ESCRIBEN: Jaime Obispo, Norma Navarrete

8
Ágora
PLAZA CULTURAL DE
PLAZA CULTURAL DE
Entereza
femenina
De lejos y a mi alrededor
Dos buenos amigos
Don Manuel
Sánchez Silva
Carlos Caco Ceballos Silva
Desde luego que me sentí muy satisfecho de haber
colaborado a que dos magníficos amigos se conocieran,
comprendieran y estimaran.
OTOÑO 2000. Por 1942 yo ya tenía algunos años
ubicado en Tecomán, cuando los hermanos Leaño
llegaron procedentes de la siempre bella Perla de
Occidente. Siendo tan chico el pueblo y estando yo
en una situación privilegiada como fraccionador de
terrenos agrícolas, corresponsal del Banco Nacional
de México y comprador y embarcador de carbón, era
lógico que me codeara con los principales del pueblo; don Pedro Gutiérrez el patriarca, el señor cura
Arreguín, don Alfonso Herrera, boticario y hotelero;
Manuel Núñez Salazar, presidente municipal; amén
de otros muchos, todos buenísimas personas de los
que siempre recibí consejos, tomé experiencias y me
ayudaron en la formalización de mis negocios.
Antonio y Juan José Leaño llegaron a trabajar
en la agricultura, y a pesar de su indumentaria de
jóvenes de ciudad, pronto nos dimos cuenta que de
verdad eran decididos, entusiastas y le entraban
duro al trabajo por una brecha de fino polvo, cual
talco en las secas, y de atascaderos cerca de Tecomán y barreales por la Zanja Prieta, se trasladaban
a su campamento de casas de campaña. Empezaron
por hacer la tumba de chaparrales y mezquiteras,
primer paso para sembrar maíz o ajonjolí el primer
año, y con los productos ayudarse para el destronque de los terrenos. Precisamente ahí era donde yo
entraba, pues las leñas muertas y la gran cantidad
de troncones servían para formar grandes hornos de
“campana” para confeccionar el legendario carbón
vegetal que yo adquirí, remitiéndolo principalmente
al Rincón del Diablo, la más acreditada carbonería
de la bella Guadalajara.
Y así fue como inicié con ellos una serie de ayudas,
cooperaciones, negocios, descuentos, pasando desde
luego por las clásicas maromas, necesarisímas entre
los agricultores que luchaban denodadamente, no
sólo contra los terribles calores, los cantadores zancudos, los peligrosos alacranes, las molestas güinas
y los ciclones, sino principalmente por la tremenda
escasez de crédito para la agricultura que hacía que
todos buscáramos la forma de aliarnos con el tiempo
para tener respiro entre raya y raya semanaria.
Posteriormente, y gracias a sus esfuerzos y sa-
crificios, fueron concrétandose en mejoría de su
situación y ellos lo mismo que otros colonizadores
empezaron a mejorar sus propiedades con tractores,
pozos profundos y canales de riego y descansar un
poco de los pesados, costosos y agobiantes días de
raya. Ya para mediados de la década de los cincuenta, la siembra del algodón, las cosechas de plátano
y de limosneros, pues los palmares apenas estaban
“ensayando”, el licenciado y el ingeniero empezaron
a verse tranquilos y a gozar un poco de la paz que se
debe sentir cuando se triunfa salvando obstáculos
que sólo los tienen los agricultores.
Recuerdo que por ese tiempo, mi buen amigo
Manuel Sánchez Silva, del Diario de Colima, por
malas interpretaciones, informaciones interesadas
de alguien, atacaba al licenciado, cosa que a mí no
me agradaba, pues me constaban mejor que a nadie
los esfuerzos y luchas que ambos hermanos habían
hecho para triunfar y que siempre habían mejorado
en forma seria, honesta y responsable. Afortunadamente, una noche que viajábamos por casualidad en
el tren nocturno Manzanillo-Guadalajara, el licenciado y yo, al llegar a la estación de Colima alrededor
de las once de la noche, vi a Manuel que había ido a
dejar a Amalia, que viajaría a Guadalajara. Al momento pensé en aprovechar la oportunidad, bajé, lo
saludé y le hablé del licenciado, se mostró anuente
y positivo. Por la ventanilla invité a bajar al licenciado, los presenté, se saludaron y después de cortos
comentarios y “metiendo mi cuchara” logré borrar
las malas interpretaciones, quedando como buenos
amigos; desde luego que me sentí muy satisfecho de
haber colaborado a que dos magníficos amigos se
conocieran, comprendieran y estimaran.
Pasaron los meses y los años, el éxito y la prosperidad han coronado los esfuerzos de los hermanos
Leaño, así es que cuando he visto algún ataque en
contra de ellos, lo encuentro natural, pues siempre
ha sido y es cuando alguien prospera y triunfa, es
punto de mira de los acomplejados envidiosos y de
los eternos inconformistas.
Fin
Xavier Paredes
En el rumor del alba
Un resplandor inunda la ciudad…
Alguien sabe que es su final
de la
Rosa
(31 de marzo de 1957)
VIÑETAS DE LA PROVINCIA
4
2428
Domingo 29 de Enero de 2017
Pescadores
Humberto Vázquez
En el rumor del alba
Un resplandor inunda la ciudad…
Alguien sabe que es su final
Enajenado
Alberto Flores Calvario
Acepto que prefiero verte a la distancia
es la mejor manera de apreciar tus formas
escuchar los taconazos de tus zapatillas
la cadencia de tus glúteos apretados
Cuando vuelva a tropezar contigo
me verás a las pupilas y verás tu alma
tu cuerpo en movimiento y al fondo
reconocerás mi rostro enajenado
The sun sets sail, realismo mágico de Rob Gonsalves.
* Empresario, historiador y narrador. †
Director General: Armando Martínez
Ágora
Coordinador: Julio César Zamora Velasco
Imágenes: Fotos de Archivo.
Correo: [email protected], [email protected]
ESCRIBEN: Jaime Obispo, Norma Navarrete, Gabriel Gallo, Yunuén Cuevas,
J. Urruzola, Leopoldo Barragán, Alberto Flores y Carlos Caco Ceballos.
2
Ágora
Cristales (1957), pintura de Alfonso Michel.
Situaciones del arte en Colima
Jaime Obispo Martínez
Arthur Danto y George Dickie son dos destacados
filósofos que desarrollaron en su momento el entramado conceptual que ahora llamamos “teoría institucional
del arte”. Esta interesante doctrina se remonta en la
eterna cuestión ontológica sobre una de las actividades
humanas más importantes y claves en el desarrollo de
toda civilización, que a lo largo de la historia continúa
renovándose a pesar de que no hay una definición que
termine de precisar su ser y sus propiedades.
El crítico y profesor Arthur Danto trabajó a lo largo
de su trayectoria una propuesta para definir el concepto
del arte y comenzó justo en el periodo de la historia en
que tal definición se encontraba en crisis permanente
a causa del auge de las vanguardias, cuyas posiciones
encontradas terminaron por heredarnos un terreno en
el que ahora es complicado caminar, en el que se corre
el riesgo de resbalar en cualquier momento.
En los primeros resultados de sus reflexiones, Arthur
Danto hizo emerger el componente sociológico del arte.
Trajo a primer plano a los sujetos y a los espacios donde se
genera y ocurre el desenvolvimiento artístico en la época
moderna. De manera que si bien ubicamos la presencia
del arte de la antigüedad en lugares diversos y originado
por sujetos incitados hacia una necesidad mágica u orden
religioso, ahora lo reconocemos con mayor frecuencia en
instituciones consolidadas y producido por sujetos con
libre voluntad.
El arte, entendiéndolo así, es un objeto que encuentra
su consagración mediante la actividad organizada de
las personas que procuran su observación; no sabemos
de antemano cómo es o pueda serlo, pero sabemos que
ha desarrollado a su alrededor todo un movimiento de
creadores, recintos o museos, críticos, galerías, medios
de comunicación y comerciantes. Puede estar en cualquier lado, claro, pero hay una convención más o menos
segura de que tiene un marco propicio, un círculo y
mundo propio.
George Dickie, a partir de las aseveraciones de A.
Danto, formula y afianza la idea de la existencia de este
“círculo” o “mundo” del arte, compuestos en su expresión
mínima por creadores e instituciones que proponen un
objeto que a su juicio es factible mostrar como arte, a fin
de quedar, a su vez, a la consideración de espectadores
generales, un público especializado y los críticos. En la
7
Ágora
PLAZA CULTURAL DE
PLAZA CULTURAL DE
actualidad esta postura ha sido, por su puesto, rebatida y
renovada. Pero el interés de recordar estas ideas se dirige a
intentar un ejercicio de reflexión de las mismas en el contexto
que nos toca vivir como ciudadanos colimenses.
Nuestras condiciones culturales o artísticas pueden
explicarse por la realidad que vivimos como Nación y particularmente como estado pequeño y caluroso. Si trasladamos
la idea del “mundo del arte” a nuestra región geográfica
veremos que sus dimensiones son modestas, y veremos,
incluso, que este círculo del arte no está del todo desarrollado en comparación con el grado de madurez alcanzado
en Europa o siquiera en el centro de México, a pesar de que
formamos parte de la cultura de Occidente.
Efectivamente, Colima es sede de instituciones consolidadas y otras de reciente fundación que están directamente vinculadas con este tramado conceptual denominado
“mundo del arte”. La secretaría de Cultura con sus museos,
galerías, fomentos, becas y actividades. La Universidad de
Colima con sus recintos, pero también con su capacidad
formativa y su oferta académica: licenciaturas en artes
visuales, letras, periodismo y comunicación, además de sus
posgrados en humanidades.
Hay, obviamente, una comunidad artística colimense
que hace a la vez actividades de producción, distribución y
consumo en distintos niveles e intensidades. Sin embargo, el
mundo (desarrollado) del arte cuenta entre sus partes a los
medios de comunicación enfocados en lo cultural, así como
a las revistas especializadas que obedecen a una lógica de
consumo más o menos masivo, lo suficientemente grande
como para hacer viable la permanencia de éstos.
Ante la ausencia de tales revistas especializadas o de medios de comunicación no sólo dedicados, sino consolidados
(económicamente sólidos) para y con el arte en Colima, es
lógico aseverar que la cultura en esta parte de la República
no ha alcanzado niveles de consumo suficientes aunque en
apariencia la oferta de servicios culturales goza de niveles
perfectamente observables como para decir lo contrario.
Se fomenta la lectura, se hacen esfuerzos para incrementar públicos así como la formación artística en todas las áreas
creativas y actualmente se siguen políticas públicas para
revertir la segregación cultural de las personas con discapacidad o en situación de vulnerabilidad. Todo esto es, pues,
positivo para completar el círculo de las artes entendiendo,
sin ocultar la verdad, que no está del todo materializado en
Colima, sino todavía en construcción.
No obstante, la construcción y reforzamiento de este
mundo artístico colimense corre este año el riesgo de retroceder o estancarse ante la atroz decisión federal de reducir
el presupuesto de cultura. Hecho que evidencia, al paso, un
síntoma de precariedad dentro la comunidad artística local,
que no aparenta reacción política alguna ante el agresivo
golpe a sus vocaciones, tal vez en actitud de hacer de tripas
corazón o quizá mostrándose como una comunidad desarticulada, que necesita más que nunca cohesionarse y comenzar
desde las fuerzas acumuladas hasta ahora un movimiento
para el bien de todos nosotros.
Además, la parte del círculo artístico que corresponde no
sólo a la divulgación, sino a su correspondiente crítica, no
está siendo atendida en la proporción del músculo de medios
periodísticos que tiene Colima. Parece escandaloso que a
pesar de que figuran ya muchas generaciones de egresados
de la Universidad de Colima, que podrían estar atendiendo
o produciendo escritos, surgen y se apagan las voces con
capacidades analíticas.
Tenemos instituciones y un mundo de creadores en un
círculo de espectadores silenciosos, apáticos, muchas veces
cautivos, que aceptan sin chistar las propuestas artísticas de
sus semejantes, sin reflexiones axiológicas, políticamente
correctos, que guardan sus opiniones para las confidencias
de sobremesa o las indirectas en sus redes sociales.
En la historia
del arte…
Ágora
29 de enero
1860.- Nació Anton Chéjov, médico, escritor
y dramaturgo ruso. Encuadrable en la corriente
naturalista, fue maestro del relato corto, siendo
considerado como uno de los más importantes
escritores de cuentos de la historia de la literatura.
En 1886 se había convertido ya en un escritor de
renombre. Ese mismo año publicó su primer libro
de relatos, Cuentos de Melpómene; al año siguiente
ganó el Premio Pushkin gracias a la colección de
relatos cortos Al anochecer. En teatro, El jardín
de los cerezos (1904) ha sido una de las obras más
interpretadas a lo largo de los años.
1 de febrero
1901.- Nació el legendario actor Clark Gable,
considerado uno de los mitos del cine clásico. Con
la película It happened one night (1934), obtuvo
el Óscar como mejor actor principal. Pero fue con
la cinta Lo que el viento se llevó (1939) la que
más fama le otorgó en su carrera, y le valió otra
nominación al Óscar como mejor actor.
2 de febrero
1852.- Nació José Guadalupe Posada, un grabador, ilustrador y caricaturista mexicano. Célebre
por sus dibujos de escenas costumbristas, folclóricas, de crítica socio-política y por sus ilustraciones
de calacas o calaveras, entre ellas La Catrina. La
mayoría de ellas asociadas con el Día de Muertos,
ya que interpretó la vida y las actitudes sociales del
pueblo mexicano, representados en sus grabados
con calaveras vestidas de gala, en fiesta de barrios,
en calles urbanas, en las casas de los ricos, montadas a caballos, en bicicletas, con las que señalaba
las lacras, la miseria y los errores políticos del país.
1852.- Se levantó la prohibición y se representa
en París La Dama de las Camelias, novela firmada
por Alejandro Dumas (hijo). Esta obra está inspirada en un hecho real de la vida de Alejandro
relativo a un romance con Marie Duplessis, joven
cortesana de París que mantuvo distintas relaciones con grandes personajes de la vida social. La
novela pertenece al movimiento literario que se conocería como Realismo, siendo de las primeras que
formarían parte de la transición del Romanticismo.
El tema principal de la historia es la prostitución,
reflejada en la vida de la protagonista Margarita
Gautier. La ópera La Traviata, del compositor
italiano Giuseppe Verdi, se basó en esta novela.
Posibilidad
Yunuén Cuevas
Mañana en la noche podría verle y
escucharle de nuevo.
Tener su entrecejo entre mis piernas
que sutilmente sostendría con esos brazos,
a los cuales les brotan las venas
como de su cuerpo las ganas.
Podría tenerme entre sus brazos.
La Dama de las Camelias, novela de Alejandro
Dumas (hijo), inspiró al compositor italiano
Giuseppe Verdi a crear la ópera La traviata (La
extraviada), donde el personaje principal, la
cortesana, lleva el nombre de la protagonista.
3 de febrero
1809.- Nació Jakob Ludwig Felix Mendelssohn,
un compositor, director de orquesta y pianista
de música romántica alemán. Sus obras incluyen
sinfonías, conciertos, oratorios, oberturas, música
para piano y música de cámara. También tuvo un
importante papel en el resurgimiento del interés
en la obra de Johann Sebastian Bach.
4 de febrero
1957.- Falleció Miguel Covarrubias, artista e
investigador mexicano, una de las figuras más
polifacéticas de la historia cultural de su país.
Caricaturista, dibujante, ilustrador, diseñador
teatral, pintor y, como resultado de una formación autodidacta y empírica, autor de importantes
estudios antropológicos y etnológicos. Hizo aportaciones a la museología y, en una breve etapa de
funcionario, en los inicios de los años 50, impulsó
la experimentación y la creatividad en la danza
moderna mexicana.
Y clavar su mirada en mis senos,
mientras los acaricia,
en mis ojos mientras los dibuja
en mi abdomen mientras me besa.
Podría yo acaso mostrarle posiciones nuevas,
mientras sostiene un número en la cabeza
y muere de celos al hacerme suya una y otra vez.
Entre gemidos que se conviertan en la melodía,
que le deleita antes de dormir.
6
Ágora
PLAZA CULTURAL DE
PLAZA CULTURAL DE
Reunión de amigos
J.S.T. Urruzola
Leopoldo Barragán Maldonado
Por los años sesenta, The Beatles cantaban una canción titulada “Cuando tenga 64”. Dice una de sus estrofas:
“Cuando sea más viejo y se me caiga el pelo, dentro de
algunos años, seguirás regalándome por San Valentín,
por mi cumpleaños, una botella de vino… aún me seguirás
alimentando cuando tenga sesenta y cuatro”. El tiempo
es el mejor catalizador para valorar las buenas amistades.
Recientemente nos volvimos a reunir Eduardo Carrillo,
Enrique Centeno, Rigoberto Granados y un servidor, todos ex compañeros de prepa (1967-1969), y sexagenarios,
en esta ocasión sin botella de vino pero sí en la cafetería
de Cofradía de Suchitlán.
El regocijo por la convivencia fue en aumento, entre
bromas, nuestro vocabulario se tornaba más soez, comentándoles a mis amigos que después de terminar el café
deberíamos o bien parar en un templo para dar gracias
de que aún estamos vivos o en una cantina para festejar
sin ningún recato; El Chóforo Centeno opinó que primero
dar gracias y luego a emborracharnos, contestándole que
mejor iniciáramos en una cantina emborrachándonos y
posteriormente irnos al templo debidamente purificados,
ya que como el alcohol desinfecta llegaríamos con aliento
de dragón, pero limpiecitos del alma.
Aprovechando el momento les formulé a mis amigos
una pregunta que nunca he podido contestarme, diciéndoles que si alguno sería capaz de aclararme cómo fue que
terminamos la prepa, sobre todo cómo llegamos a pasar
la materia de álgebra y trigonometría, porque yo jamás
estudiaba ni ponía atención en clase. La respuesta fue
contundente: “¡Sepa la chingada, nunca estudiábamos!”.
Es cierto, Rigoberto Granados fue enfático al reconocer
que en lugar de entrar a clases, se iba, o más bien nos
íbamos a jugar billar a un local que se encontraba por la
calle Venustiano Carranza; Lalo Carrillo concedió que iba
al relajo y que no estudiaba; El Chóforo declaró que “no
había cabrón más desmadroso que yo”, admitiendo que
buscaba un rinconcito en la parte trasera del salón para
recostarse y dormir.
Por mi parte, creo que iba a la prepa a pasar el rato,
echar relajo, molestar a los compañeros que me rodeaban
como a Chevio Bañuelos, Jesús Macías e Ignacio Cruz
Borja, quienes ya descansan en la morada eterna. Me
gustaba sacar de quicio a los maestros. Recuerdo que en
el segundo año de prepa, la última clase era la de dibujo,
la impartía el Arq. Maximiliano Castañeda, mientras él
hacía sus trazos en el pizarrón, yo ya tenía todos los borradores de los otros salones, a un descuido del maestro
se los lanzaba.
Una de las vivencias inolvidables que comentó Lalo
Carrillo fue que aprovechábamos el receso de clases para
irnos en coche a Comala al botanero de Mere, nos tomábamos unas cervezas, compartíamos el lomo con pepino
y regresábamos motivados a seguir la pachanga en las
últimas clases. Otra experiencia grabada en la memoria
de Rigoberto Granados fue cuando nos salíamos de clases para irnos a una discoteca del centro, para robarnos
discos de 45 RPM, ambos éramos fanáticos de la música
sesentera.
Mención obligada fue el tema de los maestros, Lalo
se refirió a mi gran amigo el filósofo Jorge Portillo del
Secreto
Alberto Ocón Ventura
Soñar el mismo sueño
No quiero hablarte
De sueños o fantasías
Norma Navarrete
Ni ofrendar lunas ni flores
Sólo ver tus pechos de luz
Alojados en este recodo
Al lado de la puerta, donde hay una camelina,
El secreto para detener el tiempo
Mi niña hace sombra, con su mano en la noche.
Y el día se vuelve cascada de flores.
Asoma su mano cerca del histórico sol.
Una de las vivencias inolvidables que
comentó Lalo Carrillo fue que
aprovechábamos el receso de clases
para irnos en coche a Comala
al botanero de Mere.
Toro, platicándonos de cómo llegaba al salón levantando
la silla hasta la altura de su cara y después lanzaba un
fuerte soplido para quitarle el polvo, nadie le hacía caso.
Luego le tocó el turno al maestro Carlos Torres Téllez,
un mentor que nos hizo ver nuestra suerte con el latín y
las etimologías, no recuerdo cuántas veces nos reprobó,
al grado que mi amigo Rigoberto, desde 1969, no tiene
el certificado de prepa ¡por estar reprobado en etimologías!; tampoco pudo escapar mi estimado amigo Miguel
Carrillo Huerta, que nos mandaba a exámenes a título de
suficiencia, uno de ellos fue quien estas líneas escribe, la
condición para pasar la materia de Ética fue leer el libro
El Anticristo, de Nietzsche.
Al abrir el espacio bibliográfico, les comenté que si se
acordaban de los libros que llevábamos, mis compañeros
guardaron silencio y les dije que si recordaban el libro de
Álgebra, de Res y Sparks, que nos recomendó el ingeniero Schmidt (a) El Twist. El Chóforo mencionó que él se
acordaba de un libro que traía un mono en la portada,
esclareciéndole que era el de Álgebra, de Baldor.
Para finalizar la conversación y como éramos cuatro
amigos, pero sin jugar dominó ni con la promesa de llevar
una servilleta a Dolores Hidalgo, les recordé la trama de la
película El último trago, enfatizando la frase “yo sé bien
que estoy afuera”, pero en nuestro caso sólo Dios sabe
cuál de los cuatro está afuera, porque varios de nuestros
compañeros ya descansan en paz.
3
Ágora
Tres momentos
Javier Chávez
Deja reconocer sus cabellos ondulantes,
Con figura de ola y advierte a tres pasos:
La infinita huella del mar.
Nuestras posibilidades son varias
La camelina se hace barca.
instantáneas, perenes y diversas
La niña sube a ella.
En busca de su identidad.
A primera hora del día
un café apresurado en la cocina
tú, envuelta en magia blanca
En el sopor del mediodía
Borra el nombre que otros le han dado.
Haciendo menos largo su camino de regreso al mar.
II
una limonada al pie de la parota
Es muy difícil explicar, el mar humor del océano,
tú, cubierta de flores
Al subir a la barca del amor,
Donde no hay marcas, diferencia, ni oficio:
Una noche extendida
Solo él mar y yo. Ciegos a la tristeza,
con el vino derramado por el cuerpo
Blancos de plumas, volando a la inocencia,
tú, con la piel ardiendo
Tres momentos posibles
tres periodos multiplicados
por un deseo perpetuo
Donde la barca se detiene a soñar el mismo sueño.
Triángulos
En este triángulo de césped, que está en el
jardín de entrada de la Hamburger Bahnhof,
que es el Museo de Arte Contemporáneo de
Berlín, tuve un affaire con una chica en verano
de 2013. No fue lo que están pensando; fue
mucho más de lo están pensando.
En ese verano de 2013 yo vivía en Berlín
con Alana Carnegie, o Lana, una actriz de raza
negra (madre mexicana, padre hondureño de
origen africano) que había conocido en México
en 2010, en rodajes de cine y publicidad. Mi
primer encuentro con ella fue una señal, un
anuncio -además de que se produjo en un
anuncio-: sólo verla avanzar por un camino
polvoriento me hizo viajar hacia el futuro: o
sea, me hizo tomar conciencia de que estaba
habitando el pasado.
Hablo del plano sentimental, como de costumbre, ya que por aquel entonces yo seguía
enamorado de una chica de Nueva York que
seguía sin hacerme caso, y a quien llamaré
Huérfana. Lo más bonito del enredo es que
conocer a Lana, y enamorarme de ella, no me
hizo perder ni una pizca del sentimiento que
guardaba por Huérfana. Por el contrario, de
alguna manera, lo engordó, como engorda
todo con el paso de los años.
Lana era, lo diré así, una nueva versión
de Huérfana, uno de sus desarrollos posibles:
veamos, Huérfana, también de raza negra (madre neoyorquina de raza blanca, padre etíope),
era también actriz o aspirante a actriz, y todo lo
que me irritaba en ella (y en mí mismo), fundamentalmente la ambigüedad, se mostraba,
sin embargo, maduro y concluido en Lana, que
mostraba a su vez otros estados (suyos y míos)
por resolver. Pues bien, la chica del affaire del
museo, fue una Lana para Lana, fue el punto
de inflexión que transformó, por enésima vez,
mi vida amorosa; la chica del affaire, a la que
enseguida presentaré, no tenía, aparentemen-
te, fisuras, no al menos las fisuras de Lana ni
mis fisuras de entonces. Y la integridad de esa
corteza (aparente, repito) anunció, aunque yo
no lo preví, mis desafíos actuales: de carácter,
de espíritu, también prácticos.
Voy ya a lo del jardín del museo y al affaire,
un affaire fugaz como el salto de la luz desde
un foco que se funde. Adelanto que no hubo,
lo que se dice, infidelidad. Fue un affaire para
mí porque cambió mi horizonte (iba a escribir
que amplió mi horizonte, pero es más preciso
el verbo cambiar), mi universo, me demostró
que el sol, aunque es uno e inmóvil, se fragmenta y no fija su posición. Affaire interior,
pues: una gran ola en mi sereno océano
subterráneo. Nada se movió entonces como
consecuencia de esa ola, pero esa ola trajo
consecuencias (visiones, vislumbres) que sí
tuvieron consecuencias.
Ya voy: entré solo al museo (lo recorrí en
45 minutos de reloj: me gustaron tres piezas
de Kiefer, sus naufragios, tan poco frágiles, y
Beuys, su grasa sólida como una premonición)
y al salir me tumbé en el triángulo y me dormí.
Me despertó una amplia voz de mujer ensayando una canción soul: escuchaba música
en unos auriculares y la transfería hacia mí
mediante su voz, como si las ondas sonoras
fueran electricidad (¿lo son?) y ella una barra
de hierro. Sonreí. Sonrió. Amagué con decir
algo. Se quitó los auriculares. Sonrió. Cantas
muy bien, dije en alemán. No entiendo, dijo en
francés (era francesa, de raza negra -ignoro sus
raíces paternas y maternas-). Cantas muy bien,
repetí en inglés. Sonrió. ¿Cómo te llamas?,
pregunté. Aurore, respondió.
Y poco más. Eso fue todo. Pero cuando
más tarde vi a Lana en casa, sin decirle una
palabra, supo que algo había cambiado. Y supo
que yo también lo sabía. Y supo que yo sabía
que ella lo sabía.
4
Ágora
PLAZA CULTURAL DE
VIÑETAS DE LA PROVINCIA
Entereza femenina
Don Manuel Sánchez Silva
Lady Agnew, pintura de John Singer Sargent (Florencia,
1856-Londres, 1925).
Leonor fue una de las muchachas más
guapas y atractivas de su tiempo: alta,
gallarda y de facciones agraciadas y
expresivas, acentuadas por un par de ojos
verdes, cuyo mirar intencionado
oscilaba entre la ironía espontánea
y la presencia de ánimo.
Al fallecer en 1912 don Manuel Barreto, que durante muchos años fue el hombre de confianza del
licenciado Enrique O. de la Madrid, gobernador del
estado de la época porfiriana, su viuda, la señora
“Nacha” Correa, como familiar y cariñosamente se le
llamaba, se vio en la necesidad de enfrentarse a la vida
para atender el sostenimiento y educación de sus hijos.
El extinto dejó a sus familiares un nombre limpio,
evocador de grandes simpatías y méritos personales,
pero ningún recurso económico.
Después de pensarlo mucho, doña Nacha cedió al
consejo de algunos amigos, vigorosamente respaldados por el entusiasmo de su hija Leonor, que no obstante su juventud e impreparación para los negocios
demostró ante el infortunio singular firmeza, y por fin
se resolvió a establecer una casa de huéspedes, que
acabó por convertirse en el hotel Fénix, ubicado en lo
que ahora es la Casa Negrete.
Un año después de la sentida muerte de don Manuel, y cuando apenas la casa de huéspedes empezaba
a sostenerse, desapareció su viuda, quedando Leonor
al frente de sus hermanos menores y de la administración, único medio de vida de que disponían.
Sin riesgo de incurrir en ninguna exageración, puede asegurarse que Leonor fue una de las muchachas
más guapas y atractivas de su tiempo: alta, gallarda y
de facciones agraciadas y expresivas, acentuadas por
un par de ojos verdes, cuyo mirar intencionado oscilaba entre la ironía espontánea y la presencia de ánimo.
Tuvo innumerables admiradores, figurando entre ellos
personas realmente significativas en los más elevados
órdenes sociales, pero la gentil hospedera, sintiendo
a plomo las responsabilidades familiares, sacrificó
su juventud al cuidado y bienestar de sus hermanos.
En 1927, el movimiento subversivo conocido como
revolución cristera se encontraba en pleno desarrollo, determinando en todo el estado una situación de
inseguridad y desasosiego. No había tranquilidad en
ninguna parte, los rebeldes infestaban caminos y veredas, y noche a noche se atrevían a aventurarse por
los suburbios de la ciudad.
Para contrarrestar semejante estado de cosas,
el gobierno suprimió prácticamente las garantías
constitucionales, viviéndose bajo una especie de ley
marcial no decretada, pero vigente en la realidad. Las
denuncias sobre complicidades ciertas o inexactas
abundaban, dando lugar a frecuentes aprehensiones,
que generalmente eran seguidas de fusilamientos. La
población civil se hallaba a dos fuegos: por un lado,
la inseguridad creada por los cristeros; por el otro,
las medidas extremas ejecutadas por las autoridades,
que, tal vez para compensar su ineficacia en la persecución de los trastornadores del orden, exhibían una
admirable capacidad para declarar rebelde a primera
vista a todo aquel que no disfrutaba de sus simpatías.
Como jefe de la guarnición de la plaza fungía el
5
Ágora
PLAZA CULTURAL DE
Gabriel Gallo
(31 de marzo de 1957)
general Benito García, hombre cruel, imponente por
su figura gigantesca y su expresión feroz. Decíase
que había sido villista, en la máxima categoría de los
famosos “dorados”, integrada por los guerrilleros más
sanguinarios y expertos en toda suerte de atrocidades,
por lo que su fama creó en la ciudad una atmósfera de
prevención de miedo.
En raras ocasiones se uniformaba, prefiriendo
andar de civil, con pantalón pie a tierra, camisa blanca, sombrero tejano de grandes alas y un pavoroso
revólver “rodeadito” de parque.
Era el general García -a quien no faltó burlón que
bautizara con el apodo de La Leona Modorra- asiduo
concurrente a una cantina céntrica, donde mostraba
sus extraordinarios dotes de tomador sin límite de
bebidas embriagantes, que aun cuando no lograban
entorpecer sus movimientos ni abatir su resistencia, sí
operaban en su temperamento, iniciando sus cóleras
y sugiriéndole arbitrariedades a veces irreparables.
Una noche, el general se presentó en el hotel Fénix
acompañado de una muchacha alegre; una de esas
mujeres que ven de frente a todos los hombres y les
hablan de tú.
–Quiero un cuarto -bramó al asustado mozo, que
tartamudeando disculpas corrió a informar a Leonor
de la indeseable visita.
Al enterarse de lo anterior, huéspedes y empleados
experimentaron las congojas del pánico, pero la joven
los tranquilizó con unas cuantas palabras enérgicas,
subrayadas por el chispear indignado de sus pupilas
glaucas:
–No se asusten. Nada malo ocurrirá... -y fue a
enfrentarse al general, quien repitió impaciente su
demanda.
–Quiero un cuarto.
Ella le habló en tono decidido:
–Cuando usted venga solo o con su familia el hotel
estará a su disposición, pero no ahora. Esta es una
casa decente y le suplico retirarse.
Ante la sorpresa de unos y el espanto de otros
-quienes de lejos presenciaban la escena-, el general
contempló la altiva figura de Leonor, y cuando todos
esperaban la explosión de ira y el ejercicio de la violencia, dio media vuelta, llevándose a remolque a su
damisela...
Tiempo después, llegaron a Colima la esposa e
hijos del general y nuevamente se presentó en el hotel:
–Quiero una habitación para mi familia...
–Con mucho gusto, general -respondió Leonor-.
Pasen ustedes...
Y, desde entonces, vivió en el hotel Fénix. La
dignidad y la entereza de la guapa muchacha habían
domado a la fiera.
* Periodista, escritor y fundador
de Diario de Colima.†
Mi gato
Para Bingo In memoriam
Tengo un gato. Es un gato blanco.
Tiene una historia triste; en su juventud estuvo prisionero. Nunca supimos
la razón de su reclusión. Tal vez fue un
gato rebelde que arrojaba sus excretas
en lugares prohibidos, o al menos, no
permitidos. Quizá por su pelo largo,
que largaba por doquier. Pudo ser su
maullido, lastimero como llanto de bebé
llamando a sus enamoradas bien dispuestas, lo que le crispaba los nervios a
su dueña ahuyentándole el sueño.
Tampoco sabemos que causó la decisión de liberarlo de su encierro. El hecho
es que un buen día llegó a nuestra casa.
Venía con buenas cartas de recomendación: Se llama Kimba –nos dijo–. Es
muy tranquilo. Sólo come croquetas. Y
además: Te lo entrego esterilizado –al
decir esto último, una amplia sonrisa
apareció en la cara de su ex-dueña.
Acabábamos de perder otro compañero de doce años de edad. Para mi esposa su ausencia era un vacío ominoso.
Lo aceptamos.
Lo recibimos semidrogado por la
anestesia, pues para cumplir lo prometido, la esterilización la había hecho esa
misma tarde un estudiante de primer
año de veterinaria.
Su llegada fue bastante traumática,
pues además de drogado y con heridas
recientes, llegó a un lugar desconocido
y gente extraña, por lo que tan solo al
llegar encontró un lugar para esconderse. Dejamos agua y comida cerca de él y
nos retiramos.
El siguiente día permaneció escondido hasta el momento en que vio la puerta
abierta, aprovechó el momento y salió de
estampida, perdiéndose en la soledad de
la calle. La búsqueda no dio resultados.
No valieron llamados ni el sonido de
croquetas en un plato. Sencillamente,
el prisionero huyó.
Después de una búsqueda infructuosa por los jardines y baldíos durante
ocho días, lo dimos por perdido. Siendo
un gato urbano, prisionero durante toda
su vida, croquetero, sin haber cazado
nunca, sin agua. Todo indicaba que era
caso cerrado.
Ya habían transcurrido quince
días después de la huida, cuando ¡oh
sorpresa! Kimba regresó. Una vecina
nos avisó que por las noches, lo veía
semiconviviendo con sus gatos. Mi es-
posa gritó ¡Bingo! Y desde ese día así
se llamó: Bingo.
Agua, croquetas y palabras suaves,
lo fueron acercando hasta regresar a
nuestras manos. Nuevamente reclusión
en el patio durante tres días, hasta que
impregnó el sitio con su olor. Pasado
ese tiempo, su status cambió a: reclusión domiciliaria, pudiendo moverse
por toda la casa. Sin embargo, como
prisionero irredento, de inmediato él
mismo buscó su celda. Escogió el baño
del segundo piso. Caímos en cuenta que
un baño había sido su celda original al
verlo muy acomodado sobre el lavabo,
con las manos colgando y roncando
como saxofón desafinado.
Lograr que saliera de su encierro fue
fruto de paciencia. Soportaba el hambre
con tal de no salir de su celda. Fue necesario ir colocando su plato de comida un
poco más retirado cada día. Hacer que
descendiera por primera vez un escalón
nos tomó dos días. Cuando llegó al inicio
de la escalera, lo celebramos. Supongo
que por las noches, guiándose por el
olfato, descendía al jardín y usaba para
sus necesidades el mismo rincón que
la anterior mascota; pues nunca vimos
nada sucio en el baño. A los meses ya
andaba por toda la casa muy confiado.
Otra prueba que pasó con éxito fue
abrir la puerta que da a la calle. Cerramos el cancel de la cochera y obstruimos
la parte inferior con telas. Lo colocamos
con cuidado en el pórtico. Temeroso
olisqueó el aire y las plantas cercanas.
En forma lenta recorrió los alrededores.
Él solo regresó al interior de la casa.
Suspiramos aliviados.
Tengo la sospecha de que él piensa
que es mi amo y que, por condescendencia, me permite a mí pensar que soy el
que manda. Como yo pienso exactamente igual con respecto a él, no atino cómo
saber quién tiene la razón.
Es un gato filósofo, o al menos físico-teórico, pues cuando llenamos la pila
con agua, puede pasarse mucho tiempo
observando caer el chorro de agua y
las ondas sobre la superficie. ¿Pensará
acerca de la estructura del espacio? ¿De
por qué el agua tiene ese estado fluido?
¿Por qué las ondulaciones crean una
distorsión en la reflexión de la luz? No lo
sé con certeza. Pero de que cognita algo,
estoy seguro de que sí cognita.
Y tengo curiosidad de lo que piensa,
porque conmigo muestra una actitud de
posesión desmedida. Que me considera
Es un gato filósofo, o al menos físico-teórico,
pues cuando llenamos la pila con agua, puede
pasarse mucho tiempo observando caer el chorro
de agua y las ondas sobre la superficie.
parte de su manada, es cosa cierta. Lo
que ignoro es si me ve como líder o
como el último del clan. Muestra clara
de esto es cuando me siento a la mesa
con libro en mano e intenciones de leer,
más tardo en dejar el libro sobre ella y
que el gato se recueste sobre él. Lo hago
a un lado, abro el libro y el desfachatado se interpone tapándome las letras,
en franca rebeldía exigiendo atención.
Una más. Tengo el sueño tan pesado
que bien puede decirse que no duermo,
¡muero! Por lo anterior, en lo personal
no me he dado cuenta, pero mi esposa
asegura que en ocasiones ha visto al
gato lamiendo mi cabello mientras ronco. Y precisamente ayer por la mañana
lo vi olisqueando una camisa sucia mía
para a continuación lamer algunas zonas sudadas y a revolcarse sobre ella,
tratando de impregnarse con mi olor.
Es bueno que te quieran, pero tanto
llega a ser molesto. Creo que se está
pasando de la raya. ¿Tú qué crees?