13. ¿CÓMO PLASMAR LA DIMENSIÓN - CMF Apostolado

13. ¿CÓMO PLASMAR LA DIMENSIÓN PROFÉTICA DEL
SERVICIO MISIONERO DE LA PALABRA EN LAS PARROQUIAS?
Alfredo García, cmf.
1. LAS PARROQUIAS EN LA CONGREGACIÓN.
Conviene recordar brevemente al inicio de este trabajo la historia de las parroquias en la Congregación. Es
bastante conocida, pero unos apuntes nos pueden iluminar para responder a las urgencias de la Congregación en
el momento presente.
No deja de ser sorprendente que la Congregación en sus primeros cincuenta años de vida no hubiera regentado
ninguna parroquia. El hecho de que los primeros claretianos, incluido el Fundador, hubieran renunciado a su
parroquia para dedicarse a la itinerancia misionera, influyó decisivamente en la mente del P. Xifré para no aceptar
este ministerio en la Congregación. Durante este largo período, ésta fue la condición que se le proponía al
sacerdote que con cargo parroquial quería entrar en la Congregación o al novicio que profesaba en la misma.
Será en enero de 1900 cuando la Congregación se hace cargo formalmente de la primera parroquia en
Andacollo (Chile) aceptada por el P. Xifré poco antes de su muerte por sus características misioneras. "Razones
de orden espiritual-mariano y de orden caritativo fueron las que movieron a la Congregación a aceptar por
primera vez un tipo de ministerio que hoy es el más numeroso de la Congregación"[1]. Lo mismo cabe decir de la
de S. Antonio de Texas en 1902; era una estupenda oportunidad evangelizadora[2].
El Capítulo General de 1904 permite la fundación de nuevas parroquias "por circunstancias excepcionales...
si bien en principio y como regla general no conviene aceptar tales fundaciones"[3]. Poco más tarde, en 1908, el
P. Naval justificaba su voto favorable para aceptar parroquias en Perú porque "dada la extensión de las
parroquias en América, los Párrocos casi son Misioneros"[4].
Poco a poco la Congregación va asumiendo nuevos compromisos parroquiales. Al tratar el tema en los
sucesivos Capítulos Generales se preocupan de modo significativo de las dificultades que la actividad parroquial
provoca en la observancia comunitaria. Así, por ejemplo, el Capítulo General de 1949 reafirmó que el ministerio
de las parroquias "es un ministerio que entra en el marco de los fines que nos señalan las Santas Constituciones.
Aunque la vida parroquial sea difícil de compaginar con la vida común no es sin embargo imposible, máxime
cuando las parroquias cuentan con un número suficiente de personal. La tendencia desde luego ha de ser a no
admitirlas, sobre todo las pequeñas"[5]. Éste Capítulo confirma la validez de los criterios que sobre el trabajo en
las parroquias había dado a la Congregación el P. Nicolás García en la Circular del año 1945 [6].
El Capítulo de renovación de 1967 afirma que "cuando el bien de la Iglesia lo exige, la Congregación
presta gustosamente a los Obispos su colaboración en el ministerio parroquial. En este caso se ha de conservar
en él nuestra índole religiosa y nuestra función misionera"[7]. De los dos aspectos señalados el Capítulo
desarrolla el segundo, dando criterios bien concretos sobre el modo de desarrollar el carisma misionero en las
parroquias[8]. Leyendo estos documentos en la perspectiva de treinta y dos años, se impone reconocer que los
criterios de renovación parroquial siguen siendo válidos, si bien muchas expresiones han recibido otras
precisiones a lo largo de estos últimos años[9]. Habla expresamente del encargo temporal de las parroquias y de
la preferencia por parroquias de tipo estrictamente misionero[10]. Pone las bases para la renovación de la
parroquia en clave carismática, para que así pueda ser un ministerio plenamente claretiano a pesar de dificultades
históricas de su aceptación en la Congregación.
No es extraño que el Capítulo General de 1973, al evaluar el valor de este ministerio en la Congregación,
afirmara: "El número de parroquias que tenemos no es en sí mismo ni a favor ni en contra de nuestro carisma
sino que para justificar la existencia de parroquias claretianas hay que atender a las razones por las que las
tenemos y al modo como las llevamos"[11]. En los años de renovación éste ha sido el criterio con todos los
ministerios.
El número de parroquias al que se refiere el párrafo anterior, es explicitado en el documento capitular[12].
Constata que el número de misioneros dedicados al ministerio parroquial (581) "es el más elevado del Instituto".
Afirma que durante los seis años anteriores se ha advertido "el esfuerzo positivo por la aceptación de parroquias
de tipo misionero"[13]. Igualmente valora el esfuerzo de renovación de las parroquias. Pero critica el "no haber
llegado a la transformación deseada en las mismas"[14] por diversas causas, entre otras, por los motivos que
mueven a "la fundación, como pueden ser la continuidad de una comunidad ya establecida, actuación por
prestigio, en zonas urbanas ricas, buscar soluciones económicas con parroquias rentables, etc."[15]. El Capítulo
habla claramente de no aceptar más parroquias y anima a programar con calidad las ya existentes ya que la
parroquia es "particularmente eficaz para el ejercicio de nuestro carisma"[16]. El P. Megale en el estudio sobre la
Parroquia Claretiana a la luz de la MCH opina que "el Capítulo de 1973 fue un Capítulo de verificación del
proceso de adaptación conciliar, estudiada a la luz de la comunidad. Por consiguiente, se dieron por supuestos
muchos puntos que, en verdad, necesitarían una revisión más radical. Esto sucedió con la parroquia. Fue vista
bajo una luz muy optimista y faltaba un cuadro de referencia más riguroso de los principios concretos de
claretianidad"[17].
Con el Capítulo General de 1979, la Congregación cambia de planteamiento a la hora de revisar la actividad
pastoral de la Congregación. Ya no se habla de estructuras pastorales, sino de criterios válidos para todas las
posiciones. Las parroquias que en la Congregación "se asumen por sus posibilidades misioneras"[18], han de
valorarse a la luz de las opciones congregacionales y de los sujetos preferenciales marcados por el mismo
Capítulo, al igual que el resto de plataformas pastorales. Parecía una necesidad emprender la tarea de revisar la
parroquia desde el carisma claretiano, ya que "el Documento Base del Capítulo General de 1979 constataba en
muchos claretianos dedicados a las parroquias una pasividad e ingenuidad crítica, que les impiden plantearse la
prioridad claretiana de sus apostolados"[19].
Las Memorias Gubernativas de los tres últimos Capítulos Generales informan sobre la actividad pastoral de
las parroquias claretianas. Se constata que "son muchos los signos positivos de la búsqueda de la condición
misionera de la estructura parroquial"[20]. Pero inciden constantemente en el alto porcentaje de claretianos
dedicados a este apostolado (el 25.9 % según el informe de 1991). Los números ocupacionales de la
Congregación "confirman la inquietud del Gobierno General a la hora de aprobar los nuevos frentes misioneros,
en cuanto apenas logramos incrementar nuestra presencia en campos que no sean parroquias. Si bien éstas se
están llevando en varios Organismos con una renovada impostación misionera, disminuyen nuestras ya
mermadas posibilidades para las formas nuevas sobre las cuales tanto se ha insistido en los Capítulos
anteriores"[21]. En la Memoria del Capítulo de 1997 se matiza la dedicación de tantos claretianos a las
parroquias: "Bastantes 'parroquias', sobre todo en África y Asia, son 'misiones' o 'iglesias en formación'. Lo
mismo se podría decir de muchas parroquias rurales de América Latina. Algunas parroquias de Europa se
pueden calificar de zonas misioneras por el alto porcentaje de no-creyentes o habitantes de otras culturas o
religiones dentro del territorio parroquial. En USA muchas parroquias están orientadas al servicio de los
emigrantes. Muchas de las parroquias suburbanas en todas las zonas de la Congregación, sobre todo en América
Latina y Filipinas, deben hacer frente al problema de aglomeraciones muy fuertes de personas que, con
frecuencia, se ven afectadas por graves problemas de trabajo, vivienda, etc."[22]. Y en otro lugar insiste en el
mismo concepto: "Se ha señalado repetidamente que la Congregación cuenta con un número excesivo de
parroquias. Ya nos referimos ... a la dificultad de una evaluación por la diversidad de posiciones pastorales que
se colocan bajo este nombre. Las diferentes situaciones sociales y eclesiales, o incluso geográficas, introducen
variantes muy importantes. Hay que considerar, además, otros factores congregacionales"[23]
Basten estas pinceladas para situar el ministerio parroquial en la vida de la Congregación y para entender por
dónde pueden orientarse para conseguir que desarrollen su dimensión profética en este momento histórico.
2. PARA UNA PASTORAL PARROQUIAL MÁS PROFÉTICA.
Las opciones misioneras de la MCH, reafirmadas constantemente en la Congregación[24], han sido desde
entonces referencia obligada a la hora de programar el quehacer apostólico de la Congregación. Una de ellas, la
opción por una evangelización profética y liberadora[25] está teniendo un desarrollo peculiar en este momento
congregacional. Probablemente ha habido que esperar unos años para que todas las posiciones, y en concreto
todas las parroquias, se propongan como meta conseguir este objetivo. La aplicación de las restantes opciones de
la MCH, tal como en estos años se han ido desarrollando, conseguirá una evangelización más profética y, por
tanto, más acorde con lo que la Iglesia y la Congregación piden a nuestras parroquias en este momento.
2.1. Anunciar proféticamente el evangelio del Reino.
Nuestras parroquias siguen siendo hoy "una estructura muy apta para desarrollar un dinámico proceso de
evangelización"[26]. En ellas, como en las demás posiciones claretianas, "queremos anunciar el Reino de Dios y
con él a Jesús, mediador del Reino, hijo amado del Abbá y hermano nuestro"[27].
Hacer efectivas las posibilidades de evangelización de la parroquia es un compromiso exigente. Llevar a la
práctica la prioridad que nuestras Constituciones dan a la evangelización sobre otras funciones del ministerio[28]
es particularmente delicado en la parroquia que no puede olvidar los ministerios de la santificación y del gobierno.
Aplicar la opción prioritaria por la evangelización en la parroquia supone al menos:
C Cuidar los contenidos de la evangelización, centrándose en lo fundamental: el anuncio
renovado del evangelio de Jesús y su mensaje. Y esto desde la centralidad de la Palabra. La
Palabra, desde "el sabio conocimiento de la escritura en su contexto histórico"[29], será el
fundamento del trabajo evangelizador.
C Sólo procurando que aquellos que son evangelizados se acerquen a la Palabra, será posible
que reciban simultáneamente el impulso necesario que les permita más tarde convertirse en
profetas en su vida ordinaria. Para conseguirlo, toda parroquia claretiana ha de procurar ofrecer
formación bíblica a través de cursos, grupos bíblicos, escuelas de formación, etc.[30] Es
necesario, además, resaltar la Palabra en la celebración, en su cuidado externo, en su
proclamación y en el comentario homilético basado en la exégesis y en la situación vital de las
personas.
C Discernir la distribución del tiempo que los agentes de evangelización, y en concreto los
misioneros claretianos, han de dedicar a los distintos ministerios, cuidando que su dedicación
más significativa sea precisamente la evangelización directa. Dedicar a esta prioridad los
recursos necesarios para poder disponer de locales y materiales para una evangelización eficaz.
Aprovechar las oportunidades evangelizadoras que en la parroquia ofrecen las tareas de gobierno
y las distintas celebraciones.
C Ofrecer un proceso catecumenal desde la infancia hasta la edad adulta. Proceso adaptado a
las necesidades concretas de cada edad y del lugar donde se encuentra enclavada la parroquia. En
este momento parece más urgente la evangelización de los adultos, al menos en los países de
vieja cristiandad. Estas personas necesitan con urgencia ponerse al día en sus planteamientos de
fe para así poder responder adecuadamente a los retos que el momento presente les plantea.
C Incidir especialmente en la Pastoral Juvenil-Vocacional. La parroquia permite vivir en su
seno todo el proceso de maduración en la fe. Cuidar este proceso, poniendo a los jóvenes en
actitud de escucha de la voluntad de Dios, posibilita que cada persona pueda descubir la
vocación para la que el Señor le ha elegido. Esto exige dedicación de personas que desarrollen
con calidad un proceso catecumenal completo y que sepan cuidar el acompañamiento de cada
joven.
C Cuidar la apertura de la parroquia a la misión universal. Una parroquia claretiana ha de ser
sensible a la urgencia de la evangelización universal. Los misioneros que han recibido el encargo
de la parroquia no se pueden olvidar de que ésta es una exigencia lógica de su vocación
misionera. La ayuda de un grupo misionero puede ser una fórmula para recordar a los creyentes
de un lugar que la evangelización no tiene fronteras. Puede ser el puente solidario con las iglesias
en formación o con alguna en particular con propuestas concretas de ayuda y colaboración.
2.2. Desde la realidad del pueblo al se es enviado.
La exigencia de conocer y aceptar la realidad cultural del pueblo al que se es enviado se asume hoy sin
dificultad[31]. No se anuncia el evangelio en abstracto, sino a una persona o a un grupo de personas concretas. La
diversidad de continentes, etnias, culturas, ambientes de las parroquias de la Congregación es una gran riqueza,
pero exige del evangelizador "un compromiso serio por el diálogo con la cultura..., cercanía al pueblo,
capacidad para escuchar la Palabra que Dios nos dirige a través de las personas y los acontecimientos, lucidez
para saber integrar los valores del pueblo (lengua, tradiciones, ...) en los distintos ámbitos de la vida parroquial,
generosidad para poder comprender los modos de ser y actuar de las distintas generaciones presentes en la
comunidad parroquial"[32].
El evangelizador necesita tener buena dosis de capacidad de diálogo y de encuentro con personas que piensan
distinto. Sólo estudiando y entendiendo a fondo la realidad cultural de los hombres y mujeres del lugar donde se
realiza el ministerio será posible un anuncio evangélico con fuerza y profundidad.
2.3. Los pobres, memoria siempre presente.
"Como evangelizadores ratificamos nuestra opción por los pobres como gran criterio de nuestras prioridades
misioneras"[33]. Esta declaración de nuestro último Capítulo General afecta de lleno a la vida parroquial.
La Exhortación "Vita Consecrata", pide a los consagrados que su pobreza los lleve a la "sencillez y
hospitalidad" e, incluso, a "compartir las condiciones de vida de los más desheredados"[34]. También nuestro
Directorio asume esta visión de la pobreza cuando afirma: "La hospitalidad y la misericordia deben formar parte
de nuestra pobreza compartida"[35].
La opción por los pobres que la Congregación asume tiene consecuencias para la vida pastoral de la
parroquia. Algunas de ellas pueden ser éstas:
C Toda parroquia necesita atender a los pobres que tiene en su territorio. Organizar una
parroquia desde una opción por los pobres exige poner en marcha un cualificado servicio de
solidaridad a través de Cáritas Parroquial o de otras fórmulas que permitan decir de verdad que
los pobres son los preferidos de sus pastores. En cualquier parroquia nos podemos encontrar con
"ancianos solitarios, inmigrantes, refugiados, toxicómanos, parados, campesinos sin tierra,
mendigos, huérfanos abandonados, mujeres maltratadas, niños y jóvenes sin escolarizar,
enfermos sin hospitalizar, gente sin techo"[36] y otras situaciones similares que exigen de la
parroquia claretiana acogida, estudio de su caso y búsqueda de una respuesta adecuada. La
estructura de la parroquia nos permite "estar presentes"[37] donde se da esta necesidad. "Estar
presente significa estar cerca, compartir el tiempo y los bienes, hacernos amigos. Solo desde la
cercanía podremos dejarnos interpelar y descubrir modos eficaces de ayuda"[38]. "Nunca
debiera decirse entre nosotros que no somos amigos de los pobres, que nos hemos situado entre
los que gozan de todas las seguridades, que nos avergonzamos de ser de los suyos. Aquí se juega
la verdad de nuestra profecía"[39]. Conseguir este objetivo es un reto exigente para toda
parroquia que necesita preguntarse si de verdad los pobres se encuentran en su corazón y en su
vida.
C Pero la parroquia no se puede cerrar en sí misma. Necesita meter dentro de ella de alguna
manera la pobreza que lacera a la mayor parte de la humanidad. Una parroquia que, a través
de la evangelización en sus grupos y de la proclamación de la Palabra hace de altavoz de los que
no tienen voz para que reciban de la comunidad cristiana la solidaridad que merecen. Una
parroquia que se solidariza efectivamente en campañas, en apadrinamientos de otras personas y
comunidades, en apoyo de proyectos como modo de hacer efectiva la solidaridad real con sus
necesidades.
C Otra tarea propia de la parroquia es la colaboración en los proyectos de otras entidades
a favor de la justicia, la paz y la salvaguarda de la creación. El último Capítulo General nos
invita a hacer efectiva "nuestra participación subsidiaria en los lugares e instituciones donde se
decide la suerte de los pobres"[40]. Estas instituciones pueden ser de la Iglesia o de otros
ambientes. La parroquia tiene unas posibilidades reales para ofrecer todo tipo de colaboración
con las instituciones de su territorio; conociendo la realidad del entorno, puede discernir
fácilmente con cuáles de ellas se puede colaborar mejor en orden a obtener los objetivos que
brotan del evangelio. Los laicos formados en ella tienen así una oportunidad inmejorable para
desarrollar su vocación de compromiso en la secularidad; al mismo tiempo, su colaboración les
permite ser testigos de la fe ante las personas con otros planteamientos. A pesar de la dificultad
de luchar en una misma línea con organizaciones de diversos estilos, es necesario tener una
actitud abierta y solidaria. Nosotros buscamos el Reino de Dios y, desde él, buscamos el bien de
las personas; desde aquí es posible la colaboración cercana con personas e instituciones que
trabajan por la misma causa.
C Pero una parroquia claretiana no debería contentarse con estar al servicio de los pobres,
con tenerles como preocupación preferente de sus desvelos. Su objetivo debería ser más
ambicioso: llegar a ser de verdad la iglesia de los pobres; una iglesia donde los pobres no sólo
son atendidos, sino evangelizados y, como consecuencia, se convierten en protagonistas de la
vida de la comunidad. Evidentemente que no se trata de crear una iglesia excluyente donde no
tengan cabida toda clase de personas; es ésta una obligación particularmente importante en la
parroquia que, por lógica, ha de estar abierta a todas las personas de su entorno. Pero
precisamente por este motivo no se puede excluir a los pobres de la vivencia intensa de la fe. Es
ésta una urgencia particularmente sentida en occidente donde no faltan personas ejemplarmente
dedicadas al servicio de los más necesitados, pero sin que esta dedicación consiga que personas
que provienen de la pobreza formen parte activa de la comunidad parroquial.
C Otro tema más complejo, desde esta perspectiva, es dónde están situadas muchas de
nuestras parroquias; qué tipo de personas atendemos en nuestro afán pastoral. Las estadísticas
del Capítulo General de 1991 manifiestan que la Congregación en sus parroquias atiende a toda
clase de personas. Eran de clase baja el 91% de los feligreses en las iglesias en formación y el
53.2% en las iglesias formadas[41]. En la Memoria del Capítulo de 1997 se informa que en varios
Organismos se han cerrado parroquias "para poder poner en marcha otras iniciativas pastorales
más de acuerdo con nuestro carisma y que respondan mejor a las orientaciones de los últimos
Capítulos Generales"[42]. Pero también es aplicable a las parroquias la propuesta capitular de
"continuar el desplazamiento hacia los más pobres y necesitados"[43]. Es una exigencia que la
Congregación no puede dejar de lado si quiere ser fiel al momento presente.
2.4. Creciendo en una iglesia de comunión.
Sigue teniendo plena actualidad la opción por la multiplicación de líderes evangelizadores asumida
hace veinte años por la Congregación. Como consecuencia de esta opción, se impone la creación de
una iglesia de comunión de carismas: misioneros, sacerdotes, religiosos y laicos.
La parroquia es una posición donde se puede llevar adelante este proyecto. La eclesiología
postconciliar pide que cada parroquia promueva el desarrollo de la diversidad de carismas en la misma.
No solo ni principalmente por la dificultad de encontrar presbíteros adecuados y suficientes para cada
comunidad parroquial o por la complejidad de la actividad parroquial, sino por la necesidad de que
cada vocación desarrolle en plenitud su puesto en la comunidad eclesial. El empeño por crear una
parroquia evangelizadora permite el enganche de todo tipo de personas desde un proyecto común.
La parroquia tiene la responsabilidad de formar a los laicos de la misma. Por eso en cada lugar se ha
de procurar:
C Seguir dando pasos significativos en la corresponsabilidad. Sigue siendo necesaria la
colaboración de religiosos y laicos en la vida parroquial y el que se continúen responsabilizando
cada vez más de los distintos sectores pastorales; pero hay que ir abriendo camino a los equipos
pastorales de distintas vocaciones en nuestras parroquias. El Capítulo General nos lo pide:
"Buscaremos formas nuevas de compartir nuestra vida y compromiso misionero con los laicos.
Emprenderemos iniciativas apostólicas comunes de manera corresponsable" [44]. Es una
exigencia para todas las áreas geográficas de la Congregación. También para aquellas donde el
número de sacerdotes hacía aparentemente menos urgente esta necesidad. Si este proyecto se
llevara adelante se conseguiría la liberación de misioneros para otras urgencias evangelizadoras
de la Congregación.
C Procurar una adecuada formación de los laicos. Cada parroquia tiene la obligación de
procurarla para los miembros de su comunidad; la vocación laical se discierne y se forma en el
lugar de su vida habitual. Cada posición ha de procurar la formación elemental de sus miembros.
Pero es inútil pretender que cada una disponga de los medios suficientes para la formación de los
laicos. Por eso es necesario un proyecto formativo para cada Organismo e, incluso, donde sea
posible, para una zona de la Congregación. Pero es igualmente necesario aprovechar las
oportunidades formativas de la iglesia local. Todos unidos en el esfuerzo formativo del laicado.
La Congregación tiene aquí una responsabilidad, debiendo dedicar a la tarea personas y recursos
económicos. No es una idea nueva, pero es urgente crear estructuras significativas que la lleven a
la práctica.
2.5. Saliendo de los propios límites.
La parroquia claretiana, también por su propio carisma, está llamada a ser una parroquia misionera y, por
tanto, urgida a pensar en los que no acuden normalmente a ella. Por este motivo:
C La parroquia se inserta en la iglesia local como una parte de la misma. La conciencia de
pertenecer y vivir en una iglesia que nos acoge con nuestro carisma, nos invita a salir de los
propios límites y a ayudar desde nuestra peculiaridad a otras comunidades de la iglesia local[45].
C La parroquia se ve urgida por los bautizados que no viven su fe con regularidad. Son los
que en el Primer Encuentro Claretiano Europeo celebrado en Viena en 1995 eran llamados "los
alejados", "los no-creyentes" o "los indiferentes"[46]. En dicho Encuentro se indicaron los
criterios para trabajar desde esta perspectiva: actitud de acogida y diálogo, colaboración conjunta
en tareas de promoción de la justicia, la paz y la defensa de la vida, manifestación del mensaje
del Señor como liberación para sus vidas, etc. En todo caso, el evangelizador ha de tener una
actitud de diálogo, partiendo de los valores de la cultura actual.
C Desde la parroquia se abre el diálogo con los grupos de cristianos no católicos. Es una
exigencia de nuestro último Capítulo General[47]. La prudencia y la audacia debidamente
combinadas nos indicarán cómo actuar en cada momento, sobre todo teniendo en cuenta la
existencia tan numerosa de grupos intransigentes y proselitistas. Pero la dificultad no nos puede
permitir olvidar la exigencia de la unidad para la validez de nuestro testimonio.
C En apertura y acogida a los creyentes de otras religiones no cristianas. La situación varía
según esté ubicada la parroquia en una zona de minoría católica o en otra de vieja cristiandad.
Pero también en estos lugares se necesita aprender a ejercitar el diálogo interreligoso; es un
aprendizaje necesario. Es cierto que los no católicos que llegan a la zona no suelen acudir a las
oficinas parroquiales; pero es necesario encontrarse con ellos y más cuando muchos llegan como
inmigrantes y necesitan la solidaridad desinteresada de los creyentes en Jesús. Es ésta una tarea
apenas iniciada en muchas zonas de la Congregación, pero que se necesita desarrollar con ilusión
y ganas[48].
2.6. En continua revisión de posiciones.
No es conveniente olvidar lo que algunos, no sin razón, llaman la "excesiva parroquialización" de la
Congregación. Como afirma el P. General "en países donde no era tan necesario, ha crecido desmesuradamente
el número de parroquias y hemos perdido en itinerancia misionera"[49]. A pesar de que la parroquia permite
perfectamente el desarrollo del carisma claretiano, necesitamos preguntarnos si cada una de nuestras parroquias
exige la presencia de los Misioneros Claretianos. Por eso, es oportuno que cada posición se pregunte
periódicamente sobre la oportunidad de entregarla a otros agentes.
En el futuro parece claro que es mejor asumir parroquias con contratos temporales; estos contratos permiten
una programación temporal, una evaluación periódica y, después de formada la comunidad cristiana, volver a
estar disponibles para la tarea evangelizadora allí donde sea más urgente.
La dificultad casi insalvable de traspasar muchas de nuestras parroquias nos exige, al menos, preguntarnos en
serio sobre la necesidad de desarrollar todas las posibilidades carismáticas de cada una de ellas. Es ésta una
exigencia continua para todo claretiano en orden a responder en cada momento a los retos que la realidad impone.
2.7. La profecía de la vida ordinaria.
Todo lo indicado arriba puede ser importante para la pastoral parroquial; es necesario soñar con
planteamientos significativos para provocar en las personas la respuesta renovada a la voluntad de Dios. El
momento presente así lo exige.
Pero, para terminar, no podemos olvidar la importancia que el Capítulo General de 1997 da a la profecía de la
vida ordinaria[50]. El día a día del ministerio, la calidad de las atenciones pastorales ordinarias, la atención en la
puerta o en el teléfono, los detalles con las personas, la calidad de ejercicio del ministerio litúrgico, etc., será la
manifestación más clara de nuestra experiencia de fe y lo que dé autoridad a las propuestas pastorales más
arriesgadas. Sin los pequeños detalles puede llegar a ser inútil la propuesta de grandes proyectos en las parroquias
que tenemos encomendadas.
[1] MEGALE, J.B. La parroquia claretiana a la luz de la MCH, Roma, 1981, Pág. 16.
[2] Cfr. ÁLVAREZ GÓMEZ, J., Misioneros Claretianos II, Pág. 373 ss.
[3] Cfr. Ib. Pág. 383-384.
[4] Ib. Pág. 384.
[5] Annales Congregationis, 1949, pág. 134.
[6] Annales Congregationis, 1945, pág. 185 ss.
[7] Capítulo General de 1967, PE 52.
[8] Cfr. Ib. AP 60-71.
[9] Son particularmente interesantes las orientaciones capitulares en orden a renovar las parroquias claretianas con abundancia
de predicación, cuidado de la catequesis, atención a los alejados, promoción del laicado o colaboración en las obras sociales
(AP 60). Siguen teniendo actualidad su propuestas de trabajo en equipo evangelizador, exigencia del Consejo de Pastoral o la
pastoral de conjunto diocesana (AP 65).
[10] Ib., AP 62.
[11] Capítulo General 1973, AP 43.
[12] Cfr. Ib. AP 40.
[13] Ib. AP 41.
[14] Ib. AP 44.
[15] Ib.
[16] Ib. AP 115.
[17] MEGALE, o. c., Pág. 21.
[18] MCH 75.
[19] MEGALE, JB, o. c., Pág. 23.
[20] MEMORIA GUBERNATIVA, Capítulo General 1991, Pág. 67.
[21] Ib.
[22] MEMORIA GUBERNATIVA, Capítulo General 1997, Pág. 13-14.
[23] Ib., Pág. 77-78.
[24] Cfr. CPR 73, SP 18.1 y Directorio, Nos. 110 ss.
[25] Cfr. MCH, n. 169-172.
[26] XVIII CAPÍTULO GENERAL CMF 1973, AP 115.
[27] EMP 42.
[28] "Entre las funciones del ministerio, como son el gobierno, la santificación y la evangelización, el primero de todos para
nosotros, porque somos misioneros, es la colaboración en la evangelización del pueblo" (CC 50).
[29] EMP 42.
[30] "El Concilio recomienda insistentemente a todos los fieles, especialmente a los religiosos, la lectura asidua de la Sagrada
Escritura" (Dei Verbum, 25).
"Conviene que se proponga esta práctica -meditación comunitaria de la Biblia- también a otros miembros del pueblo de
Dios, sacerdotes y laicos, promoviendo del modo más acorde al propio carisma escuelas de oración, de espiritualidad, de
lectura orante de la Escritura" (VC 94).
[31] Cfr. MCH 167-168.
[32] ABELLA, J.M., o.c. pág. 10.
[33] EMP 48.
[34] VC 90.
[35] Directorio CMF, 65.
[36] BOCOS, A, Herencia y Profecía, n. 65.
[37] "Estaremos presentes de manera significativa entre los marginados y allí donde la vida esté más amenazada" (EMP 50.2).
[38] BOCOS, A., Herencia y Profecía, n. 65.
[39] Ib. n. 66.
[40] EMP, n. 50.2.
[41] Cfr. Memoria Gubernativa del Capítulo General de 1991, pág. 66.
[42] Memoria Gubernativa de Capítulo General de 1997, pág. 82.
[43] EMP 48.2
[44] EMP 33.2
[45] "A la vez que subrayamos la dimensión universal de nuestra misión evangelizadora, hemos de cuidar nuestra pertenencia
a la Iglesia particular y nuestra responsabilidad en el crecimiento de su vida y misión" (BOCOS, A., Herencia y Profecía,
71). Cfr. CC, 6.
[46] Conclusiones del Encuentro Claretiano Europeo. Dossier del Encuentro, pág. 29-30.
[47] "Intensificar nuestra acogida, colaboración y diálogo con los cristianos no católicos donde sea posible y se
requiera" (EMP 49.2).
[48] Sobre estos temas la Congregación ha celebrado en los últimos años talleres cuyas conclusiones es necesario tener en
cuenta. En Frankfurt, en 1996 uno sobre los inmigrantes extracomunitarios en países de la Comunidad Económica Europea y
otro en Sri Lanka, en 1997 sobre el diálogo con las religiones. Sus trabajos y conclusiones son plenamente iluminadoras para
clarificar nuestras actitudes de diálogo en estos temas.
[49] BOCOS, A., Herencia y Profecía, n. 40.
[50] "La profecía de la vida ordinaria, frecuente entre nosotros, es la que hace posible la gran profecía de los momentos
extraordinarios. Se muestra en la oración, como expresión de amistad con Dios; en la búsqueda incesante de su voluntad; en
las relaciones en las que prima la ternura, la alegría vital, la compasión, la fe en el otro, el servicio" (EMP 24).