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1 Cor. 3:10-17 - El apóstol Pablo presenta la vida y el carácter de cada cristiano como un edificio que
vamos construyendo a lo largo de nuestro caminar. Ampliando este concepto, podemos afirmar dos verdades.
La primera se refiere al cimiento y la segunda, a la edificación.
Mateo 16:15-18 - El cimiento de la Iglesia es Cristo y tu cimiento debe ser Cristo.
Sólo si permanecemos en el fundamento que es Cristo seremos salvos y lo que construyamos será real.
De otra manera, la calidad del edificio será reprobada. Cuando el Señor Jesús le dice a Pedro, sobre esta roca
edificaré mi Iglesia, no estaba afirmando que el fundamento de la Iglesia sería sostenido por un hombre, sino
que la roca mencionada era la poderosa declaración que Pedro, por revelación del Espíritu Santo dijo, “tú eres
el Cristo, el hijo del Dios viviente”. El cimiento sobre el cual descansamos todos los que nos congregamos en El
Shaddai es insuperable, firme y seguro y sobre ese fundamento se edifica. El cimiento es Jesucristo, la roca
eterna.
Mateo 16:19, 1 Cor. 3:6-9 - La edificación tiene que ver con el desarrollo de la fe.
A través de las llaves del reino que establecen principios y valores que van edificando una vida acorde a
la voluntad del Señor.
Se nos compara con un edificio que va siendo construido y se nos hace responsables de la calidad de los
materiales que ocupamos para sobreedificar. Por eso, es muy importante el lugar donde nos congregamos, pues
desde ahí somos formados y edificados en nuestra vida con Cristo. La Iglesia es dirigida y regida por los ministros
que el Señor Jesucristo ha elegido para tales efectos y son los que tienen las llaves de autoridad para la
edificación de nuestras vidas. Pablo hace mención de que el Pastor y los líderes edifican la Iglesia por la
instrucción en la Palabra. Por ello, debemos honrar y obedecer a nuestras autoridades espirituales. Sin embargo,
cada creyente es responsable ante Dios y debe ocuparse con esmero en aprender, obedecer y servir a Dios, pues
de esta manera edifica su propia vida espiritual.
1 Cor. 3:14, Mateo 7:24-27 - La Iglesia no es un edificio, sino somos nosotros mismos.
Nosotros, como personas en unidad, somos la Iglesia. El Shaddai somos tú y yo. ¡Qué hermoso privilegio
el nuestro, que nuestra vida sea un edificio, el templo de Dios! Si nosotros estamos bien, la familia estará bien
y la Iglesia estará bien. ¡Cómo no poner lo mejor de nosotros en su construcción y cuidado, desechando lo sucio,
lo mediocre y lo falso!
Entonces, podemos concluir que oro, plata y piedras preciosas son semejantes a la obediencia, gratitud,
fidelidad, servicio, dedicación, adoración, comunión y visión. Éstos son los materiales que hacen de un edificio,
una vida hermosa y sólida que pasará la prueba del tiempo.
Pastor Marcelo