LA NOCIÓN DE COMUNIDAD; UN RASTREO POSIBLE PARA EL ANÁLISIS DE LAS PRÁCTICAS CORPORALES Jorge Rettich1 Palabras claves: Comunidad y sociedad, cultura y civilización, prácticas corporales. (las sacamos?) Introducción Los discursos instalados en la actualidad, aparentemente y quizás con cierta ingenuidad en la mayoría de los casos, parecen reflotar el debate sobre la comunidad.2 ¿Por qué aparentemente? Sin lugar a dudas hoy mucho se habla respecto al concepto de comunidad, pero poco se dice. O sea, está en boca de todo político, técnico o profesional que se adecua a la coyuntura discursiva que encuentra en este término, la forma de nombrar algo no muy pensado, pero rápidamente avalado por todos. Con mucha facilidad, desde cualquier campo disciplinar se habla de lo comunitario sin decir de qué se está hablando, simplemente se lo utiliza en la mayoría de los casos como adjetivo o calificador de la cosa sustantiva, como las políticas comunitarias, el diagnóstico comunitario, una disciplina comunitaria, etc. Esto se ha acentuado en esta última década, donde el término se utiliza sin mayor asiento teórico y la más de las veces sin anclaje en el campo de la presentación como supo inferir Lewkowicz (2003). Es de este modo que lo aparente se torna crucial, ya que pone el término nuevamente en circulación pero sin dar un debate conceptual profundo. Por lo tanto se utiliza como término, generalmente calificativo, pero no se conceptualiza, con lo cual queda por fuera del campo de la problematización y se instala sin una crítica respecto del mismo y sin desnaturalizar lo dado respecto a las ideas que rodean la noción de comunidad. La situación actual brevemente descripta, nos lleva a la necesidad de buscar claridad conceptual, no porque la escena política lo exija, sino porque sin lugar a dudas, el concepto se resignifica con el devenir de la historia en tanto responde a la interpretación que en el momento se 1 Jorge Rettich, es Licenciado en Educación Física y se encuentra cursando la Maestría en Enseñanza Universitaria en la Universidad de la República. Docente coordinador de la Práctica Docente II con la Comunidad de la Licenciatura en Eduación Fisica del Instituto Superior de Educación Física – UdelaR. Responsable de la investigación: La relación cuerpo-comunidad en el campo de la Educación Física uruguaya: continuidades y rupturas con los rasgos fundamentales del proyecto moderno. Integrante del Grupo de Investigación Políticas Educativas y Políticas de Investigación. 2 A pesar de que Norbert Elias está pensando sobre “civilización” y “cultura”, la siguinte cita puede ilustrar un poco esta idea de que palabras “cristalizadas” por su importancia en el pasado, eventos del presente las instalan nuevamente en el debate: “Estas palabras comienzan a morir paulatinamente cuando ya no realizan función alguna en la vida social real y cuando dejan de trasmitir experiencias. A veces quedan en estado letárgico total o parcialmente y alcanzan un nuevo valor de actualidad gracias a una situación social nueva. Permanecen en el recuerdo porque hay algo de la situación actual de la sociedad que encuentra expresión en las palabras que conservan cristalizado el pasado. (ELIAS, 1987 :60) tenga del mismo y eventualmente se puede modificar su sentido, en forma que podríamos llamar drástica, incursionando hasta en un propio contrasentido original. Esto, en el campo de las ideas, podríamos decir que puede ocasionar un constructo falso respecto al concepto de comunidad que oscurezca la posibilidad directa de pensar sobre él. Comunidad y sociedad La conceptualización de la palabra comunidad, la podemos rastrear en dos clásicos de la sociología que directamente buscan explicar dentro de los fenómenos sociales, la noción de comunidad y sociedad. Estos son Max Weber y Ferdinand Tönnies. La tesis de Ferdinad Tönnies en su primera edición en 1887, titulada “Gemeinschaft und Gesellschaft” (Comunidad y Sociedad) fue el primer trabajo que propone el par de oposición comunidad – sociedad con intención de rigurosidad científica en una búsqueda por describir lo existente en ese momento y apuntalar a la sociología como la ciencia que mejor podía explicar las relaciones sociales. Parte de definir que toda acción o conducta es fruto de la voluntad (Wille). O sea, engloba en este término, aquellas predisposiciones enfocadas a los otros que determinan las acciones, dejando de lado los reflejos y las meras necesidades biológicas. Ahora bien, dicha voluntad puede ser de dos tipos, los cuales como siempre se presentan separados para su análisis, pero se encuentran en constante relación. Por un lado la “voluntad esencial o natural” (Wesenwille), por el otro la “voluntad racional o instrumental” (Kürwille). La primera se encuentra dominada por los impulsos, los sentimientos, la creencia, o sea que “la voluntad incluye al pensamiento”. La segunda está dominada por el cálculo, la deliberación, por lo que “el pensamiento abarca a la voluntad”. La voluntad natural abarca el pensamiento de la misma forma que el organismo contiene aquellas células del cerebro que, si son estimuladas originan la actividad psicológica que hay que considerar equivalente al pensamiento (y donde el núcleo del lenguaje es sin duda un participante). La voluntad racional o instrumental es un producto del pensamiento y por tanto posee realidad sólo con referencia a su artífice, el pensamiento individual (...) Ambos conceptos diferentes de la voluntad poseen en común el hecho de que son concebidos como causas o tendencias que propenden a la acción. (TÖNNIES, 1979, p.115) Estas formas de la voluntad humana que motivan a la acción, se construyen y entretejen en relación a diferentes formas de “estructuración o agregación social”. Plantea que la voluntad esencial o natural (wesenwille) está relacionada con la gemeinschaft, (comunidad) ya que esta se puede concebir a partir de las relaciones de tipo afectiva y tradicional, mientras la voluntad racional o instrumental (kürwille) la relaciona con la gesellschaft (sociedad), por ser esta un tipo de agregación de individuos que se relaciónan a partir de intereses racionales y de forma principalmente instrumental. Ambas propenden a relaciones de unión, ya que sin unión no es posible ningún tipo de “vida en común”, solo que el tipo de unión es diferente. en la comunidad permanecen unidos a pesar de todos los factores que tienden a separarlos, mientras que en la Gesellschaft permanecen esencialmente separados a pesar de todos los factores tendentes a su unificación (TÖNNIES, 1979, p.67) Es así, que Tönnies llega a concebir este par de oposición, (comunidad – sociedad) como dos polos opuestos pero en constante tensión y relación dialéctica, solo divisibles para el análisis, donde se puede establecer una suerte o especie de matriz que permite los análisis posteriores de las relaciones sociales. De este modo, dicho autor plantea que la gemeinschaft (comunidad) es aquella forma de organización humana primaria, gregaria, unida por naturaleza, es una formación orgánica y por esto la define como viva. Los lazos están dados y no acordados. Ubica en la relación madre – hijo el “germen” de la comunidad y desde allí la categoriza como comunidad de parentesco, de amistad y de vecindad, refiriéndose a los lazos de sangre para la primera, a la comunión en las ideas en el caso de la amistad y la convivencia en la cercanía para la vecindad. En oposición, plantea el surgimiento de la gesellschaft (sociedad) como agregado de individuos que se unen en forma racional a partir de intereses, donde lo que prima es el contrato o acuerdo.3 La define como una formación mecánica, artificial, ideal, creada en base a una voluntad racional o instrumental. “Las relaciones y las uniones, dice Tönnies, se pueden concebir “como vida real y orgánica” o bien “como forma ideal y mecánica”. En el primer caso hablamos de comunidad y en el segundo de sociedad” (ÁLVARO, 2010, p.14) En oposición con la Gemeinschaft, la Gesellschaft (asociación) es transitoria y superficial. A este tenor, la Gemeinschaft (comunidad) debiera ser entendida como organismo vivo y la Gesellschaft (asociación) como un artefacto, un añadido mecánico. (TÖNNIES, 1979, p.29) Más allá del intento por dar una explicación sociológica, Tönnies no deja de recurrir a una explicación filosófico – histórica. Desde una mirada evolutiva, supone a la comunidad como primera y en un proceso de transición a la sociedad como la que surge de ésta. “La Gemeinschaft (comunidad) es antigua; la Gesellschaft (asociación) es reciente en tanto que denominación y fenómeno social.” (TÖNNIES, 1979, p.29) A pesar de ser ésta, una de las explicaciones menos valiosas del par de oposición, (lo veremos más adelante también en Weber) la apuesta principal está puesta en dotar de rigurosidad científica a estas nociones, ya que desde siempre, la referencia a los términos de comunidad y sociedad se han manejado por varios pensadores, solo que de manera intuitiva. 3 “Al acuerdo de voluntad en los distintos procesos de intercambio, dado que éste tiene lugar supuestamente en el seno de toda asociación, le llamamos contrato. El contrato es el resultado de dos voluntades individuales divergentes que se curzan en un punto. El contrato dura hasta que se completa el intercambio, lo que quiere y exige la ejecución de los dos actos de que consta; actos que pueden subdividirse en cierto número de actos parciales.” (TÖNNIES 1979: 75) Tesis que a priori no resulta demasiado original. Pues de Rousseau a Marx, pasando por los pensadores románticos y por Hegel, una comunidad primigenia, necesaria y esencialmente armoniosa, casi siempre situada en un pasado remoto cuando no mítico, es enfrentada y contrapuesta a la moderna sociedad. (...) En efecto, el análisis en “sentido sociológico” debía demostrar lo que hasta entonces solamente se había intuido. (ÁLVARO, 2010, p.15) Por tanto, aunque en su primera edición (1887) hay una mirada histórica y ontológica, en las sucesivas ediciones, el propio Tönnies busca desontologizar los conceptos para dotarlos de un carácter sociológico que permita el análisis empírico, y es quizás en este Tönnies, en el que más vale la pena concentrar las conceptualizaciones de comunidad y sociedad. Otro clásico que analiza los conceptos de comunidad y sociedad en la búsqueda de dar explicación a los fenómenos sociales de la época, es Max Weber. En el capítulo “conceptos sociológicos fundamentales” de su obra Economía y Sociedad (1944) el autor plantea una serie de conceptos sociológicos en forma de tipos ideales, desde los cuales explicar la sociedad. Tras la elaboración del concepto de “acción social”, como aquella acción con “sentido” que se orienta en relación a la “conducta de otros”, las categoriza en acciones tradicionales, acciones afectivas, acciones racionales con arreglo a valores y acciones racionales con arreglo a fines. A partir de esto y enfocándonos en el tema que nos interesa respecto a comunidad y sociedad, diferencia dos tipos de relación social. Las relaciones de Vergemeinschaftung (comunización) y las relaciones de Vergesellschaftung (socialización), que según Pablo de Marinis (2010) fueron mal traducidas al español por el Fondo de Cultura Económica como comunidad y sociedad, quitándoles el sentido de acción. Estas relaciones de vergemeinschaftung (comunización) o de vergemeinschaftung (socialización) refieren a distintas actitudes frente a la acción social, las relaciones de comunización hacen a la acción social que Weber en su categorial ubica como relaciones afectivas y/o tradicionales. En cambio las relaciones de tipo socialización, hacen a la acción social que se ubica entre las relaciones racionales con arreglo a fines y/o con arreglo a valores. Llamamos comunidad a una relación social cuando y en la medida en que la actitud en la acción social (...) se inspira en el sentimiento subjetivo (afectivo o tradicional) de los partícipes de constituir un todo. Llamamos sociedad a una relación social cuando y en la medida en que la actitud en la acción social se inspira en una compensación de intereses por motivos racionales (de fines o de valores) o también en una unión de intereses con igual motivación. La sociedad, de un modo típico, puede especialmente descansar (pero no únicamente) en un acuerdo o pacto racional, por declaración recíproca. (WEBER, 1944, p.40) Según Pablo de Marinis, Weber a lo largo de sus obras, va estableciendo diferentes formas de entender el concepto de comunidad. Una fue la que acabamos de explicar, con la intención de fijar un marco conceptual riguroso en miras de institucionalizar la sociología en el campo científico. Previo a esta mirada, Weber hace un enfoque sobre este concepto desde una perspectiva histórica nostálgica y resignada, como aquello perdido y sin retorno, en el proceso de pasaje de lo que “había antes a lo que hay ahora”. Quizás este haya sido uno de los enfoques menos valiosos. Es en un tercer enfoque, que Pablo de Marinis destaca los aportes de Weber sobre la comunidad, es la dimensión que toma como “proyección utópica”: En este tercer registro la comunidad no aparece como lo pasado, como lo sido, como aquello que los progresos de la modernización disolvieron o destruyeron (...) ni tampoco como un “tipo puro” en el contexto de sus “conceptos sociológicos fundamentales”, sino como una posibilidad siempre abierta, como una eventualidad, como una posibilidad de “recalentamiento” de los lazos sociales aún en (y quizás debido a) los contextos abiertos por una racionalización y un desencantamiento crecientes. (PABLO DE MARINIS, 2010, p.20) Esta tercera forma en que manifiesta el concepto de comunidad y que Pablo de Marinis toma para profundizar, es la que puede establecer una idea proyectada y por lo tanto una dimensión política clara. Permite un análisis en perspectiva, el ingreso de un valor conceptual sobre el cual proyectar o imaginar una serie de posibilidades de cambio. Esto hoy no sólo es pertinente, sino que se acuña profundamente en la coyuntura actual, ya que más allá, como dice Pablo de Marinis “ lo social” pueda estar perdiendo peso, es innegable que la brújula que en los tiempos emergentes de la modernidad, siempre, y con toda la seguridad apuntaba al norte, actualmente se ha desorientado. Las seguridades, que en el proceso civilizatorio y de modernización apuntalaban el futuro, en palabras de Bauman, (2003) hoy se “licuan” y el entramado de las incertezas y la incertidumbre vuelve a resurgir, y a pesar de que el dominio de la lógica neoliberal establece y no descansa de afirmar un camino único posible, (REBELLATO, 2000) parece ser que allí, donde su lógica a pesar de penetrar, aún no puede dominar del todo las pasiones y los interflujos de la vida, vuelve incansable una y otra vez a emerger la “amenaza”4 de la comunidad. Claro está, rápidamente se puede establecer una suerte de racionalidad muy simplista, que posicione este valor conceptual y sus posibilidades en el terreno de la linealidad y sin mucho análisis crítico y resuma esto en la idea de un regreso a una naturalidad perdida. Tal pensamiento, tanto en su versión fundamentalista de volver a ese pasado, como en su versión de supuesta crítica a la idea de retorno a un tiempo mejor, en nada aportan a la discusión, sino que ambas, tácitamente, (con cierto rasgo de temor) bloquean la posibilidad de análisis crítico, y lo hacen, ya sea desde el romanticismo desmedido, como de la desvalorización indiferente. Dos puntas del hilo que se juntan para encerrar y ocultar la posibilidad de análisis que este concepto contiene. Continuado con estos apuntes, respecto a estas nociones, tanto Tönnies como Weber, 4 Esposito en un análisis sobre la obra de Hobbes, plantea que esta idea de que la Communitas (comunidad) atenta contra la posibilidad del individuo y que ya Hobbes manifestaba la amenza de la comunidad a la libertad individual y que por tanto la única manera que el individuo, (artificio colosal de la modernidad) tenía para su liberación, era el “delito” contra la comunidad, matar la posibilidad de comunidad, destuir el vínculo comunitario para instituir otro de caracter artificial, el del “contrato”. (2003) plantean que evidentemente la separación entre comunidad y sociedad es a cuenta de poder desarrollar un marco para el análisis, pero que la realidad marca un sincretismo, una fusión que en una misma acción social o fenómeno social se pueden rastrear o visualizar dimensiones o rasgos de ambos conceptos. Al respecto de esto Pablo de Marinis plantea: Tönnies realiza en su trabajo interesantes oscilaciones entre la distinción analítica y la caracterización ontológica. A veces, parece que ambos polos de la polaridad se encuentran en fuerte tensión, y uno de ellos va claramente dominado y permeando todas las formas de agregación social. Pero también a veces pueden detectarse coexistencias más o menos aproblemáticas de formas comunitarias y asociativas. Un buen ejemplo de esto último es cuando el Estado (concepto paradigmático del polo Gesellschaft) apela a los sentimientos patrióticos al convocar a los ciudadanos a enrolarse para matar a los enemigos de la Nación (todo lo cual es -y quizás siga siendo- decididamente gemeinschaft). (2005, p. 4-5) Si bien hoy puede decirse, que el proyecto moderno a calado hondo en todas las formas de “agregación social”, no cesa de aparecer, por uno y otro lado, no sólo la necesidad de ese ambiente cálido y seguro, sino los rasgos claros de las tradiciones y los afectos que convocan imperiosamente a un nosotros, a la búsqueda de un vínculo personal fuerte, cuando no profundo, que permita salir de esa relación impersonal, protocolar, acordada y uniforme. Desde esta perspectiva, el análisis a partir de estos dos polos, cobra sentido en la posibilidad presentada de disociar rasgos diferentes dentro de un mismo fenómeno social. En qué momento, acontecimiento o relaciones, uno se posiciona más fuerte que el otro, es un juego cambiante difícil de aprehender, lo cual fuerza necesariamente a un constante juego interpretativo y analítico. En esta primer exploración quedan fuera muchos pensadores, sociólogos y filósofos que hacen del tema comunidad, un lugar de análisis. Es el caso de Zygmunt Bauman (2003) y la antinomia de “comunidad/identidad” y “seguridad/libertad”, donde plantea, ante una “modernidad líquida”, que la búsqueda de seguridad se hace necesaria y encuentra corolario en la comunidad, pero a su vez, implica la pérdida de libertad, necesidad expandida e inscripta vehementemente en estos últimos tiempos como resorte de la individualidad y el proceso de individualización. Otro contemporáneo es el filósofo Roberto Esposito (2003 y 2009) que plantea en la búsqueda de la etimología de la palabra comunidad, rastrear una nueva forma de entenderla, ya no como el lugar de lo propio en común, sino el lugar del “donum”, de la deuda. Como aquello a lo que nos debemos, el lugar de la pérdida y la muerte del individuo. Aparece allí entonces un nuevo par que destituye la noción de público – privado por la de communitas – immunitas (comunidad – immunidad). El surgimiento del individuo se abre paso tras la immunización de la comunidad, el “delito” hacia la comunidad. Muchos más quedan aún por trabajar, como ser Giorgio Agamben, Anthony Giddens y Georg Simmel, así como autores latinoamericanos contemporáneos, que desde una perspectiva diferente abordan esta temática tan antigua como actual, por lo que ésto ha representado sólo un esbozo de un campo de trabajo que recién comienza. Como último apunte y cabe destacar también, que comunidad no es sinónimo de bien o bondad. La comunidad y las relaciones comunitarias, no dejan de contener al igual que muchas otras formas de “agregación social”, modos o tipos de relación de poder que pueden ir desde el autoritarismo y la violencia más encumbrada, a las relaciones de solidaridad. Con esto, se pretende desmitificar la idea de la buena comunidad, para así, poder adentrarnos en su análisis y problematización en la búsqueda de pensarla como un sistema categorial o una noción conceptual, que nos permita problematizar y explicar los fenómenos sociales de nuestros tiempos y más específicamente los relacionados a las prácticas corporales. Si por el contrario, ubicáramos en la noción de comunidad una especie de meta u objetivo a alcanzar, no sólo nos plantearíamos seguramente un irreal, sino que vaciaríamos su sentido conceptual eliminado la posibilidad de pensar en clave de comunidad y con esto, su posible proyección respecto de la realidad social actual. Cultura y civilización Para el análisis de los conceptos de cultura y civilización, nos basaremos en el trabajo desarrollado por Norbert Elias, titulado “El proceso de la civilización. Investigaciones sociogenéticas y psicogenéticas”, donde en su capítulo primero, hace una “sociogénesis de los conceptos de civilización y cultura” (1987). Como primer aspecto podemos encontrar, que si bien actualmente podemos entender que estos conceptos muchas veces son utilizados en forma sinonímica, en su origen francés e inglés el concepto de “civilización” es diferente al de “cultura” de origen alemán. Mientras para Francia e Inglaterra, la civilización hacía referencia a los modos, costumbres, conocimientos y formas de ver el mundo que se entendían superiores y por tanto debían ser expandidos integrándose a los procesos colonizadores, para Alemania, civilización refiere a algo “exterior”, “superficial”, de menor importancia, dando prioridad al concepto de cultura, no en un sentido de movimiento en expansión, sino de movimiento de otro tipo, donde toma relieve la particularidad de “lo” alemán. Vinculado al logro, al producto propio, “lo cultural” tiende a diferenciar, mientras que “lo civilizatorio” tiende a igualar. En relación con éstas, encontramos otra diferencia entre los dos conceptos. «Civilización» se refiere a un proceso o, cuando menos, al resultado de un proceso; se refiere a algo que está siempre en movimiento, a algo que se mueve de continuo hacia «delante». En su utilización actual, el concepto alemán de «cultura» tiene otra dirección de movimiento: se refiere a productos del hombre dotados de realidad, como las «flores en los campos», a obras de arte, a libros, a sistemas religiosos o filosóficos en los cuales se expresa la peculiaridad de un pueblo. El concepto de «cultura» tiene un carácter diferenciador. (ELIAS, 1987, p.58) Desde esto, podríamos comprender a la cultura, desde la tradición alemana, como la creación manifiesta, puesta en la realidad, que diferencia a un pueblo de otro y que reafirma el ser del mismo. Donde la clase intelectual alemana contraponía lo cultural como lo válido, sincero, verdadero, contra lo civilizatorio como lo superficial, lo cortés, lo aparente de la nobleza y aristrocracia francesa y alemana. En función de esto, se puede ir tejiendo la noción del proceso civilizatorio de la sociedad occidental, desembocando en un camino de imposición de aquellas dimensiones que hacían a lo considerado “civilizado” por sobre lo “incivilizado” de otras formas de organización humana. Pero si se trata de comprobar cuál es, en realidad, la función general que cumple el concepto de «civilización» y cuál es la generalidad que se pretende designar con estas acciones y actitudes humanas al agruparlas bajo el término de «civilizadas», llegamos a una conclusión muy simple: este concepto expresa la autoconciencia de Occidente. También podría denominarse «conciencia nacional». El concepto resume todo aquello que la sociedad occidental de los últimos dos o tres siglos cree llevar de ventaja a las sociedades anteriores o a las contemporáneas «más primitivas». Con el término de «civilización » trata la sociedad occidental de caracterizar aquello que expresa su peculiaridad y de lo que se siente orgullosa: el grado alcanzado por su técnica, sus modales, el desarrollo de sus conocimientos científicos, su concepción del mundo y muchas otras cosas.” (ELIAS, 1987, p.57) Por tanto lo civilizado, era el resultado de expansión de las buenas costumbres de las cortes especialmente francesas, donde la cortesía era producto del moldeamiento de las pasiones en favor de la apariencia necesaria para el agrado y la convivencia civilizada. Significaba de modo muy simplificado, guiar las conductas en forma racional, evitando la caída en el campo de los impulsos y los afectos que demostraban en forma grotesca lo primitivo. Estas maneras civilizadas, caraterísticas de la aristrocracia francesa, a la cual se incluyeron o de la cual se apoderaron la ascendente clase burguesa francesa, se constutuyó a su vez, en oposición al proceso alemán, donde la clase media intelectual burguesa, se afirmó en la idea de cultura como aquel resultado propio de la nación alemana, de “lo alemán” en desprecio de la superficialidad cortesana francesa. Por lo tanto, dicha clase en ascenso también en Alemania, no se incorporó a los modales civilizados de las cortes francesas, sino que contrapuso a estos, la autenticidad y la franqueza de lo cultural. De este modo, durante la modernidad, la sociedad francesa se consolida en la base de las buenas costumbres, pudiéndose hacer todo, (economía, política, religión, etc) de una manera civilizada y la sociedad alemana en base a un sentimiento nacionalista fuertemente arraigado en lo cultural y en oposición a la superficialidad de la cortesía francesa. (ELIAS, 1987) Es así, que mientras lo alemán tendía a diferenciar buscando lo que le era propio y genuino, en la consitución de la cultura, el proceso civilizatorio tendía a igualar y a expandirse sobre aquello considerado “incivilizado” y con esto, quienes sentían su superioridad sobre otras formas más primitivas, buscaban colonizar civilizando lo bárbaro, en un movimiento de expansión e igualación, más que de constricción y diferenciación. Cultura y civilización, comunidad y sociedad: ensayos primarios de relaciones posibles A riesgo de ensayar algunas relaciones que a priori podríamos establecer para nada claras, podríamos visualizar una cierta simpatía entre el proceso civilizatorio y el proceso de modernidad, donde la colonización antes y quizás la globalización hoy, parecen ser procesos que posibilitan la idea civilizatoria que desde sus orígenes se propuso modelar “lo bárbaro” a imagen de lo pretendido como modelo a seguir; la humanidad civilizada, la sociedad moderna, la libertad individual. Seguramente podríamos pensar que aspectos de la cultura de una nación podría entrar en un proceso civilizatorio sobre la cultura de otra nación. Pero esto hay que pensarlo desde la idea que lo civilizatorio ya conlleva dentro, la forma de pensar y actuar de un sector de la sociedad occidental, por lo que no sería congruente aquí, pensar en procesos civilizatorios de diferentes civilizaciones, ya que la civilización es una en sí, es la expresión occidental de la aristrocracia de su momento. El concepto de civilización atenúa hasta cierto punto las diferencias nacionales entre los pueblos y acentúa lo que es común a todos los seres humanos o debiera de serlo desde el punto de vista de quienes hacen uso del concepto. En él se expresa la conciencia de sí mismos que tienen pueblos cuyas fronteras y peculiaridades nacionales hace siglos que están fuera de discusión porque están consolidadas, de pueblos que hace mucho tiempo que han desbordado sus fronteras y que han realizado una labor colonizadora más allá de ellas. (ELIAS, 1987, p.58) Si podríamos inferir, que la gestación de “lo social” se da en detrimento de “lo comunitario” como encontramos en las ideas de Weber o Tönnies, (PABLO DE MARINIS, 2005) y que a su vez la sociedad emergente se enraíza en lo “impersonal”, en la “mecanización de las relaciones sociales”, en la creación de ese artefacto llamado “sociedad” que modela las formas primitivas, “orgánicas”, en base a la racionalidad, apuesta del desarrollo de la sociedad occidental, aparentemente podría suponerse que hay ciertos engarces con las ideas civilizatorias. Quizás podríamos decir que son funcionales unas a otras, que hay una suerte de necesidad recíproca para la continuidad de ambas y que en cada momento en que irrumpe lo incivilizado, lo afectivo, la tradición, se puede decir quizás “lo cultural”, con signo opuesto a los fines civilizatorios, la sociedad, la civilización tal vez, tiende a “desvanecerse” (PABLO DE MARINIS, 2005) o por lo menos a tropezar. De igual modo y no sólo desde la idea ontológica de la sociedad como deriva de la comunidad, sino desde una perspectiva sociológica que posiciona la noción de comunidad y sociedad para el análisis (WEBER, 1944) podemos decir que la relación entre ambas es y será muy estrecha. Es así, que al analizar lo propuesto por Elias respecto a que es difícil dar a explicación a otros lo que civilización significa para franceses e ingleses, ya que esta noción se construye en una historia y un sentir que la hacen cabalmente entendible sólo para los partícipes de esa historia y del mismo modo, lo que cultura significa para alemanes, deriva de un proceso particular de estos, podríamos decir que la noción de comunidad, aunque en varios aspectos se contrapone a las ideas civilizatorias, puede tomarse aquí para el análisis de cómo lo civilizatorio en su génesis, respondió a la elaboración de una tradición y un sentir común de un grupo o sector de la sociedad. Si bien, dijimos que la civilización podría asociarse a la esfera de la noción de sociedad, y quizás la cultura como expresión de particularidad y diferenciación,5 puede ser asociada a las ideas entorno a comunidad, ambas formas, (civilización y cultura) aparecen en Elias con sentido para aquellos que las formulan, que se desarrollaron juntos a las mismas, encadenando una serie de significados particulares, difíciles de transmitir y con una dimensión atada a la afectividad y la tradición, rasgos que notoriamente hacen a las ideas comunitarias. El francés y el inglés también pueden, a su vez, explicar al alemán qué contenido tiene para ellos el concepto de «civilización», como compendio de la autoconciencia nacional, pero, por muy racional que a ellos les parezca el concepto, éste se origina en una serie específica de situaciones históricas y está rodeado de una atmósfera emocional y tradicional que resulta difícil de definir y que, sin embargo, es un elemento integral de su significado. Y es aquí donde la discusión se pierde en el vacío, cuando el alemán quiere explicar al inglés y al francés por qué para él el concepto de «civilización» es un valor, pero un valor de segundo grado. (...) Es cierto que las sociedades que han acuñado las palabras «cultura» y «civilización» no son sectas ni familias, sino pueblos enteros o, quizá, solamente ciertos sectores de esos pueblos; pero cabe decir de ellas lo mismo que de las palabras específicas de grupos más pequeños, esto es, que forman parte de un lenguaje de seres humanos dirigido a seres humanos con una misma tradición y en una misma situación. (ELIAS, 1987, p.59 – 60) Por lo visto, podemos intuir que la posibilidad de cruzamientos es diversa y seguramente poco abarcable, pero en principio parece claro que el proceso civilizatrio implica en sierta medida la imposición de una cultura sobre otra, que el proceso socializador implica la ruptura con lo comunitario y que a su vez, toda sociedad necesita de los lazos comunitarios para su existencia, que el proceso civilizatorio está atado al proyecto de modernidad, a la estructura socializante de imposición de la sociedad occidental, que buscó instituir en lo bárbaro, los modos civilizados de actuar y pensar. Educación física y práctica corporal Sin lugar a dudas, cuando hablamos de “educación física” se nos representa una infinidad de imágenes y proposiciones que, aunque bastante estudiadas y seguramente no acabadas aún, refieren a la educación corporal de la infancia en términos higienistas y morales, (RODRÍGUEZ, 2012) con el despliegue de ciertas tecnologías de lo corporal que actúan sobre el control y moldeamiento corporal hacia la forma entendida ya sea como anatómica – fisiológica saludable, moralmente correcta, virtuosamente estética o más actualmente deportivamente productiva. Esto a llevado a la búsqueda de alternativas que con mayor o menor fortuna en general no han escapado a la historia del campo. 5 “Por el contrario, el concepto alemán de cultura pone especialmente de manifiesto las diferencias nacionales y las peculiaridades de los grupos.” (ELIAS, :59) Sin desconocer ni restar importancia a los esfuerzos críticos por superar un modelo higienista (o neohigienista), la inercia conceptual y la densidad de la matriz inaugural de la educación física moderna no dejan de reinscribirse en lo actual, no dejan de reformular, de un modo tal vez más refinado, el discurso de la medicina social, ese discurso que reunía las preocupaciones biomédicas con las sociológicas. En algún punto, la educación física no deja de rendir tributo a esos orígenes. (RODRÍGUEZ, 2012b, p.4) En estas búsquedas, en algunos casos en forma consciente, en la mayoría por simple utilización sinonímica, la noción de “prácticas corporales” a comenzado a aparecer por distintos lados. Sin embargo, las diferentes utilizaciones y sentidos que esta noción tiene por parte de la academia o el campo profesional, nos lleva nuevamente al mismo lugar. (LAZZAROTTI, 2010) De todos modos, según las pesquisas realizadas por Lazzarotti, se puede ver una tendencia a la utilización de la noción de “prácticas corporales” cuando se intenta de ensamblar o acercar las ideas de lo corporal con las ciencias humanas y sociales. Por el contrario, la noción de “actividad física” toma mayor resonancia cuando la cercanía es al campo de lo biológico. No campo da Educação Física, o termo “práticas corporais” vem sendo valorizado pelos pesquisadores que estabelecem relação com as ciências humanas e sociais, pois aqueles que dialogam com as ciências biológicas e exatas operam com o conceito de atividade física. (LAZZAROTTI, 2010, p.25) Si bien, esta noción de prácticas corporales, rigurosamente no viene a decir o significar nada contundente, diferente o radicalmente opuesto a la historia del campo de la educación física, hoy se puede vislumbrar, desde la noción de prácticas corporales, un tibio intento por pensar más allá de esa historia. Por lo pronto, en un ensayo, se puede decir que por un lado al hablar de “corporal” podemos estar incorporando en el discurso algo que va más allá de lo anátomo – fisiológico que se orienta claramente con palabras como “físico”. Por otro lado, continuando con dicho intento, al hablar de “práctica”, necesariamente nos descentramos de idea absoluta de educación. Esta interpretación, en nada quiere alejarse de las connotaciones educativas que la noción de prácticas corporales puede conllevar, sino que abre, incluyendo a las mismas, a la posibilidad de pensar lo corporal como práctica, con sus posibilidades educativas, pero también con sus posibilidades culturales y civilizatorias, que aunque atadas a lo educativo, enfocan el centro en otro lado. A pesar de poder hablar de una educación cultural, a priori podría no ser lo mismo que hablar de una cultura educativa. Cambiar lo sustantivo a lo adjetivo no es sólo un juego de palabras, tiene que ver con el lugar desde donde se mira y se piensa la cosa, con entender cuál es la sustancia de primer orden y cuál es su calificativo. Podríamos establecer aquí un paralelismo con lo que Lewkowicz (2003) plantea entre comunidad y enfoque comunitario. Si bien, con esto no podemos decir demasiado, tenemos claro que en el intento de ensayar un análisis se puede ver la proyección de nuestro estudio. Comunidad, cultura y prácticas corporales; indagando en posibles conexiones A pesar de tener claro que estos tres conceptos son diferentes y según sea el caso empírico que se analice, pueden llegar a ser contradictorios, en este apartado daremos cuenta de un ensayo precario y arriesgado sobre las relaciones que se pueden establecer. Si el proceso civilizador lo podemos emparentar con el proceso de modernización y a estos con el surgimiento de “lo social” y con la creciente urbanización, (WEBER, 1944 y TÖNNIES,1979) “lo comunitario”, podríamos decir, encuentra su corolario en la familia, la vecindad, lo rural, en la cultura que hace particularmente, y es producto de, las tradiciones, emociones y las formas de vida común de cada comunidad. Pero si bien, se puede pensar en la cultura de una comunidad, sería contradictorio pensar en la comunidad civilizadora. Sin embargo si parece ser posible hablar de la civilización de la comunidad incivilizada, que al ser civilizada redime su cultura en pos de la cultura civilizadora, o sea, de la sociedad occidental. Con esto podríamos inferir que la única “comunidad civilizadora” que se podría pensar es la sociedad occidental, que justamente es tal, cuando deja de lado “lo comunitario” para ser societal. O sea, si bien la «behaviour» del francés (ELIAS, 1987) podría plantearse como un rasgo identitario o una comunión en las ideas de un sector o grupo de la población del momento y por lo tanto traducible en categorías de lo comunitario, evidentemente la realización de estas costumbres y formas de pensar y actuar se dan en el dominio y claudicación de las pasiones y las tradiciones más primarias, por tanto, en el alejamiento de los lazos y formas comunitarias de vida en pro de los modales y formas de ser artificiales e ideales de un hombre de mundo, de un hombre civilizado que ha superado la “bajeza” de los instintos. Esto denota, la complejidad de un posible análisis y la tensión constante que este par de oposición comunidad – sociedad puede manifestar, y a su vez, la constante navegación en la contradicción que este análisis puede obligar, sin ser por ello un problema a resolver, sino tal vez, una característica a incorporar. Por lo tanto, si bien se puede decir que hay un rasgo comunitario en la génesis de la noción de civilización, por ser aquello que en cierta medida sólo franceses e ingleses podían no sólo entender, sino sentir, hacer de ella su tradición, también podemos decir, que todo rasgo comunitario se pierde en la acción misma, en la acción civilizadora. El cuerpo y con esto las prácticas corporales, no dejan de entretejerse en esta madeja llena de contradicciones y diversidad de relaciones, sino bien, es en el cuerpo donde se teje e inscribe la cultura y el proceso civilizatorio. (RODRÍGUEZ, 2012a) A esto Raumar Rodríguez expresa: Si en la modernidad el cuerpo ha sido objeto de atención, si ha sido posible un saber del cuerpo, este lleva implícito el antagonismo entre la ciudad y el campo, entre lo urbano y lo rural, antagonismo llevado a su máxima tensión si se trata de un proyecto civilizador. Este antagonismo que Marx (1852) señalara en El Dieciocho Brumario... en ocasión de su expresión moderna, ya se hacía presente en la Antigüedad. El precio de la civilización urbana es un precio amargo, dice Sennet (1994, p. 34), es el precio del antagonismo que coloca lo “refinado” del lado de lo urbano y lo “embrutecido” del lado de lo rural. (2012a, p.33) Desde este entendido, se puede comprender que “lo corporal” seguramente se ve fuertemente tironeado desde esta lógica que el par de oposición comunidad – sociedad puede proponer, y esto, atravesado por el proceso civilizatorio y los constantes choques o luchas con las culturas, o sea, con las tradiciones que se enfrentan con un proyecto moderno de una única forma de vida posible. Esta inscripción en el cuerpo y su manifestación en las prácticas corporales, puede permitir un rastreo que muestre en cierta medida en forma materializada, las luchas culturales, los tironeos entre lo social y lo comunitario, los intersticios donde lo civilizador no logra su objetivo. Evidentemente el cuerpo como objeto de la modernidad, (LE BRETON, 2010) ha sido flanco de las más diversas intervenciones, entre ellas su educación civilizadora. Ahora bien, en la coincidencia de que muchas y quizás las más de las prácticas corporales remiten a dicho proceso, solo si consideráramos verdadero el entendido de que toda dimensión comunitaria ha muerto, el análisis desde “lo comunitario” de las prácticas se tornaría innecesario. Pero no sólo como lo advertían Weber y Tönnies, sino como lo reclaman hoy Bauman y Pablo de Marinis, y al parecer la propia coyuntura actual, “lo comunitario” lejos de haber desaparecido se reedita hoy, quizás con signo diferente o con particular enclave, pero sin lugar a dudas abre la puerta a pensar: ¿qué relación existe entre la noción de comunidad y la de práctica corporal, y qué luchas se manifestan en estas? Bibliografía ÁLVARO, D. (2010) Los conceptos de “comunidad” y “sociedad” de Ferdinand Tönnies. Papeles del CEIC. Disponible en: <www.ehu.es/CEIC/papeles/52.pdf>. Acceso: 30, 7, 2012. BAUMAN, Z. (2003) Comunidad. En busca de seguridad en un mundo hostil. Madrid: Siglo XXI. DE MARINIS, P. (2005) 16 comentarios sobre la(s) sociología(s) y la(s) comunidad(es). Papeles del CEIC. Disponible en: <www.ehu.es/CEIC/papeles/15.pdf>. Acceso: 30, 7, 2012. DE MARINIS, P. 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