos, a la mujer trabajadora como compañeras de trabajo, jefas, esposas e hijas.
• Van ejerciendo públicamente funciones que antes eran
patrimonio exclusivo de las mujeres en la esfera doméstica. Hay menos burlas, pero estas no han desaparecido
totalmente del escenario de la ideología de género.
143
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
• Reconocen que cuando las mujeres trabajan, dependen
menos económicamente de ellos.
• Desean que sus hijas estudien para que trabajen, si fuera como técnicas o profesionales mejor.
• Consienten que las mujeres los dirijan en los centros de
trabajo.
• Acceden a convivir con mujeres que ganen más que
ellos.
• Saben que las mujeres que trabajan no aceptan ser objetos de violencia doméstica.
La ideología de género que ha presidido este proceso no implica un enfrentamiento entre hombres y mujeres. Estos valores
se están formando, pero están aquí en el escenario de la ideología cubana de género. Cuentan con el respaldo legal, económico, político e ideológico del proyecto socialista. No hay en Cuba,
en mi opinión, una revolución estancada, como es el caso de
Estados Unidos, que frene la “revolución de las mujeres” que ha
existido desde los sesenta.
Las mujeres trabajadoras, profesionales y/o dirigentes han jugado funciones importantes en estos cambios, sobre todo aquellas que han sido capaces de “negociar” las transformaciones en
las relaciones intergenéricas en sus centros de trabajo, en sus
hogares y en sus barrios. El papel de las mujeres profesionales
y técnicas en cambiar a los hombres excede a sus maridos. Hay
que incluir cuánto han influido en modificar las conductas de sus
hijos y de los otros miembros masculinos de sus familias para que
sean menos machistas.
144
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
LA INFLUENCIA DE LOS ESTUDIOS
EN LAS RELACIONES FAMILIARES Y SOCIALES
Relación de pareja
Las entrevistadas estiman que ser trabajadora, profesional y
técnica ha contribuido a que ellas sepan cómo quieren que sea
su pareja. Esta toma de conciencia a la hora de seleccionar a su
pareja la experimentaron las dieciocho entrevistadas en diferentes estadios de sus vidas, y siempre les ocasionó conflictos.
Ser profesionales y técnicas demanda tiempo, esfuerzos físicos e intelectuales, que se convierten en obligaciones externas
a la dinámica de la pareja, y que pueden dañar la convivencia.
Pueden, asimismo, enriquecerla si la mujer y el hombre “negocian” y deciden ambos cómo sortear las dificultades. Pero sin
duda, ser profesional exige mucho, y “una tiene que decidir qué
cosa quitar y a quién”. Hay casos en que a la mujer le duele
quitar ese algo a los hijos, sobre todo cuando son pequeños,
y entonces se lo quita a la pareja o a ella misma. Entonces la
relación sentimental sufre desgastes y la mujer suele ser la más
afectada.
Las relaciones de pareja pueden sufrir por la competencia profesional que se establece entre el marido y la mujer, sobre todo cuando ella es la que sobresale. Aunque en
la base de estos conflictos está la competitividad femenina, las discusiones explotan por motivos más superficiales
pero más visibles. Por ejemplo, según los maridos, porque la
mujer regresa tarde del trabajo; está siempre cansada; se
arregla más para salir a trabajar que para estar en la casa; no
atiende bien a los hijos. En dos de los tres casos en los cuales
las entrevistadas confesaron que existió una fuerte competitividad con su pareja, hubo manifestaciones de violencia doméstica
145
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
contra ellas. Una de ellas decidió divorciarse de su marido por
esta razón.
Esta mezcla de competitividad profesional y machismo ha
sido el detonante de diferentes tipos de conflictos en las parejas
de las entrevistadas. Noté diferencias entre las actitudes de las
madres. Las madres de las mayores aconsejaban a sus hijas “ser
comprensivas y mantener sus matrimonios por encima de cualquier cosa”. Las madres de las más jóvenes les decían que no
aguantaran nada de nadie, porque “habían tenido que estudiar
mucho para llegar a ser lo que eran”.
Aquellas entrevistadas que pasaron por un divorcio, una separación o la viudez, estar trabajando les permitió “salir del
hueco”. El trabajo fue un refugio para pasar el “duelo” y para
sentirse útiles para sacar adelante a sus hijos y a ellas mismas.
Las entrevistadas que están casadas o que lo han estado alguna vez, expresaron que sus maridos iban desde los que no hacían
nada en la casa hasta los que compartían con ellas todo el trabajo doméstico. La mayoría de ellas asumía o asume la mayor parte
de las tareas del hogar, como sucede con las mujeres cubanas,
sean trabajadoras o no.
Relaciones con los hijos
Todas las entrevistadas con hijos coinciden en que ser profesionales y técnicas les ha servido para orientarles en sus estudios:
les han organizado el tiempo extraescolar para que hagan las
tareas; les repasan ellas, sus maridos, vecinas, o contratan a
repasadores;3 mantienen económicamente a sus hijos para que
concluyan sus estudios. Les han enfatizado la necesidad que estudien para enfrentar la vida laboral; han buscado tiempo para
3
Profesores de diferentes materias que son contratados por los padres para
impartir clases en sus casas después de los horarios escolares (N. de la E.).
146
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
sacarles a pasear y conversar con ellos. Todas las que han convivido con sus madres y/o suegras contaron con el apoyo de estas
para cuidar a sus hijos mientras ellas trabajaban o se superaban.
El promedio de edad al tener el primer hijo entre las entrevistadas con hijos es de veintisiete años, como lo expuse al describir la muestra. No pude extraer conclusiones entre este dato
y el momento de sus vidas laborales en que esto ocurre, porque
hay mucha dispersión. Por ejemplo, dos tuvieron su único hijo
antes de ser profesionales; otras dos parieron siendo profesionales, una esperó ocho años después de casarse para tener a su
hija y otra esperó cuatro años; otra tuvo el primero de sus dos
hijos mientras estudiaba su carrera; dos parieron a sus dos hijos
después de ser profesionales, pero una los tuvo en el mismo matrimonio y la otra los tuvo en dos matrimonios diferentes; una
de las técnicas comenzó a trabajar después que el menor de sus
tres hijos tenía ocho años; otra, que es una madre sola, decidió
parir cuando era profesional.
Las entrevistadas con hijos estiman que ellas han sido las
máximas responsables de la crianza de sus hijos, una vez que
se han quedado sin pareja. Esta es la ideología que vi en otros
estudios de caso con obreras, y que se expresa en la idea: “A
mi hijo lo crío yo porque yo lo parí, y respondo por él”. Durante
el Período Especial concentraron sus esfuerzos para mantenerse
trabajando y lograr ingresos adicionales para asegurar la alimentación de sus hijos, vestirles y calzarles.
De las cuatro entrevistadas que no tuvieron hijos, solo una
hubiera querido tenerlos: ella es estéril. Las otras decidieron
no parir porque los hijos no formaban parte de sus proyectos
de vida. Dos explicaron que no querían tener hijos sin padre,
porque en Cuba la figura paterna es importante, y porque el hijo
debe ser deseado por la madre y por el padre. Una, que está ca-
147
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
sada, no quiere tener hijos porque estima que su salud no se lo
permite, y que ella ahora no tiene condiciones económicas para
ello. Su marido tiene hijos de matrimonios anteriores y ella se
siente complacida atendiéndolos.
Relaciones con los padres
Las respuestas de las entrevistas en este epígrafe las agrupé en
tres tipos de reflexiones que explican cómo ellas han percibido el
papel de sus padres en los diferentes ciclos por los que ellas han
pasado en su vida profesional. Están permeadas por el significado
que tiene la familia en la cultura cubana y por la necesidad que
han tenido prácticamente todas estas mujeres de vivir bajo un
mismo techo con familiares de hasta cuatro generaciones.
1. Reconocen que sus padres, abuelos y otros familiares
cercanos se esforzaron para que ellas llegaran a ser profesionales y técnicas y ejercieran sus conocimientos en sus
empleos. Una resumió de esta manera la intención de su
padre con sus tres hijas: “Él nos educó como si fuéramos
hombres, para que nos quitáramos a los hombres de encima cuando los tuviéramos a nuestro lado y no nos convenían”. El referente de tener una madre trabajadora pesó
en diez de las dieciocho entrevistadas, pero reconocieron
la influencia que habían tenido sus padres y otros familiares
cercanos como patrones a imitar, en su decisión de convertirse en profesionales.
2. Aprecian la ayuda que sus padres y otros familiares les
dieron para cuidar a sus hijos, desde las edades preescolares hasta que estudiaban en la universidad. También el papel de las madres y familiares femeninas para llevar a cabo
las tareas de la doble jornada. Manifiestan, sin embargo,
148
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
que esta colaboración resulta paradójica cuando algunas de
estas personas no aceptan que ellas lleguen tarde a la casa
de sus trabajos.
3. Explicaron las estrategias para atender a sus padres y
familiares de la tercera edad que viven con ellas o que
pertenecen a su familia extendida, aunque vivan en otras
casas. Las dieciocho entrevistadas enfrentaron esto durante el Período Especial, y sus experiencias aparecen en el
epígrafe de las “Estrategias”.
Insisto en que las experiencias de las entrevistadas ilustran la
hipótesis de la Dra. Ofelia Schutte (1998) sobre la “ética del cuidado”, cuando explica que las mujeres despliegan inteligencia y
no solo sentimientos cuando atienden a los adultos mayores. En
este proceso las entrevistadas han desplegado también ternuras
y resquemores hacia los ancianos mayores, porque cuidarlos resulta una obligación para “retribuir” lo que hicieron por ellas,
pero que las esclaviza.
Relaciones con los colegas
Todas declararon que tuvieron que demostrar su profesionalidad
al comenzar a trabajar, más que los hombres que empezaron a
trabajar junto a ellas. Se han acostumbrado tanto a desempeñar
bien sus profesiones, que ya no les cuesta tanto esfuerzo ser
buenas.
De las dieciocho entrevistadas solo dos reconocieron que
fueron discriminadas, porque los hombres no reconocían sus capacidades en cuanto a los conocimientos de sus profesiones, a la
capacidad para tomar decisiones y a sus habilidades para soportar
el Período Especial y mantenerse trabajando. Ambas declararon
en las entrevistas que demostraron su capacidad para esto.
149
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
Todas sienten que sus colegas de trabajo las respetan. En sus
centros laborales, diecisiete se sienten “realizadas”, “se me quitan los dolores y achaques”, “me olvido de los problemas de la
casa”, “converso de cosas interesantes”. Las diez que pasaron
por la separación o muerte de sus parejas se refugiaron en sus
trabajos para reparar estas pérdidas. Hay solamente una entrevistada a quien no le gusta trabajar como docente, aunque sí le
agrada la especialidad que imparte. Reconoce que a su hija le gusta decir que “su mamá es profesional”, y a ella le gusta demostrar que es una mujer culta. Le gusta salir de la casa a trabajar
porque la casa “embrutece”.
En sus centros de trabajo estas mujeres se relacionan con
todas las personas: los de su mismo nivel, los que tienen una preparación inferior y los dirigentes. Tres dijeron que son una especie
de “puente” entre los trabajadores con capacidades más altas y
más bajas.
En este punto les pregunté qué opinaban de lo que suele decirse que a las mujeres no les gusta trabajar entre mujeres. Todas me ayudaron a desmitificar esta idea. Infiero que la calidad
de los llamados “climas de trabajo” no depende del sexo de
quienes integran los colectivos. Las relaciones entre trabajadores se construyen según la profesionalidad de los integrantes del
colectivo, de sus habilidades para las interrelaciones personales,
de la capacidad de los dirigentes. En los centros de las dieciocho entrevistadas hay mujeres dirigentes y no existen problemas
entre los trabajadores por esto. Al contrario, sus estilos de
dirección consensuales, participativos y abiertos a los cambios
tienden a unir a las personas. Las mujeres, me comentaron dos
entrevistadas, son capaces de comprender a las otras mujeres
cuando han pasado por experiencias tan vitales como parir, criar
a un hijo, atender a enfermos y cuidar a los ancianos.
150
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
MÁS SOBRE LA IDEOLOGÍA DE GÉNERO
DE ESTAS PROFESIONALES Y TÉCNICAS
Solicité a las entrevistadas que comentaran cuatro expresiones
populares referidas a la mujer. Aquí van sus reflexiones.
Nadie se me mete en la cocina
La reacción inmediata de todas fue que “eso es cosa de mujeres
de otra generación”. “Ni las amas de casa de ahora piensan así”.
Solo dos confesaron que les gusta cocinar; el resto lo hace por
obligación. Sin embargo, razonan que ellas se han desarrollado
en las condiciones cubanas del racionamiento o de las enormes
carestías del Período Especial. Esto significa que llevan años cocinando con “muy poco”, “lo justo”, con “lo que hay que luchar,
porque lo que dan por la libreta no alcanza”. Por lo tanto, ellas
y sus madres han tenido que desplegar una enorme creatividad y
un sentido de ahorro para alimentar a su familia.
“Alimentar a una familia cubana” significa desayunar, almorzar y comer. Además, a los niños en edades preescolares, de
primaria y secundaria se les refuerzan los almuerzos con meriendas. A los adolescentes que están becados en preuniversitarios
en el campo también se les suple la dieta de sus escuelas con
alimentos adicionales.
Los hombres son incapaces de desplegar estos ahorros y creatividades. Cocinar y fregar les corresponde a las mujeres mayores de los hogares multigeneracionales donde han vivido las
entrevistadas y, también, a ellas mismas. Dejan a los hombres
otras actividades que antes ellos no hacían, que eran del llamado ámbito privado y que no requieren pericias ahorrativas: comprar alimentos (“aunque muchas veces les dan menos de lo que
151
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
toca por la libreta de racionamiento y ellos no se dan cuenta”),
llevar a los niños a los círculos infantiles y a las escuelas.
Esta es la racionalidad de estas mujeres, porque, incluso las
que confesaron que les gusta cocinar, lo que desean es “salir lo
más rápido posible de la cocina”, “no tener que cocinar por obligación todos los días”, o simplemente “regalar la cocina”.
Entre las entrevistadas dos disfrutan cocinando, y no tanto
fregando; dos pagan a otra persona para que lo haga; en otros dos
casos son las madres o las abuelas las que cocinan y friegan; siete
comparten estas tareas con otras mujeres de sus casas y solo dos
de las que están casadas comparten la cocina con sus maridos.
Una me dijo: “Al hombre hay que darle participación en la
cocina, pero con know-how”. Otra piensa que sería bueno ir involucrando al hombre poco a poco en la cocina, para que comparta con la mujer esa responsabilidad diaria y para conversar
las cosas del día.
Observé las cocinas de las dieciocho entrevistadas; todas estaban ordenadas y limpias. Es cierto que me esperaban; pero,
como dije, conozco a estas mujeres, y sé que con altas y bajas
sus cocinas suelen estar limpias. Pregunté por qué esta limpieza.
Respondieron: “No soporto tener ni la cocina ni la casa sucia”.
“Llegar a mi casa y verla sucia me deprime”. “¿Qué pensará la
gente? ¿Qué aquí viven puercos?” Una me dijo que ella siempre
tiene limpio “mi Casco Histórico” (refiriéndose a las obras de
reconstrucción de La Habana Vieja), que casi siempre es la sala,
para recibir a las visitas no anunciadas.
Me atrevo a hacer una disquisición. Creo que estos hábitos
de limpieza de estas entrevistadas son parte de la idiosincrasia
cubana. Recuerdo los resultados de una encuesta a analfabetos
cubanos realizada en 1960 en la que aparecía cuánto estas personas de bajos ingresos gastaban mensualmente en detergente y
152
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
jabón. En mis investigaciones varios años con obreras, vi en sus
ropas y en las casas que visité, al menos en la mayoría, estos
hábitos de limpieza.
He aquí un ejemplo de ideología de género contradictoria.
Las mujeres profesionales y técnicas no quieren perder tiempo
en cocinar y fregar, pero buscan vías para asegurar este aspecto
de la reproducción de las vidas cotidianas de sus familias.
Hay que ser primero madre antes que mujer
y trabajadora
Las dieciocho entrevistadas coinciden en que se puede y se debe
ser las tres cosas a la vez. “Cada cosa tiene su momento”. “Cuando se logra ser las tres cosas, a los hombres les gusta más”. “El
marido la respeta más”.
Hay un refrán cubano muy machista que dice: “La mujer tiene que ser ama de casa en la casa, señora en la calle y prostituta en la cama”. Como seguramente se construyó cuando las
mujeres no trabajaban, a lo de “señora” en la calle habría que
añadir, “y trabajadora para que ingrese dinero”. Entonces serían
los cuatro elementos de la mujer ideal para el hombre cubano,
aunque conscientemente no reconozca lo del empleo.
Las entrevistadas consideran que las mentalidades de las mujeres y de los hombres cubanos han cambiado en cuanto a las
relaciones de género y al papel de la mujer en la sociedad. Pero
las mujeres han sido las que han tenido que hacer “maravillas”,
“acrobacias” y “luchar contra el reloj” para cumplir con las
funciones de madre, esposa y trabajadora. Aquí infiero que los
hombres son los actores pasivos, que fueron los que dictaron las
normas de esta “utopía bien machista de la mujer ideal”. Por su
parte, las propias mujeres excedieron ese esquema, sobre todo
con la dinámica que aportaron a la sociedad al incorporarse al
153
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
empleo, permanecer en él y ascender en la escala de la profesionalidad. Ellas asumen sus responsabilidades como madres (promoviendo, a la vez, la paternidad responsable); conocen más
sobre su sexualidad y la planificación familiar; y además, desempeñan funciones que requieren conocimientos, responsabilidad,
generan ingresos relativamente altos y se incorporan cada vez
más visiblemente a la toma de decisiones.
Una de las profesionales me comentó: “Esto de ser madre,
esposa, ama de casa y trabajadora es muy difícil en un país subdesarrollado como el nuestro. Pienso que debe ser mucho más
fácil para las mujeres en los países desarrollados”. Me pregunto:
¿qué pensarían de esto Mary García Castro, Helen Safa, Susan
Faludi, Elizabeth Jelin, Judith Astelarra y Ann Ferguson, entre
otras científicas sociales que han estudiado a la mujer y el empleo en países desarrollados?
Otra entrevistada resumió muy bien lo que he planteado en
otros trabajos sobre el modelo cubano de empleo femenino, generado “desde arriba” y “desde abajo”: “Las cubanas, y sobre
todo las profesionales, no han cambiado tanto porque simplemente dijeron ‘queremos cambiar’. Esto se debió a su esfuerzo
personal, pero a que lo hicieron en una revolución que les dio
todo el apoyo”.
La mujer necesita tener a un hombre a su lado
para que la represente
Todas las entrevistadas expresaron de diversas maneras que esto
es falso, porque la mujer se representa por sí misma, al menos
en Cuba. “Hay otras sociedades donde quizás esto sea necesario, y en Cuba antes también era así; pero ahora, nadie se cree
esto, y menos entre las profesionales”.
Consideran que la mujer sí necesita la compañía de un hombre para compartir su vida y para no estar sola, si él vale la
154
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
pena. Para ellas las palabras “marido” y “pareja” significan que
tiene que haber “amor”, “comprensión”, “compenetración” y
“respeto”.
Una de ellas opinó de esta forma: “Hay ocasiones en que quisiera tener a un hombre a mi lado, sobre todo en lugares públicos, para que sea el hombre el que enfrente a quien me ofende”.
“En Cuba las mujeres han tenido que decirle muchas veces a los
hombres: si yo fuera un hombre, tú no te hubieras atrevido a
decirme eso. Eso debe ser porque el hombre es un símbolo de
poder”.
Hubo otra mujer que reflexionó de la manera siguiente: “Los
hombres hacen falta en la casa, por ejemplo, para arreglar las
cosas. Pero si la mujer puede pagar para que otra persona lo
haga, entonces para eso no necesita un marido”. Otra expresó muy vívidamente los aspectos paradójicos de su ideología de
género: “He estado un sábado limpiando la casa, lavando y cocinando a la vez, y teniéndome una gran autolástima, porque
estoy sola y no tengo un marido que me ayude. Se me acerca el
mecánico que me está arreglando el auto para hacerme una consulta. Yo tomo la decisión que él me pidió y regreso a mis faenas.
Entonces me di cuenta que, si hubiera tenido un marido, él habría estado junto al mecánico, y yo habría estado haciendo todas
las tareas domésticas que estaba haciendo en ese momento”.
En Cuba hay muchas mujeres que encabezan sus hogares. Entre las trabajadoras son aproximadamente una tercera parte,
según los estudios de caso que he consultado. Según la ONE, en
1995 del total de las jefas de hogares, un 47% trabajaba (1997: 49).
En esto ha influido la alta tasa de divorcios y la independencia
económica que han alcanzado las mujeres a través del empleo.
Estas mujeres solas (por divorcios, separaciones, porque nunca han tenido relaciones estables con hombres o porque han en-
155
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
viudado) eran estigmatizadas hace unos años, y todavía lo son
para la mayoría de los hombres cubanos. Quiero estudiar más
profundamente la percepción relacional entre hombres y mujeres sobre la “soledad femenina” en Cuba, y entre las trabajadoras. Tengo una hipótesis: las mujeres solas se han visto obligadas
a reconstruir su estado civil de varias maneras. El ideal entre la
mayoría de ellas, pienso, es encontrar una nueva pareja “para
compartir”. En el caso de las profesionales, casi lo puedo asegurar, ellas quisieran tener una pareja, pero su criterio de selectividad es alto. Temen un nuevo fracaso, si lo tuvieron en una
unión anterior. Y a medida que pasan los años, a los hombres de
su edad les gustan las más jóvenes, y a ellos les empiezan a salir
los “achaques de la próstata y la impotencia”.
Está ocurriendo, por tanto, una reconstrucción de la figura
de la “mujer sola”. Quizás por eso la respuesta a la frase que
encabeza esta parte fue un categórico “eso es falso”. Y también
valen los deseos que expresaron varias de las entrevistadas de
encontrar una nueva pareja, cuando dijeron “tengo las puertas
abiertas”.
¿No será que los hombres en Cuba necesitan más vivir en compañía que las mujeres, porque no saben vivir solos? ¿No será a
ellos a quienes habría que preguntarles si están de acuerdo con
la expresión “necesito una mujer que me haga las cosas, para yo
poder representarme a mí mismo”?
La primera reacción de las entrevistadas fue negar enfáticamente que necesitaran que un hombre las representara, porque ellas se valen por sí solas. Después pasaron a argumentar
largamente que no están en contra de tener una pareja, y que
desearían tener a un hombre para compartir su vida amorosa
“en las buenas y en las malas”. Quienes están sin parejas estables añoran tener una estabilidad que valga la pena. De aquí
156
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
infiero que estas mujeres están pasando por un proceso durante
el cual están reconstruyendo su concepción del matrimonio, ya
sea legal o no. Están redefiniendo lo que significa ser mujer sola
en una sociedad como la cubana, donde aún esta condición se
estigmatiza. Se trata de un proceso de elevación de la autoestima femenina, con todos los dolores que conlleva.
CONCLUSIONES
El fenómeno de las mujeres profesionales y técnicas en la fuerza
de trabajo cubana (desde hace veintidós años constituyen más
de la mitad de los profesionales y técnicos del país; categoría que
agrupa a la mayoría del total de las ocupadas cubanas) ha sido parte de la evolución del empleo femenino cubano. Sus explicaciones
hay que buscarlas en los cambios operados en toda la sociedad
cubana desde 1959, en los planos de la economía, la política y la
ideología siguiendo un programa que aspira a eliminar todo tipo
de discriminación, incluida la de género. Ha sido un proceso duro
y contradictorio que, a la vez, ha estado cargado de satisfacciones, y que ha transformado la ideología de género de todos los
cubanos y no solo de las mujeres.
Estas tendencias continuaron durante los años de crisis y
reajustes de los noventa, sin retrocesos sustanciales. Hay, sin
embargo, que mantener la conciencia crítica sobre las políticas relativas a la mujer, que han estado presente en los últimos
cuarenta años. Debe tenerse en cuenta que Cuba está saliendo
de un proceso de crisis que ha conmovido a toda la sociedad en
un período de diez años, con métodos propios, muchos de los
cuales han sido concebidos y aplicados en tiempos breves, y que
no tiene paradigmas en las experiencias de los países de Europa
del Este después del derrumbe del socialismo. Una de las vías
que Cuba ha decidido para salir de la crisis es promover la efi-
157
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
ciencia y la alta tecnología en los procesos laborales. En tanto
las mujeres son las dos terceras partes de los profesionales y técnicos del país, y las trabajadoras tienen niveles educacionales
relativamente más altos que los hombres trabajadores, las estrategias que se adopten para el desarrollo no pueden prescindir
de estas mujeres.
Las científicas y los científicos sociales de Cuba han estudiado con seriedad y creatividad las relaciones de género en el
país, con énfasis en las mujeres. Tenemos ahora que comprender
científicamente qué ha ocurrido con los hombres cubanos en estos últimos cuarenta años.
158
UN MODELO “DESDE ARRIBA”
Y “DESDE ABAJO”: EL EMPLEO FEMENINO
Y LA IDEOLOGÍA DE GÉNERO EN CUBA
EN LOS ÚLTIMOS TREINTA AÑOS*
Los nuevos valores y las necesidades que se han gestado en la
ideología de género de las mujeres y de los hombres cubanos a
partir de 1959 han enriquecido la identidad cultural nacional.
En este trabajo me propongo explicar cómo la feminización de
la fuerza laboral cubana y, en especial, la de las profesiones, ha
influido en transformar lo que significa ser mujer y ser hombre
en Cuba.1
Los fenómenos que acompañan a la creciente participación
de las cubanas en la fuerza laboral tienen muchos aspectos similares a lo que ocurre en otros países de la región e incluso
en Estados Unidos y Canadá. Sin embargo, existen diferencias
notorias que singularizan al fenómeno cubano y a esto dedico
este trabajo. Hay dos hipótesis que sirven de hilo conductor a
mis reflexiones.
La primera propone que en Cuba los programas para promover la participación de la mujer en la sociedad han funcionado
en dos niveles muy interrelacionados: el de las políticas más generales elaboradas “desde arriba” y el de las reacciones “desde
abajo” a las que son sometidas estas políticas, que las modifican
* Publicado en Lebon, N. y Maier, E. (Coords.) (2006). De lo privado a lo
público: 30 añosde lucha ciudadana de las mujeres en América Latina.
1
Estas reflexiones las he extraído de los estudios de caso que he realizado
entre 1985 y 2005, de intercambios con alumnos y colegas cubanos y
extranjeros que han incursionado en estos temas y de mis experiencias
personales como científica social que vive en Cuba y que también ha sido
sometida a las transformaciones que estudia.
159
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
constantemente, según las necesidades de las situaciones concretas. En el caso del empleo femenino, este ha sido un proceso
muy interrelacionado, que se ha nutrido de experiencias y concepciones a lo largo de cuatro décadas, y que ha estado condicionado y explicado por las estructuras económicas, políticas e
ideológicas por las que ha atravesado la sociedad cubana en su
historia más reciente.
La segunda hipótesis plantea que la feminización laboral ha
provocado un impacto sumamente contradictorio en las identidades de género de toda la sociedad cubana, no solo de las
mujeres, con una evidente tendencia hacia la no discriminación.
Las mujeres han constituido el motor impulsor de estas transformaciones.
TRANSFORMACIONES GENÉRICAS EN LA SOCIEDAD
CUBANA: UN MODELO “DESDE ARRIBA”
Y “DESDE ABAJO”
La participación de la mujer en la sociedad cubana ha formado
parte de los programas integrales para luchar contra todo tipo de
discriminación y a favor de la justicia social, que comenzaron a
inicios de los años sesenta. Este proceso ha sido sometido a críticas, que han estado interesadas en corregir los aspectos de los
programas que no se corresponden con las realidades que quieren
transformar, tanto porque han sido incapaces de interpretarlas
o porque han caducado. Esta suerte de conciencia crítica, que
ha operado en los niveles más altos de la jerarquía política, en
la academia, entre los intelectuales y los artistas, así como en
la vida cotidiana de las mujeres y de los hombres, se ha mantenido vigente desde 1959. Como todo pensamiento crítico, estas
preocupaciones han sido obstaculizadas en ocasiones por posiciones dogmáticas y corrientes patriarcales que persisten en Cuba.
160
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
En otros trabajos he denominado a este programa cubano para
promover el empleo femenino como un modelo “desde arriba” y
“desde abajo”. Este modelo está constituido por un conjunto de
políticas sociales, de marcos legales, de medidas económicas y
de patrones culturales nuevos concebidos e instrumentados por
las instancias nacionales de la dirección política del país, y sometido a las modificaciones que surgen al ser aplicados en el vivir cotidiano de las cubanas y de los cubanos a lo largo de cuatro
décadas. Esta flexibilidad crítica, gestada por la participación de
muchas personas, ha sido uno de sus triunfos.
Es difícil deslindar cuáles han sido las acciones propuestas
“desde arriba” y cuáles las que operan “desde abajo”, porque
la forma en que funciona este modelo impide distinguir unas
estructuras acabadas y bien definidas en su interior, que puedan
ser calificadas como pertenecientes a uno u otro nivel. Sin embargo, en el transcurso de esta investigación he tenido presente
cómo operan estos dos ejes. Para ello he escogido un conjunto
de aspectos del empleo femenino y de la ideología de género
que le acompaña, y he analizado cómo en ellos se conjugan las
medidas dictadas “desde arriba” con las reacciones que provocan “desde abajo”.
Antes de continuar, considero necesario explicar brevemente
en qué consistieron las condiciones económicas, políticas e ideológicas concretas que sucedieron en lo que en Cuba llamamos
Período Especial, ocurrido en la década de los noventa del pasado siglo, por el impacto que tuvieron estos años en el empleo
femenino y la ideología de género. Fue una época de crisis en
la sociedad cubana, resultado de las severas carencias económicas provocadas por la desaparición de los países socialistas
de Europa Oriental, básicamente de la Unión Soviética, con los
que Cuba desarrollaba el 85% de sus relaciones económicas ex-
161
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
ternas. Influyó igualmente el recrudecimiento del bloqueo del
gobierno de Estados Unidos contra Cuba, con la introducción de
la Ley Torricelli y del apéndice conocido como Helms-Burton. En
estos años se produjo un descenso sorpresivo y enorme en las
tasas de crecimiento de la economía y en la calidad de vida de
la población. Solo pondré un ejemplo: durante treinta años Cuba
compró a precios preferenciales doce millones de toneladas de
petróleo anualmente, por un tratado comercial con la Unión Soviética, que beneficiaba a las dos partes. En 1991, al desaparecer la URSS, este tratado cesó y Cuba comenzó a comprar este
combustible en el mercado mundial. Ese año y los que siguieron
solo pudimos adquirir alrededor de cuatro millones de toneladas
de petróleo cada año. Con ello, la economía nacional prácticamente colapsó. Simultáneamente comenzaron los reajustes en
todas las esferas de la sociedad para salir de la crisis, lo que
comenzó a materializarse poco a poco a partir de 1995.
El 8 de marzo de 1990 Fidel Castro anunció el inicio del Período Especial y quince años más tarde, en igual fecha, explicó
que comenzábamos a salir de él. ¿Por qué escogió Fidel el Día
de la Mujer para comunicar hechos de tal trascendencia política? En 1990 sabía que contaba con el apoyo de las mujeres para
que generaran las estrategias de sobrevivencia que, entre otros
factores, permitieron a Cuba resistir los embates del derrumbe
del campo socialista, el endurecimiento del bloqueo de Estados Unidos y la imposibilidad de concluir el proceso interno
de rectificación de errores y tendencias negativas, iniciado a
finales de 1984 con el fin de atravesar los momentos de crisis
y de reajuste que tuvieron lugar en estos años. Y en 2005 quería trasmitir oficialmente y a viva voz a toda la población una
circunstancia que ya todos sentían que se iba convirtiendo en
realidad: la recuperación de la crisis era un hecho. El siguiente
162
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
dato habla de la importancia política que se atribuye en Cuba a
la participación de la mujer en la sociedad.
Entre las estrategias para desarrollarse y sobrevivir en la crisis
de los noventa ninguna de las medidas generadas “desde arriba”
para promover la incorporación y permanencia de las mujeres
en el empleo y que influyeron en las identidades de género fueron eliminadas (Núñez, 2000). Sin embargo, muchas tuvieron que
modificarse para ajustarse a las circunstancias cambiantes, imponiendo los patrones culturales sus sellos en ellas. A continuación mencionaré dos ejemplos de dicho fenómeno. La licencia
de maternidad se modificó ante las dificultades del Período Especial. Originalmente se otorgaban tres meses de licencia retribuida a las mujeres para atender al recién nacido, a la vez que
se les mantenía su puesto de trabajo. En 1993 se alargó a seis
meses la licencia y después a un año. Desde el 2003 se permite
a los padres compartir con las madres la licencia para cuidar al
bebé en el primer año de vida. No obstante, desde entonces solo
diecisiete padres se han acogido a ella en todo el país. El segundo ejemplo tiene que ver con dos de los artículos del Código de
Familia, que instan a ambos miembros de la pareja a compartir
las tareas del hogar. Ellos se leen en el acto de matrimonio a
quienes contraen nupcias, pero nadie los ha utilizado como causas de los muchos divorcios que han existido en Cuba.
Las mujeres y los hombres que se han beneficiado de estas
medidas las perciben de manera distinta de acuerdo a sus edades. En estudios recientes realizados a mujeres y hombres profesionales les pregunté cuánto se habían beneficiado de ellas.
Quienes tenían más de treinta y cinco años en el momento en
que les entrevisté, y experimentaron la movilidad social ascendente que favoreció a las personas de más bajos ingresos entre
1960 y finales de los ochenta, explicaron con detalles qué signifi-
163
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
có para ellas y ellos someterse a esas medidas. Las entrevistadas
y entrevistados menores de treinta y cinco años prácticamente
no comentaron estas medidas porque las disfrutan como algo
que les corresponde.
EL EMPLEO FEMENINO: LO POSITIVO
Y LO NEGATIVO
La proporción de las mujeres en la fuerza de trabajo total del país se incrementó establemente entre 1959 (13%)
(Núñez, 1988: 13) y 1989 (38%) (ONE, 1996: 116). Tomo este
último año porque marca el preámbulo del Período Especial.
De 1989 a 2002 esta tendencia se detuvo y se creó una especie de “meseta”, en la cual los índices de la participación femenina en la fuerza de trabajo oscilaron e incluso
fueron levemente inferiores que en 1989. En el año 2002 las
mujeres representaban el 37,6% del total de trabajadores del
país (ONE, 2002: 53).
Desde 1977 las mujeres constituyen más de la mitad de los
técnicos y profesionales del país. Esta tendencia no se detuvo
durante el Período Especial. En 2002 ellas constituían las dos
terceras partes (65.5%) de los trabajadores en esta categoría
ocupacional, mientras que los hombres representaban el 33.5%.
En esta categoría se agrupan el 38% de las mujeres ocupadas y
solo el 12% de los hombres que trabajan (ONE, 2002: 53).
A partir de 1978 la fuerza laboral femenina, en comparación
con la masculina, tiene niveles educacionales más altos: en 2002
el 19% de todas las mujeres ocupadas había completado la educación superior, mientras que solo el 11% de los hombres ocupados tenía este nivel vencido. El 48.4% de todas las trabajadoras
se había graduado del nivel medio superior, en contraste con el
36.9% del total de los trabajadores (ONE, 2002: 52).
164
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
Las mujeres ocupan plazas en todos los sectores de la economía, tanto los tradicionalmente femeninos como en los que no
lo son, dentro de Cuba y fuera del país. En el 2000, el 60% de los
profesores de la educación superior eran mujeres, al igual que
el 52% de los científicos, el 52% de los médicos y el 50% de los
abogados. Estos cuatro hechos hablan de avances en el empleo
femenino cubano, pero persisten desigualdades que constituyen
cargas físicas y psicológicas enormes para las trabajadoras.
Durante los años de crisis y reajustes, las trabajadoras asumieron categorías de empleo no estatales, cuestión que significó
un reto en sus vidas laborales. Solo un dato demuestra este “viraje” en un período corto. Cuando comenzó el Período Especial
casi el 90% de todas las mujeres ocupadas lo estaban en el sector
estatal civil y siete años después esta proporción bajó a un 81%.
Ese 8% no regresó a sus hogares sino que acudió al sector privado, al cooperativo y a las empresas mixtas (Núñez, 2000).
Como he explicado en otras ocasiones, las trabajadoras cubanas pueden ser obreras, abogadas, científicas, secretarias, doctoras e incluso dirigentes pero al llegar a sus hogares llevan en
sus espaldas el peso de la segunda jornada. Hay muchas razones
que explican el porqué de la permanencia de esta distribución
discriminatoria por género de las labores del hogar, pero deseo
detenerme en tres de ellas: dos tienen que ver con las carencias
materiales que persisten en Cuba y la tercera está relacionada
con patrones de la cultura patriarcal.
En Cuba hay un déficit grande de viviendas que provoca que
sea usual que convivan bajo un mismo techo hasta tres y, en
ocasiones, cuatro generaciones. Por ello, hay muchas figuras
femeninas en una casa, quienes se distribuyen las tareas domésticas. Aquí entra la razón que tiene que ver con la cultura patriarcal: muchas veces son las mujeres, sobre todo cuando
165
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
ejercen sus papeles de madres, abuelas y tías, quienes no asignan a los niños y adolescentes trabajos en el hogar, porque estiman que ello iría en detrimento de su virilidad. Y, por último,
la otra razón material: durante años en Cuba los alimentos y los
productos para la higiene personal y de la casa han estado racionados y han sido escasos. Las mujeres están más entrenadas que
los hombres para manejar estos pocos recursos con ahorro, por
el sesgo machista que ellas mismas han introducido en la crianza de sus hijos. Una entrevistada dijo: “Los hombres en la casa
gastan mucho lo poco que tenemos y ensucian todo. Por eso yo
prefiero hacer las cosas, aunque me eche toda la carga encima”.
De estos argumentos no puede inferirse que culpo a las víctimas (las mujeres) de su propia victimización. Intento argumentar
con criterios marxistas y feministas que a nivel de toda la sociedad y en el ámbito más personal, las ideologías que sustentan las
discriminaciones sociales son las más difíciles de cambiar, mucho
más que las ideologías políticas. Una de las tantas razones es
que los oprimidos asumen como suyas las representaciones ideológicas imperantes en las sociedades, que son las de las clases
dominantes. La ideología patriarcal ha sustentado los patrones
de poder en todas las formaciones económico-sociales, hecho
sociológico solo comparable a la dominación por el racismo. Incluso en las sociedades donde se han transformado las estructuras económicas y las instituciones políticas que sustentaban
patrones culturales viejos, estos les sobreviven y prevalecen en
lo más intrínseco de las mentalidades de las personas. Hay una
literatura extensísima que explica estos fenómenos y que ha
sido elaborada por científicos sociales de países desarrollados y
subdesarrollados. De los clásicos marxistas destaco las tesis de
hegemonía y cultura, de Antonio Gramsci; las de subordinación
femenina, de Inessa Armand; y la de los problemas para la par-
166
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
ticipación política de la mujer, de Alexandra Kollontai. Más recientemente, a esto se han referido Mary García Castro, Sherril
Lutjens, Carmen Diana Deere y Luisa Campuzano, entre otras.
Otro rasgo discriminatorio en el empleo femenino lo constituye el hecho que solo el 33.7% de los dirigentes en el ámbito
laboral son mujeres (ONE, 2002: 54). Esta proporción se ha mantenido igual desde 1992, a pesar de que las mujeres son las dos
terceras partes de los profesionales y técnicos, que deberían ser
la cantera natural para ocupar los cargos de dirección. A este
aspecto de la dirigencia femenina dedicaré mayor atención más
adelante.
LAS CUBANAS SE MANTUVIERON EN LA FUERZA
DE TRABAJO DURANTE EL PERÍODO ESPECIAL
A diferencia de lo que ocurrió en la década de crisis de los
ochenta en América Latina, cuando la crisis de los noventa estalló abruptamente en Cuba, toda la población del país—sobre
todo las mujeres—había experimentado una movilidad social ascendente. Esto sucedió en todo el territorio nacional. Por ello
los efectos de la crisis los sintieron los cubanos y las cubanas
muchísimo más que los latinoamericanos y caribeños, porque en
esos países las mayorías no habían recibido los beneficios de las
políticas sociales de una revolución y porque las carencias las
sintieron todos los ciudadanos.
Estimo que las cubanas se mantuvieron empleadas en estos
años de crisis y reajustes por diversas razones. Primero, desde
mediados de los ochenta una tercera parte de las trabajadoras
encabezan sus hogares, lo que las convierte en la fuente fundamental para mantenerlos. En segundo lugar, ellas constituyen
desde fines de los setenta más de la mitad de los profesionales
y técnicos del país y las dos terceras partes desde 1993. Las es-
167
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
trategias para sacar a Cuba de la crisis implican desarrollar los
sectores que requieren más tecnologías de avanzada y en ellos
las mujeres son la mayoría en el personal calificado. En tercer
lugar, entre las trabajadoras cubanas de esos años había una
proporción considerable de asalariadas de segunda generación,
quienes tenían paradigmas de mujeres empleadas en sus madres. En cuarto lugar, el marco legal y político que propició
la incorporación y permanencia de las cubanas en la fuerza
laboral se mantuvo y adecuó a las características de la crisis y
de los reajustes. El Plan de Acción Nacional de Seguimiento a
la Conferencia de Beijing que adoptó el Estado cubano en 1997
a instancias de la FMC demostró la voluntad política “desde
arriba” de articular un programa de obligatorio cumplimiento
para los organismos de la administración del Estado. En quinto
lugar, las cubanas viven más tiempo en sus barrios, tanto para
buscar apoyo para continuar empleadas, como para encontrar
medios para obtener ingresos adicionales e incluso para acudir
más a los consultorios de la familia y a los policlínicos que a los
hospitales.
Por último, el Estado mantuvo las políticas sociales que protegían el acceso gratuito y universal a la educación, la salud,
la seguridad social, la asistencia social, la cultura, el deporte y la
nutrición. Las cubanas se habían beneficiado de estas políticas
mucho más que los hombres desde inicios de los sesenta, porque históricamente habían sido las más discriminadas y, aunque
la crisis sacó a la luz con fuerza las discriminaciones sexistas, las
mujeres demostraron sus habilidades y fuerzas para sacar de la
crisis a sus familias y al país. Ello fue un elemento para hacer
crecer su autoestima.
Estas mujeres tuvieron que construir sus estrategias viviendo
en una sociedad aún patriarcal en la cual ellas llevan el peso de
168
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
la doble jornada; son los hombres quienes predominan en los
cargos de dirección; y la alta proporción de divorcios y separaciones ha aumentado el número de jefas de hogar entre las
trabajadoras, lo que implica que cuentan principalmente con el
ingreso que ellas generen.
TOMAR DECISIONES Y OCUPAR CARGOS
DE DIRECCIÓN
La habilidad de las mujeres para participar en actividades económicas de avanzada, debido a su resolución para tomar decisiones, es uno de los cambios más importantes en materia
de ideología de género que ha ocurrido en Cuba en los últimos
cuarenta y seis años, y en ello ha influido notablemente la participación de la mujer en el empleo. No se trata de afirmar que
antes de la revolución o de la feminización del empleo las cubanas carecían de capacidades para resolver lo que enfrentaban
en sus vidas.
Lo que ha ocurrido con la participación femenina en el empleo es que las asalariadas se han visto obligadas a distribuir
conscientemente su escaso tiempo entre la jornada laboral y
la doméstica, desarrollando habilidades para simultanear tareas
constantemente. Estas mujeres han elaborado estas destrezas a
partir de sus niveles educacionales altos, orientándose en una
sociedad que ha sido transformada desde sus cimientos, y donde
ellas han experimentado estos cambios más fuertemente que los
hombres. Hay que elaborar un tanto más cómo las mujeres cubanas que trabajan, ya sean profesionales o no, han extraído destrezas cognoscitivas para dirigir, para tomar decisiones en todos
los aspectos de la vida, sobre todo en el ámbito laboral, a partir
del papel “tradicional” que continúan desempeñando en esta
“división genérica” de las tareas domésticas. Este análisis tiene
169
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
que considerar que hay diferencias de acuerdo a las generaciones de mujeres y hombres, ya que las más jóvenes tienden a instar a
que los hombres de sus familias asuman tareas domésticas.
Ejercer la toma de decisiones no solo conforma en ellas el
sentido del poder como seres humanos, sino que les asegura su
derecho a actuar independientemente. Este es un derecho ciudadano básico que le había sido negado a la mujer cubana en
toda su plenitud. Sin embargo, falta por construir la figura social
de la mujer dirigente, tanto en la práctica de las designaciones de
mujeres en cargos de dirección como en el imaginario social, que
favorezca que las mujeres aspiren a desempeñar estas posiciones.
Explicaré qué significa para mí tomar decisiones, pues es uno
de los conceptos claves que se han incorporado a la ideología de
género. Tomar decisiones es la habilidad que demuestran los individuos a la hora de comprender determinados escenarios; esto
es, la capacidad que tienen para señalar los problemas principales, explicar sus causas y proponer soluciones. Incluye también
la capacidad para evaluar los logros y las pérdidas que existen
en cada situación y, de acuerdo al conocimiento adquirido sobre
ellos, ser capaces de determinar cuáles son las acciones para
alcanzar los propósitos. Excluyo de esta definición el concepto
de liderazgo, que incluye tanto la toma de decisiones como otros
aspectos institucionales. Sin embargo, ambos conceptos de liderazgo y toma de decisiones están relacionados con el llamado
“empoderamiento”, que es un rasgo relevante en la ideología
de género.
En mis investigaciones sobre la mujer y el empleo en Cuba
que he desarrollado en los últimos veinte años, he intentado
demostrar que los cambios en la ideología de género en Cuba,
especialmente entre las mujeres trabajadoras, han generado en
ellas habilidades para tomar decisiones en todas las esferas de su
170
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
bregar diario: en sus empleos, en sus hogares y con sus parejas.
En mis estudios más recientes, en los cuales incluí a hombres y a
mujeres profesionales, evidencié que las respuestas fueron bien
diferentes de acuerdo a los géneros.
La mayoría de los hombres entrevistados ocupaba cargos de
dirección en el momento del estudio o lo había hecho anteriormente. Ellos manifestaron que estarían dispuestos a ocuparlos.
Por su parte, solo una quinta parte de las mujeres encuestadas
se ha desempeñado como dirigentes en sus centros laborales, y
no deseaban ocupar esos puestos.
Como expuse antes, en Cuba en 2002 solo el 33.7% de todos
los dirigentes en centros de trabajo eran mujeres. De todas las
mujeres trabajadoras, un 6.7% eran dirigentes (ONE, 2002: 53).
Esta ha sido la tendencia durante los últimos diez años, y es una
proporción relativamente baja, si se considera que las mujeres
han incrementado su participación entre los profesionales y
técnicos. En 2002, los hombres constituían el 66.3% de todos
los dirigentes administrativos, aunque su representación entre los
profesionales y técnicos había disminuido (ONE, 2002: 53).
Los hombres a quienes entrevisté que han sido dirigentes o
que aspiran a serlo consideran que ellos están calificados para
ocupar esos cargos o desean recibir el entrenamiento necesario. Las mujeres entrevistadas explicaron por qué no desean ser
dirigentes. Casi todas admitieron que “no están preparadas”;
otras respondieron que les “robaría mucho tiempo y se paga muy
poco”; “sería una nueva carga para la segunda jornada”; “prefiero continuar entrenándome en mi carrera como profesional y
no comenzar a hacerlo como dirigente”. Todas estiman que ya
toman decisiones en sus campos profesionales.
No se puede inferir de estas respuestas que estas mujeres
profesionales carecen de confianza en sí mismas. Lo que sucede
171
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
es que ellas conocen lo que quieren alcanzar en sus áreas de trabajo y estiman que ser dirigentes obstaculizaría este propósito.
Las pocas mujeres de la muestra que eran dirigentes o lo
habían sido declararon que no deseaban tales responsabilidades. Fueron designadas para ocupar esos puestos. Algunas de
ellas habían tenido experiencia como dirigentes sindicales en
organizaciones de base. Reconocieron que sus colegas de trabajo respetaban su autoridad; que ellas eran capaces de resolver
problemas; que, aunque no se sentían plenamente satisfechas
cuando ejercían sus actividades como dirigentes, lo hicieron con
responsabilidad.
Ser mujeres dirigentes en la esfera laboral y desear serlo es
parte de la ideología de género que no ha sido totalmente asumida por la mayoría de las cubanas que tienen cualidades para
ello. Sin embargo, a nivel social existen todas las condiciones
para llegar a esta meta.
He elaborado cinco ideas que explican la hipótesis de por
qué no se ha alcanzado una representación femenina notable en
la dirección en Cuba, y por qué este objetivo sí se logrará en el
mediano plazo.
1. Las mujeres profesionales aparecieron en el escenario
laboral cubano como una figura social estable y pujante
en los umbrales de la crisis de los noventa. Durante esos
años, las mujeres trabajadoras, y no solo las profesionales,
tuvieron que mantenerse ocupadas a fin de mantener sus
salarios, y así contribuir a los presupuestos de sus familias,
tanto si estaban casadas o unidas o si eran las principales proveedoras económicas de sus hogares. A medida que
el valor real de sus salarios en pesos descendía, tuvieron
que asumir una segunda ocupación que les proveía ingresos
adicionales. Desempeñarse como dirigentes no les permitía
172
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
ganar el dinero necesario, ni en aquellos años ni hoy. Cuando los cargos gerenciales provean motivaciones materiales
a quienes los ocupen, entonces habrá más mujeres inclinadas a convertirse en dirigentes.
2. La cultura cubana de dirección ha sido diseñada por los
hombres y para ellos, y hay que transformar esta realidad.
Una prueba de que estas tradiciones de liderazgo masculino
pueden cambiarse se evidenció en el 2005 cuando seis de
los ministerios estaban encabezados por mujeres: Inversiones Extranjeras, Finanzas, Auditoría, Industria Ligera, Comercio Interior e Industria Básica.
3. Las mujeres profesionales tienen los requisitos para ser
dirigentes. Como parte de la fuerza de trabajo, están presentes en todos los sectores de la economía; constituyen la
mayoría de los profesionales; tienen niveles educacionales
altos; realizan tareas complejas y pueden simultanear actividades; toman decisiones cotidianamente en sus empleos
y en sus hogares; tienen una historia laboral relativamente
extensa que comienza en la base y que les permite comprender sus entornos laborales.
4. Cuando florezcan en Cuba las condiciones para promover las mujeres a cargos de dirección se producirá un proceso irreversible. Una de las principales razones para esta
aseveración es que las futuras mujeres dirigentes, como es
el caso de las actuales, han ascendido desde la base de las
estructuras laborales. Ellas, por tanto, conocen los diferentes niveles de complejidad de los empleos que dirigirán.
Este ha sido y continuará siendo una suerte de proceso “natural” de constante aprendizaje y retroalimentación.
173
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
5. El amplio acceso de las mujeres a los puestos de dirección no puede esperar a que se transformen radicalmente
los patrones de la cultura patriarcal. Tiene que contribuir poderosamente a estos cambios. Este fue el caso de
la incorporación y permanencia de las mujeres a la fuerza
laboral en los sesenta y los setenta en Cuba, y ha sido ampliamente argumentado por el PCC, la FMC y el gobierno.
IDEOLOGÍA DE GÉNERO EN EL EMPLEO
Las mujeres cubanas han generado más cambios en las relaciones
de género que los hombres, incluidas las nuevas actitudes que
ellos han asumido. Paradójicamente, ellas también reproducen
los patrones machistas de la ideología de género que aún prevalecen en Cuba, cuando entrenan a sus hijos e hijas para la vida y
en muchas de sus actitudes en otros ámbitos de la cotidianidad.
En la esfera de las ideologías de género referidas a la esfera
laboral, las mujeres y los hombres conocen por igual las complejidades que se les presentan en sus trabajos. Sin embargo,
las mujeres mostraron menos temor que los hombres a la hora
de reconocer aquellos aspectos de sus actividades que desconocen. Las mujeres confesaron sus inseguridades en sus empleos,
pero ningún hombre lo hizo. Estas declaraciones por parte de las
mujeres podrían apoyar aquellas imágenes que presentan a las mujeres como seres que son incapaces de asumir decisiones y que
carecen de autoestima.
Estas suposiciones desmitifican las percepciones que manifestaron las mujeres en el transcurso de las entrevistas, así como los
datos sobre la situación de la mujer cubana. Las entrevistadas
declararon que están dispuestas a elevar sus niveles de conocimiento en asuntos relacionados con sus trabajos. Sus niveles de
entrenamiento profesional son superiores a los de los hombres
174
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
incluidos en la muestra. Por ejemplo, ellas tienen más grados
científicos de doctorados y maestrías que los hombres encuestados; han aprobado más cursos de posgrado y de idiomas que ellos
y han participado en un mayor número de eventos científicos.
Las mujeres y los hombres entrevistados consideran que la
presencia de las mujeres en la fuerza de trabajo en Cuba ha
alterado las actitudes de los hombres en sus puestos de trabajo.
Sin embargo, en sus respuestas a las preguntas, las mujeres detallaron en qué consisten esas influencias con más argumentos
que los hombres.
Así, los hombres describieron sus nuevos comportamientos sin
detenerse a razonar en ellos, y respondieron con slogans socialmente aceptados. Las mujeres investigadas, por su parte, consideran que las profesionales han aportado maneras más claras
para aproximarse a las tareas que enfrentan en sus trabajos,
bien si son a corto o a largo plazos. Son capaces de vincular los
objetivos generales con las acciones específicas necesarias para
cumplirlas. Ellas estiman que dedican más tiempo que los hombres a pensar los planes de acción para ejecutar sus planes de
trabajo. Asimismo, consideran que rechazan más que sus compañeros de trabajo las improvisaciones y las soluciones simples
en cuestiones laborales. Una de las entrevistadas expresó: “Por
esolas mujeres son capaces de convertir las utopías en realidad”.
Las mujeres usan atributos femeninos tradicionales para convencer a sus colegas masculinos en cuestiones de trabajo. Son
“delicadas”, “afectuosas” y “encantadoras”. Les gusta escuchar
a los demás. Intentan acercarse a sus compañeros de trabajo,
mujeres y hombres, para intercambiar experiencias personales.
Otra característica femenina es simultanear tareas en sus centros de trabajo. Por último, las mujeres consideran que se han
vuelto “indispensables” en sus puestos laborales.
175
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
Muchas de las entrevistadas consideran que los procesos de
reacomodo de hombres y mujeres en los empleos han sido mayormente negociados, y no han sido el resultado de confrontaciones. Las mujeres estiman que ellas han sido quienes han
dirigido estas negociaciones. Además concuerdan en que las
mujeres trabajadoras han influido indirectamente en muchas
de las actitudes de los hombres trabajadores. Cuando sus esposas trabajan, los hombres desempeñan algunas de las tareas
domésticas, lo que a su vez modifica ciertas conductas de estos
hombres en sus empleos. Por ejemplo, los padres que llevan a
sus hijos en edades preescolares a los círculos infantiles deben
despertarse más temprano para arribar a tiempo a sus centros
de trabajo. Algunos hombres compran alimentos y otros artículos para sus hogares en tiendas cercanas a sus centros de
trabajo.
En resumen, las miradas de las mujeres entrevistadas acerca
de cuánto ha influido el empleo femenino en las actitudes laborales de mujeres y hombres son más ricas que las de sus colegas
hombres. Esta diferencia podría explicarse porque ellas irrumpieron de manera más reciente que los hombres en el mercado
laboral cubano y lo hicieron en medio de intensas transformaciones en sus actitudes, que trascendían la esfera laboral. Por
ejemplo, con relación a sus madres tienen menos hijos, contraen
más relaciones matrimoniales que ellas, y poseen niveles educacionales más elevados que aquellas; muchas encabezan sus
hogares y todas toman decisiones constantemente en sus vidas
cotidianas. Las experiencias diversas, nuevas e inacabadas en
que las mujeres han vivido a lo largo de estos procesos, en períodos relativamente cortos, podrían haber enriquecido sus capacidades de reflexionar sobre ellas mismas, con vistas a orientar sus
comportamientos en espacios poco conocidos.
176
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
En sus respuestas los hombres no responsabilizaron expresamente a las mujeres de sus problemas en el trabajo, en sus hogares y en sus relaciones íntimas, pero de hecho les preocupan
“tantos cambios” en ellas. Casi todos los hombres entrevistados
dijeron que esto no sucedía, sin extenderse en explicaciones.
Solo dos consideraron que quienes coincidan con estas palabras
son “atrasados” o “machistas enmascarados”. Otros dos dijeron
que sentimientos de culpa como estos tienen que ver con la competencia profesional y en nada con las diferencias de género.
Los hombres tienden a enmascarar los temores reales que les
provocan las mujeres trabajadoras, sobre todo las profesionales
que compiten con ellos, porque serían criticados por las reglas
antidiscriminatorias que prevalecen en los espacios sociales.
Las entrevistadas estiman que los hombres reaccionan paradójicamente hacia las mujeres trabajadoras, al menos en Cuba,
porque se sienten atraídos pero a la vez amenazados por ellas.
Temen competir con ellas “diseñando los proyectos de trabajo y
cumpliendo con sus responsabilidades en la cama”. Piensan que
a los hombres les atraen estos retos porque promueven en ellos
deseos de conquistar estas “presas difíciles” y que, si lo logran,
su ego masculino se eleva. Expresaron que este “proceso de conquista” ocurre también en los empleos. Allí, los hombres tienen
que demostrar que están mejor preparados que sus colegas femeninas; y están obligados a imponer su estatus de liderazgo a
fin de asegurar su poder “oficial”.
Casi las dos terceras partes de las mujeres entrevistadas confesaron que los hombres se sienten amenazados por las mujeres
en sus empleos. Señalaron las razones siguientes:
• Las mujeres profesionales están mejor preparadas que
los hombres en materia de niveles educacionales.
177
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
• Las mujeres profesionales que no se desempeñan como
dirigentes dedican más tiempo a desarrollar sus especialidades, con lo que adquieren más conocimientos en su campo que los hombres que las dirigen. Esto podría conducir a
conflictos entre las mujeres profesionales subordinadas y
los hombres que las dirigen, quienes dedican más tiempo a
desempeñar tareas burocráticas.
• Las mujeres profesionales pueden organizar sus horarios
laborales mejor, gracias a que tienen que simultanear actividades en el hogar y en sus empleos.
• Los hombres temen que las mujeres les arrebaten los
cargos de dirigentes.
• En las evaluaciones laborales anuales, las mujeres realizan más tareas que los hombres.
• Los hombres subestiman las habilidades intelectuales de
las mujeres, aunque no lo manifiestan.
• Las mujeres dependen menos de los hombres.
• Los hombres se sienten amenazados por la independencia económica que las mujeres han adquirido, pero necesitan que ellas aporten al presupuesto familiar.
Las reflexiones contenidas en este último punto demuestran
cuán paradójicos son los patrones de género en esta esfera de
la vida laboral. Sus orígenes trascienden el mundo del trabajo y
hay que buscarlos en los patrones culturales socializadores de las
identidades genéricas vigentes en Cuba.
Con el propósito de comprender los procesos socializadores
que explican los cambios ocurridos en la ideología de género,
178
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
seleccioné algunos patrones culturales que están vigentes en la
sociedad cubana actual y que lo estuvieron cuando las mujeres y
los hombres profesionales que entrevisté en 2003 crecían e iban
formando sus actitudes. Les pedí que comentaran sobre algunos
de los patrones culturales imperantes en la sociedad cubana durante su niñez, adolescencia y en su etapa de estudios universitarios, que influyeron en ellas y ellos y en la sociedad en general
en lo que significa ser mujer y ser hombre. Solo resumiré lo que
comentaron sobre los patrones sexistas en la niñez.
Les pregunté qué opinaban sobre la costumbre de vestir a las
niñas de rosado y a los niños de azul. Todos los hombres entrevistados dijeron que eso es correcto, porque el rosado es “delicado”, “femenino”, “dulce”, y si los varones se visten con él, se les
considera homosexuales. Las mujeres enjuiciaron con más flexibilidad. Todas dijeron que esto es una tradición, que hay quienes
la aplican a sus hijos e hijas y otros no. Respondieron que las
niñas tienen la ventaja de vestirse de azul y rosado, sobre todo
desde que se usa la tela de “mezclilla”; pero a los varones no se
les permite usar el rosado.
En cuanto a la diferenciación de los juegos para hembras y
varones, hasta los entrevistados más jóvenes respondieron que
sus padres les habían acostumbrado a que jugaran con personas
de su sexo. Esta división por género en los juegos es muy evidente cuando están en sus casas. Los varones juegan a la pelota en
la calle o practican los deportes que más estén en boga en los
campeonatos del momento. Las niñas juegan con sus amiguitas a
las muñecas y a las casitas, a las escuelitas, a los yaquis dentro
de las casas o en los portales. En las aceras juegan al pon, saltan
a la suiza, juegan a las estatuas.
En los círculos infantiles, a los que han asistido buena parte
de las hijas e hijos de las mujeres trabajadoras, se insta a que
179
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
las niñas y los niños intercambien roles de género en sus juegos;
pero las divisiones genéricas se mantienen cuando juegan sin la
orientación de sus maestras. En la primaria, a la que asiste el 100%
de los infantes cubanos de cinco a once años, los estudiantes de
ambos sexos participan juntos en deportes, acampadas y en actividades culturales; pero cuando juegan en los recesos se dividen
por sexo, igual que lo hacían en el círculo infantil.
La psicóloga cubana Patricia Arés, quien ha estudiado cómo
se construyen las identidades masculinas en Cuba, argumenta
que a los hombres cubanos no se les entrena en la niñez ni en la
adolescencia para ajustarse a los cambios en la ideología de género que emergen fundamentalmente de los procesos que acompañan al desarrollo de la mujer. De niños se les prohíbe llorar y
se les insta a no manifestar dolores, lo que conduce a que no sepan expresar sus sentimientos. Tienen que pelearse con los niños
que los agreden, aunque sean mayores que ellos, lo que genera
conductas violentas. No asumen tareas en sus hogares, lo que no
les entrena para participar en la segunda jornada (Arés, 2002).
Las niñas tienen más oportunidades de actuar con menos
dogmatismos que los niños. Cuando logran que los varones, casi
siempre más chiquitos que ellas, asuman los roles de alumnos
en sus escuelitas, ellas son las que mandan. Lloran todo lo que
quieran y se pelean si lo desean. En las aulas ellas generan actitudes de competencia con los niños para obtener mejores notas,
cosa que logran con frecuencia. Además, son las dirigentes por
excelencia de las organizaciones pioneriles.
De estas reflexiones y realidades infiero que los hombres de
la muestra están menos preparados que las mujeres para ser
flexibles ante los retos de lo que significa ser mujer y ser hombre
en la vida cubana actual. Su ideología de género parece ser más
inflexible que la de las mujeres porque han estado sometidos a
180
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
más dogmas durante su niñez y adolescencia. Quizás sean tan
reprimidos como las mujeres o más que ellas. Lo mismo podría
ocurrir con el mito de la inseguridad femenina. Estas son solo
hipótesis para seguir investigando.
IDEOLOGÍA DE GÉNERO EN LAS RELACIONES
DE PAREJA
La participación de la mujer en la fuerza de trabajo ha provocado cambios en las actitudes de mujeres y hombres en el hogar y
en las relaciones íntimas. En una de mis últimas investigaciones
una socióloga dijo:
En el ámbito de las relaciones personales, los hombres asumen
comportamientos patriarcales, y lo hacen sin ponerse máscaras,
porque en este escenario no tienen que obedecer reglas sociales
que prohíben estas conductas y que sí prevalecen en las esferas laborales y en otras públicas. En los espacios personales e íntimos, los
hombres se conducen libremente como seres humanos superiores.
La visión sociológica de esta profesional me lleva a pensar que
lo que sucede en Cuba en el ámbito de las relaciones de pareja
de las identidades genéricas repite lo que sucede en otros países. Pero apunto a varias especificidades de la situación cubana.
Han transcurrido cuarenta y cinco años de transformaciones
revolucionarias en Cuba y de programas ininterrumpidos para
eliminar todo tipo de discriminaciones. Luchar contra las discriminaciones de género ha sido uno de los más exitosos, incluso
más que los dirigidos a romper con los tabúes raciales. Por tanto,
los cambios “desde arriba” dedicados a la mujer han accionado
en un marco social global de transformaciones revolucionarias.
No ha existido la revolución estancada como explica la autora
norteamericana Arlie Hochschild que ha tenido lugar en Estados
Unidos, donde ocurrió una revolución de las mujeres, pero sin
181
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
que existiera una transformación general de la sociedad que le
acompañara (1989: 12).
Las cubanas y los cubanos, pero sobre todo las primeras, han
tenido que “sufrir” los cambios que les hacen seres más plenos
en materia de género. Estas angustias y gozos han sido muy patentes en los niveles más íntimos, sobre todo en lo que tiene que
ver con las relaciones de pareja. Aquí se ha evidenciado con la
crudeza de todos los días, las luchas entre las estructuras generales que persiguen la igualdad y las normas y valores patriarcales que están enraizados en cada uno de nosotros.
Los siguientes ejemplos son demostrativos de cómo transcurren
estas contradicciones. Las mujeres entrevistadas explicaron que
sus maridos las celan porque se visten bien y se arreglan para ir
al trabajo, donde se relacionan con otros hombres. Estos celos a
veces aparecen bajo un velo y, en otras ocasiones, simplemente
se manifiestan agresivamente, pero las mujeres siempre los perciben. Se sienten permanentemente observadas y juzgadas por
sus parejas. Una de ellas expresó: “La gente dice que las mujeres son celosas, pero, de hecho, los hombres nos sobrepasan,
aunque algunos manifiestan sus celos de formas sutiles”.
Declararon también que el hecho de ser trabajadoras obliga a
los hombres en sus casas, y no solo a sus maridos, a involucrarse
en tareas domésticas. Por otra parte, estas mujeres se convierten en modelos de conducta para sus hijas ya que ellas también desean trabajar cuando crezcan. Sus hijos crecen sabiendo
que ellos compartirán en sus empleos con colegas mujeres y que
probablemente se casarán con mujeres trabajadoras, a quienes
tendrán que “respetar”. Las entrevistadas reconocen que siguen
educando a sus hijos varones con patrones machistas. En cuanto
a sus hijas, les enseñan a usar sus “libertades” con cuidado, pues
viven en una sociedad sumamente machista.
182
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
Las mujeres confiesan que ser trabajadoras les ha hecho más
independientes, no solo en términos económicos, sino también
en cuanto a tomar decisiones, entre ellas no tener que “cargar” con maridos indeseados. Las profesionales dijeron que no
pueden encontrar parejas estables, sobre todo entre los profesionales. Argumentaron algunas razones para ello. Compiten
con sus parejas en cuestiones profesionales. Esta competencia
se torna peor si ambos tienen carreras similares. Hay otras dos
razones para que afloren las confrontaciones: cuando las mujeres
ganan salarios superiores a sus parejas y, lo que resulta peor,
cuando ellas son dirigentes y sus maridos no lo son. A las mujeres
profesionales menores de treinta y cinco años les cuesta trabajo
hallar hombres profesionales como sus parejas, como realmente
quisieran, porque el número de hombres profesionales es mucho
menor.
Las tasas de divorcio en Cuba son altas: en el 2003 era de tres
por cada mil habitantes (Centro de Estudios de Población y Desarrollo [CEPDE]-ONE, 2003: 161), mientras que la tasa de nupcialidad
era de 4.9 por cada mil habitantes (CEPDE-ONE, 2003: 130). Los
científicos sociales cubanos han demostrado que esta tendencia
ha persistido por varios años. Entre las razones fundamentales
para esto se encuentran el empleo femenino; el hecho de que
divorciarse es un proceso judicial relativamente fácil y, además,
la tradición cubana de las uniones consensuales, enraizada desde la
colonia. En este último argumento se habla de que a los esclavos
no se les casaba por la Iglesia católica, y que, una vez libres, no
requerían de este requisito formal. Añádase el hecho de la gran
afluencia de inmigrantes españoles en las primeras décadas del
siglo xx, quienes se unían a las cubanas sin formalizar sus nexos.
Las mujeres y los hombres en la muestra consideran que las
mujeres trabajadoras paren menos. En Cuba la tasa de fecun-
183
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
didad general en el 2003 fue de 1.63 (CEPDE-ONE, 2003: 41).
Esta tasa ha tenido una tendencia decreciente en las últimas
tres décadas. Los científicos sociales cubanos señalan entre sus
causas el empleo femenino y el amplio uso de políticas gratuitas de
planificación familiar, que se han extendido a todo el país desde
1964. El sociólogo Juan Carlos Alfonso insiste en usar un enfoque de género cuando se estudia la fecundidad cubana, para
examinar cómo influyen los comportamientos masculinos y no
solo los femeninos. Esta aproximación relacional permitiría a los
académicos comprender la fecundidad como algo que involucra
a los hombres y a las mujeres por igual, y no solo a concentrarse
en las mujeres, como suelen hacer los demógrafos.
Las mujeres y los hombres entrevistados estiman que el empleo femenino ha afectado los comportamientos sexuales entre
los cubanos. Apuntaron que las políticas de planificación familiar, establecidas desde 1964 como parte del sistema nacional de
salud pública, permiten a las mujeres y a los hombres practicar
la sexualidad sin necesidad de embarazos indeseados. Agregaron
que los programas de educación sexual que se enseñan en el sistema educacional cubano y aquellos dirigidos a los adultos desde
fines de los setenta, han otorgado a las mujeres la posibilidad
de actuar sexualmente con mayor confianza y libertad. Los entrevistados de ambos sexos consideran que el hecho de que los
abortos sean legales y que se practiquen sin costo alguno en los servicios de salud pública hace que muchas mujeres los usen como
métodos anticonceptivos, lo que consideran incorrecto, porque
podrían dañar sus aparatos reproductivos.
Los hombres en la muestra hablaron poco de la influencia que
han ejercido las mujeres trabajadoras en las relaciones de pareja. Una de las entrevistadas expresó que ellos temen reconocer
que actúan de una manera más machista en sus círculos privados
184
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
que en las esferas públicas, como son los centros de trabajo.
Por tanto, los hombres respondieron con esquemas aceptados
socialmente, igual que lo hicieron cuando reflexionaron sobre las
influencias en el empleo. Así, dijeron que “los hombres deben
sentirse orgullosos de sus mujeres, capaces de trabajar en la
calle y ocuparse de las tareas domésticas”; que “todos deberían
compartir las tareas domésticas con las mujeres”. Sin embargo,
las encuestas desarrolladas en Cuba desde los noventa, a las que
me referí anteriormente, demuestran que las mujeres trabajadoras triplican semanalmente el número de horas que dedican a
las tareas en el hogar, con relación a lo que declararon los hombres trabajadores. Fueron muy pocos los hombres entrevistados
que expresaron que ellos desempeñan todas las tareas de sus
hogares, para permitir que sus mujeres se superen profesionalmente. En esto influyen las tendencias sociales prevalecientes.
Las mujeres entrevistadas explicaron que, gracias a sus empleos, han conocido a hombres interesantes (y a otros no tan
interesantes); que ellas demandan “igual placer” en sus relaciones sexuales; que les piden a los hombres que usen condones para prevenir el SIDA y otras enfermedades de transmisión
sexual, aunque muchos de ellos no quieren usarlos. A pesar de
todo lo anterior, muchas admiten no haber hallado a un hombre
que cumpla todas sus expectativas, lo que provoca que muchas
no tengan parejas estables.
CONCLUSIONES
Los hombres cubanos manifiestan comportamientos más dogmáticos que las mujeres en materia de ideología de género. Ello se
explica porque han sido sometidos desde la infancia a patrones
más rígidos que los que la sociedad impuso a las mujeres en
sus procesos socializadores para llegar a integrar sus identidades
185
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
genéricas. Por su parte, las mujeres se comportan más abiertamente en sus actitudes con respecto al género, porque su proceso socializador fue más flexible que el de los hombres; porque
han vivido en una sociedad que critica constantemente las dependencias de las mujeres hacia los hombres y han tenido que
reaccionar en sus cotidianidades a estas posiciones; y, porque al
hacerlo, han tenido que idear y poner en práctica comportamientos muy personales para “zafarse” de estas dependencias. Esto
podría convertirse en una hipótesis para futuras indagaciones.
Las experiencias cubanas para incorporar a las mujeres al
empleo y hacer que permanezcan en él con una calificación cada
vez más elevada, que he denominado modelo “desde arriba” y
“desde abajo”, demuestran que con voluntad política, con enfoque de género y con pocas condiciones materiales se puede
hacer mucho. Los científicos y las científicas sociales de Cuba y
de otros países necesitan continuar estudiando este fenómeno.
Entre los temas a analizar están en qué espacios, cómo y por qué
—cultural y políticamente— perseveran la ideología, las prácticas
y los dispositivos machistas; qué implicaciones tendrá este fenómeno para el país hoy día y en el futuro; qué nuevas medidas
se necesitaría en materia de políticas públicas para apoyar a
las mujeres y para hacer efectivas las leyes y condiciones que
ya existen; cómo se podría —desde el poder público y desde la
familia— mediar y negociar posconflictos de género que surjan
de dicho fenómeno.
La baja representación de las mujeres dirigentes es una de
las carencias más importantes de la participación plena de las
mujeres en la sociedad. Debe continuarse designando, no imponiendo, a mujeres en cargos de dirección en las esferas laborales y de la política. En 1986 en Cuba se experimentó asignar a
mujeres, jóvenes y negros a cargos de dirección, y los resultados
186
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
no fueron positivos. Puede resultar más favorable continuar la
línea que se ha seguido de escogerles de acuerdo a su idoneidad. Las mujeres, sobre todo las profesionales, cumplen con
este requisito. Además, habría que continuar profundizando en
las implicaciones en cuanto a las diferencias en el ejercicio de
las jerarquías y de los mandos por parte de los hombres y de las
mujeres y las implicaciones que ello conllevaría para las relaciones intergenéricas en el empleo, en la familia y en las relaciones
de pareja.
Es necesario continuar revisando los programas cubanos para
promover la participación de mujeres y hombres en las transformaciones de las relaciones de género y en las ideologías que les
acompañan. Ya no se trata solo de lograr la participación de las
mujeres en la sociedad, sino de reconstruir las relaciones entre
mujeres y hombres, con énfasis en las dificultades que confrontan estos últimos.
187
LOS ESTUDIOS DE GÉNERO EN CUBA
Y SUS APROXIMACIONES METODOLÓGICAS,
MULTIDISCIPLINARIAS Y TRANSCULTURALES
(1974-2008)
1
Esta investigación tiene como objetivo saldar una deuda con
los científicos sociales cubanos que estudian las relaciones de
género en Cuba, y cuya producción está muy dispersa en publicaciones cubanas y extranjeras. Siempre he dicho que sus aproximaciones metodológicas son muy serias y creadoras, y que todos
podemos aprender mucho de ellas, una vez que se hayan sistematizado. Esta fue la primera razón que me impulsó a entrevistar a los
veintiséis investigadores y ensayistas que componen mi muestra.
Hay una segunda deuda, esta vez con los científicos sociales
especializados en estudios de género de otros países, quienes
se asombran cuando leen pedacitos de la obra fragmentada de
sus colegas cubanos. Sucede que ellos han tenido acceso a los
muchos libros y artículos publicados por autores no cubanos
referidos, sobre todo, a las mujeres cubanas, y conocen muy
poco las reflexiones de los estudiosos cubanos. Intento comenzar a armar el rompecabezas de los estudios de género en Cuba,
enfatizando esta vez en las aproximaciones metodológicas y en
el enfoque de género.
Desde 1985 investigo a las mujeres cubanas en empleos tradicionales y no tradicionales femeninos, así como su imagen en
los medios de comunicación de mi país. En los últimos años he
aplicado la perspectiva de género al estudio de temas políti* Publicado en inglés como “Gender Studies in Cuba: Methodological
Approaches (1974-2007)”. En Global Gender research. Transnational
Perspectives, 2009.
188
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
cos para demostrar la utilidad de este enfoque en cuestiones
que trascienden las relaciones genéricas. Desde 1973 imparto
Metodología y Métodos de las Investigaciones Sociológicas en la
Universidad de La Habana. El cruce de estas dos especialidades
en la docencia y en la investigación me permitió solicitar a las
personas en mi muestra que respondieran la guía de entrevista
que preparé, y que está enfocada a cuestiones metodológicas y
metódicas vinculadas al enfoque de género que han empleado
en sus estudios.
Intenté, asimismo, reconstruir el contexto social e histórico
en que se produjo el inicio de un número mayor de investigaciones de este tipo en Cuba en los últimos quince o veinte años,
para comprender por qué comenzamos desfasados con respecto
a otros colegas de las academias de América Latina, Estados Unidos, Canadá y Europa Occidental. Deseo explicar que no ocurrió
una “explosión” de investigaciones sociales sobre el género, sino
que fue un devenir en el que todos nos fuimos incorporando con
naturalidad, por razones explicables a niveles macrosociales y a
otros motivos más cercanos a las individualidades profesionales
y espirituales de los especialistas.
He elaborado este resumen también para que los estudiantes
de la enseñanza superior cubana, sobre todo de las ciencias sociales, conozcan cómo se ha investigado las relaciones de género
en Cuba, y facilitarles el camino a aquellos que decidan emplear
el enfoque de género en sus actividades como profesionales.
Ha sido una experiencia investigativa muy participativa,
porque los colegas a quienes entrevisté cambiaron las preguntas, y añadieron otras que no se me habían ocurrido. Creo que
todos nos hemos puesto a pensar nuevamente o por primera vez
en cuestiones metodológicas referidas a las investigaciones de
género.
189
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
La segunda parte de este trabajo2 es la más importante: es
un anexo con los trabajos sobre género que las personas en mi
muestra han escrito y que seleccionaron para este ensayo. Están diseminados en algunas revistas cubanas, en otras muchas
extranjeras, en libros, o no se han publicado aún. Esto se debió,
en buena medida, a que la mayor parte de nuestra producción
estuvo lista para ser publicada en los noventa, en plena crisis cubana, que limitó la capacidad editorial en el país e incluso obligó
a cerrar temporalmente varias publicaciones. He respetado la
forma en que cada quien me envió su listado.
Deseo aclarar cuatro criterios.
En este trabajo me limité a entrevistar a los científicos sociales cubanos para que explicaran cómo investigan las relaciones de género. No estudié en esta ocasión los contenidos de sus
obras, aunque conozco buena parte de ella. Esto sería un paso
posterior, que facilito a quienes se decidan a hacerlo con las listas de los trabajos.
No me dedico a la teoría de género y no pregunté sobre ello
en las entrevistas. Tampoco indagué acerca de las dificultades
que confrontaron para aplicar los resultados de sus estudios.
En la muestra solo hay científicos sociales dedicados a estudios de género que residen en la capital del país. Quedan fuera
las muchas personas que estudian estos temas en otras provincias cubanas.
Incluí conscientemente en la muestra a colegas de diferentes
disciplinas y edades especializados en cuestiones de género y a
otros que, sin privilegiarlas como el centro de su atención profesional, estudian las relaciones de género en sus especialidades.
2
En esta edición aparece referenciada como Anexo 1. En él se encuentran
recogidos algunos de los trabajos sobre género escritos por los entrevistados,
publicados o no (N. de la E.).
190
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
Quiero reconocer que me resultaron muy útiles para emprender esta indagación los trabajos de las cubanas Mayda Álvarez,
Luisa Campuzano, Nara Araújo y Norma Vasallo sobre estudios de
la mujer en Cuba, y el artículo de la norteamericana Carollee
Bengelsdorf, escritos en la segunda mitad de los noventa; todos
recogidos en la bibliografía.
LA MUESTRA Y EL MÉTODO
Entre mayo y julio de 2001 entrevisté a veintiséis académicos y
académicas cubanos de mi país. Los seleccioné intencionalmente para que representaran a varias disciplinas3 y diferentes sexos
(veintitrés mujeres y tres hombres) y grupos de edades (entre los
veintitrés y sesenta y cinco años), que fueran profesionales y estuvieran trabajando en la academia, en el gobierno, en instituciones internacionales y en organizaciones no gubernamentales.4
Hay dieciocho blancos y cuatro negras. Todos están entre los más
reconocidos especialistas de género en Cuba.
Varios han tenido y tienen experiencias en cargos de dirección: el Director del Centro de Estudios de Población y Desarrollo
de la ONE y del Censo Nacional de 2002; la directora de la revista
3
Hay seis sociólogos, cinco historiadoras, tres especializadas en artes y
letras, dos abogadas, dos psicólogas, dos demógrafos, una bióloga y una
psiquiatra. Son ensayistas y escritores. Casi todos tienen dos especialidades
por la vía de maestrías y doctorados. Quince son doctores y siete son
masters, categorías que obtuvieron en Cuba, las antiguas URSS y República
Democrática Alemana, en Chile, Rumanía, Hungría y México. Once son
profesores titulares y una es auxiliar, tres son investigadores titulares y
tres son auxiliares, que son las categorías superiores en la docencia y la
investigación en Cuba.
4
Trabajan en la Universidad de La Habana, en institutos del Ministerio
de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente, en la Oficina Nacional de
Estadísticas, en Casa de las Américas, en la revista Revolución y Cultura,
en el Instituto Superior de Ciencias Médicas de La Habana, en el Ministerio
de Cultura y en la FMC.
191
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
Revolución y Cultura y del Programa de Estudios de la Mujer de
la Casa de las Américas; la jefa del Centro de Estudios de la Mujer de la Federación de Mujeres Cubanas y las presidentas de la
Cátedra de la Mujer de la Universidad de La Habana y de la Cátedra Gertrudis Gómez de Avellaneda del Instituto de Literatura y
Lingüística. Asimismo, han asumido jefaturas de departamentos
y de equipos de investigación en centros de educación superior y
de la Academia de Ciencias.
Se han dedicado a abordar los siguientes temas referidos a
relaciones de género, concentrándose prácticamente en la mujer: historia de Cuba en los siglos xix y xx, concretamente las
familias, las esclavas negras y las combatientes de los cincuenta
del siglo xx; papel de las mujeres en la historia, en la cultura y
en la formación de la identidad cubana en los siglos xix y xx, con
énfasis en su representación en la literatura, en la historia, en
documentos políticos y en su producción textual de toda índole;
la mujer en los análisis sobre población y desarrollo en Cuba; género y ejercicio del poder; mujer y raza; empleos tradicionales
y no tradicionales femeninos; imagen de mujeres y de hombres
en los medios de comunicación; la mujer en las relaciones rurales; los homosexuales; la prostitución femenina en el siglo xix
y en la actualidad; mujer y salud, políticas de esta esfera y la
salud reproductiva; la mujer en la edad mediana; la mujer en
los estudios de generaciones y juventud; la mujer en el Derecho
Comparado y en el Derecho de Familia; diferencias de género en
la calidad de vida de personas con enfermedades estigmatizadas
socialmente (SIDA, tuberculosis y lepra).
En mi estudio no incluí a personas de mucho prestigio, quienes sentaron cátedra sobre los temas de género en la investigación y en la docencia en Cuba. Pienso, entre otras personas, en
Graziella Pogolotti, Adelaida de Juan, Patricia Arés, Mirta Rodrí-
192
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
guez y John Doumoulin. Los entrevistados mencionaron sus trabajos entre las fuentes producidas en Cuba, junto a las obras de
personas que ya no están ente nosotros como Vicentina Antuña,
Mirta Aguirre, Camila Henríquez Ureña e Isabel Larguía.
El método que empleé fue una guía de entrevista semiestructurada que apliqué personalmente a quienes seleccioné. Pero mi
muestra está sesgada porque escogí intencionalmente las personas. He repetido este proceder en casi todos mis estudios de
caso con mujeres, y siempre tiendo a disculparme por no reunir
los requisitos que exige una muestra estadísticamente representativa. Esta vez no lo haré, y sí defenderé las bondades de trabajar con muestras intencionales como esta.
Los estudios de este corte, que buscan profundizar en aspectos de la subjetividad de las personas, sobre todo en algo tan
diverso como la forma en que estudian las relaciones de género
y cómo se decidieron por ellas, requieren que exista una empatía profesional y personal bastante profunda entre quien pregunta y quienes responden. Esto propicia que se establezca un
intercambio o una retroalimentación entre iguales. En mi caso,
básicamente se mantuvieron las preguntas de la guía, pero los
entrevistados cambiaron algunas, suprimieron otras e incluyeron
temas en los que yo no había pensado.
Como yo me incluí en la muestra, dialogué con ellas y ellos
para explicarles mis posiciones ante algunas de las preguntas,
bien porque los entrevistados querían saberlo o porque yo sentía
la necesidad de solidarizarme o disentir de sus repuestas. Decidí convertir en la mayoría de los casos las entrevistas en diálogos,
porque como apuntó hace muchos años Pierre Bourdieu, las entrevistas sociológicas no son intercambios libres, abiertos, porque
el entrevistador ejerce su poder sobre los entrevistados cuando
los somete a una guía de preguntas y se limita a escuchar sus res-
193
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
puestas, y se produce entonces una transmisión de información
en un solo sentido: del entrevistado al entrevistador.
Mis sentimientos de culpa por mi proceder no legitimado por
la metodología ortodoxa se desvanecieron cuando varias entrevistadas dijeron que el enfoque de género alcanza también las
subjetividades de los investigadores, para ahondar realmente en
las subjetividades de las personas a quienes investigamos. No
se trata de negar que las subjetividades, las ideologías de los
investigadores entren en juego, sino de comprenderlas científicamente y controlarlas, para que no se impongan a las ideologías
de quienes entrevistamos.
CONTEXTOS SOCIALES Y PERSONALES DE 1980-2010
La mayoría de las y los investigadores de mi muestra comenzaron
a interesarse en las relaciones de género, básicamente en las
mujeres, a mediados de los ochenta o a inicios de los noventa.
Por tanto decidí reconstruir las condiciones sociales y personales
que vivieron durante esos años para ayudar a que los lectores
comprendan el porqué resolvieron hacerlo en esos momentos.
Esta decisión epistemológica de entender a los seres humanos
acorde a sus contextos sociales y económicos proviene de mi
formación marxista y de la perspectiva de género. Al asumir esta
última me siento cercana a la posición epistemológica adoptada
por Nancy Naples (2003).
Quienes tienen menos de treinta años se familiarizaron con
estos temas cuando cursaban sus carreras universitarias en la
década de los noventa. Ello explica por qué investigaron sobre
ellos en el pregrado y escribieron sus tesis de diploma de maestría sobre cuestiones de género. Empezaron más jóvenes y con
más cultura de lo que significan los estudios de género que las
demás personas a quienes investigué.
194
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
Los dos demógrafos y una socióloga que imparte Demografía,
comenzaron a darse cuenta a mediados de los setenta de las
diferencias que aparecían cuando usaban la variable sexo. Pero
solo aplicaron una visión de género a inicios o mediados de los
ochenta. Les siguieron las estudiosas que se proponían visibilizar
a las mujeres en la literatura cubana de los siglos xix y xx, y que se
dedicaron a estas pesquisas en la primera mitad de los ochenta.
El resto comenzó a incursionar en temas de género a partir de la
segunda mitad de los ochenta e inicios de los noventa.
No me siento en condiciones de explicar por qué se produjo así
este escalonamiento por especialidades. Tendría que “devolver”
dicho hallazgo a los investigados, para que juntos pudiéramos
extraer conclusiones.
En cuanto a cuáles eran los contextos sociales y personales
en que empieza a desplegarse el grueso de los estudios de género en Cuba, resumo lo que sigue. A nivel social, el desarrollo
de la mujer cubana se evidenció con mucha fuerza alrededor de
1985-1986. En materia de empleo, ellas representaban el 37.7%
de los trabajadores y el 56% de los profesionales y técnicos del
sector estatal civil del país (CEE, 1987: 199); se vislumbraba la
feminización de la educación, porque las muchachas eran el 52%
de los egresados de las universidades y el 54% de los egresados de
centros de enseñanza media superior (CEE, 1987: 521-522); los
niveles educacionales de las trabajadoras, en comparación con
los hombres empleados, eran más altos.
Como hemos visto, en la esfera de la política, el proceso de
rectificación, iniciado a fines de 1984 y que se mantuvo hasta
1988-1989, se propuso enmendar ciertas discriminaciones que
habían sufrido las mujeres, construyendo nuevos círculos infantiles y viviendas. El III Congreso del PCC en 1986 planteó la necesidad de promover a cargos de dirección a mujeres, negros y
195
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
jóvenes. El IV Congreso de la FMC en 1985 evidenció el auge de
la presencia femenina en todas las esferas de la sociedad. Esta
organización facilitó la participación de cubanas y cubanos en
eventos internacionales que permitieron comparar la situación
de la mujer cubana con lo que sucedía en otros países. Cito tres
ejemplos: la reunión preparatoria de los países latinoamericanos
para la Conferencia de la ONU sobre la Mujer en Nairobi (La Habana,1984), la Reunión Internacional de las Mujeres sobre la Deuda Externa (La Habana, 1985), y la Conferencia Mundial de la ONU
sobre la Mujer (Nairobi, 1985). El Plan Nacional de Acción del
Gobierno Cubano para Supervisar la Plataforma de Acciones para el
Avance de la Mujer de 1997, siguiendo el Plan de Acción acordado en la Conferencia de las Naciones Unidas de 1995 en Beijing,
ha guiado desde entonces a las instituciones gubernamentales
cubanas en sus actuaciones para promover a las mujeres a todas
las esferas de la vida.
La participación de cubanas y cubanos en encuentros internacionales dedicados a la mujer se incrementó a partir de 1985.
Asistieron como expertos a eventos derivados del Decenio de la
Mujer, convocados por organizaciones cubanas o por agencias de
la ONU; Cuba, y específicamente la FMC, continúa representada
en las sesiones de la Convención sobre la Eliminación de todas las
Formas de Discriminación contra la Mujer de las Naciones Unidas,
y las discusiones que allí se desarrollan sirven para retroalimentar las políticas sociales referidas a la mujer cubana. Académicas
cubanas desarrollan intercambios con colegas de universidades
de Estados Unidos, América Latina, Canadá y Europa Occidental,
y conocen los programas de estudios sobre la mujer existentes
en esos centros. Las entrevistadas reconocen que les atrajeron
las corrientes feministas con vocación de comprender las desigualdades entre hombres y mujeres en las sociedades en que
196
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
viven, y, sobre todo, los problemas de la feminización de la pobreza. Todos estos intercambios coinciden con la preocupación
del Fondo de Población de las Naciones Unidas por los estudios
sobre Población y Desarrollo, que promueve emplear enfoques
sociológicos cuando se analizan las informaciones demográficas.
La FMC coordinó investigaciones sociales con académicas cubanas y extranjeras, que movilizaron nuevamente las investigaciones sociológicas en el país, no solamente las referidas a
las relaciones de género. Me refiero al estudio de la textilera
Ariguanabo con la norteamericana Helen Safa (1986-1989), al
de la textilera Celia Sánchez Manduley (1987) y al estudio comparado sobre empleo femenino en cinco países de las Américas
(1987-1988). El Seminario Nacional sobre la Aplicación de las Estrategias de Nairobi en Cuba (1988) produjo reflexiones multidisciplinarias sobre la situación de las cubanas.
A partir de 1991 se formaron las Cátedras de la Mujer en la
Universidad de La Habana y de la Mujer y la Familia en otros
centros de educación superior del país, como una iniciativa de
las académicas y de la FMC. Esta organización creó las Casas de la
Mujer y de la Familia en los municipios y el Centro de Estudios
sobre la Mujer de la FMC, que ha investigado sobre el empoderamiento femenino, la violencia doméstica, los medios masivos, la
familia y el uso de la perspectiva de género en estudios comunitarios. Desde finales de los noventa el Centro Nacional de Educación Sexual (CENESEX), creado a fines de los años setenta, ha
promovido más intensamente a las personas con orientaciones
no heterosexuales a fin de encauzar una ética sexual inclusiva en
la población cubana.
Se crearon espacios permanentes para discutir temas de género entre cubanas y con invitadas extranjeras en instituciones
cubanas como la Casa de las Américas, la Unión Nacional de Es-
197
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
critores y Artistas de Cuba (UNEAC), el Instituto de Literatura y
Lingüística y la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC). Desde 1986
se incorporaron comisiones de género o sobre la mujer en los foros de intercambios académicos que convocaban las universidades y los institutos de la Academia de Ciencias. A partir de 2000
la Cátedra de la Mujer de la Universidad de La Habana instituyó la
Maestría sobre Género y Desarrollo, mientras que el CENESEX
abrió la Maestría en Sexualidad.
La crisis de los noventa, el Período Especial, evidenció el papel vital que desempeñaron las mujeres al crear estrategias para
sobrevivir y vivir con pocos recursos. Asimismo, se hicieron ostensibles las diferencias entre hombres y mujeres en el acceso
al poder y en todas las cuestiones que atañen a los jóvenes. La
prostitución reapareció con signos diferentes a los de épocas anteriores, pero como fenómeno que preocupó y preocupa a todos
los ciudadanos. Desde 2000 las habilidades para la toma de decisiones de las cubanas adquirió nuevas formas de empoderamiento
a través de elevar su participación en las jefaturas de ministerios
y en la Asamblea Nacional del Poder Popular. Solo por citar un
ejemplo, en las elecciones de febrero de 2008 las diputadas a la
Asamblea Nacional representaron el 43% del total.
Sin embargo durante los primeros ocho años de este siglo varios índices estadísticos relacionados con las mujeres mantuvieron iguales tendencias que en años anteriores: bajas tasas de
natalidad, población envejecida, decrecimientos en la población
y feminización de las migraciones externas.
Los científicos sociales en mi muestra vivieron todas estas experiencias en Cuba, las estudiaron y pusieron en práctica el difícil
balance entre compromiso y distanciamiento. Entre la segunda
mitad de los ochenta y principios de los noventa, que es cuando
la mayoría declara haber comenzado a dedicarse a estudiar las
198
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
relaciones de género, estas personas están en la madurez de sus
vidas profesionales y personales. Por supuesto, excluyo a los tres
investigadores más jóvenes. En lo profesional tenían acumulados
estudios en sus especialidades y desde ellos acceden a estudiar
los temas de género. Eran capaces de escoger aquellas materias
que les interesaban, que se adecuaban a sus conocimientos previos. Se abre, entonces, una retroalimentación perenne entre el
conocimiento sobre el feminismo y los que se desprenden de sus
especialidades: metodología de las investigaciones, historia social de Cuba, derecho comparado y de familia, relaciones entre
trabajadores agrícolas, son solo algunos ejemplos.
Todos mis entrevistados han mantenido contactos abundantes con colegas de todo el mundo en estos últimos veinticinco
años, por la vía de presentar ponencias en eventos e integrar sus
comités organizadores, impartir docencia en universidades extranjeras, integrar equipos de investigación multidisciplinarios e
internacionales, recibir becas de fundaciones prestigiosas o ser
contratados como expertos en temas de género por agencias de
la ONU y de otras instituciones internacionales.
Entre la segunda mitad de los ochenta e inicios de los noventa
estas personas han pasado por ciclos vitales personales que les
han hecho madurar. Así, han criado hijos, han cambiado más de
una vez su estado conyugal o se han mantenido con su pareja
original, han perdido a sus padres o han tenido que asumir su
cuidado. Han vivido procesos en los que han tenido que tomar
decisiones constantemente. Asumir el feminismo y/o los estudios de género fue una de ellas.
Debo trabajar más el entrelazamiento de estos tres planos —lo
que sucede a nivel de toda la sociedad, en sus entornos profesionales y en el de sus vidas personales— más lo que ocurre a nivel
mundial en los estudios de género, para explicar sociológicamente
199
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
los sellos que ellos imprimen en los estudios que emprenden los
científicos sociales cubanos a quienes investigo.
En este contexto tengo que reconocer que las corrientes
feministas fueron estigmatizadas en Cuba durante muchos años,
y aún persisten prejuicios hacia ellas. Hay que considerar este
hecho cuando se analice por qué llegamos a estos estudios más
tarde que nuestros colegas de otros países.
EL ENFOQUE DE GÉNERO QUE EMPLEAN
EN SUS INVESTIGACIONES
Los entrevistados confesaron que cuando investigan no dedican
largos espacios a conceptualizar teórica y metodológicamente
qué significa para ellos la perspectiva de género, para evitar
verborreas innecesarias. Algunos admitieron que nunca lo habían
definido. No quiero decir con esto que carecen de una cultura
metodológica y teórica en cuestiones de género. Lo que sucede es que prefieren pensar más en cómo organizar sus miradas,
recoger sus informaciones, organizar sus bases de datos propias
e inferir conocimientos de ellos. Por eso, cuando les pregunté
cómo definirían el enfoque de género que suelen usar, sus respuestas fueron muy variadas.
Casi todos los entrevistados comenzaron a emplear en sus investigaciones rudimentos de una perspectiva de género inconscientemente, de manera intuitiva. Esto sucedió incluso con quienes
comenzaron a dedicarse a estos temas a inicios de los noventa.
Unas querían poner “sobre el tapete” temas sobre figuras sociales, especialmente mujeres marginadas, ocultas, invisibles
o discriminadas. Este fue el caso de Luisa Campuzano, Susana
Montero y Mirta Yáñez en sus indagaciones para reconstruir la
historia literaria y la forma en que las mujeres se en representaban la historia. A otros, como a Juan Carlos Alfonso, Sonia Cata-
200
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
sús y Niurka Pérez, las diferencias (que allá por los años setenta
aún no podían calificar de género) saltaban ante sus ojos en el
transcurso de investigaciones donde solo dividían a las personas
por la variable sociodemográfica de sexo. Muchos sufrían cuando
al concluir un estudio se daban cuenta que habían cometido omisiones imperdonables, porque no habían previsto en sus diseños
abordar ciertos temas relativos al género. Esto le sucedió a María
Isabel Domínguez en sus investigaciones sobre generaciones y
juventud en los ochenta. Me confesó que se sintió “muy molesta
porque durante cinco años había recogido toneladas de informaciones que no dieron todos los resultados que esperaba, porque
no había aplicado desde el principio el enfoque de género”.
Una vez que las personas de mi muestra asumieron el enfoque
de género con plena conciencia científica, continuaron enriqueciéndolo.
He sintetizado en seis puntos los elementos para definir este
enfoque.
En primer lugar, todos los entrevistados concuerdan que, en
su acepción más amplia, emplear un enfoque de género significa
acercarse a las realidades sociales comprendiendo que las mujeres y los hombres no han tenido solamente sexos biológicos, sino
que han sido encasillados en patrones construidos en sociedades
históricamente concretas, que les han asignado roles diferentes.
Esto significa que es preciso develar las relaciones económicas,
políticas, ideológicas y sociales predominantes en cada sociedad, tanto local como globalmente que generan estos patrones de
identidades. Esta visión debe estar presente en todas las etapas
de las investigaciones.
Algunos especialistas estimaron que la dicotomía que admite
solo dos géneros, el del hombre y el de la mujer, está sesgada
por la cultura patriarcal. Hay que incluir a los homosexuales,
201
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
quienes han sido omitidos por esta cultura. Luis Robledo consideró que “… al estudiar las vidas cotidianas de los homosexuales descubrí que las orientaciones sexuales no están solamente
relacionadas con las identidades genéricas que ellos asumieron.
Anteriormente la sociedad cubana ya decidió, por ejemplo, que
los bailarines y peluqueros son gays”.
Prácticamente todos estuvieron de acuerdo en que es una
vulgarización identificar la perspectiva de género con el estudio
solamente de la mujer, sin compararla con el hombre, y que es
hora de estudiar con profundidad a estos últimos. Juan Carlos Alfonso dijo que se gana mucho cuando se indaga cuál ha sido el
impacto de los hombres sobre la fecundidad, en lugar de estudiar
este índice como un fenómeno netamente femenino. O cuando se
analizan los comportamientos de hombres y mujeres durante los
divorcios, ya que generalmente son ellas las que los solicitan porque los hombres suelen alargar la presentación de estos procesos.
En segundo lugar todos coincidieron en que usar el enfoque
de género es un imperativo científico para todas las ciencias sociales. Sin él no es posible entender los procesos sociales en la
historia de Cuba y en su contemporaneidad. Su carácter científico consiste en que invita a incorporar una perspectiva histórica
para entender los fenómenos contemporáneos. Así, quienes estudiamos las estrategias de sobrevivencia que idearon las mujeres cubanas en la crisis de los noventa, tuvimos que reconocer
las capacidades de sobrevivencia y de creatividad presentes
en la cultura cubana, heredadas en buena medida de los esclavos africanos y sus descendientes. Los trabajos de Digna Castañeda sobre las condiciones de trabajo de las esclavas en la Cuba
colonial contribuyen a esclarecer esta contribución.
Practicar el enfoque de género ayuda a comprender las subjetividades de quienes estudian y de quienes son estudiados. Va-
202
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
rias entrevistadas confesaron que dejaron de avergonzarse y de
sentirse incómodas porque incorporaban sus subjetividades y emociones a sus estudios. No se trata de negar las ideologías de unos
y otros, porque ello es imposible, sino de ser capaces de comprender cómo ellas influyen en el quehacer investigativo de
cada persona. Por ejemplo, quienes estudian la violencia porque
la han sufrido, tienen que sacar de sus subjetividades todo lo referido a experiencias violentas para poder abordar el estudio con
el difícil balance entre compromiso y distanciamiento. Entonces
será muy valioso poder reflexionar sobre sus vivencias personales. Todos los ejercicios de racionalización de las subjetividades
permiten que los investigadores y los investigados participen con
mucha creatividad en las indagaciones, y contribuyen a reforzar
la autoestima de unos y otros.
Hablaron de una tercera cualidad de este enfoque, que llama
a respetar la existencia de lo diferente, lo diverso en la sociedad, la necesidad de tomar en cuenta al otro y de promover la
comparación constante para encontrar las esencias. Los entrevistados proponen practicar un enfoque relacional que incluye
lo general, lo global y lo individual. Esta es una aproximación
científica incluyente porque subraya que es imprescindible comprender las realidades de los géneros junto con las de las razas,
las clases sociales, las generaciones, las imbricaciones políticas
e ideológicas de todo orden, en fin, los elementos de las estructuras socioeconómicas en sociedades históricas concretas. Varios
de ellos consideran que el enfoque de género es marxista, en
tanto está imbuido de una militancia feminista que aspira a una
justicia social para todos y no solo para las mujeres. Es marxista,
dice Luisa Campuzano, “… porque tiene que ver con la feminización de la igualdad, y crítica al pensamiento que concibe un
solo fluir de la igualdad, esto es, que no respete las diferencias
203
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
en esa aspiración de equidad”. Susana Montero explica que la
perspectiva de género “… no es dogmática porque no acepta
verdades establecidas de antemano. Provoca que las personas
discutan y cuestionen todo y que rechacen cualquiera imposición
proveniente de quienes ostenten el poder”.
La cuarta característica de la perspectiva de género, en opinión de los entrevistados, tiene que ver con la política y el poder.
Cuando se revelan los rasgos sexistas que han estado presentes
en el ejercicio del poder político, en la formulación de políticas
sociales y en su puesta en práctica, en la formulación de normativas jurídicas vigentes y su instrumentación en la vida cotidiana, se entiende el porqué de las desigualdades entre hombres y
mujeres, y se pueden proponer vías para lograr la igualdad. Permite desentrañar las redes de las represiones y del poder, a nivel
social y personal. Campuzano estima que esta es una perspectiva
más política que metodológica: es saber que cada persona ha
sido esquematizada a partir de ideologías en juego en determinadas sociedades. Ella y otros entrevistados coinciden en que es
una posición política revolucionaria y porque busca las causas y
las estructuras más profundas del pensamiento y de las acciones
para cambiarlas por otras más justas.
En quinto lugar, para los estudiosos cubanos en la muestra,
el enfoque de género es un concepto o una concepción metodológica y epistemológica multidefinible, porque la realidad
que estudian es ontológicamente diversa, y porque quienes se
acercan a ella cognoscitivamente también lo hacen con sus miradas diferentes según sus profesiones y experiencias vitales.
Es una definición que está abierta a futuras incorporaciones de
conocimientos, y que está en perenne proceso de construcción
a medida que cada investigador enriquece su cultura sobre el
tema.
204
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
Por último, y este sería su sexto rasgo, cuando se analiza el
mundo con el enfoque de género, cada persona tiene que asumir
esta visión como un rasgo más de su identidad, junto con su raza
y su lugar de nacimiento. Tengo que asumirla “...como una de
mis esencias”, dice Mirta Yáñez. La perspectiva de género hay
que practicarla en la vida personal y profesional de todos los
días. No se puede investigar el empleo femenino y la doble jornada y aceptar una división sexista del trabajo en el hogar. Por
tanto, las personas que emplean el enfoque de género tienen
que ejercitar una ética acorde con las aspiraciones de justicia e
igualdad. Tienen que ser capaces de asumir con responsabilidad
el proceso investigativo en el que comienzan estudiando las relaciones de género y terminan estudiando toda la sociedad.
SUS MOTIVACIONES PARA ESTUDIAR TEMAS
SOBRE EL GÉNERO
La motivación básica que llevó a todos los entrevistados a prestar
atención a los temas de género fue el afán por la justicia social
y contra la discriminación de que eran objeto, en primer lugar,
las mujeres y, después, los homosexuales. Casi todos se sienten
motivados ahora a estudiar con profundidad a los hombres para
comprender su papel en las redes sociales e individuales que han
marginado a mujeres y homosexuales, y también para visibilizar
científicamente los problemas sociales, espirituales y biológicos
que les ha llevado a desempeñar este papel. El propósito de
luchar desde las ciencias sociales contra el “ninguneo” de las
mujeres floreció por experiencias personales de discriminación
en varias entrevistadas. Las historiadoras Gladys Marel García,
Sonia Moro y Elvira Díaz Vallina, quienes participaron en las luchas clandestinas contra Batista en los cincuenta, se vieron obligadas entonces a demostrar que eran tan buenas combatientes
205
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
como los hombres. A otras dos graduadas en Artes y Letras les
dolía la falta de informaciones sobre la literatura cubana escrita por mujeres y la escasa participación de mujeres en jurados
y antologías literarias. Varias mujeres entrevistadas reconocen
que fue su militancia feminista la que les conminó a dedicarse a
temas de género: un feminismo amplio, incluyente, que, como
dice Campuzano, “respeta las diferencias, y que aspira a una
feminización de la igualdad, que vea la deficiencia de concebir
un solo fluir de la igualdad, sin diferencias”.
La segunda motivación que expresaron casi todos fue que
llegaron a estudiar las relaciones de género por un imperativo
científico, para completar cómo abordaban los sectores de la sociedad que estudiaban en sus especialidades. Eran personas con
experiencia en sus campos de conocimiento que reconocieron,
en un momento determinado de sus carreras, que era imprescindible incluir en sus miradas científicas las relaciones entre los
géneros para tener una comprensión más totalizadora y a la vez
individualizada de sus objetos de estudio. Esto fue lo que ocurrió
con la historiadora María del Carmen Barcia en sus estudios sobre el papel de las familias cubanas en la historia social cubana
del siglo xix y con la también historiadora Digna Castañeda en su
estudio sobre el papel de la fuerza de trabajo de las esclavas
negras en el siglo xix cubano y caribeño. La abogada y socióloga
Olga Mesa utilizó el enfoque de género para abordar desde el
derecho comparado cómo en Cuba se ha alcanzado la igualdad
jurídica de mujeres y hombres, pero se mantienen muchas sutiles y abiertas desigualdades debido a las costumbres y cultura
machistas presentes en hombres y mujeres.
Expresaron que uno de los valores científicos de los estudios
de género es que no se detienen en los diagnósticos: los trascienden porque buscan lo diverso para comparar las diferencias
206
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
y encontrar las esencias, y porque se proponen elaborar una
visión totalizadora sin perder de vista las individualidades. Por
esto, todas las investigaciones que comienzan analizando las relaciones de género terminan estudiando a todo el entorno social.
Cuando el sociólogo y demógrafo Juan Carlos Alfonso, allá por los
setenta, se enfrentó como recién graduado al enorme volumen
de informaciones sociodemográficas en la Dirección de Demografía donde comenzó a trabajar, se dio cuenta que estaban calculadas con precisión, pero les faltaba la imaginación sociológica.
Empezó notando las diferencias que aparecían en ellas cuando
aplicaba la variable sexo, y mucho después empleó la perspectiva de género. Para ejemplificar la riqueza de inferencias que
se extraen cuando se aplica la perspectiva de género, se refirió
a los análisis sobre la fecundidad. No basta, dijo, con mirar la
fecundidad como un fenómeno eminentemente femenino. Hay
que conocer los contextos sociales y económicos donde viven la
mujer y su pareja, e indagar sobre cómo influyen los comportamientos de los hombres en el proceso reproductivo.
Muchos entrevistados reconocen que a medida que las diferencias por sexo fueron apareciendo en las estadísticas cubanas,
sus imaginaciones científicas se sintieron estimuladas a encontrar razones que explicaran los comportamientos diferentes de
hombres y mujeres. Mencionaron a Mujeres en cifras de 1975,
La población de Cuba de 1976, los Anuarios Estadísticos de Cuba
(que dejaron de publicarse a inicios de los noventa por la crisis y
reaparecieron en 1996), más recientemente el Perfil estadístico
de la mujer cubana en el umbral del siglo xxi y Las informaciones
sobre población y desarrollo con una perspectiva de género que
publicó la ONE en 2005. También refirieron otras monografías
con informaciones estadísticas sobre la mujer que ha editado la
FMC desde mediados de los setenta.
207
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
Otra manera de argumentar cómo el enfoque de género contribuyó al rigor científico de sus investigaciones es que el deseo
de hacer visible lo que existe pero no se reconoce en su plenitud,
obliga a prestar atención y a conferir sentido a lo olvidado, a las
cosas insignificantes de la cotidianidad. Este fue el caso de los
chistes que las obreras en empleos no tradicionales con frecuencia dirigían a sus compañeros de trabajo, en los cuales les fustigaban con referencias a su supuesta impotencia sexual. Llegaba
un momento en que los hombres no podían replicar y optaban por
“abandonar el terreno”. La investigadora infirió la hipótesis que
esto podría significar una forma que tenían estas mujeres de ejercer su poder en las relaciones intergenéricas. Otro estudio que
confiere sentido a la cotidianidad es el libro Reyita, de Daysi Rubiera, a quien no alcancé a entrevistar. En él, la autora reproduce
la historia de vida que le hizo a su madre, una mujer negra que
nació de padres esclavos, y confiere sentido a detalles pequeñísimos dentro de una madeja de relaciones de género, clases y razas
en Cuba en la primera mitad del siglo xx.
Entre los más jóvenes que incursionaron en los estudios de
género en los noventa, existió un deseo de trascender las investigaciones sobre las mujeres, para incluir a los hombres y a los
homosexuales. Querían hurgar más en las diferencias entre sexo,
género y orientación sexual y en la hipótesis que estipula que las
culturas patriarcales construyeron la dicotomía de los géneros
femenino y masculino y dejaron fuera a los homosexuales. Querían desmitificar la concepción que considera a la homosexualidad
como una patología social. Estos son los casos de Luis Robledo y sus
estudios sobre los homosexuales y de Grysca Miñoso con las diferencias en los criterios sobre calidad de vida en personas con SIDA.
La tercera motivación que señaló la mayoría de los entrevistados para el estudio de temas de género y que en gran medida les
208
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
mantuvo en este terreno, que ya habían comenzado, fue que
les invitaran a participar en distintos grupos multidisciplinarios
surgidos en los noventa, que discutían estos temas entre cubanos
y cubanas y con invitados extranjeros. Se refieren a la Cátedra
de la Mujer de la Universidad de La Habana, los seminarios de
la Casa de las Américas, los encuentros auspiciados por la FMC
y su escuela Fe del Valle, los talleres de la UNEAC, de la UPEC,
del Centro Martin Luther King Jr., la Cátedra Gertrudis Gómez
de Avellaneda del Instituto de Literatura y Lingüística, y Magín.
Estos eventos los motivaron a continuar el estudio constante de
autores extranjeros que escriben sobre género y a colaborar con
ellos en Cuba y en el extranjero. En estos intercambios, ambas
partes se han retroalimentado y enriquecido. Mencionaron como
ejemplos a la mexicana Elena Urrutia y su Programa Interdisciplinario de Estudios sobre la Mujer de El Colegio de México; a la
brasileña Mary García Castro y a la norteamericana Helen Safa
en la investigación en la textilera Ariguanabo; a la norteamericana Carmen Diana Deere y a la colombiana Magdalena León de
Leal para estudios sobre la mujer rural; a la dominicana Magaly
Pineda y a las españolas Dolores Juliano y Verena Stolcke en la
antropología. Las investigadoras y los investigadores que llegaron a estudiar a la mujer porque se lo solicitaron instituciones
cubanas confesaron que después que se iniciaron en este tema
no lo abandonaron. Solo una de estas personas ya era feminista
cuando la invitaron; el resto llegó a serlo después.
INFLUENCIAS FORÁNEAS EN LA METODOLOGÍA
DE LAS Y LOS ENTREVISTADOS
A fines del siglo xviii, don José Agustín Caballero recomendaba a
los intelectuales cubanos que practicaran el electivismo: esto
es, que extrajeran conocimientos de todas las lecturas y expe-
209
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
riencias que pudieran ayudarles a entender sus realidades. Las y
los entrevistados han ejercido profusamente esta vocación. La reformularon como antidogmatismo, eclecticismo ilustrado y como la
capacidad infinita de absorber todo lo que les sirva para entender
las realidades que estudian con inteligencia y compromiso. Todos
conocieron el marxismo mientras estudiaban sus carreras, maestrías y doctorados, y lo usaron para construir sus aproximaciones
metodológicas. Aunque casi todos tuvieron que leer los manuales filosóficos soviéticos, reconocen que extrajeron más riqueza
cultural cuando leyeron las obras de los marxistas clásicos y de
los contemporáneos. Mencionaron El método de la Economía Política de Carlos Marx (específicamente con sus categorías de lo
concreto representado y lo concreto pensado); las obras de Antonio Gramsci (para entender las subjetividades, la hegemonía y
los mecanismo de poder); el Che y sus Notas para el estudio de la
ideología de la Revolución Cubana (quien insta a usar el marxismo
con naturalidad científica y sin dogmatismos) y a marxistas europeos occidentales como Thompson (quien rebatió la dicotomía
simplista de base y superestructura). Esta formación académica,
unida a las experiencias vitales que les propició el hecho de vivir
en Cuba y practicar aquí sus especialidades con profesionalidad,
posiblemente llevó a Mirta Yáñez a afirmar: “Practico el marxismo
con una perspectiva histórica y lógica, desde La Habana, desde
mi mirada de mujer de medio tiempo y siempre tratando de no
perder mi condición de creadora de ficción”.
Los entrevistados prefieren construir sus propias informaciones y reflexionar sobre ellas para formular sus conclusiones. La
historiadora María del Carmen Barcia explicó que hace historia
social o sociología histórica al estilo de Charles y Louise Tilly,
partiendo de investigaciones factuales de base que ha realizado
personalmente y no sobre la base de monografías escritas por
210
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
otros a los que se superpone luego un análisis teórico. Este es un
proceder que complace a todos los entrevistados.
En cuanto a las aproximaciones metodológicas que emplean,
prácticamente todas y todos usan métodos cuantitativos y cualitativos pero privilegian a los segundos. Combinan ambos métodos para identificar sociodemográficamente a las personas que
estudian, medir su calidad de vida y armar sus contextos sociales
e históricos. Comparan los datos estadísticos que han extraído
de sus muestras con las informaciones sociodemográficas a nivel
macrosocial, para captar las semejanzas y las diferencias y extraer las conclusiones sobre los comportamientos de las personas
en sus muestras. Por ejemplo: la edad de las mujeres al tener
su primer hijo, el tipo de familia donde vive, su estado civil, la
raza. Privilegian los métodos cualitativos por dos razones. La primera consiste en que permiten profundizar en las subjetividades
de las personas y en los hechos de sus vidas, que no captan las
preguntas con respuestas cerradas. La segunda tiene que ver con
que son más económicos en términos de recursos materiales y
humanos. La crisis de los noventa en Cuba cortó drásticamente
las posibilidades de imprimir cuestionarios y de movilizar grandes números de encuestadores.
Los métodos cualitativos que han usado varían según las especialidades de los entrevistados. Los historiadores usan procedimientos de la antropología histórica y de la microhistoria.
María del Carmen Barcia empleó en sus estudios de las familias
cubanas del siglo xix los métodos de la “sociabilidad formal e informal” propuestos por Maurice Agulhon. Los primeros estudian
las asociaciones constituidas en base a contratos, mientras que
los informales se refieren a la integración de redes familiares,
de individuos y otras de la sociedad civil. Menciono también a
James Casey, cuyos trabajos definen a las familias según su cohe-
211
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
rencia interna, su capacidad para permanecer y sus habilidades
de mantenerse abiertas a los ambientes externos a ellas. Muchos
citaron los criterios de la historia propuestos por Michel Foucault
para analizar los diversos ángulos y niveles desde donde se ejerce el poder al margen de la esfera política. Utilizan siempre los
análisis de fuentes documentales y de fuentes secundarias. La
historia oral permite a los historiadores ahondar en las subjetividades de las personas que entrevistan. Este es un procedimiento que requiere la empatía entre investigadores e investigados,
admite que los interlocutores demuestren sus afectos y, bien
empleado, desata la necesidad que tienen las personas de ser
escuchadas. La socióloga Niurka Pérez, quien convivió con una
familia campesina nicaragüense durante un mes, declaró: “También permite que todas las personas involucradas en la investigación descubran sus afectos, y es un método que exige que se
escuche a los individuos estudiados. Cuando se emplea bien es
muy difícil hallar a alguien que se resista a hablar”. Entre las autoras que han consultado para este método están las mexicanas
Eugenia Meyer y Marcela Lagarde, así como las norteamericanas
Marietta Morisey y Rebeca Scott.
Las entrevistadas especializadas en estudiar a las mujeres en la literatura se acercan a los textos literarios ocupándose de los propios textos y de los ámbitos que les rodean: la
producción textual, los contextos históricos y sociales, las relaciones intertextuales e intratextuales y lo biográfico. Prefieren leer y recoger experiencias de las autoras que se acercan
a los textos con una visión crítica de lo social, que incluye tener en cuenta las razas, el género y las clases. Mencionaron
a las norteamericanas y europeas bell hooks (escritora), Jean
Franco (crítica literaria), Mary Louise Pratt (crítica literaria y
latinoamericanista), Julia Kristeva (crítica literaria enfocada en
212
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
teoría semiótica) y Ellen Showalter (crítica y escritora), y a las
latinoamericanas Silvia Moloy (crítica literaria), Elena Urrutia
(especialista en género), Aralia López (ensayista y profesora),
Marlyse Meyer (escritora) y Rosario Ferre (escritora). También
mencionaron a la italiana Luisa Murano y a las filósofas del grupo
Diotima de Verona.
Susana Montero ha empleado el análisis idiotemático para
buscar las expresiones diferenciales a nivel de género. Ha dado
a leer a mujeres y hombres textos literarios escritos por mujeres
con el fin de captar las perspectivas diferentes de unos y otros.
Por ejemplo, los hombres vieron las perspectivas históricas, los
mitos y los elementos que dan continuidad a los textos. Las mujeres observaron la semántica de la negación, las intenciones de
romper con los discursos femeninos tradicionales y las intenciones de negar los cánones sociales.
Los sociólogos y antropólogos emplean los métodos de la observación participante porque propician captar las actuaciones
cotidianas más pequeñas de hombres y mujeres, y facilitan que
el investigador se involucre como un sujeto que participa en el
proceso observado. Estiman que las investigaciones deben comenzar por la observación, porque es una forma de apropiarse
de los objetos de estudio. Es útil para formular los diseños de
investigación, para enriquecerlos y para seleccionar las muestras
y submuestras de los estudios. El sociólogo Luis Robledo, cuando
realizó la fase exploratoria de su investigación sobre los homosexuales, recorrió varios grupos de gays en La Habana hasta que
decidió quiénes serían los miembros de su grupo de discusión. En
mis investigaciones con obreras en empleos tradicionales y no
tradicionales femeninos, en otras que realizó Niurka Pérez con
obreras y campesinas en comunidades rurales, en las de Grysca
Miñoso con pacientes con SIDA y en las de María Isabel Domín-
213
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
guez con mujeres jóvenes, la técnica de la observación sirvió
para decidir los grupos a los que se aplicarían los cuestionarios,
otros más pequeños a quienes se aplicarían las entrevistas y, por
último, las submuestras de una o dos personas a quienes se les
hizo historias de vida. Los sociólogos y antropólogos de la muestra han leído para ilustrarse en el método de la observación aplicada a estudios de género a las norteamericanas María Patricia
Fernández Kelly (socióloga), a Helen Safa (antropóloga) y a Carmen Diana Deere (economista), así como a la economista colombiana Magdalena León y a la socióloga brasileña María Aparecida
Morais.
Los investigadores que han practicado las técnicas de observación con sus iguales (gays, mujeres profesionales, mujeres en
edades medianas) admiten que les permiten lograr la empatía
más fácilmente. Pero están conscientes que aparece el riesgo de
comprometerse excesivamente con estas personas, y que surge
el peligro de la transferencia y de la contratransferencia, y que
ambas cosas pueden llegarles a cegar, a limitarles la capacidad
de ver cómo se comportan los otros. Todos emplearon los formularios abiertos para realizar las entrevistas a profundidad, que
les aportaron aquellas informaciones que los entrevistados solo
sacan de sí cuando depositan su confianza en los entrevistadores. Los usaron para conocer aspectos de la sexualidad, de las
relaciones entre subordinados y jefes en los centros de trabajo y
de la violencia. Entre las autoras consultadas para estos métodos
aparecen la brasileña Mary García Castro, la cubana norteamericana Yolanda Prieto y la estadounidense Helen Safa.
Otros métodos que han empleado los investigadores de la
muestra son las entrevistas grupales, los grupos de discusión y
las técnicas asociadas a la Educación Popular. Los han usado porque complementan otros métodos en el proceso de recogida de
214
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
información, someten a la crítica colectiva los informes finales
de las investigaciones participativas y sirven para “devolver” a
las personas entrevistadas los resultados y las recomendaciones
contenidas en estas investigaciones. Algunas de las fuentes utilizadas para estas técnicas fueron los materiales que ha elaborado
el Centro para la Investigación y la Acción Femeninas (CIPAF)
dirigido por Magali Pineda en la República Dominicana, las experiencias del Centro de Estudios de la Mujer de Chile y los trabajos de Paulo Freire.
Los sociólogos han utilizado el análisis de contenido para sacar a la luz la imagen de la mujer que transmiten los medios
cubanos y reconstruir las necesidades y los valores tradicionales
y nuevos referidos a las relaciones de género que conviven en
la ideología de la sociedad de Cuba. Este fue el procedimiento
básico en los estudios sobre la imagen de la mujer y del hombre
en las canciones de la trova tradicional y de la Nueva Trova y en
los de imagen de la mujer en la publicidad turística cubana. Los
autores extranjeros consultados fueron Michelle y Armand Mattelart y Maureen Honey.
Los miembros de mi muestra han estudiado el método de historia de vida de las fuentes de Oscar Lewis, Elena Poniatowska,
Elsa Chaney y Arlie Hochschild, pero lo han aplicado poco. Solo
la socióloga Niurka Pérez ha publicado un libro basado en este
procedimiento, El hogar de Ana. La bióloga y antropóloga Leticia Artiles ha combinado procedimientos de la antropología, la
sociología y los estudios de salud en sus investigaciones sobre
políticas de salud y mujer, salud reproductiva y mujeres de mediana edad. Ha leído los trabajos de la Organización Panamericana de la Salud y su Programa de Mujer, Salud y Desarrollo, los
de la Red Latinoamericana de Género y Salud Colectiva, los de
las barcelonesas Dolores Juliano, Verena Stolcke, Carma Valls y
215
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
su Centro de Análisis y Programas Sanitarios y los de la argentina
Déborah Tájer.
CONCLUSIONES
Deseo terminar resumiendo algunas de las sugerencias metodológicas que los y las investigadoras en este ensayo formularon a
quienes se interesen en los estudios de género.
Quienes decidan iniciar sus estudios en estas materias deben
considerar que el género es una categoría relacional, que expresa los atributos culturales de un sexo con respecto al otro con
carácter jerárquico. No deben perder esta perspectiva cuando
analicen la historia de las relaciones culturales de poder y de dominación a nivel de toda la sociedad y en los planos personales.
Tienen que estudiar el feminismo en su sentido más amplio, y
no deben reducirlo a las concepciones vulgarizadas que se atrincheran en el criterio erróneo de que lo femenino es lo superior.
El género incluye a mujeres, a los hombres y a las personas con
otras orientaciones sexuales, y hay que mirar a todos. Pero hay
que dirigir cada vez más la mirada científica hacia los hombres
para estudiar sus actitudes concretas en el proceso de ejercer
los mecanismos de poder, y también las experiencias traumáticas que emanan de estas actitudes. Pienso, además, que existen
más estudios sobre los no heterosexuales que sobre las masculinidades. Esto no quiere decir que los estudios sobre las mujeres,
los gays, las lesbianas, los bisexuales, travestis y transexuales
están resueltos; pero hay más conocimientos acumulados sobre
todos estos que sobre los hombres. Muchas recomendaciones
que plantean estas investigaciones para lograr la equidad no se
pueden implementar si no se conocen científicamente los roles
que han jugado los hombres en las tramas de la dominación patriarcal sobre toda la sociedad.
216
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
Se debe practicar la vigilancia epistemológica, en el sentido
que tratan de no imponer sus ideologías a las ideologías de quienes investigan, y dejan que fluyan las ideas de los entrevistados.
Intentar controlar las relaciones de poder que ejercen con los
investigados en el transcurso de la recogida de informaciones.
Reconocer que cuando les interrogan y observan les “invitanobligan” a que les descubran aspectos de sus vidas que son los
que interesan a los primeros, y que incluyen cosas muy íntimas.
Es importante usar métodos múltiples para aprender de todo lo
que se haya escrito y que les ayude a entender las relaciones de
género: de la literatura, de los textos de canciones, de los contenidos que difunden los medios de comunicación. Desentrañar las manifestaciones más sexistas que trasmiten estos textos e imágenes
con el fin de aprender en qué consisten y cómo los han construido.
Dicen que se trata de aprender hasta de las experiencias negativas.
Las y los estudiosos de mi muestra confieren sentido a las
cosas pequeñas de la cotidianidad, a lo marginado, a lo olvidado. Usan ampliamente y con enorme gusto la intuición y el
empirismo, pero siempre como un proceso que discurre dentro
de sus inteligencias cultas en cuestiones de género. Hay que prepararse bien, en el sentido de leer lo que se ha escrito acerca de
las relaciones de género en teoría, epistemología y, sobre todo,
los resultados de las investigaciones. Todas estas lecturas deben
contextualizarse en los ámbitos en que fueron producidas. Esto
permitirá saber en qué medida se pueden aplicar a los casos
cubanos y, por la vía de los estudios comparativos, extraer las
explicaciones esenciales de lo que ha ocurrido en Cuba. Hay que
conocer las vivencias, los hechos de la actualidad y de la historia, y después aplicar los conocimientos teóricos, que tienen que
estar muy actualizados. Es la única forma de no crear camisas
de fuerza o de falsear el devenir, superponiéndole forzosamente
teorías que son incapaces de explicar la realidad que se estudia.
217
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
La perspectiva de género tiene un valor instrumental para
analizar las relaciones económicas, políticas e ideológicas en
una sociedad concreta. No se puede abordar ningún tópico sobre
los comportamientos sociales sin tener una mirada de género.
Hay que comprender el género dentro de las estructuras sociales
e históricas, junto a las categorías de clases, raza y generaciones. Por ello siempre hay que trascender la descripción de lo que
hacen los hombres y las mujeres. Hay que elevarse más allá de
cómo ellos se piensan para comprender cómo unos y otros construyen sus verdades en los sistemas sociales concretos.
Las personas que estudian las relaciones de género no pueden
mantener una doble línea de conducta. Tienen que creer en lo
que están estudiando y cambiar en sus concepciones y actitudes
más íntimas para poder ser genuinas y genuinos en sus estudios.
Comprometerse con una perspectiva de género en la ciencia y
en la vida es optar por dedicarse a estos estudios con pasión
para producir cambios en las actitudes de las personas, en las
políticas, en las producciones culturales, en todos los ámbitos
de la vida. Quienes investigan las relaciones de género no pueden contentarse con publicar sus trabajos, sino tienen que hacer
todo lo posible por poner a funcionar sus recomendaciones en
los pensamientos y en las acciones de uno mismo y de los demás. No pueden admitir que ejerzan opresiones o represiones
sobre los resultados de sus indagaciones. Deben ser creadores
en todo el proceso investigativo, desde que formulan el diseño
hasta que concluyen con las recomendaciones. Deben prestar
atención a las características epistemológicas de los estudios cubanos de género referidas a la investigación/acción y a los estudios participativos; a los estudios comparativos; a los estudios de
caso vinculados a las estructuras macrosociales, así como a las
perspectivas multidisciplinarias, interdisciplinarias y transdisciplinarias. Es preciso, igualmente, establecer un balance entre
218
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
compromiso y distanciamiento. Sería provechoso indagar cuáles
han sido las peculiaridades metodológicas que aportan las y los
estudiosos cubanos del género con un fuerte entrenamiento en
el pensamiento marxista.
Por último quiero presentar una observación general. El hecho de que la mayoría de las investigadoras y los investigadores
de Cuba comenzaron a enfocarse en temas de género a mediados de los ochenta implica que lo hicieron una vez que tenían
una sólida posición académica y viviendo en una sociedad donde
las relaciones de género se transformaron dramáticamente. Ello
les permitió aprender las historias de los movimientos feministas
de los años sesenta hasta los ochenta de América Latina, Estados Unidos, Canadá y Europa Occidental y estudiar la amplia bibliografía producida en esos años. Por tanto pudieron superar la
brecha de casi veinte años que les separaba de los momentos en
que sus colegas empezaron a bregar con temas de mujer y de género. Sugiero que en los análisis futuros se amplíen y divulguen
los estudios sobre la rica historia del feminismo cubano antes de
1959—muchos ya escritos y publicados—, especialmente para conocer cómo se aproximaron las y los autores a sus estudios. Ello
podría saldar no solo una deuda histórica del feminismo cubano
sino también explicar el estigma del pensamiento feminista que
prevaleció hasta mediados de los ochenta y, por último, comprender el porqué del florecimiento de los estudios de la mujer
y el género en Cuba.5
5
El Anexo 1, constituye una clave para la lectura de este texto y en general
un valioso derrotero para quienes se interesen en profundizar en los
estudios de género en Cuba (N. de la E.).
219
ESTRATEGIAS CUBANAS DE DESARROLLO
ECONÓMICO Y LAS RELACIONES
DE GÉNERO*
En el último medio siglo la sociedad cubana transformó radicalmente sus instituciones y estimuló a las mujeres a ser independientes, instruidas y a asumir distintas formas de poder. Como
resultado las cubanas revolucionaron las relaciones de género y
progresaron en este ámbito mucho más que los cubanos.
En este trabajo valoro algunas de las prácticas cubanas de
desarrollo implementadas desde 1959 que influyeron en la integración de las mujeres a la fuerza laboral como una de las vías
para luchar contra la pobreza y las desigualdades, a la vez que
creaban en ellas habilidades para ejercer el poder. Estas políticas cubanas contrastaron con los modelos que prevalecieron en
otros países latinoamericanos y caribeños, que identificaron el
progreso con el desarrollo económico, sobre todo con las políticas neoliberales1 que estos países implementaron desde los años
ochenta para enfrentar la crisis económica y social que padecían. Cuba, a diferencia del resto de la región, rechazó adoptar
estrategias neoliberales para emerger de la crisis que sufrió en
los años noventa.
* Publicado en inglés como “Cuban Development Studies and Gender
Relations” en la revista Socialism and Democracy, 2010.
1
El término neoliberalismo se refiere a las políticas promovidas por el
Consenso de Washington que desde finales de los ochenta abrieron las
fronteras nacionales al libre flujo de mercancías y de capitales, a la vez
que bloqueaban el libre flujo de fuerza laboral. A escala global desconoció
restricciones ecológicas, redujo salarios, los costos y los impuestos que
subsidiaban beneficios sociales.
220
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
Un país no necesita ser rico para desarrollar su sociedad, asegurar el avance de las mujeres y promover el liderazgo femenino. Lo que se requiere es la voluntad política para dirigir este
proceso de una manera integral, permanente y no dogmática.
Las políticas económicas y sociales cubanas implementadas entre 1959 y 1989, incluyendo las dirigidas a integrar a las mujeres
a la fuerza laboral, sentaron las bases para esta respuesta.
POLÍTICAS ECONÓMICAS Y SOCIALES QUE
INFLUYERON EN EL EMPLEO FEMENINO (1959-1989)2
Las concepciones cubanas de desarrollo definieron que las transformaciones deberían proveer bienestar material a todos y también contribuir a cambiar patrones ideológicos y culturales de
inequidades y discriminación. Las mujeres constituían la mayoría entre los pobres e inmediatamente se beneficiaron de las
estrategias implementadas para cambiar las relaciones sociales
propias de la pobreza.
Desde un inicio se organizó la economía de manera que los
crecimientos del PIB contribuyeron de inmediato a las políticas
sociales que universalizaron la educación, la salud, la seguridad social, la asistencia social, la cultura y el deporte, áreas
definidas por la socióloga cubana Mayra Espina (2007: 247) como
“espacios de igualdad”. Estos espacios han sido diseñados fundamentalmente por el Estado para ejecutar actividades que son
necesidades básicas de la población y a los que tienen acceso,
gratuitamente, todos por igual y donde la accesibilidad universal
está refrendada legalmente.
Estos “espacios” resultaron unas vías efectivas para romper
el ciclo de reproducción de las desigualdades en la sociedad y
2
Esta sección se basa en mi ponencia “Alternativas cubanas a las economías
de mercado: una mirada de género al empleo femenino”.
221
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
en el hogar y se feminizaron casi de inmediato. La igualdad de
género que emergió de estos “espacios de igualdad” benefició en
la práctica mucho más a las mujeres que a los hombres, porque
ellas habían sido históricamente las más discriminadas. Además,
aunque estos beneficios se gestaron “desde arriba”, la manera
en que se introdujeron instaron a que beneficiarios y beneficiadores interactuaran y se convirtieran en agentes de sus propias
transformaciones.
La dirección del país y la FMC declararon desde un inicio que
no se podía esperar a alcanzar el crecimiento económico para
después aspirar a que la mujer progresara en la sociedad. Esta
voluntad política llevó a que se instrumentaran desde los primeros años medidas económicas, regulaciones legales, políticas
sociales y acciones en materia de ideología para combatir las
discriminaciones de género. Una concepción economicista hubiera dilatado estas decisiones, hubiera restado protagonismo
a la mujer y se hubiera perdido la posibilidad de que ellas se
convirtieran en agentes de los cambios que se gestaron desde
los inicios.
En tanto las mujeres estaban socialmente en franca desventaja con respecto a los hombres, las políticas de pleno empleo
implicaron tratamientos diferenciados para las cubanas para
proveerles salarios que les permitieran independizarse económicamente. Los esfuerzos para promover el empleo femenino se
acompañaron de legislaciones, políticas sociales y otras acciones
dirigidas a transformar la ideología patriarcal y romper los ciclos
que reproducían las privaciones materiales y espirituales de las
cubanas.
A principios de los setenta, sin embargo, la fuerza de trabajo
femenina resultaba aún inestable debido al peso de las tareas en
el hogar, a la falta de incentivos económicos y a la carencia de
222
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
espacios adecuados en los centros de trabajo, para las necesidades propias de las mujeres—servicios sanitarios, duchas, lugares
de descanso, equipos de primeros auxilios, vestimenta y calzado
laborales adecuados. Entre las medidas más exitosas están aquellas que incentivaron a las mujeres a calificarse y recalificarse
laboralmente, lo que posibilitó que se incrementara el número
de mujeres profesionales y técnicas a fines de los setenta. Pero
el peso de la “segunda jornada” se mantuvo. En los centros de
trabajo se crearon gradualmente locales para las mujeres con el
sesgo de que generalmente fueron diseñados de acuerdo a las
“ideas” de los dirigentes hombres, sin contar con las necesidades reales de las mujeres. Estas deficiencias fueron poco a poco
solucionándose a medida que desde mediados de los ochenta las
mujeres asumieron cargos de dirección en los centros de trabajo
y en organizaciones políticas y de masas.
Desde 1978 las trabajadoras cubanas muestran niveles de
instrucción más elevados que los hombres trabajadores.3 Ellas
vencieron sus desventajas iniciales gracias a la campaña de alfabetización de 1961 y a los programas para la educación de adultos implementados al concluir la misma. Estas posibilidades les
permitieron continuar entrenándose técnica y profesionalmente
y, gracias a ello, ocuparon empleos más complejos y mejor remunerados. La nacionalización de la educación (1961) universalizó el acceso gratuito de toda la población y creó en las mujeres
un sentimiento de seguridad al saber que sus hijos e hijas tenían
3
En 1978 el 5% del total de las trabajadoras eran graduadas universitarias
en comparación con un 3.5% de los trabajadores. Ese año el 23% de las
mujeres trabajadoras eran bachilleres en contraste con el 13% de los hombres.
En 1986 las proporciones eran de un 12% de trabajadoras graduadas
universitarias y un 7% entre los hombres, mientras que había un 35% de
mujeres trabajadoras graduadas de doce grado en comparación con un
27% de los hombres. Cálculos de la autora basados en base al Anuario
Estadístico de Cuba 1988, tabla IV.16, p. 202.
223
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
garantizada su instrucción desde el preescolar hasta la universidad, si tenían el talento requerido. Este hecho les dio el apoyo
necesario para mantenerse empleadas, sin tener que pensar en
cómo ahorrar para garantizar la continuidad de estudios de su
descendencia. Las instituciones para cuidar y educar a los niños
y niñas desde los cuarenta y cinco días de nacidos hasta el grado
preescolar —llamadas círculos infantiles— se inauguraron también en 1961. Se instauraron escuelas para entrenar el personal
de estas instituciones. Se introdujo la doble sesión en las escuelas con auxiliares pedagógicas que atendían a los educandos y se
crearon comedores escolares en las escuelas primarias. Se otorgaron becas a los estudiantes que las requerían. Estas políticas
educacionales contribuyeron a que las mujeres se incorporaran
a los empleos asalariados y permanecieran en ellos.
En Cuba no existía un sistema de seguridad social controlado
por el Estado antes de 1959. Durante los años sesenta y setenta
se adoptaron legislaciones para universalizar la seguridad social
y la asistencia social, lo que benefició a las trabajadoras y a las
madres solteras. Las primeras tuvieron aseguradas sus pensiones
por jubilación, por incapacidad para continuar laborando y ante
la muerte de sus cónyuges. Las pensiones de sus padres contribuyeron también al presupuesto familiar. La Ley de Maternidad
fue incluida dentro del Código Laboral en 1974 para regular la licencia de maternidad para las trabajadoras. Las madres solteras
recibieron pensiones pequeñas que contribuyeron a criar a sus
hijos e hijas hasta que comenzaran a trabajar. Se exigió por ley
que los padres pagaran una pensión alimenticia a sus hijos una
vez que se divorciaran o se separaran de sus parejas.
Junto a las políticas de pleno empleo en las esferas públicas, el Estado creó las condiciones para que existiera una mayor
igualdad en la retribución por el trabajo y a la vez garantizaba
224
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
igual pago por igual trabajo. Esto condujo a una “salarización”
de los ingresos personales y familiares. Se produjo una bajísima
diferenciación por grupos salariales: en 1983 la Reforma General de Salarios admitía una relación de 4.5 a 1. En 1988, según
estudios del Instituto de Estudios del Trabajo, para el 93% de los
empleos la diferencia fue de 2.3 a 1 (Nerey y Brismart, 1999). El
salario se convirtió en un elemento que contribuyó a la homogenización de las estructuras sociales al producirse una minimización de su papel diferenciador entre los estratos sociales.
Estos procesos coincidieron con la incorporación masiva de
la mujer a la fuerza de trabajo. La proporción de mujeres en la
fuerza laboral total cubana creció establemente de un 13%
en 1959 a un 19% en 1970. Entre 1970 y 1989, el incremento
fue mayor porque fue de un 19% a un 38.7% (Núñezb, 1988). Las
mujeres se convirtieron en asalariadas en condiciones legalmente iguales que los hombres también en el plano salarial, aunque
en la práctica los datos demostraron que recibían menos que
los hombres. Esto se debió a que ellas ocupaban plazas peores
remuneradas que los hombres, a que se ausentaban más de sus
empleos para cumplir sus funciones de cuidadoras de niños, enfermos y ancianos y por tener una morbilidad más elevada que
los hombres. Las cubanas demandaron participar equitativamente junto a los hombres en todas las ramas de la economía, en
todas las categorías ocupacionales y en las tareas de la segunda
jornada en el hogar.
Mejoró también la distribución por género en cada una de las
categorías ocupacionales: en 1981 había una mujer por cada seis
obreros, mientras que en 1986 por cada cuatro obreros había una
mujer. Por cada dos técnicos había una mujer en 1981 y cinco
años después el 56% de los técnicos eran mujeres. La proporción
de mujeres en la categoría de dirigentes mejoró pero con menos
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Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
dinamismo que en la categoría de obreros y técnicos: en 1981
por cada cinco dirigentes había una mujer y en 1986 esta relación cambió a cuatro por una.4
Aunque el “techo de cristal” se mantenía aún a finales de
los ochenta, hubo mejorías. Las mujeres estaban empleadas en
todos los sectores económicos —incluso los considerados tradicionalmente masculinos— y estaban presentes en todas las categorías ocupacionales, incluidas las de dirigentes en los centros
de trabajo. Las mujeres constituían más de la mitad de todos
los técnicos del país, y crearon una fuente de personas calificadas para desempeñar cargos directivos en un futuro. Adicionalmente la necesidad de simultanear tareas en sus jornadas
laborales y en las del hogar generó en ellas habilidades para
tomar decisiones.
Las políticas sociales cubanas en los sesenta, setenta y ochenta concibieron la racionalidad del consumo y de las necesidades
como modelo de vida y no solo como medida para resolver la
pobreza (Espina, 2007: 245). Esta idea hizo que en materia de
distribución y consumo funcionara una concepción igualitarista
y “homogenizadora”, que logró satisfacer un conjunto de necesidades básicas de toda la población y que permitió que las mujeres accedieran a productos de consumo que antes no tenían.
En el ámbito del hogar esto mejoró la calidad de su alimentación, de su aseo personal, del vestuario y calzado e incluso del
insuficiente o inexistente equipamiento electrodoméstico para
ellas y para sus familias con quienes tenían la responsabilidad de
reproducir diariamente la vida. Siguiendo la tradición patriarcal, las mujeres en los hogares administraron los bienes que fueron distribuidos igualitariamente por decisión centralizada del
4
Cálculos de la autora basados en el Anuario Estadístico de Cuba 1988, tabla
IV.16.
226
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
Estado y que integraron los nuevos patrones de consumo. Bien
como asalariadas que encabezaban sus hogares y que proveían
los principales ingresos en ellos, como asalariadas proveedoras
adicionales al hombre jefe de hogar o como amas de casa, ellas
fueron quienes “operacionalizaron” cotidianamente las políticas sociales referidas al consumo en sus hogares. Esto contribuyó
casi invisiblemente a crear en ellas, y sobre todo en las mujeres
trabajadoras que efectuaban la segunda jornada, habilidades
para la toma de decisiones. Este proceso de entrenarse en la
toma de decisiones ocurrió en un entorno social que abogaba
por la promoción de las mujeres en todos los ámbitos de la vida,
tanto en la pública como en la privada. Además estas mujeres
participaron en calidad de agentes de cambio en estos aspectos
transformadores del consumo como parte de la lucha contra la
pobreza. Se comprueba así la importancia de comprender las
funciones que ejercen las mujeres ubicadas en la intersección
de los caminos de la producción y de la reproducción de la vida
para luchar contra la pobreza, las desigualdades y por su empoderamiento (Elson, Chacko y Jain, 2008).
En todos estos primeros treinta años las mujeres fueron el
motor de las transformaciones de las relaciones de género. Ellas
tuvieron que esforzarse mucho más que los hombres para vencer las desigualdades sexistas, porque tuvieron que desmontar
los patrones culturales de la ideología patriarcal que existían en
toda la sociedad y en ellas mismas. No se detuvieron aquí porque
tuvieron que reconstruir esos patrones patriarcales y construir
patrones ideológicos nuevos no sexistas. En este empeño ellas
avanzaron más que los hombres, que quedaron rezagados. A diferencia de lo que ha sucedido en otros países en los cuales las
mujeres se han revolucionado pero la sociedad se ha mantenido
estancada en materia de relaciones de género, en Cuba la socie-
227
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
dad cambió y ellas también, porque participaron en estas transformaciones desde que comenzaron a producirse.
No pretendo construir un “modelo promedio” de lo que fue
la mujer cubana asalariada de los años noventa. Solo trato de
dar una idea aproximada de cómo eran estas cubanas. Me atrevo
a describirlas como mujeres entre los veintidós y los cincuenta
y cinco años, que habían concluido entre el noveno grado y la
enseñanza universitaria, de lo que se infiere que habían permanecido entre nueve y diecisiete años en instituciones educacionales; tenían una cultura en materia de salud que incluía desde
el uso de contraceptivos y cuidados en el embarazo hasta conocimiento de la atención médica de ellas, de sus hijos desde
el nacimiento hasta el matrimonio y del resto de su familia; que
tenían uno o dos hijos; que tenían una cultura laboral que les
permitía comprender, entre otras cosas, la independencia que
se obtiene al devengar un salario; que poseían un sentido de la
disciplina que emanaba de su permanencia en las aulas y de sus
actividades laborales; que cargaban con el peso de las tareas de
sus hogares y que comprendían que en ellas deberían participar
también los hombres y que comenzaban a hacerse cargo de los
miembros más ancianos de sus familias, que no podían contribuir
al trabajo en el hogar. Eran mujeres capaces de tomar decisiones
en sus empleos y en sus hogares.
CRISIS, REAJUSTES Y EMPLEO FEMENINO: DE 1990
HASTA LA ACTUALIDAD
La movilidad social ascendente que experimentaron los cubanos
y las cubanas en los primeros treinta años de la revolución se
detuvo al menos por tres razones. La primera fue que las generaciones más jóvenes no sintieron los visibles beneficios en sus
condiciones de vida que sus padres vivieron en carne propia en
228
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
esos años. En segundo lugar entre 1985 y 1989 Cuba se enfrascó
en rectificar los errores cometidos básicamente en la economía en
los diez años precedentes. Este “proceso de rectificación” se
abortó con la crisis de los noventa. Por último el país se sumergió
en una crisis total debido a la desaparición de la URSS, a la desintegración del bloque socialista europeo y al fortalecimiento del
bloqueo económico de Estados Unidos sin haber podido concluir
la “rectificación”. Por tanto el país arribó a la crisis de los noventa con un conocimiento compartido por toda la sociedad de cuáles fueron los errores económicos acumulados y cuáles fueron
sus consecuencias en la economía, la política y lo social sin que
se hubieran concluido las soluciones que se habían comenzado a
diseñar y a aplicar. En estas condiciones el país se enfrentó a los
años más difíciles de su transición hacia el socialismo.
Entre 1989 y 1993 el PIB cayó en más de 33% (Pérez, 2007) y
una de sus consecuencias sociales más devastadora fue la disminución del consumo social. Según el economista cubano Everleny
Pérez la caída del PIB contrajo la oferta de bienes y servicios que
afectó el mercado normado asegurado por el Estado, que era el
principal asegurador de la canasta básica para toda la población.
Prácticamente desaparecieron las otras ofertas no normadas que
completaban el consumo familiar. Se produjo un auge del mercado ilegal que elevó los precios de los productos y provocó un
descenso en el valor del salario real, afectando a más del 90% de
la fuerza de trabajo del país ocupada en el sector estatal.
La población cubana sintió fuertemente el impacto de la crisis
iniciada en 1990, mucho más de lo que la sintieron los ciudadanos menos favorecidos de otros países de la región latinoamericana y caribeña en la llamada “década perdida”. Esto se debió
fundamentalmente al hecho de que los cubanos y las cubanas
arribaron a esta crisis con sus necesidades básicas satisfechas a
229
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
un nivel relativamente alto. En el lapso de un año la población
cubana vio descender abruptamente su nivel de vida, que había
visto ascender en los últimos treinta años.
Las mujeres fueron quienes más directamente sufrieron estas
carencias y, entre ellas, las asalariadas.
Desde 1994 se comenzó a salir de la crisis como resultado de
las medidas para reactivar el crecimiento de la economía. En 2004
se alcanzó un 98.6% del PIB de 1989 a precios constantes de 1997
(Pérez, 2007). En 2007 la economía creció en 7.5%, índice que
expresó la consolidación gradual de la economía cubana y que
acumuló un incremento del 42.5% en su PIB entre el 2004 y el
2007 (Rodríguez, 2007).
Entre las medidas económicas que se implementaron en los
noventa para la recuperación estuvieron: la reforma empresarial
en el sector estatal; la reinserción de la economía en el mercado
internacional, que permitió que por primera vez en su historia
Cuba no dependiera solamente de un socio comercial; la descentralización de las funciones económicas; la ampliación del sector
privado; la relevancia de los sectores del turismo, las telecomunicaciones y la minería en materia de acumulación—el turismo
se desempeñó como locomotora que hizo avanzar al resto de la
economía; la decisión de no devaluar la moneda nacional y despenalizar la tenencia y circulación de divisas y apertura de tiendas para recaudar dicha moneda, que provenía principalmente
de las remesas que enviaban los cubanos residentes en el exterior; y promover la utilización eficiente de la fuerza de trabajo
calificada con capacidades de aprendizaje tecnológico.
Estas no fueron medidas neoliberales sino que fueron el resultado de la adaptación de las concepciones de desarrollo que habían estado vigentes en Cuba hasta el momento, para que el país
pudiera insertarse en la economía global de mercado. Fue una
230
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
continuidad de la transición al socialismo en un momento en que
había que “resistir y desarrollarse”, que fue la consigna política
que guió estas decisiones en materia de economía y de políticas
sociales. A lo largo de esta estrategia de resistencia se planteó la
meta de superar los efectos de la crisis distribuyendo sus influencias en la sociedad lo más equitativamente posible para reinsertarse en la economía mundial. Como señaló Peter Monreal (2007:
137) “el conjunto de medidas que conformaron estas estrategias
fueron diseñadas y aplicadas bajo una enorme presión, en poco
tiempo, con flexibilidad y con carácter práctico”.
En el marco legal y político de los reajustes emprendidos para
contrarrestar la crisis, la incorporación y la permanencia de las
cubanas en la fuerza laboral se adecuó a las características del
momento y los datos demuestran que mantuvieron una participación de calidad. Aun así este período afectó el proceso ininterrumpido de incorporación de la mujer al empleo. La proporción
de mujeres entre los ocupados había llegado a 38.8% al comenzar la crisis en 1989 (ONE, 1997). Hasta ese momento la participación de las mujeres entre los ocupados había ido en aumento
y sin retrocesos, pero a partir de la crisis este proceso se detuvo
e incluso tuvo un leve retroceso. La participación femenina en
el total de ocupados pasó de 37.7% en 1996 a 37.2% en 2006. En
el caso de los hombres su participación fue de 62.7% en 1996 y
de 64.56% en 2006 (ONE, 1999: 144; ONEa, 2007: tabla VI). Por
tanto, la crisis afectó más a las mujeres que a los hombres en su
permanencia en la fuerza de trabajo, aunque la diferencia fue
pequeña.
La estructura por categorías ocupacionales de los hombres y
de las mujeres ocupados muestra que de 1996 a 2006 las mujeres concentraron y aumentaron sus ocupaciones en la categoría
de técnicas (39.1% en 1996 y 43.5% en 2006). Del total de los
231
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
hombres ocupados, un 13% se concentraba en la categoría de
técnicos en 1996 y diez años después esta proporción había aumentado a 17.2% (ONE, 1999: 144; ONEa, 2007: tabla VI).
La preeminencia de las mujeres entre los técnicos y profesionales está respaldada porque mantienen desde 1978 mayores
niveles educacionales que los hombres ocupados. Siguiendo esta
tendencia —expuesta en la primera parte de este ensayo— en
2006 el 18% de todas las trabajadoras eran graduadas universitarias comparadas con el 11% de todos los hombres ocupados.
El 56% de todas las trabajadoras habían concluido el duodécimo
grado en contraste con el 44% de los trabajadores (ONEa, 2007:
tabla VI.6). Las mujeres continúan subrepresentadas en la categoría de los dirigentes: entre 1996 y 2006 de todas las mujeres ocupadas, un 6% se dedicaba a estas funciones. Los hombres
representaban un 8% de los dirigentes en esos años escogidos.
La participación por género en esa categoría ocupacional también mostró valores estables en 1996 y 2006: 70.9% y 68.9% en
los hombres y 29.2% y 29.5% en las mujeres. Las mujeres, en la
actualidad, representan el 29.49% del total de dirigentes en sectores no tradicionalmente femeninos como la industria sideromecánica, la industria azucarera, la ciencia, la informática y las
comunicaciones, entre otras.
Lo que infiero de estos cálculos es que a medida que se salía
de la crisis de los noventa la calidad del empleo femenino se
mantuvo. Pero si se compara la proporción de mujeres entre los
profesionales y técnicos se aprecia un declive: en 1996 ellas representaban el 64% de los empleados en esta categoría y en 2006
esta proporción bajó a un 60% (ONE, 1999: cuadro VI.9; ONEa,
2007: tabla VI.8). Hay que observar si esta declinación persiste y
buscar las razones para ello.
232
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
En los noventa no se renunció a la industrialización por la vía
de sustituir importaciones como componente central de la visión
a largo plazo del desarrollo del país. Lo que sí se modificó fue el
mecanismo de enlace con el resto del mundo, que resultó en una
reinserción internacional en términos competitivos diferente a
las del Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME). Según Peter
Monreal (2007: 130),
se intentó conservar al máximo posible la estructura industrial antes creada introduciéndole las adecuaciones necesarias y modernizándola parcialmente en espera del retorno de condiciones más
propicias que hicieran posible reiniciar nuevas inversiones para
este tipo de industria. Las mayores inversiones las recibió el turismo, el níquel y la industria farmacéutica.
Se perseguía desarrollar aceleradamente estos renglones para
emplear intensivamente los recursos naturales, la tecnología de
avanzada y la fuerza de trabajo calificada para reinsertarse en
el mercado internacional con productos de alto valor agregado.
El turismo creció con tasas anuales de un 20%, haciendo que
el sector terciario “halara” al resto de la economía y se pudieran
mantener las políticas sociales básicas. El investigador cubano
Jesús García Molina (2004: 23) escribió que esta actividad fue
la más dinámica porque aseguró empleos directos e indirectos a
unas trescientas mil personas y su auge estimuló la recuperación
productiva de otras actividades como la agroindustria alimentaria, las bebidas y licores, la construcción, las comunicaciones y
el transporte. Además permitió créditos para comprar insumos
que reactivaron varias producciones nacionales y desde 1994
desplazó a la agroindustria azucarera de su tradicional primer
lugar en la generación bruta de divisas.
Los efectos dinamizadores del turismo sobre el resto de la
economía se evidenciaron en un aprendizaje tecnológico “ha-
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Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
cia arriba”, como lo ha calificado Monreal, que se produjo en
materia de dirección empresarial (administración hotelera y extrahotelera, marketing, publicidad) y en la calificación y recalificación laboral. Los sectores de la aviación, de la industria
farmacéutica con base biotecnológica, de los equipos médicos y
de las telecomunicaciones también experimentaron el impulso
que significó continuar entrenando “hacia arriba” a su fuerza
laboral. Las mujeres estuvieron presentes en todas estas ramas
debido a sus calificaciones profesionales y técnicas.
Simultáneamente a este impulso del aprendizaje tecnológico,
a lo largo de los noventa muchos profesionales abandonaron sus
empleos técnicos y ocuparon puestos de trabajo de menor complejidad en el turismo y en otros sectores porque les propiciaban
ingresos directos e indirectos en divisas. No cuento con la información estadística necesaria para comprobar cómo evolucionó esta tendencia por género.
Una de las medidas del reajuste económico consistió en
reacomodar parte de la estructura industrial cubana diseñada
previamente dentro de la integración al CAME, que tenía una
alta dependencia a esos países y que carecía de competitividad
internacional, con el fin de producir para el mercado interno en
divisas. Esto se hizo con vistas a poner a circular esa moneda
dentro de la economía nacional, contribuir a reanimarla y suplir
necesidades básicas de la población. Los posibles compradores
fueron las empresas estatales, las empresas con capitales mixtos
y la población que tenía acceso a las divisas. Esta recuperación
de divisas, que fue calificada como “exportaciones en fronteras”, también logró reactivar y modernizar las industrias que se
dirigieron al mercado interno en moneda nacional para cubrir
algunas de las demandas de la población y de la producción nacional que no producía para los mercados internos en divisas. Es-
234
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
tas producciones no tenían calidad exportable en un inicio, pero
algunas de ellas fueron perfeccionadas y suplieron demandas del
turismo (Monreal, 2007: 130-133; García Molina, 2004: 47).
A pesar del papel que ha jugado el turismo para insertar a
Cuba en la economía internacional y para dinamizar otros sectores de productos de alto valor agregado, la estructura exportadora del país sigue siendo exportadora de recursos naturales
(minería, tabaco, pesca), en las que la participación masculina
en la fuerza de trabajo es mayor. Las exportaciones basadas en la
alta tecnología, que son las que deben en el futuro tener mayor
peso, tienen aún una importancia menor (telecomunicaciones,
industria farmacéutica con base biotecnológica, ciencia). En ellas
la presencia femenina en la fuerza laboral es mayor. Por tanto
en la actualidad las mujeres son una variable fundamental en la
utilización del principal activo económico con que cuenta el país:
su fuerza de trabajo calificada y con capacidad de aprendizaje.
Como apunté antes, el consumo descendió junto con el descenso del PIB y del valor del salario real. Aunque el salario nominal creció a partir de 2005, aún no ha superado su deterioro
porque los índices de precios al consumidor se mantienen altos.
Esto provoca desventajas a las personas que dependen de sus
salarios, de las pensiones de la seguridad social y de los ingresos
por asistencia social.
Al comenzar la crisis, 95% de la fuerza laboral del país estaba en el sector estatal y durante los noventa se reorientó hacia
las actividades del sector privado, el mixto y el cooperativo y a las
actividades estatales que estimulaban a sus asalariados con divisas. Se produjo una reestructuración de la fuerza laboral entre
las áreas estatales y no estatales, y en la actualidad la primera
comprende el 75% de la fuerza laboral. Los salarios en el sector
público se pagan en CUP. Los empleados públicos, junto a las
235
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
personas que dependen de la seguridad y de la asistencia sociales son los que han sido más impactados por la crisis.
Infiero de los escasos datos por género con los que cuento
y por los estudios de caso que he hecho, que las mujeres han
sido las más afectadas por este fenómeno del decrecimiento del
valor real de los salarios y de las pensiones en los últimos años.
Ellas son solo el 11.9% de los trabajadores por cuenta propia
—trabajadores privados. Los hombres representan el 35.4% de
los empleados en las empresas mixtas y son la mayor parte de los
beneficiarios de la asistencia social (Instituto de Investigaciones
y Estudios del Trabajo [IIET], 2007).
A lo largo de estos últimos dieciocho años de crisis y de reajustes, las personas con mayor acceso a las divisas son aquellos que
reciben remesas de sus familiares emigrados; los trabajadores
por cuenta propia (el 88% son hombres); los trabajadores del turismo; los empleados de empresas mixtas (el 66% son hombres);
los vinculados a actividades estatales que estimulan en divisas y
los pequeños agricultores que cambian parte de sus ingresos en
divisas. La moneda que reciben estas personas circula entre los
otros ciudadanos que no están comprendidos en las categorías
antes enumeradas, pero que cobran en divisas por los servicios
que prestan, estén registrados como trabajadores por cuenta
propia o no. Según cálculos oficiales en 1997 el 49.5% de los ciudadanos tenía acceso a divisas, proporción que subió a 62% en el
2001 (Pérez, 2007: 79). No aparece una distribución por género
en estos cálculos. En cuanto a quienes reciben remesas del exterior, que es la fuente principal de ingreso individual en divisas,
estudios de caso señalan que estas cantidades de dinero suelen
administrarlas en Cuba las mujeres. Vale la pena, por tanto, buscar precisiones por género en estas informaciones para ahondar
en la problemática de los ingresos y sus manejos.
236
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
Los procesos de crisis y reformas que se produjeron en los
noventa paralizaron la tendencia ascendente hacia una mayor
igualdad social de la población y de poner fin a las condiciones
que generaron desventajas sociales. Se creó una situación social
sumamente compleja que demandó repensar las acciones que el
Estado había venido aplicando hasta inicios de los noventa. Las
políticas sociales se mantuvieron pero el deterioro del ingreso y
del consumo fue muy fuerte. La socióloga cubana Mayra Espina
(2007: 251-252) resumió las manifestaciones de este deterioro,
de las que he tomado aquellas que influyeron en el empleo femenino.
El valor real del salario disminuyó y provocó que este perdiera
su capacidad para financiar a las familias. Como ya apunté, cuando los productos de la canasta básica para el consumo familiar
subsidiados por el Estado comenzaron a venderse en divisas, el
acceso a ellos fue prácticamente imposible para una amplia parte de la población. Esto afectó a asalariados y a asalariadas del
sector estatal y aún más a los hogares encabezados por mujeres,
que en el Censo de 2002 eran el 32.1% de los hogares cubanos
(ONE, 2002). Las mujeres tuvieron que inventar estrategias para
enfrentar las capacidades limitadas de consumo de sus familias.
Un pormenorizado estudio del IIET en el 2007, calificado por
sus autores como “un pilotaje” y que constituye un punto de partida, concluyó que “las diferencias encontradas en los ingresos,
aunque pequeñas, fueron desfavorables para las mujeres, que
recibieron 2% menos de salario que los hombres…”. Sus resultados demostraron que la mujer, por estar más recargada con las
labores domésticas, la atención a los hijos y a la familia, tiene
una diferencia desfavorable en el promedio de días laborados en
el mes respecto al hombre y, por tanto, recibe menores ingresos. Las principales causas que provocan una afectación salarial
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Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
fueron por orden: enfermedad 60%, cuidado de hijos y familiares 22%, licencia por maternidad 18%.
Del total de ausencias registradas en ambos sexos, el 77% correspondió a las mujeres. Los hombres rara vez se ausentan del
trabajo por otra causa ajena a la enfermedad. También se comprobó que en las categorías de técnicos y operarios el porciento
de hombres con ausencias por el cuidado de hijos o familiares se
mantuvo alrededor del 4%, mientras que en la categoría de servicios, donde de manera general los salarios son menores, esta
proporción alcanzó 27% (IIET, 2007).
Múltiples estudios sociales referidos a los efectos de la crisis
explicaron que el empleo estatal dejó de ser un proveedor de
ingresos suficientes para cubrir las necesidades y proveer bienestar. Ello condujo a que las personas acudieran a otras alternativas ocupacionales con ingresos no asociados al empleo estatal.
Las trabajadoras asumieron otras actividades que les aportaban
ingresos adicionales a sus salarios, una práctica que no estaba
generalizada antes de la crisis.
El debilitamiento real de los ingresos de la seguridad social y
de la asistencia social provocó que los ingresos por jubilación fueran bajos. Esto afectó a las familias donde había jubilados, cuyos
aportes al presupuesto familiar disminuyeron en un momento
de sus vidas que requieren cuidados que no pueden cubrir con
esos ingresos. Este fue un fenómeno nuevo con respecto al que
existió desde los primeros años de incorporación de las mujeres
al empleo. Muchas de las madres de las primeras trabajadoras
asalariadas eran amas de casa y cuidaban a sus nietos. A medida
que envejecieron estas madres se convirtieron en personas que
requirieron que sus hijas las cuidaran sin abandonar sus empleos,
lo que obligó a estas últimas a elaborar estrategias para atenderlas. Esta situación nueva —conocida como “ética del cuidado”—
238
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
apareció coincidentemente con el inicio de la crisis, se añadió a
las actividades de la segunda jornada y afectó más a las mujeres
trabajadoras que a los hombres. Muchas asalariadas se acogieron
a licencias sin sueldo o causaron bajas en sus empleos para atender a sus familiares ancianos y a los de su esposo, reduciendo los
ingresos que aportaban a sus hogares.
Los niveles de pobreza se elevaron. En 1985 se estimó que estas personas representaban el 6.3% de la población. En 1995 fue
de un 14.7% y en la actualidad se estima que en las zonas urbanas
incluye a un 20% de la población (Espina, 2007: 255). No puedo
describir las diferencias por género de cada uno de estos datos.
Tampoco existen estadísticas nacionales que midan las distancias
reales entre los grupos de la población de acuerdo a los ingresos.
Los estudios de caso recientes indican que las diferencias están entre uno y veinticuatro, relación que está muy lejos de los cálculos
de uno a cuatro de 1978 (Espina, 2007: 255). No tengo las fuentes
necesarias para calcular esta distribución por género.
LA MUJER EN LA ECONOMÍA Y LA POLÍTICA SOCIAL
¿Qué papel deben desempeñar las mujeres en las estrategias
económicas y en las políticas sociales asociadas al empleo para
continuar cumpliendo las metas de lucha contra la pobreza y las
desigualdades? ¿Cómo hacerlo sin seguir los patrones de los modelos neoliberales pero interactuando con un mundo globalizado
que se rige por las leyes del mercado?
Existen varias propuestas que coinciden en que la población
es una de las potencialidades más importantes con que cuenta
el país para salir de la crisis y continuar transitando hacia el
bienestar pleno de la sociedad, en cuanto es necesario aprovechar eficientemente la fuerza de trabajo calificada y su elevado
potencial de aprendizaje.
239
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
Desde 1978 las mujeres han constituido más de la mitad de
los profesionales y técnicos del país, es decir, su fuerza de trabajo calificada, y desde 1993 representan más del 60% de esta
categoría ocupacional, como ya se ha explicado. Como trabajadoras están presentes en todos los sectores económicos del país
y en aquellos que deben convertirse en punteros de las nuevas
exportaciones con alto valor agregado, como la industria farmacéutica con base biotecnológica y la creación de programas
para la informática. En la industria azucarera, el turismo y en la
aviación están también altamente representadas. En las universidades constituyen el 57% de los profesores y en el sector de la
ciencia, el 52% de la fuerza laboral (Prontuario Estadístico Educación Superior, 2008: 7; ONEa, 2007: tabla xxii.1).
Las mujeres empleadas en los sectores de la educación, de
la ciencia y de la salud son piezas claves para formar las capacidades de aprendizaje tecnológico y cultural que necesitan los
trabajadores actuales y los futuros para desempeñar habilidades laborales de avanzada. Ellas representan la mayoría en la
educación primaria—que gradúa a un 99.8% de los educandos—,
secundaria —con un 98.4% de egresados, y de la enseñanza
preuniversitaria— que gradúa a un 78.4% de los matriculados
(ONE, 2008). En la educación superior representan más del 50%
del personal docente. Como hemos visto, las mujeres juegan un
papel muy importante en la formación de los estudiantes desde
los niveles más básicos hasta completar sus estudios universitarios (Prontuario Estadístico Educación Superior, 2008: 11). El
hecho de que tan alta proporción de la población cubana permanezca en instituciones educacionales durante tantos años genera
en estas personas potenciales de disciplina que pueden desplegar en su vida laboral.
240
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
Como hemos planteado antes, las mujeres asalariadas en el
país se mantienen hoy con niveles de educación vencidos más
altos que los hombres ocupados. La feminización de la educación
asegura que esta tendencia se mantenga en el futuro. En el curso
2007-2008, del total de los matriculados en la educación superior, el 63% fueron mujeres. En el curso 2006-2007 el 65% de los
egresados de la educación superior fueron mujeres (Prontuario
Estadístico Educación Superior, 2008: 4, 27). Ellas constituyeron
el 74% de los graduados en Ciencias Médicas, el 71% en Ciencias
Económicas, el 48% en Ciencias Naturales y Matemáticas, el 37%
de las Ciencias Tecnológicas y el 34% de Ciencias Agropecuarias,
por mencionar carreras vinculadas a actividades económicas que
anteriormente eran masculinas (ONE, 2008). Esta es otra razón
para que se les considere como figuras imprescindibles para asegurar la fuerza de trabajo altamente calificada que requieren
las políticas de desarrollo cubanas. Estudios de caso han demostrado que las mujeres tienden más a continuar superándose que
los hombres: las trabajadoras tienen más títulos de máster y
de doctorados que los hombres, se matriculan más en las sedes
universitarias municipales en cursos de postgrado y en cursos de
idiomas.
Las mujeres que trabajan en el sector de la salud ayudan a
promover una cultura de salud en la población, que es parte de
la cultura laboral para lograr la excelencia en el desempeño laboral y mejorar el bienestar de la población. Ellas han sido parte
de los profesionales de la salud que han trabajado en el exterior
durante décadas en calidad de servicios exportables y en colaboración.
El acceso de las mujeres a los puestos de dirección no puede
esperar a que se transformen radicalmente los patrones de la
cultura patriarcal. La promoción femenina a cargos directivos
241
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
tiene que contribuir poderosamente a estos cambios, como fue
el caso de la incorporación y permanencia de las mujeres a la
fuerza laboral en los sesenta y los setenta en Cuba, de lo que hay
que extraer experiencias.
Las cubanas, sobre todo las trabajadoras, continúan cargando
con el fardo de la segunda jornada. Ellas pueden ser ingenieras,
científicas, juezas, profesoras, empleadas de servicios u obreras, pero dedican tres veces más tiempo a estas tareas que los
hombres trabajadores. Me valdré de un ejemplo reciente para
argumentar por qué en esta situación pesa mucho la ideología
patriarcal de hombres y mujeres. Desde 2004 en Cuba se lleva
a cabo la llamada “revolución energética”, que consiste en cambiar totalmente en todo el país y de manera urgente la estructura
de la producción y del consumo energético del país. Como parte
de este empeño, se distribuyeron equipos electrodomésticos de
bajo consumo energético a toda la población a precios subsidiados, en moneda nacional y con créditos. Esta acción perseguía
sustituir equipos altos consumidores de energía que proliferaron
en los hogares hasta ese momento, que provenían de los países
socialistas o que databan de antes de 1959. La sustitución de
estos equipos se hizo en un año, y en su dirección y control intervinieron mujeres dirigentes y profesionales del Ministerio de
la Industria Básica. Sin embargo, estudios de caso realizados en
los últimos cuatro años muestran que, aunque hay una tendencia
entre los más jóvenes miembros de las familias a compartir el
trabajo doméstico aligerado por estos equipos, siguen siendo las
mujeres las que más los emplean porque dicen que tienen que
cuidarlos. Por tanto ellas continúan responsabilizadas con las tareas de la segunda jornada, ahora pulsando botones eléctricos.
El 70% de la población cubana hoy día nació después de 1959,
lo que se refleja en la composición por edades de las familias.
242
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
Estas personas han estado expuestas a las influencias de las acciones para superar las desigualdades de género en los últimos
cincuenta años. Sin embargo, continúan bajo el influjo de la
ideología patriarcal. Y esta ideología, que perpetúa la discriminación contra las mujeres, es una cuestión tan importante a
resolver como las carencias en la vivienda, en los equipos electrodomésticos y en los artículos de consumo.
Quiero exponer cómo se argumentó a la población la nueva
Ley de Seguridad Social, antes que fuera discutida por todos,
porque es un ejemplo de cuánto se puede profundizar en la
comprensión de tan importante política social cuando se emplea una perspectiva de género.
Cuba ha sufrido en los dos últimos años un decrecimiento de
su población por la influencia de múltiples variables sociodemográficas. Entre ellas está el envejecimiento poblacional (17%
de los habitantes tiene sesenta años y más y se estima que en
2025 sea el 26.1%; la esperanza de vida al nacer es de setenta y
siete años); la baja natalidad sostenida desde 1978 (caída de las
tasas de fecundidad 1.43 y de reproducción 0.69); la incorporación y permanencia de las mujeres al empleo y la existencia de
programas estatales de planificación familiar desde 1964, que
garantiza una salud sexual y reproductiva. Las proyecciones para
el 2025 auguran que disminuirá el número de personas que arriben a la edad laboral y que las mujeres en edades reproductivas
disminuirán en un 25%. La nueva Ley de Seguridad Social propone
alargar la edad de jubilación de las mujeres de cincuenta y cinco
a sesenta años y la de los hombres de sesenta a sesenta y cinco años
y modificar desde el 2009 los cálculos de las pensiones de las
personas que se jubilen para elevar sus montos (Anteproyecto de
la Ley de Seguridad, 2008).
243
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
Ninguna de las explicaciones que se emplearon para modificar
la ley “culparon” a la mujer ni de la reducción de la natalidad ni
de su permanencia en el empleo. Al contrario, los problemas de
la fecundidad se han explicado como un fenómeno que compete
a hombres y mujeres por igual, a pesar de que ha sido comprendido como algo que solo concierne a las segundas. Las nuevas
medidas que se incorporan a la ley beneficiarán a mujeres y a
hombres. Por ejemplo, hasta el momento solo se otorgaba a las
viudas el derecho a optar por la pensión suya o la de su marido
y a partir de la entrada en vigor de la nueva ley ellas podrán
recibir las dos pensiones. En el caso de los viudos se le otorgará
el nuevo derecho de optar por la pensión más favorable, lo que
no existía hasta el momento.
CONCLUSIONES
Desde 1959 las políticas para lograr la igualdad de la mujer en
Cuba consideraron que la lucha para erradicar todo tipo de discriminación está ligada a la eliminación de la pobreza, las inequidades y el subdesarrollo. En nuestro país se concibió que
esta misión solo se convirtiera en realidad si se distanciaba de
aquellas concepciones que únicamente ofrecen programas “asistenciales” y, por el contrario, se declaró que para resolver estos
problemas había que transformar las relaciones sociales. Durante los últimos cincuenta años las mujeres tuvieron que batallar
contra las relaciones sociales que promovían la discriminación
y se convirtieron en agentes de sus propios cambios. Esta visión
se complementó con la comprensión de que este era un proceso
permanente y que a lo largo del mismo las mujeres debían tener
un trato diferenciado.
Estas han sido las bases de la sostenibilidad de la política de
desarrollo de la mujer, que han sido las mismas que han con-
244
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
firmado las luchas contra las desigualdades y la pobreza en la
sociedad cubana. A fin de mantener estas características ha sido
imprescindible y así lo será en todo momento renovar constantemente los procedimientos para cambiar lo que deba ser cambiado “en la economía cubana para reactivar la producción y los
servicios internos, financiar las políticas sociales que aseguren el
bienestar de la población y legitimizar al Estado como garante
de este proceso dinamizador” (Anteproyecto de la Ley de Seguridad, 2008).
Mayra Espina plantea que es preciso además “alcanzar una
nueva comprensión de la igualdad como cualidad esencial de las
relaciones sociales y muy especialmente de la distribución y acceso a la satisfacción de las necesidades materiales y espirituales sustentada en la comprensión de la diversidad”. Esto significa
incorporar criterios diferenciadores en las políticas para crear
las riquezas y para distribuirlas. Siguiendo el criterio de Carlos
Marx, en el socialismo debe regir la norma “de cada cual según
su capacidad, a cada cual según su trabajo”, lo que implica
tener desigualdades que emanan del aporte de cada quien a
la sociedad. Significa también evitar la utilización de criterios
“igualitaristas” que favorezcan a quienes no aporten con su
trabajo.
Si se aplica la perspectiva de género al estudio de las experiencias cubanas de desarrollo, y no solo para comprender la
promoción de la mujer en el empleo y sus efectos en las relaciones de género, entonces las ciencias sociales cubanas contarían
con informaciones en materia de género que aún carecen y que
les permitiría extraer criterios diferenciadores.
La sustentabilidad de las políticas de empleo femenino se
basó en su renovación constante para adaptarse a las condiciones concretas de cada momento. Ello se debió a la comprensión
de que a medida que cambiaban las mujeres por ser agentes de
245
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
sus propios cambios, las políticas que promovieron estas transformaciones tenían que modificarse para adecuarse a las nuevas
mujeres y a las nuevas condiciones del país. Así ocurrió con los
experimentos con el empleo femenino en los primeros diez años,
con la Ley de Maternidad durante la crisis y con la Ley de Seguridad Social que se discute en estos momentos.
La forma en que académicos y políticos han abordado la
igualdad de la mujer ha cambiado a lo largo de estos cincuenta
años, sobre todo porque no se detienen en atender solamente
a la mujer sino que incorporan la visión de género. Ello se observa cuando, una vez que se crearon las condiciones legales
que aseguraron igual salario a igual puesto de trabajo, se pasó
a la necesidad de que la mujer rompiera con las desigualdades
en la producción social y en la reproducción de la vida y que la
sociedad entera se propusiera romper una cultura de dirección
patriarcal en el empleo y en la familia. Se patentizó también en
la forma en que se está abordando el tema de los bajos índices
de fecundidad que han provocado, junto a otros factores, un decrecimiento de la población cubana en los últimos dos años. Este
se trata como un problema de hombres y de mujeres y no solo
como un tema femenino.
Las nuevas visiones sobre la mujer y sobre las relaciones de
género en Cuba no han ido aparejadas con una transformación
en las subjetividades patriarcales de la sociedad y de las mujeres. Hay cánones tradicionales discriminatorios que viven en el
ser y el pensar de las cubanas y los cubanos. Este es el caso de la
ideología de que el hombre es el principal proveedor de su hogar,
que provoca que en muchos casos los jóvenes no continúen los
estudios superiores porque tienen que empezar a trabajar para
recibir los ingresos que les permitan “construir sus familias”. En
la realidad los hombres han dejado de ser los principales pro-
246
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
veedores, como lo demuestran investigaciones sociales sobre el
empleo femenino en Cuba.5
Han transcurrido casi cuatro décadas desde que se produjo la
incorporación masiva y en permanente ascenso de las mujeres a
la fuerza laboral. Han sido años de alegrías y de pesares provocados por los cambios en las relaciones en el hogar, el empleo
y en la comunidad, que se han operado en las trabajadoras de
tres generaciones y quizás más y en quienes las rodean. El saldo
ha sido que todas y todos hemos aprendido a ser mejores seres
humanos.
Espero que este trabajo ayude a demostrar cuán útil es la
perspectiva de género para penetrar en el estudio de la experiencia cubana de desarrollo en la transición socialista, que no
ha elegido políticas neoliberales para diseñar sus estrategias
económicas y sus políticas sociales para erradicar las causas de
la pobreza, de las desigualdades de todo tipo, incluidas las
de género y para promover el liderazgo de las mujeres. Las categorías feministas aportan nuevas formas de evaluar las esencias
de los logros y los obstáculos de las cubanas en el umbral de la
producción y de la reproducción de la vida en los últimos cincuenta años. Se requiere aún profundizar en los estudios de las
actitudes masculinas en las relaciones genéricas para facilitar la
transformación de los patrones patriarcales. Ha sido para mí un
ejercicio muy enriquecedor, en el que he adquirido conocimientos a medida que he ido cuestionando constantemente la realidad, y me ha ayudado en la comprensión de los fenómenos que
estudio. Es el no temer a construir conocimientos no conclusivos
pero bien fundamentados, que den lugar a que continúen otros
sobre estos avances.
5
Ver las investigaciones del equipo de la FMC en la textilera Celia Sánchez,
el libro de Helen Safa de 1995, y los estudios producidos por académicas y
académicos cubanos desde mediados de los ochenta.
247
UNA MIRADA DESDE EL GÉNERO
A LA MIGRACIÓN CUBANA RECIENTE
1
Las cubanas y los cubanos que emigraron en los noventa tras vivir
dos décadas o más en su país de origen llevaron consigo una
ideología de género adquirida en una sociedad donde las relaciones de género se transformaron radicalmente.
El primer propósito que persigo es aproximarme a las especificidades genéricas de quienes se marcharon de Cuba a partir
de los noventa, con el fin de sacar a la luz las singularidades de
su ideología de género y de la feminización de las migraciones
internacionales en Cuba. En segundo lugar quiero encontrar los
orígenes de esas actitudes en las estructuras sociales prevalecientes en Cuba a lo largo de la infancia de estas personas, de
su adolescencia y adultez temprana. Esto constituye un primer
paso para compararles con los cubanos y cubanas que emigraron
antes de los ochenta y con los emigrados y emigradas latinoamericanos y caribeños. Por último deseo utilizar la perspectiva de
género para producir conocimientos nuevos sobre los procesos
migratorios cubanos así como para estudiar las relaciones de género que prevalecieron en Cuba en los años que precedieron a
la crisis de los años noventa y en la primera década del siglo xxi.
La tendencia universal de la feminización de las migraciones
internacionales describe el comportamiento del caso cubano,
* Esta es una versión actualizada de la ponencia “Cubans Abroad: A Gendered
Case Study on International Migrations”, presentada en el Taller por
el Cincuenta Aniversario de la Revolución Cubana en la Universidad de
Queen´s, Canadá, en 2009.
248
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
sus similitudes y diferencias con otros (Núñez, 2007). De 1960
a 2008 las mujeres representaron el 50.89% del 1 332 432 de
personas que emigraron.2 Sin embargo, estas mujeres y hombres
han diferido en sus actitudes de género según los años en que se
marcharon de Cuba y de acuerdo al “entrenamiento de género”
que recibieron en su país de origen.
Los cincuenta y cinco emigrados y emigradas entrevistados
para este estudio nacieron en los setenta y se marcharon de
Cuba en su adultez temprana entre 1997 y 2008. Por más de dos
décadas resultaron influidos por las estructuras sociales cubanas. Los hallazgos de este artículo se basan en un estudio de
caso con treinta y cinco cubanas y veinte cubanos que emigraron
de La Habana desde fines de los noventa y que habían concluido
los estudios universitarios o se habían graduado de la enseñanza
técnica y profesional. La mayoría de las entrevistadas y de los
entrevistados tenía entre veintiséis y treinta y seis años al marcharse del país, mientras que solo tres de ellas tenían más de
cincuenta y cinco años al hacerlo.
Todas estas personas salieron de Cuba legalmente. Decidí entrevistarles personalmente para no sesgar estas conversaciones
con las diferencias que suelen introducir varios entrevistadores.
Como no tenía fondos para viajar a aquellos países donde se
concentra la emigración cubana y como en el período en que
realicé el trabajo de campo el gobierno de Estados Unidos no
otorgó visas académicas a cubanas y cubanos, resolví llevar a
cabo las entrevistas durante las visitas a Cuba de las emigradas y de los emigrados entre 2003 y 2008. Por tanto los países
de residencia de estas personas en el momento de la entrevista
resultaron seleccionados aleatoriamente. Entre los cincuenta y
cinco individuos que estudié hay una representación relativa2
Calculado por la autora a partir del Anuario Demográfico de Cuba de 2008.
249
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
mente alta de emigradas y emigrados que viven en la República
Dominicana porque utilicé mis periodos de estancia en ese país
como profesora invitada para entrevistarles. El resto reside en
Estados Unidos, España, Italia y Alemania. Consulté igualmente
para este estudio a expertas y expertos en género y migraciones
internacionales, analicé bibliografía sobre estos temas y escribí
un diario con mis observaciones a partir de 2003.
Decidí concentrarme en la última década del siglo xx porque
fueron años de una severa crisis en Cuba, que impuso un viraje
en las estrategias de desarrollo cubanas y detuvo la movilidad
social ascendente que la población había experimentado entre
1959 y 1989. Fueron los años más duros de la transición hacia el
socialismo porque la sociedad sufrió un retroceso en sus niveles
de vida del cual aún no se ha recuperado.
En los primeros treinta años de la revolución las aspiraciones
de las cubanas y de los cubanos fueron alentadas por los logros
evidentes en los niveles personales y sociales. Esta crisis de los
noventa provocó que muchos cubanos y cubanas estimaran que
no podían cumplir sus elevados proyectos de vida en su país natal
y decidieran emigrar para lograr estas expectativas en otros países. Pero llevaron consigo los atributos de la ideología de género
adquiridos en Cuba.
En la primera parte de este artículo analizo las características de género que los hombres y las mujeres de mi muestra
trasladaron desde Cuba y las formas en las que estas particularidades estuvieron presentes en los procesos migratorios de
estas personas. La segunda parte resume algunos rasgos de las
estructuras sociales cubanas, sobre todo aquellos que suscitaron
la evolución de la mujer en Cuba y su papel como el motor de las
transformaciones de las relaciones de género, así como ciertas
peculiaridades de la crisis de los años noventa.
250
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
CARACTERÍSTICAS DE GÉNERO DE LA EMIGRACIÓN
CUBANA
Feminización de las migraciones
Actualmente la mayoría de las y los migrantes provenientes de
Cuba vive en los Estados Unidos y el 50.8% de las cubanas y los
cubanos que reside en Estados Unidos y nació en Cuba son mujeres (ONE, 2002). Estas dos propensiones coinciden con lo que
sucede en los países caribeños (Fondo de Naciones Unidas para
la Población [UNPF], 2006: 23).
Un informe del UNPF reconoce que las mujeres latinoamericanas y caribeñas han incrementado sus flujos migratorios hacia
otras regiones del mundo (2006: 23). El caso cubano es similar:
en 2005 había cubanas y cubanos viviendo en 148 países del mundo (Aja, 2006: 152).
Sin embargo, los flujos de feminización de las migraciones
desde Cuba hacia Estados Unidos difieren de los que proceden
de América Latina y del Caribe debido a las políticas migratorias
preferenciales y selectivas que los gobiernos de Estados Unidos
aplican a las ciudadanas y a los ciudadanos provenientes de Cuba
(Eckstein, 2009: 12-13; Sorolla, 2009).
Existen también variaciones en las actitudes de género de
las mujeres que se marcharon de Cuba en los sesenta y setenta
y aquellas que emigraron después de 1990. Las primeras no experimentaron los profundos cambios en las relaciones de género
que vivió la población cubana en esas décadas. Estas transformaciones beneficiaron ante todo a las mujeres y también a los
hombres en términos de niveles educacionales altos, destrezas
técnicas y profesionales de avanzada, hábitos de salud integrales, conocimientos sobre planificación familiar, patrones de edu-
251
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
cación sexual y nociones sobre igualdad de derechos entre otras
habilidades en materia de género.
La capacidad para tomar decisiones fue una de las nuevas
actitudes de género que todas las mujeres cubanas asimilaron
a partir de 1959. A ello contribuyó que se vieran obligadas a
realizar simultáneamente tareas en sus empleos y en la segunda
jornada a partir de niveles educacionales relativamente altos y
en medio de una sociedad que promovía igualdad de derechos
entre mujeres y hombres. Las mujeres de este estudio usaron
estas pericias en las vías que eligieron para emigrar.
Dos tercios de las emigradas cubanas que entrevisté salieron
de Cuba solas, esto es, la mayoría de ellas viajó sin estar acompañada por una pareja o no tenía una pareja que la estuviera
esperando en el país de destino. Los hombres se comportaron
de la misma forma. Las cubanas Gretel Marrero (2008: 114-115)
y Elpidia Moreno (2009) confirmaron estas tendencias en sus investigaciones.
Las mujeres y los hombres incluidos en mi estudio expresaron
que emigraron porque deseaban forjarse “sus vidas” en otros países. Seleccionaron esta alternativa porque eran suficientemente
“independientes” y estaban “preparados” para ello: se habían
graduado de la universidad, habían trabajado por dos años o más
en sus profesiones recibiendo salarios insuficientes y tenían amistades y parientes viviendo en el extranjero quienes les habían
prometido “darles una mano”. Varias de las personas entrevistadas añadieron que Cuba necesitaba al menos veinte años para
recuperarse económicamente y que ellas no estaban dispuestas a
esperar tanto tiempo para realizar sus proyectos de vida. Expertas y expertos consultados para este trabajo explicaron que este
es un “sueño” que resulta común entre las emigradas y los emigrados, pero que solo unos pocos pueden convertir en realidad.
252
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
Las emigrantes y los emigrantes que eran profesionales representan a una generación que fue entrenada en Cuba para
actuar con autodeterminación, independientemente de su género. Estudiaron al menos durante diecisiete años en instituciones
educacionales —desde el preescolar hasta finalizar cinco años de
enseñanza en la educación superior. Quienes asistieron a círculos infantiles podrían agregar dos años más. Desde el séptimo
grado permanecieron cada año al menos un mes trabajando en
la agricultura y viviendo en campamentos donde conviven estudiantes de ambos sexos, después asistieron a preuniversitarios
en el campo y continuaron viviendo en dormitorios en las universidades, si residían lejos de sus respectivas instituciones. Por
tanto compartieron sus vidas cotidianas tanto con miembros de
sus cohortes como con sus familiares.
Muchos de sus padres y madres estudiaron en la Unión Soviética y en países europeos orientales y/o trabajaron en misiones
de colaboración en otros países y, por consiguiente, las personas
en mi estudio tuvieron paradigmas cercanos de lo que significa
vivir en el extranjero.
Resultaría interesante contrastar estos comportamientos, especialmente los de las mujeres, con los de los y las emigrantes
de Cuba a lo largo de los sesenta, setenta y hasta mediados de
los ochenta.
Empleo y segunda jornada
La totalidad de las mujeres y los hombres en este estudio se graduaron de universidades cubanas durante los noventa y en los primeros años de este siglo. Trabajaron en empleos vinculados a sus
profesiones al menos durante dos años antes de abandonar el país.
En sus países de destino solo una tercera parte de las mujeres y menos de la mitad de los hombres ocupaban empleos de
253
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
acuerdo a sus profesiones. Aproximadamente todas y todos tenían más de un empleo para cubrir sus gastos y hubieran deseado
emplearse en cargos vinculados a sus profesiones, pero estaban
satisfechos de contar con empleos que cubrieran sus gastos.
La generalidad de los entrevistados y entrevistadas manifestó
que sus posibilidades para superarse profesionalmente eran sumamente limitadas. Expertas y expertos que entrevisté dijeron
que es mucho más difícil para las mujeres que para los hombres
encontrar trabajos afines a su entrenamiento profesional en los
países adonde emigraron. Las emigradas estaban muy desilusionadas con esto pero señalaron que tuvieron que adaptarse a
estas circunstancias. Constataron varias características discriminatorias: salarios inferiores para las mujeres en relación con los
hombres; insuficiente o casi ninguna licencia laboral remunerada; horarios de trabajo extremadamente intensos y dos mencionaron casos de abusos sexuales con compañeras de trabajo.
Las emigrantes y los emigrantes cubanos aceptaron la idea
de que ambos miembros de la pareja trabajen y agregaron que
ambos estaban entrenados por igual para emprender cualquiera ocupación “decente”, “apropiada” y que “genere ingresos”.
Esta opinión podría derivar del entrenamiento educacional prolongado que tuvieron en Cuba que les disciplinó para ajustarse
a horarios fijos desde la mañana hasta la tarde así como de los
paradigmas laborales que observaron en sus padres y madres.
También estuvo presente la influencia que ejerció el empleo femenino sobre la ideología de género en Cuba. Las madres de mis
entrevistados y entrevistadas eran asalariadas y, por tanto, las
y los migrantes de este estudio reconocían, desde la infancia,
el empleo femenino como algo “natural” y, en el caso de los
hombres, a admitir a mujeres como compañeras de trabajo y
como dirigentes y asentir casarse con trabajadoras. Las personas
254
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
que emigraron de Cuba llevaron este entrenamiento a los países
donde viven ahora.
Esta “preparación” promovió una nueva visión sobre la segunda jornada ya que ambos miembros de las parejas se incorporaron por igual en sus países de destino a las tareas domésticas,
en mayor medida que lo que hacían sus padres en Cuba. Es una
suerte de “florecimiento pospuesto” de las habilidades masculinas para participar en la “esfera privada” que no practicaron en
Cuba, aunque tenían el entrenamiento para hacerlo.
Remesas
Las cincuenta y cinco personas de este estudio enviaban a familiares y a amistades en Cuba dinero y/o bienes sin una regularidad
fija. Los individuos entrevistados remitían dinero separadamente
a sus familiares, pero generalmente unían sus entradas cuando
se trataba de amigos y amigas comunes.
En una entrevista realizada al experto Ángel Hernández en
julio de 2010, refirió que en 1994 y 1995 se estudiaron por primera vez los envíos de remesas en Cuba a través de muestras
relativamente pequeñas y se conoció que en el 78% de dichos
núcleos las mujeres fueron quienes recibieron y decidieron cómo
emplear las remesas en el núcleo familiar. La edad promedio de
ellas rondaba los cincuenta y cuatro años. El número de personas
beneficiadas por estas remesas fue de 3.7 personas por núcleo
familiar. Desde entonces se estableció en la práctica investigativa que en Cuba la mujer era la principal receptora y administradora de las remesas.
Entrevistadas y entrevistados en mi estudio de caso consideraron que el dinero que remitieron fue utilizado para necesidades
diarias y para reparar las casas o agrandarlas. Nadie mencionó
que los parientes y las amistades en Cuba ahorraban las remesas
255
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
“para el futuro”. Consideraron que no hay necesidad de girar
dinero para pagar alquileres, hipotecas, para matricular a niños
en escuelas o a jóvenes en universidades o para sufragar los servicios médicos. Eckstein y Barbería en sus trabajos del 2007 afirmaron que en Cuba las remesas suelen utilizarse para comprar
casas, pero nadie en mi muestra mencionó esta posibilidad.
Un estudio del Banco Mundial concluyó que
… la participación de las mujeres en el envío de remesas imprime
un efecto negativo […] debido a dos causas […]. Primero, un nivel
alto de emigración femenina indica que más personas emigran con
sus familias y tienen menos probabilidades de dejar a familiares
detrás. Segundo, los niveles de participación de las mujeres migrantes en el mercado laboral y sus ingresos tienden a ser menores
en los países de destino, lo que significa que cuentan con menos
ingresos para enviar remesas (Niimi y Caglar, 2008: 78).
Ninguno de estos dos factores limitó a los individuos que estudié de enviar remesas a Cuba. No indagué las cantidades de
dinero que envían pero sí constaté que, aunque el segundo argumento está presente entre las emigradas cubanas, las mujeres
y los hombres de este estudio mantienen relaciones con sus familias en Cuba y les ayudan. La mayoría de sus padres, madres,
abuelos y abuelas se quedaron en Cuba y las emigrantes y los
emigrantes colaboran al suministrar dinero para cuidarles en sus
hogares. Las personas a quienes entrevisté conservan lazos cercanos con sus abuelas y abuelos ya que les cuidaron en su infancia
y adolescencia mientras sus madres estaban empleadas, muchas
de ellas pertenecientes a la primera generación de asalariadas
cubanas. Uno de los entrevistados expresó: “Mientras la situación
en Cuba esté deprimida tengo que ayudar a quienes me criaron”.
Niimi y Caglar concluyeron que “la elevación del nivel educacional de los migrantes reduce las remesas enviadas” porque
256
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
“…los migrantes más educados tienden a provenir de familias
más adineradas, que dependen menos de las remesas”; “…los
migrantes educados pueden traer más fácilmente a sus familias
consigo, lo que también disminuye la demanda de remesas” y
“…los migrantes educados suelen asentarse permanentemente
en su país de destino e invertir en sus activos” (2008: 77-78).
Cuando se marcharon de Cuba los hombres y mujeres de este estudio tenían niveles de vida relativamente altos comparados con
la generalidad de la población. Sus familias tenían condiciones
mejores que las del resto del país. Sin embargo, decidieron que
no podrían alcanzar en Cuba sus aspiraciones materiales y espirituales crecientes.
Una vez que comenzaron a enviar dinero y bienes a sus hogares,
empezaron a introducir diferencias entre sus familias y las otras
familias cubanas que no recibían remesas. Espina explica que
este
efecto diferenciador se amplía porque las remesas no constituyen
un simple ingreso adicional sino uno extraordinario ya que conllevan a niveles de consumo mucho más altos que los que propician los ingresos en la devaluada moneda nacional y porque no
están distribuidos homogéneamente en la población cubana sino de
acuerdo a los nexos familiares con los y las migrantes (2008: 174).
Las emigrantes y los emigrantes con altos niveles educacionales incluidos en este estudio no tienden a traer desde Cuba a sus
familiares a vivir con ellos de manera permanente en sus nuevos
países de residencia, sino que les ayudan a sufragar sus gastos en
Cuba con vistas a que vivan “más confortables” y mejoren sus viviendas para que las y los migrantes puedan disfrutarlas durante
sus visitas a la Isla. No quieren que sus familiares pierdan el acceso a la salud, a la seguridad social y a las viviendas que tienen
en Cuba. Algunos han invitado a sus madres y padres a visitarles
257
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
por varios meses con un doble propósito: para darles “un nuevo
aire” con relación a las difíciles condiciones de vida imperantes
en Cuba y para que les ayuden a cuidar a sus hijos pequeños.
Nupcialidad
La tendencia imperante en Cuba es vivir en parejas y establecer
uniones consensuales más que legalizar los matrimonios (Catasús, 2005; ONE, 2007). Aunque la mayoría de las emigradas y los
emigrados en mi muestra se fueron de Cuba sin una relación de
pareja, cuando les entrevisté la mayoría vivía con parejas estables. Reprodujeron la misma tendencia existente en Cuba con
respecto a las uniones consensuales. Hay otra propensión entre
las y los entrevistados que viven en parejas: lo hacen con parejas cubanas, incluso quienes establecieron originariamente una
relación con extranjeros y extranjeras. Esto tiene que ver más
con temas de identidad que con los demográficos y también está
influido por las relaciones de género prevalecientes en el nuevo
país de residencia. Varios migrantes hombres con quienes conversé y que viven en un país caribeño confesaron que las mujeres
de ese país dependían extremadamente de los hombres; que solo
aspiraban a casarse para dejar de trabajar, convertirse en amas
de casa y que sus maridos las mantuvieran; que evaluaban a los
hombres de acuerdo a su dinero y propiedades y que no tenían
temas para mantener conversaciones interesantes. Preferían a
las cubanas a pesar de su independencia extrema —aunque “a veces se les va la mano”—, por su disposición a trabajar y sus capacidades profesionales para hacerlo. Un ingeniero dijo que “las
cubanas en general pueden hablar de todo y yo extraño eso”.
Por otra parte, las emigradas cubanas con quienes conversé
consideran que los hombres del país donde residen son “extremadamente machistas”; que incluso podrían practicar la violencia
258
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
doméstica. Una abogada dijo que “estos hombres desean mantener a sus mujeres en las casas para que les crían sus hijos,
mantengan todo en orden y ellos puedan salir con sus amantes”.
Los gays y las lesbianas a quienes entrevisté que viven con
parejas cubanas manifestaron que pueden vivir juntos en sus
apartamentos, pero deben tener sumo cuidado de no molestar a
sus vecinos con sus preferencias sexuales. Una pareja de lesbianas se vio obligada a mudarse porque los vecinos del edificio las
hostigaron indirectamente.
Algunos de los entrevistados y de las entrevistadas utilizaron
su estado matrimonial para adaptarse a los requisitos migratorios del país donde residen. Varios se casaron con un ciudadano
del país adonde querían emigrar o bien legalizaron su estado civil con su pareja desde Cuba para cumplir las reglas migratorias
del país de destino. Tres de las mujeres se divorciaron legalmente de sus maridos, aunque se mantuvieron unidas a ellos, para
que las consideraran como madres solteras en el nuevo país de
residencia y obtener así los beneficios preferenciales que otorga la seguridad social a los recién nacidos de madres con esa
categoría.
Todas y todos relataron que habían tenido más de una relación conyugal antes de emigrar y después de hacerlo, lo que
coincide con la tendencia de cubanas y cubanos a tener varias
relaciones maritales a lo largo de sus vidas. Sin embargo, este
comportamiento no siempre es aceptado por las reglas del país
de destino. Un emigrado me comentó que en la ciudad en la que
vive con su mujer y el hijo de ella “yo no suelo decir que ambos
estábamos divorciados cuando empezamos a vivir juntos y nunca menciono que no estamos legalmente casados. Nos juzgarían
mal y se podrían mofar de mi hijastro en su escuela”.
259
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
Natalidad
Cuba se encuentra al final de la primera fase de su transición
demográfica (Catasús, 2005; ONE, 2007). Según Juan Carlos Alfonso, en 2006, 2007 y 2008 la población cubana decreció a consecuencia de una contracción de la natalidad en las tres décadas
pasadas (Peláez, 2006: 4). A través de estos años la tasa de natalidad fue menor que el reemplazo de la población debido a que
había menos de una hija por cada mujer en sus años fértiles.
Las tasas de nacimiento fueron bajas desde 1978 por un conjunto de factores, entre los cuales está la participación de las
mujeres en el empleo; el acceso universal de la población y específicamente de las mujeres a los métodos de la planificación
familiar desde 1964; la legalización del aborto desde 1962 —a
veces negativamente utilizado como anticonceptivo—; la carencia de viviendas; la mujer con sostén principal de la familia y la
emigración de mujeres en sus años reproductivos.
¿Cómo contribuyeron a esto las emigradas y los emigrados
de mi grupo de análisis? Quienes llevaron consigo a sus hijas
despojaron a Cuba de futuras madres. Más de la mitad de las
entrevistadas y de los entrevistados no tenían descendencia al
marcharse de Cuba y las mujeres se fueron en sus años fértiles.
No parieron en Cuba porque decidieron emigrar primero y solo
después que tuvieran “todas las condiciones necesarias” planificarían los embarazos. Las personas en este grupo de análisis
definieron estas “condiciones” como tener una pareja estable y
que ambos estuvieran empleados; ser propietarios de una casa
o de un apartamento; tener al menos un auto y ser capaces de
costear el viaje de una de sus madres para que les ayudara a
criar al pequeño o a la pequeña durante sus primeros meses e
incluso hasta su comienzo en la escuela. Estas madres “cuidadoras” regresarían a Cuba después de varios meses. Anhelaban que
260
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
su hijo o hija nacido en el país donde residen se convirtiera en
ciudadano de este y así contribuyera a “anclarles” en ese país.
La totalidad de las emigradas y los emigrados de la muestra
consideró que se beneficiaron de los programas de planificación
familiar en Cuba. Poseen una “cultura” en el uso de anticonceptivos porque empezaron a usarlos a edades tempranas. Desde
jóvenes en su país de origen las mujeres consultaban con los médicos en los policlínicos y hospitales sobre cuáles serían los métodos
anticonceptivos que les resultaban más adecuados y de conjunto
decidieron cuáles utilizarían. Cada vez que visitan Cuba se revisan sus dispositivos intrauterinos y se llevan consigo algunos
nuevos y/o pastillas anticonceptivas cubanas. Como regla reconocen que ellas son quienes se responsabilizan con usar métodos
anticonceptivos en las relaciones sexuales con sus parejas.
Roles de género para mantener tradiciones cubanas
Emigradas y emigrados mencionaron en primer lugar la importancia de la educación para su descendencia y para sí. Uno de los requisitos para tener un bebé fue asegurarles una buena educación
desde la primaria hasta la universidad. Deseaban que sus hijas e
hijos asistieran a “buenas” escuelas, preferiblemente privadas,
y estaban dispuestos a dedicar para ello buena parte de sus presupuestos, incluso si tenían menos para comer. Manifestaron que
era “una necesidad que heredamos de nuestros padres y madres.
Ellos nos enseñaron que lo que se aprende se lleva adentro toda
la vida y nadie te lo quita”.
Les preocupa que no cuenten con los recursos para superarse profesionalmente en cursos para adquirir licencias, revalidar
sus títulos universitarios, estudiar idiomas y matricularse en programas de maestría. Les resulta difícil cumplir los requisitos en
materia de dinero y conocimiento de idioma.
261
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
Asegurar a la prole una educación de calidad ha sido siempre
una meta de las cubanas y de los cubanos. Este anhelo se convirtió en realidad desde 1961 con la campaña de la alfabetización
y la nacionalización de las escuelas privadas. La mitad de mis
entrevistados y entrevistadas constituyen una segunda generación
de profesionales puesto que al menos su madre o su padre se
graduó del nivel superior de la educación después de 1959. Es por
consiguiente comprensible que ellas y ellos prioricen la educación
como la primera tradición cubana que aspiran a mantener.
En segundo lugar entre las costumbres mencionaron el anhelo de mantener los vínculos familiares con sus parientes que
permanecieron en Cuba y con quienes emigraron. Insistieron en
la necesidad de mantenerse al día de las cuestiones familiares y
de compartir el cuidado de los adultos mayores. Quienes tienen
acceso a medios de comunicación electrónicos en Cuba y en el
país donde residen aprovechan estas facilidades para mantener
sus contactos.
En tercer lugar se refirieron al hábito de mantener la lengua
al menos en sus hogares si residen en países donde el español no
es el idioma oficial. Esto resulta muy difícil para los niños y niñas
que viven en países donde no hay comunidades de habla hispana.
Se refirieron indistintamente a cocinar comidas cubanas o a
comer en restaurantes cubanos; escuchar y bailar música cubana; ver filmes y seriales televisivos producidos en Cuba; decorar
sus viviendas con motivos cubanos y celebrar fiestas tradicionales “a lo cubano” (fiestas de cumpleaños, celebraciones de los
“quince”, conmemorar los Días de las Madres y de los Padres, las
Navidades, el Año Nuevo, San Lázaro, Santa Bárbara, la virgen de
la Caridad del Cobre).
Las mujeres y los hombres en mi estudio distinguieron al menos tres “escenarios” para mantener las tradiciones cubanas y
para estar informados de lo que acontece en la Isla. Primero
262
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
consideran que las mujeres son las que reproducen las tradiciones en el ámbito de la familia en el extranjero, tanto si están
solas y las encabezan o si viven con sus parejas. Hallé también
entre los hombres a quienes promueven estas costumbres mucho
más entusiastamente que sus esposas cubanas. Conocí asimismo
a emigradas cubanas casadas con extranjeros que reprodujeron
la “ética del cuidado” practicada en Cuba, esto es, que la mujer
se ocupa de atender a su suegra.
El segundo escenario que mencionaron fue el de la relevancia
de mantenerse en contacto con amistades cubanas para intercambiar sobre temas de la Isla y para saber dónde están residiendo. Una vez más la importancia de la comunicación electrónica
aparece porque muchos de ellos la usan para mantenerse en contacto diariamente.
En tercer lugar aludieron a la internet. Acceden a versiones
electrónicas de los medios cubanos o los que se producen en
ciudades donde reside la emigración cubana, descargan filmes y
música cubana y contactan blogs que tratan temas cubanos.
Les pregunté si reproducen los patrones de conducta de género comunes en Cuba en sus vidas diarias y si habían considerado
incorporar estos patrones en la enseñanza de sus hijos e hijas.
Mujeres y hombres reconocieron que mantienen rasgos “machistas” en sus comportamientos tanto de forma consciente como
inconsciente. Sin embargo, estimaron que son menos “machistas” que la generación de sus padres y madres.
Con respecto a cómo educan a sus hijos e hijas, quienes viven
en países donde predomina la cultura patriarcal confiesan que
les resulta muy difícil desviarles de esas costumbres, porque en
sus hogares le enseñan a su prole códigos genéricos que trajeron
de Cuba pero en las escuelas y entre sus compañeros de aula y de
juegos, los hábitos que predominan son los patriarcales.
263
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
CONCEPCIONES CUBANAS DE DESARROLLO,
CRISIS DE LOS NOVENTA Y SUS INFLUENCIAS
EN LAS RELACIONES DE GÉNERO
¿Cuáles fueron las estrategias cubanas de desarrollo vigentes en
los últimos cincuenta años, que propiciaron transformaciones en
lo que significa ser mujer, ser hombre y ser una persona de una
orientación no heterosexual? Decidí resumirlas en esta segunda
sección para comprender por qué afirmé al inicio que las personas que emigraron de Cuba desde mediados de los años noventa
portaron características genéricas diferentes a quienes emigraron en los sesenta y los setenta. Resumo cómo la crisis cubana
de la década de los noventa obstaculizó en unos casos y detuvo
en otros el curso de los programas para desarrollar al país, lo que
provocó que muchos cubanos y cubanas optaran por emigrar.
Los primeros treinta años posteriores a 1959 suscitaron en
todo el país una movilidad social ascendente porque las visiones
sobre el desarrollo se propusieron proveer bienestar material y
espiritual a todos y todas. Las mujeres resultaron privilegiadas
porque estaban entre las más pobres y discriminadas y porque
desde un inicio la dirección del país y la FMC las incluyeron en
todas las acciones económicas, en las regulaciones legales, en las
políticas sociales y en las acciones en el terreno de las ideologías
diseñadas para lograr el pleno ejercicio de la igualdad. En el país
no se adoptó la política de que el crecimiento económico fuera
la condición imprescindible y previa para el progreso femenino.
Las políticas sociales que derivaron de esta noción invirtieron
los ingresos producidos por la economía nacional en las esferas de
la educación, la salud, la seguridad social, la asistencia social, la
cultura y los deportes con el fin de asegurar el acceso universal y
gratuito de la población a ellas. Las mujeres irrumpieron masivamente en estos “espacios de igualdad” (Espina, 2007: 247; 2008:
264
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
144-145) y ello explica por qué se produjeron fenómenos tales
como la futura feminización de la educación, su incorporación al
empleo —sobre todo en calidad de profesionales y técnicas—, y
sus capacidades para tomar decisiones.
En otros trabajos he enfatizado en la relevancia que tuvo la
incorporación y permanencia de las mujeres al empleo para lograr las enormes transformaciones que ellas han experimentado
y que, como resultado, han cambiado las relaciones de género
cubanas. Pero quiero insistir en la particularidad de lo que describí como un modelo “desde arriba” y “desde abajo”. Según
este, las concepciones para desarrollar a las cubanas impulsaron
a que ellas participaran en todas las acciones para combatir las
desigualdades y la pobreza desde los primeros años de la revolución; estas tareas incluyeron a todas las esferas de la sociedad simultáneamente y fueron practicadas de manera flexible
para ajustar y reajustar las políticas diseñadas “desde arriba” de
acuerdo a sus materializaciones en la cotidianidad y a las aceptaciones y rechazos que han recibido “desde abajo”. Este modelo
ha tenido logros y deficiencias como también el enorme proyecto
para revolucionar la sociedad cubana con las prisas para eliminar
las inequidades y bajo gigantescas presiones externas e internas.
Pero considero que representa un ejemplo a estudiar por otros
países subdesarrollados que anhelan un mundo mejor.
Desde inicios de los sesenta se experimentaron varias maneras para incorporar a las mujeres al empleo. Entre las muchas
vías mencionaré las escuelas que entrenaron a las empleadas
domésticas para convertirlas en taxistas, empleadas bancarias y
telefónicas. Se ensayaron varias maneras para emplear a las mujeres en tareas agrícolas estatales: en unos casos las llevaban
diariamente de las ciudades a los campos y, en otros, las albergaban durante semanas en dormitorios enclavados en los planes
265
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
agrícolas. A estas nuevas obreras agrícolas y a las recién estrenadas “textileras” se les crearon facilidades en los bisoños círculos
infantiles. Estas tentativas y muchas más sirvieron de suelo nutricio para ajustar las políticas de empleo que garantizaron la incorporación masiva, permanente y en ascenso de las mujeres al
empleo a partir de 1970. Entre estas políticas estaban las recién
estrenadas leyes de seguridad social que aseguraron igual pago
por igual trabajo a hombres y mujeres. A la vez se aplicaban a las
mujeres tratamientos diferenciados en los centros de trabajo, ya
que estaban en mayores desventajas que los hombres con vistas
a poner fin a esta situación y asegurarles así salarios que contribuyeran a independizarlas.
Sin embargo, el peso de la “doble jornada” continúa hasta
hoy perjudicando a las mujeres asalariadas. Este es quizá el
ejemplo más evidente de las discriminaciones que promueven
los patrones patriarcales aún vigentes.
La feminización de la educación comenzó con la campaña
de alfabetización, continuó con los programas para la educación
de adultos o trabajadores y con el otorgamiento de becas a los
estudiantes en todos los niveles de enseñanza. Este fue uno de
los motivos para que las trabajadoras mostraran niveles educacionales más altos que los trabajadores desde finales de los
setenta y para que pudieran ocupar puestos más complejos y
mejor remunerados.
Otro de los problemas no resueltos en las relaciones de género
tiene que ver con el acceso y permanencia de las mujeres en los
cargos de dirección. En el ámbito laboral ellas ocupan solamente el 34% de los cargos dirigentes y esta proporción disminuye a
medida que se asciende en la escala laboral. Esta proporción se
mantiene en un 66% desde inicios de los años noventa. Existen,
sin embargo, todas las condiciones para que sean dirigentes. En
266
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
la esfera de la política, las mujeres estuvieron subrepresentadas
en la Asamblea Nacional del Poder Popular desde su creación en
1976 hasta las elecciones de 2008 cuando la población eligió a
un 43% de mujeres entre sus diputados.
Las cubanas se entrenaron en la toma de decisiones cuando
comenzaron a administrar día tras día en sus familias los artículos básicos para la vida que resultaron de las políticas sociales de consumo, incluso aquellos a los que no habían tenido
acceso anteriormente. Estas políticas definieron “la racionalidad
del consumo y de las necesidades como un modelo de vida y no
como una medida para resolver los problemas de la pobreza”
(Espina, 2007: 245). Este entrenamiento prácticamente invisible
para la toma de decisiones lo emprendieron las mujeres —sobre
todo las asalariadas— cuando ejercían las faenas de la “segunda jornada”. Pero el hecho de que lo hicieran en una sociedad
que estimulaba la participación de las mujeres en igualdad de
condiciones en las esferas pública y privada de la vida del país,
las convirtió en las agentes de cambio fundamentales en estas
transformaciones del consumo como parte de la lucha contra la
pobreza. A un costo alto en sus vidas familiares y laborales convirtieron en realidad la relevancia que adquieren las mujeres en
cualquier lugar del mundo “cuando actúan en la intersección de
la producción y de la reproducción de la vida para luchar contra
la pobreza, la desigualdad y a favor de su empoderamiento”
(Elson et al. 2008).
Desde 1959 las cubanas han sido las máximas propulsoras de
los cambios en las relaciones de género. Ante todo porque debieron esforzarse más que los hombres para identificar las desigualdades y luchar contra ellas. Esto significó que tuvieron que
derribar las ideologías patriarcales que llevaban dentro de sí y
que reflejaban las que imperaban socialmente. A la par comen-
267
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
zaron un lento y duro proceso de crear nuevas identidades de lo
que significa ser mujeres emancipadas en medio de una sociedad
en la que aún imperan los patrones machistas. Aunque estimo
que los cubanos más jóvenes han avanzado más que sus padres
y abuelos, todavía llevan dentro “semillas” patriarcales. Por eso
me parece certero decir que las cubanas han avanzado más que
los cubanos en materia de ideología y relaciones de género.
Al comenzar la década de los noventa se estancó el ascenso
social que las cubanas y los cubanos venían viviendo desde 1959.
En mi opinión existen tres motivos esenciales. El primero tiene
que ver con las generaciones más jóvenes, quienes no evidenciaron los adelantos materiales y espirituales que experimentaron
sus padres y madres en el transcurso de una generación. La segunda razón estriba en que las políticas para el desarrollo económico instituidas a mediados de los setenta y que se prolongaron
por diez años resultaron erradas y se sometieron a un proceso de
rectificación de errores que no pudo concluir por la crisis. Por
último la desaparición de la URSS y de los países socialistas del
este europeo provocó que Cuba perdiera en menos de un año sus
socios económicos, comerciales y financieros, que cubrían el 85%
de sus intercambios económicos internacionales. Esto provocó el
inicio de una crisis total en el país, que se agravó por el endurecimiento del bloqueo de Estados Unidos.
Toda la población cubana sufrió los golpes de esta crisis. En
apenas un año experimentaron cómo sus medios de existencia se
afectaron severamente. Fueron las mujeres quienes más afectadas se vieron en esta situación, sobre todo las asalariadas que
cargaban el peso de las tareas hogareñas.
Los ajustes a la crisis introducidos en los noventa respetaron las estructuras legales y políticas que estimularon la incorporación y permanencia de las mujeres en la
268
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
fuerza laboral, acomodándolos a las situaciones nuevas del
país. Las mujeres permanecieron en la fuerza de trabajo durante los años de crisis y reajustes y la estructura de su
participación ocupacional no se deterioró. Hasta ese momento
la participación femenina en la fuerza laboral había crecido establemente pero al iniciarse la crisis este crecimiento se detuvo e incluso observó un pequeño descenso. La estructura de las
ocupaciones de hombres y mujeres mostró que las segundas concentraron e incrementaron su presencia entre los profesionales
y técnicos a medida que se salía de la crisis.
El decrecimiento del PIB que se produjo durante la crisis
afectó el valor del salario real y, con ello, el consumo. A partir
del año 2005 comenzaron a elevarse las pensiones y los salarios
nominales, pero los índices de los precios para los consumidores se
mantenían altos. Solo no sintieron el deterioro en sus niveles de
vida las personas que accedían a las divisas. Esto provocó que no
se pudiera superar el deterioro real de los ingresos provenientes
del Estado y, con ello, que se crearan desventajas para los cubanos y las cubanas, ante todo para quienes vivían de su retiro o
de la asistencia social.
Hay tres razones que explican por qué las mujeres resultaron
más dañadas que los hombres en este proceso. En primer lugar
porque la proporción femenina en los sectores económicos que
reciben divisas es menor que la masculina; en segundo lugar, porque las mujeres constituyen la mayor parte de los beneficiarios de
la asistencia social (IIET, 2007) y en tercer lugar porque la tercera
parte de las familias está encabezada por mujeres (ONE, 2002).
Las trabajadoras se vieron obligadas a generar estrategias
mientras desempeñaban las tareas de la segunda jornada para
asegurar la reproducción de la vida en sus hogares. Me referiré
269
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
a una de ellas —el cuidado de las personas de la tercera edad—
porque adquirió peculiaridades que prácticamente no tenían antecedentes antes de la crisis. Entre estos ciudadanos estaban
los jubilados y jubiladas que recibían las debilitadas pensiones
de la seguridad social. Sus aportes al presupuesto familiar se
contrajeron precisamente en los momentos de sus vidas en que
requerían cuidados adicionales, que no podían pagar con sus escasos ingresos. Como es tradicional en Cuba, las mujeres de las
familias se hicieron cargo de atenderles, ya fueran sus hijas,
nueras o nietas. Muchas de ellas tuvieron que solicitar licencias
sin sueldo en sus empleos para cuidarles o se vieron obligadas a
faltar, reduciendo en ambos casos sus ingresos salariales y afectando los presupuestos de sus familias.
La proporción de personas consideradas por debajo del nivel
de pobreza aumentó con la crisis. A mediados de los años ochenta representaban el 6% de la población; en 1995, el 14.7% y a
inicios del año 2000 constituían el 20% de la población en zonas
urbanas (Espina, 2007: 255). No existen estadísticas que diferencien este indicador por sexo.
La crisis de los noventa, como toda crisis, sacó a la luz pública conflictos sociales que hasta el momento no se reconocían y
que, por tanto, no podían ser resueltos. Me referiré a dos relacionados con las relaciones de género.
Las homofobias ancestrales de la ideología de género cubana
tuvieron que atemperarse porque las personas de orientaciones
sexuales no heterosexuales comenzaron a manifestarse abiertamente en sus actitudes cotidianas —viviendo en parejas, expresando sus preferencias públicamente, reuniéndose en sitios
públicos. Las expresiones artísticas incorporaron estos temas en
sus obras: la película Fresa y chocolate—que criticaba dos intolerancias, hacia quienes deciden emigrar y hacia los gays —fue
270
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
muy bien acogida por el público cubano. Las telenovelas cubanas incorporaron poco a poco en sus libretos a personajes gays,
lesbianas y bisexuales, aunque todavía muchos cubanos y cubanas los rechazan abierta o solapadamente. Instituciones como
el CENESEX reforzaron con criterios científicos y con acciones
concretas su defensa de estas personas. En conjunto con la FMC
ha defendido las reformas al Código de Familia para modificar la
definición del matrimonio y para legalizar el derecho a que los
transexuales puedan cambiar legalmente su identidad genérica.
El otro problema está más difundido socialmente y es muchísimo menos reconocido por quienes lo sufren. Se trata de lo que la
psicóloga Patricia Arés (2002) calificó a mediados de los noventa
como “crisis de la masculinidad”. Según ella, esta se manifiesta
de tres maneras. Primero porque no reconocen que la sufren;
ellos perseveran en los mitos de que son los principales mantenedores económicos de sus hogares, de que son más capaces que
las mujeres para adoptar decisiones y de que no pueden expresar
públicamente sus sentimientos —sobre todo porque desde niños
les inculcaron que “los machos no lloran”. En segundo lugar, los
hombres se sienten amenazados por las mujeres cubanas que se
han tornado tan independientes y fuertes y que suelen ser las
primeras en solicitar los divorcios legales y en decidir separase
de parejas indeseadas. Por último, Arés asegura que los hombres
estiman que no tienen que luchar por transformar sus ideologías
patriarcales como sí lo hicieron las mujeres. Como resultado,
los cubanos no estaban preparados para ajustarse a los cambios
en las actitudes de género promovidas por las mujeres.
Estas fueron algunas de las condiciones estructurales generales que influyeron en los cambios en las relaciones de género en
Cuba en los últimos cincuenta años y que, a la vez, configuraron
las actitudes genéricas de las cubanas y los cubanos que emigraron a partir de mediados de los noventa.
271
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
CONCLUSIONES
Las estructuras sociales cubanas que se fueron transformando a
medida que evolucionaban las estrategias de desarrollo socialistas en el último medio siglo influyeron en las vidas de todos
los cubanos y las cubanas, tanto de quienes decidieron emigrar
como de quienes optaron por permanecer en el país. Los estudios sobre migraciones externas cubanas tienen que reflexionar
sobre los efectos que causó en toda la población la crisis de los
noventa —de la que aún no se ha salido— y que implicó someter
a la sociedad a carencias enormes en las últimas dos décadas.
Los análisis de las relaciones de género en los procesos migratorios externos cubanos deben comparar las diferentes oleadas
migratorias teniendo en cuenta los ciclos de vida que las personas experimentaron en Cuba al momento de emigrar.
Al comparar las características genéricas de las migraciones
externas cubanas y las de países del Caribe y de América Latina
en los últimos veinte años, debe considerarse que las migrantes cubanas partieron con una ideología de género avanzada y
con habilidades para actuar con independencia posiblemente en
mayor medida que los hombres. Unas y otros emigraron para
convertir en realidad en otro país sus aspiraciones de continuar
avanzando en la movilidad social ascendente que vieron truncada con la crisis, movilidad que sí experimentaron sus padres y
madres en el transcurso de una generación.
Las académicas y los académicos que analicen los procesos
cubanos de migraciones externas deben incluir un enfoque de
género y deben prestar atención a las relaciones de género para
enriquecer la comprensión de estos eventos altamente complejos y para contribuir a construir conocimientos desde “el Sur” sin
visiones androcéntricas.
272
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ANEXOS
ANEXO 1
Este anexo constituye la segunda parte de la investigación “Los
estudios de género en Cuba y sus aproximaciones metodológicas,
multidisciplinarias y transculturales (1974-2008)”. Aquí aparecen
recogidos algunos de los trabajos sobre género de los investigadores entrevistados, publicados o no. En cada caso, la autora
respetó la manera en que cada quien refirió sus obras.
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__________. (1997). “La mujer negra en Cuba (mediados del siglo XVImediados del XIX)”. En Dos Ensayos. La Habana: Editorial Academia.
__________. (2001). Reyita, sencillamente. La Habana: Editorial Verde
Olivo (2da Edición en español).
__________. (2007). ”La Iyaonifa: un problema de género en la santería
cubana”. Afro-Hispanic Review (Nashville, Tennesse), no. 2.
Vasallo, Norma: psicóloga
__________. (1993). “La influencia de la actividad laboral en la reeducación
de la mujer reclusa”. NWSA Journal, vol. 5, no. 3.
__________. (1997). “SIDA y representación social. Un acercamiento a su
estudio en portadores jóvenes del VIH”. Salud Sexual y Reproductiva
(La Habana), CEDEM, vol. 2.
__________. (1999). Subjetividad social femenina en diferentes roles y
generaciones. La Habana: Editorial Ciencias Sociales.
Yáñez, Mirta: filóloga, periodista y escritora
__________. (1996). Estatuas de sal. Cuentistas cubanas contemporáneas,
Panorama crítico (1959-1995). La Habana: Ediciones Unión.
__________. (1998). Cubana. Beacon Press.
__________. (2000). Cubanas a capítulo. Santiago de Cuba: Editorial
Oriente.
287
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
ANEXO 2
Aquí aparecen recogidos los trabajos que la autora siente más
cercanos a su investigación “Las mujeres de la carreta”.
Antrobus, P. (1992, junio). “Environment and Development: Grassroots
Women´s Perspectives”. Ponencia presentada en el Foro Global de Río
de Janeiro.
Bengelsdorf, C. (1988). “On the problem of Studying Women in Cuba”. En
Zimbalist, A. (Ed.) (1988). Cuban Political Economy: Controversies in
Cubanology. Colorado: Westview Press.
De Barbieri, T. (1984). Mujeres y vida cotidiana. México: Fondo de Cultura
Económica.
Ferguson, A. (1991). Sexual Democracy. Colorado: Westview Press.
García, M. (1990). “Relações socias de clase e de sexo”. En Presença de
Mulher (Salvador de Bahía).
__________. (1991). “A dinamica entre classe e genero na America Latina:
atontamientos para uma teoria regional sobre genero”. En García, N.,
Castro, M. y Costa, D. (Coords.) Mulheres e Politicas Publicas. Río de
Janeiro: IBAM/UNICEF.
__________. (no publicado). “O conceito de genero e as analises sobre
mulher e trabalho; Notas sobre impasses teoricos”. (manuscrito).
Hochschild, A. (1989).The Second Shift. Nueva York: Avon Books.
Prieto, Y. (1992). “Cuban women in the US labor force: perspectives on the
nature of change”. En Gabaccia, D. (Ed.) Seeking Common Grounds:
Multidisciplinary Studies on Immigrant Women. Westport: Greenwood
Press.
Ravenet, M. y Pérez, N. (1987). Mujer rural y urbana. La Habana: Editorial
Ciencias Sociales.
Safa, H. y Antrobus, P. (1992). “Women and the Economic Crisis in the
Caribbean”. En Benería, L. y Feldman, S. (Eds.) Unequal Burden: Women
and the Economic Crisis. Westview Press.
Shiva, V. (1988). Staying Alive. London: Zed Books.
Rodríguez, M. (1992). Dígame usted. La Habana: Editorial Pablo de la
Torriente Brau.
Tabloide Quehaceres del CIPAF, República Dominicana.
288
LA AUTORA
Marta Núñez Sarmiento (La Habana, 1946). Socióloga y profesora titular y consultante del Centro de Estudios de Migraciones
Internacionales de la Universidad de La Habana. Dra. en Ciencias
Económicas (URSS, 1983), Máster en Sociología (Chile, 1971) y
Lic. en Sociología (Cuba, 1974).
Entre 1962 y 1966 trabajó en la Dirección Provincial de La
Habana de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC). Desde mediados de los ochenta estudia, escribe y enseña sobre cómo se
han transformado las cubanas desde 1959, concediéndole gran
importancia al empleo femenino. Ha impartido docencia especializada en Metodología de las Investigaciones Sociológicas y
Estudios de Género en Cuba en diversos centros educativos. Ha
realizado numerosas investigaciones sobre la mujer y el empleo,
las relaciones de género, la imagen de la mujer y de las relaciones de género en los medios, el género y la emigración.
Ha sido invitada como profesora en universidades en Zúrich,
Santo Domingo, Estados Unidos y Canadá. Ha publicado artículos
en libros y revistas, nacionales y extranjeros.
Ha desempeñado labores como diplomática ante el Consejo
de Ayuda Mutua Económica (CAME) en el período 1978-1983 y en
la Embajada de Cuba en la Federación Rusa desde 1993 hasta
1997. Ha sido consultora en temas de género para varias agencias de Naciones Unidas, la Agencia Canadiense para el Desarrollo, la Agencia Popular Noruega y la Asociación de Estados del
Caribe. Ha participado en eventos nacionales e internacionales
en Cuba y en el exterior desde 1967.
En enero de 2011 el Rector de la Universidad de La Habana le
confirió la Orden por el Conjunto de su Obra Científica.
289
Yo sola me represento / Marta Núñez Sarmiento
Todas las investigaciones recogidas en este libro han sido incluidas en la docencia universitaria de pregrado y postgrado.
Algunas de ellas, como “Los estudios de género en Cuba” y “Estrategias cubanas para el empleo femenino” forman parte de
bibliografías de universidades en Estados Unidos, España y Canadá. El estudio “Las mujeres de la carreta” fue Premio a la Mejor
Investigación de la Facultad de Filosofía e Historia en 1992 y
el resto ha integrado la lista de investigaciones y publicaciones
para fundamentar Premios del Rector y del Ministerio de Educación Superior del Departamento de Sociología y del Centro de
Estudios de Migraciones Internacionales de la Universidad de La
Habana. Todos los trabajos, excepto “Las mujeres de la carreta”
han sido publicados en Cuba, Estados Unidos, España, Canadá,
Argentina y Rusia.
290
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