Comentario del Evangelio

Domingo VIII, Tiempo Ordinario, Ciclo A
Dios y nuestras preocupaciones
Preparado por el P. Behitman A. Céspedes De los Ríos (Diócesis de Pereira), con el apoyo del P. Emilio
Betancur M. (Arquidiócesis de Medellín). Cf. Servicio Bíblico Latinoamericano.
Is 49,14-15: Yo no te olvidaré
Salmo 61: Descansa sólo en Dios, alma mía
1Cor 4,1-5: Dios descubrirá el corazón
Mt 6,24-34: No se agobien por el mañana
E
«No se preocupen por el día de mañana»
n aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos:
«Nadie puede servir a dos amos, porque odiará a uno y amará al otro, o bien
obedecerá al primero y no le hará caso al segundo. En resumen, no pueden ustedes servir
a Dios y al dinero.
Por eso les digo que no se preocupen
por su vida, pensando qué comerán o
con qué se vestirán. ¿Acaso no vale más
la vida que el alimento, y el cuerpo, más
que el vestido? Miren las aves del cielo, que ni
siembran, ni cosechan, ni guardan en
graneros y, sin embargo, el Padre
celestial las alimenta. ¿Acaso no
valen ustedes más que ellas? ¿Quién de
ustedes, a fuerza de preocuparse, puede prolongar
su vida siquiera un momento?
¿Y por qué se preocupan del vestido? Miren cómo crecen los lirios del campo, que no
trabajan ni hilan. Pues bien, yo les aseguro que ni Salomón, en el esplendor de su gloria,
se vestía como uno de ellos. Y si Dios viste así a la hierba del campo, que hoy florece y
mañana es echada al horno, ¿no hará mucho por ustedes, hombres de poco fe?
No se inquieten, pues, pensando: ¿Qué comeremos a qué beberemos o con qué nos
vestiremos? Los que no conocen a Dios se desviven por todas estas cosas; pero el Padre
celestial ya sabe que ustedes tienen necesidad de ellas. Por consiguiente, busquen
primero el Reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas se les darán por añadidura. No
se preocupen por el día de mañana, porque el día de mañana traerá ya sus propias
preocupaciones. A cada día le bastan sus propios problemas»..
Palabra del Señor
1
El amor de Dios sale a nuestro encuentro
U
no de los elementos que caracterizan al Dios cristiano es su infinita generosidad
para con sus hijos, que se expresa plenamente en la vida y misión de Jesús de
Nazaret, quien con sus actitudes y comportamiento hace presente el Reino de Dios, es
decir, el amor y la solidaridad incondicional de Dios que sale al encuentro del ser
humano, con el fin de darle vida en abundancia. Éste es el tema central de hoy.
P r i m e r a l e c t u ra
El texto que leemos del profeta Isaías se enmarca en la época de la deportación en
Babilonia, en donde la mayoría del pueblo de Israel pierde su confianza y esperanza en
YHWH a causa de la fuerte y violenta influencia religiosa, política y social de Babilonia y
por la poca capacidad de espera y resistencia del mismo pueblo desterrado; Israel se
siente abandonado y olvidado por Dios, siente que las promesas de liberación nunca se
cumplirán, y se resigna y doblega por entero al dominio babilónico. La tarea del profeta
es entonces animar la esperanza del pueblo resignado, por medio de la Palabra,
haciéndole ver que Dios no le ha abandonado, que está ahí junto a él sufriendo y
luchando por la liberación, que no lo ha olvidado y que lo ama entrañablemente como una
madre ama a sus hijos.
Esta primera lectura pone ante nosotros uno de los poquísimos textos en que la Biblia
compara a Dios con una madre. Es muy importante pues destacar esta peculiaridad. Con
este texto, Isaías manifiesta la ternura de Dios, su preocupación de madre por el
bienestar de sus hijos, distinta a la experiencia de sufrimiento en Babilonia. Dios actúa
desde la ternura, desde la misericordia con quien sufre. Ésta es la manera como YHWH
anima y salva a su pueblo.
S e g u n d a l e c t u ra
Pablo, en esta sección de su primera carta a los corintios, responde a las críticas de
quienes, después de tomar partido por un anunciador del evangelio en particular y por
una manera concreta de proclamarlo, juzgan el modo de actuar del mismo Pablo, juicio
que es apresurado, poco fundamentado e inmaduro. Pablo les recuerda que lo importante
para él es que lo consideren servidor y administrador fiel de los misterios de Dios, pues
los creyentes solo pueden ser eso y nada más. Por lo tanto, el juicio sobre la forma de
servir y administrar de las personas le corresponde únicamente a Dios. Lo importante es
el servicio fiel al ministerio y la correcta administración de los carismas dados por Dios a
los apóstoles. Lo que verdaderamente juzga Dios es la capacidad de servicio y entrega de
los anunciadores del Evangelio; lo que a Dios le importa es qué misericordiosos y justos
somos con nuestros hermanos, pues en esto se distingue a un legítimo apóstol de Cristo.
2
E v a n ge l i o
La exhortación que Mateo pone en boca de Jesús se dirige particularmente a la gente
pobre que sigue al Maestro, a la gente que siempre está en riesgo, que está preocupada
por el presente y el futuro, preocupada por su subsistencia y por su vida. Jesús los invita
a ponerse en las manos de Dios, quien es tierno y compasivo para con todos, que mira por
las necesidades de todas sus creaturas. Con la mente y el corazón puestos en la
generosidad de Dios, lo realmente importante o prioritario entonces es buscar el Reino de
Dios y su justicia. Ésa debe ser la preocupación fundamental del seguidor de Jesús. Es un
llamado a ser como el mismo Dios es, justo, tierno, compasivo, solidario, amante de los
pobres y débiles; por eso, es tarea de todos expresar al mundo, por medio del testimonio y
la fraternidad, la ternura de nuestro Dios Padre-Madre de la Vida.
El evangelio de Mateo que hoy leemos nos estaría presentando ese carácter materno de
Dios a través de lo que tradicionalmente hemos llamado la divina Providencia, una
dimensión del amor de Dios a la que la tradición espiritual popular le ha dado mucha
relevancia en la vida diaria. Ha sido una forma de ejercicio de la fe que nos hacía
descubrir la mano materna de Dios cuidando nuestros pasos, para evitarnos problemas,
para atender siempre nuestras necesidades. No ha sido considerada nunca una verdad
teológica fundamental, ha cumplido una función muy importante en el ejercicio de la vida
espiritual, en cuanto confianza a ultranza en la bondad «providente» de un Padre
celestial que cuida de sus criaturas. Hay muchas congregaciones religiosas cuyo carisma
está estructurado en torno al tema espiritual de la «Divina Providencia». El «ángel de la
guarda» fue una pieza clave instrumental de tal Providencia.
“ N u n ca m e o l v i d a r é d e t i ”
No son pocas las personas pesimistas que dicen que Dios se ha olvidado de ellas; en la
primera lectura es todo un país que se lamenta: “Sion había dicho: el señor me ha
abandonado, el señor me tiene en el olvido” (Dios se olvidó de nosotros). No deja de ser un
consuelo escuchar la palabra del profeta, quien continúa advirtiendo lo del Éxodo: “voy a
bajar porque tengo compasión de mi pueblo”; ahora, ante la opresión del exilio, escucha
de nuevo a la generación siguiente: “¿Puede acaso una madre olvidarse de su criatura
hasta dejar de enternecerse por el hijo de sus entrañas? Aunque hubiese una madre que
se olvidara, yo nunca me olvidaré de ti”; esto dice el Señor, de modo que ahí están todas
las víctimas y victimarios, todos los que pueden, por el sufrimiento, hacer suyas estas
palabras del Señor: “Descansa solo en Dios, alma mía” (Sal 62).
No hay que juzgar a Dios y menos antes del tiempo en su obrar: “Esperen a que venga el
Señor, pondrá al descubierto las intenciones del corazón y dará a cada uno lo que
merezca” (segunda lectura).
H a ga m o s l a c u e n t a
Si hiciéramos una lista de cuanto tenemos como don de Dios caeríamos en la cuenta de
nuestra responsabilidad como administradores de los misterios, dones de Dios; y lo que se
3
busca en un administrador es que sea fiel (segunda lectura). La fidelidad está más
emparentada con el agradecimiento que con la petición. No podemos servir al mismo
tiempo a los dones de Dios y al dinero (Satán), poder que esclaviza cuando se adora y se
convierte en ídolo. La devoción a Dios lleva a amarlo, pero al dinero a “idolatrarlo”.
¡ Po r q u é p r e o c u p a r n o s t a n t o !
La preocupación monopoliza la atención y hasta trastorna la escala justa de valores. “¿No
es la vida más que el alimento y el cuerpo más que el vestido?” Jesús pronuncia aquí una
palabra de sabiduría, similar a la del refrán: “Debemos comer para vivir y no vivir para
comer”. La preocupación de la codicia, y demás ansiedades del mundo, suspenden la
eficacia de la palabra, la dejan como en un desierto sin poder dar fruto. A propósito, Pablo
le escribe a Timoteo: “Dile a los ricos (en la época presente) que no deben ser orgullosos y
confiar en algo tan incierto como la riqueza, sino más bien en Dios, quien con abundancia
nos provee con todas las cosas para nuestro disfrute. Diles que hagan el bien, ser ricos en
buenas obras, ser generosos, prontos a compartir, acumulando, así como tesoro un buen
fundamento para el futuro, y así ganar la vida que es verdadera vida” (1 Tim 6,17-19).
La Providencia de Dios se manifiesta en nuestro servicio
Papa Francisco, Ángelus en la Plaza de San Pedro, Domingo 2 de marzo de 2014
Q
ueridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En el centro de la liturgia de este domingo encontramos una de las verdades más
consoladoras: la divina Providencia. El profeta Isaías la presenta con la imagen del
amor materno lleno de ternura, y dice así: «¿Puede una madre olvidar al niño que
amamanta, no tener compasión del hijo de sus entrañas? Pues, aunque ella se olvidara,
yo no te olvidaré» (49, 15). ¡Qué hermoso es esto! Dios no se olvida de nosotros, de cada
uno de nosotros. De cada uno de nosotros con nombre y apellido. Nos ama y no se olvida.
Qué buen pensamiento... Esta invitación a la confianza en Dios encuentra un paralelo en
la página del Evangelio de Mateo: «Mirad los pájaros del cielo —dice Jesús—: no
siembran ni siegan, ni almacenan y, sin embargo, vuestro Padre celestial los alimenta...
Fijaos cómo crecen los lirios del campo: no trabajan ni hilan. Y os digo que ni Salomón, en
todo su fasto, estaba vestido como uno de ellos» (Mt 6, 26.28-29).
Pero pensando en tantas personas que viven en condiciones precarias, o totalmente en la
miseria que ofende su dignidad, estas palabras de Jesús podrían parecer abstractas, si no
ilusorias. Pero en realidad son más que nunca actuales. Nos recuerdan que no se puede
servir a dos señores: Dios y la riqueza. Si cada uno busca acumular para sí, no habrá
jamás justicia. Debemos escuchar bien esto. Si cada uno busca acumular para sí, no
habrá jamás justicia. Si, en cambio, confiando en la providencia de Dios, buscamos juntos
su Reino, entonces a nadie faltará lo necesario para vivir dignamente.
4
Un corazón ocupado por el afán de poseer es un corazón lleno de este anhelo de poseer,
pero vacío de Dios. Por ello Jesús advirtió en más de una ocasión a los ricos, porque es
grande su riesgo de poner su propia seguridad en los bienes de este mundo, y la
seguridad, la seguridad definitiva, está en Dios. En un corazón poseído por las riquezas,
no hay mucho sitio para la fe: todo está ocupado por las riquezas, no hay sitio para la fe.
Si, en cambio, se deja a Dios el sitio que le corresponde, es decir, el primero, entonces su
amor conduce a compartir también las riquezas, a ponerlas al servicio de proyectos de
solidaridad y de desarrollo, como demuestran tantos ejemplos, incluso recientes, en la
historia de la Iglesia. Y así la Providencia de Dios pasa a través de nuestro servicio a los
demás, nuestro compartir con los demás. Si cada uno de nosotros no acumula riquezas
sólo para sí, sino que las pone al servicio de los demás, en este caso la Providencia de Dios
se hace visible en este gesto de solidaridad. Si, en cambio, alguien acumula sólo para sí,
¿qué sucederá cuando sea llamado por Dios? No podrá llevar las riquezas consigo, porque
—lo sabéis— el sudario no tiene bolsillos. Es mejor compartir, porque al cielo llevamos
sólo lo que hemos compartido con los demás.
La senda que indica Jesús puede parecer poco realista respecto a la mentalidad común y
a los problemas de la crisis económica; pero, si se piensa bien, nos conduce a la justa
escala de valores. Él dice: «¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo que el
vestido?» (Mt 6, 25). Para hacer que a nadie le falte el pan, el agua, el vestido, la casa, el
trabajo, la salud, es necesario que todos nos reconozcamos hijos del Padre que está en el
cielo y, por lo tanto, hermanos entre nosotros, y nos comportemos en consecuencia. Esto
lo recordaba en el Mensaje para la paz del 1 de enero: el camino para la paz es la
fraternidad: este ir juntos, compartir las cosas juntos.
A la luz de la Palabra de Dios de este domingo, invoquemos a la Virgen María como
Madre de la divina Providencia. A ella confiamos nuestra existencia, el camino de la
Iglesia y de la humanidad. En especial, invoquemos su intercesión para que todos nos
esforcemos por vivir con un estilo sencillo y sobrio, con la mirada atenta a las necesidades
de los hermanos más carecientes.
No a la idolatría del dinero
José Antonio Pagola
E
l dinero, convertido en ídolo absoluto, es para Jesús el mayor enemigo de ese mundo
más digno, justo y solidario que quiere Dios. Hace ya veinte siglos que el Profeta de
Galilea denunció de manera rotunda que el culto al Dinero será siempre el mayor
obstáculo que encontrará la Humanidad para progresar hacia una convivencia más
humana.
La lógica de Jesús es aplastante: “No podéis servir a Dios y al Dinero”. Dios no puede
reinar en el mundo y ser Padre de todos, sin reclamar justicia para los que son excluidos
de una vida digna. Por eso, no pueden trabajar por ese mundo más humano querido por
Dios los que, dominados por el ansia de acumular riqueza, promueven una economía que
excluye a los más débiles y los abandona en el hambre y la miseria.
5
Es sorprendente lo que está sucediendo con el Papa Francisco. Mientras los medios de
comunicación y las redes sociales que circulan por internet nos informan, con toda clase
de detalles, de los gestos más pequeños de su personalidad admirable, se oculta de modo
vergonzoso su grito más urgente a toda la Humanidad: “No a una economía de la
exclusión y la iniquidad. Esa economía mata”.
Sin embargo, Francisco no necesita largas argumentaciones ni profundos análisis para
exponer su pensamiento. Sabe resumir su indignación en palabras claras y expresivas
que podrían abrir el informativo de cualquier telediario, o ser titular de la prensa en
cualquier país. Solo algunos ejemplos.
“No puede ser que no sea noticia que muera de frío un anciano en situación de la calle y
que sí lo sea la caída de dos puntos en la bolsa. Eso es exclusión. No se puede tolerar que
se tire comida cuando hay gente que pasa hambre. Eso es iniquidad”.
Vivimos “en la dictadura de una economía sin rostro y sin un objetivo verdaderamente
humano”. Como consecuencia, “mientras las ganancias de unos pocos crecen
exponencialmente, las de la mayoría se quedan cada vez más lejos del bienestar de esa
minoría feliz”.
“La cultura del bienestar nos anestesia, y perdemos la calma si el mercado ofrece algo
que todavía no hemos comprado, mientras todas esa vidas truncadas por falta de
posibilidades nos parecen un espectáculo que de ninguna manera nos altera”.
Como ha dicho él mismo: “este mensaje no es marxismo sino Evangelio puro”. Un
mensaje que tiene que tener eco permanente en nuestras comunidades cristianas. Lo
contrario podría ser signo de lo que dice el Papa: “Nos estamos volviendo incapaces de
compadecernos de los clamores de los otros, ya no lloramos ante el drama de los demás”.
6