Escuela Secundaria Oficial NO. 920 “Sor Juana Inés De La Cruz” ANTOLOGÍA ELECTRÓNICA Movimientos Literarios Presenta: Lizhet Estévez Estévez San Marcos De La Cruz, México Octubre, 2014 EL BARROCO . LUIS DE GONGORA Y ARGOTE 4 . Francisco Gómez de Quevedo Villegas y Santibáñez 6 Cevallos . Tirso de molina 8 . Juan Ruiz de Alarcón y Mendoza 10 .Sor Juana Juana Inés De La Cruz 15 .Carlos de singuenza Góngora 21 .Gustavo Adolfo Bécquer 24 27 .Manuel Acuña .Rubén Darío .Amado Nervo .Manuel Gutiérrez Nájera .Ramón López Velarde .Horacio Zúñiga .Gabriela Mistral .Rosario Castellanos 31 34 37 39 42 25 50 .Jaime Salinas 52 PRESENTACION La presente antología de electrónica contiene los movimientos literarios de la lengua española, abarcando desde el siglo de oro español, demostrando la riqueza retórica del periodo barroco, el manejo del lenguaje, la métrica y la rima permiten reconocer e identificar el florecimiento de la poesía. El manejo de los versos de arte menor así como los de arte mayor, se manifiestan en cada uno de los movimientos literarios, el romanticismo consolida el manejo de estas reglas, el modernismo trata de alternar estas y con los contemporáneos, las formas de escribir evolucionan, manejando las prosas de la escritura de versos, como una alternativa. Entendimos como se hace la rima consonante como la métrica (sinalefas y dialefas) de arte menor y arte mayor en los versos, entendimos que existen versos llamados (monosílabos, bisílabos, trisílabos, tetrasílabos, pentasílabos, hexasílabos, heptasílabos). También aprendimos en cómo se puede dividir sus unidades de un poema, este tipo de trabajo nos satisface porque nos gusta como hace su trabajo el profesor de español y los temas los da muy interesantes como esta antología electrónica que realizamos. Luis de Góngora y Argote (Córdoba, 11 de julio de 1561-ibídem, 23 de mayo de 1627) fue un poeta y dramaturgo español del Siglo de Oro, máximo exponente de la corriente literaria conocida, más tarde y con simplificación perpetuada a lo largo de siglos, como culteranismo o gongorismo, cuya obra será imitada tanto en su siglo como en los siglos posteriores en Europa y América. Como si se tratara de un clásico latino, sus obras fueron objeto de exégesis ya en su misma época. Nació en la antigua calle de Las Pavas en una casa propiedad de su tío Francisco Góngora, racionero de la catedral, situada en el lugar que hoy ocupa el número 10 de la calle, aunque siguen existiendo dudas sobre estos datos. Era hijo del juez de bienes confiscados por el Santo Oficio de Córdoba don Francisco de Argote y de la dama de la nobleza Leonor de Góngora. Estudió en la Universidad de Salamanca, donde llamó ya entonces la atención como poeta, tomó órdenes menores en 1575 y fue canónigo beneficiado de la catedral cordobesa, donde fue amonestado ante el obispo Pacheco por acudir pocas veces al coro y por charlar en él, así como por acudir a diversiones profanas y componer versos satíricos. Aunque Góngora no publicó sus obras (un intento suyo en 1623 no fructificó), éstas pasaron de mano en mano en copias manuscritas que se coleccionaron y recopilaron en cancioneros, romanceros y antologías publicados con su permiso o sin él. El mismo año de su muerte Juan López Vicuña publicó ya unas Obras en verso del Homero español que se considera también muy fiable e importante en la fijación del corpusgongorino; sus atribuciones suelen ser certeras; aun así, fue recogida por la Inquisición y después superada por la de Gonzalo de Hoces en 1633.4 Por otra parte, las obras de Góngora, como anteriormente las de Juan de Mena y Garcilaso de la Vega, gozaron el honor de ser ampliamente glosadas y comentadas por personajes de la talla de Díaz de Rivas, Pellicer, Salcedo Coronel, Salazar Mardones, Pedro de Valencia y otros.5 La crítica desde Marcelino Menéndez Pelayo ha distinguido tradicionalmente dos épocas o dos maneras en la obra de Góngora: el «Príncipe de la Luz», que correspondería a su primera etapa como poeta, donde compone sencillos romances y letrillas alabados unánimemente hasta época Neoclásica, y el «Príncipe de las Tinieblas», en que a partir de 1610, en que compone la oda A la toma de Larache se vuelve autor de poemas oscuros e ininteligibles. Hasta época romántica esta parte de su obra fue duramente criticada e incluso censurada por el mismo neoclásico Ignacio de Luzán Poema A una dama muy blanca, vestida de verde Cisne gentil, después que crespo el vado dejó, y de espuma a la agua encanecida, que al rubio sol la pluma humedecida sacude de las juncias abrigado: copos de blanca nieve en verde prado, azucena entre murtas escondida, cuajada leche en juncos exprimida, diamante entre esmeraldas engastado, no tienen que preciarse de blancura después que nos mostró su airoso brío la blanca Leda en verde vestidura. Fue tal, que templó su aire el fuego mío, y dio, con su vestido y su hermosura, verdor al campo, claridad al río. Francisco Gómez de Quevedo Villegas y Santibáñez Cevallos (Madrid,14 de septiembre de 15801 – Villanueva de los Infantes, Ciudad Real, 8 de septiembre de 1645), conocido como Francisco de Quevedo, fue un escritor español del Siglo de Oro. Se trata de uno de los autores más destacados de la historia de la literatura española y es especialmente conocido por su obra poética, aunque también escribió obras narrativas y obras dramáticas. Ostentó los títulos de señor de La Torre de Juan Abad y caballero de la Orden de Santiago (su ingreso se hizo oficial el 29 de diciembre de 1617). Quevedo nació en Madrid en el seno de una familia de hidalgos provenientes de la aldea de Vejorís (Santiurde de Toranzo), en las montañas deCantabria.2 3 Fue bautizado en la parroquia de San Ginés el 26 de septiembre de 1580. Su infancia transcurrió en la Villa y Corte, rodeado de nobles y potentados, ya que sus padres desempeñaban altos cargos en Palacio. Su madre, María de Santibáñez, era dama de la reina, y su padre, Pedro Gómez de Quevedo, era el secretario de la hermana del rey Felipe II, María de Austria. Huérfano de padre a los seis años, le nombraron por tutor a un pariente lejano, Agustín de Villanueva. En 1591 falleció su hermano Pedro. Pasó al Colegio Imperial de la Compañía de Jesús, en lo que hoy es el Instituto de San Isidro de Madrid.4 y estudió Teología en Alcalá sin llegar a ordenarse, así como lenguas antiguas y modernas. Durante la estancia de la Corte en Valladolid parece ser que circularon los primeros poemas de Quevedo, que imitaban o parodiaban los de Luis de Góngora bajo seudónimo (Miguel de Musa) o no, y el poeta cordobés detectó con rapidez al joven que minaba su reputación y ganaba fama a su costa, de forma que decidió atacarlo con una serie de poemas; Quevedo le contestó y ese fue el comienzo de una enemistad que no terminó hasta la muerte del cisne cordobés, quien dejó en estos versos constancia de la deuda que Quevedo le tenía contraída. La obra poética de Quevedo, que está constituida por unos 875 poemas, presenta ejemplos de casi todos los subgéneros de su época: poesía satírico-burlesca, amorosa, moral, heroica, circunstancial, descriptiva, religiosa y fúnebre. Aproximadamente, un 40% de sus textos son satíricos; si a ello se le añade el hecho de que muchos de ellos circularon públicamente en vida del autor a través de copias manuscritas, se explica la fama de crítico severo y mordaz de su época con que se conoce, en parte, a Quevedo. La primera impresión de sus poemas tuvo lugar en 1605, en la antología conocida con el nombre de Primera parte de las flores de poetas ilustres de España. De forma póstuma, la mayor parte de sus poemas aparecieron publicados en dos obras: El Parnaso español (1648) y Las Tres Musas Últimas Castellanas (1670). la obra literaria de Quevedo radica en el estilo, vinculado al Conceptismo barroco y por lo tanto muy amigo de la concisión, de la elipsis y del cortesano juego de ingenio con las palabras mediante el abuso de la anfibología. Amante de la retórica, ensayó a veces un estilo oratorio lleno de simetrías, antítesis e isocola que lució más que nunca en su Vida de Marco Bruto. De léxico muy abundante, creó además muchos neologismos por derivación, composición y estereotipia y flexibilizó notablemente el mecanismo de la aposición especificativa en castellano («clérigo cerbatana, zapatos galeones...»), mecanismo que los escritores barrocos posteriores imitaron de él. En su sátira se acerca a veces a la estética del expresionismo al degradar a las personas mediante la reificación o cosificación, y la animalización. POEMA A CELESTINA Yace en esta tierra fría, Digna de toda crianza, La vieja cuya alabanza Tantas plumas merecía. No quiso en el cielo entrar A gozar de las estrellas, Por no estar entre doncellas Que no pudiese manchar. Tirso de Molina (Seudónimo de Fray Gabriel Téllez; Madrid, 1584 - Almazán, 1648) Dramaturgo español. Es uno de los grandes dramaturgos del Siglo de Oro español. En su obra dramática se mantuvo fiel a Lope de Vega, del que sólo se diferencia por el análisis más profundo de la psicología de sus protagonistas, en especial en los tipos femeninos, cuya variedad y matización es poco usual en el teatro español de la época. Pocos datos se conocen respecto de la biografía de Tirso de Molina. Se sabe que se ordenó en el convento mercedario de Guadalajara (1601); que vivió en el monasterio de Estercuel (1614-1615); que viajó a Santo Domingo en 1616, de donde regresó dos años más tarde. Una Junta de Reformación le condenó a destierro de la corte por escribir comedias profanas. En 1626 estaba de nuevo en la corte y fue nombrado comendador del convento de Trujillo. Fue confinado en el convento de Cuenca por orden del P. Salmerón, visitador general, al parecer por las mismas causas que promovieron su destierro. En 1632 fue nombrado cronista de su orden; en 1645 fue comendador del convento de Soria, y al año siguiente, definidor provincial de Castilla. Fue un autor muy fecundo. Dejó unas 300 comedias, que se imprimieron en cinco partes: Primera parte (Sevilla, 1627); Segunda parte (Madrid, 1635); Tercera parte (Tortosa, 1634); Cuarta parte (Madrid, 1635), y Quinta parte (Madrid, 1636). Como dramaturgo religioso, escribió varios autos sacramentales (El colmenero divino, No le arriendo la ganancia, El laberinto de Creta), comedias bíblicas (La mujer que manda en casa, sobre la historia de Acab y Jezabel; La mejor espigadera, sobre Ruth; La vida y muerte de Herodes; La venganza de Tamar) y comedias hagiográficas (la trilogía de La Santa Juana, La ninfa del cielo, La dama del Olivar). Extrajo de las historias y leyendas nacionales argumentos de numerosas comedias: la trilogía de los Pizarro (Todo es dar en una cosa, Amazonas en las Indias y La lealtad contra la envidia); la historia de Martín Peláez (El cobarde más valiente), o la de María de Molina (La prudencia en la mujer). Entre las comedias de carácter destacan Marta la piadosa y El vergonzoso en palacio. Al grupo de comedias de intriga pertenecen La villana de Vallecas, Desde Toledo a Madrid, Por el sótano y el torno y Don Gil de las calzas verdes. Se le atribuyen, aunque no se incluyeron en las Partes de sus comedias, dos obras de contenido filosófico de gran importancia: El burlador de Sevilla y convidado de piedra, que introdujo el tema del libertino don Juan Tenorio en la literatura universal, y El condenado por desconfiado, en la que trató el tema de la arrogancia del hombre frente a la gracia divina y la importancia del libre albedrío. Su obra en prosa incluye una Historia de la orden de la Merced y dos obras misceláneas: Cigarrales de Toledo (1621) y Deleitar aprovechando (1635). Que el clavel y la rosa Que el clavel y la rosa, ¿cuál era más hermosa? El clavel, lindo en color, y la rosa todo amor; el jazmín de honesto olor, la azucena religiosa, ¿Cuál es la más hermosa? La violeta enamorada, la retama encaramada, la madreselva mezclada, la flor de lino celosa. ¿Cuál es la más hermosa? Que el clavel y la rosa, ¿cuál era más hermosa? Juan Ruiz de Alarcón y 3 Mendoza (Taxco, 1580 o 1581 - Madrid, 4 de agosto de 1639) fue un escritor novohispano del Siglo de Oro que cultivó distintas variantes de la dramaturgia. Entre sus obras destacan la comedia La verdad sospechosa, que constituye una de las obras claves del teatro barroco hispanoamericano, comparable a las mejores piezas de Lope de Vega o Tirso de Molina.4 Su producción literaria se adscribe al género de la comedia de caracteres. Forjó un estilo construido a partir de personajes con identidades muy bien definidas, profundas y difíciles de entender en una primera lectura.5 Domina el juego de palabras y las asociaciones ingeniosas entre estas y las ideas. El resultado es un lenguaje lleno de refranes y capaz de expresar una gran riqueza de significados.6 El pensamiento de Alarcón es moralizante, como corresponde al períodobarroco.7 El mundo es un espacio hostil y engañoso, donde prevalecen las apariencias frente a la virtud y la verdad. Ataca a las costumbres y vicios sociales de la época, en lo que se distinguió notablemente del teatro de Lope de Vega, con el que no llegó a simpatizar. Es el más psicólogo y cortés de los dramaturgos barrocos y sus obras se mueven siempre en ámbitos urbanos, como Las paredes oyen y Los pechos privilegiados. Su producción, escasa en cantidad si se compara con la de otros dramaturgos contemporáneos, posee una gran calidad y unidad de conjunto y fue muy influyente e imitada en el teatro extranjero, particularmente en el francés.8 Todo ello le ha valido a Alarcón ser considerado un influyente dramaturgo del barroco español. No fue bien valorado por sus contemporáneos y su obra permaneció en el olvido hasta bien entrado el siglo XIX, cuando fue rescatada por Juan Eugenio Hartzenbusch. A pesar de que su producción se desarrolló en España, el pensamiento generado en la Nueva España a causa de sus obras fue importante para su posterior apogeo y el influjo de las tradiciones entre ambas regiones resulta inherente a la forma de reflejar el estilo de vida en dichas épocas.9 Las noticias sobre la infancia de Juan Ruiz de Alarcón son escasas,11 por lo que no se sabe con exactitud el lugar y la fecha de su nacimiento. Aunque según el propio dramaturgo, nació en la Ciudad de México en 1580 o 1581, la mayoría de los estudios consideran la localidad de Taxco (en el actual estado de Guerrero) como el verdadero lugar de nacimiento.3 Se sabe que su abuelo materno era judío y que su abuelo paterno era hijo de un sacerdote de La Mancha y una esclava mora.12 Todo indica que provenía de una familia bien relacionada con la nobleza castellana.13 Estudió, de 1596 a 1598, el bachillerato en Cánones, en la Real y Pontificia Universidad de México.14 Hacia 1600 debió partir a la Universidad de Salamanca, gracias a la capellanía de Gaspar Ruiz de Montoya, donde aprendería derecho civil y profundizaría en el derecho canónico.15 Durante su estancia en Salamanca, según varios autores, Alarcón comenzó a destacar como autor de piezas dramáticas y ensayos. 16 Para 1606 marchó a Sevilla con el propósito de ejercer como litigante en asuntos mercantiles y canónicos. Allí conoció a Miguel de Cervantes Saavedra, quien influiría posteriormente en sus obras, como La cueva de Salamanca y El semejante a sí mismo.17 En los primeros meses de 1607 decidió regresar a Nueva España.18 Dos años después obtuvo el título de licenciado en derecho y opuso, sin éxito, a varias cátedras. No llegó a doctorarse, tal vez por falta de recursos económicos.19 Gracias al virrey Luis de Velasco y Castilla, amigo de Alarcón, éste puede ascender en la burocracia virreinal, pues se le nombró teniente corregidor.20 Al partir Velasco a España, en 1611, Ruiz de Alarcón se embarca junto con la comitiva del virrey.21 A su llegada a Madrid, comienza la etapa más fructífera de su producción literaria.22 Sus primeras obras en representarse fueron Las paredes oyen y Los pechos privilegiados, ambas con moderado éxito. Pronto fue conocido en el círculo literario madrileño, aunque nunca estableció vínculos profundos con ninguno de sus integrantes.23 Por el contrario, se ganó la enemistad de Lope de Vega,24 Luis Vélez de Guevara, Luis de Góngora, Francisco de Quevedo y otros.25 Se conservan muchas redondillas satíricas y alusiones veladas a Alarcón, quien siempre fue ridiculizado por su físico —era jorobado— y por su origen americano.26 El novohispano, por su parte, respondió a la gran mayoría de los ataques hacia su persona y nunca dejó de escribir. Entre los estudiosos del taxqueño se ha planteado una hipótesis sobre la posible colaboración de Ruiz de Alarcón y Tirso de Molina, uno de los más famosos literatos de su tiempo y quien más influyó en su obra. 27 28 No existen pruebas escritas sobre la colaboración de ambos, aunque se supone que, por lo menos, dos de las comedias de Tirso, publicadas en la Segunda parte (Madrid, 1635), pertenecen a Alarcón.29 Para Castro Leal, sin embargo, el que en un tomo de Tirso figuren comedias de otros de ninguna manera prueba que pertenezcan a Alarcón.30 Con la subida al trono de Felipe IV, en 1621, el teatro cobró una gran importancia en la corte real. Alarcón pronto entabla una ventajosa amistad con el yerno del poderoso Conde-Duque de Olivares, Ramiro Felipe de Guzmán, a cuya sombra creció aún más como poeta. Entre 1622 y 1624 escribe La amistad castigada, El dueño de las estrellas y la gran mayoría de sus obras teatrales.31 Desde 1625 había servido en el Consejo de Indias, gracias a la intercesión de su amigo Ramiro Felipe de Guzmán.32 Primero ocupó el puesto de relator interino y en 1627 fue propuesto para una prebenda eclesiástica en América, lo que no fue aceptado. Su posición económica, como afirma un documento fechado en 1628, mejoró notablemente.33 También reconoció como hija suya a Lorenza de Alarcón, habida con Ana de Cervantes hacia 1620.34 Durante los primeros meses de 1639, la salud de Alarcón comenzó a deteriorarse. Dejó de asistir a las reuniones del Consejo de Indias y fue sustituido en su cargo de relator.35 El 1 de agosto dictó su testamento, donde consigna todas sus deudas y deudores. Murió la mañana del 4 de agosto y fue enterrado en la parroquia de San Sebastián.36 OBRA Publicó veinte comedias en dos volúmenes; el primero, con ocho, en 1628 (Los favores del mundo, La industria y la suerte, Las paredes oyen, El semejante a sí mismo, La cueva de Salamanca, Mudarse por mejorarse, Todo es ventura y El desdichado en fingir); el segundo, con doce, en 1634 (Los empeños de un engaño, El dueño de las estrellas, La amistad castigada, La manganilla de Melilla, Ganar amigos, La verdad sospechosa, El anticristo, El tejedor de Segovia, La prueba de las promesas, Los pechos privilegiados, La crueldad por el honor y El examen de maridos). Algunas comedias más se publicaron en distintas colecciones, como Quien mal anda mal acaba, No hay mal que por bien no venga y La culpa busca la pena, y el agravio la venganza. Otras obras de Alarcón son Siempre ayuda la verdad, comedia de intención moralizante, y Algunas hazañas de las muchas de don García Hurtado de Mendoza (1622, escrita en colaboración).38 La obra dramática de Juan Ruiz de Alarcón puede clasificarse en dos grandes grupos. El primero, la comedia histórica, aborda temas de la historia de España — especialmente del período de la Reconquista—, cuyas fuentes fueron Juan de Mariana y Jerónimo Zurita. Estas obras, de trama casi folletinesca, incluyen caracteres llenos de bravura y fidelidad, a fin de representar ideales moralizadores afines a la tradición del honor castellano. Esta tendencia moralizadora nutre casi todas sus comedias, en especial Ganar amigos. Dos obras que escapan al molde común de las comedias históricas alarconianas son La amistad castigada, situada en Sicilia, y El dueño de las estrellas, drama sobre el honor y las buenas costumbres cuyo telón de fondo es Creta.39 Las comedias moralizadoras, cuya intención es eminentemente ética, son las más conocidas del conjunto alarconiano. Las más conocidas son, sin duda, La verdad sospechosa y Las paredes oyen, que son las obras más valoradas de Alarcón y las que más influencia han ejercido en la literatura posterior. 40 La prueba de las promesas, basada en un cuento de Don Juan Manuel, es otra pieza dramática que ha recibido buena acogida por parte de la crítica especializada.41 Cronológicamente, la obra de Juan Ruiz de Alarcón puede clasificarse en tres grupos. El primero (1607-1612), concebido durante su estancia en Sevilla y la Nueva España, refleja el frustrado interés de Alarcón por imitar la comedia de enredos. El segundo grupo (1613-1618) es el más famoso del dramaturgo: comedias de carácter donde se muestran sus fallidas pretensiones por alcanzar un lugar en la corte. El último de ellos (1619-1625) contiene comedias que abordan el tema del honor y sus conflictos derivados. POEMA El Que Fuere Dichoso Será Amado El que fuere dichoso será amado y yo en amor no quiero ser dichoso, teniendo mi desvelo generoso a dicha ser por vos tan desdichado. Sólo es servir, servir sin ser premiado; cerca está de grosero el venturoso; seguir el bien a todos es forzoso, yo sólo sigo el bien sin ser forzado. No he menester ventura para amaros; amo de vos lo que de vos entiendo, no lo que espero, porque nada espero; llévame el conoceros a adoraros; servir más, por servir, sólo pretendo; de vos no quiero más que lo que os quiero. Juana Inés de Asbaje y Ramírez de Santillana, más conocida como Sor Juana Inés de la Cruz (San Miguel Nepantla, 12 de noviembre de 1651 -Ciudad de México, 17 de abril de 1695) fue una religiosa y escritora novohispana, exponente del Siglo de Oro de la literatura en español. Cultivó la lírica, el auto sacramental y el teatro, así como la prosa. Por la importancia de su obra, recibió los sobrenombres de «el Fénix de América», «la Décima Musa» o «la Décima Musa mexicana». A muy temprana edad aprendió a leer y a escribir. Perteneció a la corte de Antonio de Toledo y Salazar, marqués de Mancera y 25.º virrey novohispano. En 1667, por vocación religiosa y anhelo de conocimiento, ingresó a la vida monástica. Sus más importantes mecenas fueron los virreyes De Mancera, el arzobispo virrey Payo Enríquez de Rivera y los marqueses de la Laguna, virreyes también de la Nueva España, quienes publicaron los dos primeros tomos de sus obras en la España peninsular. Murió a causa de una epidemia el 17 de abril de 1695. Sor Juana Inés de la Cruz ocupó, junto a Juan Ruiz de Alarcón y a Carlos de Sigüenza y Góngora, un destacado lugar en la literatura novohispana.1 En el campo de la lírica, su trabajo se adscribe a los lineamientos del barroco español en su etapa tardía. La producción lírica de Sor Juana, que supone la mitad de su obra, es un crisol donde convergen la cultura de una Nueva España en apogeo, el culteranismo de Góngora y la obra conceptista de 2 Quevedo y Calderón. La obra dramática de Sor Juana va de lo religioso a lo profano. Sus obras más destacables en este género son Amor es más laberinto, Los empeños de una casa y una serie de autos sacramentales concebidos para representarse en la corte.3 Hasta mediados del siglo XX, la crítica sor juanita aceptaba como válido el testimonio de Diego Calleja, primer biógrafo de la monja, sobre su fecha de nacimiento. Según Calleja, Sor Juana habría nacido el 12 de noviembre de 1651 en San Miguel de Nepantla.4 En 1952, el descubrimiento de un acta de bautismo que supuestamente pertenecería a Sor Juana, retrasó la fecha de nacimiento de la poetisa a 1648. Según dicho documento, Juana Inés habría sido bautizada el 2 de diciembre de 1648.5 Varios críticos, como Octavio Paz6 y Antonio Alatorre,7 aceptan la validez del acta de bautismo presentada por Alberto G. Salceda, aunque la estudiosa española Georgina Sabat de Rivers considera insuficientes las pruebas que aporta esta acta, pues la poetisa solo usaría su segundo nombre hasta la entrada en el convento. Así, según Sabat, la partida de bautismo correspondería a una pariente o una esclava. 8 De acuerdo con Alejandro Soriano Vallés, la fecha más aceptable es la de 1651, porque una de las hermanas de Sor Juana, Josefa María, habría sido dada a luz el 19 de marzo de 1649, resultando imposible que Juana Inés naciera en noviembre de 1648.9 Aunque se tienen pocos datos de sus padres, se sabe que nunca se unieron en matrimonio legítimo. Sor Juana fue la menor de las tres hijas —María, Josefa y Juana Inés— de Pedro Manuel de Asbaje y Vargas-Machuca e Isabel Ramírez de Santillana. El padre, que se cree que fue un militar español oriundo de la provincia vasca de Guipúzcoa, estaba asentado en San Miguel Nepantla.10 Allí nació su hija Juana Inés, en un oscuro lugar llamado por entonces «la celda». 11 Su madre, al poco tiempo, se separó de su padre y procreó otros tres hijos con Diego Ruiz Lozano, a quien tampoco desposó.12 Muchos críticos han manifestado su sorpresa ante la situación civil de los padres de Sor Juana. Paz apunta que ello se debió a una «laxitud de la moral sexual en la colonia».13 Se desconoce también el efecto que tuvo en Sor Juana el saberse hija ilegítima, aunque se conoce que trató de ocultarlo. Así lo testifica su testamento de 1669: «hija legítima de don Pedro de Asbaje y Vargas, difunto, y de doña Isabel Ramírez». Su amigo, el padre Calleja, lo ignoraba, pues no hace mención de ello en su estudio biográfico. Su madre, en principio, también lo negó, pero en un testamento fechado en 1687 reconoce que todos sus hijos, incluyendo a Sor Juana, fueron concebidos fuera del matrimonio.1 La niña pasó su infancia entre Amecameca, Yecapixtla, Panoaya —donde su abuelo tenía una hacienda— y Nepantla. Allí aprendió náhuatl con los esclavos de las haciendas de su abuelo, donde se sembraba trigo y maíz. El abuelo de Sor Juana murió en 1656, por lo que su madre tomó las riendas de las fincas.15 Asimismo, aprendió a leer y escribir a los tres años al tomar las lecciones con su hermana mayor a escondidas de su madre.16 Pronto inició su gusto por la lectura, pues descubrió la biblioteca de su abuelo y así se aficionó a los libros.17 Aprendió todo cuanto era conocido en su época, es decir, leyó a los clásicos griegos y romanos, y la teología del momento. Su afán de saber era tal que intentó convencer a su madre de que la enviase a la Universidad disfrazada de hombre, puesto que las mujeres no podían acceder a ésta.18 Se dice que al estudiar una lección, cortaba un pedazo de su propio cabello si no la había aprendido correctamente, pues no le parecía bien que la cabeza estuviese cubierta de hermosuras si carecía de ideas. 19 A los ocho años, entre 1657 y 1659, ganó un libro por una loa compuesta en honor al Santísimo Sacramento, según cuenta su biógrafo y amigo Diego Calleja.20 Éste señala que Juana Inés radicó en la ciudad de México desde los ocho años, aunque se tienen noticias más veraces de que no se asentó allí sino hasta los trece o quince. 21 ADOLESCENCIA Juana Inés vivió con María Ramírez, hermana de su madre, y con su esposo Juan de Mata. Posiblemente haya sido alejada de las haciendas de su madre a causa de la muerte de su medio hermano, o bien, de su abuelo materno. Aproximadamente vivió en casa de los Mata unos ocho años, desde 1656 hasta 1664. Entonces comienza su periodo en la corte, que terminará con su ingreso a la vida religiosa.22 Entre 1664 y 1665, ingresó a la corte del virrey Antonio Sebastián de Toledo, marqués de Mancera. La virreina, Leonor de Carreto, se convirtió en una de sus más importantes mecenas. El ambiente y la protección de los virreyes marcarán decisivamente la producción literaria de Juana Inés. Por entonces ya era conocida su inteligencia y su sagacidad, pues se cuenta que, por instrucciones del virrey, un grupo de sabios humanistas la evaluaron, y la joven superó el examen en excelentes condiciones.23 La corte virreinal era uno de los lugares más cultos e ilustrados del virreinato. Solían celebrarse fastuosas tertulias a las que acudían teólogos, filósofos, matemáticos, historiadores y todo tipo de humanistas, en su mayoría egresados o profesores de la Real y Pontificia Universidad de México. Allí, como dama de compañía de la virreina, la adolescente Juana desarrolló su intelecto y sus capacidades literarias. En repetidas ocasiones escribía sonetos, poemas y elegías fúnebres que eran bien recibidas en la corte. Chávez señala que a Juana Inés se le conocía como «la muy querida de la virreina», y que el virrey también le tenía un especial aprecio. Leonor de Carreto fue la primera protectora de la niña poetisa. Poco se conoce de esta etapa en la vida de Sor Juana, aunque uno de los testimonios más valiosos para estudiar dicho periodo ha sido la Respuesta a Sor Filotea de la Cruz.24 Esta ausencia de datos ha contribuido a que varios autores hayan querido recrear de manera casi novelesca, la vida adolescente de Sor Juana, suponiendo muchas veces la existencia de amores no correspondidos. 25 POEMA Hombres necios que acusáis a la mujer sin razón, sin ver que sois la ocasión de lo mismo que culpáis: si con ansia sin igual solicitáis su desdén, ¿por qué queréis que obren bien si las incitáis al mal? Cambatís su resistencia y luego, con gravedad, decís que fue liviandad lo que hizo la diligencia. Parecer quiere el denuedo de vuestro parecer loco el niño que pone el coco y luego le tiene miedo. Queréis, con presunción necia, hallar a la que buscáis, para pretendida, Thais, y en la posesión, Lucrecia. ¿Qué humor puede ser más raro que el que, falto de consejo, él mismo empaña el espejo, y siente que no esté claro? Con el favor y desdén tenéis condición igual, quejándoos, si os tratan mal, burlándoos, si os quieren bien. Siempre tan necios andáis que, con desigual nivel, a una culpáis por crüel y a otra por fácil culpáis. ¿Pues como ha de estar templada la que vuestro amor pretende, si la que es ingrata, ofende, y la que es fácil, enfada? Mas, entre el enfado y pena que vuestro gusto refiere, bien haya la que no os quiere y quejaos en hora buena. Dan vuestras amantes penas a sus libertades alas, y después de hacerlas malas las queréis hallar muy buenas. ¿Cuál mayor culpa ha tenido en una pasión errada: la que cae de rogada, o el que ruega de caído? ¿O cuál es más de culpar, aunque cualquiera mal haga: la que peca por la paga, o el que paga por pecar? Pues ¿para qué os espantáis de la culpa que tenéis? Queredlas cual las hacéis o hacedlas cual las buscáis. Dejad de solicitar, y después, con más razón, acusaréis la afición de la que os fuere a rogar. Bien con muchas armas fundo que lidia vuestra arrogancia, pues en promesa e instancia juntáis diablo, carne y mundo. CARLOS DE SINGUENZA Y GÓNGORA Fue el segundo de ocho hermanos, estaba emparentado con el famoso poeta español, barroco y culterano, Luis de Góngora. Su padre había sido tutor de la familia real en España y al emigrar al Nuevo Mundo se integró en la burocracia virreinal para el resto de su vida. Con un trabajo seguro y experiencia docente no tuvo dificultades en brindar él mismo la educación básica que necesitaban sus hijos. En 1662, Sigüenza ingresó en el colegio de la Compañía de Jesús de Tepotzotlán para iniciar sus estudios religiosos, los mismos que continuó en Puebla. En 1667, por indisciplina juvenil se le pidió que renunciase a la orden (ver Peraza-Rugeley). Regresó a la Ciudad de México e ingresó en la Universidad Real y Pontificia.3 En 1672 ganó la posición de catedrático de astrología y matemáticas, puesto que había ocupado Diego Rodríguez 30 años antes; lo ocupó durante 20 años realizando contribuciones notables, mientras desempeñaba simultáneamente el cargo de capellán del Hospital del Amor de Dios. 4 De 1671 a 1701 (póstumo), escribió cada año un almanaque. (A. Margarita Peraza-Rugeley ha estudiado extensamente sus almanaques sobrevivientes en su libro del 2013. 5 ) En 1681 Sigüenza escribió el libro Manifiesto filosófico contra los Cometas, en que trataba de calmar el temor supersticioso que provocaba en la gente este fenómeno cósmico. Al separar la superstición de los hechos observables, Sigüenza estaba de hecho separando la astrología de la astronomía, como las concebimos actualmente. El jesuita Eusebio Kino criticó fuertemente este texto desde un punto de vista aristotélico-tomista, pero, lejos de intimidarse, Sigüenza respondió publicando otra obra Libra astronómica y philosóphica (1690), donde fundamentaba rigurosamente sus argumentos sobre los cometas según los conocimientos científicos más actualizados de su tiempo; contra el tomismo y el aristotelismo del padre Kino citaba autores como Copérnico, Galileo, Descartes, Kepler y Tycho Brahe. Hasta recientemente se pensaba que la obra Infortunios de Alonso Ramírez,6 publicada por Sigüenza en 1690 y que describe la vuelta al mundo de Alonso Ramírez, un español oriundo de San Juan de Puerto Rico era una ficción inventada por Sigüenza. Sin embargo, José F. Buscaglia Salgado 7 y Fabio López Lázaro8 han ofrecido pruebas documentales tomadas de varios archivos que prueban que Infortunios es un relato biográfico denso y complejo basado en la vida de un personaje real aunque muy escurridizo. Fue Buscaglia quien, en 2009, luego de más de un siglo de controversia sobre el género y la autoría de la obra, puso fin al debate mostrando evidencia incontestable en torno a la existencia de Alonso Ramírez. Entre otros documentos, Buscaglia presentó en su edición cubana de los Infortunios el certificado de matrimonio de Alonso con Francisca Xaviera y el informe del gobernador de Manila dando parte al rey de la captura de la fragata Nuestra Señora de Aránzazu capitaneada por Ramírez y capturada por piratas ingleses, entre éstos el célebre William Dampier, el martes 4 de marzo de 1687.9 Además, luego de dos expediciones a la Costa de Bacalar, Buscaglia ha localizado el lugar exacto donde naufragó su embarcación.10 Las intensas lluvias de 1691 anegaron los campos y amenazaron con inundar la ciudad, y una plaga, consecuencia de toda esa humedad, consumió los trigales. Sigüenza mecionó en sus escritos esta plaga conocida como Chiahuiztli, voz náhuatl para designar la roya del maíz. Como consecuencia de este desastre, hubo al año siguiente una severa escasez de alimentos que provocó un motín popular. Las multitudes saquearon los comercios de los españoles europeos, provocando numerosos incendios en los edificios del gobierno. Sigüenza logró rescatar del incendio las actas del Ayuntamiento de la ciudad, salvándola de una gran pérdida. El motín se controló, como es usual, con violencia. Los cálculos de Sigüenza establecieron en unos diez mil el número de los participantes en el motín. Como cosmógrafo real de la Nueva España trazó mapas hidrológicos del Valle de México. En 1693 fue enviado por el virrey como acompañante del almirante Andrés de Pez en un viaje de exploración al norte del golfo de México y en especial a la península de Florida, donde trazó mapas de la bahía de Pensacola y de la desembocadura del río Misisipi. En sus últimos años dedicó mucho tiempo a coleccionar material para una historia del México antiguo. Desafortunadamente, su muerte prematura interrumpió ese trabajo que no fue retomado hasta siglos después, cuando la conciencia criolla se había desarrollado lo suficiente para interesarse en la identidad de su nación. Al morir donó su valiosa biblioteca y sus instrumentos científicos al Colegio Máximo de San Pedro y San Pablo de la Compañía de Jesús (en cuya capilla fue enterrado, dado que fue admitido en la orden poco antes de morir). Asimismo, ordenó que su cuerpo fuera entregado a la medicina, para que se estudiara lo que le provocó su muerte.11 Soneto del triunfo parténico Si celeste, si cándida, si pura es etérea azucena al Sol luciente, cuando indultando a Delos por su Oriente privilegia de intacta su hermosura, ¿Cómo pudo el borrón de sombra impura profanar su excepción? ¿Cómo indecente villana espina horrorizar ardiente la luz nevada que aun en Delos dura? Si en la sombra no hay sombra, si en la idea la mancha falta, no queriendo el Día que menos que de luz su cuna sea, ¿cómo el Original? ¿Cómo podía hallarse impuro con la culpa fea, siendo de luz la sombra de María? Gustavo Adolfo Bécquer (Gustavo Adolfo Domínguez Bastida; Sevilla, 1836 - Madrid, 1870) Poeta español. Junto con Rosalía de Castro, es el máximo representante de la poesía posromántica, tendencia que tuvo como rasgos distintivos la temática intimista y una aparente sencillez expresiva, alejada de la retórica vehemencia del romanticismo. La obra de Bécquer ejerció un fuerte influjo en figuras posteriores como Rubén Darío, Antonio Machado, Juan Ramón Jiménez y los poetas de la generación del 27, y la crítica lo juzga el iniciador de la poesía española contemporánea. Pero más un gran nombre de la historia literaria, Bécquer es sobre todo un poeta vivo, popular en todos los sentidos de la palabra, cuyos versos, de conmovida voz y alada belleza, han gozado y siguen gozando de la predilección de millones de lectores. Hijo y hermano de pintores, quedó huérfano a los diez años y vivió su infancia y su adolescencia en Sevilla, donde estudió humanidades y pintura. En 1854 se trasladó a Madrid, con la intención de hacer carrera literaria. Sin embargo, el éxito no le sonrió; su ambicioso proyecto de escribir una Historia de los templos de España fue un fracaso, y sólo consiguió publicar un tomo, años más tarde. Para poder vivir hubo de dedicarse al periodismo y hacer adaptaciones de obras de teatro extranjero, principalmente del francés, en colaboración con su amigo Luis García Luna, adoptando ambos el seudónimo de «Adolfo García». Durante una estancia en Sevilla en 1858, estuvo nueve meses en cama a causa de una enfermedad; probablemente se trataba de tuberculosis, aunque algunos biográfos se decantan por la sífilis. Durante la convalecencia, en la que fue cuidado por su hermano Valeriano, publicó su primera leyenda, El caudillo de las manos rojas, y conoció a Julia Espín, según ciertos críticos la musa de algunas de sus Rimas, aunque durante mucho tiempo se creyó erróneamente que se trataba de Elisa Guillén, con quien el poeta habría mantenido relaciones hasta que ella lo abandonó en 1860, y que habría inspirado las composiciones más amargas del poeta. En 1861 contrajo matrimonio con Casta Esteban, hija de un médico, con la que tuvo tres hijos. El matrimonio nunca fue feliz, y el poeta se refugió en su trabajo o en la compañía de su hermano Valeriano, en las escapadas de éste a Toledo para pintar. La etapa más fructífera de su carrera fue de 1861 a 1865, años en los que compuso la mayor parte de sus Leyendas, escribió crónicas periodísticas y redactó las Cartas literarias a una mujer, donde expone sus teorías sobre la poesía y el amor. Una temporada que pasó en el monasterio de Veruela en 1864 le inspiró Cartas desde mi celda, un conjunto de hermosas descripciones paisajísticas. Económicamente las cosas mejoraron para el poeta a partir de 1866, año en que obtuvo el empleo de censor oficial de novelas, lo cual le permitió dejar sus crónicas periodísticas y concentrarse en sus Leyendas y sus Rimas, publicadas en parte en El museo universal. Pero con la revolución de 1868, el poeta perdió su trabajo, y su esposa lo abandonó ese mismo año. Se trasladó entonces a Toledo con su hermano Valeriano, y allí acabó de reconstruir el manuscrito de las Rimas, cuyo primer original había desaparecido cuando su casa fue saqueada durante la revolución septembrina. De nuevo en Madrid, fue nombrado director de la revista La Ilustración de Madrid, en la que también trabajó su hermano como dibujante. El fallecimiento de éste, en septiembre de 1870, deprimió extraordinariamente al poeta, quien, presintiendo su propia muerte, entregó a su amigo Narciso Campillo sus originales para que se hiciese cargo de ellos tras su óbito, que ocurriría tres meses después del de Valeriano. La obra de Gustavo Adolfo Bécquer La inmensa fama literaria de Bécquer se basa en sus Rimas, que iniciaron la corriente romántica de poesía intimista inspirada en Heine y opuesta a la retórica y ampulosidad de los poetas románticos anteriores. La crítica literaria del momento, sin embargo, no acogió bien sus poemas, aunque su fama no dejaría de crecer en los años siguientes. Las Rimas, tal y como han llegado hasta nosotros, suman un total de ochenta y seis composiciones. De ellas, setenta y seis se publicaron por vez primera en 1871 a cargo de los amigos del poeta, que introdujeron algunas correcciones en el texto, suprimieron algunos poemas y alteraron el orden del manuscrito original (el llamado Libro de los gorriones, hoy custodiado en la Biblioteca Nacional de Madrid). El contenido de las rimas ha sido dividido en cuatro grupos: el primero (rimas I a XI) es una reflexión sobre la poesía y la creación literaria; el segundo (XII a XXIX), trata del amor y de sus efectos en el alma del poeta; el tercero (XXX a LI) pasa a la decepción y el desengaño que el amor causa en el alma del poeta; y el cuarto (LII a LXXXVI) muestra al poeta enfrentado a la muerte, decepcionado del amor y del mundo. Las Rimas se presentan habitualmente precedidas de la "Introducción sinfónica" que, probablemente, Bécquer preparó como prólogo a toda su obra. POEMA LIII Volverán las oscuras golondrinas En tu balcón sus nidos a colgar, Y otra vez con el ala a sus cristales Jugando llamarán. Pero aquellas que el vuelo refrenaban Tu hermosura y mi dicha a contemplar, Aquellas que aprendieron nuestros nombres... Ésas... ¡no volverán! Volverán las tupidas madreselvas De tu jardín las tapias a escalar, Y otra vez a la tarde aún más hermosas Sus flores se abrirán. Pero aquellas cuajadas de rocío Cuyas gotas mirábamos temblar Y caer como lágrimas del día... Ésas... ¡no volverán! Volverán del amor en tus oídos Las palabras ardientes a sonar; Tu corazón de su profundo sueño Tal vez despertará. Pero mudo y absorto y de rodillas, Como se adora a Dios ante su altar, Como yo te he querido..., desengáñate, Nadie así te amará. Manuel Acuña Narro (Saltillo, Coahuila, 27 de agosto de 1849 - Ciudad de México, 6 de diciembre de 1873) fue un poeta mexicano que se desarrolló en el estilizado ambiente romántico del intelectualismo mexicano de la época. Manuel Acuña Narro mayor conocido como "CUSUCO" Biografió varias ramas de la ciencia, como filosofía y matemáticas, además de varios idiomas, como el francés y el latín. Comenzó la carrera de medicina, aunque todo terminó con su vida a los 24 años. Durante sus años de participación entertulias literarias, conoció a Ignacio Manuel Altamirano, Agustín F. Cuenca y Juan de Dios Peza. Con este último mantuvo un fuerte vínculo amistoso, motivo por el cual Peza fue uno de los oradores principales el día del sepelio de Acuña. Su carrera literaria fue breve, aunque fructífera. Comenzó en 1869, con una elegía a la muerte de Eduardo Alzúa; amigo suyo. Ese mismo año, al lado de un grupo de intelectuales, fundó la Sociedad Literaria Nezahualcóyotl en uno de los patios del ex convento de San Jerónimo, que le sirvió para dar sus primeros pasos como poeta. Varios de sus trabajos de esta época se encuentran en el suplemento del periódico La Iberia. Es una leyenda que su enamoramiento de Rosario de la Peña fue la presumible causa de su infortunado suicidio, mediante envenenamiento con cianuro de potasio. En opinión de algunos críticos, Rosario fue solamente una razón adicional a sus problemas de pobreza extrema. Acerca de Rosario de la Peña se sabe que también fue pretendida por José Martí y Manuel M. Flores. Con todo, recientemente se ha dejado claro que aunque el enamoramiento por De la Peña pudo tener lugar, la realidad era que Acuña sostenía una relación, menos idealizada, con una poetisa que a la postre se convirtió en una intelectual famosa: Laura Méndez de Cuenca. Murió en su habitación de la Escuela de Medicina el 6 de diciembre de 1873. Uno de sus poemas más célebres es el "Nocturno ", dedicado a Rosario de la Peña, su trabajo más representativo. El hidrocálido Jesús F. Contreras realizó una escultura a Manuel Acuña, la cual fue expuesta en el pabellón Mexicano de la Exposición Universal de París en el año 1900, junto con su obra Malgre-Tout; por esos trabajos mereció la banda de la Legión de Honor. La obra dedicada al poeta, fabricada en mármol de Carrara, se encuentra en la plaza Acuña de Saltillo. Sus restos, inicialmente depositados en el Cementerio de Campo Florido, en la capital del país, fueron trasladados a Saltillo en 1917 y yacen en la Rotonda de los Coahuilenses Ilustres del Panteón de Santiago de su ciudad natal. Sobre él, José Martí, el político, pensador y poeta cubano, escribió en 1876: "¡Lo hubiera querido tanto, si hubiese él vivido!... Hoy lamento su muerte: no escribo su vida; hoy leo su nocturno a Rosario, página última de su existencia verdadera, y lloro sobre él, y no leo nada. Se rompió aquella alma cuando estalló en aquel quejido de dolor". Pepe Monteserín escribió la novela La lavandera, Premio Lengua de Trapo del año 2007, que trata la vida de Manuel Acuña. "La historia del poeta mexicano Manuel Acuña desde la mirada enamorada de su lavandera.". POEMA Después de que el destino me ha hundido en las congojas del árbol que se muere crujiendo de dolor, truncando una por una las flores y las hojas que al beso de los cielos brotaron de mi amor. Después de que mis ramas se han roto bajo el peso de tanta y tanta nieve cayendo sin cesar, y que mi ardiente savia se ha helado con el beso que el ángel del invierno me dio al atravesar. Después... es necesario que tú también te alejes en pos de otras florestas y de otro cielo en pos; que te alces de tu nido, que te alces y me dejes sin escuchar mis ruegos y sin decirme adiós. Yo estaba solo y triste cuando la noche te hizo plegar las blancas alas para acogerte a mí, entonces mi ramaje doliente y enfermizo brotó sus flores todas tan solo para ti. En ellas te hice el nido risueño en que dormías de amor y de ventura temblando en su vaivén, y en él te hallaban siempre las noches y los días feliz con mi cariño y amándote también... ¡Ah! nunca en mis delirios creí que fuera eterno el sol de aquellas horas de encanto y frenesí; pero jamás tampoco que el soplo del invierno llegara entre tus cantos, y hallándote tú aquí... Es fuerza que te alejes... rompiéndome en astillas; ya siento entre mis ramas crujir el huracán, y heladas y temblando mis hojas amarillas se arrancan y vacilan y vuelan y se van... Adiós, paloma blanca que huyendo de la nieve te vas a otras regiones y dejas tu árbol fiel; mañana que termine mi vida oscura y breve ya solo tus recuerdos palpitarán sobre él. Es fuerza que te alejes del cántico y del nido tu sabes bien la historia paloma que te vas... El nido es el recuerdo y el cántico el olvido, el árbol es el siempre y el ave es el jamás. Adiós mientras que puedes oír bajo este cielo el último ¡ay! del himno cantado por los dos... Te vas y ya levantas el ímpetu y el vuelo, te vas y ya me dejas, ¡paloma, adiós, adiós! Rubén Darío (Metapa, 1867 - León, 1916) Seudónimo del gran poeta nicaragüense Félix Rubén García Sarmiento, iniciador y máximo representante del Modernismo hispanoamericano. Su familia era conocida por el apellido de un abuelo, "la familia de los Darío", y el joven poeta, en busca de eufonía, adoptó la fórmula "Rubén Darío" como nombre literario de batalla. Casi por azar nació Rubén en una pequeña ciudad nicaragüense llamada Metapa, pero al mes de su alumbramiento pasó a residir a León, donde su madre, Rosa Sarmiento, y su padre, Manuel García, habían fundado un matrimonio teóricamente de conveniencias pero próspero sólo en disgustos. Para hacer más llevadera la mutua incomprensión, el incansable Manuel se entregaba inmoderadamente a las farras y ahogaba sus penas en los lupanares, mientras la pobre Rosa huía de vez en cuando de su cónyuge para refugiarse en casa de alguno de sus parientes. No tardaría la madre en dar a luz una segunda hija (Cándida Rosa, que se malogró enseguida) ni en enamorarse de un tal Juan Benito Soriano, con el que se fue a vivir arrastrando a su primogénito a "una casa primitiva, pobre y sin ladrillos, en pleno campo", situada en la localidad hondureña de San Marcos de Colón. No obstante, el pequeño Rubén volvió pronto a León y pasó a residir con los tíos de su madre, Bernarda Sarmiento y su marido, el coronel Félix Ramírez, los cuales habían perdido recientemente una niña y lo acogieron como sus verdaderos padres. Muy de tarde en tarde vio Rubén a Rosa Sarmiento, a quien desconocía, y poco más o menos a Manuel, por quien siempre sintió desapego, hasta el punto de que el incipiente poeta firmaba sus primeros trabajos escolares como Félix Rubén Ramírez. El hogar del coronel Félix Ramírez era centro de célebres tertulias que congregaban a la intelectualidad del país; en este ambiente culto creció el pequeño Darío. Precoz versificador infantil, el mismo Rubén no recordaba cuándo empezó a componer poemas, pero sí que ya sabía leer a los tres, y que a los seis empezó a devorar los clásicos que halló en la casa; a los trece ya era conocido como poeta, y a los catorce concluyó su primera obra. En su ambiente y en su tiempo, las elegías a los difuntos, los epitalamios a los recién casados o las odas a los generales victoriosos formaban parte de los usos y costumbres colectivos, cumplían con inveterada oportunidad una función social para la que jamás había dejado de existir demanda. Por entonces se recitaban versos como se erigían monumentos al dramaturgo ilustre, se brindaba a la salud del neonato o se ofrecían banquetes a los diplomáticos extranjeros. Durante su primeros años estudió con los jesuitas, a los que dedicó algún poema cargado de invectivas, aludiendo a sus "sotanas carcomidas" y motejándolos de "endriagos"; pero en esa etapa de juventud no sólo cultivó la ironía: tan temprana como su poesía influida por Bécquer y por Víctor Hugo fue su vocación de eterno enamorado. Según propia confesión en la Autobiografía, una maestra de las primeras letras le impuso un severo castigo cuando lo sorprendió "en compañía de una precoz chicuela, iniciando indoctos e imposibles Dafnis y Cloe, y según el verso de Góngora, las bellaquerías detrás de la puerta". Antes de cumplir quince años, cuando los designios de su corazón se orientaron irresistiblemente hacia la esbelta muchacha de ojos verdes llamada Rosario Emelina Murillo, en el catálogo de sus pasiones había anotado a una "lejana prima, rubia, bastante bella", tal vez Isabel Swan, y a la trapecista Hortensia Buislay. Ninguna de ellas, sin embargo, le procuraría tantos quebraderos de cabeza como Rosario; y como manifestara enseguida a la musa de su mediocre novela sentimental Emelina sus deseos de contraer inmediato matrimonio, sus amigos y parientes conspiraron para que abandonara la ciudad y terminara de crecer sin incurrir en irreflexivas precipitaciones.En agosto de 1882 se encontraba en El Salvador, y allí fue recibido por el presidente Zaldívar, sobre el cual anota halagado en su Autobiografía: "El presidente fue gentilísimo y me habló de mis versos y me ofreció su protección; mas cuando me preguntó qué es lo que yo deseaba, contesté con estas exactas e inolvidables palabras que hicieron sonreír al varón de poder: "Quiero tener una buena posición social". POEMA DE INVIERNO En invernales horas, mirad a Carolina. Medio apelotonada, descansa en el sillón, envuelta con su abrigo de marta cibelina y no lejos del fuego que brilla en el salón. El fino angora blanco junto a ella se reclina, rozando con su hocico la falda de Aleçón, no lejos de las jarras de porcelana china que medio oculta un biombo de seda del Japón. Con sus sutiles filtros la invade un dulce sueño: entro, sin hacer ruido: dejo mi abrigo gris; voy a besar su rostro, rosado y halagüeño como una rosa roja que fuera flor de lis. Abre los ojos; mírame con su mirar risueño, y en tanto cae la nieve del cielo de París. Amado Nervo (José Amado Ruiz de Nervo; Tepic, Nayarit, 1870 - Montevideo, 1919) Poeta mexicano. Hizo sus primeros estudios en el Colegio de Jacona, pasando después al Seminario de Zamora, en el Estado de Michoacán, donde permaneció desde 1886 hasta 1891. Los problemas económicos que atenazaron a su familia, un hogar de clase media venido a menos, le forzaron a dejar inconclusos sus estudios eclesiásticos, sin que pueda descartarse por completo la idea de que su decisión fuera también influida por sus propias inclinaciones. En cualquier caso, siguió alentando en su interior una espiritualidad mística, nacida sin duda en estos primeros años y que empapó su producción lírica en una primera etapa; en ella meditó fundamentalmente sobre la existencia humana, sus problemas, sus conflictos y sus misterios, y sobre el eterno dilema de la vida y la muerte. Abandonados los estudios, empezó a ejercer el periodismo, profesión que desarrolló primero en Mazatlán, en el Estado de Sinaloa, y más tarde en la propia Ciudad de México, adonde se trasladó temporalmente en 1894. Sus colaboraciones aparecieron en la Revista Azul. Junto a su amigo Jesús E. Valenzuela, fundó la Revista Moderna. Estas dos publicaciones fueron el resultado de las ansias e impulsos modernistas que aparecieron, en aquella época, en todos los rincones de la Latinoamérica literaria y artística. En 1900, el diario El Imparcial lo envió como corresponsal a la Exposición Universal de París, donde residiría durante dos años. Entabló allí conocimiento y amistad con el gran poeta nicaragüense Rubén Darío, quien más tarde diría de Nervo: "se relacionó también con el grupo de literatos y artistas parnasianos y modernistas, completando de ese modo su formación literaria." Todos los estudiosos parecen estar de acuerdo en afirmar que adoptó los principios y la filosofía del Parnaso, grupo de creadores franceses que intentaba reaccionar contra la poesía utilitaria y declamatoria tan en boga por aquel entonces, rechazando también un romanticismo lírico en el que los sentimientos, las encendidas pasiones y las convicciones íntimas de los autores, interfiriendo en su producción literaria, impedían, a su entender, el florecimiento de la belleza artística pura. En París conoció a la que iba a ser la mujer de su vida, Ana Cecilia Luisa Dailliez, con la que compartió su vida más de diez años, entre 1901 y 1912, y cuyo prematuro fallecimiento fue el doloroso manantial del que emanan los versos de La amada inmóvil, que no vio la luz pública hasta después de la muerte del poeta, prueba de que éste consideraba su obra como parte imprescindible de su más dolorosa intimidad. Su Ofertorio supone, sin ningún género de duda, uno de los momentos líricos de mayor emoción, una de las joyas líricas más importantes de toda su producción poética. Cuando regresó a México, tras aquellos años decisivos para su vida y su formación literaria y artística, ejerció como profesor en la Escuela Nacional Preparatoria, hasta que fue nombrado inspector de enseñanza de la literatura. En 1906, por fin, ingresó en el servicio diplomático mexicano y se le confiaron distintas tareas en Argentina y Uruguay, para ser finalmente designado secretario segundo de la Legación de México en España. En 1918 recibió el nombramiento de ministro plenipotenciario en Argentina y Uruguay, el que iba a ser su último cargo, pues, un año después, en 1919, Amado Nervo moría en Montevideo, la capital uruguaya, donde había conocido a Zorrilla San Martín, notable orador y ensayista con el que trabó estrecha amistad y que, a decir de los estudiosos, influyó decisivamente en el acercamiento a la Iglesia Católica que realizó el poeta en sus últimos momentos, un acercamiento que tiene todos los visos de una verdadera reconciliación. La obra de Amado Nervo Poeta y prosista, el valor de su prosa desmerece, sin embargo, si se la compara con sus producciones en verso. Nervo es, efectivamente, un auténtico poeta modernista, verdadero hijo literario de Rubén Darío, plenamente mexicano; las intuiciones religiosas de su juventud le inspiraron las páginas de sus Perlas Negrasy sus Místicas (1898), en las que puede encontrarse su célebre A Kempis, cuyo encendido lirismo no podría ya superar el poeta. Más tarde, su mexicanidad se atempera por su estancia y sus contactos en París; la influencia francesa y, sobre todo, la española y la latinoamericana, concretada en el indiscutible maestrazgo de Rubén Darío y Leopoldo Lugones, confieren al espíritu, el sentimiento y la obra de Amado Nervo una dirección menos mística, unas preocupaciones menos religiosas, aunque impregnadas de un panteísmo que le da mayor universalidad, un pálpito más liberal y humano. Es la etapa en la que escribe sus Poemas (1901), seguidos en 1902 por El Éxodo y las flores del camino, Hermana agua y Lira heroica. El ciclo se cerrará en 1905 con la aparición de Los jardines interiores. Todas sus producciones muestran un exquisito refinamiento, una indiscutible preocupación por la perfección de la forma y el absoluto protagonismo de la estrofa dentro de la escritura. En 1909 publica En voz baja, obra que supone el inicio de su andadura hacia la paz espiritual que, a raíz de la muerte de su amada, dará paso a la profunda transformación que vivirá el poeta y que, en consecuencia, impregnará toda su obra; no puede olvidarse que los conmovidos versos de La amada inmóvil fueron escritos en 1912, aunque sólo aparecieran póstumamente, en 1920. A la misma época pertenece también Serenidad (1914). POEMA ¡Está bien! Porque contemplo aún albas radiosas y hay rosas, muchas rosas, muchas rosas en que tiembla el lucero de Belén, y hay rosas, muchas rosas, muchas rosas gracias, ¡está bien! Porque en las tardes, con sutil desmayo, piadosamente besa el sol mi sien, y aun la transfigura con su rayo: gracias, ¡está bien! Porque en las noches una voz me nombra (¡voz de quien yo me sél), y hay un edén escondido en los pliegues de mi sombra: gracias, ¡está bien I Porque hasta el mal en mí don es del cielo, pues que, al minarme va, con rudo celo, desmoronando mi prisión también; porque se acerca ya mi primer vuelo: gracias, ¡está bien! de México, 22 de diciembre de 1859 -ibídem, 3 de febrero de 1895) fue un poeta, escritor y cirujano mexicano, trabajó como observador cronista. Debido a que trabajó en distintos hospitales, utilizó múltiples antónimos ,obstante, entre sus contertulios y el público, el más arraigado fue: El Duque feo. Manuel Gutiérrez Nájera (Ciudad Se le considera el iniciador del modernismo literario en México. Perteneció a una familia de clase media. Escritor y periodista toda su vida, inició su carrera a los trece años. Escribió poesía, impresiones de teatro, crítica literaria y social, notas de viajes y relatos breves para niños. El único libro que vio publicado el duque en vida, fue una antología de cuentos a la que llamó: Cuentos Frágiles (1883); fue uno de los fundadores de la Revista Azul, órgano de difusión del modernismo en México. Gran parte de su obra apareció en diversos periódicos mexicanos bajo multitud de seudónimos: El Cura de Jalatlaco, El Duque Job, Puck, Junius, Recamier, Mr. Can-Can,Nemo, Omega, etc. Se escudaba en esa diversidad para publicar distintas versiones de un mismo trabajo, cambiando la firma y jugando a adaptar el estilo del texto a cada seudónimo. Escribió poesía romántica y amorosa. Gustó de lo afrancesado y de lo clásico, como era habitual en los intelectuales mexicanos y la alta sociedad de su tiempo. Nunca salió de México y en pocas ocasiones de su ciudad natal, pero sus influencias son 1 europeas: Musset, Gautier, Baudelaire,Flaubert, Leopardi. Siempre anheló unir el espíritu francés y las formas españolas. Su madre, ferviente católica empeñada en que su hijo fuera sacerdote, le impuso la lectura de los místicos españoles del Siglo de Oro y la formación en el seminario, influencia que se vio compensada por la fuerte corriente positivista de la sociedad de la época que pugnaba en sentido contrario. Gutiérrez Nájera abandonó el seminario a los pocos años, y cambió a San Juan de la Cruz, Santa Teresa y Fray Luis de León, que no obstante siempre influirían en su obra, por los autores franceses del siglo y por la práctica cotidiana de la literatura en periódicos locales como El Federalista, La Libertad, El Cronista Mexicano o El Universal. En 1894 fundó, con Carlos Díaz Dufoo, La Revista Azul, publicación que lideró el modernismo mexicano durante dos años. A Manuel Gutiérrez Nájera se le define como «especie de sonrisa del alma» por la gracia sutil de su estilo, elegante, delicado y con ternura de sentimientos. 2 En el fondo fue siempre poeta romántico. Entre sus obras poéticas más importantes se encuentran: La Duquesa Job, Hamlet a Ofelia, Odas Breves, La Serenata de Schubert y el afamado poema «Non omnis moriar» (No moriré del todo). Cultivó la prosa en cuentos, a los que aportó una nueva forma, y en crónicas: el libro de relatos Cuentos Frágiles fue el único que publicó en vida como tal, pero ordenó con distintos criterios sus entregas a periódicos y revistas: Cuentos del domingo, Cuentos vistos, Cuentos color de humo, Crónicas color de oro, Crónicas color de lluvia, etc. Lo que ha orientado los criterios de sus editores. POEMA PARA ENTONCES Quiero morir cuando decline el día, en alta mar y con la cara al cielo, donde parezca sueño la agonía y el alma un ave que remonta el vuelo. No escuchar en los últimos instantes, ya con el cielo y con el mar a solas, más voces ni plegarias sollozantes que el majestuoso tumbo de las olas. Morir cuando la luz triste retira sus áureas redes de la onda verde, y ser como ese sol que lento expira; algo muy luminoso que se pierde. Morir, y joven; antes que destruya el tiempo aleve la gentil corona, cuando la vida dice aún: «Soy tuya», aunque sepamos bien que nos traiciona. Ramón López Velarde (Jerez, 1888 - México, 1921) Poeta mexicano que compuso, con motivo del primer centenario de la Independencia, el poema Suave Patria, que suele considerarse el poema nacional de México. Ramón López Velarde es considerado, a pesar de su corta vida, el más específicamente mexicano, el más "nacional" por decirlo de algún modo, de los líricos del país. Es el poeta de la época modernista con mayor arraigo mexicano, pero un arraigo que no llega a fructificar en su espíritu renovador y mantiene, en el lenguaje y el estilo, una serenidad casi clásica, un carácter religioso que lo vincula con la tradición. Nacido en Jerez, en el estado de Zacatecas, en 1888, poco puede decirse de su corta vida: cursó sus primeros estudios en los seminarios de Zacatecas y Aguascalientes y se matriculó, luego, en la Universidad de San Luis de Potosí para estudiar la carrera de leyes. Murió, prematuramente, a los treinta y tres años, en la Ciudad de México, en 1921. Tentado por la política, como tantos otros literatos mexicanos, en 1911 se presentó a las elecciones como candidato a diputado suplente por su ciudad natal, integrado en las listas del Partido Católico. En 1914 viajó a Ciudad de México, donde se instaló trabajando primero en su profesión de abogado y, luego, en las secretarías de Gobernación y Relaciones Exteriores; fue también profesor de literatura. Publicó sus crónicas políticas en varios periódicos: El Regional de Guadalajara (1909), La Nación (1912), El Eco de San Luis (1913), El Nacional Bisemanal (1915-1916), Revista de Revistas (1915-1917), Vida Moderna (1916) y Pegaso (1917). En La sangre devota (1916), su primer libro de poesías, pueden descubrirse ya los temas recurrentes en toda su obra: el amor, el dolor y la preocupación por los destinos patrios. Con su obra reaparece en la lírica mexicana un acento casi olvidado, una voz, la de la provincia, que había callado ya. En 1919, apareció Zozobra, su segunda obra poética, en la que aborda dramática y sinceramente los problemas del erotismo, la religión y la muerte. En 1921, al celebrarse el primer centenario de la Independencia, escribió La suave patria, en cuyos versos épicos y líricos exalta los sentimientos nacionalistas. Su prematura desaparición arrebató a las letras mexicanas un creador de enorme fuerza y talento muy personal. Tras su muerte fueron apareciendo sus demás obras, que en unos casos veces habían sido preparadas por el propio autor, y en otros se rescataron de periódicos y revistas. Se editó el tercer volumen de su producción poética (El son del corazón, 1932) y otros tres que contienen su obra en prosa (El minutero, 1923; El don de febrero. Poesía, cartas y documentos, 1952; y Prosas políticas, aparecido en 1953). La poesía de Ramón López Velarde La peculiar estética del autor asomó ya en La sangre devota (1916), un volumen de poesía amorosa dedicado a su musa, llamada en la obra Fuensanta y en la vida real Josefa de los Ríos. A este volumen inaugural siguió Zozobra (1919), en el que analiza las "flores del pecado" sembradas durante su relación con Margarita Quijano, y un último libro de poemas aparecido póstumamente: El son del corazón (1932). En todos ellos se percibe un acendrado catolicismo que tiene como contrapeso la pasión amorosa. Así resaltó esa ambigüedad el chileno Pablo Neruda: "viene también el líquido erotismo de su poesía que circula en toda su obra como soterrado, envuelto por el largo verano, por la castidad dirigida al pecado". De modo semejante se expresó el mexicano Xavier Villaurrutia, para quien la poesía de López Velarde es "la más intensa, la más atrevida tentativa de revelar el alma oculta de un hombre; de poner a flote las más sumergidas e inasequibles angustias; de expresar los más vivos tormentos y las recónditas zozobras del espíritu ante las llamadas del erotismo, de la religiosidad y de la muerte." A pesar de su breve vida y su breve obra, la importancia de López Velarde y la influencia que ha ejercido en la poesía americana moderna son indiscutibles. En su poesía se señaló y exaltó un acento peculiar que refleja el "alma nacional" de su país. Algunos, como Pedro Henríquez Ureña, llaman a esta cualidad mexicana "el sentimiento discreto"; y Díez-Canedo añade otros calificativos: "el tono velado, el color crepuscular". Si se toma como ejemplo la más famosa poesía de López Velarde, Suave patria, fácilmente se notarán esas características en sus melancólicas y aterciopeladas estrofas. Sin embargo, López Velarde no es tanto nacional como provincial; no pretende tal vez expresar tanto el alma entera de México sino ciertos aspectos de su fondo salvaje, y al mismo tiempo dulce, propios de su vida cotidiana. "López Velarde (dice el historiador G. González Peña) comenzó a aportar a la poesía el tema regional, la nota provincial. Llevó a ella la sensación de olor y calor, el ritmo austero y el lamento en sordina, el sentimiento de piedad y la gracia y la melancolía de los terruños naturales". POEMA AL VOLVER ¡Bien hayas oh lejano y glorioso contento de volver a mirarla! ¡Qué desgano el del viaje de ahora, que me cubre de una angustia de pésame! Presiento la fuga del amor en este octubre. Corre la antigua posta en la llanura barrida por los cierzos de contino; el sol avaro apenas si fulgura sobre la paz de otoño del camino, y con fúnebres sones que se dilatan por la carretera van entonando en la mañana austera coplas de desamor los postillones. (Fuensanta: cuando ingreso a tu azul valle la ternura de ayer se me alborota, pero yo le aconsejo que se calle. Mi corazón es una cuerda rota). Y te miro por fin... ¡Pero qué raros se le aparecen a mi fe taimada tu faz risueña y tus vestidos claros! ¡Oh, qué lejos te fuiste, enlutada! Haces bien en reír de mis locuelas ilusiones, ¡ay Dios!, de hacerte mía, y en darlas un adiós, que es alegría en el augurio de tus blancas telas. En la zona en que muertas a cuchillo mis esperanzas yacen hoy deshechas ¿no miras, dulce amada, la pagana visión de un amorcillo que me dispara sus ardidas flechas, pero que va volando en retirada? Horacio Salvador Zúñiga Anaya (Toluca, Estado de México, 6 de agosto de 1897 - ibídem, 13 de septiembre de 1956) fue un poeta, orador y profesor mexicano, ícono de la Universidad Autónoma del Estado de México. Hombre de extraordinaria cultura, uno de los personajes más representativos de la literatura mexicana del siglo XX. Entre sus discípulos se encuentran el nobel de literatura Octavio Paz, José Muñoz Cota Ibáñez, Guillermo Tardiff y el expresidente Adolfo López Mateos. Existe duda sobre la fecha exacta de su nacimiento, pues mientras que la partida de bautismo dice que fue el 6 de agosto de 1897, el acta señala el día 9 del mismo mes "a las doce y media de la noche", lo cual nos remite finalmente al día 10 . La infancia del poeta transcurrió en Toluca, al lado de sus padres, Ricardo Zúñiga, quien era dueño de un colegio particular, y Carmen Anaya. Cursó sus estudios de bachillerato en el Instituto Científico y Literario de Toluca ahí conoció a los maestros que más lo impresionaron, como Emilio G. Baz, profesor de matemáticas, y don Felipe Villarello, profesor de literatura, a quien Zúñiga llamó, en un escrito posterior, "aristócrata del lenguaje". Horacio Zúñiga se relacionó con Enrique Carneado, Pastor Velázquez y Vicente Mendiola, también personajes del ICLA hoy Universidad Autónoma, con quienes formó en 1916 el grupo cultural Juventud, editando una revista del mismo nombre. También colaboró en la revista Alma Bohemia. En 1917 Horacio Zúñiga ganó sus primeros Juegos Florales de Toluca organizados en el marco de la celebración de las fiestas patrias. Aquella época fue el inicio de la gran trayectoria del joven que tiempo después se convertiría en maestro de generaciones. Su primer Flor Naural que era el galardón de aquellos certámenes literarios sería el descubrimiento de un talento admirable por generaciones. En 1919 Horacio Salvador Zúñiga Anaya se muda a la Ciudad de México, para ingresar a la Escuela Nacional de Jurisprudencia, pero sólo logra estudiar dos años, ya que prefiere dedicarse al periodismo, la oratoria y el magisterio. Sus primeras cátedras las dio en diversas secundarias, impartiendo la asignatura de Literatura Castellana y Universal así como la asignatura de Historia en la Escuela Nacional Preparatoria, en el Antiguo Colegio de San Ildefonso, en la Escuela Normal de México, en la Escuela Nacional de Jurisprudencia, entre otros sitios, el maestro Zúñiga llegó a impartir cátedra en el Anfiteatro Bolívar. En 1921 obtiene un importante triunfo, gana los Juegos Florales de la Ciudad de México,4 uno de los poemas que pertenece a esta época es Lengua de Maravillas poema que habla sobre el idioma castellano, quizá el poema más famoso de Zúñiga. Con la fama creada a partir de sus triunfos en los Juegos Florales, Horacio Zúñiga se convierte en un admirado maestro de Literatura, Historia y Filosofía. HORACIO ZUÑIGA Y EL ICLA En 1926 Zúñiga regresa a la Ciudad de Toluca, para convertirse en profesor de Literatura, Historia y Filosofía en el Instituto Científico y Literario (ICLA). Horacio Zúñiga fue un admirado catedrático por su grandilocuente sabiduría, su conocimiento profundo sobre el tema que impartía, pero sobre todo por sus discursos lleno de cultura, técnica y emoción. En 1928 se celbró el centenario de la creación del Instituto Literario de Toluca, fue en el marco de esa celebración que por primera vez se cantó el Himno Institucional que aún conserva la Máxima Casa de Estudios del Estado de México, el 3 de marzo de ese año en una solemne ceremonia. La letra del Himno del entonces Instituto, hoy Universidad, fueron escritas por el Maestro Horacio Salvador Zúñiga Anaya; el autor de la música fue Felipe Mendoza. El Himno está formado por un coro y cuatro estrofas, y a la fecha es entonado solemnemente como acto final en todas las ceremonias de la Universidad Autónoma del Estado de México. El Maestro Horacio Zúñiga tuvo la oportunidad de convertirse en Director del Instituto de 1930, pero rechazó la oportunidad. En 1933 existe un suceso particularmente singular, el despido de muchos profesores del Instituto entre los que se encontraba el ilustre escritor mexiquense Arnulfo Lorenzo Genaro Robles Barrera mejor conocido como Josué Mirlo, lo que provocó descontento y protestas por parte del alumnado y de algunos profesores, a causa esto y de diversos conflictos con personal del Gobierno de Estado de México el Maestro Zúñiga renunció definitivamente a sus clases en 1934. POEMA Tú también como las otras. Tú también, como las otras, por mi senda discurriste y también, como las otras largamente me miraste, y también, como las otras, en un sueño te esfumaste, y también, como las otras, teme fuiste. ¡Te me fuiste! De rodillas, en la misma posición en que me viste, y besando hasta las huellas del camino que pisaste, me quedé, con el recuerdo del amor que te llevaste, infinitamente triste... ¡Infinitamente triste! ¡Oh, ilusión, como las otras, engañosa y pasajera! Vaguedad de un idealismo, soplo azul de una quimera polvo de oro en las angustias de mi lúgubre crespón. ¡Por piedad! Ven a ayudarme a llevar hasta la tumba el cadáver destrozado de mi roto corazón... Gabriela Mistral, seudónimo de Lucila de María del Perpetuo Socorro Godoy Alcayaga (Vicuña, 7 de abril de 1889 – Nueva York, 10 de enero de1957), fue una destacada poeta, diplomática, feminista1 y pedagoga chilena. Una de las principales figuras de la literatura chilena y continental, fue la primera latinoamericana y, hasta el momento, única mujer iberoamericana, premiada con el Nobel2 —ganó el Premio Nobel de Literatura en 1945 Hija de Juan Jerónimo Godoy Villanueva, profesor, y de Petronila Alcayaga Rojas, de ascendencia vasca.4 Gabriela Mistral nació en Vicuña, ciudad en la que hoy existe un museo5 dedicado a ella en la calle donde nació y que hoy lleva su nombre. A los diez días sus padres se la llevaron a La Unión (Pisco Elqui), pero su "amado pueblo", como ella misma decía, era Montegrande, donde vivió de los tres a los nueve años, y donde pidió que le dieran sepultura. Sus abuelos paternos, oriundos de la actual Región de Antofagasta, fueron Gregorio Godoy e Isabel Villanueva; y los maternos, Francisco Alcayaga Barraza y Lucía Rojas Miranda, descendientes de familias propietarias de tierras del Valle de Elqui. Gabriela Mistral tuvo una media hermana, que fue su primera maestra, Emelina Molina Alcayaga, y cuyo padre fue Rosendo Molina Rojas. Aunque su padre abandonó el hogar cuando ella tenía aproximadamente tres años, Gabriela Mistral lo quiso y siempre lo defendió. Cuenta que «revolviendo papeles», encontró unos versos suyos, «muy bonitos». «Esos versos de mi padre, los primeros que leí, despertaron mi pasión poética», escribió.6 A los 15 años se enamoró platónicamente de Alfredo Videla Pineda, hombre rico y hermoso, más de 20 años mayor que ella, con el que se carteó durante casi año y medio. Después conoció a Romelio Ureta, un funcionario de ferrocarriles. Este sacó un dinero de la caja del ferrocarril donde trabajaba con el fin de ayudar a un amigo; como no lo pudo devolver, Ureta se suicidó. Más tarde -a raíz de su triunfo en los Juegos Florales con Sonetos de la muerte, versos que relacionaron con el suicidanació el mito, que tuvo amplia difusión, del gran amor entre ambos. En 1904 comienza a trabajar como profesora ayudante en la Escuela de la Compañía Baja en La Serena y empieza a mandar colaboraciones al diario serenense El Coquimbo. Al año siguiente continúa escribiendo en él y en La Voz de Elqui, de Vicuña. Desde 1908 es maestra en la localidad de La Cantera y después en Los Cerrillos, camino a Ovalle. No estudió para maestra, ya que no tenía dinero para ello, pero posteriormente, en 1910, convalidó sus conocimientos ante la Escuela Normal N° 1 deSantiago y obtuvo el título oficial de Profesora de Estado, con lo que pudo ejercer la docencia en el nivel secundario. Este hecho le costó la rivalidad de sus colegas, ya que este título lo recibe mediante convalidación de sus conocimientos y experiencia, sin haber concurrido al Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile. Posteriormente su valía profesional quedó demostrada al ser contratada por el gobierno de México para asentar las bases de su nuevo sistema educacional, modelo que actualmente se mantiene vigente casi en su esencia, pues solo se le han hecho reformas para actualizarlo. Inicios literarios El 12 de diciembre de 1914 obtiene el primer premio en el concurso de literatura de los Juegos Florales organizados por la FECh en Santiago, por sus Sonetos de la Muerte. Desde entonces utilizó el seudónimo literario Gabriela Mistral en casi todos sus escritos, en homenaje a dos de sus poetas favoritos, el italiano Gabriele D'Annunzio y el francés Frédéric Mistral. En 1917 Julio Molina Núñez y Juan Agustín Araya publican una de las más importantes antologías poéticas de Chile, Selva Lírica, donde Lucila Godoy aparece ya como una de las grandes poetas chilenas. Esta publicación es una de las últimas en que utiliza su nombre verdadero. Desempeñó el cargo de inspectora en el Liceo de Señoritas de La Serena. Además, como destacada educadora, visitó México, Estados Unidos y Europa estudiando las escuelas y métodos educativos de estos países. Fue profesora invitada en las universidades de Barnard, Middlebury y Puerto Rico. El hecho de haber vivido desde Antofagasta, en el extremo norte, hasta el puerto de Punta Arenas, en el extremo su El 12 de diciembre de 1914 obtiene el primer premio en el concurso de literatura de los Juegos Florales organizados por la FECh en Santiago, por sus Sonetos de la Muerte. Desde entonces utilizó el seudónimo literario Gabriela Mistral en casi todos sus escritos, en homenaje a dos de sus poetas favoritos, el italiano Gabriele D'Annunzio y el francés Frédéric Mistral. En 1917 Julio Molina Núñez y Juan Agustín Araya publican una de las más importantes antologías poéticas de Chile, Selva Lírica, donde Lucila Godoy aparece ya como una de las grandes poetas chilenas. Esta publicación es una de las últimas en que utiliza su nombre verdadero. Desempeñó el cargo de inspectora en el Liceo de Señoritas de La Serena. Además, como destacada educadora, visitó México, Estados Unidos y Europa estudiando las escuelas y métodos educativos de estos países. Fue profesora invitada en las universidades de Barnard, Middlebury y Puerto Rico. El hecho de haber vivido desde Antofagasta, en el extremo norte, hasta el puerto de Punta Arenas, en el extremo sur, donde dirigió su primer liceo y estimuló la vida de la ciudad, la marca para siempre. Su apego a Punta Arenas también se debió a su relación con Laura Rodig, que vivía en aquella ciudad. Pero la escritora de Elqui no soportaba bien el clima polar. Por eso, pidió un traslado, y en 1920 se mudó a Temuco, desde donde partió en ruta a Santiago al año siguiente. Durante su estancia en la Araucanía conoció a un joven llamado Neftalí Reyes, quien posteriormente sería conocido mundialmente como Pablo Neruda. Gabriela Mistral aspiraba a un nuevo desafío después de haber dirigido dos liceos de pésima calidad. Opositó y ganó el puesto prestigioso de directora del Liceo Nº6 de Santiago, pero los profesores no la recibieron bien, reprochándole su falta de estudios profesionales. Desolación, considerada su primera obra maestra, aparece en Nueva York en 1922 publicada por el Instituto de Las Españas, a iniciativa de su director Federico de Onís. La mayoría de los poemas que forman este libro los había escrito diez años atrás mientras residía en la localidad de Coquimbito. r, donde dirigió su primer liceo y estimuló la vida de la ciudad, la marca para siempre. Su apego a Punta Arenas también se debió a su relación con Laura Rodig, que vivía en aquella ciudad. Pero la escritora de Elqui no soportaba bien el clima polar. Por eso, pidió un traslado, y en 1920 se mudó a Temuco, desde donde partió en ruta a Santiago al año siguiente. Durante su estancia en la Araucanía conoció a un joven llamado Neftalí Reyes, quien posteriormente sería conocido mundialmente como Pablo Neruda. Gabriela Mistral aspiraba a un nuevo desafío después de haber dirigido dos liceos de pésima calidad. Opositó y ganó el puesto prestigioso de directora del Liceo Nº6 de Santiago, pero los profesores no la recibieron bien, reprochándole su falta de estudios profesionales. Desolación, considerada su primera obra maestra, aparece en Nueva York en 1922 publicada por el Instituto de Las Españas, a iniciativa de su director Federico de Onís. La mayoría de los poemas que forman este libro los había escrito diez años atrás mientras residía en la localidad de Coquimbito. POEMA AUSENCIA Se va de ti mi cuerpo gota a gota. Se va mi cara en un óleo sordo; se van mis manos en azogue suelto; se van mis pies en dos tiempos de polvo. ¡Se te va todo, se nos va todo! Se va mi voz, que te hacía campana cerrada a cuanto no somos nosotros. Se van mis gestos que se devanaban, en lanzaderas, debajo tus ojos. Y se te va la mirada que entrega, cuando te mira, el enebro y el olmo. Me voy de ti con tus mismos alientos: como humedad de tu cuerpo evaporo. Me voy de ti con vigilia y con sueño, y en tu recuerdo más fiel ya me borro. Y en tu memoria me vuelvo como esos que no nacieron ni en llanos ni en sotos. Sangre sería y me fuese en las palmas de tu labor, y en tu boca de mosto. Tu entraña fuese, y sería quemada en marchas tuyas que nunca más oigo, ¡y en tu pasión que retumba en la noche como demencia de mares solos! ¡Se nos va todo, se nos va todo! Rosario Castellanos México, 1925 - Tel Narradora y (Ciudad de Aviv, 1974) poeta mexicana, considerada en este segundo género la más importante del siglo XX en su país. Durante su infancia vivió en Comitán (Chiapas), de donde procedía su familia. Cursó estudios de letras Universidad Nacional Autónoma de México. En Madrid complementaría su formación con cursos de estética y estilística. Trabajó en el Instituto Indigenista Nacional en Chiapas y en Ciudad de México, preocupándose de las condiciones de vida de los indígenas y de las mujeres en su país. En 1961 obtuvo un puesto de profesora en la Universidad Autónoma de México, donde enseñó filosofía y literatura; posteriormente desarrolló su labor docente en la Universidad Iberoamericana y en las universidades de Wisconsin, Colorado e Indiana, y fue secretaria del Pen Club de México. Dedicada a la docencia y a la promoción de la cultura en diversas instituciones oficiales, en 1971 fue nombrada embajadora en Israel, donde falleció al cabo de tres años, víctima al parecer de un desgraciado accidente doméstico. Una absoluta sinceridad para poner de manifiesto su vida interior, la inadaptación del espíritu femenino en un mundo dominado por los hombres, la experiencia del psicoanálisis y una melancolía meditabunda constituyen algunos elementos definitorios de su obra. Su poesía, en la que destacan los volúmenes Trayectoria del polvo (1948) y Lívida luz (1960), revela las preocupaciones derivadas de la condición femenina. En los trabajos tardíos de este género, habla de su experiencia vital, los tranquilizantes y la sumisión a que se vio obligada desde la infancia por el hecho de ser mujer. Hay en sus poemas un aliento de amor mal correspondido, el mismo que domina el epistolario Cartas a Ricardo, aparecido póstumamente. Su poesía completa fue reunida bajo el título de Poesía no eres tú (1972). Su mundo narrativo toma muchos elementos de la novela costumbrista. Las novelas Balún Canán (1957) y Oficio de tinieblas (1962) recrean con precisión la atmósfera social, tan mágica como religiosa, de Chiapas. El argumento de la segunda, una premonitoria rebelión indígena en el estado de Chiapas inspirada en un hecho real del siglo XIX, surgió de una toma de consciencia de la situación mísera del campesinado de esa región mexicana, y de su abandono a los caciques locales por parte del gobierno federal. Escribió también volúmenes de cuentos situados en el mismo registro: Ciudad Real (1960), Los convidados de agosto (1964) y Álbum de familia (1971). Estas piezas revelan, en una dimensión social, la conciencia del mestizaje, y en una dimensión personal, la sensación de desamparo que surge tras la pérdida del amor. Sus ensayos fueron reunidos en la antología Mujer que sabe latín (1974), título inspirado en el refrán sexista: "mujer que sabe latín, ni encuentra marido ni tiene buen fin", que puede considerarse representativa de su vida, su obra y su visión de la realidad. POEMA AMANECER ¿Qué se hace a la hora de morir? ¿Se vuelve la cara a la pared? ¿Se agarra por los hombros al que está cerca y oye? ¿Se echa uno a correr, como el que tiene las ropas incendiadas, para alcanzar el fin? ¿Cuál es el rito de esta ceremonia? ¿Quién vela la agonía? ¿Quién estira la sábana? ¿Quién aparta el espejo sin empañar? Porque a esta hora ya no hay madre y deudos. Ya no hay sollozo. Nada, más que un silencio atroz. Todos son una faz atenta, incrédula de hombre de la otra orilla. Porque lo que sucede no es verdad. Jaime Sabines (Tuxtla Gutiérrez, México, 1926 Ciudad de México, 1999) Poeta mexicano. En el horizonte de la penúltima poesía mexicana, la figura de Jaime Sabines se levanta como un exponente de difícil clasificación. Alejado de las tendencias y los grupos intelectuales al uso, ajeno a cualquier capilla literaria, fue un creador solitario y desesperanzado cuyo camino se mantuvo al margen del que recorrían sus contemporáneos. Hay en su poesía un poso de amargura que se plasma en obras de un violento prosaísmo, expresado en un lenguaje cotidiano, vulgar casi, marcado por la concepción trágica del amor y por las angustias de la soledad. Su estilo, de una espontaneidad furiosa y gran brillantez, confiere a su poesía un poder de comunicación que se acerca, muchas veces, a lo conversacional, sin desdeñar el recurso a un humor directo y contundente. Nacido en la localidad de Tuxtla Gutiérrez, capital del Estado de Chiapas, el 25 de marzo de 1926, tras sus primeros estudios, que realizó en el Instituto de Ciencias y Artes de Chiapas, se trasladó a Ciudad de México e ingresó en la Escuela Nacional de Medicina (1945), donde permaneció tres años antes de abandonar la carrera. Cursó luego estudios de lengua y literatura castellana en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México, y fue becario especial del Centro Mexicano de Escritores, aunque no consiguió grado académico alguno. En 1952 regresó a Chiapas; residió allí durante siete años, el primero de ellos consagrado a la política y los demás trabajando como vendedor de telas y confecciones. En 1959, tras conseguir el premio literario que otorgaba el Estado, Sabines comenzó a cultivar seriamente la literatura. Tal vez por influencia de su padre, el mayor Sabines, un militar a quien dedicó algunas de sus obras, y, pese al evidente pesimismo que toda su producción literaria respira, Jaime Sabines participó de nuevo y repetidas veces en la vida política nacional; en 1976 fue elegido diputado federal por Chiapas, su estado natal, cargo que ostentó hasta 1979. Y en 1988 se presentó y salió elegido de nuevo, pero esta vez por un distrito de la capital federal. Compaginar esta actividad política, que parece exigir cierta disciplina ideológica y un proyecto colectivo de futuro, había de ser difícil para un hombre como el que nos revela sus escritos, autor de una obra marcada por el pesimismo y por una actitud descreída y paradójicamente confesional, imbuida de una concepción trágica del amor y transida por las angustias de la soledad. Su poesía se apartó del vigente "estado de cosas", se mantuvo al margen de las actividades y tendencias literarias, tal vez porque su dedicación profesional al comercio le permitió prescindir del mundillo y los ambientes literarios. Su primer volumen de poesías, Horal, publicado en 1950, permitía ya adivinar las constantes de una obra que destaca por una intensa sinceridad, escéptica unas veces, expresionista otras, y cuya transmisión literaria se logra a costa incluso del equilibrio formal. No es difícil suponer así que la poesía de Sabines está destinada a ocupar en el panorama literario mexicano un lugar mucho mayor del que hasta hoy se le ha concedido, especialmente por su rechazo de lo "mágico", que ha informado la creación al uso en las últimas décadas, pero también por su emocionada y clara expresividad. Este rechazo se hace evidente en el volumen Recuento de poemas, publicado en 1962 y que reúne sus obras La señal (1951), Adán y Eva (1952), Tarumba (1956), Diario, semanario y poemas en prosa(1961) y algunos poemas que no habían sido todavía publicados. En 1965, la compañía discográfica Voz Viva de México grabó un disco con algunos poemas de Sabines con la propia voz del autor. Sabines reforzó su figura de creador pesimista, su tristeza frente a la obsesiva presencia de la muerte; pero se advierte luego una suerte de reacción, aunque empapada en lúgubre filosofía, cuando canta al amor en Mal tiempo (1972), obra en la que esboza un "camino más activo y espléndido", fundamentado en el ejercicio de la pasividad; un camino que lo lleva a descubrir que "lo extraordinario, lo monstruosamente anormal es esta breve cosa que llamamos vida". Pese a una cierta reacción que lo aleja un poco de su primer y profundo pesimismo, sus versos repletos de símbolos que se encadenan sin solución de continuidad están transidos de una dolorosa angustia. Con un estilo que no teme la vulgaridad ni rechaza las tradiciones, la sabrosa y cordial poesía de Sabines puede también tomar un mayor vuelo, como se puso de manifiesto en el ambicioso proyecto Algo sobre la muerte del mayor Sabines (1973), un poema casi narrativo en el que el padre del poeta se constituye en protagonista del mundo y de la vida. Vinieron luego Nuevo recuento de poemas (1977), otro volumen antológico que recoge el material anterior, y Poemas sueltos (1983). Todos estos textos, así como una segunda parte de Algo sobre la muerte del mayor Sabines, fueron recogidos en la edición de 1987 de Nuevo recuento. Traducida a varias lenguas, su obra fue galardonada con varios premios como el de literatura otorgado por el gobierno del Estado de Chiapas (1959), el Xavier Villaurrutia, instituido en honor del gran escritor mexicano (1972) y el Elías Sourasky de 1982. En 1983 recibió el Premio Nacional de las Letras. Sus últimos años estuvieron marcados por una larga lucha contra el cáncer. Los versos de Sabines son directos y transparentes, y aunque no desdeña el refinamiento de la poesía culta, su estilo se inclina más hacia lo conversacional. Ello le ganó el favor del gran público, que se hizo patente sobre todo durante las dos últimas décadas de su vida. El autor utiliza un lenguaje cotidiano y sin adornos para crear composiciones que se colocan más cerca de los sentimientos que dé la razón. Poeta del diario vivir, contempla con perplejidad y desde la más rigurosa terrenalidad el fenómeno del amor y el absurdo de la muerte. Cuando estuve en el mar era marino... Cuando estuve en el mar era marino este dolor sin prisas. Dame ahora tu boca: me la quiero comer con tu sonrisa. Cuando estuve en el cielo era celeste este dolor urgente. Dame ahora tu alma: quiero clavarle el diente. No me des nada, amor, no me des nada: yo te tomo en el viento, te tomo del arroyo de la sombra, del giro de la luz y del silencio, de la piel de las cosas y de la sangre con que subo al tiempo. Tú eres un surtidor aunque no quieras y yo soy el sediento. No me hables, si quieres, no me toques, no me conozcas más, yo ya no existo. Yo soy sólo la vida que te acosa y tú eres la muerte que resisto.
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