EDITORIAL | JUEVES 19 DE ENERO DE 2017 Agenda ciudadana Posverdad Arnoldo Kraus La patología del mundo contemporáneo es grave: Trump, Putin, Netanyahu y Erdogan necesitan de la posverdad Arnoldo Kraus os cambios, de todo tipo, tecnológicos, médicos, electrónicos, comerciales e incluso amorosos exigen palabras inéditas para acontecimientos o materiales nuevos. No se trata de insuficiencia del lenguaje, se trata de encontrar e inventar palabras ad hoc para describir circunstancias otrora inexistentes. Posverdad, ya sin itálicas, es una de ellas. En la red abundan las entradas con el vocablo posverdad. No es para menos. Así como hablamos de posmodernismo, nativos de internet y posthumanismo, se habla de posverdad. La idea no le genera conflictos a los estudiosos del tema: el Diccionario Oxford incorporó la palabra post-truth (posverdad) a su listado y la denominó la palabra del año 2016. A mí la idea me incomoda. Parto de la definición y de la opinión de Katharine Viner. Posverdad, “denota circunstancias en que los hechos objetivos influyen menos en la formación de la opinión pública, que los llamamientos a la emoción y a la creencia personal”. Viner, directora de “The Guardian” (magnífico periódico británico), al reflexionar sobre el tema, asegura que “la nueva medida de valor para demasiados medios es la viralidad, en vez de la verdad o la calidad”. Elegir, decantarse por una situación o una persona, escoger entre un ¡no!, o un ¡sí!, sin corroborar, sin escrutar, sin elementos para construir una opinión, conlleva peligros. Ignoro los motivos por los cuales los hacedores del Diccionario Oxford escogieron posverdad como palabra del año; la razón más plausible es Donald Trump, y en segundo término el movimiento Brexit (de Britain y Exit; salida del Reino Unido L El brete es complejo y prevé malos tiempos. Vender y proclamar mentiras no es complicado. Se requiere experiencia, persistencia, conocer a quien se dirige la información y contar con suficiente aplomo y medios para difundir mensajes. de la Unión Europea). Aunque el término posttruth existe, al menos desde 2004, ahora, en la “era Trump”, se ha viralizado. Admitir que el término posverdad (por ahora posverdad no aparece en el Diccionario de la Real Academia) adquirió grado de palabra debido a Trump, es admitir el triunfo del presidente showman sobre la comunidad mundial y sobre los límites del lenguaje. En 2004, Ralph Keyes, ensayista estadounidense, publicó el libro The posttruth era: dishonesty and deception in contemporary life (La era posverdad: deshonestidad y decepción en la vida contemporánea). En una entrevista reciente se le preguntó a Keyes “¿cuáles son las consecuencias de que la sociedad deje de buscar la verdad?”; su respuesta fue precisa, “vamos a dejar de confiar unos en otros, porque ya no sabremos quién está siendo honesto con nosotros y quién no. Sospecho que las consecuencias de vivir en un mundo posverdad serán cada vez peores…”. La posverdad ya existía antes de la era Trump; con él, con sus tuits y alocuciones, el término se ha incrustado en la vida pública y en la de la mayoría de las personas, es decir, en (casi) todo el mundo: si ahora ya nadie está a salvo, a partir del 20 de enero de 2017 todo el mundo será víctima de las políticas estadounidenses. El brete es complejo y prevé malos tiempos. Vender y proclamar mentiras no es complicado. Se requiere experiencia, persistencia, conocer a quien se dirige la información y contar con suficiente aplomo y medios para difundir mensa- jes. Mucho preocupa la recepción que hace la opinión pública de las mentiras y su incapacidad para reconocer lo falso de lo verdadero y lo sesgado de lo comprobable. Transformar la mentira en verdad es, sotto voce, el corazón de la posverdad. Estudios recientes han demostrado que el setenta por ciento de los internautas tienen dificultades para distinguir entre una noticia falsa y una verdadera. Esa es una de las razones por las cuales Trump obtuvo más de sesenta millones de votos. Nada bueno auguran los tiempos donde lo fatuo y estúpido se viraliza. Televisión, Internet y el mundo, bastante imbécil, de los tuits, suman mucho. Si a ese conglomerado agregamos miedo, inseguridad e inestabilidad económica, el caldo de cultivo queda servido: la posverdad cuenta con suficientes nutrientes. La realidad, como en muchas ocasiones, nos rebasa. Hay personas que se alimentan con razones y conocimientos. Otros configuran su vida siguiendo sus emociones y supersticiones. El segundo grupo es mucho mayor que el primero. Éstos, sin saberlo, han colaborado en la construcción de la posverdad. La patología del mundo contemporáneo es grave: Trump, Putin, Netanyahu y Erdogan necesitan del grupo posverdad, y éstos, a su vez, requieren de la ralea política. Una simbiosis peligrosa. NOTAS INSOMNES El edificio de la razón se resquebraja poco a poco. ¿Recuerdan a Marx y a Engels?: el fantasma de la posverdad ha dejado de ser fantasma, es realidad. (Médico) Sergio Sarmiento Jaque mate Problemas circulares Hay una circularidad en los problemas de Latinoamérica.” Moisés Naím os temas pendientes son muchos: desigualdad, informalidad, productividad, integración regional, gasto en innovación, sistemas fiscales, instituciones, integridad, transparencia y corrupción. Sin embargo, Moisés Naím, el escritor y periodista venezolano establecido en Estados Unidos, se lamentó: “Si en 2010 hubiéramos estado sentados en esta misma mesa, los temas habrían sido los mismos.” Hay un problema más profundo, según Naím, al que no se presta atención: “la coexistencia pacífica con el asesinato. Latinoamérica representa el 8 por ciento de la población del mundo, pero el 30 por ciento de los asesinatos. Los gobiernos no tienen la voluntad de acabar con esta coexistencia pacífica con el asesinato. Nunca es parte de la conversación.” Ricardo Hausmann, también venezolano, profesor en Harvard, retomó el tema de por qué Latinoamérica no crece: “Hasta cierto punto es por los precios de las materias primas. También por las ciudades ineficientes, con enormes tiempos de traslado. Hay una pérdida de productividad.” Pero otra razón que no ha entrado hasta ahora en las discusiones son las restrictivas políticas migratorias. A principios del siglo XX un porcentaje importante de los habitantes de la región eran inmigrantes, hoy el número se ha reducido dramáticamente. “La mitad de los profesores de Harvard nació en el extranjero. L Hay un problema más profundo, según Naím, al que no se presta atención: “la coexistencia pacífica con el asesinato. Latinoamérica representa el 8 por ciento de la población del mundo, pero el 30 por ciento de los asesinatos. Los gobiernos no tienen la voluntad de acabar con esta coexistencia pacífica con el asesinato. Nunca es parte de la conversación.” El 52 por ciento de los empresarios de Silicon Valley es extranjero.” En Latinoamérica menos del 1 por ciento de la población nació en el extranjero. “En Colombia sólo el 0.2 por ciento.” (En México, 0.86 por ciento, según el censo de 2010.) Nos quejamos de las reglas migratorias de Estados Unidos o de los planes de Donald Trump, pero en Latinoamérica tenemos reglas migratorias mucho más restrictivas. Todos los participantes en esta sesión, y en otras del Foro Económico Mundial, reconocen que la presidencia de Trump representará retos muy importantes para Latinoamérica, sobre todo para México. Hay también un reconocimiento de que algunos países de la región sí están teniendo buenos desempeños económicos. Es el caso de Panamá, Paraguay y Perú. Algo han hecho bien. En contraste, advierte Naím, “Venezuela es ejemplo de un estado fallido. Cuando usamos el término pensamos que sólo algunos países africanos o extremadamente pobres pueden ser fallidos, pero Venezuela es un verdadero estado fallido a pesar de que tiene muchas de las características de un estado funcional, como los rascacielos.” Y aña- | El Siglo de Torreón 7A de: “Hoy está de moda que los dictadores se presenten como demócratas y lo hacen ante una complaciente comunidad internacional. Aquellos activistas que en un momento lucharon por la democracia, como Michelle Bachelet, no se preocupan por lo que sucede en Venezuela.” Al final de la discusión salgo convencido de que, efectivamente, muchos de los problemas de Latinoamérica siguen siendo los mismos que hace 17 años, pero también que algunos países han podido escapar del círculo vicioso mientras que otros se hunden en abismos profundos. Las políticas públicas tienen consecuencias, para bien o para mal. ORDEN LIBERAL “Los impulsos de aislarse, de construir muros, son precisamente la respuesta equivocada”, dijo ayer en Davos el vicepresidente de Estados Unidos, Joseph Biden. “No podemos deshacer los cambios que la tecnología ha traído a nuestro mundo, ni debemos hacerlo. Necesitamos urgentemente defender el orden liberal internacional.” Twitter: @SergioSarmiento Lorenzo Meyer Nos cambiaron el mundo A pesar de todo, Carmen Aristegui está de regreso La presidencia de Trump va a crearnos muchos problemas, pero abre la posibilidad de recuperar soberanía. Lorenzo Meyer a política anunciada por Donald Trump de distanciar a Estados Unidos de México y de otros países, nos va a causar muchos problemas, pero también abre la posibilidad de recuperar parte de nuestra soberanía perdida... a un alto costo. Lo que se está viendo en el arranque de la “era Trump” pudiera ser más que un cambio de estilo en la presidencia de la mayor potencia mundial. Puede ser el inicio de una recomposición del sistema internacional. Por ahora, lo que sorprende del “fenómeno Trump” son sus formas, pero lo que realmente debe interesar son sus contenidos. Formas. Sobre la forma, lo que más impresiona del fenómeno fue la rapidez de su consolidación. Trump se puso al frente de una auténtica blitzkrieg política norteamericana donde un constructor multimillonario, su familia y un puñado de colaboradores, pudieron sorprender y tomar por asalto las posiciones de poder largamente ocupadas por una élite o casta política bipartidista demócrata y republicanaque nunca consideró seriamente la posibilidad de ser atacada, desalojada de su bunker y humillada, por un multimillonario y amateur en asuntos de Estado. Al final, resulta que Trump, un conductor de reality shows, estaba más cerca de la realidad que los políticos profesionales. Las formas del trumpismo incluyen, en primer lugar, el discurso. Trump se decidió por lo que le había dado resultado en la TV: un lenguaje llano, con frecuencia brutal y que no se preocupaba por caer en lo vulgar. Lo empleó para simplificar hasta el exceso las complejidades de la realidad nacional e internacional, pero sosteniendo que él la entendía perfectamente. Esta simplificación L está en sintonía con la imagen del mundo que tiene el público al que buscó llegar el magnate y encender. Por superficial pero efectivo, su discurso resultó muy maniqueo, de blanco y negro, de honestidad y corrupción, de patriotismo y traición. Si “volver a hacer a América [Estados Unidos] grande” es la meta, la tarea es presentada de manera palmaria: hay que drenar ese pantano político que es Washington y, a la vez, tomar medidas para anteponer siempre y de manera inequívoca los intereses de los norteamericanos de buena cepa -honestos y trabajadores- por sobre los de esas élites políticas y empresariales, globalizantes, que, por egoístas, han llevado sus plantas industriales a países como México o China en detrimento del obrero industrial, ese que, con su esfuerzo y buena fe, otrora hizo grande a Norteamérica. Fondo. La desaparición de la URSS en 1991 fue resultado de un proceso muy rápido, sorprendente, que dejó vacíos en Europa del Este y creó problemas que aún no se resuelven. Posiblemente hoy, aunque por un camino diferente, Estados Unidos también esté en un proceso de contracción imperial y vaya a modificar su entorno externo y en ese proceso destruya acuerdos y cree vacíos y problemas que alguien va a llenar y a tratar de resolver. Examinando lo declarado antes de asumir como 45° presidente de Estados Unidos, resalta que a Trump no le interesan algunas de las alianzas históricas tejidas a lo largo de la Guerra Fría por Washington. Para empezar, está el Tratado de Libre Comercio de la América del Norte (TLCAN). Durante los años de confrontación con la URSS, México fue visto como parte sustantiva de la seguridad norteamericana. Cuando en los 1980 el modelo económico mexicano falló y los préstamos de emergencia del FMI no fueron suficientes para asegurar su viabilidad, el Washington de George H. W. Bush y William Clinton aceptó apuntalar al siste- ma priista mexicano, incorporando su aparato productivo al norteamericano vía un TLCAN propuesto por Carlos Salinas. Sin embargo, hoy Trump ya no considera a la estabilidad y desarrollo de México como parte del interés de su país y sí ve ganancia política en culparlo de algunos de los males sociales norteamericanos y, por tanto, propone un distanciamiento con el vecino del sur. Desde esa misma perspectiva, Trump tampoco considera indispensable para el interés de su país y si muy costosa, a la OTAN, y no aprecia a su contraparte económica: a la Unión Europea (UE). En contraste, el magnate y presidente electo, aplaude la salida de Gran Bretaña de la UE, pues juzga esa decisión como una forma de desalentar el flujo mundial de refugiados, a los que sin duda equipara con los indocumentados en Estados Unidos. Además, no pareciera encontrar ninguna razón de fondo para seguir considerando a Rusia como el gran rival y sí como un posible aliado en la lucha contra el islamismo radical en Siria. En el horizonte trumpista es China, por su creciente poderío económico, la que aparece como un peligro creciente, pero como los acuerdos de libre comercio le resultan indeseables, Trump no acepta la idea de enfrentarla con el Tratado Transpacífico, pensado originalmente por Washington como un instrumento de libre comercio para competir y contener a China: la quiere confrontar directamente. Meterse a rediseñar el Medio Oriente pareciera ser algo que a Trump no le interesa y sobre Sudamérica o África simplemente no ha dicho nada. En fin, que el trumpismo tiene la capacidad de empezar a modificar el sistema mundial, pero sin un plan claro y sin saber a qué costo y con qué consecuencias. El reto es para él y para nosotros: podríamos proponernos recuperar soberanía, aunque va a costar y mucho. www.lorenzomeyer.com.mx agenda_ciudadana@ hotmail.com José Cárdenas Ventana Trump no miente l nuevo presidente de Estados Unidos hay que creerle… “El perfil psicológico del nuevo gobernante corresponde al de un individuo de personalidad trastornada; un narcisista, egocéntrico y megalómano, no miente; está convencido de que el único camino es el suyo, porque no le importan los otros, ni lo otro, nada detiene su obsesión”, comenta el psiquiatra, académico y político, Juan Ramón de la Fuente. El exrector de la UNAM, dice además que apostar a la persuasión, a la simpatía, al acercamiento personal del presidente Peña, para hacerlo cambiar de opinión, es por lo menos ingenuo. “Un jefe de Estado autócrata, impulsivo, imprudente, impredecible es muy peligroso”. Quien opine que Trump, ya en el poder, bajará el volumen a sus amenazas y arrebatos, se equivoca. Sólo hemos visto sólo el inicio de la inminente embestida del piscópata mandamás del gran imperio. La relación se nos va a ir complicando. ¿Cómo lidiar con esta nueva realidad que amenaza llevarnos a la dimensión desconocida? La sola voluntad del gobierno –devaluado– no basta. México debe enfocar el A problema de Trump desde una perspectiva de Estado; un planteamiento integral y completo. Es necesaria una gran convocatoria nacional a la élite de las ideas: legisladores, partidos, empresarios, académicos, colectivos sociales, trabajadores y mexicanos radicados en Estados Unidos para plantear una estrategia de fondo, ante la inminente era de incertidumbre que pronostica tormenta y desastre. Sólo queda desplegar nuestros mejores argumentos económicos, políticos, sociales, culturales, y una estrategia compleja para establecer una relación digna con quien nos aborrece. En diciembre pasado, el empresario Carlos Slim –el único mexicano que se ha entrevistado con el presidente electo de Estados Unidos– le planteó la necesidad de un muro. ¿Cómo construirlo? Apoyando la generación de fuentes de trabajo suficientes y adecuadas, para que los mexicanos de acá no migren para allá. Fortalecer el mercado interno sería un muro inteligente, le dijo Slim a Trump. El planteamiento es sensato y viable; difícil creer que Trump lo haya escuchado del todo, a lo mejor ni siquiera un poquito, pero algo puede haber quedado. El miedo a Trump ha paralizado potenciales inyecciones de dinero. Basten como ejemplos el acoso y extorsión a empresas con intereses en México, lo cual deja claro que la pesadilla es una realidad. Carrier, Ford, Fiat-Chrysler y ahora General Motors –y contando–, han doblado las manos ante la amenaza de impuestos draconianos si insisten en mantener parte de su planta productiva en tierra mexicana. Analistas financieros han reducido el pronóstico de inversión extranjera directa a 25 mil millones de dólares para 2017, 8 mil millones menos al estimado original. Con el ánimo social encendido, la popularidad presidencial por los suelos, la clase política despreciada como nunca, la cúpula empresarial dividida y desconfiada, en el preámbulo de la lucha electoral por 2018, estamos al borde de un abismo. Peor, imposible. EL MONJE DESANIMADO Ablandar a Trump se antoja una utopía. ¿La solución práctica para enfrentarlo deambula entre la magia y un milagro? Mañana será un viernes negro… @JoseCardenas1 [email protected] www.josecardenas.com
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