EL ESPÍRITU SANTO, LA PALABRA Y LA ORACIÓN Lección 10 para el 11 de marzo de 2017 “Orar es el acto de abrir nuestro corazón a Dios como a un amigo. No es que se necesite esto para que Dios sepa lo que somos, sino a fin de capacitarnos para recibirle. La oración no baja a Dios hacia nosotros, antes bien nos eleva a Él… ¿Por qué los hijos e hijas de Dios han de ser tan remisos para orar, cuando la oración es la llave en la mano de la fe para abrir el almacén del cielo, donde están atesorados los recursos infinitos de la Omnipotencia?” E.G.W. (El camino a Cristo, pg. 93-94) El fundamento de la oración. Requisitos de la oración: Pedir. Creer. Reclamar. Orar para pedir el Espíritu Santo. “Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho” (Juan 15:7) La vida de oración es plena cuando permanecemos unidos a Jesús; cuando hablamos con él como con un amigo; cuando vemos nuestra vida bajo su perspectiva. Oramos porque estamos tan llenos del amor de Cristo y apreciamos tanto lo que él ha hecho por nosotros que anhelamos tener una relación con él. Estar en su presencia es un deleite. Disfrutar de su compañerismo es el deseo de nuestro corazón. La oración es el ambiente en el cual el Espíritu Santo habla a nuestro corazón y somos atraídos más cerca de Jesús. La oración no cambia a Dios; nos cambia a nosotros. “Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye” (1ª de Juan 5:14) El salmista dice: “No me llega aún la palabra a la lengua cuando tú, SEÑOR, ya la sabes toda” (Salmos 139:4 NVI). Si Dios ya sabe de antemano nuestras peticiones, ¿por qué nos pide que las expresemos en oración? Dios desea que le demos permiso para actuar en nuestra vida. Al pedir, expresamos nuestra confianza en Su poder; buscamos su ayuda y apoyo; nos acercamos a Él. “Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye” (1ª de Juan 5:14) ¿Qué significa pedir “conforme a su voluntad”? Hay una oración que Dios responde incondicionalmente: la petición sincera por el perdón de nuestros pecados. Pero existen condiciones para que nuestras peticiones diarias puedan ser respondidas. Debemos estar dispuestos a seguir la voluntad de Dios y ser obedientes. “Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra. No piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor” (Santiago 1:6-7) “El Señor no es glorificado con una súplica débil que muestra que no se espera nada. Él desea que todo creyente se acerque al trono de gracia con fervor y certeza” E.G.W. (Recibiréis poder, 2 de octubre) Pedir con fe es creer que Dios puede responder y lo hará. Creer, aunque nuestra lógica y nuestros sentimientos nos digan lo contrario. Por la fe sabemos que para Dios no hay nada imposible. 2ª de Reyes 19:14-20 “Todas las promesas que ha hecho Dios son «sí» en Cristo. Así que por medio de Cristo respondemos «amén» para la gloria de Dios” (2ª de Corintios 1:20 NVI) Cuando pedimos a Dios con fe, Él promete respondernos. Esto es una promesa formal que debemos reclamar. ¿Cómo reclamar las promesas divinas? Confiando y dándole gracias por su cumplimiento, aun cuando todavía no hayamos recibido una respuesta. Tenemos un claro ejemplo en la oración de agradecimiento de Jesús al Padre por su respuesta, ANTES de haber resucitado a Lázaro (Juan 11:41-42). “Llámame cuando estés angustiado; yo te libraré, y tú me honrarás” (Salmos 50:15 DHHe) “Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?” (Lucas 11:13) El Espíritu Santo es el Don prometido por Jesús (Hechos 1:8; 2:38). Él quiere habitar en plenitud en cada uno de nosotros. Por eso, Dios quiere que reclamemos el Don en oración. Solo hay un impedimento: nosotros mismos. Antes de ser llenos del Espíritu, debemos responder positivamente a Su obra en nosotros (Filipenses 2:13): confesar el pecado; arrepentirnos; limpiar nuestro corazón del mal; y pedir fervientemente el Don del Espíritu Santo. El Espíritu es otorgado para elevar a Jesús, reproducir el carácter de Cristo en nuestra vida y habilitarnos para servir a otros en la edificación del cuerpo de Cristo, la iglesia. “[En el bautismo de Jesús] Se oyó la voz de Dios en respuesta a la petición de Cristo, lo cual le asegura al pecador que su oración hallará cabida en el trono del Padre. Se les dará el Espíritu Santo a los que buscan su poder y su gracia, y él nos ayudará en nuestras debilidades cuando tengamos una audiencia con Dios. El cielo está abierto para nuestras peticiones, y se nos invita a ir "confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro". Debemos ir con fe, creyendo que obtendremos las mismas cosas que pedimos a Dios” E.G.W. (Comentario Bíblico Adventista, sobre Mateo 3:13-17)
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