NUESTRO MUNDO Christian Sida // // Twitter: @ChristianSida ‘El pueblo soy yo’ El culto a la personalidad se manifiesta en líderes de derecha, izquierda, monarcas, democráticamente electos o no. En México y en el mundo, los que gobiernan deben mantener su persona presente A borrezco el culto a la personalidad en la política. Venga de la izquierda o derecha. Sea por Lenin o Franco. Me choca porque denota lo que Weber conocía como una dominación carismática, es decir, que la gente le otorga legitimidad a una persona que se percibe con cualidades de santidad, heroísmo o ejemplaridad. El poder, en lugar de basarse en ordenamientos jurídicos, se basa en la fe en que un caudillo carismático lo puede todo; Leo Zuckermann. La reina Isabel es la soberana de Reino Unido y de los más de diez países que hacen parte de la Mancomunidad de Naciones, donde se incluyen países como Australia, Jamaica o Canadá -aquellos que fueron colonias británicas y que no rompieron el vínculo nunca-. Como buena soberana no electa democráticamente sino por el destino divino de haber nacido en la cuna correcta, es gustosa de hacer poner su retrato por todo el mundo, y digo todo el mundo. Hay un ferry que tomo con frecuencia, el de la ciudad de Vancouver a la costa donde se encuentra el pequeño pueblo de Gibsons, en Canadá; en ese ferry siempre recuerdo a la reina porque su retrato está ahí, al lado de los teléfonos públicos (sólo eso tiene lógica, porque ni la reina ni los teléfonos públicos sirven de algo en el país de la hoja de maple). Su rostro también aparece en los billetes de 20 dólares canadienses y en oficinas federales. El culto a la personalidad se manifiesta en líderes de derecha, izquierda, monarcas, democráticamente electos o no. En México y en el mundo, los que gobiernan deben mantener su persona presente siempre, en fotos, en eventos donde ni deben estar, en notas periodísticas y, más recientemente, en las redes. “El pueblo soy yo”, es la frase con la que el historiador Enrique Krauze resumía la actitud de culto a la personalidad que logra Andres Manuel López Obrador, el líder de la izquierda mexicana que él inventó (populista, conservadora, guadalupana). En Venezuela, recuerdo ver paredes y paredes pintadas con el rostro o cuerpo entero del fallecido líder de la Revolución Bolivariana, Hugo Chávez. Sólo el pueblo salva al pueblo y Chávez es el pueblo, decían las pintas en las paredes. En Cuba, ni se diga, todo nos recuerda a los Castro, el culto a su persona es reiterativo, incluso soso. En mi ciudad natal, en Durango, existe un exgobernador que goza y sigue gozando de su culto a la personalidad. Ismael Hernández Deras, quien fuera gobernador del estado de 2010 a 2014, ha sido muchas cosas más o casi todo lo que la teta del erario puede dar: alcalde, diputado, senador. Durante su reinado, realizó varios proyectos de construcción o restauración de edificios históricos, unos pequeños, unos grandes, pero siempre se notó su legado, las placas conmemorando tal o cual construcción rezan: Gobierno del Estado 2010-2014. Ismael Hernández Deras, así con su nombre en todas. Es decir, el señor Hernández se encargó de que su culto a la personalidad no faltase a las futuras generaciones. Como monarca simplón, su recuerdo está fijo en esas placas por todo el estado. ¡No te olvidamos ni te olvidaremos, ladrón! El recién electo gobernador del estado de Chihuahua (y uno de los políticos mejor valorados en México) el panista Javier Corral, hizo recientemente uno de sus tantos y tantos gestos, que pueden parecer menores pero no lo son (mención aparte su elección de gabinete, donde el 50 por ciento son mujeres y el 50 por ciento hombres); pidió que su retrato oficial no se colgara en ninguna dependencia estatal. Con ese pequeño gesto, Corral rompió con la clásica tradición -de monarquía, pero también de la demacrada democracia mexicana- del culto a la persona. En lugar de la foto del gobernador, Corral pidió que se pusiese un cuadro con el código de ética estatal. Así nomás. SIGLO NUE V O • 57
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