4 de diciembre del 2016 B-3 El HeraldoEconomía Fidel, el más grande ejemplar vivo de la especie humana F Aquiles Córdova Morán inalmente venció el tiempo. El que fuera por casi cincuenta años el líder indiscutible del pueblo y de la Revolución Cubana; el Presidente del Consejo de Estado y de Ministros, el Comandante en Jefe del gran ejército revolucionario de Cuba, renunció voluntariamente a esos cargos cuyo peso y responsabilidad requieren hombros de cíclope para poder llevarlos con acierto y por tanto tiempo. Renunció Fidel Castro. Lo hizo, como todo en su vida, movido por un profundo sentido de responsabilidad, modestia y lealtad hacia su pueblo; consciente de que sus fuerzas, menguadas por una grave enfermedad consecuencia de tantos años de desgaste y de lucha titánica, ya no le permiten llevar en sus manos las riendas de la gesta libertaria que le tocó continuar después de Céspedes, de Gómez, de los Maceo, de Martí y de tantos otros, hasta la verdadera independencia de su patria. Su ausencia levantó de inmediato, como no podía ser menos, una gran polvareda política a escala planetaria. Se han reavivado las lenguas y las plumas que, desde siempre o desde que descubrieron que la Revolución Cubana era autentica y no una de aquellas que “cambian algo para que todo siga igual”, según la clásica frase de Lampedusa, no han cesado de acusarlo de todo lo imaginable, de llamarlo tirano, dictador, asesino, verdugo de su pueblo y enemigo público número uno del género humano. También han tomado nuevos bríos las frustradas Casandras que llevan años prediciendo la caída del régimen al primer problema que advierten en la isla y, con mayor razón aún, según ellos, ante la ausencia (definitiva o no) de Fidel. Pero no hay mal que por bien no venga. El retiro del líder histórico de Cuba es una oportunidad inmejorable para demostrar lo equivocados que han estado siempre, todos aquellos que, por convicción o por conveniencia, han negado el apoyo popular a la Revolución y al régimen derivado de ella, afirmando que ambos se sostienen gracias a la falta total de libertades, al terror y a las bayonetas. Si en la presente coyuntura, que ciertamente es una prueba de fuego para el liderazgo y el pueblo cubanos, la Revolución se sostiene y sigue su marcha ascendente, ello será una prueba irrefutable de que no es Fidel, ni Raúl ni nadie en lo personal, quien la sostiene, la defiende y la impulsa, sino la inmensa mayoría de la nación. Yo estoy convencido de que así será, porque sé que el cubano medio no es el esclavo agachón que espera la libertad de mano ajena, como lo pintan sus detractores, sino un pueblo valiente y digno pero, sobre todo, culto y consciente, que sabe perfectamente qué es su Revolución, en qué consiste, qué busca y qué quiere para todos los pobres de Cuba y del mundo y, además, que sabe medir y apreciar lo que tiene justamente en los momentos en que por todo el planeta, por todo el “mundo libre” sin excepción, se extienden, como mancha de aceite sobre el agua, el hambre, la miseria, la ignorancia y las enfermedades, haciendo presa de los desamparados. El cubano sabe (con excepciones reconocidas, que las hay) que a cambio de la educación gratuita para todos y a todos los niveles; de los servicios de salud de primerísima calidad; de la alimentación nutritiva y suficiente para todos los niños; del trabajo digno y productivo para quien no quiera ser un parásito social; sus “salvadores”, sus “libertadores” al estilo americano, sólo les pueden ofrecer “libertad”, “democracia”, “derechos humanos” e “igualdad de oportunidades para todos”, es decir, hueca palabrería en vez de verdadero y tangible bienestar. Todo cubano juicioso y noble, entiende muy bien que esas “libertades” y “derechos” no le han servido de nada a las grandes masas trabajadoras del mundo; saben que a pesar de ellas, suponiendo que fueran verdad, el empobrecimiento de la gente es cada día mayor, que la injusticia, la miseria, el hambre y las enfermedades se ríen de tales derechos, pasan sobre ellos y avanzan como un tsunami mortal e imparable sobre los más desprotegidos. Por eso, no echarán abajo su Revolución, no cambiarán el oro de sus realizaciones por las cuentas de vidrio de las intangibles “libertades” que les prometen los heraldos del capital, aunque falte Fidel temporal o definitivamente. La Revolución firme y victoriosa sin Fidel, mostrará otra cosa: la falsedad de todas las acusaciones, invectivas y calumnias que se han lanzado en su contra. Quedará fuera de duda que todo el lodo que le han arrojado sus detractores, no es más que el desahogo natural de quien no conoce armas más limpias para defender su causa, ni dispone de mejores argumentos para demostrar que le asiste la razón, que el lenguaje excrementicio y los ataques “ad hominem”. Fidel Castro es hoy la inteligencia política más grande que existe sobre la tierra. Su capacidad de previsión prodigiosa, su memoria gigantesca que casi abarca toda la historia de la humanidad, su agudeza mental que sabe desenredar los más intrincados nudos de la política nacional e internacional de Cuba y orientarse con seguridad en los problemas más difíciles y abstrusos de la teoría y de la práctica contemporáneas, hacen de él uno de esos genios que el pueblo suele forjar cada cien o doscientos años, para que lo guíen en sus horas más difíciles. Pero lo que más lo hace descollar por encima de las mejores cabezas de su siglo, es que todas estas potencias gigantescas de su voluntad y de su mente, están puestas al servicio de los más humildes de la tierra. Puede que haya inteligencias iguales a la suya, penetración de futuro que compita con la de él; habilidad política por lo menos igual de certera y efectiva, pero, ¿dónde están esos cerebros? Creando inventos para incrementar las ganancias del capital; resolviendo problemas complejos para garantizarle la supremacía económica, política y militar a su respectiva burguesía; creando armas poderosísimas para matar más gente de un solo disparo. Fidel, en cambio, lo entregó todo para que los niños coman bien y se eduquen, para que los trabajadores tengan trabajo, vivienda, servicios y acceso a la medicina de mayor calidad, para que la cultura sea patrimonio de todos y no sólo de quienes puedan pagarla. ¿Cuántos en su lugar han hecho lo mismo? Por eso afirmo, sin temor a equivocarme, que es, hoy por hoy, el más grande ejemplar vivo de la especie humana, el modelo de lo que debe ser el hombre, todos los hombres, en un futuro que ojalá no esté ya tan lejano. Comercio informal, un problema sin resolver Jalil Chalita Zarur D esde hace poco más de un año el comercio informal que tenía una actividad casi rutinaria y hasta cierto punto controlada, entró en crisis dada la metodología utilizada para tratar de solucionar de un solo golpe este problema que data de hace un siglo. Ricardo Gallardo Juárez durante su campaña política aseguró que en menos de 10 días siendo presidente municipal solucionaría el asunto del comercio informal o vendedores ambulantes. Durante los primeros días del mes de diciembre de 2015 a dos meses de haber tomado posesión la actual administración municipal se realizó un operativo utilizando la violencia para intentar desalojar a los vendedores ambulantes que operaban en la llamada explanada de los huaracheros, en el eje vial, en la calle de reforma, en la explanada Ponciano Arriaga, y en otros puntos del Centro histórico como la calle Hidalgo, plaza de los fundadores del Carmen. Teniendo como resultado a este acto violento en el que incautaron estructuras y mercancías una sublevación enérgica de las agrupaciones de vendedores ambulantes habiendo tenido que cerrar y proteger con policías las rejas de la unidad administrativa municipal para evitar enfrentar el airado reclamo de los vendedores ambulantes. La directora de comercio del ayuntamiento en más de una ocasión intentó enfrentarse personal y verbalmente a los vendedores ambulantes haciendo gala de gran energía y aptitudes para controlar a «esos vulgares vendedores» pero en una ocasión salió de la explanada Ponciano Arriaga corriendo porque mujeres la enfrentaron con palabras malsonantes como las que ella estaba utilizando. En otra ocasión que hubo una manifestación por la Salvador Nava y quiso enfrentar los para detener el bloqueo tuvo que huir a bordo de una motocicleta que llegó a rescatarla por qué los vendedores amenazaron con desnudarla y mandarla de regre- so con el presidente municipal. De ahí Ricardo Gallardo hizo una «negociación» para qué el comercio informal se pudiera establecer y realizar ventas durante el período navideño y de Reyes pero les advirtió que el día 7 enero 2016 definitivamente se retiraran de la llamada zona centro. Los vendedores informales ahí se quedaron hasta el día 6 enero y continuaron hasta el día de hoy con la característica de que ha aumentado el número de puestos fijos y semifijos por todos los rumbos de la zona centro llegando abiertamente a establecerse donde nunca antes lo habían hecho como lo es la plaza de armas fundadores de la avenida Venustiano Carranza. Y por otra parte han reducido los vendedores el área peatonal a un mínimo corredor a pesar de que la población se queja de esta invasión. Los vendedores ambulantes por sugerencia de la propia dirección de comercio han empezado a invadir fraccionamientos y colonias con tal de que no se establezcan en la zona centro. De esta manera se permitió el establecimiento de un grupo de vendedores informales en el fraccionamiento industrial aviación durante un periodo de 15 días. El ayuntamiento de la capital les ha ofrecido la Alameda Juan Sarabia indebidamente para que ahí se establezcan y originen un nuevo mercado popular; pero los líderes de los comerciantes ambulantes están exigiendo que el ayuntamiento que es el propietario de este jardín lo ceda en propiedad a las organizaciones de comerciantes informales que ellos propongan. Se ofreció construir una plaza para comercio informal en un estacionamiento público que se ubicaba en la calle de Moctezuma a un lado del mercado República pero por falta de planeación no se ha terminado su construcción después de un año de haber iniciado. La avenida Coronel Porfirio Díaz y las exequias de Fidel E Carlos Matute n sintonía con sus excesos verbales, Nicolás Maduro, durante las exequias de Fidel Castro, afirmó que el líder cubano “queda invicto entre nosotros, absolutamente absuelto por la historia grande de la patria” y luego, como parte de una perorata que los asistentes a la Plaza de la Revolución probablemente imaginaron inacabable, narró el supuesto momento en que, como un Cristo contemporáneo, Fidel reunido con los apóstoles de la revolución latinoamericana, Evo Morales y él, les dijo “con mirada compasiva, como de un padre a un niño, ´yo ya hice lo que tenía que hacer, ahora les toca a ustedes, Evo, Maduro´. Contundente. Ahora nos toca a nosotros”, bla, bla, bla… Por su parte, Vargas Llosa, el Nobel de Literatura, miembro connotado de la Patria Grande (Latinoamérica), declaró: “No lo absolverá la historia”. La búsqueda de trascendencia histórica pareciera vana para un arqueólogo e importante para los comentócratas o los analistas de la política y las relaciones internacionales. La historia mexicana absolvió a Porfirio Díaz. Al coronel Porfirio Díaz, no al general Porfirio Díaz, que son la misma persona juzgada por su obra en un periodo largo de tiempo. El primero es el guerrillero al mando de Juan N. Álvarez, luchando contra Santa Anna y los conservadores en la guerra civil. Después fue el héroe del ejército chinaco que se opone a la invasión francesa y arriesga su vida por defender la independencia de la patria en la batalla de Miahuatlán y en la toma de Puebla y es quien consolida el Estado mexicano evitando con el encabezamiento del Plan de Tuxtepec, la eternización en el poder de Lerdo de Tejada, bajo el lema de “No reelección” y con la oposición a la venta del país al extranjero. El segundo es la figura vinculada con el dictador que hizo a un lado sus principios políticos liberales para quedarse con el gobierno treinta años, suprimiendo todo tipo de libertades y eliminando la oposición a sangre y fuego. Héroe y villano. Sus hazañas se reconocen con la nomenclatura de una avenida, limítrofe del Parque González Hundido en la Ciudad de México, denominada Coronel Porfirio Díaz. En cambio, sus tropelías lo convierten en uno de los personajes más repudiados en la historia oficial junto con Santa Anna, Iturbide y Calleja. Fidel Castro representó para una generación el símbolo de la lucha contra el imperialismo, el ejemplo de tenacidad en la oposición a la injusticia y un ícono revolucionario —el otro era el Che Guevara— cuyo impacto es superlativo en sociedades desiguales y oprimidas como las nuestras. Es un grande del siglo XX porque tuvo la astucia de ponerle el cascabel al gato y la valentía de plantarse frente a él, al alcance de su garra, con un gesto de burla. Sin embargo, también su nombre evoca la violación sistemática de los derechos humanos en Cuba, el exilio forzado de millones de personas, una dictadura feroz, sobreviviente al derretimiento de la cortina de hierro soviética, y un sacrificio económico enorme de dos generaciones de cubanos. Tal y como sucedió con Porfirio Díaz, sus frases de combate, se volvieron en su contra. Fidel dijo: “El que necesita las armas es el imperialismo, porque está huérfano de ideas”, sus opositores ahora le contestan: “El que necesita las armas es el régimen cubano castrista, porque sus ideas son caducas”. El lema “¡socialismo o muerte!” puede enunciarse como “¡el socialismo real es la muerte de la libertad!”. El joven guerrillero en el alegato en el juicio por el asalto al cuartel Moncada espetó en la cara de sus acusadores: “En cuanto a mí, sé que la cárcel será dura como no lo ha sido nunca para nadie… pero no la temo, como no temo la furia del tirano miserable que arrancó la vida… Condenadme, no importa. La historia me absolverá”. Los presos políticos del anciano dictador le hacen el mismo reclamo a él y a sus sucesores durante las exequias. ¿La historia cubana absolverá a Fidel? No lo sé. Los entusiastas interesados en que prevalezcan los regímenes autoritarios que gobiernan lo absolvieron.
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