Pedro Pérez Gómez, el primer apiterapeuta de España y que tiene su consulta en Alcalá de Henares, nos acerca al mundo de las abejas “Si me fuera a una isla desierta lo que me llevaría sería una colmena, que tiene todo lo que necesitamos para que el cuerpo sane” El primer apiterapeuta que hubo en España tiene su consulta en Alcalá de Henares, en la calle Silo número 1. Pedro Pérez Gómez, vecino de Daganzo, ha contado a PUERTA DE MADRID todos los secretos de esta terapia milenaria y aún muy desconocida, que fue transmitida de generación en generación de apicultores hasta que logró que se la considerase paramedicina. En este primer reportaje, el apiterapeuta nos relata cómo fueron sus comienzos, cuál ha sido su principal aportación en la investigación y, sobre todo, cómo el veneno de las abejas y todos los demás productos de la colmena ayudan al cuerpo para que éste combata y se cure de enfermedades. “En la vida hay que saber de dÓnde se viene”... además de a dónde se va. Y Pedro Pérez Gómez, con su buen sentido del humor, nos cuenta cómo fueron sus orígenes. Su padre profesional –como él mismo reconoce, de hecho tiene su foto junto a las imágenes de sus padres biológicosfue el apicultor Antonio de Pedro. Le conoció cuanto éste tenía 80 años y eso era en los años 80. De Pedro era muy conocido por sus colmenas en Pinilla del Buitrago y acabó convirtiéndose en amigo de la familia Pérez Gómez, que eran sus clientes. “Era un hombre muy sabio”, dice nuestro apiterapueta, que tras probar su miel quiso dedicarse a la producción y venta de este producto, de hecho su hermano fundó Granero Integral, una distribuidora de productos naturales. Pero para poner sus propias colmenas y vender la miel necesitaba aprender el oficio. “Si vienes a ayudarme este año, a cambio te lo enseño”, fue la respuesta del ve- 22/PUERTA de Madrid terano apicultor, que poco a poco fue resolviendo todas las dudas y curiosidades que el aprendiz le planteaba. “Así que yo empecé teniendo buena miel, pues le compré dos colmenas y otras dos más que me regaló él y me di cuenta que una buena miel no se podía vender en grandes cantidades como yo al principio imaginaba”. Un día en el que el joven tenía dolores de espalda, su maestro le dejó entrever que esos dolores se podían quitar con las picaduras de las abejas... y así fue como Pérez aprendió las bondades de todos los productos de la colmena, y no sólo de la miel. Pronto se dio cuenta que muchos apicultores antiguos, que eran gente del campo, sabían esto y se lo practicaban ellos mismos o a su familia, pero no de forma terapéutica porque no se podía hacer y tampoco sabían. Por esa época Pérez estaba aprendiendo a dar masajes y otras terapias alternativas y decidió indagar más en la te- rapia con abejas. “Del esfuerzo de coger las colmenas tenía un tirón muscular, me piqué con una abeja y se me quitó, mi mujer tenía un dolor de espalda, le piqué y se le quitó. Y entonces me puse a investigar preguntando primero entre los apicultores, y encontré un único libro sobre los componentes del veneno de la abeja, y uno de ellos era antiinflamatorio. Hasta que me conecté a internet en el año 99 me pensaba que era el único que hacía esto. Empecé a investigar y descubrí que en Estados Unidos había una asociación, que ya había investigaciones científicas, un libro en castellano con todas las propiedades y mucha bibliografía sobre el veneno de las abejas, sobre todo en inglés...”. Y es que en 1860 el doctor Terk descubrió que cuando le picó una abeja circunstancialmente mejoró de artritis y desde entonces se había venido investigando, descubriendo que de esa forma se ayudaba a que el cuerpo mejore, que el sistema inmunológico mejore, y también la circulación, y así “que casi de cualquier enfermedad la apiterapia potencia la curación porque prepara al cuerpo. Hay que cambiar la idea que tenemos de enfermedad. La enfermedad es la solución de un problema. Cuando tenemos fiebre o tos no es un problema, es la solución para poder expulsar algo que es realmente el problema”, reconoce el experto. Y llegó un momento en el que los apiterapeutas decidieron hacer un Congreso para contrastar datos y avanzar en la investigación. Pérez quiso hacerlo en España, pero parece ser que aquí no había mucho interés por el tema. Así que Alemania cogió el testigo. Cuando vieron que en Alemania llevaban ya cinco congresos, fue cuando se les permitió hacer Congresos aquí, en El Escorial, donde ya se han celebrado un par de veces. La consulta de Pedro Pérez también ha evolucionado. Hasta que Hacienda decidió hacer el epígrafe que incluía todas las prácticas alternativas de medicina (pues era necesario controlar esta actividad económica que iba creciendo en España dado que los resultados en la población eran buenos) y también porque “no sabía cómo funcionaba esto, y además era muy prudente con el tema de alergias” Pedro trabajaba con otras medicinas alternativas como la arcilla, etcétera, y diferentes terapias (masajes, acupuntura...). “Yo tenía un negocio del que realmente vivía y esto lo hacía porque me gustaba, pero no lo podía facturar. Fui probando poco a poco, primero con una abejita, y después empecé a poner más abejas. Desde el año 99 estoy con toda la consulta. Ahora está claro que no es medicina oficial, es paramedicina, pero se puede ejercer”. Fue investigando por su cuenta y aprendió que “la abeja pica en puntos de acupuntura y esa es mi aportación, porque nadie en el mundo se había dado cuenta que era así”. Nadie lo sabía aunque algunos apiterapeutas picaban con la abeja en puntos de acupuntura, pero no dejaban que la abeja lo eligiese, y otros apiterapeutas lo que hacían era picar donde estaba el dolor . “Y yo desde el primer momento me di cuenta que cuando las abejas estaban tranquilas pasaban por la piel normal, pero cuando pasaban por un punto alterado se ponían nerviosas y picaban. Descubrí que lo hacían siguiendo el consejo de mi maestro, que me dijo que observara a las abejas y también porque estaba estudiando acupuntura y con una cámara especial que fotografía la energía. Cuando la abeja pasa por uno de esos puntos recibe una emisión y la abeja se defiende. La abeja no es agresiva, sólo es de- 11 de mayo de 2013 fensiva, ataca cuando se la ataca. No es como una avispa, que si la espantas enseguida te pica. La abeja no, la abeja huye. Sólo pica si la atacas y cuando pasa por uno de esos puntos, como recibe una descarga de energía, se defiende picando”. Y así lo comunicó en el Congreso de Alemania, ante el asombro de los demás apiterapeutas del mundo. “Picar con abejas es una herramienta” A lo largo de los años el instrumental que Pedro ha utilizado en su consulta ha ido cambiando. Al principio, las abejas que traía de sus colmenas en el campo las guardaba en un bote de miel casi vacío con la tapa agujereada, para que pudiesen respirar las abejas, que había que abrir con mucho cuidado, poner boca abajo en la mesa para que no se escaparan y sacarlas con mucho mimo sujetándolas de las alas. Luego evolucionó a un bote similar, pero ya con una tapa corredera. El siguiente paso fue una cajita de madera, la cual ha ido mejorándose hasta llegar a la actual. Es una especie de enjambrera con un espacio más grande para que puedan vivir y volar tranquilas las abejas, donde Pedro coloca caramelos de miel y polen para que se alimenten y que comunica con otra cajita más pequeña que se puede extraer, en la que las abejas entran atraídas por miel. Con ayuda de unas pinzas especiales, Pedro coge a los insectos por el tórax y así la abeja tiene libertad de movimiento. Cuando la abeja pica, se puede ver un hilito, es el aguijón y la glándula del veneno, “no han salido los intestinos, por tanto la abeja puede seguir viviendo. El aguijón no vuelve a salir, porque la abeja dura 28 ó 30 días, pero vive sin aguijón”, comenta el apiterapeuta. Antes de picar a un paciente hay que hacer una prueba de alergia. Para ello se utiliza una rejilla, invento de un canadiense, pues así no se introduce el aguijón en la piel, y por lo tanto la abeja no lo pierde. Las abejas que se utilizan con una persona, no se vuelven a utilizar con nadie más, aunque no haya perdido el aguijón, y las pinzas se esterilizan para su correcta higiene. “La abeja es la herramienta, como son los masajes o la medicina para ayudar a que cure el cuerpo, porque el que cura es el cuerpo con la ayuda de lo que le des”, afirma Pérez. La terapia que nos ayuda a relacionarnos con las abejas puede aplicarse desde la juventud hasta que se es anciano. Durante la niñez no, porque no es habitual que un niño padezca enfermedades de las que se pueden tratar con apite- 11 de mayo de 2013 rapia. Si un niño tiene tensión es porque hay condiciones familiares que lo provocan, por ejemplo los celos por el nacimiento de un hermano más pequeño, etc. y si se resuelve ese problema, el cuerpo del niño se va a curar solo. Además, “la picadura duele y no se debe hacer. Yo creo que es apartir de los 12 o 14 años cuando se podría picar. Y lo mejor es a partir de los 16 ó 17 cuando ya tomas por ti las decisiones. Luego tengo pacientes de hasta 90 años”, comenta Pérez. Por tanto, “lo único que hay que tener en cuenta es la reacción curativa fuerte que tiene el cuerpo. Si una persona está muy agotada por una enfermedad o porque es mayor, no le puedes poner tantas abejas porque el cuerpo ya no tienen tanta capacidad de reacción, con lo cual se puede producir algún problema en el organismo, por ejemplo de corazón. Porque esto es un shock, en cuanto se produce la picadura la sangre acude rápidamente a ese punto. Esa reacción es positiva, pero ¡también es positivo correr los 10.000 metros lisos y no todo el mundo los puede correr! Hay que saber la capacidad de reacción que tiene la persona”, comenta el apiterapeuta. Por eso “el primer día hago la prueba de alergia, esperamos una semana para ver la reacción que tiene, si se le inflama o no, etc. y a la siguiente semana damos otro pasito. A la tercera semana ya sabemos lo que le ocurre y llega el momento de empezar a tratar. Tampoco pongo muchas abejas, generalmente entre seis o siete en cada sesión. Y a veces las pongo con la rejilla, que es como si fuera el 50%, y otras veces he llegado a poner hasta 20, en casos de esclerosis múltiple, fibromialgia o psoriasis que necesitan un tratamiento de más cantidad”. Hay enfermedades en las que funciona muy bien y además muy rápido, pues aquí “viene gente ya cuando está fatal, por ejemplo cuando tienen un lumbago de largo recorrido que ya no pueden ni moverse, con artritis, con ciática, hernias discales, gente que ha pasado por todo y ya no sabe qué hacer, y la apiterapia funciona: en diez o como mucho 15 sesiones, desaparecen. La psoriasis, esclerosis múltiples y otro tipo de enfermedades no se curan igual de rápido pero sí se ayuda en el proceso curativo”. Pérez insiste en que “ser alérgico es el mayor riesgo que tiene someterse a la apiterapia, pero, si no eres alérgico todo lo demás son beneficios”. No obstante hay que tener en cuenta que “la picadura tiene unas reacciones curativas que la gente a veces confunde con reacción alérgica. Es una inflamación para expulsar lo que estaba congestionado ahí y eso es positivo. También puede producir diarrea, pero eso es expulsión al fin y al cabo”. Contraindicaciones Para los únicos pacientes que está contraindicada la apiterapia es para los que sufren ciertas enfermedades donde puede haber pérdida de sangre, porque el veneno puede provocar una hemorragia mayor. Pérez pone ejemplos: “hay que evitar las picaduras cuando una mujer está embarazada porque puede ser abortivo, o con la regla, pues puede producir una alteración hormonal”. De hecho, el apiterapeuta informa de ello a sus pacientes, que deben firmar un consentimiento si se van a someter a la terapia. Con ese consentimiento lo que el paciente confirma al experto es que no toma ningún medicamento, pues algunos pueden interactuar, ni bebe alcohol, porque contrarresta el efecto o puede interactuar, ni son diabéticos, pues “si es insulinodependiente no se le debe tratar, tampoco si tiene tuberculosis, anemia, sífilis, gonorrea y otras enfermedades venéreas, úlceras gástricas, tumores malignos o cardiopatías, que no está embarazada ni con el periodo menstrual. Pues en esos casos no se les debería aplicar”, aclara Pérez. Y luego también hay que conocer a las personas, “porque hay gente que viene tenso y con mu- cho estrés del trabajo o de viaje y una abeja en esa situación de la persona puede tener una reacción distinta a cuando está tranquila”. Pedro le dedica una hora a cada persona para que se sosiegue, se tranquilice y le cuente el problema “porque a veces habría que hacer una picadura en el alma. La mayoría de problemas físicos por no decir todos, se producen por una distorsión emocional. Los problemas en el trabajo y la familia causan un problema y si tú no solucionas ese problema, por mucho que te cures el dolor físico volverá a aparecer”. Con respecto a los beneficios, el apiterapeuta subraya que el veneno de la abeja es el mayor anque existe, tiinflamatorio certificado científicamente. “Para todo aquello donde hay una inflamación la apiterapia va estupendamente. Efectivamente hay enfermedades muy difíciles de curar, sobre todo en ciertos grados. Por ejemplo, han venido pacientes con esclerosis múltiple y si ya no podían andar, con la apiterapia no van a poder andar, pero sí se puede mejorar los espasmos, el control de esfínteres, etc. La apiterapia siempre ayuda, porque como mínimo hace que tu organismo esté bien y más sano, combate mejor las enfermedades”. Pero la apiterapia no es sólo el uso de la picadura de las abejas, sino también el de otros productos que ayudan al cuerpo a curarse, productos que están en la colmena: “miel, polen, jalea real y propóleo. La miel te da energía, el polen son proteínas para reconstituir un tejido dañado, y también el hígado. El propóleo es lo que utilizan las abejas para barnizar las colmenas, es el sistema inmunológico de ellas que además están muy expuestas y hace que no haya infecciones. Entonces hace que nuestro sistema inmunológico sea más fuerte para mejorar las defensas. Y la jalea real, que es de lo que se alimenta la reina, rejuvenece, reconstituye tejidos, mejora la circulación, regula la tensión, etc., y se pueden complementar con masajes. La colmena tiene todo lo que necesitamos”, enfatiza Pérez. Hace años, antes de conocer las colmenas, también trataba las plantas medicinales, “pero desde que estoy con las abejas no hace falta nada más. Yo lo único que recomiendo a veces es la raíz de grama, la hierba común, y que ayuda al riñón y el hígado, pero no es imprescindible. Si me fuera a una isla desierta me llevaría una colmena, la grama, que seguro que estaría allí, y la arcilla, que también es muy interesante para curar heridas, golpes y demás”, concluye el apiterapeuta. PUERTA de Madrid/23
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