Desde la muerte de su querido padre, don Manuel Espinosa Yglesias, en 2000, su hija conserva la casa tal y como él la dejó AMPARO ESPINOSA RUGARCÍA 4 NOS ABRE LAS PUERTAS DE UNA RESIDENCIA LLENA DE APASIONANTES HISTORIAS Conocida por su filantropía y su denodada lucha por los derechos de la mujer, su padre, uno de los banqueros más visionarios de México, fue su gran ejemplo: «Mi padre fue un caballero con todas las letras» A «Quinta Guadalupe» llegaron personajes tan relevantes como David Rockefeller o los Reyes de España, don Juan Carlos y doña Sofía Amparo Espinosa Rugarcía nos abre las puertas de «Quinta Guadalupe», la residencia donde vivió desde los nueve años, que está ubicada en una zona privilegiada de la Ciudad de México. Inaugurada en 1950 y creada por el estudio Vergara, el famoso coleccionista mexicano Álvaro Conde ayudó mucho a don Manuel Espinosa a decorar el que fue su hogar hasta 2000, fecha de su muerte 5 La casa, de un buen gusto exquisito, alberga infinidad de obras de arte. Sobre estas líneas, la estatua de un hombre, obra de Sean Henry, titulada: «Standing Figure, from You’re Not the Same», de 2005. Derecha, Amparo Espinosa, junto a la chimenea, posa con el retrato que le hizo Diego Rivera a los diez años. Bajo estas líneas, el despacho de Amparo del que cuelga el cuadro «Carmen», de R. Whitolite. Derecha, abajo, dos fotos de archivo. En blanco y negro, don Manuel con José López Portillo y su esposa, Carmen Romano, durante la apertura de la sede de Bancomer, a finales de los setenta. Junto a esa imagen, don Manuel con David Rockefeller, a cargo del Chase Bank de Manhattan L 6 A vida de la protagonista de esta historia no es la de cualquier mujer. Desde que nació, en 1941, demostró una inteligencia sin igual y por eso su padre decidió darle un lugar protagónico en los negocios de la familia. Creador del imperio que fue Bancomer durante la segunda mitad del siglo XX, Manuel Espinosa Yglesias nunca dudó del gran espíritu y la inteligencia de su hija para transitar el mundo de las finanzas, un sitio que para muchos solo está destinado a los hombres. Amparo era una jovencita de 18 años cuando su padre tomó la dirección del banco, un proceso que siguió muy de cerca y que le despertó una gran curiosidad, pues era un mundo desconocido para ella. Eso no implicó, sin embargo, que no siguiera las costumbres de su época y se casara a los 24 años con Julio Serrano, con quien tuvo tres hijos: Amparo (50), Julio (48) y Manuel (39), y de quien se divorció en 1983. A los diez años, don Manuel llevó a Amparo al taller de Diego Rivera. El famoso muralista realizó un retrato de la niña que hoy ocupa un lugar privilegiado en la residencia EL PERÍODO MÁS DIFÍCIL En 1982, la banca sería nacionalizada por el Estado mexicano. De un día para otro, don Manuel se veía despojado de su obra maestra. Un hecho que lo desanimó solamente por algunos días, ya que inmediatamente puso manos a la obra para dedicar sus últimos años a ayudar a los demás a través de las fundaciones que había creado. Su hija, Amparo, siguió sus huellas. Doctora en Desarrollo Humano y en Psicología, Amparo Espinosa Rugarcía sería hoy el mayor orgullo de su padre. Creó el Centro de Documentación y Estudios de Mujeres (Demac) para promover el desarrollo integral de las mujeres mexicanas. Considerada como una de las 100 mujeres más poderosas de México por la revista «Forbes», Amparo recibe a ¡HOLA! en «Quinta Guadalupe», la casa en la que creció, para hablarnos de su vida y de lo que representa ser la heredera de uno de los empresarios más importantes de la historia de México. (SIGUE) 7 8 Amparo posa junto al retrato de su padre, que siempre colgó de la sala principal de Bancomer. En la otra página, el comedor con la mesa puesta. La vajilla, del siglo XIX, es creación de la firma francesa A Hache & Pépin Lehalleur. Los platos de porcelana que adornan las paredes los compró Amparo al anticuario Rodrigo Rivero Lake. Derecha, la biblioteca. El cuadro, titulado «Belshazzar», es una obra del siglo XIX, de John Ferneley Pie de foto falso, volores molumque et molorestio. Dem ea alibusam, nosandent est, commodi onecto iunt quam, solupitae nit acculpa rchillu ptaturiatis doluptiam dolupta tatist ea nobis eum fuga. Nem facerib earitiat od quibusdandit aliti ommo ommoloribus endis aut dis andigen iAboressitatum fugit, unto ex erferia ntiorecus.Ad quae nos audae. Nam aditium dolenis raest la verum quatum «Mi padre tenía el don de agasajar a sus invitados. A mis hermanas y a mí, de niñas, nos fascinaba ver llegar a las fiestas a las mujeres con vestidos fantásticos y escuchar la música de la orquesta» Don Álvaro Conde Díaz Rubín, recién galardonado por la Hispanic Society de Nueva York, famoso coleccionista de porcelanas, ayudó mucho a don Manuel a decorar su hogar EL SÍMBOLO DE UNA ÉPOCA —Tengo entendido que su padre adoraba su casa… —Desde que nos mudamos, cuando tenía yo nueve años, mi padre disfrutó muchísimo de esta casa. Le encantaba recibir gente y armar reuniones de negocios aquí. Desde que nos instalamos se organizaron una infinidad de fiestas a las que asistían personalidades muy importantes de la época, como Reyes, Jefes de Estado y grandes empresarios. —Entonces, su padre no solo fue un gran banquero, sino también un gran anfitrión… —Mi padre fue un caballero con todas las letras. Y sí, aunque fue un hombre de trabajo, tenía el don de saber agasajar. Me acuerdo mucho de esas fiestas porque cuando éramos chicas no podíamos asistir a ellas, pero mis hermanas y yo veíamos todo desde el barandal de las escaleras. Nos fascinaba ver llegar a las mujeres con unos vestidos fantásticos y escuchar la música de la orquesta. —¿Cuál es el recuerdo que tiene más presente de este lugar? —Creo que los domingos, porque mi madre hacía unas comidas buenísimas y teníamos permitido invitar a quienes quisiéramos. Después pasaban dos películas en la sala de cine y eso era realmente algo que siempre disfruté muchísimo porque en aquel entonces ver una película era todo un programa. Yo crecí disfrutando de las cosas simples de la vida, pues tuve el privilegio de tener una madre muy ordenada que sin problema podía organizar una comida para cuarenta niñas. —¿De qué personajes que estuvieron aquí se acuerda más? (SIGUE) 9 «Los domingos eran días muy especiales. Mi madre hacía comidas buenísimas, y podíamos invitar a quienes quisiéramos. Después, pasaban dos películas en la sala de cine... ¡siempre lo disfruté muchísimo!» —Me acuerdo muy bien de Rockefeller, que estaba al frente del Chase Manhattan Bank en aquella época. Él fue un gran amigo de mi padre y hasta la fecha lo seguimos viendo. También me acuerdo de todos los Presidentes de la República que visitaron a mi padre hasta que murió. Desde que nos mudamos, cada uno de ellos visitó esta casa. De hecho, Adolfo López Mateos y Gustavo Díaz Ordaz vinieron a mi boda civil, en 1964. También me acuerdo mucho de una fiesta que mi padre organizó para los Reyes de España, Juan Carlos y Sofía, que fue muy especial porque mamá planeó una cena elegantísima para cuatrocientas personas para la que se construyó una carpa especial en el jardín. —¿Se considera una mujer realizada? —Totalmente. Por eso accedí a esta entrevista: tengo 75 años y sigo entera. Celebro la vida todos los días y me da mucho gusto poder seguir haciendo lo que me gusta. Además, hace cinco meses nació mi bisnieta, Manuela, por lo que no puedo pedirle más a la vida. Realización y texto: RODOLFO VERA CALDERÓN Fotos: RAMÓN OUTÓN Maquillaje y peinado: OLGA RECAMIER Amparo Espinosa en el jardín de su casa, donde se puede ver una original y contemporánea obra escultórica (abajo). La escultura es una obra de Anaszkiewicz Pawel y se titula «Bailarín azul II» (1992). A su izquierda, la sala de cine. Cabe recordar que don Manuel Espinosa Yglesias, comenzó su imperio empresarial muy joven con cinco salas de cine en Puebla y Tlaxcala. Más adelante creó, en asociación con William O. Jenkins, la Compañía Operadora de Teatros 10
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