FETICHES La voz fetiche procede de la palabra portuguesa feitico, del latín factitius, que significa sortilegio maléfico, encantamiento, y por extensión amuleto u objeto poseído por una fuerza sobrehumana o trascendente, dicho fetiche puede ser desde una escultura a un recipiente o amasijo al que se le adosan determinadas materias a las que se les atribuyen poderes mágicos o sagrados. Los fetiches constituyen un fenómeno único en la cultura africana. En casi toda la República Democrática del Congo todos los fetiches son llamados Nkisi, palabra de origen en el pueblo Kongo, que quiere decir hechizo. Un Nkisi no sólo designa una estatuilla, sino cualquier objeto que haga las veces de recipiente consagrado por un brujo. Un Nkisi se fabrica por etapas. El Nganga, brujo, encarga al artesano una figura de madera. Una vez terminada la talla, el Nganga incorpora los materiales mágico-medicinales denominados Bilongo. Esa sustancia se introduce en un relicario. El Bilongo se suele colocar en el abdomen. Posteriormente, la figura, con o sin relicario, suele servir a modo de alfiletero solo que incrustando clavos u hojas de metal, cada pieza consagrada, adquiere un propósito y un mensaje concreto. Hay fundamentalmente cuatro tipos de Nkisi: El Nkisi Nkondi, fetiche negativo, que alza la mano derecha esgrimiendo una lanza o arma. Sus facciones son agresivas. Nkisi Npezo, que representa la maldad sin más. Nkisi Moganza, fetiche benévolo, que protege contra la enfermedad y los malos espíritus. Nkisi Mbula, otro fetiche benévolo, que protege contra la brujería. Estas piezas, si tienen grandes proporciones, pertenecen a toda la comunidad y se utilizan en diferentes ceremonias para promover la fertilidad, solucionar disputas, vencer a los enemigos o proteger el poblado. Las imágenes pequeñas pueden estar en posesión de individuos particulares con un propósito similar. Para infundirles potencia se añaden a las esculturas cuernos, pieles, dientes, pelo, cuentas, plumas y telas. Se cree que estas figuras sobre todo en determinadas etnias como los Yaka, Teke o Vili funcionan como fetiches leopardo. En estos casos, el dueño de la estatuilla se atribuye la capacidad de adquirir el poder sobre un leopardo y ordenar al animal que mate a la persona que él elija. Al parecer la voz fue utilizada por los portugueses en sus relaciones con las poblaciones autóctonas del África occidental para designar objetos del uso cotidiano, a los que los nativos daban según ellos, una incomprensible importancia, estos objetos eran dientes, uñas, pelos, plumas, cuernos, conchas, bastones, harapos, montoncillos de tierra amalgamados, etc., y a los que se dirigían con oraciones y sacrificios, así como con cierta reverencia a la hora de solicitar auxilio de los poderes superiores. Es evidente que donde existe un fetiche, éste no es otra cosa que la corporización de una serie de creencias en poderes sobrenaturales, lo que no les hace mas crédulos que cualquier otro pueblo que trascienda la solución de sus problemas en un ente superior. Aun así hay que admitir que con o sin fetiches las civilizaciones del África negra poseen elaborados cultos a su dios, a los espíritus y a los antepasados, y el fetiche no puede considerarse más que una manifestación visual de la fe y creencias en una potencia más o menos oculta típicamente africana. Pueblos dispersos en tan enorme continente contribuyen con su acendrado respeto por sus principios y reglas a enriquecer a quien se acerca a conocerles, aún cuando sigamos llamando a sus manifestaciones culturales tan variadas despectivamente como fetiches, entre otros a los nkissi de los pueblos del Bajo Congo, el njomm de los Ekoi de Nigeria, el k'wari de los dispersos Haussa, la deidad ogun de los Yoruba, el vodum de Dahomey, el bohsum de los Twi, sale de los Kpellé de Liberia, kelle de los Lobi en Burkinal, gnama de los Mandingo, o incluso el baraka de los beréberes.
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