8 Ágora PLAZA CULTURAL DE PLAZA CULTURAL DE Entereza femenina De lejos y a mi alrededor Dos buenos amigos Don Manuel Sánchez Silva Carlos Caco Ceballos Silva Desde luego que me sentí muy satisfecho de haber colaborado a que dos magníficos amigos se conocieran, comprendieran y estimaran. OTOÑO 2000. Por 1942 yo ya tenía algunos años ubicado en Tecomán, cuando los hermanos Leaño llegaron procedentes de la siempre bella Perla de Occidente. Siendo tan chico el pueblo y estando yo en una situación privilegiada como fraccionador de terrenos agrícolas, corresponsal del Banco Nacional de México y comprador y embarcador de carbón, era lógico que me codeara con los principales del pueblo; don Pedro Gutiérrez el patriarca, el señor cura Arreguín, don Alfonso Herrera, boticario y hotelero; Manuel Núñez Salazar, presidente municipal; amén de otros muchos, todos buenísimas personas de los que siempre recibí consejos, tomé experiencias y me ayudaron en la formalización de mis negocios. Antonio y Juan José Leaño llegaron a trabajar en la agricultura, y a pesar de su indumentaria de jóvenes de ciudad, pronto nos dimos cuenta que de verdad eran decididos, entusiastas y le entraban duro al trabajo por una brecha de fino polvo, cual talco en las secas, y de atascaderos cerca de Tecomán y barreales por la Zanja Prieta, se trasladaban a su campamento de casas de campaña. Empezaron por hacer la tumba de chaparrales y mezquiteras, primer paso para sembrar maíz o ajonjolí el primer año, y con los productos ayudarse para el destronque de los terrenos. Precisamente ahí era donde yo entraba, pues las leñas muertas y la gran cantidad de troncones servían para formar grandes hornos de “campana” para confeccionar el legendario carbón vegetal que yo adquirí, remitiéndolo principalmente al Rincón del Diablo, la más acreditada carbonería de la bella Guadalajara. Y así fue como inicié con ellos una serie de ayudas, cooperaciones, negocios, descuentos, pasando desde luego por las clásicas maromas, necesarisímas entre los agricultores que luchaban denodadamente, no sólo contra los terribles calores, los cantadores zancudos, los peligrosos alacranes, las molestas güinas y los ciclones, sino principalmente por la tremenda escasez de crédito para la agricultura que hacía que todos buscáramos la forma de aliarnos con el tiempo para tener respiro entre raya y raya semanaria. Posteriormente, y gracias a sus esfuerzos y sa- crificios, fueron concrétandose en mejoría de su situación y ellos lo mismo que otros colonizadores empezaron a mejorar sus propiedades con tractores, pozos profundos y canales de riego y descansar un poco de los pesados, costosos y agobiantes días de raya. Ya para mediados de la década de los cincuenta, la siembra del algodón, las cosechas de plátano y de limosneros, pues los palmares apenas estaban “ensayando”, el licenciado y el ingeniero empezaron a verse tranquilos y a gozar un poco de la paz que se debe sentir cuando se triunfa salvando obstáculos que sólo los tienen los agricultores. Recuerdo que por ese tiempo, mi buen amigo Manuel Sánchez Silva, del Diario de Colima, por malas interpretaciones, informaciones interesadas de alguien, atacaba al licenciado, cosa que a mí no me agradaba, pues me constaban mejor que a nadie los esfuerzos y luchas que ambos hermanos habían hecho para triunfar y que siempre habían mejorado en forma seria, honesta y responsable. Afortunadamente, una noche que viajábamos por casualidad en el tren nocturno Manzanillo-Guadalajara, el licenciado y yo, al llegar a la estación de Colima alrededor de las once de la noche, vi a Manuel que había ido a dejar a Amalia, que viajaría a Guadalajara. Al momento pensé en aprovechar la oportunidad, bajé, lo saludé y le hablé del licenciado, se mostró anuente y positivo. Por la ventanilla invité a bajar al licenciado, los presenté, se saludaron y después de cortos comentarios y “metiendo mi cuchara” logré borrar las malas interpretaciones, quedando como buenos amigos; desde luego que me sentí muy satisfecho de haber colaborado a que dos magníficos amigos se conocieran, comprendieran y estimaran. Pasaron los meses y los años, el éxito y la prosperidad han coronado los esfuerzos de los hermanos Leaño, así es que cuando he visto algún ataque en contra de ellos, lo encuentro natural, pues siempre ha sido y es cuando alguien prospera y triunfa, es punto de mira de los acomplejados envidiosos y de los eternos inconformistas. Fin Xavier Paredes En el rumor del alba Un resplandor inunda la ciudad… Alguien sabe que es su final de la Rosa (31 de marzo de 1957) VIÑETAS DE LA PROVINCIA 4 2428 Domingo 29 de Enero de 2017 Pescadores Humberto Vázquez En el rumor del alba Un resplandor inunda la ciudad… Alguien sabe que es su final Enajenado Alberto Flores Calvario Acepto que prefiero verte a la distancia es la mejor manera de apreciar tus formas escuchar los taconazos de tus zapatillas la cadencia de tus glúteos apretados Cuando vuelva a tropezar contigo me verás a las pupilas y verás tu alma tu cuerpo en movimiento y al fondo reconocerás mi rostro enajenado The sun sets sail, realismo mágico de Rob Gonsalves. * Empresario, historiador y narrador. † Director General: Armando Martínez Ágora Coordinador: Julio César Zamora Velasco Imágenes: Fotos de Archivo. Correo: [email protected], [email protected] ESCRIBEN: Jaime Obispo, Norma Navarrete, Gabriel Gallo, Yunuén Cuevas, J. Urruzola, Leopoldo Barragán, Alberto Flores y Carlos Caco Ceballos. 2 Ágora Cristales (1957), pintura de Alfonso Michel. Situaciones del arte en Colima Jaime Obispo Martínez Arthur Danto y George Dickie son dos destacados filósofos que desarrollaron en su momento el entramado conceptual que ahora llamamos “teoría institucional del arte”. Esta interesante doctrina se remonta en la eterna cuestión ontológica sobre una de las actividades humanas más importantes y claves en el desarrollo de toda civilización, que a lo largo de la historia continúa renovándose a pesar de que no hay una definición que termine de precisar su ser y sus propiedades. El crítico y profesor Arthur Danto trabajó a lo largo de su trayectoria una propuesta para definir el concepto del arte y comenzó justo en el periodo de la historia en que tal definición se encontraba en crisis permanente a causa del auge de las vanguardias, cuyas posiciones encontradas terminaron por heredarnos un terreno en el que ahora es complicado caminar, en el que se corre el riesgo de resbalar en cualquier momento. En los primeros resultados de sus reflexiones, Arthur Danto hizo emerger el componente sociológico del arte. Trajo a primer plano a los sujetos y a los espacios donde se genera y ocurre el desenvolvimiento artístico en la época moderna. De manera que si bien ubicamos la presencia del arte de la antigüedad en lugares diversos y originado por sujetos incitados hacia una necesidad mágica u orden religioso, ahora lo reconocemos con mayor frecuencia en instituciones consolidadas y producido por sujetos con libre voluntad. El arte, entendiéndolo así, es un objeto que encuentra su consagración mediante la actividad organizada de las personas que procuran su observación; no sabemos de antemano cómo es o pueda serlo, pero sabemos que ha desarrollado a su alrededor todo un movimiento de creadores, recintos o museos, críticos, galerías, medios de comunicación y comerciantes. Puede estar en cualquier lado, claro, pero hay una convención más o menos segura de que tiene un marco propicio, un círculo y mundo propio. George Dickie, a partir de las aseveraciones de A. Danto, formula y afianza la idea de la existencia de este “círculo” o “mundo” del arte, compuestos en su expresión mínima por creadores e instituciones que proponen un objeto que a su juicio es factible mostrar como arte, a fin de quedar, a su vez, a la consideración de espectadores generales, un público especializado y los críticos. En la 7 Ágora PLAZA CULTURAL DE PLAZA CULTURAL DE actualidad esta postura ha sido, por su puesto, rebatida y renovada. Pero el interés de recordar estas ideas se dirige a intentar un ejercicio de reflexión de las mismas en el contexto que nos toca vivir como ciudadanos colimenses. Nuestras condiciones culturales o artísticas pueden explicarse por la realidad que vivimos como Nación y particularmente como estado pequeño y caluroso. Si trasladamos la idea del “mundo del arte” a nuestra región geográfica veremos que sus dimensiones son modestas, y veremos, incluso, que este círculo del arte no está del todo desarrollado en comparación con el grado de madurez alcanzado en Europa o siquiera en el centro de México, a pesar de que formamos parte de la cultura de Occidente. Efectivamente, Colima es sede de instituciones consolidadas y otras de reciente fundación que están directamente vinculadas con este tramado conceptual denominado “mundo del arte”. La secretaría de Cultura con sus museos, galerías, fomentos, becas y actividades. La Universidad de Colima con sus recintos, pero también con su capacidad formativa y su oferta académica: licenciaturas en artes visuales, letras, periodismo y comunicación, además de sus posgrados en humanidades. Hay, obviamente, una comunidad artística colimense que hace a la vez actividades de producción, distribución y consumo en distintos niveles e intensidades. Sin embargo, el mundo (desarrollado) del arte cuenta entre sus partes a los medios de comunicación enfocados en lo cultural, así como a las revistas especializadas que obedecen a una lógica de consumo más o menos masivo, lo suficientemente grande como para hacer viable la permanencia de éstos. Ante la ausencia de tales revistas especializadas o de medios de comunicación no sólo dedicados, sino consolidados (económicamente sólidos) para y con el arte en Colima, es lógico aseverar que la cultura en esta parte de la República no ha alcanzado niveles de consumo suficientes aunque en apariencia la oferta de servicios culturales goza de niveles perfectamente observables como para decir lo contrario. Se fomenta la lectura, se hacen esfuerzos para incrementar públicos así como la formación artística en todas las áreas creativas y actualmente se siguen políticas públicas para revertir la segregación cultural de las personas con discapacidad o en situación de vulnerabilidad. Todo esto es, pues, positivo para completar el círculo de las artes entendiendo, sin ocultar la verdad, que no está del todo materializado en Colima, sino todavía en construcción. No obstante, la construcción y reforzamiento de este mundo artístico colimense corre este año el riesgo de retroceder o estancarse ante la atroz decisión federal de reducir el presupuesto de cultura. Hecho que evidencia, al paso, un síntoma de precariedad dentro la comunidad artística local, que no aparenta reacción política alguna ante el agresivo golpe a sus vocaciones, tal vez en actitud de hacer de tripas corazón o quizá mostrándose como una comunidad desarticulada, que necesita más que nunca cohesionarse y comenzar desde las fuerzas acumuladas hasta ahora un movimiento para el bien de todos nosotros. Además, la parte del círculo artístico que corresponde no sólo a la divulgación, sino a su correspondiente crítica, no está siendo atendida en la proporción del músculo de medios periodísticos que tiene Colima. Parece escandaloso que a pesar de que figuran ya muchas generaciones de egresados de la Universidad de Colima, que podrían estar atendiendo o produciendo escritos, surgen y se apagan las voces con capacidades analíticas. Tenemos instituciones y un mundo de creadores en un círculo de espectadores silenciosos, apáticos, muchas veces cautivos, que aceptan sin chistar las propuestas artísticas de sus semejantes, sin reflexiones axiológicas, políticamente correctos, que guardan sus opiniones para las confidencias de sobremesa o las indirectas en sus redes sociales. En la historia del arte… Ágora 29 de enero 1860.- Nació Anton Chéjov, médico, escritor y dramaturgo ruso. Encuadrable en la corriente naturalista, fue maestro del relato corto, siendo considerado como uno de los más importantes escritores de cuentos de la historia de la literatura. En 1886 se había convertido ya en un escritor de renombre. Ese mismo año publicó su primer libro de relatos, Cuentos de Melpómene; al año siguiente ganó el Premio Pushkin gracias a la colección de relatos cortos Al anochecer. En teatro, El jardín de los cerezos (1904) ha sido una de las obras más interpretadas a lo largo de los años. 1 de febrero 1901.- Nació el legendario actor Clark Gable, considerado uno de los mitos del cine clásico. Con la película It happened one night (1934), obtuvo el Óscar como mejor actor principal. Pero fue con la cinta Lo que el viento se llevó (1939) la que más fama le otorgó en su carrera, y le valió otra nominación al Óscar como mejor actor. 2 de febrero 1852.- Nació José Guadalupe Posada, un grabador, ilustrador y caricaturista mexicano. Célebre por sus dibujos de escenas costumbristas, folclóricas, de crítica socio-política y por sus ilustraciones de calacas o calaveras, entre ellas La Catrina. La mayoría de ellas asociadas con el Día de Muertos, ya que interpretó la vida y las actitudes sociales del pueblo mexicano, representados en sus grabados con calaveras vestidas de gala, en fiesta de barrios, en calles urbanas, en las casas de los ricos, montadas a caballos, en bicicletas, con las que señalaba las lacras, la miseria y los errores políticos del país. 1852.- Se levantó la prohibición y se representa en París La Dama de las Camelias, novela firmada por Alejandro Dumas (hijo). Esta obra está inspirada en un hecho real de la vida de Alejandro relativo a un romance con Marie Duplessis, joven cortesana de París que mantuvo distintas relaciones con grandes personajes de la vida social. La novela pertenece al movimiento literario que se conocería como Realismo, siendo de las primeras que formarían parte de la transición del Romanticismo. El tema principal de la historia es la prostitución, reflejada en la vida de la protagonista Margarita Gautier. La ópera La Traviata, del compositor italiano Giuseppe Verdi, se basó en esta novela. Posibilidad Yunuén Cuevas Mañana en la noche podría verle y escucharle de nuevo. Tener su entrecejo entre mis piernas que sutilmente sostendría con esos brazos, a los cuales les brotan las venas como de su cuerpo las ganas. Podría tenerme entre sus brazos. La Dama de las Camelias, novela de Alejandro Dumas (hijo), inspiró al compositor italiano Giuseppe Verdi a crear la ópera La traviata (La extraviada), donde el personaje principal, la cortesana, lleva el nombre de la protagonista. 3 de febrero 1809.- Nació Jakob Ludwig Felix Mendelssohn, un compositor, director de orquesta y pianista de música romántica alemán. Sus obras incluyen sinfonías, conciertos, oratorios, oberturas, música para piano y música de cámara. También tuvo un importante papel en el resurgimiento del interés en la obra de Johann Sebastian Bach. 4 de febrero 1957.- Falleció Miguel Covarrubias, artista e investigador mexicano, una de las figuras más polifacéticas de la historia cultural de su país. Caricaturista, dibujante, ilustrador, diseñador teatral, pintor y, como resultado de una formación autodidacta y empírica, autor de importantes estudios antropológicos y etnológicos. Hizo aportaciones a la museología y, en una breve etapa de funcionario, en los inicios de los años 50, impulsó la experimentación y la creatividad en la danza moderna mexicana. Y clavar su mirada en mis senos, mientras los acaricia, en mis ojos mientras los dibuja en mi abdomen mientras me besa. Podría yo acaso mostrarle posiciones nuevas, mientras sostiene un número en la cabeza y muere de celos al hacerme suya una y otra vez. Entre gemidos que se conviertan en la melodía, que le deleita antes de dormir. 6 Ágora PLAZA CULTURAL DE PLAZA CULTURAL DE Reunión de amigos J.S.T. Urruzola Leopoldo Barragán Maldonado Por los años sesenta, The Beatles cantaban una canción titulada “Cuando tenga 64”. Dice una de sus estrofas: “Cuando sea más viejo y se me caiga el pelo, dentro de algunos años, seguirás regalándome por San Valentín, por mi cumpleaños, una botella de vino… aún me seguirás alimentando cuando tenga sesenta y cuatro”. El tiempo es el mejor catalizador para valorar las buenas amistades. Recientemente nos volvimos a reunir Eduardo Carrillo, Enrique Centeno, Rigoberto Granados y un servidor, todos ex compañeros de prepa (1967-1969), y sexagenarios, en esta ocasión sin botella de vino pero sí en la cafetería de Cofradía de Suchitlán. El regocijo por la convivencia fue en aumento, entre bromas, nuestro vocabulario se tornaba más soez, comentándoles a mis amigos que después de terminar el café deberíamos o bien parar en un templo para dar gracias de que aún estamos vivos o en una cantina para festejar sin ningún recato; El Chóforo Centeno opinó que primero dar gracias y luego a emborracharnos, contestándole que mejor iniciáramos en una cantina emborrachándonos y posteriormente irnos al templo debidamente purificados, ya que como el alcohol desinfecta llegaríamos con aliento de dragón, pero limpiecitos del alma. Aprovechando el momento les formulé a mis amigos una pregunta que nunca he podido contestarme, diciéndoles que si alguno sería capaz de aclararme cómo fue que terminamos la prepa, sobre todo cómo llegamos a pasar la materia de álgebra y trigonometría, porque yo jamás estudiaba ni ponía atención en clase. La respuesta fue contundente: “¡Sepa la chingada, nunca estudiábamos!”. Es cierto, Rigoberto Granados fue enfático al reconocer que en lugar de entrar a clases, se iba, o más bien nos íbamos a jugar billar a un local que se encontraba por la calle Venustiano Carranza; Lalo Carrillo concedió que iba al relajo y que no estudiaba; El Chóforo declaró que “no había cabrón más desmadroso que yo”, admitiendo que buscaba un rinconcito en la parte trasera del salón para recostarse y dormir. Por mi parte, creo que iba a la prepa a pasar el rato, echar relajo, molestar a los compañeros que me rodeaban como a Chevio Bañuelos, Jesús Macías e Ignacio Cruz Borja, quienes ya descansan en la morada eterna. Me gustaba sacar de quicio a los maestros. Recuerdo que en el segundo año de prepa, la última clase era la de dibujo, la impartía el Arq. Maximiliano Castañeda, mientras él hacía sus trazos en el pizarrón, yo ya tenía todos los borradores de los otros salones, a un descuido del maestro se los lanzaba. Una de las vivencias inolvidables que comentó Lalo Carrillo fue que aprovechábamos el receso de clases para irnos en coche a Comala al botanero de Mere, nos tomábamos unas cervezas, compartíamos el lomo con pepino y regresábamos motivados a seguir la pachanga en las últimas clases. Otra experiencia grabada en la memoria de Rigoberto Granados fue cuando nos salíamos de clases para irnos a una discoteca del centro, para robarnos discos de 45 RPM, ambos éramos fanáticos de la música sesentera. Mención obligada fue el tema de los maestros, Lalo se refirió a mi gran amigo el filósofo Jorge Portillo del Secreto Alberto Ocón Ventura Soñar el mismo sueño No quiero hablarte De sueños o fantasías Norma Navarrete Ni ofrendar lunas ni flores Sólo ver tus pechos de luz Alojados en este recodo Al lado de la puerta, donde hay una camelina, El secreto para detener el tiempo Mi niña hace sombra, con su mano en la noche. Y el día se vuelve cascada de flores. Asoma su mano cerca del histórico sol. Una de las vivencias inolvidables que comentó Lalo Carrillo fue que aprovechábamos el receso de clases para irnos en coche a Comala al botanero de Mere. Toro, platicándonos de cómo llegaba al salón levantando la silla hasta la altura de su cara y después lanzaba un fuerte soplido para quitarle el polvo, nadie le hacía caso. Luego le tocó el turno al maestro Carlos Torres Téllez, un mentor que nos hizo ver nuestra suerte con el latín y las etimologías, no recuerdo cuántas veces nos reprobó, al grado que mi amigo Rigoberto, desde 1969, no tiene el certificado de prepa ¡por estar reprobado en etimologías!; tampoco pudo escapar mi estimado amigo Miguel Carrillo Huerta, que nos mandaba a exámenes a título de suficiencia, uno de ellos fue quien estas líneas escribe, la condición para pasar la materia de Ética fue leer el libro El Anticristo, de Nietzsche. Al abrir el espacio bibliográfico, les comenté que si se acordaban de los libros que llevábamos, mis compañeros guardaron silencio y les dije que si recordaban el libro de Álgebra, de Res y Sparks, que nos recomendó el ingeniero Schmidt (a) El Twist. El Chóforo mencionó que él se acordaba de un libro que traía un mono en la portada, esclareciéndole que era el de Álgebra, de Baldor. Para finalizar la conversación y como éramos cuatro amigos, pero sin jugar dominó ni con la promesa de llevar una servilleta a Dolores Hidalgo, les recordé la trama de la película El último trago, enfatizando la frase “yo sé bien que estoy afuera”, pero en nuestro caso sólo Dios sabe cuál de los cuatro está afuera, porque varios de nuestros compañeros ya descansan en paz. 3 Ágora Tres momentos Javier Chávez Deja reconocer sus cabellos ondulantes, Con figura de ola y advierte a tres pasos: La infinita huella del mar. Nuestras posibilidades son varias La camelina se hace barca. instantáneas, perenes y diversas La niña sube a ella. En busca de su identidad. A primera hora del día un café apresurado en la cocina tú, envuelta en magia blanca En el sopor del mediodía Borra el nombre que otros le han dado. Haciendo menos largo su camino de regreso al mar. II una limonada al pie de la parota Es muy difícil explicar, el mar humor del océano, tú, cubierta de flores Al subir a la barca del amor, Donde no hay marcas, diferencia, ni oficio: Una noche extendida Solo él mar y yo. Ciegos a la tristeza, con el vino derramado por el cuerpo Blancos de plumas, volando a la inocencia, tú, con la piel ardiendo Tres momentos posibles tres periodos multiplicados por un deseo perpetuo Donde la barca se detiene a soñar el mismo sueño. Triángulos En este triángulo de césped, que está en el jardín de entrada de la Hamburger Bahnhof, que es el Museo de Arte Contemporáneo de Berlín, tuve un affaire con una chica en verano de 2013. No fue lo que están pensando; fue mucho más de lo están pensando. En ese verano de 2013 yo vivía en Berlín con Alana Carnegie, o Lana, una actriz de raza negra (madre mexicana, padre hondureño de origen africano) que había conocido en México en 2010, en rodajes de cine y publicidad. Mi primer encuentro con ella fue una señal, un anuncio -además de que se produjo en un anuncio-: sólo verla avanzar por un camino polvoriento me hizo viajar hacia el futuro: o sea, me hizo tomar conciencia de que estaba habitando el pasado. Hablo del plano sentimental, como de costumbre, ya que por aquel entonces yo seguía enamorado de una chica de Nueva York que seguía sin hacerme caso, y a quien llamaré Huérfana. Lo más bonito del enredo es que conocer a Lana, y enamorarme de ella, no me hizo perder ni una pizca del sentimiento que guardaba por Huérfana. Por el contrario, de alguna manera, lo engordó, como engorda todo con el paso de los años. Lana era, lo diré así, una nueva versión de Huérfana, uno de sus desarrollos posibles: veamos, Huérfana, también de raza negra (madre neoyorquina de raza blanca, padre etíope), era también actriz o aspirante a actriz, y todo lo que me irritaba en ella (y en mí mismo), fundamentalmente la ambigüedad, se mostraba, sin embargo, maduro y concluido en Lana, que mostraba a su vez otros estados (suyos y míos) por resolver. Pues bien, la chica del affaire del museo, fue una Lana para Lana, fue el punto de inflexión que transformó, por enésima vez, mi vida amorosa; la chica del affaire, a la que enseguida presentaré, no tenía, aparentemen- te, fisuras, no al menos las fisuras de Lana ni mis fisuras de entonces. Y la integridad de esa corteza (aparente, repito) anunció, aunque yo no lo preví, mis desafíos actuales: de carácter, de espíritu, también prácticos. Voy ya a lo del jardín del museo y al affaire, un affaire fugaz como el salto de la luz desde un foco que se funde. Adelanto que no hubo, lo que se dice, infidelidad. Fue un affaire para mí porque cambió mi horizonte (iba a escribir que amplió mi horizonte, pero es más preciso el verbo cambiar), mi universo, me demostró que el sol, aunque es uno e inmóvil, se fragmenta y no fija su posición. Affaire interior, pues: una gran ola en mi sereno océano subterráneo. Nada se movió entonces como consecuencia de esa ola, pero esa ola trajo consecuencias (visiones, vislumbres) que sí tuvieron consecuencias. Ya voy: entré solo al museo (lo recorrí en 45 minutos de reloj: me gustaron tres piezas de Kiefer, sus naufragios, tan poco frágiles, y Beuys, su grasa sólida como una premonición) y al salir me tumbé en el triángulo y me dormí. Me despertó una amplia voz de mujer ensayando una canción soul: escuchaba música en unos auriculares y la transfería hacia mí mediante su voz, como si las ondas sonoras fueran electricidad (¿lo son?) y ella una barra de hierro. Sonreí. Sonrió. Amagué con decir algo. Se quitó los auriculares. Sonrió. Cantas muy bien, dije en alemán. No entiendo, dijo en francés (era francesa, de raza negra -ignoro sus raíces paternas y maternas-). Cantas muy bien, repetí en inglés. Sonrió. ¿Cómo te llamas?, pregunté. Aurore, respondió. Y poco más. Eso fue todo. Pero cuando más tarde vi a Lana en casa, sin decirle una palabra, supo que algo había cambiado. Y supo que yo también lo sabía. Y supo que yo sabía que ella lo sabía. 4 Ágora PLAZA CULTURAL DE VIÑETAS DE LA PROVINCIA Entereza femenina Don Manuel Sánchez Silva Lady Agnew, pintura de John Singer Sargent (Florencia, 1856-Londres, 1925). Leonor fue una de las muchachas más guapas y atractivas de su tiempo: alta, gallarda y de facciones agraciadas y expresivas, acentuadas por un par de ojos verdes, cuyo mirar intencionado oscilaba entre la ironía espontánea y la presencia de ánimo. Al fallecer en 1912 don Manuel Barreto, que durante muchos años fue el hombre de confianza del licenciado Enrique O. de la Madrid, gobernador del estado de la época porfiriana, su viuda, la señora “Nacha” Correa, como familiar y cariñosamente se le llamaba, se vio en la necesidad de enfrentarse a la vida para atender el sostenimiento y educación de sus hijos. El extinto dejó a sus familiares un nombre limpio, evocador de grandes simpatías y méritos personales, pero ningún recurso económico. Después de pensarlo mucho, doña Nacha cedió al consejo de algunos amigos, vigorosamente respaldados por el entusiasmo de su hija Leonor, que no obstante su juventud e impreparación para los negocios demostró ante el infortunio singular firmeza, y por fin se resolvió a establecer una casa de huéspedes, que acabó por convertirse en el hotel Fénix, ubicado en lo que ahora es la Casa Negrete. Un año después de la sentida muerte de don Manuel, y cuando apenas la casa de huéspedes empezaba a sostenerse, desapareció su viuda, quedando Leonor al frente de sus hermanos menores y de la administración, único medio de vida de que disponían. Sin riesgo de incurrir en ninguna exageración, puede asegurarse que Leonor fue una de las muchachas más guapas y atractivas de su tiempo: alta, gallarda y de facciones agraciadas y expresivas, acentuadas por un par de ojos verdes, cuyo mirar intencionado oscilaba entre la ironía espontánea y la presencia de ánimo. Tuvo innumerables admiradores, figurando entre ellos personas realmente significativas en los más elevados órdenes sociales, pero la gentil hospedera, sintiendo a plomo las responsabilidades familiares, sacrificó su juventud al cuidado y bienestar de sus hermanos. En 1927, el movimiento subversivo conocido como revolución cristera se encontraba en pleno desarrollo, determinando en todo el estado una situación de inseguridad y desasosiego. No había tranquilidad en ninguna parte, los rebeldes infestaban caminos y veredas, y noche a noche se atrevían a aventurarse por los suburbios de la ciudad. Para contrarrestar semejante estado de cosas, el gobierno suprimió prácticamente las garantías constitucionales, viviéndose bajo una especie de ley marcial no decretada, pero vigente en la realidad. Las denuncias sobre complicidades ciertas o inexactas abundaban, dando lugar a frecuentes aprehensiones, que generalmente eran seguidas de fusilamientos. La población civil se hallaba a dos fuegos: por un lado, la inseguridad creada por los cristeros; por el otro, las medidas extremas ejecutadas por las autoridades, que, tal vez para compensar su ineficacia en la persecución de los trastornadores del orden, exhibían una admirable capacidad para declarar rebelde a primera vista a todo aquel que no disfrutaba de sus simpatías. Como jefe de la guarnición de la plaza fungía el 5 Ágora PLAZA CULTURAL DE Gabriel Gallo (31 de marzo de 1957) general Benito García, hombre cruel, imponente por su figura gigantesca y su expresión feroz. Decíase que había sido villista, en la máxima categoría de los famosos “dorados”, integrada por los guerrilleros más sanguinarios y expertos en toda suerte de atrocidades, por lo que su fama creó en la ciudad una atmósfera de prevención de miedo. En raras ocasiones se uniformaba, prefiriendo andar de civil, con pantalón pie a tierra, camisa blanca, sombrero tejano de grandes alas y un pavoroso revólver “rodeadito” de parque. Era el general García -a quien no faltó burlón que bautizara con el apodo de La Leona Modorra- asiduo concurrente a una cantina céntrica, donde mostraba sus extraordinarios dotes de tomador sin límite de bebidas embriagantes, que aun cuando no lograban entorpecer sus movimientos ni abatir su resistencia, sí operaban en su temperamento, iniciando sus cóleras y sugiriéndole arbitrariedades a veces irreparables. Una noche, el general se presentó en el hotel Fénix acompañado de una muchacha alegre; una de esas mujeres que ven de frente a todos los hombres y les hablan de tú. –Quiero un cuarto -bramó al asustado mozo, que tartamudeando disculpas corrió a informar a Leonor de la indeseable visita. Al enterarse de lo anterior, huéspedes y empleados experimentaron las congojas del pánico, pero la joven los tranquilizó con unas cuantas palabras enérgicas, subrayadas por el chispear indignado de sus pupilas glaucas: –No se asusten. Nada malo ocurrirá... -y fue a enfrentarse al general, quien repitió impaciente su demanda. –Quiero un cuarto. Ella le habló en tono decidido: –Cuando usted venga solo o con su familia el hotel estará a su disposición, pero no ahora. Esta es una casa decente y le suplico retirarse. Ante la sorpresa de unos y el espanto de otros -quienes de lejos presenciaban la escena-, el general contempló la altiva figura de Leonor, y cuando todos esperaban la explosión de ira y el ejercicio de la violencia, dio media vuelta, llevándose a remolque a su damisela... Tiempo después, llegaron a Colima la esposa e hijos del general y nuevamente se presentó en el hotel: –Quiero una habitación para mi familia... –Con mucho gusto, general -respondió Leonor-. Pasen ustedes... Y, desde entonces, vivió en el hotel Fénix. La dignidad y la entereza de la guapa muchacha habían domado a la fiera. * Periodista, escritor y fundador de Diario de Colima.† Mi gato Para Bingo In memoriam Tengo un gato. Es un gato blanco. Tiene una historia triste; en su juventud estuvo prisionero. Nunca supimos la razón de su reclusión. Tal vez fue un gato rebelde que arrojaba sus excretas en lugares prohibidos, o al menos, no permitidos. Quizá por su pelo largo, que largaba por doquier. Pudo ser su maullido, lastimero como llanto de bebé llamando a sus enamoradas bien dispuestas, lo que le crispaba los nervios a su dueña ahuyentándole el sueño. Tampoco sabemos que causó la decisión de liberarlo de su encierro. El hecho es que un buen día llegó a nuestra casa. Venía con buenas cartas de recomendación: Se llama Kimba –nos dijo–. Es muy tranquilo. Sólo come croquetas. Y además: Te lo entrego esterilizado –al decir esto último, una amplia sonrisa apareció en la cara de su ex-dueña. Acabábamos de perder otro compañero de doce años de edad. Para mi esposa su ausencia era un vacío ominoso. Lo aceptamos. Lo recibimos semidrogado por la anestesia, pues para cumplir lo prometido, la esterilización la había hecho esa misma tarde un estudiante de primer año de veterinaria. Su llegada fue bastante traumática, pues además de drogado y con heridas recientes, llegó a un lugar desconocido y gente extraña, por lo que tan solo al llegar encontró un lugar para esconderse. Dejamos agua y comida cerca de él y nos retiramos. El siguiente día permaneció escondido hasta el momento en que vio la puerta abierta, aprovechó el momento y salió de estampida, perdiéndose en la soledad de la calle. La búsqueda no dio resultados. No valieron llamados ni el sonido de croquetas en un plato. Sencillamente, el prisionero huyó. Después de una búsqueda infructuosa por los jardines y baldíos durante ocho días, lo dimos por perdido. Siendo un gato urbano, prisionero durante toda su vida, croquetero, sin haber cazado nunca, sin agua. Todo indicaba que era caso cerrado. Ya habían transcurrido quince días después de la huida, cuando ¡oh sorpresa! Kimba regresó. Una vecina nos avisó que por las noches, lo veía semiconviviendo con sus gatos. Mi es- posa gritó ¡Bingo! Y desde ese día así se llamó: Bingo. Agua, croquetas y palabras suaves, lo fueron acercando hasta regresar a nuestras manos. Nuevamente reclusión en el patio durante tres días, hasta que impregnó el sitio con su olor. Pasado ese tiempo, su status cambió a: reclusión domiciliaria, pudiendo moverse por toda la casa. Sin embargo, como prisionero irredento, de inmediato él mismo buscó su celda. Escogió el baño del segundo piso. Caímos en cuenta que un baño había sido su celda original al verlo muy acomodado sobre el lavabo, con las manos colgando y roncando como saxofón desafinado. Lograr que saliera de su encierro fue fruto de paciencia. Soportaba el hambre con tal de no salir de su celda. Fue necesario ir colocando su plato de comida un poco más retirado cada día. Hacer que descendiera por primera vez un escalón nos tomó dos días. Cuando llegó al inicio de la escalera, lo celebramos. Supongo que por las noches, guiándose por el olfato, descendía al jardín y usaba para sus necesidades el mismo rincón que la anterior mascota; pues nunca vimos nada sucio en el baño. A los meses ya andaba por toda la casa muy confiado. Otra prueba que pasó con éxito fue abrir la puerta que da a la calle. Cerramos el cancel de la cochera y obstruimos la parte inferior con telas. Lo colocamos con cuidado en el pórtico. Temeroso olisqueó el aire y las plantas cercanas. En forma lenta recorrió los alrededores. Él solo regresó al interior de la casa. Suspiramos aliviados. Tengo la sospecha de que él piensa que es mi amo y que, por condescendencia, me permite a mí pensar que soy el que manda. Como yo pienso exactamente igual con respecto a él, no atino cómo saber quién tiene la razón. Es un gato filósofo, o al menos físico-teórico, pues cuando llenamos la pila con agua, puede pasarse mucho tiempo observando caer el chorro de agua y las ondas sobre la superficie. ¿Pensará acerca de la estructura del espacio? ¿De por qué el agua tiene ese estado fluido? ¿Por qué las ondulaciones crean una distorsión en la reflexión de la luz? No lo sé con certeza. Pero de que cognita algo, estoy seguro de que sí cognita. Y tengo curiosidad de lo que piensa, porque conmigo muestra una actitud de posesión desmedida. Que me considera Es un gato filósofo, o al menos físico-teórico, pues cuando llenamos la pila con agua, puede pasarse mucho tiempo observando caer el chorro de agua y las ondas sobre la superficie. parte de su manada, es cosa cierta. Lo que ignoro es si me ve como líder o como el último del clan. Muestra clara de esto es cuando me siento a la mesa con libro en mano e intenciones de leer, más tardo en dejar el libro sobre ella y que el gato se recueste sobre él. Lo hago a un lado, abro el libro y el desfachatado se interpone tapándome las letras, en franca rebeldía exigiendo atención. Una más. Tengo el sueño tan pesado que bien puede decirse que no duermo, ¡muero! Por lo anterior, en lo personal no me he dado cuenta, pero mi esposa asegura que en ocasiones ha visto al gato lamiendo mi cabello mientras ronco. Y precisamente ayer por la mañana lo vi olisqueando una camisa sucia mía para a continuación lamer algunas zonas sudadas y a revolcarse sobre ella, tratando de impregnarse con mi olor. Es bueno que te quieran, pero tanto llega a ser molesto. Creo que se está pasando de la raya. ¿Tú qué crees?
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