88-144 Antropologia BN_final 11/10/08 5:40 PM Page 88 CS. ANTROPOLOGICAS 5 0 LAS FURIAS Y LAS PENAS. O DE CÓMO FUE Y PODRÍA SER LA ANTROPOLOGÍA CONFERENCIA INAUGURAL DE LA CONMEMORACIÓN DEL 50° ANIVERSARIO DE LA CARRERA DE CIENCIAS ANTROPOLÓGICAS, REALIZADA EL 3 DE ABRIL DE 2008 EDUARDO LUIS MENÉNDEZ Graduado y ex docente, FFyL, UBA. Prof. e investigador del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS) de México. Fundador de la carrera de Antropología de la Universidad de Mar del Plata. Mi conferencia será un tanto dispersa e, inclusive, anecdótica. Y la primera anécdota tiene que ver con su título, el cual trataré de aclarar dado que varias personas me han preguntado sobre su significado. Creo que elegí ese título por tres razones complementarias. Primero, porque quería citar uno de los grandes textos de Pablo Neruda, Las furias y las penas, para subrayar que en la época en que contribuimos a crear la carrera de Antropología, a varios compañeros y especialmente a mí –y esto lo quiero subrayar– nos interesaba mucho más la poesía que los textos antropológicos, incluidos los marxistas y fenomenológicos por los cuales yo estaba bastante influido. En segundo lugar porque, dada su ambigüedad, el título podía atraer a algunos compañeros –y especialmente a los más jóvenes– a escucharme, ya que temía que fuéramos muy pocos. Y tal vez ese sea uno de los factores que ha convocado a tantos asistentes a esta reunión donde la mayoría son jóvenes estudiantes y egresados. Y, por último, porque dicho título no solo tiene que ver con lo que voy 88 ESPACIOS a exponer sino que constituye una especie de metáfora, y tal vez una síntesis, de lo que fue la trayectoria de la carrera de Ciencias Antropológicas de la Universidad Nacional de Buenos entre 1958 y 1976. Una trayectoria en la que, justamente, las furias y las penas fueron constituyéndose en características básicas de nuestra sociedad, a través de procesos que condujeron no solo a nuestra masiva –y a mi juicio, equivocada– renuncia a la universidad luego de la denominada “noche de los bastones largos”, sino también al dominio de la carrera por profesores y proyectos, que salvo excepción, se caracterizaron por su baja calidad académica y por representar concepciones antipopulares. Y, sobre todo, por la desaparición, muerte y exilio de compañeros en distintas etapas de esa trayectoria. Señalado lo anterior, aclaro que en esta plática voy a hablar de tres aspectos más o menos complementarios. Primero presentaré algunos comentarios algo personales sobre el origen y desarrollo inicial de la carrera de Ciencias Antropológicas en la Universidad Nacional de Buenos Aires, como se llamaba en aquellos tiempos. Después plantearé algunas ideas sobre lo que era, debía o podía ser la antropología social en ese primer lapso, para nosotros. Y, por último, me detendré 88-144 Antropologia BN_final 11/10/08 5:40 PM Page 89 en algunas consideraciones sobre la situación actual de la antropología social que contrastan, a mi juicio, con aquello que nosotros pensábamos que “debía ser” la antropología. Comenzando, entonces, con el primero de los temas señalados, quiero especificar que la carrera de Ciencias Antropológicas que se creó en 1958 fue exclusivamente un proyecto de varios profesores de la carrera de Historia y, especialmente, de uno de ellos: Marcelo Bórmida. Es Bórmida –y muy en segundo lugar otros profesores– quien propone a los alumnos de Historia la posibilidad de crear dicha carrera. Y un pequeño número de esos alumnos, caracterizados porque éramos buenos alumnos, estudiosos, y también activistas, resolvimos apoyar dicha creación y formamos parte del proyecto. Pero el plan inicial –quiero subrayarlo– fue formulado exclusivamente por los docentes y, en ese momento, no hubo ningún plan alternativo de los alumnos. Solo más tarde, entre 1962 y 1964, vamos a comenzar a proponer modificaciones al plan de estudios a partir de objetivos propios. Ahora bien, se ha hablado mucho sobre la ideología fascista y nacionalista de derecha del cuerpo docente de la carrera de Ciencias Antropológicas en sus inicios. Además, varias personas han señalado su asombro y desconcierto por el apoyo que inicialmente los alumnos dimos al plan propuesto por dicho cuerpo docente. Y, por lo tanto, yo creo que hay que hacer algunas precisiones y aclaraciones. Lo primero a recordar para algunos o de informar para otros, es que ciertos docentes iniciales no eran ni fascistas ni nacionalistas de derecha sino, por el contrario, estaban cerca de lo que podríamos llamar posiciones socialdemócratas –como Fernando Márquez Miranda y más tarde Enrique Palavecino– o pertenecían a tendencias más o menos liberales en términos sociales y políticos –como Rosenwasser o Cortazar. Pero, y es el punto que más me interesa aclarar, los docentes que, más tarde nos enteramos, tenían un pasado nazifascista no incluían estas perspectivas en el desarrollo de sus clases ni fuera de ellas, por lo menos en los primeros años. Es decir, la dimensión ideológica no aparecía inicialmente como un factor de antagonismo ni de proselitismo. Más aún, es importante recordar que la principal figura teórica de la carrera, es decir, Marcelo Bórmida, cuya materia Etnología General era el núcleo teórico fuerte de la misma, no solo no hablaba ni recomendaba bibliografía relacionada con posiciones fascistas o de extrema derecha sino que el autor que más recomendaba y con el cual él se identificaba era Ernesto De Martino. Y De Martino, para los que no lo conocen, les recuerdo que era –y para mí sigue siendo– el principal antropólogo gramsciano italiano. Nosotros comenzábamos nuestra formación teórico/metodológica leyendo un texto de De Martino que se llamaba Naturalismo e storicismo, que era una crítica a las teorías positivistas y funcionalistas y coincidía en gran medida con nuestras lecturas marxistas y de otras corrientes críticas respecto justamente de posiciones positivistas y funcionalistas. Seguíamos con la lectura de Il mondo mágico, donde si bien De Martino utiliza las ideas de Benedetto Croce, cuestiona algunas de las principales propuestas neohegelianas de este autor, que en ese momento tenía una influencia muy notable, y no solo en la carrera de Antropología. Y, lo que más me interesa subrayar, es que en textos ulteriores, como Muerte y llanto ritual o La terra del rimorso, De Martino no solo se distancia radicalmente de Croce, aniversario * Cs. Antropológicas 89 88-144 Antropologia BN_final 11/10/08 5:40 PM Page 90 sino que establece una especie de programa de estudio de las clases subalternas italianas, y en particular de los sectores campesinos localizados en el sur de Italia, basado en gran parte en las concepciones de Gramsci. Pero además, De Martino trabaja con una serie de antropólogos y psiquiatras jóvenes que, como Tulio Sepilli y Giovani Jervis, se caracterizarán no solo por su filiación marxista sino también por su activismo profesional y político. Más aún, De Martino era miembro del ala izquierda del Partido Socialista Italiano que dirigía Pietro Nenni y había participado activamente en la lucha contra el fascismo. Y esto Bórmida lo sabía mejor que nosotros, y sin embargo en aquellos primeros años rescataba positivamente el pasaje de De Martino desde posiciones croceanas a una posición a la que no daba nombre pero que era la gramsciana, la que se expresa en La tierra del remordimiento, en Muerte y llanto ritual, en Sur y magia y, especialmente, en el texto de De Martino En torno al mundo popular subalterno. Estas propuestas y posiciones no solo posibilitaron inicialmente una convivencia teórico-ideológica sino que, en mi caso, contribuyeron a introducirme en la lectura de De Martino y de Gramsci. Paradojalmente, fuimos uno de los primeros grupos que, en la Universidad de Buenos Aires, comenzamos a manejar en forma directa o indirecta a Gramsci, antes de que se produjera ulteriormente su expansión. Yo rescato fuertemente estos aspectos, que más adelante van casi a desaparecer, cuando Bórmida gire cada vez más hacia determinadas posiciones fenomenológicas. Pero para mí el eje del distanciamiento no está tanto en la adhesión de Bórmida a la fenomenología, sino en el alejamiento y crítica que él establece respecto de una antropología que 90 ESPACIOS comienza a preocuparse por determinados problemas sociales actuales, y que es la que va a impulsar cada vez más una parte de nosotros. Y cuando digo “nosotros”, me refiero al alumnado de esta primera época. El proceso de politización de nuestro país, y especialmente el que se generó en el movimiento estudiantil a fines de los cincuenta y durante los sesenta, condujo a nuestro propio proceso de politización e ideologización. Esto nos llevó, a parte de los estudiantes de antropología o recién graduados, a recuperar problemáticas que no eran tratadas por los docentes de antropología y de las cuales las más importantes en aquel momento eran la situación y la explotación colonial, el racismo especialmente referido a nuestras poblaciones indígenas y afroamericanas, los movimientos sociales de liberación y las desigualdades socioeconómicas pensadas en términos de clases sociales. Ahora bien, no pueden entenderse estos procesos si no se los refiere al contexto económico, político e ideológico del lapso que estamos comentando, pero que no tenemos tiempo de desarrollar ni de analizar. Dicho contexto debe referir, además, no solo a procesos económico-políticos sino a los específicamente universitarios o a aquellos en los cuales los universitarios tendremos una participación activa. Y subrayo lo de universitarios porque en ese momento gran parte de la vida política la referíamos casi exclusivamente a la situación interna de la universidad. Considero que durante el lapso que estamos presentando, algunos de los principales procesos de este último tipo fueron los siguientes: –La lucha en torno a lo que se denominó la “laica/libre”, que fue importante en el proceso de ideologización y politización de muchos de nosotros. –El inicio de episodios de lucha armada en el noroeste de nuestro 88-144 Antropologia BN_final 11/10/08 5:40 PM país, en los cuales participaron compañeros universitarios, como saben algunos de ustedes. –La denuncia del “Proyecto Camelot” y de otros realizados en América Latina dirigidos y/o concretados por antropólogos y sociólogos, y de los cuales el más significativo para nosotros fue la investigación sobre violencia social en el medio rural realizada en cuatro países de la región, incluida la Argentina, y en la que participaron activamente sociólogos y antropólogos de izquierda de la Universidad de Buenos Aires. –El golpe militar encabezado por el general Onganía y la renuncia masiva de universitarios –que se calcula fuimos mil trescientos– como expresión de oposición al mismo. –La realización del Congreso de Americanistas en la Argentina, que inicialmente cuestionamos, proponiendo que era incongruente que hubiéramos renunciado mil trescientos docentes a la universidad y se tuviera una participación activa en dicho Congreso sin denunciar la situación que estaba atravesando el país y la universidad. Por lo cual solicitamos que el Congreso de Americanistas planteara una denuncia del golpe militar de Onganía, lo que no se hizo y por lo tanto no solo lo cuestionamos sino que no participamos. –Hay otros procesos que ocurrieron en ese lapso, y de los cuales solo voy a citar dos más, porque eran, de alguna manera, muy decisivos al interior del movimiento estudiantil y universitario en general durante los cincuenta, y sobre todo durante los sesenta: la discusión sobre si el trabajo político debía reducirse a la universidad o si debía realizarse básicamente fuera de ella. –El papel del saber, del conocimiento, en los procesos que, utópicamente o no, nos planteábamos en términos de transformación social. Page 91 Son estos y otros aspectos los que a mi juicio van a generar realmente el distanciamiento cada vez más fuerte con Bórmida y otros miembros del equipo docente y que nos van a conducir a nosotros como grupo a “descubrir” el nazismo de Menghin y a cuestionar su permanencia en la universidad. Que nos va a llevar a proponer una modificación del plan de estudios –ahora sí, propuesta por nosotros– centrada en la defensa e inclusión de la antropología social. Y esto, más allá de nuestras críticas a la antropología social estructural-funcionalista, que en esos momentos era una de las tendencias dominantes a nivel internacional. Debemos reconocer a la distancia –cosa que no ocurría en ese momento– que nuestras críticas a la antropología social coincidían con varias de las críticas formuladas por Bórmida, aunque desde diferentes perspectivas. Por eso, desde mi interpretación, la “fenomenología” adoptada por Bórmida y la “antropología social” adoptada por nosotros constituían algo así como máscaras ideológicas y no solo oposiciones teórico-metodológicas. Los elementos de fondo del distanciamiento se referían a los aspectos que ya señalé, aun cuando se expresaran a través de estos enmascaramientos teórico-metodológicos. Es decir, fue nuestro proceso ideológico y de politización y nuestras nuevas propuestas sobre los temas y problemas que la antropología social debía estudiar, los que condujeron al distanciamiento, mucho más que las “posiciones teóricas y metodológicas” en torno a la fenomenología o a la antropología social. Subrayo que ésta es mi interpretación del proceso y no pretendo que otros compañeros que vivieron dicho proceso lo registren e interpreten en la misma forma que estoy proponiendo. Cs. Antropológicas 91 88-144 Antropologia BN_final 11/10/08 5:40 PM Page 92 Lo que la Antropología podía o debía ser El segundo aspecto que voy a desarrollar brevemente y que complementa lo dicho hasta ahora tiene que ver con la idea que teníamos respecto de lo que la antropología debía y podía ser. El primer aspecto a señalar es que la casi totalidad de los alumnos que inicialmente apoyamos e impulsamos la creación de la carrera de Antropología teníamos una visión nebulosa, deshilvanada, con motivaciones difusas de lo que era y lo que podía ser la antropología. Para ser más correcto impulsamos este proyecto sin tener muy claro en qué consistía, incluidos los objetivos y posibilidades de la Antropología. Y este aspecto lo considero muy importante porque nuestras ideas sobre el quehacer antropológico se fueron construyendo en la práctica, y en función tanto de procesos teóricos y metodológicos específicos como de los procesos políticos e ideológicos desarrollados dentro y fuera de los ámbitos universitarios. Es dentro de estos ámbitos que vamos a ir precisando nuestros objetivos intelectuales en torno a eso que al principio teníamos bastante confuso y difuso. Y no lo planteo en términos peyorativos ni negativos sino en términos de descripción fenomenológica. Si bien la politización y la ideologización fueron básicas para precisar y establecer nuestra manera de pensar y hacer antropología, eso no significa que nosotros pensáramos en una determinación económico-política e ideológica del conocimiento. Desde nuestra formación historicista y en menor medida existencialista e interaccionista simbólica, considerábamos el saber, por lo menos en parte, como una construcción social, pero nunca como un proceso determinado, y menos determinado desde afuera del propio saber. Ahora bien, las principales características de la antropología social que 92 ESPACIOS pensábamos debía realizarse son casi obvias, pero me interesa presentar y comentar al menos algunas de esas obviedades. La primera de esas características –y no en orden de importancia– es que nos interesaba estudiar y comprender problemas y grupos sociales latinoamericanos. Esto suponía dos cuestiones centrales. La primera, que teníamos una fuerte visión latinoamericana, y no solo nacional. Creo que este es uno de los elementos que, más allá de que algunas tendencias peronistas lo rescaten como un elemento propio, estaba prácticamente en casi todos los grupos, vinieran de donde vinieran. Es decir que entre fines de los cincuenta y durante la década de los sesenta, pensar en términos latinoamericanos constituía una manera común de pensar nuestro país, lo cual es una de las características que más rescato de ese período. Y segundo, un hecho que al principio era borroso –como la mayoría de los hechos de este tipo para nosotros– pero que luego se fue precisando en la práctica y en las reflexiones sobre el misma. Y así comenzamos a proponer que si nos íbamos a dedicar a la antropología social, era para estudiar sujetos y procesos que pertenecieran a nuestra propia sociedad, aún trabajando con grupos étnicos. Es decir con grupos que más allá de sus radicales diferencias culturales, no eran ajenos a nosotros, como podían serlo para un antropólogo europeo o para uno norteamericano, sino que nuestra situacionalidad era radicalmente distinta y teníamos que reflexionar a partir de ella. Esta posición supuso varios cuestionamientos, entre los cuales subrayo nuestro rechazo al exotismo y a la exotización del sujeto de trabajo antropológico, así como un cuestionamiento del relativismo cultural en términos de irresponsabilidad epistemológica y social. Proponíamos pensar y actuar la realidad a través de nuestros intereses y objetivos y no de 88-144 Antropologia BN_final 11/10/08 5:40 PM modas teóricas y epistemológicas de turno. Y, además, acompañar el acto intelectual por una suerte de apasionamiento que nos movilizara y movilizara a los otros sin reducir por ello nuestra rigurosidad intelectual. Algunos compañeros con los que he hablado a lo largo del tiempo recuerdan justamente esa característica en comparación con otros momentos del desarrollo de nuestra Antropología social. Es decir recuerdan el grado de “belicosidad afectiva” con que nosotros planteábamos los problemas, sin que hubiera ninguna estrategia metodológica y/o ideológica, sino que lo dominante era el intento de transmitir problemas e interpretaciones que en ese momento considerábamos básicas. Y de ahí el grado de afectividad que aplicábamos a nuestros cursos, a nuestras discusiones, a nuestros proyectos. Y esto es algo que nos caracterizaba a todos como grupo, más allá de nuestras diferencias. Era la época –y me da casi pudor decir las siguientes palabras dada la suma de críticas y autocríticas más o menos banales que existen respecto de las mismas– en que, como recordarán, no solamente hablábamos de que íbamos a cambiar la sociedad sino de que íbamos a cambiar la vida. Y más allá de lo utópico –y también banal– de esa y otras consignas, las mismas tenían que ver, sin embargo, con las propuestas de múltiples autores y, especialmente, de un autor que también nos influenció profundamente como generación. Y me refiero a Wright Mills, cuando nos planteaba que nuestro conocimiento debía incluir como un elemento esencial el “imaginario sociológico”. Por lo tanto también rescato estas propuestas como parte de esa antropología que intentamos desarrollar. Junto a estos aspectos, hay otros que íbamos aprendiendo y proponiendo, y de los cuales solamente voy a nombrar algunos. Uno de los más Page 93 significativos es que comenzamos a pensar la antropología social como un estudio de lo evidente y manifiesto pero, además, como la descripción y descubrimiento de lo obvio y de lo paradojal. En última instancia no deja de ser una paradoja que yo, como estudiante avanzado y luego como joven profesor recibido y asumido como marxista, me enterara a fines de los ‘50 que existía Gramsci como teórico de la cultura, y lo leyera a través de las recomendaciones de un profesor de orientación fascista. Como parte de esa apropiación gramsciana aprendimos que en las sociedades actuales existe siempre hegemonía junto con dominación; y que parte de nuestro trabajo debía estar dedicado a cuestionar y deteriorar las hegemonías vigentes, y a buscar/pensar/ impulsar otras alternativas contrahegemónicas. Y esto no solo respecto del campo profesional antropológico sino del campo social. Y aprendimos toda una serie de necesidades, posibilidades y objetivos, de los que voy a recuperar uno, que tiene que ver con una suerte de lucha constante contra el “olvido”; contra la desmemoria de nuestros pasados, inclusive inmediatos. Yo, por ejemplo –y lo he escrito en un libro mío–, había descubierto en mi adolescencia un libro titulado La Patagonia trágica, que describía, entre otras cosas, la exterminación intencional por los dueños de la tierra de onas, yaganes, alacalufes y, en menor medida, de personas de otros grupos étnicos. Pero –y es la cuestión– en nuestra carrera de Ciencias Antropológicas ningún profesor hablaba de este tipo de episodios, de estos asesinatos intencionales de grupos étnicos. Pese a que, por ejemplo, Menghin y Bórmida se dedicaban a investigaciones arqueológicas y etnológicas en la Patagonia. Pero –y lo subrayo– tampoco se refería a esos episodios ninguno de los profesores Cs. Antropológicas 93 88-144 Antropologia BN_final 11/10/08 5:40 PM Page 94 social-demócratas ni de los liberales. Es decir, el silencio sobre el exterminio intencional de nuestros grupos indígenas era común a nuestros profesores de derecha, de centro y (más o menos) de izquierda. O sea, no había una conspiración de silencio: directamente no aparecía como problema en el horizonte de aquellos que nos enseñaban antropología, estudiaran o no estudiaran esos sujetos y problemas. Más aún, los que se especializaban en grupos del Chaco, de Misiones o del Noroeste argentino, lo más que hacían era nombrar la existencia de racismo pero sin estudiarlo en términos antropológicos. Y esta es una de las grandes omisiones de nuestra disciplina, que se expresó en nuestros programas de estudio, en las investigaciones etnológicas pero también de Antropología Social donde esta problemática no existía. Y frente a esta omisión primero como estudiantes, y más tarde como docentes tratamos de incluir el racismo como parte de la “nueva agenda” que debía estudiarse, que debía preocupar a nuestra antropología. Complementariamente asumimos que la antropología social había sido parte importante de la empresa colonial, de lo cual no hablaban tampoco los profesores social-demócratas ni los fascistas. Y descubrimos que las ciencias antropológicas habían sido importantes no tanto como proveedoras de información sino como algo mucho más significativo, ya que generaron gran parte de las teorías y de los conceptos que favorecían y justificaban la hegemonía de las sociedades occidentales respecto de los pueblos coloniales y colonizados. El descubrimiento de estos hechos lo aplicamos a nuestra propia antropología, y por eso durante los ‘60 y ‘70 no sólo cuestionamos a Bórmida y a la Escuela Histórico Cultural tanto a nivel teórico como a nivel político/ideológico dado su pasado fascista; sino 94 ESPACIOS que cuestionamos, el trabajo de antropólogos como Richard Adams, quien estuvo estrechamente relacionado con Esther Hermite y otros antropólogos argentinos, pese a haber sido denunciado como agente de la CIA en varios países latinoamericanos, y especialmente en Guatemala donde trabajó durante varios años. Es decir, en función de buscar determinado tipo de coherencia dentro de nuestras enormes incoherencias, tratábamos de no jugar exclusivamente al fascismo o al antifascismo porque nos parecía que era jugar a esquematizaciones que no permitían entender la realidad social, pero tampoco la producción teórico-metodológica. En mi caso –y esto sí ya es más estrictamente personal– el descubrimiento de lo que fue el nazismo me llevó a usarlo como una especie de límite para pensar la teoría y la práctica, y no solo de la antropología. De esto tampoco he hablado demasiado, solo en mi libro La parte negada de la cultura, pero no mucho más. Creo que mi interés por el nazismo se debió a varias razones, entre las cuales rescato algunas: –El hecho de que varios de mis compañeros y de mis mejores amigos desde el colegio nacional sean de origen judío, y la mayoría de ellos perdiera familiares bajo el régimen nazi. –El hecho de que el nazismo impulsó y usó la antropología como ningún otro sistema sociopolítico. Y la usó con el objetivo de llevar a cabo algunos de sus objetivos ideológicos y sociales. –El hecho de que el nazismo llevó, además, hasta sus últimas consecuencias algunos de los grandes problemas teóricos que caracterizaron a la antropología, como ser el de las relaciones entre lo cultural y lo biológico, o el del papel de la cultura y de los rituales en la construcción de hegemonía y dominación. Más aún problematizaron radicalmente ciertas problemáticas que duran hasta la 88-144 Antropologia BN_final 11/10/08 5:40 PM actualidad dado que la cuestión de la prioridad de lo biológico o la cuestión racista reaparecen constantemente, como podemos observarlo a través de la discusión sobre la cuestión genética o el desarrollo del racismo, especialmente en países europeos. –Pero el aspecto del nazismo –o mejor dicho de la reflexión sobre el nazismo– que más influyó en mi manera de hacer antropología es la necesidad de plantear los problemas en términos de verdad/no verdad, que cuestiona las diferentes variantes de relativismo cultural y/o de las epistemologías post que han dominado la antropología actual, que niegan la cuestión de la verdad/no verdad, como una cuestión exclusivamente ideológica. Estas son algunas de las características de la antropología que proponíamos e íbamos aprendiendo a desarrollar. Y, por supuesto, existían otros aspectos de los que no hablé, de los cuales varios tuvieron consecuencias negativas mientras que otros siguen siendo rescatables. Diferencias y contrastres La última temática que trataré tiene que ver con algunas características de la antropología social actual que contrastan fuertemente con lo que nosotros pensábamos respecto de lo que podía ser la antropología social. Y aclaro que cuando hablo de antropología social actual, me estoy refiriendo a la que pasó a ser hegemónica a mediados de los años ‘70 y dominó la antropología durante las décadas del ‘80 y del ‘90 a nivel internacional. El primer punto a señalar es que hay una serie de aspectos paradojales en la antropología social actual, de los cuales solo mencionaré algunos a manera de ejemplos. Una antropología que expresa o tácitamente rescata muchas de las orientaciones que planteaba Bórmida y que elimina muchos de los objetivos que proponíamos nosotros. Page 95 Como señalé al principio, Bórmida había focalizado siempre sus trabajos y sus intereses en el campo de lo simbólico, excluyendo toda otra dimensión, y cuando más tarde adhiere a la fenomenología, coincide con las propuestas que a nivel internacional habían pasado a ser hegemónicas, especialmente a través de la figura de C. Geertz y más tarde de determinadas corrientes post. Se desarrolla por lo tanto una antropología que desplaza o directamente elimina las problemáticas que nos interesaban especialmente a nosotros. Pero dicho desarrollo es en gran medida paradojal sobre todo mirado desde una situación latinoamericana, y en particular argentina. Y la primera paradoja se refiere a que la hegemonía de lo simbólico y la secundarización o exclusión de lo económico-político ocurren en un momento en que a nivel de América Latina se agudizan algunos de nuestros más graves problemas económico-políticos, que además tendrán como una de sus principales consecuencias negativas el recaer sobre el sujeto clásico de estudio de los antropólogos, es decir nuestros grupos indígenas. Porque la orientación hacia lo simbólico operó durante el lapso que la CEPAL llamó de las dos “décadas perdidas”. Y fueron dos décadas perdidas porque América Latina entró en un espiral de pobreza y extrema pobreza que convirtió en pobre o hundió aun más en la pobreza a la mayoría de la población de nuestros países. Pero además durante los ‘80 y los ‘90 se profundizaron las desigualdades socio-económicas para convertir a nuestra región en el área con mayores desigualdades socioeconómicas a nivel internacional. Y conjuntamente se generon en términos económicopolíticos, algunos de los períodos más negativos y sangrientos en términos de dictaduras políticas y de sus consecuencias . Cs. Antropológicas 95 88-144 Antropologia BN_final 11/10/08 5:40 PM Page 96 Y es justamente cuando ocurren estos procesos que nuestra antropología no solo se dedica a estudiar casi exclusivamente lo simbólico, sino que deja de hablar de clases sociales, de lucha de clases, de explotación, de imperialismo y hasta de ideología. Más aún, algunos comienzan a hablar en términos gramscianos, pero de un Gramsci totalmente culturalizado. Quiero aclarar que no estoy negando la importancia de la dimensión simbólica, sino subrayando su focalización casi exclusiva durante un período en que justamente se agudizan determinados problemas sociales y económicopolíticos. No negamos tampoco el cuestionamiento y abandono de todos o algunos de los conceptos señalados, que en su mayoría son de origen marxista, pero la cuestión es que no fueron reemplazados por otros conceptos. Y no fueron reemplazados porque la realidad dejó de ser pensada no sólo en términos económico-políticos, sino inclusive en términos simbólicos como queda claramente evidenciado con la exclusión del campo ideológico. Como lo he señalado en varios trabajos, el lapso analizado se caracteriza porque los antropólogos van a utilizar básicamente teorías que no son producidas por antropólogos, sino por sociólogos y sobre todo por filósofos. De tal manera que Ricouer, Derrida, Foucault o Wittgenstein pasan a ser algunos de los autores de referencia junto con Geertz y Bourdieu. Cada vez que llego a Buenos Aires me tengo que acostumbrar a que no solo los antropólogos sino los mozos de café me hablen de deconstrucción. Pero al mismo tiempo los antropólogos “descubren” al sujeto y especialmente al sujeto como agente, ocurriendo un hecho interesante en términos epistemológicos y de sentido común. Y es que pasa a primer plano un autor como Foucault en el mismo período en que los antropólogos recuperan el 96 ESPACIOS papel del sujeto; pero ocurre que Foucault constituye una de las expresiones más importantes e influyentes de la negación del sujeto. Más aún, toda una serie de trabajos hablan del papel activo del sujeto e invocan simultáneamente a Foucault. Y una última situación se refiere a que nuestra antropología se ocupará cada vez más de la etnicidad, lo cual nos parece importante, pero al mismo tiempo hablará y estudiará poco el racismo, pese a que nuestros grupos indígenas constituyen tal vez el principal sujeto del racismo. Esta omisión es realmente incomprensible dado que no solo sabemos de la existencia normalizada de los diferentes racismos cotidianos, sino que ocurrió una serie de hechos masivos que la sociedad civil ignoró y que los antropólogos no asumieron en toda su significación. En la década de los noventa en Perú fueron esterilizadas por el Sector Salud 250.000 mujeres casi en su totalidad son origen indígena. Pero este fenómeno no ocurrió solamente en Perú, sino que también ocurrió en Brasil, en Guatemala, en México, donde además de esterilización de mujeres hubo una política de esterilización de varones indígenas. Si bien esto fue denunciado por antropólogos, si bien algunos escasos antropólogos estudiaron esta problemática, si bien algunas estudiosas de género se preocuparon por estos procesos, sin embargo la mayoría de nuestra profesión y de las diferentes tendencias y campos no trabajaron seriamente esta problemática pese al auge de los estudios de etnicidad, interculturalidad y género. Las situaciones que presenté expresan algunos de los procesos paradojales de la antropología social actual, y especialmente lo que evidencian son las tendencias a excluir y omitir determinados aspectos significativos en términos teóricos y etnográficos y lacerantes en términos de derechos humanos. 88-144 Antropologia BN_final 11/10/08 5:40 PM Señalados estos aspectos paradojales, y para ya entrar en la curva final de mi exposición, quisiera señalar rápidamente algunas de las características de la antropología actual que entran fuertemente en contradicción con lo que nosotros pensábamos. Posiblemente el área de mayor contraste está en algo que ya señalé, y es el abandono de la preocupación por describir los procesos en términos de verdad/no verdad, dado que todo se convierte en narrativas donde lo único que interesa son las significaciones y resignificaciones de los actores y sujetos, pero sin evidenciar dichas significaciones en términos de verdad/no verdad. Un segundo aspecto relevante es la tendencia de las ciencias actuales, incluida la antropología, al “productivismo” que entra en conflicto y contradicción con las formas tradicionales de trabajo antropológico. La producción y publicación de artículos, la concurrencia a congresos, la producción de ponencias se convierten cada vez más en objetivos centrales de nuestro trabajo que tienden en los hechos a reducir justamente las características y calidad del trabajo antropológico. El invento de las etnografías rápidas o la aplicación de grupos focales tiene que ver con esta orientación. Y el último aspecto corresponde no solamente a la antropología actual sino a la antropología que también practicábamos en los primeros años de nuestra carrera. Y me refiero a la tendencia, tanto en el pasado como ahora, a plantear los problemas, su descripción e interpretaciones en términos de polarizaciones extremas. En términos no de negociaciones o transacciones o articulaciones o el nombre que ustedes quieran darle, sino fundamentalmente en términos de oposición: o estudiamos lo económico-político o estudiamos lo simbólico; o estudiamos la estructura o estudiamos el sujeto; o estudiamos las experiencias o estudiamos las represen- Page 97 taciones sociales. Es decir, la antropología constituye una especie de estadio donde los hinchas de River y los de Boca se enfrentan a partir de posiciones ya establecidas. Esto expresa, tanto en la actualidad como en el pasado, el dominio de tendencias que promueven el distanciamiento y no la articulación, subrayando que yo también participé –y seguramente sigo participando– en alimentar diferentes polarizaciones. Creo que ya he hablado demasiado, y voy a tratar de concluir con algunos comentarios finales, que no son comentarios sino más bien despedidas. En principio, pienso que por lo menos una parte del trabajo antropológico, intencional o funcionalmente, es un trabajo de tipo autobiográfico. Nuestros trabajos expresan no solo nuestra capacidad o posibilidad etnográfica y reflexiva sino aspectos de nuestra propia existencia, que a veces aparecen ocultos, larvados, poco expresados, pero que “están ahí”. Si esto fue posible hasta ahora, a mi juicio, es debido a una antropología basada en tiempos lentos y profundos en todos los pasos del quehacer antropológico, cuya continuidad pongo en duda por algunos de los procesos señalados. Por último considero, como dice una de mis más queridas y antiguas amigas –y me refiero a Mirta Lischetti–, que si algo caracterizaba a la antropología de los primeros años era el desarrollo de amistades profundas. En el fondo, y más allá de las diferencias, nos gustaba estar juntos –y Hugo Ratier lo sabe bien porque él generalmente cantaba ciertas canciones en nuestras asiduas reuniones. Yo no sé si este gusto por estar juntos en nombre o por culpa de la antropología tiene algún valor, lo cual en este momento me preocupa poco, y rescato el peso que esas relaciones tuvieron para mi vida. Podría concluir diciendo que durante algunos años, el Museo Etnográfico, donde realmente vivíamos, era –como diría Hemingway– una fiesta. Cs. Antropológicas 97 88-144 Antropologia BN_final 11/10/08 5:40 PM Page 98 PANEL “50 AÑOS EN LA FORMACIÓN DE ANTROPÓLOGOS. ARTICULACIONES ENTRE DOCENCIA E INVESTIGACIÓN”. SECCIÓN ANTROPOLOGÍA SOCIAL, 21 DE MAYO DE 2008 COLOQUIO “50 AÑOS EN LA FORMACIÓN DE ANTROPÓLOGAS/OS. ARTICULACIONES ENTRE DOCENCIA E INVESTIGACIÓN” MABEL GRIMBERG Directora de la Sección de Antropología Social – ICA, FFyL, UBA 1. La exposición del Prof. Boivin tiene comprometida su publicación en un artículo de próxima aparición. 98 ESPACIOS Este año la Sección de Antropología Social del Inst. de Cs. Antropológicas colocó el conjunto de sus actividades en el marco de la conmemoración de los 50 años de nuestra carrera organizando actividades especificas. Una es el Coloquio que titulamos “50 años en la formación de antropólogas/os. Articulaciones entre docencia e investigación”, (21/05), y el Grupo de Trabajo 1 Historia de la Antropología: formación universitaria y práctica profesional, coordinado por Susana Margulies y Alicia Martín, en las V Jornadas de Investigación en Antropología Social (19-21/11). A partir de la recuperación de actividades como la Mesa Redonda sobre Antropología y Dictadura con la que cerramos las IV Jornadas de Investigación en Antropología Social en 2006, este Coloquio se propuso como un espacio de debate que, centrado en la historia de la Antropología en Bs. As., promoviera la reflexión en torno de las vinculaciones y tensiones entre docencia e investigación. Se buscó acotar las exposiciones a ciertos hitos y momentos de la disciplina privilegiando en cada una el análisis de las orientaciones teóricas y metodológicas dominantes; las relaciones con las antropologías de otras universidades del país y del exterior; las trayectorias y preocupaciones de docentes e investigadores; las principales discusiones y polémicas; la relación docente-alumno y el movimiento estu- diantil en las actividades de docencia e investigación; el vínculo entre “política” y “antropología” y, por supuesto, toda otra cuestión relevante para los expositores. El Coloquio, coordinado por Josefina Martínez, contó con la participación de María Rosa Neufeld, Mauricio Boivin,1 Pablo Perazzi y Juan Besse. Sus presentaciones abarcaron las décadas de los ‘60, los ‘70 y los ‘80, y se refirieron al período que va desde la creación de la carrera hasta la intervención de la Universidad en 1966; al proceso de 1973 en adelante incluyendo la Dictadura Militar, y a la reorganización de la carrera, el cambio de plan de estudios y las prácticas militantes estudiantiles de la segunda parte de los ‘80. Presentamos a continuación las exposiciones en el orden en que fueron realizadas: La enseñanza de la antropología en Buenos Aires (1958-1966). De los cursos al campo, María Rosa Neufeld. Una pasión antropolítica: las ciencias antropológicas en los años sesenta, Pablo Perazzi. Ante el recuerdo. Estudiantes-militantes de la carrera de antropología en nuestros años ’80, Juan Besse. Esperamos poder contribuir, junto con el Depto. de Cs. Antropológicas, a este proceso en curso de construcción de memoria y de recuperación de trayectorias y propuestas académicas y políticas en el marco de un análisis crítico de nuestra historia. Como Sección de Antropología Social, buscamos fortalecer un campo de estudios –el de la historia de la antropología en nuestro país– en desarrollo en nuestra Universidad. 88-144 Antropologia BN_final 11/10/08 5:40 PM Page 99 LA ENSEÑANZA DE LA ANTROPOLOGÍA EN BUENOS AIRES (1958-1966). DE LOS CURSOS AL CAMPO MARÍA ROSA NEUFELD Profesora Titular de Antropología Sistemática I, carrera de Ciencias Antropológicas, Directora del Depto. de Ciencias Antropológicas, FFyL, UBA Este escrito intenta reconstruir –a partir de recuerdos propios y ajenos y la revisión de algunos textos–, los contenidos y ausencias que caracterizaron la formación recibida por quienes pertenecieron a las primeras generaciones de egresados de la Licenciatura en Ciencias Antropológicas de la Facultad de Filosofía y Letras y los procedimientos por medio de los cuales se buscaba aprender algo así como una metodología que permitiera plantear y abordar problemas de la sociedad contemporánea (y de paso o por la magia de esa apropiación, convertirse en antropólogas y antropólogos). ¿Qué significó, en términos de formación, esa ya lejana carrera de antropología? Podemos suponer que hubo un proyecto compuesto por ingredientes contradictorios: la presencia aparentemente sólida y hegemónica de la escuela históricocultural mezclada con posturas difusionistas limitadas. Nos referimos a la aplicación de las “áreas de cultura” planteadas por Clark Wissler (1940) a América del Norte, adaptada para nuestro país por Enrique Palavecino, e ingredientes del estructural-funcionalismo de la época. La presencia de la escuela histórico-cultural era muy fuerte en el campo de la antropología porteña, cuyos exponentes centrales, Marcelo Bórmida y Oswald Menghin, se dedicaban en esos tiempos a la arqueología de Pampa y Patagonia. Reinaba total desprecio por las investigaciones –supuestamente neoevolucionistas– llevadas adelante por Rex González. Los criterios teóricos de la escuela histórico-cultural –la existencia de “ciclos” culturales (en los cuales los sujetos sociales desaparecían) capaces de expandirse y migrar, así como las precisiones difusionistas–, se combinaban con la impronta de los “curadores” de museos: esa era una vertiente próxima a la experiencia de algunos docentes conspicuos de ese momento. La propuesta metodológica era coherente con el cuadro anterior: la antropología que presentaban era “una”, por tanto “una y única y para todos” era la metodología que se le dictaba a cada cohorte: en el caso de quien escribe, recibió por toda metodología un cuatrimestre destinado a arqueología que, a su vez, consistió en la clasificación de un heterogéneo conjunto de utensilios de piedra entre los que había que distinguir raederas de raspadores y luego numerarlos. Obviamente, “otros” habían decidido antes que eran artefactos y no producto de la erosión, y los habían recogido en playas remotas de la Patagonia. En otros casos, se dictaría metodología folclórica o etnológica, las otras orientaciones posibles previstas por el plan de estudios. Cs. Antropológicas 99 88-144 Antropologia BN_final 11/10/08 5:40 PM Page 100 Había otras instancias de aprendizaje: en alguna materia se aprendía a confeccionar fichas eruditas, las horas de adscripción al Museo permitían hundirse en el pasado de los estilos cerámicos de la zona andina, propia y del Perú, conocer las colecciones de cráneos o momias que allí se guardaban. Flotando en el aire había mucho de exotismo y una fuerte convicción en torno a que el trabajo de campo era la verdadera “iniciación” en la antropología. Estaban muy principalmente las bibliotecas, la de la Facultad (en el edificio de Viamonte, actualmente ocupado por el Rectorado) y la del Museo Etnográfico: completas, con las revistas al día, que abrían a una variedad de temáticas y enfoques que superaban en mucho a los docentes y mentores locales. Y la experiencia que se podía adquirir trabajando –como muchos lo hicieron– en encuestas organizadas desde el Departamento de Sociología, especialmente en la investigación llevada a cabo en la Isla Maciel (en torno a la migración rural-urbana que había constituido desde hacía entonces una década las villas-miseria, y en general las grandes ciudades). En realidad algunos habían tenido previamente, oportunidades vinculadas con el acompañamiento a algún profesor en sus “viajes de campo”. O bien, las salidas sorprendentemente autogestionadas, sin más acompañamiento que las ganas, la guía Murdock para la clasificación de datos culturales, de lo más autónomos. La colega y amiga Mirtha Lischetti recuerda que comenzaron a viajar a Perú en 1960, aún estudiantes, y en ese momento vieron, en el Cuzco, una película acerca de las batallas rituales, con piedras. Alentadas por el Dr. Cortazar y gracias a la buena relación de ese momento con Bórmida, consiguió que el CNICT (Conicet) y el 100 ESPACIOS Fondo de las Artes financiaran los dos viajes siguientes, a lo que ella, Carmen Muñoz y Celina Gorbak respondieron con un informe minucioso y un artículo publicado en la prestigiosa Revista del Museo Nacional de Lima. Recuerda la colega que la guía Murdock era la orientación principal: “Describíamos todo, una suma de culturalismo más hiperempirismo…”. Entre enero y febrero de 1961 nos trasladamos a la provincia de Kanas y recorrimos varias localidades con el fin de observar y recoger todo lo relativo a las fiestas y rituales de San Sebastián y el Carnaval. Fue entonces cuando presenciamos las batallas de Chiaraje del 20 de enero y del jueves de compadres. Esto incluía la descripción de las batallas, el análisis del contexto socioeconómico en el que se ubican los acontecimiento, la “determinación y el análisis de las motivaciones y funciones que cumplen estas ceremonias, origen de estas batallas según los informantes y la bibliografía…”. La descripción es minuciosa y respetuosa: “la muerte de un luchador es señal de prosperidad. En caso de haber víctimas, el grupo se presenta ante el juez, acusa a uno de sus integrantes, aunque sea inocente, que es quien pagará la pena colectiva. Cuando este es encarcelado, organizan una cooperativa que sostiene a su familia…”. El texto reconoce que “la estratificación social en la sierra sur del Perú está íntimamente relacionada con la diferenciación racial y cultural desde la implantación de la colonia. Se habla de “la masa campesina”, los mestizos y los criollos (los grandes terratenientes). “En el análisis de las motivaciones y en la determinación de las funciones que se señalan en la conducta de las personas que participan en las batallas que estamos analizando, 88-144 Antropologia BN_final 11/10/08 5:40 PM seguimos en lo fundamental, en cuanto a la metodología, el paradigma para el análisis funcional en ciencias sociales de R. K. Merton”… “podemos decir que la función propiciatoria tiene, en el Tocto, plena vigencia, mientras que en el Chiaraje, tal vez por la mayor proporción de elementos mestizos, la función propiciatoria comparte el primer puesto con otras complementarias, para los miembros de la parcialidad de Bangui en particular (la codicia por el botín, la función de cohesión o solidaridad o la lucha por terrenos) la función recreativa…”. Luego se realiza un minucioso análisis de las fuentes históricas acerca de aymaras e incas. Y un final “de época”: “otras instituciones que comparten con estas ceremonias la función de cohesión de los grupos dispersos reemplazarán paulatinamente las sangrientas batallas, disfuncionales para la estructura social”. En mi caso, la primera “salida de campo” consistió en acompañar a uno de los profesores, Enrique Palavecino y a su esposa, en un viaje que debía llevarnos desde Embarcación, en un camión, hasta el río Pilcomayo, (en la época de pesca en la que chorotes, chulupís y matacos [sic] como se les decía aún, confluían junto al río). Recorrido que quedó trunco, porque el camión se rompió en el monte y nunca fue reemplazado por otro que nos llevara al río. Sé que pernoctamos más de una noche en un claro que abrieron los indígenas que nos acompañaban, varados igual que nosotros en sus expectativas de llegar rápidamente a destino. Ese viaje significó una serie de descubrimientos: el monte del Chaco Salteño, atravesado a la noche por bagualas desgarradoras, cantadas por quién sabe quién, cruzado por sendas de los wichi, usadas en sus recorridas habituales como hacheros o en sus actividades de Page 101 cacería y recolección de cháguar y de frutos del monte, las “picadas” de exploración de YPF, por las que se desplazaban los vehículos. ¿Qué aprendí? La entrada a chozas abandonadas durante el día por sus dueños, tarea que me correspondía como “asistente”, con el objeto de “hacer la ergología” (“museologismo” que significaba hacer el inventario de “la cultura material”.1 Junto a esto, el desinterés de mi profesor por la problemática que a sola vista sugerían esos (a mi mirada) patéticos conjuntos de personas que, también por su indicación, iba fotografiando a medida que el camión avanzaba de un caserío a otro. Más interés le despertaba la “choza cupuliforme” habitada por un viejo que la situación del mismo viejo, flaquísimo, sin abrigo en el desapacible invierno del monte. Porque la choza era un mensaje decodificable: permitía confirmar la adscripción de sus dueños a los más primitivos cazadores-recolectores del Chaco, así como afirmar que las sandalias de cuero que calzaba ese hombre eran un préstamo cultural que testimoniaba la influencia andina (lo cual iba produciéndome oleadas de indignación, en tanto vivía internamente conmocionada por toda esa experiencia). Finalmente, el cursillo de Especialización (que cumplía las funciones de una tesis). Aunque los trabajos eran individuales, daba lugar a la formación de grupos de afinidad personal, que se combinaron con la mayor o menor cercanía a uno u otro profesor, lo cual significaba también asociarse a las áreas geográficas y a las temáticas que estos abordaban. Cuenta Mirtha Lischetti (comunicación personal, 2008): “En el año 1964 realizamos el trabajo correspondiente al cursillo de Especialización, en San Martín del Tabacal. Fui con Gorita. Nos alojamos, durante tres meses en casa de un lotero, que era 1. Décadas después, cada vez que releo el Prólogo de Los Argonautas, de Malinowski, que en su p. 22 dice que “…para empezar con temas que no pudieran despertar suspicacias, comencé a ‘hacer’ tecnología. Unos cuantos indígenas se pusieron a fabricar diversos objetos…”, recuerdo la demanda de “hacé la ergología” de Palavecino. Cs. Antropológicas 101 88-144 Antropologia BN_final 11/10/08 5:40 PM Page 102 Trabajo de campo de los arqueólogos 2 2. Adolescentes de esa población. 3 1 1. Una habitante de Quitilipi. 3. La escuela de Quitilipi. 5 4 4. Tareas agrícolas. 102 ESPACIOS 5. Chozas típicas. 88-144 Antropologia BN_final 11/10/08 5:40 PM Page 103 7 6 6. Los investigadores durante la comida en la escuela. 7. Conversación con un habitante del pueblo. 8 8. Choza cupuliforme en Salta. 10 9 9. Cocinando en la escuela de Quitilipi. 10. Notas y esquemas de los investigadores. Cs. Antropológicas 103 88-144 Antropologia BN_final 11/10/08 5:40 PM Page 104 12 11 13 14 15 11, 12 y 13. Los traslados y paseos se realizaban a caballo o en sulky. 14 y 15. Chozas de Quitilipi. 104 ESPACIOS 88-144 Antropologia BN_final 11/10/08 5:40 PM Page 105 17 16 16. Familia lugareña. 17. Una clase al aire libre. 18 18. Otra entrevista en el marco de la investigación. 20 19 19. Alfarería. 20. Un niño de Quitilipi. Cs. Antropológicas 105 88-144 Antropologia BN_final 11/10/08 5:40 PM Page 106 pariente de Enrique Gorostiaga. Era el lote Sarita. La guía seguía siendo la Murdock pero el trabajo estaba más planificado, centrado en la vida cotidiana, las costumbres del grupo, también lo exótico. Pero también registrábamos la presencia del almacén, en donde se endeudaban los trabajadores, y las leyendas del “familiar”. No aparecía todavía lo que esto significaba como parte de una estructura de dominación. Sí como una unidad social, local y total. Luego, los archivos de Tarija. Fueron a conventos e iglesias, y registraban lo que tuviera que ver con las migraciones de trabajadores a los ingenios. Como parte de lo que anotaban, registraron muchos mitos (no por “mitos” sino como parte de “la totalidad”. Y cuando tuvo que hacer su monografía, pretendió analizarlos desde el Lévi-Strauss recién conocido en el seminario de Eliseo Verón: “Tardes enteras de sentarse a trabajar, no los podía analizar con lo que había aprendido de Lévi-Strauss. Me producía una enorme frustración personal”, reconstruye. En mi caso, Quitilipi fue el lugar elegido para el trabajo de campo de un mes y medio, durante el verano. Llegamos a la Colonia Aborigen, cercana a Sáenz Peña, después de contactarnos con los maestros de esa población y Machagai, uno de los cuales, René Sotelo, había organizado la Asociación Amigos del Aborigen, que un año antes había realizado una encuesta. Ellos nos habilitaron, como vivienda, una escuela que por ser verano, estaba vacía… de personas, no así de murciélagos. Éramos cuatro: Celia Mashnek, Eliana Carreira, Ariel Thisted y yo, los que compartimos quince días en la escuela, tras los cuales yo quedaría sola, en una casita del grupo mocoví que había en la colonia, 106 ESPACIOS compartiendo ahí sí, la comida, las rutinas, las conversaciones. Mientras estuvimos en grupo, recorríamos a pie la Colonia. Cuando podíamos obtener en préstamo un sulky, se acortaban las distancias. De ese trabajo queda, además de la versión definitiva, parte de los informes colectivos que “decíamos” a la noche, delante del voluminoso grabador que habíamos comprado con el premio del Fondo Nacional de las Artes, y también fragmentos correspondientes a las conversaciones ya fluidas que sosteníamos una vez roto el hielo de los primeros encuentros, acerca de los médicos hechiceros, la curación tradicional por el canto, y sin solución de continuidad, la curación por el canto a cargo de “los evangelistas”. Releo las notas originales, previas a los “recortes” inducidos por el uso de la guía Murdock: habíamos conversado con tobas y mocovíes que recordaban el proceso de reducción del que habían sido objeto sus padres o abuelos, cómo se habían ido moviendo a medida que se construía el ferrocarril y nuestras notas todavía recogen esa historia hecha de antepasados muertos (en la mariscada, al desplazarse de un punto al otro), de otros que fueron baqueanos del ejército. Pudimos registrarlo, así como los recuerdos de la rebelión de Napalpí y la tremenda represión de la que fue objeto. Nos dábamos cuenta de la enorme importancia de estos hechos y su conocimiento nos transformó. Contamos lo mejor posible lo que se nos había confiado, buscamos confrontar fuentes (el relato de la “Cacica Dominga”, una de las protagonistas que aún vivía, con lo que recordaban los “colonos” italianos vecinos a la colonia), y documentos de la época. Seguramente, hoy hubiéramos trabajado con los mocovíes en la recuperación de “su” historia… 88-144 Antropologia BN_final 11/10/08 5:40 PM Sin embargo, el conocimiento de los líderes de la rebelión de 1924, así como la importancia del pentecostalismo, quedaron subsumidos en lo que era el esquema teórico-metodológico que habíamos logrado construir en ese momento: una mezcla entre la sociología de Germani y la antropología del “continuum folk-urbano” ya criticado por Lewis. Sin embargo, no podía en ese momento incorporarlos como problemas en sí mismos, y a esto se agregaba el esfuerzo de construcción del “presente etnográfico”, que tampoco ayudaba. A este buceo emprendido en la “memoria ampliada” por la conversación con Mirtha Lischetti, agregaremos algún comentario, producto de una búsqueda en la biblioteca –en los textos y materiales conservados de esa época que permiten reconstruir algo del horizonte teórico y las discusiones del momento. No puedo citar más que unos pocos ejemplos, algunos que remiten a quiénes eran los profesores. Como ejemplo: en esta búsqueda de biblioteca fue posible recuperar un texto de Palavecino que se atrevía (parapetado en Julian Steward), a hacerle frente desde lo teórico a Menghin y a Bórmida, que hegemonizaban los espacios más prestigiosos: en “Mecanismos del cambio cultural”, publicado por la Comisión de Publicaciones de los Estudiantes de Ciencias Antropológicas, CEFYL, FUBA, 1964 decía: “Cualquier cambio cultural es principalmente, el fruto de la propagación de invenciones producidas dentro del grupo o fuera de él, y se cumple en función de… la posibilidad de aceptación psicológica/ posibilidad de ajuste morfológico-funcional/ posibilidad de funcionamiento en el hábitat.” “…nos es dado observar como testimonio del cambio gradual el conflicto de las generaciones, el lento variar de las pautas de conducta, el Page 107 flujo de la moda y, en modo singularmente sugerente, las variaciones espaciales que se observan dentro de un ámbito cultural determinado (un área cultural).” Discutía las secuencias de Morgan, se interesaba en Gordon Childe porque reconocía la “entrada en acción de la difusión”; calificaba de biologicista, etnocéntrico y antropomorfizante a Frobenius –“la cultura como ser viviente, dotado de un desarrollo en tres etapas: niñez, adolescencia, adultez. No es la voluntad del hombre la que produce las culturas, sino la cultura vive sobre el hombre…” Y evaluaba que “en el campo puramente etnológico, el evolucionismo multilineal ha hecho una aparición espectacular (el reciente libro de Steward Theory of culture change) donde se afirma que ciertos tipos básicos de cultura pueden desarrollarse de similar manera bajo condiciones similares, pero reconoce también el peso de la difusión y singularidades locales”. Bajo el título siguiente, La teoría ciclo cultural, realidad y falacia, decía que “tendríamos que reprochar a los miembros de la escuela histórico-cultural el haber descuidado un tanto el desarrollo de la idea del cambio cultural. Citaba a Bórmida, “tocante a la temporalidad del ciclo, sostiene que el ciclo cultural es extratemporal y en ello reside su verdadero valor…”. Se posicionaba frente a él, “formulando algunas apreciaciones”: “ningún ciclo es anterior o posterior a las culturas a través de las cuales se manifiesta…”. Y plantea la “tentativa brillante de Menghin… como que no pasa de ser un desideratum por ahora de difícil alcance…”. También siguen en la biblioteca los “otros textos”, los que reemplazaban, más bien complementaban y desafiaban a esa particular formación que brindaban los profesores de la carrera de antropología de esos días. Uno de ellos nos permite recordar Cs. Antropológicas 107 88-144 Antropologia BN_final 11/10/08 5:40 PM Page 108 que en esos mismos años, en los flamantes contextos en los que se enseñaba antropología en la Argentina eran posibles otras experiencias: en 1963 se publicaba Tradicionalismo y cambio social. Estudio de Área en el Valle de Santa María, que daba cuenta de un emprendimiento colectivo de docentes y estudiantes de Rosario, dirigidos por A. Meister –iniciado en 1960– y que unió, para el “estudio integral del valle de Santa María”, en Catamarca, los enfoques de la sociología y la antropología social rosarinas (que allí no era palabra prohibida casi, como en la formación porteña. En esta historia la caída de Illia y la posterior Noche de los Bastones Largos (1966) establecen un quiebre real y brutal, que incidió en nuestras vidas, en más o en menos, y que dejó en unas fichas amarillas, en tramos casi ilegibles, las clases y los materiales que los flamantes graduados, concursados en ese momento, preparaban para los prácticos de los que se estaban haciendo cargo después de los concursos de 1965. Una de esas fichas era “Colonialismo, neocolonialismo, racismo”, de Eduardo Menéndez, que hoy todavía utilizan nuestros alumnos. Este texto anticipaba, entre nosotros, la crítica de la antropología y sus miradas conformadas por la situación colonial que las antropologías metropolitanas comenzaban a desarrollar en esos mismos años. No nos corresponde imaginar lo que no sucedió, pero sí podemos señalar, como lo diría Gluckman, cuáles eran en esos días, las “líneas de clivaje”. Referencias bibliográficas Gorbak, Celina; Lischetti, Mirtha y Muñoz, Carmen, “Batallas rituales del Chiaraje y del Tocto de la provincia de Canas (Cuzco, Perú)”, en Revista del Museo Nacional, Tomo XXXI, Lima, Perú, 1962, pp. 245-304. Meister, Albert; Petruzzi, Susana y Sonzogni, Élida, Tradicionalismo y cambio social. Estudio de Área en el Valle de Santa María, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional del Litoral, 1963. Menéndez, Eduardo Luis, “Colonialismo, neocolonialismo, racismo”. Mimeo. Comisión de Publicaciones, Estudiantes de Ciencias Antropológicas, CEFYL, FUBA, 1964. Palavecino, Enrique. “Mecanismos del cambio cultural”, Mimeo. Comisión de Publicaciones, Estudiantes de Ciencias Antropológicas, CEFYL, FUBA, 1964. Wissler, Clark, Indians of the United States, Doubleday, 1940; en español Los indios de los Estados Unidos de América, Paidós 1966. 108 ESPACIOS 88-144 Antropologia BN_final 11/10/08 5:40 PM Page 109 UNA PASIÓN ANTROPOLÍTICA: LAS CIENCIAS ANTROPOLÓGICAS EN LOS AÑOS SESENTA PABLO PERAZZI Becario doctoral del CONICET. Docente de la cátedra Historia de la Teoría Antropológica, carrera de Ciencias Antropológicas, FFyL, UBA La sociabilidad intelectual de la generación de antropólogos formados en la década de 1960 no fue ajena a los dilemas, complejidades y singularidades de una época. Revolución cubana, Vietnam, guerra fría, descolonización, nueva izquierda, movimientos de liberación, violencia política, fueron tópicos que, directa o indirectamente, cruzaron de un extremo al otro el devenir de la disciplina. Aunque educarse “al otro lado de la Plaza de Mayo”,1 en el Museo Etnográfico, tal vez aislaba de las discusiones y novedades de Viamonte, Florida y Reconquista, el debate y la práctica política parecen haber sido preocupaciones tempranas. Externamente, sin embargo, la antropología todavía era percibida como una rutina de anticuario, una ciencia dedicada al estudio de “cosas hermosas, sugestivas, horrorosas, extrañas, caprichosas, crueles, enemigas, tiernas”.2 Así, en torno de este doble condicionamiento, aislamiento territorial y exotismo temático, se tramaría la socialización universitaria de los antropólogos porteños en los años sesenta. Pueblo, colecciones y fusiles: el Museo Etnográfico en la encrucijada Uno de los primeros emprendimientos del grupo fundacional fue la creación de Anthropologica. Revista de los estudiantes de la Carrera de Ciencias Antropológicas de la Universidad Nacional de Buenos Aires. Corría el año 1962, algunos dejaban atrás su condición de estudiantes, en las elecciones de junta y asamblea departamentales el Movimiento Universitario Reformista obtenía 28 votos contra 14 en blanco y 2 anulados, Carmen Muñoz, Mirtha Lischetti, Hugo Ratier, Celina Gorbak, María Aitana Alberti, María Rosa Neufeld y Blas Alberti hacían sus primeras incursiones en el terreno de la política universitaria,3 el mundo salía lentamente de la “crisis de los misiles”, y las librerías porteñas ponían en circulación las últimas novedades antropológicas: La civilización maya de Morley, Las antiguas culturas mexicanas de Krickeberg, Antropología de la 1. Boletín de la Facultad de Filosofía y Letras, N° 18, diciembre de 1962, p. 11. 2. Ibid., p. 32. 3. Boletín de la Facultad de Filosofía y Letras, N° 17, marzo-julio de 1962, p. 8. Cs. Antropológicas 109 88-144 Antropologia BN_final 11/10/08 5:40 PM 4. Correo del Centro de Estudiantes de Filosofía y Letras, N° 1, año 1, junio de 1962, p. 12. 5. Anthropologica, n° 1, octubre, noviembre, Page 110 pobreza de Lewis y Tipos humanos de Firth.4 En su primera entrega, Anthropologica recogía un pormenorizado reclamo sobre “el estado actual del Museo Etnográfico”. Lo interesante del reclamo, además de la referencia a las pésimas condiciones edilicias, era su alusión, un poco al pasar, al “legítimo propietario” de Moreno 350: “el pueblo”.5 ¿Quién era el “pueblo” para aquellos antropólogos? A juzgar por ciertos tópicos, el “pueblo” se presentaba bajo la forma de grupos afroamericanos (Ratier), del folklore bahiano (Bilbao), de pastores de puna (Gorbak, Lischetti, Muñoz), o bien de adhesiones al “imparable proceso de cambio que se desarrolla en nuestro continente” (Anthropologica). En su conferencia de inauguración de los cursos de 1964, el entonces decano de la Facultad de Filosofía y Letras, José Luis Romero, expresaba su preocupación por el avance de “una peligrosa y casi amenazante sensación de descontento”.6 Pocos días después, el rector Julio Olivera le solicitaba la elevación de un informe dando cuenta de las declaraciones del centro de estudiantes acerca de los alumnos de antropología asesinados durante los enfrentamientos entre la Gendarmería y el Ejército Guerrillero del Pueblo. Aunque acorralado por los trascendidos de la prensa, Romero buscaría atenuar las presiones señalando que solo se trataba de manifestaciones propias del sentir generacional: diciembre de 1962, p. 30. 6. Romero, José Luis, La experiencia argentina y otros ensayos, Buenos Aires, Editorial de Belgrano, 1980, p. 389. 7. Gaceta de Filosofía y Letras, N° 5, año 2, 8 de julio de 1964, p. 8. “Morir por una causa desinteresada es cosa que siempre conmueve a los espíritus juveniles, y por cierto cabe preguntarse si esta reacción no es más noble que la contraria”.7 8. Ibid., p. 9. 9. Boletín Universidad de Buenos Aires, N° 57, octubre 1965, pp. 24-25. 110 ESPACIOS Hay quienes recuerdan que, antes de partir a Salta, aquellos estudiantes mantuvieron un encuentro con el profesor Marcelo Bórmida para comentarle los detalles de una supuesta expedición etnográfica y solicitarle el aval institucional. Lo cierto es que, una vez enterado del engaño y acaso para despegarse del asunto, Bórmida haría público en una sesión del consejo directivo su “elogio y agradecimiento” a la “función civilizadora” de la Gendarmería Nacional.8 El 13 de agosto de 1965 el diario Clarín titulaba: “Dieron muerte a un estudiante”. Se trataba de Hernán Spangenberg, alumno de la carrera de Ciencias Antropológicas. La noticia apareció en los principales matutinos y llegó a ocupar un editorial de La Prensa (“La infiltración subversiva en la Universidad”, 02/09/65). El sostenido bombardeo periodístico obligó al rector a ofrecer una ronda de prensa, en la que un cronista sugirió la necesidad de efectuar una investigación, “desde el punto de vista científico”, sobre las “motivaciones políticas” de los “activistas extremistas”.9 Según Clarín (13/08/65), los primeros indicios hablaban de un ajuste de cuentas: Spangenberg era un “conocido militante anticomunista”. Luego se sabría que Spangenberg había denunciado un robo de colecciones arqueológicas del Museo Etnográfico y su supuesta colocación en el mercado negro para una no menos supuesta compra de armamento por cuenta del Ejército Guerrillero del Pueblo. Los medios aprovecharon el revuelo y acusaron a la UBA de oficiar de semillero de insurgentes. En su declaración judicial, el director del Museo, Ciro Lafón, sostuvo que la desaparición de 30 piezas de una colección cercana a las 120.000 “podía considerarse natural” (La Prensa, 26/08/65). Aunque el 88-144 Antropologia BN_final 11/10/08 5:40 PM daño estaba hecho y las sospechas sobre la UBA no desaparecerían, Clarín (27/08/65) terminaría admitiendo que, valuaciones mediante, el robo denunciado por Spangenberg apenas representaba una cifra infinitesimal. Des-exotizar la antropología: desafíos y dilemas de una disciplina indisciplinada En 1968, Eduardo Menéndez atribuía a la presencia privilegiada de las distintas vertientes del historicismo cultural la causa del escaso desarrollo de la antropología social en la Argentina.10 El hecho de que las investigaciones sobre las comunidades indígenas estuvieran claramente identificadas con dichas corrientes condujo a los antropólogos no culturalistas a la búsqueda de un objeto que estuviera a la medida de sus apetencias intelectuales. No se trataba de una búsqueda caprichosa –Menéndez se había desempeñado como representante de la Universidad de Buenos Aires ante el Consejo Asesor Honorario del Primer Censo Indígena Nacional– sino fundada en elecciones disciplinares y posicionamientos ideológicos concretos. En su caso, priorizar la “crítica epistemológica” a la “práctica etnográfica”11 suponía terciar en el debate sobre las herencias científicas recibidas (historicismos culturales), debate que, como cualquier controversia teórica, no podía resolverse en otro medio –ni con otra audiencia– que el propiamente intelectual. La apuesta teórica de Menéndez se inscribía en un doble propósito: por un lado, oxigenar el abigarrado panorama conceptual de la disciplina introduciendo comentarios y lecturas de obras sociológicas (George H. Mead, Wright Mills) y, por el otro, incorporar temáticas y discusiones Page 111 de actualidad (colonialismo, neocolonialismo, racismo). En una línea ligeramente parecida, Blas Alberti agregaría literatura antropológica no culturalista, como Human Types de Firth, Fundamentos de antropología social de Nadel y “Panorama de l’Ethnologie” de LéviStrauss.12 En el orden de los estudios empíricos, los trabajos de Hugo Ratier abrirían nuevas áreas de análisis en antropología urbana y procesos migratorios. Estas experiencias constituirían tendencia a principios de la década siguiente, a través de diversas publicaciones: –El cabecita negra y Villeros y villas miseria de Hugo Ratier (1971), –La cultura de la pobreza de Carlos Herrán (1972), –Movimientos prepolíticos en el siglo XX. Mesianismos y milenarismos de Mirta Lischetti (1972), –Movimientos campesinos contemporáneos de María Rosa Neufeld (1972), y –Racismo, colonialismo y violencia científica de Eduardo Menéndez (1972). *** Las búsquedas de los antropólogos formados en los años sesenta estuvieron signadas por las fluctuaciones de una época convulsionada y por las mediaciones que, frente a ello, proponían las ciencias sociales. Doblemente condicionada, entre el aislamiento territorial y el exotismo temático, la aventura intelectual de los primeros antropólogos porteños se resolvió en el desafío de ofrecer una salida alternativa al legado recibido. 10. Actualidad Antropológica, N° 3, julio-diciembre de 1968, p. 48. 11. Guber, Rosana, “Antropólogos-ciudadanos (y comprometidos) en la Argentina. Las dos caras de la ‘antropología social’ en 1960-70”, en Journal of the World Anthropology Network, N° 3, 2008, p. 90. 12. La disponibilidad de bibliografía no culturalista se hace evidente, a su vez, en los ingresos registrados en la Biblioteca del Museo Etnográfico. Ver: Novedades de la Biblioteca, catálogos 1 al 21, Biblioteca del Museo Etnográfico, FFyL-UBA. Cs. Antropológicas 111 88-144 Antropologia BN_final 11/10/08 5:40 PM Page 112 ANTE EL RECUERDO. ESTUDIANTES-MILITANTES DE LA CARRERA DE ANTROPOLOGÍA EN NUESTROS AÑOS ‘80 JUAN BESSE Profesor Adjunto regular de Metodología de la investigación, Depto. de Geografía, FFyL, UBA I. Entradas LapsusdeBataille,ayer,enunadiscusión durante la cual me trató de ‘idealista’ y de ‘kantiano’: ‘el aperitivo categórico’. Michel Leiris. Diario 1922-1989 Las notas que siguen son un recorte de otras más extensas que fueron soltando forma después de mi participación en el coloquio por los 50 años de la carrera de Ciencias Antropológicas de la UBA, organizado por la SEANSO. En la exposición quise hacer hincapié en la experiencia de la militancia estudiantil en la carrera “de antropología” durante la segunda mitad de los años ´80 y, de modo particular, en cómo esa militancia pensaba, imaginaba y concebía la relación entre la formación recibida y la apertura hacia nuevos estilos de profesionalización, entre los cuales el entrenamiento para la investigación en el campo específico era visualizado como un asunto clave. 112 ESPACIOS En torno a ese foco se arracimaron preguntas sobre muchos tópicos insitos en el espesor histórico –tal vez debiera escribir político– que esa relación tenía en las encrucijadas de los años ´80, entre ellas, preguntas acerca de algunas figuras que entiendo fueron constituyendo a la antropología como disciplina y, en especial, a la antropología social; pero también sobre el lugar, cuando no el papel, de nuestra carrera en la construcción de la política universitaria durante el escampado pasaje de la dictadura a la democracia. Preguntas acerca de las preguntas que nutrían nuestro quehacer militante y nuestro tránsito estudiantil en una disciplina cuyo estatuto social y profesional, en la Argentina y por aquellos años, era una cuestión en sí misma. Estudiar antropología y enunciarse como antropólogos sociales suponía preguntarse en qué consistía hacer antropología. Sin duda, la práctica de investigación y la investigación aplicada a, por ejemplo, el desempeño en la gestión pública era en ese entonces una de las marcas que caracterizaban el nuevo horizonte de profesionalización que se abriría después de 1983. 88-144 Antropologia BN_final 11/10/08 5:40 PM Para la exposición, opté por escribir unas frases breves que oficiaran como guía pero que, a la vez, no obstaculizaran hacerse –como dice Benjamin– con un recuerdo tal como relampaguea en un instante de peligro o vacilación. Por otra parte, si iba a tratarse de una rememoración, esto exigía el desafío de incluir, aunque por un desvío inactual, lo colectivo. Pensé entonces que la relectura de los viejos documentos que amarilleaban en el archivo podría morigerar el declive encubridor que entraña recordar. Así leí o revisé, luego de muchos años, los escritos que sintetizaban las conclusiones de las jornadas de estudiantes llevadas a cabo en 1987, las convocatorias a los encuentros previos a esas jornadas, una parte de los diez números del Boletín,1 panfletos de las que habían sido mis agrupaciones políticas de pertenencia, minutas de las sesiones de junta, notas burocráticas y otros escritos, algunos, difíciles de clasificar.2 Por otra parte, atento a que rememorar es re-inscribir pero también a que el análisis de una determinada actuación política en un campo disciplinar requiere de la historiografía de ese campo y de la labor que dicha reconstrucción histórica comporta en la retrospección configurante de esos actos, tomé contacto con producciones recientes que escrutaban el período que me proponía relatar. Los cruces de esas fuentes promovieron un novedoso estar ante el recuerdo que, en parte, fue a contrapelo de muchas de las identificaciones establecidas a lo largo de años que no podría situar con precisión pero que, inadvertida e insistentemente, se revelaban estagnadas por el inevitable maridaje entre el tiempo y el ideal. A su vez, la invitación a rememorar en un coloquio por los cincuenta años convocaba a hablar desde distintos lugares. Tres de los presentes, los expositores que “encarnábamos” –aunque Page 113 solo haya sido a título generacional– la representación circunstancial de los ´60, los ´70 y los ´80, en algún momento de nuestro discurrir, lo hicimos desde la mirada de ex estudiantes. Estudiantes-militantes o al revés. Fórmulas, sin duda, cuya densidad y montaje variaron mucho en estos cuarenta o cincuenta años transcurridos desde la institución de la carrera pero que, en el caso antropológico mostraron, con vaivenes, una pervivencia casi estructural. En algún sentido, los relatos acerca del pasado ofrecidos por los expositores –me incluyo– entrelazaron el estudio antropológico con una memoria de la militancia. Memoria esta última siempre proclive a adquirir otro color si se la enuncia o se la acopla a un término en boga y afectado de cierta enamorodiación: “memorias militantes”. Al respecto, cabe decir brevemente que, en los últimos años, la expresión misma “memorias militantes” viene siendo puesta en entredicho.3 Un entredicho que, conjeturo, no se deriva del ejercicio de la función crítica que supone la duda metódica o la sospecha epistémica sino que muestra hebras de una sospecha existencial. Es cierto, o si no lo es podría pensarse así, que el sustantivo militante deja lugar a la memoria y es esta entonces la que se adjetiva como militante. Como resultado de este último movimiento de la lengua, el adjetivo militante con el que se caracteriza a estas formaciones de memoria queda recubierto por el participio presente del verbo militar; lo cual no deja de pintar un cuadro afectado de cierta recursividad. Así, pareciera que las memorias de la militancia al seguir siendo forjadas por ex militantes que –a su vez– parecieran conservar una cierta condición militante (aunque esto no sea estrictamente así), o que sencillamente no reniegan de esa experiencia, quedan marcadas por una cierta impureza de “origen” traspuesta en el alerta de riesgo que supone la 1. La denominación del boletín era Antropología. Boletín de los estudiantes y se editaron diez números entre abril de 1985 y marzo de 1988. No he chequeado si hubo un número 11, recuerdo algo de su elaboración pero no sé si la “dinámica”electoral (en octubre fueron la elecciones parar constituir la primera Junta departamental desde 1966) absorbió su concreción. 2. Entre ellos el documento “Más vale tarde que nunca. Lista Clave-Antropología”, octubre de 1990, firmado por Juan Besse, María Inés Pacecca y Josefina Martínez. Balance crítico de la gestión de la mayoría estudiantil en la primera Junta departamental constituida luego de la normalización de las juntas producida en 1988. 3. Entre otros, tres cuestionamientos, con estilos, fundamentos y calidades argumentativas distintas, han tomado una distancia en ocasiones crítica o, por párrafos, de principio, respecto del papel que fungen en la construcción de conocimiento las llamadas memorias militantes. Vezzetti, en su libro Pasado y Presente, hace referencia a las “memorias de la militancia” como memorias ideológicas. En otro trabajo, posterior, se refiere a ellas como “memorias militantes”. En ese segundo artículo, una clasificación –operada a partir del concepto formaciones de memoria– propone cuatro tipos de memoria: 1) familiar, 2) ideológica, 3) intelectual y 4) pública/política. Vezzetti, Hugo, (2003) [2002], Pasado y presente. Guerra, dictadura y sociedad en la Argentina, Buenos Aires, Siglo XXI Editores y Vezzetti, Hugo, (2004) “Políticas de la memoria: el Museo de la ESMA” en Punto de vista, N° 79, Buenos Aires, agosto. Romero, Luis A. (2007), “La violencia en la historia argentina reciente: un estado de la cuestión”, en Pérotin-Dumon, Anne, Historizar el pasado vivo en América Latina. Publicación electrónica Universidad Alberto Hurtado. Centro de Ética. Santiago, Chile. Véanse especialmente las Conclusiones del citado trabajo ordenadas según las preguntas “¿El fin de la violencia política? ¿qué estudiar del pasado reciente? ¿Cómo estudiarlo?”, pp. 128-137 y Romero, Luis A. (2008), “Memoria de El proceso” en Lucha Armada, Año IV, N° 10. Asimismo, Altamirano ubica una parte sustantiva de esos relatos que ‘estilizan’ la militancia en el terreno de la construcción de ingentes “interpretaciones facciosas”. Altamirano, Carlos, (2007) “Pasado presente” en Lida, Clara E.; Crespo, Horacio y Yankelevich, Pablo (comps.), Argentina, 1976. Estudios en torno al golpe de Estado, México, El Colegio de México, p. 30. Cs. Antropológicas 113 88-144 Antropologia BN_final 11/10/08 5:40 PM 4. Guber, Rosana y Visacovsky, Sergio (1998), “Controversias filiales. La imposibilidad genealógica de la antropología social de Buenos Aires”, en Relaciones de la Sociedad Argentina de Antropología XXIIXXIII. Asimismo, el cierre del trabajo de Rosana Guber, “Crisis de presencia, universidad y política en el nacimiento de la antropología social de Buenos Aires, Argentina”, en Revista Colombiana de Antropología, n° 43, pp. 263-298. Fui más atrás, a otros textos de Guber, de Visacovsky, de Perazzi, a la polémica desatada por la letra de Reynoso en tor- Page 114 ausencia de un contralor exterior que sopese y puntúe las asunciones incorregibles del individuo o el grupo militante en cuestión. Por esa razón, la denominación memorias de la militancia es más amable y menos ríspida a la razón académica que la figura de una memoria militante; ya que las memorias de la militancia, por derecho, lo son de la política, y al hallarse bajo el signo de cualquier memoria de la política pueden ser revisadas a la luz de otras exigencias lógicas y éticas como las que promueven desde la academia los estudios de memoria o desde un espacio más gris, por sus contornos y sus prácticas, entre el saber y el hacer público, las llamadas políticas de la memoria. Así, estas notas quieren acompañar el ejercicio de la memoria que supuso dejarme llevar por el recuerdo de aquellos años que, ni tan exigentemente dorados como los ´60, ni tan trágicos e intensos como los ´70, estuvieron marcados por una deriva deseante donde, queriendo ser imperativos, muchos pudimos recrear colectivamente un “mundo” antropológico, diezmado o casi inexistente con la euforia, y el valor, de un aperitivo categórico. A pesar de las precauciones antes expuestas o de los intentos de fundar este escrito en fuentes documentales o citas conceptuales al pie de página, es decir en algo más que el esfuerzo de memoria, pienso que es razonable considerar a estas notas, y esto más allá de la decisión de no conservar en su escritura el sello coloquial de la exposición, como un testimonio. no a la “muerte” de la antropología. Separadas por una coma me escuché fraseando: el deseo de Bórmida, el deseo de Germani. La antropología porteña (si el constructo soporta la referencia, está, hoy todavía, entre el deseo de Bórmida y el de Germani. La antropología porteña se constituyó, pensaba, en la hendidura de esas filiaciones italianas. 5. Guber, Rosana y Visacovsky, Sergio (1998), op. cit, p. 54. 114 ESPACIOS II. La institucionalización política y académica de la carrera: estudiantes- militantes en las encrucijadas de los nuevos repartos La institucionalización de la carrera tomó cuerpo a través de controversias políticas y epistémicas en torno a qué hacer de y con la antropología después de la dictadura. Un trabajo de Guber y Visacovsky trazó una semblanza que en parte hice mía. Coincidencias y discrepancias parciales coexistían en la lectura con cierta distancia respecto de algunos puntos. Este trabajo, que leí en los días previos al Coloquio, me suscitó una sensación de incómoda coincidencia. El texto toca hebras sensibles de la constitución antropológica porteña. Se entromete en el fantasma de cada uno y de casi todos los que nos reconocemos bajo el nombre de antropología y de antropología social particularmente.4 En el cierre de dicho trabajo, los autores señalan que hacia finales de la última dictadura “la Antropología Social se definía, pues, como una disciplina principalmente política abocada a la actividad académica, perseguida por los regímenes autoritarios, y defendida por jóvenes comprometidos con la transformación social, los ‘antropólogos sociales’. Estos rasgos, comunes a las juventudes y al campo universitario argentinos hasta fines del PRN, permearon más hondamente a la Antropología que, a diferencia de otras Ciencias Sociales, no logró construir un plantel de profesores y de escuelas distintivo. Si, como en otros órdenes, la Antropología intenta replicar desde la Academia la vida y las voces nativas, no es menos cierto que en la Argentina los antropólogos en general, y los antropólogos sociales en particular, consiguieron replicar los movimientos socio-políticos también en sus patrones de historización. Edificaron una memoria generacional fragmentada temporal y espacialmente, incluso al interior de la generación misma, forjada en múltiples y esperados regresos. Recurrentemente amenazada pero siempre apasionada y joven, la Antropología Social de Buenos Aires debió negar su genealogía para asegurar la legitimidad de su ilegítima filiación”.5 88-144 Antropologia BN_final 11/10/08 5:40 PM Estas palabras dieron con cierto espesor de lo que, muchos de los estudiantes militantes sentíamos, e incluso pensábamos con cierto ahínco, al inicio de la democracia: nuestra opción por la Antropología era una opción política. El campo antropológico local, por los avatares que lo constituyeron, era un terreno a desmalezar y construir de nuevo, no había padres, acaso solo hermanos mayores. *** Una vez transcurrida la etapa de parición del nuevo plan de estudio, lo que aconteció hacia finales de 1984, la entrada en vigencia en 1985 –está por cumplir sus bodas de plata–, debía iniciarse el período de implementación y prueba del plan. De forma, en el caso de la carrera de Ciencias Antropológicas son cinco los años que el novel diseño curricular requería para estar, según la jerga de la gestión universitaria, ”a régimen”. Sin embargo, entre la militancia estudiantil los cuestionamientos al nuevo plan fueron inmediatos.6 Por una parte, un cuestionamiento de los tiempos en los que el nuevo diseño curricular fue discutido y aprobado. Por otro flanco, se produjo una crítica en relación con ciertas ausencias tanto desde el punto de vista del contenido del plan como de la escasa flexibilidad curricular. El contenido y la estructura, ambos tópicos sentidos como limitaciones surgidas de la corta duración del tiempo en que se llevó a cabo la discusión fueron, a lo largo de 1985, 1986 y 1987 objeto de debate tanto en las asambleas como en el interior de las agrupaciones políticas con anclaje en la carrera. Un órgano enlazado al CEFyL, la Comisión de estudiantes de Antropología, se constituyó en la manifestación institucional de ese malestar. *** Page 115 Difícil trazar un panorama del mundo que constituía por entonces el estudiantado de la carrera y, en especial, el espacio de la militancia. A modo de imágenes, sin duda difusas, algunas tal vez erróneas o imprecisas, afectadas por cierta hipóstasis de rasgos, en los párrafos que siguen, intentaré trazar un bosquejo de algunos atributos de ese espacio. Tal vez más densos cuando se refieren a la militancia de extracción peronista o filo-peronista porque se nutren de un mayor caudal de recuerdos o de evidencias plasmado en las fuentes disponibles. Por ejemplo, en la JUP7 sostuvimos entre 1986 y 1988 largos, imposibles, y a la vez proteicos debates acerca de la especificidad de la militancia universitaria que bordeaban la copla, imposible, entre el nombre peronista y el nombre universitario. Eran tiempos en que, a la saga de las figuras del compromiso y la implicación política, para muchos de nosotros, era inconcebible pensar la actividad intelectual o, en términos más modestos, el quehacer universitario más allá de la actividad militante. Algunos de los militantes universitarios peronistas sosteníamos que la relación entre política y universidad requería cuestionar una militancia sin anclaje sustantivo en los temas y los problemas de la Universidad. 6. Los cuestionamientos eran esperables, lo que quizás no lo era tanto es que fueran tan diversos, extendidos y cruzaran a las diferentes agrupaciones políticas. 7. En la agrupación Juventud Universitaria Peronista-Capital que fuera, junto con la JUI (Juventud Universitaria Intransigente), uno de los pilares de *** la alianza electoral FUNAP, hacia 1986 y en 1987 se realizaron plenarios de articulación con la JUP- Quienes formaban parte de la Comisión de estudiantes de antropología o de las distintas comisiones de trabajo que la constituían con una lógica de agrupamientos ad hoc eran mayoritariamente parte de la especies (si el orden dice algo) militantes-estudiantes y estudiantes-militantes. No recuerdo casi ninguno solo militante. Tampoco, como decíamos entonces, la presencia permanente de estudiantes “crónicos”. Participar de ese espacio suponía, ya, no concebirse como un Regional en el marco de los cuales la discusión sobre la especificidad de la militancia peronista universitaria tuvo algún lugar. La JUP-Capital era una expresión política que databa de finales de la dictadura y en los inicios de los ´80 estuvo asociada a la muy reciente manifestación que cobijaba el término renovador, un peronismo de modo más o menos conciente expurgado de sus sueños revolucionarios, mientras que la Regional conservaba en su misma denominación algo de aquel sueño. Sin embargo, es notable el significante no cualquiera que nuestra agrupación ostentaba para particularizarse: capital. Cs. Antropológicas 115 88-144 Antropologia BN_final 11/10/08 5:40 PM Page 116 estudiante “puro” pero también cuestionar al militante político sin anclaje específico en la carrera. *** 8. Los términos no se recubren el uno al otro. La interacción no concluye en una dialectización dado que hay un núcleo de imposibilidad. Porge dice que “ese losange –el punzón– se presta a equívocos que nada tienen que envidiar a los equívocos significantes. ‘Está hecho para permitir veinte y cien lecturas diferentes’, afirma Lacan (...) luego será de buena gana descompuesto (como los caracteres chinos) en ‘<’ y ‘>’ e identificado con la división del Otro y la Demanda, de la S y a son respectivamente el cociente y el resto; (...); la disyunción/conjunción; el más grande/el más pequeño; el vel de la alienación y el borde de la separación en la intersección y la reunión de conjuntos; la implicación y la exclusión”. Porge, Erik, (2005) Transmitir la clínica psicoanalítica, Buenos Aires, Eudeba, 2007, p. 63. 9. Recuerdo risas, léase en vez de ironía mera distancia, en torno no al lema mismo pero sí a su ins- Estudiantes y militantes.8 La “y” gramatical junta y separa. Los discursos políticos de la militancia estudiantil en los ‘80 mostraban una sintaxis de las categorías políticas, o de los meros términos, construida al ritmo de la percusión de discursos constituidos en la lengua militante de las izquierdas y de sus variaciones y articulaciones con el peronismo durante las dos décadas anteriores. Sin duda, una lengua más antigua que una veintena de años, pero que se forjó con contornos más o menos precisos en los ´60 y los ´70. En los años ‘80 el espacio discursivo militante de la Facultad de Filosofía y Letras incluía también la existencia de la Franja Morada cuya presencia en los vaivenes de la carrera de Antropología durante esos años era escasa o nula. La conjugación entre militancia y estudio con anclaje en las cuestiones propias que permitía anidar el continente de lo antropológico, pienso, era transversal a todas las filiaciones políticas e ideológicas que constituían el universo militante. Si como se ha dicho la antropología, y de modo muy particular, la antropología social se concebía como una disciplina política, es dable pensar que, contra reembolso de esa asunción compartida por amplios grupos, surgiera una política de la Antropología, o al menos el pensamiento de que la Antropología podía ser el espacio de una práctica política específica tendiente a instalar la disciplina más allá de los claustros universitarios, como una profesión comprometida con el cambio social o, según las opciones, o las preferencias discursivas, con la transformación revolucionaria. cripción en algunas fervorosas argumentaciones de asamblea. 116 ESPACIOS *** La enunciación de ese carácter político intrínseco a la condición antropológica estaba presente en muy diversas declaraciones y panfletos de las agrupaciones, basta con consultar las fuentes documentales supervivientes. Sin embargo, en el interior de los debates propuestos por la militancia antropológica, dos figuras, casi dos muletillas en el habla nuestra de aquellos días, se anudaban de manera intrincada y no siempre lineal o autoevidente; eran estas: “el rol del antropólogo” y “la devolución a la sociedad”. Dejo en suspenso el alcance de este “nosotros”. Por momentos me incluyo y por otros me pregunto hasta dónde para mí, y para algunos –tal vez muchos– otros, esas figuras ya entonces estaban en el borde de un cliché políticamente eficaz, pero epistémicamente insostenible.9 *** En más de un sentido, la eficacia discursiva de dichas figuras era mayor cuanto menos significaban y en la justa medida en que eran usadas para constituir lazos políticos constituyentes de la, pienso que cabe el término, comunidad militante. Así, con relación a las figuras de “el rol” y “la devolución” cabe decir que circulaban y eran convocantes mientras no se avanzara demasiado sobre definiciones. El intento de definir ambos (emb)lemas mostraba el orillo de imposibilidad que destilaban y, en consecuencia, explicar demasiado en qué consistían tornaba las discusiones algo triviales. Habría que rastrear y reconstruir los escritos del momento para avanzar con rigor literal en interpretaciones menos intuitivas sobre la relación entre esas consignas y la cuestión antropológica que movía a los estudiantes. Solo diré que intentando pensar en lo que pensábamos entonces, sobrevino como una ráfaga, la escritura en el cuerpo del 88-144 Antropologia BN_final 11/10/08 5:40 PM recuerdo de un cierto gusto colectivo afincado en nuestra, ya por entonces, advertida excepcionalidad que se prorrateaba entre un cierto esoterismo teórico disciplinar con prestigio trasnacional (la resonancia exotérica de ese esoterismo)10 y un estilo de relación solidario entre docentes y estudiantes, como también entre estudiantes, intermitentemente tentado por el ‘mutualismo’.11 *** Levantamiento militar de Semana Santa, 1987, señales inequívocas del fin de la primavera alfonsinista. Mientras tanto, y desde 1984, la dinámica militante del estudiantado antropológico se ordenaba por el asunto Califano.12 En rigor, Califano era, más allá de sus responsabilidades en la represión interna y de las acusaciones puntuales contra su persona, el nombre propio que subsumía el trabajo y la lucha contra lo que había sido la antropología prevalente durante la dictadura. Las diferencias políticas e ideológicas entre los estudiantes encontraban en esa lucha una común medida. En relación con el asunto Califano, cualquier diferencia de otro orden era una contradicción secundaria. Así, hasta que la Justicia se expidió en 1988 autorizando a Domingo Mario Califano y Anatilde Idoyaga Molina a dictar Historia de la teoría antropológica, y durante, los boicots a las inscripciones a la materia esa lucha fue el pivote de la militancia antropológica, un punto de encuentro que nos permitía a los militantes hablar y conocernos con menos reservas políticas o ideológicas.13 *** Así como hacia fines del 87, el año en que se hizo en la sede de Marcelo T. el “controvertido” funeral de la antropología funcionalista,14 era evidente la Page 117 deflación de la primavera democrática, pienso que la práctica militante estudiantil en la carrera había entrado, sin saberlo, en el andarivel de una razonable sutura entre convicción y responsabilidad. Como si en ese quiebre de fines de los ‘80, el imperativo revolucionario (politicista) pero también el imperativo reformista (cientificista) hubieran entrado en reversa. Por un lado, porque las prácticas militantes se hicieron más flexibles, y porque junto a la sensación aperitiva, de que la copa antecede a la concreción de un deseo más nuestro que prestado, se extendía el espíritu de un cierto aburrimiento.15 Empezar a pensar la política universitaria y la política a nivel de la carrera suponía la responsabilidad de conocer el funcionamiento del sistema de educación superior y, al menos, el de la institución universitaria. En esos días política y gestión comenzaron a aparecer en nuestros discursos anudadas de un modo novedoso (a la manera de un entre-dos que no hace dos). Parafraseando a Kant, la política sin gestión estaba vacía y la gestión sin política estaba ciega. Y así las segundas jornadas que convocamos ese año tuvieron el horizonte político, a fines de 1987 todavía no muy tangible, de la normalización departamental.16 Normalizar el departamento y obtener una representación estudiantil era visualizado como un modo de anudar el sueño político al despertar de la gestión. No sabíamos que, en ocasiones, iba a ser al revés: el despertar político iba a sumirse en el sueño de la gestión. 10. Recordé las disquisiciones de Lévi-Strauss en el capítulo “Cómo se llega a ser etnógrafo” de Tristes trópicos. 11. El término mutualismo da cuenta de un cierto efecto de degradación, sin espíritu trágico, de la solidaridad en asociación mutual, donde la experiencia de estar en grupo viene entonces a compensar, o incluso a desmentir, la experiencia de estar en situación de, para el caso antropológico, estudio, investigación o labor profesional, Jacques-Alain Miller (2000) “Intervención sobre el mutualismo” y “Apertura” en La erótica del tiempo y otros textos, Buenos Aires, Tres haches, pp. 71 y 84. 12. Véase, por ejemplo, “Nuestra memoria (I)”, en Antropología. Boletín de los estudiantes, N° 5, mayo de 1986, pp. 31-33. A principios de septiembre de 1986 (Resolución N° 96 con fecha 11 de septiembre) el CONICET deja sin efecto el convenio suscripto con el Centro Argentino de Etnología Americana (CAEA) en 1977; fue tal vez la última medida política tomada por el CONICET respecto de los docentes activamente involucrados en el juego universitario de la dictadura. 13. No recuerdo qué sucedió con su materia en 1984. Luego de aprobado el plan 1985 la materia que había concursado en 1982 durante la dictadura militar, “Antropología”, quedó en suspenso. Califano recurrió a la justicia la que en 1988 obligó a la Universidad a darle ubicación. Creo que la cátedra A (Califano) de Historia de la teoría antropológica se dictó por primera vez en 1989. En la junta debatimos con circunloquios (su JTP M. C. Dasso formaba parte de la minoría de graduados en la primera junta departamental) qué hacer. 14. Véanse las notas “Sobre la Antropología, el *** Funcionalismo, los cajones y Herminio”, S. Markendorf; “De antropologías, funerales y funciona- Un poco antes de la primavera, hacia mediados del año, se decidió la convocatoria a las “II Jornadas de Estudiantes de Antropología de la Universidad de Buenos Aires”. Con fecha 13 de agosto se cursaron las invitaciones para participar en dos pre-jornadas que sirvieran para pre-calentar el ambiente del lismos”, Gabriela y “Acerca del funeral de la Antropología funcionalista”, Marcelo y Hugo, en Antropología. Boletín de los estudiantes, N° 9, agostooctubre 1987. 15. Evoqué la frase de W. H. Auden: “El aburrimiento no necesariamente implica desaprobación”. 16. La resolución para normalización departamental databa de 1986, pero no se concretó hasta 1988. Cs. Antropológicas 117 88-144 Antropologia BN_final 11/10/08 5:40 PM 17. II Jornadas de Estudiantes de Antropología UBA, Gacetilla N° 2. El copete de la gacetilla decía “En cuanto a la evolución, la propuesta es analizar Page 118 debate. Fueron invitados los integrantes de todos los claustros, como así también profesores de otras carreras, miembros de organismos de promoción de la ciencia y la tecnología, dirigentes gremiales del sector de ciencia y técnica y miembros del Colegio de graduados de Antropología, algunos de los cuales oficiaron de expositores. La primera pre-jornada se realizó el 9 de septiembre y llevó como título “La planificación de la investigación social”. El temario que se anticipaba en la invitación a los expositores decía: “1) ¿Qué prioridades se tienen en cuenta para la planificación de la investigación en la institución en la que Ud. está inserto? ¿Qué objetivos guían a la investigación social? ¿Qué aplicación tiene? 2) ¿Cómo podría implementarse una vinculación entre las distintas instituciones que tienen a su cargo la planificación de la investigación? ¿Cuáles instituciones tendrían un papel preponderante en esta planificación? ¿Esta vinculación permitiría la implementación de una política global de investigación?” los objetivos alcanzados por el plan 85, las limitaciones en sus estructuras y en sus contenidos, así como las carencias. En ese sentido, queremos explicitar el perfil del antropólogo que surge de éste plan y las dificultades que surgen al querer intentar introducir la investigación en la curricula. Se propone contextualizar el debate en la perspectiva de la regionalización de la Universidad. Se propone tomar como base el plan actual, quedando abierta la posibilidad de una transformación estructural en tanto se considere necesario. Creemos imperativo avanzar en la especificación de los contenidos, agregando los que faltan y realizando las reformas curriculares necesarias para introducir la investigación de manera tal que acompañe todo el proceso de aprendizaje. Tanto el sábado como el domingo trabajaremos primero en una reunión general de información para La segunda pre-jornada se realizó el 14 de septiembre y llevó como título “El plan de estudios y la investigación”. El temario que se anticipaba en la invitación a los expositores decía: “1) ¿Qué antropólogo está formando el plan actual y qué papel tiene la investigación en dicho plan? 2) ¿Qué plan de estudios permitiría vincular la teoría y la práctica y qué modificaciones deberían implementarse para la incorporación de la investigación dentro de dicho plan?” En este caso los invitados eran representantes del Departamento y el Instituto de Ciencias Antropológicas y estudiantes becados con becas de investigación. luego trasladar el debate a las comisiones, cada una de las cuales debatirá el temario completo”. 118 ESPACIOS *** Las jornadas se realizaron el 19 y el 20 de septiembre en un clima de trabajo que recuerdo basculante entre monástico e hilarante. Las jornadas se dividieron en dos etapas, según la segunda gacetilla que circuló “el sábado 19 debatiremos bajo la consigna Evaluación del plan ´85, y el domingo 20 lo haremos con la de proponer”.17 Entre los temas más relevantes que se expresaron en las segundas jornadas pueden reseñarse puntos vinculados específicamente al plan de estudios y su diseño y otros de carácter más político. Según la misma estructura del documento final, con relación al plan de estudios, la inclusión de la formación sistemática en investigación propuso junto con un Área de formación básica y un Área de especialización la conformación de un Área Taller que vertebrara la articulación entre materias teóricas y metodológicas. Un de las perlas era el enlace entre enseñanza y transmisión: cursantes egresados del último taller participarían junto con los docentes en el trabajo del primer taller. El documento contenía también una Propuesta política. Brevemente, los puntos destacados fueron: a) la política de concursos; b) la relación con la comunidad, textualmente “la tan mentada relación con la comunidad”; c) la política de regionalización, donde se desplegaban argumentos acerca del rol de la Antropología y de la cooperación inter-universitaria; d) la normalización departamental y su relación con la articulación Departamento/Instituto/Museo Etnográfico. En cuanto al espíritu de la propuesta, dos asunciones a destacar. En primer lugar que el impulso del nuevo plan debía inscribirse en el impulso de un nuevo modelo de universidad articulado con las políticas públicas. En segundo lugar que la discusión del plan solo tenía futuro si se llevaba a cabo mediante una política interclaustros. 88-144 Antropologia BN_final 11/10/08 5:40 PM Page 119 III. Salidas Ante una imagen –tan antigua como sea–, el presente no cesa jamás de reconfigurarse por poco que el desasimiento de la mirada no haya cedido del todo el lugar a la costumbre infatuada del “especialista”. Ante una imagen –tan reciente, tan contemporánea como sea-, el pasado no cesa nunca de reconfigurarse, dado que esta imagen solo deviene pensable en una construcción de memoria, cuando no de obsesión. En fin, ante una imagen, tenemos humildemente que reconocer lo siguiente: que probablemente ella nos sobrevivirá, que ante ella somos el elemento frágil, el elemento de paso, y que ante nosotros ella es el elemento del futuro, el elemento de la duración. La imagen a menudo tiene más de memoria y más de porvenir que el ser que la mira. GEORGES DIDI-HUBERMAN. Ante el tiempo La experiencia de las jornadas del 87, las restringidas del 19 y 20 de septiembre y las ampliadas de cada día, como también el trabajo de formación que nos impusimos a lo largo del ´88 hizo de nosotros algo así como unos convencidos responsables y encauzó los esfuerzos de la militancia hacia la obtención de una representación en el co-gobierno departamental. Un conjunto de compañeros con distintas extracciones políticas constituimos una lista, la Clave, con el fin de construir una plataforma que proyectara nuestro trabajo en la carrera, en la gestión académica de la misma. Había que afrontar también la compulsa electoral. Esa, aunque fogueada en estas lides, es otra historia y amerita pensar el trabajo realizado según otras coordenadas. Sin embargo, quisiera dar salida a estas notas con una breve semblanza sobre un gesto colectivo. Luego de debatirlo internamente decidimos que, como agrupación política con aspiraciones públicas, debíamos sacarnos una foto donde se vieran las caras. Fue como salir de un cierto goce militante que ya no nos pertenecía, el de la clandestinidad. Una ruptura con las tradiciones que nos habían constituido, donde los signos podían co-existir sin la tensión del pasado. Rémond plantea “uno llega a preguntarse si la transmisión de aquello que constituye lo más valioso de la experiencia de una generación no estará irremediablemente condenado a desaparecer; en otras palabras, si la comunicación entre generaciones es realmente posible”.18 No sé si fuimos algo tan contundente y consistente como el concepto que pretende despuntar el término generación, una generación. Tampoco si la singularidad inherente a una experiencia colectiva puede “comunicarse”, y si lo hace, tal vez solo sea por el desvío del malentendido. Sin embargo, pienso que la transmisión es posible, no-toda. Integrantes de la lista “La Clave”. 18. Rémond, René, (1999) “La transmisión de la memoria” en AA.VV. ¿Por qué recordar?, Foro Internacional Memoria e Historia, Unesco, 1998, Barcelona/Buenos Aires/México, Granica, 2002, pp. 70-71. Cs. Antropológicas 119 88-144 Antropologia BN_final 11/10/08 5:40 PM Page 120 Jornadas “50 años de antropología en Buenos Aires, 1958-2008 1 2 1 y 2. Creación y primeros años, 1958-1966. 4 5 3 3. Construyendo memorias: estudiantes, docentes y graduados detenidos, desaparecidos y asesinados de la carrera de Cs. Antropológicas de la UBA, 1974-1983. 120 ESPACIOS 4 y 5. Debates internos y éxodo de profesionales, 1967-1972. 88-144 Antropologia BN_final 11/10/08 5:40 PM Page 121 7 6 6 y 7. La Ciencias Antropológicas y el proyecto de la Universidad Nacional y Popular de Buenos Aires, 1973-1974. 8 8. La Ciencias Antropológicas y el proyecto de la Universidad Nacional y Popular de Buenos Aires, 1973-1974. 9 9. El impacto de las políticas neoliberales en la producción antropológica, 1992-2001. 10 11 10. Dictadura y resistencia, 1975-1983. Cs. Antropológicas 121 88-144 Antropologia BN_final 11/10/08 5:40 PM Page 122 CONSTRUYENDO MEMORIAS: DETENIDOS-DESAPARECIDOS DE LA CARRERA DE CIENCIAS ANTROPOLÓGICAS (1974-1983) M. EUGENIA MOREY / PABLO PERAZZI CECILIA VARELA Becarios doctorales de CONICET. Docentes de la cátedra Antropología Sistemática I, Depto. de Ciencias Antropológias, FFyL, UBA El presente trabajo se desprende de una investigación enmarcada en las actividades conmemorativas de los 50 años de la carrera de Ciencias Antropológicas, cuyo objetivo consiste en la reconstrucción del listado de estudiantes, profesores y graduados detenidos-desaparecidos durante la última dictadura militar. A partir del trabajo de revisión de los legajos académicos surgió la necesidad de reconstruir algunos aspectos de las condiciones de cursada entre mayo de 1973 y septiembre de 1974. En ese sentido, los cursos de verano de 1974, así como el plan de estudios aprobado meses después, indican un cambio de orientación de los contenidos curriculares que se inscriben en el nuevo ideario de la Universidad Nacional y Popular de Buenos Aires. En la primera parte, nos proponemos una presentación preliminar del proceso de armado del listado y de búsqueda de materiales 122 ESPACIOS complementarios, así como de las derivas e interrogantes surgidos a propósito de ello. En la segunda parte, sobre la base de la reconstrucción de la trama burocrático-administrativa de resoluciones y expedientes y sus lagunas, el análisis de documentación de la época y la realización de algunas entrevistas con informantes clave nos proponemos aportar elementos para la discusión de un período poco explorado de la historia de la carrera de Ciencias Antropológicas que, esperamos, puedan echar alguna luz sobre el pasado y presente de nuestra disciplina. Trastienda de una investigación Hace poco más de un año, un grupo de graduados nos propusimos reactualizar el listado de detenidosdesaparecidos y asesinados de la carrera de Ciencias Antropológicas retomando experiencias anteriores. De este modo, el desarrollo del trabajo comenzó articulando experiencias de otras carreras y áreas de la Facultad (Cátedra Libre de Derechos Humanos, Programa Historia y Cine de la Secretaría de Extensión Universitaria), así como la de la Facultad de 88-144 Antropologia BN_final 11/10/08 5:40 PM Arquitectura, Diseño y Urbanismo. Contando con tales antecedentes, decidimos revisar fichas académicas y legajos radicados en la Dirección Técnica de Alumnos y en la Dirección de Personal. Comenzamos con un listado de 14 personas, que fuimos ampliando a través del trabajo articulado con organismos de Derechos Humanos, así como a través de informaciones brindadas por quienes fueron docentes y estudiantes durante los años setenta. En julio de 2008 ya habíamos digitalizado el material correspondiente a 26 estudiantes, graduados y docentes detenidos-desaparecidos. La documentación consiste en planillas de inscripción con formatos diversos –según los años– que contienen datos personales, títulos secundarios, parciales, permisos de viaje, solicitudes de títulos, materias aprobadas, referencias temporales y calificaciones. Aunque fragmentario (en la medida en que muchas veces parte de los legajos se ha perdido en las sucesivas mudanzas y traslados, o no ha podido aún ser hallada) y en proceso de análisis, el material reunido constituyen piezas de los múltiples recorridos de dichos compañeros durante sus años universitarios. Asimismo, el trabajo coordinado con organismos de DD.HH. (Equipo Argentino de Antropología Forense y Abuelas de Plaza de Mayo) y con colegas que desenvuelven su actividad en áreas de gobierno abocadas al desarrollo de políticas de DD.HH. y memoria, nos permitió formalizar contactos con algunos familiares y compañeros e incorporar información sobre afiliaciones políticas, registros laborales, participación en proyectos académicos, etc. El listado que presentamos es el resultado de una primera etapa de trabajo. Por sus propias características, no puede considerarse cerrado, Page 123 sino más bien en un continuo proceso de enriquecimiento, ampliación y profundización. Al tiempo que escribimos estas líneas y gracias a la difusión preliminar que realizamos, algunos compañeros acercan nuevos nombres que serán próximamente cotejados con las fuentes documentales. A continuación presentamos algunas referencias respecto de algunos casos que nos encontramos reconstruyendo. Tres compañeras, Gemma Fernández Arcieri, Graciela Muscariello y María Inés Cortes, se graduaron en esta casa de estudios. A través de los datos recogidos en el archivo del Departamento de Ciencias Antropológicas y en la Dirección de Personal, supimos que las dos primeras ejercieron la docencia en Introducción a las Ciencias Sociales, en 1973. Cs. Antropológicas 123 88-144 Antropologia BN_final 11/10/08 5:40 PM 1. Solicitada publicada en El Tribuno, el 28 de diciembre de 1974, p. 9 y Villarroel, María Jimena, “Universidad Nacional de Salta: Creación, procesos y crisis”. Mimeo. 124 ESPACIOS Page 124 Testimonios de quienes entonces eran sus compañeros refieren que, en algún momento entre 1974 y 1975, partieron con destino a la provincia de Salta para integrarse al equipo organizador de la carrera de Ciencias Antropológicas en la UNSa (Universidad Nacional de Salta). Ambas resistieron el proceso de cesantías1 y, una vez producido el golpe de estado, fueron asesinadas por grupos de tareas: Muscariello en julio y Fernández Arcieri en septiembre de 1976. Por su parte, Laura Pérez Rey, Estela Lamaison, Alejandra Lapacó y María del Carmen Reyes, las más jóvenes del grupo, se inscribieron en la carrera entre los años 1975 y 1976 y desarrollaron su militancia en la JUP (Juventud Universitaria Peronista). A través de las informaciones de Abuelas de Plaza de Mayo y el EAAF sabemos que las cuatro fueron detenidas y desaparecidas con pocos días de diferencia, entre el 17 y el 19 de marzo de 1977. Algunos compañeros recuerdan con mucho afecto a Adriana Franconetti y subrayan su protagonismo en la militancia estudiantil. Ella fue secuestrada junto con su marido, Jorge Calvo, en la puerta del cine Ritz de Belgrano en septiembre de 1977. Lucrecia Avellaneda ingresó a la carrera en 1969. En su caso no hemos podido hallar la ficha académica donde constan las materias aprobadas, pero los testimonios de sus compañeros indican que estaba a punto de graduarse hacia 1976. Hay testimonios que señalan que su secuestro ocurrió en el Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano, su ámbito laboral, y otros que refieren que su detención se produjo el 13 de enero de 1977 en el barrio de Congreso, donde trabajaba. El nombre de Carlos Augusto Cortes surgió de algunos de los listados con los que estábamos trabajando y, si bien todo indicaba que pertenecía a la carrera, no conseguíamos dar con su legajo. Un día, mientras nos encontrábamos en la Dirección Técnica de Alumnos, una profesora se nos acercó, comenzó a revisar los papeles y, tras consultarla sobre Cortes, nos señaló que había sido uno de sus compañeros de estudio. Insistimos, pues, con la búsqueda del legajo y, aunque dimos con una versión incompleta, descubrimos azarosamente su ficha académica en un antiguo mueble de documentación de egresados. “Esta ficha está fuera de sitio, esta persona no recibió el título, esto está mal ordenado”, dijo enfáticamente una empleada de la Dirección. Miramos detenidamente la ficha y advertimos que Cortes había cumplido con la totalidad de las materias. No obstante, escrito en lápiz, en un extremo del documento, surgía la siguiente inscripción: “Ojo, no corresponde Historia de las luchas populares”. Se trataba de una asignatura aprobada en marzo de 1974. En el ángulo superior derecho aparecía otra leyenda: “4/8/76. Atendió la 88-144 Antropologia BN_final 11/10/08 5:40 PM mamá, grave problema”. El 1 de junio de 1976, dos meses antes de aquella fecha, Carlos Cortes era detenido y desaparecido. Una de las versiones que recogimos señala que esto ocurrió mientras se dirigía desde su trabajo en el Instituto de Ciencias Antropológicas hacia el edificio de la Facultad de Filosofía y Letras a los fines de realizar un trámite. Dedujimos, entonces, que Cortes había dado por sentado que estaba en condiciones de solicitar el título. De ahí que su ficha se hallara traspapelada entre las de los egresados. El hecho de que la solicitud no prosperase tal vez obedecía a aquella denegación de la materia Historia de las luchas populares. Nos dispusimos, pues, a reunir información y hallamos que dicha asignatura no constaba en el Plan de Estudios de Ciencias Antropológicas. Consultamos luego a un profesor de activa participación en el Departamento en aquella época y a algunos de quienes habían sido compañeros de cursada, pero nadie recordaba nada. Sospechamos que quizás correspondía a la carrera de Historia, pero en el Departamento respectivo tampoco conseguimos saldar nuestra inquietud. La Biblioteca Central de la FFyLUBA conserva gran parte de los programas. Consultamos las carpetas y, curiosamente, descubrimos que la sección correspondiente al 2° cuatrimestre de 1973 y al 1° de 1974 no contenía programa alguno. El registro se detiene en el 1° cuatrimestre de 1973 –existe una carpeta de Ciencias de la Educación (2° cuatrimestre de 1973) y otra de 1974 común a la diferentes licenciaturas– y se reanuda en 1975. Fue así como resolvimos consultar el hasta entonces poco explorado, en cuanto a investigaciones se refiere, Archivo del Departamento de Ciencias Antropológicas. Ni bien Page 125 comenzamos a abrir los primeros cajones percibimos que se trataba de un extraordinario reservorio de memoria institucional. Así, nos topamos con viejos programas y, aunque a través de ciertos relatos suponíamos que íbamos a encontrarnos con contenidos sugestivos, la sorpresa fue mayor a la esperada. El de “Antropología Social” del profesor Guillermo Gutiérrez (2° cuatrimestre de 1973) llevaba por subtítulo “La antropología social y los problemas de la planificación cultural en la etapa de la transición revolucionaria”,2 y el de “Folklore Argentino” del profesor Rodolfo David Ortega Peña proponía un recorrido histórico desde la “caída de Rosas” hasta la “rebelión armada: del Uturunco a FAP, FAR y Montoneros”.3 No menos sugestivo fue el hallazgo de la resolución 198 (22 de febrero de 1974) del Consejo Superior. Esta establecía un Ciclo de Iniciación común a todas las carreras de la FFyL-UBA, vigente desde el 1° cuatrimestre de 1974, comprendiendo las siguientes asignaturas: Introducción a la Realidad Nacional, Historia de las Luchas Populares por la Liberación y Teoría y Método. Si bien la segunda parecía coincidir con la cursada por Cortes, no creímos que se tratara de la misma: Cortes había aprobado su materia en marzo de 1974 y la resolución 198, en cambio, hablaba de una asignatura de duración anual. Unas semanas después, en otra visita al Archivo del Departamento de Ciencias Antropológicas, encontramos un viejo cuadernillo titulado “Actividades de verano en la Facultad de Filosofía y Letras. Año 1974”, cuyo contenido resultaría esclarecedor. Su encabezado decía: “A partir de la necesidad de ofrecer a los estudiantes la posibilidad de trabajar para la Reconstrucción Nacional durante todo el año y a la espera de un ordenamiento 2. Carpeta “Programas”, Archivo del Departamento de Ciencias Antropológicas. 3. Carpeta “Programas”, Archivo del Departamento de Ciencias Antropológicas. Cs. Antropológicas 125 88-144 Antropologia BN_final 11/10/08 5:40 PM Page 126 uniforme para toda la Universidad respecto al uso y distribución de los doce meses del año, esta Facultad considera las siguientes tareas estivales…”, tareas que serían desarrolladas por los diferentes departamentos entre el 7 de enero y el 8 de marzo de 1974. De la amplia oferta, dos cursos concitaron nuestra atención: “Migraciones y vivienda popular en la Argentina” a cargo de los profesores Hugo Ratier y Alfredo Lattes, bajo la órbita compartida de los departamentos de Ciencias Antropológicas y Geografía, e “Historia de las luchas populares” a cargo de los profesores Juan Pablo Franco y Fernando Álvarez, bajo la órbita del Departamento de Sociología. Fue entonces cuando conseguimos despejar nuestra duda respecto de la materia de Cortes: se trataba, efectivamente, de una de las asignaturas dictadas durante aquel verano de 1974. Si bien el objetivo original del proyecto consistía en la reactualización del listado de estudiantes, graduados y docentes detenidos desaparecidos y asesinados, nuestras erráticas y azarosas pesquisas nos llevaron a plantearnos la necesidad de contextualizar las condiciones de cursada entre mayo de 1973 y septiembre de 1974. Las conversaciones de pasillo y los primeros escarceos bibliográficos empezaron a dotar de encarnadura real a aquellos de los que entonces solo sabíamos sus nombres. Ya no se trataba únicamente de documentos, fotografías y datos aislados sino de estudiantes y militantes que, poco a poco, comenzaban a adquirir presencia. Así se nos fueron apareciendo algunos interrogantes: ¿en qué proyectos de universidad realizaron sus recorridos?, ¿qué expectativas depositaron en su(s) elección(es) disciplinaria(s)?, ¿qué tipo de formación recibieron?, ¿qué lecturas paralelas efectuaron?, ¿qué participación tuvieron 126 ESPACIOS en la reforma del plan de estudios y en la transformación de los contenidos curriculares?, ¿cómo articularon educación formal con militancia estudiantil y profesional?, ¿qué significado tuvieron –en este contexto– los cursos de verano de 1974? Fragmentos de una época La década de 1970 ha estado sujeta a interpretaciones dicotómicas –de lo encomiástico y apologético a la detracción cínica– que parecen reproducir antiguos enfrentamientos, obturando de ese modo investigaciones y debates que, aunque situados, intenten echar luz sobre una etapa compleja de la historia reciente. En los últimos años, sin embargo, han aparecido estudios que, combinando herramientas de la historia de los intelectuales y la historia política con la sociología y la antropología del poder y los campos académicos, comenzaron a poner en cuestionamiento las lecturas normativas y a ofrecer nuevos materiales de estudio. Este acercamiento todavía preliminar y fragmentario a través de la búsqueda, selección y análisis de fuentes documentales de variada índole, desde resoluciones del Rectorado, el Decanato y el Consejo Directivo hasta volantes de organizaciones estudiantiles, legajos docentes y archivos personales, nos introdujo en los recodos e intersticios de una época sumamente compleja. El golpe del año 1966 significó un punto de inflexión en la historia de las universidades argentinas: intervenciones, renuncias y cesantías, limitación de la libertad de cátedra, dependencia de las universidades del Ministerio de Interior, represión estudiantil. Pese al avasallamiento de la autonomía universitaria y, en términos generales, al cierre de los canales de participación política (disolución del parlamento, prohibición de 88-144 Antropologia BN_final 11/10/08 5:40 PM los partidos políticos e instauración de la doctrina de seguridad nacional), las casas de altos estudios se convirtieron en uno de los epicentros del proceso de radicalización política de la época. Ya a principios de la década de 1970, los intentos de las autoridades universitarias de morigerar los conflictos internos aplicando sanciones presuntamente ejemplificadoras (denuncias policiales, sanciones disciplinarias, persecución de dirigentes estudiantiles) se vieron desbordados por la fuerza de los acontecimientos. Corrían los años en que el compromiso declarativo comenzaba a ceder espacio a las medidas de acción concretas y en que grupos mayoritarios de estudiantes iniciaban un masivo tránsito al nacionalismo y la resistencia peronista, en simbiosis con el marxismo, el catolicismo postconciliar y el tercermundismo. En ese contexto, las “Cátedras Nacionales”4 cobrarían enorme protagonismo, transformándose en itinerario y brújula de una parte por demás significativa del frente universitario. De difícil encuadre, las “Cátedras Nacionales” emergieron de una alianza entre un sector del estudiantado en proceso de radicalización política y un grupo de profesores que había accedido a cargos universitarios en la UBA luego de la intervención de 1966 (Recalde, 2007). En términos muy esquemáticos, implicaban la introducción de teorías marxistas, del revisionismo histórico (por oposición a la historiografía liberal), de escritores y ensayistas del pensamiento nacional, y de literatura peronista y tercermundista. Con sus matices, la nueva oferta bibliográfica y conceptual, hasta entonces predominantemente atada a las corrientes académicas metropolitanas, contribuyó al proceso de peronización de amplios sectores del ambiente universitario, Page 127 ambiente principalmente conformado por clases medias urbanas. El momento de esplendor de las “Cátedras Nacionales” se produjo entre 1967 y 1971 (Malimacci y Giorgi, 2007; Recalde, 2007). Los órganos de difusión fueron las revistas Envido y Antropología del Tercer Mundo, dirigidas por Arturo Armada y Guillermo Gutiérrez, respectivamente. El 31 de mayo de 1973, días después de la asunción presidencial de Héctor Cámpora y de los nombramientos de Jorge Taiana como ministro de Educación y del historiador Rodolfo Puiggrós como rector de la Universidad Nacional y Popular de Buenos Aires, el sacerdote Justino O’Farrell era designado “delegado interventor” de la Facultad de Filosofía y Letras. La designación de O’Farrell, un cuadro identificado con las corrientes del catolicismo postconciliar, coronaba un breve aunque intenso derrotero académico-intelectual. Mentor de las llamadas “Cátedras Nacionales”, director del Departamento de Sociología desde 1969 y hábil articulador de idearios teórico-ideológicos hasta entonces poco menos 4. Entre los miembros fundadores de las “Cátedras Nacionales” se destacaron, entre otros, Gonzalo Cárdenas, Guillermo Gutiérrez, Roberto Carri, Alcira Argumedo, Blas Alberti, Amelia Podetti, Horacio González, Jorge Carpio, Conrado Eggers Lan y Gunnar Olson. Cs. Antropológicas 127 88-144 Antropologia BN_final 11/10/08 5:40 PM 5. Resolución 13 del Delegado Interventor FFyLUBA (4 de junio de 1973). 6. Resoluciones 209 y 210 del Delegado Interventor FFyL-UBA (12 de julio de 1973). 7. Resolución 110 del Delegado Interventor FFyLUBA (27 de junio de 1973). 8. Por resolución 206 del Delegado Interventor FFyL-UBA (11 de julio de 1973) se rindió homenaje al empleado y estudiante Juan Pablo Maestre, asesinado el 13 de julio de 1971, y por resolución 332 del Delegado Interventor FFyL-UBA (20 de julio de 1973) se declaró “profesor emérito” de la FFyL-UBA al doctor Rodolfo Puiggrós. 9. Resoluciones 5, 6 y 7 del Delegado Interventor FFyL, UBA (1 de junio de 1973). 10. 30 años de Antropología en Buenos Aires, 1958-1988, Jornadas de Antropología, Buenos Aires, 24 y 25 de noviembre de 1988, FFyL, UBA. El 7 de mayo, Hugo Ratier, de acuerdo con el nuevo reordenamiento del organigrama de los Departamentos Docentes, es designado como Coordinador del Departamento de Ciencias Antropológicas por intermedio de la Resolución 40 de la Decana Normalizadora, FFyL-UBA. 11. Resolución 697 del Delegado interventor FFyL, UBA (28 de agosto de 1973). 12. Carpeta “Facultad Disposiciones”, Archivo del Departamento de Ciencias Antropológicas. 13. Op. cit., p. 2. 14. Op. cit., p. 2. 15. Resolución CS UBA 375 y Resolución 255 Delegado Interventor FFyL, UBA (14 de marzo de 1974). 128 ESPACIOS Page 128 que insospechados, se convertiría en figura emblemática del frente universitario y en artífice visible de la apertura de cátedras, departamentos e institutos a docentes, intelectuales, investigadores y militantes vinculados al peronismo de izquierda. La administración de O’Farrell no supuso, sin embargo, ninguna discontinuidad con las herramientas político-institucionales desplegadas durante las sucesivas intervenciones de las universidades argentinas: 1) solicitud de renuncia a funcionarios, docentes e investigadores 5, 2) juicios académicos a ex decanos (Ángel Castellán y Antonio Serrano Redonnet),6 3) supresión transitoria de los órganos de decisión (consejo directivo), 4) declaraciones de compromiso con las autoridades entrantes, 5) suspensión de las sanciones aplicadas por motivos políticos, gremiales, sociales y estudiantiles7, 6) actos reivindicativos y de homenajes8 y 7) armado de un programa de recambio y normalización, así como de “planes de transición” para las diferentes carreras de la facultad. En ese sentido, entre las primeras medidas, se dispuso la remoción de los directores de los departamentos, institutos y centros, designándose a sus respectivos reemplazos. En cuanto al Departamento de Ciencias Antropológicas, Guillermo Gutiérrez ocuparía su dirección, así como la del Instituto de Antropología y el Museo Etnográfico,9 hasta la designación de Hugo Ratier el 26 de noviembre de 1973.10 A través de un pedido elevado por Gutiérrez al delegado interventor O´Farrell, se dispondría la redenominación de los espacios institucionales disciplinarios 1) el Instituto de Antropología por el Centro de Acción e Investigación Cultural “Raúl Scalabrini Ortiz”, 2) el Museo Etnográfico por el Centro de Recuperación de la Cultura Popular “José Imbelloni” y 3) Departamento de Ciencias Antropológicas “John William Cooke”. 11 Según el “Informe de las actividades desarrolladas y los proyectos de ejecución por parte del Departamento de Ciencias Antropológicas ‘John William Cooke’”, el segundo cuatrimestre de 1973 fue declarado de “Transición y reestructuración de la carrera” con el objetivo de “redefinir los objetivos de la antropología y englobarla dentro de una ciencia histórico-social única junto con el resto de las carreras afines (sociología, psicología, etc).”12 De este modo, se proponía un perfil de científico social que debía “dejar de ser un agente de la colonización cultural para pasar a ser un trabajador de la cultura comprometido con la realidad social del país”,13 y cuyo rol consistiría en brindar elementos para la planificación en áreas de gobierno consideradas prioritarias (salud, vivienda, educación). La aspiración de máxima era “rescatar y recrear la autentica cultura nacional y popular, es decir, las pautas culturales que surgen de la lucha por la liberación nacional y social en los marcos de la unidad nacional y latinoamericana”.14 La intención de producir modificaciones sustantivas en la formación disciplinar se hace visible, a su vez, en el ingreso de nuevos nombres a la planta docente y en cambios significativos de los contenidos curriculares, ingreso y cambios que empezarían a advertirse en el segundo cuatrimestre de 1973, aún antes de la aprobación del nuevo plan de estudio. Ratificado por el Consejo Superior el 15 de marzo de 1974, el flamante plan entraría en vigencia a partir del primer cuatrimestre de 1974.15 Dentro del ciclo de orientación sociocultural se incluían especializaciones en antropología sanitaria, antropología de la vivienda, antropología de la educación, antropología indígena, antropología rural. 88-144 Antropologia BN_final 11/10/08 5:40 PM Entre las innovaciones del nuevo plan –por comparación con los anteriores–, aparece la asignatura “Principios de planificación social”, la cual, según algunas entrevistas, conllevaba la intención de dotar al perfil profesional de herramientas de intervención en la gestión pública. La intervención del presbítero Raúl Sánchez Abelenda en septiembre de 197416 decretará la suspensión del esquema propuesto, circunscribiendo su existencia a un único cuatrimestre y declarando la caducidad de todas las reformas introducidas.17 La decisión de disolver institutos y centros fue fundamentada en que “los mismos servían para la difusión de la ideología comunista que se expandía en todos los ámbitos de la Facultad”.18 El cierre de la facultad dispuesto por el rector interventor Alberto Ottalagano y el pase a disponibilidad de todo el personal docente determinarían la interrupción de una intensa y agitada experiencia generacional.19 ¿Cuál fue –en este nuevo contexto– el destino de los cursos de verano de 1974? La documentación hallada no es del todo unívoca al respecto. Por un lado, en el archivo del Departamento de Ciencias Antropológicas existen carpetas que contienen notas que deniegan u otorgan validez a estos cursos, caso por caso. El seminario “Migraciones y vivienda popular” fue en líneas generales validado por las nuevas autoridades, mientras que el seminario “Historia de las Luchas Populares” no parece haber corrido la misma suerte. Quienes se desempeñaron como personal administrativo en aquella época señalan que el profesor Bórmida tomaba las decisiones personalmente en cada caso. Por otro lado, la Resolución 731 del Delegado Interventor Sánchez Abelenda indica que la validez de los cursos de verano fue revisada, siendo algunos de ellos Page 129 declarados “actos administrativos inexistentes, emitidos por funcionarios de hecho, fuera de todo ámbito de competencia asignada”.20 Según esta misma resolución, la estrategia de la nueva gestión parece haber sido acceder –para el caso de los estudiantes que hubiesen asistido a los mimos– a reducir a una la cantidad de materias requeridas (como optativas) según el Plan de Estudios. Así, en algunos casos, se reconocía de hecho la participación en los cursos, pero, a su vez, se garantizaba que estos no constaran en los certificados analíticos de los alumnos. 16. Resolución CS UBA 17 (24 de septiembre de 1974). 17. Resolución Delegado Interventor 91 FFyL, UBA (27 de diciembre de 1974). 18. Resolución Delegado Interventor 83 FFyL, UBA (27 de diciembre de 1974). 19. Resolución CS UBA 34 y 35/74. 20. Resolución Delegado Interventor 731 FFyL, UBA (18 de julio de 1975). Cs. Antropológicas 129 88-144 Antropologia BN_final 11/10/08 5:40 PM Page 130 En un contexto de radicalización de las luchas políticas al interior del peronismo, las universidades se convirtieron entre 1973 y 1974 en un espacio clave para la rápida movilización de la militancia estudiantil. En ese sentido –según los testimonios recogidos–, los cursos del verano de 1974 pueden leerse como una estrategia destinada a garantizar la ocupación efectiva del territorio académico, ante el avance de sectores “duros” que aspiraban al control de los resortes institucionales. Sin embargo, también pueden interpretarse en sintonía con la necesidad de acelerar las transformaciones operadas en los contenidos curriculares. Retomando la experiencia de las “Cátedras Nacionales”, dichos cursos implicaron un principio de renovación de la oferta de cátedras y de los registros bibliográficos. Convertidos algunos en materias obligatorias del “ciclo de iniciación” (“Historia de las luchas populares”), constituyeron los antecedentes de futuras carreras (“Introducción a los medios masivos de comunicación” en relación a la Licenciatura en Comunicación Social)21 y de nuevas perspectivas disciplinarias (“Migraciones y vivienda popular” en relación con antropología rural y antropología urbana). Es entonces en el replanteo general de los programas de estudio, de los contenidos curriculares, de los regímenes de cursada y evaluación, del esquema de funcionamiento de los institutos y centros de investigación, y de los modos de participación y acción política de las organizaciones estudiantiles, donde el período revela cabalmente las peculiaridades, ambigüedades y tipicidades de una época. Referencias bibliográficas 21. Anguita, Eduardo y Caparrós, Martín, La voluntad II, Buenos Aires, Norma, 1998. 130 ESPACIOS Anguita, Eduardo y Caparrós, Martín, La voluntad II. Buenos Aires, Norma, 1998. Barletta, Ana M. y Lenci, Laura, “Las revistas de la ‘Nueva Izquierda’. Politización de las Ciencias Sociales en la Argentina. La revista Antropología 3er. Mundo, 1968-1973”, en Sociohistórica. Cuadernos del CISH (Universidad Nacional de La Plata), Nº 8, 2do. semestre de 2000. Barletta, Ana M., “Una izquierda peronista universitaria. Entre la demanda académica y la demanda política, 1968-1973”, en Prismas. Revista de Historia Intelectual, Universidad Nacional de Quilmes, Nº 6, 2000. Malimacci, Fortunato y Giorgi, Guido, 50 aniversario de la carrera. VII Jornadas de Sociología. Pasado, Presente y Futuro. Carrera de Sociología, UBA, 2007. Recalde, Aritz, Universidad y liberación nacional, Nuevos Tiempos, Buenos Aires, 2007. Villarroel, María Jimena, Universidad Nacional de Salta: Creación, procesos y crisis. Mimeo. 88-144 Antropologia BN_final 11/10/08 5:40 PM Page 131 HOMENAJE A SANTIAGO WALLACE Y NILDA ZUBIETA 50° ANIVERSARIO DE LA CARRERA DE CIENCIAS ANTROPOLÓGICAS PANEL: ANTROPOLOGÍA, SALUD Y TRABAJADORES Presentación a cargo de Susana Margulies Este panel ha sido organizado como homenaje a dos compañeros fallecidos en un lamentable accidente el 26 de marzo de 1998. Santiago Wallace, que en el momento de morir era profesor regular del Departamento de Ciencias Antropológicas, director de proyecto UBACyT en el marco del Programa de Antropología y Salud de la Sección de Antropología Social, y además consejero directivo por el Claustro de Profesores. Su compañera, Nilda Zubieta, que muere con él, había sido durante algunos años ayudante en la cátedra de Antropología Biológica y Paleoantropología y, en el momento de morir, era investigadora y JTP en la Sección de Antropología Biológica y Paleoantropología. Para este panel se ha invitado a colegas que tuvieron contacto con ellos en distintos momentos de sus trayectorias. La primera expositora es Mabel Grimberg, profesora de Antropología Sistemática I, directora de la Sección de Antropología Social y directora del Programa de Antropología y Salud; ella va a comentar la trayectoria académica de Santiago Wallace. En segundo lugar hablará María Josefina Martínez, docente del Departamento e investigadora del Programa de Antropología Jurídica de la Sección de Antropología Social, quien presentará su experiencia como asistente de Santiago Wallace en una investigación sobre salud y trabajo, en la obra social de los cerveceros de la empresa Quilmes. Luego, hará su presentación Cristina Cravino, profesora e investigadora de la Universidad de General Sarmiento, que fue becaria de Santiago en el momento en que él falleció. El siguiente será Raúl Carnese, profesor consulto de la Universidad y director de la Sección de Antropología Biológica y Paleoantropología, quien nos hablará de la trayectoria de Nilda Zubieta. Finalmente, y sintetizando de alguna manera su vínculo con ambos, nos hablará Marcelo Sarlingo que es director del Departamento de Antropología Social de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad del Centro de la Provincia de Buenos Aires, con sede en Olavarría. Cs. Antropológicas 131 88-144 Antropologia BN_final 11/10/08 5:40 PM Page 132 MABEL GRIMBERG Primero, un agradecimiento al Departamento por la idea de que la segunda actividad de conmemoración por los 50 años de la carrera de Antropología sea una recordación, un homenaje, a Santiago Wallace y a Nilda Zubieta. Y agradezco, por supuesto, que me hayan invitado. Siempre estos períodos, fechas que rememoran acontecimientos que de alguna manera han sido significativos, implican un trabajo de memoria, en el que a veces es difícil deslindar lo colectivo, los procesos grupales, el tipo de experiencia grupal, de los aportes de cada una de las personas en esos grupos. En este caso, para mí preparar esto fue realmente una experiencia emocional difícil y un duro ejercicio para poder tratar de no hablar de mí. No sé si lo lograré, la idea es presentar el proceso que hicimos juntos con Santiago y, en un segundo momento, precisar los aportes originales que él hizo respecto del trabajo colectivo en el que estábamos inmersos. En lo que voy a contar hay una serie de situaciones que, a lo largo del tiempo, remiten a circunstancias anteriores. Este proceso que voy a explicar se desarrolló en distintos momentos y tiene que ver con una serie de elecciones, de afinidades electivas, que permitieron que nos juntáramos. Los ámbitos en los que coincidimos, que compartimos en esta Facultad, fueron la cátedra Sistemática I y el Programa Antropología y Salud. Me quiero referir específicamente al trabajo que desarrollamos en esa confluencia en un área que habíamos formado y que se llamaba Salud de los trabajadores, desde el año ‘86 al ‘98. Para contextualizar mínimamente, voy a plantear en términos históricos tres escenarios. El primero, durante los años ‘82 y ‘83, en un grupo político de gente que provenía del peronismo de 132 ESPACIOS base, discutíamos sobre la coyuntura, la etapa, la experiencia anterior, e incorporábamos ciertas historias personales que tenían que ver con la cárcel, el exilio externo y el interno, los trabajos y las carreras. En ese grupo, una de las personas, en el año ‘83, cuenta que hay dos compañeros antropólogos de La Plata, que van a ir al Primer Congreso de Antropología Social de Misiones; otro dice que también hay una amiga antropóloga de Buenos Aires, y se ofrecen a presentarnos. Entonces, en Misiones, conozco a los dos compañeros antropólogos, que eran Santiago y Nilda, y a esta amiga, compañera de otro, que era Susana Margulis. El segundo escenario es en la cátedra de Sistemática durante el año ‘85. En ese momento, además del entusiasmo por todo lo que se abría y todas las posibilidades de articulación de la historia, de ciertas fortalezas perdidas, de derechos expropiados, etc., se daban becas, y recuerdo que un compañero hacía propaganda, insistía, para que nos presentáramos a la beca. Yo, por una militancia anterior en la CGT de los Argentinos, estaba intentando desde el ‘83 hacer una historia de la CGT de los Argentinos. Intentaba hacerlo, pero estaba absolutamente empantanada porque parte de mi historia personal estaba muy comprometida en eso, por lo que no podía realmente llevar a cabo el proyecto. En esa reunión de Sistemática I, Santiago dice: “Pero vos podés hacer un proyecto sobre salud de los trabajadores.” “¿Cómo?”, respondo yo. Y me da un libro que tenía un prólogo de Eduardo Menéndez sobre la salud de los trabajadores. Era un libro que analizaba la experiencia italiana. Leer ese libro cambió las dos vidas, podría decir, y permitió que trabajara más o menos, en el mismo lugar; porque era un trabajo sobre trabajadores gráficos y la CGT de los Argentinos 88-144 Antropologia BN_final 11/10/08 5:40 PM conducida por el Secretario General de los trabajadores gráficos, que era Ongaro. El tercer escenario es el año ‘86, ya con las becas conseguidas. Y en función del Segundo Congreso de Antropología Social surge la posibilidad de armar un área de salud dentro del Instituto. ¿Quiénes estaban en este área? Santiago, Susana y otros compañeros más. La formamos e iniciamos un proceso de discusión profunda que llevó a la creación del Programa de Antropología y Salud en el año ‘88 y a la presentación y primera convocatoria de UBACyT, es decir, de subsidios para proyectos colectivos de investigación de la UBA. El proyecto que presentamos era colectivo, con tres áreas de trabajo, una de salud de los trabajadores, en la que Santiago investigaba con trabajadores cerveceros de Quilmes y en la que también estaba yo, que trabajaba con gráficos; un área de atención primaria y participación social, que la llevaba Susana Margulis; y un área de enfermedades de transmisión sexual. Este proceso implicaba un ida y vuelta entre la cátedra, la investigación y una reformulación de la práctica, que intentaba salir de la dicotomía entre práctica antropológica, académica, profesional, docente e investigación y práctica política. La propuesta básica era articular los recursos de la antropología y capitalizar y recuperar nuestra experiencia política previa en un solo camino que permitiera el compromiso, en este caso, con procesos políticos que se estaban llevando a cabo, porque los trabajadores, tanto cerveceros como gráficos, más otros sindicatos y agrupaciones que habían participado de la CGT de los Argentinos, en ese marco del ‘85 al ‘87, buscaban recuperar sus conquistas, sus armas de negociación, estaban desarrollando una serie de demandas o sea, intentaban recuperar posiciones Page 133 de poder y derechos que durante la dictadura se habían perdido. Fíjense que el objetivo no era solo entrar con un objeto de estudio que había estado separado por años y dejado de lado. En gráficos se decía, la salud es lo último que se demanda y lo primero que se negocia. Negociar en el sentido de resignar. Un objeto, la salud de los trabajadores, que a nosotros nos permitía incluir los aportes de Marx, Thompson, Gramsci, Williams, viendo cómo eran esas relaciones de clase en una experiencia cotidiana de trabajo; y cómo los efectos de la dominación, de la opresión, se transformaban en sufrimiento, malestar, desgaste corporal; cómo la experiencia de clase obrera era cotidiana, se marcaba y se hacía con el cuerpo. Este objeto es el que trabajamos en conjunto, y lo hicimos tratando de acompañar, aportando herramientas, para que las mismas y el proceso se transformaran en un mutuo aporte para el conflicto o para una negociación. En el caso de Santiago, el sindicato cervecero estaba llevando adelante una serie de demandas en las que él mismo participó. Ahora, ese objeto salud de los trabajadores, en este tipo de práctica que uno diría de una Antropología crítica, una Antropología politizada, se transformó en otro objeto. Ya no solo como salud de los trabajadores, sino en términos del control por parte de los trabajadores de las condiciones que desgastan, enferman y matan, porque ellas son parte de un proceso de disputa entre los trabajadores y las patronales. En este marco me puse a ver el aporte específico de Santiago. Cuando uno trabaja en grupo y son varios proyectos juntos que se llevan a cabo en un marco teórico y metodológico común, no puede estar saliendo todo lo mismo, o sea, hay que encontrarle Cs. Antropológicas 133 88-144 Antropologia BN_final 11/10/08 5:40 PM Page 134 una especificidad. Y yo creo que hay dos aportes que diferencian lo que hacía Santiago de lo que hacíamos Susana o yo. Pero antes de eso, una síntesis del programa. Era un programa de investigación, docencia, transferencia y construcción. Lo que pretendíamos era recuperar la experiencia, los saberes y las prácticas de los trabajadores; y también sus demandas, los modos de problematizar y de resolver colectivamente. En los dos casos hubo equipos donde los trabajadores o los activistas sindicales tuvieron un rol importante en la investigación. Para apreciar los aportes originales de Santiago veo dos momentos que se expresan en términos de publicación, uno de estos va del ‘89 al ‘93. Me falta un trabajo que lo leí en su momento pero ahora no lo pude encontrar, de Cuadernos Médicos Sociales de Rosario, y me falta otro que es anterior, del grupo editor de Quilmes. Ahí hay un trabajo importante. Yo sí tenía “Tras las huellas de 100 años, la cerveza y los trabajadores cerveceros”, que se publicó en Cuadernos de Antropología Social en el año ‘91, y otro que se llama “El proceso del trabajo cervecero, una mirada desde los riesgos”, que apareció en una compilación de Berrotarán y Pozzi que se llamó Ensayos inconformistas sobre la clase obrera. ¿Cuál es el aporte de Santiago? Estudiábamos el proceso de trabajo, hacíamos un análisis a partir de lo que ellos nos decían que eran sus riesgos, sus problemas de salud, observábamos todas las relaciones y las mesas de negociación, si podíamos estábamos adentro. Pero, ¿qué hacía Santiago? Le encuentra una especificidad al proceso de trabajo cervecero y a las modalidades de relaciones obreropatronales, que era justamente la ingesta de cerveza, un tipo particular de ingesta. Y él lo que hace es contextualizarla en un proceso mayor, en un 134 ESPACIOS proceso macro, de competencia inter empresaria por el mercado, que en ese momento de principios de la década del ‘90 está avanzando sobre el vino en los sectores populares y está avanzando en los jóvenes desplazando a las gaseosas también. A su vez, analiza las transformaciones más generales en los procesos de trabajo de la década y las estrategias empresarias en relación con los trabajadores; así como los cambios en la conformación y el papel del Estado que se iban dando. Santiago dice que la ingesta de cerveza es el principal componente de un conjunto de transacciones permanentes entre los trabajadores y los empresarios, entre los trabajadores y los médicos del trabajo, entre el sindicato y la empresa. Él ve que esto no solo es constitutivo del proceso de trabajo, muestra cómo este tipo de transacciones en torno a la cerveza no solo surge del proceso sino que a su vez lo está modelando, le está dando una particularidad. Para ello, además, este trabajo, que lo recomiendo, va a recuperar los aportes de Eduardo Menéndez sobre el proceso de alcoholización, las funciones sociales manifiestas y latentes, pero dándole esta particularidad que tiene que ver con este proceso de relaciones obrero-patronales, de llevar bien al ras las relaciones de clase en la vida cotidiana en una empresa. El segundo aporte, que para mí lo empezó a trabajar a partir del ‘93, lo hizo solo, es su línea particular, es un pasaje coherente de buscar aproximarse a las clases, a la hegemonía, de sujetos concretos, como eran los trabajadores y sus relaciones, va a dar un nuevo paso en su preocupación ya no en términos de sujetos solamente, sino de subjetividad. Sobre esto hay dos trabajos que yo tengo, uno es en colaboración con Pablo Pozzi, Miriam Wlosco y Cecilia Ros, y se llamó “Trabajo, cultura 88-144 Antropologia BN_final 11/10/08 5:40 PM y subjetividad: un estudio acerca de las transformaciones en la significación del trabajo”, y está en un libo que se llama Reconversión y Movimiento Obrero, publicado en el año ‘94. El otro artículo es una ponencia para la Segunda Jornada de la Cuenca del Plata, del año ‘97, publicada en el libro que hizo Antropología Sistemática en el ‘98, titulado Antropología Social y Política, hegemonía y poder. El mundo en movimiento, publicado por Eudeba. Estos trabajos analizan los cambios producidos a partir de la crisis del modelo taylorista-fordista, y muestran cómo se sustituye el esquema de producción rígido y masivo por esquemas de función flexibles, los mercados segmentados, las nuevas tecnologías, las nuevas formas de gestión de la organización del trabajo y de la fuerza de trabajo, todo eso en busca, a su vez, de la historicidad y la particularidad de las relaciones obrero-patronales en la Argentina y el rol de Estado. En ese sentido hace una serie de consideraciones interesantes con respecto a que los sindicatos se desarrollaron discutiendo y disputando el precio de la fuerza de trabajo, no el modo de uso, de gestión, de esta fuerza. Analiza también otros elementos, los contrasta con la búsqueda de datos del conurbano y, en particular, se dedica a Quilmes con trabajadores metalúrgicos, cerveceros y una empresa privatizada de servicios públicos. Él aquí plantea dos niveles de análisis, trabajar lo colectivo, el proceso, y trabajar a nivel de la singularidad y los cambios en la subjetividad en relación con estas nuevas formas de trabajo. Va dando datos concretos de cómo este cambio en el caso que analiza significa desocupación, desindustrialización, precarización salarial, con un avance impresionante del trabajo en negro; que la implementación de las nuevas tecnologías y las nuevas formas de gestión no eran lo relevante pero sí lo Page 135 eran cómo impactaba la reforma del Estado y el cambio en la legislación. Se preguntaba por los cambios en el peso social, el papel y los sentidos del trabajo; así como por las transformaciones que se pudieran estar dando en las identidades colectivas o por la configuración de nuevas estructuras de sentimientos que están en la base de las culturas laborales. Más en particular, se preguntaba por las expectativas, los proyectos de vida de los trabajadores y los significados del trabajo para los desocupados, para los que ya venían con una segunda generación sin trabajar, para los jóvenes, los jubilados y los nuevos pobres. En este marco está su aporte específico. Por un lado, articular estos procesos macro sociales, historizar, ver estructuras y al mismo tiempo aproximarse a la subjetividad; y cómo se acerca también, porque dice que hay que ir más allá de las identidades, propone trabajar con ciertas dimensiones relacionadas con el deseo, las emociones, los afectos. O sea, que no va a pensar la subjetividad solo en términos de la identidad, si uno es trabajador, afiliado a un sindicato, etc. Sino que va a ir más allá para poder tomar en profundidad estas dimensiones. Entonces, dice que el problema del deseo permite aproximarse a los ideales, a la búsqueda de conocimiento, a estas estructuras de sentimiento, es decir, a toda la trama simbólica que muestra que el significado del trabajo no es solo idea. Con respecto a la segunda línea, a la subjetividad, dice así: “Pensar las historias individuales como historias sociales”. Y cita una frase muy sugerente de Emiliano Galende que para mí es un descubrimiento: “El sujeto no deviene histórico, lo es desde su origen, y en este ser histórico se hace abordable y define su singularidad.” Santiago agrega a esto: “La historicidad no es Cs. Antropológicas 135 88-144 Antropologia BN_final 11/10/08 5:40 PM Page 136 una construcción lineal de lo vivido, es una reconstrucción y una resignificación sometidas a la fuerza del deseo”. Y lo último, dice en el artículo publicado en el libro que editamos en el año ‘98: “Trabajar de esta manera [con la subjetividad] permitiría ver que lo que aparece como carencia o falta en términos de conciencia, solidaridad y participación halla a nivel subjetivo una expresión a través del sufrimiento, entendido como una forma de resistencia a las nuevas modalidades de dominación. El estudio de la subjetividad permitirá entonces escapar a ciertas visiones que conciben la relación dominación-resistencia en términos de conciencia o de falta de ella. La sumisión y la resistencia se desarrollan también, y quizás prioritariamente, en el campo de las prácticas, en el del sufrimiento psíquico y corporal, en el campo de un sufrimiento las más de las veces silencioso. Es en este nivel, que muchas veces no tiene expresión verbal, ideológica ni política, en el que quizás se están gestando espacios posibles de resistencia.” Y se estaban gestando… JOSEFINA MARTÍNEZ Voy a tratar de que lo mío sea muy breve y muy centrado en lo que fue una corta, pero para mí muy importante experiencia como auxiliar de investigación, porque yo ni siquiera fui becaria de Santiago. Yo trabajé con él, concretamente, en el relevamiento de datos en la cervecería Quilmes y en la Obra Social de la cervecería durante dos años y medio, del ‘87 al ‘89. Lo que voy a hacer es algo que no sé si existe pero gira entre una reflexión testimonial y un testimonio reflexivo. No soy especialista en el tema, no seguí trabajando en Antropología, salud y trabajadores, más allá de que me parece muy interesante y sigo tributando muchas de las cosas que incorporé en ese momento como 136 ESPACIOS auxiliar de él, pero de todas maneras creo que esto puede complementar la presentación que hizo Mabel de lo que fue el trabajo con los cerveceros. Como dato biográfico, yo había ingresado a la carrera en el año ‘84, y no lo tuve a Santiago de profesor en ninguna de las materias que él daba, de hecho, no lo conocía. Hacia el año ‘87, a mitad de la carrera, me empecé a preguntar qué voy a hacer, qué temas me interesan para poder trabajar, y algunos amigos que eran amigos de Santiago, me acercaron a él, lo conocí y empecé a trabajar con él. Concretamente, la convocatoria era para trabajar en el relevamiento de datos en la Obra Social del Sindicato de Cerveceros de la Cervecería Quilmes. Fue mi primera aproximación a la investigación, y fue bastante intensa porque esa tarea de auxiliar implicaba ir a Quilmes dos veces por semana junto con él, hacer relevamientos de las historias clínicas de la Obra Social, participar de las reuniones de la Comisión Interna del Sindicato, entrevistar a trabajadores cerveceros y revisar expedientes de la justicia laboral iniciados por accidentes de trabajo por parte de muchos trabajadores cerveceros que formaban parte de este núcleo. Lo cuento desde el registro anecdótico, pero quiero rescatar una cuestión, que es que esta experiencia de investigación refleja para mí una de las características más importantes de lo que significó Santiago para todo un grupo de estudiantes, básicamente, los que habíamos entrado en el ‘84 y el ‘85, y es que era una persona, mirada desde la estudiante de veintipico de años, muy comprometida con el tema que trabajaba. Esta cuestión de averiguar de qué manera la cerveza llegaba a los trabajadores día a día, cotidianamente, dentro de la fábrica, era una especie de obsesión, y era un dato que perseguíamos en cada una de las fuentes que 88-144 Antropologia BN_final 11/10/08 5:40 PM íbamos recorriendo. Porque eso estaba tan encubierto y a la vez tan naturalizado en los propios trabajadores que era una dádiva, un beneficio que la patronal les daba, un gesto de buena onda de dejarlos tomar cerveza durante el horario de trabajo, que incluso en las entrevistas era todo un arte llevarlos a ese tema y tratar de identificar concretamente cómo había sido el proceso por el cual se había llegado a esa situación, no solo en el marco general de la fábrica, sino también en el marco general de cada uno de los sectores de trabajadores donde había modalidades distintas de la patronal. De esa experiencia de investigación creo que se desprende una de las características de Santiago, que por lo menos a los estudiantes de aquella época nos quedó muy marcada y que tenía que ver con la pasión y la dedicación por la búsqueda de datos en un tema tan complejo como este de analizar las relaciones dentro de la fábrica desde el punto de vista etnográfico, cosa que no es sencilla, creo que sigue siendo bastante complejo, incluso desde el punto de vista metodológico; y, por otro lado, pone también de relieve la forma en la que encaraba esta investigación, el compromiso político con esos actores sociales. Creo que de esta experiencia de investigación esas fueron dos cosas que a mí me marcaron absolutamente las líneas, las posibilidades de investigación en Antropología Social. Para recalcar esta dimensión humana de lo que significó Santiago para los estudiantes de aquella época quiero poner énfasis en tres momentos que me parece que pintan de cuerpo entero su práctica, no como investigador, sino como docente y como formador de gente durante la carrera, lo que yo considero que es su legado. Una es que, como chica del interior trasplantada a Buenos Aires, para mí en los tres primeros años de la carrera Page 137 no fue nada fácil enterarme de cómo funcionaban las relaciones sociales en la Facultad entre docentes y alumnos, y creo que fue, no solo para mí sino para todo ese grupo, la figura de Santiago la que nos mostró que había una forma directa, campechana, a veces un tanto cabrona también, un poco chicanera incluso, de comunicarse, discutir y pelear entre profesores y estudiantes, y eso no formaba parte de los cánones. En eso era excepcional, era una figura que se destacaba. Me parece que para todo este grupo en la primera mitad de la década del ‘80, Santiago fue eso, la posibilidad de acercarse a un profesor al que uno se podía aproximar y contarle cualquier proyecto, aunque fuera delirante, y él iba a tener el tiempo y la capacidad para escucharlo y después orientar en la medida de las posibilidades, de una forma abierta y democrática. Me parece que esa es una de sus principales características. La segunda es que, como estudiantes de Antropología, tuvimos la posibilidad de tener un contacto directo con el hacer, con la práctica profesional de la investigación, a partir de este campo de Antropología y trabajadores, y eso, como sabemos, deja un recuerdo imborrable, es la primera experiencia de campo, el primer acercamiento a un tema de investigación. Si lo miro desde ahora, como docente, hay algunas cosas risueñas en la forma que Santiago tenía para estimular en el trabajo, porque en general cuando uno le preguntaba, le decía, bueno, vos podés resolver esto, qué te parece, y era una pelea constante porque él lo que quería era que uno tuviera cada vez más autonomía y se hiciera cargo de las cosas, mientras que uno a mitad de la carrera lo que quería era que le dijeran lo que tenía que hacer y cómo hacerlo. Ese me parece que era otro rasgo que configuraba su forma de relacionarse Cs. Antropológicas 137 88-144 Antropologia BN_final 11/10/08 5:40 PM Page 138 con los estudiantes o con los que trabajábamos con él en este tema de la investigación. Por último, algo para abrirme del tema de la investigación. Ya hacia el final de la carrera se hacía evidente que yo no iba a seguir investigando en el tema de Antropología y Salud. Entonces, me acuerdo que para ese momento Santiago, con esa característica de acortar las distancias y acercar a la gente a los grupos de trabajos, me había presentado a Mirta Lischietti y había empezado a dar clase en el CBC y en Sistemática I. En esa época yo empecé a estudiar Derecho y le dije que lo que me interesaba era la Antropología y el Derecho, entonces Santiago, así, con ese estilo directo y sin poner ningún obstáculo, me dijo: “Vos tenés que hablar con Sofía Tiscornia”, y ahí mismo propició una reunión con ella. Lo risueño, es que después, en los años siguientes, el chiste constante de Santiago hacia Sofía fue “Me la robaste”, cuando él en realidad había propiciado eso porque era mi mayor interés, pero eso formaba parte del estilo de Santiago. En síntesis, lo que yo quiero marcar con estos recuerdos, con esta forma de ser profesor y establecer las relaciones entre profesores y estudiantes, es la actitud generosa y abierta que siempre tuvo para recibir a todos los estudiantes que se acercaban con alguna inquietud, chicaneando, peleando, provocando muchas veces, pero siempre con una actitud inclusiva, y eso en esa época era un factor muy importante para ir creando circuitos de institucionalización y de inclusión en el trabajo antropológico que todavía no estaban hechos, porque la normalización estaba en curso y los circuitos institucionales no estaban tan definidos como ahora. Entonces, me parece que estas características de la preocupación por incluir, por orientar, por formar, por dar 138 ESPACIOS un lugar, porque cada uno de los estudiantes interesados pudiera acercarse, este abrir la puerta de muchos lugares y considerar al estudiante como un compañero, para mí constituyen el legado de la figura de Santiago para todos nosotros. Por eso, muchas veces, cuando se acercan estudiantes a pedir orientación y cuentan que tuvieron antes alguna entrevista y los trataron mal, los trataron con desprecio, con cierto desdén, yo les digo, es cierto, te puede pasar, forma parte de la vida académica. Lo único que te pido es que no te olvides de eso, así cuando vos seas profesor no lo repetís, vos tratá de acordarte de lo que pensás ahora, para luego tener una actitud inclusiva, generosa y abierta, y sin decirlo, pienso, como Santiago Wallace, que creo que fue el que tuvo visiblemente una actitud así. CRISTINA CRAVINO Lo conocí a Santiago como profesor, no tengo recuerdos muy precisos, pero lo que sí me acuerdo es de ese Congreso del ‘86, cuando era estudiante y escuché la ponencia de Santiago. Me acuerdo que muchos nos quedamos fascinados con su trabajo, con su línea. Yo empecé medio de casualidad a trabajar con él, aunque no fue casualidad sino la generosidad de Santiago, porque yo estaba recibida, estaba haciendo una Maestría. Me acerqué al Departamento a hablar con él para ver quién le parecía que podía dirigirme una beca. Tenía bien en claro el tema que quería investigar, que estaba vinculado a una parte del trabajo de Santiago, que era el de los movimientos sociales, y que por ahí no es lo que más se conoce de él, pero el artículo que escribió sobre eso me parece muy interesante como mirada crítica. Después se dijeron muchas cosas que ahí Santiago las planteaba muy incipientemente pero con mucha claridad. 88-144 Antropologia BN_final 11/10/08 5:40 PM Finalmente, me dijo: “No sé quién puede ser, pero no te preocupes, yo te dirijo.” Fue así, Y me acuerdo de cuando preparé el proyecto, fueron millones de veces, idas y venidas de corrección. Y yo lo que agregaría a lo que se planteó antes, es lo del compromiso político, querría reforzar un poco eso, porque me parece que ahora está muy vapuleada esa palabra, está de vuelta casi de moda, en el sentido de que era un posicionamiento, no era una distorsión política o una cosa más superficial, era una coherencia absoluta en todas sus instancias, y eso es lo que yo más rescataría de Santiago. Coherencia como docente; recuerdo que sus clases nunca terminaban con los alumnos yéndose rápidamente, sino juntándose alrededor de él para preguntarle cosas; y su posicionamiento político en los temas que elegía y en cómo articulaba con los actores fue lo que me transmitió y lo que me dejó, como dice Josefina, de legado. Yo siempre intento y quisiera ser coherente como lo era Santiago en ese sentido. Empecé a trabajar el tema de toma de tierras y también Santiago tenía contactos políticos por todos lados. Por supuesto, también tenía en la empresa Quilmes con Gustavo, y ya el traspaso al vínculo con Gustavo tenía desde el vamos este compromiso político. Esto tiene que ver también con cómo se construye el objeto de estudio en el sentido en que uno trabaja con sujetos, ese es su objeto de estudio; pero desde el vamos uno veía que eso para Santiago significaba que la cosa era de igual a igual, porque hay en ciertos sectores esta cosa de poner al sujeto objeto de estudio en un lugar distinto que el del respeto absoluto hacia un igual a nosotros, un igual con el cual uno va a intercambiar. Intercambiar en el mejor sentido de la palabra, porque a veces escucho que no se sabe muy bien qué implica eso. Un intercambio de ideas. En ese Page 139 sentido, Gustavo de Quilmes era el personaje, el cual leía el informe de investigación, discutíamos horas, y muchas cosas que me decía me servían y viceversa. Era una práctica de trabajo, Santiago estaba involucrado en eso y me lo transmitía siempre, no escapar al posicionamiento político e ir de frente en lo que uno pensaba, que eso no significaba ciertas debilidades en la forma de trabajar, sino todo lo contrario. Y yo creo que esa es una de las cosas que siempre recuerdo; una persona que siempre actuaba como consejero en todos los aspectos, incluso en mi vida. Me “estrenaba” como madre y me recuerdo hablando horas con él por teléfono. RAÚL CARNESE En principio, deseo agradecer a los organizadores de este evento que me hayan invitado a participar de este homenaje a nuestros compañeros Nilda Zubieta y Santiago Wallace. De acuerdo con lo convenido, describiré sucintamente lo que entiendo fueron las características más relevantes de la personalidad de Nilda. Dividiré la exposición en tres partes, que se corresponden con tres épocas: la primera es cuando nos conocimos en la Universidad Nacional de La Plata, a mediados de la década del ‘60. Ella comenzaba sus estudios en la carrera de Antropología y yo era su ayudante diplomado en la Cátedra de Fundamentos de Antropología, en la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la UNLP; una segunda etapa que se extiende desde octubre del ‘74 al ‘83, que abarca la última parte del gobierno de Isabel Perón y la larga noche de la dictadura cívico-militar, período en el cual dejamos de vernos; y la tercera, que se corresponde con nuestro reencuentro en la Universidad de Buenos Aires en la década de los ‘80, Cs. Antropológicas 139 88-144 Antropologia BN_final 11/10/08 5:40 PM Page 140 después del advenimiento de la democracia en nuestro país. No hay que olvidar que a mediados de los ’60, que es cuando Nilda ingresa a la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la UNLP, el país y la Universidad se vieron conmovidos por el golpe militar de Onganía. La dictadura intervino las universidades y hubo renuncias masivas de profesores. En la UNLP el movimiento estudiantil y organizaciones gremiales de profesores y no docentes se organizaron para resistir el embate de la dictadura. No voy a analizar aquí ese nefasto acontecimiento, porque no es el motivo de esta charla, solo lo señalo para contextualizar el ambiente en que se desarrolló gran parte de la actividad universitaria nacional. Sin embargo, a pesar de ese contexto opresivo, se continuaron generando y contrastando proyectos de cambios para la Universidad y el país. La actividad científica, cultural, social y política se continuó desarrollando pese a la persecución y represión política. En esa época, el movimiento estudiantil, las organizaciones políticas populares y los movimientos sociales estaban muy motivados por los logros de la revolución cubana, de la lucha del pueblo argelino por su liberación del colonialismo francés, del mayo francés, de la lucha vietnamita contra el imperialismo yanki y del cordobazo. La década del ‘60 fue la incubadora del setentismo. Intentaré ubicar a Nilda dentro del contexto social y político de esa época. En la ciudad de La Plata funcionaba un comedor estudiantil, dependiente de la Universidad, que cumplió una función social extraordinaria. Llegó a cubrir diariamente el almuerzo y cena de 15000 estudiantes con un pago simbólico que, estimo, serían hoy diez pesos anuales. Eso posibilitó la convergencia hacia la UNLP de estudiantes de clases humildes del país y también 140 ESPACIOS del exterior, procedentes de Bolivia, Perú, Paraguay, Venezuela, etc. Cada uno de estos grupos tenía sus peñas, donde se bailaba, se cantaba, se discutía de arte, de política... en fin, todas las cosas que se hacían en nuestra juventud. Además, era el lugar de encuentro de los estudiantes y donde, también, se organizaban las asambleas universitarias. En todas esas movidas estaba Nilda, con su presencia. En la Facultad, participó de la lucha contra la intervención, por el mejoramiento de los contenidos de la enseñanza, por los cambios del plan de estudio de la carrera de Antropología, donde se logró incorporar como materia Antropología Social. En ese momento se dictaba Etnología, siendo la bibliografía básica Epítome de Culturología de Imbelloni; no se estudiaba, por ejemplo, a autores como Levi Strauss, Gordon Childe, Steward y White. Era una época que en nuestra disciplina predominaba el paradigma hiperdifusionista de la Escuela Histórico-Cultural. En otros espacios, también, hacía sentir su presencia. Valga una digresión de carácter anecdótico. El cine Select de la Plata era la versión platense del Lorraine de Buenos Aires. Una de las diferencias era que en el Select se exhibían casi siempre tres películas, recuerdo las de Fellini, Bergman, Visconti, las rusas más famosas como el Acorazado Potemkin y Alexander Nevsky de Eisenstein, Pasaron la grullas y tantas otras. En el Select se daba un hecho muy interesante, como si hubiera existido un acuerdo tácito entre el operador y el público, siempre los intervalos entre películas se extendían entre 15 y 20 minutos y en ellos se discutía. Recuerdo ver a Nilda, también allí discutiendo, participando, siempre con su vena irónica pero no agresiva. Hacia fines de los años ‘60, comenzó a desarrollar tareas de investigación y docencia. Entre el ’69 y el ‘71 fue 88-144 Antropologia BN_final 11/10/08 5:40 PM miembro estudiante del equipo de investigación del Dr. Mario Margulis, en la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la UNLP, con quien desarrolló estudios en poblaciones carenciadas del conurbano bonaerense. La docencia, también la atraía; y fue ayudante alumna en las Cátedras de Antropología Social de la UNLP con los profesores Floreal Palanca y Guillermo Gutiérrez. Esta tarea la desarrolló durante el ’74. El 8 de octubre de ese año la Triple A asesinó a dos compañeros de la UNLP, Rodolfo Achem y Carlos Miguel, Secretario Administrativo y de Planificación, respectivamente, de la UNLP y el gobierno de Isabel Perón intervino la Universidad. Muchos profesores, estudiantes y trabajadores debieron abandonar la Universidad, la persecución política se había convertido en una verdadera pesadilla. En ella participaron activamente integrantes de la Concentración Nacionalista Universitaria (CNU) que era fuerte en algunas Facultades y representaba la versión nazi-fascista del Comando de Organización. El CNU pasó a incorporarse, posteriormente, a los grupos de tarea de la dictadura cívico-militar. Debido a esa situación no pudo concluir sus estudios universitarios. A partir de esa época muchos de nosotros dejamos de vernos, con Nilda habíamos generado una gran amistad, aunque militábamos en diferentes grupos políticos. Con el advenimiento de la democracia en el año 1983 volvimos a reencontrarnos. Lo primero que hizo fue recibirse de antropóloga en marzo del ‘84 y luego comenzó a desarrollar una intensa actividad profesional, como para recuperar el tiempo perdido. Realizó cursos y seminarios sobre salud y antropología con Eduardo Menéndez, Luis F. Dias Duarte y Paulo Alves, entre otros. Page 141 En 1985 se incorporó como Ayudante de Primera en la cátedra de Antropología Biológica y Paleoantropología de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. Además, entre el ‘91 y el ‘97 fue docente en la cátedra de Antropología Social II de la Escuela Superior de Trabajo Social de la UNLP, a cargo de la profesora Liliana Tamagno y fue profesora adjunta en el Taller III de Planificación y Formulación de Proyectos en la UNCPBA. Paralelamente a esas tareas docentes se desempeñó como asesora, coordinadora e investigadora en diversos proyectos de investigación sobre salud en las Municipalidades de Quilmes y Berazategui. Esas actividades le posibilitaron tener un contacto personal con los problemas de los barrios carenciados del conurbano bonaerense, lo que le permitió visualizar los graves problemas existentes sobre el aborto y sus consecuencias para la mujer y la salud pública. Comenzó, entonces, a abordar ese tema, participando como codirectora en dos proyectos de investigación en la Escuela Superior de Trabajo Social de la UNLP. Esos estudios los comunicó en diversos Congresos y publicó dos artículos “Aborto: en busca de un sentido” y “Médicos y legos. Convergencias y divergencias respecto del aborto”. Entre los años ’89 y ‘98 participó como investigadora en un UBACyT, que se desarrolló en la Sección de Antropología Biológica del Instituto de Ciencias Antropológicas (FFyLUBA). En él se incluían proyectos de investigación sobre genética de poblaciones, epidemiología y crecimiento y desarrollo en poblaciones indígenas del país. Para la concreción de esos proyectos, realizó varios viajes de campaña a la provincia de Río Negro para trabajar con las comunidades mapuches de las localidades de Cerro Policía y Aguada Cs. Antropológicas 141 88-144 Antropologia BN_final 11/10/08 5:40 PM Page 142 Guzmán. Tenía una predisposición natural para establecer relaciones con los miembros de las comunidades y, además, aptitud para resolver los problemas de convivencia que, a veces, suelen presentarse entre los miembros de un grupo de investigación, que pasa varias semanas de trabajo de campo, en lugares inhóspitos de la meseta patagónica. Una de las preocupaciones centrales en esas comunidades era la hidatidosis, que es una enfermedad endémica de esas regiones. Con el médico del equipo de investigación y el agente sanitario de la zona trabajó en la elaboración de las historias clínicas y, además, participó de las charlas a los miembros de las comunidades para explicar la forma de transmisión de la enfermedad. Paralelamente, participó en la elaboración de tablas de valores normales de crecimiento de niños de ambos sexos de 6-12 años de edad, de las poblaciones mapuches de Aguada Guzmán y Cerro Policía. Adicionalmente, evaluó el estado nutricional de los mismos mediante el análisis de sus historias clínicas. El aporte de Nilda en esos estudios ha sido significativo, más aún, si consideramos que esas tablas fueron empleadas por los médicos de las unidades sanitarias de la región para el seguimiento y control nutricional de los niños y adolescentes de esas comunidades. Estos estudios los comunicó en congresos de la especialidad y, posteriormente, con otros autores, los publicó en Extensión Universitaria Nº 1 (FFyL-UBA,1995) “Estándares de Crecimiento Normal para la Población Mapuche de Río Negro” y en la Revista Argentina de Antropología Biológica (1996) “Perfil Infectológico de Poblaciones Mapuches de Cerro Policía y Aguada Guzmán de la Provincia de Río Negro”. 142 ESPACIOS Estos proyectos los intentó desarrollar, también, en poblaciones indígenas de Santa Victoria Este en la provincia de Salta, pero lamentablemente no pudo concretarlo. En síntesis, desde sus comienzos como estudiante demostró poseer un pensamiento crítico y una profunda preocupación por lo social, que la canalizó a través de su práctica profesional y política. Nilda fue mi amiga y también de mi familia, tenía un fuerte compromiso afectivo con sus amigos. En este homenaje quise rescatar parte de su personalidad, espero que lo haya logrado, y decirle Nilda, flaca como la llamábamos, te extrañamos mucho. Muchas gracias. MARCELO SARLINGO Cuando Susana hizo la presentación aclaró que yo venía de la ciudad de Olavarría. La experiencia de hacer Antropología en Olavarría era bastante particular cuando se fundó la carrera en el año ‘88. Santiago empezó a dar clases allí en el año ‘90, lo convocó Hugo Ratier, que en ese momento era el Coordinador, y yo era parte de la primera promoción junto con ocho compañeros. Éramos nueve personas, todas muy distintas, de diferentes edades, situaciones, con distintas experiencias, pero que más o menos funcionábamos sin entender demasiado todavía qué era la Antropología. La primera imagen que tuvimos de Santiago fue que él viene, da la primera clase y dice: “Bueno, ahora ustedes me dan clase a mí, quiero que me hagan conocer la ciudad”, y como ninguno de nosotros tenía auto ni nada, lo subimos a un colectivo y recorrimos algunas cosas, así que en la charla él nos iba preguntando algunas cuestiones y nos contaba cosas de él, que se crió en un pueblo chico, que hacía tal cosa, tal otra, siempre cerca del campo. 88-144 Antropologia BN_final 11/10/08 5:40 PM Y ahí vimos esa cuestión que Josefina remarcaba, es decir, inmediatamente un feedback muy fuerte que para nosotros se mantuvo durante los ocho años que estuvo en nuestra Universidad. Obviamente, la materia que él daba, que era Antropología Urbana, por el contexto particular de la Facultad no era solo de Antropología Urbana, sino que Santiago mezclaba otras cosas y las clases se alargaban, a veces seguían en la casa de alguno de nosotros, se mezclaban con otras charlas, y eso fue generando un vínculo bastante interesante, que fue la base para que después, al año siguiente, comenzara con un Seminario de Antropología Médica, donde directamente nos planteó una cuestión, lo que refuerza lo que decían quienes me precedieron respecto de cómo concebía la actividad académica. Para él ese seminario tenía que ser abierto a la comunidad, entonces, había que invitar a los médicos, a las enfermeras, y como Olavarría era una ciudad muy chata en ese momento, en cierta medida lo sigue siendo, nosotros le dijimos que eso no iba a andar. Y Santiago dijo que igual invitáramos a todos, que mantenía su idea original. El día que se inauguró el seminario había 30 médicos y un montón de personas. Para Olavarría, que en ese momento tenía 80.000 personas, era un hecho inédito. Y así arrancó la primera experiencia del Seminario, con un diálogo constante de nosotros que estudiábamos Antropología, Santiago que coordinaba las clases, y lo que era el afuera de la Facultad en ese entonces, que como era una Facultad en formación, todos éramos conejitos de Indias de esa experiencia, los docentes también, por supuesto, y funcionábamos a ensayo y error. Al año siguiente, en el ‘92, Nilda empezó a dar un Taller, que ya no se Page 143 pensó como una materia sino como un espacio para hacer trabajo de campo, para hacer actividades aplicadas, y entonces obviamente Nilda salía a terreno y nos llevaba a todos nosotros y un poco así nos iba empujando, con todas sus ganas. Yo recuerdo que a ella le molestaba mucho el frío y sin embargo nos empujaba todo el tiempo, era la que salía primero, la que llamaba a todas las salas de primeros auxilios, la que nos impulsaba para que hiciéramos entrevistas. Y así, cara a cara, fuimos haciendo un vínculo que no fue único, porque lo tuvimos con muchos de los profesores pero, en cierto modo, en particular con ellos, era indistinguible estudiar Antropología de otras cosas, era indistinguible de nuestras vidas personales, indistinguible de una posición política que teníamos en la ciudad, una ciudad fundamentalmente reaccionaria y dominada por las fábricas cementeras. Ahí Santiago nos marcó que había un campo muy interesante para trabajar con la salud, con los problemas de las enfermedades laborales, con las cuestiones de la subjetividad de los trabajadores, y también nos fue empujando un poco a trabajar, con mucha rigurosidad, mezclando muchas veces cierta impaciencia, porque nosotros teníamos los datos de la investigación ahí adelante y a veces no los podíamos ni siquiera ver, entonces Santiago a veces perdía la paciencia y nos retaba también, y a los que éramos hinchas de Boca, él siendo hincha de River, nos criticaba mucho más duramente. A Nilda le interesaban otras cosas, pero recuerdo, por ejemplo, que a las compañeras les encantaba salir con Nilda porque las protegía de una manera que nosotros no podíamos entender casi. La cuestión es que de a poco fuimos avanzando. Yo tuve la suerte de Cs. Antropológicas 143 88-144 Antropologia BN_final 11/10/08 5:40 PM Page 144 que Santiago aceptara dirigirme. Recuerdo las primeras correcciones, donde no había una sola palabra que estuviera bien. Yo venía con los borradores y tenía que rehacer todo nuevamente, y de a poco iba avanzando. Yo quería trabajar otros temas y hasta tenía miedo de planteárselo y finalmente cuando lo hice, de la manera más abierta, me dice: “bueno, vos metele para adelante y la semana que viene me traés algo escrito”. O sea, era como un motor que nos impedía a nosotros caernos, porque siempre estaba empujando a su manera. Obviamente, siempre había chispazos con algún compañero también, porque él no aceptaba que nosotros no cumpliéramos con ciertas cosas, y menos entendía, por ejemplo, que teniendo una realidad tan rica y tan compleja, cómo alguno decidía dejar la carrera o perderse en temas más posmodernos. Pero esas cosas siempre se resolvían con él, se charlaba y de nuevo se avanzaba. Esa experiencia en el caso de Olavarría no solo se daba con él sino también con otras personas que aún siguen yendo, y esto nos marcó profesionalmente y nos llevó a una manera de entender la Antropología, y también nos ubicó, de la misma manera que lo plantearon las chicas, que explicaron esa mezcla de compromiso, de posición política clara, de muchas veces sostener una idea y no volver atrás, con lo cual el interlocutor tenía que fundamentar con la misma rigurosidad. Realmente los años en los que se pudo trabajar en el seminario, que se fue articulando con otro seminario de Antropología del Trabajo, fueron bastante brillantes. Coincidieron justo con lo peor de los ‘90, es decir, para el caso de Olavarría, la reestructuración de toda la dinámica fabril dejó miles de obreros en la calle, una depresión económica muy fuerte, y ante ese tipo de clima que 144 ESPACIOS existía nosotros teníamos la Antropología delante de nuestros ojos y caminando por la ciudad uno ya hacía muchas cosas. En la medida en que después fuimos completando las tesis, encarando los posgrados, siempre Santiago aparecía como una referencia, pero no solo en términos académicos, sino también en términos humanos. Él nos fue ayudando a varios de nosotros, a algunos con mucha generosidad les abrió las puertas para que hicieran posgrados en Brasil, y él mismo en el año ‘97 tenía pensado ir a México, a hacer algunas cosas, y yo recuerdo que una vez, en ese momento, recién arrancábamos a usar los e-mails con frecuencia, las computadoras más modernas eran las AT y las XT, y entonces en esa época él le había escrito un correo a Eduardo Menéndez a México, y Menéndez le contesta, y recuerdo que un día, tomando un café en Olavarría, me dice: “Mirá la respuesta que me da Menéndez”, y Menéndez le decía: “¿Para qué vas a venir a México si vos sabes más que nosotros?” Y bueno, un poco esa cercanía que tenía con todos nosotros nos hacía perder justamente que él realmente había hecho un camino, y nosotros después recién nos dimos cuenta de que éramos herederos de algo que en ese momento no sabíamos. Algunas cosas de lo que Santiago y Nilda dejaron estamos de alguna manera recuperando, y haciendo otras cosas, por supuesto, porque el mundo cambió en estos diez años, hay otras situaciones, otros problemas, algunos mucho peores, y ellos siguen siendo una referencia importante para todos los que hacemos Antropología, incluso para los chicos que sin conocerlos nos preguntan quiénes eran cuando se paran frente a la placa del aula que en la Facultad lleva sus nombres.
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