contemporanea Historia y problemas del siglo XX | Año 3, Volumen 3, 2012, ISSN: 1688-7638 Bibliográficas | 297 Bibliográficas La República Batllista. Gerardo Caetano. Montevideo: ebo, 2011, 326 pp. La República Batllista es la última publicación de Gerardo Caetano, la primera de una saga de tres volúmenes que son la expresión pública del trabajo incorporado en su tesis doctoral denominada “Modelos y prácticas de la ciudadanía en Uruguay”, que aparecen aquí presentados como colección con el título de “Ciudadanía, republicanismo y liberalismo en Uruguay (1910-1933)”. Se presenta como un libro que pretende establecer un hito o agregar una nueva mirada a las líneas de reflexión que le anteceden, sobre un período de la historia que es, para la mayoría de los historiadores, determinante en la conformación de la matriz cultural y política de los uruguayos. Resulta insoslayable tener en cuenta la trayectoria académica del autor, ya que explica mucho sobre el contenido de la obra y el impacto que provoca en el debate sobre la historia de las ideas. Los temas de investigación de Gerardo Caetano han sido amplísimos, pero muchos refieren directa o indirectamente a este período de la historia uruguaya, que al igual que a la mayoría de los investigadores sociales terminó por atraparlo por su magnetismo y que, bien o mal, es denominado batllista. De tal forma, La República Batllista no es el resultado de una investigación más, sino que es la tercera parte de una síntesis, ajustada por nuevos aportes de muchos años de investigación y docencia practicadas por su autor, que se pueden observar reflejados en una gran cantidad de fragmentos y citas del libro. En las tres partes en que se desarrolla el libro se puede encontrar una rica dialéctica con hallazgos o confirmaciones que conforman un vigoroso equilibrio entre las novedades y las inercias de su pensamiento. La primera se llama “Republicanismo, política y nación”, en la que, a lo largo de sus cinco capítulos, cabe destacar una profunda revisión de la mirada historiográfica tradicional que incorpora los aportes que ofrecen las herramientas analíticas de los desarrollos recientes de la Teoría Contemporánea03_2012-11-23.indd 297 Democrática, en particular, la aparición de definiciones mucho más precisas del significado y alcance de las tradiciones políticas liberales y republicanas en el pensamiento y en la acción de las sociedades contemporáneas, con el impacto que generan en la conformación de sistemas de valores y reglas de convivencia en los pueblos. Colocados como una lupa sobre el tapiz variopinto de la generación del 900, modifican el paisaje que estábamos acostumbrados a mirar. La comparación del pensamiento batllista con los presupuestos de un republicanismo radical permiten observar una asombrosa similitud, encajando dichos supuestos teóricos a la contingencia histórica del período, como si fuera un puzzle prediseñado y en donde las piezas calzan con particular facilidad. Posiblemente la aplicación de una matriz como la reseñada por el autor en los teóricos del republicanismo, habilite a una revisión de la interpretación tradicional de los avatares y la fundamentación de las acciones políticas de los protagonistas, modificando los roles y la valoración de las influencias en el pensamiento de la época. Instituciones como los instrumentos de democracia directa, el mandato imperativo de los partidos políticos y otros, van construyendo el sostén de las hipótesis propuestas por el autor. En los capítulos iv y v se desarrolla la idea de que la primacía de lo público por sobre lo privado en el discurso político no es solamente un debate entre élites dirigentes, sino que constituye una pieza más en la conformación de una cultura cívica, basada en el compromiso y la integración de los ciudadanos al proyecto de país que se ponía en juego, impulsado fundamentalmente por los partidos políticos; del mismo modo, identificados los principios republicanos como fuertemente explicativos del pensamiento del batllismo, también arroja luz sobre la alteridad de la tradición liberal mayormente presente en los diferentes grupos de oposición, proponiendo el autor la presencia de una lógica dialéctica de la actividad política, sin hegemonías ni preeminencias, en donde la síntesis se constituye en algo así como la conformación de una cultura que denomina 11/23/12 8:00 PM 298 | Bibliográficas contemporanea “republicanismo liberal”, visualizada claramente en los años del Centenario. La lucha de ideas tamizadas por los nuevos aportes de la Teoría Democrática recoge también sustantivos cambios en la interpretación de los debates civiles y, en particular, los que refieren a la demanda de una moralidad social basada en los presupuestos del republicanismo radical y fuertemente resistida por los cultores de una sensibilidad liberal. Esta tensión que se desarrolla a lo largo de la segunda parte, denominada “Los pleitos por la moral”, incorporan un más que interesante insumo para rastrear la conformación de aquella cultura republicana liberal en los ciudadanos de a pie. Los debates sobre la religiosidad, la laicidad de la educación y la promoción de “valores del nuevo civismo” que se presentan en los respectivos capítulos, conformaron los ejes en los que se formateó la identidad social y por donde pasaban los anhelos y los rasgos de la autoestima en los uruguayos del Centenario. Es dable destacar, también, que la lucha por la moral adquiere en este relato una centralidad que se corresponde con las exigencias propias de un republicanismo demandante de un comportamiento virtuoso del conjunto de los ciudadanos. Eso explica, en parte, porqué insumieron para los dirigentes de la época tantos debates y tanta dedicación, que resultan bastante inusuales a partir de los estudios comparados de las experiencias regionales. Finalmente, Gerardo Caetano agrega a modo de “espejo” una tercera parte con testimonios que denomina “Protagonistas y visiones”. El valor de estos testimonios ilustra en los años del Centenario, el clima y las principales tendencias políticas descritas por José Vasconcelos y Rosita Forbes. Cierra el libro un anexo documental en donde el autor incluye un soberbio catálogo ontológico de la Inspección de Secundaria de 1930, donde el “deber ser” se expresa en un conjunto de principios y valores a ser cultivados por los estudiantes y que pautan los fundamentos morales en los que se apoyó el imaginario de la época, pero, especialmente, se expresan allí las esperanzas que aquella generación depositaba en los jóvenes para proyectar al futuro un estilo de vida que se autopercibía como propio de una sociedad modelo. Esta publicación que resulta, desde todas las perspectivas, recomendable, se incorpora a las nuevas corrientes de historia de las ideas que encuentran mayores elementos en común en el debate dialéctico entre el liberalismo y el republicanismo de las matrices fundacionales políticas, reduciendo los análisis parroquiales y habilitando a una mejor comprensión de la contingencia histórica Contemporánea03_2012-11-23.indd 298 de las sociedades humanas. Siempre dentro de la excelencia y en un marco de importantes aportes académicos, se podrían observar algunos detalles menores que no resultan tan significativos para los contenidos del libro, como una exacerbada mención al mayor o menor grado de centralidad que tuvo José Batlle y Ordóñez en la actividad política del período de estudio, en un aparente intento de desmarcarse de cualquier relato funcional de los partidos. En particular, nos hubiera gustado conocer una mayor profundización de la organización y de los debates al interior de los partidos políticos que se instalaron en la centralidad del sistema político, lo que iría en línea a la idea muy consensuada de la “partidocracia” uruguaya, desarrollada por el propio Gerardo Caetano junto a José Rilla y Romeo Pérez en anteriores trabajos. Seguramente encontraremos pistas en las futuras publicaciones prometidas por el autor, en el desarrollo de éstos y otros elementos claves del desenvolvimiento político y social de las primeras décadas del siglo xx. Eduardo Alonso Instituto de Ciencia Política/Facultad de Ciencias Sociales/Universidad de la República Mujeres Montoneras. Una historia de la Agrupación Evita, 1973-1974. Karin Grammático. Buenos Aires: Ediciones Luxemburg, 2011, 130 pp. Este libro instala desde su tapa –que simula una pintada con rojo sangre sobre fondo negro– las claves de época que singularizaron a los tempranos años setenta en la Argentina. Lo hace a partir de la reconstrucción de la Agrupación Evita, la organización de masas dirigida a las mujeres de Montoneros. La decisión resulta una inmejorable apuesta para problematizar y complejizar el período comprendido entre la victoria peronista de marzo de 1973 y setiembre de 1974, cuando Montoneros decidió pasar a la clandestinidad. Este lapso constituye un vertiginoso y crucial momento histórico definido por la radicalización y la polarización política, pero cuya comprensión se enriquece, como han propuesto recientes análisis, al ponerla en relación con las potentísimas mutaciones económicas, sociales y culturales que vivía la sociedad argentina. Justamente, uno de los más ricos aportes de este libro es dar cuenta de ambos niveles: está centrado en lo político y, al mismo tiempo, es capaz de iluminar, a partir de la indagación en la condición femenina, esas transformaciones de más larga duración. 11/23/12 8:00 PM contemporanea Mujeres Montoneras articula la historia reciente y los estudios feministas y de género; con ello, se instala en dos campos que en forma simultánea, al calor de las preocupaciones sociales y políticas de la actualidad, se encuentran en rápida y dinámica expansión en la agenda historiográfica argentina. Ambos enfoques desafían ciertos supuestos de la propia disciplina (sus formas de construir el conocimiento legítimo, de definir los tiempos y los sujetos históricos y las preguntas de investigación) lo que resulta aún más pronunciado al conectarse entre sí. En ese sentido, el libro es un valioso fruto de los esfuerzos colectivos –expresados en Jornadas y compilaciones– que alentaron este cruce y que han tenido a la autora de este libro entre sus protagonistas. En su obra, Karin Grammático se pregunta qué papel tuvo la Agrupación Evita para Montoneros y qué significación tuvo para las mujeres. Esta interrogante se inserta en una problemática más amplia: entender las disonancias entre la vanguardia política y el movimiento feminista en la Argentina de los años setenta. La autora coloca su análisis de la Agrupación en el corazón de los enfrentamientos y las estrategias políticas de Montoneros, la derecha peronista y el propio Juan Domingo Perón. Y luego recorre el camino inverso: analiza el carácter político de la experiencia colectiva de las mujeres en términos de las estructuras de poder dentro y fuera de la organización armada. Este recorrido de ida y vuelta le permite moverse por diferentes niveles – el peronismo, Montoneros, la cultura militante, la condición femenina– lo cual constituye una perspectiva especialmente renovadora porque no sólo entrelaza dichas dimensiones sino que aborda algunas que aún han sido escasamente transitadas como son los “frentes de masas” y la experiencia de los sujetos que acompañaron a la organización armada sin estar encuadrados formalmente en ella. El libro está organizado en cuatro capítulos. El primero reconstruye la formación de la Agrupación Evita en un riquísimo análisis de la coyuntura política y la interna peronista en 1973. La autora explica que su creación se enmarcó en la lucha por la hegemonía de la Rama Femenina que integraba, según la carta orgánica, el Consejo Superior del Peronismo. En términos más amplios, la Agrupación tenía el objetivo de disputarle a la derecha peronista el encuadramiento de las mujeres dentro del peronismo en el contexto del regreso de Juan Domingo Perón a la Argentina. El segundo y tercer capítulo, los centrales, hacen eje en la organización y las características Contemporánea03_2012-11-23.indd 299 Bibliográficas | 299 de la Agrupación Evita. El segundo aborda la estructura interna y su relación con la dirección de Montoneros, también analiza las principales líneas de acción, los discursos sobre la condición femenina de la Agrupación en el contexto de los discursos del peronismo y la trayectoria de sus dirigentes. Este análisis revela que la Agrupación capitalizó la militancia previa de las militantes y las mujeres de base y la propia tradición peronista que se remontaba a Eva Perón y al primer peronismo, que había incorporado a las mujeres como sujetos políticos en función de su condición de esposas y madres. También descubre el rechazo que inicialmente ganó a las dirigentes que habían sido destinadas al trabajo con la Agrupación, incluso, algunas lo concibieron como un castigo que las apartaba de lo que consideraban las “verdaderas” tareas de la lucha revolucionaria. El tercer capítulo profundiza el análisis de las acciones y los aprendizajes políticos de las militantes. Colocando el foco sobre las relaciones entre las militantes montoneras de clase media y las mujeres de los sectores populares, la investigación sugiere que la Agrupación asumió discursos que reafirmaban la división sexual del trabajo pero que, paradójicamente, al hacerlo condujo a las mujeres de los barrios fuera del ámbito hogareño al introducirlas en la organización colectiva de sus necesidades. Simultáneamente, esas experiencias les permitieron a las dirigentes descubrir las connotaciones políticas que asumían lo cotidiano y lo doméstico. En definitiva, que lo personal era político. El último capítulo coloca nuevamente en el centro el escenario político y la interna peronista para explicar la disolución de la Agrupación en el marco del pasaje a la clandestinidad de Montoneros. En ese contexto, según explica la autora, la conducción congeló las actividades del frente de mujeres y derivó sus dirigentes hacia otros espacios y responsabilidades. La reconstrucción explora los efectos que tuvo la medida entre quienes militaban en las organizaciones sociales y se detiene en las incertidumbres y disidencias que provocó entre las dirigentes. Finalmente, reconstruye la significación retrospectiva que tuvo esa breve e intensa experiencia de la Agrupación en la percepción de la condición femenina de aquellas dirigentes que sobrevivieron al terrorismo de Estado. En ese sentido, revela que para muchas de ellas fue un aprendizaje que las llevó, luego, a la militancia política feminista. En su conjunto, el libro nutre la comprensión de los setenta en distintos niveles. Por un lado, es un importante aporte al conocimiento de la izquierda armada y, obviamente, al de Montoneros y lo hace 11/23/12 8:00 PM 300 | Bibliográficas contemporanea en función de una problemática aún poco explorada como son las organizaciones de base y la condición femenina. Por el otro, constituye una interesantísima contribución a pensar el lugar de las mujeres dentro de las organizaciones armadas, la experiencia de las militantes y sus interacciones con las mujeres de los sectores populares a las que se proponían organizar. En los dos planos resulta de especial interés su examen de las estrategias, los discursos y las acciones políticas y su contraste con las percepciones de los sujetos que las pergeñaban y las sostenían. La investigación –realizada en el marco de su maestría en el Programa de Historia de la Universidad de San Andrés en Argentina– está basada en testimonios orales y fuentes escritas convencionales que, paradójicamente, resultan marginales en muchas investigaciones que se preocupan por la experiencia y la subjetividad durante este período. Con estos materiales, la autora logró una reconstrucción plena en detalles que ha exigido un trabajo de orfebre, sutil, rico y atento. Escrito con una prosa clara y amena, Grammático coloca cada argumento en un entramado complejo que no elude internarse en las contradicciones que signó la experiencia de la Agrupación Evita. El resultado es una narración que atrapa con cuotas parejas de descripción y de interpretación. Es, también, un libro cuidado que nos permite internarnos a nosotros, lectores, en un mundo próximo –que aún imanta nuestro presente– pero que, también, nos permitirá observar con una mirada extrañada. Isabella Cosse conicet-uba Paulo Freire and the Cold War Politics of Literacy. Andrew J. Kirkendall. Chapel Hill: The University of North Carolina Press, 2010, 246 pp. El libro es el resultado de una investigación rigurosa que ofrece una clave de lectura del trabajo de Paulo Freire tan prometida como poco explorada. El autor ubica la obra del pedagogo brasilero en el contexto político más amplio vinculado con el interés de las políticas de alfabetización durante la Guerra Fría. En este contexto se produce a escala planetaria una confrontación entre diferentes modelos de desarrollo y la alfabetización se convierte en subsidiaria de alguna de las fuerzas en conflicto. A partir de estos supuestos comienza a desentrañar el proceso de conversión de Freire en un actor político a escala global. Contemporánea03_2012-11-23.indd 300 Empieza con el análisis del inicio de la actividad pedagógica hacia los ‘60 en Brasil, con el gobierno de Goulart. La contratación de Freire al frente del Ministerio de Educación en Brasil tiene que ver con la centralidad que adquiere el analfabetismo. En 1962, en el marco de la Alianza para el Progreso, hubo un acuerdo especial entre Estados Unidos y Brasil que, como manifiesta Kennedy en una carta al presidente Goulart, “prometía cambiar el rostro del Nordeste”. Parte del atractivo del método de Freire era la promesa de resolver en cuarenta días la cuestión del analfabetismo; esta consideración, según el autor, no tomó en cuenta el potencial subversivo de la propuesta. El autor logra desentrañar la complejidad del escenario en que Freire actuó, recibiendo críticas cruzadas: por un lado, desde la izquierda había quienes desaprobaban su programa por el tener financiación de usa; por otro, la derecha lo acusaba de pretender “cubanizar Brasil”. Creció la oposición al programa de alfabetización de Freire, retirando finalmente usa el apoyo a la campaña. El libro muestra que la posición de Freire en este contexto de polarización política no es clara: él decía no querer que su campaña sirviera a fines ideológicos, aunque de hecho no se podía negar que “la toma de conciencia” de los campesinos llevaría a la adopción de una cierta posición ideológica. A pesar de las contradicciones del gobierno, en marzo de 1964 Goulart propuso otorgar a los analfabetos el derecho al voto. Esto precipitó de alguna manera el golpe militar. El exilio para Freire significó mucho dolor, pero también nuevas oportunidades que lo harían una figura de relevancia internacional, según el autor. La experiencia de Freire en Chile se inicia en 1964 y fue el primer paso en este proceso. No obstante, dicha experiencia no se va a desarrollar sin contradicciones. Freire trabajó cuatro años en Chile entrenando en métodos de alfabetización en los asentamientos (tierras expropiadas) en el marco de una reforma agraria. Una discusión político-metodológica atravesó el desarrollo de la campaña de alfabetización llevada adelante por el gobierno de Frei, ligada a una rémora de la cultura agraria: cómo enfrentar el paternalismo en las relaciones cotidianas de los campesinos. Esto derivó en una confrontación entre el jefe de la campaña y Freire, quien creía que los alfabetizadores no debían ser agrónomos o profesionales, sino que debían ser los propios campesinos auto-organizados. 11/23/12 8:00 PM contemporanea Una nueva etapa se abrió para Freire entre 1969 y 1980 cuando comenzó a trabajar para el Consejo Mundial de Iglesias: se transformó en un actor político a escala mundial, “un representante del tercer mundo”. Sus ideas se difundieron en este período, pero, según el autor, se produjo un cambio de dirección política en su aplicación: mientras en los periodos anteriores trabajó en el marco de democracias multipartidarias en este período trabajó fundamentalmente para estados unipartidarios. Durante su estadía en Ginebra Freire creó el Instituto de Acción Cultural (idac) a través del cual difundió y puso a prueba sus ideas. Un análisis tan documentado como interesante es el que ofrece el autor acerca de las experiencias con campañas de alfabetización en las cuales Freire participó durante este período: las campañas en Guinea Bisseau y Sao Tomé. Luego de analizar las particularidades de la implementación de las campañas en estos países recientemente descolonizados del África, el autor pone en evidencia las contradicciones de la aplicación del método freiriano y de los límites al mismo impuestos por las condiciones políticas en que se desarrollaban, en particular por los compromisos que implicaba desarrollar la lucha por la alfabetización como conciencia crítica en “estados de partido único”. La última y la mayor campaña de alfabetización en que Freire participó mientras estuvo en el Consejo Mundial de Iglesias fue en Nicaragua, después del derrocamiento de Somoza. Según el autor, ningún programa reflejaba mejor el espíritu utopista de la revolución que la “Cruzada por la alfabetización”, la cual pretendía abarcar al 75% de la población analfabeta del campo. La campaña se desarrolló de marzo a octubre de 1980, aunque la presencia de Freire fue tan solo una visita de nueve días en octubre de 1979. La campaña sandinista, en lugar de incluir como palabras generativas las de los campesinos, utilizaba consignas revolucionarias. Para algunos de los actores, la campaña apuntaba a “reprogramar la mentalidad de los nicaragüenses”, como una condición para la modernización de la economía. Esto despertó las críticas de los freirianos, aunque no de Freire, quien se vio profundamente impresionado por la revolución sandinista. Nuevamente, el autor muestra la complejidad de las políticas de la alfabetización durante la Guerra Fría. La participación de Cuba fue central para el desarrollo de la campaña. Por otro lado, Contemporánea03_2012-11-23.indd 301 Bibliográficas | 301 paradójicamente ningún país aportó más recursos a la campaña que Estados Unidos. Aunque la administración Carter había intentado impedir que los sandinistas ascendieran al poder, su principal objetivo era evitar que se convirtiera a Nicaragua en una nueva Cuba. La campaña no logró sostenerse en el tiempo y el autor especula con la posibilidad de que si esto hubiera ocurrido, habría permitido desarrollar una democracia más profunda. Sumado a esta debilidad, la existencia de un partido único que no promovió una nueva generación de líderes democráticos parece explicar algunas de las razones por las cuales el proyecto sandinista no logró consolidarse en el poder. Freire evitó las definiciones partidarias durante toda su vida. Sin embargo, en 1980 después de su retorno a Brasil, participó en la fundación del pt. Este partido reivindicó a la democracia como una conquista universal de la clase trabajadora: “Los trabajadores no serían más llamados a votar, ahora podían ser candidatos”. Para Freire el pt era un educador popular de masas; el partido tenía que formar a sus propios militantes y además ser crítico con los sistemas educativos imperantes. La educación se volvió así un asunto central en las campañas del pt. Erundina, candidata del pt victoriosa en las elecciones en San Pablo, quien había trabajado en las primeras campañas de alfabetización con Freire, lo propuso como Secretario de Educación. Desde este cargo, Freire lanzó una nueva campaña de alfabetización. El autor plantea que en esta oportunidad, paradójicamente, Freire logró una mayor coherencia con su concepción de la alfabetización como lectura problematizadora de la realidad. En ese contexto analiza las causas que habrían permitido a Freire esta oportunidad: el contexto político multipartidario de Brasil y la finalización de la Guerra Fría. Según el autor, a pesar de la fuerte influencia del legado freiriano en la actualidad, la alfabetización hoy no reviste el mismo interés político que durante la Guerra Fría. La influencia de ese contexto político hacía que la preocupación por el control ideológico del enemigo colocara a la alfabetización en el ojo de la tormenta. De ahí la centralidad que adquirieron las políticas de alfabetización durante este período, incluida la figura de Freire. Nos atrevemos a plantear que esta investigación va a marcar un antes y un después en los estudios freirianos. Mercedes Couchet Antonio Romano Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación/Universidad de la República 11/23/12 8:00 PM 302 | Bibliográficas contemporanea Dignifying Argentina. Peronism, Citizenship and Mass Consumption. Eduardo Elena. Pittsburgh: University of Pittsburgh Press, 2011, 332 pp. En un artículo publicado en la revista Historia Nº48 (2003), Juan Manuel Palacio llamaba la atención sobre la ausencia de estudios sobre el peronismo en la producción historiográfica de la “reacción profesionalista”, surgida a partir de la vuelta de la democracia en Argentina. A partir de entonces la hegemonía del kirchnerismo renovó el interés, tanto en Argentina como en otros países, sobre ese período tan fundamental en la historia argentina. Una vertiente muy sugerente de esos trabajos retomó la senda de Daniel James, quien con Resistencia e Integración (1988) propuso explorar las complejas relaciones entre cultura y política como forma privilegiada para comprender al peronismo. Al poner bajo la lupa la cultura popular, esta perspectiva se distanció de las interpretaciones revisionistas que concebían las relaciones entre Estado y sociedad como dominantes y dominados, al considerar estas esferas como mutuamente constitutivas. Este libro inaugura una nueva matriz de dicha vertiente, la del consumo: Dignifying Argentina es una historia cultural del consumo que explora las relaciones entre el Estado, el mercado y la sociedad para argumentar que durante el peronismo se reformuló la noción de ciudadanía, desplazándola del viejo paradigma liberal para aproximarla a la integración de los sectores populares en la sociedad de consumo masivo. En los primeros dos capítulos, Elena rastrea la base ideológica de las políticas redistributivas del peronismo explorando las representaciones sobre consumo masivo que circularon en el periodo entreguerras. El autor muestra cómo, hacia fines de la década del ‘30, intelectuales de diversas disciplinas y vertientes políticas se hicieron eco de las profundas desigualdades en el poder adquisitivo de la población, poniendo en cuestión los alcances del ideal moderno y democrático y acordando que el consumo doméstico debía ocupar un lugar predominante en la agenda pública. Si bien el imaginario colectivo identificaba el consumo como un asunto privado que requería más un compromiso moral por parte de los sectores propietarios que regulaciones estatales, ciertas nociones esenciales de los estudios sobre el consumo –como “nivel de vida”– se hicieron de uso común hacia principios de los años ‘40. Esto permitió profundizar el debate público sobre las relaciones entre Estado, mercado y ciudadanía, lo que a su vez contribuyó Contemporánea03_2012-11-23.indd 302 a legitimar la intervención pública en una esfera hasta entonces restringida al mundo de lo privado. El discurso de los intelectuales comenzó a filtrarse en los debates sobre la economía nacional y a partir del golpe del ‘43 la elite política –con Perón como principal impulsor– comenzó a ejecutar políticas combinando las ideas locales con los modelos de Estado de Bienestar de otras latitudes con el fin de incorporar plenamente a los sectores populares en la sociedad de consumo moderna. Estas medidas, cuyos ejes fueron la promoción de aumentos en el poder adquisitivo de los sectores populares, la expansión de los servicios sociales brindados por el Estado y la creación de nuevas alternativas de consumo popular que operaran por fuera de las fuerzas del mercado, recibieron un renovado impulso a partir del arribo de Perón a la Presidencia. Según Elena, estas políticas rompieron con la hegemonía de la tradición liberal ampliando la noción de ciudadanía hacia el derecho de los trabajadores a satisfacer sus aspiraciones materiales, lo que legitimó con más fuerza la intervención del Estado en el mercado. En el tercer capítulo, el autor pone en cuestión las auto-representaciones míticas del peronismo al explorar la problemática implementación de las políticas redistributivas y de expansión del consumo. La creciente inflación que afectó los salarios reales hacia fines de la década del ‘40 presentó al gobierno un doble desafío: por un lado, debió minimizar las reacciones de los sectores propietarios ante el control de precios que se llevó a cabo por esos años, por el otro, debió continuar satisfaciendo las expectativas de “vida digna” de los sectores populares que ellos mismos habían creado. El gobierno afrontó este desafío con éxito, logrando fortalecer los lazos con los sectores populares y junto al férreo control de precios, que restringió los derechos civiles de los sectores propietarios, montó un también férreo aparato propagandístico que definía esta medida como una cruzada contra los “enemigos económicos de la nación”, una noción que le permitía englobar a todos los sectores propietarios no alineados con el peronismo. De esta manera, Elena argumenta que estas medidas y la forma en que fueron presentadas contribuyeron a reforzar identidades políticas y lazos de lealtad entre Perón y los consumidores populares. Como se muestra en el cuarto capítulo, las representaciones de “vida digna” producida por los líderes y propagandistas del peronismo se ajustaron a los modelos culturales definidos por las fuerzas del mercado. Estas representaciones reproducían 11/23/12 8:00 PM contemporanea las normas de género y las jerarquías del gusto propias de los sectores medios urbanos; para los sectores populares, este ideal generaba expectativas que no siempre podían cumplirse, así lo muestra Elena en el sexto capítulo a través de uno de los más valiosos descubrimientos archivísticos del libro: la cuantiosa correspondencia que arribó a las oficinas del Ministerio de Asuntos Técnicos durante una campaña que lanzó el gobierno en vísperas de las elecciones de 1952 bajo el slogan “Perón quiere saber lo que el pueblo quiere”. Lejos de la imagen armónica y homogénea que difundieron los propagandistas oficiales sobre la política social del peronismo, lo que muestran estas cartas es la diversidad de estrategias que utilizaron los sectores subalternos para expresar simultáneamente sus demandas insatisfechas de “vida digna” y cumplir con las expectativas que las autoridades tenían sobre ellos. Si bien reclamaban su derecho a satisfacer sus necesidades materiales, a la vez expresaban sus deseos de colaborar con sus líderes, identificaban como enemigos a quienes estaban por fuera del peronismo y creían en la capacidad del Estado de satisfacer sus demandas. Es decir que, si bien la campaña “Perón quiere saber lo que el pueblo quiere” tuvo poca repercusión en el diseño de las políticas públicas del segundo gobierno de Perón, ésta sirvió para renovar los lazos de solidaridad y lealtad. Como resultado, argumenta Elena, lejos de ponerlo en cuestión, la participación de los sectores subalternos en esta campaña fue funcional a las intenciones hegemónicas del peronismo, pues canalizó las demandas populares hacia su propio fortalecimiento. Por otro lado, el análisis de Elena sobre esta correspondencia permite matizar los retratos que ponen de relieve los rasgos autoritarios del peronismo: para el autor, las cartas revelan una continuidad en el desarrollo de prácticas ciudadanas autónomas que utilizan los recursos del Estado para sus propios fines. El éxito de la campaña, argumenta Elena, no fue mérito del gobierno sino de la persistencia de una vieja tradición de compromiso ciudadano con la comunidad y con el Estado. Como muestran el quinto y el séptimo capítulo, durante el segundo gobierno de Perón uno de los desafíos centrales del gobierno fue promover un consumo moderado, disciplinado y culto, frente a un electorado que esperaba una expansión de las políticas redistributivas. En el nuevo marco, la austeridad y la productividad fueron presentadas como formas patrióticas de colaborar con el futuro de la nación. Nuevamente, el gobierno logró articular la política económica hacia sus fines sin perder Contemporánea03_2012-11-23.indd 303 Bibliográficas | 303 el apoyo popular. Las restricciones en el consumo hicieron que los sectores populares se volcaran masivamente hacia alternativas por fuera del mercado que proponía el peronismo –como las proveedurías de la Fundación Eva Perón– para satisfacer sus necesidades materiales. De esta manera, según Elena, no fue la contracción de la economía sino la expansión de la movilización masiva y el avance de la censura los que agravaron los conflictos con una amplia coalición opositora, lo que provocó el golpe de Estado que puso fin al gobierno de Perón. Uno de los aspectos más interesantes de este libro es cómo el autor reconcilia dos interpretaciones enfrentadas del período. Elena apoya la perspectiva –que tuvo amplio consenso durante los años ‘80– que coloca al peronismo en un marco histórico más amplio. Desde esta perspectiva, el apoyo a Perón se originó en formas previas de asociación, participación y autoidentificación de los sectores populares. La intervención estatal en la economía y las políticas redistributivas fueron concebidas y diseñadas localmente y en otras latitudes con anterioridad al surgimiento del peronismo. Otros trabajos más recientes sostuvieron que el peronismo reforzó las convenciones de género y de gusto prevalecientes en la etapa previa. Sobre estos aspectos, Elena también arroja luz, sin embargo, este libro está lejos de subestimar los aspectos rupturistas del peronismo, por el contrario, como vimos, uno de los argumentos centrales del libro destaca las transformaciones que introdujo el peronismo en la política nacional al colocar la noción de ciudadanía por fuera del molde liberal. Aunque en menor medida, otro aspecto que Elena pone de relieve es la importancia que tuvo el movimiento en torno a la definición de identidades colectivas a través de movilizaciones masivas sin precedentes. Argumentado sobre una sólida base empírica, este libro vuelve desde una nueva perspectiva sobre algunos de los tópicos clásicos en relación al peronismo, a la vez que sugiere nuevas preguntas sobre la aún prácticamente inexplorada historia del consumo en América Latina. Dignifying Argentina es un análisis complejo, interesante y, sin duda, destinado a ocupar un lugar central en la historiografía sobre uno de los períodos más intrigantes y recorridos de la historia argentina y latinoamericana. Mateo García Haymes Universidad de San Andrés / Universidad Nacional de Quilmes/conicet 11/23/12 8:00 PM 304 | Bibliográficas contemporanea Luchas contra la impunidad. Uruguay 1985-2011. Gabriela Fried y Francesca Lessa (Compiladoras) Montevideo: Trilce, 2011, 223 pp. Este libro es el resultado de las reflexiones iniciadas en junio de 2010 durante las “Jornadas de Políticas Públicas de Derechos Humanos en Uruguay” realizadas en la Facultad de Psicología de la Universidad de la República. Las compiladoras, Gabriela Fried y Francesca Lessa, reunieron en la obra dieciocho contribuciones, uruguayas y extranjeras, acerca de los alcances y desafíos de veinticinco años de lucha contra la impunidad. La riqueza del libro se debe a un cruce de miradas entre la academia y la acción. Los aportes de investigadores destacados establecen un diálogo entre las diversas ramas de las ciencias humanas: la ciencia política ( Jo Marie Burt, Constanza Moreira, Elin Skaar), la sociología (Gabriela Fried), la historia del pasado reciente (Carlos Demasi, Óscar Destouet, Marisa Ruiz), la psicología social (Raquel Lubartowski Nogara), el derecho nacional e internacional (Felipe Michelini), las relaciones internacionales (Francesca Lessa) y la arqueología (Octavio Nadal). Algunos de ellos, siendo también actores importantes de las luchas a favor de los derechos humanos, enriquecen sus análisis con su testimonio. Estos “especialistas militantes” logran combinar la experticia técnica con la sensibilidad y la ética desarrollada en la adversidad. Es el caso del periodista Roger Rodríguez, los abogados María del Pilar Elhordoy Arregui, Ariela Peralta, Pablo Chargoñia y Walter de León Orpi, la fiscal Mirtha Guianze, los políticos Constanza Moreira y Felipe Michelini, la vicepresidenta de Amnistía Internacional Uruguay Marisa Ruiz y el sindicalista Raúl Olivera (pit-cnt). El momento de redacción de los artículos coincide con los intentos parlamentarios de derogación de la Ley de Caducidad. Si bien la mayoría de las intervenciones no incluyen este hecho en la discusión, los dos primeros artículos integran sus aportes al debate. En el primero de ellos, “El impulso y su freno”, Moreira presenta de forma original el hilo conductor del libro en el que retoma la problemática desarrollada por Carlos Real de Azúa sobre el batllismo para analizar los altibajos de la lucha contra la impunidad, luego el libro se divide en dos partes: “Las luchas contra la impunidad. Del Voto Verde al Sí rosado” y “Las luchas por el derecho a la Justicia”, en el que analiza específicamente la dimensión jurídica. Se reconocen a lo largo de la obra cuatro líneas principales de investigación que pueden servir Contemporánea03_2012-11-23.indd 304 de guía al debate político y científico. La primera tiene que ver con las múltiples dimensiones de la impunidad. Obviamente, el objeto que focaliza la atención de las luchas es la “Ley de Caducidad de la Pretensión Punitiva del Estado” aprobada el 22 de diciembre de 1986. Esta ley encarna la denominada impunidad penal y establece la lucha por la justicia como su antagónico. La historia de los combates jurídicos se encuentra minuciosamente relatada por Guianze, Chargoñia y De León Orpi; con este propósito, retoman los casos más emblemáticos: Bordaberry y Blanco, la decisión de inconstitucionalidad de la Ley Nº15.848 de la Corte Suprema de Justicia en 2009 (Caso Sabalsagaray), el fallo de la Corte Interamericana de Derechos Humanos en 2011 (caso Gelman vs Uruguay). Sin embargo, las intervenciones hacen hincapié en la necesidad de trascender el nivel jurídico e incluir la discusión sobre la impunidad moral, es decir, la cultura de la impunidad que intenta naturalizar la denegación de justicia. Los autores recalcan la existencia de un pacto de silencio, de una “omertà” (Alejandro Artucio) e incluso de un “compromiso mafioso” (Michelini). La segunda línea corresponde al análisis de las raíces de la cultura de impunidad que han obstaculizado las luchas, aspecto que constituye el mayor aporte del libro. Demasi, en su búsqueda de raíces “profundas”, describe la ausencia de cultura de derechos humanos en el país desde la primera Constitución de 1830. Para ejemplificarla muestra la difícil aceptación por parte de los militantes de izquierda de su nuevo estatus de víctimas de violaciones de los derechos humanos, ya que ellos siguen reivindicando su condición de combatientes. Por otra parte, tanto la “partidocracia uruguaya” como la participación del Frente Amplio en las negociaciones del Club Naval, son vistos como elementos claves en la legitimación posterior de la impunidad. Los autores son invitados a comparar y explicar los dos fracasos en el uso de la democracia directa contra la Ley de Caducidad. Rodríguez lo resume así: “Si el «Voto Verde» fue el plebiscito del miedo, el «voto rosado» fue el de la apatía de los dirigentes políticos”. Varios artículos demuestran las contradicciones internas de los argumentos recurrentes a favor de la impunidad: la “teoría de los dos demonios”, el espíritu revanchista de los impulsores de las consultas, el riesgo de desestabilización democrática, la indiferencia de la opinión pública que no es ni víctima ni victimaria. Moreira insiste en demostrar la hipocresía de recurrir al concepto de soberanía del pueblo para rechazar la anulación parlamentaria de 11/23/12 8:00 PM contemporanea la Ley. Varios autores enfatizan en las divisiones que atraviesan al Frente Amplio. Este hecho se ve reflejado en el resultado del plebiscito de 2009 donde se observa que la totalidad del voto frenteamplista no respaldó al “Sí rosado”. Finalmente, todos concuerdan en decir que “los derechos humanos no se plebiscitan” y que la estrategia de las consultas populares fue un arma de doble filo. La tercera línea es la comparación con las dinámicas de otros países del Cono Sur, sobre todo Argentina y Chile, y la influencia del factor internacional. Demasi muestra cómo el pulso de las luchas uruguayas sigue las inflexiones de las luchas argentinas. Skaar se pregunta por qué los jueces uruguayos no fueron más audaces o innovadores en su búsqueda de las fallas en la Ley de Caducidad mientras sus pares chilenos y argentinos se mostraban más creativos “para esquivar las leyes de amnistía”. Guianze retoma este argumento destacando la falta de integración del Derecho Penal Internacional a la jurisprudencia nacional, así como la ausencia de capacitación de los jueces uruguayos y de intercambio de experiencias con sus pares latinoamericanos. La cuarta y última línea se refiere al consenso entre varios de los autores en el intento de periodización de las luchas. Se destacan dos inflexiones mayores: el brutal freno de 1989 por el efecto desmovilizador del fracaso del “Voto Verde” y el impulso que generó en el 2005 el cambio propulsado por Tabaré Vázquez. Además se reconocen otros cuatro momentos importantes, dos impulsos y dos frenos, que introducen inflexiones menores: el impulso de 1996 (“marcha del silencio”) que reactiva las luchas y el de 2000 (Comisión para la Paz); el freno de 2009 (derrota del “Sí rosado”) y el de mayo de 2011 (fracaso de la Ley Interpretativa). Existe ya bibliografía sobre algunos actores de las luchas: Familiares de Uruguayos Detenidos Desaparecidos (Bucheli, Curto, Sanguinetti, 2005); Amnistía Internacional (Ruiz, 2006); los exiliados (Markarian, 2006); así como sobre temas específicos: los desaparecidos (Investigación Histórica, 2007); las políticas del perdón (Lefranc, 2002); los procesos de amnistía comparada (Mallinder, 2008). Sin embargo, el texto logra algo verdaderamente novedoso: establecer en la impunidad el denominador común a todos estos temas y analizarla en todas sus facetas para deslegitimarla. Benjamín Gény Institut des Hautes Études de l’Amérique Latine/Université Sorbonne Nouvelle/ Paris 3 Contemporánea03_2012-11-23.indd 305 Bibliográficas | 305 Un enemigo para la nación. Orden interno, violencia y “subversión”, 1973-1976. Marina Franco. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2012, 352 pp. El libro de Marina Franco aborda de forma compleja y rigurosa el período constitucional que tuvo vigencia en Argentina entre 1973 y 1976 haciendo centro en la violencia política como problema de época. El análisis propuesto parte de una sólida base empírica para adentrarse simultáneamente en una reflexión teórica más general, que invita a pensar la relación violencia/política en democracias modernas y los problemas que genera el recurso sistemático a medidas de excepción tanto para la pervivencia institucional de tales regímenes como para la protección de garantías individuales. La autora analiza ese corto pero efervescente período indagando sobre las condiciones de posibilidad que sustentaron el espiral de violencia –estatal y privada– alcanzada por la sociedad argentina durante la década de 1970 y la paulatina conformación de un “consenso antisubversivo”. Así, mediante un fino y documentado rastreo de “continuidades discontinuas”, Franco sustenta un análisis doble que conjuga el estudio del devenir represivo estatal como estrategia de contención de la conflictividad social imperante y el de la conformación de un discurso político de condena a la violencia por parte de sectores dominantes y de quienes no adhirieron al proceso de radicalización política hacia la izquierda. En tal sentido, el peso que en el análisis cobra el devenir autoritario de la institucionalidad democrática a lo largo del período sitúa el trabajo de la autora en varios campos: uno local, que ha tenido como centro la pregunta por las continuidades entre la violencia estatal del gobierno peronista predictatorial y el terrorismo estatal de la dictadura militar de 1976; y otro más general, sobre el estado de excepción como práctica de gobierno desde una perspectiva que es tributaria de Carl Schmitt y Giorgio Agamben, en la cual también abrevan otros estudios recientes sobre el funcionamiento de poderes ejecutivos latinoamericanos encabezados por liderazgos llamados neodecisionistas durante la década de 1990 y sobre las respuestas dadas por las actuales democracias a la llamada “amenaza terrorista”; y, aunque la autora no se propone dar cuenta de las causas del golpe de Estado, en una línea afín a la desarrollada en Uruguay por Álvaro Rico sobre el camino democrático hacia la dictadura. En la primera parte del trabajo, denominada “El peronismo en el poder: Estado, partido y seguridad 11/23/12 8:00 PM 306 | Bibliográficas contemporanea nacional”, Marina Franco desentraña las lógicas institucionales y políticas que desencadenaron la creciente instauración de un estado de excepción que, amparado en la legislación vigente, posibilitó una estrategia represiva que combinó el recurso a prácticas legales y clandestinas con fines gubernamentales y partidarios. En este punto, el aporte realizado por la autora es múltiple. En primer lugar, repone el devenir de un contexto represivo institucionalizado en el que se desenvolvieron actores como López Rega, la Triple A e Isabelita, atendiendo a las condiciones que hicieron posible su accionar. Lo que muestra las limitaciones explicativas de los trabajos que han centrado el problema de la represión estatal del período en el accionar de los referidos actores sin atender al marco institucional que lo hizo posible. Para ello, la autora da cuenta de los recursos legales al amparo de los que se sustentó una política de seguridad que socavó paulatinamente –con marchas y contramarchas– el Estado de derecho que supuestamente pretendía defender mediante la aprobación de reformas de la legislación penal, de la prolongada vigencia del estado de sitio, de la sanción de la Ley de Seguridad, de sucesivas intervenciones provinciales, de la regulación de asociaciones profesionales, de la habilitación legal para el rápido despido de funcionarios públicos, de medidas orientadas al control y regulación de la vida cultural y universitaria, de diversos tipos de censura a medios de comunicación, de la habilitación del accionar de las Fuerzas Armadas en la represión a la guerrilla, etc. En segundo lugar, sin desconocer la existencia de diversas variables que han de ser tenidas en cuenta al momento de pensar la conflictividad social y política del período, la autora detecta el fuerte impacto que tuvo la pugna interna del propio partido gobernante y, en ese marco, la instrumentalización de los mecanismos represivos institucionales de diversa índole por parte de su principal líder, Juan Domingo Perón, y de los actores sociales y políticos que lo apoyaban, en función de la depuración interna del movimiento. En tercer lugar, y dejando en claro que la responsabilidad del descaecimiento del Estado de derecho radica en quienes estaban a cargo de su conducción, Franco atiende también a las consecuencias que tuvo la estrategia desplegada por diversos grupos de izquierda que creían en la vía armada como medio de acceso al poder y su contribución al in crescendo de un espiral de violencia que acompañó el devenir político de esos años. En cuarto lugar, y como corolario de este marco analítico, la creciente presencia de las Fuerzas Armadas aparecen en el trabajo de Franco como una consecuencia más que como una Contemporánea03_2012-11-23.indd 306 causa, tanto porque su accionar fue amparado por la consolidación de una excepcionalidad institucional legal y extra legal como porque lograron presentarse como una opción válida y viable para superar la imparable conflictividad política, social, gubernamental, así como la violencia de la guerrilla y de bandas parapoliciales que actuaban en connivencia con autoridades estatales. En la segunda parte del libro, titulada “«Subversión», guerra y nación: la construcción de una realidad”, Franco analiza la conformación de un consenso discursivo que se manifestó contrario a la violencia, que se fue consolidando acorde se asentaba la estrategia represiva impulsada desde el Estado y que sentó las bases de un marco analítico bélico como clave de decodificación de la conflictividad política de esos años, cristalizando en un amplio “consenso antisubversivo”. A través de una sutil elucidación Franco recompone la pluralidad de voces que circularon públicamente a lo largo de esos años, atendiendo a pronunciamientos de actores políticos y sociales cuyo peso les permitía expresarse mediante la prensa, a las posturas adoptadas por los propios medios de comunicación impresa y a manifestaciones de ciudadanos anónimos que buscaron contribuir y ser parte del suceder político argentino mediante el envío de cartas con pedidos y sugerencias al Ministerio del Interior. En ese marco, la autora detecta la conformación de una lectura bipolar del problema de la violencia, corporizada en el rechazo a la “violencia de derecha” –que hacía referencia de manera bastante difusa al accionar de bandas paraestatales– y a la “violencia de izquierda” –señalada, en última instancia, como la causante de las restantes–. Tal interpretación sobre la violencia, acompañada de la referida concepción bélica arraigada en diversos sectores sociales y políticos, conformó, según Franco, un imaginario colectivo que asignó a las ffaa un rol superador y pacificador entendido como legítimo por corporizar la acción legal del Estado que pudo hacer aparecer al golpe de 1976 como una salida “natural”, acorde a la tradición política argentina. El trabajo de Marina Franco arroja importantes resultados en lo que hace a la constatación histórica de los fenómenos antes señalados pero, lejos de conformar un estudio cerrado, la propuesta de la autora invita permanentemente a la reflexión dejando preguntas abiertas y dilemas difíciles de resolver, poniendo sobre la mesa diversos tópicos para discutir. Entre otros, podemos destacar: la apuesta por pensar el impacto que las violencias armadas pueden tener en regímenes políticos 11/23/12 8:00 PM contemporanea democráticos y que tuvieron particularmente en el devenir histórico de esos años desde una perspectiva que permita problematizar la acción guerrillera sin que ello sea entendido como una justificación de los procesos dictatoriales; la revisión de las extendidas interpretaciones sobre la llamada “teoría de los dos demonios” desentrañando marco culturales de largo plazo que hicieron posible la conformación de un determinado marco analítico de la conflictividad social sin caer en reducciones esencialistas que simplemente adelanten en el tiempo la fecha de nacimiento de tal marco interpretativo; el cuestionamiento a la idea que esgrime la existencia de un amplio e inalterado consenso favorable al recurso a la violencia armada como medio político durante las décadas de 1960 y 1970 en Argentina; los modos en que reaccionan sociedades históricamente situadas en contextos de creciente violencia, tanto estatal como privada; la conformación de procesos largos de sedimentación de ideas y sentidos comunes al momento de dar cuerpo históricamente a lecturas hegemónicas sobre la realidad social, como lo fue en este caso la estructurada en torno a la noción de seguridad nacional. Pero estas son sólo algunas de las líneas problemáticas que quedan planteadas, que invitan a pensar aspectos fundamentales para la historia reciente de la Argentina y de la región y que, a su vez, arrojan luz sobre temas que actualmente atraviesan nuestras sociedades. Mariana Iglesias conicet-unsam/anii Escenas de la vida cotidiana, Uruguay, 1950-1973: Sombras sobre el país modelo. Ivette Trochón. Montevideo: ebo, 2011, 383 pp. Aunque no se menciona de modo explícito, este libro deriva de un proyecto de investigación iniciado hace varios años en el Centro Latinoamericano de Economía Humana con apoyo de Ediciones de la Banda Oriental. En el mismo marco se produjeron anteriormente Escenas de la vida cotidiana, Uruguay 1910-1930: El nacimiento de la sociedad de masas (de Daniela Bouret y Gustavo Remedi; Montevideo: ebo, 2009) y Escenas de la vida cotidiana: La antesala del siglo xx, 1890-1910 (de Silvia Rodríguez Villamil; Montevideo: ebo, 2006). Este sería, entonces, el tercer volumen de una serie que cubre casi un siglo de historia de lo que de modo algo difuso y quizás por demás intuitivo (a pesar de los esfuerzos Contemporánea03_2012-11-23.indd 307 Bibliográficas | 307 de definición que aparecen en las introducciones) se ha dado en llamar la “vida cotidiana”. Ya desde el detallado índice de este tomo queda claro que se trata de un repaso panorámico de los asuntos y problemas que, de nuevo sin demasiadas precisiones previas, van construyendo el universo de la “vida cotidiana” de los uruguayos (o los montevideanos, como admite el prólogo) en una etapa tan poco estudiada como crucial de nuestra historia más cercana. Al igual que los anteriores volúmenes, el análisis se apoya en un prolijo y amplio trabajo heurístico. En este caso, el énfasis está puesto en las publicaciones periódicas y otras fuentes éditas, a lo que se suman algunas entrevistas personales. El recorrido comienza en “los largos cincuenta” y abunda en la descripción de un ambiente todavía signado por la bonanza económica de la posguerra. El minucioso desgranar de las novedades culturales y sociales de esa época abarca desde los cambios en la circulación urbana hasta el impacto de los nuevos medios de comunicación masiva. Se detiene en la enumeración de las marcas de los autos y los colores de las heladeras que aparecieron entonces en el mercado uruguayo, presenta las nuevas ideas sobre el confort y la disposición del espacio doméstico y menciona algunos de los problemas asociados al abastecimiento del hogar y ciertas modificaciones en el mundo del trabajo. El inventario sigue con temas tan variados como el ocio y las formas de entretenimiento, el cuidado de la salud, la importancia de la televisión y otros asuntos más o menos destacados en el texto. Similar ánimo de reseña mantiene la segunda sección para pasar revista a los lugares de conflicto de lo que se denomina el “sexenio crítico” (1967-1973), incluyendo los modelos familiares, los comportamientos sexuales, la irrupción de la juventud, la emigración masiva y algunas expresiones culturales innovadoras. Toda la primera parte (“Los largos cincuenta”) tiene el mérito de avanzar sobre un terreno casi inexplorado por nuestra producción académica, lo cual explica en cierta medida el marcado acento descriptivo del texto. La segunda parte, en cambio, con los cortes temporales definidos por acontecimientos políticos, se solapa con una creciente literatura hasta ahora mayormente abocada a explicar el camino hacia el golpe de Estado de 1973. El subtítulo del libro parece reforzar esta idea de que el análisis apunta a inscribirse en un campo de estudios (el de la “historia reciente”) que ha estado marcado por una concepción algo restringida de la política y que mucho se beneficiaría de la apertura 11/23/12 8:00 PM 308 | Bibliográficas contemporanea hacia nuevos temas y problemas relacionados con la historia social y cultural en sentido amplio. Efectivamente, al distanciarse de un enfoque estrictamente político y coyuntural, la llamada “vida cotidiana”, sus modos y escenarios, podría transformarse en una ventana privilegiada para empezar a entender, en un corte temporal más amplio, algunos determinantes claves de esa etapa crítica de nuestro pasado. Sólo a modo de ejemplo cabe recordar que gran parte de la sociología de la época, con sus matices ideológicos, señaló hasta qué punto los sectores populares y medios vieron primero aumentadas y luego frustradas sus expectativas, no de cambios sociales profundos (eso vino después), sino de lo que los nuevos medios de comunicación y canales de circulación comercial comenzaban a mostrar como niveles mínimos aceptables de acceso a los bienes materiales e inmateriales de la modernidad. Este fenómeno abarcó, de modos diversos, a las sociedades centrales y a las periféricas. Investigaciones posteriores han señalado las mutaciones de las formas de producción y consumo del capitalismo global y su relación con los cambios contemporáneos en las aspiraciones y comportamientos de las personas en diferentes partes del mundo. En su apasionante libro Irresistible Empire: America´s Advance through 20th Century Europe (Cambridge, MA: Harvard University Press, 2005), Victoria de Grazia, por ejemplo, se explaya en la descripción del “American way of life”, las formas de distribución comercial y las grandes marcas (con especial atención a los supermercados), los nuevos modos de vida hogareña, el impulso de la publicidad y el papel de la industria del entretenimiento de Hollywood para señalar el triunfo del modelo de la sociedad de consumo estadounidense por sobre las visiones más tradicionales de la civilización burguesa de Europa occidental. El libro de Trochón no se plantea objetivos tan ambiciosos. Opta, en cambio, por un camino que oscila entre construir un panorama de tono costumbrista (a veces nostálgico, a veces asombrado) sobre una época que muchos potenciales lectores conocen de primera mano y apuntar posibles líneas de investigación apoyadas en un esmerado trabajo con fuentes primarias. Así, las páginas se cargan de recuadros con textos transcriptos de revistas, obras literarias y otros materiales del período y se adornan con imágenes también extraídas de publicaciones periódicas y otras seguramente provenientes de archivos fotográficos particulares (la ausencia total de referencias en las reproducciones impide mayor precisión y no deja de sorprender en una obra de historia erudita). Contemporánea03_2012-11-23.indd 308 En resumen, se trata de un libro valioso por abordar temas y tiempos de escaso tratamiento desde la historia y las ciencias sociales en Uruguay y que ojalá despierte la inquietud de quienes puedan avanzar en un camino analítico que empiece a desbrozar un conjunto de problemas centrales para entender una etapa clave de la historia local y global del siglo veinte. Vania Markarian Universidad de la República Washington rules. America’s Path to Permanent War. Andrew J. Bacevich. New York: Metropolitan Books, 2011, 288 pp. En los últimos cincuenta años proliferaron las dictaduras en América Latina. Este ascenso autoritario y represivo estuvo muy vinculado a la instrumentación de la Doctrina de la Seguridad Nacional impulsada por la Casa Blanca. El último libro de Andrew Bacevich, entre otras cuestiones, ayuda a desentrañar la lógica del intervencionismo estadounidense desde el inicio de la Guerra Fría. Las reglas de Washington, de la colección “El proyecto del imperio americano”, logró una interesante repercusión en Estados Unidos al punto que integró la influyente lista de bestsellers del New York Times. Fue publicado en un momento crucial, en 2010, cuando se avizoraba que la agresiva política exterior estadounidense, potenciada durante las presidencias de Bush, se prolongaba hacia el inicio de la gestión de Obama pese a las promesas de cambio. Uno de los atractivos fundamentales de este libro, fuertemente crítico de la Doctrina de la Seguridad Nacional que justificó las políticas intervencionistas de Estados Unidos desde la posguerra, es que Bacevich es un ex militar estadounidense; ya en la introducción el autor narra su tardía conciencia sobre los criticables fundamentos de la política exterior impulsada por el consenso de Washington y cómo el infundado ataque de Bush a Irak en 2003 terminó de convencerlo de la necesidad de intervenir en el debate público. Esta obra, entonces, se propone trazar una genealogía de la lógica bipartidista que impuso y prolongó el autoasignado rol de gendarme planetario atribuido por la Casa Blanca, el Pentágono y la cia. Bacevich fue oficial en el ejército estadounidense y como tal estuvo en servicio por muchos años en Alemania; sin embargo, según narra en la introducción del libro, no fue hasta 1990, ya adulto, cuando conoció realmente la “otra” Alemania, la que se encontraba por detrás del muro, y todas 11/23/12 8:00 PM contemporanea sus certezas, heredadas de lo que él llama las “reglas” o el “consenso de Washington” de la Guerra Fría, se disolvieron. Allí comenzó su reeducación: el viaje hacia la ex República Democrática Alemana que realizó con fines autoeducativos junto a otros ex compañeros de armas, fue el inicio del largo camino que lo llevó a escribir éste y otros libros, como Los límites del poder o El nuevo militarismo norteamericano. Narrando esta experiencia, que cambió radicalmente su visión de la política y las relaciones exteriores estadounidenses, este profesor de Historia y Relaciones Internacionales de la Universidad de Boston, retirado del Ejército con el rango de Coronel, nos introduce a la deconstrucción del consenso que Washington logró construir tras la Segunda Guerra Mundial. Diseccionar críticamente estas concepciones, abrazadas por el propio autor durante décadas, es la aventura que nos propone la lectura de Las reglas de Washington. El primer capítulo, “El advenimiento de la semi-guerra”, analiza, empezando por el gobierno de Obama y luego retrocediendo hasta el de Einsenhower, la configuración de posguerra que determinó el estado de intervención y conflicto permanente impuesto por Washington. El segundo, “Ilusiones de flexibilidad y control”, explica cómo entre 1961 y 1965 se legitimó el creciente poder de la cia y del Pentágono para determinar las necesidades militares estratégicas de Estados Unidos. En el capítulo “El credo restaurado” Bacevich describe cómo se reconstituyó y relegitimó el intervencionismo militarista tras las resistencias que acompañaron el fracaso estadounidense en Vietnam, esa guerra en Asia, que tanto minó las bases del consenso de Washington, requirió de una ardua tarea para encapsular las críticas, evitando que afectaran los fundamentos construidos en las dos décadas anteriores. En el cuarto, “Reconstituyendo la trinidad”, el autor explica la superación del “síndrome de Vietnam” durante la era Reagan, pero también tras la caída del Muro y el fin de la Guerra Fría, durante las administraciones Clinton y Bush. En el quinto, “La falsa contra-inteligencia”, señala las críticas a la guerra sin fin, puntualizando las contradicciones derivadas de las intervenciones en Afganistán e Irak. El último capítulo, “Cultivando nuestro propio jardín”, permite a Bacevich sintetizar las críticas al consenso de Washington y sus indeseables consecuencias: gastos militares crecientes que no hacen sino disparar la deuda pública a niveles inmanejables, víctimas entre las fuerzas armadas, ex veteranos con problemas físicos y psíquicos, perpetuación de una burocracia que actúa en secreto, distorsión de Contemporánea03_2012-11-23.indd 309 Bibliográficas | 309 los intereses nacionales en tanto el complejo militar-industrial absorbe recursos que son escasos y desastre medioambiental, entre otros. La solución también aparece esbozada: Estados Unidos debe hacer regresar las tropas o, al menos, la mayor parte de ellas, resignando ese autoasignado rol de gendarme planetario. Lo más interesante del libro es que deconstruye, desde la mirada de un militar retirado, el consenso estadounidense en torno a una política exterior mesiánica e intervencionista, así como desmenuza y ataca los lugares comunes impuestos por el acuerdo bipartidista de demócratas y republicanos en las últimas seis décadas. El libro pretende mostrar que un cambio desde dentro de la sociedad estadounidense es posible y el autor presenta su propia conversión individual, su toma de conciencia, como un ejemplo de lo que la educación puede lograr. En este sentido se propone, en concreto, discutir la idea de que Estados Unidos tiene el deber de liderar, salvar y transformar el mundo. Este credo es el que fundamenta la disposición del Pentágono a desarrollar una capacidad militar muy superior a la necesaria para garantizar la defensa nacional y se complementa con la “sagrada trinidad”, hegemónica en Washington: la convicción de que la paz internacional exige una “presencia militar global” de Estados Unidos, que debe configurar sus fuerzas para la “proyección de poder global” y que, para anticipar o contrarrestar las amenazas, se requiere de un “intervencionismo global”. Más allá de los aciertos y la gran utilidad de la obra en este particular momento histórico, la misma presenta algunas falencias. El principal problema del libro es que no analiza la política exterior intervencionista de Estados Unidos en relación al “imperialismo” y los intereses económicos que la determinan. Más allá de las críticas descritas, Bacevich idealiza la inserción internacional estadounidense en la primera mitad del siglo xix soslayando la nefasta influencia de la ideología del destino manifiesto, la “doctrina Monroe”, el aniquilamiento de los pueblos originarios, la guerra contra México y tantas otras atrocidades realizadas en la fase de ascenso de la burguesía estadounidense; además, reivindica diversos políticos o intelectuales (el diplomático George Kennan, el senador J. William Fulbright o el líder afroamericano Martin Luther King) críticos del mainstream en Washington, que no avanzaron en una caracterización adecuada del rol de Estados Unidos luego de la Segunda Guerra. En síntesis, el libro tiene una potencia crítica muy significativa al interior de Estados Unidos, 11/23/12 8:00 PM 310 | Bibliográficas contemporanea donde resquebrajar los lugares comunes que legitiman el intervencionismo impulsado por Washington parece una tarea ardua y compleja, pero estas denuncias, para los países que históricamente sufrieron la avanzada imperialista, como los latinoamericanos, no parecen tan novedosas. Sí, quizás, para alertar contra quienes tienen esperanzas en el carácter menos intervencionista de los demócratas frente a los republicanos. Bacevich, como en su momento plantearon Howard Zinn y algunos otros, se preocupa por explicar que los lineamientos de la política exterior de Washington, más allá de los matices, se mantuvieron durante las administraciones demócratas y republicanas. Obama, por ejemplo, no produjo el cambio esperado luego de la nefasta política exterior de Bush, sin embargo, la crítica al militarismo estadounidense debe ir más allá, en el sentido de entender la lógica profunda de los intereses materiales que lo determinan. ¿Por qué la gran burguesía del país del norte necesita sostener esa política? ¿En qué sentido la lucha por los mercados y recursos estratégicos es central para entender el imperio del capital que conduce Washington? ¿Pueden efectivamente cambiar las reglas de Washington sin un cambio más amplio del sistema? Estas interrogantes, creemos, deben abordarse para profundizar las críticas planteadas por Bacevich. Leandro Morgenfeld Universidad Nacional de Buenos Aires Fotografía en Uruguay. Historia y usos sociales 1840-1930. Magdalena Broquetas (Coordinadora), Mauricio Bruno, Clara von Sanden e Isabel Wschebor. Montevideo: Centro de Fotografía (Intendencia de Montevideo), 2011, 261 pp. Este libro es resultado de la investigación llevada adelante por el Equipo Núcleo Interdisciplinario de Investigación y Preservación del Patrimonio Fotográfico Uruguayo que incluyó historiadores, micólogos y fotógrafos, quienes sistematizaron información relativa a aproximadamente veinte mil piezas fotográficas (de un total examinado cercano a las cuarenta y cuatro mil) disponibles en la Biblioteca Nacional, el Museo Histórico Nacional, el Archivo Nacional de la Imagen del sodre y el Centro de Fotografía de la Intendencia de Montevideo. Dicho relevamiento contempló diversos procedimientos fotográficos y soportes: daguerrotipos, ambrotipos, copias en papel albuminado, al colodión y a la Contemporánea03_2012-11-23.indd 310 gelatina de plata, cianotipos, platinotipos, ferrotipos y opalotipos, entre otros. El modo de abordaje inscribe al libro en la tradición de la historia social de la fotografía, en la línea de trabajos que desarrollaron, entre otros, A. Rouillé y Lemagny, M. Frizot y M.L. Sougez. Si bien algunos capítulos respetan las categorías ligadas a los géneros (retrato, fotografía militar), la mayoría refiere a la relación de la fotografía con diversos aspectos de la historia social, cultural y política, habiendo, a lo largo de todo el libro, una permanente conexión entre la evolución de las técnicas fotográficas, los distintos productos fotográficos, sus formas de circulación y consumo. Por lo antes señalado, Fotografía en Uruguay constituye un punto de inflexión en la historiografía de la fotografía uruguaya y un modelo para la latinoamericana. Luego del prólogo a cargo de Ana Frega y la presentación de la coordinadora, el libro comienza con el trabajo de Clara von Sanden, quien aborda la llegada y los primeros desarrollos del invento –el ciclo del daguerrotipo– entre 1840 y 1851. La autora señala el fuerte impacto que causó el experimento transmitido por el abate Comte entre los primeros practicantes, reducidos en número y provenientes en su mayoría de la élite intelectual, al tiempo que describe la aparición en Montevideo de los fotógrafos inmigrantes, quienes de forma itinerante transitaron por varias ciudades del continente y tomaron vistas, en tiempos que una toma de retrato tenía el costo de diez jornales de un albañil. Magdalena Broquetas examina el despliegue del género más extendido de la fotografía del siglo xix: el retrato. Siendo un medio de autorrepresentación considerado vehículo de distinción y, al mismo tiempo, empresa comercial, el retrato atravesó diversas etapas. En el cruce del abaratamiento de costos, la facilidad progresiva de las técnicas y la instalación de estudios fotográficos, fue cada vez más amplio el público que pudo acceder a una fotografía de sí mismo y a las múltiples copias que habilitaba el colodión, al tiempo que la venta de tarjetas de personalidades públicas permitió conocer sus rostros a la población. El trabajo también explora aspectos compositivos y estéticos. En su escrito sobre fotografía militar, Mauricio Bruno refiere a la importancia de los álbumes como forma de conocimiento, analizando el reportaje de guerra, las diferencias entre la representación de la muerte propia y la del enemigo, la relación entre pintura y fotografía, cómo los avances técnicos posibilitaron la circulación de fotografías de las guerras civiles en revistas ilustradas para, finalmente, centrar 11/23/12 8:00 PM contemporanea la atención en las fotografías propagandísticas (entrenamientos, niños soldados) correspondientes al momento de consolidación de las instituciones estatales. El mismo autor trata sobre la fotografía de aficionados, en el tránsito que va de las Sociedades de Fotógrafos hacia el Pictorialismo. Refiere a las tensiones entre el “amateurismo” no profesional y los núcleos de profesionales y artistas y al surgimiento de instituciones como la Sociedad Fotográfica de Aficionados (1884-1898) o el Foto Club de Montevideo (1901-1917), que supieron contar con miembros de la intelectualidad entre sus integrantes. Asimismo, estudia la relación entre el desarrollo de la industria y el mercado fotográficos (la llegada de la empresa Kodak en 1910, entre otros hechos) con el proceso de masificación y enseñanza de la fotografía. Isabel Wschebor, por su parte, analiza los distintos períodos en el empleo de la fotografía dentro del ámbito científico, uso que estuvo teñido por las ideas del positivismo decimonónico: la extensión del método gráfico, el pasaje de la fotografía como auxiliar de la observación a la posibilidad de comunicar y divulgar para “enseñar por la vista”, la creación de sistemas de registro y la sistematización de tomas, para concluir en la posibilidad de diagnosticar clínicamente a través de las imágenes. En tanto eco de prácticas corrientes de las burguesías en diversos países, refiere a la relación entre medicina, poder y fotografía como entramado para la legitimación de discursos morales e ideológicos. En el abordaje del vínculo entre fotografía e información, Magdalena Broquetas indaga sobre la noción de “documento gráfico”, trazando un recorrido que contempla los sucesivos modos de la relación de la fotografía con los medios gráficos, ligados a los continuos avances técnicos de los sistemas de impresión: el lazo con dibujantes y grabadores, la reproducción de piezas artísticas, la incorporación activa de los lectores con sus fotografías, el uso de las fotografías antiguas para conocer el pasado, el fotorreportaje, la primicia y la figura del reportero gráfico para, finalmente, señalar la incorporación de imágenes relativas al ocio, la cultura y el deporte en la prensa masiva. Broquetas y Bruno se ocupan conjuntamente de la cuestión de la fotografía en su relación con la vigilancia y el control social: el registro de las ejecuciones (espectáculo público del cual se vendían luego las tomas), los archivos policiales de delincuentes y prostitutas, los reparos de los sectores garantistas respecto de la divulgación de inculpados Contemporánea03_2012-11-23.indd 311 Bibliográficas | 311 en proceso, la puja entre los partidarios de los distintos métodos (bertillonage y dactiloscopía) para una mejor identificación y clasificación de la población “anormal” y la extensión final de los sistemas identificatorios a la totalidad de la población para el ejercicio de la ciudadanía. En el último capítulo, von Sanden estudia cómo se utilizó la fotografía para crear la imagen del Uruguay hacia adentro y afuera del país. Entre otras formas de circulación, analiza las “Vistas”, que comenzaron a circular con registros de paisajes, edificios y la vida urbana desde mediados del siglo xix, y las postales; luego, indaga acerca de la incorporación de fotógrafos y la creación de dependencias en el ámbito estatal –ya iniciado el siglo xx– para la difusión de imágenes del progreso y la modernización, tendientes a su vez a la elaboración de un “relato nacional” sostenido en un Estado fuerte. El libro constituye una referencia para futuras investigaciones sobre aspectos particulares de la fotografía uruguaya de los siglos xix y xx; contribuyen a ello los anexos volcados en las últimas páginas, que contienen una descripción cuali-cuantitativa de los repositorios relevados, un glosario que refiere a los términos técnicos de procedimientos y productos fotográficos y una línea de tiempo que vincula la evolución de la fotografía en Uruguay con acontecimientos de la fotografía a nivel internacional. Un dato merece ser destacado: la incorporación de doscientas noventa imágenes con una excelente calidad de reproducción e impresión. Silvia Pérez Fernández Facultad de Ciencias Sociales/Universidad de Buenos Aires El 68 uruguayo. El movimiento estudiantil entre molotovs y música beat. Vania Markarian. Buenos Aires: Universidad Nacional de Quilmes, 2012, 164 pp. Una nueva generación de estudios monográficos parece despuntar en los últimos años de la historiografía uruguaya. Ese carácter, provisorio y germinal por naturaleza, cobra su entidad cuando la investigación se aplica con decisión a un objeto bien acotado pero capaz de contener un haz de problemas relevantes que lo trascienden y que se nos esconden cuando la indagatoria se acomete desde pretensiones más totales. La concisión, la observación múltiple y morosa, el recaudo minucioso de los antecedentes, la dedicación a unos respaldos 11/23/12 8:00 PM 312 | Bibliográficas contemporanea documentales precisos terminan así por dotar al objeto de una saludable apariencia poliédrica, a partir de la cual ningún estudio que se emprenda sobre el asunto en el futuro puede desdeñar. Cabe pensar entonces que es auspiciosa la vuelta del péndulo hacia lo monográfico, después de varias décadas de historiografía de balance y dictamen, de testimonio y virtud, explicable y justificada, tal vez, pero ya insuficiente. Con el 68 en el centro, Vania Markarian estudia las representaciones discursivas de lo juvenil y de lo político al final de una década en la que una generación de latinoamericanos hacía su debut en la política. Si los acontecimientos llaman a la comparación (genealogías, analogías, acercamientos y desvíos de una pauta, especificidades) el movimiento estudiantil uruguayo pertenece, con lo suyo, a una conmoción general del mundo contemporáneo en los límites de su modernidad. Los contornos de aquel 68 son definidos por Markarian (PhD en Historia, Columbia NY) a través de un registro sistemático de las movilizaciones de protesta y su encuadre en el ciclo de violencia, de una reconstrucción de los debates dentro de la izquierda en los que se ventilaron ideas acerca de la revolución, el poder, “el ser joven” y de la historia cultural de aquellas místicas militantes. El recorrido anima a la autora a algunas conclusiones: la violencia es un resultado que hay que explicar, pero no la causa del deterioro institucional que culmina en el golpe y la dictadura militar de 1973, y la extensión y la combatividad de la movilización deriva mucho más de la incapacidad del sistema político para responder de un modo no represivo a una protesta motivada por la crisis social y económica. En su proceso, además, estallaron formas de pensar y actuar relativamente novedosas y disruptivas en la cultura de la izquierda, sin llegar por eso a definir distancias insalvables entre la “tradicional” y la “nueva” al modo como ellas son observables en otras latitudes bien conocidas por Markarian. Los resultados de la empresa no abandonan el terreno de lo controversial, ni podrían hacerlo todavía. Entre tanto, la autora muestra notable competencia para su oficio, maneja con probidad viejas y nuevas fuentes, algunas novísimas como las que toma de los servicios de inteligencia que van goteando su información, otras heterodoxas para el análisis político como las que derivan de las expresiones de la cultura artística. Con moderación de quien mucho ha leído, y con tiempo, nos acerca a una literatura académica comparada de reciente factura y directa pertinencia, todo lo cual marca un Contemporánea03_2012-11-23.indd 312 salto auspicioso en las formas de hacer y escribir historia. Leído con perspectiva historiográfica más local, El 68 uruguayo parece anclar en varios malestares e insatisfacciones, tanto personales como generacionales. Opera a veces como requisitoria sostenida en tres soportes: a) la pregunta por la violencia –su explicación, su origen, su función– no ha sido bien respondida por la historiografía ni por la política; b) asociada a esa falencia, el Uruguay estaba ya entonces, en los sesenta, más postrado de lo que se creía (y creería más tarde, desde la transición posterior a 1985); c) la búsqueda de explicaciones en la ideología, o más llanamente en las ideas, muestra su debilidad si se la coteja con las oportunidades heurísticas e interpretativas que ofrece la cultura (las representaciones, los lenguajes, las prácticas, las costumbres). Ha sido tal la dominancia de la perspectiva política –puede concluirse este razonamiento/amonestación–, que las nuevas dimensiones del acontecer puestas aquí de relieve terminan por desordenar el mapa conocido de las cosas y a devolvernos “otro” 68. Con mayor profundidad e implicación, el libro viene a colmar entonces algo de ese vacío historiográfico que media entre las deducciones de toda acción política ideológica y la indeterminación relativa de las subjetividades. El 68 uruguayo es un “retorno del acontecimiento”, para usar una expresión de linaje. Tomamos contacto con una fenomenología precisa: la sucesión de respuestas e iniciativas de una coyuntura, la descripción de espacios de militancia y sociabilidad, el rescate de lenguajes, la puesta en intriga de debates y luchas por el sentido entre quienes querían hacer la revolución, “dar la vida por el pueblo” hasta el punto de practicar “la violencia provechosa”. Todo ello desplegado en un mapa de contingencias recuperadas, a pesar de la carga de teoría que aquellas prácticas revolucionarias portaban tan ostensiblemente; todo ello, también, desde una exploración sugerente de las continuidades y rupturas entre los actores y sus escenarios (entre Secundaria y la Universidad, entre los estudiantes y la sociedad, entre la política, la sociedad y la cultura). Como programa de investigación es vigoroso y alcanza concreciones tan sólidas como orientadoras. Cuando Markarian se acerca a los debates transcurridos dentro del acontecimiento nos conduce por un relieve a los significados en disputa. Lejos estamos de saldarla, lo que no obsta, a partir de ello, a buscar más problemas y claves de lectura. A) Hay cuestiones de especificidad, de novedad del evento: el 68 uruguayo repite y estrena, a la vez es 11/23/12 8:00 PM contemporanea eco y golpe; la masividad, la presencia de la violencia callejera y sus interpretaciones contemporáneas son una nota distintiva y dramática. Uno esperaría, con todo, más contacto explícito de aquellos militantes con la tradición novoizquierdista de la vieja Europa, un malestar con la autoridad cualquiera fuera ella, una critica de la vida cotidiana, un juvenilismo atronador, un llamado a Orfeo –hijo de Marcuse– para sustituir a Prometeo. B) ¿Cuán lejos está la sociedad de la política cuando la coyuntura tiende a estrecharlas? “Los estudiantes”, “los jóvenes” ¿se organizaban y se movían solos o los partidos y agrupaciones, mas atrás o menos ágiles por naturaleza, terminaban encapsulando lo que de otro modo los trascendía? La clase y el partido, agregados fácticos y representaciones ¿no encontraron, finalmente, su capacidad para ordenar militancias y proponer significados capaces de persistir? Si la clase que ocupa el centro es la media debemos reparar en unas expectativas desbordantes, bien plantadas en lo adquirido, en una protesta social de incluidos más que de excluidos, de unos jóvenes que aun con el país en crisis “vivían mejor que los ricos de la época de sus padres y abuelos” (el lamento perplejo es de E. Hobsbawm). C) Aún con todas las dudas sobre la pujanza de la política y de lo partidario en el Uruguay, es difícil negar la centralidad que pudo alcanzar entonces la contienda entre el Partido Comunista y el resto de las fuerzas de izquierda y el modo cómo ese conflicto era cultural y social a la vez que político. La puja se vertía como un torrente sobre tópicos de trámite cotidiano: la idea de revolución y cambio, el uso de la violencia y de sus vertientes armadas, el “carácter” del régimen pachequista, el papel de la clase obrera, el peso de los intelectuales… Si es difícil sustraer a los actores de estas coordenadas, cabe reparar en su porosidad y hasta en su crisis. Y aun así, los jóvenes ganaron primero la calle, irrumpieron con lenguaje propio y después se afiliaron, se adscribieron, se alistaron. Ocurre que es tan relevante lo primero como lo segundo, que se movieran y tuvieran donde recalar. Contra la prevención amenazante de Lenin (“no hay vida privada”) la historiografía del último medio siglo se ha venido devorando esos pliegues de la vida social (que cubren desde lo privado hasta lo íntimo, siendo diferentes), aun de aquellos actores para los que todo debía ser exterioridad, producto y resultado. El acercamiento a las culturas de la militancia que nos propone Markarian (algo similar aunque desde otras coordenadas ha emprendido recientemente Ana Laura De Giorgi en Las tribus de la izquierda) nos coloca frente a una reconstrucción Contemporánea03_2012-11-23.indd 313 Bibliográficas | 313 diferente de la cultura política y de la afirmación de una historia cultural de la política. Místicas militantes hechas en redes sociales, fraguadas en prácticas hablantes (“toma de la palabra”, decía De Certeau), reflejadas en la circulación de símbolos y significados, en expresiones que entran y salen de lo político. Conocemos poco, todavía, de los repertorios culturales de aquellas militancias (las lecturas, los lectores, las ficciones y músicas, las estéticas y las poéticas) pero la investigación de El 68 uruguayo nos pone ante sus limites, nos impele a pensar y a indagar en aquellas expresiones de la cultura con las que la militancia debía tratar, negociar, transar. Cortázar y Guevara –elijamos al azar– competían entonces con Mancera y Batman. La violencia, empero, suspendía todo trato: la muerte consagraba primacías, fundaba poéticas cuando no las proyectaba vigorosas en un firmamento sombrío y heroico. ¿Fue Íbero Gutiérrez, ejemplo de vitalidad e imaginación, “la voz poética del 68” que describió Luis Bravo? ¿O las siete balas criminales de 1972 devinieron la mediación de una construcción posterior, no tan evidente en la febril y concreta coyuntura? En todo caso, Vania Markarian ofrece una neta discontinuidad entre ideas y culturas que es un contundente prospecto de investigación. Si el militante está en un centro posible de atención monográfica habremos de recuperar con él un mundo tenso e intenso, marcado por una ambigüedad que sólo el tiempo deja ver mejor. En un malamente olvidado libro sobre la Universidad, Carlos Real de Azúa acopiaba rasgos que podrían ser revisados y sometidos a cotejo documental: son las vidas de seres apocalípticos, sectarios, puritanos, hechos de generosidad, pasión y compasión, desdén por el riesgo, fe en algunos valores; son las peripecias de seres atrapados por el dogmatismo, el simplismo, la hostilidad a lo diferente y la estrechez de perspectivas. Una pizca de claridad ha de salir a la superficie tras esta pista que pone en línea ideas, pasiones y costumbres. Finalmente, aunque parezca obvio es este un libro de historia: nacida en 1971, Vania nos acerca a un 68 más histórico, historiográfico, menos memorial y casi nada testimonial. Más abierto, por eso, como viniendo de un mandato profesional, a otras lecturas, literaturas y preguntas. Sigue la ruta del oficio: “la historia comienza –escribe con algo de exageración Pierre Nora– cuando el historiador le plantea al pasado y desde el presente, unos problemas de los que los contemporáneos ni siquiera tenían la más mínima idea”. José Rilla Universidad de la República 11/23/12 8:00 PM 314 | Bibliográficas contemporanea Camaradas y compañeros. Una historia política y social de los comunistas del Uruguay. Gerardo Leibner. Montevideo: Trilce, 2011, 632 pp. Camaradas y compañeros constituye la primera investigación cuyo objeto de estudio abarca la historia de los comunistas uruguayos entre 1941 y 1973. El historiador uruguayo Gerardo Leibner divide su libro en dos tomos que, significativamente, decide nombrar como “La era Gómez” y “La era Arismendi”. ¿Cómo explicar los extremos opuestos a los que llegó el Partido Comunista en su historia? ¿Cómo entender el grado de sectarismo de comienzos de la década de los ‘50 como la amplitud pragmática posterior? Esta es la pregunta fundamental de la que parte la investigación; ni las condiciones generales del movimiento comunista internacional ni la sociedad uruguaya pueden, según el autor, explicar este itinerario. La clave, plantea Leibner, “tenía que estar en el mismo Partido, en sus dinámicas y en su inserción social”. El historiador parte de la premisa de que dicho itinerario no fue sólo el producto de la elaboración de dos direcciones distintas que condujeron a ese partido de modo opuesto y considera que no puede explicarse la historia partidaria como el reflejo mecánico de los avatares de la urss. Se propone “revisar la historia política del Partido Comunista, con sus auges y decadencias, aciertos y fracasos, desde el ángulo de la historia social de los militantes” y, por lo tanto, “desentrañar las condicionantes sociales concretas del proyecto comunista en el Uruguay de aquellos años”. Su investigación se estructura en base a una categoría conceptual que el historiador define como “ideología social”. Esta se compone de ideas, prejuicios, categorías, percepciones y aspiraciones subjetivas, de ahí la importancia que adquiere en su texto el análisis de las prácticas sociales y del lenguaje de los militantes y que las fuentes a las que recurre no sean sólo los múltiples documentos partidarios, sino también los testimonios orales (historias de vida de militantes) y artículos de la prensa partidaria cuya temática no es, precisamente, lo político. En este ángulo y en el uso de estas fuentes radica, justamente, una de las mayores originalidades de Camaradas y compañeros. “La era Gómez” resulta en muchos sentidos la parte más novedosa de esta investigación. Leibner narra detalladamente las distintas posiciones del pcu frente a cada coyuntura histórica (dictadura de Contemporánea03_2012-11-23.indd 314 Gabriel Terra, Frentes Populares, Segunda Guerra Mundial, comienzos de la Guerra Fría), describe la vida interna de este partido y analiza el proceso por el cual pasa de ser un partido con cierta relevancia electoral a convertirse en una “secta”. Resulta muy fecundo el relato acerca de las prácticas partidarias que caracterizaron a la etapa de autoencerramiento: el deporte, por ejemplo, y su relación con la creación de organismos secretos de seguridad o la versión criolla del culto a la personalidad a través de los homenajes y cumpleaños; también aporta una información enriquecedora la narración de las luchas intestinas y la descripción de los mecanismos a través de los cuales un dirigente político se transformó en el líder de una secta. No se pierden nunca de vista –en esta primera parte– el movimiento comunista internacional, las relaciones entre el partido analizado y la urss, así como las diversas lecturas de los comunistas uruguayos ante cada cambio de lineamiento del pcus y sus repercusiones en el perfil que, en cada coyuntura, fue adquiriendo el pcu. El profundo análisis del historiador sobre el fin de “la era Gómez”, la crisis del ‘55 y los sucesos posteriores a esta crisis, resultarán –desde ahora– referencia ineludible sobre estos hechos (sucesos que han sido, a veces, interpretados sin tener en cuenta el proceso anterior del pcu y sin suficientes fuentes). Precisamente, Leibner ubica la crisis en un contexto, recurre a fuentes, narra con detalle, se detiene en los antecedentes y fundamenta con solidez su hipótesis: la crisis del ‘55 fue una reacción de los propios dirigentes (todos ellos estalinistas) ante ciertas prácticas éticas cuestionables de sus secretarios General (Eugenio Gómez) y de Organización (Gómez Chiribao) y no constituyó un anticipo de la desestalinización posterior del pcus. Esta reacción permitió, a su vez y sin fracturas importantes, terminar con las prácticas de secta que habían aislado al Partido de la sociedad y prepararlo para los nuevos desafíos que, tanto la realidad internacional como la nacional, requerirían de él. De la segunda parte de la investigación se destaca, en particular, el capítulo “El Popular y la ideología social popular-montevideana”, donde Leibner lee esta fuente de un modo realmente innovador: el autor encuentra en ella la influencia del entorno social sobre los comunistas y analiza los mecanismos a través de los cuales estos se dejaron permear por la sociedad en la que vivían y militaban. Su investigación da cuenta, así, de las estrategias del diario para intentar adecuarse a la conciencia social de los sectores populares montevideanos; para 11/23/12 8:00 PM contemporanea ello el historiador lee, analiza y extrae interesantes conclusiones sobre la página deportiva, los distintos modos en que se abordaba el fútbol, la evolución de las ideas sobre el rock, las crónicas en torno a los premios de la lotería de Navidad y Año Nuevo, la sección femenina y la masculinización de la visión militante. La riqueza de este análisis trasciende lo que tiene que ver estrictamente con la historia de este partido, en la medida que propone una metodología para la investigación de la relación entre política y medios de comunicación en la década del ‘60 y comienzos de los ‘70. Respecto a este complejo tramo de la historia del país, la investigación aporta una profusa información del accionar de este grupo político, sin embargo, se puede señalar que el autor no se distancia suficientemente de la visión que el propio pcu tuvo de sí mismo. De la coyuntura 1968-1973 no hay en el libro datos particularmente novedosos sobre la dinámica interna del pcu, no se mencionan eventuales debates (por ejemplo, sobre los Comunicados 4 y 7 o sobre la invasión soviética a Checoslovaquia) ni se exploran, tampoco, las relaciones con la Unión Soviética. La no disponibilidad de fuentes soviéticas y cubanas y la escasez de estudios históricos sobre otros grupos de izquierda (roe, gau, pdc, ps, fer68) operaron, seguramente, como limitantes para contextualizar mejor al pcu y a la ujc en relación con los otros grupos de izquierda y con los otros partidos comunistas del mundo. Algunas opciones del historiador también pudieron haber operado como obstáculos, por ejemplo, el uso de fuentes orales provenientes exclusivamente de comunistas, la ausencia de una historia comparada del Partido uruguayo con sus pares italiano y francés en la década del ‘60, la escasa relevancia dada –en esta segunda parte– a la estrategia del pcus y sus posibles implicancias en la línea política de los comunistas uruguayos. Camaradas y compañeros marca un hito, sin duda, en la acumulación historiográfica sobre la izquierda uruguaya, tanto por los aportes informativos sobre uno de los protagonistas más importantes y menos estudiados hasta ahora, como por el sólido y original marco teórico desde el cual se proyecta. Marisa Silva Schultze ces Contemporánea03_2012-11-23.indd 315 Bibliográficas | 315 Católicos, nacionalistas y políticas educativas en la última dictadura (19761983). Laura Graciela Rodríguez. Rosario: Prohistoria Ediciones, 2011, 128 pp. En los últimos diez años, las ciencias sociales argentinas han comenzado a reformular varios de los supuestos analíticos con los cuales se había abordado la experiencia de la última dictadura, el “Proceso de Reorganización Nacional” (prn), que gobernó de facto entre el 24 de marzo de 1976 y el 10 de diciembre de 1983. Una prolongada serie de estudios comenzó a plantear una reducción de las escalas desde el previo marco macro con el cual se estudió al último gobierno autoritario, por lo que órbitas como la localización territorial de la represión, las pujas al interior de las tres Fuerzas Armadas y las trayectorias de los funcionarios, entre otras, fueron emergiendo como tópicos capaces de complejizar las lecturas sobre dicha experiencia. En tal renovación, reformular las relaciones entre el Estado, el gobierno dictatorial y los actores individuales ha permitido, amén de indagar en áreas aún no estudiadas, realizar dos grandes aportes que atraviesan a este tipo de estudios: dejar de lado la idea de “dictadura militar” para dar paso al concepto de “dictadura cívico-militar”, trabajando analíticamente desde las implicancias de tal categoría, y dejar de entender a la dictadura como un bloque homogéneo en sus objetivos, concepciones y prácticas. Dentro de tal estado de la producción científica Católicos, nacionalistas y políticas educativas en la última dictadura (1976-1983), de Laura Rodríguez, abre un nuevo sendero temático al analizar las relaciones entre dos espacios ideológicos convergentes, el catolicismo conservador y el de tendencia nacionalista, los actores que los representaron y su imbricación en el entramado procesista. Organizado en torno a cinco capítulos precedidos de una introducción que los contextualiza y seguidos de unas reflexiones finales que reposicionan lo presentado en ellos, el libro parte de la hipótesis general de que la política educativa dictatorial no fue una totalidad coherente y homogénea, salvo en el plan represivo hacia los actores educativos, y que hubo al interior de los espacios analizados una multiplicidad de proyectos no exentos de conflictos. La historiadora se adentra tanto en las trayectorias como en los discursos de los actores analizados, buscando relevar qué concepciones y articulaciones políticas sustentaban sus proyectos educativos y cómo estos intentaron ponerlos en práctica en tres ámbitos centrales del Ministerio: el nivel primario, el secundario y el área de Cultura. 11/23/12 8:00 PM 316 | Bibliográficas contemporanea En el primer capítulo, “La llegada de los católicos al Ministerio y el inicio de la represión (1976-1977)”, la autora estudia el articulado institucional de tal cartera, centrándose en la etapa en que el pedagogo Ricardo Bruera ocupó el cargo ministerial tras el breve interinato de cinco días del Contralmirante César Guzzetti. Aquí Rodríguez realiza una atenta lectura de las redes ideológicas, institucionales y personales que unieron al ministro y su equipo con sectores del catolicismo, sus declaraciones sobre la cuestión educativa y las relaciones entre ésta y la represión ilegal. La autora destaca la centralidad del plan represivo, junto a una mirada que ligaba al catolicismo con la ética pública y el sentido nacional. En “Catalán: las bases ideológicas de la política educativa (1977-1978)”, segundo capítulo de la obra, se aborda el final de la gestión de Bruera y el período de Juan Catalán como ministro, tras casi seis meses de acefalia en el Ministerio. Durante la etapa de este abogado al frente de la cartera, se publicará el documento “Subversión en el ámbito educativo. Conozcamos a nuestro enemigo” que plasmará una lectura católica, occidentalista y represiva. Al mismo tiempo, Rodríguez analiza casos fácticos de la política represiva, como el del militante Alfredo Bravo, y el avance del proceso descentralizador que excedía el ámbito educativo y formaba parte de una concepción dictatorial central. El capítulo se cierra con el estudio de la renuncia de Catalán y del nuevo proceso de vacancia del cargo. “El más católico de los ministros: Llerena Amadeo”, tercer capítulo del libro, parte de entroncar el proceso que los funcionarios de facto denominaron “racionalización”, es decir, profundización de la descentralización y la articulación con sectores católicos. En palabras del abogado y ministro, desde un principio de subsidiaridad del Estado se buscaba “una mayor eficacia y armonización en las acciones de las tres instituciones: Iglesia, Estado y familia”, como componentes de una visión global de la educación y la pedagogía. Rodríguez analiza luego la reforma curricular, que propone centrada en nacionalismo y elitismo, y el operativo “¡Argentinos marchemos a las fronteras!” que categoriza como programa nacionalista. Las complejidades de la articulación entre el Estado y otras áreas sociales acabarían también con la gestión de Llerena Amadeo, dando lugar a la llegada de Carlos Burundarena al cargo de ministro, una vez acabadas las dos presidencias de facto de Jorge Videla, desnudando las profundas complejidades del área. El capítulo cuarto, “Los nacionalistas, la pedagogía católica y el anteproyecto de ley”, parte de estudiar el “carácter anticientífico de las asignaturas” destacando tal cariz en un corpus de bibliografía obligatoria y en la materia “Formación Moral y Cívica”, que implicaba un cuasi retorno de la materia Religión a los programas. Posteriormente, se estudia el anteproyecto de Ley de Educación, al que Rodríguez entiende como “el intento de imponer el programa católico”. Las implicancias de esta tentativa son abordadas desde el estudio del escrito ministerial y las encendidas defensas por parte de la prensa católica, lo que permite comprender nuevamente la profundidad de los vínculos entre el ideario y las prácticas procesistas y católicas. El último apartado del capítulo analiza, en la misma línea, la visita al país del pedagogo del Opus Dei, Víctor García Hoz. “El ocaso del Proceso: Burundarena y Licciardo (1981-1983)”, quinto capítulo, se estructura en torno al estudio de las dos últimas gestiones ministeriales, la del ingeniero Burundarena y la del contador Cayetano Licciardo, bajo las presidencias de Roberto Viola y Leopoldo Galtieri. Signadas por el deterioro interno del proyecto dictatorial y la guerra de Malvinas emprendida en 1982, que llevó el régimen a un abrupto y caótico final, con Reynaldo Bignone como Presidente de facto y el propio Licciardo aún al frente del Ministerio. En la inestabilidad del prn, el ámbito educativo promovió proyectos cuya implementación fue más dificultosa que durante el ciclo de Videla y sufrió la lenta degradación de la dictadura, lo que lo expuso a críticas del propio ámbito católico. Este sector, que había sido una base para los proyectos educativos, señaló crudamente que el prn, finalmente, no había logrado colocar la educación en real articulación con los fines confesionales. En las “Reflexiones finales”, Rodríguez retoma dos ejes: la cuestión de la represión en el ámbito educativo, verdadero pilar de coincidencias entre militares y civiles, y la relación entre ideas y políticas efectivas. Si bien puede señalarse como críticas a la obra su brevedad y la falta de abordaje a ciertos puntos, que la propia autora señala como ejes deseables de ser estudiados, su mérito principal está en lograr intervenir de modo sistemático en una de las vías de análisis sobre el prn que hoy son centrales, como su carácter cívico-militar y su condición de régimen no uniforme, desde un caso particular sumamente relevante como el de la educación. Martín Vicente Universidad Nacional de General Sarmiento Contemporánea03_2012-11-23.indd 316 11/23/12 8:00 PM contemporanea El “viejo” partido socialista y los orígenes de la “nueva” izquierda (1955-1965). María Cristina Tortti. Buenos Aires: Prometeo Libros, 2009, 405 pp. Son varios los trabajos académicos (tesis de posgrado y publicaciones de diverso tipo) que en la última década se han dedicado al estudio de diversos actores del campo de la “nueva izquierda” que emergió en la Argentina de los años sesentas y setentas. La gran mayoría de estos registran la novedad que sería propia de tal izquierda abordándola en el momento mismo de su irrupción, aproximadamente dentro de los límites cronológicos de la década previa al golpe de Estado de 1976, predominando además notoriamente los trabajos sobre las organizaciones revolucionarias que acabaron tomando el camino de la lucha armada. El libro de Cristina Tortti (basado en una tesis doctoral) se inscribe en una tendencia más reciente de la historiografía argentina, que se propone rastrear los orígenes de esos procesos en el período inmediatamente anterior, entre los años cincuentas y mediados de los sesentas. Lo hace a través del estudio monográfico del itinerario que durante esos años, más precisamente entre 1957 y 1963, experimentó el más tradicional de los partidos de la izquierda argentina, el “viejo” Partido Socialista fundado en 1894. Buscando allí los orígenes de una de las que considera como expresiones tempranas de la “nueva izquierda”, la autora reconstruye detalladamente las circunstancias que derivaron en la crisis y ruptura del ps, que se concretaría en julio 1958, y el proceso de emergencia y fugaz existencia del “socialismo de vanguardia” entre octubre de 1961 y octubre de 1963. La estructura del relato de ese proceso se compone en tres partes. Los dos capítulos contenidos en la primera exponen una apretada historia del ps desde su fundación en 1894 hasta su involucramiento en el derrocamiento de Perón en 1955 y la instauración del régimen encabezado por Frondizi, así como los debates y confrontaciones internas que se desarrollaron durante 1957 y 1958, terminando en la división del partido en dos organizaciones: por una lado, el ps Democrático, representante de la ortodoxia partidaria y, por otro, el ps Argentino (psa), exponente de los sectores renovadores que venían reclamando una autocrítica del papel asumido por el socialismo durante los episodios de 1955 y un cambio de actitud en relación con el régimen imperante desde entonces. Luego, los dos capítulos que integran la segunda parte se focalizan en el derrotero del psa entre Contemporánea03_2012-11-23.indd 317 Bibliográficas | 317 1958 y 1961, desentendiéndose del curso seguido por la otra rama del socialismo, salvo en lo relativo a algunas polémicas con el primero. Los sucesos de este cuatrienio son analizados como parte de una transición que, partiendo de la crítica que había derivado en la ruptura partidaria, no terminó de consensuar una nueva alternativa y termina sucumbiendo a la irreconciliable confrontación entre los renovadores moderados y los que con fuerte protagonismo juvenil reclamaban el abandono definitivo del liberalismo y del reformismo y la adopción de una orientación definidamente revolucionaria. En esta tensión interna, así como en el fluido diálogo crítico con otras expresiones políticas y culturales de la izquierda de la época, que es exhaustivamente reseñado en lo que indudablemente constituye uno de los méritos del enfoque propuesto, son decisivas las diferentes formas en que cada sector se fue posicionando frente a dos asuntos claves del contexto nacional y regional: la “cuestión peronista” y la Revolución cubana. A lo largo de los cuatro capítulos de la tercera parte se estudia la crisis y división del psa, para luego focalizarse en el breve itinerario del psa de Vanguardia, que expresó al sector que se había concebido a sí mismo como alternativa revolucionaria dentro del socialismo reformista. Una vez más, la otra corriente que emerge de la división del psa es dejada fuera del foco central del análisis para concentrarse en el “socialismo de vanguardia”. Esto es así porque se trata de la vertiente del socialismo argentino que Tortti considera como la expresión temprana de la “nueva izquierda”, la que definiéndose como nacional y revolucionaria, y estando fuertemente conectada con e influida por la experiencia cubana, se vio tensionada con igual intensidad por la sucesión de fracasos y desilusiones en el persistente propósito de resolver la insoslayable “cuestión peronista”. La autora justifica la pertinencia de este minucioso estudio en la enunciación de una hipótesis general a la que se aludió al comenzar esta reseña: las transformaciones operadas entre fines de los años cincuenta y comienzos de los años sesenta habrían sido el punto de partida de los procesos de renovación de la cultura política y de los elencos dirigentes de la izquierda argentina que se prolongaron hasta mediados de los años setenta. De allí se derivaría la importancia de estudiar monográficamente el origen de esos procesos en el período comprendido aproximadamente entre 1955 y 1965, lo que aquí se verifica para uno de los múltiples vectores en que se fue fragmentando el socialismo 11/23/12 8:00 PM 318 | Bibliográficas contemporanea argentino desde entonces. Probablemente aquí mismo esté uno de los problemas que pueden objetarse al trabajo: el hecho de que siendo una contribución muy importante al conocimiento específico del caso estudiado, el lector no tiene modo de comprobar específicamente, a través del relato que se le brinda, las vinculaciones que esgrime la autora con los desarrollos subsiguientes, puesto que los hilos de continuidad que evidenciarían esa conexión general no son parte del objeto de estudio ni de la contextualización del mismo en el proceso general de la historia argentina reciente. De todos modos, el libro de Tortti indudablemente representa un aporte muy significativo, no sólo por su contribución al conocimiento del caso específico sino además por lo que significa para el desarrollo de las nuevas tendencias en las formas de abordar el proceso de crisis política que antecedió a la instauración de las dictaduras de nuevo tipo en el cono sur sudamericano entre 1973 y 1976. En este sentido, el trabajo se inscribe en el destacable propósito de superar la discontinuidad temporal que la predominancia de la noción de ruptura histórica introdujo en las reconstrucciones de aquellos procesos, reduciendo inconvenientemente las explicaciones a las coyunturas previas a los golpes de Estado entre fines de los sesenta y comienzos de los setenta. Para ello es que se apunta a reorientar la mirada hacia los hilos de continuidad y las conexiones de sentido, que sólo pueden percibirse inscribiendo las coyunturas críticas predictatoriales en procesos históricos que se remontan a los tempranos sesentas y tardíos cincuentas, y aún más. Este cambio de perspectiva involucra otro que además tiene su peso específico: al extender la mirada hacia un tiempo no tan reciente, necesariamente se amplía el mapa de actores sociales y políticos y Contemporánea03_2012-11-23.indd 318 de agentes culturales involucrados en los procesos bajo estudio. De esta forma, trabajos como el que es objeto de esta reseña contribuyen a superar cierto reduccionismo implícito en los estudios que, centrados en la coyuntura de crisis política que antecede a la instauración de los regímenes autoritarios de nuevo tipo, tienden a privilegiar el análisis de los actores más directamente vinculados al desarrollo de la violencia política (las organizaciones guerrilleras, los aparatos represivos del estado, los grupos paraestatales), limitando la posibilidad de percibir la importancia de la diversidad de actores, instituciones y escenarios en la dinámica político-social y cultural de la época. Por último, agréguese a ello el mérito, no siempre verificable en este tipo de trabajos monográficos, de inscribir el itinerario del actor protagónico de la historia narrada no sólo en el contexto general de la evolución del sistema político nacional y de las circunstancias internacionales que le afectan, sino además en el contorno específico de la izquierda local, entendiéndola como una comunidad de múltiples actores sociales, políticos y culturales entre los que se configura una red de relaciones y un importante intercambio de ideas, personas y recursos materiales y simbólicos. Como bien surge del análisis que presenta Cristina Tortti, las formas en que cada actor interpreta y define su acción en el macrocontexto nacional e internacional están mediadas por su pertenencia y su ubicación en el microcontexto de la izquierda, un enfoque que probablemente sea válido para otros actores, pero que indudablemente lo es para aquellos que pertenecen al campo de la izquierda, sobre todo en el período de referencia de este trabajo. Jaime Yaffé Universidad de la República 11/23/12 8:00 PM
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