Número 152 de diciembre de 2016 Notas del mes «El historiador debe ayudar a la gente a pensar» Por Francesc Arroyo En la muerte de Fidel Castro Por Joaquim Sempere Trump, Castro y nosotros Por Albert Recio Andreu Las raíces históricas de la victoria de Trump Por Andreu Espasa ¿Almaraz es una grieta? Por Miguel Muñiz Al ataque de las pensiones Por Albert Recio Andreu Las indemnizaciones en contratos temporales y la reforma laboral que se avecina Por Víctor Hierro A golpe de ordenanza Por Eduardo Melero Alonso Ensayo Marx, más allá de la teoría del valor Juan-Ramón Capella El extremista discreto También Muface El Lobo Feroz De universitate: plagios Akademos La Biblioteca de Babel La clase obrera no va al paraíso Arantxa Tirado y Ricardo Romero (Nega) Las víctimas como precio necesario José A. Zamora, Reyes Mate y Jordi Maiso En la pantalla 1 En el mismo barco (In the Same Boat) Rudy Gnutti Coca-Cola en lucha. Cuando David se enfrenta a Goliat Georgina Cisquella y Pere Joan Ventura Un Guernica silenciat SUICAFilms Foro de webs PAPELES ...Y la lírica Autobiografía Marcos Ana De otras fuentes ¿De qué sirve la movilización social? Alberto Garzón Llorar a un hombre bueno Juan Diego Botto Fidel Castro, estela duradera Federico Mayor Zaragoza La revolución imperdonable Rafael Poch de Feliu Alt-Right, la derecha alternativa que está al lado de Trump Julio González Triunfo de Trump: el "momento Polanyi" Manolo Monereo Les eleccions passades Josep Fontana Modelo ETP: se acaba la energía del petróleo disponible (muy pronto) Ferran Puig Vilar Ahora, la prioridad es enterrar la LOMCE Agustín Moreno Para comprender los nacionalismos Josep Maria Fradera 2 «El historiador debe ayudar a la gente a pensar» Entrevista a Josep Fontana Francesc Arroyo Josep Fontana (Barcelona, 1931) está en plena forma. Su último libro, El futuro es un país extraño (Pasado y presente), aún está casi caliente cuando prepara ya un nuevo título, El siglo de la revolución (Crítica) que llegará a las librerías en febrero. Son obras que, en cierto sentido, dan continuidad al trabajo que representó la monumental Por el bien del imperio (Pasado y presente). En todas ellas el historiador hace acopio de bibliografía y aporta material para que el lector pueda pensar por su propia cuenta, para combatir, explica, los prejuicios. La entrevista que sigue es fruto de dos charlas con el historiador. La primera, apenas aparecido El futuro…; la segunda, hace unos días. P. El futuro es un país incierto es una mirada al presente, pero incluye también una reflexión sobre el papel del historiador. R. La historia es un pozo sin fondo donde hay de todo. Y cada uno va a pescar aquello que cree que es útil para entender las cosas, para comprender lo que pasa. Ahora bien, se puede ir a pescar con las finalidades más diversas. Basta con ver los disparates que se dicen estos días. Por ejemplo, que España es una nación desde Indíbil y Mandonio. Sin entender que la nación es algo muy moderno, reciente. Se ve también en las formas en las que se ha utilizado la historia en la enseñanza o en el uso público que los gobiernos hacen de la misma en las conmemoraciones. Si se toma el plano de París se puede ver que transmite una imagen de la historia de Francia: la Revolución, Napoleón, las victorias. Se proyecta una visión determinada. Son usos que producen un conjunto de convicciones no razonadas que resultan terribles. P. ¿No razonadas? R. Sí y contra ellas es difícil razonar. Cualquier ciudadano tiene un conjunto de sentimientos, más que de nociones históricas, que hacen mucho daño. El papel del historiador, sobre todo en momentos de cambio, es ayudar a la gente a pensar. Resulta difícil y no siempre se consigue. En especial, si el razonamiento va contra las convicciones. Una gran parte de lo que pensamos es prejuicio, tópico, con muy poca reflexión. El papel del historiador es mostrar las cosas, darlas a la gente para que las interprete. No se trata de explicar la verdad sino de discutir verdades establecidas que son dudosas y ofrecer elementos para trabajar con ellos y ver qué se puede sacar de los 3 mismos. P. ¿Es eso lo que se proponía con su, de momento, última obra? R. En ese libro y también en el anterior, he hecho un acopio de documentación. Los he cargado con una amplia base bibliográfica porque quería poder justificar cada afirmación, mostrar de dónde procedía lo que digo. Quería cargarme de razón para inducir a la gente a que piense. Creo que eso es lo más importante. En este sentido, hay muchas cosas que consiguen desmontar la visión histórica establecida. Esa, me parece, es la función del historiador. La que he aprendido de mis maestros, Vicens Vives, Pierre Vilar, Ferran Soldevila. P. ¿Pensar el pasado o pensar el presente? P. Desde el primer momento, buscaba que se pensara que lo que está pasando hoy no es una crisis económica que será superada y luego, volverán a ser las cosas como eran antes. Estamos en una crisis muy seria, y que puede ser permanente, del sistema social en el que vivíamos y que creíamos que íbamos a seguir teniendo. El uso de la historia, de lo que Vilar llamaba “pensar históricamente”, es decir, con una cierta perspectiva crítica, puede tener utilidad. Sobre todo si se evitan las visiones globales y esquemas simplistas y se atiende a la realidad viva. Ya Thompson proponía ir a las cosas concretas: lo que pasa y cómo pasa. Cómo vive las situaciones la gente, cómo las siente. Esto, claro, es lo contrario de lo que hacen la mayor parte de los llamados “científicos sociales” que trabajan con grandes modelos interpretativos. Ése es el modo en el que intento ser socialmente útil: incordiando. Acostumbra a provocar reticencias, pero si no te importa, resulta más satisfactorio: no les gustas, pero te respetan. P. De modo que su libro debería ser útil para entender la crisis. ¿También para superarla? R. Éste es un libro sobre la crisis, entendida como crisis social. Había un mundo en el que se suponía que había alternativas. Y en la medida en que era así, era imprescindible el juego de la negociación y la concesión. Hoy no hay alternativa y lo que se avecina es un periodo de reconquista del pasado. Quizás un día termine la crisis, pero no sabemos cómo será la salida de ella, no sabemos si se recuperarán los puestos de trabajo que se han perdido. Probablemente lo que se verá es que se han perdido muchas cosas que se habían ganado y que habrá que volver a conquistarlas. La reforma laboral significa la anulación de décadas de lucha para asegurar condiciones de negociación sobre el trabajo. Habrá que rehacer esas condiciones, si es que es posible. Hay que insistir en que ésta no es sólo una crisis económica. Eso sirve 4 para argumentar la austeridad: ahorremos y volveremos a estar como antes. No. Nada volverá a ser como antes. La sanidad privatizada hasta extremos indignos abre un mundo diferente en el que se habrá perdido la ilusión del progreso y de la mejora de la situación a través de la negociación. P. ¿Qué hacer? R. No sé lo que hay que hacer. Si miro a mi alrededor, lo que veo como más estimulante son los movimientos de base. P. ¿Por qué? R. Porque implican toma de conciencia. Son gente que experimenta la degradación de sus condiciones y articula una forma de resistencia. Tenemos una extraña situación: los jóvenes protestan en la plaza de Catalunya o la Puerta del Sol, pero los padres votan al PP o a la antigua Convergència. ¿Qué se puede esperar de esto? Nada. Porque apenas hay conciencia. En cambio, los movimientos de base a partir de los propios problemas me parecen más interesantes. ¿Cómo se articula luego esto? De momento hemos visto la respuesta de Italia: “Váyanse todos a hacer puñetas. Todo está podrido. Todos son unos chorizos”. Bien, pero a partir de ahí, que es la disolución del sistema, no se hace nada. Los movimientos de base, vecinales, etcétera, son otra cosa. El franquismo cayó, en parte, por el miedo a estos movimientos, incluyendo, claro, los sindicatos. No eran los partidos los que daban miedo. A la gente se la está castigando cada vez más, pierden derechos. Acabarán por protestar. El problema será articular la protesta para darle forma de alternativa política. Esto, hoy, no está nada claro. Y es un mal asunto porque mientras no haya la amenaza de una alternativa será muy difícil obtener concesiones. Ni siquiera se logrará que los que han de ceder se avengan a negociar. No tienen por qué. Hoy, el nivel de protesta es controlable: basta la policía. No hacen falta concesiones. P. Sus críticas coinciden con las de quienes sostienen que los partidos tradicionales responden más a intereses financieros que a los de la población. R. Eso es algo muy claro. Llega la crisis y ¿qué se hace? Salvar a los bancos. Pero no se salva a los de las preferentes ni a los desahuciados. No. Se salva a los bancos y se les deja seguir igual. Un día me preguntaron qué opinaba sobre unas detenciones, creo que de ETA y respondí: “Mientras no me digan que han metido a Rato en la cárcel, esto no me impresiona”. La impunidad de los mecanismos financieros para hacer lo que quieren es total. Y, finalmente, se ha empezado a criminalizar la protesta. P. Rato ya está al borde de la cárcel. 5 R. Habrá que verlo y, aún si entra, por cuánto tiempo. Los que se dedican a la corrupción a lo grande, sobre todo si tienen conexiones políticas, acostumbran a salirse con penas leves. Y luego, además, se les reducen con rapidez. Carlos Fabra, el de Castellón, no sé cuánto tiempo ha pasado en la cárcel. Mucho no. Pero lo peor no es cómo actúa la justicia, sino la absoluta indiferencia de la gente respecto al problema. Me explicaba hace unos días un amigo mallorquín que en Baleares están decididos a volver a votar al PP y que si se les reprocha la corrupción replican que los otros también tienen, el PSOE, por ejemplo, en Andalucía. Y no sirve de nada citarles el caso Matas. Se lo quitan de encima diciendo que ya no es de los suyos. Es decir, la forma en que el PP ha pasado sin castigo por una ola de acusaciones de corrupción es impresionante. Porque en la lista de Bárcenas aparece Rajoy como receptor de sobres. Lo grave es que la gente ha terminado por asumir que la corrupción es algo normal. Como mucho, cuando alguien es afectado directamente, como en el caso de las preferentes, acude a los juicios a gritar, pero aparte de eso no parece tener más consecuencias. P. Y esa corrupción, ¿es un problema judicial o sistémico? R. Evidentemente, sistémico, por eso sorprende que haya habido una cierta reacción por parte de servicios policiales y judiciales. Es un hecho asombroso y también que no hayan podido pararlo desde arriba. Aunque es posible que, precisamente, la multiplicación de casos sea lo que ha hecho que la gente acabe por pensar que la corrupción es algo normal. Incluso en Podemos, cuando se produjo el caso de Ramón Espinar, que vendió un piso con ciertas plusvalías, la respuesta fue decir que cualquiera hubiera hecho lo mismo, pasando por alto las complicidades asociadas, desde un padre dirigente de Bankia a los demás factores que tuvieron que darse para que pudiera hacer ese negocio. Que la gente de Podemos considere eso normal es absolutamente escandaloso. A los pocos días leí un artículo del Gran Wyoming en el que reflexionaba diciendo que con eso el PP ya podía estar tranquilo. Es lamentable ver que el asunto se usa a veces para reclamar ejemplaridad y también que la multiplicación de casos lleve a pensar que se trata de conductas normales. P. ¿Cuál es, en todo esto, el papel de los medios de comunicación? R. Los medios de comunicación, y especialmente la radio y la televisión que son los medios que alcanzan a más gente, muy por encima de los de papel, tienen un función fundamental en la creación de opinión, aunque sólo sea porque dan información. Información que seleccionan. Un ejemplo: las informaciones que recibe un español normal sobre la guerra en Siria están totalmente filtradas y preparadas para dar determinada imagen. Es posible acceder a otras fuentes, pero es difícil para el ciudadano medio llegar a ellas 6 porque ni siquiera las conoce. La opinión se forma con los medios más generales. Y ¿qué es lo que pasa? que los medios más potentes están condicionados, primero, por sus propietarios; segundo, y más importante, por la dependencia de esos propietarios de las instituciones financieras. Esto afecta a radio y televisión y también al papel. Los medios de papel dependen, en general, de créditos y de los grandes anunciantes. Las dos grandes televisiones privadas, que son las que difunden informaciones que crean opinión, es obvio que actúan de forma polarizada. Dan la noticia de que se han creado x puestos de trabajo y se quedan tan tranquilos sin precisar qué tipo de puestos de trabajo. Hay informaciones críticas, pocas, pero son marginales. Los informativos están muy condicionados. La gente habla de la libertad informativa que supone internet, pero esas informaciones carecen de garantías. Así las cosas, el papel de los medios es determinante en configurar lo que la gente acaba pensando y, con ello, lo que la gente vota. P. ¿Habrá que plantearse la posibilidad de unos medios públicos que no acaben siendo gubernamentales? R. El problema es lograr que los medios públicos no sean gubernamentales. Sería una gran cosa, pero no estimula ver lo que ha ocurrido con TVE, que ha llegado a tal grado de descrédito que ya ni siquiera tiene influencia. Hubo un momento en el que los grandes partidos tenían sus propios medios que eran leídos por parte de la población, y el resultado era una pluralidad informativa. Pero eso fue devorado por la potencia de los grandes medios. Parecía que internet sería la solución y, de hecho, yo sigo algunos diarios de la red, pero me pregunto cuánta gente depende de ese tipo de información. P. Es cierto que los partidos, sobre todo los comunistas, tenían sus propios medios, pero ni L’Humanité ni L’Unità eran modelos de objetividad. R. Es que tenían que jugar a la defensiva, en la medida en que los otros medios jugaban contra ellos. Y el resultado es que se han perdido las culturas sectoriales. No hace mucho leí una tesis sobre la CNT en la que se explicaba que había un lector sindicalista que encontraba en el diario del sindicato, en el círculo que frecuentaba, en el ateneo popular, unas informaciones diferentes. Esta cultura sectorial se la ha comido la máquina del espectáculo. Y los medios de comunicación han perdido, a la vez, función crítica. Me refiero a los que tienen posibilidades de llegar a la mayoría. P. ¿Significa esto que el debate ideológico queda circunscrito a las élites? R. En las informaciones que llegan al ciudadano medio, el debate ideológico no existe. Tampoco parece reclamarlo nadie. A veces hay cosas interesantes. Por ejemplo, cuando se produjo el debate sobre el Brexit se publicaron 7 algunos textos de interés. Leí uno en el que se explicaba que la gente, antes del referéndum, había llegado a un alto grado de indiferencia respecto a las elecciones porque se consideraba que todos los políticos eran iguales. Y esa gente vio en el referéndum la posibilidad de hacer sentir su voz, de oponerse a esas élites que les decían lo que tenían que pensar, lo que tenían que hacer. En ese momento, Tony Blair escribió un artículo alarmado por esos grupos que, decía, mezclaban cosas de la extrema derecha y de la extrema izquierda. Pero lo que de verdad le preocupaba es que se erosionaba a las élites (con el funcionamiento bipartidista de una derecha conservadora y una socialdemocracia asimilada: Clinton, Blair, Felipe González) y que éstas perdieran el crédito que les permitía mantener las reglas del juego. Blair clamaba contra el rechazo de las élites. Ése es también el problema que se da en Estados Unidos: la negativa a aceptar la dirección de las élites que son las que piensan por todos y se preocupan también por todos. Además, hay pensadores de todo tipo para que se pueda elegir lo que uno quiera. El descrédito de esta forma de hacer política es un asunto serio. La cuestión es qué saldrá de esta desconfianza. P. Este descrédito, ¿está relacionado con la subordinación de los partidos a la economía? R. La subordinación de los partidos a los podres económicos se debe a diversos factores. El primero es que dependen de ellos para subsistir. Se puede ver perfectamente en un caso, el de Unió Democràtica de Catalunya. ¿Qué pasa cuando un partido pierde su capacidad de influir? Estalla, se comprueba que detrás deja una deuda insoportable y nadie quiere hacer donativos porque ese partido ya no aporta nada. Hace un tiempo, un amigo de un ayuntamiento cercano a Barcelona me explicó que el consistorio, dominado por ERC, estaba pensando en tomar ciertas medidas que afectaban a algún negocio de la Caixa. La entidad les recordó amablemente que el partido tenía una deuda por pagar. Esto por un lado. Por otro, los políticos, necesitan asegurarse la tolerancia para cuando terminen su función pública. Lo de las puertas giratorias no es una broma. Desafiar al sistema sería una locura. Por esa vía se llega a situaciones delirantes, como en Estados Unidos, donde los generales y almirantes se incorporan a las empresas de armamento en cuanto dejan el servicio activo. Esto provoca grandes condicionantes respecto a las inversiones en armas. Paralelamente, como ya hemos visto, los medios de comunicación dependen de los poderes económicos, de forma que los partidos saben que recibirán un trato u otro según cómo traten a esos poderes. Es evidente, por ejemplo, que los de Podemos saben que prensa, radio y televisión los van a tratar mal. En cambio, la televisión trata de una forma muy diferente a ese empleado en excedencia de la Caixa que se llama Albert Rivera. Los de Podemos, cuando salen en los medios, es para ser criticados. Nada que ver con los masajes a Rivera. 8 P. ¿Esto es lo que el marxismo clásico llamaba la determinación económica en última instancia? R. Hay muchas pruebas de que se da esa influencia de la economía sobre la política. Una de ellas es que, cuando se produjo la crisis y las empresas, tanto en Estados Unidos como aquí, fueron víctimas de sus propias especulaciones, sus problemas se resolvieron con dinero público. El dinero que hubiera tenido que servir para servicios sociales, fue utilizado para rescatar bancos. Y hay un ejemplo aún más claro: la impotencia de los gobiernos, tanto en América como en Europa, para conseguir que paguen impuestos las grandes empresas. Es un escándalo, tanto por la tolerancia en la evasión hacia paraísos fiscales como por lo poco que pagan todas ellas. Pagan mucho menos que cualquier ciudadano normal y eso se debe al control de la política por las empresas. P. ¿Frente a eso habla usted de inventar un mundo nuevo? R. Bueno, con esto me refiero a cómo salir de la situación presente. Es evidente que la vieja fórmula de la socialdemocracia está agotada. No hablo sólo del PSOE, pasa lo mismo con los socialistas en Francia; los laboristas, en Inglaterra, el Partido Demócrata, en Estados Unidos, que en la época de Roosevelt o Johnson era otra cosa. Hoy la socialdemocracia se muestra impotente para hacer leyes que sometan a la gran empresa. El problema es encontrar una solución. Aquí se han apuntado soluciones de futuro. Una de ellas es la que dio la alcaldía de Barcelona a Ada Colau y otras alcaldías a Podemos. Consistió en apoyarse directamente en las organizaciones sociales, vecinales… entidades que expresan las necesidades de los de abajo y que no encuentran acogida en los partidos tradicionales. El problema de esto es la falta de un programa sistemático, de modo que puede ser útil en algún momento, pero resulta difícil el control para dirigir una acción política continuada. Hemos podido ver como a Podemos se le escapan de las manos las actuaciones en Cataluña, en Valencia, en Galicia. Hay una fuerza real que está en los de abajo pero que resulta difícil de articular en un proyecto. Esto, tal vez, sugiere que hay que buscar otro tipo de propuestas. ¿Qué puede sustituir el papel que tradicionalmente han jugado los partidos? No lo sabemos, pero sí sabemos que el conflicto social sigue vivo. En todo el mundo, aunque con mayor fuerza en el mundo subdesarrollado que en Occidente, donde las cosas están más controladas. P. ¿Por ejemplo? R. Hay movimientos campesinos que luchan por mantener los derechos sobre la tierra y sobre el agua. Hay trabajadores que se enfrentan a las reformas laborales. Hay todo un mundo que emerge en una protesta que los partidos 9 no recogen. Lo hicieron en el pasado, pero hoy ya no son capaces. Esto cuaja en proyectos más amplios. Los movimientos campesinos, por ejemplo, enlazan proyectos de relación entre ellos. En Honduras, el pasado año mataron a un montón de dirigentes campesinos (campesinos e indígenas allí son lo mismo). Los campesinos tienen problemas con las multinacionales; algunas, por cierto, de China. Son gente que mantiene vínculos con Vía Campesina, una fuerza de protesta emergente que aún no es una amenaza real, pero es una esperanza. Algunos economistas críticos sostienen que la reforma ya no es posible y que hace falta una transformación profunda que liquide el Estado en su funcionamiento actual, dando pie a una alianza transnacional. No es seguro que las cosas evolucionen por ese camino, pero es más probable que la solución salga de abajo que de arriba. Nadie sabe cómo será el futuro, pero sí sabemos que habrá que reinventar muchas cosas para que se produzcan los cambios necesarios. De todos modos, los de arriba vigilan y los nuevos medios de comunicación les ofrecen grandes posibilidades. Las modernas tecnologías son totalmente vulnerables al control. Por eso hemos podido oír las expresiones más íntimas de algunos sospechosos, porque estamos en un mundo donde el grado de control es muy considerable. De todas formas, habrá cambios porque hay un problema grave: la desigualdad. Nos hallamos en una situación de estancamiento económico; al menos eso dicen las previsiones y nadie sugiere que haya esperanza de salir de ese estancamiento. P. Estancamiento económico más nuevas tecnologías no sugieren la creación de empleo. R. Las nuevas tecnologías minimizan los costes salariales y aumentan los beneficios. Un economista estadounidense señala que lo importante ya es saber quién será el dueño de los robots, es decir, a quién deben beneficiar las nuevas tecnologías. En estos momentos, el estancamiento está generando miedo porque seguimos en una situación de burbuja en la que se combinan precios altos, tanto en el sector inmobiliario como en la bolsa, con tipos muy bajos. Esto puede producir un nuevo estallido, entre otros motivos porque, sobre todo en Estados Unidos, la banca ha vuelto a las andadas. En el mundo construido tras la segunda guerra mundial, en el que crecía la propiedad, crecían los salarios, en el que los sindicatos cooperaban con la política económica y las empresas lo aceptaban porque las cosas iban bien, cabía una perspectiva de futuro en el que todo iba rodado. Pero esto se acabó en los setenta. Cuando se vio que desaparecía la amenaza de un estallido revolucionario, los empresarios decidieron que ya no necesitaban seguir pagando una cuota para que todo funcionara y que se podía volver al viejo orden, cuando el dueño era el dueño y los trabajadores doblaban la cabeza y trabajaban sin más. Y ahí estamos, pero la solución ya no es volver atrás. ¿Qué pueden hacer los gobiernos? Es evidente que la escasez de recursos 10 para los servicios sociales está relacionada con la escasez de ingresos vía impuestos. La parte de león debería proceder de los impuestos que pagasen las empresas, pero éstas tienen, todas, filiales en el extranjero, lo que les permite llevarse los beneficios. Y la solución que aplican los gobiernos es la austeridad que afecta sobre todo a los de abajo. El futuro no puede seguir siendo igual, pero no se ven propuestas claras. P. ¿Radica ahí la crisis de la socialdemocracia? R. La socialdemocracia tiene el problema de que exige convencer a los que tienen el dinero de que perder algo evitará una ruptura total. Esto funcionó mientras se dio la amenaza del comunismo. En los setenta se vio que los comunistas de los países occidentales no tenían capacidad transformadora. Tampoco voluntad: en el 68 los sindicatos, tras conseguir un aumento de sueldo, se fueron a casa; en Checoslovaquia no se aceptaron los cambios transformadores. Al mismo tiempo se vio que la Unión Soviética no era ninguna amenaza real, de hecho, nunca lo había sido. En ese momento, los empresarios decidieron que ya no había que seguir pagando factura alguna. En los años veinte Karl Kraus escribió un texto precioso. Decía que a él el comunismo le daba igual pero que bienvenido fuera mientras representara una amenaza para los capitalistas, una amenaza que no les dejaba dormir tranquilos. Desde los años setenta duermen a pierna suelta. En 1978, con Jimmy Carter de presidente y los demócratas controlando las dos cámaras, los sindicatos propusieron una reforma de las relaciones laborales que defendiese a los trabajadores de la ofensiva que sufrían por parte del empresariado. La ley superó el Congreso pero se estancó en el Senado por las embestidas empresariales y nunca llegó a ser aprobada. Entonces, un dirigente sindical del sector del automóvil renunció a su puesto en los órganos de mediación social y denunció que se estaba produciendo una guerra de los empresarios contra los trabajadores. Los cambios estaban en marcha, luego siguieron en Europa con Margaret Thatcher, para extenderse más tarde a toda Europa, especialmente tras la crisis de 2008. Se impusieron los discursos que sostenían que la sociedad no existe, que sólo hay individuos. De modo que nos encontramos en un mundo con reglas nuevas. ¿Tienen capacidad de respuesta los sindicatos? ¿Tienen parte de culpa en la situación? Es evidente que algo hicieron mal cuando todo iba sobre ruedas. En Alemania, cuando todo era una balsa de aceite, los socialdemócratas tenían crédito, los empresarios no se oponían a cesiones económicas, los sindicatos eran tan felices que creyeron que lo suyo era gestionar la situación. Luego se produjo la crisis, los empresarios se negaron a seguir colaborando y los sindicatos ya no tenían capacidad de respuesta porque habían renunciado a mayores avances, se habían contentado con lo que les daban sin percatarse de que eran dádivas. Hoy la respuesta es difícil. En España, la reforma laboral desarboló a los sindicatos. Por completo. ¿Se habían acomodado? Quizás sí, 11 pero no sólo ellos. Fue todo el sistema el que se acomodó porque había el convencimiento de que todo seguiría siempre igual y no ambicionaron más cambios. ¿Caben parches para recomponer la situación? No lo parece. P. ¿El socialismo, no el Partido Socialista, es una alternativa? R. Socialismo quiere decir hoy que los otros deben temer que haya una alternativa y que alguien pueda organizarla. Eso, hoy no existe. La socialdemocracia tenía como objetivo el cambio dentro del sistema. Y consiguió no pocas cosas, por ejemplo, el estado del bienestar. Pero cuando llegó ahí, se quedó sin programa porque no pretendían cambiar la sociedad. Y, lo que es peor, en medio, sus dirigentes se aflojaron y consintieron retrocesos de los sindicatos, permitieron las derivas económicas que han llevado a la crisis. La relajación de los controles sobre el sistema financiero la protagonizan Clinton, Blair, González. Es cierto que crearon una estructura de derechos sociales, pero luego resultó que no se podía pagar. No sé si el socialismo se replantea el futuro. Los sindicatos están muy debilitados. Además, su función no es la lucha sino la negociación. Lo que falta es la capacidad de presentarse como alternativa a un sistema corrompido y depredador. Esta alternativa no puede ser ni una socialdemocracia que se ha acomodado y podrido ni el socialismo identificado al mundo soviético, que también falló. La prueba es que, cuando se hunde la Unión Soviética, detrás no deja nada. Así, pues, hay que reinventar el socialismo. Hay que recuperar la idea de que cabe la esperanza de un sistema sin los vicios de éste. 10/11/2016 12 En la muerte de Fidel Castro Joaquim Sempere El asalto en 1953 del Cuartel Moncada por Fidel Castro y un puñado de jóvenes revolucionarios cubanos fue el preludio de la lucha armada que culminó con la entrada en La Habana del ejército rebelde, con Fidel Castro y Ernesto “Che” Guevara a la cabeza, el 1 de enero de 1959. El gobierno que se impuso tenía rasgos poco definidos, entre nacionalistas, socialistas y populistas. Pero pronto tomó un cariz claramente socialista debido a los inmediatos intentos yanquis de derribar el nuevo régimen cuando éste dejó clara su voluntad de proceder a una reforma agraria de verdad y a otros ataques a los intereses norteamericanos. Estos intentos y el bloqueo comercial de la isla empujaron al gobierno cubano a los brazos de la Unión Soviética de Jruschov, dispuesta a apoyarlo. A este apoyo siguió la asunción por los revolucionarios cubanos de una ideología que no formaba parte de su cultura inicial: recuérdese la animadversión del PC cubano hacia quienes veían como aventureros durante la lucha en Sierra Maestra. El marxismo-leninismo proporcionó una doctrina ya codificada, con sus textos sagrados, y la influencia soviética llegó a impregnar buena parte del discurso y la práctica política del nuevo régimen. Por desgracia esta influencia tuvo un coste no insignificante para el pensamiento político: deriva dogmática y anquilosamiento. Sin embargo, el grupo dirigente cubano, en el que destacaban Ernesto Che Guevara y el propio Fidel Castro, impusieron su impronta. A diferencia de otros regímenes apoyados por la URSS, Cuba nunca fue un país vasallo de la Unión Soviética, pese a la proximidad de los Estados Unidos. Frente al estilo rígido y burocrático soviético, conservaron un frescor y unos planteamientos más románticos y radicales en una línea igualitarista y antiimperialista. El antiimperialismo no fue un adorno retórico, sino que dio lugar al apoyo activo de distintos focos guerrilleros en América Latina y de otros países del Tercer Mundo implicados en luchas de liberación, como Angola, por donde pasaron miles de militares cubanos como asesores y como luchadores, así como educadores y personal sanitario. Nelson Mandela reconoció la contribución cubana a la emancipación africana. Fidel Castro fue también una figura clave en la Tricontinental (reunida por vez primera en La Habana en 1966 para unir a los pueblos excolonizados en un frente mundial liberador) y, en general, se convirtió en una figura destacada del antiimperialismo a escala mundial. Cuba ha facilitado también procesos de paz en Guatemala en 1992 y en Colombia en la actualidad. El igualitarismo teórico se tradujo en un esfuerzo práctico permanente para impedir la cristalización de una casta privilegiada. El intento no llegó a buen puerto: la Cuba socialista vio el surgimiento de una nueva clase de funcionarios, encuadrados en el Partido Comunista, que gozaban de privilegios políticos, 13 con acceso exclusivo a tiendas especiales y mayor libertad para viajar al extranjero, pero con niveles materiales muy poco diferenciados de los del resto de la ciudadanía. Los observadores extranjeros de la grave crisis que representó la desaparición de la URSS en 1991, el llamado "Período especial", destacan que el igualitarismo real vigente en el país hizo mucho para mantener la cohesión social y la confianza popular en el equipo dirigente en un contexto de súbita escasez. Fidel tuvo un papel muy importante en la conservación de esta confianza popular. Claves de esta confianza fueron su carisma personal y su voluntad pedagógica, expresada en sus arengas interminables, que eran a la vez educación político-moral y ritual de comunión entre líder y masas. Fidel Castro y Che Guevara pensaban y sentían por su cuenta, más allá de las anteojeras del marxismo-leninismo oficial. En el caso de Fidel, la veracidad de sus palabras llegaba al corazón de la gente, tanto de las masas como de los innumerables visitantes extranjeros que conversaron con él. Uno de esos visitantes describía al “Comandante” como “el ama de casa de Cuba” por su preocupación por los problemas concretos de la existencia cotidiana de sus conciudadanos. Esta preocupación, loable e infrecuente en los jefes de estado, tenía sus pros y sus contras. Entre sus contras cabe señalar un estilo de gobernar que ha hecho daño en la vida pública de la Cuba socialista: la tendencia de la dirigencia política a resolver todos los problemas, en detrimento de la iniciativa de la gente y de su capacidad de autogestión. Esperar las consignas de arriba se convirtió en vicio nacional y en factor inhibidor del desarrollo del socialismo, impensable sin la iniciativa de la ciudadanía. Los éxitos en la alfabetización universal y la escolarización, así como en el sistema nacional de salud, que, además, resistieron bien las calamidades del Período especial, son tan evidentes que ni siquiera los más acérrimos enemigos del socialismo cubano han podido negarlos. Son éxitos que revelan el compromiso real del régimen con el bienestar de la población. No son los únicos. Cuba ha desarrollado una capacidad científica sorprendente: con el 2% de la población de América Latina tiene el 11% del personal científico del subcontinente. Esto explica su potencial en las áreas de la medicina y la biología, que le ha permitido convertir en objeto de exportación estos servicios (clave en los intercambios con la Venezuela bolivariana). Otro logro ha consistido en desarrollar un sentido de comunidad que marca también una diferencia con los demás países de América Latina. El documental filmado en 2006 por Faith Morgan titulado The Power of Community revela que la supervivencia de la población cubana tras la caída de la Unión Soviética y el corte brusco del suministro de petróleo y otros artículos, entre ellos los fertilizantes para la agricultura, debió mucho a la cooperación espontánea de una población que había crecido con valores solidarios y colaborativos. 14 El Período especial reveló también otras cosas. Reveló que no se había adoptado un modelo económico más resiliente y autosuficiente, sino que se seguía dependiendo demasiado del monocultivo de la caña de azúcar y de su exportación, junto con la de otros pocos productos: café, tabaco y níquel. Depender de un solo proveedor de energía, la URSS, acentuaba la fragilidad de la economía del país. Al hundirse el régimen soviético, Cuba vivió un grave colapso energético y alimentario y se vio obligada a adoptar una agricultura más libre de maquinaria y agroquímicos, de manera que hoy Cuba es el país del mundo con mayor cuota de agricultura ecológica, aunque el cambio se haya debido más a la pura necesidad que a planteamientos deliberados. El cambio, sin embargo, vino facilitado por el hecho de que existían varios departamentos universitarios y centros de investigación que llevaban años trabajando en la agricultura ecológica, dato que sorprende en una sociedad donde la doctrina oficial era un marxismo insensible a los problemas ecológicos, e indica que en Cuba había vida intelectual más allá del oficialismo. Con la experiencia del colapso energético posterior a 1991 algunos observadores han lamentado que Cuba no emprendiera una línea coherente de corte ecologista, pero seguramente es pedir demasiado cuando la primera preocupación es la supervivencia. ¿Qué otro país del mundo ha emprendido esa línea? La prensa del mundo entero no cesa de hablar del “dictador” a propósito de Fidel Castro. Es indiscutible que el régimen cubano niega la libertad de prensa y otras libertades, pero el problema va más allá del país caribeño. Cuba ha vivido durante más de medio siglo sometida a un asedio que obligaba a cerrar filas y defenderse de ataques inmisericordes. Se ha recordado estos días que Fidel fue víctima de 638 tentativas de asesinato y que hubo varios intentos de invasión. El más duro fue el de Bahía de Cochinos, con el desembarco de 1.600 combatientes, en fecha tan temprana como 1961. El bloqueo comercial, además, ha tenido efectos graves. Pero es que en América Latina todos los intentos serios de cambio social hacia la izquierda han sido derribados por la violencia directa o indirecta de los Estados Unidos: Arbenz en Guatemala en 1954, Allende en Chile en 1971, el sandinismo en Nicaragua cayó en 1990 tras diez largos años de hostigamiento militar de la “contra” financiada por los Estados Unidos. Por no hablar de la represión brutal de los milicos en Brasil, Uruguay y Argentina para exterminar la oposición radical de izquierdas, el régimen militar de Stroessner en Paraguay y del hostigamiento de iniciativas sociales emancipadoras más modestas y locales, con el secuestro, tortura o asesinato de miles y miles de sindicalistas, miembros de comunidades indígenas, líderes vecinales, sacerdotes y activistas de muchas causas a manos de bandas mercenarias al servicio de unas oligarquías implacables aliadas de los Estados Unidos —que, por cierto, no suscitan ninguna protesta de quienes ven la paja en el ojo cubano y no la viga en los ojos de nadie más. De hecho, vista la escasísima violencia política de estos sesenta años, Cuba 15 aparece como un oasis entre los regímenes latinoamericanos, tal vez comparable sólo a Jamaica y Costa Rica. ¿Qué otro país de la región puede mostrar un balance tan pacífico? Narcotráfico, paramilitares, escuadrones de la muerte, golpismo: la historia reciente de América Latina ofrece escenarios estremecedores. Es fácil desde las atalayas europeas juzgar severamente la falta de libertades —y otras lacras, como la homofobia— de un régimen como el cubano, y es posible que se hubiera podido mejorar la situación en este orden de cosas. Pero a cien millas del gigante imperialista las amenazas se perciben con más apremio y aconsejan protegerse cuando lo que persigue el enemigo es la rendición incondicional, la renuncia a la soberanía y a la dignidad nacional. Quienes claman por la falta de libertades en Cuba deben legitimar este clamor exigiendo a los Estados Unidos y al imperialismo capitalista que dejen de una vez a los pueblos seguir su camino sin interferir ni masacrar a sus poblaciones y cesen de apoyar a los golpistas y matones que completan su trabajo sucio. En años recientes, con la retirada de Fidel de los organismos del estado y el acceso al gobierno de Raúl Castro empezó a abrirse la economía cubana al mercado siguiendo en parte la política vietnamita del Doi Moi. Gracias a esta política, Vietnam, que antes debía importar arroz, se ha convertido en el tercer exportador mundial de este cereal, y ha experimentado mejoras en su desempeño económico. En Cuba, en varias ocasiones, se había permitido a los campesinos vender parte de su producción en mercados libres, y así habían tenido lugar incrementos significativos de la producción alimentaria. Pero los dirigentes, impregnados de un igualitarismo extremo, veían con malos ojos las desigualdades que generaban estos mercados libres: se daba marcha atrás, con el consiguiente retroceso en la producción de alimentos y el empeoramiento de las condiciones de vida de la población. La desconfianza doctrinaria hacia el mercado en general ha hecho daño; sigue paralizando o frenando los intentos recientes de Raúl Castro, más decididos que los intentos anteriores pero también erráticos. Es fácil imaginar el vértigo que se debe de apoderar de los dirigentes cubanos cuando observan la evolución de China hacia un capitalismo irrestricto. Vietnam no ha llegado tan lejos, y por eso infunde menos temor. Pero ¿cómo acabaría un Doi Moi caribeño, sobre todo teniendo en cuenta a los numerosos cubanos de Florida, dispuestos a desembarcar con sus fortunas en dólares a la primera ocasión? Fidel llegó a personificar la integridad de la Revolución, su voluntad numantina de preservar sus conquistas, incluso al precio de menoscabar el bienestar de su pueblo por un igualitarismo mal entendido. Es comprensible que mientras ha vivido haya sido un valladar frente a reformas percibidas como demasiado audaces y, en todo caso, de final incierto. Ahora la decisión estará en manos de sus sucesores. La experiencia terrible del Período especial y de los años subsiguientes hizo 16 sufrir una escasez dolorosa durante años, erosionó la moral pública, fomentó la corrupción, agrietó la solidaridad colectiva: por eso ha dejado tal vez un país con menos defensas y menos voluntad para seguir una senda demasiado asociada a sacrificios personales. ¿Cómo actuarán las nuevas generaciones? ¿Habrá en el país una masa crítica suficiente para sostener un socialismo renovado capaz de resistir y asumir los nuevos retos? Es posible que Cuba, como experiencia socialista, acabe naufragando también, aunque dejando muchas menos heridas que la URSS y la China maoísta y tal vez una evolución ulterior menos traumática. Ya se verá. En cualquier caso, la historia de la Cuba de Fidel Castro quedará como un ejemplo de generosidad colectiva, de solidaridad con otros pueblos y como una tentativa de mejorar la vida y de salvar la dignidad nacional en un mundo de hienas y buitres dispuestos a impedir a toda costa cualquier tentativa de emancipación de los pueblos y, de paso, a sacrificarnos a todos al servicio de sus ambiciones malsanas. 29/11/2016 17 Trump, Castro y nosotros Albert Recio Andreu I La victoria electoral de Donald Trump y el fallecimiento de Fidel Castro son acontecimientos desconectados entre sí. Han ocurrido en un mismo plazo de tiempo por mera casualidad. Pero ambos apelan, de forma totalmente distinta, a los problemas actuales de la izquierda. Ambos nos preguntan por cómo vamos a actuar en los próximos años. Ambos nos hablan de fracasos, impotencias y de dificultades en las políticas emancipatorias. Y por eso me tomo la osadía de comentarlos conjuntamente. II El resultado de las presidenciales norteamericanas son un paso más hacia la barbarie. Quienes ahora minimizan la importancia del radicalismo de Trump y confían en que el “establishment” le pondrá seso, parecen ignorar el legado de anteriores presidentes, especialmente el de Bush hijo, y supervaloran el sentido de contención del “establishment”. La inacabada guerra mundial, que se desarrolla sobre todo en suelo de Oriente Próximo y Afganistán, y sus secuelas de desplazamientos masivos de personas en busca de refugio o la oleada de terrorismo yihadista que ha generado sufrimiento en muchos países, son sin duda la secuela más terrorífica de aquella política (sin contar que a este legado de terror han contribuido otros elementos de tipo local o regional). Y fueron estas mismas élites sociales las que propiciaron las políticas de desregulación financiera que nos condujo de cabeza a la crisis y las que impusieron las políticas de austeridad. Tan solo con que Trump imponga una cuarta parte de sus propuestas, las posibilidades de empeorar sustancialmente las cosas están ahí, y apuntan en muchas direcciones: políticas racistas, machistas, xenófobas, antiobreras… No acierto a ver en las propuestas de política económica el pálpito keynesiano que algunos vislumbran. Es dudoso que el neoproteccionismo signifique la vuelta de la industria, y en cambio es mucho más probable que las rebajas de impuestos a los ricos (y el programa privatizador de construcción de carreteras) signifique no sólo mayores desigualdades sino también nuevas oportunidades de burbujas especulativas. Y es seguro que si se imponen las nuevas políticas energéticas del lobby petrolero estaremos dando nuevos pasos hacia la catástrofe ecológica. En este sentido, Trump significa una nueva vuelta de tuerca en una derechización creciente de la política americana iniciada con la premonitoria candidatura de Barry Goldwater en 18 1964 (sólo obtuvo 50 votos presidenciales, todos en el Sur más conservador) y consolidada después con Reagan, los Bush y el “tea party”. La izquierda del momento, que tomó a choteo el fracaso de Goldwater, no supo advertir que se empezaba a enfrentar a un proceso de mucha mayor profundidad que acabaría trayendo el neoliberalismo primero y nos conduciría a la actual situación de auge del radicalismo conservador. Hay un análisis reconfortante para la izquierda sobre por qué ha ganado Trump. Contiene una parte de verdad, aunque a mi entender se deja en el tintero cuestiones cruciales. Lo cierto es que el triunfo de Trump posiblemente entierra definitivamente la “tercera vía” y es, al mismo tiempo, un efecto del modelo de globalización y de políticas económicas y sociales impuestas durante los últimos años. La gente pobre está harta de cierres de fábricas, desempleo de larga duración, precariedad laboral, pobreza. Y acaba votando a un candidato fuerte con un programa conservador que promete generación de empleo para los nativos. Y, también, una parte de esta misma clase trabajadora ha dejado de movilizarse electoralmente porque está desencantada con las políticas llevadas a cabo por sus tradicionales representantes (en este caso resulta evidente que Hillary Clinton era alguien demasiado desgastado y demasiado próximo a las élites financieras para generar entusiasmo entre sus potenciales votantes). Todo ello es cierto, pero demasiado simplista. Por un lado, podría parecer, en base a este diagnóstico, que basta con que la izquierda ofrezca un verdadero programa anti-liberal para reanimar a sus bases potenciales. Y por el otro, que toda la responsabilidad del giro electoral se debe a que la clase obrera ha sido abducida por una falsa promesa de empleo mediante un populista discurso anti-globalización. Esta es una explicación especialmente apreciada por los progresistas bienestantes que siempre han mirado con cierto desprecio a la clase obrera real. Al simplismo de la explicación se suma un cierto deje clasista. Hay varias cuestiones que exigen matizar esta explicación. En primer lugar, es cierto que se ha combinado desmovilización y cambio de orientación del voto obrero, pero esta ni ha sido tan radical como se explica ni hubiera sido suficiente para el cambio. Analizando lo ocurrido en los cuatro estados que han sido claves para decantar el resultado final (Pennsylvania, Ohio, Michigan y Wisconsin) se observa una regularidad persistente: Clinton ganó en los condados de las grandes áreas urbanas (Philadelphia, Scranton, Pittsburg, Cleveland, Cincinnati, Columbus, Toledo, Detroit, Flint, Lansing, Milwaukee, Madison) y perdió en el resto. Más que en las áreas urbanas de clase obrera, donde se decidió el giro electoral fue en las pequeñas y medianas ciudades donde impera una cultura local conservadora (y donde el cierre de alguna planta fabril ha generado un trauma catastrófico). El espacio social en el que 19 se desenvuelven las personas influye también en sus percepciones y valores, y estos resultados apuntan a que las respuestas reaccionarias a los problemas de la gente tienen mayores oportunidades allí donde el ambiente está impregnado de valores tradicionales. Con ello no pretendo reducir el tema a una contraposición urbe cosmopolita–campo conservador (incluido el industrializado), sino sugerir que las respuestas que da la gente a sus problemas están mediatizadas por el medio social en el que viven. Y que, por tanto, la izquierda debe pensar en una intervención global, sostenida, bien adaptada en los diferentes espacios. Pensar una intervención comunitaria que haga florecer respuestas alternativas a las crisis generadas por el capital. Trump ha ganado además porque ha contado con muchos medios, con una estrategia comunicativa bien orientada para sus intereses, y con la importante base que supone la gente organizada en comunidades religiosas conservadoras e instituciones reaccionarias. Lo que a la gente le lleva a votar reaccionario no es sólo el bolsillo, es también tener la cabeza dominada por ideas, valores o actitudes reaccionarias. Y esto nos obliga no sólo a pensar en términos de alternativa económica, sino también en términos de valores, de cultura y de relaciones sociales. Nos obliga a salir del estrecho economicismo que propagó la versión más cutre de la tradición comunista y actuar en planos diversos y combinados. Es cierto que también en eso la derecha nos lleva ventaja, no sólo con las consolidadas organizaciones a las que me he referido anteriormente, también con los mensajes subliminales que a diario recibimos de los medios de comunicación (incluyendo muchos de los nuevos). Por ello, también es necesario entender que sólo con respuestas económicas no basta. Y que una izquierda que promueva una multiplicidad de formas de acción social, de generación de comunidad, tiene mayores posibilidades de consolidar una base social suficiente. III Si la victoria de Trump expresa una nueva fase de consolidación del proyecto reaccionario de la derecha, el fallecimiento de Fidel Castro constituye un episodio terminal de la historia fallida del que para entendernos podemos llamar “experimento soviético”. Mucha gente de izquierdas llora hoy a Fidel Castro. Seguramente porque con todos sus defectos y fracasos fue una persona más íntegra y compleja que otros presuntos revolucionarios. La Cuba de Fidel no es el gulag norcoreano, ni Fidel Castro un corrupto como Ortega. Fidel representó para mucha gente la utopía, una utopía de habla hispana. Y, a pesar de que la imagen de este modelo se ha ido degradando, nunca ha llegado a perder del todo un pálpito de rebelión. Quizás porque para mucha gente lo que cuenta es que, al menos, en Cuba se han garantizado algunos derechos básicos como la sanidad o la educación, y a pesar de que la gestión económica nunca ha garantizado la soberanía alimentaria, se han evitado al 20 menos las hambrunas que han azotado a muchos países pobres. Pero esto, por sí mismo, ni garantiza que el modelo cubano pueda sobrevivir por mucho tiempo, ni que sea interesante como modelo a seguir. Ni en lo económico, ni en el campo de las libertades políticas, ni en lo social. Al fin y al cabo, la revolución cubana acabó convirtiéndose en una continuación de un modelo soviético en el que se combinó una gestión económica de tipo burocrático con un modelo político autoritario (sin llegar a la brutalidad de las purgas estalinistas), que ha impedido el desarrollo de una sociedad democráticamente madura y ha reprimido cuestiones que ninguna sociedad digna debería reprimir, como la homosexualidad o la libertad creativa. Es cierto que el cerco norteamericano condicionó la política cubana, y favorecieron que acabaran siendo súbditos del modelo soviético. Pero el cerco no explica los errores propios ni permite obviar que la combinación de burocratismo y autoritarismo forman parte de un modelo de pensamiento bastante implantado en una parte de la izquierda. Por ello, el mayor homenaje que puede hacerse a los valores revolucionarios que encarnaron personas como Fidel Castro o el Che Guevara no es mitificar una experiencia fallida (hace muchos años un amigo mío publicó con el seudónimo Antonio Castaños un breve análisis que tildó a estos experimentos como prehistoria del comunismo), sino tratar de elaborar un proyecto que supere los defectos detectables en aquella experiencia. Creo que hay al menos en dos planos donde esto es evidente. De una parte, el de la gestión económica. La pretensión de un modelo social donde una burocracia ilustrada planifica toda la actividad económica de la sociedad ha resultado tan utópica como su rival (la utopía del mercado completamente competitivo sin monopolios ni externalidades). De otra, la cuestión de las libertades resulta crucial en planos tan diversos como la sexualidad, los modelos de relación personal, la capacidad de organización, de crítica, de creación. Competir con la irracionalidad (y al mismo tiempo el atractivo) de la dictadura del consumismo, desarrollar una sociedad con sensibilidad medioambiental (y por tanto con sentido de la autocontención), sólo parece factible si la gente entiende que lo que “pierde” en términos de utopía consumista lo compensa con capacidad de actuar en otros planos. El modelo soviético trató de construir un hombre nuevo en base a la burocracia y la disciplina, y allí generó un sufrimiento innecesario y acabó por engendrar una sociedad que se mostró incapaz tanto de dejarse seducir por el escaparate consumista como para autoorganizarse frente al expolio a que fue sometida en la transición hacia el capitalismo (lo cuentan nítidamente las personas entrevistas por Svetlana Aleksiévich en “El fin del “Homo sovieticus””). Y no parece que el pueblo cubano esté preparado para eludir una salida diferente. IV 21 Los dos acontecimientos nos enfrentan a dos graves dilemas: el peligro de la barbarie y el sentimiento de fracaso de un proyecto utópico. Por eso, estar a la altura de las circunstancias nos obliga a dos tareas de elaboración y reflexión colectiva. Cómo construir una política a corto, medio y largo plazo que nos aleje de la barbarie (pero tomando como punto de partida la realidad actual). Una política de larga visión que contemple las propuestas, pero también las formas de organización, de construcción de las visiones del mundo, del debate social. Y, al mismo tiempo, articular, a partir del conocimiento existente, de los brotes de nuevas ideas, una propuesta de sociedad alternativa que realmente supere en eficiencia social, libertad, igualdad y gestión ecológica a las sociedades realmente existentes. No son retos fáciles. Pero son absolutamente necesarios para respirar en un mundo donde lo que parecía impensable está tomando peligrosos visos de convertirse en el horizonte inmediato. 30/11/2016 22 Las raíces históricas de la victoria de Trump Andreu Espasa En la noche electoral del 8 de noviembre, cuando todavía no se había cerrado el escrutinio definitivo, muchos comentaristas liberales y progresistas empezaron a identificar al presunto culpable de la inminente victoria de Donald Trump: los blancos de clase trabajadora. Los trabajadores blancos, decían, son ignorantes y racistas, incapaces de captar las complejidades de la globalización neoliberal y de votar en función de sus auténticos intereses. La hipótesis liberaba a estos mismos comentaristas de un ejercicio de autocrítica gremial —a fin de cuentas, casi todos ellos habían pronosticado una rotunda victoria de Hillary Clinton— y, al mismo tiempo, tranquilizaba la atormentada conciencia de la clase media progresista. Como chivo expiatorio, resultaba, sin duda, bastante conveniente. Sin embargo, a medida que disponemos de estudios socioelectorales más detallados, las acusaciones contra los trabajadores blancos por la victoria de Trump resultan cada vez más cuestionables. Tal y como ha señalado Eric Sasson en The New Republic: “Los votantes que Clinton perdió realmente —los que buscaba y en los que confiaba para la victoria— eran blancos educados en la universidad. [...] Entre los blancos con estudios universitarios, sólo el 39% de los hombres y el 51% de las mujeres votaron por Clinton”. Cuando se analizan los datos de los votantes en función del ingreso, resulta que Clinton ganó claramente entre los votantes con ingresos menores a 49.999 dólares al año —de ahí su victoria en el voto popular— y perdió por un ligero margen entre los votantes con ingresos mayores a esta cantidad. En una sociedad menos pendiente de las divisiones raciales y menos sesgada por las pulsiones clasistas de sus opinólogos, probablemente el titular hubiera sido algo así como: “La clase media, los ricos y un sistema electoral injusto dan la victoria a Donald Trump”. Tampoco han faltado los comentaristas que han hecho el esfuerzo de enmarcar la victoria de Trump como un fenómeno que escapa a las fronteras estadounidenses. El presidente electo norteamericano ha sido comparado con mejor o menor fortuna con líderes tan dispares como el ruso Vladimir Putin y el venezolano Nicolás Maduro, aunque la analogía más recurrente es la que se ha establecido entre su sorprendente victoria y el también inesperado resultado del referéndum británico sobre la permanencia en la Unión Europea. En ambos casos, la derecha habría sido capaz de canalizar con éxito las frustraciones de amplias capas populares ante la globalización. Más allá de los problemas inherentes a intentar comparar un referéndum con una elección 23 presidencial, el énfasis en vincular el Brexit con la victoria del candidato del Partido Republicano tiene el defecto de eclipsar la relevancia de algunos factores históricos nacionales que podrían ayudar a entender mejor el éxito de Trump. El divorcio institucional entre economía y democracia Entre las tendencias históricas más relevantes, cabe destacar la desconexión entre la política económica y el debate democrático. Resulta especialmente sorprendente que esta tendencia se haya consolidado en Estados Unidos, un país donde los intelectuales públicos suelen ser economistas y cuya población informada tiene un nivel de conocimiento económico verdaderamente notable. En las últimas elecciones presidenciales, el debate económico ocupó un lugar marginal. De hecho, las diferencias parecían reducirse a cuestiones de reforma fiscal y comercio internacional. El estrechamiento del debate económico es la culminación de un proceso que viene de lejos. En las elecciones de 1896, el principal tema de campaña fue la política monetaria: el candidato demócrata, William Jennings Bryan, reclamaba un sistema monetario bimetálico —plata y oro— para estimular la economía y reducir el peso de la deuda agraria, mientras que los republicanos apostaban por el patrón oro. En las elecciones de 1912, los dos principales candidatos a la presidencia, Theodore Roosevelt y Woodrow Wilson, dieron prioridad a la cuestión de los monopolios: Roosevelt era partidario de una regulación estricta, mientras que Wilson apostaba por la fragmentación. Dos décadas después, durante la Gran Depresión, el debate económico se abrió hasta el extremo de exigir una reintrepretación actualizada de la Constitución. Como resultado, la intervención económica del gobierno en la economía creció en volumen y en compromisos sociales. Sin embargo, con el tiempo, y especialmente a partir del éxito del neoliberalismo en los años setenta, partes importantes del debate económico desaparecieron de la agenda política, ya fuera de forma legal —la política monetaria ya había salido del debate público gracias a la doctrina sobre “la independencia de la banca central”, restablecida, en principio, por el Acuerdo de 1951— o por la creación de consensos en la élite política y económica —por ejemplo, sobre la preferencia teórica hacia los “presupuestos equilibrados” o de “déficit cero”, la apuesta por la represión salarial como principal medida para mantener la competitividad, etc. Paralelamente, tras los convulsos años sesenta y principios de los setenta —movilizaciones por los derechos de las mujeres, por los derechos civiles de los afroamericanos y por el fin de la guerra de Vietnam— los debates identitarios y las llamadas guerras culturales ganaron importancia. Temas como la inmigración, el aborto, el bilingüismo en la educación o los programas para favorecer las oportunidades de ascenso social de las minorías ocuparon 24 el vacío que dejaba el divorcio entre economía y democracia. Se trataba, pues, de un contexto idóneo para el surgimiento de una derecha popular, centrada –a la ofensiva– en las guerras culturales y capaz de reunir apoyos entre una parte significativa de las clases populares, sin dejar de servir a los intereses económicos de los grandes empresarios. Los mexicanos como “falsos inmigrantes” De todas las posibles batallas culturales, Trump ha optado por concentrarse en los sentimientos antiinmigración contra los mexicanos. La justificación para elegir a México como principal enemigo interno y externo tiene su versión más sofisticada en el libro del politólogo Samuel Huntington, Who Are We? The Challenges to America’s National Identity (2004), y la versión más vulgar en la obra de la tertuliana Ann Coulter, Adiós, América!: The Left s Plan to Turn Our Country Into a Third World Hellhole (2015). Más allá de las racionalizaciones de Coulter y Huntington —“los mexicanos no se asimilan porque son un grupo demasiado numeroso, que habla español y que puede visitar a la familia sin recorrer grandes distancias”, “el crecimiento de la comunidad mexicana es peligroso porque podrían terminar reclamando el inmenso territorio perdido por el Tratado de Guadalupe Hidalgo de 1848”, etc.—, el problema real es que la derecha norteamericana necesita explotar el sentimiento xenófobo y, al mismo tiempo, debe respetar el consenso nacional surgido en los años treinta según el cual Estados Unidos es una nación de inmigrantes con orígenes nacionales diversos, pero con un mismo objetivo compartido de querer prosperar en una tierra de oportunidades a través del esfuerzo individual y la ausencia de discriminaciones por motivos étnicos ni —y esta es la creencia central del American Dream— por el origen social. Es decir, una democracia del mérito en contra de las injusticias del azar de cuna. Ante la imposibilidad de cuestionar la inmigración per se, la derecha estadounidense distingue constantemente entre inmigrantes legales e inmigrantes indocumentados. Implícitamente, también señala a los inmigrantes mexicanos como un tipo de inmigración que sólo crea problemas —básicamente, competencia por salarios bajos y actividad criminal. Incluso hay un cierto movimiento dentro de la derecha norteamericana que quiere cambiar la Constitución para evitar que los nacidos en Estados Unidos obtengan automáticamente la ciudadanía. La enmienda que consagró el ius soli para la ciudadanía tiene su origen en el final de la guerra de Secesión, como medio para garantizar cierta protección legal hacia los afrodescendientes. Según Ann Coulter, el origen de esta enmienda es el pago de una deuda que Estados Unidos había contraído con los afroamericanos por haberlos esclavizado. En cambio, según Coulter, con los mexicanos no hay ninguna deuda histórica que saldar y, por lo tanto, los hijos de mexicanos nacidos en Estados Unidos no deberían poder tener la ciudadanía. En esos 25 mismos círculos, también se puede escuchar que los mexicanos no tienen ningún mérito como inmigrantes porque sólo necesitan sortear una frontera terrestre, a diferencia de los antiguos inmigrantes europeos, que tenían que cruzar un océano. Guerras culturales y preocupaciones económicas La elección de la lucha contra la inmigración mexicana como principal guerra cultural tiene que ver con otro aspecto importante de la estrategia política trumpiana. A diferencia de los otros candidatos del Partido Republicano, desde el principio Trump dio una importancia central a cuestiones económicas que puedan gozar de mucho apoyo popular. De alguna forma, y sin renunciar a la importancia de las guerras culturales, Trump optó por romper con la tendencia a divorciar la economía del debate político. En este sentido, la centralidad de la lucha contra la inmigración tiene el atractivo de funcionar en dos niveles distintos: por un lado, permite alimentar fantasías culturalistas sobre una identidad nacional amenazada por una plaga humana a la que sólo se puede frenar a través de la construcción de un muro; por el otro, las deportaciones masivas de inmigrantes indocumentados se presentan como parte de una estrategia para garantizar empleos bien pagados para los ciudadanos americanos. Vale la pena notar que la estrategia política de Donald Trump mantiene muchas similitudes con la de Richard Nixon. Cuando en 1965 el presidente demócrata Lyndon B. Johnson puso fin al régimen de segregación racial en los estados del Sur y garantizó el derecho a voto a los negros, también liquidó, de forma consciente y simultánea, la hegemonía del Partido Demócrata en la región. Este vacío político fue brevemente ocupado por el gobernador de Alabama, George Wallace, abiertamente racista y muy popular no sólo en los estados del Sur, sino también en las zonas industriales del Midwest. En las elecciones presidenciales de 1968, Wallace ganó en cinco estados y obtuvo el 13% de los votos. Después Nixon, con mayor sutileza, articuló una propuesta para atraer a los antiguos votantes de Wallace, esto es, la llamada “estrategia meridional”. Por un lado, Nixon apelaba a las pulsiones racistas con un lenguaje codificado: concretamente, prometía un retorno al imperio de “la ley y el orden”, culpabilizando a los activistas de los derechos civiles y a los afroamericanos en general de la violencia y los disturbios de la época. Además, a diferencia de los sectores del Partido Republicano más tradicionales, tuvo un cierto acercamiento con los sindicatos. Nixon se consideraba el líder de la “mayoría silenciosa”, un modo de referirse a una mayoría popular de gente trabajadora que no tenía nada que ver con la ruidosa minoría de activistas de izquierdas. Lo cierto es que Nixon, en su objetivo de construir una derecha popular, no sólo articuló un hábil discurso en contra de las élites, sino que también adoptó algunas medidas de política 26 económica que lo situarían a la izquierda de buena parte de la socialdemocracia europea actual: restableció controles oficiales de precios para combatir la inflación, se negó a aplicar las medidas de austeridad necesarias para mantener el sistema monetario acordado en Bretton Woods —por eso tuvo que suspender la convertibilidad del dólar en oro en 1971—, expandió algunos de los programas sociales aprobados por sus predecesores... Como es sabido, Trump no ha tenido reparos en reciclar lemas nixonianos como el de la necesidad de restablecer “la ley y el orden” y el de representar a la “mayoría silenciosa”. Salvando las distancias, el actual presidente electo también ha adoptado un discurso que, en algunos aspectos, podría parecer tomado de la izquierda, especialmente la crítica a los tratados de libre comercio por sus efectos sobre el paro y sus promesas de estimular la economía a través de un vasto programa de modernización de las infraestructuras públicas. Trump comparte con Nixon la convicción de que, independientemente de las opiniones dominantes entre el establishment político y académico, un presidente debe utilizar la maquinaria estatal para orientar la economía en un sentido favorable a su reelección y a su lugar en la historia. Prueba de esta actitud fueron las críticas de Trump a Janet Yellen, la presidenta de la Reserva Federal, por haber aplazado de nuevo el anunciado aumento de tipos de interés para finales de año, después del proceso electoral. Entre las élites, se considera de muy mal gusto que un candidato critique la política de la Reserva Federal, ya que supone cuestionar la independencia del banco central. De hecho, aparentemente, la crítica de Trump no cuestiona el fondo de este consenso, ya que su acusación es justamente que, según él, Yellen estaba llevando a cabo una política monetaria partidista, pensada para asegurar el triunfo electoral de Clinton. Lo que es sorprendente son las formas, es decir, la denuncia contra la Reserva Federal por parte de un candidato. Una vez se hayan celebrado las elecciones, ya está permitido criticar los efectos de la política de la Reserva Federal sobre el resultado electoral. El caso más conocido es la decisiva contribución de Paul Volcker, el presidente de la Reserva Federal nombrado por Jimmy Carter, a la victoria de Ronald Reagan en 1980, gracias a una política monetaria centrada en la lucha contra la inflación a costa de la destrucción de puestos de trabajo. El sucesor de Volcker, Alan Greenspan, también fue acusado a posteriori por George Bush padre de su derrota electoral en 1992. Teniendo en cuenta el bagaje de Trump, es previsible que, más allá de sus denuncias en periodo electoral, intentará que la Reserva Federal colabore con su programa económico, en una forma parecida a la presión que Nixon ejerció sobre el entonces presidente de la Reserva Federal, Arthur Burns, para lograr su arrollador éxito electoral en 1972. 27 Los neocons y el aislacionismo En una sociedad crecientemente desigual y en la que las élites sufren un fuerte desprestigio, Trump supo jugar otra importante baza electoral al plantear una confrontación abierta con el llamado establishment de política exterior, un reducido número de diplomáticos, expertos en relaciones internacionales y veteranos políticos de los dos grandes partidos que guían la diplomacia estadounidense a partir de un consenso muy sólido, esencialmente indiferente a los vaivenes de los ciclos electorales. Como es sabido, la mayoría de neocons republicanos apoyaron a Hillary Clinton. Los neocons tienen un proyecto de hegemonía mundial que resulta incompatible con las ideas de política exterior que Trump planteó en su campaña. Trump revivió una tradición que en el lenguaje político estadounidense se suele designar con el impreciso nombre de aislacionismo. Su máximo exponente fue la organización America First, creada en los años inmediatamente anteriores a la entrada de Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial. Los enemigos del aislacionismo suelen caricaturizar esta tendencia como una expresión de provincianismo xenófobo que, en política exterior, tiene el efecto de recluir a los Estados Unidos dentro de sus propias fronteras. En realidad, el aislacionismo siempre es, como mínimo, continental, en el sentido de que nadie cuestiona la importancia de América Latina. De hecho, la centralidad que Trump otorga a México tiene que ver con la tradición continental del aislacionismo. Lo que sí es cierto es que el enfoque aislacionista pone ciertos límites a la capacidad de Estados Unidos para comprometerse militarmente en la defensa del actual statu quo en todos los rincones del planeta. El aislacionismo de los años treinta no quería saber nada de las disputas de Europa. El aislacionismo que ha exhibido Trump como candidato plantea reducir la presencia estadounidense en Oriente Medio —concretamente, se mostró muy crítico con las operaciones de cambio de régimen y de nation building. Y también ha exigido una mayor contribución de los aliados europeos y asiáticos. En caso de no hacerlo, ha amenazado con retirarse. El racismo del magnate neoyorquino también ha escandalizado a los neocons. No porque sean especialmente antirracistas, sino porque son conscientes de una de las grandes lecciones de la Guerra Fría: cuando el mundo percibe el racismo existente en Estados Unidos, la imagen de Estados Unidos en el exterior (el famoso “soft power”) queda perjudicada. En caso de que Donald Trump cumpla una parte sustancial de sus promesas electorales, su presidencia va a suponer una ruptura importante para los consensos de política exterior y política económica de la primera potencia mundial. Sus efectos, obviamente, serán de una enorme trascendencia para todos, sobre todo en América Latina. En vez de quedar intelectualmente bloqueados en una posición de desprecio permanente por las bases electorales de la nueva derecha estadounidense, será bueno que nos 28 tomemos en serio el desafío de intentar entender los retos y las oportunidades que plantea esta nueva etapa política. [Andreu Espasa es profesor de Historia Contemporánea en la Universidad Nacional Autónoma de México. Este texto está basado en los comentarios solicitados por el periodista Antoni Trobat y parcialmente publicados en su artículo: “Més enllà de Donald Trump: una radiografia de la dreta nord-americana”, El Crític, 6 de noviembre 2016] 29/11/2016 29 ¿Almaraz es una grieta? Miguel Muñiz Estoy sentado al borde de la carretera, el conductor cambia la rueda. No me gusta el lugar de donde vengo, no me gusta el lugar a donde voy. ¿Por qué miro el cambio de rueda con impaciencia? Bertolt Brecht, Poemas y canciones (1953) Ante todo, enumeramos los hechos: por vez primera, en más de 40 años de nucleares en España, aparece una grieta en el muro de complicidad que protege a la industria, y se refiere a central de Almaraz. Situada en Extremadura, a unos 100 kilómetros de la frontera con Portugal, propiedad de Iberdrola (53%), ENEL-Endesa (36%) y Gas Natural Fenosa (11%), la central ha protagonizado unos hechos inusuales en el ambiente de placidez mediática que ha rodeado el discurso nuclear hasta ahora: unos problemas detectados en enero de 2016 en el sistema de bombas de refrigeración, tras una inspección del CSN, fueron ignorados por la dirección del organismo [1], lo que llevó a la decisión sin precedentes de los cinco inspectores implicados de hacer pública la información; la cadena de reacciones incluyó una petición de información por la Junta de Extremadura y por el Gobierno de Portugal sobre la seguridad de la central y una respuesta airada del CSN por la filtración [2], y siguió con una puntualización del ASTECSN sobre las implicaciones de la filtración [3]; todo ello llevó a un encuentro de urgencia entre Cristina Narbona, miembro del Pleno del CSN, y representantes oficiales del gobierno portugués en la reunión de la OIEA del 14 de abril en Viena [4]; la implicación al máximo nivel del gobierno portugués motivó una respuesta oficial del gobierno español [5]. Además, en junio de 2016 se produjo una manifestación popular de oposición a la continuidad de la central realizada conjuntamente 30 por ciudadanos de España y Portugal [6], lo que llevó al hecho inusual (y van cuatro) de un pronunciamiento del máximo representante del gobierno de Extremadura abordando el futuro de la central [7]. Esta cadena de acontecimientos ha provocado que la tramitación del proyecto de construcción de un Almacén Temporal Individual (ATI) en Almaraz donde guardar los residuos de alta actividad una vez saturadas las piscinas de refrigeración —algo que en otras centrales se ha realizado sin conflictos— haya encontrado una resistencia inusual [8], pues implica alargar el funcionamiento hasta los 60 años, que es el objetivo declarado de la industria nuclear y sus seguidores. El pronunciamiento, carente de precedentes, del gobierno de izquierdas de Portugal pidiendo el cierre en 2020 ha acabado por situar el caso Almaraz a un nivel nunca visto [9]. Este cúmulo de hechos ha generado un debate en el movimiento ibérico de resistencia a la energía nuclear (MIA). La posición oficial del MIA es reivindicar socialmente la no renovación de los permisos de funcionamiento de los reactores en 2020, 2021 y 2024 (los años en que caducan los actualmente vigentes). Los acontecimientos de Almaraz han llevado a plantear un escenario posibilista que da predominio a la política , un escenario en que el mantenimiento de la reivindicación anterior se combina con la propuesta de que el caso Almaraz pueda llevar a un proceso de negociación política para su cierre en 2020 y que, a partir de dicha negociación, se abra el camino a un plan consesuado de cierre de los restantes seis reactores nucleares. Este escenario de negociación política posibilista se justifica con la combinación de la actitud beligerante del gobierno de Portugal —que puede llevar la cuestión Almaraz a las instituciones europeas, lo que afectaría al actual gobierno en minoría del PP— y el cambio de correlación política resultado de las últimas elecciones generales en España, que (se considera) permitiría especular con la posibilidad de influir en la postura de PSOE y Ciudadanos (C's) sobre las nucleares, contando con la posición de la coalición Unidos Podemos. Unidos Podemos, y sus diferentes versiones territoriales, fue la única formación política que asumió en su programa electoral la no renovación de los permisos de funcionamiento de los reactores nucleares a partir de la caducidad de las licencias actuales (la reivindicación del MIA). En esas elecciones el PSOE volvió a acogerse a la ambigüedad del “cierre a los 40 años” [10], y Ciudadanos optó por no mencionar el asunto en su programa, después de una vaga declaración favorable al “cierre nuclear” realizada en la pre-campaña de 2015 y muy en la línea de los pronunciamientos volátiles de dicho partido [11]. 31 Los resultados electorales del PP lo situan como minoría mayoritaria en la Comisión de Energía, Industria y Turismo del Congreso de los Diputados. El escenario posibilista especula con la posibilidad de que, contando con el pronunciamiento de Unidos Podemos, se pueda llegar a un acuerdo con PSOE y C's en dicha Comisión para presionar al gobierno a no renovar el permiso de Almaraz en 2020. De acuerdo con esa estrategia, el MIA debería aprovechar los tres años que faltan hasta 2020 para concentrar su actividad en Almaraz, y generar una movilización social que permita llegar a una posición de fuerza en la hipotética negociación política con PSOE y C's, contando en dicho proceso con el apoyo incondicional de Unidos Podemos, la presión institucional y social desde Portugal, y la complicidad del gobierno de Extremadura. Antes de reflexionar sobre las implicaciones de todo esto hay que valorar un dato: en el movimiento de oposición a la energía atómica existe un consenso acerca de que los años 2020 y 2021 serán claves para el futuro de dicha energía y del propio movimiento . Teniendo en cuenta que los recursos de activismo de que disponemos son limitados, la disyuntiva entre focalizar toda la actividad en la negociación política sobre el caso Almaraz o en generar un movimiento social de rechazo a la ampliación de 60 años de funcionamiento de todos los reactores es una cuestión decisiva para el presente y para el futuro. Siguiendo con la metáfora, ¿la grieta que representa el caso Almaraz es profunda o superficial?; ¿justifica una estrategia posibilista de negociación política?; ¿qué consecuencias tiene? Hay que analizar con detalle las implicaciones de cada una de las dos vías antes de tomar una decisión. Hay que determinar con precisión el alcance real de los hechos que se han producido (la grieta). Decidir si el caso Almaraz puede afectar a la reivindicación de 60 años de funcionamiento nuclear o si se trata de una situación transitoria que se resolverá al margen del MIA. Para eso es preciso reflexionar sobre cinco cuestiones básicas: 1. El estado técnico de Almaraz no es una excepción. Las averías son la norma en unas centrales atómicas que llevarán operando más de 30 años cuando llegue el 2020; teniendo en cuenta el orden de antigüedad a partir de su puesta en funcionamiento, el reactor 1 de Almaraz es el más antiguo (mayo 1983), seguido por el reactor 1 de Ascó (agosto de 1984) y el reactor 2 de Almaraz (octubre de 1984); los restantes reactores datan de 1985 (Cofrents), 1986 (Ascó 2), y 1988 (Vandellòs y Trillo). No hay una razón objetiva para que Almaraz sea un referente especial en cuanto a seguridad: el peligro viene de todas. 2. Si la precariedad técnica de Almaraz es compartida por todos los reactores 32 (los de Ascó y Vandellós superan en averías y accidentes no sólo a Almaraz sino al conjunto), su singularidad deriva de dos hechos coyunturales: la toma de posición de los grupos ecologistas, los partidos políticos y el gobierno de Portugal (basada en el criterio de proximidad) y la decisión del equipo de inspectores, que dio un ejemplo de honestidad que no se había dado antes pese a la superior gravedad de otras averías y otros accidentes. El gobierno de Portugal, en activo desde enero de 2016, es un caso inédito de coalición de partidos críticos con el dogma neoliberal [12]. Como el país no tiene reactores nucleares la influencia de la industria nuclear es muy reducida, por lo que se puede encontrar un campo de consenso amplio para que movimientos sociales, sindicatos y partidos emitan declaraciones y pronunciamientos desfavorables. Sin embargo, la respuesta en Portugal no ha ido más allá de Almaraz y su base argumentativa más allá de la referencia al informe de los inspectores. No difiere mucho de la que se da en otros casos: importa la cercanía, no el riesgo real, aunque cualquier persona que conozca las amenazas de la energía nuclear sabe que la lejanía o la cercanía son conceptos muy relativos (tanta amenaza representa para Portugal la central nuclear de Vandellós 2 —la más alejada territorialmente de sus fronteras— como Almaraz, y el Tajo, aunque sea la referencia dominante, no es la única vía de penetración de radiactividad) [13]. Vandellós 2 renueva su licencia apenas un mes después de Almaraz, y tiene un historial de accidentes mucho más grave. Sin embargo, su caso no se contempla porque carece de la singularidad que hemos mencionado antes. 3. La actividad de los movimientos sociales, partidos políticos y gobierno portugués merece toda nuestra atención, pero no hay que perder de vista la actividad del gobierno del PP y sus cómplices en política nuclear; ellos tienen la capacidad para hacer del caso Almaraz un asunto de identidad nacional. Algo que no sería excepcional dada la tendencia a plantear conflictos en clave nacionalista que se mantiene en la política española (una deriva en esa dirección sería incluso bienvenida para aglutinar consenso en fuerzas como el PP, C's y parte del PSOE). Lo peor que nos puede pasar al MIA es que el debate nuclear salga del conflicto entre intereses de compañías eléctricas y una sociedad afectada, y derive en otro falso conflicto nacional. Algunos pasos hacia la irracionalidad ya se han comenzado a dar en esta dirección, introduciendo variables que tienen como telón de fondo la renovación del permiso [14]. Centrar la actividad del MIA exclusivamente en el caso Almaraz supone riesgos, y no son mínimos. 4. La voluntad política de Portugal de llevar el caso Almaraz a la Unión Europea (UE) se ha manifestado en varias ocasiones desde la movilización en 33 Cáceres [15]. Pero conviene reflexionar acerca de la intención real de la actual UE de modificar una decisión de gobierno del PP en política energética. El largo período de ausencia formal de gobierno político en España ha contado con la complicidad de la UE para favorecer la posición del PP: el perdón de las multas por incumplimiento del “déficit” [16] y otros favores demuestran lo complicado de una vía que, en todo caso, sería a largo plazo, y donde conviene recordar que los únicos casos en los que la UE ha intervenido decididamente para forzar cierres de reactores corresponden a países del antiguo bloque del Este [17]. 5. La posición del gobierno de Extremadura respecto a la no renovación del permiso no mantiene una linea estable [18] y, en todo caso, está determinada por lo que se decida en los órganos superiores de un partido en el que no existe consenso respecto al fin de la energía nuclear y que ha mostrado que los mecanismos de toma de decisiones se hallan fuera de sus órganos de gobierno. Y llegamos a la negociación política. El margen para la acción desde la Comisión de Industria, Energía y Turismo viene determinado por el artículo 75 de la Constitución, no abre un horizonte de negociación ilimitado. Y no se puede perder de vista que la industria nuclear tiene vinculaciones con el IBEX 35, y que los mecanismos de presión de esa entidad sobre determinadas fuerzas políticas son decisivos. En la situación ilustrada por la investidura del presidente Rajoy, no es creíble que se pueda entablar una negociación con el PSOE o con C's manteniendo al margen las opiniones y los acuerdos establecidos con el PP. Y se ha de contar con el “cordón sanitario” que aísla a Unidos Podemos. Ello sitúa al MIA sin un respaldo social tangible que vaya más allá de una silla en una reunión, en un escenario de negociación política compleja con todo lo que implica de doble lenguaje, de dilaciones, de promesas vagas que contrastan con hechos consumados. Si consideramos que la posición del CSN es favorable a la continuidad de cualquier reactor, se plantean varias preguntas. Limitémoslas a cuatro: ¿Es posible desplegar un movimiento general de rechazo social centrado en la singularidad de Almaraz? ¿Es realmente viable un escenario real de negociación política? Y, en el mejor de los escenarios, ¿se puede deducir un calendario de cierre nuclear pactado de una decisión limitada al caso Almaraz? Y sobre todo, ¿es lo más conveniente una apuesta posibilista de negociación que excluye a la mayoría social contraria a la energía nuclear, en un proceso que decidirá el futuro del MIA? 34 Optar por un escenario posibilista centrado en la negociación política significa optar por lo contrario de lo que se ha demostrado eficaz para llegar a correlación de fuerzas actual (que es mejor que la de hace unos pocos años): implicar directamente a la sociedad en temas que les afectan. Para que la mayoría social que tiene una postura contraria a la energía atómica pase del rechazo pasivo a una postura activa se necesita que entienda que el escenario 2020-2021, más allá del caso Almaraz, significa la continuidad hasta los 60 años de funcionamiento de los siete reactores atómicos. Para que esa mayoría social dé una respuesta se debe presentar un objetivo claro, un interlocutor al que interpelar y un mecanismo de participación real. Los resultados de la encuesta realizada en Cataluña para valorar el apoyo a una iniciativa legislativa popular (ILP) que exija al gobierno no renovar los permisos de funcionamiento (abriendo el camino a una sociedad libre de nucleares) demuestran que existe una base social dispuesta a movilizarse si se dan unos objetivos reales [19] y unos mecanismos para llegar a ellos. Una ILP implica una cierta cantidad de trabajo y también supone riesgos: afrontar la posibilidad de que sea anulada en la tramitación, la complejidad de la recogida de firmas, la necesidad de un apoyo externo más allá del MIA... Una ILP puede fracasar en varias etapas de su desarrollo pero, aún así, supone un revulsivo social que puede obligar a la industria nuclear y a sus seguidores a salir de su comodidad. Ninguna de las ILP desarrolladas en Cataluña en los últimos años ha alcanzado sus objetivos, pero todas han situado los temas que trataban en la agenda social y política: si hoy existe debate sobre cuestiones que van desde los alimentos transgénicos a los residuos es, en parte, por unas ILPs que aparentemente “fracasaron”, pero que han servido para trazar lineas que se siguen desarrollando. Las ILPs han tenido consecuencias positivas en los movimientos sociales que las impulsaron, como la tuvo, entre 1990 y 1991, la primera ILP para pedir el cierre de las nucleares, aquella que no llegó a recoger el medio millón de firmas porque el repentino estallido de la Primera Guerra del Golfo cambió las prioridades de muchos de los activistas que participaban, desviándolos hacia los movimientos pacifistas. A diferencia de un escenario posibilista basado en la negociación, una ILP supone salir del límite de los activistas del movimiento contra la energía nuclear, dar voz a la sociedad e interpelar a los políticos que tienen que tomar la decisión de renovar los permisos en 2020, 2021 y 2024, y exponer a los partidarios de la energía atómica a la opinión de muchísimas personas. 35 Y si entre 2020 y 2024 llega el final del movimiento de resistencia a la energía nuclear en la forma en que ha funcionado en los últimos 30 años, mejor que lo haga dando voz y cobertura social a la parte de la sociedad que comparte sus objetivos. Notas [1] http://politica.elpais.com/politica/2016/02/02/actualidad/1454411173_406687.html [2] https://www.csn.es/documents/10182/1468238/1372+-+Acta/83d9553c-6b1c-4a19-a70b-05a 520609cfc http://www.expansion.com/agencia/efe/2016/03/01/21711983.html http://politica.elpais.com/politica/2016/02/03/actualidad/1454499772_711464.html [3] COMUNICADO DE ASTECSN EN RELACIÓN CON LAS NOTICIAS APARECIDAS LOS DÍAS PASADOS 05/02/2016 en http://www.astecsn.es/comunicados/ [4] El carácter urgente del evento se puede deducir de la ausencia de documentos en la carpeta publicada sobre la sesión correspondiente y de su calificación. La elección de Cristina Narbona como interlocutora ante los representantes del gobierno de Portugal daría para un análisis propio. Ver 16.3.1 Informe sobre el evento paralelo organizado por España y Portugal en el OIEA, Viena, el 14 de abril de 2016. pág. 16 de https://www.csn.es/documents/10182/1468238/1378+-+Acta/894d1668-cd16-4a65-acf8-099a f30fecf7 y Portuguese-Spanish Protocol to Cooperate in Nuclear and Radiological Emergencies and in Environmental Surveillance en http://www-pub.iaea.org/MTCD/Meetings/PDFplus/2016/cn236/cn236Programme.pdf pags. 20, 21. y para la carpeta https://gnssn.iaea.org/regnet/international_conferences/Sustaining%20Improvements%20Glob ally/Home.aspx?RootFolder=%2Fregnet%2Finternational_conferences%2F2016_Vienna%2F04 %20Topical%20session%204&FolderCTID=0x012000A30E972DC4421F45B2FF7D5A1AA33869 &View=%7BDB4798A9-7EF6-4792-8DDF-850D44A1D1BE%7D [5] http://www.lavozdetalavera.com/noticia/44866/actualidad/portugal-pide-una-reunion-urgentea-espana-para-tratar-sobre-el-cementerio-nuclear-particular-de-almaraz.html y http://www.lavozdetalavera.com/noticia/45242/actualidad/rajoy-convencido-de-poder-zanjar-el -incidente-con-portugal-por-la-central-nuclear-de-almaraz.html [6] http://www.lavozdetalavera.com/noticia/45242/actualidad/rajoy-convencido-de-poder-zanjar-el -incidente-con-portugal-por-la-central-nuclear-de-almaraz.html [7] http://www.elperiodicoextremadura.com/noticias/extremadura/vara-para-extremadura-plantee 36 -fecha-central-almaraz-debe-haber-alternativa_943705.html [8] http://www.hoy.es/extremadura/201609/28/portugal-pregunta-almaraz-20160928001838-v.ht ml [9] http://www.vozpopuli.com/economia-y-finanzas/Portugal-carta-Espana-cierre-Almaraz_0_9593 04482.html 10] sobre la contradicción y las implicaciones del cierre a los 40 años ver http://www.mientrastanto.org/boletin-144/notas/el-posicionamiento-politico-del-consejo-de-se guridad-nuclear-en-el-caso-garona-y-s [11] http://politica.elpais.com/politica/2015/11/04/actualidad/1446638208_150290.html [12] http://www.elperiodico.com/es/noticias/internacional/pacto-gobierno-portugal-cumple-100-dias -4949134 [13] http://www.esquerda.net/opiniao/risco-de-catastrofe-na-central-nuclear-de-almaraz/41895 castellano en https://translate.google.es/translate?sl=pt&tl=es&js=y&prev=_t&hl=ca&ie=UTF-8&u=http%3 A%2F%2Fwww.esquerda.net%2Fopiniao%2Frisco-de-catastrofe-na-central-nuclear-de-almaraz %2F41895&edit-text= [14] El CSN teme que Almaraz tenga que exportar sus residuos a Francia. Las autorizaciones para construir el almacén individual en la central se retrasan. http://cincodias.com/cincodias/2016/10/09/empresas/1476025116_920897.html [15] https://www.publico.pt/2016/06/09/sociedade/noticia/muitas-energias-para-fechar-almaraz-17 34485 versión deficiente en castellano en https://translate.google.es/translate?sl=pt&tl=es&js=y&prev=_t&hl=ca&ie=UTF-8&u=https% 3A%2F%2Fwww.publico.pt%2F2016%2F06%2F09%2Fsociedade%2Fnoticia%2Fmuitas-energia s-para-fechar-almaraz-1734485&edit-text= [16 http://www.lavanguardia.com/economia/20160727/403504794663/bruselas-deficit-espana-nomulta.html 17] https://ec.europa.eu/energy/en/topics/nuclear-energy/decommissioning-nuclear-facilities [18] Analizar nuevamente http://www.elperiodicoextremadura.com/noticias/extremadura/vara-para-extremadura-plantee -fecha-central-almaraz-debe-haber-alternativa_943705.html 37 [19] Pueden consultarse los resultados en http://sirenovablesnuclearno.org/index.html o a http://ilp2020.blog.pangea.org/ [Miguel Muñiz es miembro de Tanquem Les Nuclears–100% RENOVABLES y mantiene la página de divulgación energética http://sirenovablesnuclearno.org/ Ha sido miembro del GRUP PROMOTOR ILP2020 LLIURE DE NUCLEARS] 29/11/2016 38 Al ataque de las pensiones Cuaderno de incertidumbre: 15 Albert Recio Andreu Recién estrenada la legislatura ya se ha puesto sobre el tapete la primera gran reforma, la de las pensiones. La justificación es obvia: en los últimos años los ingresos por cotizaciones no han bastado para pagar las pensiones, y la Seguridad Social ha tenido que sufragar echando mano del fondo de reserva. Tantas veces se ha usado y con tal intensidad que de continuar la situación (y es impensable que a corto plazo este cambio se dé) en junio no alcanzará el remanente del fondo para pagar la extra de verano. Hay que hacer algo pronto. Pero ya se sabe que las prisas no son buenas consejeras, más bien quecon las prisas es más fácil que nos cuelen más de un truco. I Hay tres razones que se utilizan para explicar la situación actual. La preferida por los economistas liberales es la demográfica. Su sencilla base explicativa se basa en la manipulación de algún hecho cierto. Se ha alargado la esperanza de vida de la población, no sólo en términos generales (el cambio demográfico más espectacular tiene lugar cuando se reduce la mortalidad infantil, pero esto no tiene ninguna incidencia directa sobre las pensiones), sino especialmente la esperanza de años de vida tras la jubilación. Y, al mismo tiempo, la caída de la natalidad ha reducido el tamaño de las cohortes (la gente nacida en un mismo año) y por tanto tiende a reducirse el volumen de población por debajo de la edad de jubilación. Esta situación se agravará en los próximos años porque se prevé la jubilación de cohortes de edad muy populosas (los nacidos en los años 1950s), y en cambio entra mucha menos gente en el mercado laboral. Por tanto, aumenta la proporción de jubilados con respecto a la de activos (lo que llaman tasa de dependencia) y mantener a los jubilados puede hacerse insostenible. El argumento tal cual es convincente, pero solo funciona si se acepta un supuesto discutible. El de que el volumen del empleo viene dado tan solo por el volumen de población local en edad de trabajar. Supongamos que es cierto que en los últimos años se jubila mucha gente. Esto dejaría un enorme hueco de empleos en muchas empresas. A menos que éstas decidan emigrar a otros países o directamente cerrar, lo más probable es que este vacío genere un efecto llamada de nuevos inmigrantes que cubrirán las vacantes con entusiasmo. De hecho, el mismo envejecimiento de la población tiende a generar una demanda de servicios de cuidados que ya se han demostrado que influyen directamente en este efecto llamada. Sólo con variables 39 demográficas no resulta convincente el argumento de la insostenibilidad de las pensiones. En todo caso, lo que es esperable, y esto hay que explicarlo, es que la pirámide demográfica española constituya en sí misma un efecto llamada de nuevos inmigrantes, y hay que preparar a la población y a las instituciones para que esta nueva oleada migratoria se haga en condiciones de dignidad, justicia y convivencia adecuadas. II Contar sólo personas supone olvidarse de que las pensiones son una cuestión monetaria, de capacidad de compra. No es tanto cuántas personas trabajan, sino qué sueldos obtienen y cuánto contribuyen al fondo común. Aquí tiene un papel crucial el mercado laboral en dos aspectos: determina cuánta gente está empleada y qué ingresos salariales (que incluyen sus cotizaciones sociales) reciben. Parece evidente que el factor fundamental que ha vaciado la caja de reserva ha sido la caída del empleo y la de los salarios. Sin empleo en condiciones dignas las cotizaciones nunca van a llegar. En un país donde el conjunto de las rentas salariales representa menos del 50% de la renta total, es palpable que se ha estrechado la base de recaudación monetaria. Y para resolverlo hay sólo dos opciones: o mejorar el empleo y los salarios, o cubrir parte del coste de la seguridad social con rentas no salariales, mediante impuestos universales. (De hecho hay países donde la Seguridad Social no tiene un presupuesto separado y las pensiones dependen del conjunto de las rentas del país). Se trata fundamentalmente de una batalla distributiva (mejorar la participación de los salarios en la renta) y redistributiva (pelear por un nuevo sistema de ingresos y gastos fiscales). Sin duda, una batalla dura que tendrá que hacer frente a toda la batería de argumentos con los que están pertrechadas las élites económicas. Por ejemplo, que las alzas salariales generan desempleo o frenan la competitividad económica, o que mayores impuestos generan déficits y desalientan la actividad económica… Argumentos que en el plano analíticos son cuestionables pero que en el práctico requieren una fuerte batalla de ideas y movilizaciones. Para ver cuál es la carga real de las pensiones podemos usar el porcentaje que representan en el P.I.B. (aunque esta es una medida muy grosera de la actividad económica, es la que se generalmente toma de referencia). Actualmente, su peso está en el entorno del 11,8%, inferior al de muchos países vecinos que se han mostrado capaces de soportar una carga superior. Es obvio que, si crece el porcentaje de mayores de 65 años y reciben pensiones superiores a las de cohortes anteriores, el gasto puede subir. Pero seguirá siendo asumible, aunque exigirá los cambios en la distribución de la renta que acabo de apuntar. Si, como vaticinan los voceros de la tecnocracia y 40 el capital, estamos ante las puertas de cambios tecnológicos que incrementarán la productividad del trabajo a cotas increíbles (sobre este argumento se funda la reaparición del argumento del fin del trabajo) no parecería difícil que una sociedad con una enorme capacidad productiva pudiera garantizar, a todos sus habitantes, cuotas de bienestar material aceptables. Tengo mis dudas sobre la veracidad de esta utopía tecnocrática (por cuestiones sociales, económicas y ecológicas) y, si ciertamente la sociedad se encamina a un cierto estancamiento económico, es evidente que lo que ello exige es un replanteamiento global de nuestras pautas de vida, de organización social y de distribución de la renta. Pero plantear sólo que son las generaciones de mayor edad las que tienen que hacer el ajuste es absolutamente inaceptable. Por ello debemos convertir el debate de las pensiones un debate sobre cómo se distribuye la renta. III El tercer factor que ha agravado la situación ha sido sin duda la política del PP, consistente en practicar una política de promoción de empleo basada en bonificar las cotizaciones de la seguridad social (una política de la que España es uno de los países más adicto a pesar que la mayoría de expertos considera que globalmente es un despilfarro inútil), pagándolas con la caja de las pensiones en lugar de hacerlo a cuenta del presupuesto general. El mismo Gobierno acaba de reconocer que deberá poner unos 1900 millones de euros a la caja por esta partida. Ha sido en este caso una política premeditada para hacer aumentar el déficit de la Seguridad Social. Simplemente hay que eliminarla. IV En su inconcreta exposición sobre las pensiones, Fátima Baños marcó algunas de las líneas de lo que podemos esperar a corto plazo. Que una ministra como ella diga que las pensiones están garantizadas es una invitación a empezar a desconfiar. De hecho, planteó cosas menores: la ya susodicha vuelta a financiar las políticas de empleo a cuenta del presupuesto, la posibilidad de financiar las pensiones de viudedad y orfandad por el presupuesto, y dejó caer lo de poder compatibilizar empleo y cobro de pensiones. Y poco más. Lo primero era algo que el Gobierno estaba obligado a hacer de todas formas. Lo segundo podría ser aceptable siempre que quedaran claras las reglas de la pensión de viudedad y orfandad (que tienen como objetivo básico garantizar rentas a aquellas familias en las que falta el o la principal aportador de renta), aunque para esto bastaría mantener estas pensiones en el esquema general y aportar fondos del presupuesto general al mantenimiento de la Seguridad Social. La cuestión clave en este caso es la carga impositiva. Si de verdad se considera que la única forma de garantizar pensiones dignas es ampliar las 41 fuentes de financiación, esto lleva inevitablemente a plantear una reforma fiscal que aporte suficientes recursos a las arcas públicas. Lo opuesto a lo que la derecha mantiene en materia fiscal. Por ello, salvar las pensiones implica también luchar por una reforma fiscal justa y suficiente. Más peligrosa es la insinuación de compatibilizar pensiones y trabajo. En el fondo, el modelo de pensiones que la derecha lleva tiempo planteando es un régimen de prestaciones públicas muy básicas combinadas con pensiones privadas y con gente forzada a trabajar hasta una edad muy avanzada (más o menos volver a los viejos tiempos en los que mucha gente no llegaba a jubilarse y otra moría a los pocos meses de acabar su vida laboral). Lo del sistema complementario de pensiones es el viejo sueño del sistema financiero, proveerles de otra fuente de obtención de rentas. El sistema real de fondos de pensiones sigue bastante estancado porque mucha gente simplemente no llega a ahorrar suficiente para pagarlo, y los planes de empresa sólo se generan en las grandes empresas y por tanto nunca se van a implementar en el océano de empleos precarios del país. El sistema dual es a las pensiones lo que el doble circuito escolar es a la educación, una forma de generar desigualdades e injusticias. Para que el sistema fuera creíble (más allá de los avatares que experimentan estos fondos en los mercados financieros) sería necesario un aumento de salarios de la mayoría y un cambio en la organización empresarial. Dos cosas ausentes en el debate actual. Lo de la compatibilización aún es peor. En muchos casos, en lo que se piensa es en los minijobs alemanes, trabajos mal pagados, sin control social. Una vía para precarizar aún más el mercado laboral y para generar nuevas oportunidades a la economía informal, a la desregulación fiscal y laboral. En otros casos es otra forma de generar nuevas desigualdades. Pues quien puede combinar pensiones y empleos con mayor facilidad es la gente que tiene empleos de elevado prestigio social, creativos, agradables. Pienso en mis colegas de universidad, en muchos profesores que al jubilarse a los 70 años experimentan una notable reducción de ingresos (especialmente los catedráticos) y que estarían encantados en seguir obteniendo rentas y actividad (algunos, los menos, seguirían manteniendo cuotas nada despreciables de poder) participando en proyectos de investigación o dando algunos cursos. Pero este esquema agradable se trueca cuando pensamos en los miles de empleos que requieren una elevada carga física, que representan rutinas insufribles y que empeoran la salud de quien las hace. Al menos, el sistema actual permite a muchas de estas personas unos años de vida activa en la que pueden llevar a cabo algún proyecto de vida más interesante del que les impuso el trabajo bajo el capitalismo. V 42 El reto ya está lanzado. La reforma de las pensiones va a presentarse como una urgencia insoslayable frente al vaciamiento de la caja. No podemos quedarnos a la defensiva en la forma de “las pensiones no se tocan”, sino que es momento de pasar a una ofensiva que obligue a un debate abierto, que muestre las contradicciones y falsedades de los argumentos que promueve el sector financiero. Que busque realmente un sistema realista de financiación y un esquema justo de prestaciones. 30/11/2016 43 Las indemnizaciones en contratos temporales y la reforma laboral que se avecina Víctor Hierro El pasado 14 de septiembre de 2016 el Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) dictó una sentencia (C-596/2014) [1] que puede poner patas arriba el sistema de contratos en España, especialmente en lo que respecta al poder judicial y la construcción doctrinal del sistema de temporalidad laboral desde la citada sentencia. El TJUE reconoce que en el Derecho español existe una diferencia de trato en las condiciones de trabajo entre los trabajadores fijos y los trabajadores con contrato de duración determinada, en la medida en que la indemnización abonada en caso de extinción legal del contrato es de 20 días de salario por año trabajado en el caso de los primeros, mientras que desciende a sólo 12 días de salario por año trabajado para los segundos. Esta desigualdad es aún más evidente en lo que atañe a los trabajadores con contrato de interinidad, a los que la normativa española no reconoce indemnización alguna cuando dicho contrato finaliza con arreglo a la normativa. Dicha desigualdad, a ojos del TJUE, va contra el Acuerdo Marco sobre Trabajo de Duración Determinada, el cual tiene como fin evitar que se empleen los contratos temporales como un mecanismo para que el empresario prive a sus trabajadores de los derechos reconocidos para los contratos indefinidos. A este respecto, el TJUE establece que las indemnizaciones por fin de contrato forman parte de los derechos laborales objeto de protección, más aún en aquellos casos en los que el trabajador interino se encontraba en una situación comparable a la de los trabajadores indefinidos. De esta manera dictamina que la naturaleza temporal y la falta de expectativa de estabilidad laboral no constituyen una razón objetiva para negar a los trabajadores temporales su indemnización por fin de contrato. Las respuestas a esta resolución del tribunal europeo no se han hecho esperar, empezando a mover sus fichas los diferentes operadores del panorama político, sindical y judicial. Los primeros en mostrar sus cartas y saludar la citada sentencia fueron los sindicatos mayoritarios [2], los cuales apostaban por una reforma del Estatuto de los Trabajadores, y animan a los trabajadores a emprender acciones judiciales a fin de reclamar las indemnizaciones económicas a las que tienen derecho por la finalización de sus contratos [3]. Por su parte, la patronal considera que el TJUE cae en dos 44 errores conceptuales que hacen que se confunda totalmente, a la vez que defiende que la decisión europea no obliga a hacer ningún cambio en la normativa española [4]. Mientras tanto, en sede judicial las primeras resoluciones parecen no suscribir las palabras de la patronal sobre la pretendida confusión del TJUE. De hecho, el Tribunal Superior de Justicia de Madrid, órgano que solicitó la decisión prejudicial al TJUE, entiende que no hay razones para exceptuar a los trabajadores interinos del derecho a percibir una indemnización por fin de contrato [5], reconociendo al trabajador en situación de interinidad una indemnización de 20 días por año de servicio una vez extinguida la relación laboral. En este mismo sentido se ha posicionado el Tribunal Superior de Justicia del País Vasco [6], al establecer una indemnización de 20 días por año de servicio no solo a los trabajadores temporales de la Administración Pública sino también a los del sector privado [7]. En el mismo mes de octubre, los juzgados sociales de Oviedo y Avilés han resuelto en la misma línea que el TSJ Vasco, elevando las indemnizaciones a 20 días para los trabajadores temporales del sector privado. De esta manera, aparece un grupo de jueces y magistrados capaz de generar una corriente de jurisprudencia menor favorable a la equiparación de la indemnización por fin de contrato a la indemnización por causas objetivas de los contratos indefinidos. Este movimiento de placas tectónicas hizo que el 18 de octubre el gobierno provisional, así como la ministra de empleo en funciones, despertaran de su letargo y decidieran reunirse con los principales agentes sociales a fin de comenzar a poner hilo a la aguja. En dicha reunión las partes acordaron establecer una mesa de negociación tripartita cuyo fin sea buscar una solución consensuada que permita al gobierno continuar con su objetivo de seguir manteniendo el crecimiento del empleo [8]. Sorprende ver como las pretensiones de los diferentes actores sociales han sido moderadas al producirse este llamamiento a la negociación por parte del gobierno. La patronal entiende la negociación como una oportunidad para pausar el conflicto en los tribunales, bajo pretexto de realizar un análisis de conjunto, reconoce que la legislación no es del todo concreta a este respecto y admite que su modificación es “un fuego que está quemando”. Por su parte, los sindicatos apuestan por la conversión en fijos de los trabajadores interinos de la administración pública, enmarcando la reivindicación en los trabajadores interinos del sector público y dejando en la estacada al resto de trabajadores, los cuales constituyen la mayoría de los contratos temporales. Estas cesiones sindicales han llegado incluso antes de que se constituyera la mesa negociadora y bajo la promesa gubernamental de plantear la reducción de la tasa de interinos en el sistema nacional de salud (sin especificar si habrá una reducción de la plantilla o un aumento de la 45 contratación). El gobierno apuesta claramente, además, por implementar el sistema de indemnizaciones progresivas que había acordado con Ciudadanos, por lo que se desconoce hasta qué punto los sindicatos mayoritarios estarán dispuestos a rebajar sus exigencias. Pese a que éstos nos tienen acostumbrados a una firme apuesta por la paz social y la reducción de la conflictividad, no deja de ser curioso que moderen sus pretensiones, o incluso claudiquen de ellas, sin una mínima garantía de apuntalar la doctrina que estaba siendo construida, a partir del TJUE, por los TSJ de Madrid y Euskadi. Además, esta actuación de las cúpulas sindicales viene a desaprovechar la enésima ocasión de volver a hacer de los sindicatos de clase una herramienta verdadera de transformación social y situar el conflicto capital-trabajo en el centro de la agenda política. Es preciso recordar que nos encontramos en una situación en la que el mercado laboral está cada vez más precarizado, en especial por la gran implantación de un sistema en el que el 62% de los contratos tiene una jornada parcial, la duración media de los 17 millones de contratos suscritos en 2015 apenas llega a los 53 días y la temporalidad asciende al 24%, rozando en algunos meses el 91% en nuevas contrataciones [9]. Los trabajadores con dichas condiciones laborales en muchas ocasiones carecen de respaldo, en la medida en que trabajan en sectores caracterizados por tener plantillas reducidas con una alta rotatividad, por los bajos salarios, por la inaplicación de los derechos laborales en materia de participación política y por la ausencia de acción sindical en muchos centros de trabajo. Esta sensación de desamparo no se ha producido únicamente como consecuencia del desarrollo de un modelo regresivo de las relaciones laborales sino también por un déficit en la capacidad de análisis e intervención de las centrales sindicales mayoritarias a la hora de adaptarse a nuevos modelos productivos y de contratación, en los que las problemáticas de los trabajadores no se ajustan a las que eran propias de los antiguos centros de trabajo masificados y con una plantilla fuertemente sindicada. Se me ocurren pocos momentos más propicios para regenerar la actividad sindical que éste en que el TJUE dicta una sentencia que apuesta por garantizar la igualdad de derechos laborales en los contratos temporales, así como por realizar un reproche público al sistema laboral español, el cual sigue pautas más ordo-liberales que las teorizadas desde Bruselas. Ésta es una oportunidad de oro para que, en el marco de la negociación, los sindicatos apuesten por romper con los moldes prestablecidos, abran el melón del sistema de contratación español y realicen una apuesta por igualar al alza los 46 derechos laborales de trabajadores indefinidos y temporales. De esta manera se estaría haciendo un llamamiento a tensar el conflicto, a movilizar y politizar a esta capa cada vez más numerosa de la clase trabajadora que algunos llaman “precariado”, el sujeto protagonista de nuestro mercado laboral que es quien ha sido directamente interpelado por las instancias judiciales europeas como sujeto agraviado. Los llamados “sindicatos tradicionales” podrían así recuperar parte del crédito perdido entre los nuevos sectores organizados de la clase trabajadora, que ya no los ven como un interlocutor válido para la transformación social. Mientras eso no suceda se deberán seguir impugnando por vía judicial todas las vulneraciones de los derechos de los trabajadores, desde la indemnización por fin de contrato hasta el cumplimiento de la jornada laboral, al tiempo que se van creando nuevas formas de lucha y participación unitaria tendentes a superar los resultados obtenidos por los dos sindicatos mayoritarios [10]. Notas: [1] Sentencia del Tribunal de Justicia (Sala Décima) de 14 de septiembre de 2016 [2] UGT y CCOO interpretan que la sentencia TJUE tiene carácter retroactivo de un año [3] CCOO inicia una campaña para que los trabajadores temporales puedan reclamar [4] La CEOE cree que la sentencia del TJUE sobre indemnizaciones "se confunde" [5] El TSJM ratifica que los interinos deben cobrar la misma indemnización que un trabajador fijo [6] El TSJ del País Vasco equipara la indemnización de los eventuales a la de los fijos [7] Segunda sentencia vasca que equipara la indemnización de fijos y eventuales [8] Un comité de expertos propondrá cambios legales por el fallo de los interinos 47 [9] El drama de la precariedad: solo uno de cada 20 nuevos contratos son fijos y de jornada completa [10] Una llista unitària i alternativa tomba els sindicats majoritaris a les eleccions del professorat de la UB 28/11/2016 48 A golpe de ordenanza La lucha normativa de los ayuntamientos contra las personas sin hogar Eduardo Melero Alonso Durante los últimos años muchos municipios han aprobado ordenanzas en materia de civismo. Fue pionera la «Ordenanza de medidas para fomentar y garantizar la convivencia ciudadana en el espacio público de Barcelona» de 2005, que ha ejercido una gran influencia en la «Ordenanza tipo de seguridad y convivencia ciudadana», elaborada por la Federación Española de Municipios y Provincias (FEMP). Ambas normas han sido seguidas por muchos Ayuntamientos, convirtiéndose así en un instrumento que ha servido para uniformizar la regulación local en esta materia. Sin ánimo de exhaustividad, se pueden mencionar los siguientes municipios: San Sebastián de los Reyes, Sevilla, Illescas, Granada, Lorca, Alcalá de Henares, Irún, Segovia, El Puerto de Santa María, Capdepera o San Cristóbal de La Laguna. Las ordenanzas de convivencia regulan múltiples materias, entre ellas: la limpieza de la vía pública, el ofrecimiento de servicios sexuales en la calle, el consumo de bebidas alcohólicas, el comercio ambulante no autorizado, las actividades vandálicas o la contaminación acústica. Incluyendo infracciones y sanciones en cada uno de estos ámbitos. Estas ordenanzas inciden de manera muy importante en la vida diaria de las personas sin hogar. Regulan la mendicidad; prohíben determinadas actividades cotidianas como dormir, lavarse y satisfacer las necesidades fisiológicas en espacios públicos; y también prohíben rebuscar en los contenedores de basura. En cuanto a la mendicidad, se permiten las formas de mendicidad «que tengan raíz social». No se define en qué consiste este tipo de mendicidad aunque, sin duda, incluye a las personas que permanecen inmóviles en la vía pública y sin causar molestias. Se establecen cuatro supuestos en los que se prohíbe la mendicidad. 1) Cuando implique actitudes coactivas o de acoso o se obstaculice o impida el libre tránsito de las personas. En alguna ordenanza (Sevilla, Illescas) se considera como una forma coactiva de mendicidad el ofrecimiento de un lugar para aparcamiento con la intención de obtener un beneficio económico; desfigurando así los límites del concepto jurídico de la coacción. 2) También se prohíbe el ofrecimiento de bienes o servicios a las personas que se encuentren dentro de un vehículo, como puede ser la limpieza de los parabrisas o la venta de pañuelos de papel. 3) En tercer lugar, se prohíbe la mendicidad ejercida por menores o realizada acompañado por 49 menores o personas con discapacidad. 4) Por último, se prohíbe realizar actividades en el espacio público que obstruyan o puedan obstruir el tráfico, impidan el libre tránsito de las personas, o pongan el peligro su seguridad. Prohibición que podría aplicarse a la realización de espectáculos callejeros. Por lo general, el incumplimiento de estas prohibiciones en materia de mendicidad tiene la consideración de infracción leve, sancionable con multa de hasta 120 euros. Con la excepción de la limpieza de parabrisas, tipificado como infracción grave sancionable con multa entre 750 y 1.500 euros, y la mendicidad realizada con menores que se califica como muy grave, sancionable con multa entre 1.500 y 3.000 euros. También se prevé que los agentes de la autoridad están obligados a decomisar los medios empleados y los frutos obtenidos con la mendicidad. Antes de imponer las sanciones, se debe informar a las personas que están realizando una actividad prohibida. Sólo se sancionará a quienes persistan en su actitud. También se prevé que se pueden sustituir las sanciones por sesiones con los servicios sociales o por cursos informativos. Por último, se señala que el Ayuntamiento adoptará todas las medidas a su alcance para erradicar la mendicidad, entre las que se mencionan las medidas de inclusión social. Estas prohibiciones e infracciones relacionadas con la mendicidad se justifican en el derecho de las personas a transitar sin ser molestados o perturbados en su voluntad, la libre circulación de las personas, la protección de los menores y el correcto uso de los espacios públicos. Eso a pesar de que la Constitución no garantiza el derecho a caminar por la calle sin sufrir molestias. Un segundo bloque de la regulación de las ordenanzas de convivencia incide directamente en las actividades cotidianas de las personas sin hogar. Se prohíbe hacer un uso impropio de los espacios públicos, de forma que se impida o se dificulte su uso o disfrute por el resto de personas. Expresamente se prohíbe dormir en espacios públicos; utilizar los bancos públicos para usos distintos a los que están destinados; lavarse o bañarse en fuentes, estanques, o lavar la ropa en ellos. Todas estas conductas están tipificadas con infracciones leves sancionadas con multa de hasta 500 euros. Estas prohibiciones se justifican, con carácter general, en la garantía del uso racional y ordenado del espacio público. También se prohíbe hacer las necesidades fisiológicas en espacios públicos; conducta que se considera infracción leve sancionable con multa de hasta 300 euros. Esta prohibición se establece para proteger la salud pública y la salubridad, el derecho a disfrutar de un espacio público limpio y no degradado, y el respeto a las pautas de convivencia y civismo. 50 Al prohibir todas estas actividades en los espacios públicos, de hecho, se está prohibiendo a las personas sin hogar realizarlas ya que no disponen de un espacio privado en donde hacerlas. El último ámbito regulado en algunas ordenanzas es la prohibición de rebuscar comida y otros objetos depositados en papeleras y contenedores de basura (como en el modelo de Ordenanza de convivencia de la FEMP o en las ordenanzas de convivencia de San Sebastián de los Reyes e Irún). En algunos municipios esta prohibición se ha establecido a través de las ordenanzas de limpieza. Como la «Ordenanza de Limpieza de los Espacios Públicos y Gestión de Residuos» del Ayuntamiento de Madrid (2009), o la «Ordenanza municipal de limpieza pública y gestión de residuos municipales» del Ayuntamiento de Sevilla (2014). En todos los casos, extraer residuos de los contenedores se considera infracción leve, sancionable con multa de hasta 750 euros. Hay que destacar que se considera que rebuscar en la basura es una acción lesiva por sí misma, ya que no se requiere que se ensucie el espacio público o que se estropeen los contenedores para poder imponer la sanción. Resulta llamativo que muchas ordenanzas de convivencia se han aprobado en un contexto de crisis económica que ha afectado especialmente a las personas con menos recursos. A pesar de ello, han incluido estas normas que afectan a las personas sin hogar. Tomada en su conjunto, la regulación establecida en las ordenanzas de convivencia puede hacerles la vida imposible a las personas sin hogar. Literalmente. Porque las ordenanzas posibilitan una represión de todas sus actividades cotidianas. Es muy importante conocer de qué manera concreta se están aplicando estas ordenanzas: a qué personas, en qué situaciones y en qué zonas de la ciudad. En definitiva, saber si los municipios están optando por la vía represiva o por dar prioridad a las medidas de inclusión social. Como no dispongo de esos datos, me limitaré a hacer un breve comentario a la regulación en abstracto. Con carácter general, las ordenanzas de convivencia no reconocen a las personas sin hogar como personas con derechos. Es decir, no tienen en cuenta que las prohibiciones y sanciones que establecen inciden en el derecho a la libertad personal y en la libertad de expresión de las personas sin hogar, derechos protegidos en los artículos 17 y 20 de la Constitución española. Derechos que, a mi juicio, son limitados de forma desproporcionada. En muchos casos, lo que reprimen las ordenanzas son meras molestias. Esto como regla general, ya que entiendo que hay aspectos de la regulación justificados, como la prohibición de practicar la mendicidad con menores o con personas con discapacidad o la mendicidad ejercida utilizando auténtica coacción según ésta se define penalmente (teniendo en cuenta que considerar 51 que el ofrecimiento de aparcamiento es mendicidad coactiva no está justificado). Las ordenanzas castigan las actividades cotidianas de las personas sin hogar, actividades que necesariamente han de llevar a cabo. Se establece así una clara política de exclusión social, en la que pueden reprimirse conductas aunque no se causen daños ni se ensucien bienes o espacios públicos. En mi opinión, nos encontramos ante un ámbito propio del derecho administrativo del enemigo. Porque se establece una normativa que combate a las personas sin hogar, limitando gravemente sus derechos. 26/11/2016 52 Ensayo Juan-Ramón Capella Marx, más allá de la teoría del valor Un esbozo I Ya no es fecunda para todo la teoría del valor de Marx, por haberse cumplido exacerbadamente algunas lúcidas previsiones suyas. La tercera revolución industrial —informática, nuevos materiales, nuevas formas organizativas empresariales, nuevas ramas industriales— ha dado lugar a una preeminencia inédita hasta nuestro tiempo de los medios productivos de naturaleza intelectual. Medios incorporados en las máquinas y en los cerebros de científicos y técnicos. En un pasaje poco conocido señalaba Marx: "[...] en la medida en que la industria se desarrolla, la creación de la riqueza real se vuelve menos dependiente del tiempo de trabajo y de la cantidad de trabajo utilizado que del poder de agentes que son puestos en movimiento durante el tiempo de trabajo, y cuya poderosa efectividad no está en relación alguna con el tiempo de trabajo inmediato que cuesta su producción, sino que depende más bien del nivel general del desarrollo de la ciencia y del progreso de la tecnología, o de la aplicación de esta ciencia a la producción ". Dicho de otro modo: Marx cree que la riqueza real, en ciertas condiciones de producción científica, evolucionada, depende menos del tiempo de trabajo que de agentes puestos en acción en la producción que no guardan relación con el tiempo de trabajo que cuesta producirlos. Eso describe muy bien lo que ha sucedido y sucede con la revolución industrial de la informatización. Marx, en los Grundrisse, anticipándose a los tiempos, retrotraía el efecto descrito al industrialismo desarrollado de su época, crecientemente basado en el capital fijo. Escribe Marx hacia 1858: "El robo de tiempo de trabajo ajeno, sobre el que descansa la riqueza actual, se presenta como una base miserable frente a esta base recién desarrollada, creada por la misma gran industria [...] El plustrabajo de la masa ha dejado de ser condición para el desarrollo de la riqueza general, así como también el no trabajo de los pocos ha dejado de ser condición para el desarrollo de las fuerzas generales del cerebro humano [...]" [1]. 53 Paralelamente se ha formado una especie de intelecto general [2] social mundial, que produce innovación permanentemente. "El desarrollo del capital fijo indica hasta qué grado el saber social general, el conocimiento, se ha convertido en fuerza productiva inmediata y, en consecuencia, las condiciones del proceso de vida social han pasado a estar bajo el control del intelecto general" [Marx, Grundrisse, el capítulo del capital, "Contradicción entre el fundamento de la producción burguesa (medida del valor) y su mismo desarrollo. Máquinas, etc."; la cita en OME 22, pág. 92, Barcelona, Ed. Crítica]. Pues bien: el capitalismo contemporáneo se caracteriza por su capacidad de apropiación del producto de ese intelecto general social. Apropiación en el sentido de utilización incluso sin necesidad de "apropiación jurídica" (lo que no es una cuestión menor). El momento intelectual de la actividad productiva mundial queda separado de los productores directos, y, por otra parte sus elementos portadores vivientes (científicos, técnicos, gente con elevada formación) hoy no son capaces de utilizarlo sin recurrir al capital; sin embargo el intelecto social general está objetivado sobre todo en los modernísimos medios productivos (programas informáticos, máquinas automáticas, etc.). La automación informática expele de la producción a masas ingentes de trabajadores [3]. Aquella capacidad productiva del intelecto social general es apropiada por el capital en su conjunto empezando por sectores particulares suyos, por los entes más dinámicos. La capacidad de apropiación va ahora más allá de las nociones jurídicas de propiedad, por mucho que éstas sean necesarias para la estructuración del mundo del capital que conocemos. Las categorías marxianas habituales para describir la acumulación capitalista (plusvalía absoluta y relativa, etc., que tomaba en consideración el marxismo tradicional) no sirven en la nueva situación por mucho que sea válida la base elemental de la teoría del valor de Marx, esto es: que la riqueza sólo la crea el trabajo humano, o si se quiere la Naturaleza en combinación con el trabajo humano. No obstante, esas categorías habituales pueden ser aplicadas a los comportamientos de la empresa capitalista, y también se manifiestan en la tendencia a pagar a los asalariados tan poco como se pueda. Al respecto señala Marx: "el capital quiere medir estas enormes fuerzas sociales así producidas por el tiempo de trabajo, y mantenerlas dentro de los límites necesarios para conservar como valor al valor ya creado" [4]. El valor se mantiene, dicho en plata, con calzador [5]: conservar como valor al valor ya creado [6]. 54 La economía neoliberal se caracteriza por no compartir el empresariado con los trabajadores las riquezas derivadas de las ingentes mejoras en las técnicas de producción. Muy importante: la mencionada capacidad de apropiarse y utilizar el intelecto social general por parte del capital permite explicar que éste ya no necesita explotar, como en el pasado, al mayor número de trabajadores posible, esto es, ampliar el círculo de la explotación a través del empleo asalariado. Por el contrario: puede prescindir de gran número de trabajadores, reducir a otros a trabajadores a tiempo parcial, y propiciar la existencia de grandes masas de personas a las que ni siquiera se les dan las condiciones necesarias para trabajar; coexiste con un elevado paro estructural permanente [7]; en las condiciones de hoy, lo necesita. Ese grupo social de trabajadores en paro o subutilizados ha de ser sostenido por alguien: sus familias, la solidaridad privada o la solidaridad fiscal pública (salvo que el sistema capitalista prefiera exterminarlos periódicamente). II La existencia de paro estructural amplio y permanente, y de reducción de la parte del producto social asignado a la mano de obra empleada, en esta etapa de paroxismo neoliberal, aparece como uno de los problemas centrales de la época. Las nuevas tecnologías posibilitan producir riqueza con relativamente poco esfuerzo humano. Sin embargo el capitalismo trata de evitar por todos los medios la redistribución socializadora de la riqueza producida (y también el reparto del reducido tiempo de trabajo que sigue siendo necesario). El paro estructural neotecnológico, junto con el recorte de los derechos laborales y sociales, plantea para toda la sociedad un problema nuevo de gran magnitud. Parece manifiesto que la resolución de este problema se cifra en un objetivo importante de concepción muy sencilla: la redistribución. La redistribución de la producción social ya no se puede dar sólo en el interior de las empresas —el ámbito de acción esencial del sindicalismo en su forma tradicional—, sino que se trata de crear una redistribución que afecte a toda la sociedad: también a las personas sin trabajo, a las que experimenten dificultades particulares, y además a bienes colectivos como la sanidad, la educación y la obra pública. La solidaridad pública via fiscal es una necesidad. Sin excluir que se deba recurrir a otras técnicas de redistribución de la producción social para 55 convertirla en riqueza colectiva. De todos modos, es evidente que ningún cambio redistributivo se materializará afianzadamente si no es internacional, si no va más allá de los límites del "estado-nación". Lo que remite a los cambios que han experimentado las instituciones principales en este período de vorágine innovadora: a un gravísimo problema político y jurídico cuyo análisis debe hacerse en otro lugar. Todo ello en un contexto en que la producción de riquezas tropieza con sus límites ecológicos: con los daños a la Naturaleza, con un gigantesco problema energético, y otros. Sin embargo precisamente el carácter científico de la producción contemporánea podría ayudar a resolver los problemas sociales sin recurrir al crecimiento —agravador de los daños ecológicos—, que está exigido por la forma capitalista de la producción, pero que no tiene por qué estarlo en formas de producción y consumo basadas en la solidaridad social. Notas [1] Marx, Grundrisse, el capítulo del capital, "Contradicción entre el fundamento de la producción burguesa (medida del valor) y su mismo desarrollo. Máquinas, etc.". Respecto del tema lateral que aparece en la cita, el "no trabajo de los pocos": Marx se refiere a una época en que la condición del desarrollo de la ciencia estaba condicionado a la existencia de una clase ociosa, época que da por acabada. [2] Marx veía el intelecto general esencialmente objetivado en las máquinas, etc., sin prestar demasiada atención a su concreción en las consciencias de ciertas personas que intervienen en el proceso productivo. [3] En función de ello han empezado a surgir interesantes sugerencias de que por las máquinas automáticas (por ejemplo, cajeros automáticos, etc.) se cotice impuestos especiales o directamente a la seguridad social, dado que en las condiciones de hoy el trabajo asalariado no cotiza lo suficiente para sostener por sí solo el sistema de seguridad social, etc. [4] Marx, Grundrisse, el capítulo del capital, "Contradicción entre el fundamento de la producción burguesa (medida del valor) y su mismo desarrollo. Máquinas, etc. [5] Ese calzador es el sistema jurídico existente, la cultura económica hegemónica, las instituciones existentes, los sistemas políticos correspondientes. 56 [6] Estos interesantísimos desarrollos de Marx en los Grundrisse (Líneas fundamentales de la crítica de la economía política), en OME 21 y 22 (Obras de Marx y Engels, Crítica, Barcelona), pueden resultar sorprendentes para muchos lectores ya que —en mi recuerdo— no se encuentran en el volumen primero de El Capital, el único preparado para la imprenta por Marx, ni en los volúmenes segundo y tercero, preparados por Engels, donde hubieran podido tener un lugar adecuado —sobre todo en el volumen tercero—. La explicación de la omisión de estos desarrollos en El Capital podría consistir en que Engels precisaba ante todo defender la teoría del valor frente al problema de la transformación de los valores en precios, una crítica a la teoría del valor de Marx a la que éste no pudo dar una respuesta definitiva; el cálculo matricial, que hubiera permitido hacerlo, no quedó establecido hasta 1878. [7] En abril de 2015 la tasa media de paro en la Unión Europea era del orden de 9,8%, siendo de 10,6% en Francia y de 23,2% en España. Estas cifras contrastan con el "paro tecnológico" (quizá de personas que cambiaban de empleo) en los Estados Unidos en la época de las políticas keynesianas: un 3% o un 4%, datos de paro fuertemente criticados por los economistas de izquierda de la época, al no alcanzarse el pleno empleo. 11/2016 57 El extremista discreto El Lobo Feroz También Muface Tengo un amigo, un mastín belga llamado (americanísticamente) Fred, que pasa por la vergüenza de prestar servicios al Estado: pertenece al cuerpo de la Guardia Civil, y todo su trabajo consiste en oler. Oler maletas, oler a personas. Me contaba Fred, atenuada la pasión libertaria que antaño compartía con el infraescrito (o supraescrito) Lobo, que la Guardia Civil le había afiliado a la Seguridad Social, y él, como un funcionario más, se había apuntado a la Muface (o sea, a la Mutualidad de Funcionarios de la Administración Civil del Estado, aunque no entiendo cómo pudo hacerlo por lo Civil; él dice que en el ISFAS de las Fuerzas Armadas no le admitían). Estaba muy contento con la medicina privada de los seguros de Muface: "Es fantástico: puedes elegir en una lista al veterinario que prefieras, la clínica que quieras, y te atienden inmediatamente. No tienes que sufrir las colas de los Servicios de Salud de la Seguridad Social, ni apuntarte a listas de espera". Yo le escuchaba, todo hay que decirlo, con un poco de amargura: una cosa es que uno tenga que apañárselas, como lobo feroz que es, con las hierbas y raíces del bosque para curarse de los accidentes de la vida, y otra muy distinta que al envejecer no sienta uno cierta envidia por las ventajas médicas (no digo veterinarias porque en mi opinión esa distinción humana está muy poco justificada) para sobrellevar los achaques. A fin de cuentas, las píldoras no están mal. Una señora que conozco, en cambio, ecologista y vegetariana, las odia, y se ha dado a la llamada medicina homeopática; gracias a eso ha estado a punto de aportar ecológicamente a la tierra los contenidos de calcio de sus huesos. Hay humanos estúpidos de la misma manera que hay cánidos dóciles —y no digo que ser dócil un can haya de ser necesariamente un mal; también Guido, el bueno de Guido, era amigo mío, y su compañero humano, que ya está un poco p'ayá, sueña coincidir con él en el Cielo de los Perros—. (Innecesario decir que yo no creo en ningún dios ni en ningún cielo: no hay más cera que esta miseria que arde.) 58 Pero bueno, a lo que iba: Fred ya no está tan contento —y en cierto modo me alegro, porque había en él cierto aristocraticismo, cierta pijería al no querer compartir las listas de espera y las rígidas normas de visita médica de los usuarios corrientes de la Seguridad Social (y por "corrientes" hay que entender los que no tienen enchufe, que el enchufe es algo muy español)—. Ya hace años se quejó porque habían suprimido el servicio de radiología que estaba junto a su lugar de olisqueo, y de que, para hacerse una radiografía, tenía que cruzar solo la ciudad como un perro callejero, con los consiguientes peligros (Fred siempre ha temido a los laceros), pues los Tricornios, mira por dónde, no estaban por la labor de custodiarle. Luego le suprimieron al oftalmólogo que había cuidado de sus ojos desde cachorrillo y tuvo que buscarse otro. Ahora se encuentra con que los servicios de análisis clínicos de la compañía de seguros médicos vinculada a Muface no admite a la gente de Muface en todas partes, sino sólo en determinados centros. "¿Lo hacen para que nos sintamos como parias?" También se queja de que le obligan a visar ciertas recetas médicas en las oficinas de Muface, donde tan pronto se niegan a atenderle por no llevar el documento de afiliación como le dicen que ese documento es innecesario: "Protestaría —dice Fred—, pero tengo que pedir esos visados cada dos por tres, pues encima no me reconocen como crónico". Han reducido las ayudas a las prótesis de gafas y demás. También han desaparecido de las listas de médicos su urólogo y su dermatólogo. "Y además el puto digestólogo, que debe de estar forrado, me da cita para dentro de setenta días" —suspira casi gimoteando—. En suma: ahora Fred ya sabe lo que vale un peine. Que por muy perro funcionario que seas te han recortado también a ti las prestaciones sanitarias. Si los recortes de las entidades médicas con que opera Muface son así, ¡qué pasará con los servicios de salud ordinarios! Yo le digo a Fred, al que veo envejecido, que vaya a ladrar a los lugares donde la gente se reúne para protestar por el cierre de ambulatorios o de quirófanos de los servicios de salud. Pero de tanto olisquear maletas y entrepiernas Fred se ha vuelto miedoso. Teme que algún guardiacivil le vea ladrando en un piquete. Y me mira como si yo estuviera loco cuando le digo que hay que enseñar a los guardiaciviles, a los policías nacionales y a todo tipo de maderos que esto también va con ellos, que les puede pasar a ellos, que deben negarse a disolver a los manifestantes por cosas tan elementales como los derechos sociales o por oponerse a los desahucios. Que eso es muy importante, porque quieren recortar a todos los servicios de salud y de educación, y el sueldo, y la vivienda, y cargar a todo el mundo cada vez con más deberes. Hasta yo, con mis genes de lobo libertario, pienso alguna vez en aquello de la Propaganda por los Hechos: en hundir mis colmillos en glúteos de gran empresario o de ministro choricero, en dejar sus muslos o sus piernas hechos unos zorros, e incitar a otros cánidos a hacer lo mismo. 59 Porque en esta crisis los de arriba se han forrado y forrado; tienen la culpa de todo; nada les parece bastante y nadie les para. ¿Acaso no lo veis? 12/11/2016 Akademos De universitate: plagios Cierto aspirante a doctorarse que no avanzaba nada en su trabajo presentó repentinamente a su director de tesis un progreso tan espectacular, en forma de centenares de buenas páginas y tantas y variadas notas al pie, que este último entró en sospechas. "Esto puede estar plagiado —pensó—; ¿de quién?". Y recordó que el doctorando había seguido un cursillo con el autor de un libro en inglés que en aquel momento, mira por dónde, tenía él al alcance de la mano. Y allí lo encontró todo: largos fragmentos, cada uno con sus notas a pie de página... Naturalmente, el director de tesis repudió al plagiario. Pero éste fue recogido por otro catedrático que le consideró ideal para disponer de un esclavo que le lamiera el trasero. Y de trasero en trasero el plagiario prosperó. Hoy tiene su cátedra y es o ha sido decano de su facultad. Recuerdo a otra persona que se atrevió a presentar como obra inédita suya, para el correspondiente concurso para profesor funcionario, un texto traducido de Le Monde Diplomatique. También con sus notas y todo eso. Ignoraba que varios miembros del tribunal juzgador seguían aquella publicación. Naturalmente, no ganó el concurso. ¿Se retiró de la universidad? ¡Qué va! Ha sabido moverse. Hoy tiene una plaza fija de esas financiadas especialmente, las que en teoría están destinadas a atraer a científicos importantes. Otro doctorando, este extranjero, tampoco era capaz de escribir una línea. Tras un verano en que tuvo alojado en su casa a un verdero experto de su misma nacionalidad, en septiembre presentó acabada su tesis. Hoy, claro, es ya catedrático. Recuerdo al joven adinerado que decía tenerlo todo estudiado, absolutamente todo, para su tesis doctoral. Pero que me propuso pagarme para que se la escribiera yo... Dice la leyenda que hubo una vez un plagiario descubierto por un presidente de tribunal que creía que le había plagiado a él. Era falso: había plagiado a uno que le había plagiado a él. 60 De modo que no resulta extraño el plagio de un Rector descubierto ahora, pues los plagiarios son gentes audaces que si les dejan van para decanos y rectores. Entre los cambios de Bolonia y el cortar y pegar de los ordenadores cualquiera podría escribir por ejemplo, sin saber una palabra, todo un tratado de patología social. Un tratado muy necesario porque patología —patologías diversas y graves— es justamente lo que presenta la universidad de ahora, donde es notorio que los sistemas de control del trabajo docente del profesorado y sobre todo los de su trabajo de investigación se prestan a todo tipo de escarnios, chanchullos o simplemente disparates mayúsculos. Hay buenos profesores e investigadores que renuncian a aspirar a las cátedras —desde las que dejarían buena huella en sus correspondientes departamentos— por negarse a participar en la farsa burocrática y descerebrada de las habilitaciones docentes. Y todo el mundo conoce a personas habilitadas para cátedras que no superarían el aprobado en las valoraciones de ninguna de las promociones de alumnos a las que han dado clase. La cosa va así, y estos polvos traerán lodos mayores con el paso del tiempo. Si la universidad ha de tener un buen profesorado y no pequeñas mafias de do ut des debe volver a exámenes de selección serios y públicos con tribunales numerosos para evitar mayorías prefabricadas. Dixi et salvavi... etc. 28/11/2016 61 La Biblioteca de Babel Arantxa Tirado y Ricardo Romero (Nega) La clase obrera no va al paraíso Crónica de una desaparición forzada Akal, Madrid, 2016, 384 pags. Sin duda, este texto publicado el reciente mes de septiembre no deja indiferente a la par que viene a cubrir un importante hueco desde punto de vista ensayístico pero también político. El objeto o tesis central del libro es situar la movilización de la clase trabajadora como elemento fundamental para un necesario cambio social revolucionario. Ello, que ha sido un planteamiento clásico del marxismo, será el hilo conductor de una obra que, pese a no ser autobiográfica, relata en muchos momentos la realidad de clase y las experiencias personales de los autores. Afirman estos: “Somos marxistas por necesidad […] nosotros salimos del barrio pero el barrio no de nosotros”. En el desarrollo de la tesis central encontramos en primer lugar la recuperación de tradicionales discusiones en el marxismo y con el marxismo sobre qué es la clase trabajadora, así como la diferencia entre “clase en sí” y “clase para sí”. Se incorpora también en este punto un necesario análisis y definición sobre quién es la clase trabajadora en el posfordismo. Se realiza un exhaustivo a la vez que ameno repaso sobre las transformaciones en el mundo del trabajo y el efecto del neoliberalismo sobre la clase trabajadora. El segundo de los bloques desarrolla la relación entre la clase trabajadora y el mundo educativo desde dos perspectivas bien distintas: las dificultades para el acceso a la educación superior por limitaciones económicas, la naturaleza de la misma como reproductora de élites y los análisis del posmodernismo 62 sobre la clase obrera. En este último subapartado se establece una crítica muy contundente sobre todos los “post” y su visión de negación de la clase trabajadora o de esta como sujeto de cambio. Como no podía ser de otra manera, se vilipendia al concepto “precariado” con un más que certero análisis. El último de los bloques analiza la identidad, la cultura y los medios de comunicación. Sin duda, difícilmente quien no tenga origen en la clase trabajadora pueda escribir sobre identidad en los términos en que los autores lo hacen. La parte de los medios de comunicación nos lleva a identificar el libro con Chavs, de Owen Jones. Por último, se nos incorporan clase obrera y movilización política, que más allá de su análisis sobre sujeto revolucionario y bloque histórico creará simpatías y antipatías dependiendo de la cercanía o rechazo al proyecto político Podemos. Entre las diferentes tesis que encontramos, hay una que resulta muy interesante: el barrio como principal lugar de socialización de la clase trabajadora. Ante una realidad de fragmentación de la clase trabajadora, el espacio físico de residencia aparece como el ámbito principal de generación de identidad colectiva que trasciende lo común. Esto no es conciencia de clase, es conciencia de barrio; ello a su vez nos hace ver que no existe un alto nivel de conciencia de clase, si bien no es una tesis que los autores planteen directamente. Resultará sorprendente, reproduciendo la tesis pasoliniana, la apuesta por la relación que se debe guardar con el ejército y las fuerzas de seguridad. Más allá de la crítica sobre el carácter represivo de los mismos, se llama a contar con su apoyo político. En el texto encontramos un grito de dignidad y justicia respecto a la clase trabajadora, tan ninguneada en las últimas décadas como sujeto político e utilizada bufonescamente por los medios de comunicación, pero sobre todo encontramos de fondo un reclamo claro sobre la necesidad de orientarse políticamente a la clase trabajadora. El libro está escrito contra la academia “progre”, rebatiendo el habitual argumentario que combina el desprecio sobre la clase trabajadora y la búsqueda permanente de nuevos sujetos. Para entender el libro debemos también ser conocedores de su motivación. Al respecto, la coautora Arantxa Tirado explica: “Este libro surge del orgullo y la rabia: orgullo por venir de una familia que no tiene las manos manchadas de sangre. También es un lujo no pertenecer a la clase que explota. El libro trata de ser un acto de justicia hacia nuestra clase, pero también es un desahogo”. Vidal Aragonés 63 28/11/2016 José A. Zamora, Reyes Mate y Jordi Maiso Las víctimas como precio necesario Trotta, Madrid, 2016, 214 pags. Pensar desde y sobre el sufrimiento de la gente: esto es lo que propone y aporta este libro colectivo. Y lo hace, en la mayoría de sus textos, desde las aportaciones de la teoría crítica, en tanto que empeño por interpretar el presente. Interpretar para entender y desvelar las raíces del sufrimiento impuesto, del sufrimiento al que se obliga y al que en no pocas ocasiones nos acostumbramos con frialdad. El sufrimiento de las víctimas como un precio necesario para el progreso, para la identidad y lucha nacional, para la victoria y el dominio, para el éxito económico, para la extensión de una memoria cómoda y acomodada… víctimas como el precio a pagar para conseguir la paz… El libro aborda estos temas y lo hace hablando del presente que será mañana y analizando el pasado que es todavía. Antonio Madrid 30/11/2016 64 En la pantalla Rudy Gnutti En el mismo barco (In the Same Boat) 2016 Pere Portabella-Films 59 produjo un conjunto de tres películas a partir de la crisis del consenso de 1978. La primera fue No estamos solos, de Pere Joan Ventura (el entusiasmo de ver la lucha creciendo en muchas partes). La segunda fue Informe general II: El nuevo rapto de Europa, del propio Portabella (los nuevos temas por los que será necesario luchar). Y la tercera ha sido En el mismo barco, del músico Rudy Gnutti. La tercera se ha estrenado ahora. La fama de los académicos juega a favor de la película, aunque es su punto oscuro. Como observaba Gerardo Pisarello en el estreno/debate en Barcelona, si se hubiese pedido la opinión de los hombres y las mujeres que sufren las consecuencias de la crisis, el panorama sería mucho más negro y desesperado. No es lo único discutible: el olvido más grave es el de la feminización de la pobreza y las discriminaciones por género en el impacto de la crisis. La mención que se hace a la crisis ecológica es ciertamente grave y pesante, pero hace alusión a uno solo de los factores que originan la imposibilidad del crecimiento económico. Los límites demográficos son obviados, así como tampoco se alude a la sequía y la crisis agroalimentaria (a no ser por un ejemplo que tiene que ver con la muerte por éxito). Las medidas que promueve la películas son dos: trabajar menos para trabajar todos y la renta básica universal (que no es una medida milagrosa, porque puede ser la definitiva voladura del estado del bienestar). Pero como soluciones hay que constatar que también se quedan cortas. Las intervenciones de Zygmunt Bauman, José Mujica o Serge Latouche se recuerdan porque incitan a pensar al espectador. También, quizás, porque son las menos académicas y, por ello, las más políticas. Sin embargo, la lista de olvidos lamentables no parece ir en contra de En el mismo barco. Viendo la reacción del público, más bien se diría lo contrario. La película no se juzga como tal, sino más bien como un auténtico cahier de doléances, en el cual simplemente hay que anotar lo que falta. En este sentido, se pasa por alto pudorosamente que estamos ante una película, y En el mismo barco funciona como una excusa ideal para el debate. Pero, para ello, es preciso escoger dónde exhibirla. Porque está bien que la 65 película se pase en salas comerciales, pero no basta. Es necesario hacerlo allí donde realmente está el público interesado: en los colegios, en las universidades, en los foros que se plantean idénticos problemas y, por supuesto, donde están las víctimas de la crisis que buscan alternativas a ella. Las tres películas citadas son un buen punto de partida para hacer algo que estaba a punto de desaparecer de la vida pública: el discutir y buscar alternativas en común. Josep Torrell 22/11/2016 Georgina Cisquella y Pere Joan Ventura Coca-Cola en lucha. Cuando David se enfrenta a Goliat 2016 ¿Dónde será la próxima vez? En enero de 2014, Coca-Cola Iberian Partner decidió la supresión de la planta de Coca-Cola en Fuenlabrada (Madrid). Fuenlabrada era la fábrica de Coca-Cola modelo en toda Europa, la más moderna, la más eficaz, la que mejores beneficios daba, pero también la que tenía el convenio colectivo más avanzado para los trabajadores. Fue precisamente esto lo que Sol Daurella, presidenta del consejo de administración, decidió erradicar. Los 238 trabajadores afectados por el ERE se declararon en huelga indefinida, y salieron a la calle para dar a conocer su lucha y recabar la solidaridad de cuantos se oponían a los recortes de los servicios públicos. Parecía que su lucha era un callejón sin salida, pero el 13 de mayo de 2015 el Tribunal Supremo anuló el ERE por manifiestamente inconstitucional y forzó a Coca-Cola a readmitirlos. Pero Fuenlabrada estaba siendo desmantelada y la readmisión no se produjo en los términos de la sentencia. La película Coca-Cola en lucha muestra cómo se les readmitió y uno siente indignación al ver a los readmitidos vaciando botellas a mano, como hace más de cien años. Coca-Cola en lucha acaba de estrenarse en Madrid y Barcelona. Aunque no en cines comerciales. El estreno fue apadrinado por CCOO (en Madrid) y por Barcelona en Comú (en Barcelona). Hecha de entrevistas a los trabajadores y de muchas imágenes de su lucha, la película deja constancia de que, unidos y combativos, los trabajadores pueden ganar una lucha contra una multinacional gigantesca como Coca-Cola. Es un grito de resistencia dirigido a otros trabajadores, porque quizá no queda otro remedio que resistir. 66 Sin embargo, Coca-Cola en lucha no es una película convencional: nadie la ha financiado y nadie ha cobrado por hacerla. Simplemente algunas personas pensaron que valía la pena hacer un homenaje a unos trabajadores que se enfrentaron a su despido y vencieron. Para Georgina Cisquella o Pere Joan Ventura hay varias formas de llamar a eso que hacen: cine urgente, cine necesario o cine de intervención social. Aunque, cualquiera que sea el nombre que se le dé a lo que hace cuarenta años se llamaba “cine militante”, Coca-Cola en lucha plantea una pregunta muy básica: la película existe, pero ¿quién la va a ver? O, más en general, ¿quién va a ver estas películas que no pueden acceder a los circuitos comerciales? Ésta es una pregunta dirigida directamente a nosotros. Es decir, a todos los espectadores que se sienten partícipes de las sensaciones que despierta la película. Si Coca-Cola en lucha nos perturba y conmueve habrá que dar por sentado que inquietará también a la gente que vive a nuestro alrededor. Pero la única forma de que la vean es que nosotros organicemos una proyección pública. Si es imposible asaltar los circuitos comerciales, es necesario crear otros nuevos. La condición para que un cine de intervención social pueda sobrevivir es precisamente ésta: la de que los espectadores no restemos pasivos ante él. Hacer algo, es organizar otra proyección. Sólo así la película llega a su público. Un cine de intervención plantea que, al igual que un grupo hizo la película, es oportuno que otras personas hagan verla a los demás. El tejido asociativo ofrece diferentes medios para organizar una proyección: sólo hay que proponérselo. Coca-Cola en lucha nos obliga a proponer sencillamente esto: nosotros deberíamos garantizar la próxima sesión. Josep Torrell 15/11/2016 SUICAFilms Un Guernica silenciat 2016 El 1938 els habitants de Benassal, Ares, Vilar de Canes i Albocàsser, quatre pobles situats en zona republicana, seguien a la seva, amb el bestiar i el camp. Però en només deu dies, aquests quatre municipis del Maestrat van 67 patir l'atac de trenta-sis bombes i van morir-hi almenys trenta-vuit veïns. Mai van sospitar que eren víctimes d'un experiment nazi. Setanta-cinc anys després, el professor de física de la Universitat de València Óscar Vives va arribar fins a un informe de l'arxiu militar de Friburg (Alemanya) que detalla la raó d'aquests bombardejos. Els pilots que van llançar les bombes pertanyien a la Legió Còndor, enviada per Hitler per ajudar Franco. Van fixar la seva base a la Sénia (Tarragona) i van dur a terme un experiment per provar els Stuka, uns nous avions que podien portar bombes més pesades i que serien claus durant la Segona Guerra Mundial. La productora SuicaFilms està preparant un documental que treu a la llum aquest episodi de la història de l'interior de Castelló. El llargmetratge es titula Experimento Stuka i reconstrueix el bombardeig, entrevistant supervivents, familiars de les víctimes i recuperant el material gràfic que es guarda a Alemanya. El projecte rescata la memòria d'un episodi silenciat i, més que ser un documental històric, pretén reflexionar sobre les misèries humanes. Declaracions dels protagonistes del documental: 1. «La guerra era encara una cosa prou llunyana per al poble. De fet, ells no havien vist mai cap avió. Va ser eixe dia quan la guerra va arribar de cop». 2. «Es van asomar tres avions que anaven així igualats. Venien de cara a mi i com mai havia passat res, no tenia temor. Jo tenia quinze anys. Em quedo mirant-los, es giren de cara al poble i van tirar les tres bombes seguides». 3. «Aquell dia em va parèixer una cosa estranya però ja vaig comprendre que eren bombes el que baixaven. Baixaven de pressa i xiulaven molt fort, això sí. Una cosa llarga que baixava fort i avant». 4. «El maig de 1938, el meu poble, Benassal, i altres tres pobles, van ser bombardejats per una esquadrilla de la Legió Còndor i van morir més de quaranta persones». 5. «Han hagut de passar setanta-cinc anys per trobar aquest arxiu a Alemanya, en què es veu que és un bombardeig especialment documentat». 6. «La Legió Còndor estava allà perquè guanyés la guerra Franco. Després d'uns mesos van adonar-se que, ja que eren allà, podien experimentar un poc amb vista de la guerra que anava a venir». 7. «L'Stuka era un bombarder de precisió. Així com els bombarders tiraven quilos i quilos i agranaven, els Stuka no. L'Stuka tenia on anar i feia una 68 operació quirúrgica». 8. «Nosaltres ens vam salvar de miracle. Davant hi havia tres germanes i van tirar una bomba allí. Les tres les van traure mortes». 9. «De la nostra casa va caure mitja teulada i l'altra mitja ens va salvar a nosaltres. No vam comprendre res. Vam pensar que havia arribat la guerra. Què devia tindre jo, deu anyets?». 10. «Va eixir una cosa molt gran de l'avió i no sabíem què era. Pensàvem que si era un sac de blat o coses d'eixes. Però quan va arribar a les cases va explotar i es va fer un núvol de pols i fum i avant». 11. «Han hagut de passar setanta-cinc anys perquè ara, havent trobat aquest document, puguem entendre les raons d'aquest bombardeig, que van ser, simplement, experimentar i provar la precisió dels bombarders en picat, els Stuka». 12. «Volien veure quantes cases podia destruir una bomba de 500 quilos i, també, a quantes persones podia matar». 13. «Els pobles no eren més que un tauler de joc on hi havia casetes a destruir i figuretes que havien de ser eliminades». 14. «Per als alemanys, era un joc». 69 70 29/11/2016 71 Foro de webs PAPELES http://www.revistapapeles.es/inicio.aspx Revista trimestral publicada desde 1985 por el área Ecosocial de la fundación FUHEM y coeditada con Icaria editorial. Aborda temas relacionados con la sostenibilidad, la cohesión social y la democracia, considerando la paz como eje transversal de análisis. PAPELES dedica su último número a un extenso catálogo de prácticas corruptas (cohecho, malversación de caudales públicos, tráfico de influencias, estafas, sobornos, evasión de impuestos, pago de comisiones, puertas giratorias) que ilustra la necesidad de construir una nueva cultura cívica, con artículos de S. Álvarez, F. Aguilera Klink, O. Carpintero, P. Ramiro y E. González, M. Villoria, J-A. Estévez, M. Bandera, J-L. Fernández Casadevante y T. Medina. Funciona por suscripción, tanto en su versión papel como en la electrónica. A. Giménez 12/2016 72 ...Y la lírica Marcos Ana Autobiografía Mi pecado es terrible; quise llenar de estrellas el corazón del hombre. Por eso aquí entre rejas, en diecinueve inviernos perdí mis primaveras. Preso desde mi infancia ya muerte mi condena, mis ojos van secando su luz contra las piedras. Mas no hay sombra de arcángel vengador en mis venas: España es sólo el grito de mi dolor que sueña. 24/11/2016 73 De otras fuentes Alberto Garzón ¿De qué sirve la movilización social? Cada cierto tiempo en el ecosistema de la izquierda política y social retorna el debate sobre la utilidad y las relaciones de las instituciones políticas y las movilizaciones sociales. ¿Son útiles? ¿Cuáles son sus límites? ¿Cómo se relacionan? Este debate aparece siempre en contextos históricos diferentes y, sin embargo, todos los casos contienen elementos comunes. En la actualidad, y a raíz de la discusión sobre si se ha cerrado o no el ciclo político, ha vuelto a surgir. Pero es verdad que lo hace, otra vez, sin demasiado rigor. En el debate nunca queda claro a qué nos referimos con ciclo político, calle, movilización, etc. Y mucho menos aparecen esos conceptos vinculados a la realidad o, al menos, a indicadores empíricos. Mi hipótesis de trabajo sobre esta cuestión es la siguiente: el debate se enfoca de forma errónea porque se refiere a fenómenos y/o mecanismos —las instituciones y la movilización social— que son en realidad relaciones sociales, esto es, el resultado de otros procesos que son sistemáticamente ignorados en el análisis. En este artículo me propongo dos cosas. La primera, dotarnos de un marco teórico que, enraizado en el marxismo, nos permita entender cómo se relacionan los componentes fundamentales del cambio histórico en una sociedad. La segunda, analizar los datos empíricos de nuestra realidad política a fin de contrastar las hipótesis que se discuten en estos días sobre el cierre (o no) del ciclo político. Es evidente que cuando decimos que la movilización social es importante para la transformación social encontramos importante aceptación. Es más, todos los analistas, independientemente de la tradición política a la que pertenecen, han dado mucha importancia a fenómenos como el 15-M. Sin embargo, rara vez se trata de explicar si la movilización social es una causa, una consecuencia o ambas cosas al mismo tiempo. Es decir, cómo se relaciona con el resto de fenómenos o conceptos sociales. En general esto es producto de la ausencia de un marco teórico que nos permita entender la globalidad de las relaciones. PARTE I: Un marco de análisis marxista En la tradición marxista, que dispone asimismo de una filosofía de la historia, se asume que la lucha de clases es el motor de la historia; donde lucha de clases significa la cristalización del antagonismo entre sectores sociales que ocupan diferentes posiciones en la división del trabajo. La estructura de clases 74 de una sociedad constituiría, a su vez, el limitante de la lucha de clases, la conciencia de clase y la formación de clase. Es decir, el cómo está repartida la sociedad en clases determina los márgenes de acción colectiva. A efectos de organización, conciencia y correlación de fuerzas no es lo mismo una sociedad polarizada que una sociedad fragmentada en múltiples pedazos. Según el conocido esquema de Olin Wright, las interrelaciones entre estos conceptos serían las siguientes: De aquí puede deducirse que la lucha de clases, si bien está limitada por la estructura de clases, es la que permite la transformación de ésta. Dicho de otro modo, es la lucha de clases –la victoria en esta lucha- la que permite transformar la sociedad y por lo tanto cambiar la distribución de recursos. Lo que es relevante, no obstante, es comprender que la lucha de clases también transforma tanto la conciencia de clase como la formación de clase, es decir, la concepción del mundo y las formas de organizarse de quienes participan en la lucha. Ante este esquema tenemos dos preguntas. En primer lugar, si la lucha de clases es el principio que transforma la sociedad, ¿dónde se produce esa lucha de clases? En segundo lugar, ¿la estructura de clases, que limita la lucha, sólo cambia a través de la propia lucha? Respondámoslo por separado. 75 El concepto de lucha de clases tiene un prerrequisito obvio, que es asumir que la sociedad se divide en clases. Esto, que es un punto de encuentro de la sociología desde antes de Karl Marx y Max Weber, desaparece en las interpretaciones posmodernas. En efecto, el desvanecido sujeto posmoderno –como se puede encontrar en Laclau- niega cualquier conexión de clase y reestablecen al individuo como ser aislado de la realidad material y totalmente moldeable por las estrategias discursivas. Si renunciamos a esta aproximación posmoderna, en la que prácticamente todo vale, tenemos que asumir que la ubicación en la estructura productiva es un determinante del acceso a los recursos de una sociedad y, por ello, también de la capacidad para influir sobre la propia vida. Es decir, la evolución de la sociedad capitalista y su división del trabajo va creando una suerte de “huecos” en los que se incorporan los individuos tras una lucha competitiva y a partir de unas dotaciones iniciales -determinadas a su vez por el “hueco” ocupado por sus familias. Dicho de una forma más coloquial: no es lo mismo nacer en el seno de una familia propietaria de empresas que hacerlo en el seno de una familia dedicada a trabajar en la minería como asalariados, pero además esas diferentes ocupaciones en el mapa de la división del trabajo explican las diferentes capacidades para influir en sus propias vidas. Y la relación entre clases es, al nivel más abstracto, antagónica porque los recursos y el bienestar de una clase se derivan de la explotación sobre la actividad y el trabajo de otra. Aclarado esto, conviene expresar que la lucha de clases se produce a todos los niveles de la sociedad cuando intervienen bien agentes que pertenecen a diferentes clases bien organizaciones que representan a determinadas clases y el frente de batalla es, asimismo, un frente de clases. Esto quiere decir que la disputa se produce en relación al carácter antagónico de las clases. En estas circunstancias, tanto la movilización social como la lucha institucional pueden ser, de hecho, manifestaciones de la lucha de clases. El problema se traslada a definir bien los límites de estos mecanismos. Y ahí entramos de lleno en el debate sobre qué es el Estado. No tengo espacio aquí para desarrollar estas ideas, que por otra parte son extraordinariamente complejas. Por lo general puede decirse que aquellas interpretaciones que, como las de Marx, Engels, Lenin o el anarquismo, asumen que el Estado es un sujeto o instrumento al servicio de la clase explotadora tienden a rechazar el parlamentarismo o a limitarlo a una herramienta de propaganda; proponiendo, de hecho, su destrucción en el curso de la revolución. Así es como estas interpretaciones vuelcan casi todo el potencial en la movilización social organizada como forma de poder destruir el Estado y sustituirlo por otro nuevo que ya no sería, de hecho, un Estado. Las interpretaciones socialdemócratas y revisionistas, nacidas con Berstein, consideran por el 76 contrario que el Estado es un instrumento neutral, en términos de clase, y asumen que el parlamentarismo es condición suficiente para transformar la sociedad y que, por lo tanto, la movilización social puede acompañar para facilitar las cosas -si bien no es necesaria. Mi posición propia es la de inclinarme a no considerar al Estado como un sujeto o instrumento, sino como una relación social. Esta interpretación, nacida con Gramsci y Poulantzas, nos permite entender que el Estado es una configuración institucional que condensa la relación entre clases sociales y que, por lo tanto, es expresión de la correlación de fuerzas en un momento determinado. Y todo ello limitado por la trayectoria de largo plazo del capitalismo. Esto nos permite entender cómo el Estado ha podido desarrollar un institución como el Estado Social –cosa extraña si el Estado fuera sólo reflejo de los intereses de la clase dominantepero también el saqueo organizado de los rescates financieros o las reformas laborales. Obsérvese, por ejemplo, que las discusiones de la izquierda sobre el eurocomunismo de los años setenta (con Carrillo como representación española) o sobre la forma del sujeto político (en la disyuntiva entre partido político clásico o movimiento político y social) se derivan inmediatamente de los mismos debates acerca de la naturaleza del Estado. Ahora bien, si aceptamos que la movilización social y la institución parlamentaria son instrumentos limitados conviene avanzar en las formas en las que pueden convertirse en instrumentos más amplificadores que limitantes. Hemos dicho que la lucha de clases es el motor de la transformación, pero ésta tiene que apuntar hacia algún sitio. Aquí el proyecto político es esencial, y éste se deriva de una producción intelectual –aunque combinada con la praxis. Así, la movilización social y la participación institucional han de ser estratégicas, esto es, coherentes con un proyecto político definido. De ahí que los otros componentes del esquema precedente sean tan importantes: la conciencia de clase y la formación de clase, es decir, la concepción del mundo y la organización política. La organización política está limitada a su vez por la estructura de clases, pues no es lo mismo organizarse en las fábricas del fordismo que en el actual mundo de la precariedad laboral. Pero aquí me interesa poner el foco en otro punto: ¿dónde se obtiene la conciencia de clase? En relación a esta pregunta muchos han tratado de caricaturizar las propuestas de Lenin y Gramsci acerca de la vanguardia, mal entendida como el colectivo que proporciona la conciencia, de forma elitista, a las clases explotadas. Pero lo cierto es que ambos supieron entender que la conciencia de clase se obtiene a partir de la experiencia propia, es decir, de la experiencia vital con las consecuencias cotidianas del capitalismo. De ahí que Lenin insistiera tanto, por ejemplo, en las tareas de agitación y propaganda en 77 las fábricas o en la necesidad de un gran periódico nacional de la clase obrera que llegara a todos los puntos de país en los que se producía la explotación. Para el Lenin de 1902, de hecho, las manifestaciones espontáneas –producidas en las fábricas y cuya organización los revolucionarios no tenían nada que ver- eran «la forma embrionaria de lo consciente», una suerte de sentimiento de «sentir la necesidad de oponer resistencia colectiva» en tanto que eran «manifestación de la desesperación». En su crítica al sindicalismo, por circunscribir la lucha a las meras mejoras laborales, Lenin insistió en que la clase obrera debía «hacerse eco de todos los casos de arbitrariedad y de opresión, de todos los abusos y violencias, cualesquiera que sean las clases afectadas» y desde un punto de vista revolucionario. Este pensamiento, compartido por Gramsci años más tarde, nos habla tempranamente de cómo se construía la hegemonía política, es decir, una concepción del mundo diferente. Y creo que es correcta la conclusión: la conciencia emerge en el conflicto social y el paso de un sentimiento espontáneo de rabia o frustración –que nace de una expresión real de las contradicciones del capitalismo- a una actitud de compromiso político nace de la combinación entre una organización politizada y el conflicto social. Lo hemos dicho muchas veces: el ejemplo es la familia desahuciada, que no acaba de comprender la causa profunda de su injusticia hasta que una organización politizada le ayuda solidariamente y se lo explica al mismo tiempo. En suma, podríamos decir que para el marxismo, naturalmente bajo mi interpretación, la movilización social no está reñida con la participación institucional si bien es prevalente y condición necesaria . Es el mecanismo de construcción de identidad de clase, de conciencia, que se puede apoyar en las instituciones siempre que se reconozca el carácter limitado y limitante de la propia institución parlamentaria en condiciones capitalistas. En segundo lugar, la dinámica o trayectoria del capitalismo, como sistema económico con sus propias leyes y empujado por el motor de la ganancia privada, demarca también la estructura de clases en cada momento histórico. Naturalmente, no es el mismo capitalismo el del siglo XIX que el del siglo XX o el actual, como tampoco lo es el de Haiti, el de Suecia o el de España. Pero en todos afectan las mismas trayectorias de fondo, lo que permite a la economía mostrar ciertas regularidades en sus tendencias, como son por ejemplo las crisis cíclicas. Y esto nos permite ver cómo la dinámica capitalista, que afecta a las clases sociales a través del dispositivo de la ganancia y la competencia, transforman también la estructura de clases. Las transformaciones económicas de las últimas décadas –lo que hemos llamado transición del fordismo al posfordismo- deben explicarse a partir de estos criterios. Y es así, de hecho, como se establece un nexo entre el comportamiento económico y la 78 movilización social. PARTE II: Lo que está sucediendo en España Tratado, aunque sea someramente y con insuficiencias, el marco teórico, podemos examinar un poco más de cerca lo que ha pasado en España. Sabemos que el régimen de acumulación neoliberal, en su concreción española, entró en crisis en torno al año 2007. El modelo de crecimiento, estructurado en torno a la relación centro-periferia que se daba en el seno de la UE y sostenido por los frágiles y temporales beneficios que producía la burbuja inmobiliaria, estalló gravemente tras la irrupción de la crisis financiera internacional –con origen ésta en el mercado inmobiliario de EEUU. Desde entonces, el panorama macroeconómico ha sido el siguiente: Como se puede comprobar, es fácil ver cómo la gravedad de la crisis económica ha afectado muy especialmente a la tasa de desempleo. Sólo recientemente, tras 2013 parece que disminuye la tasa de desempleo a costa de un incremento en la precariedad (crece la temporalidad y el número de personas que cobran menos de 300 euros al mes), un incremento en la explotación laboral (la parte salarial de la renta ha disminuido, mientras los salarios reales de los estratos más bajos han menguado) y la disminución de la población activa (muchos parados dejan de serlo oficialmente porque 79 emigran o se desaniman). Al mismo tiempo, en los últimos años ha crecido el PIB en parte por esta reconfiguración laboral y en parte por factores exógenos (depreciación del euro, bajos precios del petróleo, inyecciones monetarias del BCE…). Lo relevante es comprobar como un ciclo económico recesivo comenzó con la crisis económica en torno a 2007-2008. Según la tradición marxista, de inspiración materialista, y casi diría que del sentido común, este hecho iba necesariamente a provocar un incremento de la movilización social. Es decir, la conexión entre la esfera económica y la esfera política se produciría a través de la movilización social. Esto mismo planteaba Gramsci cuando definió la crisis orgánica como el resultado de una crisis económica que por su gravedad se convertía también en una crisis política. Eso sí, también se presuponía que asistiríamos a un ciclo de movilizaciones que, de forma incipiente, tendría un carácter espontáneo y limitado a protestas sectoriales, particularmente laborales. ¿Ocurrió esto? Observando los datos veremos que si nos limitamos a la concepción más tradicional, que identificaba movilización con huelgas (como hacía Marx, por ejemplo), encontramos un ligero crecimiento de las huelgas tras 2008 pero acompañado incluso de una reducción en la participación. En definitiva, nada concluyente. 80 Si por el contrario utilizamos una concepción más amplia, que identifica la movilización social con el número de manifestaciones sí encontramos un patrón clarísimo. Efectivamente, las movilizaciones se multiplicaron desde 2008, tanto las relacionadas con el mundo laboral como con el resto de manifestaciones sociales (excluyendo las de carácter nacionalista y las vinculadas al terrorismo nacional e internacional). 81 Lo que vemos es una aparente fuerte relación entre la crisis económica y la movilización social, tal y como se esperaba. Pero también observamos que la movilización social se ha ido reduciendo desde 2013, algo que también tendremos que explicar. No obstante, encontramos también que aún con esta reducción los niveles de movilización son históricamente muy altos. En todo caso, de momento nos quedamos con la relación entre crisis económica y movilización social y que es, de hecho, una afirmación del nexo material y político. 82 Si para estos años teníamos, aparentemente, una mayor movilización social, también en algún momento tendríamos que ver cierta conciencia de clase. Aunque esto dependía, según el marxismo, de la capacidad de las organizaciones para convertir la rabia en compromiso político. La conciencia de clase podemos medirla, aproximadamente, en términos de intención de voto a los partidos rupturistas. Para este artículo lo que he hecho ha sido trabajar con el espacio político de Unidos Podemos como sujeto político (lo que significa aglutinar los resultados históricos de IU, ICV, Compromis, Podemos, ECP y EnMarea) y a partir de los datos brutos de intención directa de voto que proporciona el CIS (que me parecían los más serios y más limpios). En este caso observamos cómo la parte destituyente de la crisis, si podemos llamarla así, se concentró en penalizar a los partidos del sistema –el bipartidismo- de forma muy severa. Pero esta vez el ciclo comienza más tarde, en torno a 2011, con retraso respecto a la crisis económica, lo que es coherente con la interpretación gramsciana del puente entre crisis económica y crisis política que define una crisis orgánica. 83 También vemos como el crecimiento de la abstención puede entenderse como un reflejo de la pérdida de legitimidad del sistema político, puesto que crece casi al mismo ritmo que decrece el peso del bipartidismo. Y, finalmente, vemos en esos años un ligero incremento del espacio político de UP (entonces conformado por IU, ICV y Compromis) que puede entenderse como un crecimiento, igualmente ligero, de la conciencia de clase. Con posterioridad a 2014 el crecimiento del espacio de UP es simultáneo a la reducción de la abstención y cierta recuperación del bipartidismo. No obstante, el margen entre el bipartidismo y el espacio de UP continúa en records históricos. En este punto nos surgen muchas preguntas. ¿Qué relación existe entre la movilización y el crecimiento de la conciencia de clase? ¿Hay diferencias sustantivas entre los efectos medidos a través de IU y a través de Podemos? Para afrontarlas, conviene estudiar el siguiente gráfico: 84 En este nuevo gráfico, ahora en términos mensuales, podemos observar varias cuestiones relevantes. En primer lugar, la movilización social alcanza su máximo en septiembre de 2012 y decae notablemente en marzo de 2013. Aunque se observa con mayor dificultad, la tendencia de ligero incremento de UP se interrumpe también en verano de 2013 y empieza a retroceder hasta mayo de 2014. Estos datos son relevantes porque se producen todos antes de la irrupción de Podemos (que se presentó en enero de 2014 y del que tenemos datos desde primavera de 2014). Así, debemos rechazar toda hipótesis que afirme que la desmovilización social y la caída de voto de una IU en ascenso, fenómenos producidos en 2013, son responsabilidad directa de Podemos. A partir de la irrupción de Podemos, el espacio político rupturista se incrementa de forma espectacular (con una transferencia interna desde IU e ICV hacia Podemos) y la movilización se mantiene en niveles inferiores a los de 2012 pero parecidos a los de 2013. Es definitivamente en 2015 cuando la movilización social se desploma, igual que el espacio de Unidos Podemos. Dado que no tenemos datos de movilizaciones en 2016 somos incapaces de ver qué relación ha existido entre la recuperación de UP en 2016 y la movilización, aunque tiendo a pensar que ésta se ha mantenido en niveles más bajos que en 2014 pero aún más altos que en 2011. 85 Finalmente, conviene plantearnos si con estos datos estamos en condiciones de afirmar que se ha cerrado el ciclo político. A mi juicio, de ninguna manera. Todos los indicadores examinados de movilización social y conciencia (medida a través de la intención de voto) muestran niveles históricamente altos respecto al ciclo económico precedente. Mi hipótesis es que aunque estamos en camino de consolidar un modelo económico regresivo, una neoliberal vuelta de tuerca más, aún falta mucho para eso. Dicho proceso, constituido por las reformas estructurales y los programas de estabilidad, siguen afectando a las condiciones materiales de vida de la gente y continúan latentes condiciones objetivas de salto político. Tenemos la obligación de enmarcar este análisis en las trayectorias de largo plazo del capitalismo, todo lo cual abunda en el diagnóstico de que la batalla política no sólo no ha terminado sino que, de hecho, está empezando. Ahora bien, algunos otros datos pueden apuntalar esta idea. Por ejemplo, las perspectivas de mejora económica y política de los ciudadanos. Podemos observar aquí con absoluta nitidez cómo la crisis económica hundió tales expectativas desde el inicio de la crisis y que desde entonces se han mantenido en niveles realmente ridículos: Si realmente estuviéramos asistiendo a un ciclo político diferente deberíamos ver un comportamiento sustancialmente diferente a partir de 2016, y sin 86 embargo no es así. Lo que sí podemos comprobar es el desplazamiento relativo de las preocupaciones, como nos enseña el siguiente gráfico: Aquí podemos ver cómo la preocupación por el sistema político crece progresivamente desde el inicio de la crisis, para empezar a recuperarse al mismo tiempo que vimos que la movilización se redujo. El crecimiento de la preocupación por la corrupción es más que notable, coincidiendo temporalmente con la aparición de los papeles de Bárcenas. Y obsérvese, sin embargo, cómo el crecimiento de la preocupación por la sanidad y la educación no han mostrado ningún decrecimiento sino todo lo contrario. Parece todo ello abundar en la hipótesis de que el ciclo político continúa. Conclusiones Desde mi punto de vista seguimos asistiendo en España a una crisis de régimen –crisis orgánica en terminología gramsciana- que ha trastocado los cimientos del modelo económico y político. Ello es, a su vez, consecuencia del estadio en el que se encuentra la economía capitalista a nivel mundial, que está comprimiendo las capacidades de los estados para proteger a la clase trabajadora y, por lo tanto, eleva la frustración social. Efectos de todo ello los estamos viendo a lo largo de toda Europa. No obstante, esta frustración social no se convierte automáticamente en una posición emancipatoria o de 87 izquierdas sino que media un combate político en el que los principios y valores de izquierdas entran en disputa directa con los de la derecha. En España la construcción, lenta y contradictoria, del espacio político de Unidos Podemos es una buena noticia para enfrentar dicha batalla. Aún hay tareas pendientes de importancia crucial, como es definir nítidamente el proyecto político defendido y articularlo en torno a la movilización social. Para ello el espacio político debe consolidarse también orgánicamente en formas compatibles y coherentes con una estrategia política consecuente. Nada de eso está aún definido en el marco del espacio político y, de hecho, se puede observar tensión al respecto en el seno de la fuerza más numerosa. Al mismo tiempo tenemos que afrontar los retos que nos impone el conflicto territorial y otros que no se han analizado aquí. De estos planteamientos se deducen muchas cosas que, a mi juicio, son relevantes. En primer lugar, la estrategia a seguir no debe renunciar en ningún caso a una adecuada estrategia discursiva, todo lo cual sería un suicidio. La movilización social debe articularse en torno a los problemas vitales y más urgentes de la clase trabajadora, como la sanidad, la educación o la precariedad, pero debe defenderse a través de discursos que comprenda nuestra clase. Cualquier intento de transitar por el camino de las manifestaciones autorreferenciales y litúrgicas será un billete directo al fracaso. En segundo lugar, la radicalidad es condición necesaria del éxito a corto y largo plazo porque atiende a la raíz de los problemas y proporciona soluciones que son efectivas. Esta radicalidad no se encuentra en la estética sino en el contenido político, y tiene que ver con la predominancia de la estrategia sobre la táctica. En tercer lugar, cabe reconocer el carácter limitante de las instituciones, de lo que obtenemos que cabe renunciar a considerar este aspecto el elemento central de la estrategia. En cuarto lugar, el espacio de unidad se construye mediante la superación de innumerables contradicciones y obstáculos, pues el adversario también participa, de lo que se deduce la necesidad de mucha pedagogía para consolidar el espacio. Y, en quinto lugar, cabe definir correctamente al enemigo. Para ello conviene saber distinguir los matices que separan la estructura de clase de las organizaciones que representan a las clases. Esto es evidente en tanto vemos que la crisis de régimen se traduce también en crisis de gobernabilidad y en crisis del bipartidismo. Acentuar las contradicciones en esas relaciones es tarea del espacio de UP, que siempre tiene que poner el foco en las víctimas de la crisis y del capitalismo. En suma, creo que el camino es bueno y los retos apasionantes si estamos bien armados. Y eso significa, en la terminología marxista, conciencia de clase, formación de clase y lucha de clase. O, en terminología más coloquial y aproximada: pedagogía, organización y proyecto político. 88 [Fuente: Público.es] 29/11/2016 Juan Diego Botto Llorar a un hombre bueno Ha muerto Marcos Ana y uno se siente un verso de Oliverio Girondo y tiene ganas de llorar hasta inundar veredas y paseos. De llorar para ser rescatado por el propio llanto. Ha muerto Marcos Ana y uno se sorprende de que el mundo no se detenga, que siga girando ajeno a este dolor y este vacío. Yo esperaría que los semáforos se vistieran de luto y las aceras nos mirasen con la complicidad de los cementerios. Ha muerto Marcos Ana. Y ahora, ¿qué? Querría agarrarle la mano fuerte y decirle todas las cosas que siempre dejé para después. Darle las gracias durante días y vencer el pudor cotidiano que entierra la verdades. Pienso en el abusado y hermoso verso de Dylan Thomas: "Rabia, rabia contra la agonía de la luz”, y la rabia es por la diferencia de escala que tiene su nombre en nuestra tierra. Toda mi vida joven pensé que llegaría el momento en que este país se desperezaría y reconocería por fin la deuda que tiene con sus luchadores antifranquistas. Siempre creí que algún día el Estado rescataría por fin a los cientos de miles de muertos que inundan nuestras cunetas y los entregaría a sus familiares para que de una vez por todas pudieran llorarlos en paz. Solía creer que algún día llegaría la cordura a España. Que este país seguiría la inevitable senda de las demás naciones europeas y haría justicia con quienes dieron su vida luchando por la legalidad vigente, por la República. Ese día no ha llegado. En este país a quienes lucharon contra un golpe de Estado que se tornó en guerra civil se les ha premiado con una fosa común con vistas al olvido. Marcos Ana fue uno de esos demócratas, uno de eso luchadores. Fue condenado a muerte y vivió durante años con la sombra de la ejecución persiguiéndolo de cárcel en cárcel. Le conmutaron la pena pero pasó 23 años en prisiones franquistas. El preso político que mas tiempo conoció el rencor del dictador. Marcos Ana era un poeta, un luchador, un comunista, pero sobre todo era un hombre bueno. "Siempre he querido ser mas fuerte que el odio de mis enemigos, y lo he conseguido”. Nunca albergó odio ni rencor y ni deseos de venganza. "Mi única venganza es conseguir que triunfen nuestras ideas de paz y justicia social, que además serían buenas hasta para nuestros verdugos” . Sus versos transmiten el desgarro de la derrota, un desasosiego suave que no amaga pero sí emociona. Su libro de memorias Decidme cómo es un árbol es, junto con Si esto es un hombre de Primo Levi, el relato imprescindible para entender el horror de los fascismos europeos del siglo XX. Marcos Ana debería ser uno de esos referentes que toda nación tiene como incontestables. Ana no 89 es solo patrimonio de la izquierda, debería serlo de todo el país. Al salir de cárcel se paseó por todo el mundo para que nadie olvidara que en España aún había presos políticos, que en Europa Occidental había una dictadura cruel que aplastaba las ansias de libertad de un pueblo entero. Gracias a él miles de personas en todo el mundo tuvieron una imagen noble de España. Gracias a él muchos identificaron España con dignidad, cultura, coherencia, decencia. Es gracias a él y a gente como él que este país puede mirarse al espejo y sostenerse la mirada. Y sin embargo, no nos engañemos, poca gente sabe quién fue Fernando Macarro Castillo, alias Marcos Ana. “Rabia, rabia contra la agonía de la luz” y quizá la rabia que él nunca tuvo nos empuje a pensar que llegará el día en que “veremos la resurrección de las mariposas disecadas” y éste sea un país con memoria. Un país orgulloso de su Brigada 9 que liberó París de los nazis, de sus maestros republicanos que llevaron la cultura a los pueblos y de Marcos Ana que unas semanas antes de morir se manifestaba contra el TTIP con la energía de un quincemayista. Habrá que caminar despacio y seguir creyendo en los hombres buenos. De verdad, gracias Marcos. [Fuente: Público] 25/11/2016 Federico Mayor Zaragoza Fidel Castro, estela duradera Durante los años de la postguerra europea, al final de la década de los 40s leía a Albert Camus y pasé luego algunos períodos de tiempo en Paris donde viví la perplejidad y expectación de los jóvenes que veían su futuro lleno de pasado. Más tarde, como Rector de la Universidad de Granada (1968 – 1972) sentí una gran curiosidad por conocer quién era y qué representaba el Comandante Castro que, con el Che Guevara, suscitaba tanta admiración en aquellas generaciones que, no exentas de razón como se ha visto después, se resistían a dejarse ahormar por los poderes post-bélicos (¡tan “bélicos”!). También contribuía a mi creciente interés por conocer más sobre este tema el hecho de que la España franquista fuera la única vía de acceso a la “isla aislada”: Madrid- La Habana… Me di cuenta ya entonces —y tuve ocasión de conocerlo más de cerca en la época de la glasnost y la perestroika— de la enorme influencia de Fidel Castro 90 en una América Latina sometida, para la que los cubanos representaban el sueño de liberación. En efecto, Cuba fue el único país latinoamericano que no sufrió el inmenso y culposo “Plan Cóndor”, iniciado en 1975, que sustituyó por dictadores y juntas militares a los poderes establecidos y asesinó a mansalva… No se debería reflexionar sobre el castrismo sin tener en cuenta la trágica realidad de dependencia y sumisión vivida en aquellos países. Cuando se habla del incumplimiento por parte de Fidel de los Derechos Humanos, del desmedido tiempo en el poder y la ausencia de pautas democráticas, pienso en el lupanar que era la isla con Fulgencio Batista… en la reverencia que profesan los “mercados” a países en los que el poder es sucesorio por decisión atípica y no expresa la voluntad popular ni se respetan los derechos humanos más elementales. Produce bochorno pensar que cuando se va a negociar con China se elimina antes la Ley de Justicia Universal… y cuando las conversaciones se tienen con Arabia Saudita se excluyen de la agenda los Derechos Humanos y, en particular, los de la mujer… En la actualidad, en las últimas etapas de la deriva de un sistema que cambió los valores éticos por los bursátiles y a las Naciones Unidas por grupos plutocráticos (G6, G7, G8, G20), contemplamos estupefactos como tiene lugar el acoso y derribo de países-alternativa tan importantes como Argentina y Brasil, a través de auténticos golpes de Estado debidamente “disfrazados”. En los años 1978-81 en que desempeñé el cargo de Director General Adjunto de la Unesco, tuve ocasión de apreciar la rápida acción solidaria que Cuba llevaba a cabo. Pienso especialmente en la caída de Somoza en el mes de julio de 1979. Llamé al Presidente Adolfo Suarez, de quien era Consejero en aquel momento, y le dije que sería bueno enviar rápidamente a unos cuantos maestros y maestras para contribuir a la normalización educativa de Nicaragua. A los tres días centenares de docentes cubanos llegaban, provistos de tiendas de campaña, con las manos tendidas. Y lo mismo puede decirse de Haití, con urgente y eficiente asistencia humanitaria y médica… y en muchos lugares de África. Ya entonces puede apreciar el desarrollo comparativo de la educación en Cuba: frente a intolerables porcentajes de analfabetismo en la mayoría de los países de América Latina, Cuba estaba en la vanguardia. Y en la atención sanitaria e investigación biomédica ocupaba también el primer lugar. He oído voces también muy críticas sobre las ejecuciones y pena de muerte practicadas durante el castrismo. Como Presidente de la Comisión Internacional contra esta cruel e intolerable acción del Estado, me uno a esta crítica… pero atemperada por la decisión que adoptó en 2003: a partir de 91 entonces, Fidel no sólo dejó de ordenar y aceptar ejecuciones, sino que eliminó los “corredores de la muerte”. En los Estados Unidos, en cambio, todavía hoy 34 Estados, la gran mayoría de ellos con gobiernos del partido republicano, siguen siendo retencionistas y manteniendo el horror de los “corredores” durante muchos años. En lo que respecta a su homofobia, se trata de otro error sin duda… que siguen manteniendo en España no pocas personas por motivos ideológicos o religiosos y, desde luego, en muchos países a los que, por intereses cortoplacistas, no censuramos. Hablando de fobias y racismos, la realidad europea y la perspectiva norteamericana son espantosas y merecen una tajante reprobación de todos los ciudadanos. He sido testigo del extraordinario afecto que tenían por Fidel Castro los pueblos latinoamericanos. Recuerdo que en 1991 se celebró en Guadalajara el “ensayo” del V Centenario del “Encuentro” Iberoamericano. Como Director General de la Unesco había procurado, junto con el Prof. Urquidi, evitar reacciones adversas de las riquísimas culturas originarias, invitándolas a todas ellas a participar en la Cumbre. El Rey Don Juan Carlos y el Presidente Felipe González se sintieron especialmente confortados por la ensordecedora exclamación “¡Fidel, Fidel, Fidel!” que se escuchó en todo el trayecto de las autoridades hacia el Ayuntamiento. Al aparecer en la balconada –yo estaba al lado de la única mujer, Violeta Chamorro, Presidenta de Nicaragua- la muchedumbre sólo repetía enfervorizada “¡Fidel, Fidel!”. Ni un piropo a la dama, ni un agravio o desagravio a los otros mandatarios… Pasaron los años y en octubre de 1995 se celebró la Cumbre en Bariloche, Argentina. Yo no había acudido desde Barcelona, 1992. Pero me llamó Enrique Iglesias diciéndome que era sobre educación y no podría faltar. Viajé a Buenos Aires desde donde, de madrugada, seguí a Bariloche con el Secretario General de las Naciones Unidas a la sazón, Boutros Boutros Ghali. Al aproximarnos al hotel, rodeado de una gran multitud, el adorable Boutros me dijo emocionado: “Federico, es alentador ver la consideración y aprecio que tiene la gente hacia las Naciones Unidas”. Sus sentimientos se vieron seriamente contrariados cuando, al llegar y abrir las ventanillas sólo se escuchó: “¡Fidel, Fidel!”… En el mes de marzo del mismo año 1995, Fidel Castro viajó a Paris y visitó oficialmente la sede de la Unesco, para seguir luego hacia la Cumbre de Desarrollo Social —¡la primera reunión sobre desarrollo “social” que se celebraba en 50 años!— que tenía lugar en Copenhague. En los registros de la Organización consta que nunca se acumuló tanto público y expectación, dentro del recinto y en sus entornos. Me he entrevistado (siempre en altas horas de la noche) con el Comandante 92 en varias ocasiones. En privado, hay que decirlo, también escuchaba. Coincidíamos en muchas cuestiones y discrepábamos también en muchas otras. Una madrugada, discutimos hasta el punto en que me dijo: “Estás cansado. Prefiero no seguir esta conversación”. Regresé al hotel… y cuando estaba desayunando se presentó sonriente comentando: “Yo estaba más cansado que tú. Discúlpame”. Y me acompañó hasta la misma puerta del avión. Recuerdo vivamente las veces que coincidí con Gabriel García Márquez, visitando antes la Escuela de Cinematografía… y con Oswaldo Guayasamín, “el pintor de Iberoamérica”… y con Eusebio Leal, Alfredo Guevara, Armando Hart, Héctor Hernández Pardo, Abel Prieto…. Otra faceta que debo destacar del Comandante Fidel Castro es la facilitación de los Procesos de Paz. Para reiniciar el de Guatemala en 1992, conté, como había sucedido antes con el Presidente Vinicio Cerezo, que restableció la democracia en su país, con la intermediación del Comandante y cinco guerrilleros, presididos por Rodrigo Asturias, hijo del premio Nobel de Literatura Miguel Ángel Asturias, acudieron a la primera reunión que programé en los Montes de Heredia, en Costa Rica. Este mismo año de 2016, asistí a finales de enero en La Habana a una reunión con las FARC, que habían ya alcanzado acuerdos muy importantes con el gobierno del Presidente José Manuel Santos, siempre con la recatada acción de los noruegos a quienes todos debemos especial gratitud por el qué y el cómo proceden en estos casos… Fidel Castro protagonista del siglo XX. Todos dejamos de ser. Algunos, como él, siguen siendo leyenda. La historia hará un día balance y lo juzgará. Es totalmente improcedente juzgarlo ahora. Y, sobre todo, arrogarse la potestad de “absolverlo” o no… Se ha escrito que “su muerte despeja el camino hacia la democracia”. Es muy deseable… pero ¿hacia qué democracia? ¿Hacia la de Trump? ¿Hacia la de los “mercados” que han tenido la desfachatez de designar, en Grecia, cuna de la democracia, a un gobierno sin elecciones, sin urnas? Nos hallamos en plena revolución digital. Por primera vez en la historia, los seres humanos saben progresivamente lo que acontece a escala planetaria y pueden expresar libremente sus puntos de vista. Pero, sobre todo, la mujer —“piedra angular” de la nueva era según el Presidente Nelson Mandela— adquiere con cierta rapidez el papel crucial que le corresponde en la toma de decisiones. A 200 millas de los EEUU, Cuba es David frente a Goliat. Fidel Castro nunca se hincó y se convirtió en un referente mundial de la resistencia. 93 Fidel Castro ha muerto pero sus ideas permanecen. Ahora es preciso seguir lo que debe seguirse, aún a contraviento. Y modificar con tino aquello que debe ser modificado. Porque, aunque los aferrados a la inercia no quieran reconocerlo, se está iniciando una nueva era en la que serán “Nosotros, los pueblos…” —como tan lúcidamente establece la Carta de las Naciones Unidas— quienes tomarán en sus manos las riendas del destino común… y, con las lecciones, entre otras, del castrismo y del neoliberalismo, releer la Constitución de la Unesco y la Carta de la Tierra, y la Declaración de los Derechos Humanos y la Carta de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea… para proceder, con audacia, firmeza y rigor a inventar el porvenir que, por fortuna, está por-hacer. Y hacerlo con urgencia, porque podemos alcanzar puntos de no retorno, lo que constituiría un pecado intergeneracional inadmisible. Sigamos, como hizo Fidel en muchos casos, a José Martí que, dirigiéndose a los jóvenes, les dijo: “La solución no está en imitar sino en crear”… [Fuente: Blog del autor] 29/11/2016 Rafael Poch de Feliu La revolución imperdonable Yoani Sánchez no representa un consenso básico constructivo entre cubanos, sino el cambio de régimen que se ha venido promoviendo para Cuba desde 1959. Por eso se la aúpa. Confieso que acudí escéptico pero curioso a la intervención que Yoani Sánchez, una “periodista independiente” cubana, ofreció el 8 de mayo en el Instituto Cervantes de Berlín, un acto organizado por el diario local Die Tageszeitung. Sánchez es una joven despierta, bien parecida y de verbo afilado. Describió la situación en su país en términos muy extremos. Habló de la isla como de una “perversa jaula” y de su gobierno como “dictadura de un clan familiar”. Explicó la estabilidad del régimen cubano por “el miedo” que atribuye a su población. Definió la economía cubana como, “capitalismo de una familia” y consideró que el sistema cubano “es irreformable”. Sánchez, que se presenta como una “persona puente” dispuesta a dialogar con todos, dejó claro que es una abogada de lo que se llama “cambio de régimen”. 94 Su popularidad mediática es enorme. Su blog está traducido a muchísimas lenguas y goza de apoyos logísticos extraordinarios. Ella reclama su derecho a criticar. No le discuto a Sánchez el derecho a poner a caldo a quien quiera, ni a hablar de lo que quiera. Lo que discuto es el papel que se le atribuye, desde la derechona global, como representante de algo nuevo e incluso como conciencia del pueblo cubano. Cuba, ahora junto con Venezuela, es el país que concentra la mayor atención mediática de América Latina en materia de derechos humanos. Asuntos que en otros lugares pasan desapercibidos, en Cuba son focalizados y frecuentemente manipulados para presentarlos en su peor luz. Pero si uno repasa con un poco de mesura la situación de los derechos humanos en el mundo y en América Latina, constatará que la situación de Cuba está muy lejos de las peores. (véase, por ejemplo: Cuba and the rhetoric of human rights). Eso no impide que cualquier asunto, por ejemplo el suicidio carcelario del preso Orlando Zapata en febrero de 2010, tenga un impacto y reciba una atención siempre superior a cualquier otro hecho similar o más grave en otros países, por ejemplo el descubrimiento, un mes antes del caso Zapata, de 2000 cadáveres de sindicalistas y activistas de derechos humanos asesinados por el ejército colombiano. El maltrato de un cubano por motivos políticos siempre será mucho más noticiable y denunciable, para el mundo mediático occidental que el asesinato de decenas de activistas políticos en países amigos como Filipinas, con 56 periodistas asesinados en veinte años, como Colombia, cuya cuenta de eliminación de adversarios es inabarcable, y como muchos otros. Latinoamérica aporta centenares de ejemplos. “Que en otros países las cosas estén mal o peor no es motivo para no criticar a Cuba”, dice Sánchez. Naturalmente que no, pero no es ese el asunto. Se trata de la política de derechos humanos (no confundir con la defensa universal de los derechos humanos), es decir de la utilización política y mediática de los derechos humanos para castigar a adversarios de la que tanto uso se hace en Occidente. Sánchez ha sido aupada por el establishment occidental, desde Washington hasta Madrid, en ese contexto. Y por esa razón se le dan todos los altavoces, es recibida por los acostumbrados ministros y se le entregan los habituales premios. También en Berlín ha sido así. Sánchez, que es una persona inteligente e incluso brillante, no puede ignorar que el papel que se le hace representar no es más que la continuación, actualizada, de la vieja campaña imperial contra el gobierno de su país. Ella tiene todo el derecho a posicionarse contra su gobierno, pero no tiene 95 derecho a ser un recurso propagandístico de ese imperio que lleva 54 años intentando derrocar al sistema cubano por todos los medios ilícitos y criminales conocidos. La simple realidad es que Sánchez forma parte de ese esfuerzo. El imperio no puede tolerar que a 90 millas de su territorio haya una república independiente de sus designios. Esa anomalía dura desde 1959 y ha pagado, y paga, un alto precio por existir. Durante 54 años el gobierno de la República de Cuba ha sufrido todo tipo de presiones y agresiones, desde una invasión militar en toda regla, hasta terrorismo de todo tipo para arruinar su economía y matar a sus ciudadanos con plagas inducidas por la guerra química y biológica, pasando por el asesinato de sus dirigentes, la subvención del cisma de su población en bandos irreconciliables y una obstrucción implacable y sistemática en la arena internacional. Puede que esas circunstancias no justifiquen todos los defectos que se atribuyen al régimen cubano, pero no hay duda de que explican muchos de ellos. La revolución cubana, como por otra parte todas las revoluciones que desafiaron al imperio, se vio obligada a vestir el uniforme militar desde sus mismos orígenes, algo que siempre es difícil de compaginar con una normalidad civil. Tuvo que mantener una férrea vigilancia e incluso renunciar a parcelas de su independencia por su alianza con la Unión Soviética. Cuba pagó, sin duda, un fuerte peaje por aquella alianza que vino impuesta por imperativos de supervivencia y cuya alternativa era, simplemente, la rendición incondicional y perder toda su dignidad nacional. Pero, gracias a su lejanía geográfica de Moscú, gracias a la existencia del Océano Atlántico, y también gracias a su propia personalidad histórica y la de sus líderes, Cuba nunca fue un vasallo en el bloque del Este, lejanamente comparable a sus socios del mundo socialista. Cuba fue el único aliado de Moscú plenamente soberano e independiente. Muchos dirán que huyendo del fuego del imperio, la isla cayó en las brasas de un sistema que devaluó gran parte de todo aquello que hizo grande a la Revolución Cubana. Mi opinión es que, sin todo aquello que le hizo perder parte de su genuino espíritu liberador inicial, Fidel Castro y la Revolución Cubana habrían seguido el destino de Jacobo Arbenz en Guatemala, de Allende en Chile y de tantos otros. Por desgracia la historia no se escribe sobre la ordenadas y simétricas líneas de un cuaderno impoluto, sino sobre el caos y las contradicciones más infames. Al final, con todos sus defectos, aún hay mucho rescatable en la Cuba de hoy, mucho de lo que merece ser defendido frente a las presiones y cercos de siempre. Es legítimo que muchos observadores lejanos no estén de acuerdo con este 96 planteamiento general, pero, aparentemente, la mayoría del pueblo cubano lo está, pues de lo contrario el actual gobierno no se mantendría y habría sucumbido como auguraban las erradas profecías que siguieron al derrumbe del bloque del Este en 1990. Cuba era, y es, algo más, mucho más, que aquel “socialismo real” que se desmoronó en la Europa de entonces. Por eso su desafío ha sobrevivido a la guerra fría en condiciones mucho más difíciles que las de cualquier país del Este de Europa. Sánchez dijo en Berlín que llegó a la adolescencia, “en una época en la que (en Cuba) no había mucho en lo que creer”, pero incluso desde ese nihilismo no hay que perder el sentido de la decencia, especialmente cuando se quiere ser rebelde. En mi humilde caso, llegué a la adolescencia en una época en la que estaba muy claro para la juventud que al imperio le importan un rábano los derechos humanos. Desgraciadamente eso sigue siendo así, y no podría ser de otra manera, pues no hay nada más antihumanista que el propio imperio. Lidiando con Cuba se trata, casi siempre y sobre todo, de ese pecado original revolucionario. Claro que hay otros ámbitos, pero todos, incluso las vergüenzas del régimen, están envueltas, impregnadas y condicionadas en y por esa gran revancha histórica. Washington y Bruselas (ésta como capital colectiva de la Europa neoimperial), se cuentan entre los mayores violadores de derechos humanos y destructores de vidas del mundo actual. Aunque sea solo por su belicismo –y no se trata solo de eso–. Hay que continuar castigando a la República heredera de aquella revolución imperdonable, especialmente ahora cuando su fatigado cuerpo está encontrando nuevos apoyos políticos en América Latina capaces de darle nuevo oxígeno. No seamos ingenuos, Sánchez no es un producto nuevo. No representa ese necesario consenso básico constructivo entre cubanos, sino el cambio de régimen que se ha venido promoviendo para Cuba desde 1959. Y por eso se la aúpa. [Fuente: La Vanguardia] 11/5/2013 Julio González Alt-Right, la derecha alternativa que está al lado de Trump La victoria de Donald Trump en las elecciones presidenciales de los EEUU ha sido el resultado de una confluencia de factores, entre ellos el apoyo que ha recibido de la denominada alt-right, la denominada derecha alternativa que ha 97 sido, además, la que le ha prestado sustento ideológico en las cuestiones más polémicas de su campaña. Posiblemente por ello, representantes de esta forma de entender el pensamiento político han sido parte de los primeros designados por Trump para cubrir puestos de importancia en su Administración, como es el caso de Stephen Bannon, el nuevo director de estrategia de la Administración Trump. ¿Qué es la alt-right, la derecha alternativa? Alt-right está constituida por un conjunto variado de grupos, de ideología tradicionalista y conservadora que han determinado la acción política esencial del Partido Republicano y que han servido para articular el mensaje de Trump. Disponen, en este sentido, de un aparato ideológico, de una serie de activos medios de comunicación y de un conjunto de seguidores muy activos en redes sociales que les han permitido llegar a un amplio espectro de la población; con un alto nivel de movilización. A diferencia de otros grupos de ideología similar, sus impulsores están intelectualmente mucho más cultivados. Ha sido definido, en este sentido, como “un conjunto de ideologías de extrema derecha en cuyo centro se encuentran la creencia de que la “identidad de la raza blanca” está siendo atacada por fuerzas multiculturales utilizando la idea de la “corrección política” y la justicia social, lo que está contribuyendo al declive de la raza blanca y su civilización. Su acción política se caracteriza por una utilización intensa de las redes sociales y los memes on line, huyen del conservadurismo del “establishment” conservador, utilizan a los jóvenes para este proceder y abrazan el nacionalismo étnico blanco como un elemento central”. ¿Cuáles son los elementos centrales de su ideología? Si agrupásemos de forma muy sintética sus planteamientos básicos, podríamos decir que creen en la superioridad de la raza blanca; del hombre sobre la mujer, antisemita, contrario a la emigración, favorables a la deportación masiva de emigrantes ilegales y opuestos a la religión islámica; favorables a la vuelta a una religión católica anterior al Concilio Vaticano II. Son antiglobalistas y de alguna forma aislacionistas (por el impacto negativo que tienen en el mantenimiento de las esencias del grupo blanco). Obviamente, están en contra del control de armas y de la igualad de derechos de los homosexuales. Creen, en definitiva, en una sociedad homogénea, en la estabilidad y en una sociedad organizada de forma jerárquica que elimine tentaciones igualitarias. Apoyan a Putin y a Bachar el Asad. De hecho, uno de los elementos que más están defendiendo en la actualidad es la apertura a la Rusia de Putin, 98 recordando que la guerra fría ha terminado. Su planteamiento es esencialmente conservador. Un conservadurismo entendido de la forma más tradicional y retrógrada: su razón esencial no es de naturaleza económica sino que pretenden la protección de las expresiones culturales de su colectivo. La uniformidad hace que estén en contra de cualquier forma de multiculturalidad (al que suelen denominar marxismo cultural) y, por ello, defiendan el valor de la raza blanca. La multiculturalidad es sustituida como concepto central de las relaciones por la “biodiversidad humana”. El componente racial es relevante en la medida en que consideran que la raza determina el comportamiento humano y que es uno de los factores relevantes de la selección natural. Por ello, parten de la necesidad de separación racial para evitar la relación cultural: la diversidad es un factor que debilita la raza. En este aspecto, el libro de cabecera es el de Nicholas Wade, A Troublesome Inheritance: Genes, Race and Human History.* Es esta defensa de la tradición cultural blanca la que le hace ser al mismo tiempo masculinistas, en el sentido que consideran negativa la influencia del pensamiento feminista. En este punto, el libro de Jack Donovan The Way Of Men constituye el texto de cabecera. La parte más agresiva de este planteamiento se encuentra en la Manosphere, un conjunto de sitios web de contenido misógino en donde los hombres son muy agresivos contra las mujeres. Sintetizando el contenido básico de la Manosphere, el feminismo ha corrompido la cultura moderna al difuminar las diferencias de género; al tiempo que hay que recuperar el concepto del macho alfa como elemento vertebrador de la sociedad, tras el cual la mujer se ponga detrás. Páginas que se pueden encontrar en redes sociales como Facebook o en la comunidad Red Pill de Reddit, que toma su nombre de la escena de la película Matrix. Están en contra del planteamiento tradicional del Partido Republicano, al que acusan de haber traicionado los ideales, por su apoyo a ciertos planteamientos liberales y sobre todo por el apoyo a la globalización y el libre comercio. No es el aumento del PIB lo relevante sino, por el contrario, la defensa de los valores tradicionales articulados sobre la religión. Tienen una forma despectiva de dirigirse a ellos: cuckservative, una combinación de cuckold ("cornudo") y conservative. En este apartado se encuentra, asimismo, su oposición al establishment. ¿Cuál es el origen del movimiento alt-right? La expresión alt-right proviene de Richard Spencer, que en 2008, desarrolló un think tank denominada National Policy Institute, en el que se desarrollaron 99 los planteamientos centrados en la identidad blanca y la defensa de la civilización occidental. En este sentido, disponen de un medio de difusión muy activo que es el Radix Journal. Los origenes de la derecha alternativa se encuentra en ciertos autores como Oswald Spengler, H. L. Mencken, Julius Evola, Sam Francis. Se vincula, asimismo, al movimiento paleoconservador que impulsó las campañas electorales de Pat Buchanan tanto dentro del Partido Republicano como dentro del denominado Partido Reformado. Es el impulsor de la Fundación The American House. Al mismo tiempo, ideológicamente constituye una evolución frente a los diez principios conservadores de Russell Kirk y que, desde la óptica alt-right se considera que se han transformado en pensamiento progresista. No hay más que leerlo para ver el sentido del progresismo que tienen. ¿Constituyen un grupo homogéneo? No, dentro de sus planteamientos caben diversas facciones. Posiblemente la más preocupante sea 1488. Un número cuyos dos primeras cifras dejan claro el objetivo a través de estas 14 palabras: “We Must Secure The Existence Of Our People And A Future For White Children”. Los dos segundos reflejan cuáles son sus referentes: 88 hace referencia a la octava letra del alfabeto, la H, con lo que aparece “Heil Hitler.” Su importancia es creciente. El grupo de los neorreaccionarios, también conocidos como #NRx, constituye otro de los elementos sobre los que se ha vertebrado el movimiento alt-right. Están agrupados sobre las figuras del filósofo Nick Land y el científico Curtis Yarvin. Su aportación al pensamiento de la alt-right deriva de su pretensión de vuelta a un gobierno que defienda la tradición de la civilización occidental. Vinculados a ellos están los que parten de una vuelta a los valores tradicionales sin renunciar a los avances científicos (que no obstante son puestos en duda). Por último habría que incluir a los cercanos a la posición de la biodiversidad humana y los autodenominados realistas de la raza, que parten de la ideología del llamado racismo científico. Como se puede ver, un amplio espectro de planteamientos ideológicos coincidentes con las ideas de la extrema derecha. ¿Qué papel juega Donald Trump? 100 Trump se ha servido de la alt-right para llegar a la Casa Blanca. Durante la campaña electoral ha recibido el apoyo de este grupo, tanto al comienzo para desprestigiar al resto de candidatos republicanos como con posterioridad frente a Hillary Clinton. De hecho, dentro de sus primeros nombramientos destacan dos personas muy vinculadas a la alt-right. En alguno de los escritos de las personas más representativas de la derecha alternativa, se puede apreciar la identidad que tienen con el presidente electo y cómo le consideran el vehículo para llegar a conseguir sus fines. ¿De qué medios de comunicación disponen? Breitbart News es el medio de referencia. Fundado en 2007 por el fallecido Andrew Breitbart se caracteriza por ser un medio sensacionalista y agresivo. Tiene un público llamativamente joven, por comparación a la cadena conservadora Fox y está dirigido por Steve Bannon, el futuro jefe de estrategia de la Administración Trump. Partió de ser un periódico que consideraba que los judíos estadounidenses no eran suficientemente pro Israel. Taki’s Magazine y Zero Hedge forman parte también de los medios online más relevantes. A partir de este medio, ha sido Internet el canal preferido para la difusión de sus ideas. Su activistas, muy activos, han encontrado en Reddit, 4cham y 8 cham el vehículo predilecto para el desarrollo de su mensaje a través de canales específicos. Una utilización de las redes sociales para la cual no dudan en utilizar pseudónimos o mecanismos de esconder su identidad. El ejemplo de la revista Zero Hedge posiblemente sea el más relevante de esta forma de proceder. En esta línea, conviene recordar el cierre de cuentas vinculadas a los grupos alt-right por parte de Twitter el pasado 15 de noviembre. La amalgama de grupos hace que cada uno de ellos disponga de más medios de comunicación. El grupo de los neorreaccionarios, por ejemplo, se agrupa sobre el stio lesswrong.com. ¿Cómo se articula su discurso? Tras un discurso populista esconde un lenguaje extraordinariamente agresivo y extraordinariamente activo en redes sociales. De hecho, la juventud y agresividad de una parte importante de sus miembros ha hecho que encuentren en las imágenes uno de los medios predilectos. Los memes pasan a ser así un elemento de fácil difusión tanto si son de componente político agresivo contra el oponente como si son medios de exaltación de los valores de la raza blanca tradicional, especialmente los que se encuentran en el grupo 101 de la Traditionalist Youth Network (TYN), fundada en mayo de 2013 por Matthew Heimbach y Matt Parrott. Para el colectivo joven que secunda sus planteamientos, el componente transgresor que tiene la actividad política constituye un elemento complementario para su activa participación en política. Como se puede apreciar de las consideraciones anteriores, la llegada de Trump a la Casa Blanca no es un hecho inocuo; sobre todo teniendo en cuenta el incremento de los grupos incitadores al odio que se está produciendo en los EEUU en los últimos tiempos. De acuerdo con las informaciones del New York Times, las celebraciones de la semana pasada, al grito de “Heil the people! Heil victory” y con el saludo nazi, resultan especialmente preocupantes, sobre todo teniendo en cuenta que se desarrollaron en un edificio público de los EEUU. Posiblemente Trump no pueda aplicar los planteamientos de la derecha alternativa en su integridad, pero muchas de las medidas que están incluidas en su ideario resultarán muy dañinas incluso aunque se apliquen diluidas. Pero más allá del impacto en los EEUU no podemos dejar de pensar en Europa. Ya desde final del siglo pasado se podían encontrar estudios en los que se reflejaba la conexión Planteamientos como el de la derecha alternativa estadounidense han influido, por ejemplo, en la campaña del Brexit impulsada por el UKIP. [Fuente: publicación electrónica Global Politics and Law] * El libro de Wade ha sido traducido al castellano (Una herencia incómoda) por Joandomènec Ros, presidente del Institut d'Estudis Catalans y profesor de la Universitat Catalana d'Estiu [N.de la R]. 20/11/2016 Manolo Monereo Triunfo de Trump: el "momento Polanyi" De nuevo se han vuelto a equivocar. Esta vez masiva y sistemáticamente. Es una muestra más de la incapacidad de liberales y social-liberales para entender lo que está pasando. Aquí se juntan todos una vez más. Es la acusación enésima de populismo, de extrema derecha y de sedicentes llamamientos a la unidad de todos frente a un rechazo social que crece y se 102 multiplica. En momentos como este, nada hay peor que un progresismo bien pensante incapaz de conectar globalización capitalista con políticas neoliberales y pérdida de poder y condiciones de vida de las mayorías sociales. Lo vienen repitiendo desde hace meses: son los sectores atrasados del campo y de la ciudad los que se oponen al progreso, frenan el futuro e ignoran las leyes irrefutables de la economía del mercado, de la competitividad y el libre comercio. De nuevo tienen que enfrentarse a lo evidente, que esta globalización tiene ganadores y perdedores, que en el sacrosanto occidente euro-norteamericano, las mayorías sociales están perdiendo derechos laborales y sindicales, que las desigualdades se incrementan salvajemente, que los jóvenes tienen bloqueado el futuro y que la democracia ha sido capturada por la plutocracia capitalista. La izquierda liberal, la socialdemocracia dominante es parte del problema y la gente lo sabe. No hay que irse muy lejos: en el PSOE de hoy no cabe ni Pedro Sánchez. Ahora viene el rasgarse las vestiduras, el repetir el mantra de siempre y descalificar sin más a Donald Trump. Para muchos de nosotros, el resultado electoral norteamericano no ha sido una sorpresa. Primero, porque Hillary Clinton representaba lo peor de la política norteamericana, es decir, la subordinación a los poderes económicos e intervencionismo militar en todas partes y a gran escala; en segundo lugar, como han venido diciendo autores nada radicales como Rodrik, Stiglitz y hasta el mismo Krugman, lo que está en crisis es la globalización capitalista en su conjunto. Por eso, muchos llevamos años hablando del “momento Polanyi”, es decir, de la reacción de la sociedad y el Estado frente al creciente control de un mercado “autorregulado” dirigido por los oligopolios transnacionales capitalistas. Muchos no sabrán quien era Karl Polanyi, un hombre nacido en 1886 y muerto en 1964. Recientemente, la editorial Virus ha reeditado La gran transformación, su libro fundamental, en la venerable traducción de Julia Varela y Fernando Álvarez-Uría. Polanyi se formó en la mejor cultura austro-húngara en su momento de mayor esplendor y decadencia; fundador de la antropología económica, estudió con mucha profundidad las relaciones entre la economía, la sociedad y el Estado. La tesis fundamental de su libro –espero que se me perdone el esquematismo– es que lo nuevo que aportaba el capitalismo, lo que él llamaba la “utopía liberal”, era la tendencia irresistible de éste a la mercantilización total de las relaciones sociales; el mercado autorregulado era el medio y el objetivo para subordinar a la sociedad y al Estado a la lógica de la acumulación capitalista. La clave que hacía esto factible era convertir en mercancías (pseudomercancías) tres cosas que realmente no lo eran: la fuerza de trabajo, la naturaleza y el dinero. 103 La “hipótesis Polanyi” es que hay un movimiento cíclico, lo que llamaríamos un ciclo antropológico-social, caracterizado por la implementación de políticas radicales promercado y la reacción de la sociedad ante ellas y, sobre todo, a sus enormes sufrimientos sociales. Habría un ciclo A de ejecución y un ciclo B de respuesta. La globalización capitalista vive ya en este ciclo. Ha habido una primera etapa de globalización triunfante, de liberalización progresista y de una coalición cosmopolita de clases en favor de ella. Desde la crisis del 2007 estamos viviendo una fase B, es decir, una insurrección global plebeya, nacional popular –de nuevo perdóneseme el esquematismo– contra una globalización percibida ya como depredadora, alienante y crecientemente incompatible con los derechos sociales, con la democracia y, más allá, con la dignidad humana. La “hipótesis Polanyi” siempre entendió que el socialismo como movimiento histórico fue, en muchos sentidos, la respuesta de la sociedad al mercado autorregulado capitalista, pero entendió que el fascismo era también una respuesta de esa misma sociedad. En el fondo, algo que vemos cada día, la exigencia de la sociedad, de los hombres y mujeres concretos, de protección frente a los poderosos, frente a la oligarquía, frente a un mercado que nos somete a su lógica implacable. El Estado social fue un intento de síntesis entre un capitalismo regulado y embridado estatalmente y unas aspiraciones sociales que exigían pleno empleo, seguridad y derechos sociales y sindicales. Esa etapa terminó con la globalización neoliberal y llevamos casi treinta años soportando sus consecuencias. Resumiendo, lo que está en crisis es la globalización capitalista y, como siempre, esto tiene, al menos, dos salidas: hacia el autoritarismo oligárquico o hacia la democratización social. En medio, no hay ya nada, solo las lamentaciones de unas viejas izquierdas sindicales y políticas que se hicieron neoliberales y que ya no son capaces de entender la sociedad y, mucho menos, de transformarla. El asunto no ha hecho otra cosa que empezar. [Fuente: Cuarto Poder] 9/11/2016 Josep Fontana Les eleccions passades Les nostres eleccions transatlàntiques ja han passat. De la importància que tenien és bona mostra el fet que els nostres medis de comunicació els han dedicat més atenció de la que habitualment donen a les que es celebren pels 104 governs a Madrid. El resultat no l’havia previst ningú; però ara resulta que tothom escriu articles per explicar-nos per què ha guanyat Trump (en dos dies n’he arreplegat dotzenes; el que no faig és llegir-los). Cosa que em porta a preguntar als seus autors: doncs, si ja ho sabíeu, perquè no ens vau avisar a temps? Jo també tinc la meva explicació per la victòria de Trump, però no us sotmetré a un altre exercici de la mateixa mena. Me la guardo. Perquè el que ara importa és imaginar què passarà a partir del 20 de gener de 2017. De moment tenim el Contracte amb el votant nord-americà que es va publicar a finals d’octubre, on Trump anuncia el seu projecte per als primers cent dies, amb punts com l’expulsió de milions d’immigrants indocumentats, la supressió del programa d’assegurances mèdiques d’Obama (l’”Obamacare”), el nomenament d’un jutge reaccionari per al Tribunal suprem, la negativa a seguir finançant el programa de lluita contra el canvi climàtic de l’ONU, facilitats per a la indústria del petroli, etc. El que ens podria afectar més a tots plegats seria el desenvolupament del seu programa proteccionista, amb la ruptura dels acords econòmics internacionals existents, que podria comportar tals trastorn en el nostre món globalitzat que fan comprensiu l’exabrupte de Paul Krugman al matí següent de l’elecció, quan anunciava “una recessió global sense un final a la vista”. En un vessant positiu, en canvi, els seus propòsits contra les intervencions militars nord-americanes a l’exterior podrien evitar-nos els riscos d’una Tercera guerra mundial, que eren ben presents en els projectes de les forces bel·licistes que donaven suport a Hillary, convençuts, per la seva trajectòria personal, que els permetria desenvolupar els seus plans agressius sobre Síria i contra Rússia que Obama havia tractat de contenir. El que falta saber és si el nou president aconseguirà d’imposar-se als projectes en curs de les forces combinades de la Seguretat nacional (FBI, CIA i NSA) i del Pentàgon (amb les seves connexions amb la indústria de l’armament), que en tantes ocasions han actuat amb autonomia respecte del poder presidencial. Una altra novetat és que segurament tornarem a tenir una “primera dama” amb protagonisme, com Jacqueline Kennedy o Nancy Reagan, en lloc de les discretes mares de família de les darreres presidències (el cas de Hillary respecte de Bill Clinton és diferent; Hillary era una còmplice en els negocis bruts familiars). En tot cas cal que ens preparem per viure els quatre anys propers sota del domini del nou emperador, segurs de que hi haurà moltes novetats i no pocs sobresalts. 105 [Fuente: La Lamentable] 11/11/2016 Ferran Puig Vilar Modelo ETP: se acaba la energía del petróleo disponible (muy pronto) Tuvieron que ser, y siguen siendo, algunos ingenieros y altos cargos de las grandes empresas energéticas, muchos de ellos antiguos directores de exploración quienes, sólo al jubilarse, se han sentido éticamente llamados a dar a conocer lo que la industria energética oculta celosamente con toda la potencia de su maquinaria: peak oil ya claramente superado por lo menos en términos de crudo estándar y también de energía neta; presiones sobre la metodología y las conclusiones de los sucesivos informes de la Agencia Internacional de la Energía; ocultación de conceptos esenciales para la comprensión cabal de la situación energética mundial; penetración de economistas (sólo neoclásicos) en el IPCC (Intergovernmental Panel on Climate Change) con su tendencia estructural a aguar el presente y descontar el futuro... por no hablar del poderoso negacionismo climático, activamente organizado. Estos exprofesionales jubilados han mostrado ya con suficiente contundencia el detalle de cómo, por razones termodinámicas y geológicas esenciales, es necesario destinar una fracción creciente de energía (y por tanto de capital) para la obtención de los recursos necesarios para propulsar el inmenso Titanic económico en el que viajamos, y que ellos saben —mejor que nadie— de ninguna manera insumergible. Llevan haciéndolo desde los años noventa, cuando introdujeron nuevos conceptos, y muy especialmente la Tasa de Retorno Energética (TRE, o EROEI por sus siglas en inglés: Energy Return on Energy Investment, cantidad de energía que se obtiene por cada unidad de energía que se emplea en obtenerla). En definitiva, la primera ley de la termodinámica. Cierto es que, en sus líneas generales y como tantas otras cosas (gravedad del cambio climático, huella ecológica máxima, influencia de la termodinámica en el sistema económico, etc.), estos problemas se conocen desde los años sesenta del siglo XX. Pero, a pesar de su importancia decisiva para el sostenimiento de la vida, no se puso en ello —no pusimos— la necesaria atención. 106 Al introducir y cuantificar la TRE (exponencialmente) menguante del conjunto de los sistemas energéticos estos profesionales daban así crédito, y reivindicaban indirectamente, las predicciones de un informe que en su momento fue denostado y vapuleado. Lo fue hasta el punto de que, hoy en día, personas realmente competentes —pero de racionalidad lateral acotada— siguen creyendo que aquello fue una payasada contracultural de los años sesenta perpetrada por ingenieros del Massachusetts Institute of Technology, y que sus conclusiones eran totalmente erróneas —tal es el poder del negacionismo, económico en este caso—. Este estudio de 1972 se denominó Los límites del crecimiento (LLDC). Pues bien, ocurre precisamente todo lo contrario. Sus predicciones se están cumpliendo con precisión muy razonable, y desde luego a los grandes rasgos en que fueron presentadas en su día. Lo han mostrado las sucesivas revisiones de los propios autores originales (última revisión en 2002) y también los de otros grupos de investigación que han comparado las previsiones con los datos econométricos reales hasta fecha muy reciente. Otros modelos económicos basados en dinámica de sistemas y que tienen en cuenta las leyes de la naturaleza —de ámbito de aplicación muy superior a las del mercado— tales como el HANDY (Human and Nature Dynamics) de la Universidad de Maryland, el del Foreign Office británico, el WoLiM (World of Limits) de la Universidad de Valladolid…, todos ellos, desde ópticas (solo levemente) distintas, llegan a las mismas conclusiones: el colapso de la civilización global se produce siempre antes de 2030, incluso antes de 2020 en algunos casos. Además no parece que sea ya evitable, a pesar de la retórica oficial. Como mucho, podría ser gestionable en términos de minimización de daños y desde luego bajo un sistema económico y social basado en valores muy diferentes a los actualmente predominantes. Por cierto que el modelo matemático World3, que servía de base a LLDC, en su versión regionalizada anticipó el colapso de la Unión Soviética con gran exactitud. También ha anticipado la disminución de la producción por habitante que se ha iniciado en 2015 a nivel global, tal como señalaba el escenario "extralimitación y colapso" correspondiente al Business As Usual. O sea, el de seguir aumentando la huella ecológica por encima de los límites planetarios, cosa que ocurrió en 1980. Y muestra que, en este escenario-no-hacer-nada, a partir de la década de 2030 la población mundial comenzará a disminuir a razón de unos 500 millones de personas por década, y así seguirá hasta que la huella ecológica humana se haya reducido a un valor físicamente soportable por el globo —habiendo descendido, con gran probabilidad, mucho más abruptamente de lo que ahora podamos imaginar e incluso de lo que LLDC prevé—. Ugo Bardi, 107 catedrático de la Universidad de Florencia (y muchas cosas más), denomina efecto Séneca a la mayor velocidad de caída que la de crecimiento que exhiben los sistemas humanos, por lo demás históricamente demostrada. Pero esto no es todo. Hace pocas semanas se ha conocido la existencia de un modelo que calcula la evolución pasada y futura de la disponibilidad de energía neta procedente del petróleo. Se trata del denominado Modelo ETP (de Energy Total Production), elaborado por The Hill’s Group. Se trata de un modelo puramente termodinámico que no sólo tiene en cuenta la primera ley de la termodinámica, sino también la segunda, cosa que ninguno de los modelos de uso común entre los economistas contempla ni por aproximación. Este estudio, finalizado en 2012, ha circulado por un gran número de organismos y departamentos universitarios especializados en energía y termodinámica, y no se le ha encontrado mácula. Cabe pues suponerlo certero. De hecho, fue el único modelo que anticipó la caída de precios del petróleo que se inició en otoño de 2014. ¿Qué nos dice este modelo? Por lo menos tres cosas: A partir del hecho obvio de que un barril de petróleo nunca puede tener un precio (permanentemente) mayor que la unidad de producto económico que su combustión va a generar, deducen que la frontera se encuentra en los 104 $/barril. Así pues, con el fin de que la energía resulte mínimamente asequible, el precio del barril de crudo debe ser inferior a este valor, so pena de colapso financiero inexorable. Recordemos cómo llegó a superar los 160$ en 2008. La industria del crudo está operando actualmente a una eficiencia energética de sólo el 17%. Valor que, necesariamente, disminuye con el tiempo. En 2030 esta eficiencia energética (entiéndase: la energía neta que el sistema del petróleo en su conjunto entrega a la sociedad) se habrá reducido a cero. Es, desde luego, un resultado brutal, una conclusión terrible, que ha enmudecido incluso a aquellos optimistas que soñaban con un futuro "100% renovable", o por lo menos con una transición energética practicable por la vía solar y eólica —y nuclear en algunas iniciativas poco creíbles—. ¡No hay tiempo! Esto significa, simplemente, que en 2030 el petróleo ya no valdrá nada como fuente de energía. Durante algún tiempo adicional podrá haberlo para usos no energéticos (como un mineral más), y se intentará apurar el ya muy escaso e insustituible combustible líquido y de alta densidad. Pero ese proceso habrá pasado a resultar un sumidero de energía, nunca más una fuente. Sabemos además que los biocombustibles no consiguen sino agravar los 108 problemas también por su muy baja TRE. Los petróleos no convencionales (arenas bituminosas, fracking, etc.) no dan la talla de ninguna manera por motivos parecidos y han iniciado ya su descenso. Lo que se pueda extraer del Ártico no resolverá nada significativo —si acaso, más forzamiento climático, más aceleración térmica y de liquidación de materia viva—. Las renovables no alcanzan a cubrir las (supuestas) necesidades actuales ni de lejos, contando además con que sólo entregan electricidad y ésta no es más que el 20% del consumo mundial. Por su parte, la electrificación masiva consume una energía adicional imponente, que por ahora debería proceder, principalmente, de los combustibles fósiles. De donde, por cierto, se obtienen los fertilizantes de síntesis para la agricultura. Un último detalle acerca de este estudio, que algunos comienzan a considerar como el LLDC contemporáneo, por lo menos en su significación. ¿Quién lo firma o suscribe? ¡Nadie! Es anónimo. ¿Por qué? Porque ha sido realizado, casi secretamente, por profesionales de distintas empresas del petróleo actualmente en activo, y que no desean ver peligrar su posición laboral. Todo esto, en realidad, no debería extrañarnos. A pesar de la retórica oficial, la mayor parte de las empresas energéticas mundiales se encuentran en pérdidas (ya lo estaban en 2014) y su subsistencia es soportada por la imprenta del sistema financiero y altas dosis de contabilidad creativa de cara a los accionistas. Ha llegado un momento, irreversible, en que la termodinámica y la geología, tradicionalmente ignoradas por la economía estándar, impiden que el petróleo tenga un precio "bueno", digamos equilibrado. Si es demasiado alto, digamos ahora por encima de 104$, la fracción de capital destinada a la energía es excesiva, la demanda de bienes disminuye, por tanto también la de energía, y esa disminución produce una caída de los precios. Esta caída hace entrar a las empresas energéticas en pérdidas. Si es usted un economista "estándar", podría creer —aunque para ello solo podría esgrimir motivos de fe, por definición insuficientemente fundamentados— en la desmaterialización de la economía global. Es el famoso "desacoplamiento", insistentemente desmentido desde disciplinas distintas a la suya —e incluso desde la suya—. También podría tener una fe ciega en la tecnología, creer que se puede realizar trabajo sin energía, o, simplemente, creer que las cosas pueden moverse sin ella. Allá usted. Pero, por favor, no nos arrastre a todos los demás a su precipicio. No nos arrastre a un colapso que es, principalmente, suyo. Pues recordemos que, sin energía, nada ocurre. No hay actividad económica: ni buena, ni mala. Si la energía nos es fuertemente reducida, será ahora mucho más importante que nunca elegir bien los pasos a dar, pues el espacio 109 de la realidad viable se reduce poderosamente y el margen de actuación se estrecha mucho más. Por su parte, el margen de error ha prácticamente desaparecido. En estas condiciones: ¿llamaríamos estado de emergencia global a muchas otras cosas más? [Fuente: Última llamada, eldiario.es] 1/11/2016 Agustín Moreno Ahora, la prioridad es enterrar la LOMCE El Gobierno ha pactado con las Comunidades Autónomas una reforma de las reválidas de la LOMCE con la que prácticamente se come aquel disparate del ministro Wert. La cosa quedaría así: las de 2º de Bachillerato serán equivalentes a la Prueba de Acceso a la Universidad (PAU). Las de 4º de ESO serán de diagnóstico y sin efectos académicos, sólo de carácter muestral y no universales sin la obligación de realizarla todo el alumnado; así serán también las pruebas de 3º y 6º de Primaria. El título de la ESO será único, independientemente del itinerario (académico o aplicado) cursado y podrá conseguirlo el alumnado de Formación Profesional Básica a criterio del profesorado y sin realizar ninguna reválida. Evidentemente este acuerdo es fruto del rechazo social, de la oposición parlamentaria y, sobre todo, gracias a contundentes movilizaciones como la Huelga General de la comunidad educativa del 26 de octubre y la Huelga estudiantil del 24 de noviembre. Aunque el Gobierno recule con este tema, queda la batalla por la derogación de la LOMCE, que es mucho más que las reválidas y lo realmente es importante y urgente. No se puede olvidar que la LOMCE supone entre otras cosas: itinerarios tempranos que segregan y expulsan al alumnado del sistema, la reducción de la educación comprensiva y de la inclusión, nuevos currículos de asignaturas, privilegios para la religión católica, la competitividad entre centros, la segregación por sexo pagada con dinero público, un modelo autoritario que en la práctica suprime la democracia en los centros educativos y permite imponer direcciones a dedo y el avance en la privatización de lo público para fortalecer la red privada-concertada. 110 Hay que recordar que el Gobierno acaba de impugnar ante la Mesa del Congreso el acuerdo aprobado en el Congreso de los Diputados, por amplia mayoría, de una proposición de ley para la paralización del calendario de implantación de la LOMCE. Este conflicto de competencias que quiere llevar ante el Tribunal Constitucional es un intento de dinamitar la iniciativa parlamentaria. Si cada vez que al Gobierno no le agradan los acuerdos del poder legislativo recurre al Tribunal Constitucional —donde cuenta con un (ex)afiliado de presidente para que le dé la razón—, está liquidando la separación de poderes, pilar fundamental del sistema democrático. Esta acción demuestra el carácter autoritario del Gobierno y que, como denuncian Redes por una Nueva Política Educativa, “un gobierno soberbio que no respeta las instituciones, ni la democracia representativa y busca los resquicios de la ley para imponer su voluntad, está desacreditado para el impulso de un pacto educativo que implique la participación directa de la comunidad escolar, interlocutores sociales y el resto de los partidos políticos.” Así las cosas, pretender negociar un “gran Pacto de Estado Social y Político por la Educación” a través de una subcomisión parlamentaria, suena a una operación de las élites destinada a blanquear la LOMCE y a confundir a la ciudadanía. Porque no queda claro cómo participará de manera real en las negociaciones la comunidad educativa: profesorado, familias, estudiantes y expertos. No auguran nada bueno las presiones de la Iglesia católica para blindar aún más sus privilegios, la campaña de la red privada-concertada de mantener una estructura sostenida con fondos públicos para sus beneficios privados y la segregación social del alumnado y el hecho de que el Gobierno sólo escuche a sus expertos. De ahí que lo último que debe hacer la comunidad educativa es olvidarse en estos momentos de la movilización: después de las reválidas toca enterrar la LOMCE para hacer que la Escuela Pública asegure la inclusividad escolar y la equidad social. [Fuente: Cuarto Poder] 29/11/2016 Josep Maria Fradera Para comprender los nacionalismos Dioses útiles. Naciones y nacionalismo José Álvarez Junco 111 Barcelona, Galaxia Gutenberg, 2016, 336 pp. Si alguien ha influido en nuestra comprensión del nacionalismo español contemporáneo, éste es sin duda José Álvarez Junco. Tras una fructífera trayectoria estudiando movimientos sociales como el republicanismo o el anarquismo en trabajos de gran mérito, como el de sobra conocido que dedicó a Alejandro Lerroux o los anteriores sobre la ideología y cultura del anarquismo español, Álvarez Junco nos entrega ahora un nuevo libro sobre la nación y el nacionalismo en España y en el mundo. En este sentido, Dioses útiles es una nueva aportación sobre un fenómeno sobre el que el autor ya sentó cátedra para un caso particular con Mater Dolorosa (2001), una contribución esencial a la historia de la formación nacional española en el siglo XIX. Casualidades de la vida, quien firma esta reseña ya escribió también en Revista de Libros la correspondiente a aquella obra. Ahora, quince años después, me corresponde comentar una nueva entrega del autor, la puesta al día de sus ideas acerca de la formación nacional y el nacionalismo, pero esta vez no sólo en España, sino como problema general y en el mundo. Una apuesta arriesgada que Álvarez Junco resuelve de manera muy satisfactoria, con claridad, concisión y buen estilo. El esquema del libro es fácil de compendiar. Incluye cuatro partes muy distintas que se entrelazan en una narración sostenida hasta un final que, para mí, no es tal, puesto que el libro merecía una reflexión de conjunto. Conociendo la capacidad polémica del autor, se echa en falta una reflexión final sobre los usos y abusos de aquellos «dioses útiles» en el debate político y constitucional contemporáneo, en particular en el español, un debate en el que Álvarez Junco participó activamente en fecha todavía reciente. Pero volvamos al esquema del libro. La primera parte es un ágil resumen acerca de las maneras en que es pensado el nacionalismo desde las ciencias sociales. En la segunda se analizan algunos casos particulares de construcción nacional, naciones y nacionalismos europeos y no europeos, desde los ejemplos de Inglaterra, Francia, Alemania y España hasta las periferias europeas, como el 112 imperios de los zares y el turco-otomano y, finalmente, los casos de las colonias europeas en América, empezando por los Estados Unidos y siguiendo con las antiguas colonias de los dos países ibéricos. La tercera se concentra en el caso español, en el que Álvarez Junco es un reputado especialista, como ya se ha dicho. La cuarta y última parte se dedica a otros nacionalismos en España, a «identidades alternativas a la española», porque así se formula en el libro. Esta división del libro en cuatro grandes capítulos es coherente con ideas defendidas por el autor a lo largo de su trayectoria precedente. En este sentido, no creo ser injusto si trato de sintetizar el esquema interpretativo de Álvarez Junco a costa de muchos matices del modo que sigue. El énfasis de la argumentación se sitúa en la capacidad de los grupos dirigentes de cada uno de los casos analizados para tejer —con la ayuda, por lo general, de las cohortes eclesiásticas o intelectuales del momento— un conjunto de referencias, símbolos y lenguaje de lo nacional para legitimar así, dar cohesión, al marco esencial de soberanía contemporánea, que no es otro que la «nación». Donde antes se imponía el culto a la monarquía o dinastía, ahora se impone el culto a la nación, con rituales cívicos que, inaugurados con entusiasmo en el París revolucionario, se reproducirán con menor carga revolucionaria pero idéntica intención por Europa y el mundo en el momento en que la vieja legitimidad cede el paso al nuevo culto colectivo. Este esquema debe mucho a un momento decisivo en las ciencias sociales: el conocido viraje del año 1983 de la mano de libros seminales de Eric Hobsbawm, Ernest Gellner y Benedict Anderson. Con matices y diferencias notables entre ellos, los tres autores citados entendieron la nación y el nacionalismo como un fenómeno contemporáneo, congruente con la política de masas y la quiebra de los valores tradicionales que sustentaron a las monarquías de antaño. Esta simple afirmación desafiaba de partida la sólida estructura de las historias nacionales, una visión retrospectiva sólidamente establecida desde el siglo XIX que permite interpretar cualquier dato del pasado en el marco de una teleología que conduce de manera inexorable a la nación. Es la suma de esta determinación derivada del pasado presentado de esta forma y su representación en símbolos artísticos y literarios, en rituales repetidos una y otra vez —el plebiscito cotidiano en detrimento de la veracidad histórica al que se refirió Ernest Renan—, la que concedió y concede legitimidad en las sociedades contemporáneas. Una legitimidad, importa señalarlo, inédita hasta muy tarde en el siglo XVIII. Es el nacionalismo el que articula a la nación y no a la inversa, como podría suponerse si esta fuese algo dado, un constructo aportado por antepasados que le dieron forma sin apenas proponérselo. La paradoja que explicita con toda razón Álvarez Junco radica en la impermeabilidad de la cultura de la nación y los nacionalismos en presencia de la crítica modernista de la nación y de la falaz presentación de sus precedentes, la pertinaz defensa y reinvención constante 113 de las historias nacionales como marco de conocimiento ineludible del pasado, al que otras facetas del mismo deberán doblegarse para ser fagocitadas en su seno. En este punto, Dioses útiles muestra con su existencia misma la pertinencia del esfuerzo sostenido del autor, la paradoja de un rigor hermenéutico que se sabe de entrada derrotado en el espacio cívico. Volveré sobre este punto. El paso inexorable de los años permite apreciar tanto la trascendencia de la desmitificación que se propone como las insuficiencias manifiestas de lo que convino en conocerse como teoría modernista de la nación y el nacionalismo. Algunas de ellas pueden detectarse en el libro que comentamos. Mencionaré tres limitaciones, a mi parecer, del modelo explicativo que propone el autor. Por este orden: los problemas de las visiones top-down que se sitúan en el fondo de la interpretación modernista antes mencionada y en la forma en que la plantea Álvarez Junco para su presentación de los casos históricos que maneja con mayor atención; la mala resolución que me parece apreciar, en segundo lugar, del problema de las identidades «nacionales» y «regionales» complejas, aquellas que sintetizan elementos que no son reducibles a una sola identidad operativa y reconocible; finalmente, y en tercer lugar, la nula o escasa percepción de la relación entre formas nacionales e imperiales, puesto que, por más esfuerzos que uno haga para pensar que 1848 fue la primavera de los pueblos, la organización imperial siguió dominando el mundo tras el ocaso de los imperios monárquicos con las revoluciones atlánticas de 1780-1830. La era de las naciones fue al mismo tiempo la era de formación de los grandes imperios mundiales. Uno y lo mismo, aunque este desarrollo en paralelo plantea problemas conceptuales para quienes no disponemos de soluciones contrastadas. La primera apostilla se refiere a la esencia misma del viraje de 1983 al que antes nos referimos. La idea de que las naciones son una construcción que se proyecta desde lo alto de la pirámide social y cultural tiene muchos visos de verosimilitud. Además, la experiencia se lo confirma cada día al estudioso, obligado como está a contemplar el espectáculo ininterrumpido de cada Administración, estatal o regional, por convencer a los propios de la antigüedad y solidez de las referencias culturales y simbólicas que los identifican. Peccata minuta, Otto von Bismarck demostró, sobre la base de las reformas de sus antecesores prusianos Karl Freiherr von Stein y Karl August von Hardenberg tras la derrota de Jena, que una construcción pensada y planificada desde arriba era viable, incluyendo en ello el sufragio universal masculino. El modelo al que nos referimos no es, por tanto, incorrecto, pero tiene límites: suponer que los receptores recibirán este mensaje con el beneplácito o con la inconsciencia de almas puras. Y, en efecto, si esto podría valer para generaciones de incautos escolares atrapados por el discurso patriótico o religioso imbuido por sus poco escrupulosos tutores o maestros, 114 es un modelo que presenta muchas dudas y no pocas incertidumbres cuando se trata de poblaciones adultas, sometidas a otros estímulos y sujetos a múltiples necesidades. Otro ejemplo en este punto: el excelente historiador de la Revolución francesa Peter McPhee mostró cómo los paisanos del Roussillon catalán, en Colliure en especial, seguían y practicaban con entusiasmo y conocimiento los rituales inventados en París a pesar de que sólo los enviados de otros lugares y algún marino entendían la lengua oficial. Es esta consideración más amplia la que explica los límites de aquel impulso nacionalizador desde arriba, que sin duda existió y que persiste inasequible al desaliento en la tarea de fabricar españoles, franceses, estadounidenses o lo que sea. La misma continuidad de aquel esfuerzo educador, su aparente éxito, muestra también sus límites. La educación patriótica no puede interrumpirse jamás, puesto que esfuerzo tan enorme y repetido no se imprime, como señalábamos, soplando sobre barro virgen: se imprime sobre conciencias receptivas a impulsos múltiples, originados en otras ámbitos de la vida social. Esta consideración puede formularse como paradoja: el arraigo de símbolos e imágenes representativas de la nación se proyectó sobre poblaciones fuertemente movilizadas por razones sociales, reactivas por ello a aceptarlas sin más; al mismo tiempo se proyectó sobre poblaciones en espacios marginales, poco socializadas, lejanas o reacias a los patrones culturales que las vehiculaban. Resulta casi innecesario referirse en este punto al caso francés, donde desde muy pronto el proyecto nacional y ciertas ventajas sociales se dieron la mano, fabricando dinámicas que explican la rápida difusión de la simbología revolucionaria de la escarapela tricolor junto con los árboles de la libertad y demás. En este caso, el problema sigue siendo comprender al mismo tiempo las coaliciones contrarias a aquel proyecto —vandeanos y legitimistas—, comprender su capacidad simbólica blanca y cristológica, refractaria al proyecto nacional que entonces emerge y en el que al final se sumergirá para condicionarlo. El «francés» sujeto nacional no existe, obviamente, hasta muy tarde en el siglo XIX, como muy bien señala el autor, y esto explica la lógica del esfuerzo estatal sostenido, la sostenida violencia simbólica que se ejerció sobre generaciones de individuos cargados de historia y nexos sociales. Sí existió la tradición republicana, apoyada en el uso continuado del capital simbólico acuñado en los años de la Gran Revolución y enriquecido en décadas posteriores por las ventajas sociales —el «pacto republicano», en expresión de Gérard Noiriel— que facilitaron la aceptación del proyecto un siglo después. Las mismas consideraciones podrían hacerse, con elementos y cronología distinta, para el caso español. Es el caso de los levantamientos de arraigo liberal —las bullangas barcelonesas que, desde el verano de 1835, desbarataron la sucesión monárquica sin cambio político efectivo— y con otros nombres en las grandes ciudades españolas, donde se entremezclan la 115 autonomía popular (el igualmente imaginado «pueblo» de los liberales) y los proyectos sociales y de nación de los liberales en sus distintas expresiones. Es la percepción de proyecto colectivo aquello que da sentido al patriotismo liberal que muchos comparten. Verlo así facilita comprender los ritmos y grados de aceptación de la fabricación simbólica que se propone desde arriba con mayor o menor acierto. Pero Álvarez Junco tiene razón al poner el énfasis en el poder de los símbolos y en el esfuerzo institucional sostenido para convertirlos en referencia colectiva. Es la conexión entre ambos planos —la autonomía relativa de los movimientos sociales y la referencia constante generada por intelectuales y asociaciones de la sociedad civil— el factor que explica los niveles de recepción, aceptación y las variantes de manipulación de símbolos, imágenes y rituales. Y, por la misma razón, sus límites manifiestos en muchos casos. Vayamos a la segunda cuestión. Las historias nacionales sobre las que Álvarez Junco construye algunas de las mejores páginas del libro pugnan siempre por el valor de la exclusividad. Da grima referirse de nuevo a la teleología implícita en el nos ancêtres les gaulois, por obvia y repetitiva, pero sin duda es esta la base de la educación del sujeto nacional, al que, para más lustre, se le llama «ciudadano», un concepto que, como tal, no aparece hasta muy tarde y tras muchos procesos de reformas. Si afirmamos su teleología básica, entonces se nos plantea de inmediato un problema: identificar la transformación de identidades anteriores sociales o territoriales en aquella superior —la nacional— que se afirma tardíamente y con la artificiosidad implicada en la «invención» de las referencias que le dan sentido y cierta corporeidad. Imaginar que en los mundos precedentes a las sociedades modernas la lealtad monárquica llenaba por entero el espacio social sería una temeridad. La tradición jurídica y las formas de acceso a la propiedad o al uso de los bienes productivos, las mismas estructuras corporativas —gremios y oficios, cofradías y sociedades benéficas, milicias armadas o de vigilancia— y el uso de las lenguas particulares o las versiones particulares de religión y cultura, forjaban sin duda identidad territorial e identidad de grupo. Por esta razón, una de las cuestiones más delicadas de las versiones modernistas de la génesis del nacionalismo contemporáneo es explicar la integración o desintegración de aquellas modalidades asociativas del pasado reciente en la nueva mística de la nación que, para más inri, siempre supone una reclamación de exclusividad por el imperativo de la invocada «soberanía nacional». El problema se torna aún más complejo cuando aquellas formas alcanzaron en el pasado forma de «nación histórica». Olvidemos por un momento la península Ibérica y pensemos, pongamos por caso, en Polonia, como podríamos citar los casos de Escocia o Irlanda. Es esta la cuestión que plantean Timothy Snyder en The Reconstruction of Nations. Poland, Ukraine, Lithuania and Belarus, 1569-1999 (2004) o Larry Wolff en The Idea of Galicia. History and Fantasy in Habsburg Political Culture (2012), cuyo objetivo se 116 sitúa precisamente en explicar el encaje entre el pasado operativo y la lógica nueva de la nación, y de la nación en competencia con otras, en el marco de imperios vecinos con los casos polaco, lituano y ucraniano en el punto de mira. La invención de la nación y de sus referencias básicas no se produce nunca sobre tabula rasa de identidades no sólo sociales, sino nacionales en sentido premoderno. Incluso para el exitoso caso francés —una referencia inevitable—, los trabajos recientes de Anne-Marie Thiesse —citada por Álvarez Junco— sobre las pequeñas patrias y el regionalismo en el hexágono plantean una perspectiva nueva desde la que observar la Gran Nación. No se trata, obviamente, de una lucha de nación contra nación, del darwiniano unas ganan y otras pierden, siempre tan tentador, sino de añadir variables a un proceso que todavía no conocemos bien. En esta delicada cuestión, el matiz importa. Aquello que se refiere a las «naciones históricas», a la identidad local y comarcal, debe ser introducido en el análisis para explicar las razones que condujeron a su asimilación o que forjaron reacciones contrarias duraderas. Lo que sí sabemos es que, en ocasiones, identidades duales, múltiples, ensambladas —se las llame como se las llame— perduraron durante mucho tiempo, a modo de peldaños en la historia de la construcción nacional o coadyuvantes de su fracaso. Ciertamente, un planteamiento de esta índole no puede gustar al nacionalismo grande o a un protonacionalismo en curso, pero no son los idearios políticos los que deben guiarnos en la construcción de los modelos y explicaciones propios de las ciencias sociales. No se trata de historia au-dessus de la mêlée, sí de una historia que debe pugnar por mantener las normas y las reglas del debate científico, su libertad innegociable, en definitiva. Resultaría absurdo hacer reproches a quien más arriesgó para desentrañar las falacias de la historia nacional. Ninguno de nosotros dispone de la solución a estos problemas. Es curiosa la resistencia de un segmento muy amplio de la historiografía española que se ocupa de estas cuestiones a marginar de una reflexión de conjunto el factor imperial. Álvarez Junco lo introduce de refilón, raramente como un elemento conformador genuino que se entrelaza con los aspectos que hasta aquí hemos tratado. Sobre este punto podrían decirse muchas cosas, pero me limitaré a ofrecer una lista de objeciones que remiten, en última instancia, a Dioses útiles, aunque resultarían válidos para otros muchos excelentes trabajos que sufren de una limitación parecida. La primera objeción cae por su peso. La heredera de pleno derecho de las monarquías de los siglos XVII y XVIII no fue la nación sin más en muchos y relevantes casos: fue la nación con imperio o el imperio con nación en su interior. Fue así en el caso de los grandes ejemplos que se citan: Francia, Gran Bretaña o Inglaterra; Estados Unidos (su expansión continental obligó a complejas operaciones coloniales a lo largo de un siglo, por lo menos hasta 1898, cuando se cierra una primera fase del proceso), Alemania y los países ibéricos. Aquí la cuestión no es el tamaño ni el momento ni el éxito de sus empresas coloniales: la 117 cuestión es el modelo. Vayamos al caso español: si las Cortes de Cádiz apelan a los españoles, es a los de «ambos hemisferios», como de nuevo vuelve a suceder en el Trienio Liberal. Si de algo discuten a mediados de siglo es del problema enorme en Cuba, donde, además, la España nacional que la incluye y excluye al mismo tiempo se enzarza en una guerra de diez años (1868-1878), y de nuevo en otra en los años 1895 y 1898, cuando un proyecto nacional fallido a ambos lados del Atlántico sucumbe a sus propias contradicciones y al empuje o cierre de otro proyecto nacional e imperial genuinamente americano. ¿Cómo podemos seguir discutiendo de la España del siglo XIX como si fuese la del siglo pasado, encerrada (relativamente) en sus fronteras, ajena a la lógica imperial (nacional) que condujo a las dos guerras mundiales? La España del siglo XIX no es sólo una nación, del mismo modo que la Castilla o los reinos de la Corona de Aragón de los siglos XIII al XVIII no fueron sólo reinos medievales sin más, al margen de la enorme construcción imperial que empieza entonces y se sostiene, empequeñeciendo, hasta el siglo XX. Esta última observación puede parecer una concesión a las dedicaciones de quien firma la reseña. No es así. El fondo del problema se encuentra en otro lado. Aquellas identidades subalternas, regionales, primigenias, anteriores a la nación madura, florecieron en el magma que fueron los imperios monárquicos y las naciones con imperio. Su dimensión, elethos imperial mismo, el divide et impera que los sostuvo durante siglos, abrió una brecha que permitió a escoceses, canadiens, irlandeses, bretones, marselleses provenzales y pieds-noirs, vascos, catalanes y otros tantos, definir sus identidades específicas en la transición a la nación contemporánea. Tampoco en este punto las ciencias sociales han resuelto muchos problemas interpretativos, pero sí han aprendido que el marco de interrogación es más amplio que el que antes encaraban las historias nacionales. En el citado viraje de 1983, el año en que se publicó la compilación The Invention of Tradition, los ensayos de Terence Rangers y David Cannadine (que debe mucho al libro The Sense of Power. Studies in the Ideas of Canadian Imperialism, 1867-1914, de Carl Berger, en el que se sostiene que la renovación del imperio victoriano tardío se origina en sus dominions, en Canadá en particular) pusieron los puntos sobre las íes para una consideración atenta de las conexiones entre el espacio metropolitano de la nación y sus obligaciones fuera. Una referencia más no sobrará en este contexto. Unos pocos años después, en 1989, C. A. Bayly terminaba el prefacio del renovador Imperial Meridian. The British Empire and the World, 1780-1830 con estas palabras: «Por encima de todo, el imperio debe verse no sólo como una fase crítica en la historia de las Américas, Asia y África, sino en la creación misma del propio nacionalismo británico». Conviene atender a aquellas conexiones si resulta que, además, La Habana, San Juan y Manila (en menor escala) estaban pobladas por españoles que 118 participaron en las experiencias políticas de acomodar el viejo Estado monárquico a las nuevas exigencias de la nación. La nación española del siglo XIX es, en esencia, un delicado equilibrio sostenido por el eje Barcelona (Valencia)-Madrid (Valladolid)-Cádiz (Málaga)-La Habana (Santiago). Es en estos nodos donde se decide el futuro colectivo, aquel que después se comunicara y transmitirá a los demás, aquel que se recubre con el manto único de nación española, pero que se interpreta desde realidades muy diversas. No por casualidad, el llamado «incondicionalismo» español que nace en Cuba, en la coyuntura que abre la Gloriosa (1868), es la primera manifestación de exasperación nacionalista, el origen de tantas cosas. Su importancia reside en que, al igual que había sucedido en las guerras carlistas, no sólo se manejan argumentos ideológicos o culturales, sino que se movilizan, además, tropas y recursos para afirmarlos en el terreno de los hechos. Es allí, en Cuba, donde por vez primera se pone en discusión la continuidad de la provincia como ente administrativo perfecto para el control desde arriba, ante el desafío que significa la división multiplicada de la isla. Y es allí donde se discute igualmente la figura autocrática del capitán general/gobernador: militar, por supuesto. La derrota de 1898 no es un acontecimiento más y se sitúa, por ello, en el origen mismo de las elucubraciones sobre la pérdida de «pulso» nacional, de tanta importancia en la cultura española del primer tercio del siglo XX. Hay diferencias que importan: el 1871 francés, la dolorosa derrota de Luis Napoleón Bonaparte, fue ante la gran potencia emergente de la Europa del último tercio de siglo; la española de 1898 fue en la manigua cubana frente a un movimiento descolonizador (con ayuda de Estados Unidos). El «hasta el último hombre; hasta la última peseta» de Cánovas del Castillo, formulado de otra forma en las Cortes, no se refería sólo a mantener unos intereses, sino a mantener la idea misma de integridad nacional construida paso a paso a lo largo del siglo, con España como nación a la vez europea y americana. Era una bofetada anunciada desde el Congreso de Berlín de 1885, en el que, a pesar de estar muy orientado hacia asuntos africanos, España formó parte del grupo de países invitados básicamente a observar. Insisto: la metáfora centro/periferia no sirve para extrapolar lo que sucede en la capital, del centro castellano de la Monarquía al resto. Si la nación como cultura y la soberanía nacional como fundamento político tienen alguna lógica y una fuerza enorme es por su voluntad unitaria y abarcadora: el abrazo del oso. Todos estaban, entonces, en el mismo saco. A no ser que claudiquemos antes las visiones sesgadas y parciales que aportarán los nacionalismos excluyentes del siglo XX. No es este en absoluto el discurso que marca el tono de Dioses útiles, ni la flexibilidad que le permite su concepción modernista, constructivista, del nacionalismo moderno. Una lectura atenta de este libro impide recaer en aquello de que España es una de las naciones más antiguas de Europa o pretender que el destino de los españoles viene marcado por alguna 119 particularidad especial de sus antepasados. Lo mismo valdría para sus competidores peninsulares, tan distintos al parecer y tan iguales en su obcecación. De tanto mito de los orígenes y de tanta invención interesada no queda nada después del riguroso ejercicio hermenéutico que se propone sobre la génesis del nacionalismo contemporáneo, reforzado, además, con el vasto ejercicio comparativo que se incluye para ilustrarlo. Además, nadie podrá acusar al autor de «haberse pasado al moro» o, para el caso, trabajar para otra bandera que no sea la de la ciencia social. José Álvarez Junco nos sitúa una vez más en el lugar preciso en que debemos discutir y razonar desde las capacidades interpretativas propias. Es por ello por lo que, desde una admiración añeja, me atrevo a poner en negro sobre blanco algunas apostillas a esta nueva y brillante aportación del autor de Mater Dolorosa. [Fuente: Revista de Libros] 2/11/2016 120 Powered by TCPDF (www.tcpdf.org)
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