ASEXUALIDAD: UN CUESTIONAMIENTO DEL ORDENAMIENTO SEXUAL Construcción y articulación del movimiento asexual TRABAJO FIN DE MÁSTER Alumna: Irene Blanco Fuente Tutora: Carmen Romero Bachiller Máster en Análisis Sociocultural del Conocimiento y de la Comunicación ÍNDICE ÍNDICE ....................................................................................................................... 1 Agradecimientos ......................................................................................................... 2 INTRODUCCIÓN........................................................................................................ 3 1. ESTADO DE LA CUESTIÓN ............................................................................... 6 2. METODOLOGÍA ................................................................................................ 13 2.1. Etnografía ................................................................................................. 15 2.2. Etnografía virtual ...................................................................................... 15 2.3. Entrevistas ................................................................................................ 16 2.4. Población y muestra ................................................................................. 18 3. LA CONSTRUCCIÓN DE LA IDENTIDAD ASEXUAL ....................................... 19 4. ¿CÓMO SE ARTICULA LA ASEXUALIDAD? .................................................... 27 5. ASEXUALIDAD Y ALOSEXISMO: CARTOGRAFÍA DE LA JERARQUÍA SOCIOSEXUAL ................................................................................................................... 36 6. ASEXUALIDAD Y BDSM: REDEFINIENDO VÍNCULOS, DELIMITANDO FRONTERAS ........................................................................................................... 43 6.1. El BDSM como espacio de negociación ...................................................... 46 6.2. Asexualidad y relaciones sexuales en contextos BDSM ............................. 47 CONCLUSIONES ..................................................................................................... 49 BIBLIOGRAFÍA......................................................................................................... 51 ANEXOS ……………………………………………………………………………………53 1 Agradecimientos Tengo entendido que este apartado suele llevar el nombre de una o varias personas a las que va dirigido. No obstante, me inclino más por concederle el protagonismo a un momento vital concreto: aquel en el que, recién terminada la selectividad y con más dudas que cromos de Pokémon en mi bolsillo, puse una cruz en una casilla cualquiera que parecía determinar mi futuro yo. Años más tarde, ya veo, nada ha salido como esperaba (y ojalá siga así por mucho tiempo). Este trabajo va dedicado a la mentira de todas las casillas absurdas que nos vemos obligadxs a tachar. Porque todo está escrito (y nada hay escrito a la vez). Ni tampoco nuestras cruces rellenan el vacío que la casilla en blanco nos devuelve. 2 INTRODUCCIÓN Yo, personalmente, no siento atracción. Las personas alo1 cuando van a iniciar una relación, al involucrarse, sus cuerpos responden de una manera, “les pone”. El consenso común entre asexuales es que “no nos pone” o nos pone súper poquito. Pero, a pesar de ello, nada quita que no pueda apetecerte, ¿no? Otra cosa es que la asexualidad tiene muchos más componentes que solamente en sí la fogosidad de que te ponga (Caterina2, 7 de mayo de 2016. Énfasis añadido). Hace ya algo más de dos años que la asexualidad se cruzó en mi camino. Casualidad o no, mis intereses previos habían desembocado en las identidades trans, tema al que por aquel entonces quería dedicar mi Trabajo Final de Grado. La identidad asexual apareció de la mano de una persona muy cercana que se había dado de bruces con este universo, aún por explorar, tras una búsqueda sin dirección por una serie de vivencias que no encajaban en ningún puzle. Y hablando de puzles (y de piezas), en ello estamos: en reconstruir los fragmentos (y sus consecuencias) de este rompecabezas cada vez más complejo. Así pues, decidimos llegar al último estadio de esa carrera de obstáculos llamada “Grado” con un trabajo hecho a cuatro manos sobre asexualidad. La aventura no estuvo exenta de paradojas varias: la profusión de información al respecto en las redes resultaba irónica en comparación con la nimiedad que ofrecía el mundo académico. Un año más tarde, el escenario ha sufrido modificaciones: se ha fundado la primera asociación de personas asexuales en el Estado español, sus reivindicaciones se han vinculado al Orgullo 20163, se le ha dado mayor cobertura al tema en los medios y se han ampliado los estudios sobre esta identidad4. Tal ha sido la repercusión, que hasta la última campaña de la conocida marca de colchones Flex la protagonizan personas identificadas como asexuales. La cama como lugar común sexualizado es sometida a debate y se presenta como un entorno donde cada cual puede hacer “lo que le dé la gana”. Yo cuando vi el anuncio de Flex lloré un montón. Y sí, Flex es una marca capitalista, lo que quieras. Pero el hecho de que un concepto como la asexualidad se plasmé de manera correcta en un anuncio mainstream para mí es brutal. Que, evidentemente, el sistema fagocita todo y se pierde el discurso, sí, pero ese tipo de anuncios me gustan. También hay un montón de peña asexual que no tiene nada de esa politización y no tiene ni idea de dónde puede encontrar un 1 Abreviatura de alosexual: persona que sí experimenta atracción sexual. Las entrevistas realizadas siguieron un protocolo de consentimiento informado. Para garantizar el anonimato, las personas entrevistadas figuran con nombre ficticio. 3 Como anexo figuran las impresiones de dos de las personas entrevistadas que participaron en el Orgullo mainstream y en el Orgullo Crítico 2016 en Madrid. 4 Recientemente, Chrysocolla Town, blog sobre asexualidad, ha hecho una recopilación de trabajos académicos sobre asexualidad en español: https://chrysocollatown.wordpress.com/asexualidad/estudios/ 2 3 referente o un apoyo, y un anuncio así, de repente lo ves… Ya te digo, yo lo vi estando politizada y… me tocó la patata (Ruth, 11 de mayo de 2016). La asexualidad no solo estaba poco investigada en nuestras fronteras, sino que se encontraba en pleno proceso de ebullición. Asistíamos a un proceso de creación tan presente que hasta aquellos artículos que habíamos escrito a partir del TFG parecían contribuir, ante nuestra sorpresa, a generar conocimiento. Una de las personas entrevistadas para este trabajo, participante del anuncio antes mencionado, así lo expresaba en una entrevista respecto a una publicación que hicimos5. Aquel artículo me pareció una pequeña revolución en la forma de entender las relaciones. Me sentí muy identificado6 (Dani, 16 de mayo de 2016). Esto produce, al mismo tiempo, una amalgama de emociones entre la celebración y la cautela. Contribuir a la teorización y difusión de una identidad de tan reciente surgimiento puede ser leído como algo positivo, sin olvidar las repercusiones que ello puede tener y la responsabilidad implicada. Por lo tanto, se pone de manifiesto la relevancia del objeto de estudio, dada la actualidad del mismo, y los cambios que, al operar en el ahora, incrementan el interés por recoger en estas páginas el surgimiento y la paulatina conquista del espacio público de esta nueva identidad. “La sexualidad es dramática, se dice, porque empeñamos en ella toda nuestra vida personal. Pero, ¿por qué lo hacemos?” (Merleau-Ponty, 1945: 187). Este interrogante y sus asociados nos devuelve la asexualidad a través de su cuestionamiento múltiple del ordenamiento sexual. ¿Qué papel otorgamos al sexo en nuestros vínculos? ¿Existe una jerarquía al respecto? Desde una posición aparentemente liberada, ¿estamos generando nuevas opresiones? ¿Qué dinámicas sexualizadas tenemos interiorizadas y a qué modelos responden? ¿Generan estos comportamientos la exclusión de quienes no se identifican con los mismos? El presente trabajo tiene como objetivo principal analizar la construcción del discurso del colectivo asexual, así como determinar el modo en que se está constituyendo esta identidad, quiénes se ven representados en la misma, qué terminología se utiliza, etc. El trabajo no busca, sin embargo, determinar qué es o qué no es la asexualidad, sino focalizar la atención en la formación del movimiento y en las rupturas que este produce dentro del marco social. Además de la motivación fundamental citada, esta investigación persigue abordar también un análisis del medio en el que se ha gestado la asexualidad, es decir, una Artículo “¿Por qué hay gente que quiere vivir sin sexo?”, Tentaciones, revista de El País, (29 de septiembre de 2015). 6 Artículo “Por qué no deseo acostarme contigo”, Verne, revista de El País (16 de mayo de 2016). 5 4 plataforma online, lo cual invita a conocer más su condición primaria de ciberidentidad. Asimismo, el trabajo pretende analizar la patologización que la conducta desarrollada por estas personas ha podido sufrir desde el ámbito científico-médico, unido a examinar el modo en que las personas asexuales se desenvuelven en un entorno que perciben como hipersexualizado y de qué manera tejen sus vínculos con las personas que desde el colectivo denominan alosexuales. 5 1. ESTADO DE LA CUESTIÓN “La vida sexual, o la función de la libido, lejos de aparecer de una vez y lejos de desarrollarse permaneciendo semejante a sí misma, atraviesa una serie de fases sucesivas entre las cuales no existe semejanza alguna, presentando, por tanto, un desarrollo que se repite varias veces, análogo al que se extiende desde la crisálida a la mariposa. El punto máximo de este desarrollo se halla constituido por la subordinación de todas las tendencias sexuales parciales bajo la primacía de los órganos genitales; esto es, por la sumisión de la sexualidad a la función procreadora” (Freud, 2011: 375). Resulta curioso imaginar a un Freud resucitado asistiendo a la emergencia de una identidad como la asexual. Si ya las sexualidades divergentes a la heteronorma no basadas en la reproducción rompían con este discurso hegemónico, ¿qué opinión le habría merecido al célebre psicoanalista el surgimiento de un colectivo que reivindica una disidencia con la práctica sexual misma? Hipótesis freudianas al margen, el material académico sobre asexualidad ha experimentado una evolución desde planteamientos iniciales que lo concebían como una anomalía hasta su posterior y progresiva despatologización. El estudio de la sexualidad que posibilitó un primer acercamiento a la posibilidad de contemplar la identidad asexual se lo debemos a Kinsey y sus colaboradores, que investigaron la conducta sexual en hombres (1948) y mujeres (1953), con un total de 20.000 personas encuestadas en EEUU. Es el primer estudio que aplicó técnicas sociológicas (cualitativas y cuantitativas) al estudio del sexo y de la sexualidad (Osborne y Guasch, 2003). Con los datos obtenidos, diseñaron lo que se conoce como Escala de Kinsey (1948: 636-656). Se trató de la primera escala que contemplaba la diversidad sexual (heterosexualidad, homosexualidad y bisexualidad) definida como parte de un contínuum entre dos polos, donde 0 se identificaba como exclusivamente heterosexual y el 6 como exclusivamente homosexual, y que además permitió desmontar algunos mitos asociados a la normatividad sexual. No obstante, el contínuum desde el que se planteaba esta gradación de la sexualidad humana no parecía contemplar a un sector que no se incluía en ninguna de las categorías al no haber mantenido ninguna relación sexual. Por ello, se le designó con una “X”, categoría fantasma que resultaba comprender al 1’5% de la población masculina adulta del estudio. Entre las críticas que recibió la muestra seleccionada estaba el hecho de que la mayoría de los entrevistados provenía de prisiones para hombres (con mayor incidencia de relaciones homosexuales) y prostitutos, y que aquellas personas que se ofrecieron como voluntarios podían generar el sesgo de autoselección al ser individuos que se escogían a sí mismos en un grupo. 6 Más adelante, en la investigación dedicada al comportamiento sexual de las mujeres, la categoría X se concretó bajo la definición de “personas que no responden eróticamente ni a estímulos heterosexuales ni homosexuales, y que no llevan a cabo encuentros con individuos de ningún sexo en los que haya evidencia de respuesta”. Tras ambos estudios, los porcentajes de personas designadas bajo la “X” fueron los siguientes: mujeres solteras (14-19%), mujeres casadas (1-3%), mujeres divorciadas (5-8%), hombres solteros (3-4%), hombres casados (0%) y hombres divorciados (1-2%). Figura 1.1. Alfred Kinsey et al. (1948: 639-656) Con el precedente de la categoría X del citado informe Kinsey, Myra T. Johnson (1977) elaboró un trabajo titulado “Asexual and Autoerotic Women: Two invisible groups”, en el cual definió como asexuales a aquellos hombres y mujeres “que, independientemente de la condición física o emocional, la historia sexual y el estado civil u orientación ideológica, parecen preferir no involucrarse en actividades sexuales”. A su vez, la autora distinguió entre mujeres asexuales y autosexuales, siendo las primeras aquellas que no tenían deseos sexuales en absoluto, mientras que las segundas sí reconocían estos deseos, pero preferían satisfacerlos por sí mismas. Storms (1979) reelaboró la famosa escala de Kinsey para prestar atención a ese 1’5% que comprendía la “X” fantasma. Incluyó la asexualidad como una categoría más y contempló las dimensiones de homoerotismo y heteroerotismo. De este modo, una persona homosexual tendría el homoerotismo alto y el heteroerotismo bajo; una persona heterosexual a la inversa, mientras que en la bisexualidad coincidirían ambos ejes en un nivel alto y en el caso de la asexualidad en un nivel bajo. 7 Figura 1.2. Michael D. Storms (1980) Tras la incorporación de la noción de asexualidad al espectro de sexualidad humana, Nurius (1983: 119-136) llevó a cabo el primer estudio que relacionaba orientación sexual y salud mental. Realizó una serie de encuestas a una muestra de 689 personas no seleccionadas al azar, estudiantes universitarios en su mayoría, con preguntas en torno a la frecuencia en la actividad sexual que se posicionaba en una escala de 0 a 100, contemplando entre las orientaciones posibles la bisexualidad y la asexualidad. Aquellas personas con puntuaciones por debajo de 10 fueron definidas como asexuales, con un resultado de un 5% de hombres y un 10% de mujeres. Además, según los resultados obtenidos, las personas asexuales tenían más probabilidades de tener una autoestima baja o de estar deprimidos que las personas de otras orientaciones, así como tenían actividades sexuales con menos frecuencia y un interés menor por explorar en el sexo (tener varixs compañerxs sexuales, sexo anal…). En 1994, un equipo de investigadores de Reino Unido realizó la Encuesta Nacional de Actitudes Sexuales y de Estilos de Vida (Wellings, citado en López Ruiz, 2015), en la cual se incluyó la posibilidad de responder que “nunca se había sentido atracción sexual por nadie”, que incluyó al 1% de los más de 18.000 encuestadxs. Diez años más tarde (con la comunidad asexual online creada desde 2001), Bogaert (2004), una de las figuras más destacadas en el estudio de la asexualidad, se basó en los datos recogidos por la mencionada encuesta de 1994 para intentar esclarecer qué características tenía ese 1%. Así pues, relacionó este comportamiento con algunas características como el género (prevalencia de mujeres frente a hombres), menor estatura, inferior nivel educativo o estatus socio-económico más bajo. Sin embargo, en un segundo estudio llevado a cabo en 2006, el investigador dio un paso hacia una mayor comprensión de la asexualidad, de manera que determinó que a pesar de que la ausencia de comportamiento sexual se encuentra recogida en los manuales de diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM-5, su 8 última versión), la asexualidad no debía englobarse en los mismos, puesto que no ocasionaba una angustia o malestar en aquellxs que se identificaban como tales. Mencionaba, a su vez, el error que suponía estigmatizar a esta comunidad como en su día se hizo con la homosexual. Por su parte, Prause y Graham (2007) llevaron a cabo una primera investigación a partir de personas autoidentificadas como asexuales. Encontraron que la distinción entre lo sexual y lo no sexual es un aspecto central en la coherencia de la identidad asexual. Partieron de las variables analizadas en el primer estudio de Bogaert, pero no obtuvieron los mismos resultados en lo referente a marcadas diferencias entre personas alosexuales y asexuales. Un año más tarde, Scherrer (2008), en su acercamiento a la identidad asexual, determinó tres cuestiones fundamentales en lo referente a esta comunidad: 1-Los límites de lo que es sexual y no sexual estaban muy basados en una comprensión androcéntrica del sexo, donde otros comportamientos que iban más allá de pene-vagina eran generalmente delimitados como no sexuales. 2- Esencializar la asexualidad podía ser un mecanismo utilizado para legitimarse. 3- Una diferenciación entre la dimensión sexual y romántica, así como dentro de esta última entre romanticismo y arromanticismo según estuviera centrada o no en el interés de intimidad física con la persona. En una investigación posterior, Brotto y Yule (2010) decidieron centrarse exclusivamente en la excitación de las mujeres asexuales. En un experimento que consistió en mostrar películas eróticas para medir el grado de excitación sexual, concluyeron que las mujeres identificadas como asexuales tenían el mismo incremento en la excitación sexual fisiológica que el resto. Esto les llevó a la conclusión de que la asexualidad no era un trastorno sexual y que, por tanto, estaba dentro del concepto normativo de orientación sexual. A estas mujeres asexuales se les preguntó si se habían sentido atraídas sexualmente hacia las personas de las películas o si se habían sentido sexualmente activas, a lo que dieron una respuesta negativa. Cerankowski (2010) estudió el modo en que la asexualidad intersecciona con la teoría queer y el feminismo, poniendo de manifiesto que la relación entre asexualidad y estudios feministas quizá permite el desafío de la concepción del sexo y de la sexualidad femenina. Mencionó que, para que se produzca un acercamiento entre ambas posturas, era necesario que se mirara la asexualidad como un modo de 9 criticar la retórica liberadora por la que el sexo sigue quedando enmarcado dentro del feminismo y teorizar los modos en que la asexualidad puede ser feminista. La importancia de examinar la identidad, conducta y deseo para entender mejor la diversidad fue destacada por Poston y Baumle (2010), que ampliaron las dimensiones para entender mejor la asexualidad desde una perspectiva constructivista. Para ello se basan en los datos obtenidos por la Encuesta Nacional de Crecimiento de 2002 de Estados Unidos (NSFG, 2002), compuesta por una muestra de 12.571 personas, 7.643 mujeres y 4.928 hombres. Los resultados obtenidos a partir de estas tres dimensiones reflejaban: Conducta (no habían mantenido nunca relaciones sexuales). 6% hombres, 5% mujeres. Deseo (no habían deseado nunca relaciones sexuales). 0’7% hombres, 0’8% mujeres. Identidad (se identificaban como asexuales). 3’9% hombres, 3’8% mujeres. Carrigan (2011) sostenía la importancia de ahondar en la cuestión identitaria, ya que en investigaciones anteriores se había analizado la conducta (falta de actos sexuales) o el deseo (falta de deseo en actos sexuales). En esta investigación pretendió centrarse en la diversidad que encontramos en el colectivo asexual. Hablaba de que a pesar de la definición que aparece en AVEN, el paraguas es, en realidad, muy amplio. Chasin (2011) abordó la cuestión de las identidades asexuales trans, ya que señaló que en las recientes investigaciones sobre asexualidad se daba un porcentaje significativo de participantes que no se sentían identificados con las categorías hombre/mujer. Sostenía que puede tener sentido que haya un porcentaje más elevado de personas asexuales que se identifiquen como trans o reclamen una identidad más allá de hombre/mujer. Entre otras razones, argumentó que era posible que el estándar en torno al atractivo sexual tuviera una influencia en las presentaciones del género y sus comportamientos, por lo que, sin un deseo de atraer a una pareja sexual, las personas asexuales podían sentirse más libres en explorar su género. En la investigación se remarcaba que al incluir solamente a hombres y mujeres cisgénero7, los estudios sobre asexualidad presentaban una importante carencia en futuros resultados, pues podría ser perfectamente concebible que los asexuales se identificaran como trans o tuvieran una identidad que 7 Cisgénero: persona cuya identidad de género y género asignado al nacer son concordantes al comportamiento que a este le fue socialmente asignado, es decir, es un término utilizado para describir a personas que no se identifican como transgénero. 10 trascendiera las categorías hombre/mujer. Asimismo, era necesario distinguir entre la atracción sexual y la romántica para esclarecer las dificultades asociadas a la comprensión de la asexualidad, al igual que explorar la diversidad dentro de la población asexual, particularmente en lo que al género y la orientación romántica se refiere. La asexualidad en animales no humanos fue estudiada por Portillo y Paredes (2011). Se constató que en varias especies de mamíferos se ha descrito la existencia de machos que no desplegaban un patrón de conducta sexual a pesar de ser estimulados repetidamente con hembras sexualmente receptivas. Se les conocía como animales no copuladores (NC), lo cual contribuyó a no considerar la asexualidad como una anomalía contranatural dada la presencia de este comportamiento en otras especies. Por su parte, Bogaert volvió a escena años más tarde al publicar el libro “Understanding Asexuality” (2012), en el cual ya se concebía la asexualidad como una orientación sexual. Brotto, Yule y Gorzalka (2014) estudiaron las fantasías sexuales y la masturbación entre individuos asexuales. Para ello, seleccionaron una muestra de 924 personas, de las cuales 153 se consideraban hombres, 533 mujeres y 238 no respondieron a la pregunta sobre su género. A partir del conjunto de la muestra, 534 fueron clasificados como asexuales, obteniendo como resultado que era menos probable que se hubiesen masturbado durante el mes pasado, con un porcentaje de un 42%, frente al 70% del grupo de personas alosexuales. El 19% de los participantes asexuales que sí se había masturbado especificó no haber tenido nunca fantasías sexuales, lo que contemplaba la posibilidad de que este grupo se centrara en la sensación física frente a las imágenes eróticas durante este proceso. En esta línea, un 40% no había tenido nunca fantasías sexuales en comparación con entre un 18% de los participantes de los grupos alosexuales. El 11% de los individuos asexuales señaló que estas fantasías sexuales no involucraban a otras personas, en comparación al 1’5% del resto de individuos alosexuales. López Ruiz (2015) llevó a cabo una investigación en la que realizó una serie de encuestas a personas de la comunidad de AVEN. Consideró que la asexualidad era fruto de la libertad y de la liberación de algunas personas respecto a las convenciones sobre qué es aquello que deben desear y con qué intensidad deberían desearlo. Sostenía que la identidad asexual era una de las muchas formas en las que se ponía en evidencia el definido por Hofstede como síndrome de masculinización social: la asunción general, por parte de una sociedad como conjunto, de los valores tradicionalmente asignados a la masculinidad, es decir, a 11 una cultura en la que primen los valores del trabajo y de la competitividad por encima de otros, como la afectividad, sociabilidad, el tiempo libre, la familia o los amigos. Conviene destacar que Plummer (2015) ha englobado la identidad asexual dentro de las llamadas sexualidades subterráneas, aquellas alternativas a las sexualidades dominantes que no encajan en la visión hegemónica. Dentro de estas, la asexualidad entraría en las denominadas sexualidades retreatist (se conserva el nombre en inglés para evitar desvirtuar su significado, pero una traducción cercana sería “sexualidades retiradas”): “Aquellas que se desenganchan de las sexualidades, paulatinamente, de manera episódica o completamente. Las expectativas de una cultura dominante para una vida sexual se quedan muy atrás, y nos encontramos con la casta, el celibato y la asexualidad. También se podría incluir a los que se retiran de la sociedad de otras formas (como los consumidores de drogas, ermitaños, prisioneros, sacerdotes) o los que se retiran a las instituciones (como un monasterio, una casa, una prisión). La retirada de las rutinas de la vida también puede a menudo significar una retirada de las relaciones sexuales” (2015: 118). Finalmente, en el manual de “Salud sexual y reproductiva” (Zapata Boluda, Gutiérrez Izquierdo, 2016), nos interesa el capítulo VII que lleva por título “la asexualidad como orientación sexual” (Blasco Martínez, Bilbao Zuazua, Molina Hita, 2016). En el mismo, se destaca la importancia de que, aunque las personas asexuales carezcan de orientación sexual (en el sentido de que esta no está dirigida a alguien, lo cual puede suponer, al mismo tiempo, una orientación más), hay que contemplar la dimensión romántica y de afecto en lo que a la orientación de los asexuales se refiere. 12 2. METODOLOGÍA El planteamiento de esta investigación resulta oportuno por la originalidad del tema y su actualidad. Los estudios sobre asexualidad se multiplican, pero son escasos si los comparamos con los existentes sobre otras identidades. Por ello, este trabajo pretende contribuir a enriquecer el debate en torno a la asexualidad, así como recoger las novedades que se hayan producido en este contexto. Asimismo, este acercamiento a la identidad asexual parte también de la voluntad de encontrar los posibles puntos en común entre el discurso queer y el mantenido por este colectivo, lo cual posibilitaría el enriquecimiento del corpus teórico en materia de diversidad (a)sexual. Por último, el hecho de que se trate de una comunidad online amplía el debate en torno al modo en que se articulan los distintos movimientos sociales en la actualidad. Así pues, este trabajo sostiene como hipótesis principal que el reciente surgimiento de la identidad asexual supone un cuestionamiento del marco social y una reflexión en torno a las dinámicas sexuales desarrolladas y al modo en que estas se plantean. Este acercamiento a la construcción del discurso de la comunidad asexual permite, a su vez, cartografiar cuál es la posición que mantiene el saber biomédico al respecto, de manera que sea posible analizar si se da una patologización desde el mismo hacia las personas asexuales (y si esto es así experimentado por ellas). Las personas asexuales sientan las bases de su discurso en concebir la atracción sexual dirigida hacia el/la otrx como algo construido, así como la existencia de diversos matices que se engloban dentro del término asexualidad, con el que se identifican. Se trata, pues, de una comunidad que construye su discurso en oposición a la sexualidad como obligatoriedad y a partir de una crítica a lo que identifican como una hipersexualización del entorno. En este contexto, señalan que el discurso biomédico naturaliza la atracción sexual al tratarla como algo innato en el ser humano, lo que puede derivar en la patologización de ciertas subjetividades cuyas interacciones no se adecúan al intercambio sexual esperado. La identidad asexual ha gestado su discurso desde el ámbito digital, si bien en el presente desde el que se redacta este trabajo estamos asistiendo a su progresiva ocupación del espacio público gracias a las movilizaciones desplegadas. Encontramos, entonces, que el lenguaje, la forma en que nos narramos, constituye un elemento de poder, performa la realidad en que nos movemos. “La performatividad no es un acto único, sino una repetición y un ritual que consigue su efecto a través de su naturalización en el contexto de un cuerpo, entendido, hasta cierto punto, como una duración temporal sostenida culturalmente (Butler, 1999: 17). 13 Si trasladamos la práctica discursiva a su articulación desde el cuerpo, encontramos que hay puntos, como el género, en que ambos elementos se dan la mano, si bien el concebirlo desde nuestros discursos aprendidos como un rasgo “interno” de nosotrxs mismxs nos lleva a anticipar y producir determinados actos corporales (Butler, 1999). Por ello, a través de los discursos emitidos por las personas asexuales, nos preguntamos si ponen en entredicho la práctica sexual como norma, sin renunciar con este planteamiento a la obviedad de que hay orientaciones sexuales normativas privilegiadas y otras que no lo son y sufren la opresión del modelo hegemónico. Con ello, lo que el discurso asexual parece querer exponer es que, partiendo de esas desigualdades existentes en el ámbito de la práctica sexual según la orientación, el distanciamiento que ellxs experimentan en cuanto a la atracción sexual (que parece que se presupone siempre en estas prácticas) puede tener también una penalización en el marco social. Una vez definido el punto de partida, añadir que la metodología utilizada será cualitativa, cuyo principal objetivo consistirá en reconstruir las subjetividades del colectivo asexual. Frente a la alternativa cuantitativa, esta opción se presenta más acertada porque la asexualidad ya ha sido abordada en investigaciones desde una perspectiva biologicista y científica, en la cual las personas implicadas no eran más que porcentajes, números que correlacionar con las distintas dimensiones sociales para determinar si aquello era o no una anomalía y cuáles eran las causas de su surgimiento. Para construir y desentrañar esta realidad social, nuestra mirada se sitúa a la par de la de lxs actantes, de manera que “no buscamos parcialidad porque sí, sino por las conexiones y aperturas inesperadas que los conocimientos situados hacen posibles, la única manera de encontrar una visión más amplia es estar en algún sitio en particular” (Haraway, 1995). Un conocimiento situado que además emerge desde una posición concebida desde el discurso asexual como privilegiada en cuanto alosexual, frente a la asexual que pretende estudiar. Así pues, allí donde relato y vida se reconcilian, con historias que se narran y también se viven imaginariamente (Ricoeur, 2006), este proyecto no pretende sacar conclusiones certeras sobre la sexualidad en sí, sino sobre cómo contamos esta sexualidad (o asexualidad en este caso), cómo la construimos desde el discurso, cómo la performamos en el día a día. Esta investigación ha hecho uso de la etnografía, tanto en formato presencial como virtual, y de entrevistas abiertas semiestructuradas para la recogida de discursos de la comunidad asexual. A continuación se explica con mayor profundidad en qué consiste cada técnica, partiendo de la idea general a la especificidad de nuestro caso concreto: 14 2.1. Etnografía La primera herramienta empleada fue la etnografía, interpretada como “un conjunto de métodos que implican un contacto social sostenido y directo con los agentes y de ricas formas de registrar por escrito, referir, recabar o representar al menos parcialmente en sus propios términos la irreductibilidad de la experiencia humana” (Willis y Trondman, 2002 : 394). La etnografía se presenta como un mecanismo muy útil para poder analizar los discursos de la población estudiada, ya que estos se producen desde la cotidianidad de un contexto familiar, donde nuestro única labor será mantener una actitud de observadorxs, dejar a lxs actores/actrices representar y plasmar sus vivencias para sacar, más adelante, nuestras conclusiones. Probablemente, los discursos fluyan con mayor facilidad que en el caso de la entrevista. Al tratarse de un contexto compartido entre iguales, lxs actores/actrices sociales no tienen la sensación de ser el foco de atención, no se genera una expectativa en torno a los discursos que articulan. En el caso de nuestra investigación, la etnografía se llevó a cabo en el Encuentro Nacional de Personas Asexuales, que se celebró en Madrid los días 12, 13 y 14 de febrero de 2016 en un local situado en el barrio de Embajadores. Se trató de una reunión abierta a la que asistieron tanto personas identificadas con el colectivo como otras interesadas en el estudio de la asexualidad. Se puso especial atención a los distintos discursos que llevaron lxs asistentes, a cómo se relacionaron con la identificación de personas asexuales, así como se analizó si se percibía una voluntad de politizar el movimiento o limitarlo a compartir vivencias a través del ámbito digital. 2.2. Etnografía en redes La segunda técnica que se utilizó está en relación directa con la primera, con la diferencia de que se modifica el contexto y ello tiene unas consecuencias y particularidades. La etnografía virtual “puede servir para explorar las complejas interrelaciones existentes entre las aserciones que se vaticinan sobre las nuevas tecnologías en diferentes contextos: en eI hogar, en los espacios de trabajo, en los medios de comunicación masiva, y en las revistas y publicaciones académicas. Una etnografía de Internet puede observar con detalle las formas en que se experimenta el uso de una tecnología” (Hine, 2000: 13). Así pues, lo que se pretendió fue acercarse a los discursos que se exponen en el entorno de las nuevas tecnologías, analizar en qué se modifican las interacciones y la facilidad –o no- para abordar ciertos temas por el anonimato que permiten y, en definitiva, reflexionar sobre el papel de estas plataformas en la conformación de las identidades en la actualidad. 15 Nuestra investigación se centró, por un lado, en la página web AVEN (Asexual Visibility and Education Network), que en su versión en español responde a las siglas REVA (Red para la Educación y la Visibilidad de la Asexualidad). Las interacciones se analizaron a partir de los dos foros existentes, ambos de libre acceso: el primero de ellos es el foro antiguo, que en su día funcionaba con la opción de registro. Con el tiempo su contenido se fue desvirtuando hasta que finalmente ha quedado en modo lectura, pasando a utilizarse de manera más activa el foro nuevo para intercambio de comentarios. También se analizó la distribución de la página, con qué secciones cuenta y el material audiovisual que se puede encontrar. Por otro lado, también se prestó atención al grupo de Whatsapp de ACEs (Asexual Community España), la primera asociación de asexuales formada en el Estado español el presente año. No obstante, por las características y limitaciones del trabajo, no se ha realizado un análisis sistemático de las citadas fuentes, si bien todo este material ha nutrido y sin duda colaborado de forma efectiva a las reflexiones y análisis que forman parte de este trabajo. 2.3. Entrevistas Por último, este planteamiento de la investigación concluye con la técnica de la entrevista como la tercera herramienta que se utilizó en este estudio. Siguiendo a García Ferrando, la técnica se concibe en este trabajo “no tanto como un medio de acceso al conocimiento de comportamientos y rasgos individuales de las personas, sino más bien como un medio de acceder al conocimiento de los fenómenos sociales” (1985: 178). Para este proyecto opté por entrevistas abiertas semiestructuradas, que no buscaron situarse “en el campo puro de la conducta (el orden del hacer), ni en el lugar puro de lo lingüístico (el orden del decir), sino en un campo intermedio, en el que se encuentra su pleno rendimiento metodológico: algo así como el decir del hacer” (Alonso, 1995 : 227). Así pues, reconstruir el “cómo dicen que hacen” las personas asexuales fue el objetivo fundamental. La entrevista se sitúa en el discurso de los estereotipos, donde el “yo” de la comunicación que en ella se da es, además de un “yo lingüístico”, un “yo social”. Por ello, a partir de estos territorios del yo, lingüísticos y corporales, la entrevista se presenta como la manera ideal de recoger la vivencia del actante en el complejo sistema de “marcadores sociales” que encuadran la vida social del individuo (Alonso, 1995). Para nuestro caso concreto se elaboró un guion abierto en el que se intentó tratar determinados temas de interés, pero siempre abordando más la situación como una conversación que como una retahíla de preguntas sin sentido. No olvidemos que para la reconstrucción de ese “decir del hacer” de las personas asexuales lo más 16 importante es que estas se sientan cómodas durante el proceso y los discursos sean, en la medida de las posibilidades que esta técnica ofrece, lo más naturales y espontáneos que se pueda. Se hicieron un total de 15 entrevistas a 5 personas socializadas como hombres, 9 socializadas como mujeres y 1 persona trans no binaria que responden al siguiente perfil: NOMBRE GÉNERO EDAD CIUDAD DE NACIMIENTO FORMACIÓN FECHA ENTREVISTA Enerith Mujer 20 Madrid Estudiante de Psicología. 12/04/16 Baikal Mujer 27 Barakaldo (Bizkaia) Bióloga, estudiante de doctorado. 01/05/16 Miriam Mujer 26 Madrid Bachillerato, trabajadora por cuenta propia en academia de clases de apoyo. 01/05/16 Antonio Hombre 23 Archagel’sk (Rusia) Bachillerato, trabaja en seguridad informática. 07/05/16 Caterina Mujer 29 Madrid Arquitecta y estudiante de antropología. Trabaja en arquitectura y diseño. 07/05/16 Leticia Mujer 43 Gijón Maestra. Trabaja como formadora ocupacional y sex coach. 11/05/16 Rodrigo Hombre 27 Madrid Físico. Estudiante de Máster en Astrofísica. 11/05/16 Ruth Mujer 24 Valladolid Periodista. Trabaja como camarera en un restaurante. 11/05/16 Natalia Mujer 23 Madrid Bachillerato. Crupier en un casino. 11/05/16 Mercedes Mujer 22 Madrid Estudiante de Periodismo. 12/05/16 Dani Hombre 24 Barcelona Ingeniero de Biotecnología. Trabaja en dinamización económica para Barcelona Activa. 13/05/16 Sergio Hombre 23 Madrid Estudiante de Biología. 18/05/16 Lorenzo Hombre 23 Madrid Estudiante de ADE. Trabaja como community manager. 18/05/16 Arabella Mujer 19 Madrid Estudiante de Matemáticas. 18/05/16 K Persona trans no binaria 22 Guadalajara Periodista. Actualmente desempleada. 18/05/16 Finalmente, destacar que los principales ejes de la entrevista diseñada fueron8: 8 El guion de la entrevista se incluye al final como anexo. 17 - Cómo y cuándo aparece el interés por la asexualidad. - Cómo y dónde se interesan los sujetos entrevistados por la asexualidad. - Cómo llega la asexualidad a España. - Ideario: ¿cuáles son los planteamientos que recoge la comunidad asexual (tanto el colectivo online como la asociación de reciente creación). - ¿Cuál es el futuro del movimiento asexual? 2.4. Población y muestra Esta investigación se centró en la población de personas asexuales, de la cual no se puede hacer un cálculo numérico preciso ya que, aunque se han hecho estadísticas en torno a esta cuestión, se trata de un tema poco estudiado aún, sobre el que hay bastante desinformación y una creciente profusión taxonómica. Además, resulta complicado que se identifiquen con él todas las personas que podrían ajustarse a las definiciones y, al mismo tiempo, desconocen la existencia de esta identidad. A lo cual hay que añadir que la delimitación entre lo que es o no es asexualidad puede resultar confusa, por lo que se basa fundamentalmente en un deseo de identificación de la persona en cuestión. La muestra elegida fue estructural y quedó limitada a las personas que tienen una participación activa en las redes, ya que es un contexto en el que se da una interacción fundamental y, además, facilitó la posibilidad de establecer contacto a través de esta vía de cara a las entrevistas en persona. La página web a través de la cual entran en contacto es AVEN (Asexual Visibility and Education Network), que en su versión en español (la que utilizaremos para esta investigación) responde a las siglas REVA (Red para la Educación y la Visibilidad de la Asexualidad). Esta plataforma sirvió para desarrollar la etnografía virtual a través de los foros e hilos de conversación, analizando aquellos que puedan aportar más información para contrastar las hipótesis. El encuentro de febrero permitió conocer en persona a algunxs de estxs usuarixs, lo que posibilitó el contactar con ellxs de un modo más cercano y elegir una muestra de 15 personas para proceder a las entrevistas. 18 3. LA CONSTRUCCIÓN DE LA IDENTIDAD ASEXUAL La asexualidad es, probablemente, la identidad en materia de diversidad (a)sexual que más se ha valido del ámbito digital para su conformación. En el año 2001, el activista David Jay decide fundar la web Asexual Visibility and Education Network (en adelante AVEN). Esta página se convierte en la comunidad asexual online más grande, cuya existencia se extiende a otros países, de manera que en la actualidad esta plataforma existe en 17 idiomas. La correspondiente a hispanohablantes se denomina Red para la Educación y Visiblidad de la Asexualidad (REVA), a la cual también se hace referencia a partir de las siglas AVENes (AVEN en español). Dada la limitación del presente trabajo y la incapacidad para acaparar la amplitud de todas las plataformas existentes, nos centraremos en esta última y, más en concreto, en el grupo de activismo asexual surgido en la ciudad de Madrid. ¿Cómo se produjo el traspaso de información entre aquella página estadounidense inicial y el resto de las plataformas que se formaron a lo largo y ancho del planeta? Según nos cuenta esta usuaria, una de las más destacadas dentro del activismo asexual que englobaríamos en lo que se considera discurso de expertx, ocurrió del siguiente modo: Por el año 2005/2006, desde AVEN inglés internacional, surge un anuncio para buscar un administrador para el foro en habla hispana. El usuario Hexpiral dice que sí y se presenta, y es el que abre el primer foro de AVENes y le siguen otros miembros de AVEN internacional y algunos también de habla hispana que estaban también en el internacional. Empieza a surgir el foro, se van desarrollando temas, 2006, 2007, 2008, 2009. En el año 2010 llega el usuario Diego83 que abre la plataforma de la comunidad social, entonces ya está el foro y la comunidad social y van conviviendo. Y a partir de ahí ya empiezan a desarrollarse más proyectos. El primer foro va decayendo y se sustituye por otro nuevo foro, se va ampliando luego a Facebook, etc. (Baikal, 1 de mayo de 2016). Una vez queda abierta la página en español, el ritmo de actualización de la misma es constante, si bien se ha visto incrementado en los últimos meses como consecuencia de la mayor difusión de información acerca de la asexualidad. Si profundizamos un poco más en la página de la comunidad asexual, observamos que no podemos determinar un único enunciador, ya que se dan múltiples espacios enunciativos al tratarse de una web. La diversidad de subjetividades está articulada a través de este espacio, que busca presentarse, no obstante, desde la neutralidad. Al inicio de la página no encontramos un manifiesto reivindicativo, sino una definición de asexualidad excesivamente formal (la de la imagen situada bajo estas líneas), que incluso tiene un cierto carácter cientificista. Se aprecia algún tipo de contención, una emocionalidad controlada. Destaca también la ausencia de publicidad, de manera que toda la atención se concentra en el discurso que la página nos presenta. 19 Figura 3.1. Definición de “asexual ” obtenida de la página web de AVEN español Creo que es representativo que el primer golpe de vista que tienes al entrar en AVEN es la definición más aglutinadora (persona que no siente atracción sexual). Es una forma de dar a conocer que existen otras formas de vivir la sexualidad. Te dan desde lo académico, lo científico, luego van tirando de gente que escribe blogs, que igual no tiene que ser un estudioso de la vida (K, 18 de mayo de 2016). En líneas generales y debido al carácter cientificista que la página nos transmite al inicio, podríamos pensar que la voz que enuncia se limita a la tercera persona. No obstante, cabe remarcar que asistimos a un doble juego comunicativo que se dibuja “dentro/fuera”. Por ejemplo, en el segundo módulo encontramos un slider con imágenes rotativas en el que esta doble enunciación, más objetivizada en el primer caso, subjetivizada en el segundo, se hace presente. De un lado “asexualidad, ¿qué es?”, del otro “visita la comunidad, ¡haz amigos!”. La ambivalencia se hace patente en ese discurso hacia fuera, dirigido al internauta que pretende comprender qué es esta identidad exactamente; y a su vez hacia dentro, es decir, focalizado en esa persona que llega hasta la página web por necesidad de encontrar otras personas con vivencias similares a las suyas. Más allá de la página principal, encontramos un menú en la parte superior que nos presenta las siguientes categorías: Proyectos AVENes (AVEN en español). Engloba todos los proyectos de la comunidad asexual: la comunidad, la Asexualpedia (similar a la Wikipedia, pero de contenido asexual), Avenida (revista trimestral), As Radio, el blog Avenitas, vídeos sobre el tema, el canal de YouTube Avenites, encuestas que se realizan para conocer más información sobre quiénes componen el colectivo y un canal en Vimeo. Sobre asexualidad. Esta categoría nos deriva a otra página, la Asexualpedia, creada por la comunidad asexual con una estructura similar a la conocida Wikipedia. 20 Comunidad-foro. Dentro de esta categoría tenemos tres pestañas: comunidad (quienes componen este colectivo), foro (donde debaten sobre diversas cuestiones) y registro (para tener la posibilidad de registrarse y participar). Activismo. En este apartado se menciona la importancia de la paulatina visibilización que la identidad asexual está teniendo a través de la difusión en medios de comunicación, el activismo desarrollado o su presencia en el Orgullo. Vivencias. Esta pestaña pretende recoger distintas vivencias en torno a la asexualidad, para lo cual cuenta con un buzón clasificado por temáticas, donde lxs usuarixs pueden mandarlas y, a su vez, otro apartado, “colección de vivencias”, donde estas quedan recogidas. Países. Pestaña desplegable con contenido relacionado con distintos países. Contactar. Información a personas, plataformas o medios interesadxs. Es importante destacar que la enunciación de este colectivo es coral, ya que se diversifica en las redes sociales a través de los perfiles de Twitter y Facebook. Resulta paradójico que la asexualidad sea una identidad que se construye a partir de esas voces individuales que convergen en el espacio virtual y que, al mismo tiempo, ello se traduzca en la formación de toda una categorización al respecto con objeto de agrupar esas subjetividades con distintas etiquetas. La mencionada categorización la encontramos muy desarrollada en la ya citada Asexualpedia. De igual modo las citadas categorías, a las que ha dado lugar la suma de subjetividades, se encuentran presentes en los foros e hilos de conversación, de manera que dotan a la enunciación de un carácter cientificista, con aspecto de un todo bien organizado. Quizá se trata de una búsqueda de legitimidad en un discurso que aún no ha tomado del todo el espacio público. Prueba de ello podrían ser los testimonios que encontramos colgados o las numerosas noticias que aparecen en la página principal, que actúan como “pruebas” de que lo que allí se cuenta es algo serio, algo que tiene un cierto respaldo desde una serie de medios de comunicación. Apreciamos una combinación de intertextualidad y polifonía en la página web de AVEN. Una intertextualidad encarnada en los distintos espacios enunciativos que se generan fruto de la multiplicidad de enunciadores. Una parte más objetivizada y “científica”, que pretende esclarecer qué es la asexualidad y aclarar su terminología; otra más subjetivizada, representada a través de los discursos experienciales en primera persona de las personas implicadas y las apelaciones a la participación. Esta diversidad de voces, no obstante, cristaliza en un todo homogéneo, en una totalidad con coherencia que se percibe a través de una serie de isotopías: símbolos como el de la tarta (un ejemplo de un elemento que esta comunidad considera 21 “mejor que el sexo”, que utilizan para demostrar que ellxs también tienen placeres) para dar la bienvenida a lxs nuevxs integrantes, cromatismo similar (los colores de la bandera asexual: negro, gris, blanco y morado) y un vocabulario común, que aún a pesar de la dificultad que entraña se encuentra en presente en los discursos que se emiten. Así pues, observamos cómo el doble discurso mencionado anteriormente, la multiplicidad de voces y al mismo tiempo la homogeneidad que nos transmite están al servicio de la performatividad, que pretende, de un lado, dar visibilidad a la identidad hacia fuera, eliminar el discurso patologizador que planea sobre la misma y, por otro, favorecer la participación e identificación de las personas que coincidan con estas vivencias. La página actúa en la conformación de la asexualidad como un constructo dirigido a quienes se identifican con esta identidad, actuando, digamos, desde arriba hacia abajo, es decir, ofreciendo una estructura que dé sentido a la vivencia que lleva a estas personas a la búsqueda de una cierta coherencia. Las múltiples subjetividades que en ella se interrelacionan comparten sus intereses a través del foro, una de las partes más significativas de la plataforma. Mediante las diversas categorías y simbología, se genera un lenguaje paralelo que se intercambia a través del formato virtual: El símbolo principal de la asexualidad es el triángulo, que viene a representar en vertical un gradiente de intensidad sexual. En el vértice inferior está la asexualidad, en el superior la alosexualidad y en el intermedio la grisexualidad. En horizontal se representa la escala de Kinsey. El tema del anillo negro el origen no lo sé, pero llevarlo en un determinado dedo sería símbolo de ser asexual. El tema del pastel sale de la idea de que a los asexuales el sexo no les interesa tanto, pues un pastel les puede resultar más atractivo. Y en el tema del foro pues, como al que se le da la bienvenida en un sentido físico que le pueden hacer una tarta, mezcla esas dos posiciones (Baikal, 1 de mayo de 2016). Figura 3.2. Triángulo de AVEN (entrada grisasexualidad, Asexualpedia ) Encontramos una serie de elementos que se escapan de la comprensión para el receptor no experto. 22 Hay un componente en la página de elitismo, sí creo que alguien ajeno va a tener un aluvión de información que va a decir “¿esto qué coño es?”. Al final la democracia ha hecho algo muy interesante, que es que hay gente que odia las etiquetas, y ahí es que tienes las etiquetas, el traje… todo. Creo que sería importante hacer una parte en la página que tradujese los conceptos complicados que hay. La parte mala de esa página es que deja a gente fuera (K, 18 de mayo de 2016). Quizá el símbolo más significativo para llegar a comprender el modelo que propone la asexualidad y el cuestionamiento que implica es, precisamente, la pirámide invertida. Donde los primeros investigadores habían categorizado la atracción en un contínuum que versaba desde la heterosexualidad a la homosexualidad, la asexualidad no se presenta ni siquiera como la cuarta orientación posible, sino que plantea un espectro gradual de atracciones donde estas pueden manifestarse con distinta intensidad entre la asexualidad “pura”, es decir, ausencia absoluta de atracción sexual, y la grisasexualidad, que viene a ser sentir atracción sexual bajo circunstancias limitadas o en menor grado que las personas alosexuales. Dentro del espectro gris, una de las identidades más comunes entre el colectivo es la demisexualidad, que vendría a ser alguien que solo experimenta atracción sexual tras haber creado un vínculo emocional con la persona, sin que este tenga que tener necesariamente un carácter romántico. Una definición en la que, en realidad, podría entrar un porcentaje muy elevado de personas sin categorizarse necesariamente en el espectro asexual, lo que motiva aclaraciones entre los miembros del colectivo: Creo que cuento con el privilegio de demi (abreviatura de demisexual), creo que no es lo mismo presentarte como asexual, que no sientes atracción hacia nadie. Pero sí que es verdad que como persona demi no cuento con el privilegio de una explicación sencilla. Enseguida te vas a encontrar con el argumento de “pero al final todxs somos demis, porque a todo el mundo nos pasa eso”. En lo demi la parte mala es explicar que no estás en la liga alo aunque la persona crea que sí lo estás (K, 18 de mayo de 2016). Por los demisexuales que conozco (yo soy asexual), hasta que no sienten un vínculo afectivo fuerte no sienten atracción sexual, pero hasta el punto de que el que algo vaya mal en la pareja les hace perder totalmente la atracción sexual. No es como una pareja normal, que tú discutes, pero la atracción no se pierde. Esta gente a la mínima la pierde, y tampoco es tan constante, tan continua ni tan alta como una persona alosexual (Miriam, 1 de mayo de 2016). Una de las características de la asexualidad es, además de esta gradación en cuanto a la dimensión sexual, la diferenciación entre esta escala y la romántica. Dentro de esta última, encontramos, a su vez, otra división entre romanticismo y arromanticismo, según si es una atracción centrada en el interés de intimidad física con la persona o no (Scherrer, 2008). La centralidad que el matiz de “atracción” tiene en la definición de asexualidad puede ser motivo de conflictos teóricos o dudas en torno a qué es entonces deseo, qué es atracción, cómo se diferencian ambos y cuáles son los límites (aparentemente difusos), entre todos estos conceptos. 23 Deseo está asociado al hecho de tener sexo, y puede ser solo, autosexualidad, o en compañía. La atracción la ejerce una persona, que tú tengas ganas de tener sexo con ella, esa atracción provoca un deseo sexual con esa persona (Dani, 13 de mayo de 2016). Para ello, el modelo de atracción primaria y secundaria pretende brindar una explicación que permita esclarecer las posibles confusiones. Se trata de un modelo hipotético de la sexualidad que toma la posición de que tanto la atracción sexual como el deseo pueden subdividirse en las formas “primaria” y “secundaria”. Tendríamos, por lo tanto: Atracción sexual primaria: hacia una o varias personas basada en la información disponible al instante (como su apariencia o su olor) que pueden o no dar lugar a la excitación o al deseo sexual. Atracción sexual secundaria: que se desarrolla con el tiempo, en función de la relación y la conexión emocional de una persona con otra. Deseo sexual primario: el deseo de participar en una actividad sexual por placer personal, ya sea físico, emocional o ambos. Deseo sexual secundario: el deseo de participar en una actividad sexual con fines otros que el placer personal (por ejemplo, la felicidad de la otra persona involucrada o para la concepción de niños). El modelo permite establecer la distinción entre las personas alosexuales, demisexuales y asexuales: Figura 3.3. Modelo de atracción primaria vs. secundaria (Asexualpedia) Con ello, pareciera entonces que la atracción es el modo en que se focaliza la libido en el/la otrx, mientras que el deseo responde a un ámbito más personal, sin estar necesariamente dirigido a la otra persona, que responde a querer involucrarse en un comportamiento sexual por voluntad de experimentar este placer o, por el contrario, otros fines ajenos al placer sexual. Observamos que la asexualidad en sus inicios se gestó más bien como una ciberidentidad, dada la relevancia fundamental de las redes. Los movimientos sociales generados a través de la vía digital son un modelo emergente que presenta una serie de características comunes: la conexión multimodal de los mismos a través de la tecnología, su conversión en movimiento cuando pasan a ocupar el espacio urbano (ya sea la ocupación permanente de un lugar, como las plazas en el 15M, o las manifestaciones continuadas), su localidad y globalidad al mismo tiempo, el 24 hecho de que, por lo general, son espontáneos en su origen, virales, altamente autorreflexivos y, en principio, no violentos (Castells, 2012). Cabría también preguntarse si nos encontramos ante una especie de subcultura (Hebdige, 1979), que se presentaría fruto de la tensión entre el poder que ejerce la concepción de la atracción sexual como necesaria e innata y la subordinación de la asexualidad como cuestionamiento a dicha obligatoriedad. Sería entonces la asexualidad una forma de resistencia, en la cual las contradicciones y objeciones a la ideología dominante estarían representadas a través de una simbología común en formato virtual. “Por primera vez, los miembros de identidades marginadas pueden cosechar los beneficios de unirse a un grupo de otros similares: sentirse menos aislados y diferentes, revelando un largo secreto parte de uno mismo, compartiendo las propias experiencias y aprender de las de los demás, y obtener el apoyo emocional y motivacional” (McKenna & Bargh, citados en Scherrer, 2008). Internet ofrece privacidad, lo que posibilita un espacio de seguridad para que determinadas subjetividades pongan en práctica sus narrativas. Yo ya empecé a planteármelo como algo que podía estar sucediéndome a mí desde ya hace unos años. De buscar y decir “igual no es que yo esté enferma ni nada”, porque empecé a verlo en algunas redes sociales, que se mencionaba y pensé “joder, yo me siento identificada con esto” (Enerith, 12 de abril de 2016). Lo bueno que tiene AVEN es que es conocimiento ya no solo de personas expertas, sino que una persona “cualquiera” puede subir su pensamiento y se cuelga en AVEN y es como una especie de vertedero chachi de conocimientos de todo tipo, nada de elitismos rancios (K, 18 de mayo de 2016). No obstante, ha pasado solo un año desde la realización del TFG sobre el mismo tema y el panorama se ha modificado enormemente. El Encuentro Nacional de Asexuales el 13 de febrero de 2016 supuso un punto de inflexión en el devenir posterior del colectivo. Se celebró una reunión a la que acudieron unas 30 personas. Tras una primera parte en que se aclararon cuestiones relativas a la asexualidad para facilitar su comprensión, se pasó a comentar el estado del activismo asexual en las distintas ciudades. El resultado del encuentro fue la creación de un grupo de Whatsapp con el objetivo de movilizarse, de manera que el anterior que había (denominado “la comunidad del anillo negro” en homenaje a este símbolo de la asexualidad) quedó relegado al ocio. Digamos que el colectivo de personas asexuales de Madrid se conoció a través de la plataforma online y ya había quedado de vez en cuando, aprovechando la cercanía de quienes compartían ciudad de residencia, pero se había tratado de encuentros destinados principalmente al divertimento, en los que no se trataba la cuestión identitaria que les unía ni se pretendía politizar el movimiento para fomentar su visibilidad. Pensamos que teníamos que focalizar nuestras fuerzas y hacer algo por la visibilidad. Tras el encuentro, decidimos crear una asociación para intentar que nos tomen en serio. El objetivo 25 principal es que la gente tenga un sitio con el que contactar, un lugar al que llegar, y usarlo como herramienta para contrastar la información que lleva desde distintos medios. Queremos contactar con otros colectivos. Tenemos una necesidad real de intentar contactar con esos otros colectivos, porque si por ejemplo yo soy homorromántica, aunque sea asexual, también tengo puntos en común con la lucha LGTBIQ (Miriam, 1 de mayo de 2016). Esto cambia con la creación del nuevo grupo, lo que produce una escisión en el conjunto del colectivo entre aquellxs que se posicionan hacia la politización del movimiento y su inclusión en otras reivindicaciones en torno a la diversidad sexual (un punto polémico fue la adopción de un lenguaje inclusivo con el uso de la “e” en los plurales) y lxs que conciben el colectivo únicamente como un espacio de encuentro para actividades lúdicas. Tras diversas conversaciones a través de este medio, finalmente se crea la primera asociación de asexuales del Estado español en marzo de 2016, que responde al nombre de Asexual Community España (ACEs). Se potencia el trabajo en las redes sociales, así como se crea una página web aparte de la comunidad asexual para hispanohablantes que, no obstante, aparece enlazada en esta. La nueva plataforma está todavía en vías de desarrollo y cuenta con menor información, pero también tiene un foro, así como una agenda con eventos de interés o la posibilidad de hacerse socix. Este impulso en el activismo asexual es visto como algo muy positivo entre sus miembros: Puede servir para complementar mucho, porque el mundo virtual está muy bien, pero luego está el mundo físico, la calle y el día a día. El poder dar charlas, crear folletos de papel que se pueden repartir y en mano, salir en marchas del 28 de junio. Dar una presencialidad y decir: “gente de carne y hueso”, no nicks de usuario y avatares (Baikal, 1 de mayo de 2016). Hacía falta una asociación, veo bien que haya una. Que se mueva con el movimiento LGTBIQ me parece de puta madre, siempre y cuando desde el movimiento LGTBIQ sean inclusivos y la vean como una cosa más, porque muchas veces ven la asexualidad como fuera de esos movimientos. Puede haber grupos que digan que son prosexuales y que por eso no tienen nada que ver con la asexualidad. Para mí sí entra en la reivindicación y está bien porque el movimiento LGTBIQ mueve mucho y puede ayudar a que se dé a conocer la asexualidad (Lorenzo, 18 de mayo de 2016). Finalmente, el proceso culmina con la incorporación de sus demandas en el marco del Orgullo 2016, recién celebrado en el momento de escribir este trabajo. Participan tanto en el Orgullo mainstream (en la marcha que tuvo lugar el sábado 2 de julio de 2016) como en el Crítico (en la manifestación del martes 28 de junio). Algunas de las personas de la asociación asisten a las asambleas para la organización de este último y añaden las demandas de la comunidad asexual al manifiesto general, así como salen en la manifestación en bloque propio y leen su propio manifiesto9 en el micro abierto que tiene lugar al cierre de la marcha. 9 El manifiesto del colectivo asexual leído en el marco del Orgullo Crítico 2016 figura como anexo. 26 4. ¿CÓMO SE ARTICULA LA ASEXUALIDAD? No siento atracción sexual, sé que no la siento hacia nadie nunca. Soy una persona asexual, asexual. El sexo es físicamente placentero, pero nada más. Para mí tener sexo es casi como masturbarse, pero con sensaciones algo distintas porque, bueno, es físicamente distinto, pero anda por lo mismo. No es que la gente lo haga mal o que no he tenido sexo bueno con una persona que lo sepa hacer bien, no, es que es así para mí, emocionalmente no siento nada por ello. Físicamente sí, porque soy una persona sana y disfruto del sexo físicamente. Sí me salen las ganas de vez en cuando de tenerlo, pero no por atracción, sino por disfrutar de ello de vez en cuando (Antonio, 7 de mayo de 2016. Énfasis añadido). Yo si hubiera tenido que consultar cuando era adolescente, le hubiera dicho al médico algo así como “es que doctor, yo no tengo problemas de libido, tengo deseo sexual, tengo placer sexual, llego al orgasmo con facilidad, me excitan muchas cosas… pero es que luego no me gusta nadie” (Leticia, 11 de mayo de 2016. Énfasis añadido). Es como el tópico de “prefiero tarta”. El sexo me es placentero, pero hay mil cosas que preferiría hacer antes de tener una relación sexual (Mercedes, 12 de mayo de 2016. Énfasis añadido). Para aquellxs que no entramos dentro del paraguas de la asexualidad, es decir, que nos movemos en lo que este colectivo ha denominado alosexualidad, resulta complicado comprender los matices. La primera idea que unx tiene de la asexualidad (cuando no ha escuchado jamás hablar del término) suele ser que son personas a las que no les gusta el sexo y no lo practican. Posiblemente planee la duda de una posible relación con la religión o la espiritualidad, cosa no tan descabellada si nos movemos en la posible confusión con el celibato. Sin embargo, nada más lejos de la realidad, puesto que la amplia mayoría de la comunidad se considera “poco o nada religiosx”. Prueba de ello es el deslinde por parte de la comunidad asexual hispana de la “Comunidad Asexual Mexicana -Arromántica y no LGTB- Sede Guadalajara”, precisamente porque esta última vinculó la orientación asexual con un credo religioso. Hay gente que dice “es que eres entonces como los curas”. Y yo soy ateo por ejemplo, es que no tiene nada que ver (Rodrigo, 11 de mayo de 2016). Las propias personas identificadas como asexuales explican que el celibato es una elección en la que unx se abstiene de las prácticas sexuales, aunque la atracción puede persistir, luego se reprime el impulso. Argumentan que el caso de la asexualidad es diferente, ya que se trata de una ausencia de atracción hacia la otra persona, un impulso nulo que no está reprimido, sino que no existe (o a unos niveles ínfimos). Resulta curioso este interés aclaratorio, la búsqueda de una definición que roza lo científico y que se construye por oposición a lo que precisamente rechaza: aquello que engloba “lo sexual”. Así se evidencia en las declaraciones que abren este apartado, con definiciones más centradas en aquello que “no gusta, que no atrae”, lo que tal vez genera más dificultad en determinarla como identidad en positivo, como algo que se es. Tal es la relevancia que adquiere este afán de definir 27 que es precisamente, como comentábamos en el análisis de la web, esta definición la que aparece destacada en la página principal. Parece que la propia metáfora de la tarta sirve para marcar las líneas de lo que es o no es asexualidad: Si tomamos sexo como una tarta, una persona asexual mira la tarta y no le apetece. O igual sí le apetece, pero un poco, un trocito, un poco más tarde. Quizás otro día, quizás otra cosa. Y una persona célibe o casta es una persona que está a dieta y tiene la tarta ahí, la desea con todo su ser, pero se limita. Con este ejemplo de comida queda mucho más obvio. Hay gente como yo que no podría vivir sin chocolate. Para mí es impensable que a alguien no le guste. Me cuesta entenderlo. Pero hay gente que se come un trocito al día. O ni eso. Le gusta, pero no quiere tanto ni tampoco le parece lo mejor del mundo (Antonio, 7 de mayo de 2016. Énfasis añadido). ¿Por qué recurre la comunidad asexual a este formalismo en el lenguaje? ¿Cuál es la necesidad de este colectivo de reivindicar su existencia haciendo uso de determinadas prácticas asociadas a un análisis científico? Ante semejante hincapié por definir y describir el movimiento, cabe preguntarse de qué manera ha sido concebida la asexualidad desde el saber biomédico, que además cuenta con el matiz de ser considerado un discurso de experto en materia de comportamiento sexual. De este modo, podrá comprenderse mejor por qué el contradiscurso se ha elaborado a partir de herramientas similares, siendo las propias personas identificadas con la asexualidad las que han recogido los datos que apoyan sus principios. Esta realidad en la que los cuerpos articulan sus prácticas (a)sexuales se presenta múltiple y variable. Desde un análisis de la materialidad, hay que tener en cuenta que los objetos llegan a existir (y a desaparecer) junto con las prácticas que los manipulan. Y dado que el objeto manipulado tiende a diferir entre una práctica y otra, la realidad se multiplica (Mol, 2002). Así pues, las prácticas ponen en acción a los sujetos, lo que determina variedad de realidades según la diversidad de prácticas (y contextos) que se conjugan. ¿Cómo articulan los cuerpos las distintas sexualidades con las que se identifican? ¿A través de qué prácticas se ponen estas en funcionamiento? ¿Hay una multiplicidad en la construcción de la asexualidad según el contexto en que esta se dé? ¿Cómo se ha construido la asexualidad desde el saber médico y cómo la han construido las personas asexuales a partir del material generado en el espacio virtual? ¿Cómo se traslada el discurso de las redes al discurso recogido en las entrevistas realizadas en el marco de esta investigación? ¿Cómo hacen también la asexualidad con la práctica cotidiana? ¿Se trata de una identidad muy ligada a las mismas, es decir, pasa la identificación con la asexualidad por un contacto cercano con la red? ¿Por qué esta comunidad ha hecho uso de los mecanismos asociados al conocimiento hegemónico para, desde su posición de 28 personas no expertas pero sí identificadas con el término que reivindican, construir lo que dicha identidad representa? Observamos, por lo tanto, dos espacios fundamentales en los que se construye la asexualidad: en las prácticas médicas y en las prácticas desarrolladas a través de las redes. Ambos son lugares, online y offline, en los que en la actualidad la asexualidad se “está haciendo”. En cuanto a las prácticas médicas, encontramos un discurso en relación a la ausencia de atracción sexual que en sus inicios adquirió un matiz patologizador. No focalizar la pulsión sexual en el/la otrx implicaba que algo no iba bien, era una conducta (o más bien la falta de la misma) que se salía del marco hegemónico de prácticas sexuales. Es por ello que, en ese contexto, el sanitario, la asexualidad era construida como enfermedad. Con el paso de los años podría parecer que se ha producido una paulatina despatologización en relación a dicha identidad según las últimas investigaciones determinan, aludiendo que dicha vivencia no tiene por qué estar relacionada con un malestar asociado. A pesar de ello, el diagnóstico continúa segregado por géneros (y de un modo muy desigual en los supuestos que contempla) y se han diversificado los subtipos de trastorno en la relación con lo sexual. En el último manual del DSM queda recogido del siguiente modo: Trastorno del interés / excitación sexual femenino 1. Interés ausente o reducido en la actividad sexual. 2. Fantasías o pensamientos sexuales o eróticos ausentes o reducidos. 3. Inicio reducido o ausente de la actividad sexual y habitualmente no receptiva a los intentos de la pareja por iniciarla. 4. Excitación o placer sexual ausente o reducido durante la actividad sexual en casi todas o todas las ocasiones (aproximadamente 75-100 %) de la actividad sexual en pareja (en situaciones y contextos concretos o, si es generalizada, en todos los contextos). 5. Excitación o placer sexual ausente o reducido en respuesta a cualquier invitación sexual o erótica, interna o externa (p. ej., escrita, verbal, visual). 6. Sensaciones genitales o no genitales ausentes o reducidas durante la actividad sexual en casi todas o todas las ocasiones (aproximadamente 75-100 %) de la actividad sexual en pareja (en situaciones y contextos concretos o, si es generalizada, en todos los contextos). Trastorno del deseo sexual hipoactivo en el varón Fantasías o pensamientos sexuales o eróticos y deseo de actividad sexual reducido o ausente de forma constante o recurrente. La evaluación de la deficiencia la hace el clínico, teniendo en cuenta factores que afectan a la actividad sexual, como la edad y los contextos generales y socioculturales de la vida del individuo. Entre otros factores que pueden facilitar el diagnóstico, en ambos casos se incluye la comorbilidad psiquiátrica (ansiedad, depresión, etc.). Cabe aquí la reflexión de hasta qué punto la presencia de estos elementos es debida a la angustia que genera en la persona la “disfunción sexual” o si es fruto de la presión que la sociedad ejerce al colocar al sexo en un lugar privilegiado. Investigadores como el ya citado Bogaert 29 (2006) han indagado en esta cuestión y determinan que la asexualidad no es una patología porque la relación no normativa con el sexo no genera un malestar en la persona, por lo que no debería necesariamente relacionarse con un estado patológico o de salud comprometida. No obstante, la cuestión está en si es tan sencillo en un sistema concebido como hipersexualizado por las personas asexuales vivir una identidad que no encaja en esos márgenes sin que aparezcan ciertos signos de angustia que ya sí serían patologizados desde el DSM-5. Por ello, desde el saber científico-médico, la asexualidad está “siendo hecha” de un modo concreto, en el cual se fija un límite borroso entre lo que sí es enfermedad o lo que no, que inevitablemente está atravesado por las dinámicas normativas en torno a percibir la atracción sexual como algo innato. Y esto es percibido por el colectivo: Generalmente, cuando hablas de asexualidad lo primero que se piensa es que es una enfermedad o eres demasiado joven o no has conocido a la persona adecuada. Dentro de la parte enfermedad te pueden decir que si has tenido traumas. Yo considero que si un asexual tiene traumas es al revés, es decir, no que de mis traumas soy asexual, sino que de mi asexualidad, de haber intentado forzarme a ser normal, de intentar tener pareja y cumplir, pues habrá gente que se fuerce más de lo que deba por eso y, al final, pues acabas tocado, terminas mal. No fue el trauma antes de la sexualidad, fue al revés. Tú dices que eres asexual y piensan que te han violado o que te han hecho de todo, o que te faltan hormonas (Natalia, 11 de mayo de 2016. Énfasis añadido). Creo que sí existe una patologización de la asexualidad. Creo que hay una cosa que es lo que la comunidad científica cree y luego está la asexualidad. Para mí la asexualidad es un tema de una realidad cultural, de calle y de las personas. Me parece absurdo aplicar conceptos de medicina, de sexología. Aplicar criterios científicos a un tema que responde en realidad a una especie de resistencia y a estar relegados a los márgenes de la normatividad sexual (heterosexualidad genital). Es como un despotismo ilustrado de “describimos a la gente, pero sin la gente”. Absurdo (Caterina, 7 de mayo de 2016. Énfasis añadido). Resulta imposible obviar la distinción por géneros que se hace en cuanto a las disfunciones sexuales. ¿A qué responde esta regulación de la vida sexual y su segregación por géneros? ¿Tiene alguna relación esta cuestión con el mayor porcentaje de personas socializadas como mujeres que se identifican con la asexualidad? ¿En qué momento se despierta el interés por medicalizar la sexualidad? ¿Cuál es la frontera entre la conducta sexual que se considera “normal” y la que no? ¿Qué es sexual y qué no? ¿Está atravesada nuestra concepción al respecto por un ideario genitalocéntrico? ¿Qué repercusiones tiene esto en el desarrollo de las prácticas sexuales? Durante los siglos XVIII y XIX se produce el cambio de la organización religiosa de la vida moral hacia una regulación secular. Es durante el siglo XIX cuando la ciencia positivista y la Medicina en particular empiezan a interesarse por la sexualidad. La crisis de la legitimidad religiosa es aprovechada para reorganizar el control social, de manera que los pecados son transformados en enfermedades (Osborne y Guasch, 2003). En esta línea, es curioso que, en el caso de las mujeres, mientras que el 30 régimen sexopolítico disciplinario de los siglos XVIII y XIX patologiza y medicaliza su deseo (asociándolo a histeria, masturbación, ninfomanía, perversión u homosexualidad), el nuevo régimen farmacopornográfico sanciona, por primera vez, la falta de deseo y placer sexuales en la mujer. De este modo se abre paso el nombre de la nueva enfermedad en cuanto a la disfunción sexual de la mujer (Preciado, 2008). En este sentido, resulta paradójico el modo en que se ha plasmado esta cuestión en el DSM-5. Si nos paramos a analizar los supuestos de diagnóstico que se atribuyen a cada uno de los géneros, encontramos un reforzamiento de las posiciones de varón como sujeto de la práctica sexual frente a mujer como objeto de la misma. Así pues, al hombre se le diagnostica con el Trastorno del deseo sexual hipoactivo únicamente en base a dos supuestos: sus fantasías/pensamientos sexuales y su deseo de actividad sexual, es decir, su deseo de llevarla a cabo, quedando posicionado como sujeto autónomo en dicha acción. Por su parte, la mujer cuenta con hasta seis situaciones en que su conducta cae en lo patológico, siendo quizá la más paradigmática la tercera, que habla de “un inicio reducido o ausente de la actividad sexual y habitualmente no receptiva a los intentos de la pareja por iniciarla”. Ella queda convertida en un objeto que recibe la acción, y su negativa al respecto es leída como una anomalía. Así, el cuestionamiento de los criterios del DSM-5 resulta ineludible, puesto que la línea entre no sentir con el sexo y ser asexual se presenta borrosa cuando además está atravesada por un conflicto de género: La primera vez que lo hice fue con otro chico el verano pasado, que estaba muy a gusto con él, pero llevábamos dos meses o así. Como me gustaba mucho y yo no quería perderle, pues al final lo hice con él, pero fue horrible. Yo no sentía nada, era como si me estuviese metiendo el dedo en la nariz. Ahora lo pienso y no sé cómo él podía hacerlo estando yo así, estaba yo en la cama y, no sé. Yo, si soy él, y me veo a mí, no sé cómo puedes seguir con alguien en plan, “bueno, pues te quito la ropa, te tumbo en la cama”. No tuvo ningún sentido eso. Y encima ya con eso luego le cogí mucho miedo porque pensaba “joder, ¿esto es tener sexo?”. Porque yo no estaba sintiendo nada ni salía nada de mí (Arabella, 18 de mayo de 2016). Encontramos dos motivos por los que la vida sexual ha servido para promocionar enfermedades en general, sobre todo las de las mujeres. Por un lado, la ambivalencia que se presenta entre una sexualidad regulada y controlada y, por otro, una cultura popular que sobredimensiona las expectativas públicas en cuanto a la importancia del sexo, presentando en el caso de las mujeres la hipersexualización como sinónimo de liberación (Tiefer, 2006). Hablar de la sexualidad sin hablar de género me parece que no tiene ningún sentido. No estamos socializados igual de cara al sexo, de cara al deseo…. Hablar de un espectro asexual que influye en todas las personas igual, creo que es un error, porque no influye de la misma 31 manera. No vincular el género con la sexualidad, es dejar el discurso un poco cojo (Ruth, 11 de mayo de 2016. Énfasis añadido). Si, como afirman Osborne y Guasch (2003) la sexualidad es el cruce de la naturaleza con la estructura social, de manera que se podría decir que es un producto social, ¿hasta qué punto podríamos asegurar que la sociedad tiene esta concepción de la sexualidad? Incluso desde una perspectiva crítica con el esencialismo de la sexualidad, ¿no se da por hecho que esta, necesariamente, está dirigida a otra persona? ¿Se presupone la atracción sexual que el/la otrx, con independencia de su sexo/género, nos despierta? Si por atracción sexual entendemos la voluntad de compartir la práctica sexual con la persona que nos genera este sentimiento, ¿qué consideramos, entonces, práctica sexual? ¿Cuál es el límite en que esa atracción es sexual y dónde deja de serlo? Parece que en nuestra sociedad se alimenta el mito de que el sexo es “natural” (esto es, una cosa automática y función biológica no aprendida). Esto prepara el escenario para el tráfico de la enfermedad, un proceso que alienta la conversión de la ansiedad creada socialmente con los diagnósticos médicos adecuados para el tratamiento farmacológico (Tiefer, 2006). Así pues, el malestar que genera no cumplir con las expectativas sociales en cuanto al sexo, que en múltiples ocasiones se rodean de mitos que ni siquiera se cumplen en la realidad de las prácticas sexuales, representa el caldo de cultivo de la patologización. A mí lo que me llama la atención es que creo que dentro de la gente que se considera alosexual, dicen que les interesa más el sexo de lo que de verdad les interesa. Mi experiencia me ha llevado a eso, que es un poco postureo también, y parece que la medicina se deja llevar por eso. Sí que hay profesionales que se piensan que pasa algo. Ya no es el miedo de cómo te van a aceptar socialmente, sino a que te traten como a un enfermo (Miriam, 1 de mayo de 2016). Y frente al mito generado ante la naturaleza del sexo, la identidad asexual cae inevitablemente bajo la sombra de la patologización, puesto que entonces parece que no es natural asegurar que no se siente atracción sexual hacia otras personas. Si la performatividad del género nos lleva a la conclusión de que aquello que consideramos una esencia interna se construye a través de un conjunto sostenido de actos (Butler, 1999), ¿nos encontramos ante una situación similar en lo que a la sexualidad se refiere? ¿Es la atracción sexual también una mera construcción y como tal ha de considerarse, ya sea desde la variedad que entraña o desde su misma ausencia? ¿Hasta qué punto el imaginario que conforma nuestro deseo sexual es algo innato o aprendido? Si la libido se considera innata en el ser humano, ¿lo es también la focalización de este impulso en el/la otrx? ¿Qué relación existe entre el mayor porcentaje de personas socializadas como mujeres dentro del colectivo asexual y esta regulación de su sexualidad desde el discurso científico32 médico? ¿Podría considerarse una rebeldía ante el interés normalizador de la práctica sexual en el género femenino? El proceso de medicalización, promovido por la industria, los medios, los expertos en salud y los actores políticos conservadores, produce valoraciones sexuales, lenguaje, sistemas de clasificación y autoridades, y moldea profundamente la visión popular de la sexualidad, a pesar de que la cultura esté llena de voces diversas (Tiefer, 2002). Por ello, frente a todo un compendio de conocimiento avalado por el discurso científico-médico, la asexualidad cuestiona que la atracción sexual sea innata en el ser humano, de manera que se pone en cuestión que la definición con la que este colectivo se identifica tenga que caer necesariamente en la patologización. Pudiera parecer que el discurso se escuda en que dicha vivencia no genera un malestar y por ello no debe ser diagnosticada, si bien se podría optar también por el reconocimiento de dicho malestar, leído como un malestar que nace del contexto social, donde el error sería más bien diagnosticar a la persona en cuestión y no a la sociedad. Plantea Rubin (2003) que las sociedades occidentales modernas evalúan los actos sexuales según un sistema jerárquico de valor sexual. Aquellos que tienen una conducta que se posiciona en la parte superior de esta jerarquía se ven recompensados, mientras que, según vamos descendiendo, los individuos que las practican pueden caer en la sospecha de la enfermedad mental (Ibídem) ¿Dónde quedaría, entonces, aquel comportamiento que ni siquiera se encuadra en la atracción sexual, sino que se construye por oposición a la misma? La conducta asexual, que en épocas anteriores en que se reconocían diversas formas de celibato y abstención de la sexualidad, pudo ser vivible y encontrar un espacio que gozaba de legitimidad social, en el contexto actual y desde el alejamiento con el ámbito religioso que potenciaba mayoritariamente estas posiciones legitimadas, no contaría, sin embargo, con el mismo reconocimiento, sino más bien al contrario. Como menciona Latour (1992) al hablar de la estructura de ADN, cada vez que alguien más se convence de la misma, esta se hace progresivamente más correcta. ¿Qué sucede, entonces, con la postura que mantiene el saber científico-médico en materia de diversidad sexual? ¿Se ha “cajanegrizado” la sexualidad como necesariamente natural, orientada al otrx, a la atracción por el otrx, naturalizando esta conducta concreta como propia del ser humano y patologizando la ausencia de la misma? Los sistemas de expertos, uno de los elementos señalados por Giddens (1997) como característicos de la Modernidad, se basan en la ciencia, por lo que, ¿cuál es la repercusión que los discursos emitidos por la misma tienen en que 33 aquello que sostienen se haga “progresivamente más correcto” y mayor porcentaje de personas sea convencido desde esa posición jerárquica? Sin embargo, la crisis de confianza en los expertos y el desarrollo de las tecnologías digitales ha posibilitado una apertura en este sentido. En el caso que nos ocupa, el cuestionamiento de la patologización de la asexualidad en los manuales de conocimiento experto ha venido acompañado por la construcción paralela de “lo que es” esta identidad por parte de la comunidad generada a nivel online. En esta época de profusión de datos, en la sociedad métrica que habitamos, el discurso asexual se ha construido con un cierto cariz científico. Aunque resulte paradójico, la comunidad asexual podría ser, precisamente, datasexual (Morozov, 2015) en ciertos aspectos, dada la obsesión por registrar cada uno de los aspectos que pueden contribuir a la despatologización definitiva de la asexualidad y a su normalización en el espacio público. Podría parecer que, tal y como argumenta Morozov (2015), en esta época si alguien (en este caso una identidad) elige no registrar ciertos datos que argumenten su existencia, tarde o temprano puede pasar a ser sospechosa. Así pues, en torno a la asexualidad ronda la sospecha de que tenga algún matiz religioso, de que sea una excusa para evitar confesar otras orientaciones sexuales no normativas, de que sea algo ficticio e imposible dada la naturaleza sexual de las personas y un largo etcétera. Es por ello que, desde hace unos años y a través de la plataforma virtual, este colectivo se ha dedicado a realizar encuestas anuales con objeto de demostrar que la identidad asexual existe como tal, que no es algo que se elija, sino que se siente (o más bien que no se siente, al tratase de “ausencia de atracción sexual”), y que no tiene por qué venir acompañada de un estado depresivo, más aún si se consigue una paulatina aceptación de la asexualidad que ponga fin a la presión social que aún hoy existe. En el último recopilatorio se incluyen los resultados obtenidos desde 2011 hasta 2015 que, sin tratarse de datos oficiales ni procedentes de un discurso experto, recogen con todo lujo de detalles múltiples matices que contribuyen a la construcción de la asexualidad10. Quizá uno de los elementos más llamativos de esta obsesión por registrar, clasificar y generar datos que proporcionen conclusiones certeras acerca de lo que es la asexualidad sea la existencia de la ya mencionada Asexualpedia11. Si bien la 10 Resultados de las encuestas de AVENes desde 2011 hasta principios de 2015 <http://asexuality.org/sp/files/ResultadosAVENes2011-2014.pdf> [Consulta: 22 de marzo de 2016] 11 http://asexuality.org/sp/wiki/index.php?title=P%C3%A1gina_principal 34 conocida Wikipedia, en la que esta se basa, es un claro ejemplo de cómo estamos generando nuevos ecosistemas de conocimiento y del papel esencial que la tecnología tiene en este proceso, la Asexualpedia es la prueba fehaciente de que tal vez lxs asexuales no experimentan atracción sexual pero, sin duda, sí atracción por los datos. En ella podemos encontrar recogida tal cantidad de información que resulta difícil (hasta para las propias personas asexuales) controlar semejante volumen de datos. Cabría cuestionarse cuál es el efecto que semejante profusión de categorías tiene, y hasta qué punto la necesidad de legitimación no podría terminar generando una falta de solidez ante dicho despliegue. Entre otros muchos términos, un apartado que resulta especialmente interesante es el que concierne a la variedad de atracciones12 que pueden contemplarse dentro del espectro asexual, más aún si tenemos en cuenta que dicha distinción se hace necesaria para reforzar la definición en que se basa la asexualidad, esto es, ausencia de atracción sexual. Por lo tanto, otro de los lugares fundamentales donde se gesta la asexualidad es el espacio virtual. La importancia de las redes en “el hacer” de esta identidad es fundamental, ya que ha sido a través de la comunidad online donde ha empezado a movilizarse este colectivo. Las tecnologías digitales pueden ser leídas como tecnologías del yo, aquellas que permiten a los individuos efectuar, solos o con ayuda de otros, cierto número de operaciones sobre su cuerpo y su alma, sus pensamientos, sus conductas, su manera de ser, es decir, transformarse con el fin de alcanzar cierto estado de felicidad, de pureza, de sabiduría, de perfección o de inmortalidad (Foucault, 2008: 48). Así pues, hablar de las tecnologías del yo implica hacer referencia a cómo inscribimos nuestro yo, hecho en el que hoy en día las redes tienen un poder fundamental. En las tecnologías digitales se dan procesos de subjetivación, son prácticas a través de las cuales se generan inscripciones, se genera una escritura, que es una de las prácticas esenciales del yo. La asexualidad se “ha hecho” de un modo distinto en las redes que en las consultas médicas. El espacio digital ha permitido que se den otras prácticas, en este caso de las personas que experimentan esta vivencia, y se genere una realidad muy diferente a la del ámbito sanitario. De nuevo entra en juego la multiplicidad de dicha realidad, donde una persona asexual en el contexto de la plataforma de la comunidad online se vive como una identidad, mientras que desde la medicina se construye a través del diagnóstico y de la sospecha de si este comportamiento genera o no un malestar interno (con lo que ya sí sería etiquetada como enfermedad). 12 El desglose de las atracciones sexuales se incluye al final como anexo. 35 5. ASEXUALIDAD Y ALOSEXISMO: CARTOGRAFÍA DE LA JERARQUÍA SOCIO-SEXUAL La asexualidad está desplegando “su hacer” a través de una categorización identitaria vertida en las plataformas digitales. Tenemos, por un lado, una construcción desde arriba hacia abajo, es decir, una serie de categorías y amplia terminología que se ha gestado a través del saber compartido en red y que son presentadas a aquellxs sujetxs cuya vivencia compartida les ha llevado a esta búsqueda. Así pues, esta construcción identitaria se desdobla en una segunda dirección, donde tenemos, por otro lado, el proceso de subjetivización de cada unx de dichos individuxs, una construcción “desde abajo”, donde el saber compartido adquiere matices en la práctica y encontramos testimonios más o menos posicionados con la causa. Resulta complicado determinar qué es o no es la asexualidad, qué entra o no dentro de determinadas etiquetas, homogeneizar, en fin, la heterogeneidad de discursos presentes. El apartado anterior se ha limitado a exponer parte del conocimiento compartido en torno a la misma, así como algunas vivencias respecto a cómo esta identidad navega en el marco social actual. No obstante, precisamente tomando como contexto este marco social, es interesante plantear la asexualidad en clave de un cuestionamiento al mismo. ¿Qué incomodidades generan las identidades asexuales? ¿Qué rupturas tienen asociadas? ¿Qué “verdades” ponen en entredicho? La asexualidad, definida como ausencia de atracción sexual, ¿sería un ejemplo de contra-sexualidad (Preciado, 2011) llevada al extremo, donde se da una disidencia con la práctica sexual que da por hecho la existencia de una atracción sexual entre las personas que la llevan a cabo? La asexualidad genera una incomodidad en las dinámicas interiorizadas desde la alosexualidad, donde la atracción sexual es presupuesta, lo cual se percibe como extensible a todxs. La asexualidad nos desorienta, nos descoloca, cuestiona de algún modo la jerarquía socio-sexual: “Estar orientado, o sentirse en casa en el mundo, es también sentir un cierto confort: podríamos darnos cuenta solamente de este confort precisamente cuando lo perdemos, cuando nos volvemos incómodos. La palabra “confort” sugiere estar bienestar y satisfacción, pero también implica facilidad (…). Estar confortable es estar tan en la facilidad del entorno que se vuelve duro distinguir dónde termina el cuerpo termina y empieza el mundo” (Ahmed, 2006: 134). Mi entorno no lo sabe porque es un follón que te cagas. Las pocas personas a las que se lo he intentado decir se piensan que estoy de coña, que es un vacile total. Porque la mayoría de gente sabe que he tenido pareja y que he tenido relaciones con ellas, y claro, es como si tú has follado, pues ¿qué me estás contando? (Sergio, 18 de mayo de 2016. Énfasis añadido). 36 En el marco de las dinámicas sexuales, la asexualidad se resiste a la obligatoriedad de experimentar la atracción sexual, de focalizar la energía sexual en lo que el/la otrx nos despierta. Una cierta analogía de este cuestionamiento del marco de sentido se puede encontrar en otros casos, como los cuerpos intersex que se resisten a encasillarse en una categoría concreta o los cuerpos trans que se niegan a realizar la transición de un género a otro. Así pues, podríamos observar también en la asexualidad esa desorientación que nos hace preguntarnos por nuestros propios vínculos internalizados y probablemente no del todo conscientes. El desarrollo gradual de los derechos de las minorías sexuales tiene delante un frente de difícil penetración: la “impermeabilización” del tejido social […]. La sociedad que mira a las minorías como “otrxs”, no sujetos a derechos […]. En su lucha contra la exclusión, en su afán de ser socialmente incluidos, las minorías sexuales se organizan. Se constituyen en movimientos sociales, más o menos sólidos (Nieto, 2003: 113). En la sociedad actual, donde hay una mayoría de personas alosexuales, la asexualidad parece reclamar su espacio a través de esta categoría de reciente surgimiento que, poco a poco y en parte de la mano de los medios (el anuncio de Flex ya mencionado y diversos artículos publicados sobre el tema en medios de gran tirada), parece ir encontrando algo más de reconocimiento. “El reconocimiento que puede otorgarnos aquel a quien atribuimos la capacidad y autoridad para hacerlo” (Casado y García, 2006: 104). “Y esa atribución no se produce en un espacio vaciado de poder” (Ibídem, 2008). El modo en que se articulan las distintas posiciones alosexuales y asexuales, la manera en que estas se relacionan entre sí, puede generar en algunos contextos unas dinámicas de poder donde las subjetividades minoritarias pueden verse oprimidas. “El poder está en todas partes; no es que lo englobe todo, sino que viene de todas partes. Hay que ser nominalista, sin duda: el poder no es una institución, y no es una estructura, no es cierta potencia de la que algunos estarían dotados: es el nombre que se presta a una situación estratégica compleja en una sociedad dada” (Foucault, 2005: 98). Así pues, en el marco de las identidades asexuales en que nos estamos moviendo, este ejercicio del poder ha sido denominado por el colectivo asexual como alosexismo, es decir, la opresión dirigida hacia aquellas personas identificadas dentro del espectro asexual. La experiencia que se recoge a continuación da cuenta de cómo, en un contexto de identidades minoritarias construidas frente al marco social de relaciones normativas, también se puede generar exclusión: Una vez comenté el tema de la asexualidad en una charla de poliamor y me sentí discriminadx. Una de las ponentes dijo que eso de la asexualidad le quedaba muy raro, que ella no era una 37 monja budista de esas, que se masturbaba mucho y muy a gusto. Toda la gente del público empezó a carcajearse y yo lo sentí como bullying de instituto. Al salir escuché como otra decía “joder tías, al final nos acabamos juntando con las que no follan” (K, 18 de mayo de 2016). El alosexismo, como modelo hegemónico de configuración de la sexualidad, se construye dentro del ordenamiento sexual enmarcado en un contexto social en el que actúan a partir de un “sistema adquirido de preferencias, de principios de visión y de división (lo que se suele llamar un gusto), de estructuras cognitivas duraderas (que esencialmente son fruto de la incorporación de estructuras objetivas) y de esquemas de acción que orientan la percepción de la situación y la respuesta adaptada. El habitus es esa especie de sentido práctico de lo que hay que hacer en una situación determinada” (Bourdieu, 1997: 40). Así pues, el habitus se entiende como las estructuras generativas que se sedimentan en nuestra motricidad (Bourdieu, 1980), lo cual tiene una repercusión en nuestro modo de ocupar el espacio, en nuestra coreografía corporal al relacionarnos unxs con otrxs. Se trata de estructuras generativas que, leídas en cuestión de género, nos llevan a performar una masculinidad o feminidad consideradas como la norma, donde las disidencias a la misma caen en la sospecha. Una performance de género atravesada por el entramado de poder que se despliega en torno a las prácticas sexuales, donde estas estructuras previas, estos actos que se ponen en funcionamiento a través de la fuerza performativa del lenguaje, derivan en comportamientos determinados y roles enquistados. El dispositivo de la sexualidad se hace evidente y emergen personajes como la mujer frígida o el hombre impotente (Foucault, 2005) en el imaginario colectivo, lo que contribuye a reforzar unas posiciones determinadas en torno a la práctica sexual, a naturalizar ciertos comportamientos y a criminalizar otros. Me pasé mucho tiempo pensando que todas las mujeres vivían el sexo como yo lo vivía. Los hombres ya tengo claro que algo les pone y se les pone dura, y sus reacciones y todo eso, las veía. Pero no fue hasta que hablé más con otras chicas, sobre todo hasta que me acosté con una chica, que de repente dije “está en otro universo en el que yo no estoy”. Pensaba que las tías por algo lo vivíamos de otra manera, y está claro que no. Empecé a preguntar más intencionadamente a muchas más mujeres y claro, les encantaba y se sentían muy cachondas muchas veces, me lo describían y ahí empecé a notar que algo sí pasaba. También creo que cada cual vive su sexualidad de una manera muy individual, pero yo estoy hablando un poco de cómo yo lo vivía separada de lo normativo (Caterina, 7 de mayo de 2016. Énfasis añadido). En la línea de estas declaraciones y como ya se ha comentado en el apartado anterior, el porcentaje de personas socializadas como mujeres es mucho más representativo dentro del colectivo asexual, tal y como recogen las encuestas que ellxs mismxs han elaborado, como se observa entre los miembros de la asociación o incluso en la propia proporción de personas entrevistadas para este trabajo (5 hombres, frente a 9 mujeres y una persona trans no binaria). Si bien la asexualidad 38 parece implicar un cuestionamiento del ordenamiento sexual imperante, no parece casual que haya una mayoría leída como género femenino. “La idea neovictoriana promovida por el feminismo antipornografía de que los hombres son horribles y las mujeres encantadoras, aparte de poseer claras resonancias conservadoras, comporta la noción de víctimas pasivas de nuestras circunstancias; de la misma forma, sostener que los deseos masculinos son irreprimibles no es sino el anverso de pensar que los deseos sexuales de las mujeres son inexistentes. En palabras de Schur, una actitud de estas características “niega implícitamente la existencia de una sexualidad femenina activa al tiempo que induce al derrotismo entre las mujeres” (Osborne, 2002: 51). ¿Cómo hemos sido educadas en el terreno sexual? ¿Qué consecuencias tiene presentar una negativa a una propuesta sexual? ¿Cómo consideramos las mujeres que vivimos nuestra sexualidad en comparación a los hombres? ¿Por qué jerarquías está entretejida la práctica sexual y hasta qué punto estas siguen presentes? Presentar la asexualidad en el debate público implica cuestionar la obligatoriedad del “sí”, articula una posición que nos incomoda porque pone en entredicho el modo en que desarrollamos nuestras prácticas. Y desde una perspectiva de figura leída como varón, aunque sean minoritarias dentro del colectivo, representa el cuestionamiento a la necesidad de performar un rol dominante en torno a la práctica sexual, a la exigencia que se presupone en estas dinámicas, a “cumplir” y exponer hombría. El surgimiento de la asexualidad como identidad podría suponer una respuesta a las tensiones que se desarrollan en los modelos de feminidad y masculinidad en relación al sexo. En el caso de las mujeres, frente al panorama hostil que se presenta; en cuanto a los hombres, un cuestionamiento de la masculinidad hegemónica. “Estamos en una sociedad del ‘sexo’ o, mejor, de ‘sexualidad’: los mecanismos del poder se dirigen al cuerpo, a la vida, a lo que la hace proliferar, a lo que refuerza la especie, su vigor, su capacidad de dominar o su aptitud para ser utilizada. El poder habla de la sexualidad y a la sexualidad. La sexualidad, lejos de haber sido reprimida en la sociedad contemporánea, es en cambio permanentemente suscitada” (Foucault, 2005: 156-157). La retórica de sexo como algo positivo es un instrumento poderoso desarrollado en esta sociedad contemporánea, donde determinados colectivos han facilitado que exista un cierto apoyo político y educativo a favor de unas prácticas sexuales seguras y de la reivindicación de sexualidades marginales. Esta visión permite un reconocimiento de comportamientos más allá de la penetración vaginal y relaciones más allá de los vínculos heterosexuales (Glick, 2000; citado en Sloan, 2015). Sin embargo, esta retórica de una visión positiva del sexo corre el riesgo de la proliferación de marcos que privilegian la expresión sexual para generar una intimidad personal. Pueden convertirse en discursos que deslegitimen las intenciones de los individuos asexuales a formar relaciones no sexuales (Feministe, 2012 y Glickman, 2011; citado en Sloan, 2015), así como estar atravesados por el matiz de género donde pueden darse situaciones en que una mujer recibe 39 expectativas de relación sexual por parte de un varón con el que quiere establecer un vínculo no sexual. Yo cuando estaba con chicos, me daba besos y tal porque era lo que hacía todo el mundo. Pero si me intentaban tocar pensaba “si a mí esto no me llama”. Siempre estaba el tiempo máximo que podía durar hasta que aguantaban ellos y decían “¡oye! No somos plantitas asexuales, o hacemos algo o nada” (Arabella, 18 de mayo de 2016). Hablamos de un contexto en el que se identificó liberación sexual con liberación de las mujeres, de un modo quizá apresurado que no analizó las dinámicas patriarcales que aún subyacían. Con ello, se pasó de un modelo patriarcal que regulaba el acceso de los cuerpos femeninos a la sexualidad limitando su sexualidad, a otro que también la regulaba, pero a partir de una lógica de promoción e invitación a la sexualidad, dando lugar a un modelo que genera dinámicas que desde el análisis asexual se han calificado como hipersexualizadas. El aperturismo logrado se ha traducido en la mercantilización del objeto de sus demandas, hasta llevar la máxima “el sexo vende” al límite de sus posibilidades, siendo además un tipo de sexo que responde a unos modelos determinados, de manera que la jerarquía social se refuerza en el plano sexual. “Esta obligación de fluidez, de flujo, de circulación acelerada de lo psíquico, de lo sexual y de los cuerpos es la exacta réplica de la que rige el valor mercancía: que el capital circule, que ya no haya gravedad, punto fijo, que la cadena de inversiones y reinversiones sea incesante, que el valor irradie sin tregua y en todas direcciones -es esa la forma actual de realización del valor. Es esa la forma del capital, y la sexualidad, la consigna sexual, el modelo sexual, es su forma de aparecer a nivel de los cuerpos. Además, el cuerpo, el cuerpo al que sin cesar nos referimos, no tiene otra realidad que la del modelo sexual y productivo” (Baudrillard, 1977: 33) Además, se traduce en un extrañamiento generalizado ante aquellas personas que no participan en las prácticas sexuales (o, al menos, no con la misma implicación). Así pues, sobre la falta de interés en las prácticas sexuales parece planear la sombra de la duda, de manera que se ejerce una regulación de estas vivencias por parte del biopoder a través de patologización de estas conductas (o, mejor dicho, de la ausencia de las mismas). El trastorno del interés/excitación sexual femenino y el trastorno del deseo sexual hipoactivo en el varón así lo demuestran. Una patologización, además, segregada por géneros, lo cual contribuye a reforzar el ordenamiento sexual imperante en dos posiciones que, aparentemente, responden de manera desigual ante dichas prácticas. Un caso paradigmático de ello, tanto en la potenciación de la práctica sexual como en la mencionada separación por géneros, son las conocidas Viagra y Addyi, la última novedad para mujeres. 40 Nuestro centro de gravedad se ha efectivamente desplazado hacia una economía inconsciente y libidinal que ya no da lugar más que a una naturalización total de un deseo condenado, ya sea al destino de las pulsiones, ya sea al puro y simple funcionamiento maquínico, pero, sobre todo, a lo imaginario de la represión y de la liberación. En adelante ya no se dirá más: “tienes un alma, debes salvarla”, sino “tienes un sexo, debes encontrarle el buen uso”. “Tienes un inconsciente, hay que saber liberarlo”. “Tienes un cuerpo, hay que saber gozarlo”. “Tienes una libido, hay que saber gastarla”, etc. (Baudrillard, 1977: 32) Esta economía inconsciente y libidinal se traslada al ámbito publicitario, donde las relaciones entre los productos ofertados y el sexo como lugar común al que acudir resultan paradójicas. ¿Realmente es necesario apelar al apetito carnal para vender una colonia? Es más, retomando de nuevo la idea anterior entre la jerarquía social y su plasmación a través de lo sexual, ¿qué modelos se usan en estas representaciones del sexo? ¿El placer alimenticio tiene que estar relacionado necesariamente con el placer sexual? ¿Por qué comer una tableta de chocolate ha de ser un sinónimo de orgasmo? La hipersexualización del entorno es aplastante, y los modelos de jerarquía social que en esta se reflejan también. Este contexto parece ser aún más percibido por las personas que se mueven en el espectro asexual. A mí me pasa que cuando veo anuncios de una tipa y un tipo, casi en pelotas, haciendo un montón de posturitas y es en plan “¿de verdad había necesidad de hacerlo, tío?” Es innecesario. Te meten el sexo por los ojos y ya te genera rechazo que sean tan pesados. Es absurdo la cantidad de sexo que hay en todos los lados. A mí me parece pesado (Sergio, 18 de mayo de 2016). Lxs asexuales, desde un distanciamiento con estos contextos que privilegian una determinada expresión sexual, pasan a ser figuras que pueden caer en la incomprensión por unas dinámicas de consumo poco normativas, al igual que sucede con aquellas subjetividades que no entran en los marcos aceptados en cuanto a la práctica del sexo. Atendiendo a las estadísticas elaboradas por el propio colectivo, así lo comprobamos. La mayoría de personas identificadas con la asexualidad son jóvenes (al menos en los datos por ellxs mismxs recogidos), quizá por un mayor acceso a la tecnología que ha posibilitado la eclosión del colectivo. Las cifras devuelven un consumo de alcohol muy bajo o nulo, así como escaso interés en salir a discotecas durante el ocio nocturno. Si analizamos que ambas conductas pueden venir acompañadas por dinámicas sexualizadas, esta relación cobra sentido. Este es el marco en el que, unido a otras opresiones sobre sexualidades no normativas, se desplegaría el denominado por el colectivo asexual alosexismo: presuponer determinados deseos o atracciones sin preguntar previamente; dar por hecho que ciertos vínculos en lo afectivo han de ir acompañados de unas prácticas 41 sexuales concretas; o, incluso, desde la propia producción discursiva, poner en cuestión vivencias que manifiestan un desinterés por la conducta sexual. Todo ello contribuye a reforzar ciertos marcos, con la problemática de que las dinámicas alosexistas se podrían encontrar incluso en los entornos activistas más subversivos, donde un enaltecimiento de la libertad en las prácticas sexuales (que tanto costó conseguir y donde aún queda trabajo por hacer) puede generar, además desde la inconsciencia, nuevas dinámicas de opresión. “No hay que creer que diciendo sí al sexo se dice no al poder; se sigue, por el contrario, el hilo del dispositivo general de sexualidad” (Foucault, 2005: 167). 42 6. ASEXUALIDAD Y BDSM: REDEFINIENDO VÍNCULOS, DELIMITANDO FRONTERAS La cuestión acerca de a qué dinámicas sociales responde el auge de la asexualidad como identidad en los últimos años ha sido abordada desde distintos ángulos. No obstante, pocas investigaciones se han centrado en analizar, una vez asumida esta vivencia, de qué modo estas personas se mueven por estos entornos hipersexualizados que hemos mencionado en el apartado anterior. ¿Cómo construyen sus vínculos, cómo se forman sus relaciones en un espacio necesariamente compartido con personas alosexuales? ¿De qué manera negocian con estas otras subjetividades los intercambios? ¿Dónde se fija el límite entre lo que se consideran comportamientos sexuales y no sexuales? Sloan (2015) es una de las pocas investigadoras que ha abordado esta cuestión, para lo cual se sirvió de los contextos BDSM como escenarios en los que analizar estas relaciones entre alosexuales y asexuales. Entrevistó a un total de 15 personas definidas dentro del espectro asexual que también participaban en relaciones BDSM, sin pretender demostrar por qué estas personas no tienen relaciones sexuales (o, si las tienen, por qué no las experimentan de un modo convencional), sino cómo estos individuos negocian las expectativas que pueden generarse en torno a lo sexual. Para este apartado nos serviremos del testimonio de Caterina, una de las entrevistadas en esta investigación que se define dentro del espectro asexual y participa en prácticas BDSM: Yo no sé por qué soy asexual, igual soy asexual porque tengo mogollón de ansiedad, no lo sé. Pero me da igual, el caso es que lo soy. Y desde el momento en que te quitas la frustración de “tengo que cambiar”, hay un momento de tranquilidad. Lo has vivido como una diferencia y, de repente, es empoderador. En entornos de BDSM venían muchas personas con esta historia. “Ah, claro, esta persona practica BDSM porque en realidad tenía diversidad funcional y fue abusada de pequeña”, típico diagnóstico absurdo que se hace. Pues a lo mejor sí, ¿y qué? (Caterina, 7 de mayo de 2016). Aunque la sexualidad, como toda actividad cultural humana, se base en el cuerpo, la estructura, la fisiología y el funcionamiento del cuerpo no determinan la configuración o el significado de la sexualidad de una forma directa ni simple. Si esto fuera así, podríamos esperar que se registrara una gran uniformidad entre las diversas culturas. Sin embargo, la diversidad sexual que vemos es sorprendente: las actividades que se condenan en una sociedad son favorecidas en otras, y las ideas de lo que es atractivo, erótico, satisfactorio o, incluso, sexualmente posible varían considerablemente (Vance, 1989: 20). Esta diversidad pone a su vez en entredicho las consideraciones de lo que se considera sexual y lo que no, puesto que 43 encontramos prácticas que no poseen el significado sexual que le damos los sujetos en el siglo XXI. Un ejemplo lo encontramos en los médicos victorianos que trataban a las mujeres con histeria con orgasmos clitorianos, procedimiento que no consideraban erótico al tratarse de algo ajeno al modelo androcéntrico de sexualidad (Maines, 1999). Esto sugiere que la presencia y significado de la atracción sexual y el placer están determinados histórica y culturalmente por nociones específicas de aquellos actos físicos que provocan un efecto emocional y el intercambio relacional que, de manera colectiva, es catalogado como sexo (Weeks, 1996; citado en Sloan, 2015). “Asumir que la sexualidad no es un hecho natural implica que no se trata de una esencia universal que marca nuestro comportamiento. La sexualidad está incardinada en el cuerpo y se ve influida por él, pero el cuerpo no determina la sexualidad. Experimentamos la sexualidad de forma personal, pero la sexualidad tiene una manifiesta dimensión social. Nuestra corporeidad y la lectura que de ella hacemos depende de cuestiones biográficas personales, pero también de cuestiones de clase y de cultura, de factores económicos, políticos y sociales así como institucionales e ideológicos, como las leyes y la religión. Los discursos y las prácticas, en conjunto, configuran los significados que damos a los hechos de la sexualidad” (Osborne, Guasch, 2003: 21). En la línea de la construcción de la sexualidad, asegura Foucault (2005) que el deseo sexual no es algo intrínseco, no es un impulso instintivo con un objeto definido, un fenómeno invariable que la convención social reprime o modera. Por el contrario, este emerge en cómo los individuos se mueven en ciertas situaciones a través de performar determinados roles, y es el sistema cultural el que asocia el sexo a determinados comportamientos, el que delimita qué es sexual y qué no: Dentro de la sexología, creo que la postura más neutra es que precisamente cada cual tenemos nuestra manera de vivir la erótica y que la erótica es algo amplísimo. Cualquier acto puede ser susceptible de ser erótico si la persona lo entiende como tal. Es decir, también, mucho de la atracción sensual o del contacto no genital o no sexualizado de las personas asexuales, si no lo entienden como sexual, no va a ser sexual, si lo entienden como sexual o le meten una carga erótica de algún tipo, será sexual. (Caterina, 7 de mayo de 2016. Énfasis añadido). El contexto BDSM resulta particularmente interesante a la hora de analizar esta cuestión. En él se ponen en juego distintas dinámicas que operan en términos de intercambio de poder, donde se alternan las posiciones de dominación y sumisión. “Si analizamos las relaciones de poder desde una óptica foucaultiana, en la que el poder resulta al tiempo regulador y productivo, y las posiciones de subjetividad emergen en una compleja dinámica en la que sujeción y agencia son dos aspectos co-constitutivos y necesariamente imbricados” (Romero Bachiller y García Dauder, 2008: 71) A pesar de la diversidad de prácticas que engloba, gran parte de los estudios destacan la naturaleza de práctica sexual del BDSM. Este posicionamiento académico se sitúa en parte en la historia de la subcultura y en cómo estas prácticas 44 sirvieron de apoyo a identidades y relaciones sexuales marginales. Las tempranas subculturas BDSM en los años 70 estaban formadas por miembros de las comunidades gays, por lo que se dedicaron a crear espacios donde desarrollar unas prácticas sexuales marginales (Califia, 1994; citado en Sloan, 2015). La literatura recogió estos espacios como lugares de articulación de deseos sexuales estigmatizados (Bauer, 2007; Califia, 1994; Sloan, 2015). Esto resultó muy positivo, pero el hecho de que el BDSM pueda crear estos espacios no significa que fomente únicamente la expresión sexual. Ahí radica el interés de observar cómo lxs asexuales se mueven en estos contextos en relación a las expectativas sexuales que en los mismos pueden generar. Las prácticas BDSM se basan fundamentalmente en tres pilares: 1) Deben ser actividades que ocurran con consentimiento, nunca forzadas (Califia, 1994 y Martínez, 2011; citados en Sloan, 2015). 2) Lxs participantes designan la duración de las mismas, los espacios físicos en lxs que se desarrollan y los imaginarios que se evocan durante el proceso de desequilibrio de poder (Califia, 1994, Martínez, 2011 y Weiss, 2011; citados en Sloan, 2015). 3) Las escenas concluyen con un período de “cuidado posterior” durante el cual se disuelve el vínculo y se valora el intercambio de energía (Weiss, 2011; citado en Sloan, 2015). Tal y como ponen de manifiesto estos principios, las prácticas BDSM pasan por un proceso de negociación previo donde se fijan ciertos límites y se llega a determinados acuerdos. Quizá ahí se encuentre la clave de uno de los motivos por los cuales las personas asexuales se sienten cómodas en dichas dinámicas. Por un lado, al igual que su propia identificación como personas asexuales les ayuda a articular su falta de interés al enfrentarse a las relaciones sexuales, ser partícipes en estas prácticas les dibuja un espacio de comodidad en el que no hay supuestos previos y tienen voz para exponer los actos que quieren o no quieren realizar: Cuando empecé a conocer el mundo BDSM, ahí sí que vi más diversidad. Creo que allí mucha gente entiende el tema del placer mental. Porque, por ejemplo, cuando tú eres dominante, no estás recibiendo nada, por lo que no sé hasta qué punto las personas dominantes están cachondas en el momento, pero me da la impresión de que no tanto porque requiere mucho control para hacer determinadas cosas. Encontré más gente que se acoplaba más a mi manera de vivir la asexualidad, sobre todo también con tema de fetichismos, como otras maneras de ver la sexualidad. Me encontré en un terreno más cómodo. (Caterina, 7 de mayo de 2016. Énfasis añadido). Por lo tanto, el contexto BDSM parece brindar al colectivo asexual un escenario sobre el que desplegar su identidad e interaccionar con las personas alosexuales por dos motivos fundamentales: 45 6.1. El BDSM como espacio de negociación El BDSM les proporciona el espacio de negociación para establecer unos límites que eliminen en lxs otrxs participantes la expectativa de tener sexo. El sexo es concebido como una práctica más dentro de las posibles fuentes de placer. Esto permite que la asexualidad en el mundo BDSM simplemente sea leída como una preferencia por otras prácticas (Sloan, 2015). Estas declaraciones de la persona entrevistada, que se define dentro de la grisasexualidad, ponen de manifiesto cómo la diversidad de prácticas presentes en el BDSM y el papel al que queda relegado el sexo están muy relacionadas con la manera de entender el espectro asexual: Creo que hay una intersección alucinante entre asexualidad y BDSM, fetichismos, etc. Creo que la vivencia de ello no es la atracción a la otra persona, sino la atracción a una situación concreta, y eso es la definición de la asexualidad. O sea, que no te atrae la otra persona físicamente. Por ejemplo, dentro de la grisasexualidad entran tantas cosas, tantas situaciones, que a lo mejor solamente es un rol concreto el que te detona, digamos, el deseo. En realidad, cualquier práctica, creo, de las no focalizadas al sexo dentro del BDSM se puede englobar dentro de la grisasexualidad. (Caterina, 7 de mayo de 2016. Énfasis añadido). Resulta relevante el modo en que se remarca cuál es la definición de la asexualidad, al hilo de este interés categórico que comentábamos anteriormente. Es necesaria la aclaración constante, la explicación continua, quizá debido a la dificultad que el término encierra en sí, precisamente por todo lo que abarca. En cuanto al modo en que esta persona se mueve en el mundo BDSM y cómo lo experimenta, sin necesidad de que esté atravesado por esa atracción sexual que se remarca (su ausencia más bien) en la definición de asexualidad, comenta: Mi vivencia corporal en una situación BDSM creo que es más extrema. El dolor te lleva a sitios mentales más interesantes, descargas endorfinas. No es excitación, no, no lo es, pero si se mezcla con el rol y la entrega, es como un plus, no sé cómo explicarlo. Quiero decir, es de repente esa cosa de darle placer a otra persona, la sensación de satisfacción personal que uno puede tener. Eso estando de bottom. Estando de top, la sensación es el placer del control. No es algo que se traduzca demasiado en nada de deseo ni nada así, ¿no? (Caterina, 7 de mayo de 2016). Los intercambios de poder que se generan en las prácticas BDSM, si bien desde una identificación con la asexualidad no son experimentados como atracción sexual, sí parecen tener un componente de erotización. La articulación de posiciones de dominación y sumisión, así como la intimidad que posibilitan con la pareja, parecen dar lugar a unas sensaciones concretas que desde la identificación con la asexualidad resultan complicadas de etiquetar, pero que, desde luego, entrañan algún tipo de placer (no necesariamente sexual, claro). Preguntada por esta experimentación del placer desde una vivencia asexual, la entrevistada concreta mejor la explicación a través de un ejemplo que resulta más esclarecedor: Es un placer mental o de apetencia. Es como un masaje, como muy sensorial. En un masaje, depende de qué zonas se toquen, puede haber cierta estimulación. En un masaje de entrada no te atrae la persona que te lo está haciendo, pero las sensaciones que sientes pueden hacer 46 que te guste mucho, se puede volver sexual u orgásmico. Creo que es parecido, estás prestando más atención a eso, con el componente de que, si además existe conexión con la persona y tienes un algo previo, se genera el mismo componente de intimidad (Caterina, 7 de mayo de 2016). Por último, en lo referente a ese espacio de negociación previo que se abre en los contextos BDSM con el que tienen que lidiar las personas asexuales, parece que un posicionamiento claro desde la identificación con la asexualidad no siempre resulta cómodo: En el mundo BDSM llevo más tiempo explicándome cómo funciono sin ponerle tantas etiquetas. Sí llevo unos meses explicándolo con etiqueta, pero no sé si volver a probar a explicarlo sin etiquetas. Me parece más fácil. Depende de la persona. Dices “es que soy no sé qué”, da como vergüenza ponerse a explicar. Sin embargo, explicas “no, es que mira, a mí me gusta esto más y esto menos”, y es como entrar desde otro sitio (Caterina, 7 de mayo de 2016). A pesar de tratarse de un espacio que genera más libertad a las personas asexuales para expresarse y relacionarse, al menos desde el testimonio recogido se pueden leer aún ciertas reticencias o vergüenzas asociadas a una identidad que todavía no es demasiado conocida. 6.2. Asexualidad y relaciones sexuales en contextos BDSM Algunxs asexuales utilizan los discursos BDSM para mantener relaciones sexuales, lo cual no invalida su identidad. Son prácticas divergentes de las narrativas convencionales de consumar el deseo y alcanzar el placer sexual, lo que permite a estas personas comunicar la ansiedad que el sexo les puede despertar. Es precisamente la distinción que se realiza entre comportamientos sexuales y no sexuales, unida a la negociación previa, lo que permite que se generen estos intercambios entre personas alosexuales y asexuales. Quizá parece incongruente con la definición de la identidad, pero para ellxs, aunque les pueda causar una cierta ansiedad, puede representar un modo de generar intimidad. En algunos casos estas prácticas se llevan a cabo para satisfacer a lxs compañerxs alosexuales: Muchas veces me siento como una trabajadora sexual, literalmente, estoy aquí haciendo un curro que se hace, que para mí tiene sentido porque quiero tener esta intimidad y eso implica la práctica sexual (Caterina, 7 de mayo de 2016). No hay que olvidar que hay zonas vinculadas a la excitación sexual que son más sensibles y pueden resultar muy dolorosas. Esto puede utilizarse en estos intercambios de poder para incrementar el dolor y prolongar el disfrute que genera esta actividad. Los comportamientos sexuales causan en las personas asexuales una experiencia estresante y a la vez positiva en tanto que la intimidad con la pareja se ve reforzada (Sloan, 2015). Se puede contemplar una analogía con ello en torno a la experiencia del dolor en el BDSM, que puede ser al mismo tiempo dolorosa y 47 placentera, al tiempo que constituye a fortalecer el espacio de intimidad con la pareja. Sin embargo, estos espacios de relación entre personas alosexuales y asexuales también pueden presentar sus problemas en cuanto al entendimiento de cuáles son los límites, más si tenemos en cuenta que dada la interseccionalidad de los escenarios posibles, el género opera en cada uno de ellos. La lógica de pacto y consentimiento del BDSM puede romperse, de manera que se puede llegar a ejercer una violencia sexual que ya trasciende la contraposición alosexual/asexual de las figuras que se relacionan y puede desencadenar un conflicto de género de manual: Sí que he tenido situaciones jodidas. Cuando empecé a ver por dónde iba yo, hay un punto en que me gusta la novedad, me pierde el seducir y en general no lo quiero llevar al sexo, y esto sí me ha llevado a problemas. Una vez tuve un par de situaciones con un chico que en realidad sentía que tenía cierto derecho a tener sexo por decirme que había accedido a no sé qué… no era nada forzado, era más bien desesperación patética de estar muy cachondo. Y entonces accedí (Caterina, 7 de mayo de 2016). Aún parecen darse determinadas dinámicas patriarcales de poder que favorecen supuestas “confusiones” (a pesar de dichas negociaciones) en lo que entra dentro de un comportamiento sexual o no, que acaban perpetuando situaciones de violencia sexual que no respetan la vivencia de las mujeres -asexuales o no- y que entroncan con una sociedad que continúa sin resolver su relación de tolerancia con las agresiones sexuales. Añadiendo a esta última reflexión la carga que tienen las últimas palabras de la entrevistada con ese “y entonces accedí”, donde parece reforzarse la presencia del ordenamiento sexual y de los roles asociados a cada género. A pesar de ello, en líneas generales el contexto BDSM contempla un espacio más amable para el colectivo asexual, en el que estas personas sí obtienen un mayor reconocimiento por parte de lxs alosexuales. Dentro de las dinámicas de intercambio de poder, pueden ser consideradxs como iguales gracias a la negociación previa, lo que “nos lleva a considerar de una forma relevante el papel del reconocimiento, aun en términos de subordinación, como un elemento esencial para devenir sujeto. En palabras de Judith Butler (2001: 18): “prefiero existir en la subordinación que no existir: esta sería una de las formulaciones del dilema (donde también hay un riesgo de muerte). […] Precisamente cuando la elección se vuelve imposible, el sujeto persigue la subordinación como promesa de existencia.” (Romero y Dauder, 2008: 71). 48 CONCLUSIONES La asexualidad es una identidad que ha surgido como tal en el presente siglo XXI, muy alimentada a través de las redes, de manera que se encuentra en pleno proceso de legitimación y de búsqueda de su lugar en el espacio público. Las investigaciones que han abordado su estudio han experimentado una evolución hacia la despatologización de la misma, si bien en los inicios la asexualidad ni siquiera se contemplaba dentro del espectro de las orientaciones (a)sexuales posibles. El panorama actual parece aspirar a establecer posibles conexiones entre el discurso asexual y la teoría queer en lo que se refiere al cuestionamiento del marco social que este colectivo plantea. Un elemento característico de la comunidad asexual online es la profusión de terminología que la acompaña. Se trata de un hecho curioso, puesto que es una identidad que además parece definirse más en negativo, a partir de los noes respecto a aquello con lo que no se siente representada. Por ello, no queda claro si el excesivo corpus teórico va más en beneficio o perjuicio de dicha identidad. No obstante, lo que sí resulta evidente es que el conocimiento vertido en las redes ha posibilitado la coherencia del discurso de las distintas subjetividades. En el marco de esta realidad múltiple y variable (Mol, 2002), el espacio virtual (y su progresivo traslado al ámbito offline) ha sido uno de los contextos en los que la asexualidad se ha hecho. El otro ha sido el ámbito sanitario, donde se observa cómo el discurso médico ha diagnosticado la falta de interés en el sexo en base a sus parámetros y con marcadas diferencias en cuanto al género. Se observa en el discurso científico-médico la concepción del sexo desde el mito de lo necesariamente natural, donde la atracción sexual, matiz que exponen lxs asexuales para definir su identidad, parece ser percibida como algo innato. Se argumenta que si estas vivencias, desde un distanciamiento con el sexo, no producen malestar, no tienen por qué caer en la patologización, si bien resulta complicado que no genere un cierto malestar algo que la sociedad no termina de aceptar como normal. Además, el debate en torno a qué se considera sexual y qué no, con el riesgo de adoptar posiciones androcéntricas y genitalocéntricas, puede contribuir a que otras subjetividades tengan mayor riesgo de quedar enmarcadas en la patología. Frente al discurso médico, desde la comunidad asexual se cae en ocasiones en un cierto esencialismo en cuanto al origen de su identidad, que puede resultar lógico en la búsqueda de legitimación como respuesta a lo expuesto desde el biopoder. Más allá de determinar qué entra o no dentro del amplio paraguas que la asexualidad parece contemplar o cuál es el origen de la misma, este trabajo ha 49 pretendido fundamentalmente determinar en qué sentido el discurso expuesto por este colectivo implica determinadas rupturas con el marco social, en qué aspectos nos desorienta (Ahmed, 2006). La asexualidad parece plantear el debate de la jerarquización que el sexo tiene en nuestros vínculos e interacciones, así como en qué medida estamos considerando la atracción sexual que sentimos como algo innato y no con un cierto componente construido. Asimismo, también sugiere una reflexión en torno a la presencia de lo sexual en nuestra sociedad, de qué modelos se utilizan para representarlo y quién queda, por lo tanto, excluidx de los mismos. De igual modo, el hecho de que el porcentaje de mujeres identificadas como asexuales sea claramente superior al de los hombres nos devuelve preguntas interesantes en torno a qué implica identificarse bajo esta terminología según los modelos de masculinidad y feminidad y cómo se articulan en la sexualidad. Por otra parte, resulta relevante poner de manifiesto cómo la asexualidad plantea un cierto cuestionamiento de las dinámicas seguidas por las minorías sexuales construidas por oposición al marco social, donde el comportamiento asexual, al tratarse de una conducta que tiempo atrás o incluso en determinados círculos en la actualidad sí cuenta con una cierta legitimación, puede generar rechazo a ser incluida por parecer que representa una regresión en la liberación sexual. Sin embargo, la voluntad del colectivo parece ser más bien contraria, con deseo de vincularse a las demandas expuestas por estas minorías sexuales, argumentando un distanciamiento absoluto con la cuestión religiosa y percibiendo en el contexto actual una hipersexualización (con modelos que, a través de lo sexual, refuerzan la jerarquía social) que también les genera exclusión. Con ello se abren debates interesantes que aún no han sido resueltos y posiblemente serán reflexionados más adelante. Uno de los más candentes es si, en el caso de que la asexualidad se incluya de nuevo en las futuras reinvindicaciones del Orgullo, ¿entrarían, por lo tanto, las personas asexuales heterorrománticas? Si la asexualidad se concibe como una orientación más, que no se enmarca dentro de la heterosexualidad y queda fuera de la heteronorma, ¿cómo gestionar esos futuros conflictos que desdoblan la atracción de las orientaciones entre lo sexual y lo romántico? Por último, regresando al momento actual y preguntándonos por cómo el colectivo asexual se mueve en sus relaciones en un mundo que desde su vivencia coloca la práctica sexual en un lugar privilegiado, parece que los contextos BDSM posibilitan un espacio más amable para estas personas y les permiten tejer vínculos con personas alosexuales gracias a la lógica de pacto/negociación y a no ser prácticas que tengan implícita la obligatoriedad de la conducta sexual. 50 BIBLIOGRAFÍA Ahmed, Sara (2006) “The Orient and Other Others”, en Queer Phenomenology, Orientations, Objects, Others, Durham y Londres: Duke UP: 109-156. Alonso, Luis Enrique (1998). La Mirada cualitativa en sociología, Madrid: Fundamentos. American Psychiatric Association (2014) Guía de consulta de los criterios diagnósticos del DSM-5. Estados Unidos, American Psychiatric Publishing. Baudrillard, Jean (1977). Olvidar a Foucault, Valencia: Pre-textos. 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Sabíamos que estábamos allí por la necesidad de que se nos conozca, de que la gente sepa que la asexualidad existe y está ahí. Que hay todavía más diversidad. Pero desde luego no estábamos ahí por convicción y, si ya sospechábamos que no íbamos a encajar mucho en cómo estaba planteado aquello, la realidad nos dio la razón. Sentí la presión de la sociedad, la gente leyendo con extrañeza esa palabra desconocida. Éramos una parte más del espectáculo y del desfile de “rarezas”. Porque me dio esa impresión, que la gente que asistía como público no estaba tan implicada en la reivindicación como en ver pasar “curiosidades”. Ver que el grado de alcohol de la gente según avanzaba el tiempo y el recorrido aumentaba no era agradable. Aquello era solamente una fiesta y una excusa para divertirse. No vi comprensión ni empatía, ni hacia nosotres ni hacia el resto. Detrás de nuestro grupo marchaban el de Leather Friends. La gente no paraba de hacerse fotografías con ellos, como si hacerse fotos con alguien vestido de cuero fuera lo más. Me pareció bastante triste que la marcha del Pride estuviera tan desvirtuada de la reivindicación y se hubiera convertido casi en un desfile de carnaval. Mucha forma, pero poco fondo. Llegamos a la gente, pero la gente no nos llegó a nosotros. Todo lo contrario que en el Orgullo Crítico. Ahí el objetivo principal no era la visibilización, sino la reafirmación como colectivo. Quizá no llegamos a las miles de personas del Pride, pero a cambio nos llegó el calor y la empatía del resto de colectivos. Y, en 53 general, vi mucha fraternidad entre minorías. Era todo más familiar y humano. Más humilde, más sentido. Increíble el momento de la lectura del manifiesto, centenares de personas atentas a un texto sobre asexualidad. Esa sensación de certeza y de sentirse autoafirmado en contraste con las continuas apariciones en medios que tratan la asexualidad de forma inadecuada o incluso negándola. Frente a ese desconocimiento, incomprensión social e incredulidad que vivimos en el día a día, pudimos expresar en voz alta nuestras ideas. Nuestro sentir, nuestra rabia, nuestros temores y nuestros deseos. Decirlo ante cientos de personas que, respetuosas, sin dudar ni cuestionar, nos escucharon. Y para cerrar, decir que, siendo visitante, sobre todo en el Orgullo Crítico me llamó mucho la atención la diversidad y la transversalidad que había. Tan solo había estado en un Orgullo antes y fue el año anterior en el de Bilbao. Allí en Madrid se veía como las cuestiones de nacionalidad o raza se cruzaban de forma natural con la diversidad sexual y de género. El hecho de tener intérpretes para incluir a las personas sordas me dejó muy sorprendida, ese punto de mirar por otras realidades porque a veces pensamos que los sordos son solo sordos y los gays son solo gays. Como si una persona solo pudiera pertenecer a una minoría cada vez. La verdad es que aquella noche en la plaza Pedro Zerolo vi reunida tal cantidad de diversidad como antes no había visto. Y para mis adentros decía: “esto, esto es la sociedad. Amplia, diversa, cada une diferente. Y así debería de ser, no hoy, sino cada día”. Y viviendo el ambiente de aquella plaza, aquella noche fui consciente de la multitud de prejuicios, sesgos, moldes, marcos que nos rodean. No digo que haya que romper con todo, es más bien dejar que la diversidad se manifieste. Yo cada vez me pregunto más si la sociedad tiene realmente mayorías o si es solo un artefacto producto de los “hay que, se supone que, debes de” y de personas que eclipsan su singularidad por encajar. Cada vez más me pregunto si la sociedad no 54 es más diversa porque no puede serlo, es lo que es y las minorías minoritarias son, o si es más bien que la diversidad está acallada e invisibilizada. Soy de la segunda opción. Cada vez pienso más que la única mayoría es la de las minorías, y que una persona cuando realmente puede expresarse y ser plenamente muestra sus “rarezas”. Y así, por ejemplo, tengo la impresión de que entre los grupos de minorías sexuales y de género abundan los “frikies”, simplemente porque ya el hecho de declararse fuera de lo “esperable” en algo (sexualidad/género) da “derecho”, quita el miedo y la vergüenza, a poder ser, expresarse, como “raro” en otros ámbitos. Y viceversa. Si estás en un grupo que respeta tu divergencia sexual o de género, es un ambiente favorable al respeto y comprensión por otras “divergencias”. Porque, al final, la expresión de la diversidad va muy de la mano del respeto, la aceptación, la comprensión. Miriam Para mí las sensaciones en un Orgullo y otro no tuvieron nada que ver. En el Orgullo Crítico me sentí parte de algo, una más, no había miedos, sentí que era mi sitio, que estaba ahí reivindicando algo igual que el resto, que percibía el entorno igual que el resto, que íbamos todes a lo mismo, que podía ser libre siendo lo que soy. En el Orgullo oficial me sentí un perro verde, curiosamente más verde que nunca, sentí que los demás percibían aquello de un modo diferente, que ese mundo era ajeno a mí, me sentí más fuera de la sociedad que nunca. Es una marcha hipersexualizada donde toda la lucha y reivindicación se lanza desde la hipersexualización de los cuerpos, de las relaciones, de todo. Sí, que lo que se hipersexualiza son cuerpos y relaciones que se salen de la heteronorma y nosotres también estamos fuera de eso, pero en un mundo en que la libertad se expresa a través de la hipersexualización, les asexuales quedamos fuera. Aquella marcha no nos representaba, no nos entendía, en cierto modo no nos dejaba ser libres. Conseguimos visibilidad, pero no la sensación de ser parte de aquello. 55 8 Guion de la entrevista realizada al colectivo de personas asexuales: 1) Colectivo a) ¿Cómo y cuándo aparece el interés por la asexualidad? ¿Qué es el movimiento asexual? ¿En qué contexto surge? ¿Cómo se ha organizado? ¿Cuáles son los principios del movimiento (sexocentrismo, hipersexualización)? b) ¿Cómo y dónde te interesas tú por la asexualidad? ¿Cuándo te diste cuenta de que no experimentabas atracción sexual por lxs demás (o no en la misma medida)? ¿Cómo fue esa salida del armario? ¿Sufriste algún tipo de discriminación por ello? ¿Tu entorno lo sabe? ¿Es complicado vivir públicamente la asexualidad? ¿Cómo llegaste a la página de la asexualidad, qué estabas buscando? ¿Qué supuso para ti el reencuentro con personas con vivencias similares? ¿Has llegado a tener relaciones sexuales? Si es así, ¿qué sentimiento se te despertaron? ¿Has tenido vínculos emocionales fuertes con alguna persona (relaciones románticas u otro tipo de lazos)? ¿Piensas que se puede vivir en pareja sin tener sexo? Si tu pareja fuera alosexual, ¿accederías a tener sexo? 2) AVENes - ¿Cómo llega la asexualidad a España? ¿Qué es AVEN? ¿Cómo surge? ¿Cómo se crea la página? ¿Por qué empieza con la definición de asexualidad? ¿Cómo se administra? ¿En cuántos idiomas podemos encontrar esta plataforma? ¿Hay contacto entre unos países y otros? ¿Qué tipo de actividades se desarrollan a través de la página? ¿Cada cuánto tiempo hay reuniones presenciales y cómo se organizan? ¿Qué crees que debería hacer AVENes para visibilizarse en nuestro país? ¿Hay información suficiente como para que una persona ajena a la asexualidad entienda en qué consiste esta al consultar vuestra web? ¿Para qué se utiliza el símbolo de la tarta? ¿Qué otros símbolos relevantes hay? Mencionar la campaña #AceDay. 56 3) Ideario - ¿Qué cuenta la página de AVEN? ¿La sociedad está hipersexualizada? ¿Afecta la hipersexualización del mismo modo a hombres y a mujeres? ¿En qué se diferencia la asexualidad de formas más tradicionales de evitar las relaciones sexuales como el celibato? ¿Las personas que pasan por períodos sin relaciones sexuales serían asexuales? ¿Qué matices hay dentro de la asexualidad? ¿Hay conflicto con estos términos? ¿Cómo explicarías el espectro asexual? ¿Existe una patologización de la asexualidad? ¿La has sufrido tú en algún momento o conoces a alguien que la haya sufrido? 4) Futuro - ¿Cuál es el futuro del movimiento asexual? ¿Cómo han tratado los medios de comunicación al colectivo asexual? ¿Crees que la labor de difusión ha sido beneficiosa o ha generado una idea confundida de lo que es vuestra identidad? Estáis llevando a cabo los trámites necesarios para constituiros como asociación. ¿Qué opinas de este proceso? ¿Es un paso positivo para la visibilización de la identidad asexual? ¿Os veremos en el próximo Orgullo 2016? ¿Qué proyectos futuros tenéis (web, publicaciones, foros, etc.)? Y a nivel personal, ¿cuál es tu futuro? 57 9 Manifiesto del colectivo asexual leído en el marco del Orgullo Crítico 2016: Asexualidad existe. Les asexuales existimos. Sentir atracción sexual no es universal. El placer y el deseo no es solo uno, es tan variado como personas distintas somos. La asexualidad es un espectro diverso, reivindicamos la grisexualidad con toda su gama de grises y en ella la demisexualidad. Les asexuales valoramos las emociones en las relaciones humanas. Sabemos querer. Nuestro amor no vale menos. El amor puede demostrarse de muchas maneras no solo con el sexo. El afecto puede dirigirse a cualquier ser humano que sea importante para cada persona. Levantamos la voz también por el arromanticismo porque hay otras formas de amar fuera del amor romántico. Las personas asexuales no somos ni célibes ni castas, si queremos tenemos relaciones sexuales y las disfrutamos. Si nos apetece nos masturbamos. Todo ser humano tiene derecho a expresar sus emociones de forma libre, sin ningún tipo de veto social que lo juzgue, castigue o lo trate de enfermo. No somos inmadures, ni demasiado jóvenes, no nos falta conocer a “ese” alguien. No insistas, lo tenemos claro. No somos personas reprimidas, ni amargadas. Somos personas felices, plenas y realizadas. Cuestionamos el modelo de primacía sexual en medio de una sociedad hipersexualizada. La jerarquización de las relaciones afectivas en función del sexo. La presión de las expectativas sexuales. Una sociedad que nos dicta lo que debemos sentir, que nos cuestiona y que, incrédula, nos niega. Que no educa en la diversidad, en la diferencia, en lo que cada une es. Estamos aquí por primera vez para que se oiga la voz asexual. Voz silenciada e invisibilizada. Es nuestra orientación sexual y es lo que reivindicamos. Ni elección, ni moda, ni tendencia, es nuestra vivencia. Que este sea el primer año de muchos otros. Que más gente se entere. Asexualidad existe, les asexuales existimos. 58 12 Tipos de atracción establecidas por el colectivo asexual: Atracción sexual: sensación que hace desear un contacto sexual con otra persona específica. Cuando alguien te pone caliente. La idea de contacto sexual no se reduce al coito. Atracción romántica: enamorarse de alguien o tener sentimientos de enamoramiento. Es el sentimiento que causa a las personas desear una relación romántica con otra persona o personas específicas. Atracción de amigx: atracción no romántica ni sexual. Querer tener una amistad con alguien, querer estar cerca de alguien, conocerle, sentir que conectáis, tener interés por él/ella o que te importe esa persona... pero sin envolver el vínculo con romance ni querer una relación de típica pareja con el otro. Tampoco habría atracción sexual. Entraría querer a otra persona como amigo. Arrobamiento: atracción no romántica ni sexual. Un enamoramiento arromántico, el deseo de tener una fuerte relación sin romance ni sexo con alguien. Este tipo de relación sería como más que una amistad típica, pero sin llegar a ser la típica pareja romántica. Quizás, pero no necesariamente, podría tratarse de una amistad muy profunda, una relación como de hermanxs o una relación de admiración hacia el/la otrx. Este enamoramiento arromántico no tiene por qué buscar una correspondencia. Sería como una atracción afectiva no romántica intensa o peculiar. Atracción sensual o sensorial: puede ser táctil, visual, olfativa, auditiva o gustativa. Atracción estética: apreciar la apariencia de otra persona. Es posible definir la atracción estética como un subconjunto de la atracción sensual en el momento en el que el acto de observar la apariencia o comportamiento de una persona puede ser percibido como un placer envolviendo el sentido de la vista. Atracción intelectual: atracción hacia la mente, el intelecto, el conocimiento, la habilidad, el dominio profesional u otras facultades cognitivas de alguien. Interesarte o admirar alguno de estos factores de una persona en concreto. Se puede querer intercambiar ideas con la otra persona, tener una relación o vínculo con el/la otrx relacionado con su mente. Atracción social: sensación que lleva a desear la interacción social con otra persona determinada. 59
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